El Convenio Arbitral A.
El Convenio Arbitral A.
EL CONVENIO ARBITRAL......................................................................................................................... 1
CONVENIO ARBITRAL........................................................................................................................... 5
I. Introducció n........................................................................................................................................ 15
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ii) Convenio arbitral ineficaz.................................................................................................. 20
V. Conclusiones.................................................................................................................................. 26
1. Generalidades.................................................................................................................................... 27
2. Tratamiento legislativo.................................................................................................................. 28
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EL CONVENIO
ARBITRAL
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las leyes, y lo hacía en base a prácticas comerciales y en base a principios que rigen
el comercio. Esto dio origen a una rama hoy conocida por todos como el derecho
mercantil (lex mercatoria), que no fue creado por abogados, sino básicamente por los
árbitros comerciales que no eran abogados"[7]. Por lo, tanto el arbitraje, era una
herramienta para el trá fico comercial, con soluciones sustentadas en los hechos y los
principios del comercio, siendo ello así, facilitaba la diná micade la economía entre los
agentes econó micos de la época.
Por otro lado, acerca del origen del convenio arbitral como institució n jurídica, el Dr.
Vidal Ramírez, nos informa que, "La cláusula compromisoria era una estipulación
contractual en virtud de la cual los contratantes se comprometían a someter a arbitraje
los conflictos que en el futuro pudieran surgir entre ellos, sustrayéndolos de la
jurisdicción ordinaria. Se trataba, pues de un convenio que era pactado con
el carácter de preliminar para el caso de conflicto pues, si éste se presentaba, se debía
entonces, celebrar el compromiso arbitral. Parece ser que tiene antecedentes en
el Derecho Romano, pues Morrone[8]hace referencia a un compromittere vinculado al
compromissium".
Del texto, podemos afirmar que, el convenio arbitral, era una clá usula inmersa en
un contrato, sujeta a una condició n, es decir, una vez surgido el conflicto para su
implementació n, era necesaria la suscripció n de un compromiso arbitral. Por lo tanto,
fá cilmente podemos advertir que, el convenio arbitral no gozaba de autonomía, me
explico, la suscripció n preliminar, era en un contexto pacifico entre las partes y la
segunda en un ambiente de conflicto entre ellas, tal situació n probablemente,
dificultaba la realizació n del arbitraje.
En lo que corresponde a la Edad Media, sobre el arbitraje el Dr. Castillo Freyre,
manifiesta que "…frente a los conflictos que se suscitaban entre los burgueses, artesanos
y comerciantes, surge la tendencia de resolver estas controversias en el seno de sus
propios gremios o corporaciones, con la finalidad de lograr una solución más rápida y
efectiva. Esta situación se comprende mejor si se toma en cuenta que la justicia del
monarca se caracterizaba por la lentitud y por los complicados mecanismos procesales
que entrampaban a los litigantes en procesos interminables. Este contexto resulto
favorable para que los nuevos comerciantes optaran por dejar de lado la justicia del
monarca y diesen prioridad al mecanismo del arbitraje."
Nó tese, de lo expuesto por el referido autor, los conflictos, requerían soluciones
rá pidas, pues la justicia administrada por el monarca, era muy farragosa y dificultosa.
Tal situació n nos trae al recuerdo al novelista Franz Kafka, que en su
pó stuma novela El Proceso relata en supuestos bastantes extremos, las penurias del
personaje, Josef K., quien procura encontrar un abogado, para defenderse de una
anó nima y enigmá tica acusació n, recorriendo calles y entrevistá ndose con personas
con la finalidad de encontrar el informe de su proceso, y al juez que se encargará de
dicho trá mite.
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Ahora bien, es inevitable referirnos a Españ a por su evidente preponderancia en
nuestro sistema jurídico, en efecto, a decir, del Dr. Montoya Alberti, en el sentido
que "En el año de 1255 se dio un Código General a la Nación, con el nombre de Fuero
Real en el que se dispuso que la jurisdicción se ejercía sólo por los Alcaldes nombrados
por el Rey y por los Árbitros, además de aspectos correspondientes al orden judicial,
como la fijación de los trámites, términos, días feriados, pruebas, sentencias,
apelaciones, autoridad y penas de los Jueces. “Es evidente, que Españ a reconocía el
arbitraje como jurisdicció n, es decir, fue por primera vez positivizado en el país
ibérico, mediante un có digo.
En nuestro país, histó ricamente el convenio arbitral, ha sido enfocado como la
clá usula comprosoria y compromiso arbitral, para ello basta con remitirnos al Có digo
de Procedimientos Civiles de 1912 y el Có digo Civil de 1984.
La actual Ley de Arbitraje contiene el moderno concepto de convenio arbitral
autó nomo, superando por segunda vez la discusió n entre clá usula compromisoria y
compromiso arbitral, acorde con las legislaciones má s modernas y la
Ley Modelo Uncitral, es decir, que el convenio arbitral puede ser una clá usula
contenida en un contrato, en el que los otorgantes acuerdan someterse a arbitraje es
suficiente, debiendo entenderse su sometimiento a la jurisdicció n arbitral, sin
necesidad de suscribir un nuevo acuerdo.
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arbitraje pone el acento en el cará cter o funció n decisoria al juez subraya el rasgo
acerca de la equivalencia entre la sentencia y el laudo."[15] Así mismo el Dr. Serra
Domínguez, manifiesta que "(…) el laudo arbitral es el resultado de una actividad
jurisdiccional. Consecuentemente con el concepto de jurisdicció n que propugna,
considera que histó ricamente es anterior a la legislació n, y por tanto, su noció n
independiente de la atribució n por parte del Estado a unos ó rganos determinados. El
ó rgano es irrelevante; lo interesante es la funció n y los efectos de ésta. En su
argumentació n aporta toda una serie de razones para sostener la jurisdiccionalidad
del arbitraje, de las que destaca la concurrencia simultanea de juicio y cosa juzgada
(…)"
Teoría Ecléctica. - Sobre el particular, la Dra. Ledesma Narvaez, manifiesta que "(…)
considera al arbitraje como una institució n de naturaleza contractual, en su origen,
pero jurisdiccional en sus efectos. Destacando este cará cter, se dice que el arbitraje es
para-jurisdiccional o cuasi-jurisdiccional, o es calificado como un equivalente
jurisdiccional."
Teoría Autó noma. - Para el Dr. Cantuarias Salaverry, consiste en que "(…) como una
institució n independiente, la cual existe ante la necesidad de crear espacios necesarios
para la solució n de conflictos fuera del aparato jurisdiccional del Estado."
El Tribunal Constitucional, sobre la naturaleza del arbitraje, asumió la teoría
jurisdiccionalita, ello se infiere de la lectura del considerando 12, de la sentencia STC
N° 6167-2006-PHC-Lima (Fernando Cantuarías Salaverry con la Cuarta Sala Penal con
reos libres de la Corte de Lima), cuyo texto es " El reconocimiento de la jurisdicció n
arbitral comporta la aplicació n a los tribunales arbitrales de las normas
constitucionales y, en particular, de las prescripciones del artículo 139º de la de
Constitució n, relacionadas a los principios y derechos de la funció n jurisdiccional.
Por ello, el Tribunal considera y reitera la protecció n de la jurisdicció n arbitral, en el
á mbito de sus competencias, por el principio de "no interferencia" referido en el inciso
2) del artículo constitucional antes citado, que prevé que ninguna autoridad puede
avocarse a causas pendientes ante el ó rgano jurisdiccional, ni interferir en el ejercicio
de sus funciones. Los tribunales arbitrales, por consiguiente, dentro del á mbito de su
competencia, se encuentran facultados para desestimar cualquier intervenció n y/o
injerencia de terceros –incluidas autoridades administrativas y/o judiciales–
destinada a avocarse a materias sometidas a arbitraje, en mérito a la existencia de un
acuerdo arbitral y la decisió n voluntaria de las partes".
En el mismo sentido el Dr. Caballol Angelats, sostiene al afirmar que, "La naturaleza
jurisdiccional del arbitraje es plenamente compatible con su fundamento contractual.
El Contrato explica la posibilidad de acudir al arbitraje en el caso concreto. La
jurisdiccionalidad explica que tras la aceptació n, los á rbitros no vean condicionado, ni
el desarrollo de su actuació n, ni el alcance vinculante de su decisió n a la posterior
anuencia de las partes."
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Asimismo, el Dr. Caivano, sobre la naturaleza jurisdiccional del arbitraje manifiesta
que "El arbitraje es una forma de "justicia privada". Lo que pretende significarse a
través de esa expresió n –que no tiene connotaciones políticas o ideoló gicas- es que se
trata de una actividad jurisdiccional ejercida por particulares que no integran los
ó rganos del Poder Judicial de un Estado. La naturaleza jurisdiccional del arbitraje es
hoy incuestionable, ya que en el desempeñ o de la misió n que toca a los á rbitros se
encuentran las características propias de aquélla: al fin y al cabo, la jurisdicció n no es
sino la funció n de administrar justicia."
Finalmente, la Dra. Quiñ onez Alayza, afirma que, "Al respecto Linares y Díaz-Candia,
señ alan que habiendo obtenido reconocimiento a nivel constitucional la jurisdicció n
arbitral, los á rbitros comparten los mismos derechos y obligaciones de los jueces."
En forma similar sobre el arbitraje opina el Dr. Sierralta Ríos, al manifestar que "Es
uno de los mecanismos má s antiguos de solució n de conflictos, segú n el cual las partes
someten su divergencia a la opinió n ilustrada de un á rbitro, que actú a como si fuera
un juez, pero con la diferencia que ha sido escogido por las partes y se le ha revestido
de facultad de juzgamiento."
En conclusió n, respecto a la naturaleza del arbitraje, nuestro país con el
pronunciamiento del Tribunal Constitucional, ha adoptado la teoría jurisdiccionalista,
ya que los á rbitros también administran justicia, por imperio de la Constitució n
Política y que la principal diferencia con la justicia ordinaria, está en que las partes,
fijan las reglas del procedimiento arbitral, en el caso de arbitraje Ad Hoc y se sujetan a
las reglas de un centro de arbitraje, para el caso de arbitraje Institucional, en ambos
casos las partes se someten voluntariamente a la jurisdicció n del Tribunal Arbitral y al
resultado de su pronunciamiento.
CONVENIO ARBITRAL
Acerca del convenio arbitral el Dr. Cantuarias Salaverry, explica que su actual
concepció n data del Convenio de Nueva York, al referirse que, "(…) a partir del
Convenio sobre Reconocimiento y Ejecució n de las Sentencias Arbitrales Extranjeras,
conocido como la Convenció n de Nueva York de 1958, en su artículo II establece que
1.- Cada uno de los Estados Contratantes reconocerá el acuerdo por escrito conforme
al cual las partes se obliguen a someter a arbitraje todas las diferencias que hayan
surgido o puedan surgir entre ellas respecto a una determinada relació n jurídica,
contractual o no contractual, concerniente a un asunto que pueda ser resuelto por
arbitraje. 2.- La expresió n acuerdo por escrito denotará una clá usula compromisoria
incluida en un contrato o en un compromiso, firmados por las partes o contenidas en
un canje de cartas o telegramas".
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A cerca del Convenio de Nueva York, nuestro país mediante Resolució n Legislativa N°
24810, publicada el 25 de mayo de 1988, aprobó la Convenció n sobre el
Reconocimiento y la Ejecució n de las Sentencias Arbitrales Extranjeras", adoptada en
Nueva York el 10 de junio de 1958.
Ahora bien, el convenio arbitral, en palabras de la Dra. Bernardo San José, manifiesta
que, "(…) tiene su base en la autonomía de la voluntad, y sus requisitos de
constitució n, validez y eficacia se rigen, en principio, por los correspondientes
preceptos del Có digo Civil."
La misma autora nos informa en el sentido que "El convenio arbitral tiene origen
privado, pero a de producir sus efectos en una esfera, la procesal, en la que predomina
el interés pú blico (al fin al cabo, el Estado es un ú ltimo término el garante de una
ordenada y eficaz resolució n de los conflictos intersubjetivos que evite la autotutela) y
en la que subyace, en todo caso, la renuncia (parcial, eso sí) al derecho fundamental a
obtener la tutela de jueces y tribunales."
Dicho enfoque también es compartido por el Dr. Ramos Méndez, al afirmar que, "el
convenio arbitral no es má s que un pacto o una clá usula contractual de la que se
desprende la opció n de las partes por el arbitraje"
Tal parecer en términos má s amplios también, es compartido por el Dr. Soto Coaguila,
acerca del convenio arbitral al referirse que, "El convenio arbitral puede pactarse
como parte integrante del contrato (por ejemplo, como una clá usula del contrato) o
como un acuerdo independiente. Las partes tienen la libertad de pactar el convenio
arbitral al tiempo de celebrar el contrato e insertarlo como una clá usula o pactarlo con
posterioridad, exista o no conflicto entre las parte."
Ahora bien, el Dr. Cantuarias Salaverry, acerca del convenio arbitral, indica que,
"Como podemos apreciar, la figura del "convenio arbitral" permite a las partes el
acceder al arbitraje bastá ndoles haber suscrito un acuerdo en forma previa al
nacimiento del conflicto, sin que sea necesaria la suscripció n de ningú n otro contrato
cuando la controversia se presente."
De similar parecer es la Dra. Canduelas Cervantes y otros, al manifestar que, "El
convenio arbitral es el acuerdo que soporta la estructura del arbitraje, y tiene como
finalidad que las partes consientan y expresen su voluntad de resolver la controversia
utilizando este medio de naturaleza hete compositiva."
Hechas esas precisiones y a decir del Dr. Cantuarias Salaverry, "(…) los elementos
esenciales del convenio arbitral son solo dos: 1. El compromiso inequívoco y claro de
que las partes desean someterse al arbitraje; y 2. La fijació n de la relació n jurídica
respecto de la cual se arbitrará n los conflictos."
El referido autor manifiesta que, "(…) no quiere decir que cualquier otro tema distinto
a los dos ú nicos elementos esencial del convenio arbitral no pueda (y en muchos casos
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deba por razones prá cticas) estipularse al momento en que se otorga el convenio
arbitral. Lo que pasa es que las partes podrá n pactarlos en cualquier momento e,
inclusive, los á rbitros podrá n decidirlos o supletoriamente podrá aplicarse la ley
arbitral que corresponde."
Por lo tanto, de lo expuesto se puede concluir que el convenio arbitral, está sustentado
en la autonomía de la voluntad de la partes de someterse a la jurisdicció n arbitral y
que no está sujeta a formalidades, pudiendo ser parte de un contrato o en forma
independiente mediante un pacto, exista o no conflicto entre las partes.
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del mismo. La inexistencia, nulidad, anulabilidad o ineficacia de un contrato que
contenga un convenio arbitral, no implica necesariamente la inexistencia, nulidad,
anulabilidad, invalidez o ineficacia de éste (...)". Del texto se advierte sin lugar a dudas
que en nuestro país el convenio arbitral, tiene plena autonomía, es decir, tiene su
estructura, sus reglas y vida propia, al no ser parte del contrato, es decir, se ratifica el
principio de separabilidad del convenio arbitral.
En conclusió n, el principio de la autonomía del convenio arbitral, respecto del
contrato, supone que la nulidad del contrato no conlleva Ipso Iure, a la nulidad del
convenio arbitral; de la misma forma la resolució n, la rescisió n o anulació n del
contrato no afecta el convenio arbitral, es decir, se garantiza el deseo de las partes de
que sus conflictos vinculados con el contrato sean decididos por á rbitros.
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Finalmente, el artículo 15 de la Ley de Arbitraje, contempla acerca de las relaciones
jurídicas está ndares, trá tese de clá usulas generales de contratació n o de contratos por
adhesió n, en ambos casos con estipulaciones específicas, en las que contemple el
convenio arbitral, bajo la condició n de que dichos convenios hubiesen sido conocidos
por quienes no los redactó , usando diligencia ordinaria.
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Forma del Convenio Arbitral
El convenio arbitral al ser una expresió n de manifestació n de voluntad de quienes con
la capacidad requerida, le dan existencia, por lo tanto tiene necesariamente forma,
ademá s de ser medio de prueba de su existencia y contenido del convenio.
La Ley de Arbitraje, en su artículo 13, dispone que el convenio arbitral, deberá constar
por escrito, mediante una clá usula incluida en un contrato o un acuerdo
independiente. Esta figura es extendida en el sentido que se entenderá que el
convenio arbitral, es escrito cuando quede constancia de su contenido en cualquier
forma, ya sea que el acuerdo de arbitraje o contrato se haya concertado mediante la
ejecució n de ciertos actos o por cualquier medio; ademá s que se entenderá que el
convenio consta por escrito cuando se cursa una comunicació n electró nica y la
informació n en ella es accesible para su ulterior consulta, es decir, se trata de una
forma Ad Probationem
En efecto la redacció n del artículo 13 de la Ley de Arbitraje, responde a la Opció n I del
artículo 7 de la Ley Modelo UNCITRAL cuya finalidad es ampliar los alcances del
concepto de escritura, debiendo entenderse como ella como cualquier forma de
registro del acuerdo de voluntad entre las partes, evidentemente, esta flexibilizació n,
está vinculada con los distintos medios tecnoló gicos de comunicació n, que oferta el
mercado y los que en el futuro invente el hombre, la ú nica exigencia para la validez del
acuerdo, es que los registros de la parte o partes signatarias del convenio arbitral,
puedan ser verificados posteriormente, por lo tanto, bajo este contexto la firma como
asentimiento de voluntad deviene en innecesaria.
Este concepto, sobre la forma del acuerdo del arbitraje, tiende a ser unitaria en
nuestro continente un ejemplo es la Ley de Arbitraje Comercial de Venezuela, a decir
del Dr. Rengel Romberg, comenta en los siguientes términos "En cuanto a la forma del
acuerdo de arbitraje, la nueva ley es precisa y recoge novedades sobre la materia, pues
no solamente que deba constar para escrito en cualquier documento o conjunto de
documentos que dejen constancia de la voluntad de las partes de someterse a
arbitraje, sino que ademá s admite que una clá usula arbitral, constituirá un acuerdo de
arbitraje (…)"
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acerca del objeto del convenio arbitral, afirma que "(…) viene a ser la relació n jurídica
que vincula a las partes que lo han celebrado.
La relació n jurídica debe ser físicamente posible esto es, que los derechos, deberes u
obligaciones que le son inherentes deben existir o tener la posibilidad de existir y,
ademá s, deben ser jurídicamente posibles, esto es, guardar conformidad con el
ordenamiento jurídico, y deben también ser determinados, esto es, pueden ser
identificados, o ser determinables, esto es, ser susceptibles de identificació n."
Por otro lado, el objeto del convenio arbitral, consiste en todo aquello sobre lo que
versa, es decir, en puridad la controversia, actual o que pueda surgir entre las partes
signatarias del convenio, en materias de su libre disposició n. Acerca de las
características del objeto del convenio arbitral, la Dra. Bernardo San José, indica las
siguientes "
1.- La controversia cuya resolució n se encomienda a los á rbitros debe revestir
cará cter jurídico;
2.- No es necesario que la controversia esté concreta y específicamente determinada;
3.- La cuestió n litigiosa ha de afectar a una materia sobre la que las partes tengan la
libre disposició n conforme a Derecho; y
4.- La relació n jurídica de la que surge o puede surgir la cuestió n litigiosa puede ser
contractual o no contractual"
Los Drs. Castillo Freyre y Vá squez Kunze, respecto de los derechos arbitrables,
manifiestan que "(…) no menos cierto es que las leyes que regulan la institució n
arbitral en el mundo se estructuran en razó n de una técnica legislativa está ndar que
establece dos criterios para definir la habitabilidad de un derecho: el criterio positivo
y el criterio negativo. Se entiende por el primero el que permite a las partes someter a
arbitraje los conflictos sobre derechos que la ley pone bajo su dominio, esto es,
derechos sobre los que las partes tienen la autoridad de disponer libremente.
Es éste, como se verá al momento de revisar la ley sobre la materia, un criterio abierto
e inclusivo, pues la norma que se estructura bajo su sombra no específica ni enumera
cuá les son esos derechos de libre disposició n. Por el contrario, el criterio negativo es
excluyente y cerrado en la medida en que inspira a la norma a sancionar una lista de
derechos sobre los que las partes se hallan expresamente prohibidas de recurrir a la
vía extrajudicial del arbitraje en caso de una controversia."
Ahora bien, para el Dr. Cantuarias Salaverry, respecto de la materia arbitrable en el
sentido que "Resulta una tarea complicada el poder determinar de antemano qué
puede someterse a arbitraje y qué se encuentra excluido de esta vía. Sin embargo
puede afirmarse que se puede someter a arbitraje cualquier controversia referida una
materia que sea de libre disposició n de la partes y que no puede recurrirse a esta vía
cuando se trate de cuestiones que interesan el orden pú blico (…)."
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Finalmente, la Ley de Arbitraje, en el numeral 2.1, contiene un criterio má s amplio
acerca del objeto del arbitraje en el sentido que se puede someter a arbitraje las
controversias emanadas de relaciones contractuales, sin restricció n alguna; no
obstante ello, también otras de distintas naturaleza a condició n de que la ley las señ ale
como arbitrables, en el mismo sentido opina el Dr. Bullard Gonzá lez, sobre el referido
artículo, "… el artículo continú a y se refiere aquellos casos que la ley, los tratados o
acuerdos internacionales autoricen. Ello significa que la ley o tratados, partiendo de
un marco constitucional vigente en el Perú , pueden autorizar que arbitren en temas
que no serían en principio de libre disposició n."
En conclusió n, de acuerdo con la Ley de Arbitraje, se pueden someter a arbitraje; i)
Las materias de libre disposició n conforme a derecho; ii) Aquellas materias que señ ale
la ley; y iii) Los acuerdos internacionales que se hayan suscrito y que contengan una
autorizació n para someter controversias a arbitraje.
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que se conviertan en clá usulas de media noche (midnigth clauses) o en clá usulas de
estilo, caracterizadas porque se copian y pegan de un contrato a otro, como si de
formatos predeterminados se tratara. Las bondades que proporciona el arbitraje
pueden verse seriamente mermadas por la presencia de las denominadas "clá usulas
arbitrales patoló gicas", esto es, clá usulas que adolecen de defectos que, a la postre,
obstaculizan el normal desenvolvimiento del proceso arbitral.
La denominació n de clá usulas patoló gicas, ha sido incorporada, al lenguaje jurídico
por el Dr. Eisemann, como aquella que por su redacció n, no puede cumplir con las
cuatro funciones esenciales que debe cumplir un acuerdo arbitral, durante o después
del arbitraje, en ese sentido las cuatro funciones son:
"i) Producir consecuencias obligatorias;
ii) Excluir la injerencia de autoridades judiciales;
iii) Dotar de facultades al Tribunal Arbitral para resolver la controversia; y
iv) Crear un procedimiento que bajo condiciones de eficiencia y rapidez lleve a la
rendició n de un laudo arbitral que sea susceptible de ejecució n"
En efecto la clá usula patoló gica, es aquella que pone en riesgo la eficacia del arbitraje,
desde su génesis contiene errores, vicios, ambigü edades, no delimita su alcance,
incluye cuestiones de má s, tal situació n produce problemas en el procedimiento
arbitral. Para no patologizar la clá usula arbitral, se debe tener presente que: i) La
clá usula no sea extensa; ii) Evitar redacció n complicada; iii) Evitar ambigü edades en
la clá usula y iv) Evitar clá usulas 4 x 4, todo terreno, es decir, que sirvan para todo tipo
contratos o relaciones jurídicas.
El arbitraje, en sus orígenes ha sido una solució n instituida, entre los comerciantes
para facilitar el trá fico de comercio de bienes, contemporá neamente, es considerado
como un mecanismo alternativo de resolució n de conflictos.
Un aspecto muy relevante para nuestro sistema jurídico, es la postura adoptada por el
Tribunal Constitucional, respecto de la naturaleza del arbitraje, en el sentido que ha
abrazado la teoría jurisdiccionalista, el fundamento está en la sentencia derivada del
proceso habeas corpus, con motivo de una denuncia formulada por el Dr. Cantuarias
Salaverry, en su condició n de integrante de un tribunal arbitral.
El Tribunal Constitucional, sostiene que en el proceso arbitral, también está n
presentes los cuatro requisitos de la jurisdicció n, es decir, i) Conflicto entre las partes;
ii) Interés social en la composició n del conflicto; iii) Intervenció n del Estado mediante
el ó rgano judicial, como tercero imparcial; y iv) Aplicació n de la Ley o integració n del
Derecho.
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Otro aspecto medular es que el convenio arbitral, sustenta la estructura del arbitraje,
es decir, es piedra angular, cuya finalidad consiste en que las partes en forma
voluntaria, consientan que las controversias presentes y futuras, será n resueltas
mediante este medio alternativo de naturaleza heteró compositiva.
El principio de la autonomía de la voluntad de las partes, que se materializa en el
convenio arbitral, significa que el pacto arbitral, previsto en un contrato como una
clá usula, tiene existencia propia, ya que este pacto, no es afectado por hechos que
podrían determinar, la extinció n o invalidez o suspensió n del contrato, es decir, este
principio, tiene como propó sito asegurar, la eficacia del pacto arbitral. En el mismo
sentido el numeral 2 del artículo 41 de la Ley de Arbitraje, preceptú a que el convenio
arbitral que forme parte de un contrato se considerará como un acuerdo
independiente de las demá s estipulaciones del mismo.
Por otro lado, respecto de la forma del convenio arbitral, la Ley de Arbitraje, en su
artículo 13, dispone que el convenio arbitral, deberá constar por escrito, mediante una
clá usula incluida en un contrato o un acuerdo independiente, acorde con la Ley
Modelo Uncitral, en nuestro país, esta figura es flexible, en el sentido que el convenio
arbitral, es escrito solamente cuando quede constancia de su contenido mediante la
ejecució n de ciertos actos o cualquier medio, asimismo se entenderá que el convenio
arbitral, consta por escrito cuando se cursa una comunicació n electró nica y la
informació n en ella es accesible para su ulterior consulta, es decir, se trata de una
forma Ad Probationem.
Un aspecto, que ha sido ampliado por la Ley de Arbitraje, respecto de la Ley General
de Arbitraje, es el objeto del arbitraje, es decir, acerca de la materia arbitrable, ya que
la Ley de Arbitraje en vigor, incorpora una fó rmula má s completa, en el sentido que se
puede someter a arbitraje las controversias emanadas de relaciones contractuales, sin
restricció n alguna y otras de distinta naturaleza a condició n de que la ley las señ ale
como arbitrables.
Finalmente, en la redacció n de un convenio arbitral, se debe evitar, clá usulas
patoló gicas, por lo que debemos tener presente que: i) La clá usula no sea extensa; ii)
Evitar redacció n enmarañ ada; iii) Evitar anfibologías en la clá usula; y iv) Evitar
clá usulas 4 x 4.
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surgido o puedan surgir entre ellas respecto de una determinada relació n jurídica
contractual o de otra naturaleza”. Como bien señ ala Gonzá lez de Cossío “el acuerdo
arbitral es un contrato por virtud del cual dos o má s partes acuerdan que una
controversia, ya sea presente o futura, se resuelva mediante arbitraje” [1]. Por ese
compromiso a arbitrar, las partes tienen la obligació n de resolver sus controversias en
arbitraje, y no en otra vía, como podría ser la del Poder Judicial.
Gary Born señ ala que el convenio arbitral genera dos obligaciones para las partes
contratantes: una positiva y otra negativa. Expresamente sostiene que “un convenio
de arbitraje internacional vá lido produce efectos legales importantes para las partes,
así como para las cortes nacionales y los á rbitros. Esos efectos de los convenios
arbitrales son positivos y negativos: los efectos positivos incluyen la obligació n de
participar y cooperar de buena fe en el procedimiento arbitral de acuerdo con el
convenio arbitral de las partes; mientras que los efectos negativos incluyen la
obligació n de no buscar la resolució n de disputa sujetas a arbitraje en las cortes
nacionales o jurisdicciones similares”[2].
En nuestro medio, Carlos Soto ha sido enfá tico al afirmar lo siguiente:
“Una vez celebrado un convenio arbitral las partes contratantes está n obligadas a:
Someter sus controversias a un proceso arbitral (obligació n de hacer).
Cumplir con los mandatos impuestos en el laudo arbitral (obligació n de
hacer).
No acudir a los tribunales judiciales para resolver sus controversias, pues al
celebrar el convenio arbitral han renunciado a la competencia del Poder
Judicial (obligació n de no hacer)”.
Si bien las obligaciones del convenio arbitral son claras, ¿qué sucede en el caso en el
que una parte del convenio arbitral considera que este ya no es ejecutable porque, por
ejemplo, la institució n arbitral que designaron desapareció ? ¿Deberá demandar ante
el Poder Judicial? ¿Seguirá estando obligada por el convenio arbitral? ¿Un juez deberá
determinar si el convenio sigue obligando a las partes? ¿O lo deberá n hacer los
á rbitros?
Consideramos que la parte demandante debería hacer una previa evaluació n del
convenio arbitral, a fin de determinar la vía idó nea para presentar su demanda. Si
considera que es posible ejecutar el convenio, no existirá mayor problema al respecto;
sin embargo, si considera que este es de imposible ejecució n y demanda ante el Poder
Judicial, lo má s probable es que nos encontremos frente a una excepció n de convenio
del demandado. Este ú ltimo alegará que se ha vulnerado la obligació n negativa que se
desprende del convenio arbitral, y el juez debe remitir a las partes a arbitraje.
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En el presente acá pite pretendemos comparar la excepció n de convenio arbitral
regulada en el artículo 16 de la Ley Peruana de Arbitraje con la establecida en el
artículo 2.3 de la Convenció n de Nueva York. Si bien a primeras luces, la inquietud
planteada parece meramente referencial y académica, la misma si presenta
implicancias prá cticas en la realidad, como veremos a continuació n.
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contrato en el que se obligaban a resolver sus controversias mediante arbitraje y
renunciaban a la jurisdicció n ordinaria.
Como comentario final, nos remitimos a lo expresado por Roger Rubio, quien sostiene
que “un antecedente directo del Competence-Competence en su vertiente negativa
puede encontrarse en el artículo II.3 de la Convenció n sobre el Reconocimiento y
Ejecució n de las Sentencias Arbitrales Extranjeras armado en Nueva York en 1958” [8].
Es decir, la excepció n de convenio arbitral - regulada en el artículo II.3 de la
Convenció n de Nueva York - es una manifestació n del Competence-Competence en su
vertiente negativa, pues este principio permite a los á rbitros pronunciarse sobre la
validez del convenio arbitral[9]. Justamente, lo que analizaremos a profundidad má s
adelante es si los jueces deben determinar la validez absoluta del convenio arbitral, o
si esta es una labor que le compete a los á rbitros.
ii. Ámbito de aplicación.
El inciso 2 del artículo 1 de la Ley Peruana de Arbitraje, estipula lo siguiente: “las
normas contenidas en los numerales 1, 2, 3, 5 y 6 del artículo 8, en los artículos 13,
14, 16, 45, numeral 4 del artículo 48, 74, 75, 76, 77 y 78 de este Decreto Legislativo, se
aplicará n aun cuando el lugar del arbitraje se halle fuera del Perú ” (el énfasis es
nuestro). Es decir, la excepció n del artículo 16 de la Ley Peruana de Arbitraje se puede
aplicar también cuando las partes han pactado un arbitraje que se llevará a cabo en el
extranjero.
Por su parte, la Convenció n de Nueva York regula su á mbito de aplicació n en el
artículo I; sin embargo, no se pronuncia sobre la aplicació n del artículo II.3, que
contiene la excepció n de convenio arbitral. Al respecto, Van Den Berg señ ala lo
siguiente:
“En el caso del convenio que estipula un arbitraje en otro Estado, el artículo I de la
Convenció n puede ser aplicado por analogía. Así como la Convenció n aplica para
ejecució n de un laudo hecho en otro Estado, ella puede aplicar para la ejecució n de un
convenio arbitral que establece el arbitraje en otro Estado. Un examen de las
decisiones de las Cortes que aplican el artículo II.3, revela que la mayoría de ellas
implica un convenio que provee arbitraje en otro Estado. La aplicació n de la
Convenció n a esta categoría de convenios arbitrales parece ser tan evidente que
ningú n tribunal consigue explicar por qué aplica la Convenció n”
Debemos señ alar que algunas Cortes han interpretado que la Convenció n de Nueva
York también aplica para convenios arbitrales que estipulan un arbitraje comercial
internacional en el propio Estado, aunque ello no se desprenda de una interpretació n
sistemá tica con el artículo I.
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Queremos dejar en claro que, en determinados supuestos, es posible que se aplique
conjuntamente la excepció n de convenio arbitral regulada en la Ley Peruana de
Arbitraje; así como la contenida en la Convenció n de Nueva York. En ese supuesto,
será de aplicació n el aná lisis que realizaremos posteriormente.
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Si bien no existe un criterio uniforme y claro sobre cuá l es el tipo de aná lisis que debe
efectuar el juez, lo innegable es que debe analizar la nulidad, eficacia y aplicabilidad
del convenio arbitral. En ese contexto, corresponde pronunciarnos sobre las tres
categorías mencionadas.
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arbitral debe de considerarse ineficaz si la misma disputa entre las mismas partes ya
ha sido decidida por una corte o tribunal arbitral (res judicata o ne bis in idem)”
Por su parte, Redfern y Hunter sostienen que “a primera vista, es difícil ver la
distinció n entre los términos ‘ineficaz’ e ‘inaplicable’. Sin embargo, un convenio
arbitral es ineficaz donde este ha dejado de tener efectos legales como resultado, por
ejemplo, de un fracaso de las partes para cumplir con un tiempo límite, o donde las
partes han renunciado, o por su conducta implícitamente revocado el convenio
arbitral”.
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Entonces, la clá usula arbitral será patoló gica en la medida en que se vaya alejando de
los elementos planteados, es decir, siempre que no pueda desplegar todos sus efectos
jurídicos; cuando sea invá lida o inaplicable[20].
Es así que autores como César Rivera sostienen que pueden surgir patologías, tanto en
convenios arbitrales de reducido contenido, como en aquéllos de contenido amplio y
que incluyen una regulació n má s pormenorizada del arbitraje. Ademá s, señ ala que
puede no solo resultar del convenio arbitral en sí mismo, sino de la falta de
coordinació n de varios convenios arbitrales que afectan a diversas relaciones jurídicas
existentes entre las partes estrechamente vinculadas entre sí (por ejemplo, un pacto
de socios y los estatutos de la sociedad o un contrato principal y un acuerdo de
garantía para cumplimiento).
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procedimental específica para determinar los plazos. Asimismo, agrega que se debe
acreditar la existencia del convenio arbitral y, de ser el caso, el inicio del arbitraje.
En cuanto al fondo, distingue el arbitraje nacional del arbitraje internacional; sin
embargo, en ambos casos cuando no se hubiera iniciado el arbitraje, la ú nica causal
para no remitir a las partes al arbitraje es que el convenio arbitral sea
manifiestamente nulo. Si el arbitraje estuviera iniciado, en el primer caso, el juez no
podría denegar la excepció n; mientras que en un arbitraje internacional la ú nica
causal que lo habilita a declarar infundada la excepció n es que la materia que se
pretenda someter a arbitraje viole manifiestamente el orden pú blico internacional.
A simple vista la regulació n de la excepció n de convenio arbitral en el Perú habilita al
juez a revisar solamente la validez del convenio arbitral; sin embargo, no todos
comparten dicha posició n. Así, Adriá n Simons sostiene lo siguiente:
“Ahora bien en lo que respecta a la posició n asumida por el legislador peruano, en el
inciso 3) del artículo 16º de la L.A. se establece que la excepció n deberá ser amparada
por el solo mérito de la existencia del convenio arbitral, salvo cuando el convenio
fuese manifiestamente nulo. Ello quiere decir que el juez estaría prohibido de realizar
un aná lisis exhaustivo de todos los elementos vinculados al convenio arbitral, con la
salvedad hecha respecto a la nulidad del convenio.
Sin embargo, consideramos que la referida norma nacional debe ser interpretada de
manera sistemá tica con los tratados internacionales de los cuales el Perú es
signatario. [...] Por ello integrando lo dispuesto por el inciso 3) del artículo 16 de la LA
con la norma II.3 de la Convenció n de Nueva York, es posible que el juez verifique tres
condiciones mínimas para la procedencia de la excepció n de convenio arbitral:
existencia, validez y vigencia del convenio arbitral”.
Nos resulta imposible adscribirnos a la posició n arriba planteada. En primer lugar,
debemos tener en cuenta que el inciso 3) de la Ley Peruana de Arbitraje regula la
excepció n de incompetencia para un arbitraje nacional; sin embargo, como ya hemos
expresado líneas arriba, la Convenció n de Nueva York no aplica en el caso de
arbitrajes nacionales, sino solamente en los arbitrajes internacionales. Por lo tanto, en
ese caso, la comparació n debería ser realizada con el inciso 4) de la norma peruana.
En segundo lugar, no resulta necesario integrar las normas ahí donde no existe un
vacío normativo. El legislador peruano no se olvidó de regular los supuestos de
ineficacia e inaplicabilidad en la excepció n de convenio arbitral. De hecho, la
regulació n de nuestra excepció n tiene su antecedente en la excepció n de convenio
arbitral del Nuevo Có digo de Procedimientos Civiles de Francia de 1981. El artículo
1458 establecía lo siguiente:
Artículo 1458
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“Cuando una controversia que esté conociendo un tribunal arbitral en virtud de un
convenio arbitral, se someta a un tribunal estatal, deberá éste declararse
incompetente.
Si el tribunal arbitral no estuviera aú n conociendo de la controversia, el tribunal
estatal deberá igualmente declararse incompetente, a menos que el convenio arbitral
fuera manifiestamente nulo”.
Al respecto, Roger Rubio señ ala que “el Competence-Competence francés es así una
regla de prioridad que implica que los tribunales estatales deben remitir a las partes
al arbitraje, luego de un examen prima facie de la existencia y validez del convenio
arbitral, cuando un tribunal arbitral está conociendo del caso; debiendo, luego del
laudo, revisar la jurisdicció n de los á rbitros. Cuando el tribunal arbitral todavía no
estuviera conociendo del caso, los tribunales estatales solo retendrá n jurisdicció n,
cuando el convenio arbitral fuera manifiestamente nulo”[23] (el énfasis es nuestro).
En conclusió n, el legislador peruano ha establecido una regulació n distinta a la
contenida en el artículo II.3 de la Convenció n de Nueva York, pues en la propia norma
ha estipulado que el aná lisis del juez debe ser prima facie, es decir, debe analizar el
convenio arbitral de manera superficial. Ello implica que si el convenio arbitral tiene
al menos una apariencia de validez, el juez debe remitir a las partes a arbitraje.
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Convenció n de Nueva York - se discutió la inclusió n de la expresió n “manifiestamente
nulo”. Así, sostiene que:
“La historia de la redacció n de la Ley Modelo también apuntó en la direcció n de
permitir una consideració n judicial interlocutoria total de al menos algunas
objeciones jurisdiccionales. La mayor evidencia es el hecho que los redactores de la
Ley rechazan la propuesta que habría prevista expresamente, en lo que ahora es el
Artículo 8.1, para que los tribunales nacionales remitan las controversias a arbitraje,
salvo cuando un tribunal ’considere que el acuerdo es manifiestamente nulo’. El
rechazo de este lenguaje fue particularmente significativo dado que era precisamente
paralelo al texto del nuevo Có digo de Procedimiento Civil francés de 1981,
recientemente adoptado, que preveía una revisió n judicial prima facie solamente. El
rechazo de una propuesta que habría replicado este enfoque confirma el significado
natural del lenguaje del Artículo 8.1 que permite una revisió n judicial completa,
no prima facie”[25].
Por otro lado, es interesante analizar de qué manera las Cortes francesas han
interpretado la excepció n de convenio arbitral regulada en su sistema jurídico. Así la
Corte de Casaciones establece lo siguiente:
“Mientras que la Convenció n de Nueva York del 10 de junio de 1958 se reserva la
aplicació n de una ley interna má s favorable para el reconocimiento de la validez del
acuerdo de arbitraje, que es el caso del derecho francés; que, de acuerdo con este
derecho, la combinació n de los principios de validez de la clá usula de arbitraje
internacional y Competence-competence prohíbe que el juez del·Estado se pronuncie
sobre la existencia, validez y alcance del convenio arbitral antes que el á rbitro no se
pronuncie sobre este punto, a menos que la clá usula sea manifiestamente nula o
inaplicable”[26].
Resulta interesante ver có mo las Cortes francesas han considerado que el término
“manifiestamente nulo” permite que el juez analice tanto la nulidad como
aplicabilidad del convenio arbitral. Sin embargo, ello no siempre fue así. De esa
manera lo reportan Poudret y Besson “al contrario de una antigua jurisprudencia, los
tribunales franceses reconocen hoy que pueden examinar no solo si el acuerdo de
arbitraje es manifiestamente nulo, sino también si es manifiestamente inaplicable”.
Consideramos que, por esa razó n, y para hacer má s previsible la excepció n, en el 2011
el legislador incluyó el término “inaplicable” en el artículo que regula la excepció n de
convenio arbitral.
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esto fuese así, la Ley Peruana culmina la discusió n sobre si el aná lisis debe ser
exhaustivo o prima facie.
En conclusió n, a nuestro juicio, la excepció n de convenio arbitral regulada en el
artículo 16 de la Ley Peruana de Arbitraje, es má s favorable que la regulada en el
artículo II.3 de la Convenció n de Nueva York, pues dispone un aná lisis prima facie.
V. Conclusiones
Cuando una persona pacta un convenio arbitral tiene la obligació n de no recurrir al
Poder Judicial para que este resuelva sus controversias. Por ello, con la finalidad de
salvaguardar el respeto a dicha obligació n, se ha regulado la excepció n de convenio
arbitral.
En virtud de la Convenció n de Nueva York se remite a las partes a arbitraje siempre
que el convenio arbitral no sea nulo, ineficaz o inaplicable. En el caso de la Ley
Peruana de Arbitraje, solo basta que el convenio arbitral no sea manifiestamente nulo
-es decir, si a primera vista, el convenio es vá lido, se remitirá a las partes a arbitraje-.
No obstante, no es ajeno que ciertas Cortes analicen la aplicabilidad del convenio bajo
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esa misma expresió n, pero siempre bajo un está ndar prima facie. Por lo tanto,
consideramos que la excepció n de la Ley Peruana es má s favorable al arbitraje.
Si bien es cierto, la excepció n de convenio arbitral de la Ley Peruana de Arbitraje y la
regulada en la Convenció n de Nueva York no aplican siempre a los mismos supuestos,
en los casos donde concurra su aplicació n, el juez deberá resolver la excepció n
sustentando su decisió n en la Ley Peruana. Ello, en virtud al principio de má xima
eficacia regulado en el artículo VII.1 de la Convenció n de Nueva York.
A pesar de lo señ alado, al plantear una excepció n de convenio arbitral siempre se debe
tener en consideració n la importancia de la Convenció n de Nueva York y la persuasió n
que puede generar en los jueces. Por lo tanto, consideramos recomendable sustentar
la excepció n tanto en la Ley Peruana como en la Convenció n de Nueva York.
1. Generalidades.
1.1. Convenio arbitral.
La “autonomía” del convenio arbitral señ ala que, má s allá del objeto principal que da
lugar a dicho convenio arbitral, este es autó nomo respecto de la existencia o validez
de aquel.
Es así que, por ejemplo, aunque el contrato que contiene un convenio arbitral sea nulo,
dicha nulidad no alcanza a la clá usula arbitral que pudiera contener dicho contrato,
por la reputada “autonomía” de dicha clá usula; la cual constituiría, en sí misma, el
“convenio arbitral”.
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contractual específica, estableciendo una jurisdicció n especial por propia voluntad, sin
acudir a la jurisdicció n de las cortes o tribunales judiciales.
2. Tratamiento legislativo.
2.1. Norma vigente: Decreto Legislativo 1071 del 26 de junio del 2008
La norma vigente regula al convenio arbitral entre los artículos 13 al 18 del Título II.
Má s específicamente, las disposiciones de las que se puede colegir su autonomía, las
encontramos en el artículo 13.
2.2. Disposiciones que contienen mecanismos de protección del convenio
arbitral
Acudiendo a un aná lisis literal y exegético de este artículo de la norma, diremos lo
siguiente:
2.2.1. Numeral 13.1.
“El convenio arbitral es un acuerdo…”.
Lo primero que ha distinguido el legislador es que el convenio arbitral es un “acuerdo”
sin establecer una forma precisa ni, como veremos má s adelante, contemplar una
posible “sanción de nulidad”.
Sin embargo, aunque a priori pudiera parecer que el legislador ha establecido una
formalidad específica (la escrita) como una forma ad solemnitatem, ello no es así.
2.2.2. Numeral 13.3.
2.2.2.1. “Se entenderá que el convenio arbitral es escrito cuando quede constancia
de su contenido en cualquier forma…”
“(C)ualquier forma”. Con esta expresió n, muy abierta en sí misma, se permite una
interpretació n extensiva respecto de la forma en que puede “qued(ar) constancia” del
convenio arbitral. Así, podríamos interpretar que “cualquier forma” podría ser una
grabació n de audio o video-audio en la que se verifique los actos que evidencien la
existencia del convenio arbitral.
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2.2.2.2. “(Y)a sea que el acuerdo de arbitraje o contrato se haya concertado
mediante la ejecución de ciertos actos o por cualquier otro medio…”.
Lo anterior, es reforzado por la segunda parte del contenido de dicho numeral, en la
que se cita el origen del acuerdo arbitral o del contrato mismo.
En este caso, imaginémonos los innumerables contratos que celebramos a diario en
nuestro país, só lo por grabació n telefó nica: adquisició n de líneas de teléfono,
adquisició n de decodificadores de cable-tv, solicitud de tarjetas adicionales de
nuestras tarjetas de crédito, adquisició n de líneas de internet, etc.
Todas estas operaciones y muchas má s se realizan por vía de “grabació n de voz” en las
que, sin ningú n inconveniente, se puede incluir un “convenio arbitral”, ya sea que este
conste de una o má s clá usulas que acuerden y/o regulen el arbitraje.
En estos casos, ¿hay o no convenio arbitral? Obviamente, sí lo hay, sin lugar a dudas,
porque el contrato (y el acuerdo arbitral), se ha “concertado mediante la ejecución de
ciertos actos o por cualquier otro medio…”; siendo estos actos / medios, en el presente
caso, la “grabació n de voz”.
2.2.3. Numeral 13.4.
2.2.3.1. “Se entenderá que el convenio arbitral consta por escrito cuando se cursa una
comunicación electrónica y la información en ella consignada es accesible para su
ulterior consulta…”
Aquí ingresamos a un universo mayor: el de las comunicaciones electró nicas,
extendiendo el concepto original o tradicional de la expresió n “por escrito”, que
podría interpretarse como que se alude exclusivamente a un documento con soporte
en papel, impreso o escrito a mano.
Sin embargo, el Estado no se ha detenido en indicar ú nicamente que el convenio
arbitral puede constar en una comunicació n electró nica, sino que ha ahondado y
abundado en lo que podría ser o entenderse por comunicació n electró nica.
2.2.3.2. “Por “comunicación electrónica” se entenderá toda comunicación que las partes
hagan por medio de mensajes de datos. Por “mensaje de datos” se entenderá la
información generada, enviada, recibida o archivada por medios electrónicos,
magnéticos, ópticos o similares, como pudieran ser, entre otros, el intercambio
electrónico de datos, el correo electrónico, el telegrama, el télex o el telefax”
Efectivamente, dentro del contenido de “comunicació n electró nica, el legislador
precisa que esta consiste en los “mensajes de datos” y a estos les atribuye soporte
electró nico, magnético o similar.
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Sin embargo, la lectura del tenor de la norma, nuevamente, nos abre a un universo de
posibilidades.
Si estoy negociando o acordando por chat, WhatsApp, Messenger, Hangout, SMS u otro
medio similar… ¿Puedo generar un contrato con clá usulas arbitrales? ¿Puedo generar
un convenio arbitral?
Nuevamente, la respuesta es sí, sin lugar a dudas.
Pero esta afirmació n no es só lo respecto del convenio arbitral en sí mismo, en cuanto
a su “forma escrita” y de có mo puede presentarse, obtenerse o evidenciarse dicha
forma, sino que también tiene relació n directa con la forma de su contenido.
En este aspecto, lo que se debe notar es la importancia del medio utilizado y su
implicancia en la forma del acuerdo arbitral, pero, se insiste, la referencia es a la forma
de su contenido; es decir, aquí debemos tener presente a la redacció n del acuerdo
arbitral o de las clá usulas arbitrales.
Para el caso, lo que se hace notar es la natural e inherente informalidad de las
conversaciones electró nicas y, má s aú n, si estas son de chat, WhatsApp, Messenger,
Hangout, SMS y otras.
Es conocida la omisió n de formalidades de todo tipo (que alcanza, lamentablemente, a
las ortográ ficas y de redacció n) en lo que se escribe por estos medios pero que,
precisamente por ello, nos daría como resultado clá usulas arbitrales o convenios
arbitrales con un contenido, con una redacció n, muy informal.
Es decir, debemos caer en la cuenta que un convenio arbitral que conste en un chat del
Facebook, Messenger, WhatsApp u otro de estos medios, no tendrá la misma
redacció n que una clá usula arbitral contenida en un contrato que conste en escritura
pú blica o que se haya inscrito en registros pú blicos.
Así, una redacció n podrá ser mucho má s simple que la otra: ¿la formalidad de un
acuerdo arbitral, en cuanto a su redacció n, será “má s corriente” si consta en un
WhatsApp en vez de en una escritura pú blica? Probablemente.
2.2.4. Numeral 13.5.
“5. Se entenderá ademá s que el convenio arbitral es escrito cuando esté consignado en
un intercambio de escritos de demanda y contestació n en los que la existencia de un
acuerdo sea afirmada, por una parte, sin ser negada por la otra”.
En este caso, no debería quedar dudas respecto a que el convenio arbitral “es escrito”
en el sentido de que consta en soporte papel impreso o manuscrito, pues alude a los
“escritos de demanda y contestación” de demanda.
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Sin embargo, tengamos presente que recientemente el Poder Judicial ha
implementado el “expediente electró nico” para algunos juzgados, con lo que los
“escritos de demanda y contestación” de demanda ya no constará n en soporte
papel, sino en “comunicación electrónica”, seguramente con agregado/inserto de
procesador de texto u otro.
2.2.5. Numeral 13.6.
“6. La referencia hecha en un contrato a un documento que contenga una cláusula
de arbitraje constituye un convenio arbitral por escrito, siempre que dicha
referencia implique que esa cláusula forma parte del contrato.”
Una consideració n adicional merece este apartado, en el que verificamos
expresamente una disposició n “remisiva”.
Es decir, es posible que un convenio arbitral conste en un documento distinto, que no
necesariamente forme parte del contrato o de un convenio arbitral expreso respecto
de “una determinada relación jurídica contractual o de otra naturaleza”, sino que dicho
convenio arbitral puede consistir simplemente en una “referencia hecha en un
contrato a un documento que contenga una cláusula de arbitraje”, siempre que se
pueda vincular a esa clá usula arbitral con el contrato que se quiere arbitrar.
Esa vinculació n es necesaria, puesto que la redacció n de la norma establece una
condició n específica y expresa, en el sentido de que la referencia a ese contrato o
documento que contiene la clá usula de arbitraje debe implicar que esa clá usula forma
parte del citado contrato que se desea arbitrar.
Ademá s, la norma refiere que el “documento” al que se hace referencia constituye un
“convenio arbitral por escrito” pero, al consignar el vocablo “documento”, nuevamente
abre las posibilidades a las opciones de audio, video-audio y demá s modalidades
electró nicas que ya hemos comentado.
2.2.6. Numeral 13.6.
“7. Cuando el arbitraje fuere internacional, el convenio arbitral será válido y la
controversia será susceptible de arbitraje, si cumplen los requisitos establecidos
por las normas jurídicas elegidas por las partes para regir el convenio arbitral, o
por las normas jurídicas aplicables al fondo de la controversia, o por el derecho
peruano.”
Por ú ltimo, la inclusió n en la norma de una disposició n expresa relativa al arbitraje
internacional, refuerza la protecció n del convenio arbitral, en cuanto a lo que es
relativo a que si se “cumplen los requisitos establecidos… por el derecho peruano.”.
Aquí, conviene profundizar en un asunto de gran importancia, pues surge la pregunta
de ¿cuá l concepto prima para decidir si “el convenio arbitral será válido y la
controversia será susceptible de arbitraje”? ¿Prima el “si cumplen los requisitos
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establecidos por las normas jurídicas elegidas por las partes para regir el convenio
arbitral”? ¿Priman “las normas jurídicas aplicables al fondo de la controversia”? ¿O
prima “el derecho peruano”?
Conforme a una interpretació n sistemá tica y teleoló gica de la norma, debemos
concluir que priman, en orden de prelació n, tal y como ha sido redactada la norma:
a. (L)os requisitos establecidos por las normas jurídicas elegidas por las partes para
regir el convenio arbitral”;
b. “(L)as normas jurídicas aplicables al fondo de la controversia”; y, por ú ltimo,
c. “(E)l derecho peruano”?
Sobre el particular:
2.2.6.1. La opció n (a.) debe ser la primera, porque el acuerdo arbitral es bá sicamente
una manifestació n de la autonomía de la voluntad de las partes, como ya se ha dicho,
para someter determinada(s) controversia(s) a la decisió n de un tribunal arbitral
(ú nico o colegiado, institucional o ad hoc).
En consecuencia, si imponemos, por ejemplo, la segunda (b.) o tercera (c.) como
primera opció n, estaríamos despojando al acuerdo arbitral de lo que precisamente le
da origen, nacimiento, existencia: le estaríamos despojando de la voluntad de las
partes o, mejor dicho, estaríamos dejando sin efecto y sin contenido, a la
manifestació n de la voluntad de las partes que decidió someter cualquier controversia
a determinadas normas jurídicas, que pueden ser al mismo tiempo las de un país y/o
las de un centro de arbitraje en particular.
2.2.6.2. En defecto de la primera, la segunda opció n (b) es la correcta, porque tiene
relació n ya no con la esencia o naturaleza del convenio arbitral, sino con la del
conflicto de intereses o, má s precisamente, con la controversia.
En efecto, mal haríamos en aplicar a una determinada controversia normas jurídicas
que no se relacionen con ella, con el tema de fondo propiamente, con el conflicto
mismo. Estaríamos aplicando un remedio no só lo que no curaría la enfermedad, sino
que la empeoraría indudablemente.
2.2.6.3. Finalmente, acudir al “derecho peruano” () no es sino una medida supletoria
adecuada, debido a que alguna legislació n debe aplicar a la controversia y, a falta de
acuerdo arbitral expreso y considerando la amplitud de normas que podrían aplicar a
un determinado conflicto, el Estado peruano asume competencia normativa expresa
cuando corresponde la aplicació n de sus normas a dicha controversia.
Sin embargo, en este ú ltimo caso la protecció n que el estado peruano otorga al
convenio arbitral es si se “cumplen los requisitos establecidos… por el derecho
peruano”. Es decir, la legislació n del Estado peruano no es la aplicable de forma
“automá tica” si “se caen” las opciones a. y b., sino que es aplicable, ú nicamente,
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insistimos, si se “cumplen los requisitos establecidos… por el derecho peruano”, lo que
da lugar a un margen de convenios arbitrales (o, por lo menos, supuestos convenios
arbitrales respecto de arbitrajes internacionales), a los que no cabría la aplicació n de
alguna legislació n concreta, con lo que el tribunal arbitral deberá definir dicha
legislació n en aplicació n de sus atribuciones, bá sicamente contenidas en el principio
“compétence-compétence”, que permite a los á rbitros decidir sobre su propia
competencia, a lo que añ adiríamos que, en ese marco, decidirían también la
normatividad aplicable al conflicto.
2.2.7. Numeral 13.2.
“2. El convenio arbitral deberá constar por escrito. Podrá adoptar la forma de
una cláusula incluida en un contrato o la forma de un acuerdo independiente.”
Habiendo terminado con el aná lisis de todos los numerales correspondientes al
artículo 13º de nuestra norma vigente de arbitraje, nos enfocamos en el numeral 13.2.
[4], omitido inicialmente.
En este contexto, dado lo analizado supra, se concluye que la protecció n del convenio
arbitral en la legislació n peruana es tal que, a pesar de prescribir una forma expresa
(la escrita) por la cual debe constar el convenio arbitral, finalmente en el desarrollo
normativo esa forma escrita puede tomar formas diversas, que inclusive ni siquiera
serían “escritas”, propiamente, como la de los audios o video-audios.
Estas situaciones[5] nos llevan a concluir que el convenio arbitral, para la legislació n
peruana, no viene acompañ ado de una exigencia ad solemnitatem como podría
parecer de una lectura inicial de las disposiciones que regulan dicho convenio arbitral,
sino que ocurre todo lo contrario: puede tener diversas formas y soportes, inclusive
de naturaleza distinta a la de la “escrita” propiamente.
2.2.8. Mención aparte merecen las otras disposiciones sobre convenio arbitral
del citado Título II – Convenio Arbitral, contenidas en los artículos 14º al 18º de
la citada norma vigente:
2.2.8.1. Artículo 14.- Extensión del convenio arbitral[6]
Esta disposició n protege al convenio arbitral de una posible interpretació n literal (o
que se quiera acudir a un supuesto “principio de literalidad” o a una “participació n
expresa” en la celebració n de dicho convenio arbitral) que no cuaja en el contexto de
los convenios arbitrales.
Así, forman parte de “los arbitrables” en virtud del convenio arbitral, todos aquellos
que “según la buena fe”, hayan participado “activa y de manera determinante en la
negociación, celebración, ejecución o terminación del contrato que comprende el
convenio arbitral o al que el convenio esté relacionado. Se extiende también a quienes
pretendan derivar derechos o beneficios del contrato, según sus términos”.
35
Prohibida La Reproducción Total O Parcial De Este Libro
2.2.8.2 Artículo 15.- Relaciones jurídicas estándares
En este caso, los supuestos de protecció n del acuerdo arbitral está n dados por dos
condiciones:
a. “Si dichos convenios han sido conocidos, o han podido ser conocidos por quien no los
redactó, usando una diligencia ordinaria”.
Es evidente que el elemento clave en esta disposició n es el de la “diligencia
ordinaria”; es decir, una persona que actú a como “diligente”, pero no como
“extremadamente” diligente, sino como “ordinariamente” diligente.
Al respecto, dado que el tema se refiere a convenios arbitrales “contenid(o)s en
cláusulas generales de contratación o contratos por adhesión”, conviene mencionar que
nos encontramos dentro del campo de lo que podría denominarse “contratos de
consumo” y, citando a Bullard en el artículo: “¿Es el consumidor un idiota? El falso
dilema entre el consumidor razonable y el consumidor ordinario”; diremos, entre otros:
“Asumir que el consumidor puede ser protegido, en cualquier caso, sin importar su nivel
de diligencia, es asumir que tendrán una suerte de seguro contra su propia
irresponsabilidad brindado por los proveedores. Si el proveedor debe responder incluso
en supuestos de consumidores descuidados, se estaría elevando los costos que los
proveedores tendrían que asumir para cubrir dicho seguro. Ello se logra retirando del
estándar de protección el concepto de razonabilidad o de diligencia ordinaria.
Estos costos se trasladan a precios con lo que los consumidores no razonables estarían
siendo subsidiados en su conducta negligente por los consumidores diligentes. Dado que
la conducta diligente no generaría ningún valor agregado para el que la desarrolla
(porque igual pagaría precios más altos como consecuencia de los costos que los
consumidores negligentes trasladan al proveedor) y asumiendo que ser diligente tiene
algunos costos (como tiempo, cuidado, adquirir información, etc.) entonces el resultado
sería que los consumidores no tendrían incentivos para ser diligentes. Se produce así un
problema de riesgo moral, en el que el consumidor carece de incentivos para actuar con
diligencia. El resultado sería más transacciones cerradas en términos ineficientes por
falta de diligencia del consumidor, generando precios más elevados. Es decir, habría más
errores por parte de los consumidores, con todas las consecuencias que ello significa”.
Con esta disposició n, la protecció n del convenio arbitral podría imponerse al
consumidor y su defensa, si es que este consumidor no actú a con diligencia debida
que, para el caso, basta con que esta resulte ser una “diligencia ordinaria”.
b. El segundo extremo de protecció n, lo encontramos cuando la norma dispone que el
consumidor tenía conocimiento del convenio arbitral “sin admitir prueba en
contrario”.
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En este sentido, de la lectura de los tres supuestos podemos concluir en un caso
extremo que “se acabó el pretexto de las letras pequeñ as”. Es decir, basta con que en el
arbitraje haya sido referido “en el cuerpo del contrato principal y éste último es por
escrito y está firmado por las partes”.
2.2.8.3. Artículo 16.- Excepción de convenio arbitral[11]
En este caso, todos los supuestos nos llevan a concluir que el convenio arbitral se
enfrenta, inclusive, a la justicia ordinaria venciendo en dicho encuentro.
Así, basta con que se interponga la excepció n de convenio arbitral, aunque no se haya
iniciado el arbitraje, ya sea nacional o internacional.
Es oportuno anotar, sin embargo, que estas disposiciones abren la posibilidad de que
se decida sobre la existencia o no del convenio arbitral, sin necesidad de que ello sea
analizado por á rbitros dentro de un procedimiento arbitral, puesto que otorga a la
justicia ordinaria la posibilidad de denegar la excepción si el convenio arbitral es
manifiestamente nulo.
2.2.8.4. Artículo 17.- Derivación de controversia judicial a arbitraje[12]
Esta disposició n tiene la peculiaridad de proteger la celebració n de un convenio
arbitral, aunque una controversia ya se esté viendo judicialmente.
Obviamente, en este caso dicha controversia es extraída de la competencia y
conocimiento del Poder Judicial y, en adelante, sería dilucidada conforme a lo que
disponga el convenio arbitral y, finalmente, el tribunal arbitral, ya sea que se trate de
tribunal con á rbitro ú nico o de un colegiado.
Sin embargo, el requisito sine qua non para que esto suceda es que, ya sea que se trate
de una iniciativa del juez o de las partes del proceso judicial, exista el acuerdo de estas
para tal derivació n. Tal es el sentido de la expresió n “pueden acordar” que consta en
este dispositivo.
2.2.8.5. Artículo 18.- Renuncia al arbitraje
Finalmente, en consecuencia con la naturaleza volitiva del convenio arbitral, la
legislació n establece que es posible renunciar al mismo.
Sin embargo, esta renuncia puede ser expresa o tá cita; pero siempre debe quedar
constancia de ambos hechos: en lo expreso, debe ser formalizado por cualquiera de
los medios que pueden formalizar la existencia de convenio arbitral; en lo tá cito,
exclusivamente si no se ha interpuesto la excepció n de convenio arbitral en un
proceso judicial, dentro de los plazos establecidos y ú nicamente sobre lo que haya
sido demandado judicialmente.
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Así, el convenio arbitral permanecerá intacto (y será n materias arbitrables), en todo
aquello que no haya sido renunciado expresamente o que, habiéndose hecho de ello
renuncia expresa o tá cita no conste en dicha renuncia o proceso judicial en curso.
2.3. Disposiciones que definen la autonomía del convenio arbitral
2.3.1. Numeral 41.1.: competencia del Tribunal Arbitral
La norma dispone, expresamente, que “(e)l tribunal arbitral es el único competente
para decidir sobre su propia competencia, incluso sobre (…) la inexistencia, nulidad,
anulabilidad, invalidez o ineficacia del convenio arbitral…”.
Si bien esta clá usula es aplicable exclusivamente en casos de arbitrajes iniciados,
[15] es notoria la facultad que otorga el Estado al Tribunal Arbitral, por encima de
cualquier otro poder o autoridad (insistimos, una vez iniciado el arbitraje), para
decidir sobre su propia competencia, como un procedimiento independiente, sin
admitir injerencia alguna, propio de una jurisdicció n[16].
2.3.2. Numeral 41.2.: “La suerte del accesorio no sigue la del principal”[17]
Aquí, aú n si el contrato que contiene un convenio arbitral resultara nulo, anulable,
invá lido o ineficaz (o si no existiera tal contrato), ello “no implica necesariamente la
inexistencia, nulidad, anulabilidad, invalidez o ineficacia” del convenio arbitral.
Este es un caso de excepció n al principio general del derecho en el que “el accesorio
no sigue la suerte del principal”, como es la regla; lo que constituye una de las má s
evidentes formas de protecció n que el Estado da al convenio arbitral, a través de la
protecció n de su “autonomía”: Aunque todo se caiga, el convenio arbitral sigue en
pie, por ser autó nomo de todo lo demá s.
2.3.3. Numerales 41.3., 41.4. y 41.5.: protección “procesal” del convenio arbitral
En todos estos casos observamos que las diversas medidas que se han establecido
para el desarrollo del arbitraje, tienen como objeto la protecció n del convenio arbitral,
a través de la protecció n de su autonomía.
3. Ficciones jurídicas
La autonomía del convenio arbitral contiene, en sí misma y como parte de su
naturaleza, dos ficciones jurídicas:
3.1. La ficció n jurídica de que el convenio arbitral y el documento (soporte: papel,
audio, video-audio, etc.), que lo contiene, son dos documentos distintos, “separables”.
Así, aunque veamos “objetivamente” que una o má s clá usulas arbitrales (las cuales
constituirían el convenio arbitral) consta en el mismo “soporte”, que el contrato sobre
el cual se dilucidará la controversia, el derecho ha establecido la ficció n de que son
distintos, separados (o, en todo caso, separables).
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EXAMEN N°
CUESTIONARIO
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5.COMENTA SOBRE LA PROTECCIÓ N JURÍDICA DE LA AUTONOMÍA DEL CONVENIO
ARBITRAL.
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