¿CÓMO DEBE SER UN PADRE CRISTIANO SEGÚN LA BIBLIA?
La Biblia habla con frecuencia y con claridad sobre muchas de las responsabilidades y privilegios de los
padres cristianos. Uno de los aspectos importantes de la vida de Adán fue su papel como padre. Génesis
menciona específicamente a tres de sus hijos: Caín, Abel y Set. Más tarde, los tres hijos de Noé
encuentran compañerismo y protección cuando se unen al arca y sobreviven al Diluvio con Noé, su
madre y sus cónyuges. Abraham más tarde se convertiría en padre de una manera notable y serviría más
como un "padre" para Israel a través de quien todas las personas serían bendecidas (Hebreos 6: 13-15;
Génesis 22: 15-18).
La Ley de Moisés da instrucción a los padres. De importancia primordial son las palabras de
Deuteronomio 6: 6-7: "Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas
continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino,
cuando te acuestes y cuando te levantes." Se pueden hacer varias observaciones basadas en estas
palabras. Los padres deben conocer la Palabra de Dios, estudiarla, enseñársela a sus hijos y participar
diariamente con sus hijos.
En Proverbios, se da sabiduría adicional con respecto a las responsabilidades de un padre piadoso. Por
ejemplo, Proverbios 22: 6 enseña: "Instruye al niño en el camino correcto, y aun en su vejez no lo
abandonará." Un padre también provee disciplina a los niños (Proverbios 3:12).
En el Nuevo Testamento, se dan instrucciones específicas a los padres en Efesios 6: 4: "Y ustedes,
padres, no hagan enojar a sus hijos, sino críenlos según la disciplina e instrucción del Señor." Los padres
no deben hacer "enojar" o frustrar a sus hijos a través de una crianza que los lastime. Los padres deben
enseñar a sus hijos la Palabra de Dios para proporcionar sabiduría para vivir bien y ayudar a los niños a
alcanzar la salvación.
Jesús también destacó la importancia de que un padre cuide a sus hijos cuando enseñó: “¿Quién de
ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pescado, le da una serpiente? Pues si
ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo
dará cosas buenas a los que le pidan!" (Mateo 7: 9-11). Aunque habla del papel de Dios como Padre, el
principio incluye el deseo de un padre de cuidar a sus hijos y mostrarles el amor como algo piadoso.
Los niños, sin embargo, no son solo una responsabilidad del padre; también son un privilegio para él. El
Salmo 127: 3-5 declara: "Los hijos son una herencia del Señor, los frutos del vientre son una
recompensa. Como flechas en las manos del guerrero son los hijos de la juventud. Dichosos los que
llenan su aljaba con esta clase de flechas. No serán avergonzados por sus enemigos cuando litiguen con
ellos en los tribunales." Los niños son un regalo de Dios para ser amados y criados por los padres. Los
padres cristianos pueden ayudar a fomentar un legado de piedad como Josué declaró hace años: "Por mi
parte, mi familia y yo serviremos al Señor" (Josué 24:15).
LA RESPONSABILIDAD DE LOS PADRES
Es natural que los padres amen a sus hijos. Cuando los niños son pequeños, los padres les atienden
diligentemente, cuidándoles lo mejor que sea posible. Se regocijan al ver su crecimiento y felicidad.
Cuando se enferman los niños, la madre hace todo lo posible día y noche para curarlos. Los padres
deleitan al ver que logran alcanzar buenas metas en la vida. Todo esto, y mucho más, es el privilegio y el
deber de los padres hacia los hijos.
Si los padres son cristianos, dan a sus hijos un buen ejemplo para la vida, un modelo que desean que sus
hijos sigan. Siendo que “el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud” (Génesis 8:21),
es menester que a temprana edad el niño sea enseñado y disciplinado. Se dice que el niño aprende más
por la observación que por la instrucción.
“Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6). “Y
vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del
Señor” (Efesios 6:4). Por la mayor parte, la futura felicidad y el destino de los niños dependen de la
enseñanza e instrucción que reciben. Viviendo y enseñando los diez mandamientos no es asunto que
podemos enfrentar de forma indiferente. Los padres que viven de una manera indiferente e impía
tendrán un efecto sobre sus hijos. Al contrario, descendientes de los padres que teman a Dios recibirán
muchas bendiciones.
“Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gálatas 6:7). El pecado deja huellas de tristeza
en este mundo, y el pecador segará tristeza y sufrimiento para siempre en el infierno. Sin embargo, el
juicio sobre el pecado se quita cuando el pecador se arrepiente y el Señor le perdona. Muchos niños
sufren física y mentalmente por causa de los pecados de padres impíos.
La influencia que los padres tienen sobre sus hijos, sea buena o mala, es mayor de lo que muchas veces
se da cuenta. Los padres que no adoran a Dios y no leen la Biblia, ni a solas ni con la familia, no
cumplen con su deber hacia sus hijos ni tampoco hacia Dios. Padres y madres deben ser fieles y firmes
en sus vidas cristianas.
Los padres deben estar alertos a los espíritus malvados que tienen influencia sobre los niños. Tales
espíritus sutiles y destructivos procuran controlar un corazón tierno y sensible. Cuando se establecen en
la vida de un niño es difícil sacarlos.
El espíritu de rebelión se difunde abundantemente en el mundo hoy en día. Leemos en 2 Timoteo 3:1-
2 que en los postreros días habrá desobediencia a los padres. Los espíritus de soberbia, enojo y envidia
se hacen evidentes en el corazón de un niño a una edad temprana. Es menester que los padres posean el
espíritu de Dios para que puedan discernir la obra de Satanás y corregir a sus hijos como el Señor dirige.
El poder para resistir estos espíritus vendrá solamente por pedírselo seriamente del Señor en oración. El
fracaso de no realizar esto con éxito por la gracia de Dios dejará el niño con muchas desventajas
frustrantes.
Muchas veces un niño es terco. Cuando no se puede corregirlo por medio de enseñar y rogar con amor y
amabilidad, métodos de disciplina más severos deben ser administrados. Esto será para el bienestar y la
salvación del niño y también resultará en una bendición para el hogar, el reino de Dios y también la
comunidad.
Leemos en Proverbios 13:24: “El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; Mas el que lo ama, desde
temprano lo corrige”. “La necedad está ligada en el corazón del muchacho; Mas la vara de la corrección
la alejará de él” (Proverbios 22:15). Muchas veces la falta de amor hacia el hijo previene que los padres
administren disciplina efectiva.
Estas citas de la Biblia no aprueban ni consienten al abuso del niño. La vara de corrección tiene bien
efecto cuando se administra con amor. El dolor que siente el niño también les causa sufrimiento a los
padres. Cuando hay amor puro en los corazones de los padres para con el niño y su alma, el castigo crea
un vínculo entre los padres y el niño. Los padres que disciplinan con la ira no van a lograr resultados
buenos porque la confianza entre ellos y el niño ha sido dañado o aún quebrantado. ¡Oh! Que todos los
padres emplearían el método bíblico de instruir a sus hijos; las bendiciones de Dios seguramente les
seguirán.
Es esencial proveer al niño un ambiente donde está instruido por el amor y ejemplo. Un ejemplo firme y
estable de amor, tolerancia y compasión dará a los niños directivas para una vida constructiva y
consistente. Muéstrales que el comportamiento impropio y el mal hablar no necesitan ser corregidos por
el rencor ni el desprecio y les habrá demostrado que el corazón tiene la capacidad de tener bondad aún
en casos difíciles. Enséñeles que la tristeza y la adversidad pueden sobrevenir a cualquiera, y que todos
merecen la compasión y misericordia en el nombre de Cristo. Esto les ayudará a compadecerse de su
prójimo.
Demuestre a su hijo que Dios ama a todos sin acepción y él verá los campos blancos para la siega, que
vio nuestro Salvador. (San Juan 3:16; 4:35).
Enseñe a sus hijos por medio del ejemplo que la ira de los hombres no obra la justicia de Dios (Santiago
1:20). Así les habrá dirigido hacia la verdad que el hombre es insuficiente de por sí y que Dios es
soberano. Él dirigirá los asuntos de todos los hombres según su voluntad perfecta.
Demuestre la bondad e imparcialidad a los menos estimados, y esto mostrará a sus hijos una puerta a la
grandeza verdadera.
Enseñe a sus hijos que la gracia redentora de Dios es el remedio de Dios por el pecado y fracaso en
todos los corazones humanos, y les habrá dado la esencia real de agradecimiento. Esto les abrirá las
puertas de bendición y fe. Si reciben el amor no fingido para la verdad, serán conducidos a la puerta de
vida eterna.
Las Bienaventuranzas de la familia
Bienaventurada es la familia que honra al Señor;
Que ama adorar con corazones unidos de amor.
Bienaventurados los padres que el camino siempre tratan de mostrar,
Y llevan a sus niños a la casa de Dios en día de reposar.
Bienaventurada es la familia que no encuentra más grande gozo
Que juntar sus manos en amor cristiano para hacer la voluntad de su Maestro.
Bienaventurada la familia que diariamente se inclina en oración
Y que del aumento de su labor dará al Señor su porción.
Bienaventurada es la familia que se goce
En hacer de su hogar más que un abrigo para la noche.
Bienaventurada la familia que vive en unión;
Que encuentra el uno al otro en dulce comunión.
Bienaventurada la familia que comparte en la carga;
Que se goza y ora juntos cuando la jornada es larga.
Bienaventurada la familia donde la paz y gozo abundan;
Y donde la desconfianza y la avaricia no se encuentran.
Bienaventurada la familia que escoge a Dios;
En lo que se planea, escuchará su voz.
Habiendo hecho en la tierra, con Dios su voluntad,
Tendrán un día en el cielo, con ángeles, un hogar.