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Dialogos Tragedia Griega

El resumen presenta los personajes principales de la obra Electra de Eurípides y resume brevemente la trama inicial. El coro introduce la historia de Agamenón y su muerte a manos de Clitemnestra y Egisto. Electra vive ahora casada con un campesino. Aparecen Orestes y Pílades disfrazados y hablan con Electra, quien les cuenta sus penas. Electra está dispuesta a vengar a su padre matando a su madre aunque tenga que morir. El campesino regresa y ofrece su hospitalidad a los visitantes.

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Dialogos Tragedia Griega

El resumen presenta los personajes principales de la obra Electra de Eurípides y resume brevemente la trama inicial. El coro introduce la historia de Agamenón y su muerte a manos de Clitemnestra y Egisto. Electra vive ahora casada con un campesino. Aparecen Orestes y Pílades disfrazados y hablan con Electra, quien les cuenta sus penas. Electra está dispuesta a vengar a su padre matando a su madre aunque tenga que morir. El campesino regresa y ofrece su hospitalidad a los visitantes.

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Electra- Eurípides

Elenco
● Coro de mujeres campesinas: Sofía y Vanessa
● Campesino: Renata
● Electra: Paloma
● Orestes: Fernanda
● Clitemnestra: Renata
● Egisto: Renata
● Pílades: Vanessa
● Anciano esclavo: Sofía
● Mensajero: Vanessa
● Dioscuros: Renata

CORO (Sofía y Vanessa): En la guerra de Troya, Agamenón enfrentó una difícil decisión, salvar al
pueblo o salvar a su hija se preguntó. Néstor le dijo a Agamenón, si la guerra quieres ganar a una
virgen tendrán que sacrificar. Agamenón al oráculo obedeció y en secreto a su hija mató. En tierras
lejanas, Clitemnestra sollozó, a su hija Ifigenia perdió; el rencor creció en su corazón y a su esposo no
lo perdonó. Pasaron los años y Agamenón regresó, a su tierra y a su casa, más nunca esperó que ni
con guirnaldas ni diademas su esposa lo recibió. La espada de doble filo lo esperaba y Clitemnestra
buscaba su venganza. Finalmente, Egisto a Agamenón mató y de su reino se apoderó, pero su esposa
aún temía que sus hijos el trono reclamarían. El corazón de Clitemnestra desapareció con la muerte de
Ifigenia y de sus otros dos hijos se olvidó. Orestes salvado por un anciano fue enviado a un pueblo
lejano para evitar ser asesinado por Egisto, el rey malvado. Electra por otro lado fue casada con un
campesino, el cual en el campo tenía su recinto. Aquí comienza nuestra historia, en la frontera de la
Argólida cerca del río Inaco, en la humilde casa de Electra expulsada del reino y lamentando a su
ausente padre.

Entra el campesino

Campesino (Renata): ¡Vieja tierra de Argos, corriente del Inaco: de aquí fue desde donde partió el
rey, Agamenón con mil bajeles hacia la tierra de Troya! Sin embargo, vino a morir en una trampa que
su mujer misma le puso. Esa fue Clitemnestra, hija de Tíndaro y un hijo de Triestes , Egisto, fue el
que obró el asesinato del rey. Así murió Agamenón y ahora Egisto impera en esta tierra. Cuando el
mísero rey partió hacia Troya , dejó un hijo varón, Orestes y una muchacha ya bien crecida, Electra.
Un anciano que en otros tiempos fue intendente de la casa de su padre, pudo sustraer a Orestes de la
muerte que contra él tramaba Egisto, mientras que Electra se quedó en la casa de su Padre. Cuando
Electra llegó a la pubertad, temeroso de que fuera a tener a un hijo varón que resultar vengador de la
sangre de su abuelo Agamenón, Egisto quiso matar la doncella, pero su madre con todo y ser malvada
la escapó de las manos de Egisto. Entonces urdió Egisto otro plan: al que matara a Orestes le prometía
una buena cantidad de oro y a mí me dió a Electra como mujer y aún siendo su esposo no he tocado el
lecho de Electra quien virgen permanece aún.
Entra Electra sosteniendo una ánfora en su cabeza

Electra (Paloma): !Oh negra noche, veme cómo a tu sombra voy a traer agua al río portando esta
ánfora sobre mi cabeza ¡ Esa hija de Tíndaro, malvada, aunque mi madre sea, me arrojó del hogar
paterno para congraciarse con su marido de ahora. Con Egisto ya tiene otros hijos, mientras que
Orestes y yo somos estorbos en su casa.

Campesino (Renata): !Ah pobrecita …! No hagas trabajos que en tu mansión nunca hiciste. Te lo
ruego, déjamelo a mí.

Electra (Paloma): Yo te igualo como amigo con los dioses. ¡Qué grato es para el hombre, en la
infausta fortuna, hallar dulce remedio cual tú eres para mí! Por eso, aunque no quieras, mientras tenga
fuerzas, debo aliviar tus fatigas.

Campesino (Renata): ¡Tal te place hacer, hazlo! Yo, cuando el día despunte, iré a sacar las vacas a
los campos y a sembrar en seguida los barbechos.

Salen Electra y Campesino

Entran Orestes y Pílades

Orestes (Fer): Oh Pílades, entre todos los mortales eres el único que queda fiel de mis amigos. Hoy
vengo a tierra argiva mandado, por óraculo divino escondiéndome a todo, para matar a los asesinos de
mi padre. Anoche fui a su tumba, derramé lágrimas y dejé las puntas de mi cabellera. No pudieron
verme los dos tiranos que ahora rigen la tierra y si algún espía me viera tendría que huir a otro
territorio. También, ando buscandona a mi hermana, Electra, para unirla a mi obra de venganza de
este crimen y sabre por sus labios lo que en el palacio esta pasando.

Pilades (Vanessa): !Orestes mira¡ Viene hacia acá una mujer con cabeza rasurada y trae en ella un
ánfora. Vamos a preguntarle a esta esclava si tiene algun informe relevante que nos pueda otrorgar.

Orestes y Pílades se sientan alejados de Electra

Entra Electra sosteniendo una ánfora en su cabeza

Electra (Paloma)- CANTANDO: ¡Nací hija de Agamenón, mi madre fue Clitemnestra, esa infeliz
hija de Tíndaro. Mi triste nombre es Electra, así la ciudad me llama¡ Ahh, que penas he pasado, que
amarga ha sido mi vida. ¿ A que ciudad a que casa estas comon servidor o hermano mío, Orestes
infortunado? Si tan solo vinieras a librarme de los males que me aquejan. Tambiénh !oh padre
lamento tus dolores y me desahogo en lágrimas¡ !Lloro toda la noche y lloro también mientras luce el
día¡ Mi aspecto es pobre y no luzco como la hija de aquel que venció a Troya.

Electra deja su ánfora

Coro (Vanessa y Sofía): ¿Estás pensando que pueden tus lágrimas ablandar a tus enemigos? ¡No
lágrimas, no gemidos, oh niña, mejor a los dioses propicia plegarias!
Electra (Paloma): ¡Ningun dios mi voz escucha en medio de mis desventuras! Han olvidado los
sacrificios que mi padre les hacía. ¡El murió y el hijo que vive, Orestes mi hermano, va errando por
extrañas tierras!¡Mi madre comparte el lecho con el que mató a su esposo! Y yo, en este humilde
refugio entre los montes rocosos, voy arrastrando la vida, expulsada de mi real casa.

Orestes y Pílades se levantan y comienzan a acercarse a Electra

Electra (Paloma): Ah, por los dioses, señoras, tengo que cesar mis lamentos! Unos hombres extraños
que estaban allí tendidos junto a la casa, se ponen de pie. ¡Vámonos, pronto: vosotras seguid el
camino; yo me meteré a mi casa!

Orestes (Fer): !Quieta, infortunada: de mi mano nada temas! Vengo a traer un recado de tu hermano.

Electra (Paloma): !Gratísimo extranjero, está vivo o ha muerto?

Orestes (Fer): Vive.

Electra (Paloma): ¿En qué tierra el desdichado del destierro vive?

Orestes (Fer): No en una sola ciudad está fijo en medio de su vagabundeo.

Electra (Paloma): ¿Y qué mensaje vienes a traerme?

Orestes (Fer): De saber si estás viva, y que condición de vida tienes.

Electra (Paloma): ¡Pues lo estas viendo: mira mi cuerpo enflaquecido.

Orestes (Fer): ¿Te muerde el alma acaso, la muerte de tu padre y la ausencia de tu hermano.

Electra (Paloma): ¡Ay de mí! ¿Es que hay algo que más ame?

Orestes (Fer): ¡Ay!, ¿y para tu hermano piensas que haya algo más amado que tú?

Electra (Paloma): Un ser amado ausente y lejano a mis ojos.

Orestes: (Fer): Y. ¿Por qué en esta remota región habitas?

Electra (Paloma): ¡Fui casada, extranjero, con boda que me mata! En esta apartada región estoy
viviendo en su casa.

Orestes (Fer): ¿Qué piedad hayas en tu esposo?

Electra (Paloma): ¡Jamás ha osado subir a mi lecho!

Orestes (Fer): ¿Es que tal matrimonio no le causa alegría?

Electra (Paloma): Dice, extranjero, que el que me dio a él no tenía derecho alguno.
Orestes (Fer): He comprendido. Teme la venganza de Orestes.

Electra (Paloma): Cierto que teme, pero además es un hombre sensato.

Orestes (Fer): Pero ¿Tu madre pudo, siendo la que te dio a luz, estar de acuerdo con esto?

Electra (Paloma): ¡Las mujeres aman a sus maridos, no a sus hijos!

Orestes (Fer): ¿Con qué razón, Egisto ha decidido hacerte esta ofensa?

Electra (Paloma): Que yo diera a luz a sus hijos, unos hijos sin fuerza y poderío.

Orestes (Fer): ¿Algún día no nacerán tu hijos, que sean vengadores?

Electra (Paloma): !Es lo que Egisto quiere, que yo pague lo que no le pude dar!

Orestes (Fer): ¿Te arriesgarías tú a matar a tu madre?

Electra (Paloma): ¡Moriría bajo el hacha con que ella usó para matar a mi padre!

Orestes (Fer): ¿Estás dispuesto a realizar esto?

Electra (Paloma): ¡Aunque tenga que morir, yo mataré a mi madre!

Orestes (Fer): Si estuviera Orestes aquí para escucharte.

Electra (Paloma): ¡Ya mis ojos no lo reconocerian!

Orestes (Fer): Yo quiero llevar a tu hermano informes precisos y que los oiga y perciba.

Coro (Vanessa y Sofía) : Tengo en el alma el mismo anhelo que el, ahora quisiera conocerlas
también.

Electra (Paloma): Las diré, si es preciso. Voy a narrar mis males y los de mi padre infortunado. Tú
me obligas a hablar. Extranjero te pido que lleves a Orestes la relación exacta de los males que yo
padecí.
Primero le dirás con qué ropa me has encontrado en esta triste choza y como está vestido de harapos
mi cuerpo escuálido y desecho. Que soy privada de fiestas a los dioses, y no puedo formar parte de
los coros. Siendo doncella, debo estar lejos del trato de las demás mujeres. Mi madre entre tanto está
en su trono, toda rodeada de despojos de la guerra de Troya. En las gradas del trono están sentadas las
cautivas de Asia. De Agamenón tumba, sin honor, sin decoro, queda sin los rituales y ni siquiera las
ramas del mirto vienen a adornarla. Oh extranjero yo ruego que le lleves todas estas noticias, todo lo
llama en mi y en estas palabras vaya el llamamiento.

Coro (Vanessa y Sofía): El marido esta regresando…

Regresa el campesino, esposo de Electra


Campesino (Renata): Ah, ¿y esos quienes son? Unos extraños que miro a mis puertas. ¿Qué motivo
han tenido para venir a mi pobre cabaña? ¿Por mí vienen? ¡Y una mujer hablando con los hombres, y
jóvenes por más señas, no es cosa conveniente!

Electra (Paloma): Amado mío, no pienses mal de mí. Qué asunto estamos tratando: porque estos
extranjeros han oído de Orestes un mensaje para poder traerlo a mi.

Campesino (Renata): ¿Qué mensaje de Orestes han traído?

Electra (Paloma): Les dio el cuidado de indagar mis males.

Campesino (Renata): Vaya, unos los ven; otros, se los dirán.

Electra (Paloma): Lo saben ya. Nada quedó sin darles a conocer.

Campesino (Renata): ¡Criados, acá el equipaje de los señores. Metanlo en la casa. Y no hay más de
que hablar.

Orestes (Fer): ¡Por los dioses! y ¿ese es el marido que no consuma la boda para evita a Orestes el
bochorno?

Electra (Paloma): Es el que mi desgracia hace llamar mi esposo.

Orestes (Fer): ¡Cuántas veces he visto a un hombre que engendró un noble padre, pero él se muestra
como criatura vil! ¿Para juzgar a un hombre que base escogería uno? ¿La riqueza? ¡Es un pésimo
juez! ¿La pobreza? Tampoco. Es la fuente de necesidad que induce al hombre al mal. Debéis juzgar a
un hombre por la doble rectitud de sus costumbres. Recibo con agrado tu invitación.

Entran a la cabaña Orestes, Pílades, Electra y el Campesino

Electra (Paloma): ¡Ah, cómo puedes acoger a huéspedes tan altos en su alcurnia, mira la escasez y
miseria de tu hogar.

Campesino (Renata): Nobles dices que son y así se muestra. No importa la pequeñez y pobreza de
nuestra casa, si nobles son, con ella han de ajustarse.

Electra (Paloma): Siendo tan humilde, ve luego vas a buscar al ayo de mi padre, al buen anciano. Lo
podrás hallar en las cercanías del río Tanao, límite entre la tierra de Argos y la Esparta. Ruégale que
venga y de su hogar nos traiga algunos bastimentos para dar algo a los huéspedes. Ha de sentirse feliz,
cuando sepa que está vivo aquel niño que él mismo salvó un día.

Campesino: Así lo haré.

Se va el campesino

Llega el Anciano llorando


Anciano (Sofía): ¿Dónde está aquella joven, donde está? ¡Es la princesa, la hija de Agamenón, la que
yo mismo en el palacio crie!

Sale Electra de la cabaña

Anciano (Sofía): ¡Hija, te veo al fin ante esta casa! Traigo un corderillo que escogí del rebaño. Traigo
guirnaldas de flores y traigo quesos recientes que acabo de sacar de sus moldes. Y un tesoro que iba
yo guardando por largos años, este don de Dionisos, de perfume acendrado.

Electra (Paloma): ¿Anciano, porque bañas tu rostro en llanto? ¿Acaso a mi vista resucitan los
infortunios de otros tiempos? ¿Tu llanto es por Orestes desterrado, o por mi padre muerto?

Anciano (Sofía): La cuasa de mi llanto fue aue al venir de camino por su tumba pase. Me senté ante
ella y derrame llanto al ver el abandono en el que está.

Anciano (Sofía): ¿Habrá regresado ya tu hermano acaso? Viene en secreto y le rinde homenaje al
sepulcro de tu padre. ¿No son iguales? ¿No tienen el mismo color? ¡Bien sabido es que los hijos
nacidos de la misma madre tienen características iguales!

Electra (Paloma): ¡Ay, anciano, razonas como un loco, si piensas que mi hermano hubiera retocado
su presencia para llegar a estas tierras por temor a Egisto! ¿Crees que una cabellera que crece en los
campos va a hacer semejante a la que en el hogar? ¡No hay comparación! Y el color… o el color, mil
veces lo encontramos semejante entre personas que ninguna liga de sangre tienen.

Anciano (Sofía): Pon el pie aquí, marca tu paso y mira si la huella no es la misma que la de tu
hermano. Tienen igual medida, hija mía.

Electra (Paloma): Tú sabes que yo era muy pequeña cuando a Orestes de esta tierra lo expulsaron.
Fue algún extranjero que se sintió movido de compasión e hizo honores a la tumba de mi padre.

Anciano (Sofía): ¿Y donde están los extranjero ahora? Deja que les pregunte acerca de tu hermano.

Se presentan Orestes y Pílades

Orestes (Fer): Saludos Anciano. Electra, ¿qué casta de amigo tienes en esta vieja reliquia de hombre?

Electra (Paloma): Señor, es el que cuidaba a mi padre cuando era niño.

Orestes (Fer): ¿Qué? ¿Es el mismo que escapó a tu hermano de la muerte?

Electra (Paloma): Y si vive, le debe la vida.

Anciano (Sofia): ¡Electra, niña, da gracias a los dioses!

Electra (Paloma): ¿Por qué? ¿Qué bien les debo?

Anciano (Sofía): Por el amado tesoro que hoy te brindan los dioses.
Electra (Paloma): ¿Qué estás diciendo, anciano?

Anciano (Sofía): ¡Estoy viendo a Orestes, el hijo de Agamenón!

Electra (Paloma): ¿Qué signo miras para que yo lo crea?

Anciano (Sofia): Vele la cicatriz que tiene junto a la ceja, es la herida que se hizo un día en la casa
paterna cuando iba corriendo contigo.

Electra (Paloma): ¡Qué dices, ah, sí veo la huella?

Anciano (Sofía): ¿Y aun así tardas en caer en sus brazos?

Electra (Paloma): ¡Me convences, anciano!

Se hecha a los brazos de Orestes

Electra (Paloma): ¿Hermano, eres tú?

Orestes (Fer): ¡Si, lo único que te queda!

Coro (Vanessa y Sofía): ¡Llegaste al fin, tanto tiempo anhelando este día!

Orestes (Fer): Hermana, hay que obrar. Anciano, que puedo hacer para castigar al que mató a mi
padre y a mi misma madre. ¿Con quién puedo contar? ¿Qué camino he de seguir para vengarme de
mis enemigos?

Anciano (Sofía): ¡Hijo mío, ahora estás en desgracia, no hay amigos para ti! ¡Que raro es hallar a
quien comparta con nosotros lo mismo, la dicha del infortunato. Creeme, nada te queda, si no es tu
brazo y tu suerte, si ansias recobrar tu casa y la ciudad que es tuya.

Orestes (Fer): ¿Cómo hacer para lograrlo?

Anciano (Sofia): ¡Matando a Egisto!

Orestes (Fer): ¡Esa corona anhelo! ¿Pero cómo la alcanzó? ¿Habría algún anciano que me
reconociera?

Anciano (Sofía): Todos son criados; nadie te ha visto antes.

Orestes (Fer): ¿Si venzo, ellos se pondrán de mi parte?

Anciano (Sofía): ¡Eso es propio de esclavos, si tal es tu fortuna!

Orestes (Fer): Pero, ¿cómo voy a matar a mi madre al mismo tiempo que él?

Electra (Paloma): Yo voy a disponer la muerte de mi madre.


Orestes (Fer): Será así, ¿Pero cómo hallarás medio de matar a la madre?

Electra (Paloma): Anciano, ve a decir a Clitemnestra… ¡que yo he tenido un hijo varoncito! Que
llegó el día en que el parto queda purificado.

Anciano (Sofía): ¿Pero crees que ella venga? ¿Se interesa por ti?

Electra (Paloma): Si viene, muerta es.

Electra (Paloma): ¡A la obra tú Orestes! ¡Haz la primera muerte para que podamos completar el plan!

Orestes (Fer): Voy, si alguno me muestra el camino.

Anciano (Sofía): Con toda el alma yo voy a acompañarte.

Orestes (Fer): ¡Oh Zeus, protector de los derechos paternos, espanto de mis adversarios a mi!

Electra (Paloma): Ten piedad de nosotros, dignos de compasión son nuestros infortunios y danos la
victoria, si nuestra causa es justa.

Anciano (Renata): ¡Sí lo es por cierto! Vengan la muerte de su padre.

Orestes (Fernanda): ¡Padre, un crimen te llevó a los abismos de la muerte!

Anciano (Renata): Te oye tu padre, sábelo, pero es tiempo de partir.

Electra (Paloma): He de gritarlo ahora a voz en cuello: ¡Debe morir Egisto! Si caes tú en la batalla
bajo mortal herida, oh Orestes, muerta soy también yo, no pienses que yo viva. Con daga de dos filos
traspasaré mi costado. Ahora, a mi casa entro y todo lo dispongo. Si la nueva me traen de tu victoria,
prorrumpiré en gritos de alegría, pero si mueres, serán mis lamentos los que esta casa llenen.

Salen Orestes y el Anciano

Electra se dirige al Coro

Electra (Paloma): ¡Mujeres, a vosotras os toca irme indicando los gritos del combate, y yo estaré en
guardia con la daga en la mano. Si soy vencida, me sustraigo yo misma a la venganza de mis
enemigos y no he de dar mi cuerpo a sus ultrajes!

Sale Electra

Coro (Vanessa y Sofía): ¡Ah, ah amigas...! ¿No oísteis un grito? ¿O acaso me domina la ilusión?
¡Parece el trueno con que Zeus estalla! Ahora el viento nos trae sones menos confusos. ¡Electra, mi
señora: sal de tu casa!

Entra Electra
Electra (Paloma): Amigas, ¿qué hay? ¿Qué tenemos de la lucha?

Coro (Vanessa y Sofía): Oigo el lamento de un muerto.

Electra (Paloma): ¡No fue así. ..! ¡Me vencieron! ¡No hay un mensajero!
Coro (Vanessa y Sofía): Vendrá más tarde. ¿Crees que es fácil matar a un rey? Espera y sabremos tu
suerte.

Entra el mensajero fatigado

Mensajero (Vanessa): ¡Victoria, victoria, vírgenes de Micenas! ¡ Orestes vencedor! ¡A todos sus
amigos lo pregono! El verdugo de Agamenón, el vil Egisto, yace en tierra allí. ¡Gracias dad a los
dioses!

Electra (Paloma): ¿Pero quién eres? ¿Es tu anuncio fiel? ¿Qué nos dices? ¿Ha muerto el asesino de
mi padre?

Mensajero (Vanessa): ¡Murió! Es esta la palabra que deseabas.

Electra (Paloma): ¡Dioses, oh dioses, y tú Justicia, que con tu mirada abarcas todo...! ¡Llegaste por
fin! Dime, en qué forma, con qué ardides mató Orestes al hijo de Tiestes. Ardo en deseos de saberlo.

Mensajero (Vanessa): Cuando dejamos tu casa, fuimos subiendo por la ruta que da grandes sonidos, y
llegamos al lugar donde estaba Egisto. En sus jardines que aguas vivas refrescan, andaba cortando
mirtos para formar la guirnalda que iba a poner en su frente. Apenas nos vio, nos dijo: -Hola, señores,
¿de dónde? ¡Quiénes? ¿De qué parte llegáis y a qué? ¿De qué tierra sois? Entonces, Orestes mintiendo
le respondió: De Tesalia somos. Vamos a las riberas del Alfeo para hacer sacrificios a Zeus, el
dominador del Olimpo. Cuando oyó estas palabras Egisto nos invitó a quedarnos en su casa y
conforme hablaba, nos tomaba de la mano y nos iba introduciendo. Ya dentro de su morada dio un
grito:¡Pronto, baños para los huéspedes, para que vengan ante el altar después de recibir sus rituales
lustraciones! Los criados dejaron sus armas, y se pusieron a agasajar a los huéspedes recién llegados.
Traían unos lebrillos, en que iba a caer la sangre de los sacrificios. Otros alzaban las cestillas. Otros
encendían el fuego, y alrededor del hogar se guarnecían de calderos. ¡Qué rebumbio en esa casa!
Tomó granos de cebada el amante de tu madre y los arrojó sobre el altar mientras decía: -¡Oh Ninfas
del roquedal, que muchas veces ofrendar podamos yo y la señora de mi casa, hija de Tíndaro,
sacrificios de toros en vuestras aras, vivos y felices, como lo somos hoy, en tanto el infortunio hiere a
nuestros enemigos! ¡Claro es que allí pensaba en Orestes y en ti! En cambio, Orestes, mi amo,en su
plegaria pedía recobrar el palacio de sus mayores. Tomó entonces Egisto de un cesto un filoso
cuchillo y fue cortando el pelo del testuz de su novillo y mató luego a la víctima. Tomó Orestes en su
mano el cuchillo de los dorios, bien templado en su hoja. Se despojó de su bello manto de viajero, y,
sin consentir que Pílades le ayudara en el menester, hizo a un lado a los criados. Tomó una pata al
novillo y de un tajo su brazo dejó lucir la carne blanca. En seguida abrió el costado. Tomó Egisto las
entrañas y se puso a observarlas. Faltaba un lóbulo al hígado y las venas y las onduladuras estaban
manchadas. Egisto se quedó estupefacto y Otrestes le preguntío: ¿Qué hay, señor? ¿Por qué te
asombras? Egisto exclamó: Extranjero, un enemigo tengo, y es el hijo de Agamenón, contrario
resuelto de esta casa. Orestes respondió: Señor, ¿si reinas en la ciudad, cómo temes los ardides de un
hombre desterrado? Entonces cogió Egisto las entrañas y las fue observando una a una y mientras él
estaba inclinado, tu hermano, empinado sobre las puntas de sus pies, le hundió la daga en la espalda y
le quebró la columna vertebral. Convulso y contorsionado en todo su cuerpo, aquel infeliz se agitaba.
Cayó al fin deshecho y comenzó a agonizar bañado en su propia sangre. Corrieron los criados a
requerir sus lanzas y se dispusieron a luchar contra dos hombres todos ellos. Sin embargo, Valientes y
temerarios, Orestes y Pílades, les hicieron frente. Habló tu hermano y les dijo: Yo soy Orestes que
venga a su padre y mata al que lo mató. No me matéis, criados de mi padre. Bajaron ellos sus armas,
al oír esto. Gritos de alegría estallaron y fueron a coronar la cabeza de Orestes. Y él viene ya. Trae
para mostrártela, la cabeza de Egisto. ¡Corrió sangre por sangre y con usura se ha pagado un crimen!

Sale mensajero

Coro (Vanessa y Sofía): ¡Pon en acuerdo tu paso, amiga mía, para bailar! ¡Salta como un cervatillo,
hienda los aires tu cuerpo, este es un día de gozo!¡Es vencedor tu hermano!

Electra (Paloma): ¡Traed, traed ahora cuantas joyas guardo yo, con que adorne mis cabellos y con
ellas, oh amigas, además coronaré a mi hermano el vencedor!

Entran Orestes y Pílades y traen el cadáver de Egisto

Electra (Paloma): Orestes, oh mi Orestes, orne tus dorados rizos esta cinta. ¡Vienes tras la muerte
dada a nuestro enemigo, el que asesinó a tu padre y mío! Y tú, Pílades, muestra de educación que
aquel hombre daba, el más piadoso de los hombres, mi padre, recibe esta corona de mi mano, como
que tú igual parte que mi hermano tuviste en esta lucha.

Orestes (Fernnda): Antes que todo, hermana, piensa en que los dioses son la fuente y el poder de mi
feliz fortuna. Vengo ahora no con palabras, sino con hechos: maté a Egisto: para que sea evidente,
aquí tienes su cadáver que te traigo. Si te place, arrójalo a las fieras para que lo devoren, o atado a un
palo, ponlo como presa a los buitres, hijos de los aires: hoy es tu esclavo quien fue tu tirano.

Electra (Paloma): Me da vergüenza, y sin embargo, he de decirlo…

Orestes (Fernanda): Di lo que te parezca, hermana mía, pero entre nosotros y ese hombre hay una
guerra sin cuartel y sin tregua.

Electra se dirige al cadáver de Egisto

Electra (Paloma): ¡Con qué comienzo, con qué acabo y qué pongo en medio? Cada día meditaba con
qué dicterios habría de herir tu rostro en el día en que yo estuviera libre de temores para hacerlo. ¡Y
ahora libre estoy de esa atadura, y tengo que decirte lo que te hubiera dicho, si hubiera podido, cuando
tú vivías. ¡Mi ruina fuiste tú y dejaste privados de su padre a mi hermano y a mí! ¿Qué mal que te
habíamos hecho? Y después te enlazaste con mi madre en vergonzosa unión. Y mataste al
comandante en jefe del ejército de la Hélade toda cuando fue a Frigia: ¡allá donde no fuiste capaz de ir
tú, por cobarde! Necio es el hombre que un hogar invade y con mujer ajena se entrelaza, si está
pensando que le será fiel. Miserable eras tú, pues lo ignorabas. Ambos estabais ya tan pervertidos que
encubrían mañosos, tú tu injusticia a ella, y ella a ti, su infamia. Fuiste tonto, y por eso hacías alarde
de ser alguien en Argos. Nada en respeto tú tener pudiste.¡No, el marido que quiero, no ha de ser un
varón con cara de niña, ha de ser hombre en todos los aspectos! Los hijos de ese padre serán ardientes
para la guerra, y los del buen mozo, solamente servirán para adornar los coros en las danzas.
¡Maldito... sí, maldito! ¡Se descubrió tu inepcia, caíste al fin al lazo y pagaste la justa pena!
Coro (Vanessa y Sofía): ¡Tremendas cosas obraste! ¡Terrible fue tu venganza! Pagados estáis los dos.
¡Tiene gran fuerza la Justicia!

Orestes (Fernanda): Vamos, esclavos, el cuerpo adentro. Y bien puesto en la oscuridad. ¡No debe
verlo mi madre, ahora que viene acá, antes de que se le dé el golpe!

Meten el cuerpo de Egisto a la casa

Llega Clitemnestra a lo lejos

Electra (Paloma): Esta llegando la que me dió a luz, la que me crió. Clitemnestra esta aquí.

Orestes (Fernanda): ¿Qué hacemos? ¡Es mi madre! ¿Y tenemos que matarla?

Electra (Paloma): ¡Ya te domina la compasión cuando la miras!

Orestes (Fernanda): ¡Ay. ay! ¿Como matarla? ¡Si ella me dio la vida, si ella me crió en sus brazos!

Electra (Paloma): Y ella arrancó la vida a tu padre, que es mío.

Orestes (Fernanda): ¡El oráculo me mandó la muerte de mi madre...! Algo sin igual!

Electra (Paloma): Para vengar a tu padre. ¿Qué malo hay en ello?

Orestes (Fernanda): ¡Era yo puro: hoy seré matricida!

Electra (Paloma): No abatas locamente tu valor, Orestes. Anda, la misma red que mi madre puso a mi
padre, pónsela tú. Así mató a su esposo ayudada de Egisto.

Orestes (Fernanda): Voy dentro. Es tremendo el hecho y más tremendo obrarlo. ¡Así lo quisieren los
dioses, sea así! ¡Qué amargura y qué repugnante una lucha así!

Se meten a la casa Orestes y Pílades. Llega Clitemnestra muy hermosamente ataviada.

Coro (Vanessa y Sofía): ¡Noble reina de los argivos hija de Tíndaro, hermana de los dos hijos de
Zeus, entronizados ahora en medio de los brillantes astros en el éter inundado de llamas y que dan a
los mortales afligidos en los mares la señal de salvación! Es el momento, oh reina, de defenderse de la
suerte! ¡Vivas, oh reina, vivas!

Clitemnestra extiende su mano

Clitemnestra (Renata): Bajad, mujeres de Troya, y tendedme la mano para que yo asiente mi pie. Los
santuarios de los dioses brillan con los despojos de Troya, y estas mujeres, escogidas entre tantas, son
la mejor presa con que he sustituido a la hija que perdí. ¡Nada valen ellas, pero hermosean la casa!

Electra (Paloma): Yo soy la esclava que arrojaron de la casa real de su padre y que habita bajo este
techo lleno de miseria. Deja que yo toque tu mano feliz, madre mía.
Clitemnestra (Renata): Para eso son los siervos. No tomes esa molestia.

Electra (Paloma): ¿Y por qué no? ¿No soy yo una esclava? ¿no lejos de mi casa a vivir me forzaste?
En casa conquistada, yo conquistada soy. Y soy mujer sin amparo, ya que mi padre falta.

Clitemnestra (Renata): Esos fueron los planes de tu padre. Pero vamos a los hechos. Tu padre me
engaño. Embaucó a mi hija con el pretexto de un matrimonio con Aquiles, la llevó lejos del palacio en
sus naves hasta Aulis y allí sobre el altar, en la flor de la vida, mancilló con su sangre la mejilla de mi
hija, de mi Ifigenia. . . Pudiera yo perdonarlo, sí, si lo hubiera hecho para salvar a la ciudad de su
desgracia, o para lograr algún provecho a su regia mansión, o para dar el bien a sus propios hijos, con
esa sola muerte… Pero, ¿por qué lo hizo? ¡Por una Helena disoluta y por un marido débil que no pudo
vengarse de la traición que se le hizo! ¡Por eso mata a mi hija! Luego, ve lo que hace: regresa acá
trayendo una cautiva, y la hace partícipe del lecho que es mío: nos une a dos esposas bajo la misma
sombra de un hogar. Ni con su vida lo paga. Lo maté. Sí, ¿cómo podría negarlo? No tenía otro
camino: mataba a un enemigo. ¡Habla ahora tú, si te place. Libremente demuestra que tu padre murió
sin merecerlo!

Coro (Sofía y Vanessa): Tu derecho defendiste. Pero eso causa vergüenza. Una mujer se doblega
siempre al marido, si tiene ella juicio. Con quien piénselo contrario no quiero ahora discutir.

Electra (Paloma): Madre, recuerda tus palabras, finales. Dices que puedo hablar libremente. Lo haré
así.

Clitemnestra (Renata): Lo dije y lo repito, hija;

Electra (Paloma): ¡Debieras tener tú, madre, otra manera de pensar! Bien hacen en ponderar la
belleza de Helena y la . tuya propia. Dos hermanas al fin; Pero ninguna digna de Castor. Ella, dejando
que se la llevaran, causó su propia ruina. Tú hiciste perecer al más noble de los

Clitemnestra (Renata): Tu amor hacia tu papá es continuamente ardiente.


Yo ofreceré aquel sacrificio que se manda hacer por un infante al cumplirse los días. Iré luego al
campo de las Ninfas a unirme a mi esposo que les hace además un sacrificio.

Electra (Paloma): Entra a esta pobre vivienda y ten cuidado de que el hollín no manche tus vestidos.

Entra Clitemnestra a la vivienda.

Electra (Paloma): Preparada está la cesta y bien filosa la daga. ¡Aun en la mansión del Hades estarán
unida a aquel marido con quien compartiste el lecho aquí en la zona de la luz!

Orestes le entierra la daga a su madre.


Electra, pílades y el coro estan observando

Clitemnestra (Renata): ¡Hijos, por los dioses, no matéis a vuestra madre! ¡Ay, ay de mí!

Coro (Vanessa y Sofía): ¡Un dios hace justicia cuando lo marca el destino!¡Qué lamentable es tu
suerte! Pero, ¡qué horrible tu crimen!¡Miserable que mataste a tu esposo!
Orestes y Pílades entran de nuevo. Sacan a los dos cadáveres (jalar a renata y sacar cabeza)

Electra (Paloma): ¡Lágrimas infinitas se debe llorar ahora, hermano, hermano mío... ¡El fuego del
encono quemaba mis entrañas, ay de mí, infeliz, contra aquella que me entregó la vida!

Coro (Vanessa y Sofía): ¡Suerte infausta, suerte despiadada ha sido la tuya, pobre madre! ¡Diste a luz
hijos y ellos te quitaron la vida!

Orestes (Fer): ¡Ah, crimen, crimen al que tú empujaste y que tu hermano no quería perpetrar! ¡Hacer
correr la sangre de quien te entregó la vida y su postrer aliento iba exhalando!

Electra (Paloma): Tocaba yo tu mano, y la daga además y con mis palabras te iba animando.

Coro (Vanessa y Sofía): El delito más terrible has cometido.

Aparecen los Dióscuros en la parte alta del palacio.

Coro (Vanessa y Sofía): Pero... ¿qué vemos? ¿Qué aparece en lo alto de esta casa? ¿Dioses, acaso?
¿Qué pretenden ahora que se dejan ver de humanos ojos? ¿Hijos de Zeus, puedo hablar una palabra
hacia vosotros?

Dioscuro (Renata): Claro, esa sangre no cae sobre ti.

Orestes (Fer): Y yo, hijos de Tíndaro, ¿también puedo hablar?

Dioscuros (Renata): Puedes

Coro (Vanessa y Sofía): ¿Cómo es que siendo dioses vosotros y hermanos de la asesinada no habéis
expulsado de su casa a las diosas de las venganza?

Dioscuros (Renata): Era preciso hacer cumplir los fallos del Destino y los imprudentes mandatos de
Febo.

Electra (Paloma): ¡Y a mí qué Apolo y qué oráculo hizo que matara a mi madre!

Dioscuros: Común fue vuestra obra y es común vuestro destino. Un negro hado a ambos alcanza que
alcanzó a vuestros padres.

Orestes (Fer): ¡Oh, hermana mía, cuando tras largo tiempo pude hallarme a tu lado, de nuevo he de
perderte, como me perderás tú! ¡Pero yo he de dejar la casa de mis padres, y ante jueces extraños
deberé ser juzgado y responder del crimen de haber matado a mi madre!

Electra abraza a Orestes


Electra (Paloma): ¡Amadísimo hermano: cada uno va a vivir bajo diferentes cielos, lejos del hogar
paterno, echados fuera por la maldición de nuestra ensangrentada madre.

Dioscuros (Renata): ¡Ay, ay, doliente es tu lenguaje, tal que ni los dioses oírlo debieran y es que los
que habitamos en los cielos el dolor compartimos de los hombres:

Orestes (Fer): ¡ Dame tu adiós postrero

Electra (Paloma): ¡Ciudad, adiós; adiós, conciudadanos!

Orestes (Fer): ¡Pílades mío, adiós... vete feliz y lleva a Electra contigo, que es ya tu esposa!

Salen Pílades, Orestes, y Electra

Coro (Vanessa y Sofía): ¡Vivid felices! ¡Poder vivir alegre y no sucumbir al golpe del destino es para
los mortales ser dichoso.

Aspectos de la tragedia griega:

● Verosímil posible o imposible. Deus ex machina: A lo largo de la tragedia ciertas cosas que
forman parte de lo verosímil posible, el asesinato de el padre de Elecrtra y de Orestes. En la
vida diaria cada día más aumentan los asesinatos a personas. Es verosímil posible porque en
la vida diaria sucede cada día más. El reencuentro de Orestes y Electra (dos hermanos) es algo
que puede suceder en la vida diaria, ya que por circunstancias de la vida puede que a dos
hermanos los separen y que años después puedan tener un reencuentro. Desacuerdos y peleas
entre madre e hija, esto es algo muy normal que le puede suceder a cualquier hija y cualquier
madre. Esto es algo verosímil posible. De verosímil imposible también llamada (Deus ex
machina) es el oráculo ya que es algo que se utiliza como ficción. No por ser algo que los
demás no queremos significa que tendremos un destino que no es el adecuado para nosotros,
la gente no manda lo que nosotros queramos en un futuro si no nosotros mismos.
● Peripecias (error trágico o hamartía): El error trágico de la tragedia “Electra”, es el
asesinato de Agamenón, padre de Electra y Orestes, cometido por su esposa Clitemnestra y
Egisto. Por otro lado, el error cometido por el héroe en la tragedia fue el que Orestes
asesinara a su propia madre, ya que a pesar de que lo hizo para tener justicia y vengar a su
padre, se convirtió en un matricida. Esto le trajó un destino desafortunado e incluso los
dioscuros se lo predijeron.
● Catarsis: A lo largo de la tragedia “Electra”, hay varias catarsis, sin embargo la principal
sucede cuando Orestes regresa a la casa del campesino victorioso, sosteninedo la cabeza de
Egisto. En este momento se liberan las tensiones acumuladas durante la tragedia, ya que
Electra temía que Egisto venciera a Orestes y que su plan fallara. Durante un tiempo, Electra
esperó nerviosa en su casa consultandole a las campesinas si tenían noticia alguna. Incluso,
Electra afirmó que si Orestes no regresaba vivo ella misma se mataría. Por lo tanto, cuando el
mensajero le confirmó a Electra la victoria de Orestes se llenó de alegría de que su hermano
no fue asesinado y al llegar Orestes, comenzó a lisonjear su valentía y audacia. Después de
todo, el plan de vengar la muerte de su padre estaba resultando exitoso.
● Anagnórisis: La anagnóirisis de la tragedia “Electra”, es el momento en que Orestes y Electra
se reencuentran después de mucho tiempo. Al principio Electra no reconoció a Orestes, ya
que partió a tierras lejanas cuando era muy pequeño, sin embargo el anciano le da indicios a
Electra que el hombre frente a ella era el mismo Orestes. En cuanto Electra lo reconoce, se
llena de júbilo y ya no lo trata como a un extraño si no con el amor de una hermana.
● Oráculo: Al comienzo de la tragedia, Orestes menciona que el Oráculo de Apolo lo envió a
vengar la muerte de su padre matando a sus asesinos. Orestes le explicó a Pílades que primero
debían encontrar a su hermana, Electra, para que los ayudará a planear el asesinato de Egisto
y Clitemnestra. Sin embargo, al final de la tragedia los Dioscuros le dicen a Orestes que por
ser un matricida un negro hado irá tras el y que su destino será desafortunado. Orestes está
sorprendido ya que fue el Oráculo quien le ordenó matar a los asesinos de su padre y ahora
sería castigado por obedecer esa orden.
● Destino o moira: En la tragedia de Electra se puede observar sobre todo la moira de Orestes,
ya que fue condenado a matar a su madre para vengar el asesinato de su padre, sin embago el
no quiere cumplir con el mandato, no quiere obedecer al oráculo. Manifiesta su deseo de ser
otro disfrazándose de forastero, y hasta el último momento intenta disuadir a Electra de
cometer el crimen. Para revelar la identidad de Orestes es necesaria la intervención del
anciano, ayo de Agamenón. Finalmente, cuando Orestes decide “estar a la altura de su moira”
el provoca su propia destrucción. Por eso, aunque Electra influenció a orestes para cometer
sus actos, Orestes no está libre de responsabilidad. Ambos personajes se ponen a la altura de
su moira, como hijos de Agamenón y Clitemnestra, como hijos de la violación y el homicidio,
pero acaban por replicar la violencia por la que tanto han sufrido provocando su destrucción.
Incluso los dioscuros le dijeron Orestes que había cometido un grave crímen y por ende su
destino sería trágico; y así lo fue (Orestes murió y tuvo la misma suerte que sus padres).

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