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Los Diez Mandamientos de Los Padres Por Ed Young

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José Orosco
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
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MATERIALES CRISTIANOS - Bendecidos para bendecir!

Digitalizado por: Francisco Galban Alvarez


MATERIALES CRISTIANOS - Bendecidos para bendecir!

Digitalizado por: Francisco Galban Alvarez


Publicado por
Unilit
Miami, FL 33172
© 2006 Editorial Unilit (Spanish translation)
Primera edición 2006
Originalmente publicado en inglés por Moody Publishers, con el título:
Te 10 Commandments of Parenting.
© 2004 por Ed Young.
Traducido con permiso.
Todos los derechos reservados.
(Tis book was frst published in the United States by Moody Publishers, 820 N. LaSalle
Blvd., Chicago, Illinois, 60610, with the title Te 10 Commandments of Parenting,
Copyright © 2004 by Ed Young. Translated by permission.)
Reservados todos los derechos. Ninguna porción ni parte de esta obra se puede
reproducir, ni guardar en un sistema de almacenamiento de información, ni
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transmitir en ninguna forma por ningún medio (electrónico, mecánico, de


fotocopias, grabación, etc.) sin el permiso previo de los editores, excepto en el caso
de breves citas contenidas en artículos importantes o reseñas.
Traducción: Gabriel Prada
Diseño de la portada: Ximena Urra
Ilustraciones de la portada: © 2012 Kudryashka. Usadas con permiso de
Shutterstock.com.
A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas se tomaron de la Santa Biblia,
Nueva Versión Internacional. © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional. Usadas
con permiso.
El texto bíblico señalado con rv-60 ha sido tomado de la versión Reina Valera
© 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas
Unidas. Utilizado con permiso.
Reina-Valera 1960® es una marca registrada de la American Bible Society, y puede ser
usada solamente bajo licencia.
Las citas bíblicas señaladas con lbd se tomaron de la Santa Biblia, La Biblia al Día.
© 1979 por la Sociedad Bíblica Internacional.
Usadas con permiso.
Producto 495397
ISBN 0-7899-1317-8
ISBN 978-0-7899-1317-3
Impreso en Colombia
Printed in Colombia
Categoría: Vida cristiana /Relaciones /Paternidad
Category: Christian Living /Relationships /Parenting
En memoria de los padres de Jo Beth y los míos:
Katherine y G.B. Landrum y
J.L.E. y Homer Young.
Somos el producto de su desinteresado amor,
sacrificio y devoción.
Y a:
Ed y Lisa, Ben y Elliot, y Cliff y Danielle.
Ustedes hacen un estupendo trabajo
de crianza de nuestros nietos:
LeeBeth, E.J., Laurie, Landra, Nicole,
Claire, Rachel y Susannah.

Digitalizado por: Francisco Galban Alvarez


MATERIALES CRISTIANOS - Bendecidos para bendecir!

Contenido
Prefacio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Reconocimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Mandamiento 1
Formarás una familia funcional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
Mandamiento 2
Amarás a tus hijos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37
Mandamiento 3
Serás un modelo de piedad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
Mandamiento 4
Instruirás a tus hijos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77
Mandamiento 5
Dedicarás tiempo para estar con tus hijos . . . . . . . . . . . . 97
Mandamiento 6
Disciplinarás a tus hijos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117
Mandamiento 7
Animarás a tus hijos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 143
Mandamiento 8
Proveerás estabilidad y seguridad para tus hijos . . . . . . 165
Mandamiento 9
Conversarás sobre la sexualidad con tus hijos . . . . . . . . 185
Mandamiento 10

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No serás un padre pasivo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 207
UNA PALABRA FINAL:
El momento de mayor orgullo del Padre . . . . . . . . . . . . . 225
Notas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 227
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PREFACIO:
LA CRIANZA DE LOS HIJOS:
UN «LLAMADO» ABRUMADOR

L a respuesta inicial de los padres neófitos es casi siempre la misma: «¡No imaginé que fuera así!».
Si solo has sido hijo y nunca padre, es muy probable que seas dogmático en cuanto a este papel. Yo era
uno que tenía todas las respuestas hasta que Dios me bendijo con el «llamado». De pronto, el valor que
les tenía a mis padres escaló, y a través de los años ha seguido escalando. Este es el patrón común.
Por ahora, volvamos a la familia, cada padre necesita la sabiduría de un verdadero sabio a fin de lograr
instruir a un hijo en la carrera que Dios lo ha inclinado (véase Proverbios 22:6). Discernir la inclinación
y estimularla... ese es el reto. Si estuviera disponible el servicio de asistencia telefónica, los papás y
mamás llamarían todos los días.
«El llamado» es abrumador y perpetuo. Lo sé. He estado en tu lugar y he hecho eso, y con tres hijos
adultos y tres «hijas enamoradas» y ocho nietos, «el llamado» continúa.
Por lo regular, las personas piden consejos y pistas para sus dilemas de crianza de «emergencia». Casi
siempre les ofrezco una palabra de aliento y abro mi botiquín de primeros auxilios de la crianza y distri-

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buyo una o dos tiritas. Mi verdadera tentación (cuando el tiempo me lo permite) es contestar la pregunta
con demasiadas profundidades teológicas oscuras. Una cura rápida, por definición, es una cura rápida,
no perdura. Las profundidades teológicas sin aplicación práctica evaden los asuntos.
Los 10 mandamientos de los padres establece un fundamento bíblico para la crianza de los hijos. Mi
meta es hacerlo claro, mantenerlo sencillo y dejarlo cantar. En el proceso cuento algunas de las cumbres
y los valles que Jo Beth y yo hemos atravesado con nuestros hijos.
Muchas veces perdimos la oportunidad para comunicarnos.
En demasiadas ocasiones disciplinamos de manera inapropiada.
Cometí muchos errores, malos juicios y malas decisiones con mis hijos. Es un milagro que sean firmes
esposos y padres cristianos.
Gracias, Señor.
Puedo decir por experiencia personal que Dios supervisa «el llamado» cuando lo buscamos con humil-
dad y obtenemos el mayor bien de esto. Nosotros modelamos y moldeamos. Nosotros amamos y estimu-
lamos. Nosotros hablamos poco y escuchamos mucho. Dos oídos y una sola boca deberían decirnos al-
go.
MATERIALES CRISTIANOS - Bendecidos para bendecir!

En estas páginas ofrecemos principios, ilustraciones y tiritas para ayudarte en el supremo y santo «lla-
mado» de la crianza de los hijos Mientras atravesamos juntos este retador proceso, mi oración es que el
Espíritu Santo obre en tu corazón y en tu vida como Él lo ha hecho también en la mía.

RECONOCIMIENTOS

Al igual que en cualquier libro hay personas especiales a las que dar gracias. Ante todo, quiero darle las
gracias a Wallace
Henley que tomó mis sermones y los hizo cantar. Su aguda intuición en la cultura popular con su sabidu-
ría bíblica realzó cada
capítulo.
Doy gracias también a mi asistente, Beverly Gambrell, y a mi
secretaria, Betty Brockman. Beverly es «mi mano derecha» y me ayuda a cumplir con mi loco calenda-
rio y la avalancha de fechas límites. Me ayudó con la corrección del texto y con los detalles finales del
proyecto. Betty es la persona que cada semana mecanografía mis sermones. ¡Es la única persona que
sabe lo que voy a decir antes de que lo diga! Estos manuscritos forman la base de mis libros. Mi aprecio
va asimismo a Lee Cole que editó mis mensajes hablados y los hizo «legibles» para este proyecto.
También estoy muy endeudado con los muchos expertos en el campo de la paternidad. He festejado a la
mesa de estos dotados pastores, consejeros, autores y maestros por muchísimos años.
Ya sea leyendo, escuchando, viendo o conversando, he recabado de grandes hombres como James Dob-
son, Chuck Swindoll, Hill Hybels, Joe Stowell, Jerry Vines y Adrian Rogers. ¿Y qué
padre no puede aprender de sus hijos? Les agradezco a mis hijos Ed, Ben y Cliff por ser hijos maravillo-
sos y excelentes fuentes de ilustraciones de la vida real.
Permítanme añadir que a través de este libro, notarás que uso lo que de algún modo se considera el «po-
líticamente incorrecto» pronombre masculino en tercera persona al referirme a individuos sin identificar.
Como este es un libro sobre la paternidad y todos mis hijos son varones, es algo que para mí resulta na-
tural.
Por último, quiero darle gracias a la Editorial Moody por permitirme publicar la continuidad de mi libro

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Los 10 mandamientos del matrimonio. Considero un honor que esos del «nombre en el que puede con-
fiar» depositen su confianza en mí una vez más.
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Introducción

La autora y comediante Gilda Radner relató esta conmovedora historia sobre una perra de caza mestiza
que dio a luz a seis cachorros. Los seis tenían buena salud, eran juguetones y felices, pero poseían una
extraña manera de movimiento.
El estilo de andar de los cachorros se determinó antes de su nacimiento. Al parecer, una familia humana
adoptó a la perra vagabunda, que pronto quedó preñada. Un día, mientras el nuevo dueño de la perra
cortaba el césped, la perra correteaba y jugaba persiguiendo la cortacésped. En un arranque hacia la má-
quina la perra no pudo detenerse a tiempo, y sus patas traseras se deslizaron debajo de la cortacésped. La
zumbante cuchilla le cortó ambas
patas.
El dueño levantó a la perra y sus extremidades y corrió al veterinario. «Puedo coserla», dijo el veterina-
rio, «o si quieres puedes ponerla a dormir. Sin embargo, los cachorros están bien. Ella
podrá parir sus cachorros»1.
«Haga todo lo que tenga que hacer, pero salve su vida», dijo el dueño de la perra. El veterinario decidió
hacer mucho más que eso. Cosió las pastas traseras al cuerpo de la perra y la envió a su casa a recuperar-
se. La vieja perra se vio obligada a aprender un nuevo truco: cómo caminar de nuevo. El problema era
que no se acostumbraba a las patas traseras que le cosieron a su cuerpo.
Movía una pata hacia delante, luego la otra, pero no hacía nada con las piernas traseras. En su lugar,
daba dos pasos hacia delante, levantaba en alto su parte trasera y se movía hacia delante.
En más o menos una semana, nacieron los cachorros. La perra de caza los cuidó y destetó. Sin embargo,
cuando los seis perritos aprendieron a caminar, imitaron el patrón de su madre. La familia humana son-
reía al observar el desfile de la perra mayor y sus cachorros: siete perros con cuatro patas que solo usan
las delanteras y elevan las traseras.
A menudo, los padres humanos también transfieren sus disfunciones a sus hijos, pero esto no causa risa.

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Las experiencias de la vida devastan y desgarran; los padres se hieren y destrozan, y desarrollan estilos
de vida y patrones de comportamiento negativos. Traen hijos al mundo que, aun cuando a estos no los
han arrastrado debajo de una «cortacésped», desarrollan patrones de vida como si así fuera.
David Blankenhorn se refiere a la paternidad «desunida» cuando en su libro, Fatherless America, discu-
te el problema de la «paternidad dispersa». Blankenhorn señala que algunas madres
solteras, al tratar de explicarle a su hijo el porqué papá no está en casa, transmiten la idea de que el padre
es un simple donante de esperma. Blankenhorn dice:
Primero, la paternidad se deconstruye, se deshace en sus diversos elementos. Por aquí, trayendo al mun-
do a un hijo.
Por allá, criando al hijo. Luego los fragmentos de la paternidad se pueden esparcir entre diferentes per-
sonas [...]
Como resultado, la palabra padre deja de ser un nombre.
No hay tal cosa como un padre. En su lugar, hay personas que hacen cosas paternales2.
El resultado es familias fracturadas que padecen de un desarrollo limitado, con extremidades de apoyo
que deben estar saludables en vez de en un estado de atrofia. Y muchas de estas familias se encuentran
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en hogares donde ambos padres están presentes, pero en diversos niveles de disfunción. Estos andan
cojeando por la vida de manera espiritual, emocional, mental e intelectual. Es trágico que sus pequeños
«cachorros» los sigan dando traspiés.
Quizá no sea posible enseñar nuevos trucos a perros viejos, pero sí es posible que los padres venzan las
causas de la disfunción y maduren hasta ser padres positivos que transfieran fortaleza y entereza a sus
hijos.
De eso trata este libro. Los 10 mandamientos de los padres se basan en sólidos principios bíblicos que
son absolutos. No hay «quizá», sino verdades arraigadas en la Palabra de Dios y probadas una y otra vez
en la experiencia humana.
A lo largo de este libro recuento historias, anécdotas e ilustraciones de varias experiencias sobre la pa-
ternidad. Algunas se basan en hechos y circunstancias directas, mientras que otras
son recopilaciones de situaciones en las que hemos trabajado mis colegas o yo. A menudo, cambio los
nombres de las personas que describo en las historias, aunque hasta cierto punto han llegado a formar
parte del dominio público, ya sea mediante el testimonio público o en forma escrita. Las ilustraciones se
tomaron de experiencias reales y se usan con permiso directo o porque se han convertido en un asunto
de conocimiento público, como en un testimonio. Donde solo se da el nombre, este es ficticio, aunque
simbolizan a personas o combinaciones reales.
Este libro no solo es para padres. Los jóvenes recién casados que prevén descendencia podrían examinar
la información como «Pre-paternidad 101». Los solteros se beneficiarán de los principios a medida que
tengan la oportunidad de ayudar a personas
con hijos, o si se encuentran al cuidado de los hijos de otra persona. Las verdades escritas aquí ayudarán
a los maestros retados con la crianza intelectual de los hijos de otras personas. Los que tienen el nido
vacío descubrirán valiosos conceptos que pueden pasar a sus propios hijos a medida que se convierten
en padres.
Incluso los adolescentes encontrarán principios aquí que les explicarán comportamientos y acciones al
parecer misteriosas de los padres.
En la historia sobresalen las consecuencias trágicas de la mala crianza. Más de doce millones de perso-
nas murieron en la Segunda Guerra Mundial, en parte, al menos, porque Adolfo Hitler se crió bajo un
padre cruel. Sin embargo, la historia humana está también repleta de las bendiciones de los padres que lo
hicieron bien.
Agustín escribió de su madre, Mónica: «En la carne me trajo a nacer en este mundo: en su corazón me

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trajo a nacer en la luz eterna (de Dios)»3. Hay personas, como Winston Churchill, que contribuyeron a la
historia a pesar de su pobre crianza, pero cuyos hijos sufrieron.
El 16 de mayo de 2002, el presidente George W. Bush habló en el Desayuno de Oración Nacional His-
pano. Le dijo al grupo:
Ando mucho por las filas de personas tras las cuerdas y me dicen: «Señor Presidente, yo oro por usted y
por su familia». Me viro hacia ellos, los miro a los ojos y les digo:
«Ese es el mayor regalo que puede darme. Ese es el mejor que regalo que puede darme. Y lo digo con
toda sinceridad»4.
Después que alguien preguntara cómo podían orar por George W. Bush mientras lleva las aplastantes
cargas de la presidencia, se dice que respondió que su principal petición de oración era la de ser un espo-
so y padre piadoso.
¡Nada expresaría mejor la alta posición del trabajo de la paternidad ni la importancia de los principios
absolutos que Dios ha revelado para la crianza eficaz!
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UNA PALABRA PERSONAL


Formarás una familia funcional
Este capítulo habla del problema número uno en Estados Unidos, el cual es también el problema número uno en la familia.
Es un asunto pesado... pero provee la fórmula probada a fin de establecer el cimiento necesario para una familia saludable.
Léelo con cuidado y en oración.
E.Y.

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MANDAMIENTO 1

FORMARÁS UNA FAMILIA FUNCIONAL

Por años he declarado mi creencia de que el problema número uno en Estados Unidos es la destrucción
de la familia. Cada vez que lo digo, es inevitable que alguien ofrezca una propuesta diferente para el
dilema más apremiante de Estados Unidos. Sin embargo, no les toma mucho tiempo ver que en la raíz
fundamental del problema que mencionan esté la desintegración familiar.
En años recientes, la condición de nuestras familias se ha descrito con un término bastante nuevo: dis-
funcional. Con esto en mente, lo declaro de nuevo para su registro: Creo que el problema número uno en

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Estados Unidos es la familia disfuncional. Y debido a que el principal problema de la sociedad es la fa-
milia disfuncional, nuestra máxima prioridad debe ser la formación de familias funcionales.
La formación de familias saludables y funcionales debería ser la pasión que consuma a cualquier pueblo
y su cultura, no la defensa ni la economía nacional, ni los asuntos del exterior, ni la reforma tributaria. El
gobierno no puede formar familias funcionales. Es más, a veces sus métodos obstaculizan el desarrollo
de hogares saludables.
Las personas son las que forman familias funcionales al seguir los principios absolutos que establece
Dios en su Palabra. Por eso a este libro se le llamó Los 10 mandamientos de los padres.
Recorreremos la Escritura, explorando los absolutos de Dios para la formación de familias saludables,
felices y funcionales.
Veremos que William Bennett tiene razón cuando llama a la familia «la unidad fundamental de la civili-
zación»1.

DE OZZIE Y HARRIET A OZZY OSBOURNE


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Desde la llegada de la televisión, ha habido una amplia variedad de representaciones de la familia. He-
mos tenido a Ozzie y Harriet, Lucy y Ricky, Beaver Cleaver y su familia, Andy, Opie y la tía Bee,
los Brady Bunch, Sanford e hijo, los Huxtables y muchos otros.
La mayoría de estas familias se concentraban en la funcionalidad y trataban los actuales estilos de vida
disfuncionales como excepciones. Aun así, en épocas recientes, la disfunción familiar es lo que se cele-
bra en realidad. La popularidad de «Los Osbourne» indica el nuevo giro de la cultura popular. El famoso
programa de televisión por cable presenta a la familia de Ozzy Osbourne, descrito por un escritor «anti-
guo, tatuado y destrozado por las drogas monstruo del rock modificado». En un momento se alegó
que Ozzy Osbourne fue adorador del diablo2. Doce cámaras colocadas por el hogar de los Osbourne cap-
tan la rutina diaria de una familia que es cualquier cosa menos rutinaria.
Tan extraña como quizá parezca la vida en el hogar de Ozzy, la terapeuta familiar Jessica Simmonds de
Los Ángeles encontró que, en varias maneras, los Osbourne «viven una vida muy normal
en este ambiente de clase media alta, mezclado con una mentalidad y disfunción extrañas de verdad».
Simmonds percibe un hogar con una «madre dominante» y un «padre endeble». Tales factores son im-
portantes en la ecuación de disfunción, y más tarde, Simmonds dice: «No todo es divertido [...] Hay
mucha tristeza aquí»3. Como la hay en las familias disfuncionales de todas
partes.

LA DISFUNCIÓN ES ANOMALÍA
Hace algún tiempo le pregunté a alguien qué quería decir «disfuncional». «Quiere decir no funcional»,
respondió la persona.
Eso parecería el significado obvio, pero no es la definición precisa.
El prefijo dis significa «dificultad» o «anomalía». Entonces, por definición, una familia disfuncional es
una que funciona de forma «anómala». ¿Anómala para quién?

Anómala para los hijos

Un estudio reveló que los hijos de padres divorciados tienen problemas de comportamiento, les resulta
difícil ajustarse y sus calificaciones son bajas. También tienen un mayor índice de deserción escolar y de

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embarazo fuera del matrimonio4.
El columnista Vox Day dijo que miraba vídeos de MTV mientras hacía ejercicios en su club. Había dos
bandas diferentes de rock cuya música se enfocaba en el impacto que las familias rotas ejercían sobre
nuestros hijos. Décadas atrás tales canciones no habrían encontrado tal «resonancia en la cultura», escri-
bió Day. Sin embargo, ahora, «perdura el terrible precio del divorcio, no solo en las vidas de las partes
que se divorcian, sino también en las vidas de los hijos y las de quienes se involucran con ellos de forma
emocional». Day señaló un estudio publicado en 1993 por el Journal of Family and Psychology, donde
se encontró que existe de doscientos sesenta a trescientos cuarenta por ciento mayor de probabilidades
que los hijos de hogares rotos necesiten ayuda psicológica que los hijos de familias saludables5.
Anómala para los esposos y esposas A medida que la disfunción familiar aumenta, también lo hace la
violencia doméstica. A nuestra iglesia asisten muchos policías.
Con todos los que he hablado, sin excepción, verificarán que las misiones más espantosas, complejas y
retadoras que enfrentan son las que envuelven peleas familiares. Las pasiones se encienden, las
mechas son cortas y se tira de los gatillos con facilidad. Con todo, esto no se detiene allí. La disfunción
familiar es una anomalía en la salud mental y emocional de los hombres y mujeres involucrados.
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Teresa era una hermosa mujer de cuarenta años de edad cuando buscó ayuda. Era una cristiana compro-
metida que llevaba varios años divorciada y que criaba sola a dos hijos. Describió su maravillosa niñez
en un hogar positivo y lleno de cuidados y atenciones.
Cuando creció, se casó con el «hombre de sus sueños». Sin embargo, al cabo de un año el hombre de sus
sueños se convirtió en su peor pesadilla. La maltrataba de manera física y emocional, mientras
tenía numerosos amoríos.
Teresa se divorció y más tarde se casó con otro hombre. Este era un alcohólico y drogadicto. Desespera-
da por proteger a sus hijos, lo dejó. Para cuando buscó ayuda, la mujer que entró a su primer matrimonio
con confiada y alegre expectativa era un tembloroso ser humano que dudaba de su autoestima y que las
cicatrices que llevaba en su cuerpo daban testimonio de los lugares y personas peligrosas con las que
vivió.

Anómala para la sociedad

La disfunción también es una anomalía para la sociedad en general.


Casi la mitad de las personas arrestadas en Estados Unios en 1999 eran menores de veinticinco años de
edad. Entre 1965 y 1998, mientras las familias se desmoronaban, el índice de criminalidad juvenil se
elevó a ciento setenta y cinco por ciento6. Si es cierto
que la familia es la unidad fundamental de la civilización, cada vez que una familia cae en disfunción
hay una amenaza para el bienestar de una nación.

«FÓRMULA» PARA UNA FAMILIA FUNCIONAL


Sobre todo en las naciones occidentales, parece que hay una sencilla fórmula para edificar familias fun-
cionales: N + E + P = FF.
La premisa es que cuando se suplen las necesidades (N) físicas y materiales desde la cuna hasta la tum-
ba, y las personas tienen una buena educación (E) junto con amplias oportunidades para los placeres
básicos (P) tales como viajes, recreación y entretenimiento, el resultado será una familia funcional (FF).
No obstante, la evidencia de la sociedad pudiente prueba que esta fórmula no se tiene en cuenta.
La verdadera ecuación para una familia funcional es C + PB – M= FF. O sea, Cristo (C) más principios
bíblicos (PB) menos la maldición (M) produce una familia funcional (FF).
Así que llevémoslo al plano de la «matemática». En los siguientes capítulos trataremos en detalles la
importancia de Cristo y los principios bíblicos en la formación de hogares saludables. Sin embargo, an-

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tes démosle un vistazo al comienzo en el jardín del Edén: El plan perfecto de Dios con la primera fami-
lia del mundo, Adán y Eva, y la aparición del problema mortal de... la maldición.

EL PLAN PERFECTO DE DIOS


El libro de Génesis es fundacional. A fin de entender a la familia, debemos comenzar con la primera
familia. Antes de su desobediencia y la consecuente caída de la humanidad en el pecado, la familia del
Edén era un perfecto triángulo de compañerismo entre Dios, Adán y Eva. Los hijos habrían continuado
de forma natural en el mundo perfecto debido a que el plan original de Dios para los seres que Él había
creado a su imagen era que fueran fructíferos y se multiplicaran (véase Génesis 1:27-28).
En el jardín del Edén, la primera familia funcionó en cuatro hermosas unidades: (1) la unidad entre Dios,
Adán y Eva, que resultó en (2) la unidad personal de cada individuo con su propia personalidad, (3) la
unidad entre los dos seres humanos, y (4) la unidad entre las personas y la naturaleza. La unidad con
Dios era fundacional para todas las otras unidades. El resultado de todo esto fue el comportamiento posi-
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tivo y saludable; paz; y gozo por medio del Espíritu de Dios.

ENTRA EL «EXTRAÑO»

Un día, un ser extraño entró a esta feliz familia en el Edén. «¿Deseas ser como Dios?», preguntó el Ma-
ligno. Ambos seres humanos cayeron en su trampa. Decidieron cambiar la dependencia y compañerismo
con Dios por la entronización del yo. Adán y Eva pasaron de la dependencia de Dios al control y go-
bierno propio.
La unidad de Dios se quebrantó, el mal entró y los ingredientes de la disfunción penetraron en el mundo.
Comenzó la maldición.
En 2002, muchos estadounidenses se quedaron pasmados cuando un vagabundo entró al feliz hogar de
una familia en el estado de Utah y secuestró a la hija mayor de Ed y Lois Smart.
Por nueve meses la familia y los residentes de la comunidad buscaron a Elizabeth Smart. Al final, en-
contraron a la chica y se arrestaron a sus secuestradores. El vagabundo que irrumpió en el hogar de la
familia Smart era un extraño: un desconocido que no tenía derecho a estar allí.
El sospechoso había trabajado con la familia. Después se supo que los secuestradores le habían hecho un
lavado de cerebro a la niña.
Este episodio contemporáneo ilustra lo que sucedió en Edén.
El Maligno fue el intruso en el jardín que invadió el corazón de Adán y Eva, se los robó a Aquel que era
la base de su relación familiar, y los llevó a la deliberada decisión de la maldición.

DISFUNCIÓN FAMILIAR DE RELACIONES ROTAS

La relación rota con Dios

Hoy en día, la maldición sigue impactando en las familias, teniendo muchos efectos negativos. Primero,
al romperse el compañerismo con Dios, las personas procuran ocultarse de Él. Antes Adán y Eva anhe-
laban el tiempo con Dios, igual que los amorosos miembros de una familia que harían cualquier cosa,
pagarían cualquier precio y recorrerían cualquier distancia con tal de estar juntos. Sin embargo, cuando
llegó la maldición, Adán y Eva corrieron a esconderse de Aquel por cuya presencia tenían hambre

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con anterioridad.
Hoy, todavía vemos seres humanos que tratan de esconderse de Dios. He escuchado todo tipo de excusas
de personas sobre por qué no asisten a la iglesia. Un hombre hasta le dijo a un amigo mío que no podía
ir con él a la iglesia porque el domingo era el único día que tenía para ir a su propiedad en el campo y
visitar sus cerdos.
Ahora bien, nunca he pasado un día visitando cerdos. Quizá sea más divertido de lo que parece. Esa es
solo una de los cientos de excusas que he escuchado a través de los años. A decir verdad, la razón
principal que mantiene alejadas a las personas de la iglesia es porque se parecen a Adán y Eva: se es-
conden de Dios. No desean conocer a Dios, ni quieren que Él los conozca a ellos. ¿Por qué?
Porque no quieren rendir el control de sus vidas a Dios.
El fundamento de una familia funcional es la relación con Dios,mediante la cual Él controla el hogar.
Cuando se rompe esta relación central, puede entrar la disfunción.

La relación rota con nosotros mismos


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Otro efecto de la maldición que contribuye a la disfunción familiar es el cambio que nos trae a nuestra
relación. Veamos un par de términos psicológicos. Los psicóticos son personas que ven a otros como el
problema; los neuróticos son los que se ven como el problema. Antes de la caída, Adán y Eva tenían una
percepción propia saludable. Después de la caída, sin embargo, vemos que Adán es psicótico y neuróti-
co. Su psicosis se revela en su intento de culpar a Eva, y su neurosis se revela en su culpa personal.
Así que muchas de nuestras familias se componen por personas que son psicóticos, neuróticos o ambos.
Ahora todos sabemos cómo participar en el juego de la culpa, lo cual da inicio a las enemistades, a las
quejas continuas y a las peleas familiares. O tratamos de ocultarnos llenando nuestras vidas con todo
tipo de distracciones. Con todo, nada de esto cubre el dolor y el vacío que sentimos dentro. Reconoce-
mos que vivimos en rebelión contra Dios, y eso produce vergüenza y sentimientos de culpa.
Considera el caso de Carmen. Ella y su esposo, Julián, un acaudalado empresario, tuvieron un hijo re-
belde. Un día Carmen comenzó a entender cómo su hijo imitaba algunos de sus propios comportamien-
tos y actitudes impías. (A veces, la culpa es real y no una fantasía neurótica). Sin embargo, en vez de
lidiar con el pecado de ella y de su hijo, Carmen corrió, no en un sentido literal, sino en uno práctico.
Dedicaba todo su tiempo y energías a convertirse en la mejor maestra de arte y manualidades de su co-
munidad.
Condujo seminarios y disfrutó de la aclamación de mujeres que se sentaban a sus pies y aprendían el
pasatiempo que dominaba.
Nunca estaba en casa, así que su relación con su hijo y esposo comenzó a derrumbarse. A pesar de eso,
Carmen no huía de su esposo e hijo. Debido a la culpa que sentía, huía de Dios... hasta que un terrible
día al llegar a casa encontró que su hijo se había suicidado.

La relación rota con los demás

Un tercer efecto de la maldición sobre las familias hoy día es la ruptura de nuestra relación con los de-
más. Al principio, Adán y Eva disfrutaban de una relación armoniosa. Entonces, después de la caída, lo
primero que vemos es el comportamiento psicótico de la culpa. Cuado Dios se enfrentó a Adán, este
culpó a Eva. Cuando Dios se volvió a Eva, esta culpó a la serpiente. Y ambos tuvieron el atrevimiento
de tratar de culpar a Dios.
Gran parte de la disfunción en el hogar de Julián y Carmen radicaba en culparse el uno al otro por el
comportamiento de su hijo. Más tarde, llegó a ser evidente cuando se suicidó porque se culpaba en parte

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a sí mismo por la imposibilidad de su padre ymadre de llevarse bien. Sí, la maldición interrumpe nuestra
relación con otros.

UNA GALAXIA DE DISFUNCIÓN

Nada de esto es nuevo. Examina la constelación de patriarcas del Antiguo Testamento, desde Abraham
hasta Jacob, y encontrarás una colección de familias disfuncionales. Los patriarcas y su progenie mues-
tran que la maldición se expresa de diferentes maneras en distintas familias, y se transfiere de una gene-
ración a otra. En algunas familias, la maldición se manifestó como abuso físico; en otras, tormento emo-
cional; y aun en otras, alcoholismo y drogadicción. La maldición se recicló en los hijos hasta que una
generación al fin se levantó y clamó: «¡Basta ya!». Esa generación se arrepintió y se volvió a Dios, y la
maldición se rompió del linaje familiar, a no ser que una generación subsiguiente se rebelara contra
Dios.
La disfunción se intensifica
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Esta es la idea de lo que Dios le mostró a Moisés en Éxodo 34. Dios le habló a Moisés en una visión:
«El SEÑOR, el SEÑOR,
Dios clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor y fidelidad» (versículo 6). Era una músi-
ca dulce a los oídos de Moisés saber que la naturaleza fundamental de Dios es la clemencia, la compa-
sión, la lentitud para la ira y grande en amor y fidelidad. ¿Quién no quisiera a un Dios así?
En la visión, Dios continuó revelando que Él «mantiene su amor hasta mil generaciones [...] que perdona
la iniquidad, la rebelión y el pecado» (versículo 7). Hasta aquí, todos aplaudirían a este compasivo Dios
que les permite a las personas «hacer lo suyo». Entonces nos llega otra perspectiva a la manera de Dios.
Le dice a Moisés que a pesar de su amor y fidelidad, «no deja sin castigo al culpable, sino que castiga la
maldad de los padres en los hijos y en los nietos, hasta la tercera y la cuarta generación»
(versículo 7).
Los humanos, con la libertad que les da Dios, escogen la maldición, y Dios, quien honra la libertad hu-
mana, permite que todo siga adelante, aunque advierte sin cesar sus efectos y los llama al arrepentimien-
to. Este montón de consecuencias cada vez mayor a causa de la maldición significa que la disfunción
familiar se intensifica. Las personas heridas se preguntan si la maldición se puede romper y si el ciclo se
puede detener.

Cancelación de la maldición

Sin duda, el primer elemento para establecer una familia funcional es la cancelación de la maldición.
Cuando indicamos que Cristo más los principios bíblicos menos la maldición es igual a una familia fun-
cional (C + PB – M = FF), sugerimos que se puede cancelar el impacto de la maldición. Esto lo hace-
mos al (1) confesar nuestros pecados personales y los de la familia, (2) alejándonos del pecado que es el
efecto de la maldición, y (3) volviéndonos a Dios por medio de Cristo. Debido a que Dios es grande en
amor y fidelidad, Él nos recibe y perdona aun cuando lloremos porque nos encontramos cara a cara con
las desastrosas consecuencias de nuestra disfunción.
Quizá al leer estas palabras te das cuenta de que necesitas declarar: «¡El ciclo termina aquí mismo!».
A la larga, Jacob hizo justo esto. Una de las «estrellas» en la constelación patriarcal, Jacob tuvo tres
grandes encuentros con Dios.
El primero fue en Betel, que significa «casa de Dios». Es curioso que estuviera allí por una treta. Al pa-
recer, Jacob dejó a sus padres para buscar esposa, pero en realidad huía de su hermano, Esaú, al que en-

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gañó. Cayó la noche, y el joven Jacob estaba lejos de casa
y asustado. En su desesperación, oró. Cuando lo hizo, se le presentó una visión en la que vio una escale-
ra al cielo, con ángeles que subían y bajaban, simbolizando las oraciones de Jacob que subían y la res-
puesta de Dios que bajaba. Aunque durante toda su vida Jacob había sido un tramposo y un bribón, Dios
dijo:
«Tu descendencia será tan numerosa como el polvo de la tierra. Te extenderás de norte a sur, y de orien-
te a occidente, y todas las familias de la tierra serán bendecidas por medio de ti y de tu descendencia. Yo
estoy contigo.
Te protegré por dondequiera que vayas, y te traeré de vuelta a esta tierra. No te abandonaré hasta cum-
plir con todo lo que te he prometido». (Génesis 28:14-15)

Cuando chocan la bendición y la maldición

La bendición de Dios es todo lo opuesto, la antítesis, de la maldición del diablo. Los científicos nos di-
cen que cuando chocan la materia y la antimateria, ocurre una destrucción catastrófica. Cuando la bendi-
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ción de Dios le pega de lleno a la maldición del Maligno, ¡se destruye la maldición!
Sin embargo, Jacob no merecía la bendición de Dios, y tampoco nosotros la merecemos. Sin embargo,
Dios es bondadoso y misericordioso, y cuando nos volvemos hacia él, aun con motivos impuros, Él nos
escucha y rompe la maldición de disfunción de nuestras familias. Ahora, en vez de abundantes maldi-
ciones, entramos a la acumulación de bendiciones.

La segunda gran experiencia de Jacob con Dios fue cerca de un lugar llamado Majanayin. Al acercase al
río Jordán, Jacob recordó que Esaú había jurado matarlo, así que decidió investigar cuál era el estado de
ánimo de su hermano antes de dar un paso más.
Envió exploradores delante, y después de lo que para Jacob debió haber sido un tiempo de espera deses-
perante, regresaron con noticias desalentadoras: «Esaú viene detrás de ti con cuatrocientos maleantes»
(Génesis 32:6, paráfrasis).

Jacob estaba aterrado. Una vez más buscó a Dios en oración, pidiendo favor con su hermano. Entonces
Jacob, como buen embaucador que era, decidió protegerse con garantías y comprar a su hermano. Así
que envió regalos caros por delante a Esaú.
Entretanto, tramó una estrategia de supervivencia en caso de que la oración y el soborno no dieran resul-
tados. Dividió a su familia y su ganado en dos grupos separados, pensando que si Esaú atacaba al pri-
mer grupo, el segundo escaparía, y al menos le quedaría algo a Jacob. A todos los envió a cruzar el río
Jaboc, pero él se quedó detrás.

Ahora Jacob estaba solo de nuevo, como lo estuvo esa noche veinte años atrás en Betel. Estaba en un
aprieto. No podía andar de acá para allá, así que recurrió a sus rodillas. Como muchas personas que de
repente están solas en un callejón oscuro con las monstruosas consecuencias de su disfunción, Jacob
aprendió a orar a toda velocidad. A menudo las personas se mofan de este tipo de oración desesperada
de «trinchera». Dios no. Él «conoce nuestra condición» y «sabe que somos de barro», entiende mejor
que nosotros cuáles son nuestras limitaciones y defectos (Salmo 103:14). Si Dios no escuchara las ora-
ciones de desesperación, muy pocos nos salvaríamos.

Una «lucha» sobrenatural

Mientras Jacob oraba, experimentó lo que los teólogos llaman una «teofanía» o aparición de Dios en

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alguna forma particular, tal como un ángel. De pronto Jacob sintió una mano fuerte y fornida sobre su
hombro. El sitio se convirtió en la arena para una«lucha» sobrenatural mientras este ser forcejeaba con
Jacob en el suelo. El premio de este ataque sería nada menos que el control de la vida de Jacob. Dios
luchó con Jacob porque quería que le entregara el control total de su vida. Este fue el asalto número dos,
o el dos mil o dos millones, de la misma pelea que comenzó en el jardín cuando el equipo de boxeo de
Adán y Eva subieron contra Dios. El refinado, afable y gallardo Jacob se había deslizado toda
su vida en las ruedas de su propia habilidad, malas mañas, intelecto, encanto y triquiñuelas, controlando
su propio destino.
Aun así, eso solo trajo disfunción a su vida y a todo lo que tocaba.
Ahora está en el suelo, luchando con quién sabe qué.
El ángel aprieta a Jacob, y salen los componentes de la disfunción: ego, orgullo, autosuficiencia, vani-
dad, falsedad, hipocresía y avaricia. Sin embargo, Jacob no quiere rendirse. Desea conservar el control.
Al final, Jacob siente un agudo dolor en el muslo cuando su oponente lo tocó en la coyuntura de la cade-
ra y esta se dislocó.
Al rayar el alba, el Luchador de Jacob sabe que es tiempo de ceder, pero Jacob se aferra con feroz per-
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sistencia. Jacob accede dejar ir a su oponente si el Luchador sobrenatural lo bendice:


«Ya no te llamarás Jacob [Engañador]», dijo el poderoso Ser, «sino Israel [él lucha con Dios]» (Génesis
32:26-28). Jacob, así recordará siempre su dependencia de Dios. Ahora, con la ayuda del Señor, Jacob
está listo para terminar el ciclo de su disfunción.
Al día siguiente, Jacob ve acercarse a Esaú con sus cuatrocientos hombres. Jacob, Israel, se arma de todo
el valor posible y cojea para encontrarse con Esaú.
Esaú corre hacia Jacob, lo abraza dándole un beso, y ambos lloran (Génesis 33:4). Debido a que Jacob le
rinde el control a Dios, Él trae sanidad a la relación rota.

LECCIONES IMPORTANTES

Aquí hay muchas lecciones importantes para el establecimiento de familias funcionales. Años atrás, en
Betel, Jacob tomó una decisión inicial de entregarle el control a Dios, pero no la seguiría hasta el final.
Para muchos de nosotros, existe un punto de comienzo con Dios, pero fracasamos en andar en la reali-
dad de nuestro compromiso, y regresan los antiguos estilos de vida. Jesús dijo que si una persona librada
de un demonio no coloca nada en el lugar que el demonio ocupó y controló, más tarde se encontraría
en un estado peor que el original (Mateo 12:43-45). Por lo tanto, una profunda lección para las familias
que buscan sanarse de la disfunción es la importancia de poner en práctica las ventajas de una relación
con Dios.

Aceptemos nuestra debilidad

En la formación de familias funcionales, ¡una de las mayores cosas que podemos hacer es deleitarnos en
nuestra incapacidad! El diablo siempre tratará de convencernos de que no somos capaces de criar fami-
lias saludables, de que somos demasiados pecadores, inadecuados y estúpidos. La cultura popular nos
cantará el cántico de Satanás diciéndonos que necesitamos expertos, una «aldea», o cualquier otra aña-
didura a fin de desarrollar una familia funcional.
Jesús dijo que debemos ponernos de acuerdo con nuestro «adversario pronto» (Mateo 5:25, RV-60). Así
que debemos reconocer que nosotros, solos, no estamos preparados para la tarea de forjar familias fun-
cionales. Sin embargo, nuestra «incapacidad», nuestra debilidad, es en realidad nuestra fortaleza, pues
entonces dependemos de Dios para cada paso.

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Recuerda, Dios ha dicho que si le reconocemos en todos nuestros caminos, y confiamos en Él en vez de
en nuestro propio entendimiento, Él dirigirá nuestros caminos (Proverbios 3:5-6). Eso significa, como
veremos en este libro, seguir los principios que nos ha revelado para crear hogares fuertes y saludables.

Veamos nuestras luchas como oportunidades

Otra lección importante sobre edificar familias funcionales es que debemos comenzar a ver las luchas
como oportunidades de bendición. Dios nos ama lo suficiente como para «luchar» con nosotros. A los
que ama, Él disciplina (Hebreos 12:6). Para mérito de Jacob, antes que gritar contra su oponente o resen-
tirse por su lucha, le pide al divino Luchador que lo bendiga. El método de Dios en la vida de los que se
vuelven a Él es usar la adversidad para fortalecer y bendecir. Jacob fue al grano, y también nosotros, si
vamos a formar familias funcionales.

DE LA DISFUNCIÓN A LA FUNCIONALIDAD SALUDABLE


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La sanidad de la relación de Jacob con su hermano, Esaú, tuvo un impacto en sus hijos y revela el cam-
bio de la disfunción hacia la funcionalidad saludable en su familia. Esto nos lleva a la tercera gran expe-
riencia de Jacob con Dios. Esta sucedió en Egipto cuando Jacob era un anciano.

Jacob tenía una tienda llena de hijos. Uno de estos hijos, José, era su favorito... y esto era obvio. Ahora
bien, uno pensaría que Jacob tendría mejores conocimientos debido a que el favoritismo de su padre
desempeñó un gran papel en su propia dolorosa relación con su hermano, Esaú. De todas maneras, Jacob
siguió acopiando elogios y aprobación paternal sobre José.

La actitud jactanciosa de José tampoco ayudó en nada. Tenía sueños especiales de los que se jactaba
ante sus hermanos, ¡en uno de los cuales sus hermanos se inclinaban ante él como su gobernador! Du-
rante este período de disfunción familiar en el hogar de Jacob, crecía cada día el celo y el resentimiento
de sus hermanos hacia el favorecido José.
Al final, la rivalidad entre hermanos llegó al punto de ebullición, y los hijos de Jacob planearon desha-
cerse del descortés y arrogante hermanito. Así que vendieron a José como esclavo a una caravana de
ismaelitas y le dijeron a Jacob que un animal salvaje devoró a su amado hijo.
La relación de José con Dios llegó a fortalecerse más durante su
esclavitud. Fue esta fuerte relación la que no solo le traería sanidad a su quebrantada familia, sino que
también los salvaría de la hambruna.
La historia de José en Egipto comenzó fabulosa. Vendido a un noble llamado Potifar que era capitán de
la guardia del faraón, José halló enseguida favor con Potifar y lo puso a cargo de toda
su casa.
Era lamentable que la esposa de Potifar fuera una mujer inmoral que con falsedad acusó de violación a
José. Así que lo encarcelaron por un crimen que no cometió. Después de al menos dos años de cárcel,
José se liberó mediante una intervención sobrenatural. El faraón le pidió a José que interpretara un per-
turbador sueño que estaba teniendo. Con la ayuda de Dios, José fue capaz de hacerlo,
y al faraón le agradó tanto que ascendió a José a primer ministro, la segunda posición de mayor poder en
Egipto.
Entretanto, allá en el hogar en Canaán, una hambruna terrible arrasó la tierra. Así que Jacob envió a sus
hijos a Egipto donde había escuchado que había suficiente comida. Cuando llegaron, los hijos de Jacob
tuvieron que rogar por alimentos delante de, ya lo adivinaron, ¡el primer ministro! Habían pasado mu-

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chos años, así que no reconocieron al hermano perdido.
Ahora bien, si yo fuera José, pensaría: «¡Llegó el momento del desquite!». Sin embargo, José no; se
negó a adoptar el papel de víctima y en su lugar asumió la tarea de sanador.
José asumió la responsabilidad por su propia vida y sabía que sus hermanos debían asumir la misma
responsabilidad por las suyas. Así que optó por actuar a fin de llevarlos al arrepentimiento.
Las luchas experimentadas en Egipto fueron las mismas dinámicas que lo establecieron en una profunda
relación con Dios. José no quería que sus hermanos tuvieran que ir a las profundidades en
las que él mismo se hundió, pero deseaba que tuvieran la oportunidad de conocer a Dios como lo hizo él.
Así que José, acusó primero falsamente a sus hermanos de robo, tal y como lo acusaron a él. Segundo,
los metió en la cárcel, como a él.
Por último, envió a sus hermanos de regreso a Canaán, a excepción de Simeón, sabiendo que esto garan-
tizaría su regreso. José les dijo que cuando volvieran a Egipto trajeran a Benjamín, el hermano
menor (véase Génesis 42:8-26).
En el viaje de regreso a su hogar, los hermanos de José le dijeron a su padre, Jacob, todo lo que les su-
cedió. De mala gana, Jacob permitió que sus hijos volvieran a Egipto con Benjamín. Una vez allí, José
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les reveló su verdadera identidad a sus hermanos.


Enseguida, hubo arrepentimiento y sanidad en esa familia disfuncional (véase Génesis 42:27—45:15).
José se convirtió en la persona de su generación que rompió el ciclo de maldición en su
familia.

UN PRINCIPIO VITAL

Algunos quizá juzguen a José por tratar con mucha dureza a sus hermanos. No obstante, los propios su-
frimientos de José le mostraron un principio vital en el corazón de la sanidad de la disfunción: Si se va a
sanar la maldición, debe haber confesión y arrepentimiento genuino antes de que pueda haber perdón y
restauración.
Esta es una de las lecciones más difíciles al trasladar a una familia de la disfunción hacia la función. A
veces a las personas hay que permitirles que experimenten el más fuerte embate de su comportamiento
disfuncional antes que haya alguna esperanza de sanidad. José lo sabía y fue lo suficiente paciente co-
mo para no acelerar el proceso.
Después de la reunión en Egipto, José envió a sus hermanosa su hogar en Canaán para que buscaran a
Jacob y al resto de la familia. Cuando los hermanos le informaron a Jacob, confesaron que habían ven-
dido a José como esclavo. Por largo tiempo Jacob se afligió por su hijo, y ahora su pena podía sanar. Los
hermanos también, perdonados, restaurados y libres de la culpa que cargaron por años, podían entrar en
el proceso de sanidad. Jacob y sus muchachos comenzaron a parecerse una familia de nuevo.

EL GRAN SANADOR

José nos apunta hacia el gran Sanador, Jesucristo. Así como José fue clave para romper la maldición de
la disfunción en su familia, Jesucristo tiene el poder para hacer añicos la maldición en la vida de cada
persona que acuda a Él. Esto se debe a que Jesús, en la cruz, se convirtió en la personificación de la
maldición en cada uno de nosotros desde la misma época de Adán (Gálatas 3:13).
Por cada persona que de forma libre y voluntaria recibe a Cristo, se desplaza la maldición por la bendi-
ción de Dios. Aun así, para obtener el beneficio de la remoción de la maldición, debemos
recordar el error de Jacob. En Betel, recibió la bendición de Dios, pero no actuó sobre la misma hasta

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veinte años más tarde, cuando en Majanayin se rindió de nuevo ante Dios. Por lo tanto, después de reci-
bir a Cristo y la bendición de Dios que desplaza la maldición, debemos comportarnos de una manera
acorde con nuestra identidad en Cristo si es que vamos a disfrutar del fruto de la funcionalidad.
Jacob se convirtió en el «cojo Israel», comenzando un proceso que le permitió correr a su hijo José. La
maldición se rompió. Cuando le decimos «basta» a la disfunción, nosotros, y toda nuestra familia, lo-
gramos entender las palabras del hermoso y antiguo himno:
«Al pecador podrá limpiar [...] Su ser él quiere transformar»7.

PREGUNTAS PARA LOS PADRES


1. ¿Cuáles son los síntomas de la disfunción en tu familia con los que necesitas lidiar como padre?
2. Aplica la «fórmula»: C (Cristo) + PB (Principios Bíblicos) – M (La Maldición) = FF (Familia Fun-
cional), a tu vida familiar, y contesta estas preguntas:
• Como padres, ¿hemos comprometido nuestro hogar y nuestras vidas a Cristo?
• Como padres, ¿crecemos en nuestra comprensión y aplicación de principios bíblicos en la crianza de
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los hijos?
• Como padres, ¿identificamos y nos arrepentimos de los efectos de la maldición en nuestras vidas?

UNA PALABRA PERSONAL

Amarás a tus hijos


Es de esperar que la mayoría de los padres crean en este mandamiento.
Todos aman a sus hijos, ¿verdad? Sin embargo, es más que decir las palabras y suplir sus necesidades. Se trata de sembrar
semillas que darán frutos en sus vidas. Nuestras familias son jardines. Necesitamos evaluar la calidad y la cantidad de amor
que hemos sembrado en nuestros hijos.
E.Y

MANDAMIENTOS 2
AMARAS A TUS HIJOS
En las fiestas de jubilación, las personas dan testimonios por la partida de empleados de mu-
cho tiempo. A veces, los colegas del jubilado se alegran de verlo partir y no tienen m ucho que
decir. En otras despedidas de jubilación, hay grimas, brindis y relatos de triunfos. Las fiestas
de jubilación son buenas oportunidades para que las personas sepan cómo las ven sus col egas
más cercanos.
Para los padres no hay festividades de jubilación ni banquetes de despedida. Escucha lo que te
digo, el trabajo nunca term i n a . C u a n d o n u e s t r o s h i j o s s o n pequeños, la crianza es de la
variedad directa, cara a cara (en la tuya y la de ellos). Cuando nuestros vástagos son adu ltos,

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todavía son nuestros chicos y, aunque el peso de la crianza q u i z á sea más liviano, seguimos
siendo padres mientras fluya sangre por nuestras venas.
Ahora imagina por un momento que existe tal cosa como fiestas de jubilación de los padres y que una se
celebra en tu honor. Entras al salón de banquetes y allí están todos, tus chicos, adultos y listos para dar
sus testimonios.

«FIESTA DE JUBILACIÓN» DE LOS PADRES


Sonríes y sientes un poco de tensión. En realidad, ¡comienzo a sudar al imaginarme en esta situación!
¡No sabes si estás a punto de que te asen o te tuesten!
Considera esto por un instante: Si tus hijos te fueran a dar una fiesta de jubilación de los padres, ¿qué
dirían sobre ti en su testimonios?
¡Cielos! Eso nos da qué pensar. ¿Escucharíamos tú y yo tributos o reprensiones? Los testimonios de
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nuestros hijos obre nosotros sería el barómetro de la relación que tuvimos con ellos en sus años de crian-
za. Sus comentarios reflejarían su percepción del amor que recibieron de nosotros. Por cierto, sí estás
comenzando en esta aventura como padre, ¡considérate bendecido! Tienes la oportunidad, desde el
comienzo, de poner en práctica nuestro siguiente mandamiento de los padresː Amaras a tus hijos.

VUELVE A SEMBRAR CON LA SEMILLA DEL AMOR


El amor es la mayor bendición que disfrutan las personas liberadas de la maldición de la caída. Y la fa-
milia es el jardín donde crece y produce frutos el amor. Es importante para nosotros, entonces, evaluar la
calidad y la cantidad del amor que hemos sembrado en nuestros hijos.
Algunos de los lectores de este libro saben y conocen la importancia y el inmenso reto de tratar de sem-
brar de nuevo el terreno con amor y recuperar relaciones después que hijos son adultos. Eso también es
muy importante. Es más, donde quiera que te encuentres en el proceso de la paternidad es vital plantar
enormes cultivos de la semilla de amor.
Muchos padres concluyen que este principio de amar a sus hijos es algo que no hay que pensarlo mu-
cho. Quizá digan algo así: « ¡Amar a mis hijos es la cosa más fácil mundo! Suplo sus necesidades, rocío
aquí y allá un poco de disciplina, a veces satisfago algunos de sus deseos, ¡y eso es todo! No obstante,
muchos padres que han seguido ese mismo procedimiento descubren que sus hijos no tienen idea de lo
que es el amor.
Ángela crió a su hija Ana Lisa con todas las pequeñas cosas adicionales que le encantan a una chica. Se
preocupó de que aprendiera desde el ballet hasta cómo manejar la batuta y hornear. Asi que se escanda-
lizó un día al enterarse que su ahora hija adulta veía a un consejero profesional para analizar su «infan-
cia infeliz».
enfrentó a su madre.
lo di todo!
de ballet. Tú nunca me preguntaste lo que quería hacer. ¡Yo quería ponerme vaqueros y jugar balonces-
to!

Digitalizado por: Francisco Galban Alvarez


Ángela estaba pasmada por la amargura de su hija, pero enfrentó la dura verdad de que fracasó en
transmitirle a Ana Lisa lo mucho que la amaba.

ENTENDIMIENTO FRESCO DE PADRES ANTIGUOS


Una pareja de padres ancianos, Abraham y Sara nos enseñan mucho sobre el amor por los hijos en la
manera que se relacionaron con su hijo, Isaac. Muestran que el amor de padres quizá sea diferente a lo
que esperamos.

A la espera para ser padres


A los setenta y cinco años de edad, Abraham no tenía hijos Génesis 12ː4; la historia del hijo prometido
y enviado
prometió que tendría un hijo especial. Pasaron diez años, y seguía sin descendencia1.
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Aun así, Dios seguía prometiendo, y a los noventa y nueve años de edad le apareció Dios otra vez con la
promesa de ese hijo. Para ese entonces Abraham tenía toda razón para creer que su reserva de genes
estaba tan seca como el desierto en el que vivía, pero el Señor le reafirmó su promesa al cambiarle en
realidad el nombre del anciano de «Abram» («padre enaltecido») a «Abraham» («padre de muchos»).
Al oír sin querer esta promesa, la esposa de Abraham, Sara, se rió para sí. Después de todo, ¡tenía no-
venta años de edad! No obstante, Dios les volvió a asegurar a Sara y Abraham que tendrían un hijo (Gé-
nesis 18:10-14).
Justo cuando todo parecía imposible, Dios entró escena. ¡Sara quedó embarazada! Un año después que
Dios prometió un hijo, Sara dio a luz un hijo. Cuando el niño nació, Abraham y Sara le pusieron «Isaac»
que significa «risa». Esto fue porque cuando el Señor dijo que a los noventa años Sara tendría un hijo,
ella se rió.
Ahora comenzamos a ver los modos mediante los cuales esta anciana, pero recién fortalecida pareja
mostró amor por su hijo.

Provee identidad a tus hijos


Primero, circuncidaron a Isaac (Génesis 21:4). Tener que cortarle a un bebé en un sensible lugar quizá
no parezca muy amoroso. En realidad, esta era una enorme demostración de amor de Abraham y Sara
por Isaac. Mediante este acto, le dieron una identidad a su hijo. La circuncisión era el medio por el que
Abraham y sus descendientes se marcarían al estar en una relación especial de pacto con Dios (Génesis
17:10). Esto mostraba que Abraham y su familia estaban apartados para propósito especial de Dios, con
un papel único en el plan de Dios a fin de traer redención a la humanidad, aun cuando Abraham no lo
comprendía del todo. Así que, al circuncidar a Isaac, Abraham decía: «Isaac, tú tienes una identidad.
Eres parte de una familia especial: ¡la familia de Dios!».
Los humanos anhelan descubrir quiénes son y donde pertenecen. Muchos se pasan toda la vida tratando
de encontrarse a sí mismos», en busca de una identidad. Los que no tienen un fuerte sentido de identidad
se confunden en lo que son en realidad. A menudo adoptan una identidad, luego otra, engañándose toda
su vida de un concepto propio a otro, atormentados por la contradicción (y a menudo atormentando a sus
seres más queridos).

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En esta generación, la confusión de identidad es en especial evidente en los cambiantes conceptos de
masculinidad y feminidad. El defensor de la familia y autor James Dobson señala que la incomodidad
que se siente con la revisión de relaciones entre los sexos no es un asunto trivial, sino que va directo a
nuestra identidad y autoconciencia. Dobson escribe que estos conceptos tienen consecuencias a largo
plazo.
Los seres humanos son criaturas sexuales, tanto en lo físico como en lo sicológico. Nuestra misma iden-
tidad (« ¿Quién soy?») Comienza con la asignación de género y el entendimiento de lo que significa ser
masculino o femenino. Prácticamente cada aspecto de la vida se relaciona con este fundamento biológi-
co [...] Sin duda, cualquier revolución de tales proporciones resultará en severas consecuencias
para la familia y la cultura en la que existe. ¿Cómo podemos esperar que se preserve el orden social
cuando las reglas que gobiernan nuestro
Entonces, para amar a nuestros hijos, tenemos que establecerlos en una firme identidad de modo
que logren vivir con estabilidad y seguridad en un mundo confuso que ataca la identidad. Si nuestros
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hijos poseen un firme sentir de quiénes son, no permitirán que otros cataloguen ni definan sus personali-
dades, ni que los obliguen a entrar en un molde retorcido.

DESARROLLA LA IDENTIDAD DE TUS HIJOS


1. Comprende cómo se sienten tus hijos A fin de establecer a tus hijos en una identidad firme y positiva,
primero debes entender cómo se sienten. Cada vez que un niño dice: «Tú no entiendes», deberían reso-
nar campanas de advertencia en la mente del padre. Esto no quiere decir que nuestros hijos tengan siem-
pre la razón sobre lo que sienten. Sin embargo, el paso básico para ayudar a una persona es lidiar con sus
percepciones. El hijo que dice que su padre no entiende, quizá sea que clama para que le oigan... y escu-
chen. Cada vez que nuestros niños nos dicen eso, la mayoría de nosotros hace lo más fácil: nos enojamos
y nos alejamos. Al fin y al cabo, siempre es más fácil reaccionar que comprender. Le sugiero una mejor
respuesta:
Hijo: « ¡Tú no me entiendes!».
Padre: « ¿Qué piensas que no entiendo?».
Hijo: «La manera en que me siento».
Padre: «Está bien. Ven conmigo a un lugar en el que estemos a solas, y donde me pueda concentrar por
completo en lo que tratas de decirme».
Santiago nos da este consejo: «Todos deben estar listos para escuchar, y ser lentos para hablar y para
enojarse» (1:19). Pienso que esto es en especial cierto para los padres. Los hijos quebrantarán sus reglas
y su corazón, pero cuando te comunicas con sus sentimientos, se establece una conexión que hace mu-
chísimo más fácil la sanidad.
Jesucristo, durante su ministerio en este mundo, mostró una personalidad magnética. Se relacionó con
los sentimientos de las personas. Cuando lloraban, Él lloraba; cuando celebraban, Jesús celebraba con
ellos (Juan 11:32-36; 2:1-11). Esto no significa que lo controlaran los sentimientos de las personas, sino
que los comprendía y se identificaba con ellos. Como padres, no debemos ser esclavos de los sentimien-
tos de nuestros hijos, pero al mismo tiempo no debemos enviar señales de insensibilidad. Tampoco de-

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bemos caer en patrones de indulgencia, sino de escuchar. Primero necesitamos escuchar a nuestros hijos
y ponernos en contacto con sus sentimientos antes de apresurarnos a arreglarlo todo o a disciplinar.
Al hacerlo, nuestros hijos desarrollan la identidad de ser importantes y significativos. Sin saber, se dan
cuenta son lo suficiente importantes para que un padre o madre los escuche, y que sus sentimientos tie-
nen tanta importancia que sus padres están dispuestos a dedicar tiempo y esfuerzo a fin de entenderlos.
El padre indulgente producirá un hijo con identidad centrada en sí mismo, mientras que los padres que
escuchan y entienden criarán un hijo con una identidad de saludable respeto propio.

2. Haz que tu hijo se sienta seguro


La segunda cosa que puedes hacer para darles a hijos una identidad positiva y saludable es ayudarlos a
sentirse seguros. El amor incondicional es el medio primario para ayudar a cualquier niño a sentirse se-
guro y protegido.
Algunos de los resultados más tristes de setenta y cinco años de comunismo aparecieron en los orfanatos
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de Europa Oriental, repletos de espantados y acobardados niños. El ateísmo y la idea de una sociedad
colectiva, que privó al padres de los papeles únicos de criar a sus hijos y que incito a los familiares a que
se espiaran entre sí, robó el calor del familias. La devaluación de los seres humanos a simples ruedas
dentadas en la gran maquinaria revolucionaria significó que a los niños podían echarlos a un lado.
Cuando las agencias humanitarias comenzaron a adentrarse en los orfanatos después de la caída del
comunismo, descubrieron niños subdesarrollados y en grave silencio. Estos pequeños preciosos les te-
mían a todo porque nunca los amaron de manera incondicional.
El método más certero de producir un hijo con una identidad de temor e inseguridad es sugerir que hay
un «si» adjunto nuestro amor. Un amigo mío tenía un hijo de diecisiete años de edad que se convirtió en
levantador de pesas. No podía disciplinar en forma física a su hijo porque el muchacho era mucho más
fuerte que él. Intentó castigarlo quitándole privilegios y sermoneándolo... nada parecía dar resultados.
Por último, lo llevó a almorzar un día y sacó una hoja de pápel en blanco.
«Una de las mejores maneras en que puedo ayudarte ahora», le dijo, «es prepararte para el mundo de los
negocios, donde vas a trabajar. A partir de este momento, tu vida girará en torno a este contenido de
trabajo. Si aprendes a cumplirlo, tendrás éxito en los empleos que tendrás algún día».
En el papel estaba escrito lo siguiente: «Puesto de trabajo: Hijo». El joven leyó el documento, el cual
estipulaba los quehaceres, las tareas, las expectativas y las responsabilidades que tendría: tales como
sacar la basura y cumplir con las horas de llegada a casa establecidas por el padre. El chico leyó hasta la
sección donde su padre escribió esta conclusión:
Nada en este documento se relaciona a si te amaré o no. Ya sea que cumplas
o no todas las expectativas y requerimientos de este contenido de trabajo, te
seguiré amando de igual manera. A ti nunca te despedirán de este empleo;
siempre serás mi hijo amado,

El joven creció con una identidad firme y confiada, y llegó a ser un alto ejecutivo en una corporación
global. Es más, lo promovían de forma acelerada a medida que sus supervisores observaban su habilidad
de dirigir a los demás. Debido a que conocía el amor incondicional de su papá, se sentía seguro y no
amenazado, de modo que podía relacionarse de forma positiva con las demás personas.

Digitalizado por: Francisco Galban Alvarez


Mi madre tenía cuatro hermanas. Cuando yo era chico las veía competir entre sí. Parecía ser que siempre
participaban en el juego de la competición. Sin embargo, la tía Gladys era diferente. De alguna manera,
permanecía por encima de las peleas tontas. Esto se debía a que amaba a sus hermanas de manera incon-
dicional; un amor que había aprendido a los pies de Jesucristo. La tía Gladys resplandecía por dentro
debido al abrumador sentir de la gracia de Dios en su vida. Había pasado muchos años lejos de Dios, y
cuando regresó a Él, se encontró en un insondable océano de gracia. A su vez, daba su amor a todos.
Cuando estaba con la tía Gladys, siempre me sentía seguro porque sabía que me amaba de manera in-
condicional.
Debemos darles a nuestros hijos montones de gracia. Así nos ama Jesucristo a nosotros. Cuando nos
comportamos como niños y nos desviamos de su voluntad, Él no usa la vergüenza ni la amenaza de re-
chazo para disciplinarnos. Nos escucha y nos toca con gracia; actos de inesperado amor que no merece-
mos. Jesús se encontró con una promiscua samaritana en un pozo. En vez de atacarla por el pecado que
sabía había cometido, Jesús habló con ella, la escuchó con cuidado y le respondió con la verdad, pero
con amabilidad, hasta que ella le dio un giro a su vida en una nueva dirección (véase Juan 4:1-26). A
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otra mujer llevaron ante El después que la encontraron en una humillante y pecaminosa situación.
Jesús se bajó hasta su nivel donde estaba en el polvoriento suelo, intercambió unas pocas palabras con
ella, y la animó a que se fuera y que no pecara más (véase Juan 8:1-11).
Es cierto, el Señor, por medio del Espíritu Santo, nos disciplinará cuando pequemos. Con todo, siempre
es una dimensión de su amor. A decir verdad, la disciplina es esencial para ayudar a un hijo a sentirse
seguro. Un chico sin lindes no puede sentirse seguro porque no solo estos establecen límites para el chi-
co, sino que también proveen barreras de protección contra los que dañarían su vida. Es por eso que se
vinculan el amor y la disciplina. El escritor de Hebreos dice que Dios disciplina a los que ama (Hebreos
12:6). La disciplina basada el amor es correctiva, en vez de solo punitiva. Le dice al niño «Eres digno de
corrección». Esto transmite un sentido seguro de identidad e importancia.

3. Haz que tu hijo se sienta importante

En realidad, hacer que un hijo se sienta importante es tercer medio para establecer un sentido positivo de
identidad en un chico. Eso lo logramos a través del elogio. Pegar dibujos en la puerta del refrigerador
donde todos los vean es una manera indirecta de transmitir pensamientos positivos nuestros hijos. Con
todo, también necesitamos abrir nuestras bocas y expresar palabras de afirmación. Cada hijo necesita
escuchar de sus padres las palabras « ¡Bien hecho!».
Ronald y Eduardo eran chicos de diez años de edad jugaban en el mismo equipo de baloncesto. Ronald
era rápido y dinámico, mientras que Eduardo era más «aplicado» y calculaba cada jugada antes de ac-
tuar.
Cuando Ronald fallaba en una canasta, podía escuchar la retumbante voz de su papá desde las gradas:
« ¿Cómo fallaste ese tiro? ¿Eres ciego? ¿Olvidaste todo lo que te enseñé?».
Eduardo apenas tocaba el balón, pero debido a su tamaño y determinados movimientos lentos, llegó a
ser en realidad valioso para la zona de defensa de su equipo. Podía pararse en el área de la canasta con
sus brazos en el aire bloqueando la línea y los demás jugadores del equipo que chocaban en contra de la
pared de su firme cuerpo. Fallaba en casi todos los tiros que intentaba, pero su padre nunca lo humillaba.
En su lugar, el papá de Eduardo elogiaría cada jugada fuerte de defensiva que hacía su hijo y trabajaba
con él para mejorar sus habilidades ofensivas. En vez de hablar de lo que su hijo no podía hacer, decidía
alabar lo que Eduardo hacía bien y lo ayudaba a mejorar las destrezas que le faltaban.

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A menudo Ronald se marchaba de los parados llorando, haciendo muecas al pensar en las canastas y las
oportunidades perdidas. Eduardo casi siempre partía del gimnasio feliz y listo para el próximo reto. Sa-
bía que no era el mejor anotador del equipo, pero eso no importaba. Eduardo sabía que desempeñaba un
significativo papel debido a que tenía una identidad fuerte en el sentido de la importancia. Por lo que a
Eduardo respecta, ¡su equipo no podía seguir adelante sin él!
¡Capta a tus hijos haciendo algo bien! Equilibra la corrección y la disciplina positiva con montones de
elogios. Los hijos que nunca escuchan palabras de afirmación de sus padres reaccionan de una de dos
maneras (y a veces ambas): O se rebelan, o tienen tan baja opinión de sí mismos que esperan fracasar en
todo lo que hacen.

LECCIONES DEL MONTE MORIA


Los padres de Isaac no lo «programaron» para el fracaso. No tan solo lo amaban lo suficiente como para
establecerlo en una identidad firme y positiva, sino que le dieron ejemplo a su muchacho con su propio
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estilo de vida.

Sé un modelo de fe para tus hijos

Las dos lecciones finales sobre la paternidad que aprendemos de Abraham provienen de su viaje con
Isaac hacia la cima de un monte. Quizá Abraham era demasiado anciano para jugar pelota con Isaac,
pero amaba a su hijo con todo el entusiasmo de un papá que tuvo que esperar noventa y nueve años para
tener un hijo. Sin embargo, ¡llegó el día cuando Abraham escuchó a Dios ordenarle que llevara a su hijo
hasta la cima del monte llamado Moria y que lo sacrificara! (La historia se registra en Génesis 22).
Imagínate la batalla en la mente de Abraham. ¿Fue en realidad la voz de Dios? Se suponía que Isaac
fuera el de la promesa, el primero de todos los descendientes que se amontonarían en la playa de la his-
toria como arena en orilla del mar. ¿Qué sentido tendría matar a mi hijo antes de que creciera? El gran
dilema que Abraham enfrentaba era ¿Obedezco a Dios y pierdo a mi hijo, o desobedezco a Dios?
Una de las ventajas de envejecer es que podemos volver la vista atrás al camino de la vida que he-
mos transitado y recordar hechos significativos, lecciones aprendidas y encuentros transformadores.
Abraham podía mirar hacia el pasado y ver una y otra vez la fidelidad de Dios. ¿Qué vio? La soberanía
divina. Dios estuvo presente cuando estableció pacto con Abraham. Estuvo presente cuando Abraham y
Sara fueron a Egipto. Dondequiera que fueron, Dios fue su mundo, y nunca estuvieron sin El y su direc-
ción. Abraham decidió actuar de acuerdo con su fe heroica; obedecería a Dios.
Así que Abraham preparó su asno, tomó a Isaac y se fue al monte Moria. Al pie del monte, Abraham les
dijo a criados que esperaran mientras él e Isaac comenzaban escalar el escabroso monte.
Al parecer, Isaac hizo un inventario y notó que su padre tenía todos los artículos para un sacrificio ex-
cepto uno: el cordero del holocausto. «Tenemos la leña y el fuego, ¿pero dónde está el cordero?», pre-
guntó el joven. «Lo proveerá Dios», contestó Abraham.
En la cima del monte Moría, Abraham construyó altar, colocó la leña sobre el fuego y ató a Isaac.
Antes, nos preguntábamos qué pensaría Abraham, ¿pero qué tenía en mente Isaac? Era un adolescente, o
quizá un joven adulto para ese entonces, y fácilmente pudo haber resistido a un hombre de más de cien
años de edad, como sin duda era Abraham en ese momento. Sin embargo, no hay constancia alguna que

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Isaac se defendiera. Sin duda, los cálculos se sumaron en su mente: Un altar, leña. Estoy atado; no hay
cordero para el holocausto... Eso debe significar que yo soy el sacrificio.
Ahora Abraham se coloca debajo de su hijo atado, lo levanta y lo pone encima del altar. ¿Te imaginas la
mirada en el rostro de Isaac cuando ve a su padre levantar el cuchillo sobre su cuerpo?
Entonces, justo cuando Abraham tensa sus músculos a fin de hundir el puñal en el corazón de Isaac,
Dios habla: «No pongas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas ningún daño [...] Ahora sé que temes a
Dios, porque ni siquiera te has negado a darme a tu único hijo» (Génesis 22:12).
Abraham e Isaac aún no habían dejado escapar gigantescos las suspiros de alivio cuando escucharon el
ruido de un carnero trabado en un matorral. Abraham desató a Isaac y en su lugar sacrificó al carnero.
Pienso que Isaac nunca olvidó esa experiencia. Cuando murió a los ciento ochenta años de edad, creo
que todavía podía oler el carnero quemado. Isaac aprendió una lección ese día en Moría que transformó
su vida. Vio con claridad que Dios tenía el primer lugar, la máxima prioridad en las vidas de su mamá y
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papá. Abraham y Sara fueron un modelo de fe para su hijo.


Hace falta una «experiencia Moria» para lograrlo; esos momentos en nuestras vidas cuando las cosas
parecen imposibles. En tales momentos, nuestros hijos tienen la oportunidad de ver el alcance de nuestra
obediencia y confianza en Dios. A nosotros nos da la oportunidad de ser modelo de fe.

Edifica tus altares


Abraham era el progenitor de la fe y ejemplo de obediencia fiel. Una frase bíblica que capta el secreto
de su éxito es: Abraham «armó su campamento [...] También en ese lugar erigió un altar al SEÑOR»
(Génesis 12:8). Es mediante esta práctica que Abraham nos muestra una tercera manera de amar a nues-
tros hijos. Los padres amorosos le dejan un legado a sus hijos.
Abraham entendía que este mundo no era su hogar. Solo estaba de paso «porque esperaba la ciudad de
cimientos una sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor» (Hebreos ron «11:10). Sabía que no
encontraría tal ciudad en este mundo, para por eso nunca consultó a un agente de bienes raíces, nunca
construyó un hogar, solo armó su campamento. Se negó a aferrarse a las cosas de este mundo. En cam-
bio, el centro de Abraham estaba en la voluntad de Dios para su vida. Quería que sus hijos y sus nietos
conocieran que las cosas de Dios son las que permanecen, no las cosas de este mundo. Por eso que, don-
dequiera que iba, Abraham no solo armaba su campamento, sino que también construía un altar.
El problema es que demasiados de nosotros hacemos justo lo opuesto a Abraham: construimos nuestros
campamentos y armamos nuestros altares. Les atribuimos permanencia a nuestros hogares, nuestras tie-
rras, nuestras posesiones y nuestra cultura, mientras tratamos las cosas de Dios como etéreos e irreales.
Pasamos nuestro tiempo construyendo, mejorando y añadiendo a nuestros campamentos y, a lo sumo,
«armamos nuestros altares» si es que acaso hacemos algo con ellos. Somos demasiados los que solemos
seguir más el ejemplo de Lot que el de Abraham.
El sobrino de Abraham, Lot, estaba con él casi tanto como un hijo propio. Ambos eran pastores, así que
entre los dos tenían un inmenso número de animales. Sus vaqueros se enfadaban unos con otros a cada
momento, así que Abraham sabía que había hacer algo. La tierra en sí no podía sostener la concentración

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sus rebaños. Entonces Abraham se acercó a Lot: «Mira», le dijo, «a fin de evitar cualquier conflicto, ve
por un camino y yo iré por el otro. No importa el camino que escojas, solo dímelo de modo que yo sepa
a dónde llevar mis rebaños y mis trabajadores» (Génesis 13:8-9, paráfrasis del autor).

La Biblia dice que Lot levantó la vista hacia Sodoma en el valle del Jordán, tierra de riego y promesa de
prosperidad. Esto dejó al tío Abraham con la escarpada y seca aridez de las montañas. Así que Lot se
separó de Abraham, se llevó sus rebaños hasta el Jordán y se estableció en las ciudades del valle. La
Biblia dice que Lot estableció «su campamento cerca de la ciudad Sodoma» (Génesis 13:12). La próxi-
ma vez que vemos a Lot, no está viviendo en una tienda en las afueras de Sodoma; él y su familia están
en una casa, construida en Sodoma.

Lot mudó a su familia a la ciudad considerada como el distrito de las luces rojas de esa región. Era trági-
co, pero sucedió algo más: Sodoma se mudó a vivir en Lot y su familia. Parece que siempre sucede así...
aun hoy. Comienza con una mirada hacia una Sodoma con todas sus posibilidades, prosperidad y per-
versiones. Entonces establecemos nuestro «campamento cerca de la ciudad de Sodoma». Nada perma-
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nente; solo queremos estar lo suficiente cerca a fin de capitalizar de las oportunidades» que se ofrecen
allí. Mejores oportunidades de amasar grandes cantidades de dinero o tener más «diversión». Hasta
que nos sentimos demasiado confiados y nos mudamos a Sodoma, creyendo de alguna manera que so-
mos insensibles e impenetrables ante la decadencia moral que nos rodea. Sin embargo, a la larga se filtra
y nos despertamos un día al descubrir que Sodoma se ha instalado en nosotros.

Más adelante en Génesis vemos el desastroso desenlace en la familia de Lot. Cuando recibe las noticias
del juicio divino y la inminente destrucción de la ciudad, a Lot se le dificulta convencer a su familia para
huir de Sodoma. Había perdido su credibilidad espiritual con su familia. Recuerda, a diferencia de
Abraham, Lot construyó su campamento... y solo armó su altar. Las decisiones de Lot resultaron en un
deprimente legado para su familia. Y todo comenzó con una simple mirada hacia Sodoma.
Muchos padres están tan embebidos en el mundo que cuando Dios les llama a partir y mudar a su fami-
lia a un mejor lugar, descubren que es imposible desarraigarse. Como Lot, Sodoma se ha filtrado en sus
mentes y en sus corazones. Abraham, el padre de la fe, se vio como un robusto barco sobre el cual su
familia podía navegar por el mar del tiempo y el espacio, teniendo a Dios como el viento. Seguir a Dios
era su más alta meta, y ese es el legado que le dejó Abraham a su familia.

EL MAYOR LEGADO
Jerry Clover, el difunto comediante de Yazoo City, Misisipi, solía decir: «Todo hijo e hija debería poder
pararse firme con
gusta! No existe un mayor legado que un padre y una madre puedan dejar que haber vivido ante sus hi-
jos como gente piadosa.
La historia lo prueba. Hace varios años, un equipo de sociólogos de Nueva York realizó un estudio de
dos familias, comenzando en el siglo dieciocho y llegando hasta el final del siglo veinte. Deseaban ver si
un legado, positivo o negativo, podía sin duda pasar de una generación a otra. Así que los investigadores
siguieron el rastro de los descendientes de las dos familias por el período de más de doscientos años.
Max Jukes era ateo y su esposa agnóstica. Los investigadores estudiaron mil doscientos descendientes
de esta pareja carácter severo y espíritu malhumorado. He aquí un muestreo del legado de los Jukes:

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 De los mil doscientos descendientes, cuatrocientos cuarenta vivieron en absoluto libertinaje.
 Trescientos diez fueron indigentes o vagabundos. Ciento noventa fueron prostitutas.
 Ciento treinta fueron convictos como criminales.
 Cien fueron alcohólicos.
 Más de cien eran ladrones habituales.
 Cinco sufrieron de enfermedades de transmisión sexual.
 A siete los asesinaron.
Un contemporáneo de Max Jukes fue Jonathan Edwards pastor, misionero, presidente de la Universidad
Princeton quizá el teólogo más brillante en la historia de Estados Unidos. Edwards y su esposa, Sarah,
dejaron un legado piadoso a descendientes. Cuando los investigadores examinaron — generaciones que
descendieron de Jonathan y Sara Edwards aquí lo que encontraron:
Más de trescientos fueron pastores, misioneros o teólogo.

 Más de ciento veinte fueron profesores.


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 Unos ciento diez fueron abogados.


 Había sesenta médicos.
 Otros sesenta fueron autores de libros positivos y ayuda.
 Treinta fueron jueces.
 Catorce fueron presidentes de universidades.
 Muchos fueron gigantes de la industria.
 Tres fueron miembros del Congreso.
 Uno fue vicepresidente de los Estados Unidos .
El simple hecho es que las personas en la línea de Jonatan Edwards tenían vidas más felices, prósperas y
pacíficas que los de la línea de la familia Jukes. Los padres que en verdad aman a sus hijos siempre mi-
ran delante de ellos hacia el futuro lejano, consideran cómo debería ser la vida para sus vástagos.
Debido a ese amor, tales padres preparan a sus hijos con una identidad positiva, les enseñan mediante un
claro ejemplo y les dejan un rico legado; el legado de una madre y de un padre que «arman sus campa-
mentos» y «construyen sus altares»
Estos son los padres que logran distinguirse en tiempo y eternidad. ¡Estos son los padres que aman de
verdad a sus hijos!

PREGUNTAS PARA LOS PADRES


1. Si tus hijos decidieran celebrar una «fiesta de jubilación de los padres», ¿cuáles serían algu-
nos de los tributos que te darían? (En otras palabras, ¿qué cosas dirían que hiciste bien en la
crianza?).
2. En tu «discurso de jubilación», ¿qué señalarías de su experiencia de crianza de los hijos que les
muestre a ellos cuánto los amabas en ese entonces?
3. ¿Qué haces como padre para que tus hijos se sientan seguros en tu amor?
4. ¿Cuáles son algunos sacrificios que has hecho por tus hijos que revelan la naturaleza incondicio-
nal de tu amor por ellos?

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UNA PALABRA PERSONAL

Serás un modelo de piedad


Los modelos de moda pasean por la pasarela mientras alguien describe las creaciones del diseñador que visten. Como
padres, nosotros pasamos por la pasarela cada día mientras nuestros hijos observan. ¿Ven la obra del Diseñador en
nuestra vida? EY
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MANDAMIENTO 3

SERÁS UN MODELO DE PIEDAD


Los padres que aman de verdad a sus hijos les proveen un claro ejemplo de cómo debe vivir una perso-
na. Enfrentémoslo, algo moldeará y les dará forma a nuestros hijos. Si no somos nosotros, ¿qué o quién
lo hará? Así que como padres, tenemos que hacernos dos preguntas:

¿Qué fuerzas moldearán a mis hijos?

¿Qué métodos usaré para moldearlos?

Más de trescientos años antes del nacimiento de Cristo Platón reflexionó sobre la importancia de las
influencias sobre nuestros hijos:
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¿Y permitiremos por descuido que nuestros hijos escuchen cualquier historia casual que puedan in-
ventar personas casuales, y que en sus mentes reciban ideas que su mayoría sean lo opuesto a las que
deseamos que tengan cuando sean adultos?

No podemos.

[...] Cualquier cosa [que reciban los hijos] en [la] mentes a esa edad es probable que llegue a ser indele-
ble e invariable; y, por tanto, lo más importante es que las historias que los pequeños escuchen por pri-
mera vez deben ser modelo de pensamiento virtuosos1.

Las «personas casuales» representan las fuerzas en la sociedad que en nuestra ausencia moldean a nues-
tros hijos. En cambio, nosotros los padres debemos ser intencionales en nuestro compromiso de moldear
a nuestros hijos. Demasiado a menudo, los poderes «casuales» en la cultura quizá sean intencionales
también. O sea, pueden estar comprometidos con la tarea de usar métodos propagandistas en contra de
los jóvenes por sus creencias, valores, causas y productos. Sin embargo, estos también son «casuales»
porque dichos poderes son personas, instituciones o ideas con las que nuestros hijos chocan a medida
que crecen. Las influencias «casuales» son esos caprichos moldeadores y formadores a los que no les
importa si nuestros hijos se destruyen o no.

FUERZAS QUE MODELAN A NUESTROS HIJOS

El impacto de la cultura

Repito, debemos preguntarnos: ¿Qué fuerzas moldean a nuestros hijos? La respuesta es: Hay muchas.
En primer lugar está la cultura misma. ¿Qué es con exactitud «la cultura»? La cultura es la manifesta-
ción externa de la manera en que creen las personas. En otras palabras, es la manera en que la sociedad
expresa sus creencias fundamentales. La música, las artes gráficas, los libros, las revistas, las películas,
la televisión, las obras de teatro y las esculturas son elementos de la cultura. ¿Qué sucede cuando una
masa crítica de personas en una sociedad cambia el sistema fundamental de creencias? Cambiará la cul-
tura.

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En el siglo veintiuno vemos una cultura muy diferente a la cultura en la que nos criamos la mayoría de
nosotros. Es más, algunos observadores de la sociedad moderna dicen que vivimos en una «cultura tóxi-
ca». Después que Estados Unidos se conmovió por el horror de los tiroteos en el instituto Columbine en
Colorado, cincuenta y seis personalidades importantes, incluyendo a William Bennett y al ex presidente
Jimmy Cárter, firmaron una «Apelación a Hollywood». Los firmantes expresaron su preocupación por
«una cultura popular cada vez más tóxica», y llamaron a los productores de películas a que se vigilaran
así mismos2.

Una vez vi el dibujo de un demonio que entraba a rastras en la sección de un cable cuando se conectaba
a una casa, A medida que la presencia demoníaca avanzaba poco a poco dentro de la casa, el artista lo
pintaba sonriendo cada vez más. Si vemos los aspectos malignos de la cultura como una invasión tanto
destructiva en lo espiritual, mental y emocional como una invasión física del hogar por maleantes, esta-
remos mucho más alertas a lo que ven y escuchan nuestros hijos. ¡Es triste que muchos de nosotros invi-
temos a esos invasores del hogar!
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Impacto de los amigos

Una segunda fuerza que moldea a nuestros hijos consiste en los amigos. Muchos padres han observado
con desesperado sentido de impotencia cómo sus hijos dependen cada vez a menos de ellos y más de sus
amigos para la toma de decisiones morales. En especial en los primeros años de la adolescencia, cuando
vemos a nuestros hijos dejar las sólidas amarras de un buen hogar y aventurarse en el mar turbulento de
la influencia de los amigos.

El investigador de la universidad estatal de Ohio, Sung Joon Jang, encontró que la presión de los amigos
hace su mayor impacto alrededor de los trece y catorce años de edad. «Es en verdad la entrada a los años
de la adolescencia», dijo Jang concluyó. En este momento, «muchos adolescentes tratan de desconectar-
se de sus padres y llegar a ser más independientes». Jang concluyó que en esta adolescencia temprana es
cuando «los amigos de repente tienen un papel muy significativo para los adolescentes»3.

La presión de los amigos, por ejemplo, es la principal causa de la actividad sexual de los adolescentes.
Una encuesta del año 2003 por Kaiser Family Foundation reveló que a los muchachos los presionan sus
amigos varones a fin de tener relaciones sexuales con las muchachas. «Existe un montón de expectativas
para que los muchachos sean sexualmente activos», informó Julia Davis de la Kaiser Foundation. El
estudio también revela que tanto los chicos como las chicas adolescentes informaron que la presión de
los amigos era elevada en cuanto al uso de drogas y alcohol.

Impacto del ambiente escalar

Una tercera fuerza que impacta en nuestros hijos es la escuela o el sistema, educativo. En este ambiente
es donde se intensifica la presión de los amigos. Cuando uno combina el impacto de los compañeros de
clases de los jóvenes con la tendencia moral y filosófica de la educación pública moderna de las escuelas
se convierten en los moldeadores «casuales» más fuertes y más dañinos en potencia de nuestros hijos.

Lo que hace que esto sea tan peligroso es la suposición por muchos artífices de opiniones que, debido a
que la educación pública es obligatoria, la autoridad final en cuanto a la educación de los hijos no les
pertenece a los padres. Por fortuna, el Tribunal Supremo rechazó esta idea cuando en 1972 falló, en

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Wisconsin v. Yoder, que los padres Amish no tienen la obligación en mantener a sus hijos en la escuela
después de octavo grado.

Sin embargo, en la opinión discrepante en 1972, el juez William Douglas reveló una filosofía educativa
que ha ganado amplia aceptación en el establecimiento jurídico. Douglas escribió que aunque los padres
«casi siempre hablan por toda la familia, la educación de un hijo es asunto en la que este tendrá puntos
de vista decisivos». Así que, según Douglas, Stephen L Carter dice que «los padres que deciden una
educación religiosa para sus hijos participan en una conducta que es de algún modo sospechosa y que,
por lo tanto, el estado debe vigilar a fin de asegurar la protección de los deseos del niño».

Si los padres no moldean a sus hijos, lo harán las fuerzas «casuales».

LA PREGUNTA QUE DEBE RESPONDER CADA PADRE

Esto nos lleva a la segunda pregunta que debemos hacernos como padres: ¿Qué métodos usaré para
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moldear a mis hijos?


Existe todo tipo de ideas en el mundo que nos rodea. Las mismas oscilan entre lo autoritario hasta la
tolerancia. Los padres militantes usan la intimidación, la condenación y la dominación como si no exis-
tieran otras técnicas para moldear comportamiento de los hijos. Luego tenemos a los manipuladores.
B,F. Skinner hizo un llamado a los padres hacia el «condicionamiento operativo», mediante el cual se
refuerzan los comportamientos a través del control severo. Los seguidores Benjamín Spock, por otra
parte, adoptaron el método de la tolerancia donde se le permite al niño hacer todo lo que desea, después
de todo, dijo Jean-Jacques Rousseau durante la época de la Francia revolucionaría, el niño es una tabula
rasa, una «pizarra en blanco», y se le debe permitir que crezca en un «estado de naturaleza», donde hay
«pureza».

Sin embargo, pienso que el psicólogo y autor Cari Pickhardt tenía razón cuando declaró; «El poder de tal
influencia paterna se reduce a esto; el ejemplo de los padres modela (quiénes y como son) y el trato que
dan los padres (cómo deciden actuar y reaccionar con su hijo)»5.

Como padres, hay ocasiones cuando tenemos que usar estilos de moldear a nuestros hijos que sean di-
rectos y que requieran un enfrenamiento, incluyendo las nalgadas: (Sí, dije nalgadas. Lidiaremos con
este asunto en un capitulo posterior). En otras ocasiones podemos permitir que nuestros hijos se acomo-
den a los moldes que hemos preparado, dándoles mas libertad. Aunque siempre, el padre debe modelar
el ejemplo.

MODELA SIEMPRE

Les añadiré una tercera pregunta a los padres, y creo que es la más importante de todas: ¿Qué estilo de
vida modelare a mis hijos? Mamás y papás, sus hijos harán todo lo que les digan por un tiempo, pero
después harán lo que hacen ustedes. O parafraseando a un comediante de otra época: «Lo que ellos ven
es lo que tú logras». El ejemplo que damos ante nuestros hijos sirve como un mapa de carretera cuando
deciden escoger el rumbo" de sus vidas. Es probable que todos veamos nuestras creencias y comporta-
mientos surgiendo en nuestros hijos en algún momento de sus vidas.

Digitalizado por: Francisco Galban Alvarez


El 23 de abril de 2003, Jack Osbourne, el hijo adolecente del roquero Ozzy Osbourne, ingresó volunta-
riamente a un hospital de Pasadena, California, para lidiar con un creciente problema de abuso de dro-
gas y alcohol. Al parecer, el poder de la influencia paterna se ejercía con vigor en la vida de este chico
de diecisiete años de edad. Según un informe de Associated Press, el de Jack comenzó la segunda tem-
porada del famoso programa televisión Los Osbourne, «bebiendo en exceso a fin de lidiar con el diag-
nóstico de cáncer de colon de Sharon (su esposa)».

UN MODELO DE MODELADO

A estas alturas ya entiendes la importancia de nuestro tercer mandamiento: Serás un modelo de piedad.
Para un modelo de lo que significa, el modelado de la piedad, veamos los padres de uno de los persona-
jes de gran empuje de la antigua Israel, el profeta Samuel. En su época, Samuel fue un hombre de gran
influencia, tanto en lo espiritual como en lo político. Aun es un verdadero héroe de la Biblia. ¿Qué tipo
de padres tenía?
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Conocemos a los padres de Samuel en el libro de l de Samuel justo al comienzo. La mamá de Samuel
era Ana y su padre era Elcaná. En esa época, muchos hombres tenían más de una esposa. La Biblia nos
dice que cuando Elcaná ofrecía su sacrificio, les daba algunas porciones a Penina, una de sus esposas, y
a sus hijos. Sin embargo, Elcaná le entregaba a Ana una doble porción del sacrificio porque la amaba
más. Ana no tenía hijos con los cuales compartir su porción especial porque «el SEÑOR la había hecho
estéril» (1 Samuel 1:4-5).

Déjenlos ver su afecto

He aquí la primera lección que aprendemos si queremos modelar un ejemplo positivo para nuestros hi-
jos: Los padres deben amarse el uno al otro y permitir que sus hijos los vean expresarse afecto. Cuando
nuestros hijos crecían, Jo Beth y yo queríamos que vieran que su mamá y su papá no solo los amaban a
ellos, sino que también se amaban mucho el uno al otro. Así que lo poníamos de manifiesto a fin de
mostrar un adecuado nivel de afecto mutuo delante de los muchachos. No teníamos que fingirlo, ¡y tú no
puedes fingirlo tampoco! Cuando al principio Elcaná le entregaba a Ana la doble porción, Samuel podía
verlo porque no había nacido. Sin embargo, puedes estar seguro de que este era un patrón en la relación
de Ana y Elcaná, patrón bien establecido cuando nació Samuel, él tuvo muchas oportunidades de ver
cuánto amaba su papá a su mamá.

Samuel al fin llegó al mundo, y lo hizo debido a la oración. Recuerda que Ana no podía concebir, así
que ella y Elcaná oraron sin cesar. Persistieron en ir al altar y ofrecer sacrificios, y en pedirle a gente
piadosa que oraran por ellos. Los años pasaban y parecía que sus oraciones no recibían respuesta. Por
fin, Ana comenzaba a tener indicios de su embarazo, y unos meses después, dio a luz a un hijo, Samuel.

El tiempo estratégico de Dios

Puede que el tiempo de Dios no combine con el nuestro, duda, Ana y Elcaná deseaban que su hijo llega-
ra mucho antes del tiempo que Dios escogió para responder sus oraciones, pero tuvieron que esperar
a su tiempo. Si Samuel hubiera nacido antes, es probable que hubiera sido un chico común y corriente,
saltando entre las piedras, molestando a las chicas y creciendo hasta llegar a convertirse en un buen
hombre en vez de en un hombre notable. No obstante, Samuel nació en plan perfecto de Dios, en el lugar

Digitalizado por: Francisco Galban Alvarez


adecuado y en el momento apropiado. Dios contestó las oraciones de Ana y Elcaná mucho mejor de lo
que ellos pudieran haberlo soñado, aunque no de acuerdo al calendario que hubieran preferido. ¡Muchí-
simas veces Dios ha contestado mis oraciones más tarde a fin de poderlas contestar mejor!

Después de esperar tanto tiempo, Elcaná y Ana derrocharon amor en su hijo. Mostraron ese amor de una
manera especial, descrito en 1 Samuel 1ː21-22ː

Cuando Elcaná salió con toda su familia para cumplir su promesa y ofrecer su sacrificio anual al SE-
ÑOR, Ana no lo acompañó.

quedará el resto de su vida.

Esto nos ofrece una segunda gran verdad que podemos aprender de Elcaná y Anaː Mostramos nuestro
amor por nuestros hijos al moldearlos para que vivan siempre dentro de la voluntad de Dios.
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El ADN es esa importantísima combinación bioquímica que determina nuestra forma de ser. Elcaná y
Ana querían que Samuel se convirtiera en el hombre que Dios planeaba que fuera. Reconocieron su ma-
yordomía, y no solo le dieron su vida biológica, sino que sembraron en Samuel el ADN espiritual que
determinaría su destino en el reino de Dios.

LOS PADRES COMO MAYORDOMOS

Los padres que asumen con seriedad su papel como modelos para sus hijos comprenden la mayordomía
del principio. Un mayordomo es el administrador de la propiedad de otra persona. En la crianza de sus
hijos, estos «padres-mayordomos» saben que tienen que rendir cuentas ante una Autoridad Mayor el
Dueño; el mismo Creador. Los «padres posesivos» fallan a esta verdad. Se sienten «dueños» de sus hi-
jos. Tienen la actitud de que pueden hacer lo que quieran con ellos, darles nombres tontos y vestirlos de
manera extraña, hasta hacerles daño físico y emocional.

Otros padres delegan la crianza de sus hijos. Estos son las madres y los padres que permiten que sus
hijos estén bajo las influencias «casuales» mencionadas al principio de este capítulo. Los «padres que
delegan» participan en el juego de la culpa porque renuncian a sus responsabilidades de mayordomía. Si
sus hijos no aprenden, la culpa es de escuela. Si sus hijos no tienen fe, la culpa es de la Iglesia. Si sus
hijos imitan lo que ven en la televisión, la culpa es de la industria del entretenimiento. Los padres que
delegan solo siguen pasando la culpa y la responsabilidad al próximo en línea. Y si, como adultos, los
hijos fracasan en estar a la altura de los sueños de los padres, los padres que delegan culpan a todas las
fuerzas a las que les permitieron que moldearan a sus hijos y así nunca aceptan algún tipo de responsabi-
lidad personal por los resultados.

Ana y Elcaná son excelentes ejemplos de padres mayordomos. Sabían que Samuel le pertenecía a Dios,
y que Dios les confió Samuel. Y asumieron la responsabilidad por la propiedad de Dios: Samuel. Esta es
la misma manera en que Dios obra hoy. Dios da a nuestros hijos, pero Él retiene la propiedad. Nuestra
misión como padres es ser mayordomos, cuidar en este mundo la propiedad de Dios. Eso significa que
debemos ser modelos de piedad delante de nuestros hijos.

CARÁCTER BIEN ESTABLECIDO

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Ana y Elcaná, comprendiendo su mayordomía como padres, procuraron guiar a Samuel mediante el
ejemplo. Esto se debió a que sus propios caracteres ya estaban bien establecidos antes que naciera Sa-
muel. La actitud amorosa entre Elcaná y Ana antes del nacimiento de Samuel, y su comportamiento
amoroso siguió a lo largo de su niñez y más allá de la misma.

Es igual de importante para las mamás y los papás como individuos cultivar de modo consecuente un
carácter sólido y positivo. El gran carácter de Ana se aprecia cuando dedica su hijo a Dios y canta una
hermosa canción en la que alaba a Dios, que «guiará los pasos de sus fieles» (1 Samuel 2:9).

Recuerden, Ana y Elcaná no comenzaron a desarrollar su carácter y a crear un ambiente amoroso des-
pués que Samuel entró en escena. Esta era la atmósfera en la que nació. Sería un error de nuestra parte el
tratar de desarrollar un ambiente espiritual y emocional cuando nuestros hijos sean adultos y las cosas
comiencen a derrumbarse. Es difícil cambiar la atmósfera de un hogar.
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A través de su niñez, Samuel vio modelar a Ana y Elcaná la piedad. Vio el amor que sus padres tenían el
uno por el otro. Sentía el amor que sus padres le tenían cuando lo animaban a vivir siempre dentro de la
voluntad de Dios. Y fue testigo del amor que le tenían a Dios cuando lo dedicaron al servicio del Señor.

Hace varios años, ante toda nuestra congregación, decidí probar cuanto bien nos fue a Jo Beth y a mí en
ser ejemplo ante nuestros hijos y en crear un ambiente de amor y carácter positivo en nuestro hogar.
Invité a nuestros muchachos, todos adultos con sus familias, a que se sentaran conmigo y conversáramos
sobre nuestra familia mientras nos observaban miles de personas. Durante la entrevista hubo muy bue-
nos consejos sobre el modelado de la piedad. Es muy larga presentarla completa, pero les diré algo de lo
que abarcamos

MIS TRES HIJOS

Cliff, nuestro hijo menor, es fundador y cantante principal del grupo musical cristiano Caedmon's Call.
Cliff recibió su nombre en honor de mi buen amigo Cliff Barrows, que por años ha servido como líder
de adoración para Billy Graham. Así que es muy apropiado que nuestro hijo menor resultara ser el músi-
co de la familia. Cuando le pregunté qué les diría a los padres que desean ser modelo de piedad ante sus
hijos, respondió: «Hoy en día, es muy común ver padres que intentan decirles a sus hijos qué es la pie-
dad, y en decirles la diferencia entre lo bueno y lo malo, pero los padres mismos no viven la piedad».
Con gratitud, Cliff me dijo: «La cosa más importe que tú y mamá hicieron muy bien con nosotros fue ser
modelo de piedad».

Cliff también hizo mención del importante asunto de que los padres les den la libertad a sus hijos de
establecerse en el «molde» que crearon mamá y papá. «A veces, los padres tratan de tomar todas las
decisiones por sus hijos y no les dan la oportunidad de crecer en su relación con el Señor». Me recordó
que cuando él y sus hermanos crecían: «Tú nunca trataste de decirnos lo que debíamos hacer siempre,
sino que nos guiaste cómo buscar las respuestas del Señor de modo que pudiéramos crecer en nuestra
relación con El».

Una maniobra espeluznante

Digitalizado por: Francisco Galban Alvarez


A decir verdad, esa es una maniobra espeluznante para nosotros los padres. Es como decirles a nuestros
hijos que nos observen mientras caminamos sobre una cuerda floja, para luego invitarlos a que sigan
nuestros pasos con precisión. El instinto protector nos hace querer dejar a nuestros hijos en la plataforma
segura mientras hacemos el acto de equilibrio en su lugar, Sin embargo, llega un momento cuando nues-
tros hijos tienen que arriesgarse a poner un pie sobre la cuerda. Su seguridad está en observar cómo he-
mos mantenido el equilibrio en la cuerda, y luego caminar de la misma manera, Mientras él y sus her-
manos tomaban sus propias decisiones y cultivaban su propia relación con Cristo, Cliff señaló: «Noso-
tros observábamos la manera en que tú y mamá vivían y enfrentaban grandes decisiones».

Ben, nuestro segundo hijo, sirve conmigo en la ciudad de Houston como pastor asociado, supervisando
uno de los mayores ministerios de solteros en el país. Ben informó que a menudo la gente le pregunta:
« ¿Cómo fue tu experiencia al criarte en el hogar de un predicador, y cómo es que no te echaste a per-
der?», Cuando la risa aminoró, Ben dijo en confianza que las cosas no le fueron perfectas, pero que ni él
ni sus hermanos cayeron en un estado de rebelión radical porque Jo Beth y yo procuramos mantener una
vida normal de hogar. «No se trataba de que tú y mamá tuvieran esta enorme Biblia de pulpito para gol-
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pearnos la cabeza, ni que nos predicaran a cada momento, ni que trataran de que nos atragantáramos con
ella [...] solo la vivían».

Por cierto, los predicadores no son los únicos que tienen que vencer el instinto de «predicarles» a sus
hijos. Todos queremos que nuestros hijos adopten nuestro sistema de valores y creencias. ¡Hasta el ateo
tiembla al pensar que su hijo se convierta en un cristiano conservador creyente en la "Biblia! La tenta-
ción de ser «sermoneador» es sobre todo fuerte si eres un pastor o maestro de la Biblia. Sin embargo, el
equilibrio se encuentra en enseñar los principios a nuestros hijos, para luego modelarlos en tu estilo de
vida diario. De vuelta a la analogía de la cuerda floja, es como decir: «Aquí están los principios para
caminar sobre la cuerda floja... Ahora obsérvame hacerlo, y luego quiero que tú lo hagas».

Salir a caminar sobre la «cuerda»

Ed, nuestro hijo mayor, es el pastor de una dinámica iglesia de avanzada en el área metropolitana de
Dallas/Fort Worth en Tejas. En nuestra entrevista, dijo que a su parecer, el punto principal del proceso
de crianza es preparar a los hijos para que salgan solos a caminar sobre la «cuerda». «Yo defino la pa-
ternidad», dijo «como la enseñanza y la preparación de nuestros hijos para dejar el hogar [...] La crianza
de los hijos es un trabajo de modelado».

La enseñanza planta las verdades y los principios en el niño. El modelado, dijo Ed, hay que hacerlo con
«autenticidad, vivir la vida en las rocosas planicies de la realidad». Añadió que importante que él y sus
hermanos nos vieran a Jo Beth y a mi comportarse de la misma manera fuera y dentro de la iglesia.

El juego juntos y la oración juntos

El «cuándo» del modelado paterno es, entonces, a cada momento y en cada circunstancia. Los padres
deben considerar mucho la «arena» del modelado; las sedes en las que mostrarán a sus hijos valores y
principios importantes. Aquí llegamos a otro de esos equilibrios que nos mantiene derecho en la «cuer-
da», sin importar lo fuerte de los vientos: el juego juntos y la oración juntos.

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Si estuviera tratando de ser piadoso, hubiera puesto la «oración» primero en esta ecuación de equilibrio.
Sin embargo, orar juntos es mucho más significativo si antes jugamos juntos. La diversión con los hijos
forja la relación que convierte la oración en algo creíble y natural para ellos.
«Nuestra vida de hogar», dijo Cliff, «no era una situación increíblemente estructurada, estricta e inflexi-
ble. Recuerdo que nuestro hogar era relajante». Cliff dijo que uno de recuerdos más placenteros era
cuando él y yo jugábamos golf y cuando yo asistía a sus eventos deportivos.

ES INTENCIONAL NO ACCIDENTAL

Aunque no lo creas, los pastores trabajamos bastante fuerte (o al menos debemos hacerlo), así que como
la mayoría de los padres, tenía mucho que hacer. Las necesidades de una iglesia y sus miembros pueden
consumir mucho tiempo y energía. Al principio en mi ministerio determiné que no permitiría que tales
demandas me arrebataran los acontecimientos importantes en las vidas de nuestros muchachos. En ese
entonces no entendían, pero al madurar y asumir la responsabilidad por sus propios ministerios, com-
prendieron lo que trataba de modelar para ellos. Este estilo de vida no ocurre por accidente, sino me-
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diante una definida decisión y compromiso.

«Los padres de hoy necesitan ser más intencionales porque los hijos tienen mucho más distracciones que
en mi niñez», dijo Ben. «Necesitamos asegurarnos que el televisor no sea el centro de nuestra vida fami-
liar como si fuera un tipo de niñero electrónico».

La resistencia del asalto de la propaganda de la cultura en contra de nuestros hogares y familias ocurre
mejor cuando los padres establecen un orden de importancia para tres o cuatro cosas que van a hacer
«muy bien», dijo Ed. Continuó diciendo que el número uno en la lista debería ser la relación con Dios
que el padre y la madre tengan como individuos y como pareja. La vida familiar debe desenvolverse en
torno a la iglesia porque, en las palabras de Ed, «es lo más importante de todo».

La siguiente prioridad, pensó, debe ser el matrimonio de la pareja. Los esposos, señaló, deben amar a sus
esposas como Cristo amó a la iglesia, como lo escribió Pablo en Efesios 5- «En otras palabras», dijo Ed,
«el matrimonio debe prevalecer sobre cualquier otra relación humana, incluyendo la de padre-hijo». La
relación padre-hijo crece con naturalidad y espontaneidad de la raíz de una relación saludable entre el
padre y la madre.

TRES ELEMENTOS ESENCIALES PARA EL MODELADO PATERNO

Jo Beth y yo procuramos modelar principios positivos para nuestros muchachos al relacionarnos el uno
con el otro, así como con Dios. En mi entrevista con nuestros tres hijos, dijeron cosas amables de noso-
tros, pero Jo Beth y yo tuvimos que decir que existieron muchos momentos en que perdimos la oportu-
nidad. Sin embargo, a través del proceso de criar a nuestros hijos, hubo tres cosas importantes que
aprendimos sobre el modelado de piedad ante nuestros hijos.

 Forja una relación para toda la vida con tu cónyuge. Ed tiene razón, al enfocarte en tu cónyuge,
les demuestras a tus hijos lo que es el amor y lo que es la familia. El establecimiento de tal rela-
ción exige creatividad, consideración, planificación y acciones intencionales.

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 Forja una relación de amor con tus hijos que dure toda la vida. Nuestros hijos saben que los
amamos de manera incondicional y sin prejuicios. Sin importar lo que suceda, nuestro amor por
ellos no menguará. Y los amamos por igual, No hay favoritismo.

 Lo más importante, desarrolla una relación de amor para toda la vida con el Señor Jesucristo. Po-
demos predicarles a nuestros hijos hasta la saciedad, pero si Jesucristo no es real en nuestras vi-
das, tampoco lo será en las suyas. ¿Sabías que todos los hijos tienen visión de rayos X? Así es,
pueden ver a través de la hipocresía de sus padres. Con todo, si estás comprometido con Cristo,
no hace falta la visión de rayos X.

En cuanto a este último punto, nuestros hijos obtendrán una educación sobre cómo caminar con Cristo a
través de los altibajos de la vida a medida que vives con transparencia tu relación personal con Cristo.
Permite que una relación vital y saludable con Cristo brille en todo lo que hagas y digas; en la manera
en que amas a tu cónyuge y mediante el amor que les das a tus hijos.
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LA RESPONSABILIDAD ES NUESTRA

Al principio de este capítulo, hablé sobre las influencias que vienen por «casualidad» sobre nuestros
hijos. Analizamos «cultura tóxica» y las personas que influyen en sus vidas para mal. Sin embargo, esto
no significa que culpemos a la sociedad por lo que les sucede a nuestros hijos. La responsabilidad no
está en la televisión, la música, las escuelas, el gobierno, las iglesias, los maestros y todas las demás
influencias «casuales». Antes bien, la responsabilidad por la manera en se moldea y forma a un niño les
pertenece a los padres.

«Hijo, ¿por qué amas a Dios?», le preguntó un hombre a un adolescente.

«No lo sé», respondió el joven. «Supongo que es algo que viene de nuestra familia».

Aun así, debe ser mucho más profundo que esto. Nuestros hijos necesitan adoptar e interiorizar por su
cuenta la fe bíblica. Si no lo hacen, estarán desanclados en la tormenta del escepticismo que quizá en-
cuentren en la universidad o cuando más tarde en la vida los asalten el cinismo de amigos y compañeros
de trabajo.

Los padres deben equipar a sus hijos para que en enfrenten las difíciles preguntas y, según 1 Pedro 3:15,
ser capaz de responder a todo el que pida razón de la esperanza que hay en ellos. Los hijos necesitan
saber que la fe de sus padres y ahora la suya, se basa en hechos, arraigados de la historia.

El corazón no se regocija en lo que rechaza la mente. Algunas personas dicen: «Creo que eso es cierto».
Sin embargo es mejor poder declarar: « ¡Debido a que es cierto, lo creo!». La fe se fundamenta en he-
chos objetivos. Sí nuestros hijos entienden esto, nadie logrará zarandearlos. La fe que descansa en el
cambiante fondo del mar de la subjetividad la arrastra cada nueva marea. La realidad objetiva es la roca
en la que se incrusta nuestra fe.

Imagínate un hombre que intenta cruzar un río congelado mediado de diciembre. Se tiende bocabajo y
comienza a mover con cautela sobre el hielo. Avanza poco a poco, pues no des caer en las gélidas aguas.
Sigue moviéndose a paso de tortuga.

Digitalizado por: Francisco Galban Alvarez


Después de cuarenta y cinco minutos, llega a la mitad de camino. De repente escucha un rugido. Allá
viene un hombre montado en una motonieve con un par de amigos. Aceleran por el malecón cubierto de
nieve y salen sobre el congelado río. El hielo comienza a crujir y agrietarse, pero logran llegar hasta la
otra orilla y se alejan a toda velocidad.

¿Quién tiene más fe, el individuo que se arrastra sobre el hielo o el chofer de la motonieve? Tendrías que
estar de acuerdo conmigo al decir que el chofer de la motonieve es el que tiene más fe, mientras que el
cauteloso hombre de movimientos lentos tenía poca. Con todo, la cantidad de fe no es el factor decisivo;
ambos hombres tenían el mismo hielo grueso. Lo que importaba era el objeto de su fe.

El mismo río un mes y medio más tarde: Una vez más, el hombre comienza su lenta travesía por el hielo,
y una vez más viene la motonieve. Sin embargo, el hielo ahora es delgado, y cede bajo el hombre que se
arrastra y este se ahoga. Los hombres de la motonieve adelantan un poco más debido a su velocidad,
pero el hielo también cede y perecen. El motivo por el que se ahogaron no tuvo nada que ver con su fe;
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el «poquito de fe» se ahogó y el «montón de fe» se ahogó. El hielo no era lo suficiente grueso para sos-
tenerlos. Era poco confiable e imprevisible. Lo que falló fue el objeto de su fe: el hielo.

¿Cuánta fe tienes? Jesús dijo que solo necesitas la fe del tamaño de un grano de mostaza y puedes mover
montañas, siempre y cuanto el objeto de tu fe sea Cristo: la sólida confiable, inconmovible e inquebran-
table.

Sin duda, mientras modelamos la fe para nuestros hijos, es importante que vean los antiguos hechos his-
tóricos que son la base de la fe bíblica. Sin embargo, la más clara demostración del Dios que actúa en las
realidades de la vida diaria está en la manera ejemplar en que los padres viven ante sus hijos e hijas, en
el aquí y ahora. Y si tienes fe del tamaño de una motonieve o la de uno que se arrastra, tus hijos necesi-
tan ver que la Roca la que tú fe esta incrustada nunca cederá debajo de ti, ni debajo de ellos.

¡Y ese es el por qué la buena crianza exige que los padres y las madres modelen piedad para sus hijos!

PREGUNTAS PARA LOS PADRES

1. ¿Cuáles son algunas de las «fuerzas casuales» en torno a tus hijos que quizá ejerzan un control
negativo sobre ellos?

2. ¿Cómo se modela la piedad en tu hogar?

3. ¿Cómo se modela el amor en tu hogar?

4. ¿Cuál es la persona con mayor influencia en tu familia?


5.

UNA PALABRA PERSONAL


Instruirás a tus hijos

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En la «escuela de la crianza de los hijos» no se dan títulos. Para las madres y los padres no hay un pro-
ceso de acreditación. ¡pero los padres siguen siendo, los mejores maestros posibles para sus hijos! He
aquí el curso de un capítulo que presenta un currículo para que les enseñes a tus hijos cómo llegar a ser
los jóvenes piadosos que tú, y el Señor, quieres que sean.
MATERIALES CRISTIANOS - Bendecidos para bendecir!

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MANDAMIENTO 4
INSTRUIRÁS A TUS HIJOS
Hace años, un conmovedor anuncio de televisión de la Sociedad Americana del Cáncer describía a un
padre y su pequeño hijo en el estudio de su casa. El anuncio mostraba al pequeño imitando cada movi-
miento que hacía su padre. Cuando el padre se sentaba en la silla y se quitaba los zapatos, el hijo se qui-
taba los suyos. Cuando el padre levantaba los pies, el chico hacía lo mismo. Cuando el padre tomaba el
periódico, el hijo tomaba una revista que tenía cerca y comenzaba a leerla, al revés. Entonces el anuncio
mostraba al padre mientras se acercaba a la mesa de centro y tomaba un paquete de cigarrillos. El papá
encendía uno y empezaba a fumar. El hijo miraba a su padre, se dirigía a donde estaba sentado y miraba
el paquete de cigarrillos:
En ese momento, uno escuchaba la voz del anunciante: «De tal palo, tal astilla. Piénsalo».
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Cuando se trata de la crianza de los hijos, el modelado y la enseñanza van de la mano como la mermela-
da y la mantequilla de maní. Todos los padres modelan algún tipo de estilo de vida, y todos los padres
enseñan principios, para bien o para mal. En el capítulo anterior dijimos que los padres deben modelar la
piedad. Ahora la pregunta esencial es: ¿Qué vamos a enseñar?
Un amigo mío tiene un hijo que, a los diecisiete años de edad, declaró que «nunca» sería como su padre.
Casi veinte años más tarde, el hijo, ahora casado con tres hijos, se rió cuando una noche conversaba con
su padre, describiendo las características que había desarrollado en la adultez. «El otro día, de pronto,
me di cuenta que me he convertido en mi papá», dijo el hijo riendo entre dientes.

LOS PADRES DEBEN SER APRENDICES


La paternidad lleva consigo la demanda de un nuevo bagaje de destrezas. Además de ser maestros, los
padres deben ser aprendices. Solo cuando nuestros hijos son adultos y tienen sus propios hijos es que
recibimos nuestra libreta de calificaciones, descubriendo lo que aprendimos, y transmitimos, las habili-
dades de la crianza. En otras palabras, Jo Beth y yo vemos nuestras «calificaciones» cada vez que ob-
servamos a nuestros tres hijos relacionarse con sus hijos. Por fortuna para nuestros hijos (y su padre), ¡su
mamá sacó A+!
Así que nuestro reto es enseñar a nuestros hijos, y enseñarles bien. Una mamá que en verdad lo hizo de
manera muy eficiente fue una desconocida dama de la Biblia llamada Eunice. Sin el doctor Spock, sin
conferencias de crianzas, ni libros como los del doctor Dobson, Eunice desempeñó una labor excepcio-
nal en la crianza y enseñanza de su hijo, Timoteo. Creció hasta llegar a ser, en el reino de Dios, un líder,
orador; estadista y fundador de iglesias.
Es obvio que Eunice tenía un doctorado de la universidad de la crianza. ¿Adónde fue para cursar estu-
dios como madre? Pablo da una pista en una carta al joven Timoteo: «Pero tú, permanece firme en lo
que has aprendido y de lo cual estás convencido: pues sabes de quiénes lo aprendiste. Desde tu niñez
conoces las Sagradas Escrituras, que pueden darte la sabiduría necesaria para la salvación mediante la fe
en Cristo Jesús» (2 Timoteo 3ː14-15)
Desde su niñez, Timoteo se preparó en las «Sagradas Escrituras». Eunice usó el mejor libro jamás escri-
to sobre crianza: el Antiguo Testamento, donde se encuentran tesoros tales como el libro de Proverbios.
Este libro está compuesto valiosos principios escritos en forma concisa y sin floreo.

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UN SISTEMA PERFECTO DE ENSEÑANZA: OCHO PRINCIPIOS DE LOS PROVERBIOS
Estas verdades sobre cómo vivir una vida piadosa constituyen un sistema perfecto para enseñarles a
nuestros hijos cómo vivir según deseaba el Creador.
No cabe duda que Eunice usó estos principios para instruir a Timoteo y moldearlo para que fuera el ex-
celente hombre que llego a ser. En el trayecto, le tuvo que haber enseñado los ocho principios de Pro-
verbios, valioso sistema en la instrucción de los hijos.

1. Enséñales la reverencia a tus hijas


El primer principio es que todo el aprendizaje debe comenzar con la reverencia a Dios. Es probable que
Timoteo escuchara a Eunice leer las palabras de Proverbios: «El temor del SEÑOR es el principio del
conocimiento; los necios desprecian la sabiduría y la disciplina» (Proverbios 1:7). Esta verdad bíblica es
el fundamento para una vida de sabiduría y piedad, y cuando se trata de vivir en paz y gozo, es la única
vida que importa. El «padre profesor» debe comenzar aquí mismo: Enseñando a sus hijos a «temer», a
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fin de que tengan la asombrosa, piadosa y reverente plena adoración a Dios. Los hijos que crecen con
reverencia por Dios, reverenciarán también todo o que Él ha creado, comenzando con las demás perso-
nas. Paul Woodruff escribe que la reverencia «tiende un puente sobre las diferencias entre la vida reli-
giosa y la secular. La reverencia por Dios se lleva a las actitudes y prácticas del diario vivir.
Las crisis de la cultura moderna se lamentan en sermones, libros, canciones, poemas, informes, docu-
mentos políticos, conferencias académicas y discurso políticos. Sin embargo, hay muy pocos problemas
que nosotros y nuestros hijos enfrentemos que en el fondo no se relacionen con la pérdida de la idea de
reverencia. El aborto cuando se solícita y el asesinato son los resultados de la pérdida de la reverencia
por la vida humana. Todas las adicciones se relacionan a la pérdida de reverencia de una persona por sí
misma, resultando en la disminución del respeto propio. El crimen procede de la falta de reverencia por
la propiedad de los demás. El adulterio, la fornicación, la violación y toda forma de abuso sexual son los
resultados de un fracaso en reverenciar la sexualidad humana. Los desastres ambientales ocurren a me-
nudo debido a la falta de reverencia por la obra de la naturaleza del Creador.
Algunos padres enseñan la irreverencia de forma inconsciente. Sin pensarlo, imitan los programas de
televisión y las películas, cuya única mención de la palabra «Dios» es en un contexto vulgar. Cada vez
que escucho a la gente exclamar: « ¡Dios mío!» o « ¡Por Dios!» o « ¡Jesús!» como una forma de jerga
barata, aprieto los dientes con frustración. El tratamiento a la ligera de «Dios» o «Señor», es un acto de
irreverencia. Usar el nombre de Cristo como una expresión de sorpresa o disgusto, es en realidad una
expresión profana; está entre las peores blasfemias debido a que el nombre trae la mayor de las bendi-
ciones, lo opuesto a una maldición, al mundo. Cuando usamos el nombre de Dios, debe ser en una pia-
dosa y respetuosa manera mostrando reverencia y admiración. Debemos enseñarles a nuestros hijos
que los nombres de Dios son santos: sagrado, apartado y para honrarse (Éxodo 20ː7). Criar un ser hu-
mano con conocimiento y sabiduría es como erigir un edificio. Todo descansa sobre el cimiento de la
reverencia a Dios. Eunice entendió la idea. Es más, «Timoteo», el nombre que le puso a su hijo, signifi-
ca «temor de Dios». Comienza aquí, y habrás comenzado a establecer una base firme para desarrollar un
ser humano saludable y feliz.

2, Enséñales a tus hijos la importancia de la obediencia


El segundo principio para instruir a nuestros hijos es ayudarlos para que aprendan a obedecer. Eunice
tuvo que haberle leído a Timoteo el consejo de Proverbios 1:8: «Hijo mío, escucha las correcciones de tu

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padre y no abandones las enseñanzas de tu madre». Este pasaje muestra cómo debe ser toda la enseñanza
en un hogar, así como los diferentes papeles del padre y la madre. El padre provee «instrucción. En el
lenguaje hebreo del original de Proverbios, esto se refería a 1a enseñanza autoritaria en forma de adver-
tencias. Los papás tenían la responsabilidad de enseñar de una manera que corrigiera los errores y seña-
lara las consecuencias negativas de no aprender las lecciones. Las mamás proveen «enseñanza». Lite-
ralmente, el término significa «estimulan». Lleva la idea de instar a alguien a tener un buen comporta-
miento y animarlo para que vaya por el buen camino. Lo ideal es que en una familia saludable esté el
padre con su firme, pero moderada, presión en tas consecuencias de la ignorancia, y esté la madre con
sus delicados empujoncitos y presiones hacia la verdad. '
Ahora bien, sabemos poco sobre el padre de Timoteo (excepto que era un gentil). Quizá Timoteo crecie-
ra en un hogar de un solo padre. Sabemos, sin embargo, que Timoteo tenía una enérgica abuela que qui-
zá proveyera el equilibrio de la «instrucción». Cuando sea necesario, Dios capacitará al padre soltero a
fin de que cumpla con ambos papeles. No obstante, el ambiente ideal para instruir a los hijos es la mez-
cla de la aparente instrucción «pesada» del padre, y la nutritiva y estimulante enseñanza de la madre. Es
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este equilibrio, donde los niños aprenden mejor a obedecer.


Al crecer bajo su sabia madre, es probable que Timoteo aprendiera lecciones más importantes que las
siguientes: «Cosas que mi madre me enseñó», escritas por un autor desconocido:
Mi madre me enseñó la lógica:
«Porque yo lo dije, y así es».
Mi madre me enseñó el humor:
«Cuando la cortacésped te corte los dedos de los pies, no
vengas a mí corriendo».
Mi madre me enseñó sobre la relación sexual:
«¿Cómo crees que llegaste hasta aquí?».
Mi madre me enseño sobre recibir:
«Verás lo que vas a recibir cuando lleguemos a casa».
Mi madre me enseñó sobre la justicia:
«Un día de estos tendrás hijos y espero que salgan como
tú».
Mi madre me enseñó sobre la religión:
«Es mejor que ores para que se quite la mancha de la
alfombra»2.

Mientras más edad tienen los hijos, más difícil es la tarea de enseñarles a obedecer. La lección de obe-
diencia se tiene que enseñar en el hijo a edad muy temprana. El honor y el respeto por los padres son el
«jardín de infancia» del aprendizaje de la obediencia. Éxodo 20:12 registra el primer mandamiento de
Dios con promesa: «Honra a tu padre y a tu madre, para que disfrutes de una larga vida en la tierra que
te da el SEÑOR tu Dios». Este mandamiento encierra el secreto de la longevidad, que es mejor que tro-

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tar o comer bien: honrar a los padres. Los que obedecen reciben la resultante promesa de disfrutar una
«larga» vida en la tierra de Dios,
Existe un vínculo entre el principio y la práctica. Los hijos que aprenden el respeto paterno al principio
de la vida, comprenderán la necesidad de obedecer sólidos principios a través de la vida; y que resulta en
salud y bienestar. En el Antiguo Testamento, la tierra de la promesa es un tipo y símbolo de la vida de
bondad, gozo y paz que Dios determina para sus seres creados. Aun así, para disfrutar estas bendiciones
de modo continuo, debemos obedecer los principios de la buena vida prescritos por el Creador del uni-
verso y «descritos» en la experiencia de vida de Jesucristo en su encarnación.
Es triste que muchos elementos de la cultura tóxica actual socaven el respeto y la autoridad paterna. A
un promotor de la música rock contemporáneo, que ha catapultado a muchos artistas hacia el estrellato,
se le preguntó cómo lo hacía. Ando a la caza de alguien que odiarán sus padres», respondió 3. Una cufia
que se ponga entre padres e hijos puede ser la plataforma de lanzamiento a corto plazo, y el ascenso me-
teórico a la fama de la música rock, pero a largo plazo es una mortal cualidad para sostener la calidad de
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vida.
3. Enséñales pureza a tus hijos
El tercer principio es enseñarles pureza a nuestros hijos. La evidencia es que Eunice y Loida (la abuela
de Timoteo eran mujeres enérgicas y auténticas que eran líderes. Sin duda una de ellas, quizá las dos, le
enseñaron a Timoteo cómo fue que Salomón instó a su hijo para que buscara sabiduría y de esa manera
se librara de la impureza sexual (véase Proverbio 19). Salomón le dijo a su hijo (y a todos nosotros) que
si hacia eso, «andarás por el camino de los buenos y seguirás la senda de los justos» (Proverbios 2:20).
Los sistemas de Internet y la televisión de hoy en día proveen «control parental» en forma de tecnolo-
gías avanzadas, incluyendo programas (los llamados «chips V») que bloquean cierto contenido. Tam-
bién existe un sistema de clasificación para los discos compactos y juegos de vídeos que se debe exigir
en las tiendas. Sin embargo, el mejor «control parental» sigue siendo los padres. Nosotros tenemos que
ser el «filtro» que proteja los ojos, oídos y corazones de nuestros hijos de la violencia e inmoralidad se-
xual tan imperante en nuestra sociedad.
Cuando se trata de los medios, tas mamás y los papás deben ponerse de acuerdo en cuanto al estableci-
miento de límites para sus hijos. Estos límites deben ser cuantitativos y cualitativos. O sea, debe haber
limitaciones establecidas en cuánto tiempo el niño puede pasar delante del televisor o computadora, o
escuchar música. También es necesario establecer salvaguardias respecto al contenido. En otras pala-
bras, no es para el bien de hijo de diez años de edad que asista a una película prohibida para menores,
aun si argumenta que es el único habitante del planeta que no ha visto la película
Ahora bien, le advierto algo. La vigilancia de los medios en su hogar y en la vida de su hijo requiere
trabajo. En especial cuando considera que en el hogar estadounidense promedio hay tres televisores,
tres vídeos, tres radios, tres caseteras, dos sistemas para escuchar discos compactos, un sistema de jue-
gos de vídeo y una computadora personal. Es posible que uno se sienta abrumado al supervisar el uso
que su hijo da a todos estos aparatos, ¡pero el padre que se preocupa de verdad y que desea enseñarle
pureza, a su hijo buscará la manera de hacerlo!
Cualquier otra cosa que sea, esa «manera» va a involucrar tiempo y participación de los padres. Si per-
mites juegos de vídeo, dedica tiempo a jugarlos con tus hijos. Vean juntos películas y programas de te-
levisión. Cultiva los gustos y las decisiones musicales de tus hijos. Supervisa el uso de la computadora,

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en vez de enviar a tu hijo a otra habitación para que navegue solo por Internet. En otras palabras, los
padres comprometidos con enseñar pureza a sus hijos no van a sucumbir ante la actitud paterna que se
practica tanto en nuestra cultura de «sácalos del medio, quítamelos de encima, deja que sean ellos los
que tomen sus propias decisiones».
Muchos padres no enseñan principios de pureza porque han perdido la visión de lo que es limpio y de-
cente a través de décadas del equivalente moral de «quedarse mudos». Con el tiempo, puede ocurrir un
descenso lento hacia la desviación moral. Sin embargo, también puede ocurrir un ascenso hacia un en-
tendimiento cada vez mayor de la pureza. El método para enseñar a los hijos los elevados principios
morales se puede comparar con subir una escalera.
Primer peldaño: límites (niñez temprana hasta mediados de niñez). En esta etapa, los padres deben enfo-
carse en decir no. Los niños que aún no son capaces de comprender principios morales entenderán que
hay limitaciones saludables sobre el comportamiento.
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Segundo peldaño: consecuencias (niñez tardía hasta mediados de la adolescencia). En este nivel, los
niños pueden comenzar a «conectar los puntos». A medida que los niños van desarrollando la capacidad
de entender, los padres deben enseñarles sobre la ley de sembrar y cosechar. No solo hay que hablarles
de la relación entre las decisiones morales y sus resultados, también hay que permitirles experimentar las
consecuencias. A veces los padres tendrán que quitar la mano protectora y dejar que el niño lidie con los
resultados de comportamientos errados.
Tercer peldaño: principios (adolescencia tardía). Cuando los niños comienzan a prepararse para dejar el
nido familiar los padres deben instruirlos en las verdades profundas de los principios morales. En estas
conversaciones, los padres pueden enlazar todas las etapas. Los límites se establecieron a tiempo antes
de que tuvieran la capacidad de entender, porque las acciones y los comportamientos tienen consecuen-
cias; ahora el niño aprende que la vida no se vive solo sobre la base de decisiones pragmáticas, sino ba-
sándose en principios eternos.
Cuando subimos a nuestros hijos por estos tres peldaños estarán capacitados para marcharse a la univer-
sidad, ingresar al matrimonio o a la fuerza laboral con un panorama completo, entendiendo por qué la
vida de pureza es importante.

4. Enseña a tus hijos sobre el dinero


Tales principios y verdades no son etéreos ni teóricos, sino que tratan con la realidad de la vida diaria.
Así que el cuarto componente en el currículo paterno debe ser uno de los elementos principales del dia-
rio vivir: enseña a tus hijos a manejar el dinero. «Honra al SEÑOR con tus riquezas y con los primeros
frutos de tus cosechas» (Proverbios 3:9). El principal diezmo es que honramos al Señor devolviéndole
una porción de lo que nos ha dado. Los hijos necesitan aprender esto a temprana edad. Es más, esta será
una clave para ayudarlos a entender y aprender cómo manejar sus finanzas con responsabilidad.
Al separar «los primeros frutos», tu presupuesto familiar tiene una norma que guía todos los gastos. Por
lo tanto si comprar un auto nuevo amenaza nuestra capacidad de diezmar debemos escoger un vehículo
más económico. La administración financiera responsable siempre gira en torno a las prioridades de
gastos. Cuando Dios ocupa el primer lugar en presupuesto, todos los demás artículos se ordenarán en
relación con esa primera prioridad. Esta es una de las cosas que Jesús quiso decir cuando en Mateo 6:33
expresa que debemos busca «primeramente» el reino y el carácter de Dios, y «todas esta cosas les serán
añadidas».

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¿Qué constituyen «todas estas cosas»? Lo explica el contexto de las declaraciones de Jesús.
«Por eso les digo: No se preocupen por su vida, qué comerán o beberán; ni por su cuerpo, cómo se vesti-
rán. ¿No tiene la vida más valor que la comida, y el cuerpo más que la ropa? Fíjense en las aves del cie-
lo: no siembran ni cosechan ni almacenan en graneros; sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No
valen ustedes mucho más que ellas? ¿Quién de ustedes, por mucho que se preocupe, puede añadir una
sola hora al curso de su vida? [.,.] Así que no se preocupen diciendo: «¿Qué comeremos?» o «¿Qué be-
beremos?» o «¿Con qué nos vestiremos?» Porque los paganos andan tras todas estas cosas, y el Padre
celestial sabe que ustedes las necesitan» (Mateo 6:25-27,31-32).
Jesús nos dice que si le damos a Dios el primer lugar en la mayordomía de nuestros recursos materiales,
¡todas las demás piezas encuentran su lugar apropiado!
Por lo tanto, debemos enseñarles a nuestros hijos sobre el dinero, comenzando con la mayordomía. Les
sugeriría que comiencen dándoles a los chicos una pequeña mesada que aumente de forma gradual a
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medida que crecen. Enséñenles cómo asignar las porciones. Dejen que sus hijos los vean depositar su
ofrenda en el plato de la iglesia. Luego dejen que él sostenga el plato y deposite su ofrenda. Enséñele al
niño la importancia de ahorrar una fracción de su dinero.
A medida que los niños se hacen mayores, se les debería pedir que hagan planes y asuman la responsabi-
lidad por ciertas necesidades como artículos de vestir favoritos y dinero para el almuerzo. Entonces dí-
ganles que el resto es para uso personal: entretenimiento, juguetes y otras cosas «divertidas» que no son
necesarias.
Una manera de enseñar a sus hijos cómo asignar su dinero es usando la palabra «diezmo».

D = Diez por ciento. Diez por ciento le pertenece a Dios.


I = Interés. Aparta algún dinero a fin de que gane intereses.
E(Z) = Esto es hoy. Jesús nos enseñó a orar: «Danos hoy nuestro pan cotidiano». En un presupuesto, el
elemento hoy se refiere a las cosas esenciales para la vida diaria, comida y la ropa.
M = Morada. Separe dinero para los gastos relacionados con el hogar. (Aunque a un niño no se le exigi-
rá pagar los servicios públicos, debe entender el costo de los elementos para mantener un hogar).
O = Ocio, los hijos deben entender que el entretenimiento viene al final del presupuesto, no al principio.
Eso es lo que queda después que se suplen los demás gastos. El hijo aprende a no comprar un juego de
computadora en el instante que alguien le da dinero, sino que considera los otros elementos primero.

5. Enseña una perspectiva saludable del amor


Es triste que lo que muchas personas aprenden mientras crecen es el amor al dinero y la devaluación de
las personas. Así que, el quinto principio es enseñar a tus hijos cómo amar a los demás. «No niegues un
favor a quien te lo pida, si en tu mano está el otorgarlo. Nunca digas a tu prójimo: «Vuele mas tarde; te
ayudaré mañana», si hoy tienes con qué ayudarlos (Proverbios 3:27-28). El énfasis en este pasaje está en
el amor como acción, y es lo que hace falta enseñarles a nuestros hijos.
En el mundo en el que los niños madurarán hoy ha ocurrido una masiva perversión del concepto del
amor. O bien el amor se reduce a lo físico, el acto sexual, o ante todo a una emoción en sentimental. La
Biblia nos da la perspectiva saludable, y este es el estilo de vida que debemos enseñarles a nuestros hi-

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jos. El amor puede o no ser algo que sientes, aunque el amor que haces... por otros. En la Biblia, el amor
es más un verbo que un nombre. «Nadie tiene mayor amor que este», les dijo a sus seguidores, «que uno
ponga su vida por sus amigos» (Juan 15:13, RV-60). Los padres deben enseñar a los hijos la relación
entre amar y hacer.
John Lennon, el ex Beatles y letrista, se describía socialista. Sin embargo, cuando murió, Lennon había
acumulado una fortuna de más de doscientos millones de dólares, Es teoría, los socialistas creen que las
riquezas se deben distribuir y que no debe haber separación de clases entre las personas ni ricos ni po-
bres. Por lo tanto, Lennon y muchos partidarios del socialismo como él no se pueden presentar como
ejemplos de lo que dicen que creen.
De igual manera, hay padres que les hablan a sus hijos sobre la importancia de amar, pero no apoyan lo
que dicen con su ejemplo. Los hijos observan cómo sus padres son groseros con los camareros, ofenden
al mecánico de su auto y con amargura chismean sobre las tías, los tíos, los primos y demás parientes.
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Durante la época del restablecimiento en Estados Unidos de los refugiados del sudeste asiático desgarra-
do por la guerra (en los años de 1970 y principios de los años de 1980), una familia aceptó hacerse cargo
de una madre camboyana y sus tres hijos. Los niños asiáticos presenciaron la brutal muerte que le dieron
los del Jemer Rojo a su padre. Los niños estadounidenses observaban mientras sus padres les daban la
hospitalidad de su hogar a refugiados de Camboya. Trabajando en conjunto, los familiares estadouni-
denses ayudaron a vestir a la madre camboyana y a sus hijos, prepararon a la madre para un empleo y
ayudaron a los niños refugiados para su comienzo en la escuela. Hoy los niños camboyanos se han con-
vertido en profesionales de éxito. Los chicos estadounidenses se convirtieron en expertos en otra cosa:
cómo amar a las personas de manera genuina.

6. Enseña el control de la lengua


El sexto principio que los padres deben enseñar a sus hijos es cómo controlar la lengua. Proverbios 4:24
nos aconseja: «Aleja de tu boca la perversidad; aparta de tus labios las palabras corruptas» Literalmente,
la palabra «perversidad» describe lo que está deformado o torcido. En la actualidad, todos hablamos
sobre «darle vueltas al asunto», o una interpretación favorable para un individuo, en especial lo relacio-
nado a la política.
Sin embargo, nosotros también enseñamos a nuestros hijos a ser «maestros en darle vueltas al asunto»
cuando les permitimos que le den un giro intencional a lo que pretenden comunicar. Demasiado a menu-
do nuestros hijos aprenden a «darle vueltas» a la verdad cuando exageramos, hacemos falsas reclama-
ciones y esparcimos rumores. Si queremos enseñar a nuestros hijos a comunicarse sin distorsionar los
hechos, debemos dar el ejemplo mediante las interacciones francas con ellos, y permitiéndoles que nos
escuchen hablar con sinceridad con los demás.
La segunda frase que encontramos en Proverbios 4ː24 «palabras corruptas», viene de un término hebreo
que significa «virarse hacia un lado» o «marcharse». He aquí el cuadro de una comunicación de alguien
que tiene que susurrar o hablar fuera del alcance de los oídos del afectado. El chisme es una forma de
palabras corruptas. También lo es esparcir rumores, las medias verdades y las mentiras sobre otras per-
sonas. Debemos enseñarles a nuestros hijos que sí tienen que susurrar un «secreto» sobre alguien, es
mejor no decir nada
Por el lado positivo, los padres deben enseñarles hijos a valorar las palabras edificantes. La Biblia dice
que nuestro deber es: «Anímense y edifíquense unos a otros» (1 Tesalonicenses 5:11). Debemos

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permitir que nuestra «conversación sea siempre amena y de buen gusto. Así sabrán cómo responder a
cada uno» (Colosenses 4:6). Esto significa que los padres deben concentrarse en ayudar a sus hijos a
desarrollar un vocabulario positivo, lleno de palabras que bendigan a otros. Los padres también deben
enseñarles a sus hijos la comunicación apropiada. Esto significa que aprenden lo que es adecuado en el
lenguaje y la conversación, y lo que no lo es.
No solo debemos enseñarles a nuestros hijos a expresarse forma adecuada, también debemos ser ejem-
plo al hablar como es debido. A veces, los padres aprendemos esto de la forma más difícil; como cuan-
do el pastor llega a tu casa de visita y tu pequeñita proclama; «Mi mamá dice que espera muchísimo sus
sermones, pues así puede echar una siesta antes de ir a casa y darnos el almuerzo». O cuando invitas a tu
jefe a cenar y tu hijo pregunta: « ¿Puedo tocarle la cabeza? ¡Mi papá dice que usted tiene la cabeza más
dura de todos para los que ha trabajado! » Hay conversaciones que en sí no son las adecuadas. Necesi-
tamos ayudar a nuestros hijos a conocer la diferencia.

1. Enseña a tus hijos a trabajar


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El séptimo principio es enseñar a tus hijos una ética firme de trabajo. «Perezoso, ¿cuánto tiempo más
seguirás acostado? ¿Cuándo despertarás de tu sueño?», pregunta Proverbios 6ː9. El pasaje continúa con
una advertenciaː «Un corto sueño, una breve siesta, un pequeño descanso, cruzado de brazos…¡y te asal-
tara la pobreza como un bandido, y la escasez como un hombre armado!» (vv. 10-11).
Los hijos deben aprender cómo trabajar y rendir cuentas por su trabajo. La mejor manera de hacerlo es
asignándoles tareas. Debemos establecer las expectativas sobre cómo se debe hacer el trabajo y luego
regresar para evaluar si el muchacho realizó bien la tarea asignada. Esto prepara a nuestros hijos para
unirse a la fuerza laboral con sus misiones, metas, objetivos, contenido de trabajo, planes de acción y
evaluaciones anuales.
El muchacho al que nunca se le dan responsabilidades, jamás aprende a ser responsable. Los hijos que
nunca han dado la talla en las expectativas del desempeño de una tarea fracasan en aprender la impor-
tancia de cumplir y sobrepasar los requerimientos de un jefe. Los jovencitos cuyos padres no exigen la
rendición de cuentas por la ejecución de una tarea no serán responsables. Nosotros les enseñamos a
nuestros hijos una buena ética de trabajo cuando les damos responsabilidades, establecemos expectativas
y exigimos la rendición de cuentas.

8. Enseña cómo escoger amigos piadosos


El octavo principio es enseñar a nuestros hijos cómo seleccionar amigos buenos y piadosos. Proverbios
13:20 dice: «El que con sabios anda, sabio se vuelve; el que con necios se junta, saldrá mal parado».
En 1936, Jesse Owens, un dotado atleta afroamericano, representó a los Estados Unidos en los Juegos
Olímpicos. Ese año, los juegos se celebraron en Berlín, y el mismo Adolfo Hitler asistió a la ceremonia
de apertura. Owens parecía un seguro candidato para ganar en salto de longitud. Mientras practicaba, sin
embargo, se percató de un delgado atleta alemán que en la práctica daba algunos saltos muy largos.
Owens se puso en tensión mientras pensaba en el deseo nazi de mostrar la «superioridad aria», en espe-
cial por encima de un negro.
De repente, el alemán se acercó y habló con Owens, presentándose como Luz Long. Owens se asombra-
ba mientras Long lo animaba y le hacía sugerencias de cómo podía saltar aún más lejos. Jesse Owens

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hizo con exactitud eso y estableció un récord olímpico y ganó la medalla de oro en el evento. Luz Long,
delante de Hitler, felicitó en público a Owens.
«Usted puede derretir todas las medallas y copas que tengo», dijo Owens más tarde, «y no sería un en-
chapado de la amistad de 24 quilates que sentí por Luz Long».
Una de las maneras más eficaces para enseñarles a nuestros hijos a escoger amigos es ayudándoles a
desarrollar el perfil de lo que es un verdadero amigo. Sin duda, esto incluiría el hecho de que los amigos
son personas, como Luz Long, que nos animan y nos ayudan a dar lo mejor. No obstante, la mejor ma-
nera en que podemos ayudarlos a desarrollar el perfil de un verdadero amigo es estudiando con ellos el
modelo de amistad de Jesús. Los que le obedecen, dijo Jesús, esos sus amigos (Juan 15:14). Jesús enseña
que un amigo es alguien que está dispuesto a hacer un sacrificio por otro (Juan l5:13). A medida que
nuestros hijos adquieren un cuadro claro de la amistad, serán capaces de discernir la diferencia entre
amigos y simples colegas.
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UN AMBIENTE DE APRENDIZAJE
Antiguamente, se consideraba que el meollo de una buena educación era «la lectura, la escritura y la
aritmética». Antes de eso, el currículo ideal habría incluido la filosofía, la teología, los clásicos, la geo-
grafía y la ciencia. Con todo, no importa lo fabuloso del currículo, si el contexto (el sistema de entrega y
el ambiente) no es el adecuado, el estudiante no aprenderá.
El joven Timoteo estudió en un contexto adecuado. Pablo nos dice en 2 Timoteo 1:5 que había una «fe
sincera» que caracterizaba a Eunice y Loida. Las lecciones que le enseñaban a Timoteo no eran las ton-
terías de un libro de texto seco de una teoría irrelevante. Las lecciones que enseñaban eran de lo que se
desbordaba de sus ricas vidas. Su metodología consistía en vivir ante Timoteo su propia y profunda rela-
ción con Jesucristo. Quizá siguieran el ejemplo de Jesús enseñar mediante parábolas con las que Timo-
teo se podía relacionar. Cuando Eunice y Loida contaban las historias y hacían las aplicaciones, Timoteo
veía su propia excelencia del carácter y comprendía su instrucción como principios vivientes.
Es posible que la mayor lección que aprendemos de Timoteo, Eunice y Loida sea que nuestros hogares
son las escuelas más importantes a las que nuestros hijos asistirán, y nosotros somos los maestros más
importantes que nuestros hijos tendrán.
Cuando nos demos cuenta de esto, criaremos hijos que no solo tendrán información, sino sabiduría para
la vida.

PREGUNTAS PARA LOS PADRES


1. ¿Cuáles son algunas de las esferas de la paternidad en la, que necesitas ser un aprendiz?

2. ¿Qué elementos de la educación de un niño deben ser la prioridad del hogar?

3. ¿Quién fue el mejor maestro que tuviste y qué fue lo que hizo a esa persona tan eficiente?

4. ¿Cuál es la mejor forma de aprender de cada uno de tus hijos?

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UNA PALJBRA PERSONAL
Dedicaras tiempo para estar con tus hijos.

¿Cómo saben tus hijos que los amas? «Porque se los digo».

Papá y mamá, eso no es suficiente. Este capítulo te ofrece principios probados y certeros para darles a
tus hijos lo que más necesitan de ti. «¿Amor?» Sí, en la forma de tu tiempo.
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MANDAMIENTOS 5
DEDICARAS TIEMPO PARA ESTAR CON TUS HIJOS
¿Cómo lidiar con una mamá que nunca quiere pasar tiempo con uno? Llega a casa del trabajo, se prepa-
ra la cena y se queda en su habitación toda la noche durmiendo y mirando televisión. Cuando entro a su
cuarto para conversar con ella, se enoja conmigo».
Esta fue una de las muchas notas escritas por jóvenes que asisten al retiro anual de nuestra iglesia en la
playa. Cada verano, me siento muy privilegiado de acompañar a más de mil estudiantes de secundaria y
del instituto a una de estas excursiones de una semana para diversión y crecimiento espiritual. Durante
la semana, les pedimos a los chicos que escriban declaraciones o preguntas sobre su hogar o sus padres.
Uno de nuestros estudiantes de secundaria respondió a una pregunta que se le hizo en uno de estos reti-
ro. La pregunta era: «Sí se escribiera un libro sobre tu familia, ¿cuál sería el título?». Su respuesta dice
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mucho: Hola, papá. Adiós papá.


Estos dos jóvenes expresan el quebranto de corazón de tantos niños y adolescentes que anhelan pasar
tiempo de calidad con sus padres. Los hijos igualan el amor con el tiempo. Es más, si les pidieras a los
chicos que deletrearan la palabra «amor», responderían T-l-E-M-P-O.

DESENMASCARA EL ANTIGUO MITO


Existe un antiguo mito que todavía expresan los padres de hoy: «Quizá no pase tiempo en cantidad con
mis hijos, pero les doy tiempo de calidad». La verdad es que el tiempo debe de cantidad y calidad. La
ecuación no se balancea de ninguna otra manera. Nuestros hijos reconocen lo importante que son para
nosotros por la cantidad de tiempo que pasamos a su lado. En la planificación del tiempo, nuestros hijos
deben estar cerca del primer lugar.
David fue un ejemplo de un hombre que no sabía donde colocar a sus hijos entre las prioridades. En
cuanto complacer a Dios, David era un hombre «conforme a su corazón [de Dios]» (1 Samuel 13:14,
RV-60; Hechos 13:22). El pastor-rey de Israel era un genio militar, un monarca de éxito, un músico y
poeta talentoso. Era un prodigio. Sin embargo, las vidas de sus hijos tuvieron un fin desastroso. ¿Cómo
pudo ocurrir esto? No hay duda alguna que los hijos de David heredaron algo de los dones y talentos de
su padre, y crecieron en la lujosa comodidad del palacio del rey. No obstante, sus vidas terminaron en
tragedia.
La Biblia dice que «todos han pecado» (Romanos 3:23), y de seguro David prueba la idea. Como resul-
tado de su relación adúltera con Betsabé, David ordenó la muerte de su esposo, Urías. Y el juicio de
Dios le siguió: la espada nunca se apartaría de la casa de David (véase 2 Samuel 12:10). Desde luego,
esa consecuencia afectó a los hijos de David, pero esto no explica del todo lo sucedido a sus descendien-
tes.
La experiencia de tres hijos de David: Absalón, Támar y Amnón, según se registra en 2 Samuel 13, nos
dan una pista. Amnón era el medio hermano de Tamar y Absalón, y estaba chiflado por Tamar que era
muy hermosa. Amnón la deseaba con tanta pasión que hasta se sentía enfermo. Junto con un amigo,
Amnón tramó un complot para violarla, y David, ajeno a lo que pasaba en su propia casa, se convirtió en
un peón en el plan.

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Amnón fingió estar muy enfermo y le pidió a su padre el rey que le enviara a Tamar para que lo aten-
diera. Cuando Tamar se presentó, Amnón la violó. David se enteró de lo sucedido... y no hizo nada al
respecto (2 Samuel 13:21). Los requerimientos de la Ley de Dios eran claros: Debían ejecutar a Amnón.
Aun así, debido a que era el hijo de David, el rey no pudo llevar a cabo el castigo.

LA IRA IMPLACABLE
Absalón no tuvo tales reservas. Como su padre el rey no hizo nada, él haría algo. Aunque esperó dos
años, Absalón vengó a su hermana, Tamar, arreglando el asesinato de Amnón. Entonces, temiendo la ira
de David; Absalón huyó. Vivió tres años exiliado en Guesur, lejos de su padre. A pesar de eso, el cora-
zón de David anhelaba a su hijo, y trajo a Absalón de regreso a Jerusalén. No obstante, David no podía
deshacerse por completo de su ira, así que le prohibió a Absalón ver su rostro.
Pasaron dos años más, y al fin le permitieron a Absalón entrar a la presencia de David. Cinco años, me-
dia década de indignante y volcánica ira en Absalón por la violación de su hermana, la furtiva traición
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de su medio hermano y el rechazo de su padre se endureció como lava que se vuelve piedra. El corazón
de Absalón se volvió contra su padre, David, y tramó el derrocamiento del rey. Ahora le tocaba a David
huir de Absalón. Enseguida el hijo usurpó el vacío de poder que dejó su padre. Como si esto fuera po-
co, Absalón organizó destacamento para perseguir a David.
De joven, David se vio obligado a huir del rey Saúl. Ahora, al final de su vida, David huía de su propio
hijo.
David envió a sus soldados para que se enfrentaran Absalón y su ejército. Les dijo a sus generales que
trataran bien a su hijo y no le hicieran daño. Todavía esperaba una reconciliación y la sanidad de la re-
lación.
Sin embargo, Joab, uno de los bravíos guerreros de David pasó por alto la orden. Mató a Absalón.
El grito de angustia de David todavía hechiza la historia: Absalón, hijo mío. ¡Hijo mío, Absalón, hijo
mío! ¡Ojalá hubiera muerto yo en tu lugar! ¡Ay, Absalón, hijo mío, hijo mío!» l Samuel 18:33). La
muerte hubiera sido una tierna caricia en el alma herida de David, pero no vendría ni lo liberaría del do-
lor que había devastado a su familia y a su vida personal.
Cinco años de descuido, ¿y quién sabe cuántos más?, tuviera su efecto. David estaba dispuesto a dar su
vida por la de su hijo pero no le daría su tiempo.

Quizá los hijos de David se sentían como el joven cuyo padre actuaba como un sargento de instrucción.
Cada mañana después del desayuno, colocaba a los hijos en una fila rígidamente derecha para inspec-
cionarlos a fin de asegurarse que los dientes estaban cepillados, las narices estaban limpias, el cabello
estaba en su lugar, los oídos lavados y tas camisas bien planchadas y metidas por dentro. Después de la
inspección venían las órdenes del día. Al final, el hijo menor de este hombre se cansó. Cuando el padre-
sargento se acercó al pequeño cierta mañana de inspección, el chico lo miró con fijeza y dijo; « ¿Señor,
alguna posibilidad de que me transfieran fuera de este grupo de "gallinas"?».

SÉ UN AMIGO
Los hijos de David bien pudieron haber hecho la misma pregunta. A pesar de todo este vasto material de
recursos y talentos, David no era amigo de sus hijos e hijas. Es cierto, algunos padres van demasiado
lejos. Como la madre que vive en lugar de su hija animadora, o el padre que se deleita en la siembra de

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avena silvestre de su hijo. Los hijos necesitan padres y madres, no padres que traten de ser igual que sus
demás compañeros y amigos.
En vez de tener una amistad de compañeros con sus padres, los hijos necesitan una amistad de amigo.
Una amistad de amigo saludable tiene los siguientes componentes:
Los padres están presentes.
Los padres están disponibles.
Los padres escuchan.
En el hogar de David la atmósfera y el resultado habrían sido diferentes si David hubiese sido un
«AMIGO» para sus hijos.

SÉ UN AMIGO QUE ESTÉ PRESENTE


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Respecto al tiempo designado


Para estar presente con nuestros hijos, debemos separar tiempo en nuestro calendario para estar con
ellos. En ciertas formas, el difunto Bob Pierce era un héroe de la fe. También ilustra la necesidad de que
los padres tengan una presencia constante con sus hijos. Viajando por Corea después de la guerra allí, su
corazón misionero se conmovía por el sufrimiento de la gente, en especial de los niños. Bob Pierce pro-
metió hacer algo al respecto. Pasó varios años viajando por el mundo, estableciendo el ministerio inter-
nacional que se conocería como Visión Mundial.
Sin embargo, en el proceso Bob tenía que dejar a su familia por largos períodos, a veces llegaba a diez
meses. Marilee Pierce Dunker, la hija de Bob, escribió un libro sobre crecer con Bob como padre, titula-
do Days of Glory, Seasons of Night. En el libro describe la filosofía que guió a Bob Pierce: «Hice un
acuerdo con Dios de que yo cuidaría de sus indefensas ovejitas del extranjero, si El cuidaba de las mías
en casa».
Muchos de nosotros hacemos pactos reclamando a Dios como socio cuando en realidad Él no tiene par-
te en esto. Al parecer ese fue el caso de Bob. Uno de sus hijos se suicidó, Bob perdió su matrimonio y él
pasó por un solitario camino hacia la muerte.
Quizá Dios no sería el socio en el pacto de Bob en cuanto a su familia porque la Palabra de Dios dice:
«El que no provee para los suyos, y sobre todo para los de su propia casa, ha negado la fe y es peor que
un incrédulo» (1 Timoteo 5:8). Sin duda, Bob fue un buen proveedor en cuanto a las necesidades mate-
riales de su familia. Sin embargo, por el testimonio de su hija, fallo al proveer la mayor de sus necesida-
des: su presencia en la forma de tiempo pasado con ellos.
Los hijos necesitan experimentar la presencia diaria de sus padres. Es cierto que algunas madres y pa-
dres tienen empleos que requieren viajar. Aun así, es vital, incluso que bajo esas circunstancias, la «pre-
sencia» con los hijos, ya sea mediante frecuentes llamadas telefónicas, correos electrónicos u otros me-
dios de comunicación dirigidos a cada hijo en la familia. Se debe transmitir el mensaje que el hijo es la
máxima prioridad en el calendario diario familiar de un padre.
Aprovecha la espontaneidad

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En medio de la planificación del tiempo, de los padres no debemos olvidar ser espontáneos. La esponta-
neidad es maravillosa para las cosas divertidas que «surgen de repente». Cada familia necesita sorpresas
y espontaneidad. Es fabuloso cuando papá llega a casa y dice: « ¡Vamos a comer pizza!». A decir ver-
dad, los chicos disfrutan mucho cuando, sin aviso previo, mamá anuncia un picnic.
Por supuesto, no debemos depender de la espontaneidad para llenar todo el calendario relacional. La
espontaneidad se debe equilibrar con el tiempo programado: interacción planeadas y calculadas entre
padres e hijos. Se deben planificar las comidas, la oración en conjunto, la hora de acostarse, juegos, la
lectura, a fin de que se conviertan en oportunidades para la enseñanza, para promover la conversación y
forjar relaciones.
Cal Ritpken, futuro miembro del Salón de la fama del Béisbol expresó que el mejor consejo que escu-
chara jamás sobre ser padre fue la idea de que cada hijo es un casete en blanco que corre sin cesar y gra-
ba información. El compañero que le dio este consejo le preguntó a Calː« ¿De quién es la información
que quieres en ese casete?». Con su mirada penetrante, Cal respondió: « ¡Mi información!».
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El input es el medio por el que llega la información al casete. Muchísimos padres fallan para programar
las «sesiones de grabación» con sus hijos. Debido a que no tienen tiempo para estar presentes con sus
chicos, las mamás y los papás se convierten en poco más que un ruido de fondo en el casete de las vidas
de sus hijos. He descubierto que los hijos son muy diestros a la hora de filtrar el ruido de trasfondo y
concentrarse en lo que ellos sienten que es importante.

La inclusión del tiempo de espectador


Un segundo tipo de tiempo de participación de los padres con los hijos es el tiempo de espectador.
Nuestros hijos necesitan que los observemos mientras ejecutan sus talentos y habilidades y que aplau-
damos sus logros. A Tomás le encantaba nadar. Siempre que su padre lo llevaba a la piscina del vecinda-
rio, solía gritar: « ¡Papi, mira lo que puedo hacer!». Entonces Tomás se lanzaba del borde de la piscina
con un torpe y descoordinado chapoteo. En su mente, Tomás era como un experto saltador olímpico. El
padre de Tomás falló al entender que su pequeño hijo buscaba aprobación y respeto del hombre más
importante en su vida, así que apenas levantaba la vista del libro que leía o del trabajo que hacía al lado
de la piscina. El padre no tenía la más mínima idea de cuánto necesitaba su hijo que lo observara saltar
en la piscina y vitorearlo por su gran logro.
Cuando Tomás creció, era insoportable y arrogante. Siempre deseaba ser el centro de atención. Lo cierto
es que era un hombre hambriento del tiempo de espectador. Esa falta de nutrición emocional saludable
influyó tanto en su comportamiento como en un adulto privado de alimentos le limita su desarrollo físi-
co.
Entre las primeras cosas que les he dicho a cada congregación que he pastoreado es que mis hijos ten-
drían la prioridad adecuada dentro de mí calendario. La congregación entendía que esto era para mí tan
importante que, si uno de mis hijos tenía un partido durante la hora que debía estar en el pulpito, asistiría
al partido. Siempre podían conseguir un sustituto, pero mis hijos no conseguirían un papá sustituto. Eso
quizá parezca una decisión extrema, pero los esfuerzos extraordinarios les demuestran a nuestros hijos lo
importante que son.

La inclusión del tiempo especial

Digitalizado por: Francisco Galban Alvarez


Una tercera oportunidad para estar presente con nuestros hijos es durante los tiempos especiales. Para la
mayoría de las familias la vida fluye en una rutina establecida , desplazándose dentro de los bien defini-
dos canales del trabajo, la escuela, los quehaceres del hogar, la iglesia, los deportes, las clases de música
y el descanso. Los tiempos especiales son como grandes bahías abiertas que de pronto ensanchan el es-
trecho canal, proveyendo placenteros interludios en medio de rutina. Estos incluyen vacaciones familia-
res, viajes de camping, excursiones a parques de diversión o la asistencia a una actividad especial.
Los tiempos especiales son los que producen recuerdos duraderos; las historias familiares divertidas que
se cuentan una y otra vez. A Jo Beth y a mí nos encanta estar con nuestros hijos y sus familias. Es rara la
vez que estemos reunidos que uno de los chicos no diga: «Mamá y papá, ¿recuerdan la vez en que...?»
Lo que sucede después es un tesoro familiar.
Los padres deben ser intencionales en cuanto a los tiempos especiales. Revise su calendario familiar y
designe fechas y planifique las ocasiones que irán a sus libros de recuerdos. Algunas familias planifican
tiempos especiales cada tres meses y otras lo hacen una vez al mes. Hasta podrían tener tiempos especia-
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les semanales, tales como ir a ver una película familiar, a comer pizza en su lugar favorito o a un parque
local.

SE UN AMIGO DISPONIBLE
Acerca de tiempos no programados
Además de los tiempos programados, también hay tiempos no programados. Esto nos lleva al compo-
nente «disponibles» de una relación de amigo saludable. Los hijos no siempre actúan basados en nues-
tras agendas tan bien planificadas, con elaborados detalles y tan intencionadas. Es más, ¡debe existir
alguna ley de la naturaleza no escrita donde se estipula que los hijos se acercarán a sus padres con las
preguntas filosóficas de la vida más profundas, en los momentos más inconvenientes! En vez de sentir-
nos culpables, debemos ver estas «interrupciones» como oportunidades de primera para mostrarles a
nuestros hijos que estamos dispuestos a soltarlo todo con tal de estar disponibles para ellos.
También es cierto que a los niños hay que enseñarles cuando no deben interrumpir, ni a esperar que los
padres siempre respondan a cada capricho. Debemos darles a nuestros hijos un adecuado enfoque y evi-
tar los extremos de o bien malcriarlos por pasarlos por alto.
Imagina que tu jefe se presenta un día y dice: «Este proyecto es vital para nuestra compañía, y es por eso
que se lo entrego a usted». De un solo golpe el jefe te elogio y te creo más tensión, Trabajas en los pun-
tos importantes del proyecto, y te enfrentas asuntos que solo el jefe puede contestar. Así que, vas por los
canales adecuados y llamas por teléfono a su secretaria. Le dices que tienes que ver al jefe porque nece-
sitas una respuesta sobre el proyecto que te asignó.
La secretaria te hace esperar y luego regresa.
semanas
Das golpecitos en el escritorio con los dedos y examinas los papeles mientras escuchas la monótona mú-
sica de fondo del sistema telefónico. Después de varios sofocantes momentos, la secretaría regresa a la
línea.
puede recibirlo.

Digitalizado por: Francisco Galban Alvarez


Al colgar el teléfono, tienes plena conciencia de que el proyecto en realidad no es tan importante, des-
pués de todo.
Ahora, ponte en los zapatos de tus hijos. Cuando se te acercan, con lo que consideran problemas urgen-
tes y tú no les brindas, literalmente, ni un minuto de tu día, también se hundirán en un abismo de la in-
significancia. Concluyen que las preguntas que atormentan su mente o los problemas que queman su
alma no son lo bastante importantes para ti. O peor aún, concluyen que no son lo suficiente importantes.

Repaso de las prioridades


Todos los padres deben hacer con regularidad un repaso de las prioridades. Todos ejercemos papeles
múltiples, cada uno con su propia serie de demandas y prioridades. Cada cierto tiempo, todos necesita-
mos sentarnos a los pies del Señor en oración y con su Palabra y preguntarnos: ¿Qué demandas de mi
tiempo tienen un significado eterno?
Esas son las únicas que ameritan tu mayor atención y esfuerzo.
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En un capítulo anterior hablamos sobre el criterio de Jesús para establecer prioridades en cuanto al dine-
ro. Sus mandamientos de buscar primeramente el reino de Dios también se ajusta al establecimiento de
un justo orden de prioridades en cuanto al tiempo. Recuerda, Él dijo que si usáramos el reino como
nuestra única norma para determinar lo que es importante, «todas estas cosas les serán añadidas» (Mateo
6:33).
El problema con muchos de los que estamos en el servicio vocacional cristiano es que confundimos la
identidad de los intereses del reino. Pensamos que es la iglesia o el movimiento que dirigimos o servi-
mos, cuando en realidad es la familia. La institución original que dedicó Dios para el avance del intere-
ses de su reino en el mundo fue la familia. Estar disponible para tus hijos en esos tiempos no programa-
dos es una de las facetas más importantes para colocar bien esa prioridad.
Cuando nuestros muchachos crecían, me parecía siempre querían hablar a última hora los sábados por la
noche. Ahora bien, presentar sermones todas las semanas es como un estudiante de la universidad que
tiene que presentar un trabajo de clase cada siete días o un candidato a doctor enfrentando un salón lleno
de académicos para un examen oral. Mis sábados por la noche eran intensos mientras daba los toques
finales y me preparaba para enfrentar la congregación a las pocas horas.
Un sábado por la noche cuando era pequeñito. Ed entró como un bólido en nuestro cuarto y comenzó a
hablar como un resonante avión a reacción. Al final, dijeː «Hijo, aún tengo este trabajo. Hablaremos en
otra ocasión, ¿está bien?». Todavía me parece verlo salir corriendo de regreso a su cuarto.

«Lo mejor es que escuchemos»


Sentí que había resuelto la situación de manera satisfactoria; es decir, hasta que habló Jo Beth. «Edwin,
cuando quieren hablar, no importa cuándo sea, pienso que lo mejor es que escuchemos».
Jo Beth tenía razón. (Casi siempre la tiene). Desde esa noche, ha habido muchos sábados por la noche en
los que me preguntaba cómo lograría terminar mi trabajo y si sería brillante en el pulpito o un incoheren-
te ministro tratando de permanecer despierto durante su propio sermón. A pesar de eso, no importaba;
decidí estar a la disposición de mis hijos. A través de los años mis hijos y yo hemos conversado sobre
las citas amorosas, la presión de los amigos, la tentación y todos los demás asuntos relacionados con la

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adolescencia. Jo Beth y yo tomamos la decisión de estar disponibles... punto. Los padres deben extender
ante sus hijos una puerta abierta, un corazón abierto y una agenda abierta. Evita darles a tus hijos una
constante señal de estar ocupado. Permite que sepan que estás a su disposición.
Kurt Warner, seleccionado en una ocasión como el jugador más valioso de la Liga Nacional de Fútbol
Americano, es uno de los más dotados quarterbacks en el fútbol profesional. Este campeón del partido
final de la temporada profesional americana es también un comprometido seguidor de Jesucristo. Cuan-
do su equipo, los Rams de Saint Louis, ganó el partido de la conferencia rumbo al campeonato de la
Liga, hubo una enorme celebración. Los organizadores de la fiesta querían que todos los miembros del
equipo estuvieran presentes. Ya te imaginarás la desilusión cuando Warner rechazó la invitación.
«Lo siento, muchachos», dijo. «No puedo participar de su celebración porque le prometí a mi familia
que estaría en casa con ellos».
Esa noche, Kurt Warner se sentó a comer pizza con su esposa e hijos. Los chicos le regalaron una tarjeta
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decorada con los colores azul y dorado del equipo de los Rams, y montones de corazoncitos. La tarjeta
decía: «Eres un papá tan estupendo como un quarterback»l. Los hijos de Kurt Warner sabían ocupaban
el primer lugar en la lista de prioridades de sus padres porque lo tenían a su disposición.

SÉ UN AMIGO QUE ESCUCHA


Tiempo de quietud con tu hijo
La presencia y la disponibilidad involucran el tercer elemento de ser un AMIGO para tus hijos: escu-
char. Esto significa que además del tiempo programado, debe haber también tiempos de quietud. Hay
períodos cuando los padres solo tenemos que cerrar la boca, abrir nuestros oídos, ojos y Corazones, y
dejar que hablen nuestros hijos. Es más, la presencia y la disponibilidad no significan mucho si un padre
no escucha a sus hijos.
Ben, nuestro segundo hijo, se me acercó cierta mañana mientras leía el periódico. Tenía algo que decir-
me. «Sí, hijo, te escucho», le dije. « ¿Qué quieres decirme?»
Masculló algunas palabras, pero debido a que mi nariz estaba aún en el periódico, no entendía mucho de
lo que trataba de decir. Al final, exasperado por completo, me quitó el periódico de delante dijo: « Quie-
ro ver tus ojos, papá!».
Le dije que lo escuchaba. Sin embargo, Ben sabía que solo escuchaba. Esta es una gran incapacidad pa-
terna: oír, pero no escuchar.

Mensajes ocultos
Tu hija cierra de golpe el libro de matemática y dice: « ¡Odio la matemática! ¡Creo que esto jamás será
bueno para alguien y, además, odio a mi maestra y mi maestra me odia a mí! » ¿Cuál es el mensaje que
trata de comunicar? La mayoría de nosotros contestaría; Odia la matemática y su maestra no cae bien.
No obstante, lo que tu hija quizá esté tratando decir es: «No entiendo esta matemática, y estoy demasia-
do atrasada y avergonzada para pedir ayuda. ¡Me parece que voy a desaprobar!».
A veces parece que nuestros hijos hablan una antigua lengua sánscrita o algún tipo de código secreto,
cuando, en realidad, el problema está en nosotros y nuestra incapacidad de escuchar... es decir, de ver-
dad.

Digitalizado por: Francisco Galban Alvarez


Hay otros escenarios en que casi todos los padres tienen experiencia. Tu adolecente pone los ojos en
blanco cada vez que hablas. Tu hija se inquieta, buscando una vía de escape cuando tratas de hablar con
ella. Tu hijo sale disparado de la habitación antes de que digas una sola palabra. Debido a estos y mu-
chos otros comportamientos, muchos padres se sienten alejados de sus hijos. Si las «mujeres son de Ve-
nus y los hombres de Marte» (como argumentó el autor John Gray), ¡a veces parece que nuestros hijos
son de otra galaxia! Puede que también sean pequeños seres verdes con antenas por orejas.
Por un lado, esta actitud hace que el padre se aleje o aparte o que por el otro lado sea abusador en lo
emocional o lo físico.
Tales padres se hunden en el punto de vista de W.C. Fields que dijo: «La persona que odia los perros y
los hijos no puede ser tan mala».
En vez de abrumarse con las aparentes incompetencias a fin de hacerse comprender, los padres deben
intensificar sus esfuerzos para comprender. Y eso significa escuchar de verdad lo que los hijos dicen
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detrás de los códigos y las murmuraciones.

MITAD NIÑO, MITAD ADULTO


La adolescencia significa «mitad niño» y «mitad adulto». Los jóvenes que se arrastran por este peligroso
pasadizo a menudo parecen alejarse de sus padres. Hay dos motivos. Primero, el adolescente despierta a
un deseo por su propia identidad. Durante estos años es que los hijos entienden que su familia ha defini-
do por completo su identidad. Ahora desean ser su «propia persona». Debido a que los padres represen-
tan la familia, y el adolescente quiere alejarse de una identidad determinada en su totalidad por la unidad
familiar, el hijo adolescente se alejará de los padres. Esto es parte del crecimiento. La buena noticia es
que si los padres enfrentan esta etapa con entendimiento y destreza, a la larga su hijo regresará a la fami-
lia como el punto fundamental de identificación y pertenencia.
La segunda razón por la que alejan de sus padres es que la madre y el padre representan la niñez para el
joven. Al procurar desplazarse hacia su identidad, los adolescentes también intentan avanzar hacia la
adultez.
Tomando prestada la frase de Génesis, los adolescentes «dejan y se unen» (véase Génesis 2:24). Dejan
atrás la niñez con los padres como su símbolo primario y se unen a la independencia e identidad que ven
como «adultez».
Así que como padres no debemos darle mayor importancia de lo que es en realidad a los ojos en blanco,
ni a los portazos, ni a las salidas impetuosas de la habitación. No cabe duda que duele cuando nuestros
chicos ya no quieren correr ni saltar sobre nuestras rodillas, ni darnos un beso de despedida cuando van
para la escuela. Sin embargo, no debemos tomar estas actitudes como algo personal. Nuestros hijos cre-
cen y atraviesa doloroso proceso de descubrir la vida fuera del fuerte vínculo de un círculo familiar. En
este período es vital para los padres oír y escuchar. A veces no se «escucha» mediante una forma audi-
ble, sino a través de la comunicación visual del lenguaje corporal y las expresiones faciales. También en
este punto es que los padres necesitan buscar maneras de seguir involucrados en las vidas de sus hijos
sin acorralarlos.

CUANDO UN NIÑO SE CIERRA

Digitalizado por: Francisco Galban Alvarez


Cuando José cumplió diecisiete años, su padre, Ernesto, pudo reconocer las señales de la cada vez ma-
yor participación de su hijo en pandillas. De niño, José, sus padres y herma estaban muy unidos. Las
líneas de comunicación abierta significaban que había una saludable interacción en la familia. Sin em-
bargo, a los diecisiete años, se cerró.
Un viernes por la noche, José no llegó a la hora establecida, así que Ernesto se fue a buscar a su hijo.
Ernesto se había encargado de conocer la comunidad en que crecían sus hijos. Conocía todas las guari-
das de las pandillas. A medianoche encontró a su hijo sentado sobre un latón de basura en un callejón
junto con otros jóvenes cuya vestimenta y peinados los identificaban a las claras como miembros de una
pandilla.
Ernesto sabía que no podía usar los métodos disciplinarios que daban resultados cuando José era niño,
En su lugar, decidió buscar la forma de participar en la vida de su hijo, pero dejarlo que se desarrollara
como adulto. Debido a que entendía a su hijo, Ernesto sabía que la principal razón de que a José le in-
teresara la pandilla era debido fascinación por las armas de fuego. Ernesto reconoció que de alguna ma-
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nera tenía que convertir esta peligrosa situación en algo positivo.


A Ernesto nunca le interesaron las armas, ni jamás tuvo una. Ahora decidió comprar un rifle y aprendió
a dispararlo. En su próximo cumpleaños, José se sorprendió al descubrir que su papá le había comprado
también un rifle. Ernesto y José comenzaron a ir a un campo de tiro donde, juntos, aprendieron la mane-
ra de usar las armas. Al final, Ernesto y José se convirtieron en compañeros de caza. Pasaban juntos tan-
tos viernes por la noche y sábados, acampando y cazando, que José no tenía tiempo para la pandilla.
Ernesto procuró comprender a su hijo y se ocupó de los intereses del adolescente a fin de profundizar su
relación.
Este papa entendió la importancia del tiempo. Trabajo largas horas y a menudo hubiera deseado pasar un
viernes en la noche tranquilo y un sábado de descanso, en vez de pasarlo durmiendo en una casa de
campaña y haciendo caminatas por los matorrales. Sin embargo, Ernesto sabía que podía decirle a su
hijo lo mucho que lo amaba hasta que se le cayeran los dientes, pero que si a José le daba poco o nada de
su tiempo, solo lograría incrementar la frustración y el enojo del muchacho. Los chicos saben que el
padre y la madre que dicen que los aman le darán su tiempo.

EL ETERNO ENFOQUE DEL PADRE


Antes, hablamos sobre la desastrosa generación de David. Salomón fue una excepción, al menos
por parte de su vida. Cuando Salomón dedicó el templo que construyó, Dios le habló de manera audible
e inconfundible. «Mi nombre [estará] en ella para siempre; y en ella estarán mis ojos y mi corazón todos
los días», dijo Dios (1 Reyes 9:3, RV-60). El Señor se refería al arca del pacto, la caja construida por
Moisés según la orden y especificaciones de Dios. El arca representaba la presencia literal de Dios. En-
tonces, en el año 70 d. C, destruyeron el templo y el arca se perdió. No obstante, la promesa de Dios
permanece. ¿Cómo podemos nosotros hoy tener el nombre, los ojos y el corazón del Padre por siempre?
Bajo la era del nuevo pacto que trajo Jesús, cuando recibimos a Cristo como Salvador, nuestros cuerpos
se convierten en templo del Espíritu Santo (1 Corintios 6:19). Jesucristo mora en nosotros, el Espíritu
Santo nos capacita y la promesa dada a Salomón y por medio de él continúa en nuestras vidas.
Como Dios ha hecho por nosotros, así nosotros debemos hacer con nuestros hijos. Debemos darle nues-
tro nombre, ojos y corazones. Y nos convertimos en su AMIGO porque estamos presentes en los tiem-
pos programados, disponibles en los tiempos no programados y escucharlos en los tiempos de quietud.

Digitalizado por: Francisco Galban Alvarez


Hace años, la columnista Abigail van Buren de «Dear Abby» hizo la siguiente pregunta a sus lectoresː
«Si pudieras volver a hacerlo otra vez, ¿tendrían hijos? ». Diez mil personas respondieron. De estas,
siete de cada diez contestaron que no. O sea el ¡setenta por ciento dijo que de tener vida para volver a
hacerlo, no tendrían hijos! Había dos razones primordiales: Los hijos son una responsabilidad muy
grande, y les roban demasiado tiempo a la libertad personal de los padres.
La respuesta reflejó el énfasis cultural contemporáneo del amor propio como la suprema prioridad de los
individuos hoy en día. Sin embargo los padres aprenden que el amor propio debe ocupar su lugar, pero
no debe ser el enfoque total al criar una familia. El verdadero amor, como señalamos en un capitulo
anterior, es sacrificial. Y para los padres, eso significa dar nuestro tiempo a nuestros hijos.

PREGUNTAS PARA LOS PADRES


1. Si pasas tanto tiempo en tu negocio como el que pasas con tus hijos, ¿sería tu negocio un éxito o
un fracaso?
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2. ¿Controlas el tiempo o el tiempo te contra a ti? ¿Las actividades espontáneas con tus hijos for-
man parte de la programación de tu tiempo?
3. ¿Las actividades espontaneas con tus hijos forman parte de la programación de tu tiempo?
4. ¿Qué oportunidades les das a tus hijos de tenerte como «espectador», observándolos desplegar
talentos y habilidades?

UNA PALABRA PERSONAL


Disciplinaras a tus hijos

He aquí el capítulo que muchos de ustedes han estado esperando. Es el capítulo más largo del libro. Tal
parece que esta es la esfera de la crianza de los hijos en que estamos más inseguros y la que genera más
preguntas. No te preocupes, la Biblia es clara, si amamos a nuestros hijos, los disciplinaremos. Este ca-
pítulo te ayudará a discernir la diferencia entre disciplina y castigo y te dará consejos prácticos sobre la disci-
plina positiva y saludable

Digitalizado por: Francisco Galban Alvarez


MANDAMIENTO 6

DISCIPLINARÁS A TUS HIJOS.


Los papás y las mamás tienen una tarea sobrenaturalː Deben ser padres, no amiguitos de sus hijos. Los
amiguitos de la niñez se consienten entre sí y refuerzan comportamientos, malos o buenos. En contras-
te, los padres proveen uno de los mayores regalos que un hijo jamás recibiráː la disciplina.
En mayo de 2003, Estados Unidos se conmocionó con la grabación en vídeo de una pelea de iniciación
en un suburbio de Chicago. Las escenas que mostraban a jovencitas adolescentes atacándose unas a
otras con las entrañas de animales, excremento y objetos sólidos eran escalofriantes. La video cinta se
transmitió una y otra vez mostrando a las adolescentes recogiendo botellas, latas y vasos de cerveza
mientras la iniciación se intensificaba en violencia y crueldad. Tal parece que la cerveza para las meno-
res de edad la suplieron sus padres.
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«EI asunto ha exasperado los ánimos», dijo Liza Porteus en un noticiero de la cadena de televisión Fox,
«entre los que creen que muchos padres quizá se preocupen más por ser un amigote de sus adolescentes
que un padre o una madre, en detrimento del desarrollo de los chicos y la fortaleza de la familia»1.

EL «QUIÉN» DE LA DISCIPLINA
La señora Porteus informó sobre una campaña de la asociación para una América Libre de Drogas, ins-
tando padres a actuar como adultos. «Les avisamos a los padres que los chicos tienen amigos; ellos ne-
cesitan padres», dijo Howard Simón, un ejecutivo de la asociación. «Es importante que los padres re-
cuerden que sus hijos, ya sea que lo admitan o no anhelan que establezcas reglas y límites [...] Es proba-
ble que este sea el trabajo más importante que tengas en tu vida».
Y eso requiere que los padres sean partidarios de la disciplina. Como Howard Simón señaló: «Los chi-
cos necesitan que les pongas reglas de cómo guiar su comportamiento»2.
Cuando estaba en la universidad, servía como director de jóvenes en una iglesia. Cierta noche me infor-
maron que uno de los adolescentes de nuestra iglesia intentó suicidarse. Un policía me pidió que acom-
pañara a un agente a la casa para recuperar la nota de suicidio. Cuando regresé a la sala de emergencia
del hospital, los padres se lamentaban, repitiendo una melancólica frase: «Hicimos todo lo posible. ¿En
qué fallamos? Hicimos todo lo posible. ¿En qué fallamos?».
Los padres han estado lamentándose así por generaciones. Puedes rastrear el problema que ya existía en
el Antiguo Testamento donde encontramos la triste historia de Elí y sus dos hijos, Ofni y Finés. Elí era
un sacerdote temeroso de Dios, pero sus hijos solo le temían a perderse una «juerga». La Biblia los des-
cribe como «unos perversos que no tomaban en cuenta al SEÑOR» (1 Samuel 2:12). La palabra hebrea
traducida como «perversos» significa literalmente «hijos de Belial». En lengua moderna, el término se
podría traducir «promotores del infierno». Aunque a menudo estas palabras se consideran inaceptables
en una conversación respetuosa, son muy descriptivas. Transmiten la idea de llevar los desechos y la
inmundicia del lodo hirviente del infierno hasta el nivel de la conducta humana rutinaria.
La Biblia lo dice de esta manera:
Elí, que ya era muy anciano, se enteró de todo lo que sus hijos le estaban haciendo al pueblo
de Israel, incluso de que se acostaban con las mujeres que servían a la entrada del santuario.

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Les dijo: «¿Por qué se comportan así? Todo el pueblo me habla de su mala conducta. No,
hijos míos; no es nada bueno lo que se comenta en el pueblo del SEÑOR. Si alguien peca
contra otra persona, Dios le servirá de árbitro; pero si peca contra el SEÑOR, ¿quién podrá
interceder por él?» No obstante, ellos no le hicieron caso a la advertencia de su padre, (1
Samuel 2:22-25)
Elí sabía lo que sucedía con sus hijos. Sabía que eran culpables de blasfemia, falta de reverencia por
Dios e inmoralidad sexual. Elí estaba enfermo ante el conocimiento de que sus hijos eran unos promoto-
res del infierno. Y el infierno fue lo que recibieron. Los hermanos trajeron condenación «a su familia
para siempre», dice 1 Samuel 3:13. Elí y «su familia» estaban bajo juicio, dice 1 Samuel 3:12, debido a
que no disciplinó a sus hijos. Elí sabía lo que pasaba, como muchos padres, andaba en negación y cegue-
ra auto inducida. No tuvo que preguntar; « ¿En qué fallé?». Elí sabía lo que hacían sus hijos y no tomó
cartas en el asunto a fin de disciplinarlos y corregirlos.
Es posible que Elí albergara la misma esperanza que tienen algunos padres de que alguna otra persona se
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encargara poner a sus hijos bajo control. Sin embargo, eso no resulta esa manera. Los que aman, cuidan
y tienen el más alto nivel de visión por un hijo debe ser el que le administra la disciplina a ese joven. En
la mayoría de los hogares, el «quién» de la disciplina es el padre. La disciplina forma parte del llamado,
la responsabilidad y contenido de trabajo de los padres.

«PROPIEDAD» SIGNIFICA RESPONSABILIDAD


A Walter le encanta el agua y los botes. Era solo joven cuando compró su primer barco. Su enfoque era
lanzarse al agua y divertirse. «Me quedé pasmado y sorprendido cuando al convertirme en un dueño de
barco me di cuenta que asumía ciertas responsabilidades con la propiedad», dijo años después. Entre
esas responsabilidades estaba el mantenimiento del barco y su motor. Walter tenía que asegurarse cam-
biar el aceite, limpiar los desagües, de que las líneas de combustible estuvieran bien conectadas y que
funcionaran los pantoques.
Lo mismo es cierto con los padres. Las mamás y los papás descubren que tener hijos es una «negocia-
ción amplia». Hay abundantes experiencias alegres que vienen con ser un padre, pero existe también la
responsabilidad del «mantenimiento», eso incluye la disciplina.
A fin de cuidar como es debido a nuestros hijos deben conocer la diferencia entre disciplina y castigo.
En este libro, usaré los términos indistintamente, aunque hay algunas distinciones importantes a notar,
como se muestra a continuación en «Disciplina contra castigo».
Disciplina contra castigo

DISCIPLINA

propósito.
hacia el individuo bajo autoridad de modo que lo ayude a dar lo mejor de sí.
CASTIGO

Consecuencias
cuando esta se usa mal

Digitalizado por: Francisco Galban Alvarez


hacia el que está bajo autoridad de modo que se proteja al individuo de daño o de
perder lo que es mejor.
Cuando los padres confunden la disciplina y el castigo, dan por sentado que todo tipo de disciplina es
negativo y tratan de apartarse de ella. La disciplina es el «positivo esencial» y el castigo es a veces el
«negativo necesario». Un hijo en desarrollo va a necesitar el equilibrio de ambos.
Considera de nuevo a Ofni y Finés. Eran jóvenes de oportunidades. Su padre, al fin y al cabo, era el su-
mo sacerdote. Elí, en la estructura de la nación; estaba a la altura del rey. Si Elí hubiera disciplinado a
sus hijos, los habría guiado a destinos magníficos y fructíferos. Sin la disciplina, los muchachos se diri-
gieron a un sombrío e inevitable destino de castigo.

ESTILOS DE DISCIPLINA ENTRE LOS PADRES


El padre autocrático
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Hay varios estilos de disciplina paterna3. El padre autocrático es un dictador en el hogar. «Es a mi mane-
ra o para la calle», imponen tales padres sin rodeos. A cada momento, los hijos de padres autocráticos
escuchan frases como: «Lo harás a mi manera si no ya verás», o « ¡No preguntes por qué! ¡Porque lo
dije yo!». Los padres autocríticos son fuertes en el castigo o amenaza de la disciplina, pero débiles en las
relaciones. Son muy fuertes y poco sensibles.
George Brackman, consejero familiar, dice que los padres autocráticos les dan resoluciones definitivas a
sus hijos como: « ¡Haz esto, si no ya verás! ». «No hay diálogo ni respeto por la posición o petición del
hijo [...] no hay espacio para llegar a un arreglo», escribe el doctor Brackman. Los padres autocráticos
«dan órdenes y esperan obediencia inmediata, sin preguntas».
Los padres autocráticos tienden a desarrollar hijos que resienten la autoridad y son limitados en la expre-
sión personal. Los adolescentes que viven con padres autocráticos a menudo, son rebeldes. La frustra-
ción se desarrolla a medida que crecen los hijos y los estilos autocríticos dejan de dar resultados. Aun
así, debido a que no se han establecido líneas de comunicación entre el padre autocrático y su hijo, solo
existe silencio... con frecuencia doloroso y airado.
El padre permisivo
EL padre permisivo se enorgullece en las relaciones establece, pero es débil al proveer la disciplina que
establece límites necesarios y desarrolla seguridad en el hijo. Una madre permisiva diría: «Amo tanto a
mis hijos que no puedo castigarlos». Comete dos errores. Primero, confunde el castigo y la disciplina, y
segundo, cree que el castigo y el amor se oponen.
Además de no ser dados al castigo, hay otras características de los padres permisivos. En realidad, no
quieren tener control, sino preferirían que sus hijos regularan su propio comportamiento. En la actitud de
un padre permisivo, la razón prevalece por encima del poder. Si tienen padres permisivos los hijos ten-
drán muy pocas, si existe alguna, responsabilidad hogareñas. Estos se desarrollarán como personas im-
pulsivas se escandalizarán cuando más tarde en la vida descubran que sus jefes no los consultan siempre
en cada decisión normativa.

Digitalizado por: Francisco Galban Alvarez


Es más, según un estudio, los hijos de padres permisivos «son más propensos a tener comportamiento
problemático y menor rendimiento en la escuela»5. Sin embargo, tendrán «un nivel de autoestima más
elevado, mejores destrezas sociales y niveles de depresión más bajos»6.
Muchos padres permisivos se criaron en hogares permisivos. Les ensenaron que podían hacer todo lo
que quisieran, y ese es el mensaje que les transmiten a sus hijos. Es posible que sus hijos desarrollen y
perfeccionen sus mismas destrezas, incluyendo la manipulación y la utilización de personas a fin de con-
seguir lo que quieren.
En el sentido más puro, los padres permisivos no aman a sus hijos. Si fuera así, pagarían el precio y ha-
rían los sacrificios necesarios con el propósito de proveer la disciplina. El amor no es lo opuesto a la
disciplina.

El padre indiferente
El amor es lo opuesto al tercer estilo de crianza: el padre indiferente. Este tipo de padre o madre, es débil
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en la disciplina y en forjar relaciones. Lo que el hijo escucha de tal padre es: «No me importa». Dichos
padres van desde no participar en las cosas de sus hijos hasta el descuido absoluto. Reducen la interac-
ción con sus hijos. Los hijos de padres indiferentes crecen para ser exigentes en exceso. Carecen de do-
minio propio y se niegan a cumplir hasta las normas y reglas razonables. También manifiestan agresión.
Cuando Jasón era un adulto, volvió la vista atrás a una niñez que consideraba sin preocupaciones ni obs-
táculos, y reconoció que no era tan divertido como pensaba. Cada sábado, sus padres comenzaban a be-
ber y así continuaban por el fin de semana. Para el domingo, lo único que podían hacer era dormir todo
el día.
Este patrón comenzó cuando Jasón tenía apenas cinco años de edad. Como hombre adulto, comprendió
el peligro de que dejaran sin atención a un pequeño niño. Los padres de Jasón pocas veces le dijeron que
lo amaban, así que creció con la sensación de que sus padres eran indiferentes. Años después, el padre y
la madre de Jasón se convirtieron en serios seguidores de Jesucristo y le pidieron perdón a su hijo. Sin
embargo, el camino a la adultez fue escabroso para Jasón, que tuvo que vencer sus propias luchas con el
alcohol, la pérdida de empleos y los fracasos matrimoniales.
El padre relacional
Al otro extremo del espectro de los padres de Jasón encuentra el padre relacional. Las mamás y los pa-
pás que fortalecen relaciones tienen un buen entendimiento de sus hijos a través del tiempo que pasan a
su lado. Conocen los distintos límite que necesita cada hijo.
Los padres relaciónales se preocupan lo suficiente como para disciplinar a sus hijos. Estos padres en-
tienden la vital verdad disciplinaria de que las reglas sin relación producen rebelión. Expresar amor con
palabras sin dar tiempo crea enojo. Muchos hijos son rebeldes y gruñones porque los crían padres que no
se relacionan.
Antes consideramos a los padres autocráticos. Los padres relaciónales son autoritarios sin ser autocráti-
cos. Poseen el equilibrio de ser exigentes y sensibles. La investigadora de la Universidad de California
Diane Baumrind descubrió que tales padres usan métodos disciplinarios que ante todo brindan

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autoritarios ejercen control sobre sus hijos, pero debido a que los entienden, edifican en la flexibilidad.
Ponen límites, pero promueven la independencia. Los límites definen el «campo de juego», la «arena de
actividad», en vez de ser vallas que aprisionan. Los padres relaciónales exigen de sus hijos, pero les ex-
plican las razones de dichas exigencias. Tales padres permiten el diálogo, de modo que sus hijos logren
expresar sus opiniones.
La persona que desarrollan estos padres sabe cómo actuar como parte de un equipo. El hijo desarrolla
confianza en sí mismo y madura en la esfera de la dependencia propia y la responsabilidad. En lugar de
ser adultos inquietos y en constante estado de desarrollo y búsqueda de «mejores pastos», ya sea en el
matrimonio o en el trabajo, las personas formadas por padres autoritarios y relaciónales tienden a tener
contentamiento.
Hay volúmenes de investigación y bibliotecas llenas de libros sobre «cómo criar hijos». Con todo, si
queremos convertirnos en padres que nos relacionemos de manera adecuada con nuestros hijos, que
ejerzamos autoridad, no tiranía, y disciplinemos con eficiencia, vamos a necesitar amor, intuición y sa-
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biduría sobrenatural. Nuestra relación con Dios determinará la calidad de nuestra relación con nuestros
hijos.

EL «DONDE» DE LA DISCIPLINA
Dónde se lleva a cabo la disciplina es tan importante como quién la administra. Cuando disciplinamos a
nuestros hijos, debemos hacerlo en privado, no en público. En nuestra relación con el Padre celestial,
sabemos que la mayoría de las veces Él nos disciplina de maneras muy personales. Las personas que
tienen una relación saludable con Dios saben que su interés no es humillarlos. Es cierto que cuando es-
tamos en peligro, a veces nos va a corregir de una manera que todos lo vean. De modo que esto no es
diferente a la madre amorosa que le grita a su hijo cuando este se lanza a cruzar solo la calle. Muy a me-
nudo, Dios nos habla con un «suave murmullo», aun cuando nos disciplina.
Un padre nunca debe reprender ni castigar con severidad a su hijo delante de otras personas. En al me-
nos un caso, el padre fue el humillado. En septiembre de 2002, a Madelyne Gorman Toogood le negaron
un reembolso en una tienda de Indiana. Ya irritada, la frustración de la señora Toogood aumentó por el
llanto de su pequeña hija. Puso de nuevo a la niña en el asiento trasero de su auto, y una vez adentro
comenzó a pegarle y a tirar del cabello de la pequeña de cuatro años de edad, mientras el incidente lo
grababa la cámara del estacionamiento del centro comercial. Al final, la señora Toogood se presentó
ante las autoridades y dijo que sus acciones
No necesitaban descripción, sin embargo, debido a que las acciones de Toogood se transmitían sin cesar
por las pantallas de televisión a través de Estados Unidos.

Toma tiempo para calmarte y pensar


Los padres considerados llevarán a sus hijos a un lugar privado para disciplinarlos. Esto les brinda la
oportunidad de calmarse y pensar bien las cosas antes del castigo. Cada vez que castigaba a mis hijos
con enojo, la severidad del castigo era desproporcionado con la ofensa. Haría absurdos, absolutistas e
irrazonables pronunciamientos como: « ¡Jamás volverás a manejar el auto!»; o: « ¡Te voy a mandar a
una escuela tan lejos que no te veremos hasta que te gradúes!». Es importante que los padres que están a
punto de castigar a sus hijos den un paso hacia atrás, esperen a que los ánimos se enfríen y que nunca
disciplinen enojados.

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Existe un lugar apropiado para castigar, y hay un lugar adecuado para criar a un hijo. Aquí en Tejas,
incluso en el siglo veintiuno, todavía hay vastos ranchos de ganado administrados por verdaderos vaque-
ros y vaqueras. La gente de ciudad quizá piense que el mejor lugar para criar ganado es en un corral
donde es fácil darles agua y alimentos a los animales. Sin embargo, el corral no es el mejor lugar para
criar ganado, debido a que es muy restringido y limitante. Otros tal vez piensen que debería ser a campo
abierto, sin cercas, todo, eso tampoco es ideal para la crianza de ganado porque los novillos vagabun-
dean, se enlodan en los pantanos, caen por los barrancos y son presa fácil de los depredadores.

Los apacentaderos cercados son mejores


El mejor lugar para criar ganado es en un gran apacentadero rodeado por una cerca. Este es el mejor
bovino del mundo. El ganado tiene amplio espacio, pero hay límites que les impide vagar por el mal
camino. Y el ganado está agrupado lo suficiente cerca para que el ranchero pueda contarlo y estar al
tanto de ellos.
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Un padre autocrático dice: «Pon estos «perrillos» en corral donde pueda vigilarlos de cerca y dirigir sus
vidas todos los días». A pesar de eso, los chicos no tienen espacio para crecer y desarrollarse.
El padre permisivo y el padre indiferente declaran: « Solo
triste que los hijos se vean atrapados en el lodo de la vida o, lo que es peor, se los traguen los depredado-
res.
John Derbyshire, un periodista inglés, escribe sobre problema de « ¡la vida!». Cita de la novela La ho-
guera vanidades, de Tom Wolfe, la descripción de un maleante callejero acusado de robo al que lo
acompañaban tres amigos a su audiencia en un tribunal criminal de la ciudad de Nueva York. Cuando ve
a sus amigos, el maleante callejero dice; «Fuera de aquí... ¡regresen a la vida!».
« ¡La vida!» estaba en la amplia tierra sin cercas de vagabundeo, el equivalente del siglo veintiuno a la
espantosa tierra de Nod donde vivió Caín (véase Génesis 4). Derbyshire interpreta « ¡la vida!» como
sigue:
La música pop y los películas estupendas […] la jerga actual y la ropa de moda [...] tras-
nochar e ir a fiestas, interactuar con el sexo opuesto, hacer cosas que tus padres te dijeron
que no hicieras, hacer cosas que son un poco ilegales, impropias o peligrosas [...] Para
cierto tipo de persona, ¡la vida! ejerce una irresistible atracción gravitacional. Es proba-
ble que ejerza alguna atracción sobre cualquier adolescente saludable.
Derbyshire tiene razón. Cada generación ha tenido su versión de « ¡la vida!». Sin embargo, su preocupa-
ción radica en la «acción y el efecto de la vida bohemia de nuestra cultura». En épocas pasadas, siempre
hubo normas morales y limitaciones sociales, pero ahora todas las cercas están en el piso y el amplio
campo de acción donde se experimenta « ¡la vida!» es un lugar peligroso.
El mejor lugar para criar a un hijo es en un apacentadero (no pretendo bromear). Hace falta que sea lo
suficiente amplio para un apacentamiento serio y que satisfaga la curiosidad. Aun así, hay que cercar
este apacentadero, junto con límites que se establezcan con sumo cuidado. A medida que los hijos cre-
cen, los padres tendrán que extender las cercas. Los hijos necesitarán un espacio siempre creciente de
libertad a fin de tomar decisiones y asumir responsabilidades. Los padres sabios extienden el campo

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donde sus hijos puedan desarrollarse, y saben cuándo deben dejar las cercas en su lugar. El «dónde» de
la disciplina es, entonces, el apacentadero bien cercado.

EL «PORQUÉ» DE LA DISCIPLINA
El «porqué» de la disciplina se encuentra en Hebreos 12:5-7, donde Dios dice que no se debe tomar su
disciplina a la ligera
Dios los está tratando como a hijos. ¿Qué hijo hay a quien el padre no disciplina?».
El pasaje de Hebreos dice que Dios nos disciplina porque nos ama. Cuando disciplinamos a nuestros
hijos, indicamos nuestro amor por ellos. El hijo del padre indiferente no tiene sentido de valor ni autoes-
tima. Parece que al padre o la madre no le importa mucho corregir al chico, ni traerlo de regreso al buen
camino cuando está descarriado. La disciplina es un trabajo difícil, agobiante y exigente, y cuando disci-
plinamos a un hijo, le decimos que lo amamos lo suficiente como para hacer el trabajo.
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Hebreos 12:7 nos da otra razón por la que Dios nos disciplina. Al hacerlo, nos reafirma que pertenece-
mos a su familia. La disciplina del Padre celestial en tu vida es una de las maneras en que sabes que eres
un hijo que naciste de nuevo y que tienes el poder del Espíritu. Cuando disciplinamos a nuestros hijos, el
mensaje tácito es: «Estás en la familia, dentro del círculo de amor y cuidado. Eres de alta prioridad para
mí».
Una tercera razón para la disciplina está en Hebreos 12ː9, el cual dice que «aunque nuestros padres
humanos nos disciplinaban, los respetábamos. ¿No hemos de someternos con mayor razón, al Padre de
los espíritus, para que vivamos? ». La disciplina crea respeto. Un elemento esencial para disfrutar de una
vida plena y productiva es honrando a los padres (véase a Éxodo 20:12). Esa es la responsabilidad de
los hijos. A pesar de eso, los padres y las madres tienen la responsabilidad de nutrir ese honor. Es posi-
ble que nuestros hijos nunca nos honren ni nos respeten si es que no proveemos una disciplina que sea
positiva, saludable y firme.
Hebreos 12:10 señala que nuestros padres terrenales disciplinaban por un breve tiempo, como mejor les
parecía pero Dios lo hace para nuestro bien, a fin de que participen de su santidad». Dios nos disciplina
para nuestro bien, y los padres humanos también deben hacer lo mismo por sus hijos por la misma ra-
zón. La disciplina crea carácter y santidad en la vida de una persona. Es por eso que la disciplina no es
negativa, sino positiva. La disciplina apropiada motiva y edifica.
En Hebreos 12:11 hay una quinta razón por la que Dios disciplina a sus hijos. «Ninguna disciplina, en el
momento de recibirla, parece agradable, sino más bien penosa», dice la Escritura, «sin embargo, después
produce una cosecha de justicia y paz para quienes han sido entrenados por ella». La disciplina trans-
forma la vida. La cosecha de justicia es ese rico, sabroso y nutritivo estilo de vida que es vital y vigente
en el sentido más profundo. Cada padre debería desear ese tipo de vida para sus hijos, y la disciplina es
esencial para lograrlo.

EL «CÓMO» DE LA DISCIPLINA
Entonces, ¿cómo disciplinamos a nuestros hijos? ¿Cuáles son las formas, los métodos y las técnicas?
Sobre este tema se ha escrito muchísimo, pero vamos a considerar algunas cosas básicas.
Disciplina verbal

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Primero existe la disciplina verbal. Mi madre era especialista en este tipo de forma disciplinaria. Muchas
veces hubiera preferido el cinturón de mi padre a las palabras de corrección de mi madre. Las palabras
disciplinarias son medios eficaces en el arsenal de disciplina de los padres.
Sin embargo, debe haber ciertas pautas. Los padres deben evitar lo que los políticos llaman ataques ad
hominem. Esta es una agresión a la misma esencia de la identidad y el ser de la persona. Una cosa es
usar palabras para señalar un mal comportamiento, pero otra es decirle a un hijo que es un inútil, estúpi-
do o malvado. Esto es lo que Jesús tenía en mente cuando habló sobre el peligro de llamar a una persona
«necio» (Mateo 5:22, RV-60) en el sentido de que denigramos y agredimos la personalidad de alguien
en vez de disciplinar sus acciones.
La disciplina verbal debe actuar mediante una economía estricta. Si repetimos las mismas fórmulas o
clichés una y otra vez, nuestras palabras pierden su significado. La disciplina verbal debe ser bien defi-
nida, enfocada y penetrante. Las palabras se embotan cuando demasiado a menudo las lanzamos al mis-
mo e inquebrantable blanco.
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La disciplina del castigo


El castigo es una segunda forma de disciplina. Las restricciones se imponen en actividades especiales.
Enviar a un hijo a su habitación por un tiempo específico es otra faceta, del castigo. También podría
incluir el acto de privar al hijo de algún objeto favorito. El «descanso» es una versión abreviada de a
reacción, en la que el padre le exige al hijo que se calme y restrinja sus actividades con el fin de que le
preste debida consideración al comportamiento que motivó la disciplina
La disciplina de « ¡quita las manos!»
« ¡Quita las manos! » es otra forma de disciplina. La dinámica operacional para este método disciplina-
rio es el principio de sembrar y cosechar. Después de esfuerzos exhaustivos por animar, señalar, aconse-
jar, reprender, reconvenir, castigar y obligar, llega un punto en el que debes quitar tus manos de protec-
ción y dejar que el niño coseche todo lo que ha sembrado.
Este principio lo encontramos detallado en Romanos 1 «La ira de Dios viene revelándose desde el cielo
contra la impiedad e injusticia de los seres humanos, que con maldad obstruyen la verdad», dice el ver-
sículo 18. Sin embargo nota el momento en que se manifiesta la ira de Dios: solo después que la gente
ha recibido tanta revelación de verdad y advertencias sobre las consecuencias de desobediencia que
«obstruyen la verdad» para llevar a cabo su rebelión. Los versículos 10 y 20 proceden a explicar que
Dios dado pasos increíbles con tal de mostrarle a la humanidad como debe vivir y comportarse.
Debido al continuo rechazo a los intentos divinos de guiar a la gente hacia estilos de vida constructivos,
al final los entrega a sus malos deseos y a sus consecuencias, y lo hace quitando su mano protectora
(véase v. 24).
El método « ¡quita las manos!» es como aprender a montar bicicleta. Cuando le quitas las ruedas de en-
trenamiento, el chico se caerá varias veces, pero casi siempre se vuelve a montar y sigue intentando, con
tu ayuda, hasta que aprende a equilibrar la bicicleta. Luego llega el momento de la victoria cuando se
unen todos los elementos de montar bicicleta, y tu hijo va solo a gran velocidad por la calle. Observar el
efecto del triunfo en el rostro de tu hijo vale el aterrado recuerdo de todas las caídas.
CUANDO INTERVENIR

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Hace varios años Jo Beth y yo nos encontrábamos en un picnic con uno de nuestros hijos. Apenas tenía
unos años y, como todo niño curioso, se iba a corretear. Cada vez que lo hacía, Jo Beth o yo lo traíamos
de regreso y le hablábamos sobre los peligros de andar sin supervisión. Sin embargo, no aprendió nada
nuestros discursos, y siguió andando por ahí.
En cierto momento, Jo Beth me miró y dijo: « ¿Acaso puedes creer esto? ¡Está correteando de nuevo y
esta vez se va para el bosque!»

El método « ¡quita las manos!» en acción


«Deja que se aleje esta vez», dije mientras observaba a mí hijo para asegurarme que no se fuera dema-
siado lejos.
Lo observaba a la distancia mientras caminaba sin rumbo por un sendero, recogiendo una ramita por
aquí, inspeccionando una hoja por allá. Todavía nos veía y sentía la seguridad de este vínculo visual. No
obstante, al final desapareció de la vista. En cuanto nos perdió de vista a Jo Beth y a mí, comenzó a llo-
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riquear. Enseguida, me desplacé a una posición donde pudiera verlo, pero en la que él no me divisara a
mí. Así que deambulaba de un lado a otro, y a veces corría y otras caminaba. Poco a poco surgió su di-
lema.
« ¡Estoy perdido!», dijo llorando.
Era tiempo de intervenir.
Corrí hacia él y lo cargué. «Eso es lo que sucede cuando te alejas de nosotros», le dije.
Varios años después, otro de nuestros hijos no estaba sacando muy buenas calificaciones en cierta asig-
natura, y todo debido a que no se la tomaba en serio. En repetidas ocasiones le advertí que si no comen-
zaba a estudiar y a hacer sus tareas, estaría descalificado en lo académico para jugar baloncesto. «Eso
nunca me pasará a mí, papá», respondió. Es lamentable, pero sucedió. Cuando tuvo que sentarse en el
banco durante dos partidos cruciales debido a sus malas calificaciones en la asignatura, aprendió una
valiosa lección. La disciplina « ¡quita las manos!» es difícil para el padre porque todos queremos prote-
ger a nuestros hijos y verlos tener éxito.

El método de «manos en acción»


Sin embargo, la disciplina «manos en acción», un cuarto tipo de disciplina, es aún más difícil. Por su-
puesto, casi nunca son tus manos las que usarás. La mayoría de los padres usan una cuchara de madera,
una paleta o un cinturón. Esta forma de disciplina debe ser la apropiada a la situación particular, la edad
y el sexo del niño. Los padres también deben entender cuál es el uso adecuado de la «vara».
Las «nalgadas» bíblicas se entienden en el contexto Proverbios 22:6 (RV-60): «Instruye al niño en su
camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él». En el texto original la palabra hebrea para «ins-
truye» significa «hacer algo mas angosto». La imagen que presenta es la de un pastor que dirige sus ove-
jas por un campo de gran extensión. El pastor debe mantenerlas por el camino, para que no vaguen hacia
el peligro. Así que usa una vara, no para apalear a las ovejas, sino para estimularlas y persuadirlas a que
regresen al camino angosto y definido que las lleva directo hasta el redil, el agua o el pasto.
Por lo tanto, teniendo en mente la imagen del pastor que persuade a sus ovejas en el camino, Proverbios
13:24 nos diceː «No corregir al hijo es no quererlo; amarlo es disciplinarlo». A veces un pastor que se

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niegue a usar su vara para guiar a las ovejas vagabundas a que vuelvan al camino lo despedirían. Esto
sería una demostración de que al pastor no les importan las ovejas. El padre que ama a sus hijos los va a
disciplinar con diligencia. Aquí el escritor de Proverbios está hablando sobre la disciplina correctiva.

PAUTAS PARA LAS NALGADAS


Una opción a considerar
El peor de los pastores es el que usa la vara para dar una paliza y herir. Al hacerlo, los padres pueden
hasta herir de forma mental y física a su hijo. Sin embargo, cuando se administra como es debido, el
suave uso de la vara para «persuadir» puede ser eficaz y debe ser una opción.
En un reciente estudio de la Universidad de California en Berkeley, los psicólogos investigadores Diana
Baumrind y Elizabeth Owens encontraron que el «uso ocasional de nalgadas no daña el desarrollo social
y emocional del niño»10. Baumrind concluyóː «Lo que en verdad importa es el contexto de crianza del
niño. Cuando los padres son amorosos, firmes y se comunican bien con sus hijos, estos son excepcio-
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nalmente competentes y bien adaptados, ya sea que sus padres los castigaran o no cuando eran preesco-
lares. Este tipo de disciplina, sugirió ella, lo ejercen mejor los padres autoritarios.
Baumrind también ofreció pautas para las nalgadas «apropiadas», como sigue:

 Las nalgadas se deben controlar.

 Las nalgadas deben depender del comportamiento del niño.

 Las nalgadas solo se deben administrar después que se alerta al niño.

 Las nalgadas se deben dar bajo condiciones cuando el padre usa más incentivos positivos que
negativos.

 Las nalgadas deben seguir de inmediato al comportamiento para que se corrija.

 Las nalgadas las debe dar un padre calmado.

 Las nalgadas deben hacerse en privado.

 Las nalgadas se deben llevar a cabo junto al razonamiento.

 Las nalgadas deben tener la intención de corregir, no de desquitarse.

 Las nalgadas deben ser suaves y no escalar al abuso.

 Las nalgadas no deben darse a hijos menores de dieciocho meses ni después de la pubertad12.
Añadiría que las nalgadas deben ser el último recurso, no el primero.
Estas pautas reflejan la intención bíblica de las nalgadas. Muchos padres, por ejemplo, cometen el error
de no ser sensibles a la edad del chico cuando lo castigan. La doctora Baumrind dice que a un bebé me-
nor de dieciocho meses no se le debe dar nalgadas. Sin embargo, la primera respuesta de algunas madres
y padres es pegarle al pequeño travieso cuando se dirige al enchufe eléctrico. Los niños son explora-
dores en esta etapa, y prueban las cosas al tocarlas. Las nalgadas en esta edad les envían un mensaje

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equivocado. La forma más eficaz de disciplinar en la etapa anterior a los dieciocho meses es una firme
advertencia verbal.

Coherente y específica
A propósito, la «coherencia» es la palabra más importante en la disciplina. Esa es la manera en que un
niño hace la conexión mental entre las palabras y el tono de los padres, y comportamientos que hay que
evitar.
Las nalgadas, señalamos, deben ser apropiadas según la edad y el género. No obstante, toda disciplina se
debe hacer a la medida. No existe una metodología disciplinaria de «una talla para todos». El cerebro de
mi hijo Ed parecía que no registraba nuestros mensajes correctivos hasta que su trasero sintió el ardien-
te, pero no brutal, escozor del cinturón. Ben respondía a la lógica firme y recta. Todo lo que teníamos
que hacer con Cliff era darle una severa mirada o palabra. Si hubiera usado el método de molde de galle-
ta para emplear la misma forma de disciplina con cada uno de nuestros hijos, obviando sus personalida-
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des, hubiera sido ineficiente y quizá les hubiese hecho daño.


A veces los hijos no les creen a los padres que dicen: «Esto me duele más a mí que a ti». A pesar de eso,
debo confesar que lloraba junto con mis hijos cada vez que los castigaba.
AYUDA AL NIÑO A ENTENDER El «PORQUÉ»
También es importante que el niño entienda por qué él, y tú, tienen que experimentar el dolor de la dis-
ciplina. Explícale a tu pequeño la razón del castigo. Ayúdale a establecer un vínculo entre los compor-
tamientos y las consecuencias.
Después de la explicación y las nalgadas viene el arrepentimiento y el perdón. Así como el niño debe
conectar las acciones y los resultados, también debe ser capaz de relacionar el arrepentimiento con el
perdón. Es útil enseñarle al niño el significado de arrepentimiento como «dar la vuelta» e ir hacia una
nueva y mejor dirección. Lleva al niño a reconocer el arrepentimiento y pedirle perdón a Dios y a cual-
quier persona afectada por el mal comportamiento. Entonces ayuda al niño a recibir el perdón. Muéstrale
que lo que Dios perdona lo olvida y quita de nosotros, así que no hay necesidad de que siga sintiéndose
culpable. Dale muchos abrazos.
La disciplina y el castigo son grandes oportunidades para enseñarles a los hijos la naturaleza del amor
incondicional. Como ven que los amas a cualquier precio, crecen con actitud saludable hacia ellos mis-
mos y hacia los demás. Captan el hecho de que las personas cometen errores, pero por medio de Jesu-
cristo y su gracia, siempre puede haber un nuevo comienzo. Esta es la dimensión distintiva que la verdad
bíblica trae a todo este asunto de la disciplina, y por qué la disciplina es un método tan importante en el
desarrollo espiritual, emocional y mental del hijo.

EL «QUÉ» DE LA DISCIPLINA
Ahora viene la pregunta final: ¿Qué disciplinamos?

Ocúpate de las casas pequeñas


Dos principios nos guían al contestar esta pregunta. Primero, no te preocupes por las cosas pequeñas.
Imagínate que manejas rumbo a tu casa por un campo de minas de tránsito después de un día en el cam-
po de batalla del trabajo, tienes unas punzadas de cabeza que empeoran por el ruido del metal que se

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retuerce y cruje. Tu querido hijo dejó su bicicleta en el camino de acceso, esto a pesar de tus muchas
advertencias. Te bajas del auto, mueves la bicicleta y poco apoco entras al garaje, solo para descubrir
dos cañas de pescar en el piso donde estacionas tu auto. Das marcha atrás, quitas las cañas de pescar,
vuelves a entrar y estacionas. Entonces descubres que la puerta trasera está entreabierta y el vecindario
entero se beneficia del aire acondicionado, como cortesía de tu hijo. Una vez en la casa, escuchas que el
volumen de televisor está al máximo, a pesar de haber emitido una orden prohibiendo el uso del televi-
sor a esta hora en los días entre semana. Entras al estudio, y allí está él sentado delante de la pantalla. Te
mira con una sonrisa que vale un millón de dólares y dice: « ¿Qué tal, papá?».
¿Qué harías? ¡Grrrrrrrrrrrrrrrrrr! Sin embargo, en ese preciso momento tienes que detenerte y preguntar-
te: ¿Vale la pena que la emprenda con mi hijo? Es probable que no. Sí, es irritante, pero estas infraccio-
nes apenas se pueden clasificar como felonías familiares.
La mejor manera de abordar esta situación podría ser comenzar una conversación con tu hijo que lo aleje
del televisor. Entonces podrías decir algo como: «Estoy tan estresado que necesito caminar por la
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cuadra. «Ven conmigo». Ese es el momento para discutir con serenidad y calma lo que encontraste
cuando llegaste a casa y repasar una vez mas las reglas sobre bicicletas, guardar las cañas de pescar y los
horarios de televisión.

Ocúpate de las cosas grandes


Todo esto le da mayor credibilidad cuando tengas que enfrentar las cosas importantes. Esto nos lleva al
segundo principio que debes considerar mientras piensas qué disciplinarː Ocúpate con destreza y de ma-
nera proporcional de las cosas grandes.
Las «cosas grandes» constan de tres esferas: Lo primea es la moralidad. A los niños se les debes enseñar
la diferencia entre el bien y el mal. La segunda categoría de «cosa grande» es la ética. Esto es la aplica-
ción del comportamiento a un estilo de vida moral. Tercero, ocúpate de la «cosa grande» de las conse-
cuencias físicas por las acciones del niño. Estos son los tres puntos en el campo de batalla donde marcas
las líneas claras, concisas e inconfundibles y sacas la artillería pesada, Los ejemplos incluyen las drogas
y el alcohol, la promiscuidad sexual, las palabrotas, la falta de respeto a otros y sus pertenencias, mentir,
chismear y robar.
Estados Unidos es la «superpotencia» del mundo. Sin embargo, los estrategas militares no lanzan un
proyectil nuclear a cada problema que enfrentan. Hay naciones bribonas cuyas amenazas se enfrentan
con pequeñas «acciones policiales». Hay retos mayores (tales como Iraq) que exigen pasar enseguida
a una invasión convencional y un «cambio de régimen». Revoloteando por encima de la humanidad está
la siniestra sombra de las naciones nucleares para las que Estados Unidos tiene que reservar sus propias
bombas atómicas.
En un mundo caído, siempre habrá una «superpotencia». Gracias a Dios que es una nación como Esta-
dos Unidos, que no desea ser un imperio y cuyo sistema de valores consagra la libertad para todos, y que
implementa una estrategia juiciosa para usar de su poder contra los menos poderosos, pero a veces con-
flictivos países.
En un hogar en el mundo caído, debe haber también «superpotencia». Debe ser la de los padres que
comprenden dónde, cuándo, por qué, qué y cómo disciplinar a sus hijos.

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Las madres y los padres que disciplinan con tal amplia habilidad no son solo «superpotencia», sino ¡sú-
per padres!

PREGUNTAS PARA LOS PADRES


1. ¿Qué formas de disciplina te ayudaron más cuando eras niño?
2. ¿Qué formas de disciplina fueron ineficaces en corregirte cuando eras niño?
3. ¿Cuál es la diferencia entre la disciplina punitiva y la correctiva?
Cuando se trata de disciplinar a tus hijos tus ¿muestras tus acciones que los crías en un «corral» estre-
cho, en un «campo abierto» amplio y sin límites o en un «apacentadero» cercado?

UNA PALABRA PERSONAL


Amaras a tus hijos
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Preparen sus pompones, mamá y papá. ¡Están a punto de convertirse en animadores! Necesitan ser los
mayores fanáticos de sus hijos, así que lean sobre las maneras de animar a su hijo o su hija hacia una
vida de éxito y segura, ¡Vamos a escucharlo de las águilas!

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MANDAMIENTO 7
ANIMARAS A TUS HIJOS
El estímulo es una faceta vital de la disciplina. Los padres eficientes establecen límites, no para encar-
celar a sus hijos, sino para marcar las dimensiones de su campo de libertad. La madre y los padres de
éxito se convierten entonces en animadores, animando siempre a sus hijos para que exploren, descubran
y aprovechen las oportunidades hasta los límites. Los hijos saludables saben que dentro de los límites
están la vida, la luz y una aventura emocionante. Sin embargo, fuera se vislumbran muerte oscuridad
y terror.
Muchos seres humanos consideran un ave como la más libre de los animales. Con envidia observamos
mientras las plumosas criaturas se elevan hacia las alturas, descienden con rapidez y se deslizan en el
aire. Sin embargo, hasta las aves tienen límites. Vuelan dentro de la atmósfera. Si trataran de sobrepasar
límites del cielo, se encontrarían en un oscuro y frío vacío donde la vida resistiría apenas segundos.
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Los niños y las aves se hicieron para que tuvieran maravillosas zonas para remontarse, y para que se les
animara a ascender tan alto como les sea posible sin cruzar hacia la oscuridad y la muerte.

UN ÁGUILA O UN GALLO DE LAS PRADERAS


Una vez un gallo de las praderas hembra divisó un huevo solitario. Se sentó sobre él hasta que se rompió
el cascarón, saliendo un bebé águila. Ni a los aguiluchos recién nacidos a los gallos de las praderas se les
conoce por su capacidad autorreflexión, así que ninguno entendió que el águila era un águila y no un
gallo de las praderas. El aguilucho, por lo tanto se criaba como un gallo de la pradera. Se contoneaba
según el único ejemplo que tenía de caminar, comía basura y se quedaba en el suelo.
Un día, el bebe águila elevó su vista y vio una majestuosa criatura que planeaba por el cielo. La mamá
gallina se acercó y dijo: «De nada vale contemplar a esa ave. Es un águila. Nunca serás como ella. Noso-
tros somos gallos de las praderas».
Así que el águila se pasó la vida mirando con tristeza el cielo, anhelando pasar por encima de las nubes.
Nunca entendió que era un águila, que lo único que tenía que hacer era batir sus alas y volar.
¿Estás criando águilas a gallos de las praderas?
En la Biblia encontramos una mujer decidida a criar sus dos muchachos como águilas. Por lo general,
sonreímos con burla cuando leemos sobre Salomé, la audaz madre de Jacobo y Juan. Fue la única que le
hizo una petición especial a Jesús. «Ordena que en tu reino uno de estos dos hijos míos se siente a tu
derecha y el otro a tu izquierda» (Mateo 20:21).
¡Habla de una madre presuntuosa!

LA RESPUESTA DE JESÚS
Nota, sin embargo, la respuesta de Jesús. Le dice que «el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me
corresponde concederlo. Eso ya lo ha decidido mi Padre» (v. 23). A pesar de ser uno con el Padre, en su
posición de Hijo Encarnado, estaba sujeto de forma voluntaria a ciertas limitaciones (por ejemplo, véase
Filipenses 2:5-11). Esto incluía la posición que ocuparían las personas alrededor del trono en el cielo.
Además, Jesús dijo que los mayores en su reino son los que sirven.

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Hay algo que falta en la respuesta de Jesús a Salomé. El Hombre que no tenía problema en llamarles a
los fariseos generación de víboras y volcar las mesas de los cambistas en el templo, no reprende a Salo-
mé por su aparente petición presuntuosa a favor de sus hijos. Yo deseo decir: « ¡Señora, usted es una
arrogante y está fuera de sus casillas!». En el mundo contemporáneo, Salomé sería una de esas notables
mamás del fútbol o papás de las Ligas Menores exigiendo que el entrenador le dé a su hijo torpe la posi-
ción clave en el mejor partido.
En realidad, es deplorable que esta madre tenga tan mala fama. La verdad es que era una madre especial.
Primero, fue una de las mujeres que permaneció al pie de la cruz cuando crucificaron a Jesús. Segundo,
esta incansable mujer fue una de las primeras en llegar a la tumba cuando Jesús resucitó de entre los
muertos (Mateo 27:56; Marcos 16:1).
Está bien, es posible que fuera demasiado lejos al tratar de conseguir una posición eterna para sus hijos.
Con todo, ¿acaso las madres no son así? ¿Qué hay de anormal en que desee lo mejor para sus hijos?
¿Qué hay de condenable en eso?
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Al parecer nada, pues Jesús no condenó a petición. Solo le aclaró su entendimiento de la reino.

ADELANTARSE A LOS ACONTECIMIENTOS


Salomé se adelantaba a los acontecimientos. Cuando le hizo esta petición a Jesús, pocos lo reconocían
como Mesías. La mayoría todavía lo veían como un predicador itinerante y un ex carpintero. Sin embar-
go, Salomé veía a Jesús tal y como era en realidad.
Sabía que algún día tendría un reino mayor que todos, y para sus hijos sería un gran honor ocupar los
mejores asientos en la casa. Esta señora estaba muy por delante de todos en la comprensión de la fe,
profecía y de lo que sucedía en realidad. Salomé también nos enseña sobre ver a nuestros hijos como
material de Persona Muy Importante (VIP por sus siglas en inglés). No era un gallo de las praderas, ni
tenía intención de criar gallos de las praderas. Salomé se ocupaba de producción de águilas. Quizá sus
hijos se avergonzaron por la audacia de su madre, pero en lo profundo de su ser tuvieron que animarse
por su confianza en ellos. Esto también les dio a los muchachos la oportunidad de escuchar la importante
enseñanza de Jesús sobre la autoridad, el servicio, el liderazgo y, sobre todo, la identificación con El.
Estos fueron los mismos principios que Jacobo y Juan pusieron en práctica en sus vidas. Jacobo fue el
primer apóstol en morir como mártir. A Juan se le compara con Pablo como dos de los personajes más
importantes del Nuevo Testamento, después de Jesús. Fue Juan, al principio de su vida, el que se recostó
sobre Jesús en la Ultima Cena y el que sostuvo a María mientras observaba a su hijo morir en la cruz.
Fue también Juan, en su ancianidad, al que exiliaron en la isla de Patmos y allí registro las increíbles
visiones que conocemos como el libro de Apocalipsis.
¡Jacobo y Juan se convirtieron en águilas!
Así que no debemos condenar a Salomé basándonos en un solo videoclip de su historia. En su lugar,
necesitamos observar el fruto de su vida y toda la Escritura al evaluar a esta madre. Las cosas no siem-
pre son como parecen. La Biblia nos advierte en contra de juzgar a las personas basados en las aparien-
cias (2 Corintios 10:7; Santiago 2). Una mirada más detenida y profunda a Salomé demuestra la calidad
de mujer y madre que era en realidad.

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Como todos los padres, Salomé fue un espejo en el que sus hijos podían ver su propia imagen. Lo que
vieron fue la visión de dos jóvenes tan excelentes que su madre pensó que merecían sentarse a la dere-
cha e izquierda de Jesús. Es obvio que existe el peligro de consentir a nuestros hijos con una perspectiva
engañosa. Esto sucede en un hogar donde no haya disciplina y a los hijos solo se les diga lo maravillosos
que son, sin decirles dónde necesitan mejorar. No obstante, el padre que anima dará una continua retro-
acción, junto con la corrección.
Existe otra manera en que los padres son espejos para sus hijos, y esta perspectiva quizá no sea siempre
tan positiva. Nuestros hijos nos observan y ven en lo que se convertirán cuando crezcan. Una de las for-
mas en que animamos a nuestros hijos es colocando frente a ellos una visión de esperanza, no de temor,
de que serán como nosotros.

¿DESAFÍO O ASPIRACIÓN?
A un joven que llamaré Guillermo lo humillaba sin cesar su padre, un alcohólico. El alcoholismo de su
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papá era asunto de comentarios y registros públicos. Muchas noches, la aterrada madre de Guillermo
tuvo que llamar a la policía para que la rescataran junto con sus hijos de su aterrador esposo. A Guiller-
mo le apenaba que noche tras noche los vecinos vieran el auto de la patrulla en su casa, llevándose entre
gritos a su padre. « ¡Yo nunca seré como mi padre!», prometió Guillermo. Este fue un compromiso al
desafío.
El padre de Rodrigo le presenta a su hijo una aspiración positiva. El papá vivía ante su familia, sus com-
pañeros de trabajo y su comunidad una vida tan ejemplar que Rodrigo señalaría a su padre y diría: «
¡Ese es mi papá! ¡Algún día seré como él!». Rodrigo miró el espejo del estilo de vida de su padre y vio
esperanza, una imagen positiva en la que decidió crecer.
Te advierto que los padres no son los únicos espejos que encuentran nuestros hijos, los maestros de
Marcos lo acusaban de ser tonto y vago. Así que avanzaba con dificultad por la vida, creyendo que era
tonto y vago.
Los compañeros se burlaban de las piernas de Sofía. « ¡Tienes patas de pájaro!», se mofaban. Sofía nun-
ca iba a nadar ni se ponía bonitos vestidos que pusieran al descubierto sus piernas.
Cristian era el quarterback de su equipo de fútbol americano guiando a su escuela al campeonato del
distrito. Lo aclamaban porque era un jugador de fútbol triunfador.
Marcos, Sofía y Cristian, como la mayoría de los hijos están en las cintas transportadoras de la acepta-
ción mundana. Las cintas transportadoras son dispositivos sin final, que no van a ninguna parte. Tam-
bién pueden ser peligrosas. Si una cinta transportadora se atasca de pronto cuando trotas; corres, podrías
salir disparado. Lo digo por experiencia. Muchas personas sobre la cinta transportadora del éxito aparen-
te se dan un batacazo contra el piso cuando el aplauso se detiene de repente. Se quebrantan de manera
emocional y mental. Estos tres chicos están en problemas. Mientras se vean a través de las lentes de
otras personas, nunca se verán como los ve Dios.
Debemos animar a nuestros hijos para que distingan entre los logros, la apariencia externa y lo esencial
de su identidad. Abraham Lincoln no se frustró por su físico larguirucho, desgarbado y torcido. A Wins-
ton Churchill no le contuvo su apariencia rechoncha, blanquecina y calva. Ambos hombres experimenta-
ron asombrosas crisis políticas que causaron críticos escritos de sus obituarios profesionales. Sin em-
bargo, fue después que a Lincoln y Churchill los consignaron al cementerio político que llegaron a ser

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dos de los más extraordinarios líderes de la historia moderna. Nuestros hijos necesitan nuestro ánimo a
fin de pasar por alto los obstáculos externos y a no permitir que las limitaciones determinen cuan alto
pueden volar.

MANERA DE ANIMAR A TUS HIJOS


Anima el amor incondicional
Hay tres puntos principales para animar a tus hijos.
Primero, anima a tus hijos a reconocer y recibir el verdadero amor incondicional. A fin de lograrlo, los
padres deben apropiarse el significado de la variedad de amor más elevado. En el mundo previo a la
Biblia, las personas entendían el amor de una manera que los griegos describen por las palabras eros,
refiriéndose al amor romántico, y fileo, la palabra para el amor fraternal. Estas dos formas de «amor»
surgen debido a que hay algo deseable en una persona que atrae nuestra atención. Un hombre es atracti-
vo y deseable para una mujer, y ella se enamora de él, o viceversa. Un colega tiene nuestros mismos
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gustos y aversiones y nos da la dicha estar a su lado, y cultivamos una amistad.


Jesús le mostró al mundo algo nunca antes visto: un estilo de amor que la lengua griega llamó ágape.
Eros y fileo suceden debido a que una persona recibe plenitud y satisfacción de otra, ya sea mediante
una relación romántica, de amistad o ambas. Es decir, la persona amada le da al que ama algo que desea.
El amor ágape «es un acto libre y decisivo que determina el sujeto», señala un experto en lingüística1.
Los padres que aman a sus hijos de manera incondicional nacen porque decidieron quererlos sin impor-
tar el costo ni pena, aun si sus hijos no tienen la capacidad de devolver a cambio algo que satisfaga a sus
padres.
No hay historia moderna más hermosa sobre tal amor eterno como la de John y Christine Haggai por su
hijo, Johnny. John Haggai, un notable evangelista, autor y líder de misiones mundiales, registró la histo-
ria en su libro My Son Winny. Johnny Haggai nació el 27 de noviembre de 1950, con la asistencia de un
médico cuya negligencia y mal manejo de un complicado nacimiento resultó en un niño con condición
espástica y confinado a una silla de ruedas.
Veinticuatro años después, mientras Johnny yacía agonizando, John escribió: «Mi hijo nunca ha podido
llevar una conversación normal. No puede hablar. Nunca ha jugado una ronda de golf. No puede cami-
nar. Nunca ha llevado a nadie a almorzar. No puede comer solo. Nunca ha hecho un nudo Windsor. No
puede vestirse solo»2.
Aun así, desde el momento que nació Johnny, John y Cristine derramaron su amor en el combativo bebé
En otro tiempo y lugar, los que abogan por la eugenesia hubieran desechado a Johnny. Sin embargo,
desde el primer día los padres de Johnny decidieron convertir a su hijo en objeto de amor incondicional.
Johnny floreció bajo el resplandor de su padre y madre. Aunque Johnny no podía viajar con su padre en
sus recorridos alrededor del mundo, se convirtió en el principal compañero de intercesión de su papá. Él
y John crearon, sistema de comunicación, y la extraordinaria habilidad de Johnny de discernir el corazón
de las personas lo convirtió en estratégico consejero de su padre.
Mientras John volaba a casa desde el Pacífico Sur para estar con su hijo en sus últimas horas, escribió:
«Lo necesito. No puedo darme el lujo de perderlo, pero sé que ha llegado la hora de dejarlo ir».

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Johnny Haggai se había convertido en un hombre poderoso en espíritu, emociones y mente, un valioso
colaborador en el ministerio de su padre. Su verdadero desarrollo comenzó y se siguió animando de con-
tinuo con el amor incondicional de sus padres.

Anima la conciencia de las dones espirituales


Segundo, es importante que los padres animen a sus hijos para que con alegría reconozcan e implemen-
ten sus dones espirituales. John y Christine Haggai ayudaron a Johnny a entender que era una persona
dotada, no un individuo «discapacitado».
Los dones espirituales forman parte del «paquete» que recibe una persona junto con su salvación, cuan-
do nace de nuevo en lo espiritual por medio de Jesucristo. Impartido de forma directa por el Espíritu
Santo a cada individuo, los dones espirituales son las habilidades dadas por Dios mediante las cuales un
individuo logra desempeñar las obras de Cristo y su Reino. Dios es el que determina qué dones tendrá
una persona (véase en especial 1 Corintios 12:1-18)
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Anima la apreciación de su personalidad


El tercer punto de importancia para animar a los hijos es ayudar a cada hijo a entender y apreciar su per-
sonalidad. Existe un vínculo directo entre los dones espirituales y el tipo je personalidad. La personali-
dad humana es el depósito de los dones espirituales. Por lo tanto, la personalidad se moldeará de manera
única por el complejo de dones espirituales que Dios decide otorgarle al individuo.
Si visitas el palacio de Windsor en Inglaterra, verás los trajes de armaduras que a través de los siglos
llevaron varios miembros de la realeza británica. Es fácil identificar la armadura del rey Enrique VIII.
Todas sus pinturas lo muestran como un hombre rechoncho, con una enorme barriga. Es por eso que su
armadura refleja el contorno del cuerpo del rey Enrique. De la misma manera, la personalidad de un
individuo está diseñada para los dones espirituales del mismo.
Entonces, una persona que posea un don de administración quizá no sea tan extrovertida como la que
tiene el don de la hospitalidad, pero la persona hospitalaria tal vez no vea los detalles como el adminis-
trador. Es posible que el profeta no tenga la misma animada personalidad como el que exhorta o estimu-
la, pero el que exhorta a lo mejor no es tan franco como el profeta. La persona que tiene el don de mise-
ricordia, no tendrá el mismo tipo de personalidad como el que discierne, y necesitará a la persona con
discernimiento para evitar caer presa de todo tipo de engaño.
Muchas personas piensan que hay una sola talla que se ajusta a todo tipo de personalidad. Intentan obli-
garse a ser algo para lo que no se crearon. Es trágico cuando los padres tratan de imponer el cambio en
lo esencial de las personalidades de sus hijos. Tales actos se oponen al aliento que conduce al desarrollo
de una personalidad saludable.
Mientras crecen nuestros hijos, sus personalidades se desarrollan bajo la dirección del ADN espiritual de
Dios a fin ajustar los dones espirituales que ha seleccionado para ellos, según al propósito que ordenó
para sus vidas. Por consiguiente, es vital que los padres vigilen con cuidado el tipo de personalidad que
se desarrolla en su hijo, y que no trate de cambiarla, sino cultivarla. Existe una personalidad en estado
embrionario que necesita nutrición, al igual que existen manos, brazos, pies, piernas, cuellos y cabezas
embrionarias.

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« Al igual que se dobla una ramita, se inclina el árbol», escribió el antiguo poeta Virgilio. Este es uno
de los significados de Proverbios 22:6 (RV-60), el cual dice: «Instruye al niño en su camino, y aun
cuando fuere viejo no se apartará de él». La frase «en su camino» se refiere a notar las tendencias de
personalidad del hijo y, mediante la disciplina y el ánimo, «doblarlo» en la dirección indicada por las
expresiones exteriores del hijo.
Esto significa que debemos observar de cerca la naturaleza de cada uno de nuestros hijos y animar el
desarrollo de la personalidad que se conforma a la naturaleza que recibió el hijo de Dios. No debemos
tratar de moldear a los hijos según nuestro propio molde de personalidad, sino detectar el tipo que Dios
ha dado al hijo y estimular el crecimiento de esa personalidad única.

AUTOESTIMA SALUDABLE Y PERJUDICIAL


Autoestima perjudicial
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Mostrar amor incondicional y estimular los talentos y la personalidad de un hijo conducirá a una autoes-
tima saludable en el jovencito. Existe un gran debate sobre la mejor manera de establecer autoestima en
los hijos. Es más, se ha iniciado un «movimiento de autoestima» que sostiene con obstinación la falsa
comprensión de lo que constituye la autoestima. El egocentrismo es la torcida definición de autoestima
que han aceptado muchos. Mediante todos los indicadores humanos, esta versión del «movimiento de
autoestima» ha sido un éxito espectacular. Sin embargo, los expertos concuerdan en que los resultados
son engañosos y a la vez dan a los chicos matriculados en las escuelas de nuestra nación un falso nivel
de autoestima.
Diane Ravitch, profesora de educación en la Universidad de Nueva York, luego de revisar los comenta-
rios de estudiantes extranjeros que descubrieron que las escuelas estadounidenses eran más fáciles y
menos exigentes en las asígnate académicas, dijo: «Nuestros estudiantes suelen tener más autoestima de
lo que al parecer necesitan»3. Y el profesora Williams, de la Universidad George Masón, dijo en un co-
mentario sobre el descenso de la educación en Estados Unidosː
Mientras que los estudiantes estadounidenses están rezagados en relación con los estudiantes de otros
países en casi todos los campos académicos, tienen los más altos niveles de autoestima y bienestar res-
pecto a sus logros educacionales. Esto es triste. Son tontos y no lo saben.
El enfoque colectivista de la autoestima, de instituciones que dicen que todos están Bien, es impersonal
y casi siempre deshonesto y perjudicial.

Autoestima saludable: La tarea de los padres


El problema no radica en la autoestima como tal, sino en quiénes la motivan, cómo la definen y dónde se
promueve la autoestima. Los padres son los que desarrollan la autoestima saludable. Si la tarea de esti-
mular la autoestima se deja en las escuelas, los estudiantes se verán como grupos más que como indivi-
duos.
A decir verdad, el deseo que tienen las escuelas por ayudar a los chicos a «sentirse bien consigo mis-
mos» quizá sea la causa de prácticas tales como la «inflación de calificaciones» mediante la cual los
estudiantes reciben calificaciones más elevadas aun cuando su trabajo es inferior al de los demás. Glenn

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Ricketts, de la Asociación Nacional de Eruditos, identificó la inflación de calificaciones como «parte del
malestar general presente en la enseñanza superior». Algunas escuelas, dijo, «no quieren darles a los
estudiantes las calificaciones que merecen; temen herir sus sentimientos»5.
Cuando los padres estimulan la autoestima en sus hijos, tratan con cada hijo como individuo. El padre y
la madre están al tanto no solo de los atributos positivos y el potencial de su hijo, sino también de los
obstáculos en su carácter que deben conquistar a fin de lograr todas las posibilidades de su brillante per-
sonalidad. Un enfoque colectivista del desarrollo de la autoestima pasará por alto las limitaciones y los
obstáculos por temor a la «descripción» socioeconómica o a ser socialmente inadecuado.
¡Animar la autoestima en un hijo es tarea de los padres, no de las instituciones impersonales!

MANERAS DE FORJAR AUTOESTIMA EN TUS HIJOS


La verdad es que nuestros hijos en gran parte se respetaran sobre la base de cómo nos ven a nosotros
como padres. Cuando alguien menciona tu nombre, ¿qué crees que viene a la mente de tu hijo? ¿Cómo
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te ve tu hijo?

Anímalos
Algunos padres se ven como críticos o que poseen personalidades negativas. Otros los ven como com-
pañeros de juego. Sin embargo, los hijos ven a otros papás y mamás como animadores. Si se les pidiera
a tus hijos, ¿cómo te caracterizarían?
El consejero y defensor de la familia James Dobson dice que los padres deben decirles siete cosas posi-
tivas a sus hijos antes de expresar una negativa. Siete positivas, siete palmadas en la espalda antes de
hablar de forma negativa sobre las acciones de su hijo.
Participa con ellos
Cuando era muchacho, mi padre y yo éramos amigos. Jugaba conmigo y me llevaba a todas partes. Me
preparó y me enseñó sobre la vida. Usó la mejor forma de educación, enseñándome al permitirme hacer
cosas con él. Me permitía observarlo cuando desempeñaba alguna tarea o resolvía algún problema prác-
tico, Entonces me dejaba hacer parte del trabajo bajo su supervisión, Esta es la manera en que animas y
desarrollas a tus hijos. Los involucra en lo que estás haciendo, y poco a poco les da más responsabilidad
hasta que son capaces de realizar la tarea solos.
Mi padre usó este método hasta mi adolescencia, Entonces se enfermó, y las cosas comenzaron a cam-
biar. En algún momento a lo largo del camino se apartó y yo hice lo mismo. Esa relación tan vital y viva
se dejó llevar por un distante estancamiento. Hasta su muerte, procuré restaurar la relación» pero él ya
no podía responder. Sabía que estaría disponible si algo me fuera mal en mi vida, pero ya él no era un
directo e interesado participante. En realidad, extrañaba su aliento. En su lugar, teníamos entonces lo
que llamaría una relación trivial porque había desaparecido el dinamismo.
Algunos padres tienen una relación trivial con sus hijos, y no se debe a la enfermedad. Estás ahí, pero no
estás presente. Los hijos saben que siempre pueden contar contigo si es que te necesitan de veras, pero
no hay una relación real, así que hacen todo lo que pueden sin ti; estás solo en espera de la alarma. Qui-
zá digas: «Bueno, ¡una relación trivial es mejor que una negativa! En realidad, ambas duelen. Es esen-

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cial que los padres animen. Nuestros hijos sabrán que pueden contar con nosotros, de modo que decidi-
rán venir a vernos con sus problemas, dilemas y éxitos.

Cuidado con lo que dices


¿Cómo nos convertimos en animadores? Primero, debemos cuidar lo que decimos. «Ninguna palabra
corrompida salga de vuestra boca» (Efesios 4:29, RV-60). «Corrompida», en el lenguaje original, signi-
fica «podrida» o «dañada». Piensa en un pescado que yace al sol dos o tres días y tendrás el cuadro, para
tus hijos, el hedor es el equivalente natural de palabras corrompidas. Las palabras corrompidas abarcan
toda la gama desde lo profano hasta la exagerada hipérbole, hasta los virulentos estallidos de ira. Más
bien, nos dice Efesios 4:15, «el amor debe hacernos decir siempre la verdad» (TLA). Decir la verdad
significa que presentamos los hechos innegables, de disciplina y de corrección. Aun así, hacerlo con
«amor» describe el estilo de entrega que ayuda en vez de herir.
Efesios 4:29 sigue diciendo que debemos pronunciar solo las palabras que «contribuyan a la necesaria
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edificación y sean de bendición para quienes escuchan». Hay palabras que destruyen, y hay palabras que
edifican o motivan. Los padres que animan son esos cuyos hijos se enriquecen después de conversacio-
nes y encuentros con sus padres, hasta con las «charlas» difíciles.
Es más, la misma iglesia debe ser una comunidad de estímulo. La edificación mutua debe ser algo que
fluya dentro de la comunidad de estímulo desde la iglesia a la casa y de vuelta a la iglesia. De esta mane-
ra, las personas desarrollarán un estilo de vida positivo y edificante, y los hijos se encontrarán en un
ánimo continuo.
Existe, por ejemplo, una técnica desafortunada que usan algunos entrenadores atléticos. Un chico de
poco más de un metro de estatura falla en anotar una canasta que está en un tablero a tres metros del
suelo, y el entrenador ruge por la cancha: « ¡Te voy a sacar del partido si no comienzas a anotar en cada
tiro!». La amenazante voz rebota contra el duro piso y las paredes, y todos se ríen del pequeño «impedi-
do en baloncesto;) Esto quizá sea absurdo como técnica de entrenamiento, pero es incluso peor cuando
los padres se unen al coro condenatorio.
Es mucho mejor decir: « ¡Buen intento! ¡No dejes de hacer buenos tiros! ¡No te preocupes! Estás a pun-
to de encestar. Todavía recuerdo a un gran entrenador que tuve cuando era jovencito. «Muchacho, me
encanta la manera en que te abres paso», me dijo un día. Eso me hizo sentir como un hombre nuevo. Las
palabras del entrenador renovaron mi confianza y me dejaron con una satisfacción que todavía siento
después de décadas. No era el jugador más veloz en el equipo, pero desde ese momento en adelante,
¡nadie se daba tanta prisa como yo!

Afirma... Afirma..., Afirma


Un amigo de la Florida me contó de un estudiante de secundaria que era un buscapleitos con B mayús-
cula. Un día el papá del muchacho recibió otra llamada relacionada con su hijo. El director de la escuela
solicitó una reunión con el padre. El papá se preparó para lo peor. Cuando llegó a la escuela, condujeron
al padre a la oficina del director que lo acompañaba un maestro que el papá nunca había visto.
enumeró diez cualidades positivas del muchacho
malas noticias.

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mirándolo.
Cuando el padre regresó a casa, su hijo le preguntó qué le habían dicho el director y el maestro. El padre
enumeró las diez declaraciones positivas que hicieron sobre su hijo. En no más de dos semanas hubo una
transformación en el muchacho. Cambió de ser un buscapleitos a un estupendo estudiante con excelente
conducta. El jovencito desarrolló grandes relaciones con su director, con los maestros y con sus compa-
ñeros de clase. El estímulo recibido fue como la luz del sol en una semilla que por mucho tiempo yacía
inactiva, y el chico comenzó a florecer.

Sé sincero y equilibrado con tus padres


Mi esposa, Jo Beth, sobresale en divisar las oportunidades especiales para dar ánimo. Cuando nuestro
hijo Ed era solo un joven pastor de nuestro personal, se le asignó la oración pastoral en nuestro culto de
adoración. Teníamos varios pastores que tenían esta responsabilidad semana tras semana; hacían una
oración y luego dirigían a la congregación en el Padrenuestro. Todos los que han tenido la oportunidad
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de hablar frente a un público comprenden la «amnesia momentánea», esos momentos cuando nos «que-
damos en blanco» o «perdemos el hilo de pensamiento».
Por eso siempre animaba a nuestros pastores a que tuvieran el Padrenuestro escrito en sus Biblias.
Siendo joven y de mente clara, Ed sentía que nunca olvidaría algo tan conocido como el Padrenuestro.
Así que a la hora designada en el culto, se acercó al pulpito e hizo una hermosa oración. Luego procedió
con el Padrenuestro: «Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre...». En ese mo-
mento, en alguna parte del cerebro de Ed, las puertas de acero se cerraron de golpe. Ed vaciló y luego
comenzó a ir a tientas alrededor de palabras adecuadas.
Por fortuna, la congregación lo sacó del apuro. Todos siguieron orando, mientras Ed guardaba silencio
en el micrófono. ¡Se sintió terrible! Le molestó de veras que hubiera «hecho un desastre».
Después del culto, Jo Beth estuvo allí para animar a nuestro avergonzado hijo. «Ed, tu voz se escuchó
muy bien hoy», dijo mientras le daba palmaditas en el brazo. Me temo que yo no fui tan animador. Sin
embargo, Jo Beth le dio a Ed el « ¡Muy bien!», mientras yo le administraba la palabra correctiva. Tal
equilibrio produce águilas en vez de gallos de las praderas.

Acéptalos como son


El ánimo a tus hijos comienza al aceptarlos como son. Recuerda, Dios te aceptó cuando no eras acepta-
ble según las formas de su carácter. Algunas personas piensan que Dios es como un médico de sala de
emergencia que le dice a un hombre con un brazo fracturado: «Sana tu brazo y luego regresa al hospital»
Esa no es la manera en que obra en el plano terrenal, ni en el celestial. Dios nos recibe quebrantados,
abatidos, herido y golpeados. «Dios demuestra su amor por nosotros en estoː en que cuando todavía
éramos pecadores, Cristo murió por nosotros» (Romanos 5:8). Esto quiere decir que cuando tú y yo es-
tábamos en nuestro peor momento, Dios entregó lo mejor de sí por nosotros.
Jesús modeló esto en un nivel práctico. Lo vemos en dos encuentros que tuvo con adúlteras (Juan 4 y 8).
No las reprendió diciendo: « ¡Vayan y arreglen su situación!». Aunque no aprobó su pecado, sí les dio
amor incondicional, gracia, perdón y una segunda oportunidad. Esto es fundamental para estimular a
nuestros hijos.

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Comparte tus «huesos»
Después, a fin de estimular la autoestima saludable, los padres tienen que cuidar de sus hijos en formas
prácticas y demostrables de manera que puedan experimentar. Esto requiere una comprensión de la ana-
tomía del estímulo y el esqueleto que lo mantiene unido. Los padres y las madres deben mantener a sus
hijos tan cerca de sí que comparten sus «huesos» con ellos.
Primero, podemos demostrar cuidado al compartir nuestros «huesitos del deseo» con nuestros hijos. O
sea, tenemos que nutrir la visión en nuestros hijos mediante la comunicación de nuestros sueños y aspi-
raciones, e inspirarlos a que nos cuenten los suyos.
Luego, compartamos los «huesos de la mandíbula». Esto significa dedicar tiempo para contarles histo-
rias de la vida. Un día podrán pasar las historias a sus hijos. Cada familia necesita sus epopeyas, su ca-
non de cuentos y tradiciones. Como las piedras que Josué colocó en medio del Jordán después que Israel
cruzó a la Tierra Prometida, estas historias se convierten en monumentos mediante los cuales nuestros
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hijos recuerdan importantes lecciones de vida, Un día podrán pasar las historias a sus hijos.
Debemos también compartir el « hueso del tobillo ». en pocas palabras, debemos caminar con nuestros
hijos y permitirles que caminen con nosotros. Contar experiencias es un medio vital de ayudar a nuestros
hijos para que se sientan que forman parte de nuestras vidas, que no son simples observadores.
Por último, compartamos «nuestra columna vertebral» con nuestros hijos. Esto tiene que ver con ser
coherentes y equilibrados en nuestra disciplina. Mantenemos la firmeza, pero en el equilibrio del amor y
la comprensión. Conocemos el «cuándo» y el «cómo» de la disciplina, como se describió en el capítulo
anterior, pero también conocemos cuándo debemos mostrar gracia y misericordia.
Kirk Douglas recordó su participación en una obra de teatro del instituto. Cantó, danzó y desempeñó un
papel hablado. Douglas sabía que su madre asistiría a la presentación, pero no su padre. Su papá era dis-
tante y frío, y raras veces le decía algo a su hijo que no fuera severo y temible. Así que se sorprendió la
noche de la obra al divisar a su padre sentado al fondo del auditorio.
El joven actor estaba emocionado y esperaba que su padre le daría ánimo. Deseaba con desesperación
escuchar a su papá decir: « ¡Muy bien!». En cambio, después de la obra el padre de Kirk Douglas se
paró allí como un muro impenetrable.
De repente, sin embargo, hubo un ligero cambio. El austero inmigrante ruso le preguntó a su hijo sí
deseaba acompañarlo a comer un helado. Años después, Douglas dijo que ese helado de cinco centavos
significó para él mucho más que su Oscar.

UN ÁGUILA QUE SE CONVIRTIÓ EN ÁGUILA


Charlotte Morris fue criada en una serie de hogares rotos. Ante ella desfilaron cinco padres diferentes y
cuatro madres diferentes. A Charlotte la adoptaron dos veces. Yendo de familia en familia, Charlotte
acababa de cruzar el umbral de la adolescencia cuando alguien diferente llegó a su vida. Era un vecino
que fue sensible a la vida de montaña rusa de la jovencita; un vecino que sabía la diferencia entre los
gallos de las praderas y las águilas.
El vecino comenzó a animar a Charlotte cada día en todo lo que hacía. Su ánimo incluyó vincularla a
una iglesia y su grupo de jóvenes.

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A los quince años de edad, Charlotte comenzó a apoyarse a sí misma. Cuando cumplió los diecisiete, se
mudó a una casa móvil de dos metros y medio de ancho en San Angelo, Tejas. De algún modo la joven
de último año del instituto equilibró sus estudios con un empleo de servir hamburguesas y papas fritas.
Después de graduarse, Charlotte se mudó a Houston, donde se matriculó en la universidad. A pesar de
todo, no había nadie que la apoyara, y necesitó once años, para finalizar su educación universitaria. No
obstante, sobresalió en lo académico e ingresó en un programa de maestría, que terminó en dos años.
A la larga, Charlotte se convirtió en una líder de hogar bautista para niños en Houston antes de unirse a
nuestro personal de la iglesia. Todas las vidas que Charlotte ha tocado con bendiciones e inspiración
fluyeron, de modo indirecto, del estímulo que recibió de su vecino cuando tenía trece años edad.
Charlotte Morris es un águila, y ha inspirado a otros vencer el fuerte tirón de la gravedad de la tribula-
ción. Si deseas que tus hijos sean águilas en vez de gallos de las praderas, ¡dale abundantes y constantes
dosis de genuino ánimo a fin de que batan sus alas y surquen los cielos!
MATERIALES CRISTIANOS - Bendecidos para bendecir!

PREGUNTAS PARA LOS PADRES


1. ¿Qué actitudes has estado cultivando con tus hijos que limitan sus horizontes?
2. ¿Qué pasos estás dando para identificar los potenciales de tus hijos y ayudarlos a desarrollarse
hacia la realización de dichos potenciales?
3. ¿Quién fue el principal animador en tu vida y qué hizo para motivarte e inspirarte?
4. ¿Cómo ayudarás a tu hijo a entender y conocer sus dones espirituales?

UNA PALABRA PERSONAL

Proveerás estabilidad y seguridad a tus hijos.


Pónganse el casco protector, nos dirigimos a una zona de construcción. Padres, la vocación no es lo que importa ustedes son trabaja-
dores de la construcción. ¡Son los maestros de obra a cargo de construir un bello templo para el Dios de universo! Este
capítulo tiene dos planos necesarios para asegurar que el templo, su hijo, sea estable y seguro.

MANDAMIENTO 8

Digitalizado por: Francisco Galban Alvarez


PROVEERÁS ESTABILIDAD Y SEGURIDAD PARA TUS HIJOS
Los padres no solo crían hijos, construyen templos. Así es, lo a que los seres humanos se crearon para
llenarlos de la presencia de Dios, los padres son constructores de templo, estableciendo un cimiento só-
lido de disciplina cubierto por un fuerte techo de ánimo. Conectando el cimiento que estabiliza con el
techo que asegura se encuentran dos poderosas columnas llamadas Estabilidad y Fortaleza.
Cuando el rey Salomón construyó el bellísimo templo en Jerusalén, mandó a Hiram de Tiro, un habili-
doso artesano en bronce, que le construyera dos columnas macizas que sostuvieran el vestíbulo de la
enorme estructura. A una de las gruesas columnas le llamó Jaquín, y a la otra, Boaz (1 Reyes 7:21). Es-
tas simbolizaban «estabilidad y fuerza». Juntas, establecían seguridad.
Jaquín viene de la palabra hebrea que significa «él establece». Se cree que el término Boaz está
basado en una palabra que significa «fuerza». El templo de Dios, sostenido por «Estabilidad» y «Fuer-
za», prefiguraba la iglesia y los individuos que la componen (véanse Efesios 2:21; 1 Corintios 6:19).
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TU HIJO ES UN TEMPLO
Cada ser humano estaba hecho para ser el templo de Dios, con su vida asegurada en la «Estabilidad» y la
«Fuerza». Hiram de Tiro construyó las dos columnas para el templo de Salomón, pero los padres son los
que deben construir esas cualidades en las vidas de sus hijos desde temprana edad. Las madres y los
padres que hacen eso producen hijos estables y seguros cuando se convierten en adultos.
¿Edificadas sobre estabilidad y seguridad?
Si tu hijo tuviera dieciocho años de edad y dejara tu casa hoy para enfrentar el mundo, ¿serías capaz de
decirle lo que estable y seguro? Si viviéramos lo suficiente, la mayoría de nosotros tendría la experiencia
de una madre que llamaremos Karen. Una mañana se levantó con los ojos llenos de lágrimas después de
una irregular noche de preocupación por su hija, Mailín. El verano después de la graduación del Instituto
de Mallín pasó a una velocidad vertiginosa. Ahora llegaba el día en que Karen y su esposo, Carlos, mon-
tarían a Mailín en el auto de la familia, manejarían doscientos ochenta y dos kilómetros hasta la univer-
sidad del estado y regresarían a casa sin ella.
Karen contenía las lágrimas, no quería arruinarle a Mailín este emocionante día. Su mente se remontó
dos décadas atrás al día en que su propio padre la llevó a matricularse en la misma universidad, No esta-
ba preparada para la embestida que la golpearía con vientos tormentosos en espíritu, alma y cuerpo. Ka-
ren recordaba que su padre manejaba ese día en el silencio que caracterizó toda su relación con su hija,
Su madre estaba trabajando, así que no acompañó a Karen y su papá a la universidad. Con una mueca de
dolor, pensó en la falta de relación, enseñanza y valores espirituales que convirtieron su hogar en lo que
a veces parecía como un desierto llano y vacío. Y en este día en el que llevaba a su propia hija al hura-
cán de la vida universitaria, Karen recordaba los muchos errores que había cometido: el penoso arresto
por posesión de drogas, el aborto que terminó con la vida de su primer hijo, las malas calificaciones y
las descabelladas fiestas en el club femenino de estudiantes.

¿Listos para la embestida?


Las cosas serán diferentes para Mailín, se aseguró Karen este día. En el precipicio de un matrimonio
destruido, Karen y Carlos recapacitaron y entregaron sus vidas a Cristo y al estilo de vida bíblico. A

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través del poder de Dios, ella y Carlos habían escapado de la destrucción. Ahora Karen susurraba una
oración, dándole gracias a Dios de que el punto de cambio llegara cuando Mailín era pequeña.
Mailín navegaría sobre los siete turbulentos mares de espiritualidad, moralidad, relaciones humanas,
cultura, estudios universitarios, identidad propia y la decisión de destinos. ¿Sería como un pequeño bar-
co que oscila de arriba abajo en las olas que lo arrojan, o sería Mailín como una firme y bien equilibra-
da1 embarcación que navega entre las olas? Karen se tranquilizó, sabiendo que su hija marcharía a la
universidad con un conjunto diferente de valores y una estabilidad y seguridad que ella misma no había
conocido.
Cuando un barco corre ligero sobre el agua, no tiene suficiente peso para mantener el equilibrio. Los
marineros colocan lastres en el casco para hacer que la embarcación baje todo lo posible a fin de que
navegue por las olas con estabilidad. En tiempos antiguos, usaban una bala de cañón o el plomo en bru-
to. Una vez, cuando el apóstol se dirigía a su juicio en Roma, una tormenta azotó con fuerza el barco en
el que viajaba. Desesperados, los tripulantes lanzaron las anclas al agua, con la esperanza de estabilizar
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la embarcación (Hechos 27:17).


Todas las Mailín del mundo, y sus hermanos, necesitan el lastre equilibrante de la Palabra de Dios y sus
principios para estabilizarlos en las intrincadas corrientes que amenazan con encallarlos.

MANERAS EN QUE TRATAMOS DE ASEGURAR A NUESTROS HIJOS


Uso de la «defensa presionante» espiritual
Nuestros hijos también necesitan la fuerza que proviene de la seguridad. Existen diversos métodos que
usan los padres cuando se trata de construir la estabilidad y la seguridad en las vidas de sus hijos. Prime-
ro, existe lo que podríamos llamar la defensa presionante. En el baloncesto, los jugadores defensivos a
veces ejercen presión sobre sus oponentes individuales desde el momento que el balón entra en juego
hasta que el mismo se recupera y cambia de equipo. Los jugadores que emplean la defensa presionante
se colocan ojo con ojo y nariz con nariz bloqueando a su contrincante a lo largo de toda la cancha, anti-
cipando las acciones del oponente en vez de retroceder un poco y esperar por el desplazamiento del ju-
gador ofensivo.
Deuteronomio 6:6-9 (LBLA) describe una defensa presionante a lo largo de toda la cancha. Los padres
deben grabar la Palabra de Dios en sus propios corazones, y luego enseñárselas a sus hijos «diligente-
mente». Esta incesante búsqueda de la verdad debe llevarse a cabo cuando los padres y los hijos se sien-
ten juntos en su casa, anden por el camino (en el lenguaje del siglo veintiuno: van en auto a la escuela o
a la práctica de fútbol), cuando se acuesten en la cama o sobre el sofá, así como cuando se levanten. La
recomendación de Deuteronomio es que las leyes divinas deben atarse a la mano como una señal, deben
ser insignias entre los ojos y escribirse en los postes de la casa y en las puertas de la cerca. No hay tiem-
po de descanso. Es defensa presionante en cada jugada.
El pasaje de Deuteronomio presenta el principio de establecer un ambiente lleno de la Palabra y la ver-
dad de Dios. La familia debe saturarse con el entendimiento de sus principios de vida. Sin embargo,
Deuteronomio 6 no es un mandato para el fanatismo religioso. El contexto de toda la Biblia presenta un
estilo de vida que fluye con naturalidad y lógica de una relación de amor con Dios. Algunos padres, sin
embargo, convierten el pasaje en una receta para el fanatismo religioso. En lugar de nutrir a sus hijos
con una apreciación saludable de las verdades de Dios, fomentan un siniestro terror a quebrantar las re-
glas religiosas.

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Desean bloquear cualquier posibilidad de que sus hijos anden en malos pasos. Los padres llenan sus
estantes con libros religiosos; participan en cada estudio bíblico disponible sobre la paternidad cristiana;
ponen casetes de consejeros y maestros bíblicos tanto en viajes cortos al mercado como en viajes largos
durante las vacaciones de verano.
Con tal de evitar que su hijo se exponga al mundo, estos padres «híper espirituales» construyen paredes
altas y gruesas alrededor de su hijo. Protegen a sus hijos de toda influencia que consideren cuestionable.
Tienen una corta lista de amigos aceptables, basado en criterios muy estrechos. Cada hijo se alimenta a
la fuerza de Dios, Jesús, la iglesia y la Biblia. Los niños viven una existencia atada a reglas, austera y
limitada.
No entiendan mal; por lo general, los padres que usan la defensa presionante son bien intencionados.
Aun así, el flujo religioso que bombean en sus hijos durante cada hora activa es más de lo que pueden
recibir.
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Uso del método «bufé»


Otros papás y mamás adoptan lo que podríamos llamar el método bufé de la crianza. Cuando se trata de
lo que pondrán en la bandeja mental y emocional de su hijo, son como las personas en la línea de un
bufé que le ponen a su ensalada un pedazo de queso azul, junto con poquitos de aderezos de distintos
tipos para añadirle sabor. Parado ante una amplia variedad de carnes, amontonan pedazos de carne asa-
da, algún pescado frito y unas tajadas de pavo. Entonces los felices comilones cargan sus platos con una
porción de puré de patatas, una porción de espinaca con crema y una pella de coliflor empapada en salsa
de queso. Para el postre, hay tarta de fruta y chocolate y helado de fresa, con un tenedor lleno de pastel
de coco «para limpiar el paladar».
En el método de bufé de crianza de los hijos, los padres se alejan de la religión a fin de sumergir a sus
hijos en el mundo de modo que conozcan su suerte. Las historias bíblicas se sustituyen con Harry Potter
y otros libros voluminosos de la actualidad. Cada hora activa, los chicos participan en clases de danza,
cerámica y ligas atléticas. Los padres bufé atiborran tanto como le es posible el plato de su hijo y luego
lo sazonan con una pizca de Dios, solo lo suficiente para una comida balanceada.

Uso del método de la sabiduría y sus dos principios


Sin embargo, también existe un tercer estilo de crianza; el método de la sabiduría. Santiago 1ː5 dice que
si tenemos falta de sabiduría, podemos pedírsela a Dios «y él se la dará, pues Dios da a todos generosa-
mente sin menospreciar a nadie». Esta es una buena noticia para los padres que necesitan furgones de
sabiduría.
PRIMER PRINCIPIO DEL MÉTODO DE LA SABIDURÍA: BUSCA EL MOMENTO APRO-
PIADO PARA EL APRENDIZAJE
Existen dos principios en la aplicación de la sabiduría divina en la crianza de los hijos. En primer lugar
está el principio de los momentos apropiados para el aprendizaje. Esto se relaciona con el uso que
deseaba Dios de Deuteronomio 6. En lugar de la defensa presionante, los papás y las mamás que entien-
den los momentos apropiados para el aprendizaje están al acecho de esos tiempos especiales cuando sus
hijos están dispuestos y preparados para escuchar y aprender. Los padres deben estar alertas debido a
que esos momentos ocurren al azar: en la mañana, la tarde, a la hora de las comidas o en el juego.

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Uno de estos momentos de aprendizaje se presentó un día durante un partido de béisbol para Ricardo y
su hijo Ricardito.
A los nueve años de edad, Ricardito aprendía a esperar por buenos lanzamientos. Al principio de la tem-
porada, Ricardo se sentía complacido con su hijo que no perdía de vista la pelota, inclinándose en el
lanzamiento. A medida que avanzaba la temporada, sin embargo, Ricardito comenzó a dejar pasar los
lanzamientos, sin importar lo bueno que fueran para un batazo.
«Hijo, parece que esquivas la pelota».
«Papá, aprendí que si te inclinas en el lanzamiento, te pueden pegar», contestó el chico,
Al conducir a casa, Ricardo usó este hecho para enseñarle a su pequeño hijo cómo la vida hará algunos
lanzamientos que dolerán, pero que una persona no puede retirarse y ser pasiva, le habló a Ricardito de
los importantes principios sobre «la inclinación dentro de la vida»: estar alerta por las cosas que hieren,
pero que no se abandonan.
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Los momentos apropiados para el aprendizaje se presentan cuando han herido a un hijo, pero también
cuando su comportamiento resurge para aguijonearlo, como cuando ha mentido. Esto se presenta cuando
a tu hija no la escogen como animadora o a tu hijo lo eliminaron del equipo. Los momentos apropiados
para el aprendizaje vienen con los informes de buenas calificaciones y con los de las malas también. Se
presentan cuando ella no tiene quién la lleve a la fiesta de graduación o cuando no la invitaron a la fiesta
de la estación. He descubierto que las etapas del desarrollo, cuando nuestros hijos se enfrentan a cam-
bios físicos u emocionales en sus vidas, son etapas maravillosas de instrucción. Estas son oportunidades
para enseñarles a nuestros hijos profundos principios y verdades, tales como la gracia, la misericordia,
el amor de Dios y las dinámicas de sembrar y cosechar.
A través de tales momentos apropiados para el aprendizaje les mostramos a nuestros hijos que las verda-
des de Dios no son solo verdad porque estén en la Biblia, sino que están en la Biblia porque son verdad.

El aprendizaje de una perspectiva fundamental


Un niño que está aprendiendo principios en el crisol de las experiencias de la vida capta el hecho de que
estas normas se traman en el tejido del universo, de manera tan segura y objetiva como la ley de la gra-
vedad. Si utilizas los momentos apropiados para el aprendizaje, guiarás a tus hijos a entender que las
verdades de Dios son esenciales y relevantes para cada dimensión de sus vidas.
En este proceso, forjas en tus hijos una perspectiva esencial para el sentido de estabilidad y seguridad en
el caótico mundo caído y sus distorsionadas culturas. Una perspectiva es una vista panorámica que uno
tiene sobre la vida y todas sus experiencias. Es una estructura a través de la cual una persona contempla
la realidad. Un individuo analizará su ambiente y se sentirá amenazado y ansioso. Otro observará lo
mismo y estará feliz y seguro. La diferencia está en cómo les enseñaron a los dos individuos y los condi-
cionaron a ver la realidad.
Las presuposiciones son los bloques de construcción de una perspectiva. Estas son las suposiciones bá-
sicas que uno hace, basado en la preparación y la experiencia sobre cómo opera la vida. Por ejemplo, un
niño que vive en una nación azotada por la pobreza extrema dará por sentado que la vida es una lucha y
que el mundo es un lugar cruel y amargo. Otro niño, que crece en un suburbio de clase media alta esta-
dounidense, podría percibir la vida como una diversión y el mundo como su juguete.

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Una excepción importante
Existe, sin embargo, una excepción importante: Dios puede transformar la falsa perspectiva de una per-
sona. Tony Se crió en un mundo de terror y violencia, donde sus padres consumían drogas. Cuando es-
taban bajo los efectos de la droga, en lugar de estar tranquilos, peleaban de manera enconada, A menudo
uno o ambos padres terminaban golpeando a Tony. En medio de un mundo siempre convulso y al borde
del desastre, Tony luchaba con la paranoia y la ansiedad continua.
Entonces, como hombre, los que conocían bien a Tony lo veían como un ciudadano íntegro y feliz. For-
mó una familia firme y produjo hijos confiados y seguros. ¿Qué fue determinante? Al principio de su
adolescencia, Tony decidió rebelarse contra el estilo de vida de sus padres. Si eran malos, él sería bueno.
Tony buscó una iglesia y comenzó a asistir con sus amigos. Se convirtió en un ávido estudiante de la
Biblia.
De forma gradual, las viejas presuposiciones que le dieron sus padres comenzaron a ponerse a un lado, y
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la perspectiva de Tony se transformó poco a poco. En lugar de ver la realidad a través de los inseguros y
asustados ojos de las circunstancias en las que se había criado. Tony comenzó a mirar el mundo a través
de los lentes de la Palabra de Dios. Hasta ese momento, las únicas figuras de autoridad que había cono-
cido eran sus padres. Pero cuando Tony recibió la verdad que dice que Dios está sentado sobre el trono
del universo, esta lo tranquilizó y le dio seguridad.
Cristo no solo transforma los comportamientos corrompidos, ¡también transforma perspectivas torci-
das! Aunque sus padres no conocían, ni se preocupaban, por el método de la sabiduría. Tony encontró
la sabiduría de Dios y, con ella, estabilidad y seguridad. Es mucho mejor, y menos doloroso, cuando un
hijo no tiene que moverse con torpeza en las verdades que unirán el cimiento y la raíz de su vida, sino
que más bien esos principios forman parte de su personalidad mediante padres firmes que usan todos los
momentos apropiados para el aprendizaje en el camino.

Comprendamos que nos crearon con un propósito


Estos hijos crecen sabiendo que son el fruto de la mano creadora de Dios. Poseen el sentido de que tie-
nen un mensaje, compuesto por presuposiciones y una perspectiva que es única y vital para el mundo, y
que de alguna manera deben manifestarla. Los hijos estabilizados y seguros sobre la verdad de Dios sa-
brán que El los creó para un propósito y determinarán que los poderes de las tinieblas no les robarán su
misión de vida. Resistirán la tentación con mayor decisión. Estos chicos serán lo suficiente inteligentes
para saber que están en tierra de moribundos, pero que se dirigen hacia el reino de la vida.
Lo primordial es que desarrollan una perspectiva de Dios, Jesucristo, la Biblia, el mundo y la vida diaria
que es coherente, donde encajan todas las partes. No vivirán esas vidas divididas que colocan la Palabra
de Dios en un rinconcito y las presuposiciones del mundo en otro igual o mayor. En su lugar, verán toda
la experiencia de vida en el contexto de reverenciar a Dios.
Tales hijos, criados por el método de la sabiduría, crecerán para actuar con sabiduría. Después de todo,
«el comienzo de la sabiduría es el temor del SEÑ0R», dice Proverbios 9:10. Y, dice Proverbios 2:1-8,
existe un vínculo directo entre la sabiduría, la estabilidad y la seguridadː
Hijo mío, sí haces tuyas mis palabras y atesoras mis mandamientos; si tu oído inclinas hacia la
sabiduría y de corazón te entregas a la inteligencia; si llamas a la inteligencia y pides discer-
nimiento; si la buscas como a la plata, como a un tesoro escondido, entonces comprenderás el

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temor del SEÑOR y hallarás el conocimiento de Dios. Porque el SEÑOR da la sabiduría; co-
nocimiento y ciencia brotan de sus labios. Él reserva su ayuda para la gente íntegra y protege
a los de conducta intachable. El cuida el sendero de los justos y protege el camino de sus fie-
les.
Los padres que usan el método de la sabiduría construyen el «templo» de las vidas de sus hijos sobre
cimientos de granito, un huracán de categoría cinco de pruebas y experiencias duras no pueden derribar-
los.
Amanda tiene quince años de edad y va a salir por primera vez con un chico. Después de un
partido de baloncesto, unos veinte jóvenes se van a reunir en la casa de uno de ellos. Allí no
habrá chaperones presentes. El chico con el que sale Amanda, Ronald, tiene diecisiete años.
La pareja piensa salir en una cita doble junto con Sheila, la mejor amiga de Amanda, también
de quince años, y su novio, Ricardo, que tiene dieciséis. Los cuatro llegan a la fiesta, donde
bailan, escuchan música y, en general, la pasan de maravillas. Todos los muchachos beben
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muchísima cerveza, y algunas de las chicas beben algunos sorbos con ellos.
Ronald les hace seña a Amanda, Sheila y Ricardo que lo sigan a una habitación del fondo. Allí, saca un
cigarrillo de mariguana y lo enciende.
Si Amanda se hubiera criado en un escenario de defensa presionante con su legalismo, piedad extrema y
rigidez, las posibilidades son solo a partes iguales de que sería lo suficiente estable para resistir la tenta-
ción. Si se resiste, es muy probable que sea por temor a que la descubran y la castiguen con severidad.
Por otro lado, si Amanda se hubiera criado en el plan búfer una pizca de Dios y la iglesia, una pizca de
deportes, una pizca de todo lo demás, es casi inevitable que fume la mariguana.

Evitemos la implosión
Es más, podemos decir con seguridad que un joven educado por cualquiera de estos métodos hará im-
plosión cuando llegue a la universidad. Los chicos que crecieron en el estilo de defensa presionante se
alejarán de la «Gestapo» paterna en la primera vez. A menudo van al desenfreno. Los jóvenes criados en
el bufé los condicionaron a creer que deben probarlo todo:...y lo harán.
Lo que evita que Amanda fume mariguana es que sus padres usaron el método de la sabiduría para criar
a su hija. Tuvo un sólido fundamento espiritual y moral. Sus padres fueron muy sensibles en velar y
aprovechar los momentos apropiados para el aprendizaje preparados por Dios, los cuales moldearon una
perspectiva bíblica en la mente de Amanda. La ayudaron a meditar bien las cosas y llegar a sus propias
conclusiones sobre la prioridad de Dios en su vida mientras observaba el estilo de vida de sus padres.
Las vidas ejemplares de su mamá y su papá fueron un factor decisivo en la estabilidad y seguridad de
Amanda. En lugar de sermonearla de forma incesante, vivieron de una manera inequívoca y sin ver-
güenza ante su hija.
Amanda no resistió la tentación porque le preocupara quebrantar las reglas, sino porque los malos com-
portamientos eran incompatibles con el estilo de vida que alimentó su educación. No fumaría mariguana
como no escribiría grafito en una pared de la iglesia. Amanda estaba segura en su propia personalidad y
en su manera de relacionarse con el mundo y no tenía la necesidad interior de por un lado desafiar a sus
padres ni, por el otro, probarlo todo en la mesa del bufé. Esta seguridad en su propia identidad proveyó
la estabilidad que impidió que a Amanda la aplastara la tentación.

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SEGUNDO PRINCIPIO DEL METODO DE LA SABIDURÍA: CONSIDERATE COMO UN
DOTADOR
El segundo principio es que los padres deben verse como proveedores en vez de transformadores. Tales
papás y mamás construyen las dos columnas de la estabilidad y la fuerza en el umbral de las vidas de sus
hijos. Un padre transformador considera a su hijo y dice: «Voy a enderezar a este pequeño mocoso». La
madre o el padre dotador ve al hijo y dice: «Voy a construir un templo».

¿Tienes una visión maestra?


Un hombre que caminaba por un sitio de construcción le preguntó a un obrero lo que hacía. «Colocando
ladrillos», gruñó el obrero. El visitante le preguntó a otro obrero lo que hacía. «Me gano la vida», fue la
sombría respuesta. Por último, el espectador le hizo la pregunta a un tercer obrero. Con entusiasmo, el
artesano respondió: «Estoy construyendo una catedral».
Es triste, pero hay padres que cuando se trata de criar a sus hijos, solo colocan ladrillos. No tienen una
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amplia visión maestra de la vida que Dios ha puesto en sus manos. Para ellos, la crianza no es nada más
que poner alimentos en el estómago y ropas en cuerpo, mientras otra persona pone educación en el cere-
bro, la es solo una tediosa rutina de colocar un ladrillo sobre otro hasta que alguien o algo detiene el
proceso.
Otros padres y madres ven la crianza de los hijos como un deber, como el trabajador que estaba solo
para ganarse la vida. Los hijos son una pesada responsabilidad, pero alguien tiene que desempeñar la
tarea de criarlos. De manera inexorable, tales padres aceptan la tarea porque este es su destino en la vida.

¿Eres un padre dotador o uno transformador?


El tercer obrero simboliza al padre dotador. Tales madres y padres tienen una visión de conjunto. En-
tienden el mundo en el que procuran criar a sus hijos, y para lo cual deben prepararlos. Los padres dota-
dores ven en lo profundo de su hijo, reconocen la inclinación de su personalidad, las rudimentarias for-
mas de sus dones. Con ternura, las mamás y los papás que dotan a sus hijos los animan en la dirección
del desarrollo de su personalidad y nutren el crecimiento de sus dones espirituales. Más importante aun,
los padres dotadores tienen una perspectiva enorme de Dios y su papel central en la vida de sus hijos. Se
esmeran al estar al acecho de esa edad en cada hijo bajo su cuidado, y será diferente en todos, se da
cuenta de la diferencia entre el bien y el mal. Los padres dotadores dirigen a sus hijos al único Salvador,
Jesucristo.
En contraste, los padres transformadores olvidan que Dios es el que hace la transformación. Pablo nos
ayudó a aclarar esto cuando en 1 Corintios 3:6 escribió: «Yo sembré, Apolos regó, pero Dios ha dado el
crecimiento». Los padres transformadores aceptan tarea equivocada. En vez de edificar templos con
columnas de estabilidad y fuerza en la vida de sus hijos, construyen prisiones.
Los padres transformadores tienden a trabajar desde fuera hacia dentro. Tratan de producir cambios cas-
tigando el cuerpo, o mediante amenazas externas o trucos manipuladores, agrediendo los oídos de
sus hijos con palabras condenatorias o decibeles dominantes. B.E Skinner y sus ejércitos de expertos en
la modificación del comportamiento no son diferentes en sus objetivos que el padre cruel que golpea a
sus hijos. La única diferencia está en el estilo. Ambos pretenden conformar al hijo a las demandas de la
persona a cargo. Los padres transformadores producen cierto grado de fugaz acatamiento, pero nunca el

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firme y profundo compromiso que hace a un hijo estable y seguro bajo los tempestuosos tornados de la
cultura contemporánea.

UNA MIRADA A LOS PADRES DE POLICARPO


En el año 155 d. C, a Policarpo, el anciano pastor de la iglesia en Esmirna, lo llevaron a rastras hasta un
poste donde lo quemarían vivo por su servicio a Cristo. A Policarpo le dieron la oportunidad de renun-
ciar al Señor y salvar su vida. Policarpo pronunció una de las más extraordinarias respuestas de la histo-
ria: «Ochenta y seis años le he servido [a Cristo], y nunca me ha hecho daño. ¿Cómo, entonces, sería
capaz de blasfemar de mi Rey que me salvó?». Menos conocido es el hecho de que Policarpo creció en
un hogar bajo padres dotadores. Se entregaron a Cristo por medio del ministerio de Pablo, y decidieron
criar a su hijo como un hombre de Dios en medio de una sociedad corrompida. En vez de producir un
hijo que solo podía dar acatamiento resentido, los padres dotadores de Policarpo produjeron un hombre
de tal compromiso que pudo estar bajo las más severas amenazas y tentaciones.
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Los padres de Policarpo colocaron a su hijo de modo que Dios lo pudiera transformar y desarrollar.
Dios obra desde el interior hacia el exterior. Bajo este arreglo, los padres son «colaboradores» con Dios.
Son dotadores; Él es el transformador. Los papás y las mamás edifican con cuidado, amor y ternura en
las vidas de sus hijos las verdades, principios, aplicaciones prácticas y normas reveladas en las Escritu-
ras. El Espíritu Santo se une a este equipo de construcción, tomando los materiales que los padres colo-
can dentro del templo que edifican y lo cimienta con solidez en la vida del hijo. Dios el Padre tiene el
plano maestro para cada individuo y dirige la colocación de las piedras y los ladrillos sobre el cimiento
que establecen los padres, de modo que se lleve a cabo la transformación apropiada.
EN LO MÁS PROFUNDO
Los que observan, como el hombre que analizaba a los tres obreros trabajando en el sitio de construc-
ción, no verán todo lo que está en vía de ejecución. El progreso de construcción ocurre en lo más pro-
fundo del ser humano. Tales hijos crecen en el perfil de Efesios 3:16-19 (LBD), fortalecidos desde aden-
tro.
Que de sus gloriosos e ilimitados recursos les conceda la enorme fortaleza interna del Es-
píritu Santo. Oro que, por fe, Cristo habite de veras en sus corazones, para que arraigados
en el maravilloso amor de Dios, puedan sentir y entender como hijos de Dios, lo ancho,
largo, alto y profundo que es su amor; y oro que experimenten ese amor, aunque su gran-
deza está en que jamás verán su fin ni lo entenderán plenamente. Así estarán completa-
mente llenos de Dios.
Si eres un padre dotador que usa el método de la sabiduría, sus hijos sacarán fuerzas desde adentro. En
esos temibles momentos cuando están lejos del nido por primera vez, extraerán de su fortaleza interior.
Harán lo que viene por «naturaleza», pero será bueno porque lo que surge de esta forma para tal hijo
será el carácter cultivado de manera sobrenatural.
Muchas personas sucumben bajo la tentación, los conflictos y las pruebas porque se sienten inseguros e
insignificantes. Corren hacia múltiples relaciones en busca del amor que es indicación de aceptación y
que afirma su identidad y personalidad. Tales personas se meten en problemas financieros o se enredan
con la ley en un intento por ser importantes a los ojos de otro. La inestabilidad y la inseguridad plagan
sus vidas. El «vestíbulo» de su «templo» se hunde debido a que les faltan las columnas de dieciséis me-

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tros de altura con suficiente estabilidad y fortaleza para mantener en píe la estructura de sus vidas. Esto
parece simplista, pero la verdad se confirma día tras día en las oficinas de psicoterapeutas y pastores, o
en los taburetes de las cantinas y en las camas de los amantes ilícitos. Lo principal para la estabilidad y
la seguridad es el amor y la aceptación.

NECESIDAD SATISFECHA
Los hijos de los padres dotadores que les han incrustado la semilla del amor de Dios y que crecen nutri-
dos con la conciencia de su sonrisa sobre ellos, no tienen que pasarse la vida buscando amor y acepta-
ción. La necesidad la satisface en sus corazones el Único que puede llenar ese enorme vacío: el Dios
vivo. Ningún ser humano puede suplir ese deseo, así que las personas seguras y estables no procuran la
máxima afirmación de otros. Las personas criadas por padres dotadores bajo el método de la sabiduría,
no tienen que saltar de cama en cama ni de un empleo al otro. Sus necesidades más profundas de amor y
afirmación ya se satisficieron mediante el favor de Dios en sus vidas, con el cual los llena el Espíritu
Santo.
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Un hijo que sabe que su vida está en las manos de Dios es firme y estable. Al joven Daniel no lo engatu-
saron los parlanchines miembros de la corte del rey Nabucodonosor en Babilonia. Daniel sabía quién
controlaba su destino, y no era otro ser humano. No podían persuadirlo las deliciosas comidas de la co-
cina del palacio ni las amenazas de que lo arrojarían al horno de fuego.
Los hijos llenos del conocimiento de que existe un propósito para sus vidas y que Dios los dirige según
su plan, se convierten en adultos estables. Extraen paz de saber que todas las cosas obran para el bien de
los que aman a Dios, y de los llamados acuerdo con su propósito. Saben que el propósito es llevarlos a
ser semejantes a Cristo dentro del mundo caído (Romanos 8:28-29). Tales personas estables y seguras
pasan por los tiempos difíciles como nadie, así que no se rinden porque reconocen que todo se lleva a
cabo según el plan, aun si no lo comprenden.

APRENDAMOS DE LA MADRE DE AGUSTÍN


Mónica, la madre de Agustín de Hipona, conocido en la historia como San Agustín, fue una gran madre
dotadora. Desde que nació Agustín en 354 d. C, Mónica reconoció que su hijo era una persona excep-
cional. Al principio, trataba de que progresara en lo social y en una carrera secular. Mónica, sin embar-
go, profundizó en su propia fe y se convirtió en una madre dotadora, en vez de en una madre transfor-
madora. Mientras tanto, calaron sus esfuerzos iniciales por motivar a Agustín a fin de que se aferrara al
éxito en el mundo. Despreció su nuevo compromiso con Cristo. Aun así, Mónica no se rindió. Oraba con
regularidad por su hijo, le ministraba el amor de Cristo y permitió que Dios fuera el transformador.
La estrategia produjo gran fruto. En sus Confesiones, Agustín escribió de su madre: «En la carne me
trajo a nacer a este mundo; en su corazón me trajo a nacer en tu luz eterna»3.
Los padres más eficientes son los que construyen las columnas de estabilidad y fuerza donde correspon-
den: en el «vestíbulo» del umbral mismo de la vida, como hicieron los padres de Policarpo. Sin embar-
go, como enseña Mónica, a la vez que un niño madura un padre puede ser un colaborador con Dios en la
crianza de su glorioso y firme templo de una vida humana.

PREGUNTAS PARA LOS PADRES

Digitalizado por: Francisco Galban Alvarez


1. Al considerar el comportamiento de tu hijo, ¿muestra evidencia de la confianza que procede de la
seguridad y la fuerza?
2. ¿Cuál es el estilo en tu hogar de reaccionar a las emergencias y a las crisis, y qué estilo cultiva un
sentido de estabilidad y fuerza o de pánico?
3. ¿Cuál fue el «momento apropiado para el aprendizaje» más reciente por el cual lograste estable-
cer a tu hijo en estabilidad y fuerza?
4. ¿Cuál ha sido el método de crianza que prevalece en tu hogar: «defensa presionante», «estilo bu-
fé», o «método de la sabiduría?» ¿Qué necesitas cambiar?

UNA PALABRA PERSONAL.


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Conversaras sobre la sexualidad con tus hijos.


Aun cuando este es el noveno mandamiento, supongo que este será el capítulo que muchos leerán primero en este libro. Es tiempo de
lidiar con algunas de las más temidas palabras de la crianza: «Mamá, papá, ¿de dónde vine yo?».

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MANDAMIENTOS 9

CONVERSARÁS SOBRE LA SEXUALIDAD CON TUS HIJOS


Acabamos de aprender que, como padres, tenemos la tarea de construir templos. Ahora es el momento
de enfocar nuestra atención a la responsabilidad directa que tenemos de ayudar a nuestros hijos a mante-
ner la pureza de sus «templos», sus cuerpos. Eso significa que los padres deben hacer lo que muchos
encuentran difícil: Deben tener la «conversación sobre la sexualidad» con sus hijos.
Sigamos con la analogía del templo. Los judíos fieles creían que la profanación del templo de Dios se
encontraba entre las acciones más repugnantes que nadie pudiera llevar a cabo. Sus enemigos sabían que
dañar el templo era el mayor insulto y derrota para Israel.
El profeta Daniel previo un tiempo en el que adversarios malvados atacarían Jerusalén y establecerían en
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el templo la «abominación desoladora» (Daniel 11:31, RV-60). La palabra hebrea para «abominación»
se refiere a algo inmundo y detestable. Prácticamente la cosa más repulsiva que un judío fiel se pudiera
imaginar sería la colocación de un ídolo en el Lugar Santísimo.
PROFANACIÓN DEL TEMPLO DE DIOS... Y EL TEMPLO HUMANO
Cuando Nabucodonosor y los babilonios devastaron a
el templo. Saquearon sus tesoros, encendieron incontrolables fuegos y redujeron a cenizas las obras de
arte de Salomón.
Bajo Zorobabel, el templo se reconstruyó y terminó en 515 a.C. y Herodes lo remodeló y amplió casi
quinientos años más tarde. No obstante, este templo sufrió la peor de las
abominaciones. El desquiciado invasor Antioco Epifanes no tan solo se llevó los tesoros del templo en
169 d. C, sino que sacrificó cerdos en el altar y levantó una estatua de Júpiter en el Lugar Santísimo. En
70 d.C., como Jesús les advirtió con anterioridad a sus discípulos, los romanos destruyeron el templo de
Dios y erigieron en su lugar un templo a Júpiter. Hoy, el antiguo sitio del templo lo ocupa la Cúpula de
la Roca musulmana.
Al diablo le apasiona la profanación y destrucción del templo de Dios; y eso va también con el templo
humano. Es más, el contexto de la preocupación de Pablo sobre la profanación del templo humano de
Dios en 1 Corintios 6 es la inmoralidad sexual.

EL OLVIDO DE LA SANTIDAD DE LA SEXUALIDAD


A medida que nuestra sociedad occidental se separa de sus raíces bíblicas, pierde el concepto de la san-
tidad de la sexualidad. La cultura redefine la moralidad sexual y se hunde; de manera vertiginosa en una
obsesión sexual. Dentro de este remolino, se bloquea la luz de la verdad de Dios sobre la sexualidad. El
vórtice de una cultura impía acelera el caos moral y espiritual. En ninguna otra faceta de la existencia
humana es más evidente la decadencia y la depravación moral como en la sexualidad.
Romanos 1 describe el remolino de inmoralidad sexual en1 términos severos:-

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Cambiaron la verdad de Dios por la mentira, adorando y sirviendo a los seres creados antes que al Crea-
dor, quien es bendito por siempre. Amén. Por tanto. Dios los entregó a pasiones vergonzosas. En efecto,
las mujeres cambiaron las relaciones naturales por las que van contra la naturaleza. Así mismo los hom-
bres dejaron las relaciones naturales con la mujer y se encendieron en pasiones lujuriosas los unos con
los otros. Hombres con hombres cometieron actos indecentes, y en sí mismos recibieron el castigo que
merecía su perversión. (Romanos 1:25-27)

NADA «SEGURO» AL RESPECTO


En lo más bajo de la tempestad de la sexualidad pervertida existe un amplio engaño, quizá más que en
ninguna otra dimensión de la existencia humana. El código de palabras de una sociedad disfuncional en
lo sexual, tales como «sexo seguro», se convierte en los elementos de propaganda por los que avanza el
engaño. Los practicantes del engaño no quieren que las personas, en especial los jóvenes, sepan, por
ejemplo que ningún preservativo es cien por cien eficaz para prevenir el embarazo o la enfermedad. Pre-
fieren hablar sobre lo poco práctico de los programas de abstinencia y la necesidad de enseñarles a la
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gente joven cómo implementar el «sexo seguro».


Sin embargo, la verdad muestra que nada es «seguro» para los adolescentes atrapados en el remolino. En
junio de 2003» la Heritage Foundation, un grupo de expertos, publicó un estudio sobre la sexualidad de
los adolescentes1. Alrededor de cuarenta y ocho por ciento de jóvenes del instituto han sido sexualmente
activos o lo siguen siendo, dijo el informe, con frecuentes consecuencias devastadoras, como estas:
Cada día, unos ocho mil jóvenes se infectan con una enfermedad de transmisión sexual (ETS), un cuarto
de los adolescentes sexualmente activos de la nación padece de una ETS.
En el año 2000, unos doscientos cuarenta mil bebés nacieron de madres solteras de dieciocho años de
edad o menos, la mayoría de las cuales enfrentaba una vida de pobreza dependencia de asistencia social.
Los adolescentes sexualmente activos sufren más de depresión que los adolescentes que no lo son, dijo
el informe Heritage.
Más aterrador aun, la investigación reveló que los adolescentes sexualmente activos son más propensos
al intento de suicidio que los jóvenes que no lo son.
Dos terceras partes de los jóvenes sexualmente activos informaron que les hubiese gustado haber es-
perado hasta ser mayor antes de lanzarse a sus encuentros sexuales, y tres cuartas partes de las chicas
sexualmente activas dijeron que lamentaban no haber esperado.
E1 informe de Heritage Foundation declaro que «la actividad sexual prematura es un factor sustancial
en minar el bienestar emocional de los adolescentes estadounidenses».
Padres, debemos tener la conversación con nuestros hijos sobre la relación sexual.

UN «REMOLINO» DE INMORALIDAD
Para ser sincero, los de la iglesia, ésos que deben apoyar a los padres en el desarrollo moral de sus hijos,
no son de gran ayuda. Por un lado, existe el ala pietista que no quiere hablar sobre la sexualidad. El otro
extremo que encontramos en la iglesia es el ala del modernismo liberal que adopta la perspectiva cultu-
ral respecto a la sexualidad, en vez de respaldar el punto de vista bíblico. Sin embargo, como sociedades

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enteras caen de picada en el remolino de la confusa, caótica y retorcida sexualidad, es tiempo de que la
iglesia hable a viva voz!
La iglesia tiene la misión de ministrar la Palabra de Dios al mundo. Solo mediante la revelación bíblica
las personas pueden entender y utilizar como es debido este poderoso y sagrado regalo de Dios.
Proverbios nos dice cómo caímos en este remolino: «Al malvado lo atrapan sus malas obras; las cuerdas
de su pecado aprisionan. Morirá por su falta de disciplina; perecerá por su gran insensatez» (Proverbios
5:22-23). Muchos han metido la punta del pie en el agua del acto sexual casual y recreativo solo para
que tiren de ellos la fuerte marea que es tan mortal para la salud física, mental, emocional y espiritual, y
tan destructiva para las familias y sociedades. ¿Por qué?
La clave a la respuesta, según el proverbio, es que las personas mueren «por su falta de disciplina». Una
generación deja de enseñarles a sus hijos sobre el maravilloso y sagrado regalo de la sexualidad bíblica.
Entonces la siguiente generación falla en proveer instrucción., y luego la próxima... hasta que los si-
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guientes se hunden en una lobreguez cada vez más profunda. Por lo tanto, en el ámbito de la sexualidad
humana, en vez de verdad y luz, reina la oscuridad, la decadencia y el engaño.

LOS «EDUCADORES» SEXUALES


En un capítulo anterior, enfatizamos que si no enseñamos a nuestros hijos, lo hará otra persona. En nin-
guna otra esfera de la vida de nuestros hijos esto es más cierto que en lo que se refiere a lo sexual, ¡La
verdad es que otros les enseñan a nuestros hijos!»
l. Los medios enseñan o nuestros hijos. La televisión bombardea a los jóvenes con quince mil imágenes
sexuales al año2. Con razón una organización británica encontró que sesenta y cuatro por ciento de los
adultos piensan que los niños aprenden sobre la relación sexual «de la cultura popular, las revistas y la
televisión»3. Es probable que las cifras no varíen mucho en Estados Unidos. Alrededor de setenta y cin-
co por ciento de los vídeos musicales transmitidos en MTV están saturados de contenido sexual, cin-
cuenta por ciento de violencia y ochenta por ciento con una mezcla de ambos4. Es más, setenta
por ciento de los adolescentes estadounidenses obtienen su información sexual sobre todo de los me-
dios de comunicación.
2. Los maestros instruyen o nuestros hijos sobre la sexualidad. Las escuelas tratan de asumir el
papel de educador sexual, pero como la educación pública desechó la perspectiva moral bíblica, las
escuelas enseñan un método que en gran parte carece de valores y donde se enfatiza la prevención del
embarazo y las ETS, y la técnica sexual. Eddie Ferguson, líder de la organización británica antes men-
cionada, pudo haber estado refiriéndose a las escuelas públicas estadounidenses cuando dijo: «Ya no es
suficiente para un maestro que sea experto en su asignatura. Cada vez más esperamos que impartan las
destrezas sociales y civiles que son fundamentales para el adecuado funcionamiento de una sociedad de-
mocrática; destrezas que, no hace mucho tiempo, las transmitían la familia, las iglesias y la sociedad»6.
3. Los amigos y compañeros les enseñan a los hijos sobre la relación sexual. A decir verdad, los mis-
mos adolescentes anuncian que la mayoría de la información sobre la relación sexual la obtienen de sus
amigos y compañeros. Esto quizá sea porque algunos jóvenes encuentran que sus padres callan el asun-
to, no dispuestos a discutirlo. A menudo, la «educación» sexual de sus amigos consta de una mezcla de
mentiras categóricas, medias verdades y algunos bocadillos de verdad. Algunos padres no son capaces
de ayudar porque aprendieron sobre la relación sexual con sus amigos.

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Al parecer, los padres a ambos lados del Atlántico buscan profesionales que les informes a sus hijos so-
bre la sexualidad humana. Es paradójico que de los adultos entrevistados para el informe británico, solo
el treinta y seis por ciento pensaran que era tarea de los padres instruir a sus hijos sobre la relación se-
xual. En los Estados Unidos no es mucho mejor.
La campaña nacional para la prevención del embarazo entre adolescentes, con sede en los Estados Uni-
dos, reveló que uno de cada cinco jóvenes menores de catorce años de edad han tenido relaciones sexua-
les. «Lo que está claro de verdad en este informe», dijo Michael Resnick de la Universidad de Minneso-
ta, «es que son las voces de los padres y demás adultos las que de manera sorprendente siguen ausentes
en las vidas de muchos de nuestros hijos»8.
Repito, si no les enseñas a tus hijos sobre la relación sexual, lo hará otro. Además, la información que se
vierte en los hijos a través de todas las demás fuentes contribuye a la oscuridad, la decadencia y el enga-
ño sobre la relación sexual. Los padres con una visión modelada en la Biblia pueden darles a sus hijos la
verdad y la luz que desplazará la oscuridad y el engaño.
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LOS PADRES Y «LA CONVERSACIÓN»


Muchos padres preferirían besar una cobra en la cabeza antes que tener que hablar con sus hijos sobre la
relación sexual. Para tales papás y mamás, las cinco palabras más aterradoras que escuchará jamás de los
labios de sus hijos son: « ¿De dónde vienen los bebés?». Los padres valientes que tratan de contestar la
pregunta a menudo sienten que fracasaron. Aun así, tenemos que felicitarlos por hacer el intento.
Es crucial saber cuándo tener esta conversación con nuestros hijos No hay una edad establecida, pues los
niños varían en sus niveles de madurez. Debemos ser sensibles al desarrollo físico y psicológico de
nuestros hijos. Existen, sin embargo, algunas pautas para varias categorías de edades.

En edades de uno a cinco años


Las edades de uno a cinco años representan la temporada para establecer las bases. Durante estos prime-
ros años, los niños son consumidores de información. Las palabras, los conceptos y las relaciones visua-
les se vierten en sus cerebros por millares. Este es el momento en el que los padres deben enseñarles a
sus hijos los nombres de las partes del cuerpo. Es cómico ver la manera en que usamos todas las pala-
bras adecuadas, una oreja es una oreja, una nariz es una nariz, hasta que llegamos a los genitales. Enton-
ces inventamos todo tipo de nombres para las partes privadas. No obstante, un pene es un pene, y una
vagina es una vagina. El nuevo nombre que invento el padre no mejora los verdaderos términos. Así que
los padres deben llamar los órganos por su debido nombre.
La primera etapa de la vida de un niño también es el tiempo cuando un papá y una mamá deben enseñar-
les a sus hijos la verdad de que el cuerpo es un regalo de Dios. A los niños pequeños se les debe enseñar
la perspectiva de que su cuerpo es especial porque es la casa de Dios en la tierra y, por lo tanto, es
bueno.
Cuando nuestro hijo mayor, Ed, estaba en preescolar, su maestra quedó embarazada. Todas las tardes
nos informaba que la señora Rogers estaba «cada día más grande». Jo Beth le aseguro que a veces las
madres aumentan medio kilo o un kilo de peso, y que a la señora Rogers no le iba a suceder nada

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A medida que pasaban las semanas, la preocupación de Ed creció. Jo Beth habló conmigo al respecto, y
yo ejecuté esa famosa maniobra varonil conocida como «echarle a otro el muerto». Le dije que si Ed
volvía a preguntar, que tendría que decide algo que lo satisficiera.
Ed volvió a preguntar, así que Jo Beth le explicó:
dentro de ella. En su debido momento, el bebé va a salir.
por el cuerpo de su mami, y tiene muchos alimentos para comer.
De repente, al pequeño rostro de Ed se envolvió en una profunda contemplación.

Jo Beth se sintió aliviada. Por fin le había dado a nuestro pequeño hijo la respuesta directa del asunto.
Enseguida, sin embargo, su satisfacción se desinfló. Con firme convicción, Ed la miró fijo a los ojos y
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anunció:
Fin de la discusión, al menos por el momento.
No obstante, Jo Beth merecía una estrella de oro por su sinceridad. Aunque Ed no estaba convencido,
procuró ser sincera y contestar sus preguntas con claridad, dulzura y alegría. Tal actitud le quita el en-
voltorio de papel de estraza al asunto de la sexualidad y les permite a los niños saber que no es un tema
tabú. En el futuro, no temerán acudir a sus padres con preguntas mayores sobre la sexualidad.

En edades de seis a nueve años


Los chicos crecen con rapidez entre las edades de seis a nueve años. Esta es la etapa cuando deben co-
menzar a escuchar sobre la reproducción y los hechos básicos de la vida adecuados a su edad. Hoy en
día, los chicos entre estas edades escuchan lo que sus compañeros le dicen sobre la relación sexual. Pue-
den explorar las líneas de televisión por cable y ver las imágenes que diseminan los medios por una cul-
tura maníaco-sexual. Los chicos en esta categoría deben obtener la verdad sobre el sexo antes de que
comiencen a prestar atención a las distorsiones.
Averigua lo que ya conoce tu hijo. Aclara cualquier información errónea. Establece tu palabra como
fiable, verdadera e informada, de modo que tu hijo no tenga que conseguir la información por otra parte.
Mantén el tema en una nota positiva: El sexo es un regalo de Dios, una parte positiva de la vida, y Él
tiene el plan y las direcciones para su uso.

En edades de diez a trece años


Cuando los hijos tienen entre diez y trece años de edad, el flujo de información disminuye desde un am-
plio río a espumosas aguas. La conversación sobre la sexualidad debe convertirse en algo específico y
enfocado. Los asuntos y términos difíciles como el flujo menstrual, la masturbación y los sueños moja-
dos llegan a formar parte de la conversación. Los padres deben preparar a sus hijos para la pubertad y
los cambios que retumbarán en sus cuerpos.
Los chicos en esta etapa no necesitan un profesor, sino un amigo, un compañero de viaje que haya anda-
do por esta senda extraña y que pueda señalarles el camino. Así que descarta los secos académicos de tu

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repertorio de conversación sobre la sexualidad y recuerda tu época de adolescente. Piensa en los senti-
mientos que experimentaste: vergüenza, confusión, curiosidad, temor. Evítale esas emociones a tu hijo.
Trata la conversación de la sexualidad como un banquete. El aperitivo es la buena noticia de que los
seres humanos somos una «creación admirable». La ensalada es que Dios tiene un estupendo plan
para la vida del hijo. El plato fuerte es la enseñanza sobre los detalles del sexo, la relación entre el com-
portamiento sexual y la pureza, las corrupciones de la fornicación y el adulterio, el papel del cuerpo co-
mo el templo de Dios y la actualización del plan de Dios para el individuo. El postre es la palabra positi-
va sobre el placer de la relación sexual en el matrimonio, desempeñado mediante la norma de Dios.

En edades de catorce a dieciocho años


Preparar a los hijos para salir en una cita es el objetivo de la conversación sobre la sexualidad entre los
catorce y los dieciocho años de edad. Los primeros años de la adolescencia son la época en que los pa-
pás y las mamás deben discutir sobre las citas, las caricias (por ejemplo, toques sexuales) y la presión de
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estar con alguien del sexo opuesto. Las chicas tienen que prepararse para cortar los famosos argumentos
que muchas escuchan de forma inevitable: «Si me amas, lo harás». El joven tiene que prepararse sobre
cómo echarle agua fría a una candente cita que se le presenta. Ambos deben aprender a respetar al sexo
opuesto.
Los adolescentes esperan de sus padres honestidad y franqueza. La historia sobre la experiencia per-
sonal de un padre es mucho mejor que una lánguida conferencia teológica o un ensayo sociológico.
Tengo un amigo que usó el método del testimonio personal con un resultado sorprendente.
«Tú puedes vencer la tentación porque yo lo hice», le dijo mi amigo a su hijo adolescente. Entonces el
padre le relató la historia del viaje de negocio que realizó con su jefe y una bella secretaria escogida con
sumo cuidado para el viaje. Mi amigo tenía la responsabilidad de procesar y terminar informes y acuer-
dos como resultado de las discusiones diarias. Al final de los negocios de cada día, la secretaria venía a
su cuarto, donde tenía la máquina de escribir (eso fue hace muchos años).
Una tarde la secretaria entró al cuarto y se deslizo en la cama de mi amigo. Cuando él se dio cuenta de lo
que iba a suceder, huyó del cuarto del hotel con tanta rapidez que dejó tras sí un pequeño remolino de
viento, junto con una ofendida rubia.
Veinte años más tarde, mi amigo y su hijo, ahora con treinta años, estaban juntos en un avión. En Albur-
querque, una despampanante mujer abordó el avión. Mi amigo la miró más de cerca y se dio cuenta que
era la mujer de la que le habló a su hijo. El papá estaba en un asiento del pasillo, y la mujer se sentó jus-
to al otro lado.
Cuando mi amigo y su hijo aterrizaron y desembarcaron, el padre dijo:
muchos años?
El joven puso los ojos en blanco, pensando que su papá estaba a punto de contarle la historia una vez
más.
Pues bien, ¡la mujer que estaba sentada a mi lado en el avión era la misma mujer que se metió en mi
cama!
Los ojos del hijo parecían dos bolas blancas sobre una mesa de billar.

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que tener mucha fuerza de voluntad para escapar de ella!

CARA A CARA
Más tarde mi amigo reflexionó en cómo se habría sentido por el casual encuentro ante su hijo si hubiera
sucumbido dos décadas atrás. El padre estaba agradecido de poder sentar un ejemplo positivo. Mi amigo
estaba aún más agradecido de que Dios los llevara a él y a su hijo cara a cara con la tentación que logró
vencer años atrás. Sabía que su hijo nunca lo olvidaría y que estaría mejor equipado para hablarle a su
propio hijo sobre la relación sexual.
Es obvio que muchos padres no vencieron la tentación en su adolescencia. Necesitan enseñar esa expe-
riencia también. En adición a las historias de dolor, culpa y obsesionantes recuerdos, pueden enseñar
sobre la gracia de Dios y su llamado a una vida más elevada y pura.
La relación sexual no es, después de todo, el rito requerido de la entrada a la adultez. Es emocionante
ver que cada vez más jóvenes prometen permanecer sexualmente puros hasta su boda. Hace poco Robert
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Rector, investigador titular de Heritage Foundation, volvió a revisar los estudios de diez programas de
abstinencia sexual. Concluyó: «Los verdaderos programas de abstinencia ayudan a los jóvenes a desa-
rrollar una comprensión de lo que implica el compromiso, la fidelidad y la intimidad que les servirá de
manera provechosa en el futuro como fundamentos para una vida matrimonial».
Rector también descubrió que los padres son vitales en ayudar a los adolescentes a cumplir esa promesa.
Al informar sobre los resultados del estudio National Longitudinal Study of Adolescent Health, Rector
escribió: «Cuando la promesa de virginidad se combina con una firme desaprobación paterna de la acti-
vidad sexual, la probabilidad de iniciación de la actividad sexual se reduce en setenta y cinco por ciento
más.

UN «PRDMETEDOR TROZO» DE BUENAS NOTICIAS


VIH sida está matando a tantas personas en África que el presidente Bush ha concentrado recursos
estadounidenses para ayudar a resolver el problema. Sin embargo, enterrado entre el lodo de los infor-
mes negativos se encuentra un prometedor trozo de buenas noticias. En Uganda, el índice de infección
de VIH descendió de treinta por ciento de la población en la década de 1990, a tan solo diez por ciento
una década más tarde. La razón fue que, con la bendición del gobierno y la esposa del presidente de
Uganda, se lanzó una campaña de «El verdadero amor espera» con el propósito de animar a los jóvenes
para que se abstengan de la relación sexual hasta el matrimonio. Mientras que tal éxito alcanzado me-
diante la abstinencia sexual es algo que apenas se menciona, en muchas naciones los jóvenes están des-
cubriendo que el verdadero amor
En mi libro Sexo puro, mencioné tres cosas que poseen todos los adolescentes que deciden reservar la
relación sexual para el matrimonio2. Primero, estos jóvenes se ven como gente única y con una contri-
bución especial para hacerle al mundo. Alguien (un padre, maestro, amigo o pariente) ha encendido en
estos chicos la visión de su valor como personas. Están seguros en el conocimiento de que los aman
porque ese amor lo han actualizado y demostrado personas que consideran significativas. Han aprendido
a verse como los ve Dios: como seres preciosos y de valor infinito.
Segundo, los adolescentes que han hecho el compromiso de esperar hasta el matrimonio, tienen una re-
verencia por Dios y sus principios. No temen decir no. Alguien les enseñó el bien y el mal como abso-

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lutos a temprana edad. Se niegan a apoyar la ética situacional y la moralidad movible. Poseen normas
sólidas.
Como el joven Daniel en Babilonia, decidieron en sus mentes no desviarse de sus principios (véase Da-
niel 1:8).
Por último, los adolescentes que deciden esperar hasta el matrimonio para tener relaciones sexuales
aprecian el valor de los demás. No consideran a otros seres humanos como sus juguetes personales ni
objetos de gratificación. Los chicos que se abstienen respetan las necesidades y los sentimientos de otras
personas, y los consideran tan importantes como los suyos.

ESTÁ BIEN... LLEGO LA HORA DE «CONVERSAR»


Ahora que entendemos nuestra necesidad de hablar con nuestros hijos sobre la sexualidad a lo largo de
las diversas etapas de sus vidas, consideremos cómo tener esa conversación crucial. El contenido y la
metodología de la conversación sobre la sexualidad son vitales en cada nivel.
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La conversación antes de la conversación


El primer paso es «hablar antes de hablar». Esto establece el cimiento y consiste de la perspectiva que
con franqueza vivimos ante nuestros hijos cada día. Pablo escribió que debemos «llevar a cabo» nuestra
salvación (véase Filipenses 2:12). Los que creemos en el lugar santísimo de nuestra vida-templo, debe
ser evidente en nuestro comportamiento y acciones. La perspectiva bíblica que los padres deben mostrar
ante sus hijos posee estos elementos:

 Dios creó el mundo.

 Este Dios que creó el mundo nos creó a ti y a mí.

 Este Dios que creó el mundo y a ti y a mí nos creó para un propósito divino y tiene un plan para
nuestras vidas.

 Es posible conocer a Dios, al igual que su propósito y plan para nuestras vidas.

 Él nos guía a aceptar su regalo gratuito de la salvación al recibir a su Hijo Jesucristo en nuestras
vidas.
Esta perspectiva provee un comprensivo entendimiento y establece el contexto para la vida práctica. Los
hijos que crecen en un hogar saturado de este enfoque bíblico se establecen sobre un fundamento sólido.
Florecen en una atmósfera amorosa. Viendo que mamá y papá aman a Dios y se aman entre sí, forjan
seguridad y confianza en las vidas de los hijos. Estos se convierten en los recipientes directos de este
amor inquebrantable e incondicional como padres que lo derraman en ellos mediante palabras, caricias,
abrazos y juegos desde que nacen hasta los años de la adolescencia. Los mensajes positivos sobre la se-
xualidad humana y el comportamiento sexual florecen con naturalidad en tales tallos. El hijo adquiere
sentimientos, emociones, conocimientos profundos, pasiones y motivos que serán los elementos de sus
conceptos sexuales a medida que madura.

«El beso de la cobra»

Digitalizado por: Francisco Galban Alvarez


El segundo paso en la conversación sobre la sexualidad es la «conversación» en sí. Este es el encuentro
cara a cara que temen muchos padres, el momento para besar la cobra en la cabeza. Recuerda, la edad en
que un padre decide tener esta conversación depende de la edad y capacidad del hijo. En esta conversa-
ción, los padres deben decir las cosas tal y como son. La edad en que el hijo puede asimilar la in-
formación directa va a variar, así que, vuelvo y repito, los padres deben ser sensibles.
He aquí un bosquejo útil para esta conversación sobre la sexualidad; solo rellena cada aspecto con tus
propias palabras:
I. El primer mandamiento de Dios a los seres humanos fue el de reproducirse y esparcirse sobre toda
la tierra a fin de que disfrutaran lo que creó Dios. (Enséñale al hijo que la relación sexual fue idea de
Dios).
II. Dios les dio este mandamiento a un hombre y a una mujer que, juntos, constituyeran un matrimo-
nio. (Discutan sobre las diferencias entre el comportamiento heterosexual y homosexual, y por qué la
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Biblia se opone al homosexualismo).


III. Dios también les dio el regalo de la relación sexual a fin de que lograran reproducirse. (Describe
la relación sexual como regalo de Dios y explica los detalles de la reproducción).
IV. Dios también dio el regalo de la relación sexual de modo que el esposo y la esposa logren expresar
su amor y unidad, y disfrutar de intimidad el uno con el otro. (Ayuda al hijo a entender la importancia
del matrimonio y cómo la relación sexual fuera del matrimonio a la larga es mala y dañina).
V. Por encima de todo, Dios les dio el regalo de la relación sexual como una ilustración de la relación
entre Dios y su esposa, la iglesia; por lo tanto, la relación sexual entre esposo y esposa es sagrada. (Ha-
bla sobre cómo Dios comparte su intimidad con nosotros).
VI. Cuando Adán y Eva decidieron pecar, corrompieron el hermoso regalo de la relación sexual, por
eso es importante que permitamos que la Palabra de Dios sea la norma para nuestro comportamiento
sexual. (Discute la crisis de la relación sexual fuera del matrimonio, incluyendo la fornicación y el adul-
terio, los peligros de las enfermedades de transmisión sexual, la tragedia de la ilegitimidad, el fracaso de
la relación de «cohabitar», el horror del aborto y la destrucción de la familia. Nota también de que no
«todo el mundo lo hace». Si cuarenta y ocho por ciento de los adolescentes estadounidenses informan
estar sexualmente activos, cincuenta y dos por ciento, más de la mitad, no lo está!). I
VII. La gracia de Dios extiende perdón cuando violamos sus normas de comportamiento sexual. (A
través del adulterio de David, muéstrale a tu hijo cómo la relación sexual fuera de las normas de Dios
tiene consecuencias trágicas, pero cómo Dios nos perdona y restaura a una relación con Él).

La conversación después de la conversación


El tercer paso de la conversación sobre la sexualidad es «la conversación después de la conversación».
En realidad, estas son conversaciones. Habrá conversaciones continuas entre padres e hijos, sobre todo a
medida que se expanden los límites sociales y las relaciones.

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Sin embargo, los papás y las mamás deben hacer más que la verbalización continua; deben involucrarse
en las vidas de sus hijos. Los padres pueden seguir ejerciendo una fuerte influencia en sus hijos a medi-
da que estos maduran, pero esto requiere interacción y participación en las experiencias de sus hijos.

MANTEN LAS LÍNEAS ABIERTAS


Esto significa mantener abiertas las líneas de comunicación. Cuando los hijos entran a los años de la
adolescencia, las líneas de interacción entre ellos y sus padres se obstruyen. Las expectativas de los pa-
dres, sentimientos que los padres no entienden, la imposibilidad de expresar lo que sienten y su propia
confusión componen el limo que los chicos colocan en las líneas de comunicación.
Los padres añaden sus propios asfixiantes ingredientes: ira, desconfianza, temor, incapacidad de relacio-
narse y duda personal a medida que crecen. De todas maneras, la carga descansa sobre el padre y la ma-
dre para desobstruir las líneas de comunicación entre ellos y sus hijos adolescentes. He aquí algunos
consejos para hacerlo:
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l. Programa tiempos especiales. Una madre podría programar un día de forma periódica y regu-
lar salir de compras con su hija adolescente, incluyendo el almuerzo. Un padre puede llevar a su hijo a
cazar, pescar o a un evento deportivo. Los papás deben salir con sus hijas, y las mamás también deben
programar tiempos especiales con sus hijos. La idea no es forzar una conversación, sino proveer un foro
donde el diálogo y la interacción fluyan de manera suave y natural.
2. Pídele consejo a tu adolescente. Esto parece un poco chocante, pero nada le mostrará a tu adoles-
cente que lo respetas como pedirle su opinión. Esto puede incluir cualquier cosa desde lo que piensa
sobre tu vestido (prepárate para que te insulten), hasta sus puntos de vista políticos y los candidatos. Es
más, pregúntale a tu hijo qué opina sobre asuntos importantes, luego siéntate y escucha.
3. Involucra al adolescente en las decisiones familiares. Esto reduce y eleva la apuesta inicial sobre la
opinión del adolescente, ya que trata con asuntos que influyen en la vida familiar. El adolescente ahora
comienza a asumir cierta responsabilidad por el estilo de vida de la familia y sus actividades al dársele la
oportunidad para comentar.
Aunque todos estos asuntos quizá no se relacionen forma directa con la sexualidad, mantienen los cana-
les abiertos de modo que, cuando ocurran las necesarias y continua: conversaciones sobre la sexualidad,
ya sea por iniciativa de ellos o tuya, la línea de comunicación estará despejada y lista.
En realidad, las mamás y los papás que se esfuerzan por mantener una línea abierta para la «conversa-
ción después de la conversación», descubren que pueden presentar los hechos crudos sin que sus adoles-
centes perciban la conversación como otro sermón más. Para los jovencitos que viajan a máxima veloci-
dad por los intensos cambios hormonales y la curiosidad sexual de la adolescencia, existe una gran nece-
sidad de traerlos de nuevo a la tierra mediante la dura verdad de la siembra y la cosecha, las acciones y
sus consecuencias.

HECHOS DIRECTOS
Los padres que mantienen abiertas las líneas de comunicación pueden decirles a sus adolescentes estos
fuertes y sinceros hechos: que los sexualmente activos antes del matrimonio tienen un mayor índice de
depresión y suicidio, que a menudo las madres solteras están destinadas a la pobreza, que las parejas que
cohabitan tienen un mayor índice del divorcio que quienes deciden esperar, junto con toda la demás evi-

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dencia que muestra las consecuencias de la fornicación y el adulterio. Un papá que mantiene abierta las
líneas de comunicación con su hijo adolescente puede decirle que la relación sexual fuera del matrimo-
nio es un estilo de vida perdedor. Una madre con una línea de comunicación clara con su hija puede
ayudarla a entender que una relación sexual fuera del matrimonio garantiza el dolor.
Las mamás y los papás que se mantienen involucrados pueden guiar a sus adolescentes de modo que
vean que los practicantes de la relación sexual fuera del matrimonio pierden su libertad, su gozo y a me-
nudo sus vidas, al menos el alto propósito para el que Dios los trajo al mundo.
La música más estupenda para los oídos de los padres que envejecen está compuesta y cantada por un
hijo adulto que al final dice: «Papá... mamá, ustedes tenían razón. Gracias por haberme dicho la verdad
cuando era chico».
Los padres que escuchan esa melodía están escuchando una grabación de la canción que años atrás ellos
mismos cantaron en las vidas de sus hijos, cuando les importaban lo suficiente como para tener con ellos
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la conversación sobre la sexualidad.

PREGUNTAS PARA LOS PADRES


1. ¿De dónde obtuviste tu primera información sobre la sexualidad?
2. ¿Qué falsos conceptos piensas que tienen hoy los chicos sobre la sexualidad, y cómo corregirás
estos conceptos errados en tus hijos?
3. ¿Si cometiste errores sexuales cuando crecías, qué les dirás a tus hijos ahora?
4. ¿Si permaneciste abstinente mientras crecías, qué les dirás a tus hijos ahora?

UNA PALABRA PERSONAL.

No serás un padre pasivo.


Si se mantuviera un expediente permanente para los padres como los hay para los estudiantes, ¿cuántas ausencias tendrían ustedes, papá
y mamá?¿Están disponibles y participan en la vida de su hijo? Si no es así, están criando un hijo condenado a la dificultad... y se
pierden los tesoros la vida.
E.Y.

MANDAMIENTO 10

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NO SERÁS UN PADRE PASIVO.
Una extraña contradicción prevalece entre muchos padres y madres que viven en nuestro mundo occi-
dental de alta velocidad, conducido por la ambición y orientado al activismo: A pesar de que los estimu-
lan con iniciativas de mucha energía en sus carreras y estilos de vidas, se convierten en practicantes de
lo que se puede denominar «educación nirvana».
¿Qué quiero decir con esto? La «educación nirvana» es un tipo de crianza pasiva, manejada por control
remoto y fundamentada en la enseñanza budista y la influencia mística oriental. En la década de 1960,
muchos jóvenes que llegarían a ser padres en los años de 1970 y 1980, se enamoraron del misticismo
oriental, con su énfasis en la «separación» del dolor y el sufrimiento como la meta más alta de salvación.
La perspectiva del budismo Zen, con su fuerte énfasis de «hazlo a tu manera» y su espiritualidad inten-
samente individualista, se convirtió en una gigantesca ola que arrastra a su paso a muchos de la élite de
forjadores de opiniones, cuya influencia perduraría en los buscadores de espiritualidad.
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SATURADOS DE BUDISMO
Sin duda, muchos estadounidenses se separaban de sus raíces bíblicas mientras leían libros, artículos,
estudios académicos y psicología popular. Mientras tanto, las películas y los programas de televisión
saturaban a la sociedad con los tres conceptos del budismo: Todo es «pasajero», las cosas materiales son
«insustanciales» y «nirvana es estado de quietud»'.
La gran meta para muchos nómadas sin raíces espirituales llegó a ser el nirvana. Para los budistas Zen,
esto significa un desinterés que capacita a una persona para tener sabiduría y compasión, pero que no le
afligen fastidiosas emociones y sentimientos que vienen con la preocupación y la inquietud. Los hindúes
ven el nirvana como emancipación de las ataduras.
El término literalmente significa «apagarse». Nirvana es la extinción de las pasiones y los deseos, y la
«liberación» todas las limitaciones. Es remontarse por encima de los problemas y las necesidades a tra-
vés de la creencia de que no son reales. Para sus partidarios, nirvana es «la meta suprema de
A medida que se filtraba en la cultura occidental, Zen, nirvana y otros conceptos orientales perdieron
parte de las tradiciones y significados que las definían, y gota a gota se desarrolló en una simple pasivi-
dad. Su mantra, repetida cada día por millones, es «Lo que sea...».
Los conceptos nirvana-Zen saturaron y envenenaron la educación pública. Cada niño era su pequeño
universo propio y se le debía permitir que aprendiera a su propio ritmo. La inflación de las calificacio-
nes, los colapsos académicos y los sistemas escolares con sus propias fuerzas policiales fueron el resul-
tado.

EL «SUMO SACERDOTE» DE LA EDUCACIÓN NIRVANA


La historia de la educación nirvana comienza con las enseñanzas de Benjamín Spock hace más de me-
dio siglo. Llegó a ser el sumo sacerdote de la educación nirvana. Su libro Tu Hijo apareció por primera
vez en 1946; del que se venderían más de cincuenta millones de ejemplares. Spock les dio a comer a los
padres estadounidenses un agrio guiso mezclado con pensamientos de Rousseau y Freud, junto con al-
gún desprendimiento tipo nirvana. En vez de interferir con los comportamientos instintivos y a menudo
agresivos de los niños, los padres deben enfocarse en sus necesidades instintivas, predicó Spock.

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La década de 1960 fue testigo de la primera cosecha de bebés criados al estilo Spock y, después de ob-
servarlos y justo antes de su muerte, Spock pidió perdón por sus ideas. Fueron solo hipótesis, dijo él, sin
probarse por la experiencia.
Así y todo, en la década de 1970, el doctor Thomas Gordon llevó las nociones de Spock a un nuevo ni-
vel. El periódico The New York Times se refirió en cierta ocasión su Entrenamiento de Eficiencia Pa-
ternal (PET, por sus siglas en inglés) como un Movimiento nacional». Para 1976, miles de padres estu-
diaban los Conceptos de Gordon en unas ocho mil clases diseminadas por toda la nación. Gordon exhor-
taba a las madres y los padres a que rechazaran la autoridad al tratar con sus hijos, que les permitieran
establecer sus propias limitaciones y que identificaran métodos «sin autoridad» a fin de interactuar con
sus hijos.
Los hijos que se criaron con Tu Hijo, PET y los principios Zen-nirvana de estos dos individuos, crecie-
ron y tuvieron hijos a los que criaron de la misma manera. A la larga, el concepto se encasilló como
«crianza permisiva».
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«CRIANZA PERMISIVA»
Una manera mejor de describir la educación permisiva es «crianza pasiva». Tales mamás y papás están
indiferentes, como felices e inconscientes Budas acuclillados bajo tina higuera de Bengala mientras sus
hijos causan estragos.
Isaac, padre de Jacob y Esaú, era un padre pasivo. Génesis 25:28 lo resume. «Isaac quería más a Esaú,
porque le gustaba comer de lo que él cazaba; pero Rebeca quería más a Jacob». La rivalidad entre her-
manos fortalecida por esta división paterna de afectos trajo confusión al hogar de Isaac. Peleas, discu-
siones y engaños eran la rutina normal de la familia. Isaac no era tonto, y sabía lo que sucedía. No obs-
tante, era pasivo, abstraído, neutral, ¡un devoto del nirvana mucho antes que Buda!
El pasivismo es una paradoja. Quizá pienses que va a desaparecer. En cambio, el pasivismo cae en un
vacío cada vez más profundo, en el que cada generación se hunde cada vez más bajo, como demostró la
resultante educación Spock. Jacob siguió con la tendencia e hizo más daño porque tuvo más hijos que
Isaac. Incesto, asesinato, violación y engaño caracterizaron su hogar. Los hijos de Jacob tenían tanta
rivalidad entre hermanos que vendieron a uno de ellos, José, como esclavo. Jacob sabía que estas cosas
estaban sucediendo, pero aparte de una leve y ocasional reprensión, nunca hizo nada al respecto.
A duras penas se podría levantar una acusación mayor en contra de unos padres que decir que son pasi-
vos. Me refiero de manera específica a los papás y mamás que parece no importarles ser líderes espiri-
tuales en sus hogares. Entonces tenemos el hogar esquizoide donde los padres son activistas occidentales
cuando se trata de clases de música, partidos de fútbol, lecciones de arte y recitales de danza, pero prac-
ticantes del nirvana oriental cuando se trata de ofrecer liderazgo espiritual.

DICEN «LO QUE SEA»


El mismo padre que polariza de nuevo el planeta con tal de llevar a su hijo a un juego de pelota dirá:
«Lo que sea», cuando se trata de darle dirección a su hijo acerca de la asistencia a la iglesia o su decisión
de creencia espiritual.
Los padres que actúan así operan bajo la maldición, como Isaac y Jacob. Cuando Adán y Eva comieron
del fruto prohibido, ascendieron al trono de sus vidas y echaron a Dios a un lado. Ahora tenían su cono-

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cimiento, se imaginaban, así que podían dirigir sus propias vidas. Falso. Muy pronto descubrieron que
no estaban equipados para el contenido de trabajo de Dios.
Desde entonces, la gran pregunta de la vida ha sido: ¿Quién está a cargo? Todo lo de la maldición tiene
que ver con que tú y yo tratamos de tener el control en lugar de Dios. La tentación fundamental es el
poder. El pecado original (y todos sus retoños) tiene que ver con el control. Y he aquí la ironía de la pa-
sividad: Mientras más tratamos de tomar el control, más intentamos desprendernos del control. Isaac,
Jacob y todos los padres pasivos desean la libertad para hacer lo que les parezca, los hijos interfieren con
esta «libertad» de tener el control. Los padres pasivos no están dispuestos a pagar el precio de edificar
en sus hijos las cosas debidas. Esto les roba la libertad de ir tras sus intereses personales, exige disciplina
y coloca controles en sus agendas y prioridades. En realidad, los padres pasivos están tajo el control de
la doctrina que dice que su diversión personal, sus privilegios, sus estilos de vida, sus carreras y su
agenda son más importantes que criar hijos íntegros y saludables.

LOS MITOS QUE CREEN LOS PADRES PASIVOS


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¿Qué posibles razones pueden dar los padres a fin de no ser líderes espirituales y genuinos padres y ma-
dres para sus hijos? ¿Cómo soporta un padre pasivo contemplarse en el espejo? Tales mamás y papás
son capaces de justificar sus actitudes debido a que apoyan ciertos mitos modernos.

Primer mito: El «buen» hija malo


La idea del «buen» hijo malo se ha tejido en nuestra cultura por tales hilanderos como Mark Twain y
sus simpáticos personajes Tom Sawyer y Huck Finn, o por Hank Ketchum y su Daniel el Travieso. Es
más, podemos llamar a este mito el síndrome de Daniel el Travieso. Todos estos personajes hacen cosas
malas, pero son tan graciosos al realizar sus travesuras que causan que sean «buenos».
Nuestros hijos, pensamos muchos de nosotros, quizá sean Daniel el Travieso, infligiendo incontables
desventuras a los señores Wilson del mundo, pero que de algún modo les irá bien. No hay por qué preo-
cuparse. Ve a sentarte debajo de la higuera de Bengala. Transite por el nirvana. «Lo que sea...»
Segundo mito: El «bien natural»
Jean-Jacques Rousseau, filósofo francés del siglo dieciocho, y un rebaño de sus discípulos promovieron
la ilusión de que las personas son buenas en esencia y se corrompen por las malas cosas del medio en el
que crecieron. Los bebés emergen del vientre de sus madres como «tablillas en blanco». No existe una
sucia naturaleza de pecado, solo una pizarra en blanco. Críalos en un prístino paraíso, y siempre serán
buenos.
El padre pasivo concluye que la mejor de las estrategias es mantenerse alejados de los hijos y dejarlos
que corran por la vida, sin obstáculos. Si se permite que la naturaleza tome su rumbo, el hijo escogerá el
buen camino. «Lo que sea...»

Tercer mito: La malo de la imposición (paterna)


« ¿Quién soy yo para imponerles mis creencias a mis hijos?», pregunta el padre tragándose esta carnada.
Tales padres y madres abogan por la total democracia en el hogar. El hijo no tan solo tiene un voto, sino
el único voto en muchos casos. Si la hija quiere tener relaciones sexuales en la adolescencia, al menos
déjenla usar su propio cuarto. Si el hijo y sus amigos quieren beber o drogarse, déjenles tener la fiesta de

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mariguana en casa, fuera de las calles. Si el hijo quiere cubrir sus paredes con imágenes demoníacas,
dejen que lo haga. Si la hija decide adorar un hongo rosado, esa es su decisión.
A tales padres pasivos los han ensartado en el engaño. Aunque no les imponen sus creencias a sus hijos,
la sociedad les bombea sin parar sus sistemas de creencias y estilos de vida a esos hijos. Los padres pa-
sivos no les imponen sus creencias a sus hijos, pero se los entregan a la cultura tóxica para que los adoc-
trinen. «Lo que sea...»

LES DICEN A LOS HIJOS QUE NO SON IMPORTANTES


Al mismo tiempo que los padres pasivos se tragan los mitos, también promueven la idea de que sus hijos
no son importantes, un hijo pide cierto artículo, y la mamá dice con brusquedad: no podemos darnos ese
lujo!». Sin razón ni explicación. «¡Siéntate y cállate!», le grita un papá a su hijo. «¡Estoy demasiado
cansado!», es el lamento que muchos hijos escuchan de un padre pasivo. Todas estas excusas les trans-
miten a los hijos el mensaje de que no son importantes.
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Por cierto, las tres declaraciones anteriores, entre las más frecuentes que escuchan los hijos, a menudo
son ciertas. El presupuesto familiar es limitado, los hijos deben comportarse ¡los padres se cansan. La
mayoría de nosotros, incluyéndome a mí, hemos usado estas letanías. No son malas en sí. El problema
viene cuando al chico no le damos ninguna otra explicación o fallamos al proveerle información. Un
padre amoroso diría: «Mi amor, en este momento no podemos comprar ese nuevo juguete porque en
nuestro presupuesto esta es la semana de hacer el pago mensual de la casa». Un papá preocupado por el
impacto de sus palabras corregirá las interrupciones de su hijo al decirle que más tarde tendrá la oportu-
nidad de hablar. Una cansada pero considerada madre le dirá a su hijo que está muy cansada para salir
enseguida por una pizza, pero que en cuanto descanse un poco, discutirá la posibilidad. El padre pasivo
no dedicará tiempo para dar explicaciones y le comunicará al hijo la idea de que no es lo bastante impor-
tante para tomarlo en cuenta.

«CRIANZA POSESIVA»
El polo opuesto de la pasividad es ser posesivo. Es igual de destructivo. El estilo posesivo se manifiesta
en diversas formas, incluso en la indulgencia paterna. Por ejemplo, Julián cayó en la lujuria (¡no el
amor!) con su secretaria, se separa de su esposa y ahora vive con la secretaria. Julián y Julia se divor-
cian. A Julia le dan custodia de los hijos y a Julián el derecho de visitas. Roberto y Sofía, los hijos de
Julián y Julia, se van a quedar con su padre y la secretaria cada tercer fin de semana, de acuerdo al con-
venio judicial. Julián, consumido por culpa debido al impacto del divorcio en sus hijos, se convierte en
un papá de «todo lo que quieras». Los chicos piensan que él es fantástico... ¿y por qué no sería así? Cada
tercer fin de semana disfrutan un estilo de vida de parque de diversiones y los rodean los más novedosos
y grandiosos juguetes y artilugios, todos suplidos por su papá, Julián.
Luego está el regreso a casa con Julia. Allí les aguardan a Roberto y a Sofía los quehaceres y las tareas
escolares. Julia supervisa la monótona rutina diaria. Le irrita que ahora sea la pesada en la vida de sus
hijos y decide hacerles la vida más fácil a Roberto y Sofía a fin de que la amen tanto como a Julián.
Ahora, Roberto y Sofía tienen dos padres benévolos e indulgentes por igual, y sin disciplina.
Con razón Dios aborrece el divorcio (Malaquías 2:16)... ¡y nosotros también deberíamos hacerlo! Dios
ama al divorciado, pero aborrece el divorcio y el pecado que lo causó. Las ex parejas deben sentarse y
juntos razonar de manera bíblica e inteligente respecto a la crianza de sus hijos. El orgullo y el ego se

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deben eliminar. Los «ex» deben descartar las actitudes y opiniones negativas con las que hacen propa-
gandas con sus hijos acerca del otro. Existe un solo asunto: lo que es mejor para los hijos.
Los padres posesivos son tan «activistas», tan involucrados, tan entrelazados con las vidas de sus hijos
que el hijo apenas tiene espacio para respirar. Mucho se ha escrito sobre la «mamá animadora» en el
área de Houston donde resido, pero muy poco sobre el impacto de las acciones de la madre posesiva
sobre su hija. Quizá recuerdes a la madre que deseaba con tanta intensidad que su hija formara parte del
equipo de animadoras, que intentó eliminar la competencia prácticamente por cualquier medio posible.
¡Esta madre estaba muy lejos de ser una madre pasiva!
Efesios 6:4 tiene una advertencia y un consejo para los padres pasivos y posesivos. «Padres, no hagan
enojar a sus hijos, sino críenlos según la disciplina e instrucción del Señor», dice el versículo. «Padres»
es un término genérico aquí, refiriéndose a ambos padres. Los padres pasivos y posesivos hacen enojar a
sus hijos. Los padres pasivos lo hacen mediante el descuido y devaluación del hijo. Las mamás y los
papás posesivos hacen enojar a sus hijos mediante su agobiante indulgencia por un lado y la mano infle-
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xible por el otro.

«CRIANZA PARTICIPATIVA»
En vez de ser pasivo o posesivo, la crianza bíblica es participativa. Las mamás y los papás que siguen
este estilo participan con sus hijos y brindan oportunidades para que estos participen a su lado en activi-
dades y decisiones. Los padres participativos no son dominantes, pero sus hijos tampoco los controlan.
El consejo que encontramos en Efesios 6:4 nos da dirección para el estilo de crianza participativa. El
mismo tiene que ver con la disciplina e instrucción divina. Estos son elementos vitales en la crianza par-
ticipativa. A esto le llamo el «Secreto de la triple "A"».

Afirmación
La primera «A» es afirmación. Los papás, en especial, deben afirmar a sus hijos. Una relación sobrena-
tural existe casi siempre entre las madres y sus hijos. Mamá llevó cargado al bebé en su vientre por nue-
ve meses, así que el vínculo entre madre e hijo se estableció desde la concepción. Los papás deben es-
forzarse en forjar esta modalidad de relación sobrenatural, la afirmación es un medio vital para ayudar a
un padre a ser participativo. Un hijo necesita escuchar a su papá decir: 'Estoy orgulloso de ti». Un joven
necesita sentir el respeto de su Padre por algún logro en particular, y una joven necesita saber que a los
ojos de su papá es hermosa.
Los padres tienen que unirse a las madres en llevar a dormir a sus hijos en la noche. Deben decir pala-
bras de poderosa acción como la última cosa que un hijo escuche antes de dormirse, palabras como:
«¡Eres exactamente lo que hubiera pedido de haberle hecho una orden especial a Dios!».
El comediante clásico Eddie Cantor dijo en cierta ocasión que cada vez que veía la lista de «Los diez
más buscados» del FBI, siempre pensaba: «Si los hubiéramos hecho sentirse queridos a temprana edad,
ahora no serían los más buscados». Permite que tus hijos sepan mediante tu afirmación que están en tu
«lista de los buscados» ¡ y quizás no estén en una «lista de buscados» más tarde en la vida!

Apreciación

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La segunda «A» es apreciación. Aun los niños pequeños necesitan saber que los aprecian. Siempre dis-
fruto escuchar y observar cuando los pequeñitos cantan en nuestros cultos de adoración, en particular los
preescolares. Por lo general, observo más a los padres que a los chicos. Me deleito en especial observan-
do a los padres que les hacen señas a sus hijos en la plataforma.
Una pequeña, de unos cinco años de edad, corrió a su papá después del culto en que cantó. Observé có-
mo se aferraba a la pierna de su padre mientras este conversaba con otro padre. La niña levantó la vista y
comenzó a decir algo. «Susana», le dijo con brusquedad, «¡cállate! ¿Acaso no ves que estoy hablando?»
Para ser sincero, tuve que luchar con la compulsión de acercarme a ese papá y decir: «¡Eres demasiado
estúpido para ser padre!». Cierto, los niños deben aprender a tener buenos modales. Sin embargo, este
padre le envió a su hija un mensaje que decía que la conversación con el otro adulto era más importante
que ella. A su edad, es posible que esta fuera la primera vez que la niña actuaba en público. Todo lo que
quería era que su papá le dijera lo maravillosa que fue su actuación.
Allá arriba en las nubes donde conversaban el padre y la otra persona, había muy poca conciencia de
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cómo la pequeña niña veía el mundo «acá abajo». Quizá el papá hubiera entendido si hubiera descendi-
do al nivel de su hija. Si al padre lo hubieran llevado a juicio por pasar por alto a su hija, un adecuado
castigo hubiera sido exigirle al padre caminar de rodillas por una semana. Los padres que bajan al nivel
de sus hijos aprenden a apreciar la perspectiva del hijo. Aprenden la importancia de expresar esa apre-
ciación. Ese papá tenía que haberse pasado una semana mirando el mundo en el nivel de su hija, y en
lugar de cortarla, podía haberle dicho algo así: «¡Estuviste maravillosa! ¡Estoy muy orgulloso de ti! ¡Te
sabías casi todas las palabras de la canción!».

Afecto
La tercera «A» es afecto. Siempre les he demostrado mi afecto a nuestros tres hijos al besarlos, incluso
ahora, aunque son adultos. En nuestra cultura, muchos hombres tienen e problema de mostrar tal afecto
a sus hijos, en especial a los varones.
«Mis amigos piensan que es extraño cuando me besas delante de ellos», le dijo un adolescente a su pa-
dre.
«Está bien, entonces sustituiremos el beso chocando las manos en alto», respondió el papá.
Eso fue lo que hicieron, pues el padre no quería avergonzar a su hijo, pero quería demostrarle afecto. El
papá sabía que implicaba toque físico. Cuando los hijos son pequeños, podemos mostrarles afecto físico
al abrazarlos y cargarlos. Cuando crecen, no pierden la necesidad de tales demostraciones. Aunque un
padre quizá ya no pueda sentar a su hija adolescente en su regazo, ni una madre acurrucar a su hijo de
dieciséis años de edad, es importante que los padres busquen la demostración de afecto físico de acuerdo
a la edad y sexo.

LAS CUATRO ETAPAS DEL DESARROLLO DE UN HIJO


Los padres participativos saben cómo expresar amor y comunicarse con sus hijos porque entienden las
etapas del desarrollo de sus hijos. No profeso tener un título de especialista en el desarrollo de los niños,
pero sí tengo un «título» en la más exigente universidad, la más difícil de todas: la escuela de la línea de
fuego en las trincheras de la crianza. A través de esa experiencia, noté cuatro etapas principales de desa-
rrollo. Jo Beth y yo aprendimos que teníamos que ajustar nuestro estilo de crianza a la etapa que atrave-
saba un hijo en particular.

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La etapa de la atención personal
La primera es la etapa de la atención personal, la cual va desde el nacimiento hasta alrededor de los dos
años de edad. Esta es la agotadora crianza a tiempo completo. Biberones, pañales, siestas, irse corriendo
al consultorio del médico y fuertes gemidos en la noche son parte de esta etapa. Por ahora, toda su vida
se define por el precioso regalo que te ha dado Dios. Eres el proveedor de cuidados y el hijo depende por
entero de ti.

La etapa de autoridad
A continuación está la etapa de autoridad, que va desde los dos años de edad hasta los seis. Ahora el
padre comienza a hacer valer su autoridad. El pequeño recibe sus primeros indicios de que mamá y papá
son los jefes. En esta etapa el chico probará los límites. Poseen todo tipo de estrategias para hacerlo,
desde las rabietas hasta meter los dedos en lugares prohibidos, tales como los enchufes eléctricos. La
visión de los padres permisivos es unidimensional que cree que el hogar es siempre una democracia pu-
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ra. No es así, y esta es la etapa donde el padre participativo permitirá que el pequeño sepa que papá y
mamá son los que tienen la autoridad y el liderazgo.

La etapa de enseñanza y preparación


En tercer lugar tenemos la etapa de enseñanza y preparación, que abarcan las edades de seis a doce años.
La disciplina significativa entra en esta etapa. Hasta el momento, la disciplina se ha administrado para
detener actividades dañinas. Ahora, los padres comienzan a conectar la disciplina con razones y propósi-
tos, de modo que el niño entienda por qué lo pusieron de castigo o le dieron una nalgada. Los padres
deben disciplinar con discernimiento al entender la situación y el niño. Entonces, se puede administrar la
disciplina apropiada. Este discernimiento guiará a la mamá o al papá a seleccionar el método disciplina-
rio.
Los padres pueden aprender a comunicarse de manera eficaz con sus hijos al estudiar el estilo de Jesús.
Al Señor le encantaba enseñar en parábolas. A través de las experiencias de la vida, hasta la persona más
sencilla podía entender sus verdades, ¡a pesar de que a menudo no podían hacerlo los complejos tipos
religiosos!
Supe de un papá que captó en realidad el principio de la parábola. Llevó a su hijo de pesca en New
Hampshire. Tarde esa noche, el muchacho pescó el mayor róbalo que viera jamás. El padre le echó un
vistazo al reloj. «Hijo», dijo con tristeza, «en New Hampshire hay temporadas para la pesca de ciertos
tipos de peces, y la temporada de róbalo no comienza hasta dentro de dos horas. Vamos a tener que tirar
el pez al agua». El chico protestó, pero con amor y comprensión, el padre respondió: «Esa es la ley; te-
nemos que echarlo al agua».
Años más tarde, como arquitecto en la ciudad de Nueva York, el hijo recordó el róbalo. Cada vez que se
sentía tentado a torcer las reglas, ceder ante la tentación, hacerle trampas a un cliente o tomar un atajo
que pudiera resultar en algún daño para otra persona, el hombre pensaba en la lección de intransigencia
aprendida de su padre. Sabia, sin duda alguna, ¡que ese róbalo fue la mejor pesca de su vida!

La etapa como entrenador-animador


La cuarta etapa de desarrollo es la etapa como entrenador animador, que va desde los doce años de edad
hasta los diecinueve. En este momento, nuestros vástagos se aventuran en el juego real de la vida, y no-

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sotros los padres estamos en la línea de banda. Desde nuestra posición de observadores, llamamos al
juego, pero a veces los chicos fuera del campo llaman por su cuenta. Si hiciste bien el trabajo a través de
las primeras etapas, tus hijos atenderán tu orientación. Si has sido preventivo, piadoso y sensitivo en las
demás etapas, te escucharán ahora, aun si tienen que enfocar sus oídos para escuchar tu voz por encima
de la muchedumbre.
Cuando el hijo o la hija cruzan el umbral cerca de los diecinueve años de edad, pasas de un entrenador a
un amigo de confianza. Antes, mirabas desde arriba y tenías que hacer esfuerzos especiales para descen-
der a su nivel. Ahora es cara a cara ante una taza de café o en algún otro ambiente amistoso. El liderazgo
paterno en este momento no viene mediante la autoridad, sino la relación. Esa es la meta para la interac-
ción de padre-hijo.
El doctor Phil Litdeford y su hijo de doce años de edad fueron pescar en Alaska. Abordaron un pequeño
hidroavión que los llevaría a varios lugares para pescar. En esta expedición de pesca se les unieron el
piloto y otro pescador.
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El pequeño grupo voló hasta un remoto lago y comenzaron a pescar, pero no lograron pescar nada en
todo el día. Al día siguiente el piloto los llevó a otro lugar en la región ártica. El piloto divisó los salmo-
nes y, sin duda, Littleford, su hijo y el otro hombre los pescarían. En cuanto lanzaron sus líneas al agua,
los peces prácticamente se peleaban ente sí por engancharse.
Al final del día, cuando los cuatro hombres fueron al avión que los llevaría al campamento base, descu-
brieron que la marea había arrastrado el avión hasta encima de las rocas. No pudieron despegar, así que
el grupo decidió pasar allí la noche. Cocinaron pescado y pasaron una gloriosa noche en el prístino am-
biente.
A la mañana siguiente despertaron, y la marea había vuelto a subir. El grupo levantó campamento, puso
la carga en el pequeño hidroavión y despegaron. Sin embargo, descubrieron demasiado tarde que las
rocas quebraron uno de los flotadores y estaba lleno de agua. Al elevarse, el avión comenzó a girar y
cayó de picada en las heladas aguas.
Los cuatro sobrevivieron al accidente. El piloto y el otro hombre nadaron hasta la orilla, y lo lograron.
El doctor Littleford y su hijo, Mark, se lanzaron al agua y se dirigieron hacia tierra seca. El doctor Little-
ford era un ágil nadador y pudo llegar a la orilla con facilidad, pero Mark luchaba para nadar contra la
corriente revuelta. Los dos hombres en la orilla observaron que el doctor Littleford nadaba de regreso
por su hijo. No había manera que el padre pudiese nadar y sacar a su hijo de las fuertes mareas, así que
el padre solo sostuvo a su hijo. Poco a poco, la corriente los arrastró. Al final, los dos desaparecieron en
el horizonte. El padre y el hijo murieron poco después de hipotermina3.
La primera vez que leí esta historia, pensé: «¿Qué habría hecho si fuera ese padre?». Aunque no soy el
tipo heroico, estaba plenamente convencido de que me hubiera quedado con mis hijos. No pienso que
sea algo heroico e inusitado en particular. La mayoría, si no todos los padres, habrían hecho lo mismo.

CRIANZA SIGNIFICA SACRIFICIO


Si estuvieras dispuesto a morir por tus hijos ¿estarías dispuesto a hacer lo que sea a fin de edificar las
buenas cosas en sus vidas mientras crecen? Esto significará que debas sacrificarte tú y tu vida. Son en
esos pequeños sacrificios diarios que se forja un hombre en tu hijo y una mujer en tu hija. Si haces este

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sacrificio, tus hijos crecerán hasta convertirse en adultos temerosos de Dios, y ellos se levantarán y te
llamarán bendecido (véanse Proverbio 20:7; 31:28-30).
Los padres pasivos practican la crianza de libre iniciativa y se niegan a pagar el alto precio de la partici-
pación.
Los padres posesivos practican la crianza por la ley y a menudo no están dispuestos a hacer los sacrifi-
cios de la relación genuina.
Los padres participativos practican la crianza por gracia. Saben que hizo falta la Cruz a fin de ganar la
gracia para la humanidad. Están dispuestos a «llevar su cruz» y seguir a Cristo al darles a sus hijos los
elementos de la gracia: amor, paciencia y perseverancia.

PREGUNTAS PARA LOS PADRES


1. ¿Clasificarías tu estilo de crianza como pasivo, posesivo o participativo?
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2. ¿Cómo te clasificarían tus hijos?


3. ¿En qué esferas de la vida de cada uno de tus hijos necesitan tu afirmación?
4. ¿Bajo qué tipo de circunstancias debe un padre intervenir en la vida de un hijo y cuando debe reti-
rarse?

El MOMENTO DE MAYOR ORGUILO DEL PADRE


Uno de los momentos de mayor orgullo para un padre es tener un hijo que decida seguir sus pasos. No
me malinterprete, por favor, estaría orgulloso de mis hijos en cualquier campo profesional. Sin embar-
go, para Jo Beth y para mí es en especial emocionante ver a nuestros tres hijos en el ministerio cristiano
a tiempo completo. Nunca olvidaré los primeros sermones de Ed y de Ben, ni el primer concierto de
Cliff. ¡Tienen a un muy orgulloso hombre como su papá!
Como estadounidenses, todos pudimos observar el momento de mayor orgullo de otro padre cuando su
hijo siguió sus pasos. El 21 de enero de 2000, George Walker Bush hizo el juramento del cargo al con-
vertirse en el presidente cuadragésimo tercero de los Estados Unidos de América. Hubo desfiles, ban-
quetes y bailes durante la noche. Al parecer, a cada paso el presidente Bush recibía apretones de manos,
buenos deseos, fotógrafos y miembros de la prensa. En resumen, este fue un agotador día para todos los
participantes, en especial para el nuevo presidente y su familia.
Presente ese día estaba el presidente cuadragésimo primero de los Estados Unidos, George Herbert Wal-
ker Bush. El ex presidente y su esposa, Bárbara, captaban cada detalle de la inauguración de su hijo. Las
cámaras de televisión hacían tomas de los orgullosos padres cada vez que era posible.
El día fue frío y húmedo para los reunidos en la capital de la nación. Jo Beth y yo nos sentimos muy
honrados de poder asistir a la ceremonia de juramentación. Nosotros solo nos imaginamos lo emocio-
nante y conmovedor que debió haber sido la primera vez que los dos presidentes entraron juntos a la
Oficina Oval. En esa habitación, el ex presidente Bush sacrificó años de su vida por su país. Sabía muy
bien lo que le esperaba a su hijo. Sin duda, el nuevo presidente de Estados Unidos estaba orgulloso de

Digitalizado por: Francisco Galban Alvarez


tener a su papá a su lado mientras daba sus primeros pasos en el exclusivo capítulo de la contribución
que haría al legado de su familia y a la historia de su nación.
Este es el momento de mayor orgullo de la paternidad, cuando vemos que nuestros hijos están bien. Que
van a lograr el éxito en la vida. Y así lo harán, si aplicamos los diez mandamientos de los padres. Cuan-
do logremos hacerlo bien, papas y mamas, familias saludables y una nación saludable. Mejor aún, ¡lo-
graremos distinguirnos por toda una eternidad!
MATERIALES CRISTIANOS - Bendecidos para bendecir!

Digitalizado por: Francisco Galban Alvarez


MATERIALES CRISTIANOS - Bendecidos para bendecir!

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