Novena Con Los Estudiantes
Novena Con Los Estudiantes
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Inicio de la Novena
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1. Oración para el primer día
Señor, Dios Omnipotente y Misericordioso, que así para librar a tu pueblo
escogido de la esclavitud de Egipto hablaste a Moisés en el monte Horeb,
desde una zarza que ardía sin consumirse, así mismo hablaste en Barcelona
al Patriarca San Pedro Nolasco para que rescatase a los cautivos cristianos,
siendo la mensajera tu Santísima Madre, la Virgen María, que bajó del cielo
y desde el primer instante de su vida fue como zarza milagrosa, pues jamás
la tocó la llama de la culpa, ni perdió la hermosura de la gracia, ni su original
pureza; te ruego que por la intercesión de tu Madre, no se abrase mi cuerpo
en las llamas de la impureza, ni se manche mi alma con el pecado, sino que
exhale mi corazón fragancias de pureza. Amén
(Se pide la gracia que se desea obtener y se rezan tres Ave Marías)
Dios te salve María, purísima azucena de la Merced, que con tu
fragancia purificas las almas y las llevas a Dios, llena eres de
Gracia… (sigue el Avemaría).
Dios te salve María, suavísima rosa del celestial Paraíso, que llenas
de mercedes sin límite a cuantos a menudo te invocan, llena eres de
gracia …(sigue el Avemaría).
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Dios te salve María, nube fecunda en divina mercedes, con cuya lluvia
riegas el huerto de nuestro árido corazón, llena eres de
gracia…(sigue el Avemaría).
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el
principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos, Amén.
2. Lectura: Jn. 19, 25-27
3. Reflexión:
Cuando Jesús camina hacia la cruz, María también se pone en camino, desde
Jerusalén hasta el calvario donde lo van a crucificar: «Junto a la Cruz de
Jesús estaba su Madre...» Las mujeres que lo habían seguido hasta el calvario
lloraban apesadumbradas, los discípulos miraban desde lejos, pero María
estaba allí, al pie de la Cruz con una serenidad fruto de la sangre del
Redentor. Ella, ante la cruz, acoge también el dolor humano, se postra ante
el sufrimiento del mundo. Mira a todos los seres humanos en su limitación,
en su enfermedad, en su pobreza, en su soledad, en su tragedia... y los pone
al pie de la cruz de Jesús, el único que puede salvar. María, al pie de la cruz,
nos enseña a nosotros a ser corredentores, testigos de un estilo de vida en que
a veces es necesario el sacrificio y el dolor para llegar a la Pascua. Se nos
pide dar la vida, día a día, por amor.
4. Preces: Pidamos al Señor por mediación de María, que nos ayude a llevar
con paciencia y esperanza nuestros males, sufrimientos, contratiempos y
angustias.
Por la Iglesia, para que, como madre solícita, cree en las conciencias de
sus fieles, un profundo sentimiento de fortaleza y esperanza ante el dolor
que nos oprime, sin que jamás nos haga desfallecer. Oremos.
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Por los países donde la gente sufre hambre, violencia, guerra, opresión
para que seamos solidarios con ellos sepamos compartir lo que tenemos
y el Señor suscite personas que les ayuden a experimentar la presencia y
la ternura de Dios. Oremos.
Por los niños maltratados y abandonados, por los ancianos que viven
solos, para que puedan sentirse los preferidos de Dios y encuentren en
María Corredentora fortaleza y consuelo. Oremos
6. Oración final
Acudimos a ti, gloriosa madre de misericordia, para implorar una vez más tu
auxilio, pidiendo la conversión de los pecadores, la estabilidad cristiana de
la familia, la paz de tus hijos y el descanso eterno de nuestros queridos
difuntos. Ruega por todos, Virgen bendita de la Merced. Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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1. Monición: Hoy, invocamos a María de la Merced como Madre de Dios y
madre nuestra. La maternidad divina es un misterio y un acontecimiento
histórico: Jesucristo, Persona Divina, nació de María Virgen.
(Se pide la gracia que se desea obtener y se rezan tres Ave Marías)
Dios te salve María, purísima azucena de la Merced, que con tu
fragancia purificas las almas y las llevas a Dios, llena eres de
Gracia… (sigue el Avemaría).
Dios te salve María, suavísima rosa del celestial Paraíso, que llenas
de mercedes sin límite a cuantos a menudo te invocan, llena eres de
gracia …(sigue el Avemaría).
Dios te salve María, nube fecunda en divina mercedes, con cuya lluvia
riegas el huerto de nuestro árido corazón, llena eres de
gracia…(sigue el Avemaría).
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el
principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos, Amén.
3. Lectura: Gál. 4, 4 - 5.
"Pero, cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, que
nació de mujer y fue sometido a la Ley, con el fin de rescatar a los que
estaban bajo la Ley, para que así recibiéramos nuestros derechos como
hijos."
Reflexión:
Las palabras que Jesús dirige a María y a Juan al pie de la cruz, constituyen
una «escena de revelación». Por un lado, revelan los sentimientos de Cristo
en su agonía y a la vez contienen un profundo significado para la fe y la
espiritualidad cristiana. Jesús, poco antes de morir, a través de esas palabras
dirigidas a su Madre y al discípulo amado, establece relaciones nuevas entre
María y los cristianos.
El encargo principal de Jesús no es confiar su madre a Juan, sino confiar el
discípulo es decir cada uno de nosotros a María, asignándole una nueva
misión maternal. Jesús pronuncia estas palabras en el momento cumbre de
su sacrificio redentor, y después afirmará: Todo se ha cumplido (cf. Jn 19,
30). Por lo tanto, son palabras pronunciadas en el marco y en el momento
clave de su misión salvífica, María es madre de todos los hombres.
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4. Preces: Nos miramos en María Madre de Dios y madre nuestra e
imploramos al Señor por las necesidades del mundo y de la Iglesia.
Para que el Espíritu del Señor, que cubrió con su sombra las entrañas de
María, ilumine a todos los hombres y mujeres y nos haga discernir los
signos de su presencia en el mundo. Oremos
Por nosotros y por toda la familia mercedaria, que con fe nos estamos
preparando para la fiesta de María bajo la advocación de la Merced, para
que nos esforcemos en imitarla siendo fieles a la misión recibida. Oremos
Por todos los que sufren por distintos motivos, y viven rodeados de
dificultades, para que sientan la protección de María. Oremos
5. Oración final
Acudimos a ti, gloriosa madre de misericordia, para implorar una vez más
tu auxilio, pidiendo la conversión de los pecadores, la estabilidad
cristiana de la familia, la paz de tus hijos y el descanso eterno de nuestros
queridos difuntos. Ruega por todos, Virgen bendita de la Merced. Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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1. Monición: Cristo es luz del mundo, Él es el Salvador. Cristo quiere
nuestra colaboración, también hay personas que reflejan su luz por la
coherencia y santidad de su vida, como Pedro Nolasco, Lutgarda Mas
i Mateu nuestra fundadora, pero de todos, María es la principal estrella
de nuestro camino.
3. Lectura: Lc 11,33-36
4. Reflexión:
Aquellos a quienes la luz de Cristo ha seducido, no pueden llevar una
vida aturdida. Aun cuando haya que hablar, como hace Pablo, de días
malos, sin embargo, cada día que pasa está lleno de la presencia de
Cristo y hay que esforzarse por descubrir las llamadas que Dios nos
manda. María, en realidad, no quiere atraer la atención sobre su
persona. Vivió en la tierra con la mirada puesta en Jesús y en el Padre
celestial. Su deseo más fuerte fue el de hacer que las miradas de todos
convergieran en esta dirección. Quiere promover una mirada de fe y
de esperanza en el Salvador que el Padre nos envió. Con esta mirada
de fe y de esperanza, María alienta a la Iglesia y a los creyentes a
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cumplir siempre la voluntad del Padre, que Cristo nos ha manifestado.
Nuestra santidad consiste en hacer todo aquello que nos dice el Padre.
Aquí está el valor de la vida de María: el cumplimiento de la voluntad
divina.
5. Preces: Para que María interceda por cada uno de nosotros y Dios nos
conceda una fe más comprometida con los necesitados de liberación
digamos.
Por la Iglesia, para que sepa acoger, cuidar y fomentar las nuevas
vocaciones reconociendo y potenciando la riqueza del Espíritu en
ellas. Oremos.
6. Oración final
Acudimos a ti, gloriosa madre de misericordia, para implorar una vez
más tu auxilio, pidiendo la conversión de los pecadores, la estabilidad
cristiana de la familia, la paz de tus hijos y el descanso eterno de
nuestros queridos difuntos. Ruega por todos, Virgen bendita de la
Merced. Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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1. Monición: En la Sagrada Escritura, la fe es la respuesta integral del
ser humano a Dios que se revela como salvador. La Virgen María
realiza de la manera más perfecta la obediencia de la fe. Acoge el
anuncio del ángel y da una respuesta confiada al plan de Dios. Por
medio de la fe se confía a Dios sin reservas y se consagra totalmente
a la persona y a la obra creada. Las palabras de Isabel se aplican en
aquel momento culminante de la anunciación, que María, nos ayude a
tener fortaleza y decisión a la hora de dar testimonio de nuestra fe en
Cristo.
2. Oración para el cuarto día
¡Dulcísimo Jesús, Dios infinito, hijo Unigénito de María!; pues
manifestaste a los hombres que te es agradable el título de la Merced
con que veneramos a tu Santísima Madre: haz, Señor, que
experimentemos el Poder de este celestial nombre y singular
devoción, y que la Reina del cielo y tierra nos defienda del enemigo
infernal y de todas sus asechanzas y tentaciones, para que acertemos a
servirte en esta vida y después podamos cantarte himnos de alabanza
por toda la eternidad. Amén.
(Se pide la gracia que se desea obtener y se rezan tres Ave Marías)
Dios te salve María, purísima azucena de la Merced, que con tu
fragancia purificas las almas y las llevas a Dios, llena eres de
Gracia… (sigue el Avemaría).
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Dios te salve María, suavísima rosa del celestial Paraíso, que llenas
de mercedes sin límite a cuantos a menudo te invocan, llena eres de
gracia …(sigue el Avemaría).
Dios te salve María, nube fecunda en divina mercedes, con cuya lluvia
riegas el huerto de nuestro árido corazón, llena eres de
gracia…(sigue el Avemaría).
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el
principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos, Amén.
3. Lectura: Lc 1, 26 - 38.
"Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de
Galilea, llamada Nazaret, a una joven virgen que estaba comprometida
en matrimonio con un hombre llamado José, de la familia de David.
La virgen se llamaba María. Llegó el ángel hasta ella y le dijo:
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» María quedó muy
conmovida al oír estas palabras, y se preguntaba qué significaría tal
saludo. Pero el ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado
el favor de Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, al que
pondrás el nombre de Jesús. Será grande y justamente será llamado
Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su antepasado
David; gobernará por siempre al pueblo de Jacob y su reinado no
terminará jamás.» María entonces dijo al ángel: «¿Cómo puede ser
eso, si yo soy virgen?» Contestó el ángel: «El Espíritu Santo
descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra;
por eso el niño santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios.
También tu parienta Isabel está esperando un hijo en su vejez, y
aunque no podía tener familia, se encuentra ya en el sexto mes del
embarazo. Para Dios, nada es imposible.» Dijo María: «Yo soy la
servidora del Señor, hágase en mí tal como has dicho.» Después la
dejó el ángel."
4. Reflexión:
María se dejó guiar por la fe. Esta la llevó a creer a pesar de que parecía
imposible lo anunciado. El Misterio se encarnó en ella de la manera
más radical que se podía imaginar. Sin certezas humanas, ella supo
acoger confiadamente la palabra de Dios. María también supo esperar.
Sólo por medio de la oración y de la unión con Dios podemos hacernos
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una idea de lo que ella vivió en su interior. María vivió con intensidad
el acontecimiento que transformó toda su existencia de manera
radical. Ella dijo “Sí” y engendró físicamente al Hijo de Dios, al que
ya había concebido desde la fe. No olvidemos que ese día Dios se
encarnó en el seno de María, y también puede crecer hoy en nuestros
corazones, si por la fe creemos, y si en la espera sabemos dar sentido
a toda nuestra vida mirando con valor al futuro.
5. Preces: Oremos a Dios nuestro Padre por medio del Hijo en el Espíritu
Santo.
6. Oración final
Acudimos a ti, gloriosa madre de misericordia, para implorar una vez
más tu auxilio, pidiendo la conversión de los pecadores, la estabilidad
cristiana de la familia, la paz de tus hijos y el descanso eterno de
nuestros queridos difuntos. Ruega por todos, Virgen bendita de la
Merced. Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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1. Monición: Dentro de la preparación para la fiesta de nuestra Madre
de la Merced, vamos a considerar a María en los planes o sueños de
Dios. Dios soñó en María para hacerla la Madre de su Hijo. Ella
participa en su plan de salvación. María, que vivía en Nazaret, en una
familia sencilla, siempre atenta a los signos de Dios, fue nombrada,
como tú y como yo, por el Señor en esa intimidad. También, como a
María, se nos anuncia que, hemos sido llamados por Dios por nuestro
bautismo para llevar a cabo el sueño que ha ideado para cada uno de
nosotros. Ella, Madre de la merced y misericordia, nos ayudará a
profundizar en el Plan salvador de Dios, que acogemos como regalo y
proyecto de liberación para alcanzar nuestra propia plenitud.
(Se pide la gracia que se desea obtener y se rezan tres Ave Marías)
Dios te salve María, purísima azucena de la Merced, que con tu
fragancia purificas las almas y las llevas a Dios, llena eres de
Gracia… (sigue el Avemaría).
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Dios te salve María, suavísima rosa del celestial Paraíso, que llenas
de mercedes sin límite a cuantos a menudo te invocan, llena eres de
gracia …(sigue el Avemaría).
Dios te salve María, nube fecunda en divina mercedes, con cuya lluvia
riegas el huerto de nuestro árido corazón, llena eres de
gracia…(sigue el Avemaría).
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el
principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos, Amén.
3. Lectura: Jr. 1, 4-10
"Me llegó una palabra de Yavé: «Antes de formarte en el seno de tu
madre, ya te conocía; antes de que tú nacieras, yo te consagré, y te
destiné a ser profeta de las naciones.» Yo exclamé: «Ay, Señor, Yavé,
¡cómo podría hablar yo, que soy un muchacho!» Y Yavé me contestó:
«No me digas que eres un muchacho. Irás adondequiera que te envíe,
y proclamarás todo lo que yo te mande. No les tengas miedo, porque
estaré contigo para protegerte -palabra de Yavé.» Entonces Yavé
extendió su mano y me tocó la boca, diciéndome: «En este momento
pongo mis palabras en tu boca. En este día te encargo los pueblos y
las naciones: Arrancarás y derribarás, perderás y destruirás, edificarás
y plantarás.»"
4. Reflexión:
Dios invita al ser humano a entrar en su proyecto de amor desde una
respuesta generosa y libre: «El Señor me habló así: Antes de formarte
en el vientre, te conocí; antes que salieras del seno, te consagré, te
constituí profeta de las naciones» La vocación es iniciativa divina, es
el toque personal de Dios en la vida de cada uno de nosotros, para que
cumplamos con la misión que nos ha encomendado. Él nos eligió antes
de haber nacido nos consagró para ser sus discípulos y por el bautismo
estamos llamados a ser anunciadores de su mensaje de salvación.
El encuentro con Jesucristo se produce de muchas maneras a lo lago
de la vida, a lo ancho de los días. Cuando menos lo esperamos,
descubrimos que el Señor está atento a nuestros pasos... y se pone a
nuestro lado... y nos pregunta por la vida que llevamos... y cuando le
descubrimos sentimos la alegría en nuestro corazón, la vida del
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creyente, el testimonio del discípulo, la entrega y el servicio callado
de los seguidores de Jesús no puede ser más que por amor. El amor,
es la fuente de la verdadera alegría, tanto para el que da como para el
que recibe.
Por la Iglesia, para que sepa acoger, cuidar y fomentar las nuevas
vocaciones reconociendo potenciando la riqueza del Espíritu en ellas.
Oremos.
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1. Monición: Poco a poco nos vamos acercando a la gran fiesta de
nuestra “sin igual Madre y protectora, nuestra Madre de la Merced”.
María, desde la Anunciación a la Visitación, pasando por otras tantas
circunstancias, supo responder con docilidad y agradecimiento a los
planes de Dios, como veíamos en días anteriores. El Espíritu Santo fue
forjando su personalidad y haciéndola más agradable al gusto de Dios.
María es Madre de lo nuevo, de lo constructivo, de lo que levanta y
alegra la vida, es decir, madre del Redentor. En María encontramos
una personalidad virtuosa, rica, elegante, de gran colorido humano y
evangélico. Dicho con otras palabras. María es una mujer feliz y
bienaventurada. Cada bienaventuranza es como un adorno que
embellece su personalidad.
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(Se pide la gracia que se desea obtener y se rezan tres Ave Marías)
Dios te salve María, purísima azucena de la Merced, que con tu
fragancia purificas las almas y las llevas a Dios, llena eres de
Gracia… (sigue el Avemaría).
Dios te salve María, suavísima rosa del celestial Paraíso, que llenas
de mercedes sin límite a cuantos a menudo te invocan, llena eres de
gracia …(sigue el Avemaría).
Dios te salve María, nube fecunda en divina mercedes, con cuya lluvia
riegas el huerto de nuestro árido corazón, llena eres de
gracia…(sigue el Avemaría).
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el
principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos, Amén.
3. Lectura: Mt. 5, 3-12
4. Reflexión:
Un modo de acceder a la felicidad que revelan las Bienaventuranzas
es observar cómo impregna la vida de María, puesto que ya desde
joven es saludada con elogios de júbilo y de alegría. María,
ciertamente, es pobre de espíritu, sencilla, desprendida, sensata... Para
ser feliz no hace falta tener muchas cosas. Ser pobre por elección,
enriquece y embellece la vida. Así fue María. María, también sufrió
por ser mujer y madre. Llevó con temple y entereza la profecía de
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Simeón: “Una espada te atravesará el alma” (Lc 2,35). Fue paciente y
pacífica, como muestra de su condición de bienaventurada. Hace fácil
la convivencia. A su lado da gusto estar. Fue sensible a los problemas
sociales. Lo confiesa a todas luces en el canto del magníficat, que
evidencia su modo de ser, de sentir, de creer... Para María Dios es justo
y solidario al mismo tiempo. El valor entrañable de la misericordia
caracterizó a María. Lo recogen muchas advocaciones, María fue
limpia de corazón es también un icono de la felicidad evangélica, es
la Virgen Bienaventurada.
Para que nuestra consagración bautismal sea una real y cada vez
más plenaria participación en la Pascua de Cristo y en su vida
según el Espíritu, oremos.
6. Oración final
Acudimos a ti, gloriosa madre de misericordia, para implorar una vez
más tu auxilio, pidiendo la conversión de los pecadores, la estabilidad
cristiana de la familia, la paz de tus hijos y el descanso eterno de
nuestros queridos difuntos. Ruega por todos, Virgen bendita de la
Merced. Amén.
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1. Monición: El cristiano es alguien que ha respondido a una llamada a
la santidad y al apostolado. Cristo, después de resucitar, les dijo a los
discípulos: “Como el Padre me envió, también yo os envío” (Jn
20,21). Desde ese momento, la Iglesia es ‘apostólica’, misionera.
Tiene como principal deber anunciar a Cristo a todos. María es modelo
de esa Iglesia que porta a Cristo a los demás. Antes del nacimiento de
Jesús, alegría del evangelio.
Después de la resurrección, está presente en la primera comunidad
cristiana, unida a la oración de los apóstoles, que esperan el Espíritu
Santo en Pentecostés. El Espíritu Santo es la fuerza principal que
impulsa a la Iglesia a ser misionera. Por todo esto, la Iglesia entera y
cada uno de los cristianos hemos estado seguros de la presencia de
María al lado de cada apóstol, de cada misionero y de cada
evangelizador. Por esta razón, llamamos a María ‘Reina de los
Apóstoles.
4. Reflexión:
“Ser hijo de María implica necesariamente ser apóstol participar
activa y responsablemente en su misión espiritual de formar en los
corazones de sus hijos a Jesús, su Hijo por excelencia. Por ello
decimos que el apostolado es una consecuencia inmediata y natural de
la maternidad espiritual”. María es para nosotros modelo de apóstol.
Ella, la primera discípula, con su ejemplo de vida nos enseña cómo
anunciar la Buena Nueva a los hermanos. La cooperación de María en
la obra de su Hijo fue total.
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5. Preces: Pidamos al Señor, por intercesión de María de la Merced, que
nos haga vivir el sentido profundo de nuestra vocación y misión en la
Iglesia.
Para que los que han muerto en la paz del Señor y nos han
precedido con el signo de la fe reciban de Dios la salvación y la
plenitud de vida en el cielo. Oremos.
Padre Nuestro… Gloria
6. Oración final
Acudimos a ti, gloriosa madre de misericordia, para implorar una vez
más tu auxilio, pidiendo la conversión de los pecadores, la estabilidad
cristiana de la familia, la paz de tus hijos y el descanso eterno de
nuestros queridos difuntos. Ruega por todos, Virgen bendita de la
Merced. Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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1. Monición: Si a lo largo de la historia, los cristianos han sobresalido
en su vivencia de la Palabra de Dios, sin duda alguna, que entre todos
ellos sobresale María de Nazaret, la Madre de la Palabra hecha carne.
Parafraseando a su Hijo Jesús, bien podemos decir "dichosos quienes,
como María, escuchan la Palabra de Dios y la cumplen". Ella es la
Madre de la Palabra, la Virgen de la escucha, el Modelo de la fidelidad
a las Sagradas Escrituras y la prueba de su fecundidad y de su amor.
María vivió la Palabra de Dios, en su escucha y en su acogida.
Conservaba y meditaba en su corazón todo lo que había visto y oído,
permaneciendo siempre fiel porque creyó en la Palabra: "Dichosa, tú,
María, que has creído porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá".
Pidamos a María, que nos ayude a escuchar cada día la Palabra de Dios
y a hacerla vida.
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(Se pide la gracia que se desea obtener y se rezan tres Ave Marías)
Dios te salve María, purísima azucena de la Merced, que con tu
fragancia purificas las almas y las llevas a Dios, llena eres de
Gracia… (sigue el Avemaría).
Dios te salve María, suavísima rosa del celestial Paraíso, que llenas
de mercedes sin límite a cuantos a menudo te invocan, llena eres de
gracia …(sigue el Avemaría).
Dios te salve María, nube fecunda en divina mercedes, con cuya lluvia
riegas el huerto de nuestro árido corazón, llena eres de
gracia…(sigue el Avemaría).
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el
principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos, Amén.
3. Lectura: Lc 11, 27-28.
"Mientras Jesús estaba hablando, una mujer levantó la voz de entre la
multitud y le dijo: «¡Feliz la que te dio a luz y te crió!» .Jesús replicó:
«¡Felices, pues, los que escuchan la palabra de Dios y la observan!»"
4. Reflexión:
Evocamos aquella escena del evangelio cuando Jesús en plena
actividad, inmerso en la enseñanza de las parábolas, recibe la visita de
su familia. Mandan, pues, un recado de urgencia: «Tu Madre y tus
hermanos están fuera y quieren verte». Jesús responde a esta solicitud
con unas palabras no evasivas, sino iluminadoras y universales: «Mi
madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la
cumplen» (Lc 8,21). Jesús marca una distancia, pero es para
desprenderse de los lazos con que le atenaza la débil carne, es para
unir con ataduras más firmes, irrompibles, los eslabones de la alianza
a la Palabra de Dios. Jesús levanta la cabeza y mira con ojos abiertos
a todos sus discípulos de ayer y de hoy, también a nosotros. Quiere
crear una nueva familia, no establecida en los débiles cimientos de la
carne y de la sangre, sino en otros fundamentos más sólidos. María fue
presentada por Jesús como modelo de aquellos que escuchan la
Palabra de Dios y la cumplen y que, por ello, se convierten también
en su nueva familia.
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5. Preces: Podemos decir que “mi madre y mis hermanos”, tal y como
Jesús entiende esta expresión, es el nuevo concepto sobre el que se
asienta la fraternidad cristiana. Los verdaderos cristianos coinciden
con Jesús y con María en que la voluntad de Dios es siempre lo
primero.
Contestamos: ¡Ayúdanos a verte en nuestro hermano!
Señor Jesucristo, Tú que nos has enseñado que no hay más que dos
amores: el amor a nosotros mismos y el amor a Ti y al prójimo,
concédenos descubrir y superar nuestros egoísmos grandes y
pequeños. Oremos
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1. Monición: Con nuestra celebración hemos llegado al fin de la novena
de preparación a la fiesta de Nuestra Madre de la Merced. Durante
nueve días hemos ido descubriendo su grandeza en su pequeñez y
humildad, desde la anunciación hasta la plenitud de su vida, pasando
por su disponibilidad, por su apertura a la misión como Madre de todos
los hombres y de la Iglesia.
Debemos celebrar a María por ser auténtica persona abierta al
Misterio, porque supo vaciarse, dejar de ser ella, para ser servicio a
Dios y a los demás. María ofreció todo su ser para que viviera Jesús,
el Hijo de Dios encarnado. Dios es Padre de Misericordia, María es
Madre de Misericordia. Ella refleja la misericordia de Dios, sufriendo
por sus hijos. Los cristianos debemos también reflejar la misericordia
de Dios entregando todo por amor. Que Ella, nos acompañe en nuestro
caminar diario, y nos ayude a vivir la Caridad Redentora.
4. Reflexión:
Por sus obras los conoceréis, nos dice la Sagrada Escritura. El
Magníficat es la obra de María. Por su oración, podemos descubrir en
Ella la profundidad de su fe, la exigencia de su piedad y el deseo de
acercar a Dios a toda la humanidad. Vamos a acercarnos, con cariño a
este texto que ha sido proclamado, para descubrir a María como mujer
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fuerte, mujer profeta, encarnación viva de la esperanza de su Pueblo,
Madre de Merced y Misericordia, mujer libre y liberadora.
5. Preces: Oremos a Dios nuestro Padre por medio del Hijo en el Espíritu
Santo:
Por los que buscan a Dios con sinceridad para que la luz de la fe
ilumine sus pasos y encuentren en Dios el sentido a sus vidas y en la
Iglesia un hogar de caridad. Oremos.
Por los jóvenes que se abren a la vida y a nobles proyectos para que
no abandonen la fe de sus padres y sigan a Cristo en el mundo
profesional o en la vida consagrada, sacerdotal, misionera o como
laicos y laicas comprometidos. Oremos.
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Virgen y Señora nuestra de la Merced, a ti
suplicamos que, mediante tu maternal intercesión
ante tu hijo Jesucristo, nos alcances la
verdadera libertad de los hijos de Dios y nos
hagas libres de cualquier esclavitud, de modo que
experimentemos en nosotros la alegría de la
salvación. Amén
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