Marina se despertó como otra mañana cualquiera.
El olor a café y tostadas recién hechas,
acompañaban a las voces que solía dar su madre cada vez que ella consideraba que se había pasado
de su cupo de sueño habitual. Una vez aseada y bien desayunada (casi obligada a ello por su
progenitora), esta le propuso algo que le iba a parecer como mínimo, extraño;
-Hija, necesito que nos eches una mano en casa de los bisa. Sabes que estamos limpiándola y
recogiendo las cosas que se hayan dejado antes de que la casa salga a la venta. Si lo haces, prometo
pagarte algo de dinero. - Dijo con la típica voz con la que le proponía tratos a sus hijos que estos no
podían rechazar.
-Esta bien mamá... Pero, será la última vez que vaya a esa casa. Parece sacada de una película de
terror, y me da mal rollo ir. - Respondió tímidamente, antes de salir de la casa.
Después de recorrer el largo camino hasta el oscuro domicilio, por fin llegó. Como ella se esperaba,
la casa estaba hecha un desastre, aunque antes tampoco hubiera mucha diferencia. Paredes donde se
notaban las marcas de antiguas fotos, cuadros. Lugares donde se intuía que habían estado los
muebles, las sillas y distintas cosas del mobiliario de la casa.
Había decidido empezar por la librería de la casa. Aunque ya se habían llevado casi todas las cosas,
aún quedaban algunos objetos olvidados, entre ellos una gran estantería y algunos libros que
parecían ser anteriores a la guerra civil. Tras adecentar como pudo la habitación, se paró a descansar
un rato, sentándose en el suelo, justo enfrente de aquel lugar para los libros. Fue entonces cuando su
vista, se paró en uno de aquellos viejos manuscritos. Uno con tapa roja y bastante grande, y que ,
aunque se notara el paso del tiempo en él, todavía se podía entrever algo del título, escrito en letras
doradas;
-“Mitos e historias de los nativos norteamericanos” Mmmm, tiene buena pinta. Intentaré ver
cogerlo. -Se dijo a si misma, mientras intentaba subir con cuidado por la estantería hasta llegar al
libro, el cual se encontraba en lo alto del todo.
 Pero justo cuando ya tenía el libro en sus manos, resbaló y cayó al suelo, y golpeándose la cabeza
quedo inconsciente. Mientras el libro, que había salido despedido se había quedado abierto en una
página donde resaltaba una ilustración de dos lobos peleándose y que tenía por título: “Los Lobos-
Leyenda Cherokee.”
Cuando Marina abrió los ojos, se encontraba muy adolorida. El golpe había sido tremendo y podía
agradecer la suerte que había tenido al no partirse la cabeza, ni que le hubiera ocurrido algo mucho
peor. Salió de la librería y se dispuso a regresar a casa. No obstante, era incapaz de encontrar la
salida. Era como si esta, y el resto de habitaciones y los pocos objetos que aún quedaban en la casa
se hubieran movido. Para sumarle más rareza al tema, el edificio parecía hablar con los crujidos que
había empezado a soltar. Como si se tratase de un barco rompiendo a otro por la mitad.
Siguió avanzando por la vivienda, hasta llegar a lo que parecían unas habitaciones, propias de un
hotel. Pero cuando se disponía a atravesar esas lúgubres estancias, pudo ver con bastante nitidez en
la puerta de una de ellas, a una sombra. Una sombra con forma de hombre, de edad avanzada y que
parecía llevar un bastón, que entraba a la habitación. Instintivamente, o quizás motivada por la
curiosidad entró en aquella habitación y encontró que estaba totalmente vacía. Pintada de arriba a
abajo, era un sitio vació y oscuro, donde apenas se podía ver nada pero que le era triste y
extrañamente familiar.
Salió de ese lugar aun portando aquel sentimiento, y vio a otra sombra en la habitación de enfrente.
Esta parecía la de una mujer de mediana edad, que parecía animarla a entrar. Sin dudarlo dos veces,
entró en el cuarto. En el aún habían muchas cosas, ocultas tras sábanas. Las pareces eran de un
color casi neutro. Ni muy oscuro ni tampoco mi claro. No obstante, cuando intentaba destapar
alguno de aquellos objetos, se quedaba paralizada. Le venía un sabor tan agrio a la boca, que
incluso le daban ganas de vomitar. No espero mucho para salir rápidamente de aquella estancia.
Finalmente en la última alcoba, vio a otra sombra. Esta parecía la de una niña pequeña, que risueña
jugaba, y al darse cuenta de la presencia de Marina, entró corriendo en el aposento. Esta vez, entró
esperando encontrar algo que valiera la pena. Una vez dentro encontró que era la habitación de una
niña. Las paredes eran de colores vivos, y estaban llenas de dibujos hechos por alguien de muy
corta edad. Pero cuando se fijó en ellos, no pudo contener su horror. En ellos, veía escenas de unos
seres enormes acosando a una niña. Escenas en las que la niña parecía una hormiga ante ellos, y que
a la vez, parecía no tener ninguna defensa contra ellos. En otros, se podía ver a la niña jugando con
muñecas y simulando escenas muy oscuras. Marina, no pudo contener el llanto mientras veía con
horror todas aquellas imágenes y salió corriendo de la habitación por el pasillo que parecía no tener
final.
Corrió y corrió hasta llegar una habitación. En la que no había nada, tan solo una chimenea casi
apagándose. Cuando se giró para salir de aquel lugar, se dio cuenta que la puerta había
desaparecido. Asustada y sin saber muy bien lo que hacer, empezó a oír voces. Susurros de lo que
parecían ser varias personas que repetían lo mismo:
- “Está aquí, Está aquí...”
Entonces fue cuando sintió que alguien la estaba estrangulando desde la espalda. Inmediatamente,
se empujó con todas sus contra la pared que tenía a la espalda para liberarse de aquel agresor
desconocido. Una vez pudo safarse, vio que lo que parecía otra sombra, de su mismo tamaño y
altura, y que parecía imitar sus pasos y gestos. Esta entidad, se le tiro encima intentando matarla
como podía. Marina, casi al borde de ser vencida por aquello, saco fuerzas de flaqueza y consiguió
agarrar un trozo de metal que había en el suelo y se lo clavó en la cabeza a aquello, que ahora yacía
en el suelo, como muerto.
Una vez recuperado el aliento y con recelo, se acercó a aquello, y se quedo mirando donde debía
estar su cara, hasta que se dio cuenta que la cara que tenia aquella sombra, era la suya. Su misma
cara, pero esta parecía haber sido consumida por el odio y la rabia. Marina no entendía nada de
aquello, no tenía sentido. De repente, sintió que algo le goteaba por la nariz. Sintió mareos como si
estuviera en una enorme batidora y mientras perdida la consciencia, oía mil y un voces que parecían
susurrar mil y un cosas distintas hasta que sus ojos se sus ojos se quedaban en tinieblas.
Se despertó muy sobresaltada. Estaba sudando y su corazón parecía a punto de explotar, pero estaba
en su cama. Aún era por temprano, y el sol empezaba a salir. Cuando entró a la cocina, para
prepararse algo para desayunar, se le acercó su madre y le dijo en aquel tono que utilizan las madres
para pedir algo no muy agradable:
-Hija, necesito que nos eches una mano en casa de los bisa. Sabes que estamos limpiándola y
recogiendo las cosas que se hayan dejado antes de que la casa salga a la venta. Si lo haces, prometo
pagarte algo de dinero. Quizás ganes algo más si regresas temprano – Añadió en un tono un tanto
desconcertante.
Marina, al oír esto, se giró y salió por la puerta. Quizás a dar una vuelta, quizás a ver a su novio, o
quizás para ir a aquella casa, que tan familiar le parecía. Tanto como ella misma.