Los Diez Mandamientos de Los Padres Por Ed Young
Los Diez Mandamientos de Los Padres Por Ed Young
Contenido
Prefacio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Reconocimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Mandamiento 1
Formarás una familia funcional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
Mandamiento 2
Amarás a tus hijos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37
Mandamiento 3
Serás un modelo de piedad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
Mandamiento 4
Instruirás a tus hijos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77
Mandamiento 5
Dedicarás tiempo para estar con tus hijos . . . . . . . . . . . . 97
Mandamiento 6
Disciplinarás a tus hijos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117
Mandamiento 7
Animarás a tus hijos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 143
Mandamiento 8
Proveerás estabilidad y seguridad para tus hijos . . . . . . 165
Mandamiento 9
Conversarás sobre la sexualidad con tus hijos . . . . . . . . 185
Mandamiento 10
PREFACIO:
LA CRIANZA DE LOS HIJOS:
UN «LLAMADO» ABRUMADOR
L a respuesta inicial de los padres neófitos es casi siempre la misma: «¡No imaginé que fuera así!».
Si solo has sido hijo y nunca padre, es muy probable que seas dogmático en cuanto a este papel. Yo era
uno que tenía todas las respuestas hasta que Dios me bendijo con el «llamado». De pronto, el valor que
les tenía a mis padres escaló, y a través de los años ha seguido escalando. Este es el patrón común.
Por ahora, volvamos a la familia, cada padre necesita la sabiduría de un verdadero sabio a fin de lograr
instruir a un hijo en la carrera que Dios lo ha inclinado (véase Proverbios 22:6). Discernir la inclinación
y estimularla... ese es el reto. Si estuviera disponible el servicio de asistencia telefónica, los papás y
mamás llamarían todos los días.
«El llamado» es abrumador y perpetuo. Lo sé. He estado en tu lugar y he hecho eso, y con tres hijos
adultos y tres «hijas enamoradas» y ocho nietos, «el llamado» continúa.
Por lo regular, las personas piden consejos y pistas para sus dilemas de crianza de «emergencia». Casi
siempre les ofrezco una palabra de aliento y abro mi botiquín de primeros auxilios de la crianza y distri-
En estas páginas ofrecemos principios, ilustraciones y tiritas para ayudarte en el supremo y santo «lla-
mado» de la crianza de los hijos Mientras atravesamos juntos este retador proceso, mi oración es que el
Espíritu Santo obre en tu corazón y en tu vida como Él lo ha hecho también en la mía.
RECONOCIMIENTOS
Al igual que en cualquier libro hay personas especiales a las que dar gracias. Ante todo, quiero darle las
gracias a Wallace
Henley que tomó mis sermones y los hizo cantar. Su aguda intuición en la cultura popular con su sabidu-
ría bíblica realzó cada
capítulo.
Doy gracias también a mi asistente, Beverly Gambrell, y a mi
secretaria, Betty Brockman. Beverly es «mi mano derecha» y me ayuda a cumplir con mi loco calenda-
rio y la avalancha de fechas límites. Me ayudó con la corrección del texto y con los detalles finales del
proyecto. Betty es la persona que cada semana mecanografía mis sermones. ¡Es la única persona que
sabe lo que voy a decir antes de que lo diga! Estos manuscritos forman la base de mis libros. Mi aprecio
va asimismo a Lee Cole que editó mis mensajes hablados y los hizo «legibles» para este proyecto.
También estoy muy endeudado con los muchos expertos en el campo de la paternidad. He festejado a la
mesa de estos dotados pastores, consejeros, autores y maestros por muchísimos años.
Ya sea leyendo, escuchando, viendo o conversando, he recabado de grandes hombres como James Dob-
son, Chuck Swindoll, Hill Hybels, Joe Stowell, Jerry Vines y Adrian Rogers. ¿Y qué
padre no puede aprender de sus hijos? Les agradezco a mis hijos Ed, Ben y Cliff por ser hijos maravillo-
sos y excelentes fuentes de ilustraciones de la vida real.
Permítanme añadir que a través de este libro, notarás que uso lo que de algún modo se considera el «po-
líticamente incorrecto» pronombre masculino en tercera persona al referirme a individuos sin identificar.
Como este es un libro sobre la paternidad y todos mis hijos son varones, es algo que para mí resulta na-
tural.
Por último, quiero darle gracias a la Editorial Moody por permitirme publicar la continuidad de mi libro
Introducción
La autora y comediante Gilda Radner relató esta conmovedora historia sobre una perra de caza mestiza
que dio a luz a seis cachorros. Los seis tenían buena salud, eran juguetones y felices, pero poseían una
extraña manera de movimiento.
El estilo de andar de los cachorros se determinó antes de su nacimiento. Al parecer, una familia humana
adoptó a la perra vagabunda, que pronto quedó preñada. Un día, mientras el nuevo dueño de la perra
cortaba el césped, la perra correteaba y jugaba persiguiendo la cortacésped. En un arranque hacia la má-
quina la perra no pudo detenerse a tiempo, y sus patas traseras se deslizaron debajo de la cortacésped. La
zumbante cuchilla le cortó ambas
patas.
El dueño levantó a la perra y sus extremidades y corrió al veterinario. «Puedo coserla», dijo el veterina-
rio, «o si quieres puedes ponerla a dormir. Sin embargo, los cachorros están bien. Ella
podrá parir sus cachorros»1.
«Haga todo lo que tenga que hacer, pero salve su vida», dijo el dueño de la perra. El veterinario decidió
hacer mucho más que eso. Cosió las pastas traseras al cuerpo de la perra y la envió a su casa a recuperar-
se. La vieja perra se vio obligada a aprender un nuevo truco: cómo caminar de nuevo. El problema era
que no se acostumbraba a las patas traseras que le cosieron a su cuerpo.
Movía una pata hacia delante, luego la otra, pero no hacía nada con las piernas traseras. En su lugar,
daba dos pasos hacia delante, levantaba en alto su parte trasera y se movía hacia delante.
En más o menos una semana, nacieron los cachorros. La perra de caza los cuidó y destetó. Sin embargo,
cuando los seis perritos aprendieron a caminar, imitaron el patrón de su madre. La familia humana son-
reía al observar el desfile de la perra mayor y sus cachorros: siete perros con cuatro patas que solo usan
las delanteras y elevan las traseras.
A menudo, los padres humanos también transfieren sus disfunciones a sus hijos, pero esto no causa risa.
en hogares donde ambos padres están presentes, pero en diversos niveles de disfunción. Estos andan
cojeando por la vida de manera espiritual, emocional, mental e intelectual. Es trágico que sus pequeños
«cachorros» los sigan dando traspiés.
Quizá no sea posible enseñar nuevos trucos a perros viejos, pero sí es posible que los padres venzan las
causas de la disfunción y maduren hasta ser padres positivos que transfieran fortaleza y entereza a sus
hijos.
De eso trata este libro. Los 10 mandamientos de los padres se basan en sólidos principios bíblicos que
son absolutos. No hay «quizá», sino verdades arraigadas en la Palabra de Dios y probadas una y otra vez
en la experiencia humana.
A lo largo de este libro recuento historias, anécdotas e ilustraciones de varias experiencias sobre la pa-
ternidad. Algunas se basan en hechos y circunstancias directas, mientras que otras
son recopilaciones de situaciones en las que hemos trabajado mis colegas o yo. A menudo, cambio los
nombres de las personas que describo en las historias, aunque hasta cierto punto han llegado a formar
parte del dominio público, ya sea mediante el testimonio público o en forma escrita. Las ilustraciones se
tomaron de experiencias reales y se usan con permiso directo o porque se han convertido en un asunto
de conocimiento público, como en un testimonio. Donde solo se da el nombre, este es ficticio, aunque
simbolizan a personas o combinaciones reales.
Este libro no solo es para padres. Los jóvenes recién casados que prevén descendencia podrían examinar
la información como «Pre-paternidad 101». Los solteros se beneficiarán de los principios a medida que
tengan la oportunidad de ayudar a personas
con hijos, o si se encuentran al cuidado de los hijos de otra persona. Las verdades escritas aquí ayudarán
a los maestros retados con la crianza intelectual de los hijos de otras personas. Los que tienen el nido
vacío descubrirán valiosos conceptos que pueden pasar a sus propios hijos a medida que se convierten
en padres.
Incluso los adolescentes encontrarán principios aquí que les explicarán comportamientos y acciones al
parecer misteriosas de los padres.
En la historia sobresalen las consecuencias trágicas de la mala crianza. Más de doce millones de perso-
nas murieron en la Segunda Guerra Mundial, en parte, al menos, porque Adolfo Hitler se crió bajo un
padre cruel. Sin embargo, la historia humana está también repleta de las bendiciones de los padres que lo
hicieron bien.
Agustín escribió de su madre, Mónica: «En la carne me trajo a nacer en este mundo: en su corazón me
MANDAMIENTO 1
Por años he declarado mi creencia de que el problema número uno en Estados Unidos es la destrucción
de la familia. Cada vez que lo digo, es inevitable que alguien ofrezca una propuesta diferente para el
dilema más apremiante de Estados Unidos. Sin embargo, no les toma mucho tiempo ver que en la raíz
fundamental del problema que mencionan esté la desintegración familiar.
En años recientes, la condición de nuestras familias se ha descrito con un término bastante nuevo: dis-
funcional. Con esto en mente, lo declaro de nuevo para su registro: Creo que el problema número uno en
Desde la llegada de la televisión, ha habido una amplia variedad de representaciones de la familia. He-
mos tenido a Ozzie y Harriet, Lucy y Ricky, Beaver Cleaver y su familia, Andy, Opie y la tía Bee,
los Brady Bunch, Sanford e hijo, los Huxtables y muchos otros.
La mayoría de estas familias se concentraban en la funcionalidad y trataban los actuales estilos de vida
disfuncionales como excepciones. Aun así, en épocas recientes, la disfunción familiar es lo que se cele-
bra en realidad. La popularidad de «Los Osbourne» indica el nuevo giro de la cultura popular. El famoso
programa de televisión por cable presenta a la familia de Ozzy Osbourne, descrito por un escritor «anti-
guo, tatuado y destrozado por las drogas monstruo del rock modificado». En un momento se alegó
que Ozzy Osbourne fue adorador del diablo2. Doce cámaras colocadas por el hogar de los Osbourne cap-
tan la rutina diaria de una familia que es cualquier cosa menos rutinaria.
Tan extraña como quizá parezca la vida en el hogar de Ozzy, la terapeuta familiar Jessica Simmonds de
Los Ángeles encontró que, en varias maneras, los Osbourne «viven una vida muy normal
en este ambiente de clase media alta, mezclado con una mentalidad y disfunción extrañas de verdad».
Simmonds percibe un hogar con una «madre dominante» y un «padre endeble». Tales factores son im-
portantes en la ecuación de disfunción, y más tarde, Simmonds dice: «No todo es divertido [...] Hay
mucha tristeza aquí»3. Como la hay en las familias disfuncionales de todas
partes.
LA DISFUNCIÓN ES ANOMALÍA
Hace algún tiempo le pregunté a alguien qué quería decir «disfuncional». «Quiere decir no funcional»,
respondió la persona.
Eso parecería el significado obvio, pero no es la definición precisa.
El prefijo dis significa «dificultad» o «anomalía». Entonces, por definición, una familia disfuncional es
una que funciona de forma «anómala». ¿Anómala para quién?
Un estudio reveló que los hijos de padres divorciados tienen problemas de comportamiento, les resulta
difícil ajustarse y sus calificaciones son bajas. También tienen un mayor índice de deserción escolar y de
Teresa era una hermosa mujer de cuarenta años de edad cuando buscó ayuda. Era una cristiana compro-
metida que llevaba varios años divorciada y que criaba sola a dos hijos. Describió su maravillosa niñez
en un hogar positivo y lleno de cuidados y atenciones.
Cuando creció, se casó con el «hombre de sus sueños». Sin embargo, al cabo de un año el hombre de sus
sueños se convirtió en su peor pesadilla. La maltrataba de manera física y emocional, mientras
tenía numerosos amoríos.
Teresa se divorció y más tarde se casó con otro hombre. Este era un alcohólico y drogadicto. Desespera-
da por proteger a sus hijos, lo dejó. Para cuando buscó ayuda, la mujer que entró a su primer matrimonio
con confiada y alegre expectativa era un tembloroso ser humano que dudaba de su autoestima y que las
cicatrices que llevaba en su cuerpo daban testimonio de los lugares y personas peligrosas con las que
vivió.
ENTRA EL «EXTRAÑO»
Un día, un ser extraño entró a esta feliz familia en el Edén. «¿Deseas ser como Dios?», preguntó el Ma-
ligno. Ambos seres humanos cayeron en su trampa. Decidieron cambiar la dependencia y compañerismo
con Dios por la entronización del yo. Adán y Eva pasaron de la dependencia de Dios al control y go-
bierno propio.
La unidad de Dios se quebrantó, el mal entró y los ingredientes de la disfunción penetraron en el mundo.
Comenzó la maldición.
En 2002, muchos estadounidenses se quedaron pasmados cuando un vagabundo entró al feliz hogar de
una familia en el estado de Utah y secuestró a la hija mayor de Ed y Lois Smart.
Por nueve meses la familia y los residentes de la comunidad buscaron a Elizabeth Smart. Al final, en-
contraron a la chica y se arrestaron a sus secuestradores. El vagabundo que irrumpió en el hogar de la
familia Smart era un extraño: un desconocido que no tenía derecho a estar allí.
El sospechoso había trabajado con la familia. Después se supo que los secuestradores le habían hecho un
lavado de cerebro a la niña.
Este episodio contemporáneo ilustra lo que sucedió en Edén.
El Maligno fue el intruso en el jardín que invadió el corazón de Adán y Eva, se los robó a Aquel que era
la base de su relación familiar, y los llevó a la deliberada decisión de la maldición.
Hoy en día, la maldición sigue impactando en las familias, teniendo muchos efectos negativos. Primero,
al romperse el compañerismo con Dios, las personas procuran ocultarse de Él. Antes Adán y Eva anhe-
laban el tiempo con Dios, igual que los amorosos miembros de una familia que harían cualquier cosa,
pagarían cualquier precio y recorrerían cualquier distancia con tal de estar juntos. Sin embargo, cuando
llegó la maldición, Adán y Eva corrieron a esconderse de Aquel por cuya presencia tenían hambre
Otro efecto de la maldición que contribuye a la disfunción familiar es el cambio que nos trae a nuestra
relación. Veamos un par de términos psicológicos. Los psicóticos son personas que ven a otros como el
problema; los neuróticos son los que se ven como el problema. Antes de la caída, Adán y Eva tenían una
percepción propia saludable. Después de la caída, sin embargo, vemos que Adán es psicótico y neuróti-
co. Su psicosis se revela en su intento de culpar a Eva, y su neurosis se revela en su culpa personal.
Así que muchas de nuestras familias se componen por personas que son psicóticos, neuróticos o ambos.
Ahora todos sabemos cómo participar en el juego de la culpa, lo cual da inicio a las enemistades, a las
quejas continuas y a las peleas familiares. O tratamos de ocultarnos llenando nuestras vidas con todo
tipo de distracciones. Con todo, nada de esto cubre el dolor y el vacío que sentimos dentro. Reconoce-
mos que vivimos en rebelión contra Dios, y eso produce vergüenza y sentimientos de culpa.
Considera el caso de Carmen. Ella y su esposo, Julián, un acaudalado empresario, tuvieron un hijo re-
belde. Un día Carmen comenzó a entender cómo su hijo imitaba algunos de sus propios comportamien-
tos y actitudes impías. (A veces, la culpa es real y no una fantasía neurótica). Sin embargo, en vez de
lidiar con el pecado de ella y de su hijo, Carmen corrió, no en un sentido literal, sino en uno práctico.
Dedicaba todo su tiempo y energías a convertirse en la mejor maestra de arte y manualidades de su co-
munidad.
Condujo seminarios y disfrutó de la aclamación de mujeres que se sentaban a sus pies y aprendían el
pasatiempo que dominaba.
Nunca estaba en casa, así que su relación con su hijo y esposo comenzó a derrumbarse. A pesar de eso,
Carmen no huía de su esposo e hijo. Debido a la culpa que sentía, huía de Dios... hasta que un terrible
día al llegar a casa encontró que su hijo se había suicidado.
Un tercer efecto de la maldición sobre las familias hoy día es la ruptura de nuestra relación con los de-
más. Al principio, Adán y Eva disfrutaban de una relación armoniosa. Entonces, después de la caída, lo
primero que vemos es el comportamiento psicótico de la culpa. Cuado Dios se enfrentó a Adán, este
culpó a Eva. Cuando Dios se volvió a Eva, esta culpó a la serpiente. Y ambos tuvieron el atrevimiento
de tratar de culpar a Dios.
Gran parte de la disfunción en el hogar de Julián y Carmen radicaba en culparse el uno al otro por el
comportamiento de su hijo. Más tarde, llegó a ser evidente cuando se suicidó porque se culpaba en parte
Nada de esto es nuevo. Examina la constelación de patriarcas del Antiguo Testamento, desde Abraham
hasta Jacob, y encontrarás una colección de familias disfuncionales. Los patriarcas y su progenie mues-
tran que la maldición se expresa de diferentes maneras en distintas familias, y se transfiere de una gene-
ración a otra. En algunas familias, la maldición se manifestó como abuso físico; en otras, tormento emo-
cional; y aun en otras, alcoholismo y drogadicción. La maldición se recicló en los hijos hasta que una
generación al fin se levantó y clamó: «¡Basta ya!». Esa generación se arrepintió y se volvió a Dios, y la
maldición se rompió del linaje familiar, a no ser que una generación subsiguiente se rebelara contra
Dios.
La disfunción se intensifica
MATERIALES CRISTIANOS - Bendecidos para bendecir!
Esta es la idea de lo que Dios le mostró a Moisés en Éxodo 34. Dios le habló a Moisés en una visión:
«El SEÑOR, el SEÑOR,
Dios clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor y fidelidad» (versículo 6). Era una músi-
ca dulce a los oídos de Moisés saber que la naturaleza fundamental de Dios es la clemencia, la compa-
sión, la lentitud para la ira y grande en amor y fidelidad. ¿Quién no quisiera a un Dios así?
En la visión, Dios continuó revelando que Él «mantiene su amor hasta mil generaciones [...] que perdona
la iniquidad, la rebelión y el pecado» (versículo 7). Hasta aquí, todos aplaudirían a este compasivo Dios
que les permite a las personas «hacer lo suyo». Entonces nos llega otra perspectiva a la manera de Dios.
Le dice a Moisés que a pesar de su amor y fidelidad, «no deja sin castigo al culpable, sino que castiga la
maldad de los padres en los hijos y en los nietos, hasta la tercera y la cuarta generación»
(versículo 7).
Los humanos, con la libertad que les da Dios, escogen la maldición, y Dios, quien honra la libertad hu-
mana, permite que todo siga adelante, aunque advierte sin cesar sus efectos y los llama al arrepentimien-
to. Este montón de consecuencias cada vez mayor a causa de la maldición significa que la disfunción
familiar se intensifica. Las personas heridas se preguntan si la maldición se puede romper y si el ciclo se
puede detener.
Cancelación de la maldición
Sin duda, el primer elemento para establecer una familia funcional es la cancelación de la maldición.
Cuando indicamos que Cristo más los principios bíblicos menos la maldición es igual a una familia fun-
cional (C + PB – M = FF), sugerimos que se puede cancelar el impacto de la maldición. Esto lo hace-
mos al (1) confesar nuestros pecados personales y los de la familia, (2) alejándonos del pecado que es el
efecto de la maldición, y (3) volviéndonos a Dios por medio de Cristo. Debido a que Dios es grande en
amor y fidelidad, Él nos recibe y perdona aun cuando lloremos porque nos encontramos cara a cara con
las desastrosas consecuencias de nuestra disfunción.
Quizá al leer estas palabras te das cuenta de que necesitas declarar: «¡El ciclo termina aquí mismo!».
A la larga, Jacob hizo justo esto. Una de las «estrellas» en la constelación patriarcal, Jacob tuvo tres
grandes encuentros con Dios.
El primero fue en Betel, que significa «casa de Dios». Es curioso que estuviera allí por una treta. Al pa-
recer, Jacob dejó a sus padres para buscar esposa, pero en realidad huía de su hermano, Esaú, al que en-
La bendición de Dios es todo lo opuesto, la antítesis, de la maldición del diablo. Los científicos nos di-
cen que cuando chocan la materia y la antimateria, ocurre una destrucción catastrófica. Cuando la bendi-
MATERIALES CRISTIANOS - Bendecidos para bendecir!
ción de Dios le pega de lleno a la maldición del Maligno, ¡se destruye la maldición!
Sin embargo, Jacob no merecía la bendición de Dios, y tampoco nosotros la merecemos. Sin embargo,
Dios es bondadoso y misericordioso, y cuando nos volvemos hacia él, aun con motivos impuros, Él nos
escucha y rompe la maldición de disfunción de nuestras familias. Ahora, en vez de abundantes maldi-
ciones, entramos a la acumulación de bendiciones.
La segunda gran experiencia de Jacob con Dios fue cerca de un lugar llamado Majanayin. Al acercase al
río Jordán, Jacob recordó que Esaú había jurado matarlo, así que decidió investigar cuál era el estado de
ánimo de su hermano antes de dar un paso más.
Envió exploradores delante, y después de lo que para Jacob debió haber sido un tiempo de espera deses-
perante, regresaron con noticias desalentadoras: «Esaú viene detrás de ti con cuatrocientos maleantes»
(Génesis 32:6, paráfrasis).
Jacob estaba aterrado. Una vez más buscó a Dios en oración, pidiendo favor con su hermano. Entonces
Jacob, como buen embaucador que era, decidió protegerse con garantías y comprar a su hermano. Así
que envió regalos caros por delante a Esaú.
Entretanto, tramó una estrategia de supervivencia en caso de que la oración y el soborno no dieran resul-
tados. Dividió a su familia y su ganado en dos grupos separados, pensando que si Esaú atacaba al pri-
mer grupo, el segundo escaparía, y al menos le quedaría algo a Jacob. A todos los envió a cruzar el río
Jaboc, pero él se quedó detrás.
Ahora Jacob estaba solo de nuevo, como lo estuvo esa noche veinte años atrás en Betel. Estaba en un
aprieto. No podía andar de acá para allá, así que recurrió a sus rodillas. Como muchas personas que de
repente están solas en un callejón oscuro con las monstruosas consecuencias de su disfunción, Jacob
aprendió a orar a toda velocidad. A menudo las personas se mofan de este tipo de oración desesperada
de «trinchera». Dios no. Él «conoce nuestra condición» y «sabe que somos de barro», entiende mejor
que nosotros cuáles son nuestras limitaciones y defectos (Salmo 103:14). Si Dios no escuchara las ora-
ciones de desesperación, muy pocos nos salvaríamos.
Mientras Jacob oraba, experimentó lo que los teólogos llaman una «teofanía» o aparición de Dios en
LECCIONES IMPORTANTES
Aquí hay muchas lecciones importantes para el establecimiento de familias funcionales. Años atrás, en
Betel, Jacob tomó una decisión inicial de entregarle el control a Dios, pero no la seguiría hasta el final.
Para muchos de nosotros, existe un punto de comienzo con Dios, pero fracasamos en andar en la reali-
dad de nuestro compromiso, y regresan los antiguos estilos de vida. Jesús dijo que si una persona librada
de un demonio no coloca nada en el lugar que el demonio ocupó y controló, más tarde se encontraría
en un estado peor que el original (Mateo 12:43-45). Por lo tanto, una profunda lección para las familias
que buscan sanarse de la disfunción es la importancia de poner en práctica las ventajas de una relación
con Dios.
En la formación de familias funcionales, ¡una de las mayores cosas que podemos hacer es deleitarnos en
nuestra incapacidad! El diablo siempre tratará de convencernos de que no somos capaces de criar fami-
lias saludables, de que somos demasiados pecadores, inadecuados y estúpidos. La cultura popular nos
cantará el cántico de Satanás diciéndonos que necesitamos expertos, una «aldea», o cualquier otra aña-
didura a fin de desarrollar una familia funcional.
Jesús dijo que debemos ponernos de acuerdo con nuestro «adversario pronto» (Mateo 5:25, RV-60). Así
que debemos reconocer que nosotros, solos, no estamos preparados para la tarea de forjar familias fun-
cionales. Sin embargo, nuestra «incapacidad», nuestra debilidad, es en realidad nuestra fortaleza, pues
entonces dependemos de Dios para cada paso.
Otra lección importante sobre edificar familias funcionales es que debemos comenzar a ver las luchas
como oportunidades de bendición. Dios nos ama lo suficiente como para «luchar» con nosotros. A los
que ama, Él disciplina (Hebreos 12:6). Para mérito de Jacob, antes que gritar contra su oponente o resen-
tirse por su lucha, le pide al divino Luchador que lo bendiga. El método de Dios en la vida de los que se
vuelven a Él es usar la adversidad para fortalecer y bendecir. Jacob fue al grano, y también nosotros, si
vamos a formar familias funcionales.
La sanidad de la relación de Jacob con su hermano, Esaú, tuvo un impacto en sus hijos y revela el cam-
bio de la disfunción hacia la funcionalidad saludable en su familia. Esto nos lleva a la tercera gran expe-
riencia de Jacob con Dios. Esta sucedió en Egipto cuando Jacob era un anciano.
Jacob tenía una tienda llena de hijos. Uno de estos hijos, José, era su favorito... y esto era obvio. Ahora
bien, uno pensaría que Jacob tendría mejores conocimientos debido a que el favoritismo de su padre
desempeñó un gran papel en su propia dolorosa relación con su hermano, Esaú. De todas maneras, Jacob
siguió acopiando elogios y aprobación paternal sobre José.
La actitud jactanciosa de José tampoco ayudó en nada. Tenía sueños especiales de los que se jactaba
ante sus hermanos, ¡en uno de los cuales sus hermanos se inclinaban ante él como su gobernador! Du-
rante este período de disfunción familiar en el hogar de Jacob, crecía cada día el celo y el resentimiento
de sus hermanos hacia el favorecido José.
Al final, la rivalidad entre hermanos llegó al punto de ebullición, y los hijos de Jacob planearon desha-
cerse del descortés y arrogante hermanito. Así que vendieron a José como esclavo a una caravana de
ismaelitas y le dijeron a Jacob que un animal salvaje devoró a su amado hijo.
La relación de José con Dios llegó a fortalecerse más durante su
esclavitud. Fue esta fuerte relación la que no solo le traería sanidad a su quebrantada familia, sino que
también los salvaría de la hambruna.
La historia de José en Egipto comenzó fabulosa. Vendido a un noble llamado Potifar que era capitán de
la guardia del faraón, José halló enseguida favor con Potifar y lo puso a cargo de toda
su casa.
Era lamentable que la esposa de Potifar fuera una mujer inmoral que con falsedad acusó de violación a
José. Así que lo encarcelaron por un crimen que no cometió. Después de al menos dos años de cárcel,
José se liberó mediante una intervención sobrenatural. El faraón le pidió a José que interpretara un per-
turbador sueño que estaba teniendo. Con la ayuda de Dios, José fue capaz de hacerlo,
y al faraón le agradó tanto que ascendió a José a primer ministro, la segunda posición de mayor poder en
Egipto.
Entretanto, allá en el hogar en Canaán, una hambruna terrible arrasó la tierra. Así que Jacob envió a sus
hijos a Egipto donde había escuchado que había suficiente comida. Cuando llegaron, los hijos de Jacob
tuvieron que rogar por alimentos delante de, ya lo adivinaron, ¡el primer ministro! Habían pasado mu-
UN PRINCIPIO VITAL
Algunos quizá juzguen a José por tratar con mucha dureza a sus hermanos. No obstante, los propios su-
frimientos de José le mostraron un principio vital en el corazón de la sanidad de la disfunción: Si se va a
sanar la maldición, debe haber confesión y arrepentimiento genuino antes de que pueda haber perdón y
restauración.
Esta es una de las lecciones más difíciles al trasladar a una familia de la disfunción hacia la función. A
veces a las personas hay que permitirles que experimenten el más fuerte embate de su comportamiento
disfuncional antes que haya alguna esperanza de sanidad. José lo sabía y fue lo suficiente paciente co-
mo para no acelerar el proceso.
Después de la reunión en Egipto, José envió a sus hermanosa su hogar en Canaán para que buscaran a
Jacob y al resto de la familia. Cuando los hermanos le informaron a Jacob, confesaron que habían ven-
dido a José como esclavo. Por largo tiempo Jacob se afligió por su hijo, y ahora su pena podía sanar. Los
hermanos también, perdonados, restaurados y libres de la culpa que cargaron por años, podían entrar en
el proceso de sanidad. Jacob y sus muchachos comenzaron a parecerse una familia de nuevo.
EL GRAN SANADOR
José nos apunta hacia el gran Sanador, Jesucristo. Así como José fue clave para romper la maldición de
la disfunción en su familia, Jesucristo tiene el poder para hacer añicos la maldición en la vida de cada
persona que acuda a Él. Esto se debe a que Jesús, en la cruz, se convirtió en la personificación de la
maldición en cada uno de nosotros desde la misma época de Adán (Gálatas 3:13).
Por cada persona que de forma libre y voluntaria recibe a Cristo, se desplaza la maldición por la bendi-
ción de Dios. Aun así, para obtener el beneficio de la remoción de la maldición, debemos
recordar el error de Jacob. En Betel, recibió la bendición de Dios, pero no actuó sobre la misma hasta
los hijos?
• Como padres, ¿identificamos y nos arrepentimos de los efectos de la maldición en nuestras vidas?
MANDAMIENTOS 2
AMARAS A TUS HIJOS
En las fiestas de jubilación, las personas dan testimonios por la partida de empleados de mu-
cho tiempo. A veces, los colegas del jubilado se alegran de verlo partir y no tienen m ucho que
decir. En otras despedidas de jubilación, hay grimas, brindis y relatos de triunfos. Las fiestas
de jubilación son buenas oportunidades para que las personas sepan cómo las ven sus col egas
más cercanos.
Para los padres no hay festividades de jubilación ni banquetes de despedida. Escucha lo que te
digo, el trabajo nunca term i n a . C u a n d o n u e s t r o s h i j o s s o n pequeños, la crianza es de la
variedad directa, cara a cara (en la tuya y la de ellos). Cuando nuestros vástagos son adu ltos,
nuestros hijos obre nosotros sería el barómetro de la relación que tuvimos con ellos en sus años de crian-
za. Sus comentarios reflejarían su percepción del amor que recibieron de nosotros. Por cierto, sí estás
comenzando en esta aventura como padre, ¡considérate bendecido! Tienes la oportunidad, desde el
comienzo, de poner en práctica nuestro siguiente mandamiento de los padresː Amaras a tus hijos.
Aun así, Dios seguía prometiendo, y a los noventa y nueve años de edad le apareció Dios otra vez con la
promesa de ese hijo. Para ese entonces Abraham tenía toda razón para creer que su reserva de genes
estaba tan seca como el desierto en el que vivía, pero el Señor le reafirmó su promesa al cambiarle en
realidad el nombre del anciano de «Abram» («padre enaltecido») a «Abraham» («padre de muchos»).
Al oír sin querer esta promesa, la esposa de Abraham, Sara, se rió para sí. Después de todo, ¡tenía no-
venta años de edad! No obstante, Dios les volvió a asegurar a Sara y Abraham que tendrían un hijo (Gé-
nesis 18:10-14).
Justo cuando todo parecía imposible, Dios entró escena. ¡Sara quedó embarazada! Un año después que
Dios prometió un hijo, Sara dio a luz un hijo. Cuando el niño nació, Abraham y Sara le pusieron «Isaac»
que significa «risa». Esto fue porque cuando el Señor dijo que a los noventa años Sara tendría un hijo,
ella se rió.
Ahora comenzamos a ver los modos mediante los cuales esta anciana, pero recién fortalecida pareja
mostró amor por su hijo.
hijos poseen un firme sentir de quiénes son, no permitirán que otros cataloguen ni definan sus personali-
dades, ni que los obliguen a entrar en un molde retorcido.
de Europa Oriental, repletos de espantados y acobardados niños. El ateísmo y la idea de una sociedad
colectiva, que privó al padres de los papeles únicos de criar a sus hijos y que incito a los familiares a que
se espiaran entre sí, robó el calor del familias. La devaluación de los seres humanos a simples ruedas
dentadas en la gran maquinaria revolucionaria significó que a los niños podían echarlos a un lado.
Cuando las agencias humanitarias comenzaron a adentrarse en los orfanatos después de la caída del
comunismo, descubrieron niños subdesarrollados y en grave silencio. Estos pequeños preciosos les te-
mían a todo porque nunca los amaron de manera incondicional.
El método más certero de producir un hijo con una identidad de temor e inseguridad es sugerir que hay
un «si» adjunto nuestro amor. Un amigo mío tenía un hijo de diecisiete años de edad que se convirtió en
levantador de pesas. No podía disciplinar en forma física a su hijo porque el muchacho era mucho más
fuerte que él. Intentó castigarlo quitándole privilegios y sermoneándolo... nada parecía dar resultados.
Por último, lo llevó a almorzar un día y sacó una hoja de pápel en blanco.
«Una de las mejores maneras en que puedo ayudarte ahora», le dijo, «es prepararte para el mundo de los
negocios, donde vas a trabajar. A partir de este momento, tu vida girará en torno a este contenido de
trabajo. Si aprendes a cumplirlo, tendrás éxito en los empleos que tendrás algún día».
En el papel estaba escrito lo siguiente: «Puesto de trabajo: Hijo». El joven leyó el documento, el cual
estipulaba los quehaceres, las tareas, las expectativas y las responsabilidades que tendría: tales como
sacar la basura y cumplir con las horas de llegada a casa establecidas por el padre. El chico leyó hasta la
sección donde su padre escribió esta conclusión:
Nada en este documento se relaciona a si te amaré o no. Ya sea que cumplas
o no todas las expectativas y requerimientos de este contenido de trabajo, te
seguiré amando de igual manera. A ti nunca te despedirán de este empleo;
siempre serás mi hijo amado,
El joven creció con una identidad firme y confiada, y llegó a ser un alto ejecutivo en una corporación
global. Es más, lo promovían de forma acelerada a medida que sus supervisores observaban su habilidad
de dirigir a los demás. Debido a que conocía el amor incondicional de su papá, se sentía seguro y no
amenazado, de modo que podía relacionarse de forma positiva con las demás personas.
otra mujer llevaron ante El después que la encontraron en una humillante y pecaminosa situación.
Jesús se bajó hasta su nivel donde estaba en el polvoriento suelo, intercambió unas pocas palabras con
ella, y la animó a que se fuera y que no pecara más (véase Juan 8:1-11).
Es cierto, el Señor, por medio del Espíritu Santo, nos disciplinará cuando pequemos. Con todo, siempre
es una dimensión de su amor. A decir verdad, la disciplina es esencial para ayudar a un hijo a sentirse
seguro. Un chico sin lindes no puede sentirse seguro porque no solo estos establecen límites para el chi-
co, sino que también proveen barreras de protección contra los que dañarían su vida. Es por eso que se
vinculan el amor y la disciplina. El escritor de Hebreos dice que Dios disciplina a los que ama (Hebreos
12:6). La disciplina basada el amor es correctiva, en vez de solo punitiva. Le dice al niño «Eres digno de
corrección». Esto transmite un sentido seguro de identidad e importancia.
En realidad, hacer que un hijo se sienta importante es tercer medio para establecer un sentido positivo de
identidad en un chico. Eso lo logramos a través del elogio. Pegar dibujos en la puerta del refrigerador
donde todos los vean es una manera indirecta de transmitir pensamientos positivos nuestros hijos. Con
todo, también necesitamos abrir nuestras bocas y expresar palabras de afirmación. Cada hijo necesita
escuchar de sus padres las palabras « ¡Bien hecho!».
Ronald y Eduardo eran chicos de diez años de edad jugaban en el mismo equipo de baloncesto. Ronald
era rápido y dinámico, mientras que Eduardo era más «aplicado» y calculaba cada jugada antes de ac-
tuar.
Cuando Ronald fallaba en una canasta, podía escuchar la retumbante voz de su papá desde las gradas:
« ¿Cómo fallaste ese tiro? ¿Eres ciego? ¿Olvidaste todo lo que te enseñé?».
Eduardo apenas tocaba el balón, pero debido a su tamaño y determinados movimientos lentos, llegó a
ser en realidad valioso para la zona de defensa de su equipo. Podía pararse en el área de la canasta con
sus brazos en el aire bloqueando la línea y los demás jugadores del equipo que chocaban en contra de la
pared de su firme cuerpo. Fallaba en casi todos los tiros que intentaba, pero su padre nunca lo humillaba.
En su lugar, el papá de Eduardo elogiaría cada jugada fuerte de defensiva que hacía su hijo y trabajaba
con él para mejorar sus habilidades ofensivas. En vez de hablar de lo que su hijo no podía hacer, decidía
alabar lo que Eduardo hacía bien y lo ayudaba a mejorar las destrezas que le faltaban.
estilo de vida.
Las dos lecciones finales sobre la paternidad que aprendemos de Abraham provienen de su viaje con
Isaac hacia la cima de un monte. Quizá Abraham era demasiado anciano para jugar pelota con Isaac,
pero amaba a su hijo con todo el entusiasmo de un papá que tuvo que esperar noventa y nueve años para
tener un hijo. Sin embargo, ¡llegó el día cuando Abraham escuchó a Dios ordenarle que llevara a su hijo
hasta la cima del monte llamado Moria y que lo sacrificara! (La historia se registra en Génesis 22).
Imagínate la batalla en la mente de Abraham. ¿Fue en realidad la voz de Dios? Se suponía que Isaac
fuera el de la promesa, el primero de todos los descendientes que se amontonarían en la playa de la his-
toria como arena en orilla del mar. ¿Qué sentido tendría matar a mi hijo antes de que creciera? El gran
dilema que Abraham enfrentaba era ¿Obedezco a Dios y pierdo a mi hijo, o desobedezco a Dios?
Una de las ventajas de envejecer es que podemos volver la vista atrás al camino de la vida que he-
mos transitado y recordar hechos significativos, lecciones aprendidas y encuentros transformadores.
Abraham podía mirar hacia el pasado y ver una y otra vez la fidelidad de Dios. ¿Qué vio? La soberanía
divina. Dios estuvo presente cuando estableció pacto con Abraham. Estuvo presente cuando Abraham y
Sara fueron a Egipto. Dondequiera que fueron, Dios fue su mundo, y nunca estuvieron sin El y su direc-
ción. Abraham decidió actuar de acuerdo con su fe heroica; obedecería a Dios.
Así que Abraham preparó su asno, tomó a Isaac y se fue al monte Moria. Al pie del monte, Abraham les
dijo a criados que esperaran mientras él e Isaac comenzaban escalar el escabroso monte.
Al parecer, Isaac hizo un inventario y notó que su padre tenía todos los artículos para un sacrificio ex-
cepto uno: el cordero del holocausto. «Tenemos la leña y el fuego, ¿pero dónde está el cordero?», pre-
guntó el joven. «Lo proveerá Dios», contestó Abraham.
En la cima del monte Moría, Abraham construyó altar, colocó la leña sobre el fuego y ató a Isaac.
Antes, nos preguntábamos qué pensaría Abraham, ¿pero qué tenía en mente Isaac? Era un adolescente, o
quizá un joven adulto para ese entonces, y fácilmente pudo haber resistido a un hombre de más de cien
años de edad, como sin duda era Abraham en ese momento. Sin embargo, no hay constancia alguna que
La Biblia dice que Lot levantó la vista hacia Sodoma en el valle del Jordán, tierra de riego y promesa de
prosperidad. Esto dejó al tío Abraham con la escarpada y seca aridez de las montañas. Así que Lot se
separó de Abraham, se llevó sus rebaños hasta el Jordán y se estableció en las ciudades del valle. La
Biblia dice que Lot estableció «su campamento cerca de la ciudad Sodoma» (Génesis 13:12). La próxi-
ma vez que vemos a Lot, no está viviendo en una tienda en las afueras de Sodoma; él y su familia están
en una casa, construida en Sodoma.
Lot mudó a su familia a la ciudad considerada como el distrito de las luces rojas de esa región. Era trági-
co, pero sucedió algo más: Sodoma se mudó a vivir en Lot y su familia. Parece que siempre sucede así...
aun hoy. Comienza con una mirada hacia una Sodoma con todas sus posibilidades, prosperidad y per-
versiones. Entonces establecemos nuestro «campamento cerca de la ciudad de Sodoma». Nada perma-
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nente; solo queremos estar lo suficiente cerca a fin de capitalizar de las oportunidades» que se ofrecen
allí. Mejores oportunidades de amasar grandes cantidades de dinero o tener más «diversión». Hasta
que nos sentimos demasiado confiados y nos mudamos a Sodoma, creyendo de alguna manera que so-
mos insensibles e impenetrables ante la decadencia moral que nos rodea. Sin embargo, a la larga se filtra
y nos despertamos un día al descubrir que Sodoma se ha instalado en nosotros.
Más adelante en Génesis vemos el desastroso desenlace en la familia de Lot. Cuando recibe las noticias
del juicio divino y la inminente destrucción de la ciudad, a Lot se le dificulta convencer a su familia para
huir de Sodoma. Había perdido su credibilidad espiritual con su familia. Recuerda, a diferencia de
Abraham, Lot construyó su campamento... y solo armó su altar. Las decisiones de Lot resultaron en un
deprimente legado para su familia. Y todo comenzó con una simple mirada hacia Sodoma.
Muchos padres están tan embebidos en el mundo que cuando Dios les llama a partir y mudar a su fami-
lia a un mejor lugar, descubren que es imposible desarraigarse. Como Lot, Sodoma se ha filtrado en sus
mentes y en sus corazones. Abraham, el padre de la fe, se vio como un robusto barco sobre el cual su
familia podía navegar por el mar del tiempo y el espacio, teniendo a Dios como el viento. Seguir a Dios
era su más alta meta, y ese es el legado que le dejó Abraham a su familia.
EL MAYOR LEGADO
Jerry Clover, el difunto comediante de Yazoo City, Misisipi, solía decir: «Todo hijo e hija debería poder
pararse firme con
gusta! No existe un mayor legado que un padre y una madre puedan dejar que haber vivido ante sus hi-
jos como gente piadosa.
La historia lo prueba. Hace varios años, un equipo de sociólogos de Nueva York realizó un estudio de
dos familias, comenzando en el siglo dieciocho y llegando hasta el final del siglo veinte. Deseaban ver si
un legado, positivo o negativo, podía sin duda pasar de una generación a otra. Así que los investigadores
siguieron el rastro de los descendientes de las dos familias por el período de más de doscientos años.
Max Jukes era ateo y su esposa agnóstica. Los investigadores estudiaron mil doscientos descendientes
de esta pareja carácter severo y espíritu malhumorado. He aquí un muestreo del legado de los Jukes:
Más de trescientos años antes del nacimiento de Cristo Platón reflexionó sobre la importancia de las
influencias sobre nuestros hijos:
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¿Y permitiremos por descuido que nuestros hijos escuchen cualquier historia casual que puedan in-
ventar personas casuales, y que en sus mentes reciban ideas que su mayoría sean lo opuesto a las que
deseamos que tengan cuando sean adultos?
No podemos.
[...] Cualquier cosa [que reciban los hijos] en [la] mentes a esa edad es probable que llegue a ser indele-
ble e invariable; y, por tanto, lo más importante es que las historias que los pequeños escuchen por pri-
mera vez deben ser modelo de pensamiento virtuosos1.
Las «personas casuales» representan las fuerzas en la sociedad que en nuestra ausencia moldean a nues-
tros hijos. En cambio, nosotros los padres debemos ser intencionales en nuestro compromiso de moldear
a nuestros hijos. Demasiado a menudo, los poderes «casuales» en la cultura quizá sean intencionales
también. O sea, pueden estar comprometidos con la tarea de usar métodos propagandistas en contra de
los jóvenes por sus creencias, valores, causas y productos. Sin embargo, estos también son «casuales»
porque dichos poderes son personas, instituciones o ideas con las que nuestros hijos chocan a medida
que crecen. Las influencias «casuales» son esos caprichos moldeadores y formadores a los que no les
importa si nuestros hijos se destruyen o no.
El impacto de la cultura
Repito, debemos preguntarnos: ¿Qué fuerzas moldean a nuestros hijos? La respuesta es: Hay muchas.
En primer lugar está la cultura misma. ¿Qué es con exactitud «la cultura»? La cultura es la manifesta-
ción externa de la manera en que creen las personas. En otras palabras, es la manera en que la sociedad
expresa sus creencias fundamentales. La música, las artes gráficas, los libros, las revistas, las películas,
la televisión, las obras de teatro y las esculturas son elementos de la cultura. ¿Qué sucede cuando una
masa crítica de personas en una sociedad cambia el sistema fundamental de creencias? Cambiará la cul-
tura.
Una vez vi el dibujo de un demonio que entraba a rastras en la sección de un cable cuando se conectaba
a una casa, A medida que la presencia demoníaca avanzaba poco a poco dentro de la casa, el artista lo
pintaba sonriendo cada vez más. Si vemos los aspectos malignos de la cultura como una invasión tanto
destructiva en lo espiritual, mental y emocional como una invasión física del hogar por maleantes, esta-
remos mucho más alertas a lo que ven y escuchan nuestros hijos. ¡Es triste que muchos de nosotros invi-
temos a esos invasores del hogar!
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Una segunda fuerza que moldea a nuestros hijos consiste en los amigos. Muchos padres han observado
con desesperado sentido de impotencia cómo sus hijos dependen cada vez a menos de ellos y más de sus
amigos para la toma de decisiones morales. En especial en los primeros años de la adolescencia, cuando
vemos a nuestros hijos dejar las sólidas amarras de un buen hogar y aventurarse en el mar turbulento de
la influencia de los amigos.
El investigador de la universidad estatal de Ohio, Sung Joon Jang, encontró que la presión de los amigos
hace su mayor impacto alrededor de los trece y catorce años de edad. «Es en verdad la entrada a los años
de la adolescencia», dijo Jang concluyó. En este momento, «muchos adolescentes tratan de desconectar-
se de sus padres y llegar a ser más independientes». Jang concluyó que en esta adolescencia temprana es
cuando «los amigos de repente tienen un papel muy significativo para los adolescentes»3.
La presión de los amigos, por ejemplo, es la principal causa de la actividad sexual de los adolescentes.
Una encuesta del año 2003 por Kaiser Family Foundation reveló que a los muchachos los presionan sus
amigos varones a fin de tener relaciones sexuales con las muchachas. «Existe un montón de expectativas
para que los muchachos sean sexualmente activos», informó Julia Davis de la Kaiser Foundation. El
estudio también revela que tanto los chicos como las chicas adolescentes informaron que la presión de
los amigos era elevada en cuanto al uso de drogas y alcohol.
Una tercera fuerza que impacta en nuestros hijos es la escuela o el sistema, educativo. En este ambiente
es donde se intensifica la presión de los amigos. Cuando uno combina el impacto de los compañeros de
clases de los jóvenes con la tendencia moral y filosófica de la educación pública moderna de las escuelas
se convierten en los moldeadores «casuales» más fuertes y más dañinos en potencia de nuestros hijos.
Lo que hace que esto sea tan peligroso es la suposición por muchos artífices de opiniones que, debido a
que la educación pública es obligatoria, la autoridad final en cuanto a la educación de los hijos no les
pertenece a los padres. Por fortuna, el Tribunal Supremo rechazó esta idea cuando en 1972 falló, en
Sin embargo, en la opinión discrepante en 1972, el juez William Douglas reveló una filosofía educativa
que ha ganado amplia aceptación en el establecimiento jurídico. Douglas escribió que aunque los padres
«casi siempre hablan por toda la familia, la educación de un hijo es asunto en la que este tendrá puntos
de vista decisivos». Así que, según Douglas, Stephen L Carter dice que «los padres que deciden una
educación religiosa para sus hijos participan en una conducta que es de algún modo sospechosa y que,
por lo tanto, el estado debe vigilar a fin de asegurar la protección de los deseos del niño».
Esto nos lleva a la segunda pregunta que debemos hacernos como padres: ¿Qué métodos usaré para
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Sin embargo, pienso que el psicólogo y autor Cari Pickhardt tenía razón cuando declaró; «El poder de tal
influencia paterna se reduce a esto; el ejemplo de los padres modela (quiénes y como son) y el trato que
dan los padres (cómo deciden actuar y reaccionar con su hijo)»5.
Como padres, hay ocasiones cuando tenemos que usar estilos de moldear a nuestros hijos que sean di-
rectos y que requieran un enfrenamiento, incluyendo las nalgadas: (Sí, dije nalgadas. Lidiaremos con
este asunto en un capitulo posterior). En otras ocasiones podemos permitir que nuestros hijos se acomo-
den a los moldes que hemos preparado, dándoles mas libertad. Aunque siempre, el padre debe modelar
el ejemplo.
MODELA SIEMPRE
Les añadiré una tercera pregunta a los padres, y creo que es la más importante de todas: ¿Qué estilo de
vida modelare a mis hijos? Mamás y papás, sus hijos harán todo lo que les digan por un tiempo, pero
después harán lo que hacen ustedes. O parafraseando a un comediante de otra época: «Lo que ellos ven
es lo que tú logras». El ejemplo que damos ante nuestros hijos sirve como un mapa de carretera cuando
deciden escoger el rumbo" de sus vidas. Es probable que todos veamos nuestras creencias y comporta-
mientos surgiendo en nuestros hijos en algún momento de sus vidas.
UN MODELO DE MODELADO
A estas alturas ya entiendes la importancia de nuestro tercer mandamiento: Serás un modelo de piedad.
Para un modelo de lo que significa, el modelado de la piedad, veamos los padres de uno de los persona-
jes de gran empuje de la antigua Israel, el profeta Samuel. En su época, Samuel fue un hombre de gran
influencia, tanto en lo espiritual como en lo político. Aun es un verdadero héroe de la Biblia. ¿Qué tipo
de padres tenía?
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Conocemos a los padres de Samuel en el libro de l de Samuel justo al comienzo. La mamá de Samuel
era Ana y su padre era Elcaná. En esa época, muchos hombres tenían más de una esposa. La Biblia nos
dice que cuando Elcaná ofrecía su sacrificio, les daba algunas porciones a Penina, una de sus esposas, y
a sus hijos. Sin embargo, Elcaná le entregaba a Ana una doble porción del sacrificio porque la amaba
más. Ana no tenía hijos con los cuales compartir su porción especial porque «el SEÑOR la había hecho
estéril» (1 Samuel 1:4-5).
He aquí la primera lección que aprendemos si queremos modelar un ejemplo positivo para nuestros hi-
jos: Los padres deben amarse el uno al otro y permitir que sus hijos los vean expresarse afecto. Cuando
nuestros hijos crecían, Jo Beth y yo queríamos que vieran que su mamá y su papá no solo los amaban a
ellos, sino que también se amaban mucho el uno al otro. Así que lo poníamos de manifiesto a fin de
mostrar un adecuado nivel de afecto mutuo delante de los muchachos. No teníamos que fingirlo, ¡y tú no
puedes fingirlo tampoco! Cuando al principio Elcaná le entregaba a Ana la doble porción, Samuel podía
verlo porque no había nacido. Sin embargo, puedes estar seguro de que este era un patrón en la relación
de Ana y Elcaná, patrón bien establecido cuando nació Samuel, él tuvo muchas oportunidades de ver
cuánto amaba su papá a su mamá.
Samuel al fin llegó al mundo, y lo hizo debido a la oración. Recuerda que Ana no podía concebir, así
que ella y Elcaná oraron sin cesar. Persistieron en ir al altar y ofrecer sacrificios, y en pedirle a gente
piadosa que oraran por ellos. Los años pasaban y parecía que sus oraciones no recibían respuesta. Por
fin, Ana comenzaba a tener indicios de su embarazo, y unos meses después, dio a luz a un hijo, Samuel.
Puede que el tiempo de Dios no combine con el nuestro, duda, Ana y Elcaná deseaban que su hijo llega-
ra mucho antes del tiempo que Dios escogió para responder sus oraciones, pero tuvieron que esperar
a su tiempo. Si Samuel hubiera nacido antes, es probable que hubiera sido un chico común y corriente,
saltando entre las piedras, molestando a las chicas y creciendo hasta llegar a convertirse en un buen
hombre en vez de en un hombre notable. No obstante, Samuel nació en plan perfecto de Dios, en el lugar
Después de esperar tanto tiempo, Elcaná y Ana derrocharon amor en su hijo. Mostraron ese amor de una
manera especial, descrito en 1 Samuel 1ː21-22ː
Cuando Elcaná salió con toda su familia para cumplir su promesa y ofrecer su sacrificio anual al SE-
ÑOR, Ana no lo acompañó.
Esto nos ofrece una segunda gran verdad que podemos aprender de Elcaná y Anaː Mostramos nuestro
amor por nuestros hijos al moldearlos para que vivan siempre dentro de la voluntad de Dios.
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El ADN es esa importantísima combinación bioquímica que determina nuestra forma de ser. Elcaná y
Ana querían que Samuel se convirtiera en el hombre que Dios planeaba que fuera. Reconocieron su ma-
yordomía, y no solo le dieron su vida biológica, sino que sembraron en Samuel el ADN espiritual que
determinaría su destino en el reino de Dios.
Los padres que asumen con seriedad su papel como modelos para sus hijos comprenden la mayordomía
del principio. Un mayordomo es el administrador de la propiedad de otra persona. En la crianza de sus
hijos, estos «padres-mayordomos» saben que tienen que rendir cuentas ante una Autoridad Mayor el
Dueño; el mismo Creador. Los «padres posesivos» fallan a esta verdad. Se sienten «dueños» de sus hi-
jos. Tienen la actitud de que pueden hacer lo que quieran con ellos, darles nombres tontos y vestirlos de
manera extraña, hasta hacerles daño físico y emocional.
Otros padres delegan la crianza de sus hijos. Estos son las madres y los padres que permiten que sus
hijos estén bajo las influencias «casuales» mencionadas al principio de este capítulo. Los «padres que
delegan» participan en el juego de la culpa porque renuncian a sus responsabilidades de mayordomía. Si
sus hijos no aprenden, la culpa es de escuela. Si sus hijos no tienen fe, la culpa es de la Iglesia. Si sus
hijos imitan lo que ven en la televisión, la culpa es de la industria del entretenimiento. Los padres que
delegan solo siguen pasando la culpa y la responsabilidad al próximo en línea. Y si, como adultos, los
hijos fracasan en estar a la altura de los sueños de los padres, los padres que delegan culpan a todas las
fuerzas a las que les permitieron que moldearan a sus hijos y así nunca aceptan algún tipo de responsabi-
lidad personal por los resultados.
Ana y Elcaná son excelentes ejemplos de padres mayordomos. Sabían que Samuel le pertenecía a Dios,
y que Dios les confió Samuel. Y asumieron la responsabilidad por la propiedad de Dios: Samuel. Esta es
la misma manera en que Dios obra hoy. Dios da a nuestros hijos, pero Él retiene la propiedad. Nuestra
misión como padres es ser mayordomos, cuidar en este mundo la propiedad de Dios. Eso significa que
debemos ser modelos de piedad delante de nuestros hijos.
Es igual de importante para las mamás y los papás como individuos cultivar de modo consecuente un
carácter sólido y positivo. El gran carácter de Ana se aprecia cuando dedica su hijo a Dios y canta una
hermosa canción en la que alaba a Dios, que «guiará los pasos de sus fieles» (1 Samuel 2:9).
Recuerden, Ana y Elcaná no comenzaron a desarrollar su carácter y a crear un ambiente amoroso des-
pués que Samuel entró en escena. Esta era la atmósfera en la que nació. Sería un error de nuestra parte el
tratar de desarrollar un ambiente espiritual y emocional cuando nuestros hijos sean adultos y las cosas
comiencen a derrumbarse. Es difícil cambiar la atmósfera de un hogar.
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A través de su niñez, Samuel vio modelar a Ana y Elcaná la piedad. Vio el amor que sus padres tenían el
uno por el otro. Sentía el amor que sus padres le tenían cuando lo animaban a vivir siempre dentro de la
voluntad de Dios. Y fue testigo del amor que le tenían a Dios cuando lo dedicaron al servicio del Señor.
Hace varios años, ante toda nuestra congregación, decidí probar cuanto bien nos fue a Jo Beth y a mí en
ser ejemplo ante nuestros hijos y en crear un ambiente de amor y carácter positivo en nuestro hogar.
Invité a nuestros muchachos, todos adultos con sus familias, a que se sentaran conmigo y conversáramos
sobre nuestra familia mientras nos observaban miles de personas. Durante la entrevista hubo muy bue-
nos consejos sobre el modelado de la piedad. Es muy larga presentarla completa, pero les diré algo de lo
que abarcamos
Cliff, nuestro hijo menor, es fundador y cantante principal del grupo musical cristiano Caedmon's Call.
Cliff recibió su nombre en honor de mi buen amigo Cliff Barrows, que por años ha servido como líder
de adoración para Billy Graham. Así que es muy apropiado que nuestro hijo menor resultara ser el músi-
co de la familia. Cuando le pregunté qué les diría a los padres que desean ser modelo de piedad ante sus
hijos, respondió: «Hoy en día, es muy común ver padres que intentan decirles a sus hijos qué es la pie-
dad, y en decirles la diferencia entre lo bueno y lo malo, pero los padres mismos no viven la piedad».
Con gratitud, Cliff me dijo: «La cosa más importe que tú y mamá hicieron muy bien con nosotros fue ser
modelo de piedad».
Cliff también hizo mención del importante asunto de que los padres les den la libertad a sus hijos de
establecerse en el «molde» que crearon mamá y papá. «A veces, los padres tratan de tomar todas las
decisiones por sus hijos y no les dan la oportunidad de crecer en su relación con el Señor». Me recordó
que cuando él y sus hermanos crecían: «Tú nunca trataste de decirnos lo que debíamos hacer siempre,
sino que nos guiaste cómo buscar las respuestas del Señor de modo que pudiéramos crecer en nuestra
relación con El».
Ben, nuestro segundo hijo, sirve conmigo en la ciudad de Houston como pastor asociado, supervisando
uno de los mayores ministerios de solteros en el país. Ben informó que a menudo la gente le pregunta:
« ¿Cómo fue tu experiencia al criarte en el hogar de un predicador, y cómo es que no te echaste a per-
der?», Cuando la risa aminoró, Ben dijo en confianza que las cosas no le fueron perfectas, pero que ni él
ni sus hermanos cayeron en un estado de rebelión radical porque Jo Beth y yo procuramos mantener una
vida normal de hogar. «No se trataba de que tú y mamá tuvieran esta enorme Biblia de pulpito para gol-
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pearnos la cabeza, ni que nos predicaran a cada momento, ni que trataran de que nos atragantáramos con
ella [...] solo la vivían».
Por cierto, los predicadores no son los únicos que tienen que vencer el instinto de «predicarles» a sus
hijos. Todos queremos que nuestros hijos adopten nuestro sistema de valores y creencias. ¡Hasta el ateo
tiembla al pensar que su hijo se convierta en un cristiano conservador creyente en la "Biblia! La tenta-
ción de ser «sermoneador» es sobre todo fuerte si eres un pastor o maestro de la Biblia. Sin embargo, el
equilibrio se encuentra en enseñar los principios a nuestros hijos, para luego modelarlos en tu estilo de
vida diario. De vuelta a la analogía de la cuerda floja, es como decir: «Aquí están los principios para
caminar sobre la cuerda floja... Ahora obsérvame hacerlo, y luego quiero que tú lo hagas».
Ed, nuestro hijo mayor, es el pastor de una dinámica iglesia de avanzada en el área metropolitana de
Dallas/Fort Worth en Tejas. En nuestra entrevista, dijo que a su parecer, el punto principal del proceso
de crianza es preparar a los hijos para que salgan solos a caminar sobre la «cuerda». «Yo defino la pa-
ternidad», dijo «como la enseñanza y la preparación de nuestros hijos para dejar el hogar [...] La crianza
de los hijos es un trabajo de modelado».
La enseñanza planta las verdades y los principios en el niño. El modelado, dijo Ed, hay que hacerlo con
«autenticidad, vivir la vida en las rocosas planicies de la realidad». Añadió que importante que él y sus
hermanos nos vieran a Jo Beth y a mi comportarse de la misma manera fuera y dentro de la iglesia.
El «cuándo» del modelado paterno es, entonces, a cada momento y en cada circunstancia. Los padres
deben considerar mucho la «arena» del modelado; las sedes en las que mostrarán a sus hijos valores y
principios importantes. Aquí llegamos a otro de esos equilibrios que nos mantiene derecho en la «cuer-
da», sin importar lo fuerte de los vientos: el juego juntos y la oración juntos.
ES INTENCIONAL NO ACCIDENTAL
Aunque no lo creas, los pastores trabajamos bastante fuerte (o al menos debemos hacerlo), así que como
la mayoría de los padres, tenía mucho que hacer. Las necesidades de una iglesia y sus miembros pueden
consumir mucho tiempo y energía. Al principio en mi ministerio determiné que no permitiría que tales
demandas me arrebataran los acontecimientos importantes en las vidas de nuestros muchachos. En ese
entonces no entendían, pero al madurar y asumir la responsabilidad por sus propios ministerios, com-
prendieron lo que trataba de modelar para ellos. Este estilo de vida no ocurre por accidente, sino me-
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«Los padres de hoy necesitan ser más intencionales porque los hijos tienen mucho más distracciones que
en mi niñez», dijo Ben. «Necesitamos asegurarnos que el televisor no sea el centro de nuestra vida fami-
liar como si fuera un tipo de niñero electrónico».
La resistencia del asalto de la propaganda de la cultura en contra de nuestros hogares y familias ocurre
mejor cuando los padres establecen un orden de importancia para tres o cuatro cosas que van a hacer
«muy bien», dijo Ed. Continuó diciendo que el número uno en la lista debería ser la relación con Dios
que el padre y la madre tengan como individuos y como pareja. La vida familiar debe desenvolverse en
torno a la iglesia porque, en las palabras de Ed, «es lo más importante de todo».
La siguiente prioridad, pensó, debe ser el matrimonio de la pareja. Los esposos, señaló, deben amar a sus
esposas como Cristo amó a la iglesia, como lo escribió Pablo en Efesios 5- «En otras palabras», dijo Ed,
«el matrimonio debe prevalecer sobre cualquier otra relación humana, incluyendo la de padre-hijo». La
relación padre-hijo crece con naturalidad y espontaneidad de la raíz de una relación saludable entre el
padre y la madre.
Jo Beth y yo procuramos modelar principios positivos para nuestros muchachos al relacionarnos el uno
con el otro, así como con Dios. En mi entrevista con nuestros tres hijos, dijeron cosas amables de noso-
tros, pero Jo Beth y yo tuvimos que decir que existieron muchos momentos en que perdimos la oportu-
nidad. Sin embargo, a través del proceso de criar a nuestros hijos, hubo tres cosas importantes que
aprendimos sobre el modelado de piedad ante nuestros hijos.
Forja una relación para toda la vida con tu cónyuge. Ed tiene razón, al enfocarte en tu cónyuge,
les demuestras a tus hijos lo que es el amor y lo que es la familia. El establecimiento de tal rela-
ción exige creatividad, consideración, planificación y acciones intencionales.
Lo más importante, desarrolla una relación de amor para toda la vida con el Señor Jesucristo. Po-
demos predicarles a nuestros hijos hasta la saciedad, pero si Jesucristo no es real en nuestras vi-
das, tampoco lo será en las suyas. ¿Sabías que todos los hijos tienen visión de rayos X? Así es,
pueden ver a través de la hipocresía de sus padres. Con todo, si estás comprometido con Cristo,
no hace falta la visión de rayos X.
En cuanto a este último punto, nuestros hijos obtendrán una educación sobre cómo caminar con Cristo a
través de los altibajos de la vida a medida que vives con transparencia tu relación personal con Cristo.
Permite que una relación vital y saludable con Cristo brille en todo lo que hagas y digas; en la manera
en que amas a tu cónyuge y mediante el amor que les das a tus hijos.
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LA RESPONSABILIDAD ES NUESTRA
Al principio de este capítulo, hablé sobre las influencias que vienen por «casualidad» sobre nuestros
hijos. Analizamos «cultura tóxica» y las personas que influyen en sus vidas para mal. Sin embargo, esto
no significa que culpemos a la sociedad por lo que les sucede a nuestros hijos. La responsabilidad no
está en la televisión, la música, las escuelas, el gobierno, las iglesias, los maestros y todas las demás
influencias «casuales». Antes bien, la responsabilidad por la manera en se moldea y forma a un niño les
pertenece a los padres.
«No lo sé», respondió el joven. «Supongo que es algo que viene de nuestra familia».
Aun así, debe ser mucho más profundo que esto. Nuestros hijos necesitan adoptar e interiorizar por su
cuenta la fe bíblica. Si no lo hacen, estarán desanclados en la tormenta del escepticismo que quizá en-
cuentren en la universidad o cuando más tarde en la vida los asalten el cinismo de amigos y compañeros
de trabajo.
Los padres deben equipar a sus hijos para que en enfrenten las difíciles preguntas y, según 1 Pedro 3:15,
ser capaz de responder a todo el que pida razón de la esperanza que hay en ellos. Los hijos necesitan
saber que la fe de sus padres y ahora la suya, se basa en hechos, arraigados de la historia.
El corazón no se regocija en lo que rechaza la mente. Algunas personas dicen: «Creo que eso es cierto».
Sin embargo es mejor poder declarar: « ¡Debido a que es cierto, lo creo!». La fe se fundamenta en he-
chos objetivos. Sí nuestros hijos entienden esto, nadie logrará zarandearlos. La fe que descansa en el
cambiante fondo del mar de la subjetividad la arrastra cada nueva marea. La realidad objetiva es la roca
en la que se incrusta nuestra fe.
Imagínate un hombre que intenta cruzar un río congelado mediado de diciembre. Se tiende bocabajo y
comienza a mover con cautela sobre el hielo. Avanza poco a poco, pues no des caer en las gélidas aguas.
Sigue moviéndose a paso de tortuga.
¿Quién tiene más fe, el individuo que se arrastra sobre el hielo o el chofer de la motonieve? Tendrías que
estar de acuerdo conmigo al decir que el chofer de la motonieve es el que tiene más fe, mientras que el
cauteloso hombre de movimientos lentos tenía poca. Con todo, la cantidad de fe no es el factor decisivo;
ambos hombres tenían el mismo hielo grueso. Lo que importaba era el objeto de su fe.
El mismo río un mes y medio más tarde: Una vez más, el hombre comienza su lenta travesía por el hielo,
y una vez más viene la motonieve. Sin embargo, el hielo ahora es delgado, y cede bajo el hombre que se
arrastra y este se ahoga. Los hombres de la motonieve adelantan un poco más debido a su velocidad,
pero el hielo también cede y perecen. El motivo por el que se ahogaron no tuvo nada que ver con su fe;
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el «poquito de fe» se ahogó y el «montón de fe» se ahogó. El hielo no era lo suficiente grueso para sos-
tenerlos. Era poco confiable e imprevisible. Lo que falló fue el objeto de su fe: el hielo.
¿Cuánta fe tienes? Jesús dijo que solo necesitas la fe del tamaño de un grano de mostaza y puedes mover
montañas, siempre y cuanto el objeto de tu fe sea Cristo: la sólida confiable, inconmovible e inquebran-
table.
Sin duda, mientras modelamos la fe para nuestros hijos, es importante que vean los antiguos hechos his-
tóricos que son la base de la fe bíblica. Sin embargo, la más clara demostración del Dios que actúa en las
realidades de la vida diaria está en la manera ejemplar en que los padres viven ante sus hijos e hijas, en
el aquí y ahora. Y si tienes fe del tamaño de una motonieve o la de uno que se arrastra, tus hijos necesi-
tan ver que la Roca la que tú fe esta incrustada nunca cederá debajo de ti, ni debajo de ellos.
¡Y ese es el por qué la buena crianza exige que los padres y las madres modelen piedad para sus hijos!
1. ¿Cuáles son algunas de las «fuerzas casuales» en torno a tus hijos que quizá ejerzan un control
negativo sobre ellos?
Cuando se trata de la crianza de los hijos, el modelado y la enseñanza van de la mano como la mermela-
da y la mantequilla de maní. Todos los padres modelan algún tipo de estilo de vida, y todos los padres
enseñan principios, para bien o para mal. En el capítulo anterior dijimos que los padres deben modelar la
piedad. Ahora la pregunta esencial es: ¿Qué vamos a enseñar?
Un amigo mío tiene un hijo que, a los diecisiete años de edad, declaró que «nunca» sería como su padre.
Casi veinte años más tarde, el hijo, ahora casado con tres hijos, se rió cuando una noche conversaba con
su padre, describiendo las características que había desarrollado en la adultez. «El otro día, de pronto,
me di cuenta que me he convertido en mi papá», dijo el hijo riendo entre dientes.
fin de que tengan la asombrosa, piadosa y reverente plena adoración a Dios. Los hijos que crecen con
reverencia por Dios, reverenciarán también todo o que Él ha creado, comenzando con las demás perso-
nas. Paul Woodruff escribe que la reverencia «tiende un puente sobre las diferencias entre la vida reli-
giosa y la secular. La reverencia por Dios se lleva a las actitudes y prácticas del diario vivir.
Las crisis de la cultura moderna se lamentan en sermones, libros, canciones, poemas, informes, docu-
mentos políticos, conferencias académicas y discurso políticos. Sin embargo, hay muy pocos problemas
que nosotros y nuestros hijos enfrentemos que en el fondo no se relacionen con la pérdida de la idea de
reverencia. El aborto cuando se solícita y el asesinato son los resultados de la pérdida de la reverencia
por la vida humana. Todas las adicciones se relacionan a la pérdida de reverencia de una persona por sí
misma, resultando en la disminución del respeto propio. El crimen procede de la falta de reverencia por
la propiedad de los demás. El adulterio, la fornicación, la violación y toda forma de abuso sexual son los
resultados de un fracaso en reverenciar la sexualidad humana. Los desastres ambientales ocurren a me-
nudo debido a la falta de reverencia por la obra de la naturaleza del Creador.
Algunos padres enseñan la irreverencia de forma inconsciente. Sin pensarlo, imitan los programas de
televisión y las películas, cuya única mención de la palabra «Dios» es en un contexto vulgar. Cada vez
que escucho a la gente exclamar: « ¡Dios mío!» o « ¡Por Dios!» o « ¡Jesús!» como una forma de jerga
barata, aprieto los dientes con frustración. El tratamiento a la ligera de «Dios» o «Señor», es un acto de
irreverencia. Usar el nombre de Cristo como una expresión de sorpresa o disgusto, es en realidad una
expresión profana; está entre las peores blasfemias debido a que el nombre trae la mayor de las bendi-
ciones, lo opuesto a una maldición, al mundo. Cuando usamos el nombre de Dios, debe ser en una pia-
dosa y respetuosa manera mostrando reverencia y admiración. Debemos enseñarles a nuestros hijos
que los nombres de Dios son santos: sagrado, apartado y para honrarse (Éxodo 20ː7). Criar un ser hu-
mano con conocimiento y sabiduría es como erigir un edificio. Todo descansa sobre el cimiento de la
reverencia a Dios. Eunice entendió la idea. Es más, «Timoteo», el nombre que le puso a su hijo, signifi-
ca «temor de Dios». Comienza aquí, y habrás comenzado a establecer una base firme para desarrollar un
ser humano saludable y feliz.
Mientras más edad tienen los hijos, más difícil es la tarea de enseñarles a obedecer. La lección de obe-
diencia se tiene que enseñar en el hijo a edad muy temprana. El honor y el respeto por los padres son el
«jardín de infancia» del aprendizaje de la obediencia. Éxodo 20:12 registra el primer mandamiento de
Dios con promesa: «Honra a tu padre y a tu madre, para que disfrutes de una larga vida en la tierra que
te da el SEÑOR tu Dios». Este mandamiento encierra el secreto de la longevidad, que es mejor que tro-
vida.
3. Enséñales pureza a tus hijos
El tercer principio es enseñarles pureza a nuestros hijos. La evidencia es que Eunice y Loida (la abuela
de Timoteo eran mujeres enérgicas y auténticas que eran líderes. Sin duda una de ellas, quizá las dos, le
enseñaron a Timoteo cómo fue que Salomón instó a su hijo para que buscara sabiduría y de esa manera
se librara de la impureza sexual (véase Proverbio 19). Salomón le dijo a su hijo (y a todos nosotros) que
si hacia eso, «andarás por el camino de los buenos y seguirás la senda de los justos» (Proverbios 2:20).
Los sistemas de Internet y la televisión de hoy en día proveen «control parental» en forma de tecnolo-
gías avanzadas, incluyendo programas (los llamados «chips V») que bloquean cierto contenido. Tam-
bién existe un sistema de clasificación para los discos compactos y juegos de vídeos que se debe exigir
en las tiendas. Sin embargo, el mejor «control parental» sigue siendo los padres. Nosotros tenemos que
ser el «filtro» que proteja los ojos, oídos y corazones de nuestros hijos de la violencia e inmoralidad se-
xual tan imperante en nuestra sociedad.
Cuando se trata de los medios, tas mamás y los papás deben ponerse de acuerdo en cuanto al estableci-
miento de límites para sus hijos. Estos límites deben ser cuantitativos y cualitativos. O sea, debe haber
limitaciones establecidas en cuánto tiempo el niño puede pasar delante del televisor o computadora, o
escuchar música. También es necesario establecer salvaguardias respecto al contenido. En otras pala-
bras, no es para el bien de hijo de diez años de edad que asista a una película prohibida para menores,
aun si argumenta que es el único habitante del planeta que no ha visto la película
Ahora bien, le advierto algo. La vigilancia de los medios en su hogar y en la vida de su hijo requiere
trabajo. En especial cuando considera que en el hogar estadounidense promedio hay tres televisores,
tres vídeos, tres radios, tres caseteras, dos sistemas para escuchar discos compactos, un sistema de jue-
gos de vídeo y una computadora personal. Es posible que uno se sienta abrumado al supervisar el uso
que su hijo da a todos estos aparatos, ¡pero el padre que se preocupa de verdad y que desea enseñarle
pureza, a su hijo buscará la manera de hacerlo!
Cualquier otra cosa que sea, esa «manera» va a involucrar tiempo y participación de los padres. Si per-
mites juegos de vídeo, dedica tiempo a jugarlos con tus hijos. Vean juntos películas y programas de te-
levisión. Cultiva los gustos y las decisiones musicales de tus hijos. Supervisa el uso de la computadora,
Segundo peldaño: consecuencias (niñez tardía hasta mediados de la adolescencia). En este nivel, los
niños pueden comenzar a «conectar los puntos». A medida que los niños van desarrollando la capacidad
de entender, los padres deben enseñarles sobre la ley de sembrar y cosechar. No solo hay que hablarles
de la relación entre las decisiones morales y sus resultados, también hay que permitirles experimentar las
consecuencias. A veces los padres tendrán que quitar la mano protectora y dejar que el niño lidie con los
resultados de comportamientos errados.
Tercer peldaño: principios (adolescencia tardía). Cuando los niños comienzan a prepararse para dejar el
nido familiar los padres deben instruirlos en las verdades profundas de los principios morales. En estas
conversaciones, los padres pueden enlazar todas las etapas. Los límites se establecieron a tiempo antes
de que tuvieran la capacidad de entender, porque las acciones y los comportamientos tienen consecuen-
cias; ahora el niño aprende que la vida no se vive solo sobre la base de decisiones pragmáticas, sino ba-
sándose en principios eternos.
Cuando subimos a nuestros hijos por estos tres peldaños estarán capacitados para marcharse a la univer-
sidad, ingresar al matrimonio o a la fuerza laboral con un panorama completo, entendiendo por qué la
vida de pureza es importante.
medida que crecen. Enséñenles cómo asignar las porciones. Dejen que sus hijos los vean depositar su
ofrenda en el plato de la iglesia. Luego dejen que él sostenga el plato y deposite su ofrenda. Enséñele al
niño la importancia de ahorrar una fracción de su dinero.
A medida que los niños se hacen mayores, se les debería pedir que hagan planes y asuman la responsabi-
lidad por ciertas necesidades como artículos de vestir favoritos y dinero para el almuerzo. Entonces dí-
ganles que el resto es para uso personal: entretenimiento, juguetes y otras cosas «divertidas» que no son
necesarias.
Una manera de enseñar a sus hijos cómo asignar su dinero es usando la palabra «diezmo».
Durante la época del restablecimiento en Estados Unidos de los refugiados del sudeste asiático desgarra-
do por la guerra (en los años de 1970 y principios de los años de 1980), una familia aceptó hacerse cargo
de una madre camboyana y sus tres hijos. Los niños asiáticos presenciaron la brutal muerte que le dieron
los del Jemer Rojo a su padre. Los niños estadounidenses observaban mientras sus padres les daban la
hospitalidad de su hogar a refugiados de Camboya. Trabajando en conjunto, los familiares estadouni-
denses ayudaron a vestir a la madre camboyana y a sus hijos, prepararon a la madre para un empleo y
ayudaron a los niños refugiados para su comienzo en la escuela. Hoy los niños camboyanos se han con-
vertido en profesionales de éxito. Los chicos estadounidenses se convirtieron en expertos en otra cosa:
cómo amar a las personas de manera genuina.
El séptimo principio es enseñar a tus hijos una ética firme de trabajo. «Perezoso, ¿cuánto tiempo más
seguirás acostado? ¿Cuándo despertarás de tu sueño?», pregunta Proverbios 6ː9. El pasaje continúa con
una advertenciaː «Un corto sueño, una breve siesta, un pequeño descanso, cruzado de brazos…¡y te asal-
tara la pobreza como un bandido, y la escasez como un hombre armado!» (vv. 10-11).
Los hijos deben aprender cómo trabajar y rendir cuentas por su trabajo. La mejor manera de hacerlo es
asignándoles tareas. Debemos establecer las expectativas sobre cómo se debe hacer el trabajo y luego
regresar para evaluar si el muchacho realizó bien la tarea asignada. Esto prepara a nuestros hijos para
unirse a la fuerza laboral con sus misiones, metas, objetivos, contenido de trabajo, planes de acción y
evaluaciones anuales.
El muchacho al que nunca se le dan responsabilidades, jamás aprende a ser responsable. Los hijos que
nunca han dado la talla en las expectativas del desempeño de una tarea fracasan en aprender la impor-
tancia de cumplir y sobrepasar los requerimientos de un jefe. Los jovencitos cuyos padres no exigen la
rendición de cuentas por la ejecución de una tarea no serán responsables. Nosotros les enseñamos a
nuestros hijos una buena ética de trabajo cuando les damos responsabilidades, establecemos expectativas
y exigimos la rendición de cuentas.
UN AMBIENTE DE APRENDIZAJE
Antiguamente, se consideraba que el meollo de una buena educación era «la lectura, la escritura y la
aritmética». Antes de eso, el currículo ideal habría incluido la filosofía, la teología, los clásicos, la geo-
grafía y la ciencia. Con todo, no importa lo fabuloso del currículo, si el contexto (el sistema de entrega y
el ambiente) no es el adecuado, el estudiante no aprenderá.
El joven Timoteo estudió en un contexto adecuado. Pablo nos dice en 2 Timoteo 1:5 que había una «fe
sincera» que caracterizaba a Eunice y Loida. Las lecciones que le enseñaban a Timoteo no eran las ton-
terías de un libro de texto seco de una teoría irrelevante. Las lecciones que enseñaban eran de lo que se
desbordaba de sus ricas vidas. Su metodología consistía en vivir ante Timoteo su propia y profunda rela-
ción con Jesucristo. Quizá siguieran el ejemplo de Jesús enseñar mediante parábolas con las que Timo-
teo se podía relacionar. Cuando Eunice y Loida contaban las historias y hacían las aplicaciones, Timoteo
veía su propia excelencia del carácter y comprendía su instrucción como principios vivientes.
Es posible que la mayor lección que aprendemos de Timoteo, Eunice y Loida sea que nuestros hogares
son las escuelas más importantes a las que nuestros hijos asistirán, y nosotros somos los maestros más
importantes que nuestros hijos tendrán.
Cuando nos demos cuenta de esto, criaremos hijos que no solo tendrán información, sino sabiduría para
la vida.
3. ¿Quién fue el mejor maestro que tuviste y qué fue lo que hizo a esa persona tan eficiente?
¿Cómo saben tus hijos que los amas? «Porque se los digo».
Papá y mamá, eso no es suficiente. Este capítulo te ofrece principios probados y certeros para darles a
tus hijos lo que más necesitan de ti. «¿Amor?» Sí, en la forma de tu tiempo.
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LA IRA IMPLACABLE
Absalón no tuvo tales reservas. Como su padre el rey no hizo nada, él haría algo. Aunque esperó dos
años, Absalón vengó a su hermana, Tamar, arreglando el asesinato de Amnón. Entonces, temiendo la ira
de David; Absalón huyó. Vivió tres años exiliado en Guesur, lejos de su padre. A pesar de eso, el cora-
zón de David anhelaba a su hijo, y trajo a Absalón de regreso a Jerusalén. No obstante, David no podía
deshacerse por completo de su ira, así que le prohibió a Absalón ver su rostro.
Pasaron dos años más, y al fin le permitieron a Absalón entrar a la presencia de David. Cinco años, me-
dia década de indignante y volcánica ira en Absalón por la violación de su hermana, la furtiva traición
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de su medio hermano y el rechazo de su padre se endureció como lava que se vuelve piedra. El corazón
de Absalón se volvió contra su padre, David, y tramó el derrocamiento del rey. Ahora le tocaba a David
huir de Absalón. Enseguida el hijo usurpó el vacío de poder que dejó su padre. Como si esto fuera po-
co, Absalón organizó destacamento para perseguir a David.
De joven, David se vio obligado a huir del rey Saúl. Ahora, al final de su vida, David huía de su propio
hijo.
David envió a sus soldados para que se enfrentaran Absalón y su ejército. Les dijo a sus generales que
trataran bien a su hijo y no le hicieran daño. Todavía esperaba una reconciliación y la sanidad de la re-
lación.
Sin embargo, Joab, uno de los bravíos guerreros de David pasó por alto la orden. Mató a Absalón.
El grito de angustia de David todavía hechiza la historia: Absalón, hijo mío. ¡Hijo mío, Absalón, hijo
mío! ¡Ojalá hubiera muerto yo en tu lugar! ¡Ay, Absalón, hijo mío, hijo mío!» l Samuel 18:33). La
muerte hubiera sido una tierna caricia en el alma herida de David, pero no vendría ni lo liberaría del do-
lor que había devastado a su familia y a su vida personal.
Cinco años de descuido, ¿y quién sabe cuántos más?, tuviera su efecto. David estaba dispuesto a dar su
vida por la de su hijo pero no le daría su tiempo.
Quizá los hijos de David se sentían como el joven cuyo padre actuaba como un sargento de instrucción.
Cada mañana después del desayuno, colocaba a los hijos en una fila rígidamente derecha para inspec-
cionarlos a fin de asegurarse que los dientes estaban cepillados, las narices estaban limpias, el cabello
estaba en su lugar, los oídos lavados y tas camisas bien planchadas y metidas por dentro. Después de la
inspección venían las órdenes del día. Al final, el hijo menor de este hombre se cansó. Cuando el padre-
sargento se acercó al pequeño cierta mañana de inspección, el chico lo miró con fijeza y dijo; « ¿Señor,
alguna posibilidad de que me transfieran fuera de este grupo de "gallinas"?».
SÉ UN AMIGO
Los hijos de David bien pudieron haber hecho la misma pregunta. A pesar de todo este vasto material de
recursos y talentos, David no era amigo de sus hijos e hijas. Es cierto, algunos padres van demasiado
lejos. Como la madre que vive en lugar de su hija animadora, o el padre que se deleita en la siembra de
El input es el medio por el que llega la información al casete. Muchísimos padres fallan para programar
las «sesiones de grabación» con sus hijos. Debido a que no tienen tiempo para estar presentes con sus
chicos, las mamás y los papás se convierten en poco más que un ruido de fondo en el casete de las vidas
de sus hijos. He descubierto que los hijos son muy diestros a la hora de filtrar el ruido de trasfondo y
concentrarse en lo que ellos sienten que es importante.
les semanales, tales como ir a ver una película familiar, a comer pizza en su lugar favorito o a un parque
local.
SE UN AMIGO DISPONIBLE
Acerca de tiempos no programados
Además de los tiempos programados, también hay tiempos no programados. Esto nos lleva al compo-
nente «disponibles» de una relación de amigo saludable. Los hijos no siempre actúan basados en nues-
tras agendas tan bien planificadas, con elaborados detalles y tan intencionadas. Es más, ¡debe existir
alguna ley de la naturaleza no escrita donde se estipula que los hijos se acercarán a sus padres con las
preguntas filosóficas de la vida más profundas, en los momentos más inconvenientes! En vez de sentir-
nos culpables, debemos ver estas «interrupciones» como oportunidades de primera para mostrarles a
nuestros hijos que estamos dispuestos a soltarlo todo con tal de estar disponibles para ellos.
También es cierto que a los niños hay que enseñarles cuando no deben interrumpir, ni a esperar que los
padres siempre respondan a cada capricho. Debemos darles a nuestros hijos un adecuado enfoque y evi-
tar los extremos de o bien malcriarlos por pasarlos por alto.
Imagina que tu jefe se presenta un día y dice: «Este proyecto es vital para nuestra compañía, y es por eso
que se lo entrego a usted». De un solo golpe el jefe te elogio y te creo más tensión, Trabajas en los pun-
tos importantes del proyecto, y te enfrentas asuntos que solo el jefe puede contestar. Así que, vas por los
canales adecuados y llamas por teléfono a su secretaria. Le dices que tienes que ver al jefe porque nece-
sitas una respuesta sobre el proyecto que te asignó.
La secretaria te hace esperar y luego regresa.
semanas
Das golpecitos en el escritorio con los dedos y examinas los papeles mientras escuchas la monótona mú-
sica de fondo del sistema telefónico. Después de varios sofocantes momentos, la secretaría regresa a la
línea.
puede recibirlo.
En un capítulo anterior hablamos sobre el criterio de Jesús para establecer prioridades en cuanto al dine-
ro. Sus mandamientos de buscar primeramente el reino de Dios también se ajusta al establecimiento de
un justo orden de prioridades en cuanto al tiempo. Recuerda, Él dijo que si usáramos el reino como
nuestra única norma para determinar lo que es importante, «todas estas cosas les serán añadidas» (Mateo
6:33).
El problema con muchos de los que estamos en el servicio vocacional cristiano es que confundimos la
identidad de los intereses del reino. Pensamos que es la iglesia o el movimiento que dirigimos o servi-
mos, cuando en realidad es la familia. La institución original que dedicó Dios para el avance del intere-
ses de su reino en el mundo fue la familia. Estar disponible para tus hijos en esos tiempos no programa-
dos es una de las facetas más importantes para colocar bien esa prioridad.
Cuando nuestros muchachos crecían, me parecía siempre querían hablar a última hora los sábados por la
noche. Ahora bien, presentar sermones todas las semanas es como un estudiante de la universidad que
tiene que presentar un trabajo de clase cada siete días o un candidato a doctor enfrentando un salón lleno
de académicos para un examen oral. Mis sábados por la noche eran intensos mientras daba los toques
finales y me preparaba para enfrentar la congregación a las pocas horas.
Un sábado por la noche cuando era pequeñito. Ed entró como un bólido en nuestro cuarto y comenzó a
hablar como un resonante avión a reacción. Al final, dijeː «Hijo, aún tengo este trabajo. Hablaremos en
otra ocasión, ¿está bien?». Todavía me parece verlo salir corriendo de regreso a su cuarto.
decorada con los colores azul y dorado del equipo de los Rams, y montones de corazoncitos. La tarjeta
decía: «Eres un papá tan estupendo como un quarterback»l. Los hijos de Kurt Warner sabían ocupaban
el primer lugar en la lista de prioridades de sus padres porque lo tenían a su disposición.
Mensajes ocultos
Tu hija cierra de golpe el libro de matemática y dice: « ¡Odio la matemática! ¡Creo que esto jamás será
bueno para alguien y, además, odio a mi maestra y mi maestra me odia a mí! » ¿Cuál es el mensaje que
trata de comunicar? La mayoría de nosotros contestaría; Odia la matemática y su maestra no cae bien.
No obstante, lo que tu hija quizá esté tratando decir es: «No entiendo esta matemática, y estoy demasia-
do atrasada y avergonzada para pedir ayuda. ¡Me parece que voy a desaprobar!».
A veces parece que nuestros hijos hablan una antigua lengua sánscrita o algún tipo de código secreto,
cuando, en realidad, el problema está en nosotros y nuestra incapacidad de escuchar... es decir, de ver-
dad.
2. ¿Controlas el tiempo o el tiempo te contra a ti? ¿Las actividades espontáneas con tus hijos for-
man parte de la programación de tu tiempo?
3. ¿Las actividades espontaneas con tus hijos forman parte de la programación de tu tiempo?
4. ¿Qué oportunidades les das a tus hijos de tenerte como «espectador», observándolos desplegar
talentos y habilidades?
He aquí el capítulo que muchos de ustedes han estado esperando. Es el capítulo más largo del libro. Tal
parece que esta es la esfera de la crianza de los hijos en que estamos más inseguros y la que genera más
preguntas. No te preocupes, la Biblia es clara, si amamos a nuestros hijos, los disciplinaremos. Este ca-
pítulo te ayudará a discernir la diferencia entre disciplina y castigo y te dará consejos prácticos sobre la disci-
plina positiva y saludable
«EI asunto ha exasperado los ánimos», dijo Liza Porteus en un noticiero de la cadena de televisión Fox,
«entre los que creen que muchos padres quizá se preocupen más por ser un amigote de sus adolescentes
que un padre o una madre, en detrimento del desarrollo de los chicos y la fortaleza de la familia»1.
EL «QUIÉN» DE LA DISCIPLINA
La señora Porteus informó sobre una campaña de la asociación para una América Libre de Drogas, ins-
tando padres a actuar como adultos. «Les avisamos a los padres que los chicos tienen amigos; ellos ne-
cesitan padres», dijo Howard Simón, un ejecutivo de la asociación. «Es importante que los padres re-
cuerden que sus hijos, ya sea que lo admitan o no anhelan que establezcas reglas y límites [...] Es proba-
ble que este sea el trabajo más importante que tengas en tu vida».
Y eso requiere que los padres sean partidarios de la disciplina. Como Howard Simón señaló: «Los chi-
cos necesitan que les pongas reglas de cómo guiar su comportamiento»2.
Cuando estaba en la universidad, servía como director de jóvenes en una iglesia. Cierta noche me infor-
maron que uno de los adolescentes de nuestra iglesia intentó suicidarse. Un policía me pidió que acom-
pañara a un agente a la casa para recuperar la nota de suicidio. Cuando regresé a la sala de emergencia
del hospital, los padres se lamentaban, repitiendo una melancólica frase: «Hicimos todo lo posible. ¿En
qué fallamos? Hicimos todo lo posible. ¿En qué fallamos?».
Los padres han estado lamentándose así por generaciones. Puedes rastrear el problema que ya existía en
el Antiguo Testamento donde encontramos la triste historia de Elí y sus dos hijos, Ofni y Finés. Elí era
un sacerdote temeroso de Dios, pero sus hijos solo le temían a perderse una «juerga». La Biblia los des-
cribe como «unos perversos que no tomaban en cuenta al SEÑOR» (1 Samuel 2:12). La palabra hebrea
traducida como «perversos» significa literalmente «hijos de Belial». En lengua moderna, el término se
podría traducir «promotores del infierno». Aunque a menudo estas palabras se consideran inaceptables
en una conversación respetuosa, son muy descriptivas. Transmiten la idea de llevar los desechos y la
inmundicia del lodo hirviente del infierno hasta el nivel de la conducta humana rutinaria.
La Biblia lo dice de esta manera:
Elí, que ya era muy anciano, se enteró de todo lo que sus hijos le estaban haciendo al pueblo
de Israel, incluso de que se acostaban con las mujeres que servían a la entrada del santuario.
encargara poner a sus hijos bajo control. Sin embargo, eso no resulta esa manera. Los que aman, cuidan
y tienen el más alto nivel de visión por un hijo debe ser el que le administra la disciplina a ese joven. En
la mayoría de los hogares, el «quién» de la disciplina es el padre. La disciplina forma parte del llamado,
la responsabilidad y contenido de trabajo de los padres.
DISCIPLINA
propósito.
hacia el individuo bajo autoridad de modo que lo ayude a dar lo mejor de sí.
CASTIGO
Consecuencias
cuando esta se usa mal
Hay varios estilos de disciplina paterna3. El padre autocrático es un dictador en el hogar. «Es a mi mane-
ra o para la calle», imponen tales padres sin rodeos. A cada momento, los hijos de padres autocráticos
escuchan frases como: «Lo harás a mi manera si no ya verás», o « ¡No preguntes por qué! ¡Porque lo
dije yo!». Los padres autocríticos son fuertes en el castigo o amenaza de la disciplina, pero débiles en las
relaciones. Son muy fuertes y poco sensibles.
George Brackman, consejero familiar, dice que los padres autocráticos les dan resoluciones definitivas a
sus hijos como: « ¡Haz esto, si no ya verás! ». «No hay diálogo ni respeto por la posición o petición del
hijo [...] no hay espacio para llegar a un arreglo», escribe el doctor Brackman. Los padres autocráticos
«dan órdenes y esperan obediencia inmediata, sin preguntas».
Los padres autocráticos tienden a desarrollar hijos que resienten la autoridad y son limitados en la expre-
sión personal. Los adolescentes que viven con padres autocráticos a menudo, son rebeldes. La frustra-
ción se desarrolla a medida que crecen los hijos y los estilos autocríticos dejan de dar resultados. Aun
así, debido a que no se han establecido líneas de comunicación entre el padre autocrático y su hijo, solo
existe silencio... con frecuencia doloroso y airado.
El padre permisivo
EL padre permisivo se enorgullece en las relaciones establece, pero es débil al proveer la disciplina que
establece límites necesarios y desarrolla seguridad en el hijo. Una madre permisiva diría: «Amo tanto a
mis hijos que no puedo castigarlos». Comete dos errores. Primero, confunde el castigo y la disciplina, y
segundo, cree que el castigo y el amor se oponen.
Además de no ser dados al castigo, hay otras características de los padres permisivos. En realidad, no
quieren tener control, sino preferirían que sus hijos regularan su propio comportamiento. En la actitud de
un padre permisivo, la razón prevalece por encima del poder. Si tienen padres permisivos los hijos ten-
drán muy pocas, si existe alguna, responsabilidad hogareñas. Estos se desarrollarán como personas im-
pulsivas se escandalizarán cuando más tarde en la vida descubran que sus jefes no los consultan siempre
en cada decisión normativa.
El padre indiferente
El amor es lo opuesto al tercer estilo de crianza: el padre indiferente. Este tipo de padre o madre, es débil
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en la disciplina y en forjar relaciones. Lo que el hijo escucha de tal padre es: «No me importa». Dichos
padres van desde no participar en las cosas de sus hijos hasta el descuido absoluto. Reducen la interac-
ción con sus hijos. Los hijos de padres indiferentes crecen para ser exigentes en exceso. Carecen de do-
minio propio y se niegan a cumplir hasta las normas y reglas razonables. También manifiestan agresión.
Cuando Jasón era un adulto, volvió la vista atrás a una niñez que consideraba sin preocupaciones ni obs-
táculos, y reconoció que no era tan divertido como pensaba. Cada sábado, sus padres comenzaban a be-
ber y así continuaban por el fin de semana. Para el domingo, lo único que podían hacer era dormir todo
el día.
Este patrón comenzó cuando Jasón tenía apenas cinco años de edad. Como hombre adulto, comprendió
el peligro de que dejaran sin atención a un pequeño niño. Los padres de Jasón pocas veces le dijeron que
lo amaban, así que creció con la sensación de que sus padres eran indiferentes. Años después, el padre y
la madre de Jasón se convirtieron en serios seguidores de Jesucristo y le pidieron perdón a su hijo. Sin
embargo, el camino a la adultez fue escabroso para Jasón, que tuvo que vencer sus propias luchas con el
alcohol, la pérdida de empleos y los fracasos matrimoniales.
El padre relacional
Al otro extremo del espectro de los padres de Jasón encuentra el padre relacional. Las mamás y los pa-
pás que fortalecen relaciones tienen un buen entendimiento de sus hijos a través del tiempo que pasan a
su lado. Conocen los distintos límite que necesita cada hijo.
Los padres relaciónales se preocupan lo suficiente como para disciplinar a sus hijos. Estos padres en-
tienden la vital verdad disciplinaria de que las reglas sin relación producen rebelión. Expresar amor con
palabras sin dar tiempo crea enojo. Muchos hijos son rebeldes y gruñones porque los crían padres que no
se relacionan.
Antes consideramos a los padres autocráticos. Los padres relaciónales son autoritarios sin ser autocráti-
cos. Poseen el equilibrio de ser exigentes y sensibles. La investigadora de la Universidad de California
Diane Baumrind descubrió que tales padres usan métodos disciplinarios que ante todo brindan
biduría sobrenatural. Nuestra relación con Dios determinará la calidad de nuestra relación con nuestros
hijos.
EL «DONDE» DE LA DISCIPLINA
Dónde se lleva a cabo la disciplina es tan importante como quién la administra. Cuando disciplinamos a
nuestros hijos, debemos hacerlo en privado, no en público. En nuestra relación con el Padre celestial,
sabemos que la mayoría de las veces Él nos disciplina de maneras muy personales. Las personas que
tienen una relación saludable con Dios saben que su interés no es humillarlos. Es cierto que cuando es-
tamos en peligro, a veces nos va a corregir de una manera que todos lo vean. De modo que esto no es
diferente a la madre amorosa que le grita a su hijo cuando este se lanza a cruzar solo la calle. Muy a me-
nudo, Dios nos habla con un «suave murmullo», aun cuando nos disciplina.
Un padre nunca debe reprender ni castigar con severidad a su hijo delante de otras personas. En al me-
nos un caso, el padre fue el humillado. En septiembre de 2002, a Madelyne Gorman Toogood le negaron
un reembolso en una tienda de Indiana. Ya irritada, la frustración de la señora Toogood aumentó por el
llanto de su pequeña hija. Puso de nuevo a la niña en el asiento trasero de su auto, y una vez adentro
comenzó a pegarle y a tirar del cabello de la pequeña de cuatro años de edad, mientras el incidente lo
grababa la cámara del estacionamiento del centro comercial. Al final, la señora Toogood se presentó
ante las autoridades y dijo que sus acciones
No necesitaban descripción, sin embargo, debido a que las acciones de Toogood se transmitían sin cesar
por las pantallas de televisión a través de Estados Unidos.
Un padre autocrático dice: «Pon estos «perrillos» en corral donde pueda vigilarlos de cerca y dirigir sus
vidas todos los días». A pesar de eso, los chicos no tienen espacio para crecer y desarrollarse.
El padre permisivo y el padre indiferente declaran: « Solo
triste que los hijos se vean atrapados en el lodo de la vida o, lo que es peor, se los traguen los depredado-
res.
John Derbyshire, un periodista inglés, escribe sobre problema de « ¡la vida!». Cita de la novela La ho-
guera vanidades, de Tom Wolfe, la descripción de un maleante callejero acusado de robo al que lo
acompañaban tres amigos a su audiencia en un tribunal criminal de la ciudad de Nueva York. Cuando ve
a sus amigos, el maleante callejero dice; «Fuera de aquí... ¡regresen a la vida!».
« ¡La vida!» estaba en la amplia tierra sin cercas de vagabundeo, el equivalente del siglo veintiuno a la
espantosa tierra de Nod donde vivió Caín (véase Génesis 4). Derbyshire interpreta « ¡la vida!» como
sigue:
La música pop y los películas estupendas […] la jerga actual y la ropa de moda [...] tras-
nochar e ir a fiestas, interactuar con el sexo opuesto, hacer cosas que tus padres te dijeron
que no hicieras, hacer cosas que son un poco ilegales, impropias o peligrosas [...] Para
cierto tipo de persona, ¡la vida! ejerce una irresistible atracción gravitacional. Es proba-
ble que ejerza alguna atracción sobre cualquier adolescente saludable.
Derbyshire tiene razón. Cada generación ha tenido su versión de « ¡la vida!». Sin embargo, su preocupa-
ción radica en la «acción y el efecto de la vida bohemia de nuestra cultura». En épocas pasadas, siempre
hubo normas morales y limitaciones sociales, pero ahora todas las cercas están en el piso y el amplio
campo de acción donde se experimenta « ¡la vida!» es un lugar peligroso.
El mejor lugar para criar a un hijo es en un apacentadero (no pretendo bromear). Hace falta que sea lo
suficiente amplio para un apacentamiento serio y que satisfaga la curiosidad. Aun así, hay que cercar
este apacentadero, junto con límites que se establezcan con sumo cuidado. A medida que los hijos cre-
cen, los padres tendrán que extender las cercas. Los hijos necesitarán un espacio siempre creciente de
libertad a fin de tomar decisiones y asumir responsabilidades. Los padres sabios extienden el campo
EL «PORQUÉ» DE LA DISCIPLINA
El «porqué» de la disciplina se encuentra en Hebreos 12:5-7, donde Dios dice que no se debe tomar su
disciplina a la ligera
Dios los está tratando como a hijos. ¿Qué hijo hay a quien el padre no disciplina?».
El pasaje de Hebreos dice que Dios nos disciplina porque nos ama. Cuando disciplinamos a nuestros
hijos, indicamos nuestro amor por ellos. El hijo del padre indiferente no tiene sentido de valor ni autoes-
tima. Parece que al padre o la madre no le importa mucho corregir al chico, ni traerlo de regreso al buen
camino cuando está descarriado. La disciplina es un trabajo difícil, agobiante y exigente, y cuando disci-
plinamos a un hijo, le decimos que lo amamos lo suficiente como para hacer el trabajo.
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Hebreos 12:7 nos da otra razón por la que Dios nos disciplina. Al hacerlo, nos reafirma que pertenece-
mos a su familia. La disciplina del Padre celestial en tu vida es una de las maneras en que sabes que eres
un hijo que naciste de nuevo y que tienes el poder del Espíritu. Cuando disciplinamos a nuestros hijos, el
mensaje tácito es: «Estás en la familia, dentro del círculo de amor y cuidado. Eres de alta prioridad para
mí».
Una tercera razón para la disciplina está en Hebreos 12ː9, el cual dice que «aunque nuestros padres
humanos nos disciplinaban, los respetábamos. ¿No hemos de someternos con mayor razón, al Padre de
los espíritus, para que vivamos? ». La disciplina crea respeto. Un elemento esencial para disfrutar de una
vida plena y productiva es honrando a los padres (véase a Éxodo 20:12). Esa es la responsabilidad de
los hijos. A pesar de eso, los padres y las madres tienen la responsabilidad de nutrir ese honor. Es posi-
ble que nuestros hijos nunca nos honren ni nos respeten si es que no proveemos una disciplina que sea
positiva, saludable y firme.
Hebreos 12:10 señala que nuestros padres terrenales disciplinaban por un breve tiempo, como mejor les
parecía pero Dios lo hace para nuestro bien, a fin de que participen de su santidad». Dios nos disciplina
para nuestro bien, y los padres humanos también deben hacer lo mismo por sus hijos por la misma ra-
zón. La disciplina crea carácter y santidad en la vida de una persona. Es por eso que la disciplina no es
negativa, sino positiva. La disciplina apropiada motiva y edifica.
En Hebreos 12:11 hay una quinta razón por la que Dios disciplina a sus hijos. «Ninguna disciplina, en el
momento de recibirla, parece agradable, sino más bien penosa», dice la Escritura, «sin embargo, después
produce una cosecha de justicia y paz para quienes han sido entrenados por ella». La disciplina trans-
forma la vida. La cosecha de justicia es ese rico, sabroso y nutritivo estilo de vida que es vital y vigente
en el sentido más profundo. Cada padre debería desear ese tipo de vida para sus hijos, y la disciplina es
esencial para lograrlo.
EL «CÓMO» DE LA DISCIPLINA
Entonces, ¿cómo disciplinamos a nuestros hijos? ¿Cuáles son las formas, los métodos y las técnicas?
Sobre este tema se ha escrito muchísimo, pero vamos a considerar algunas cosas básicas.
Disciplina verbal
riquear. Enseguida, me desplacé a una posición donde pudiera verlo, pero en la que él no me divisara a
mí. Así que deambulaba de un lado a otro, y a veces corría y otras caminaba. Poco a poco surgió su di-
lema.
« ¡Estoy perdido!», dijo llorando.
Era tiempo de intervenir.
Corrí hacia él y lo cargué. «Eso es lo que sucede cuando te alejas de nosotros», le dije.
Varios años después, otro de nuestros hijos no estaba sacando muy buenas calificaciones en cierta asig-
natura, y todo debido a que no se la tomaba en serio. En repetidas ocasiones le advertí que si no comen-
zaba a estudiar y a hacer sus tareas, estaría descalificado en lo académico para jugar baloncesto. «Eso
nunca me pasará a mí, papá», respondió. Es lamentable, pero sucedió. Cuando tuvo que sentarse en el
banco durante dos partidos cruciales debido a sus malas calificaciones en la asignatura, aprendió una
valiosa lección. La disciplina « ¡quita las manos!» es difícil para el padre porque todos queremos prote-
ger a nuestros hijos y verlos tener éxito.
nalmente competentes y bien adaptados, ya sea que sus padres los castigaran o no cuando eran preesco-
lares. Este tipo de disciplina, sugirió ella, lo ejercen mejor los padres autoritarios.
Baumrind también ofreció pautas para las nalgadas «apropiadas», como sigue:
Las nalgadas se deben dar bajo condiciones cuando el padre usa más incentivos positivos que
negativos.
Las nalgadas no deben darse a hijos menores de dieciocho meses ni después de la pubertad12.
Añadiría que las nalgadas deben ser el último recurso, no el primero.
Estas pautas reflejan la intención bíblica de las nalgadas. Muchos padres, por ejemplo, cometen el error
de no ser sensibles a la edad del chico cuando lo castigan. La doctora Baumrind dice que a un bebé me-
nor de dieciocho meses no se le debe dar nalgadas. Sin embargo, la primera respuesta de algunas madres
y padres es pegarle al pequeño travieso cuando se dirige al enchufe eléctrico. Los niños son explora-
dores en esta etapa, y prueban las cosas al tocarlas. Las nalgadas en esta edad les envían un mensaje
Coherente y específica
A propósito, la «coherencia» es la palabra más importante en la disciplina. Esa es la manera en que un
niño hace la conexión mental entre las palabras y el tono de los padres, y comportamientos que hay que
evitar.
Las nalgadas, señalamos, deben ser apropiadas según la edad y el género. No obstante, toda disciplina se
debe hacer a la medida. No existe una metodología disciplinaria de «una talla para todos». El cerebro de
mi hijo Ed parecía que no registraba nuestros mensajes correctivos hasta que su trasero sintió el ardien-
te, pero no brutal, escozor del cinturón. Ben respondía a la lógica firme y recta. Todo lo que teníamos
que hacer con Cliff era darle una severa mirada o palabra. Si hubiera usado el método de molde de galle-
ta para emplear la misma forma de disciplina con cada uno de nuestros hijos, obviando sus personalida-
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EL «QUÉ» DE LA DISCIPLINA
Ahora viene la pregunta final: ¿Qué disciplinamos?
cuadra. «Ven conmigo». Ese es el momento para discutir con serenidad y calma lo que encontraste
cuando llegaste a casa y repasar una vez mas las reglas sobre bicicletas, guardar las cañas de pescar y los
horarios de televisión.
Preparen sus pompones, mamá y papá. ¡Están a punto de convertirse en animadores! Necesitan ser los
mayores fanáticos de sus hijos, así que lean sobre las maneras de animar a su hijo o su hija hacia una
vida de éxito y segura, ¡Vamos a escucharlo de las águilas!
Los niños y las aves se hicieron para que tuvieran maravillosas zonas para remontarse, y para que se les
animara a ascender tan alto como les sea posible sin cruzar hacia la oscuridad y la muerte.
LA RESPUESTA DE JESÚS
Nota, sin embargo, la respuesta de Jesús. Le dice que «el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me
corresponde concederlo. Eso ya lo ha decidido mi Padre» (v. 23). A pesar de ser uno con el Padre, en su
posición de Hijo Encarnado, estaba sujeto de forma voluntaria a ciertas limitaciones (por ejemplo, véase
Filipenses 2:5-11). Esto incluía la posición que ocuparían las personas alrededor del trono en el cielo.
Además, Jesús dijo que los mayores en su reino son los que sirven.
Al parecer nada, pues Jesús no condenó a petición. Solo le aclaró su entendimiento de la reino.
¿DESAFÍO O ASPIRACIÓN?
A un joven que llamaré Guillermo lo humillaba sin cesar su padre, un alcohólico. El alcoholismo de su
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papá era asunto de comentarios y registros públicos. Muchas noches, la aterrada madre de Guillermo
tuvo que llamar a la policía para que la rescataran junto con sus hijos de su aterrador esposo. A Guiller-
mo le apenaba que noche tras noche los vecinos vieran el auto de la patrulla en su casa, llevándose entre
gritos a su padre. « ¡Yo nunca seré como mi padre!», prometió Guillermo. Este fue un compromiso al
desafío.
El padre de Rodrigo le presenta a su hijo una aspiración positiva. El papá vivía ante su familia, sus com-
pañeros de trabajo y su comunidad una vida tan ejemplar que Rodrigo señalaría a su padre y diría: «
¡Ese es mi papá! ¡Algún día seré como él!». Rodrigo miró el espejo del estilo de vida de su padre y vio
esperanza, una imagen positiva en la que decidió crecer.
Te advierto que los padres no son los únicos espejos que encuentran nuestros hijos, los maestros de
Marcos lo acusaban de ser tonto y vago. Así que avanzaba con dificultad por la vida, creyendo que era
tonto y vago.
Los compañeros se burlaban de las piernas de Sofía. « ¡Tienes patas de pájaro!», se mofaban. Sofía nun-
ca iba a nadar ni se ponía bonitos vestidos que pusieran al descubierto sus piernas.
Cristian era el quarterback de su equipo de fútbol americano guiando a su escuela al campeonato del
distrito. Lo aclamaban porque era un jugador de fútbol triunfador.
Marcos, Sofía y Cristian, como la mayoría de los hijos están en las cintas transportadoras de la acepta-
ción mundana. Las cintas transportadoras son dispositivos sin final, que no van a ninguna parte. Tam-
bién pueden ser peligrosas. Si una cinta transportadora se atasca de pronto cuando trotas; corres, podrías
salir disparado. Lo digo por experiencia. Muchas personas sobre la cinta transportadora del éxito aparen-
te se dan un batacazo contra el piso cuando el aplauso se detiene de repente. Se quebrantan de manera
emocional y mental. Estos tres chicos están en problemas. Mientras se vean a través de las lentes de
otras personas, nunca se verán como los ve Dios.
Debemos animar a nuestros hijos para que distingan entre los logros, la apariencia externa y lo esencial
de su identidad. Abraham Lincoln no se frustró por su físico larguirucho, desgarbado y torcido. A Wins-
ton Churchill no le contuvo su apariencia rechoncha, blanquecina y calva. Ambos hombres experimenta-
ron asombrosas crisis políticas que causaron críticos escritos de sus obituarios profesionales. Sin em-
bargo, fue después que a Lincoln y Churchill los consignaron al cementerio político que llegaron a ser
Mostrar amor incondicional y estimular los talentos y la personalidad de un hijo conducirá a una autoes-
tima saludable en el jovencito. Existe un gran debate sobre la mejor manera de establecer autoestima en
los hijos. Es más, se ha iniciado un «movimiento de autoestima» que sostiene con obstinación la falsa
comprensión de lo que constituye la autoestima. El egocentrismo es la torcida definición de autoestima
que han aceptado muchos. Mediante todos los indicadores humanos, esta versión del «movimiento de
autoestima» ha sido un éxito espectacular. Sin embargo, los expertos concuerdan en que los resultados
son engañosos y a la vez dan a los chicos matriculados en las escuelas de nuestra nación un falso nivel
de autoestima.
Diane Ravitch, profesora de educación en la Universidad de Nueva York, luego de revisar los comenta-
rios de estudiantes extranjeros que descubrieron que las escuelas estadounidenses eran más fáciles y
menos exigentes en las asígnate académicas, dijo: «Nuestros estudiantes suelen tener más autoestima de
lo que al parecer necesitan»3. Y el profesora Williams, de la Universidad George Masón, dijo en un co-
mentario sobre el descenso de la educación en Estados Unidosː
Mientras que los estudiantes estadounidenses están rezagados en relación con los estudiantes de otros
países en casi todos los campos académicos, tienen los más altos niveles de autoestima y bienestar res-
pecto a sus logros educacionales. Esto es triste. Son tontos y no lo saben.
El enfoque colectivista de la autoestima, de instituciones que dicen que todos están Bien, es impersonal
y casi siempre deshonesto y perjudicial.
te ve tu hijo?
Anímalos
Algunos padres se ven como críticos o que poseen personalidades negativas. Otros los ven como com-
pañeros de juego. Sin embargo, los hijos ven a otros papás y mamás como animadores. Si se les pidiera
a tus hijos, ¿cómo te caracterizarían?
El consejero y defensor de la familia James Dobson dice que los padres deben decirles siete cosas posi-
tivas a sus hijos antes de expresar una negativa. Siete positivas, siete palmadas en la espalda antes de
hablar de forma negativa sobre las acciones de su hijo.
Participa con ellos
Cuando era muchacho, mi padre y yo éramos amigos. Jugaba conmigo y me llevaba a todas partes. Me
preparó y me enseñó sobre la vida. Usó la mejor forma de educación, enseñándome al permitirme hacer
cosas con él. Me permitía observarlo cuando desempeñaba alguna tarea o resolvía algún problema prác-
tico, Entonces me dejaba hacer parte del trabajo bajo su supervisión, Esta es la manera en que animas y
desarrollas a tus hijos. Los involucra en lo que estás haciendo, y poco a poco les da más responsabilidad
hasta que son capaces de realizar la tarea solos.
Mi padre usó este método hasta mi adolescencia, Entonces se enfermó, y las cosas comenzaron a cam-
biar. En algún momento a lo largo del camino se apartó y yo hice lo mismo. Esa relación tan vital y viva
se dejó llevar por un distante estancamiento. Hasta su muerte, procuré restaurar la relación» pero él ya
no podía responder. Sabía que estaría disponible si algo me fuera mal en mi vida, pero ya él no era un
directo e interesado participante. En realidad, extrañaba su aliento. En su lugar, teníamos entonces lo
que llamaría una relación trivial porque había desaparecido el dinamismo.
Algunos padres tienen una relación trivial con sus hijos, y no se debe a la enfermedad. Estás ahí, pero no
estás presente. Los hijos saben que siempre pueden contar contigo si es que te necesitan de veras, pero
no hay una relación real, así que hacen todo lo que pueden sin ti; estás solo en espera de la alarma. Qui-
zá digas: «Bueno, ¡una relación trivial es mejor que una negativa! En realidad, ambas duelen. Es esen-
edificación y sean de bendición para quienes escuchan». Hay palabras que destruyen, y hay palabras que
edifican o motivan. Los padres que animan son esos cuyos hijos se enriquecen después de conversacio-
nes y encuentros con sus padres, hasta con las «charlas» difíciles.
Es más, la misma iglesia debe ser una comunidad de estímulo. La edificación mutua debe ser algo que
fluya dentro de la comunidad de estímulo desde la iglesia a la casa y de vuelta a la iglesia. De esta mane-
ra, las personas desarrollarán un estilo de vida positivo y edificante, y los hijos se encontrarán en un
ánimo continuo.
Existe, por ejemplo, una técnica desafortunada que usan algunos entrenadores atléticos. Un chico de
poco más de un metro de estatura falla en anotar una canasta que está en un tablero a tres metros del
suelo, y el entrenador ruge por la cancha: « ¡Te voy a sacar del partido si no comienzas a anotar en cada
tiro!». La amenazante voz rebota contra el duro piso y las paredes, y todos se ríen del pequeño «impedi-
do en baloncesto;) Esto quizá sea absurdo como técnica de entrenamiento, pero es incluso peor cuando
los padres se unen al coro condenatorio.
Es mucho mejor decir: « ¡Buen intento! ¡No dejes de hacer buenos tiros! ¡No te preocupes! Estás a pun-
to de encestar. Todavía recuerdo a un gran entrenador que tuve cuando era jovencito. «Muchacho, me
encanta la manera en que te abres paso», me dijo un día. Eso me hizo sentir como un hombre nuevo. Las
palabras del entrenador renovaron mi confianza y me dejaron con una satisfacción que todavía siento
después de décadas. No era el jugador más veloz en el equipo, pero desde ese momento en adelante,
¡nadie se daba tanta prisa como yo!
de hablar frente a un público comprenden la «amnesia momentánea», esos momentos cuando nos «que-
damos en blanco» o «perdemos el hilo de pensamiento».
Por eso siempre animaba a nuestros pastores a que tuvieran el Padrenuestro escrito en sus Biblias.
Siendo joven y de mente clara, Ed sentía que nunca olvidaría algo tan conocido como el Padrenuestro.
Así que a la hora designada en el culto, se acercó al pulpito e hizo una hermosa oración. Luego procedió
con el Padrenuestro: «Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre...». En ese mo-
mento, en alguna parte del cerebro de Ed, las puertas de acero se cerraron de golpe. Ed vaciló y luego
comenzó a ir a tientas alrededor de palabras adecuadas.
Por fortuna, la congregación lo sacó del apuro. Todos siguieron orando, mientras Ed guardaba silencio
en el micrófono. ¡Se sintió terrible! Le molestó de veras que hubiera «hecho un desastre».
Después del culto, Jo Beth estuvo allí para animar a nuestro avergonzado hijo. «Ed, tu voz se escuchó
muy bien hoy», dijo mientras le daba palmaditas en el brazo. Me temo que yo no fui tan animador. Sin
embargo, Jo Beth le dio a Ed el « ¡Muy bien!», mientras yo le administraba la palabra correctiva. Tal
equilibrio produce águilas en vez de gallos de las praderas.
hijos recuerdan importantes lecciones de vida, Un día podrán pasar las historias a sus hijos.
Debemos también compartir el « hueso del tobillo ». en pocas palabras, debemos caminar con nuestros
hijos y permitirles que caminen con nosotros. Contar experiencias es un medio vital de ayudar a nuestros
hijos para que se sientan que forman parte de nuestras vidas, que no son simples observadores.
Por último, compartamos «nuestra columna vertebral» con nuestros hijos. Esto tiene que ver con ser
coherentes y equilibrados en nuestra disciplina. Mantenemos la firmeza, pero en el equilibrio del amor y
la comprensión. Conocemos el «cuándo» y el «cómo» de la disciplina, como se describió en el capítulo
anterior, pero también conocemos cuándo debemos mostrar gracia y misericordia.
Kirk Douglas recordó su participación en una obra de teatro del instituto. Cantó, danzó y desempeñó un
papel hablado. Douglas sabía que su madre asistiría a la presentación, pero no su padre. Su papá era dis-
tante y frío, y raras veces le decía algo a su hijo que no fuera severo y temible. Así que se sorprendió la
noche de la obra al divisar a su padre sentado al fondo del auditorio.
El joven actor estaba emocionado y esperaba que su padre le daría ánimo. Deseaba con desesperación
escuchar a su papá decir: « ¡Muy bien!». En cambio, después de la obra el padre de Kirk Douglas se
paró allí como un muro impenetrable.
De repente, sin embargo, hubo un ligero cambio. El austero inmigrante ruso le preguntó a su hijo sí
deseaba acompañarlo a comer un helado. Años después, Douglas dijo que ese helado de cinco centavos
significó para él mucho más que su Oscar.
MANDAMIENTO 8
TU HIJO ES UN TEMPLO
Cada ser humano estaba hecho para ser el templo de Dios, con su vida asegurada en la «Estabilidad» y la
«Fuerza». Hiram de Tiro construyó las dos columnas para el templo de Salomón, pero los padres son los
que deben construir esas cualidades en las vidas de sus hijos desde temprana edad. Las madres y los
padres que hacen eso producen hijos estables y seguros cuando se convierten en adultos.
¿Edificadas sobre estabilidad y seguridad?
Si tu hijo tuviera dieciocho años de edad y dejara tu casa hoy para enfrentar el mundo, ¿serías capaz de
decirle lo que estable y seguro? Si viviéramos lo suficiente, la mayoría de nosotros tendría la experiencia
de una madre que llamaremos Karen. Una mañana se levantó con los ojos llenos de lágrimas después de
una irregular noche de preocupación por su hija, Mailín. El verano después de la graduación del Instituto
de Mallín pasó a una velocidad vertiginosa. Ahora llegaba el día en que Karen y su esposo, Carlos, mon-
tarían a Mailín en el auto de la familia, manejarían doscientos ochenta y dos kilómetros hasta la univer-
sidad del estado y regresarían a casa sin ella.
Karen contenía las lágrimas, no quería arruinarle a Mailín este emocionante día. Su mente se remontó
dos décadas atrás al día en que su propio padre la llevó a matricularse en la misma universidad, No esta-
ba preparada para la embestida que la golpearía con vientos tormentosos en espíritu, alma y cuerpo. Ka-
ren recordaba que su padre manejaba ese día en el silencio que caracterizó toda su relación con su hija,
Su madre estaba trabajando, así que no acompañó a Karen y su papá a la universidad. Con una mueca de
dolor, pensó en la falta de relación, enseñanza y valores espirituales que convirtieron su hogar en lo que
a veces parecía como un desierto llano y vacío. Y en este día en el que llevaba a su propia hija al hura-
cán de la vida universitaria, Karen recordaba los muchos errores que había cometido: el penoso arresto
por posesión de drogas, el aborto que terminó con la vida de su primer hijo, las malas calificaciones y
las descabelladas fiestas en el club femenino de estudiantes.
Los momentos apropiados para el aprendizaje se presentan cuando han herido a un hijo, pero también
cuando su comportamiento resurge para aguijonearlo, como cuando ha mentido. Esto se presenta cuando
a tu hija no la escogen como animadora o a tu hijo lo eliminaron del equipo. Los momentos apropiados
para el aprendizaje vienen con los informes de buenas calificaciones y con los de las malas también. Se
presentan cuando ella no tiene quién la lleve a la fiesta de graduación o cuando no la invitaron a la fiesta
de la estación. He descubierto que las etapas del desarrollo, cuando nuestros hijos se enfrentan a cam-
bios físicos u emocionales en sus vidas, son etapas maravillosas de instrucción. Estas son oportunidades
para enseñarles a nuestros hijos profundos principios y verdades, tales como la gracia, la misericordia,
el amor de Dios y las dinámicas de sembrar y cosechar.
A través de tales momentos apropiados para el aprendizaje les mostramos a nuestros hijos que las verda-
des de Dios no son solo verdad porque estén en la Biblia, sino que están en la Biblia porque son verdad.
la perspectiva de Tony se transformó poco a poco. En lugar de ver la realidad a través de los inseguros y
asustados ojos de las circunstancias en las que se había criado. Tony comenzó a mirar el mundo a través
de los lentes de la Palabra de Dios. Hasta ese momento, las únicas figuras de autoridad que había cono-
cido eran sus padres. Pero cuando Tony recibió la verdad que dice que Dios está sentado sobre el trono
del universo, esta lo tranquilizó y le dio seguridad.
Cristo no solo transforma los comportamientos corrompidos, ¡también transforma perspectivas torci-
das! Aunque sus padres no conocían, ni se preocupaban, por el método de la sabiduría. Tony encontró
la sabiduría de Dios y, con ella, estabilidad y seguridad. Es mucho mejor, y menos doloroso, cuando un
hijo no tiene que moverse con torpeza en las verdades que unirán el cimiento y la raíz de su vida, sino
que más bien esos principios forman parte de su personalidad mediante padres firmes que usan todos los
momentos apropiados para el aprendizaje en el camino.
muchísima cerveza, y algunas de las chicas beben algunos sorbos con ellos.
Ronald les hace seña a Amanda, Sheila y Ricardo que lo sigan a una habitación del fondo. Allí, saca un
cigarrillo de mariguana y lo enciende.
Si Amanda se hubiera criado en un escenario de defensa presionante con su legalismo, piedad extrema y
rigidez, las posibilidades son solo a partes iguales de que sería lo suficiente estable para resistir la tenta-
ción. Si se resiste, es muy probable que sea por temor a que la descubran y la castiguen con severidad.
Por otro lado, si Amanda se hubiera criado en el plan búfer una pizca de Dios y la iglesia, una pizca de
deportes, una pizca de todo lo demás, es casi inevitable que fume la mariguana.
Evitemos la implosión
Es más, podemos decir con seguridad que un joven educado por cualquiera de estos métodos hará im-
plosión cuando llegue a la universidad. Los chicos que crecieron en el estilo de defensa presionante se
alejarán de la «Gestapo» paterna en la primera vez. A menudo van al desenfreno. Los jóvenes criados en
el bufé los condicionaron a creer que deben probarlo todo:...y lo harán.
Lo que evita que Amanda fume mariguana es que sus padres usaron el método de la sabiduría para criar
a su hija. Tuvo un sólido fundamento espiritual y moral. Sus padres fueron muy sensibles en velar y
aprovechar los momentos apropiados para el aprendizaje preparados por Dios, los cuales moldearon una
perspectiva bíblica en la mente de Amanda. La ayudaron a meditar bien las cosas y llegar a sus propias
conclusiones sobre la prioridad de Dios en su vida mientras observaba el estilo de vida de sus padres.
Las vidas ejemplares de su mamá y su papá fueron un factor decisivo en la estabilidad y seguridad de
Amanda. En lugar de sermonearla de forma incesante, vivieron de una manera inequívoca y sin ver-
güenza ante su hija.
Amanda no resistió la tentación porque le preocupara quebrantar las reglas, sino porque los malos com-
portamientos eran incompatibles con el estilo de vida que alimentó su educación. No fumaría mariguana
como no escribiría grafito en una pared de la iglesia. Amanda estaba segura en su propia personalidad y
en su manera de relacionarse con el mundo y no tenía la necesidad interior de por un lado desafiar a sus
padres ni, por el otro, probarlo todo en la mesa del bufé. Esta seguridad en su propia identidad proveyó
la estabilidad que impidió que a Amanda la aplastara la tentación.
amplia visión maestra de la vida que Dios ha puesto en sus manos. Para ellos, la crianza no es nada más
que poner alimentos en el estómago y ropas en cuerpo, mientras otra persona pone educación en el cere-
bro, la es solo una tediosa rutina de colocar un ladrillo sobre otro hasta que alguien o algo detiene el
proceso.
Otros padres y madres ven la crianza de los hijos como un deber, como el trabajador que estaba solo
para ganarse la vida. Los hijos son una pesada responsabilidad, pero alguien tiene que desempeñar la
tarea de criarlos. De manera inexorable, tales padres aceptan la tarea porque este es su destino en la vida.
Los padres de Policarpo colocaron a su hijo de modo que Dios lo pudiera transformar y desarrollar.
Dios obra desde el interior hacia el exterior. Bajo este arreglo, los padres son «colaboradores» con Dios.
Son dotadores; Él es el transformador. Los papás y las mamás edifican con cuidado, amor y ternura en
las vidas de sus hijos las verdades, principios, aplicaciones prácticas y normas reveladas en las Escritu-
ras. El Espíritu Santo se une a este equipo de construcción, tomando los materiales que los padres colo-
can dentro del templo que edifican y lo cimienta con solidez en la vida del hijo. Dios el Padre tiene el
plano maestro para cada individuo y dirige la colocación de las piedras y los ladrillos sobre el cimiento
que establecen los padres, de modo que se lleve a cabo la transformación apropiada.
EN LO MÁS PROFUNDO
Los que observan, como el hombre que analizaba a los tres obreros trabajando en el sitio de construc-
ción, no verán todo lo que está en vía de ejecución. El progreso de construcción ocurre en lo más pro-
fundo del ser humano. Tales hijos crecen en el perfil de Efesios 3:16-19 (LBD), fortalecidos desde aden-
tro.
Que de sus gloriosos e ilimitados recursos les conceda la enorme fortaleza interna del Es-
píritu Santo. Oro que, por fe, Cristo habite de veras en sus corazones, para que arraigados
en el maravilloso amor de Dios, puedan sentir y entender como hijos de Dios, lo ancho,
largo, alto y profundo que es su amor; y oro que experimenten ese amor, aunque su gran-
deza está en que jamás verán su fin ni lo entenderán plenamente. Así estarán completa-
mente llenos de Dios.
Si eres un padre dotador que usa el método de la sabiduría, sus hijos sacarán fuerzas desde adentro. En
esos temibles momentos cuando están lejos del nido por primera vez, extraerán de su fortaleza interior.
Harán lo que viene por «naturaleza», pero será bueno porque lo que surge de esta forma para tal hijo
será el carácter cultivado de manera sobrenatural.
Muchas personas sucumben bajo la tentación, los conflictos y las pruebas porque se sienten inseguros e
insignificantes. Corren hacia múltiples relaciones en busca del amor que es indicación de aceptación y
que afirma su identidad y personalidad. Tales personas se meten en problemas financieros o se enredan
con la ley en un intento por ser importantes a los ojos de otro. La inestabilidad y la inseguridad plagan
sus vidas. El «vestíbulo» de su «templo» se hunde debido a que les faltan las columnas de dieciséis me-
NECESIDAD SATISFECHA
Los hijos de los padres dotadores que les han incrustado la semilla del amor de Dios y que crecen nutri-
dos con la conciencia de su sonrisa sobre ellos, no tienen que pasarse la vida buscando amor y acepta-
ción. La necesidad la satisface en sus corazones el Único que puede llenar ese enorme vacío: el Dios
vivo. Ningún ser humano puede suplir ese deseo, así que las personas seguras y estables no procuran la
máxima afirmación de otros. Las personas criadas por padres dotadores bajo el método de la sabiduría,
no tienen que saltar de cama en cama ni de un empleo al otro. Sus necesidades más profundas de amor y
afirmación ya se satisficieron mediante el favor de Dios en sus vidas, con el cual los llena el Espíritu
Santo.
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Un hijo que sabe que su vida está en las manos de Dios es firme y estable. Al joven Daniel no lo engatu-
saron los parlanchines miembros de la corte del rey Nabucodonosor en Babilonia. Daniel sabía quién
controlaba su destino, y no era otro ser humano. No podían persuadirlo las deliciosas comidas de la co-
cina del palacio ni las amenazas de que lo arrojarían al horno de fuego.
Los hijos llenos del conocimiento de que existe un propósito para sus vidas y que Dios los dirige según
su plan, se convierten en adultos estables. Extraen paz de saber que todas las cosas obran para el bien de
los que aman a Dios, y de los llamados acuerdo con su propósito. Saben que el propósito es llevarlos a
ser semejantes a Cristo dentro del mundo caído (Romanos 8:28-29). Tales personas estables y seguras
pasan por los tiempos difíciles como nadie, así que no se rinden porque reconocen que todo se lleva a
cabo según el plan, aun si no lo comprenden.
el templo la «abominación desoladora» (Daniel 11:31, RV-60). La palabra hebrea para «abominación»
se refiere a algo inmundo y detestable. Prácticamente la cosa más repulsiva que un judío fiel se pudiera
imaginar sería la colocación de un ídolo en el Lugar Santísimo.
PROFANACIÓN DEL TEMPLO DE DIOS... Y EL TEMPLO HUMANO
Cuando Nabucodonosor y los babilonios devastaron a
el templo. Saquearon sus tesoros, encendieron incontrolables fuegos y redujeron a cenizas las obras de
arte de Salomón.
Bajo Zorobabel, el templo se reconstruyó y terminó en 515 a.C. y Herodes lo remodeló y amplió casi
quinientos años más tarde. No obstante, este templo sufrió la peor de las
abominaciones. El desquiciado invasor Antioco Epifanes no tan solo se llevó los tesoros del templo en
169 d. C, sino que sacrificó cerdos en el altar y levantó una estatua de Júpiter en el Lugar Santísimo. En
70 d.C., como Jesús les advirtió con anterioridad a sus discípulos, los romanos destruyeron el templo de
Dios y erigieron en su lugar un templo a Júpiter. Hoy, el antiguo sitio del templo lo ocupa la Cúpula de
la Roca musulmana.
Al diablo le apasiona la profanación y destrucción del templo de Dios; y eso va también con el templo
humano. Es más, el contexto de la preocupación de Pablo sobre la profanación del templo humano de
Dios en 1 Corintios 6 es la inmoralidad sexual.
UN «REMOLINO» DE INMORALIDAD
Para ser sincero, los de la iglesia, ésos que deben apoyar a los padres en el desarrollo moral de sus hijos,
no son de gran ayuda. Por un lado, existe el ala pietista que no quiere hablar sobre la sexualidad. El otro
extremo que encontramos en la iglesia es el ala del modernismo liberal que adopta la perspectiva cultu-
ral respecto a la sexualidad, en vez de respaldar el punto de vista bíblico. Sin embargo, como sociedades
guientes se hunden en una lobreguez cada vez más profunda. Por lo tanto, en el ámbito de la sexualidad
humana, en vez de verdad y luz, reina la oscuridad, la decadencia y el engaño.
Jo Beth se sintió aliviada. Por fin le había dado a nuestro pequeño hijo la respuesta directa del asunto.
Enseguida, sin embargo, su satisfacción se desinfló. Con firme convicción, Ed la miró fijo a los ojos y
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anunció:
Fin de la discusión, al menos por el momento.
No obstante, Jo Beth merecía una estrella de oro por su sinceridad. Aunque Ed no estaba convencido,
procuró ser sincera y contestar sus preguntas con claridad, dulzura y alegría. Tal actitud le quita el en-
voltorio de papel de estraza al asunto de la sexualidad y les permite a los niños saber que no es un tema
tabú. En el futuro, no temerán acudir a sus padres con preguntas mayores sobre la sexualidad.
estar con alguien del sexo opuesto. Las chicas tienen que prepararse para cortar los famosos argumentos
que muchas escuchan de forma inevitable: «Si me amas, lo harás». El joven tiene que prepararse sobre
cómo echarle agua fría a una candente cita que se le presenta. Ambos deben aprender a respetar al sexo
opuesto.
Los adolescentes esperan de sus padres honestidad y franqueza. La historia sobre la experiencia per-
sonal de un padre es mucho mejor que una lánguida conferencia teológica o un ensayo sociológico.
Tengo un amigo que usó el método del testimonio personal con un resultado sorprendente.
«Tú puedes vencer la tentación porque yo lo hice», le dijo mi amigo a su hijo adolescente. Entonces el
padre le relató la historia del viaje de negocio que realizó con su jefe y una bella secretaria escogida con
sumo cuidado para el viaje. Mi amigo tenía la responsabilidad de procesar y terminar informes y acuer-
dos como resultado de las discusiones diarias. Al final de los negocios de cada día, la secretaria venía a
su cuarto, donde tenía la máquina de escribir (eso fue hace muchos años).
Una tarde la secretaria entró al cuarto y se deslizo en la cama de mi amigo. Cuando él se dio cuenta de lo
que iba a suceder, huyó del cuarto del hotel con tanta rapidez que dejó tras sí un pequeño remolino de
viento, junto con una ofendida rubia.
Veinte años más tarde, mi amigo y su hijo, ahora con treinta años, estaban juntos en un avión. En Albur-
querque, una despampanante mujer abordó el avión. Mi amigo la miró más de cerca y se dio cuenta que
era la mujer de la que le habló a su hijo. El papá estaba en un asiento del pasillo, y la mujer se sentó jus-
to al otro lado.
Cuando mi amigo y su hijo aterrizaron y desembarcaron, el padre dijo:
muchos años?
El joven puso los ojos en blanco, pensando que su papá estaba a punto de contarle la historia una vez
más.
Pues bien, ¡la mujer que estaba sentada a mi lado en el avión era la misma mujer que se metió en mi
cama!
Los ojos del hijo parecían dos bolas blancas sobre una mesa de billar.
CARA A CARA
Más tarde mi amigo reflexionó en cómo se habría sentido por el casual encuentro ante su hijo si hubiera
sucumbido dos décadas atrás. El padre estaba agradecido de poder sentar un ejemplo positivo. Mi amigo
estaba aún más agradecido de que Dios los llevara a él y a su hijo cara a cara con la tentación que logró
vencer años atrás. Sabía que su hijo nunca lo olvidaría y que estaría mejor equipado para hablarle a su
propio hijo sobre la relación sexual.
Es obvio que muchos padres no vencieron la tentación en su adolescencia. Necesitan enseñar esa expe-
riencia también. En adición a las historias de dolor, culpa y obsesionantes recuerdos, pueden enseñar
sobre la gracia de Dios y su llamado a una vida más elevada y pura.
La relación sexual no es, después de todo, el rito requerido de la entrada a la adultez. Es emocionante
ver que cada vez más jóvenes prometen permanecer sexualmente puros hasta su boda. Hace poco Robert
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Rector, investigador titular de Heritage Foundation, volvió a revisar los estudios de diez programas de
abstinencia sexual. Concluyó: «Los verdaderos programas de abstinencia ayudan a los jóvenes a desa-
rrollar una comprensión de lo que implica el compromiso, la fidelidad y la intimidad que les servirá de
manera provechosa en el futuro como fundamentos para una vida matrimonial».
Rector también descubrió que los padres son vitales en ayudar a los adolescentes a cumplir esa promesa.
Al informar sobre los resultados del estudio National Longitudinal Study of Adolescent Health, Rector
escribió: «Cuando la promesa de virginidad se combina con una firme desaprobación paterna de la acti-
vidad sexual, la probabilidad de iniciación de la actividad sexual se reduce en setenta y cinco por ciento
más.
Este Dios que creó el mundo y a ti y a mí nos creó para un propósito divino y tiene un plan para
nuestras vidas.
Es posible conocer a Dios, al igual que su propósito y plan para nuestras vidas.
Él nos guía a aceptar su regalo gratuito de la salvación al recibir a su Hijo Jesucristo en nuestras
vidas.
Esta perspectiva provee un comprensivo entendimiento y establece el contexto para la vida práctica. Los
hijos que crecen en un hogar saturado de este enfoque bíblico se establecen sobre un fundamento sólido.
Florecen en una atmósfera amorosa. Viendo que mamá y papá aman a Dios y se aman entre sí, forjan
seguridad y confianza en las vidas de los hijos. Estos se convierten en los recipientes directos de este
amor inquebrantable e incondicional como padres que lo derraman en ellos mediante palabras, caricias,
abrazos y juegos desde que nacen hasta los años de la adolescencia. Los mensajes positivos sobre la se-
xualidad humana y el comportamiento sexual florecen con naturalidad en tales tallos. El hijo adquiere
sentimientos, emociones, conocimientos profundos, pasiones y motivos que serán los elementos de sus
conceptos sexuales a medida que madura.
l. Programa tiempos especiales. Una madre podría programar un día de forma periódica y regu-
lar salir de compras con su hija adolescente, incluyendo el almuerzo. Un padre puede llevar a su hijo a
cazar, pescar o a un evento deportivo. Los papás deben salir con sus hijas, y las mamás también deben
programar tiempos especiales con sus hijos. La idea no es forzar una conversación, sino proveer un foro
donde el diálogo y la interacción fluyan de manera suave y natural.
2. Pídele consejo a tu adolescente. Esto parece un poco chocante, pero nada le mostrará a tu adoles-
cente que lo respetas como pedirle su opinión. Esto puede incluir cualquier cosa desde lo que piensa
sobre tu vestido (prepárate para que te insulten), hasta sus puntos de vista políticos y los candidatos. Es
más, pregúntale a tu hijo qué opina sobre asuntos importantes, luego siéntate y escucha.
3. Involucra al adolescente en las decisiones familiares. Esto reduce y eleva la apuesta inicial sobre la
opinión del adolescente, ya que trata con asuntos que influyen en la vida familiar. El adolescente ahora
comienza a asumir cierta responsabilidad por el estilo de vida de la familia y sus actividades al dársele la
oportunidad para comentar.
Aunque todos estos asuntos quizá no se relacionen forma directa con la sexualidad, mantienen los cana-
les abiertos de modo que, cuando ocurran las necesarias y continua: conversaciones sobre la sexualidad,
ya sea por iniciativa de ellos o tuya, la línea de comunicación estará despejada y lista.
En realidad, las mamás y los papás que se esfuerzan por mantener una línea abierta para la «conversa-
ción después de la conversación», descubren que pueden presentar los hechos crudos sin que sus adoles-
centes perciban la conversación como otro sermón más. Para los jovencitos que viajan a máxima veloci-
dad por los intensos cambios hormonales y la curiosidad sexual de la adolescencia, existe una gran nece-
sidad de traerlos de nuevo a la tierra mediante la dura verdad de la siembra y la cosecha, las acciones y
sus consecuencias.
HECHOS DIRECTOS
Los padres que mantienen abiertas las líneas de comunicación pueden decirles a sus adolescentes estos
fuertes y sinceros hechos: que los sexualmente activos antes del matrimonio tienen un mayor índice de
depresión y suicidio, que a menudo las madres solteras están destinadas a la pobreza, que las parejas que
cohabitan tienen un mayor índice del divorcio que quienes deciden esperar, junto con toda la demás evi-
MANDAMIENTO 10
SATURADOS DE BUDISMO
Sin duda, muchos estadounidenses se separaban de sus raíces bíblicas mientras leían libros, artículos,
estudios académicos y psicología popular. Mientras tanto, las películas y los programas de televisión
saturaban a la sociedad con los tres conceptos del budismo: Todo es «pasajero», las cosas materiales son
«insustanciales» y «nirvana es estado de quietud»'.
La gran meta para muchos nómadas sin raíces espirituales llegó a ser el nirvana. Para los budistas Zen,
esto significa un desinterés que capacita a una persona para tener sabiduría y compasión, pero que no le
afligen fastidiosas emociones y sentimientos que vienen con la preocupación y la inquietud. Los hindúes
ven el nirvana como emancipación de las ataduras.
El término literalmente significa «apagarse». Nirvana es la extinción de las pasiones y los deseos, y la
«liberación» todas las limitaciones. Es remontarse por encima de los problemas y las necesidades a tra-
vés de la creencia de que no son reales. Para sus partidarios, nirvana es «la meta suprema de
A medida que se filtraba en la cultura occidental, Zen, nirvana y otros conceptos orientales perdieron
parte de las tradiciones y significados que las definían, y gota a gota se desarrolló en una simple pasivi-
dad. Su mantra, repetida cada día por millones, es «Lo que sea...».
Los conceptos nirvana-Zen saturaron y envenenaron la educación pública. Cada niño era su pequeño
universo propio y se le debía permitir que aprendiera a su propio ritmo. La inflación de las calificacio-
nes, los colapsos académicos y los sistemas escolares con sus propias fuerzas policiales fueron el resul-
tado.
«CRIANZA PERMISIVA»
Una manera mejor de describir la educación permisiva es «crianza pasiva». Tales mamás y papás están
indiferentes, como felices e inconscientes Budas acuclillados bajo tina higuera de Bengala mientras sus
hijos causan estragos.
Isaac, padre de Jacob y Esaú, era un padre pasivo. Génesis 25:28 lo resume. «Isaac quería más a Esaú,
porque le gustaba comer de lo que él cazaba; pero Rebeca quería más a Jacob». La rivalidad entre her-
manos fortalecida por esta división paterna de afectos trajo confusión al hogar de Isaac. Peleas, discu-
siones y engaños eran la rutina normal de la familia. Isaac no era tonto, y sabía lo que sucedía. No obs-
tante, era pasivo, abstraído, neutral, ¡un devoto del nirvana mucho antes que Buda!
El pasivismo es una paradoja. Quizá pienses que va a desaparecer. En cambio, el pasivismo cae en un
vacío cada vez más profundo, en el que cada generación se hunde cada vez más bajo, como demostró la
resultante educación Spock. Jacob siguió con la tendencia e hizo más daño porque tuvo más hijos que
Isaac. Incesto, asesinato, violación y engaño caracterizaron su hogar. Los hijos de Jacob tenían tanta
rivalidad entre hermanos que vendieron a uno de ellos, José, como esclavo. Jacob sabía que estas cosas
estaban sucediendo, pero aparte de una leve y ocasional reprensión, nunca hizo nada al respecto.
A duras penas se podría levantar una acusación mayor en contra de unos padres que decir que son pasi-
vos. Me refiero de manera específica a los papás y mamás que parece no importarles ser líderes espiri-
tuales en sus hogares. Entonces tenemos el hogar esquizoide donde los padres son activistas occidentales
cuando se trata de clases de música, partidos de fútbol, lecciones de arte y recitales de danza, pero prac-
ticantes del nirvana oriental cuando se trata de ofrecer liderazgo espiritual.
¿Qué posibles razones pueden dar los padres a fin de no ser líderes espirituales y genuinos padres y ma-
dres para sus hijos? ¿Cómo soporta un padre pasivo contemplarse en el espejo? Tales mamás y papás
son capaces de justificar sus actitudes debido a que apoyan ciertos mitos modernos.
Por cierto, las tres declaraciones anteriores, entre las más frecuentes que escuchan los hijos, a menudo
son ciertas. El presupuesto familiar es limitado, los hijos deben comportarse ¡los padres se cansan. La
mayoría de nosotros, incluyéndome a mí, hemos usado estas letanías. No son malas en sí. El problema
viene cuando al chico no le damos ninguna otra explicación o fallamos al proveerle información. Un
padre amoroso diría: «Mi amor, en este momento no podemos comprar ese nuevo juguete porque en
nuestro presupuesto esta es la semana de hacer el pago mensual de la casa». Un papá preocupado por el
impacto de sus palabras corregirá las interrupciones de su hijo al decirle que más tarde tendrá la oportu-
nidad de hablar. Una cansada pero considerada madre le dirá a su hijo que está muy cansada para salir
enseguida por una pizza, pero que en cuanto descanse un poco, discutirá la posibilidad. El padre pasivo
no dedicará tiempo para dar explicaciones y le comunicará al hijo la idea de que no es lo bastante impor-
tante para tomarlo en cuenta.
«CRIANZA POSESIVA»
El polo opuesto de la pasividad es ser posesivo. Es igual de destructivo. El estilo posesivo se manifiesta
en diversas formas, incluso en la indulgencia paterna. Por ejemplo, Julián cayó en la lujuria (¡no el
amor!) con su secretaria, se separa de su esposa y ahora vive con la secretaria. Julián y Julia se divor-
cian. A Julia le dan custodia de los hijos y a Julián el derecho de visitas. Roberto y Sofía, los hijos de
Julián y Julia, se van a quedar con su padre y la secretaria cada tercer fin de semana, de acuerdo al con-
venio judicial. Julián, consumido por culpa debido al impacto del divorcio en sus hijos, se convierte en
un papá de «todo lo que quieras». Los chicos piensan que él es fantástico... ¿y por qué no sería así? Cada
tercer fin de semana disfrutan un estilo de vida de parque de diversiones y los rodean los más novedosos
y grandiosos juguetes y artilugios, todos suplidos por su papá, Julián.
Luego está el regreso a casa con Julia. Allí les aguardan a Roberto y a Sofía los quehaceres y las tareas
escolares. Julia supervisa la monótona rutina diaria. Le irrita que ahora sea la pesada en la vida de sus
hijos y decide hacerles la vida más fácil a Roberto y Sofía a fin de que la amen tanto como a Julián.
Ahora, Roberto y Sofía tienen dos padres benévolos e indulgentes por igual, y sin disciplina.
Con razón Dios aborrece el divorcio (Malaquías 2:16)... ¡y nosotros también deberíamos hacerlo! Dios
ama al divorciado, pero aborrece el divorcio y el pecado que lo causó. Las ex parejas deben sentarse y
juntos razonar de manera bíblica e inteligente respecto a la crianza de sus hijos. El orgullo y el ego se
«CRIANZA PARTICIPATIVA»
En vez de ser pasivo o posesivo, la crianza bíblica es participativa. Las mamás y los papás que siguen
este estilo participan con sus hijos y brindan oportunidades para que estos participen a su lado en activi-
dades y decisiones. Los padres participativos no son dominantes, pero sus hijos tampoco los controlan.
El consejo que encontramos en Efesios 6:4 nos da dirección para el estilo de crianza participativa. El
mismo tiene que ver con la disciplina e instrucción divina. Estos son elementos vitales en la crianza par-
ticipativa. A esto le llamo el «Secreto de la triple "A"».
Afirmación
La primera «A» es afirmación. Los papás, en especial, deben afirmar a sus hijos. Una relación sobrena-
tural existe casi siempre entre las madres y sus hijos. Mamá llevó cargado al bebé en su vientre por nue-
ve meses, así que el vínculo entre madre e hijo se estableció desde la concepción. Los papás deben es-
forzarse en forjar esta modalidad de relación sobrenatural, la afirmación es un medio vital para ayudar a
un padre a ser participativo. Un hijo necesita escuchar a su papá decir: 'Estoy orgulloso de ti». Un joven
necesita sentir el respeto de su Padre por algún logro en particular, y una joven necesita saber que a los
ojos de su papá es hermosa.
Los padres tienen que unirse a las madres en llevar a dormir a sus hijos en la noche. Deben decir pala-
bras de poderosa acción como la última cosa que un hijo escuche antes de dormirse, palabras como:
«¡Eres exactamente lo que hubiera pedido de haberle hecho una orden especial a Dios!».
El comediante clásico Eddie Cantor dijo en cierta ocasión que cada vez que veía la lista de «Los diez
más buscados» del FBI, siempre pensaba: «Si los hubiéramos hecho sentirse queridos a temprana edad,
ahora no serían los más buscados». Permite que tus hijos sepan mediante tu afirmación que están en tu
«lista de los buscados» ¡ y quizás no estén en una «lista de buscados» más tarde en la vida!
Apreciación
cómo la pequeña niña veía el mundo «acá abajo». Quizá el papá hubiera entendido si hubiera descendi-
do al nivel de su hija. Si al padre lo hubieran llevado a juicio por pasar por alto a su hija, un adecuado
castigo hubiera sido exigirle al padre caminar de rodillas por una semana. Los padres que bajan al nivel
de sus hijos aprenden a apreciar la perspectiva del hijo. Aprenden la importancia de expresar esa apre-
ciación. Ese papá tenía que haberse pasado una semana mirando el mundo en el nivel de su hija, y en
lugar de cortarla, podía haberle dicho algo así: «¡Estuviste maravillosa! ¡Estoy muy orgulloso de ti! ¡Te
sabías casi todas las palabras de la canción!».
Afecto
La tercera «A» es afecto. Siempre les he demostrado mi afecto a nuestros tres hijos al besarlos, incluso
ahora, aunque son adultos. En nuestra cultura, muchos hombres tienen e problema de mostrar tal afecto
a sus hijos, en especial a los varones.
«Mis amigos piensan que es extraño cuando me besas delante de ellos», le dijo un adolescente a su pa-
dre.
«Está bien, entonces sustituiremos el beso chocando las manos en alto», respondió el papá.
Eso fue lo que hicieron, pues el padre no quería avergonzar a su hijo, pero quería demostrarle afecto. El
papá sabía que implicaba toque físico. Cuando los hijos son pequeños, podemos mostrarles afecto físico
al abrazarlos y cargarlos. Cuando crecen, no pierden la necesidad de tales demostraciones. Aunque un
padre quizá ya no pueda sentar a su hija adolescente en su regazo, ni una madre acurrucar a su hijo de
dieciséis años de edad, es importante que los padres busquen la demostración de afecto físico de acuerdo
a la edad y sexo.
La etapa de autoridad
A continuación está la etapa de autoridad, que va desde los dos años de edad hasta los seis. Ahora el
padre comienza a hacer valer su autoridad. El pequeño recibe sus primeros indicios de que mamá y papá
son los jefes. En esta etapa el chico probará los límites. Poseen todo tipo de estrategias para hacerlo,
desde las rabietas hasta meter los dedos en lugares prohibidos, tales como los enchufes eléctricos. La
visión de los padres permisivos es unidimensional que cree que el hogar es siempre una democracia pu-
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ra. No es así, y esta es la etapa donde el padre participativo permitirá que el pequeño sepa que papá y
mamá son los que tienen la autoridad y el liderazgo.
El pequeño grupo voló hasta un remoto lago y comenzaron a pescar, pero no lograron pescar nada en
todo el día. Al día siguiente el piloto los llevó a otro lugar en la región ártica. El piloto divisó los salmo-
nes y, sin duda, Littleford, su hijo y el otro hombre los pescarían. En cuanto lanzaron sus líneas al agua,
los peces prácticamente se peleaban ente sí por engancharse.
Al final del día, cuando los cuatro hombres fueron al avión que los llevaría al campamento base, descu-
brieron que la marea había arrastrado el avión hasta encima de las rocas. No pudieron despegar, así que
el grupo decidió pasar allí la noche. Cocinaron pescado y pasaron una gloriosa noche en el prístino am-
biente.
A la mañana siguiente despertaron, y la marea había vuelto a subir. El grupo levantó campamento, puso
la carga en el pequeño hidroavión y despegaron. Sin embargo, descubrieron demasiado tarde que las
rocas quebraron uno de los flotadores y estaba lleno de agua. Al elevarse, el avión comenzó a girar y
cayó de picada en las heladas aguas.
Los cuatro sobrevivieron al accidente. El piloto y el otro hombre nadaron hasta la orilla, y lo lograron.
El doctor Littleford y su hijo, Mark, se lanzaron al agua y se dirigieron hacia tierra seca. El doctor Little-
ford era un ágil nadador y pudo llegar a la orilla con facilidad, pero Mark luchaba para nadar contra la
corriente revuelta. Los dos hombres en la orilla observaron que el doctor Littleford nadaba de regreso
por su hijo. No había manera que el padre pudiese nadar y sacar a su hijo de las fuertes mareas, así que
el padre solo sostuvo a su hijo. Poco a poco, la corriente los arrastró. Al final, los dos desaparecieron en
el horizonte. El padre y el hijo murieron poco después de hipotermina3.
La primera vez que leí esta historia, pensé: «¿Qué habría hecho si fuera ese padre?». Aunque no soy el
tipo heroico, estaba plenamente convencido de que me hubiera quedado con mis hijos. No pienso que
sea algo heroico e inusitado en particular. La mayoría, si no todos los padres, habrían hecho lo mismo.