CUESTIONANDO
LOS ESTEREOTIPOS
Prólogo: Jerónimo Delgado-Caicedo
Editores:
Diego Buffa
María José Becerra
   © 1° Edición, Argentina, 2020.
   2ª Edición: enero de 2023
   África diversa. Cuestionando los estereotipos
   ©Editores Diego Buffa y María José Becerra
   ©Prólogo: Jerónimo Delgado-Caicedo
   ©Diseño de cubierta: Inmaculada Ortiz y Liv Tralla
   ©Maquetación: Inmaculada Ortiz
   ©Derechos de los artículos: sus respectivos autores.
   ISBN: 978-84-123246-4-8
   Colección Academia Casa África
    Con la edición de esta Colección Academia, Casa África se marca como objetivos la
divulgación de textos académicos y dar visibilidad al conocimiento de los investigadores
e investigadoras, teóricos y teóricas africanas y africanistas, con el propósito de apoyar
el estudio e investigación sobre materias que tengan que ver con la historia, el desarro-
llo y las potencialidades del continente africano y su diáspora desde un punto de vista
alejado de los estereotipos con los que tradicionalmente se ha abordado la realidad afri-
cana. Tratamos también de acercar al lector hispanohablante la producción intelectual
académica generada, especialmente desde África, Europa y América.
   Publicado por:
ÁFRICA DIVERSA
Cuestionando los estereotipos
                               Contenido
PRÓLOGO	7
Jerónimo Delgado Calcedo
PRESENTACIÓN DE LA SEGUNDA EDICIÓN AMPLIADA	12
Diego Buffa y Maria José Becerra
CAPÍTULO 1	34
África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?	
Yoslán Silverio González
CAPÍTULO 2	79
Coyunturas (del norte) de África en los comienzos de la pandemia imperial
Ramiro de Altube	
CAPÍTULO 3	114
El lustro 1955-1959 como principio del fin del colonialismo en África	
Omer Freixa
CAPÍTULO 4	144
África: un continente, muchos mundos	
Ricardo Agustín Benítez
CAPÍTULO 5	184
El Estado y la sociedad en África francófona:
entre rupturas históricas y continuidades culturales	
Charlie Mballa y Pascal Lupien
CAPÍTULO 6	219
Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones	
Juan Ignacio Castien Maestro
CAPÍTULO 7	259
Siglo XXI: migraciones africanas	
María Elena Álvarez Acosta y Evelyn López León
CAPÍTULO 8	296
Reflexões sobre a produção do conhecimento histórico da África	
Jorgeval Andrade Borges
CAPÍTULO 9	327
La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri. Reto para la autodeterminación del
Sahara y para la justicia transicional en España	
Juan Carlos Gimeno Martín
CAPÍTULO 10	384
La reconfiguración identitaria de las Mujeres Saharauis en el marco de la lucha por la
autodeterminación de su pueblo	
Daniela Lasalandra y Melina Blanco
CAPÍTULO 11	408
Objetivos y consecuencias del sistema electoral posrevolucionario tunecino	
Adel Ben Othman
CAPÍTULO 12	427
Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional	
Silvia Perazzo
CAPÍTULO 13	474
A Formação do Estado em África: Símbolo, Ideologia e Razão Política em Moçambique	
Milton Marcial Meque Correia
CAPÍTULO 14	498
Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz en África al sur
del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder en Cabo Delgado, Mozambique	
Jokin Alberdi y Manuel Barroso
CAPÍTULO 15	542
As Multinacionais e a Exploração mineira de Carvão de Moatize-Moçambique: análise
dos efeitos socioeconómicos e ambientais. 	
Bento José Rupia Júnior, Bernardino Cordeiro Feliciano y Anselmo Panse Chizenga
CAPÍTULO 16	574
As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto	
Guilherme Basílio, Ângelo Daniel Chumane, Rangel de Almeida Manjate y Marcos Bonifácio Muthewuye
CAPÍTULO 17	611
Angola: a 45 años de su independencia.
Alianzas, disputas y encrucijadas en su proceso de liberación colonial	
Diego Buffa y Maria José Becerra
CAPÍTULO 18	650
Cuba y Angola: del arte de la guerra a la guerra del arte	
Idalmy González González y Germán Santana Pérez
CAPÍTULO 19	684
Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.	
Irina Golda Lamadrid
CAPÍTULO 20	724
España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo	
Bruno Carpinetti
CAPÍTULO 21	765
La política africana de Francia: rupturas y continuidades del neocolonialismo	
Mbuyi Kabunda Badi
SOBRE LOS AUTORES	808
                 África diversa: Cuestionando estereotipos
                      PRÓLOGO
África es un continente extraño para América Latina. Ese lugar de donde
provinieron cerca de 15 millones de personas esclavizadas entre los siglos
XVI y XIX que hoy hacen parte fundamental de la esencia de nuestras
sociedades, es también un lugar misterioso, ausente y, en muchas ocasio-
nes, sin importancia para nuestros países y nuestros gobiernos. Paradóji-
camente, África es una fracción de quienes somos, pero al mismo tiempo
es distante, desconocida y marginada.
   América Latina ha mirado históricamente hacia arriba. Esa mezcla
de admiración ciega, neocolonialismo y, ¿por qué no?, envidia ha hecho
que Norteamérica y Europa se hayan convertido en un referente usual de
nuestras sociedades que se ha traducido en el «querer estar allá» o incluso
el «querer ser como ellos». Un referente que también se ha materializado
en el respice polum que ha dominado gran parte de nuestras políticas exte-
riores.
   Ahora, mirar al norte no está mal y, de hecho, sería un error no ha-
cerlo. El problema real surge cuando mirar al norte nos impide ver al
sur y nos lleva a invisibilizar otros lugares que nos serían más comunes,
más propios, más nuestros. En el imaginario de América Latina, África
es esencialmente inexistente… y cuando existe, es un lugar lleno de con-
flictos, hambrunas, golpes de Estado y pobreza. Hay, entonces, una falta
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                  África diversa: Cuestionando estereotipos
de voluntad para observar, para entender y para romper los estereotipos
que hemos creado sobre un lugar que no conocemos y que usualmente
nos negamos a conocer.
   Pero no toda la culpa es nuestra. Las noticias que nos llegan de
África suelen estar llenas de esos estereotipos que mencionamos an-
teriormente. Quienes nos cuentan las historias de África no son afri-
canos y, en consecuencia, muestran lo que para ellos –Norteamérica y
Europa– es conveniente mostrar. La información se convierte, enton-
ces, en una herramienta de poder y de dominación. Según la escritora
nigeriana Chimamanda Adichie, las estructuras de poder en el mundo
se pueden entender bajo el principio de nkali, una palabra en idio-
ma igbo que significa «ser más grande que el otro». Así, el poderoso
cuenta historias, las historias que él quiere contar, y esas historias se
convierten en una única verdad, casi incuestionable, en nuestros ima-
ginarios sobre África.
   El libro África diversa, cuestionando los estereotipos levanta su voz en con-
tra de esta única historia. En él, 29 reconocidos estudiosos de África en
América Latina, África, Europa y Oceanía son convocados por Diego
Buffa y María José Becerra para seguir el llamado a lograr el balance de
historias hecho por el también escritor nigeriano Chinua Achebe. A través
de sus 20 capítulos, esta obra nos presenta una profunda reflexión sobre
el pasado y un análisis del presente de esa África históricamente lejana,
ausente e incomprendida para América Latina.
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                  África diversa: Cuestionando estereotipos
   El éxito de esta publicación radica en dos puntos fundamentales. Pri-
mero, el libro cuestiona los estereotipos existentes sobre África partiendo
del ámbito continental y terminando en el nacional. Los análisis sobre
temas tan variados como la política, las sociedades, la cultura, la econo-
mía, los estudios de género o el medio ambiente permiten realizar una
aproximación realmente integral a África a través de las tan necesarias
múltiples historias. Posteriormente, el libro pasa a estudiar más a fondo
las realidades de algunos de los países africanos donde los estereotipos
han sido más comunes como la República Democrática del Congo, An-
gola, Mozambique, Ruanda o el Sáhara Occidental. Este ejercicio es, sin
duda, fundamental para la deconstrucción de imaginarios erróneos sobre
el continente y su reemplazo por un entendimiento basado en análisis y
realidades.
   En segundo lugar, el libro es extremadamente valioso en la medida
en que crea puentes entre lugares mutuamente desconocidos. Es clara
la imposibilidad de relacionarse con un otro que no conocemos, al que
no solemos mirar y que, en consecuencia, no entendemos. África diversa,
cuestionando los estereotipos nos acerca al África a través de sus múltiples
historias y nos permite familiarizarnos con lo que históricamente ha sido
invisibilizado para América Latina. Es una obra que rehumaniza África,
la acerca y la convierte en un lugar con el que es fácil relacionarse.
   Diego y María José merecen una mención especial en este punto. En
una región como América Latina donde el interés y los apoyos para estu-
diar el continente africano son extremadamente escasos, ellos han dedi-
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                  África diversa: Cuestionando estereotipos
cado décadas de trabajo a visitar, entender, enseñar y, sobre todo, respetar
a África. Desde el Programa de Estudios Africanos de la Universidad
Nacional de Córdoba en Argentina, han logrado no solo inculcar el amor
por África en cientos de jóvenes sino también consolidarse como dos
de los más grandes africanistas en todo el continente. Su trabajo ha sido
absolutamente invaluable en llenar ese vacío existente en los estudios
africanos en América Latina.
   Este libro es una muestra clara de esa contribución de Diego y María
José a la literatura sobre África en castellano. El hecho de estar presen-
tándoles a ustedes esta segunda edición, ya no desde Argentina, sino des-
de España habla del interés incuestionable que generó la primera edición
dentro del público latinoamericano. Hoy, gracias al apoyo de Casa África
en Las Palmas de Gran Canaria, esperamos que África diversa, cuestionando
los estereotipos llegue a un público mucho más amplio y contribuya aún más
con la divulgación del conocimiento sobre el continente africano, ahora
a ambos lados del Atlántico.
   Finalmente, esta segunda edición también se constituye en un home-
naje póstumo a otro de los grandes académicos en el área de los estudios
africanos, Mbuyi Kabunda Badi. Desde la Universidad de Lubumbas-
hi en su natal República Democrática del Congo, hasta la Universidad
Autónoma de Madrid y la Asociación Española de Africanistas donde
pasó sus últimos años, el profesor Kabunda dejó siempre a su paso un
legado incalculable de conocimiento sobre el continente africano. En
consecuencia, Diego y María José han incluido una obra del gran maes-
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                  África diversa: Cuestionando estereotipos
tro Mbuyi en este libro como una contribución a la divulgación de su
pensamiento y a la preservación de su memoria entre aquellos que nos
dedicamos al estudio de África.
   África diversa, cuestionando los estereotipos nos permite abandonar el prin-
cipio de nkali a través de sus múltiples historias. Los invito, entonces, a
conocer –o re-conocer– África de la mano de esta obra que, estoy seguro,
se convertirá en un destino obligado para todos los hispanohablantes con
un interés real en derribar los estereotipos existentes en el continente
africano.
                                       Jerónimo Delgado-Caicedo, PhD
                            Secretario General – ALADAA Internacional
               Coordinador del Observatorio de Análisis de los Sistemas
                                                    Internacionales (OASIS)
                                      Universidad Externado de Colombia
                                                          Bogotá, Colombia
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                  África diversa: Cuestionando estereotipos
      PRESENTACIÓN DE LA
   SEGUNDA EDICIÓN AMPLIADA
   La necesidad de comprender la pluralidad, la riqueza
   y complejidad del continente africano
   El año 2020 será recordado por las futuras generaciones como aquel en
el que el sistema capitalista a nivel mundial fue puesto en tensión al enfren-
tarse la economía de mercado –su base indiscutible– con la protección de
la salud. Esta tensión provocó que también se agudizara la brecha entre los
países más desarrollados y ricos con los más pobres y menos desarrolla-
dos. En que estos últimos, la toma de posición por una u otra alternativa
supuso sumirse en mayores penurias y dejar de lado, aunque más no sea
provisoriamente, problemáticas políticas, económicas, sociales y medio
ambientales estructurales. En este sentido, aunque sin dudas no es el
único caso, el continente africano es un ejemplo de ello.
   Por otra parte, el año 2020 tiene una significación importante para
África ya que se conmemora el 60 aniversario del «Año de África», mo-
mento de inflexión en el proceso independentista del continente. La di-
plomacia colonial primero, los medios de comunicación después y, por
último, la academia, señalaron a 1960 como el año donde «los vientos de
independencia» colocaron 17 nuevos países en el escenario internacional.
   Estos dos hechos, uno más de índole sistémica como es la pandemia
de covid-19 y el otro más histórico-regional con un alto sentido simbó-
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                 África diversa: Cuestionando estereotipos
lico, provocaron un sin número de publicaciones académicas que reavi-
varon un discurso dicotómico, reanimando viejos enfrentamientos entre
los afro-optimistas y los afro-pesimistas.
   Por el contrario, en este libro pretendemos reflexionar de manera más
pausada sobre problemáticas de orden estructural en África; buscando
contribuir a pensar las diversas vías de solución de éstas en una dimen-
sión que se interroga sobre el pasado, el presente y el futuro del conti-
nente. Somos conscientes de que este continente no es homogéneo, que
las diferencias político-administrativas, económicas, sociales, culturales,
ecológicas, medio ambientales, etc., nos permiten hablar de un «África
Diversa». Sin embargo, contenidos dentro de esta diversidad podemos
encontrar algunos procesos, indicadores y vectores estructurales que nos
posibilitan identificar denominadores comunes desde los cuales analizar
las situaciones y trazar perspectivas que habiliten soluciones conjuntas.
Dentro de estos denominadores comunes, podemos mencionar como
ejemplo que, más allá de las diferencias, África, tomada en su conjun-
to, posee el factor demográfico como variable favorable para enfrentar
la pandemia de covid-19, con una población mayoritariamente joven (el
50 % de la población del continente tiene menos de 20 años), grupo
considerado de poco riesgo. Otro elemento a favor, es la ruralidad que
posibilita mantener y sostener un mayor grado de aislamiento (35 % de la
población vive en zonas rurales, mientras que en el África subsahariana
el porcentaje se eleva al 60 %). Sin embargo, hay factores como el bajo
porcentaje de la población con acceso al agua limpia (en el África subsa-
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                   África diversa: Cuestionando estereotipos
hariana solo tiene acceso el 60 %); o la deficiente infraestructura sanitaria
(hay un promedio de 1,8 camas por cada mil habitantes) y la baja cantidad
de personal sanitario disponible, que hacen del continente una zona de
gran circulación de la epidemia. Ante este panorama y frente al avance
del virus, más allá de tomarse medidas que cada país implementó a ni-
vel nacional, la Unión Africana –como ejemplo, a través de sus Centros
para el Control y la Prevención de. Enfermedades de África (CDC de
África)–, asumió el compromiso de coordinar acciones sanitarias como
la formación de una red de sanitarios (Campo de Voluntarios de Salud),
entre otros.
   En cuanto al otro elemento que animó la organización de esta obra, el
«Año de África», lo tomamos como un hito en términos de la emergencia
de nuevos países independientes en África que comenzaron su proceso de
afianzamiento en la arena nacional e internacional. Como ya menciona-
mos, 1960 es significativo no solo porque un importante número de países
alcanzaron su independencia sino porque a partir de entonces comenzaron
a apoyar regionalmente los procesos de lucha anticolonial. Esto ubica a
1960 como el momento de eclosión de un proceso que lentamente había
comenzado unos años antes en Bandung (1955) y que, como una «ola libe-
radora», se desplazaría por toda África: la descolonización.
   Es por todo ello que, en este escenario, nos propusimos realizar una
obra coral, África diversa, cuestionando los estereotipos, de carácter reflexivo,
con artículos menos apresurados quizás para los tiempos que corren,
pero que nos permiten comprender diversas aristas de la historia reciente
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                  África diversa: Cuestionando estereotipos
y el pasado africano a través de marcos conceptuales novedosos e inter-
disciplinarios que nos posibilitan avanzar hacia la deconstrucción de una
mirada estereotipada de fuerte raigambre colonial, sesgada por un discur-
so unilineal, de carácter occidentalocéntrico y «civilizatorio».
   En este sentido, la obra contiene veintiún capítulos –uno más que
la primera edición– en donde se abordan temáticas que transitan di-
mensiones políticas, económicas, sociales, culturales medio ambien-
tales desde diferentes perspectivas propuestas por investigadores e
investigadoras de prestigiosos centros de pesquisas y universidades
de África, América, Europa y Oceanía. Antes de seguir avanzando,
queremos agradecer la participación de todas y todos los colegas que
confiaron en la necesidad de sostener este proyecto y que organizaron
sus respectivos capítulos en medio de la situación inédita por la que
estamos atravesando. Queremos mencionar también que, siguiendo la
línea de trabajo que nos caracteriza, y en base a nuestras convicciones,
en esta obra no solo participan especialistas de reconocida trayectoria
internacional, sino que este espacio se plantea asimismo como una
oportunidad para que jóvenes investigadores e investigadoras puedan
discutir y presentar sus investigaciones. Este «juego» entre investiga-
dores formados y en formación, redunda en nuevas miradas, nuevos
planteos que amplían el abanico de campos temáticos y líneas de aná-
lisis sobre África.
   La tarea de ordenar los capítulos no fue fácil por la diversidad y rique-
za que cada uno de ellos propone. Es por ello que decidimos organizar
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                  África diversa: Cuestionando estereotipos
el libro en dos «momentos». En el primero, de índole más general, se
analizan problemáticas compartidas y estructurales de África, centrándo-
nos más específicamente en el África Subsahariana. Es así que se aborda-
ran temáticas muy diferentes como la situación política internacional del
continente; los procesos de colonización y su herencia política, econó-
mica y social en la realidad actual; la configuración del Estado –cuestión
abordada ya sea en su dimensión de articulación entre Estado-sociedad
civil, como así también en su vínculo entre el Estado, la democracia y la
religión (en este caso el islam)–; el problema de las migraciones inter-
nas y la producción de literatura académica y de representaciones sobre
el África. En el segundo momento, analizamos estudios específicos de
determinados países y desde perspectivas diferentes. Además, en esta se-
gunda edición, hemos incluido a modo de homenaje, un texto de Mbuyi
Kabunda Badi, querido amigo y un gran especialista en las problemáticas
africanas, recientemente fallecido.
   En cuanto a la discusión sobre problemáticas estructurales de África,
Yoslán Silverio González, en el primer capítulo, «África Subsahariana:
actores internacionales en disputa», analiza primero los procesos de do-
minación colonial europea por los que atravesó la subregión del África
Subsahariana, para luego centrarse en el rol del imperialismo estadouni-
dense, sobre todo desde la década de 1990, donde hubo una explosión
en la cantidad e intensidad de los conflictos armados. Postula que dichas
potencias utilizaron el «combate» contra el terrorismo y la piratería, la «ges-
tión» de los conflictos armados, la «prevención» de la migración ilegal, el
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                 África diversa: Cuestionando estereotipos
narcotráfico y el contrabando de armas, como pretexto para legitimar su
presencia militar a través de la OTAN, de la ONU, de las Misiones de la
Unión Europea y del AFRICOM. El proceso atravesado por el continente
a partir del siglo XXI impulsado por la institucionalización de la Unión
Africana como actor dentro del sistema internacional, llevan al autor a
postular que el espacio subsahariano se perfila como un área de mayor
confrontación entre las esferas de influencia de Estados Unidos y la Unión
Europea frente a la presencia económica de China (RPC) y el incremento
progresivo del activismo de otros actores extracontinentales no tradicio-
nales como India, Japón, Israel, Brasil, Rusia y Turquía, en su búsqueda de
nuevos mercados y de oportunidades económico-comerciales.
   En el segundo capítulo, «Un viaje con Braudel por África. Aportes
de la larguísima duración, el sistema-mundo y las independencias fallidas
en la coyuntura actual del continente», Ramiro de Altube nos interesa
sobre la necesidad de incorporar en la reconstrucción histórica de las
actuales coyunturas africanas –enmarcadas en el corto plazo del período
de la post Guerra Fría–, otras temporalidades que de un modo u otro si-
guen presentes. Partiendo de un análisis histórico de la conformación so-
cio-económica del continente a partir de su inserción (en el siglo XV) al
sistema-mundo, luego devenido en Imperio, observa que la importancia
del continente negro ha sido –y sigue siendo– soslayada, menospreciada
y lateralizada. El autor propone leer esta operación como una «reorienta-
lización» en la medida en que es vital para el funcionamiento del conjun-
to imperial, es invertida y transformada en estigmatización conceptual-
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                  África diversa: Cuestionando estereotipos
mente racial; y busca contribuir en la modificación de la mirada histórica
y social con la cual encaramos, las y los historiadores, la reconstrucción
de los actuales conflictos africanos, considerando elementos históricos
de las diferentes temporalidades (en la lógica de análisis de Braudel), que
permitan una crítica de las descripciones dominantes elaboradas a partir
de la información de los medios hegemónicos occidentales. África encara
la debacle de la crisis imperial actual –iniciada en 2008 y a partir de la cual
los recursos naturales africanos se han convertido aún más agudamente
importantes– con las dificultades de más de cinco siglos de relaciones
desiguales con Occidente pero, al mismo tiempo con herramientas his-
tórico-culturales, sociales y políticas alternativas y singulares potenciadas,
que siguen vivas y quizás tengan mucho más para aportar al mundo en
esta hora de lo que puede creerse a primera vista.
   En este sentido, y partiendo de que el sistema colonial quedó debi-
litado tras 1945 y fue marchitándose con el correr de los años presio-
nado por factores globales y varios antecedentes de liberación en Asia,
Omer Freixa en el tercer capítulo, «El lustro 1955-1959 como el principio
del fin del colonialismo en África», explora esos cinco años definitorios
marcados por la progresión de las primeras independencias en África,
la crisis de Suez, encuentros internacionales que promovieron la causa
emancipatoria e ideas anticoloniales de variada raigambre, centrándose
en el panafricanismo y la negritud. La finalidad del autor es entender el
significado de 1960, en tanto «año de África», por el boom descoloniza-
dor que comenzaría a partir de allí, dentro de un clima general de opti-
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                    África diversa: Cuestionando estereotipos
mismo en ascenso a partir de la recuperación progresiva de la soberanía
en el continente.
   En el cuarto capítulo, «África: un continente, muchos mundos»,
Ricardo Benítez da cuenta de la existencia de un pensamiento arraiga-
do que entiende al continente africano como un «todo». Una unidad,
tanto analítica como conceptual, en la cual se engloba a una multipli-
cidad de «mundos» que tienen sentido en determinados límites, y que
en su diferenciación y distanciamiento comprenden sistemas sociales
que poco tienen en común. El autor plantea que esto es resabio de
un enfoque eurocéntrico donde la categoría de África es sintetizadora
e invisibilizadora de un gran número de realidades solo vinculadas
por estar localizadas sobre la misma masa continental. Para Benítez,
el observador que explore el continente africano encontrará que me-
diante la regionalización y la recategorización de lo que se conoce en
primera instancia, podrá acceder a otro universo subyacente de rea-
lidades que se encuentran presentes y que adquieren una relevancia
clave en los cálculos políticos de los agentes en el terreno. Por ello,
se propone ofrecer un conocimiento introductorio para el académico
que se inicia en este espacio haciendo un abordaje del continente a
través de variables comparadas que permitan explorar el continente
africano con los mismos lentes, al tiempo que destaca sus más extre-
mas diferencias y peculiaridades.
   El estudio de la relación Estado-sociedad está en el centro de los aná-
lisis de modelos de gobernanza. Según estos análisis, las claves del Estado
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                  África diversa: Cuestionando estereotipos
y del vínculo gobernados-gobernantes están en «manos» de esta relación,
que constituye, con la economía, la gramática casi perfecta. Es así que en
el quinto capítulo, «El Estado y la sociedad en África Central: entre rup-
turas históricas y continuidades culturales», Charlie Mballa y Pascal Lu-
pien plantean que en el caso de África Central, la relación Estado-socie-
dad es casi «incestuosa», y consiste en la simulación, el ocultamiento y la
asimilación forzada en varios niveles y de varios órdenes. Esta es la base
de la gobernanza de las sociedades africanas, cuya historia se compone de
rupturas y continuidades, y que tiene como barómetro el fenómeno de la
colonización; destacando aquí una perspectiva culturalista. Para los auto-
res existen dos caras de la alienación política e incluso cultural: una cara
más visible que describe el funcionamiento de las instituciones formales,
y la otra, que representa el habitus africano, es apenas visible, más difusa
y aparece mezclada con las raíces socioculturales de los países de África
Central. En la lectura que proponen, esta es la traducción de una forma
de alienación que ha alcanzado una capa de la sociedad africana más cer-
cana a las autoridades, a las esferas y condiciones de vida del colonizador;
y ambas caras deben ser consideradas en la reflexión sobre los modos de
gobernanza del Estado poscolonial en África.
   Siguiendo con el análisis del Estado, en el sexto capítulo, «Estado,
democracia e islam en el Sahel. Algunas consideraciones», Juan Ignacio
Castien analiza la difícil construcción de un Estado moderno y demo-
crático en los países del Sahel. El autor aborda las complejas relaciones
entre este «Estado importado» desde Occidente y las estructuras sociales
                                     20
                 África diversa: Cuestionando estereotipos
y culturales locales, dedicando una especial atención a su interacción con
ciertas comunidades islámicas en tanto pueden llegar a conformar autén-
ticas «contrasociedades» cuyas relaciones con el Estado abarcan desde la
cooperación hasta el enfrentamiento armado. El autor sitúa estas rela-
ciones entre Estado y comunidades religiosas en un marco teórico más
amplio, el de la clásica dialéctica entre «esencialismo» y «epocalismo»,
formulada en su tiempo por Clifford Geertz. Dentro de este marco, se
analizan también las complejas relaciones entre islam y modernidad.
   En el séptimo capítulo, «Siglo XXI: migraciones africanas», María
Elena Álvarez Acosta y Evelyn López León introducen un nuevo fac-
tor en el estudio de las problemáticas africanas: las migraciones. Par-
tiendo de entender a las migraciones como uno de los más evidentes
problemas globales del siglo XXI, las autoras analizan los flujos migra-
torios del continente africano y, en especial, del África Subsahariana,
planteando que allí las peculiaridades del quehacer del movimiento po-
blacional se mixtifican. Los medios de comunicación occidentales, así
como los discursos políticos, en particular los de la extrema derecha,
manipulan ese fenómeno y expresan posturas xenófobas. Sin embargo,
para Álvarez Acosta y López León, las migraciones africanas son ma-
yoritariamente intrarregionales, al tiempo que presentan peculiaridades
ancladas en dinámicas relacionadas con el presente pero también con
tendencias y realidades precedentes.
   A continuación, en el octavo capítulo, «Reflexiones sobre la produc-
ción de conocimiento histórico de África», Jorgeval Andrade Borges ana-
                                    21
                  África diversa: Cuestionando estereotipos
liza la producción de conocimiento histórico de África en una perspec-
tiva temporal cronológica. Allí, el autor busca presentar un panorama de
la escritura sobre la historia africana desde la antigüedad, pasando por la
experiencia árabe y europea durante los períodos reconocidos como me-
dieval y la modernidad, llegando a la época contemporánea con el adve-
nimiento de la construcción de la historiografía actual sobre África. Bor-
ges pone de manifiesto cómo la construcción del conocimiento histórico
africano estuvo marcado por visiones extranjeras, interrogándose por
el momento y los modos en que se presentaron versiones propiamente
africanas de su historia. Ante la dificultad de ubicar la elaboración de la
historiografía africana por parte de los propios africanos, el autor pole-
miza con la tesis de que solo se puede hablar de una producción histórica
africana de la segunda mitad del siglo XX, sosteniendo que ya desde la
antigüedad se pueden observar producciones tanto de la escritura histó-
rica africana como de la producción documental para esa historia. Pese a
admitir aportes exógenos al conocimiento de África y su historia, Borges
cuestiona los estereotipos creados por estas producciones que acentúan
la idea de que el continente africano se ha desarrollado puramente sobre
la acción exterior, criticando tanto las producciones arabistas como las
relacionadas con el eurocentrismo a partir del debate con las concepcio-
nes relacionadas al denominado afrocentrismo.
   A partir de aquí comienza el segundo «momento», el de los estudios
particulares. Para ello, hemos organizado la estructura de los textos siguien-
do un viaje imaginario por el mapa de África. Es así que en el noveno ca-
                                     22
                  África diversa: Cuestionando estereotipos
pítulo partimos del norte, con una crítica del modelo colonial español en el
siglo XX a través del análisis del caso del Sáhara Occidental; para luego, en
el siguiente capítulo, discutir sobre el rol político de las mujeres saharauis.
   Juan Carlos Gimeno, en su trabajo «Sáhara Occidental, descolo-
nización inconclusa. Repensando el colonialismo español del siglo
XX», realiza una revisión del colonialismo español en el siglo pasado
utilizando la historia del caso del Sáhara Occidental, territorio no au-
tónomo pendiente de descolonización. Su análisis parte de criticar las
posiciones que entienden al colonialismo español en África como una
modalidad de colonialismo «blando» o «amable», frente a otros colo-
nialismos como el francés que tuvo un efecto directo sobre los terri-
torios colonizados. Al respecto, postula que el caso del colonialismo
español, en descomposición a finales del siglo XIX por la pérdida de
sus últimas colonias (Filipinas, Puerto Rico, Cuba), puede ser revisado
a la luz del caso del Sáhara Occidental. Gimeno propone encarar esta
revisión adoptando el punto de vista saharaui sobre la historia de las
relaciones saharaui-españolas. En dicha revisión, destaca en particular
la consideración sobre la desaparición de Basiri, líder del movimiento
por la liberación del Sáhara, desaparecido en 1970 tras la represión
de la manifestación de Zemla; y la reciente negación por el Tribunal
Supremo español de la nacionalidad a una mujer saharaui nacida en
el territorio del Sáhara Occidental antes de la retirada unilateral de
España, negando a los saharauis su estatuto de personas originarias
españolas bajo la colonización.
                                      23
                  África diversa: Cuestionando estereotipos
   En el capítulo décimo, «Mujeres Saharauis: entre la lucha por la au-
todeterminación de su pueblo y la reconfiguración de sus identidades»,
Daniela Lasalandra y Melina Blanco historizan el rol de las mujeres sa-
harauis desde el surgimiento de los campamentos de refugiados tras la
invasión del Ejercito de Marruecos y de Mauritania al Sáhara Occidental
en 1975 que obligó al pueblo saharaui a huir hacia el desierto y asentarse
en las fronteras argelinas. En esta particular coyuntura, el rol de las mu-
jeres adquirió gran relevancia al convertirse en sujetos políticos activos y,
a la vez, transmisoras de las tradiciones de su comunidad, cuestión que
las autoras analizan desde una perspectiva que articula la tensión entre
tradición y género. En particular, se centran en la reconfiguración de las
identidades de las mujeres saharauis que lograron ensamblar sus prácticas
políticas con las tradiciones musulmanas, entrelazando sus experiencias
de resistencia y de lucha por la autodeterminación de su pueblo con las
reivindicaciones de género al interior de su comunidad.
   A continuación, no dirigimos imaginariamente al este, centrando la
mirada en Túnez. En el undécimo capítulo, «Objetivos y consecuencias
del sistema electoral pos revolucionario tunecino», Adel Ben Othman
analiza los alcances y limitaciones del sistema electoral tunecino reciente
surgido tras la revolución de 2011 como resultado de los esfuerzos para
adoptar un sistema electoral conforme con las democracias más avanza-
das. En la perspectiva del autor, si este sistema –surgido con el propósito
de que ningún partido pudiera tener la mayoría absoluta, se perpetuase en
el gobierno o dominara en solitario la escena política– creó inicialmente
                                     24
                 África diversa: Cuestionando estereotipos
un interesante mosaico de representatividad, no tardó en generar una
inestabilidad permanente y unas continuas luchas internas y de intereses
en los partidos y en el Parlamento. Se produjo un Estado con tres pode-
res que pasaron a ser antagónicos y ralentizadores del proceso de cambio
y desarrollo, hasta llegar a un clima de crisis económica y social que aún
persiste.
   Este recorrido por el mapa de África nos lleva hacia el sur, donde
Silvia Perazzo deconstruye el mito del nuevo Estado en Ruanda. Es así
que en el duodécimo capítulo, «Ruanda post genocidio: deconstruyendo
el mito de un nuevo estado sin diferencias étnicas», nos encontramos con
un análisis de los efectos del genocidio ruandés de abril de 1994, una de
las peores tragedias del siglo XX donde en apenas tres meses perecie-
ron más de 850.000 personas, mayormente tutsis y hutus opositores al
gobierno. Perazzo sostiene que la idea tácitamente aceptada de que fue
Paul Kagame quien –al mando del Frente Patriótico Ruandés– puso fin
al genocidio, expulsando del poder a los miembros del extremismo hutu
culpables de las masacres; se emparenta a su vez con un mito planteado
desde el discurso y aceptado como tal por la comunidad internacional:
el de la construcción en Ruanda de un nuevo modelo de Estado demo-
crático, moderno y meritocrático, sin diferencias étnicas. Frente a esto,
la autora sostiene que desde su llegada al poder en 1994 Kagame viene
asegurando el gobierno, las fuerzas armadas y las oportunidades eco-
nómicas a los tutsis, instalando un férreo recorte de las libertades que
impide cualquier disenso o crítica con la excusa de «atentar contra la
                                    25
                 África diversa: Cuestionando estereotipos
unidad de la Nación» o defender el genocidio. El régimen no solo man-
tiene sino que refuerza las etiquetas étnicas al considerar el genocidio
como «exclusivamente tutsi» y al usar como herramienta de gobierno
la noción de «la culpabilidad de los hutus». Dentro de los factores que
dificultan la superación de este imaginario, Perazzo destaca que tanto los
hutus como los tutsis continúan sosteniendo dos visiones diferentes de
la historia precolonial, de la colonización e independencia y del pasado
reciente; redundando en la imposibilidad de plasmar un modelo político
compartido. Dicha cuestión se agrava, a su vez, por la manipulación de
la etnicidad que los gobernantes de ambas etnias impulsan en pos de sus
intereses políticos y económicos.
   Continuando con este «imaginario» desplazamiento por el mapa, lle-
gamos a Mozambique. Para ello, partimos del análisis que Milton Marcial
Meque Correia realiza en el décimo tercer capítulo, «Formación del Esta-
do en África: Mozambique, símbolos y razón política», donde aborda la
historia de la formación del Estado en Mozambique después de la inde-
pendencia nacional (1975), teniendo en cuenta el análisis de los símbolos
y la razón política. Retomando la cronología de las representaciones pos-
coloniales que sitúan a los sujetos nacionales como actores más deseados
por la modernización nacional que idealizados por la revolución, el autor
identifica el excesivo peso inicial de la unidad simbólica de la interpela-
ción nacionalista en la cual la historia de los pueblos es entendida como
un obstáculo ideológico por sus raíces culturales y contradicciones polí-
ticas agravadas por una negación ideológica de la historia y la cultura en
                                    26
                  África diversa: Cuestionando estereotipos
nombre de una unidad política utópica, que implica retrocesos. Esta idea,
se ha visto socavada por una razón política práctica, en la que la nación
recibe la capacidad argumentativa de sujetos imaginarios para superar
preconceptos, estereotipos, maniqueísmos y violencias. En su abordaje,
Meque Correia ofrece un análisis tanto documental como bibliográfico,
junto con la crítica teórica poscolonial.
   Continuando con el análisis político en Mozambique, pero encarado
desde otro punto de vista, en el capítulo décimo cuarto, «De las teorías
del Estado africano poscolonial hacia los análisis críticos de economía
política: estudio de las relaciones de poder en Cabo Delgado (Mozam-
bique)», Jokin Alberdi Bidaguren y Manuel Barroso Sevillano intentan
tender puentes entre la literatura académica más relevante sobre el Esta-
do poscolonial africano y los marcos de análisis recientes de economía
política para el desarrollo y la construcción de paz. Los autores buscan
acercar y establecer diálogos entre diferentes propuestas teóricas y analí-
ticas desarrolladas desde la ciencia política africanista, los enfoques críti-
cos con los estudios de desarrollo y la paz liberal, las epistemologías del
sur, y los estudios feministas. En esta tónica, proponen la utilización de
categorías teórico-conceptuales para tratar de explicar los procesos con-
temporáneos de reconfiguración de las relaciones de poder entre comu-
nidades, ciudadanía y Estado poscolonial en África al sur del Sáhara, en
contextos de globalización y nuevas economías extractivas. Toman como
estudio de caso la provincia de Cabo Delgado, en Mozambique, ya que
se presenta como un territorio en donde la ciudadanía y las comunidades
                                     27
                  África diversa: Cuestionando estereotipos
en la última década, además de hacer frente a situaciones persistentes de
pobreza y desigualdad socio-económica y de género, vienen afrontando
los efectos adversos de la llegada de la acción extractiva trasnacional y de
nuevos conflictos y violencias emergentes.
   Siguiendo con los efectos de la extracción minera en Mozambique, en
el décimo quinto capítulo, «Las multinacionales y la exploración minera
del carbón de Moatize-Mozambique: análisis de los efectos socioeconó-
micos y ambientales», Bento José Rupia Júnior, Bernardino Cordeiro Fe-
liciano y Anselmo Panse Chizenga, realizan un análisis de los efectos so-
cio-económicos y ambientales de la extracción de carbón por parte de la
multinacional brasileira Vale S.A. y el consorcio indio International Coal
Ventures Private Limited, en el distrito de Moatize, en Mozambique, a
partir de 2011. Desde una perspectiva que recoge aportes de las teorías
de reconocimiento de Honneth y de la violencia simbólica de Bourdieu,
los autores realizaron entrevistas a 130 personas (de un universo de alre-
dedor de 10 mil miembros de los grupos sociales afectados por este pro-
yecto). Los datos obtenidos les permitieron ilustrar el agravamiento de
los procesos de selección, la elección positiva favorable de mano de obra
extranjera y de migrantes internos, y la restricción laboral de grupos de
individuos locales, agravando así la situación de la mayoría que no dispo-
nen de un empleo formal y acceso a servicios considerados esenciales/
básicos como la salud, educación, agua potable y electricidad.
   Cambiando radicalmente el ángulo de análisis de la realidad mozam-
biqueña, en el capítulo décimo sexto, «Música tradicional y educación
                                     28
                 África diversa: Cuestionando estereotipos
tradicional en Mozambique: el caso de los distritos de Dorado, Angónia
y Chibuto», Guilherme Basílio, Ângelo Daniel Chumane y Rangel de Al-
meida Manjate indagan el papel de la música tradicional en la educación
de los jóvenes para la vida económica, social y cultural de las comunida-
des, cuya educación formal está ausente. En este trabajo, resultado de
una investigación realizada en la zona centro y sur del país en el marco
del proyecto «Creatividad artística y hermenéutica de la música tradicio-
nal mozambiqueña: el caso de los distritos de Dorado, Angónia, Mueda,
Mecuburi y Chibuto», los autores sostienen que la música tradicional es
el vínculo principal para construir identidades locales y transmitir valores
socioculturales y saberes tradicionales. Gracias a la música y a las danzas
tradicionales, las personas mayores trasmiten el testimonio educacional,
histórico y cultural a los jóvenes como medio de integración en la vida
comunitaria.
   Continuando con nuestro recorrido, en los capítulos siguientes nos
centraremos en Angola, desde dos perspectivas diferentes: una política y
otra cultural.
   En el capítulo décimo séptimo, Diego Buffa y María José Becerra
nos recuerdan que este año es también el de la conmemoración de la
Independencia de Angola. Es así que en el capítulo «Angola: a 45 años
de su independencia. Alianzas, disputas y encrucijadas en su proceso de
liberación colonial», brindan un análisis del proceso de descolonización
en Angola a través de la comprensión de las complejas relaciones que po-
sibilitaron el desarrollo de ciertos liderazgos y de determinados agentes.
                                    29
                  África diversa: Cuestionando estereotipos
Los autores proponen que la reflexión, desde una perspectiva crítica, en
torno a la lucha por la independencia del territorio angoleño dentro del
marco internacional en el que se inscribió este proceso posibilita enten-
der no solo el proceso de descolonización lusófono –del cual hay poco
material bibliográfico en castellano–, sino que brinda coordenadas de
análisis que son generalizables para entender el de toda África.
   En el décimo octavo capítulo, «Cuba y Angola: del arte de la guerra a
la guerra en el arte», Idalmy González González y Germán Santana Pérez
analizan los vínculos entre Cuba y Angola no solo desde el inicio de la
guerra interna en el país africano, sino en la relación artística que se gene-
ró a causa de esta. Para esto, rescatan los antecedentes de la vinculación,
ya que si la intervención de Cuba en la guerra de Angola tuvo lugar en
1975, la presencia del país caribeño en África era en realidad anterior. Los
afrodescendientes cubanos ya formaban parte importante de la sociedad
y la cultura del país; el propio Ernesto «Che» Guevara había formado
parte en 1965 de las guerrillas del Congo; y tanto Agostinho Neto como
otros líderes africanos tuvieron contacto directo desde la década de los
sesenta con Fidel Castro. En la perspectiva de los autores, el arte de la
guerra y la militarización forzosa dio paso a una estética belicista que fue
representada por diversos artistas pertenecientes a una generación que
creció con los ideales del «Hombre Nuevo», concepto desarrollado por
el «Che». Los autores sostienen que las secuelas ocasionadas por el con-
flicto en la sociedad cubana y las experiencias autorreferenciales de sus
participantes, dieron lugar a hondas y profundas heridas que encontraron
                                     30
                 África diversa: Cuestionando estereotipos
en el arte manifestaciones diversas, desde el compromiso hasta la crítica,
transformando así el discurso del «arte de la guerra» en «la guerra en el
arte».
   Cambiando de país y de temática, Irina Golda Lamadrid nos pre-
senta, en el capítulo décimo noveno, «Bebés de la paz: los niños con-
cebidos y abandonados por el personal de Naciones Unidas en la Re-
pública Democrática del Congo», una realidad cruda y dolorosa como
es la de los niños nacidos de encuentros sexuales entre miembros de
misiones de paz de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y
las mujeres de las poblaciones locales donde se desarrollaron. La au-
tora sostiene que la presencia de tanto personal militar generó varias
consecuencias, entre las que menciona la distorsión de la economía
local debido al poder adquisitivo superior al de las comunidades, sien-
do una cuestión clave como elemento de perversión de las relaciones
entre ambos grupos. Asimismo, la autora destaca que esta presencia
foránea y pasajera tuvo un fuerte impacto en la comunidad local a
través de la violencia y explotación sexual perpetrada por las fuerzas
de paz. Cuando estos crímenes sexuales vieron la luz, hace pocas dé-
cadas, la ONU reaccionó prohibiendo a su personal mantener contac-
tos sexuales considerándolos como explotación o abuso sexual. Sin
embargo, los encuentros sexuales, consensuados o no, continuaron y
generaron múltiples embarazos. Golda Lamadrid se centra en la Re-
pública Democrática del Congo (RDC) como caso de estudio ya que
fue allí donde una misión se desplegó por más tiempo y se produjeron
                                    31
                  África diversa: Cuestionando estereotipos
más denuncias, lo que considera fundamental ya que, al carecerse de
registros oficiales de los niños y niñas o estudios sistemáticos sobre
sus vidas, a través de las denuncias, se sabe que los «bebés de la paz» o
«de los casos azules», existen y que relatan una historia de abandono,
estigma y carencias que lejos está de revertirse.
   En el vigésimo capítulo, Bruno Carpinetti centra su atención en el
proceso por el cual se edificó el modelo colonial español en territorio
guineano ecuatorial. En su trabajo «España en Guinea. Colonizando la
naturaleza y naturalizando el colonialismo», revaloriza el uso de nuevas
fuentes alentado desde las últimas décadas del siglo XX por los estudios
de geografías poscoloniales. El autor sostiene que esta incorporación de
nuevas fuentes alternativas a las de los documentos oficiales aporta a
comprender que el proceso de dominación imperial en los territorios de
ultramar incluyó dispositivos culturales que promovieron y vehiculizaron
imaginarios geográficos que permiten entender los proyectos coloniales,
sus silencios y fisuras. Apelando al uso de fuentes textuales y visuales –
como, por ejemplo, relatos y diarios de viajeros, obras pictóricas, fotogra-
fías, literatura y al cine–, para analizar los procesos de «construcción» de
la naturaleza guineana desde el imaginario colonial, así como las políticas
que resultaron de esta «creación», el autor muestra que la representa-
ción construida de una naturaleza y unos pueblos salvajes operó como
justificación del hecho colonial; en donde la racionalidad, el discurso y
la producción de conocimiento científico fueron la matriz sobre la que
apoyaron las políticas de uso y conservación de la naturaleza guineana.
                                     32
                 África diversa: Cuestionando estereotipos
   En el último capítulo, el veintiuno, presentamos una obra ya publicada
en el año 2012 por Mbuyi Kabunda Badi, pero que se mantiene vigente y
que nos nuestra claramente su pensamiento y su posición política como
académico comprometido frente a la situación de los países africanos.
En este capítulo, el autor examina el perfil de la política africana france-
sa, haciendo hincapié en sus contradicciones y en las redes clientelares
y opacas que cimentaron a favor de sus intereses y empresas, en contra
del desarrollo de los países africanos, y de la falta de preparación de es-
tos últimos para hacer frente a los desafíos mundiales. De este modo,
Kabunda indaga cómo Francia ha multiplicado, desde los albores de las
independencias de sus excolonias africanas, las intervenciones militares y
ha apoyado a las dictaduras afines. En tal sentido, concluye, en la urgencia
y en necesidad imprescindible de una segunda independencia para los
países del África francófona.
   Esperamos que esta obra, surgida al calor de sostener la apuesta a la
reflexión colectiva, se transforme en un material de consulta para docen-
tes y estudiantes interesados en los estudios sobre África, así como para
todos aquellos y aquellas que se preocupan por las problemáticas que
atraviesan el mundo actual.
                                                              Diego Buffa
                                                        María José Becerra
                         Segunda Edición. Córdoba, noviembre de 2022
                                    33
     Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
                      CAPÍTULO 1
 África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa
                                geopolítica?
                                                      Yoslán Silverio González
A poco más de medio siglo de haber logrado su independencia política,
la generalidad de los países africanos continúa luchando por alcanzar un
mayor desarrollo socioeconómico y de tratar de romper el ciclo histórico
de dependencia económica que los ha sujetado a los grandes centros de
la economía capitalista mundial. Los avances experimentados todavía no
son suficientes como para hacer frente a retos tan importantes como las
crisis económicas o los múltiples problemas de seguridad. Sin embargo,
en una perspectiva histórica, África ha mostrado progresos significati-
vos en varias esferas. Las crecientes oportunidades de negocio, acceso a
mercados, materias primas y otros recursos naturales, así como los avan-
ces en los procesos de estabilización política en la mayoría de los países
otrora afectados por guerras y de los mecanismos de integración y con-
certación subregionales, han suscitado el interés de un creciente número
de actores internacionales en la búsqueda de otros espacios de influencia
geopolítica. Esta nueva correlación de actores no tradicionales en Áfri-
ca, apuntan por una parte a un escenario de ascendentes oportunidades
                                        34
    Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
para el continente, pero a su vez de un incremento de la competencia y
las disputas entre los poderes hegemónicos establecidos, entre éstos y
las nuevas potencias, así como los que pugnan por abrirse un camino en
lo que pudiera llamarse como un new scramble por Africa en el siglo XXI.
   Para llegar a este escenario, África ha transitado por varias etapas
en su historia más reciente. El proceso de construcción de los Estados
postcoloniales africanos estuvo plagado de contradicciones internas,
pugnas por el poder político, limpiezas étnicas, guerras con un carácter
étnico-tribal y/o secesionistas, así como por golpes de Estados, todos
manipulados tanto por intereses nacionales como regionales y foráneos.
Este panorama se mantuvo hasta los inicios del siglo XXI, donde si bien
no han desaparecido por completo, son cada vez menores sus manifesta-
ciones. En las décadas de 1960 y 1970, África todavía no completaba su
proceso de descolonización, en medio de las tenciones de la Guerra Fría
y la imposición por parte de la Comunidad Economía Europea (CEE)
de una serie de acuerdos comerciales (Yaoundé I y II, Lomé I de 1975)
que garantizaban el control económico de la región. Las potencias euro-
peas ex coloniales mantenían no solo su influencia política sino también
el control militar de sus áreas de influencia– en particular Francia en las
zonas francófonas.
   La década perdida de África: los años ‘80 ponían en evidencia la pri-
mera gran crisis de los Estados africanos como resultado del extremo
endeudamiento externo propiciado por las políticas de préstamos con
altísimos intereses que provenían de los acreedores europeos tras el des-
                                       35
     Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
plome de los precios de las materias primas de las cuales dependían los
ingresos de los débiles Estados. La CEE continuó con los acuerdos de
Lome II (1980) y Lomé III (1985) donde no cambiaron los patrones
de las relaciones económico-comerciales. El proceso de descolonización
todavía no concluía: Zimbabwe se iniciaba como Estado independiente,
Namibia seguía bajo dominio del régimen sudafricano, la población ne-
gra de Sudáfrica se mantenía segregada y excluida de toda posibilidad de
participación política y el POLISARIO luchaba por la independencia del
Sahara Occidental contra Marruecos. El enfrentamiento entre las poten-
cias occidentales y el bloque socialista por zonas de influencia tenía un
marcado matiz ideológico: gobiernos prooccidentales y entreguistas vs
movimientos y fuerzas progresistas.
   En la década de 1990 se producía una nueva ruptura en el sistema
internacional y un cambio de las alianzas políticas y por ende una recom-
posición geopolítica que impactó también al continente. En África, los
gobiernos progresistas cambiaron su orientación ideológica, se impuso
el neoliberalismo en todo su esplendor y se produjo un nuevo colapso de
los sistemas políticos en su reajuste hacia la democracia multipartidista.
África estalló en guerras civiles y golpes de Estado por doquier, mientras
que Estados Unidos y sus aliados europeos, respaldados por el Fondo
Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), consolidaban
se hegemonía económica, política y militar, proceso que no estuvo exen-
to de contradicciones entre ellos, por ejemplo, entre Estados Unidos y
Francia en la región de los Grandes Lagos. La UE adoptó un nuevo
                                        36
    Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
acuerdo comercial con los países ACP: Lomé IV (1991-2000), donde
se incorporaron las condicionalidades políticas: democracia, derechos
humanos y alternancia política para ser «beneficiario» de los programas
europeos y del acceso a su mercado. La Organización para la Unidad
Africana (OUA), decana del proceso de integración panafricanista, co-
lapsaba ante la incapacidad de hacer frente a los problemas de seguridad.
   En la primera década del siglo XXI la «lucha» contra el terrorismo se
convirtió en tendencia y en medidor de las alianzas dentro del sistema in-
ternacional. Todos los que no estaban con W. Bush eran automáticamen-
te ubicados en el lado de los patrocinadores del terrorismo con apellido
de islámico. Estados Unidos construyó un nuevo «enemigo» que «amena-
zaba» la civilización occidental y al cual había que derrocar: el islam. Las
enormes reservas de hidrocarburos del Medio Oriente estaban en la mira
del control geopolítico de la zona. En África, comenzaban a expandirse
los grupos terroristas vinculados Al Qaeda y las técnicas de prospec-
ción en alta mar posibilitaban nuevos descubrimientos de yacimientos de
petróleo en el Golfo de Guinea. Los conflictos armados seguían focali-
zados en aquellos países con agudos problemas estructurales: Somalia,
RDC, Sudán y RCA, mientras estallaban otros como el de Costa de Mar-
fil o se solucionaban los de Liberia y Sierra Leona. La OUA se transfor-
mó radicalmente y surgió una nueva institución: la Unión Africana (UA),
pero todavía arrastrando viejas estructuras como aquellas derivadas de
una amplia red de organizaciones subregionales, una fuerte burocrática y
dependencia financiera externa.
                                       37
     Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
   Todavía las alianzas se mantenían en torno a los poderes tradicionales:
Estados Unidos ya había incrementado su presencia militar en la región a
través del AFRICOM y la UE transitaba del Acuerdo de Cotonou (2000)
a los Acuerdos de Asociación Económica (EPA, por sus siglas en inglés).
Estos acuerdos eran conocidos como de cuarta generación o de libre co-
mercio, donde las condicionalidades políticas para acceder a recursos del
Fondo Europeo de Desarrollo serían cada vez más fuertes, pero también
los requerimientos para los pocos productos africanos exportables: medidas
higiénico-sanitarias, embalaje, etc. En estos años, la UE inició sus Cumbres
UE-África como mecanismo de presión1 para que los gobiernos firmasen
los EPA. En el caso de África logró fraccionar las posiciones de las Comuni-
dades Económicas Regionales (REC), cuando primero algunos de sus países
miembros empezaron a firmarlos de manera bilateral y luego, a partir de
2014, cada uno de los REC fueron sucumbiendo ante las presiones europeas.
   Las inversiones extranjeras procedentes de estos países se concentra-
ban solo en los sectores energéticos, recursos minerales, servicios y la
banca, para así completar el ciclo de producción, explotación y comer-
cialización. Los países que no disponían de estos recursos en cantidades
comerciales o que no cumplieran con los estándares democráticos occi-
dentales quedaban excluidos tanto de la Ley de Oportunidades y Creci-
miento para África de Estados Unidos (AGOA) como de los EPA de la
UE o incluso sujetos a sanciones internacionales tanto de dichos países
1 I Cumbre, El Cairo 2000; II Cumbre, Lisboa 2007; III Cumbre, Trípoli 2010: IV Cum-
bre, Bruselas 2014 y IV Cumbre, Abiyán 2017.
                                        38
    Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
como del FMI y del BM, como Zimbabwe y otra decena de países de
manera coyuntural. Para finales de estos primeros diez años, comenza-
ban a cambiar los patrones: China entraba en el juego geopolítico. Sus
relaciones con el continente se han venido fortaleciendo desde el esta-
blecimiento en el año 2000 del Foro para la Cooperación entre China y
África (FOCAC). Para el 2009, ya se convertía, en términos generales, en
el principal socio comercial de África, desplazando a Estados Unidos. El
control del mercado africano empezaba a mostrar sus primeras fisuras y
se iniciaban las preocupaciones por parte de occidente.
   A partir de aquí, el continente africano ha consolidado su unidad a
través de los mecanismos de integración subregional y continental (crea-
ción del Área de Libre Comercio Continental) así como una mayor ins-
titucionalización de la UA. Esto ha propiciado su fortalecimiento como
un actor dentro del sistema internacional, lo que ha posicionado a la
organización y a los países que la integran en mejores condiciones frente
a la influencia de las potencias occidentales y a aprovechar las oportuni-
dades que les brinda un número creciente de actores no tradicionales en
su búsqueda de nuevos horizontes en las relaciones con África.
   El espacio subsahariano se perfilaba como un área de mayor confron-
tación entre las esferas de influencia de Estados Unidos y la UE, frente
a la presencia económica de China y el incremento progresivo del acti-
vismo de otros actores extracontinentales no tradicionales como Japón,
Brasil, India, Israel, Rusia y Turquía, para adquirir nuevos mercados y
oportunidades comerciales. Este proceso de ruptura con las alianzas tra-
                                       39
     Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
dicionales, principalmente en el ámbito económico-comercial, se ha ve-
nido consolidando desde la segunda década del siglo XXI. Cada uno de
estos nuevos actores ha establecido sus propios mecanismos de concer-
tación multilaterales, en diferentes niveles de desarrollo. Mientras Israel
no ha logrado consolidar su idea de organizar una cumbre con África y la
administración Trump paralizó la Cumbre EEUU-Africa de 2014, otros
apuestan por fortalecerlos.
   No existen precedentes de una investigación que analice de manera
integral la presencia multisectorial que están teniendo este conjunto de
nuevos actores emergentes en sus relaciones con el África Subsahariana
(ASS). También es importante profundizar en las especificidades que están
teniendo los vínculos de China con la región para contrarrestar los enfo-
ques mediáticos que tildan a China como «nuevo imperialismo» así como
el resurgimiento del problema del «endeudamiento africano» con créditos
                                        40
     Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
chinos. También hay otros procesos importantes como el papel de Rusia
en tratar de recobrar una influencia perdida en ASS o las acciones de inteli-
gencia y seguridad que desarrollan los servicios secretos israelís en la región
para erosionar el respaldo africano a la causa palestina. Estos son algunas
de las líneas temáticas que resultan de vital importancia dado el contexto
internacional en transición hacia una nueva multipolaridad.
   Aunque la academia de los países capitalistas desarrollados trata de forma
sistemática el tema, abundan los estudios sesgados que tratan de deslegitimar
el accionar de estos actores, la mayoría de los cuales entran en contradic-
ción con las políticas establecidas por las potencias centrales y sus aliados. La
mayoría de los estudios se han centrado solo en uno de los actores sin ver
sus interrelaciones y analizar las convergencias y divergencias de las políticas
implementadas por ellos. Este sería el objetivo principal de este capítulo a
través del análisis de tres grupos de variables principales: las relaciones políti-
co-diplomáticas, económico-comerciales y en materia de seguridad y defensa
en el decenio 2010-2020. Para esto también resulta vital tener en cuenta los
antecedentes aquí explicados para poder desmontar los enfoques que preten-
den estar «muy preocupados» con las políticas implementadas por China que
pudieran estar repitiendo supuestas lógicas colonialistas.
   Contradicciones en el fortalecimiento de las relaciones
   político-diplomáticas
   La región africana ha gozado de excelentes relaciones políticas con
sus contrapartes europeas y estadounidense en los últimos años. Sin em-
bargo, éstas han estado matizadas por múltiples contextos coyunturales
                                        41
     Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
y sobre todo por las condicionantes impuestas por estos con respecto a
normas democráticas occidentales como la alternancia política, el papel
de la sociedad civil, el rol de la oposición política, violaciones al orden
constitucional cuando se producen golpes de Estado o cuando existen
problemas pre o postelectorales, etc. Es decir, que las potencias occiden-
tales de manera bilateral o los organismos e instituciones internacionales
(ONU, UE, BM, FMI) constantemente se inmiscuyen en los asuntos in-
ternos de los países africanos por intereses geopolíticos específicos. De
esta manera, critican a gobiernos que tienen una actitud contraria a estos
supuestos principios que deben regir los regímenes democráticos actua-
les. Critican los procesos eleccionarios donde no existiesen «garantías»
para la oposición, sancionan a dirigentes africanos por supuestas viola-
ciones de los derechos humanos, falta de libertad de expresión, fomen-
to de la violencia étnica-religiosa, desconocen las elecciones por fraudes
cometidos, aunque los organismos africanos certifiquen estos resultados
y se oponen a lo que han denominado el «síndrome del tercer mandato»
(Silverio, 2018a: pp. 287-288).
   Todos estos elementos no se comportan en lo absoluto de la misma
manera, puesto que a países que son sus aliados más importantes en cada
una de las subregiones, por lo general, no se les aplican estos preceptos,
por ejemplo, Uganda, Ruanda o Chad. Sin embargo, se criticaba al man-
datario de Burundi, Pierre Nkurunziza (2005-2020) por haber violentado
el orden constitucional y haberse presentado para un tercer mandato.
Tras la violencia registrada en las elecciones presidenciales de 2007 en
                                        42
    Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
Kenia, la Corte Penal Internacional (CPI) de la Haya emitió una orden
contra el vicepresidente del país, William Ruto y el presidente Uhuru
Kenyatta acusados de orquestar los enfrentamientos en los que perdieron
la vida alrededor de 1 200 personas. Un proceso similar ocurrió con-
tra Omar al Bashir, por supuestos crímenes cometidos en la región de
Darfur, en Sudán. El análisis debe estar enfocado en que instituciones
judiciales extracontinentales (CPI) han llegado a acusar a mandatarios
africanos en funciones sin tener en cuenta las instancias judiciales propias
de la UA; sin contar con el hecho de que la mayoría de los condenados
por la CPI provienen de África.
   Otro de los ejemplos más mediatizados en occidente ha sido el caso
de Robert Mugabe (1980-2017) en Zimbabwe, uno de los pocos líderes
africanos que se mantenía en el poder desde la época de los movimientos
de liberación nacional y contra el cual se articuló una fuerte campaña
internacional y sanciones por parte de EEUU y de la UE contra el país
y su figura en particular, cuando Mugabe intentó impulsar un moderado
proceso de reforma agraria y redistribuir las tierras propiedad de los ex
colonos británicos. Estas son otras de las narrativas que se deben des-
montar en relación con los enfoques que prevalecen en los estudios po-
líticos actuales sobre África.
   En las relaciones política de Europa con África habría que tener en
cuenta dos niveles de análisis: el primero serían las iniciativas bilatera-
les que adoptan tanto Francia como Reino Unido y cuyos postulados,
incluso los de seguridad –como se verá más adelante–no tienen que
                                       43
     Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
pasar por el consenso de los 28 Estados miembro de la UE. Tanto
Francia como Reino Unido son miembros del Consejo de Seguridad
de la ONU y aliados en la OTAN y en estos dos marcos pueden
adoptar sus propias iniciativas. Cada uno de estos países tienen sus
mecanismos establecidos con África: Francia a través del sistema de
la francofonía, su principal vehículo de influencia política y cultural; y
Reino Unido con el sistema de la Commonwealth, del cual forman parte
18 Estados africanos. El segundo nivel de análisis estaría en la propia
UE como institución que adopta un conjunto de políticas comunita-
rias, en materia de seguridad, relaciones económicas, migración, etc.
Por supuesto, los intereses de franceses y británicos siempre han es-
tado marcando dichas iniciativas.
   Todo el conglomerado de condicionalidades políticas no solo quedó
institucionalizado en los acuerdos económicos de la UE con África,
sino en las propias Cumbres establecidas de manera birregional. Desde
el punto de vista de las relaciones políticas, no fue hasta el año 2000
que la UE logró articular el mecanismo de las cumbres UE-África (no
eran con la UA porque Marruecos todavía no formaba parte) que no
por casualidad coincidieron con los mismos períodos en los cuales los
europeos buscaban renegociar los acuerdos de libre comercio o EPA:
2000, 2007, 2010 y 2014. No obstante, tanto Francia como Reino Uni-
do no había renunciado a sus dos mecanismos de política exterior: la
Francofonía y la Commonwealth, respectivamente. Estos dos instrumen-
tos han garantizado el fortalecimiento de los lazos entre Paris y Lon-
                                        44
     Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
dres con sus respectivas áreas de influencia postcoloniales, al margen
de las directrices de la política exterior común y consensuada en el seno
de la UE. Uno de los temas más polémicos en el contexto post Brexit
era precisamente que la salida del Reino Unido significaba su exclusión
de dichas Cumbres UE-UA (desde la entrada de Marruecos en 2017),
y por lo tanto de un necesario reordenamiento de las políticas a seguir
por parte de Londres para no perder espacios de influencia en las zonas
anglófonas africanas (Silverio, 2018c). También llama la atención que
la primera Cumbre UE-África del año 2000 coincidió con el primer
Fórum para la Cooperación entre China y África (FOCAC).
   Contrario a este accionar histórico de las relaciones políticas de oc-
cidente con África, China no impone condicionalidades políticas a sus
relaciones con el continente ni se inmiscuye en los procesos políticos
internos, respetando la variedad de los sistemas políticos y los contextos
nacionales de cada país. El único de los requisitos ha sido el respeto a la
política de una sola China, es decir el no reconocimiento de Taiwán. Sin
embargo, las relaciones políticas de Taiwán con África han visto un decli-
ve paulatino, quedando solo Esuatini, como el único que los reconoce. El
incremento de la importancia que China le comenzó a dar a sus relacio-
nes con el continente se puede apreciar en el número creciente de visitas
de funcionarios chinos de alto nivel y la cantidad de líderes africanos:
presidentes, vicepresidentes, Primeros Ministros y ministros que realizan
viajes oficiales a Beijín.
                                        45
    Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
              Tabla. Visitas bilaterales de alto nivel (2002-2006)
    Fuente: Rotberg, Robert I. (Editor). China into Africa. Trade, Aid and Influence. Was-
    hington D. C.: Brookings Institution Press, 2008, p.98
   En el decenio de 2007 al 2017 el nivel de las visitas de altos fun-
cionarios chinos a África se mantuvo en el orden de las 79. A nivel
de cada una de las subregiones se comportaron de la siguiente mane-
ra: al África Austral realizaron 21 visitas oficiales, al África Oriental
y Occidental fueron 18 para cada subregión, el África Central fue
visitado en 15 oportunidades y el Norte de África en 7. Estas cifras
indican el nivel de prioridad que se le ha dado al continente por parte
de Beijín. A nivel de país, estas se concentraron en Sudáfrica (7 visi-
tas); Tanzania 4; Chad, Senegal, Zambia y Namibia con 3 visitas cada
uno. Las relaciones con Sudáfrica se han fortalecido desde que este
país entrara en el grupo de los BRICS y Tanzania, por toda la amplia
red de infraestructuras que están en construcción o terminadas en el
África Oriental, donde se incluye Kenia, sobre todo desde la incorpo-
ración de esta zona al proyecto estratégico de la Ruta de la Seda en su
versión marítima.
                                          46
     Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
   Otro momento importante en el fortalecimiento de las relaciones polí-
ticas y de la influencia de China en África fue sin dudas el estallido de la
pandemia de coronavirus, lo que han puesto a prueba las relaciones entre
ambas regiones. Esta situación evidenció las potencialidades que existen
en los vínculos con China, cuando la mayor parte del mundo les dio la
espalda a los africanos. Ha demostrado que el gigante asiático puede ser
una alternativa viable para este continente. La expansión de la covid-19
puso también en alerta a los gobiernos de la región, donde la pandemia
crecía descontroladamente2. Siendo consecuentes con los acuerdos de
la última Cumbre de la FOCAC, el gobierno chino se comprometió en
ayudar a aquellos países con sistemas de salud débiles para fortalecer sus
capacidades frente al coronavirus. (Li Kaizhi, 2020).
   Esta actitud de China se producía también como respuesta ante la
colaboración que ellos habían recibido por parte de gobiernos africanos,
como el de Guinea Ecuatorial, el cual les había donado dos millones de
dólares a principios de febrero de 2020. De igual forma, la política de
cooperación china estaba en correspondencia con el llamado que había
hecho la OMS en asistir a los países africanos. La ayuda no demoró en
llegar. Desde el mismo inicio de la pandemia, las autoridades chinas co-
menzaron a organizar múltiples video-conferencias para compartir sus
experiencias en el enfrentamiento al coronavirus. Desde que comenzaran
a reportarse los primeros casos en África, los envíos de ayuda proce-
2 En el mes de agosto (2020) ya África reportaba un millón de casos positivos a la
covid-19.
                                        47
     Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
dentes de China se incrementaron. Estos se ha realizaron en varias etapas
teniendo como punto de llegada Etiopía y Ghana para luego redistribuir-
los a otros países, a través del Centro para el Control y la Prevención de
Enfermedades de la Unión Africana (CDC África).
   El 22 de marzo de 2020 llegó a la capital etíope el primer cargamento
de ayuda humanitaria procedente de China. El 6 de abril arribó el segun-
do con 37.6 toneladas, destinado a 18 países principalmente los del África
Occidental. El avión cargado con dichos suministros médicos llegó al ae-
ropuerto internacional Kotota en Accra, para ser distribuidos entre Nige-
ria, Senegal, Gabón, Sierra Leona, Guinea-Bissau, Guinea, Côte d´Ivoire,
Gambia, Liberia, Mali, Burkina Faso, República del Congo, Guinea Ecua-
torial, Togo, Benín, Cabo Verde y, Santo Tomé y Príncipe. Casi la tota-
lidad de los países de la subregión subsahariana recibieron parte de la
colaboración total de China en tiempos de la pandemia. El 27 de abril, el
CDC de África recibió un tercer cargamento de 125 toneladas de equipos
médicos y otros suministros procedentes de la Jack Ma Foundation y la
Alibaba Foundation (African Union, 2020).
   Esta colaboración ha suscitado palabras de agradecimiento por
parte de líderes africanos, tanto de la UA como de los gobiernos. Este
ha sido el caso del presidente de Zimbabwe, Emmerson Mnangagwa
que agradeció a las autoridades chinas por el apoyo brindado desde
los primeros días del estallido de la pandemia, contribuyendo con
la preparación del continente para enfrentar esta sui generis situación
sanitaria (Xinhua News Agency, 2020). Esta cooperación también se
                                        48
    Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
enmarca en un contexto en el cual los tradicionales emisores de «ayu-
da» hacia África –cargada de condicionalidades políticas– estaban en
medio de una crisis sanitaria que los superaba: Estados Unidos, Fran-
cia, Reino Unido y Alemania. Por lo tanto, China, los ha sobrepasado
en esta esfera, por lo que sigue incrementando su nivel de influencia
política, tras consolidarse su liderazgo internacional en la lucha con-
tra la covid-19, frente a la actitud de Estados Unidos, que no solo
eliminó sus contribuciones por un valor de 400 millones de dólares
a la OMS sino también amenazó con la suspensión temporal de su
membresía en dicho organismo.
   No son pocas las fake news y los criterios mal intencionados que
circulan por las redes sociales criticando a China, para generar un es-
tado de opinión negativo o sinophobia. Otras señalan la «mala calidad»
de los productos médicos chinos o ponen en cuestionamiento la pro-
fesionalidad de sus médicos. Incluso otros plantean el uso de la «di-
plomacia del coronavirus» por parte de China para mejorar su imagen
en África. Sin embargo, dónde está la «colaboración» de la USAID o
de las Agencias europeas, dónde está la «ayuda» o los médicos pro-
cedentes de estos países en África, sin condicionalidades económicas
o políticas. Lo anterior forma parte de una campaña propagandística
que busca opacar la presencia de China en África, tratando de desa-
creditarla y así erosionar sus relaciones económicas y políticas. Como
todo, estas relaciones no son en blanco y negro, y pudieran tener
aspectos negativos, pero sin dudas son más los positivos. Al mismo
                                       49
     Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
tiempo, se consolida la hipótesis de que son una alternativa más fiable
que la «ayuda» procedente de los socios tradicionales.
   Por su parte, las proyecciones de Estados Unidos hacia la región no
solo han seguido sus propios objetivos, sino que en varios puntos –tema
económico y los problemas de seguridad– han coincidido con los euro-
peos. La administración Clinton fue la primera en dar un giro abrupto
en la política hacia el continente, sobre todo luego del descalabro militar
sufrido en Somalia en 1993, lo que llevó a modificar su doctrina militar
hacia la región y a conciliar las agendas de seguridad con sus contrapar-
tes europeas de no «intervenir» directamente en escenarios de conflictos
armados. Fue el primer presidente que visitó la región en carácter oficial
desde Jimmy Carter en 1978.3 Bajo el gobierno de W. Bush se comenzó
a prestar una mayor atención política a África con giras de altos funcio-
narios, incluso del propio presidente, en lo que se definió como «safari
del petróleo».4 Sin embargo, con Barack Obama, las expectativas políti-
cas crecieron exponencialmente por lo que significaban sus relaciones
familiares con Kenia y por haber sido el primer presidente negro de Es-
tados Unidos. Aunque esto fue solo un mero simbolismo, Obama fue
el mandatario que menos países visitó en el continente, claro está que
fue a aquellos a los que Estados Unidos le interesaba resaltar como sus
3 William Clinton visitó en 1998: Senegal, Ghana, Uganda, Ruanda, Botsuana y Sudáfri-
ca. En el año 2000 realizó su segunda gira que lo llevó a Nigeria y Tanzania.
4 George W. Bush realizó su primera gira por África en 2003: Senegal, Nigeria, Uganda,
Tanzania, Sudáfrica y Botsuana. En 2008 visitó Liberia, Ghana, Benín y Ruanda.
                                         50
     Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
«modelo» de democracia, como fue el caso de su primera visita a Ghana
en 2009.5 También fue el único mandatario estadounidense en dirigirse al
plenario de la UA ya al final de su segundo mandato y fue quien imple-
mentó el AFRICOM, una herencia de su predecesor. En estos elementos
de la proyección de Estados Unidos hacia África es interesante tener en
cuenta la continuidad de las políticas de estas tres administraciones, don-
de cada una le fue incorporando nuevas iniciativas sobre todo en el plano
militar y económico.
   Si se hace un balance de los países visitados por estas tres últimas admi-
nistraciones, tendríamos que Senegal, Ghana, Tanzania y Sudáfrica fueron
visitados por los tres mandatarios. Mientras solo Uganda, Ruanda, Nigeria
y Botsuana recibieron a dos presidentes de EEUU y solo en Liberia, Benín,
Kenia y Etiopia estuvo uno de ellos. Esto hace un total de solo 12 países
de los 49 que integran el África Subsahariana. A pesar de esto, no hubo
grandes rupturas en la continuidad de las políticas. Se buscaba consolidar
los intereses estadounidenses en el área frente a China. Mientras los euro-
peos y los chinos ya tenían establecidas cumbres bilaterales, no fue hasta el
2014, que Estados Unidos organizó la primera Cumbre con África en Was-
hington, lo que indicaba el creciente interés de la entonces administración
demócrata en fortalecer los vínculos y no quedar rezagados.
   Sin embargo, en el plano político, Donald Trump no introdujo ele-
5 Durante su primer mandato solo estuvo en Ghana en 2009 y en Egipto. No fue hasta
su segundo período que visitó Senegal, Tanzania y Sudáfrica en 2013 y en 2015 su gira
lo llevó a Etiopia y por primera vez al país de sus familiares paternos: Kenia.
                                         51
     Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
mentos novedosos en sus relaciones con África. No había una claridad
con respecto a qué política iba a seguir y las referencias públicas sobre
África eran marginales, lo que revelaba que al parecer la región no estaba
dentro de sus prioridades. No se había nombrado al Subsecretario de
Estado para Asuntos Africanos: hasta principios de septiembre que Do-
nald Yamamoto fuera designado de manera interina. Los nombramientos
relacionados con África en el Consejo de Seguridad Nacional (NSC) no
fueron cubiertos por completo hasta que Cyril Sartor asumiera su puesto
dentro del NSC hasta agosto de 2017 y en igual fecha, Mark Green, ex
Congresista y Embajador en Tanzania ocupara la dirección de la USAID.
Quedaban pendientes de nombrar varios Embajadores y funcionarios,
por ejemplo en Sudáfrica y en Sudán del Sur. Por lo tanto, durante bue-
na parte de su administración, algunos de los cargos más importantes
del Departamento de Estado no se cubrieron a tiempo e incluso varias
embajadas no tenían designados a sus funcionarios. El puesto de Subse-
cretario de Estado para África cambió en varias oportunidades hasta que
se nombró a Tibor P. Nagy, el 23 de julio de 2018.
   No fue hasta la adopción de la Estrategia de Seguridad Nacional
(2017) y luego en su Estrategia sobre África Subsahariana (2018) donde
Estados Unidos señaló como su principal enemigo en la región la pre-
sencia de China y la creciente influencia de Rusia, e incluso planteó que
se adoptarían sanciones contra gobiernos que no respetaran los derechos
humanos y se suspenderían los programas de ayuda. (The White House,
2017: p. 52). El primer mandato de Trump concluyó sin haber realizado
                                        52
    Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
una visita oficial al continente, contrario a lo que habían hecho los man-
datarios anteriores. Los funcionarios de mayor rango que estuvieron en
África fueron el Secretario de Defensa, James Mattis que visitó la base
militar en Djibouti en el mes de abril de 2017 y la entonces Embajado-
ra ante la ONU, Nikki Haley, en octubre (Ethiopia, Sudán del Sur y la
RDC). El Secretario de Estado, Rex Tillerson visitó, en marzo de 2018,
Etiopía, Djibouti, Kenia, Chad y Nigeria.
   Otra polémica era el tema de los presupuestos para los programas
socioeconómicos a través de la USAID, la cual continuó activa en casi
todos los países subsaharianos a pesar de los recortes financieros. Por
ejemplo, sus programas en Senegal estuvieron centrados en el tema de la
inseguridad alimentaria. A través del Office of Food for Peace de la USAID
se distribuyeron alimentos a unas 22 mil personas más vulnerables, en
el departamento de Matam. Mientras en el departamento de Podor, ha
trabajado con la organización no gubernamental Action Against Hunger
(AAH) con un alcance de 15 mil personas (USAID, 2018). Estos progra-
mas buscaban consolidar la influencia política en la región, pero no tiene
el alcance ni la magnitud de los impulsados por otros países como China.
   Uno de los actores extracontinentales y aliado a Estados Unidos ha
sido Israel, el cual tenía en 1973 30 representaciones diplomáticas en
África, pero como resultado de la guerra contra Egipto varios países
rompieron sus relaciones con Tel Aviv cuando apoyaron la posición de
Egipto. En 1979, con el restablecimiento de sus vínculos con El Cairo,
Israel retomó sus relaciones diplomáticas con Kenia, Angola, Etiopía,
                                       53
     Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
Nigeria, Senegal y Eritrea. En la actualidad dispone de 10 embajadas
y, por ejemplo, desde Dakar, atienden a seis países de la subregión del
África Occidental.
   Desde el 2006 como una iniciativa de la Embajada de Israel en Dakar
y el MASHAV (Agencia de Israel para la Cooperación Internacional para
el Desarrollo) se inició un programa para «aliviar» la pobreza a través de
la innovación agrícola, en un país donde el 75 % de la población activa
depende de la agricultura. Este ha sido uno los sectores priorizados por
Israel en su relación con Senegal. En el plano económico, solo en 2015, ya
el comercio entre ambos se estimaba en más de 100 millones de dólares.
A pesar de sus intereses económicos en Senegal, las relaciones políticas
sufrieron un impase, cuando en diciembre de 2016, Senegal votó a favor
de una resolución de la ONU que prohibía los asentamientos israelíes en
Cisjordania. Esto provocó varios incidentes diplomáticos, pero que fue-
ron zanjados en menos de un año. Tener buenas relaciones con Dakar, le
posibilitaría a Israel un mayor respaldo en su propósito de disfrutar del
estatus de observador dentro de la CEDEAO y con aspiraciones más
ambiciosas de lograr lo mismo en el seno de la UA.
   Al margen de la 51ª Cumbre de la CEDEAO, celebrada el 4 de ju-
nio de 2017 en Monrovia, ambos países decidieron poner fin a la cri-
sis diplomática y acordaron restablecer sus relaciones. En este contexto,
Benjamín Netanyahu invitó al entonces Ministro de Asuntos Exteriores
senegalés, Mankeur Ndiaye (2012-2017) a visitar el Estado judío. La par-
ticipación del Primer Ministro israelí en esta Cumbre de los países de la
                                        54
     Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
CEDEAO indica el nivel de prioridad que Tel Aviv ha dado a los países
de esta subregión. En el marco de dicho cónclave era imprescindible me-
jorar los vínculos con Senegal, uno de los países de mayor prestigio en el
área (Mbaye, 2017).
   La influencia de Israel en África ha tenido como objetivo intentar
romper el consenso de la UA en torno al reconocimiento de Palestina
como Estado independiente. Este tema ha generado tensiones entre Tel
Aviv y varios países africanos, como fue el caso de Senegal. El «recono-
cimiento» por parte de Estados Unidos de Jerusalén como «capital» de
Israel provocó por ejemplo una fuerte reacción del gobierno de Sudáfri-
ca, que incluso redujo el nivel de la representación diplomática israelí en
su país.
   Otro de los temas que ha atizado las contradicciones políticas en el
seno de la UA ha sido la autodeterminación del pueblo saharaui y el
reconocimiento de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD).
La causa saharaui continúa siendo el único caso pendiente de descolo-
nización en el continente. La polarización de las posiciones dentro de
la UA se incrementó tras la entrada, en enero de 2017, de Marruecos a
la organización. Israel ha mantenido un respaldo histórico a Marruecos
contra la autodeterminación del pueblo saharaui y el reconocimiento de
la RASD. Estos elementos constituyen un obstáculo para un mayor acer-
camiento diplomático israelí a la UA. Sin embargo, en el caso de Senegal
su postura al respecto es contradictoria, puesto que por un lado apoya la
causa palestina mientras que por el otro reconoce el territorio del Sahara
                                        55
     Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
Occidental como marroquí. De aquí se derivan las estrechas relaciones
que existen entre Dakar y Rabat.
   Mientras más se profundiza y amplían las relaciones político-diplomá-
ticas de los países africanos y sus organizaciones regionales con un mayor
número de actores extracontinentales, se incrementan también las con-
tradicciones inherentes a los compromisos que estos vínculos demandan.
Temas como la creciente relación multidimensional con China sitúa a
África en mejores posiciones frente a las potencias occidentales e incluso
en los organismos multilaterales, puesto que al ser China miembro del
Consejo de Seguridad de la ONU con derecho al veto, hace que tenga
una postura más alineada con los intereses africanos y que se respalden
en cuanto a las candidaturas para ocupar puestos claves en las agencias
del sistema ONU. Un proceso similar ocurre con Rusia cuyas relaciones
políticas con África todavía no recuperan los niveles previos a la década
de 1990. Otros actores asiáticos con un creciente rol en África han sido
India y Japón. En particular, la India, a pesar de ser miembro del Grupo
BRICS muchas veces sus posiciones en África resultan contrarias a los
intereses chinos, concentrados en las mismas áreas de influencia india y
japonesa en el África Oriental. Con respecto a América Latina, se des-
tacaba un papel político creciente de los gobiernos del Partido de los
Trabajadores en Brasil, los que desde Lula da Silva habían promovido los
vínculos con el África lusófona. Sin embargo, desde el golpe de Estado
parlamentario en Brasil y luego la llegada al poder de Jair Bolsonaro, el
nivel de las relaciones políticas decreció sustancialmente.
                                        56
    Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
   Por otra parte, las relaciones con Israel, Marruecos o Irán –que tam-
bién ha dado pasos en la consolidación de sus vínculos con África para
romper el cerco euro-estadounidense– dividen las posiciones africanas,
en el marco de la Asamblea General de la ONU y en el Consejo de Segu-
ridad. Pero también lo hacen dentro de la UA, donde hay contradicciones
con respecto a temas como el saharaui y Palestina, que pasan por las re-
laciones que tengan dichos países con Francia o Estados Unidos. A pesar
de estas cuestiones polémicas dentro de las agendas nacionales, como
tendencia se ha fortalecido el papel de la UA como un interlocutor por
excelencia dentro del sistema internacional ante cualquier negociación,
sobre todo ante el marcado interés en impulsar sus vínculos económicos.
   La dimensión económico-comercial:
   el eje principal de las contradicciones geopolíticas
   En las últimas décadas, los países al sur del Sahara se han consoli-
dado como mercados para la expansión del capital transnacional y de
las economías emergentes. Esto ha sido posible gracias al crecimiento
poblacional y al consumo interno de una clase media en auge. Las oligar-
quías nacionales y los Estados que éstas representan han aprovechado las
oportunidades de negocio que les brindan la explotación y comercializa-
ción de cuantiosos recursos naturales con alta demanda en el mercado
internacional, así como la riqueza de la biodiversidad y de fuentes de
energía. Todo ello ha incrementado el valor estratégico del subcontinen-
te y por ende los intereses geoeconómicos de una amplia variedad de
actores extracontinentales. África ha podido diversificar sus relaciones
                                       57
     Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
económicas, pero sin dejar de lado sus tradicionales vínculos con las po-
tencias principales.
   En el plano económico, Francia ha gozado de relaciones privilegiadas
con África a raíz de los mecanismos de control financiero que estableció
con el franco CFA, lo que ha mantenido la dependencia de los países por
lo que esta moneda circula con el banco central francés. Este privilegio
no lo tiene otra potencia ex colonial. Por lo tanto, dentro de la UE, Fran-
cia es el principal mercado de las exportaciones africanas, de ahí que París
haya impulsado en el seno de la UE, los principales acuerdos comercia-
les con sus contrapartes africanas. En lo que respecta a la UE, ésta se
encontraba en un proceso avanzado de negociación de los Acuerdos de
Asociación Económica (EPA) con los grupos regionales africanos. Estos
tratados comerciales plantean la liberalización total del comercio de mer-
cancías, los servicios y la inversión. Por el momento, esta liberalización de
las aduanas se realizaría de manera gradual y controlada, en un proceso
que debe terminar sobre el 2022. En el plano concreto de las relaciones
económico-comerciales, el marco regulatorio de los EPA constituye uno
de los temas más polémicos en el nuevo contexto europeo tras el Brexit,
poniendo en cuestionamiento el marco legal de dichos acuerdos.
   Por su parte, las relaciones económicas y comerciales de Estados Uni-
dos con África han mostrado una tendencia a la disminución de su mon-
to general, debido a la reducción del valor de las exportaciones africanas
como resultado de la crisis dentro del sector energético desde 2014. El
petróleo representa más del 40 % de las importaciones de Estados Uni-
                                        58
    Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
dos de África, seguido por los vehículos de motor procedente de Sudá-
frica, que son las únicas manufacturas exportables de la región. Más de
la mitad del comercio de EEUU con África es aportado por Nigeria y
Sudáfrica. Esto indica que no hay una diversificación en las relaciones
comerciales entre ambas regiones. El marco jurídico en el cual se siguen
dando estos intercambios quedó establecido en la AGOA que fuera ac-
tualizada desde el final del mandato de Obama (2015-2025) y retomada
por la administración Trump, como centro de sus relaciones comerciales
con los países africanos.
   Este mecanismo no está exento de fuertes condicionamientos políti-
cos que los países africanos tienen que cumplir para ser «beneficiario».
Incluso algunos han sido excluidos por no cumplir todos los «requeri-
mientos», mientras que otros ni siquiera han llegado a ser parte del mis-
mo. En el 18 Fórum de la AGOA (julio 2018) solo 39 países de la región
resultaron elegibles y quedaron excluidos Ruanda (por sus políticas pro-
teccionistas) y Mauritania (por tema de derechos humanos). Las políticas
arancelarias de Trump sobre el acero y el aluminio, también afectaron
el volumen de las exportaciones totales, en este caso de Sudáfrica. Las
inversiones extranjeras de EEUU de igual forma se concentran en pocos
países: Mauricio, Sudáfrica, Nigeria, Ghana y Tanzania, por lo que tam-
poco son diversificadas.
   Todos estos elementos son importantes para comprender el impacto
de la presencia económica de China en África, cuyos principales intereses
están centrados en el acceso a recursos energéticos y en el desarrollo de
                                       59
     Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
las infraestructuras que permitan interconectar a las economías africanas.
Sin dudas, el gigante asiático se ha convertido en el principal socio eco-
nómico-comercial de la región6 desplazando a Estados Unidos desde el
2009. En el plano económico ha mantenido sus políticas de préstamos
con bajos intereses o el otorgamiento de créditos pagaderos a largo pla-
zo, lo que ha favorecido la disminución de la dependencia de los países
africanos a las instituciones financieras internacionales: FMI y BM. Sin
embargo, existía la preocupación de que se estuviese generando un nuevo
endeudamiento financiero con China. Esta «preocupación» proviene, en
lo fundamental, de los tradicionales acreedores occidentales, que están
perdiendo espacios en el continente.
   El principal proyecto chino en la región es sin dudas la Ruta de la Seda
en su versión marítima. Cuando los acuerdos Transpacífico y Trasatlán-
tico excluían a África, este proyecto chino era el único que incorporaba
a casi todas las regiones del continente de una forma u otra. La nueva
política exterior lanzada por el presidente Xi Jinping, conocida como
Un Cinturón una Ruta (OBOR, siglas en inglés), viene a ser la articulación
estratégica de una serie de iniciativas y proyectos locales y regionales an-
teriores que China había estado adoptando y donde África ha aparecido
con gran fuerza. Con este fin, se han fortalecido los convenios con na-
6 El comercio exterior ascendió en 2014 a 220.000 millones de dólares (incluyendo a
los países de África del Norte). Las inversiones chinas en el continente africano han
aumentado en un 50 % desde el 2010, alcanzando los 100.000 millones de dólares en el
2017 y la tendencia ha sido al aumento sostenido.
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    Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
ciones africanas vinculadas de manera directa o indirecta con dicho plan
estratégico que conecta armoniosamente las subregiones de la franja cos-
tera del Índico –Cuerno Africano y el África Centro-Oriental– además
de Etiopía y Djibouti. Ha existido una fuerte voluntad política por parte
de los líderes africanos de incorporase a este proyecto por los beneficios
mutuos que podría generar.
   Tanto la India, como Japón, Turquía e Israel también han incremen-
tado sus negocios del sector privado a través de iniciativas gubernamen-
tales en diferentes países africanos. Por ejemplo, en 2008, las inversiones
israelíes en África se estimaron en más de 2 mil millones de dólares.
Ocho años después ese monto se ha duplicado. Par el 2017 Israel había
anunciado una inversión en África de mil millones de dólares solo para
el desarrollo del sector de la energía solar. El gigante israelí, Dan Gertler
Investment (DGI), líder mundial en diamantes pulidos, ya está presente
en países como la RDC, Sierra Leona y Liberia. Sudáfrica también es un
socio económico privilegiado de Israel a pesar de que, diplomáticamente,
los dos países aún están distantes.
   El desempeño «positivo» del Producto Interno Bruto (PIB) africano
había sido posible por el aumento de la inversión extranjera y los pro-
yectos de infraestructuras –en su mayoría de capitales chinos– así como
por una relativa estabilidad de los precios de las materias primas. De
esta forma, la región subsahariana se había caracterizado por indicadores
macroeconómicos alentadores como resultado de un crecimiento casi
sostenido de sus principales economías, incluso por encima de la media
                                       61
     Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
mundial. Por primera vez en diez años, las inversiones representaron más
del 50 % del crecimiento del PIB, mientras que el consumo privado re-
presentó menos de 1/3 del mismo. Aun así, el «crecimiento» económico
comenzaba a mostrar cifras inferiores: en 2019 se situó en el 3.4 %. Esta
caída se debió al descenso sostenido de los precios del petróleo des-
de 2014, estabilizados solo de manera coyuntural. Según un informe del
Banco Africano de Desarrollo, esto permitió una proyección del creci-
miento de África del 3.9 % para el 2020, (3.6 % para el África Subsaharia-
na) y de un 4.1 % para el 2021: por debajo de las tasas de los últimos años.
Este lento crecimiento se debería a una expansión moderada de las cinco
economías más importante de la región: Argelia, Egipto, Marruecos, Ni-
geria y Sudáfrica, que tuvieron como promedio un crecimiento del 3,1 %.
   Desde el punto de vista subregional y nacional, los indicadores va-
riaban notablemente. El África Oriental se mantuvo como la subregión
de más rápido crecimiento, con un promedio del 5 % en 2019, seguido
por el Norte de África, con el 4.1 %. La tercera área más dinámica fue el
África Occidental, con el 3.7 % (2019) cuando en el 2018 había sido del
3.4 %. Aquí Nigeria, la principal locomotora económica, debería crecer
solo un 2.2 % (2020). Se planteaba que la zona del franco CFA mostra-
ría buenos indicadores: del 4.7 % (2019) al 4.9 % (2020). Por su parte,
el África Central creció del 2.7 % (2018) al 3.2 % (2019) y la subregión
del África Austral fue la de peor desempeño: decreció del 1.2 % (2018)
al 0.7 % (2019). Esto se debió, entre otros factores, a las consecuencias
devastadoras de los dos ciclones que afectaron la subregión (Idai y Ken-
                                        62
    Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
neth). Sudáfrica solo crecería al 1.1 % en el 2020 (African Development
Bank, 2020).
   Otro aspecto que incidiría positivamente en estos indicadores era la
puesta en pleno funcionamiento del Área de Libre Comercio Continen-
tal (AfCFTA, por sus siglas en inglés), prevista para el mes de julio de
2020 y que fuera igualmente pospuesta como resultado de la pandemia
de la covid-19 para el 2021. La mayoría de los economistas y políticos
africanos, estaban muy optimistas en cuanto a los beneficios de la adop-
ción del AfCFTA. Esta iniciativa de integración económica y neoliberal
significaría unos 16 mil millones de dólares por motivo del incremento
del comercio intrarregional. Pero para ello, se debería producir un esce-
nario óptimo de liberalización del 100 % de las tarifas entre los Estados
miembros. De producirse esto, el PIB del continente podría aumentar, en
valores reales, de 2.1 trillones (2019) a 3 trillones de dólares para el 2030;
es decir, en una década. En este escenario se produciría una ampliación
de hasta un 33 % de las exportaciones intra-africanas y de un 12 % del
aumento en la generación de empleos.
   El análisis también debe centrarse en el hecho de que este crecimien-
to macroeconómico previo escondía las diferencias entre los países, así
como los problemas estructurales y sociales de base, puesto que no signi-
ficaba directamente una modificación del poder adquisitivo de las perso-
nas, ni de la matriz productiva, caracterizada por una primarización de la
actividad económica. En este sentido, el propio informe African Economic
Outlook (2020) señalaba que el crecimiento que se había experimentado
                                       63
     Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
no había sido inclusivo. Solo 1/3 de los países africanos lo habían logra-
do, al reducir tanto los niveles de pobreza como de desigualdad. A pesar
de los progresos económicos en estos países en las últimas décadas, el
continente aún estaba por detrás de otras regiones en «vías de desarro-
llo», en áreas como la educación, la salud y en el sector tecnológico.
   Otros países con crecimiento económico no habían mejorado sus in-
dicadores de reducción de la pobreza, la cual permanecía por encima
de otras regiones. La pobreza extrema en África afectaba al 35 % de la
población para un total de 395 millones de personas. En esencia, el creci-
miento inclusivo –aumento de los niveles de consumo entre las personas
pobres y disminución de la inequidad entre los diferentes segmentos po-
blacionales– ocurrió solo en 18 de los 48 países de ASS. Hay que tener en
cuenta la situación del mercado laboral, donde existe una precarización
de las condiciones de trabajo, un incremento del comercio informal y, por
lo tanto, de un alto por ciento de vulnerabilidad de las personas en edad
laboral. La proporción del empleo en África es del 66 %, lo que supone
que 282 millones de trabajadores vivan en esta situación. En concreto, los
niveles de desempleo superan el 20 % en casi todos los países. En Angola
estaba en el 30 % (2019), en Sudáfrica era del 29 % y en Nigeria del 22 %.
   De acuerdo a otro informe anual, pero de la Brookings Institution
(Foresight Africa Report) los cinco países de mayor crecimiento hasta
el 2024 serían: Senegal (8.3 %), Ruanda (7.9 %), Níger (7.3 %), Ugan-
da (7.2 %) y Mozambique (6.9 %). No obstante, la mayoría de los eco-
nomistas que participaron en este informe, estaban preocupados con
                                        64
    Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
respecto a cómo el cambio climático podría impactar en estos pronósti-
cos: disminución de las cosechas, de la productividad laboral y agrícola,
y daños en la salud humana. Todas estas variables podrían contraer el
PIB general del continente. Este sería el panorama económico africano
previo al estallido de la pandemia de covid-19, la cual sin dudas modifica
cada una de estas proyecciones, agudiza los problemas estructurales de
las economías africanas y paraliza los proyectos integracionistas impul-
sados por la UA.
   En la VII Cumbre de la FOCAC, celebrada en Beijín en 2018, China
había prometido 60.000 millones de dólares adicionales en financiación
para el continente. Esto ha generado una campaña internacional contra
China, acusándola de «nueva forma de colonialismo» en África. A raíz de
la pandemia del coronavirus, China ha tomado una vez más la delantera
en sus relaciones con África no solo incrementado su ayuda –haciendo
efectivo esas cifras prometidas en 2018– sino hasta condonando la deuda
de varios países africanos, actitud que no han asumido ninguno de sus
socios más tradicionales. A su vez, el proyecto OBOR se consolida debi-
do a que el mismo tiene además una arista sanitaria que ha recobrado su
importancia tras el estallido de la pandemia del coronavirus.
   Hasta el momento, son inciertas las repercusiones directas que el
coronavirus tendrá sobre las economías africanas, en particular, en los
procesos de integración, en el flujo comercial, en el sector del turismo,
del transporte aéreo y del sector laboral. África se enfrenta a una crisis
multidimensional que retrotraerá a la región a épocas anteriores a estos
                                       65
     Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
años de «crecimiento» económico y por ende en la consolidación de sus
problemas estructurales. Mientras el mundo va camino a una recesión
económica producto de la pandemia, China avanza en África, retando
cada más los espacios de control tradicional de las potencias occidentales.
Esto, junto a la agudización de la crisis interna y el auge de los problemas
de seguridad, generará mayores contradicciones geopolíticas.
   La seguridad y la defensa como mecanismos de influencia
   geopolítica
   Los problemas de seguridad generados en África han sido utilizados
por las potencias occidentales para incrementar no solo su nivel de influen-
cia política sino también para tener el control militar y así garantizar sus
intereses geopolíticos. Los conflictos armados, la piratería, el terrorismo,
las migraciones ilegales y otros delitos transnacionales son incluidos en
sus agendas de seguridad con la adopción de programas e iniciativas de
diferentes características. El mayor despliegue militar en la región ha estado
tradicionalmente en manos de Francia, quien conservó sus prerrogativas
tras la independencia de estos territorios. Por lo tanto, las iniciativas de se-
guridad que se adoptan en el seno de la UE son en su mayoría presentadas
y apoyadas por Paris, y secundadas por Alemania y España.
   Uno de los aspectos más polémicos dentro de la UE ha sido la adop-
ción de una Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD) que respon-
da a los intereses de los entonces 28 Estados. Esta PCSD ha tenido pro-
blemas para su cohesión debido a las diferencias de intereses en política
                                        66
    Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
exterior en materia de seguridad y defensa entre Reino Unido, Francia,
Alemania y España por una parte y el resto de los Estados miembros con
una política exterior nada proactiva hacia África. La implementación del
leaving puede favorecer una mejor articulación entre Francia y Alemania
en materia de seguridad y defensa, pero al mismo tiempo la reducción de
los presupuestos generales o la reticencia a una mayor contribución de
los Estados, tendrá una afectación sobre las misiones militares y civiles
que la UE tiene desplegadas en suelo africano.
   Si bien Reino Unido no conservó un amplio y fuerte dispositivo mi-
litar en África como sí lo hicieron los franceses, sus fuerzas armadas
han estado presente en varios escenarios de conflictos ya sea aportan-
do tropas o apoyo logístico, de manera bilateral como multilateral. En
perspectiva histórica, los británicos encabezaron la intervención militar
para la «lucha» contra la piratería en el Golfo de Adén desde el 2008. Al
mismo tiempo se han hecho presente y apoyado las misiones de la UE en
la RDC en 2003 y en 2006, en Chad en 2008 y 2009, en la RCA en 2014
y 2015. También los servicios secretos ingleses han estado operando en
alianza con la CIA por ejemplo en la «lucha» contra el terrorismo. El
último ejemplo fue en Nigeria a raíz de los masivos secuestros de Boko
Haram (Silverio, 2018c).
   En el marco de la lucha contra el terrorismo desatada por el presi-
dente Bush, el 1 de octubre de 2007, se creó el AFRICOM, el cual no
comenzó sus operaciones hasta octubre de 2008, pero desde su sede pro-
visional en Stuttgart, Alemania, ya que la mayoría de los países se negaron
                                       67
     Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
a albergarla.7 La excusa inicial para su creación fue el enfrentamiento al
terrorismo «islámico», pero su objetivo real era aumentar la presencia
geopolítica de los Estados Unidos en el área. El ex Secretario de Defensa,
Robert Gates señaló, al referirse a este comando, que sus tareas principa-
les serían reforzar la asociación en materia de seguridad; incrementar las
habilidades en las tácticas antiterroristas en los países receptores; apoyar
las estructuras de seguridad de las organizaciones subregionales; y, si fue-
se necesario, conducir las operaciones militares en el continente (López
Blanch, 2011). El AFRICOM está involucrado en casi 38 países africanos
con una agenda de entrenamiento a las fuerzas antiterroristas, por ejem-
plo, en: Chad, Kenia, Mali, Mauritania, Níger, Nigeria, Tanzania y Sierra
Leona, sin contar su principal base militar emplazada en Djibouti.
   La principal estrategia de lucha contra el terrorismo implementada en
la zona de Sahel por el AFRICOM, recibió el nombre de Iniciativa Transa-
hariana de Lucha contra el Terrorismo (TSCTI). Luego de creada en 2005,
extendió sus áreas de operaciones hacia Argelia, Marruecos, Túnez, Sene-
gal, Ghana, Nigeria, Sudán y Sudán del Sur. Las misiones de EEUU se han
concentrado en el entrenamiento a las tropas de países del África Occiden-
tal y Central para enfrentar el terrorismo, la piratería y el tráfico de drogas,
tres de los principales problemas que afectan a la región, mediante el envío
7 Liberia y Marruecos fueron los únicos dos países que se ofrecieron para albergar el
Cuartel General del AFRICOM, mientras que la Comunidad de Desarrollo del África
Austral (SADC) se cerró a toda posibilidad de que alguno de sus Estados miembros
albergase al ejército estadounidense.
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    Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
de instructores estadounidenses y la realización de ejercicios militares con-
juntos. Tanto la administración Bush como de la de Obama argumentaron
que el objetivo principal del AFRICOM era «profesionalizar a las fuerzas
de seguridad» en países claves en el continente. Al final enmascaraban sus
acciones con una supuesta ayuda humanitaria.
   De igual manera, en la Estrategia de Seguridad Nacional de la admi-
nistración de Donald Trump de 2017 aparecía el tema del combate al
terrorismo como unas de sus prioridades de política exterior. En lo rela-
cionado a África, el documento señalaba:
   Muchos Estados africanos son un campo de batalla del extremismo
violento y del terrorismo yihadista. El ISIS, Al Qaeda y sus afiliados ope-
ran en el continente y han incrementado la letalidad de sus ataques, se
han expandido a nuevas áreas y han tomado como blanco a ciudadanos
e intereses estadounidenses. Las naciones africanas y las organizaciones
regionales han demostrado su compromiso para enfrentar la amenaza de
las organizaciones yihadistas-terroristas pero sus capacidades en materia
de seguridad permanecen débiles. (The White House, 2017: p. 52).
   La mayor prueba de su presencia militar en el Sahel, lo constituyó la
muerte de cuatro soldados de las fuerzas especiales, en Níger, en octubre
de 2017, cuando miembros de Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI)
emboscaron a una patrulla mixta conformada por doce efectivos de ope-
raciones especiales y 30 soldados de Níger (Barro, 2018). A raíz de estos
acontecimientos, el General Thomas D. Waldhauser, Jefe del AFRICOM,
                                       69
     Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
afirmó que se incrementarían las medidas de seguridad a sus tropas so-
bre el terreno con el respaldo de drones y vehículos armados cuando
acompañasen a las fuerzas locales en operaciones en el terreno. (Petesch,
2018). Oficiales del Departamento de Defensa declararon que los «es-
fuerzos» antiterroristas de EE.UU se debían concentrar más en África
a causa del retroceso del autodenominado grupo del Estado Islámico
(ISIS) en Siria y plantearon que aquí existen las condiciones para que el
ISIS incrementase su presencia. A raíz de la muerte de los militares esta-
dounidense en Níger, se confirmó la noticia de que EE.UU tenía desple-
gados aquí 800 efectivos, lo que tomó por sorpresa a varios senadores y
congresistas (Grier, 2017).
   En noviembre de 2017, Níger había dado la aprobación para que los
aviones no tripulados estadounidenses portasen armas y realizaran ataques
en su territorio contra los grupos terroristas. De acuerdo con el AFRI-
COM, EE.UU debía comenzar a armar los drones emplazados en Níger
para labores de recolección de inteligencia, vigilancia y reconocimiento.
Desde inicio de 2018, estos artefactos comenzaron sus operaciones en
el área, según declarara Samantha Reho, portavoz del AFRICOM. Los
drones, del tipo MQ-9, se encuentran en la Base Aérea 101 en Niamey
y eventualmente podrían trasladarse hacia la Base Aérea 201 que se está
construyendo en la región del Agadez con un costo de 110 millones de
dólares (News 24, 2018). Esta instalación constituye una muestra clara de
la ampliación de la presencia militar de Estados Unidos en África, al ser la
mayor obra que se esté llevando a cabo en este continente, después de las
                                        70
    Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
emplazadas en Camp Lemonier, en Djibouti. De esta forma, se comen-
zaría a utilizar el mismo patrón que EEUU emplea contra Al Shabaab en
Somalia, realizando ataques contra sus campos de entrenamiento y líderes.
   El AFRICOM ha incrementado sus niveles de operacionalización en
el continente africano sobre todo a través del uso de los drones e imá-
genes satelitales. Esto se ha expresado en la puesta en completa dispo-
sición combativa para intervenir de manera rápida en caso de amenazas
a sus intereses, en apoyo a las misiones de mantenimiento de la paz, las
misiones humanitarias y ofreciendo respaldo logístico para el traslado
de tropas africanas, de la ONU o de la UE hacia los escenarios de crisis
políticas o conflictos armados. Según el Jefe del AFRICOM, el General
Tohmas Waldhuser, EE.UU tiene planteado reducir en un 10 % el núme-
ro de sus efectivos en África. Esto pareciera una contradicción, pero en
la práctica las capacidades militares desplegadas y las relaciones con sus
socios estratégicos, no solo los europeos sino sus aliados en las diferentes
subregiones, les permiten tener el control militar sin que se vean en la
necesidad de tener muchas tropas desplegadas.
   Como parte de esta lógica, el Comando de Operaciones Especiales
del AFRICOM ha continuado con sus ejercicios militares tácticos en
unión a las unidades de operaciones especiales de países occidentales, la
mayoría de ellos miembros de la UE y los ejércitos africanos.
   Este Ejercicio multinacional y anual recibe el nombre de FLINT-
LOCK y tiene como objetivo el intercambio de técnicas, tácticas y pro-
                                       71
     Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
cedimientos en la lucha contra el terrorismo y el crimen organizado en la
región del Sahel. La edición de 2018 se celebró en Níger, en cuya capital
se encontraba el Cuartel General del ejercicio y en la Base Operativa
Avanzada (FOB) en el vecino Burkina Faso y en Senegal, entre el 11 y el
20 de abril. Por la parte africana estuvieron: Níger, Burkina Faso, Senegal,
Camerún, Chad, Malí, Mauritania y Nigeria, mientras que por los paí-
ses extrarregionales estuvieron EE.UU, Reino Unido, España, Alemania,
Holanda, Italia, Austria, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Noruega y Polonia
(Estado Mayor de la Defensa, 2018).
   Más de 2 000 miembros de 30 naciones africanas y occidentales par-
ticiparon en «Flintlock 2019» en múltiples ubicaciones en Burkina Faso
y Mauritania, del 18 de febrero al 1ro de marzo de 2019. Las naciones
africanas incluyeron a Argelia, Benín, Burkina Faso, Camerún, Cabo Ver-
de, Chad, Ghana, Guinea, Guinea-Bissau, Mali, Mauritania, Marruecos,
Níger, Nigeria, Senegal y Túnez. Como se puede apreciar, Senegal ha
estado presente en las últimas ediciones de este ejercicio estratégico bajo
el mando del AFRICOM, lo que indica cómo Washington ha potenciado
sus vínculos militares con los aliados regionales para impulsar sus agen-
das políticas hacia las subregiones en las que estos países influyen. A la
par, han incrementado sus relaciones político-militares con otros países
de menor peso como pueden ser los del Sahel, a través de la asistencia
financiera y logística.
   Desde el punto de vista militar se ha producido además un incremen-
to de la presencia de asesores del Mossad en actividades de inteligencia
                                        72
    Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
en estrecha relación con Estados Unidos, utilizando el terrorismo como
«amenazas» a su seguridad. Los militares israelíes están presentes en las
labores de instrucción de los efectivos africanos en países como Etiopia,
Ghana y Kenya. Sus labores de inteligencia se han concentrado en los
países del África Oriental. Por su parte, China, India y Japón todavía no
tienen una presencia militar notable en África. Japón dispone de su única
base fuera de su territorio desde la Segunda Guerra Mundial en Djibouti.
El 1 de agosto de 2017 se efectuó la ceremonia de apertura de un «centro
logístico» chino también en Djibouti, a 15 minutos por carretera de la
base estadounidense. Hasta la fecha, China plantea que no tiene la inten-
ción de convertir esta facilidad logística en una base militar. Sin embargo,
no es para nada descartable que esto ocurra dada la importancia geoes-
tratégica del Cuerno Africano, donde hay tantos intereses en juego. Por
su parte, Rusia ha firmado al menos 19 acuerdos de cooperación militar
con Estados africanos desde 2014. Estos incluyen venta de armamentos
por ejemplo a Argelia o Sudáfrica, intercambio de inteligencia o entrena-
miento militar. Incrementó su colaboración con Sudán y en RCA desple-
gó 200 efectivos y personal de seguridad desde 2017. Estos pasos, tanto
de China como de Rusia todavía no logran romper la hegemonía militar
franco-estadounidense ni cambiar dicha correlación de fuerzas. Hasta el
momento, las contradicciones geopolíticas entre estos actores no han
tenido una expresión en el plano militar, como sí ocurre por ejemplo en
el Norte de África y el Medio Oriente, sino más bien se manifiestan en la
dimensión político-diplomática y sobre todo en la económico-comercial.
                                       73
     Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
   Algunas conclusiones
   El África Subsahariana ha estado bajo la influencia económica, polí-
tica y militar de las potencias europeas primero –fundamentalmente de
Francia y Reino Unido– y luego del imperialismo estadounidense, sobre
todo desde la década de 1990, donde hubo una explosión en la cantidad e
intensidad de los conflictos armados. Las potencias occidentales han uti-
lizado los problemas de seguridad como pretexto para tratar de legitimar
el aumento de su presencia militar a través de la OTAN y el AFRICOM.
De esta forma, buscan extender el acceso y control a los recursos natu-
rales del área bajo la amenaza y uso de la fuerza militar si fuera necesario.
   Los diferentes actores no tradicionales han diversificado sus relacio-
nes político-diplomáticas y ampliado su intercambio económico-comer-
cial, pero también han dado pasos a incrementar sus acciones en materia
de seguridad y defensa para así poder respaldar sus intereses económicos.
Esta creciente proyección multisectorial por parte de actores no tradi-
cionales como China, India, Rusia, Japón, Israel, Turquía e Irán también
incrementará las contradicciones entre ellos por el fortalecimiento de sus
áreas de influencia geopolítica.
   Esta afluencia de nuevos actores extracontinentales ha sido apro-
vechada positivamente por los países subsaharianos, aumentando sus
posibilidades de gestión y diversificación de sus relaciones económi-
co-comerciales y políticas. No obstante, con la ampliación de las opor-
tunidades en la esfera del comercio y la colaboración ofrecida por estos
                                        74
    Capítulo 1: África Subsahariana: ¿un nuevo espacio de disputa geopolítica?
nuevos actores, no se ha producido una disminución de la dependencia
africana al sistema financiero internacional. Las empresas transnacionales
de los principales centros de poder capitalista continuan dominando las
economías subsaharianas. Por todas estas razones, África se perfila como
una nuevo espació de disputa geopolítica entre los poderes establecidos
y los emergentes.
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               Capítulo 2: Coyunturas (del norte) de África en los
                      comienzos de la pandemia imperial
                        CAPÍTULO 2
 Coyunturas (del norte) de África en los comienzos
                   de la pandemia imperial
                                                           Ramiro de Altube
                                     ¿Pueden imaginar un sacrilegio más terrible,
                                            que el que nuestra amada República
                                            esté en las manos de unos dementes?
                                                                  (Julio César)
La historia de largo plazo de África, encarada desde un punto de vis-
ta no orientalista, nos permite considerarla como una unidad histórica
desde muchos puntos de vista, entre los cuales se destacan rasgos de la
comunidad doméstica de aldeas, redes de intercambio comercial y cultu-
ral, formas de organización social con relaciones de explotación de baja
intensidad, formas estatales y concepciones de poder así como prácticas
culturales y religiosas basadas en conceptos análogos (Ki-Zerbo, 1980).
Sin embargo la similitud de las formas ha sido puesta en duda y la conti-
nentalidad debe ser reformulada como parte de una política académica.
Por ello una introducción a determinados derroteros del norte de África
debe comenzar reivindicando la africanidad de esta región de África.
                                    79
                Capítulo 2: Coyunturas (del norte) de África en los
                       comienzos de la pandemia imperial
   La historiografía hegemónica ha sabido cuestionar la perspectiva de
la continentalidad por diversos motivos, entre los cuales se destaca la
supuesta objetividad de un Sahara que hizo que el norte formara parte
de un mundo diferente, pero la significación siempre estuvo en disputa,
como una relación de fuerzas, al respecto de lo cual podemos recordar
las palabras de Kwame Nkrumah en plena construcción política de las in-
dependencias: «Hoy el Sáhara es un puente que nos une» (Woddis, 1960).
Ese espíritu de época entronca por distintas vías con las investigaciones
de Martín Bernal o Cheikh Anta Diop, quienes han tenido que reivindi-
car la propia historicidad del continente y hoy siguen formando parte de
un espacio contrahegemónico de consideraciones, sospechados incluso
por sus descendientes (García Moral, 2017; Bernal, 1993).
   Conocemos las formas a través de las cuales la sociedad egipcia antigua
ha sabido ser ubicada como «cuna de la civilización» (ella, una, mientras
la occidental fue transformada en civilización general) o anexo cultural
del mundo helénico, un apéndice de lo europeo a través de una operación
cultural de la dirección occidental o vanguardia civilizatoria de la mo-
dernidad, lo cual ya nos sugiere la idea de un Imperio, entidad que sabe
metropolizar aquello que le viene bien mientras cosmopolitiza lo propio.
Luego de los siglos «oscuros» el período posterior –desde el siglo VII– ha
encontrado la luz a partir de la difusión del Islam y su influencia positiva
sobre pueblos y reinos previos, algunos de los cuales parece que fueran
africanos a medias. ¿Identificar a África con el subsahara es consecuencia
de la negritud? Pensémoslo en términos de universo simbólico, no de
                                      80
                  Capítulo 2: Coyunturas (del norte) de África en los
                         comienzos de la pandemia imperial
objetividad de las regionalizaciones históricas. Desarrollos históricos de
convivencia y potenciación de culturas en una extensa etapa histórica en
la que Europa –desde el punto de vista de la historiografía posterior–
supo mantener su unidad histórica a pesar de estar trascurriendo cir-
cunstancias muy negativas en términos de «desarrollo». El bilād as-sūdān
funcionaba como centro de confluencia e influencia históricas (Toure,
2006) y a nadie se la ha ocurrido transformar su periodización en una
universal y mucho menos medir la historia europea con los parámetros
de la africana.
   La reconstrucción histórica de África, por lo tanto, no exceptúa la ne-
cesidad de una valoración historiográfica que cuestione los valores de la
modernidad occidental. En medio de la tremenda crisis mundial que es-
tamos viviendo (con curva ascendente desde 2008) como corolario de la
cual en plena pandemia de covid-19, más de tres mil millones de personas
no tienen acceso al agua potable (Europa Press, 21-3-2020), ¿podemos
seguir pensando que el capitalismo ha sido la civilización más avanzada
que la humanidad produjo?, ¿realmente esperamos que el «desarrollo»
burgués «derrame» como avizoraba Adam Smith (antes de la revolución
industrial), en algún momento, sus beneficios en el conjunto de la pobla-
ción mundial?; en tanto historiadores ¿futurizamos que la desigualdad se
resuelva en los marcos de este régimen de dominio histórico?.
   Desde el siglo XVI la avanzada europea ha forjado un mercado de
carácter mundial (Marx, 1973) y la economía-mundo (Wallerstein, 2006)
ha devenido luego en sistema que, al mismo tiempo que globaliza ciertas
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                Capítulo 2: Coyunturas (del norte) de África en los
                       comienzos de la pandemia imperial
relaciones y productos, establece una dirección jerárquica de las mismas.
A la dimensión global –destacada por Wallerstein– ha acompañado una
dimensión imperial de carácter multirradial centrada primero en Europa
y luego en Estados Unidos. En ese sentido las relaciones de dominio y
explotación de Occidente sobre los territorios y Estados africanos no
han sido, ni serán nunca, absolutas sino relativas a un conjunto de posi-
ciones y relaciones de poder, de legitimidad y de fuerza. Las relaciones de
cinchada por el control de territorios y recursos, y las relaciones políticas
de sometimiento de Estados y Gobiernos han tenido su periodización
específica –aquello que Amin llamaba las etapas en de la división interna-
cional del trabajo– determinada principalmente por Occidente, en tanto
locomotora del tren imperial. El desarrollo del modo de producción ca-
pitalista ha dado a este proceso una potencia productiva y una estructura
de sustento que lo han convertido en sistema con usinas económicas, po-
líticas y culturales multicéfalas que –a través de la hegemonía– establecen
la dirección del conjunto.
   Si la etapa imperialista juega en la conformación de este Imperio un
período clave –asociado en África al proceso de colonización–, el pe-
ríodo de las guerras mundiales ha devenido luego en una crisis de legiti-
midad de esos controles estatales formalmente directos por parte de las
metrópolis. En el contexto de la Guerra Fría, en un mundo más clara-
mente bicéfalo, los Estados africanos formalmente independientes han
recorrido derroteros de menos democratización que desracialización en
la gestión del Estado central pero manteniendo las dualidades políticas
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                Capítulo 2: Coyunturas (del norte) de África en los
                       comienzos de la pandemia imperial
del Estado colonial (Mamdani, 1998). La continuidad de esas dualidades
entre derecho civil (imperial) restringido y derecho consuetudinario tergi-
versado (primero y en muchos casos cristalizado después), han significa-
do empujes al mismo tiempo que límites en la construcción de las celulas
africanas del sistema-mundo.
   Somos ciudadanxs del mundo y súbditxs de un Imperio al mismo
tiempo, ambas cosas cuanto menos con la misma entidad y relevancia en
la determinación de nuestras vidas. Pero no un Imperio que se contra-
pone a los Estados-Nación sino uno que se sirve de ellos y que intenta
(por supuesto) orientar en ellos la forma y el significado de las Repúblicas
(u otros regímenes políticos minoritarios). Es más, tales Repúblicas han
surgido en el seno de la construcción del liderazgo occidental, desde el si-
glo XVI. Ese recorrido ha encontrado y fortalecido al capitalismo como
modo de producción dominante de bienes materiales desde fines del siglo
XVIII pero ha atravesado distintas etapas que si una característica tienen,
es la velocidad de sus transformaciones (en términos de forma) al mismo
tiempo que la continuidad de sus relaciones principales (en términos de
contenido). Creemos por tanto que en ese horizonte debe inscribirse la
historia de África tanto la de cada una de las regiones del mundo.
   En esta trayectoria de larga duración el período de la post-guerra fría
ha agudizado el grado de concentración de la dirección económica del
sistema-mundo –aún más luego de la crisis de superproducción de 2008
que la quiebra de las hipotecas subprime hizo estallar– una crisis relativa,
entre otros elementos, a la capacidad de compra de lxs propixs trabajores
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                Capítulo 2: Coyunturas (del norte) de África en los
                       comienzos de la pandemia imperial
del planeta, es decir, a la parte que les toca en la distribución del plus-
valor mundialmente producido. Hoy en día, unas 147 corporaciones, la
gran mayoría de ellas de asiento en Europa y Estados Unidos, asociadas
y organizadas, lideran la producción mundial ocupando el rol de la lo-
comotora del conjunto. En 2012 estas corporaciones constituían solo el
1 % de los conglomerados empresarios del planeta y controlaban ya el
40 % de la riqueza del globo (Cuba Debate, 6 de noviembre de 2012). El
estudio que cita el periódico cubano fue resultado de una investigación
de Stefania Vitali, James B. Glattfelder y Stefano Battiston, de la Univer-
sidad de Zurich (Suiza) quienes publicaron su trabajo bajo el título «La
Red de Control Corporativo Global» (The Network of Global Corporate
Control) en la revista científica PlosOne.org. Luego de analizar el com-
portamiento de unas 43 mil corporaciones transnacionales y su trama
de negocios llegaron a las siguientes conclusiones: «Un pequeño grupo
de 147 grandes corporaciones trasnacionales, principalmente financieras
y minero-extractivas, en la práctica controlan la economía global […] la
tela de araña de la propiedad entre ellas forma una ‘súper entidad’ que
controla el 40 por ciento de la riqueza de la economía global. El pequeño
grupo está estrechamente interconectado a través de las juntas directivas
corporativas y constituye una red de poder que podría ser vulnerable al
colapso y propensa al ‘riesgo sistémico’».
   Las locomotoras de ese tren-sistema en movimiento son estas inmen-
sas compañías financieras y mineras que constituyen la dirección econó-
mica del Imperio. El grado de concentración del capital plasmado en esta
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                Capítulo 2: Coyunturas (del norte) de África en los
                       comienzos de la pandemia imperial
super-entidad es tal, que las cantidades absolutas de valor que tienen que
producir y realizar para mantener la tasa de ganancia en un nivel acorde
a su concentración –que garantice su continuidad– son extremadamente
elevadas. El grado de composición orgánica (CO) posibilita niveles de
producción de plusvalor extraordinarios, pero ello trae problemas de otra
índole, la centralidad de su reproducción se ubica, a partir de ahora, no
en el plano del proceso de trabajo de las mercancías de vanguardia sino
en el control de los recursos energéticos y materias primas estratégicas.
Allí el continente africano juega un rol muchísimo más relevante de lo el
propio Imperio reconocerá jamás, el dominio de sus territorios se pre-
senta como crucial para el funcionamiento del conjunto. Esto explica que
las políticas llevadas adelante por los principales Estados de Occidente
estén centradas en el dominio y la explotación de los Estados africanos,
la desestabilización de sus gobiernos, el cuestionamiento de la soberanía
sobre sus recursos y el freno a los procesos de acumulación de carácter
local, que no son aceptables desde el centro (Trapido, 2015/2016).
   El conjunto del funcionamiento del sistema-mundo con sus extre-
madas demostraciones de innovación tecnológica y riqueza, todo el des-
lumbrante modo de vida de las sociedades occidentales a las que los lati-
noamericanxs pertenecemos –aunque sea de forma marginal–, dependen
de la explotación de África. La reproducción de las 147 corporaciones,
garantizada la producción del valor suficiente, depende del control de
materias primas estratégicas al inicio del proceso y de la realización en
mercados «globales» al final del mismo. Esa es la situación crítica que la
                                      85
                 Capítulo 2: Coyunturas (del norte) de África en los
                        comienzos de la pandemia imperial
covid19 afila dramáticamente en el contexto de la crisis de superproduc-
ción iniciada en 2008.
   El doble rostro de Occidente (las 147 corporaciones asociadas y los go-
biernos de las principales potencias) se muestra en su permanente difusión
de la República, como forma de organización política, celular del entra-
mado imperial, que por lo tanto adquiere una dimensión colonial y orien-
talista, de la misma manera que supo hacerlo, por ejemplo y salvando las
diferencias, el Imperio Romano. Por ello las significaciones al respecto de la
República y la Democracia no coinciden muchas veces con las significacio-
nes nacionales, regionales o locales. La degradación de los gobiernos que,
en paises periféricos, no defiendan los intereses del bloque hegemónico
mundial, encuentra diversos canales cuya fórmula principal es denunciar la
mala gobernanza en todas sus variantes, en un juego de presunción de ver-
dad moral como resultado del dispositivo de poder hegemónico (Gramsci,
1980). Este dispositivo hace las veces de bisagra con las leyes, incuestio-
nables también (y elaboradas «científicamente») de la (macro) economía
capitalista (Kohan, 2000).
                                         II
   Estas consideraciones atañen directamente la comprensión de la ac-
tual etapa de la historia africana y cada una de sus regiones. En los inicios
de la difusión de la pandemia de la covid-19 el norte africano transita
coyunturas singulares que nos permitirán ver algunas problemáticas re-
levantes de la unidad africana y la dimensión imperial o sea su relación
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                Capítulo 2: Coyunturas (del norte) de África en los
                       comienzos de la pandemia imperial
con el Imperio, su forma de participación en él. En el corto plazo sigue
determinado principalmente por los avatares y recorridos consecuentes a
la denominada “primavera árabe” cuya dimensión regional debe enmar-
carse también en la misma relación.
   En Egipto, luego de la llegada al poder del bloque liderado por los
Hermanos Musulmanes -con la efímera presidencia de Mohamed Morsi
y el Partido de la libertad y la Justicia en 2012-, el bloque opuesto lidera-
do por el actual y presidente desde 2014 Abdel Fattah Al Sissi, se ha ido
consolidando en el poder, luego del golpe de Estado de 2013 y dos elecc-
ciones ganadas en 2014 y 2018. Aquí se enfrentan dos proyectos políticos
surgidos luego de la Segunda Guerra Mundial, el nacionalismo militar y el
islamismo, en una alternancia que estuvo marcada principalmente por el
apoyo occidental al proyecto de Morsi luego de la caida en desgracia de
Hosni Mubarak en medio de las protestas de 2011, también monitoriadas
por Occidente. Al respecto y para romper el maniqueismo de los medios
hegemónicos sobre esta alternancia, el periodista Thierry Meyssan plan-
tea que: “el gobierno de Mohamed Morsi no fue derrocado por un golpe
de Estado militar sino porque el ejército respondió al llamado político
de los principales sectores de la sociedad egipcia, movilizados en las más
importantes manifestaciones de la historia de Egipto, que exigieron aque-
lla intervención de los militares» (Red Voltaire, 18-6-2019). Desde esta
perspectiva el simplismo de las manipulaciones se acaba en el análisis de
las relaciones de fuerza social; a la corta o a la larga termina gobernando
aquel proyecto que consiga consolidar una fuerza social más potente. Allí
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                Capítulo 2: Coyunturas (del norte) de África en los
                       comienzos de la pandemia imperial
es donde hace cuña e interviene el Imperio desde sus diferentes sectores
de poder.
   El fallido intento, imposible de sostener desde la sociedad civil, de
crear una fuerza social islamista modernizada y dirigida por los Herma-
nos Musulmanes desde el Estado, dio lugar a un nuevo gobierno del
nacionalismo militar que a pesar de haber divorciado el entramado insti-
tucional del aparato político –durante décadas de partido único (Kandil,
2013)– ha conseguido consolidarse. Entre otras cosas esto implica que se
presenta como la mejor opción para un «sistema-mundo» que fomentó
el enjuiciamiento de Mubarak y hoy establece vínculos coloniales con el
nuevo gobierno. Las relaciones de fuerza internas se definen teniendo
como uno de sus elementos constituyentes los apoyos externos, de tal
forma las conducciones políticas locales se ofrecen como el mejor trato
a la dirección de la denominada Comunidad Internacional. De la mis-
ma manera las relaciones externas se constituyen teniendo en cuenta las
fuerzas internas y su construcción en términos de fuerza social y estatal.
   Pero a ese respecto no siempre la conducción del Imperio (Hardt/Ne-
gri, 2012) se relaciona unívocamente con los Estados-Nación subordina-
dos, más bien es a la inversa, sobre la base de un consenso por parte de
las potencias principales del Imperio al respecto de la reproducción de la
subordinación, luego la misma es objeto de diferentes estrategias. En el
caso de Egipto esto se nota con la doble política de apoyo recibido por
parte de la presidencia de Norteamérica y de fuerte cuestionamiento por
parte de otros sectores. En abril de 2019 Al Sissi fue recibido en la Casa
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Blanca al son de: “es un gran presidente y está haciendo un gran trabajo”
en palabras de Trump y una administración que decía que ambos países
«nunca han tenido una relación mejor» (Efe, 9-4-2019). Aquí se acerca una
cuestión central que expresaron los mandamases del gobierno norteame-
ricano en esa oportunidad en respuesta a las críticas recibidas -incluso por
el mismo poder legislativo norteamericano– en relación con las tendencias
«autoritarias» del gobierno egipcio. La respuesta fue y es clave (de interpre-
tación actual): «la Casa Blanca tiene que ‘equilibrar su mensaje de apoyo a
las ‘instituciones’ democráticas con ‘los intereses de seguridad nacional de
Estados Unidos’» (Efe, ídem). Ese señalamiento pone en su lugar la políti-
ca de difusión de la “democracia” desde el principal centro político-estatal
del sistema-mundo para que podamos ubicarla con claridad. Desde Occi-
dente, en la actual coyuntura, la centralidad de la alianza con Egipto tiene
que ver con la cuestión de Medio Oriente, el denominado «Acuerdo del
Siglo» y la tentativa de ubicar -como continuidad del proyecto sionista- a
los palestinos de Gaza en la Península del Sinaí. No es poca cosa, en mu-
chos sentidos, siendo el primero de ellos el fortalecimiento de los vínculos
entre EEUU e Israel y la concreción de un proyecto centenario que se ha
ido cumpliendo con mucha precisión temporal.
   En septiembre de 2019 y en medio de protestas populares que re-
cordaban lo primaveral de la primavera (transformada luego en invierno
crudo), el presidente norteamericano ratificaba la alianza con el nacio-
nalismo militar egipcio «no socialista». Aquí el error de interpretación
reside en que lo circunstancial –por más carga maquiavélica que se le
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ponga– nos obnubile al respecto de la forma; no hay que confundir apo-
yo internacional con apoyo entre iguales, de ninguna manera. En diciem-
bre de 2019 la avanzada norteamericana también citaba a Egipto como
aliado suyo y de Turquía en la compleja reorganización institucional –a
través del conflicto militar– que vive Libia. Pero la alianza de USA con
Egipto, apuntalada en varios frentes, no es una alianza entre iguales sino
una alianza de carácter colonial, jerárquica, aun cuando en la superficie
beneficie a los poderosos de ambos países y direccione el curso de los
acontecimientos, es decir, del proceso histórico (o justamente por ello),
algo que J-F. Bayart omite tener en cuenta (Bayart, 1999) en sus elabora-
ciones al respecto de las «políticas del vientre» y la «extraversión».
   La relación asume la tradicional y nunca interrumpida forma orienta-
lista como conjunto de representaciones –contracara del occidente-cen-
trismo– y sus tópicos legendarios, tal cual fueron planteados por el egip-
cio Anouar Abdel Malek (1963) y el palestino Edward Said (1990). El
principal de esos tópicos es, por supuesto, que «Oriente» (y aquí hay que
incluir desde nuestra mirada a todo el continente africano) no tiene ca-
pacidad adecuada para gobernarse a sí mismo y necesita de la guía de las
potencias occidentales. En ese sentido esta alianza es también colonial
más allá de las independencias formales e implica el fortalecimiento de
determinados jefes políticos nacionales al mismo tiempo que su control
y sometimiento por parte de la(s) metrópoli(s) (la dirección es multi-
céfala y hegemónica, no monolítica). En muchas coyunturas africanas
actuales esta dimensión imperial plasmada en lo nacional y local clarifi-
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ca el entendimiento y aporta muchísima capacidad explicativa. Ayuda a
comprender, por ejemplo, cómo el fortalecimiento de liderazgos se halla
combinado con los procesos de desestabilización que la propia dirección
del Imperio lleva adelante forjando de esta manera (en esa relación de
fuerzas) aliados lo más adecuado posibles en los territorios nacionales.
   En el caso de Egipto lo anteriormente expresado se muestra con
claridad en el intenso martilleo mediático de la Agencia Bloomberg
al respecto de los “excesos de población” en el país de las pirámides:
«Un aspecto central del aumento en la tasa de natalidad es un fracaso
de la gobernanza. Cuando la Agencia de los Estados Unidos para
el Desarrollo Internacional dejó de financiar programas egipcios de
planificación familiar en 2008, la tasa de natalidad por mujer se había
reducido a 3.0 bebés desde 5.6 en 1976. El uso de anticonceptivos
aumentó 18.8 % a 60.3 % durante ese tiempo. Estados Unidos ha-
bía gastado 376 millones USD en iniciativas de planificación familiar
durante ese período. […] Pero desde entonces, los gobiernos de El
Cairo han ignorado en gran medida el problema, y las tasas de natali-
dad han aumentado de nuevo a aproximadamente 3.5 por mujer, muy
por encima del promedio de 2.8 en Oriente Medio y África del Norte»
(Bloomberg.com, 17-2-2020). La operación que se realiza en uno de
los diarios más respetados de Europa, al respecto del aumento po-
blacional en el país africano va en la misma dirección, mostrándonos
que se trata de la construcción de un sentido común de dominación
imperial que se construye desde el (multi)centro: «Egipto tenía una
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población de alrededor de 90 millones en 2013, cuando el general
Abdelfattah Sissi derrocó, por un golpe militar, al único presidente
elegido democráticamente en la historia del país, el islamista Moham-
med Morsi, en el poder durante un año. Promovido a mariscal, an-
tes de ser «elegido» en 2014 Sissi abandonó sus títulos militares para
acreditar el mito de una presidencia «civil» de la República. “Reelegi-
do” en 2018 en condiciones aún más cuestionables que cuatro años
antes, pero todavía en un 97 %, Sissi ha recortado una Constitución
a su medida que le permite aferrarse a la presidencia hasta 2030. La
población egipcia, que ya ha superado el hito de 100 millones de ha-
bitantes, debería alcanzar el 120 millones, una duplicación en menos
de cuarenta años. Fue solo recientemente que Sissi se dio cuenta de
la amenaza a la estabilidad de Egipto que representaba la bomba de
tiempo demográfica, ahora colocada al mismo nivel que el desafío ‘te-
rrorista’.» (Le Monde, 1-3-2020). La prensa europea, usina ideológica,
espacio de debate de problemáticas de dominación, preocupada por
la estabilidad política de Egipto. Dentro del consorcio de dominio las
diferentes cabezas participan de la dirección: «La pandemia del coro-
navirus pone en jaque a los 100 millones de egipcios», titula el Diario
El País –de España para más datos– el día 31 de marzo de 2020, en
el mismo momento en que el número de casos confirmados llegaba
en Egipto a 656, con una cifra de 41 personas fallecidas (Xinhua, 31-
3-2020) y el país ibérico estaba desbordando de miles de muertos y
decenas de miles de enfermos.
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   La coyuntura de Egipto muestra la lucha de las dos fuerzas sociales
consolidadas luego de la Segunda Guerra Mundial pero con orígenes
previos, el nacionalismo militar y el islamismo nacional con la impronta
de los Hermanos Musulmanes. La primavera árabe logró sacar del poder
al recientemente fallecido (el 25 de febrero de 2020) Mubarak, a quién el
Imperio sometió -luego de que su alianza ya no sirviera a sus propósitos-
a diversos juicios políticos, transformando las demandas sociales en una
condena al liderazgo personal. Luego de un breve gobierno de dirección
islamista con el presidente Mohamed Morsi fue nuevamente el naciona-
lismo militar el bloque que logró conformar la fuerza social suficiente
como para mantenerse en el poder hasta 2020 consolidando su poder
con una alianza de subordinación con la presidencia de Estados Unidos.
Los dos proyectos políticos, alianzas y perspectivas, que conformaron
fuerza social (englobando diferentes sectores y algunos alternativamente)
desde principios de siglo y que participaron de la independencia, siguen
dándole cuerpo al corto plazo histórico marcado por la caída del muro
de Berlín.
   El entramado histórico no es plena agencia sino la relación de agencia
y determinaciones estructurantes que llegan del pasado; la unidad entre
lo que determina y lo que es determinado forma parte de todas las di-
mensiones del proceso histórico y podemos pensarla como un eslabona-
miento de unidades contradictorias de cambio y continuidad. Desde esa
misma perspectiva el caso de Libia enfrenta a los dos proyectos de país
que han venido disputando la hegemonía desde el siglo pasado, el nacio-
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nalismo militar heredero del «socialismo» islámico de Muamar el Gadafi
y el proyecto terrateniente heredero de las monarquías tradicionales. Lue-
go de la tremenda desestabilización vivenciada durante la «primavera»
la conflictividad militar se ha mantenido en primera línea y en este caso
llega a la coyuntura actual a través de la conformación de dos territorios
«soberanos» y dos gobiernos paralelos dentro del proceso más amplio de
reconstitución del Estado-Nación.
   En Libia se disputan la hegemonía en el primer bando el proyecto
liderado por el Ejército Nacional Libio (ENL), dirigido por el maris-
cal Jalifa Hafter que ha recibido apoyo ruso, francés y egipcio, entre
otros. En el otro bando tenemos al denominado Gobierno de Acuer-
do Nacional (GAN), liderado por Fayez Sarraj, que ha recibido el
apoyo de la ONU y Turquía, además de Qatar e Italia. Ambos bandos
se disputan el apoyo imperial. Sarraj proviene de una familia terra-
teniente de origen turco y su propio padre fue ministro principal de
la monarquía de Idris I que gobernó el país entre 1951 y 1969, hasta
el golpe de Estado de Gadafi. El gobierno de Tripoli se asienta en
la región noroccidental del país, la Tripolitania, (tradicionalmente de
lengua bereber) y el gobierno paralelo de Hafter en el extremo noro-
riental, en la región Cyrenaica, de tradición multiétnica. La división de
fuerzas interna refleja y es reflejada por los apoyos (coloniales) exter-
nos. Las alianzas bifurcadas expresan en parte las disputas principales
que existen desde hace años en la propia dirección del Imperio hasta
ahora liderado por Occidente.
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   A la dirección hegemónica no le gusta que Rusia tenga una política
independiente de Europa y la acusan de «echar combustible al fuego
y agravar la crisis en lugar de encontrar una solución» (El País Inter-
nacional, 8-11-2019). La misma prensa hegemónica acusa a Hafter de
aliarse con la mafia rusa pero no recuerda que el ahora devenido líder
organizó una conspiración (no triunfante) con ayuda norteamericana
para derrocar a Gadafi, luego de lo cual debió peregrinar por África
para terminar formándose como cuadro en Langley (Virginia), sede
del cuartel general de la CIA (La Vanguardia Internacional, 27-4-2019).
Más tarde Hafter no lidera las revueltas de 2011 y constituye un co-
mandante de segundo orden hasta que la desintegración del gobierno
de Gadafi (asesinado el 20 de octubre de 2011) genera el desmadre de
las fuerzas represivas tanto por llegada de tropas extranjeras y Organi-
zaciones Político-Militares (OPMs) mercenarias como por implosión
de las propias fuerzas armadas libias. Tal desmadre, como sabemos,
fue fomentado por la dirección occidental del Imperio, aliados durante
décadas del gobierno «socialista» del Libro Verde. Es decir que el levan-
tamiento interno en el plano del Estado-Nación es absorbido por las
fuerzas internacionales y dirigido a cauces que no contradigan su repro-
ducción dominante. Eso es lo que sucede con las rebeliones locales o
regionales en la historia de todos los Imperios. El entramado de poder
que desciende desde lo metropolitano a los lindes coloniales se refiere
tanto a lo político-estatal como a lo económico-mercantil y en tercer
lugar a lo cultural-intelectual.
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   La situación Libia hoy está marcada, en ese derrotero, por el momento
en que fue considerado necesario reinstitucionalizar la crisis, reordenar el
caos y desmovilizar las OPMs que habían sido utilizadas para desarmar y
destruir el Estado anterior, proceso en el que se presentaron importantes
dificultades, todavía hoy sin resolver. Allí surge el nuevo liderazgo, cuan-
do el Consejo Nacional de Transición y sucesivos gobiernos «no logran
desmovilizar las milicias ni integrarlas en un ejército nacional […] Solo
Hafter conseguirá hacerlo en Bengasi, después de tres años de lucha, del
2014 al 2017” (La Vanguardia Internacional, ídem). En ese proceso se
convirtió en el «hombre fuerte del este de Libia». Por supuesto un líder
político de Oriente no puede tener buena fama, ha recibido todo tipo de
diatribas y ello también forma parte de la dimensión imperial; mientras
tanto Trump lo ha reconocido por su «lucha contra el terrorismo», algo
que queda claro se refiere a la capacidad de desarmar y reintegrar en un
nuevo ejército nacional a las fuerzas militares desatadas para destruir el
anterior. Los intereses imperiales para seguir manejando este vagón del
tren son la otra cara de su interés por los recursos petroleros libios con-
centrados en la misma región oriental de Libia. Aquí también las fuerzas
internas se yuxtaponen con las externas.
   Las reservas de petróleo y gas de Libia son de relevancia para el fun-
cionamiento de la maquinaria mundial del capital y no es casual que el
conflicto se haya transformado en una «guerra multinacional». La Com-
pañía Nacional Petrolera (NOC) hablaba en la previa de la covid-19 de
una producción de 1,3 millones de barriles diarios, siendo Libia el país
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africano con mayor cantidad de reservas y el 10° a nivel mundial con un
calculado de 48 billones de barriles, cifra similar a la del propio Estados
Unidos. En ese contexto son interesantes las palabras del presidente de
Turquía Recep Tayyid Erdogan quien defiende la importancia del bando
opuesto en nombre de la civilización occidental: «si la Unión Europea no
brinda apoyo adecuado al GNA sería una traición a sus valores principa-
les, incluyendo la democracia y los derechos humanos» (Deutsche Welle,
18-1-2020). Más interesante aun es su futuridad; en caso de derrota ame-
naza llamativamente: «Europa encontrará una nueva serie de problemas
y amenazas si cae el gobierno legítimo de Libia […] Organizaciones te-
rroristas como el EI (Estado Islámico) y Al Qaeda, que sufrieron una
derrota militar en Siria e Irak, hallarán tierra fértil para ponerse de pie»
(Deutsche Welle, 18-1-2020). Es el segundo plan, volver a desestabilizar
la región con fuerzas militares ilegales, lo mismo que favoreció la direc-
ción del Imperio para derrocar a Gadafi. En este sentido la «primavera»
logró tener la misma potencia desarticuladora que había tenido el «frente
oriental» de la Segunda Guerra Mundial.
   La conformación de un Comité Internacional de seguimiento de Li-
bia (IFCL) continuó con una preocupación tremenda por el incumpli-
miento de los embargos imperiales de armas en la actual coyuntura. El
despliegue de fuerzas militares europeas contrarias a Hafter y -por deci-
sión conjunta con Berlín- ofrecidas a Italia nos muestra la impronta del
mediano-largo plazo colonial y ha concluido por supuesto que el tráfico
ilegal de armas por el Mediterráneo es únicamente aquel que va dirigido
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al este de Libia. En el período de la postguerra fría hay guerras legales y
guerras ilegales. La comunidad internacional que dirige el Imperio utiliza
diversos argumentos e intervenciones para establecer gobiernos acólitos
en los Estados-nación y dirigir a éstos hacia senderos que no sean con-
tradictorios con la dirección general. En el momento en que se escriben
estas líneas, a Libia será dirigida una comitiva de expertas y expertos para
«para documentar las violaciones de Derechos Humanos que se seguirían
cometiendo en Libia ‘en un clima de completa impunidad’ y analizar,
entre otros aspectos, la inseguridad y la ausencia de un sistema judicial»,
decisión expresada por la Alta Comisionada de la ONU, Michelle Bache-
let (Europa Press, 19-8-2020).
   Consideremos ahora con menos detalle la situación de los otros paí-
ses que componen la inmensa región del norte de África. El caso de
Túnez muestra la impronta del mediano plazo del protectorado francés,
una independencia que en la actualidad todavía experimenta dificultades
para la conformación de un poder ejecutivo estable cuya Constitución
de República Semipresidencialista (2014) quiere darle cauce a la inesta-
bilidad también explosionada durante de la «revolución de los jazmines»
de 2010-11. Esos son los enlaces políticos de los vínculos con la «econo-
mía-mundo» a través de recursos naturales de relevancia (petróleo, fos-
fatos). ¿Por qué solemos separar las problemáticas económicas, políticas
y culturales cuando hablamos de los vínculos de los países africanos con
el globo? ¿Lo hubieran hecho los romanos cuando analizan sus vínculos
con las regiones que dominaban? Entre otros motivos lo hacemos por-
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que hemos venido sosteniendo una interpretación centrada en lo nacio-
nal y las utopías republicanas de soberanía que se difundieron desde el
centro del Imperio a partir de la Revolución Francesa. Desde esta mirada
la responsabilidad de lo que sucede puertas adentro de un país es enten-
dida, predominantemente, por la dimensión nacional, es decir, por los
derroteros de la construcción de su Estado-Nación. No destacamos lo
suficiente que tales recorridos son parte de un entramado común a todo
el planeta, dirigido (toda dirección es contradictoria y resultado de múl-
tiples relaciones de fuerza) por los poderes más importantes del mismo.
   En Argelia, también república semipresidencialista, sucede otro tanto.
Allí el señor Abdelaziz Buteflika fue presidente desde 1999 hasta fines del
año pasado, sobreviviendo de esa manera a las desestabilizaciones de la
«primavera árabe». En la coyuntura actual fue sucedido, por presiones del
ejército (este ha sido el mecanismo), el primer ministro Tebboune en un
marco de desprestigio del régimen político que muestra una participación
electoral del 35 % e importantes protestas en Argel a fines del año pasado
(Deutsche Welle, 13-12-2019). Las fuerzas islamistas aquí asociadas al
«separatismo» de los imanes han propiciado que el propio Macron des-
pliegue sus estrategias de control, tanto aquí como en Marruecos (Ídem,
18-2-2020). Cuando, por los motivos que fueran, un liderazgo nacional es
cuestionado por su/s pueblo/s la dirección imperial acude instantánea-
mente (en realidad ya estaba ahí!) a darle a esa caída y al nuevo gobierno
la característica que más adecuada posible a la reproducción de la domi-
nancia general.
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   En Marruecos –que anda por el mundo a través de sus delegados
defendiendo los beneficios de la «democracia» en nombre de la civilidad
occidental– gobierna una Monarquía Constitucional que también sobre-
vivió a la rebelión de 2011 aceptando algunas reformas por referendum.
Además de la problemática de los migrantes a Europa, este espacio es-
tatal-nacional muestra manifestaciones musulmanas críticas de las polí-
ticas de Trump en Palestina (en las que el ejecutivo marroquí participa
apoyando la «solución» de dos Estados). La problemática musulmana e
islamista, como vemos, tiene una dimensión supranacional que la propia
dirección del Imperio occidental se ha encargado –desde el mismo siglo
XIX (e incluso antes)– de menospreciar, quitándole legitimidad. Allí se
inscribe el problema de si la cuestión palestina es un problema árabe-mu-
sulmán o no.
   La situación en Sahara Occidental muestra diferencias, claro está,
en varios sentidos que venimos teniendo en cuenta. Allí el Frente Po-
lisario disputa la soberanía del territorio y la legitimidad del poder con
Marruecos al norte y Mauritania al sur, y la ONU no ha avanzado en la
concreción del referéndum acordado en 1991. Esto muestra de que ma-
nera las relaciones de fuerza internas pueden ser importantes y como
los lineamientos de la dirección Occidental se adaptan a las oportuni-
dades de establecer gobiernos acólitos y específicamente garantistas.
Más de ochenta Estados han reconocido la soberanía de la República
Árabe Saharauí Democrática (RASD) aunque algunos han cambiado
su posición desde 1976, en especial por intermedio de la presión de
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Marruecos. En la actual coyuntura esas líneas de mediano a corto plazo
siguen vigentes y el actual presidente de Mauritania Al Ghazouani ha
coqueteado con una «neutralidad positiva» al respecto. ¿Puede ser pen-
sado este conflicto única o principalmente en términos nacionales o
regionales? Creemos que ese enfoque le quita demasiada inteligibilidad
a las fuentes documentales.
   Entre otros subterfugios, la existencia de fuerzas «terroristas» en Sahel
ha sido utilizada para confundir y atacar el proyecto del Frente Polisario.
Aquí, una vez más, el único «monopolio de la fuerza» legítimo es el que las
relaciones de fuerza en la dirección occidental del Imperio determinan;
de allí la hegemonía decanta, de varias formas, hacia lo nacional-local. El
Imperio ha sabido, tal como vimos antes, desde Al Qaeda en Afganis-
tán -pasando por norte de África y luego cruzando el Sahara- favorecer
OPM mercenarias y reaccionarias para desestabilizar estados-nación que
no le resultan adecuados en sus conducciones; de la misma forma bas-
tardea como «terroristas» a aquellas OPM que pretenden construcciones
políticas no alineadas con la hegemonía imperial. Hordas y «hordas» en
los confines del Imperio. En Sahara Occidental las presiones para poster-
gar el referéndum de ONU tienen que ver –como en todo el continente–,
con el control de recursos estratégicos (aquí especialmente la roca fos-
fórica o fosforita, materia prima central de fertilizantes industrializados)
exportados ilegalmente por diversas multinacionales, mientras la lucha
por el control del territorio y el carácter del Estado continúan (Sahara
Press Service, 9-3-2020).
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   ¿Sudán forma parte del África del norte, del este o del centro? Los
dilemas de definiciones como eeste cuestionan la mono-objetividad en
historia. Quizás forme parte de las tres regiones. En la actual coyuntura,
quienes gobiernan la República de Sudán luego del golpe de Estado de
abril de 2019, han jugado la carta de enviar a la Corte Penal Internacional
(CPI) al expresidente Omar al Bashir, quien gobernara entre 1989 y 2019
(nada menos), varias veces elegido por las urnas (y ya fuera procesado
en 2009 por una extensa lista de «delitos de lesa humanidad» mientras se
mantenía aliado de Occidente en un gobierno claramente no progresis-
ta). ¿Quién dirige esa justicia internacional? ¿Es necesaria por los déficits
de las justicias nacionales? ¿Realmente concebimos que se trata de una
justicia que hermana a las diferentes naciones del orbe? Sea como fuere
lo imperial también tiene su espacio de justicia en tanto la continuidad de
lo político por otros medios.
   La deriva en la post-guerra fría a la actual «transición a la democracia»
en Sudán tuvo un punto de quiebre en 2003 con la importante rebelión
militar de Darfur que continúa hasta el día de hoy. Más aquí en el tiempo
las políticas del FMI en 2018 hicieron estragos «provocando en pocos
meses una inflación del 70 % y un alza brutal del precio del pan» (Red
Voltaire, 16-4-2019) e importantes manifestaciones que terminaron con
el gobierno de Al Bashir. Ahora las mismas potencias que lo utilizaron
durante décadas –para favorecer sus negocios petroleros y posiciones
geoestratégicas– lo demonizan y lo acusan de ser responsable de todas
las penurias de la población sudanesa. El «gobierno de transición» tiene
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como uno de sus pilares la política de enjuiciamiento del ex mandatario,
algo que se repite en África de la misma manera que la utilización de
OPMs reaccionarias para desestabilizar regímenes. El Imperio nos co-
menta que el mundo va hacia una depuración de los líderes corruptos y
tiránicos. Mientras tanto la Red Voltaire específica, por ejemplo, que las
milicias «Janjaweed» del ahora demonio y expresidente Al Bashir, actua-
ban bajo los auspicios del Pentágono a través de la megaempresa privada
militar de Estados Unidos «DynCorp International» (Red Voltaire, 16-4-
2019).
   Los intereses occidentales en las inestabilidades políticas africanas y
en la creación de gobiernos acólitos constituyen un abanico de intereses
directamente relacionados con la «difusión de la democracia occidental».
Nos recuerda las políticas de romanización en las provincias del Imperio
Romano y las disputas entre poderes locales para ser favorecidos por el
poder central (De Altube, 2020). Tal como planteaba Julio César, no sea
cosa que la República termine gobernada por dementes. El actual gobier-
no «de transición» de Sudán recibió el apoyo del propio Netanyahu y de
Trump quienes pretenden utilizarlo para romper la solidaridad histórica
de los pueblos árabes con la causa palestina (ver supra). Mientras tanto
avanza en una negociación con los rebeldes de Darfur ofreciendo como
ofrenda al veterano expresidente. La extrema debilidad del actual primer
ministro no sorprende que haya desembocado en un «atentado contra su
vida» –al estilo Bolsonaro– (EFE, 9-3-2020; France 24, 9-3-2020), aten-
tado que favoreció las negociaciones con la OPM Frente Revolucionario,
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protagonista de diversos conflictos regionales. Uno de los funcionarios
oficiales planteó al respecto: «La paz es la clave principal para la lucha
contra el terrorismo y la violencia política y nuestro camino para estable-
cer un Estado civil moderno basado en la ciudadanía». Desde la posición
del atentado sufrido se construye la legitimidad; el mismo funcionario
«condenó enérgicamente el ataque y afirmó que les animará a acelerar
el proceso de paz para poner fin al conflicto armado que estalló entre el
Gobierno de Al Bashir y los beligerantes en la región de Darfur, Kordo-
fán del Sur y el Nilo Azul» (France 24, ídem.).
   Como sabemos la conflictividad en este otro ensayo de Estado-Na-
ción se relaciona con la capacidad petrolera del territorio y su profun-
didad histórica llega a la revuelta mahdista contra el poder otomano en
Egipto y la formación del Sudán anglo-egipcio (1899-1956), pues las
alianzas entre la dirección del Imperio y los poderes del país de las pi-
rámides no son de ahora. Para que tengamos una dimensión histórica
de las temporalidades pensemos que cuando Perón fue derrocado –en
el recorrido de la formación del Estado-Nación argentino–, en Sudán
todavía gobernaba ese doble entramado colonial europeo-africano en el
que se combinaban las problemáticas religiosa, étnica y racial. En la inde-
pendencia Egipto presionó para mantener la unidad del territorio; todo
ello hasta la partición de Sudán en 2011.
   En la República de Sudán del Sur la guerra «civil» declarada en 2013
amerita que cuestionemos también su carácter étnico, en tanto los pue-
blos existentes son las poblaciones que habitan el territorio. ¿A qué otra
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«etnia» podrían pertenecer? El paternalismo orientalista explica la partici-
pación de niños en las OPMs en conflicto por la ignorancia de sus padres:
«En un país de 14 millones de personas, 2,2 millones de niños y niñas no
van a la escuela. La tasa de alfabetización de los adultos es del 26,83 %.
Y, además de los desafíos en acceso a salud y educación, es uno de los
lugares donde más menores son secuestrados y reclutados por grupos
armados […] Afortunadamente, también hemos podido liberar a 3.677
(niños) de estos grupos armados. Estas liberaciones significan días de
negociaciones, conversaciones con comandantes en aldeas y áreas muy
remotas. A veces tienen dificultades para entender por qué los niños no
deberían ayudarlos y, en cambio, sí tendrían que ir a la escuela» (El País,
11-2-2020). Occidente preocupado por evitar que sus poblaciones par-
ticipen de las OPMs beligerantes. ¿Llama la atención que la difusión de
la civilidad occidental en esta región del Imperio encuentre dificultades
en la fortaleza de los poderes locales, desde donde hoy se conforman las
milicias en las que participa la comunidad doméstica, cuando el principal
determinante histórico de tales poderes han sido las políticas coloniales?
(Mamdani, 1998; Meillasoux, 1985).
   La coyuntura 2020 muestra también un acuerdo entre oficialismo y
oposición que es presentado por la prensa como el final de una guerra
de seis años e incluye la política occidental para África –en la posguerra
fría– de asociar la figura del presidente con varias vicepresidencias en
tono de reintegración en el poder central de los distintos sectores surgi-
dos de la descomposición del período anterior y actuantes en la guerra
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«civil». Los bombos y los platillos de los títulos de prensa («Sudán del Sur
termina la guerra de 6 años con la formación del gobierno de coalición»)
se aplacan cuando recordamos que «hubo dos intentos de un acuerdo de
paz en 2015 y 2018, pero ninguno de ellos condujo a la formación de un
gobierno estable» (Deutsche Welle, 23-2-2020). Entre las comunidades
Nuer y Dinka, así convertidas en interlocutores, se presentan disputas
para participar de la mejor manera en las negociaciones. La mirada de
France 24 ayudará a entender un orientalismo en pleno desarrollo: «La
nación más joven del mundo vivió casi toda su vida en una guerra política
y étnica. Sudán del Sur obtuvo su independencia en 2011, marcando el
final de una larga guerra civil, pero la paz no llegó. A finales de 2013, el
mandatario acusó a quien era su vicepresidente, Reik Machar, de orques-
tar un golpe de Estado en su contra. Tras las acusaciones, se desencadenó
otra guerra. Esta vez entre los Dinka, tribu a la que pertenece Kiir, y los
Nuer, etnia de la que procede Machar. De esta manera, el conflicto tuvo
en sus orígenes dos factores determinantes, uno político y otro étnico:
los Dinka y Nuer eran los dos grupos étnicos de mayor presencia en el
país y ambos bandos fueron acusados de cometer atrocidades» (France
24, 22-2-2020). Lo que el Imperio ha logrado establecer como la termi-
nología dominante, aquello que los europeos llaman etnias, son formas
degradadas sociológica y epistemológicamente de las comunidades ori-
ginarias de África. El proceso de construcción de Estados-Nación (ese
gran artificio burgués) es desigual y combinado pero en muchos casos
no estará consolidado nunca. Los conflictos de secesión –fomentados la
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                Capítulo 2: Coyunturas (del norte) de África en los
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gran mayoría de las veces por la dirección de Occidente para proteger sus
intereses y evitar acumulación de poder y/o capital en el espacio local/
regional– derivan luego en la (re)construcción de Estados-Nación como
instrumento central de la ingeniería política del propio Imperio, hacia
cauces que le parezcan más adecuados. Así se reproduce la «incapacidad
para el auto-gobierno» de la que hablan los manuales orientalistas del
siglo XIX.
                                        III
   El Imperio capitalista en el que vivimos ha subsumido formalmente
muchas de las entidades históricas del pasado utilizando sus dividendos
pero las contradicciones irresueltas que tales entidades significaban si-
guen presentes en su metamorfosis subsumida, en estratos de domina-
ción. La comprensión de las coyunturas africanas actuales necesita tener
en cuenta determinaciones de diferente temporalidad, desde el larguísi-
mo plazo de los «reinos tradicionales», el largo plazo de la trata negrera y
la transición del siglo XIX, el mediano plazo de la colonización, el media-
no a corto plazo de las independencias políticas formales hasta el corto
plazo de la caída del bloque soviético en el que las actuales coyunturas
están inscriptas, lo mismo que sus regionalizaciones. En el caso del norte
de África la temporalidad de largo plazo es aun mayor y el rastreo de esas
huellas, vivas hoy, debe hacerse con la sazón de que no se trata de resi-
duos. Podemos tener en cuenta que la dinastía alauí a la que pertenece el
rey de Marruecos se remonta al propio Mahoma a través de los sultanatos
y jerifes. De la misma manera la dinastía Sanusí a la que pertenecía Idris I
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                Capítulo 2: Coyunturas (del norte) de África en los
                       comienzos de la pandemia imperial
de Libia, cuya fuerza social todavía vive en la lucha de proyectos políticos,
forman parte de la tradición sufí, cuya relevancia en el norte de África
nos conduce a las asociaciones que todavía hoy sustancian una tercera
parte –aproximadamente– de la «sociedad civil» libia. Las diferentes tem-
poralidades actúan a través de las fuerzas sociales que en ellas surgieron
y hoy todavía siguen vivas en yuxtaposiciones de riqueza extrema. El de-
sarrollo de los Estados-Nación se cruza con las problemáticas coloniales
que habitan en él, mientras solidaridades y elementos comunes a toda la
región del Norte trascienden permanentemente esas fronteras, algo que a
la dirección Imperial no le conviene. En el período de la segunda posgue-
rra los proyectos políticos que han conseguido construir fuerza social en
el norte de África son por un lado el nacionalismo militar y por otro lado
el islamismo; ambos proyectos y fuerzas sociales siguen hoy siendo las
principales aun cuando hayan mutado pertinentemente. En los confines
del Imperio las letanías no lo son tanto, con algo de esto tienen que ver
las acusaciones orientalistas de que las periferias son inmutables, pero si
el capital ha hecho saltar todas las barreras al desarrollo lo ha hecho en
su Imperio solo formalmente y dejando intactas las contradicciones que
ha superado (Wood, 2003).
   A lo largo de los siglos de historia africana y en la concatenación de
formaciones sociales y Estados, la historia está viva y a través de ella rea-
parecen elementos que parecían olvidados, se metamorfosean, se solapan
y sintetizan con otros de diferente temporalidad dando lugar al presente.
Los pueblos reencuentras formas de resolución que han construido en
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                Capítulo 2: Coyunturas (del norte) de África en los
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el pasado y las unen a nuevas formas o herramientas de construcción.
Tener en cuenta a África como unidad histórica en la actualidad implica
considerar sus procesos históricos en el contexto de la crisis del Imperio
capitalista de dirección occidental. La importancia de la dimensión im-
perial ha sido menoscabada justamente en beneficio del Imperio. En los
comienzos de la difusión de la covid-19 en el mundo, el continente afri-
cano atraviesa algunos procesos históricos que configuran tendencias. En
el plano económico se destaca la explotación de sus recursos naturales
fundamentales para la reproducción del capital mundial, cuya relevan-
cia económica está absolutamente menospreciada. En el tren capitalista
liderado por una locomotora donde habitan las principales corporacio-
nes multinacionales del planeta, los vagones intermedios que alguna vez
fueron claves –más allá de la relevancia que tiene por supuesto la unidad
de todo el aparato– hoy cuentan con una sofisticación en la producción
de valor y un relativo ordenamiento social al respecto, que han despla-
zado la problemática de la reproducción al inicio y el final de la cadena:
la realización del plusvalor producido y el abastecimiento de materias
primas estratégicas. Por ello la pugna por los recursos naturales de África
encuentran acontecimientos tan críticos para la humanidad.
   En el plano político una de las tendencias predominantes luego de la
caída de la URSS es la difusión de repúblicas «democráticas» como ins-
trumento de construcción de proyectos de país, que encuentran analogía
con el proceso de construcción de los Estados-nación latinoamericanos
durante el siglo XIX. El largo trecho entre las independencias formales
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                Capítulo 2: Coyunturas (del norte) de África en los
                       comienzos de la pandemia imperial
y la consolidación de los Estados como arquitectura sobre la sociedad
civil (que incluyó en América Latina también importantes guerras civiles
y movimientos de lucha armada a favor y en contra de esos proyectos
de Estado-nación), es algo que puede resultarnos útil para la compren-
sión de las coyunturas actuales africanas. Que las comunidades origina-
rias africanas hayan sido desde el siglo XIX tribus y luego etnias, y que
el concepto de raza articule aun hoy una inmensa cantidad de relaciones
económicas, políticas y culturales, forma parte de ese proceso. Tanto la
explotación de recursos como el desarrollo de las formas de organiza-
ción política africanas así como sus interpretaciones dominantes deben
ser enmarcados en el amplio proceso de pertenencia y participación en
el Imperio capitalista que dirigen las 147 principales corporaciones y los
principales Estados del planeta. Los procesos de republicanización y de-
mocratización que son centrales en las más comunes utopías de hori-
zonte nacional –e incluyen reminiscencias revolucionarias de diferente
índole– poseen, desde el punto de vista de la dominación imperial (mul-
ti)metropolitana, significados muy distintos, desde siempre. Finalmente
una especial mención merece, en este marco, el mecanismo de la deuda
externa como instrumento de expoliación de los espacios periféricos, ex-
poliación de los presupuestos nacionales que corre paralela a la denomi-
nada «fuga» de capitales.
   La consideración de que somos habitantes de un Imperio no solo en
términos jurídicos sino principalmente económicos y políticos, es una
posición que posee una capacidad hermenéutica extraordinaria para sa-
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                Capítulo 2: Coyunturas (del norte) de África en los
                       comienzos de la pandemia imperial
lirnos de los puntos ciegos y circulares del Orientalismo. La consigna del
«patrimonialismo» africano ha sido uno de ellos mientras la alianza co-
lonial del Imperio occidental con ciertas elites africanas - luego de aplas-
tar y asesinar a las revolucionarias que dirigían las independencias– solo
permitió márgenes menores de reparto económica y la conformación de
una pequeña burguesía en esos nuevos espacios estatales (Rodney, 1982).
La clave de todo esto es la consideración capitalista de la producción de
plusvalor que presenta la participación africana en la economía-mundo
como marginal cuando en realidad constituye el punto nuclear de la re-
producción imperial lo cual explica el carácter crónico de su conflictivi-
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   Capítulo 3: El lustro 1955-1959 como principio del fin del colonialismo en África
                      CAPÍTULO 3
        El lustro 1955-1959 como principio del fin
                    del colonialismo en África
                                                                     Omer Freixa
El impacto de la posguerra, tras 1945, fue contundente en las metrópo-
lis coloniales y no pudo dejar de generar repercusiones en los territorios
dominados. Sumamente debilitadas tras la Segunda Guerra Mundial, las
potencias con imperios entendieron que algo debía ser modificado a fin
de preservarlos. Además, las dos superpotencias planetarias emergentes
de la posguerra, los Estados Unidos y la Unión Soviética no veían con
simpatías el colonialismo. La última, si bien apreció en estos movimien-
tos un embate contra el capitalismo, no los fomentó mucho. Mientras
tanto, el entusiasmo de Washington se vio atemperado por la posibili-
dad de que los nuevos territorios liberados viraran a favor del bloque
comunista. Es decir, la superpotencia occidental intervino en la medida
que hubiera una gran amenaza de que las nuevas áreas descolonizadas
ingresaran en la órbita de Moscú, como sucedió en Indochina (Cham-
berlain, 1997: pp. 135-136).
   No fue hasta cuando los poderes coloniales estuvieron presionados
por las demandas internacionales y las resistencias de africanos y asiáti-
                                        114
   Capítulo 3: El lustro 1955-1959 como principio del fin del colonialismo en África
cos, que las metrópolis se vieron obligadas a retirarse de sus dominios.
El clima mundial de 1945 era totalmente diferente al panorama previo y
ya no muy favorable a la conservación de colonias. En 1941, la Carta del
Atlántico, con el entonces presidente estadounidense Franklin D. Roo-
sevelt a la cabeza, como uno de los firmantes más destacados, declaró
la obligación del derecho de cada pueblo a elegir la forma de gobierno
más conveniente. Cuatro años más tarde se creó la Organización de las
Naciones Unidas (ONU), agrupación a la que se unieron 51 países y ad-
hirieron las dos superpotencias. A la misma se fueron incorporando las
ex colonias progresivamente y la ONU asumió el régimen de mandatos
como obligación de la antecesora Sociedad de Naciones, con el objetivo
de lograr el progreso político y social de los territorios tutelados (Gentili,
2012: p. 378).
   Es lógico entender, en base a los antecedentes reseñados acerca del
contexto internacional, que a mediados de la década de 1950 se hayan
iniciado las independencias en África sin que las dos grandes superpo-
tencias casi interviniesen. Pero, a comienzos de la década de 1940, aquel
escenario parecía bastante lejano. Además, el precedente asiático sirvió
de inspiración a los incipientes movimientos nacionalistas africanos.
   El factor asiático y la presión de los nacionalismos
   Si bien cada trayectoria hacia la independencia fue singular, existieron
denominadores comunes. Uno de los mismos fueron los sentimientos na-
cionalistas, que crecían con ímpetu, amparados en diversas ideologías radi-
                                        115
   Capítulo 3: El lustro 1955-1959 como principio del fin del colonialismo en África
cales frente al colonialismo, y cada vez más multitudes se oponían al estilo
occidental de vida, mientras otros locales se empaparon de esa cultura para
negociar la cesión del poder: más tarde fue el caso de los líderes africanos
Kwame Nkrumah, Leopold Sedar Senghor, Julius Nyerere y otros.
   En la India tal contraste sembró un movimiento nacionalista que llevó
a la liberación unos años antes que en cualquier posesión del África britá-
nica. El abandono del subcontinente a Gran Bretaña, en agosto de 1947,
le dejó una valiosa lección. Si surgía un movimiento nacionalista fuerte
era conveniente concederle la independencia y seguir disfrutando de los
frutos del imperio por otra vía, lo que se denominó neocolonialismo
(Hobsbawm, 2001: p. 222). Excepto Indochina, para 1950 Asia estuvo
libre de dominio colonial europeo. Los franceses no fueron tan aptos
para entender tal lección. Se embarcaron en otro capítulo trágico de su
historia al combatir a los comunistas en Indochina (1946-1954), como
luego sucediera en Argelia contra los nacionalistas locales (1954-1962).
   Entonces, inmediatamente tras 1945, en las posesiones asiáticas los
días estaban contados y así no sorprende que hayan sido las primeras
independizadas dado, por ejemplo, el gran desarrollo del movimiento
nacionalista indio gestado mucho antes que el africano, con la creación
del Congreso Nacional Indio, que data de 1885. El período compren-
dido entre 1945 y la Conferencia de Bandung de 1955, protagonizó la
independencia de los países asiáticos y árabes. Siria y Líbano en 1945,
Filipinas en 1946, India y Pakistán en 1947, Indonesia 1949, Libia en
1951, etc. La descolonización india tuvo una gran influencia en la marcha
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   Capítulo 3: El lustro 1955-1959 como principio del fin del colonialismo en África
independentista del África subsahariana británica (Hobsbawm, 2001: p.
220). No obstante, toda el África al sur del Sahara se mantuvo en calma
durante aquellos diez años, sin que por ello no se dieran profundas trans-
formaciones.
   Tras la Segunda Guerra Mundial y las independencias asiáticas, que
constituyeron un guiño para las metrópolis, estas renovaron su interés por
África. Su meta fue superar las dificultades de posguerra valiéndose de sus
posesiones, en lo que se llamó la «segunda ocupación colonial del África»
(Campos Serrano, 2000). En un tono más conciliador, la nueva idea en
torno al trato con los territorios dependientes fue la de «desarrollo», en
consonancia con los factores comentados al comienzo y el Estado de Bien-
estar existente en Europa. Todo ello se tradujo en la aplicación de ciertas
concesiones para aplacar las demandas de africanos, por ejemplo aumen-
tando el grado de participación política de los grupos más occidentalizados
en desmedro de los jefes considerados tradicionales. En resumen, esa acti-
tud colonial puede ser resumida en un debate. Mientras una interpretación
plantea que las reformas fueron un modo de planificar la descolonización
en el caso francés y británico, otra visión afirma que esos mismos hechos
obedecieron a la necesidad de la administración colonial de elegir a las élites
locales mejor capacitadas a fin de delegar el poder para mantener la con-
tinuidad y la injerencia colonial tras la independencia, en lo que se conoce
como neocolonialismo (Gentili, 2012: p. 376).
   Pese a lo que pudiera parecer, la voluntad de descolonizar era lejana
porque las concesiones se ofrecieron como una forma de preservar el or-
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   Capítulo 3: El lustro 1955-1959 como principio del fin del colonialismo en África
den y garantizar la permanencia europea. La movilización rural corrió en
simultaneidad con el descontento de las élites urbanas y sus seguidores.
Se presagiaban más problemas en el horizonte para las administracio-
nes coloniales y sus gobiernos metropolitanos, mientras el nacionalismo
avanzaba con firmeza.
   El colonialismo africano en apuros: Bandung y Suez
   Otro factor común en la consecución de las futuras independencias
fue la solidaridad. Los pueblos asiáticos, y algunos de los hasta entonces
pocos países africanos independizados, hicieron causa común con los
aún colonizados. Para la época, la conciencia de la madurez de un pen-
samiento que abogara por las independencias afro-asiáticas no era de
vieja data. En efecto, en Indonesia, la Conferencia de Bandung, celebrada
en 1955, marcó de forma significativa el encuentro para la cooperación
entre los pueblos colonizados de Asia y África con la participación de
29 representantes de naciones recientemente descolonizadas (Prashad,
2012: p. 70). Lo anterior tuvo como antecedente el Congreso de Bruselas
(febrero de 1927), considerado el primer acercamiento entre los líderes
de lo que más tarde sería llamado el Tercer Mundo.
   Si bien era poco lo que unía a las naciones reunidas, más que haber
sufrido el colonialismo y atravesar descolonizaciones, en 1955 estas con-
fluyeron en su rechazo al colonialismo, el imperialismo y el racismo. La
Unión Soviética y China fueron atraídas bajo las posibilidades de coope-
ración en el candente sudeste asiático, en vista de la guerra de Indochina
                                        118
   Capítulo 3: El lustro 1955-1959 como principio del fin del colonialismo en África
iniciada el año anterior. Al respecto, muchas de las naciones allí presentes
se mostraron orgullosas de haber soportado el embate chino y el promi-
nente protagonismo de su líder Zhou En-lai, aunque generó simpatías
en muchos de los delegados (Prashad, 2012: p. 77). Por su parte, el líder
egipcio, Gamal Abdel Nasser, enunció el reconocimiento de la fuerza
irresistible del nacionalismo y, de tal modo, se reprobó de modo tácito el
colonialismo en cualquiera de sus formas (Guitard, 1962: p. 38).
   Uno de los resultados finales de la Conferencia, pese al contexto en la
Guerra Fría y países no convocados como Sudáfrica e Israel, fue el acuer-
do en la adhesión de los participantes a la carta de Naciones Unidas y a
la Declaración Universal de los derechos del hombre, así como el deber
de los países independizados de respaldar la búsqueda de la autodeter-
minación de los hasta entonces dependientes. Se le solicitó al Consejo
de Seguridad de la ONU la admisión de las colonias que participaron en
Bandung, evento que consistió más en la condena de un colonialismo
moribundo que en una táctica de cómo hacerle frente, si bien dio forma
a lo que terminó siendo el bloque afro-asiático en Naciones Unidas. Por
otra parte, la Conferencia marcó un hito de consecución de paz a partir
de la premisa de exigencia de desarme, si bien en la práctica no se res-
petó. Otros puntos destacados sobre los que se debatió fueron la indus-
trialización, el desarrollo económico y la cooperación cultural (Prashad,
2012: pp. 90-91).
   Como expresara el futuro primer presidente de Senegal, el poeta e
intelectual Leopold S. Senghor, la Conferencia, que algunos opinaron que
                                        119
   Capítulo 3: El lustro 1955-1959 como principio del fin del colonialismo en África
no tuvo resultado concretos, para él representó «[…] la toma de concien-
cia por los pueblos de color de su eminente dignidad. Es la muerte del
complejo de inferioridad» (Guitard, 1962: 48). Automáticamente la lucha
contra el colonialismo y el imperialismo significó formar parte del Tercer
Mundo. En general, los Estados Unidos se mostraron más hostiles al
«espíritu de Bandung» que la Unión Soviética y atacaron el neutralismo
(Prashad, 2012: pp. 95-96). La Conferencia abrió los caminos para las
presiones al imperialismo en el mundo entero (Parada, Meihy y Mattos,
2013, p. 86).
   La reunión mencionada, junto al contexto imperante, permitió ver que
se respiraba un nuevo clima de época. Las metrópolis coloniales tradicio-
nales temblaron en un mundo ya no dominado por ellas, particularmente
haciendo hincapié en las de mayor peso en el mapa colonial: Francia y
Gran Bretaña. En 1956 ambas restarían colonias africanas. La primera
perdió, en el norte de África, Túnez y Marruecos (esta última hasta ese
año dominada junto a España, la que también otorgó la independencia a
la porción marroquí administrada desde hacía unos 40 años). Gran Bre-
taña debió resignarse a conceder la emancipación a Sudán.
   En Egipto, Nasser, visto a sí mismo como campeón de la unificación
árabe y la independencia africana, persiguió el objetivo de convertir el
país en una moderna potencia regional sin ninguna ayuda europea. Al
momento, era el país árabe más grande, más poblado y de mayor desa-
rrollo, si bien quedaba mucho por hacer y las exportaciones algodoneras
se encontraban en apuros. Como grado de su importancia, la sede de la
                                       120
   Capítulo 3: El lustro 1955-1959 como principio del fin del colonialismo en África
Liga Árabe funcionaba en El Cairo (Fage y Oliver, 1984: pp. 514-515) y
la ciudad fue considerada el centro intelectual del mundo árabe. Pero tal
aspiración nacionalista pronto colisionó con Occidente.
   En ocasión que Gran Bretaña le solicitara cooperación al mandata-
rio egipcio para constituir un pacto defensivo pro occidental en Medio
Oriente, a fin de repeler la amenaza soviética, el líder se rehusó. Al con-
trario, propuso un bloque árabe y ajeno a la intervención de poderes
extranjeros. Además, perfiló al país en la postura no alineada que para
Occidente de todos modos fue vista como reticente e interpretada cuan-
do no menos como un giro hacia el bloque del este.
   El ataque israelí de marzo de 1955 fue leído por Nasser como una
conspiración occidental para destruir su gobierno. Así, decidido a opo-
nerse, buscó en el bloque soviético cooperación para armarse y la en-
contró. El accionar del líder egipcio, a Gran Bretaña, pareció una jugada
estratégica a fin de despojarle de su poder en Medio Oriente. La supuesta
posición neutral egipcia también alarmó al gobierno de los Estados Uni-
dos, el que concibió en ello un acercamiento pro soviético. Más aún se
alarmó cuando Nasser, en mayo de 1956, estableció relaciones diplomá-
ticas con China (Meredith, 2006: p. 40).
   Washington reaccionó retirando el financiamiento del gran proyecto
del presidente, la construcción de la represa de Asuán, con duras críticas
al régimen. La escalada de tensión llegó a su punto álgido el 26 de julio,
cuando Nasser sorprendió al mundo comunicando la estatización de la
                                        121
   Capítulo 3: El lustro 1955-1959 como principio del fin del colonialismo en África
Compañía del Canal de Suez, una empresa regenteada por británicos y
franceses desde 1866, en un paso neurálgico del tránsito marítimo a nivel
mundial y ruta directa y obligada a Oriente. Con los ingresos generados
por la administración del canal, Nasser declaró que solventaría la cons-
trucción de la gran represa, en respuesta a la actitud norteamericana (Oli-
ver y Atmore, 1977: p. 298).
   Afectado su interés y en un estado de pánico e histeria, el gobierno
inglés decidió disponer que sus oficiales tomaran el control del canal
por la fuerza. La reacción francesa fue similar, con el agregado de que
París culpó al egipcio de promover la rebelión nacionalista en Argelia que
desde 1954 marcó el inicio de la larga guerra por la liberación en el país
norafricano. En cambio, Estados Unidos no optó por la solución armada
sino por medidas económicas contra El Cairo, en tanto se permitiese el
tráfico por el canal. De tal modo, mientras las negociaciones estuvieron
en pie, Gran Bretaña y Francia coordinaron con Israel, en forma secreta,
la invasión militar a la que Estados Unidos lógicamente respondió con
enojo e intentos en Naciones Unidas de atraer el apoyo masivo de otras
naciones. Sin embargo, al no recibir el apoyo de Washington, los britá-
nicos detuvieron la operación el 6 de noviembre de 1956, acuciados por
cuentas que no cerraban. El despliegue militar duró escasas 40 horas.
   Al contrario de lo que esperaba la alianza occidental, la fallida inter-
vención elevó a Nasser a la cima del prestigio tanto en el mundo árabe
como en el África subsahariana. El líder sedujo a las masas árabes con
discursos en contra del imperialismo y la exaltación del nacionalismo
                                       122
   Capítulo 3: El lustro 1955-1959 como principio del fin del colonialismo en África
árabe, que fue un ejemplo para todos los pueblos colonizados. Por caso,
el triunfo egipcio de 1956 fortaleció al Frente Nacional de Liberación
Argelino (FNL) en su lucha sin cuartel contra Francia. Nasser convirtió
a Egipto en modelo para la propagación de la causa arabista y expropió
unas 15.000 empresas occidentales (Meredith, 2006: p. 43), además de
recibir de los soviéticos el apoyo necesario para canalizar su proyecto de
Asuán, en 1958. En materia económica, un plan socialista de desarrollo
nacional marcó la agenda, si bien el marxismo como ideología había te-
nido escasa aceptación en Egipto en las décadas previas (Fage y Oliver,
1984: p. 516).
   Para Gran Bretaña y Francia la crisis de Suez marcó el final de sus
aspiraciones coloniales y fijó la idea de intentar conservar al menos sus
imperios ante el rápido avance del nacionalismo en los territorios depen-
dientes. Apenas iniciada la operación de intervención británica, Estados
Unidos ordenó detenerla (Hobsbawm, 2001: p. 224). Se abría un nuevo
capítulo en el desenlace de los imperios coloniales.
   En diciembre de 1957, Bandung tuvo una reedición, en El Cairo. El
eje de la atención se trasladaba de Asia a África. Ghana alcanzó la inde-
pendencia en marzo y la guerra en Argelia continuaba sin tregua desde
1954. Los africanos esperaban su oportunidad y, como antecedente, al
llevarse a cabo Bandung gran parte del Asia había sido independizada. La
ciudad egipcia capital de la cultura árabe y encrucijada de dos continen-
tes, dirigía la atención del bloque árabe tanto como del comunista. De he-
cho comenzó en esta época una serie de visitas oficiales de los dirigentes
                                        123
   Capítulo 3: El lustro 1955-1959 como principio del fin del colonialismo en África
soviéticos y del Mariscal Tito a países del Tercer Mundo. La intervención
norteamericana en Suez, de 1956, tuvo mucho que ver con el miedo a una
penetración comunista en África y Asia en el contexto del mundo bipolar
post 1945. Asimismo, el plan de generar en Siria una avanzada anticomu-
nista generó un revuelo de dimensiones internacionales que provocó un
cambio de gobierno en agosto de 1957 y Estados Unidos, rechazado por
Damasco, finalmente viró su acercamiento económico a Egipto (junto a
la Unión Soviética) el cual dejó muy bien posicionado a Nasser al poder
jugar este último la partida de la neutralidad en el conflicto bipolar y, en
vísperas de la Conferencia de El Cairo, oficiando de futuro anfitrión.
Todo ello incrementó su impronta internacional.
   En este nuevo encuentro, al igual que en los precedentes, se mantuvo
la consigna de neutralidad en la Guerra Fría aunque, visto desde El Cairo,
el ingreso de la URSS en África significó la falta de críticas a su neocolo-
nialismo. No obstante, ni el modelo soviético ni el chino sedujeron a las
jóvenes naciones africanas. La Conferencia no mostró el refuerzo de los
vínculos afroasiáticos, al contrario, árabes y africanos se desentendieron
recíprocamente de sus luchas. Nasser, adalid del panarabismo e impulsor
de la independencia continental, despertó sospechas por su acercamiento
a los rusos y se observó que los africanos no optarían por abandonar la
tutela europea para abrazar otra nueva (Guitard, 1962: p. 83). De todos
modos, el panafricanismo no fue un movimiento esencialmente negro
porque el objetivo, la unidad continental, también contemplaba al África
árabo-islámica (Fage y Oliver, 1984: p. 110).
                                       124
   Capítulo 3: El lustro 1955-1959 como principio del fin del colonialismo en África
   Dos casos pioneros de África Occidental
   Dos países sentaron antecedentes de lo que luego sería una década de
descolonizaciones masivas: Ghana y Guinea Conakry.
   La experiencia de Ghana se trató de un caso pacífico y negociado de
liberación. La antigua Costa de Oro fue la primera colonia británica de
África, luego de Sudán, elegida para la independencia y se trató de un
experimento consciente pues dicho territorio tenía una tradición de par-
ticipación local en el gobierno colonial mucho más larga que el resto de
las colonias africanas, así como una historia más dilatada de protestas, si
bien los africanos fueron removidos en mayor medida a comienzos del
siglo XX de la administración,si se compara con las décadas anteriores.
En el período de entreguerras Costa de Oro adquirió una considerable
bonanza a partir del desarrollo cacaotero junto al crecimiento de una
importante clase media, presencia que contrastaba en dimensiones con
la de otras colonias de la Corona en el continente (Chamberlain, 1997: p.
66). Costa de Oro gozó del privilegio, por cuarenta años, de ser la prin-
cipal productora mundial de cacao y, gracias a su relativa homogeneidad
poblacional, no sufrió las fracturas étnicas que atravesaron otras colonias
(Meredith, 2006: p. 22).
   De todos modos, los cambios de posguerra no pasaron desapercibi-
dos en la colonia británica. En 1946 entró en vigor una nueva Consti-
tución que, muy avanzado para la época, instaba a componer el consejo
legislativo del gobernador con una mayoría africana electa. Si bien desde
                                        125
   Capítulo 3: El lustro 1955-1959 como principio del fin del colonialismo en África
1942 dicho organismo incluía algunos africanos ingresados a dedo, solo
India, Jamaica y Ceilán en el todo el Imperio británico contaban con afri-
canos integrando ese cuerpo (Chamberlain, 1997: p. 66).
   Desde el nacionalismo local se preveía una transición negociada y sin
sobresaltos. El culto Joseph B. Danquah, formado en Londres, y uno de
los políticos más prominentes de entre las filas nacionalistas, muy respe-
tado por los británicos, fundó en 1947 la Convención Unida de Costa
de Oro (UGCC, por su sigla en inglés) con el fin de alcanzar cambios
en la Constitución y con la demanda de exigencia de autogobierno en
el menor tiempo posible (Meredith, 2006: p. 18). Pero la situación cam-
bió cuando se convocó al ambicioso y carismático Kwame Nkrumah, el
futuro mandatario, para integrarse al nuevo partido creado, quien había
vivido doce años afuera, principalmente en los Estados Unidos, donde
se formó y tuvo varios trabajos no calificados que le permitieron vivir.
La postura de este último era mucho más radical y eso las autoridades lo
comprobaron al estallar revueltas en Accra, la capital, en febrero de 1948.
Al joven dirigente se le descubrió un carnet del Partido Comunista y
automáticamente se pensó en su culpabilidad. En resumen, esa situación
explosiva convenció al gobierno que una posible reforma no contentaría
rápidamente las demandas africanas. También las autoridades anularon
la antigua Constitución, reemplazada por otra redactada por un cuerpo
totalmente compuesto por africanos (Chamberlain, 1997: p. 68).
   En el verano de 1949 Nkrumah rompió con el UGCC, demasiado
elitista y conservador a su juicio, para fundar el Partido de la Convención
                                       126
   Capítulo 3: El lustro 1955-1959 como principio del fin del colonialismo en África
del Pueblo (CPP, por su sigla en inglés) para el cual buscó apoyo de entre
las masas y los sindicatos, bajo la demanda «autogobierno ya». A su nue-
vaagrupación quiso dotarla con la maquinaria de un partido moderno.
También su líder comenzó a organizar una campaña que denominó de
«acción positiva», de protesta pacífica tomando el ejemplo del célebre
Mahatma Gandhi en la India y denunciando el plan británico constitucio-
nal como fraudulento. A los pocos meses, declarado el estado de emer-
gencia, resultó detenido y condenado por sedición a tres años de cárcel,
medida que Danquah celebró. Sin embargo, la privación de la libertad no
le impidió continuar organizando su partido pues el encarcelamiento de
Nkrumah y sus lugartenientes los convirtió en héroes. Por ejemplo, las
elecciones de 1951 fueron positivas para el CPP y elevó su nivel de popu-
laridad, con resultados que sorprendieron al propio Nkrumah. Al poco
tiempo fue liberado en lo que se definió como «un acto de gracia», luego
de catorce meses de encarcelamiento. Para ese momento el CPP era por
lejos el partido nacional de mayor popularidad (Meredith, 2006: pp. 19-
21). Además, se decidió acelerar el proceso de autogobierno y conferirle
el cargo de jefe para asuntos gubernamentales, que a partir de marzo de
1952 fue el de Primer Ministro (Chamberlain, 1997: p. 68).
   Para esa época él era consciente de las limitaciones, como no contar
con suficientes africanos preparados para reemplazar a las autoridades
coloniales, entre otras. El futuro líder de Ghana independiente ganó dos
elecciones: en 1954 y 1956. Antes de la segunda de estas, el entonces
secretario general colonial, Lennox Boyd, afirmó que estaba dispuesto a
                                        127
   Capítulo 3: El lustro 1955-1959 como principio del fin del colonialismo en África
conceder la independencia. La moción para la misma, de un voto de 104
diputados, fue aprobada por 72 y ninguno en contra. Si bien algunos no
votaron por Nkrumah, nadie lo hizo en contra de la emancipación. Boyd
anunció el 6 de marzo de 1957 la fecha para llevar a cabo la delegación
completa del poder. Ese mismo día se dio la ceremonia y la ex colonia
adoptó, con intención de recuperación de las raíces propias y de marcar
una ruptura drástica con el pasado colonial, el nombre Ghana, en honor
a un antiguo y próspero Imperio de la región que floreció entre los siglos
IV y XI (Chamberlain, 1997: p. 69).
   Las abundantes promesas para este joven país contrastaron con las
condiciones heredadas, como un servicio civil ineficaz. A partir de allí
Nkrumah comenzó a desilusionar pues convirtió al país en un régi-
men monopartidista y persiguió a la oposición, pese a perfilar Accra
como el centro para la liberación de África dentro de su perspectiva de
panafricanista (Meredith, 2006: p. 29). Desde 1961 fomentó lazos con
la Unión Soviética y con China, apartándose de la política de no alinea-
ción de los primeros años. En febrero de 1966 fue depuesto durante
un golpe dado por las fuerzas armadas en su ausencia (Chamberlain,
1997: p. 70). El caso ghanés fue inspirador de otras independencias en
el bloque anglo-africano y en el resto de África también. Ningún otro
evento previo en África atrajo tanta atención internacional como la
independencia de esta nación. En efecto, participaron delegaciones de
56 países en celebraciones que se extendieron por seis días en un clima
de optimismo exultante.
                                       128
   Capítulo 3: El lustro 1955-1959 como principio del fin del colonialismo en África
   Una independencia que también marcó la orientación para una poste-
rior descolonización del África francesa fue la de otra pequeña nación de
África Occidental, la entonces Guinea francesa (o Conakry, por su capital,
nombre asumido luego de la independencia), declarada en octubre de 1958.
La independencia de este país guarda relación con lo sucedido en Francia
en 1940, pues la ocupación nazi resultó fatal para la intención francesa de
conservar un imperio de ultramar, aunque los colonizadores estuvieran dis-
puestos a no perderlo. En esta última empresa se lanzaron a partir de 1945,
con el fantasma del trauma post-ocupación alemana bien fresco.
   En 1944, en la Conferencia de Brazzaville, convocada por el jefe del
Comité de Liberación Nacional y héroe de la resistencia anti-nazi, el ge-
neral Charles de Gaulle, se propusieron reformas del sistema colonial
a través de un programa de descentralización que contemplara la ins-
tauración de asambleas locales y la representación de las colonias en la
Asamblea Nacional francesa por vía del sufragio (Gentili, 2012: p. 378).
Tomando ese antecedente, 1946 vio la creación de la Unión Francesa,
sustituyendo una nueva Constitución a la III República. Este nuevo
ensayo, con intención de conservar las posesiones, incluyó a la Francia
metropolitana, los departamentos de ultramar (como Argelia), más los
territorios de ultramar (casi toda el África francesa). Indochina, Túnez y
Marruecos se convirtieron en «Estados asociados» (Chamberlain, 1997:
p. 108), con autonomía en asuntos internos pero con el control francés
sobre su política exterior. De este modo, todos los habitantes de la Unión
pasaron a ser ciudadanos franceses, tornándose nula la distinción previa
                                        129
   Capítulo 3: El lustro 1955-1959 como principio del fin del colonialismo en África
entre ciudadano y súbdito (Ley Lamine Guèye). También se abolió la tan
detestada institución del trabajo forzado y el nefasto régimen judicial por
separado (el indigénat).
   Desde 1946, la nación francesa se mantuvo en todo momento como
parte de un Estado más complejo y de Gaulle definió la nueva configu-
ración como un Estado nacional e imperial, una organización de forma
federal. La novedad fue el hecho que unos diez africanos formaron la
Asamblea Nacional, junto a representantes de otros territorios. De esta
forma los diputados, como el senegalés Leopold Senghor, cobraron peso
en la definición de la política francesa, pues él, como otros, participó de
la redacción de la Constitución de la IV República y luego el grupo tuvo
espacio para efectuar no solo demandas civiles y políticas, sino también
sociales (Cooper, 2008).El propósito del representante senegalés era, me-
diante un modelo federal, conseguir «asimilar sin ser asimilados», en una
comunidad franco-africana.
   Este ordenamiento, la IV República, que no era ni un verdadero Es-
tado federal ni tampoco una confederación (Gentili, 2012: p. 379), se
entendió, en forma ficciosa, como un ensamblaje voluntario de pueblos
muy diferentes, en donde todos los ciudadanos franceses tenían los mis-
mos derechos (si bien el sufragio universal demoró una década en apli-
carse). Existieron varios puntos de fricción y debate, como la definición
de ciudadanía, pero una cuestión que introdujo resquemores fue la apro-
bación, por parte de la Asamblea legislativa, de la Ley Cuadro, en 1956,
que ofrecía un amplio margen de autonomía a las unidades constitutivas
                                       130
   Capítulo 3: El lustro 1955-1959 como principio del fin del colonialismo en África
de la IV República. Para Senghor, que buscaba federalismo a nivel del
África Occidental y confederalismo respecto a la Unión, la nueva norma
significó un traspié. Su gran rival y promotor de la ley dictada en 1956, el
líder marfileño Félix Houphouët-Boigny, buscó evitar la federación local
y asociar a cada territorio por separado directamente con Francia. Estos
conflictos evidenciaron que debilidad de la Unión Francesa y prueba de
ello fueron las emancipaciones de Túnez y Marruecos.
   La IV República se mantuvo hasta 1958 cuando de Gaulle consiguió
de nuevo la jefatura y vio luz la V República, teniendo origen la Comu-
nidad francesa, una modalidad más relajada de dominio que de todos
modos preveía que la política exterior fuera digitada de manera colecti-
va. Un aspecto que explica que los líderes africanos no hayan reclama-
do la independencia ese año fue que la estructura federal y confederal
impuesta hacía más tentador reclamar mejoras desde adentro antes que
la independencia. Desde ya, la postura de Houphouët-Boigny discrepó,
mientras otros grupos, como los estudiantes, reclamaban la independen-
cia total (Cooper, 2008).
   La diferencia de la Comunidad con la Unión consistió en que la nueva
Constitución permitió el ofrecer a los territorios ultramarinos la posi-
bilidad de determinar, por referéndum, el deseo de permanencia y, por
otro lado, que la cuestión de la ciudadanía era mucho menos ambigua
ahora: la carta magna indicó que solo existía la ciudadanía de la Comuni-
dad (aunque definir la nacionalidad se prestara a discusión). A finales de
septiembre la entonces Guinea francesa, con el liderazgo del radicalizado
                                        131
   Capítulo 3: El lustro 1955-1959 como principio del fin del colonialismo en África
Sékou Touré (nieto de un líder que resistió décadas antes la colonización
francesa en la región), votó no permanecer, a diferencia del resto, lo que
trastocaría el escenario con múltiples cambios en apenas dos años. El
curso de la guerra de liberación en Argelia, junto al desprestigio que pro-
vocó para la metrópoli (también si se suma la de Indochina, concluida
en 1954, año que inició la primera), resultó decisivo para explicar cómo
fue posible la pérdida de catorce posesiones francesas de África en el año
1960 por medio de una transferencia pacífica del poder a élites de hom-
bre cultos y occidentalizados, a excepción de Madagascar donde imperó
la violencia (Chamberlain, 1997: p. 114). Al final Francia pasó de ser un
Estado-imperio, que intentó conservar a sus pueblos en una unidad, a un
Estado-nación que alejó a las personas de sus fronteras, incluso a des-
cendientes de las poblaciones a las que por un tiempo trató de conservar
dentro (Cooper, 2008).
   Un pensamiento afrocentrado para la emancipación
   En este apartado se pasará revista a dos ideales que acompañaron y en
cierto modo aceleraron los procesos independentistas: el panafricanismo
y la negritud. Los representantes de estas corrientes, sumados a los ex-
ponentes del socialismo africano8, tuvieron un alto impacto continental
8 Como exponente de uno de los grandes pensadores dentro de esta escuela, sobresale
el primer mandatario de Tanzania, Julius Nyerere. En oposición al socialismo científico,
este respetadísimo maestro de escuela planteó la necesidad de retornar a la vía tradi-
cional africana como una forma de recuperación de los males infringidos por el colo-
nialismo, por medio del desarrollo agrícola centrado en comunidades de aldea. Nyerere
                                         132
   Capítulo 3: El lustro 1955-1959 como principio del fin del colonialismo en África
y también una gran repercusión mundial (Parada, Meihy y Mattos, 2013:
p. 55).
   Haciéndose eco de Bandung y El Cairo, los africanos comenza-
ron a manifestar una conciencia independentista y pusieron manos
a la obra. Tomando el ideal panafricano y apartándose del arquetipo
afroasiático de Bandung, el líder ghanés Nkrumah decidió convocar
las reuniones panafricanas al sur del Sahara procurando conducirlas y
dándole al tema panafricano prioridad en la agenda. El panafricanis-
mo engloba distintas épocas y objetivos cambiantes. Desde un primer
momento se construyó a partir de las relaciones entre el continente
y sus diásporas (particularmente el Caribe y los Estados Unidos), di-
námica con la que continuó y cuyo movimiento recíproco alentó el
desarrollo del movimiento (Parada, Meihy y Mattos, 2013: p. 56). Por
ende, de ser una manifestación de solidaridad algo difusa entre los
pueblos negros del mundo en las primeras décadas del siglo pasa-
do, pasó a adquirir una naturaleza política convirtiéndose en arma de
lucha en pos de la consecución de las independencias en África y el
Caribe, en su tercer momento.
planteó la aplicación de su proyecto ujamaa (familia y también comunidad, en swahili)
no solo en su país sino como un ideal a seguir en toda África y para la humanidad, tam-
bién entroncando con la unidad africana en varios aspectos. Si bien la aplicación de su
ideal en Tanzania fue resistida y su resultado final resultó controvertido, no obstante es
considerado un prócer nacional y una personalidad destacada de entre las de la genera-
ción de la independencia.
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   Capítulo 3: El lustro 1955-1959 como principio del fin del colonialismo en África
   El V Congreso Panafricano, celebrado en la ciudad inglesa de Man-
chester en 1945, marcó el objetivo final, la liberación del continente y su
unidad, así como la identificación con la lucha por los derechos civiles de
30 millones de afrodescendientes en los Estados Unidos. Un año antes
en esa ciudad había sido creada la Federación Panafricana, consagrada a
la búsqueda de la igualdad civil y de la independencia africana y la de toda
la afrodescendencia del mundo. La institución, abocada a la investigación
sobre la historia africana, tuvo a Nkrumah como secretario regional y
lanzó varios panfletos editados por otro distinguido panafricanista Geor-
ge Padmore, oriundo del Caribe británico (Parada, Meihy y Mattos, 2013:
pp. 74-75).
   La segunda mitad de la década de 1950 fue muy importante para
el panafricanismo y para África. En abril de 1958, el mandatario de
Ghana convocó a la Primera Conferencia de los Estados africanos
independientes en Accra, siendo el primer encuentro panafricano ce-
lebrado en suelo subsahariano y al cual acudieron los ocho países
africanos al momento soberanos, con el objetivo central de discutir
estrategias en torno a la liberación del resto del continente. En julio
de ese año el ghanés realizó su primera visita en los Estados Unidos,
en calidad de jefe de Estado independiente, y fue recibido como un
héroe en las calles neoyorquinas de Harlem. A fin de ese año se cele-
bró de nuevo en Ghana la Primera Conferencia de los Pueblos Africa-
nos, que resultó un éxito de asistencia y en la que el anfitrión declaró
que vendría la década de independencia africana.
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   Capítulo 3: El lustro 1955-1959 como principio del fin del colonialismo en África
   Dos semanas tras aquella reunión Ghana y Guinea formaron el nú-
cleo de la Unión de los Estados del Oeste Africano, a la que se invitaba a
unirse al resto de Estados libres de África bajo el slogan «Independencia
y unidad». Luego siguió un proyecto de unión entre esos dos países y
Malí, entendido como el puntal de los Estados Unidos de África, el ideal
máximo de Nkrumah, pero la idea no prosperó por múltiples motivos,
entre los cuales destaca la sospechas sobre el afán del último en hacerse
con el poder de todo el continente. Para peor, las divisiones se profundi-
zaron poco después con la formación de los grupos rivales de Monrovia
y Casablanca, con posiciones diametralmente opuestas en torno a las in-
dependencias y el mantenimiento del statu-quo. En el primero lideraron
Senghor y Houphouët-Boigny, en el otro Nkrumah, Nasser, Touré y Mo-
dibo Keita (este último de Malí) (Parada, Meihy y Mattos, 2013: p. 103).
   Una de las cuestiones por las cuales se reivindica a Nkrumahes por
haber reclamado la independencia de las colonias africanas, más el refor-
zamiento de la unidad entre africanos y la ayuda a todos los movimientos
nacionalistas del continente. El inicio de la década de 1960 acentuó posi-
ciones en torno al afianzamiento de la unidad continental. En efecto, el
líder ghanés propuso la constitución de una organización permanente de
los Estados africanos independientes (Decraene, 1962: p. 53) pues, según
argumentó, solo la unidad africana sería capaz de asegurar la liberación
total del continente, partiendo de la liberación a nivel nacional (Parada,
Meihy y Mattos, 2013: p. 92). Estos eventos se repitieron, oficiando de
sede países árabes, como Egipto y Túnez, pero la brecha entre Nkrumah
                                        135
   Capítulo 3: El lustro 1955-1959 como principio del fin del colonialismo en África
y sus seguidores con la causa de aquellos no se dirimió. El tema principal
de las discusiones estuvo atravesado por la liquidación del imperialismo y,
en segunda instancia, por la búsqueda de la unidad continental.
   A finales de la década de 1950 y principios de los años 60, el aspec-
to crucial del panafricanismo (llamado de cuarta generación), una vez
alcanzadas las independencias, fue la creación de una entidad africana
supranacional de todos los Estados independientes, como se indicó. Al
respecto, la fundación de la Organización para la Unidad Africana (OUA)
en 1963, en Addis Ababa (capital etíope)9 significó la apoteosis de tal in-
tención (Fage y Oliver, 1984: p. 109) y mostró un punto de acercamiento
entre los grupos de Monrovia y Casablanca al reunirse 32 jefes de Estado
africanos en esa oportunidad. También el físico e historiador senegalés
Cheikh Anta Diop, en base a su investigación sobre la raíz africana del
Antiguo Egipto, publicada bajo el título Naciones Negras y Cultura (1954)
pensó en una unidad africana en términos de federación. En otras pa-
labras, Diop sentó el pilar de un panafricanismo de expresión literaria y
cultural (Parada, Meihy y Mattos, 2013: pp. 93-94).
   Senghor es un referente indiscutido del movimiento de la negritud,
que nucleó a africanos y afrodescendientes de habla francesa en el re-
clamo de la recuperación de la esencia africana, a través de la literatura y
9 Etiopía (la antigua Abisinia), país que no sucumbió al colonialismo a diferencia de casi
toda África a fines del siglo XIX, sí sufrió la ocupación de la Italia fascista entre 1936
y 1941. Un símbolo de la resistencia africana y una nación reverenciada como lugar de
retorno desde varios puntos de la diáspora africana.
                                          136
   Capítulo 3: El lustro 1955-1959 como principio del fin del colonialismo en África
la cultura, en reacción a la imposición colonial y racista. El movimiento
data de la década de 1930 en el entorno parisino de jóvenes africanos,
estudiantes de las colonias y jóvenes enajenados de sus auténticas raíces
por influjo de la cultura francesa y la occidentalización. Sus máximos ex-
ponentes, además de Senghor, fueron otros dos poetas, el guyanés Léon
Damas y el martinico Aimé Césaire. De ser una búsqueda que involu-
craba al individuo, luego de 1945 se transformó en un movimiento de
liberación que también irradió fuera del ámbito francófono, por ejemplo,
para el líder de la independencia de Guinea Bissau y Cabo Verde, Amílcar
Cabral, el propósito de los movimientos de liberación de las décadas de
1960 y 1970 consistió en un «retorno a los orígenes» (Fage y Oliver, 1984:
p. 141).
   El grupo de intelectuales, del que Senghor formó parte, se aglutinó
en la revista Présence Africaine, fundada en 1947 en París y dirigida por su
compatriota, el escritor e intelectual Alioune Diop. En 1956 el círculo or-
ganizó el Primer Congreso Internacional de Escritores y Artistas Negros,
en la capital francesa, al cual asistieron francófonos de distintas regiones
del Imperio, como Anta Diop, quien expresó un memorable discurso.
Otra producción fundamental dentro de la escuela de pensamiento fue
la que se considera su obra pionera y en la que aparece por primera vez
la palabra negritud, traducida al castellano como Cuaderno de un retorno al
país natal, de Césaire, publicada en 1938 (Gentili, 2012: p. 252). Una de las
críticas a la negritud fue que romantizó la cultura y la sociedad africana
y que recaló solo en una pequeña elite de intelectuales sin gran llegada a
                                        137
   Capítulo 3: El lustro 1955-1959 como principio del fin del colonialismo en África
las masas (Fage y Oliver, 1984: p. 140). Además, Senghor fue muy cues-
tionado por haberse mostrado siempre cercano a Francia, con la cual ni
por un instante pretendió una ruptura absoluta como otros líderes fran-
co-africanos (por ejemplo, Touré).
   En cierto modo el pensamiento de Senghor tuvo una deriva hacia
cierta unidad africana. El político senegalés se mostró escéptico a la idea
de creación de los Estados Unidos de África y en un texto explicó que esa
unidad no podía ser creada en forma automática, en clara crítica a Nkru-
mah. El poeta definió la africanidad como la complementariedad de los
valores árabes con la negritud y defendió la conservación de relaciones
con Europa a partir de la creación de una «Euráfrica», como una tercera
vía no alineada en el marco del contexto internacional de rivalidad de
Guerra Fría. En su perspectiva, el mestizaje, a través del federalismo en
clave política, sería lo único que permitiría ese encuentro para la armoni-
zación de culturas. La propuesta de debate sobre cómo proceder para la
unidad africana en el ámbito francófono fue protagonizada por la Fede-
ración de Estudiantes del África Negra (FEANF, por su sigla en francés),
creada en 1950, en donde se ponderaron las ideas de Senghor y las del
historiador burkinabé Joseph Ki-Zerbo que lo acompañó, por un lado,
frente a la lectura del marfileño Hophouët-Boigny, por el otro. Los dos
primeros abogaron por la formación de una federación de África Occi-
dental que reagrupase a los territorios franceses de las dos federaciones
coloniales preexistentes más Togo, Nigeria, Ghana, Congo y otros países
de la región (Parada, Meihy y Mattos, 2013: p. 95).
                                       138
   Capítulo 3: El lustro 1955-1959 como principio del fin del colonialismo en África
   Pese a la riqueza del discurso y a una cantidad inabarcable para estas
líneas de pensadores y proyectos, el ideal panafricano quedó trunco de-
bido a diversos obstáculos y divisiones. Tampoco dejó de ser un fenó-
meno típico de la intelectualidad africana instruida al modo occidental, al
igual que el desarrollo de los movimientos nacionalistas (tanto en África
como en Asia). El panafricanismo no dio grandes frutos. La plasmación
de los Estados Unidos de África, soñada por Nkrumah en África debe
unirse (obra publicada en 1963), resultó papel mojado (a excepción de la
creación de la OUA, en parte). Por ejemplo, la Federación de Malí (1959-
1960), que unió a Senegal y al ex Sudán francés (actual Malí), tuvo una
existencia bastante breve y resultó un federalismo truncado. La mayoría
de los líderes de la región desconfiaban de las asociaciones pues temían que
vecinos más poderosos se aprovecharan o que los más débiles exigieran
compartir en pie de igualdad lo de lo más privilegiados (Cooper, 2008).
   Conclusión
   Finalizando la década de 1950, los poderes coloniales, cada vez más
arrinconados por todos los factores indicados precedentemente, se vie-
ron obligados a ceder el poder, pero excluyendo a los grupos más radica-
les, aquellos que pudieran subvertir el orden instaurado con anterioridad.
Los líderes nacionales, que compartían el lenguaje del colonizador, eran
la apuesta más tranquila en ese sentido. 1960 marcó el año de las inde-
pendencias, con la aparición de más de una decena de Estados en África
subsahariana. Solo cuando el poder colonial opuso una resistencia férrea
a los ánimos independentistas, los proyectos locales se radicalizaron ge-
                                        139
   Capítulo 3: El lustro 1955-1959 como principio del fin del colonialismo en África
nerando años de guerra (como en el caso portugués o la referida expe-
riencia argelina). El nacionalismo en África fue a la captura del Estado y
las ex metrópolis al menos pudieron decidir sobre los grupos encargados
de esa apropiación (Campos Serrano, 2000).
   Tanto desde la perspectiva europea, como desde la reacción de los
pueblos colonizados, las metrópolis coloniales comprendieron que a
finales de la década de 1950 sus imperios estaban en un estado de ago-
nía tal que era necesario acabar con el colonialismo tras experimentos
previos de reforma y modificación de las bases imperiales. Por ende,
las descolonizaciones fueron una mezcla de iniciativa metropolitana y
presiones nacionales (Fage y Oliver, 1984: p. 386). Al calor de dicho
proceso se forjó la idea nacionalista, cuyo fin primario apuntó a ha-
cerse con el aparato burocrático colonial y, por consiguiente, consti-
tuir un Estado moderno. La estatalidad y el nacionalismo anticolonial
fueron las armas europeas apropiadas por africanos (y con antelación
por algunos asiáticos). Todos los partidos nacionalistas se configu-
raron en la idea de un sentimiento de unidad nacional superador de
las identidades locales en cada colonia. Tras la independencia la dis-
cusión consistió en definir quién se haría cargo del control estatal
(Campos Serrano, 2000).
   Para 1970 ya no quedaron grandes extensiones territoriales bajo con-
trol europeo, hecho que pensado veinte años hubiera resultado irrisorio.
Solo Portugal resistió la idea de disolver su imperio porque era un país
atrasado que no se podía valer del neocolonialismo, lo que provocó uno
                                       140
   Capítulo 3: El lustro 1955-1959 como principio del fin del colonialismo en África
de los casos más funestos de experiencias de descolonización. También
resistieron las dos colonias británicas de asentamiento blanco en África:
Kenya y Rhodesia del Sur, sin perder de vista la lucha contra el apartheid
en otro importante territorio de asentamiento europeo, Sudáfrica. En re-
sumen, casi todas las colonias británicas y francesas de África obtuvieron
la independencia entre 1960 y 1962 (Hobsbawm, 2001: p. 225).
   El avance independentista era un augurio que anticipó en su famoso
discurso «Vientos de cambio» el Primer Ministro británico Maurice Ha-
rold Macmillan, el 3 de febrero de 1960 en el Parlamento sudafricano.
El político, refiriéndose al escenario africano, dijo: «El viento de cambio
sopla por todo este continente, y, tanto si nos gusta como si no, este
incremento de una concienciación nacional constituye un hecho políti-
co. Debemos todos aceptarlo como tal hecho y nuestra política nacional
debe tomar buena nota de ello» (Chamberlain, 1997: p. 70).
   Este artículo tuvo como objetivo central mostrar que la liberación de los
países africanos del colonialismo además fue iniciativa de sus líderes y tam-
bién de sus pueblos, como para contrarrestar la tendencia a ver un conti-
nente sin voluntad y siempre moldeable a intereses externos. Además, como
sugiere una lectura (Chamberlain, 1997: p. 13) el término «descolonización»
llevaría implícita la noción de la emancipación como una dádiva de la poten-
cia colonial. Muy por el contrario, ya sea por la vía de la negociación o por la
senda del conflicto, las independencias fueron resultado de sociedades africa-
nas protagonistas centrales del proceso que una vez más cambió su historia
en el intento por superar el amplio trauma del colonialismo.
                                        141
   Capítulo 3: El lustro 1955-1959 como principio del fin del colonialismo en África
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                                        143
                Capítulo 4: África: un continente, muchos mundos
                    CAPÍTULO 4
         África: un continente, muchos mundos.
                                                   Ricardo Agustín Benítez
   Introducción
   Al abordar el estudio del continente africano nos enfrentamos rápi-
damente a uno de sus principales retos, su extrema diversidad. En el
presente trabajo, proponemos desestructurar el término «África» como
un concepto totalizante y sintetizador de un universo de realidades dife-
renciales que deben ser abordadas en sus especificidades.
   Aunque en el continente africano existen una gran cantidad de cues-
tiones que permiten hablar de un relato en común como los efectos de
la descolonización, religiones compartidas, subdesarrollo, inserción in-
ternacional, institucionalización, por mencionar algunos. Cada una de las
regiones africanas presenta y se enfrenta a desafíos particulares en los
ámbitos políticos, económicos y sociológicos.
   En el presente trabajo proponemos realizar un abordaje fugaz y ge-
neral de cada una de las regiones africanas a través del desarrollo de
tres grandes ejes de abordaje: Situación Política, Contexto Económico
y Sociedad. En cada uno, se abordarán elementos distintivos como los
                                    144
                   Capítulo 4: África: un continente, muchos mundos
conflictos, la coyuntura política, los modelos de integración y las caracte-
rísticas lingüísticas y religiosas, entre otros, los cuales permitirán ilustrar
un abordaje justo y sintetizador de una fracción de la realidad que define
el presente de cada una de estas regiones, con el objetivo de visibilizar
sus diferencias.
   A su vez, la clasificación en regiones, aunque siempre es discrecional
y no representa líneas divisorias estrictas, es necesaria para afrontar este
trabajo. La Organisation for Economic Co-operation and Development (OECD)
presenta una clasificación de seis regiones que incluyen la diáspora africa-
na (OECD, 2017). Basándonos en la misma y por criterios de extensión
nos remitiremos a la categorización de 4 (cuatro) regiones específicas:
Occidental, Oriental, Central y Austral, descontando la diáspora y fusio-
nando la región del Norte en nuestra clasificación de África Occidental
(Marruecos, Mauritania, Argelia, Túnez, Libia) y Oriental (Egipto).
   África Occidental
   Política
   Una de las características políticas más distintivas de esta región
consiste en el elevado número de Estados independientes que per-
tenecen a ella y que se destacan por su extrema heterogeneidad en
términos de población, territorio y grupos sociales, sobresaliendo un
aglomerado de Estados con capacidades y estructuras organizaciona-
les diversas y en varios sentidos poco congruentes (World Population
Review, 2020).
                                       145
                   Capítulo 4: África: un continente, muchos mundos
   Acorde a nuestra clasificación, exceptuando Argelia que es el país
con mayor territorio del continente (2,3 millones de km2) y con una
población de alrededor de 40 millones, existen otros cinco grandes
Estados en territorio similar (alrededor de 1 millón de km2), pero con
diferencial de población tales como Mauritania (4 millones), Libia (6
millones), Malí (20 millones), Níger (25 millones), Nigeria (200 mi-
llones); 6 Estados de tamaño medio (entre 100 a 500 mil km2) como
Marruecos, Túnez, Senegal, Guinea, Costa de Marfil, Burkina Faso,
Benín y Ghana y 6 Estados de territorios pequeños (menos de 100
mil km2) como Togo, Sierra Leona, Liberia, Guinea Bissau, Gambia
y Cabo Verde.10
   La mayor presencia de Estados independientes se observa en la franja
atlántica, desde Senegal a Nigeria, lo que genera un considerable incre-
mento en la densidad de Estados en el área que no se observa en otras
regiones. Esta circunstancia es clave para entender las disparidades y he-
terogeneidades en la capacidad estatal de esta zona.
   La región presenta los índices más elevados de movilidad humana en
el continente africano, con alrededor de 8.4 millones de migrantes, en
donde alrededor del 70 % de la migración es de carácter intrarregional.
Sin embargo, los flujos migratorios son variados e incluyen los niveles
interno, regional, continental e internacional (International Organization
of Migration, 2020).
10 Las mediciones incluyen territorio emergido y no superficie marítima ni línea de costa.
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                  Capítulo 4: África: un continente, muchos mundos
   Para el caso de la movilidad internacional -hacia afuera del con-
tinente- destacan los circuitos occidental y central. El circuito occi-
dental o costero inicia en Senegal, desde donde los migrantes buscan
llegar por mar a Islas Canarias (España) o por tierra a los enclaves
de Ceuta y Melilla (España).11 El circuito central o transahariano, en-
cuentra en la ciudad de Agadez (Níger), un centro geográfico que
junto a Tamanrasset (Argelia) divide rutas hacia Marruecos, Túnez y
Libia.
   Existen varios factores que impulsan la migración tales como las
oportunidades laborales gracias al marco institucional entre Estados que
facilita la libre movilidad, no sin ciertas restricciones, y cuestiones am-
bientales vinculadas al cambio climático y la desertificación de tierras,
reducción costera, deforestación, etc. que han desplazado a millones de
personas de sus lugares de origen.
   A estas cuestiones se suman otras vinculadas a los conflictos y la
seguridad. La guerra de Libia iniciada en 2011 ha provocado un doble
flujo de refugiados que ha fomentado la propagación del terrorismo
yihadista y el incremento de las redes de contrabando de armas y mer-
caderías ilegales que promovió la expansión de la inseguridad al sur del
Sahara (Paniagua, 2010).
   La región de fronteras entre Malí, Argelia, Libia y Níger se caracteriza
por una geografía montañosa que permite el asentamiento humano gra-
11 Enclaves españoles localizados en la costa norte africano fronterizos con Marruecos.
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                 Capítulo 4: África: un continente, muchos mundos
cias al reparo, acceso a valles, agua y protección para escondites, siendo
un sitio propicio para el refugio de insurgentes.
   La presencia de agrupaciones como Al Qaeda en el Magreb Islámico
(en adelante AQMI), Ansar Dine y Estado Islámico en la provincia de África
Occidental (ISWAP en sus siglas en inglés) han adoptado una estrategia
de vinculación con los grupos locales de la región que ha generado una
proliferación del conflicto. Muchas de estas comunidades se han radica-
lizado o preparado fuerzas de autodefensa, impulsando la conflictividad
entre grupos étnicos diversos como los Tuareg, Bambara, Peul, Dogon
y Hausas, disparando los índices de violencia inter-comunitaria en Malí,
Burkina Faso y Nigeria.
   Actualmente existe una fuerte militarización regional ante la presen-
cia de la misión militar francesa «Operación Barkhane», tropas estadou-
nidenses en tareas contraterroristas en Níger, la misión de paz de las
Naciones Unidas (MINUSMA), fuerzas regionales desplegadas como el
G5 Sahel en Mali y las campañas conjuntas en la región de Lago Chad
(Benítez et al., 2020).
   Otra cuestión que agrava la crisis de seguridad y promueve la movili-
dad humana está relacionada con los problemas de algunos Estados para
garantizar la estabilidad institucional de sus gobiernos.
   Uno de los principales factores que promueve las crisis institucionales
en la región se encuentra relacionado con las dificultades para la transi-
ción política, la extensión de los mandatos y los fraudes electorales. En
                                     148
                Capítulo 4: África: un continente, muchos mundos
algunos casos, estos se presentan ligados a clivajes internos basados en
regionalismos o agrupaciones étnicas, pero en otros representan defi-
ciencias en los mecanismos de representatividad.
   Malí y Burkina Faso han adolecido de capacidades institucionales para
afrontar la creciente crisis de representatividad y seguridad respectiva-
mente y para garantizar un orden político estable. A su vez, Guinea Bis-
sau es un caso ejemplar de crisis institucional de difícil resolución, donde
la corrupción política, denuncias sistemáticas de fraude, violencia política
e instituciones judiciales fallidas son recurrentes. Actualmente se encuen-
tra desplegada una misión de observación del ECOWAS, mientras que
las Naciones Unidas mantienen una misión desplegada desde 1999.
   Economía
   En términos económicos, la región cuenta con índices de crecimiento
positivos en varios países. Acorde al PBI, Nigeria representa aproxima-
damente el 70 % del PBI regional y se ha posicionado como la principal
economía africana en 2020. Costa de Marfil, Senegal, Ghana, Marruecos
y Argelia también poseen buenos índices de crecimiento económico.
   Las principales actividades económicas se vinculan con la producción
de energía, donde Nigeria, Argelia, Libia son los principales productores.
En minería destacan Malí, Níger donde el uranio es un recurso de im-
portancia internacional. Destacan en los países más pequeños la industria
primaria, algodón y cacao y en general los sectores de servicios dinami-
zan las economías de la mayoría de estos países (West Africa Brief, 2020).
                                    149
                  Capítulo 4: África: un continente, muchos mundos
   La región cuenta con uno de los principales organismos de integra-
ción regional a nivel continental, el Economic Communitity of West Africa
States (ECOWAS) en donde se promociona la creación de un área de libre
comercio, uniones aduaneras, mercados comunes y la unión monetaria,
aunque también se consideran asuntos de seguridad y estabilidad insti-
tucional.
   También podemos mencionar a la Arab Magreb Union (UMA), a la que
pertenecen Marruecos, Argelia, Túnez, Libia y Mauritania y que tiene
como objetivos la confraternización de los Estados del Magreb, la pro-
moción de un mercado y una política común en todos los dominios, con
un énfasis especial en los asuntos económicos (AMU, 2020). En el caso
de la Community of Sahel-Saharan States (CEN-SAD), pertenecen a esta
24 Estados localizados en el Magreb, el África Occidental y el Cuerno
de África. Entre sus principales objetivos se encuentran una unión eco-
nómica basada en planes de desarrollo integral, la mejora de la interco-
nectividad y la coordinación económica, tecnológica y cultural (United
Nations Economic Commission for Africa, 2020).
   Sociedad
   Respecto a las lenguas de uso común no africanas, el francés, el por-
tugués y el inglés, son lenguas oficiales en los países independizados de
estas metrópolis y deberíamos adherir el uso del español en las islas ca-
narias y el Sahara Occidental.12 Otra lengua oficial y predominante en la
12 Las Islas Canarias son una comunidad autónoma española, y forman parte del conti-
                                       150
                   Capítulo 4: África: un continente, muchos mundos
región es el árabe, extendido en Marruecos, Mauritania, Argelia, Túnez y
Libia. Sin embargo, al analizar las lenguas francas nos encontramos con
una mayor diversidad y multiplicidad de dialectos que también permiten
clasificar a los diferentes grupos humanos de la región.
   Con una gran extensión territorial, del grupo de lenguas bereberes
predomina el Tamazigh, una lengua extendida en la región del Sahara,
norte de áfrica y norte del Sahel, hablada principalmente por los pueblos
Imazighen (nombre propio de los conocidos pueblos bereberes) y que
cuenta con un alfabeto propio, el Tifinagh (Temehu, 2020).
   El grupo Nilo-saheliano es otro tipo de lenguas que se extiende a lo
largo del Sahel y sur del Sahara, en la franja que incluye Sudan, Chad, Ní-
ger, Nigeria, Malí y norte de Camerún. Dentro de estas lenguas destacan
idiomas como el Kanuri en la región del Lago Chad y el Shongay en las
riberas del norte del Níger.
   El grupo de lenguas Mandé es uno de los más extendidos del conti-
nente africano y se extienden desde Senegal hasta Camerún, destacando
las lenguas mandingas en el cauce alto del Níger (Malí y Burkina Faso)
mientras que en Nigeria el Yoruba y el Lucumí tienen una gran densidad
demográfica y extensiones en comunidades en América Latina.
   Por último, el conjunto de lenguas atlánticas contiene dos idiomas de
amplia extensión, el Wolof en Senegal y Gambia y las lenguas Fulani,
nente africano. En el caso del Sáhara Occidental, es una región en disputa entre Marrue-
cos y la República Democrática Árabe Saharaui, donde predomina el uso del español.
                                          151
                  Capítulo 4: África: un continente, muchos mundos
extendidas en sentido inverso a las lenguas Nilo-sahelianas, localizadas
entre las sabanas senegalesas hasta el Sahel central (Güldeman, 2018).
   Además de las diferencias lingüísticas, existe una gran diversidad
de organizaciones sociales que han promovido una mayor heteroge-
neidad en el desarrollo social de varios grupos humanos en el África
Occidental.
   Vinculados al comercio y con acceso a territorios cultivables como en
la costa mediterránea norafricana, las ciudades ribereñas en los cauces de
grandes ríos como el Senegal, el Níger, el Volta vieron el desarrollo de
sociedades urbanas con centros comerciales como Trípoli, Marrakech,
Timbuktú, Dakar y Lagos.
   A su vez, en las vastas extensiones del Sahara y el Sahel se han desa-
rrollado culturas basadas en la trashumancia y el nomadismo como los
Tuareg y los Fulani.13Ambos grupos se dedican al pastoreo, la ganadería
y el comercio, poseen una cultura compartida, aunque estén compuestos
por diversos subgrupos organizados en sociedades tribales o familias ex-
tendidas de base patriarcal.
   A su vez, existen comunidades sedentarias agrícolas muy numerosas
como los Bambará del centro de Malí y los Serer de Senegal, los yorubas
del sur de Nigeria y los Dogon del centro de Malí. Organizados en co-
munidades estables, con una mayor estratificación social y organizados
en sistemas políticos basados en facciones familiares.
13 Aunque muchos han comenzado a sedentarizarse por políticas estatales.
                                       152
                 Capítulo 4: África: un continente, muchos mundos
   En el aspecto religioso, se debe considerar que el sincretismo no re-
presenta un problema en su percepción confesional por lo que, aunque
la población adscriba al cristianismo o al islam, también frecuentan a
rituales propios de las religiones locales (PRC, 2010).
   Aun así, el islam es una religión predominante en la franja mediterrá-
nea, la confesión sunní y corrientes sufistas coexisten en esos territorios.
En la región del Sahel, el islam fue penetrando a través de las rutas co-
merciales y presenta una característica sincrética en la que conviven con
otras tradiciones animistas.
   El cristianismo se encuentra extendido a lo largo de la franja atlántica.
La corriente principal es el pentecostalismo y el protestantismo gracias a los
misioneros anglosajones. Sin embargo, el catolicismo, originario de Francia
tiene un sustento fuerte en Costa de Marfil, pero penetró muy poco en las
sociedades islámicas que estuvieron bajo administración colonial francesa.
   Las religiones tradicionales como las costumbres animistas y el pan-
teón vudú perviven fuertemente en los países atlánticos como Mali, Se-
negal, Guinea Bissau, Liberia, Ghana y Nigeria donde la tradición animis-
ta coexiste fuertemente con el islam o el cristianismo.
   África Central
   Política
   La pacificación de la República Centroafricana (en adelante RCA) es
una de las principales cuestiones de agenda internacional en la región de
                                     153
                Capítulo 4: África: un continente, muchos mundos
África Central, donde la cuestión de la estabilidad política es un dilema
constante y los efectos de la ruptura institucional de 2013 aún repercuten
hasta el día de hoy.
   El clivaje religioso caracterizó a este nuevo alzamiento en donde fac-
ciones musulmanas denominadas seleka apoyaron la revuelta. Posterior-
mente se desentenderían del gobierno e iniciarían una escalada de violen-
cia general contra poblaciones cristianas organizadas en el movimiento
anti-balaka. Ambas coaliciones se irán disgregando en un complejo entra-
mado de señores de la guerra y líderes locales que buscarán por medio de
la negociación o la coerción aumentar sus cuotas de poder.
   Sin embargo, el apoyo internacional al gobierno de Bangui, represen-
tado en la misión de paz de Naciones Unidas (MINUSCA) y las acciones
de presión sobre las milicias, permitieron avanzar en el desarme limitado
en 2017, en una amplia negociación en 2018 y en la realización de un
tratado de desarme general el 5 de febrero de 2019.
   La situación en la RCA se ha destacado por el mantenimiento del
proceso de paz. Sin embargo, aún existen brotes de violencia potencia-
dos por eventos circunstanciales de la situación política local como las
elecciones de 2020-2021, la falta de presencia de instituciones estatales
y al control territorial de grupos armados rebeldes en zonas periféricas.
   Cerca de la frontera sudoriental de la RCA, la situación de seguridad
en la República Democrática del Congo (en adelante RDC) continúa sig-
nada por la escasa presencia del gobierno, la presencia de varios grupos
                                    154
                Capítulo 4: África: un continente, muchos mundos
armados como el Lord ResistanceArmy (LRA), rebeldes de RCA, grupos
vinculados a ISIS como el Allied Democratic Forces (ADF), milicias locales
como el M21 y el Nduma Defense of Congo. Renove Faction (NDC-Renove),
presente en la provincia de Ituri (Mudge, 2020).
   La región oriental de la RDC es rica en recursos naturales, principal-
mente coltán, uranio, oro, piedras preciosas y actualmente yacimientos
petrolíferos en el Lago Edward, dentro del área protegida del parque Vi-
runga, por lo que la competencia por el control de estos recursos estraté-
gicos representa un factor clave en la inestabilidad de la zona (Extractive
Industries Transparency Initiative, 2020).
   Respecto a la cuestión sanitaria, el brote de Ébola en el este de la RDC
ha sido el primero surgido en una zona de conflicto y ha sido clasificado
como el segundo más mortal de la historia, declarada contenida por la
Organización Mundial de la Salud el 25 de junio de 2020 (World Health
Organization, 2020).
   Aunque el riesgo de propagación urbana ha sido menor que al ocurri-
do en el brote de Sierra Leona de 2014-2016, el principal desafío estuvo
relacionado con el nivel de inseguridad del área de operaciones, la reti-
cencia de la población civil a la presencia de las organizaciones de ayuda
internacional y a la falta de condiciones logísticas adecuadas para conte-
ner poblaciones con un elevado índice de movilidad.
   Otro asunto de inestabilidad consiste en la rebelión de las provincias
occidentales de Camerún contra el gobierno de Yaundé. Los secesionis-
                                    155
                Capítulo 4: África: un continente, muchos mundos
tas justifican su accionar como respuesta a la política de marginalización
sociopolítica de las poblaciones angloparlantes y enmarcan su lucha en
los clivajes lingüísticos entre ambas regiones.
   La situación, se caracteriza por la constante polarización y el dis-
tanciamiento entre las partes, teniendo sus orígenes en la génesis del
Estado de Camerún. La evolución institucional del Estado ha estado
signada por una tendiente preeminencia de las elites francoparlantes
localizadas al oriente del país. De un origen como República Federal
en 1961, el Estado evolucionó a una República Unida en 1972 donde
la paridad regional se vio comprometida. Ya en 1984 adoptó la forma
de República de Camerún donde la preeminencia francoparlante se
encontraba consolidada. Esta preeminencia del dominio francopar-
lante no ha cambiado en lo absoluto ante las sucesivas presidencias de
Paul Biya y a la falta de alternancia política (Fomunyoh, 2017).
   Además de estos contextos específicos de crisis sociales o políticas, se
observa en África Central la preeminencia del fenómeno de la geronto-
cracia y de escasa alternancia política. El control electoral, la corrupción
institucional, las perpetuaciones en el poder por cambios constituciona-
les y la falta de acceso de nuevas elites jóvenes representan un fenómeno
preocupante para la consolidación democrática. A continuación, presen-
tamos tres ejemplos destacados (Louw-Vadran, 2016).
   En Chad, el gobierno de Idriss Deby (nacido en 1952) perdurará hasta
2033 gracias al cambio constitucional y el reconocimiento de la potestad
                                    156
                   Capítulo 4: África: un continente, muchos mundos
de reelección a dos mandatos consecutivos no retrospectivos. Gracias a
esta salvedad, la presidencia de Deby, iniciada en 1990, será una de las
más extensas si finaliza su mandato (Sioudina, 2018).
   Otro caso es el del presidente de Camerún Paul Biya (nacido en 1933),
quien asumió la presidencia en 1982. En 2018 fue elegido nuevamente
para el cargo por un mandato de siete años y actualmente detenta el se-
gundo lugar en términos de longevidad en el poder en todo el continente
africano (Suaréz, 2018).
   Por último, debemos destacar la presidencia de Theodore Obiang
Nguema Mbasogo (nacido en 1942) presidente de Guinea Ecuatorial
desde 1979.14 Ha liderado el país a través de varios sistemas de gobier-
no que incluyeron la presidencia de facto (1979-1987), la presidencia
por candidatura única (1978-1991) y desde 1993 a través de un sis-
tema multipartidista que ha sido condenado internacionalmente por
irregularidades en el proceso y la renuncia recurrente de los candida-
tos opositores a la carrera presidencial (Human Rights Watch, 2019).
   Economía
   Existe una gran cantidad de organismos multilaterales de inte-
gración con objetivos similares, pero con diferentes desempeños. La
Communauté Économique et Monétaire de l’Afrique Central (CEMAC), la
Communauté Économique des États de l’Afrique Centrale (CEEAC) y la
Lake Chad Basin Commission entre otros. A su vez la RDC forma parte
14 Al igual que Deby es un ex militar que llegó al poder a través de un golpe de Estado.
                                         157
                Capítulo 4: África: un continente, muchos mundos
del Southern African Development Community, lo que genera un solapa-
miento poco beneficio de organismos multilaterales (African Deve-
lopment Bank Group, 2019).
   En términos de desarrollo económico, África central se caracteriza
por la escasa conectividad en infraestructuras y servicios, aunque existen
proyectos de importancia como los corredores trans-congoleños. A su
vez, cuenta con una gran cantidad de recursos forestales, tierras arables,
población juvenil y potenciales economías regionales. Destaca actual-
mente la liberación de sanciones a la RCA para la exportación de dia-
mantes, situación beneficiada por la actual presidencia de la Federación
Rusa del Kimberley Process y de su alianza estratégica-militar con el go-
bierno de Bangui (Kimberley Process, 2020).
   La mayor parte del transporte es por carreteras y en donde un alto
porcentaje de los tramos se encuentran sin asfaltar. Ante la escasez de
ferrocarriles y otros medios de comunicación, los costos de transporte y
de transacciones son elevadísimos. Situación que empeora aún más con
las cuestiones aduaneras, huelgas de transportistas y escasa capacidad
portuaria (Ntaryke, 2016).
   Un elemento de oportunidad económica que se presenta en la región
corresponde a las explotaciones de hidrocarburos, principalmente en las
aguas del Golfo de Guinea. Los principales reservorios se localizan en
Camerún, Gabón, Guinea Ecuatorial y en el continente en Chad y la
zona oriental de la RDC.
                                    158
                Capítulo 4: África: un continente, muchos mundos
   En esta cuestión destacan los índices económicos de Guinea Ecuato-
rial y Gabón. Países pequeños en territorios y población que han moldea-
do su estrategia productiva en el sector de hidrocarburos local (Oficina
Económica y Comercial de España, 2019). Sin embargo, ambos Estados
continúan siendo vulnerables a los choques externos por la caída del
precio de estos commodities, lo que compromete sus modelos de desarrollo
(Direction générale du Trésor, 2020).
   La falta de seguridad en la zona del Golfo de Guinea afecta negativa-
mente al comercio marítimo de los puertos de la RDC, Gabón, Camerún
y Guinea Ecuatorial. En 2019, ha sido la región con mayores casos de
piratería a nivel global dada la combinación de elevados índices de pobreza
y escasa presencia estatal en el mar (International Maritime Bureau, 2020).
   Sociedad
   La composición de grupos humanos del África Central es diversa,
aunque en menor grado que la observada en África Occidental.
   Al norte y en la franja que va desde Nigeria a Uganda, se observan
pueblos de origen Nilo-sahelianos. Los fulani extienden sus activi-
dades trashumantes tan lejos como Sudán del Sur y en Chad se entre-
cruzan con grupos árabes sudaneses.
   En la zona de Camerún, aunque no existe un fuerte clivaje étnico
si hay una fuerte polarización sociocultural entre los sectores anglo y
francoparlantes que mencionamos más arriba. En Guinea Ecuatorial,
se observan diferencias entre Bubis y Annoboneses insulares y los
                                    159
                  Capítulo 4: África: un continente, muchos mundos
otros cinco grupos étnicos establecidos principalmente en la zona
continental. En el Congo, los grupos más diferenciados serían los
pigmeos de las selvas orientales, también se observa una fuerte mi-
gración hutu en las zonas aledañas a la región de los grandes lagos.
   En cuanto a los idiomas, deberíamos mencionar que, exceptuando
Guinea Ecuatorial, en donde la lengua oficial es el español, el este de
Camerún angloparlante mencionado más arriba y Sao Tomé y Príncipe
que es un país luso parlante, la totalidad del África Central tiene al francés
como lengua oficial.15
   A su vez, hay una multiplicidad de lenguas locales vinculadas a la fa-
milia de lenguas Níger-Congo de tipo Bantú. Predominan las lenguas
Creoles, formadas durante siglos de contactos con lenguas europeas gra-
cias al comercio exterior. A su vez, hay lenguas locales como el Lingala,
Kituba, el Congo Swahili, Lingala (RDC) y Sango.16
   En la región que comprende el sur de Chad, el norte de Camerún y el
oriente nigeriano predominan las lenguas Hausa con aproximadamente 50
millones de personas. En la zona de Camerún, RCA y Uganda las lenguas
son menos numerosas en hablantes y más extendidas en el espacio, por lo
que mencionaremos al Lugbara en la RDC y Uganda o el Zande en la RCA
y RDC con cerca de un millón de hablantes nativos (Gülderman, 2018).
15 Es importante remarcar, que tanto la República de Congo-Brazzaville como la RDC
fueron colonizados por belgas y no por franceses como en el resto de los países.
16 Este último en las cercanías de Bangui -RCA
                                       160
                Capítulo 4: África: un continente, muchos mundos
   Más al sur, en las junglas ecuatoriales las lenguas bantúes se dividen
en una gran multiplicidad de lenguas locales diferenciadas por las condi-
ciones de subsistencia y su locación geográfica entre otros factores. Len-
guas como Luba-Kasai con 7 millones, el Kongo y el Lomongo se en-
cuentran extendidas a nivel local.
   No obstante, la lengua Lingala con 15 millones de hablantes nativos
y otros 10 millones, adquiere una importancia particular como elemento
de proyección cultural, dado que no solo es una de las lenguas más exten-
didas sino que representa la base de un gran estilo musical congoleño
denominado Soukouss o estilo Lingala, muy extendido en el continente
africano, principalmente en África Occidental, con ramificaciones en es-
tilo que llegan a América Latina como la rumba, merengué, cha-cha.cha,
principalmente en la región Caribe (White, 2002).
   África Oriental
   Política
   La región se caracteriza por la presencia de gobiernos con figuras
ejecutivas predominantes, tal es el caso del Egipto de Abdelfatah al SISI,
llegado al poder a través de un golpe de Estado en 2013; Yoweri Muse-
veni en Uganda, presidente desde 1986 a través del mismo método, Paul
Kagame, líder de Ruanda desde 1995 y en el poder tras finalizar el geno-
cidio e Isaías Afwerki, presidente de Eritrea desde 1991.
   Sin embargo, aunque la figura de líderes fuertes es característica del
continente en general, si se visualiza en el África Oriental que el fenó-
                                     161
                Capítulo 4: África: un continente, muchos mundos
meno de la gerontocracia encuentra rivalidades y ha permitido el surgi-
miento de nuevas figuras políticas que promueven un cambio a través de
canales políticos diversos.
   En el caso de Sudán la caída de Omar al-Bashir permitió la entrada en
política de una nueva elite cívica a través de la revolución. En el caso de
Etiopía, la prominente figura de Abye Ahmed de 43 años, representa una
nueva clase de líder carismático y popular a nivel regional e internacional
en un Estado que se posiciona como un jugador estratégico en el cuerno
de áfrica. A su vez, en Uganda la creciente tensión entre la figura de Mu-
seveni (75 años) y el político Robert Kyagulanyi (38 años) visibiliza un
enfrentamiento político mencionado entre dos generaciones.
   En términos de inestabilidad política podemos destacar que Sudán
se encuentra bajo el impulso de la revolución de abril de 2019, contra
el régimen de Omar al-Bachir quien gobernaba el país desde 1986. Uno
de los desafíos que terminó desestabilizando al régimen devino del agra-
vamiento de la delicada situación económica, producido por la quita de
sanciones y el inicio de una reforma de estilo neoliberal que impulso a
amplios sectores de la sociedad civil, fuertemente críticos del sistema
político clientelar en conjunto con sectores militares aliados a rebelarse
contra el gobierno (Nour, 2020).
   Desde entonces, la realidad política ha estado signada por la puja entre
los sectores militares, heredados del sistema anterior que buscan conser-
var su poder ante la caída de la figura líder y los sectores civiles quienes
                                    162
                Capítulo 4: África: un continente, muchos mundos
buscan reformas más profundas. Actualmente se estableció un gobierno
de transición mixto y balanceado que debe consolidar el gobierno, con-
tener a grupos rebeldes que no reconocen al nuevo poder instituido y
promover reformas económicas rápidas (Khalifa, 2020).
   Somalia es quizás el caso más paradigmático de la región en el tema
de la inestabilidad institucional. Un elemento distintivo proviene de la re-
gión de Somalilandia, donde opera un gobierno alternativo a Mogadiscio
y dado el desarrollo político y económico local, han buscado reconoci-
miento internacional para crear un Estado separado. Otros actores como
Emiratos Árabes Unidos han comenzado a vincularse directamente con
Somalilandia para obtener acuerdos comerciales y militares que ponen
en cuestionamiento la soberanía del gobierno de Mogadiscio sobre ese
territorio (Mahmood, 2017).
   En el caso de Etiopía, el nuevo gobierno de Abiy Ahmed ha deci-
dido iniciar una serie de reformas políticas internas y una nueva es-
trategia internacional en calidad de estabilizador regional. Al llegar al
poder el 2 de abril de 2018, rápidamente firmó un acuerdo de paz con
Eritrea y estableció canales para una mayor cooperación comercial
con Emiratos Árabes Unidos para obtener inversiones en infraestruc-
tura comercial y créditos para impulsar su política de desarrollo. Ha
desplegado una campaña diplomática de estabilización hacia Sudan
del Sur y sigue de cerca el proceso de transición política en Sudán
(International Crisis Group, 2019).
                                    163
                 Capítulo 4: África: un continente, muchos mundos
   Respecto a asuntos securitarios, podemos mencionar que la cuestión
de la piratería rampante en el cuerno de áfrica se encuentra contenida. A
consecuencia de las operaciones militares de supervisión y control de la
Unión Europea, con la operación Atalanta, la cantidad de casos de pira-
tería en las costas del golfo de Adén se ha reducido a mínimos históricos
(International Maritime Bureau, 2020).
   En cuanto a la amenaza del terrorismo, la organización de Al-Shabbab
ha logrado perdurar y evolucionar hasta convertirse en una de las principa-
les organizaciones armadas a nivel internacional. Aunque sus objetivos son
estrictamente locales, su alianza con Al-Qaeda y su capacidad de recluta-
miento en los sectores rurales somalíes, al igual que en Kenia y Tanzania ha
demostrado ser un obstáculo importante para la seguridad regional.
   Otro grupo como la Allied Democratic Forces de origen ugandés, quie-
nes operan actualmente en la RDC, destaca por su fortalecimiento en la
región de los grandes lagos. En 2017, han surgido reportes de una vincu-
lación de este grupo con ISIS y su afiliación al Islamic State in Central Africa
Province (ISCAP). Las ramificaciones de este grupo incluyen a Kenia y
Tanzania, desde donde han obtenido reclutamiento y se estima estarían
involucrados con el surgimiento del conflicto en la provincia de Cabo
Delgado, Mozambique (Benítez, 2019).
   Otro elemento político que se observa en la región se relaciona con
la institucionalidad y la violencia política. Allende los casos de Sudán y
Somalia, donde en efecto hubo una revolución y un Estado en forma-
                                      164
                Capítulo 4: África: un continente, muchos mundos
ción, se han detectado casos de asesinatos, persecución o detenciones de
carácter político que han ocasionado un impacto en la gobernabilidad de
los países de la región y que cuentan con cierta repercusión internacional.
   El asesinato de Chris Msando en Kenia, Director de Información
y Comunicaciones tecnológicas de la comisión electoral independien-
te, fue hallado días antes de la elección de 2017. A su vez, el gobierno
de Uhuru Kenyatta ha sido denunciado por el acoso sistemático a
periodistas, blogueros y restricciones a la libertad de prensa (Human
Rights Watch, 2020).
   En Uganda, el gobierno de Museveni ha desplegado una política coer-
citiva ante el avance de figuras políticas más jóvenes como la de Robert
Kyagulanyi, músico y opositor político, quien ha sido detenido, sufriendo
maltratos físicos, en varias ocasiones. En el mismo, país, el asesinato de
figuras políticas de este talante y de funcionarios de seguridad, religiosos,
legisladores municipales, etc., representa un grave problema para la legi-
timidad institucional (The East African, 2018).
   Economía
   En términos de integración regional podemos mencionar dos mo-
delos específicos que operan en la región, el Intergovernmental Authority
on Development (IGAD) y el East AfricanCommunity (EAC). Al igual que
en otras áreas existe una gran superposición de diferentes programas de
integración que incluyen el Common Market for Eastern and Southern Africa
(COMESA), el Community of Sahel-Saharan States(CEN-SAD) y el Southern
                                    165
                 Capítulo 4: África: un continente, muchos mundos
African Development Community (SADC) entre otros (European Center for
Development Policy Management, 2020).
   Un elemento que explica la superposición de varios organismos multi-
laterales se relaciona con la posibilidad que tienen los Estados de ampliar
mercados, conseguir objetivos políticos a través de coyunturas favorables
a través de una u otra organización, potenciar la proyección diplomática
de un país y la consecución de metas que pueden ir incluso más allá de
las visiones estipuladas por alguna de las organizaciones pertenecientes
(Byers et al., 2019).
   Para el caso del EAC, los pilares fundamentales del proceso de inte-
gración se relacionan con la creación de una unión aduanera, un mercado
común, la unión monetaria y la formación de una federación política que
permita establecer una estructura supraestatal (East African Community,
2020). Por su parte, el IGAD tiene su origen en 1996, con el objetivo de
contener el efecto de las sequías y los desastres naturales, la hambruna y
la degradación económica. El IGAD reconoce como áreas principales de
trabajo la seguridad alimentaria, la protección ambiental, la cooperación
económica, la integración regional y el desarrollo social a través de la paz
y la seguridad (Intergovernmental Authority on Development, 2020).
   El comercio marítimo es un factor estratégico para el desarrollo de
esta región. Los puertos del Índico y del Mar Rojo son puntos neurálgi-
cos para el comercio internacional, principalmente para los países medi-
terráneos del Cuerno de áfrica y los grandes lagos. Por ello, la piratería y
                                     166
                  Capítulo 4: África: un continente, muchos mundos
la falta de infraestructura y conectividad representan desafíos claves para
el desarrollo comercial de varios de estos países.
   Los Estados del Cuerno de África desarrollan gran parte de su comer-
cio a través de los puertos de Sudán y Djibouti, orientados al Mar Rojo
y el Golfo de Adén tales como Port Sudán (Sudán), Massawa (Eritrea),
Djibouti (Djibouti), Berbera y Mogadiscio (Somalia). Mientras que los
puertos de Mombassa (Kenia) y Dar es-Salam (Tanzania) representan
el acceso para el resto de la región. Los países insulares como Comoras,
Seychelles, Madagascar y Mauricio también dependen en gran medida
del comercio, siendo Port Louis (Mauricio) un enclave estratégico en las
rutas comerciales internacionales al sudeste asiático.
   El río Nilo y el acceso ferroviario y vial hacia Kenia, Eritrea y Djibouti
son eslabones claves para el proceso de desarrollo económico. Destacan
en este caso, las autopistas que conectan Addis Abeba con Djibouti, el
Standard Gauge Railway que permitirán conectar los puertos de Mom-
basa (Kenia) y Dar es-Salam (Tanzania) con el interior del país y llegando
a Ruanda y Uganda para potenciar la exportación minera del este de la
RDC al mismo tiempo que habilitan un acceso alternativo a los pozos
petroleros de Sudán del Sur (Githaiga y Bing, 2019).
   Una característica particular que existe en África Oriental es la impor-
tancia del sector minero.17 En la misma se localizan una gran cantidad
17 A diferencia de otras regiones del continente, esta es la única que cuenta con una
cadena tectónica extensa que inicia en las montañas de Etiopía, cruza la región de los
grandes lagos y finaliza en las cercanías de Malawi
                                        167
                Capítulo 4: África: un continente, muchos mundos
de minerales importantes en donde predomina la producción de piedras
preciosas como tanzanita y rubíes. Sin embargo, la explotación ilegal de
estos recursos es frecuente lo que genera un fuerte impacto en los ecosis-
temas a nivel regional debido a la contaminación del agua, la destrucción
de los suelos y la biodiversidad (Arcos, 2014).
   Sociedad
   Las lenguas en esta región incluyen el árabe en Egipto y Sudán, el in-
glés en Tanzania, Uganda y en los países de los grandes lagos, el francés
en Madagascar, Mauricio y entre las lenguas locales destacan el Kinya-
ruanda en Ruanda, el Kiswahili en Kenia, Tanzania y Somalia y el Malga-
che en Madagascar.
   El uso pragmático de las lenguas coloniales como el francés o el in-
glés destaca en la región. En el caso de Ruanda y Burundiel Kinyaruan-
da es la lengua común, el francés es la lengua franca y el inglés es una
lengua oficial reconocida desde el Estado, principalmente como instru-
mento de cohesión social para la reconstrucción post-genocidio y como
instrumento clave para el desarrollo socioeconómico. En Mauricio, isla
colonizada por holandeses, franceses e ingleses, el periodo posterior a la
independencia británica condujo a una recuperación del francés como
lengua de identificación nacional, aunque también se habla hindi y otras
lenguas dada la elevada población de origen indio.
   El Kiswahili es una de las lenguas locales más distintivas de la región
y del continente africano en general, lengua oficial y principal en Kenia y
                                    168
                 Capítulo 4: África: un continente, muchos mundos
Tanzania, aunque el inglés se promociona dado sus beneficios comercia-
les y de conexión internacional. Una de las características particulares de
esta lengua consiste en que es una mixtura de las lenguas bantú con las
lenguas árabes, formada durante siglos por el comercio índico que conec-
taba los reinos y ciudades estado de la región con la península arábiga. La
fortaleza cultural de la lengua ha adquirido elevado grado de reconoci-
miento internacional, dado que en la Unión Africana es reconocida como
la única lengua africana oficial de la institución hasta el momento.
   En Etiopía, el amhárico es la lengua de uso común y pertenece al con-
junto de lenguas semítica. Los lazos culturales y comerciales de Etiopía en-
cuentran raíces profundas en la península arábiga. Existen cuatro familias
lingüísticas en el país, que incluyen además de la ya mencionada, las lenguas
cushíticas de influencia latina, las omóticas de influencia rifeña y las Nilo-sa-
helianas emparentadas con las lenguas de Sudán. El país, dada su diversidad
lingüística, topografía montañosa y diversidad religiosa representa uno de los
Estados más heterogéneos en términos de densidad étnica del continente.
   Continuando con el uso de lenguas, destaca un tipo de composición
social particular en el caso de Madagascar y también en menor medida en
Comoras. La lengua malgache pertenece al conjunto de lenguas austrone-
sias originarias de las islas del sudeste asiático. En este aspecto la lengua
tiene más parentesco con las lenguas polinesias habladas en Oceanía que
con las bantúes localizadas a pocos cientos de kilómetros en territorio
continental. En este aspecto, la población de Madagascar es una mixtura
de grupos austronesios y otros grupos importados del continente, lo que
                                      169
                 Capítulo 4: África: un continente, muchos mundos
se traduce en una cierta estratificación étnica que actualmente perdura en
el país (Stokes, 2009).
   Respecto a la religión, Madagascar también se destaca por lo exten-
dida que es la religión malgache que se sustenta en la reverencia a los
ancestros y espíritus y que en ciertas zonas es sincrética con las influen-
cias cristianas de tipo protestante de origen inglés y católicas de origen
francés, la población musulmana es minoritaria.
   Sin embargo, el islam ha sido una religión presente desde larga data a
lo largo de la región. Predominante en Egipto y Sudán, sus ramificaciones
se extienden por las tierras bajas etíopes y la costa oriental. En Kenia hay
un bajo porcentaje debido a la fuerte evangelización cristiana, mientras
que en Tanzania el islam representa alrededor de un 35 % de la pobla-
ción. En Comoras es la religión predominante mientras que en Burundi,
Uganda y Ruanda el cristianismo es predominante. Sin embargo, pese a
estos índices y a la existencia de organizaciones salafistas en la región, los
casos de conflictividad interreligiosa son escasos en comparación con el
Sahel (Pew Research Center, 2020).
   África Austral
   Política
   Una cuestión distintiva de varios países de la región es el fenómeno
denominado «State Capture» o captura del Estado en donde las institu-
ciones del Estado se ven manipuladas por el surgimiento de elites corpo-
rativas que redefinen las reglas del poder (Lugon-Moulin, 2010).
                                     170
                Capítulo 4: África: un continente, muchos mundos
   Respecto a Mozambique, la permanencia del Frente para la Liberación de
Mozambique (FRELIMO) en el poder desde 1975, ha generado una gran
vinculación entre el partido y las estructuras estatales. El país se encuen-
tra en los índices más bajos de transparencia política y debido al caso de
las «dividas ocultas», en donde el endeudamiento del Estado se orientó al
fortalecimiento de fortunas personales, se encuentra un verdadero escán-
dalo político (Messik et al, 2019).
   No obstante, destaca en este sentido el caso de Sudáfrica, don-
de los niveles de corrupción ligados a la presidencia del dos veces
presidente Jacob Zuma obligaron al partido gobernante, el African
National Congress (ANC) a realizar un impeachment interno forzando
la destitución del presidente e iniciando un proceso de transparencia
institucional liderado por el actual presidente Cyril Ramaphosa (Das-
sah, 2018).
   Respecto de cuestiones regionales, ya mencionamos la presencia de
la Southern African Development Community (SADC), como modelo de in-
tegración regional. La organización tiene entre sus prerrogativas defen-
der la estabilidad institucional y la cláusula democrática entre sus países
miembros, los cuales se extienden desde Sudáfrica hasta la RDC y desde
Angola hasta Mauricio. Con relación a esta cuestión, Madagascar, Zimba-
bue, Lesoto y Mozambique han sido los casos que han puesto un desafío
puntual a la capacidad de la organización para ofrecer soluciones en esta
área. Profundizaremos en los últimos dos.
                                      171
                Capítulo 4: África: un continente, muchos mundos
   En el caso de Lesoto, la recurrente inestabilidad políticas entre las
coaliciones partidarias, la mala relación entre gobierno y las fuerzas
armadas, amenazas de golpes de estado e intentos de asesinatos polí-
ticos ha derivado en constantes intervenciones de la SADC en el país
(William, 2020).
   Otra cuestión que ha puesto un dilema a la seguridad regional es la
situación en el norte de Mozambique, con la insurgencia en la provincia
de Cabo Delgado. Allí el conflicto iniciado en 2017 incluye una amalga-
ma de peligros vinculados con la presencia de organizaciones yihadis-
tas, criminalidad organizada y perdida de control estatal. De momento,
la SADC se debate el tipo de intervención a realizar, diferenciando los
enfoques en cuanto si esta incluye una orientación antiterrorista o un
enfoque anti-insurgente, aunque de momento, se ha limitado a ofrecer el
apoyo y solidaridad al gobierno de Maputo (Chikohomero, 2020).
   Economía
   Los servicios son el sector productivo predominante en la región, los
cuales superan en gran parte a la producción agrícola e industrial. Entre
los principales socios de la región se encuentran los mercados asiáticos.
Acorde al SADC el 60 % del balance comercial del bloque regional se
destina a esta región (Southern African Development Community, 2020).
   En cuanto a producción, en la región predomina la comercialización
de hidrocarburos, donde Angola y Mozambique son los principales nú-
cleos. También destacan los productos agrícolas, ropa y textiles. Sin em-
                                    172
                 Capítulo 4: África: un continente, muchos mundos
bargo, a nivel internacional predominan la exportación de productos de-
rivados del sector minero tales como el uranio (Namibia), los diamantes
(Botswana), el oro (Sudáfrica) y productos manufacturados como textiles
y autopartes (Bertelsmann Stiftung’s Transformation Index, 2020).
   La seguridad alimentaria es un gran desafío económico, se promueve
la reforma agraria para mejorar la redistribución eficiente de tierras y
potenciar el acceso de energía, infraestructura y agua a vastas regiones
para aumentar la productividad y el suministro alimentario. En el caso de
Namibia y Sudáfrica el problema de la tenencia de la tierra representa un
factor crítico a nivel social dada la excesiva disparidad de la distribución
en términos de grupos sociales (Makombe, 2018).
   Otro elemento que hace peligrar el desarrollo económico radica en
los efectos negativos de las catástrofes naturales. Los ciclones anuales
en la costa de Mozambique generan daños en infraestructura y déficits
agrícolas en vastas zonas productivas como el cordón de Nacala, en un
Estado que carece de capacidades financieras para contener las crisis. En
Namibia o Sudáfrica, el efecto de las sequías representa un factor con
un efecto considerable en el crecimiento económico o en el desarrollo
urbano como fue la sequía en Ciudad del cabo en 2017 que alcanzo re-
percusión internacional.
   La región sufre de un caso extremo de estrés hídrico donde aproxima-
damente el 14 % del agua se encuentra en reservorios localizados entre la
frontera de Mozambique y Malawi y Zimbabue. Gran parte de la región
                                     173
                Capítulo 4: África: un continente, muchos mundos
debe recurrir a infraestructura -deficitaria- para garantizar el abasteci-
miento total de los recursos, lo que genera una limitación de las fronteras
productivas del sector agrícola e industrial.
   Por último, debemos resaltar el déficit en el abastecimiento de energía.
En este aspecto, la falta de financiamiento para el desarrollo de nuevas
centrales, sumado al escaso aprovechamiento de los recursos existentes
limita la posibilidad de expandir el sector productivo industrial y comer-
cial (Southern African Development Community, 2012).
   Sociedad
   En términos de composición social, el África austral presenta un ras-
go distintivo en la existencia arraigada de comunidades implantadas no
africanas que se encuentran en la región.
   Uno de los casos más paradigmáticos es el de los boer, una comunidad
de origen neerlandés, asentada en la zona desde el S.XVI y que ha perdu-
rado hasta la actualidad. Sus bases cristianas-protestantes, su idioma afrik-
kans derivado del holandés y su historia como comunidad fuertemente
integrista contra las poblaciones locales ha sido clave en la evolución
sociopolítica de varios países como Sudáfrica, Namibia y Zimbabue.
   Otro grupo distintivo son las poblaciones de origen asiático (predo-
minante indios y pakistaníes) que habitan en la región. En las costas del
índico, principalmente en Sudáfrica y Mauricio (excolonias británicas) la
presencia de estos grupos se encuentra extendida y en ciudades como
Durban o Port Louis son representativos de la cultura local.
                                    174
                Capítulo 4: África: un continente, muchos mundos
   Respecto a los grupos locales, podemos destacar a grandes comuni-
dades como los zulúes y xhosa (Sudáfrica) de origen lingüístico nguni,
cercano al bantú. A su vez, destacan los pueblos de cazadores-recolec-
tores del Kalahari y Namibia agrupados en las denominados lenguas
«clik» por el característico sistema fonético que tienen. En ellos se des-
tacan los khoekhoe de Namibia, los shona de Zimbabue y los tswana de
Botswana.
   En Angola, se observan lenguas locales como el kimbundu con unos
4 millones y el umbundu con 6 millones y al igual que en Mozambique,
predominan varias lenguas locales de uso común que modifican el uso
del portugués en ambos países, otorgándoles rasgos distintivos (Gülde-
man, 2018).
   Conclusiones
   A lo largo de este trabajo hemos podido hacer un recorrido vasto a
lo largo del continente africano, describiendo cuestiones de actualidad
en las áreas políticas, económicas y sociales que nos permiten captar de
forma introductoria la extrema diversidad del continente.
   Aunque los conflictos, la estabilidad institucional, el impacto am-
biental, las migraciones y los modelos económicos parecen similares, al
trabajarlos con una mirada más objetiva se visualizan diferentes desafíos,
oportunidades y por ende, realidades diferentes.
   A su vez, en términos de conocimiento social, la diversidad de lenguas
y grupos humanos que hemos presentado da cuenta de la heterogeneidad
                                    175
                   Capítulo 4: África: un continente, muchos mundos
de mundos, formas sociales y de subsistencia que demuestran el esfue-
rzo requerido para analizar la realidad social y política en las distintas
regiones del continente africano incluso a nivel doméstico.
      A pesar de las generalizaciones recurrentes a zonas como el Magreb
o el África Subsahariana como agrupaciones de consenso general consi-
deramos que la regionalización del estudio del África debe ser más pro-
fundo y consensuado. Esperamos con este trabajo incitar al lector a pro-
fundizar su conocimiento del continente africano en sus particularidades
a fin de generar en el mismo una mayor curiosidad por este diverso y
fascinante continente.
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  Capítulo 5: El Estado y la sociedad en África francófona: entre rupturas históricas y
                                continuidades culturales
                       CAPÍTULO 5
         El Estado y la sociedad en África francófona:
    entre rupturas históricas y continuidades culturales
                                                 Charlie Mballa y Pascal Lupien
La relación Estado-sociedad está en el centro de los análisis de modelos
de gobernanza (Côté, 2007; Sellers, 2013). Según estos análisis, las claves
del estado y del vínculo entre gobernantes y gobernados están en «ma-
nos» de esta relación, que constituye, con la economía, la gramática casi
perfecta. En el caso de África Central, la relación Estado-sociedad es casi
incestuosa, y consiste en la simulación, el ocultamiento y la asimilación
forzada en varios niveles y de varios órdenes. Pretendemos abordar aquí,
desde una perspectiva culturalista, esta la base de la gobernanza de las so-
ciedades africanas, cuya historia se compone de rupturas y continuidades
y tiene como barómetro el fenómeno de la colonización.
   La reflexión que proponemos se basa en la idea de que hay dos caras
de alienación política e incluso cultural. La cara más visible describe el
funcionamiento de las instituciones formales y presenta un carácter duro
(por evocación del poder duro), que habría hecho un daño más visible a
África y a los africanos. Es el imperialismo de arriba hacia abajo, impues-
                                        184
  Capítulo 5: El Estado y la sociedad en África francófona: entre rupturas históricas y
                                continuidades culturales
to a África de manera violenta (carácter duro), hegemónico y duradero.
Se da bajo la forma de mimetismo institucional debido a la importación
del Estado, la dependencia política y económica, entre otros. La otra cara,
que representa el habitus de los africanos, es apenas visible, aunque a veces
muy notable. Es de carácter «blando» (por evocación de poder blando).
Es más difusa y se combina con las raíces socioculturales africanas. Esta
cara del imperialismo es mucho más del tipo ascendente y no vinculante
(su carácter blando), ya que corresponde a la vulnerabilidad de una clase
social al poder de atracción que el modelo de vida y los patrones de con-
sumo heredados del colon ejercen sobre esta. Implica la traducción de
una forma de alienación que penetró más profundamente en la capa de la
sociedad africana más cercana a las autoridades, esferas y condiciones de
vida del colonizador. Este no es solo el rostro de los secuaces o sucesores
del colono (incluidos sus asimilados), sino también el del neoimperialis-
mo, que parece fusionarse y mezclarse con diversas formas de resistencia
que han marcado las trayectorias coloniales. Básicamente se reduce a la
alienación cultural, compuesta por la sobreimportación de estilos y mo-
dos de regular el comportamiento individual e incluso colectivo.
   Una reflexión sobre los modos de gobernanza del Estado poscolonial
en África18, el tema del presente capítulo, requiere un análisis de estas dos
caras que se reflejarían en las diversas formas de ambivalencia, paralelis-
mo e incluso contradicción que caracterizan tanto la creación como el
18 Para los propósitos de este artículo, “Estado en África” se referirá al Estado francó-
fono en África central
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  Capítulo 5: El Estado y la sociedad en África francófona: entre rupturas históricas y
                                continuidades culturales
funcionamiento de ciertas instituciones estatales. El capítulo intentará, al
mismo tiempo, relativizar o incluso descentrar el determinismo colonial
de la gobernanza de las sociedades en África central francófona. Los
estudios de África colonial se han centrado en un tríptico: economía,
administración y misiones religiosas. Este tríptico ha captado durante
mucho tiempo la atención de investigadores, especialmente sociólogos
y antropólogos interesados en la dinámica del cambio social (Balandier,
1970). Podemos analizarlo desde un punto de vista cultural, incluso cul-
turalista, con el fin de ver hasta qué punto la historia colonial es o no la
variable determinante en el funcionamiento del Estado africano actual.
   El capítulo está dividido en tres partes principales: un estudio del Es-
tado africano poscolonial en términos de modos de gobierno, un examen
de las patologías de este estado como manifestaciones del fracaso de un
proyecto estatal universalista y finalmente, una tentativa de relativizar la
responsabilidad del sistema colonial en el funcionamiento y las disfuncio-
nes atribuidas al Estado africano contemporáneo.
   El Estado en África: algunas dificultades de objetivación
   Los análisis de las transiciones en África han permitido cuestionar los
modos de distribución de poder y hacer una evaluación multidimensional
de las trayectorias tomadas por el modelo de la pirámide africana, desde
la independencia hasta los cambios inducidos por la apertura democrá-
tica de los años noventa (Gazibo y Moumouni, 2017; Ost y Kerchove,
2002). Teóricamente, autores como Côté se interesaron en la configura-
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  Capítulo 5: El Estado y la sociedad en África francófona: entre rupturas históricas y
                                continuidades culturales
ción de las relaciones entre el Estado19 y la sociedad, así como su econo-
mía, y llegaron a la tipificación de los modelos de gobernanza (Côté et al.,
2007). Por lo tanto, de acuerdo con cuatro dimensiones (representación
del Estado, rol económico, rol social, participación ciudadana), plantean
a tres «tipos ideales de gobernanza». El primero es el tipo laissez-faire,
que otorga un papel decisivo a los mercados y la libre elección de los
consumidores. El segundo es el tipo «keynesiano», cuyas intervenciones
son siempre de carácter estratégico. El tercero es el tipo de «Estado habi-
litador o facilitador», que ayuda a los grupos de la sociedad civil a organi-
zarse y los apoya para que ejerzan funciones que de otro modo hubieran
sido realizadas por el Estado o el mercado. Estos tres tipos se definen
sobre la base de la relación del estado con la economía.
   La relación del Estado con la sociedad atrae a dos figuras: la del «Esta-
do mínimo» y del «Estado intervencionista», al que el modelo asocia una
tercera figura constituida por el Estado subsidiario. Sobre la base de estas
tres figuras, Côté y sus colegas operan una clasificación entre el «Esta-
do de bienestar residual» (que limita su protección a los más débiles), el
«Estado de bienestar pasivo», intervencionista (que proporciona varios
servicios de salud y de educación, y compensa a las personas inactivas)
y el «Estado de bienestar activo», de baja intervención (que garantiza un
suministro suficiente de servicios sociales, de salud, y de educación, y
promueve la integración de los individuos).
19 Los tipos ideales desarrollados por Louis Côté y sus colegas están diseñados a partir
de un análisis del Estado de Quebec.
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  Capítulo 5: El Estado y la sociedad en África francófona: entre rupturas históricas y
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   ¿En qué medida se puede comprender la gobernanza del Estado afri-
cano francófono subsahariano sobre la base de estos tipos ideales? Una
breve descripción de las cuatro dimensiones que soportan el modelo pro-
porciona una respuesta.
   Representación del Estado
   El Estado africano es ante todo un Estado bajo el modelo «jacobino».
Es un Estado centralizador, que tiene una larga tradición totalitaria (el
jacobinismo se considera «el antepasado del totalitarismo contemporá-
neo», en palabras de Jacob LeivTalmon (1960/1952). El jacobinismo (en
su versión política) originalmente se refiere a un cierto tipo de centra-
lización, a un tipo particular de vínculo entre la sociedad y sus líderes
(Berger, 1989). Como modelo, es burocrático (en el sentido weberiano
del término). También es tecnocrático, ya que parte del aplastante cen-
tralismo encarnado por expertos y se extiende a todas las esferas de la
sociedad, la economía y el territorio nacional. Desde esta perspectiva, el
jacobinismo ignora el principio de subsidiariedad e identidades regiona-
les, y prefiere confiar en su núcleo de expertos.
   Por lo tanto, es difícil hablar de un Estado mínimo en un contexto
jacobino, dificultad que se agrava aún más cuando se trata del Estado
en África. El Estado mínimo es un tipo en el que el papel del estado se
reduce a su forma más simple. Este es un estado casi ausente, porque no
interviene, en la concepción de Côté y sus colegas. El Estado en África
Central en sus trayectorias históricas es, ante todo, un Estado jacobino,
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por lo tanto, un estado bastante presente e intervencionista. En el caso de
la colonización francesa, el estado africano sufre una colonización y asi-
milación directa, lo que resulta, entre otras cosas, en «el establecimiento
de un gobierno jerárquico encabezado por un gobernador general (uno
en África Occidental y otro en África central), él mismo asistido por go-
bernadores territoriales» (Gazibo, 2010; Ki-Zerbo, 1972).
   Tanto podemos decir que el Estado, en África francófona, es un
Estado intervencionista, que deja muy pocas opciones y posibilidades
de intervención a la sociedad civil (tan sumisas como todas las demás
partes de la sociedad), es difícil decir que este es un estado institucio-
nalizado.
   Por supuesto, el Estado africano heredado desde la independencia es
parte de un proceso de institucionalización; pero este proceso sigue sien-
do incompleto, en varios aspectos: neutralidad limitada (si consideramos
que en África los individuos poderosos son más fuertes que las institu-
ciones), funcionalismo limitado (si consideramos las debilidades y fallas
del Estado frente a sus funciones sociales básicas o su funcionamiento
administrativo).
   Este estaría más cerca del «Estado subsidiario», aunque sus dimen-
siones de justicia y autonomía son muy limitadas. El Estado subsidiario,
según Côté y sus colegas, busca no solo «despertar capacidades y desa-
rrollar una ciudadanía de acción», sino también remediar las deficiencias
de una autoridad inferior.
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  Capítulo 5: El Estado y la sociedad en África francófona: entre rupturas históricas y
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    El papel económico del Estado
    El carácter jacobino del Estado africano se refleja en su relación con
la economía. Es un Estado que controla toda la economía nacional y que
está presente en todas las esferas de actividad, desempeñando un papel
más que determinante. Por lo tanto, no es un Estado que defiende el
laissez-faire.
    Tampoco es un tipo de «Estado habilitador», porque su carácter jaco-
bino le impide desempeñar su papel de facilitador. Sin embargo, el de-
sarrollo y la estructuración de una sociedad civil cada vez más dinámica
en África probablemente permita el ejercicio, desde abajo, de funciones
tradicionalmente monopolizadas por los actores públicos, especialmente
el Estado central.
    Sería más bien un Estado de tipo keynesiano, si consideramos su ca-
rácter estratégico ilustrado por la implementación de planes quinquena-
les desde la independencia. Como demuestra Robert Badouin, la plani-
ficación económica se ha utilizado no solo como un medio «para evitar
la persistencia del poder de toma de decisiones de origen externo» (Ba-
douin, 1965: p. 89), sino también como un medio de expresión del poder
político nacional en un área considerada esencial: el desarrollo económi-
co «Los primeros años de independencia verán una ola de planes en casi
todos los países de África Central, como Camerún, Gabón, Chad, así
como RCA, Congo y Guinea. Esta ola también afecta a muchos países
de África Occidental, como Malí, Senegal, Togo.» (Badouin, 1965: p. 91).
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  Capítulo 5: El Estado y la sociedad en África francófona: entre rupturas históricas y
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   El papel social del Estado
   ¿Qué papel le atribuimos al Estado africano en el terreno social? Cuan-
do se considera su dificultad para satisfacer las necesidades de los más
desfavorecidos20, es difícil reconocer en él los atributos que Côté y sus
colegas reconocen en «El Estado de bienestar residual», es decir, lo que
limita su protección a los más débiles. Aún menos, ¿podemos calificar al
Estado africano como «Estado de bienestar pasivo», si consideramos que
este tipo opera «sobre la base de los derechos sociales reconocidos [...],
un deseo de garantizar a todos un trato igualitario [y ] la provisión de mu-
chos servicios de salud y educación [mientras se compensa] a individuos
inactivos» (Coté et al., 2007: p. 87).
   La situación de las políticas sociales en África Central se caracteriza
por las evidentes deficiencias del Estado, siendo este último generalmen-
te incapaz de establecer políticas sociales efectivas. Esto está relacionado
con la situación de las economías, siendo el desarrollo social reflejo del
desarrollo económico.
   África ciertamente ha progresado en las últimas décadas en los sectores
de salud y educación, pero este progreso sigue siendo variable, distribuido de
manera muy desigual entre los países. Además, los factores de desarrollo so-
cial han permanecido controlados desde afuera, a través de lo que se ha con-
siderado «dependencia del financiamiento externo» (Konate, 1997: p. 97).
20 La dificultad de la mayoría de los Estados para satisfacer las necesidades básicas de
las poblaciones que enfrentan las consecuencias económicas y sociales del covid-19 es
un ejemplo reciente de esto.
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   La participación ciudadana
   La participación ciudadana se basa en la noción de inclusión y partici-
pación activa específica de la democracia participativa. Presupone el es-
tablecimiento y la implementación de mecanismos de consulta. A través
de estos, los ciudadanos tienen la oportunidad de contribuir al desarrollo
de políticas y la operación de organizaciones y servicios públicos (Côté
et al., 2007).
   En el caso de África, la participación ciudadana ha experimentado un
desarrollo bastante tumultuoso desde la independencia. Primero margi-
nal, luego reforzada durante el período colonial (Saidou, 2019; Jaffrelot,
2000; Loada, Ibriga, 2007), la participación ciudadana (de tipo pluralista)
fue eliminada por los nuevos Estados independientes (Bayart et al, 2019),
y sus versiones simbólicas mantenidas después de la independencia no
sobrevivirán a la ola de democratización de la década de 1990 (Huntin-
gton, 1991). Luego las medidas neoliberales, en particular las llevadas a
cabo a través de programas de ajuste estructural (SAP), convirtieron a
la participación ciudadana en condición o clave para el «buen gobierno»
(Fresia, Lavigne Delville, 2018; Ake, 2003; Fukuyama, 2004). Aunque las
experiencias de participación ciudadana en la gobernanza local están ga-
nando peso, particularmente en África meridional (con mecanismos ins-
pirados por el modelo brasileño), o en África Occidental (con proyectos
apoyados por ciertas instituciones internacionales como ONU-Hábitat
y / o ciertas ThinkTanks), que difunden notablemente los mecanismos
de presupuesto participativo (como en Senegal), sería difícil hablar en
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  Capítulo 5: El Estado y la sociedad en África francófona: entre rupturas históricas y
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el sentido estricto de un «modelo pluralista» de participación ciudadana
con respecto al Estado africano de habla francesa en África Central. La
situación en los países en cuestión está a medio camino entre el «mode-
lo neo-corporativo» (debido a la existencia de actores sociales oficiales
que juegan un papel mínimo de asociación en asuntos sociales con los
gobiernos) y el «modelo tecnocrático» (si consideramos la captura del
proceso de toma de decisiones por parte de los expertos elegidos por las
autoridades públicas y / o funcionarios electos).
   Esto significa los tipos ideales de gobernanza desarrollados por Louis
Côté y sus colegas se aplican difícilmente al análisis del funcionamiento
del Estado en África, debido a las disparidades de las situaciones, algunas
de las cuales dan testimonio de la falla del modelo de Estado y otras pa-
tologías de este mismo modelo.
   El Estado poscolonial: paralelismo y patologías
   Para comprender la complejidad de la política en las sociedades africa-
nas estudiadas, es necesario tener en cuenta las situaciones de paralelismo
institucional, dualismo o incluso antagonismo específico de las socieda-
des africanas y su impacto en su modo de gobernanza. El pluralismo se
presenta como una pista operativa explicativa. Nacido como una teoría
e idea política (Hirst, 1997), que da importancia al papel desempeñado
por múltiples actores, es en el dominio forestal y rural que adquiere todo
su significado para nuestro propósito. Aquí, el pluralismo evoca, con res-
pecto a los grupos en una situación de convivencia, la idea de autonomía
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e independencia, tanto en términos de valores y objetivos como en tér-
minos de percepciones. Estas diferencias no impiden que las diversas es-
feras de autonomía busquen ejercer influencia sobre el proceso de toma
de decisiones que afecta la gestión de los recursos (Anderson et al., 1998).
Transpuestos a las sociedades estudiadas, podemos evocar la historicidad
de las sociedades africanas como un factor de dualismo que caracteriza
su paisaje político-institucional. Este dualismo puede analizarse como
una supervivencia o resistencia de las realidades culturales africanas, o
como formas de patologías que reflejan el fracaso del modelo de Estado
en África.
   El Estado, un modelo paralelo
   Señala Constantin que «empíricamente, ciertas características de las
culturas africanas [...] continuaron viviendo al margen del aparato estatal»
(Constantin, 1981; p.125). Esta es una situación en la que «importación»
se mezcla con «rechazo», «ficticio» con «genuino». El caso de la tradición
oral es una ilustración de esto, ya que ha logrado resistir como una suerte
de «paracultura» a través de los siglos y más allá de la colonización y civi-
lización de la palabra escrita. De hecho, en estas sociedades que anterior-
mente pertenecían al colonizador francés o británico, parecen coexistir
dos tipos de Estado: el secular moderno y el tradicional. El primero, un
vestigio de colonización, refleja la subversión de la sociedad por el mo-
delo occidental. Es el apéndice del poder real tal como lo encarna histó-
ricamente el colonizador, como lo ilustra el modelo francés, imbuido de
la idea de expresividad y preponderancia del jefe de Estado. El segundo,
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  Capítulo 5: El Estado y la sociedad en África francófona: entre rupturas históricas y
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manifestación de la resistencia de la historia, parece ilustrar la venganza
de las sociedades por la subversión del Estado. Es la ilustración de la
resistencia al «enchapado del Estado de origen europeo en las sociedades
africanas» (Bayart, 2008: p. 74). Estos dos universos coexisten, permi-
tiendo que se observe un fenómeno de bicefalismo estatal, que implica
concepciones diferentes de la relación con el poder, con la mediación de
una influencia importante de lo «sobrenatural».
   Esta gobernanza de doble nivel, que todavía se refleja en varios actos
civiles (matrimonios, por ejemplo) y en los mecanismos de legitimación
política (investidura tradicional de los políticos) ahora parece constituir
un elemento de identidad local. En este sentido, J. F. Bayart llega a de-
mostrar cómo la contribución extranjera se impuso como parte integral
de las culturas políticas subsaharianas (Bayart, 2008: p. 64). Pero esta-
mos lejos de una simbiosis cultural. A la «superposición de religiones»
(Bidima, 1997: p. 43), compuesta por una mezcla de cristianismo y su-
pervivencia o resurgimiento animista (Alexandre y Binet, 1958: p. 107),
se agrega la oposición entre la homogeneidad lingüística tradicional del
Fang-Beti-Bulu (Alexandre y Binet, 1958: p. 109) y la relativa heteroge-
neidad de los dialectos. Al enfatizar «la inseparabilidad de la política y la
religión», el «metafisismo» o el «misticismo» de las sociedades africanas,
Yao Assogba afirma que «un orden metafísico gobierna el universo afri-
cano» (Assogba, 1997: p. 95).
   En consecuencia, la cuestión del liderazgo surge en estas sociedades
donde el líder tradicional (o religioso) es tan influyente y a veces más
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  Capítulo 5: El Estado y la sociedad en África francófona: entre rupturas históricas y
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poderoso que el representante del Estado, independientemente del nivel
de gobierno considerado.
   A esto se agrega una división lingüística con un sabor de «despojo»
(Mongo Beti, 1982) entre una realidad lingüística endógena (lenguas y
dialectos locales) y las lenguas extranjeras oficiales heredadas del colonia-
lismo. Todo esto pone límites a una expresión o representación de poder
saludable, ya que hablar en nombre del Estado es a veces un dilema para
el político que debe asegurarse de no ofender las sensibilidades tradicio-
nales. De ahí los recurso como hablar dos veces (Riggs, 1964), acudir al
lenguaje de la madera, a los medios de comunicación no verbales u otros
medios que confunden la declaración de lo político.
   El Estado en África o las patologías del fracaso
   del modelo de Estado
   El modelo de Estado se ha desarrollado en todo el mundo y en África
desde una perspectiva universalista, reemplazando o deslegitimando los
modelos «sin Estado». La colonización tuvo como objetivo difundir una
forma de gobernar las sociedades. Colonizar, que rima aquí con occiden-
talizar, no es solo universalizar, al menos europeizar, en que el Estado no
es más que un “producto puro de importación” en África, en Asia, y en
Latinoamérica,según la expresión de Bertrand Badie y Pierre Birnbaum.
(Bayart, 1996). Este producto en sí contiene las reglas para su propio uso.
   El Estado en África es también una ilusión de la vocación del Estado
al secularismo, es decir, la tentación de reemplazar, por el colonialismo,
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  Capítulo 5: El Estado y la sociedad en África francófona: entre rupturas históricas y
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las creencias tradicionales por los dogmas de un Estado separado de la
sociedad civil y la sociedad religiosa. Este Estado laico comparte la con-
vicción de tener una misión universal que cumplir: «traer civilización,
verdad definitiva, conocimiento absoluto, para asegurar el triunfo uni-
versal de la razón (europea) contra la barbarie» (Constantin, 1981: p. 82).
   El Estado o el fracaso de la neutralidad
   Si consideramos al Estado ante todo como una institución, podemos
recordar, con el jurista y ex juez húngaro en el Tribunal Europeo de De-
rechos Humanos András Sajó, que una institución debiera ser inheren-
temente neutral: «La creación de instituciones neutrales dentro del Esta-
do es parte del intento de crear estados poscomunistas más confiables»
(Sajó, 2004: p.142). Sin embargo, el proceso de establecer e imponer el
Estado en África está exento de neutralidad debido al proyecto colonial;
que está marcado por la dominación, la aculturación y la occidentaliza-
ción, como se mencionó anteriormente.
   Esta ausencia de neutralidad también se expresa en la relación entre el
poder político y la economía. La observación y el análisis de la gramática
colonialista (Copson, 2001) señalan que el poder político se construyó en
torno a la explotación económica y los bienes de la colonia, utilizando lo
humano si no como instrumento de esta explotación económica, al me-
nos como capital. El poder político, por así decirlo, fue la organización
del poder económico por otros medios y su éxito se debió a la realización
del poder económico.
                                         197
  Capítulo 5: El Estado y la sociedad en África francófona: entre rupturas históricas y
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   Incluso hoy en día en el Estado africano poscolonial, los vínculos
entre el antiguo colonizador y sus ex colonias «liberadas» reflejan esta
gramática. El mantenimiento del poder de los líderes africanos (ya sea
en Camerún, Gabón o Guinea) al servicio de los intereses del antiguo
colonizador es una ilustración de esto. Se trata de mantener un dominio
absoluto sobre la riqueza de las antiguas colonias manteniendo el cor-
dón umbilical o la «correa política». Aunque esta forma de dominación
y control es insidiosa y más hábil (los Estados son legalmente soberanos
e iguales), se basa en la voluntad y la preocupación del colonizador por
mantener las antiguas colonias como una reserva de riqueza; riqueza des-
tinada a garantizar la supervivencia de su propia economía, incluso en
detrimento de los intereses de las poblaciones de sus antiguas colonias.
Esta forma de explotación se lleva a cabo con la complicidad de las élites
africanas y los líderes del estado poscolonial. El poder político del Estado
poscolonial emana en la mayoría de los casos desde fuera de los modos
democráticos, modos cuyos mecanismos obedecen al modelo occidental.
La elección de los líderes en África poscolonial depende directamente, se
podría decir «ya sea del dominio del patrimonio del verbo europeo, o del
dominio del patrimonio de las armas europeas» (Constantin, 1981: p. 67).
   Desde entonces, se estableció una especie de contrato social entre los
gobernantes de las metrópolis (ex colonizadores) y los líderes del Estado
poscolonial que se tradujo en la promesa tácita hecha por los primeros
de proteger el poder político de los segundos, siempre y cuando estos les
garanticen el acceso a la riqueza enterrada en su suelo y subsuelo.
                                        198
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   La negación de la neutralidad, característica del Estado en África,
también resulta en la reversión de roles y funciones. Aquí, nos referi-
mos a esta inclinación específica a situaciones de «subdesarrollo» polí-
tico (Schwartzenberg, 1998) donde el Estado subyuga todas las esferas
y capas sociales dedicadas a su servicio. En el nivel «macro», la sociedad
sirve tanto al Estado como a la economía. En el nivel «micro», en lugar de
servir al público, es este último el que sirve al sector privado. El Estado
y los servicios públicos se convierten así en el instrumento de una élite
oligárquica y la sociedad en el instrumento de la política. Los marxistas
no están lejos. Volvamos al pensamiento de J. F. Ménard evocando el
«neo-patrimonialismo», es decir, la generalización de la confusión entre
lo público y lo privado que lleva a que la noción misma de Estado (basada
en la distinción entre los dos) pierda toda su relevancia. El análisis en tér-
minos de «neopatrimonialismo» de hecho permite destacar las diferentes
formas de personalización y de poder y del Estado en África. Algunos
se refieren a esto bajo la expresión «privatización» del Estado (Hibou,
1999), patrocinio, nepotismo, tribalismo, amiguismo, corrupción, todo
lo cual JF Ménard considera fenómenos relacionados característicos del
«neopatrimonialismo».
   Otros investigadores han demostrado, basándose en el origen étnico
dominante en África, que este concepto está vinculado a las estrategias
coloniales de división; estrategias explicadas como una forma de mani-
pulación de las tradiciones africanas de antaño (Austin, 2010; Iliffe 1979;
Spear 2003). Si bien se admite que las divisiones étnicas y el tribalismo
                                         199
  Capítulo 5: El Estado y la sociedad en África francófona: entre rupturas históricas y
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no son una invención del colonialismo (Vansina, 2001), este último no
solo los exacerbó, sino que también los estableció como un “principio de
asociación política y conflicto» (Austin, 2010). No sería una exageración
ver la socialización política en África (desde arriba) como un proceso de
enriquecimiento. En otras palabras, estar en la política en África hoy rima
con la búsqueda de hacerse rico (Wyk, 2007: p. 5). Esta concepción de
la política se deriva en parte de la monopolización de la sociedad y del
interés público mediante cálculos privados, los de unos pocos oligarcas
que confiscan un estado omnipresente e impotente.
   El Estado en África o la «impotencia errante»
   Cuando observamos el funcionamiento de las instituciones estatales en
África, nos sorprende la contradicción entre la omnipresencia voluntaria
del Estado en todas las esferas de la sociedad (omnipresencia heredada y
justificada por las doctrinas específicas de la centralización y autoritaris-
mo) y la incapacidad de este Estado para hacerse cargo de las necesidades
de las poblaciones. Esta incapacidad puede tener dos explicaciones. La
primera es de naturaleza funcionalista y se relaciona con el fenómeno de
la «privatización estatal» como resultado de una situación de apropiación
indebida del significado del Estado y de sustituir el interés general por la
preeminencia de los intereses privados. Se trata de la imprudencia de un
Estado que abdica y no se siente en deuda con la sociedad que mantiene
sumisa y servil. La segunda explicación es de naturaleza técnica y se rela-
ciona con la gestión y la gobernanza del Estado. La impotencia estatal en
África se explicaría así por la forma y las modalidades de inserción e in-
                                        200
  Capítulo 5: El Estado y la sociedad en África francófona: entre rupturas históricas y
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tervención del Estado en el plano económico, social, educativo y cultural.
En el plano económico, la impotencia del Estado es atribuible a la ilusión
de este último de actuar como un verdadero actor y motor del desarrollo,
en lugar de actuar como un impulsor de la dinámica y un apoyo a las fuer-
zas económicas (privadas) que debe apoyar. Este estado intervencionista
llega al pecado por falta de neutralidad (ver arriba), ya que es en sí mismo
un actor y regulador, competidor y árbitro. Este intervencionismo va más
allá de las meras consideraciones económicas. Un Estado fuertemente
involucrado en el juego social no puede arbitrar entre los juegos y los
asuntos corporativos. Un Estado que no delega sus responsabilidades y
que centraliza todo no puede prestarse a mecanismos de responsabilidad
y rendición de cuentas. Este estado omnipresente, que no puede apreciar
las ventajas de la separación de lo político y lo administrativo (Côté et al.),
¿Es únicamente fruto del pasado colonial? Podemos dudarlo.
   Por supuesto, la debilidad del Estado en África es un legado del ré-
gimen colonial (bajos ingresos, por supuesto, pero también poca legi-
timidad) (Austin, 2013; Herbst, 2000). No estamos lejos de la tesis de
Dominique Darbon (2003), para quien la falta de sustancia técnica e in-
fraestructural de las administraciones africanas (aún dotada de sus atri-
butos de préstamo clásicos) priva al Estado de su relevancia funcional,
de su razón de ser. Tal perspectiva ha llevado con razón a hablar de un
“estado blando” (Gunnar Myrdal, 1969). Tal estado (no estructurante y
no regulatorio) opera por delegación e intermediación, con el riesgo de
ser incluso a veces marginado. En la hipótesis de la aparición de nuevas
                                         201
  Capítulo 5: El Estado y la sociedad en África francófona: entre rupturas históricas y
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élites administrativas más capacitadas, se analizó que el mantenimiento
de las restricciones políticas internas y económicas externas (Programa
de Ajuste Estructural) podría vaciar a las futuras administraciones africa-
nas de su materia gris emergente, atraída por mercados profesionales más
atractivos y “cautivada” por el mercado global (Darbon, 2003: p. 148).
   El Estado en África y la relatividad del determinismo colonial
   Por mucho que la colonización haya sido un modelo de desarrollo
capitalista a expensas de las sociedades colonizadas, el estado africano
contemporáneo parece perpetuar la protección de los intereses de Occi-
dente en detrimento de los intereses locales. Desde este punto de vista, el
estado en África sería sinónimo de alienación política por otros medios.
Algunos fenómenos para convencerse de esto:
   El fenómeno económico y sus límites
   No hace falta decir que el desarrollo de África es en parte atribuible al
dominio colonial. La construcción de ferrocarriles, carreteras y escuelas
se debe a la colonización (Austin, 2013). Las economías exportadoras de
África hoy lo han sido desde el período colonial. Según ciertos especialis-
tas (Acemoglu, Johnson y Robinson, 2001, 2002a y 2002b), la “pobreza
relativa” de África está vinculada al colonialismo, en particular a «la insta-
lación de europeos con fines de extracción» (Austin, 2010).
   Hoy en día, África carece de las condiciones reales que han hecho exi-
tosas a las economías ricas y prósperas del mundo capitalista: propiedad
privada, un sistema basado en la competencia y la acumulación y muchos
                                         202
  Capítulo 5: El Estado y la sociedad en África francófona: entre rupturas históricas y
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otros requisitos previos que la colonización. No ha podido establecer
y caer bajo la teoría de la dependencia (Andre Gunder Frank y Samir
Amin, 1978) necesaria para el establecimiento de una economía basada
en el crecimiento económico autónomo (Austin, 2010).
   La pobreza de África, tan denunciada por todos hoy en día, no es un
meteorito, sino que fue fabricada por un largo proceso de explotación
reforzado por los mecanismos específicos del neoliberalismo. Desde
este punto de vista, uno podría argumentar que la colonización generó el
subdesarrollo (Wengraf, 2020). El régimen colonial estableció el Estado
como el motor central de las economías (Hugon, 1993) y allanó el cami-
no para el intervencionismo estatal que sigue pesando en las economías
africanas de hoy.
   A pesar de este fracaso del sistema colonial para establecer las con-
diciones básicas para las economías prósperas, las semillas de las econo-
mías explotadoras en África son atribuibles a la racionalidad económica
y el espíritu empresarial de los africanos (Hill, 1997/1963). Hill muestra
cómo la migración de los productores de cacao del sur de Ghana, que
había continuado con indiferencia desde la década de 1890, es el verda-
dero innovador en la creación de la industria de cultivo de cacao más
grande del mundo. La realidad así descrita también se aplicaría al África
francófona, lo que nos lleva a concluir, de acuerdo con Hill, que no hay
incompatibilidad entre la tradición rural (el mantenimiento de las formas
tradicionales de organización social) y el modelo capitalista.
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   El fenómeno religioso y sus límites
   El papel de la religión en la formación del Estado en África es in-
negable. Desde el punto de vista del colonialismo, algunos autores han
demostrado la instrumentación de la iglesia por los colonizadores. B. Sal-
vaing (2006) evoca, por ejemplo, el caso del Congo Belga, para ilustrar
el uso de misioneros para «enmarcar los espíritus», cuando no se utilizan
para servir como «garantía moral.» Si bien el gobierno colonial y la obra
misional eran dos sistemas distintos, estos sistemas eran interdependien-
tes; los misioneros acusados de «humanizar» los sistemas coloniales (Sal-
vaing, 2006).
   En el caso de las colonias francesas, el Estado francés primero se afir-
mó como una autoridad con control sobre la Iglesia. Como tal, utilizó las
misiones como instrumento de «francización y expansión del idioma fran-
cés» (Salvaing, 2006). Aquí, la Iglesia participa en la «misión civilizadora»
(cristianización y reinado de la razón) de la cual las misiones son agentes.
Es comprensible por qué las culturas africanas fueron consideradas por los
misioneros como obstáculos que impiden el cumplimiento de la misión
civilizadora con la que estaban asociadas. Las misiones religiosas occidenta-
les apuntaban, en otras palabras, a “reemplazar el fetichismo supersticioso
con la «verdadera religión», expulsar al Islam y difundir la iluminación de la
civilización europea marcada por el cristianismo. (Laverdière, 1987: p.70).
   A pesar del éxito y la influencia de la religión occidental impuesta en
la colonización (como el de los Bautistas alemanes, luego los Palotinos
                                         204
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en Camerún y el de los Palotinos en el Congo) una parte importante de
las culturas africanas ha sobrevivido a la influencia religiosa occidental.
Por lo tanto, «el mundo invisible de los magos y los morabitos [sigue
desempeñando] un papel político considerable en África, y cada vez es
más seguro que muchos políticos tengan en cuenta este mundo antes de
tomar decisiones políticas.» (Schatzberg, 2000: p. 103). En su número del
10 de julio de 2012, titulado «Brujería en el corazón del poder», la famosa
revista JeuneAfrique escribió: «En la era de los partidos individuales y los
líderes omnipotentes, hasta principios de la década de 1990, fue sin ex-
ceso de decencia de que los ‘presidentes de vida’ se rodeen de morabitos
y brujos y se unan a hermandades que ipso facto se han convertido en
agencias de promoción social. Houphouët, Mobutu, Eyadéma, Ahidjo,
Bokassa, Sékou Touré, etc.». Para aclarar el punto, podemos leer en el
mismo número: «Los nuevos emprendedores en misticismo son a me-
nudo híbridos, pastores de día, Biblias en mano, magos de noche con su
pequeño bolso lleno de amuletos. El anclaje es tan profundo que incluso
los políticos que no creen en él se deben cambiar de opinión, aunque
solo sea para tranquilizar a quienes les rodean y a sus seguidores.» 21 Otras
revelaciones de la revista no están exentas de «enfriar las espaldas» de los
lectores: «más allá de la aldea, es dentro de la familia, en el corazón de la
intimidad, que para los responsables como para los anónimos, suceden
las tramas más inquietantes. Los ataques más peligrosos, como los que,
21 Traducción libre.
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  Capítulo 5: El Estado y la sociedad en África francófona: entre rupturas históricas y
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en los dos Congos22 o en Gabón, por ejemplo, llevan a un tío a ‘comer’ su
sobrino, o a un ministro en particular a ‘vampirizar’ a uno de sus propios
hijos para establecer mejor su poder, no son solo fantasías, sino frecuen-
tes sospechas y, a veces, realidades asesinas».23
   Muy astuto, el que encontrará una explicación derivada de la coloniza-
ción o más precisamente de la evangelización de África. Algunas prácticas
tan numerosas como la dote, la danza y la música africanas, la poligamia
y muchas otras están lejos de ser compatibles con el mensaje anunciado
por la doctrina cristiana ortodoxa. Incluso hoy en día, los santos siguen
siendo venerados en África Central y en otras partes del continente, jun-
to con las deidades específicas de las creencias ancestrales. Para tener en
cuenta esta dimensión de las «culturas africanas» en el mensaje evangéli-
co poscolonial, la Iglesia contemporánea mantiene todo un discurso de
legitimación, llamado inculturación (desde el punto de vista católico) y
contextualización (desde el punto de vista protestante).
   El fenómeno político-administrativo y sus límites
   Hasta nuestros tiempos las instituciones administrativas y guberna-
mentales en África casi todas tienen las cicatrices de la colonización. An-
teriormente hemos mencionado el jacobinismo como uno de los legados
institucionales de este régimen. A esto se agrega el sistema de mecenaz-
go, el uso e instrumentación de los líderes africanos y la sustitución de las
22 Sic.
23 Traducción libre.
                                        206
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leyes y normas locales por el régimen colonial, el desmantelamiento de
los sistemas políticos indígenas por una red de administradores colonia-
les, la construcción de la infraestructura vial para asegurar el movimiento
de bienes y personas, pero también para la disciplina por el ejército y la
policía, responsables de disciplinar a los nativos y hacer cumplir trabajo
forzado. El régimen colonial hizo de la administración su columna verte-
bral. En este sentido, el poder político y la administración pública estaban
confundidos, tanto que la administración fue la principal industria del
Estado durante el período colonial, con el 60 % del gasto dedicado a los
emolumentos (Dumont, 1966: p. 78). La administración burocrática del
tipo weberiano que se encuentra en África Central (como en otras partes
del continente) se explica así por esta función primaria de la adminis-
tración colonial. Esta politización de la administración y el servicio civil
continúa hoy en la mayoría de los estados africanos en la era poscolonial.
   Las diferencias que existen actualmente entre el desarrollo de los paí-
ses de África Occidental / británica y la de los países de África Central/
francesa, por ejemplo, están relacionadas con la diferencia entre el co-
lonialismo británico y el colonialismo francés. El primero se basó en el
principio del gobierno indirecto -la administración se centró en el empo-
deramiento relativo de las élites africanas (jefes africanos)24- y el segundo
24 La independencia de las antiguas colonias británicas fue más ambiciosa que la de las
antiguas colonias francesas (creación de monedas propias otorgadas por los británicos
a sus colonias que se habían independizado, mientras que las francesas se lo negaron a
sus colonias, aunque se habían independizado).
                                         207
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en el principio de asimilación marcado por la preocupación de acabar con
las monarquías tradicionales existentes en el continente. El funcionamiento
de la administración pública desde las independencias no es solo la heren-
cia del régimen colonial. Tanto los herederos de los colonos como las élites
africanas del estado poscolonial parecen haber cambiado los imperativos
de desarrollar y construir instituciones estatales para sus ambiciones per-
sonales: ser parte de la nueva clase dominante, incluso si eso significa ser
peor que el colon; para satisfacer sus ambiciones políticas esclavizando el
servicio público, relegado al rango de instrumento del partido político en
el poder, sin olvidar las otras formas culturales que sirven de resistencia a
la construcción de un Estado (neutral e institucionalizado).
   El fenómeno cultural: entre resiliencia y resistencia a la alienación política
   Hablar de África es evocar «esta corteza con múltiples sobres» de
la que habla Achille Mbembe y que traducimos en la introducción en
términos de las caras de alienación política y cultural. Una de estas ca-
ras, la del imperialismo, parece haberse resistido a la historia colonial
y se ha reflejado en las diversas formas de ambivalencia, ambigüedad
(Balandier, 1970), paralelismo o incluso contradicción que caracteri-
zan la creación o el funcionamiento de ciertas instituciones estatales
en África. No estamos lejos de las tesis de François Constantin para
quien existiría, dentro del Estado africano, «una división cultural entre
las categorías dominantes que piensan, viven y hablan oficialmente en
nórdico, y las masas (campesinos en particular) que constantemente
piensan, viven y hablan «horizontalmente».
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  Capítulo 5: El Estado y la sociedad en África francófona: entre rupturas históricas y
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   Creemos que el hecho colonial hizo retroceder el hecho cultural en el
África francófona para instalar el estado, de acuerdo con los estándares
occidentales. Como el Estado no tiene control sobre el hecho cultural,
este último, lejos de desaparecer del tejido social africano, se ha sedi-
mentado, a veces actuando bajo la cobertura del modelo occidental, a
veces junto a él. En algunos casos, el hecho cultural incluso se ha im-
puesto como una resistencia al modelo de estado colonial y poscolonial.
Algunos autores han llegado a hablar de «la crisis del Estado africano»
(Constantin, 1981).
   Este paralelismo institucional tiene una explicación. El colonialismo,
al no haber sido una «ideología sustituta», en la medida en que era más
bien una ideología de dominación, no excluía la cohabitación de dos sis-
temas paralelos. A partir de entonces, «mientras el nuevo poder político
produjo sus propias normas, los centros tradicionales conservaron una
cierta autonomía. Solo el primero, el estado colonial y / o poscolonial,
tocó solo una película superficial de la sociedad, de la cual la gran mayoría
continuó escuchando solo el segundo» (Constantin, 1981: p. 56).
   La sociedad africana, se podría decir, es la cultura precolonial (con
algunos ajustes); «El Estado africano es el Estado poscolonial», que F.
Constantin traduce con la expresión «el Estado europeo». Ambos son
portadores de cuerpos extraños. La cultura africana es difícil de encajar
en el estado poscolonial que le es extraño, y el modelo de estado pos-
colonial jura con el modelo social africano que también le es extraño.
Esta doble alienación no está lejos del choque de culturas o civilizaciones
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teorizadas por S. Huntington. Entonces, como dice la sabiduría común,
cuando dos culturas se encuentran o incluso chocan, la más fuerte gana.
Por lo tanto, podemos entender por qué, con respecto a África, podría-
mos hablar de «dependencia cultural», como sugiere Constantin, cuya
dependencia es una traducción histórica de la herencia del colonialismo.
   Conclusión
   El Estado en África (África negra francófona en este caso) es una
evolución en tres tiempos: tiempo precolonial, tiempo colonial y tiempo
postcolonial. Este Estado se formó y forjó a través de esta evolución. El
propósito de este artículo fue examinar la parte del interior (cultura) y el
exterior (dominación extranjera) en el desarrollo de este Estado. Se tra-
taba de demostrar que el régimen colonial y poscolonial cometió errores
en el continente africano, pero que las causas de la crisis estatal en África
siguen siendo compartidas. Sin embargo, incluso décadas después de la
independencia, la estructuración del sistema mundial (Wallerstein, 1974)
no transformó el equilibrio de poder para permitir el despegue esperado
de África. Hay muchas razones para creer que la estructura de las inver-
siones, el financiamiento para el desarrollo (ya sea a través de ayuda o
préstamos), e incluso la diplomacia comercial parecen nuevas formas de
colonialismo. Este neocolonialismo incluso tiende a sugerir que los valo-
res y principios que han hecho que Occidente tenga éxito (democracia,
derechos humanos, libertades fundamentales, estado de derecho y toda
la vulgaridad del pluralismo) se transfieren a África en la perspectiva de
explotar la debilidad del continente para comprenderlos y aplicarlos. Al
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  Capítulo 5: El Estado y la sociedad en África francófona: entre rupturas históricas y
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alentar el movimiento de democratización y liberalización del continente,
Occidente ocultó mal su intención no oficial que podría ser caricaturiza-
da en la siguiente expresión: ábrenos tus puertas para que, en nombre de
la democracia y la libertad, tengamos derecho a hacer con ustedes lo que
de otro modo no tendríamos derecho a hacer. El resto, lo sabemos: los
casos de Libia, Irak, Siria, etc., todavía están frescos en nuestros recuer-
dos, con su cuota de inestabilidad política y debilitamiento del Estado.
   Sin embargo, sin exonerar a Occidente, queda por relativizar la res-
ponsabilidad del colonialismo en el funcionamiento del estado en Áfri-
ca en general, en África Central en particular. Si la debilidad del estado
en África es atribuible al colonialismo, los problemas de gobernanza, la
inestabilidad política debido a un contexto beligerante, el subdesarrollo
y muchos otros problemas complican la construcción del Estado y del
Estado de derecho en África.
   El funcionamiento de muchos Estados en África todavía justifica las
reflexiones y observaciones que se hicieron al respecto hace poco más de
40 años. Esta es una situación de transición que resulta en un «proceso de
desestructuración - reestructuración incompleta: las culturas indígenas
[no habiendo] sido totalmente destruidas, y la asimilación de culturas del
Norte, nunca completada» (Constantin, 1981: p. 68).
   Lejos de favorecer una explicación monocausal y homogénea, cree-
mos que es útil o incluso prudente aplicar al Estado de África subsaha-
riana una reflexión inspirada en una perspectiva que probablemente lo
                                         211
  Capítulo 5: El Estado y la sociedad en África francófona: entre rupturas históricas y
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coloque en el herencia múltiple al convertirlo en un estado registrado en
varios repertorios de lo político, según la expresión de JF Bayart «el Esta-
do jacobino de la factura francesa, del gobierno británico, de los modelos
soviéticos, norcoreanos o chinos, del federalismo Americano; repertorios
de islam, catolicismo o protestantismo; repertorios indígenas de linaje o
poder real, del mundo invisible, de la profecía, etc.».
   En otras palabras, el estado de África Central francófona hoy es un
patrimonio complejo, heterogéneo y contradictorio. Está orientado hacia
el futuro y al mismo tiempo retenido por las raíces de su historia y las
resistencias de su presente. Es importante no sobreestimar los avances
producidos por la independencia, ya que, como se negociaron, no fueron
suficientes para garantizar la reconciliación de las sociedades africanas
consigo mismas (Constantin, 1981).
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  Capítulo 5: El Estado y la sociedad en África francófona: entre rupturas históricas y
                                continuidades culturales
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  Capítulo 5: El Estado y la sociedad en África francófona: entre rupturas históricas y
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    Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
                     CAPÍTULO 6
              Estado, Democracia e Islam en el Sahel.
                        Algunas Consideraciones
                                               Juan Ignacio Castien Maestro
Desde los años noventa, el Sahel, al igual que el conjunto del África Sub-
sahariana, ha experimentado un paulatino proceso de democratización.
En 1991, tras una oleada de protestas populares, un levantamiento militar
derribó al régimen de Traoré en Malí. En 1999 los militares nigerianos
devolvieron el poder a los civiles, al igual que hicieron en 2011 los nigeri-
nos. En 2014 Campoaré fue derrocado en Burkina Faso, como lo fueron
también Jammeh en Gambia en 2017 y Al-Bashir en Sudán en 2019. En
cuanto a Senegal, que nunca fue propiamente una dictadura, ha ido evo-
lucionando con el tiempo hacia una aceptable democracia multipartidista
(Seck, 2005), como lo atestiguan las alternancias en el poder de 2000 y
2012. A fecha de hoy, solamente el Chad puede ser considerado un régi-
men plenamente dictatorial. Ciertamente, el escenario dista mucho a día
de hoy de ser ideal. Junto a intervenciones militares periódicas, como las
de Mali en 2012 y 2020 y el auge de los movimientos yihadistas, como
AQMI, Boko Haram y Ansaru (González, 2020), seguimos encontrán-
donos con un débil sistema de partidos, una fuerte dosis de caudillismo
                                      219
    Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
y clientelismo y una elevada corrupción y colusión con las redes del cri-
men organizado (Bayart, 2006). Aun así, el contraste con la situación
anterior resulta patente, sobre todo si pasamos del terreno de los hechos
desnudos al de las representaciones ideológicas. Nociones tales como las
de pluralismo político, soberanía popular, derechos humanos, alternancia
en el poder y responsabilidad de los gobernantes se han ido haciendo de
uso común, por más que su aplicación efectiva lo sea todavía bastante
menos. Pero se trata ya de un ideal al que no se puede ignorar, y con el
cual hay que hacer componendas, si no se quiere quedar desprovisto de
legitimidad. De igual manera, los sistemas de partido único en torno a
unos líderes carismáticos, el modelo político predominante en casi toda
el África Subsahariana tras las independencias, encuentran hoy ya pocos
defensores, al igual que los discursos en torno a una supuesta incompa-
tibilidad entre el pluralismo político y la idiosincrasia cultural africana.
   El cambio acaecido parece, pues, incontestable, pero también sus li-
mitaciones y su fragilidad. Se trata de una situación extremadamente flui-
da y contradictoria, susceptible de ser abordada desde distintos enfoques.
Aquí vamos a optar por uno en particular, centrado en el análisis de las
dificultades para construir unas instituciones públicas mínimamente efi-
caces y dotadas de legitimidad colectiva. Consideramos que solo sobre
esta base es posible edificar un sistema democrático. Pero la situación en
el Sahel difiere profundamente de este ideal. Frente a un Estado débil y
percibido como ajeno, diversos sectores sociales acaban organizándose
en comunidades más o menos autónomas, en cuyo interior desarrollan su
existencia cotidiana y su actividad económica. Cultivan también en ellas
                                     220
     Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
unas identidades y unas ideologías contrapuestas, también en mayor o
menor medida, a las preconizadas desde el propio Estado. En parte, coo-
peran con este Estado y, en parte, lo combaten, llegando en ocasiones a
erigirse como lo que Bertrand Badie (2017: p. 183) denomina «contra-so-
ciedades», cuya aspiración última puede estribar en la conquista del po-
der político, incluso mediante la violencia, como sucede con los diversos
grupos yihadistas. Si bien estas comunidades pueden constituir a menudo
un eficaz contrapeso frente al autoritarismo estatal y un refugio frente
al mismo, también erosionan, en otros muchos casos, la emergencia de
una sociedad más integrada, condenándola a la fragmentación interna,
al tiempo que en su interior se cultiva el dogmatismo y la sumisión a los
líderes. El resultado final de tanta fragmentación es la ausencia de unos
consensos suficientemente amplios acerca de la sociedad que se aspira a
edificar.
   Obviamente, los obstáculos para esta integración política y social son
de índole muy diversa y aquí no podemos ocuparnos de todos. No vamos
a abordar, por ello, más que de forma tangencial el freno constituido por
unas economías escasamente articuladas, como resultado, ante todo, del
efecto disgregador de su inserción periférica en el mercado capitalista
mundial (Amin, 1994). Asumimos, a este respecto, la autonomía relati-
va de las dinámicas más estrictamente políticas dentro de cada país, lo
que nos permite concentrarnos en ellas, sin reducirlas a un mero efec-
to secundario de todas estas determinaciones de carácter más externo
y económico (Badie, 2017: pp. 18-36). Nos vamos a interesar, así, de
                                       221
    Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
manera prioritaria por la naturaleza de los Estados y de sus relaciones
con estas comunidades sociales semiautónomas a las que acabamos de
referirnos. Con este fin, adoptaremos una perspectiva socio-histórica,
tratando de reconstruir los rasgos fundamentales de su evolución pasa-
da. Nos serviremos igualmente de un enfoque parcialmente comparativo,
cotejando en ciertos momentos los desarrollos observados en el Sahel
con los ocurridos en esas otras dos grandes regiones mundiales en las
que lo podemos ubicar: el África Subsahariana y el mundo islámico. Estas
reconstrucciones históricas y estos ejercicios comparativos serán inser-
tados además dentro de un particular marco analítico, centrado en las
dificultades para replicar el modelo de Estado y de democracia occidental
bajo unas condiciones bien diferentes de aquellas bajo las que ambos se
gestaron originariamente en Europa.
   Tales diferencias pueden ser agrupadas en dos grandes bloques. El
primero atañe a lo que podríamos denominar el desacompasamiento en
los procesos históricos, es decir, el hecho de que las distintas instancias
sociales no hayan seguido aquí los mismos ritmos en sus desarrollos res-
pectivos que en Occidente. Así ha sido como resultado de una acelera-
ción de los cambios tecnológicos, institucionales y culturales en ciertos
ámbitos con exclusión de otros, como resultado sobre todo de una in-
fluencia selectiva ejercida desde los países más desarrollados. Este proce-
so general, teorizado en su tiempo por León Trotsky con su célebre «ley
del desarrollo desigual y combinado» (Trotsky, 1971: p. 9), se plasma en
nuestro caso concreto en la presencia de unos aparatos estatales relativa-
                                     222
    Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
mente desarrollados frente a unas sociedades que lo están mucho menos
en su conjunto, así como en otros fenómenos de los que también iremos
dando cuenta.
   El segundo conjunto de divergencias estriba en la distancia existen-
te entre las tradiciones culturales locales y las exigencias inherentes a la
construcción de una sociedad moderna, capaz así de insertarse con éxito
en el sistema mundial. Semejante brecha no deja de guardar una obvia
relación con ese desacompasamiento al que acabamos de referirnos, en
razón de la promoción, en gran medida desde el exterior, de una serie
de cambios estructurales que no concuerdan con tales tradiciones. En el
caso que nos ocupa, nos encontramos ante un «Estado importado» (Ba-
die, 2017), cuyo funcionamiento resulta a menudo no solo ilegítimo, sino
incluso incomprensible desde los parámetros locales. Evidentemente se
puede, y se debe, promover un cambio en el patrimonio cultural hereda-
do a fin de adecuarlo a una modernidad de la que es imposible desen-
tenderse. Pero este cambio solo resultará aceptable para la mayoría si no
supone una ruptura absoluta con la cultura previa, es decir, si logra recu-
perar, aunque sea reformulándolos, algunos de sus elementos constituti-
vos. Aquí reside el gran desafío que Clifford Geertz (1987: pp. 203-218)
definió como la necesidad de conciliar dos orientaciones opuestas, pero
complementarias: el esencialismo, dirigido a preservar la continuidad con
el pasado, y el epocalismo, encaminado a adaptarse a los requerimientos
del presente. Ni que decir tiene que las síntesis entre dos orientaciones
generales pueden ser luego muy variadas e inestables, decantándose en
                                      223
    Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
una u otra dirección según el caso. Del mismo modo, la continuidad con
la tradición no solo podrá ser real, sino también ficticia, mediante una
«invención» de la misma que otorgue una ilusoria profundidad histórica
a prácticas novedosas (Hobsbawm y Ranger, 2002). Estas síntesis suelen
basarse, en general, en una reinterpretación creativa de la tradición, diri-
gida a rastrear en ella, a veces muy forzadamente, elementos favorables
para la modernización, junto con un desarrollo de los componentes de
la modernidad importada en un sentido más compatible con esta misma
tradición. Pero estas operaciones no siempre alcanzan el éxito deseado y
a menudo desembocan en una escisión entre una tradición que ha dejado
ya de ser operativa y una modernidad importada también inaplicable en
su forma actual, con el resultado final de una llamativa inadaptación de
este doble bagaje a los retos del presente (Shayegan, 1989).
   En el caso específico del Sahel, esta conciliación entre las orienta-
ciones esencialista y epocalista va a revestir una especial complejidad.
Se trata, como es sabido, de una región mestiza, fruto de una hibrida-
ción milenaria entre las culturas locales y la arabo-islámica (Castien;
Aznar y Agne, 2018: pp. 17-26). Sin embargo, este mestizaje ha sido
históricamente un tanto desigual, de tal manera que hoy en día co-
existen en un mismo espacio poblaciones adheridas a un islam más
«ortodoxo», es decir, similar al imperante en el conjunto del mundo
islámico, con otras que profesan versiones del mismo más mestizadas
con las tradiciones locales (Triminghan, 1959: pp. 21-33), propias del
así llamado «islam negro» (Monteil, 1980), a lo que se añaden además
                                     224
    Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
las minorías cristianas y «animistas». Como consecuencia de todo ello,
la tradición tomada como referencia por la orientación esencialista
resulta ser especialmente diversa y susceptible de desarrollos diferen-
ciados. De ahí entonces la dificultad de elaborar una relectura de la
tradición susceptible de recabar amplios consensos y de concordar al
mismo tiempo con el imprescindible epocalismo.
   Estados débiles, democracias precarias
   La construcción democrática requiere, como acabamos de señalar,
de unas instituciones estatales mínimamente eficaces, con las cuales el
ciudadano pueda interactuar de un modo previsible, sin sufrir excesi-
vas arbitrariedades y respetándose sus derechos individuales. Sobre esta
base podrá desarrollarse entonces un mínimo de confianza colectiva en
las instituciones. A partir de aquí podrá surgir luego más fácilmente el
sentimiento de compartir un mismo marco normativo y de pertenecer,
asimismo, a una misma comunidad nacional. Estos consensos básicos
dificultarán que las inevitables diferencias entre distintos sectores socia-
les desemboquen en unas rupturas abiertas que imposibiliten el juego
democrático, en el que la minoría ha de acatar las decisiones de la mayo-
ría, sin que esta última tampoco la aplaste. De este modo, los consensos
colectivos que posibilitan la democracia requieren de un Estado al mismo
tiempo eficaz y comedido en su trato con los ciudadanos, un Estado
«fuerte», pero no «feroz», es decir, despótico, de acuerdo con la termino-
logía empleada por Nazih Ayubi (1998: pp. 18).
                                      225
    Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
   Los Estados del Sahel parecen justamente lo contrario. Su administra-
ción no llega a muchos lugares y el clientelismo que la inunda desactiva
a menudo las políticas formuladas desde arriba. Pero esta debilidad es
compensada de tanto en cuando con episodios represivos y, sobre todo,
con permanentes arbitrariedades. Retomando la expresión de Thomas
Callaghy (1987), nos hallamos ante un auténtico «Leviatán cojo». Pero
esta debilidad relativa puede haber tenido también consecuencias positi-
vas. La capacidad represiva de las antiguas dictaduras fue limitada, como
lo fue también su resistencia ante la protesta popular. Resulta patente
aquí el contraste con el fiasco parcial de las primaveras árabes, ante unos
Estados y unas élites notoriamente más poderosos. De este modo, los
desenlaces más o menos democráticos actuales no serían tanto el fruto
de la fortaleza de los factores favorables como de la debilidad de los des-
favorables. Su existencia depende más de la dificultad de cualquier sector
social para imponerse autoritariamente sobre el resto que de la asunción
de un pluralismo asentado en unos acuerdos de mínimos. De ahí enton-
ces la precariedad de los logros actuales.
   Las raíces de esta debilidad del Estado saheliano son complejas. A la
obvia escasez de recursos financieros y humanos, se añaden otras que
nos remiten ya no solo a la naturaleza del Estado en sí, sino a la de sus
relaciones con el conjunto de la sociedad. El Estado goza de escaso re-
conocimiento social. La causa no es solamente su condición de heredero
directo de las administraciones coloniales. A ello se suma asimismo una
alteridad más profunda. Como acabamos de señalar, el Estado moderno
                                     226
    Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
opera con marcos normativos abstractos, propios de una visión legal-ra-
cional al estilo weberiano, lo que le permite tratar al conjunto de sus ciu-
dadanos como una masa de sujetos homogéneos e intercambiables, con
los cuales se relaciona de manera directa e individualizada. De la misma
forma, el Estado moderno se presenta como el organizador de una co-
munidad nacional, construida recreando un conjunto de elementos co-
munes, como lenguas, estilos de vida, un pasado más o menos mitificado
o unos proyectos compartidos, vinculados con alguna ideología en par-
ticular. Todo este marco más general choca obviamente con las culturas
e identidades más particularistas, propias de las sociedades tradicionales,
en especial con lo que Geertz (1987: pp. 219-229) denominaba los «sen-
timientos primordiales». No es sorprendente entonces que mucha gente
prefiera unas comunidades capaces de ofrecerle unos marcos normativos
y unas identidades más asequibles para ella.
   Así, al origen extranjero del Estado se añade la brecha cualitativa entre
el formalismo y generalidad en la que se asienta y el particularismo tan di-
fundido entre la población. No debe olvidarse, sin embargo, la diversidad
del Sahel en este punto. Esta región ha conocido numerosas formaciones
estatales desde la Alta Edad Media, en contrate con otras zonas de África
(Castien; Aznar y Agne, 2018: pp. 43-181; Ki-Zerbo, 1979). No obstante,
la utilidad de este precedente histórico ha de ser matizada. La naturaleza
legal-racional del Estado moderno choca radicalmente con el patrimonia-
lismo propio del Estado tradicional y con su manejo de distintas lealtades
primordiales, como las basadas en el linaje y en los cultos religiosos (Badie,
                                      227
     Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
2017: pp. 69-82 y 228-268). Asimismo, las formaciones estatales solo se
hicieron presentes en algunas regiones y se impusieron además mediante
una violencia a menudo extrema sobre la población. Entre quienes fueron
saqueados, esclavizados u obligados a pagar tributos, sin recibir gran cosa a
cambio, el Estado tradicional puede no ser recordado con agrado. Y ello a
pesar de todo la mitologización de la que las nuevas ideologías han hecho
objeto a muchos de estos Estados y sus soberanos.
   Un tercer factor debe ser tenido en cuenta. El Estado moderno es asimis-
mo una creación de la Europa parcialmente secularizada. Su implantación
en unas sociedades mayoritariamente musulmanas puede ocasionar, por ello,
ciertos problemas. No se trata solamente de los frecuentes desajustes entre
las nuevas leyes y lo estipulado por el derecho islámico, sobre todo en sus in-
terpretaciones más conservadoras. En este punto suelen establecerse ciertos
compromisos. Tampoco resulta insuperable el hecho de que la comunidad
nacional pueda concebirse como un fragmento de una comunidad islámica
más amplia, de tal modo que la adscripción a la misma venga determinada
por la confesión religiosa y que los no musulmanes hayan de quedar enton-
ces relegados a una condición subalterna. Estas contradicciones pueden ser
también manejadas, aunque no siempre es así. El ejemplo más notorio es el
del norte de Nigeria, integrado en un Estado secular heredado del colonialis-
mo británico y en el que musulmanes y cristianos coexisten de un modo muy
conflictivo. Allí el rechazo del mismo y la reivindicación de una estatalidad
alternativa basada en el islam encuentran, como se sabe, numerosos partida-
rios, parte de ellos dispuestos a empuñar las armas (Smith, 2016).
                                      228
    Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
   Esta reconstrucción de la estatalidad sobre la base de una tradición
religiosa bien arraigada parecería ideal en relación con la orientación
esencialista. Asimismo, el recurso a una común condición musulmana
detenta obvias propiedades integradoras frente a los distintos particula-
rismos étnicos, regionales, de clase y- entre muchos sahelianos -de casta
y estamento. Sin embargo, esta opción plantea varios problemas. El
más obvio es su rechazo por parte de los no musulmanes o de los mu-
sulmanes más secularistas. La larga y sangrienta guerra civil en Sudán y
la secesión final del Sur ilustran a la perfección estos riesgos (Langara,
2017). Más profundas son las conocidas y debatidas tensiones entre
«islam y modernidad». Acerca de esta compleja y debatida cuestión,
nos basta con señalar que, desde el punto de vista epocalista, se hace
complicado, aunque no necesariamente imposible, conciliar la norma-
tiva tradicional islámica con una serie de valores modernos como la
libertad de conciencia y la igualdad de género. Cuando pasamos del
ámbito de las normas concretas al de las concepciones teóricas que les
subyacen, nos encontramos además con una fuerte tensión entre una
concepción de la vida social como deseablemente regulada, con mayor
o menos detalle, por unas leyes reveladas y, por tanto, incuestionables y
la visión de la misma como regida por unas normas de origen humano
y, en consecuencia, susceptibles de ir siendo modificadas en el curso
de la historia, mediante el ejercicio de la razón (Tibi, 2009: pp. 95-146).
   Volveremos más adelante sobre esta espinosa cuestión. Antes nos in-
teresa subrayar la amplia variedad de actitudes hacia el Estado presentes
                                      229
    Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
en la tradición islámica. La conciencia de la complejidad de las realidades
mundanas y de su problemático ajuste con las normas religiosas ha dado
lugar históricamente a distintas respuestas. En unos casos, se ha optado
por el pragmatismo, por las interpretaciones flexibles de las normas y
por la resignación ante la imposibilidad, al menos temporal, de aplicarlas
plenamente (Carré, 1989). En otros, la opción ha sido la contraria, la del
maximalismo y el intento de imponerlas mediante la violencia (Badie,
1997: pp. 41-55).
   La historia del islam en el Sahel muestra una llamativa alternancia
entre ambas posturas, así como diversas variantes intermedias. Durante
siglos los musulmanes del Sahel no solo tuvieron que vivir bajo la fé-
rula de gobernantes paganos o semipaganos, y de convivir con vecinos
igualmente heterodoxos, sino que también tuvieron que transigir con
esa ya señalada hibridación entre el islam y las tradiciones locales. A
partir del siglo XVIII una sucesión de revoluciones encabezadas por
los marabús, o maestros sufíes, fue imponiendo un islam mucho más
ortodoxo, a menudo mediante una violencia extrema. El péndulo se
desplazó, así, bruscamente al polo del maximalismo. Este giro radical
resultó posible gracias al cultivo durante generaciones de una postura
rigorista en el seno de comunidades marabúticas parcialmente autóno-
mas (Castien; Aznar y Agne, 2018: pp. 139-181). Pero este maximalismo
fue duramente contestado por aquellos otros musulmanes partidarios
de una postura moderada y acomodaticia (Ba y Daget, 1962: pp. 242-
268; Brenner, 1973: pp. 44-45). De igual manera, los nuevos Estados
                                     230
    Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
marabúticos tuvieron que resignarse con el tiempo a unas posturas más
pragmáticas, como la que condujo al Califato de Sokoto a asimilar a los
hausa animistas a los mazdeístas, otorgándoles en consecuencia el es-
tatuto de «gentes del libro», a quienes no se podía obligar a convertirse
(Last, 1967: pp. 67 y 106).
   La conquista colonial promovió un nuevo giro. Una vez constatada
la imposibilidad de repelerla militarmente, acabó por adoptarse una po-
lítica mayoritaria de acomodación al nuevo estado de cosas. Con ello,
se recuperaron, en cierto modo, las estrategias pragmáticas anteriores
a las revoluciones marabúticas. Las comunidades sufíes alcanzaron una
coexistencia razonablemente buena con las autoridades coloniales y, en
ocasiones, una clara complicidad con ellas (Robinson, 2000). Ante todo,
fueron capaces de insertarse con éxito en el capitalismo periférico intro-
ducido por el colonialismo. Son ya clásicos los ejemplos de la Muridiyya
senegalesa y el cultivo del cacahuete (Copans, 1989; O’Brien, 1971) y de
la Tiyaniyya nigeriana y la organización del comercio del ganado vacuno
y de la nuez de coca (Cohen, 1969). Así, las cofradías lograron organizar
un nuevo campo de actividad económica, delegado por un Estado con
escasa capacidad de intervención, en lo que supone un claro caso de
construcción de una comunidad autónoma, pero capaz de colaborar con
los poderes públicos.
   Las independencias trajeron nuevos cambios. La anterior acomo-
dación mutua entre el Estado y las comunidades religiosas ha subsis-
tido, pero se ha visto cuestionada desde las dos partes implicadas. Las
                                      231
    Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
nuevas élites políticas estaban comprometidas con la construcción de
un Estado moderno, a menudo en mayor medida que los antiguos go-
bernantes coloniales, quienes se conformaban, más bien, con que los
territorios bajo su control se mantuvieran en orden y fueran econó-
micamente rentables, para lo cual convenía evitar conflictos innecesa-
rios con la población local y con sus tradiciones. En cambio, el afán
de fortalecer el Estado por parte de los dirigentes nacionalistas puede
chocar fácilmente ahora con la autonomía reivindicada por las co-
munidades religiosas. Pero para estas últimas también se han abierto
nuevas expectativas. Ahora que los gobernantes suelen ser, al menos
en parte, también musulmanes, influir sobre ellos se vuelve más fac-
tible que con los antiguos administradores europeos. Con ello, el rol
tradicional de eruditos religiosos a lo largo de la historia musulmana
como consejeros y fiscalizadores de los príncipes y como valedores
de las quejas de la población se ha visto reactualizado (Coulon, 1981).
La debilidad del Estado facilita el desempeño de este papel, como
también lo ha hecho la propia democratización, al empujar a los di-
rigentes políticos a buscar a través de los dignatarios religiosos un
apoyo popular que no siempre pueden recabar por sí mismos. Como
en otros muchos países musulmanes (Zeghal, 1997), esta influencia
incrementada sobre los políticos ha incitado en ciertos casos a la de-
fensa de posturas más conservadoras, como las tendentes a islamizar
la legislación, sobre todo la referente a cuestiones familiares. Resulta
interesante a este respecto lo ocurrido en Nigeria, con la instauración
                                     232
    Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
de la sharía en varios Estados del norte, en el seno de una entidad fe-
deral regida por un derecho secular, con todos los conflictos que ello
ha venido generando.
   Esta tendencia hacia la islamización de la legislación se ha intensifica-
do todavía más, conforme se han instalado en el Sahel nuevas corrien-
tes ideológicas, procedentes del mundo árabe, como el islamismo de los
Hermanos Musulmanes y el salafismo, ambas defensoras de un modo
mucho más expreso de la islamización del Estado. Todo ello se ha plas-
mada en una relaciones variables entre políticos y dignatarios religiosos,
que abarcan desde la negociación de apoyos electorales, tradicional en
Senegal, hasta el patrocinio de partidos políticos de tendencia conserva-
dora, como es el caso de los Ansar mahdistas de Sudán y de sus rivales
de la cofradía Mirghaniyya, o los propios Hermanos Musulmanes en este
mismo país. El caso extremo sería el de los grupos armados, quienes, a su
manera, estarían ahora recuperando el viejo modelo de las revoluciones
marabúticas dirigidas directamente por hombres de religión.
   Estados y comunidades
   Tras haber insistido tanto en la debilidad del Estado, nos correspon-
de ahora examinar la otra cara de la moneda, es decir, la incapacidad de
la mayoría de estas comunidades para hacerse con el control del mismo,
en vez de limitarse meramente a preservar su autonomía frente a él o de
influirle hasta un cierto punto. La razón fundamental de esta incapacidad
reside en la frecuente desproporción entre el poder estatal y el del resto de
                                      233
    Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
la sociedad, de modo que, si bien el Estado es débil, las contra-sociedades
lo son aún más. Esta desproporción constituye un resultado particular de
ese desarrollo desigual ya señalado en la introducción. Nazih Ayubi (1998:
pp. 32-36) identificó a este respecto como una de las principales fuentes
del autoritarismo en las sociedades del llamado Tercer Mundo la patente
disparidad entre un aparato de Estado relativamente desarrollado y una
sociedad mucho menos organizada. Así, aunque el Estado apenas consi-
ga regular efectivamente a la sociedad, tampoco esta lo puede controlar y
refrenar adecuadamente. La construcción de un aparato estatal mediana-
mente organizado constituye un proceso más simple y menos costoso que
el desarrollo de una sociedad civil compleja y bien articulada. En el caso
de las antiguas colonias, las metrópolis se afanaron antes que nada por
sentar los cimientos de unas estructuras administrativas y militares capaces
de garantizarles el ejercicio de su dominio. Obviamente, el desarrollo de
partidos, sindicatos y asociaciones les interesaba menos, aunque todo ello
también empezara a darse tempranamente (Hogdkin, 1957).
   Cuando llegaron las independencias todas estas organizaciones civiles
de nuevo cuño eran más bien débiles. En la mayor parte de los casos tam-
poco existía una clase burguesa desarrollada y autónoma a con respecto al
aparato estatal. En un escenario semejante, resulta fácil comprender que
quienes controlaban el Estado pudiesen imponerse fácilmente sobre el
conjunto de la sociedad, sin apenas contrapesos. Era de esperar también
que se sirvieran de él de un modo autoritario, más aún teniendo que neu-
tralizar a rivales que harían lo mismo que ellos de tener la oportunidad.
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    Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
Al mismo tiempo, la debilidad de la sociedad y el objetivo de desarrollarla
con rapidez volvían muy tentadora el uso de la coerción estatal al servicio
de esta meta. No debe sorprendernos entonces la opción generalizada en
gran parte del África Subsahariana por las dictaduras desarrollistas, por
lo que David Apter (1965: pp. 39-40) denominó los «sistemas de movili-
zación», en donde la élite dirigente trataba de encuadrar al conjunto de la
población por medio del partido único y de sus organizaciones satélites,
al servicio de su particular proyecto de construcción nacional. Pero to-
dos estos proyectos acabaron fracasando. Sin recursos para evolucionar
tampoco hacia sistemas propiamente totalitarios, los diversos regímenes
fueron deviniendo en simples oligarquías, forzadas a pactar con diferen-
tes sectores sociales, renunciando a sus iniciales ambiciones de control
total, mientras su proyecto ideológico originario se iba diluyendo. Así, las
élites que controlaban el Estado tampoco fueron lo suficientemente fuer-
tes para modelar la sociedad según sus designios. El sistema evolucionó
entonces hacia la poliarquía actual, en donde el gran logro de la instaura-
ción del pluralismo ideológico queda contrarrestado por la debilidad de
los consensos colectivos.
   Pasando ahora al otro polo de la ecuación, el de las distintas con-
tra-sociedades, debemos comenzar por examinar con algo más de detalle
la naturaleza de todas estas comunidades. Aunque estamos incidiendo
prioritariamente en las comunidades islámicas, estas no son en absoluto
las únicas presentes sobre el terreno. Los vínculos basados en el linaje,
la etnia, la región, el estamento, la casta o la afiliación gremial sirven a
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    Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
menudo también para recrear comunidades más o menos autónomas.
Las identidades ligadas a todos estos vínculos suelen ser experimentadas
como más cercanas a la experiencia cotidiana personal, en comparación
con el carácter más abstracto de la ciudadanía, especialmente cuando la
misma se vincula a unos Estados heredados del colonialismo y que en-
cuentran grandes dificultades para convertir los conglomerados de etnias
diversas de los que parten en comunidades nacionales con las que sus
gobernados puedan identificarse plenamente.
   Sin embargo, la mayor proximidad e inteligibilidad de tales identida-
des no supone por fuerza ni una gran antigüedad, ni tampoco un mayor
particularismo que el de la comunidad nacional. En cuanto a su antigüe-
dad, las actuales adscripciones religiosas suelen ser bastante recientes.
Así ocurre claramente con la minoría cristiana, pero también en muchos
casos con los musulmanes, islamizados casi siempre en el curso de las
revoluciones marabúticas o, incluso, más tarde durante la época colonial
o ya después de las independencias. Esto es tanto más así en el caso
de esas nuevas variantes de estas dos grandes religiones universales que
se han ido difundiendo en los últimos tiempos, como distintas iglesias
evangélicas entre los cristianos o el islamismo y el salafismo entre los
musulmanes. Ni siquiera el sufismo es siempre tan antiguo como pudiera
pensarse. Así, la Tiyaniyya, tan fuertemente implantada hoy en día, no se
propagó por Senegal hasta mediados del siglo XIX, gracias fundamen-
talmente al Hajj-Umar (Robinson, 1988), mientras que en el norte de Ni-
geria no lo hizo hasta los años treinta (Loimeier, 1997: pp. 33-51; Paden,
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     Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
1973: pp. 115-145; Seeseman, 2011). Ni siquiera las identidades étnicas
son siempre tan «tradicionales». Las categorías étnicas hoy de curso ordi-
nario, como «hausa», «fulani» o «wolof», no dejan de ser grandes etique-
tas, bajo las que pueden agruparse gentes muy diversas en lo cultural y en
lo lingüístico y con vínculos e identidades mucho más particularistas. Si
bien existían previamente, su actual centralidad responde a su capacidad
para agrupar a ciertas personas y contraponerlas a otras, en el marco de
unas relaciones sociales modernas que trascienden los antiguos marcos
locales, como ocurre gracias a la urbanización, las migraciones internas
e internacionales y la ampliación de las redes comerciales. Y todo ello
requiere además de un trabajo de uniformización interna en los planos
lingüístico y cultural, junto con la recreación de ciertos marcadores iden-
titarios y ciertas mitologías históricas.
   Del mismo modo, ni las identidades de base religiosa ni las étnicas
tienen por qué ser necesariamente más particularistas que las nacionales.
De hecho, la identidad cristiana y la musulmana exhiben una naturaleza
claramente universalista. Las denominaciones más específicas, como las
afiliaciones a determinados movimientos religiosos cristianos o musul-
manes, sí pueden ser, en cambio, ya más particularistas y asociarse relati-
vamente con familias, etnias y regiones. Pero tales asociaciones suelen ser
parciales y, aun así, abarcar casi siempre a colectividades repartidas entre
distintos Estados. Lo mismo ocurre con las grandes identidades étnicas,
las cuales no solo abarcan a veces decenas de millones de personas, sino
que además atraviesan las fronteras de distintos Estados africanos, por
                                       237
    Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
no hablar de su funcionamiento en el seno de las poblaciones migrantes.
Todo ello les otorga un carácter transnacional y, por lo tanto, nada parti-
cularista. Este carácter tan amplio e inclusivo de todas estas identidades
permite construir vínculos solidarios a una escala global, ya sea con res-
pecto a un determinado Estado o en un plano internacional. Contribuye
así a generar una acción unificada en cuestiones tales como la competen-
cia por posiciones dentro del aparato estatal o dentro de las grandes redes
comerciales, incluidas las trasnacionales.
   En suma, en razón de su carácter global e históricamente reciente, estas
identidades, así como las comunidades a la que contribuyen a conformar,
constituyen un fenómeno claramente moderno y, en modo alguno, una
mera supervivencia del pasado. Pese a ello, pensamos que se las puede se-
guir calificando de primordiales- o, si se quiere, de «neoprimordiales» -no
en el sentido de una dudosa naturaleza arcaica y primigenia, sino en el de
su mayor susceptibilidad de ser inmediatamente vivenciadas, en contraste
con la menor cercanía e inteligibilidad de la ciudadanía de los nuevos Es-
tados. Pero estas identidades y estas comunidades detentan también otras
ventajas. Constituyen una alternativa a un Estado débil e ineficaz. Desde el
momento en que el mismo no logra responder adecuadamente a las necesi-
dades planteadas por el mundo moderno, en lo referente a la construcción
de unos marcos normativos uniformes y compartidos y unas identidades
inclusivas, que permitan a la gente relacionarse en una escala más global
(Gellner, 1989), estas comunidades se presentan como unos sustitutos más
o menos eficaces, capaces de responder a una demanda que la oferta esta-
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    Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
tal no logra satisfacer. Si el desarrollo de estas identidades y comunidades
transnacionales, que desbordan a los Estados, es un rasgo típico del mundo
globalizado en todas partes (Castells, 1998; Roy, 2010), tanto más ha de
serlo cuando estos Estados arrastran además todos los problemas ya men-
cionados. Todo ello puede entenderse de nuevo en términos de un desa-
rrollo desigual. Unos Estados débiles, que no han contado con tiempo para
consolidarse, se han visto luego desbordados por los efectos disgregadores
una globalización ante la cual su capacidad de resistencia es mucho menor
que la de los Estados desarrollados.
   Comunidades islámicas y democratización:
   los casos de Senegal y Norte de Nigeria
   Nuestro examen preliminar de las comunidades islámicas en el Sahel
nos va a ayudar a profundizar ahora en la dialéctica de sus relaciones con
el Estado y, en particular, en sus contribuciones positivas y negativas a los
procesos de democratización. En cuanto a las primeras, hemos subraya-
do ya su notorio rol de contrapeso y, en lo que respecta a las segundas,
los efectos disgregadores que a veces generan, sobre todo al promover
identidades cerradas y excluyentes, así como su frecuente autoritarismo y
dogmatismo interno. Con respecto a esta última cuestión, ya hemos he-
cho referencia anteriormente a las tensiones existentes entre el islam y la
modernidad, y, por lo tanto, también con esa faceta suya que es la demo-
cracia. En lo que atañe en particular a las cofradías sufíes, la obediencia
estricta a los marabús así como la remisión de su autoridad al monopolio
de una experiencia mística en el marco de un sistema doctrinal basado
                                      239
    Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
en el gnosticismo, lo que excluye el diálogo y la deliberación en términos
racionales e igualitarios, actúan en esa misma dirección.
   Pero más allá de todas estas particularidades, la lógica inherente a las
contra-sociedades, sean o no religiosas, parece contribuir al cultivo de
este dogmatismo y autoritarismo internos. Así, el énfasis, frente al Es-
tado y la sociedad circundante, en la particular identidad primordial a la
que se remita fomentará con suma facilidad un afán uniformizador en lo
referente a las creencias y los modos de vida, en detrimento de la auto-
nomía individual, la asunción de la diversidad, o la concepción moderna
de una ciudadanía no dependiente de ninguna creencia ni estilo de vida
en particular. De igual manera, es fácil que la cohesión interna se consiga
también a través del rigor normativo y de la represión de la disidencia.
Y este mismo rigor normativo puede promover asimismo una actitud
hostil hacia los extraños, lo que atentará asimismo contra la cohesión del
conjunto de la sociedad. Nada de ello resulta privativo ni del Sahel ni de
la periferia mundial en su conjunto. El desbordamiento comunitarista del
Estado es un fenómeno característico del mundo globalizado, como lo
es también un relativo cuestionamiento de la hegemonía de la moderna
racionalidad instrumental y un cierto regreso hacia los modos de pensar
y sentir religiosos, a los que desde una concepción demasiado simplista
sobre la modernización se condenó en su momento a una pronta desa-
parición (Kepel, 1991; Roy, 2010).
   Del otro lado, la acción de estas comunidades también puede resul-
tar favorable a un desarrollo democrático y modernista. Al suministrar
                                     240
    Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
a la gente unas identidades y unos códigos normativos más fácilmente
inteligibles para ella, y más cercanos a sus vivencias incrementan su capa-
cidad para participar en la vida social (Burgat, 1996: pp. 77-99). Incluso
su dependencia de ciertos líderes carismáticos puede resultar positiva en
este mismo sentido, desde el momento en que tales líderes pueden ser
percibidos como una encarnación concreta de ciertos valores e ideales,
más fácilmente asimilables así que a través de un discurso abstracto e im-
personal (Hussein, 1998: pp. 93-98). Lo mismo podría decirse de su rol
tribunicio, como denunciantes de abusos y valedores de reclamaciones.
No obstante, un énfasis unilateral en este rol tan necesario puede dificul-
tar el establecimiento de los necesarios consensos, así como la formula-
ción de políticas más concretas (Badie, 2017: p. 310).
   Este diagnóstico general puede ayudarnos a entender distintas situa-
ciones concretas. Es lo que vamos a intentar mostrar ahora mediante un
análisis comparativo de las experiencias de Senegal y el Norte de Nigeria.
En cierta medida, se las puede calificar de opuestas. Senegal constituye
un ejemplo de democratización paulatina y de coexistencia razonable en-
tre las distintas corrientes musulmanas, así como con la minoría cristiana.
El Norte de Nigeria, por el contrario, presenta un escenario de conflic-
tividad sangrienta, tanto con la población cristiana, como entre distin-
tas tendencias islámicas. Estas agudas divergencias pueden explicarse, en
nuestra opinión, sobre la base de la naturaleza más específica de las co-
munidades musulmanas y de su relación con el Estado y con el conjunto
de la sociedad, incluyendo aquí a la población cristiana.
                                      241
    Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
   Al contrario que otras regiones del Sahel, Senegal no conoció Estados
marabúticos poderosos y estos fueron además destruidos por la inva-
sión francesa. Las aristocracias tradicionales semipaganas también habían
quedado seriamente quebrantadas por la acción sucesiva de los marabú
y de los colonialistas. De este modo, el colonialismo francés no tuvo
apenas líderes políticos con los que pactar y pudo desarrollar un aparato
de Estado con una importante capacidad de intervención. Alineados con
respecto a este aparato estatal, los marabú encontraron la forma de cre-
cer por fuera del mismo, acomodándose al poder colonial, participando
en ciertos casos en el incipiente desarrollo de un capitalismo periférico
y tejiendo en torno suyo una extensa red social (Robinson, 2000). Al
tiempo, y siendo Senegal la principal colonia francesa en el Sahel, con
una economía relativamente próspera, se desarrolló un élite nativa muy
afrancesada y hasta cierto punto secularizada. Desde entonces, el país se
ha caracterizado por una compleja interacción entre el Estado y esta élite,
por un lado, y las cofradías sufíes, por el otro. Estas han conformado en
parte sociedades paralelas, capaces de convivir razonablemente bien con
el Estado. Esta situación parece haber resultado bastante beneficiosa de
cara a la democratización progresiva del país. El poder de los marabú se
ha alzado como un obstáculo frente al posible establecimiento de una
dictadura a la usanza africana, pese al autoritarismo parcial del período
de Senghor. Al tiempo, tampoco los marabú han podido hacerse con el
poder y repetir las experiencias teocráticas del pasado, incluso pese al
patente conservadurismo de parte de ellos. A esto ha contribuido no solo
                                     242
    Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
el freno impuesto por parte del Estado laico y de la élite que lo dirige,
sino sus propias divisiones internas, entre distintas cofradías, y entre di-
versos linajes familiares dentro de cada una de ellas (Behrman, 1970). Por
último, la democratización y el desarrollo de un sistema electoral com-
petitivo han favorecido el establecimiento de alianzas trasversales entre
políticos, marabú y empresarios en contra de otras alianzas con la misma
composición (Castien, 2016).
   Nos encontramos, así, ante una experiencia relativamente afortunada.
Su fundamento consiste en el logro de una serie de equilibrios, en virtud
de los cuales el Estado y la sociedad nacional, por una parte, y las cofra-
días, por la otra, mantienen una cierta división de funciones y una relativa
cooperación. Las contra-sociedades marabúticas no llegan, en la mayo-
ría de los casos, a convertirse en auténticos espacios de contestación, ni
en el sentido de comunidades cerradas, ni en el de posibles plataformas
para una posible conquista futura del Estado y de la sociedad. De hecho,
el sistema ha mostrado hasta el momento una notable capacidad para
recuperar a los marabú disidentes, devolviéndolos a la senda de la mode-
ración a través de una mejora en su posición dentro de las distintas redes
clientelares, o para relegarlos a una posición marginal (Berham, 1970: pp.
107-129). En la misma línea, el predicamento alcanzado hasta la fecha
por islamistas y salafíes ha sido también modesto, en un clima ideológico
de moderación y acomodación al Estado secular y con unas cofradías
desempeñando ya esa labor social que tantos apoyos suele depararles en
otros lugares. Asimismo, el autoritarismo dentro de las cofradías ha en-
                                      243
    Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
contrado ciertos límites. Una gran parte de los adeptos exhiben una no-
toria independencia en sus juicios y una creciente autonomía en su com-
portamiento electoral, junto con una notable capacidad para compaginar
su devoción intensamente afectiva hacia los grandes marabú con una
asunción de los valores democráticos fundamentales en la esfera pública
(Seck, 2010: pp. 88-90). Todo ello estaría apuntando hacia un interesante
proceso de secularización, en donde la religiosidad se iría reduciendo
principalmente a la devoción y al cultivo de ciertas experiencias psicoló-
gicas, detrayéndose del resto de la vida social (Castien, 2016).
   El caso nigeriano se nos presenta como el reverso del anterior. Fue el
hogar del Estado marabútico más poderoso de la historia, el Califato de
Sokoto, regido por una élite conformada por la fusión entre los marabú
originarios y antiguos aristócratas hausa convenientemente reconverti-
dos. Esta élite, tras algo de resistencia, alcanzó un acuerdo razonable con
el poder colonial británico, lo que le permitió controlar en gran medida
las instituciones públicas y la actividad económica (Hiskett, 1973; Last,
1967). No hubo aquí un equivalente a la élite secularizada de Senegal.
Asimismo, los intentos por parte de figuras de clase media de crear una
contra-élite acabaron fracasando. De este modo, la élite tradicional ha
seguido controlando la región sin problemas. A todo esto se ha añadido,
asimismo, el conflicto con los cristianos del sur, también instalados en
gran número en el propio norte, lo cual ha propiciado una política de
cierre de filas y de acentuación de las diferencias con el otro, a través de
un acentuado rigorismo en el estilo de vida.
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    Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
   También ha sido muy intensa la conflictividad dentro de la propia
población musulmana. Esta conflictividad ha obedecido a varias razones.
La primera ha sido la implantación progresiva de la corriente dentro de
la Tiyaniyya fundada por el marabú senegalés Ibra Niass. Esta corriente
se caracteriza por promover un tipo de sufismo relativamente sencillo
y emotivo, más asequible y atractivo para los estratos populares. Con
ello, desafiaba hasta cierto punto el monopolio previo ejercido por la
más elitista Qadiriyya (Loimeier, 1997: pp. 33-38). El contraste entre este
monopolio, ahora desafiado, y el mayor pluralismo existente desde el si-
glo XIX en Senegal resulta muy llamativo. En este contexto, ya de por
si conflictivo, irrumpió el wahabismo. Inicialmente fue promovido por
la élite con el fin de lograr una conexión más intensa con Arabia Saudí,
en cuanto que potencia islámica emergente, y fortalecer así la posición
norteña frente a los cristianos del sur. Sin embargo, el wahabismo fue
adquiriendo la suficiente influencia social como para escapar de los lí-
mites impuestos por esta instrumentalización inicial. Ha sabido además
sacar partido de los conflictos entre las distintas corrientes sufíes, del
cierre defensivo conservador y del atractivo de sus propuestas entre los
sectores más precarizados de la población, especialmente los inmigrantes
rurales en los espacios urbanos (Loimeier, 1997: pp. 106-266). Todo ello
ha potenciado desde los años ochenta la deriva terrorista de algunas de
sus tendencias, de las que Boko Haram es solo la más conocida, en un
contexto de sobrepuja entre distintos grupos en términos de radicalismo
antisufí, anticristiano y antiestatal (Smith, 2016).
                                      245
     Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
   Frente al equilibrio de debilidades senegalés y su ausencia de gran-
des conflictos interiores, el Norte de Nigeria muestra, en primer lugar,
un claro desnivel de poder en favor de las comunidades islámicas, cuyo
entrelazamiento con la élite gobernante regional es además mucho más
marcado. A ello se añade la grave influencia de los conflictos entre estas
distintas comunidades y entre musulmanes y cristianos. Todo ello favo-
rece una cierta captura del aparato estatal local por parte de las comu-
nidades religiosas, junto con un claro giro conservador y rupturista con
respecto al Estado federal, llevado hasta sus últimas consecuencias por
los grupos armados.
   La dialéctica entre esencialismo y epocalismo
   Pero más allá de todas estas diferencias, ambos países, y el resto de los
de la región, comparten su brecha entre el Estado importado y las comu-
nidades religiosas. La subsistencia de la misma genera, como hemos visto,
ciertos efectos saludables, pero también constituye un freno para el desa-
rrollo de una sociedad más integrada y, en consecuencia, para el avance de
la construcción democrática. La parcial democratización en curso parecería
favorecer un acercamiento entre ambos polos. Los políticos necesitan del
apoyo de los líderes comunitarios, en particular de los religiosos, pero estos,
al involucrarse, en algún grado, en el juego político han de asumir también
la necesidad de transigir con toda la complejidad de los asuntos mundanos,
tan diferente del esquematismo al que puede conducir el rigorismo ideo-
lógico y normativo cultivado al interior de sus propias comunidades. Bien
es cierto que este mismo rigorismo puede resultar útil para preservar la
                                      246
    Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
cohesión interna de unas comunidades cuyos apoyos ahora se demandan,
y que los políticos pueden considerar razonables hacer concesiones, por
ejemplo, adoptando un estilo de vida más devoto, algo muy frecuente hoy
en todo el mundo musulmán, desde Senegal hasta Pakistán. Pero también
lo es que en un entorno pluralista puede no convenirle comprometerse con
ninguna comunidad en concreto, del mismo modo que un exceso de celo
puede alejarle de aquellos otros sectores sociales menos encuadrados co-
munitariamente. Así, aunque el comunitarismo, y en concreto el religioso,
haya de ser tomado en consideración, un exceso de sumisión a su propia
lógica podría resultar perjudicial, ensanchando la fractura social o anulando
la necesaria autonomía de la esfera política.
   La democratización por sí misma puede, en el mejor de los casos,
contribuir a manejar esta brecha, pero para aminorarla resultaría preciso
el concurso de otros factores. Aparte de la influencia disgregadora de la
desarticulación económica interna, aquí nos interesa especialmente enfo-
car este problema desde la ya señalada dialéctica entre el epocalismo y el
esencialismo. En función de lo visto ahora, resulta patente que el Estado
asume una fuerte orientación epocalista, en razón de su propia natura-
leza, aunque también puede y debe promover una construcción de la
identidad y la cultura nacionales capaz de albergar ciertos componentes
esencialistas. En cambio, las comunidades autónomas, y en concreto, las
islámicas esgrimen una marcada orientación esencialista.
   No obstante, esta última aseveración requiere también de algunas ma-
tizaciones. Ya hemos mostrado cómo muchas de estas comunidades y de
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    Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
las identidades y códigos culturales que se les asocian poseen un carácter
históricamente reciente. Es más, a menudo se ha constituido frente a una
tradición anterior ahora denostada, como ocurre de manera palmaria con
las conversiones al islam o al cristianismo, por parte de antiguos «ani-
mistas», o con el abandono de las versiones previamente más difundidas
de ambas religiones en beneficio de otras tenidas por más «auténticas»,
como el salafismo o el cristianismo evangélico. Ello les daría un cariz
marcadamente «anti-esencialista». Ya hemos apuntado antes el carácter
amplio de estas nuevas identidades, capaz de traspasar fronteras étnicas
y nacionales, y su adaptación, en este aspecto concreto, al nuevo mundo
globalizado, al igual que ocurre con su rechazo parcial del racionalismo
moderno. Olivier Roy (2010) ha remitido asimismo el desarrollo de estas
nuevas formas religiosas a la disgregación experimentada por las tradicio-
nes culturales en donde se encontraban anteriormente enclavadas, como
resultado de los procesos de modernización y globalización. El elemen-
to religioso ha quedado entonces disociado de la cultura más amplia de
la que formaba parte. Esta «deculturación» puede exonerarle ahora de
muchas transacciones previas con una cultura en gran parte no religiosa,
volviéndole no solo más asequible para gentes de entornos culturales
muy diversos, y, por lo tanto, más universal, sino también permitiéndole
desarrollarse de un modo más autónomo, y «puro», lo que con frecuencia
puede desembocar en un acusado rigorismo, de lo cual el salafismo y el
moderno cristianismo evangélico constituyen un claro ejemplo. Pero in-
cluso en estos casos, pensamos que se puede seguir hablando de esencia-
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    Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
lismo, o mejor, de neo-esencialismo. Pues, al igual que ocurría con el pri-
mordialismo, independientemente de su carácter reciente y moderno y de
su ruptura con lo previamente existente, estas formas de religión, y estas
identidades, culturas y comunidades reproducen claramente los modelos
tradicionales, en lo referente a su remisión a una serie de mitos cargados
de emotividad. Constituyen una neotradición, una tradición inventada y
para sus adherentes casi siempre la verdadera tradición ahora recuperada.
   Pero ya se trate de un esencialismo o de neo-esencialismo, su incon-
gruencia con respecto al epocalismo ligado al Estado moderno resulta
patente, con todas las implicaciones ya señaladas. La elaboración de una
síntesis equilibrada entre ambas orientaciones, capaz entonces de conci-
liar estos dos polos antitéticos constituye una necesidad urgente, al igual
que en el resto del planeta. Vamos a concluir este trabajo con un somero
análisis acerca de distintos factores favorables y desfavorables para el
logro de esta síntesis en el específico caso del Sahel.
   Hemos hecho ya alusión a la notable diversidad cultural de esta re-
gión. En función suya, cualquier propuesta esencialista ha de enfrentarse
a un primer problema, el de delimitar la específica tradición con la cual se
aspira a mantener una continuidad. Ciertamente, el islam constituye un
elemento de esta tradición compartido por una gran parte de sus habitan-
tes, pero no por todos ellos. Dejando aparte a la minoría cristiana, el peso
otorgado a la religión musulmana dentro de las propias tradiciones y de la
propia historia es muy variable. Una gran parte de los sahelianos actual-
mente musulmanes son de conversión relativamente reciente y forman
                                      249
    Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
parte de grupos étnicos en donde existió durante generaciones una fuerte
resistencia frente el islam, como es el caso de los bambara, los mossi, los
dogón, los serer y otros (Castien, Aznar, Agne, 2018: pp. 120-135). El
islam puede ser contemplado entonces como un elemento introducido
tardíamente en una cultura ya conformada con anterioridad. Cabe así
un esencialismo disociado del islam. Los intentos de revitalización de
tradiciones animistas previas apuntan justamente en esta dirección. Esta
misma postura de reivindicación de una tradición pre-islámica se encuen-
tra hoy en día presente en distintas poblaciones musulmanas a lo largo
del mundo. Ha tenido una particular importancia en Turquía (Sahinler,
1998: pp. 72-74), Irán (Shayegan, 1989: pp. 205-208) e Indonesia (Geertz,
1987: pp. 136-138) y actualmente entre ciertos promotores de la cultura
y la identidad amazigh en el Magreb. Resulta evidentemente de utilidad
para defender una identidad étnica o nacional menos dependiente del
islam y, por lo tanto, presumiblemente más compatible con la moderna
cultura mundial secularizada y con la orientación epocalista (Bousselham
y Castien, 2020: p. 125). En el caso concreto del África Subsahariana,
esta operación presenta ciertas peculiaridades. Frente a la complejidad
y sofisticación de la tradición culta islámica, lo preislámico resulta en
general más simple, lo cual vuelve más fácil reducirlo a una serie de cos-
tumbres y rituales que no interfieran con una adopción generalizada de
la cultura moderna occidental. Un esencialismo aligerado obstaculizaría,
así, en menor medida una opción decidida por el epocalismo. Se trata de
la misma estrategia empleada en el Magreb por ciertos defensores de la
                                     250
    Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
amazighidad, frente a lo árabe, quienes se cuentan entre los sectores más
resueltamente modernistas y secularistas de su población. Esta reivindi-
cación de lo africano pre-islámico puede enmarcarse además dentro de
un cierto panafricanismo, de una exaltación de lo negro-africano, frente a
lo cual lo islámico habría de percibirse como algo secundario o, incluso,
ajeno. Sería, en último extremo, el resultado de una imposición por parte
de los vecinos arabo-bereberes del norte, con los que ciertamente se han
mantenido unas relaciones históricas complicadas y a los que puede re-
criminarse su esclavización de muchos negro-africanos (Monteil. 1980),
por más que los pueblos sahelianos también practicaran en muchos casos
esta misma esclavitud.
   Sin embargo, estas posturas, hoy por hoy, parecen condenadas a una
posición muy marginal. No solo el islam es la religión mayoritaria, sino
que además no es tan fácil disociarla de la civilización arabo-islámica, más
aún teniendo en cuenta que la historia del Sahel resulta incomprensible
sin contar con la profunda influencia de esta civilización. En términos
más concretos, la historia de varias de las etnias más importantes del Sa-
hel se haya también indisociablemente ligada a la del islam y, más en con-
creto, a las yihad marabúticas. Es lo que sucede en especial con los fulani,
pero también en menor medida con ciertos grupos wolof, hausa, mandé
y otros. En torno a todas estas yihad se ha elaborado una rica mitología
histórica, con sus héroes y sus gestas, cuya centralidad identitaria resul-
ta evidente. En consecuencia, cualquier esencialismo con visos de éxito
entre la mayoría de las poblaciones del Sahel habrá de otorgar un papel
                                      251
    Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
privilegiado al componente islámico. Ello no significa que las identidades
de base secular, como las étnicas y las nacionales, no sean importantes.
En particular, su presencia opera ya en muchos casos como un relativo
contrapeso frente a un posible énfasis unilateral en la identidad religio-
sa, que fácilmente puede acabar derivando hacia posiciones rigoristas y
conservadoras.
   Asimismo, la identidad islámica puede ser luego entendida de formas
muy variadas. La única susceptible de posibilitar la construcción de un
Estado moderno y democrático ha de ser aquella que resulte claramente
compatible con la orientación epocalista. El pensamiento islámico dispo-
ne ya a este respecto de un amplio caudal de interpretaciones modernis-
tas. Su núcleo consiste en la reducción del peso de las normas jurídicas
recogidas en el derecho islámico en beneficio de los principios éticos
más amplios también presentes en los textos sagrados musulmanes. Tales
valores generales pueden servir de base para una ética compatible con la
democracia y coincidente en lo fundamental con aquellos valores tenidos
hoy por universales. Resulta así posible desarrollar tales valores democrá-
ticos generales desde ciertas interpretaciones del islam, del mismo modo
que ha podido hacerse otro tanto desde determinadas lecturas del catoli-
cismo, el protestantismo y el judaísmo, de acuerdo con el análisis que Will
Herberg (1960) elaboró originariamente con respecto a Estados Unidos.
Junto a este énfasis en los valores morales generales, estas interpretacio-
nes modernistas inciden además en la especificidad del contexto histó-
rico en el que fueron promulgadas las normas jurídicas clásicas, cuestio-
                                     252
     Capítulo 6: Estado, Democracia e Islam en el Sahel. Algunas Consideraciones
nándose entonces desde el interior del propio pensamiento islámicas su
aplicabilidad mecánica a otras situaciones diferentes (Al-Asmawi, 2013).
En lo que respecta en concreto al islam saheliano, este cuenta con un
activo muy prometedor con relación a este proyecto modernista, consis-
tente en esa tradición pragmática, de acomodación al mundo real, y que,
en ocasiones, desemboca en una actitud vital de profunda tolerancia y
benevolencia, como la ejemplificada en su tiempo por el célebre maestro
sufí Tierno Bokar (Ba, 2007). Pensamos que aquí reside un auténtico fi-
lón a explotar con vistas a una construcción democrática acorde con las
tradiciones locales.
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                   Capítulo 7: Siglo XXI: migraciones africanas
                    CAPÍTULO 7
              Siglo XXI: migraciones africanas
                                        Dra C. María Elena Álvarez Acosta
                                                  Lic. Evelyn López León
Las migraciones son expresión de las condiciones de cada época. En sus
patrones influyen las especificidades geográficas, culturales, económicas,
psicológicas y étnico-tradicionales, familiares, comunitarias, sociales, en-
tre otras. Las mismas clasifican como internacionales con el capitalismo;
sus características expresan el lugar y papel de cada región o país en dicho
sistema, al tiempo que manifiestan tendencias, constantes y variaciones,
a partir de factores coyunturales y estructurales. En ese contexto, África
no es la excepción.
   Desde los años 90 del siglo pasado, los flujos migratorios interna-
cionales afianzaron la dirección Sur-Norte. Paralelamente, se man-
tuvo la migración Sur-Sur. Las políticas migratorias de los países
receptores ampliaron y fortalecieron las restricciones y selectividad;
ello contribuyó al crecimiento del número de inmigrantes irregulares
(indocumentados) y al aumento de los países de tránsito en el Sur que,
en algunos casos, llegaron a tener una función doble, y hasta triple,
(como emisores, receptores y de tránsito)
                                     259
                   Capítulo 7: Siglo XXI: migraciones africanas
   En ese contexto, aunque se mantuvo la tendencia de migraciones favo-
recidas por la cercanía de los países receptores, los movimientos ampliaron
sus direcciones; aumentó el tráfico y la trata de personas (especialmente
mujeres y jóvenes) y se incrementaron las remesas.
   En la actualidad, los medios de comunicación nos muestran un
mensaje constante: las avalanchas de africanos dispuestos a pagar hasta
con su vida para llegar al viejo continente. Sin embargo, a pesar de que
cada vez con más frecuencia los africanos miran hacia Europa, también
hacia Medio Oriente o los Estados Unidos, los flujos migratorios del
continente aún siguen siendo mayoritariamente regionales e intercon-
tinentales.
   Existen varias limitaciones a la hora de estudiar las migraciones en el
continente africano, y se debe fundamentalmente a la ausencia de datos
estadísticos debido, entre otras razones, al déficit de los registros cen-
sales de población; los elevados niveles de organización informal de la
sociedad, entre otros. En ese ámbito, los países del continente, así como
las organizaciones integracionistas, incluyendo la Unión Africana, tratan
de establecer mecanismos que ayuden a un mejor seguimiento, control y
comprensión del fenómeno.
   Con independencia de las condiciones que existen para el estudio, es
esencial una aproximación a las particularidades del fenómeno migrato-
rio a nivel continental pues, por una parte, es una realidad que tiene como
protagonista a millones de personas e impacta en todos los ámbitos de la
                                     260
                      Capítulo 7: Siglo XXI: migraciones africanas
sociedad africana y en otros continentes y, por la otra, se contrarresta las
malinterpretaciones y tergiversaciones evidentes en tendencias xenófo-
bas y racistas hacia los africanos. En ese ámbito, se abordará fundamen-
talmente la migración económica25, sin obviar algunas características del
movimiento de los refugiados.26
   Apuntes necesarios
   Los países africanos han sido ejemplos de la inter vinculación de
los flujos masivos de migrantes con las crisis económicas y los pro-
blemas de gobernabilidad e inestabilidad que han afectado a la región
durante años. En las migraciones económicas en África Subsahariana,
en muchos casos, se superponían las inherentes a la tradición y a la
modernidad.
   Las causas de las migraciones durante la segunda mitad del siglo XX
en el contexto de descolonización pudieran resumirse de forma sumaria
en las guerras de Liberación Nacional, las políticas de los regímenes de
minorías y sus prácticas represivas, las acciones del apartheid, las crisis
económicas, los desastres naturales y los conflictos armados.
   Bajo las condiciones de la independencia, las migraciones económicas
25 Es aquella en que el individuo o grupo de personas se traslada de donde vive hacia
otro lugar, fuera o dentro de su país, en busca de medios de subsistencia u oportunida-
des para mejorar sus condiciones socioeconómicas.
26 Todo aquel individuo que clasifique para ese estatus, según la Convención de 1951 o
el protocolo de 1967 o la Convención de la OUA o la Declaración de Cartagena.
                                         261
                   Capítulo 7: Siglo XXI: migraciones africanas
comenzaron a mostrar ciertas variaciones, como una tendencia mayor al
éxodo campo-ciudad -aunque continuaron las inter-rurales-, con un ca-
rácter más permanente. Asimismo, muchos de los trasiegos tradicionales
de personas se mantuvieron; pero, a partir de los finales de los años 70 y
80, la dirección de los flujos experimentó algunas modificaciones.
   Ese escenario nos muestra cómo un país subsahariano --en depen-
dencia de su realidad socioeconómica y política del momento-- podía
cambiar su calidad de emisor-receptor. Este rasgo se ha mantenido hasta
la actualidad. Kabunda al referirse al caso de algunos países de África
Occidental, refiere que:
   […] las poblaciones de Malí, Burkina Faso y Níger, países emisores
   más activos, migran tradicionalmente hacia los países del golfo de
   Guinea un poco más dotados. Por lo tanto, existe una polarización de
   movimientos migratorios hacia los países con altos índices de creci-
   miento económico y/o políticamente más estable, e incluso se reali-
   zan movimientos contrarios en el caso de producirse una depresión o
   un conflicto en estos países receptores […]. (Kabunda, 2007)
   No obstante, algunos países, como Burkina Faso y prácticamente to-
dos los ubicados en la línea del Sahel y en las fronteras con Sudáfrica, han
mantenido su carácter de exportadores de mano de obra. En el decenio
de los 80, los países receptores de migrantes económicos eran -como es
lógico- aquellos que exhibían mejores indicadores económicos.
   Otra característica de la migración económica en África Subsahariana
                                     262
                      Capítulo 7: Siglo XXI: migraciones africanas
se refleja en el movimiento de profesionales; por ejemplo, en 1980 un
total de 448 médicos migraron de Zimbabwe hacia Sudáfrica y Botswa-
na, y en 1991 más de 200 hicieron lo mismo. En 1987 a nivel continental
la tercera parte de los egresados marcharon en busca de trabajo hacia
Europa; en Costa de Marfil solamente, el 50 % no encontró empleo. Se
calcula que entre 1985 y 1990 África de conjunto perdió hasta 60 000
administradores de nivel medio y superior. (Solomon, 1993).
   El número de personas que abandonaba el continente, sobre todo
hacia Europa, también había crecido, a la vez que diversificaban su lugar
de destino. De 1970 a 1989, en Bélgica la población africana aumentó
de un 8 % a un 20 %, y en Suecia de un 0,6 % a un 3,1 %. Mientras, de
1970 a 1985, en Francia pasó de 34,6 % a 44,5 %, y en los Países Bajos
del 10,5 % al 23,1 %. (Naciones Unidas, 1993).
   Entre 1975 y 1984 en Francia el número de inmigrantes de África
Subsahariana se incrementó -particularmente senegaleses y malienses- en
un 96 %. La cifra oficial de africanos era de 200 000, aunque la población
africana representaba solo el 3,8 % de la población extranjera en el país
galo (Ola, 1992).27
   La migración de profesionales hacia fuera de continente se incremen-
tó, cada año 23 000 académicos y profesionales migraban de África en
busca de mejores condiciones de trabajo. Asimismo, en muchos casos
27 Entre 1983 y 1990 los países europeos que acogían mayor cantidad de africanos eran
Bélgica, Países Bajos, Gran Bretaña y Francia. Los africanos en Europa representaban
el 18 % del total de inmigrantes.
                                        263
                      Capítulo 7: Siglo XXI: migraciones africanas
la remesa se había convertido en el acicate para no traspasar la línea de
pobreza. En Senegal, entre el 30 y el 70 %, a veces el 80 % de las necesi-
dades familiares se cubrían con las remesas (Adepoju, 2000).
   En los años 90, se presentaron variaciones en los patrones mi-
gratorios africanos, muy parecidos al de otras latitudes, sobresale la
proliferaron de las migraciones irregulares y el tráfico de personas y
el aumento de la migración femenina. 28 Esto último representaba un
cambio radical en los patrones tradicionales africanos, donde solo se
permitían los hombres.
   En los primeros años del decenio 1960-1969, el número de refugiados
aumentó hasta llegar a un total de medio millón en todo el continente,
sobre todo debido a la crisis del Congo –ex-Zaire–, y al inicio de la lucha
armada en las colonias portuguesas Guinea Bissau, Angola y Mozambi-
que. El número de refugiados se duplicó desde 1960 y 1975, alcanzando
más de un millón. A la causa principal de esos éxodos (guerra de libera-
ción contra las potencias coloniales y los excesos de los colonos euro-
peos) se sumaron las contradicciones, las guerras y los golpes de estado.29
28 Por ejemplo en mayo de 1999, cientos de somalíes pagaban $4.000 dólares para ser
trasladados ilegalmente a Australia. Este es uno de los muchos grupos que han tratado
de llegar a otros lugares.
29 Hacia 1970, Chad, Etiopía, Namibia y Zaire, así como Ruanda y Burundi, eran ex-
portadores de refugiados. Sin embargo, en 1975 cerca del 60 % de los refugiados del
continente provenían de las tres colonias portuguesas en guerra, y el resto huía de algu-
nos conflictos como los de Sudán, Nigeria y Uganda (Álvarez, 2005).
                                          264
                   Capítulo 7: Siglo XXI: migraciones africanas
   A partir de 1980, la problemática de los refugiados se generalizó a
todo el continente; pero se reafirmaron los dos focos donde el conflicto
adquirió un carácter regional y la concurrencia de factores exógenos fue
mayor: África Austral y el Cuerno Africano.
   Si en 1960 habían alrededor de 300 000 refugiados, en 1988 la cifra
ascendió a 5 millones. Entre 1971 y 1986 el número de refugiados se
cuadruplicó. Los cálculos en la década del 80 llegaron a 6 millones de
personas, cifra que representaba la mitad de la población refugiada del
mundo. Paralelamente, el número de países africanos que contaban con
más de 100 000 refugiados en su territorio se duplicó de 7 países en 1985
a 14 en 1991 (Naciones Unidas, 1995).
   En los años 90 tuvo lugar una escalada del problema con el incremen-
to de la degradación ecológica y socioeconómica, así como los estallidos
violentos que afectaron a una gran parte de las subregiones del conti-
nente. Alrededor de 35 millones de africanos vivían fuera de sus países
al inicio de la década, lo que representaba el 10 % del total de habitantes
de África Subsahariana. En 1991, 6 países africanos emitían más de 600
000 refugiados y la misma cantidad de países era receptora de 200 000
(Naciones Unidas, 1993).
   La generalización de los programas de ajuste neoliberal en los años
90s incrementó la migración campo-ciudad, también los movimientos
poblacionales Sur-Sur y los países de tránsito y algunos, aunque eran emi-
sores, se convirtieron en receptores –y en ocasiones de tránsito-, en la
                                     265
                     Capítulo 7: Siglo XXI: migraciones africanas
mayoría de las regiones del Sur la presión fundamental se concentraba en
la dirección Sur-Norte. Sin embargo, como analizaremos a continuación
dicha dirección no era la más importante en África. Paralelamente, esta
región continuó ocupando uno de los primeros lugares en cuanto a la
cuantía de refugiados y desplazados.
   Primeros años del siglo XXI
   En esos años, los flujos migratorios en África mantuvieron su direc-
ción Sur-Sur (intra e inter regionales) y la Sur-Norte, fundamentalmente
hacia Europa. Aunque es difícil tener el número exacto de inmigrantes en
el propio continente, se estima que acogía a unos 40 millones, en su ma-
yoría del continente, mientras que Europa y los Estados Unidos recibían
a unos 18 millones de sus ciudadanos.30
   Según Mbuyi Kabunda, contrariamente a la opinión más extendida,
   existían flujos migratorios más fuertes dentro del continente que hacia
   afuera. «[…] La emigración africana es, pues, más horizontal que ver-
   tical: Costa de Marfil, Nigeria, la RDC, Sudáfrica, Kenia, Botsuana y
   Zambia siempre han sido y son tierras de inmigración, y han acogido
   a más inmigrantes africanos que Europa […]» (Kabunda, 2006).
   Países petroleros como Nigeria, Libia o Gabón, y aquellos con más
recursos como Kenia, Costa de Marfil, Sudáfrica o Botswana, son recep-
30 Los Estados africanos acogen al 75 % de los 16 millones de emigrantes de África.
Hay dos “El dorado” importantes: Costa de Marfil, en África Occidental, y Sudáfrica,
en África Austral (Arriola, 2005).
                                       266
                      Capítulo 7: Siglo XXI: migraciones africanas
tores de trabajadores de diversos países, vecinos o procedentes de otras
zonas del continente, ante las consecuencias de las crisis y los efectos de
los programas de ajuste neoliberal. Al mismo tiempo, han existido na-
ciones que históricamente han sido receptores: Costa de Marfil, Nigeria,
Sudáfrica, Kenia, Botswana y Zambia.
   Las migraciones internas, en ocasiones, son un primer paso a las mi-
graciones externas, esencialmente las vías que atraviesan el desierto del
Sahara hacia los países del norte de África. De forma general, estos últi-
mos han cambiado su cualidad de emisores a receptores de trabajo (pro-
visional) en espera de viajar hacia el continente europeo.
   Las poblaciones de África Occidental y África del Norte han sido las
más vinculadas a las migraciones Sur-Norte y han servido de tránsito
hacia Europa.31 Los principales países de procedencia han sido Senegal,
Gambia, Sierra Leona, Liberia, Malí, Costa de Marfil, Ghana, Nigeria, la
República Democrática del Congo, Camerún, Sudán y los del Cuerno de
África. Asimismo, se registraba la presencia de migrantes procedentes de
China, India, Pakistán y Bangladesh que migraban a Marruecos, a través
de las rutas subsaharianas.32
31 Las ciudades del Sahara tales como Tamanrasset y Djanet (Argelia), Agadez (Níger),
Sabha y Koufra (Libia) sirven de puntos de paso y de contacto con las redes de migra-
ciones entre el África Subsahariana y el Magreb, última etapa antes del asalto a Europa.
(Kabunda, 2006)
32 En España se registran 108 455 emigrantes del África negra. La cifra es orientativa,
la realidad es probablemente superior. El 96,25 % provienen del África Occidental
                                         267
                      Capítulo 7: Siglo XXI: migraciones africanas
   La migración africana hacia Europa se ha caracterizado porque la ma-
yoría han sido jóvenes, entre los 20-30 años y con nivel de calificación (el
60 % tienen un nivel cultural de bachiller y un 31 % son personal cualifi-
cado). 33 El robo de cerebros ha sido evidente, por ejemplo, para el África
Subsahariana, la tasa de emigración a los países de la Organización para
la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en 1990 y 2000 fue
del 0,3 y el 0,4 %, respectivamente, para los trabajadores no cualificados,
y del 13,2 y el 12,8 % para los trabajadores altamente cualificados (Doc-
quier y Rapoport, 2011).34
   Las remesas que llegaban al continente también habían aumentado.
En Ghana, el Banco Nacional daba en 2001 una cifra de 400 millones
de dólares al año. Representaba un 20 % de los ingresos de exportación
(Arriola, 2005).
33 África Subsahariana, la región más joven del planeta con un 44 % de la población
menor de 15 años.
En Portugal en el año 2000, más del 80 % de los emigrantes llegados de Cabo Verde y
más del 95 % de Guinea Bissau eran hombres. La mayoría hablaban dos o tres lenguas.
34 De Cabo Verde se habían marchado el 67 % del personal cualificado, de Gambia
un 63 %, de Isla Mauricio el 56 % […] hasta un 30 % de la mano de obra altamente
cualificada de África trabajaba fuera del continente. Una estadística de la Sanidad de
Ghana indicaba que una de cada cinco enfermeras y más de dos tercios de los médicos,
formados entre 1995-2002, se habían ido a trabajar al extranjero (Arriola, 2005). Gene-
ralmente en los países receptores europeos ocupan trabajos por debajo de su califica-
ción. Muchos de los emigrados africanos se mueven en el subempleo, el trabajo ilegal
o la economía informal.
                                         268
                   Capítulo 7: Siglo XXI: migraciones africanas
del país y un volumen igual a los ingresos del cacao, del que Ghana era
primer productor mundial (Arriola, 2005).35
   Con independencia de que la migración africana hacia Europa no era
significativa en comparación con la de otras regiones del mundo, los euro-
peos no querían –ni quieren- a los africanos y han tratado de externalizar
el problema. En ese ámbito, los gobiernos de Libia y Marruecos, quie-
nes habían firmado acuerdos con Europa para detener a los migrantes,
protestaban por la falta de apoyo para «contener» a los subsaharianos. La
situación más crítica se desenvolvía entre España y los países africanos.
   Según diferentes cálculos, entre 65 000 y 120 000 africanos subsaha-
rianos entraban cada año en el Magreb (Marruecos, Túnez, Argelia, tam-
bién en Mauritania y Libia) y algunas decenas de miles de ellos intentaban
atravesar el Mediterráneo. Los países del Magreb pasaron de ser países
emisores –lo continúan siendo- a países de tránsito, e incluso de asenta-
miento, para los inmigrantes del sur del Sahara. Se calcula que al menos
100 000 inmigrantes subsaharianos vivían en Mauritania y Argelia, de 1 a
1,5 millones en Libia y entre 2,2 y 4 millones, principalmente sudaneses,
en Egipto. Marruecos y Túnez acogen a comunidades de inmigrantes
subsaharianos más pequeñas, pero compuestas de varias decenas de mi-
les de personas (Álvarez y López, 2020).
   La presión ejercida desde la Unión Europea y también como conse-
cuencia de la situación interna, condujo a las autoridades de los Estados
35 En ese mismo año, el proyecto Transrede muestra que un 60-65 % de los
entrevistados habían enviado a sus casas una media de 1 500 dólares por año.
                                     269
                      Capítulo 7: Siglo XXI: migraciones africanas
del norte de África a reforzar los controles fronterizos y a lo largo de sus
costas. Del mismo modo, endurecieron su política interior con respecto
a los inmigrantes. En 2003 y 2004, Marruecos y Túnez incorporaron
nuevas leyes sobre inmigración que preveían principalmente sanciones
severas frente a la inmigración ilegal y el tráfico de seres humanos.
   Ante las situaciones críticas que se dieron en Ceuta y Melilla (terri-
torios españoles) y la intercepción de africanos que trataban de llegar
por mar –pateras– a Europa, el gobierno español estableció un plan de
«contención», el que fue apoyado por la Unión Europea. En el año 2006,
España repatrió a 99 445 personas.36
   Sin embargo, como plantea Mbuyi, Kabunda Badi,
   […] Muchos de los migrantes subsaharianos se quedan de una manera duradera en
   los países del norte de África, y en particular en el espacio saharo-saheliano revita-
   lizando el desierto convertido en zona habitable, y solo una minoría se dirige hacia
   Europa. Por lo tanto, hay que abandonar el argumento repetido hasta la saciedad
   por algunos dirigentes europeos de que ´sus países no pueden acoger a toda la mise-
36 Se firmaron acuerdos de cooperación en materia de Inmigración entre España y
Guinea, Gambia, Senegal, entre otros. Paralelamente, los españoles lanzaron un Plan
de Desarrollo para África. El Plan África 2006-2008 elaborado por el Ministerio de
Exteriores y de Cooperación, entre cuyos objetivos generales se encuentra “el fomento
de la cooperación para regular adecuadamente los flujos migratorios procedentes de
la región subsahariana”; definía como ámbitos de actuación de la política española el
refuerzo de las medidas de control de fronteras y la agilización de los procedimientos
de repatriación inmediata de los inmigrantes (Mosangini, 2007). O sea, el plan era para
controlar y repatriar.
                                         270
                      Capítulo 7: Siglo XXI: migraciones africanas
   ria del mundo’. La cruda realidad es que el 75 por ciento de los migrantes africanos
   viven en los países del continente […] (Kabunda Badi, 2007: p. 62).
   Avanza el siglo XXI
   En el año 2017 había más de 36 millones de migrantes africanos en el
mundo, tres cuartos más que a comienzos de siglo (Organización Inter-
nacional para las Migraciones, 2018). Esta cifra, aparentemente elevada,
convierte a África, pese a su tamaño y población, en la región que menos
migrantes origina (si exceptuamos a América del Norte y Oceanía). Solo un
14 % de los 258 millones de los migrantes en el mundo que se registraron
en el año 2018 son africanos. De hecho, más de la mitad de los africanos
que viven fuera de su país de origen lo hacen en otro país de África.37
   En general, las naciones con litoral mediterráneo guardan patrones
de migración muy distintos a los subsaharianos: la amplia mayoría de
los migrantes magrebíes se marchan a otros destinos como Europa o
Medio Oriente (Moral, 2018) En la actualidad el 53 % de los emigrantes
37 La migración regular intercontinental en África aumentó entre los años 2000 y 2017
a un ritmo de 2,8 % anual. De 15 millones en 2000 (de ellos 12,5 millones de ciudada-
nos africanos y 2,5 millones de extra-africanos) a casi 25 millones de personas en 2017
(de ellas 20 millones de africanos y 5 millones de extra-africanos). Supone solo el 10 %
del stock de población migrante regular a nivel mundial y la menor tasa migratoria del
mundo (2 % frente al 3,4 % de media mundial). Regionalmente ese stock de 25 millones
de migrantes se distribuye en un 30 % en África Oriental, un 27 % en África Occiden-
tal, un 17,3 % en África Meridional, un 14 % en África Central y un 9,6 % en Norte
de África. (Gobierno de España. Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y
Cooperación, 2018)
                                         271
                      Capítulo 7: Siglo XXI: migraciones africanas
africanos regulares residen en otro país del continente y el 47 % lo hacen
fuera de África. (Gobierno de España. Ministerio de Asuntos Exteriores,
Unión Europea y Cooperación, 2018) Los tres destinos principales son
Europa, Oriente Medio y los Estados Unidos.
   Según Samba Sylla Ndongo
   […] En África, el 80 % de la migración es de carácter regional. O sea,
   los migrantes africanos en la inmensa mayoría de los casos permane-
   cen en el continente, y en particular en su vecindario regional.38 Otra
   cifra llama la atención, «[…] Cuando los africanos migran a países de
   la Unión Europea (UE), más del 90 % de ellos residen legalmente en
   ellos […] (Sylla Ndongo, 2019)
   Entre 2010 y 2017, la migración de África a la UE aumentó un 7 %.
Sin embargo, en el mismo período el crecimiento de los inmigrantes eu-
ropeos en África ha crecido en un 19 %.
   En otro sentido, según el Departamento de Asuntos Económicos y
Sociales de las Naciones Unidas (2017), África es el continente con ma-
yor número de refugiados y desplazados internos. En 2017, la cifra de
refugiados en territorio africano sobrepasó los 6,5 millones, mientras que
la de desplazados internos superó los 12 millones.
   Causas-singularidades
   Es innegable que existen varios factores que hacen que el continente
38 Salvo en el Norte de África en el que ese porcentaje desciende al 50 %.
                                         272
                   Capítulo 7: Siglo XXI: migraciones africanas
africano sea singular, es el caso de la deformación estructural, del desa-
rrollo desigual, de los conflictos, de la actuación del terrorismo, que han
incidido en la realidad de esta región, entre otras. Esas condiciones hacen
que millones de africanos se vean forzados a migrar; de hecho, es la causa
de los millones de refugiados y desplazados que acumula.
   Sin embargo, el grueso de las migraciones económicas africanas no
están asociados ni al conflicto ni a la pobreza extrema per se. De for-
ma general, pese a que pueda ser una percepción extendida, no suelen
migrar los que menos tienen, sino aquellos que han conseguido cierto
nivel adquisitivo como para poder asumir los costes del desplazamiento.
Esta lógica también impera a nivel estatal: no son los países más pobres
los que emiten más migrantes; son aquellos que han adquirido un cierto
grado de desarrollo.
   El aumento de los recursos materiales disponibles, las redes sociales
y la educación se han convertido en un incentivo para las migracio-
nes (económicas) más que un impedimento. África es un continente
emergente donde multitud de economías están creciendo a niveles muy
esperanzadores, con lo que permiten, en algunos casos, un nivel de de-
sarrollo que, eventualmente, favorece la migración. Así, la mayoría de
los africanos solo migra si tiene capacidades y aspiraciones personales
para ello. Los que cubren distancias más largas suelen contar con cier-
tos recursos económicos y estar alfabetizados y cualificados, mientras
que los más pobres y con menor nivel de escolaridad tienden a migrar
menos y a destinos más cercanos.
                                     273
                     Capítulo 7: Siglo XXI: migraciones africanas
   En la decisión de migrar influyen múltiples factores, entre ellos, figuran
los económicos y políticos: la búsqueda de empleo y de mejores oportuni-
dades, la inseguridad alimentaria, la discriminación; pero también aspectos
socioculturales, como los sistemas educativos, la etnicidad, el idioma y las
características personales y familiares del migrante. A ello hay que sumar
los condicionantes medioambientales y climáticos, los demográficos: como
la densidad y distribución de la población, y factores como el marco legal,
el entorno político regional, las normas culturales, la entrada en el país de
receptor, el coste y la dificultad del viaje, la lejanía del destino o la disponi-
bilidad de las nuevas tecnologías de la información.
   En los últimos años los avances en la integración regional africana, el
crecimiento demográfico39 y las mejoras de las infraestructuras y de las
tecnologías, debidos fundamentalmente a la inversión extranjera directa
de potencias como la República Popular China, hicieron que África ex-
perimente un mayor incremento relativo de migrantes.
   En gran parte de África Subsahariana la decisión de migrar no es una
iniciativa individual, sino una empresa colectiva de la comunidad rural
de origen o del propio núcleo familiar. Es una forma de asegurar la pre-
sencia de un grupo familiar o comunitario en el lugar de destino para
intentar garantizar un cierto apoyo al recién llegado. En muchos casos es
39 África ha pasado de 477 millones en 1980 a 1.250 en 2017 y alcanzará los 2.500
millones en 2050. La población entre 15-24 años se doblará de 231 a 461 millones (Go-
bierno de España. Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación,
2018).
                                        274
                   Capítulo 7: Siglo XXI: migraciones africanas
la comunidad quien ayuda al sustento financiero necesario para el viaje y
ese patrocinio se devuelve en forma de remesas. Se crea así una red con-
solidada de dos direcciones, que explica la formación de grupos de una
misma aldea o pueblo en los países de destino y favorece que se generen
flujos continuos de migración.
   O sea, se mantiene, lo que algunos estudiosos de la temática en Áfri-
ca, como Aderanti Adepoju, (2000) califican como estrategia familiar. Se
trata de que uno o dos miembros de la familia migren –formen parte del
sistema migratorio laboral. A través de esta estrategia se espera que el
migrante mantenga relaciones estrechas con los familiares en el país de
origen, fundamentalmente con visitas regulares y el envío de remesas. La
ayuda también debe revertirse en la posibilidad de pagar los estudios de
sus miembros, esencialmente al primer hijo varón.
   Otro rasgo importante es el ascenso de la migración femenina, aun-
que todavía continúan migrando más los hombres que las mujeres. Este
nuevo factor tiene reflejos nefastos en el agravamiento del tráfico ilegal
de mujeres, no solo al exterior del continente, sino también en los despla-
zamientos dentro de África.
   En la migración africana influyen sus peculiaridades: éxodos nacidos
de conflictos, de inseguridad, violencia; las peculiaridades de las fronte-
ras; las movilidades tradicionales de trabajo migratorio temporal, los mo-
vimientos de mano de obra hacia las minas, las áreas de recolección, entre
otras y, lo étnico, como factor transfronterizo de grupos con afinidades
                                     275
                       Capítulo 7: Siglo XXI: migraciones africanas
lingüísticas y culturales. Todo ello contribuye a la movilidad interregional,
o sea a los flujos sur-sur.40
   En ese contexto, el terrorismo ha incidido, esencialmente, en los paí-
ses del norte del continente, así como en los de la línea del Sahel y en
Nigeria y Somalia, y en los fronterizos de estos, como detonante de mo-
vimientos forzados (refugiados y desplazados).
   Principales tendencias
   La migración más prevalente es desde las áreas rurales hacia los cen-
tros urbanos, donde suele haber mayores oportunidades. Este fenómeno
coexiste con otros patrones como las migraciones de una zona rural a
otra por la posibilidad de acceso a tierras o el desarrollo de nuevas acti-
vidades, o de una ciudad a otra. Gran parte de estos flujos de migración
intrafricana se realizan en movimientos circulares, destinados a trabajos
agrícolas temporales o a actividades ganaderas en busca de pastos.
   […] En opinión de Sami Naïr, el África «blanca» (Egipto y Magreb)
   exporta sobre todo sus poblaciones hacia Europa y Estados Unidos,
40 Las principales causas de la migración forzada en África son la pobreza (africanos
son 36 de los 41 países del grupo de más bajo nivel de desarrollo humano según el
IDH PNUD), el cambio climático (las sequías afectan al 22 % de la población africana,
inundaciones, calidad de tierras), la falta de paz y seguridad (el número de refugiados en
el continente se redujo entre 1995 y 2014 pero se ha duplicado a partir de 2015 y hoy
hay 6 millones de refugiados africanos el 26 % de los refugiados del mundo; la mayoría
de las misiones de paz de NNUU están en África y el desempleo especialmente juvenil
y femenino. (Ibídem)
                                          276
                 Capítulo 7: Siglo XXI: migraciones africanas
  mientras que el África subsahariana, aun cuando orienta su emigración
  hacia Europa –tres países, Ghana, Nigeria y Senegal, son los princi-
  pales emisores de la emigración del África Occidental hacia Europa y
  representan la mitad de los flujos migratorios subsaharianos, seguidos
  por Cabo Verde y Malí– conoce importantes flujos migratorios in-
  ternos: de las zonas rurales hacia las ciudades, de las zonas en guerra
  hacia las en paz, y de los países más pobres hacia los países ricos […]
  (Kabunda, 2007).
  Las regiones, algunas peculiaridades
  En África del norte, el traslado de magrebíes hacia el viejo con-
tinente y los Estados del Golfo continúa siendo una característica
distintiva de las dinámicas migratorias. El movimiento de este grupo
poblacional hacia países situados fuera de África ha sido, y continúa
siendo, más elevada que hacia otros países de la subregión y del resto
de África.
  Dos corrientes diferenciadas han caracterizado las migraciones de
salida desde África Septentrional: los migrantes del noroeste (Ma-
rruecos, Argelia y Túnez) se han desplazado tradicionalmente a Eu-
ropa, debido a su proximidad geográfica, la existencia de acuerdos
previos de contratación de mano de obra y los lazos poscoloniales,
-con Francia- mientras que los migrantes del noreste (Egipto y Sudán)
han buscado trabajo fundamentalmente en los países del Consejo de
                                   277
                     Capítulo 7: Siglo XXI: migraciones africanas
Cooperación del Golfo.41 En 2015, aproximadamente 10,6 millones
de magrebíes vivían fuera de su país de nacimiento, cerca de la mitad
lo hacían en Europa, y alrededor de 3 millones, en los Estados del
Golfo (DAES, 2015).
   De acuerdo con los datos recopilados por la Matriz de Seguimiento de
Desplazamientos de la Organización Internacional para las Migraciones
más de 138 000 personas cruzaron el año pasado el Golfo de Adén en
dirección a Yemen, por los más de 110 000 que atravesaron el Mediterrá-
neo durante el mismo periodo. Esta cifra, donde la denominada «Ruta del
Este u Oriental» predomina sobre la Mediterránea, se repitió por segun-
do año consecutivo, ya que durante 2018 alcanzó las 150 000 personas.
   (ONU, noticias, 2020) 42
   “Si bien las tragedias ocurridas en las rutas del Mediterráneo están
   bien documentadas, los abusos que sufren los migrantes del Cuerno
   de África a manos de contrabandistas y traficantes son prácticamen-
   te desconocidas. Los contrabandistas y traficantes operan sus barcos
   desde la ciudad de Obock en Djibouti y la de Bosaso en Somalia. El
   año pasado, la mayoría de los migrantes –un 62 %– llegó a la costa sur
   de Yemen desde Somalia» (ONU, 2020).
41 Organización política regional formada por seis países: Bahrein, Kuwait, Qatar,
Omán, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos.
42 El destino final de alrededor del 90 % de las personas que lograron llegar a Yemen
es continuar hacia Arabia Saudita. La inmensa mayoría de ellos –un 92 %– procede de
tres regiones rurales de Etiopía: Oromia, Amhara y Tigray.
                                        278
                   Capítulo 7: Siglo XXI: migraciones africanas
   Aunque la subregión de África Septentrional constituye principalmen-
te una zona de migración de tránsito, también acoge a gran cantidad de
migrantes, incluidos refugiados. Libia registró el mayor número de mi-
grantes internacionales de la subregión: más de 850 000 en 2017. Sudán
también acogió a una extensa población de personas nacidas en el extran-
jero procedentes de Sudán del Sur, Eritrea, Etiopía y el Chad.
   No puede obviarse que los sucesos asociados a la denominada Pri-
mavera Árabe y la situación de violencia y desestabilización que se des-
envolvió al interior de Libia, afectaron directamente, por una parte, la
migración que transitaba por este país y, por la otra, motivó un flujo de
personas que vivían en esa nación hacia los países vecinos y hacia Euro-
pa. Paralelamente, aumentaron las acciones ilegales vinculadas a la trata y
el tráfico de personas, al tiempo que la Unión Europea tomaba medidas
excepcionales en contra de la entrada de los migrantes africanos.
   Según algunos autores como Gemma Roquet, a pesar de la situación
al interior de Libia, que califica como Estado fallido; el cierre del co-
rredor humanitario en los Balcanes, esencialmente para evitar la llegada
de refugiados provenientes de Siria, el endurecimiento de las políticas
migratorias en la Unión Europea –por ejemplo el acuerdo con Turquía
para deportar a toda persona que llegara a Grecia– y la prácticamente
imposible entrada por Ceuta y Melilla, llevan a los migrantes africanos al
mismo punto: Libia; como única vía para arribar a Europa, tanto para los
                                     279
                      Capítulo 7: Siglo XXI: migraciones africanas
migrantes económicos, como para los refugiados.43 Esto explica que des-
de 2013 los migrantes que intentan llegar a Europa por esta vía se hayan
cuadriplicado o que en 2016 casi 182 000 personas intentaran llegar a las
costas italianas desde Libia. Tristemente, como los traficantes y mafio-
sos llenan los botes con centenares de personas equipadas con chalecos
salvavidas no homologados y sin combustible suficiente para cruzar los
300 km de costa que separan los dos países, uno de cada 40 muere en el
intento. (Roquet, 2018).
   La Unión Europea cierra sus fronteras mientras invierte importantes
cantidades de dinero en crear muros de contención en los países de trán-
sito, y de esta forma, externaliza el «problema».44
   Al otro lado de la relación migratoria, los países desarrollados y de
alto nivel de ingresos, necesitan migrantes por razones demográficas y
laborales; pero en muchos de ellos la lógica económica y demográfica
cede ante la política que utiliza al migrante como chivo expiatorio que se
43 La Unión Europea cerró en 2008 un acuerdo con Gadafi por el que le pagaba 500
millones de dólares a cambio de contener los flujos migratorios. Italia dobló el acuerdo
más adelante, con lo que Gadafi recibiría 5.000 millones de dólares en 20 años.
44 Los principales corredores de migración regular extra-continental africana son por
este orden: Norte de África a Francia (2,8 millones); Norte de África a Arabia Saudí (1,3
millones); Norte de África a EAU (1 millón); Norte de África a España (0,77 millones);
África Occidental a EEUU (0,72 millones); Norte de África a Italia (0,71 millones);
África Oriental a EEUU (0,64 millones); África Oriental a Reino Unido (0,61 millones)
y África Meridional a Reino Unido (0,22 millones) (Gobierno de España. Ministerio de
Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, 2018).
                                          280
                   Capítulo 7: Siglo XXI: migraciones africanas
considera una amenaza a las sociedades industrializadas, ello ha influido
en fuertes rechazos a la migración y al temor de perder la uniformidad
cultural, por demás esto último es un mito. En consecuencia, el fuerte
potencial de complementariedad inherente a la desigual distribución in-
ternacional del trabajo y los recursos, apenas se materializa. En muchos
casos los migrantes africanos son sobreexplotados como mano de obra y
son víctimas de tratos inhumanos, explotación sexual y tráfico de mujeres
y niños en los países receptores.
   En África Subsahariana se migra mayoritariamente hacia los países ve-
cinos o del entorno regional. Por ejemplo, en África Occidental, conocida
como la zona más dinámica en cuanto a movilidad poblacional, abundan
las migraciones intrarregionales. Esto es posible gracias a la porosidad
de las fronteras, una larga tradición migratoria entre determinados paí-
ses, la presencia transnacional de determinados grupos étnicos y a que
la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEEAO)
autoriza el libre tránsito de personas.
   La migración intrarregional en la CEEAO permite a los trabajado-
res migrantes estacionales, temporales y permanentes, desplazarse, sobre
todo, desde países como Níger y Malí hacia países costeros como Ghana
y Costa de Marfil. No obstante, esta es otra región que tributa a la migra-
ción Sur-Norte, esencialmente hacia Europa.
   Mientras en África Occidental, donde los factores económicos cons-
tituyen importantes impulsores de la migración intrarregional, en África
                                     281
                       Capítulo 7: Siglo XXI: migraciones africanas
Central los conflictos y la inestabilidad han desempeñado un papel más
importante en el desplazamiento hacia países fronterizos.
   En África Oriental y Meridional se expresa una fuerte conexión mi-
gratoria intrafricana, donde dos tercios de los migrantes tienen como
destino otro país de la región. Esta zona, a su vez, es receptora en menor
medida de migrantes extranjeros procedentes de la India y de China.
La migración laboral también está muy arraigada en África Meridional,
donde un número significativo de personas han migrado tradicionalmen-
te desde países como Malawi, Lesotho, Zimbabwe y Swazilandia para
trabajar en sectores claves como la minería en Sudáfrica y Botswana. El
número de migrantes internacionales en Sudáfrica pasó de 1,9 millones
en 2010 a 3,1 millones en 2015 (DAES, 2015).
   La migración de los países norteafricanos y Nigeria es mayoritaria-
mente fuera de África y la del resto de países lo es dentro del continente.45
45 En términos de migración regular la lista de los diez primeros países de origen está
formada por: Egipto, Marruecos, Somalia, Sudan, Argelia, Sudán del Sur, RDC, Burki-
na, Nigeria y Mali.
Los diez primeros país de destino serían: Sudáfrica 4 millones, Costa de Marfil 2,2 millo-
nes, Uganda 1,6, Nigeria 1,2, Etiopía 1,2, Kenia 1,1, RDC 0,8, Sudan del Sur 0,8, Libia
0,8 Sudan 0,8. El 78 % de esa migración regular se da dentro de la propia subregión.
Los principales corredores de migración regular intra-continental africana en términos
de stocks son: Burkina hacia Costa de Marfil (1,3 millones); Sudán del Sur hacia Uganda
(0,9 millones); Mozambique a Sudáfrica (0,7 millones); Sudán a Sudán del Sur (0,57
millones); Costa de Marfil a Burkina (0,52 millones); Somalia a Kenia (0,5 millones);
Somalia a Etiopía (0,45); Benín a Nigeria (0,38 millones); Mali a Costa de Marfil (0,38
millones); Zimbabwe a Sudáfrica (0,38 millones); Sudán a Chad (0,35 millones); Uganda
                                          282
                      Capítulo 7: Siglo XXI: migraciones africanas
   El robo de cerebros y las remesas
   Según la Organización Internacional para las Migraciones, cada año
migran desde África hacia Europa aproximadamente 250 000 profesio-
nales entre médicos, ingenieros, técnicos, licenciados universitarios, eje-
cutivos y con títulos de posgrado.
   La migración económica calificada también se desenvuelve al interior
de continente, donde sobresalen los siguientes ámbitos profesionales y
geográficos: Trabajo cualificado: Sudáfrica (servicios financieros, ban-
carios, comunicación). Ruanda (tecnologías de la información). Eje de
destino y tránsito Uganda, Kenia y Tanzania. Trabajo de cualificación
media: construcción (en todo el continente); industria extractiva y minera
(en África Central y Meridional, si bien en Sudáfrica muestra síntomas de
agotamiento); servicios (en todo el continente pero con especiales posi-
bilidades en África Oriental) y manufacturas (especialmente en Cuerno
de África). Mientras el trabajo de baja cualificación: agricultura y trans-
formación agro pastoral (en todo el continente pero muy en especial en
África Occidental) (Gobierno de España. Ministerio de Asuntos Exterio-
res, Unión Europea y Cooperación, 2018).
   Las remesas que recibe África representan la mitad de las entradas de
capitales privados en el continente y aumentaron de un promedio de 38
400 millones de dólares en 2005-2007, a 64 900 millones de dólares en
a Kenia (0,35 millones); Lesotho a Sudáfrica (0,32 millones); Sudan del Sur a Sudán (0,3
millones). Otras rutas menores son Sierra Leona a Guinea; Ghana a Nigeria. (Gobierno
de España. Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, 2018)
                                         283
                  Capítulo 7: Siglo XXI: migraciones africanas
2014-2016 (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desa-
rrollo, 2018a). Según cifras del Banco Mundial, las remesas destinadas a
la región del norte de África se incrementaron un 9 %, hasta alcanzar los
62 000 millones de dólares en 2018.
   Este crecimiento estuvo impulsado por el rápido aumento (de alrede-
dor del 17 %) de las remesas enviadas a Egipto. Las remesas destinadas
a la región de África Subsahariana crecieron casi un 10 %, hasta alcanzar
los 46 000 millones de dólares en 2018, impulsadas por las condiciones
económicas de los países de ingreso alto. Al considerar las remesas como
porcentaje del Producto Interno Bruto, Comoras tiene la mayor propor-
ción, seguido de Gambia, Lesotho, Cabo Verde, Liberia, Zimbabwe, Se-
negal, Togo, Ghana y Nigeria (Conferencia de las Naciones Unidas sobre
Comercio y Desarrollo, 2018).
   Apuntes sobre los refugiados
   En 2018, Sudán del Sur fue el país con el mayor número de refugiados
de la región y se situó en el tercer lugar de la clasificación mundial. La
mayoría de los refugiados fueron acogidos en Uganda, Kenia y Etiopía.
   Somalia originó el segundo mayor número de refugiados después
de una larga historia de conflictos y recientes sequías; la mayoría de
los refugiados somalíes fueron acogidos en países vecinos como Etio-
pía y Kenia. Otras extensas poblaciones de refugiados se originaron
en Sudán, la República Democrática del Congo, la República Centro-
africana y Eritrea como consecuencia de conflictos étnicos y políti-
                                    284
                  Capítulo 7: Siglo XXI: migraciones africanas
cos, del terrorismo y de la violencia, así como el agravamiento de los
problemas de seguridad alimentaria. Algunos países tienen dualidad
de categorías emisor-receptor, principalmente Sudán del Sur, Sudán y
la República Democrática del Congo.
   A esta situación de inestabilidad política se suma el cambio climá-
tico y los desastres naturales que se expresan como problemas globa-
les que inciden en la manifestación de otro: las migraciones. En los
últimos decenios, la región se ha enfrentado a una mayor variabilidad
de las precipitaciones y a un aumento en la recurrencia de las sequías.
Estos cambios ambientales de aparición gradual tienen una gran re-
percusión en materia de seguridad alimentaria, por cuanto la agricul-
tura constituye uno de los sectores económicos dominantes tanto de
África Oriental como Meridional.
   El coronavirus, las migraciones
   La pandemia del coronavirus ha impactado sobre la migración a
nivel mundial. La mayoría de los efectos han sido -y serán- negativos.
Las restricciones de viajes, el cierre de fronteras no eliminan las cau-
sas por las que los individuos migran, sobre todo, los que huyen de
conflictos, se quedan atrapados en el viaje o viven en campamentos
de refugiados. Las probables consecuencias económicas de la pande-
mia y las políticas restrictivas deben aumentar el tráfico y la trata de
personas, así como el status económico de los inmigrantes, por lo que
las remesas tenderán a bajar.
                                    285
                      Capítulo 7: Siglo XXI: migraciones africanas
   La atención del mundo está enfocada en el coronavirus. Sin embargo,
a pesar de las restricciones de movimiento determinadas rutas mantienen
los flujos de migrantes, por ejemplo, el Mediterráneo –y la ruta Cuerno
africano-Adén- siguen siendo el teatro de dramas humanos. Embarcacio-
nes de migrantes que intentan llegar a Europa a pesar del cierre de sus
puertos y casi sin barcos humanitarios para rescatarlos.
   «En la ruta hacia Libia,46 se ha observado una reducción de las llega-
das a causa de las restricciones establecidas por los países por la covid-19,
sin embargo en el mar […] los movimientos están superiores al mismo
periodo el año pasado» (DiarioUchile, 2020)
   Las salidas de las costas libias aumentaron un 290 %, o sea 6.629
intentos entre enero y finales de abril, en comparación con el mismo
período del año pasado, y un 156 % desde Túnez.
   Según Frontex, la agencia europea de guardacostas, ha habido una
reducción sustancial de los flujos de personas que intentan llegar por la
vía marítima. Al respecto, señalan:
   Sabemos que esto no se ha paralizado, estamos viendo como países
   como Chipre y Malta por ejemplo, están devolviendo migrantes a Li-
   bia […]. Puede ser que estemos perdiendo personas que salen y que
46 En Libia, las razones son varias: la guerra que se intensifica, las permanentes viola-
ciones a los derechos humanos, y por supuesto el temor de algunos que no saben qué
les pasará si contraen la enfermedad, además un porcentaje elevado de los migrantes en
Libia han perdido sus puestos de trabajo.
                                          286
                   Capítulo 7: Siglo XXI: migraciones africanas
   no llegan a las costas europeas, que no sepamos qué les pasa y que se
   vengan a sumar a esta tragedia en la que se ha convertido el mar Me-
   diterráneo […]. Naufragios invisibles. Naufragios sin testigos o casi
   […]. Muchos barcos humanitarios que llevaban adelante operaciones
   de rescate, están actualmente bloqueados en los puertos. Continúa el
   contrabando de migrantes a lo largo de las rutas del Mediterráneo oc-
   cidental y central, debe recordarse que los conflictos han continuado
   en el área (ONU, 2020).
   Además, los migrantes deben enfrentar las condiciones de traslado,
las reducidas operaciones de búsqueda y rescate que se realizan en estos
momentos, el riesgo de contagio de la covid-19 por las condiciones del
viaje. En otro sentido, al migrante se le hace más necesario alguien que
lo ayude a cruzar la frontera: los contrabandistas. El movimiento se hace
por rutas más peligrosas y aun mayor precio: caldo de cultivo para abu-
sos, explotación, extorsión y trata ante la vulnerabilidad de las personas.
   La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) estima que en
el mundo hay más de 41 millones de desplazados y casi 26 millones de
refugiados. Una las regiones donde se viven las peores condiciones es
África Oriental esta es una de ellas. La mayoría de los campamentos de
refugiados más grandes del mundo están en África. De los casi 70 millo-
nes de desplazados forzosos, en África hay 25,2 millones de ellos.
   Cuatro de los seis campamentos de refugiados más grandes del mun-
   do están en Uganda, Kenia, Tanzania y Etiopía. También muchos de
                                     287
                   Capítulo 7: Siglo XXI: migraciones africanas
   los refugiados viven en condiciones donde el virus se podría propagar
   fácilmente y ellos no se pueden mover de un lugar a otro debido a las
   restricciones. Sin embargo […] la peor situación durante la pandemia la
   viven quienes están fuera de los refugios. “Dependen de organizaciones
   benéficas locales para sobrevivir, muchas de las cuales ahora están ce-
   rradas debido a la pandemia y los bloqueos ordenados por el gobierno
   (González, 2020).
   En cuanto a África Occidental, según ACNUR, (2020) La covid-19
ha exacerbado los desafíos en una región que ya está lidiando con una de
las crisis humanitarias más grandes del mundo, que involucra a más de
nueve millones de personas desplazadas por la fuerza. La pandemia ha
provocado el cierre de fronteras y una mayor presión sobre los sistemas
de salud y las economías débiles.
   Las regiones de África Occidental y Central cuentan con cerca de 5,6
millones de desplazados internos, 1,3 millones de personas refugiadas,
1,4 millones de retornados que continúan necesitando asistencia, y 1,6
millones de personas apátridas. En la región del Sahel, los conflictos ar-
mados y los ataques contra civiles han desplazado a casi tres millones de
personas, casi un millón desde enero de 2019.
   En el Sahel Central, varios países ya se enfrentaban a una crisis humani-
taria y de protección. «El conflicto armado se ha intensificado y está obli-
gando a números récord de personas a huir de sus hogares, al mismo tiem-
po que diezma la infraestructura de salud y educación.» (González, 2020).
                                     288
                   Capítulo 7: Siglo XXI: migraciones africanas
   Asimismo, la pandemia frena en Yibuti a cientos de migrantes de cru-
zar el Golfo de Adén. El paso de los meses no ha hecho sino agudizar
estas restricciones, con mayores limitaciones de movimiento tanto por
parte de Etiopía como de Yemen. A cientos de personas estos controles
les han pillado en pleno tránsito.
   Las consecuencias económicas de la etapa pos pandemia serán asimé-
tricas, más duras para el Sur, aumentarán los que necesitan buscar opor-
tunidades, tendencia que se observó en la crisis de 2008, lo que favorece
la acción de la delincuencia internacional.
   De momento, durante la pandemia, los movimientos migratorios dis-
minuyen.
   El Banco Mundial estima que en el 2020 las remesas caerán cerca de
un 20 % en todo el mundo, como consecuencia de la crisis económica
inducida por la pandemia de la covid-19 y el confinamiento. Mientras los
inmigrantes observan como se desploman los salaros y aumenta el des-
empleo, las posibilidades de enviar dinero también se afecta.
   Se espera que los flujos de remesas se reduzcan en todas las regiones
del mundo: la caída más pronunciada se observará en Europa y Asia
central (27,5 %), seguida de África al sur del Sahara (23,1 %) Las remesas
enviadas a la región de Oriente Medio y Norte de África se reducirán,
según las proyecciones, en un 19,6 % en 2020 hasta ubicarse en los USD
47 000 millones (Ong, 2020).
   En África al sur del Sahara se prevé que, debido a la crisis de la co-
                                     289
                    Capítulo 7: Siglo XXI: migraciones africanas
vid-19, los flujos de remesas que llegan a la región disminuirán un 23,1 %
y se ubicarán en los USD 37 000 millones en 2020, mientras que para
2021 se espera una recuperación del 4 %. Esta caída prevista puede atri-
buirse a una combinación de factores impulsados por el brote del coro-
navirus en ciertos lugares de destino clave donde habitan migrantes afri-
canos, entre los que figuran los países de la Unión Europea, los Estados
Unidos, Oriente Medio y China. Estas grandes economías albergan una
gran proporción de los migrantes provenientes de África al sur del Sahara
y, en conjunto, representan casi la cuarta parte del total de las remesas
que se reciben en la región (Ong, 2020).
   Ideas finales
   Los patrones migratorios africanos en el siglo XXI se han caracteriza-
do por la prevalencia de los flujos de migración económica en dirección
Sur-Sur, sobre la Sur-Norte; mientras los refugiados y desplazados se han
concentrado en el continente.
   En los flujos Sur-Norte ha habido un incremento de los que tratan de
abandonar el continente por las rutas sahelianas y del Cuerno, sobresa-
liendo Nigeria y otros países de África Occidental y la diversificación de
los destinos: a Europa se han sumado los países del Golfo Pérsico y los
Estados Unidos.
   Las naciones del norte de África, emisores y, además, trampolín para salir
del continente, no solo se comportan como países de tránsito, sino también
como receptores. En ese contexto, la situación de Libia, unido a las políticas
                                      290
                     Capítulo 7: Siglo XXI: migraciones africanas
selectivas y restrictivas de los países receptores han motivado el aumento de
la peligrosidad del viaje, así como el tráfico y la trata de personas.
   Los flujos Sur-Sur mantienen mayoritariamente su carácter regional,
la movilidad de acuerdo al mejoramiento de la situación socioeconómi-
ca de los países, así como los trasiegos tradicionales hacia determinadas
naciones receptores, donde sobresale Sudáfrica. La prevalencia de la
migración interna a partir de sus causales tradicionales e inmediatas:
en el primer caso, relativas a las características históricas de las mi-
graciones laborales, fundamentalmente, temporal, hacia determinadas
regiones o países. En el segundo, la inmediatez se refiere a la imperio-
sidad de abandonar un territorio por la violencia, los problemas ambi-
entales, entre otros.
   Los flujos de población son diversos e incluyen tanto la migración
económica de alta y baja cualificación, con una tendencia al predominio
de la migración calificada en la dirección Norte-Sur.
   El análisis empírico muestra que, a pesar de las cantidades relativa-
mente grandes de remesas recibidas por los países de origen, la migración
ha tenido un efecto débil en la transformación estructural de estos.
   África ocupa uno de los primeros lugares en cuanto a la generación de
refugiados y desplazados, sobresalen los casos de Sudán del Sur, Somalia,
Mali, entre otros.
   El coronavirus ha tenido un impacto negativo en las personas que
estaban en proceso de trasladar su residencia, así como en los refugiados
                                       291
                   Capítulo 7: Siglo XXI: migraciones africanas
y desplazados. A posteriori, las consecuencias económicas pueden generar
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     Capítulo 8: Reflexões sobre a produção do conhecimento histórico da África
                     CAPÍTULO 8
                     Reflexões sobre a produção do
                   conhecimento histórico da África
                                                     Jorgeval Andrade Borges
   Introdução
Neste texto é abordada a produção da escrita histórica sobre a África
tendo como referência as situações de como foi construído esse conheci-
mento. Muito embora a coleção História Geral da África, em seu primei-
ro volume, ofereça uma gama de artigos que trabalham com a questão
da formação do conhecimento histórico africano, cabe salientar que tra-
balhos dedicados especialmente à historiografia sobre a África são raros
no Brasil.
   Uma problemática importante relativa à escrita da História da África
é o olhar africano sobre sua própria história. Isso implica em indagar em
que momento os africanos se tornaram protagonistas da construção do
conhecimento histórico de seu continente. Tendo em vista essa questão
cabe salientar que a historiografia sobre a África é um campo de estu-
do com abrangência internacional permitindo englobar a produção de
historiadores dentro e fora do continente africano. Por isso que nesse
                                      296
     Capítulo 8: Reflexões sobre a produção do conhecimento histórico da África
trabalho se concebe essa produção historiográfica em dois conjuntos de
historiadores: africanos (endógeno ao continente) e africanistas (exó-
geno ao continente). Desde as épocas antigas os escritos de viajantes,
historiadores e geógrafos mencionavam a África, criando uma tradição
de interpretação estrangeira sobre esse continente. Isso gerou a questão
de saber como os africanos representam sua história. Tendo em conta
a divulgação contínua dessa presença marcadamente estrangeira da ex-
plicação do processo histórico africano, uma tentativa de periodização
dessa produção historiográfica deveria identificar, em cada momento his-
tórico, possíveis indícios e exemplos de ruptura dessa tendência exógena
em conceber e explicar a África.
   A esse respeito existe um artigosobre a produção do conhecimento
histórico da África, considerado clássico e escrito pelo africanista inglês
John Fage,cuja ideia central defende a premissa de que a historiografia
sobre a África é produto do período posterior à Segunda Guerra Mun-
dial. Fage (2010) compreende que até a segunda metade do século XX os
trabalhos referentes aos estudos das sociedades africanas e sua historici-
dade não possuíam ainda a dimensão de uma historiografia propriamente
dita. Segundo esse autor, os estudos existentes sobre a história africana
antes da década de 1950 se configuram como trabalhos localizados em
determinadas regiões e, na maioria dos casos, não se constituindo em
pesquisas especialmente voltados para a investigação histórica. Neste
trabalho polemiza-se essa tese no sentido em demonstrar que o con-
hecimento histórico africano tem sua presença desde o aparecimento e
                                      297
     Capítulo 8: Reflexões sobre a produção do conhecimento histórico da África
desenvolvimento das antigas civilizações nesse continente, não se justifi-
cando um recorte do porte defendido pelo referido africanista.
   O sentido em se discutir o conhecimento histórico sobre a África
deveria almejar, sobretudo, a busca da participação dos africanos na
construção teórica de sua história, destituindo o predomínio da visão
estrangeira sobre esse continente. No entanto, não menos importante é
a problemática em saber como ou em quais situações o continente como
um todo foi objeto dos estudos históricos e não apenas determinadas re-
giões. Do mesmo modo, é sumamente relevante discutir as circunstâncias
nas quais a escrita da História da África passou a ser dotada das presentes
técnicas e metodologias desse campo de conhecimento. Por conseguinte,
a problemática sobre a produção do conhecimento histórico da África
pode ser ampliada para um triplo aspecto: a visão africana de sua própria
história, a construção historiográfica de uma História da África em seu
conjunto e a aplicação das técnicas mais avançadas de pesquisas históri-
cas para os estudos africanos.
   Com o referencial em localizar os momentos aos quais fora construí-
da uma historiografia da África o presente trabalho está subdividido em
quatro momentos os quais seja possível perceber produções de textos,
documentos e apreciações sobre as sociedades africanas em seu devir. O
primeiro momento busca localizar as noções que nas épocas antigas os
intelectuais possuíam sobre as sociedades africanas e sua historicidade.
O segundo está dedicado a apresentar interpretações que escritores de
origem ou influência da cultura árabe elaboraram a respeito da história
                                      298
     Capítulo 8: Reflexões sobre a produção do conhecimento histórico da África
da África. O terceiro está centrado em observar as interpretações das so-
ciedades africanas no momento da expansão ultramarina europeia e esta-
belecimento do comércio internacional através do Atlântico envolvendo
africanos, americanos e europeus. O quarto momento procura apreender
elementos que demonstrem como foi construída a historiografia africana
atual.
   Conhecimento histórico da África na época
   das antigas civilizações
   Discutimos neste ponto a possibilidade de existência de trabalhos
sobre a história africana durante o surgimento e desenvolvimento das
primeiras civilizações humanas. Como a cronologia da história da África
não corresponde plenamente a da Europa cabe a ressalva do historiador
tunisino Djait (2010) de que a noção de antiguidade para a história afri-
cana se diferencia da empregada na história do Ocidente, centrada na ci-
vilização clássica greco-romana. Segundo o referido historiador, a época
antiga africana possui uma dimensão temporal mais ampla na medida em
que só se identifica parcialmente com a clássica, pois inicia a partir do
nascimento das civilizações nilóticas do Egito, Cuxe e Axum chegando
até o momento da invasão árabe e introdução do islã na África.
   Neste período, tanto Djait (2010) como Fage (2010), mencionam a
importância dos trabalhos de Heródoto ainda que esteja dedicado aos
estudos das civilizações africanas ao norte do continente e a região da
Núbia. Os autores mencionados lembram que o objetivo do mencionado
                                      299
     Capítulo 8: Reflexões sobre a produção do conhecimento histórico da África
historiador grego era o conhecimento do mundo ao seu alcance e não
propriamente a África como objeto específico de estudo. Djait (2010)
observa também que vários escritores antigos tiveram preocupação em
conhecer o continente africano, mantendo a mesma característica de He-
ródoto no sentido de não tratarem especificamente da África, mas, con-
cedendo-lhe um espaço de abordagem relativamente importante dentro
de uma perspectiva mais ampla em seus estudos. São exemplos Plínio (o
Velho) e Estrabão os quais descrevem viagens através do Saara, assim
como excursões marítimas ao longo da costa Atlântica africana durante
a época antiga. As informações dessa época a respeito das sociedades e
culturas africanas nas regiões do mar vermelho e oceano índico são ainda
mais amplas e consistentes, em geral advindas de mercadores mediterrâ-
nicos. O famoso documento anônimo denominado Périplo do Mar da
Eritreia, escrito provavelmente por um alexandrino do século I, é um
relevante exemplo de narrativa histórica da África antiga. No mesmo
sentido, a obra de Cláudio Ptolomeu (Século II) e Cosmas Indicopleustes
(Século VII) são exemplos igualmente importantes de materiais da histó-
ria antiga da África, especialmente da costa oriental africana (Fage, 2010).
   A questão central levantada pelos dois historiadores mencionados aci-
ma é que os escritos antigos não podem ser considerados como obras
relacionadas à historiografia da África, podendo ser mais precisamente tra-
tados como fontes para construção da historia africana. A ideia proposta
por esses especialistas é que na época antiga os trabalhos relacionados ao
conhecimento histórico não tomaram a África como objeto específico de
                                      300
     Capítulo 8: Reflexões sobre a produção do conhecimento histórico da África
seus estudos. Os gregos, por exemplo, consideravam a África mediterrânea
como parte do mundo por eles alcançada e por isso era objeto de suas
observações, descrições e análises. Por isso que no norte africano houve in-
cursões diretas desses escritores ocidentais antigos no intuito de estudar as
culturas e sociedades existentes, sendo que a respeito da África subsaariana
as informações contidas nos textos eram provenientes de intermediários.
   A ideia central dos historiadores referenciados, um africano e um afri-
canista, é de que, a rigor, nãoexistiu uma historiografia africana antiga,
mas escritos estrangeiros que fizeram abordagens a respeito das socieda-
des e culturas africanas desta época, sendo isso o início da interpretação
exógena da África. Neste aspecto, seria relevante observar que, embora
estivesse sujeito às interpretações estrangeiras, o caso das mencionadas
civilizações nilóticas do Egito, Cuxe e Axum sugere maior complexidade
a essa questão na medida em que possuíam uma escrita própria e um
rico manancial de textos históricos de origem interna, configurando-se
como exemplos de produção autóctone do conhecimento histórico afri-
cano. Portanto, parece ser o mais adequado não negar a existência de
uma produção africana de sua história em épocas antigas, mas acentuar
a preponderância na divulgação de uma visão estrangeira sobre a África
neste período.
   Olhar arabistas e historiografia na África
   O conhecimento do passado das sociedades africanas ampliou-se
substancialmente a partir da intervenção Árabe. Na visão do menciona-
                                      301
     Capítulo 8: Reflexões sobre a produção do conhecimento histórico da África
do historiador Djait (2010) o significado da presença muçulmana para a
escrita histórica da África possui um caráter de mudança radical, repre-
sentando um novo período tanto da história africana como da teorização
sobre ela. Para esse pensador o Islã representa uma ruptura com a época
antiga na história da África. Trata-se aqui de um pensamento elaborado
por um historiador tunisino com formação na cultura islâmica. O juí-
zo de uma missão civilizatória muçulmana para as sociedades africanas
precede ao mesmo procedimento posteriormente criado pelos europeus.
Essa observação não deixa de reconhecer a seriedade que os estudiosos
muçulmanos tiveram para ampliar e requalificar a escrita da história da
África. O referido historiador africano quando aborda a produção de
documentação e obras históricas sobre a África defende ser o século VII,
momento de aparecimento do Islã e das fontes árabes, o início de uma
nova idade histórica africana Nesta perspectiva, o período islâmico é tra-
tado como sendo o início de uma historiografia propriamente africana,
em detrimento do período anterior que proporcionaram apenas escritos
documentais de justificado valor.
   A ação islâmica aconteceu em três áreas do continente africano: ao
norte, compreendendo o Saara e a área mediterrânea; na região ao sul
do Saara, conhecida como faixa sudanesa e na costa indica africana,
região oriental do continente. Desta época, surgiram obras feitas por
escritores árabes ou africanos que escreviam em língua árabe. O comér-
cio transaariano possibilitou a eruditos muçulmanos de várias origens
terem contato com as civilizações do Saara, da faixa sudanesa e da flo-
                                      302
     Capítulo 8: Reflexões sobre a produção do conhecimento histórico da África
resta ocidental africana. As caravanas comerciais do Saara favoreceram
a presença de muçulmanos árabes e africanos nestas regiões, criando
oportunidades de conhecerem os reinos e impérios da África negra,
assim como em contato com a tradição oral de escrever obras sobre es-
tas sociedades. Do mesmo modo, o comércio da costa oriental africana
levou vários eruditos árabes a percorrem as cidades costeiras e portos
ligados às ilhas vizinhas. Este comércio do oceano índico africano liga-
va a costa oriental da África à Índia e China. Esta rota comercial favore-
ceu o conhecimento dos árabes sobre as civilizações urbanas, costeiras,
comerciais e marítimas africanas.
   A época que compreende os escritores árabes na África foi dividida
por Djait (2010) em dois períodos denominados por ele de «Idades islâ-
micas». O período inicial compreenderia do século VII ao IX no qual foi
produzida considerável quantidade de material histórico, surgindo uma
série de fontes narrativas e arquivistas. Apesar destas documentações se-
rem produzidas fundamentalmente por viajantes e geógrafos, entre estes
trabalhos houve obras que se constituíram em estudos históricos. Dessa
forma, desde o início da presença árabe, a história era objeto de pesquisa
em variadas regiões islamizadas do continente. Na visão do mencionado
historiador um dos aspectos que diferencia o momento árabe da época
antiga provém da mudança na documentação tanto do ponto de vista
quantitativo como na variação das tipologias das fontes. O segundo pe-
ríodo islâmico abarca o século XI ao XIV, sendo esta época aquela na
qual está localizada a maioria dos trabalhos islâmicos dedicados à história
                                      303
     Capítulo 8: Reflexões sobre a produção do conhecimento histórico da África
africana. Esse é considerado o momentomais relevante no que diz respei-
to à participação dos historiadores muçulmanos na construção de uma
história relacionada à África.
   Em analogia a época antiga a abordagem sobre a história da África
negra é mais amplamente trabalhada pelos historiadores muçulmanos.
Não obstante, o mais importante a ser frisado trata da mudança de sen-
tido que os textos históricos islâmicos empreendem na análise, incidindo
em não somente descrever as estruturas sociais, mas estudar possíveis
tendências na história, ou seja, se preocuparam em elaborar uma teoria
da história. O destaque a ser considerado neste período diz respeito à
importância do século XIV para estudiosos da historiografia africana,
a exemplo de Fage (2010) e Djait (2010), os quais destacam este século
como o período mais admirável da produção historiográfica sobre a Áfri-
ca de influência muçulmana.
   Os dois autores aludidos fazem menções a nomes de estudiosos
muçulmanos aos quais consideram importantes para a construção da
historiografia, não somente da África e da tradição árabe como mun-
dial. Merece referênciaos historiadores al’Umari e ibn Khaldun, assim
como o geógrafo ibn Batuta. No entendimento de Djait (2010), a obra
mais respeitável do século XIV para o historiador da África negra é a de
al’Umari, pois se trata de um trabalho feito por um observador meticu-
loso. Segundo o citado autor, a obra de al’Umari,para além do excelente
e pormenorizado trabalho descritivo, analisa o surgimento do fenôme-
no estatal na região da África negra denominada sudanesa. Igualmente
                                      304
    Capítulo 8: Reflexões sobre a produção do conhecimento histórico da África
cita a autoridade do geógrafo ibn Battuta o qual é considerado como
um observador direto da África, especialmente das áreas sudanesa e ma-
grebiana. Infere-se que o estudo histórico das sociedades africanas fica
ampliado espacialmente e requalificado em termos de uso de fontes, do-
cumentações e análises pelos trabalhos de matriz islâmica.
   Para Djait (2010) o historiador al’Umari e o geógrafo ibn Batuta so-
bressaem como produtores de conhecimento da história e sociedades
africanas no século XIV. Na perspectiva de Fage (2010), neste mesmo
século, o nome a ser estimado é do intelectual norte africano ibn Khal-
dun. Trata-se de um historiador e filósofo considerado o “pai da história
moderna” (Fage, 2010, p. 3). Este título se deve pelo fato de ibn Khaldun
ter elaborado um método criterioso nos procedimentos de pesquisa his-
tórica, desde o processo de seleção das fontes à utilização do princípio
da analogia entre os dados. Para ibn Khaldun o trabalho do historiador
envolve tudo aquilo que faz parte da sociedade. Com isso, afirmava ter
criado um método inovador de abordar o trabalho do historiador. Na
visão de Senko (2009) este historiador norte africano desenvolveu rigo-
rosa metodologia de análise da documentação histórica, como também
pode ser considerado elaborador de uma filosofia da história. A esse res-
peito, a autora citada estudou precisamente a concepção cíclica da his-
tória de ibn Khaldun. No entanto, compreender de forma cíclica a ideia
que o referido teórico africano tinha do processo histórico não é um
consenso. Na consideração de Bissio (2012), ibn Khaldun não elaborou
uma concepção cíclica, mas elíptica do processo de desenvolvimento das
                                     305
     Capítulo 8: Reflexões sobre a produção do conhecimento histórico da África
sociedades. Ele apresentou uma teoria da história que enfatiza o aspecto
da decadência das sociedades e sua superação por novos processos his-
tóricos, não se tratando de uma simples repetição. As teorias históricas,
sociais, políticas e antropológicas elaboradas por esse filósofo da histó-
ria africana tem sido objeto de estudo em várias pesquisas acadêmicas
na atualidade, a exemplo dos trabalhos das autoras mencionadas.Vale a
advertência de que, assim como o citado historiador árabe da cidade de
Damasco al’Umari, o norte africano de Tunis ibn Khaldun também tra-
balhou com a história da África negra.
   Cabe fazer uma observação sobre os estudos que tratam dos trabal-
hos de ibn Khaldun. Existem apropriações das obras de autores norte
africanos que são feitas pelos estudiosos arabistas. Por conta disso, nos
trabalhos acadêmicos normalmente ibn Khaldun é apresentado como
intelectual árabe. O juízo de que o norte da África é árabe está bastante
acentuada na historiografia arabista, ignorando a existência da longevi-
dade dos povos originários dessa região africana como os egípcios, lí-
bios, berberes, tuaregues, etc. Um trabalho acadêmico que expressa esse
tipo de apropriaçãorealizada no Brasil pode ser visto na pesquisa sobre
a teoria da decadência dos Estados elaborada por ibn Khaldun: trata-se
da obra de Richard Araújo. Seu trabalho é assumido como um estudo
arabista e não como historiografia africana. Nesse sentido, o referido
autor menciona que ibn Khaldun se apresenta como um raro exemplo
de intelectual árabe que despertou interesse no ocidente, a despeito do
preconceito com a cultura islâmica (Araújo, 2007).
                                      306
     Capítulo 8: Reflexões sobre a produção do conhecimento histórico da África
   Em analogia com a época antiga, o período muçulmano ampliou o
espaço de estudos históricos na África. Anteriormente esses conheci-
mentos estavam limitados às beiradas do mediterrâneo africano e à re-
gião nilótica, abrangendo diretamente o Egito e indiretamente a Núbia
e Etiópia antiga. Com a presença árabe a totalidade da região norte foi
plenamente envolvida nestes estudos, assim como as regiões da África
negra conhecidas como faixa sudanesa, acrescentada da Etiópia medie-
val e a costa africana do oceano índico. Além da ampliação do espaço
estudado, adiciona-se o crescimento do manancial e das modalidades das
fontes escritas. Isso foi possível sobre influência do surgimento de uma
historiografia muçulmana no continente africano. Cabe enfatizar que
essa historiografia, apesar da marca islâmica, é originariamente africana.
   Podemos então balancear que na época muçulmana houve uma his-
toriografia produzida no continente africano e que, por isso, o impacto
da produção intelectual de influência islâmica deu novos rumos aos es-
tudos históricos africanos. Os trabalhos de eruditos muçulmanos árabes
e africanos, em especial dos geógrafos e historiadores, demonstram que
a história era objeto de pesquisa e análise de muitos intelectuais das mais
variadas regiões atingidas pelo império árabe.Porém, a época mulçuma-
na ainda se caracteriza pela predominância da visão estrangeira sobre
a África.Cabe acrescentar que o continente como um todo continuava
desprovido de pesquisa histórica. Por um lado, novas regiões são envolvi-
das nessas investigações, por outro, um espaço imenso da África não era
incluída numa produção sobre a história do continente em sua totalidade.
                                      307
     Capítulo 8: Reflexões sobre a produção do conhecimento histórico da África
   Produções historiográficas da África na
   época do comércio internacional Atlântico
   A partir da época de instalação e desenvolvimento do comércio inter-
nacional, através do Atlântico novas situações históricas possibilitaram
um redimensionamento das fontes e da escrita histórica no continente
africano. O citado historiador tunisino, especialista na história islâmica
africana, discorre sobre a ruptura dos rumos que os estudos sobre a his-
tória da África passam a ter desse momento em diante, argumentando
que a partir do século XV as fontes orientais do comércio muçulmano se
retraem, estabelecendo o declínio de seu papel primordial para a escrita
da história africana (Djait, 2010). Não obstante, o recuo das fontes e
pesquisas históricas mulçumanas a respeito do continente africano per-
mitiu o surgimento de outros agentes estrangeiros na interpretação das
sociedades e culturas africanas. No entanto, isso não significou o fim das
fontes árabes, mas tão somente que a quantidade dessas produções di-
minuiu (Hrbek, 2010). Como vimos anteriormente, os europeus tiveram
presença no continente africano desde época antiga, no entanto, esse
contato se resumiu a uma faixa pequena da África. A partir do momento
da expansão ultramarina pelo Atlântico a presença europeia em território
africano toma novas e múltiplas dimensões possibilitando uma carga de
materiais históricos imensa, muito embora nesses trabalhos prevalecesse
a posição cristã ou a concepção de ciência ocidental.
   Por conta da existência do tráfico mercantilista de escravizados, os eu-
ropeus passam a interferir no conhecimento histórico africano produzin-
                                      308
     Capítulo 8: Reflexões sobre a produção do conhecimento histórico da África
do trabalhos de descrição sobre as sociedades que conheceram na costa
e no interior próximo a ela. No pensar do historiador africanista tcheco
Hrbek (2010), especialista em história da África e da civilização árabe, es-
tes trabalhos vieram acrescentar aos anteriores uma nova contribuição de
fontes escritas para a história africana. Segundo o referido autor, regiões
da África negra não alcançadas na época antiga e no momento árabe
são amplamente abordadas pelos europeus. Isso significou que a África
central e austral entra para o conhecimento historiográfico mundial a
partir dessa incursão europeia. Portanto, a questão que está posta nesse
novo momento de interpretação estrangeira sobre a África é a inclusão
de novas e variadas regiões ao conhecimento histórico, notadamente a
África Atlântica.
   A historiadora africanista brasileira Leila Leite Hernandez, analisan-
do o alcance da interferência europeia no continente africano, denomina
esse período como sendo o da «Roedura da África». Por essa terminolo-
gia a autora quer expressar o fato de os europeus nesse momento apenas
rastrearam a costa africana em vários pontos. Isso implica entender que
viajantes e comerciantes da Europa não conseguiram penetrar profunda-
mente no interior do continente africano durante o tráfico de escraviza-
dos, resultando num processo salteado de ocupação do litoral via sistema
de feitorias (Hernandez, 2008). Entendendo esse processo como sendo
uma das modalidades de intervenção dos europeus na África podemos
inferir que, apesar de novas áreas serem objeto de trabalhos historiográ-
ficos e de variados materiais e fontes históricas terem surgidos, isso se
                                      309
     Capítulo 8: Reflexões sobre a produção do conhecimento histórico da África
restringiu às franjas litorâneas. Em outros termos, o grande interior do
continente africano continuava ignorado por árabes e europeus.
   O citado africanista Hrbek (2010), com referência ao século XV,
afirma que somente a partir da época do comércio mundial Atlântico
surge uma produção historiográfica de matriz africana ainda que escrita
em árabe. Segundo esse autor, a apropriação da língua e alfabeto árabe
por africanos permitiu, entre outras realizações, o aparecimento de uma
determinada historiografia africana. No entanto, é interessante lembrar
que isso aconteceu quando as fontes históricas de origem árabes en-
traram em refluxo na África, deixando como rastro a sua escrita que
se tornou um instrumento nas mãos de novos historiadores africanos.
Esses estudiosos africanos ao escreveram sobre a história de suas socie-
dades, tanto a fizeram em língua árabe como em línguas africanas com
a utilização do alfabeto árabe. Buscando identificar essa experiência
historiográfica africana o mencionado africanista assegura que os mais
antigos e mais conhecidos exemplos dessa historiografia local provêm
da região conhecida como faixa sudanesa e da costa índica africana (Hr-
bek, 2010). Portanto, uma modalidade de historiografia africana surge
na África negra durante o período do comércio Atlântico. Na faixa
sudanesa, região africana na qual se desenvolveu poderosos Estados
na forma de reinos e impérios, foram elaborados trabalhos históricos
de maior fôlego, por isso é considerada a área mais desenvolvida em
termos historiográficos africanos desse momento, especialmente pela
sofisticação metodológica utilizada nas pesquisas.
                                      310
     Capítulo 8: Reflexões sobre a produção do conhecimento histórico da África
   Interessa relembrar que experiências de historiografia africana surgem
desde tempos antigos seja na época das primeiras civilizações, no período
árabe ou do comércio Atlântico. A partir do século XV a historiografia
africana vai adquirindo autonomia em relação à dependência da escrita e
do alfabeto externos para ser elaborada com escrita própria, em muitos
casos ela surge em língua local sem a intervenção do árabe. No entan-
to, apesar desse desenvolvimento historiográfico africano, o momento
marcado pelo tráfico Atlântico de escravizados foi, do ponto de vista da
divulgação do conhecimento histórico, hegemonizado pelas documen-
tações e descrições europeias (Hrbek, 2010).
   Dessas documentações estrangeiras advém a mencionada caracterís-
tica predominante desse período: o redirecionamento geográfico para
o Atlântico. Os europeus atingiram áreas da África até então descon-
hecida por estrangeiros, elaborando descrições e apreciações sobre as
sociedades africanas dessas regiões. No entanto, não elaboraram obras
históricas do porte dos árabes. A ação europeia criou obras históricas
sobre a África, especialmente de regiões não trabalhadas anteriormen-
te, mas não realizaram façanhas do porte de um ibn Khaldun, ou seja,
elaborar uma filosofia da história tendo como base as sociedades afri-
canas. As obras dos europeus na África desse momento resultaram em
um posicionamento investigativo das sociedades africanas tendo como
foco aquilo que Hrbek (2010) denomina de interesse pelos «usos e cos-
tumes», permitindo observar uma série de características pormenoriza-
das das culturas africanas.
                                      311
     Capítulo 8: Reflexões sobre a produção do conhecimento histórico da África
   Na perspectiva de Fage (2010) os mais antigos e importantes trabalhos
sobre história na África feita por historiadores africanos pertencem ao
início do século XVI: os famosos Tarikh de Tombuctu. A primeira dessas
obras se intitulou Tarikh el-Fattash que foi escrita por três gerações de
historiadores de uma mesma família, os Kati da célebre cidade de Tom-
buctu. Esse trabalho remontou toda a história do reconhecido Império
de Songhai, localizado na África ocidental, compreendendo os séculos
XV e XVI. Não obstante o valor e imensidão dessa obra, o mais com-
pleto e minucioso trabalho de pesquisa histórica dessa região da África
negra é o Tarikh al-Sudan, escrito pelo historiador el-Saadi, da mesma
cidade histórica de Tombuctu. A obra de el-Saadi abrange o mesmo pe-
ríodo que a anterior, com acréscimo de ir até a metade do século XVII.
Se referindo ao surgimento da historiografia africana na região sudanesa,
o mencionado africanista inglês destaca o caráter complexo destas obras
que trabalham a narrativa dos fatos com a análise e interpretação, as-
sim como utilizam fontes variadas incluindo tanto documentação escri-
ta como a oralidade. Estes trabalhos são verdadeiros tratados históricos
elaborados por iminentes intelectuais, com característica interdisciplinar
e informações detalhadas, tanto do passado como dos acontecimentos
contemporâneos.
   A costa Índica africana foi também local de produção historiográfica
autóctone. Nesta região se destaca uma obra histórica: as Crônicas de
Kilwa. Trata-se de uma ilha portuária na costa da Tanzânia onde se des-
envolveu entidades políticas importantes desde o século VIII, sendo um
                                      312
     Capítulo 8: Reflexões sobre a produção do conhecimento histórico da África
dos grandes entreposto africano-árabe do comércio índico. Esse trabalho
histórico remonta à formação do antigo sultanato persa nessa região e
como ele foi substituído pelo domínio árabe. As Crônicas de Kilwa são
consideradas obras históricas de enorme relevância, apresentadas como
um dos mais importantes trabalhos da historiografia africana.
   Fage (2010) considera necessário distinguir os Tarikh sudaneses de
outras obras históricas escritas em árabe pelos africanos tais como as
mencionadas Crônicas de Kilwa. Para esse especialista, assinalar a di-
ferença entre essas duas modalidades de escritos históricos africanos é
essencial à medida que as Crônicas são descrições de tradições que eram
transmitidas oralmente. As Crônicas são textos históricos eminentemen-
te narrativos enquanto que os Tarikh são tratados históricos que prezam,
sobretudo, pela análise e interpretação dos fatos. Sem desmerecer es-
sas observações, a nosso ver, a historiografia africana do momento do
comércio Atlântico acontece no século XV, simultaneamente em duas
regiões subsaarianas, nas áreas sudanesa e oriental índica, trazendo já em
seu nascedouro duas tendências no trato da abordagem histórica: uma
de caráter preponderantemente factual e outra com perspectiva analítica.
Porém, o fato que se pretende enfatizar aqui é que, no dizer de Hrbek
(2010) se pode ouvir a voz de africanos autênticos, mesmo sabendo se-
rem os autores francamente partidários do islã, sendo suas interpretações
marcadas por essa perspectiva cultural religiosa.
   Os textos narrativos do período do comércio Atlântico escritos pe-
los africanos, seja em língua árabe, africana ou europeia, constituem um
                                      313
     Capítulo 8: Reflexões sobre a produção do conhecimento histórico da África
imenso conjunto de materiais históricos. No entanto, na maioria dos ca-
sos, estavam imbuídos de estudos regionais. Não obstante, a importância
desses trabalhos históricos é serem produções historiográficas de origens
africanas as quais trazem uma visão interna do continente que foram ca-
mufladas pela predominância das interpretações estrangeiras.
   Pensando no conjunto da ação europeia para o conhecimento da his-
tória da África no período do comércio Atlântico podemos inferir que,
principalmente, proporcionou um aumento das fontes históricas e da
ampliação das áreas geográficas conhecidas. Entretanto, ainda se man-
teve as características assinaladas quando da análise das fontes e obras
antigas e árabes, ou seja, a África, em sua totalidade, ainda não era objeto
da historiografia. Portanto, da época antiga ao período do comércio At-
lântico, predominou uma interpretação e divulgação de visões estrangei-
ras sobre a África: árabe e europeia. Essas produções proporcionaram
vasta documentação escrita, porém, limitada às áreas de contato que es-
ses povos estrangeiros tiveram com a África. Como vimos, essa presença
acentuada da visão estrangeira ofuscou, sobremaneira, importantes ela-
borações africanas de sua própria história.
   Formação da atual historiografia da África
   O que poderíamos denominar de atualidade em perspectiva histórica
para o continente africano implicou em três modalidades de relaciona-
mentos com a Europa. No século XIX se apresentou a situação da trans-
mutação do comércio de escravizados, denominado de comércio ilícito,
                                      314
    Capítulo 8: Reflexões sobre a produção do conhecimento histórico da África
para o comércio de produtos primários tropicais tais como amendoim,
óleo de palma, cacau, café, algodão, látex da seringueira etc., denomina-
dos de comércio lícito. Nesse contexto, se processou uma ação europeia
sobre o continente africano no qual se designou de era das explorações
geográficas, consistindo no mapeamento do continente pelos europeus
em sentido espacial e humano. No século XX as relações entre África e
Europa se deram nas formas de colonização e movimentos de indepen-
dência. Neste ponto se busca ver a produção do conhecimento histórico
sobre a África nesses três distintos momentos da atualidade africana.
   A partir do século XIX a concepção dos europeus em relação ao con-
tinente africano foi tomando a forma posteriormente assumida pelo co-
lonialismo, isto é, a convicção de que os povos africanos não possuíam
movimento histórico. As concepções de Hegel estabelecendo a não his-
toricidade dos povos africanos e o postulado das fontes escritas como
sendo o único critério para a determinação da existência de povos com
história favoreceram a criação do mito ou estereótipo da África estag-
nada. Paradoxalmente, foi neste período que se iniciou a investigação e
exploração geográfica da África em sua totalidade. Exploradores euro-
peus motivados por interesses diversos como a luta abolicionista, o espí-
rito aventureiro e objetivos missionários realizaram incursões por todo
o continente africano. Do Saara ao extremo sul, do litoral ao interior, a
África foi se tornando conhecida pela Europa.
   Destas explorações geográficas surgiram novos conhecimentos sobre
a África. A mais importante contribuição destes exploradores foi o ma-
                                     315
     Capítulo 8: Reflexões sobre a produção do conhecimento histórico da África
nancial de materiais recolhidos durante suas viagens e estadias no con-
tinente africano. Fornecendo registros relevantes para a construção do
conhecimento histórico da África, estes europeus recolheram e organiza-
ram documentos escritos, compilaram tradições orais e quaisquer traços
que se referissem ao passado e presente africano. Dentre estas produções
merece destaque aquelas do estudioso alemão Heinrich Barth, responsá-
vel por um dos trabalhos relevantes sobre as sociedades africanas no sé-
culo XIX. Como resultado geral dessas tentativas de se conhecer a África
uma série de publicações feitas por estes homens percorreram o mundo.
   Apesar dessa perspectiva de ampliação e divulgação do conhecimento
sobre a África, no pensamento dos europeus do século XIX os africa-
nos, especialmente os da África subsaariana, encontravam-se imersos em
um estado de quase absoluta imobilidade (Fage, 2010). Essa formulação
admitia que a África passasse a ter historicidade somente a partir das
atividades dos europeus sobre esse continente. Dada esta situação, se
sustentava que as mudanças na África deveriam ser induzidas a partir do
exterior. No contexto africano, os agentes externos incluíam indivíduos
europeus como os exploradores, comerciantes, missionários e funcio-
nários administrativos. A história da África deveria referir-se sempre às
iniciativas e atividades desses supostos agentes da mudança. A África foi
assim relegada à condição de apêndice carente das sociedades europeias.
O século XIX foi aquele no qual os europeus saíram da fase superficial
em conhecer a África para um conhecimento mais ampliado, mergulhan-
do no interior africano. Paradoxalmente, foi também o século em que
                                      316
     Capítulo 8: Reflexões sobre a produção do conhecimento histórico da África
elaboraram as teorias mais absurdas sobre a África através da criação da
imagem do exotismo africano.
   No final do século XIX a relação do continente africano com a Eu-
ropa foi modificada dando vez à época colonial. O processo de redivisão
do espaço africano pelos países europeus e a consequente ocupação e
colonização reforçaram uma concepção, se não surgida nesse momento,
tomou corpo e se consolidou com a invasão e consequente exploração
do continente. Trata-se da pregação, em várias esferas do conhecimento,
da suposta inferioridade dos povos africanos em relação a outros, prin-
cipalmente em sua analogia com o europeu, caracterizando o racismo.
Esse passa a ser o aspecto dominante do conhecimento sobre a África
que vai desde as últimas décadas do século XIX às vésperas da Segunda
Guerra Mundial.
   Nesta perspectiva surgiu uma historiografia colonial, cujo princípio
era amparado na ideia de que a história da África somente começa
com o desembarque dos europeus naquele continente. O mito racista
da superioridade dos povos brancos sobre os negros foi alimentado
pela convicção de que a conquista colonial confirmava essa tese. Nesse
período muitos trabalhos de história estiveramconectados a esse ponto
de vista. Evidentemente que esses estudos foram realizados por indiví-
duos partícipes do processo de invasão, conquista e instalação das es-
truturas coloniais na África. Isso significa que esta historiografia esteve
condicionada por uma documentação centrada nos relatórios apresen-
tados por viajantes e administradores europeus. Nesta situaçãoa histó-
                                      317
     Capítulo 8: Reflexões sobre a produção do conhecimento histórico da África
ria da África foi elaborada principalmente por indivíduos que exerciam
cargos na administração colonial, sendo estes os principais responsá-
veis por uma versão historiográfica eminentemente colonialista. Fage
(2010) alude ao fato de que os historiadores coloniais profissionais es-
tavam apegados à concepção de que os povos africanos ao sul do Saara
não possuíam uma história suscetível ou digna de ser estudada. No
entanto, o próprio africanista inglês pondera que certos colonizadores
tentavam investigar e registrar a história daqueles a qual governavam.
Este paradoxo de ter que pesquisar uma história a qual era propagado
teoricamente não existir se justificava por apresentar funcionalidade
prática. Esta praticidade consistia no fato de que, para os europeus, o
conhecimento das sociedades africanas auxiliaria na instalação e fun-
cionalidade da administração colonial.
   Não obstante, durante a colonização se destacou uma iniciativa de
historiadores africanos que, a despeito de terem formação na Europa,
criticavam os princípios da versão colonialista. Do mesmo modo que
estudiosos africanos no século XV iniciaram o processo de criação de
uma variante de historiografia africana, como os mencionados Tarikh
de Tombuctu utilizando o árabe, na época da colonização historiadores
africanos escreveram sobre a história de suas regiões utilizando línguas
europeias. Um dos pioneiros nessa escrita histórica africana na época
colonial foi Samuel Johnson com sua obra História dos Yoruba. Assim
como os autores dos Tarikh, esse historiador africano esteve influen-
ciado pela religião e cultura importada, no caso a europeia. No entanto,
                                      318
    Capítulo 8: Reflexões sobre a produção do conhecimento histórico da África
no conceito de Fage (2010), qualquer estudo sobre os Yoruba tem que
obrigatoriamente consultar Johnson.
   Em contexto colonial esses historiadoresafricanos podem ser con-
cebidos como uma forma de resistência ao padrão oficial de ver a
história da África, ou seja, foram a antítese imediata ao pensamento
colonialista. A imagem da África como o continente obscuro à es-
pera de ser descoberto pelos europeus estava em consonância com
as relações de poder entre África e Europa, mas isso não se deu sem
contraposições. Na época colonial aparece embrionariamente uma
historiografia da resistência africana escrita por africanos formados
em universidades europeias. Nesse momento o quadro espacial era
paradoxal: europeus que permaneciam na África produziam uma li-
teratura histórica colonialista e africanos que estiveram na Europa se
contrapunham a essa versão. A propósito, além da obra citadas acima,
importantes trabalhos sobre a história africana realizada por africanos
foram publicados neste período, a exemplo da escola historiográfi-
ca desenvolvida em Uganda na África central. Segundo Fage (2010)
surgiu em Uganda uma corrente historiográfica envolvendo historia-
dores locais fundada por Apollo Kaggwa a partir de sua primeira
obra em 1906 intitulada História Geral do Reino Buganda, no qual
incluía também a história dos reinos vizinhos de Bunyoro e Ankole.
Portanto, na época colonial sedimentou-se uma historiografia oficial
de cunho racista, no mesmo momento surgiu uma historiografia con-
temporânea africana de cunho contestatório.
                                     319
     Capítulo 8: Reflexões sobre a produção do conhecimento histórico da África
   A experiência mais intensa de superação da historiografia colonial
surge notadamente a partir do pós Segunda Guerra Mundial. Segundo
Curtin (2010) a conjuntura historiográfica após o fim da referida guerra
nos proporciona uma ideia da atmosfera que contagiava os historiadores
em relação a África. Nesse contexto, a preocupação desses historiado-
res esteve centrada em ultrapassar a marca da história colonial buscan-
do realizar uma reconstrução da experiência histórica original dos povos
africanos. Através desse ambiente exigente de mudanças, os processos
de independências africanas podem ser considerados como o élan vital
que proporcionou o aparecimento de um movimento intelectual deno-
minado de renascimento africano. A historiografia africana advinda deste
período se encontrava imbricada nesse movimento de cunho político e
intelectual. Os novos parâmetros para a construção da história africana
surgida nessa ocasião possuíram dois sentidos: estabelecer, para a pro-
dução do conhecimento histórico africano, uma metodologia criteriosa e
se empenhar num embate ideológico questionando a visão colonizadora.
   Com essa perspectiva de renovação brotou um instrumento de pro-
moção e divulgação da produção intelectual africana decisivo para a his-
toriografia da África: a revista Presença Africana. Em 1947 e 1949 foram
criadas em Paris a Sociedade Africana de Cultura e sua revista Presença
Africana. Os historiadores que participaram da construção desse movi-
mento estavam dedicados à tarefa de construção, entre outros objetivos,
daquilo que se denominava na época de uma história descolonizada. Sua
atuação aconteceu nos países europeus onde havia uma nova geração de
                                      320
     Capítulo 8: Reflexões sobre a produção do conhecimento histórico da África
intelectuais africanos formados nas técnicas europeias de investigação
histórica. Os intelectuais africanos envolvidos nesta instituição produzi-
ram trabalhos voltados para o passado da África, tendo como ponto de
vista o africano, entendido como a busca de uma identidade cultural ori-
ginal negada pelo colonialismo.
   Neste processo de construção teórica de uma nova história da Áfri-
ca uma geração de historiadores marcou época como pioneiros da sedi-
mentação de uma historiografia africana crítica à versão eurocentrista.
Em especial, três nomes deveriam ser destacados: Amadou Hampatê Bâ,
Cheik Anta Diop e Joseph Ki-Zerbo. Estes nomes são expoentes signi-
ficativos que representam a reconstrução do conhecimento histórico da
África realizada pelo mencionado movimento do renascimento africa-
no. Estes intelectuais elaboraram importantes premissas para a produção
historiográfica africana. Amadou Hampatê Bâ representou a consolida-
ção da tradição oral como fonte cientificamente aceita para a construção
do conhecimento histórico, sendo referência mundial nesse tema. Cheik
Anta Diop foi o mais importante intelectual da concepção denominada
de afrocentrismo. Joseph Ki-Zerbo se constituiu como um dos historia-
dores africanos mais conhecidos mundialmente, defensor da autonomia
histórica da África e um dos principais idealizadores da reconhecida co-
leção História Geral da África patrocinada pela Organização das Nações
Unidas para a Educação, a Ciência e a Cultura (UNESCO).
   Para adentrar na historiografia sobre a África o conhecimento das
obras desses autores é um passo importante. Entra-se no mundo dessa
                                      321
     Capítulo 8: Reflexões sobre a produção do conhecimento histórico da África
historiografia por várias portas, mas diríamos que a principal poderia ser
aquela que estivesse no parapeito inicial as obras desses três renomados
historiadores africanos. A concepção de uma África vista em sua totali-
dade sem menosprezar as particularidades, a defesa das teses de origem
africana para as realizações culturais, sociais e políticas de suas socieda-
des, a difusão cultural que marcou a contribuição da África para a história
da humanidade, a capacidade africana de realizar sínteses culturais a partir
de contribuições externas e a tradição oral como elemento estruturador
e reprodutor das relações sociais africanas são princípios teóricos apre-
sentados por esses historiadores que nortearam com maestria os estudos
históricos africanos da atualidade e que consolidaram definitivamente a
historiografia africana como um campo científico de investigação.
   Palavras finais
   O surgimento de uma produção do conhecimento histórico africa-
no existiu desde a época antiga, notadamente na região nilótica com
as civilizações do Egito, Cuxe e Axum. Estas culturas possuíam escrita
própria e elaboraram uma variedade de materiais que são considerados
tanto fontes historiográficas como, em muitos casos, trazem narrativas
e interpretações próprias dos eventos históricos. Portanto, mesmo que
localizada espacialmente, houve na época antiga uma matriz de produção
do conhecimento histórico na África, especialmente quando se refere
ao Egito antigo. Não se justifica, portanto, uma afirmação de que na
África inexistia uma produção histórica autóctone desde a época antiga.
Igualmente procedemos que, a despeito dessa realização de escrita histó-
                                      322
     Capítulo 8: Reflexões sobre a produção do conhecimento histórico da África
rica africana, a atenção dos especialistas se concentra na documentação
e narrativas estrangeiras, notadamente aquela de matriz grega. A escrita
histórica africana seria assim ofuscada pela de origem grega no que diz
respeito ao conhecimento histórico antigo da África.
   Em período posterior vigora uma historiografia africana de matriz
muçulmana. Essa produção do conhecimento histórico africano acon-
teceu paralela à produção de uma historiografia arabista que incluía a
África em seus estudos. Portanto, temos duas modalidades historiográ-
ficas de cunho muçulmano: africana e arabista. Ambas incluíam civili-
zações de determinadas regiões da África negra. Nesse sentido, para os
especialistas analisados, surgiu aqui a historiografia africana. A nosso ver,
trata-se de uma variante de historiografia na África, tendo em vista que
na época antiga havia trabalhos de história africana. Cabe salientar que
esta historiografia de influência muçulmana é relativamente desconheci-
da. Por sua vez, no período do comércio Atlântico apareceu uma nova
elaboraçãohistoriográfica a qual reconhecemos como novo momento
historiográfico africano levando em conta o tratamento diversificado e
especializado das fontes. Nesse contexto, a historiografia sudanesa e da
costa oriental africana são igualmente ofuscadas pelas narrativas euro-
peias do comércio mercantilista.
   Na atualidade histórica da Áfricaa característica da historiografia afri-
cana assume cunho anticolonialista, por conseguinte antieurocêntrica.
Essa historiografia teve dois momentos distintos: durante a instauração
e consolidação do colonialismo e na época das independências africanas.
                                      323
     Capítulo 8: Reflexões sobre a produção do conhecimento histórico da África
No primeiro momento se preocupou em registrar a antiguidade e origi-
nalidade histórica dos antigos reinos e impérios africanos, na contrapo-
sição à história eurocêntrica fundamentada na ideia de entrada da África
na história a partir do advento de intervenção exógena. No segundo mo-
mento a historiografia africana, além de dar continuidade ao resgate de
suas antigas civilizações, adentra no debate em torno das metodologias
científicas de construção histórica para a África, assim como a elaboração
de teorias da história própria para explicação do desenvolvimento africa-
no como no caso da teoria afrocentrista.
   Existiu uma longa produção de conhecimento histórico africano ori-
ginal desde a época antiga. Inicialmente de cunho regional essa realização
historiográfica foi sendo ampliada em dimensão continental até o mo-
mento da atualidade. Em cada situação histórica a historiografia de base
africana esteve tanto relacionada à sua realidade interna quanto às suas
conectividades com outras civilizações fora do continente. Nesse sentido,
o conhecimento histórico produzido por africanos possui originalidade
própria como também foi plenamente capaz de absorver elementos de
outras realizações historiográficas exógenas, assim como forneceu con-
tribuições às demais historiografias estrangeiras as quais obteve contato.
   A problemática e o consequente desafio da produção histórica so-
bre a África esteve constantemente em movimento de contraposição às
interpretações estrangeiras sejam elas greco-romanas antigas, árabes ou
europeias contemporâneas. Isso acarretou para essa historiografia a situ-
ação de ocultamento em termos de expressão mundial, criando a imagem
                                      324
     Capítulo 8: Reflexões sobre a produção do conhecimento histórico da África
de sua inexistência, como se ela brotasse apenas nas últimas décadas do
século XX. Portanto, a situação não é a da existência de uma produção da
escrita histórica africana desde tempos remotos, mas substancialmente
de sua divulgação.
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     Capítulo 8: Reflexões sobre a produção do conhecimento histórico da África
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                                      326
             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
                       CAPÍTULO 9
  La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
Reto para la autodeterminación del Sahara y para la
                 justicia transicional en España
                                                     Juan Carlos Gimeno Martín
El 17 de junio de 1970 se produjo una manifestación histórica para el
pueblo saharaui en la que se expresó por primera vez su voluntad por
autodeterminarse. En los meses precedentes un movimiento político, la
OALS, había surgido en el Sahara occidental, teniendo al joven Moha-
med Sidi Basiri como líder y consiguiendo movilizar a miles de saha-
rauis. La manifestación fue reprimida por las fuerzas del orden colonial
español, habiendo heridos y muertos. Los dirigentes de la organización
fueron detenidos, torturados y después condenados a prisión y Basiri
resultó desaparecido. Hasta el día de hoy se desconoce su paradero, y en
caso de estar muerto, dónde descansa su cuerpo. La represión de esta ma-
nifestación, conocida como manifestación de Zemla, hizo evidente a los
saharauis la imposible negociación de la independencia con el gobierno
de Franco por la vía pacífica y la necesidad de recurrir a la vía armada. El
Frente Polisario surgió de esta conciencia y con este objetivo.
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              Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
    Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
   Este artículo busca contribuir a escribir una contrahistoria del Saha-
ra Occidental47 que reescriba la historia de la región desde perspectivas
distintas a las de la biblioteca colonial: desde las voces saharauis, que han
sido históricamente silenciadas y negadas, y desde una perspectiva crítica
con el relato colonial. La desaparición de Basiri fue un acto de terrorismo
de estado (Dalmases, 2010), un crimen de lesa humanidad que no puede
ignorarse ni quedar impune. Este texto está escrito desde la convicción
de que en la cuestión de los derechos humanos no puede darse una po-
sición de neutralidad objetiva. En la medida de mi condición como ciu-
dadano español, este artículo está también escrito «contra mí mismo»48,
moviendo mi conciencia ante un hecho que no debería haber ocurrido ni
permanecer en el olvido.
   El artículo utiliza como eje la entrevista realizada con Salem Lebsir49,
sobrino de Mohamed Sidi Basiri y secretario de la Organización Avanza-
47 Desarrollo el concepto de contrahistoria para el Sáhara Occidental siguiendo la acep-
ción de Michel Foucault (1976) en la Genealogía del Racismo donde, en su crítica de la
historia como discurso del poder y la fascinación que ejerce, propone la contrahistoria
como el “discurso de los que no poseen la gloria, o de los que habiéndola perdido se
encuentran en la oscuridad y el silencio” (Gimeno y Robles, 2014).
48 Término utilizado en los debates sobre la blanquitud, desde posicionamientos femi-
nistas decoloniales, para indagar desde ahí las discusiones sobre el lugar de las feminis-
tas blancas o blanqueadas en el proyecto descolonial (flores, 2010, la autora escribe su
nombre siempre con minúsculas).
49 Agradezco a mi colega y amigo, Bahia Mahmud Awah, la adecuación al hasanía de
los nombres de los protagonistas de este relato histórico.
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
da para la Liberación del Sahara (OALS) creada en 1969. La conversación
tuvo lugar en mayo de 2016 en el Ministerio de Educación de la Repúbli-
ca Árabe Saharaui Democrática (RASD), en Rabuni, en el marco de un
proyecto de investigación sobre la historia de las relaciones coloniales Es-
paña-Sahara entre 1958 y 197650. La entrevista se centró en la condición
de testigo de Salem Lebsir, al participar directamente y ser protagonista
de los acontecimientos que llevaron a la realización de la manifestación
acompañando a Basiri. Esto nos permite tomar en cuenta una narrativa
saharaui sobre su propia historia, cuestión que ha sido ampliamente -sal-
vo excepciones- desconsiderada por los historiadores.51 Reproduzco la
50 La entrevista se realizó como una actividad del proyecto de investigación “Consoli-
dación Y Declive Del Orden Colonial Español (1958-1976).” En la entrevista partici-
paron también: Bahia M. Awah, Francesco Correale, Larosi Haidar, Mohamed Salem
Abdelfath (EBNU), Ildefonso Barrera y Juan Ignacio Robles.
51 La mayor parte de lo que se conoce sobre este acontecimiento se debe a los archivos
y a los testimonios de militares y autoridades españolas, “voces altas” en los términos de
R. Guha (2002), que componen el discurso primario y secundario, que trasmiten la ver-
sión oficial de los hechos. Los testimonios propios de personas saharauis tampoco han
sido sistemáticamente tomados en cuenta por la dirigencia del Polisario, más enfocada
en construir la historia con sus actos que en narrarla. En los últimos años, sin embargo,
hay mayor interés en las instituciones de la RASD en ella, y en 2019 se constituyó una
comisión nacional para su revisión. El seminario en el que participamos en 2016 se
alinea con esta nueva inquietud. Varias presentaciones de intelectuales y políticos saha-
rauis, como la del histórico líder, Mohamed Lamin Ahmed, apuntaron a la revisión de
ciertos pasajes de la historia de la resistencia saharaui contra el colonialismo en el siglo
XX. En particular, los acontecimientos de 1957 y 1958 en lo que se conoce como la
última guerra colonial, la guerra de Ifni-Sahara.
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
entrevista y hago uso de las notas a pie de página para dialogar con los
registros escritos o con los testimonios de otras personas, saharauis y no
saharauis, que fueron testigos de estos acontecimientos, buscando ofre-
cer así una versión histórica en contrapunto que contraste y complete el
relato hegemónico ofrecido por los trabajos de archivo y las referencias
de la biblioteca colonial. Al final del artículo sitúo la desaparición de
Basiri, en 1970, en dos grandes marcos vinculados a las desapariciones
forzosas dentro de la justicia transicional y los derechos humanos: 1) la
desaparición de personas saharauis en el contexto colonial (del colonia-
lismo español, 1958-1976) y de la ocupación marroquí (1975-hasta el
presente), 2) el tratamiento de los desaparecidos durante el franquismo
y el intento reciente de crear una Ley sobre la Memoria Histórica en Es-
paña. En ambos casos la figura de los desaparecidos se ha inscrito en los
últimos decenios en el marco de los derechos humanos y la normativa
internacional sobre los mismos.
   Hasta el presente, la escritura de la historia del Sahara Occidental, así
como los intentos de revisar la historia española del siglo XX (especial-
mente el exilio, la guerra civil y la represión posterior del franquismo)
chocan con grandes dificultades puestas de manifiesto por los historia-
dores. Especialmente, estos fueron la ley de secretos oficiales (de 1968),
promulgada en los últimos años del franquismo como instrumento para
el control e impunidad del estado –y que, si bien se ha reformado leve-
mente, todavía no ha sido derogada, sirviendo a los gobiernos españoles
antes y después de la Transición de 1978 para mantener en la penumbra
                                        330
             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
numerosos acontecimientos del pasado reciente–, y la ley de Amnistía
(de 1978) por la que no pueden juzgarse los crímenes de franquismo52.
Estas leyes contribuyeron a impedir a los saharauis conocer el paradero
de Mohamed Basiri. Quizás la promulgación de una nueva ley de la Me-
moria Histórica Democrática en España, (en estos momentos, septiem-
bre de 2020, existe un anteproyecto para su tramitación parlamentaria),
contribuya a cambiar este estado de cosas, si bien la experiencia pasada
no conduce al optimismo.
   Entrevista con Salem Lebsir
   Salem Lebsir: -Bueno, yo lo que puedo aportar es lo que más que más
o menos he vivido53. Mejor que el testimonio del que no ha vivido, entonces
no sabes si es la verdad, o no. Entonces lo que yo puedo hacer es lo siguiente:
52 Los dos primeros artículos de la ley enumeraban los ámbitos de la amnistía. En el
artículo segundo, según los apartados e y f, quedaba incluidos en la amnistía: los delitos
y faltas que pudieran haber cometido las autoridades, funcionarios y agentes del orden
público, con motivo u ocasión de la investigación y persecución de los actos incluidos
en esta Ley, y los delitos cometidos por los funcionarios y agentes del orden público
contra el ejercicio de los derechos de las personas.
53 Es una constante en las personas saharauis limitar sus testimonios a situaciones que
han vivido directamente y/o que les han trasmitido personas de su total confianza, prin-
cipalmente las historias contadas en las jaimas en el entorno familiar. Fernando Guijarro
escribió un libro sobre la experiencia de la lucha del pueblo saharaui en los años 80,
basado en este tipo de testimonios, que tituló según un dicho saharaui: “La distancia de
los cuatro dedos”; distancia que marca la diferencia entre el ojo que ve (la verdad de lo
que se ha visto) y el oído que recoge lo que se dice (Fernando Guijarro, 1997).
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
(Basiri) nació en el Sahara54, pero estudió en Marruecos. Hizo estudios entre
Egipto y el Cairo (y Beirut, dice Bahia Mahmund Awah).
   Sí. Bueno, volvió a Marruecos y empezó a escribir en periódicos y
bueno no sé quién entre los marroquís escribió que el Sahara es marro-
quí, entonces él escribió que el Sahara para los saharuis, es de los saha-
54 Basiri, perteneciente a los erguibat, fracción Lemuadenim, nació en Tan Tan en
1942, entonces parte del protectorado español de Cabo Juby (después, Tarfaya). El
lugar de nacimiento es objeto de confusión (interesada) en relación a su procedencia.
Por un lado, la identidad de Basiri es clara, autoidentificándose como saharaui, nación
en territorio colonizado por España. Tras la guerra de 1957-58, tras la independencia de
Marruecos en 1956, mediante el acuerdo de Cintra, firmado entre Marruecos y España,
ésta cede a Marruecos la zona sur del Protectorado, territorio que nunca había sido
parte marroquí en el pasado (Maestre Fuentes, 2019, 83). “Con aquel territorio, Madrid
proporcionó también a la monarquía cherifiana un argumento para reivindicar el resto
del Sahara” (Bárbulo, 2002: p. 41).
En la cesión de Cabo Juby a Marruecos, hay historiadores “que señalan que lo que pre-
tendía realmente España con este gesto era poner punto y final a futuras reivindicacio-
nes marroquíes sobre los restantes territorios norteafricanos que estaban todavía bajo
soberanía española. Cesión, por otra parte, que demostró ser totalmente ineficaz, pues
las reivindicaciones de Marruecos continuaron y continúan hoy en día sobre todos los
territorios españoles del norte de África.” (Maestro Fuentes, 2019: 83).
Por otra parte, Basiri es calificado por las autoridades españolas como marroquí. Su
ficha policial, tras su detención señala: “Ha vivido siempre en Marruecos […]”. Es por
ello que en su estancia en el Sahara Occidental está desprovisto de papeles y siempre
amenazado con la expulsión o deportación.
El desacuerdo con la entrega de una parte de este territorio. que los saharauis consi-
deraban propio, estará en el centro del debate sobre la delimitación del Saharque se
menciona en el nombre de la organización.
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              Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
    Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
rauis. Bien, entonces ahí empezaron a buscarle para capturarle. El huyó,
se escondió y volvió al Sahara. Cogieron a su hermano. Llegó por lo me-
nos Basiri al Sahara a finales del 67 y [...] llega de Marruecos. Ha vivido
en Marruecos, ha estudiado en Marruecos.55 En principio no lleva docu-
mentos, tiene documentos provisionales al principio, pues le condenaron
a casi una semana en la cárcel y después cuando salió, como tenía unos
familiares allí (en Smara), vinieron jefes de tribu, también, a hablar sobre
él, quien era, y en fin, se libró y le dieron un documento provisional. Bien,
entonces ese tiempo casi no se movía, ¿no?, solo está en Smara y cogió
una casa de un familiar de él 56y empezó a enseñar el árabe, enseñar a es-
55 Según la ficha policial de Basiri, con la información recabada en los interrogatorios,
estudió en Marrakech y Casablanca. Los acontecimientos de la guerra de 1957 y 1958,
así como la cesión de la provincia de Cabo Yubi a Marruecos en 1959, los siguió desde
estos lugares, cuando estudiaba el bachillerato. Después estudió periodismo en El Cairo
y Damasco. Cuando volvió a Casablanca en 1966 “con la cabeza llena de las emergentes ideas
panarabistas del egipcio Nasser y las tesis socialistas del partido sirio Baaz” (Bárbulo, 2002: pp.
70-71) desde las que escribió sus artículos en los dos periódicos en los que trabajó, el
segundo de su propiedad: El Assae y Chomoa, bajo el seudónimo Basiri.
56 Tomás Bárbulo (2002: p. 71) se detiene en la práctica de la hospitalidad y las relacio-
nes tribales para explicar el acogimiento de Basiri en Smara. Perteneciente a la tribu de
los Erguibat, en concreto de los Lemuadenim, y perteneciente a la familia (ahel) Lebser,
parte de los cuales habitaban en Smara, fue acogido cuando llegó a la ciudad en 1968.
Un primo hermano, Brahim Liman , le acogió en su casa (Bárbulo, 2002: pp. 71-72). La
ciudad de Smara es la única ciudad saharaui, la única que no fue fundada por los españo-
les. Fue construida por el chej Malainin, líder religioso y de la resistencia anticolonial en
1898. Hasta 1934 los españoles no llegaron a la ciudad. El año 1934 es conocido como
Melga Lahkama (el año de la Reunión de los Gobiernos o el año del acuerdo), donde se
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              Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
    Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
cribir en árabe, a un grupo de estudiantes que estudiamos en las escuelas
(de la colonia) pero que no estudiamos en árabe, solamente en español.57
    Entonces le contrataron para que de clase a un grupo de estudiantes
y ahí empezaron. Empezó el a conocer a la gente, y la gente también a
produce la pacificación del Sahara, acordando los notables de las tribus saharianas, junto
a los representantes de las metrópolis coloniales, España y Francia, el cese de hostili-
dades por parte de la resistencia anticolonial y el reconocimiento de las fronteras. Los
saharauis gustan recordar que se trató de un acuerdo, no de una imposición.
57 Joaquín Portillo (2019: p. 353) señala que en Smara Basiri se dedicaba a enseñar el
Corán y a la venta de artesanías. Bárbulo señala que en sus primeros tiempos en Smara
se dedicaba a la venta de amuletos, hasta que su dominio del Corán y del árabe le con-
virtió en un hombre destacado y reconocido. Las personas apreciaban sus consejos en
cuestiones religiosas y su consuelo a personas enfermas, y comenzaron a agradecerle
con pequeñas donaciones.
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
conocerle a él. Y si contactó con Mohamed Mahmud Baidela que es un
juez, para nosotros un gran juez en el Sahara, y este vivía casi tres kiló-
metros fuera de Smara, donde tenía plantadas sus jaimas, pero cuando
conoció a Basiri venía casi diariamente a donde estaba viviendo Basiri.
Entonces ahí, con los libros en árabe, la justicia, el islam y todo eso, por-
que Mohamed Mahmud es juez. Pues entonces él (Basiri) tiene también
conocimientos en ese aspecto […] y también, Basiri, quería conocer más
o menos las costumbres saharauis, conocer la costumbre de los ancianos,
[…]58 Bueno después una tarde tenemos un amigo que siempre escucha-
ba la radio59, la emisora de Londres, casi todos los saharauis la escuchan.
58 La sociedad saharaui ha estado regulada por una diversidad de sistemas jurídicos que
se han solapado como un palimpsesto. La sharia y la costumbre se entrelazaron hasta
1884; sobre ellos se extendió la regulación colonial española, que reconoció la justicia
cheránica.
59 Sidi Iazaa, comerciante de Smara y pariente de Basiri capta por la radio, a través de la
BBC de Londres, la referencia a dos editoriales, del Guardian y The Telegraf, en la que
ambos periódicos se hacen eco de la noticia de la división del Sáhara Occidental entre
Marruecos y Mauritania. Literalmente dicen que desde Bojador hacia el Sur correspon-
dería a Mauritania. Esa misma noche, Iaaza en reunión con un grupo de jóvenes, debate
sobre la noticia y llegan a la conclusión de que habría que hacer algo para evitar que
los colonialistas repitan lo que han hecho ya con Ifni y Tarfaya. Basiri no estaba en la
reunión, pero, enterado por Iaaza encarga que, antes de hacer nada, se indague sobre el
sentimiento de sus compatriotas al respecto. Sidi Brahim Luchaa afirma que no se pue-
de permitir que sigan descuartizando y entregando “nuestros territorios”. Se propone
organizar una manifestación, redactar una protesta a las autoridades, y similares. Basiri
asiste en silencio. (Emboirik, O. 2017, 63) Cinco de ellos se comprometen a formar el
núcleo inicial de la Organización de Vanguardia que debe preservar y emprender la libe-
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
Entonces por la tarde, a las 17h de la tarde oyó una información en esa
emisora, que España va a entregar una parte (del Sahara Occidental) a
Argelia, y que va a entregar otra parte a Marruecos. Un grupo de jóvenes,
por la noche, trajo la información y empezamos a conversar. Entonces,
no, «eso no se puede aceptar que España no va a estar entregando cada
momento una parte de nuestro territorio»60. Ha entregado Sidi ifni, ha
entregado Tarfalla y ha entregado Tan Tan y que sigue entregando, que
esto no se puede aceptar y ahora va a entregar una parte a Argelia, y que
esto no se puede aceptar. Bien, esta noche pues todo el mundo hablaba.
Y el gobierno español había reclutado a mucha gente entre familias. Na-
die sabe quién, y quién. Chivatos y todo, todo ahí mezclado61. Bien, esta
ración del Sáhara Occidental. (Joaquín Portillo, 2019: p. 354) (Cito una nota de Bahía M.
Awah: “Liasaa” es el verdadero apellido mientras que “Iaaza” es erróneo. Del registro
en la documentacion de Sidi Uld Liasaa, más conocido por Sidi Uld Lebsir).
60 La experiencia vivida por Basiri en su adolescencia, la cesión de Tarfalla (antigua
Cabo Yubi) a Marruecos en 1959, está presente.
61 La existencia de los chivatos era propia del orden colonial, saharauis cooptados y pa-
gados por la metrópoli como fuente de información. Con el desarrollo del nacionalismo
los chivatos fueron fuertemente criticados por la sociedad saharaui, y en su poesía. Uno
de los poetas nacionales, Mohamed Salem Badi lo expresó de esta manera: “Me acuerdo
que en ese tiempo hicimos muchísimos versos, y también me acuerdo de una poesía
completa que hice sobre los chivatos, personas que estaban informando al exterior (a
los españoles, a los marroquíes, a los mauritanos) de lo que la gente estaba diciendo,
haciendo… esta poesía hablaba sobre los chivatos, criticándolos, señalando que el pro-
pio profeta nos previene sobre ello […] alertando a los saharauis, sosteniendo que los
saharauis no podían tener delatores dentro de su sociedad, provocando diferencias y
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
noche pues no se ha podido tomar ninguna decisión por muchas razones.
Una, pues no hay mucha confianza entre el grupo que está ahí y la otra,
es que no tenemos conocimiento de nada. Realmente es un grupo de
jóvenes que rechaza esa posición española, pero ¿cómo? No sabemos
lo que vamos a hacer. Entonces hemos hablado con Basiri, sobre cómo
él ve esto. Y bien, él asistió esa noche a esa conversación. Había 12 ó 13
personas. Antes, pues siempre hacemos estas reuniones y encuentros por
la noche. Siempre jugamos (a la) baraja, tomamos té juntos y charlamos,
pero nada de política ni nada, ¿entienden? Pero ya, en la primera noche
la gente hablaba de qué vamos a hacer y de qué forma lo vamos a hacer.
Hacer una manifestación, iremos a la oficina (de la administración colo-
nial), nos manifestamos allí, acampamos, no sé qué […] Muchas ideas. La
segunda noche, cuando él participó también tenía miedo porque él no,
no es como nosotros. Nosotros tenemos nuestra identidad (nuestra iden-
tificación como españoles62), no tenemos miedo a nadie porque somos
conflictos entre ellos”. La conciencia de pertenecer a una sola sociedad era el fondo de
esta crítica y posibilitaba una condena moral sin paliativos. “Recuerdo que compusimos
muchísimos versos, y también recuerdo una poesía completa que hice que hablaba so-
bre los delatores, que es una cosa mala, que nuestro propio profeta nos advierte que no
podemos trabajar con delatores, que son personas que crean conflictos entre hombres,
entre hermanos. Nos recuerda que cualquier conflicto puede surgir entre los hombres,
pero ser delator nunca es cuestión de hombres. Si tú tienes problemas conmigo, enfrén-
tate a mí, y discutimos, me regañas, me matas incluso, si quieres, pero la delación es cosa
de poca hombría”. (citado en Juan Carlos Gimeno Martín et. al , 2020).
62 En 1970, España dotó a los saharauis de DNI. Era un documento de identidad
igual que el de cualquier otro nacional español, con la particularidad que fue editado
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
saharauis y nacimos allí (en la provincia del Sahara Occidental). Pero el
todavía tiene un documento provisional y es fácil de echarle. Entonces,
él hablaba muy poco, intervenía muy poco. El día siguiente por la maña-
na yo lo encontré y hablé con él. Me dijo: «si queréis algo serio, avisa a
cuatro personas, que el mencionó, y hacemos una reunión solos y a ver
lo que podemos hacer». Hemos avisado a Brahim Gali63, a Abdehay Sidi
Mhamed, está todavía aquí (en los campamentos), era un militar, ha Sidi
Lebsir y a Salama el Mami, que falleció el año pasado. También era com-
batiente, herido varias veces, falleció. Yo avisé al grupo. Hemos quedado,
no sé si a las 9 de la noche. Empezamos a hablar. El dijo, bueno, anoche
había un gran grupo, no sabemos en quién podíamos confiar, pero ahora
que somos un grupo muy reducido podemos hablar de todo y ver lo que
podemos hacer. Eso es lo que hemos dicho. Todo el grupo excepto él,
solamente teníamos la intención de hacer algo, pero no sabemos si coger
piedras o hacer una manifestación, o […]; es que no sabemos, no tene-
mos idea. Casi todos somos jóvenes y es la primera vez que hablamos de
política; es una reacción así, espontánea. Bien, él dijo, bueno, si queréis
en español y árabe. Entre 1970 y 1975 se expidieron en el Sáhara DNI numerados del
1 al 32.516. Incluía los siguientes datos: Nº de registro - Nº de documento de identi-
dad - Nombre y apellidos del titular - Lugar y fecha de nacimiento - Tribu y fracción
de adscripción - Domicilio y dirección (no siempre figuraba, debido al nomadismo) -
Profesión (no siempre figura) - Lugar y fecha de expedición (Ministerio del Interior de
España, 2013: p. 7).
63 Histórico líder saharaui, hoy presidente de la RASD. También fue uno de los
fundadores del Polisario el 10 de mayo de 1973 y uno de los protagonistas de la primera
acción armada del Polisario, el 20 de mayo de 1973, fecha histórica del pueblo saharaui.
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
hacer algo podemos hacer algo en serio, pero eso requiere muchos cono-
cimientos, saber que mañana cuando se entere el gobierno español que
hay un partido político, o un frente político, como lo queramos llamar,
acabará con ustedes porque Franco, la política franquista, es una política
dictatorial. Entonces, él (Franco) no mantiene a ningún político en las
cárceles. La noche que entra, es la noche que acaba con él. Entonces lo
que están ahí (en la cárcel) son solamente la gente, ladrones, presos co-
munes, pero un político allí (en la cárcel), no64. Entonces, vais a arriesgar
si pensáis hacer algo político, vais a arriesgar. Si estáis dispuestos a arries-
64 En los años 60 el régimen franquista realizó cambios legales con el paso de un
“estado de guerra” –la lucha contra el maquis resistente en el interior– a un “estado
de paz”, como la creación del TOP (Tribunal de Orden Público). Las atribuciones de
la jurisdicción militar se redujeron. Se produjo también la ley de amnistía de 1969 (el
año que apareció el movimiento saharaui liderado por Basiri, treinta años después de
la terminación de la guerra) que acabó definitivamente con los juicios por responsabi-
lidades durante la guerra civil, poniendo fin a las condenas por crímenes de guerra. Sin
embargo, al mismo tiempo, la creciente conflictividad social provocó que a finales de
década se endurecieran las penas contra delitos de tipo político como el terrorismo y los
atentados contra el orden público, delitos que seguían siendo juzgados por tribunales de
guerra, provocando un repunte en el número de ejecuciones en los setenta. De hecho,
entre 1960 y 1975, la mayoría de los delitos castigados con la pena de muerte fueron
de tipo político: hubo 8 ejecutados por terrorismo, 5 por asesinato de miembros de las
fuerzas del orden, 1 por crímenes de guerra y solo 2 por delitos comunes. En cualquier
caso, fuera cual fuese el carácter del delito, es especialmente llamativo que en el 100 %
de los casos analizados existieron delitos de sangre. A pesar de que, como ya hemos
visto, la pena de muerte estaba contemplada para muchísimos supuestos tanto en el
Código civil como en el militar, a efectos prácticos parece ser que solo se aplicó cuando
el reo había acabado con la vida de alguien.” (Portal González. 2014: p. 16).
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              Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
    Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
gar, arriesgar vuestra vida, bien podemos hacer algo; si no, dejar esto que
todavía no es el momento. Pero solamente después, él para mí solamente
quería saber si somos serios o no, para hacer algo. Hemos dicho que no-
sotros queremos esperarlo. No, nos importan nuestras vidas por lo que
puede ocurrir, así que estamos dispuestos a morir. Entonces, nos planteó
lo siguiente: «tenemos la experiencia del Frente de Liberación argelina,
tenemos la experiencia cubana, tenemos la experiencia de unos cuantos
países, movimientos de liberación, pueblos que han hecho movimientos
para liberarse del colonialismo, tanto francés como […] Bien, entonces
hemos quedado que podemos hacer un movimiento de liberación, un
movimiento de liberación más o menos entre la experiencia argelina y
la experiencia palestina; ahí hemos quedado. Hemos decidido dar ese
nombre a nuestro movimiento: Movimiento de liberación para Saquia
el Hamra. Bien. ¿por qué hemos dicho Saquia el Hamra y no, Saquia el
Hamra y Río de oro? Se ha dejado abierto el nombre, «Movimiento de
Liberación del Sahara», Sahara con la frontera actual o la frontera sin
definir, sin limitar la frontera porque todavía a lo mejor otros, en otros
años (posteriores), a lo mejor otra generación puede reivindicar Tan Tan
o puede reivindicar […]; por no cerrar, por no cerrar la frontera (los lí-
mites).65 Bien, hemos terminado a las 3:00 de la noche y hemos hablado
65 Este debate se basaba en la siguiente consideración: el territorio retrocedido por
España a Marruecos en 1959, formaba parte de la geografía histórica y cultural saharaui.
Posteriormente, las reivindicaciones del Polisario se centraron en el territorio del Sahara
Occidental, tomando el paralelo 27, 40 como frontera norte, para ajustar sus reivindica-
ciones a las fronteras coloniales como se había planteado en Naciones Unidas en 1960
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
sobre la situación en que se encuentra el pueblo saharaui, la situación po-
lítica española en el Sahara, en España misma y bien hemos jurado sobre
El Corán66, todos los musulmanes cuando juran, como en la Biblia, es lo
y habían aceptado en la Organización de la Unión Africana, como criterio. Sin embargo,
está extendida la conciencia entre los saharauis de la “saharauidad” del territorio com-
prendido entre el rio Dra y el paralelo 27, 40. De hecho, una importante fuente de la
Intifada saharaui se origina en esta franja territorio. El poema, “Intifada”, de Jadiyetu
Aleyat escrito a finales de los años 1980, muestra este sentimiento:
Hijos de las saharauis, /no permitáis la afrenta a mi pueblo en Smara /y en otras ciu-
dades como Asa y Tan Tán.// Habéis visto el levantamiento de El Aaiún /contra el
oprobio del invasor,/¡Cuántos saharauis se tragó la cárcel!//Marruecos es enemigo y
agresor./En mi tierra entró como poseso,/deshonrando a todo mi pueblo.//¿Cuántos
inocentes en la ignominia?//Si os hago yo esta pregunta,/es porque no hay lengua que
pronuncie la respuesta.//Quien haya vivido la realidad /bajo el torrente de lágrimas de
los niños./Quien conoce las canalladas de la maldición /ya no podrá ocultar el secreto
/de la realidad de la gente de la ciudad.//¡Maldita impotencia!//Hijos de las saharauis,
/no permitáis la afrenta a mi pueblo en Smara /y en otras ciudades como Asa y Tan
Tán./[…].
66	        La sociedad saharaui respeta escrupulosamente el texto del Corán, sin ser una
sociedad cerrada en si misma en sus concepciones religiosas y tradiciones islámicas. El
juramento de adhesión consistía en pronunciar las siguientes palabras: “Juro por Dios
todo poderoso y su libro sagrado que no traicionaré mi religión ni mi patria Sáhara, y no
traicionaré a la Organización que busca la liberación de mi país Saguia en Hamra y Uad
Deheb” (Sidahmed Embarec Rahal, febrero de 2012, citado por Emboirik, 2017: p. 63).
Emboirik, señala que el juramento sobre el Corán forma parte de una serie de caracte-
rísticas esenciales de la sociedad saharaui, especialmente de la tradición beduina, como
son “los lazos de parentesco, su fidelidad a la palabra dada, su discreción, su respeto a
la religión recogida en el Corán, etc. que codifican unos valores incuestionables y unas
pautas de comportamiento individual y colectivo aceptadas y consideradas normales
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              Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
    Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
máximo. Entonces hemos jurado; primero juró, él. Tenía un juramento.
(Salem Lebsir repite las palabras, en árabe, del juramento). Bueno termi-
namos a las 3:00 de la mañana. Al día siguiente nos hemos citado también
por la noche, no sé a qué hora por la noche, y hemos ido cambiando de
lugar, hemos cambiado de lugar, hemos propuesto una señal para que no
entrara otra persona, al tocar la puerta, tres toques separados, y después
hemos cambiado también la contraseña, cada x tiempo cambiamos la
contraseña Bien, hemos vuelto la segunda noche también explicándonos
por todos sus miembros. Son en esencia la base principal de la convivencia y de la cohe-
sión social” (Emboririk, O. 2017: p. 69) El juramento sobre el Corán, también conecta
la lucha por la liberación del Sahara con la resistencia anticolonial que siempre adoptó
un lenguaje religioso como lengua franca para la resistencia (Gimeno y Robles, 2015).
El uso de los términos religiosos para confrontar con los extranjeros colonialistas puede
confundir a los analistas. Rodríguez Jiménez (2015), al hablar del nacionalismo saharaui,
señala: “Este nacionalismo tenía una base religiosa, pues todos sus miembros profe-
saban la religión islámica y los afiliados pronunciaban un juramento sobre el Corán”
confundiendo la cultura del islam con la práctica del Islam. En una entrevista que reali-
zamos con Husein Mulud, en Miyek, en octubre de 2010, recitaba unos versos del poeta
Edjil: “El señor Edjil, sabio y poeta de su tiempo en su época, dijo un par de versos: Una
vez que uno entra en el cielo o el infierno ya no se puede salir.”. Estos versos refieren
al período posterior a 1934 cuando los guerrilleros o muyahidines jefes de las cabilas
saharauis pactaron con los militares españoles y franceses el fin de las hostilidades que
durante treinta años habían minado las fuerzas de los contendientes. Hosein Moulud,
nos hace ver que los versos son de temática épica y política aunque aparentemente
aludan a elementos religiosos: “A mi entender ha retomado esta forma religiosa para
incentivar que la gente retome las armas o no las deje ante el avance de los españoles,
ante el cerco español sobre el territorio del Sáhara.” (Robles Picón, Gimeno Martín,
Bahía M. Awah y Mohamed Ali, 2015).
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
lo que vamos a hacer.
   Bahia Mahmud Awah: ¿Todo se hacía en la casa de la familia de
Basiri?
   Salem Lebisir: La primera noche sí, pero después cada rato cambia-
mos de lugar y siempre tenemos miedo que haya gente reclutada dentro
de su familia, entre sus familiares. Entonces, no sabes quién es quién. Por
lo menos ese grupito tan reducido puede trabajar discretamente. Bien,
hemos hablado qué vamos a hacer, cómo empezar y el único guía que
nos puede guiar, el único que sabe, es él. Nosotros no tenemos ninguna
experiencia en este aspecto. El ya más o menos ha estado en Egipto, ha
estado en Siria, (ha estado en el Líbano, añade Bahia Mahmud Awah)
ha estado en muchos lugares. Entonces tiene ya más o menos una pe-
queña experiencia de lo que se puede hacer. Y aparte también que no es
una persona simple, es una persona de mucho conocimiento y mucha
voluntad. … Bien, esa noche empezamos a hablar de la experiencia de
esos movimientos, el que logró su independencia en tal año o cuántos
años tardaron…lo que han hecho, lo que han sufrido, toda la historia de
los pueblos que han luchado. El tercer día, o el cuarto, hemos designado
ya la estructura del movimiento. Un secretario general que es Basiri, un
secretario adjunto, el que se ocupa de la organización política y de la or-
ganización, el que se ocupa de las finanzas, el que se ocupa del ala militar.
Más o menos son estas las secretarias.67 Después de 10 días empezó cada
67 Secretaria General. Mohamed Sidi Brahim Basiri/ Secretario General Adjunto: Ab-
delhay Sidi Mhamed/ Secretario de Asuntos Internos (Amin Sir): Salem Lebsir/ Secre-
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
uno a trabajar sobre las personas que se puede reclutar. Hemos empeza-
do con nuestros familiares o nuestros amigos, donde puedes depositar la
confianza, y todos tienen que jurar y eso requiere una charla para saber
más o menos por dónde, dónde van los tiros, como dicen. Y no es hoy, ni
mañana, ni pasado, son días que hay que estar con cada persona pues te
sientas con él, le hablabas de la situación en que se encuentra la juventud,
los jóvenes, la política española, la política de los jefes de tribu y entonces
pues más o menos vas orientando a esas personas como puedes. Pues
unos, la mayoría casi, acepta, y una minoría pues te empieza a decir «qué
se va a hacer», «el colonialismo es el colonialismo y aquí el espacio…»,
sabes que esta persona todavía requiere más, requiere tiempo. Bien en-
tonces hemos empezado a reclutar gente. Empezamos a hacer células, cé-
lulas de seis personas, cinco y el cabecilla. Se movió el a El Aaiún, Basiri.
   Estamos hablando del año 1969. Entonces se fue a El Aaiún, y empe-
zó también a hacer contactos con personas cercanas, las más cercanas en
el sentido de que confíe en ellas: amigos y familiares, siempre. Y, bueno,
cuando empezó, por ejemplo, con Buchar Haidar, por ejemplo, (mi pa-
dre, dice Larosi Haidar, allí presente), empezó con otros tíos por parte de
madre, qué el no los conocía, pero ellos vinieron […] Empezó a coger
unas cuantas personas. Bien, volvió después a Smara, contó lo que hizo;
abrió tres oficinas en El Aiaún. En esos días, no sé cuántos días, no llega
a tres semanas empezó y abrió una oficina en Hagunia y dos oficinas en
tario Asuntos Militares: Salama El Mami Day/ Afiliaciones: Brahim Gali/ Tesorero:
Sidi Iaaza Liaasa.
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
El Aaiún.68
   Fuimos también nosotros a las otras ciudades, Echedería, Mahbes, Ti-
fariti [...] Y también empezamos a hacer contactos. Ya en Smara, tenemos
la oficina hecha, hay gente trabajando. En marzo del 70 hicimos una reu-
nión del buró, y hemos decidido convocar a todos los jefes de las oficinas
para plantear lo siguiente: vamos a escribir una carta a los argelinos, a la
revolución argelina, vamos a mandar a un enviado y vamos a comunicar
dos cosas: una informar a los argelinos sobre el movimiento; segundo,
pedir armas y formar militares.
   Bien, esos son los dos temas, y también hicimos una evaluación de
todo lo que hemos hecho. Hemos mandado un emisario en abril, que es
Ahmed Caíd Saleh. Hemos aprovechado que cada año se hace un festi-
val, el mouggar, aquí en Tinduf, donde vienen los comerciales que viven
en el Sahara, vienen también comerciantes marroquíes, vienen también
comerciantes mauritanos. Entonces aprovechamos el mouggar para traer
cosas o para llevar las cosas. Ahmed (Basiri) me trajo la carta, la entregó
a un capitán aquí en Tinduf y mandaron la respuesta en mayo a través
de dos argelinos, que llegaron camuflados con el nombre de periodistas.
Bien, se encontraron con Basiri en El Aaiún. También Basiri aprovechó
en otra misión a El Aiaún, para encontrarse con Jatri Uld Yumani (ya en-
68 Se ha mantenido la creencia generalizada de que el partido se creó y se consolidó
primero en Smara para pasar luego a extenderse a otras localidades. Emboirik señala
que la constitución del grupo en Smara fue paralela al traslado al Aaiún, como refleja la
rápida visita de Basiri a la ciudad (Emboirik, 2017: p. 65).
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      Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
tonces, dice Bahia Mahmud Awah, presidente de las Cortes. Exactamen-
te, ratifica Salem Lebsir). Habló con él y en esa conversación, aunque no
se conocían antes, en esa conversación le explicó que sí podemos hacer
un movimiento de liberación para liberarnos de la colonia española, si
lo hacemos y logramos este resultado, «tú serás ser nuestro presidente».
69
     Basiri ha hablado con Jatri, sí, porque la ambición de Jatri es ser presi-
dente, o ser […] y Jatri, siempre Jatri es rebelde; en dos ó tres ocasiones
se lleva mal con las autoridades españolas70. Es un poco rebelde, no es
como los otros, pero siempre esa rebeldía es, no trabaja no trabaja para el
69 Jatri uld Yumani, pertenecía a una de las más importantes fracciones de Erguibat, tri-
bu que habitaba en las cuatro áreas de la región occidental del Sahara (Sáhara Occi-
dental, Marruecos, Mauritania y Argelia). Sostuvo la tesis del equilibrio político de una
tribu dividida por fronteras políticas. Chej de Le Boihat, la poderosa fracción ergui-
bat que nomadizaba en la franja oriental. Fue elegido procurador en Cortes el día 13 de
julio de 1963 por los representantes del Cabildo Provincial de Sahara. Repitió el cargo
en 1964, y 1965, dejando el escaño a Seila Uld Abeida Uld Ahmed. En la legislaturas
de 1967 y de 1971 repitió cargo, esta vez, en el grupo de Designados por el Jefe del
Estado. Causó baja el 4 de marzo de 1976 antes de finalizar la legislatura. Tras la marcha
verde (1975) mostró pleitesía al rey de Marruecos. Uno de sus hijos es miembro del
Parlamento marroquí; otro ocupa un cargo en el Frente Polisario..
70 En 1967, El Jatri había protagonizado un levantamiento contra España, y todo el
ejército nativo le secundó. El jefe militar de la revuelta fue el cabo Merebbih, de la tribu
Erguibat. A raíz de esta revuelta el gobierno creó la Yemaá o Asamblea General del
Sáhara como órgano representativo saharaui y se daban con ella los primeros pasos de
una autonomía. En “El Sahara español, una herida abierta todavía”, Carmelo Arribas
Pérez se cita como fuente a Diego Aguirre (1987).
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
pueblo saharaui, (trabaja) para el mismo, si.71 (Por sus intereses, dice Ba-
hía Awah). Pero Basiri, lo que buscaba era implicarle, tener un respaldo.72
Bien, aceptó. Jatri aceptó. Que sí, que sí si se hace algo él estará con ellos.
Que no tiene ningún problema, que le ayudará y que estará con nosotros.
En el encuentro que hizo Basiri con los argelinos, trajeron la respuesta
que sí, que ellos darán, y cooperarán con nosotros y que están dispuestos
de recibir (para formar) un batallón. Bien, nos hemos reunido de nuevo
y hemos designado como jefe de ese batallón que va a ir a Argelia al
secretario general adjunto del movimiento, que vaya encabezando ese
71 Una anécdota contada por Mohamed Salem Badi, que fue soldado en las Tropas Nó-
madas desde 1960 a 1975, refleja la desconfianza que buena parte de los saharauis tenía
a este notable: “En una ocasión, acampados en un lugar en la zona de Hausa, tenían col-
gando la carne sin pellejo (descuerado) de las gacelas que habían cazado, cuando llegó
El Jatri hasta el puesto. Le mintieron, diciendo que era la carne de cerdo que el alférez
había traído, y le ofrecieron solo pan y aceite. «Todo lo que comió fue pan y aceite» nos
contaba riéndose Badi (citado en Gimeno Martín et al, 2020)
72 Esta estrategia buscaba el respaldo de una parte de los notables saharauis. Bajo
tortura, Sidahmed Embarec Rahal, mencionó la existencia de un grupo asesor de nota-
bles, entre los que se encontraba además de Jatri Said Yumani, Mohamed Mulud Salec
Eluali, Mohamed Hasan Mahayub, Mohamed Mustafa, Mohamed Mojtar, Mohamed
Larosi, Mohamed Brahim, Sidi Bujari, Mohamed Lahsen Buibacar, Mohamed Fadel,
Brahim Abdelahe y Buchar Haidar (Sidahmed Embarec Rahal, febrero de 2012, citado
en Emborick, 1967: p. 67). Este apoyo al movimiento de liberación matiza la adhesión
de los notables al colonialismo español, la ambigüedad de su situación y su cercanía al
proyecto de liberación del Sahara, como se pondrá de manifiesto en la relación de los
notables saharauis y el POLISARIO el 12 de octubre de 1975, primero, y después en
Guelta Zemur el 6 de diciembre de 1975 (Portillo, 2019: p. 365)
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
batallón, y hemos empezado a hacer un listado de la gente que va a ir. El
secretario general adjunto era militar del Ejército, de las tropas nómadas.
De modo que decidió pedir la baja (de las tropas nómadas).
   EBNU: ¿Quién es?
   Salem Lebsir: Abdelhay Uld Sid Mhamed. Bien, entonces hemos
empezado a apuntar gente para que vaya. Hemos decidido crear dos alas,
un ala militar y un ala política, en ese encuentro en marzo. También es-
tamos hablando de buscar armas, buscar municiones y trabajar sobre
las dos alas. Si no conseguimos nuestra independencia por la política,
estamos dispuestos también a entrar a las armas. Entonces, cuando reci-
bimos la información hemos convocado otra vez a los jefes de oficinas
y hemos planteado que los argelinos han aceptado ayudar, a nivel diplo-
mático informar, y a nivel también militar. Hemos decido decir también
a las oficinas que todos los militantes que tiene arma, o bien entregue el
arma o bien apuntamos que «Mohamed» tiene un arma de tal marca y
sabemos quién tiene y quién no tiene; lo que se tiene en general. Y los
que trajeron armas, las hemos cogido y las hemos puesto en un aljibe.
Bien, los militares cada uno trae algo […], dos, tres municiones, que se
perdieron, o minas, o algo.
   A principio de junio (las autoridades españolas) se enteraron de que
hay un movimiento político, hay algo extraño, unas veces lo llaman par-
tido político, movimiento político, frente, no se…algo extraño, y eso lo
provocó una gira que hicieron 3 personas, se fueron de El Aaiún hasta
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
Mahbes y volvieron. En toda su vida, al menos lo que yo les conocí, nun-
ca habían salido de El Aaiún: Uld Boira, Uld Paquito Y Uld Rabani. Los
españoles empezaron a sospechar y quieren saber qué hay, cuál es el mo-
tivo. Bien dentro de ese contexto por lo menos los españoles se informa-
ron que existe algo y ese algo es un movimiento, y se preguntan de qué se
trata ese movimiento, si es algo argelino o si es algo marroquí y si es73…
Entonces empezaron a informarse, y la información salió de Hausa. La
misma noche pues nos informaron que el capitán que gobierna en Hau-
73 El informe sobre el partido saharaui denominado “Organización Avanzada para
la Liberación de la Saguia el Hamra y Río de Oro, de la Delegación Gubernativa de la
Región Norte del Gobierno General de la Provincia de Sahara, con fecha 12 de junio,
se sintetiza la información que recabo la delegación del gobierno sobre la existencia
de la OALS. En el informe se señala que “A principios del mes en curso, tuvo noticia
esta Delegación Gubernativa de la existencia de un partido clandestino saharaui. Por
confidencias de fecha anterior, se sospechaba su existencia, o al menos del propósito
de organizarlo, pero la información era muy vaga y no existía ningún dato concreto ni
comprobado que permitiese conceder a la misma, valor alguno.
Todos los datos obtenidos hasta la fecha por los diferentes organismos y servicios de
esta Delegación, han sido recogidos y puestos en conocimiento de la superioridad, por
lo que este informe no se hará mención especial a los mismos. Se pretende, tan solo,
hacer una síntesis general y procurar extraer de la información obtenida, una idea de
cuál puede ser la verdadera entidad de esta organización y, eventualmente, qué medidas
convendría adoptar respecto al mismo” (1970, 12 de junio: p. 1)
La estructura del informe, es la siguiente: 1) Denominación del partido, 2) Fecha y cir-
cunstancias de su creación, 3) lugar en que se organizó, 4) Organizaciones y dirigentes,
5) número de afiliados, 6) Organización interna, 7) Fines de la organización, 8) Accio-
nes que emprenderá el partido, 9) Medidas que puede adoptar el gobierno respecto al
partido.
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
sa llamó a dos o tres personas, quería informarse74, si saben esto, si no
74 En un viaje por los territorios liberados en octubre de 2011 para tomar imágenes
para la realización de una película sobre la historia del pueblo saharaui, entrevistamos
al poeta Sidi Brahim Salama, en la tumba del guerrero anticolonial Wayaha. Sidi Brahim
había trabajado como traductor en la Policía Territorial, había ingresado en la OALS
en sus primeros días, y había sido jefe de la oficina de Hauza. La entrevista es recogida
por Mahmud Awah (2016): “Al oficial español con el que yo trabajaba allí, Jaime Cotilla,
le había llegado información sobre la constitución de la organización y convocó una
reunión con los gobernadores de todos los puestos, desde Dajla a Mahbes, y les puso
en situación de alerta. Les informó de la existencia del movimiento, porque una persona
le había soplado toda la información sobre la organización, dando incluso nombres de
algunos militantes y su activismo entre la población. Ahora no recuerdo el nombre de
esa persona, pero sé que la organización conocía quién era. Y entre las personas del
movimiento a las que delató figuraba mi nombre“
El teniente que mantenía una relación de confianza con Sidi Brahim, tras la reunión que
realizó con los gobernadores, le preguntó si estaba metido la organización. Sidi Brahim
le respondió que militaba en la organización y que no había por qué preocuparse, ale-
gando que era una organización pacífica y que estaba reivindicando algunos derechos
sociales al gobierno general del Sahara. Le habló del surgimiento del Movimiento y de
sus reivindicaciones, información que tranquilizó al oficial, que agradeció a Sidi Bra-
him su sinceridad. El teniente trasladó esta información a sus superiores, en concreto
al capitán Jorbe. “Tras nuestro regreso a Hauza mi jefe me comunicó que habría un
encuentro con el Gobernador General, y me pidió que hiciera lo posible para con-
tactar o localizar a Basiri o a alguno de sus colaboradores, ya que querían encontrarse
con ellos. Con anterioridad el teniente Jaime Cotilla me había comunicado que estaban
de acuerdo con que nuestras reivindicaciones eran legales y pacíficas. Viajamos a El
Aaiún y estuvimos alojados en la residencia de los oficiales, un edificio construido por
encima del suelo, tenía unos enormes pivotes de hormigón, donde el oficial siempre
se hospedaba. Dejé a mi jefe allí, me fui a buscar la casa donde se encontraba Basiri y
le comuniqué que el general y mi jefe querían verle. Basiri me respondió que no había
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
saben, que hay algo extraño, que es un movimiento, no sé qué 200. En-
tonces ellos mismos informaron a Basiri y en esa misma noche empezó
él a escribir un memorándum. Ese memorándum, no sé si el día siguiente
por la noche, se ha mandado a todas las oficinas (del movimiento). Existe
el movimiento y este es nuestro objetivo, que es la independencia, y es
un movimiento nacional saharaui. Ese es más o menos el contenido del
memorándum.75 Bien entonces ya empezó, la gente hablaba en todas las
ningún impedimento en reunirse con ellos e intercambiar opiniones. Entonces le pedí
que concretara fecha y lugar de la reunión, y me indicó que sobre las nueve de la noche,
en la casa de Lekuara Mint Habib, en el barrio Colomina Vieja”. Sidi Brahim regresó y
comunicó al teniente Cotilla, la respuesta de Basiri sobre ese encuentro. “Llevé mi coche
y nos dirigimos al lugar de la cita. Cuando llegamos estaban esperándonos el propio
Sidi Brahim Basiri, Chedad Uld Kaid Saleh, Mahyub Uld Abderrahaman, y Buda Uld
Ahmed. Recuerdo que el grupo estaba expectante, esperando nuestra llegada. Nos re-
cibieron muy atentos, nos saludaron y una vez ya dentro de la casa, informaron a Jaime
Cotilla sobre sus intenciones y él registró todas las reivindicaciones que le presentaron.
Les pidió que confiaran en él, que no estaba en el lado opuesto a sus reivindicaciones,
porque consideraba que eran justas. Mi jefe les prometió que volvería con una respuesta
lo más pronto posible. Concluyó la reunión con el grupo y nos dirigimos de nuevo a la
residencia, donde le dejé. Al día siguiente, cuando regresé a la residencia de los oficiales
para recoger al teniente Cotilla, las noticias fueron desalentadoras. Nada más verme me
dijo: “Hijo mío, lo siento, pero la respuesta es muy negra; a tus compañeros le transmi-
tiremos esto, la respuesta del Gobernador General es negativa, está en contra de todo
lo que se demanda”.
75 El memorándum titulado “Carta abierta del Pueblo Saharaui a Su Excelencia el Go-
bernador General”, fue entregado en ausencia de José María Pérez de Lema, al Delega-
do Gubernativo, López Huerta. Comenzaba “recordando y agradeciendo, entre otros
aspectos, todas las obras que habían realizado hasta el momento los españoles en el
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
ciudades de que existe un partido, que existe un movimiento, y eso qué.
Pues la gente ignora todo eso. En ese tiempo el Gobierno español está
preparando algo, como si fuera (a hacerse) un referéndum. Porque la
ONU, planteaba, pedía la independencia del pueblo saharaui de España.76
España, bueno, como siempre, su argumento: que ese es un pueblo que
todavía no está bien preparado y no sé qué, y no sé cual…Pero argumen-
taba también que el pueblo saharaui no quiere su independencia, lo que
territorio, a pesar de las condiciones climáticas tan adversas que sufría el mismo, y la
protección prestada a los saharauis frente a los enemigos exteriores; se señalaba que
el Sahara Occidental nunca había estado dominado por ningún país, a excepción de
España, gracias a la defensa que habían realizado durante generaciones los saharauis
para conservar su independencia y libertad frente a sus enemigos, y desautorizaba las
reivindicaciones marroquíes sobre dicho territorio al considerarlas carentes de ningún
valor y falsas. Remarcaban que lo que les unía con los restantes países vecinos era “el
lazo de la religión islámica musulmana únicamente”. Solicitaban, además, al gobierno
español que, en su debido momento y de acuerdo con el pueblo saharaui, se le diera la
independencia de “forma escalonada igual que hace el padre con el hijo hasta la mayoría
de edad” y le pedían que trasmitiera la carta a las Naciones Unidas para que les apoyara
en su independencia “(Maestre Fuentes, 2019: pp. 121-122)
76 En 1969, la Asamblea General de Naciones Unidas aprobaba una Resolución (2591
(XXIV), Cuestión del Sahara Español, de 16 de diciembre de 1969) que abordaba el
problema del Sahara Occidental. En esta Resolución se reafirmaban las resoluciones
anteriores (las últimas: Resolución 2354 (XXII), Cuestión de Ifni y del Sahara Español,
del 19 de diciembre de 1967, y Resolución 2428 XXIII, Cuestión de Ifni y del Sahara
Español de 18 de diciembre de 1968, reafirmando el derecho inalienable del pueblo
saharaui a la libre determinación. España en esta ocasión se abstuvo. La Resolución
fue aprobada con el voto afirmativo de 110 países, ninguno en contra y 5 abstenciones
(Maestre Fuentes, 2019: pp. 100-110).
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
quiere es siempre estar con España.77 ¿Qué hizo el gobierno español?,
porque cada año la ONU insiste sobre la independencia; pero el Gobier-
no español dijo que va a hacer una reunión de la mayoría de los saharauis.
Trajo la prensa internacional y quería hacer un referéndum de adhesión a
77 El gobierno español se apoyaba en los notables para legitimar la voluntad del pueblo
saharaui de permanecer con España. En 1966 la Yemáa dirigió a las Naciones Unidas
una carta en la que se decía:” […] el pueblo saharaui no está dominado por el Estado
español, sino que es una parte de dicho Estado por su libre voluntad, como una de
las Provincias del Estado; y goza de todos los derechos de que disfrutan los demás
habitantes, incluido el respeto completo a la religión , a la Ley y a las costumbres […]
Si comparamos todo esto con la debilidad de los países vecinos, vemos que nuestra
Provincia destaca sobre ellos con mucho […] Si un día tenemos capacidad para cons-
tituirnos como un país independiente será entendiéndonos con el Estado español, úni-
camente.” (Carta de los delegados y notables de fracciones y tribus que constituyen el
conjunto de las cabilas en el territorio de la Provincia del Sahara español de fecha 21 de
marzo de 1966 dirigida a la Organización de las Naciones Unidas. Depositado en: Doc.
Núm. 10614. Fundación Nacional Francisco Franco, citado en Maestro Fuentes, 2019:
pp. 114) El texto puede ser leído como la cooptación de la Yemáa a los intereses de la
metrópoli española, pero también como la forma de señalar la diferencia irreductible
con los vecinos territoriales. Rodríguez Jiménez (2015: p. 152) escribe sobre la consi-
deración por parte del Gobierno General del Sahara, por orden de Presidencia, de los
jefes tribales como representantes del pueblo saharaui. “Este posicionamiento tenía
su razón de ser, pues habían continuando pastoreando a su pueblo y actuaban como
sus representantes ante cualquier poder exterior”. Rodríguez Jiménez hace ver que el
Gobierno General no tendió puentes con los jóvenes nacionalistas, que surgían en una
nueva sociedad saharaui en las ciudades, que crecían con la creación un nuevo mercado
de trabajo asociado a los nuevos planes de desarrollo y por efecto de la gran sequía que
había comenzado en 1968. Esta falta de consideración fue clave en el menosprecio a las
propuestas de Basiri en 1970.
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
España, y que los saharauis, hoy, piden la incorporación a España como
provincia número 53. Bien, preparan eso, el día 17 (de junio, 1970) […].
Es el Gobierno español que el día 17 convocaba a todos los saharauis de
todos los pueblos, de todos los municipios. Bien trajeron camiones, tra-
jeron el transporte, pero hemos aprovechado nosotros el transporte (ri-
sas). Hemos empezado a hacer mítines abiertos; pues antes todo se hacía
discreto; pero cuando se enteraron los españoles que hay un movimiento
político, ya hemos intentado a hacerlo público, a hacer movimientos por-
que eso ha dejado también una situación de confusión (en la gente), ¿esto
de qué?, ¿esto es de Marruecos?, ¿esto es de Argelia?, o ¿esto qué es?.
Entonces, hemos empezado a explicar que queremos nuestra indepen-
dencia. Bien, ¿quiénes se oponen frente a esa visión?. Solo tienes gente
mayor, sobre todo los jefes de tribu, que son los más beneficiados, los
más adinerados. Bien, los agentes secretos del Gobierno español empe-
zaron a infiltrarse en las filas del movimiento y empezaron a escribir y a
analizar diariamente, todos los días. Diariamente, hacen una descripción
de lo que hay. Y también pueden tener su criterio. No solo informar, sino
también hacen su valoración de que esto esta así, y tal y tal, que esto no
es lo que esperamos, que eso más de lo que nosotros hemos pensado y
que esto no se qué. Entonces, los españoles, el gobierno no ha podido
tomar ninguna decisión. […] Todavía no sabe qué va a hacer. Entonces
propuso que el día 17 (se hiciera) un mitin o una conferencia donde parti-
cipan todos los saharauis o la mayoría de los saharauis y reivindicarán qué
queremos seguir con España y que el Sahara es una provincia española.
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
Nosotros no hemos propuesto nada sino aprovechar para movilizar todo
lo que podemos a través de emitir y explicar a la gente que los españoles
lo que quieren es garantizar que el pueblo saharaui quiere ser una provin-
cia española y que nosotros cómo saharauis no queremos ser una pro-
vincia española. Y así más o menos. Entonces. El día anterior, que es el
día 16, ya los responsables que mueven todo esto han hecho otra reunión
(para decidir) lo que van a hacer y han decidido hacer una separación.
El Gobierno español quiere hacer una reunión dónde está la oficina del
Gobierno, frente al Gobierno. Y nosotros lo que queremos es alejarnos
de esa oficina y de todo lo que sea el Gobierno. Aire libre como dicen.
Y hemos designado «Casa de piedra», Zemla. Zemla está casi a 1, 5 - 2
km de la de la oficina del Gobierno, creo que son dos kms o así. Hemos
puesto jaimas tradicionales, en la explanada de Zemla. Bien nos quedaba
(informar), más o menos, los saharauis que estaban en el sur, sobre todo
en Villa Cisneros. No tenemos mucho contacto con ellos. No tenemos
mucha gente todavía reclutada; acaban de poner una oficina, pero es poca
gente. Entonces hemos decidido contactar a toda la gente que va a venir
de Dajla, contactar directamente. Y hemos puesto una comisión en cada
entrada de El Aaiun. Hay controles, pero en cada control hemos puesto
una comisión para orientar a la gente: ¿quieres la independencia?, pues
vas allá; ¿quieres incorporarte al Gobierno español?, pues está al otro
lado. Entonces, así más o menos, se orienta a la gente. Toda la gente
fue a Casa Piedra. Se ha entregado en cada oficina ese memorándum y
hemos decidido una comisión de negociaciones, para negociar con el
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              Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
    Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
gobierno, y hemos entregado oficialmente el memorándum al general
que representa al gobierno español, (entregado) el mensaje. Bien, una
Delegación del Gobierno español se encontró con nuestra comisión. En
ese encuentro nos pide que la gente baje a donde está el acto oficial, y lo
que dice es que se puede pedir allí (lo que se está reclamando). Todavía,
el Gobierno español no conoce la otra fachada. Conoce solamente la
fachada donde trabajaban los años pasados, los meses, tal, pero la otra fa-
chada la ignora todavía. Que hay gente que quiere la independencia y que
están dispuestos.78 Entonces no se ha podido hacer ningún encuentro.
78 El informe (citado en Rodríguez Jiménez, 2015: p. 157) se expresaba con el sesgo de
un informe oficial destinado a la lectura del gobierno, para salvar la convocatoria oficial,
minusvalorando numéricamente la disidencia y limitando las razones de la misma a
reivindicaciones económicas, con un guion que hoy repiten las autoridades marroquís
ocupantes del Sahara Occidental en la represión de las manifestaciones, y en particular
en Deim Izik, en 2010: “Durante los días 15 y 16 del actual fueron llegando a El Aaiún
camiones y otros vehículos con personal nativo procedente de Villa Cisneros y Smara,
en los mismos vehículos recorrían reiteradamente las diversas calles de la ciudad dando
vivas a España, sumándose a ellos nativos de la facción del conocido saharaui llamado
Sheila, llevándose a cabo el día 17 una manifestación de adhesión a España con la in-
tervención de unas 800 a 1000 personas, acto este que fue organizado por el Gobierno
General de la Provincia para lo que se facilitó los medios de transporte correspondiente
y la ayuda económica necesaria, siendo precedida la manifestación por un discurso del
propio gobernador general.
A esta demostración general no se unió un grupo de unos 600 nativos, la mayor parte
de ellos de la facción llamada “El Hatri”, que desde las primeras horas del miércoles 17
se fueron agrupando a unos tres kilómetros del lugar conocido por la Coromina, pre-
tendiendo con su actitud poner de manifiesto el descontento existente en cierto sector
de la población nativa en contradicción con los capitaneados por Seila mimados del
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
Basiri no está en esa comisión porque le hemos dicho que no, y también
él sabe que no puede estar ahí, porque todavía tiene papeles eventuales
y no puede estar en esa comisión, pero estamos en contacto con él 50.
En el mismo lugar, está en una casa cerca. 79 (El General de entonces era
Pérez de Lema, interviene Bahia Mahmud Awah). Bueno, vino otra vez
la comisión planteando más o menos la misma opción de que la gente
tiene que encontrarse y estar todos juntos. Lo que queréis lo podéis decir
allí y en principio pues el Gobierno español ha aceptado vuestra petición.
Bien, (la respuesta a) nuestra petición tiene que ser escrita; no así (de pa-
Gobierno General. (Capitanía General de Canarias, Segunda Sección bis, “Información
para S.E. el Capitán General”, Asunto “Informe sobre incidentes en El Aaiún”, 25 de
junio de 1970, Caja 30334/13, citado en Rodríguez Jiménez, 2015, 157). El informe no
fue escrito destinado a la publicidad, sino a la superioridad, los autores se expresaron
con absoluta libertad, sin obviar críticas a la autoridad militar y política de la capital
saharaui. En términos de Guha (2002) este documento debe ser visto como un ejemplo
de discurso primario (ver nota 3).
79 Tomás Bárbulo (2002: p. 81) mantiene que, aunque Basiri negó en los interrogatorios
haber estado presente en Zemla ese día, testimonios de varias personas le sitúan en la
plaza con una derráa azul. Se presentó para entregar una nota manuscrita en árabe a sus
compañeros con el siguiente texto: “En nombre de Alá Clemente y Misericordioso. A
nuestros queridos y respetados hermanos, nuestros saludos afectuosos y cálidos. Esta-
mos bien. Las autoridades han rechazado recibir el memorándum y encontrarse con los
miembros de la organización. Nosotros hemos decidido no participar en sus manifesta-
ciones sino de la siguiente manera. Nos reuniremos aparte, en las jaimas, y quien quiera
hablar de parte de la Administración no tiene más que venir a vernos. Sabed que el asun-
to es peligroso, muy peligroso. Todo irá bien, se arreglará pacíficamente. Perseverad, no
reneguéis” (Archivo del Frente polisario en los campamentos de refugiados de Tinduf).
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
labra), tiene que estar escrita y darle tiempo al tiempo. Bien, se volvieron
la comisión, pero Pérez de Lema empieza a hablar80 y explicó también la
última opción, […] que el Gobierno español se informó, aceptó vuestra
independencia…En las negociaciones con el Gobierno español también
hemos planteado que la independencia puede ser por plazos, de 10 años,
o 5 años, o 15 años, así en plazos; pero no, no, no nos hemos entendido
con ellos. Y a las 17:00 de la tarde vinieron unos cuantos jefes de tribu y
de la Asamblea, saharauis. Querían hacer un mitin a toda la gente presen-
te allí para convencerlos, para dialogar con ellos, para que acudan al acto
oficial. Solamente llegaron los chiuj, en cuatro o cinco coches llenos de
gente81. La gente se fue hacia ellos con piedras.
   Bahia Mahmud Awah: ¿Contra los chiuj?
   Salem Lebisir: Si. Bajaron, se fueron corriendo, bajaron, cogieron
sus coches y bajaron. (Los chiuj) (h)ablaron con el general para decirle
que esto hay que tratarlo de otra manera, que asi el diálogo no... Hay que
coger a la gente y hay que usar mano dura. Bien, aceptaron la opinión
80 Bárbulo (2002: p. 82) señala que la actitud de Pérez de Lema respondía a las pautas
del comportamiento colonial: gesto respetuoso, promesas aplazadas y una petición in-
mediata aparentemente razonable. Escuchó atentamente las peticiones y les pidió que
entre tanto se unieran a la manifestación de adhesión convocada por el gobierno, a lo
que los saharauis se negaron.
81 Los chiuj saharauis vinculados al régimen colonial eran conocidos como “babuchas
blancas”; aquellos que se beneficiaban con el reparto de prebendas, ya fueran cargos
remunerados, o quienes tenía permisos para suministros o entrega de alimentos (Rodrí-
guez Jiménez, 2015: p. 164)
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
de los chiuj82, y vinieron, no sé si, entre siete y diez coches de Policía,
con soldados de policía (territorial) armados con porras y todo esto, ter-
minando los coches así en orden de combate hacia la gente, hacia la
concentración, frente a la gente y las jaimas que había allí. Entonces se
acercaron, la gente se fue hacia ellos. Y chocaron fuertemente con ellos,
con la policía que tienen arma, que tienen porra. La otra gente lo que
tienen son piedras y cosas así. Entonces allí empezaron a tirotear, tiros,
encima de la gente y en contra directamente de la gente83. Bien, allí hubo
82 El término tribu es hoy muy mal visto por la sociedad saharaui en los campamentos
de refugiados. Se considera que se refiere a una forma de organización social del pasado,
que fue utilizada por el colonialismo para dividir a la sociedad saharaui dificultando la
unidad nacional. Coherentemente la Revolución abolió el tribalismo y también la escla-
vitud, todavía existente en el periodo colonial.
83 Aunque los informes oficiales decían que los disparos eran al aire, había muertos y
heridos. Los saharauis guardan memoria de aquellos hechos. Larosi Haidar , entrevista-
do por Giulia Maltese (2018: p. 397), para su tesis en la universidad de Bolonia: “Res-
pecto a los acontecimientos de Zemla (Casa Piedra) del 17 de junio de 1970, estuve en el
lugar de los hechos durante los primeros instantes. Para mí, era una gran fiesta en la que
estaban todos los saharauis comiendo y divirtiéndose juntos, yendo de jaima en jaima
de las que se habían montado en el terraplén situado al norte de Zemla, ese que al llover
desagua en en el enorme charco de Am As-saad, al sur de mi casa del barrio Colominat
Aŷ-ŷaŷ (Colominas de los Cristales). En un momento dado, mi hermano mayor, Aziz,
me ordenó volver a casa. Poco después, desde la puerta sur de mi casa, oíamos disparos
y sirenas y una gran confusión en el lugar. Saharauis, hombres y mujeres, corrían para
ponerse a salvo en el cercano barrio de Zemla. Por la noche sabríamos que había muer-
to gente y muchos estaban heridos, entre ellos el primo hermano de mi padre, Moha-
med Salem Haidar, al que un oficial con su pistola le había disparado a boca jarro en el
vientre. No tengo clara la noción del tiempo, al día siguiente o varios días después, un
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              Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
    Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
heridos y huyeron la policía con sus coches con sus militares, huyeron
también, pero dejaron heridos y un muerto. Eso es a las 17h ó las 17h
30m. A las 19:00 h. de la tarde vino el Tercio (la Legión) con camiones y
Land Rover y soldados y empezaron también, legionarios, que vienen de
muchos países, entonces empezaron a tirar balas, hubo también heridos
y hubo también muertos84. Bien, ahí sí que ya se tensó la situación y de
destacamento de la policía cercó nuestra casa. Estaban todos armados y algunos de ellos
subieron a la azotea, mientras otros controlaban el interior. Luego, se fueron llevándose
a mi padre (Buchar Haidar), que estuvo encarcelado durante un año en Cabo Bojador”.
84 La fuerza del ejército desplegada estuvo dirigida por el capitán Carlos Díaz Arcocha,
de guardia aquel día. Reunió unos cien hombres, una compañía formada por personal
heterogéneo, ya que eran más de las 7 de la tarde, hora de paseo. El informe que hemos
citado narra así los acontecimientos: La intervención enérgica del jefe del Estado Mayor
provocó incidencias e hizo resaltar con mas fuerza la nulidad de la acción gubernativa.
El mismo jefe de Estado Mayor, por propia iniciativa, y consentimiento del general go-
bernador, resolvió enfrentarse con los manifestantes hablando con ellos, trasladándose
al lugar donde se encontraban, acompañado de una patrulla de la Policía Militar. Los
ánimos ya estaban exaltados y su intervención coincidió con la del delegado gubernati-
vo de El Aaiún, siendo entre ambos incapaces ya de dominar la situación a pesar de su
arrojo personal.
En este momento llegó una sección de la Legión, enviada desde el acuartelamiento en
ayuda de la Policía, que trató a golpes de culata para disolver a los manifestantes, estos
contestaron a pedradas y puñetazos y al parecer sonaros unos disparos que posterior-
mente se comprobó pertenecían a la pistola del capitán Labajos (citado en Rodríguez
Jimenez, 2015: p. 161).
En la prensa española se recogió noticia del suceso, tergiversando los hechos: los muer-
tos eran de raza negra, y la manifestación organizada por agitadores extranjeros. El
periódico ABC, ,el día 20 de junio: “Un grupo de jóvenes, movidos por agitadores ex-
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
mala manera. Empezaron las cárceles, las investigaciones y torturas, y ya
sabéis la política de Franco (56, 57) Pero, no ha logrado lo que esperaba.
Ese referendum que querían hacer, pues no se hizo. Y dijo claramente
que al pueblo saharaui hay que tratarle de otra manera, que hay que bus-
car otra alternativa. No han podido ejecutar la política de Franco contra
el pueblo saharaui, pero tampoco se puede admitir que haga lo que quie-
ra. Entonces, estaban entre una cosa y otra. Cogieron a unos cuantos del
buró, dos o tres, aquella noche, de los 6, les cogieron. Y el día siguiente
cogieron a Basiri y empezaron a coger el resto (el día 18). La misma tar-
de cuando llegó el Tercio y empezó a tirotear, fui a la casa donde estaba
tranjeros, provoco disturbios que hubieron de ser reprimidos por las fuerzas de orden
público, que al responder a varios disparos de pistola ocasionaron dos muertos de raza
negra, que no han sido identificados como saharauis. En el momento actual reina la más
completa tranquilidad” (citado en Alberto Maestre, 2019: p. 137).
Jose Luis Rodriguez Jiménez, justifica en la entrevista del general Rafael Cárdenas, al
que le da crédito, que entonces era teniente y yerno del comandante López Huertas, que
hubo solo dos muertos ya que él fue el oficial fue encargado de la vigilancia y seguridad
de los enterramientos en el cementerio musulmán donde llevaron dos cadáveres (Ro-
dríguez Jiménez, 2015: p. 162). Pero esta versión es contrastada por otros testimonios,
como el de José Meneses, soldado de reemplazo que estuvo también presente aquel día.
«Aquello duró dos días» explica el ex artillero, «y poco a poco todo volvió a su cauce.
Oficialmente, en la prensa se informó de dos o tres muertos, pero en el camión que yo
vi calculo unos diez cadáveres. Después, por los compañeros del hospital nos entera-
mos que habían fallecido unos cuantos más y fueron entregados a sus familiares. Las
cifras son dispares, pero por un simple cálculo a lo que hizo la Legión que fue disparar
a bocajarro –algunos cuerpos tenían más de cincuenta impactos– da para que las cifras
se doblasen" (Citado en Francisco Luis del Pino Olmedo, 24 de julio, 2020).
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
Basiri, y le conté todo lo que hemos hecho con la policía, lo que hizo el
Tercio y «esta es la escena». Le pregunté: ¿cómo escaparnos? Bien, fui-
mos en un taxi, de los nuestros, los tres, el conductor del taxi y nosotros
dos. Fuimos a donde está el aeropuerto. El tiene un amigo, que tiene una
casa cerca del aeropuerto, y bajó. Preguntó por el señor y le dijeron que
no está, porque a lo mejor está todavía en la manifestación, a lo mejor se
escondió dónde [...] Entonces volvió y me dijo, no está.
   Entonces, ¿qué hacemos?, le pregunté. Volvemos a El Aaiún. Le dije:
¿para que nos maten? ¿Por qué volvemos? Me dijo: mejor que nos maten,
que quede nuestra sangre encima de nuestro suelo y que España asuma
la responsabilidad. Así, textualmente.85 Bueno, fuimos. Él bajó en la casa
85 En el informe en posesión de las autoridades españolas de la OALS “Una acción
directa contra los componentes del partido y especial contra la cabeza visible (el llama-
do BASIR) no presenta una gran dificultad en la práctica (detenciones, interrogatorios,
sanciones, expulsiones, etc.) pero claramente se comprende que tal medida no sería
rentable para nuestros intereses pues, normalmente, produciría un efecto contrario al
deseado reforzando la posición del partido.
En este sentido parece ser que el propio BASIR ha hecho manifestaciones de que no
importaría ser encarcelado o ser objeto de medidas similares ya que con ello el partido
adquiriría mayor prestigio” (Informe sobre el partido saharaui denominado “Organi-
zación Avanzada para la Liberación de la Saguia El Hamra y Río de Oro”, fechado en
El Aaiún, 12 de junio de 1970) Basiri es presentado como procedente de Marruecos, y
se especula que viniese expresamente a “nuestra Provincia” con directrices expresas de
dicho país o de Argelia, para organizar el partido.
Esta especulación proviene de la presunción de que no era posible que los saharauis
por si mismos alimentaran una identidad nacional. Como hemos mantenido en otro lu-
gar:”las reclamaciones de la población saharaui en 1970 fueron malentendidas y distor-
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
donde estaba, la casa de Musa, un familiar, no fue a otra casa y la misma
noche pues lo cogieron a las tres de la mañana; a mí, me cogieron a las
5:00 de la mañana, y ahí terminó el acto 17 de junio.
En la cárcel no nos hemos encontrado de frente. De día querían hacer-
nos, como se llama, la matrícula, la ficha86. Iba yo para que me hagan la
ficha y él estaba, cuando yo entré en un pasillo estrecho donde está la
sionadas por las autoridades coloniales y el gobierno de la metrópoli, de manera similar
a la que plantea Trouillot (1995), para la revolución haitiana de 1790, una revolución que
fue invisibilizada tanto por los políticos y analistas de la época, como en los libros de
historia, donde la revolución haitiana “no existió”, y si existió, “no debió producirse”.
Juan Carlos Gimeno Martín Juan Ignacio Robles Picón, (2013: pp. 16 y 163)
El 23 de junio, seis días después de los acontecimientos de Zemla, el general Pérez de
Lema remitió su versión de los hechos al director general de promoción del Sahara.
Eduardo Junco Mendoza, en Madrid (Barbulo, 2002, 92). En el señala que en un prin-
cipio los objetivos de la organización no iban contra España, pero elemento proma-
rroquís, argelinos y mauritanos, “dada su inteligencia y mayor preparación” se hicieron
con su dirección y la reorientaron, confirmando el prejuicio que nos señalaba Trouillot.
1995.
86 La ficha policial de Basiri fue emitida por la subdelegación gubernativa de Daora
con el número 7492. En la ficha solo figura su nombre de tribu (Erguibat) y su fracción
(Lemuadenim). Todas las demás casillas de la ficha están en blanco, lo que no era lógico,
dado el conocimiento que tenían sobre él. En su historia se refleja que ha vivido toda su
vida en Marruecos. Se le achaca todo el protagonismo en la dirigencia del partido, “por
ser motor y fuerza del mismo”. Se detalla también la sanción propuesta: su expulsión a
Marruecos. Tomás Bárbulo, mantiene que este expediente fue realizado con posterio-
ridad a su desaparición, sustituyendo a otro más comprometedor para las autoridades
coloniales.
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
oficina. Es como una ventana. Tu te pones ahi y hablabas tras la ventani-
lla, pero en ese pasillo tan chiquitico había una celda, sí, con barras, pero
yo no me fijé porque vino un policía conmigo y me puse al lado de esa
ventanilla para hablar con el administrador para escribir y tal. Le dije mi
nombre, miraba alrededor mientras escribía, miré así a la derecha y vi a
Basiri tras las rejas. ¿No se puede hablar con él?, le pregunté así, como si
fuera «¿qué tal?», y me dijo así (una expresión con las manos que expresa:
más o menos) y se quitó una parte de ropa y todo esto (señalando una
parte de la cara) pues de sangre de las torturas, todo eso. Todo, todo rojo,
y sangre. La única reacción que tengo, pensar en lo que me esperaba, lo
que me espera también a mí.
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
   Bien, cuando terminó la interrogación y todo eso, fuimos a la cárcel ne-
gra. Había un marroquí joven también allí, que llevaba no se cuantos meses
ya, como preso común, y entonces lo mandaban trabajar, llevaba cosas a las
celdas, ¿entiende?. A mi me trajo un caramelo. Me dijo, este caramelo te lo
mando un familiar tuyo, que era Basiri. Ese caramelo, cuando lo abrí, hay dos
papelitos, uno que es plástico y otro es papel, y en él había escrito (Basiri).
Preguntaba si tengo alguna información sobre algunos miembros del comité.
Bien, yo lo que le contesté y le mandé también con ese preso. El me mandó
otra notita, y después yo le mandé otra notita. El está en una celda que tiene
una ventana de 2 ó 3, barras chiquiticas, de esas así, una ventana en la puerta;
en la misma puerta una pequeña ventana con dos rejas, la abres y la cierras
desde fuera, […] y no hay luz. Lo que va a leer, si no se abre esa ventanilla
él para que pueda ver la luz del pasillo, no puede leer. Todo oscuro. Enton-
ces estaban dos policías en el mismo pasillo cerca de la puerta, y sabes que
cuando una persona cuando pasa mucho tiempo en un lugar oscuro pues la
vista no es la misma, siempre ve menos. Entonces, él tiene ese papel. Ellos
(los guardianes) abrieron la ventanilla y estaban afuera, estaban en el pasillo.
Se acercó él a la ventanilla para leer ese papel. Vinieron y le cogieron la nota.
Entonces, el cabo policía de la cárcel, que mandaba, no sé el motivo, hablé
con él, tuvimos una pequeña charla, más o menos él se convenció, o algo,
por lo menos hizo algo que no que yo no esperaba de él. Cuando los agen-
tes, los policías, llevaron esa nota al cabo, me vino con la nota. Es una nota
chiquitica, así (señala Salem Lebsir su tamaño con los dedos) y me preguntó:
¿conoces esta nota?. No tengo otro remedio que decirle: sí , porque sabía
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    Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
que viene de Basir. Pienso que él o yo vamos a recibir torturas, si lo negamos.
Dije: si esa es la nota que yo escribí. Ahí si, hermano, me preguntó: ¿qué tiene
esa nota?. Le dije: información que tengo sobre las familias, que están bien, y
tal y tal. Me dijo: ¿solo tiene eso? Si. Me dijo, esta nota la voy a guardar. Si se
enteran los superiores, les voy a decir que tú eres el que la has escrito. Y si no
se enteran, lo voy a dejar así. Se quedó así.87
   Bien, estuvimos ahí incomunicados, ¿no? El Gobierno español no
sabía qué hacer con esta cuestión, no sabía qué hacer, cómo tratar a los
que tienen (detenidos), cómo tratar a esos militantes. Si condenarles a
cadena perpetua o a años. No saben qué hacer. Bueno, al final, les con-
denan a años. A mi, me pusieron 10 años. Empezaron a mandar gente
87 El testimonio de José Meneses, 2011, por el otro lado, coincide. Destinado en la An-
tiaérea del Grupo Mixto de Artillería, tuvo la oportunidad de ver a Basiri antes de que
lo desaparecieran. «A la semana de producirse los hechos de Zembla trajeron a nuestro
cuartel un grupo de saharauis, los instalaron en nuestra prevención y comenzamos a
verlos pasar junto a su escolta armada cuando algunos se dirigían a comer. Había unos
cuantos heridos y la comida se la llevaban las mujeres saharauis. Supimos que se encon-
traban entre los detenidos los «cabecillas» principales: Basiri, un sargento y tres cabos
nativos de Tropas Nómadas, y el resto de dirigentes. Se nos había prohibido hablar con
ellos –aunque mis compañeros intercambiaban algunas palabras, siempre respondidas
con educación por su parte–. A Basiri lo vi en el patio de armas en dirección al comedor
casi al final de su estancia allí, saludé al compañero que lo custodiaba y también a él, que
me respondió con amabilidad.
El relato continúa: “A los pocos días los compañeros de la Tercera Batería que se encon-
traban de guardia vieron llegar dos Land Rover que se detuvieron en la entrada y como
se llevaban a Basiri. Posteriormente, vinieron unos camiones a por el resto y abandona-
ron el cuartel…y nunca más se supo”.
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
a lugares que (la gente) no conoce. Yo por, ejemplo que nunca había
salido de El Aaiún o de Smara, me mandaron a Auserd, al sur. Estuve
ahí en la cárcel y después salí bajo fianza. Tengo que presentarme por
la mañana, tengo que presentarme por la tarde. Me dijeron: busca un
familiar tuyo aquí en Auserd, donde puedes vivir y vendrás a las 6:00
de la tarde y saldrás a las 9:00 de la mañana (en libertad vigilada, dice
Ildefonso Barreda). Le dije, bueno, yo aquí no conozco a nadie. No
conozco a ningún primo, ni nadie de la tribu, no conozco a nadie, ni
familiar, ni de la tribu, ni amigo. Y tienes solamente dos opciones: una
liberarme y dejarme ira a mi familia, o la otra es encerrarme de nuevo.
Y ya está. Otra alternativa, no hay.
   Empezaron a decir allí, que no, que nosotros no tenemos esa orden,
tenemos orden de que te liberas bajo control y esto lo que tenemos. Y
tienes aquí 10 años (de condena). Bueno cuando no encontraban nin-
guna solución llamaron a un policía nativo saharaui, y le dijeron, bueno,
llévalo a tu casa. Claro, porque yo no se dónde ir. Bien fui con él a su casa.
Entré, entré con él y había una señora de edad y me senté. Llamó a su
madre, la llamó afuera y la explicó así: que yo venía como encarcelado, no
se qué, no se cuántos, y se fue, y se quedó ella conmigo. Empezó a hacer
el té. Me dijo: mira, no pasa nada; eso (la retención) los hombres pueden
soportar y resistir, y hacer todo, aunque se encarcele, animándome y en-
tonces yo (me debatía) entre sospechas88, sobre si esto es cierto o no es
88 Si la actitud era el resultado de una complicidad con su caso o si la mujer trataba de
comprometerle al estar alineada con el gobierno de la metrópoli.
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
cierto. (Risas) Bien entonces eh esto es más o menos.
   El día 17, los que huyeron esta tarde fuera, la mayoría fueron a Mau-
ritania o (se quedaron en las) fronteras. Pero la misma noche, uno de los
jefes de oficina, Larabas Yumani, fue a Mauritania y llevó la informa-
ción oficial de lo que se hizo en ese día. Entonces cada emisora mau-
ritana informó y otras emisoras informaron que hubo esto y esto, que
hubo muertos, que hubo heridos, hubo manifestaciones […] Entonces,
cuando se enteraron Luali (Luali Mustafa Sayed) y otros estudiantes con
él, entonces ya empezaron también ellos a movilizarse. Bueno cuando
nosotros nos hemos liberado de la cárcel hicimos un encuentro, y nos
preguntamos sobre el paradero de Basiri, no sabemos nada de él. Los
últimos que fueron de allí (de la cárcel) de El Aiaún (donde estaba preso),
lo dejaron allí. Ignoramos todavía la política de la policía, de los agentes y
todo lo demás. Entonces nos perseguían, discretamente nos perseguían.
Hicimos una reunión por la tarde y el día siguiente me llamaron. Y me
mandaron a Bojador, otros cuarenta días. Entonces, de nuevo nos hemos
liberado.
   Basiri, estaba allí (en la prisión de El Aiaún), y lo llevaron que no sa-
bemos a dónde. Pero montaron una escena donde uno puede sospechar,
no en ese en ese momento, pero puedes sospechar más tarde. Cogieron
la ropa de él y se la dieron a otra persona, más o menos con su fisonomía.
Estaba el conductor (saharaui) del comandante Salazar, y le dijo, bueno,
nosotros venimos a asistir (al acto), van a traer a Basiri, y lo van a llevar
a España, a las Islas Canarias. Bien, llevaron la persona con la misma
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
vestimenta, esposado y todo, lo llevaron hasta el avión y lo montaron en
el avión, y se fue el avión. Bueno, él (el conductor) no ha podido contar
nada, el conductor del comandante no ha podido hacer nada hasta más
tarde. Bueno, entonces (dijeron) le llevaron a las Islas Canarias. Pero no
era cierto. Era una falsa, un simulacro. Un año después o medio año
después, no sé, también informaron que Basiri había huido de la cárcel
y emitieron una carta (una orden) de captura a las patrullas de frontera,
que el que encuentre a Basiri pues que lo traiga, que huyó de la cárcel.
Eso es una carta escrita, sí. Bien, todo esto son maniobras para disimular
la verdad89. Y la verdad, ¿cuál es? Que lo han llevado a las 5:00 de la ma-
ñana, le han torturado. Esa es la información. ¿Qué tenemos nosotros?
En las dunas (dice Bahia Mahmud Awah, en las dunas, repite Salem Leb-
sir), las dunas de la playa. Esta es la información que hemos podido […]
Hemos escrito al ministerio de Asuntos Exteriores, como familia, y nos
han dicho que eso concierne al ministerio del Ejército. Y el ministerio del
Ejército dice que lo ignora, dijo: no sabemos nada de él.
   Y, todavía hoy, esa es la información que todavía está, muy discreta.
No sabemos su paradero. Si es cierto que lo mataron, o no es cierto. Se-
gún las informaciones, pero es que, con mucha información, no sabes si
es cierto o no es cierto.
   Bien después ya, se hizo contacto con el Uali y los jóvenes que estaban
89 Bárbulo, 2002, insiste en que los documentos sobre Basiri fueron destruidos, y se
reconstruyeron para alimentar las pistas construidas sobre el viaje de Basiri fuera del
territorio del Sahara.
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
con él. Hemos hecho contacto con el gobierno mauritano, también. Y
se decidió encontrarnos en Zuerat, cada uno por su medio y ahí mismo
empezamos de nuevo, con la misma voluntad.
   Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
   Mohamed Sidi Basiri: de la desaparición forzosa a la justicia transicional
   Tomás Bárbulo (2002) señala que todas las versiones construidas por
la administración española sobre Basiri son falsas. Historiadores como
Francesco Correale vienen denunciando la dificultad de trabajar en los
archivos de la colonización por la existencia de ley de secretos oficiales
que dificulta acceder a la información sobre el Sahara Occidental, el pe-
riodo colonial y el proceso de abandono de España que ha provocado
la situación de descolonización inconclusa (que mantiene el Sahara Oc-
cidental en uno de los 17 territorios no autónomos pendiente de desco-
lonización y la última colonia de África). En el caso de Basiri, Bárbulo
piensa que la información fue destruida y reconstruidos los informes
para ocultar los hechos que sucedieron. Ni siquiera la información en
los archivos ayudará a despejar la incógnita de su paradero. El paso del
tiempo corre en contra: va borrando los testimonios de las personas que
vivieron aquellos sucesos. Basiri es el primer desaparecido saharaui, pero
ni el único en el periodo colonial, ni el último entre los saharauis. La
desaparición de opositores políticos fue una práctica de ninguna manera
excepcional en las colonias africanas bajo el dominio español en el fran-
quismo. Fue también el caso de Acacio Mañé, el primer gran impulsor del
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
movimiento nacionalista guineoecuatoriano a finales de los años 1950,
junto con Enrique Nvo Okenve, también antiguo catequista. En otoño
de 1959, Mañé fue detenido por la policía en Bata sin que se supiera más
de él, y Nvo desapareció en circunstancias aún no aclaradas en el sur de
Camerún, cerca de la frontera de la colonia española a la que se dirigía.
Ambos son hoy considerados «mártires» nacionales en Guinea ecuato-
rial.90 Sus casos muestran la rudeza del régimen colonial español, que
suele presentarse bajo la imagen de un colonialismo amable, a diferen-
cia de otros colonialismos, como el francés. El colonialismo español no
dudó en matar cuando lo considero oportuno, y lo hizo amparado en la
impunidad con la intención de cultivar una pedagogía del terror.
   El patrón seguido con Basiri se basaba en un guion que parece común
para las autoridades coloniales, como puede observarse en el informe so-
bre la organización clandestina del 12 de junio de 1970. En el apartado
«medidas a adoptar el gobierno», entre otras opciones, se propone una
acción directa (con empleo de la fuerza) con carácter secreto o camuflada
que consistiría en la detención de la cabeza visible, Basiri, como primera
medida. Habría de ser detenido en secreto y trasladado a algún lugar fuera
del territorio, manteniéndole incomunicado hasta que la situación se nor-
malizase.91 El informe prefiguraba los hechos que finalmente ocurrieron.
90 Eran catequistas, emancipados, católicos y acomodados. Mañé con muy buenas re-
laciones personales con los misioneros y con las mismas autoridades implicadas en su
muerte (Álvarez-Chillida y Nerín, 2018)
91 El informe consideraba esa normalización vinculada a la realización de un referén-
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              Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
    Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
   La desaparición de Basiri se produjo en el seno de una cultura de la
represión practicada ampliamente durante el franquismo hasta su fin en
1975-1978. Pero el caso de Basiri, como el de Acacio Mañé y de Enrique
Nvo Okenve precisan considerarse como un «hecho colonial», y desde la
existencia de larga duración de una línea abisal92 (Santos, 2014) que sepa-
ra la sociabilidad de los colonizados que están por debajo de la línea, de
las poblaciones que se sitúan por encima. Los colonizados, antes y duran-
te el franquismo, y las mujeres y hombres saharauis también después del
dum (de adhesión de los saharauis a España) y continuaba con una serie de medidas
que desestabilizarían la organización: “A continuación se actuaría de forma similar (pero
no tan drásticamente) contra los miembros más destacados que a la vez serán los más
vulnerables. Consistiría la acción sobre estos en destituciones si son chiuj, pérdidas de
los negocios a los comerciantes, traslados y expulsiones a los militares, etc. Dado que
esto es una cuestión de detalle en la cuestión no merece la pena extenderse.
El resultado de una acción de este tipo podría ser rentable, pues teniendo en cuenta que
el partido carece realmente de organización interna, la desaparición del cabeza podría
acarrear la extinción del mismo. Los resultados no pueden asegurarse y su ejecución
es delicada y laboriosa, pero, en resumen, sopesando ventajas e inconvenientes, lo más
probable es que el resultado fuese beneficioso.”, Anexo nº 7 en el Informe sobre el
partido clandestino, 12 de junio, 1970, 2ª sección de la Delegación Gubernativa de la
Región del Norte “
92 El pensamiento abisal es un sistema de distinciones visibles e invisibles, constitu-
yendo las segundas el fundamento de las primeras. Las distinciones invisibles son es-
tablecidas a través de líneas radicales que dividen la realidad social en dos universos: el
universo de «este lado de la línea» y el universo del «otro lado de la línea». La división es
tal que «el otro lado de la línea» desaparece como realidad, se convierte en no existente,
y de hecho es producida como no existente. (Santos, 2014)
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
mismo, han sido forzados a vivir en un espacio dominado por su nega-
ción como sujetos históricos y de derecho y gestionados por medio de la
violencia y la apropiación. El franquismo protegió la represión al final del
régimen con la ley de secretos oficiales de 1968.93 El particular consenso
esgrimido en la Transición política española para tratar los problemas
conflictivos de la historia anterior al advenimiento democrático con el
fin de pasar página al conflicto de las dos Españas, dio lugar a la ley de
Amnistía, por la que no se pueden condenar los crímenes del franquismo.
Esta ley ha sido denunciada dentro94 y fuera del estado español.95 La ad-
93 En sus líneas principales, vigente hasta hoy. Fue ratificada en la Transición sin gran-
des cambios. Aunque ha habido propuestas de reformarla, hasta hoy los partidos de
gobierno, PSOE y PP, lo han impedido.
94 El 20 de diciembre de 2016, la Comisión de Justicia del Congreso de los Diputados
rechazó, con 26 votos en contra, 10 a favor y una abstención, una proposición no de
Ley que instaba a la modificación de la Ley de Amnistía para establecer que no se apli-
caría a casos de torturas o desapariciones forzadas, ni a los crímenes de genocidio o de
lesa humanidad, (Moreno Fonseret y Candela, 2018).
95 Desde 2007, varios informes de Naciones Unidas han denunciado la ley de Amnistía
de la Transición española. En 2009, el “Grupo de Trabajo sobre Desapariciones For-
zosas de la ONU” denunció que no se habían investigado las desapariciones ocurridas
durante la Guerra Civil española y el régimen de Franco, y que la infracción todavía per-
vivía pese a que la referida Ley de Amnistía había declarado prescritos los delitos come-
tidos durante esos periodos históricos. Señaló también que la Ley de Memoria Histórica
de 2007 no contemplaba el delito de desaparición forzada y no ofrecía vías de recursos
para las víctimas, vulnerando así su derecho a la verdad, la justicia y la reparación.
En febrero de 2012, la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Huma-
nos, Navi Pillay, solicitó la derogación de la Ley de Amnistía de 1977 al incumplir la nor-
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              Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
    Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
ministración española no puede ignorar sus responsabilidades sobre este
crimen y otros crímenes de lesa humanidad, que nunca prescriben, una
actitud que debiera partir, en este caso, del reconocimiento de su respon-
sabilidad histórica como metrópoli colonial. El posicionamiento que los
gobiernos españoles sobre el Sahara desde la Transición han mantenido
la línea abisal contraviniendo el mismo derecho internacional96, ignoran-
do su estatus como potencia administradora de jure97 y negando los de-
mativa internacional en materia de derechos humanos. Se instaba a España a investigar
las violaciones a los derechos humanos ocurridas en el pasado, incluidos los cometidos
durante el régimen de Franco. El relator de la ONU, Pablo de Greiff, en 2014 , sostuvo
que el Estado español debía dejar sin efecto la Ley de Amnistía pues se había utilizado
para archivar prácticamente la totalidad de los casos que llegaban a los jueces. Consideró
una necesidad que el gobierno español desarrollara una política de Estado para reparar
a las víctimas del franquismo. Insistió también al gobierno español en la anulación de
todas las sentencias de los consejos sumarísimos, reivindicación de las víctimas que se
descartó durante el debate sobre de la Ley de Memoria Histórica de 2007, por el temor
a que los afectados reclamaran indemnizaciones (Moreno Fonseret y Candela, 2018)
96 El papel de España en la resolución del conflicto saharaui está lejos de ser activo,
como debiera por su responsabilidad histórica, como ha sido el caso de Portugal en la
descolonización de Timor (Devia Garzón, 2016), e incluso está siendo el de Francia
en el proceso pendiente de descolonización de Nueva Caledonia (Barreñada y Thieux,
2019 El papel de los gobiernos españoles ha acabado por decepcionar a los líderes del
movimiento nacionalista, que ha dejado de esperar una respuesta positiva.
97 España informó a Naciones Unidas del abandono unilateral del territorio en fe-
brero de 1976. El 14 de noviembre de 1975 firmó los Acuerdos de Madrid, en los que
aceptaba el reparto de la administración del territorio entre Marruecos y Mauritania;
acuerdo ilegal, no refrendado en las Cortes españolas (Ruíz Miguel, 2005). En el dere-
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
rechos de los saharauis como sujetos colonizados por España98. En estos
momentos se ha elaborado un anteproyecto de una nueva ley de la Me-
moria Histórica Democrática 99 que mejore las limitaciones de la anterior,
cho internacional ningún país que administra un territorio no autónomo, puede ceder
su administración a un tercero. España actúa hoy como si la administración de hecho
(categoría inexistente en el derecho internacional) del territorio le correspondiera a Ma-
rruecos. (Soroeta, 2012)
98 Uno de los últimos episodios en la negación por parte del Tribunal Supremo de la
condición de españoles para los saharauis nacidos en el Sahara Occidental antes de la
retirada de España en 1976, bajo el argumento de que la Ley de Descolonización (1976)
determinó que el Sahara Occidental “era de España”, por no “era España”, y en conse-
cuencia niega la condición de originarios españoles de estas personas. La cuestión de la
nacionalidad española de los saharauis fue debatida críticamente por Ruiz Miguel (1999)
99	        El objeto de la Ley es “el reconocimiento de los que padecieron persecución o
violencia, por razones políticas, ideológicas, de conciencia o creencia religiosa, de orien-
tación e identidad sexual, durante el período comprendido entre el golpe de Estado de
1936, la Guerra Civil y la Dictadura franquista hasta la promulgación de la Constitución
Española de 1978. Se trata de promover su reparación moral y recuperar su memoria e
incluye el repudio y condena del golpe de Estado del 18 de julio de 1936 y la posterior
dictadura.”
Contiene 66 artículos que se agrupan en 5 títulos,
En el Título I, se determina la consideración de víctima con arreglo a los parámetros
internacionales de Derechos Humanos y declara el carácter nulo de todas las condenas
y sanciones dictadas durante la Guerra Civil y la Dictadura por los órganos de represión
franquista, que asimismo se declaran ilegítimos.
En el Título II, sobre las políticas integrales de Memoria Democrática, se trata, en el Ca-
pítulo 1, del derecho a la verdad de las víctimas, se asume que la búsqueda de personas
desaparecidas durante la Guerra Civil y la Dictadura corresponderá a la Administración
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              Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
    Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
de 2007. La nueva ley de la Memoria Histórica Democrática española se
basa en el concepto de justicia transicional, que se sitúa así entre el deber
de memoria con las víctimas y el derecho a ciertos olvidos a favor de los
intereses nacionales. Así las cosas, podemos afirmar que sin justicia ni re-
paración es difícil alcanzar la reconciliación. Esta solo puede conseguirse
tras completar un ciclo reparador integrado por el conocimiento de la
verdad y la aplicación de la justicia en favor de las víctimas, que incluye la
reparación, la rehabilitación y medidas de no repetición. Solo al final de
ese ciclo puede existir el perdón y el reencuentro de la sociedad.
   Mohamed Basiri, la línea abisal y la responsabilidad de España
   Mohamed Sidi Basiri es un saharaui desaparecido muy especial para
los saharauis, pues su persona, su vida, y también su muerte, sirvieron de
inspiración para el movimiento por la liberación y el surgimiento de Frente
Polisario, como expresa este fragmento del poema que Mohamed Salem
Badi le dedicó. Badi, juega poética con la ambigüedad de su destino:
General del Estado, El derecho a la justicia se regula en el Capítulo II. Las medidas de
reparación están contempladas en el Capítulo III. El Capítulo IV se refiere al deber de
memoria como garantía de no repetición. 
El Título III, reconoce la labor realizada durante décadas por la sociedad civil en la de-
fensa de la memoria democrática y la dignidad de las víctimas, disponiendo la creación
de un registro de entidades memorialistas. Finalmente, el Título IV incorpora un régi-
men sancionador regulador de las infracciones y sanciones, en defensa de las víctimas y
de la dignidad de los principios y valores constitucionales en el espacio público.
                                          376
             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
   Con él se levantó la jaima de la nación saharaui,
   tejió los vientos y cuidó las fronteras y celoso
   permanece vigilante y es la garantía de la verdad.
   Acaso desde el día de Zemla, se convirtió en joven dromedario
   y empezó a caminar y a avivar hasta el 20 de mayo100
   para ser un adulto, fuerte y robusto camello.
   (…)
   Basiri, está presente y en la toma de decisión, también está presente,
   él es el sol, la estrella y la luna de las intifadas y de los soldados
   que han roto las cadenas como dice la canción.
   Realmente él está vivo y el encuentro entre los vivos es espontáneo
   o acaso por nuestras costumbres requerido,
   o tal vez haya muerto y se encuentra en el cielo como retoño de camello
   y el camello del paraíso se encuentra viviendo en libertad.
   Recordarlo no necesita de las lágrimas, porque nació
   consagrado a la gloria por su propia voluntad
   ¡Por Alá, que eres el mejor de los nacidos, Mohamed Basiri!
   Por otra parte, Basiri, es uno más de los desaparecidos saharauis en
su lucha por su autodeterminación. La Asociación de Familiares de Pre-
sos Saharauis (AFAPRESA) es una organización saharaui cuyo objetivo
es denunciar la detención y desaparición de personas saharauis por el
régimen marroquí, tras su ocupación del territorio en octubre de 1975.
Según AFAPRESA en el Sáhara Occidental las desapariciones forzadas
afectaron directamente a más de 4.500 personas, de las cuales más de 456
siguen desaparecidas hasta la fecha, «bajo la plena responsabilidad del Es-
tado Marroquí y del Estado Español» (AFAPRESA, 2020). El Reino de
100 El 20 de mayo de 1973 se produjo la primera acción armada del Frente Polisario.
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
Marruecos como potencia ocupante (resolución A/RES/34/37 de 1979)
y el Reino de España como antigua potencia colonial y potencia admi-
nistradora de jure del territorio no autónomo del Sáhara Occidental101. El
estatuto de España como potencia administradora fue puesto de mani-
fiesto en 2002 en el Dictamen Jurídico de Hans Corell (S/2002/161), que
recuerda que España no podía trasferir unilateralmente el Sahara Occi-
dental a ningún tercero. El Reino de España conserva pues, en virtud del
derecho internacional, a pesar de la retórica de los gobiernos sucesivos
de España, su calidad de potencia administradora de jure y por lo tanto,
debe mantener la capacidad y la obligación, de proteger, desde un punto
de vista jurídico, los derechos del pueblo del Sahara Occidental, incluido
su derecho a la autodeterminación y su soberanía sobre los recursos na-
turales del territorio.
   Ante esta grave situación, AFAPREDESA llama a la actuación de va-
rias instancias y, en concreto al Gobierno español, al que insta a:
   Asumir sus responsabilidades y llevar a cabo investigaciones que arro-
jen sobre el paradero de Sidi Mohamed Basiri y los otros 455 saharauis
desaparecidos secuestrados por las fuerzas de ocupación marroquíes (en
su mayoría, entre el 31/X/1975 y 27/II/1976, fecha de la retirada de
España del territorio saharaui).
101 En su resolución, A/RES /45/21 del número 20 de 1990, la Asamblea General
reafirmó que la cuestión del Sáhara Occidental es una cuestión de descolonización que
debe completarse sobre la base del ejercicio por el pueblo del Sáhara Occidental de su
derecho inalienable a la autodeterminación e independencia.
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             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
   Reto para la autodeterminación del Sahara y para la justicia transicional en España
   Actuar con las autoridades de ocupación marroquíes para facilitar los
trabajos de exhumación, identificación de los cadáveres y su restitución a
sus beneficiarios, sobre la base de las alegaciones contenidas en el informe
CCDH marroquí, publicado en 2010.Tomar todas las medidas necesarias
para que las autoridades marroquíes cooperen de buena fe con la justicia
española para el juicio de los altos mandos civiles y militares marroquíes
implicados en el genocidio del pueblo saharaui, verdad jurídica contempla-
da en la sentencia 1/2015 de 9 de abril de 2015, dictada por el Juez Pablo
Ruz102. Son peticiones que se realizan con la voluntad de atravesar y hacer
desaparecer la línea abisal que Europa ha trazado históricamente frente a
sus vecinos del sur, y que requiere de la colaboración de socios en este lado
de la línea; una colaboración con la que me siento comprometido.
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dad y CICR llamados a actuar para esclarecer el paradero de más de 456
desaparecidos saharauis.
102	        Se refiere a en el proceso de exhumación e identificación de los cuerpos
encontrados en numerosas fosas comunes, especialmente las de Fadret Leguiaa. Desde
2013, AFAPREDESA con el apoyo de otras organizaciones locales, ha podido des-
cubrir varias fosas comunes tanto en los territorios bajo el control de las autoridades
saharauis, en los territorios ocupados por Marruecos. AFAPREDESA trabajó en los
territorios liberados de la RASD con la colaboración de Carlos Martin Beristain Y Fran-
cisco Etxeberria Gabilondo, de la Universidad del País Vasco. Se hallaron 16 cadáveres,
se pudieron identificar 10 de ellos, incluidos dos niños.
                                         379
             Capítulo 9: La desaparición forzosa de Mohamed Sidi Basiri.
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 Capítulo 10: La reconfiguración identitaria de las Mujeres Saharauis en el marco de la
                     lucha por la autodeterminación de su pueblo
                     CAPÍTULO 10
            La reconfiguración identitaria de las
   Mujeres Saharauis en el marco de la lucha por la
               autodeterminación de su pueblo
                                          Daniela Lasalandra y Melina Blanco
A través de la historia, las mujeres han conseguido transformar la reali-
dad que se les presenta a razón de su lucha y su perseverancia. El propó-
sito de este artículo es describir los aspectos socioculturales y políticos
vinculados a las mujeres saharauis que habitan en los campamentos de
refugiados de Tindouf al suroeste de Argelia.
   El abordaje propuesto conlleva una mirada que posibilite la reflexión en
torno a sus aportes a la lucha por la autodeterminación del pueblo saharaui y,
al mismo tiempo, nos permita recorrer el proceso realizado por las mujeres en
pos de su conformación como sujetos políticos con sus propias demandas.
   Las mujeres saharauis supieron cómo articular sus prácticas políticas
con las tradiciones musulmanas y entrelazaron sus experiencias de resis-
tencia con reivindicaciones de género, transformando sus pertenencias
identitarias. Es preciso remarcar que este proceso se lleva a cabo en un
                                        384
 Capítulo 10: La reconfiguración identitaria de las Mujeres Saharauis en el marco de la
                     lucha por la autodeterminación de su pueblo
territorio donde prima la lucha cotidiana por la subsistencia, y es en ese
contexto adverso donde las mujeres saharauis crearon una matriz social
de cara a una sociedad futura, libre.
   Durante el análisis incorporamos poemas que guardan una profunda vin-
culación con la mujer saharaui, comprendiendo la relevancia que supone re-
cuperar las propias voces de aquellas que han sido relegadas por la narrativa
historiográfica hegemónica. La riqueza de este lenguaje nos atraviesa apelan-
do a todos nuestros sentidos, y nos recuerda, tal como lo expresa la escritora
feminista Esther Pineda G., que «la poesía es el consuelo de los oprimidos».
   Apreciaciones sociohistóricas
                                                                ¿Qué eras Sahara?
                                                              Absolutamente nada.
                                                 Un desierto por los siglos olvidado.
                                                                      Pero ahora…
                                                         Todo el mundo te reclama.
                                                    ¿Qué buscáis, hombres ajenos?
                                                 ¿No sabéis que el potente saharaui
                                                            en el día de mañana…
                                                             como pueblo triunfará?
                                                           Tened bien alta la frente
                                                  que el Sahara será independiente.
                                           (El Sáhara. Naha Aleyin, 13 años)103
103 Estudiante (fem.) saharahui, poesía escrita en los años 70´. “En los años setenta,
las estudiantes saharauis ya escribían poemas en español. Vistos desde una amplia pers-
pectiva, no dejan de ser una nota anecdótica, pero nos hace pensar dónde habríamos
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  Capítulo 10: La reconfiguración identitaria de las Mujeres Saharauis en el marco de la
                      lucha por la autodeterminación de su pueblo
   Resulta pertinente para comprender la realidad de las mujeres saha-
rauis acercarnos brevemente a los cambios que sucedieron en el norte
del continente africano, no solo en lo que refiere a la población per
se con su gran capacidad de adaptación y a las distintas migraciones e
intercambios que experimentó la región, sino, también en relación al
territorio. Una geografía hostil, que las convirtió en poblaciones que
practicaron como modo de supervivencia desde el nomadismo hasta
el pastoreo. Por otro lado, la islamización del Sahara en el siglo VII
constituyó un hecho de suma importancia en tanto que reconfiguró la
cultura del Mediterráneo.
   Hasta mediados del Siglo XIX la tierra saharaui permaneció libre de
la ocupación extranjera pero en La Conferencia de Berlín de 1884/85
donde no hubo ningún representante por parte de África, las potencias
europeas se repartieron el territorio según sus propios intereses y con
esto establecieron un nuevo mapa colonial para todo el continente, otor-
gándole el Sahara Occidental a España.
   Antes de la conferencia de Berlín […] la franja occidental del gran
Sahara era un territorio de 2 millones de kilómetros cuadrados poblado
por 300/400.000 personas (pastores nómadas) que hablaban la misma
lengua, el Hassania, y reconocían a su tierra con el genérico nombre del
Bidán (País de Blancos). A través de una larga historia se habían frag-
mentado en un centenar de cábilas (tribus) de muy diverso tamaño y
llegado si no hubiera estallado la guerra” (El Hasnaoui Ahmed, 2016: p. 42).
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 Capítulo 10: La reconfiguración identitaria de las Mujeres Saharauis en el marco de la
                     lucha por la autodeterminación de su pueblo
dedicación, asentadas en áreas que consideraban propias, pero en cons-
tante movimiento territorial. Hasta ese momento la relación entre ellas
respondía a un sutil y complejo repertorio de pautas que mantenía el
equilibrio y evitaba que los conflictos intertribales sangraran una demo-
grafía siempre en el umbral de la autorreproducción. En 1900 Francia
y España se repartieron este espacio y lo rubricaron con un tratado en
1904. El reparto fue desigual, Francia ocupó el 85 % y España el resto
(García, 2003: p. 39).
   En mayo de 1973 se crea el «Frente Popular de Liberación de Saguia el
Hamra y Río de Oro, el Frente POLISARIO, es el máximo representan-
te del pueblo saharaui104 ante el mundo y ante Marruecos» (Justo, 2013:
p. 263) cuyo fin primordial es la independencia del Sahara Occidental.
Al año siguiente, en 1974 «como rama femenina del Frente Polisario se
crearía la Unión Nacional de Mujeres Saharauis (UNMS), que lucharía
por el derecho a la autodeterminación, así como por su propia visibilidad
en la sociedad» (El Hasnaoui Ahmed, 2016: p. 43). La organización fue
fundamental en la revolución, además de promover la participación de
las mujeres en el espacio político y profesional, resignificando el rol de la
mujer dentro de la sociedad.
104 Sobre el concepto “pueblo saharaui”, Pasqual del Riquelme menciona: “A todos los
habitantes del Sahara, los europeos les llamaban genéricamente “saharianos”. Pero los
habitantes del Sahara Occidental se autodenominaron saharauis, y han conseguido -que
no solo España sino también el resto del mundo acepte llamarles saharahuis. Tenían un
ilustre precedente: el almorávide YahvaIbn Abu Bakr al-Sahraui”. (Del Riquelme, 2002:
p.101)
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  Capítulo 10: La reconfiguración identitaria de las Mujeres Saharauis en el marco de la
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   El Frente Polisario anunció la constitución de la República Árabe Sa-
haraui Democrática (RASD) el 27 de febrero de 1976. España se retira
del Sahara Occidental, quedando a cargo de Marruecos y Mauritania pero
en 1979, este último también abandona el territorio. Si bien en el año
1974 España anunció su intención de realizar un referéndum de autode-
terminación, de acuerdo con las sugerencias de la ONU, el mismo no se
llevó adelante y Sahara Occidental permaneció en la misma situación de
gobernabilidad. Acto seguido, el Rey Hassan II de Marruecos organizó la
denominada «Marcha Verde»105 en el Sahara. Este desplazamiento impli-
có la movilización de más de trescientos cincuenta mil marroquíes entre
hombres, mujeres y miembros del ejército para efectivizar la posesión del
Sahara, la población saharaui debió huir a la hammada argelina de Tin-
douf. En este sentido, Riquelme Cortado (2013) expresa:
   Al poco de finalizada la Marcha, el 14 de noviembre, con un Franco
   agonizante, España, Marruecos y Mauritania emitieron en Madrid una
   “Declaración de principios” (conocida como Acuerdos –tripartitos–
   de Madrid), en la que España ratificaba “su resolución... de descoloni-
   zar el territorio... poniendo término a las responsabilidades y poderes”
   que tenía “como Potencia administradora... antes del 28 de febrero de
105 El 16 de octubre de 1975, el Tribunal Internacional de la Haya dictaminó realizar un
referéndum de autodeterminación en el Sahara Occidental, sin embargo el rey Hassan
II con apoyo internacional inicia oficialmente el 6 de noviembre la Marcha Verde. La
sentencia puede consultarse en:
http://publicaciones.sodepaz.org/images/uploads/documents/revista006/01_sen-
tenciaoct.pdf
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   1976”, y comprometiéndose a proceder “de inmediato a instituir una
   administración temporal” con participación de Marruecos y Maurita-
   nia en colaboración con la Yemáa (la Asamblea de notables saharauis).
   (p. 208)
   Según datos consultados en la web de la Agencia de las Organizacio-
nes Unidas para los Refugiados «en 1976, más de 40.000 personas huyen
a la frontera con Argelia y se abren 5 campos de refugiados de carácter
temporal (…) muchos de ellos son ya la segunda o tercera generación que
ha nacido en los campos» (ACNUR, 2018) sin embargo, esta provisiona-
lidad persiste hasta la fecha y la población ascendió a 173.600 conforme
a lo que expresa la ONG Médicos del Mundo (2020) en su sitio de inter-
net. El estado de situación y la no resolución del conflicto, hace décadas
los somete a la dependencia permanente de la ayuda internacional para
su supervivencia.
   Como ya se mencionó anteriormente, la cuestión religiosa tuvo un
lugar destacado en la construcción identitaria saharaui, el Islam se enseña
en las escuelas coránicas ubicadas en los campamentos. El aprendizaje de
la lectoescritura árabe constituye un elemento central de pertenencia na-
cional, especialmente si tenemos en cuenta que la mayoría de las mujeres
eran analfabetas al llegar a los campamentos.
   El índice de analfabetismo de la población saharaui, cuando se asien-
   tan en los campamentos de Tindouf, se estima en un 90 % de la pobla-
   ción, alcanzando el 96 % si nos referimos exclusivamente a la pobla-
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   ción femenina. Ante este saldo desalentador donde solo un 10 % de la
   población sabía leer y escribir una de las principales medidas fue la de
   enviar al mayor número de niños y jóvenes posible a estudiar a países
   que reconocieron a la RASD y les ofrecieron su ayuda en esta mate-
   ria. Generaciones enteras estuvieron más de diez años estudiando en
   algún país de acogida para poder dirigir en un futuro a la RASD en
   su camino a la autodeterminación en territorio saharaui. (Vinagrero,
   2020: p.158)
   Sin embargo, la pacificación del territorio aún estaba lejos de con-
cretarse. Aunque el Frente Polisario y Marruecos habían mostrado
cierta iniciativa de paz con el Plan Arreglo (1988) donde se concertó
llamar a referéndum, este nunca se ejecutó debido a la interposición
de acciones (vetos) por parte del gobierno marroquí. Años después,
llega el Plan Baker I (2001) y el Plan Baker II (2003) pero la situación
en el Sahara Occidental no ha cambiado mucho al día de hoy (Grande
Gascón y Ruiz Seisdedos, 2016: p.186). Los fallidos e inconclusos
intentos de pacificación en territorio saharaui siguen al pendiente, «el
proceso de paz no conduce a nada: Marruecos y la impunidad con la
que actúa hace imposible la paz. El presente es muy frágil. Cuando
nadie ve con claridad el futuro, solo el pasado puede ser sólido» (Gi-
meno, 2014: p.37).
   Cabe mencionar que estos asentamientos, lamentablemente, no están
exentos de la pandemia que atraviesa el mundo. Según diversos portales
de noticias y la ACNUR, la covid-19 se hizo presente en los campamen-
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tos con casi una treintena de infectados en el mes de septiembre, a esta
situación debe sumarse una afección pulmonar que padece el ganado
ovino, dejándolos con centenares de animales muertos.
   Mujeres valientes, mujeres saharauis
   Drmizat con mucho polvo
   Con sus armas y sus balas
   Juran al enemigo
   Que no dormirá tranquilo
   Fuera de las trincheras.
   (Fana Ali, poetisa de la Revolución)106
   Indagar en la situación de las mujeres saharauis que habitan los
campamentos de Tindouf requiere un fuerte corrimiento respecto de
lecturas romantizadas así como también un esfuerzo en pos de evitar
una traslación de conceptos en detrimento de la reflexión y el cono-
cimiento situado.
   Consideramos que las transformaciones sociales y políticas atravesa-
106 Fana Ali. Sus creaciones reflejan las gestas del ejército de liberación saharaui (…)
Drmizat (la traducción sería algo así como “las peladas”) es el nombre de los LandRo-
ver utilizados en la guerra contra Marruecos, a los que se descapotaba para añadirles
ametralladoras. Fue uno de los símbolos del ejército saharaui, ya que eran tremenda-
mente efectivos contra el enemigo. Fana fue también combatiente del Polisario en su ju-
ventud y hoy sigue siendo una de las poetisas más conocidas en el Sahara (El Hasnaoui
Ahmed Z., 2016, p.45c).
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  Capítulo 10: La reconfiguración identitaria de las Mujeres Saharauis en el marco de la
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das por las mujeres saharauis requieren un abordaje desde una perspec-
tiva interseccional107, es decir comprendiendo que son sujetas oprimidas
por una multiplicidad de variables que operan a través de las categorías
de clase social, sexualidad, cuerpos, raza, género, etnia, y territorios. Esto
implica posicionarnos desde los feminismos llamados no occidentales o
de la tercera ola (Meloni, 2012), poscoloniales (Bidaseca, 2010), antirra-
cistas (Curiel, 2007), descolonial (Lugones, 2011) periféricos (Rodríguez,
2006)”108, que cuestionan cierta pretensión representativa hegemónica
por parte del feminismo occidental, blanco y heteronormativo. El femi-
nismo hegemónico, además, obstaculiza la identificación de las mujeres
saharauis ya que «(…) la connotación occidental y colonial del término
«feminismo» ha llevado muchas veces a despreciar dicha denominación
y a privilegiar un vocablo que parece más cercano al universo sociocultu-
ral de las militantes feministas musulmanas: reformismo en femenino.»
(Zahra Alí, 2019: p.22) Otro cuestionamiento hacia el feminismo «blan-
co», deriva de la tendencia del mismo a considerar que toda iniciativa de
liberación y emancipación de las mujeres supondría un distanciamiento
de lo religioso. Por el contrario, las mujeres saharauis reivindican un com-
promiso feminista asumido desde la espiritualidad musulmana.
107 Terminología introducida en 1989 por Kimberlé Crenshaw, investigadora feminista
estadounidense, para designar la mencionada perspectiva teórica y metodológica.
108 Diferentes modos de denominar esta corriente crítica del feminismo surgida en los
años 70. Para profundizar sobre la temática sugerimos la lectura de Tejiendo de otro
modo: Feminismo, epistemología y apuestas descoloniales en AbyaYala, Editoras: Yu-
derkys Espinosa Miñoso, Diana Gómez Correal, Karina Ochoa Muñoz (2014).
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 Capítulo 10: La reconfiguración identitaria de las Mujeres Saharauis en el marco de la
                     lucha por la autodeterminación de su pueblo
   Si bien a lo largo de estas líneas nos referiremos a las «mujeres saha-
rauis», es preciso tener presente que esa denominación incluye las catego-
rías: mujeres, bereberes, musulmanas, y africanas. Es decir, «las mujeres
saharauis» constituye un potente aglutinante en el que confluyen todas
esas aristas culturales y fundacionales de la identidad saharahui. Es im-
portante mencionar también, que estas categorías han sido fuente de ter-
giversación y exotización a través de la invención del orientalismo (Said,
2004) promoviendo la estigmatización ideológica hacia los musulmanes
y todo aquello referido al Islam, a partir de la construcción académica de
un velo de prejuicios y estereotipos. Es en este sentido, que suele con-
siderarse al Islam como el factor de producción de la desigualdad de las
mujeres musulmanas desconociendo el complejo entramado de factores
socioeconómicos, políticos e históricos presentes en las diversas socieda-
des musulmanas.
   Creemos que sería erróneo asumir que las mujeres saharahuis con-
forman un colectivo homogéneo, sin embargo, es posible afirmar que
comparten un arraigado sentimiento de pertenencia comunitaria, y ello
posibilita el sostenimiento de los lazos sociales a lo largo del tiempo.
Asimismo, es pertinente puntualizar que cuando nos referimos a «iden-
tidad» lo hacemos en el marco de la concepción interseccional, es decir
entendiendo que las identidades se realizan en las prácticas relacionales,
y que se trata de una multiplicidad de pertenencias identitarias, de clase,
género, etnia, religión, que confluyen en los sujetos.
   Tal como lo mencionamos anteriormente, el pueblo saharaui sufrió
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 Capítulo 10: La reconfiguración identitaria de las Mujeres Saharauis en el marco de la
                     lucha por la autodeterminación de su pueblo
un trastocamiento violento de su modo de organización política y social.
La nueva vida en los campamentos implicó un proceso de acomodación
de las costumbres ancestrales, la permeabilidad a la «modernidad» y la
lucha por la libertad y autodeterminación. En este contexto, las mujeres
tuvieron una participación revolucionaria expresada en el surgimiento de
la rama femenina del Frente Polisario, cuyos propósitos iniciales serán la
lucha por la autodeterminación de su pueblo, promover la participación
política de las mujeres, y difundir la causa del pueblo Saharaui a través
de las redes de información internacionales. De acuerdo con la clasifi-
cación enunciada por la investigadora Rocío Medina Martín (2016), el
desarrollo de la organización constó de una primera etapa llamada «Ala
Femenina» (1973-1976) en la que primaron las acciones de logística y de
concienciación política. La segunda etapa fue la de la «Unión Femenina»
(1976-1985) signada por la administración de la vida en los campamen-
tos, la organización de los servicios de salud y asistencia, la gestión de la
ayuda internacional, y todo lo referido al ámbito familiar y doméstico. Y
la tercera etapa a partir de 1985, denominada Unión Nacional de Mujeres
Saharauis (en adelante UNMS) La última etapa, que continúa en la actua-
lidad, corresponde con los tiempos de profundización de la identidad en
tanto colectivo de mujeres, y es a partir de este momento también, que se
advierten las discrepancias generacionales que acontecen entre las muje-
res. Recordemos que la no resolución del conflicto y el sostenimiento de
la situación de refugio a lo largo del tiempo, conlleva la convivencia entre
las posturas de las mujeres más jóvenes que regresaron a los campamen-
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 Capítulo 10: La reconfiguración identitaria de las Mujeres Saharauis en el marco de la
                     lucha por la autodeterminación de su pueblo
tos luego de estudiar en el exterior nutriéndose de otras cosmovisiones,
y aquellas mujeres de mayor edad con experiencias de vida y posiciona-
mientos muy diferentes.
   Es preciso puntualizar, que lo dicho no pretende asumir la modalidad
acorde con el conocimiento eurocentrado cuya concepción de la historia
de tiempo lineal está guiada por un sentido y dirección únicos, según la
señalética de la modernidad. En palabras de Boaventura de Sousa Santos,
«la modernidad occidental ha producido la no contemporaneidad de lo
contemporáneo, la idea de que la simultaneidad esconde las asimetrías de
los tiempos históricos que en ella convergen.» (De Sousa Santos, 2009:
p.110). Es decir, las llamadas «tradiciones» del pueblo saharaui refieren
a modos alternativos de proyectos históricos que luchan por realizarse,
y no a costumbres que deben ser superadas. Esta tensión sin embargo,
aporta una particularidad insoslayable que remite a la importancia del
movimiento de mujeres109 entendido como un proceso profundamente
emancipador para las mujeres pero también para los hombres dado que
cuestiona los cimientos de la estructura social en pos de nuevas relacio-
nes sin opresiones. Así, observamos la vinculación inseparable entre el
proceso libertario de una comunidad y la libertad de los sujetos que en
ella habitan, ambas aristas del mismo movimiento emancipador.
109 Nos referimos al “movimiento de mujeres” dada la controversia presente en los
campamentos y la resistencia de algunas mujeres de autodenominarse como “feminis-
tas”, sin embargo pertenecen a los sectores activos de lucha por la autodeterminación
del pueblo y por la reivindicación de sus derechos como mujeres.
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 Capítulo 10: La reconfiguración identitaria de las Mujeres Saharauis en el marco de la
                     lucha por la autodeterminación de su pueblo
   Resistencia, lucha y solidaridad femenina
   Las mujeres han tenido un rol protagónico en la instalación, organi-
zación y desarrollo de la vida en los campamentos, articulando sus tra-
diciones musulmanas con sus prácticas políticas. De este modo, ciertos
rasgos propios de las sociedades nómadas resultaron de vital importancia
en tanto posibilitaron la cohesión del pueblo luego de huir de las zonas
de conflicto armado. Así, la concepción de familia resultó central para la
supervivencia y la posterior reconstrucción del tejido social. Es oportuno
mencionar que se trata de una concepción de familia extendida, más am-
plio que el modelo occidental, y en la cual la ancianidad es valorada y res-
petada en tanto fuente de conocimientos culturales, medicinales y éticos.
   Las tareas domésticas y de cuidado revisten una gran politicidad y cons-
tituyen un espacio exclusivo de las mujeres, que invita al diálogo interge-
neracional, la transmisión de saberes comunitarios, y se transforma en una
fuente de empoderamiento cuando son ellas mismas las que gestionan el
control de sus cuerpos. Ejemplo de ello es el modo en que tramitaron la
maternidad entendida como estrategia para la supervivencia de la comu-
nidad, luego de los primeros años en que se registró un aumento de la
mortalidad infantil debido a la propagación de enfermedades y a la carencia
de asistencia en salud. Es por ello que una de las primeras acciones de las
mujeres consistió en la planificación de la maternidad y la especial atención
de los cuidados durante el embarazo a fin de garantizar el aumento de la
natalidad. Esta articulación devino en una revalorización de la maternidad
al estar ligada a uno de los aportes femeninos a la causa del pueblo saha-
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 Capítulo 10: La reconfiguración identitaria de las Mujeres Saharauis en el marco de la
                     lucha por la autodeterminación de su pueblo
raui. Así, observamos la imbricación entre los cuerpos de las saharauis y su
capacidad para constituir territorialidad a través de los mismos.
   De esta manera, la permanencia de los hombres en la guerra hasta el
cese del fuego en 1991, y la planificación de la vida familiar y comunal
en manos de las mujeres, modificó el modo de realizarse la división del
trabajo y además, promovió la participación política de las mujeres. En
dicho proceso, la solidaridad femenina propició el pilar para la transmi-
sión cultural, tal como describe Francesca Gargallo:
   A esta solidaridad, conocida como tuiza, entre suegras y nueras, pri-
   mas, hermanas, cuñadas, madres e hijas se debe la facilidad con que
   colectivamente las mujeres saharauis son capaces de enfrentar traba-
   jos pesados o completamente nuevos sin perder sus tradiciones, así
   como pasarse informaciones vitales, debatir acerca de su condición,
   tomar decisiones colectivas sobre educación y participación política,
   y finalmente incidir sobre las decisiones de la tribu y, en la actualidad,
   sobre la política de los órganos de gobierno de la RASD (Gargallo,
   2013: p. 30; cit. por Medina, 2016: p.15).
   Resulta pertinente, destacar los aportes de Judith Butler (2015) en rela-
ción con la vulnerabilidad y su capacidad para motorizar las acciones de re-
sistencia. En este sentido, lejos de las miradas estereotipadas hacia el movi-
miento de mujeres saharauis, se trata de comprender que, es desde aquellas
zonas de profunda vulnerabilidad que emergen las resistencias al poder y el
sometimiento. Es decir, la lucha se conforma con las vulnerabilidades y no
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 Capítulo 10: La reconfiguración identitaria de las Mujeres Saharauis en el marco de la
                     lucha por la autodeterminación de su pueblo
a pesar de ellas. La resistencia política es interpretada por la autora en tanto
acto corporal, no en el sentido de corporalidades individuales sino hacien-
do referencia a un cuerpo ligado a una red de relaciones y experiencias que
lo definen. Al respecto, cabe mencionar a Aminetu Haidar, activista de las
más conocidas por su postura en contra de la ocupación marroquí. Su tra-
yectoria comienza a los 17 años, ha sobrevivido a numerosas detenciones
en las que se la dio por desaparecida, ha sido torturada durante cuatro años
en una cárcel marroquí, entre otras vicisitudes que atravesó. Según ella mis-
ma lo relata, esa situación de cautiverio la fortaleció e imprimió más firme-
mente su determinación y voluntad de luchar hasta el final. Para Aminetu,
el proceso de liberación del Sahara Occidental y la lucha de las mujeres
deben ir en paralelo como una única bandera y siempre en forma pacífica.
   Reconocer las diferentes formas de lucha de las mujeres, y por qué
no de «ser feministas», permitirá legitimar los discursos alternativos que
se articulan a partir de otros registros de referencia, que pueden ser reli-
giosos o provenientes de tradiciones políticas diversas, y entonces sí, las
luchas de las mujeres por sus derechos, y el feminismo, se verán enorme-
mente enriquecidos y fortalecidos.
   Reflexiones finales
   A lo largo de estas líneas observamos cómo las mujeres saharauis
transformaron sus prácticas sociales en el marco de un contexto signado
por la colonización, la violencia de la guerra, y el posterior asentamiento
en los campamentos de refugiados de Tindouf, situación que perdura
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 Capítulo 10: La reconfiguración identitaria de las Mujeres Saharauis en el marco de la
                     lucha por la autodeterminación de su pueblo
hasta la actualidad.
   Pudimos visualizar la importancia de los rasgos socioculturales del pue-
blo Saharaui en tanto condiciones de posibilidad para el sostenimiento de
la cohesión social y la solidaridad comunal. En este sentido, la centralidad
de la agencia femenina permitió la continuidad de la transmisión de esos
valores comunitarios en pos de la supervivencia de su pueblo. Asimismo,
pudieron convertirse en sujeto colectivo y gestar la lucha desde situaciones
de extrema violencia y vulnerabilidad.
   Las estrategias organizativas implementadas en los campamentos así
como la planificación de las acciones de lucha incorporaron nuevas rei-
vindicaciones en clave feminista, y además, lograron su articulación con
las tradiciones musulmanas desafiando cualquier intento de lecturas de
corte eurocentrado.
   Las narrativas históricas hegemónicas han ocultado la lucha del pue-
blo Saharaui, algunas veces a través de mecanismos demonización de la
misma, y otras invisibilizando su existencia beneficiando a los intereses
económicos y políticos devenidos de la no resolución de un conflicto
internacional.
   Consideramos de relevancia insoslayable apreciar las luchas y resisten-
cias de las mujeres saharauis en tanto aportes a la emancipación de las
mujeres a nivel mundial, lo cual implica un distanciamiento de las prédi-
cas del feminismo «blanco» y su vocación histórica de posicionarse como
vanguardia del movimiento.
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  Capítulo 10: La reconfiguración identitaria de las Mujeres Saharauis en el marco de la
                      lucha por la autodeterminación de su pueblo
   Saharahuiyamunadila
   Lleva tu lucha por bandera
   Al opresor, resistes los golpes.
   Orgullo de tus hijos
   Ejemplo para tus hombres
   Sarahuiya libertaria
   Ejemplo para el mundo
   Pisando fuerte por donde vayas
   Tu lucha es mi lucha
   Mi libertad es la tuya.
   (Fragmento de «Mujer Saharahui», Sidi M. Talebbuia)110
   Anexo
   Al finalizar el presente artículo, y a solo instantes de ser enviado para
su edición, recibimos la triste noticia sobre la declaración de guerra del
Frente Polisario hacia Marruecos, tras la tensión surgida los últimos días
en la zona del Guerguerat durante la madrugada del 13 de noviembre.
Allí algunos grupos de manifestantes civiles saharauis que se encontra-
ban bloqueando el único paso fronterizo entre el Sáhara y Mauritania,
desde el pasado 21 de octubre, fueron reprimidos por el ejército marro-
110 Del libro Poesía y cultura de la resistencia. Tres poetas saharauis contemporáneos
(2016). Sidi M. Talebbuia, abogado y activista por la autodeterminación del Pueblo Sa-
haraui. Nacido en el Campamento de Refugiados Saharauis de Dajla (Ainbeida) el 03
de febrero de 1986, cursó sus estudios primarios en los campamentos de refugiados
saharauis en Argelia obteniendo como premio a la excelencia académica la posibilidad
de viajar a España. Tiempo después, se gradúa en Derecho. Actualmente preside la
Asociación Profesional de Abogados Saharauis en España (APRASE).
                                         400
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quí infringiendo el acuerdo de paz establecido en 1991 y desatando la
reacción del Polisario.
   Tras los hechos acontecidos en las proximidades del denominado
«muro de la vergüenza», el Presidente de la República Saharaui junto con
el secretario general del Frente Polisario anunciaron «la reanudación de
las hostilidades en defensa de los legítimos derechos de nuestro pueblo».
La repercusión de los sucesos en los campamentos de Tinduf devino en
nuevas protestas y en la demanda de armas de los jóvenes para poder
incorporarse a la guerra.
   Según explica el artículo periodístico del Diario El País, «Los 240 ob-
servadores que integran la Misión de Naciones Unidas para el Referén-
dum del Sáhara Occidental (Minurso) no han podido evitar las hostilida-
des sobre el terreno», considerando que la capacidad de la ONU se vio
sobrepasada. Sin embargo, no podemos omitir que el conflicto lleva 45
años sin resolverse, que la espera por el ansiado referéndum se prolonga
de forma indefinida, y que todo ello sucedió ante la indiferencia cómpli-
ce de los Estados y los organismos internacionales; lo cual evidencia los
intereses geopolíticos que están en juego.
   De este modo la última colonia de África retoma un proceso bélico
que esperamos se resuelva con premura. Las noticias sobre la guerra, nos
impactan profundamente.
                                        401
Capítulo 10: La reconfiguración identitaria de las Mujeres Saharauis en el marco de la
                    lucha por la autodeterminación de su pueblo
           Imagen tomada del sitio @decifraguerra el 14 de noviembre de 2020
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 Capítulo 10: La reconfiguración identitaria de las Mujeres Saharauis en el marco de la
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Capítulo 11: Objetivos y consecuencias del sistema electoral posrevolucionario tunecino
                    CAPÍTULO 11
Objetivos y consecuencias del sistema electoral pos-
                      revolucionario tunecino
                                                              Adel Ben Othman
Algunos de los principales objetivos del sistema electoral actual de Túnez
consisten en la desinstitucionalización del sistema del antiguo régimen y
en asegurar la máxima participación de los partidos y de las listas inde-
pendientes en los comicios para garantizar así el pluralismo y la equidad
y restablecer la confianza en la política, en los representantes del pueblo
y en las instituciones del Estado. Uno de los propósitos de la ley orgá-
nica electoral es producir un sistema político que garantice la estabilidad
(ONU, 2016), con el objetivo de volver a darle a la república sus valores,
restablecer el respeto por las instituciones, por el individuo y sus dere-
chos y redactar una nueva Constitución, de una democracia representa-
tiva que encarne las principales exigencias de libertad y dignidad de todo
el pueblo.
   En la práctica y en la escena real se han efectuado en 2014 unas elec-
ciones que han reflejado la transparencia de los comicios, algo que ha sido
confirmado por todos los observadores. A la vez, la voluntad popular se
                                       408
Capítulo 11: Objetivos y consecuencias del sistema electoral posrevolucionario tunecino
ha empezado a plasmar, dado que se ha puesto en marcha el sistema elec-
toral desconectado del antiguo régimen, en el que el ministerio del inte-
rior diseñaba y monopolizaba la política electoral. En la actualidad reina
el consenso -aunque frágil- entre los partidos, las distintas sensibilidades
políticas, las instituciones y las organizaciones no gubernamentales. En-
tre 2011 y 2014 se han realizado ajustes de la política electoral con el fin
de garantizar criterios de integridad electoral y lograr estar al nivel de los
procesos electorales de los países más avanzados en la práctica democrá-
tica, teniendo por puntos de mira la equidad, la imparcialidad y el respeto
al pluralismo. Como sostiene la profesora de ciencias políticas de la Uni-
versidad de Granada Guadalupe Martínez Fuentes:
   Primero es la existencia de un punto de ruptura institucional entre el
   régimen anterior y el nuevo régimen en construcción en materia de
   diseño de política electoral (…) La segunda constatación [es que] esta
   responde a discontinuidades observables en el entramado institucio-
   nal ideado para preparar las elecciones de 2011 y los comicios de 2014
   (…) En la segunda (fase de preparativos para las elecciones de 2014)
   -desarrollada a lo largo de la legislatura constituyente- se descubre una
   esforzada y meditada labor de construcción de una nueva maquinaria
   electoral, ya con vocación de estabilización y desarrollo institucional
   registrada en la nueva constitución del país. (Martinez Fuentes, 2015)
   En lo relativo a la política electoral transicional y sus dos etapas de de-
sarrollo, en la segunda fase electoral de 2014 se han reunido con claridad
los criterios de estabilidad, equidad e imparcialidad que son imprescindi-
                                       409
Capítulo 11: Objetivos y consecuencias del sistema electoral posrevolucionario tunecino
bles en tanto que variables de pluralismo e universalidad y dice:
   El tercer descubrimiento es que algunos de los dilemas de ajuste de
   la política electoral transicional a criterios de integridad electoral fue-
   ron resueltos idénticamente en la primera (2011) y la segunda etapa
   de desarrollo del proceso electoral transicional. Dicha coincidencia se
   manifiesta en la estabilidad de ciertas pautas de las variables universa-
   lidad, equidad e imparcialidad, así como en todas las de la variable del
   pluralismo (Martinez Fuentes, 2015)
   La búsqueda de un sistema democrático que plasme los derechos y
los institucionalice, a la vez que consolide los procesos de las elecciones
y los arrope con transparencia y representatividad, no deja lugar a duda
de que el poder ejecutivo está neutralizado en el proceso electoral. Con
esto, se ha tenido en cuenta la obligación de respetar una cuota de género
en las listas electorales. Así, se han regulado los comportamientos per-
mitidos a los partidos políticos y se ha tomado en consideración la fór-
mula de conversión de los votos en escaños parlamentarios asegurando
la máxima representación popular y evitando que un partido mayoritario
domine el parlamento o la escena política.111 Concretamente, cualquier
111 Decreto núm. 2011-1088, de 3 de agosto de 2011. La Asamblea constituyente se
compone de 217 escaños a elegir entre 33 circunscripciones electorales plurinominales
(20). El art. 31 del Decreto-ley establece que los escaños atribuidos a cada circunscrip-
ción electoral se determinan sobre la base de un diputado por cada 60.000 habitantes
(21). No obstante, se prevén las siguientes matizaciones (22): Ningún distrito electoral
podrá tener más de 10 escaños. Se dispone un suplemento de dos escaños para las
provincias con menos de 270.000 habitantes. También se incluye un suplemento de un
                                          410
Capítulo 11: Objetivos y consecuencias del sistema electoral posrevolucionario tunecino
circunscripción de un gran número de habitantes tan solo puede alcanzar
10 escaños y, se prima con uno o dos diputados, según unos cálculos es-
pecíficos, a las circunscripciones menos habitadas, que en la realidad y en
el terreno corresponden a las zonas más pobres del país. De este modo se
neutraliza el poder de intervención del ejecutivo en el proceso electoral
y se responsabiliza de las elecciones la Instancia Superior Independiente
(Magdaleno Alegría, 2015). Por su parte Guadalupe Martínez Fuentes
también las considera medidas para no poner en peligro la democracia:
   Se han mantenido constantes los criterios de limitación del derecho de
   sufragio activo, la cuota de género introducida en las listas electorales,
   la lógica de legalización y regulación del comportamiento de partidos,
   la fórmula de conversión de votos en escaños parlamentarios, el crite-
   rio de participación en el reparto de los mismos y las medidas políti-
   cas destinadas a neutralizar el papel del poder ejecutivo en el proceso
   electoral. (Martinez Fuentes, 2015: p. 260)
   Y para que el proceso sea creíble para los ciudadanos tunecinos; se
han realizado varios estudios y consultas internas y externas, así como
exposiciones en las distintas provincias e instituciones a lo largo del país
[sobre todo en el caso de los preparativos para las del 2014], teniendo en
cuenta estándares internacionales de integridad electoral. En cuanto a la
negación del derecho al voto de los militares y las fuerzas de seguridad,
ha sido un tema de debate dos años más tarde de las elecciones generales
escaño para las provincias con más de 270.000 habitantes y menos de 500.000 habitan-
tes. Según Magdaleno Alegría (2015).
                                        411
Capítulo 11: Objetivos y consecuencias del sistema electoral posrevolucionario tunecino
y obtuvieron su derecho al voto. En lo relativo a la necesidad de demitir
los miembros del Gobierno para poder entrar en de la competición elec-
toral, se pudo ponerlo en práctica muy a duras penas en la de 2014 y en
2019 casi tres meses antes de su celebración, bajo incesantes presiones
locales y seguramente internacionales. Es lo que ha retomado la prensa
hispana y la misma autora al referirse a las buenas soluciones electorales,
la integridad y los principios universales de imparcialidad:
   La cuarta evidencia hallada es que la persistencia de estas soluciones
   electorales entraña en la inmensa mayoría de los casos un efectivo
   ajuste de la política electoral transicional a estándares internacionales
   de integridad electoral. Las dos únicas excepciones conciernen a los
   principios de universalidad e imparcialidad y atañen respectivamente a
   la negación del derecho de voto de militares y fuerzas de seguridad del
   Estado y a la autoexclusión del Gobierno respecto a la competición
   electoral. (Martinez Fuentes, 2015: p. 260)
   La búsqueda de la realización de unas elecciones transparentes con la
máxima participación ciudadana y con plenos derechos respetando las
variables universalidad, equidad e imparcialidad era seria y caracterizaba
el periodo aunque no sin dificultades. El avance del sistema electoral y
su mejora en el 2014 con respecto a las elecciones de 2011 se resume en
la limitación del derecho de sufragio pasivo que en las primeras eleccio-
nes prohibía presentarse a elecciones a todos los que tuvieron relación
con los gobiernos anteriores. Esto representó la exclusión de una parte
de la clase política anterior que era eficaz y productora sin estar tachada
                                       412
Capítulo 11: Objetivos y consecuencias del sistema electoral posrevolucionario tunecino
de ningún tipo de agresión a los derechos humanos o de corrupción.
La promoción política de la juventud tunecina que se venía reclamando
hace tiempo y los jóvenes que consideran que sus gobernadores son de
la escuela de la vieja guardia e incapaces de entender sus necesidades y
exigencias, ha hecho que se pasara a una categoría superior en el modo de
organizar las elecciones y la capacitación de una administración electo-
ral independiente. Según Guadalupe Martínez Fuentes, esto en sí es una
ruptura con las antiguas prácticas y con la manera en la se desarrollaban
las elecciones:
   El quinto aspecto reseñable concierne a los elementos de cambio en
   la discusión y la resolución de dilemas asociados a otras dimensiones
   de las variables universalidad, equidad e imparcialidad. Las únicas di-
   ferencias manifiestas entre 2011 y 2014 se refieren a la limitación del
   derecho de sufragio pasivo, la promoción política de la juventud tune-
   cina y la capacitación de una administración electoral independiente
   (Martinez Fuentes, 2015: p. 262).
   Las normativas electorales tunecinas han pasado a estar en contra de
la exclusión y se han abierto las puertas a toda clase de personas que
quieren participar en la vida política. Esto se dio después de largos de-
bates e intentos de varios componentes de la clase política, incluidos los
islamistas, que querían cortar el camino a los miembros pertenecientes al
régimen anterior y a algunos partidos existentes antes de la revolución.
Efectivamente, esto intentaron y se alargó el debate para que al final to-
maran la delantera los sensatos progresistas y se resolviera este proble-
                                        413
Capítulo 11: Objetivos y consecuencias del sistema electoral posrevolucionario tunecino
ma de la exclusión. Por fin todos los partidos, curiosamente también los
islamistas, incluyeron en sus listas a algunos personajes afines al antiguo
régimen, que se habían reciclado entrando en una fase de conciliación y
a una escala democrática avanzada. Y, aunque se puede hablar del forta-
lecimiento de la Instancia Suprema de las Elecciones o de una política
electoral íntegra y digna de un nivel democrático y de estándares interna-
cionales, que rompe con el pensamiento político autoritario, las carencias
siguen existiendo. Con nueve años cumplidos de transición no hay una
democracia plena, ni se ha terminado de consolidar, sino que, se está en
un proceso de aprendizaje muy lento para todos y con varios riesgos.
Respecto a la situación del avance de la democracia en Túnez, Guadalupe
Martínez Fuentes, positiva y optimista en su análisis, dice:
   El sexto aspecto de relieve es que estas tres últimas variaciones han
   conseguido mejorar el último estadio de desarrollo de la normativa
   electoral tunecina en términos de garantía de inclusión, regeneración
   y limpieza electoral. La restauración del derecho de sufragio pasivo
   de responsables y afines al régimen anterior universaliza y pluraliza la
   contienda electoral a un nivel muy superior al registrado en los comi-
   cios posrevolucionarios de otros países de la región y a escala equiva-
   lente a la de democracias ya avanzadas. Así mismo, la solución legal de
   refuerzo de presencia de jóvenes en las listas electorales demuestra el
   arraigo de una nueva cultura política que persigue implicar institucio-
   nalmente a la juventud del país en el proceso de construcción del nue-
   vo régimen. La constitucionalización, el fortalecimiento competencial
                                       414
Capítulo 11: Objetivos y consecuencias del sistema electoral posrevolucionario tunecino
   y la nueva capacidad relacional de la ISIE igualmente elevan las ga-
   rantías de integridad de futuras elecciones (Martinez Fuentes, 2015).
   Por otro lado, desde el exterior, se confía en el proceso democratiza-
dor del país, en una nueva cultura política y en una Constitución unifica-
dora que garantiza y fortalece la transparencia de las elecciones. Y como
dice el investigador del CSIC Luis Melián Rodríguez, a propósito del
importante consenso alrededor de esta nueva Constitución, que a pesar
de todos sus logros tiene muchos puntos de controversia. Con todo, ha
podido unir a la mayoría de los tunecinos en unos momentos claves, sin
por ello acabar con los desacuerdos:
   Tras grandes obstáculos, finalmente el 26 de enero de 2014 se pro-
   mulga la nueva constitución tunecina fruto del trabajo de consenso
   elaborado en el seno de la Asamblea Constituyente tunecina confor-
   mada tras las elecciones de 2011. Se trata, pues, esencialmente de una
   constitución de consenso, con la que los tunecinos están de acuerdo
   incluso cuando están en un profundo desacuerdo en relación al papel
   de la religión, en una suerte de consenso pluralista (Melián Rodríguez,
   2017: p. 79).
   Si bien el sistema electoral tunecino de representatividad proporcio-
nal recoge también los últimos porcentajes de los más grandes restos
para dar el mayor abanico de colores en el parlamento, entre partidos,
movimientos y listas independientes y resulta un gran ejemplo de la de-
mocracia, también corta el camino a la verdadera representación de la
                                        415
Capítulo 11: Objetivos y consecuencias del sistema electoral posrevolucionario tunecino
mayoría y abre paso a unas interminables coaliciones y formaciones que
se hacen y se deshacen en un juego de interminables intereses y una aglo-
meración de grupos guiados por la utilidad del voto para unos proyectos
y decisiones que no son necesariamente para el provecho del país o de la
población. En todo caso, es el mosaico de partidos e ideologías que salvó
la Constitución cuando se estaba elaborando para que no saliera impreg-
nada por la ortodoxia religiosa del partido islamista con representación
mayoritaria en la Asamblea Constituyente, representando la tercera parte
de los votantes.
   En cierta medida, el hecho de haber llegado a aprobar la Constitución
de 2014 fue toda una proeza. Se alargó innecesariamente su redacción.
Se hicieron unas largas consultas en el interior a todo tipo de expertos,
especialistas y comisiones de reflexión en Túnez y en el exterior, apoyán-
dose en las más antiguas, sólidas y acertadas democracias. También se ha
invitado y acogido a una serie importante de líderes y altos cargos políti-
cos con inmensa experiencia democrática. Con todo, en el interior de la
Asamblea Constituyente el ambiente era muy tenso durante los dos años
de su redacción, por intentar aprovechar los islamistas de su mayoría y
de algunos de sus aliados para introducir a toda costa referencias, artí-
culos o leyes relativas a la Chariaa y las tradiciones islámicas, mientras la
oposición progresista fragmentada luchaba por un cambio hacia mayores
grados de modernismo. Su propósito era cortar definitivamente con lo
que da lugar a cualquier autoritarismo y no darle pie a que los islamistas
sacaran provecho de los votos que han tenido de un pueblo aún con mu-
                                       416
Capítulo 11: Objetivos y consecuencias del sistema electoral posrevolucionario tunecino
cha tradición religiosa y que en un primer momento creó en sus bonitas
promesas. Y, efectivamente los islamistas introdujeron artículos relacio-
nados con la religión en una nueva Constitución progresista, para que en
el momento propicio puedan ponerlos en la escena e imponer su cultura
y para poner en jaque al avance progresista. En este contexto de elabora-
ción de la Constitución los distintos partidos, de distintas ideologías, aca-
baron haciéndose concesiones unos a otros para terminar su redacción
y hacer que llegase a ser una versión mejorada y más avanzada que la de
1959 que, por su parte también, fue la mejor de todo el mundo árabe y
la única que puso en práctica la igualdad de género, la educación pública
y obligatoria etc. Mientras la nueva ahondaba más en los derechos, en lo
relativo a la libertad de culto, de conciencia, la paridad entre hombres y
mujeres y un sistema político descentralizado, haciendo a la vez que el
poder no resida en una determinada institución o persona. Un sistema
que no tardó en mostrar sus defectos, como se explicará más adelante y
cuyos representantes le sacaron el peor provecho.
   Uno de los logros de la ley electoral tunecina es el que retoma Iván
Martín, periodista especializado en el Magreb, en lo relativo a la paridad
entre hombres y mujeres que viene a ser confirmado por un artículo de la
BBC Mundo, aunque también hace una extraordinaria descripción de la
situación de la mujer en el país y hace referencias a los aspectos de desigual-
dad, a los defectos de la Nueva Constitución en esta materia y los distintos
problemas sociales y culturales que aún arrastra la sociedad y soporta la
mujer tunecina. He aquí una cita de dicho artículo del 17 de enero de 2017:
                                        417
Capítulo 11: Objetivos y consecuencias del sistema electoral posrevolucionario tunecino
      Muchos países no tienen mujeres en el Parlamento, pero la Ley
   Electoral en Túnez establece que las mujeres deben ocupar el
   50 % de las candidaturas de los partidos. Eso es impresionante y
   es algo que no ocurre, por ejemplo, en Reino Unido”, dijo Henrietta
   Moore, directora del Instituto para la Prosperidad Global del Univer-
   sity College de Londres […] Henrietta Moore considera que en Tú-
   nez, como en el resto del mundo, lo que ha hecho la diferencia en esta
   materia han sido la educación y las leyes, lo que no evita el conflicto
   que surge del derecho que algunos hombres creen tener sobre la mu-
   jeres, sobre todo sobre las que dependen de ellos como sus esposas o
   sus hijas. (BBC Mundo, 17/01/2017)
   En todos los casos el régimen parlamentario tunecino con la repre-
sentación proporcional que recoge los más grandes restos, genera una
realidad política fragmentada y es lo que han demostrado las tres legisla-
turas desde el 2011 hasta la actual de 2019, cuando el partido mayoritario
tarda en formar gobierno, lo logra y sale muy débil o ni siquiera consigue
formarlo. En primer lugar, ningún partido puede tener mayoría absoluta
para gobernar –ningún partido según el sistema puede tener el 50 % de
los escaños- y en segundo, hasta los ganadores se ven obligados a aliarse
con sus contrincantes y opositores sacrificando sus promesas electora-
les y principios. Entonces, se ha producido exactamente lo contrario de
lo que se esperaba del sistema: máxima participación y representación
ciudadana tras los comicios y estabilidad. Y en este caso, se ha dado lo
contrario a lo que preveían algunos investigadores como Iván Martín del
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Capítulo 11: Objetivos y consecuencias del sistema electoral posrevolucionario tunecino
Centro de Estudios y Documentos Internacionales de Barcelona, cono-
cedor de la vida política tunecina, que suponía que tras ganar mayori-
tariamente el partido del expresidente Caid Essebsi en 2015, gobernar
iba a ser posible por haber tenido su partido 86 de los 217 diputados y
por la existencia de un bloque laico mayoritario en el parlamento. Por el
contrario, su propio partido se desintegró, perdió la mayoría y con ella la
estabilidad parlamentaria y la del gobierno, y hasta tuvo que aliarse con
sus contrincantes, los islamistas, en busca de una mayoría. Su primer mi-
nistro no electo le abandonó112 y se fue a crear su propio partido al final
de la legislatura. Y así es que el presidente electo por más de la mitad del
conjunto de los electores quedó aislado con sus poderes limitados:
   A principios de 2015 […] la inestabilidad anunciada por muchos ana-
   listas como consecuencia, por un lado, de un régimen parlamenta-
   rio con representación proporcional y por consiguiente proclive a la
   fragmentación política y, por otro, de una presidencia sin demasiados
   poderes no se producirá durante esta legislatura. Nida Tunis dispondrá
112 El primer ministro, que es el jefe del gobierno, normalmente es elegido por el par-
tido que tiene la mayoría en el parlamento, pero también puede ser un tecnócrata inde-
pendiente u otra persona elegida por consenso entre una o varias coaliciones políticas.
Él se encarga de formar su equipo de gobierno. Su investidura o rechazo se someten a
los votos del parlamento. Si no es aceptado después de haber dispuesto de dos meses
para formar gobierno, el presidente se encarga en el plazo de 10 días de designar a otro
que dispone de un mes para formar gobierno y someterse al voto de confianza del
parlamento. Si no se da el caso, el presidente tiene derecho a disolver el parlamento y se
hacen nuevas elecciones.
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Capítulo 11: Objetivos y consecuencias del sistema electoral posrevolucionario tunecino
   prácticamente de todos los resortes del poder: 86 de los 217 diputados
   con diversas opciones para formar la mayoría necesaria de 109 diputa-
   dos, y probablemente también la Presidencia de la República. Además,
   contra todo pronóstico habrá un bloque mayoritario laico claro en el
   Parlamento (Martín, 2014).
   Efectivamente, en un país donde cada uno respeta sus responsabilida-
des, aplica la ley y respeta los derechos de los ciudadanos, los represen-
tantes del pueblo son más bien una garantía para la democracia y no una
parte del problema de un sistema político. En nuestro caso, aunque hay
suficientes fuerzas progresistas, pero con sus luchas internas por el poder,
el liderazgo y los intereses, se están quedando completamente ciegos ante
los problemas del país. Aunque las elecciones legislativas han castigado
de una manera inequívoca a todos los partidos, los nuevos electos, salvo
raras excepciones, no hicieron caso al mensaje del pueblo y volvieron a
dar la espalda a los problemas reales del país. Por eso, el bloque islamista,
con un poder material increíble y una perfecta organización, compren-
dió exactamente las ambiciones de todos, perfeccionó un mecanismo de
captar y neutralizar a muchos de sus opositores hasta convertirlos en
aliados declarados o secretos. Y es lo que ocurrió desde las elecciones
de 2011 hasta las de 2019, estando ellos en el poder como primera o
segunda fuerza. Captar aliados incluso entre a sus peores contrincantes,
con todos los medios y las técnicas. Es la lección que no aprendió el
partido Nida-Tounes –ni siquiera teniendo en su cabeza al veterano de la
política Béji kaid Essebsi- ganador de las elecciones de 2015 contra los
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Capítulo 11: Objetivos y consecuencias del sistema electoral posrevolucionario tunecino
islamistas y compuesto de varias tendencias progresistas no homogéneas.
En un acto político que da lugar a muchas interpretaciones, entre ellas la
de salvar al país de posibles enfrentamientos desastrosos para todos, se
asoció con el bando opuesto, el de los islamistas. Fue algo que la mayor
parte de la población ni le perdonó al que fue su presidente, ni al partido
que terminó desmembrándose. Lo peor de todo, es que los islamistas,
siendo la segunda fuerza en el parlamento pasaron a ser los tejedores de
la política del Estado.
   Así, con el sistema electoral actual y sus resultados en el parlamento,
han generado un gobierno tricéfalo en el que nadie puede planificar nada
de principio a fin, ni tomar decisiones atrevidas, ni ponerlas en práctica,
y tampoco gobernar realmente, responsabilizándose cada uno por sus
políticas. El resultado es un parlamento independiente, un ejecutivo so-
metido a la voluntad del parlamento y un presidente con prerrogativas
limitadas que puede ser aliado o contrincante del jefe del gobierno. Y en
este caso, el gobierno va en busca de aliados en el parlamento a diestra
y siniestra, y llega a tener mayoría permanentemente, pero inestable por
la movilidad de los parlamentarios entre los partidos, por la escisión o el
llamado «turismo político». Así, los gobiernos pasan el tiempo en busca
de satisfacer a los distintos parlamentarios y sus formaciones por una
serie de interminables intereses.
   En este contexto y en la ausencia de una ley que prohíba a cualquier
partido relacionar lo religioso a lo político en cualquier espacio y en falta
de aplicación de la ley que prohíbe a sospechosos de corrupción presen-
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Capítulo 11: Objetivos y consecuencias del sistema electoral posrevolucionario tunecino
tarse a elecciones, ninguna legislatura podría estabilizar el país y su polí-
tica. Lo mismo pasa, si no se empieza por protegerse seriamente contra
el terrorismo y los que predican el odio, conociendo perfectamente sus
orígenes en el interior y el exterior. También se añade en este contexto la
urgente obligación de asegurar al máximo sus fronteras, sobre todo con
Libia, en la que hay guerra y terroristas. Para eso, una muy estrecha cola-
boración y apoyo, esencialmente de Europa, son imprescindibles.
   En lo que concierne a este tema, el terrorismo encontró en los años
de gobierno del partido islamista Ennahda, si no protección, permisibi-
lidad o descuido. A pesar de haber dado la prensa y varios responsables
políticos pruebas de ello, nadie pudo llevar el tema a unos dictámenes o
veredictos. Y cuando hay políticos sospechosos de tener vínculos con la
trama jihadista poco se puede hacer, aunque se disponga de una de las
mejores policías y paramilitares del mundo. A propósito de este tema
Iván Martín, bien conocedor del país, dice:
   La opinión pública tunecina es presa de una gran ansiedad ante el
   fenómeno del terrorismo y teme ser víctima de la inseguridad de sus
   vecinos, en especial Libia y Argelia, pero también objetivo de los mo-
   vimientos jihadistas internacionales que pueden ver en el éxito de la
   experiencia democrática tunecina, inédita en un país árabe hasta aho-
   ra, una amenaza para su proyecto islamista global. (Martín, 2014)
   Para terminar, señalamos que el estado de retroceso es evidente y el
estrepitoso fracaso en el que se encuentra Túnez desde 2011 es sobrada-
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Capítulo 11: Objetivos y consecuencias del sistema electoral posrevolucionario tunecino
mente comprobado en todos los indicadores macro y microeconómicos.
Solo excluimos la libertad de prensa y de expresión, que más o menos se
defienden apoyados por la sociedad civil. Esta situación es en parte de-
bida a lo que ha generado nuestro sistema electoral. Un parlamento mul-
ticolor con representaciones democráticas, pero con casi insignificante
número de votos para muchos parlamentarios y de una representatividad
extremadamente floja y limitada. Así, se está quedando el parlamento
como un lugar donde el trabajo permanente es buscar coaliciones para
fines momentáneos o de intereses y clientelismo, pero no precisamente
de lucha por principios y programas. Todo está dando un resultado de
una continua inestabilidad para cualquier gobierno, que no deja de hacer-
se y deshacerse y buscar satisfacer a los que le han apoyado. Además, esta
inevitable y obligada fragmentación del parlamento, ha estado dando un
equipo gubernamental de todo tipo de colores, cuyos componentes son
poco sometidos a las directrices y planes del jefe del ejecutivo. Por aña-
didura, un presidente de la república salido de un determinado partido o
presentado como independiente puede entrar en cualquier momento en
conflicto, desacuerdo o enfrentamiento con el presidente del gobierno
por razones de orden ideológico, político o de programas a ejecutar. Y,
son cosas que han ido sucediendo en nuestro país, hasta perder la con-
fianza en la clase política y considerar una parte del pueblo que la activi-
dad política ha pasado a ser un negocio para lucrar.
   Todo esto ha generado un verdadero desvío de los objetivos de la
sublevación contra el régimen anterior. En ningún momento se ha de
                                       423
Capítulo 11: Objetivos y consecuencias del sistema electoral posrevolucionario tunecino
olvidar que la revolución tunecina ha estallado principalmente por ra-
zones económicas y por el desempleo y esto no lo han podido arreglar
ni islamistas ni neoliberales en todos estos años, aunque algunas veces
lo han intentado los segundos. Lo que gobierno y sindicatos tienen que
hacer ahora es dar confianza a los inversores y empresarios con una cla-
ra política social y de inversiones. Se hace también imprescindible tener
en cuenta la necesidad de dinamizar el desarrollo local y el equilibrio
regional. Todo esto, no podría realizarse sin contar con las fuerzas po-
líticas internas no cohesionadas ahora y que deberían obrar a favor del
bien común con programas claros. Además, se tiene que encontrar im-
prescindiblemente un equilibrio entre las fuerzas sindicales, la patronal,
las grandes instituciones y organizaciones promotoras de la democracia
y promovedoras de las inversiones. Del mismo modo que es necesario
estrechar la colaboración con la Unión Europea y las instituciones finan-
cieras internacionales. En lo que concierne a esta situación, Iván Martín
nos presenta los siguientes datos sobre la legislatura anterior:
   El desempleo sigue siendo la lacra que gangrena no solo el tejido
   social y las perspectivas vitales de toda una generación (con un 31 %
   de desempleo de licenciados, más de tres cuartas partes de las mujeres
   en edad de trabajar están sin empleo y hay un 18 % de jóvenes entre
   19 y 25 años que ni estudian ni trabajan, según una encuesta oficial
   que seguramente subestima el fenómeno). Sin embargo, la ideología
   neoliberal de Nida Tunis, aunque puede atraer a inversores y grupos
   empresariales, no parece la más acorde para hacer frente a esos de-
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Capítulo 11: Objetivos y consecuencias del sistema electoral posrevolucionario tunecino
   safíos, que requerirán una decidida política de Estado en materia de
   inversiones y política social en particular. […] El apoyo que pueda re-
   cibir el país del exterior (la Unión Europea, los países del Consejo de
   Cooperación del Golfo o las instituciones financieras internacionales)
   se configura necesariamente como una variable clave de este proceso
   (Martín, 2014).
   Dada la situación actual y el país que ya lleva siete meses -desde el julio
de 2019- con un gobierno en funciones reducido, no hay más remedio que
superar las divisiones creadas por el sistema y los representantes políticos.
Incluso si hace falta recurrir otras fuerzas de la sociedad civil, como ocurrió
con el cuarteto conformado por el sindicato UGTT, la patronal UTICA,
la Liga Tunecina de Derechos Humanos y el Colegio de Abogados para el
desbloqueo de la crispación, y engranaje político-económico, a raíz del fra-
caso estrepitoso del gobierno de los islamistas en 2013. Fuera de esto, y en
el marco de una situación social muy delicada, cualquier desbordamiento o
deriva son posibles. Por eso, la agilización de la política de desarrollo debe
pasar a ser una prioridad con el fin de atenuar el éxodo rural, la creciente
delincuencia, la pobreza, la injusticia, la impunidad, el nepotismo, el tráfico
de influencias, la corrupción y otros males del país.
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   Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
                    CAPÍTULO 12
                       Ruanda posgenocidio:
     Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
                                                                   Silvia Perazzo
Pensar en Ruanda supone pensar en hutus y tutsis. Más aún si se piensa en
el genocidio. De hecho, muchas de las argumentaciones sobre la tragedia
ruandesa se limitaron al reduccionismo étnico. Decenas de historiadores,
internacionalistas, periodistas, trabajadores humanitarios y científicos de
todo el arco de las ciencias sociales sucumbieron a la tentación maniquea
de explicar los sucesos de Ruanda a partir de las «rivalidades ancestrales».
En la misma línea, el pos genocidio fue planteado reiteradas veces como
una cuestión de liberadores y genocidas.
   Diferentes grupos poblacionales existen en Ruanda desde hace varios
siglos. A lo largo de su historia, más que odios ancestrales y posiciones
irreconciliables es posible vislumbraruna manipulación de la etnicidad
por parte de diversas elites tanto hutus como tutsis en pos de concentrar
el poder y la riqueza. Luego del genocidio, el gobierno de Paul Kagame
planteó el final de las diferencias étnicas y la intención de fomentar la
unidad ruandesa. En estas páginas, buscamos analizar si esta política re-
                                       427
    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
presenta un cambio dentro de las relaciones entre ambos grupos o si por
el contrario, nos encontramos frente a otra manipulación de la cuestión
identitaria.
   Las «etnias» y la consecuente «etnicidad» fue un tema recurrente den-
tro de los análisis de África que se hicieron a partir de la colonización
europea. Las diversas identidades culturales o nacionales que encontra-
ron en el continente se encorsetaron en el concepto de «etnias» pues
desafiaban la noción occidental de «naciones» tal como lo concebían los
europeos a finales del siglo XIX. A partir de la división del continente en
«etnias» se construyó y se imaginó una tradición de la «etnicidad» como
una constante inmutable y eterna del África, constante que, a su vez,
marcaba insoslayablemente su Historia. De aquí que, frecuentemente, se
haya subrayado el enfrentamiento «étnico» como la razón de conflictos
armados, fracasos estatales y hasta del atraso en Africa.
   Ahora bien, la «etnicidad» en sí misma no tiene por qué ser sinónimo
de conflicto; de hecho en múltiples ocasiones no lo es. Sin embargo,
uno de los peligros de la etnicidad, es la capacidad de ser manipulada en
pos de objetivos inmorales, en pos de la alteración de las percepciones
colectivas del «otro» (Lemarchand, 2009: p.50) y es aquí cuando puede
volverse conflictiva y peligrosa.
   En África, por otra parte, la manipulación de la etnicidad adquiere
nuevas aristas en tanto existen «etnicidades inventadas» debido a las «co-
munidades inventadas» por los colonizadores europeos. El concepto de
                                       428
    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
«invención de la etnicidad» se inscribe dentro del trabajo de Hobsbawm
y Ranger «La invención de la tradición», en donde se sostiene que en
tiempos pre coloniales «las fronteras de la organización política ‘tribal’ y
las jerarquías de autoridad dentro de ellas no definían los horizontes con-
ceptuales de los africanos”113. (Hobsbawm y Ranger, 2002: p. 254). En
África no existía una identificación tribal única; «la mayoría de los africa-
nos entraban y salían de múltiples identidades y en un momento dado se
definían como súbditos de un jefe, en otro momento como adeptos de
determinado culto, o como parte de tal o cual clan e incluso como inicia-
dos en un gremio profesional» (Hobsbawm y Ranger, 2002: p. 254). Esta
idea, que los autores sostienen con múltiples ejemplos anteriores a la
colonización, coloca la cuestión de la etnicidad como una «invención» de
los europeos que les permitiría afianzar el control y la dominación de los
pueblos africanos.114 Estos conceptos pueden verificarse empíricamente
al estudiar el pasado pre colonial de los Grandes Lagos y la dominación
belga que siguió al final de la Primera Guerra Mundial. Esto no significa
negar las diferencias identitarias que existían en Ruanda, sino que pone
en discusión cómo éstas fueron consideradas por los europeos y hasta
por los mismos africanos.
   En una revisión posterior, Ranger admitió algunas limitaciones en el
término «invención» - entre ellas la inamovilidad a la que el término hacía
113 El énfasis pertenece al original.
114 Lemarchand añadirá que las tribus son un invento de la ignorancia europea.
(Lemarchand, 2009, p. 51).
                                        429
    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
referencia- y prefirió utilizar el concepto «imaginación». De esta forma,
en África hubo tradiciones «inventadas» por un simple oficial colonial
pero la ley consuetudinaria, la etnicidad, el lenguaje y la religión fueron
«imaginadas» por diferentes actores a lo largo del tiempo.115 Así, «tradi-
ciones imaginadas por los blancos fueron reimaginadas por los africanos;
tradiciones imaginadas por grupos particulares de africanos con deter-
minados intereses fueron reimaginados por otros».116 (Ranger, 1993: pp.
20-21). Este marco conceptual refleja con bastante precisión el escenario
ruandés: invención, imaginación, manipulación de las cuestiones identi-
tarias.
   En este trabajo, partimos de la idea que en tiempos pre coloniales
existían en Ruanda diversas identidades culturales que los europeos eti-
quetaron como «etnias», pero sin los rígidos compartimientos y las ances-
trales características que les ellos les asignaron. La primera sección estará
destinada a echar un vistazo sobre los posibles orígenes de los hutus y los
115 La etnicidad puede ser entendida como “clasificaciones coloniales de identidad”.
Pero estas clasificaciones europeas así como las invenciones de razas, tribus, etnias,
crearon una serie de cajas vacías de contenido. Darles un significado correspondió
precisamente a la “imaginación”. Y esta tarea compleja fue cumplida por europeos
y sus colaboradores locales que fueron elegidos especialmente por los colonizadores
(ya que no podían dejar en manos cualquiera tan delicada tarea: determinando quié-
nes “imaginarían” el contenido de las identidades también decidían cómo serían esos
contenidos). (Ranger, 1993,pp. 21-25).
116 Asimismo sostiene que el término “imaginación” tiene la capacidad de subrayar
ideas, símbolos e imágenes.
                                        430
    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
tutsis. La segunda parte, indagará sobre cómo unos y otros imaginaron y
manipularon las cuestiones vinculadas a la etnicidad. La tercera, buscará
analizar las actuales estrategias de unidad y reconciliación del gobierno de
Paul Kagame con el fin de re pensar si podrían ser consideradas como un
paso adelante para la superación de las diferencias identitarias.
   Hutus y tutsis según la Historia.
   Las denominaciones de «tutsi» y «hutu» recorrieron un largo camino
a lo largo de los siglos antes de transformarse en aquello que significa-
ron en el siglo XX. Jan Vansina117 explica detalladamente la evolución de
estos términos a partir de la reconstrucción histórica del pasado preco-
lonial ruandés. Sostiene que la palabra «tutsi» es un etnónimo con el que
se reconocían a sí mismos una elite de los que se decían poseedores de
ganado hacia finales del siglo XVII. Esta denominación fue volviéndose
más importante al compás del crecimiento político del reino Nyigynia,
monopolizado precisamente por los tenedores de ganado. A partir del
reinado de Ndori118, el término «tutsi» sirvió para designar a la elite que
gobernaba dentro de esa facción de poseedores de ganado y fue genera-
117 Pocos historiadores han realizado trabajos minuciosos sobre la base de fuentes
locales orales y escritaspara reconstruir la historia pre colonial desde el terreno, de-
rribando estereotipos construidos tanto por europeos como por africanos. En este
trabajo seguimos a dos de ellos: Jan Vansina y Claudine Vidal.
118 Ndori fue el fundador del reino Nyiginia, primer reino unificado e instituciona-
lizado en suelo ruandés, cuya datación se ubica a finales del siglo XVII-principios
del XVIII.
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    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
lizándose junto con el proceso de centralización política del reino (Van-
sina, 2004: pp. 37, 134-135).
   El vocablo hutu, en cambio, era un término degradante que hacía
referencia a la pasividad - o aburrimiento- de la vida rural, que era fre-
cuentemente utilizado por la élite como sinónimo de criado o sirviente;
también aplicaba a los poseedores de ganado que tuvieran esa condición.
El término «hutu» también fue utilizado sin discriminación a todos los
extranjeros. Es decir, antes de la conformación de un reino unificado
y más compacto, el término hutu no aparece asociado a la vida o a las
actividades rurales como sí ocurrirá después (Vansina, 2004: pp. 37, 134-
135).
   A partir del siglo XIX, el reino Ngyginia, monopolizado por los lina-
jes tutsis, fue consolidando su expansión territorial al tiempo que centra-
lizó la autoridad política y administrativa alrededor del mwami (rey) y de la
corte, en un proceso plagado de intrigas palaciegas.
   Paralelamente, la región que hoy conforma el territorio ruandés expe-
rimentó un crecimiento poblacional que impulsó el desarrollo de la pro-
ducción agrícola orientada principalmente a la producción de alimentos.
La continua presión sobre las tierras sumada al crecimiento demográfico
provocó pronto la escasez de tierras. Con el tiempo, cada vez más agri-
cultores sin tierras empezaron a trabajar las tierras de otros a cambio pro-
veerles alimentos; más adelante su sumarían otros, cuyas tierras eran muy
pequeñasy la producción no alcanzaba para el pago de las obligaciones.
                                       432
    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
Poco a poco, empezaron a exigirse otros servicios a los agricultores que
deseaban trabajar las tierras; de esta forma, la relación entre unos y otros
se fue modificando a la vez que se complejizaban las cuestiones políticas.
(Vansina, 2004: pp. 127- 131).
   Las dificultades de acceso a la tierra también llegaron a los linajes y
clanes más aristocráticos poseedores de ganado vinculados a la corte o
que querían vincularse con ella; una forma de ejercer presión para sus
aspiraciones políticas era tener cada vez más trabajadores –clientes– bajo
su égida. La escasez de tierra y la consecuente relación de servidumbre
también fue resultado de la política de «reservas» –parcelas ricas en pas-
tos– creadas por la corona exclusivamente para el pastoreo hacia media-
dos del siglo XIX. Estas tierras eran entregadas por el rey a poseedores
de ganado, que eran solo tutsis y que de este modo pasaban a ser sus
clientes con obligaciones solo hacia él.119 (Vansina, 2004: pp. 127- 131).
   De esta forma, y de manera paulatina, se fue consolidando el sistema
relacional de sujeción que vinculaba a los hutus y tutsis, y a los tutsis con
el rey, conocido como ubuhake.
   Los tutsis, beneficiarios de las reservas, en un principio solo le paga-
ban al rey; tenían sus clientes, que a la sazón eran agricultores o pastores.
119 Estas reservas se acrecentaron a finales del siglo XIX. Al pasar el tiempo y exten-
derse estas reservas que eran solo para el rey y sus elegidos, algunos pastores tutsis que
poseían mucho ganado pero no tenían el favor oficial, empezaron a tener dificultades
para hacer pastar su rebaño, con lo que poco a poco vieron mermado su ganado, sus
ingresos y su fortuna, llegando a caer en la precarización económica.
                                          433
    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
Pero pronto surgieron los «jefes de pasturas» y los «jefes de tierras» que
impusieron nuevas obligaciones laborales y de tributación a sus adminis-
trados. En este complejo proceso, radica el origen de la uburetwa, un siste-
ma que desde finales del siglo XIX denominaba a todas las obligaciones
que tenían ganaderos y agricultores con sus jefes de pasturas y de tierras.
El cumplimiento de la uburetwa demandaba de los trabajadores dos o tres
días laborales de cada semana, esto sin contar lo que debían trabajar para
proveer a sus jefes tutsis. Con el paso del tiempo, la uburetwa fue pagada
solo por los agricultores (Vansina, 2004, pp. 131-134).
   Hasta aquí entonces, los hutus eran quienes de una u otra forma «ser-
vían» a sus patrones tutsis a partir de la ubuhake y pagaban a sus jefes de
pasturas o de tierras, también tutsis, a partir de la imposición de laubure-
twa. A estas diferencias socioeconómicas se agregarían otras connotacio-
nes a los términos hutu y tutsi.
   En tanto las elites políticas eran tutsis e integraban el ejército, pronto
se asoció el tutsi al guerrero. Como contrapartida, surgió otra equivalen-
cia en sentido inverso: el «hutu» era aquel que no pertenecía al ejército
pues era el criado. En este contexto, comienza a asomarse la primera
«institucionalización» de ambos grupos. Como los combatientes vincula-
dos a la elite política procedían de los linajes vinculados a la tenencia de
ganado, las elites comenzaron a extender el término «hutu» hacia todos
los agricultores por oposición a los ganaderos tutsis, fueran de «origen»
tutsi o no. (Vansina, 2004: p. 135).
                                       434
   Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
   La generalización del término hutu fue entonces paralela al fortaleci-
miento de los privilegios tutsis. La institucionalización de los jefes -todos
tutsis y poseedores de ganado -y las instituciones de trabajo y tributación
- que caían pesadamente sobre los agricultores y no recaían o eran más
ligeras para los tutsis - , fueron envenenando las relaciones entre ambos
grupos. De aquí en adelante, no significarían más categorías sociales sino
«absolutos» (Vansina, 2004: pp.135-136). En lo sucesivo, servir no sería
tarea para un tutsi, más allá de que tuviera o no ganado, poder o riqueza.
Estos «absolutos» no existieron siempre ni fueron inmutables a lo largo
de la historia de Ruanda sino que se transformaron en tales cuando el po-
der, la riqueza y los privilegios se concentraron en los tutsis, visiblemente
a finales del siglo XIX; fueron profundizadas por la condición servil a la
que se vieron reducidos los agricultores, en un proceso que fue paralelo a
la consolidación de la monarquía tutsi y su expansión territorial.
   Podríamos entonces señalar que el término tutsi remite a un origen
etnológico –entendiendo por esto que hace referencia a un origen pobla-
cional aunque no tengamos precisiones sobre ello– pero no así el término
hutu, vocablo que aludía a una condición social: los que servían a otros.
Quienes servían no tenían ganado, ni estaban en el ejército, ni estaban en
el poder. Esta condición también incluía a algunos tutsis, aunque pocos.
Paralelamente al fortalecimiento del reino, se fue gestando entonces un
grupo identitario catalogado como hutu sobre la base de la servidumbre
y la agricultura, la exclusión del poder y del ejército. Y también, paulati-
namente, los tutsis que tenían la «condición de hutus», fueron excluidos
                                       435
    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
de este grupo como consecuencia de la «radicalización» de las diferencias
entre las dos identidades.
   Es necesario señalar que esta radicalización no fue uniforme en todo
el territorio. Según Claudine Vidal, en el análisis que muchos antropó-
logos hicieron de las fuentes escritas y orales se cometió el error de ge-
neralizar hacia todo el territorio, las características de polarización entre
ambas identidades que se veían en el corazón del reino. Más aun, sostiene
que la dominación tutsi era bastante más laxa hacia la periferia del reino;
refiere asimismo que esta dominación tutsi era francamente contestada y
resistida cuanto más al noroeste se avanzaba (Vidal, 2015: pp. 174-176).
Esta misma falta de uniformidad también puede extenderse a los lazos
que vinculaban al rey y a sus súbditos, a pastores y agricultores, es decir,
el grado de sujeción no era el mismo en todo el territorio del país. Se le
otorgó al reino una homogeneidad que no tenía (Vidal, 2015: p.180). Aun
así, «no sabemos nada de sus contactos primitivos pero a la llegada de
los europeos tutsis, hutus y tutsis mantenían identidades rigurosamente
separadas. La voluntad del poder monárquico no había arrasado con los
particularismos, y la política, cristalizada en diversas formas, no se des-
plegaba en un continuo de particularidades locales» (Vidal, 2015: p. 179).
   Frente al sistema impuesto por los tutsis hubo varias revueltas en al-
gunos lugares como Ndorua y Gisaka que involucraban tanto a hutus
como a tutsis cuyo común denominador era la explotación. En otras
regiones las revueltas adquirieron características anti tutsis, corroboradas
por mitos y leyendas que confirman esta tajante división entre ellos. A
                                       436
   Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
partir de 1897 estallaron rebeliones anti tutsis en el noroeste como Bu-
goyi, Kanage, Beberuka,Ruankeri, Bushiru, Cyingogo, Buhoma, Murera,
Bukonya, and Bugarura, insurreccionesque fueron vencidas por el ejérci-
to (Vansina, 2004: pp. 136-138). Pero, es importante destacar que:
   Aún en ese tiempo, los agricultores del país no se pensaban a sí mis-
   mos como miembros de un único grupo étnico, y rechazaban la idea
   del epíteto insultante que les era conferido. Se distinguían a sí mismos
   como el «pueblo» de Buyoyi, Kinyaga, Nduga, Rukika (Kiga o Cyga),
   o mismo Rundi (en el centro sur), no como «hutu». (Vansina, 2004:
   pp.138-139).
   El reconocimiento de esta identidad común iba a ser alcanzada a par-
tir de la administración belga, y asumida abiertamente como tal en tiem-
pos de la independencia. Lo que acabamos de señalar nos permite afir-
mar que la oposición a los tutsis es clara, el reconocimiento de sí mismos
como hutus no tanto. Por otra parte, también es clara la identificación de
los tutsis como tutsis por ellos mismos.
   Ahora bien, quienes homogeneizaron, generalizaron y extendieron las
instituciones de dominación fueron los belgas. En tiempos de la coloni-
zación, ambas identidades se plasmaron en la legislación y en la emisión
de documentos donde constaba el grupo «étnico» al que se pertenecía:
hutu o tutsi. Y fueron los belgas quienes sostuvieron que las «divisiones
étnicas» eran «cuestiones ancestrales» (Vidal, 2015: p. 181) cuando en
realidad no lo eran. También cabe aclarar que en esta empresa los belgas
                                       437
    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
actuaron con la complicidad tutsi, que fueron los grandes beneficiarios
de la administración europea. Con los belgas, se rediseñaron las institu-
ciones de servidumbre que vinculaban a los hutus con los tutsis elevando
los niveles de explotación: aumentaron los tributos personales a límites
asfixiantes mientras los trabajos comunitarios en favor de los tutsis y de
los belgas demandaban hasta el 50 % del tiempo que disponían los hutus
para trabajar.120 Casi todos los tutsis quedaron exentos de las prestaciones
laborales mientras los impuestos que debían abonar eran infinitamente
menores a los que pagaban los hutus. Paralelamente y con la aquiescencia
belga, la aristocracia tutsi inició un proceso de apropiación de las tierras
comunales hutus transformándolas de a poco en su propiedad privada.
El sistema se vio rubricado con la exclusión de los hutus de la educación.
Por tanto, la dominación belga tuvo el efecto de empeorar las condicio-
nes de vida de los hutus hasta relegarlos a una condición miserable que
se justificó mediante la utilización del mito camítico. Asimismo, consagró
un sistema que hizo recaer todos los privilegios en los tutsis y todas las
obligaciones en los hutus, reforzando las fracturas identitarias.
   Hacia la década del 50, la presión de Naciones Unidas y del proceso
de descolonización en Africa, sumado a los cambios políticos en Bélgica
hicieron que la metrópoli mutara su favor hacia los hutus. Se suprimieron
las instituciones de servidumbre, se promovió la educación y el progreso
120 Esto provocó que tuvieran que trabajar las mujeres y los niños. El incumplimiento
de las tareas y obligaciones determinaba duras palizas y diferentes castigos corporales,
lo que forzó a muchos hutus a abandonar el país hacia el Congo y la Uganda británica.
                                         438
    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
económico de los hutus. Pero ya era tarde: los tutsis notaron el cambio y
se opusieron a él reclamando la independencia, mientras los hutus apro-
vecharon para dar rienda suelta a todo su resentimiento acumulado. A
esta altura, los hutus ya se habían apropiado de ese mote, se reconocían
como tales y lo esgrimían en contra de los tutsis.
   La violencia entre ambas identidades se hizo presente a partir de 1959
bajo diversas formas, y con algunas intermitencias se mantiene en el terri-
torio ruandés hasta la actualidad. La Revolución de 1959, la instalación de
las Repúblicas Hutus -primero bajo la presidencia de Kayibanda y luego
bajo el gobierno de Habyarimana- y la irrupción del Frente Patriótico
Ruandés son muestra de ello. El genocidio, fue su expresión extrema.
   La historia según los hutus y tutsis
   Cuando los belgas iniciaron su administración en 1923 construyeron
su propia versión de la historia de Ruanda con eje en la «cuestión étni-
ca». Afectos a las «clasificaciones» de los pueblos –una tendencia carac-
terística de los colonizadores europeos–, sostuvieron la existencia de dos
grupos racialmente distintos: los hutus, eran los típicos africanos por su
contextura física (nariz ancha, pelo mota, cara redonda), joviales, inge-
nuos, lentos y dispuestos a servir. Apoyados en la hipótesis camítica121,
121 La hipótesis camítica es una línea teórica elaborada principalmente por europeos -
con incorporación de otros aportes - que intenta demostrar que las civilizaciones africa-
nas avanzadas fueron obra de pueblos camíticos – caucásicos, pero de ninguna manera,
provienen de pueblos de origen “negro”. Subyace en ella la concepción de la natural
e innata inferioridad del “negro” incapaz per se de promover sistemas políticos, econó-
                                          439
    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
veían en los tutsis una raza proveniente del extranjero, quizás de origen
semita: eran altos, esbeltos, menos negros que sus pares hutus, inteligen-
tes, destinados a mandar y superiores a los hutus. Para ellos, la rivalidad
hutu-tutsi era ancestral. Así se expresaba, el administrador belga Pierre
Rickmans sobre lo que veía en el país:
   Los tutsis estaban destinados a reinar. Su fina presencia es en sí misma
   suficiente para otorgarles un gran prestigio vis à vis las razas inferio-
   res que los rodean…. No es sorprendente que esos buenos bahutus,
   menos inteligentes, más simples, más espontáneos, más confiados, se
   hayan dejado esclavizar sin intentar ninguna revuelta (Prunier, 1999:
   p. 11)
   Hutus y tutsis tomaron de esta amañada conceptualización lo que sir-
viera para su causa e intereses. Los hutus se apropiaron de la «ancestra-
lidad de la cuestión» y los tutsis aceptaron sin chistar su caracterización
de superiores. En definitiva, tal como sostiene Vidal, todas las versiones
se vuelven posibles y pensables si encuentran – voluntaria o inconciente-
mente - complicidades locales (Vidal, 1995: p. 183).
   Hutus y tutsis elaboraron entonces su propia versión de la historia del
país, versión que utilizaron y utilizan como legitimación de sus acciones
y gobiernos. Re imaginaron tradiciones inventadas.
micos y sociales, comercio, arte y cultura. En esta teoría el término “camita” designa a
poblaciones africanas no negras que se distinguen de ellos supuestamente por su raza
– una rama de la raza caucásica – y por el origen de su lengua (Sanders, 1969: p.532).
                                         440
    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
   Para los hutus122, la cuestión entre ellos y los tutsis es ancestral. Ellos
son los verdaderos habitantes del país que fueron despojados de sus tie-
rras y sus reyes por los ganaderos tutsis, provenientes del extranjero. Los
invasores tutsis, llegaron con sus vacas y su ganado, los conquistaron
humillando y eliminando a sus reyes, los explotaron y los redujeron a la
servidumbre.
   En realidad, la instalación de los tutsis fue progresiva, sin que pudie-
ra verificarse una conquista rápida y uniforme de todo el territorio. De
hecho, los últimos reinos hutus cayeron en poder de los tutsis recién en
1918. Por otra parte y tal como se ha señalado aquí, la dominación no
tuvo el mismo grado de sujeción en todo el reino.La versión hutu tam-
poco cuestiona a los belgas por los trabajos forzados o la estigmatización
étnicaa la que fueron sometidos; en definitiva, terminaron en buenos
términos con quienes los habían sojuzgado y aceptaron la democracia
que los belgas les ofrecían pues les aseguraba el gobierno en vistas de la
superioridad demográfica.
   Basándose en los mitos y tradiciones locales, sostuvieron –y algunos
aún sostienen– la necesidad de la unidad de todos los hutus –ruandan-
yamwiyi– para expulsar a los invasores tutsis. Cuando el Frente Patrióti-
co Ruandés –un grupo armado de exiliados tutsis en Uganda– invadió
Ruanda el 1ro de octubre de 1990, las facciones más extremistas de los
hutus presentaron la cuestión como la vuelta de los tutsis feudales, mo-
122 Nos referimos aquí a políticos, periodistas e historiadores que defienden esta con-
cepción histórica, como por ejemplo, Ferdinand Nahimana o Charles Onana.
                                         441
    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
nárquicos y explotadores que volvían del exilio para sojuzgar nuevamente
a los hutus y someterlos a la servidumbre y los trabajos forzados.
   Los primeros habitantes de Ruanda fueron los TWA, seguidos de la
   HUTUS (siglo VII).
   Mucho tiempo después, se infiltraron los TUTSIS y rápidamente con-
   quistaron el poder por un sistema de vasallaje basado en [la posesión
   de] la vaca.
   El poder fue monárquico y feudal y las otras etnias fueron reducidas a
   la servidumbre: sirvientes a voluntad y explotados sin piedad.
   El régimen fue opresivo y sanguinario. Por ejemplo la reina Madre
   KAJONGERA para elevarse de su asiento se apoyaba sobre dos es-
   padas clavadas sobre las espaldas de dos niños hutus! (…)
   En 1957, los HUTUS tomaron conciencia del derecho de todo ciuda-
   dano a prosperar y vivir decentemente.
   En 1959, la revolución social condujo a la abolición de la monarquía y
   el advenimiento de la República. El rey y sus fanáticos, que no podían
   soportar la igualdad entre los ciudadanos, prefirieron exiliarse en los
   países vecinos, entre ellos Uganda. Desde ese momento, no han cesa-
   do jamás de perturbar el orden interno con expediciones armadas y
   con toda suerte de calumnias y difamaciones buscando aislar a Ruan-
   da en el plano internacional (Kangura, 1990: p.7)123
123 Kangura, N° 5., es una de las publicaciones de los extremistas hutus donde frecuen-
                                         442
    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
   Cuatro años más tarde, al producirse el atentado al avión del pre-
sidente Habyarimana124, el extremismo hutu culpó al Frente Patriótico
Ruandés (FPR) y a su líder Paul Kagame de haber cometido el magnici-
dio mientras bandas de enardecidos hutus salían a vengar la muerte de su
presidente. Presentaron el genocidio como un estallido popular provoca-
do por el accionar del Frente. Hasta aquí los hutus.
   Múltiples factores terminaron desencadenando el genocidio. Entre
ellos, debe destacarse el desafío de poder que se le presentó al presi-
dente Habyarimana con el surgimiento de la oposición política hutu
–y no tutsi– que le reclamaban la democratización y la apertura del
sistema. La invasión de los tutsis con el FPR –otro desafío a su poder
absoluto– le dio la excusa necesaria para sindicar a la oposición mo-
derada hutu como cómplice de los tutsis, de manera tal que cuando
se desencadenó el genocidio miles de hutus moderados opositores al
gobierno también se contaron entre las víctimas. Por otra parte, el
grado de organización que tuvieron las masacres, la incitación a las
matanzas por parte de los medios de comunicación y la participación
temente se hacía referencia a acontecimientos históricos –visiblemente distorsionados–
para concientizar y favorecer la posición oficialista y antitutsi. En ella escribieron perio-
distas e historiadores. (Las mayúsculas pertenecen al original).
124 Juvenal Habyarimana fue presidente de Ruanda entre 1973 y 1994. Llegó al poder
luego del golpe de estado que realizara en 1973 e instaló una dictadura militar que se
transformó en un unipartidismo a partir de 1978. Gobernó junto con su círculo íntimo
–los Akazu– sin aceptar disensos ni de hutus ni de tutsis hasta 1990, cuando los vientos
de cambio internacionales lo presionaron a iniciar cierta democratización.
                                            443
    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
del estado a partir de las Fuerzas Armadas Ruandesas (FAR) y de mi-
licias entrenadas por él hacen descartar la idea de un estallido popular
por el asesinato de Habyarimana.
   Para los tutsis125, la cuestión de la rivalidad entre ellos y los hutus fue
creada por la colonización belga. Antes de la instalación de los europeos,
hutus y tutsis convivían pacíficamente en un reino gobernado por ellos
pero donde reinaba la armonía. Los belgaseran los responsables de la
institución de la servidumbre, la estigmatización étnica y el resquemor
en los hutus. Eran ellos quiénes habían creado los clivajes étnicos. Las
Repúblicas hutus que siguieron a la independenciaeran expresiones neo-
coloniales de la antigua administración europea.
   Durante la etapa pre colonial, Ruanda era una sociedad unida. La uni-
   dad de los ruandeses se vio obstaculizada desde la llegada de la admi-
   nistración colonial y los misioneros [cristianos], a través de la política de
   divide y reinarás. Políticas divisionistas e ideologías de odio, así como la
   persecución y la violación a los derechos humanos caracterizó esa mala
   forma de liderazgo. Esa situación se perpetuó y llegó a su clímax en
   uno de los más brutales y devastadores genocidios de la Historia de la
   Humanidad – el genocidio de 1994 perpetrado contra los tutsis que fue
   frenado por la victoriosa guerra de liberación del RuandanPatrioticAr-
125 Nos referimos aquí a la versión histórica sostenida y difundida por el Frente Pa-
triótico Ruandés, que suscriben historiadores y periodistas locales y extranjeros como
Gérard Prunier o Colette Braeckman. Con esta concepción de la historia fue erigido el
Memorial del Genocidio en Kigali.
                                        444
    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
   my, en ese entonces el ala armada del RPF. (Comisión Nacional para la
   Unidad y la Reconciliación, 2016: p. 3).126
   Más adelante puede leerse en el mismo documento:
   La tradición oral, así como muchos documentos escritos en Ruanda,
   destacan que Ruanda se había caracterizado durante siglos por una
   fuerte Unidad, y que antes de la colonización era una entidad política
   y culturalmente unificadagobernada por un Umwami (rey). La socie-
   dad tenía entonces sus propias instituciones y una cultura, que unía
   a las diferentes categorías sociales (hutu, tutsi y Twa). La monarquía
   era considerada como el símbolo de cohesión, de donde era llamado
   Umwamiwarubanda, que significa el Rey del pueblo. El monarca, que no
   pertenecía a ningun sector social, alcanzaba el trono luego de procedi-
   mientos oficiales conservados en un cuerpo especial conocido como
   Abiru. El monarca estaba por sobre todos los sectores sociales por
   que él representaba la nación y era el mediador entre el pueblo y dios.
   (Comisión Nacional para la Unidad y la Reconciliación, 2016: p. 12)
   Ahora bien, la historia antes de los belgas no debería haber sido ser
tan idílica, al menos para los hutus –cuyo nombre remitía a su condición
servil–, considerando las rebeliones anti tutsis que se dieron a finales del
siglo XIX. La tradición tutsi parece olvidar la complicidad de ellos con los
belgas, que aceptaron y disfrutaron de todos los privilegios y que inclusi-
126 La guerra de liberación según la visión tutsi comenzó el 1ro de octubre de 1990
con la invasión del FPR bajo la administración del preside te Habyarimana (NURC,
2016, p. 1).
                                        445
    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
ve aprovecharon, por ejemplo, para agrandar sus tierras a expensas de las
tierras comunales hutus. Los tutsis tampoco consideran su colaboración
con la administración alemana, quienes implementaron una dominación
indirecta a través del rey y quiénes ayudaron a los tutsis a conquistar los
últimos principados hutus que aún se resistían a su dominación.127
   Como consecuencia de las Repúblicas hutus, los tutsis sufrieron el
persecuciones, muerte, el saqueo de sus propiedades y el exilio en los
países vecinos. El derecho al retorno a la patria y la instalación de un sis-
tema democrático fueron las principales razones de la invasión del Fren-
te Patriótico Ruandes, según sus mentores. Para el Frente, el genocidio
fue meticulosamente planificado, apoyado por Francia y permitido por la
complicidad de la comunidad internacional. Para los tutsis, los hutus de-
rribaron el avión presidencial de manera de tener la excusa perfecta para
desencadenar el genocidio, genocidio que afectó únicamente a los tutsis.
Niegan así las víctimas hutus que eran opositores al presidente.
   Hasta aquí los tutsis. Sin embargo, cuando el Frente invadió Ruan-
da en 1990 buscaba más que el reconocimiento a vivir en el territorio
ruandés, tal como se demostró en las negociaciones de Arusha donde
Kagamenegoció tenazmente hasta obtener el gobierno compartido y la
integración conjunta de las Fuerzas Armadas Ruandesas (FAR) dejando
127 Respecto de la connivencia con los belgas, la versión tutsi subraya que “no hubo
alternativa” más que aceptar el rol privilegiado que le otorgaron los colonizadores y que
esto recayó no en todos los tutsis sino solo en una élite de ellos.
                                          446
    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
casi de lado la cuestión de los refugiados y el derecho al retorno128. Por
otra parte, cada vez más crecen las imputaciones y los testimonios que
complican al Frente en el atentado al avión presidencial y los documentos
dan testimonio de los miles de hutus moderados que perecieron en esos
trágicos días.
   Los datos generalmente aceptados contabilizan unas 850.000 víctimas
en esos terribles días. Seguramente, fueron cientos de miles más, depen-
diendo de qué víctimas se incluyan y excluyan. Las matanzas de tutsis
fueron dirigidas por quienes ocuparon el Estado luego del golpe militar
que sobrevino al caer el avión de Habyarimana: un gobierno provisorio
títere de ciertos civiles y militares, que actuaban en la sombras todos
ellos miembros del extremismo hutu. Quiénes lo perpetraron fueron la
Guardia Presidencial, las Fuerzas Armadas Ruandesas (FAR), las milicias
armadas y ciudadanos hutus comunes en un número difícil de precisar,
pero ciertamente significativo.
   ¿Qué sucedió con el Frente durante esos trágicos días? Son preguntas
que vienen haciéndosedesde hace años los investigadores que tratan de
128	      Las negociaciones de Arusha tuvieron lugar en esta ciudad de Tanzania entre
junio de 1992 y agosto de 1993. Dieron como resultado cuatro Protocolos: un acuerdo
de cese del fuego, un acuerdo para la formación de un gobierno de transición de base
amplia (GTBA), un protocolo sobre la repatriación de los refugiados y un acuerdo de
integración de las fuerzas armadas. Los acuerdos se completaban con el despliegue de
una Misión Internacional de Naciones Unidas de Asistencia a Ruanda (UNAMIR) para
la supervisión de la implementación de los acuerdos. Cfr. Textos de Arusha. Disponi-
bles en: www.incore.ulst.ac.uk/cds/agreements/pdf/ruan1.pdf
                                        447
   Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
superar las tentaciones maniqueístas. Lo cierto es que el 4 de julio, casi
tres meses después del inicio de las matanzas, Paul Kagame logró tomar
Kigali -donde estaba desde el inicio de las masacres- y con ello fue salu-
dado por EEUU, Reino Unido y casi todo Occidente como el líder que
logró poner freno al genocidio. Él y el Frente también se consideran a sí
mismos como los liberadores.
   Ya en el poder, organizaron un gobierno provisional sobre la base de
lo negociado en Arusha pero con algunos cambios significativos. Los
cargos que hubieran correspondido al partido del presidente Habyarima-
na fueron ocupados por miembros del Frente. Por otra parte, a los dos
cargos ejecutivos principales que correspondían a los hutus- Presidente y
Primer Ministro-, les agregaron un vicepresidente y un vice primer minis-
tro, que serían ocupados por tutsis. Pasteur Bizimungu -uno de los pocos
miembros hutus del FPR-, fue investido como presidente y la vicepre-
sidencia recién creada fue ocupada por el mismo Paul Kagame. Como
Primer Ministro asumió Faustin Twagiramungu, quien había sido elegido
para el cargo antes del genocidio; como vice, asumió el coronel Kanya-
rengwe, un miembro promitente de los militares tutsis. El gobierno de
unidad nacional no era más que una fachada.
   Kagame y la superación de las diferencias étnicas
   Al llegar al poder en Ruanda, el Frenteimpuso su propia visión de
la historia, y pretendió moldear un nuevo país que rescatara su versión
imaginada pre colonial, en la que no había diferencias entre hutus y tut-
                                      448
    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
sis. Uno de sus pilares para la reconstrucción del país fue la política de la
Unidad y la Reconciliación. Nobles propósitos y ciertamente necesarios
luego de la tragedia ruandesa. Con su versión histórica como legitima-
ción, y luego como justificación de sus políticas, el Frente sostuvo el
concepto de Ruandesness. Ni hutus ni tutsis, ruandeses.
   El FPR definió a la unidad nacional como aquella:
   Relación que vincula a los compatriotas que sienten que tienen objeti-
   vos comunes, que comparten un destino común; que pertenecen a un
   mismo país y entienden que ninguno tiene más derecho a él que otro
   (al punto de expulsar al otro) y que consideran que cualquier cosa que
   amenace la seguridad de una parte de su país pone en peligro a todo
   el país, y que deben ponerse de pie [si una parte amenazara a otro] y
   luchar juntos (Comisión Nacional para la Unidad y la Reconciliación,
   2016: p.30).129
   Como puede observarse, esta concepción más que definir la unidad
nacional per se, define el tipo de unidad nacional que precisa el Frente,
para evitar quedarse fuera del gobierno como le había sucedido desde la
independencia. La Unidad va de la mano de la Reconciliación.
   En Ruanda la reconciliación es entendida como un proceso a través
   del cual Ruanda debe moverse de un pasado de división a un futuro
   compartido, un proceso que busca superar un pasado deshumanizado
129 La definición es textual del Informe de la Cumbre Nacional de la Unidad y la Re-
conciliación del año 2000.
                                        449
    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
   hacia una re humanización del presente y del futuro, un proceso que
   tiene que ver con quiénes quieren ser los ruandeses y en qué quiénes
   quieren transformarse. (NURC, 2016: p. 35)
   El gobierno de Unidad Nacional pronto quedó desvirtuado cuando
los miembros hutus del FPR fueron relegados. De esta forma, paralela-
mente a la concentración de poder en los tutsis y a la «tutsificación» de
toda la administración, el Frente impuso la única interpretación posible
de la historia que además podía asegurar la unidad ruandesa. Y la hizo
valer por la fuerza.
   Esta concepción de la historia y las políticas de la unidad y la re-
conciliación, empezaron a inculcarse en todos los niveles de la sociedad.
Monolíticamente, las mismas ideas se expresan en las ingando130, en los
130 Los centros de solidaridad –Ingando-, son una de las estrategias más usadas para
lograr la unidad y la reconciliación. Fueron y son particularmente relevantes para la
redefinición de una nueva identidad y para el relanzamiento del patrimonio común de la
Ubunyaruanda (Ruandanness) (NURC, 2010: p.101). Imitando antiguas tradiciones locales,
las ingando son centros de educación o de re educación donde se enseñan los conceptos
esenciales de la nueva Ruanda a quienes necesiten aprenderlos. A principios de la admi-
nistración del Frente, estos centros sirvieron para colaborar con la integración de refu-
giados, reinserción de combatientes, educación de quienes poseían ideología genocida
o hubiera cometido atrocidades. Posteriormente, se fueron incorporando estudiantes
secundarios y terciarios con lo que las ingandose transformaron también en centros de
educación cívica. En la actualidad, se encuentran diseminados por todo el país y a ella
concurren estudiantes preuniversitarios, universitarios, trabajadores sexuales, detenidos
con libertad condicional, jóvenes, mujeres, líderes gubernamentales, líderes de opinión,
líderes comunales, estudiantes de la diáspora y sospechosos de genocidio liberados. En-
                                          450
    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
programas de diversas materias de todos los niveles educativos, en los
discursos oficiales, en los medios de comunicación, en las conferencias
de académicos y universitarios tanto en el país como en el exterior. No
hay ni puede haber otra lectura del pasado ni del presente131. Cualquier
voz que se exprese en forma contraria a este discurso es tildada de «divi-
sionista» es decir, que promueve las divisiones étnicas entre los ruandeses.
   Desde el poder también se propone una lectura de la situación que se
basa en la «moral» del accionar RPF y del mismo Kagame. Y esta moral
se define tácita y explícitamente por oposición a «lo que han hecho los
hutus”: el genocidio. Frente a ellos, Kagame había frenado la barbarie.
   Junto a la autoridad moral del gobierno se reforzó la noción de la
«culpa colectiva de los hutus», de la «responsabilidad colectiva» por las
atrocidades del genocidio. Se colectivizó la culpa porque el hecho de ser
hutus los colocó en el lugar de responsables de la violencia, sin diferen-
ciar entre la «elite» hutu (quienes ordenaron las matanzas) los perpetra-
tre los contenidos impartidos se enfatizan: la “clarificación” de la historia de Ruanda, el
análisis del origen de las divisiones del pueblo de Ruanda y su erradicación, contribuir
a la unidad nacional, promover el patriotismo, la resolución pacífica de conflictos y
el apoyo a los programas gubernamentales, la lucha contra la ideología del genocidio
(NURC, 2010: pp.102-105).
131 Reyntjens, apoyándose en diversos autores, sostiene que detrás de este metarelato
existe un relato privado, que se expresa en privado, que no puede exponerse por las
restricciones del régimen, que conserva otras tradiciones y versiones y que existe o sub-
siste, pese a todas las restricciones. (Reyntjens, 2016: pp.69-70). Este metarelato busca
imponerse en todos los escenarios y en el exterior.
                                           451
    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
dores (entre ellos muchos que fueron manipulados por la élite hutu y
muchos que no tuvieron alternativa) y los que nada hicieron. Todos eran
(y son) culpables.
   Los tribunales de gacaca y la imposición de centros de los re educa-
ción ingando contribuyeron fuertemente para afianzar la responsabili-
dad de los hutus, lo mismo que ciertas políticas y discursos de funcio-
narios y del mismo presidente. Un ejemplo de ello puede encontrarse
cuando Paul Kagame invitó a los hutus a pedir disculpas por el geno-
cidio, lo hubieran perpetrado o no, en el marco de la campaña I am
ruandan, de 2013-2014.Por eso, y aunque en el paísesté prohibido ha-
blar de hutus o tutsis, la cuestión se plantea siempre entre «víctimas»
y «perpetradores», «culpables» o «inocentes». De esta forma, Kagame
y el Frente ejercen un gobierno que permanentemente se basa en la
culpabilidad de los hutus aunque no siempre los mencionen. Los ac-
tos conmemorativos multitudinarios a los que debe concurrirse com-
pulsivamente en donde se enfatiza en la versión tutsi de la historia, la
versión tutsi del genocidio y la versión tutsi de su final por los héroes
nacionales del FPR, también forma parte de la misma estrategia. La
colectivización de la culpa y la promoción compulsiva de estas mira-
das, lejos de eliminar las etiquetas étnicas las refuerza.
   Las políticas de unidad y reconciliación se reforzaron con dos leyes: la
ley de divisionismo y la de ideología genocida. La primera, sancionada en
2001 consigna que «la práctica del sectarismo [divisionismo] es un crimen
cometido en un medio de expresión oral, escrita o todo acto de división
                                       452
    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
que pudiera generar conflictos en el seno de la población, o suscitar que-
rellas» (HRW, 2008: p. 36).
   La ley de ideología genocida define la ideología del genocidio como
un conjunto de pensamiento caracterizado por conductas, discursos, do-
cumentos y otros actos con el objetivo de exterminar o incitar a otros a
exterminar pueblos, fundado en el grupo étnico, origen, nacionalidad,
región, color, apariencia física, sexo, lengua, religión u opinión política,
cometida en periodos normales o tiempos de guerra132. (Ley N°18/2008
art.2).
   Ahora bien, la ambigüedad y amplitud de ambas leyes permitió al
Frente utilizarlas para prohibir toda expresión de disidencia respecto al
discurso oficial ya su concepción del pasado; también se usaron para no
autorizar partidos políticos opositores y censurar medios de comunica-
ción. Estas leyes no solamente se enseñaron en las escuelas y universida-
des sino que reglaron los debates universitarios, académicos y políticos,
132 El artículo 3 amplía el alcance de la ideología genocida entendiendo que incluye
cualquier conducta cuyo objetivo sea deshumanizar a una persona o un grupo de per-
sonas con las mismas características mediante amenazas, intimidación, degradación a
partir de discursos difamatorios, documentos o acciones cuyo propósito sea la propaga-
ción de la maldad o el odio étnico. También se incluye marginar, reírse de la desgracia de
otro, difamar, burlarse, jactarse, despreciar, degradar, crear confusión mediante la nega-
ción del genocidio, provocar malos sentimientos, tomar venganza, alterar testimonios o
la evidencia del genocidio ocurrido en el país, matar, planear la muerte o intentar matar
a alguien con el propósito de fomentar la ideología del genocidio (Ley N°18/2008.
23/7/2008. Art.3).
                                          453
    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
señalando los límites de lo que podía decirse, discutirse, escribirse y pro-
ponerse, que no era otra cosa más que la visión y la ideología del Frente.
La utilización de estas leyes, institucionalizó la prohibición del disenso y
del pluralismo ideológico y político. Y con esto, se institucionalizó una
única visión de la historia y se ilegalizó cualquier otra.
   Un tiempo más tarde, llegaría la prohibición de hablar del genocidio
en Ruanda sin agregarse a la frase: «contra los tutsis». Hacer obligatoria
la definición «genocidio contra los tutsis», supuso una forma velada de
negacionismo en la medida en que negó las víctimas hutus del genocidio.
También buscó impedir la discusión sobre la tesis del doble genocidio,
que incluye las denuncias sobre la responsabilidad del Frente en matan-
zas de hutus en el país y en la República Democrática del Congo. Así
como se impuso una determinada versión de la historia, también se im-
puso una determinada visión del genocidio. Y con ello, una vez más, se
reforzaron las divisiones.
   La disparidad entre ambos grupos también puede verificarse en el
acceso a la justicia. Los sobrevivientes tutsis, podían hacer sus denuncias
contra los hutus en los tribunales de gacaca con procedimientos aceitados
y bien divulgados. En cambio, los hutus que querían denunciar las atro-
cidades sufridas por el FPR durante el genocidio, debían desafiar a las
nuevas autoridades en tribunales formales o militares con procedimien-
tos que desconocían y conseguir los recursos necesarios para el asesora-
miento legal. (Chakravarty, 2015: p.83).
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   Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
   Desde el punto de vista político y administrativo, el Frente propuso
instalar una «democracia consensuada», entendida como «la política de
una mayoría basada en un programa de unidad de todos los ruandeses».
Esta democracia consensuada debía basarse en tres pilares: participación
popular en la toma de decisiones, genuina representación local y nacional
y control popular sobre los líderes en aras de lograr accountability (ICG,
2001: pp.3-4).
   Con la asunción del gobierno interino se acercaron muchos políticos,
personal civil, jueces y militares hutus con el ánimo de colaborar con la
nueva administración. Pero la ilusión duró poco, a que desde 1995 se de-
sató una campaña de persecución, hostigamiento, enjuiciamiento y elimi-
nación física de los hutus que estaban en Ruanda o habían regresado del
exterior. (Reyntjens, 2011: p. 8) Con el paso del tiempo, desaparecieron
los hutus del gobierno de unidad nacional, de los puestos importantes de
partido y luego del partido mismo.
   La «democracia consensuada» enmascaraba una intención que tenía
como fin la concentración de poder en Paul Kagame y su círculo ínti-
mo. Pasmosamente similar al presidente Habyarimana. En 1998, Kagame
fue electo presidente del FPR. Entre este año y 2001, implementó una
estrategia para posibilitar que el Frente dejara de ser un grupo armado
rebelde y se transformara en un partido político que le permitiera gober-
nar Ruanda sin oposición alguna. Esta estrategia incluyó desde el recluta-
miento y ampliación de cuadros hasta la cooptación de todos los puestos
administrativos del país. Los cargos políticos, la burocracia nacional y
                                       455
    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
regional, las oficinas de los organismos internacionales, las ONG que
quedaron en el país y los medios de comunicación fueron ocupados por
integrantes del FPR. Paralelamente, se instituyeron reuniones semanales
entre funcionarios de todos los rangos con las autoridades del Frente y
la formación de grupos de mujeres y de jóvenes para ampliar los cuadros
y aumentar la llegada a la gente, que eran entrenados en los Ingando.133
(ICG, 2001: pp. 6-7).
   El Frente resaltó la meritocracia para la integración de la administra-
ción: cualquier ruandés podría formar parte de la estructura política y
administrativa. Para ello, debían aceptar sus reglas de adoctrinamiento y
educación que significaba aceptar la visión tutsi de la historia, el gobier-
no y la política. En la práctica, esta particular meritocracia «tutsificó» la
administración. Si bien es difícil de precisar -pues está prohibido hacer
distinciones entre hutus y tutsis- en el año 2000 aproximadamente el
70 % de los 169 puestos más importantes y el 80 % de los alcaldes esta-
ban en manos de tutsis. Todas las Secretarías -que a su vez controlaban
a los ministros ya sea que fueran hutus o tutsis- pertenecían al FPR. Para
la elección y ascenso de los candidatos, el Frente prefería a los tutsis an-
glófonos, en general provenientes del exilio en Uganda, respecto de los
133 A estos nuevos integrantes –mujeres y jóvenes– se les ofrecía cargos locales o en
el mismo parlamento una vez probado su trabajo y lealtad. También se crearon células,
líderes y fuerzas de seguridad comunal en todos los distritos del país integradas por
miembros del Frente, quienes eran entrenados en la Comisión para la Unidad Nacional
y la Reconciliación (NURC), entidad que también sirvió para el entrenamiento de los
candidatos electorales (ICG, 2001: pp. 6-7).
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   Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
francófonos, es decir aquellos que habían permanecido en Ruanda. A
los hutus les quedaron los puestos de la baja administración y los cargos
locales que eran honorarios (Chakravarty, 2015: pp. 82-83).
   El paso siguiente fue impedir que partidos opositores pudieran pre-
sentarse a las elecciones. Los únicos autorizados serían aquellos partidos
satélites que presentaran las mismas ideas del FPR con leves matices.
Todo intento de los hutus por participar del poder fue quirúrgicamente
abortado. Pero también corrieron la misma suerte los tutsis que no com-
partieron la visión de Kagame y su círculo. No se admitió ningún tipo de
oposición al régimen encarnado por el presidente. Y en esto sí no hubo
diferenciaciones étnicas.
   La Constitución fue reformada en 2003, 2008 y 2015 al compás de las
necesidades de Kagame y del Frente. En la primera se plasmaron todas
las ideas rectoras que hemos consignado anteriormente; la última habilitó
a Kagame a tres períodos más de gobierno: uno de siete años y dos más
de 5 años cada uno. Si se cumpliera esta previsión, Kagame estará en el
poder hasta 2034.
   Para las elecciones presidenciales de 2003, se ilegalizó y luego se des-
truyó al Movimiento para la Democracia de Ruanda (MDR), el histórico
partido hutu del país encabezado por Faustin Twagiramungu, hutu mode-
rado y ex Primer Ministro del gobierno de Unidad. El argumento utilizado
fue que supartido intentaba «dividir a los ruandeses otra vez». Muchos de
sus partidarios fueron arrestados o «desaparecieron», mientras que otros
                                       457
    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
eligieron el exilio y el partido colapsó. (Chakravarty, 2015: p. 77). Twagira-
mungu trató luego de organizar la Alianza para la Democracia, la Equidad
y el Progreso, pero tampoco logró el reconocimiento para participar de
las elecciones.Es importante resaltar que el MDR fue el histórico parti-
do hutu sucesor del MDR-Parmehutu, que consiguiera la independencia
de Ruanda. Su integrantes encarnaron la oposición al entonces presidente
hutu Habyarimana; muchos de ellos fueron víctimas del extremismo hutu
y perecieron durante el genocidio o escaparon al exilio.
   Para esos mismos comicios de 2003, se impidió que Pasteur Bizimun-
gu -también hutu, expresidente del Gobierno de Unidad y ex miembro
del FPR- postulara el Partido Democrático para la Renovación (PDR,
Ubuyanja). Poco después, él y Charles Ntakirutinka, fueron arrestados
bajo los cargos de «incitación a la desobediencia civil” «asociación con
fines criminales» y muchos de sus partidarios asesinados o «desapareci-
dos». Tanto Twagiramungu como Bizimungu eran dos rivales de peso,
de ascendiente entre los hutus, contra quienes Kagame hubiera podido
tener problemas para vencer en las elecciones.
   En las elecciones de 2010 se prohibió la participación del partido Fuer-
zas Democráticas Unidas (FDU Inkingi) liderado por Victoire Ingabire, a
quien se acusó de tener vinculaciones con los grupos de hutus genocidas
que operan en RDC, especialmente con el Frente Democrático para la
Liberación de Ruanda (FDLR). Ingabire fue arrestada y sentenciada a 15
años de prisión acusada de haber amenazado la seguridad del estado y por
                                       458
    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
haber «menospreciado» el genocidio134; recibió la indulgencia presidencial
en 2018. El vicepresidente del partido fue arrestado en 2017 al igual que
decenas de seguidores de Ingabire.135 En 2018, el Servicio Correccional
de Ruanda (RCS) señaló que se había escapado de la cárcel, mientras que
Ingabire sostiene que fue secuestrado allí. Nunca más se supo de él. En
2019, dos miembros del FDU, que continúan sin ser reconocidos, fueron
encontrados muertos y uno sigue desaparecido (HRW, 2020).136 Hacia fina-
les de 2019, Ingabire anunció la creación de un nuevo partido Desarrollo
y Libertad para todos –DalfaUmurinzi–, como un espacio político abierto
134 Ingabire – hutu - fue arrestada poco después de regresar de su exilio en Holan-
da en enero de 2010, por haber cuestionado que en el Memorial del Genocidio no
hubiera ninguna mención a los hutus moderados que perecieron en él. Luego de su
liberación, continúa siendo vigilada las 24 horas por el régimen de Kagame acusada
de terrorismo. Cfr. https://www.dw.com/fr/ruanda-victoire-ingabire-d%C3 %A9non-
ce-%C3 %A0-nouveau-des-intimidations-du-r%C3 %A9gime/a-53815035. Puede
consultarse la red social twitter de Ingabire donde ella publica más información y de-
nuncias. Inclusive le fue impedido el acceso a visitarla en la cárcel a una comisión del
Parlamento europeo.
135 Una muy buena crónica sobre detenciones puede encontrarse en https://www.
chronicles.rw/2020/01/29/leonile-gasengayire-in-jail-nearly-3years-for-armed-rebe-
llion-acquitted-by-court-and-wants-compensation/, narrada por la activista LeonileGa-
sengayire, seguidora del FDU, liberada en enero de 2020, luego de tres años de prisión.
136 SyldioDusabumuremyi, coordinador nacional del Partido, fue encontrado apuñala-
do. Eugene Ndereyimana está desaparecido desde el 15 de julio de 2019 y AnselmeMu-
tuyimana, asistente de Ingabire, fue encontrado muerto con signos de estrangulamiento.
La oficina de investigaciones de Ruanda (RIB) dijo haber iniciado investigaciones en los
tres casos (HRW, 2020).
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    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
focalizado en las cuestiones de desarrollo (HRW, 2020).
   Otros dirigentes tuvieron un derrotero similar al de Ingabire. El diri-
gente opositor Bernard Ntaganda137 fue arrestado en 2010 bajo los cargos
de amenazar la seguridad nacional, «divisionismo» e intento de organizar
protestas sin autorización. Fue liberado en 2014; luego sería arrestado
varias veces más.En las elecciones de 2017, los dos candidatos que se
enfrentaron a Kagame, FrankHabineza y PhilippeMpayimana, también
experimentaron acoso, amenazas e intimidación (HRW, 2017).
   Las persecuciones también llegarían a los integrantes del FPR que se
volvieran críticos, aún quienes fueran parte del círculo más cercano al
presidente. Hacia finales de la primera década del siglo, cuatro prominen-
tes miembros del Frente huyeron de Ruanda y formaron en el exilio el
partido Congreso Nacional de Ruanda (RNC). Publicaron un informe –
Ruanda Briefing– en el que señalaban la utilización por parte del presidente
Kagame de las instituciones estatales para asegurar su poder absoluto y
sus ganancias económicas, así como el uso de la represión para monopo-
lizar el poder. Ruanda era un estado policial, unipartidista, disfrazado de
democracia (Ruanda Briefing, 2010: pp. 1-3).
   Los cuatro réprobos eran Faustin Kayumba Nyamwasa138 –ex Jefe del
137 Su partido, el Partido social (SP), fue impedido de registrarse.
138 Era ugandés y tutsi. Fue Jefe del ejército y embajador en la India. Nyamwasa es
responsable de operaciones de limpieza de hutus en República Democrática del Congo.
También enfrenta cargos en España, quien requirió su extradición, por el asesinato de
un misionero en 1994 y tres trabajadores humanitarios españoles en 1997. Las FDLR
                                          460
    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
Ejército–, Patrick Karegeya139 –ex Jefe de Inteligencia– Gérald Gahima140
–ex Fiscal General– y Théogene Rudasingwa141 –ex Jefe de Gabinete del
Presidente–. Todos fueron juzgados en ausencia y recibieron penas de
entre 20 y 24 años de prisión por amenazar la seguridad del estado, soca-
var el orden público, promover las divisiones étnicas e insultar al presi-
dente. En 2010, Kayumba Nyamwasa, escapó de un intento de asesinato
en Johanesburgo, aunque resultó gravemente herido. Patrick Karegeya
fue asesinado en la misma ciudad en vísperas del año nuevo en 2014.
Sudáfrica marcó la responsabilidad delgobierno de Ruanda, expulsó a sus
embajadores y rompió relaciones diplomáticas. (Reyntjens, 2018: p. 11).
–hutus rebeldes exiliados en Congo– sostuvieron en diversas cadenas de noticias que
habían mantenido reuniones con él en varios estados africanos luego de su exilio. Un
Informe de Naciones Unidas denunció que Nyamwasa y Karegeya trabajaban estrecha-
mente con los hutus genocidas del Congo.
139 Karegeya también era ugandés y tutsi. Fue amigo de Kagame y lo acompañó du-
rante su exilio en Uganda, la invasión del Frente a Ruanda y su ascenso al poder. Al
distanciarse de él y temiendo por su vida se exilió en Sudáfrica en 2008. Su asesinato fue
cubierto por múltiples cadenas de noticias internacionales. Entre ellas, puede consultar-
se: https://www.theguardian.com/news/2019/jan/15/ruanda-who-killed-patrick-ka-
regeya-exiled-spy-chief.
140 Era hermano de Rudasingwa. Fue Viceministro de Justicia y Vicepresidente de
la Corte Suprema. Está exiliado en EEUU.
141 Rudasingwa también compartió con Kagame el exilio en Uganda, fue negociador
en Arusha y promotor del gobierno compartido. Fue también Secretario General del
partido y Embajador de Ruanda en EEUU. Se encuentra exiliado en este país.
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    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
   Otras voces amigas también fueron perseguidas y silenciadas. Tal es
el caso de Tom Byabagamba y Frank Rusagara142, militares retirados que
fueron condenados por un Tribunal Militar a 15 años de prisión en un
proceso plagado de irregularidades; los cargos fueron diseminar rumores
y estropear la imagen del país y su gobierno.
   En este contexto de proscripciones y múltiples condicionamientos
electorales, Kagame ganó las elecciones de 2003 con el 95 % de los votos,
las legislativas de 2008 con el 98 %, con 93 % las presidenciales de 2010
y con 98,79 % las presidenciales de 2017.
   Semejantes resultados también fueron producto del sistema policíaco
y represivo que existe en cada rincón del país y que no alcanza solo a
políticos sino a decenas de periodistas, académicos, investigadores, acti-
vistas, miembros de ONG. o de organismos internacionales, y a cualquier
ciudadano común que plantee alguna disidencia. A cada expresión crítica
decualquier decisión gubernamental sigue el amedrentamiento, la amena-
za de la violencia, la violencia misma, y hasta el asesinato. Son frecuentes
las detenciones por poco tiempo con palizas y torturas, las desaparicio-
nes misteriosas, la difusión de acusaciones, calumnias, difamaciones, etc,
de todos los detractores. El camino del exilio, suele ser frecuente para
los opositores que pueden hacerlo; para los que no, queda el silencio. La
142 Rusagara retornó a Ruanda luego del genocidio y se unió a las filas del FPR. Fue
Director de la escuela Militar Nyakimana, Jefe del Alto tribunal militar de Kanombe y
agregado de Defensa en el Reino Unido. Su cuñado Tom Byabagamba había sido encar-
gado de la seguridad personal del Presidente.
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    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
vigilancia es permanente a nacionales y extranjeros; el RuandanPatrioti-
cArmy (RPA) –el ala del militar del FPR, devenidas en el ejército nacional
del país– custodia las calles día y noche con armas de guerra.
   En Ruanda es una práctica sistemática la revisión de todas las con-
versaciones privadas y públicas, blogs, redes sociales, comunicaciones de
whatsapp y correos que luego sirven para acusar y juzgar a decenas de
personas opositoras al Gobierno. En octubre de 2019, una investigación
del Financial Times reveló que el gobierno de Ruanda utiliza un softspy –un
Pegasus– de origen israelí para espiar a políticos y críticos opositores en el
exterior. Una vez que ingresa en el teléfono –por ejemplo a partir de una
llamada perdida– transmite localizaciones, chats encriptados, audios, via-
jes planificados a servidores de todo el mundo143 (Financial Times, 2019).
   Ya en los inicios del régimen, a finales de 1995, 38 ONG. Internacio-
nales habían sido expulsadas y las actividades de otras 18 suspendidas,
sus activos congelados y susequipos confiscados. (Reyntjens, 2011: p.3).
Las organizaciones de derechos humanos fueron un blanco especial del
régimen de Kagame por sus constantes denuncias sobre el autoritarismo,
el contrabando de recursos naturales del Congo y las atrocidades contra
los civiles dentro y fuera de Ruanda. En junio de 2004, la Comisión Par-
143 Este tipo de espionaje fue sufrido por FaustinRukundo, un opositor político ruan-
dés que vive en Reino Unido y cuya esposa fue retenida en Ruanda en 2017 al volver
para el entierro de su padre. En la lista de los afectados por este Pegasus se incluyen
periodistas, opositores del RNC y un exmiembro de las fuerzas armadas que testificó
contra el gobierno en un juicio en Francia en 2017. (Financial Times, 2019).
                                         463
    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
lamentaria de Investigación sobre la Ideología del Genocidio recomendó
prohibir varias asociaciones por predicar esta ideología y el odio étnico
(Reyntjens, 2011: p. 14).
   De igual manera, decenas de académicos144 y periodistas nacionales y
extranjeros, activistas de derechos humanos y cadenas de noticias fueron
expulsados, intimidados, prohibidos, perseguidos, les fue prohibida la en-
trada o negado el visado de trabajo145, en una actitud que continúa hasta
144 Entre ellos se encuentran Jan Vansina, FilipReyntjens, Alison Des Firges –quien
además escribía para HRW– y Gérard Prunier. Lo curioso es que este último, tiene
varios trabajos de investigación “elogiosos” hacia el FPR; inclusive uno de sus textos
más citados The Ruanda crisis, –utilizado aquí– Prunier explica el pasado Ruandés y el
genocidio siguiendo mayormente las concepciones tutsis.
145	      Solo a modo de ejemplo, en 2008, la BBC en kinyaruanda fue prohibida con-
siderar que emitía discursos indignantes durante uno de sus programas (antes había sido
advertida por emitir programas que destruían la unidad de los ruandeses). (Reyntjens,
2011, p.4). La BBC, continúa suspendida hasta hoy.
El periodista local John Williams Ntwali, que investigaba sobre determinados asesi-
natos políticos fue arrestado en 2017 con cargos falsos y su website blockeado (HRW,
2017). Constantin Tuyishimire, periodista de TV1 Ruanda está desaparecido desde ju-
lio de 2019; el Gobierno sostiene que probablemente haya huido a Uganda por deu-
das impagas (HRW, 2020). En 2017, al periódico East Africa le fueron confiscadas sus
computadoras por parte de la policía por sus investigaciones sobre evasión impositiva
y corrupción gubernamental.En 2020, la BBC expulsó a uno de sus periodistas –el
congolés Jacques Matand Diyambi– por una nota realizada en noviembre de 2019 a
Charles Onana, periodista y escritor que sostiene la implicación del FPR en el asesinato
del presidente Habyarimana y su complicidad en el genocidio. La emisora dijo que tomó
dicha determinación por presiones del gobierno de Ruanda. Cfr. entre otras fuentes,
                                         464
    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
el presente. Dos periódicos independientes de Ruanda, Umuseso y Umu-
vugizi, fueron suspendidos en 2010 por un período de seis meses y luego
prohibidos por la cobertura que hicieron de las elecciones de ese año. En
editor de Umuvugizi huyó del país mientras que el co-editor fue asesinado
en Kigali al día siguiente de publicar una nota sobre los escuadrones que
utilizaba el régimen en el website del periódico. (Reyntjens, 2011: p. 15).
   Tampoco fueron tolerados las críticas o intentos de investigación al
FPR provenientes del exterior. Un caso significativo fue el de Carla del
Ponte, fiscal general del Tribunal Internacional para Ruanda, quien de-
nunció la falta de colaboración y la interferencia constante del gobier-
no de Ruanda en el seguimiento de los casos. El máximo de tensión se
produjo cuando la fiscal expresó su intención en 2002 de investigar la
responsabilidad del FPR en crímenes de lesa humanidad durante 1994.
Gérald Gahima cuestionó la utilidad del Tribunal y señaló que FPR había
salvado al país y cualquier intento de acusar a uno de sus oficiales equi-
valdría a un ataque contra la unidad de la nación (Reyntjens, 2011: p. 19).
Gahima sería, como hemos visto, una de las víctimas del régimen unos
años más tarde. Finalmente, las presiones de Ruanda y sus aliados en el
Consejo de Seguridad -especialmente EEUU y Reino Unido- lograron
que Del Ponte no fuera reelegida cuando vencía su mandato en 2003. El
fiscal elegido Hassan Bubacar Jallow, no volvió a ocuparse de la respon-
sabilidad de RPF en crímenes de guerra, ni en el Congo ni en Ruanda.
The Africa Report, 2020. Onana es además un personaje polémico que ha sido tildado
de “negacionista” por diversas fuentes con bastante asidero, algo claramente aberrante.
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    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
   Sin dudas, la eficaz implementación de la violencia que Kagame y el
FPR ejercen sobre cualquier disidenciaha sido clave en la perpetuación
en el poder del mandatario.Las leyes de divisionismo e ideología genocida
también colaboraron para ello. Pero también cabe señalar que Kagame ha
podido instrumentar este enorme aparato represivo disfrazado de demo-
cracia participativa y sustentado en una manipulación del pasado y de la
etnicidad, porque con sus dotes de liderazgo ha logrado eficazmente ser
considerado como el líder frenó el genocidio. Sobre todo fuera de Ruan-
da. Desde la comunidad internacional, se vio a Kagame como quien con
gran determinación logró frenar la carnicería frente al total abandono del
resto del planeta. Luego del papelón de la comunidad internacional en
Ruanda, poco puede decirse a quien sin ayuda logra hacerlo. El prestigio
adquirido, el «genocidecredit» según la expresión de Reyntjens, le valió al
presidente un enorme paraguas internacional que permitió que organis-
mos internacionales, mandatarios y estados miraran para otro ladofrente
a las violaciones constantes a los derechos humanos del FPR y del mismo
Kagame dentro y fuera de Ruanda. El mismo «genocidecredit» le permitió y
aún le permite obtener enormes sumas de dinero en concepto de Ayuda
Oficial al Desarrollo, muchos de cuyos donantes nunca cuestionaron las
enormes violaciones a los derechos humanos.
   De hecho, al Presidente Kagame, contra quien existe abrumadora evi-
dencia sobre su responsabilidad en crímenes de guerra y crímenes de
lesa humanidad, lo reciben con alfombra roja en sus frecuentes visitas
internacionales. La visión del liderazgo ruandés es elogiada y Ruanda es
                                       466
    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
frecuentemente presentada como «modelo» (Reyntjens, 2011: p. 2). Ka-
game continúa siendo celebrado en las Universidades americanas y en
los eventos black-tieen Aspen y Davos, donde es presentado como un
visionario comprometido con una modernización radical de la economía
(The New York Times, 17/6/2014).
   Este reconocimiento internacional le permitió manipular el genoci-
dio a su favor no solamente para seguir consiguiendo dinero para sus
proyectos económicos, sino también como una herramienta más de do-
minación por sobre los hutus. La misma colectivización de la culpa, es
una forma de manipulación del genocidio. También utiliza el genocidio
para denostar críticas externas e internas, o destruir informes internacio-
nales condenatorios de Ruanda. A sus opositores, se los acusa de tener
vinculaciones con los genocidas, de haber sido cómplices del genocidio,
de haber abandonado a Ruanda a su suerte durante el genocidio146.Pero
manipula y utiliza el genocidio porque tiene el «genocidecredit» que le da
margen de acción.
   Kagame también se propuso modernizar Ruanda. Hacia el 2000 lanzó
la Ruanda Vision 2020, con el claro objetivo de impulsar el desarrollo eco-
nómico y transformar a Ruanda en un país de renta media. El proyecto
146 Podrían consignarse decenas de ejemplos de estas actitudes. Entre ellas puede con-
signarse cuando entre las filtraciones de Wikileaks, se conoció un cable en el que la Em-
bajada de EEUU hablaba del predominio tutsi en las instituciones ruandesas, Kagame
reaccionó sosteniendo que EEUU no tenía credibilidad pues durante el genocidio había
estado del lado del gobierno genocida (The Africa Report, 2011).
                                          467
   Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
impulsa la urbanización, la reforma agraria, la modernización agrícola,
la radicación de empresas privadas, la modernización de la infraestruc-
tura en materia de servicios y TIC, el desarrollo de los recursos huma-
nos locales a partir de la educación, y la integración económica regional.
(Ruanda Vision, 2000). Los progresos al día de hoy han sido positivos,
aunque menos que lo que afirma el gobierno o quieren creer los donan-
tes internacionales.Y en este sentido y más allá de sus dotes de mesiáni-
co Kagame, pretende formar un nuevo modelo de ciudadano ruandés
cosmopolita que es másacorde a las características de la diáspora tutsi
que al ciudadano formado dentro del país. Busca un ciudadano ruandés,
moderno y tecnológico, competitivo, que corra hacia el progreso y lo
alcance. Que por cierto, es todo lo contrario a como se ha caracterizado
a los hutus tanto por los belgas, como por los tutsis y hasta por la élite
extremista hutu que gobernó el país en tiempos de la guerra civil.
   Algunas conclusiones
   Los belgas trataron de explicar las dinámicas socio- políticas de la so-
ciedad ruandesa «inventando» el enfrentamiento étnico inmemorial entre
hutus y tutsis producto de la conquista de éstos sobre aquellos. En el
mismo proceso, «inventaron» la etnicidad de los hutus cuando éstos aún
no se identificaban como tales aunque se opusieran a los tutsis. Reducir a
la población ruandesa a esos dos rígidos compartimientos y apoyarse en
unos contra otros, fue la base de una dominación que pretendía ser una
administración indirecta.
                                      468
   Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
   Por su parte, los hutus se apropiaron de las invenciones belgas e
«imaginaron» el resto. Mediante estos procesos, sostuvieron el carácter
extranjero de los tutsis, su expoliación brutal y el carácter ilegítimo de
su dominación. Mediante la manipulación de la etnicidad, el presidente
Habyarimana y su entorno alteraron las percepciones colectivas de los
tutsis favoreciendo el odio «étnico» y posibilitaron el genocidio.
   Los tutsis, negaron las construcciones belgas luego de haberse bene-
ficiado de ellas. Inventaron un pasado idílico y armónico precolonial sin
diferencias identitarias, que pudiera asegurarles un lugar en el país frente
a los «imaginarios» sostenidos por los hutus. Sobre la base de esta inven-
ción, Kagameconstruyó las políticas de la Unidad y la Reconciliación en
las también puede percibirse la manipulación de la etnicidad –tal como lo
había hecho el presidente Habyarimana– pero en sentido inverso.
   Unos y otros manipularon las cuestiones identitarias. Durante la gue-
rra civil a Habyarimana le convenía la existencia de «etnias», pues po-
día utilizarlas como herramientas para estigmatizar a los tutsis y llamar
a la acción colectiva contra ellos como una cuestión de autodefensa. En
cierta forma, las «etnias» le aseguraban el poder. En cambio, el poder
de Kagame depende de que no haya «etnias» puesto que si las hay y los
partidos políticos se alinean siguiendo estos criterios o reivindicando es-
tas pertenencias, el carácter minoritario de los tutsis le impediría seguir
manejando los destinos de Ruanda. Para el Frente, las «etnias» son una
invención colonial pero los más capacitados para gobernar son solo los
tutsis. Tanto los hutus como los tutsis de una u otra forma han impuesto
                                       469
    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
«etnocracias». Por otra parte, si la meritocracia es la herramienta para el
acceso a la administración y esta es abrumadoramente tutsi, bien podría
argüirse que los tutsis tienen de los hutus el mismo concepto que tenían
los belgas: que no estaban capacitados para el gobierno como sí lo están
ellos. La «meritocracia» parece esconder una nueva manipulación de la
etnicidad.
   La exclusión de los hutus de la administración y de la política, la pro-
hibición del disenso, la colectivización de la culpa hutu, el negacionismo
de las víctimas hutus por el FPR en Ruanda y en el Congo y la imposición
de una única visión de la historia del país, lejos están de ser acciones que
busquen y lleven a la unidad ruandesa. La exclusión mediante la repre-
sión, no solo no lleva a la unidad sino que, más aun, a largo plazo podría
reforzar las identidades étnicas y provocar nuevos rebrotes de violencias
extremas.
   En el pasado pre colonial reivindicado por los tutsis, el poder recaía ex-
clusivamente en ellos, pero el mwamino toleraba ningún desafío a su poder,
ni hutu, ni tutsi. En la «democracia consensuada», mediante un no decla-
rado régimen unipartidista, Kagame organizó un régimen que no tolera
ningún tipo de disidencia, ni hutu ni tutsi. Trágicamente para la población
ruandesa, el presidente se asemeja a su antecesor Habyarimanaquien tam-
poco aceptó, ningún tipo de disenso, ni hutu ni tutsi. Muestra de ello son
las matanzas de hutus opositores a su régimen durante el genocidio, ase-
sinados por los partidarios del presidente. La negación de este hecho que
sostiene Kagame bienpodría hacernos considerar tanto él como su círculo
                                       470
    Capítulo 12: Ruanda posgenocidio: Ni rivalidades ancestrales ni unidad nacional
han construido una visión del genocidio que conlleva en sí mismo una
nueva distorsión de la historia ruandesa. Una construcción que también
esconde su participación poco clara durante esos trágicos días.
   Invención, imaginación y manipulación de los grupos identitarios, pa-
reciera ser una continuidad de la historia contemporánea ruandesa.
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Capítulo 13: A Formação do Estado em África: Símbolo, Ideologia e Razão Política em
                                  Moçambique
                   CAPÍTULO 13
             A Formação do Estado em África:
                        Símbolo, Ideologia e
               Razão Política em Moçambique
                                              Milton Marcial Meque Correia
   Introdução
Neste texto situamos em cronologia os momentos da história política
tardia de Moçambique, analisada a partir da sua oposição à política colo-
nial em África e à política colonial portuguesa em Moçambique. Proble-
matiza-se essa cronologia considerando três aspectos principais, designa-
damente o símbolo, a ideologia e a razão, cada um destes representando
os momentos políticos que marcaram o início do pan-africanismo em
Moçambique, a luta armada de libertação e independência nacional do
país e o contexto contemporâneo em que vivemos.
   A temática de formação do Estado em África continua actualíssimo
no continente africano e em Moçambique em especial, decerto por conta
das convlusões sociais muitas vezes erroneamente analisadas como ten-
do origem na identidade política africana, se dissimulando ou equivocan-
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        Capítulo 13: A Formação do Estado em África: Símbolo, Ideologia e
                         Razão Política em Moçambique
do-se quanto a prevalência de uma sistemática e estruturada integração
periférica e violenta do continente na história do capitalismo. O objectivo
especial deste texto, como se poderá observar adiante, é de buscar uma
compreensão histórica da cronologia da política pós-colonial moçambi-
cana. Esse exercício se faz com recurso a referências bibliográficas de
vários quadrantes teóricos e, também, documentais, estes últimos mais
circunscritos a Moçambique. O mesmo se estrutura em duas partes, a
primeira sobre o início da história da libertação e a segunda sobre a po-
lítica e a ideologia da libertação de Moçambique. Dessa forma, analisa-
mos a chegada do pan-africanismo como um novo contexto político nas
colónias e a sua forma política e ideológica decisiva para a conquista da
autodeterminação em África.
   Início da história da libertação
   A romantização da imagem do indígena, o sujeito colonizado, através
da invenção de um corpo e espírito infantil, selvagem e inferior, tornava
a estética e a moral cristã os discursos da autorização europeia da colo-
nização. Propositadamente, essa invenção pôs em prática a imaginação
colonial de que o nativo era «uma criatura sem ambição” (Mbembe, 2001:
p. 33), carente da modernidade. Mas a linguagem colonial ancorada nes-
se romantismo teve na violência material inflingida ao colonizado a sua
própria oposição interna.
   O pan-africanismo encontrou em Moçambique um nativo revoltado,
não por uma imagem colonial de si inferior, mas pela violência da sua
                                     475
Capítulo 13: A Formação do Estado em África: Símbolo, Ideologia e Razão Política em
                                  Moçambique
exploração material, constituindo essa tensão entre a estética, a moral e a
prática a situação social ideal que tornou possível o surgimento da cons-
ciência política na colónia.
   O início da história da libertação de Moçambique foi o paradoxo do
símbolo, o momento político por excelência da ideia da negação colonial;
o símbolo em si mesmo absoluto e determinante da racionalidade rece-
beu o nome revolucionário de unidade, a unidade ideológica, a unidade
política, a unidade nacional, a frente unida, a Frente de Libertação de
Moçambique (FRELIMO). Este último, o nome político superior dessa
ideia e da conquista da libertação. Esse foi o momento real pós-colonial,
em que a negação é inicialmente mais externa na sua ideologia motora
que se antecipa à política nacional, tanto que o pan-africanismo se apre-
senta surpreendentemente de esquerda quando a consciência da direita
ainda é um desejo. A ambivalência, o desejo que situa o sujeito no real
momento pós-colonial, marca esse paradoxo inicial da cronologia decisi-
va da história da libertação moderna da África.
   A ambivalência da negação colonial foi teoricamente captada na crí-
tica da época, na metáfora paraíso, por Frantz Fanon: «Esse mundo [do
colono] hostil, pesado, agressivo [...] representa não o inferno do qual
se desejaria afastar-se o mais rapidamente possível, mas um paraíso ao
alcance da mão, protegido por terríveis cães de guarda» (Fanon, 2010:
p.69). E na metáfora do suicídio como libertação, por Amílcar Cabral:
«a pequena burguesia revolucionária deve ser capaz de suicidar-se como
classe, para ressuscitar na condição de trabalhador revolucionário, intei-
                                     476
        Capítulo 13: A Formação do Estado em África: Símbolo, Ideologia e
                         Razão Política em Moçambique
ramente identificado com as aspirações mais profundas do povo a que
pertence» (Cabral, 1976: p. 213).
   A abordagem paradigmática da dissonância da negação colonial, no
exacto momento panafricano da libertação, acaba por fundar a crítica
moderna do desejo colonial global (Young, 1995: p. 161). As indetermi-
nações de toda uma linguagem ou narrativa maniqueísta contraposta pela
prática social colonial e suas ambivalências tomavam a forma de mútua
negação transgressiva. Teoricamente, o desejo colonial, segundo Robert
Young, para quem Fanon foi «o pai fundador» dessa crítica colonial, se
visualizava como «a covert but insistent obsession with transgressive, in-
ter-racial sex, hybridity and miscegenation» (Young, 1995: p. XII).
   À partida, o nascimento radical do “eu” panafricano foi abrupto,
real, objectivo e violento na consciência do Ocidente, mas simbólica na
cultura interna da própria política pan-africana. O nacionalismo moder-
no africano nasce nas colónias como símbolo de uma realidade política
inexistente, a unidade política, num momento em que a realidade pós-co-
lonial essencialmente transgressiva só poderia ser interpelada mediante
uma narrativa mitológica de uma origem fundante da identidade de povo.
   É na tradição da resistência multissecular que se enraiza o espírito
   patriótico do nosso Povo, a linha patriótica da FRELIMO. Evocar-
   mos pois esta dimensão é relembrar uma herança fundamental de
   que a FRELIMO se tornou a única e legítima herdeira e continua-
   dora (FRELIMO, s/d).
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Capítulo 13: A Formação do Estado em África: Símbolo, Ideologia e Razão Política em
                                  Moçambique
   Esta é uma narrativa paradigmática, exploratória da ausência da histó-
ria e da política, cuja operação mecânica é paradoxalmente a anulação do
passado, visto como uma história anómica representada como o tempo
da barbárie. A expressão ideológica desse paradigma pode ser profun-
damente problematizada em documentos e citações que se referem a
uma política de «liquidação definitiva dos vestígios da sociedade feudal»
(FRELIMO, s/d: p. 51)ou «‘Unir todos os moçambicanos para além das
tradições e línguas diversas, requer que na nossa consciência morra a tri-
bo para que nasça a Nação’» (Macagno, 2009: p.21).
   Estava aí radicado o paradigma da fundação da história, a fundação do
tempo histórico, do nacionalismo moderno moçambicano, a instituição
de um eixo fundante do sentido da mudança e da sequência temporal dos
significados, a fundação de um pólo objectivo genealógico que determi-
nava a cronologia. Aí, a referência ao passado é uma deliberada visualiza-
ção da ausência como arte metódica para a fundação do tempo, o início
do novo tempo histórico de Moçambique.
   O mito idealizava o espírito ou a razão inexistente, a ausência do povo
moçambicano, apenas existente como ideia política na consciência an-
tecipatória de uma elite intelectual metropolitana ou pan-africana. Isso
porque no caso moçambicano, mas também aplicável a toda África, «À
data em que ocorreu a independência, para além da ideologia, eram frá-
geis os referenciais a que o nacionalismo podia recorrer para afirmar a
unidade nacional» (Rocha, 2013: p. 131). Paradoxalmente, a colónia fun-
dou as condições objectivas da sua fundamental negação política.
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        Capítulo 13: A Formação do Estado em África: Símbolo, Ideologia e
                         Razão Política em Moçambique
   Com a conquista de Moçambique em finais do séc. XIX, o Estado
colonial português criou a imaginação nacional, mas uma imaginação
não política, antagónica na sua própria ideia colonial. Mais do que estar
radicado na sua essência racista, em que a «polarização ‘racial’ é o aspec-
to principal dessa contradição» (Cabaço, 2009: p.36), ou na essência de
classe ou em qualquer outra categoria, o antagonismo colonial português
nasce e se funda na negação da política, do espaço público colonial de
sua crítica. Com efeito, a crítica colonial real surgiu de uma forma velada
e clandestina, inicialmente fora da política e posteriormente fora do Esta-
do colonial. A literatura e a religião restaram como as únicas formas clan-
destinas da crítica colonial até que a política retorna na diáspora como
nacionalismo moderno africano.
   Por este facto é que se justifica dizer que a «própria ideia de moçam-
bicanidade vem da poesia» (Saúte, 1998). Do mesmo modo que o ataque
à religião (Arquivo Histórico de Moçambique, 1955), ainda que contra a
própria moral cristã com a qual Portugal se identificava na sua imagina-
ção colonial, foi para eliminar radicalmente a possibilidade da formação
da crítica e da política que não fossem únicamente a que emanassem do
governo sob a forma de política regressiva em que a colónia é fundamen-
talmente a condição material para a existência da metrópole no contexto
imperialista. Assim, o Estado colonial português criou a condição subjec-
tiva de sua negação violenta que foi a luta armada. E o pan-africanismo
abrigou e criou as bases materiais da ideia da luta armada que foi propor-
cional à política vigente na colónia.
                                     479
Capítulo 13: A Formação do Estado em África: Símbolo, Ideologia e Razão Política em
                                  Moçambique
   A despeito da exploração económica, do racismo e de outros mani-
queísmos anacrónicos do colonialismo português terem sido as condi-
ções objectivas da sua negação, não havia ainda o espectro de encanta-
mento que subvertesse o ascendente desejo colonial. O pan-africanismo,
a luta armada e as independências nacionais africanas tornaram possível
a subversão do desejo colonial e o nascimento do nacionalismo moderno
africano como o «anti-édipo» (Deleuze e Guattari, 2011) colonial.
   Em todo o mundo colonial, a prática pós-colonial como realidade em
si, como uma formação interna oponente aos discursivos maniqueísmos
coloniais, «indígena» versus «português», «inferior» versus «superior», «co-
lono» versus «colonizado», se depara com estranheza em face do pan-afri-
canismo. Uma nova narrativa se interpunha por intermédio da linguagem
da unidade política, a unidade entre o pós-colonial e o panafricano.
   Understood in its global and transcultural context, colonisation […]
   made the ‘colonies’ themselves, and even more, large tracts of the
   ‘poscolonial’ world, always-already ‘diasporic’ in relation to what mi-
   ght be thought of as their cultures of origin. The notion that only the
   multi-cultural cities of the First World are ‘diaspora-ised’ is a fantasy
   which can only be sustained by those who have never lived in the
   hybridised spaces of the Third World, so-called ‘colonial’, city (Hall,
   1996: pp. 249-250)
   A nossa história política moderna começa dessa forma simbólica e
dialógica antes mesmo das independências nacionais, sob a condição
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          Capítulo 13: A Formação do Estado em África: Símbolo, Ideologia e
                           Razão Política em Moçambique
impossível de negar o desejo colonial ou a ambivalência da negação co-
lonial. Mesmo assim, o impacto violento sobre a pétrea imaginação da
tradição racial ocidental foi bem real, inaugurando uma nova e tardia
história entre seres humanos, em que a política, a autodeterminação na-
cional, passa a ser o novo campo, a nova linguagem para os interesses
materiais globais.
   A despeito da grandeza política da época, sem equívocos na análise,
só havia espaço para que a história se desencadeasse inicialmente como
símbolo. Porque a ideia, a imaginação ideológica das possibilidades da
libertação não era democrática, mas também não demagógica, mas circu-
latória entre intelectuais colonizados inscritos na racionalidade pós-mo-
dena de meados do século XX. O símbolo da unidade nacional foi a
praxis histórica do início da luta de libertação em Moçambique e em toda
África.
   A política e a ideologia da libertação de Moçambique
   A imaginação racional de interesses particulares projectada na nova
ideia de comunidade nacional tornava-se a razão política moderna, a pri-
meira experiência política pós-colonial moçambicana. Os interesses plu-
ri-históricos (uns voltados para a reinvenção de uma nova tradição política
consuetudinária, outros voltados para a ascensão económica e burocráti-
ca como auxiliares da administração colonial, outros ainda voltados para
a nova ideologia pan-africana do Estado nacional) estavam radicados no
fundo da superfície da narrativa colectivista dos movimentos nacionalistas.
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Capítulo 13: A Formação do Estado em África: Símbolo, Ideologia e Razão Política em
                                  Moçambique
   Independente do bloco panafricano de sua orientação ideológica, nos
termos da revolução política descolonial, quer fosse mais aliado ao bloco
radical de Casablanca, quer fosse aliado ao bloco de Brazzaville mais mo-
derado, alvo da crítica neocolonial, o pan-africanismo e o nacionalismo
assentavam fundamentalmente sobre os interesses sociais privados, que
eram socialmente a chave da imaginação da unidade política.
   A negação da essência dos interesses privados da própria subjecti-
vidade pan-africana foi inequivocamente a contradição que ameaçou a
unidade política do pan-africanismo. Uma essência que encontrou no
próprio pan-africanismo o momento político ideial de sua afloração. Na-
turalmente, o nacionalismo, a libertação nacional e a formação de um Es-
tado nacional assente na comunidade política de interesses plurais eram
os meios políticos dessa afloração. Ainda que a condição histórica para o
pan-africanismo tenha sido a mudança universal do paradigma colonial,
fruto de uma nova tensão em que se polariza e se divide o mundo políti-
co internacional em blocos globais, a externalidade descolonial, quer fos-
se ocidental ou do leste, quer fosse da direita ou da esquerda, os Estados
nacionais africanos surgem como a apropriação recíproca havida entre os
interesses internos e externos.
   Os conflitos de início entre os blocos panafricanos centravam-se na
questão da ingerência, o problema das interferências políticas aos go-
vernos nacionais em que as influências ideológicas predominantes em
torno da descolonização da África ameaçavam a estabilidade política dos
interesses internos.
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        Capítulo 13: A Formação do Estado em África: Símbolo, Ideologia e
                         Razão Política em Moçambique
   Associada à elite fundadora da Conferência das Organizações Na-
cionalistas das Colónias Portuguesas (CONCP), cuja sede se localizava
em Rabat, Marrocos, e aos restantes governos do Grupo de Casablanca,
a fundação da FRELIMO em Dar es Salaam, a 25 de Junho de 1962,
inscrevia-se na tomada de posição política em relação à problemática
da ingerência na África Austral. A ameaça representada pela presença
dos regimes português, rodesiano e sul-africano, ideologicamente anta-
gónicos ao pan-africanismo e à independência e soberania dos governos
e Estados já independentes na região, com destaque para a Tanzânia e
Zâmbia, tornou a FRELIMO um dos braços da luta revolucionária con-
tra a ingerência política externa nos Estados nacionais.
   O nacionalismo moderno africano, mais condicente com o pan-afri-
canismo, surge assim na tensão com a ascendente formação social in-
dígena, «a constellation of distinctively indigenous interests” (Mbembe,
2001: p. 40) que se constituiu nas entrelinhas do crescimento colonial.
Essa formação era na sua génese um mecanismo objectivo da sujeição
colonial, a tal ponto que a apropriação material da economia, da burocra-
cia, da educação e de outros aparatos do Estado colonial parecia pender
para a identificação com a colónia. Tanto que dada a natureza diaspó-
rica e circulatória na esfera intelectual e política metropolitana e tercei-
ro-mundista, a ideia pan-africana da libertação tenha sido uma surpresa
para a ascendência dos interesses materiais em formação na colónia.
   Paradoxalmente, a revolução popular nacionalista em países como
Moçambique, assim como o próprio discurso da frente unida, foi um
                                     483
Capítulo 13: A Formação do Estado em África: Símbolo, Ideologia e Razão Política em
                                  Moçambique
instrumento político dos interesses pós-coloniais cuja origem social, não
ideológica, foi a exploração material e racial vivenciada na colónia. Se a
ideologia surge na diáspora metropolitana como apropriação da luta des-
colonial do Terceiro Mundo, a colónia constituia a experiência material, a
condição subjectiva da interpelação.
   O nacionalismo moderno africano forma-se nessa dialética da ideo-
logia e da experiência colonial. A revolução cumpria a função da tomada
de decisão da negação política moderna da colónia; ela coalescia a he-
terogeneidade de interesses precedentes ao pan-africanismo. Essa com-
preensão perpassa a leitura daquele que foi o primeiro livro da literatura
moçambicana em que se proclama o nacionalismo moderno moçambi-
cano como sendo, na essência, a política de interesses pluri-históricos:
   Como todo o nacionalismo africano, o moçambicano nasceu da ex-
   periência do colonialismo europeu. A fonte de unidade nacional é o
   sofrimento em comum durante os últimos cinquenta anos passados
   debaixo do domínio efectivo português. A afirmação nacionalista não
   nasceu duma comunidade estável, historicamente significando unida-
   de cultural, económica, territorial e linguística. Em Moçambique, foi
   a dominação colonial que produziu a comunidade territorial e criou
   a base para uma coesão psicológica, fundamentada na experiência da
   discriminação, exploração, trabalho forçado e outros aspectos do sis-
   tema colonial (Mondlane, 1977: p. 107).
   A cronologia da política pós-colonial nos permite ter em vista que
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        Capítulo 13: A Formação do Estado em África: Símbolo, Ideologia e
                         Razão Política em Moçambique
antes e ao longo da luta armada a interpelação simbólica representava
a linguagem apropriada e consentânea com a realidade política indígena
das colónias. A linguagem utópica da unidade nacional tornava possível a
comunicação política entre os colonizados em meio à pluralidade interes-
ses. Pode-se dizer que a imaginação nacional africana nasce da formação
social indígena que na sua génese lhe era oposta. A unidade imaginária de
interesses foi a força motora da popularização da revolução, superando
as eventuais prerrogativas da ideologia e seus eventuais maniqueísmos de
classe, por vezes, de raça e género.
   Em Moçambique, essa unidade inicialmente mais simbólica do que
política marcou a primeira fase da FRELIMO, que coincidiu com a ges-
tão do Dr. Eduardo Mondlane na presidência da organização naciona-
lista. Dadas às circunstâncias próprias da origem externa da ideologia
pan-africana e a necessária integração política da «constelação de inte-
resses» (Mbembe, 2001) presentes na colónia, a purificação ideológica
não se impunha no início da revolução. Pouco depois da morte do seu
primeiro Presidente, Dr. Eduardo Mondlane, a direcção da FRELIMO
reconheceu ter chegada a hora para se pôr termo à fase simbólica da
unidade política no seio da organização, sobretudo quando se estava em
pleno desenvolvimento da luta armada em Moçambique.
   All of us were conscious of this division – but, because we thought
   we would aggravate the situation if we brought the question into the
   open, because we were convinced that it was necessary and conve-
   nient to present at least an appearance of unity in the FRELIMO lea-
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Capítulo 13: A Formação do Estado em África: Símbolo, Ideologia e Razão Política em
                                  Moçambique
   dership, we never discussed the problem (FRELIMO, Março a Maio
   1969: p.1).
   Na história política moçambicana foi curto e acelarado o tempo para a
formação de uma razão comum da unidade política de interesses plurais,
entre a chegada do pan-africanismo e o momento da acção política de-
cisiva, nomeadamente a formação da FRELIMO. As definições textuais
da unidade política iniciais invocam a unidade, mas agiam como agenda
diplomática no meio externo panafricano e do internacionalismo des-
colonial, mas eram simbólicas quando colocadas no interior da colónia.
   A dialética descolonial entre os interesses «indígenas» (Mbembe, 2001)
e panafricanos constituiu o campo para o desencadeamento da acção po-
lítica decisiva à autodeterminação nacional, tendo a diáspora pan-africana
sido o meio ideal da materialização. Isso explica o facto de que tenha sido
no exílio onde os partidos nacionalistas moçambicanos se fundaram.
   Em discurso proferido em Casablanca a 25 de Abril de 1961 por
Adelino Guambe, assistido por Marcelino dos Santos, Secretário-Geral
da Conferência das Organizações Nacionalistas das Colónias Portugue-
sas, por ocasião da fundação desta organização em Marrocos, lê-se: «A
UNIÃO DEMOCRÁTICA NACIONAL DE MOÇAMBIQUE luta
pela liquidação total do colonialismo português e pela criação da Repú-
blica de Moçambique na qual todos os moçambicanos, sem distinção
étnica, religiosa ou política, terão os mesmos direitos e deveres» (Arquivo
Nacional da Torre do Tombo/SCCIM, n° 1189).
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           Capítulo 13: A Formação do Estado em África: Símbolo, Ideologia e
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   O exílio dessa política inicial e naturalmente dessas invocações tex-
tuais não tiveram a necessária argumentação crítica ao nível nacional.
O Estado colonial impediu que no interior do país florescesse a política
descolonial como razão pública contra a política anacrónica da colónia.
   Por sua vez, em seu livro Lutar por Moçambique (1977), Eduardo Mond-
lane constituiu o discurso do direito legítimo de Moçambique à sua au-
todeterminação e independência nacional, reiterando o discurso político
do nacionalismo moçambicano que antecede a fundação da FRELIMO,
de que ele foi o primeiro Presidente. Antes, a poética pós-colonial, di-
ferente do que se passou com a revolta política nacionalista no exílio,
se desenvolveu dentro da sociedade intelectual colonial até ao ponto de
ruptura sob a forma de prisão dos principais protagonistas das letras e
da arte.
   Acabariam por serem as conquistas de poder político durante a luta
armada no interior de Moçambique a determinar o tipo ou a ideologia da
unidade política a vigorar. A frente unida, a frente única e outras narra-
tivas de unidade política passaram a ter um sentido ideológico mais ma-
niqueísta, de divisão entre os revolucionários e os contrarevolucionários.
   Diante de novas circunstâncias em que a unidade ideológica se sobre-
põs à unidade política, em nome da acção política decisiva a conquista
da independência de Moçambique, a FRELIMO esteve em condições de
manietar os interesses suspeitos, os «oportunismos de direita» (Machel,
1986: p. 50). A «libertação total» passou a ser o novo discurso da gestão
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Capítulo 13: A Formação do Estado em África: Símbolo, Ideologia e Razão Política em
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política quando os ganhos militares e diplomáticos haviam criado as con-
dições objectivas para a eliminação das «heranças da sociedade colonial»
que desde o início contradiziam a ideologia da «verdadeira revolução», a
ideologia dirigente da revolução nacional moçambicana.
   The C.C. [Comité Central da FRELIMO] considered that revolutio-
   nary Education and Culture are the basis of our total liberation, as
   they create the conditions for the establishment of a truly Mozam-
   bican personality, for the liquidation of the dead weight of the past,
   like superstition, and of all vestiges of the colonial society which pre-
   vent our total involvement in the struggle (FRELIMO, Janeiro-Março
   1973: p. 21).
   O conflito entre a ideologia e a política se cristalizou à medida da
intensificação da acção decisiva pan-africana pela libertação total da Áfri-
ca. Nesse contexto, a dialética precedente intermediada pelo símbolo da
unidade política nacional deixa de ser relevante na gestão da luta de li-
bertação.
   Se antes não houve tempo suficiente para a formação da unidade polí-
tica, dada a urgência de se criar uma organização política nacionalista que
se inscrevesse na agenda pan-africana das independências nacionais, por
sua vez a luta armada impôs a unidade ideológica. O mito da origem co-
mum, da existência de um povo e de uma pátria pelos quais valia a pena
lutar e morrer, desempenhou a função de uma linguagem que iludisse a
ausência da política, da unidade polítca. Durante a luta armada, o mito
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        Capítulo 13: A Formação do Estado em África: Símbolo, Ideologia e
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foi substituído pela ideologia e, por conseguinte, a imaginação e o roman-
tismo de pertença deixavam de ser tão importantes quanto à militância.
   Vale dizer que a prerrogativa da militância não era despropositada.
Ela se inseria na estratégia de engajamento e disciplina militar contra
uma poderosa constelação colonialista que se revoltara contra a agenda
pan-africana, cujo plano de contrasubversão final e de maior violência
em África recebeu o nome de “Exercício ALCORA” (Arquivo Histórico
Militar: Doc - PT AHM/DIV/1/39/4/07).
   Tratou-se do plano bélico e nuclear de maior gravidade gizado pelos
auto-intitulados «países alcora», nomeadamente África do Sul, Rodésia e
Portugal, visando transformá-los num eixo nuclear aliado ao bloco oci-
dental e constituir uma barreira intransponível contra os movimentos na-
cionalistas armados da África Austral. Assinado pelos governos coloniais
desses três países a 14 de Outubro de 1970, o plano assumia que a supre-
macia racial branca estava ameaçada com a expansão dos movimentos
nacionalistas nos seus territórios, pela coordenação militar pan-africana
sedeada em Dar es Salaam, a sede do Comité de Libertação da Organi-
zação da Unidade Africana (OUA), e sua associação comunista com o
bloco do leste e ao comunismo chinês.
   Os signatários do «exercício alcora» assumiam que uma posição nu-
clear em África seria sua última intervenção bélica em defesa da manu-
tenção da supremacia racial branca e do capitalismo em África. Sob o
ponto de vista política, o plano «alcora» significou a definitiva indispo-
                                     489
Capítulo 13: A Formação do Estado em África: Símbolo, Ideologia e Razão Política em
                                  Moçambique
sição dos regimes desses países por uma transição negociada da polítca
nas colónias, tendo posto fim a certa esperança pan-africana pelo termo
das hostilidades nos últimos redutos do colonialismo em África. O Ma-
nifesto de Lusaka, apresentado pelo governo da Zâmbia e adoptado pela
OUA, e o Memorandum 39 apresentado por Kissinger ao Presidente
Richard Nixon em 1969 haviam proposto o fim das hostilidades militares
e políticas sob o argumento de equilíbrio histórico dos interesses econó-
micos capitalistas e políticos panafricanos, intermediado pela introdução
do sufrágio universal.
   De início, a militância havia sido ideologizada de modo a pôr em práti-
ca um discurso presente na OUA, através do seu braço técnico-militar, o
Comitê de Libertação, que recomendava a formação de uma única frente
unida militar na luta armada em países como Moçambique, Angola, Cabo
Verde e Guiné Bissau, em São Tomé e Príncipe e nas colónias francesas
onde também se desenvolveu a luta armada.
   O argumento apresentado pelo Comité de Libertação era o de que os
parcos recursos financeiros e materiais do fundo especial criado para apoiar
os movimentos em luta armada seriam aplicados com maior eficácia se fos-
sem disponibilizados a uma frente unida nacionalista. No caso moçambica-
no, esse discurso foi útil para reiterar a narrativa de que a luta armada pela
autodeterminação nacional era dirigida no país por um único representante
do povo moçambicano, a FRELIMO, cuja legitimidade política assentava,
por sinal, na sua fundação democrática sufragada pela união de partidos na-
cionalistas moçambicanos, em Junho de 1962. Para o efeito, a reprodução
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                          Razão Política em Moçambique
política dessa narrativa ancorava-se na eficácia da estratégia da luta armada.
   Em 1972, de facto, a FRELIMO se destacava como a única organi-
zação nacionalista moçambicana em luta armada contra o governo co-
lonial português em Moçambique. Foi no sentido de reconhecimento
desse discurso pela ONU que ela interpretou o convite apresentado pela
Quarta Comissão da ONU, a Comissão dos Mandatos, em Outubro e
Novembro de 1972, para participar sob o estatuto de observador nas
discussões sobre a descolonização.
   The successes we are achieving at the U.N. are the fruits of the pro-
   gress of our armed struggle. Our victories in the political and military
   fields and in national reconstruction in Mozambique are the basis of
   the action of our African and socialist allies who in the U.N. launched
   the offensive against colonialism.
   […] Our independence is being built step by step. It is the sum of an
   attack against one post, an ambush, the opening of a new school or
   a new shamba [terra cultivada], the adherence of the population of
   one village more, the stronger support of one and another country, a
   more favourable resolution at the U.N. All these small victories sum-
   med up will constitute the great victory which will be our independen-
   ce (FRELIMO, Outubro-Dezembro de 1972: p. 17).
   Foi assim que a luta armada acabou por decidir quem de facto se tornara
legítimo representante do povo moçambicanona, quando após uma década
de guerra finalmente se chegou ao cessar-fogo em acordo de 7 de Setembro
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Capítulo 13: A Formação do Estado em África: Símbolo, Ideologia e Razão Política em
                                  Moçambique
de 1974, em Lusaka, capital da Zâmbia. O ultimato para essa decisão sobre
a quem deveria recair a legitimidade veio da própria FRELIMO, do seu Pre-
sidente, Samora Machel, que ao intervir sob o estatuto de observador da
OUA em cimeira dos chefes de Estado e de Governo africanos em Rabat,
em Junho de 1972, determinou que o reconhecimento do seu estatuto de
único representante do povo moçambicano era a «precondição indispensá-
vel» (FRELIMO, Janeiro-Março de 1973, p. 16) para que a FRELIMO nego-
ciasse com Portugal a autodeterminação e a independência de Moçambique.
   A cronologia do nacionalismo moderno moçambicano nos permite
identificar três momentos distintos da imaginação política: o momen-
to do símbolo, a primeira experiência da imaginação nacional moderna,
da descoberta de novas possibilidades políticas da emancipação e liber-
tação, ante os chamados ventos da mudança pan-africana; neste momen-
to, a imaginação ainda era mítica; o segundo momento da cronologia
foi ideológico, quando a militância foi instituída como norma política e
os moçambicanos classificados pela sua disciplina e engajamento a essa
norma que dividiu «revolucionários» e «reacionários”; foi a experiência
em que a ideologia era estruturalmente indissociada da luta armada; o
terceiro momento é a experiência actual, mais movida pela resignificação
da política, em que a ideologia e a militância deixaram de ser norma e
a única força da sociedade e se abre espaço político para as chamadas
forças vivas da sociedade.
   Este último momento pode ser interpretado como a cristalização da
racionalidade patriótica, a historicidade que ocorre quando a história, a
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        Capítulo 13: A Formação do Estado em África: Símbolo, Ideologia e
                         Razão Política em Moçambique
sociedade e a política se reconciliam e a tensão dialética se dá entre a me-
mória e a razão em nome da unidade nacional. Nesse momento, o mito
e a ideologia deixam de ser centrais e a narrativa é sobreposta pela eco-
nomia de interesses interdependentes dentro do Estado. Esse momento
de Estado moçambicano foi historiografado, desta vez em nome de uma
razão política que se vizualiza na forma como ordena o Estado nacional.
   O fundamento crítico em que essa razão assenta já não é o mito da
origem, já não é o símbolo que representa a ausência da política como
instrumento da imaginação. Nem sequer a ideologia que ordena a socie-
dade por uma utopia socialista como meio e fim da história da libertação
do povo. O fundamento dessa razão é a própria história, a experiência
revolucionária que deve reinventar a utopia como a nova imaginação na-
cional. É como experiência histórica que se define a identidade moçam-
bicana, a «moçambicanização”:
   […] um jogo de báscula intensamente simbólico e polissémico
   cuja consolidação dependerá, entre outros fenómenos, da capaci-
   dade que as elites políticas revelarem para evitar, por exemplo, as
   desigualdades económicas regionais. Quanto mais estas se man-
   tiverem, maiores serão o peso, a intensidade e o potencial de co-
   rrosão a cargo dos processos etnicitários, muitas vezes de natureza
   anómica (Serra, 1998: p.181).
   Hoje, as narrativas iniciais simbólica e da frente única vêm sendo so-
brepostas por uma nova narrativa em que a legitimidade política se repro-
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Capítulo 13: A Formação do Estado em África: Símbolo, Ideologia e Razão Política em
                                  Moçambique
duz na prática de numa racionalidade nova, mas conquistada na luta po-
lítica entre pares jurídicos, nem sempre necessariamente nacionais, nem
ancorados na tradição, no estatuto ou na violência militar. Novos capitais
políticos acumulados no campo da economia, da religião, da ciência, da
cultura e arte, do activismo social e entre outros campos da sociedade
moçambicana, colocam a experiência histórica do país como a chave da
nova política democrática do Estado.
   Já não é a economia da violência militar que garante a disciplina, o ca-
risma ou o domínio político, mas a economia de interesses que ao impedir
o monopólio de uma única narrativa da legitimidade, esta se transforma
na capacidade adquirida de ganhar com outro, de dirigir com outro, com
outras narrativas sociais, agora constitucionalmente equiparadas. Esta é a
razão que vai fundando a política contemporânea moçambicana, que já
não é pós-colonial, mas liberal e capitalista.
   Considerações finais
   Afinal, a ausência da política que caracterizou a subjectividade
moçambicana ao início da época pan-africana já continha em seu âmago
as precondições para a negação política do Estado colonial. Por outro
lado, ainda que não deliberadamente, o Estado colonial criou no seu dua-
lismo político, do público e do não-público, do civil e do indigenato,
produziu seu antagonismo interno. Esta foi a situação legítima em que
se o pana-africanismo se viu autorizado para usar todos os meios possí-
veis para a autodeterminação. Logicamente, o capitalismo mediou o fim
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        Capítulo 13: A Formação do Estado em África: Símbolo, Ideologia e
                         Razão Política em Moçambique
do colonialismo ao adoptar o pan-africanismo como a nova história, a
história pós-moderna da humanidade. Assim, podemos afirmar que a
racionalidade política contemporânea da África e de Moçambique em
especial é paradoxalmente uma realidade em que a utopia nacionalista e
o capitalismo global ocupam o mesmo espaço de herança moderna colo-
nial, num contexto em que provavelmente o antagonismo se desenvolve
entre povo e mercado.
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         Capítulo 13: A Formação do Estado em África: Símbolo, Ideologia e
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Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
                     CAPÍTULO 14
           Estado poscolonial, economía política
del desarrollo y construcción de paz en África al sur
del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder
                en Cabo Delgado, Mozambique
                                              Jokin Alberdi y Manuel Barroso
En este capítulo se pretende tender puentes entre la literatura académica
más relevante sobre el Estado poscolonial africano y los marcos de análi-
sis recientes de economía política para el desarrollo y la construcción de
paz. El objetivo es acercar y establecer diálogos entre diferentes propues-
tas teóricas y analíticas que se han venido desarrollando desde la ciencia
política africanista, y los enfoques críticos con los estudios de desarrollo
y la paz liberal.
   En primer lugar, se revisarán someramente algunas ideas sobre el de-
sarrollo, la paz y la gobernanza de las sociedades africanas en los Estados
poscoloniales que, a través del injerto del modelo occidental de desarro-
llo económico y político y de la dominación neo/colonial y racial, están
contribuyendo a la desposesión de la agencia local de las poblaciones
                                       498
Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
autóctonas (Jabri, 2010; Mateos, 2019), ignorando sus culturas, y sacri-
ficando su bienestar para el beneficio de alianzas del capital entre unas
élites nacionales e internacionales.
   Tratando de avanzar más allá de estos marcos (neo)liberales y esta-
tocéntricos dominantes, se propone estudiar el impacto de los factores
transnacionales en aquellos territorios, cuya capacidad de determinación
autónoma de su futuro está siendo deteriorada por la actuación de acto-
res externos. A este respecto, se recogen en este capítulo enfoques como
el de la construcción de alternativas de vida, propuesto en el proyecto
«Territorios en Conflicto”147 que trata de describir y evaluar los procesos
colectivos críticos de territorios concretos, que promueven caminos al-
ternativos, basados en la sostenibilidad y en la justicia social (Alberdi et
147 Desde el 2018 un Grupo Internacional integrado por personas investigadoras (Ger-
nika Gogoratuz, Centro de Investigación por la Paz, Universidad del País Vasco UPV/
EHU, Universidad Autónoma de Madrid, Universidad de Coímbra, Universidad de To-
lima, Universidad de Amazonía, Universidad Eduardo Mondlane, Universidad Católica
de Mozambique) y por militantes y líderes/as de los territorios donde se desarrolla
el proyecto (Cajamarca-Tolima y El Doncello-Caquetá en Colombia, Cabo Delgado
y Maputo en Mozambique, y Urdaibai en el País Vasco). Un proyecto de investiga-
ción-acción-participación-formación que trabaja por el fortalecimiento de las capaci-
dades colectivas, las resistencias y alternativas de vida de las comunidades frente a la
acción transnacional, y que elabora herramientas pedagógicas que, desde el vínculo lo-
cal/global y diferentes enfoques críticos de economía política y construcción de paz. El
proyecto pone en el foco en el conflicto capital-vida y trata de acompañar los procesos
y consolidar narrativas sobre la sostenibilidad de la vida en los distintos territorios. Ver:
https://territoriolab.org/
                                            499
Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
al., 2019). En la parte final, se presenta el estudio de caso de Cabo Del-
gado, en Mozambique. Se trata de la provincia más al norte del país, un
territorio donde, en esta última década (2010-2020), la ciudadanía y las
comunidades locales, además de tratar de continuar haciendo frente a si-
tuaciones persistentes de pobreza y desigualdad socio-económica, medio
ambiental y de género, están teniendo que afrontar los efectos adversos
de la llegada de la acción extractiva trasnacional y de nuevos conflictos,
acompañados de violencias emergentes.
   1. Introducción
   Los enfoques neo-institucionalistas de los años 90, las recetas de la
buena gobernanza para los Estados débiles y frágiles y la agenda 2030
de ajustes estructurales con «rostro humano», se han situado en el centro
de los principales análisis económicos y políticos de las últimas décadas.
Cuando se ha tratado del continente africano, estas aproximaciones han
remarcado los factores internos como las principales causas del mal go-
bierno y el fracaso de las políticas de desarrollo económico y de lucha
contra la pobreza de los Estados poscoloniales.
   Así, las enfermedades (VIH/SIDA, malaria, ébola), la pobreza genera-
lizada, la inmigración ilegal, la incapacidad de insertarse en los mercados
globales, el terrorismo internacional, los Estados fallidos, y las nuevas y
viejas guerras se continúan presentando como males endémicos de Áfri-
ca. Al mismo tiempo, los factores exógenos como el neocolonialismo, la
economía política de las guerras (el negocio de la exportación de armas),
                                       500
Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
las necesidades de mano de obra barata por parte de las empresas multi-
nacionales de matriz occidental, la prescripción de recetas económicas y
comerciales neoliberales y pro-pobre de los organismos internacionales
avalados por las potencias mundiales, así como la explotación de recursos
naturales por parte de las corporaciones transnacionales, son relativiza-
das o dejadas al margen de los análisis intencionadamente, dentro de una
lógica de preservación de los equilibrios de las relaciones de poder del
statu quo.
   La interpretación de estas relaciones de poder en las sociedades y
países africanos se viene haciendo, desde afuera, en la mayor parte de
los casos a través enfoques paternalistas o civilizatorios, que ponen casi
siempre el acento en las incapacidades de las sociedades africanas, y en la
corrupción de sus élites (neo-patrimonialismo). Solamente, desde los enfo-
ques críticos de la economía política para el desarrollo y la construcción
de paz, desde los feminismos y el pensamiento decolonial, reciente y resi-
dualmente, la complejidad, los enfoques locales y las sociedades africanas
comienzan a recuperar parte del protagonismo.
   En la parte final, con el estudio de caso de Cabo Delgado llevado a
cabo por el equipo del proyecto internacional «Territorios en Conflic-
to» se pretende ofrecer unas pocas orientaciones analíticas prácticas para
tratar de explicar las reconfiguraciones de estas relaciones que se están
produciendo en diferentes contextos locales africanos, donde las per-
sonas, sociedad civil organizada y comunidades tratan de hacer frente a
las situaciones persistentes de pobreza, a las desigualdades socio-econó-
                                        501
Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
micas, medio ambientales y de género, y a las nuevas conflictividades y
violencias que se agudizan en un contexto de creciente actividad extrac-
tiva transnacional, y de desposesión material y simbólica de recursos y
medios de vida.
   2. Teorías sobre el Estado africano:
   desarrollo económico, seguridad y paz
   En este apartado de carácter más teórico, se pretende polemizar sobre
la orientación y utilidad analítica de los principales enfoques y debates
sobre las sociedades africanas y sus Estados poscoloniales. El resultado
ha sido una narrativa dominante sobre el desarrollo económico, la de-
mocracia y la paz en África que perpetúa un sistema de dominación que
beneficia a potencias mundiales, inversores extranjeros y élites nacionales
en alianzas asimétricas. Ante estos enfoques (neo)liberales hegemónicos
y simplificadores, desarrollados desde una mirada estatocéntrica y de la
seguridad militarista, se presentarán brevemente otras aproximaciones
críticas que tratan de cuestionar esas narrativas y agendas dominantes,
al tiempo que ofrecer ideas y alternativas para el análisis y para la acción.
   2.1. El atavismo y la interesada inexistencia de la sociedad civil africana
   Las discusiones han estado muy marcadas por la existencia o no de
una sociedad civil africana y la debilidad de los Estados poscoloniales,
argumentos que han servido para justificar, en muchos casos, el interven-
cionismo occidental en los países africanos, y el fomento de las estrate-
gias neoliberales de desarrollo económico, pacificación, buena gobernan-
                                        502
Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
za y los nuevos Objetivos de Desarrollo del Milenio.
   En el periodo de las independencias, en la década de 1960, líderes del
socialismo africano como J. Kenyatta en Kenia y J. Nyerere en Tanzania,
defendieron la autenticidad africana como un valor revolucionario que
contribuiría a terminar con la opresión colonial y a construir esos nuevos
Estados. Sin embargo, los discursos oficiales percibieron la ruralidad, la
etnicidad y el mundo tradicional como un obstáculo a la modernización
y, por ende, consideraron las sociedades y culturas africanas como atrasa-
das, atávicas e incivilizadas.
   Desafortunadamente, esta idea ha seguido arraigada en esta época de
la globalización neoliberal. El endeudamiento externo, las políticas de
ajuste estructural y la democratización liberal de la posguerra fría han
ahondado en la descomposición económica y del poder político de los
Estados africanos (Kabunda, 2005). Los legados coloniales, la agenda
internacional de desarrollo económico, de la buena gobernanza, de la
pacificación y de la lucha contra la pobreza, y la creciente influencia del
poder corporativo en los gobiernos africanos siguen encontrando su jus-
tificación en la «debilidad» social y estatal africana.
   La omisión, cuando no menosprecio, del discurso político y de las rea-
lidades identitarias tradicionales de las comunidades africanas por parte
de las narrativas modernizadoras dificulta la interpretación de las relacio-
nes contemporáneas entre las sociedades y Estados poscoloniales africa-
nos. Los elementos históricos, sociales y culturales no han sido suficien-
                                       503
Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
temente tenidos en cuenta por los enfoques neoliberales hegemónicos,
que continúan promoviendo estrategias civilizatorias y modernizadoras
para el continente.
   La diversidad étnica, tribal y clánica y las diferencias entre el mundo
urbano y rural, ante la ausencia estatal y la depredación por parte de las
élites, hace que grupos más o menos organizados disputen al Estado
su función integradora y proveedora de servicios. En consecuencia, los
procesos de pacificación y transición democrática iniciados en los años
90, todavía no acaban por consolidarse en el siglo XXI, en tanto que la
legitimidad de estos gobiernos y su representatividad siguen cuestionadas
por amplios sectores de la población.
   Ante la falta de complejidad en los análisis, desde sectores críticos se
señaló que los gobernados seguían divididos en ciudadanos y súbditos en
función de criterios étnicos, o elementos rurales y urbanos de la época
colonial (Mandami, 1996), y se subrayaron las particularidades de las es-
tratificaciones sociales africanas: un bloque depredador de gobernantes
o una «sociedad civil íntima» que se beneficia del poder estatal; un sector
«intermedio» de tecnócratas y profesionales modernizados, con cierto
acceso a los escasos servicios estatales, pero excluido de las prácticas
prebendalistas; y una sociedad civil «extraña» o una clase subordinada de
gente pobre, desempleada o con salarios bajos que quedaba excluida de
la esfera de acción del Estado, y que sobrevive con sus redes básicas de
solidaridad y supervivencia frente al impacto devastador de los gobiernos
depredadores (Santos, 1991; Fatton, 1995).
                                       504
Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
   Se advirtió, igualmente, que las realidades sociales africanas son híbri-
das y mucho más complejas. Se identifican sectores modernizados con
agendas alternativas a las estatales, que cohabitan con estructuras comu-
nitarias que defienden valores tradicionales, y que se oponen a los pro-
cesos modernizadores universales (Allen, 1997). Y, según los contextos,
existen también estructuras sociales (modernas, populares o tradiciona-
les) que ofrecen redes de seguridad propias, y que confrontan el autorita-
rismo de sus gobiernos pero que, en un momento dado, a semejanza de
lo que sucedía en la época colonial, pueden ser cooptadas para colaborar
con las autoridades estatales (Nzimande y Sikhosana, 1995).
   Además, esta sustitución del rol estatal no siempre, ni necesariamente,
se realiza en base a normas o mecanismos de confianza, solidaridad y
redistribución. Se describen linajes tradicionales y grupos civiles que, en
ocasiones, imponen su autoridad a través de la violencia. Ofrecen pro-
tección a sectores populares a cambio de lealtad, conformándose como
mafias, grupos «vigilantistas», insurgencia religioso-fundamentalista, y
«señores de la guerra». Aunque la tendencia desde el mainstream ha sido
destacar estas últimas, y ocultar las narrativas y prácticas que subrayan el
potencial democratizador de las autoridades tradicionales y populares, y
de su papel de freno ante los excesos del poder de las clases dirigentes
(Ayittey, 1991; Founou-Tchuigoua, 1996; Bayart y Ellis, 1999; Ake, 2004;
Osaghae, 2005).
   De esta manera, los debates y las propuestas que abogaban por la con-
veniencia de incluir valores culturales y estructuras indígenas y comunita-
                                       505
Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
rias en los nuevos Estados africanos (Ray van Rouveroy, van Nieuwaal, &
Adriaan, 1996; Oomen, 2000; Alberdi & Nina, 2001;Santos & Trindade,
2005), desafortunadamente han sido muy residuales. A pesar de estos
esfuerzos académicos críticos por mostrar las complejidades de las so-
ciedades africanas, las agendas consensuadas del desarrollo económico,
buena gobernanza y construcción de paz continuan excluyendo de sus
análisis a estas estructuras autóctonas, y las consideran un obstáculo para
las jóvenes democracias liberales africanas (Abrahamsen, 2003).
   2.2. La fragilidad del Estado poscolonial y el fracaso de la agenda neoliberal
   Junto a este argumento de la inexistencia de las sociedades civiles afri-
canas, la otra narrativa de la economía y las ciencias sociales ortodoxas
ha sido la de la construcción del Estado africano por analogía a la de
los Estados modernos liberales occidentales, con instituciones suficien-
temente fuertes para llevar adelante los planes de desarrollo del consenso
neoliberal de Washington de los años 90 y del consenso de la lucha contra
la pobreza de los ODM/ODS inspirados en la Declaración del Milenio.
Una agenda llena de justificaciones intervencionistas, que oculta intereses
tras argumentaciones civilizatorias y moralizantes.
   Desde la década de 1980, las potencias occidentales y las instituciones
financieras internacionales han ido allanando el camino a las inversiones
extranjeras de las grandes corporaciones transnacionales a través de sus
planes y estrategias de desarrollo neocolonial. El informe Berg (1981) y
sus propuestas de liberalización económica y políticas de ajuste estructu-
                                        506
Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
ral, y el informe del Banco Mundial (1989) que subrayaba la importancia
del buen gobierno y unas instituciones estatales eficientes para el desa-
rrollo económico se convirtieron en dogma para los países africanos, que
se embarcaron en sendos procesos de transición política y pacificación
tras el final de la Guerra Fría. Con la Declaración del Milenio, el consenso
se amplía a la lucha contra la pobreza de los ODM y los ODS, sin embar-
go, millones de personas del continente africano siguen sin acceder a los
recursos esenciales para una vida digna.
   Cuatro décadas después, sus propias series temporales de los indica-
dores económicos y de gobernanza política que miden el crecimiento
económico, la renta per cápita, la democratización, el estado de derecho,
la capacidad regulatoria del Estado adecuada al libre mercado, y la lucha
contra la corrupción y la pobreza, no arrojan muy buenos resultados
(Alberdi, 2013).
   Ante estos escasos resultados de los Estados poscoloniales para llevar
adelante la agenda del desarrollo neoliberal, los sectores oficialistas bus-
caron diferentes tipos de explicaciones. López Castellano (2012) explica
con detalle los argumentos de los tipos o modalidades de colonización
utilizados por los neo-institucionalistas que hablaban de la «Economía
política de la conquista» y de la «Economía política del fracaso econó-
mico». Esta tesis sostiene que las colonias de poblamiento con colonos eu-
ropeos, que construyeron instituciones y mercados similares a los de las
metrópolis obtuvieron mejores resultados que las colonias de explotación.
En cambio, estos territorios extractivos asentados en lugares inhóspitos,
                                       507
Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
donde existía una abundante mano de obra local, cosecharon peores re-
sultados en términos de desarrollo, en tanto que su modelo económico y
político se basó en la transferencia de recursos naturales a Europa.
   Para estas explicaciones neo-institucionalistas, la premisa es que sin
una concepción weberiana eficiente del Estado, no hay suficiente cre-
cimiento económico y desarrollo de estos países. Las consideraciones
sobre la importancia de la población autóctona, las formas coloniales
de articular el poder, los funcionamientos de las estructuras indígenas
(Fanon, 1999; Simons, 1968; Welsh, 1971; Mamdani, 1996) no fueron
tenidas en cuenta, ni en sus análisis de los Estados africanos de partido
único pro-capitalistas o marxistas-leninistas del final de la era de la Gue-
rra Fría, ni en los Estados (neo)liberales del nuevo milenio (Mamdani,
1996; Chabal, 2007; Mateos, 2019).
   En estas décadas, los principales debates sobre la configuración del
Estado han girado sobre la naturaleza perversa de la política africana,
y han estado condicionados por las estrategias desarrollistas, de buena
gobernanza y construcción de paz impulsadas por esas narrativas (neo)
liberales, que han dejado poco margen de acción a los nuevos enfoques
críticos. Las élites internacionales que promovían estos planes para el
continente, se han valido de las argumentaciones sobre las situaciones de
abuso de poder, corrupción y clientelismo (Chabal & Daloz, 2000) y de
la necesidad de reconstrucción de los Estados frágiles y fallidos africanos
(Ruíz-Giménez, 2000; Mateos, 2011).
                                       508
Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
   Entre las principales explicaciones en torno a la difícil implantación
del desarrollo, la democracia y la paz en los Estados poscoloniales africa-
nos han destacado algunas como las de Badie (1992) y su idea del Estado
trasplantado que importaba el modelo occidental; el Estado híbrido de
Bayart (1999) como una reapropiación africana del modelo estatal occi-
dental que lleva al extremo la política del vientre o «del reparto del pastel”;
y el Estado neopatrimonial de Médart (2006) al servicio de una élite des-
pilfarradora y de lujos suntuosos, que se despreocupa por el desarrollo
económico y el bienestar de su población.
   Otros autores ahondan en el debate aportando otras miradas. Chabal
y Daloz (2001), por ejemplo, con su tesis sobre la instrumentalización
política del desorden, explican cómo los actores políticos se valen de la
corrupción para debilitar la consolidación del Estado, y obtener así be-
neficios en el clima de confusión, incertidumbre y caos de los aparatos
estatales. Mientras que Mbembe (2011) pone el acento en las luchas por
el poder del aparato burocrático colonial que generan una modalidad de
necropolítica, que perpetúa la sumisión y genera nuevas formas de domi-
nación, dejando en la más absoluta precariedad y marginalidad a sectores
mayoritarios de las poblaciones africanas.
   El fin de las «proxy wars» o guerras de delegación relacionadas con la
injerencia de las superpotencias de la Guerra Fría y la centralidad de los
enfoques neo-patrimonialistas y el hundimiento del Estado poscolonial
llevó también a cambios en los análisis de los conflictos armados africa-
nos. Mary Kaldor (1999) apuntaba hacia una generación de «nuevas gue-
                                       509
Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
rras» civiles motivadas por los beneficios personales, sin apoyo popular,
protagonizadas por milicias indisciplinadas, ejércitos privados y señores
de la guerra independientes, mientras que Kalyvas (2005) reclamaba la
necesidad de prestar una mayor atención a los análisis históricos desde la
perspectiva de la economía política.
   Con la intención de explicar con mayor profundidad los debates de las
emergentes violencias en el siglo XXI, puede ser de utilidad el concepto
de «novísimas guerras». Moura (2005)subraya la creciente importancia
de guerras no convencionales y proliferación de violencias en la escala
local, que no disputan el poder formal al Estado, donde determinadas
élites alientan nuevas conflictividades con el fin de que los habitantes de
estos territorios vivan con miedo y sin esperanza ante nuevas formas de
violencia.
   2.3. Enfoques crítico-normativos para el análisis de las realidades africanas
   Ante los escasos resultados de los esfuerzos neo-institucionalistas
por asignar al Estado un rol central para acabar con el subdesarrollo y
los conflictos armados, y la dificultad de llevar adelante las políticas de
austeridad y los Objetivos del Milenio, la doctrina oficial (Kaplan, 1994;
Huntington, 1997) ha optado por el argumentario de la debilidad estatal
y los conflictos étnico-identitarios. Se considera que el fracaso parcial de
su agenda se explica por el choque de civilizaciones, por la incapacidad de
las culturas africanas de hacer una verdadera oposición a sus autocracias,
y por el «nuevo barbarismo» de unos Estados fallidos caracterizados por
                                        510
Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
sus divisiones étnico-religiosas, y la creciente presencia de organizaciones
terroristas, mafiosas y yihadistas que, tras el 11-S, se han convertido en la
principal amenaza para la seguridad y el desarrollo de Occidente.
   En oposición a estas narrativas dominantes que, frente a la debilidad
social y estatal, proponen Estados fuertes para neutralizar el terrorismo,
capaces de proteger a su población de los conflictos violentos y satisfacer
sus necesidades, y de garantizar la estabilidad para poder desarrollar los
negocios internacionales, surgen otras interpretaciones más politizadas.
Se señalan otros elementos como las conexiones entre la abundancia de
los recursos naturales en África, la escasez y la pobreza que sufren la ma-
yoría de habitantes del continente, y la avaricia y agravios que provocan
estas circunstancias. A pesar de la abundancia, se produce la paradoja
de que los países africanos no tienen buenos resultados en términos de
desarrollo, y padecen de crecientes conflictos relacionados con la disputa
por los recursos naturales (Lindemann, 2008; Campos, 2009).
   Así, en los debates sobre la «maldición de los recursos» se ha veni-
do distinguiendo entre quienes defendían la codicia o avaricia (greed), y
quienes ponían el acento en los agravios (grievances) como explicación
fundamental de los contextos de pobreza, desigualdad y las guerras afri-
canas (Collier & Hoeffer, 2004). En cualquier caso, este cuerpo teórico
de la maldición de los recursos, y la avaricia y codicia tampoco explican
por sí solas las complejidades de las realidades africanas (Cramer, 2002).
   Otras aproximaciones se centran en las conexiones entre la pobreza
                                        511
Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
y los conflictos. Por su parte, Duffield (2001) planteó que la pobreza y
las modalidades más amplias del subdesarrollo, aunque no conducen al
conflicto automáticamente, conllevan un alto riesgo de estallidos de vio-
lencia. Aunque tampoco hay un acuerdo doctrinal sobre si la persistencia
de la pobreza y los conflictos obedece más a factores internos o externos.
Hay una corriente que no duda en asociar el incremento de la pobreza, el
deterioro ambiental, el aumento de la exclusión social y la marginalidad, a
la corrupción de las elites y a la militarización de las sociedades.
   Por el contrario, desde sectores críticos se insiste en que es el legado
del colonialismo, la dependencia exterior, los impactos de las políticas de
austeridad, la escasa inserción del continente en la economía mundial y
las desigualdades en los ingresos, son las que están detrás de la pobreza
y los repuntes de los conflictos (Stewart, 2000; Mateos, 2011). Particular-
mente, la exclusión de los jóvenes y la percepción que las comunidades
tienen sobre su diferente, injusto y desigual acceso a los recursos políti-
cos y económicos puede ser una de las causas de muchos de estos con-
flictos, que pueden derivar en enfrentamientos armados (Richards, 2005).
   La agenda neoliberal del desarrollo y la pacificación para el continente
africano ha tratado de justificar sus fracasos «parciales» con estas argu-
mentaciones que aludían a los Estados frágiles y fallidos, a las disrup-
ciones identitario-religiosas, y a la codicia y/o los agravios relacionados
con la maldición de los recursos. Por el contario, ha tratado de ocultar
o restar importancia a aquellas explicaciones que relacionan la creciente
pobreza y desigualdades que padecen las sociedades africanas con el in-
                                       512
Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
tervencionismo de las potencias mundiales a través del sector extractivo
transnacional y de sus intereses corporativos.
   Los programas de ajuste y estabilización, la agenda del perfecciona-
miento institucional del buen gobierno y de las democracias liberal-ga-
rantistas y las operaciones de construcción de paz han continuado ga-
rantizando la acumulación capitalista y los beneficios de esas grandes
empresas y de élites corruptas a su servicio durante estas décadas, sin
importarles demasiado el deterioro en las condiciones de vida de las po-
blaciones africanas.
   Con el nuevo milenio, es el Banco Mundial con su revisión del Marco
Integral del Desarrollo, y las Naciones Unidas con la Declaración del
Milenio, quienes consensuan un enfoque con una capacidad de inter-
vención estatal mayor, más multidimensional, menos universalista, y que
reconoce un papel mayor a las sociedades locales. Así, en estos últimos
veinte años, la dimensión local va recuperando protagonismo en los mar-
cos de análisis de economía política y construcción para la paz, donde
los elementos históricos, estructurales, institucionales y políticos están
más presentes en los análisis de los organismos internacionales, los países
occidentales y las consultorías que trabajan para las empresas transnacio-
nales. Sin embargo, la mayoría de las nuevas propuestas de análisis no son
más que revisiones reformistas de procesos y políticas, que no cuestionan
sustancialmente ni las prioridades y objetivos del desarrollo económico y
la paz, ni las relaciones de poder (Alberdi y Dubois, 2015).
                                        513
Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
   Para conocer mejor los procesos de desarrollo y bienestar colectivo
en general, y los africanos en particular, resulta necesario profundizar en
las estructuras, instituciones y funcionamiento del poder, y en la agencia,
entendida como capacidad de individuos, organizaciones y grupos de
actores colectivos para actuar estratégicamente y llevar a cabo sus propó-
sitos para vivir mejor en su territorio. Frente al modelo capitalista, depre-
dador, neocolonial, racista y heteropatriarcal, hace falta construir nuevas
aproximaciones teóricas y analíticas que superen los estrechos marcos del
pensamiento dominante y ofrezcan alternativas a las sociedades y colecti-
vos más marginados de la toma de decisiones. Y éstas, se han de producir
desde un contexto socio-espacial y temporal determinado, huyendo de
enfoques y generalizaciones abstractas a nivel del «Estado-nación», es
decir, teniendo en cuenta la perspectiva de Lugar (Lois, 2010).
   En la propuesta de construcción de alternativas de vida, recogida en el
proyecto internacional «Territorios en Conflicto» se propone un análisis
con alcances temporales más largos, que incluye la historia «precolonial»,
«colonial» y «poscolonial”; más local/territorial, que supere los enfoques
estatocentristas, sin dejar de lado las interconexiones con las escalas na-
cionales, regionales y globales; menos etnocentrista, que incluyan otros
saberes y conocimientos culturales y políticos no modernos; menos pa-
triarcal, teniendo en cuenta la agenda feminista contra la discriminación
y por la igualdad entre mujeres y hombres; más crítico con la paz liberal y
atento a los conflictos capital-vida para ir sumando aprendizajes para una
agenda crítica de la paz; y que incluya las dinámicas y relaciones comple-
                                       514
Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
jas entre seres humanos y naturaleza (Alberdi et. al, 2019).
   La propuesta de este capítulo consiste en explorar la incidencia de los
factores transnacionales en una sociedad local concreta (en nuestro caso,
de Cabo Delgado), y describir y evaluar los procesos colectivos críticos
que promueven soluciones alternativas de sostenibilidad y justicia social.
   3. Estudio de caso: Análisis crítico de las relaciones de poder
   en Cabo Delgado (Mozambique)
   Con la puesta en marcha de varios megaproyectos extractivos en esta
última década, se han incrementado de manera cuantitativa y cualitativa las
violencias y los conflictos que están teniendo efectos adversos en amplios
sectores de la población de esta provincia mozambiqueña: conflictos que
enfrentan a las comunidades locales mineras, pesqueras y pequeños comer-
ciantes con los inmigrantes que vienen a buscar fortuna; incremento de la
criminalidad y de las agresiones sexuales contra las mujeres, y casamien-
tos prematuros; abusos y violaciones de derechos humanos cometidas por
parte de las compañías de seguridad privada y las fuerzas de seguridad esta-
tales; incumplimiento de las expectativas de empleo y de las mejoras de los
servicios sanitarios y educativos que prometieron las grandes empresas; re-
asentamientos y desplazamientos forzados por la ocupación de tierras por
parte de las empresas transnacionales; creciente desestructuración de las
economías familiares, consecuencia de las nuevas actividades extractivas.
   A estas conflictividades, a partir de finales de 2017, se le han sumado
los ataques violentos en las zonas costeras de los proyectos gasísticos de
                                        515
Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
la provincia protagonizados por un grupo insurgente de supuesta orien-
tación yihadista, que ha llegado a ocupar y controlar temporalmente partes
del territorio de Cabo Delgado. Así, se ha derivado hacia un escenario
complejo de conflictos o «guerras en red» y de «nuevas guerras» o «espa-
cios no gobernados» del mundo no occidental (Mateos, 2010; 2019). Este
grupo insurgente «yihadista» está en guerra contra las fuerzas armadas y la
policía, grupos mercenarios internacionales y empresas privadas de segu-
ridad de los enclaves extractivos y milicias de antiguos combatientes, en
un conflicto que ya contabiliza entre 1.500 y 2.000 víctimas mortales. Los
ataques, si bien al comienzo se centraban en «instituciones del Estado»,
se han extendido a la población civil, provocando una crisis humanitaria
y un éxodo de más de 300.000 personas que buscan refugio en las islas
del archipiélago de las Quirimbas y más recientemente en la capital de la
provincia, Ciudad de Pemba (UNOCHA, 2020).
   Además de prestar atención a las causas históricas, étnico-religiosas y
político-partidistas, en las páginas siguientes, también se quiere poner el
foco en el análisis de las conexiones estructurales entre el nacimiento de
esta nueva insurgencia violenta, las conflictividades neoextractivistas y
la instrumentalización política de este desorden (Chabal y Daloz, 2001),
que no está alterando los planes de acumulación capitalista y de las gran-
des corporaciones. Este ejercicio no puede quedarse en un mero análisis
de estas conflictividades, y debe incorporar un componente normativo
en esta propuesta crítica para analizar la economía política del desarrollo
y la paz de Cabo Delgado. Este tipo de ejercicios deben de contribuir
                                       516
Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
estratégicamente al fortalecimiento de la agencia de los actores locales de
base y más desprotegidos en sus propósitos de avanzar en el bienestar
colectivo, y deben de acompañar en la construcción de una paz emanci-
padora.
   3.1 Economía política de Mozambique y Cabo Delgado: una aproximación
   histórica
   Para comprender la actual configuración social, política y económica
del norte de Mozambique en la actualidad, así como la importancia de
sus recursos naturales para las redes económicas y comerciales interna-
cionales, es necesario prestar atención a los procesos migratorios, a la
colonización y a la identidad transnacional que se forjaron en los últimos
siglos. Para ello, es necesario complejizar los análisis incluyendo elemen-
tos históricos, sociales y culturales para poder entender la transformación
que está experimentando Cabo Delgado en la última década y sus diná-
micas actuales (Alberdi y Barroso, 2020).
   3.1.1 La inserción histórica de Mozambique -y sus territorios- en el sistema
   económico internacional
   Durante cientos de años, la realidad de estos territorios - que hoy
constituyen la provincia de Cabo Delgado-, estuvo marcada por las mi-
graciones de pueblos africanos y comerciantes del Océano Índico (prin-
cipalmente de origen swahili y religión musulmana) y por la extracción
y comercio de oro, esclavos y marfil. Así, hasta el siglo XVIII, esta parte
norte del país era una especie de frontera relativamente pacífica, donde
                                        517
Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
coexistían sociedades africanas del interior, árabes musulmanes de la cos-
ta y comerciantes europeos.
   El siglo XIX fue un período crucial a la hora de entender las trans-
formaciones del territorio de Cabo Delgado. En la primera mitad del
siglo, los actores importantes en la trata de esclavos fueron las dinastías
Swahili, que se coordinaron con las jefaturas de las diferentes sociedades
africanas del interior. La segunda mitad del siglo se caracterizó por la
introducción gradual de la educación árabe y el islam en las comunidades
africanas, así como por los crecientes conflictos por el control político
y económico de la costa por parte de dos grupos swahili. Estas disputas
fueron aprovechadas por las autoridades portuguesas con la intención de
ganar influencia en la zona (Mutiua, 2015).
   La construcción de una administración colonial moderna en Mozam-
bique fue compleja, particularmente en márgenes del territorio como
Cabo Delgado, donde las comunidades africanas vivían bajo múltiples
regímenes de poder y, en buena medida, al margen del Estado colonial
portugués. La dominación colonial portuguesa fue muy heterogénea y
hubo diferentes prácticas a nivel territorial. Sin embargo, según autores
como Wuyts (1980), sería posible diferenciar en tres fases principales
del colonialismo y de la economía política del colonialismo portugués
en Mozambique. Una primera fase (1885-1926) se caracterizaría por el
“dominio del capital extranjero no portugués”. Después de la Conferen-
cia de Berlín (1884-1885), dada la incapacidad de la Corona portuguesa
para ejercer control efectivo sobre el territorio de Mozambique, se deci-
                                       518
Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
dió mantener algunas áreas del sur del país bajo administración colonial
directa y continuar con el sistema de arrendamiento a descendientes de
colonos portugueses (‘os prazos’), y al mismo tiempo, ceder el control de
aquellos territorios del centro-norte del país con menor presencia colo-
nial a grandes empresas comerciales y financieras extranjeras no portu-
guesas. La Compañía de Niassa ejerció la responsabilidad de administrar
esos territorios del norte del país entre los ríos Rovuma y Lurio entre
1893 y 1929. Durante este período, diferentes cacicazgos africanos re-
sistieron exploraciones, operaciones militares y grandes explotaciones
agrícolas y mineras emprendidas por esta empresa. Finalmente, en 1929,
debido a sus incapacidades y al incumplimiento con los compromisos, la
Compañía de Niassa perdió la concesión del gobierno portugués, y este
territorio quedó bajo el control de la administración colonial (Correia,
2010, 2016; Newit, 2017).
   La segunda fase (1926-1960), sería la del “nacionalismo económico”,
en la que la burguesía portuguesa consolidó sus posiciones y trató de
poner las colonias al servicio de sus propias necesidades de acumulación
de capital. En este sentido, durante el régimen autoritario del Estado Novo
portugués (1926-1974) se llevó a cabo una reorganización de la adminis-
tración colonial en Mozambique, que implicó la formación de una buro-
cracia profesional, con el objetivo perfeccionar el sistema tributario y de
trabajo forzoso. La zona de Cabo Delgado, en la frontera con Tanzania,
no entró en los grandes planes de infraestructura del Estado Novo, aunque
se promovieron concesiones de plantaciones de algodón y arroz, desti-
                                        519
Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
nadas al mercado de exportación regional. Estos, en lugar de contribuir
a mejorar las condiciones de vida de las comunidades rurales, ahondaron
aún más pobreza y opresión (Cooper, 2012; Gentili, 2012).
   3.1.2 Estrategias, políticas de desarrollo y conflictos poscoloniales
   Finalmente, la tercera y última fase (1960-1973) correspondería a un
período de ‘crisis y reestructuración del capital’. En el período 1960-1964,
la base económica del colonialismo portugués de Salazar entró en crisis
debido a razones externas e internas. Por un lado, Portugal se vio obliga-
do a abolir legalmente el sistema de trabajo forzado, en el que se basaba
su modelo de explotación económica colonial. Por otro, en un contexto
de luchas anticoloniales por la independencia en el sur de África en la dé-
cada de 1960, y de un Estado autoritario, insensible a las preocupaciones
sociales y políticas, que se aferraba a la conservación de sus ‘provincias
de ultramar’, el Frente de Liberación de Mozambique (FRELIMO) inició
una lucha armada por la independencia. La guerra de guerrilla comenzó
en 1964 apoyándose principalmente en la sociedad campesina Makonde
de Cabo Delgado, en alianza con sectores urbanos de población asimila-
da del sur del país (Brito, 2019). Con su campaña militar lograron liberar
grandes áreas del norte del país, sin embargo, el FRELIMO no pudo
llevar su control militar más allá de la tradicional frontera de Makua, por
lo que la región fronteriza del sur de Cabo Delgado y norte de Nampula,
no entró dentro de las denominadas ‘zonas liberadas’. En el contexto de
la guerra de independencia, la potencia colonial portuguesa reaccionó
estableciendo una política de reagrupamiento forzosa de las poblaciones
                                         520
Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
de Cabo Delgado en aldeas fortificadas, que posteriormente tendría con-
secuencias.
   Ya en 1974 se hizo evidente que, aunque los portugueses no habían sido
derrotados militarmente, tampoco no podían ganar la guerra. Así, la firma
de los Acuerdos de Lusaka de 1974 y la proclamación de la Independencia
de Mozambique en 1975 fue el resultado parcial de la transición portuguesa
después de la Revolución de los Claveles en abril de 1974. Sin embargo,
poco después de la independencia, se desencadenó otro conflicto armado
en Mozambique entre el gobierno revolucionario del Estado FRELIMO
y las guerrillas ‘anticomunistas’ de la Resistencia Nacional de Mozambique
(RENAMO), inicialmente apoyada por los servicios secretos de Rhode-
sia y Sudáfrica, dentro de una estrategia de desestabilización regional en
represalia por el apoyo del FRELIMO a los movimientos de liberación
(ZANLA y ANC) en esos países. No obstante, según Mosca (1999), el
incumplimiento a corto plazo de las expectativas económicas de los dife-
rentes segmentos de la población mozambiqueña generó nuevas formas de
resistencia pasiva hacia el gobierno poscolonial, y tras algunos momentos
de euforia por la independencia, la implementación de medidas políticas y
económicas comenzaron a llevar a la marginación de un gran porcentaje
de la población mozambiqueña. Así, de cierta forma, el propio sistema
sembró las semillas del descontento y la resistencia popular que facilitaron
la revuelta y la creciente implantación social de la guerra desatada por la
RENAMO. Esta nueva guerra se prolongó durante 16 años y dejó casi un
millón de muertos, y entre seis y siete millones de personas desplazadas.
                                        521
Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
   Durante este tiempo, en Cabo Delgado, gran parte de la población
quedó atrapada entre la violencia de los dos grupos beligerantes. En
aquellos lugares donde se desconfiaba de las autoridades tradicionales
por su colaboración durante el período colonial con el reclutamiento de
mano de obra forzada, la autoridad de FRELIMO fue bien recibida. En
otros, sin embargo, los planes del gobierno revolucionario que implica-
ban una rápida modernización autoritaria (Cahen, 2011), a través de la
socialización del campo mediante aldeas comunales y granjas estatales,
no fue tan popular y generó diferentes tipos de resistencias. Según Newitt
(2012), estas aldeas se desarrollaron muy lentamente y fueron recibidas
con gran recelo por el campesinado del país. En 1984, en el contexto de
la guerra civil, se habían establecido cerca de 1.500 aldeas comunales,
aunque más de la mitad de ellas eran las que se habían creado durante la
guerra de liberación y 600 de estas estaban en Cabo Delgado.
   3.1.3 De la pacificación liberal y la dependencia de la Ayuda al Desarrolloal
   `boom’ del extractivismo trasnacional
   Tras los procesos de estructuración y reestructuración económica colonial
y poscolonial (socialista) en Mozambique, a finales de 1980 y comienzos de
1990, llegó el momento de una tercera reforma – esta vez capitalista-, y que
tenía como principales objetivos revertir y superar las causas inmediatas de la
profunda crisis económica y las distorsiones de la guerra (Francisco, 2006).
Si bien la transición económica de una economía estatal planificada a una
economía de mercado comenzó a fines de la década de 1980, el proceso se
aceleró después del fin de la guerra en 1992 y, por lo tanto, la desmovilización
                                       522
Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
militar y la transición política fueron acompañadas de una ‘desmovilización’
del papel del Estado en la economía (Castel-Branco, Cramer y Hailu, 2001).
   En este sentido, la reconstrucción de posguerra en Mozambique fue con-
ducida por la ONU y la comunidad de donantes internacionales, y se caracte-
rizó por su adhesión a los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) y los
Planes de Reducción de la Pobreza lanzados por el gobierno de Mozambique
(PARPA I 2001–2004; PARPA II 2005–2009; PARP 2010–2014), así como
por una alta dependencia de los fondos internacionales de Ayuda Oficial al
Desarrollo (AOD). Sin embargo, en los últimos 10 a 15 años, este panorama
político y socioeconómico ha cambiado sustancialmente, ya que los prin-
cipales inversores extranjeros tienen un interés renovado en la explotación
de los recursos naturales del país (madera, minerales preciosos, gas...) y se
ha ido reduciendo progresivamente la dependencia de la AOD. Esto signi-
fica que las futuras estrategias de desarrollo están ahora, en cierta medida,
en manos de las grandes corporaciones trasnacionales del sector extractivo.
Como señalan varios autores (Mosca, 2013; Alberdi & Bidaurratzaga, 2014),
este nuevo contexto ha producido un cambio cualitativo en las relaciones
económicas internacionales de Mozambique, modificando las relaciones de
poder de aliados externos en los que la dependencia económica y la política
gubernamental de cooperación internacional para el desarrollo podrían ser
reemplazadas por la primacía de la dependencia de inversores extranjeros y
empresas multinacionales del sector extractivo.
   En conclusión, parece que en la fase actual de globalización neoliberal
del siglo XXI se estuviesen repitiendo las prácticas (neo)coloniales del
                                       523
Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
pasado, caracterizadas por la presencia de grandes inversiones de capital
extranjero y de operaciones de empresas extractivas tomando control
efectivo de amplios territorios del país para explotar sus recursos natu-
rales, ahora sí, en alianza con elites políticas y económicas nacionales. Se
trata de un modelo que perpetúa la inserción subordinada y dependiente
de determinados territorios en la economía internacional, exportando
materias primas para que las empresas del Norte global, y cada vez más
del Sur global, mantengan su seguridad y competitividad energética.
   Se repite un proceso de depredación de unas élites que reciben res-
puestas violentas de grupos que sufren agravios o que pretenden sacar
partido en beneficio propio. En todo caso, parece que intereses étnicos,
religiosos y partidistas están siendo instrumentalizados en beneficio de
unos pocos, mientras que se perpetua en Cabo Delgado la historicidad
de un Estado bifurcado (Mamdani, 1996).Un Estado bifurcado, que vendría
a reforzar unas lógicas desegregación entre ciudadanos y súbditos, ya no
solo en base a los espacios urbanos vs. rurales, sino también por criterios
de clase socioeconómica, política y de género, así como en particular de
inclusión vs. exclusión en el acceso a los beneficios de la explotación de
los recursos naturales.
   3.2 Análisis de los novísimos conflictos y redes de violencia en Cabo Delgado en
tiempos de extractivismo transnacional
   Si bien los episodios de violencia que se han protagonizado en Mo-
zambique los años 2013-2016 entre los excombatientes de la RENAMO
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Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
y el gobierno no se llegaron a extender al norte del país, consideramos
necesario visibilizar otras formas de violencia y conflictos que están pre-
sentes en Cabo Delgado en la última década, a pesar de haber estado
bajo un contexto formal de ausencia de guerra o paz negativa (Galtung,
2016), lo que requiere un análisis de tipo socio-territorial con perspectiva
de Lugar (Lois, 2010).
   Las autoridades estatales y medios oficiales sostienen que las formas
de violencia directa más recientes en la provincia están vinculadas al ex-
tremismo religioso y las tensiones étnicas, mientras que diferentes actores
sociales y académicos afirman que el origen de estas nuevas expresiones
violentas se debe a expectativas insatisfechas y a las consecuencias nega-
tivas de los nuevos megaproyectos extractivos en Cabo Delgado.
   Los proyectos extractivos de rubíes en la provincia (distrito de Mon-
tepuez y áreas colindantes), así como la prospección de gas en la cuenca
del río Rovuma y sus consecuencias para la población de la península
de Afungi, así como para los planes de desarrollo de la ciudad de Pem-
ba, crearon expectativas de un futuro mejor entre la población de Cabo
Delgado, que no se están cumpliendo, y que no parece que se vayan a
cumplir tampoco en un futuro próximo. Es lo que Harvey (2005) ha
venido denominando dinámicas de ‘acumulación por desposesión’. En
Cabo Delgado, las comunidades locales están siendo excluidas de los
procesos de toma de decisiones, los beneficios se están concentrando en
manos de unos pocos, las cargas asociadas con las industrias extractivas
colisionan con frecuencia con las normas locales socio-culturales, reli-
                                       525
Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
giosas y ambientales, y se están tensionando conflictos preexistentes. En
este tipo de contextos es más probable que ocurran conflictos violentos
(Grzybowski, 2012).
   En este sentido, más allá de la emergencia en la última década de con-
flictividades entre inversores y comunidades locales resultantes de la falta
de consultas y planes de compensación por los reasentamientos forzosos,
o de disputas sobre los límites geográficos, fronteras y la adquisición de
títulos de uso de la tierra (Mandamule, 2016), desde finales de 2017 se ha
producido un nuevo estallido de violencia armada en Cabo Delgado, que
las autoridades estatales y los medios de comunicación han vinculado al
«bandidaje» y, más recientemente, a una «agresión externa del terrorismo
islamista».
   La vulnerabilidad, la desesperanza y miedo de los sectores populares se
han visto agravados en la primavera de 2019 tras el paso del ciclón Ken-
neth y de otra tormenta tropical que provocó importantes inundaciones,
lo que también plantea la necesidad de poner sobre la mesa las conexiones
entre el cambio climático y otros problemas medio ambientales y el agra-
vamiento de los conflictos. Además de la codicia sobre los rubíes y los
beneficios del gas, la escasez de alimentos para la supervivencia provocada
por estas catástrofes naturales puede ser otro de los factores que ayude a
explicar el surgimiento de las violencias y la actual situación humanitaria.
   En los últimos años, un grupo de jóvenes que se hace llamar “Ansar
al-Sunnah” (denominado “Al-Shabaabs” por la población local) ha desa-
                                       526
Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
fiado la autoridad de las organizaciones islámicas dominantes de la zona
e instituciones del Estado. Este grupo asedió la ciudad de Mocímboa da
Praia y sus alrededores, y atacó varios puestos policiales en octubre de
2017. Posteriormente, los enfrentamientos entre ese grupo y las fuerzas
y cuerpos de seguridad del Estado en asentamientos cercanos a la penín-
sula de Afungi, donde opera la multinacional Anadarko, han continuado
durante 2018 y 2019. Hasta marzo de 2020 se han contabilizado alrede-
dor de 900 muertes (Hanlon, 2020).
   Entre 2019 y 2020, la violencia ha escalado con la internacionalización
del conflicto, y la aparición de nuevos actores armados, como los grupos
internacionales mercenarios o compañías privadas de seguridad (Wagner,
Dick Advisor Group, DAE) que, presumiblemente, están al servicio de
las empresas y del Gobierno Mozambiqueño, así como la re-movilización
de milicias de antiguos combatientes del FRELIMO en Cabo Delgado.
Una de las principales consecuencias de esta escalada de violencia en el
conflicto ha sido el comentado desplazamiento forzado de cientos de
miles de personas que huyen del conflicto y la actual crisis humanitaria
que está viviendo Cabo Delgado.
   Sin embargo, algunos académicos y analistas sugieren que estos episo-
dios violentos pueden estar conectadas a complejas dinámicas históricas,
sociopolíticas, religiosas y de identidad. Unas dinámicas sociales que tam-
bién pueden estar relacionadas con la distribución de recursos y, sobre
todo, con la frustración social ante el incumplimiento de las expectativas
suscitadas por los megaproyectos de hidrocarburos y piedras preciosas,
                                       527
Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
y las pocas ganancias tangibles que las comunidades locales están ob-
teniendo de ellos, cuando no de los perjuicios experimentados. Acadé-
micos mozambiqueños como Yussuf Adam, consideran la connotación
religiosa y étnica del conflicto como una “cortina de humo”, ya que hay
diferentes comunidades étnicas y religiosas involucradas en la insurgencia
violenta. Desde esta perspectiva, las raíces del conflicto se asentarían más
bien en una crisis social de las poblaciones rurales en las que las comu-
nidades se sienten marginadas y abandonadas por un Estado que no les
brinda los servicios ni bienestar.
   Según este autor, estas dinámicas de violencia en Cabo Delgado (opre-
sión, despojo y abandono) se remontan al dominio colonial portugués tardío,
y también a la experiencia de las “aldeas comunitarias” en tiempos del go-
bierno revolucionario poscolonial del FRELIMO. Y hoy en día, en tiempos
de extractivismo transnacional, estas dinámicas volverían a resurgir en forma
de desplazamientos forzosos de las poblaciones para facilitar la extracción de
recursos. Unas operaciones en nombre del «desarrollo», favorables al capital
trasnacional que están siendo llevadas a cabo, la mayor parte de las veces, sin
tomar en consideración su impacto en las condiciones de vida y dignidad de
la mayoría de la población. Infligiendo unos altos niveles de violencia (direc-
ta, cultural y estructural) a la ciudadanía y comunidades del territorio, que
podría llegar a cuestionar la existencia de una paz «formal» en su día a día,
siendo adecuado de caracterizar los escenarios emergentes como «novísimas
guerras» (Moura, 2005), que pueden ser el preludio de episodios más amplios
y complejos de difusión de violencia y conflictividad.
                                       528
Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
   En este sentido, en un contexto de crisis emergente de las sociedades
rurales en los márgenes del Estado, en tiempos de auge del extractivis-
mo transnacional, la percepción de agravios y desigualdades horizontales
(Stewart, 2000; Cramer, 2003), o entre grupos que no tienen una misma
disponibilidad de accesos a recursos económicos, empleos, servicios so-
ciales y participación en la toma de decisiones, parecen ser algunos de los
elementos estructurantes clave que están por detrás de la emergencia y
configuración de este nuevo escenario de violencia. Más allá de la exis-
tencia y confluencia de otros factores relevantes de índole religioso-iden-
titarios, políticos-partidarios, economías ilícitas transfronterizas, la per-
cepción de agravios, desigualdades horizontales y procesos de privación
relativa, así como la falta de perspectivas de futuro, permiten explicar
parcialmente que este grupo (y sus jóvenes integrantes) haya decidido
atacar al Estado y sus instituciones, así como a algunas élites locales vin-
culadas al partido FRELIMO que, a su juicio, se benefician de las nuevas
posibilidades de negocio y que son incapaces de crear mecanismos redis-
tributivos para la población local o de brindar los servicios más básicos a
los sectores que más los requieren.
   4. A modo de conclusión: algunos apuntes para la construcción
   de paz y alternativas de vida en Cabo Delgado
   En definitiva, para desentrañar las relaciones entre los actores arma-
dos que muchas veces quedan ocultas tras las argumentaciones simplifi-
cadoras, se hace más necesario que nunca, nuevas formas de entender los
conflictos armados con análisis más complejos, que distingan las causas
                                       529
Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
de las consecuencias, y que expliquen las dinámicas de las guerras a dife-
rentes escalas y espacios multifactorialmente, y que traten de establecer
los vínculos entre los diferentes actores y los distintos componentes étni-
cos, políticos y económicos de este conflicto armado. En el caso de Cabo
Delgado, falta mucha investigación sobre las conexiones entre actores
internacionales, conflictos neo-extractivistas e insurgencia islámica, pero
también sobre el sufrimiento y el desencanto cotidiano de los seres hu-
manos, y sus narrativas y pequeños relatos, que nos pueden dar muchas
pistas para la construcción de paz (Lederach, 2007, Lederach y Lederach,
2014; Mendia Azkue 2014).
   En la actualidad de Cabo Delgado, todo indica que la tendencia es a
empeorar, a que el conflicto se puede expandir a otras provincias colin-
dantes, al tiempo que paradójicamente, las zonas extractivas de rubíes y
gas se conviertan en enclaves de alta seguridad (zonas tampón), donde
la actividad extractiva transnacional continua al margen, como si nada
aconteciera en las proximidades del territorio. Por otro lado, el Gobierno
de Mozambique y la SADC, en negociación con la comunidad interna-
cional (principalmente la Unión Europea), preparan una respuesta desde
el ámbito securitario militar ante los violentos ataques del supuesto terro-
rismo islámico y una operación humanitaria. Se prepara una intervención
fundamentada en «sus responsabilidades con el otro» ocultando «la exis-
tencia de intereses propios» (Mateos, 2019).
   Sin embargo, estos diagnósticos más complejos y críticos, que exploran
la historia para tratar de comprender quiénes han sido excluidos y quiénes
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Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
privilegiados en este conflicto en Cabo Delgado, deben servir para diseñar
intervenciones de construcción de paz desde el protagonismo de las visio-
nes y de los actores locales y su cotidianidad. Estructuras de poder étnico,
religioso y partidista, asociaciones campesinas y de mujeres, organizaciones
de personas desplazadas por la violencia y por las empresas transnaciona-
les, activistas implicados en la acción humanitaria tienen que organizarse.
Desde la no violencia, la concienciación, la solidaridad, el compromiso y
la cooperación, tienen que convencerse sobre las injusticias sufridas, de
su capacidad de agencia y de su capacidad de construir un proyecto de
convivencia e identidad colectiva compartida, que les proteja de los actores
armados, que supere la victimización, y que sea capaz de generar espacios
de diálogo y deliberación para la paz. No solo para superar la guerra, sino
para afrontar también otras formas de violencia que suelen quedar invisibi-
lizadas (Pérez de Armiño y Zirion 2019).
   Una vez más, el reto está en cómo los actores y las comunidades loca-
les pueden alterar la agenda de las élites nacionales e internacionales foca-
lizadas en las facilidades a las inversiones extranjeras y en la lucha contra
el terrorismo internacional yihadista, y acercar sus posicionamientos al de
los sujetos que están sufriendo el conflicto en primera línea. Igualmente,
el desafío recae en disputar las narrativas dominantes monocausales para
re-enmarcar el análisis y la comprensión compleja del conflicto. Con ello,
además de poner el foco de atención en factores geopolítico «externos»
(regionales e internacionales) del terrorismo yihadista, será posible incor-
porar al análisis los factores estructurantes internos que tienen gran rele-
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Capítulo 14: Estado poscolonial, economía política del desarrollo y construcción de paz
        en África al sur del Sáhara: estudio crítico de las relaciones de poder...
vancia en la potencial evolución de la violencia (exclusión, desigualdades
socioeconómicas, falta de acceso a servicios públicos básicos, desempleo,
falta de perspectivas de futuro…). Todo ello permitiría pensar caminos
de pacificación alternativos a los securitarios-militarizados, desde una
perspectiva de bienestar y desarrollo humano local, reduciendo agravios
y violencias estructurales existentes que pueden ser instrumentalizarse
para alimentar el conflicto.
   En definitiva, los sectores populares, por un lado, están esperando
medidas políticas que faciliten el regreso a las tierras y a las zonas de
pesca donde vivían y trabajaban, que incentiven el empleo, la educa-
ción, la atención sanitaria y que amplíen el acceso a los servicios básicos
(agua, saneamiento…) y públicos del Estado. Y, por otro, confían en
qué, cuando menos, las consecuencias perjudiciales de la explotación
de gas y de los minerales preciosos no afecten a sus tradicionales me-
dios de vida. El bienestar colectivo y la paz de Cabo Delgado tienen
que tomar como referencia estas demandas, y aquellos procesos colec-
tivos locales que planteen la construcción de alternativas de vida para
este territorio.
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       Capítulo 15: As Multinacionais e a Exploração mineira de Carvão de
      Moatize-Moçambique: análise dos efeitos socioeconómicos e ambientais.
                  CAPÍTULO 15
As Multinacionais e a Exploração mineira de Carvão
                  de Moatize-Moçambique:
 análise dos efeitos socioeconómicos e ambientais.
                                                   Bento José Rupia Júnior
                                             Bernardino Cordeiro Feliciano
                                                 Anselmo Panse Chizenga
   Introdução
Moçambique, após sua independência em 1975 experimentou mudanças
nos processos políticos e económicos. Iniciou com a implementação de
socialismo de Estado, alicerçado no centralismo da economia até perto
de 1993, quando, sob imposição das medidas de recuperação macroeco-
nômica por parte do FMI, após 16 anos de conflito armado interno, alte-
rou e enveredou por um modelo político para o pluralismo democrático
com eleições gerais e municipais a serem realizadas com regularidade.
   Esta mudança no processo político e econômico contribuiu para a
abertura da economia nacional para o investimento estrangeiro. A pro-
víncia de Tete, no centro de Moçambique, devido as suas potencialidades
                                    542
         Capítulo 15: As Multinacionais e a Exploração mineira de Carvão de
        Moatize-Moçambique: análise dos efeitos socioeconómicos e ambientais.
em recursos minerais e energéticos, beneficiou desse investimento es-
trangeiro, particularmente no Distrito de Moatize.
   Através da Vale do Rio Doce, empresa brasileira a operar na extracção
desde Setembro de 2011, a Mina de Carvão de Moatize, em Moçambi-
que, produz carvão metalúrgico e térmico e concentra um dos maiores
investimentos do segmento, onde existe uma capacidade de cerca de 22
milhões de toneladas (Vale, 2012).
   Com a presença dos grandes projectos (de investimento), registra-se
crescimento econômico assinalável, mas este ressente-se de desenvolvi-
mento social, tomando como referência sociabilidades do lugar148 das popu-
lações locais de Moatize directamente afectadas – deslocadas compulso-
riamente e privadas de seus modos de vida e lugares de sociabilidade ao
longo do distrito e vila de Moatize pela empresa Vale do Rio Doce (que
representam 2 % da população).
   Como resultado do crescimento do investimento em projectos de mi-
neração, ligados ao investimento directo estrangeiro sob a égide das em-
presas multinacionais, o distrito de Moatize registra, de um lado, um nú-
mero crescente de infraestruturas modernas e sociabilidades modernas
(Giddens, 2007): ao mesmo tempo em que ocorrem dinâmicas socioeco-
nôminas geradas por empresas multinacionais, registra-se o crescimento
da arrecadação de impostos e obtenção de divisas ligadas à produção das
148 Tomam-se como referência os conceitos de local e lugar desenvolvidos por Escobar
(2007). O primeiro refere-se ao espaço físico concebido na lógica de globalização eco-
nômica, enquanto o segundo refere-se a formas de ser e estar específicas do lugar.
                                        543
        Capítulo 15: As Multinacionais e a Exploração mineira de Carvão de
       Moatize-Moçambique: análise dos efeitos socioeconómicos e ambientais.
empresas por parte do governo e a empregabilidade dos expatriados e
parte da população local.
   Por outro lado, ao mesmo tempo em que tomam a dianteira o avanço
das frentes de exploração mineira das empresas multinacionais, na esfera
do lugar ocorrem desmembramentos e dissolução das formas de vida e
modos de subsistência da população local, pois parte dos lugares onde
ocorre a extracção mineira era ocupado pela população local ou neles
eram praticadas diferentes actividades de sua subsistência (agricultura,
olaria, artesanato, pesca, pastorícia, colecta de capim e lenha, venda iti-
nerante de objetos e crédito para celulares, etc.). Essas actividades de
subsistência eram associadas à localização próximo das zonas urbanas,
as quais permitiam que aquelas fossem alternadas a empregos formais
ou sazonais na vila de Moatize e cidades próximas, ou mesmo comer-
cialização de excedentes de produção ao longo das principais vias de
escoamento.
   Portanto, com a entrada das empresas multinacionais as formas «hí-
bridas» de sociabilidade e subsistência da população local tomaram outras
dinamicidades implicadas com o deslocamento compulsório, a especulação
imobiliária e o aumento do custo de vida em Moatize, influenciando so-
bremaneira o desenvolvimento social em Moatize.
   Esse fenômeno provoca a limitação de liberdades substantivas (Sen,
2000) com a desterritorializacão das comunidades locais atingidas, o que
afecta o tecido social e a economia local, quando se registra o crescimen-
                                     544
        Capítulo 15: As Multinacionais e a Exploração mineira de Carvão de
       Moatize-Moçambique: análise dos efeitos socioeconómicos e ambientais.
to de infraestruturas, pequenas e médias empresas nacionais, consulto-
rias, novas actividades de geração de renda, trabalho e emprego.
   O critério usado para a leitura alicerçou-se na análise de conteúdo de
entrevistas semiestruturadas (Gil, 2006: p. 104) administradas a grupos
populacionais amostrais a 130 agentes eleitos de forma sensivelmente
aleatória de um universo de 10 mil, com a finalidade a captar as percep-
ções dos efeitos do projecto na sua vida social, econômica e ambiental.
Os traços presentes no discurso e nas acções apontam para a presença
de imposições de força de condições de vivência que não coincidem
com os anseios das comunidades implicadas nos processos de reassen-
tamento originados pela implantação do projecto de extracção mineira
de carvão.
   Situação social de um país heterogêneo
   e economicamente condicionado
   De acordo com dados do Instituto Nacional de Estatística, a popu-
lação Moçambicana é de cerca de 26 milhões de habitantes distribuídos
irregularmente pelas 11 províncias.
   No sentido norte-sul as províncias correspondem a uma localização
geográfica específica e são as seguintes: Cabo Delgado, Niassa, Nampula,
Zambézia, Tete, Manica, Sofala, Gaza, Inhambane e Maputo; a província
de Maputo, a capital do país, subdivide-se em Maputo Cidade e Maputo
Província. As três primeiras províncias localizam-se a norte do país, as
três seguintes na região central e as restantes no sul do país. Cada provín-
                                      545
        Capítulo 15: As Multinacionais e a Exploração mineira de Carvão de
       Moatize-Moçambique: análise dos efeitos socioeconómicos e ambientais.
cia corresponde a uma divisão territorial, administrativa e municipal. Em
média, as províncias de Nampula e Zambezia são as mais numerosas do
país e agregam cerca de 40 % da população (INE, 2015).
   Os dados históricos dos censos e das projeções demográficas mostram
uma tendência crescente no que diz respeito à evolução populacional de
Moçambique. Contudo, os dados recentes referem que do universo po-
pulacional que compõe a população moçambicana, 68.2 % da população
é rural (INE, 2015), e o crescimento da população urbana tem sido lento.
   Nota-se um aumento da população em todos os grupos de idades
para ambos os sexos. Esse aumento pode ter sido influenciado pelas ele-
vadas taxas de fecundidade e pela redução gradual da mortalidade. Essas
populações têm a prática da agricultura de sequeiro e do emprego de
técnicas não modernizadas de produção e comercialização de seus exce-
dentes como principais actividades de subsistência.
   Moçambique apresenta uma população bastante jovem: em torno de
64  % da população situa-se entre 0-24 anos, uma tendência típica de
países em desenvolvimento, o que lança enormes desafios ao governo
no sentido de garantir acesso aos serviços básicos de educação e saúde.
   A taxa de analfabetismo em adultos é de 50,4 %; deste universo,
as províncias de Inhambane, Manica e Sofala têm uma taxa acima de
40 %, e nas restantes províncias a norte, incluindo a província de Tete,
a taxa de analfabetismo situa-se a cima de 55 % (INE, 2007). Essa
tendência vem a confirmar os resultados do trabalho que constatou a
                                     546
       Capítulo 15: As Multinacionais e a Exploração mineira de Carvão de
      Moatize-Moçambique: análise dos efeitos socioeconómicos e ambientais.
existência de assimetrias regionais no acesso às oportunidades sociais
e a serviços básicos, sendo as populações do norte do país as mais vul-
neráveis (PNUD, 2008).
   Estudos sobre a evolução da pobreza em Moçambique, com base nos
resultados do censo (1997, 2007 e 2010), revelam que ao longo dos úl-
timos anos, mesmo com a entrada de projectos de investimento directo
estrangeiro, a incidência da pobreza tende a crescer, tal como mostra o
Gráfico seguinte:
    Gráfico 1: Evolução do empobrecimento da população.
    Fonte: MOSCA, 2014.
   Do ponto de vista social e cultural a população moçambicana apre-
senta um mosaico de raças, culturas, línguas e religiões. A língua portu-
guesa é a oficial do Estado; além do português apontam-se 16 principais
línguas mais usadas diariamente, sendo a língua Emakhuwa com 26 %, o
Xichangana com 11 %, Português com 9 % e o Elomwe com 8 %; além
dessas línguas, existe mais de cem dialetos, e cada um desses universos
                                     547
        Capítulo 15: As Multinacionais e a Exploração mineira de Carvão de
       Moatize-Moçambique: análise dos efeitos socioeconómicos e ambientais.
linguísticos «encerra a sua filosofia e uma cultura» (Mazula, 2000).
   As questões da «raça», da «tribo» e da «etnia» têm percorrido a história
de Moçambique desde a origem do(s) Movimento(s) de Libertação até a
atualidade.
   Desde a Independência que a questão linguística não é ignorada, mas
a linguagem das etnias foi marginalizada e combatida através da palavra
de ordem «abaixo o tribalismo», utilizada no período após a indepen-
dência. Por sua vez, os discursos identitários da etnicidade para acesso e
partilha do poder intensificaram-se desde a década de 1980, naquilo que
alguns autores chamam aritmética étnica (Graça, 2005).
   No concernente à religião, dados do INE (2007) revelam que 25,2 %
da população é católica, 21,7 % professa a religião Siao/Zione, 17,7 %
da população é muçulmana, enquanto 8 % é protestante, pentecostal ou
evangélica e 17,7 % não professa nenhuma religião.
   A localização junto à costa coloca o país em vantagens estratégicas
do ponto de vista de rentabilidade das vias de acesso ferroviárias e rodo-
viárias na importação e exportação de mercadorias em relação aos países
vizinhos, mais para o interior e sem acesso direto à costa.
   Entretanto, devido a questões climáticas e de relevo (inclinação para a
costa) na região, à época chuvosa na região sul do continente tem sido desas-
trosa para o país: as populações têm sido vulneráveis a cheias e inundações
resultantes do aumento do caudal dos rios, que tende a desaguar no oceano,
razão pela qual na época chuvosa (nos meses de dezembro a março) o país é
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        Capítulo 15: As Multinacionais e a Exploração mineira de Carvão de
       Moatize-Moçambique: análise dos efeitos socioeconómicos e ambientais.
propenso a cheias com grandes impactos sociais e econômicos.
   No distrito de Moatize, localiza-se uma das maiores bacias de carvão
mineral, com uma reserva de 350.000.000 a 400.000.000 toneladas, o que
faz dela uma das maiores do mundo (DNG, 2004).
   Devido às demandas energéticas para a produção de energia e para a
indústria térmica, Moatize constitui fonte de atracção de grandes empre-
sas, multinacionais, cria oportunidades únicas para que se desenvolvam
sinergias entre o setor público e privado capazes de garantir o sucesso na
luta pelo desenvolvimento de Moçambique.
   Trata-se de uma região que poderá ser autossustentável, autofinan-
ciável e contribuir de forma expressiva para o desenvolvimento do país.
   Neste caso, a região de Moatize é vista como uma unidade de análise
distinta e espaço de realização de acções e programas de desenvolvimen-
to interconectado com diferentes escalas de poder e gestão. Ou seja, so-
bre a região, como parte de um todo, actuam diferentes escalas de poder
na realização de projectos e programas.
   Dinâmicas sociais e econômicas ocasionadas pelo incremento
de projectos de desenvolvimento no Moatize
   O distrito de Moatize, localizado na província de Tete, região cen-
tro de Moçambique possui um potencial de carvão mineral que fazem
dela uma das dez maiores reservas mundiais da commoditie (Marques,
2015), em torno de 23 bilhões de toneladas de reservas de carvão mi-
                                      549
        Capítulo 15: As Multinacionais e a Exploração mineira de Carvão de
       Moatize-Moçambique: análise dos efeitos socioeconómicos e ambientais.
neral, considerado um dos melhores carvões de classe mundial (Hu-
man Right Watch, 2013).
   A exploração carbonífera em Moatize tem um lastro histórico de
mais de um século, desde meados do século XIX, durante a vigência
do regime colonial português quando mercê de constatações visu-
ais – ocorrência do carvão na superfície – em diferentes locais do
distrito de Moatize e regiões circunvizinhas, a administração colonial
encomendou uma série de estudos com vista a apurar com exatidão
a quantidade, qualidade e o teor de mineralizações (cinzas e teor de
carbono) do carvão ali existente.
   Os resultados foram promissores, o que justificou o incremento de
projectos mineiros, abertura de vias de acesso, redes de transporte ferro-
viário e comunicação, importação de maquinário com vista a exploração
e comercialização de carvão mineral.
   Em todas as circunstâncias e fases de exploração que precederam
a empresa Vale, a mineração marcou sobremaneira a dinâmica so-
cial em Moatize com diferentes escalas, magnitudes e alguns casos
com episódios extremos marcado por acidentes laborais, entre ou-
tros. Contudo, com a instalação da Vale, os estudiosos classificam a
exploração das dinâmicas da mineração em fases distintas, de acordo
com o tipo de mineração em causa, i.) a mineração subterrânea, desde
finais do século XIX até a primeira metade da década de de 1980 e;
ii.) a mineração ao céu aberto à partir de 2007 até actualmente, com
                                     550
        Capítulo 15: As Multinacionais e a Exploração mineira de Carvão de
       Moatize-Moçambique: análise dos efeitos socioeconómicos e ambientais.
a instalação e funcionamento da empresa Vale e outros projectos de
investimento (Feliciano, 2016; Chizenga, 2020).
   Nos diferentes momentos da exploração carbonífera, a mineração se
fez acompanhar de um conjunto de efeitos sociais e ambientais, alguns
dos quais considerados indesejados, mas intimamente implicados à ex-
ploração mineira: concentração e combustão de gás metano no interior
da lavra; contaminação de fontes de água, limitação nos espaços de deslo-
camento e actividades humanas, deslocamentos compulsórios, migrações
(in)desejadas, inflacção imobiliária, entre outros. Todos estes factores, no
seu conjunto geram dinâmicass sociais heterogéneos com «efeitos der-
rame», no sentido em que eles extrapolam o espaço físico e o horizonte
histórico onde ocorre a exploração, em benefício do capitalismo e preju-
ízo do ambiente (Marques, 2015).
   Fazendo uma cartografia social sobre distintas fases da mineração e
seu efeito social, durante a fase de mineração subterrânea – finais do sé-
culo XIX até a primeira metade da década de 1980 –, por mais que este
tipo de mineração seja considerada a que gera menos efeitos sociais inde-
sejados, o histórico de sua exploração mineira em Moatize, revela dados
interessantes, os relatos da ocorrência intermitentes de acidentes laborais
que ceifaram vidas de trabalhadores negros durante os trabalhos na mina,
o que fez com que parte dos nativos de Moatize e/ou arredores, tives-
sem pouco interesse com os trabalhos na mina; os empregos na mina,
o trabalho assalariado, as relações monetarizadas e o poder de compra
dos mineiros colocando em causa as formas e relações de poder social
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        Capítulo 15: As Multinacionais e a Exploração mineira de Carvão de
       Moatize-Moçambique: análise dos efeitos socioeconómicos e ambientais.
e culturalmente estabelecidas; a coexistência de relações étnico-raciais e
o privilégio que recaia sobre uma minoria social branca ou de pele clara
(mulato ou mestiço) deixou marcado, no tecido social, a relação de po-
der e privilégios para uma minoria branca ou de pele clara e a serventia/
dominação sobre a maioria negra, o que era notório também nos postos
de emprego ocupado por brancos e negros na mina; pelo nível de co-
nhecimento técnico e de normas laborais, nunca se colocava em questão
a poluição da água, ar, solos e sonora, mesmo que em níveis menores,
assim como a violação do período laboral.
   Como se observa, apesar da relativa neutralidade social da mineração
subterrânea enquanto um evento regido por técnicas de exploração mo-
dernas, maquinário industrial, investimentos avultados, na verdade, este
modo de proceder, definia à partida, suas vítimas sociais: a população
negra sem nenhum nível de instrução, detentora do trabalho braçal, as-
sumindo todo o risco de acidentes e mortes no interior da mina; as mu-
lheres e crianças constantemente sujeitas a se tornarem viúvas e órfãos,
assim como a grande maioria negra constantemente tornada minorias
social, pois as relações sociais e privilégios eram racialmente marcadas.
   Recentemente, com a entrada da empresa Multinacional de origem
brasileira, Vale do Rio Doce, ou simplesmente Vale Moçambique, ela
inaugurou a nova fase da mineração, a mina ao céu aberto que se faz
acompanhar de um conjunto de efeitos sociais em diferentes esferas so-
ciais, causando expectativas, deslocamentos compulsório, perda de fon-
tes de renda e subsistência, perda de formas alternativas de medicina,
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        Capítulo 15: As Multinacionais e a Exploração mineira de Carvão de
       Moatize-Moçambique: análise dos efeitos socioeconómicos e ambientais.
dissolução das relações de poder e autoridade, aumento da prostituição,
surgimento de acções de contestação com novos repertórios e gramá-
ticas, convertendo suposto beneficiários em sacrificados para o cresci-
mento económico do país, desvios e contaminação de fontes vitais de
compartilhadas água, ar, solos.
   A instalação da empresa Vale, levou ao deslocamento compulsório da
população dos bairros de Chipanga, Mithethe, Nhancolo, Malabwe e um
número específico das famílias do bairro de Bagamoyo, outrora localiza-
das na zona de influência directa do empreendimento.
   No momento foram registradas cerca de 1800 famílias que seriam
reassentadas. Desse universo, 1365 famílias foram reassentadas nas zonas
construídas pela empresa Vale, outras 254 famílias tiveram o pagamen-
to em dinheiro e outras 107 famílias optaram pela indenização assistida
para a compra ou construção de outra habitação, que actualmente se
envolvem em diferentes embates/contestações com a empresa. Para ilus-
tração, atenda-se a tabela com dados do número de famílias reassentadas
e a sua proveniência:
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        Capítulo 15: As Multinacionais e a Exploração mineira de Carvão de
       Moatize-Moçambique: análise dos efeitos socioeconómicos e ambientais.
                         No de                 No de
     Bairro/
    Localidade         domicílios            domicílios            Total
                           2006                 2007
     Chipanga               842                  30                 872
     Mithethe               350                  16                 366
     Malabwe                 68                  11                 79
    Bagamoyo                 32                  16                 48
      Total                1292                  73                1365
   Quadro 1: Domicílios registrados nas zonas de origem.
   Fonte: Chizenga, 2016.
   Parte representativa das famílias reassentadas pela empresa Vale, foi
dividida em dois perfis sociais, um urbano e outro rural.
   A diferenciação do perfil social dos reassentados foi acompanhado de
diferentes formas de compensação, as famílias com perfil social urbano, re-
ceberam casas de alvenaria de diferentes tipologias com acesso a água potável
e luz na zona urbana (reassentamento de 25 de setembro), direito a receber
1 hectare de terra em outro lugar, construção de uma escola primária, mer-
cado, campo desportivo e o projecto de construção de uma escola do ensino
técnico-profissional e um posto policial no interior do reassentamento; já
as famílias reassentadas na zona rural (reassentamento de Cateme), tiveram
direito casas de diferentes tipologias, direito a 2 hectares de terra, um posto
policial, uma escola primária e secundária com um centro internato, um cen-
tro de saúde com casa mãe espera, mercado local, campo desportivo.
                                       554
        Capítulo 15: As Multinacionais e a Exploração mineira de Carvão de
       Moatize-Moçambique: análise dos efeitos socioeconómicos e ambientais.
   Ambas comunidades reassentadas, beneficiaram ainda de uma série de
actividades de rendimento financiadas pela empresa Vale.
   Dentre os projectos contabilizam-se 322 famílias beneficiárias da avi-
cultura; 282 na produção de rações; 140 na agropecuária; 2 na produção
de sabão artesanal; 12 na actividade de costura e bordados e 180 em
diversos outros cursos técnico-profissionais, somando cerca de 700 fa-
mílias beneficiárias das actividades de geração de rendimento financiadas
pela Vale. Todavia, desde a instalação da Vale, a onda contestatária dos
diferentes segmentos afectados pela empresa vem tomando a dianteira
(Selemane; Mosca, 2011; Human Right Watch, 2013; Matos, 2015; Feli-
ciano, 2016; Chizenga, 2016), o que permite indagar sobre como os su-
postos beneficiários do «desenvolvimento» se rebelam, contestam contra
o que está/ supostamente deveria «lhes beneficiar”?
   As contestações em torno da Vale são protagonizadas, na sua maio-
ria, pelos diferentes segmentos sociais por ela afectadas, os reassentados
–considerados principais beneficiários pela presença e pelos projectos
de geração de renda–, os oleiros, agricultores, pescadores, catadores de
lenha, carvão, areia, criadores de gados, entre outros.
   Estes diferentes segmentos sociais e suas diferentes actividades de sub-
sistência foram afectados por se localizarem em áreas de implantação da
mina e do raio dos riscos de empreendimentos - zona de influência directa.
   A onda contestatória revela a existência de um momento crítico, da
«quebra do gelo”/esgotamento da «diplomacia silenciosa» entre as partes
                                      555
        Capítulo 15: As Multinacionais e a Exploração mineira de Carvão de
       Moatize-Moçambique: análise dos efeitos socioeconómicos e ambientais.
envolvidas. Chamamos para o centro de análise o cenceito de «operações
críticas» desenvolvida pela Sociologia pragmática da crítica (Boltanski,
2009), no sentido em que, no contexto de disputas entre distintos seg-
mentos sociais, os actores envolvidos colocam em jogo um conjuntos
de enunciados para legitimar suas críticas, estas críticas enquadram-se
dentro do «que é pertinente para o argumento é a reflexividade’ e que
‘operações de acumulação e cálculo» sejam ‘requeridas para culpar e cri-
ticar’ (Boltanski e Thévenot, 1991).
   Axel Honneth, na sua gramática afirma e reconhece que no ambito
das relações sociais e institucionais,
   existe, porém, no centro da vida moderna uma permanente tensão,
   um permanente processo de luta, porque nesta nova forma de organi-
   zação social há, de um lado, uma busca individual por diversas formas
   de auto-realização e, de outro, a busca de um sistema de avaliação
   social (Honneth, 2003: p. 204).
   O autor da Alemanha ainda acrescenta que,
   essa espécie de tensão social que oscila permanentemente entre a am-
   pliação de um pluralismo valorativo que permita o desenvolvimento
   da concepção individual de vida boa e a definição de um pano de
   fundo moral que sirva de ponto de referência para avaliação social da
   moralidade faz da sociedade moderna uma espécie de arena na qual
   se desenvolve ininterruptamente uma luta por reconhecimento: os di-
   versos grupos sociais precisam desenvolver a capacidade de influen-
                                     556
       Capítulo 15: As Multinacionais e a Exploração mineira de Carvão de
      Moatize-Moçambique: análise dos efeitos socioeconómicos e ambientais.
   ciar a vida pública a fim de que sua concepção de vida boa encontre
   reconhecimento social e passe, então, a fazer parte do sistema de re-
   ferência moral que constitui a auto compreensão cultural e moral da
   comunidade em que estão inseridos (Honneth, 2003: p. 209).
   Na esteira deste autor, o investimento perpetrado no Moatize pelas
mineradoras lideradas pela brasileira Vale do Rio Doce tem uma relação
relativamente pouco coincidente entre as expectativas comunitárias que
receberam a «boa notícia» das possibilidades que o projecto produziria na
racionalidade econômica dos grupos domésticos.
   Tal como afirma Pierre Bourdieu, numa leitura das consequências da
acção neoliberal, olhando para os efeitos sobre as comunidades,
   O fundamento último de toda esta ordem económica colocada sob o
   signo da liberdade é, com efeito, a violência estrutural do desemprego,
   da precariedade e da ameaça de despedimento que ela implica: a con-
   dição do funcionamento «harmonioso» do modelo micro-económico
   individualista é um fenómeno de massas, a existência do exército de
   reserva dos desempregados (2000b: p. 6).
   Na teoria social, a sociologia pragmática além da sua aplicação no es-
tudo de contestação social, ao mesmo tempo que propõe,
   um modelo que permite compreender como os atores se fixam para
   definir a situação, invocando os registros e os repertórios convencio-
   nais e transituacionais da justificação, orientados para o bem comum,
   que apresentam os instrumentos de equivalência necessários para se
                                     557
        Capítulo 15: As Multinacionais e a Exploração mineira de Carvão de
       Moatize-Moçambique: análise dos efeitos socioeconómicos e ambientais.
   colocarem de acordo sobre a grandeza relativa assim que se engajem
   em suas provas e se apoiem sobre os objetos e coisas integradas nos
   dispositivos. Esses dispositivos heterogêneos – resultado de provas
   passadas e que estabelecem a situação– podem, igualmente introduzir
   novas provas e engendrar transformações sociais em dimensões que
   ultrapassem a situação e subvertem, duradouramente, o mundo –para
   melhorá-lo ou piorá-lo– (Vandebergue, 1996: p. 339).
   Como se observa, a condição epistemológica para compreender os
momentos em que as críticas e justificações emergem, passa por recon-
hecer e assumir a capacidade crítica e o agenciamento dos atores sociais
e suas competências reflexivas, como no empírico em análise, o desloca-
mento das comunidades afectadas e seus momentos conturbados.
   Desde o início e houve uma série de questões em pauta que tomaram
a dianteira na esfera pública, questões ligadas à escolha do «local ideal»
e consesual aprovado pela comunidade para o seu reassentamento, na
medida em que a exploração de carvão em céu aberto implicava deslocar
as comunidades populacionais dos lugares onde habitavam pois aí se si-
tuavam as maiores jazidas a explorar; a qualidade das casas; a existência
e qualidade de serviços sociais prestados; o incumprimento das promes-
sas de doação alimentos por determinado período; a improdutividade
de «novas» machambas; falta de emprego; questões tradicionais ligadas ao
tratamento de locais sagrados (cemitérios) e exumação de corpos de en-
te-queridos.
                                     558
        Capítulo 15: As Multinacionais e a Exploração mineira de Carvão de
       Moatize-Moçambique: análise dos efeitos socioeconómicos e ambientais.
   Vale frisar que este empreendimento de dimensões capitalistas pro-
duziram no seio das comunidades locais expectativas de melhoria das
condiçes de vida, por força da narrativa política e das acções discursivas
da mídia.
   Inicialmente, estas questões assumiram a forma verbal e, mais adian-
te regeneraram em acções de protesto, insatisfação e na esfera pública.
As acções visíveis desta contestação se verificaram em janeiro de 2012,
quando em torno de 500 pessoas reassentadas pela Vale em Cateme e 25
de Setembro, bloquearam a linha férrea, principal via de escoamento de
carvão mineral para o porto da Beira. Um ano mais tarde, em abril de
2013, as contestações tomaram a dianteira, desta vez,
   o conflito degenerou na paralisação, por parte das populações mani-
   festantes, do comboio [trem] que transportava o carvão da Vale pelo
   Corredor da Beira. Cerca de quinhentas pessoas barricaram e obstruí-
   ram as vias de acesso ferroviária e rodoviário na zona de Cateme, exi-
   gindo do Governo e da empresa Vale o cumprimento de uma série de
   promessas do pacote de reassentamento, relacionadas com o acesso à
   água, terra fértil, saúde, energia e habitação melhor (CIP, 2014: p. 02).
   Como se observa, a pauta acima arrolada –qualidade das casas, o aces-
so aos serviços básicos, machambas improdutivas– foram apontados como
problemas que geraram a revolta social dos reassentados.
   No concernente à qualidade das casas, este pressuposto foi tomado
pela população contestar a durabilidade das mesmas, na medida em que
                                      559
        Capítulo 15: As Multinacionais e a Exploração mineira de Carvão de
       Moatize-Moçambique: análise dos efeitos socioeconómicos e ambientais.
algumas casas do reassentamento encontram-se em nível de degradação
elevado e apresentavam rachas e fissuras, o que criava um espetro de
insegurança e comodidade para as famílias que nelas passaram a morar.
   A situação referida pode ser notada, à titulo de ilustração nas seguin-
tes narrativas dos entrevistados:
   Está a ver essa casa aqui, quando chove entra água de todos os lados, é
   de cima, de baixo e das paredes, não tem lugar seguro dentro de casa.
   Essa racha aqui [apontando para a rachadura sobre a parede de sua
   casa], a pessoa quando está dentro consegue ver o que está aqui fora,
   temos medo de mudar de roupa mesmo dentro de casa, senão aquele
   que está a passar da rua pode nos ver [as pessoas que estavam a volta
   riram], é casa isso? Veja aquela casa [apontando para a casa vizinha],
   quanto tempo vai durar a casa? Não vai desabar sobre nós? Um dia
   posso sair e voltar enquanto meus filhos já estão mortos porque a casa
   desabou [...], a pessoa não pode ficar feliz e dançar na sua própria casa,
   senão a casa vai dançar também [estremecer], são esses os problemas
   que a Vale nos criou com o apadrinhamento do governo (Excertos de
   entrevista 26, abril de 2015).
   Ademais, fora a qualidade das casas, o acesso às terras férteis é um
dos pontos de contestação, pois a compensação pela machamba deveria
incluir dois hectares de terra para o cultivo, que seriam usados de forma
alternada, entanto que agricultura de sequeiro.
   Todavia, até princípios do ano de 2013 as famílias tinham recebido
                                     560
        Capítulo 15: As Multinacionais e a Exploração mineira de Carvão de
       Moatize-Moçambique: análise dos efeitos socioeconómicos e ambientais.
apenas um hectare, depois de sucessivas contestações dos reassentados
em exigir o segundo hectare de terra prometido à população e as queixas
da falta produtividade do primeiro hectare de terra, as famílias reassen-
tadas receberam o valor monetário de 119 mil meticais de compensação
para a «compra» de uma machamba.
   Apesar do pagamento de 119 mil meticais para a «compra» do segun-
do hectare, algumas famílias tiveram muito mais tarde e outras acabaram
aplicando o dinheiro para outros fins, o que levou a perda de autonomia
e subsistência alimentar. Na mesma senda, outras famílias contestam pela
morte do gado e de animais de criação e a falta de pastagens. De facto,
a grande perda sofrida pela população foi a perda material e simbólica
do território e seus «recursos» e, com isso a perda de agenciamento e
capacidades de assumir, como sujeitos activos, as rédeas de suas vidas e
destinos.
   Como se observa na prática, a perspecyiva da teoria do pós-desenvol-
vimento é a que, até certo ponto, responde aos processos de subversão
e contestação ao «desenvolvimento», feita pelas famílias afectadas pela
empresa Vale, pois a posição das famílias, desvela a lógica de que o «de-
senvolvimento» está articulado ao campo do discurso e o regime domi-
nante de saber/poder.
   A ideia de «desenvolvimento» e sua relação com o regime saber/po-
der, revela-se à partir da inteiração com outros actores integrantes no
embate, sobretudo a empresa Vale (proprietária do empreedimento mi-
                                      561
        Capítulo 15: As Multinacionais e a Exploração mineira de Carvão de
       Moatize-Moçambique: análise dos efeitos socioeconómicos e ambientais.
neiro) e o Estado/governo (que autoriza a instalação dos empreendi-
mentos de «desenvolvimento», quem desenha e implementa políticas de
desenvolvimento), partes interressadas no investimento de carvão.
   A afirmação de que «teve desenvolvimento» em Moatize é apresen-
tada com base em dados estatísticos de emprego, nível de formação/
qualificação da mão-de-obra, infraestruturas, realizações, entre outros.
   Com a entrada em funcionamento do projecto da Vale em 2011 cres-
ceu a procura de emprego na empresa e nas suas subcontratadas (Vale,
2014). Dados do governo distrital de Moatize, revelam que no período
compreendido entre 2011-2015 a empresa Vale foi o principal responsá-
vel pelo aumento do número de emprego em Moatize, tal como mostra-
mos a seguir:
   Gráfico 1: Evolução da mão-de-obra directa na empresa Vale.
   Fonte: Feliciano, 2016.
                                      562
        Capítulo 15: As Multinacionais e a Exploração mineira de Carvão de
       Moatize-Moçambique: análise dos efeitos socioeconómicos e ambientais.
   O gráfico anterior mostra que a Vale teve um impacto directo e com
grande recupercução no emprego formal. Além de empregos directos na
empresa, fazem-se menção ao número de empregos gerados nas empre-
sas subcontratadas e nos fornecedores locais de bens e serviços.
   Os dados apresentados no gráfico, mostram que o número de em-
prego não é linear e a sua tendência está relacionada aos «momentos»
particulares que a empresa atravessava: no período compreendido entre
2006-2009 (fase da implantação da empresa), o número de empregos
directos criados varia e passa de 38 em 2006 para 77 em 2009.
   Nesta fase, a prospecção da mina, o número de empregos é menor,
mas as compentências são mais técnicas, pois se tratava de pesquisa e
estudos de viabilidade e implantação. Ja na fase subsequente, 2009-2011,
o número tende a crescer, em relação à fase anterior.
   O maior número de mão-de-obra era local e não especializada, impli-
citamente ligado ao «momento da mineração» – a desocupação da zona
da implantação da mina, construção de infraestruturas e trabalhos pou-
co especializados – pedreiros, carpinteiros, estivadores, motoristas, entre
outros.
   Depois de 2011 – com o início da produção da mina - até actual-
mente, apesar da tendencia crescente do número de empregos directos
na Vale, nos anos iniciais, a tendência registada não foi a mesma nos
anos subsequentes, por conta da crise financeira, instabilidade políticas
no país e ainda, a tendência/volatilidade do preço de carvão no mercado
                                      563
        Capítulo 15: As Multinacionais e a Exploração mineira de Carvão de
       Moatize-Moçambique: análise dos efeitos socioeconómicos e ambientais.
internacional, associado aos questionamentos do uso do carvão e seus
efeitos no aquecimento global; ainda assim, pode se acrescer a contexto
da pandemia da covid-19, que reduziu a procura do carvão mineral pelas
economias globais, a China sobretudo, e a consequente redução da mão-
-de-obra nas minas de Moatize.
   Como se observa, a instabilidade do número de empregos, deixa por
terra a hegemonia dos números (dados estatísticos), das infraestruturas
(sua qualidade), entre outros, para aferir o «desenvolvimento».
   Portanto, do ponto de vista discursivo, o «desenvolvimento» é relan-
çado, confirmando e legitimado pelos proponentes do projecto, estabe-
lecendo uma relação directa com elementos/variáveis e indicadores que
eles próprios pretendem destacar.
   Corroborando com Foucault (1996), a unidade do discurso junto aos
seus objectos, a sua distribuição, o jogo de suas diferenças, proximidade
e afastamento não é regida por uma configuração ou forma, «mas um
conjunto de regras que são imanentes a uma prática e a definem em sua
especificidade» (Foucault, 1996: p. 57).
   A partir deste ponto se depreende que as «formas históricas assumi-
das pelas práticas discursivas» estão em jogo no «discurso de desenvol-
vimento». O que está em pauta na discursividade do «desenvolvimento»
é o facto dele constituir «forma naturalizada de sonhar, de pensar e de
ser», consequentemente, «designação da África, Ásia e América Latina
[das famílias afectadas pela Vale] como subdesenvolvidos [massa de gen-
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        Capítulo 15: As Multinacionais e a Exploração mineira de Carvão de
       Moatize-Moçambique: análise dos efeitos socioeconómicos e ambientais.
te carenciada à espera da boa vontade da empresa] tem profundo efei-
tos simbólicos e materiais» (Escobar, 2010: p. 22. Tradução livre), o que
é visível se fizermos um rastreio das famílias afectadas, com diferentes
perfís sociais, sendo na sua maioria de agricultores que combinavam agri-
cultura de subsistência a outras actividades de rendimento como a ola-
ria, pesca, criação de gado, produção artesanal de esteiras, peneiras que
eram comercializados nos mercados locais, comércio informal, biscates
instatâneos, entre outros, que compunham a economia diversa (Gibson-
-Grahan, 1996; 2011), actualmente convertidos em massa de beneficiá-
rios dos projectos da Vale.
   Todavia, o deslocamento compulsório das famílias, afectou também
outros segmentos sociais, redes de amizades, familiares e bairros circun-
vizinhos com quem mantiam relações sociais, o que evidência a relação
específica com o território e suas diferentes linha de interação, na medida
em que ele [o território] «é constituído de vários espaços sociais e, inclu-
sive, poderíamos considerar que é uma multiplicidade ilimitada [...] um
conjunto inumerável [que] se interpenetram e se justapõem» (Lefebvre,
2013: p. 142 – tradução livre).
   A desterritorialização das famílias, como resultado a instalação da em-
presa Vale e sua associação ao desenvolvimento, não teve em conta a
especificidades e realidades socioantropológicas das famílias afectadas,
na medida em que suas formas de organização social, reprodução, fontes
de geração de renda e subsistência, as redes familiares e de relações eram
territorialmente enraizadas, tal como revela a conversa de campo:
                                      565
        Capítulo 15: As Multinacionais e a Exploração mineira de Carvão de
       Moatize-Moçambique: análise dos efeitos socioeconómicos e ambientais.
   Nós lá tínhamos muita experiência de viver, por exemplo, para cul-
   tivar, estávamos a escolher se vamos cultivar mapira, milho ou me-
   xoeira ou se não teve produção poderia ir comprar arroz ou farinha
   no mercado; para fazer muliwa [molho], poderia ir tirar na machamba
   se fosse couve, folhas de batata doce, folhas de mandioca, folhas de
   feijão nhemba, folhas de abobora; se quisesse verdura podíamos ir no
   rio pescar pende [peixe], ou ir no mato caçar Mbewa [espécie de rato
   comestível na região], ou tirar da criação, se é que a pessoa está a criar
   [...] tudo isso, se não tivessemos aqui, por exemplo podíamos ir para
   Catete ou em Mithethe levar ou comprar lá mesmo e, eles também
   podiam vir aqui (Excertos da Entrevista 9, Moatize, junho de 2018).
   O que a apresentação anterior mostra é que suas formas de viver, ac-
tividades de subsistência e de geração da renda, redes familiares e sociais
e o conjunto de relações territoriais ficaram ofuscadas com a incremen-
tação da mineração e a lógica desenvolvimentista a ela associada, o que
revela que a experiência com o «desenvolvimento» não está alinhado com
a visão dos proponentes, Estado e Empresa e seu optimismo em relação
a melhoria do bem estar social, resultante dos ganhos económicos da
mineração. No entanto, fica evidente na prática que,
   as condições de participação social baseiam-se na herança social. O
   acúmulo de bens simbólicos e outros estão inscritos nas estruturas do
   pensamento (mas também no corpo) e são constitutivos do habitus
   através do qual os indivíduos elaboram suas trajetórias e asseguram a
   reprodução social. Esta não pode se realizar sem a ação sutil dos agen-
                                     566
       Capítulo 15: As Multinacionais e a Exploração mineira de Carvão de
      Moatize-Moçambique: análise dos efeitos socioeconómicos e ambientais.
   tes e das instituições, preservando as funções sociais pela violência
   simbólica exercida sobre os indivíduos e com a adesão deles (Bour-
   dieu, 1971).
   Todavia, a percepção e sentido do «desenvolvimento» e sua conotação
positiva não é linear para os segmentos afectados e, em sua maioria está
eivada de experiência de desenraizamento, desteritorialização e perda de
fontes de renda e autonomia social.
   Atenção à noção do «saber comum» intrínseco ao modelo de desen-
volvimento em voga, referido por Stengers (2018) para quem «esse tipo
de desenvolvimento, movido pelo crescimento», levou à criação, ao invés
de consertar os problemas e o seu onus recaia sobre o tecido social e a
esfera ambiental. Tal lógica [do desenvolvimento] é movido por indica-
dores e variáveis económicas à custa da dissolução social e formas locais
de organização e (re)produção social, tal como se constata com a famílias
afectadas pela Vale em Moatize.
   Aqui podemos mobilizar o conceito de violencia simbólica de Pierre
Bourdieu entendido enquanto,
   forma de coacção que se apóia no reconhecimento de uma im-
   posição econômica, social ou simbólica, fabricação contínua de
   crenças no processo de socialização. induzem o individuo a se po-
   sicionar no espaço social que induzem a seguir critérios e padrões
   do discurso dominante, manifestação através do conhecimento do
   discurso dominante e do reconhecimento da legitimidade deste
                                     567
        Capítulo 15: As Multinacionais e a Exploração mineira de Carvão de
       Moatize-Moçambique: análise dos efeitos socioeconómicos e ambientais.
   discurso. A violência simbólica é o meio de exercício do poder
   simbólico (Bourdieu, 1971: p. 85)
   Os efeitos produzidos pela presença de um projecto de magnitude
economica que o consórcio liderado pela Vale do Rio Doce na Vila do
Moatize produz na vida social das comunidades estudadas, são revelado-
res de duplo sentido: um político que legitima o discurso e a agenda do
governo e das elites financeiras agenciadoras de processos capitalistas; e
um de ordem excludente que agrava as assimetrias sociais e retira a pos-
sibilidade da participação pela via dos benefícios comunitários expressos
na forma de oportunidade de emprego, qualidade de vida e justiça social.
Agregado está ainda a dificuldade de expressão da indignação e da per-
cepção da exclusão económica, por força de alguma violência simbolica
a que se encontram sujeitos.
   Considerações finais
   O distrito de Moatize, localizado na província de Tete, região centro
de Moçambique, possui uma das maiores reservas mundiais de carvão
mineral de excelente qualidade. Além das reservas e qualidades compro-
vadas de carvão mineral existentes, do ponto de vista social e político
–strintu senso, no sentido em que a política diz respeito à organização
da vida em sociedade, para além das estruturas formais de poder/auto-
ridade– , Moatize reflecte a mostra fiel do que ocorre no país em geral,
gestado pela presença das empresas multinacionais associadas ao Investi-
mento Directo Estrangeiro.
                                     568
        Capítulo 15: As Multinacionais e a Exploração mineira de Carvão de
       Moatize-Moçambique: análise dos efeitos socioeconómicos e ambientais.
   A escala e magnitude dos investimentos da empresa Vale em Moatize
são enormes e se reflectem em diferentes dimensões da sociabilidade na
esfera local, ocasionadas pelo deslocamento compulsório e consequente
descontinuidades com as formas locais de econonomia/subsistência, re-
des de relações sociais e com o entorno que levaram à quebra do senso
de normalidade até então vivenciados, incluíndo a trama de relações e
agenciamento não humano sobre os humanos, assumindo que a bacia de
carvão de Moatize é parte integrante do vale do rio Zambeze e seu con-
junto de elementos não antrópicos, o que de algum modo doptava a po-
pulação local de relativa autonomia, livrando o Estado de alguns deveres.
   Além dos efeitos sociais anteriormente reportados gerados pela entra-
da e funcionamento da empresa Vale em Moatize, assim como ao con-
junto de dinâmicas ensejadas, é interessante desvelar como, da parte dos
proponentes (Empresa/Estado), estas transformações são arroladas, ar-
ticuladas e significadas ao dispositivo de «desenvolvimento», assim como
a relação directa que se estabelecem entre a dimensão quantitativa (in-
dicadores e variáveis estatísticas), infraestruturas à qualidade de vida da
população afectada e, como esses dados consubstanciam a certeza de «só
não vê que há desenvolvimento quem não é de Moatize» (Excertos da
entrevista 62, junho de 2015).
   Como se observa, a definição e auto-referência do «desenvolvimen-
to», asssumida por uma das partes, proponentes e com interesse na im-
plementação do projecto, no mesmo diapasão que os representantes da
empresa Vale foram levados a afirmar que «o desenvolvimento é perceptível a
                                      569
          Capítulo 15: As Multinacionais e a Exploração mineira de Carvão de
         Moatize-Moçambique: análise dos efeitos socioeconómicos e ambientais.
olho nú, a empresa criou uma série de mecanismos e condições que antes não haviam»
(Excertos de entrevista 80, julho, 2018). Todavia, a voz dos afectados,
supostos beneficiários que tomam a dianteira nos processos contestação
em torno das acções geradas pela instalação e presença da empresa Vale
e/ou governo, precisa ser «levada a sério» de modo a perceber como o
«desenvolvimento» e sua arquitetura de significado estão se constituíndo,
resignificado e subvertendo pela população.
   Portanto, a compreensão dos efeitos reais (assumindo o termo e toda
sua carga semântica) dos projectos de «desenvolvimento», como o caso
da empresa Vale, implantada em Moatize (Moçambique) não se pode se
dissociar do regime poder/saber e sua arquitetura de significado, assim
como ao conjunto de gramáticas e pautas e enunciações –lugar de fala,
escuta e sentimento– avançadas pelos distintos segmentos sociais por ela
afectados.
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    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
                  caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto
                    CAPÍTULO 16
As músicas tradicionais e a educação tradicional em
Moçambique: caso dos distritos de Dondo, Angónia
                                e Chibuto
                                                         Guilherme Basílio
                                                   Ângelo Daniel Chumane
                                                Rangel de Almeida Manjate
                                               Marcos Bonifácio Muthewuye
   Introdução
O presente artigo intitulado As músicas tradicionais e a educação tradicional dos
jovens em Moçambique: Caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto resulta da
pesquisa feita no âmbito da implementação do projecto «A criatividade
artística e hermenêutica das músicas tradicionais moçambicanas: Caso
dos distritos de Dondo, Angónia, Mecuburi, Mueda e Chibuto» finan-
ciado pelo Fundo Nacional de Investigação (FNI), inscrito no Centro
de Estudo de EtnoCiência Moçambicana da Universidade Pedagógica
de Maputo (UPM). O artigo tem como objectivo analisar o contributo
das músicas tradicionais na educação tradicional e na integração de ado-
lescentes e jovens na vida económica, social e cultural das comunidades.
                                      574
    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
                  caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto
   O nosso pressuposto é de que nas sociedades cuja educação formal
não é um direito para todos, ou seja, a educação escolar não é abrangente,
como Moçambique, a educação tradicional tem um valor indispensável
na preparação dos jovens para a vida comunitária. Nessas sociedades, as
músicas tradicionais constituem um dos principais veículos da educação
para a vida e de transmissão dos valores socioculturais e dos saberes tra-
dicionais costurados pelas pessoas nas suas relações sociais.
   A educação tradicional transmitida através das músicas tradicionais
tem valores culturais que representam património cultural da comunida-
de. Na verdade, em Moçambique, os (as) anciãos (as) (educadores e edu-
cadoras) servem-se, geralmente, das músicas e danças tradicionais para
passar os ensinamentos e deixar testemunho histórico, cultural e político
para os jovens na comunidade. É através das músicas e danças tradicio-
nais, como um dos veículos de educação tradicional, que as raparigas e
rapazes recebem a educação para a vida (valores) e aprendem a tornar-se
mulher e homem. Além disso, as músicas enquanto expressão cultural,
são factores influentes na construção das identidades locais.
   Nas músicas tradicionais se expressa a realidade cultural, económica,
histórica da comunidade. As crianças, os adolescentes e os jovens são
preparados para a sua integração na vida adulta através da educação tra-
dicional veiculadas pelas músicas tradicionais. As comunidades dos dis-
tritos nas quais a pesquisa foi realizada servem-se da educação tradicional
para a preparação dos filhos para assumir os desafios da vida. A educação
tradicional se funda nos ritos de iniciação. Nos ritos de iniciação, os an-
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    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
                  caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto
ciãos e as anciãs transmitem o significado de ser homem e de ser mulher,
mas também as noções de paz, unidade, desenvolvimento económico da
comunidade.
   Os ensinamentos relacionados à história, resistência, unidade, trabal-
ho, masculinidade e feminilidade, solidariedade, identidades, negociação
são expressos através de narrativas históricas, manifestações e expressões
culturais e músicas tradicionais. As músicas tradicionais são simultanea-
mente veículos de reivindicação, resistência, educação para valores das
crianças, os adolescentes e os jovens nas comunidades cuja educação
escolar é deficiente. As danças e as músicas são expressões culturais a
partir das quais as pessoas nas comunidades constroem suas identidades
socioculturais.
   Em Moçambique, o Tufo, o Nyau e as Timbilas de Zavala foram de-
claradas pela UNESCO como património cultural da humanidade por
expressarem uma componente cultural de carácter nacional e interna-
cional. A UNESCO entende que a diversidade dos grupos culturais no
mapa nacional «cria um mundo rico e variado, que aumenta a gama de
escolhas e forma as capacidades e os valores humanos e, consequente-
mente, é a principal fonte para o desenvolvimento sustentável das comu-
nidades, dos povos e das nações» (UNESCO, 2005: p. 2).
   Se partirmos de pressuposto de que as músicas e danças tradicionais são
expressões culturais e a cultura é um elemento estratégico de construção
de identidades e de desenvolvimento nacional e internacional, então há
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    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
                  caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto
necessidade de reconhecer e resgatar os significados e os valores das músi-
cas tradicionais. Pois, a educação tradicional, os valores culturais, a riqueza
cultural de cada região ou comunidade é expressa pelas músicas e danças
tradicionais. As crianças, adolescentes e jovem são educados tradicional-
mente pelos anciãos a preservar as tradições, os usos e costumes, a riqueza
ou património cultural através das músicas e danças praticadas na região.
   Moçambique é um país onde existem diferentes grupos culturais que
na sua união formam o mapa cultural nacional. Estes grupos culturais
constituem base das identidades locais e levam consigo uma componente
de educação, de resistência, de unidade, de história local e nacional. As-
sim, a diversidade cultural é uma riqueza e é uma característica que define
Moçambique. As diferentes músicas tradicionais locais que caracterizam
diferentes grupos humanos em Moçambique formam a cultura nacional
e ajudam a preservar os valores culturais locais e nacionais.
   Assim, este artigo As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçam-
bique: Caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto, abre um debate sobre
a necessidade de tomar medidas para proteger as músicas tradicionais
como expressões culturais, incluindo o seu conteúdo na educação dos
jovens, especialmente em situações onde as expressões culturais estão
ameaçadas pela desvalorização e extinção ou estão enfraquecidas pela
cultura moderna.
   Reconhecendo a importância das músicas tradicionais na construção
e preservação das identidades culturais e entendemos que a diversidade
                                      577
    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
                  caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto
cultural é reforçada pela transmissão das ideias e valores culturais cons-
truídos pelas pessoas nas comunidades, decorre a necessidade de resgatar
o significado cultural e educacional das músicas tradicionais dos distritos
de Dondo (Sofala), Angónia (Tete), Chibuto (Gaza) para a escola.
   As músicas tradicionais e fundamentos epistemológicos
   As músicas tradicionais, como as músicas modernas, contém um esta-
tuto epistémico, se partir-se de pressuposto de que elas tem duas funções
fundamentais. A primeira função da música é revelar os sentimentos de
dor e de alegria; descrever a história, cultura, as relações socioeconómi-
cas e políticas que as pessoas constroem nas suas interacções sociais. A
segunda função é manifestar a liberdade de expressão e elevar o espírito
humano ao plano transcendental. De facto, a música enquanto obra artís-
tica e cultural transcende o sujeito que a contempla e escuta e deixa nele
um sentimento de alegria.
   Quer a música moderna que se serve de instrumentos sofisticados,
quer a música tradicional que se serve dos instrumentos não sofisticados,
libera o espírito humano e retrata história da vida quotidiana; transcende
o espírito e descreve episódios de vida diária. É um meio a partir do qual
os artistas tomam a liberdade de expressar os seus sentimentos e retrar os
cenários da vida quotidiana. Não pretendemos aqui, percorrer a história
da música como fazem os musicólogos, mas dissertar sobre ela enquanto
área de saber que permite conectar e elevar o sujeito contemplante ao
plano mais alto e expressar os sentimentos. A música é, na verdade, um
                                      578
    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
                  caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto
veículo de crítica e de reconstrução do sujeito cultural. A cultura de um
determinado povo é facilmente expresso pelos traços musicais. O sujeito
que contempla a obra de arte ou que escuta a música desenvolve um
exercício de abstração.
   Fernando Iazzetta, em seu artigo apresentado no I Fórum Catarinen-
se de musicoterapia, em Florianópolis, refere que a música é uma activi-
dade sedutora. Para o autor, a sedução tem duas dimensões: a primeira, «a
música se constitui numa das mais ricas e difundidas actividades culturais
da sociedade e, a segunda, conserva um carácter de abstração que resiste
a qualquer definição fechada e/ou precisa» (Iazzatta, 2001: p. 1). Essa di-
ficuldade de definir a música prende-se no facto de que, embora o sujeito
seja submerso no mundo de músicas de todas as espécies, a relação que
se constrói com ela é difícil, pois conta com a compreensão que se dá na
esfera sensível, auditiva e intuitiva.
   O autor supracitado destaca que a música se apresenta como uma
estrutura dinâmica e viva que se configura dentro das suas práticas, da
criatividade, da escuta e para tal deve ser percebida como algo vivo, em
contraste às variações que acontecem na sua realização. Na formação do
conhecimento estético, o compositor representa as realidades humanas a
partir da criatividade. Ele antes de compor uma obra musical caminha à
volta dela várias vezes.
   Guilherme Basílio (2019) escreve no seu livro Hermenêutica filosófica:
Apontamentos para compreender Hans-Georg Gadamer, destacando que a músi-
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    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
                  caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto
ca tem uma linguagem universal da humanidade e o melhor meio de que
se dispõe para digerir o tempo. Na sua fala, ele defende que «em todas
as obras de arte, a beleza está nos olhos e ouvidos de cada espectador e
de quem a concebe» (Basílio, 2019: p. 130). Continua o autor dizendo:
«ouvir, ver e compreender uma obra musical não exige um esforço inte-
lectual muito apurado, pois são coisas que acontecem naturalmente. Mas
interpretar ou dar novo significado ao que foi ouvido ou observado, sim
necessita de um esforço intelectual» (Basílio, 2019: p. 130).
   Embora qualquer pretensão de definir a música denuncie um ponto
de vista particular sobre o assunto, convém criar algumas linhas que pos-
sam orientar o leitor sobre a noção da música. Assim, entende-se, neste
artigo, por música toda a combinação de sons ou ritmos de forma har-
moniosa que provoca uma melodia agradável ao ouvido. Esta definição
não é acabada, pois a música é uma forma peculiar de manifestação ar-
tística e cultural de um povo ou das pessoas nas comunidades. A música
evoluiu com passar dos tempos e na sua transformação foram surgindo
géneros musicais, entre os quais se destacam: a música religiosa, erudita
ou clássica, popular e música tradicional ou folclórica. Este último é o
epicentro deste artigo. Cada género tem a sua especificidade, estilo e na-
tureza artística.
   A música clássica é mais elaborada e apresenta um bom equilíbrio
sonoro. Ela pode ser instrumental, mas agradável ao ouvido. Encontrou
o seu apogeu no século XIX com os renomados autores: Mozar, Ha-
ydn, Beethoven e Haendel. A música tradicional ou folclórica é aquela
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    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
                  caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto
que simboliza as manifestações socioculturais, usos e costumes de um
determinado povo. Trata-se de músicas que são transmitidas de geração
em geração com o escopo de preservar o património cultural constituído
por combinação de crenças, valores, ensinamentos, tradições, histórias e
identidades da região. A maioria das músicas tradicionais está vinculada
às festividades e envolve danças típicas de uma determinada cultura. Elas
servem-se de instrumentos não sofisticados de fabrico local.
   As manifestações e expressões culturais são uma estética da vida. Elas
retratam os gostos e as formas de convivência social; as formas de gestão
de conflitos e de administração político-económica; as formas de relação
com os antepassados; as histórias locais dos nomes e dos heróis. A estéti-
ca da vida se expressa a partir das manifestações culturais e a hermenêu-
tica é fundamental para interpretar a vida e as relações resignificando as
expressões culturais.
   Nos seus estudos sobre a filosofia, o professor Gottbiet Baumgar-
ten (1714-1762) escreveu sobre aesthetica, em 1750, tendo considerado
arte como expressão da beleza. Baumgarten citado por Cascudo (1973:
p. 289) afirma que «a beleza é a harmonia entre todas as partes de um
composto e o objecto da beleza ou da arte é agradar e transcender o espí-
rito humano». Na óptica do autor, o belo está relacionado com aspectos
morais e espírituais e está directamente vinculado às vidas humanas. O
homem é sujeito e consumidor da beleza. Basílio (2019) discute a questão
de arte. Ele entende que «arte é um produto estruturalmente social e a
sua etimologia ars, significa um certo saber sentir e fazer» (Basílio, 2019:
                                      581
    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
                  caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto
p. 125). Continua o autor afirmando que «o objecto estético é fruto so-
cial, seja pelos seus processos, seus usos e seus fins, seja pela sua origem»,
(Basílio, 2019: p. 125). Toda a actividade artística (esculpir, dançar, desen-
har, cantar) tem função específica de exteriorizar o sentimento humano,
libertar o sujeito e manifestar uma identidade individual e colectiva.
   Ainda sobre a criatividade artística, Ariano Suassuna (1979) descreveu
duas teorias da arte. A primeira chamada por teoria etnológica que tem
por objectivo a dominação do mundo e a penetração do seu enigma, de
luta contra os obstáculos da vida e, a segunda, é a teoria platónica que
defende que a arte tem uma função prática e mística. Na teoria platóni-
ca, a arte é descoberta pela reminiscência e conhecimentos adquiridos
anteriormente através da participação no mundo das ideias. Estas duas
teorias podem ser associadas a teoria aristotélica segundo a qual a arte
é uma produção criadora de novas formas e nenhuma destas poderia
ser anteriormente do conhecimento do seu criador, (cf. Suassuna, 1979:
pp.167-184).
   Estas teorias deixam claro que a arte é fruto de intuição humana. Ela
é uma invenção realizada pelo intelecto e espiritualiza o sujeito que a
contempla. Hegel a quem Suassuna cita, afirma que:
   A arte plástica é o signo do espírito. Ela exprime a vida criadora, mas
   paralisada pelo tempo e pelo espaço. A música, ao contrário, reve-
   la-nos diretamente o movimento íntimo da alma, com seus desejos e
   sentimentos eternos e sua aspiração ao infinito. A poesia, finalmente
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    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
                  caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto
   é a música plástica. Ela pinta e esculpe por meio de frases dotadas de
   mobilidade e por sons que se sucedem, harmoniosamente ritmados.
   Ela é parte suprema e exprime o pensamento por imagens, (Suassuna,
   1979: p. 241).
   Na classificação clássica das artes, pode-se encontrar cinco categorias,
a saber: i) artes plásticas que engloba arquitetura, escultura e pintura; ii)
sétima arte (cinema), iii) Oitava arte que é a radiodifusão; iv) a nona arte
que compreende aos desenhos animados e, v) artes rítmicas – dança, mú-
sica e poesia, (cf. Huisman, 1961: p.114). Esta última constitui o objecto
de análise neste artigo.
   As músicas sejam de que natureza são artes rítmicas que têm a finali-
dade de transcender o espírito humano e passar uma componente educa-
cional sobre os cenários da vida sociocultural. Assim, também os conteú-
dos da música tradicional estão relacionados à educação para a vida dos
jovens (rapaz e rapariga), regras de higiene, respeito às pessoas adultas,
relacionamentos sociais, a história da região, o trabalho e aspectos econó-
micos e políticos. Em suma, os conteúdos expressam as relações socio-
culturais que são construídas nas comunidades. O Utse, Wassala-Wassala,
o Nyau, Ngomane, Ndokodo, Chintale, Muthimba, Xingomana, Valimba
e outros grupos musicais observados durante a pesquisa são danças tra-
dicionais que se dedicam a preservação das culturas locais e a educação
tradicional. Elas se articulam com outras músicas modernas com ob-
jectivos de elevar o espírito, na lingugame popular, às nuvens. Um dos
objectivos da música é a transcendência do sujeito. As músicas, além de
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    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
                  caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto
elevar o espírito e expressar elementos culturais, são também usadas na
medicina para fisioterapias e outros tratamentos terapêuticos assim como
nos ginásios para a educação física.
   Os compositores das músicas tradicionais enquanto artistas desenvol-
vem puro exercício de liberdade. Eles expressam cenas espirituais, edu-
cacionais e culturais com o intuito de criar harmonia e beleza no sujeito
que escuta. Afirma Basílio dizendo que a ideia estética é a mesma que a
ideia racional, porque exprime o que é inexprimível. Nos estudos desen-
volvidos sobre a consciência estética, Gadamer (2002: p. 149) evidencia
que «onde a arte domina, aí passam a valer as leis de beleza e são ultra-
passadas as fronteiras da realidade». Esta passagem mostra que a música
enquanto obra de arte cria juízo do gosto e revela a beleza. O artista
se esforça em criar o gosto no espectador e convidá-lo ao exercício de
abstração. Afirma Basílio (2019: p. 131) dizendo: «a qualidade estética
de uma obra determina a postura religiosa e moral do espírito do sujeito
contemplante». E as músicas tradicionais bem trabalhadas apresentam
uma postura religiosa e moral que eleva o sujeito contemplante ao plano
transcendental.
   O papel das músicas na Educação tradicional
   (Dondo, Angónia e Chibuto)
   As músicas e danças tradicionais são parte fundamental da cultura. Elas
desempenham um papel na educação tradicional transmitida nos ritos de
iniciação ou em reuniões familiares. Os adolescentes e jovens são prepara-
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    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
                  caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto
dos para enfrentar os desafios da vida através de exemplos expressos nas
músicas e danças tradicionais, ou seja, antes de se passar quaisquer ensina-
mentos tradicionais, os (as) anciãos (as) cantam e danças mostrando alguns
exemplos relacionados com cenários da vida quotidiana.
   Nas comunidades locais onde a educação moderna (escolar) constitui
um privilégio e não um direito para todos, os jovens recebem a educação
tradicional por duas razões. A primeira assenta na necessidade de preser-
var a cultura local e, aí, as músicas, as danças e os ritos são indispensáveis
na preparação dos jovens. A segunda, prende-se na falta da escola para
formação e o recurso à educação tradicional tem sido única alternativa.
As experiências de vida, os sentimentos, a unidade, os valores, os modos
de estar e ser, o trabalho, o respeito pelo próximo e pelos antepassados
são conteúdos indispensáveis que se transmitem na educação tradicional
a partir dos ritos de passagem e de casamento, nos quais as músicas e as
danças são veículos fundamentais.
   Assim, as músicas e as danças não são apenas práticas para realização
do espírito humano em momentos de felicidade, mas, mesmo nesta con-
dição, são meios pelos quais as pessoas expressam, de forma figurativa,
os conteúdos educativos. O recurso às músicas e danças tradicionais para
a educação dos jovens é feito em todas as comunidades moçambicanas,
mesmo as escolarizadas. Assim também os distritos de Dondo, Angónia
e Chibuto recorrem as músicas e danças como meios de transmissão dos
conteúdos da educação tradicional.
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    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
                  caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto
   De facto, um grupo cultural de Chibuto conhecido por Muthimba
constituído pelas mulheres é responsável pela educação tradicional da ra-
pariga. Quando uma rapariga se prepara para ir ao lar, são convidadas as
mulheres praticantes de Muthimba para instruções sobre a vida conjugal
e as maneiras de tratamento ao marido. Em relação ao tratamento, a ra-
pariga é preparada para assumir o homem como o seu protector e chefe
da família. Com as músicas e danças, as mulheres fazem demonstrações
sobre como a rapariga deverá e poderá se comportar na cama diante do
parceiro. Acompanhadas de músicas e danças tradicionais, as mulheres
fazem simulações de cenas de convivência conjugal (cenas relações se-
xuais) com intuito de educar a rapariga sobre a vida futura e como tratar
o parceiro.
   Muthimba, uma das danças praticadas pelas mulheres, na sua maio-
ria com uma idade avançada, passa ensinamentos tradicionais que levem
as raparigas a se comportarem como mulher nas suas relações com o
homem. Esta dança tem sua origem na Swazilândia e é práticada com
frequência nas noites e nos tempos livres/lazer. De facto, é uma dança
que serve para preparar as raparigas para o casamento tradicional. Usa-se
como instrumento musical as palmas, xiquisses e paus. As mulheres tra-
jam-se de capulanas, lenços na cabeça, missangas. Geralmente elas fazem
maquiagem tradicional usando o pó de carvão.
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    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
                  caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto
                           Mulheres praticantes de Muthimba
                             Fonte: Pesquisadores (2020)
   Tal como Muthimba é uma das danças praticadas pelas mulheres com
o escopo de preparar as raparigas para a vida futura do lar, Utse é tam-
bém uma das danças praticadas pelas mulheres no distrito de Dondo que
expressa conteúdos relacionados com a educação para o trabalho e gosto
de estudo. A música «Tendene kafundza ti malissa ku tcherengue» tradu-
zida pela anciã, líder do grupo, significando vamos estudar para acabar com a
pobreza, deixa um repto aos jovens para cultivarem o espírito de trabalho
e o gosto de estudo.
   As anciãs sublinham o valor da escola e do trabalho para o desenvol-
vimento socioeconómico. Assim, clamam: «é preciso estudar para con-
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    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
                  caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto
seguir emprego e, por conseguinte, trabalhar para desenvolver a comu-
nidade». A educação emancipa as mulheres e os homens. Ela dá poder
de expressão e de liderança. A partir do trabalho, o homem transforma
a natureza e humaniza-a. A partir da educação, o homem desenvolve o
país. Battista Mondin (1980) descreve o valor do trabalho, no seu livro, O
homem, quem é ele? Elementos de Antropologia Filosófica. Na sua análise, Mon-
din afirma que o trabalho dignifica o homem. Para o autor, o trabalho
tem três valores mais significativos: cósmico, personalista ou antropoló-
gico e religioso.
   No sentido cósmico, o homem transforma a natureza, constrói estra-
das, cidades através do trabalho. Assim, o homem humaniza o mundo
em dois sentidos: «a) no sentido de que o homem faz do mundo uma
moradia mais habitável, hospitaleira, confortável; b) no sentido de que o
mundo, graças ao trabalho, torna-se o reino do homem (…)», (Mondin,
1980: p. 198). No sentido antropológico, o trabalho qualifica e caracteriza
o homem. E, no sentido religioso, o trabalho permite o homem a parti-
cipar no plano divino ou de salvação. O homem realiza os mistérios de
salvação a partir do trabalho.
   A visão filosófica do trabalho pode se encontrar nas comunidades
epicêntricas desta pesquisa. Os músicos tradicionais entrevistados reco-
nhecem que o trabalho realiza o homem nas dimensões antropológicas,
cósmicas e religiosas. Aliás, as praticantes de Utse afirmam que o trabalho
não só transforma o homem, mas também dá dignidade e a escola trans-
forma o homem nas formas de pensar e resolver os problemas. Elas vão
                                      588
    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
                  caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto
mais longe afirmando que o trabalho e a escola são realidades que trans-
formam, realizam e dignificam o homem. Assim, a escola é vista como
uma instituição fundamental de transformação e libertação do homem.
Afirmam as anciãs; «graças a escola, os moçambicanos compreenderam
a situação colonial e se mobilizaram para lutar contra o colonialismo».
                                      Utse de Dondo
                               Fonte: Pesquisadores (2019)
   Além do Utse que ressalta a importância da escola e do trabalho, o
Chintale, uma das danças também praticadas pelas mulheres, sublinha a
necessidade da educação escolar e do trabalho para a emancipação eco-
nómica das mulheres. As anciãs entrevistadas no dia 11 de Dezembro de
2019, afirmam que «pelo facto de os homens serem detentores de poder
económico e a falta da educação, proíbem as mulheres de participar nos
eventos e na vida política alegadamente porque a esposa poderá desco-
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    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
                  caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto
brir outro homem e passar a lhe trair. Os homens gostam da submissão
das suas esposas e tudo o que for a fazer deve pedir autorização do ma-
rido». Para as anciãs, a escola deve jogar o seu papel para desmistificar a
mentalidade masculina em relação a mulher.
   Além da componente educativa, as músicas e danças tradicionais re-
tratam as histórias, os mitos e as resistências. O Nyau, a dança mais co-
nhecida por Gule Wankulu, praticado em Angónia, província de Tete, é
uma das danças que tem por objectivo preservar e revitalizar as histórias
e os mitos locais. De forma mítica, o Nyau vive em dois espaços físicos
como na água e no cemitério. O Nyau mascarado vive no cemitério. O
Nyau vive na água e se pesca. Tanto o Nyau que habita no cemitério
quando o da água, ninguém deve saber o segredo salvo os praticante.
Nem deve se chegar ao local onde habita. Ele vive em forma de espí-
rito e os praticantes são possessos de espírito. O local onde se esconde
denomina-se por Dambué. Ele preserva a mitologia segundo qual os pra-
ticantes se comunicam directamente com os espíritos dos antepassados
e se transformam em espíritos vivos. Durante a exibição, ninguém deve
imitar, pois aquele ousar em imitar pode ficar possesso de espírito.
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    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
                  caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto
    O Nyau mascarado de Angónia e a mata onde se prepara para actuar.
    Fonte: Pesquisadores (2019)
   No distrito de Dondo, província de Sofala, o grupo de Wassala-Was-
sala retrata o espírito de resistência. O Wassala-Wassala descreve a his-
tória de resistência contra a ocupação colonial. Os praticantes defendem
a unidade e determinação para defender os interesses da comunidade.
Trata-se de um grupo muito coeso constituído por jovens que usa palhas,
panos e serve-se de flechas para se defender dos perigos.
                              Wassala-Wassala de Dondo
                              Fonte: Pesquisadores (2019)
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    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
                  caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto
   Além de Wassala-Wassala que expressa a força física e mental na luta
contra o inimigo, encontramos também em Chibuto, um grupo com as
mesmas características. Trata-se de Ngalanga, uma dança de preparação
física e mental praticada por homens trajados de roupas feitas de pele de
animais. Ngalanga serve para educar aos homens a desenvolver o espírito
de resistência à guerra e às calamidades. É uma dança originária de Man-
jacaze e é praticada nas horas livres ou de lazer. Os instrumentos musi-
cais são tambores e batuques. Para os praticantes, todos os homens de-
vem ficar preparados para enfrentar dificuldades e defender a sua família.
     Dançarinos e tocadores de tambores de Ngalanga de Chibuto
     Fonte: Pesquisadores (2020)
   O Wassala-Wassala e Ngalanga são expressões culturais que passam
o sentimento de guerrilha e mostram a valentia que os jovens devem
ter para se defenderem dos perigos. Estes dois grupos apresentam uma
expressão cultural comum e significado educacional comum também. A
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    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
                  caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto
resistência é a centralidade de Wassala-Wassala de Dondo e de Ngalanga
de Chibuto. Portanto são manifestações culturais localizadas em provín-
cias diferentes, mas que partilha algo em comum.
   Os actores das músicas tradicionais servem-se delas para fazer crítica aos
comportamentos não aceites na sociedade. Por exemplo, a música «Madori-
kane, xikandza-kandza-kanwexitsika, faz uma crítica social às mulheres que
trocam de homens, ou seja, às mulheres que não demoram nos lares, talvez
porque se casou de espíritos ou porque tem problemas de infecundidade. O
grupo cultural Xilembe de Chibuto, província de Gaza, lamenta, sobretudo,
sobre as mulheres não têm sorte de assegurar o lar. Numa tradução livre,
significa, a Dórica, anda de lar em lar. Deixa este lar e vai para outro. As prati-
cantes aconselham e fazem perceber através da mensagem contida na canção
que os problemas não se fogem com as pernas, mas resolvem-se através do
diálogo. É preciso resolver e assegurar o lar. Todos os lares têm problemas,
mas as pessoas dialogam para resolver as diferenças.
   Segundo as praticantes, há dois perigos quando uma mulher passa
a vida trocando lares. O primeiro é a perca de reputação e, portanto,
ninguém mais a respeita. O segundo é de ter filhos com pais diferentes
o que provoca a desunião entre eles, sobretudo quando uns são de pais
sucedidos em relação aos outros. Ao lado dessa crítica, pode-se encon-
trar a lamentação da mulher quando ela não consegue gerar filhos. Essas
lamentações foram manifestas pelas mulheres praticantes de Chintale, um
grupo cultural de Angónia, província de Tete, que apresentou uma ex-
pressão cultural muito forte e rica de conteúdos.
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    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
                  caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto
   Para o grupo de Chintale, uma das maldições de uma mulher é não ter
filhos. Os filhos são vistos como riqueza e protecção. Os filhos propor-
cionam alegria e são símbolo de bênção divina e de fecundidade femini-
na. Dizem elas: «Tenho tudo, mas me falta um filho. Como me falta filho,
não sou considerada mulher. É preciso ter filho para entrar na categoria
de mãe. O homem pode abandonar a mulher pelo facto de não gerar».
Essa lamentação constitui um conteúdo para ser explorado, não só para
as mulheres que não geraram filhos, mas também para aquelas que tive-
ram má sorte de perdê-los.
   A cultura como fundamento de identidade humana
   Uma das características fundamentais dos seres humanos é a sociabili-
dade. Melhor, geralmente os homens vivem em redes de relações sociais
a partir das quais constroem suas identidades socioculturais, políticas e
económicas. Nas redes de relações, os grupos humanos desenvolvem
sobremaneira formas de sobrevivência económica, política e social.
   Na sobrevivência económica, os homens desenvolvem modos de pro-
dução apropriados para determinadas regiões de acordo com o meio e
as condições materiais. As relações de produção são também meios de
construção de identidade e nelas perpassam as formas de educação que
resignificam e representam a cada grupo. O Feudalismo, socialismo e ca-
pitalismo produziram suas relações e construíram as identidades dos po-
vos do mundo inteiro a partir das formas de produção económica. Hoje
mais do que nunca, o mundo se confinam no modo de produção capi-
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    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
                  caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto
talista onde a lógica do custo e benefício, de retorno, de acumulação de
meios de produção e de riqueza numa única pessoa (individualismo) são
alguns dos valores partilhados e assumidos como narrativas dos homens.
   Na mesma lógica, feudalismo e o socialismo compactaram no mundo
formas específicas de construção das relações de produção. O feudalis-
mo tinha consagrado a terra como fonte de riqueza. Por sua vez, o so-
cialismo desenvolveu uma lógica comunitária a partir da qual a produção
devia ser resultado de trabalho conjunto. A colectividade foi e continua
sendo um valor nutritivo do socialismo. Político e socialmente, os grupos
humanos foram desenvolvendo suas identidades a partir do modo de
produção e consumo vigente.
   Embora o modo de produção e consumo tenha sido uma expressão
forte para determinar a política e a economia das pessoas, a cultura ocu-
pa um lugar fundamental na construção das identidades dos povos. A
cultura é resultado das construções e representações dos sujeitos às suas
vivências. Os usos e costumes, os modos de ser, as formas de educação
e relações sociais, as indumentárias e os simbolismos são expressões cul-
turais que caracterizam variados grupos humanos. Essas expressões são
fontes de identidade sociocultural e re-significam as relações construídas
pelos sujeitos nas suas comunidades. Elas dão vida as vivências humanas.
   Os grupos humanos criam e desenvolvem signos linguísticos para a
comunicação, constroem os saberes relacionados a agricultura, a pesca, a
caça, a política, etc. Mas também constroem narrativas históricas e iden-
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    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
                  caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto
titárias. Os seus considerandos culturais e educacionais são expressos de
diferentes formas, como: contos, danças, músicas e cerimónias. É através
dos contos, das danças, das músicas e das cerimónias que as pessoas nas
comunidades expressam as suas relações económicas, sociais e educa-
cionais. As músicas e as danças não têm o sentido de lazer e convivência
apenas, mas elas expressam a forma como as pessoas nas comunidades
dão significado à vida, à família; como as pessoas expressam os senti-
mentos de gratidão e de dor; assim como as formas de educação que
concorrem para construção de identidade específica.
   As raízes culturais são fontes de identidade e património cultural de uma
comunidade. A cultura é uma expressão específica da construção humana.
Ela é construída a partir das relações e representações sociais das pessoas
o seu quotidiano. Nas interacções sociais são construídos gradativamente
símbolos, narrativas e significados que dão sentido à vida das pessoas. Os
símbolos, as narrativas, as representações e os significados são partilha-
dos por pessoas através de educação tradicional, manifestações culturais
(danças, músicas, jogos, etc.). As representações, expressões de uma cultura
estão repletas de elementos e significados que identificam as pessoas. Ou
seja, identidade cultural distingue das pessoas de uma comunidade, região
ou grupos às outras, como mostra esta pesquisa.
   O entendimento das expressões e representações culturais dos gru-
pos estudados subsidia a compreensão das culturas e as formas sobre as
quais foram construídas enquanto elementos de identidade das pessoas.
Isso permite afirmar que cada cultura representa os modos de vida e
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    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
                  caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto
de ser de um determinado grupo humano. Uma cultura expressa uma
identidade de um grupo humano. Portanto, cada cultura expressa apenas
identidade de um povo. Assim, as expressões e manifestações culturais
das pessoas da região de Dondo, Angónia, Chibuto são alicerces para
as identidades dessas pessoas. Elas são construídas e re-significadas de
acordo com as raízes culturais. Assim, os grupos de danças de Utse, de
Limbondo, de N’dokodo, de Semba, de Valimba e de Mandike (grupo
Wassala-Wassala) de Dondo são manifestações culturais que apresentam
diversas expressões culturais e identitárias dos praticantes daquela região.
Os grupos de Nkwendo, Ngoma, Chintale, Xinamwali, Kuaya, Muthim-
ba, Xingomana, e Nyau existentes em Angónia e Chibudo apresentam
as raízes culturais e elementos identitários partilhados pela população de
Angónia e de Chibudo.
   Esses grupos existentes e expressos nos distritos destacados apresen-
tam uma forte coesão interna e uma força cultural. Nas danças e canções
são passadas diversos ensinamentos de vida para as crianças, adolescen-
tes, mulheres e homens. Mas também são expressos sentimentos de agra-
decimento às forças espirituais locais e a Deus e, sentimentos de dor re-
lacionados às pragas e calamidades naturais de forma diferenciada. Dito
de outra forma, cada grupo expressa as raízes culturais interpretando
a realidade socioeconómica, religiosa, política e cultural da região. No
final, objectivo é construir a realidade cultural e identitária das comuni-
dades. É preciso entender que essas comunidades não se desenvolvem
de forma fechada, pois os grupos culturais vão interagindo modificando
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    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
                  caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto
e acrescentando novos elementos resultantes das diversas manifestações
culturais que encontrem em rede de globalização.
   Um artigo de Rosicléia Lopes Rodrigues Mendes intitulado A impor-
tância das raízes culturais para a identidade cultural do indivíduo destaca que as
manifestações e expressões culturais são fundamentais para as identida-
des das pessoas nas suas comunidades. A autora sublinha, na sua reflexão,
a necessidade de se conhecer e assimilar a história e as tradições locais
para compreender as culturas. Autora vai mais longe afirmando que:
   Para conhecer e assimilar a história da construção da cultura e da iden-
   tidade de um povo, deve-se primeiro conhecer a história da própria
   cultura, saber como se deu essa construção e como foi o processo
   de evolução e desenvolvimento da mesma. Conhecendo a cultura, o
   indivíduo compreende a importância de mantê-la viva na memória,
   protegê-la e valorizar a cultura como forma de preservar as identida-
   des (Silva & Mendes Lopes Rodrigues, 2010).
   Proteger e preservar a cultura e as identidades culturais não significa
um isolamento ou fechamento, mas encontrar mecanismo de promover
e difundir para que elas não entrem em extinção. Porque a cultura, como
foi afirmado, expressa a identidade de um povo. A extinção dos traços
culturais de um povo pode significar extinção da identidade desse povo.
A cultura é a riqueza de um povo. Ela está sempre em reconstrução.
Nenhum povo ou grupo humano apresenta raízes culturais acabadas. As
culturas estão sempre em processo de construção. Nesse processo, elas
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    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
                  caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto
vão se perdendo no meio da multidão ou de outras culturas. Mas o certo
é que são exactamente as raízes culturais, familiares, sociais que distin-
guem um grupo dos demais. São as culturas que dão uma identidade de
povo, de nação e de um Estado.
   As culturas dos diversos grupos étnicos existentes em Moçambique
dão a identidade cultural do povo moçambicano. Assim, a necessidade
do conhecimento e do entendimento da importância das culturas dos
grupos étnicos para a construção da cultura e da identidade moçambi-
canas. A formação da moçambicanidade depende, em certa medida, da
construção das culturas e identidades locais. Para que o cidadão possa
definir-se e saber se situar na sociedade precisa de conhecer as raízes
culturais e as identidades que estão se construindo a partir do contacto e
diálogo das culturas.
   As músicas e danças tradicionais como expressões de identida-
   des socioculturais
   Geralmente cada grupo humano constrói significados que represen-
tam as relações estabelecidas entre os sujeitos. Assim, cada grupo cria
nomes para designar as coisas, possuem idiomas para se comunicar e tem
cultura que lhe distingue de outros grupos. Os nomes e os idiomas asso-
ciam-se às outras formas de expressões culturais, como músicas, danças,
educação, modos de vida perfazendo assim a cultura.
   Como destaca Basílio (2015: p. 188), a cultura pode ser definida como
«um conjunto de expressões verbais e corporais, de costumes e usos,
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    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
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de hábitos e tradições, de crenças e ritos cultivados e transmitidos de
geração em geração». A cultura não é apenas um derivado da natureza,
mas também fruto de construções e representações históricas humanas.
Isto é, as narrativas históricas, as manifestações tradicionais, formas de
significados construídas pelas pessoas nas suas comunidades são dispo-
sições culturais.
   O autor citado apresenta uma definição de cultura mais abrangente
afirmando que a noção de cultura refere «as crenças, as leis, os ritos, as
expressões, os costumes, os hábitos, as vivências, as tradições partilhadas
por um grupo humano» (Basílio, 2015, p. 189). Esta forma de concep-
tualizar a cultura permite acomodar considerar as músicas e as danças
(criações humanas) como expressões culturais manifestas pelas pessoas
para dar significado às suas vidas.
   Basílio (2015: p. 189) vai mais conceptualizando a cultura como «um
conjunto de padrões de comportamento, de crenças, de sistemas de va-
lores morais e materiais, de organizações institucionais partilhados por
um determinado grupo de pessoas ou uma comunidade, mas que resulta
das suas aspirações e das suas construções». Assim, a cultura é uma das
componentes fundamentais que distingue o homem de outros seres irra-
cionais, de um grupo humano de outros grupos.
   A apresentação da noção da cultura neste texto não tem a pretensão
de substituir os especialistas da área de Antropologia e Etnologia, como
Forquin (1993), Eagleton (2003), Guertz (1989) entre outros. Também
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    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
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não se pretende substituir os especialistas na área de música, mas enten-
de-se que o conhecimento, seja de qualquer área, é de ninguém. Ou seja,
cada pessoa, achando-se disposto e tendo alguma informação, pode se
pronunciar sobre a cultura, educação, filosofia, antropologia, sociologia,
política, etc. Esta visão encoraja-nos a lançar o nosso contributo sobre a
cultura como construção humana.
   O pressuposto, neste estudo sobre as músicas e danças tradicionais
dos distritos de Dondo, Angónia, Chibuto, Mueda e Mecuburi, assenta
na concepção de que as músicas e danças tradicionais são expressões
culturais e constituem a fonte primária da construção de identidades co-
lectivas dos grupos praticantes. Entende-se por identidades colectivas a
fonte de significados e experiências expressas pelos sujeitos na represen-
tação das suas vidas.
   Manuel Castells (2006) discute no seu livro O poder da identidade, o
processo da construção da identidade na sociedade em rede. Na sua
acepção, Castelles (2006, p. 22) afirma que identidade é um «processo
de construção de significados com base em atributos culturais, ou ainda
um conjunto de atributos culturais inter-relacionados, o (s) qual (ais) pre-
valece(m) sobre outras fontes de significado». Para cada grupo humano
existem atributos culturais correlacionados que dão significado às vidas
e se tornam base de identidade. Os atributos culturais se manifestam em
forma de usos e costumes, de ritos, de indumentárias, de formas de orga-
nização social e de produção económica, de construção das relações de
poder, de lazer, das músicas e danças.
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    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
                  caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto
   Sociologicamente, toda identidade é construída. Para isso, é um pro-
cesso inacabado. Como destaca Castells (2006: p. 23) «a construção da
identidade vale-se da matéria-prima fornecida pela história, geografia,
biologia, instituições produtivas e reprodutivas, pela memória colectiva e
por fantasias pessoais, pelos aparatos de poder e revelações de cunho re-
ligioso». Contudo, estes materiais são processados e reinterpretados pelas
pessoas que vivem e se organizam em comunidades. Na verdade, elas
reorganizam as manifestações e os significados em função da sua rea-
lidade e dos seus projectos culturais enraizados na estrutura social. Por
isso, as identidades sejam de que natureza são fontes de significado para
os próprios actores. Os grupos estudados constroem suas identidades a
partir dos seus projectos culturais, significam as suas relações a partir das
expressões culturais. A criatividade, a liderança, a coesão, a educação, as
relações de poder e a organização interna são expressas pelas manifes-
tações culturais reveladas pelas músicas, danças, ritos de iniciação, usos e
costumes, indumentária, relações com os antepassados, tratamento dos
mortos, etc. Outrossim, as músicas e danças como expressões culturais
manifestam aspectos de resistência, narrativas históricas da comunidade,
cerimónias de casamento, educação doméstica tradicional, valores cultu-
rais que são fontes de identidade sociocultural.
   Significado das Músicas tradicionais de
   Dondo, Angónia e Chibuto
   As músicas tradicionais moçambicanas expressam valores educacio-
nais, históricos, culturais, políticos. As pessoas, em pequenos grupos, nas
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    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
                  caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto
suas comunidades praticam as danças e músicas tradicionais não só como
divertimentos, mas como canais para educação, preservação da cultu-
ra, demonstração de heroísmo e narração histórica dos acontecimentos.
Portanto, as danças e as músicas constituem património cultural das co-
munidades. As danças e as músicas tradicionais são arcabouço cultural e
base de conhecimento histórico. Elas constituem o mecanismo de socia-
lização do saber histórico, cultural e educação.
   Não só as danças e músicas tradicionais retratam situações culturais,
históricas, políticas e educacionais, mas também tratam de questões eco-
nómicas. Utse, uma das danças praticadas no Distrito de Dondo, provín-
cia de Sofala, incentiva as pessoas a estudar e a produzir. Na acepção as
comunidades o estudo e a produção são meio para acabar com a pobreza
em Moçambique. A música de Utse, «Tendene kafundza ti malissa ku
tcherengue» que significa «vamos estudar para acabar com a pobreza» é
um exemplo muito claro que as músicas tradicionais perpassam sobre o
papel da educação no desenvolvimento socioeconómico. A música relata
a necessidade de estudar para conseguir emprego e, por conseguinte, tra-
balhar para desenvolver o país.
   Assim, os praticantes alertam as pessoas sobre a necessidade de levar
as crianças à escola para aprenderem a ler, escrever e dominar a nature-
za. O analfabetismo é visto como um mal da humanidade que propicia
situações de pobreza. Como afirmou a responsável do grupo de Utse de
Dondo, em entrevista realizada no dia 3 de Dezembro de 2019, «uma
pessoa que não sabe ler e escrever pode correr risco de ser escravizado
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    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
                  caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto
e tornar-se pobre. Ainda corre perigo de assinar coisas que não sabe.
Além disso, as instituições empregadoras precisam de pessoas escolari-
zadas para a sua integração no mercado do trabalho». Esta concepção
expressa pelo grupo praticante de Utse reconhece o valor da escola como
instituição libertadora. Com efeito, a escola foi e continua sendo a maior
instituição que oferece melhores oportunidades para integração no siste-
ma aos excluídos pelo modo de produção capitalista.
   A escola é uma das instituições que luta pela libertação e integração
dos indivíduos no mercado de trabalho e no combate à pobreza. No
prefácio do livro Da Pobreza ao Poder: Como cidadãos ativos e Estados efetivos
podem mudar o mundo, de autoria de Duncan Green, publicado em 2009,
Georg Bernard Shaw citado por Amartya Sen afirma que «a pobreza
é o maior dos males e o pior dos crimes» (Green, 2009, p. XXV). Na
visão antiga, a pobreza se resume na falta de recursos materiais ou baixa
renda, mas as reflexões actuais associam a pobreza aos outros factores
fundamentais relacionados à falta de liberdade, de escolas, subjugação
da mulher, falta de emprego e falta de equipamento de saúde e de medi-
camentos. Esta visão partilhada por Amartya Sen consubstancia a afir-
mação dos praticantes de Utse que colocam a escola na centralidade do
desenvolvimento socioeconómico.
   Os praticantes de Utse estão convictos de que a melhor forma de re-
duzir a pobreza nas comunidades é apostar na escolarização das pessoas.
O cultivo do espírito depende da escola. O Utse passa o valor social, his-
tórico e cultural, mas também carrega consigo princípios educacionais.
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    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
                  caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto
As praticantes partem de pressupostos de que as pessoas mais sucedidas
nas comunidades são as escolarizadas e, por isso, a escola desempenha
um papel crucial no desenvolvimento socioeconómico.
   Outra música relacionada à pobreza socializada pelo grupo de Utse
de Nhamayábuè, distrito de Dondo diz: Wai vona ndongue. Leyi i ngo-
ma ya xirilo nuna wami. Ni huma ni mulhote, nuna wami. Homba uya
txongola, hai ndongue. Liswe li bolile. Uma tradução livre, significa
«Está a ver os brancos? Esta é a música de lamentação, meu marido. Me escorrem
lagrimas na face, meu marido. A nossa terra está podre. A música descreve
aspectos históricos relacionados à colonização. O grupo mostra que a
colonização trouxe, de certa forma, a pobreza dos povos colonizados.
As pessoas foram transformadas em escravos e foram oprimidas. E
durante a opressão, entoavam esta canção como uma forma eufémica
de manifestar clandestinamente o ódio pelos brancos. Então, os sipaios
e régulos não entendiam a alcunha «ndongue», pequenos gafanhotos
vermelhos que atacam as plantações que para eles quer dizer branco, ou
o colono. É uma manifestação de inconformismo e melancolia pelo so-
frimento a que os moçambicanos eram submetidos. Esta canção servia
para reivindicar contra o trabalho forçado e expressava o sentimento de
luta contra o colonialismo.
   Ainda em Nhamayábuè, o grupo da necessidade da unidade para
combater a pobreza. Para o efeito, o grupo entoou a seguinte canção:
«Nhamayábuè tibata bassa sakofonika kuverana» que significa que Para
trabalharmos temos que estar unido, para estarmos coordenados, precisamos da Uni-
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    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
                  caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto
dade». O grupo afirma que «sem unidade o trabalho não avança. Aqui no
Bairro, para trabalharmos temos que estar unidos, porque se cada um
faz coisas que ele entende o nosso bairro não vai desenvolver». O grupo
acha a necessidade de replicar os princípios da unidade defendidos pela
Frelimo aquando da luta de libertação. Pela influência política, o grupo
descreve episódios de libertação levados a cabo pela Frelimo. No pro-
cesso da libertação colonial, Eduardo Mondlane uniu homens para lutar
contra o colonialismo. Os vários grupos que lutavam contra a dominação
colonial de forma isolada se uniram e formaram uma única Frente (FRE-
LIMO). É com a unidade que se venceu o colonialismo e também é com
a unidade que se pode vencer a pobreza.
   Considerações finais
   Tal como foi referenciado, nas sociedades cuja educação formal não
é um direito para todos, ou seja, a educação escolar não é abrangente,
como Moçambique, a cultura tradicional tem um valor educacional in-
dispensável para as pessoas. Nessas sociedades, as músicas tradicionais
constituem um dos principais veículos de transmissão dos valores socio-
culturais, da educação para a vida e dos saberes tradicionais costurados
pelas pessoas nas suas interacções sociais. De facto, pelo peso e recon-
hecimento que os valores culturais apresentam na educação tradicional,
as anciãs servem-se, geralmente, das músicas e danças tradicionais para
passar os ensinamentos e deixar testemunho histórico, cultural e político
para os jovens na comunidade.
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    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
                  caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto
   Assim, o artigo As músicas tradicionais e a educação dos jovens nas comunida-
des dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto, resultado das pesquisas que o
grupo realizou nos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto no âmbito de
implementação do Projecto «A criatividade artística e hermenêutica das
músicas tradicionais moçambicanas: caso dos distritos de Dondo, Angó-
nia, Mecuburi, Mueda e Chibuto», tem por objectivo valorizar e resgatar
as músicas tradicionais enquanto expressão cultural e património cultural
das comunidades estudadas. Assim, a pesquisa teve como escopo inter-
pretar o significado das músicas tradicionais e resignificar as expressões
culturais e explorar o seu valor educativo.
   As músicas tradicionais moçambicanas expressam valores e signifi-
cados culturais das populações. As pessoas veiculam os ensinamentos,
as culturas, as histórias de resistência a partir das músicas tradicionais.
A educação para a vida e para o trabalho dos jovens é dada a partir das
manifestações culturais e as músicas constituem as expressões culturais
para o efeito. As músicas enquanto artes são expressões culturais a partir
das quais as pessoas constroem suas identidades.
   Como foi referenciado no corpo do texto, as populações das co-
munidades estudadas servem-se das músicas tradicionais para veicular
a educação tradicional, preservar as culturas e construir as suas identi-
dades socioculturais. As músicas tradicionais são baluarte das culturas
locais. Além de preservarem as histórias e identidades culturais são veí-
culos de educação e de expressão de sentimentos sobre as realidades
vividas nas comunidades.
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    Capítulo 16: As músicas tradicionais e a educação tradicional em Moçambique:
                  caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto
   Assim, este artigo constitui a primeira leva dos artigos que sairão do
projecto em implementação. Por isso, não estão contemplados as músi-
cas tradicionais dos distritos de Mueda e Mecuburi por não ter sido feita
ainda a pesquisa naqueles pontos do país.
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                  caso dos distritos de Dondo, Angónia e Chibuto
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Capítulo 17: Angola: a 45 años de su independencia. Alianzas, disputas y encrucijadas en
                           su proceso de liberación colonial
                     CAPÍTULO 17
          Angola: a 45 años de su independencia.
 Alianzas, disputas y encrucijadas en su proceso de
                           liberación colonial
                                                                     Diego Buffa
                                                               Maria José Becerra
Este capítulo, tiene como objetivo brindar al lector un análisis de las di-
námicas, liderazgos y agentes actuantes en el proceso de descolonización
del territorio angoleño. Se propone, asimismo, comprender su desenvol-
vimiento, de características complejas y polimórficas. Reflexionar sobre
la lucha por la independencia del territorio de Angola y el escenario en el
que se inscribe desde una perspectiva crítica, nos permite poner a consi-
deración de nuestro receptor, uno de los más apasionantes e intrincados
procesos independentistas africanos, escasamente abordado por la aca-
demia internacional, al margen de la lusófona.
   El despertar de nacionalismo luso-africano
   Una vez concluida la Segunda Guerra Mundial, surgieron una serie de
instituciones de carácter global y regional que estimularon nuevos vien-
tos transformadores del escenario internacional. Asimismo, se gestaron
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Capítulo 17: Angola: a 45 años de su independencia. Alianzas, disputas y encrucijadas en
                           su proceso de liberación colonial
las bases de un movimiento nacionalista africano que comenzó a hacer
escuchar su voz denunciando los atropellos, la falta de libertades y la ex-
plotación engendrada por las políticas coloniales.
   Este proceso de crisis y deslegitimación del modelo colonial del Es-
tado Novo portugués, institucionalizado en el Acto Colonial, tuvo su
origen en la segunda mitad de los años cuarenta consolidándose en los
años cincuenta hasta alcanzar un punto de inflexión crucial y sin retorno
a partir del inicio de las guerras de liberación en los años sesenta.
   El imperio portugués, además de tener que contrarrestar las fuerzas
centrífugas que guiaban la economía mundial hacia la liberalización de
los intercambios y la internacionalización del proceso productivo, debió
hacer frente en el terreno político, a una amenaza mucho más grave: la
crisis de legitimidad que, después de la Segunda Guerra Mundial, atra-
vesaron todos los sistemas coloniales ante la afirmación del principio de
autodeterminación de los pueblos (Alexandre, 2000: 51).
   Portugal transitó, entre 1945 y 1949, un período de marginación
internacional y de indefinición en su política exterior. La primera señal
de marginación data de abril de 1945, cuando Portugal no fue invitado
a la Conferencia de San Francisco. A diferencia de lo ocurrido en la So-
ciedad de las Naciones, Portugal no solo no estuvo entre los miembros
fundadores de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sino
que su primera candidatura, en 1946, fue vetada por la Unión Soviética
en el Consejo de Seguridad (Teixeira; 2000: 74). Su rechazo se justificó
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                           su proceso de liberación colonial
en la negativa de Portugal a reconocer y mucho menos a obedecer el
artículo 73 del Capítulo XI de la Carta de las Naciones Unidas, que
obliga a los estados miembros con «territorios sin gobiernos propios»
a prepararlos para que se gobernasen a sí mismo y al mismo tiempo
transmitir regularmente al Secretario General de la ONU informes so-
bre las condiciones económicas, sociales y educativas de estos territo-
rios (Schneidman, 2005: 43).
   Ante este panorama, el Estado salazarista propició un salida jurídica-
mente «aséptica» a partir de una reforma constitucional, en 1951, que ex-
purgó de la Carta Magna la expresión «imperio colonial» para suplantarla,
de ahora en adelante, por «provincias ultramarinas», y como tal integran-
tes de un Estado único e indivisible. Con la adopción de esta reforma
constitucional, sin duda de orden pragmático para satisfacer los reclamos
de la comunidad internacional, el régimen encorsetó su política hacia los
territorios de ultramar, desvaneciendo cualquier idea de descentralización
y apertura política en los territorios africanos.
   Recién en 1955 Portugal fue admitido en la Organización de las Na-
ciones Unidas, en el marco de un acuerdo que permitió la incorporación
de un número idéntico de Estados de cada uno de los dos bloques con-
formados a partir de la Guerra Fría.
   No obstante, el movimiento anticolonialista internacional no cir-
cunscribió su acción al ámbito de las Naciones Unidas, a su Carta
fundacional, o a la creación en el marco de la Asamblea General del
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                           su proceso de liberación colonial
Comité Especial de Descolonización en los años sesenta. La con-
formación de nuevas organizaciones internacionales y de diversas
agrupaciones y movimientos intercontinentales fueron los sostenes
principales que apuntalaron la lucha de los pueblos sojuzgado por
el colonialismo. Entre ellos cabe señalar: la Liga Árabe liderada por
Gamal Abdel Nasser; la relevante conferencia de Bandung de 1955
–donde por primera vez los pueblos afroasiáticos se pronunciaron
acerca de «estudiar y examinar sus intereses mutuos y comunes», to-
mando un posicionamiento internacional frente a «problemas que
interesan especialmente […], tales como la soberanía nacional, el ra-
cismo y el colonialismo» (Grimal, 1989: 261-262)–; la creación en los
sesenta del Movimiento de Países No Alineados; el grupo de los 77:
la Organización para la Unidad Africana y la consubstanciación de la
Conferencia Tricontinental en La Habana.
   Paralelamente, las dos superpotencias surgidas a partir de la finaliza-
ción de la segunda Guerra Mundial estimularon, por disímiles razones,
el proceso de descolonización afroasiático. El discurso anticolonialista
mantenido por los dos bloques, así como también la apropiación que
hicieron de éste los movimientos independentistas, contribuyeron para
reforzar sus luchas frente al poder colonial.
   Vale aclarar, no obstante, que el discurso y la actitud de Estados Uni-
dos ante el proceso de descolonización se fue moderando en función de
la contención del avance soviético, siendo sustituido el anticolonialismo
de Roosevelt por el anticomunismo de Truman. De hecho, Estados Uni-
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dos solo prestó un apoyo limitado a aquellos movimientos que fuesen
considerados como «más moderados» –es decir pro-occidentales– en de-
trimento del ideal descolonizador inicial (Buffa, 2006: 31).
   Por su parte la Unión Soviética asentó su discurso en un análisis im-
pregnado por el materialismo histórico que propiciaba su solidaridad con
la clase proletaria del Tercer Mundo, en oposición a los intereses de la
burguesía colonial. En consonancia con ello Nikita Khrushchev argu-
mentaba «[…] que en el caso que los pueblos del Tercer Mundo tuvieran
que luchar para terminar con el yugo colonial, recibirán el apoyo total de
todos los estados comunistas» (Schneidman, 2005: 35).
   Las independencias de las colonias africanas británicas y francesas pu-
sieron al descubierto el anacronismo del régimen portugués. La rigidez
y la incapacidad por parte del régimen de afrontar los cambios no hicie-
ron otra cosa que potenciar el conflicto interno. Bajo la concepción que
proponía estimular una cultura lusófona unificada, el gobierno propició
que las elites africanas recibieran educación superior en la metrópoli. Es-
tas medidas no hicieron otra cosa que facilitar, en los años cincuenta, la
coordinación de los nacionalismos emergentes.
   Aunque al principio cada una de las colonias africanas contó con sus
respectivas casas de albergue para los estudiantes, el gobierno metropoli-
tano, en su afán de ejercer un mayor control sobre los mismos, las unificó
creando en Lisboa la Casa de los Estudiantes del Imperio, con delegacio-
nes en Coimbra y, a finales de los cincuenta, en Porto.
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   Contradictoriamente a los objetivos fijados desde el régimen, la Casa
de los Estudiantes del Imperio se constituyó en uno de los principales
nodos de convergencia y difusión del pensamiento anticolonialista, pa-
sando por ella una larga lista de dirigentes de los movimientos emancipa-
dores, tales como Agostinho Neto, Amílcar Cabral, Lucio Lara, Marceli-
no dos Santos, entre otros.
   Con la creación del Centro de Estudios Africanos en Lisboa hacia
1951 se visualizó un aumento de los niveles de politización plasmados
en los seminarios y conferencias, que periódicamente realizaban allí los
principales dirigentes estudiantiles africanos. Otras organizaciones, como
el Club Marítimo Africano nacido en diciembre de 1954, actuaron como
una correa de transmisión entre los patriotas angoleños que se encontra-
ban en Portugal y los que en Angola preparaban el movimiento de libe-
ración que generó el MPLA. La Casa de África, creada en la década del
veinte por intelectuales africanos que vivían en la metrópoli –infiltrada
por la policía secreta del régimen– protagonizó en su seno, en los años
cincuenta, públicas disputas con los líderes africanos anticolonialistas
(Menezes, 2000: 167).
   Paralelamente, no podemos soslayar la influencia del Partido Comu-
nista portugués (PCP) o de organizaciones políticas afines como el Mo-
vimiento de Unidad Democrática juvenil o el Movimiento por la Paz, que
con un discurso claramente anticolonial y favorable a la independencia
de los territorios dominados, supieron aglutinar y contar dentro de sus
cuadros a los estudiantes africanos más politizados. El hecho de que to-
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dos estén bajo el rigor de hierro de la policía salazarista estimuló aún más
este acercamiento entre el arco opositor antifascista en Portugal (Soares,
1975: 175).
   La efervescencia de la dirigencia africana en la Lisboa de los años
cincuenta, los impulsó a dar un paso más allá, con la concreción en 1958
del Movimiento Anti-Colonialista (MAC), una organización clandestina
creada con el objetivo de coordinar las acciones de los grupos anticolo-
nialistas. De su directorio fueron parte Amílcar Cabral, Agostinho Neto,
Eduardo Macedo dos Santos, Lució Lara y Noemia de Sousa (Mateus,
1999: 89). En enero de 1960, una delegación del MAC –integrada por
Amílcar Cabral, juntamente con Mario de Andrade, Viriato da Cruz y
Marcelino dos Santos– asistió a la segunda Conferencia Panafricana, que
se realizó en Túnez. Fue allí donde el MAC evolucionó hacia una nueva
organización, el Frente Revolucionario Africano para la Independencia
Nacional de las Colonias Portuguesas (FRAIN). A diferencia del MAC
que agrupó solo a individuos, esta nueva estructura procuró nuclear a
organizaciones partidarias y de masas de los territorios africanos incor-
porando en su seno al Partido Africano de la Independencia, predece-
sor del Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde
(PAIGC) en Guinea Bissau o al Movimiento Popular de Liberación de
Angola (MPLA) y la Unión de los Pueblos de Angola (UPA) de Angola.
   Al año siguiente, en 1961, este camino de integración de los mo-
vimientos anticolonialistas afrolusófonos encontró su ápice con la
creación de la Conferencia de las Organizaciones Nacionalistas de las
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                           su proceso de liberación colonial
Colonias Portuguesas (CONCP). Ésta fue integrada por el MPLA, el
PAIGC, la Unión Democrática Nacional de Mozambique (UDENA-
MO) y el Comité de Liberación de Santo Tomé y Príncipe (CLSTP)
(Nunes Pereira, 1999: 82).
   Con la constitución de la CONCP, en Casablanca, se buscó canali-
zar el apoyo de la comunidad internacional a la causa emancipatoria del
África portuguesa, al mismo tiempo que se proclamó la vocación de sus
miembros de redoblar sus esfuerzos en la «unidad de acción de las orga-
nizaciones nacionalistas en la lucha por todos los medios posibles para la
inmediata finalización del colonialismo portugués y por la liberación en
relación a toda forma de opresión» (Mateus, 1999: 91).
   A mediados de 1962, cada uno de los principales territorios portugueses
en África contaba con sus propios movimientos de liberación nacional.
Aunque, limitados en apoyo social, con dificultades en su proyección geo-
gráfica y con más que escasas fuentes de financiamiento externo, tuvieron
su prueba de fuego en el caso de Angola a principios 1961, en Guinea
Bissau en enero de 1963 y en Mozambique recién en septiembre de 1964.
   Pese a que la CONCP se constituyó en un verdadero órgano de coor-
dinación y unificador regional que redundó en un alto grado de cohesión
ideológica por parte de los movimientos independentistas, con progra-
mas políticos y económicos notablemente semejantes, sería un error so-
bredimensionar dicha variable ya que, aunque fueron visibles ciertas em-
patías, las luchas emancipatorias tuvieron una fuerte impronta local que
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                           su proceso de liberación colonial
propiciaron que cada uno de los territorios combatiera su propia guerra,
a su propia medida, con sus propios objetivos y medios.
   Lo cierto es que, durante el periodo que comprendieron las guerras
de liberación nacional en las colonias portuguesas, por diferentes cir-
cunstancias, sus actores principales colaboraron en la visibilización de un
conflicto homogéneo entre la metrópoli y sus territorios africanos. Por
parte de las filas del régimen salazarista se presentó a los conflictos como
una cruzada global anticomunista en la región; mientras que la izquier-
da –tanto africana como metropolitana– los exhibió como parte de una
resistencia común antiimperialista y como una lucha unida euro-africana
contra el “fascismo” (Macqueen, 1998: 43).
   Señales como la audiencia conjunta que mantuvieron en junio de 1970
tres de los principales referente de los movimientos nacionalistas lusó-
fonos –Agostinho Neto, Marcelino dos Santos y Amílcar Cabral– con
el Papa Paulo VI; o la participación, tres años antes de la dirigencia del
MPLA, el FRELIMO y el PAIGC en la conmemoración del 50 aniver-
sario de la Revolución de Octubre en Moscú, contribuyeron a reflejar un
mimetismo utópico, o por lo menos sobredimensionado, en la prensa
internacional.
   Construcción identitaria de los movimientos
   nacionalistas de Angola
   Las transformaciones en el ámbito internacional de posguerra y la
inestabilidad que comenzó a observarse en el hasta entonces monolítico
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régimen portugués, fruto de las asociaciones anticolonialistas metropoli-
tanas, tuvo su correlato en un marcado aumento de la agitación social y
la organización partidaria en los territorios africanos. La respuesta a todo
tipo de manifestación de protesta u organización política en las colonias
fue violentamente perseguida y reprimida por el régimen salazarista. En
tal sentido, hacia 1957, la Policía Internacional y de Defensa del Estado
(PIDE), estableció delegaciones en todos los territorios africanos y co-
menzó a organizar una enorme red de informadores que igualó a la que
ya existía en la metrópoli (Medina, 2003: 47-48).
   Ahora bien, particularmente en Angola, el sentimiento de una lucha
unificada de todo el imperio contra el régimen de Lisboa, se vio acen-
tuada por el importante papel que desde mucho tiempo antes desempe-
ñó el Partido Comunista Angoleño (PCA), el que comenzó a actuar en
1948 como una célula del PCP. El PCA, conjuntamente con el Partido
de Lucha Unida de los Africanos en Angola (PLUAA), el Movimiento
para la Independencia de Angola (MINA) y otros grupos clandestinos
menores, se unieron creando el 10 diciembre de 1956, el Movimiento
Popular para la Liberación de Angola (MPLA) (Mateus, 1999: 56-57)
. Dirigido inicialmente por Viriato da Cruz y Mario de Andrade, las
bases sociales del MPLA recibieron su principal apoyo de los africanos
urbanizados y de los mestizos o criollos –ellos según Nunes Pereira
encarnaban esa tradición contestataria urbana, una síntesis cultural eu-
ro-africana, una visión nacional moderna y una racionalidad transétni-
ca– (Nunes Pereira, 1999: 84).
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   Para investigadores, como Macqueen, el MPLA representó, en mu-
chos aspectos, una genuina alianza entre la intelectualidad y el proletaria-
do, categorías sociales más habitualmente asociadas a Europa que a una
África Subsahariana de mediados de 1950 (Macqueen, 1998: 39).
   Menos cosmopolita e ideológicamente diletante, ligada en sus oríge-
nes a la región septentrional angoleña y a la etnia bacongo, en 1954 surgió
la Unión de los Pueblos del Norte de Angola (UPNA). Fue liderada por
Holden Roberto, nacido en Angola pero residente la mayor parte de su
vida en lo que hoy es la República Democrática del Congo.
   Recordemos que los bacongos quedaron divididos durante el «reparto
de África» entre la colonia portuguesa de Angola y la del Congo Belga.
En 1958, la UPNA se transformó en la Unión de los Pueblos de Angola
(UPA), un cambio de nombre que sugiere la aspiración a una identidad
nacional multiétnica que, en realidad, el movimiento nunca alcanzó. La
UPA fue realmente quien comenzó la lucha armada en febrero de 1961.
En 1962 se unió al Partido Democrático Angoleño (PDA) dando origen
al Frente Nacional de Liberación de Angola (FNLA), el cual se consti-
tuyó en la mayor fuerza numérica antiportuguesa en Angola hasta 1974
(Meneze, 2000: 167).
   Crisis, tensiones y lucha armada
   Los orígenes de la guerra independentista en Angola se sitúan a co-
mienzos de 1961. En el caso del MPLA, con las acciones del 4 de febrero,
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donde decenas de personas tomaron por asalto las cárceles de Luanda.149
Por su parte el UPA/FNLA, reivindicó los levantamientos del 15 de mar-
zo, organizados y dirigidos por su estructura, en la región de los Dembos,
en el Norte de Angola. Ambas insurrecciones fueron sofocadas con el
coste en vidas humanas de entre 8 a 50 mil africanos y, por lo menos,
1800 blancos y con la huida masiva de la población a los países vecinos
(Ferró, 2000:368).
   Para autores como Becerra, no cabe duda, que estos primeros estalli-
dos revolucionarios no solo fueron el resultado de un deterioro interno
y un desgaste en las relaciones entre las elites locales y el régimen metro-
politano, sino que también estuvieron íntimamente estimulados por una
coyuntura regional objetivada por la independencia del Congo Belga y su
fuerte impacto en la prensa internacional, asentada casi en su totalidad
en Luanda (Becerra, 2006: 60). Según Mabeko Tali, la independencia de
aquel territorio tuvo capital importancia en la precipitación de los acon-
tecimientos en Angola, ya que las élites asimiladas se sintieron presiona-
das por la creciente desesperación de las masas urbanas al ver que otros
pueblos, muy cercanos geográficamente, lograban su liberación, mientras
que ellos se encontraban cada vez más sometidos y perseguidos por el
poder metropolitano (Mabeko Tali, 2001, vol. I: 73).
   Para comprende diversos protagonismos y dinámicas que adquirirá la
149 Si bien en un principio no reivindicó este levantamiento como propio, limitándose
a un apoyo discursivo del mismo, a partir de 1962 Comisión Directiva del Movimiento
lo hizo explícito (Mabeko Tali, 2001, vol. I: 71).
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                           su proceso de liberación colonial
lucha independentista en Angola, la dividiremos en tres grandes períodos
entre 1961-1974, para finalizar con una cuarta fase signada por la confor-
mación de un gobiernos de transición, la independencia y la internacio-
nalización del conflicto.
   La primera fase, entre 1961 y el fin de 1963, fue aquella en que la
UPA/FNLA pareció estar en ascenso. El MPLA, por el contrario, afron-
tó, grandes dificultades, desorganización interna y un limitado apoyo ex-
terno.
   Si bien el MPLA entre 1961 y 1962 buscó un acercamiento con la
UPA/FNLA, ello no se concretó ya que Holden Roberto, jefe hegemó-
nico de este último movimiento, no permitió –en una coyuntura que
él evaluaba de crecimiento– ninguna alianza que pudiera cuestionar su
liderazgo.
   Mientras que el MPLA estaba constituido principalmente en su ma-
yoría por la población mestiza oriunda de las ciudades, en especial de
Luanda, y con presencia en la zona rural habitada por los quimbundo, la
UPA se presentaba a sí misma como un partido de campesinos, reivin-
dicando su origen autóctono bacongo, a la vez que criticaba al MPLA
por poseer un origen externo, estar formado por intelectuales mestizos,
desvinculados de las masas, con ideologías «extrañas» para la mayoría de
la población.
   Capitalizando su fuerza primigenia, Roberto transformó en marzo de
1962 la UPA en FNLA permitiendo la incorporación de nuevos grupos
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                           su proceso de liberación colonial
no Bacongos en el movimiento. Este paso, aunque de orden cosmético,
le permitió sin resignar su estilo autocrático de ejercicio del poder, pre-
sentarse ante la comunidad internacional como el principal movimiento
nacionalista angoleño (Heimer, 1979: 27). Unas semanas después, y en
sintonía con su estrategia, creó el Gobierno Revolucionario de Angola
en el Exilio (GRAE).
   Para 1963 la Organización para la Unidad Africana (OUA) reconoció
al FNLA/GRAE como único legítimo movimiento de liberación de An-
gola. De igual manera lo hicieron el Congo-Leopolville, Túnez, Argelia,
Marruecos, Nigeria, Dahomey, Mauritania, Senegal y la República Árabe
Unida (Menezes, 2000: 172).
   Por su parte, durante esta fase el MPLA debió afrontar una serie de
crisis internas, que sin duda alguna, tuvieron su correlato en su presencia
efectiva en el terreno de la lucha emanciparoria angoleña.
   Ya estallado el conflicto, la dirigencia en el exilio del movimiento deci-
dió trasladar su sede desde Conacry a Leopolville, debido a la cercanía del
frente norte de Angola en franca ebullición y con el propósito de restar
protagonismo al liderazgo de Holden Roberto en el territorio.
   Paralelamente, con la llegada al Congo Belga de Agostinhio Neto –
uno de los líderes fundadores del movimiento–, luego de su huida de la
cárcel en Lisboa, se produjo la primera crisis que tuvo que afrontar la cú-
pula dirigencial del MPLA. Se inauguró así una serie de repetidos conflic-
tos en el seno del movimiento a lo largo del período independentista. En
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éste se enfrentó Neto con el entonces secretario general Viriato da Cruz.
Pese a que mayoritariamente esta disputa fue leída como un conflicto
de orden ideológico contextualizado en la Guerra Fría150, los mismos
protagonistas supieron en su momento brindar otras claves de análisis
del desencuentro: elementos asociados a la incorporación en el debate
del componente étnico-racial. Mientras que Neto se oponía tajantemente
en transformar la lucha de liberación nacional de Angola en una lucha
racial, entendiendo que dicho componente debía estar subordinado a una
lucha contra el colonialismo y su principal aliado el imperialismo (Neto,
1978: 95), Viriato da Cruz sostenía que la lucha debía asumir y fortificar
su aspecto racial, para lo cual propuso la creación de un Comité Directivo
con una fuerte presencia negra a fin de acrecentar los lazos con las masas
populares y de alguna manera sacudirse el estigma con que lo rotulaba el
FNLA, de ser un movimiento dirigido por intelectuales urbanos, asimila-
dos y mestizos (Nunes Pereira, 1999: 98).
   Como correlato de esta crisis Viriato da Cruz fue expulsado del
MPLA y el nuevo Comité Directivo pasó a ser presidido por Agostin-
hio Neto.151 Según Basil Davidson, reconocido historiador africanista, el
150 Mientras que Agostinhio Neto adscribía en su proyecto revolucionario a los princi-
pios enarbolados por Moscú, Viriato da Cruz estaba más cercano de Pekín y a estrate-
gias de insurrección maoístas.
151 Al año siguiente, Viriato da Cruz buscó un acercamiento, acompañado de sus se-
guidores, al FNLA. Dicha alianza se plasmó con la incorporación de Viriato a las filas
del GRAE, órgano creado y dirigido por Holden Roberto. Este intento de pluralidad y
alianza de referentes de espacios heterogéneos en el campo de la lucha por la liberación
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MPLA a partir de su fractura vivió momentos de incertidumbre y de falta
de protagonismo en la lucha de liberación nacional. En esos años eran
más un puñado de exiliados perseguidos por la policía del Congo Belga
(Davidson, 1974: 301).
   A pesar de esta coyuntura difícil para el MPLA, una de sus principales
preocupaciones radicó en la organización de la lucha armada en Angola.
Concordantemente con ello, Manuel dos Santos Lima –oficial miliciano
desertor del ejército portugués– fue el encargado de conformar el Ejérci-
to Popular de Liberación de Angola (EPLA). La instrucción de trescien-
tos guerrilleros que entraron en operación a partir de 1962, se realizó en
los campos de entrenamiento del Frente Nacional de Liberación argelino
en Marruecos. Este grupo tuvo su actuación inicial en Cabinda152, segun-
do frente de acción del MPLA, contando con importantes dificultades
dada la falta de armamento y las hostilidades continuas de las que fue
objeto por parte del FNLA (Buffa, 2010: 62).
   Hacia finales de este período, el FLNA también sufrió una serie de de-
serciones que en el futuro cobraron mayor protagonismo en el discurrir
de la historia angoleña. El GRAE, que había sido fundado propiciando
una alianza entre diferentes etnias, perdió su esencia primigenia cuando
rápidamente se vio malogrado ante las constantes disidencias ideológicas con Roberto.
Desilusionado Viriato abandonó el GRAE y se exilió en China hasta su muerte, en
1977.
152 Para ese momento las fuerzas del MPLA estaban organizadas en la I Región Militar,
situada en Luanda, y la II Región Militar, en la zona de Cabinda.
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en 1963 Jonas Savimbi –hasta entonces Ministro de los Negocios Extran-
jeros del GRAE y líder de los ovimbundos153–, decidió terminar con la
dictadura de los bacongos enfrentándose a Roberto por la admisión del
grupo de Viriato da Cruz, dimitiendo de su cargo y retirándose finalmen-
te del FNLA. La partida de Savimbi y los ovimbundos –etnia que pobla-
ba las tierras altas del centro y la parte sur de Angola– privó a Roberto no
solamente de un importante aliado que menguó las filas del FNLA, sino
que también provocó un abrupto decaimiento de la presencia del Frente
en un considerable espacio de la geografía angoleña.
   Estos últimos acontecimientos nos proporcionan un punto de in-
flexión en la guerra de liberación angoleña, develando una nueva y se-
gunda fase que se prolongó hasta cerca de 1970. En esta etapa tendremos
un MPLA reorganizado y activo en nuevos frentes; un FNLA golpeado
por sus escisiones y, además, el surgimiento de nuevos movimientos que
complejizaron aún más el espectro revolucionario.
   Acalladas las voces disidentes en el MPLA, encolumnado por de-
trás de un Comité Directivo presidido por Neto, al mismo tiempo que
aunque con dificultades mantuvo el Frente de Cabinda, el movimien-
to comenzó a proyectarse tanto en Angola como fuera de ella, con
una mayor presencia.
   Su importante protagonismo lo podemos observar, cuando en no-
153 La etnia ovimbundo representaba por entonces alrededor del 35 % de la población
africana de Angola.
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viembre de 1964 la OUA reconoció al movimiento otorgándole el mismo
status que previamente ostentaba en forma exclusiva el FNLA. Durante
aquel año, Neto fue recibido en Moscú y el Che Guevara visitó en Bra-
zzaville a la dirección del MPLA, estableciendo los primeros lazos entre
Cuba y el movimiento.
   Volviendo al ámbito regional, el movimiento abrió delegaciones en
las capitales de Tanzania y Zambia. Las estratégicas relaciones entabladas
con el régimen de Lusaka le permitieron iniciar un nuevo frente de com-
bate en el distrito de Moxico, apoyándose en las bases que estableció en
Zambia Occidental.
   Por su parte, el FNLA, con una fuerte presencia y protagonismo du-
rante la primera fase de la guerra de liberación, comenzó a declinar, pro-
ducto de sus escasos logros militares y al desgranamiento de sus filas,
ocasionado por la impronta centralista que Holden Roberto imprimió al
Frente, a contramano del discurso inclusivo pluriétnico que en su mo-
mento enarboló.
   Producto de esta realidad es que Savimbi, antiguo miembro del Frente
y del GRAE, unos años después de su alejamiento, conformó en 1966
una nueva organización conocida bajo el nombre de Unión Nacional
para la Independencia Total de Angola (UNITA). En sus inicios contó
con unos 800 hombres armados y se presentó como un movimiento
ideológicamente cercano al maoísmo, buscando de esta manera diferen-
ciarse del la adscripción pro-soviética del MPLA o la pro-estadounidense
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del FMLA. La irrupción de este nuevo actor en el campo de los movi-
mientos nacionalistas angoleños vino a completar una estructura triparti-
ta que se prolongó con disímiles protagonismos en la futura historia del
país (Buffa, 2010: 64).
   Por otra parte, retomando a las especialidades de la segunda fase de
la guerra independentista angoleña, el año 1966 representó también el
inicio de las actividades del III Frente, el del Este, por parte del MPLA.
Tanto las incursiones que acometieron por entonces las fuerzas del
MPLA como las de la UNITA, propiciaron una pérdida de protagonis-
mo del Frente Norte y el de Cabinda circunscribiendo la mayor parte de
la lucha armada a esta nueva zona de conflicto. Este panorama nos revela
por una parte el impacto que el FNLA –líder indiscutible del Frente del
Norte– sufrió en su estructura durante esta nueva fase, imposibilitándolo
de sostener un avance en la guerra de liberación en los territorios donde
ejercía su mayor poderío, y al mismo tiempo saca a la luz los escasos lo-
gros del Frente de Cabinda –ampliamente ponderado por el MPLA en su
estrategia de posicionamiento regional e internacional–.
   La independencia de Zambia, sin duda fue la que hizo posible la aper-
tura del III Frente Este, brindándole al MPLA la factibilidad de instalar
sus bases operacionales en territorio seguro. No obstante el apoyo del
régimen de Kenneth Kaunda se mostrará altamente pragmático. Su obje-
tivo cardinal de garantizar el acceso de la producción de Zambia hacia el
Atlántico a través del ferrocarril de Benguela, redundó en una solidaridad
interesada que alternará entre el MPLA o la UNITA, de acuerdo a quien
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le garantice su propósito último, al mismo tiempo que no dudará de man-
tener cordiales relaciones con el régimen portugués (Becerra, 2006: 79).
   La UNITA –que también contó con bases en Zambia– aunque en un
principio orientó sus esfuerzos militares contra los portugueses154, muy
tempranamente volvió sobre sus pasos y convirtió al MPLA en el blanco
principal de sus ataques, buscando con ello menguar su hegemonía mi-
litar en el sudeste angoleño. Su principal estrategia pareció restringirse a
sangrientas escaramuzas con los 4500 hombres destacados en el frente
oriental del MPLA (Macqueen, 1998: 64).
   Durante el período que abarca desde 1970 hasta 1974, comenzaron a
reaparecer divisiones internas el seno del MPLA, como una consecuente
repercusión desfavorable de su ineficacia en el campo militar y su fuerte
centralismo ejercido por la figura de Neto al frente de la presidencia del
Comité Directivo.
   La primera de estas nuevas disidencias que debió afrontar el movi-
miento fue en 1973 y tuvo su epicentro en el Frente del Este. Recu-
rrentemente, se volvió a hacer hincapié en la cuestión racial, pero ahora
identificada primordialmente con los posicionamientos que cada grupo
esgrimía con respecto a tácticas y estrategias militares. El grupo de Daniel
154 La más sobresaliente operación realizada por la UNITA, contra el régimen colonial
portugués fue el ataque al ferrocarril de Benguela, en 1967. Su falta de perspicacia po-
lítica, redundó en una inmediata expulsión de las huestes de Savimbi del territorio de
Zambia, marginándose de un refugio seguro y abriendo un panorama incierto para el
movimiento nacionalista (Buffa, 2010: 65).
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Chipenda –líder del movimiento– cuestionó a los militantes provenientes
del Norte por considerarlos mestizos, citadinos y por contar con una
serie de privilegios sobre los militantes de la región Este, negros y en su
mayoría campesinos. Por su parte, al año siguiente, los cuestionamientos,
sin duda de otra índole, vinieron de la mano de lo que se conoció como
Revuelta Activa. Este grupo estuvo conformado por históricos cuadros del
movimiento, entre ellos el primer presidente del MPLA, Mario Pinto de
Andrade, que objetó la política de Neto, acusándolo de sectario, autori-
tario y de practicar un «presidencialismo absoluto» (Mabeko Tali, 2001,
vol. I: 78, 119-125, 138 y 184-190). Ambos cuestionamientos dirigidos
a la cúpula del movimiento y a la figura de su presidente, fracasaron155.
   Por su parte, aunque los logros de la guerrilla del FNLA no hubie-
sen mejorado significativamente durante este período, la verdad es que
recibieron cada vez mayor apoyo y más importantes de fuera de África,
principalmente de los Estados Unidos.
   La UNITA, luego del aislamiento autoimpuesto –producto de su defi-
ciente accionar político, de su falta de visión estratégica a la hora de plani-
ficar acciones armadas y de una lucha desesperada por su sobrevivencia–,
155 Mientras que en el primer caso, Chipenda fue expulsado del partido y debió exilarse
acusado de tramar un intento de asesinato de Neto, en el segundo caso la resolución del
cuestionamiento se limitó a la expulsión de grupo del partido. Bueno será aclarar aquí
que dichos planteamientos volvieron a salir a la luz durante el periodo independiente
aunque su desenlace en esa ocasión será mucho más cruento. Los cuestionamientos es-
grimido por Nito Alves y sus seguidores, en mayo de 1977, terminaron en una masacre
que extermino a miles de disidentes (incluido a sus líderes).
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en 1972 terminó firmando una tregua con la dirección de las fuerzas
militares portuguesas en Angola. Dicho acuerdo156, que se prolongó has-
ta comienzos de 1974, dispuso que el ejército colonial se abstuviera de
cualquier ataque a las fuerzas de Savimbi en tanto que este garantizara la
prosecución de su ofensiva a las filas del MPLA en el frente oriental y
eventualmente a las del FNLA (Pezarat Correia, 1991: 38).
   Este tipo de estrategia le permitió al ejército colonial portugués re-
tomar la iniciativa en el conflicto. Asimismo, en esta última fase se evi-
denció en las acciones del ejército portugués la fuerte influencia de las
tácticas de combate usadas por las tropas estadounidenses en Vietnam.
El uso de napal y de herbicidas, y el desarraigo forzoso de la población
rural se constituyeron en moneda corriente (Buffa, 2010: 67). Paralela-
mente, y como consecuencia del propio desgaste y del desinterés que la
sociedad metropolitana tuvo en entregar a sus hijos como soldados para
las guerras africanas, ya a mediados de los sesenta el régimen salazarista
comenzó a implementar un programa de africanización de los ejércitos
coloniales. En el caso de Angola, hacia el final del conflicto indepen-
dentista, de un total de aproximadamente 66 mil soldados, 28 mil eran
africanos (Guerra, 1994: 397).
   En las vísperas del estallido de la Revolução dos Cravos en Lisboa, se
percibió por parte de muchos de los miembros de los movimientos na-
156 Denominado generalmente como Operação Madeira, ciertamente llamado así porque
los primeros contactos entre las fuerzas coloniales y las de savimbi fueron establecidos
por madeireiros portugueses que trabajaban cerca de área controlada por la UNITA.
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cionalistas un sentimiento de desilusión y desmoralización, observando
impotentes como luego de trece años de guerra el régimen colonial se-
guía resistiendo. Paralelamente, el sentimiento de hartazgo con las gue-
rras africanas y con el régimen fascista imperante por décadas –por parte
de la clase trabajadora y de los sectores medios liberales portugueses–,
allanó el terreno y supo proporcionar la materia prima que gestó al Mo-
vimiento de los Capitanes.
   Descolonización e internacionalización del conflicto
   En el caso de Angola desde el estallido de la Revolução dos Cravos en
la metrópoli, hasta la firma del Acuerdo de Alvor en Portugal e incluso
hasta la independencia del régimen colonial portugués, el proceso fue
mucho más complejo, errático e inestable que los que tuvieron el resto
de los territorios lusófonos en el continente africano. La pluralidad de los
actores locales, la incapacidad de la metrópoli para garantizar un efectivo
alto al fuego entre los movimientos insurgentes y, sobre todo, la intromi-
sión más que elocuente de actores externos, impusieron una nueva lógica
al conflicto, donde se agudizaron notablemente las controversias.
   El antecedente más relevante al Acuerdo de Alvor –en el espinoso
proceso de sentar a los líderes de los movimientos armados en la mesa de
negociación– lo constituyó el encuentro de Mombasa (Kenia). Allí, por
primera vez en forma conjunta, los líderes del FNLA, MPLA y UNITA
aprobaron una plataforma común para negociar con Portugal. Como un
elemento a resaltar, plantearon la exclusión en las negociaciones de todo
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grupo o partido que no hubiera participado en la lucha armada antes del
25 de abril. Este discurso excluyente, por parte de los participantes en el
encuentro de Mombasa, condicionó a los partidos «pacifistas» o mode-
rados a tener que aliarse o fundirse con alguno de los tres movimientos
reconocidos, situación que generó tarde o temprano mayores problemas
internos, y la sensación de que para ser protagonista de cualquier proceso
negociador era indispensable participar de la violencia armada (Mabeko
Tali, 2001, vol. II). La firma en Alvor del acuerdo de paz signado con el
gobierno portugués, tuvo como base lo concertado unos días antes, por
parte de los tres movimientos, en Mombasa. Para autores como Pezarat
Correia, lo complejo de este acuerdo revela la coyuntural y efímera rela-
ción entre los tres grupos de liberación, que pese a acordar algunos pun-
tos en común, lejos estaban de constituir un interlocutor único (Pezarat
Correia, 1991: 125).
   El acuerdo de Alvor legitimó al MPLA, el FNLA y la UNITA
como los únicos representantes del pueblo angoleño, al mismo tiem-
po que reconoció el derecho de Angola a su integridad territorial. Asi-
mismo, fijó como fecha de la independencia el día 11 de noviembre
de 1975, instituyendo –hasta ese momento– un período de transición
donde se sentarían las bases para la organización de elecciones para
una Asamblea Constituyente, en la que solo podrían participar los
grupos reconocidos.
   Pese a que el 31 de enero de 1975 el Gobierno de Transición tomó
posesión y quedó encargado de arbitrar los medios para garantizar la
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independencia angoleña, lo cierto es que la guerra civil no tardó en es-
tallar con dimensiones sin precedentes, al mismo tiempo que, podremos
visualizar una internacionalización del conflicto fuera de lo imaginable.
   El Gobierno de Transición, paralizado por las disputas políticas
en Angola y por las diferencias entre las facciones en Portugal157 y sin
fuerzas efectivas, no pudo dar respuesta a esta situación de creciente
crispación en el terreno. El FNLA, seguro de su superioridad numé-
rica, lanzó en marzo un ataque a las posiciones del MPLA en Luanda.
La UNITA, que era la más débil militarmente, luego de algunas es-
caramuzas se retiró a la zona de influencia ovimbundo, para asegurar
allí sus posiciones158.
   En un primer momento, la lucha fue entre el MPLA y el FNLA, ac-
tores que desde sus orígenes tuvieron diferencias irreconciliables en rela-
ción al tipo de nacionalismo que encarnaban y sus alianzas construidas a
lo largo del proceso independentista. Esta puja dirimida en el campo de
157 El 11 de marzo de 1975 se dió un levantamiento militar en Lisboa que llevó a la
caída del III Gobierno Provisorio y la constitución del IV (Pezarat Correia, 1991: 136).
158 Al comenzar el período de transición, el equilibrio de fuerzas entre los tres princi-
pales movimientos nacionalistas angoleños era aproximadamente el siguiente: el FNLA
se mostraba numéricamente como el más fuerte, con cerca de 21.500 combatientes
divididos entre las bases del Norte de Angola y los campos de entrenamiento en Zaire.
Las Fuerzas Armadas Populares de Liberación de Angola, del MPLA, contaba con al-
rededor de 8.000 efectivos distribuidos mayoritariamente en el Este de Angola, más un
número considerable en Cabinda y un centenar en Luanda. La UNITA no superaba por
entonces los 6.000 guerrilleros mal entrenados y equipados (Macqueen, 1998: 215-216).
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batalla a principio de junio a favor del primero, implicó la expulsión del
FNLA en forma definitivamente de Luanda. Para ello el MPLA se valió
del apoyo fundamental de las milicias de Poder Popular159.
   Frente a esta coyuntura, Savimbi proclamó, a quien quisiera oír, que la
UNITA representaba la alternativa más fiable para el pueblo angoleño y
la comunidad internacional por considerar que era el único movimiento
no violento, moderno, no racista y de orientación «europeizante» en tér-
minos internacionales (Becerra, 2006: 92).
   Al mismo tiempo, estaremos en presencia de una internacionalización
del conflicto y la presencia en el terreno de combatientes hasta entonces
ajenos a la contienda armada. En el Norte el FNLA recibió el apoyo de
efectivos del Zaire; el MPLA acogió a los primeros instructores cuba-
nos y refuerzos de soldados de los movimientos de liberación de las ex
colonias portuguesas africanas, mientras que la UNITA, asentada en el
centro-sur, no tardó en recibir apoyo sudafricano.
   La actuación estadounidense como la soviética, aunque mantuvieron
una presencia mayoritariamente indirecta, fueron los proveedores del an-
damiaje financiero y del sustento ideológico de forma casi excluyente de
los actores internos y externos involucrados en la contienda.
   Durante el primer semestre de 1975, el gobierno de los Estados Uni-
159 El MPLA, a sabiendas de su inferioridad numérica, incrementó su poder de fuego
mediante las milicias de Poder Popular, distribuyendo armamento a la sociedad civil
luandesa (Mabeko Tali, 2001, vol. II: 110; Madeiros Ferreira, 2000: 100).
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dos –pese a afrontar en el plano externo la derrota en Vietnam y en el
interno el escándalo Watergate, que provocó la dimisión del presidente
Nixon y la llegada al poder de su vicepresidente Gerald Ford– incursionó
en el conflicto de Angola mediante una participación activa, encausada
a través de la CIA. En tal sentido la Agencia de Inteligencia estadou-
nidense promovió la Operación Infeature, que desde Zaire otorgó apoyo
al FNLA y más tarde brindó entrenamiento a la UNITA para avanzar
conjuntamente sobre las fuerzas del MPLA. El presidente Gerald Ford,
en concordancia con la estrategia diseñada por su secretario de Estado,
Henry Kissiger, otorgó ingentes fondos y armamentos al FNLA, a través
del gobierno aliado de Mobutu Sese Seko160 para que ambos lanzaran
una ofensiva desde el Norte a las fuerzas del MPLA. Ofensiva que fue
repelida por las fuerzas de Neto con la ayuda de efectivos del FRELIMO
y del PAIGC, antiguos aliados en la lucha anticolonial desde los sesen-
ta. Las incitaciones por parte del ejecutivo estadounidenses hacia Zaire
y Sudáfrica para que intervinieran militarmente, conjuntamente con el
FNLA y la UNITA en el conflicto angoleño fueron desdibujándose pau-
latinamente a partir de los primeros reveses en la esfera militar y sobre
todo con la imposición de una nueva normativa emanada desde el poder
legislativo de los Estados Unidos, conocida como la enmienda Clark161.
160 Por entonces, presidente de la vecina República del Zaire.
161 Dicha enmienda que prohibió la intervención estadounidense, sin la aprobación
del congreso, en conflictos locales, de países sin ningún valor estratégico intrínseco al
interés nacional, encorsetó el accionar del gobierno del los Estados Unidos en Angola
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Pese a ello y aunque cesó toda intervención directa, de forma clandes-
tina colaboró con sus nuevos aliados, la UNITA y las fuerzas armadas
sudafricanas. Paralelamente, a partir de esta nueva coyuntura, el Kremlin
comenzó a tener una mayor presencia en el territorio respaldando a su
aliado histórico, el MPLA. El gobierno de los Estados Unidos calculó
que a partir de marzo de 1975 y hasta finales del mismo, la URSS proveyó
al MPLA en carácter de auxilio militar entre cien y doscientos millones
de dólares. Auxilio que incluyó los gastos de cerca de ciento setenta con-
sejeros soviéticos destinados a Angola, aviones, carros blindados, fusiles
lanza granadas, cohetes tierra-tierra, etc. (Stevens, 1976: 144).
   Por su parte, Sudáfrica desde siempre mantuvo su apoyo a Portugal en
su reclamo a su derecho colonial sobre Angola162. Luego de los sucesos de
abril de 1974 en Portugal, Pretoria apostó, en un principio, a estimular la
conformación de un gobierno blanco en Luanda. El devenir del proceso de
descolonización angoleño cercenó esta vía, con lo cual incursionó hacia una
nueva estrategia encaminada al apoyo a algún movimiento armado con el que
ideológicamente se identificara, recayendo la elección en la UNITA163.
hasta su revocación durante la administración Reagan, diez años después.
162 Su entendimiento con el régimen colonial portugués no se circunscribió al ámbito
estrictamente diplomático sino que le permitió además la radicación de un destacamen-
to aéreo sudafricano en territorio angoleño, más precisamente en Cuíto Canavale, con
medios humanos y materiales que se emplearon en operaciones en provecho de las fuer-
zas militares portuguesas, previas a la Revolução dos Cravos (Pezarat Correia, 1991: 150).
163 El primer auxilio financiero y en material bélico lo recibió en octubre de 1974, hacia
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   Hacia agosto de 1975, unidades de ataque sudafricano ocuparon la re-
presa de Cunene. Bajo pretexto de proteger el abastecimiento de electrici-
dad a su colonia, el África Sudoccidental, la actual Namibia, Sudáfrica inva-
dió territorio angoleño. Hacia finales de mes las fuerzas sudafricanas en el
territorio de Angola superaron el millar de efectivos (Wolfers & Bergerol,
1983:12). El pedido formal de apoyo de la UNITA llegó en octubre, mes
en el que ya se comenzó a percibir la presencia sudafricana en Kuíto, ex
Silva Porto. La Operación Savannah, que involucró a carros blindados y cerca
de dos mil hombres de las tropas especiales del ejército sudafricano, contó
con el apoyo principal de la UNITA, y con la colaboración de elementos
del grupo de Chipenda y «comandos especiales» portugueses o «mercena-
rios» de acuerdo a la orientación política del observador164. Correia sostiene
que esta intervención no solo contó con el pedido expreso de Savimbi,
situación que le dio cierta legitimidad, sino que fue bien vista por Zaire,
Zambia y el propios Estados Unidos que, a través de la CIA se involucró
en su planificación (Pezarat Correia, 1991: 158).
   Las fuerzas conjuntas UNITA-Sudáfrica penetraron hasta llegar cerca
principios de 1975 estos se incrementaron (Pezarat Correia, 1991: 152).
164 De un discurso profundamente anticomunista, los comandos especiales estuvie-
ron constituidos por ex militares portugueses que actuaron principalmente en el frente
Norte con el FNLA. Luego de ser derrotados y expulsados de Angola, muchos de sus
elementos integraron las fuerzas del régimen de minoría blanca de Rhodesia y poste-
riormente de la RENAMO (Silva [et al.], 1978: 9).
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                           su proceso de liberación colonial
de Luanda, su objetivo final165. Asimismo, estuvieron comprometidas las
fuerzas del FNLA-Zaire, que desde el norte avanzaron hacia el mismo
objetivo (Valdez Vivo, 1976). Con la toma de Luanda pretendían impedir
que el MPLA declarara unilateralmente la independencia, puesto que ya
desde agosto había dejado de tener vigor el Acuerdo de Alvor, y los por-
tugueses estaban a la espera del cumplimento de la fecha prevista para
abandonar el país.
   Paralelamente, a principios del mes de octubre, comenzaron a llegar
por mar las primeras tropas cubanas. Un mes después, Fidel Castro hizo
pública la intención de su gobierno de apoyar el pedido de auxilio de
Neto, iniciándose oficialmente lo que se conoció como la Operación Carlo-
ta (García Márquez, 1977: 128; Frank Yanes, 1989: 11-22). Los efectivos
cubanos irrumpieron en el teatro de operaciones el 8 de noviembre, justo
en el momento en el que Luanda se encontraba asediada por las fuer-
zas del FNLA-Zaire desde el norte y de la UNITA-Sudáfrica por el sur.
Las primeras evaluaciones de los estrategas cubanos, fueron por demás
pesimistas. En el mejor de los casos esperaban garantizar el enclave de
Cabinda (Tvedten, 1992: 35). Pese a ello, Fuerzas Armadas Populares de
Liberación de Angola del MPLA, con la fundamental intervención de las
fuerzas cubanas revirtieron este escenario adverso.
165 En esta avanzada sobre territorio angoleño, las tropas Sudafricanas y las milicias
de la UNITA, controlaron por cerca de tres meses la mayor parte del país, a través
dominación momentaña de las provincias De Bié, Huango, Benguela, Cunene, Huila y
Cuando-Cubango (Savimbi, 1986: 23).
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                           su proceso de liberación colonial
   El aparentemente irresistible avance sudafricano desde el sur que
tomó en unas pocas semanas las principales ciudades meridionales del
país, llegando a escasos kilómetros de la capital, fue repelido por las fuer-
zas cubano-angoleñas e inexorablemente empujado hacia la frontera na-
mibia. Finalmente, en marzo de 1976, presionada militarmente por la
coalición cubano-angoleña y abandonada políticamente por los Estados
Unidos, Sudáfrica se retiró de Angola, luego de nueve meses de guerra.
Las milicias aliadas de Savimbi se refugiaron en la selva, en la región Este
de Angola (Cintra Frias, 1989: 77).
   Por su parte, las fuerzas del FNLA-Zaire al norte de Luanda, también
fueron enfrentadas militarmente por parte de las tropas cubanas y las
Fuerzas Armadas Populares de Liberación de Angola. A pesar de contar
con el respaldo militar del Mobutu Sese Seko y el vasto, aunque oculto,
apoyo de los Estados Unidos, el desafío de Roberto al MPLA, no tardó
en desmoronarse (Schueg Calas, 1989: 63). Su derrota militar y la pérdi-
da de sus principales financiadores externos dejaron al FNLA fuera de
todo protagonismo en la nueva fase independiente por la cual comenzó
a transitar Angola.
   Como producto de una lógica irreconciliable entre los bandos en pug-
na, como ya se mencionó, el gobierno lisboeta suspendió unilateralmente
el Acuerdo de Alvor, a través del Decreto Ley 458/A 75, a poco más
de siete meses de que este hubiera entrado en vigor (Madeiros Ferreira,
2000: 101). A media noche del 10 para el 11 de noviembre de 1975, el
Alto Comisario, sus colaboradores y los últimos contingentes militares
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portugueses arriaron por última vez la bandera portuguesa y dejaron An-
gola. Cesó así la soberanía portuguesa y nació un nuevo Estado indepen-
diente, en medio de una dramática incertidumbre166.
   Al amanecer del 11 de noviembre de 1975, el MPLA en Luanda pro-
clamó la independencia de la República Popular de Angola; mientras que
el FNLA y la UNITA, en conjunto, hicieron lo mismo en Huambo, con-
formando la República Democrática de Angola. Las desavenencias entre
Holden Roberto y Jonas Savimbi desde su proclamación (Savimbi, 1979:
60-62) como así también su insignificante reconocimiento internacional,
la dotaron de una vida efímera.
   Conclusiones
   Con la finalización de la Segunda Guerra Mundial, y la conformación
de un nuevo orden internacional, exhibimos cómo las fuerzas externas
procedentes del nuevo escenario se mostraron cada vez más hostiles y
menos dispuestas a tolerar la supervivencia de los sistemas coloniales.
Los nuevos actores sistémicos surgidos con la finalización de la contien-
da Mundial con diferentes motivaciones e intensidad en sus discursos,
condenaron al régimen totalitario y colonialista portugués, que no dudó
en utilizar todos los recursos a su alcance para perpetuar una situación de
dominación sobre sus territorios africanos, a ojos vista anacrónica.
   Como evidente reacción a este clima adverso internacional el régi-
166 En el gobierno portugués, frente a esta situación entregó el poder “al pueblo ango-
leño” (Pezarat Correia, 1991: 170-172).
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men portugués trató de endurecer las medidas de control sobre las élites
africanas. La creación de la Casa del Imperio en Lisboa, con sus distin-
tas filiales e instituciones similares –todas bajo una constante vigilancia
de la policía secreta– procuró este objetivo. Dichas iniciativas, como de-
mostramos en el trabajo, tuvieron un efecto opuesto al anhelado por el
régimen de Portugal. Los irrefrenables vientos de cambio direccionados
por los movimientos anticolonialistas internacionales, hijos de Bandung,
sumado al influjo de una intelectualidad portuguesa ligada al Partido Co-
munista y proscripta por el régimen, promovieron el surgimiento de un
nacionalismo luso-africano en el epicentro metropolitano.
   En el caso angoleño, hemos considerado que la ausencia de coordi-
nación y consenso entre los tres movimientos de liberación nacional en
aras de la consecución de la independencia como objetivo común, se
vincula esencialmente con sus especificidades espaciales, las que han sido
explicitadas anteriormente.
   Estas cualidades, gestadas a partir de un proceso transformador de la
apropiación de su riqueza, hicieron de la colonia angoleña un territorio
que dependía de sus propios recursos, al mismo tiempo que moldeó los
intereses de su sociedad en función de esta nueva realidad. Sin duda, no
es un rasgo azaroso, que prácticamente desde los inicios de las guerras
de liberación nacional los tres movimientos nacionalistas angoleños es-
tuvieron asociados a áreas claves de su economía. Es decir, el FNLA, a
las ricas tierras del norte, el MPLA a la riqueza petrolífera y la UNITA a
la diamantífera.
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                           su proceso de liberación colonial
   Subrayamos también, con motivo de la gestación de los movimien-
tos de liberación en Angola, que existieron en ellos varios tipos de na-
cionalismo y diferentes criterios en la forma de gobierno que adopta-
rían si alguno de ellos tomase el poder. Como argumento explicativo
central, sostuvimos, que el factor étnico-racial y el ideológico son los
que nos permiten comprender de manera más acabada sus discrepan-
cias y antagonismos. El contraste existente entre asimilados e indíge-
nas, y entre sectores urbanos y rurales, fue un elemento discordante
permanente, legado de la colonización portuguesa. Todo ello tuvo
su correlato en las heterogéneas propuestas y en la estructuración
de los movimientos. Es decir, mientras que el MPLA representó un
movimiento moderno, de base social principalmente urbana, con una
estrategia de carácter revolucionaria de toma del poder; el FNLA y
la UNITA, dispusieron de una base social rígidamente ceñida al gru-
po de los bacongos o de los ovinvundus respectivamente, sin con-
tar con un instrumento programático o político-ideológico de orden
integrador del espectro pluriétnico colonial. En el caso del FNLA
sus limitaciones fueron aún más notables a partir de su localización
transfronteriza, redundando ello en que la mayoría de sus miembros
permanecieron ajenos a las problemáticas de Angola o a la lengua
franca del colonizador portugués, por haber vivido toda su vida en la
colonia belga, actual República Democrática del Congo.
   El ahondar, en las raíces de estas diferencias, nos permitió compren-
der la imposibilidad crónica que sufrió el movimiento independentista
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angoleño, para la conformación de una alianza integradora de carácter
nacional que pudiera hacerle frente al dominio portugués.
   Los estados con una mayor injerencia en la lógica del conflicto de
liberación nacional angoleña fueron las repúblicas de Zaire, Zambia
y Sudáfrica. El primero de estos, muy cercano al FNLA a partir de su
base social bacongo mayoritariamente radicada en este país, también
permitió por un breve tiempo que la dirigencia del MPLA, en el exilio,
actuara desde su territorio. Por su parte, Zambia supo albergar a la di-
rigencia del MPLA y de la UNITA posibilitando que desde su territo-
rio se proyectara el Frente Este de la guerra contra los portugueses. El
régimen de Sudáfrica apoyó en una primera instancia a su tradicional
socio sub-regional, el colonialismo portugués. Con el estallido de la
Revolução dos Cravos, realineó su estrategia a favor, primero del FNLA
y luego oficializó una alianza por demás estrecha con la UNITA, en
franca oposición al MPLA ante la empatía de este con el movimiento
de liberación de Namibia y a su estrecha comunión ideológica con la
Unión Soviética. Por su parte, un organismo de alcance continental
como la OUA, mientras que reconoció tempranamente como legí-
timos movimientos de liberación nacional al FNLA, al MPLA per-
mitiéndoles representación en su seno; nunca otorgó ese status al
movimiento, liderado por Jonas Savimbi. En las negociaciones de paz
previas a la independencia de Angola éste ocupó una banca en ellas,
solo por las fuertes presiones ejercidas por los sectores más conser-
vadores portugueses.
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   Inmediatamente de haberse firmado el acuerdo de Alvor estalló la
guerra civil en Angola, consecuentemente observamos cómo la inter-
nacionalización del conflicto comenzó a adquirir niveles más sistemá-
ticos en materiales bélicos y financiamientos externos a las movimien-
tos locales. La intromisión directa de fuerzas militares externas como
las cubanas, el ejército zaireño y las tropas sudafricanas nos advirtió que
estábamos en presencia de un nuevo peldaño en el ascendente proceso
de internacionalización e incremento de la devastación de la guerra civil
angoleña. Dicho incremento de los niveles de complejización y violen-
cia del escenario bélico, lo explicamos asentándonos principalmente en
variables explicativas externas que actuaron de manera complementaria
con otras de índole regional.
   En este nuevo escenario Angola alcazaba su independencia –como se
mencionara en párrafos anteriores– el 11 de noviembre de 1975, los últi-
mos funcionarios civiles y militares portugueses arriaban por última vez
la bandera portuguesa y abandonaban el territorio, entregando el poder
en este contexto convulsionado «al pueblo angoleño». Aunque el MPLA
será rápidamente reconocido como el legítimo gobierno del nuevo esta-
do independiente, la independencia consolidaba también un escenario de
conflicto local, con implicancia de actores regional e internacional que
perpetuará la inestabilidad del país por muchas décadas.
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         Capítulo 18: Cuba y Angola: del arte de la guerra a la guerra del arte
                    CAPÍTULO 18
                             Cuba y Angola:
         del arte de la guerra a la guerra del arte
                     Idalmy González González y Germán Santana Pérez
Las colonias lusitanas en África consiguieron su independencia de for-
ma tardía. Angola no fue una excepción. El colonialismo portugués se
había desarrollado allí aumentando las diferencias entre colonos, asimila-
dos y resto de la población, propiciando notablemente las fricciones que
delataban diferencias raciales y de clase. El número de colonos llegó a
250.000 frente a 5.000.000 de africanos (Ceamanos, 2016: p. 135). La dic-
tadura de Salazar impulsó esta situación de desigualdades y de profundas
contradicciones entre diversos sectores de la población (rurales-urbanos,
diferencias étnicas, europeos-africanos, asimilados-no asimilados, ricos y
pobres). El interés sobre esta colonia estribaba en que era la más rica y
la que más recursos tenía dentro del colonialismo portugués, incluyendo
petróleo, diamantes y café entre sus producciones. Estos recursos habían
atraído inversiones estadounidenses y de los países más ricos de la Euro-
pa Occidental (Schmidt, 2013: p. 92).
   En Cuba, por su parte, había triunfado la revolución después de un
largo periodo de dictadura que en su fase final encabezaba Fulgencio
                                        650
         Capítulo 18: Cuba y Angola: del arte de la guerra a la guerra del arte
Batista. En 1959 Fidel Castro y el Che entran en La Habana después de
combatir por todo el país desde su centro de Sierra Maestra. Los pode-
rosos intereses estadounidenses se vieron gravemente amenazados ante
el despliegue de una política socialista y antimperialista. La Cuba de los
sesenta se constituyó como uno de los episodios más importantes de la
«Guerra Fría» entre EEUU y la URSS. El intento de invasión de Bahía
Cochinos, la crisis de los misiles, los sabotajes, el bloqueo y la política
hostil estadounidense, hicieron que en la mayor de las Antillas se viviese
durante los sesenta un ambiente prebélico. La línea encabezada por el
Che era partidaria de extender la revolución a otros centros americanos,
pero también africanos. El conflicto con Estados Unidos trajo inevitable-
mente un acercamiento a la Unión Soviética.
   Si Cuba fue un escenario importante de la Guerra Fría durante la dé-
cada de los sesenta, Angola lo sería durante los setenta y ochenta. Tras la
independencia, en 1975, se generó un conflicto civil y también interna-
cional en donde la isla caribeña también se vio implicada. Se abrió así una
etapa de participación militar cubana y también de solidaridad internacio-
nalista entre los dos pueblos.
   En la sociedad cubana las manifestaciones relativas a la guerra de An-
gola durante tantos años de conflicto encontraron en las expresiones
artísticas, la música y la literatura, las mejores herramientas de comuni-
cación. Han sido el arte y sus discursos los encargados de romper con el
silencio que ha acompañado este proceso histórico, siendo preciso contar
la guerra de Angola, no solamente desde los testimonios militares o el
                                        651
         Capítulo 18: Cuba y Angola: del arte de la guerra a la guerra del arte
compromiso ideológico y revolucionario, sino además con las creaciones
artísticas y con las propias experiencias de vida. El arte ha sido el soporte
y el medio que ha permitido subvertir ideas preconcebidas y cuestionar
la realidad.
   Esta guerra tuvo una gran presencia en la vida cotidiana de la nación
caribeña, de la misma manera que África forma parte de la cultura cubana
y de su idiosincrasia. Para ello fue importante el mestizaje de la población
cubana y la asimilación de la personalidad afrodescendiente a través de
la música y la religión. De ninguna manera podemos hablar de influencia
africana sino de pertenencia porque todo lo africano forma parte del
tejido cultural cubano.
   Nosotros trabajamos sobre la hipótesis de tres fases diferentes de
la relación entre la Cuba revolucionaria y Angola y, en consecuencia,
de tres sentires distintos en las manifestaciones artísticas que se crea-
ron. Tricontinentalidad, el Arte para Carlota e Iconografía para un
«Hombre Nuevo».
   Tricontinentalidad (1959-1975)
   Durante este periodo que nosotros iniciamos con el triunfo de la Re-
volución y extendemos hasta la participación directa de los soldados cu-
banos en el conflicto, tiene lugar la Primera Cumbre Tricontinental de
los pueblos de África, Asia y América Latina en enero de 1966, en La
Habana. En estos años se produce un giro en las relaciones entre los dos
países, podríamos decir que casi se inauguran y, al mismo tiempo, se mar-
                                        652
         Capítulo 18: Cuba y Angola: del arte de la guerra a la guerra del arte
can las pautas de una nueva visión de África en la sociedad cubana, otor-
gándole un peso del que antes carecía. Estos años son de conocimiento,
permiten el acercamiento a la cultura de estos pueblos y promueven en
los países en vías de descolonización, reforzar la identidad de esos pue-
blos a través de la cultura (Cabral, 2014: pp. 156-158).
   A raíz de este evento internacional, el entorno académico lideró el
acercamiento a las obras de autores africanos introduciendo las asignatu-
ras de cultura africana y negras en la Escuela de Letras, fomentando una
lucha contra el eurocentrismo e impulsando los valores del tercermundis-
mo (Llanes, 2012: p. 13). Es el momento en el que el Che ordena publicar
las obras de Franz Fanon.
   La llegada de las independencias al resto de países africanos y la forja
del sentimiento nacionalista generó el nacimiento de opciones políticas que
optaron por la emancipación. En Angola se fraguó el primer movimiento
de liberación de las colonias portuguesas y también el más sangriento, mar-
cando el comienzo la insurrección del año 1961, si bien desde principios de
siglo ya contaban con algunos líderes nacionalistas (Humbaraci y Muchnik,
1974: pp. 116-120). Formado con la fusión de varias organizaciones, en
1956 se creó el Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA) y a
principios de los sesenta ya mostraba su adhesión al marxismo y al grupo
de los países no alineados debido a la influencia del Partido Comunista An-
goleño (PCA) y el Partido Comunista Portugués (PCP) (Demurtas, 2007:
p. 25). Los antecedentes del Frente Nacional de Liberación de Angola
(FNLA) surgen desde 1954 aunque de forma oficial en 1961. Aunque al
                                        653
          Capítulo 18: Cuba y Angola: del arte de la guerra a la guerra del arte
principio defendía los intereses exclusivamente bakongos, pronto optó por
la liberación de Angola, con Holden Roberto como presidente, apoyado
por Mobutu Sese Seko. La Unión Nacional para la Independencia Total
de Angola (UNITA) hizo su aparición en 1966, encabezada por Jonas Sa-
vimbi, principal representante de los ovimbundu y con connotaciones más
campesinas en el centro y sur de Angola. Por su parte, el Frente de Libera-
ción del Enclave de Cabinda (FLEC) demandaba la independencia de esa
región y aglutinaba a partir de 1963 a varios partidos apoyándose princi-
palmente en los bakongo. El grupo mayoritario eran los ovimbundu, con
alrededor de 2.000.000 de personas, los mbundu con cerca de 1.300.000 y
los bakongo con 400.000 (Gleijeses, 2007: p. 368).
   El desarrollo a partir de 1965 hizo de esta colonia la más rica y rentable.
Para luchar contra la guerrilla, Salazar optó por agrupar aldeas campesinas
en nuevos pueblos. En esta fase se desarrolló un conflicto armado muy
cruento que se prolongó por más de diez años antes de la independencia.
Potencias como Estados Unidos y China financiaron a algunos de estos
movimientos como el FNLA o la UNITA, mientras que otras como la
URSS mostraron su apoyo al MPLA. Otras potencias menores también
estuvieron implicadas en su financiación. Sudáfrica y Zaire trataron de con-
solidarse como poderes regionales dominantes (Schmidt, 2013: p. 93).
   Además de la postura ideológica y los ideales del Hombre Nuevo,
la intervención cubana se explica por el carácter «latinoafricano”167 y el
167 Discurso pronunciado por el comandante en jefe Fidel Castro Ruz, Primer Secre-
tario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Primer Ministro del Go-
                                         654
         Capítulo 18: Cuba y Angola: del arte de la guerra a la guerra del arte
sesgo afrodescendiente de buena parte de su población. Los vínculos con
África estaban presentes en un país que solo a partir de 1886 no conocía
la esclavitud. La llegada de esclavos africanos se había iniciado desde
principios del siglo XVI pero el proceso esclavista se había acelerado tras
la toma de La Habana por los británicos en 1762 y continuado durante
el final XVIII y la primera mitad del XIX. Personajes como Maceo o
Quintín Banderas estaban en la memoria colectiva. A pesar de los ideales
libertarios lanzados por Martí, la invasión norteamericana y la indepen-
dencia tutelada los truncaron, poniendo en una posesión subalterna a
negros y mulatos.
   A pesar de formar parte de la clase baja, la cultura africana penetró en
el tejido social cubano y en sus creencias religiosas, incluida la población
blanca. Cabrera afirma que «Cuba es la más blanca de las islas del Caribe,
pero el peso de la influencia africana en la misma población que se tiene
por blanca es incalculable, no se comprende nuestro pueblo sin conocer
al negro» (Cabrera, 1954: p. 9). En el caso de la música de Cuba, deno-
minada afrocubana lleva implícito el sello de las confluencias de ambas
culturas, las oriundas de Europa y las que provenían del continente afri-
cano (Ortiz, 1993: pp. 260-271). Una investigación del Centro Nacional
de Genética Médica de la Universidad de Medicina de La Habana, dirigi-
do por la Dra. Beatriz Marcheco, concluye en la dificultad de establecer
fronteras del color de la piel, entre blancos, mestizos y negros en un país
bierno Revolucionario de Cuba. Disponible en: http://www.cuba.cu/gobierno/discur-
sos/1975/esp/c221275e.html.
                                        655
         Capítulo 18: Cuba y Angola: del arte de la guerra a la guerra del arte
como Cuba, donde algunos individuos de piel negra tienen un índice mí-
nimo de melanina en el rango de los mestizos e incluso en aquellos que
se definen como blancos (Macheco Teruel, 2015). Como dice el refra-
nero popular cubano «aquí, el que no tiene de Congo tiene de Carabalí».
Tras la revolución esta herencia se aceptaba como propia. Sin embargo,
a pesar de esta enorme influencia, fruto de la propia mezcla africana que
se fundía con el aporte europeo y en menor medida taíno y asiático, y de
los innegables puntos de unión, la realidad que se iban a encontrar en
Angola, iba a ser muy diferente.
   En el caso de la religión los vínculos de Cuba con África están presen-
tes con gran énfasis en las prácticas religiosas, divididas en dos grandes
grupos, la Regla de Ocha o Yoruba y la Regla de Mayombé o Palo Monte
que, en líneas generales, se corresponden con dos de los grupos étnicos
predominantes en la isla desde los comienzos de la esclavitud (Cabrera,
1954: p. 118).
   Desde los inicios de la revolución cubana, la intervención en dife-
rentes movimientos africanos estuvo marcada por los ideales revolucio-
narios que cimentaron el posicionamiento político de la mayor de las
Antillas. La figura de Fidel Castro se impuso como líder internacional, a
la vanguardia de las generaciones que aplaudían sus discursos y sus ideas.
   Los primeros contactos se habían mantenido en una fecha tan temprana
como 1960 (James, 2004: p. 42). No obstante, desde 1964 el MPLA comenzó
a recibir ayuda militar de Cuba. Parte de los primeros vínculos tuvieron lugar
                                        656
          Capítulo 18: Cuba y Angola: del arte de la guerra a la guerra del arte
a través de Argelia y se vieron reforzados por la visita del Che Guevara a
África Central entre diciembre de 1964 y marzo de 1965. El modelo exitoso
de guerrilla ofertado por el Che suponía un gran atractivo (Weigert, 2011: pp.
26-27). El MPLA inició su guerrilla con ayuda de instructores cubanos en la
llamada Operación Macado, en Cabinda, que sería un desastre (Mabeko-Tali,
2010: p. 236). Agostinho Neto visitó La Habana en 1966 en la Cumbre Tri-
continental. Esta Conferencia fue importante porque abogaba por la unidad
de las fuerzas revolucionarias en la lucha por la liberación, la independencia
y la soberanía nacional de los pueblos, frente al imperialismo, contra el apar-
theid y la segregación racial (Morales Campos, 1980). Con todo, antes de la
independencia, la presencia cubana fue tenue.
   Las razones para participar en la guerra de Angola fueron diversas y con-
dicionaron la intrépida marcha del movimiento revolucionario, acompañado
del pensamiento del Che y su ideal de Hombre Nuevo. En cualquier caso,
no se vislumbraron intereses de corte económico o de extracción de las ri-
quezas de Angola. La concepción de Ernesto Guevara sobre las cualidades
que debía tener un buen revolucionario fueron las bases que estructuraron
los principios de la educación en las escuelas cubanas. La formación del pro-
fesorado llevaba consigo la inclusión de estos conceptos que serían trans-
mitidos a los alumnos desde los primeros años de escolarización. De igual
manera, estos principios inculcarían la misma idea a los angoleños becados
en Cuba (Gleijeses, 2015: p. 438).168 La formación de escuelas africanas de ni-
168 La cifra total de estudiantes extranjeros que se formaron en la Isla de la Juventud
fue de 50.727.
                                         657
         Capítulo 18: Cuba y Angola: del arte de la guerra a la guerra del arte
vel secundario en la Isla de la Juventud había comenzado después del ataque
sudafricano al campamento de refugiados namibios en Cassinga, en mayo de
1978, accediendo Cuba a recibir a los niños y jóvenes huérfanos (González,
2011: p. 188).
   En los ideales guevarianos se vislumbran principios éticos que debían ser
inculcados para caracterizar al hombre del presente y del mañana: cultivar el
amor a la patria y hacerlo extensible a toda la humanidad, fomentar el inter-
nacionalismo, el compañerismo y la estricta disciplina, ser honesto, sencillo y
humilde, solidario y absolutamente intolerante hacia la explotación y la injus-
ticia. Esta oratoria revolucionaria fue la encargada de articular los discursos
que alimentaban el espíritu internacionalista, conjuntamente con el carácter
«Latinoafricano» del pueblo cubano y el africanismo de su idiosincrasia.
   Eventos culturales como La Bienal de La Habana tuvieron como lí-
neas programáticas la difusión y participación de las expresiones artísti-
cas de los países del Tercer Mundo, cuyo discurso había sido heredado
de otras coyunturas políticas por las que el país había atravesado y cuyo
legado se había definido en la Cumbre Tricontinental celebrada en La
Habana en 1966, donde los valores del Tercer Mundo tanto en las cues-
tiones políticas como culturales, ocuparon un espacio importante en la
gestión institucional.
   Arte para Carlota (1975-1991)
   Desde julio de 1975, antes de la independencia, empezaron a desem-
barcar asesores militares cubanos en Luanda, en el marco de la Operación
                                        658
          Capítulo 18: Cuba y Angola: del arte de la guerra a la guerra del arte
Carlota. En los siguientes 16 años estuvieron presentes en este territorio.
Solo después de la invasión sudafricana de octubre fue cuando Castro
se decidió a enviar tropas que participaron ese mismo mes por primera
vez en la batalla de Kifangondo, determinante para la independencia de
Angola. El nombre de la operación evocaba el alzamiento antiesclavista
de 1843 liderado por la lavandera y esclava Carlota que trabajaba en el in-
genio «Triunvirato» en el municipio de Limonar en Matanzas, propiedad
de Julián Luis Alfonso Soler, desde donde se extendió a otras zonas de
la provincia. Aunque la líder murió al año siguiente, durante el periodo
de rebelión, muchos africanos lograron huir y convertirse en cimarrones
(Roland, 1963: pp. 496-501; Scott, 1985: p. 106). Con este emotivo y
simbólico nombre, relacionado con la búsqueda de la justicia e igualdad
de los africanos y afrodescendientes cubanos, empezó la participación
bélica.
   El reconocimiento oficial de la misión internacionalista se hizo el 22
de diciembre de 1975. Dos meses antes se había desplegado el primer
contingente militar, compuesto por 650 pertenecientes a un batallón re-
forzado de tropas especiales, que fueron transportados durante 13 días
consecutivos desde el aeropuerto José Martí en La Habana, hasta la ter-
minal aérea de Luanda, aún ocupada por los portugueses. Era preciso
mantener la resistencia en la capital angoleña para que no cayera en ma-
nos de la ofensiva enemiga (García Márquez, 1977: pp. 4-25).
   En enero de 1976 habían llegado ya entre 10.000 y 12.000 tropas cuba-
nas, además de armas procedentes de la Unión Soviética por valor de 200
                                         659
         Capítulo 18: Cuba y Angola: del arte de la guerra a la guerra del arte
millones de dólares (Demurtas, 2007: p. 31). A partir de ese año llegaron
también numerosos grupos de personal civil, organizados en las llamadas
«brigadas internacionalistas Che Guevara». El esfuerzo no se concentraba
solo en la lucha armada sino también en la reconstrucción del país. El
número de personal cubano desplazado al conflicto llegó a alcanzar cifras
próximas a 60.000. Especialmente relevante fue la presencia cubana en el
sector de la sanidad, incrementándose el número de doctores cubanos en
un 16,5 % entre 1977 y 1980. La cooperación en Angola marcó un salto
cuantitativo decisivo en la política que a partir de ese momento se mantuvo
con el resto de África (González, 2011: p. 192). A pesar de ello, los logros
reales de mejora angoleña tanto en sanidad, en educación como en vivien-
da fueron muy limitados (Vidal, 2008: pp. 98, 205-208).
   La intervención en Angola no fue algo único para el Gobierno cuba-
no. También apoyaron a otros gobiernos africanos aportando asesores,
tropas, personal técnico como médicos, educadores y especialistas en
construcción. En educación los angoleños adoptaron los tres principios
de enseñanza: gratuita, nacionalización (salvo la de la Iglesia) y ligazón
a la producción. Se luchó denodadamente por la alfabetización del país,
con porcentajes iniciales de analfabetismo del 90 % (Rius, 1982: pp. 193-
196). Su política antimperialista y sus cada vez menores posibilidades de
multiplicación de escenarios revolucionarios en América Latina (debido
fundamentalmente a la represión y al estricto control estadounidense)
hicieron girar los ojos de Fidel hacia África. Las recién independizadas
repúblicas africanas eran el perfecto caldo de cultivo de las ideas revolu-
                                        660
        Capítulo 18: Cuba y Angola: del arte de la guerra a la guerra del arte
cionarias. El mismo Che intervino como guerrillero en el Congo, junto
a otro grupo de cubanos, congoleses y ruandeses, en 1965, si bien sus
esfuerzos no pudieron cuajar en éxito. Además de Angola, las armas cu-
banas y la asistencia técnica estuvieron presentes en al menos Etiopía,
Congo Brazzaville, Guinea, Guinea-Bissau, Mozambique, Cabo Verde,
Benín, Burkina Faso, Argelia, Sâo Tomé y Príncipe y Tanzania. Un punto
de encuentro fue Moscú, al que acudió Fidel Castro en 1976 al 25 Ani-
versario del Partido Comunista de la URSS y al que asistieron también
muchos líderes africanos, también angoleños.
   El 11 de noviembre de 1975 Angola declaró su independencia. La sa-
lida precipitada de los portugueses hizo que se formasen dos gobiernos y
se incumpliese el acuerdo de Alvor para formar un gobierno provisional.
En su lugar se formó uno dominado por el MPLA por el que vio la luz la
República Popular de Angola y otro compuesto por el FNLA y la UNI-
TA que originó la República Democrática Popular de Angola, que conta-
ba con el apoyo de Sudáfrica. Por el contrario, el MPLA gozó de apoyo
soviético y cubano. El conflicto se generó casi de inmediato en el que
intervenían tanto intereses internos como externos (Menéndez del Valle,
1976: pp. 66-67). La derrota del FNLA en el norte de Angola, la retirada
sudafricana hasta Namibia, el control del MPLA sobre la Cabinda y la
negativa estadounidense a intervenir directamente, a pesar de suministrar
importantes fondos al FNLA (Birmingham, 2002: pp. 145-148), hizo que
el gobierno del MPLA fuese reconocido por Portugal y Naciones Uni-
das. Los Estados Unidos apoyaron al bando contrario al que asesoraba
                                       661
         Capítulo 18: Cuba y Angola: del arte de la guerra a la guerra del arte
y financiaba la Unión Soviética, que pasaba en esos momentos por el
vínculo con Pretoria.
   Para el gobierno cubano la presencia en Angola era símbolo de capa-
cidad defensiva, valentía, heroísmo, capacidad de solidaridad internacio-
nal, lucha antimperialista y anti apartheid. Así se difundía en sus discur-
sos y en su publicística.
   Al poco de la independencia, las disensiones dentro del MPLA y de
los grupos de izquierda se hicieron evidentes hasta el punto de provocar
la ruptura. A pesar de la creencia de los rebeldes de que Cuba se manten-
dría neutral en el intento de toma del poder en mayo de 1977, encabeza-
do por Nito Alves, Fidel se puso del lado de los intereses de Agostinho
Neto, tomando un papel activo en sofocar la revuelta militar y popular,
que también era de izquierda. Con ello rompía uno de los principios que
decía defender, la no intervención en los problemas internos del país. Las
muertes, torturas, fusilamientos, caza de brujas, en definitiva, la represión
subsiguiente se generalizó en los años venideros hasta hacer una purga
total dentro del MPLA y acabar con las disidencias, bajo la participación
de la Direcçao de Informaçao e Segurança de Angola (DISA). En ese proceso,
Cuba jugó un papel activo junto al gobierno angoleño quien había dado
la sentencia de «no habrá perdón» (Cabrita, 2008: pp. 298-309).
   Fidel Castro apuntaba que «La victoria de Angola fue hermana geme-
la de la victoria de Girón […] Angola constituye para los imperialistas
yanquis un Girón africano» (Castro, 1976). En un principio preveía una
                                        662
         Capítulo 18: Cuba y Angola: del arte de la guerra a la guerra del arte
intervención directa corta, no más allá de 1976, pero la resistencia de
UNITA y la cada vez mayor implicación cubana hizo que hasta 1988 no
tuviera lugar el acuerdo, después de la batalla de Cuito Cuanavale y den-
tro del marco del Protocolo de Brazzaville. En julio se había desencade-
nado una ofensiva del ejército angoleño hacia las posiciones de UNITA
en el sureste del país, comandada por el general soviético Konstantín
Shaganovitch, con la oposición de los cubanos. Esto provocó la reacción
de las Fuerzas de Defensa Sudafricanas (SADF) en pleno régimen del
apartheid, que obligaron a replegarse a los angoleños hasta Cuito Cua-
navale. El 15 de noviembre de 1987, Fidel Castro se reunió con su her-
mano Raúl y otros siete generales, un coronel y el civil Jorge Risquet. La
duración de este encuentro, durante más de diez horas, está documentada
en una transcripción que contiene 182 páginas, en las cuales se detallan
las decisiones a seguir ante la amenaza sobre Cuito Cuanavale (Gleijeses,
2015: pp. 209-241).169 Cuba decidió enviar refuerzos, tropas, armas y la
mejor flota de aviones, con sus mejores pilotos para apoyar a las Fuerzas
Armadas Populares de Liberación de Angola (FAPLA), con la finalidad
de la defensa de Cuito y la retirada definitiva de las fuerzas de defensa
sudafricanas.
   El desacuerdo cubano soviético sobre esta decisión militar fue mani-
festado por Gorvachov en la carta que escribe a Castro el 5 de diciembre
de 1987 antes de su visita a Washington: «Es posible que tus acciones
169 El documento también está disponible en https://digitalarchive.wilsoncenter.
org/118110.
                                        663
           Capítulo 18: Cuba y Angola: del arte de la guerra a la guerra del arte
hayan sido coordinadas con Dos Santos pero, no obstante, me es difícil
comprender como se puede tomar semejante decisión sin consultarnos
cuando ya hace mucho existe la práctica de consultas tripartitas para ela-
borar una política coordinada en los asuntos angolanos».170 La batalla fue
un punto de inflexión en la guerra, contó con el apoyo armamentístico
soviético, a regañadientes, y estuvo dirigida directamente por Fidel Cas-
tro y el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.171 Cuba
aceptó su salida tras la aceptación de la resolución 435/78 sobre la salida
de Sudáfrica de Namibia y los Acuerdos de Ginebra, de Brazzaville y
el Acuerdo Tripartito de Nueva York. La retirada fue escalonada y por
etapas y se prolongó hasta el 1 de julio de 1991, cuando partió el último
soldado cubano (James, 2004: p. 43). Esa situación coincidió con el final
de la Guerra Fría, la caída del muro de Berlín en 1989, la independencia
de Namibia en 1990, el fin del apartheid y la mayor presión de Estados
Unidos para solucionar el conflicto (Messiant, 2008: p. 98). La misma
Unión Soviética se disolvería en diciembre de 1991.
   La Operación Carlota, formó parte de la vida cotidiana de la nación cu-
bana durante el tiempo que se mantuvo activo el conflicto. En las escue-
170 Fragmento de la carta escrita por Mikhail Gorbachev a Fidel Castro fechada el 5
de diciembre de 1987. Disponible en: https://digitalarchive.wilsoncenter.org/docu-
ment/118112
171 “Fragmentos del discurso del comandante en jefe Fidel Castro Ruz, primer secre-
tario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y presidente de los Consejos
de Estado y de Ministros, en (1989) La paz de Cuito Cuanavale: documentos de un proceso, La
Habana: Editora Política, pp. 6-7.
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         Capítulo 18: Cuba y Angola: del arte de la guerra a la guerra del arte
las, fiestas populares, universidades, documentales, espacios televisivos,
conferencias, fotografía oficial y telediarios, además de en las letras de las
canciones, toda la narrativa de los discursos fue colonizada por la guerra
de Angola.
   En pleno conflicto, la música cubana camuflaba los discursos. El
músico cubano Julio Rodríguez, quien a principios de la década de los
ochenta tocaba con el grupo musical Los Kariachi, compuso una canción
cuyo estribillo decía: De Cabinda hasta Cunene un solo pueblo, un solo pueblo,
una sola nación. En aquel momento, punto álgido del conflicto angoleño, el
entusiasmo por cumplir con los ideales del Hombre Nuevo y el espíritu
internacionalista estaba presente en las letras de canciones.
   Otros cantautores siguieron una pauta parecida aunque con algunos
matices. Enaltecían también los valores del Hombre Nuevo pero al mis-
mo tiempo presentaban la dureza y el riesgo de la guerra. Un ejemplo
serían algunas canciones que Silvio Rodríguez compuso en Angola cuan-
do también él realizó labores de voluntario. «La gaviota», «Pioneros», o
«Canción para mi soldado». En esta última escribe:
   «canción que nació una vez
   que se navegaba el mundo,
   cuando elegimos el rumbo
   bajo la estrella del Che
   Si caigo en el camino
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         Capítulo 18: Cuba y Angola: del arte de la guerra a la guerra del arte
    hagan cantar mi fusil
   y ensánchenle su destino
   porque él no debe morir»
   (Rodríguez, 2006: pp. 201-203, 245).
   En el campo de la filmografía mencionamos el documental La Guerra de
Angola, de 1976, con el apoyo del Instituto Cubano de Arte e Industria Ci-
nematográficos y los Estudios Cinematográficos de las Fuerzas Armadas,
bajo la dirección de Miguel Fleitas. En 1985 se presentó la serie Algo más que
soñar, con la dirección de Eduardo Moya y música de Pablo Milanés, que
en varios capítulos comentaba las peripecias de los jóvenes internaciona-
listas. La película Caravana, de 1990, dirigida por Rogelio París, una copro-
ducción angoleña-cubana, que enfatizaba el punto de vista de los cubanos
(Mixinge, 2009: p. 109). El argumento giraba sobre el abastecimiento de un
lejano puente protegido por cubanos y el enfrentamiento con las tropas de
UNITA. Aunque con otra cronología, pero con el mismo punto de vista
que enfatiza el heroísmo de los cubanos, podemos situar el filme de 2008,
Kangamba del mismo director. En el mismo sentido Sumbe, en 2011, con la
dirección de Eduardo Moya y Valió la pena, de 2015, dirigida por Milton
Díaz Canter. Durante los ochenta se realizó también un serial de televisión
titulado Cabinda, dirigido por Jorge Fuentes y que desembocó en la película
de 1987, del mismo nombre, con música de Silvio Rodríguez.
   Es justo a partir de 1976 cuando la enseñanza de la historia de Áfri-
ca se refuerza en los Institutos Superiores Pedagógicos (ISP), además
                                        666
        Capítulo 18: Cuba y Angola: del arte de la guerra a la guerra del arte
de en la Universidad de La Habana. En el curso 1990/91 se insiste en
su enseñanza en el nivel medio. Pensamos que estas dos fechas, que
coinciden con la intervención cubana en Angola, no son casuales. El
enfoque de los contenidos partía de las realidades histórico-concre-
tas de la región y su vinculación con los factores exógenos, tratando
de eliminar la visión eurocentrista de las problemáticas continentales
pero sin restarle la importancia debida a estos últimos. Esta situación
se acompañó de una política de publicaciones y realización de semi-
narios, talleres y sesiones sobre África. En 1979 se creó el Centro de
Estudios sobre África y Medio Oriente (CEAMO), con el objetivo de
crear un estudio multidisciplinar de estas regiones así como del im-
pacto de estas culturas en el país caribeño (Álvarez Acosta, 2008: pp.
209, 305, 307, 312-313).
   En 169 municipios de Cuba se construyeron los Panteones de los
Caídos por la Defensa, monumentos conmemorativos que rinden home-
naje y dan sepultura a los combatientes militares y civiles que perdieron
la vida cumpliendo misión internacionalista en misiones en África. Con
el nombre Operación Tributo, el 7 de diciembre de 1989 y día de duelo
nacional, se realizaron las honras fúnebres de manera simultánea en todo
el país, hasta llevar a cada rincón de la isla los restos mortales de los
combatientes internacionalistas que perdieron la vida en Angola y otros
países africanos. Durante años muchas familias no pudieron enterrar a
sus muertos hasta que llegaron en ese año desde Angola por lo que el
duelo fue extremadamente prolongado.
                                       667
         Capítulo 18: Cuba y Angola: del arte de la guerra a la guerra del arte
   Iconografía para un «Hombre nuevo» (1991-2020)
   La manifestación del sentir político en Cuba ha estado siempre vincu-
lada a determinadas circunstancias. Expresarse libremente no siembre ha
sido posible pero tampoco puede dudarse de que alguien pronunciara su
compromiso internacionalista y sus ideales de Hombre Nuevo, conven-
cido plenamente de su ideología y sus convicciones.
   El periplo por la guerra fue muy duro para los participantes cuba-
nos porque además de muertes, heridos, desaparecidos, estrecheces, se
le unieron enfermedades como la malaria, intestinales, dengue y SIDA,
con el consiguiente peligro de extender la epidemia incluso en la isla
(James III, 2011: p. 231). El mismo Fidel recordaba que «Todo cubano
debe saber tirar y tirar bien», lo que hacía referencia el ambiente bélico y
revolucionario en el que crecieron generaciones. Aunque muchos fueron
voluntarios al conflicto, la mayoría fue enrolada. El negarse a ir suponía
el rechazo social que incluía la reducción de posibilidades de promoción
social, el señalamiento, reubicaciones en el trabajo, etc. Se desconoce
cuántos cubanos perdieron la vida aunque las cifras oficiales fueron mu-
cho menores de las reales. Se estima que entre 2.000 y 15.000 cubanos
perecieron (James, 2004: p. 43).
   La intervención en África no dejó impasible a la sociedad cubana.
Mientras el conflicto se alargaba, regresaban los heridos, aumentaba el
número de tropas y se ampliaban los muertos. Las reacciones y las con-
tradicciones también fueron en aumento. Estas discrepancias fueron en
                                        668
          Capítulo 18: Cuba y Angola: del arte de la guerra a la guerra del arte
paralelo con el cuestionamiento de los logros de la revolución (Ochoa,
«marielitos», «gusanos», intervención en Granada, «Periodo Especial”172,
etc.). Entre las figuras enviadas se encontraba el comandante Pedro Tor-
toló Comas, que había entregado el mando de las tropas cubanas en Gra-
nada sin resistencia. La gente comentaba con sarcasmo que «si quieres
correr veloz, usa tenis Tortoló». Ese regreso sin honor sin duda contri-
buyó a que lo enviasen a Angola. Rafael del Pino, que había desertado
en avión a los Estados Unidos criticaba, la incompetencia de los coman-
dantes en el país africano (Polack, 2013: pp. 27-28). Los retornados se
encontraron con un periodo muy duro de escasez y, en gran medida, sin
reconocimiento ni recompensa a sus esfuerzos. A pesar de la caída de la
Unión Soviética y de la Perestroika, Cuba no estaba dispuesta a renun-
ciar a los principios del marxismo-leninismo ni a los ideales del Hombre
Nuevo. Sin embargo, muchos de los que regresaban, a través de su expe-
riencia africana, cuestionaban su sentido; más que Hombres Nuevos eran
ahora «nuevos hombres». La guerra de Angola también encontró eco en
diversas manifestaciones artísticas cubanas y, por supuesto, también an-
goleñas (Mixinge, 2009: pp. 106-113). Era necesario comprender, asumir,
reaccionar ante lo que estaba ocurriendo. No todos tuvieron la misma
sensación; muchos ni siquiera se atrevieron a expulsar lo que tenían. Al-
gunos sí, en forma de catarsis por un trauma.
172 El periodo especial fue comunicado oficialmente por Castro al pueblo Cubano el 28
de enero de 1990 en el discurso pronunciado con motivo de la clausura del XVI Congre-
so de la Central de Trabajadores de Cuba en La Habana, disponible en http://www.cuba.cu/
gobierno/discursos/1990/esp/f280190e.html.
                                         669
         Capítulo 18: Cuba y Angola: del arte de la guerra a la guerra del arte
   La mayoría de los jóvenes de esa generación realizaron su servicio
militar obligatorio cumpliendo misión internacionalista en la guerra de
Angola, con la promesa de ver reducido el tiempo de función marcial.
Es el caso del artista Adonis Flores quien en 1989 viajó a Angola como
soldado. Su participación directa en el conflicto ha condicionado que
sus propuestas artísticas guarden relación con el propio hecho vivido,
generando fuertes contradicciones dentro de su rol como militar, con la
constante presencia del miedo, la presión de estar alerta, la desesperanza
y la presencia de la muerte.
   Las experiencias que acontecen en la vida de los seres humanos con-
dicionan el resto de su existencia, especialmente aquellos traumas, que
desde una de las acepciones de la palabra conecta con las heridas vincu-
ladas a las emociones, ocasionando lesiones duraderas en el inconsciente.
La guerra provocó que se accionaran mecanismos muy primarios que
estimularon el instinto de supervivencia, razón por la cual las obras del
artista son reflejo de una excitación sensorial provocada por las vivencias
traumáticas generadas por la participación directa en este acontecimiento.
   En cada una de sus fotografías alude a un aspecto que contradice la
estricta disciplina militar que se espera del soldado (Fernández, s.a.: p.
14). La serie fotográfica del artista guarda una estrecha relación con su
deseo de querer ser un «nuevo hombre», alejado de lo militar. Impresio-
na el testimonio del artista al manifestar que lo que le mantuvo fuerte
durante su estancia en el conflicto armado, fue perder la esperanza del
regreso a Cuba.
                                        670
         Capítulo 18: Cuba y Angola: del arte de la guerra a la guerra del arte
   Las escisiones que se producen en la psiquis de un individuo que ha
sido entrenado para ser soldado, entran en juego con sus propios valores
como ser humano. En las fotografías de Adonis están presentes estas
contradicciones. Sus obras provocan emociones próximas a la muerte
y presentan al soldado como sujeto vulnerable y víctima. El uniforme
de soldado que porta dialoga con las numerosas interpretaciones que el
artista propone en sus diferentes facetas. La conducta contraria al orden
militar invita a la reflexión de deconstruir a través de la obra, para poder
construir otros discursos con otros sentidos y significados. 	 En la iro-
nía de su serie fotográfica reside la crítica al sistema militar.
   Otro joven soldado que estuvo cumpliendo misión internacionalis-
ta en la década de los ochenta en la guerra de Angola es el cantante y
compositor Frank Delgado. Las comprometidas letras de sus canciones
reflejan las secuelas que ha dejado en la sociedad cubana. Este episodio
de la historia de Cuba ha marcado una generación que ha sustituido la
narrativa oficial por las letras de las canciones con cuyo contenido se
sienten más identificadas. En su canción Veterano escribe:
   Conozco la cofradía de los valientes,
   Los que en el fragor avanzan siempre hacia el frente,
   Los que esconden sus hazañas tras la modestia,
   A otros que se apuntaron más de la cuenta,
   Algunos que con la guerra se enriquecieron
                                        671
         Capítulo 18: Cuba y Angola: del arte de la guerra a la guerra del arte
   Y los domingos organizaban safaris,
   También amigos que no volvieron.
   Pero lo que dio mi gente en esa batalla
   Perdónenme el adjetivo pero no cabe
   En la calamina de una medalla.
   En la obra fotográfica de Carlos Garaicoa sobre la ciudad de Cuito y
la batalla de Cuito Cuanavale, están presentes las ruinas arquitectónicas,
que son los testigos silenciosos del acontecer histórico de este lugar. El
detalle de sus fotos se centra en las secuelas de los disparos en las ruinas
de este hospital. De esta forma, atrae la atención del espectador, que
puede imaginar la intensidad del conflicto a través del impacto que han
dejado las balas sobre las ruinas arquitectónicas (Hernández, 1998: p. 10).
   El interés del artista ha estado siempre presente en el dialogo con
el espacio y la arquitectura. De la misma manera, establece un vínculo
con el espectador para reconstruir la historia del lugar, lo que fue,
en lo que se ha convertido y por qué. El interés de su fotografía por
documentar lugares de especial importancia histórica, afectados por
conflictos bélicos y por la decadencia que se refleja en la arquitectura
como testigo de la historia.
   La obra fotográfica de este artista, recoge el testimonio de la violencia
de este conflicto militar en la batalla de Cuito Cuanavale. En la abstrac-
ción de sus series radica el significado de su obra, la soledad que transmi-
                                        672
         Capítulo 18: Cuba y Angola: del arte de la guerra a la guerra del arte
ten las imágenes de estas ruinas y su silencio permiten recrear la traumá-
tica y desoladora experiencia de la guerra, la repercusión psicológica que
provoca en sus participantes, las mutilaciones y las secuelas ocasionadas
en las personas cuyos cuerpos también fueron diana de los disparos.
   El conflicto también ha supuesto una reflexión para algunos literatos
cubanos. Leonardo Padura estuvo en la guerra como colaborador civil en
1985, aunque al aterrizar le asignaron también, además de la estilográfica,
una AK-40. En sus obras figura el personaje de Carlos, «el flaco», un ve-
terano de la guerra postrado en silla de ruedas. El autor afirma:
   Yo hice en Angola un descubrimiento que fue esencial para mí […]
   En las situaciones límites, del ser humano sale lo mejor y lo peor. Vi
   las actitudes más mezquinas de los cubanos allí en Angola y vi tam-
   bién de las más hermosas y más altruistas. Eso me enseñó a entender
   algo de la condición humana que después he tratado de reflejar en mis
   libros (Leonardo Padura)173.
   El padre de la novelista Karla Suárez fue veterano de la Guerra de
Angola. En su libro El hijo del héroe describe la intervención de Cuba
y su impacto en la vida cotidiana del país. Es una novela crítica pero
también reconocedora de los logros de la Revolución. Este libro publi-
cado en tres países y traducido a varios idiomas, no ha sido publicado a
fecha de hoy en la isla caribeña. Es una obra, en palabras de la autora,
173 Disponible en: https://www.cibercuba.com/noticias/2018-03-16-u73624-e73624-
s27061-leonardo-padura-cifra-cubanos-muertos-angola-ridiculamente
                                        673
          Capítulo 18: Cuba y Angola: del arte de la guerra a la guerra del arte
para no permitir el olvido174, y para comprender lo que le había pasado
a su generación, la de los niños y jóvenes que se criaron con ella. En
esta obra se narra:
   Mami habló durante un rato y cuando el prólogo ya no daba más,
   entonces me tomó de las manos: tu padre… es el hombre más ma-
   ravilloso del mundo… dijo y se rajó la voz, pero continuó…tu padre
   ha luchado por una causa justa… tuvo que interrumpirse porque se
   le volvió a rajar la voz, pero a tal punto que se quedó mirándome sin
   palabras y yo no entendía qué estaba diciendo, de repente su rostro se
   transformó y se mantuvo como una estatua de cera, sin gestos, con la
   expresión congelada hasta que con concluyó: tu padre ha muerto en
   la guerra (Suárez, 2017: p. 17).
   José Miguel Sánchez Gómez (Yoss), que escribió algunas de sus histo-
rias, enfatiza la importancia del proceso a Ochoa en la relación con Cuba,
«antes se exhibían las medallas con orgullo, después se escondieron». Al
mismo tiempo, afirma «era una herida que estaba abierta, por más que se
dijese que no era una herida, que era una condecoración» (Ribeiro, 2017).
   Otros artistas como José Bedia participaron en la guerra si bien no se
refleja significativamente en sus obras aunque sí la influencia afroamericana.
El conflicto influyó también en parte de la producción artística de Magdale-
na Campos Pons. Recientemente ha visto la luz la película La emboscada, de
Alejandro Gil Álvarez, de 2015, que analiza también los traumas de la guerra.
174 Entrevista con la autora, Lisboa, abril de 2018.
                                          674
         Capítulo 18: Cuba y Angola: del arte de la guerra a la guerra del arte
   Conclusiones
   La historia de la guerra de Angola se refugia en Cuba bajo la sombra
del silencio. Si bien en el marco político e internacional, este conflicto
propició que Sudáfrica aceptara la independencia de Namibia y finalizara
con el execrable sistema de segregación racial apartheid, para la nación
cubana la implicación internacionalista en Angola impuso un alto precio
tanto a nivel humano como económico. La generación del Hombre Nue-
vo estuvo dispuesta para luchar en la tierra de sus ancestros y la semilla
del internacionalismo tenía todos los elementos para germinar acelera-
damente.
   Las historias más humanas y las vivencias personales acontecidas en
el marco de este proceso histórico pueden ayudar a construir un discurso
más cercano y diferente. La historia de la Guerra de Angola existe desde
una ideología y desde unos valores determinados por la propia genera-
ción que la vivió.
   En esta relación bilateral, la cultura y el arte vivieron tres etapas. La
primera de «Tricontinentalidad», hasta 1975, caracterizada por poner al
día el conocimiento de África que hasta ese momento apenas había exis-
tido. La segunda de «Arte para Carlota», hasta 1991, en el que las mani-
festaciones artísticas se ponen al servicio de las ideas revolucionarias y de
la línea seguida por el gobierno en su intervención; en ella se destaca el
heroísmo y el sacrificio, los ideales del Hombre Nuevo. La tercera, «Ico-
nografía para un Hombre Nuevo», hasta la actualidad, está definida por
                                        675
         Capítulo 18: Cuba y Angola: del arte de la guerra a la guerra del arte
la crítica y la puesta en duda de los valores anteriores y la creación de una
nueva iconografía interpretativa que recogiese el trauma ocasionado. No
obstante, en este último periodo se siguen repitiendo interpretaciones de
epopeya y apoyo internacionalista, más propios de la fase anterior.
   Con carácter general, el análisis sobre la participación cubana en
diferentes países africanos y concretamente la intervención en Ango-
la, que fue la misión más prolongada, se ha realizado siempre desde
un aspecto militar. Sin embargo, el programa de la asistencia civil cu-
bana incluía profesionales del sector sanitario, de la educación y otros
cooperantes de diversas ocupaciones. La ayuda cubana tuvo también
la contrapartida dentro de la propia isla donde muchos alumnos an-
goleños fueron acogidos para estudiar con becas financiadas por el
gobierno cubano.
   La tendencia del gobierno de Cuba con respecto a la guerra de Ango-
la, ha sido siempre enaltecer los ideales revolucionarios haciendo énfasis
en el compromiso y el activismo político de Fidel Castro con los países
africanos. Poco protagonismo se ha dado a las historias más personales,
las que no se escuchan en los telediarios, aquellas que se escriben con
minúscula. Las creaciones artísticas, la música, la literatura y el arte con-
temporáneo han dado voz a un sector de la población que no ha podido
manifestar su sentir libremente y que ha permanecido bajo el espectro
del silencio. Del país africano regresaron muchos «nuevos hombres», y el
arte está tratando de darles voz.
                                        676
          Capítulo 18: Cuba y Angola: del arte de la guerra a la guerra del arte
   La desclasificación de los documentos oficiales por parte del gobierno
de Cuba pone fin a un largo periodo de mutismo y permite conocer la
veracidad de los hechos, facilitando de igual manera que los verdaderos
protagonistas puedan contar su historia y que el arte también se libere
de sus ataduras. Sin embargo, se aprecia un vacío dentro de la narrativa
oficial en ambos países. Por la parte cubana la decisión de desclasificar
documentación ha sido considerada necesaria para dar a conocer la ver-
dadera historia de la guerra y derribar la muralla del silencio. En el caso
de la nación angoleña la recepción mayoritaria de los cubanos en Angola
es favorable y positiva. La postura gubernamental pasa por dos narrati-
vas, una exterior, que agradece diplomáticamente la presencia cubana, y
otro discurso interno, que reafirma la identidad angoleña y su consolida-
ción como país.
   Los ideales del Hombre Nuevo se transformaron y la propia generación
que formó parte de los contingentes militares destinados en Angola ma-
nifestó su sentir, tal y como afirma el artista cubano Adonis Flores:
   Quizás esta vivencia me hizo madurar en algunos aspectos de la vida.
   Yo diría que me puso a prueba, me condujo a la búsqueda de mi auto-
   nomía, mi identidad, el poder decidir lo que fuera mejor para mí. Esta
   experiencia me lanzó a querer ser realmente un hombre nuevo, pero
   lejos de lo militar. Me parece que muchos de los que fuimos experi-
   mentamos irremediablemente lo mismo.175
175 Entrevista a realizada al artista plástico Adonis Flores, soldado de la guerra de An-
gola en 1989. La Habana 23 de abril de 2018.
                                          677
           Capítulo 18: Cuba y Angola: del arte de la guerra a la guerra del arte
   Las representaciones artísticas se liberan del silencio y el arte se con-
vierte en el altavoz de los pensamientos para reconstruir la historia de la
guerra de Angola de la mano de su principal protagonista: el pueblo.
     Imagen1. Adonis Flores. Carne de Cañón. Serie Camuflajes, 2007. Impresión Digital, 66,6
     x 100 cm
     Foto cortesía del artista
     Imagen 2. Carlos Garaicoa, Hospital baleado. 1996. Fotografía a color 50x60 cm. Exposición
     Sin máscaras
                                            678
Capítulo 18: Cuba y Angola: del arte de la guerra a la guerra del arte
        Imagen 3. Carátula de la película Emboscada, de Alejandro Gil
        Imagen 4. Portada del libro de Karla Suárez, El hijo del héroe.
                                 679
          Capítulo 18: Cuba y Angola: del arte de la guerra a la guerra del arte
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 Capítulo 19: Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
              Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.
                       CAPÍTULO 19
                            Bebés de la paz:
los niños concebidos y abandonados por el personal
 de Naciones Unidas en la República Democrática
                                del Congo.
                                                         Irina Golda Lamadrid
   Introducción
La Carta de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) establece
en su artículo primero que este organismo tiene entre sus propósitos el
mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales y para lograr tal
fin debe tomar las «medidas colectivas eficaces para prevenir y eliminar
amenazas a la paz, y para suprimir actos de agresión u otros quebranta-
mientos de la paz» (Carta ONU, 1945). Para poder cumplir con dicho
mandato, en 1948 se establecieron de forma pretoriana, ya que las mismas
no están previstas en la Carta, las primeras misiones militares no armadas
de observación (Bowett, 1964). Con el paso del tiempo, y especialmente
luego del fin de la Guerra Fría, las misiones de paz se multiplicaron y se
convirtieron en complejas operaciones multidimensionales. Esto signifi-
                                      684
 Capítulo 19: Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
              Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.
ca que cubren múltiples tareas que van desde los objetivos propiamente
militares como restablecer la paz o supervisar los acuerdos de alto al fue-
go, hasta cuestiones netamente civiles como contribuir en la reconstruc-
ción de las instituciones y consolidar el estado de derecho y promover
el respeto a los derechos humanos. Para cumplir con sus mandatos estas
misiones necesitan contar con mucho más personal, tanto militar como
civil, desplegado en el terreno. Por ejemplo, en octubre 2020 la dotación
total de la MONUSCO ascendía a 17.474 personas, de las cuales 12.995
eran personal militar (UN webzine - United Nations Peacekeeping).
   La presencia de tantos miles de personas involucradas en una opera-
ción de paz trae aparejada múltiples efectos en las comunidades locales,
algunos de los cuales son negativos como la misma ONU reconoce (Aoi,
de Coming y Thakur, 2007). La consecuencia más evidente es que la
militarización como medio para resolver conflictos engendra mayor mi-
litarización, lo que implica el endurecimiento de la retórica bélica, mayor
presencia militar, enfrentamientos entre el personal militar de la ONU
y los combatientes locales, entre otras cuestiones. Otra consecuencia de
la presencia del personal de Naciones Unidas es la distorsión de la eco-
nomía local dada la diferencia de poder adquisitivo entre aquellos y la
población autóctona, quien se encuentra empobrecida y sin acceso a la
mayoría de los recursos básicos. Ello, como se verá, también pervierte
las relaciones entre ambos grupos. Asimismo, esta presencia foránea y
pasajera tiene un fuerte impacto en la comunidad local a través de la
violencia y explotación sexual perpetrada por las fuerzas de paz contra
                                       685
 Capítulo 19: Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
              Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.
la población que deberían proteger. Si bien esos hechos solo salieron a la
luz en las últimas décadas, salpicaron a la mayoría de las operaciones de
la ONU cuyos componentes, tanto civiles como militares, han sido acu-
sados de todo tipo de crímenes sexuales. Para intentar poner un frenar
esta problemática, el Secretario General emitió un Boletín en octubre de
2003 en el cual define que se considera explotación sexual y abuso sexual,
y prohíbe a todo el personal de Naciones Unidas y sus programas y agen-
cias cometer estos actos. Ante la necesidad de proteger a las poblaciones
locales de los abusos perpetrados por los cascos azules, casi cualquier
contacto de naturaleza íntima entre un componente de una misión de
la ONU y alguien de la población local es considerado de explotación o
abuso sexual (EAS).
   Sin embargo, estas directivas administrativas no impidieron los en-
cuentros sexuales, consensuados o no, entre el personal desplegado
en las operaciones de paz y las mujeres locales. Una de las consecuen-
cias de esos contactos fueron los múltiples embarazos producto de
estos acercamientos. No obstante, no se sabe mucho sobre la suerte
de estos niños, de quienes no se llevan registros ni hay estudios siste-
máticos sobre sus vidas, sino solo información esparcida en diferen-
tes fuentes que sumada ofrecen apenas una idea de lo que enfrentan.
Los bebes de la paz, o de los cascos azules como a veces son llama-
dos, relatan una historia de abandono, estigma y carencias, y aunque
la ONU ha tomado algunas medidas para mejorar su situación, la
realidad es que se han logrado muy pocos avances.
                                      686
 Capítulo 19: Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
              Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.
   A fin de explicar la problemática de los bebes concebidos por los
componentes de una operación de paz, este capítulo tomará a la Repu-
blica Democrática del Congo (RDC) y las misiones desplegadas por Na-
ciones Unidas en dicho país como caso de estudio. Empero es necesario
hacer una advertencia: la bibliografía sobre estos niños es limitada por lo
cual se ha complementado tomando casos similares ocurridos en otros
estados africanos donde también se han desplegado misiones de paz. Si
bien el caso de la RDC no es único, se lo ha elegido ya que es represen-
tativo del impacto que tiene el despliegue de tanto personal por tan largo
tiempo en un estado africano; porque, además, las misiones en la RDC
han sido las que más denuncias de EAS han cosechado; y finalmente por-
que demuestra que a lo largo de los años las problemáticas que suponen
los despliegues de estas misiones no parecen disminuir.
   Para ello, este capítulo comienza explicando el desarrollo del conflic-
to armado en la RDC y la respuesta de Naciones Unidas a través del
despliegue de las operaciones de paz. En la segunda parte, se ofrece una
descripción del impacto sexual que tienen las operaciones de paz en la
comunidad local. Luego, como resultado de la EAS perpetrada por los
cascos azules, se presentan a los bebes concebidos y abandonados por
el personal de la ONU desplegado en misiones de paz y se considera su
situación. La última parte comienza argumentando que Naciones Unidas
tuvo conocimiento de estos niños mucho antes de actuar y finaliza con
un breve análisis de las medidas tomadas por dicha organización con
respecto a estos menores.
                                       687
 Capítulo 19: Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
              Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.
   Finalmente, solo resta aclarar que a lo largo del capítulo se hace refe-
rencia de forma indistinta a «cascos azules», «soldados de la paz» o «per-
sonal de la ONU». Cualquiera de estas expresiones incluye a la totalidad
del personal de una operación de paz de Naciones Unidas, independien-
temente de su categoría como civil, militar, policía o voluntario.
   Conflicto armado en la RDC e intervención de
   Naciones Unidas: MONUC - MONUSCO
   Hacia finales del siglo XX varios estados del continente africano se
vieron envueltos en procesos de inestabilidad política, algunos de los
cuales derivaron en conflictos armados que duraron largos años. La co-
munidad internacional respondió desplegando complejas misiones para
imponer la paz o para monitorear el cumplimiento de los acuerdos de
alto al fuego o de paz logrados en las negociaciones diplomáticas. Aun-
que en la mayoría de los conflictos en algún momento se declaró que el
estado de beligerancia había llegado a su fin, ciertas regiones siguieron
siendo altamente volátiles por lo cual dichas misiones permanecieron en
el terreno durante décadas, y aun hoy siguen desplegadas, como en el
caso de la RDC.
   La génesis del conflicto en la RDC tiene sus raíces tanto en cuestiones
internas como en la expansión regional del conflicto en Ruanda. Mobu-
tu Sese Seko se hizo con el poder en 1965, poco tiempo después de la
independencia del Congo. Su gobierno estuvo marcado por un sistema
unipartidista y por un constante juego de poder por el cual favorecía a un
                                      688
 Capítulo 19: Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
              Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.
grupo en desmedro de otro, solo para luego quitarle su favor y beneficiar
a otro. Ello permitía que Mobutu siguiera firmemente afianzado al poder,
dando también lugar una corrupción rampante que para la década del 80
había logrado colapsar las instituciones y había sumergido al país en una
fuerte recesión (Golda Lamadrid, 2016). Mientras tanto sus «elegidos»
abusaban de sus posiciones de privilegio para obtener los recursos nece-
sarios, aún a través de medios informales (McCalpin, 2002). Esta misma
política fue aplicada a las fuerzas armadas, a las que Mobutu definía como
un «ejercito de amotinados» (Turner, 2013). Todo esto transformó el sis-
tema económico del Zaire, que en los años venideros se convertiría en
terreno fértil para todo tipo de operaciones ilegales y «lores de la guerra»
(Golda Lamadrid, 2016).
   En la vecina Ruanda comenzaba en octubre de 1990 una guerra ci-
vil entre la minoría tutsi representada por el Frente Patriótico Ruandés
(FPR) liderado por Paul Kagame, que invadió el país desde Uganda, y
la mayoría gobernante hutu a través de las Fuerzas Armadas Ruandesas
(FAR) y otras milicias irregulares. Este conflicto culminó cuando las fuer-
zas del FPR tomaron Kigali en julio 1994, 100 días después de desatarse
un genocidio organizado por la elite hutu extremista que terminó con la
vida de cientos de miles de tutsis y hutus opositores a las políticas extre-
mistas del gobierno. El avance de las tropas del FPR y la posterior toma
de la capital precipitó el éxodo de cerca de dos millones de ruandeses a
los países vecinos, volcándose gran parte de estos a las provincias del
este del Zaire, Kivu del Norte y Kivu del Sur (Doss, 2015). Entre los
                                       689
 Capítulo 19: Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
              Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.
refugiados se encontraban miembros de las FAR y de las milicias hutu,
quienes cerca de un año después del genocidio, e intensificándose a partir
de 1997, comenzaron a incursionar en Ruanda atacando a la población
con el objetivo de desestabilizar al nuevo gobierno y retomar el poder
(Deibert, 2013; Reyntjens, 2004).
   Al mismo tiempo, en Kivu del Sur, un grupo de origen tutsi, los Ban-
yamulenge, forzados por las políticas mobutistas y cansados de los cons-
tantes ataques por su pertenencia étnica, se unieron al FPR o armaron
sus propias milicias. Mientras, parte de los hutus que se habían refugiado
en Kivu del Norte, comenzaron una embestida contra los tutsis que habi-
taban la zona (Prunier, 1997). Ambos grupos pidieron ayuda al gobierno
de Ruanda dando otra excusa a este para tomar cartas en el asunto. Así, a
mediados de 1996 se creó en Kigali la Alianza de las Fuerzas Democráti-
cas por la Liberación del Congo-Zaire (AFDL) liderada por Laurent-Dé-
siré Kabila, un oponente de Mobutu de larga data (Deibert, 2013). Este
grupo apoyado por Ruanda y Uganda rápidamente invadió Kivu del Sur,
comenzando la llamada Primera Guerra del Congo, la cual finalizo en
mayo de 1997 cuando Kabila se declaró presidente y re-bautizo al país
como Republica Democrática del Congo (Deibert, 2013).
   La alianza entre Ruanda, Uganda y la RDC tuvo una vida corta, ya que
las relaciones entre ellos pronto se enfriaron (Doss, 2015). Ello derivo
en una nueva revolución en los Kivus y la formación de la Agrupación
Congoleña por la Democracia (RCD, por sus siglas en francés), apoyada
por Kagame y Museveni, que tenía como objetivo derrocar a Kabila. De
                                      690
 Capítulo 19: Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
              Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.
esta forma comenzó la Segunda Guerra del Congo. Si bien la RCD pudo
controlar gran parte de los Kivus para mediados de 1998 no logro tomar
Kinshasa ya que fuerzas angoleñas y zimbabuenses lo impidieron (Tur-
ner, 2007). Chad, Namibia y Sudan también vinieron a socorrer a Kabila
con variados grados de intervención. Esta situación llevo al CSNU a dic-
tar la Resolución 1234 (1999) llamando a un alto al fuego, solicitando a
los otros estados a no intervenir en las cuestiones internas de la RDC y
retirar sus tropas. Los esfuerzos internacionales y regionales para resol-
ver el conflicto en el Congo resultaron en el Acuerdo de Lusaka firmado
por la RDC, Angola, Namibia, Ruanda, Uganda, and Zimbabue en julio
de 1999; al mes siguiente varios grupos rebeldes también suscribieron
dicho documento (Golda Lamadrid, 2016). En noviembre de 1999, el
CSNU, estableció la Mission de l’Organisation des Nations Unies en République
Démocratique du Congo (MONUC) la cual fue desplegada en febrero de
2000 para supervisar el alto al fuego. Sin embargo, el acuerdo se rompió
en innumerables ocasiones por lo cual Ruanda y Uganda no retiraron
completamente sus tropas de los Kivus hasta mediados de 2002, luego
que ambos países firmaran sendos acuerdos de paz con Joseph Kabila,
quien había reemplazado a su padre en la presidencia del Congo luego de
su asesinato en enero de 2001 (Carayannis, 2005). Si bien estos acuerdos,
tuvieron la virtud de «domesticar» y poner fin al conflicto, el retiro de las
tropas de los estados vecinos provoco un vacío de poder que el gobier-
no central no pudo llenar resultando en un aumento significativo de la
violencia por parte de grupos cada vez más pequeños y divididos contra
                                       691
 Capítulo 19: Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
              Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.
la población civil (Carayannis, 2005). Debido a ello el CSNU extendió el
mandato de la MONUC para proteger a la población civil, endureciendo
el lenguaje en sucesivas resoluciones.
   Hacia finales de 2005, la RDC adopto una nueva constitución
aprobada a través de un referéndum y llamo a las primeras elecciones
multipartidarias, las cuales gano Kabila cómodamente. La MONUC
así como otros actores internacionales apoyaron el proceso democrá-
tico (Doss, 2015). Esto no trajo paz a la golpeada población de las
provincias del este, que vieron nuevas revueltas, estallidos de violen-
cia y la aparición de nuevos grupos rebeldes. Nuevamente se firmaron
acuerdos de paz y la MONUC incremento su presencia asistiendo a
las fuerzas armadas de la RDC mientras intentaba proteger a los civi-
les. Una serie de operaciones resultaron en una relativa paz hacia 2009
que, sin embargo, le costaron a la MONUC una cascada de críticas
por incontables violaciones a los derechos humanos (Dos, 2015). Por
su parte, el presidente Kabila aprovechando esta situación y el quin-
cuagésimo aniversario de la independencia del Congo, intento afirmar
su autoridad nacional anunciando que para el 2011 la MONUC se
retiraría del país (Neethling, 2011). Ello no fue bien recibido por la
ONU, la comunidad internacional, ni las grandes ONG quienes mani-
festaron que el este de la RDC continuaba sumido en un interminable
conflicto (Neethling, 2011). Luego de una serie de negociaciones se
decidió que el Congo había llegado a una nueva fase que imponía la
necesidad de re-adaptar la operación. De este modo, a partir del 1 de
                                      692
 Capítulo 19: Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
              Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.
Julio de 2010, se estableció la Mission de l’Organisation des Nations Unies
pour la Stabilisation en Republique Democratique du Congo (MONUSCO).
Esta misión, que aun continúa desplegada, fue concebida como una
operación multidimensional que debía contribuir con la consolida-
ción de la democracia y la paz, restaurar la autoridad del estado, el
reintegro de refugiados, y la lucha con la violencia sexual, entre otros
objetivos (Doss, 2015).
   Sin embargo, como su antecesora, la MONUSCO tampoco logro ase-
gurar la paz en el este de la RDC o asegurar la democracia y goberna-
bilidad en el oeste por lo cual ha sido duramente criticada. A su vez, su
actuación se ha visto empañada por innumerables escándalos de explo-
tación y abuso sexuales contra la población civil, incluido más reciente-
mente la cuestión de los bebes abandonados a lo largo de los años por el
personal civil y militar de la ONU.
   Efectos del despliegue de una operación de paz:
   el impacto sexual
   En 1988 las operaciones de paz de la ONU gozaban de tan buena
reputación que ganaron el Premio Nobel de la Paz. Sin embargo, pocos
años más tarde, comenzaron a salir a la luz casos de EAS perpetrados
por los cascos azules. Estos hechos vienen siendo documentados y de-
nunciados por la academia, ONG y los medios desde el comienzo de los
años 90s hasta hoy en día en prácticamente todas las misiones de paz, in-
volucrando tanto a personal civil como militar (Kovatch, 2016; Jennings,
                                       693
 Capítulo 19: Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
              Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.
2010; Redress, 2017; HRW, 2016; Code Blue, 2017). La respuesta de la
ONU ha sido tibia, pareciendo estar más preocupada por silenciar los
escándalos que por tomar medidas efectivas que pongan un fin a estos
episodios (Code Blue, 2020).
   Los casos de EAS perpetrados por el personal de la ONU mientras
está desplegado en las operaciones de paz pueden ser divididos en cuatro
grandes grupos: violencia sexual oportunista; abuso sadista y/o planea-
do; sexo transaccional; y redes de EAS (Westendorf y Searle, 2017). Las
violaciones son el hecho más común del primer grupo. Estas ocurren
de forma aislada o en banda y suelen darse solo para satisfacer los pro-
pósitos del violador (Westendorf y Searle, 2017). En general son casos
aislados, ya que el perpetrador espera a tener una nueva oportunidad con
otra víctima. En 2019, este tipo de violencia sexual representó el 28 % de
las acusaciones hechas contra cascos azules y resultó en diez víctimas em-
barazadas (ONU website). El segundo grupo, abuso sexual sadista y/o
planeado está compuesto por muy pocos incidentes; sin embargo, los
caracteriza la brutalidad de los mismos. Wax (2005) describe un ejemplo
de este tipo de hecho: un francés que trabajaba en la sección de logística
de la MONUC fue encontrado en posesión de cientos de videos que lo
mostraban torturando y abusando sexualmente de mujeres locales.
   La tercera categoría es la que cuenta con la mayor parte de las denun-
cias contra el personal de Naciones Unidas, y está compuesta por los
hechos de contratación de servicios sexuales. Uno de los grandes proble-
mas con el sexo transaccional es que oculta hechos que van desde sexo
                                      694
 Capítulo 19: Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
              Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.
con menores de edad hasta explotación sexual. Como dijo Jean Marie
Ghéhenno; «el término ‘prostitución’ […] enmascara la naturaleza explo-
tadora de la dinámica. En muchos casos […] las llamadas trabajadoras
sexuales han sido pagadas con migajas de comida o han sido niñas de
12 o 14 años”176 (Ward et al., 2007). A su vez, el informe Zeid, que fue el
primer estudio compresivo encargado por la ONU sobre la problemática
de la EAS por parte de los operadores de paz, explica que las mujeres
que han tenido hijos como consecuencia de haber sido víctimas de ex-
plotación sexual se han visto en una situación de mayor vulnerabilidad
empujándolas a nuevos hechos de la llamada «prostitución de supervi-
vencia» (AGNU, 2005). Sin embargo, la cuestión de la explotación sexual
tiene otra cara, ya que muchas mujeres se han involucrado en relaciones a
largo plazo para obtener beneficios económicos (Kolbe, 2015). Por ello,
algunas autoras entienden que en estos casos las mujeres no son vícti-
mas de explotación sexual, sino que están ejerciendo su derecho a elegir
con quien mantener una relación (Simic, 2013; Otto, 2007). Ello parece
una visión simplista de una cuestión mucho más compleja. Además, es
imposible no preguntarse si estas mujeres tuvieran la posibilidad de pro-
curar esos recursos económicos por ellas mismas si de todos modos se
involucrarían en este tipo de relaciones. De las 75 denuncias de EAS que
contabilizó la ONU en 2019, 50 casos corresponden a sexo transaccional
y relaciones de explotación sexual, las cuales resultaron en 27 embarazos
(ONU website).
176 La traducción es nuestra.
                                       695
  Capítulo 19: Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
               Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.
   El cuarto grupo, redes de EAS, ha visto a componentes de las misio-
nes de paz participar en este tipo de violencia sexual a través de la for-
mación y sostenimiento de redes de trata de personas con fines de explo-
tación sexual. Los casos más notorios se dieron en Bosnia-Herzegovina
durante la guerra de los Balcanes a comienzos de los años 90s donde
mujeres eran mantenidas en una especie de esclavitud sexual en bares
operados y frecuentados por personal de la ONU y de las empresas pri-
vadas de seguridad contratadas por dicha organización. Otro caso se dio
en Haití en 2004, donde personal de la Fuerza Multinacional Provisional
de la ONU177 traficaron mujeres desde la Republica Dominicana para
trabajar como prostitutas en los bares alrededor de las bases (Westen-
dorf y Searle, 2017; Kolbe, 2015). Este tipo de violencia sexual está ín-
timamente ligada con lo que Jennings (2010) denomina la «economía de
las operaciones de paz», término que define como el efecto económico
multiplicador de las misiones de paz a través del flujo directo o indirecto
de recursos a la economía local. Por lo cual los recursos económicos del
personal de estas misiones crean y sostienen un círculo vicioso en donde
el poder de compra genera una demanda que se expande a la industria
sexual, la cual, a su vez, es abastecida por una combinación de factores
socio-económicos, culturales y elementos del crimen organizado, cuya
177 Después de un periodo de inestabilidad política, el presidente de Haití Jean-Ber-
tarnd Aristede dejo el poder el 29 de febrero de 2004. Ese mismo día, el CSNU, bajo
el Capítulo VII de la Carta UNSC, autorizó por tres meses el despliegue de la Fuerza
Multinacional Provisional que precedería a la Misión de Estabilización en Haití de Na-
ciones Unidas (MINUSTAH).
                                        696
 Capítulo 19: Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
              Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.
existencia y rentabilidad refuerzan los factores necesarios para su existen-
cia (Jennings, 2010). Por lo tanto, el personal de las misiones de paz pue-
de estar involucrado en las redes de EAS de dos formas: contribuyendo
activamente en las redes de trata de personas a través de la facilitación y
sostenimiento de las mismas o bien como cómplices en la expansión de
la industria sexual como consumidores.
   El despliegue de las operaciones de paz genera múltiples impactos en
las comunidades locales, siendo significativo el impacto sexual. Esto se
encuentra entre las llamadas «consecuencias no deseadas”178, ya que no
fueron buscadas y no deberían ocurrir (Aoi, de Coning y Thakur, 2007).
Empero, mientras que algunas de estas consecuencias son imprevisibles,
otras pueden ser anticipadas y podrían mayormente evitarse ya que han
ocurrido con anterioridad. Los casos de EAS perpetrados por los cascos
azules es uno de esos resultados previsibles, así como los niños nacidos
de estos encuentros.
   Bebes de los cascos azules:
   los niños concebidos y luego abandonados por el personal de
   Naciones Unidas desplegado en misiones de paz
   Hay muy poca información disponible sobre los bebes de los cascos
azules. Se sabe que mayormente han sido concebidos como resultado de
violencia sexual o en relaciones consideradas como explotación sexual y
que han sido abandonados por sus padres. El único registro que existe
178 La traducción es nuestra.
                                       697
 Capítulo 19: Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
              Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.
sobre la existencia de estos bebes lo lleva la ONU desde el año 2010,
pero solamente se contabilizan aquellos casos donde la concepción se
produjo a través de EAS (UN website - Conduct in UN Field Missions).
Ningún otro organismo internacional, ONG o gobierno recolecta infor-
mación de forma sistemática sobre estos niños, a pesar de que no son
un fenómeno aislado o episódico. Debido a ello, gran parte de lo que se
conoce sobre los mismos es a través de los medios, volviendo la infor-
mación anecdótica.
   Los casos de EAS perpetrados por el personal de las fuerzas de
paz han sucedido en la mayoría de las operaciones. Como resultado
de esos encuentros sexuales, ya sea que se trate de violencia sexual,
sexo transaccional o relaciones consensuadas y prolongadas en el
tiempo, muchas mujeres en los estados de acogida han quedado em-
barazadas. En el caso de violación, es improbable que el perpetrador
sepa que engendró un bebe, lo mismo que en el caso de sexo transac-
cional; sin embargo, en caso de relaciones estables, los padres suelen
estar informados de la concepción de un hijo. En este último caso se
suelen dar dos escenarios, o el padre abandona a la madre de su hijo
en seguida de conocer la noticia, o bien mantiene la relación hasta que
el periodo de servicio -el cual dura normalmente seis meses- llega a
su fin y es repatriado. Salvo en casos excepcionales (Simic y O’Brien,
2014), cuando el padre vuelve a su país de origen, corta toda relación
y contacto con la madre y el niño, el cual nace fuera de un matrimonio
y sin reconocimiento paterno.
                                      698
 Capítulo 19: Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
              Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.
   Los estados de acogida africanos, no fueron una excepción a esta si-
tuación. Así en el caso de la RDC nadie sabe a ciencia cierta cuántos
niños fueron concebidos y abandonados por el personal de la ONU a
través de los años. Según el sitio de la ONU, desde 2010 hasta 2019 se
contabilizaron 86 denuncias de paternidad por EAS perpetrado por per-
sonal civil y militar de MONUC y de MONUSCO (UN site - Conduct
in UN Field Missions). Mientras algunos de estos niños fueron producto
de violaciones, otros fueron concebidos en relaciones más o menos es-
tables. De esta forma, se sabe que algunos componentes del contingente
militar hindú habían iniciado relaciones secretas con mujeres locales a
cambio de obsequios, incluido dinero (Sen, Datta y Mutumay, 2011). Sin
embargo, estas relaciones se terminaban apenas el personal involucrado
en las mismas se enteraba que sus parejas locales estaban embarazadas
abandonando a la madre y el menor (Sen, Datta y Mutumay, 2011). La
existencia de niños con claros rasgos hindúes testifica sobre la veracidad
de los relatos maternos. Las madres de los niños concebidos por los
cascos azules dicen no haber recibido ayuda alguna de la ONU, ni de
los padres, aunque los bebes fueron producto de relaciones prolongadas
en el tiempo. En el caso de violencia sexual el resultado es similar: un
claro desinterés por parte de la organización de ayudar a las víctimas. Un
ejemplo que se ha reportado es la historia de una niña que para cuando
cumplió los 14 años de edad ya había dado a luz a dos bebes por sendas
violaciones sufridas a manos de cascos azules (Larson, 2017). La autora
del articulo asevera que la ONU no brindó ayuda alguna a la madre y que
                                       699
 Capítulo 19: Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
              Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.
los niños fueron enviados a vivir con un tío (Larson, 2017). Hasta ahora
la ONU no ha logrado poner un freno a los casos de EAS perpetrados
por su personal en la RDC, tanto así que MONUSCO luce la dudosa
distinción de ser la misión que más denuncias de EAS cosecha por año
(UN Peacekeeping - Conduct in UN Field Missions) lo cual equivale a
más niños abandonados.
   Naciones Unidas, de hecho, ha reconocido a través del Informe Zeid
(AGNU, 2005) que una «consecuencia de la explotación y el abuso se-
xuales se refiere a los niños engendrados y abandonados por personal
de mantenimiento de la paz». El informe continúa explicando que estos
menores enfrentan un futuro sombrío, ya que «las víctimas y los hijos
abandonados de personal [de la ONU] pueden verse estigmatizados por
sus familias y comunidades que les privan de todo apoyo (económico, so-
cial, emocional, etc.). A su vez, ello puede impulsarlas a entrar en nuevas
relaciones de explotación con personal de mantenimiento de la paz o con
otros para poder sobrevivir, tanto ellas como sus hijos». Ello implica que
los niños son frecuentemente estigmatizados en sus propias comunida-
des, especialmente aquellos mestizos. Esto, a su vez, afecta a las madres y
a la familia directa de los menores, generándose un mayor sentimiento de
rechazo a estos niños (Redress, 2017). Las consecuencias que enfrentan
los hijos de los cascos azules durante su infancia y hasta la edad adulta
no parecen ser sustancialmente diferentes de aquellas que viven los niños
engendrados durante los conflictos armados por soldados o guerrilleros
(Verhey, 2004). Para las comunidades locales no hay diferencia sustancial
                                      700
 Capítulo 19: Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
              Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.
si el padre actuaba bajo la bandera de la ONU o no. Lo importante son
los marcadores que los niños nacidos como consecuencia de violencia o
explotación sexual llevan a lo largo de su vida. Esos marcadores pueden
ser físicos, por ejemplo, como en los niños concebidos por soldados hin-
dúes sirviendo en la MONUSCO en la RDC, los cuales son reconocidos
como étnicamente diferentes a simple vista y por lo tanto identificados
como extraños en la comunidad. Otro indicador puede ser el haber sido
concebido y nacido fuera de un matrimonio, o el no haber sido recono-
cido por el padre, lo cual podría implicar que el niño no tenga identidad
familiar (Koyama y Myrttinen, 2007). Si bien estos marcadores dependen
de la comunidad donde hayan nacido los bebes concebidos por los cas-
cos azules, en general son compartidos por la mayoría de las sociedades,
condenando a estos menores a una vida de discriminación.
   En conclusión, mientras que la ONU contabiliza menos de un cente-
nar de estos niños en la RDC, la evidencia anecdótica y la lógica llevan a
suponer la existencia de posiblemente miles de bebes. Si bien sus vidas
están llenas de desafíos, los bebes de los cascos azules deberían tener una
ventaja: la posibilidad de recurrir a la ayuda brindada por Naciones Uni-
das para intentar obtener un reconocimiento paterno y ayuda financiera.
   Respuesta de Naciones Unidas
   a la situación de los bebes de la paz
   Los niños concebidos por las fuerzas de paz de Naciones Unidas y
luego abandonados por sus padres han pasado más bien desapercibidos.
                                       701
 Capítulo 19: Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
              Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.
En general solo se encuentran breves alusiones a su existencia como una
consecuencia de la EAS sufridos por sus madres. Sin embargo, hay razo-
nes para creer que la ONU estaba al tanto de esta problemática antes de
haber sido mencionados en el Informe Zeid en 2005. De todos modos,
no fue hasta 2008 que la organización tomo las primeras medidas con
respecto a los bebes de los cascos azules. Sin embargo, luego de 12 años,
no se han visto avances significativos en la situación de estos niños, ya
que a las mismas les ha faltado sustancia mientras han sido abundantes
en retórica.
   Posiblemente una de las primeras referencias que existen en la acade-
mia con respecto a los niños concebidos por el personal de las misiones
de paz de la ONU pueda encontrarse en el artículo de Phal (1995) sobre
la Autoridad Provisional de Naciones Unidas en Camboya (UNTAC).
En este trabajo la autora comenta sobre la violencia sexual desplegada
por algunos componentes de las fuerzas de la ONU contra las mujeres
locales, incluyendo no contribuir con la manutención de los niños engen-
drados por el personal de UNTAC (Phal, 2005). Casi 10 años más tarde,
es posible encontrar otra referencia a los bebes de los cascos azules en el
trabajo de Higate y Henry (2004) que versa sobre las actitudes de genero
del personal de MONUC. El artículo comenta sobre la preocupación
expresada por los ciudadanos de una localidad del este del Congo donde
varias mujeres habían sido embarazadas por cascos azules, lo que llevo
a controvertidas disputas de paternidad, además de la carga adicional de
mantener a estos niños.
                                      702
 Capítulo 19: Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
              Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.
   Algunas ONG también consideraron a los bebes de los cascos azules.
Así, War and Children Identity Project, una iniciativa de un grupo de inves-
tigadores noruegos que trabajaba con la temática de los niños nacidos
durante conflictos armados, incluyó en un informe publicado en 2001
la cantidad de niños abandonados por la misión de la ONU en Liberia
(Grieg, 2001). Conviene notar que este informe tuvo un impacto signifi-
cativo entre quienes estudian el tema de los bebes nacidos de relaciones
entre soldados y mujeres locales por ser el primero de su tipo. La ONG
International Alert together with Women Waging Peace también menciono a
estos niños en algunos párrafos de una guia sobre apoyo a mujeres invo-
lucradas en procesos de paz (International Alert, 2004). De esta forma,
enfatizan la necesidad de tomar medidas legales y económicas para cuidar
a los «bebes de la ONU», como los llaman, notando que dicha organiza-
ción no había tomado ninguna iniciativa con respecto a los mismos.
   Los medios de comunicación, como se ha visto en el punto anterior,
también se hicieron eco de la situación de estos niños; aunque mayor-
mente no era más que unas pocas líneas en un artículo y raramente llega-
ba a los titulares. A modo de ejemplo, en un artículo del Washington Post
(2005) sobre sexo transaccional entre personal de MONUC y mujeres
locales, la Administradora del distrito de Ituri, al este de la RDC, co-
mentó a la periodista que estaba pensando abrir una «sociedad de ayuda
a las víctimas de la ONU», para asistir a jóvenes que habían quedado
embarazadas de los cascos azules (Wax, 2005). Los oficiales de MONUC
entrevistados, por el contrario, expresaron su preocupación de que mu-
                                       703
 Capítulo 19: Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
              Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.
jeres solas, pobres y desesperadas inventaran mentiras para obtener algo
de dinero; a pesar de que han sido muy pocas mujeres las que reportaron
estar embarazadas de cascos azules por vergüenza y por miedo a ser es-
tigmatizadas (Wax, 2005).
   Precisamente cuatro días después de la publicación del artículo de
Wax, la ONU hizo público el informe Zeid donde se mencionó por
primera vez la existencia de los bebes del personal desplegado en ope-
raciones de paz (UNGA, 2005). Sin embargo, estos niños solo fueron
reconocidos como una consecuencia de la violencia o explotación se-
xual sufrida por las madres (UNGA, 2005). A pesar de esta tardía ad-
misión, es razonable asumir que la Secretaria de la ONU, a través del
Departamento de Operaciones de Paz y de la Oficina de Servicios de
Supervisión Interna (OSSI) estaba al tanto de la existencia de los bebes
concebidos por el personal desplegado en las misiones de paz. Esta
suposición se basa en varios hechos: Por un lado, no es creíble suponer
que Naciones Unidas no estaba al tanto que la academia, algunas ONG
y medios como The Whashington Post estaban mencionado a estos niños.
Por otro lado, el Programa Mundial de Alimentos179 para marzo de
2005 ya hacía tiempo que proveía alimentos a más de 136 niños en la
llamada Organización de Niños de Naciones Unidas –ECOMOG, un
centro establecido para brindar abrigo a niños concebidos y abando-
nados por las fuerzas de paz en Liberia (Daddy Wore a Blue Helmet,
179 El Programa Mundial de Alimentos, es un programa establecido por la Asamblea
General de Naciones Unidas en 1961.
                                      704
 Capítulo 19: Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
              Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.
2005). De todos modos, son los propios informes de Naciones Unidas
los que brindan las bases más firmes para creer que esta organización
estaba al tanto de lo que ocurría con estos niños antes de su primera
mención en 2005. El primer indicio se puede encontrar en un informe
sobre EAS perpetrado por personal de MONUC elaborado por una
Oficial de Conducta de la ONU que fue enviada a Bunia, RDC, en 2004
(Rasmussen, 2006). Este informe es significativo ya que revela que los
agentes de seguridad civiles de MONUC estaban muy al tanto de los
episodios de EAS en sus respectivas áreas de cobertura de seguridad
debido a un extenso contacto con la comunidad local y, sin embargo,
estos casos no eran documentados (Rasmussen, 2006). Más aun, el in-
forme sigue diciendo que las denuncias de EAS contra el personal de
MONUC eran tan alarmantes que el Subsecretario General Guéhenno
visitó en persona las bases de MONUC en 2004, ya que la Secretaria
estaba profundamente involucrada en brindar una respuesta adecuada
(Rasmussen, 2006). Esto parece sugerir que altos funcionarios de Na-
ciones Unidas estaban al tanto de los abusos sexuales del personal des-
plegado en la RDC. No hay razón para no suponer que también tenían
conocimiento de la existencia de los bebes concebidos por los cascos
azules, más aún cuando el mismo informe revelaba que gran parte de
las denuncias de EAS surgían a partir de golpizas y agresiones del per-
sonal de MONUC contra sus novias embarazadas (Rasmussen, 2006).
   A pesar de ello, como se ha visto, el tema de estos bebes fue evitado
hasta el 2005 cuando salió a la luz el Informe Zeid, el cual los menciona
                                       705
 Capítulo 19: Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
              Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.
en estos términos: «otra consecuencia de la explotación y el abuso se-
xuales se refiere a los niños engendrados y abandonados por personal
de mantenimiento de la paz» (AGNU, 2005). Este informe fundó la base
sobre la cual se construyó la estrategia de lucha contra la EAS perpetrada
por los cascos azules. Por ello, al referirse a estos niños en esos térmi-
nos, los volvió una secuela, una mera consecuencia del abuso sufrido
por las madres, quitándoles toda identidad y autonomía. De todos mo-
dos, el informe intentó ofrecer algunos posibles caminos para mitigar
la problemática. En primer lugar, reconociendo la complicada situación
económica en la que se encontraban las mujeres que habían dado a luz
a estos bebes y habían sido abandonadas sugirió que se retuviera parte
del salario o emolumento final del padre si este era conocido o, si no lo
era, la Secretaria podría crear un fondo para asistir a madres y niños. Por
otro lado, el informe sugirió que, en caso de existir un sistema judicial en
funcionamiento, se debería alentar a las víctimas a obtener una sentencia
de alimentos y en caso de que no existiera tal posibilidad, se podría esta-
blecer la paternidad a través de pruebas de ADN. Algunas de estas reco-
mendaciones se institucionalizaron con el pasar de los años, mientras que
otras como ayudar a las madres a iniciar las demandas de reconocimiento
de paternidad y alimentos aún no se han materializado.
   De todos modos, no fue hasta marzo 2008 que la AGNU adoptó la
resolución 62/214 donde reconoció y definió a los niños nacidos como
resultado de la EAS perpetrados por personal de mantenimiento de paz
en estos términos:
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 Capítulo 19: Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
              Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.
   Niños nacidos como consecuencia de actos de explotación o abu-
   so sexuales: Los niños que, según la determinación de una autoridad
   nacional competente, han nacido como consecuencia de actos de ex-
   plotación o abuso sexuales cometidos por personal de las Naciones
   Unidas o personal asociado (AGNU, 2008).
   La «Estrategia», como es conocida esta resolución, establece en el pá-
rrafo 8 que estos niños deberán recibir de acuerdo a sus necesidades
personales, asistencia y apoyo para subsanar las consecuencias de índole
médica, jurídica, psicológica y social derivadas directamente de los actos
de EAS. El párrafo continúa diciendo que las Naciones Unidas también
deben trabajar con los Estados Miembros para facilitar, en su esfera de
competencia, la tramitación de las demandas de reconocimiento de la
paternidad y de manutención del niño. A pesar de las buenas intenciones
que tiene la «Estrategia», esta es deficiente en varios aspectos. En un pla-
no material, el párrafo 10 indica que la asistencia y el apoyo deberán ser
brindados por los servicios y programas existentes y sus redes y se con-
siderara, de ser necesario, la posibilidad de establecer nuevos servicios.
Sin embargo, no aclara que agencias o programas prestaran los mismos
o que ocurriría si estos, como de hecho sucede, no existen o no tienen
la capacidad de brindar el apoyo necesario, o quien solventara los gastos
irrogados al prestar ayuda. En la práctica, la determinación de quien reci-
be ayuda se hace en cada misión de paz de manera cuasi arbitraria, ya que
no se brinda por el solo hecho de haber presentado una denuncia de EAS
como pareciera implicar la Resolución 62/214. Asimismo, durante mu-
                                       707
 Capítulo 19: Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
              Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.
cho tiempo en caso de ofrecerse algún apoyo a las madres o menores, se
hacía utilizando los recursos con los que contaba la misión en cuestión.
   Por otro lado, desde una esfera fáctica y jurídica, para ser considerado
como niño nacido de EAS, el menor debe ser reconocido por una autori-
dad nacional competente como concebido por un miembro del personal
desplegado por Naciones Unidas y como consecuencia de EAS. Para
ello el menor debe atravesar un proceso que podría ser judicial o admi-
nistrativo, representado por su madre y posiblemente un abogado, para
establecer su paternidad. Esto no es una tarea sencilla en lo absoluto, ya
que la madre en muchas ocasiones no conoce la identidad del padre, es-
pecialmente en casos de violencia sexual o sexo transaccional. Como un
reconoció un Oficial de la Unidad de Conducta y Disciplina de Naciones
Unidas:
   No se puede esperar que una mujer que vive en el medio del Congo,
   por ejemplo, tenga la capacidad de iniciar una demanda de recono-
   cimiento de paternidad y luego alimentos ante un tribunal en otro
   continente, pero esta es una situación con la que tenemos que trabajar
   (Bracken, 2014)
   Para facilitar el proceso de reconocimiento, la Resolución 62/214
indica en su párrafo 11 que se nombrará un funcionario de la ONU
para coordinar la aplicación de la «Estrategia» a fin que el proceso de
remisión de los denunciantes, las víctimas y los niños nacidos como
consecuencia de actos de EAS sea sencillo y seguro y respete la nece-
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 Capítulo 19: Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
              Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.
sidad de confidencialidad, dignidad y no discriminación. Este párrafo
busca complementar el párrafo 8 que en su última parte indica que la
ONU trabajara con los estados miembros para facilitar, dentro de su
competencia, la tramitación de las demandas de reconocimiento de pa-
ternidad y manutención del niño.
   Después de la «Estrategia», la problemática de los niños concebidos
por el personal de Naciones Unidas no recibió mayor atención hasta
el 2013. Por ejemplo, en el informe del Secretario General de 2010
sobre medidas contra la EAS, se indica que aunque las denuncias por
EAS disminuyeron de forma global contra el personal de UNAMIL,
aumentó el número de reportes sobre sexo transaccional, los cuales son
presentados por personas a las que se les pagó menos de los conveni-
do, no se les pagó, o cuando surgen cuestiones de paternidad (AGNU,
2010). El informe del Secretario General de 2013, por otro lado, de-
clara que en 2012 hubo seis denuncias de EAS que incluían reclamos
de paternidad (AGNU, 2013). Esta es la primera vez que se brindó tal
información, y hubiera constituido un paso positivo si no hubiera sido
porque a continuación indica que los próximos informes incluirán más
datos sobre las denuncias «creíbles» de EAS y aquellas que incluyan
determinaciones de paternidad. Por supuesto, no existían parámetros
establecidos sobre que configuraba que las denuncias fueran creíbles,
por lo cual nuevamente se recurrió a medidas arbitrarias para hacer es-
tas determinaciones. Años más tarde, Picco (2019) informaba que aún
se dudaba de la veracidad de las denuncias:
                                       709
  Capítulo 19: Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
               Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.
   Crees que es verdad?» El Oficial de Naciones Unidas me preguntó du-
   bitativamente el año pasado cuando denuncié por primera vez un caso
   de violación perpetrado por un casco azul trabajando en República
   Centroafricana. Mientras esta reacción –incredulidad- sea la primera
   respuesta a las denuncias de EAS contra el personal de la ONU, los
   esfuerzos para mejorar la prevención y la respuesta a dichos crímenes
   no llegara a ningún lado.180
   De acuerdo al informe, los reclamos de paternidad fueron notifica-
dos a los Estados Miembros de nacionalidad de los supuestos padres
(AGNU, 2013). Las respuestas ilustran las dificultades existentes a la
hora de abordar los reclamos de paternidad: de los seis casos denun-
ciados y notificados a dichos Estados Miembros, dos Estados respon-
dieron que las madres deberían iniciar las acciones judiciales ante los
tribunales de dichos Estados (AGNU, 2013). El mismo informe, sin
embargo, nota que dichos países se encontraban en otros continentes y
ninguno siquiera contaba con sedes diplomáticas en el Estado de aco-
gida. Es ilusorio pretender que las victimas puedan navegar procesos
complejos que involucran diferentes sistemas legales, inmunidades, y
superar la falta de prueba debido a investigaciones defectuosas, aun con
la mejor representación legal (Redress, 2017). El informe no reporta
las repuestas de los otros estados, pero en su párrafo 19 incentiva a los
Estados de acogida y a los Estados de nacionalidad de los supuestos
padres a acordar mecanismos legales sobre adjudicación de paternidad
180 La traducción es nuestra.
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 Capítulo 19: Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
              Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.
y ayuda económica (AGNU, 2013). Estos mecanismos aun no existen
y aunque Naciones Unidas afirma que es necesario coordinar las res-
puestas de los agentes en todos los niveles y en todos los ámbitos de
asistencia y apoyo a las víctimas, a la postre pone toda la responsabili-
dad en materia de paternidad y pensión alimenticia en los Estados de
nacionalidad de los supuestos padres.
   En 2015, la OSSI reconoció en un informe sobre EAS perpetrados
por cascos azules que los reclamos de paternidad eran un desafío para la
organización; y que hasta esa fecha no se había reconocido la paternidad
de ningún bebe (OSSI, 2015). Ese mismo año, en el informe anual del
Secretario General se admitió la necesidad de rever el rol de la ONU para
facilitar los reclamos de paternidad (AGNU, 2015). Para ello se decidió
que todas las denuncias de EAS debían ser investigadas, dejando de lado
el arbitrario parámetro de «creíbles» (AGNU, 2015). Por otro lado, el
Departamento de Apoyo a las Actividades sobre el Terreno estableció
un protocolo aplicable a todas las misiones para obtener muestras de
ADN de madres, niños y supuestos padres con el fin de determinar el
parentesco en los casos de reclamos de paternidad. Aunque esto ha sido
un paso en la dirección correcta, tiene limitaciones significativas. De este
modo, si el supuesto padre se niega a ser testeado no hay una autoridad
judicial que pueda obligarlo o que tome dicha negativa como un indicio
a favor de un posible reconocimiento. Asimismo, en caso de un test que
arroje un resultado positivo, si bien determinaría la paternidad biológi-
ca, esta necesita ser declarada como tal por una autoridad competente
                                       711
 Capítulo 19: Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
              Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.
que tenga jurisdicción sobre dichos asuntos, de otro modo la misma no
genera obligaciones legales. En otras palabras, un test positivo de ADN
sin un reconocimiento judicial a través de un proceso legal adecuado no
equivale al reconocimiento de paternidad, ni a generar la obligación de
pagar una manutención. Aún en el caso de un resultado positivo y que
fuera posible llegar a una corte componte, el test de ADN no es univer-
salmente admitido como prueba de paternidad. Tal es el caso de Pakis-
tán, Estado Miembro que contribuye con gran cantidad de tropas,181 el
cual no admite las pruebas de ADN en los casos de reconocimiento de
paternidad (Cheema, 2016).
   En 2016, el CSNU afirmó su apoyo a la política de tolerancia cero
a la confraternización entre el personal de la ONU y cualquier persona
que se considere beneficiario de ayuda (Boletín, 2003), y a la decisión del
Secretario General de repatriar unidades de los contingentes nacionales
que pudieran estar involucrados en casos de EAS (CSNU, 2016). Sin em-
bargo, el CSNU guardó silencio con respecto a los niños concebidos y
abandonados por el personal de la ONU, lo cual en si fue una declaración
que sin dudas retrasó la causa de estos menores significativamente. Sin
embargo, con la llegada de un nuevo Secretario General hubo algunos
avances en la situación de estos niños.
   De esta forma, en el informe del Secretario General de 2017, se pre-
sentó un nuevo paquete de medidas de protección contra EAS (AGNU,
181 A octubre de 2020 tenía desplegados en MONUSCO, 1.975 personas entre perso-
nal civil, expertos en misión y soldados.
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 Capítulo 19: Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
              Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.
2017). Por un lado, se pensó en una repuesta a la violencia sexual cen-
trada en las victimas; luego, se designó a una Defensora de los Dere-
chos de las Victimas, además de nombrarse cuatro defensores en el
terreno, entre ellos uno en la MONUSCO; finalmente, se consolidó el
establecimiento del Fondo Fiduciario para asistir a las víctimas de EAS
y sus hijos (AGNU, 2017). En el Anexo II de dicho informe se reportan
los avances hechos por los Estados Miembros con respecto a los bebes
del personal de la ONU. Por un lado, diez países permitieron que su
personal se sometiera a exámenes de ADN; cinco Estados Miembros
nombraron oficiales nacionales de investigaciones para examinar las de-
nuncias de EAS; y un Estado hizo un único pago de ayuda económica
a un menor concebido por un casco azul, pero sin reconocimiento de
responsabilidad o de paternidad con respecto al niño. Solo un Estado
Miembro, Ecuador, dio un paso más allá y «facilitó los contactos entre
el demandante y el sistema judicial del Ecuador, en el contexto de una
demanda de pensión alimenticia para los hijos». (AGNU, 2017). Ade-
más, el Gobierno ecuatoriano trabajó con la ONU intercambiando la
información necesaria para que se reconozca la paternidad del menor,
al cual se le expidió un certificado de nacimiento y se le reconocieron
los mismos derechos que a un ciudadano. Hasta hoy, este es el único
caso del que hay registros oficiales en que un niño concebido por un
casco azul tuvo su paternidad reconocida.
   En febrero del 2020, el Secretario General presentó su informe anual
sobre EAS a la AGNU como debe hacerlo desde la Resolución 57/306
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 Capítulo 19: Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
              Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.
de abril de 2003. Del contexto del informe se puede inferir que se han
delegado todos los asuntos relacionados con los bebes concebidos por
personal de Naciones Unidas y luego abandonados en el contexto de las
operaciones de paz en las manos de la Defensora de los Derechos de las
Víctimas y sus asistentes en el terreno (AGNU, 2020). Ello incluye la asis-
tencia a las víctimas, facilitar los pagos de alimentos a los menores, entre
otras cuestiones. Sin embargo, el informe también reconoce que las ne-
cesidades de víctimas y menores no son siempre cubiertas, y que aún hay
deficiencias en los servicios de asistencia legal y provisión de un medio
de sustento (AGNU, 2020). Asimismo, aun no existen mecanismos para
rastrear a las víctimas y sus hijos, la ayuda que reciben o los proveedores
de servicios disponibles. Ello implica que la mayoría de las madres y ni-
ños aún no se han visto beneficiados por la asistencia básica establecida
en la Resolución de la AGNU 62/214 de 2008.
   En conclusión, desde por lo menos 1995, se sabe de la existencia de
estos niños y a pesar que la ONU no los mencionó hasta la publicación
del informe Zeid en 2005, es lógico concluir que tenía conocimiento de
esta problemática y sin embargo no tomó medidas hasta el 2008.
   VI – Conclusión
   Aunque en los últimos años parece haber habido un modesto avan-
ce a la hora de ofrecer asistencia a las víctimas de EAS perpetrado por
los cascos azules y los bebes concebidos debido a ello y luego aban-
donados, la realidad es que tras 12 años desde la primera resolución
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 Capítulo 19: Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
              Naciones Unidas en la República Democrática del Congo.
los mecanismos de ayuda aún no están en pleno funcionamiento. Por
otro lado, tampoco se ha avanzado en encontrar métodos para facilitar
los reconocimientos de paternidad y la determinación de pensiones de
alimentos, solo habiéndose logrado un reconocimiento de paternidad
a través de los oficios de la organización. Esto responde a varios mo-
tivos: en primer lugar, porque la respuesta de Naciones Unidas a esta
problemática siempre ha sido reactiva en vez de preventiva, ya que las
medidas han sido reacciones a cada uno de los escándalos en que se
han visto envueltas las fuerzas de paz. Por otro lado, es posible percibir
una falta de voluntad política en presionar a los países que contribuyen
con personal para que faciliten los procesos legales necesarios en estos
casos. Finalmente, la asistencia existente no es suficiente porque solo
se brinda parcialmente. Por ejemplo, a través del Fondo Fiduciario para
las víctimas de EAS y sus hijos se desarrolló un proyecto en la RDC
por el cual 52 niños se vieron beneficiados con los fondos necesarios
para asistir a la escuela por dos años (UN site - Trust Fund, 2017-2018).
Lamentablemente, el programa solo incluyó a algunos bebes de los cas-
cos azules, además que fue limitado a un corto periodo de tiempo, si se
considera en términos escolares.
   Es necesario entender que en el caso de los bebes de los cascos azules
el tiempo es esencial debido a las profundadas carencias que sufren estos
menores desde su nacimiento, las cuales se multiplican al pasar los años.
Más importante aún es que el paso del tiempo vuelve cada vez más iluso-
rio su derecho humano a tener su paternidad reconocida.
                                       715
 Capítulo 19: Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
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  Capítulo 19: Bebés de la paz: los niños concebidos y abandonados por el personal de
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Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
                     CAPÍTULO 20
     España en Guinea. Colonizando la naturaleza
                 y naturalizando el colonialismo
                                                                Bruno Carpinetti
Como tantos otros países africanos, los territorios que conforman la
actual República de Guinea Ecuatorial no poseían vínculos estrechos
entre sí previos al establecimiento de enclaves comerciales y su poste-
rior colonización por potencias europeas. Poblaciones pigmeas, y tras
ellas los bubis, se establecieron en la isla de Bioko (Fernando Poo) hacia
el siglo V, mientras que entre los siglos XIII y XV D.C., los pueblos
fang y ndowe, de origen bantú, se instalaron en la zona conocida como
Río Muni –porción continental de la actual república de Guinea Ecua-
torial– y en las islas costeras del estuario del Muni (Mapa1), despla-
zando a la población pigmea (Bayele), de la que solo restan pequeños
grupos en la actualidad (MPDE, 2011).
   Durante los siglos XV, XVI y XVII la región fue explorada y ex-
plotada principalmente por Portugal y Holanda. A fines del Siglo
XVIII los reyes de Portugal, que se proclamaban dueños del terri-
torio, cedieron a España el entonces llamado Distrito de Biafra, a
                                        724
Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
cambio de tierras españolas en el sur de Brasil. Tras los tratados de
San Ildefonso (1777) y el Pardo (1778), España pasó a administrar en
el plano teórico las islas de Fernando Poo (actual Bioko) y Annobón,
creando la Gobernación de Fernando Poo y Annobón, dependiente
del Virreinato del Río de la Plata hasta la disolución del mismo en
1810. En 1778 partió de Montevideo la primera expedición que debía
ocupar las islas, pero su comandante, el Conde Argelejos, sucumbió
durante la expedición; los sobrevivientes regresaron al Río de la Plata
bajo órdenes del teniente Primo de Rivera. Con posterioridad a la
disolución del Virreinato, y ante la indiferencia de España, los britá-
nicos ocuparon la isla de Fernando Poo y fundaron allí los primeros
poblados (Ndongo, 1977; De Castro y Ndongo, 1998).
   Entre 1843 y 1858 España reconquistó el territorio, logrando que se
reconozcan internacionalmente sus derechos. Entre mediados del siglo
XIX y comienzos del XX, la corona española intentó infructuosamente
desarrollar su colonia ecuatorial, aunque solo logró consolidar un asenta-
miento permanente en la capital, Santa Isabel, y una serie de plantaciones
de cacao y café, principalmente en la isla de Bioko –en ese entonces Fer-
nando Poo– (De Castro y Ndongo, 1998).
   Ya en el siglo XX, los colonos españoles de Bioko apoyaron a Franco
en la Guerra Civil Española de 1936 y, producto de este apoyo, obtuvie-
ron poderes casi totales sobre el territorio al terminar el conflicto bélico
(Ndongo, 1977).
                                        725
Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
   Tras el ingreso de España en la Organización de las Naciones Unidas,
en 1955, los territorios coloniales ecuatoguineanos se provincializaron
y la Dirección General de Marruecos y Colonias, hasta ese momento el
órgano de administración colonial en la metrópoli, pasó a denominarse
de Plazas y Provincias Africanas. Producto del crecimiento y difusión de
las ideas nacionalistas e independentistas y los movimientos de libera-
ción nacional en toda África y en la propia Guinea Española, el régimen
Franquista concedió a la colonia desde 1963 un régimen autonómico que
permitió la existencia legal de varios partidos políticos. Sin embargo, si
bien el régimen de autonomía supuso la domesticación y parcial integra-
ción del nacionalismo en el aparato colonial, las ideas independentistas
que manejaban los nacionalistas serían asumidas por la mayoría de la
población, incluidas las elites políticas más reticentes al cambio. (Campos
Serrano, 2003). Paralelamente, en el escenario internacional de las Na-
ciones Unidas, los nacionalistas guineanos que no se habían integrado en
el antiguo régimen siguieron denunciando las «maniobras colonialistas y
retardatorias» españolas, por lo que la presión internacional a favor de la
descolonización se hizo tan fuerte que la España franquista debió reco-
nocer la independencia de Guinea Ecuatorial, proclamada oficialmente el
12 de octubre de 1968 (García Ascanio, 2010).
                                        726
Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
   La naturaleza y el hombre guineano en el imaginario colonial
   Segun Edward Said (1978), tomando como objeto de estudio las di-
versas formas textuales mediante las cuales Europa produjo y codificó
su saber sobre el «Otro», se puede poner en relieve los vínculos entre
imperialismo y ciencias humanas. En su célebre trabajo «Orientalismo»
Said profundizó el camino iniciado en los años setenta por teóricos eu-
ropeos como Michel Foucault, quien había estudiado los patrones que
subyacen y configuran la verdad de un discurso, mostrando en qué sitios
                                        727
Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
se construye esa verdad y la dinámica de su circulación y administración
por determinadas instancias de poder. Said amplió este enfoque y explo-
ró el modo en que el colonialismo europeo construyó discursivamente
una imagen de las culturas no metropolitanas, especialmente de aquellas
que se encuentran bajo su control territorial.
   Como afirma Zusman (2013), desde la última década del siglo XX,
los estudios de geografías poscoloniales procuraron incorporar al análisis
las fuentes textuales, pictóricas, fotográficas y literarias para comprender
que el proceso de dominación imperial en los territorios de ultramar in-
cluía dispositivos culturales y que los imaginarios geográficos que ellos
vehiculizaban permitían entender los proyectos coloniales, sus silencios
y fisuras. En éste trabajo apelaremos a esa perspectiva y recurriremos a
fuentes textuales y visuales para analizar los procesos de «construcción»
de la naturaleza guineana desde el imaginario colonial, y las políticas que
resultaron de esta «creación».
   Según define N´Gom (2008), los aportes que componen el cor-
pus discursivo colonial son muy heterogéneos y se apoyan, por un
lado, en distintas plataformas gráficas como los diarios de viajes, los
libros de caza, los diarios de exploración y los libros de aventuras y,
por otro, en soportes no gráficos, más bien pictóricos, como las ex-
posiciones fotográficas, los grabados, los dibujos, las conferencias y,
más tarde, las tarjetas postales. En éste mismo sentido, sosteniendo el
valor «constitutivo» del imaginario colonial en Africa, Ortín Y Pereiró
(2006) afirman:
                                        728
Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
   Africa Negra no existió hasta que fue contada. Africa Negra em-
   pezó a ser en el mundo occidental cuando los cronistas blancos la
   narraron. Aquel inmenso espacio central de un continente oscuro
   empezó a ser conquistado en el mismo momento en que fue des-
   crito, dibujado fotografiado y filmado. Las palabras, ideas, metáfo-
   ras e imágenes blancas sustituyeron a las que allí existían. Más que
   comerciantes, negreros, militares, funcionarios, colonos o misio-
   neros, fueron los cronistas los que conquistaron Africa Negra para
   occidente […] Primero fueron las descripciones de los viajeros
   exploradores, sus crónicas o novelas. Luego, con el discurrir del
   siglo XIX, llegaron los artículos de prensa, las conferencias y de-
   bates en museos o sociedades científicas. A medida que los relatos
   sobre Africa Negra se hicieron más sofisticados y sus medios de
   difusión también, la colonización progresó. Los libros con notas
   y dibujos y los dossiers ilustrados dieron paso a las más atractivas
   representaciones gráficas que se habían desarrollado en los siglos
   XIX y XX: primero la fotografía y años después el cine.
   Hasta el siglo XIX las relaciones con Africa se limitaron casi de ma-
nera exclusiva al comercio de esclavos, el cual tuvo obvias y drásticas
consecuencias en las sociedades africanas. Precisamente, algunas descrip-
ciones de la época trataban de justificar la esclavitud, sosteniendo que los
africanos, vivían mejor como esclavos que en su medio originario, donde
pasaban más hambre y se exponían a ser devorados por monstruos o por
otros africanos (Fernandez-Figares Romero de la Cruz, 2003).
                                        729
Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
   La colonización total no tuvo lugar hasta finales del siglo XIX. A me-
diados de ese siglo se había iniciado el período de contacto con el interior
del continente. Durante esta etapa surgieron las llamadas «sociedades geo-
gráficas» y aparecieron como personalidades destacadas de la época explo-
radores legendarios como Livingstone o Stanley, junto a los que viajaron
los primeros misioneros, dispuestos a evangelizar a los indígenas. En los
relatos de estos primeros viajeros, Africa aparece como un continente os-
curo y peligroso, mientras que la imagen de los africanos podía variar de
matices entre la del «buen salvaje» y la del «salvaje peligroso». Se empezaba
a justificar así la necesidad de la colonización, hecho que tuvo su conti-
nuidad a lo largo de la primera mitad del siglo XX. En éste sentido, como
señala Mellino (2008), entendemos que el proceso de colonización implica
la conquista, la posesión y el control directo de territorios que pertenecen a
otros pueblos o grupos sociales definidos a partir de tal situación en tanto
colonia. Aunque según esta acepción el colonialismo no representaría de
hecho un fenómeno exclusivamente circunscrito a los últimos cuatrocien-
tos años de historia sino que podría aplicarse el concepto a la antigua Gre-
cia, el imperio Romano, los Aztecas, y otros; el colonialismo de moderno
revistió características distintivas. Mientras que las experiencias coloniales
más antiguas eran de naturaleza precapitalista, la expansión colonial de la
edad moderna va a resultar en el desarrollo del capitalismo mercantil pri-
mero e industrial después. Por éste motivo, el colonialismo moderno no se
limitó a extraer bienes, tributos y riquezas de los países conquistados sino
que dio lugar a un proceso de reorganización global de sus economías, de
                                        730
Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
sus estructuras sociopolíticas internas y de sus imaginarios y representacio-
nes. De ésta manera, la situación colonial se vuelve, al decir de Balandier
(1973), una situación «total».
   Siguiendo explícitamente la propuesta de Marcel Mauss sobre el «he-
cho social total», Balandier propuso que un pueblo colonizado no puede
ser comprendido al margen de la situación colonial, ya que como tal,
ésta influye absolutamente en todos los aspectos de la vida individual y
colectiva de quienes están subordinados estructuralmente a ella. Asimis-
mo, Balandier distingue tres empresas dentro del proyecto colonial: la
material, ejercida a través del control de la tierra y la economía; la política
y administrativa, desplegada por medio de los instrumentos de control y
ejercicio local de la autoridad, y la ideológica, a través de la imposición de
un nuevo imaginario y valores civilizatorios.
                      Tarjeta Postal de la Guinea Española, año 1930
                                        731
Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
   Como señalamos, en la literatura las primeras referencias a Áfri-
ca comienzan en el siglo XV y XVI (Fernandez de Navarrete, 1837;
García Figueres, 1949; Albuquerque, 2005), con los relatos de las ex-
ploraciones atlánticas de portugueses y españoles. Durante la etapa
de exploración y conquista, se trataba de relatos de viajes, memorias,
crónicas e informes. En los primeros tiempos de la posesión española
de la isla de Fernando Poo (Bioko) en el siglo XIX, ésta no era consi-
deraba como una colonia de poblamiento ni de explotación comercial
sino simplemente como un territorio periférico. Posteriormente, se
comenzaron a valorar las posibilidades de la isla pues presentaba una
buena situación estratégica y tierras relativamente fértiles. Expedicio-
narios como Manuel Iradier contribuyeron con su iniciativa personal
a situar en el mapa de los territorios españoles a las tierras y pueblos
del Golfo de Guinea, lo cual estimuló el interés por esta zona. Este
explorador escribió en 1875 sus primeras impresiones al descubrir la
exuberante naturaleza africana y describirla como misteriosa y bella
pero, también, hostil y peligrosa
   Las selvas africanas son la desesperación del viajero. Sobre un terreno
   húmedo, blando, encharcado, compuesto de capas superpuestas de
   vegetales en descomposición que los siglos han ido amontonando, se
   elevan variedad inmensa de vegetales buscando la luz del sol y alcan-
   zando alturas considerables. Sus ramas se entrelazan, se unen y se con-
   funden formando una bóveda espesa de hojas variadas por su color,
   tamaño y figura, impenetrable a los rayos del sol y guardadora de una
                                        732
Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
   atmósfera densa, pesada, saturada de humedad que despiden un olor
   nauseabundo y característico muy parecido al de un cementerio mal
   cuidado. (Iradier, 1994)
   Asimismo, estos pioneros dejaron los primeros relatos y descripciones
sobre los guineanos, que oscilaban entre la imagen paternalista de los
misioneros, para los que aquella gente eran «buenos salvajes» o «gentes
en estado de naturaleza» que necesitaban ser cristianizados y civilizados,
y la de los exploradores, quienes trataron de describir más objetivamente
sus modos de vida. Por ejemplo, en las memorias de su expedición, Gui-
llemard de Aragón (1846) describe a los bubis
   Las habitaciones de los Bubis son chozitas de perros en las cuales
   un niño de seis años puede apenas entrar de pie: de 10 á 12 pies
   cuadrados, se acuestan en tierra, no poseen utensilios de cocina,
   nada de lo que constituye una morada: calabazas para vino y aceite
   de palma son los solos basos de que se sirven: tiene todo el año,
   noche y dia fuego encendido; comen bíboras, lagartos, monos y
   yames, raiz nutritiva de toda la costa de Africa estimada sobre todo
   en Fernando Póo.
   Estas imágenes sirvieron para cristalizar un imaginario sobre las po-
blaciones guineanas y su vínculo con su entorno, a punto tal que en pleno
siglo XXI estas representaciones siguen presentes sin grandes cambios
en el discurso científico sobre las estrategias de uso de la carne de monte
y otros recursos naturales.
                                        733
Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
   Como vemos, aun teniendo en cuenta esos matices, los guineanos
eran en todos los casos descriptos como parte misma de esa naturaleza
salvaje que seducía y atemorizaba a los colonizadores europeos. En este
contexto, las clasificaciones y nuevos órdenes emergentes en el imagina-
rio colonial fueron puestos al servicio de la administración y del proyecto
de la metrópoli, y al igual que en el resto del Africa colonial, los guinea-
nos fueron catalogados, encasillados y distribuidos para su mejor gobier-
no en territorios, etnias, tribus y clanes que fueron a menudo redefinidos
y cristalizados durante este período.
   Ya comenzado el siglo XX, en una segunda etapa de ocupación y
explotación, la literatura colonial tuvo como tema central al África
de naturaleza salvaje, cuyos protagonistas excluyentes eran indefec-
tiblemente blancos idealizados con una visión paternalista y negativa
de los africanos. Las características más destacadas del colonialismo
español        –especialmente durante el franquismo y con excepción
del período republicano– fueron un exagerado paternalismo con res-
pecto a la población local y una presencia masiva de misioneros –su-
perior proporcionalmente a la de otras colonias–, ya que la tarea de
evangelización era inseparable de la de la «civilización». Una de las
principales instituciones coloniales españolas, el Patronato de Indí-
genas, sintetizaba tales características: los guineanos no emancipados,
que representaban la amplia mayoría de la población, no podían rea-
lizar casi ninguna actividad económica, ni entrar en contacto con la
administración colonial, ni incluso acceder a la escuela si no era a tra-
                                        734
Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
vés de este Patronato, que realizaba las gestiones que los guineanos,
según se aseguraba, eran incapaces de llevar a cabo debido a su propia
naturaleza. (Fernandez-Figares Romero de la Cruz, 2003).
   Esta presunta inferioridad de la población guineana fue avalada «cien-
tíficamente» por el trabajo de los médicos españoles Vicente Beato y Ra-
món Villarino, quienes en 1944 publicaron el artículo «Capacidad mental
del negro» en el que exponían los resultados de sus investigaciones en los
territorios de la Guinea Española. Estos investigadores aplicaron a un
grupo de nativos los tests de Binet-Bobertag y Yerkes, y sus conclusiones
apuntaban claramente a una inferioridad mental de los nativos respecto
de los blancos europeos. En base a estos trabajo se llegó a sugerir la ne-
cesidad de adaptar el sistema educativo colonial a la inferior capacidad
mental de la población nativa y a impulsar un programa de investigación
patrocinado por el Instituto de Estudios Africanos del Consejo Superior
de Investigaciones Científicas de España (Bandrés y Llavona, 2010).
   Durante éste periodo la política de asimilación o «españolización» re-
apareció como un ideal de homogeneización socio-cultural importado
de un pasado colonial idealizado. Sin embargo, estas pretensiones asimi-
lacionistas, defendidas fundamentalmente por los misioneros y algunos
destacados administradores, chocaron con la oposición de algunos secto-
res, sobre todo colonos con importantes intereses económicos proclives
a políticas mucho más segregacionistas en su sentido más racista (Negrín,
1997). Tanto los defensores de la asimilación como sus detractores man-
tienen en sus posturas la concepción del otro no-europeo como homo
                                        735
Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
infantilis (Comaroff, 1991), subordinado desde paradigmas etnocéntricos,
en cualquiera de los casos y de forma más consciente o inconsciente,
a los intereses políticos y económicos del sistema colonial (Sanchez de
Molina, 2002).
   Además, los guineanos eran caracterizados como vagos y holgazanes
y para las tareas más pesadas de desarrollo de cacaotales y cafetales se
prefería a los trabajadores nigerianos y de Sierra Leona.
   Al igual que las crónicas y relatos de los primeros viajes y expedicio-
nes, las novelas de este período no estaban dirigidas al público local sino
que eran escritas para el público de la metrópoli y funcionaban como
herramienta de justificación ideológica del hecho colonial.
   Según Bolekia Boleka (2005) el momento más productivo en cuanto
a la literatura colonial fue el período comprendido entre los años 20 y
la independencia del país a fines de la década del 60. Las obras de éste
período se caracterizan por el «primitivismo» o «salvajismo» con el que se
presentaba a la población local para deleitar a los lectores de la metrópoli
y justificar así la empresa colonial española en aquellas tierras negras e
«inhóspitas», siempre desde los cánones religiosos y desde una pretendi-
da superioridad cultural relativa del blanco. Entre estas obras podemos
citar la de José Mas Laglera, titulada En el país de los bubis. Escenas de la vida
en Fernando Poo, editada en Madrid en 1919, o la de Joaquín Rodríguez
Barrera titulada Mobbe, un negro de Fernando Poo, publicada en Barcelona en
1931. En estas obras se describían aquellos temas que tanto llamaban la
                                        736
Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
atención a los colonizadores como las cacerías, la visión paternalista del
colono hacia el colonizado y la epopeya civilizadora de los colonos espa-
ñoles en esos territorios, pero por sobre todo se hacía hincapié en la idea
del salvajismo de la naturaleza guineana y de sus pobladores.
   En la obra En el país de los bubis de Más Langlera, el negro es represen-
tado como un ser exótico, primitivo y con cualidades zoológicas:
   Ton-Yala tenía una figura repulsiva y odiosa tipo del verdadero salvaje,
   un poco degenerado por los vicios. Su estatura era baja; se movía cau-
   telosamente como un tigre. De Malanga, otro personaje de la novela,
   escribe: [...] Aunque parecía un mono, era un hombre. Su figura escuá-
   lida, pequeña e inclinada por los años, traía a nuestra imaginación la
   efigie de un chimpancé puesto en cuclillas.
   Esta literatura evidenciaba claramente una de las estrategias a través
de las cuales el racismo colonialista negaba la humanidad del colonizado
a través de la «animalización» del dominado. En la exaltación y exage-
ración de las características animales del «otro» y en la negación de sus
facultades intelectuales se afirmaba la misión civilizatoria del proyecto
colonial y la necesidad de control de la naturaleza y las gentes locales.
   Los administradores coloniales contribuían también a configurar la
imagen del salvajismo de los habitantes locales y la necesidad de la acción
civilizatoria de España. En este sentido, Bonelli y Rubio, Gobernador
General de los Territorios españoles del Golfo de Guinea, describía en
una conferencia dictada en la metrópoli las presuntas costumbres antro-
                                        737
Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
pófagas de los guineanos «Es que llevados de esta creencia a pie juntillas
en maleficios y “medicinas”, vienen a dar en actos repugnantes y peli-
grosos. Por ejemplo: en Guinea hay gente, y no poca, que come carne
humana. Bien lo saben los misioneros, y bien lo persiguen y combaten
con escaso éxito.» (Bonelli y Rubio, 1944).
   En su crónica sobre la vida en la Guinea colonial, Vilaró también tras-
luce esta visión de la naturaleza salvaje, objeto de la misión civilizatoria
de la España franquista:
   Aventuras y viajes; empresas arriesgadas; inversiones de energía, de
   iniciativa, de dinero, de salud […] Lucha, ambiciones, triunfos, fraca-
   sos […] Interminables correrías por carreteras abrasadas, sofocantes,
   con suelo de color rojo tajada de sandía, hacia los rincones habitados
   de ese infierno verde, compacto, murmurante, exhalando fragores
   sordos y hálitos corrompidos, hormigueante de ocultas y misteriosas
   presencias, que es el bosque ecuatorial primario, que es la selva llama-
   da virgen. La selva, feudo de una mitología pagana y bruja, donde el
   sol no llega a penetrar y donde todo –hojas, ramas, troncos, bestias–
   está en turno de nacer o de pudrirse al mismo tiempo. (Vilaró, 1950)
   De la misma manera describe la voluntad aventurera de los colonos y
la empresa colonial: «El nombre de Guinea contiene ya en sí el perfume
espirituoso y atrayente de de un largo viaje hacia territorios descono-
cidos. El hechizo misterioso que destina la atmósfera caliginosa de las
tierras del ébano, envuelve al predestinado [...]. «Ir a Guinea» era, hasta
                                        738
Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
hace poco, como en el pasado siglo «ir a América». Una meta: la fortuna.
Una ruta: la aventura». (Vilaró, 1950)
   Uno de los órganos de publicación periódica que más colaboró en la
construcción y difusión de las ideas coloniales sobre los territorios del
Golfo de Guinea fue la revista La Guinea española, editada por la orden de
Los Claretianos en la única imprenta existente en el país durante todo el
período colonial y administrada por la mencionada orden religiosa (Tofi-
no-Quesada, 2003). Su primer número salió a la luz el 1 de Abril de 1903,
posteriormente fue suspendida entre abril de 1905 y enero de 1907, año
en que se reanudó la publicación hasta agosto de 1940, cuando de nuevo
volvió a verse suspendida por la escasez de papel. No fue hasta el 1 de
Abril de 1943 cuando se reanudó su edición quincenal, editándose hasta
agosto de 1968, fecha de la independencia. A partir de ese momento pasó
a denominarse La Guinea ecuatorial aunque solo se prolongó su edición
por un breve período.
   Según Nerin durante la primera mitad del siglo XX la revista La Guinea
Española en varias ocasiones se mostró partidaria de los trabajos forzados
bajo el pretexto de que los africanos eran holgazanes por naturaleza y ha-
bía que coaccionarlos para que trabajasen. A través de ésta publicación,
los misioneros claretianos instigaron el uso de la violencia en contra de
los fang, a quienes se calificaba como «salvajes» que se negaban a aceptar
el colonialismo; defendieron el encarcelamiento de los líderes indígenas
contrarios a España; exigieron al gobierno que la Guardia Colonial re-
primiera la poligamia e impusiera el modelo familiar occidental mediante
                                        739
Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
«el miedo y la obediencia”; e incluso en una oportunidad consideraron
positivo que se exhibiera al aire libre, durante días, el cadáver del jefe de
un poblado que se había rebelado contra los españoles.
    Avanzado el siglo XX, las novelas de aventuras ambientadas en el
África Negra por autores de reconocimiento universal como Rider Hag-
gard o Julio Verne, consiguieron en las sociedades de los países europeos
un público fiel, especialmente entre los jóvenes. Como señala Nerín, los
territorios españoles en el Golfo de Guinea tenían todas las condiciones
para convertirse en un escenario literario gracias a sus selvas exuberantes,
grandes ríos, montañas y volcanes, pobladores presuntamente antropó-
fagos (los Fang), elefantes, gorilas, pigmeos y más. Sin embargo, este po-
tencial fue muy poco explotado.
   Entre la escasa producción literaria, los libros de caza ambientados
en la Guinea Española contribuyeron junto con las novelas de aventuras
a consolidar la idea de la heroicidad del blanco que enfrenta a la salvaje
naturaleza africana. Sin embargo, en estas obras, como Marfil. La caza del
elefante (1974) de Tony Sanchez Ariño o En el país de los elefantes, (1960) de
Juan Chicharro y Carlos Gonzalez Echegaray, los guineanos ni siquiera
aparecen ya como «salvajes», sino que ven reducido su protagonismo a
un rol subalterno de sirvientes, guías o cocineros. En esta literatura de
aventuras, que reflejaba algunos episodios reales de la vida colonial, el
territorio era presentado como un escenario que servía a la recreación
del europeo donde accidentalmente existían otros habitantes que eran
sistemáticamente ignorados.
                                        740
Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
                            Elefante cazado en Evinayong 1957
   Las escasas crónicas y novelas producidas durante el período de
dominación colonial trascurrido en el siglo XX que se sitúan en los
dominios españoles en el Golfo de Guinea trasuntan la mentalidad
franquista con respecto a estos territorios lejanos. Sin embargo, como
ya hemos señalado, el potencial narrativo de África era inmenso y de-
bido al enorme desconocimiento que existía sobre el continente todo
parecía verosímil. En base a la literatura de escritores como Emilio
Salgari, –quien nunca había pisado suelo africano– África se convierte
para occidente en la máxima expresión de exotismo. Sus selvas exu-
berantes, sus altas montañas y sus vastos desiertos fueron escenario
de las más inverosímiles desventuras.
   En este sentido, Nerin (2009) relata la aparición en la España de
mediados del siglo XX de personajes de época como Mihai Ticán Ru-
mano, un escritor y conferencista que alcanzó cierto grado de popu-
laridad en la península relatando sus increíbles experiencias africanas
en lugares indeterminados del continente, entre tribus de costumbres
salvajes, hombres-monos, grupos caníbales, animales de inteligencia
                                        741
Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
extraordinaria y negros siempre brutales, cuando en realidad lo más
probable es que nunca hubiera visitado África.
   El comic y el cine contribuyeron a popularizar éstas imágenes de
África y las historias de Tarzán y las aventuras de los cazadores blan-
cos resultaron probablemente tan importantes en la construcción del
imaginario español sobre los territorios africanos como las clases de
historia y geografía y la propaganda franquista.
     Episodio en África de «Roberto Alcázar, el intrépido aventurero español». Serie española de
     historietas creada en 1940 por el guionista y editor Juan Bautista Puerto.
   Dentro del panorama de la producción cinematográfica colonial espa-
ñola es de destacar la labor de Manuel Hernández Sanjuán y su producto-
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Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
ra Hermic Films. En 1944, un equipo de cineastas españoles desembarca
en las posesiones del Golfo de Guinea por iniciativa y parcial patrocinio
de la Dirección General de Marruecos y Colonias de España con el ob-
jetivo de retratar, con fines propagandísticos, la vida en la colonia. La
expedición cinematográfica de Hermic Films produjo entre 1944 y 1946
31 películas documentales y más de 5.000 fotografías que por diversas
razones nunca alcanzaron una difusión masiva.
     Al pie de las banderas, corto documental producido por Hermic Films en 1946 en la Guinea
     Española.
   Los temas abordados por los cineastas con el objetivo de retratar la
vida en la colonia abarcan ámbitos muy diferentes: la administración co-
lonial, el trabajo, la educación, las misiones, la vida cotidiana de los co-
lonos, técnicas locales de construcción, danza, etcétera. Además ofrecen
información de la época sobre una infinidad de aspectos como la cultura
material, la naturaleza, el paisaje, la arquitectura y la indumentaria. De
                                           743
Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
forma similar a lo que sucedía con la literatura no se contemplaba la po-
sibilidad de una audiencia «indígena», –aunque éstos fueran en parte los
protagonistas de las imágenes–, sino que se concebía a la obra fílmica de
Hermic como material de propaganda colonial con la finalidad de pro-
mover en la metrópoli las imágenes del éxito de la obra colonial española
en las posesiones del Golfo de Guinea (Mañé y Bayre, 2010).
   En 1969, tras el conflictivo proceso independentista, el gobierno fran-
quista declaró a Guinea «materia reservada» y prohibió en el territorio
español cualquier publicación que tuviera que ver con el tema. Esta pro-
hibición fue levantada recién en 1977, aunque en las representaciones
sobre la Guinea Ecuatorial independiente que surgieron en la literatura
post colonial española persistió en general el tono colonial.
   Tal como describe N´Gom,
   Al convertir a África y a sus habitantes en temas narrativos, el africa-
   nismo literario contribuyó a textualizar estéticamente el espacio des-
   lindado y marcado por la caminería física o geográfica por medio de
   constantes descriptivas marcadas por lo exótico, lo diferente, lo agres-
   te y lo salvaje. África se convirtió en el imaginario metropolitano, en
   un lugar de aventuras, en un espacio que se prestaba a acciones heroi-
   cas que cubrían de gloria a los que sobrevivían. Las representaciones
   discursivas y pictóricas de África muestran un espacio amenazante,
   hostil y agreste, lleno de fieras y de peligros, y donde la muerte acecha
   detrás de cada árbol.» (N´Gom, 2008)
                                        744
Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
   En palabras de Ortín y Pereiró «En menos de un siglo, los rela-
tos sobre Africa Negra no solo habían modificado las sociedades y
culturas de aquellos pueblos, sino, también y principalmente, habían
cambiado las mentalidades occidentales. Los cronistas de la conquista
habían creado un sistema de imágenes, valores, símbolos, mitos y tó-
picos tan fuerte que aun hoy sigue vivo» (Ortín y Pereiró, 2006).
   A lo largo del período colonial, se puede constatar la aparición
gradual y cada vez con más frecuencia en las fuentes literarias, foto-
gráficas y cinematográficas de las distintas metrópolis coloniales de
reflexiones y preocupaciones acerca de la naturaleza africana. Como
hemos visto, entre ellas se cuentan desde concepciones idealizadas
de un «Edén» pre industrial, la asociación entre una cultura y una
naturaleza peligrosas y salvajes, hasta cuestiones más pragmáticas que
señalan el aparente uso «derrochador» y destructivo de la dotación de
recursos frágiles por parte de los nativos. Por ejemplo, desde la pers-
pectiva de los funcionarios coloniales el «cultivo cambiante» lleva a la
deforestación, y el pastoreo lleva a la sobrecarga y la degradación de
las tierras (Bernstein, 2008). Estas corrientes tempranas de ideas que
consolidan los vínculos entre la investigación científica del medio am-
biente y los recursos naturales y la conservación como un elemento
político relevante se volvieron centrales para la agenda colonial.
   Así como la literatura y el cine contribuían con sus representacio-
nes de una naturaleza y unos pueblos salvajes a la justificación del
hecho colonial, como veremos a continuación la racionalidad, el dis-
                                        745
Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
curso y la producción de conocimiento científico van a ser la matriz
sobre la que se van a apoyar las políticas de uso y conservación de la
naturaleza guineana.
   Las políticas de conservación de la
   naturaleza durante el período colonial
   Para el caso de países como Guinea Ecuatorial que en el pasado fue-
ron territorios coloniales resulta indispensable una perspectiva histórica
para comprender las instituciones y políticas actuales con las que cuen-
tan, ya que «la historia presente depende de la senda que viene del pasado,
y muchas de las instituciones informales y de las creencias [...] siguen
marcadas por el legado colonial» (Kalmanovitz, 2003).
   Las representaciones de la naturaleza y los pueblos producidas por la
mirada colonial generaron su contraparte en las políticas de las autoridades
coloniales. Las experiencias del colonialismo en relación a la forma de ex-
plotación de la naturaleza han sido muy diversas y poco uniformes aunque
todas ellas estaban fundamentalmente arraigadas en los valores europeos
que construían a la naturaleza como un recurso destinado al uso humano y
como un desafío para ser conquistado por la racionalidad occidental.
   De acuerdo a Adams (2003), las políticas coloniales pueden verse como
un resultado de la racionalidad burocrática, la cual posee cuatro dimensio-
nes que pueden identificarse claramente en los Estados coloniales.
   El desarrollo de la ciencia y la tecnología como instrumentos para
manipular la naturaleza; la expansión de la economía capitalista; una or-
                                        746
Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
ganización jerárquica formal materializada a través de un gobierno que
interviene y actúa socialmente a través de una acción racionalmente or-
ganizada; la implementación de un sistema legal formal.
   Esta racionalidad asume que lo cultural y lo social puede desaco-
plarse de la naturaleza, ya que la razón le ha permitido a la humanidad
occidental escapar de ella y recrearla. La adquisición de las colonias
estuvo acompañada, y en gran medida permitió la subordinación de
la naturaleza a los deseos y necesidades humanas por medio de la
creencia de que la naturaleza podía ser reestructurada y reordenada
(Adams, 2003). La ciencia aparecía como el mecanismo a través del
cual esto se podía lograr y las ideas de conservación compartían esa
racionalidad.
   Sin embargo, mientras que las ideas de explotación de los recursos
naturales desembarcaron en las colonias –desde el centro a la periferia–
de la mano del proyecto colonial, las ideas de conservación comenzaron
a circular en la periferia a partir de la constatación por parte de las au-
toridades coloniales del rápido deterioro y degradación ambiental de las
tierras colonizadas (Adams y Mulligan, 2003).
    Hasta el siglo XIX cuando comenzaron a iniciarse los asentamientos
permanentes de colonos europeos, la baja densidad de población en los
territorios de Guinea Ecuatorial y las formas de vida tradicionales de sus
habitantes producían un impacto reducido sobre la naturaleza. La agri-
cultura itinerante de tala, roza y quema, practicada aún hoy en día, era,
                                        747
Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
probablemente la actividad humana que producía mayor impacto sobre
el ambiente (Nsue-Mibui, 2007).
   La preocupación de los colonos por el impacto de las actividades agrí-
colas de los pobladores locales se manifestó tempranamente y sirvió de
justificación para los primeros llamamientos a tomar medidas de conser-
vación de los recursos naturales del gobierno colonial. Bonelli y Rubio
(1944) describe el impacto de la agricultura migratoria de ésta manera:
   Como el indígena desbosca mal, cultiva mal, y además las plantas que
   cultiva suelen ser esquilmantes –caso típico de la yuca–, al cabo de
   unos años la parcela aquella ha quedado totalmente improductiva; en-
   tonces el pamue piensa en formar una nueva finca, y la devastación
   del bosque prosigue ininterrumpidamente. Por último, cuando en las
   inmediaciones del poblado no queda zona por esquilmar, el indígena
   carga a su mujer con los bártulos y enseres de la casa, abandona el
   poblado y se traslada a otro rincón del bosque a proseguir su labor
   destructora. Esta idiosincrasia del pamue [fang], fatal para la conser-
   vación de la riqueza forestal y agrícola de la Colonia, forzosamente
   ha de ser modificada si se quiere hacer una labor útil y provechosa.
   (Bonelli y Rubio, 1944)
   Esta concepción ya se había traducido en políticas restrictivas del
acceso a los recursos para la población local, ya que desde la década
del 20 regían las «Instrucciones a las que deben atenerse los jefes in-
dígenas de ésta colonia» impartidas por la autoridad colonial. Estas
                                        748
Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
instrucciones establecían en su Artículo 11: «El Jefe solicitara permi-
so de la Autoridad más próxima para utilizar la madera necesaria para
sus construcciones o embarcaciones, prohibiendo terminantemente
la tala de bosque ricos en maderas exportables.» (Archivo General de
la Administración, 1928)
   Según autores como Singh Van Houtum (2004), la conservación
de la naturaleza encuentra sus orígenes en las ciencias forestales. A fi-
nes del siglo XIX y comienzos del siglo XX, las ciencias forestales sir-
vieron como modelo para construir los consensos para promover la
idea de que la reservación de vastas áreas naturales del dominio públi-
co servirían no solo para propósitos ambientales, sino también para
fines económicos. De ésta manera, la matriz de las ciencias forestales
contribuyeron a resolver la tensión existente entre las visiones román-
ticas y proteccionistas y las políticas desarrollistas. Esencialmente, las
ciencias forestales y las ideas de conservación emergieron como una
herramienta económica de la corriente utilitarista de fines del siglo
XIX y comienzos del XX en función de explorar la relación entre la
producción de conocimiento y la gobernabilidad en el contexto de la
explotación de los recursos naturales tanto en las metrópolis como
en los territorios coloniales. En este mismo sentido, según señala Za-
fra-Calvo (2008), durante la época colonial española, las actividades
encaminadas a una gestión racional de los recursos naturales eran de
ámbito, casi exclusivamente, forestal. Durante éste período más de la
mitad de los bosques de la región continental de la Guinea Española
                                        749
Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
fueron concedidos para su explotación forestal (Barceló, 1948), mien-
tras que gran parte de la pluvisilva de baja altitud de la isla de Bioko se
vio transformada en plantaciones de cacao (Nosti, 1948).
   En 1930, producto de la escasez de mano de obra, el gobierno de la
colonia prohíbe durante 15 años la concesión de nuevas explotaciones
forestales en la Región Continental. En 1935 se crea en el ámbito del go-
bierno colonial el Servicio Forestal, y se plantea por primera vez la nece-
sidad de repoblar el bosque en aquellas zonas que ya habían sido sujetas
a explotación. Durante el período 1930-1939 se exporta a la metrópoli
una media anual de unos 60.941 m3 de madera (Fa, 1991). Iglesias de la
Riva describe la situación de la actividad forestal en la colonia entre las
décadas del 40 y el 50:
   Vencidas las etapas de desajuste económico, nacidas con ocasión de
   nuestra guerra de Liberación y de la segunda mundial que afectó a
   toda la economía nacional, y frenada prudentemente por el Gobierno
   la apertura de nuevas concesiones forestales hasta 1950 y 1953, las
   importaciones de madera de Guinea que en 1940 supusieron 62.672
   toneladas, han experimentado en 1955, en quince años, un sensi-
   ble aumento: 124.085 toneladas, de las cuales absorbió la metrópoli
   109.12 toneladas en rollo; y 1.094. de madera elaborada, exportándose
   directamente al extranjero 13.862 toneladas. La promulgación de la
   Ley de 4 de mayo de 1943 sobre el régimen de la propiedad territo-
   rial en Guinea, vino ordenar, actualizándolas, las medida de gobierno
   (concesiones y dominio de nuestra Colonia. Y a su amparo existen
                                        750
Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
   actualmente en régimen de explotación forestal 130.700 hectáreas.
   (Iglesias de la Riva, 1956)
   Si bien hubo fluctuaciones de las exportaciones entre 1939 y 1963,
a partir de ese año las exportaciones madereras se incrementaron has-
ta la independencia. Aunque hasta 1945 todas las concesiones foresta-
les estaban concentradas en un área de fácil acceso restringida a unos
30 km. de la costa, 20 años más tarde las explotaciones forestales
habían alcanzado las laderas de la cadena montañosa de Niefang en el
interior de la región continental.
               Extensión de bosque explotado en 1945 y 1965 (tomado de Fa, 1991)
   La producción de conocimiento fue una parte integral del ejercicio
del poder colonial, condensando las profundas relaciones y conexiones
                                          751
Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
entre cultura, saber y poder (Foucault, 2002). Como ya hemos afir-
mado, la información y el conocimiento sobre el mundo colonizado
y su naturaleza cada vez más transformada fue un factor intrínseco
a la dominación española. En este sentido, el proyecto colonial apeló
oportunamente a las ciencias biológicas para llevar adelante la tarea de
racionalizar la naturaleza de las colonias y hacerla más accesible para la
explotación. Numerosos estudios sistemáticos acerca de la riqueza bio-
lógica de los territorios ecuatoguineanos fueron llevados a cabo en esta
época (Báguena, 1941; Guinea, 1946; Basilio, 1962), reconociendo el
elevado valor natural y la necesidad de conservación de distintas áreas
(Nosti, 1947; Fuster, 1956).
   Tras la guerra civil (1936-1939) –que en Guinea fue un tema exclusivo
de la sociedad blanca–, la administración franquista, movida por la im-
portancia económica de las producciones guineanas (cacao, café, madera,
aceite de palma, etc.), emprendió un importante esfuerzo de desarrollo
que se tradujo en el incremento de las obras públicas y en algunas mejo-
ras de la enseñanza, de la sanidad y de las producciones agrícolas. Todo
esto convirtió a la Guinea Española en una vidriera del régimen, lo que
es especialmente relevante en los años del bloqueo económico y diplo-
mático impuesto tras la II guerra mundial a la España de Franco. En el
contexto de ésta política de promoción africanista fue creado en Madrid
el Instituto de Estudios Africanos (IDEA) perteneciente al Consejo Su-
perior de Investigaciones Científicas (CSIC). Este centro editó importan-
tes publicaciones científicas totalmente comprometidas con el proyecto
                                        752
Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
colonial como «África» y los «Archivos del Instituto de Estudios Afri-
canos». En el ámbito de la antropología, en esta revista se publicaron
las primeras investigaciones etnográficas españolas sobre el continente
africano llevadas a cabo, entre otros, por Julio Caro Baroja, Carlos Gon-
zález Echegaray, Augusto Panyella o Claudio Esteva Fabregat (Sanchez
de Molina, 2002).
   De esta manera, el conocimiento «experto» en variadas disciplinas
como la conservación y las distintas ramas de las ciencias naturales y
sociales, comenzaba a ser, tal como señala Brosius (1999), manifiesta-
mente constitutivos de la realidad, delineando así varias nuevas formas
de agencia, administrando silencios y prescribiendo distintas formas de
intervención. Por otra parte, el acceso a la ciencia, y la relación entre cien-
cia y verdad en todas las disciplinas comenzó a establecer una diferencia
radical entre las sociedades modernas occidentales y el resto del mundo.
Se construyó a través de este mecanismo una diferenciación básica entre
una sociedad que posee la verdad –el control de la naturaleza– y otras que
no lo tienen (Lander, 2000).
   El pensamiento colonial sobre la conservación, su imaginario euro-
céntrico sobre naturalezas prístinas y la desconfianza sobre las capacida-
des técnicas y la sensibilidad estética de la población negra en relación a
su entorno natural dieron como resultado políticas de control del terri-
torio y uso de los recursos bajo parámetros definidos «científicamente»
por el poder colonial. Una de las principales políticas resultantes fue la
creación de las primeras áreas naturales protegidas.
                                        753
Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
   En este sentido, en la última etapa del período colonial el Gobierno
de la colonia española, por medio de la Comisión para el Estudio de
Parques Territoriales y Reservas de Caza, propuso la creación de cuatro
Parques Territoriales de reserva absoluta, tres de ellos situados en la re-
gión continental de Río Muni –Montes Raíces, Monte Alén y Ekuku– y
uno ubicado en la isla de Bioko -Pico Basilé.
   En ese contexto, la creación de esas primeras áreas protegidas puede
interpretarse como la materialización del vínculo sociedad/ naturaleza tal
como era concebido en la época en Europa y Estados Unidos. A pesar
de que el surgimiento de las áreas protegidas en los territorios coloniales
es tardía en relación a la metrópoli, la misma filosofía orienta la creación
de estas áreas de conservación: la preservación de la naturaleza intocada
para el solaz de los coloniales y la estigmatización de las prácticas locales
en relación al mundo natural.
                                        754
Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
   En 1958 se lleva a cabo la primera iniciativa estable dirigida al estudio
de la fauna. Se trata de la creación del Centro de Adaptación y Experi-
mentación Zoológica de Ikunde, en Bata. Este centro, financiado por
el Ayuntamiento de Barcelona, pretendía suministrar animales al Parque
Zoológico de Barcelona y estudiar su comportamiento y ecología en la
naturaleza (Sabater Pi, 1988). El Gobierno general de la entonces Región
Ecuatorial y provincia de Rio Muni se apoyó en la producción de infor-
mación de éste centro para la creación de la Comisión de Parques Natu-
rales y Reservas, la elaboración de legislación de caza y protección de la
fauna y el asesoramiento etnológico. A pesar de que desde 1924 estaba
prohibido cazar gorilas y chimpancés, en octubre de 1966 llegó al centro
el célebre gorila albino «Copito de Nieve», después de que un cazador
matara a su madre cerca de río Campo, próximo a la frontera con Came-
rún, y fue trasladado como atractivo singular al zoo de Barcelona. Los
trabajos del centro culminaron estrepitosamente unos meses después de
la declaración de la independencia con la evacuación durante los últimos
días de febrero de 1969 del director Sabater Pi y todo el personal español
como refugiados en el barco «Ciudad de Pamplona». A pesar de la pér-
dida de la infraestructura y todos sus enseres, equipo fotográfico, libros
etc., toda la documentaci6n científica obtenida durante los diez años de
estudios de campo realizados fue trasladada a España (Sabater Pi, 1988).
   Como venimos señalando, el surgimiento de las ideas y de los
primeros programas de conservación en Guinea Ecuatorial fueron
producto de la producción hegemónica trasnacional de conocimiento
                                        755
Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
de las ciencias naturales, dentro de las estructuras de un aparato del
estado que se ha constituido en base a los objetivos coloniales de
consolidación del territorio y control de los recursos naturales y las
personas. Estas ideas y políticas, al igual que tantas otras, se legitiman
en su pretendido carácter «científico» y no en las decisiones y prefe-
rencias de los afectados (Ferguson, 1994).
   Esos objetivos del proyecto colonial español en Guinea encontraron
a su vez su justificación teórica en la noción de «Hispanotropicalismo»
sostenida por Nerin. Este autor describe las particularidades del discurso
colonial español en África que por un lado alimenta el corpus teórico
utilizado para legitimar la expansión peninsular en el continente, y por
el otro sirve para diferenciarse de las políticas británicas y francesas en
la región –políticas definidas en el discurso colonial español como «co-
loniaje», en oposición a las políticas de «civilización» impulsadas por la
«vieja buena España» –. El discurso del «Hispanotropicalismo» alcanzó
su máxima condensación durante la etapa franquista y según Nerin los
intelectuales «hispanotropicalistas» definieron cinco elementos que según
ellos caracterizaban la política colonial española: «la total ausencia de ac-
titudes racistas, la innata vocación africana de los españoles, la tendencia
misionera de la nación española, la ausencia de explotación económica
de los territorios coloniales y la presencia de mestizaje». (Nerin, 1997).
   Asimismo, como afirma Plumwood, la colonización de la naturaleza
se apoyó en un cúmulo de estrategias conceptuales que fueron también
utilizadas dentro de la esfera social para sostener las ideas de supremacía
                                        756
Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
nacional, género y raza. Tales estrategias conceptuales antropocéntricas
basadas en la dualidad sociedad/naturaleza, las cuales exageraban las di-
ferencias al tiempo que negaban los vínculos en común entre ambos
campos, incluían como métodos: la exclusión radical, que funciona de-
limitando y segregando al «Otro» para su tratamiento diferencial como
inferior. La naturaleza es tratada como un «Otro», y los humanos son
separados de la naturaleza y los animales. La naturaleza se incorpora a
un orden subalterno, careciente de cualquier continuidad con el orden
humano. La homogeneización y los estereotipos: El «Otro» no es un
individuo sino que es un miembro de una clase estereotipada, de esta
manera se convierte en reemplazable, intercambiable y homogéneo. La
naturaleza es tratada como una colección de unidades intercambiables de
recursos. La exclusión radical y la homogeneización trabajan juntas para
producir una comprensión polarizada en la cual las esferas de lo humano
y lo no-humano corresponden a dos sustancias o formas distintas de
acontecer. Polarización: la exclusión radical y la homogenización trabajan
juntas para producir una comprensión polarizada en la cual cualquier
superposición de los campos de lo humano y lo no-humano son negadas
y desalentadas. La naturaleza solo es tal si se encuentra en estado «puro»,
sin contaminar por la influencia humana.
   Negación: una vez que el «Otro» ha sido separado y marcado como
inferior, es sencillo representarlo como intrascendente. El colonizado es
señalado como incivilizado y su derecho a la tierra es negado, convirtien-
do sus dominios en «Terra nullius». Se niega el carácter de las sociedades
                                        757
Capítulo 20: España en Guinea. Colonizando la naturaleza y naturalizando el colonialismo
locales como agente ecológico y su capacidad para manejar activamen-
te la tierra y los recursos. Asimilación: el colonizado carece de la más
elemental calidad humana: La razón. Las diferencias son caracterizadas
como deficiencias y por consiguiente como el fundamento de su infe-
rioridad. El orden del colonizado es representado como desorden, por
consiguiente el colonizado y su desordenado espacio se haya disponible
para la asimilación y el uso por parte del colonizador. De igual manera, el
complejo orden de la naturaleza es presentado como desorden por lo que
debe ser reemplazado por el orden humano del «desarrollo». Instrumen-
talismo: el «Otro» colonizado es concebido como un medio al servicio de
los fines del colonizador.
   Finalmente, como vemos en las políticas actuales, más allá del surgi-
miento de nuevos actores y de la desaparición de otros, los objetivos y
estrategias coloniales se han perpetuado sin cambios sustantivos en la
práctica de la construcción del estado post colonial y sus políticas de con-
servación y uso de los recursos naturales y en su relación con los actores
externos e internos.
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                       Capítulo 21: La política africana de Francia:
                      rupturas y continuidades del neocolonialismo
                      CAPÍTULO 21
                  La política africana de Francia:
   rupturas y continuidades del neocolonialismo182*
                                                             Mbuyi Kabunda Badi
   Introducción
Los últimos acontecimientos sucedidos en Costa de Marfil y Libia,
con la intervención directa de Francia, en el primer caso –y con el res-
paldo de las Naciones Unidas–, y a través de la OTAN, en el segundo,
y a raíz del discurso del presidente Sarkozy en Dakar el 26 de julio de
2007 y del recién cambio de presidencia en Francia con la victoria de
François Hollande, nos llevan a poner sobre el tapete la política afri-
cana de este país con el fin de comprender y aprehender lo acaecido,
y poner de manifiesto los cambios y permanencias en las relaciones
entre Francia y África.
182 Este texto de Mbuyi Kabunda Badi, fue publicado por primera vez en el Dossier
Asia y África en perspectiva, coordinado por María José Becerra, Diego Buffa y Juan José
Vagni. El mismo, fue parte de la revista Astrolabio Nueva Época (nº 9 del año 2012)
del Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad | CIECS (CONI-
CET-UNC), Argentina.
                                         765
                    Capítulo 21: La política africana de Francia:
                   rupturas y continuidades del neocolonialismo
   De entrada, es preciso subrayar que de todas las potencias coloniales,
Francia es la más activa en el continente africano donde actúa, desde
hace medio siglo, directa o indirectamente a través de redes informales y
paralelas (políticas, militares y económicas), y actores privados. En todo
este tiempo, cada uno de los mandatarios galos ha mantenido unos me-
canismos y redes para salvaguardar los intereses franceses en África: «re-
des Foccart», «redes Pasqua», «redes Jean-Christophe Mitterrand», «redes
Chirac», «redes Sarkozy», etc.
   Francia sigue asumiendo en África el papel del «último gendarme
blanco». Gran Bretaña se retiró en 1964, tras una corta intervención en
Tanzania y en Nigeria durante la guerra de Biafra. España y Portugal
perdieron cualquier tipo de influencia en el continente tras la caída de
sus respectivas dictaduras. Bélgica tiene una presencia insignificante en la
República Democrática del Congo (RDC). Alemania ha limitado su pre-
sencia a la cooperación cultural y comercial (Gourévitch, 2006). Incluso,
Francia tiende a sustituir a las potencias latinas en sus antiguas colonias
como en el caso de la RDC, Angola y Guinea Ecuatorial.
   Por todo ello, y a pesar del recién cambio en la presidencia en Francia,
con la victoria de François Hollande, sigue prevaleciendo en la opinión
pública africana la convicción según la cual «todo ha cambiado, pero todo
sigue igual», pues la política africana gala no suele experimentar impor-
tantes cambios cualquier que sea el signo del partido de gobierno (dere-
cha o izquierda). Francia no ha renunciado a sus ambiciones africanas,
para conseguir y mantener el estatus de gran potencia.
                                      766
                    Capítulo 21: La política africana de Francia:
                   rupturas y continuidades del neocolonialismo
   El fin de la Franciáfrica, y sus escándalos, anunciado por el presidente
Sarkozy y sus ministros cuando llegaron al poder en 2007, no se concretó
(Glaser y Smith, 2008); y esta red paralela, que analizaremos más ade-
lante, sobrevivió durante su mandato que se limitó a suprimir la «célula
africana» de la presidencia.
   Suele producirse en las relaciones franco-africanas el cambio en las
formas y la continuidad en las prácticas, como queda subrayado. Prueba
de ello, es que, Jean-Pierre Cot, nombrado ministro de Cooperación en
el gobierno de Mitterrand en 1981, intentó cambiar en activa y pasiva
la esencia perversa de dichas relaciones, y su moralización para acabar
con el pré carré (patio trasero de Francia) en la cooperación al desarro-
llo, en particular para poner fin al apoyo galo a los dictadores africanos
(Dumoulin, 1997; Foutoyet, 2009). Los presidentes Houphouët-Boigny
de Costa de Marfil, Gnassingbé Eyadéma de Togo y Omar Bongo de
Gabón pidieron al presidente Mitterrand su cese inmediato, en diciembre
de 1982.
   Veintiséis años después (2008), se reproduce el mismo escenario con
el cese de Jean-Marie Bockel, secretario de Estado encargado de la Coo-
peración y de la Francofonía del gobierno de Sarkozy, apartado de sus
funciones por preconizar cambios radicales en la política africana de
Francia y por intentar acabar con la Franciáfrica. Su sucesor, Alain Joyan-
det, en su «política de ruptura en la ruptura», anunciada en junio de 2008,
dio prioridad en la política francesa en África a las empresas, a la educa-
ción y la lengua francesas, a la reforma de los medios de comunicación
                                      767
                     Capítulo 21: La política africana de Francia:
                    rupturas y continuidades del neocolonialismo
y a la renegociación de los acuerdos de defensa y de cooperación militar
con los gobiernos africanos. Es decir, la promoción de los intereses co-
merciales franceses y de su influencia cultural.
   No son sorprendentes estas marchas atrás o rectificaciones, pues, en
cincuenta años de las independencias africanas, sobre todo del África
francófona, Francia asumió el papel de «gendarme de Occidente» duran-
te la Guerra Fría, apoyó a los dictadores aliados durante el proceso de de-
mocratización, y fue implicada en el genocidio de Ruanda, además de la
de sus empresas en los golpes de Estado y en el tráfico de armas (Sulitzer,
2009; Glaser y Smith, 2005; Foutoyet, 2009), junto a las intervenciones en
las guerras civiles africanas, etc.
   No cabe la menor duda de que África es para Francia lo que Lati-
noamérica es para Estados Unidos. Ello viene ilustrado por su omni-
presencia en los países africanos mediante actuaciones que van desde la
diplomacia paralela o las prácticas poco ortodoxas, pasando por la ayuda
pública al desarrollo (APD), hasta las intervenciones militares directas a
favor o en contra de los gobiernos establecidos.
   Peor, Francia que concedió una independencia ficticia a los africanos,
tiene una interpretación peculiar de la globalización, por dar la prioridad
a las empresas francesas en su pré carré, en contra de la apertura de la
economía de algunos países africanos a Estados Unidos y China. Las
empresas francesas siguen teniendo el monopolio, por ejemplo, del sec-
tor bancario en muchos países francófonos. En cada ministerio de Costa
                                       768
                         Capítulo 21: La política africana de Francia:
                        rupturas y continuidades del neocolonialismo
de Marfil, según subraya Colette Braeckman, había hasta hace poco un
asesor galo encargado de velar por los intereses de las grandes empresas
francesas183 (Traoré, 2005).
   Desde el principio, Francia, a través de un simulacro de descoloniza-
ción, favoreció en estos países un crecimiento económico extrovertido y
dependiente, y una cooperación conservadora, que han conducido a la
catástrofe actual.
   Nos limitaremos en el presente análisis a la política neocolonial
francesa en África, dejando para una publicación posterior la otra
forma de neocolonialismo, no menos omnipresente y agresiva en este
continente: el neocolonialismo liberal, que Samir Amin califica de im-
perialismo colectivo.
   Marco conceptual: el neocolonialismo
   Si se entiende por colonialismo, la dominación política, la explotación
económica y el genocidio cultural; en África, la descolonización duró el
espacio de los discursos y de las fiestas para la independencia, al ser sus-
tituida inmediatamente por el neocolonialismo, nueva forma de domina-
ción indirecta y/o invisible, diferente del colonialismo físico.
183 Algunas de estas empresas, como el caso de grupo Bolloré, se han aprovechado
de las privatizaciones de las empresas públicas africanas para apropiárselas a precio
de saldo.
Algunas de sus filiales, como la SDV, han sido mencionadas en los sucesivos informes
de la ONU (2001, 2002, 2003) sobre el saqueo y la explotación ilegal de recursos natu-
rales en la RDC (Deltombe, 2009; Foutoyet, 2009).
                                           769
                    Capítulo 21: La política africana de Francia:
                   rupturas y continuidades del neocolonialismo
   Partiendo de la definición del neocolonialismo de Nkrumah (la in-
dependencia ficticia y la dominación política de un Estado), Gourévitch
(2006) considera que no se puede tachar de neocolonialismo la política
francesa en África. Lejos de compartir este planteamiento, consideramos
que el concepto de neocolonialismo puede aplicarse perfectamente a la
presencia y a las prácticas, declaradas u ocultas, de Francia en África du-
rante las cinco últimas décadas. Se trata del neocolonialismo entendido
como una nueva forma de dominación mucho más sutil, por dar la an-
tigua metrópoli al nuevo Estado los adornos de la soberanía nacional e
internacional, mientras que en la práctica sigue controlando la cultura del
país, su economía y el proceso de toma de decisiones.
   En este continente, siguiendo a Guy de Bosschère (1965), el neocolo-
nialismo ha tomado tres formas principales: el «neocolonialismo realista»
(o la influencia abrumadora de la antigua metrópoli, y cuyo paradigma es
Francia); el «neocolonialismo ultra» (o la dominación de una potencia sin
pasado colonial en el continente, como en el caso de Estados Unidos y la
URSS durante la Guerra Fría); y la «endocolonización» o el colonialismo
interno a manos de la burguesía compradora local, convertida en la quin-
ta columna interna de los intereses imperialistas.
   Los mecanismos e instrumentos del neocolonialismo
   francés en África
   A lo largo de las cinco últimas décadas, Francia ha mantenido su influen-
cia y dominación mediante los instrumentos y las estrategias siguientes:
                                      770
                    Capítulo 21: La política africana de Francia:
                   rupturas y continuidades del neocolonialismo
   1. La Francofonía
   Es una especie de Commonwealth francófona al fundamentarse, al
principio, en la cooperación en la educación y la cultura entre países (del
Norte y del Sur) que comparten una lengua e historia comunes, en torno
al francés, que se comprometen a promover como instrumento de soli-
daridad entre ellos.
   Al contrario de la dimensión cultural o de la cooperación declarada, se
ha convertido paulatinamente en un poderoso instrumento de conquista
de los mercados africanos por las empresas francesas como Bouygues,
Bolloré, France Telecom, etc. Dicho de otra manera, el mantenimiento
de las condiciones de enriquecimiento de Francia mediante las antiguas
relaciones de «amistad» y de «cooperación», que han permitido a los jefes
de Estado ─que han destacado por una gestión criminal de sus países,
tales como Houphouët Boigny (1960-1993), en Costa de Marfil, Gnas-
singbé Eyadéma (1967-2005), en Togo, y Omar Bongo (1967-2008), en
Gabón, batir el récord de longevidad en el poder a causa del apoyo in-
condicional de París. Es decir, se utiliza la lengua francesa (la solidaridad
francófona, la solidaridad lingüística o diplomática) para la penetración
comercial y la influencia política en el continente, y para contrarrestar la
«amenaza anglosajona», que se remonta al «síndrome de Fachoda», con
la consiguiente «anglofobia» (Dumoulin, 1997: 80), pues, se equipara la
uniformización actual a través del inglés con la dominación del modelo
de la economía norteamericana en el mundo y del monopolio anglosajón
                                      771
                        Capítulo 21: La política africana de Francia:
                       rupturas y continuidades del neocolonialismo
(Wolton, 2006). A ello es preciso añadir la educación184 que ha gene-
rado una verdadera aculturación de las élites africanas, afrancesadas o
pro-francesas, y convertidas en aliados internos. Estas élites alienadas,
según denuncia Coquio (2008), tienen la peculiaridad de interiorizar y
reproducir los esquemas coloniales y extrovertidos a través del aparato de
Estado legado y antidemocrático (el Serkali o el Bula Matari), por inercia
o interés, en detrimento de la endogénesis o los saberes domésticos y las
dinámicas regionales (Kabunda, 1995).
   La Organización Internacional de la Francofonía (OIF), es el instru-
mento utilizado para conseguir estos objetivos. Presidida desde enero de
2003 por el expresidente de Senegal, Abdou Diouf, que sucedió al egipcio
Pierre Boutros Boutros-Ghali, la OIF cuenta con 68 Estados miembros
y observadores (de los cinco continentes, de los cuales 30 son africanos).
En su principal objetivo declarado de reducción de las desigualdades en-
tre los Estados miembros, se centra en la realización de los ODM, el au-
mento de la ayuda al desarrollo y de la solidaridad francófona o la reafir-
mación de los valores de la francofonía, la reducción de la deuda externa
184 Junto a la educación, Francia, para contrarrestar el “hegemonismo cultural anglosa-
jón”, ha desarrollado importantes agencias de medias como Agence France Press, Canal
France internacional, France Télévisions, TV5 Monde, Radio France Internationale…,
e institutos de enseñanza como Alliance française, Centres et instituts culturels français,
Agence universitaire de la francophonie, etc., para la difusión de la lengua y cultura fran-
cesas (Wolton, 2006). En la opinión acertada de Pulido Escandell (1995: 188), esta polí-
tica de etnocidio y epistemocidio, con raíces en la política colonial asimilacionista, tuvo
como consecuencia “el surgimiento de élites mental y conductualmente afrancesadas”.
                                           772
                    Capítulo 21: La política africana de Francia:
                   rupturas y continuidades del neocolonialismo
de los países miembros y el apoyo a los procesos de integración regional.
Así mismo, se dedica a la promoción de principios democráticos y de de-
rechos humanos, de misiones de asistencia y de observación de procesos
electorales, y las mediaciones en resolución de conflictos. Es decir, un
espacio político paralelo al de las Naciones Unidas, aunque colabora en
algunas circunstancias con la organización mundial y la Unión Africana
(UA), y que se ocupa cada vez más, según Wolton (2008), de problemas
políticos (cf. Declaración de Bamako de noviembre de 2000) y económi-
cos (la apuesta por la diversidad cultural, –en contra de la racionalidad
anglosajona globalizada–, como base del desarrollo económico).
   En fin, en este mismo marco de la francofonía, se han institucionali-
zado las cumbres franco-africanas o las reuniones organizadas cada dos
años entre el jefe de Estado francés y sus colegas africanos, y que se han
convertido en rituales destinados a mantener las relaciones de subordina-
ción entre ambos socios, o sea la institución de la Franciáfrica (Leymarie
y Perret, 2006). Se trata de unas cumbres, celebradas simultáneamente en
Francia y en África, y en las que suelen acudir todos los jefes de Estado
africanos, en detrimento de sus propias agrupaciones como la UA.
   2. La Franciáfrica («la France-à-Fric» o «la Mafiáfrica»)
   Lo que se viene llamando la Franciáfrica, es un entramado de redes
opacas, integradas por mafiosos franceses y africanos, destinadas a ser-
virse de los recursos africanos para la financiación de los partidos políti-
cos y de las campañas electorales en Francia, a cambio del apoyo militar
                                      773
                       Capítulo 21: La política africana de Francia:
                      rupturas y continuidades del neocolonialismo
y diplomático a los aliados africanos, encargados a su vez de defender
los intereses y las tesis franceses en los organismos internacionales, en
particular en las Naciones Unidas. Es decir, unas relaciones políticas, eco-
nómicas y comerciales, cuyo objetivo es evitar las rupturas de la descolo-
nización, mediante el mantenimiento de vínculos de dominación con las
antiguas colonias (Agir ici - Survie, 1995b; Harel, 2006). Estas redes se
encargan fundamentalmente de la desviación de los fondos procedentes
de la APD, del petróleo y de la venta de armas a los países africanos. El
documental de Patrick Banquet (La Françafrique) es ilustrativo en cuanto
a los desastres y los crímenes de las políticas francesas en África (véase
también la entrevista de Pesnot, 2009).
   En suma, y de acuerdo con Moussa Dembélé (2010), la Franciáfrica,
además de humillar a los africanos, saquear sus recursos y negar su sobe-
ranía, es un importante obstáculo a la emancipación política y al desarro-
llo económico de los países africanos.
   3. Las empresas francesas
   Las empresas galas han tenido un claro protagonismo en los conflic-
tos o en los golpes de Estado en el África francófona en los 50 últimos
años. Es el caso de la petrolera Elf-Aquitaine185 (hoy Total, después de su
privatización) que, a través de Alfred Sirven y André Tarallo, según de-
185 Elf fue creada, como empresa estatal opaca, para desviar los fondos procedentes
del petróleo y para financiar las actividades de los servicios secretos o de inteligencia
franceses (SDECE). Es decir, era el instrumento de la política exterior de Francia, en
particular en los países africanos.
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                       Capítulo 21: La política africana de Francia:
                      rupturas y continuidades del neocolonialismo
nunció François-Xavier Verschave (Agir ici et Survie, 2003)186, fue impli-
cada en el Angolagate o el escándalo de la venta de armas a las dos partes
en la guerra civil de Angola: el gobierno del MPLA187, que se financiaba
con los ingresos procedentes del petróleo, y la UNITA, que alimentaba
su guerrilla a partir del tráfico de los diamantes188. El mismo fenómeno se
produjo en la guerra civil del Congo-Brazzaville (1997- 1999), donde Elf
apoyó militarmente tanto a las tropas gubernamentales de Pascal Lissou-
ba como a la rebelión armada de Denis Sassou Nguesso.
   Viene también a colación aquí, el caso de Costa de Marfil. Según ex-
presa el diputado y expresidente del Parlamento de este país, Mamadou
Coulibaly, los problemas del entonces presidente marfileño, Laurent
Gbagbo, empezaron cuando quiso impedir que Francia controlara todos
186 Pueden también consultarse sus libros sobre la Franciáfrica en el continente y sobre
la implicación de altos cargos franceses, tanto del sector público como privado, en los
escándalos franco-africanos (Verschave, 1998a, 1998b, 2000, 2002, 2004).
187 A través del hombre de negocios franco-brasileño, Pierre Falcone, vinculado con el
ministerio galo de Interior en la época dirigido por Charles Pasqua, y amigo personal del
presidente angoleño José Eduardo Dos Santos, se procedió a la exportación ilícita de ar-
mas al gobierno de este país, estimada en unos 790 millones de dólares (Sulitzer, 2009).
188 Lo mismo puede decirse de la política norteamericana en este país durante la
Guerra Fría: la Administración Reagan financiaba el derribo del gobierno marxista del
MPLA de José Eduardo Santos, apoyando financiera y militarmente a la guerrilla de la
UNITA de Jonas Savimbi, y al mismo tiempo suministraba importantes créditos para la
exportación a las compañías petroleras norteamericanas, cuyas actividades generaban el
90 % de los ingresos del gobierno angoleño.
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                       Capítulo 21: La política africana de Francia:
                      rupturas y continuidades del neocolonialismo
los recursos naturales, todos los mercados públicos, todos los proyectos de desarrollo
en este país. En su política para afirmar la soberanía de Costa de Marfil
contra los intereses franceses y para poner fin a los privilegios de sus
empresas puestas en rivalidad con las empresas norteamericanas y chi-
nas, Gbagbo pasó a ser poco recomendable, y por lo tanto debería ser
derrocado.
   No es sorprendente, con estas prácticas, que los países petroleros afri-
canos estén constantemente en guerra: las armas y el petróleo van de la
mano en África; y según Harel (2006), raras veces, el petróleo en este
continente fomenta el desarrollo. Las economías rentistas de los Estados
neocoloniales africanos, son así mantenidas para el saqueo y la desviación
del 50 % de la AOD francesa (Brunel, 1993) a otros objetivos que los del
desarrollo o de la lucha contra la pobreza.
   4. El franco CFA
   Esta moneda de origen colonial189, y única divisa en el continente, jun-
to al Rand sudafricano, permite a Francia seguir controlando la economía
de los países africanos por depender del Tesoro de la antigua metrópoli.
Su devaluación en 1994 (Godeau, 1995), bajo la iniciativa unilateral de
Francia, y en el desprecio total de la soberanía de los Estados africanos
189 Creada el 26 de diciembre de 1945 significaba el franco de las Colonias Francesas de
África, y se convirtió en 1958 en franco de la Comunidad Francesa de África –CFA─.
En la actualidad, es el franco de la Comunidad Financiera Africana (CFA) para los paí-
ses de África Occidental, y el franco de la Cooperación Financiera Africana (CFA) para
los países de África Central.
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                       Capítulo 21: La política africana de Francia:
                      rupturas y continuidades del neocolonialismo
miembros, hundió completamente la economía de estos países. Por ser
precisamente una divisa, el franco CFA favorece la fuga de capitales1908
y el blanqueo de dinero para los intereses personales de las clases gober-
nantes francesas y africanas, en detrimento de las inversiones locales. Es
decir, es un importante obstáculo al desarrollo.
   En el mismo sentido, Giri (1993: 45-50) habla de una verdadera «zona
de anti-desarrollo», sin futuro191, y que los gobiernos africanos no quie-
ren abandonar por temor a adoptar una vía de desarrollo propia que
podría conducir al impasse. En este mismo sentido, Delage y Massiera
(1994) consideran que la zona del franco CFA ofrece una cierta estabi-
lidad monetaria a los países miembros y la convertibilidad automática
con otras divisas, y tiene la ventaja de instaurar la tasa fija o la paridad de
cambio (ayer con el franco francés, y desde el 1 de enero de 1999 con el
euro), y por lo tanto, según este autor, favorece las inversiones directas
extranjeras (IDE)192. Por eso, ningún país miembro ha manifestado la
190 Estimada en unos 400.000 millones de dólares entre 1960 y 1990.
191 En el mismo sentido, Moussa Dembelé (2010) expresa que el franco CFA, que se
creó como instrumento de cooperación, consiguió todo lo contrario: el fortalecimiento
de las relaciones de dependencia con Francia y el Norte, mientras que los intercambios
entre los Estados miembros son insignificantes (apenas el 10  % del comercio total).
Según el economista altermundista, esta moneda es el reflejo del pacto neocolonial y un
obstáculo al desarrollo autónomo de los países africanos y a la integración continental
endógena.
192 En 2004, las IDE alcanzaron el 0,4 % para toda el África Subsahariana, excluyendo
a Sudáfrica, y concentradas en Nigeria y Angola.
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                       Capítulo 21: La política africana de Francia:
                      rupturas y continuidades del neocolonialismo
voluntad de salir de ella.
   La verdad es que la zona del franco CFA, además de vulnerar la sobe-
ranía monetaria de los Estados miembros, fomenta la extroversión de sus
economías y fortalece su integración en la economía francesa (relaciones
verticales), en detrimento de las relaciones financieras y comerciales entre
ellos (relaciones horizontales) y con el resto del mundo. Como reconocen
Delage y Massiera (1994; Nubukpo, 2007), el franco CFA no ha favore-
cido la creación de verdaderos mercados comunes, la convergencia de
las políticas macroeconómicas y la producción de los Estados miembros,
sino el consumo de bienes importados.
   En fin, en los aspectos macroeconómicos, los países miembros de
esta zona monetaria no han mejorado su situación en relación a la de los
demás países africanos no pertenecientes a ella. Por todas estas razones,
se impone la «descolonización del franco CFA» y su sustitución por una
moneda africana, como símbolo de soberanía.
   5. Los acuerdos de defensa o de cooperación militar
   Desde la década de los 60, Francia firmó con los países africanos
acuerdos de defensa y de cooperación militar, y procedió a la creación
de las bases militares en algunos países del pré carré (Dakar, Yibuti, Port
Bouët, Libreville y Bangui en la actualidad)193. Estos acuerdos, plagados
193 Se trata, en las cinco últimas décadas, de 8 acuerdos de defensa (con Camerún, Co-
mores, Costa de Marfil, Centroáfrica, Senegal, Togo y Yibuti), una treintena de acuerdos
de asistencia técnica y de bases militares en Costa de Marfil, Yibuti, Gabón, Senegal y
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                       Capítulo 21: La política africana de Francia:
                      rupturas y continuidades del neocolonialismo
con cláusulas secretas, permiten a Francia tener una política muy activa
de intervenciones militares en África, para derribar a los gobiernos poco
dóciles y apoyar a los afines, junto a la represión de los movimientos re-
beldes contrarios a sus objetivos. Dicho sea de paso, que estos acuerdos
se aplican según un doble rasero: se realiza en el caso de Chad para salvar
al régimen aliado de Idriss Déby, y se obvia en el caso de Costa de Marfil
para favorecer la caída de Laurent Gbagbo, opuesto a sus intereses.
   Es preciso recordar, que durante la Guerra Fría, la cooperación mi-
litar francesa fue considerada como un «escudo anticomunista», contra
las ambiciones expansionistas de la URSS en África, sobre todo a partir
de 1975 (asumiendo el papel de «gendarme de Occidente en África”194),
y un factor de estabilidad interna en su zona de influencia. En relación a
este último objetivo, se procedió a la formación de guardias pretorianas
mono-étnicas de algunos dictadores: la escuela militar de Pya (Togo), la
División Especial Presidencial (DSP) en Zaire/RDC, la formación de los
escuadrones de la muerte en Guinea Ecuatorial, o el entrenamiento de las
Fuerzas Armadas Ruandesa (FAR) en los campos de Gabiro y Mulanira
en Ruanda, y que fueron implicadas en el genocidio de 1994 (Dumoulin,
1997). Es decir, contribuyó a la formación de tropas que vulneraron más
Chad (Dumoulin, 1997; Guilhaudis, 2002; Gourévitch, 2006; Hugon, 2009).
194 En 1979, Louis de Guiringaud, el entonces ministro de Exteriores de Valéry Gis-
card d´Estaing, afirmó que “África es el único continente (…) en el que Francia puede
con quinientos paracaidistas cambiar el curso de la historia” (Express del 22 de diciem-
bre de 1979). De hecho, el África francófona fue apartada de la influencia comunista.
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                        Capítulo 21: La política africana de Francia:
                       rupturas y continuidades del neocolonialismo
tarde los derechos humanos en estos países.
   Hoy, Francia, que no ha renunciado a su papel de «gendarme», intenta
contribuir al fortalecimiento de las capacidades de los ejércitos africanos
en las operaciones de mantenimiento de la paz en el continente, median-
te la creación, desde 1998, del RECAMP (Renforcement des capacités
africaines de maintien de la paix), para contribuir a la nueva filosofía de
«soluciones africanas para problemas africanos». De este modo, a aquel
papel se añade ahora un nuevo: el de «guardián de la paz», continuación
de la «misión civilizadora”, en la línea recta del mito del «buen salvaje»
(Kabunda, 2007).
   En resumen, la política africana de Francia, además de servir de «escu-
do anticomunista» durante la Guerra Fría, como se ha mencionado con
anterioridad, se fundamenta en las consideraciones siguientes (Dumou-
lin, 1997; Gourévitch, 2006; Hugon, 2009): la protección de los ciuda-
danos franceses atrapados en un conflicto interno o para socorrer a las
poblaciones civiles víctimas de las contiendas (preocupaciones humanita-
rias); la defensa de la francofonía ante la expansión de la anglofonía (pre-
ocupaciones culturales); la conquista o el mantenimiento del monopolio
de sus empresas ante la competencia de otras potencias (preocupaciones
económicas); la estabilización de los regímenes allegados, la defensa o
conquista de nuevas zonas geoestratégicas, y el asegurarse de los votos
africanos en los foros internacionales (preocupaciones geopolíticas)195.
195 Fundamentalmente en contra de la “amenaza comunista” y de los intentos de unión
o de cooperación interafricana, o para contrarrestar la influencia y el poderío de Nigeria
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                      rupturas y continuidades del neocolonialismo
   Los instrumentos para conseguir estos objetivos, arriba analizados,
se han revelados obsoletos, en particular la imposición del liberalismo
económico a los países africanos desde finales de la década de los 80/
comienzos de los 90, y por la mezcla de objetivos comerciales, económi-
cos y geoestratégicos, sin preocuparse del desarrollo. Todo ello denota la
ausencia de una verdadera política francesa de ayuda al desarrollo (Du-
moulin, 1997; Tinturier, 2000); una ayuda que en lugar de una solución se
ha convertido en un problema.
   En el mismo sentido, Jean-François Médard y Sylvie Brunel (Agir ici
et Survie, 1995a), manifiestan que el desarrollo, que es un mito en África
al retroceder este continente en relación a otros países del Sur, nunca
había sido la principal preocupación de la cooperación francesa, por fun-
damentarse en el clientelismo y la realización de los intereses inmediatos
de Francia y sus objetivos geopolíticos y geoestratégicos de potencia. Es
decir, ha sido la ayuda contra el desarrollo.
   Todas estas prácticas, que explican que «Francia tenga una política
africana, y no una política de desarrollo», como hemos mencionado, ne-
cesitan una corrección y modernización para «salir del paradigma colo-
nial», por las razones siguientes: el no impedir el deterioro de los térmi-
nos de intercambio de las economías rentistas africanas bloqueadas, el
aumento de su endeudamiento externo, y su falta de preparación para
hacer frente a los desafíos de la globalización. Por eso, a través de la coo-
en el África Occidental y Central.
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                      Capítulo 21: La política africana de Francia:
                     rupturas y continuidades del neocolonialismo
peración descentralizada y del codesarrollo, se intenta pasar, desde hace
dos décadas, «de la ayuda a África a la ayuda a los africanos», sin conse-
guirlo por la persistencia de las redes de la Franciáfrica. La clave consiste
en la normalización de sus relaciones con el continente.
   Eso no es el caso, pues, en las últimas intervenciones en Costa de
Marfil y Libia, Francia sigue guiada por su lógica de gendarme y de la
salvaguardia de sus intereses económicos.
   Cometió muchos errores, en Costa de Marfil, por la obsesión de man-
tener su presencia y dominación en este país: el no prever la guerra de
sucesión tras el largo mandato de Houphouët-Boigny, con el consiguiente
fracaso del Estado neopatrimonial que el mandatario marfileño instauró
con su apoyo (Koné, 2003); el no buscar una alternativa al agotamiento del
modelo agro-exportador marfileño; el subestimar la inmigración masiva,
un récord en relación a la tasa media mundial, que engendró el problema de
la identidad nacional en este país; el no adelantarse a los acontecimientos
mediante la revisión de su presencia militar y económica abrumadora (Gla-
ser y Smith, 2005; Ntuda Ebode, 2003), y al favorecer dos legitimidades196
en este país cuando estalló la guerra a comienzos de la década de 2000.
Peor, impuso la celebración de las elecciones en 2011 en un país en guerra
y dividido: el sur del país en manos de las tropas leales gubernamentales y
el norte controlado por las Nuevas Fuerzas o los rebeldes.
196 La de la Constitución y la de los acuerdos del 23 de enero de 2003, en Linas-Mar-
coussis, firmados por el gobierno y la rebelión, bajo la presión de Francia (Traoré,
2005), para imponer el gobierno de unión nacional.
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                       Capítulo 21: La política africana de Francia:
                      rupturas y continuidades del neocolonialismo
   Tanto en Costa de Marfil como en Libia197, Francia intervino su-
puestamente para apoyar o reanudar el proceso de democratización
en estos países, cuando en realidad se trataba de realizar su propia
agenda198, basada en intereses económicos y geopolíticos ocultos, im-
poniendo su vara de medir e ignorando totalmente las recomenda-
ciones iniciales de la CEDEAO y de la UA basadas en las soluciones
políticas, y no militares. Por lo tanto, Francia al igual que los demás
países intervinientes de la OTAN (Gran Bretaña y EEUU), se han
descalificado para ocuparse de los problemas de paz y estabilidad en
África por apostar claramente por la reedición de la «misión civili-
zadora» o de la recolonización y por la conquista de los mercados
africanos en el más puro estilo neocolonialista e imperialista, y no
por la reinstauración de la democracia como se pretendió (Schellhaas
y Seegers, 2009). El objetivo no declarado era la imposición de los
intereses, valores y prioridades de los intervinientes.
   El abogado Jacques Vergès y el antiguo ministro galo de Exteriores,
Roland Dumas (2011) abundan en el mismo sentido al considerar que las
intervenciones de Francia en Costa de Marfil (y Libia), tuvieron como
197 En marzo de 2011, EEUU, Francia y la OTAN empezaron a bombardear a Libia,
junto al suministro de armas y del apoyo político a los rebeldes libios, para acabar con
el régimen de Gaddafi.
198 La agenda africana, tanto en Costa de Marfil como en Libia, fue completamente
ignorada por las propias divisiones en la CEDEAO y la UA, y por influir Francia en la
posición de la ONU a favor de la intervención (Nganje, 2011; Martins, 2011).
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                       rupturas y continuidades del neocolonialismo
objetivo no declarado el control del cacao y del petróleo199, o de los re-
cursos naturales de estos países.
   En definitiva, en el caso de Costa de Marfil, las tropas francesas inter-
vinieron en una guerra civil africana, para apoyar a uno de los dos bandos
(las milicias de Ouattara), sin mandato de las Naciones Unidas (Martins,
2011).
   Siete presidentes franceses y África: rupturas y continuidades
   El importante peso o influencia que el Elíseo (presidencia francesa a
través de la «célula africana») tiene en la política africana y en la coopera-
ción francoafricana, diplomática y militar, con su consiguiente personali-
zación200 a través de las redes, nos lleva a analizar los ejes centrales en los
199 Libia es uno de los principales productores africanos de petróleo, mientras que
Costa de Marfil forma parte de los primeros productores mundiales de cacao, café, piña,
plátano y madera, y desde unos años se han descubierto importantes yacimientos de
petróleo off shore en sus costas atlánticas.
200 Siendo presidencialista el sistema político francés, basado en la Constitución de
1958, redactada a la medida del general de Gaulle o de su legitimidad personal e his-
tórica, y sobre todo a partir de la reforma constitucional del 6 de noviembre de 1962
(Gicquel y Gicquel, 2005), nos limitaremos aquí a analizar fundamentalmente la política
africana de los siete presidentes de la Vª República, subrayando de paso la influencia que
pudo tener los gobiernos de cohabitación o de bipolarización del ejecutivo ─pasando
de la unicidad a la dualidad del poder, con la consiguiente cooperación entre el presi-
dente de la República y el líder de la mayoría parlamentaria o de la oposición, nombrado
al puesto del primer ministro─ en la formulación de dicha política como en los casos
de la “doctrina Balladur” o de la “doctrina Jospin”. Es preciso recordar aquí, según
manifiesta acertadamente Pulido Escandell (1995: 189), que África forma parte del “es-
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                      rupturas y continuidades del neocolonialismo
que cada uno de los presidentes franceses de la Vª República fundamentó
(o fundamenta) su política africana, destacando las sombras y las luces.
   De entrada, es preciso recordar que globalmente la política africana de
Francia, cualquier que sea el mandatario de turno, ha mantenido algunos
aspectos comunes basados en la Franciáfrica, la opacidad y las relaciones
clientelistas, a pesar de algunas características específicas según el estilo
o la sensibilidad africana de cada presidente, y que es preciso recordar
(Wauthier, 1995; Dumoulin, 1997; Gourévitch, 2006):
   1. Charles de Gaulle
   La falsa descolonización y la creación de
   las bases del neocolonialismo
   Durante el mandato de Charles de Gaulle, que coincide con el pe-
ríodo de la descolonización y de las independencias africanas (1958-
1969), Francia a la búsqueda del prestigio internacional y su indepen-
dencia ante los dos bloques, se apoyó y ayudó a los países africanos
que, a cambio, respaldaron las tesis francesas en la ONU. De Gaulle
instauró la «Comunidad franco-africana», y con ello las bases del pa-
ternalismo y del neocolonialismo militar y económico en África. Es la
época del mimetismo constitucional de los nuevos Estados africanos,
que se inspiraron ampliamente en la Constitución francesa de la Vª
pacio reservado del Elíseo”, a pesar de las cohabitaciones que pudieron producirse tras
perder el principal partido de gobierno la mayoría parlamentaria, en particular durante
los mandatos de Mitterrand (1986-1993) y Chirac (1997-2002).
                                         785
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                   rupturas y continuidades del neocolonialismo
República y sus principios, en particular la centralización del poder o
el presidencialismo, el jacobinismo, la laicidad y la adopción del fran-
cés como lengua oficial.
   Este período se caracteriza por la docilidad de los regímenes africanos
y la hostilidad a la Guinea-Conakry de Ahmed Séku Turé, por su negativa
a formar parte de la «Comunidad» y a la zona del franco CFA, y por su
orientación izquierdista y a favor de la independencia de su país. A ello
es preciso añadir el no respeto del embargo de las Naciones Unidas por
el gobierno francés, que siguió vendiendo armas a la Sudáfrica del apar-
theid, armas que fueron, según denuncia Wauthier (1995), utilizadas en
las agresiones contra los países de la «Línea del frente» en el África Aus-
tral, y contra las bases del ANC y de la SWAPO. Es decir, Francia junto
a Gran Bretaña y Estados Unidos, mantuvo la cooperación militar con el
régimen de Pretoria aislado por la comunidad internacional. Por último,
el gobierno francés apoyó la secesión de Biafra (1967-1970), siendo el
objetivo debilitar a Nigeria, en sus relaciones con los pequeños países
francófonos de su entorno, y tener acceso al petróleo del delta de Níger,
junto a la intervención militar en Gabón, en 1964, para reinstaurar en el
poder al presidente Léon Mba.
   Las relaciones con los dirigentes africanos, en su mayoría antiguos
colaboradores de la Administración colonial, fue de total subordinación y
admiración hacia la persona de Charles de Gaulle, considerado como una
persona «excepcional». Según el expresidente de Gabón, Omar Bongo
(2001), el África francófona le agradeció por haberla concedido la inde-
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pendencia sin dramas ni traumas, y por tener una visión a largo plazo de
África que sus sucesores en el Elíseo.
   2. Georges Pompidou
   La continuidad del gaullismo y el triunfo del pragmatismo
   Con Georges Pompidou (1969-1974), se mantiene la herencia gaullista
en la política africana en casi su totalidad, con la diferencia de dar esta vez
prioridad a los aspectos económicos y al sector privado, y no público, para
contribuir al desarrollo de los países africanos, y conseguir el monopolio de
los intereses de las empresas francesas. Es decir, el pragmatismo, que le lle-
vó al fortalecimiento de las relaciones culturales y lingüísticas entre la me-
trópoli y sus antiguas colonias. Por lo tanto, Pompidou procedió a la crea-
ción, en 1970 en Niamey, de la Agencia de Cooperación Cultural y Técnica
(ACCT) para sentar las bases de la francofonía. Y por último, estableció
una estrecha colaboración o coalición con el régimen de Houphouët-Boig-
ny, conocido por su anticomunismo visceral, para seguir vendiendo armas
y mantener el diálogo con la Sudáfrica del apartheid. De este modo, el
gobierno de Pompidou se convirtió en el blanco de las críticas del África
progresista, de los no alineados y de la izquierda tercermundista francesa,
que le recriminaron seguir con el neocolonialismo francés inaugurado por
su predecesor. En la opinión de Omar Bongo (2001), era un político prag-
mático y un audaz hombre de negocios en quien se podría confiar.
   En suma, durante su presidencia, no acabada al morir dos años antes de
finalizar su mandato, Georges Pompidou tuvo un perfil muy bajo en la po-
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                    rupturas y continuidades del neocolonialismo
lítica africana de Francia donde siguió con la tradición gaullista y se limitó a
preservar las relaciones privilegiadas entre Francia y sus antiguas colonias.
   Destacó por la censura o la prohibición de circulación de obras anti-
colonialistas o críticas para con los jefes de Estado africanos, publicadas
en Francia, y la venta de armas a los regímenes dictatoriales africanos y
latinoamericanos, convirtiendo a Francia en el tercer exportador de ar-
mas después de EEUU y la URSS.
   3. Valéry Giscard d´Estaing
   Las relaciones personales y el papel de gendarme
   La presidencia de Valéry Giscard d´Estaing (1974-1981) fue domina-
da por las preocupaciones geopolíticas, para convertir la coalición fran-
co-africana en una tercera fuerza frente a los dos bloques, mediante la
búsqueda de un nuevo orden económico, destinado a fortalecer a los
países africanos tanto en lo interno con en sus relaciones externas. Sin
mayoría clara de gobierno, por no disponer su partido de centro-derecha
del respaldo del partido gaullista liderado por Jacques Chirac, su rival,
Giscard fundamentó su política africana en las relaciones personales con
los dirigentes africanos.
   Dicha política fue ensombrecida por la cooperación nuclear con la
Sudáfrica del apartheid, –con la consiguiente hostilidad de los países de
África Subsahariana, en particular los de África Austral–, el escándalo de
los diamantes de Jean-Bedel Bokassa de Centroáfrica y la multiplicación
de las intervenciones militares en el continente, en particular la «opera-
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ción Barracuda» para derribar a Bokassa y sustituirle por David Dacko,
en septiembre de 1979.
   El lado positivo fue la supresión de la secretaría general de los asuntos
africanos y malgaches, dirigida por el todopoderoso Jacques Foccart201,
hombre de confianza de de Gaulle y Pompidou, y la consiguiente crea-
ción del ministerio de Cooperación, siguiendo en ello el deseo de la ma-
yoría de los dirigentes africanos.
   4. François Mitterrand
   La voluntad de cambio frustrada por las cohabitaciones y las
   redes personales
   El presidente François Mitterrand (1981-1995), de izquierda, asumió
el más largo mandato de la Vª República. La principal preocupación ma-
nifestada desde el principio fue la promoción de las tesis tercermundis-
tas (expresada en la cumbre de Cancún de 1981202), para acabar con las
201 El “Monsieur Afrique” o la cabeza pensante de las redes franco-africanas y el prin-
cipal inspirador de golpes de Estado y otros trapos sucios en África. Falleció en 1997
y le sucedió Robert Bourgi (durante los mandatos de Chirac y Sarkozy), que mantuvo
aquellas redes instauradas por su predecesor.
202 Se enfatizó, de este modo, por primera vez en un foro Norte-Sur, el “derecho de
injerencia humanitaria a favor de los pueblos en peligro”, la estabilización del precio de
las materias primas, el acceso de los productos de los países del Sur a los mercados de
los países industrializados, y fundamentalmente se apostó por el aumento de la ayuda
al desarrollo para el Tercer Mundo, no solo como “ayuda a sí mismo para salir de la
crisis”, sino como un instrumento de lucha contra el comunismo y el terrorismo, y para
fomentar el desarrollo económico y la democracia (Bayart, 1984; Attali, 2005).
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relaciones neocolonialistas mantenidas por sus predecesores y el apoyo
a los regímenes democráticos, junto al abandono de los dictatoriales y
corruptos, respectando los compromisos anteriores.
   Las cohabitaciones tanto con Jacques Chirac como con Édouard
Balladur, del partido conservador, sobre todo durante su segunda
mandato (Berstein y Milza, 2005), atenuaron muchas de aquellas me-
tas progresistas.
   Mitterrand terminó buscando el realismo o el retorno al liberalis-
mo, pasando de la cooperación bilateral a la multilateral (ONU, FMI,
OMC), junto a la sumisión de la ayuda francesa a la adopción de los
programas de ajuste estructural (PAE) o de liberalización de las ins-
tituciones de Bretton Woods o la llamada «doctrina Balladur». Más
tarde, con el discurso de La Baule (cumbre francoafricana en junio de
1990), Mitterrand vinculó la ayuda francesa con las reformas demo-
cráticas y el respeto de derechos humanos. Al mismo tiempo, recupe-
ró la personalización de las relaciones con los dirigentes africanos o
las redes de la época anterior.
   El aspecto más negativo fue la implicación de Francia en el golpe
de Estado contra el capitán Thomas Sankara de Burkina Faso, en 1987,
por su oposición virulenta al neocolonialismo galo (Plumelle-Uribe,
2010), el uso del codesarrollo como un freno a la inmigración y la im-
plicación de Jean Christophe Mitterrand en el «Angolagate», junto a
la «complicidad» de su gobierno en el genocidio de Ruanda en 1994
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(Krop, 1997). La «operación Turquesa», que se realizó en el verano del
mismo año, fue presentada como una operación humanitaria cuando,
en realidad, se trataba de proteger y favorecer la huida de los genocidas
del Hutu Power hacia el territorio congoleño, donde se reorganizaron y
rearmaron a partir de los campos de refugiados, para la reconquista del
poder en Ruanda.
   En resumen, según Jacques Attali (2005), el que fue su principal asesor
y persona más cercana, Mitterrand aplicó sus propios principios en África.
   Mantuvo el ritual de las cumbres franco-africanas insistiendo en la
ayuda económica. Se opuso a la creación de un ministerio de Coopera-
ción y Desarrollo para seguir dando prioridad a África, y mantuvo las
relaciones directas o personales con los jefes de Estado del África francó-
fona y los acuerdos de defensa firmados por sus predecesores. Presionó
a Sudáfrica para que abandonara el apartheid, exigiendo al consejo de se-
guridad las sanciones económicas contra el régimen de Pretoria. Multipli-
có las presiones a los regímenes africanos a favor de la democratización.
Sin embargo, se le recriminó suministrar la ayuda militar a los regímenes
africanos poco recomendables.
   5. Jacques Chirac
   La recuperación del gaullismo y de la Franciáfrica
   Los dos mandatos de Jacques Chirac (1995-2007) también se caracteri-
zaron, al igual que los anteriores de Mitterrand, por las rivalidades y dificul-
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tades de la cohabitación, esta vez con el partido socialista203. Asistimos en
este período al retorno del bilateralismo, la prioridad a los micro-proyectos,
la «defensa» de las causas africanas en los foros internacionales (Godfrain,
1998) y la vinculación de la ayuda francesa con la lucha contra la migración,
junto al fortalecimiento de las relaciones personales con algunos jefes de
Estado africanos con la consiguiente proliferación de las intervenciones
militares en el continente y los intentos de obstrucción de la justicia en el
caso Elf. Es preciso también subrayar el firme apoyo de Chirac a la política
agrícola común (PAC), a sabiendas que tenía graves consecuencias en el
poder adquisitivo de los agricultores africanos, sobre todo los del Sahel.
   El lado positivo, además del mencionado apoyo a las causas africa-
nas, fue el reconocimiento por el parlamento francés de la esclavitud
como un crimen contra la humanidad. En cuanto a las zonas sombras,
consisten en considerar a África como inmadura o no preparada para la
democracia204 y el activismo financiero inédito de la Franciáfrica. Chirac
siguió actuando en África, según Harel (2006: 82), con «los esquemas de
la época de la Guerra Fría».
203 El primer ministro, Lionel Jospin, del partido socialista, adoptó la política de “ni-
ni” en África o la llamada “doctrina Jospin”. Es decir, “ni injerencia ni indiferencia”: la
no injerencia en los asuntos internos africanos, y la no indiferencia ante la violación de
principios democráticos y de derechos humanos (Banégas, Marchal y Meimon, 2007).
204 Según Chirac, la democracia en África debe realizarse según la cultura de los africa-
nos, “su tradición, su ritmo y a su manera”, diferente de la occidental (Godfrain, 1998:
154). Es decir, la “democracia tropicalizada” o las “democraturas”.
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   6. Nicolas Sarkozy
   La Franciáfrica agresiva y sin complejo
   El mandato de Nicolas Sarkozy (2007-2012), –inspirado en las tesis y
la filosofía del gobierno de George Bush, con una política muy activa en
África, a pesar de la voluntad expresada para desmarcarse de la Franciá-
frica–, fue marcado por importantes contradicciones: la voluntad de reti-
rarse del continente y la defensa de los intereses de las empresas france-
sas; la voluntad de introducir la transparencia en las relaciones con África
y las intervenciones militares en Chad o Costa de Marfil, y la instauración
de relaciones personales privilegiadas con algunos dirigentes africanos.
   El aspecto negativo fue el endurecimiento de la política migratoria
francesa, que ya inició como ministro de Interior (inmigración escogida
o selectiva)205 y el discurso despectivo y torpe de Dakar, en julio de 2007,
donde según Nkogo Ondo (2010) o véase también Foutoyet (2009) «res-
ponsabilizó a los africanos de la esclavitud, del colonialismo y del neoco-
lonialismo interno y externo», y de sus desgracias al tiempo que conside-
ró su cultura como un obstáculo al desarrollo206. Es decir, el insulto a las
205 Los candidatos africanos a la reagrupación familiar fueron humillados, pues, tenían
que se someterse a los tests ADN y exámenes de conocimiento de la lengua y cultura
francesas.
206 Un discurso digno de la etnología colonial, plagado de estereotipos e inspirado
en las tesis hegelianas y etnocéntricas del siglo XIX, y que no se hubiera atrevido pro-
nunciar en una capital del África anglófona, sí en Dakar. El discurso recibió respuestas
adecuadas por parte de los africanistas africanos y franceses, que demostraron con crite-
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víctimas por uno de los descendientes de los verdugos. A ello es preciso
añadir la falta de independencia de la Justicia gala en las investigaciones
de los altos mandatarios africanos por bienes mobiliarios e inmobiliarios mal
adquiridos y del «Angolagate» (Glaser y Smith, 2008; Foutoyet, 2009). Es
decir, hizo todo lo contrario de sus declaraciones «a favor de los derechos
humanos, de los pueblos oprimidos» y «del derecho a la autodetermina-
ción de los pueblos» y del control parlamentario de la política africana
de Francia, poniéndose al lado de las dictaduras africanas y adoptando
políticas migratorias restrictivas en detrimento de las personas que huyen
de la miseria y de la persecución.
   El lado positivo ha sido la reanudación de relaciones diplomáticas con
Ruanda (bajo la influencia de su ministro de Exteriores, Bernard Kouch-
ner), a pesar de seguir negando la responsabilidad política, diplomática
y militar de Francia en el genocidio. En pocas palabras, se elaboró una
política africana inspirada en el neocolonialismo y las tesis de la extrema
derecha, con fineselectorales.
   Sarkozy en su programa de campaña electoral en marzo-abril de 2012,
haciendo el balance de su política africana (Bautzmann, 2012), puso de
manifiesto los aspectos siguientes: el fin durante su mandato del pré carré
y de las redes ocultas; la instauración de unas relaciones equilibradas con
África, basadas en la transparencia y el respeto mutuo; el fomento del
sector privado en África y la apertura de países africanos a otros socios, al
rios lo contrario de las tesis sarkozistas (véanse, por ejemplo, a Chrétien, 2008; Coquio,
2008; Boubacar Diop, 2008).
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igual que Francia amplió su cooperación con otros países como Nigeria,
Sudáfrica o Etiopía, al margen de su tradicional zona de influencia. Estas
afirmaciones no reflejan del todo la realidad y son verdades a medias
(Soudan, 2011).
   7. François Hollande
   La incógnita
   En lo que se refiere a François Hollande (2012), influido por las
ideas de Jean- Christophe Rufin (prestigioso académico conocido por
sus ideas tercermundistas207), opuesto a las redes de la Franciáfrica,
es pronto para analizar su política africana. Al menos a partir de su
programa de campaña electoral, sus primeras declaraciones y contac-
tos con África, se puede dar unas pistas. Consideró en aquel programa
el discurso de Dakar como «inaceptable» y manifestó su intención de
clarificar sus relaciones con los jefes de Estado africanos. Además,
denunció la persistencia durante el mandato de Sarkozy de la Fran-
ciáfrica, la obstrucción a la justicia en los juicios de «bienes mal adqui-
ridos», y se comprometió a profundos cambios en aquellas relaciones
para adaptarlas a las nuevas realidades.
   Hollande parece apostar por el multilateralismo, la cooperación
descentralizada y la solidaridad, la transparencia, la promoción de la
207 Fue embajador de Francia en Senegal durante el mandato de Sarkozy, y fue cesado
a petición del presidente Abdoulaye Wade, precisamente por oponerse a las prácticas de
las redes de la Franciáfrica (Sudán, 2011).
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francofonía, el fin del paternalismo o clientelismo208 y la lucha contra
la corrupción y a favor de la colaboración con la UA y las agrupaciones
regionales (Bautzmann, 2012). Se ha comprometido a «no desestabili-
zar los países y sus dirigentes» a favor del «progreso democrático» y
de la «justicia democrática», y ha nombrado al puesto de ministro de
Justicia a la afrodescendiente Christiane Taubira, –diputada de la Gu-
yana francesa y conocida militante de la lucha por el reconocimiento
oficial de la esclavitud como crimen contra la humanidad, el 21 de
mayo de 2001 (Ley Taubira)–, y se ha manifestado a favor de una in-
tervención militar internacional en el norte de Malí, para poner fin a
la secesión liderada por los grupos islamistas o yihadistas, siguiendo
en ello las tesis de su ministro de Exteriores, Laurent Fabius.
   En su discurso en la tribuna de las Naciones Unidas en septiembre
de 2012, ya como presidente de Francia, Hollande condenó a Ruanda
por sus invasiones del territorio congoleño directamente o por mo-
vimientos de guerrilla interpuestos (RCD-G, CNDP, M23), y parece
decidido a actuar para acabar con esta situación.
208 Ha convertido el Ministerio de Cooperación en Ministerio para el Desarrollo, y los
responsables encargados de África tanto en el Elíseo como en el ministerio de Exterio-
res son antiguos diplomáticos, que hicieron su carrera en el África anglófona (en parti-
cular en el África Oriental) y no del pré carré de las antiguas colonias francesas (Châtelot,
2012). Con ello se ha puesto fin a la proliferación de centros de toma de decisión en la
política africana, que iban desde la presidencia o la célula africana del Eliseo y el Hotel
Matignon, pasando por los ministerios de Exteriores, Economía y Cooperación, hasta
los servicios de inteligencia.
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   Por otro lado, Hollande ha reservado su primera visita en el con-
tinente africano a la participación en la cumbre de la Francofonía en
Kinshasa (RDC), del 12 al 14 de octubre de 2012, pasando por Sene-
gal. La oposición y los movimientos sociales congoleños le recrimi-
naron buscar, con esta visita, legitimar el régimen de Joseph Kabila,
tras unas elecciones caóticas (de noviembre de 2011), tachadas de
fraudulentas y sin credibilidad por los observadores internacionales,
además de destacar el régimen de Kinshasa por el poco respeto por la
democracia y los derechos humanos. El presidente galo se defendió,
anunciando su disposición de reunirse con la oposición y la sociedad
civil en Kinshasa, y pidió al gobierno congoleño acciones concretas
para promover la democracia y el Estado de derecho y los derechos
humanos209. Y cumplió, entrevistándose con la oposición y la sociedad
civil congoleñas, el 12 de octubre de 2012 en Kinshasa. Recomendó al
presidente Kabila, que no le hizo caso, la instauración de un gobierno
de unión nacional o de cohabitación con la oposición política.
   En resumen, Hollande parece desmarcarse de la Franciáfrica, y
busca fundamentar su política africana en tres principios: el buen go-
bierno y la democracia; el pacto de crecimiento y desarrollo, y la prio-
ridad a la estabilidad y seguridad del continente sin injerencia; y la
negación de tratar con los jefes de Estado africanos bajo mandato de
búsqueda y captura emitido por la CPI.
209 Le Monde del 12 de octubre de 2012: 3.
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   En fin, se puede afirmar de acuerdo con Soudan (2012: 33), que
«Sarkozy había decepcionado, Hollande no todavía. Es de momento
la diferencia entre ambos».
   Conclusión
   Las antiguas potencias coloniales, a pesar de la descolonización y del
acceso a la independencia de los países africanos, tienden a colocar bajo
tutela sus antiguas colonias, desde las intervenciones directas en los con-
flictos africanos a favor de uno u otro bando o las injerencias de toda
índole para salvaguardar sus «intereses políticos, económicos o geoestra-
tégicos», como se ha demostrado en el caso de Francia (Stalon, 2007: 49),
que sigue considerando la aspiración de los africanos a la legítima eman-
cipación política o a controlar sus recursos petroleros y mineros, según
denuncia Tobner (2010), como agresiones contra su poderío.
   El discurso de La Baule, que debería inaugurar una nueva política afri-
cana de la postguerra, no significó en realidad un cambio sustancial, pues
instauró lo que algunos autores llaman la «paristroika», al seguir apoyan-
do Francia a los antiguos dictadores aliados contra las fuerzas del cambio,
para salvaguardar sus intereses.
   El resultado es el contraste entre el estancamiento del África fran-
cófona (teledirigida desde París) y el arranque del África anglófona que
cuenta con la endogénesis210 (Sylvie Brunel en Agir et Survie, 1995a; Erik
210 Salvo el caso de países como Nigeria o Zimbabue (o los que fueron hundidos por
las atroces guerras civiles en la década de los 90 como Liberia y Sierra Leona), el África
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Arnoult citado por Attali, 2005), y la presencia de tres millones de africa-
nos en Francia que huyen de la persecución y de la miseria en sus países.
Estos aspectos ponen de manifiesto el fracaso de la cooperación y de la
política africana de Francia.
   El fin de la Guerra Fría, con la consiguiente devaluación geopolítica
de África, llevó a Francia a una retirada aparente del continente africano
(el «fin de la excepción francesa en África»), para interesarse a la am-
pliación de la UE, e incluso a la europeización de su política africana.
Sin embargo, esta tendencia fue de corta duración, y Francia no tardó
en regresar en el continente ante la amenaza de competencia de otras
potencias para el acceso a los mercados y a los recursos naturales africa-
nos, en particular de EEUU y Gran Bretaña (Dumoulin, 1997; Glaser y
Smith, 2005; Hugon, 2009) y de los países emergentes, con ambiciones
no menos neocolonialistas.
   Ante los cambios que han sucedido tanto en África como en el resto
del mundo, la política africana gala no ha experimentado importantes
anglófona ha experimentado importantes avances por contar fundamentalmente con
sus propias fuerzas y por abstenerse la antigua metrópoli de intervenciones en sus asun-
tos internos. El caso de Botsuana es al respecto ilustrativo. Este país que formaba parte
de los PMA en el momento de su acceso a la independencia, en 1966, presenta hoy la
figura de un “país emergente” o forma parte de los llamados “leones africanos”, por
adoptar un modelo de Estado y de desarrollo con sólidas bases sociales, conciliando la
tradición con la modernidad, y el buen gobierno político y económico (Compagnon y
Mokopakgosi, 2001; Sundstol Eriksen, 2012); modelo impensable en el África francó-
fona, apegada a la ideología jacobina heredada de la colonización.
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metamorfosis, y resiste a demarcarse de la herencia colonial y se sigue
caracterizando, según la acertada afirmación de Banégas, Marchal y Mei-
mon (2007), por importantes contradicciones (entre «conservadores» e
«innovadores»): la tendencia a retirase y la voluntad de fortalecer su pre-
sencia en el continente; el mantenimiento del bilateralismo y la apuesta
por el multilateralismo; la tendencia entre la personalización y la voluntad
de normalización de las relaciones franco-africanas; la preservación del
pré carré francófono y su ampliación a otros socios políticos y comercia-
les; el fomento de la democratización y el apoyo a las dictaduras aliadas;
el discurso de no intervención y las prácticas de injerencia; el papel de
juez y parte en los conflictos africanos, etc. A Francia le cuesta asumir
que África ha cambiado.
   Las relaciones entre Francia y África, tal y como existen en la actuali-
dad, son las de dependencia multilateral institucionalizada o de subordi-
nación (política, militar, científica y material), aprovechando la primera,
según subraya Dumoulin (1997), el subdesarrollo tecnológico y las caren-
cias de los países africanos para multiplicar las intervenciones militares y
defender sus intereses económicos.
   África necesita una liberación económica, política y cultural, amplia-
mente contrariada por la política africana francesa y de otras potencias
occidentales. Ha llegado la hora de la segunda independencia, aprove-
chando la crisis económica internacional actual, los impasses neoliberales
y las incertidumbres de la política africana de Francia. Esta nueva desco-
lonización, inspirándose en el «nuevo izquierdismo» de algunos países
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latinoamericanos (Coquio, 2008: 32), ha de consistir en la apuesta por la
justicia social, en lo interno y externo, la resistencia concertada contra los
dictámenes del FMI (y de Francia), el fomento de las luchas tercermun-
distas a la manera de Thomas Sankara, y de la cooperación regional.
   Referencias bibliográficas
   Agir Ici et Survie. (1995a). L´Afrique à Biarritz. Mise en examen de la
politique française. París: Karthala.
   Agir Ici et Survie. (1995b). Jacques Chirac et la Françafrique. Retour a la case
Foccart? Dossier noir, 6. París: L´Harmattan.
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                 África diversa: Cuestionando estereotipos
                   SOBRE LOS AUTORES
   Adel Ben Othman
   Profesor titular en el ISLT | Universidad de Cartago | Túnez. Ha pre-
sentado y publicado varios trabajos sobre los temas de la mujer magrebí
en los siglos XIX y XX, Islam e islamismo en el norte de África; escla-
vitud, economía y colonialismo en las Antillas; la transición democrática
en Túnez tras la revolución de 2011, entre otros. Es vicepresidente de la
Asociación Tunecina de Hispanistas y miembro de la Junta directiva de la
Asociación de Hispanistas Árabes.
   Ângelo Daniel Chumane
   Licenciado en Enseñanza de la Filosofía por la Universidad Pedagógi-
ca de Mozambique. Investigador del Centro de Estudos Moçambicanos
e Etnociência | CEMEC, de la Universidad Pedagógica de Mozambique.
   Anselmo Panse Chizenga
   Doctor y Magister en sociología por la Universidad Federal de Rio
Grande do Sul de Brasil. Licenciado en Enseñanza de la Filosofía por
la Universidad Pedagógica de Mozambique. Profesor en la Universidad
Pedagógica de Mozambique.
   Bento José Rupia Júnior
   Doctor en Educación por la Universidad Metodista de Piracicaba de
                                   808
                   África diversa: Cuestionando estereotipos
Brasil, Magister en Educación por la Universidad Metodista de Piracica-
ba de Brasil, graduado en Sociología por la Facultad de Letras de la Uni-
versidad de Porto en Portugal. Es Profesor Asociado de la Universidad
Pedagógica de Mozambique.
   Bernardino Cordeiro Feliciano
   Doctor en sociología por la Universidad Federal de Rio Grande do
Sul de Brasil. Magister en Educación/Enseñanza por la Universidad Pe-
dagógica de Mozambique. Graduado en Enseñanza de la Filosofía por
la Universidad Pedagógica de Mozambique. Profesor en la Universidad
Pedagógica de Mozambique.
   Bruno Carpinetti
   Se diplomó y obtuvo una maestría en ciencias en Biología de la Con-
servación en la Universidad de Kent, Inglaterra. Completó el Diploma
de postgrado en Antropología Social y política en FLACSO - Buenos
Aires, y se Doctoró en Antropología Social por la Universidad Nacional
de Misiones con la tesis «Colonialismo verde. Ecología política de la conservación
de la naturaleza en Guinea Ecuatorial». Se ha desempeñado como guardapar-
que y ocupado distintos cargos en la administración pública, entre otros
fue director de la Administración de Parques Nacionales y Subsecretario
de Coordinación de Política Ambiental de la Secretaría de Ambiente de
la Presidencia de la Nación. Asimismo, ha ejercido como consultor de
la Organización para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones
Unidas (FAO), de la Agencia Japonesa para la Cooperación Internacio-
                                      809
                 África diversa: Cuestionando estereotipos
nal (JICA) y de la Corporación Andina de Fomento (CAF) entre otros
organismos. Ha publicado 3 libros y numerosos artículos en revistas con
referato nacionales e internacionales. Ha sido docente en la Facultad de
Agronomía de la Universidad de Buenos Aires y en el Programa de Pos-
grado en Antropología Social de la Universidad Nacional de Misiones,
y actualmente es Profesor Titular regular del área Gestión Ambiental/
Ecología en la Universidad Nacional Arturo Jauretche. Es investigador
del Centro de Estudios Afro Hispánicos de la Universidad Nacional de
Educación a Distancia (UNED) de España y del Programa de Estudios
Africanos de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Posee ex-
periencia de trabajo en varios países de América Latina y el Caribe, y en
Guinea Ecuatorial, Africa.
   Charlie Mballa
   Doctor en Ciencias políticas por la Universidad Panthéon-Assas (Pa-
rís II). Realizó un postdoctorado en administración de política exterior
en la Escuela Nacional de Administración Pública (ENAP) de Quebec y
de Montreal. El profesor Mballa es politólogo africanista en la Universi-
dad de Alberta de Canadá. Asimismo, es Director del Centre d’Analyse et
de Prospective sur les Afriques (Centro de Análisis y Perspectivas sobre
África) en la Universidad de Québec, Montréal. Sus intereses de investi-
gación incluyen: economía política internacional, técnicas de negociación
internacional multilateral, regionalismo, desarrollo organizacional, refor-
mas administrativas, y políticas públicas comparadas.
                                   810
                 África diversa: Cuestionando estereotipos
   Daniela Lasalandra
   Licenciada en Sociología por la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).
Profesora de Educación Inicial Maestranda en Diversidad Cultural/Es-
pecialización en Estudios Afroamericanos por la Universidad de Tres
de Febrero (UNTREF). Integrante del equipo de investigación de la es-
pecialización de posgrado Estudios Afroamericanos, articulada con la
Maestría en Diversidad Cultural (UNTREF) «Discusiones teóricas acer-
ca del racismo, etnicidad, identidad, representación, cultura, ciudadanía
y patrimonio afro en coyunturas históricas de transición», dirigido por la
Dra. María José Becerra. Coordinadora socio educativa del programa de
fortalecimiento comunitario en la «Biblioteca y Centro Cultural El Arca
de Javier». Creadora de la plataforma de divulgación de temáticas en tor-
no a África y Afroamérica: «Revista Sur-Sur».
   Diego Buffa
   Licenciado en Historia y Magister en Relaciones Internacionales por la
Universidad Nacional de Córdoba | UNC; Doctor en Relaciones Inter-
nacionales por la Universidad Nacional de Rosario | UNR. Investigador
y Docente de grado y posgrado en la Universidad Nacional de Córdoba.
Docente de posgrado e investigador en la Universidad Nacional de Tres
de Febrero y Universidad Nacional de La Plata. Director del Programa
de Estudios Africanos | CEA | FCS | UNC. Se ha desempeñado como
docente invitado en universidades de Brasil, Colombia, Ecuador, Egipto,
España, Marruecos, Mozambique, Nicaragua, Túnez, Venezuela y reali-
                                   811
                  África diversa: Cuestionando estereotipos
zado trabajo de campo en América Latina y África. Ha trabajado como
consultor Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en
temáticas vinculadas a los derechos de los afrodescendientes. Ha dirigido
y participado en múltiples proyectos del investigación sobre su especia-
lidad, en el ámbito nacional, regional e internacional y publicado libros,
artículos académicos sobre el área.
   Evelyn López León
   Licenciada en Relaciones Internacionales por el Instituto Superior de
Relaciones Internacionales «Raúl Roa García» | ISRI (Cuba). Especialista
en Organismos Bilaterales y Colaboración Bilateral. Oficina Nacional de
Estadística e Información (ONEI) de la República de Cuba.
   Germán Santana Pérez
   Profesor y doctor en Historia Moderna en la Universidad de Las Palmas
de Gran Canaria | ULPGC. Profesor honorario de la Universidad Autóno-
ma de Madrid. Su investigación se centra sobre la Historia de las relaciones
entre España y África y los territorios insulares atlánticos y sus conexiones.
Codirector del Centro de Estudios Canarias América en Hunter College
(New York), coordinador del Máster de Estudios Hispano Africanos de la
ULPGC, miembro asesor de Casa África y Director del Departamento de
Ciencias Históricas de la ULPGC. Dispone de numerosos libros y artícu-
los. Ha dirigido y participado en numerosos proyectos que han desarrolla-
do la investigación sobre las islas atlánticas y las relaciones con África así
como organización de congresos y dirección de cursos.
                                     812
                 África diversa: Cuestionando estereotipos
   Guilherme Basílio
   Doctor en Educación por la Pontificia Universidad Católica de
São-Paulo (Brasil). Profesor Asociado de la Faculdad de Ciencias Sociales
y Filosóficas de la Universidad Pedagógica de Mozambique.
   Idalmy González González
   Graduada en Historia del Arte por la Universidad Nacional de Educa-
ción a Distancia (UNED), ha realizado el Máster en Gestión del Patrimo-
nio Artístico y Arquitectónico. Museos y Mercado de Arte y el Máster en
Relaciones Hispano Africanas por la Universidad de Las Palmas donde
realiza su doctorado. Es tutora de la UNED, centro asociado de Las Pal-
mas. Técnico especialista por el Instituto Politécnico de la Construcción
José Martí (La Habana). Ha realizado la catalogación escultórica de Casa
África. Sus principales líneas de investigación son la tricontinentalidad en
el arte contemporáneo atlántico y las instalaciones museísticas.
   Irina Golda Lamadrid
   Es Abogada por la Universidad Nacional de Mar del Plata, Magister
en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional de La Plata,
y doctoranda en Derecho Internacional en la Universidad de Canterbury
en Nueza Zelanda. Además, es investigadora en el área de Justicia Crimi-
nal en dicha institución educativa. Sus intereses académicos versan sobre
política africana, especialmente lo relacionado con conflictos armados,
y las cuestiones de género que rodean las guerras. En este momento se
encuentra investigando la responsabilidad de Naciones Unidas y de los
                                    813
                  África diversa: Cuestionando estereotipos
estados que contribuyen personal en las misiones de paz, con respecto a
los niños concebidos y abandonados por los cascos azules como conse-
cuencia de la explotación y violencia sexual perpetrada contra las mujeres
en donde estas misiones están desplegadas.
   Jokin Alberdi Bidaguren
   Doctor en Ciencia Política y Profesor en la Facultad de Derecho y en
HEGOA, Instituto de Estudios sobre Desarrollo y Cooperación Inter-
nacional de la Universidad del País Vasco | UPV/EHU. Entre sus líneas
de análisis hay que destacar su interés por los aspectos jurídicos, sociales
y políticos del Desarrollo y la Cooperación Internacional y también sobre
el África al Sur del Sahara, particularmente ha trabajado sobre el de-
sarrollo y los procesos políticos de Sudáfrica y Mozambique. Colabora
también en el Grupo de Estudios Africanos | GEA de la Universidad
Autónoma de Madrid, y con GERNIKA GOGORATUZ, Centro de
Investigación por la Paz donde coordina académicamente el proyecto
«Territorios en Conflicto».
   Jorgeval Andrade Borges
   Licenciada en Historia por la Universidad Católica de Salvador. Más-
ter en Memoria: Lengua y Sociedad por la Universidad Estatal del Su-
doeste de Bahía en el que defendió una disertación sobre la Historia de
África en los libros de texto brasileños actuales. Doctorado en Educación
por la Universidad Federal de Bahía en la que defendió una tesis sobre la
situación de la enseñanza de la historia africana en las escuelas del Cole-
                                    814
                 África diversa: Cuestionando estereotipos
gio Público Estatal de Bahía. En vista de la sanción de la Ley 10.639/03,
que determina la enseñanza obligatoria de la cultura y la historia africanas
en la Educación Básica Brasileña, impartió en la Facultad de Educación
de la Universidad Federal de Bahía cursos de extensión universitaria en
Formación Docente para docentes enfocados en el tema africano y su
aplicabilidad en la escuela primaria y secundaria. Participó como cola-
borador en proyectos con la escuela pública de la ciudad de Salvador /
Bahía con el uso de juegos tradicionales africanos como elementos para
la enseñanza de la cultura y la historia africanas en la Educación Básica.
Actualmente es Profesor Adjunto en el Departamento de Historia de la
Universidad Estatal del Suroeste de Bahía, donde imparte la disciplina de
Historia de África.
   Juan Carlos Gimeno Martín
   Es profesor de antropología del Departamento de Antropología So-
cial y Pensamiento Filosófico Español en la Universidad Autónoma de
Madrid | UAM. Sus principales líneas de investigación se vinculan a la
antropología de orientación pública, la antropología audiovisual, políticas
públicas, los derechos humanos, la asesoría a proyectos de cooperación
internacional y de los movimientos sociales, dentro del marco de la eco-
nomía y la ecología política, los estudios postcoloniales y el moderno
enfoque epistemológico decolonial. Ha realizado trabajo de campo en
España, México, Guatemala, Nicaragua, Cuba y el Sáhara Occidental.
Has sido Investigador principal de varios proyectos de investigación en
América Latina y el Sáhara Occidental; entre otros, en el marco I+D+i:
                                    815
                   África diversa: Cuestionando estereotipos
Sáhara Occidental (1884-1976). Memorias coloniales. Miradas postcolo-
niales y consolidación y declive del orden colonial español (1958-1976).
En la actualidad es investigador del proyecto europeo EC - H2020 - ERC,
CAPSAHARA (2017-2020) - Critical approaches to Politics, Social Acti-
vism, and Islamic Militancy in the Western Saharan region. Es coordina-
dor del grupo de investigación Estudios postcoloniales: Sahara Occidental de
la UAM. Miembro del OUISO (Observatoire Universitaire International
du Sahara). Miembro del Instituto DEMOSPAZ de la UAM y Presidente
de la ONG, Antropología en acción.
   Juan Ignacio Castien Maestro
   Es Licenciado con Premio Extraordinario y Doctor en Sociología
por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor de la Facultad de
Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid.
Director actualmente del Instituto Universitario Complutense Euro-Me-
diterranean University Institute (EMUI). Director del Diploma Especial en
Cultura y Pensamiento de los Pueblos negros de la Universidad Complutense de
Madrid. Autor y coautor de diversos trabajos sobre temas africanos, entre
los que podemos destacar las obras Historia del Sudán Occidental y Panorámi-
ca Histórica y Etnográfica del Sahel, entre otros.
   Manuel Barroso Sevillano
   Manuel Barroso Sevillano es politólogo especializado en Desarrollo
y Cooperación Internacional y en Sociedades Africanas. Doctorando en
Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales en la Universidad Com-
                                       816
                 África diversa: Cuestionando estereotipos
plutense de Madrid | UCM e investigador del Grupo de Estudios Afri-
canos | GEA de la Universidad Autónoma de Madrid | UAM. Ha sido
investigador visitante en el Centro de Estudios Africanos de la Universida-
de Eduardo Mondlane | UEM y en el Insituto de Estudos Sociais e Económicos |
IESE en Maputo, Mozambique.
   Marcos Bonifácio Muthewuye
   Licenciado en Artes Plásticas por el Instituto Superior de Artes en
La Habana (Cuba). Master en Educación Visual por la Escuela Superior
Técnica de la Universidad Pedagógica de Mozambique.
   María Elena Álvarez Acosta
   Maria Elena Álvarez Acosta es Profesora en Historia, Master en His-
toria Contemporánea y Doctora en Ciencias Históricas por la Univer-
sidad de La Habana (Cuba). Profesora e investigadora titular del Insti-
tuto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García” | ISRI
(Cuba). Especialista en temáticas afroasiáticas.
   Maria José Becerra
   Licenciada en Historia y Magister en Relaciones Internacionales por la
Universidad Nacional de Córdoba | UNC; Doctora en Relaciones Inter-
nacionales por la Universidad Nacional de Rosario | UNR. Investigadora
y Docente en la Universidad Nacional de Córdoba y la Universidad Na-
cional de Tres de Febrero. Es Coordinadora de la Carrera de Especializa-
ción de posgrado en Estudios Afroamericanos, docente en el Doctorado
                                    817
                  África diversa: Cuestionando estereotipos
y la Maestría en Diversidad Cultural de la Universidad Nacional de Tres
de Febrero (UNTREF) y Coordinadora del Programa de Investigación
sobre Africa y su Diáspora en América Latina | AFRYDAL | CIECS
(CONICET-UNC). Es Directora del equipo de investigación sobre Es-
tudios Afroamericanos, posgrado en Diversidad Cultural (UNTREF). Se
ha desempeñado como docente invitada en universidades de Brasil, Co-
lombia, España, Marruecos, Mozambique, Nicaragua, Túnez, Venezuela
y realizado trabajo de campo en América Latina y África. Ha trabaja-
do como consultora Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD) en temáticas vinculadas a los derechos de los afrodescendientes.
Ha dirigido y participado en múltiples proyectos del investigación sobre
su especialidad, en el ámbito nacional, regional e internacional y publica-
do libros, artículos académicos sobre el área.
   Mbuyi Kabunda Badi
   Licenciado en Ciencias Políticas y en Relaciones Internacionales por
la Universidad de Lubumbashi y Doctor en Ciencia Política por la Uni-
versidad Complutense de Madrid. Fue profesor y miembro del Instituto
Internacional de Derechos Humanos de Estrasburgo; del Doctorado de
Relaciones Internacionales y Estudios Africanos de la Universidad Autó-
noma de Madrid. Se desempeñó como profesor invitado en múltiples uni-
versidades europeas, africanas y de América Latina. Presidente de la Aso-
ciación Española de Africanistas desde el 2015, cuenta en su haber con una
prolífica producción bibliográfica de referencia ineludible en los estudios
de África. Entre sus líneas de trabajo destacan conflictos y construcción de
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                  África diversa: Cuestionando estereotipos
la paz, etnicidad, migraciones, integración regional, cooperación al desarro-
llo, cooperación Sur-Sur, relaciones inter-africanas, entre otras.
   Melina Blanco
   Licenciada en Turismo por la Facultad de Turismo y Ambiente perte-
neciente a la Universidad Provincial de Córdoba (UPC). Maestranda en
Diversidad Cultural/Especialización en Estudios Afroamericanos por la
Universidad de Tres de Febrero (UNTREF). Integrante del equipo de in-
vestigación de la especialización de posgrado Estudios Afroamericanos,
articulada con la Maestría en Diversidad Cultural (UNTREF) «Discusio-
nes teóricas acerca del racismo, etnicidad, identidad, representación, cul-
tura, ciudadanía y patrimonio afro en coyunturas históricas de transición»
dirigido por la Dra. María José Becerra.
   Milton Marcial Meque Correia
   Doctor en Historia Social por la Universidad de São Paulo en Bra-
sil. Profesor de la Universidad Pedagógica de Mozambique. Imparte el
curso de Introducción a la Historia. Áreas de interés: Historia de Áfri-
ca e Historia de la Lucha por la Independencia Nacional en Mozambi-
que. Su tesis trata sobre el Frente de Niassa (1962-1974). Ocupa el cargo
de Subdirector de Postgrado, Investigación y Extensión en la Facultad
de Ciencias Sociales y Filosofía (FCSF), de la Universidad Pedagógica
de Mozambique. Coordinador del Máster en Didáctica de la Historia y
Coordinador del Máster en Historia. Editor de Revista Synthesis | FCSF
de la Universidad Pedagógica de Mozambique.
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                  África diversa: Cuestionando estereotipos
   Omer Freixa
   Historiador africanista. Magíster en Diversidad Cultural y Especialista en
Estudios Afroamericanos por la Universidad Nacional de Tres de Febrero |
UNTREF. Profesor y Licenciado en historia por la Universidad de Buenos
Aires | UBA. Docente de grado en la carrera de historia de la UBA y de
posgrado en Estudios Afroamericanos de la UNTREF. Profesor titular de la
asignatura Historia de África en el Instituto Superior del Profesorado Joaquín
V. González y de Historia americana y argentina en el Consejo Superior de
Educación Católica. Investigador e integrante del programa de posgrado en
diversidad cultural de Estudios Afroamericanos | UNTREF.
   Pascal Lupien
   Es profesor de Ciencias Políticas en el Campus Saint-Jean de la Univer-
sidad de Alberta en Canadá. Recibió su doctorado en Ciencias Políticas y
su maestría en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Guelph,
y tiene una Maestría en Estudios de Información de la Universidad de
Montreal y una licenciatura en Política de la Universidad McGill. Los
intereses de investigación del Dr. Lupien giran en torno a la innovación
democrática, la sociedad civil, la comunicación política y la tecnología, y
los factores que mejoran o disminuyen la capacidad de las comunidades
marginadas para participar en la política. 
   Ramiro de Altube
   Profesor titular de la Cátedra de Historia de Asia y Africa II, Escue-
la de Historia, Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional
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                     África diversa: Cuestionando estereotipos
de Rosario | UNR. Investigador del Programa de Investigación sobre
Africa y su Diáspora en América Latina | AFRYDAL | CIECS (CONI-
CET-UNC). Co-Director de la Revista de Historia: Un espacio para el diálogo
intercultural, el debate histórico-político y la divulgación de las producciones regionales.
Ha publica numerosos libros, artículos académicos y de divulgación en el
área de África y Asia.
   Rangel de Almeida Manjate
   Master en Educación Visual por la Escuela Superior Técnica de la
Universidad Pedagógica de Mozambique. Investigador del Centro de Es-
tudos Moçambicanos e Etnociência | CEMEC, de la Universidad Pedagógica
de Mozambique.
   Ricardo Benítez
   Licenciatura en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires y
Magister en Relaciones Internacionales por la Universidad del Salvador.
Miembro Investigador del Centro de Estudios de Política Internacional
(CEPI). Observatorio de Asuntos Humanitarios de la Universidad de
Buenos Aires | UBA. Miembro adherente del Consejo Argentino de Re-
laciones Internacionales (CARI) en el Comité de Asuntos Africanos y
Comité de Medio Oriente.
   Silvia Perazzo
   Es Magíster en Historia por la Universidad Nacional de Tres de
Febrero | UNTREF. Profesora Titular de la Maestría de Relaciones
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                   África diversa: Cuestionando estereotipos
Internacionales de la Universidad del Salvador | USAL y de la Uni-
versidad Austral | UA, y de Historia de África en el Instituto Superior
del Profesorado Joaquín V. González. Su línea de investigación es
conflictos armados africanos. Presidente de ANU-AR y miembro del
Comité de Asuntos Africanos del Consejo Argentino de Relaciones
Internacionales (CARI).
   Yoslán Silverio González
   Licenciado en Historia y Máster en Historia Contemporánea, Men-
ción Estudios Afroasiáticos por la Universidad de La Habana. Se incor-
poró a trabajar en el Centro de Estudios sobre África y Medio Oriente
(CEAMO) entre el 2009 y 2010. Desde septiembre de 2010 trabaja como
investigador en el Centro de Investigaciones sobre Política Internacional
(CIPI). Ha impartido el curso «Los conflictos contemporáneos en Áfri-
ca» en la Licenciatura en Historia de la UH, así como el postgrado «África
y las Relaciones Internacionales» en la Maestría de Historia Contemporá-
nea. Ha participado en diferentes eventos nacionales e internacionales re-
lacionados con las problemáticas africanas y sus artículos han abordado
temas como el terrorismo, los procesos eleccionarios y los conflictos en
África. Ha impartido conferencias en Rio Grande del Sur (Brasil); Cara-
cas (Venezuela) y Dakar (Senegal). Desde enero de 2016 se desempeña
como Jefe del Grupo de África y Medio Oriente del CIPI. Es autor del
libro «África Occidental: crisis vs estabilidad política» (2018) publicado por el
Centro Brasileño de Estudios Africanos (CEBRAFICA).
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                 África diversa: Cuestionando estereotipos
   Este libro colectivo, pretende convertirse en un importante estudio
sobre el pasado y el presente de África. Realizado por un grupo inter-
nacional de especialistas de diferentes disciplinas y centros académicos
de América, África, Europa y Oceanía, nos ofrece una amplia mirada
sobre problemáticas políticas, sociales, culturales, de género, económi-
cas y medio ambientales por la que atraviesa el continente africano,
constituyendo una perspectiva verdaderamente integral. Agrupados en
dos líneas temáticas, las y los autores analizan en una primera instancia,
situaciones comunes a toda África; para luego centrarnos en discusio-
nes más específicas de algunos países en particular. Es nuestro deseo
que este libro, se transforme en un material al que acudan tanto estu-
diantes como docentes especializados, como así también todos aque-
llas/os interesadas/os en comprender desde una perspectiva libre de
estereotipos y discursos unilineales, el devenir del continente africano.
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Este libro colectivo, pretende convertirse en un
importante estudio sobre el pasado y el presente
de África. Realizado por un grupo internacional de
especialistas de diferentes disciplinas y centros
académicos de América, África, Europa y Oceanía,
nos ofrece una amplia mirada sobre problemáticas
políticas, sociales, culturales, de género, económi-
cas y medio ambientales por la que atraviesa el
continente africano, constituyendo una perspectiva
verdaderamente integral. Agrupados en dos líneas
temáticas, las y los autores analizan en una primera
instancia, situaciones comunes a toda África; para
luego centrarnos en discusiones más específicas de
algunos países en particular. Es nuestro deseo que
este libro, se transforme en un material al que
acudan tanto estudiantes como docentes especiali-
zados, como así también todos aquellas/os intere-
sadas/os en comprender desde una perspectiva
libre de estereotipos y discursos unilineales, el
devenir del continente africano.