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Consagración a María según Montfort

Este documento resume los principales puntos de la devoción a María Santísima según San Luis María Grignion de Montfort. Explica que la devoción a María es necesaria para la salvación y que ella es la vía segura para llegar a Jesús. Describe la consagración propuesta por San Luis como un compromiso de reconocer la grandeza de María y amarla profundamente, haciendo todas las obras por medio de ella. Promete que el fruto de esta consagración es la salvación eterna y que el camino hacia el cielo se vuelve más d

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Consagración a María según Montfort

Este documento resume los principales puntos de la devoción a María Santísima según San Luis María Grignion de Montfort. Explica que la devoción a María es necesaria para la salvación y que ella es la vía segura para llegar a Jesús. Describe la consagración propuesta por San Luis como un compromiso de reconocer la grandeza de María y amarla profundamente, haciendo todas las obras por medio de ella. Promete que el fruto de esta consagración es la salvación eterna y que el camino hacia el cielo se vuelve más d

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MES DE PREPARACIÓN

PARA CONSAGRARSE
A MARÍA SANTISIMA
EN MATERNA ESCLAVITUD DE AMOR

SEGÚN SAN LUIS MARÍA GRIGNION DE


MONTFORT

Realizado por los sacerdotes y seminaristas de la casa de


formación “San Vitaliano Papa”
Traducción al español a cura de los monjes de la casa de
formación monástica “Nuestra Señora del Pueyo”

1
Mes de preparación para consagrarse a María
Santísima en materna esclavitud de amor
Según San Luis María Grignion de Montfort

“Aquellos y aquellas que quieren abrazar esta particular forma de devoción después
de haber transcurrido al menos doce días en librarse del espíritu del mundo, contrario
al espíritu de Jesucristo… dedicarán tres semanas en llenarse de Jesucristo por medio
de la Santísima Virgen”.

“Y cada año, en el mismo día, renueven la misma consagración. Observando los


mismos ejercicios a lo largo de tres semanas”.

San Luis María Grignion de Montfort


Tratado n. 227 y n. 233

2
Presentación
Motivos y explicación de esta devoción
1. La necesidad de la devoción a María
Para San Alfonso de Ligorio era imprescindible que en sus misiones populares hubiese
siempre un sermón sobre la Virgen. Ya que la devoción mariana no solo es conveniente sino
necesaria. “Esta devoción – afirmaba el santo doctor – se reputa necesaria para la salvación
eterna: por eso se hace mal pronóstico de tal persona que vive habitualmente extraño a tal
devoción”.

Como pues, según san Alfonso, se hace “mal pronóstico” acerca de la salvación eterna de
quien no es devoto de María, así es necesario de lo contrario, hacer un “buen pronóstico” para
quien es verdaderamente su devoto. Los santos Doctores de la Iglesia se encuentran unánimes
en afirmar que no puede condenarse el verdadero devoto de María Santísima. La devoción
a la Virgen es un signo de predestinación. Exclamaba San Juan Berchmans: “Oh María
Santísima, ¡bienaventurados aquellos que te aman!” El solo hecho de amarla nos hace
bienaventurados en esta tierra y, aún más, nos hará participes de la Eterna Bienaventuranza
en el Paraíso. María no puede abandonar quien en esta vida la buscó sinceramente. Exclama
irónicamente San Bernardo: “Que acabe de exaltar tu Misericordia, oh Bienaventurada Virgen
María, quienquiera que habiéndote invocado en sus necesidades, se acuerde de que tu no lo
hayas asistido”. María, es, como afirma la Constitución Lumen Gentium del Concilio Vaticano
II (n.61) “nuestra Madre en el orden de la gracia”. Es en ella que somos engendrados para el
Cielo.

Es pues con mucha alegría y confianza en su intercesión (de la cual tenemos una necesidad
aún más grande en estos tiempos difíciles) que ofrecemos este pequeño librito de
consagración, con la viva esperanza que María reine en los corazones de todos.

Haciéndonos eco en este modo de la misma esperanza con la cual el gran misionero de Francia,
San Luis María Grignion de Montfort, escribió el Tratado de la Verdadera Devoción a María,
nuestro objetivo con este librito es por lo tanto difundir su Tratado que encierra las más
profundas verdades sobre María Santísima y sobre nuestra relación de amor con ella. En el
San Luis quiere revelar un “secreto” para alcanzar la más alta perfección cristiana.

[82] “Hay secretos en el orden de la gracia para hacer en poco tiempo, con dulzura y facilidad
operaciones sobrenaturales, como despojarse de sí mismo, llenarse de Dios y volverse
perfectos. La devoción que quiero revelar es uno de estos secretos de gracia: secreto
desconocido por la mayoría de los cristianos, conocidos por pocos devotos, practicado y
saboreado por muchos menos aun”.

3
2. La Virgen es la vía segura que conduce siempre a su Hijo
Alguien levantará la objeción (y lamentablemente a menudo se lo escucha decir también a los
católicos) que la devoción a María impide nuestra unión con Jesús. Con la Sagrada Escritura
afirmamos que en Cristo, y en ningún otro hay salvación; “CITA” (Hechos 4,12).

Jesús es el Hijo de Dios, María es una criatura suya. Pero fundándonos siempre en la Palabra
de Dios estamos seguros que es Voluntad del Hijo que la Madre sea Medianera de todos sus
actos salvíficos. Como afirmaba San Juan Pablo II, Dios quiso que María “colaborara
activamente” con sus méritos en la Encarnación, en el nacimiento, en la presentación en el
Templo, en los treinta años de vida escondida, y en la misma muerte de Jesús. En Caná de
Galilea, Jesús se obligó a cumplir sus primeros signos milagrosos por medio de la intercesión
de su Madre, y así cumplirá todos sus misterios a través de María. Si el Hijo de Dios quiso
someterse de ese modo a la Madre: “¡De qué manera se glorifica altamente Dios cuando, para
agradarle, nos sometemos a María, siguiendo el ejemplo de Jesucristo, nuestro único modelo!”
exclama San Luis María.

Por eso si queremos que Cristo reine hay una sola vía: “Jesucristo ha empezado y continuado
sus milagros por medio de María y por medio de María seguirá haciéndolos hasta el final de
los siglos”. Decía san Agustín: “El mundo era indigno de recibir el Hijo de Dios directamente
de las manos del Padre. Este lo ha dado a María para que el mundo lo recibiera por medio de
ella”.

Esto es un misterio desconocido para muchos cristianos y por eso escribe San Luis María:

[13] “El corazón me ha dictado cuanto acabo de escribir con alegría particular para demostrar
que la excelsa María ha permanecido hasta ahora desconocida y que ésta es una de las
razones de que Jesucristo no sea todavía conocido como debe serlo. De suerte que si el
conocimiento y reinado de Jesucristo han de dilatarse en el mundo como ciertamente sucederá
esto acontecerá como consecuencia necesaria del conocimiento y reinado de la Santísima
Virgen, quien lo trajo al mundo la primera vez y lo hará resplandecer, en la segunda”.

3. ¿En qué consiste la consagración enseñada por San Luis


María? ¿Cuáles son los compromisos de esta devoción?
En estos puntos intentaremos resumir, en la medida que podamos, lo que encontrarás
desarrollado a lo largo de este librito.

1. Los destinatarios del Tratado son los humildes


Los compromisos no son muchos ni fatigosos a seguir. Hace falta esforzarse de penetrar en el
misterio de María Santísima y esto no pertenece a los “sabios” del tiempo de San Luis, sino
que a los sencillos y a los humildes. Por eso el Montfort utilizará un lenguaje más bien sencillo.

[26] “Si yo hablara a ciertos sabios actuales, probaría cuanto afirmo sin más, con textos de la
Sagrada Escritura y de los Santos Padres, citando al efecto sus pasajes latinos, y con otras

4
sólidas razones… Pero estoy hablando de modo especial a los humildes y sencillos. Que
son personas de buena voluntad, tienen una fe más robusta que la generalidad de los
sabios y creen con mayor sencillez y mérito”.

Lo que se expondrá sobre la Virgen es un misterio de Fe y a los misterios de Fe se adhieren


tan solo los humildes de corazón.

2. Los compromisos concretos


Una vez que habrás penetrado el maravilloso secreto de la Verdadera Devoción a María, y a
volverte su siervo, para serlo de Cristo, los otros empeños te resultarán sencillos:

a) El primero y el más grande es reconocer la grandeza de María según el modo


en que te lo enseña la Fe y amarla profundamente. Para alcanzar este objetivo te
proponemos esta preparación de un mes.

b) Después de esta consagración tendrás que vivir tu espiritualidad haciendo


todas tus obras externas e internas por María, con María y en María. Ofreciendo
diariamente el fruto de tus obras para que ella lo distribuya a quien quiere, y las
presentes a Jesús. En otras palabras, “regalando” los méritos de tus oraciones y
sacrificios a María, para que ella los presente a su Hijo y los distribuya como quiere.
Esta es la esencia de lo que enseña San Luis en el Tratado.

c) El “esclavo de María”, confiando en su maternal protección, invoca


continuamente su patrocinio. Puedes hacerlo de muchas maneras, internas y externas:
recitando la corona del Rosario, llevando una medalla de María Reina de los
Corazones o una cadenilla en signo de tu “dignidad de esclavo” como ella misma se
declaró esclava respondiendo al ángel: He aquí la esclava del Señor (Lc 1,38)

3. Frutos de esta consagración


San Luis promete que el fruto de esta consagración es ¡nada menos que la salvación eterna! y
que el camino para llegar al Cielo, que es siempre la Cruz, se volverá más dulce y fácil de
llevar, porque a nuestro lado estará nuestra Madre Celeste y con ella y para ella la llevaremos.
¡Ojalá todos conocieran este don!

[112] "¡Oh! ¡Qué bien pagado quedaría mi esfuerzo, si éste humilde escrito cayendo en manos
de una persona bien dispuesta, nacida de Dios y de María le descubriera e inspirara, con la
gracia del Espíritu Santo, la excelencia y precio de la verdadera y sólida devoción a la
Santísima Virgen, que ahora voy a exponerte! Si supiera que mi sangre pecadora serviría para
hacer penetrar en tu corazón, lector amigo, las verdades que escribo en honor de mi amada
Madre y soberana Señora, de quien soy el último de los hijos y esclavos, con mi sangre en vez
de tinta trazaría estas líneas".

5
El Tratado es un verdadero don de Dios para revelar a nosotros la mediación de María para
nuestro bien espiritual. Te puede ayudar a preciarlo la profecía que el mismo San Luis María
dejaba por escrito en el mismo opúsculo y que se cumplió un siglo después:

[114] "Preveo claramente que muchas bestias rugientes llegan furiosas a destrozar con
sus diabólicos dientes este humilde escrito y a aquel de quien el Espíritu Santo se ha
servido para redactarlo o sepultar, al menos, estas líneas en las tinieblas o en el silencio
de un cofre, a fin de que no sea publicado...".

De hecho, el manuscrito del Tratado, fue encontrado un siglo después escondido en un


baúl durante las turbulencias de la Revolución Francesa en el 1842 y publicado por
primera vez en 1843.

4. ¿En qué consiste concretamente esta preparación?

En este librito proponemos un modo sereno y sencillo por medio del cual podrás
prepararte suficientemente para devenir "esclavo de amor" de Jesús en María (sobre el
motivo de este título ves como lo explica el santo en el párrafo 244). Consiste en
prepararse durante un mes, dedicando alrededor de 10 minutos por días a dos puntos: el
primero es considerar una parte del Tratado de la Verdadera Devoción que nosotros
hemos resumido. Entre los paréntesis […] ponemos los párrafos tratados, si acaso
prefieres leer directamente el texto del Tratado.

El segundo punto consiste en prepararse con la consideración de algunos textos y en la


recitación de algunas oraciones que te proponemos siempre siguiendo los sabios consejos
de San Luis María.

Son pocos minutos, hay que buscar pues el máximo recogimiento posible. Si no puedes
estar recogido no te dejes atar por los escrúpulos, más bien intenta observar el precepto
del Señor: “Tu en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento, y después de cerrar
la puerta, ora a tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te
recompensará” (Mt 6,6). Si algún día no pudiste dedicar estos 10 minutos podrás dedicar
más tiempo al día siguiente.

Tendrás luego que hacer el esfuerzo de realizar este mes de preparación cada año, según
las indicaciones del santo (cf. N. 233 del Tratado). Hemos puesto también un examen de
conciencia realizado por un sacerdote montfortiano sobre la manera de vivir la
consagración, con el cual podrás examinarte a lo largo del año.

5. Conclusión: “Soy todo tuyo”

Este tratado ha tenido un influjo esencial (una “svolta” es decir un cambio de rumbo, según
sus palabras) en la vida espiritual del Papa San Juan Pablo II. A partir de este tratado, han
tomado la devoción mariana otros grandes santos como Santa Teresita de Lisieaux, San
Maximiliano María Kolbe y San Aníbal de Francia. María ha formado siempre sus más
valientes soldados; el fruto de donarse a ella, de hecho, es recibirla como guía, protección y
fuente de perseverancia. ¿Quieres pertenecer a las filas de estos grandes devotos?

6
[114] “¡Esta perspectiva me anima y hace esperar un gran éxito, es decir, la formación de un
escuadrón de aguerridos y valientes soldados de Jesús y de María, de uno y otro sexo, que
combatirán al mundo, al demonio y a la naturaleza corrompida, en los tiempos como nunca
peligrosos que van a llegar!”

Nuestra esperanza es ante todo que este librito ayude a nosotros, los religiosos del Instituto
del Verbo Encarnado, para vivir en plenitud y total donación nuestro cuarto voto de
“esclavitud mariana” que libremente hemos profesado. Y siendo así verdaderos devotos y
esclavos de María, podamos promover esta devoción, verdadero signo de predestinación, a las
almas confiadas a nuestro apostolado y oración.

Si muchos abrazarán esta Verdadera Devoción, podremos bien esperar que Jesús reine
verdaderamente en el mundo. Tal Reino se podrá realizar tan solo con lo de su Madre.

P. Andrés José Bonello, IVE

Montefiascone, 19 de Marzo de 2016

Solemnidad de San José, esposo de la Bienaventurada Virgen María

7
Un testimonio, entre otros, de la profundidad de esta devoción nos la ofrece San Juan
Pablo II:

“La lectura de aquel libro (refiriéndose al Tratado) ha dado en mi vida un cambio


decisivo. He dicho cambio, a pesar de tratarse de un largo camino interior que coincidió
con mi preparación clandestina al sacerdocio. Justo entonces llegó a mis manos este
singular Tratado, uno de aquellos libros que alcanza con “haberlo leído”. Me acuerdo que
lo llevé conmigo mucho tiempo, también en la fábrica de soda, así que su hermosa tapa
estaba manchada de cal. Leía y volvía a leer continuamente ciertos pasajes. Me di cuenta
rápidamente que más allá de la forma barroca del libro, se trataba de algo fundamental.
Se siguió que a la devoción de mi infancia y también de mi adolescencia hacia la Madre
de Cristo se sustituyó una nueva actitud, una devoción venida de lo más profundo de mi
fe, como del corazón mismo de la realidad trinitaria y cristológica… la devoción mariana
así moldeada perdura en mí desde entonces. Es parte integrante de mi vida interior y de
mi teología espiritual”.

San Juan Pablo II, citado por André Frossard en “Non abbiate paura”.

8
Primer día
Tratado: [1-13]

María es un misterio
San Luis María Grignion de Montfort empieza formulando la verdad de Fe que será centro
y fuente de todo el Tratado:

“Por medio de la Santísima Virgen María Jesucristo vino en el mundo, pues por medio
de ella debe reinar en el mundo”.

El mismo santo invocará a confirmación de esto la autoridad de los Padres de la Iglesia,


entre los cuales San Agustín, que decía:

“El mundo era indigno de recibir el Hijo de Dios directamente de las manos del Padre. Él
lo dio a María para que el mundo lo recibiera por medio de ella”.

Por un designio divino pues María es, para cada hombre, un medio necesario de
salvación. Y de esto se deriva que Dios ha hecho en ella su mejor criatura. Dios en efecto
concede los bienes de gracia necesarios según el oficio confiado. ¡Cuáles bienes tuvo que
conceder a María Santísima para ser Madre de Dios! San Eucherio decía: “¿quieres saber
cómo es la Madre? Mira como es el Hijo”. Y San Luis María lleno de estupor delante de
esta verdad exclama: “¡Ella es una digna Madre de Dios! ¡Aquí calle toda lengua!”.
Calle toda lengua porque María es un inagotable misterio de gracia, imposible de encerrar
en nuestras limitadas mentes. Tan grandemente Dios la enriqueció de sus dones que San
Luis dice: “ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el corazón del hombre llegó (1Cor 2,9) a
contemplar las bellezas, las grandezas y las prerrogativas de María, el más grande milagro
de la gracia, de la naturaleza y de la gloria!”.

María no es bastante conocida


Este lamento del Montfort está fundado en la consideración de esta su misión como Madre
de Dios. Los dones recibidos para cumplir esta misión son tan altos que no hay mente
humana capaz de comprenderlos. “Es pues justo y debido repetir con los santos: “DE
MARIA NUMQUAM SATIS”. María no ha sido todavía bastante alabada, exaltada,
honrada, amada y servida. Ella se merece más alabanza, respeto, amor y servicio. Hace
falta también afirmar con el Espíritu Santo: Toda esplendida, la hija del rey, va adentro
(Sal 45,14).

Toda la gloria exterior, que como si fuese una competencia, quieren tributarle el cielo y
la tierra, se diría nada en comparación de la que recibió interiormente por el Creador y
que no es conocida por las pobres criaturas, que no pueden penetrar en el secreto más
íntimo del Rey”.

9
Hay que conocer mayormente a María
Revelando el motivo teológico que lo llevó a escribir el Tratado, san Luis revela también
la necesidad para todo católico de renovar el deseo de abrazar esta devoción.

“Mi corazón me ha sugerido cuanto he escrito con particular gozo, para mostrar que la
divina María ha sido hasta ahora desconocida, y es esta una de la razones por la que
Jesucristo no es todavía conocido como se debe. Si pues, como es cierto, el conocimiento
y el reino de Cristo se actuarán en el mundo, será efecto necesario del conocimiento y del
reino de la Santísima Virgen María, que lo dio a luz la primera vez y lo hará resplandecer
la segunda”.


Prácticas de preparación
Nota previa. San Luis María propone empezar con unos Ejercicios Espirituales para
“librarse del espíritu del mundo, contrario al espíritu de Jesucristo”. Pero ya que son
pocos los que pueden empezar este Mes de preparación realizando los Ejercicios, se
proponen aquí, para cada día, algunas lecturas que buscan el mismo objetivo,
concluyendo durante los primeros diez días con las Letanías de la humildad (siendo la
humildad la virtud que distingue al cristiano del mundano).

1) Ponerse en la presencia de Dios.


2) Pedir la gracia de tener un gran deseo de agradar en todo a los ojos del Señor, y
de tener como fin único de mis elecciones fundamentales la vida eterna, sin
dejarme seducir por el espíritu del mundo.
3) Lectura. El espíritu del mundo. (Seguiremos fundamentalmente a Antonio Royo
Marín, “Teología de la perfección cristiana”).
¿Qué es el mundo? Consiste en el clima anticristiano que se forma entre las personas que
viven sin pensar en Dios y dedicadas solamente a las cosas de la tierra. Es pues una
atmosfera que envuelve las personas en una manera de pensar, de desear y preocuparse
solo en orden a los bienes terrenales, para vivir consecuentemente una vida meramente
mundana. Cristo vino para enseñarnos la doctrina de su “Verdadera Vida”. Leemos:
“gracia a vosotros y paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo, que se
entregó a si mismo por nuestros pecados, para librarnos de este perverso mundo, según la
voluntad de nuestro Dios y Padre, a quien sea gloria por los siglos de los siglos…” (Gal
1,3-5).

La actitud mundana es descrita aún con mayor precisión por el mismo Señor: “Los
campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: “¿Qué
haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?” Y dijo: “Voy a hacer esto: voy a demoler
mis graneros, y edificaré otros más grandes y juntaré allí todo mi trigo y mis bienes y

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diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa,
come, bebe, banquetea.” Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el
alma; las cosas que preparaste, ¿Para quién serán?” Así es el que atesora riquezas para
sí, y no se enriquece en orden a Dios”. (Lc 12,16-21).

La necedad consiste en dedicarse solo en alcanzar los bienes mundanos y no aquellos para
la vida eterna.

Considerando el ejemplo de Jesús en la cruz, pediremos en los primeros diez días la virtud
de la humildad en la que se han destacados también los más grandes santos.

Letanías de la humildad, pág. 81

Segundo día
Tratado: [16-26]

PRIMERA PARTE - MARÍA EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN


María en el Misterio de Cristo

La Sagrada Escritura revela que el motivo por el cual el Hijo de Dios se encarnó es la
salvación de los pecadores. Cristo vino para dar la vida en rescate de una multitud (cf.
Mc 10,45). La misma Sagrada Escritura nos indica que en cada uno de estos actos de
Redención María ocupa un puesto privilegiado. De tal modo que desde ahora en adelante,
deberá ocuparlo siempre en cada una de nuestras obras que sean meritorias para la eterna
salvación.
Todo cuanto se refiera a nuestra salvación deberá necesariamente pasar a través de
María, del mismo modo, como con su particular colaboración Cristo ha querido la
Redención del género humano. San Luis María invita a considerar este lugar privilegiado
de María Santísima en los diversos misterios de la vida de Cristo para reforzar la verdad
de esta necesidad, de la Madre para llegar al Hijo.
a) En la encarnación
“Dios Padre entregó su Unigénito al mundo solamente por medio de María. (…) El Hijo
de Dios se hizo hombre para nuestra salvación, pero en María y por medio de María.
Dios Espíritu Santo formó a Jesucristo en María, pero después de haberle pedido
consentimiento por medio de uno de los primeros ministros de su corte”.

b) En los misterios de la Redención.

11
“Dios Padre comunicó a María su fecundidad, en cuanto una pura creatura era capaz de
recibir, para que pudiera engendrar a su Hijo y a todos los miembros de su Cuerpo
Místico”
“Dios Hijo descendió al seno virginal de María como nuevo Adán a su paraíso terrestre,
para complacerse y realizar allí secretamente maravillas de gracia.
Este Dios-hombre encontró su propia libertad en el verse prisionero en su seno”.

María está presente en la encarnación, en el nacimiento, en la presentación en el templo,


en los treinta años de vida escondida, en la muerte de Jesús, y como enseña la Tradición,
lo vio resucitado. Jesús se obligó a realizar los primeros signos milagrosos por medio de
la intercesión de su Madre, como en Caná de Galilea. Si así ha querido someterse el Hijo
a la Madre, exclama San Luis María:

“¡Oh! ¡Cuán altamente glorificamos a Dios, cuando para agradarle nos sometemos a
María, a ejemplo de Jesucristo, nuestro único modelo!”

¡Queremos que Jesús reine y continué haciendo maravillas!

“Jesucristo comenzó y continúa haciendo sus milagros por medio de María y por medio
de María los continuará haciendo hasta el fin de los siglos”

Colaboradora de Dios

Escuchemos del Santo de Montfort la verdad teológica que da la clave para entender la
esencia de todo el Tratado:

“Dios Padre creó un depósito de todas las aguas y lo llamó mar.


Creó un depósito de todas las gracias y lo llamó María.
El Dios omnipotente posee un tesoro o almacén riquísimo en el que ha encerrado lo más
hermoso, refulgente, raro y precioso que tiene, incluido su propio Hijo. Este inmenso
tesoro es María, a quien los santos llaman el tesoro del Señor, de cuya plenitud se
enriquecen los hombres”.

Es un dato de fe que:

“Dios Hijo comunicó a su Madre cuanto adquirió mediante su vida y muerte, sus méritos
infinitos y virtudes admirables, y la constituyó tesorera de todo cuanto el Padre le dio en
herencia. Por medio de Ella aplica sus méritos a sus miembros, les comunica sus virtudes
y les distribuye sus gracias. María constituye su canal misterioso, su acueducto por el
cual hace pasar suave y abundantemente sus misericordias. No se concede a los hombres
ningún don celestial que no pase por sus manos virginales. Porque tal es la voluntad
de Dios que quiere que todo lo tengamos por María. Así tenía que ser enriquecida,
ensalzada y honrada por el Altísimo la que durante su vida se empobreció, humilló y
ocultó hasta el fondo de la nada por su humildad”.


12
Prácticas de preparación
1) Ponerse en la presencia de Dios.
2) Pedir la gracia de tener un gran deseo de agradar en todo los ojos del Señor, y de
tener como fin único de mis elecciones fundamentales la vida eterna, sin dejarme
seducir por el espíritu del mundo.
3) Lectura. ¿En qué consiste el “ambiente mundano”? (De Antonio Royo Marín,
Teología de la perfección cristiana)
Este ambiente malsano está constituido y se manifiesta de cuatro formas principales:
Veamos hoy la primera: Falsas máximas. Son los principios de pensamiento en directa
oposición a aquellos del Evangelio. El mundo exalta las riquezas, los placeres, la
violencia, los engaños y fraudes puestos al servicio del propio egoísmo, la ilimitada
libertad para entregarse a todo tipo de excesos y de pecados. «Somos jóvenes, debemos
gozar de la vida»; «Dios es bueno y comprensivo y no nos condenará porque gocemos y
nos divirtamos»; «Es necesario ganar mucho dinero, sea como sea»; «La cosa más
importante es la salud, la vida larga, el comer y el vestir bien, el divertirse cuanto sea
posible»; etc. Estas son las máximas consagradas por el mundo. No alcanza a concebir
nada de lo más noble ni de lo más elevado; lo cansan y lo enfadan las máximas contrarias,
que son justamente aquellas del Evangelio. Y sigue tan adelante, el mundo, en la inversión
de valores, que considera a un vulgar ladrón como un «habilidoso en su hacer», a un
seductor como «un hombre alegre», a un impío o a un libre pensador como «un espíritu
fuerte»; una mujer arreglada de modo indecente y provocativo, una persona que «sigue la
moda», etc.
Texto bíblico: “No os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante
la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cual es la voluntad de
Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto » (Rm 12,2)

Letanías de la humildad, pág. 81

Tercer día
Tratado: [27-36]

Influjo materno de María


Jesús, ya glorioso a la derecha del Padre… ¿es también ahora el hijo de María? San Luis
María responde que sí. Porque lo que es natural es elevado por la gracia y la gloria lleva
la gracia a la perfección. Todo lo que era de bondad natural sobre esta tierra es elevado a
la realidad sobrenatural, y ahora, en la gloria de Dios, es perfecto.

13
“Es cierto, pues, que nuestro Señor sigue siendo, en el cielo, hijo de María como lo fue
en la tierra y mantuvo la sumisión y la obediencia del más perfecto de todos los hijos
hacia la mejor de todas las madres”.

Mas no es una maternidad a la manera que nosotros conocemos:

“María es infinitamente inferior a su Hijo, que es Dios. Por tanto, cuando leemos en San
Bernardo, San Buenaventura, San Bernardino y otros, que en el cielo y en la tierra todo
inclusive el mismo Dios está sometido a la Santísima Virgen, debe entenderse que la
autoridad que Dios le confirió es tan grande que parece como si tuviera el mismo
poder de Dios y que sus plegarias y súplicas son tan poderosas ante Dios que valen como
mandatos ante la divina Majestad. La cual no desoye jamás las súplicas de su querida
Madre, porque son siempre humildes y conformes a la voluntad divina”

María es signo de la verdadera fe


Dios Padre quiere tener hijos por medio de María hasta el fin del mundo:

“Así como en la generación natural y corporal concurren el padre y la madre, también en


la generación sobrenatural y espiritual hay un Padre, que es Dios, y una Madre, que es
María. Todos los verdaderos hijos de Dios y predestinados tienen a Dios por Padre y a
María por Madre”.

Los católicos “que no tienen a María por Madre, tampoco tienen a Dios por Padre”, afirma
san Luis María haciéndose eco de una afirmación de san Cipriano.

Pero no basta con decir que María es Madre sin amor filial.

“Si la tuviesen por tal, la amarían y honrarían, como el buen hijo ama y honra
naturalmente a la madre que le dio la vida. La señal más infalible y segura para distinguir
a un hereje, a un hombre de perversa doctrina, a un réprobo de un predestinado, es que el
hereje y el réprobo no tienen sino desprecio o indiferencia para con la Santísima Virgen”.

María es Madre de la Iglesia


“Dios Hijo quiere formarse por medio de su dilecta María”. En el Cuerpo místico de la
Iglesia, en donde Cristo es la cabeza y nosotros los miembros, María es el cuello que une
justamente la Cabeza con los miembros”.

“Ninguna madre da a luz la cabeza sin los miembros, ni los miembros sin la cabeza: de
lo contrario, aquello sería un monstruo de la naturaleza. Del mismo modo, en el orden de
la gracia, la Cabeza y los miembros nacen de la misma madre. Y si un miembro del
Cuerpo Místico de Jesucristo, es decir, un predestinado, naciese de una Madre que no sea
María la que engendró a la Cabeza, no sería un heredero del Cielo, ni miembro de
Jesucristo, sino un monstruo en el orden de la gracia”.

14
María es Figura de la Iglesia
“Cuando María ha echado raíces en un alma, realiza allí las maravillas de la gracia que
sólo Ella puede realizar, porque Ella sola es Virgen fecunda, que no tuvo ni tendrá jamás
semejante en pureza y fecundidad. María ha colaborado con el Espíritu Santo a la obra de
los siglos, es decir, la Encarnación del Verbo. En consecuencia, Ella realizará también
los mayores portentos de los últimos tiempos: la formación y educación de los
grandes santos, que vivirán hacia el fin del mundo, están reservadas a Ella, porque
sólo esta Virgen singular y milagrosa puede realizar en unión del Espíritu Santo, las
cosas singulares y extraordinarias”.


Prácticas de preparación
1) Ponerse en la presencia de Dios.
2) Pedir la gracia de tener un gran deseo de agradar en todo los ojos del Señor, y de
tener como fin único de mis elecciones fundamentales la vida eterna, sin dejarme
seducir por el espíritu del mundo.
3) Lectura. ¿En qué consiste el “ambiente mundano”? (De Antonio Royo Marín,
“Teología de la perfección cristiana”)
En segundo lugar el espíritu mundano es caracterizado por las burlas y persecuciones
contra los que el cristiano ama. En concreto burla y persigue la vida de piedad; los
vestidos decentes y honestos. Los espectáculos morales, que elevan el espíritu, son
definidos ridículos y aburridos. Es objeto de burla aquel que tiene delicadeza de
conciencia en los negocios. Acerca de las leyes santas del matrimonio, el mundano las
considera anticuadas e imposibles de practicar.

Si debemos sufrir las burlas, acordémonos del Señor, y ofrezcámoslo para acompañarle
en su Pasión: “Entonces los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús dentro del
pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte. Le desnudaron y le echaron
encima un manto de púrpura; y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre
su cabeza, y en su mano derecha una caña. Después doblaban la rodilla delante de él, y
le hacían burla diciendo: “¡Salve, Rey de los judíos!”; y le escupían y le quitaban la caña
para golpearle en la cabeza. Y después de haberse burlado de él, le quitaron el manto, le
pusieron sus ropas y le llevaron a crucificarle” (Mt 27,27-31).

Letanías de la humildad, pág. 81

Cuarto día
Tratado: [37-48]

María es reina de los corazones


15
De todo lo que se ha dicho precedentemente, San Luis, concluye de este modo:
a. “María no podría ser la madre de todos los hombres, si no tuviese derecho y
dominio sobre sus almas, por una gracia singular del Altísimo, el cual,
habiéndole dado poder sobre su propio Hijo, se lo ha dado también sobre
sus propios hijos adoptivos, no solo en cuanto al cuerpo, lo cual sería poca
cosa, sino también en los bienes del alma”
b. “María es la Reina de los corazones porque, así como el reino de Jesucristo
consiste principalmente en los corazones, así el reino de la Santísima Virgen
está principalmente en el interior del hombre, es decir, en su alma. De hecho,
es sobre todo en las almas donde ella viene glorificada junto con el Hijo, más
que en todas las criaturas visibles, de modo que podemos llamarla con los
Santos: Reina de los corazones”.

María es necesaria a los hombres

Si Dios, voluntariamente, ha querido que la Virgen le fuese necesaria, ¡cuánto más ella
es necesaria a los hombres para alcanzar el fin último! Muchos sabios, en referencia a las
pruebas irrefutables dadas por los Santos Padres, como San Agustín, San Bernardo, Santo
Tomás y San Buenaventura, han demostrado que la devoción a María es necesaria para
salvarse. Tan cierta es esta afirmación, que al decir de Ecolampadio:
“Como es signo infalible de reprobación (condenación), el no tener estima y amor por la
Virgen María, así, al contrario, es signo infalible de predestinación serle enteramente
devoto”
San Luis, para probar esta verdad con más énfasis, trae una frase de San Juan Damasceno:
"Ser devoto tuyo, oh María, es un arma de salvación que Dios ofrece a los que quiere
salvar".

El Santo, continua afirmando que de siglo en siglo y particularmente las personas que
más se esfuercen en crecer en la unión con Dios, serán las más asiduas en rezar a la santa
Virgen y en tenerla siempre presente como modelo propio a imitar y ayuda válida para
socorrerlos. Todo lo cual sucederá, de modo particular, al fin del mundo, porque el
Altísimo y su Santísima Madre han de formar grandes santos que superarán en
santidad a la mayoría de los otros santos. Estas almas grandes, llenas de gracia y de
celo, que tendrán una particular devoción a la Virgen santísima, serán escogidas por Dios
para oponerse a sus enemigos, que bramarán por todas partes. Con una mano combatirán,
derribarán, aplastarán a los herejes con sus herejías, a los cismáticos con sus cismas, a
los idólatras con sus idolatrías y a los pecadores con sus impiedades. Con la otra
edificarán el templo del verdadero Salomón y la mística ciudad de Dios, es decir, la
Santísima Virgen, llamada precisamente por los Padres, Templo de Salomón y Ciudad
de Dios. Con sus palabras y ejemplos atraerán a todos a la verdadera devoción a
María. Esto les granjeará muchos enemigos, pero también muchas victorias y gloria para
Dios solo.

16

Prácticas de preparación
1) Ponerse en la presencia de Dios.
2) Pedir la gracia de tener un gran deseo de agradar en todo a los ojos del Señor, y
de tener como fin único de mis elecciones fundamentales la vida eterna, sin
dejarme seducir por el espíritu del mundo.
3) Lectura. ¿En qué consiste el “ambiente mundano”? (De Antonio Royo Marín,
Teología de la perfección cristiana)
En tercer lugar, el mundano es aquel que da prioridad a los placeres y diversiones, cada
vez más refinados e inmorales: teatros, películas, bailes, centros de perversión, playas,
piscinas con promiscuidad de sexos; diarios, revistas, romances, modas indecentes,
conversaciones torpes, cuentos procaces, frases de doble sentido, etc. No se piensa ni se
vive, sino para el placer y la diversión, al cual se sacrifica frecuentemente el reposo y
hasta el mismo dinero indispensable a las necesidades más urgentes de la vida.

“Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo
sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.
- Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando
Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él
en gloria. Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones
desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de
Dios viene sobre los hijos de desobediencia, en las cuales vosotros también anduvisteis
en otro tiempo cuando vivíais en ellas. Pero ahora dejad también vosotros todas estas
cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca

Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra
otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros” (Col 3, 1-8.13).

Letanías de la humildad, pág. 81

Quinto día
Tratado: [49-54]

María y los últimos tiempos


“La salvación del mundo comenzó por medio de María y por medio de Ella debe tener su
cumplimiento”

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Dios quiere revelar y manifestar, a todos los hombres, su obra maestra, María Santísima:

a. Porque Ella se ocultó en este mundo y se colocó más baja que el polvo por su
profunda humildad, habiendo alcanzado de Dios, de los Apóstoles y Evangelistas
que no la dieran a conocer.
b. Porque Ella es la obra maestra de las manos de Dios, tanto en el orden de la gracia
como en el de la gloria y Él quiere ser glorificado y alabado en la tierra por los
hombres.
c. Porque Ella es la aurora que precede y anuncia al Sol de Justicia, Jesucristo, y por
lo mismo, debe ser conocida y manifestada, si queremos que Jesucristo lo sea.
d. Porque Ella es el camino por donde vino Jesucristo a nosotros la primera vez y lo
será también cuando venga la segunda, aunque de modo diferente.
e. Porque Ella es el medio seguro y el camino directo e inmaculado para ir a
Jesucristo y hallarlo perfectamente. Por ella deben resplandecer en santidad.
Quien halla a María, halla la vida, es decir, a Jesucristo, que es el Camino, la
Verdad y la Vida. Ahora bien, no se puede hallar a María sino se la busca, ni
buscarla si no se la conoce, pues no se busca ni desea lo que no se conoce. Es, por
tanto, necesario que María sea mejor conocida que nunca, para mayor
conocimiento y gloria de la Santísima Trinidad.
f. Porque María debe resplandecer más que nunca en los últimos tiempos en
misericordia, poder y gracia.
En misericordia, para recoger y acoger amorosamente a los pobres pecadores y a
los extraviados que se convertirán y volverán a la Iglesia católica; En poder, contra
los enemigos de Dios, los idólatras, cismáticos, mahometanos, judíos e impíos
endurecidos que se rebelarán terriblemente para seducir y hacer caer, con
promesas y amenazas, a cuantos se les opongan. En gracia, finalmente, para
animar y sostener a los valientes soldados y fieles servidores de Jesucristo, que
combatirán por los intereses del Señor.

g. Por último, porque María debe ser terrible al diablo y a sus secuaces "como un
ejército en orden de batalla" sobre todo en estos últimos tiempos, porque el diablo
sabiendo que le queda poco tiempo y menos que nunca para perder a las gentes,
redoblará cada día sus esfuerzos y ataques. De hecho, suscitará a en breve crueles
persecuciones y tenderá terribles emboscadas a los fieles servidores y verdaderos
hijos de María, a quienes le cuesta vencer mucho más que a los demás.

María y la última lucha


A las persecuciones del demonio, debe reanudarse la primera y celebre profecía y
maldición proferida por Dios en el paraíso terrestre en contra de la serpiente. “Enemistad
pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje; este te pisará la cabeza y tú le
acecharás el calcañar”. Dios ha preparado una inconciliable enemistad que crecerá hasta
el final d los tiempos: la enemistad entre María y el demonio, entre los hijos y siervos de
la Virgen Santa y los hijos y secuaces de Lucifer.

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“De suerte que el enemigo más terrible que Dios ha suscitado como Satanás es María, su
Santísima Madre. El diablo la teme no sólo más que a todos los ángeles y hombres, sino
en cierto modo más que al mismo Dios. No ya porque la ira, odio y poder de Dios no
sean infinitamente mayores que los de la Santísima Virgen, sino porque Satanás, que es
tan orgulloso sufre infinitamente más al verse vencido y castigado por una sencilla y
humilde esclava de Dios y la humildad de la Virgen lo humilla más que el poder divino;
y también porque Dios ha concedido a María un poder tan grande contra los
demonios que estos tienen más miedo a un solo suspiro de María a favor de una
persona, que a las oraciones de todos los santos y a una sola amenaza suya contra ellos
más que a todos los demás tormentos”.

“Eva, al obedecer a la serpiente, se hizo causa de perdición para sí y para todos sus hijos.
María, al permanecer perfectamente fiel a Dios, se convirtió en causa de salvación para
sí y para todos sus hijos y servidores, consagrándolos al Señor”.

Dios no constituyo tan solo una enemistad, sino unas enemistades; una entre María y el
demonio, la otra entre el linaje de la Virgen Santa y el linaje del demonio. No se aman
entre ellos, no hay relación entre ellos”.

Los hijos de Belcebú


Los esclavos de Satanás, los amigos del mundo siempre han perseguido y perseguirán los
fieles de la Santísima Virgen. Pero el poder de María sobre todos los demonios
resplandecerá de manera particular en los últimos tiempos, cuando Satanás insidiará sus
humildes hijos. Estos serán pequeños y pobres según el mundo, pero serán ricos de la
gracia de Dios, que María les comunicará en abundancia, así que podrán aplastar la cabeza
del demonio haciendo triunfar a Jesucristo.


Prácticas de preparación
1) Ponerse en la presencia de Dios.
2) Pedir la gracia de tener un gran deseo de agradar en todo a los ojos del Señor, y
de tener como fin único de mis elecciones fundamentales la vida eterna, sin
dejarme seducir por el espíritu del mundo.
3) Lectura. ¿En qué consiste el “ambiente mundano”? (De Antonio Royo Marín,
“Teología de la perfección cristiana”)
Escándalos y malos ejemplos casi continuos, hasta el punto de apenas poder salir a la
calle, abrir un periódico, contemplar un escaparate, oír una conversación sin que aparezca
en toda su crudeza una incitación al pecado en alguna de sus formas. Con razón decía San
Juan que el mundo está como sumergido en el mal: “el mundo todo está bajo el maligno”
(1Jn 5,19). El divino Maestro nos puso en guardia contra las seducciones del mundo: “¡Ay

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del mundo por los escándalos!” (Mt 18,7) anunciando el espantoso destino que aguarda a
los escandalosos (Mt 18,6-9).

“Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las asechanzas del Diablo. Porque
nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Dominadores de este
mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas” (Ef. 6,11-12).

Letanías de la humildad, pág. 81

Sexto día
Tratado: [55-59]

María y los apóstoles de los últimos tiempos.


“San Luis María, enumerando las consecuencias que experimentarán aquellos que
permanecerán fieles a María Santísima y crecerán en su amor, dice que estos “verán, en
cuanto lo permita la fe, a esta hermosa estrella del mar y, guiados por Ella, llegarán al
puerto seguro, a pesar de las tempestades y de los piratas.

Conocerán las grandezas de esta Soberana y se consagrarán enteramente a su servicio,


como súbditos y esclavos de amor.
Saborearán sus dulzuras y bondades maternales y la amarán tiernamente como sus hijos
predilectos.

Experimentarán las misericordias en que Ella reboza y la necesidad en que están de su


socorro, recurrirán en todo a Ella, como a su querida Abogada y Medianera ante
Jesucristo. Entonces sabrán que María es el medio más seguro, fácil, corto y perfecto
para llegar hasta Jesucristo y se consagrarán a Ella en cuerpo y alma sin reserva
alguna, para pertenecer del mismo modo a Jesucristo”.

Inmediatamente el santo, se pregunta cómo serán estos esclavos de María, y responde:


“Serán fuego encendido, ministros del Señor, que prenderán por todas partes el fuego del
amor divino.
Serán flechas agudas en la mano poderosa de María para atravesar a sus enemigos: como
saetas en mano de un valiente.
Serán en todas partes el buen olor de Jesucristo para los pobres y sencillos; pero para los
grandes, los ricos y mundanos orgullosos serán olor de muerte.
Serán nubes tronantes y volantes, en el espacio, al menor soplo del Espíritu Santo. Sin
apegarse a nada ni asustarse, ni inquietarse por nada, derramarán la lluvia de la palabra
de Dios y de la vida eterna, tronarán contra el pecado, lanzarán rayos contra el mundo
del pecado, descargarán golpes contra el demonio y sus secuaces.
Serán los apóstoles auténticos de los últimos tiempos. A quienes el Señor de los ejércitos
dará la palabra y la fuerza necesarias para realizar maravillas y ganar gloriosos despojos
sobre sus enemigos. Y no dejarán en pos de sí en los lugares en donde prediquen sino el
oro de la caridad”.

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El Santo continúa:
“Como verdaderos discípulos de Jesucristo, enseñarán la senda estrecha de Dios en la
pura verdad, conforme al Evangelio y no a los códigos mundanos, sin inquietarse por
nada ni hacer acepción de personas, sin dar oídos ni escuchar ni temer a ningún mortal
por poderoso que sea”.


Prácticas de preparación
1) Ponerse en la presencia de Dios.
2) Pedir la gracia de tener un gran deseo de agradar en todo a los ojos del Señor, y
de tener como fin único de mis elecciones fundamentales la vida eterna, sin
dejarme seducir por el espíritu del mundo.
3) Lectura. ¿Cómo combatir el ambiente mundano? (De Antonio Royo Marín,
Teología de la perfección cristiana)

a) Primer propósito: huir las ocasiones peligrosas. Sobretodo el alma que aspira a
la santidad debe renunciar voluntariamente a los espectáculos mundanos, en la
mayoría de los cuales el mundo inocula su veneno, siembra sus errores y excita
las pasiones más bajas. Basta pensar el veneno contra la fe que recibimos
constantemente en la televisión. Aquí más que en otro lugar vale el dicho del
Espíritu Santo: Quien ama el peligro perecerá en él (Ecclo 3, 27). Ciertamente
que no es necesario renunciar a todos los espectáculos, pero sí a la mayor parte
de ellos. Dice Royo Marín “A nadie le parezca excesiva la renuncia a la mayor
parte de los espectáculos y diversiones. En realidad, nada deja quien renuncia a
todas las cosas por Dios, ya que todas las criaturas, al decir de San Juan de la
Cruz, son como si no existieran delante a Él. Solamente a nuestra ceguera aparece
demasiado caro el precio de la santidad”

“El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al


encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo
lo que tiene y compra el campo aquel”. (Mt 13,44) Nótese que delante de la grandeza del
tesoro descubierto (que es el Reino de los Cielos), el hombre deja todo aquello que tiene
lleno de alegría.

Letanías de la humildad, pág. 81

Séptimo día
Tratado: [60-67]

SEGUNDA PARTE - EL CULTO A MARÍA EN LA IGLESIA

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Fundamentos teológicos del culto a María
San Luis, después de haber hablado de la necesidad de la devoción a la Santísima Virgen,
antes de empezar a explicar en qué consiste, presenta unas verdades que ponen en luz esta
grande y sólida devoción.

Primera verdad. Jesucristo, nuestro Salvador, verdadero Dios y verdadero hombre, debe
ser el fin último de todas nuestras devociones. De lo contrario, sería una devoción falsa y
engañosa ya que Jesucristo es el Alfa y el Omega (Ap 1,8), el Principio y el Fin (Ap 21,6)
de todas las cosas. Además no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el
que nosotros debamos salvarnos (Hech 4,12). El mismo Jesús nos dice que cuando el
sarmiento cae de la vid y se seca, solo sirve para ser arrojado en el fuego (cfr. Jn 15,6). Si
en cambio estamos en Jesús y Jesús en nosotros, no debemos temer nada.

Si pues, establecimos una sólida devoción a la Santísima Virgen es solamente para


establecer más perfectamente la devoción a Jesús siguiendo un medio fácil y seguro para
encontrarlo. Si la devoción a María nos alejaría de Jesús habría que rechazarla como una
ilusión diabólica.

“Esta devoción nos es necesaria para hallar perfectamente a Jesucristo, amarlo con ternura
y servirlo con fidelidad”.

El santo, denunciando el triste hecho de que la mayoría de los cristianos, y entre ellos
también los más sabios, no conocen la unión que hay entre Jesús y su Madre, exclama
dirigiéndose al Señor: “Ella se halla tan íntimamente unida a Ti que sería más fácil separar
la luz del sol, el calor del fuego, más aún, sería más fácil separar de Ti a todos los ángeles
y santos que a la excelsa María: porque Ella te ama más ardientemente y te glorifica con
mayor perfección que todas las demás creaturas juntas”.

Muchos, también entre los católicos, creen que llevar a la gente hacia la devocion a María
Santísima, equivaldría a “quitar algo a Jesús”. Pero San Luis refiriéndose a estos dice que
“carecen de piedad y devoción tierna para contigo, porque no la tienen para con María.
Consideran el Rosario, el escapulario, la Corona como devociones propias de mujercillas
e ignorantes, que poco importan para la salvación. De suerte que, si encuentran a algún
devoto de Santa María que reza el Rosario o practica alguna devoción en su honor,
procuran cambiarle el espíritu y el corazón y le aconsejan que, en lugar del Rosario, rece
otras oraciones, exhortándolos a la devoción a Jesucristo en vez de la devoción a la
Santísima Virgen”. Finalmente termina con una fuerte admonición:

“No pretenda obtener misericordia de Dios aquel que ofende su Santa Madre”.


Prácticas de preparación
1) Ponerse en la presencia de Dios.

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2) Pedir la gracia de tener un gran deseo de agradar en todo los ojos del Señor, y de
tener como fin único de mis elecciones fundamentales la vida eterna, sin dejarme
seducir por el espíritu del mundo.
3) Lectura. ¿Cómo combatir el mundo? (De Antonio Royo Marín, “Teología de la
perfección cristiana”)

b) Segundo propósito: reavivar la fe. La fe es la victoria que vence el mundo (1Jn


5,4). “iluminados por ella, debemos oponer a las falsas máximas del mundo las
palabras de Cristo; a sus seducciones, las promesas eternas; a sus placeres y
diversiones, la paz y la serenidad de una buena conciencia; a sus ironías y a sus
desprecios, el coraje de los hijos de Dios; a sus escándalos y malos ejemplos, la
conducta de los santos y la constante afirmación de una vida irreprensible delante
de Dios y de los hombres”. A la luz de esto podemos considerar dos textos
bíblicos:
“El hombre natural no capta las cosas del Espíritu de Dios, son necedad para él. Y no
las puede entender, pues solo el Espíritu puede juzgarlas” (1Cor 2,14).

“La predicación de la cruz es una necedad para los que se pierden; mas para los que se
salvan, es fuerza de Dios. (…) De hecho, como el mundo mediante su propia sabiduría
no conoció a Dios en su divina sabiduría, quiso Dios salvar a los creyentes mediante la
necedad de la predicación” (1Cor 1,18.21).

Letanías de la humildad, pág. 81

Octavo día
Tratado: [68-77]

Nosotros somos esclavos de Cristo y de María

Segunda verdad. Por medio del bautismo, nos hemos convertido en esclavos de
Jesucristo, por lo tanto debemos esforzarnos por llevar fruto para la gloria de Dios,
haciéndolo reinar en nuestras almas, porque Él nos ha conquistado con su sangre. De
hecho Jesús mismo con tantas parábolas afirma nuestra pertenencia a Él y nuestro deber
de dar fruto, como hace por ejemplo cuando nos parangona a un rebaño, del cual Él es el
pastor, que debe multiplicarse y dar leche. Al contrario, Jesús maldice la higuera
infructuosa y condenó al siervo perezoso que no había hecho producir el propio talento.
Todo esto prueba que Jesucristo quiere recoger algún fruto de nosotros es decir, de
nuestras buenas obras. San Pablo escribe: “En efecto, hechura suya somos: creados en
Cristo Jesús, en orden a las buenas obras que de antemano dispuso Dios que
practicáramos" (Ef 2,10). Estas palabras muestran que Jesucristo es el único principio

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y fin de todas nuestras buenas acciones, y que debemos servirlo, no solo como siervos
asalariados, sino más bien, como esclavos de amor.

San Luis María, explica el sentido de la palabra “esclavo”, haciendo las debidas
distinciones (recordemos que él ha vivido a finales del 600 e inicio del 700): “hay en este
mundo dos modos de pertenecer a otro y depender de su autoridad: el simple servicio y
la esclavitud. Mientras con el servicio uno se compromete a servir a otro durante cierto
tiempo y por determinado salario o retribución, con la esclavitud, en cambio, uno depende
de otro enteramente, por toda la vida y debe servir al amo sin pretender salario ni
recompensa alguna”. Por otra parte afirma que existen tres tipos de esclavitud:
a- La esclavitud de naturaleza, de este modo todas las creaturas son esclavas de Dios:
“Del Señor es la tierra y cuanto la llena”.

b- La esclavitud forzada, que es propia de los demonios y condenados.

c- La esclavitud voluntaria es la más perfecta y la más gloriosa para Dios, que escruta
el corazón, nos lo pide para sí y se llama Dios del corazón o de la voluntad amorosa.
Efectivamente, por esta esclavitud, se elige Dios y su servicio por encima de todos
los demás, aunque no estuvieras obligado a ello por naturaleza.

Asimismo aclara la diferencia entre el siervo y el esclavo, diciendo:

“1º El criado no entrega a su patrón todo lo que es, todo lo que posee ni todo lo que puede
adquirir por sí mismo o por otros; el esclavo en cambio se entrega totalmente a su amo,
con todo lo que posee y puede adquirir, sin excepción alguna;

2º El criado exige retribución por los servicios que presta a su patrón; el esclavo, por el
contrario, no puede exigir nada, por más asiduidad, habilidad y energía que ponga en el
trabajo;

3º El criado puede abandonar a su patrón cuando quiera o al menos, cuando expire el


plazo del contrato; mientras que el esclavo no tiene derecho a abandonar a su amo cuando
quiera;

4 º Por último, el criado está al servicio del patrón sólo temporalmente; el esclavo, lo está
para siempre”
Como no existe nada entre los hombres que los haga pertenecer uno al otro, cuanto la
esclavitud, del mismo modo no hay nada entre los cristianos que los haga pertenecer a
Jesucristo y a María como la esclavitud voluntaria. Reiteradas veces en las Sagradas
Escrituras, los cristianos son llamados siervos de Cristo. Antiguamente, la palabra siervo
se la usaba para indicar solamente a un esclavo, porque entonces no existían los siervos.
Nosotros, por tanto, no podemos pertenecer a Cristo como siervos con sueldo, sino como
esclavos, que movidos por un gran amor si consagran a su servicio en calidad de esclavos.
Todo lo que hasta ahora hemos dicho de Jesús, lo podemos referir, sin duda también a
María santísima porque como dicen los santos:
“Todo lo que conviene a Dios por naturaleza, conviene a María por gracia”

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Según los santos, es lícito llamarse esclavos de amor de la santísima Virgen para de este
modo ser más perfectamente esclavos de Jesucristo. Ella, de hecho no es como las otras
criaturas, a la cuales si nos apegamos a ellas, pueden separarnos de Dios en lugar de
acercarnos a Él. La inclinación más fuerte de María es unirnos a su Hijo Jesucristo, del
mismo modo que el deseo más fuerte del Hijo es que vayamos a Él por medio de su Santa
Madre. El santo concluye con esta afirmación.
“Si alguno no quiere que nos llamemos esclavos de la Santísima Virgen ¿qué más da?
¡Hacerte y llamarte esclavo de Jesucristo es hacerte y proclamarte esclavo de la Santísima
Virgen! Porque Jesucristo es el fruto gloria de María”


Prácticas de preparación
1) Ponerse en la presencia de Dios.
2) Pedir la gracia de tener un gran deseo de agradar en todo a los ojos del Señor, y
de tener como fin único de mis elecciones fundamentales la vida eterna, sin
dejarme seducir por el espíritu del mundo.
3) Lectura. ¿Cómo combatir el mundo? (De Antonio Royo Marín, Teología de la
perfección cristiana)

c) Tercer propósito: considerar la vanidad del mundo: el mundo pasa velozmente:


“La apariencia de este mundo pasa” (1Cor 13,7) y con él se desvanecen sus
placeres y sus concupiscencias: “El mundo pasa con sus concupiscencias; pero
quien hace la voluntad de Dios permanece eternamente” (1Jn 2,17). No hay nada
nada estable bajo el cielo; todo se mueve y se agita como el mar cuando arrecia la
tempestad. El mundo, cambia continuamente sus juicios, afirmaciones, gustos y
caprichos; a veces reniega de aquello que primero había aplaudido con frenesí,
yendo de un extremo al otro sin escrúpulo, permaneciendo sólo constante en la
facilidad de la mentira y de la obstinación por el mal. Todo pasa y se desvanece,
sólo Dios no se muda, decía Santa Teresa. Y con Él permanece su verdad: “La
verdad del Señor permanece para siempre” (Sal 116, 1); su palabra: “La palabra
de Dios permanece para siempre” (1Pe 1,1); su justicia: “Su Justicia permanece
para siempre” (Sal 110,3), y aquel que cumple su divina voluntad; “quien hace la
voluntad de Dios permanece eternamente” (1Jn 2,17).
“No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y
ladrones que socavan y roban. Amontonaos más bien tesoros en el cielo, donde no hay
polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben. Porque donde esté tu
tesoro, allí estará también tu corazón.” (Mt 6, 19-21)
He aquí como vive en concreto quien busca su tesoro en el Cielo: “Viendo la
muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la
palabra, les enseñaba diciendo:
«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

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Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de
los Cielos.
Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase
de mal contra vosotros por mi causa.
Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la
misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros» (Mt 5,21)

Letanías de la humildad, pág. 81

Noveno día
Tratado: [78-89]

Morir a nosotros mismos y revestirnos del hombre nuevo


Tercera verdad. Por el pecado original, nuestras mejores acciones, suelen estar
manchadas y corrompidas por malas inclinaciones, consecuencias de aquel primer pecado
en la naturaleza humana. Así, cuando Dios nos concede sus gracias, estas ordinariamente
se manchan por la herida que el pecado nos dejó. Jesús nos dijo como podemos vencer
nuestras malas inclinaciones, o sea: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí
mismo, tome su cruz cada día y sígame” (Lc 9,23).

Para seguir a Jesús es necesario negarnos a nosotros mismos, es decir, vaciarnos de lo


malo que hay en nosotros. Para hacer esto debemos ser conscientes de que el pecado
original y los pecados actuales que nosotros cometimos, mortales o veniales que sean,
aunque ya perdonados, han aumentado nuestra concupiscencia, debilidad, inconstancia y
corrupción, el orgullo y la ceguera en el espíritu, el endurecimiento del corazón, la
rebelión de las pasiones, las enfermedades del cuerpo. No debemos maravillarnos pues,
si Jesús, nos pide negarnos a nosotros mismos, renunciando a las malas inclinaciones de
nuestra inteligencia, de nuestra voluntad y de nuestro cuerpo. Jesús además nos dice: “si
el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto” (Jn
12,24).

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San Luis afirma que, si no morimos a nosotros mismos y si nuestras devociones no nos
conducen a esta muerte necesaria y fecunda, no produciremos frutos que valgan: nuestras
devociones serán inútiles; todas nuestras obras de virtud quedarán manchadas por el
egoísmo y la voluntad propia; Dios no aceptará ni los mayores sacrificios ni las mejores
acciones que podamos realizar, si no la hacemos por amor a Él, quitando cada pequeña
complacencia que podamos encontrar en ellas.

Debemos elegir entre todas las devociones a la Santísima Virgen la que lleva más a la
negación de nosotros mismos, siendo esta la mejor y más santificadora. San Luis revela
que la devocion propuesta por él es un secreto, desconocida para muchos, y poco
practicada, pero que en realidad es un secreto sobrenatural para hacer en poco tiempo,
con dulzura y facilidad operaciones sobrenaturales que conduzcan a llenarse de Dios y
volverse perfectos.

La función materna de María facilita el encuentro personal con Cristo


Cuarta verdad. Ya que nuestra condición humana tiende al mal, si para alcanzar a Dios
nos apoyaríamos tan solo en nuestras fuerzas, es cierto que nuestras obras no serían tan
buenas como para unirnos a Él. Es pues cosa perfecta, porque más humilde, no acercarse
solos a Dios sin un mediador. Dios mismo nos dio unos mediadores. El primero es
Jesucristo, que es nuestro abogado, por medio de Él debemos rezar con toda la Iglesia y
por medio de Él tenemos acceso ante la Majestad divina.

Mas como, también Jesucristo es Dios en todo igual al Padre, tenemos necesidad de un
mediador ante el mismo Mediador. El segundo mediador es María. Si tememos ir
directamente a Jesucristo-Dios, a causa de su infinita grandeza y de nuestra pequeñez o
pecados, imploremos con filial osadía la ayuda e intercesión de María, nuestra Madre.
María es tan caritativa que no rechaza a ninguno de los que imploran su intercesión, por
más pecador que sea, pues como dicen los santos

“Jamás se ha oído decir que alguien haya acudido confiada y perseverantemente a ella y
haya sido rechazado”.

Es tan poderosa que no le hace falta otra cosa que presentarse delante el Hijo para
rezarle y prontamente Este concede, prontamente acoge, porque siempre se deja vencer
amorosamente por las oraciones de su queridísima Madre, que lo llevó en su seno y lo
amamantó.

Llevamos el tesoro de la gracia en vasos de arcilla


Quinta verdad. A causa de nuestra debilidad y fragilidad, nos es muy difícil mantener
las gracias y los tesoros recibidos por Dios, porque llevamos este tesoro, más valioso
que el cielo y la tierra, en vasos de barro, en un cuerpo corruptible, en un alma débil e
inconstante. Además los demonios, ladrones muy astutos, quieren sorprendernos de
improviso para robarnos. Espían día y noche el momento favorable para ello. Nos
rodean incesantemente para devorarnos y arrebatarnos en un momento por un solo

27
pecado todas las gracias y méritos logrados en muchos años. Su malicia, su pericia, su
astucia y número deben hacernos temer infinitamente esta desgracia. Si hubiesen
confiados su tesoro la Virgen poderosa y fiel, Ella se lo habría custodiado. Juntos a los
demonios tenemos también otro enemigo: el mundo. Esto es tan corrompido, que es una
especie de milagro quedar firme sin ser dañado. Pero la Virgen Santísima, que nunca ha
sido vencida por nadie, protegerá poderosamente aquellos que la aman.


Prácticas de preparación
1) Ponerse en la presencia de Dios.
2) Pedir la gracia de tener un gran deseo de agradar en todo a los ojos del Señor, y
de tener como fin único de mis elecciones fundamentales la vida eterna, sin
dejarme seducir por el espíritu del mundo.
3) Lectura. ¿Cómo combatir el mundo? (De Antonio Royo Marín, Teología de la
perfección cristiana)

d) Cuarto propósito: aplastar el respeto humano. El prestar atención a “lo que


dirán los demás” disminuye nuestra dignidad de cristianos y ofende a Dios. Para
no “desagradar” cuatro seres insignificantes, que viven en pecado mortal, se
pasa por encima de la ley Dios y se pone uno colorado en mostrarse discípulo de
Jesucristo. El divino Maestro nos advierte claramente en el Evangelio que “no
reconocerá delante del Padre aquel que lo habrá negado delante de los
hombres” (Mt 10,33). Es preciso asumir una actitud firme y decidida delante de
Jesús, porque quien no está con él está en contra de él (cfr. Mt 12,30). San Pablo
afirma de sí mismo que no sería discípulo de Cristo si buscase complacer a los
hombres (cfr. Gal 1,10). El cristiano deseoso de alcanzar la santidad no tiene que
tener en consideración cuanto el mundo puede decir o pensar, es mejor adoptar
desde el principio una conducta clara e irreprensible para que nadie dude de
nuestros verdaderos propósitos y de nuestras reales intenciones. El mundo os
odiará y os perseguirá, nos ha dicho el Maestro divino (Jn 15,18); pero si en
vosotros encontrará personas decididas e inamovibles terminará dejándoos en
paz. Tan solo con los cobardes vuelve continuamente al ataque para atraerlos
entre sus filas. El medio mejor para vencer el mundo es el no ceder ni siquiera
un paso, afirmar con fuerza la propia voluntad, renunciar para siempre a sus
máximas y a sus vanidades.
Un texto de san Juan María Vianney (el santo Cura de Ars): “Os digo hijos míos con
San Bernardo que desde cualquier perspectiva se mire, el respeto humano, que es la
vergüenza de cumplir los deberes de la religión a causa del mundo, todo demuestra en
él desprecio de Dios, de sus gracias y ceguera del alma. En primer lugar, hijos míos,
que la vergüenza de practicar el bien, por miedo a los desprecios y las burlas de unos

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desgraciados impíos o de unos ignorantes, es un gran desprecio que realizamos en
presencia de Dios, delante del cual siempre estamos siempre. ¿Por qué razón hijos
míos, estos malos cristianos se ríen de vosotros y ponen en ridículo vuestra devocion?
¡Oh hijos míos! Yo os diré la verdadera causa: es que, no teniendo la virtud para hacer
lo que vosotros hacéis, os miran con antipatía, porque con vuestra conducta despertad
los remordimientos de sus conciencias; pero estad bien seguros que sus corazones,
lejos de despreciaros, os tienen en gran estima. Si necesitan de un buen consejo o de
obtener de Dios alguna gracia, no creáis que vayan a los que llevan su misma
conducta, sino a los mismos de los que se burlaron, al menos de palabra. ¿Te
avergüenzas, amigo, de servir a Dios, por el temor de ser despreciado? Mira Aquel que
ha muerto sobre la cruz; pregúntale si Él se avergonzó viéndose despreciado y, de
morir en la manera más humillante sobre aquel infame patíbulo. ¡Oh, cuan ingratos
somos hacia Dios, que siempre encuentra su gloria en proclamar, de generación en
generación, que nos ha elegidos para ser sus hijos! ¡Oh Dios mío! ¡Cuán ciego y digno
de desprecio es el hombre que teme un miserable “¿qué dirán de mí?” y no teme de
ofender un Dios tan bueno!”.

Letanías de la humildad, pág. 81

Décimo día
Tratado: [90-95]

Deformación del culto a María


Después de haber declarado las cinco verdades anteriormente enumeradas, San Luis
María indica la verdadera devoción, pero antes advierte la existencia de falsas devociones,
que se confunden fácilmente por verdaderas.
Afirma pues: “el demonio, busca llevar consigo a las almas falsificando la devoción a la
Santísima Virgen y a Jesús”.
Consiguientemente el santo nos hará conocer las falsas devociones a María, para evitarlas,
y la verdadera para abrazarla y luego nos dará a conocer, entre las diferentes formas de
devoción a la Virgen santa, la más perfecta, la más agradable a Ella, agradable al Señor y
la más santificadora para nosotros, para que la escojamos.
El santo continúa diciendo que para él existen siete tipos de falsos devotos y de falsas
devociones a María:
1) Los devotos críticos: estos, son doctores orgullosos, que tienen cierta devoción a
la Virgen santa, pero critican todas las prácticas de piedad que las personas
simples cumplen inocente y santamente en honor de la Virgen. Ponen en duda
todos los milagros y relatos referidos por autores dignos de fe, que demuestran los
favores y el poder de la Virgen santísima. Cuando se les demuestra los honores

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que los Santos Padres tributan a María, o bien responden diciendo que hablan
retóricamente o bien que alteran la interpretación. Esta especie de falsos devotos
es muy peligrosa. Ellos cometen una grave injusticia hacia la devoción a la Virgen
María.
2) Los devotos escrupulosos: son aquellos que temen que por honrar a la Madre se
deshonre al Hijo. Ven con gran pesar, que delante de un altar de la Virgen santa
hayan más personas arrodilladas que delante del Santísimo Sacramento, ¡como si
las dos cosas fuesen incompatibles y como si los que ruegan a la Virgen no rezaran
a Jesucristo por medio de Ella! Lo que estas personas dicen, en cierto sentido es
verdadero. Sin embargo, de acuerdo a la aplicación que ellos hacen, para
obstaculizar la devoción a María, es una sutil insidia del maligno, escondida bajo
el pretexto de un bien mayor, porque nunca se honra más a Jesucristo, como
cuando más se honra a la Virgen santa. De hecho, se la honra a Ella para honrar
más perfectamente a Jesucristo, y se dirige a Ella como la vía que conduce a la
meta hacia la cual tendemos: Jesucristo. La Iglesia en la oración del Ave María,
bendice en primer lugar a la Virgen santa y después a Jesucristo, “¡Bendita tu
entre la mujeres y bendito el fruto de tu vientre!” No porque María sea más
importante que Jesús o igual a Él, sino porque es necesario bendecir primero a la
Madre para bendecir más perfectamente a Jesucristo.


Prácticas de preparación
Después de habernos guiado en los primero diez días para liberarnos del espíritu del
mundo, San Luis María nos invita ahora a hacer el propósito de adquirir el conocimiento
de nosotros mismos, de nuestra maldad, debilidad, pequeñeces y miserias, con el fin de
conducirnos a una auténtica contrición de los pecados propios y reconocer la necesidad
de ser ayudados. Para lo cual proponemos algunos textos de San Alfonso, útiles para
alcanzar la virtud de la humildad y disponernos a reconocer nuestra propia miseria.
1) Ponerse en la presencia de Dios.
2) Pedir la gracia de tener un gran conocimiento de nosotros mismos; “Que me
conozca Señor”.
3) Lectura. Tenemos un alma inmortal que salvar (De San Alfonso María de
Ligorio, Vía de la salud)
El negocio de nuestra salvación eterna es el negocio más importante de todos: nos
procura la bienaventuranza o la perdición eterna. Este negocio termina en la eternidad,
es decir, en la salvación o perdición eterna: en procurarnos una eternidad de gozo o
una eternidad de tormentos: a vivir una vida para siempre feliz o para siempre infeliz.
¡Oh Dios mío!, ¿qué será de mí? ¿Me salvaré o me condenaré? Puede ser que me salve
o puede ser que me pierda. Y si es posible que me pierda, ¿por qué no me resuelvo a
abrazar una vida, que me asegure la eterna?

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“¿Y después? ¿Y después?” ¡Oh Si todos pensaran en la muerte!, cuando todo se ha de
dejar; ¡o en el juicio!, en el cual rendiremos cuenta de todo, ¡eternidad feliz o infeliz,
según a cada uno le tocare!
Veo, Dios mío, que he olvidado que mi alma es inmortal, descuidando el quehacer más
importante de mi vida, cambiándolo por pequeñeces fútiles. Me arrepiento, oh sumo bien,
de haberos vuelto la espalda y hoy resuelvo entregarme del todo a vos. ¿Y que espero?
¿Quizá que vos me abandones, y que la muerte me encuentre miserable e ingrato, de
acuerdo a como he vivido hasta ahora? No, Dios mío, yo no quiero daros más disgustos,
y os quiero amar. ¡Os amo!, bondad. ¡Ayúdame tú, María, esperanza mía!

Letanías del Espíritu Santo, pág. 83

Undécimo día
Tratado: [96-104]

3) Los devotos exteriores: son personas que cifran toda su devoción a María en
prácticas externas. Solo gustan de lo exterior de esta devoción, porque carecen de
espíritu interior. Rezan muchos Rosarios, pero atropelladamente. Participan en
muchas Misas, pero sin atención. Sólo gustan de lo sensible de la devoción, no
buscan lo sólido. De suerte que si no experimentan algo sensible en sus prácticas
piadosas, creen que no hacen nada, se desalientan y lo abandonan todo o lo hacen
por rutina.
4) Los devotos presuntuosos: son pecadores victimas de sus pasiones o amigos del
mundo. Bajo el hermoso nombre de cristianos y devotos de la Santísima Virgen,
esconden el orgullo, la avaricia, la lujuria, la embriaguez, el perjurio, la
maledicencia o la injusticia, etc. Esperan en que Dios los perdonará, que no
morirán sin confesarse y no se condenarán porque recitan la corona. Pero cuando
se les dice que una tal devocion no es sino ilusión diabólica y perniciosa
presunción, capaz de llevarlos a la ruina, se resisten a creerlo. Responden que Dios
es bondad y misericordia; que no nos ha creado para la perdición, que no hay
hombre que no peque; que no morirán sin confesarse. Para confirmar sus palabras
y cegarse aún más, alegan algunos hechos, verdaderos o falsos poco importa, que
han oído o leído, en los que se asegura que personas muertas en pecado mortal y
sin confesión, gracias a que durante su vida habían rezado algunas oraciones o
ejercitado algunas prácticas de devoción en honor de la Virgen, resucitaron para
confesarse; o su alma permaneció milagrosamente en el cuerpo hasta que lograron
confesarse o, a la hora de la muerte, obtuvieron del Señor, por la misericordia de
María, el perdón y la salvación. ¡Y ellos esperan correr la misma suerte!
Esta falsa devocion es verdaderamente diabólica. De hecho, ¿quién podría decir con
verdad que ama y honra a la Santísima Virgen, mientras con sus pecados hiere, traspasa,
crucifica y ultraja despiadadamente a Jesucristo, su Hijo?

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“Afirmo que esto es abusar de la devoción a la Santísima Virgen, y añado que para ser
devotos de la Virgen Santa no es absolutamente necesario que uno sea tan santo, tanto da
evitar todo pecado ¡aunque esto sería lo más deseable! Sino es más bien preciso, al menos
mantenerse sinceramente resuelto a evitar, por lo menos, todo pecado mortal, que ultraja
tanto a la Madre como al Hijo y rezar el santo Rosario u otras oraciones”.

El santo añade que si tuviese delante un pecador endurecido, le aconsejaría esto que
acabamos de decir, a condición que lo cumpla no ya para quedarse tranquilo en el estado
de pecado, sino que para alcanzar de Dios, por medio de la intercesión de la Santísima
Virgen María, la gracia de la contrición y el perdón de los pecados, y la victoria sobre las
malas costumbres.

5) Los devotos inconstantes: son devotos que honran a la Santísima Virgen a


intervalos y como a saltos. Ahora son fervorosos, ahora son tibios; abrazan de
momento todas las devociones a la Santísima Virgen y se inscriben en todas sus
cofradías, pero luego no cumplen sus normas con fidelidad. Mas vale no
recargarse con tantas oraciones y prácticas devotas y hacer menos pero con amor
y fidelidad a pesar del mundo, del demonio y de la carne.
6) Los devotos hipócritas: estos encubren sus pecados y costumbres pecaminosas
bajo el manto de esta Virgen fiel, a fin de pasar a los ojos de los demás por lo que
no son.
7) Los devotos interesados: finalmente, estos son aquellos que sólo acuden a María
para evitar un peligro, curar de una enfermedad o por necesidades semejantes...
sin las cuales no se acordarían de Ella.


Prácticas de preparación
1) Ponerse en la presencia de Dios.
2) Pedir la gracia de tener un gran conocimiento de nosotros mismos; “Que me
conozca Señor”.
3) Lectura. ¿Qué es el pecado? (De San Alfonso María de Ligorio, Vía de la salud)
El pecado es una ofensa a Dios, y como tal es un daño que tiene una gravedad infinita, ya
que ofende a Dios que es infinitamente bueno. El pecado mortal rompe la amistad que
nos une a nuestro Creador. Enseña San Alfonso:

“El pecador cuando está deliberando si consentir o no al pecado, entonces por así decirlo
toma una balanza y se pone a ver, si vale más la gracia de Dios, o aquel esfogo de ira,
aquel interés, aquel placer. Cuando luego da su consentimiento a la tentación, ¿qué hace?
Dice que vale más aquel miserable placer, que no vale la gracia de Dios. He aquí como
él deshonra a Dios, declarando con su consentimiento que vale más aquel miserable
placer, que la amistad divina.

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Así pues, Dios mío, tantas veces yo te he deshonrado, posponiéndoos a mis miserables
placeres.

Si el pecador cambiara Dios por un tesoro de piedras preciosas, por un reino, haría al igual
un gran mal, porque Dios vale infinitamente más de todos los tesoros y reinos de la tierra.
Pero ¿porque muchos lo cambian? Lo cambian por humo, por un poco de tierra, por un
placer envenenado, que apenas gozado desvanece.

¡Ahí Dios mío! ¿Cómo tantas veces yo también he podido volcar mi corazón en bienes
tan viles tanto como para despreciaros, que tanto me habéis amado? Yo no quiero verme
más sin tu gracia. Antes hacedme morir, que ofenderos con un nuevo pecado.

María Madre de Dios, acoge mi suplica; intercede para mí para que yo siempre sea de
Dios, y Dios siempre mío”.

Letanías al Espíritu Santo, pág. 83

Duodécimo día
Tratado: [105-114]

La verdadera devoción a María


Después que el santo nos ha demostrado las falsas devociones a la Virgen Santa, nos da
cinco características para definir como es la verdadera devoción:
a) Devoción interior: la verdadera devoción a María es interior; nace de la mente y
del corazón; deriva de la estima que se tiene de Ella y del amor que se alimenta
por Ella.
b) Devoción tierna: la verdadera devoción a María es tierna, es decir llena de
confianza en la Virgen santa, de aquella misma confianza que un niño tiene en la
propia madre. Ella impulsa al alma a dirigirse a Ella pidiendo auxilio como a una
mamá, en todo tiempo, en todo lugar y en toda cosa; en las dudas para ser
iluminado, en los extravíos para en encontrar el camino, en las tentaciones para
ser sostenido, en las debilidades para ser fortificado, en las caídas para que nos
levante, en los escrúpulos para que nos libere, en las cruces, fatigas y
contrariedades de la vida para ser consolados.
c) Devoción santa: La verdadera devoción a María es santa, es decir, lleva el alma
a evitar el pecado y a imitar las virtudes de la Virgen.
d) Devoción constante: la verdadera devoción a la Virgen es constante: confirma al
alma en el bien y la induce a no abandonar fácilmente las prácticas de piedad. La
hace fuerte en oponerse a las máximas del mundo, a las molestias y a los estímulos
de la carne, y a las tentaciones del demonio. Si cae, se levanta tendiendo la mano
a Aquella que es Madre buena, si se encuentra sin gusto en el fervor sensible, no

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se aflige. De hecho el justo y fiel devoto de María vive de la fe en Jesucristo y de
María, y no de los sentimientos de la naturaleza.
e) Devoción desinteresada: un verdadero devoto de María no sirve a esta augusta
Reina por el propio bien temporal o eterno, corporal o espiritual, sino únicamente
porque merece ser servida, y Dios solo en Ella. La ama y la sirve fielmente, sea
en la frialdad o en el ardor, en las dulzuras y en los fervores sensibles.
San Luis, confía tanto en esta devoción, que concluye este capítulo diciendo:
“Si supiera que mi sangre pecadora serviría para hacer penetrar en tu corazón, lector
amigo, las verdades que escribo en honor de mi amada Madre y soberana Señora, de quien
soy el último de los hijos y esclavos, con mi sangre en vez de tinta trazaría estas líneas”.


Prácticas de preparación
1) Ponerse en la presencia de Dios.
2) Pedir la gracia de tener un gran conocimiento de nosotros mismos; “Que me
conozca Señor”.
3) Lectura. El pecado es un desprecio que se hace a Dios (De San Alfonso María
de Ligorio, Vía de la salud)

“He aquí como el mismo Dios lo declara, y lo expresa con lamentos: «Hijos crié hasta
hacerlos hombres, y ellos se rebelaron contra mí» (Is 1,2). He criado mis hijos, los he
protegido y alimentado; pero ellos con bárbara ingratitud me han despreciado. Más ¿quién
es este Dios, quien es despreciado por estos hombres? El Creador del cielo y de la tierra;
es un bien infinito, un Señor tan grande, ante quien todos los hombres y todos los
ángeles son como gota de agua y un granito de arena, como el polvo ligero de balanza”
(Is 40,15)
En síntesis, todas las criaturas delante de su infinita grandeza son tan poca cosa, como si
no fuesen.
¡Oh Dios, qué he hecho!, ¡Vos Redentor mío habéis estimado tanto mi alma que habéis
entregado vuestra sangre para no verla perdida, y yo he querido perderla por nada, por un
capricho, por una descarga de rabia, por un miserable deleite, despreciando así vuestra
gracia y vuestro amor!
Ah mi Dios, ¿quién soy yo quien os he despreciado? Un pobre gusano que nada puede y
nada tengo, sino aquello que vos me habías dado por vuestra bondad. Vos me habéis dado
el alma, el cuerpo, el uso de la razón y tantos bienes en esta tierra; y yo de todo me he
servido para ofenderos, mi bienhechor. ¿Qué más? Al mismo tiempo que vos me habéis
conservado la vida, con el fin de que yo no cayera en el infierno que merecía, yo seguía
maltratándoos. ¡Ah mi Salvador, y como habéis tenido paciencia conmigo! Miserable de
mí, cuantas noches he dormido en desgracia vuestra.
¡Oh María!, refugio de los pecadores, socorred a este pecador, que a ti se encomienda.
34
Letanías del Espíritu Santo

Décimo tercer día


Tratado: [115-119]

Principales formas de devocion a María


En este capítulo San Luis, hace una división de las varias formas de devocion a María.
Las divide en dos grupos principales:

1) Practicas interiores
Honrarla como digna Madre de Dios, o sea apreciarla y honrarla más que todos
los otros santos, en cuanto que Ella es la obra maestra de la gracia. Meditar sus
virtudes, sus privilegios y sus acciones.

Contemplar sus grandezas. Ofrecerle expresiones de amor, de alabanza y de


reconocimiento. Invocarla con el corazón.

Ofrecerse y vivir en comunión con Ella. Realizar todas acciones con el fin de agradarle.
Empezar, continuar y terminar todo lo que se hace por medio de Ella, en Ella, con Ella y
para Ella, al fin de cumplirlo por medio de Jesucristo, en Jesucristo, con Jesucristo y para
Jesucristo, nuestro último fin.

2) Practicas exteriores
Hay muchísimas prácticas exteriores. San Luis hace un elenco de algunas:

“Inscribirse a sus cofradías y congregaciones. Ingresar en los Institutos religiosos


fundados en su honor. Proclamar sus alabanzas. Hacer en su honor limosnas, ayunos y
mortificaciones espirituales y corporales. Llevar en la persona algún signo distintivo,
como el Santo Rosario, el escapulario o una cadenilla. Recitar con atención, devocion y
modestia: o el Santo Rosario, o el Oficio de la Bienaventurada Virgen, tan universalmente
aprobado y recitado en la Iglesia, o el pequeño salterio de la Virgen, que san Buenaventura
compuso en su honor y que es inspirador de afectos devotos, u otras oraciones, himnos y
canticos de la Iglesia, como la Salve Regina, etc.. Cantar y hacer cantar en su honor
cánticos espirituales. Hacer de su honor cierto número de genuflexiones o reverencias,
diciéndole, por ejemplo: Dios te salve, María, Virgen fiel, para alcanzar de Dios, por
mediación suya, la fidelidad a la gracia durante todo el día, y por la noche: Dios te salve,
María Madre de misericordia, para implorar de Dios, por medio de Ella, el perdón de los
pecados cometidos durante el día.

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Mostrar interés por sus cofradías, adornar sus altares, coronar y embellecer sus imágenes.
Organizar procesiones y llevar en ellas sus imágenes y llevar una consigo, como arma
poderosa contra el demonio.

Hacer pintar o grabar sus imágenes o su monograma y colocarlas en las iglesias, las casas
o los dinteles de las puertas y entrada de las ciudades, de las iglesias o de las casas;
consagrarse a Ella en forma especial y solemne”.

Hay muchas otras devociones que se pueden dirigir a María Santísima. La cosa más
importante es que sirvan a santificar las almas, con tal que sean cumplidas en la manera
debida, o sea:

1. Con buena y recta intención de gustar a Dios solo, de unirse a Jesucristo, que es
el fin último, y de edificar al prójimo;
2. Con atención, sin distracciones voluntarias;
3. Con piedad, sin prisa y sin malagana;
4. Con modestia y compostura de cuerpo respetuosa y edificante.

La forma más perfecta


San Luis describe las características de la verdadera devoción:

“Después de estas consideraciones, declaro abiertamente que no he logrado conocer ni


aprender una práctica de devoción a María semejante a la que voy a explicarte, que te
exija más sacrificios por Dios, te libere más de ti mismo y de tu egoísmo, te conserve más
fácilmente en gracia de Dios y a la gracia en ti, que te una más perfecta y fácilmente a
Jesucristo y sea más gloriosa para Dios, más santificadora para ti mismo y más útil para
el prójimo”.


Prácticas de preparación
1) Ponerse en la presencia de Dios.
2) Pedir la gracia de tener un gran conocimiento de nosotros mismos; “Que me
conozca Señor”.
3) Lectura. El pecado niega la obediencia a Dios (De San Alfonso María de
Ligorio, Vía de la salud)

Cuando Moisés anunció al faraón la orden de Dios de dejar en libertad a su pueblo,


contestó el temerario: ¿Quién es el Señor para que yo tenga que obedecer a su voz? Yo
no conozco al Señor (Ex 5,2).

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Lo mismo vale para el pecador, cuando la conciencia le recuerda íntimamente el precepto
divino y le prohíbe de cometer aquel pecado, y él contesta: Ahora en esto hecho yo no
conozco Dios: sé que él es mi Señor, pero no quiero obedecerle.

La voz de Dios se hace escuchar al pecador cuando es tentado, diciéndole: “Hijo, esto no
te conviene, no te concedas este infame placer, deja esto, que no es cosa tuya”. Pero el
pecador contesta: “Señor, no quiero servirte. Vos no quieres que yo realice este pecado,
y yo quiero cometerlo”. Así os he dicho repetidas veces, Dios mío, cuando he pecado. Si
Vos no hubieses muerto para mí, o mi Redentor, no tendría yo ni siquiera el coraje de
pediros perdón; pero Vos mismo desde la Cruz me ofreces este perdón, si yo lo quiero.
¡Sí que lo quiero! Me arrepiento de haberos despreciado, o sumo bien. Antes morir que
volver a ofenderos.

María, refugio mío, a Vos pido la gracia de ser fiel a Dios hasta la muerte.

Letanías del Espíritu santo

Décimo cuarto día


Tratado: [120-125]

CAPÍTULO PRIMERO. LA PERFECTA CONSAGRACIÓN A


JESUCRISTO
Contenidos esenciales de la consagración
Ya que nuestra perfección consiste en conformarnos, unirnos y consagrarnos a Jesucristo,
la devoción más perfecta será aquella que nos conformará, unirá y consagrará más
perfectamente a Él. Ahora bien, siendo María la criatura más conforme a Jesucristo, se
sigue que entre todas las devociones, aquella que consagra y conforma más un alma con
Nuestro Señor es la devoción a su santa Madre. Entonces cuanto más un alma se consagre
a Ella, tanto más será consagrada a Jesucristo.
San Luis afirma:
“La perfecta consagración a Jesucristo, no es otra cosa que una perfecta y total
consagración de sí mismo a la Santísima Virgen. En otras palabras, consiste en una
perfecta renovación de los votos y promesas del santo Bautismo”.

Consagración perfecta y total


Esta devoción consiste en el darse enteramente a la Santísima Virgen con el fin de ser,
enteramente de Jesús. Para lo cual, es necesario darle: nuestro cuerpo, nuestra alma,
nuestros bienes externos (presentes y futuros) y nuestros bienes internos y espirituales
(nuestros méritos, virtudes y nuestras buenas obras). Esto debe ser hecho sin reserva
alguna, ni siquiera de un céntimo, ni un cabello ni la más mínima acción buena. Y esto
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por toda la eternidad y sin esperar por nuestra ofrenda y servicio más recompensa que el
honor de pertenecer a Jesucristo por María y en María. Montfort, se detiene a aclarar dos
aspectos de las buenas obras. En ellas hay un valor satisfactorio (la misma buena obra
satisface la pena que mereceríamos por nuestros pecados) y un valor meritorio (la misma
acción buena nos hace merecer la gracia de la gloria eterna).
Ahora bien, en nuestra consagración a la Virgen Santa, nosotros entregamos todo el valor
satisfactorio y meritorio de nuestras acciones. A Ella le damos nuestros méritos, gracias
y virtudes no para que los comunique a los otros hombres, puesto que la gracia y la virtud
son incomunicables y sólo Jesucristo ha podido comunicarnos sus méritos, sino para que
los conserve, lo aumente, y los embellezca. Sin embargo, le damos el valor satisfactorio
para que los comunique a quien mejor le parezca y para la mayor gloria de Dios.
El Santo, finalmente, hace notar las siguientes consecuencias:
a) Con tal forma de devoción se ofrece a Jesucristo, por manos de María, todo
cuanto se le puede dar.
b) Quien se ha consagrado y sacrificado voluntariamente a Jesucristo por manos de
María, no puede disponer del valor de ninguna de sus buenas obras. Todo lo que
sufre, piensa, dice y hace de bien, pertenece a María y Ella puede disponer según
el querer del Hijo y a su mayor gloria.
c) Con esta forma de devoción se consagra al mismo tiempo a la Virgen santa y a
Jesucristo: a María como el medio perfecto que Jesucristo ha escogido para unirse
con nosotros y unirnos a Él; a nuestro Señor como fin último, a quien debemos
todo lo que somos, porque Él es nuestro Redentor y nuestro Dios.


Prácticas de preparación
1) Ponerse en la presencia de Dios.
2) Pedir la gracia de tener un gran conocimiento de nosotros mismos; “Que me
conozca Señor”.
3) Lectura. El hombre pecando aflige el corazón de Dios (De San Alfonso María
de Ligorio, Vía de la salud)

Dios no puede tener dolor, más si fuese capaz, cada pecado de los hombres bastaría para
afligirlo y hacerle perder la paz.
San Bernardo explica que el pecado mortal es de tanta malicia, que por sí mismo “perimit
Deum”, mata a Dios. Si Dios pudiese morir, el pecado mortal lo privaría de la vida.
El motivo es este: aquello que es causa de tristeza infinita podría destruir a Dios, que es
amor infinito.
Consideremos cuanto nos entristecería el vernos ofendidos por alguien a quien
hubiésemos amado y beneficiado. Ahora bien, viendo Dios al hombre, a quien tanto ha
beneficiado y le ha dado tanto amor, al punto de dar su propia sangre y la vida por él, y
luego ver como este le da la espalda y desprecia su gracia por nada, por descargarse de
la ira, por un breve placer; si fuese capaz de pena y de angustia, se moriría por la amargura
que siente.

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Mi querido Jesús, yo soy la oveja perdida, tu eres mi buen Pastor, que por tus ovejas has
dado la vida, ¡ten piedad de mí, perdonadme todas las amarguras que causado! Me duelo
de haberos ofendido, y os amo con toda mi alma.

¡María, esperanza mía!, ten piedad de mí.

Letanías del Espíritu Santo

Décimo quinto día


Tratado: [126-133]

Renovación perfecta de las promesas bautismales.


Como hemos visto anteriormente, San Luis, afirma que esta forma de devoción bien
puede definirse como una perfecta renovación de las promesas del santo bautismo. En el
bautismo, de hecho, todo cristiano, con la propia boca o por medio del padrino y de la
madrina, ha renunciado solemnemente a Satanás, a sus seducciones y a sus obras, y
elegido por soberano señor a Jesucristo, a fin de depender de Él en calidad de esclavo de
amor. Todo esto sucede en esta consagración: se renuncia al demonio, al mundo, al
pecado y a sí mismo y se da enteramente a Jesucristo por manos de María. Aquí se hace
algo más, porque mientras en el bautismo se habla normalmente, por boca del padrino y
de la madrina, y se dona a Jesucristo por medio de un representante. Con esta devoción
se obra personal y voluntariamente. Además, mientras en el bautismo nos donamos a
Jesucristo por manos de María, no se le entrega a Cristo el valor de nuestras buenas obras.
Por medio de esta consagración, en cambio, se dona explícitamente a Nuestro Señor
por manos de María y a Él se consagra el valor de todas las propias acciones. Santo Tomás
escribe que en el bautismo se hace voto de renunciar al diablo y sus vanidades. Pero en
realidad, lamentablemente, pocos permanecen fieles a aquellas promesas, porque se
olvidan de los compromisos contraídos en el santo bautismo. Muchos concilios se han
pronunciado sobre este problema, en particular el Concilio de Trento, que consideraron
como causa principal de tanta corrupción en las costumbres, y el olvido y la ignorancia
en las cuales los cristianos viven respecto de las promesas bautismales. Ellos no
encontraron mejor medio para resolver tales males, que inducir a los cristianos a renovar
los votos y las promesas del santo bautismo y recordarles que mediante este sacramento,
fueron consagrados a Jesucristo, como esclavos de este Redentor y Señor.
Ahora bien, ya que el Concilio y los Padres, han subrayado la importancia y de renovar
las promesas bautismales, es razonable, entonces que se lo cumpla perfectamente, con
una total consagración a Nuestro Señor por medio de su Santa Madre. Decimos de manera
perfecta, porque para consagrarnos a Jesús utilizamos el más perfecto de todos los
medios: la Virgen Santísima.

Respuesta a algunas objeciones.


Montfort, termina respondiendo algunas objeciones que se podrían poner a esta
devoción.

39
a- Si alguno objetara que esta forma de devoción es nueva, le responde diciendo que:
“No se puede objetar que esta devoción es nueva o sin importancia.
No es nueva: los Concilios, los Padres y muchos autores antiguos y modernos habían
de dicha consagración a Jesucristo o renovación de las promesas del Bautismo, como de
una práctica antigua aconsejada por ellos a todos los cristianos.
No es de poca importancia, puesto que la fuente principal de todos los desórdenes y,
por consiguiente, de la condenación de los cristianos, procede del olvido e indiferencia
respecto de esta práctica.

b- Pudiera alguno decir que esta devoción nos imposibilita para socorrer a las almas
de nuestros parientes, amigos y bienhechores, dado que nos hace entregar al Señor,
por manos de la Santísima Virgen, el valor de todas nuestras buenas obras,
oraciones, mortificaciones y limosnas.

A lo cual el santo responde:


“No es creíble que nuestros amigos, parientes y bienhechores salgan perjudicados
porque nos entreguemos y consagremos, sin reserva, al servicio del Señor y de su
Santísima Madre. Suponerlo sería hacer injuria al poder y bondad de Jesús y de María,
quienes sabrán ayudar a nuestros parientes, amigos y bienhechores, sea con nuestra renta
espiritual, sea con otros medios.
Tampoco esta devoción no impide orar por los demás vivos o difuntos aunque la
aplicación de nuestras obras dependa de la voluntad de la Santísima Virgen. Al contrario,
nos llevará a rogar con mayor confianza. Sucede como a la persona rica que hubiera
cedido todos sus bienes a un gran príncipe para honrarlo más: ella rogaría con mayor
confianza a este príncipe que dé una limosna a un amigo suyo que se la pide. En fin se
debe decir que “Nuestro Señor y la Virgen santa, jamás se dejarán vencer de nadie en
gratitud”
c- En cambio, hay quien teme que donando todos sus méritos a la Virgen con el fin
de que los use como quiera, después le tocará sufrir en el purgatorio.
San Luis, responde que esta objeción, que proviene del amor propio y de la ignorancia
respecto de la generosidad de Dios y de María, es del todo insuficiente, porque no es
posible que un alma generosa con Dios, que se dona a Él sin reserva alguna, pueda ser
castigada. Aún más, ante un alma así, Jesús y María serán generosísimos en este y en el
otro mundo.


Prácticas de preparación
1) Ponerse en la presencia de Dios.
2) Pedir la gracia de tener un gran conocimiento de nosotros mismos; “Que me
conozca Señor”.
3) Lectura. Dios nos mira siempre, aun cuando pecamos. (De San Alfonso María
de Ligorio, Vía de la salud)

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Cuando una persona quiere hacer algo malo, busca esconderse, a fin de que no se
descubra su mal, y cuando viene descubierto su pecado siente grande vergüenza. El
pecado es como darle bofetadas a Dios, como escupirlo en la cara. ¿Qué súbdito tendría
la arrogancia de violar las leyes delante del mismo príncipe? Mas el pecador sabe que
Dios lo ve, y a pesar de esto no se detiene de pecar delante de su Dios, haciéndolo testigo
de su propio pecado.
Eh aquí porque la vida de nuestro Redentor fue así de amarga y penosa, porque Él, el
amado Redentor nuestro, tenía siempre delante de sus ojos nuestros pecados. Eh aquí
porque especialmente entonces en el Huerto de Getsemaní sudó sangre y sufrió agonía de
muerte, declarando que era tanta su tristeza que bastaba para quitarle la vida. “Tristis est
anima mea usque ad mortem”, “Triste está mi alma hasta la muerte” ¿Qué cosa lo hace
agonizar de este modo y sudar sangre sino la vista de nuestras culpas?
¡Ah mi querido Salvador!, eh aquí el insensato que en tu cara ha despreciado vuestros
santos preceptos. Por tanto, yo soy el pecador perdido, que merece el infierno; más tu eres
mi Salvador, que habéis venido a quitar los pecados y a salvar los perdidos.
María, esperanza mía, ten piedad de mí.
Letanías del Espíritu Santo.

Décimo sexto día


Tratado: [134-138]

CAPITULO SEGUNDO. “RAZONES PARA APRECIAR LA


CONSAGRACION”
Hay que ver ahora las razones que nos muestran la excelencia de la consagración de
nosotros mismos a Jesucristo por las manos de María.

Primera razón: esta consagración nos consagra enteramente al servicio


de Dios
San Luis María afirma que “no se puede concebir sobre la tierra tarea más elevada del
servicio de Dios”. Y por servicio de Dios se entiende el hecho de trabajar para su mayor
gloria y por el bien de las almas, en cualquier estado de vida Dios nos pueda llamar. Esto
es el fin último y tan digno del hombre, como enseña san Ignacio de Loyola en los
Ejercicios Espirituales: “el hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a
Dios nuestro Señor, y así alcanzar la salvación”. Pues esta devocion nos ayuda para
alcanzar el fin último de nuestra vida.

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“Tal es un fiel esclavo de amor de Jesús en María, que está totalmente dedicado al servicio
del Rey de los reyes, por manos de su Santa Madre, sin retener nada para sí. Todo el oro
del mundo y las bellezas de los cielos no le bastan para pagarlo”.

Continúa san Luis explicando que existen en la Iglesia muchas instituciones y


movimientos muy laudables que exigen de nosotros muchas obligaciones y compromisos
concretos, dejándonos libres del resto de nuestras acciones cotidianas. Esta devocion en
cambio, exige de nosotros una consigna sin reservas a Jesús y a María de todos
nuestros pensamientos, palabras, acciones y sufrimientos y de todos los momentos
de nuestra vida. Se sigue que, despiertos o dormidos, comiendo o bebiendo, que se
cumplan acciones importantes o las más ordinarias, se puede siempre decir con verdad
que todo lo que se hace, si bien no se piense en ello, todo pertenece a Jesús y a María, en
virtud de tal ofrenda”. ¡Qué consolación!!

Por medio de esta consagración nosotros confiamos a María no solamente todos nuestros
bienes exteriores (salud, bienes materiales, familiares, amigos, proyectos…) sino incluso
los bienes espirituales (las potencias del alma, el progreso en la virtud, las consolaciones
espirituales…) incluyendo el valor meritorio de todas nuestras acciones. Esta
consagración nos ayuda a desapegarnos hasta del mérito de nuestras buenas acciones,
poniéndolas todas en las manos de la Virgen Santísima:

“Como ya he dicho no hay práctica que nos libre más fácilmente de cierto resabio de
amor propio que se desliza imperceptiblemente en las mejores acciones. Esta gracia
insigne la concede el Señor en recompensa por el acto heroico y desinteresado de
entregarle, por manos de su Santísima Madre, todo el valor de las buenas acciones. Si
ya en este mundo da el céntuplo a los que por su amor dejan los bienes exteriores,
temporales y perecederos, ¿que no dará a quien se le sacrifican aún los bienes interiores
y espirituales?”

Dios que no se deja vencer en generosidad, acogerá nuestra ofrenda de las manos de la
Virgen y nos colmará de bienes infinitamente mayores: “Jesús, nuestro mejor amigo, se
entregó a nosotros sin reserva, en cuerpo y alma, con sus virtudes, gracias y méritos:
"Me ganó totalmente, entregándose totalmente a mí", decía San Bernardo. ¿No será,
pues, un deber de justicia y gratitud darle todo lo que podemos? Él fue el primero en
mostrarse generoso con nosotros: seámoslo con Él, lo exige la gratitud, y Él se
manifestará aún más generoso durante nuestra vida, en la muerte y por la eternidad:
“Con el hombre generoso eres generoso”.


Prácticas de preparación
1) Ponerse en la presencia de Dios.
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2) Pedir la gracia de tener un gran conocimiento de nosotros mismos; “Que me
conozca Señor”.
3) Lectura. Consideración sobre la debilidad propia. (De San Alfonso María de
Ligorio, Vía de la salud, y de la Imitación de Cristo de T. Kempis)

Oh Señor, ¿qué es el hombre para que de él te acuerdes, el hijo de Adán para que de
él te cuides? (Sal 8,5). Señor, nada yo soy, nada puedo, nada de bueno tengo de mí
mismo; al contrario, fracaso en cada cosa, tendiendo siempre a la nada… Siendo más
pronto en retroceder que en avanzar, no me quedo siempre en la misma condición.
Yo no soy otra cosa que vanidad, nada en tu presencia (Sal 38,6), un hombre
inconstante y débil. ¿De qué me puedo jactar; como puedo presumir de ser estimado?
¿Quizás por la nada que soy? Sería vanidad siempre más grande. O verdaderamente
jactancia vacía, peste infame, máxima presunción, que distrae de la verdadera gloria,
privándonos de la gracia del Cielo. Ya que mientras se complace uno a sí mismo, el
hombre disgusta a Dios; mientras desea la alabanza de los demás, se despoja de la
verdadera virtud. (T. Kempis, La imitación de Cristo).

Considera, hermano, que eres de tierra, y a la tierra debes volver. Ahora ves, escuchas,
hablas y andas. Vendrá un día en que no verás más, no sentirás, no hablarás, ni
andarás. Cuando tu alma se separará del cuerpo, el cuerpo quedará para ser consumido
por los gusanos y volver a ser polvo; y el alma se encontrará en aquella eternidad que
habrá merecido con tu vida.
¡Ah mi Redentor! Habéis dado vuestra vida para ganarme el Paraíso, y viendo mi
pequeñez me alcanzáis vuestro auxilio donándome vuestra misma Madre. Señor, yo
os quiero y me arrepiento de haberos ofendido.
María, esperanza mía, nada soy y nada tengo, pero todo lo espero de ti. Ten piedad de
mí. (San Alfonso, Vía de la salud).

Letanías del Espíritu Santo

Décimo séptimo día


Tratado: [139-143]

Segundo motivo: esta consagración nos hace imitar el ejemplo de


Cristo y practicar la humildad.
El modelo supremo de nuestras acciones es Jesús. Y Jesús fue perfecto esclavo de
amor de María, por tanto también nosotros debemos serlo si queremos imitarlo. Enseña
San Luis:
“Este buen Maestro no se desdeñó de encerrarse en el seno de la Santísima Virgen
como prisionero y esclavo de amor ni de vivir sometido y obediente a Ella durante 30
años.

43
Él no quiso, aunque hubiera podido hacerlo, entregarse directamente a los hombres,
sino que prefirió comunicárseles por medio de la Santísima Virgen, ni quiso venir al
mundo a la edad del varón perfecto, independiente de los demás, sino como niño
pequeño y débil, necesitado de los cuidados y asistencia de una Madre.

Esta sabiduría infinita, inmensamente deseosa de glorificar a Dios, su Padre y salvar


a los hombres, no encontró medio más perfecto y corto para realizar sus anhelos que
someterse en todo a la Santísima Virgen, no solo durante los ocho o quince primeros
años de su vida como los demás niños sino durante treinta años. Y durante este tiempo
de sumisión y dependencia glorificó más al Padre que si hubiera empleado esos años en
hacer milagros, predicar por toda la tierra y convertir a todos los hombres. Que si no,
¡hubiera hecho esto! ¡Oh! ¡Cuán altamente glorifica a Dios, quien, a ejemplo de
Jesucristo, se somete a María!

Si queremos seguir el ejemplo de Jesús, debemos imitarlo en la sumisión a la Virgen


Santísima: “Teniendo, pues, ante los ojos ejemplo tan claro y universalmente conocido,
¿seríamos tan insensatos que esperemos hallar medio más eficaz y rápido para glorificar
a Dios que no sea el someternos a María a imitación de su Hijo divino?”

La Santísima Trinidad ha querido obrar siempre por medio de María:


El Padre no dio ni da a su Hijo sino por medio de María, no se forma hijos adoptivos ni
comunica sus gracias sino por Ella.
Dios Hijo se hizo hombre para todos solamente por medio de María, no se forma ni nace
cada día en las almas sino por Ella en unión con el Espíritu Santo, ni comunica sus
méritos y virtudes sino por Ella.
El Espíritu Santo no formó a Jesucristo sino por María y solo por Ella forma a los
miembros de su Cuerpo Místico y reparte sus dones y virtudes”
En el decir de San Bernardo: “Viendo Dios que somos indignos de recibir sus gracias
inmediatamente de su mano, las da a María, para que de Ella recibamos cuanto nos quiere
dar. Añadamos que Dios cifra su gloria en recibir de manos de María el tributo de gratitud,
respeto y amor que le debemos por sus beneficios.
Es, pues, muy justo imitar esta conducta de Dios, por lo que añade el mismo San
Bernardo "la gracia vuelva a su autor por el mismo canal por donde vino a nosotros"”
Además, esta práctica de devoción es una práctica de gran humildad: “ en cuanto nos
enseña a no acercarnos jamás al Señor por nosotros mismos por amable y misericordioso
que Él sea sino a servirnos siempre de la intervención de la Santísima Virgen”. La
humildad es una virtud que Dios ama sobre todas las cosas. Un alma que se ensalza, abaja
a Dios; un alma que se humilla, glorifica a Dios. “Dios resiste a los soberbios; en cambio,
a los humildes da su gracia”. Si te abajas estimándote indigno de compadecer delante de
Él y de acercarte a Él, Dios desciende, se abaja para venir a ti, para complacerse en ti y
elevarte a pesar tuyo. Por el contrario, si pretendes acercarte a Dios sin mediador, Dios
se esconderá y tú no podrás alcanzarlo.
Por tanto, esta devoción nos enseña a no acercarnos por nuestra cuenta a Nuestro
Señor, por más dulce y misericordioso sea Él, y a recurrir a la intercesión de la Virgen
santa.

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Prácticas de preparación
Para esta tercera semana, dice San Luis María: “se dedicarán en todas sus oraciones y
acciones cotidianas a conocer a María. Pedirán tal conocimiento al Espíritu Santo.
Podrán leer y meditar lo que hemos dicho. Recitarán, como en la primera semana, las
letanías del Espíritu Santo y el “Ave Stella del mare”. En esta semana se pueden ofrecer
también las oraciones que habitualmente se hagan (ofrecimiento de las obras por la
mañana, las tres Ave María, el Ángelus…) y en la medida de las posibilidades recitar el
Santo Rosario.

1) Ponerse en la presencia de Dios.


2) Pedir la gracia al Espíritu Santo de conocer a María Santísima.
3) Exhortación de San Bernardo a la confianza

“Oh! tú, quien quiera que seas, que te sientes lejos de tierra firme, arrastrado por las
olas de este mundo, en medio de las borrascas y tempestades, si no quieres zozobrar, no
quites los ojos de la luz de esta estrella.
Si el viento de las tentaciones se levanta, si el escollo de las tribulaciones se interpone
en tu camino, mira la estrella, invoca a María.
Si eres balanceado por las agitaciones del orgullo, de la ambición, de la murmuración,
de la envidia, mira la estrella, invoca a María.
Si la cólera, la avaricia, los deseos impuros sacuden la frágil embarcación de tu alma,
levanta los ojos hacia María.
Si, perturbado por el recuerdo de la enormidad de tus crímenes, confuso antes las
torpezas de tu conciencia, aterrorizado por el miedo del Juicio, comienzas a dejarte
arrastrar por el torbellino de tristeza, a despeñarse en el abismo de la desesperación,
piensa en María.
En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María.
Que su nombre nunca se aparte de tus labios, jamás abandone tu corazón; y para
alcanzar el socorro de su intercesión, no descuides los ejemplos de su vida.
Siguiéndola, no te extraviarás, rezándole, no desesperarás, pensando en Ella, evitarás
todo error.
Si Ella te sustenta, no caerás; si Ella te protege, nada tendrás que temer; si Ella te
conduce, no te cansarás; si Ella te es favorable, alcanzarás el fin. Y así verificarás, por tu
propia experiencia, con cuánta razón fue dicho: “Y el nombre de la Virgen era María”.
(San Bernardo, “Super missus”, 2ª homilía, 17)
Letanías al Espíritu Santo
Ave Stella del mare, pág. 87

45
Décimo octavo día
Tratado: [144-151]

Tercer motivo: esta consagración nos obtiene la asistencia materna de


María.
Esta entrega total de nosotros mismos a la Virgen María, más allá de suponer una
pérdida, implica para nosotros una grandísima ganancia, porque María, Madre generosa
como su Hijo, viendo nuestra consagración, nos dará mucho más de lo que nosotros
pobremente poseemos y podemos ofrecerle. Nos enseña San Luis que “dado que como
consagrado perteneces totalmente a María, también Ella te pertenece en plenitud”. Por
lo tanto, por el hecho de consagrarse a ella de este modo, ella le pertenece íntimamente.
Esta actitud “moverá al alma acercarse a Nuestro Señor sin ningún temor servil ni
escrupuloso y rogarle con toda confianza”
Esta consagración además nos obtiene una santa desconfianza de nosotros mismos.
Nos ayuda a poner nuestra fuerza y esperanza no en nuestros pobres méritos, sino en
apoyarnos plenamente en María, dueña de todas nuestras obras, conscientes que “esta
bondadosa Madre las purifica, embellece, presenta a Jesucristo y hace que su Hijo las
acepte”. Continúa San Luis:
1) “Las purifica de toda mancha de egoísmo y del apego aun imperceptible que se
desliza insensiblemente en las mejores acciones. Tan pronto como llegan a sus manos
purísimas y fecundas, esas manos jamás estériles ni ociosas y que purifican todo cuanto
tocan limpian en lo que ofrecemos todo lo que tenga de impuro o imperfecto”
2) Las embellece, adornándolas con sus méritos y virtudes. Pensemos en un labrador
cuya riqueza fuera una manzana y deseara granjearse la simpatía y benevolencia del rey.
¿Qué haría? Acudir a la Reina y presentarle la manzana para que ella la ofrezca al
Soberano. La Reina acepta el modesto regalo, coloca la manzana en una grande y
hermosa bandeja de oro y la presenta al rey en nombre del labrador. En esta forma, la
manzana de suyo indigna de ser presentada al Soberano, se convierte en un obsequio
digno de su Majestad, gracias a la bandeja de oro y a la persona que la entrega.

3) Las presenta esas buenas obras a Jesucristo, no reserva para si nada de lo que se
le ofrece: todo lo presenta fielmente a Jesucristo. Si le entregas algo, necesariamente lo
entregas a Jesucristo.

4) Las hace aceptables a su Hijo. Quien, por su cuenta y apoyado en su propia


industria y habilidad, lleva algo a Jesucristo, debe recordar que El examina el obsequio
y, muchas veces, lo rechaza por hallarlo manchado de egoísmo lo mismo que en otro
tiempo rechazó los sacrificios de los judíos por estar llenos de voluntad propia.

Pero si al presentar algo a Jesús, lo ofreces por las manos puras y virginales de su
Madre amadísima, le coges por su parte devil, si me permites la expresión. El no mirará
tanto el don que le ofreces, cuanto a su bondadosa Madre que es quien se lo presenta”
Este es nuestro consuelo: “tenemos una abogada tan poderosa, que jamás ha sido
desairada, tan inteligente, que conoce todos los secretos para conquistar el corazón de
Dios, tan caritativa, que no rechaza a nadie por pequeño o malvado que sea.”

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Cuarto motivo: Esta devoción es un medio excelente para procurar
la mayor gloria de Dios
“Esta devoción, fielmente practicada, es un medio excelente para enderezar el valor
de nuestras buenas obras a procurar la mayor gloria de Dios. Casi nadie obra con esta
noble finalidad, a pesar de que a ello estemos obligados, sea porque no sabemos dónde
está la mayor gloria de Dios, sea porque no la buscamos.
La Santísima Virgen a quien cedemos el valor y mérito de nuestras buenas obras
conoce perfectamente donde está la mayor gloria de Dios y todo su actuar es procurarla,
el perfecto servidor de esta amable Señora a quien se ha consagrado totalmente como
hemos dicho puede afirmar resueltamente que el valor de todas sus acciones,
pensamientos y palabras se ordena a la mayor gloria de Dios…”


Prácticas de preparación

Para esta tercera semana, dice san Luis María: “se dedicarán en todas sus oraciones y
acciones cotidianas a conocer a María. Pedirán tal conocimiento al Espíritu Santo.
Podrán leer y meditar lo que hemos dicho. Recitarán, como en la primera semana, las
letanías del Espíritu Santo y el “Ave Stella del mare”. En esta semana se pueden ofrecer
también las oraciones que habitualmente se hagan (ofrecimiento de las obras por la
mañana, las tres Ave María, el Ángelus…) y en la medida de las posibilidades recitar el
Santo Rosario.

1) Ponerse en la presencia de Dios.


2) Pedir la gracia al Espíritu Santo de conocer a María Santísima
3) Exhortación de San Bernardo a la confianza

“Oh! tú, quien quiera que seas, que te sientes lejos de tierra firme, arrastrado por las
olas de este mundo, en medio de las borrascas y tempestades, si no quieres zozobrar, no
quites los ojos de la luz de esta estrella.
Si el viento de las tentaciones se levanta, si el escollo de las tribulaciones se interpone
en tu camino, mira la estrella, invoca a María.
Si eres balanceado por las agitaciones del orgullo, de la ambición, de la murmuración,
de la envidia, mira la estrella, invoca a María.
Si la cólera, la avaricia, los deseos impuros sacuden la frágil embarcación de tu alma,
levanta los ojos hacia María.
Si, perturbado por el recuerdo de la enormidad de tus crímenes, confuso antes las
torpezas de tu conciencia, aterrorizado por el miedo del Juicio, comienzas a dejarte
arrastrar por el torbellino de tristeza, a despeñarse en el abismo de la desesperación,
piensa en María.
En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María.
Que su nombre nunca se aparte de tus labios, jamás abandone tu corazón; y para
alcanzar el socorro de su intercesión, no descuides los ejemplos de su vida.
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Siguiéndola, no te extraviarás, rezándole, no desesperarás, pensando en Ella, evitarás
todo error.
Si Ella te sustenta, no caerás; si Ella te protege, nada tendrás que temer; si Ella te
conduce, no te cansarás; si Ella te es favorable, alcanzarás el fin. Y así verificarás, por tu
propia experiencia, con cuánta razón fue dicho: “Y el nombre de la Virgen era María”.
(San Bernardo, “Super missus”, 2ª homilía, 17)
Letanías al Espíritu Santo
Ave Stella del mare, pág. 87

Décimo noveno día


Tratado: [152-163]

Quinta razón: esta consagración nos conduce a la unión con Cristo.


Esta devocion es una vía fácil, breve, perfecta y segura para llegar a la unión con Nuestro
Señor, en la cual consiste la perfección del cristiano.

1) Es una vía fácil para alcanzar la unión con Dios. Las vías que portan a la unión
con Dios son siempre signadas por la cruz (persecuciones, incomprensiones,
tentaciones, arideces espirituales, noches oscuras del alma…) pero “sobre el
camino de María, al contrario, se procede más suavemente y más tranquilamente”
que por otras vías. San Luis se pone una objeción: ¿Por qué la historia nos
demuestra que los santos profundamente devotos de María han tenido igualmente
que sufrir muchísimo, y aún más? Y responde: María “se hace tan vecina y
presente a sus fieles servidores para aclararlos en sus tinieblas, iluminarlos en sus
dudas, asegurarlos en sus temores, sostenerlos en sus combates y en sus
dificultades, que de verdad este camino virginal para encontrar a Jesucristo,
parangonado con otros, es un camino de rosas y miel”. Por eso los siervos de
María logran llevar hasta las más grandes cruces con menor dificultad, gracias al
apoyo especial que reciben de la Virgen María.
2) Es una vía breve para encontrar a Jesucristo, ya sea porque no se puede uno perder
ni volver atrás, “ya sea porque se camina por él con mayor gusto y facilidad y, por
consiguiente, con mayor rapidez. Se adelanta más en poco tiempo de sumisión
y obediencia a María que en años enteros de hacer nuestra propia voluntad
y apoyarnos en nosotros mismos. Y agrega San Luis: “con el apoyo, auxilio y
dirección de María, sin caer, retroceder ni detenerse avanzará a pasos agigantados
hacia Jesucristo”
3) Es un camino perfecto para ir a Jesucristo y unirse con Él. “Porque María es la
más perfecta y santa de las puras creaturas y Jesucristo que ha venido a nosotros
de la manera más perfecta, no tomó otro camino para viaje tan grande y admirable
que María”.

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4) Es camino seguro para ir a Jesucristo y alcanzar la perfección uniéndonos a Él.
Y afirma San Luis: “Porque esta práctica que estoy enseñando no es nueva. Es tan
antigua que no se pueden señalar con precisión sus comienzos. San Odilón, abad
de Cluny que vivió hacia el año 1040 fue uno de los primeros en practicarla
públicamente. El Beato Marín, se hizo esclavo de la Santísima Virgen, en
presencia de su director espiritual, y mereció ser visitado y consolado por su
bondadosa Soberana y escuchar de sus labios la promesa del Paraíso en
recompensa de sus servicios, en el momento de su muerte; El Padre Simón Rojas
puso en boga esta devoción por toda España y Alemania, los padres Teatinos la
enseñaron en Italia, Sicilia y Saboya; Estanislao Falacio, de la Compañía de Jesús,
la promovió admirablemente en Polonia. Los Jesuitas de Colonia la estudiaron,
profundizaron y difundieron, el Card. de Bérulle, cuya memoria bendice toda
Francia, fue uno de los más celosos en propagar por Francia esta devoción, a pesar
de todas las calumnias y persecuciones que le levantaron los críticos y libertinos.
Para garantizar aún más la seguridad de esta devoción podemos decir que a lo
largo del Tratado, San Luis no solo demuestra sus afirmaciones argumentando y
citando la Sagrada Escritura, sino que también constantemente se refiere a los
Padres y Doctores de la Iglesia y los grandes santos místicos cuya doctrina ha sido
reconocida por la Iglesia: (San Agustín, San Bernardo, San Buenaventura, Santo
Tomás de Aquino…) Esta seriedad y riqueza del tratado nos garantiza de
encontrarnos de frente a una devoción privilegiada. El mismo San Juan Pablo II
la confirmó y la difundió: “La devoción a la Santísima Virgen es un medio
privilegiado para encontrar a Jesucristo perfectamente, para amarlo tiernamente y
servirlo fielmente” (En ocasión del 160 ° aniversario de la publicación del Tratado
de la Verdadera devoción de San Luis María Grignion de Montfort, 13 de enero
de 2004).


Prácticas de preparación

Para esta tercera semana, dice san Luis María: “se dedicarán en todas sus oraciones y
acciones cotidianas a conocer a María. Pedirán tal conocimiento al Espíritu Santo.
Podrán leer y meditar lo que hemos dicho. Recitarán, como en la primera semana, las
letanías del Espíritu Santo y el “Ave Stella del mare”. En esta semana se pueden ofrecer
también las oraciones que habitualmente se hagan (ofrecimiento de las obras por la
mañana, las tres Ave María, el Ángelus…) y en la medida de las posibilidades recitar el
Santo Rosario.

1) Ponerse en la presencia de Dios.


2) Pedir la gracia al Espíritu Santo de conocer a María Santísima
3) Exhortación de San Bernardo a la confianza

49
“Oh! tú, quien quiera que seas, que te sientes lejos de tierra firme, arrastrado por las
olas de este mundo, en medio de las borrascas y tempestades, si no quieres zozobrar, no
quites los ojos de la luz de esta estrella.
Si el viento de las tentaciones se levanta, si el escollo de las tribulaciones se interpone
en tu camino, mira la estrella, invoca a María.
Si eres balanceado por las agitaciones del orgullo, de la ambición, de la murmuración,
de la envidia, mira la estrella, invoca a María.
Si la cólera, la avaricia, los deseos impuros sacuden la frágil embarcación de tu alma,
levanta los ojos hacia María.
Si, perturbado por el recuerdo de la enormidad de tus crímenes, confuso antes las
torpezas de tu conciencia, aterrorizado por el miedo del Juicio, comienzas a dejarte
arrastrar por el torbellino de tristeza, a despeñarse en el abismo de la desesperación,
piensa en María.
En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María.
Que su nombre nunca se aparte de tus labios, jamás abandone tu corazón; y para
alcanzar el socorro de su intercesión, no descuides los ejemplos de su vida.
Siguiéndola, no te extraviarás, rezándole, no desesperarás, pensando en Ella, evitarás
todo error.
Si Ella te sustenta, no caerás; si Ella te protege, nada tendrás que temer; si Ella te
conduce, no te cansarás; si Ella te es favorable, alcanzarás el fin. Y así verificarás, por tu
propia experiencia, con cuánta razón fue dicho: “Y el nombre de la Virgen era María”.
(San Bernardo, “Super missus”, 2ª homilía, 17)
Letanías al Espíritu Santo
Ave Stella del mare, pág. 87

Vigésimo día
Tratado: [37-48]

Esta devoción es un medio seguro para ir a Jesucristo


Algunos podrán objetar que “demasiada” devoción a María, es un obstáculo para la
verdadera devoción a Jesucristo. San Luis indica que ciertamente la mirada sobre las
creaturas, aun santas, podría retardar la unión con Dios, pero esto no puede suceder con
María. Del mismo modo que es inconcebible pensar que Jesús sea un obstáculo para
conducirnos al Padre, no se puede pensar que la Virgen sea un obstáculo para alcanzar a
Jesucristo. Y San Luis nos da los motivos: “Es imposible que la que halló gracia delante
de Dios para todo el mundo en general y para cada uno en particular, estorbe a las almas
alcanzar la inestimable gracia de la unión con Jesucristo”

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“Mas imposible aun es que la que fue total y sobreabundantemente llena de gracia y
tan unida y transformada en Dios que lo obligó a encarnarse en Ella, impida al alma vivir
unida a Dios”
Y explica: “Una de las razones que explican por qué son tan pocas las almas que
llegan a la madurez en Jesucristo, es que María que ahora como siempre es la Madre de
Cristo y la Esposa fecunda del Espíritu Santo no está bastante formada en los corazones.
Persuádete, pues, de que cuanto más busques a María en tus oraciones,
contemplaciones, acciones y padecimientos si no de manera clara y explícita, al
menos con mirada general e implícita más perfectamente hallarás a Jesucristo. Es
que no ha habido ni habrá jamás otra igual a Ella, ya por las gracias que para ello nos
alcanza pues como dice un Santo, "nadie se llena del pensamiento de Dios sino por Ella”,
porque todas las gracias que recibimos nos vienen por su intercesión.
“Donde está María no pude estar el espíritu maligno. Precisamente una de las señales
infalibles de que somos gobernados por el buen espíritu es el ser muy devotos de la
Santísima Virgen, pensar y hablar frecuentemente de Ella”
Lo mismo afirma san German de Constantinopla: “Así como la respiración es señal
cierta de que el cuerpo no está muerto, del mismo modo el pensar con frecuencia
en María e invocarla amorosamente es señal cierta de que el alma no está muerta
por el pecado”
Cualquiera, pues, que desee avanzar, sin temor a ilusiones cosa ordinaria entre
personas de oración por los caminos de la santidad y hallar con seguridad y perfección
a Jesucristo, debe abrazar de todo corazón, con ánimo generoso y resuelto, esta devoción
a la Santísima Virgen que tal vez no haya conocido todavía y que yo le enseño ahora:
-“Es el camino abierto por Jesucristo, la Sabiduría encarnada, nuestra única Cabeza.
El miembro de esta Cabeza que avanza por dicho camino no puede extraviarse”.
-Es camino fácil, a causa de la plenitud de la gracia y unción del Espíritu Santo que
lo llena: nadie se cansa ni retrocede, si camina por él”.
- “Es camino corto, que en breve nos lleva a Jesucristo. Es camino perfecto, sin lodo
ni polvo ni fealdad de pecado”.
-“Es, finalmente, camino seguro, que de manera directa y segura, sin desviarnos ni a
la derecha ni a la izquierda, nos conduce a Jesucristo y a la vida eterna”
“Entremos, pues, por este camino y avancemos por él, día y noche, hasta la plena
madurez en Jesucristo”


Prácticas de preparación
Para esta tercera semana, dice san Luis María: “se dedicarán en todas sus oraciones y
acciones cotidianas a conocer a María. Pedirán tal conocimiento al Espíritu Santo.
Podrán leer y meditar lo que hemos dicho. Recitarán, como en la primera semana, las
letanías del Espíritu Santo y el “Ave Stella del mare”. En esta semana se pueden ofrecer
también las oraciones que habitualmente se hagan (ofrecimiento de las obras por la
mañana, las tres Ave María, el Ángelus…) y en la medida de las posibilidades recitar el
Santo Rosario.

1) Ponerse en la presencia de Dios.


2) Pedir la gracia al Espíritu Santo de conocer a María Santísima

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3) Exhortación de San Bernardo a la confianza

“Oh! tú, quien quiera que seas, que te sientes lejos de tierra firme, arrastrado por las
olas de este mundo, en medio de las borrascas y tempestades, si no quieres zozobrar, no
quites los ojos de la luz de esta estrella.
Si el viento de las tentaciones se levanta, si el escollo de las tribulaciones se interpone
en tu camino, mira la estrella, invoca a María.
Si eres balanceado por las agitaciones del orgullo, de la ambición, de la murmuración,
de la envidia, mira la estrella, invoca a María.
Si la cólera, la avaricia, los deseos impuros sacuden la frágil embarcación de tu alma,
levanta los ojos hacia María.
Si, perturbado por el recuerdo de la enormidad de tus crímenes, confuso antes las
torpezas de tu conciencia, aterrorizado por el miedo del Juicio, comienzas a dejarte
arrastrar por el torbellino de tristeza, a despeñarse en el abismo de la desesperación,
piensa en María.
En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María.
Que su nombre nunca se aparte de tus labios, jamás abandone tu corazón; y para
alcanzar el socorro de su intercesión, no descuides los ejemplos de su vida.
Siguiéndola, no te extraviarás, rezándole, no desesperarás, pensando en Ella, evitarás
todo error.
Si Ella te sustenta, no caerás; si Ella te protege, nada tendrás que temer; si Ella te
conduce, no te cansarás; si Ella te es favorable, alcanzarás el fin. Y así verificarás, por tu
propia experiencia, con cuánta razón fue dicho: “Y el nombre de la Virgen era María”.
(San Bernardo, “Super missus”, 2ª homilía, 17)
Letanías al Espíritu Santo
Ave Stella del mare, pág. 87

Vigésimo primer día


Tratado: [169-172]

Sexto motivo: Esta consagración nos hace crecer en la libertad de los


hijos de Dios.
Ser esclavos de Marías nos hace auténticamente libres, porque nos une íntimamente
con Dios, suprema verdad y sumo bien, el cual nos hace plenamente libres. Explica San
Luis: Esta devoción da a quienes la practican fielmente una gran libertad interior: la
libertad de los hijos de Dios. Porque haciéndose el hombre esclavo de Jesucristo y
consagrándose a Él por esta devoción, el Señor en recompensa de la amorosa esclavitud
por la que hemos optado:

52
1) quita del alma todo escrúpulo y temor servil que pudiera angustiarla, esclavizarla
y perturbarla;
2) ensancha el corazón con una santa confianza en Dios, haciendo que lo mire como
a su Padre;
3) nos inspira un amor tierno y filial.

San Luis relata un hecho de la vida de la Madre Inés de Jesús, religiosa dominica:
“Contaba apenas siete años y ya padecía grandes congojas espirituales. Oyó entonces
una voz que le dijo: "Si quieres verte libre de todas tus angustias y ser protegida contra
todos tus enemigos, hazte cuanto antes esclava de Jesús y de su Santísima Madre. Al
regresar a su casa, se apresuró a consagrarse enteramente como esclava a Jesús y María,
aunque por entonces no sabía lo que era esta devoción. Hecho esto, cesaron todas sus
congojas y escrúpulo y halló tanta paz y amplitud de corazón que se comprometió a
enseñar esta devoción a muchos otros…”

Séptimo motivo: esta consagración procura grandes ventajas al


prójimo.
Los frutos de esta verdadera devoción no se agotan en nosotros, sino que se
desbordan al punto tal de beneficiar a nuestro prójimo. Al ofrecer a María Santísima el
valor satisfactorio e impetratorio de todas nuestras buenas obras, incluyendo los más
pequeños buenos pensamientos y los más leves sufrimientos, Ella dispone también de
todo esto en beneficio de las almas que tienen más necesidad. San Luis define esta gran
verdad:
“Se acepta que todas las satisfacciones adquiridas hasta ahora y las que se adquieran
hasta la muerte, sean empleadas según la voluntad de la Santísima Virgen, en la
conversión de los pecadores o la liberación de las almas del Purgatorio”
Y se pregunta:
“¿No es esto amar perfectamente al prójimo? ¿No es esto pertenecer al número de los
verdaderos discípulos de Jesucristo, cuyo distintivo es la caridad? ¿No es éste el medio
de convertir a los pecadores, sin temor a la vanidad, y librar a las almas del Purgatorio,
casi sin hacer otra cosa que lo que cada cual está obligado a hacer conforme a su estado?”
Y continúa:
“Para comprender la excelencia de este motivo sería indispensable conocer el gran
valor que tiene la conversión de un pecador o la liberación de un alma del
Purgatorio: bien infinito, mayor que la creación del cielo y de la tierra, pues se da a
un alma la posesión de Dios. De suerte que una persona que haya sido enteramente fiel
a esta práctica encontrará en la hora de la muerte, que ha librado a muchas almas del
Purgatorio y convertido a muchos pecadores, por medio de esta devoción, aunque sólo
haya realizado las obras de su propio estado ¡Qué gozo en el día del juicio! ¡Qué gloria
en la eternidad!”


Prácticas de preparación
Para esta tercera semana, dice San Luis María: “se dedicarán en todas sus oraciones y
acciones cotidianas a conocer a María. Pedirán tal conocimiento al Espíritu Santo.

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Podrán leer y meditar lo que hemos dicho. Recitarán, como en la primera semana, las
letanías del Espíritu Santo y el “Ave Stella del mare”. En esta semana se pueden ofrecer
también las oraciones que habitualmente se hagan (ofrecimiento de las obras por la
mañana, las tres Ave María, el Ángelus…) y en la medida de las posibilidades recitar el
Santo Rosario.

1) Ponerse en la presencia de Dios.


2) Pedir la gracia al Espíritu Santo de conocer a María Santísima
3) Exhortación de San Bernardo a la confianza

“Oh! tú, quien quiera que seas, que te sientes lejos de tierra firme, arrastrado por las
olas de este mundo, en medio de las borrascas y tempestades, si no quieres zozobrar, no
quites los ojos de la luz de esta estrella.
Si el viento de las tentaciones se levanta, si el escollo de las tribulaciones se interpone
en tu camino, mira la estrella, invoca a María.
Si eres balanceado por las agitaciones del orgullo, de la ambición, de la murmuración,
de la envidia, mira la estrella, invoca a María.
Si la cólera, la avaricia, los deseos impuros sacuden la frágil embarcación de tu alma,
levanta los ojos hacia María.
Si, perturbado por el recuerdo de la enormidad de tus crímenes, confuso antes las
torpezas de tu conciencia, aterrorizado por el miedo del Juicio, comienzas a dejarte
arrastrar por el torbellino de tristeza, a despeñarse en el abismo de la desesperación,
piensa en María.
En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María.
Que su nombre nunca se aparte de tus labios, jamás abandone tu corazón; y para
alcanzar el socorro de su intercesión, no descuides los ejemplos de su vida.
Siguiéndola, no te extraviarás, rezándole, no desesperarás, pensando en Ella, evitarás
todo error.
Si Ella te sustenta, no caerás; si Ella te protege, nada tendrás que temer; si Ella te
conduce, no te cansarás; si Ella te es favorable, alcanzarás el fin. Y así verificarás, por tu
propia experiencia, con cuánta razón fue dicho: “Y el nombre de la Virgen era María”.
(San Bernardo, “Super missus”, 2ª homilía, 17)
Letanías al Espíritu Santo
Ave Stella del mare, pág. 87

Vigésimo segundo día


Tratado: [173-182]

Octavo motivo: esta devoción es un medio maravilloso de perseverar.

54
La perseverancia en la fe y en la gracia hasta la muerte es una gracia tan grande que
para obtenerla es necesario pedirla en la oración. Así lo afirmaba el Cura de Ars: “La
oración es absolutamente necesaria para perseverar”
Muchas veces encontramos con personas que después de una conversión, se mantienen
firmes por pocos meses. Nosotros mismos recaemos en el pecado en vez de progresar en
la virtud, parece que retrocedemos. Conozcamos nuestra debilidad, llevamos la fe “en
vasos de barro”.
San Luis compara la Virgen María con un ánfora que conserva e impide que
naufraguemos en el mar agitado de este mundo. María se asemeja al Arca de Noé, en la
que el agua del diluvio de los pecados, que ahogan a muchos, no permitirá que se pierdan
aquellos que se refugien en Ella.
Con esta devoción se constituye a María como “depositaria universal de todos los
bienes de naturaleza y gracia”. Como buena Madre, acepta siempre todo lo que se le
confía en depósito. Cuanto ha recibido como depositaria, “está obligada en justicia, y en
virtud del contrato de depósito, a custodiarlo”
San Buenaventura parece afirmar lo mismo cuando escribe: “La Santísima Virgen no
solamente mantiene y conserva a los santos en su plenitud, para que ésta no disminuya,
sino que impide que sus virtudes se debiliten, que sus méritos perezcan, que sus gracias
se pierdan, que los demonios les hagan daño, que el Señor los castigue cuando pecan”.

Y San Luis nos advierte de los peligros de confiar el depósito de nuestras buenas
obras fuera de las manos de María: “No confíen el oro de su caridad, la plata de su
pureza, las aguas de las gracias celestiales ni los vinos de sus méritos y virtudes a un
saco agujereado, a un cofre viejo y roto, a un vaso infecto y contaminado, como lo son
ustedes mismos. Porque serán robados por los ladrones, esto es, por los demonios, que
día y noche acechan y espían el momento oportuno para ello; y todo lo más puro que
Dios les ha dado a ustedes lo corromperán con el mal de su egoísmo, de la confianza en
ustedes mismos y de su propia voluntad”.

Esta devoción viene presentada por San Luis como un tesoro escondido que se nos
ofrece y que asegura un bien grandísimo para nuestras almas. “He aquí el secreto que os
revelo, secreto desconocido por casi todos los cristianos, incluidos los más devotos”.

“Viertan en el seno y en el corazón de María, todos sus tesoros, gracias y virtudes. Ella
es Vaso espiritual, Vaso de honor, Vaso insigne de devoción. Desde que el mismo Dios
se encerró en él personalmente y con todas sus gracias, este vaso se tornó totalmente
espiritual y se convirtió en morada espiritual de las almas más espirituales…”
Y exclama el santo: “¡Oh! ¡Qué feliz es el hombre que lo ha entregado todo a María,
que en todo y por todo se confía y pierde en María! ¡Es todo de María y María es toda de
él! Y puede decir ardientemente con Jesucristo: "Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo, mío”
(Totus tuus ego sum, et omnia mea tua sunt).


Prácticas de preparación

55
Para esta tercera semana, dice San Luis María: “se dedicarán en todas sus oraciones y
acciones cotidianas a conocer a María. Pedirán tal conocimiento al Espíritu Santo.
Podrán leer y meditar lo que hemos dicho. Recitarán, como en la primera semana, las
letanías del Espíritu Santo y el “Ave Stella del mare”. En esta semana se pueden ofrecer
también las oraciones que habitualmente se hagan (ofrecimiento de las obras por la
mañana, las tres Ave María, el Ángelus…) y en la medida de las posibilidades recitar el
Santo Rosario.

1) Ponerse en la presencia de Dios.


2) Pedir la gracia al Espíritu Santo de conocer a María Santísima
3) Exhortación de San Bernardo a la confianza

“Oh! tú, quien quiera que seas, que te sientes lejos de tierra firme, arrastrado por las
olas de este mundo, en medio de las borrascas y tempestades, si no quieres zozobrar, no
quites los ojos de la luz de esta estrella.
Si el viento de las tentaciones se levanta, si el escollo de las tribulaciones se interpone
en tu camino, mira la estrella, invoca a María.
Si eres balanceado por las agitaciones del orgullo, de la ambición, de la murmuración,
de la envidia, mira la estrella, invoca a María.
Si la cólera, la avaricia, los deseos impuros sacuden la frágil embarcación de tu alma,
levanta los ojos hacia María.
Si, perturbado por el recuerdo de la enormidad de tus crímenes, confuso antes las
torpezas de tu conciencia, aterrorizado por el miedo del Juicio, comienzas a dejarte
arrastrar por el torbellino de tristeza, a despeñarse en el abismo de la desesperación,
piensa en María.
En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María.
Que su nombre nunca se aparte de tus labios, jamás abandone tu corazón; y para
alcanzar el socorro de su intercesión, no descuides los ejemplos de su vida.
Siguiéndola, no te extraviarás, rezándole, no desesperarás, pensando en Ella, evitarás
todo error.
Si Ella te sustenta, no caerás; si Ella te protege, nada tendrás que temer; si Ella te
conduce, no te cansarás; si Ella te es favorable, alcanzarás el fin. Y así verificarás, por tu
propia experiencia, con cuánta razón fue dicho: “Y el nombre de la Virgen era María”.
(San Bernardo, “Super missus”, 2ª homilía, 17)
Letanías al Espíritu Santo
Ave Stella del mare, pág. 87

Vigésimo tercer día


Tratado: [183-190]

56
CAPITULO TERCERO. LA VIDA DE CONSAGRACIÓN
EXPRESADA EN UNA FUGURA BIBLICA.
San Luis toma la figura del Antiguo Testamento de Jacob, hijo de Isaac, nieto de Abrahán,
que recibió la bendición de su padre por medio de las artimañas de Rebeca su madre.
Podéis encontrar el entero relato bíblico en el libro del Génesis, capítulo 27. Lo que sigue
es el relato bíblico que escribe San Luis con un resumen de su propia explicación.

El relato bíblico de Rebeca y de Jacob


Esaú había vendido su primogenitura a Jacob. Ahora, Rebeca, madre de los dos hermanos,
que amaba tiernamente a Jacob, logró después de varios años, con una sagacidad santa y
llena de misterios, asegurarle esta ventaja. Isaac se sentía ya muy adelantado en los años.
Antes de morir, quería bendecir a sus hijos. Llamó pues al hijo Esaú, que amaba, y le
mandó ir a cazar para traerle comida, antes de darle la bendición.

Rebeca informó rápidamente a Jacob de lo que estaba pasando y le ordenó de ir al rebaño


para coger dos cabritos. Como los recibió del hijo, Rebeca preparó una comida para Isaac,
según el gusto de él. Luego revistió Jacob con la ropa de Esaú, lo cubrió manos y cuello
con la piel de los cabritos, porque el padre que era ciego sintiendo la voz de Jacob, pudiese
creer, por los muchos pelos, que se trataba de Esaú su hermano. De hecho Isaac se quedó
maravillado por la voz, que creía era la de Jacob, lo hizo acercar y tocada la piel que
cubría sus manos, dijo: “La voz es de Jacob, pero las manos son de Esaú”. Después de
haber comido, olfateó, mientras lo besaba, el olor de la ropa perfumada de Esaú y lo
bendijo: “Dios te conceda rocío del cielo y tierras fecundas”. Lo constituyó señor de todos
sus hermanos y concluyo la bendición con estas palabras: “Quien te maldice sea
maldecido y quien te bendice sea lleno de bendiciones”.

Isaac había recién terminado estas palabras, cuando entró Esaú y les dio a comer de lo
que había cazado para que su padre lo bendijera. Aquel santo patriarca se quedó
sumamente sorprendido enterándose de lo que había pasado, pero en cambio de retractar
lo que había hecho, lo confirmó, ya que en todas las cosas veía muy claramente el dedo
de Dios.

Esaú entonces estalló en gemidos, como hace notar la Escritura, y acosando a voz en grito
el engaño del hermano, preguntó al padre si tenía solamente una bendición. Observan los
santos Padres que, en esto, Esaú es figura de aquellos que encuentran cómodo conciliar
Dios con el mundo y quieren gozar juntamente de las bendiciones del cielo y de las de la
tierra. Conmovido por los gritos de Esaú, Isaac terminó bendiciéndolo, pero con una
bendición terrena, sujetándolo al hermano.

Esto hizo nacer en el ánimo de Esaú un odio venenoso contra Jacob que desde entonces
aguardaba la muerte del padre para vengarse matando a su hermano.

Tampoco Jacob hubiese podido evitar la muerte, si Rebeca, su madre, no lo hubiese


protegido con sus cuidados y consejos que él seguía fielmente.

57
Esaú figura de los réprobos
Según todos los santos Padres e intérpretes de la sagradas Escrituras, Jacob es figura de
Jesucristo y de los predestinados, mientras Esaú es figura de los réprobos. Podemos
parangonar la conducta de Esaú con la de los réprobos, considerando Rebeca, madre de
ambos hijos, como figura de la Virgen María.

Esaú Los réprobos

1) El hijo mayor, fuerte y de 1) Tienen confianza en sus propias


constitución robusta, hábil con el arco y fuerzas y cuidados acerca de las
en cazar muchos animales. cosas temporales. Son versátiles,
hábiles e iluminados en las cosas
de la tierra, pero muy débiles e
ignorantes en lo del cielo.
2) No estaba casi nunca en casa y, 2) No se quedan nunca o casi nunca en
confiando únicamente en su propia fuerza casa, o sea en el secreto de su conciencia.
y destreza, trabajaba solo al exterior de la No aman para nada ni el retiro, ni la
casa. espiritualidad, ni la devocion interior.
Desprecian la gente piadosa.

3) No se preocupaba mucho de agradar 3) Los réprobos no se curan para nada de


a Rebeca, su madre, y no hacía nada con la devocion a María. Es verdad que odian
ese fin. formalmente a la Virgen. A veces, quizás,
la alaban, dicen que la quieren y hasta
llegan a honrarla con alguna forma de
devocion, pero después no pueden tolerar
que se la ame tiernamente, ya que no
tienen para con ella las ternuras de Jacob.
Se ríen de las prácticas devotas que sus
hijos y siervos cumplen fielmente para
ganarse su afecto, porque no creen que
sea necesaria para su salvación la
devocion a María. Se contentan con no
detestar formalmente la Virgen Santa.
Consideran así de encontrarse en sus
gracias y ser sus siervos, recitando y
farfullando alguna oración en su honor,
sin ternura hacia ella y sin corregirse a sí
mismos.

4) Era tan glotón y tan esclavo de la 4) Los réprobos venden su


gula, que vendió su derecho de derecho de primogenitura, o sea los
primogenitura por un plato de lentejas. gozos del Paraíso, por un plato de
lentejas, o sea por los placeres de la
tierra. Ríen, beben, comen, se
divierten, juegan, danzan… sin
preocuparse, como hizo Esaú, de

58
hacerse digno de la bendición del
Padre celestial. En fin, piensan solo
en la tierra, aman solo la tierra,
hablan y obran solo para la tierra y las
satisfacciones terrenales, vendiendo
por un momento fugaz de placer, por
un vano humo de honor y un pedazo
de tierra dura, amarilla o blanca, la
gracia bautismal, la veste de la
inocencia y la herencia del cielo.

5) Era como Caín, lleno de envidia 5) No pueden soportar a los


contra su hermano Jacob y lo perseguía a predestinados: los desprecian,
muerte. critican, se burlan de ellos, los
injurian, les roban, los engañan, los
arrojan en la pobreza, les hacen
morder el polvo. Ellos en cambio
tienen fortuna, se quitan toda
satisfacción, se la pasan bien, se
enriquecen, viven a sus anchas.


Prácticas de preparación
Para esta tercera semana, dice san Luis María: “se dedicarán en todas sus oraciones y
acciones cotidianas a conocer a María. Pedirán tal conocimiento al Espíritu Santo.
Podrán leer y meditar lo que hemos dicho. Recitarán, como en la primera semana, las
letanías del Espíritu Santo y el “Ave Stella del mare”. En esta semana se pueden ofrecer
también las oraciones que habitualmente se hagan (ofrecimiento de las obras por la
mañana, las tres Ave María, el Ángelus…) y en la medida de las posibilidades recitar el
Santo Rosario.

1) Ponerse en la presencia de Dios.


2) Pedir la gracia al Espíritu Santo de conocer a María Santísima
3) Exhortación de San Bernardo a la confianza

“Oh! tú, quien quiera que seas, que te sientes lejos de tierra firme, arrastrado por las
olas de este mundo, en medio de las borrascas y tempestades, si no quieres zozobrar, no
quites los ojos de la luz de esta estrella.
Si el viento de las tentaciones se levanta, si el escollo de las tribulaciones se interpone
en tu camino, mira la estrella, invoca a María.
Si eres balanceado por las agitaciones del orgullo, de la ambición, de la murmuración,
de la envidia, mira la estrella, invoca a María.

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Si la cólera, la avaricia, los deseos impuros sacuden la frágil embarcación de tu alma,
levanta los ojos hacia María.
Si, perturbado por el recuerdo de la enormidad de tus crímenes, confuso antes las
torpezas de tu conciencia, aterrorizado por el miedo del Juicio, comienzas a dejarte
arrastrar por el torbellino de tristeza, a despeñarse en el abismo de la desesperación,
piensa en María.
En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María.
Que su nombre nunca se aparte de tus labios, jamás abandone tu corazón; y para
alcanzar el socorro de su intercesión, no descuides los ejemplos de su vida.
Siguiéndola, no te extraviarás, rezándole, no desesperarás, pensando en Ella, evitarás
todo error.
Si Ella te sustenta, no caerás; si Ella te protege, nada tendrás que temer; si Ella te
conduce, no te cansarás; si Ella te es favorable, alcanzarás el fin. Y así verificarás, por tu
propia experiencia, con cuánta razón fue dicho: “Y el nombre de la Virgen era María”.
(San Bernardo, “Super missus”, 2ª homilía, 17)
Letanías al Espíritu Santo
Ave Stella del mare, pág. 87

Vigésimo cuarto día


Tratado: [191-200]

Jacob figura de los predestinados


San Luis compara la conducta de Jacob con aquella de los verdaderos devotos de la
Virgen.

Jacob Los consagrados a Jesús por


María

1) Jacob, el hijo menor, era de 1) Permanecen asiduamente en casa con


complexión débil, suave y tranquila. su madre, es decir, aman el retiro,
Permanecía generalmente en casa, para gustan de la vida interior, se aplican a
granjearse el favor y gracias de Rebeca, la oración, a ejemplo y en compañía de
su madre, a quien amaba tiernamente. Si su Madre, la Santísima Virgen.
alguna vez, salía de casa no lo hacía por Ciertamente, de vez en cuando, aparecen
capricho ni confiado en su habilidad, en público, pero por obediencia a la
sino por obedecer a su madre. voluntad de Dios y a la de su querida
Madre y a in de cumplir los deberes de su
estado, estimando mucho más lo que
adelantan en el interior de sí mismos en

60
compañía de la Santísima Virgen porque
de tal forma construyen el gran edificio de
su perfección.

2) Amaba y honraba a su madre. Por esto 2) Aman con filial afecto y honran
permanecía en casa con ella. Nunca se efectivamente a la Santísima Virgen
alegraba tanto como cuando la veía. como a su cariñosa Madre y Señora. La
Evitaba cuando pudiera desagradarle y aman no solo de palabra, sino de hecho.
hacía cuanto creía que le complacería. La honran no sólo exteriormente, sino
Todo lo cual aumentaba en Rebeca el en el fondo del corazón. Le llevan y
amor que ella le profesaba. entregan no ya dos cabritos, como Jacob a
Rebeca, sino lo que representan los dos
cabritos de Jacob, es decir, su cuerpo y su
alma.
3) Estaba sometido en todo a su querida
madre: le obedecía enteramente en todo, 3) Éstos sumisos y obedientes a la
prontamente y sin tardar, amorosamente Santísima Virgen, como a su cariñosa
y sin quejarse. A la menor señal de su Madre, a ejemplo de Jesucristo, quien de
voluntad, el humilde Jacob corría a treinta y tres años que vivió sobre la tierra,
realizarla. Creía cuanto Rebeca le decía, empleó treinta en glorificar a Dios, su
sin discutir, por ejemplo, cuando le Padre, mediante una perfecta y total
mandó que saliera a buscar dos cabritos y sumisión a su Santísima Madre. La
se los trajera para aderezar la comida a su obedecen, siguiendo exactamente, sus
padre Isaac, Jacob no replicó que para consejos, como el humilde Jacob los de
preparar una sola comida para una Rebeca cuando le dijo: “¡Sigue mi
persona bastaba con un cabrito, sino que consejo!” o como los sirvientes de las
sin replicar, hizo cuanto ella le ordenó. bodas de Caná a quienes dijo la Santísima
Virgen: “¡Hagan todo lo que Él les
mande!”
Jacob, por haber obedecido a su
madre, recibió como por milagro la
bendición, aunque naturalmente no podía
recibirla. Asimismo, todos los que hasta
el fin de los siglos reciban la bendición
del Padre Celestial y sean honrados con
las maravillas de Dios, sólo recibirán
estas gracias como consecuencia de su
perfecta obediencia a María.
4) Tenía gran confianza en su querida
madre y como no confiaba en su propio 4) Los predestinados tienen gran
valer, se apoyaba solamente en la confianza en la bondad y poder de María,
solicitud y cuidados de su madre. su bondadosa Madre. Reclaman sin cesar
Imploraba su ayuda en todas las su socorro. La miran como su estrella
necesidades y le consultaba en todas las polar, para llegar a buen puerto. Se
dudas: por ejemplo, cuando le preguntó si arrojan, esconden y pierden de manera
en vez de la bendición, no recibiría más maravillosa en su seno amoroso y
bien la maldición de su padre, creyó en virginal, para ser allí inflamados en amor
ella y a ella se confió tan pronto Rebeca puro, ser allí purificados de las menores
le contestó que ella tomaría sobre si esta manchas y encontrar allí plenamente a
maldición.

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Jesucristo que reside en María como en su
trono más glorioso.
5) Finalmente, imitaba según su
capacidad las virtudes de su madre. Y
parece que una de las razones de que 5) Finalmente, los predestinados siguen el
permaneciera sedentario en casa era el ejemplo de la Santísima Virgen, su tierna
imitar a su querida y muy virtuosa madre Madre. Es decir, la imitan y, por esto, son
y el alejarse de las malas compañías, que verdaderamente dichosos y devotos en
corrompen las costumbres. este mundo y en esta vida. Dichosos en su
En tal manera, se hizo digno de recibir la muerte, que es dulce y tranquila y a la que
doble bendición de su querido padre. ordinariamente asisto, para conducirlos a
los goces de la eternidad. Dichosos,
finalmente, en la eternidad, porque jamás
se ha perdido ninguno de mis fieles
servidores que haya imitado mis virtudes
durante su vida.


Prácticas de preparación

En esta semana, San Luis nos manda hacer el propósito de conocer a Jesucristo,
repitiendo durante la jornada la oración de san Agustín: “Señor, que yo te conozca”
Seguiremos los consejos que San Luis enseña acerca de “como vivir la consagración en
la santa comunión” (Tratado: [266-273]). Por tanto puedes aplicar estos consejos a la
Santa Comunión que harás esta semana siguiendo los consejos que da San Luis. Y que
resumimos a continuación. En el caso en que no puedas comulgar sacramentalmente,
puedes hacer la comunión espiritual como te indicaremos a continuación.

Antes de la comunión

1º Te humillarás profundamente delante de Dios.


2º Renunciarás a tus malas inclinaciones y a tus disposiciones, por buenas que te las
haga ver el amor propio.
3º Renovarás tu consagración diciendo "¡Soy todo/a tuyo/a, oh María, y cuanto tengo
es tuyo!"
4° Suplicarás a esta bondadosa Madre que te preste su corazón para recibir en él a su
Hijo con sus propias disposiciones.

En la comunión
Cuando te acerques a recibir la Comunión, dirás tres veces: "Señor, no soy digno de
que entres en mi casa...", dirigiéndote a la Santísima Trinidad:

62
a- Al Padre: lamentándote de que no eres digno de recibir a su Hijo único, a causa
de tus malos pensamientos e ingratitudes para con un Padre tan bueno, pero que
te encomiendas a María y te acercas junto a Ella.
b- Al Hijo: le dirás que no eres digno de recibirle a causa de tus palabras inútiles y
malas y de tu infidelidad en su servicio, pero que le suplicas de tener piedad de ti,
ya que estas para introducirlo en la casa de su Madre.
c- Al Espíritu Santo: le dirás que no eres digno de recibir la obra maestra de su amor
a causa de la tibieza y maldad de tus acciones y de la resistencia de sus
aspiraciones, pero que toda tu confianza es María, su fiel Esposa.

Entonces te acercaras a recibir la Santa Comunión o, si no tienes la posibilidad de


comulgar sacramentalmente, lo harás espiritualmente con una fórmula como esta:
“Señor, creo que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento. Te amo sobre
todas las cosas y te deseo en mi alma. Ya que ahora no te puedo recibir
sacramentalmente, ven espiritualmente en mi corazón (breve pausa en la que te unes
a Jesús). Como ya venido yo te abrazo y me uno a Ti, no permitas nunca que me
separe de Ti”.

Después de la comunión
Después de la Sagrada Comunión, estando recogido interiormente y cerrados los
ojos, introducirás a Jesucristo en el Corazón de María. Se lo entregarás a su Madre, quien
lo recibirá amorosamente, lo colocará dignamente, lo amará perfectamente, lo abrazará
estrechamente y le rendirá en espíritu y verdad muchos obsequios que desconocemos a
causa de nuestras espesas tinieblas.
O te mantendrás profundamente humillado dentro de ti mismo, en presencia de Jesús
que mora en María. O permanecerás como el esclavo a la puerta del palacio del Rey,
quien dialoga con la Reina. Y mientras ellos hablan entre sí, dado que no te necesitan,
subirás en espíritu al cielo e irás por toda la tierra a rogar a las creaturas que den gracias,
adoren y amen a Jesús y a María en nombre tuyo: Vengan, adoremos, etc.
Hay mil pensamientos más que el Espíritu Santo sugiere y te sugerirá también a ti, si
eres verdaderamente hombre interior, mortificado y fiel a la excelente y sublime devoción
que acabo de enseñarte.

Letanías al Verbo Encarnado, pág. 85 (puedes recitarlas todas o si quieres 8 por día)

Ave Stella del mare, pág. 87

Vigésimo quinto día


Tratado: [201-207]

Solicitud de María con sus fieles servidores

63
En la línea del relato bíblico de Esaú y Jacob, San Luis explica e ilustra los cuidados
que María tiene con sus verdaderos devotos.
A. Los ama
- porque es su Madre verdadera y una madre ama siempre a su hijo, fruto de sus
entrañas;
- en respuesta al amor efectivo que ellos le profesan como a su cariñosa Madre;
- porque Dios mismo los ama como predestinados que son;
- porque se han consagrado totalmente a Ella y son, por tanto, su posesión y
herencia.
San Luis explica con palabras muy bellas la inmensidad del amor de María hacia nosotros,
el cual supera el amor y la ternura de todas las madres a la vez.
“Reúnan, si es posible, todo el amor natural que todas las madres del mundo
tienen a sus hijos, en el corazón de una sola madre hacia un hijo único: ciertamente,
esta madre amaría mucho a este hijo. María, sin embargo, ama en verdad más
tiernamente a sus hijos de cuanto esta madre amaría al suyo”.
Los ama no solo con afecto, sino con eficacia. Con amor afectivo y efectivo, como el
de Rebeca para con Jacob.
A imitación de las atenciones que Rebeca tenía con Jacob, la Virgen Santa en relación
a sus hijos:
- Espía, las oportunidades para hacerles el bien, para engrandecerlos y
enriquecerlos. “Ella está al cuidado de nuestros intereses”
- Les da buenos consejos, como Rebeca a Jacob: "¡Hijo mío, sigue mis consejos!"
- Entre otras cosas, les inspira que le lleven dos cabritos, es decir su cuerpo y su
alma. Y realiza con ellos lo que hizo con los cabritos de Jacob:

- Los recibe como cosa que le pertenece.

- Los mata y los hace morir al pecado y a sí mismos, los desuella y lo despoja de la
propia piel del amor propio.

- Los prepara según el gusto del Padre celestial y a su mayor gloria: aquella gloria
que ella conoce mejor que cualquier otra criatura.


Prácticas de preparación

En esta semana, San Luis nos manda hacer el propósito de conocer a Jesucristo,
repitiendo durante la jornada la oración de San Agustín: “Señor, que yo te conozca”.
Seguiremos los consejos que San Luis enseña acerca de “como vivir la consagración en
la santa comunión” (Tratado: [266-273]). Por tanto puedes aplicar estos consejos a la
Santa Comunión que harás esta semana siguiendo los consejos que da San Luis. Y que

64
resumimos a continuación. En el caso en que no puedas comulgar sacramentalmente,
puedes hacer la comunión espiritual como te indicaremos a continuación.

Antes de la comunión

1º Te humillarás profundamente delante de Dios.


2º Renunciarás a tus malas inclinaciones y a tus disposiciones, por buenas que te las
haga ver el amor propio.
3º Renovarás tu consagración diciendo "¡Soy todo/a tuyo/a, oh María, y cuanto tengo
es tuyo!"
4° Suplicarás a esta bondadosa Madre que te preste su corazón para recibir en él a su
Hijo con sus propias disposiciones.

En la comunión

Cuando te acerques a recibir la Comunión, dirás tres veces: "Señor, no soy digno de
que entres en mi casa...", dirigiéndote a la Santísima Trinidad:

a- Al Padre: lamentándote de que no eres digno de recibir a su Hijo único, a causa


de tus malos pensamientos e ingratitudes para con un Padre tan bueno, pero que
te encomiendas a María y te acercas junto a Ella.
b- Al Hijo: le dirás que no eres digno de recibirle a causa de tus palabras inútiles y
malas y de tu infidelidad en su servicio, pero que le suplicas de tener piedad de ti,
ya que estas para introducirlo en la casa de su Madre.
c- Al Espíritu Santo: le dirás que no eres digno de recibir la obra maestra de su amor
a causa de la tibieza y maldad de tus acciones y de la resistencia de sus
aspiraciones, pero que toda tu confianza es María, su fiel Esposa.

Entonces te cercaras a recibir la Santa Comunión o, si no tienes la posibilidad de


comulgar sacramentalmente, lo harás espiritualmente con una formula como esta:
“Señor, creo que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento. Te amo sobre
todas las cosas y te deseo en mi alma. Ya que ahora no te puedo recibir
sacramentalmente, ven espiritualmente en mi corazón (breve pausa en la que te unes
a Jesús). Como ya venido yo te abrazo y me uno a Ti, no permitas nunca que me
separe de Ti”.

Después de la comunión

Después de la Sagrada Comunión, estando recogido interiormente y cerrados los


ojos, introducirás a Jesucristo en el Corazón de María. Se lo entregarás a su Madre, quien
lo recibirá amorosamente, lo colocará dignamente, lo amará perfectamente, lo abrazará
estrechamente y le rendirá en espíritu y verdad muchos obsequios que desconocemos a
causa de nuestras espesas tinieblas.
O te mantendrás profundamente humillado dentro de ti mismo, en presencia de Jesús
que mora en María. O permanecerás como el esclavo a la puerta del palacio del Rey,
quien dialoga con la Reina. Y mientras ellos hablan entre sí, dado que no te necesitan,

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subirás en espíritu al cielo e irás por toda la tierra a rogar a las creaturas que den gracias,
adoren y amen a Jesús y a María en nombre tuyo: Vengan, adoremos, etc.
Hay mil pensamientos más que el Espíritu Santo sugiere y te sugerirá también a ti, si
eres verdaderamente hombre interior, mortificado y fiel a la excelente y sublime devoción
que acabo de enseñarte.

Letanías al Verbo Encarnado, pág. 85 (puedes recitarlas todas o si quieres 8 por día)

Ave Stella del mare, pág. 87

Vigésimo sexto día


Tratado: [208-212]

B. Los provee de todo.

El segundo deber de caridad que la Santísima Virgen ejerce con sus fieles servidores es
el de proporcionarles todo lo necesario para el cuerpo y el alma.

- Nos reviste de doble hábito, es decir, de los méritos de su Hijo Jesucristo junto a
nuestros propios méritos purificados y elevados por Ella misma.

- Nos da a comer los platos más exquisitos de la mesa de Dios, siendo Ella la tesorera y
dispensadora de los dones y gracias del Altísimo, da gran porción y la mejor de todas,
para alimentar y sustentar a sus hijos y servidores.

C. María los guía.


“El tercer bien que la Santísima Virgen hace a sus fieles servidores es el conducirlos y
guiarlos según la voluntad de su Hijo. Rebeca guiaba a su Hijo Jacob y, de cuando en
cuando, le daba buenos consejos, ya para atraer sobre él la bendición de su padre, ya
para ayudarle a evitar el odio y la persecución de su hermano Esaú. María, estrella del
mar, conduce a todos sus fieles servidores al puerto de salvación. Les hace evitar los
pasos peligrosos. Los lleva de la mano por los senderos de la justicia. Los sostiene
cuando están a punto de caer. Los levanta cuando han caído. Los reprende, como Madre
cariñosa, cuando yerran, y aún a veces los castiga amorosamente”.

D. María los defiende y protege


“El cuarto servicio que la Santísima Virgen ofrece a sus hijos y fieles servidores es
defenderlos y protegerlos contra sus enemigos. Rebeca, con sus cuidados y vigilancia,
libró a Jacob de todos los peligros en que se encontró y especialmente de la muerte que
su hermano Esaú le hubiera dado a causa del odio y envidia que le tenía como en otro
tiempo Caín a su hermano Abel. ¿Temerá acaso a sus enemigos quien está defendido
por un ejército de cien mil hombres bien armados? Pues bien, ¡un fiel servidor de María,

66
rodeado por su protección y poder imperial, tiene aún menos por qué temer! Esta
bondadosa Madre y poderosa Princesa celestial enviará legiones de millones de ángeles
para socorrer a uno de sus hijos, antes que pueda decirse que un fiel servidor de María
que puso en Ella su confianza haya sucumbido a la malicia, número y fuerza de sus
enemigos”.

E. María intercede en su favor.


“Por último, el quinto y mayor servicio que la amable María ejerce a favor de sus fieles
devotos es el interceder por ellos ante su Hijo y aplacarle con sus ruegos. Ella los une y
conserva unidos a Él con vínculo estrechísimo.
Rebeca hizo que Jacob se acercara al lecho de su padre. El buen anciano lo tocó, lo
abrazó y hasta lo besó con alegría, contento y satisfecho como estaba de los manjares
bien preparados que le había llevado.
Gozoso de percibir los exquisitos perfumes de sus vestidos, exclamó:
"¡Oh! ¡El olor de mi hijo es como el olor de un campo que el Señor ha bendecido!". Este
campo fértil, cuyo olor encantó el corazón del Padre, es el olor de las virtudes y méritos
de María.
María, además, después de haber colmado de favores a sus hijos y fieles servidores y de
haberles alcanzado la bendición del Padre celestial y la unión con Jesucristo, los
conserva en Jesucristo y a Jesucristo en ellos y los hace perseverar hasta el final”…
Esta es la explicación de la insigne y antigua figura de la predestinación y la reprobación,
tan desconocida y tan llena de misterios”


Prácticas de preparación

En esta semana, San Luis nos manda hacer el propósito de conocer a Jesucristo,
repitiendo durante la jornada la oración de san Agustín: “Señor, que yo te conozca”
Seguiremos los consejos que San Luis enseña acerca de “como vivir la consagración en
la santa comunión” (Tratado: [266-273]). Por tanto puedes aplicar estos consejos a la
Santa Comunión que harás esta semana siguiendo los consejos que da San Luis. Y que
resumimos a continuación. En el caso en que no puedas comulgar sacramentalmente,
puedes hacer la comunión espiritual como te indicaremos a continuación.

Antes de la comunión

1º Te humillarás profundamente delante de Dios.


2º Renunciarás a tus malas inclinaciones y a tus disposiciones, por buenas que te las
haga ver el amor propio.
3º Renovarás tu consagración diciendo "¡Soy todo/a tuyo/a, oh María, y cuanto tengo
es tuyo!"
4° Suplicarás a esta bondadosa Madre que te preste su corazón para recibir en él a su
Hijo con sus propias disposiciones.

En la comunión

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Cuando te acerques a recibir la Comunión, dirás tres veces: "Señor, no soy digno de
que entres en mi casa...", dirigiéndote a la Santísima Trinidad:

a- Al Padre: lamentándote de que no eres digno de recibir a su Hijo único, a causa


de tus malos pensamientos e ingratitudes para con un Padre tan bueno, pero que
te encomiendas a María y te acercas junto a Ella.
b- Al Hijo: le dirás que no eres digno de recibirle a causa de tus palabras inútiles y
malas y de tu infidelidad en su servicio, pero que le suplicas de tener piedad de ti,
ya que estas para introducirlo en la casa de su Madre.
c- Al Espíritu Santo: le dirás que no eres digno de recibir la obra maestra de su amor
a causa de la tibieza y maldad de tus acciones y de la resistencia de sus
aspiraciones, pero que toda tu confianza es María, su fiel Esposa.

Entonces te cercaras a recibir la Santa Comunión o, si no tienes la posibilidad de


comulgar sacramentalmente, lo harás espiritualmente con una formula como esta:
“Señor, creo que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento. Te amo sobre
todas las cosas y te deseo en mi alma. Ya que ahora no te puedo recibir
sacramentalmente, ven espiritualmente en mi corazón (breve pausa en la que te unes
a Jesús). Como ya venido yo te abrazo y me uno a Ti, no permitas nunca que me
separe de Ti”.

Después de la comunión

Después de la Sagrada Comunión, estando recogido interiormente y cerrados los


ojos, introducirás a Jesucristo en el Corazón de María. Se lo entregarás a su Madre, quien
lo recibirá amorosamente, lo colocará dignamente, lo amará perfectamente, lo abrazará
estrechamente y le rendirá en espíritu y verdad muchos obsequios que desconocemos a
causa de nuestras espesas tinieblas.
O te mantendrás profundamente humillado dentro de ti mismo, en presencia de Jesús
que mora en María. O permanecerás como el esclavo a la puerta del palacio del Rey,
quien dialoga con la Reina. Y mientras ellos hablan entre sí, dado que no te necesitan,
subirás en espíritu al cielo e irás por toda la tierra a rogar a las creaturas que den gracias,
adoren y amen a Jesús y a María en nombre tuyo: Vengan, adoremos, etc.
Hay mil pensamientos más que el Espíritu Santo sugiere y te sugerirá también a ti, si
eres verdaderamente hombre interior, mortificado y fiel a la excelente y sublime devoción
que acabo de enseñarte.

Letanías al Verbo Encarnado, pág. 85 (puedes recitarlas todas o si quieres 8 por día)

Ave Stella del mare, pág. 87

Vigésimo séptimo día


Tratado: [213-217]

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CAPITULO CUARTO. EFECTOS MARAVILLOSOS DE ESTA DEVOCION EN
UN ALMA FIEL.

San Luis nos invita a convencernos a que si somos fieles a las prácticas exteriores e
interiores de la devoción, ella producirá frutos maravillosos.
1. Conocimiento sapiencial de sí mismo
“Gracias a la luz que te comunicará el Espíritu Santo por medio de María, su querida
Esposa, conocerás tu mal fondo, tu corrupción e incapacidad para todo lo bueno. Y, a
consecuencia de este conocimiento, te despreciarás y no pensarás en ti mismo sino con
horror. Te considerarás como una babosa que todo lo mancha, como un sapo que todo
lo emponzoña con su veneno o como una serpiente maligna que sólo pretende engañar.
En fin, la humilde María te hará partícipe de su profunda humildad y, mediante ella, te
despreciarás a ti mismo, no despreciarás a nadie y gustarás de ser menospreciado”.

2. Participación en la fe de María

“La Santísima Virgen te hará partícipe de su fe. La cual fue mayor que la de todos los
patriarcas, profetas, apóstoles y todos los demás santos, una fe pura, que hará que no te
preocupes por lo sensible y extraordinario; una fe viva animada por la caridad, viva e
inconmovible como una roca, fe penetrante y eficaz, intrépida, finalmente, una fe que
será tu antorcha encendida, tu vida divina, tu tesoro escondido de la divina sabiduría y tu
arma omnipotente, de la cual te servirás para iluminar a los que viven en tinieblas y
sombras de muerte”.

3. Madurez cristiana

“Esta Madre del Amor Hermoso quitará de tu corazón todo escrúpulo y temor servil
desordenado y lo abrirá y ensanchará para correr por los mandamientos de su Hijo con
la santa libertad de los hijos de Dios. De tal modo que, en tu comportamiento con Dios,
ya no te gobernarás como hasta ahora por temor, sino por amor puro. Lo mirarás como a
tu Padre bondadoso, te afanarás por agradarle incesantemente y dialogarás con El
confidencialmente como un hijo con su cariñoso padre”.

4. Gran confianza en Dios y en María

La Santísima Virgen te colmará de gran confianza en Dios y en Ella misma.


Porque ya no te acercarás por ti mismo a Jesucristo, sino siempre por medio de
María, tu bondadosa.

Habiéndole entregado todos tus méritos, gracias y satisfacciones para que disponga
de ellos según su voluntad, Ella te comunicará sus virtudes y te revestirá con sus méritos
de suerte que podrás decir a Dios con plena confianza: "¡Esta es María, tu servidora!
¡Hágase en mí según lo que has dicho! Habiéndote entregado totalmente a Ella en cuerpo
y alma Ella que es generosa con los generosos y más generosa que los más generosos,
se entregará a ti en recompensa de forma maravillosa”.

5. Comunicación del alma y del espíritu de María

69
Si te esfuerzas en ser fiel a las prácticas de esta devoción, el alma de la Virgen santa
se unirá a ti para glorificar al Señor, y su espíritu sustituye al tuyo para alegrarse en Dios,
su Salvador: “¿Cuándo llegará ese tiempo dichoso dice un santo varón de nuestros días,
ferviente enamorado de María, cuando llegará ese tiempo dichoso en que Santa María
sea restablecida como señora y Soberana en los corazones, para someterlos plenamente
al imperio de su excelso y único Jesús?
Entonces, cosas maravillosas sucederán en la tierra, donde el Espíritu Santo al
encontrar a su Esposa como reproducida en las almas vendrá a ellas con abundancia de
sus dones y las llenará de ellos, especialmente del de sabiduría, para realizar maravillas
de gracia.
San Luis se pregunta: ¿Cuándo llegará, hermano mío, ese tiempo dichoso, ese siglo
de María? Y se responde: “Ese tiempo solo llegará cuando se conozca y viva la devoción
que yo enseño: "¡Señor, para que venga tu reino, venga el reino de María!".


Prácticas de preparación

En esta semana, San Luis nos manda hacer el propósito de conocer a Jesucristo,
repitiendo durante la jornada la oración de san Agustín: “Señor, que yo te conozca”
Seguiremos los consejos que San Luis enseña acerca de “como vivir la consagración en
la santa comunión” (Tratado: [266-273]). Por tanto puedes aplicar estos consejos a la
Santa Comunión que harás esta semana siguiendo los consejos que da San Luis. Y que
resumimos a continuación. En el caso en que no puedas comulgar sacramentalmente,
puedes hacer la comunión espiritual como te indicaremos a continuación.

Antes de la comunión

1º Te humillarás profundamente delante de Dios.


2º Renunciarás a tus malas inclinaciones y a tus disposiciones, por buenas que te las
haga ver el amor propio.
3º Renovarás tu consagración diciendo "¡Soy todo/a tuyo/a, oh María, y cuanto tengo
es tuyo!"
4° Suplicarás a esta bondadosa Madre que te preste su corazón para recibir en él a su
Hijo con sus propias disposiciones.

En la comunión

Cuando te acerques a recibir la Comunión, dirás tres veces: "Señor, no soy digno de
que entres en mi casa...", dirigiéndote a la Santísima Trinidad:

a- Al Padre: lamentándote de que no eres digno de recibir a su Hijo único, a causa


de tus malos pensamientos e ingratitudes para con un Padre tan bueno, pero que
te encomiendas a María y te acercas junto a Ella.

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b- Al Hijo: le dirás que no eres digno de recibirle a causa de tus palabras inútiles y
malas y de tu infidelidad en su servicio, pero que le suplicas de tener piedad de ti,
ya que estas para introducirlo en la casa de su Madre.
c- Al Espíritu Santo: le dirás que no eres digno de recibir la obra maestra de su amor
a causa de la tibieza y maldad de tus acciones y de la resistencia de sus
aspiraciones, pero que toda tu confianza es María, su fiel Esposa.

Entonces te cercaras a recibir la Santa Comunión o, si no tienes la posibilidad de


comulgar sacramentalmente, lo harás espiritualmente con una formula como esta:
“Señor, creo que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento. Te amo sobre
todas las cosas y te deseo en mi alma. Ya que ahora no te puedo recibir
sacramentalmente, ven espiritualmente en mi corazón (breve pausa en la que te unes
a Jesús). Como ya venido yo te abrazo y me uno a Ti, no permitas nunca que me
separe de Ti”.

Después de la comunión

Después de la Sagrada Comunión, estando recogido interiormente y cerrados los


ojos, introducirás a Jesucristo en el Corazón de María. Se lo entregarás a su Madre, quien
lo recibirá amorosamente, lo colocará dignamente, lo amará perfectamente, lo abrazará
estrechamente y le rendirá en espíritu y verdad muchos obsequios que desconocemos a
causa de nuestras espesas tinieblas.
O te mantendrás profundamente humillado dentro de ti mismo, en presencia de Jesús
que mora en María. O permanecerás como el esclavo a la puerta del palacio del Rey,
quien dialoga con la Reina. Y mientras ellos hablan entre sí, dado que no te necesitan,
subirás en espíritu al cielo e irás por toda la tierra a rogar a las creaturas que den gracias,
adoren y amen a Jesús y a María en nombre tuyo: Vengan, adoremos, etc.
Hay mil pensamientos más que el Espíritu Santo sugiere y te sugerirá también a ti, si
eres verdaderamente hombre interior, mortificado y fiel a la excelente y sublime devoción
que acabo de enseñarte.

Letanías al Verbo Encarnado, pág. 85 (puedes recitarlas todas o si quieres 8 por día)

Ave Stella del mare, pág. 87

Vigésimo octavo día


Tratado: [218-221]

6. Transformación en María a imagen de Jesucristo


Como explica muy bien San Luis, el fin de esta devoción es unirnos estrechamente a
Jesús. Esto es lo que más desea María, y Ella concede esta gracia inmensa a aquellos que
se acercan a Ella como verdaderos devotos.
San Luis hace notar, que son muchas las personas que buscan este fin, la unión con
Jesucristo, unos por una vía y práctica, quienes por otra.

71
Y es frecuente, que después de haber trabajado mucho durante la noche, deban admitir:
“hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada”. Se podría decir de ellos:
“Habéis sembrado mucho, más no habéis recogido nada”. “Jesucristo aún está muy débil
en vosotros” “Por el camino inmaculado de María y con esta práctica divina que yo os
enseño”, - afirma el santo - “se trabaja de día, se trabaja en lugar santo y se cansa poco.
No hay noche en María, porque en Ella no hubo nunca ni pecado ni la más mínima sombra
de culpa. María es un lugar santo, más aún, el Santo de los santos, donde se forman y
modelan los santos”
El Montfort utiliza una imagen muy iluminadora para hacernos comprender cómo por
medio de María alcanzamos a su Hijo Jesús.
“Escucha bien lo que digo: los santos son moldeados en María. Existe gran diferencia
entre hacer una figura de bulto a golpes de martillo y cincel y sacar una estatua vaciándola
en un molde. Los escultores y estatuarios trabajan mucho del primer modo para hacer
una estatua y gastan en ello mucho tiempo. Más, para hacerla de la segunda manera,
trabajan poco y emplean poco tiempo.
San Agustín llama a la Santísima Virgen molde de Dios: el molde propio para
formar y moldear dioses. Quien sea arrojado en este molde divino quedará muy
pronto formado y moldeado en Jesucristo y Jesucristo en él: con pocos gastos y en
corto tiempo se convertirá en Dios, porque ha sido arrojado en el mismo molde que ha
formado a Dios”.

Refiriéndose a los directores espirituales, insiste sobre la necesidad de guiar a las


almas al molde de María:

“Paréceme que los directores y devotos que quieren formar a Jesucristo en sí mismos
o en los demás, por prácticas diferentes a ésta, pueden muy bien compararse a los
escultores que, confiados en su habilidad, industria y arte, descargan infinidad de golpes
de martillo y cincel sobre una piedra dura o un trozo de madera tosca para sacar de ellos
una imagen de Jesucristo. Algunas veces, no aciertan a representar a Jesucristo al natural,
ya por falta de conocimiento y experiencia de la persona del Señor, ya a causa de algún
golpe mal dado que echa a perder toda la obra.
Pero a quienes abrazan este secreto de la gracia que les estoy presentando, los puedo
comparar con razón a los fundidores y moldeadores que habiendo encontrado el
hermoso molde de María en donde Jesús ha sido natural y divinamente formado sin
fiarse de su propia habilidad sino únicamente de la excelencia del molde, se arrojan y
pierden en María, para convertirse en el retrato al natural de Jesucristo”.

San Luis expresa el deseo de hacernos comprender esta profunda realidad para que la
pongamos en práctica, explicando la necesidad que tenemos de morir a nosotros mismos
“Si el grano de trigo que cae en tierra no muere, permanece solo”, para lograr en
nosotros por medio de María la imagen y semejanza de Dios, manchada por el pecado
original de nuestros padres:
“¡Hermosa y verdadera comparación! Más, ¿quién la comprenderá? ¡Ojalá tú, hermano
mío! Pero, acuérdate de que no se echa en el molde sino lo que está fundido y líquido; es
decir, que ¡es necesario destruir y fundir en ti al viejo Adán para transformarte en el
Nuevo, en María!”

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Prácticas de preparación

En esta semana, San Luis nos manda hacer el propósito de conocer a Jesucristo,
repitiendo durante la jornada la oración de san Agustín: “Señor, que yo te conozca”
Seguiremos los consejos que San Luis enseña acerca de “como vivir la consagración en
la santa comunión” (Tratado: [266-273]). Por tanto puedes aplicar estos consejos a la
Santa Comunión que harás esta semana siguiendo los consejos que da San Luis. Y que
resumimos a continuación. En el caso en que no puedas comulgar sacramentalmente,
puedes hacer la comunión espiritual como te indicaremos a continuación.

Antes de la comunión

1º Te humillarás profundamente delante de Dios.


2º Renunciarás a tus malas inclinaciones y a tus disposiciones, por buenas que te las
haga ver el amor propio.
3º Renovarás tu consagración diciendo "¡Soy todo/a tuyo/a, oh María, y cuanto tengo
es tuyo!"
4° Suplicarás a esta bondadosa Madre que te preste su corazón para recibir en él a su
Hijo con sus propias disposiciones.

En la comunión

Cuando te acerques a recibir la Comunión, dirás tres veces: "Señor, no soy digno de
que entres en mi casa...", dirigiéndote a la Santísima Trinidad:

a- Al Padre: lamentándote de que no eres digno de recibir a su Hijo único, a causa


de tus malos pensamientos e ingratitudes para con un Padre tan bueno, pero que
te encomiendas a María y te acercas junto a Ella.
b- Al Hijo: le dirás que no eres digno de recibirle a causa de tus palabras inútiles y
malas y de tu infidelidad en su servicio, pero que le suplicas de tener piedad de ti,
ya que estas para introducirlo en la casa de su Madre.
c- Al Espíritu Santo: le dirás que no eres digno de recibir la obra maestra de su amor
a causa de la tibieza y maldad de tus acciones y de la resistencia de sus
aspiraciones, pero que toda tu confianza es María, su fiel Esposa.

Entonces te cercaras a recibir la Santa Comunión o, si no tienes la posibilidad de


comulgar sacramentalmente, lo harás espiritualmente con una formula como esta:
“Señor, creo que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento. Te amo sobre
todas las cosas y te deseo en mi alma. Ya que ahora no te puedo recibir
sacramentalmente, ven espiritualmente en mi corazón (breve pausa en la que te unes
a Jesús). Como ya venido yo te abrazo y me uno a Ti, no permitas nunca que me
separe de Ti”.

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Después de la comunión

Después de la Sagrada Comunión, estando recogido interiormente y cerrados los


ojos, introducirás a Jesucristo en el Corazón de María. Se lo entregarás a su Madre, quien
lo recibirá amorosamente, lo colocará dignamente, lo amará perfectamente, lo abrazará
estrechamente y le rendirá en espíritu y verdad muchos obsequios que desconocemos a
causa de nuestras espesas tinieblas.
O te mantendrás profundamente humillado dentro de ti mismo, en presencia de Jesús
que mora en María. O permanecerás como el esclavo a la puerta del palacio del Rey,
quien dialoga con la Reina. Y mientras ellos hablan entre sí, dado que no te necesitan,
subirás en espíritu al cielo e irás por toda la tierra a rogar a las creaturas que den gracias,
adoren y amen a Jesús y a María en nombre tuyo: Vengan, adoremos, etc.
Hay mil pensamientos más que el Espíritu Santo sugiere y te sugerirá también a ti, si
eres verdaderamente hombre interior, mortificado y fiel a la excelente y sublime devoción
que acabo de enseñarte.

Letanías al Verbo Encarnado, pág 85 (puedes recitarlas todas o si quieres 8 por día)

Ave Stella del mare, pág. 87

Vigésimo noveno día


Tratado: [222-225]

7. La mayor gloria de Jesucristo

San Luis insiste sobre la eficacia y prontitud de esta vía para dar la mayor gloria a Dios:

“Con esta forma de devocion vivida con mucha fidelidad, tu das mayor gloria a Jesucristo
en un solo mes que con cualquier otra, aun sea más difícil, en muchos años”.

Enuncia luego las razones:

1) “Si realizas tus acciones por medio de la Santísima Virgen como te enseña esta
práctica, tu abandonas tus propias intenciones y actuaciones, aunque buenas
y conocidas, para perderte por decirlo así en las de la Santísima Virgen,
aunque te sean desconocidas. De este modo entras a participar en la sublimidad
de sus intenciones. Estas fueron tan puras que por la menor de ellas dio mayor
gloria a Dios que todos los santos con las acciones más heroicas. Aunque fuera
por ejemplo, hilando en la rueca o dando una puntada con la aguja que San
Lorenzo sobre las parrillas.

Por eso, durante su permanencia en la tierra la Santísima Virgen María, adquirió un


cúmulo tan inefable de gracias y méritos, que antes se contarían las estrellas del
firmamento, las gotas de agua de los océanos y los granitos de arena de sus orillas que
los méritos y gracias de María y que haya dado mayor gloria a Dios de cuanta le han
dado y darán todos los ángeles y santos.

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¡Oh prodigio de María! ¡Tú no puedes sino obrar maravillas y gracias en las almas
que quieren de verdad sumergirse en ti!

2) Quien es fiel a esta forma de devocion, no estima en nada cuanto piensa o hace
por sí mismo. En sus encuentros y diálogos con Jesucristo encuentra apoyo y
complacimiento solo en las disposiciones de María. Así ejercita la humildad
mucho más que quienes obran por sí solos, apoyándose y complaciéndose en sus
disposiciones. Consiguientemente Él glorifica mayormente a Dios que recibe
gloria perfecta solo por los pequeños y humildes de corazón.
3) Movida por una grande caridad, María recibe en sus manos virginales el don de
nuestras acciones, les confiere una hermosura y un esplendor maravilloso para
después presentarlas Ella misma a Jesucristo. Es evidente que de tal forma nuestro
Señor recibe más gloria que si se le diésemos nosotros mismos con nuestras
manos.
4) Siempre que piensan en María, Ella piensa por ti en Dios. Siempre que alabas
y honras a María, Ella alaba y honra a Dios por ti. María está toda en relación a
Dios, y yo me atrevo a llamarla “el ser en relación a Dios”, que no existe si no en
relación a Dios. Si tú dices María, Ella dice Dios.

Santa Isabel alabó a María y la llamó bienaventurada por haber creído. María, el eco
fiel de Dios exclamó: "Proclama mi alma la grandeza del Señor". Lo que en esta
ocasión hizo María, lo sigue realizando todos los días: cuando la alabamos, amamos,
honramos o nos consagramos a Ella, alabamos, amamos, honramos y nos
consagramos a Dios por María y en María.


Prácticas de preparación

En esta semana, San Luis nos manda hacer el propósito de conocer a Jesucristo,
repitiendo durante la jornada la oración de san Agustín: “Señor, que yo te conozca”
Seguiremos los consejos que San Luis enseña acerca de “como vivir la consagración en
la santa comunión” (Tratado: [266-273]). Por tanto puedes aplicar estos consejos a la
Santa Comunión que harás esta semana siguiendo los consejos que da San Luis. Y que
resumimos a continuación. En el caso en que no puedas comulgar sacramentalmente,
puedes hacer la comunión espiritual como te indicaremos a continuación.

Antes de la comunión

1º Te humillarás profundamente delante de Dios.


2º Renunciarás a tus malas inclinaciones y a tus disposiciones, por buenas que te las
haga ver el amor propio.

75
3º Renovarás tu consagración diciendo "¡Soy todo/a tuyo/a, oh María, y cuanto tengo
es tuyo!"
4° Suplicarás a esta bondadosa Madre que te preste su corazón para recibir en él a su
Hijo con sus propias disposiciones.

En la comunión

Cuando te acerques a recibir la Comunión, dirás tres veces: "Señor, no soy digno de
que entres en mi casa...", dirigiéndote a la Santísima Trinidad:

a- Al Padre: lamentándote de que no eres digno de recibir a su Hijo único, a causa


de tus malos pensamientos e ingratitudes para con un Padre tan bueno, pero que
te encomiendas a María y te acercas junto a Ella.
b- Al Hijo: le dirás que no eres digno de recibirle a causa de tus palabras inútiles y
malas y de tu infidelidad en su servicio, pero que le suplicas de tener piedad de ti,
ya que estas para introducirlo en la casa de su Madre.
c- Al Espíritu Santo: le dirás que no eres digno de recibir la obra maestra de su amor
a causa de la tibieza y maldad de tus acciones y de la resistencia de sus
aspiraciones, pero que toda tu confianza es María, su fiel Esposa.

Entonces te cercaras a recibir la Santa Comunión o, si no tienes la posibilidad de


comulgar sacramentalmente, lo harás espiritualmente con una formula como esta:
“Señor, creo que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento. Te amo sobre
todas las cosas y te deseo en mi alma. Ya que ahora no te puedo recibir
sacramentalmente, ven espiritualmente en mi corazón (breve pausa en la que te unes
a Jesús). Como ya venido yo te abrazo y me uno a Ti, no permitas nunca que me
separe de Ti”.

Después de la comunión

Después de la Sagrada Comunión, estando recogido interiormente y cerrados los


ojos, introducirás a Jesucristo en el Corazón de María. Se lo entregarás a su Madre, quien
lo recibirá amorosamente, lo colocará dignamente, lo amará perfectamente, lo abrazará
estrechamente y le rendirá en espíritu y verdad muchos obsequios que desconocemos a
causa de nuestras espesas tinieblas.
O te mantendrás profundamente humillado dentro de ti mismo, en presencia de Jesús
que mora en María. O permanecerás como el esclavo a la puerta del palacio del Rey,
quien dialoga con la Reina. Y mientras ellos hablan entre sí, dado que no te necesitan,
subirás en espíritu al cielo e irás por toda la tierra a rogar a las creaturas que den gracias,
adoren y amen a Jesús y a María en nombre tuyo: Vengan, adoremos, etc.
Hay mil pensamientos más que el Espíritu Santo sugiere y te sugerirá también a ti, si
eres verdaderamente hombre interior, mortificado y fiel a la excelente y sublime devoción
que acabo de enseñarte.

Letanías al Verbo Encarnado, pág. 85 (puedes recitarlas todas o si quieres 8 por día)

Ave Stella del mare, pág. 87

76
Trigésimo día
Tratado: [257-265]

CAPITULO QUINTO
EXPRESIONES Y COMPROMISOS DE LA CONSAGRACIÓN
Actitudes interiores
Montfort indica cual es el verdadero espíritu de esta consagración. Todas las prácticas
exteriores, “que es necesario no omitir, ni por negligencia ni por desprecio, en cuanto el
estado y la condición de cada uno lo permita”, deben surgir de estos disposiciones
interiores.
1. Todo por medio de María: hacer según el espíritu de María.
A fin de que el alma se deje guiar por el espíritu de María, debe cumplir lo que sigue:
1) “Antes de las obras por ejemplo antes de la meditación, de la celebración o
participación de la Santa Misa, antes de la comunión… es necesario renunciar al
espíritu propio, al propio modo de ver y querer. Porque las tinieblas del espíritu y la
malicia de la voluntad son tales que si las sigues, por excelentes que te parezcan,
obstaculizarán al santo espíritu de María.
2) Es necesario que te entregues al espíritu de María para ser movilizado y
conducido por él de la manera que Ella quiera. Debes abandonarte en sus manos
virginales, como la herramienta en manos del obrero, como el laúd en manos de un
tañedor. Tienes que perderte y abandonarte a Ella, como una piedra que se arroja al mar,
lo cual se hace sencillamente y en un momento, con una simple mirada del espíritu, un
ligero movimiento de la voluntad o con pocas palabras, diciendo, por ejemplo: “Renuncio
a mí mismo y me consagro a ti, querida Madre mía” y aun cuando no sientas ninguna
dulzura sensible en este acto de unión.
3) De tanto en tanto, durante y después de las acciones, es necesario renovar el mismo
acto de ofrecimiento y de unión. Cuanto más frecuentemente lo hagamos, más rápido
se llega a la santidad y a la unión con Cristo. Tal unión se sigue siempre necesariamente
de aquella con María, porque el espíritu de María es el espíritu de Jesús.
2. Todo con María: obrar imitando a María.
“Hay que realizar las propias acciones con María, es decir, mirar a María como el
modelo acabado de toda virtud y perfección, formado por el Espíritu Santo es una pura
creatura, para que lo imites según tus limitadas capacidades. Es, pues, necesario que en
cada acción mires como la hizo o haría la Santísima Virgen, si estuviera en tu lugar.
Para esto debes examinar y meditar las grandes virtudes que Ella practicó durante toda
su vida, y particularmente: su fe viva, su humildad profunda, su pureza totalmente
divina”.

3. Todo en María: obrar íntimamente unido a María.

77
Hay que realizar las propias acciones en María. María es comparada a un jardín divino
lleno de delicias. “Ella es llamada el santuario de la divinidad, la mansión de la Santísima
Trinidad, el trono de Dios, el altar y el templo de Dios, el mundo de Dios.

Epítetos y alabanzas muy verdaderos, cuando se refieren a las diferentes maravillas y


gracias que el Altísimo ha realizado en María”.
San Luis nos invita a sumergirnos en este lugar santo y divino: “lugar excelso y santo,
custodiado ya no por un querubín como el antiguo paraíso terrenal sino por el mismo
Espíritu Santo, que ha tornado posesión de él y dice: "Un jardín cercado es mi hermana,
mi esposa; huerto cerrado manantial bien guardado". ¡María es jardín cercado! ¡María es
manantial sellado! Los miserables hijos de Adán y Eva, arrojados del paraíso terrenal no
pueden entrar en este nuevo paraíso, sino por una gracia excepcional del Espíritu Santo,
que ellos deben merecer.

Después de haber obtenido, mediante la fidelidad, esta gracia insigne, es necesario


permanecer en el hermoso interior de María con alegría, descansar allí en paz, apoyarse
en él confiadamente, ocultarse allí con seguridad y perderse en él sin reserva”

2. Todo por María: obrar al servicio de María.

Finalmente, hay que hacerlo todo para María. Lo que significa que realizar todo por
como lo harían el criado, el siervo y el esclavo, respecto a su patrón.

Una vez más San Luis María, pone en claro: “No que la tomes por el fin último de tus
servicios que lo es Jesucristo sino como fin próximo, ambiente misterioso y camino fácil
para llegar a Él”

“Necesitas que actúes como el buen siervo y esclavo. Es decir, que apoyado en su
protección, emprendas y realices grandes empresas por esta augusta Soberana.
En concreto, debes:
* defender sus privilegios, cuando se los disputan;
* defender su gloria, cuando se la ataca;
* atraer, a ser posible, a todo el mundo a su servicio y a esta verdadera y sólida
devoción;
* hablar y levantar el grito contra quienes abusan de su devoción; y al mismo tiempo
establecer en el mundo esta verdadera devoción;
* y no esperar en recompensa de este humilde servicio sino el honor de pertenecer a
tan noble Princesa y la dicha de vivir unido por medio de Ella a Jesús, su hijo, con lazo
indisoluble en el tiempo y la eternidad.
¡Gloria a Jesús en María!
¡Gloria a María en Jesús!
¡Gloria a solo Dios!


Prácticas de preparación

En esta semana, San Luis nos manda hacer el propósito de conocer a Jesucristo,
repitiendo durante la jornada la oración de san Agustín: “Señor, que yo te conozca”

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Seguiremos los consejos que San Luis enseña acerca de “como vivir la consagración en
la santa comunión” (Tratado: [266-273]). Por tanto puedes aplicar estos consejos a la
Santa Comunión que harás esta semana siguiendo los consejos que da San Luis. Y que
resumimos a continuación. En el caso en que no puedas comulgar sacramentalmente,
puedes hacer la comunión espiritual como te indicaremos a continuación.

Antes de la comunión

1º Te humillarás profundamente delante de Dios.


2º Renunciarás a tus malas inclinaciones y a tus disposiciones, por buenas que te las
haga ver el amor propio.
3º Renovarás tu consagración diciendo "¡Soy todo/a tuyo/a, oh María, y cuanto tengo
es tuyo!"
4° Suplicarás a esta bondadosa Madre que te preste su corazón para recibir en él a su
Hijo con sus propias disposiciones.

En la comunión

Cuando te acerques a recibir la Comunión, dirás tres veces: "Señor, no soy digno de
que entres en mi casa...", dirigiéndote a la Santísima Trinidad:

d- Al Padre: lamentándote de que no eres digno de recibir a su Hijo único, a causa


de tus malos pensamientos e ingratitudes para con un Padre tan bueno, pero que
te encomiendas a María y te acercas junto a Ella.
e- Al Hijo: le dirás que no eres digno de recibirle a causa de tus palabras inútiles y
malas y de tu infidelidad en su servicio, pero que le suplicas de tener piedad de ti,
ya que estas para introducirlo en la casa de su Madre.
f- Al Espíritu Santo: le dirás que no eres digno de recibir la obra maestra de su amor
a causa de la tibieza y maldad de tus acciones y de la resistencia de sus
aspiraciones, pero que toda tu confianza es María, su fiel Esposa.

Entonces te cercaras a recibir la Santa Comunión o, si no tienes la posibilidad de


comulgar sacramentalmente, lo harás espiritualmente con una formula como esta:
“Señor, creo que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento. Te amo sobre
todas las cosas y te deseo en mi alma. Ya que ahora no te puedo recibir
sacramentalmente, ven espiritualmente en mi corazón (breve pausa en la que te unes
a Jesús). Como ya venido yo te abrazo y me uno a Ti, no permitas nunca que me
separe de Ti”.

Después de la comunión

Después de la Sagrada Comunión, estando recogido interiormente y cerrados los


ojos, introducirás a Jesucristo en el Corazón de María. Se lo entregarás a su Madre, quien
lo recibirá amorosamente, lo colocará dignamente, lo amará perfectamente, lo abrazará
estrechamente y le rendirá en espíritu y verdad muchos obsequios que desconocemos a
causa de nuestras espesas tinieblas.

79
O te mantendrás profundamente humillado dentro de ti mismo, en presencia de Jesús
que mora en María. O permanecerás como el esclavo a la puerta del palacio del Rey,
quien dialoga con la Reina. Y mientras ellos hablan entre sí, dado que no te necesitan,
subirás en espíritu al cielo e irás por toda la tierra a rogar a las creaturas que den gracias,
adoren y amen a Jesús y a María en nombre tuyo: Vengan, adoremos, etc.
Hay mil pensamientos más que el Espíritu Santo sugiere y te sugerirá también a ti, si
eres verdaderamente hombre interior, mortificado y fiel a la excelente y sublime devoción
que acabo de enseñarte.

Letanías al Verbo Encarnado, pág. 85 (puedes recitarlas todas o si quieres 8 por día)

Ave Stella del mare, pág. 87

Letanías de la humildad
(Del siervo de Dios, cardenal R. Marry del Val)

Señor ten piedad – Señor ten piedad

Cristo ten piedad – Cristo ten piedad

80
Señor ten piedad – Señor ten piedad

Jesús, manso y humilde de corazón – óyeme

Jesús, manso y humilde de corazón – escúchame

Del deseo de ser estimado – líbrame Jesús

Del deseo de ser amado – líbrame Jesús

Del deseo de ser decantado – líbrame Jesús

Del deseo de ser honrado – líbrame Jesús

Del deseo de ser alabado – líbrame Jesús

Del deseo de ser preferido a los demás – líbrame Jesús

Del deseo de ser consultado – líbrame Jesús

Del deseo de ser aprobado – líbrame Jesús

Del temor de ser humillado – líbrame Jesús

Del temor de ser despreciado – líbrame Jesús

Del temor de sufrir repulsas – líbrame Jesús

Del temor de ser calumniado – líbrame Jesús

Del temor de ser olvidado – líbrame Jesús

Del temor de ser puesto en ridículo – líbrame Jesús

Del temor de ser injuriado – líbrame Jesús

Del temor de ser sospechado – líbrame Jesús

El conocimiento y el amor de mi nada – concédeme oh Jesús

La perpetua memoria de mis pecados – concédeme oh Jesús

La persuasión de mi mezquindad – concédeme oh Jesús

El aborrecimiento de toda vanidad – concédeme oh Jesús

La pura intención de servir a Dios – concédeme oh Jesús

La perfecta sumisión a los quereres de Dios – concédeme oh Jesús

El verdadero espíritu de compunción – concédeme oh Jesús

81
La obediencia sin reservar a los superiores – concédeme oh Jesús

El odio santo de toda envidia y celos – concédeme oh Jesús

La prontitud en el perdonar las ofensas – concédeme oh Jesús

La prudencia de callar en las cosas ajenas – concédeme oh Jesús

La paz y la caridad hacia todos – concédeme oh Jesús

El ardiente deseo del desprecio y de las humillaciones y de ser tratado como tú y la


gracia de saber recibir todo esto santamente – concédeme oh Jesús

Oh María, Reina, Madre, Maestra de los humildes – ruega por mí

Oh todos los justos, santificados especialmente por el espíritu de humildad – rogad por
nosotros

OREMOS. Oh Dios, que resistes a los soberbios y das tu gracia a los humildes:
concédenos la virtud de la verdadera humildad, de la cual tu Unigénito mostró a los
fieles el ejemplo de su persona; para que no provoquemos nunca tu indignación
exaltándonos en el orgullo, sino más bien, podamos someternos humildemente para
recibir los dones de tu gracia. Amén.

Letanías del Espíritu Santo


Señor ten piedad – Señor ten piedad

Cristo ten piedad – Cristo ten piedad

82
Señor ten piedad – Señor ten piedad

Cristo óyenos – Cristo óyenos

Cristo escúchanos – Cristo escúchanos

Padre del Cielo, que eres Dios Ten piedad de nosotros

Hijo redentor del mundo, que eres Dios

Espíritu Santo, que eres Dios

Santa Trinidad, un solo Dios

Espíritu del Señor, que aleteando sobre las aguas al comienzo de la creación la
fecundaste

Espíritu por cuya inspiración han hablado los santos hombres de Dios

Espíritu cuya unción nos enseña todo

Espíritu testigo de Cristo

Espíritu de verdad que nos sugiere toda cosa

Espíritu que te posas sobre María

Espíritu del Señor que llenas la tierra

Espíritu de Dios que habitas en nosotros

Espíritu de sabiduría y entendimiento

Espíritu de consejo y fortaleza

Espíritu de ciencia y de piedad

Espíritu del temor del Señor

Espíritu de gracia y misericordia

Espíritu de virtud, de dilección y de sobriedad

Espíritu de fe, de esperanza, de amor y de paz

Espíritu de humildad y castidad

Espíritu de benevolencia y de mansedumbre

Espíritu de la gracia multiforme

Espíritu que sondeaste también las profundidades divinas

83
Espíritu que pides por nosotros con gemidos inenarrables

Espíritu que bajaste sobre Cristo en forma de paloma

Espíritu en el cual nacemos

Espíritu por el que la caridad es infundida en nuestros corazones

Espíritu de adopción de los hijos de Dios

Espíritu que te apareciste sobre los discípulos en lenguas de fuego

Espíritu del cual están repletos los Apóstoles

Espíritu que repartes los dones como más te parece

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo – Perdónanos Señor

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo – Escúchanos Señor

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo – Ten piedad de nosotros

Letanías al Verbo Encarnado


R: Sea bendito el Verbo Encarnado

Sea bendito el Verbo, Segunda Persona de la Santísima Trinidad. R.

84
Sea bendito el Verbo, quien preexiste desde la eternidad. R.

Sea bendito el Verbo, por medio del cual son hechas todas las cosas. R.

Sea bendito el Verbo, que se hizo carne y habitó entre nosotros. R.

Sea bendito el Verbo, que se encarnó en el seno de la Virgen María. R.

Sea bendito el Verbo Encarnado que ilumina todos los hombres. R.

Sea bendito el Verbo Encarnado, que se humilló a sí mismo tomando la condición de


esclavo. R.

Sea bendito el Verbo Encarnado, que se formó por nueve meses en el seno de la
Santísima Virgen María. R.

Sea bendito el Verbo Encarnado, que nació en un comedero, fue circuncidado y


ofrecido en el templo. R.

Sea bendito el Verbo Encarnado, que fue bautizado por Juan en el río Jordán. R.

Sea bendito el Verbo Encarnado, que eligió sus primeros discípulos. R.

Sea bendito el Verbo Encarnado, que proclamó las bienaventuranzas. R.

Sea bendito el Verbo Encarnado, que predicó la penitencia. R.

Sea bendito el Verbo Encarnado, que todo lo hizo bien. R.

Sea bendito el Verbo Encarnado, pobre, casto y obediente hasta la muerte. R.

Sea bendito el Verbo Encarnado, Sacerdote, Rey y Profeta. R.

Sea bendito el Verbo Encarnado, Pan para la vida del mundo. R.

Sea bendito el Verbo Encarnado, que se hizo obediente hasta la muerte de cruz. R.

Sea bendito el Verbo Encarnado, Hombre de sufrimientos. R.

Sea bendito el Verbo Encarnado, manso y humilde de corazón. R.

Sea bendito el Verbo Encarnado, que bajó a los ínferos. R.

Sea bendito el Verbo Encarnado, que resurgió al tercer día según las Escrituras. R.

Sea bendito el Verbo Encarnado, que ascendió a los Cielos. R.

Sea bendito el Verbo Encarnado, que está para volver de nuevo. R.

Sea bendito el Verbo Encarnado, sumo y eterno sacerdote. R.

Sea bendito el Verbo Encarnado, Cabeza de todas las cosas, celestes y terrestres. R.

85
Sea bendito el Verbo Encarnado, presente en cada alma en gracia. R.

Sea bendito el Verbo Encarnado, bajo las especias del pan y del vino. R.

Sea bendito el Verbo Encarnado, en la espada del Espíritu, que es su Verbo. R.

Sea bendito el Verbo Encarnado, en el cual deben instaurarse todas las cosas. R.

Sea bendito el Verbo Encarnado, Rey de todos los pueblos. R.

Sea bendito el Verbo Encarnado, signo de contradicción. R.

Sea bendito el Verbo Encarnado, Sol que nace de lo alto. R.

Sea bendito el Verbo Encarnado, Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. R.

Sea bendito el Verbo Encarnado, Vía, Verdad y Vida. R.

Sea bendito el Verbo Encarnado, Cabeza del cuerpo de la Iglesia. R.

Sea bendito el Verbo Encarnado, que envió el Espíritu Santo. R.

Sea bendito el Verbo Encarnado, en los siete sacramentos que nos ha dado. R.

Sea bendita la Madre del Verbo Encarnado, María Santísima. R.

Sea bendita la Madre del Verbo Encarnado, Corredentora. R.

Sea bendito el Verbo Encarnado, Principio y Fin, Alfa y Omega, Primero y Ultimo. R.

Ave Stella del Mare

Salve, Estrella del mar,


Madre, que diste a luz a Dios,
quedando perpetuamente Virgen,
feliz puerta del cielo.

86
Pues recibiste aquel Ave
de labios de Gabriel,
ciméntanos en la paz,
trocando el nombre de Eva.

Suelta las prisiones a los reos,


da lumbre a los ciegos,
ahuyenta nuestros males,
recábanos todos los bienes.

Muestra que eres Madre,


reciba por tu mediación nuestras plegarias
el que nacido por nosotros,
se dignó ser tuyo.

Virgen singular,
sobre todos suave,
haz que libres de culpas,
seamos suaves y castos.

Danos una vida pura,


prepara una senda segura,
para que, viendo a Jesús,
eternamente nos gocemos.

Gloria sea a Dios Padre,


loor a Cristo altísimo
y al Espíritu Santo:
a los tres un solo honor.

Amén.

87

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