Anorexia
Qué es
La anorexia nerviosa es un trastorno de la conducta alimentaria que se caracteriza por una
restricción de la ingesta de alimentos y la pérdida significativa de peso. Las afectadas son
mayoritariamente mujeres (10 por cada hombre) y tienen una percepción distorsionada de su
propio cuerpo que hace que se vean gordas aun cuando su peso se encuentra por debajo de lo
recomendado. Por ello, inician una disminución progresiva del peso mediante ayunos,
disminución drástica de la cantidad de comida y práctica intensa de ejercicio físico.
Normalmente, el trastorno comienza con la eliminación de los hidratos de carbono, ya que
existe la falsa creencia de que engordan. A continuación se produce el rechazo de las grasas,
las proteínas e, incluso, los líquidos, llevando a casos de deshidratación extrema. A estas
medidas drásticas se les pueden sumar otras conductas de riesgo como la utilización de
diuréticos, laxantes, purgas y vómitos provocados. Las personas afectadas pueden perder desde
un 15% a un 50% (en los casos más críticos) de su peso corporal. Esta enfermedad suele
asociarse a alteraciones psicológicas graves que provocan cambios de comportamiento, de la
conducta emocional y una estigmatización del cuerpo.
Noelia Olmo, psiquiatra adjunta de la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria
del Hospital Universitario de Álava, señala que se calcula que en torno "al 20% de
pacientes con trastornos de la conducta alimentaria harán un intento de suicidio".
El mantenimiento de las conductas de riesgo de la anorexia nerviosa puede llevar a
complicaciones cardiovasculares, hepáticas, metabólicas y óseas, entre otras.
Causas
La causa última de la anorexia nerviosa es desconocida, pero los factores sociales parecen
jugar un papel importante. Ana González Pinto, presidenta de la Fundación Española de
Psiquiatría y Salud Mental (Fepsm) y jefa del Servicio de Psiquiatría del Hospital
Universitario de Álava, puntualiza que este trastorno tiene una causalidad biopsicosocial: "Tiene
que ver, por un lado, con la biología de la persona (la tendencia a ser de una manera u otra y la
predisposición a ciertas enfermedades); la psicología (la personalidad, la forma de reaccionar
ante los problemas…) y la parte social, que es especialmente importante para la salud mental".
Teniendo en cuenta ese origen multifactorial, estos son algunos de los factores de riesgo más
relevantes:
Ser mujer.
Tener antecedentes familiares de trastornos de la conducta alimentaria.
La obesidad (propia o materna).
Convivir con algún familiar con sobrepeso, obesidad o diabetes que esté
continuamente a dieta.
Practicar algún deporte o actividad con una gran exigencia respecto al peso y el
aspecto físico, como la gimnasia rítmica o el ballet.
Acontecimientos vitales estresantes o sucesos traumáticos, como la pérdida de
un ser querido o la separación de los padres.
Alejamiento del hogar.
Fracaso escolar.
Síntomas
Esta patología se caracteriza por una pérdida significativa de peso provocada por el enfermo
y por una percepción errónea del propio cuerpo. En consecuencia, los problemas
endocrinos se hacen evidentes en un espacio de tiempo relativamente corto. Los principales
síntomas que determinan la aparición de la enfermedad son los siguientes:
Rechazo a mantener el peso corporal por encima del mínimo adecuado para la
edad y talla del enfermo.
Miedo al aumento de peso o a la obesidad incluso cuando el peso se encuentra
por debajo de lo recomendable.
Percepción distorsionada del cuerpo, el peso y sus proporciones.
Ausencia de tres ciclos menstruales consecutivos en las mujeres (amenorrea).
Los anoréxicos pueden experimentar una serie de síntomas muy variados: estreñimiento,
amenorrea, dolor abdominal, vómitos, etcétera.
Pero es la familia la que detecta los síntomas que dan la voz de alarma:
Preocupación excesiva por la composición calórica de los alimentos y por la
preparación de los alimentos.
Constante sensación de frío.
Reducción progresiva de los alimentos.
Obsesión por la imagen, la báscula, los estudios y el deporte.
Utilización de trampas para evitar la comida.
Hiperactividad.
A estos síntomas se le suman otros rasgos típicos como la irritabilidad, la depresión y los
trastornos emocionales o de la personalidad. Asimismo, se manifiesta una alteración de la
sensación de saciedad y plenitud antes de las comidas, náuseas, hinchazón, o incluso ausencia
de sensaciones. En esta patología también se observan numerosos trastornos cognitivos que se
centran en los alimentos, el peso corporal y el aspecto físico:
Abstracciones selectivas.
Uso selectivo de la información.
Generalizaciones
Supersticiones.
Se magnifica el lado negativo de cualquier situación.
Pensamiento dicotómico.
Ideas autorreferenciales.
Inferencia arbitraria.
En cuanto a las consecuencias clínicas, los posibles síntomas son muy variados:
Reducción del ritmo cardiaco.
Arritmias que pueden derivar en un paro cardiaco.
Baja la presión arterial.
Desaparece la menstruación en las mujeres (amenorrea).
Disminuye la masa ósea y, en los casos muy tempranos, se frena la velocidad
de crecimiento.
Disminución de la motilidad intestinal.
Anemia.
Aparece un vello fino y largo, llamado lanudo, en la espalda, los antebrazos,
los muslos, el cuello y las mejillas.
Estreñimiento crónico.
La disminución del gasto energético produce una sensación constante de frío.
La piel se deshidrata, se seca y se agrieta.
Coloración amarillenta en las palmas de las manos y las plantas de los pies
por la acumulación de carotenos en las glándulas sebáceas.
Las uñas se quiebran.
Pérdida de cabello.
Problemas con los dientes y edemas periféricos. Hinchazón y dolor abdominal.
Prevención
Al tratarse de un trastorno que suele iniciarse en la adolescencia, la observación por parte de la
familia es crucial para detectar en el menor hábitos que supongan una señal de alerta. Estos son
algunos factores protectores:
Buenos hábitos de comidas: muchos adolescentes comen solos mientras ven
la tele o se comunican con sus amigos vía WhatsApp. La falta de horarios fijos
y de supervisión por parte de los padres acerca de lo que comen incrementa las
probabilidades de desarrollar un trastorno de la alimentación. Por lo tanto,
comer en familia y con horarios regulares ayuda a prevenir la anorexia.
Comunicación con los padres: conocer las preocupaciones de los hijos, sus
gustos y su círculo de amigos puede ayudar a prevenir este trastorno a
detectarlo en una fase inicial.
Relaciones sociales: la socialización de los adolescentes constituye un factor
protector.
Tipos
En la anorexia nerviosa se pueden distinguir dos subtipos:
Subtipo restrictivo: la reducción de peso se consigue mediante dietas o
ejercicio físico intenso y el enfermo no recurre a sobreingestas, atracones o
purgas.
Subtipo purgativo: el enfermo recurre a purgas (laxantes, enemas, vómitos)
aunque haya ingerido una pequeña cantidad de alimento.
Diagnóstico
La anorexia nerviosa se diagnostica, generalmente, basándose en la intensa pérdida de peso y los
síntomas psicológicos característicos. El perfil típico corresponde a una adolescente que ha
perdido al menos un 15% de su peso corporal, teme la obesidad, ha dejado de menstruar,
niega estar enferma y parece sana.
Tratamientos
"El tratamiento es siempre multidisciplinar y consta de varias partes", resalta Noelia Olmo. En
él intervienen psiquiatras, psicólogos, dietistas-nutricionistas, endocrinólogos, enfermeras,
trabajadores sociales...
El primer paso es hacer una valoración del estado general del paciente, con una analítica y
control de peso, con el fin de valorar si existen alteraciones importantes. A continuación, se
inicia la intervención psicoterapéutica, que se basa, según la psiquiatra, "en crear un vínculo
con estas personas". Según explica, son personas "que se han roto a nivel vital y por eso las
acompañamos para que puedan reconstruir su nuevo proyecto de vida". En este sentido, subraya
que no se trata solo "de psicoeducación y enseñar a comer mejor". De ahí que el tratamiento sea
largo, incluso de muchos años.
Los profesionales sanitarios abordan con los pacientes el rechazo a su imagen y les ayudan a
ganar peso y recuperar los buenos hábitos alimenticios, con el objetivo de reducir el riesgo de
muerte derivado de la malnutrición. Asimismo, el trabajo conjunto con la familia es de gran
ayuda.
El tratamiento farmacológico no es una herramienta clave, pero puede ser necesario para tratar
los síntomas de depresión y ansiedad, así como otras enfermedades que con frecuencia
acompañan a la anorexia, como trastorno obsesivo compulsivo, trastorno por déficit de atención
e hiperactividad (TDAH), abuso de sustancias, trastornos de la personalidad...
El ingreso en un centro hospitalario es necesario cuando:
La desnutrición es muy grave y hay alteraciones en los signos vitales.
Las relaciones familiares son insostenibles y es mejor separar al paciente de su
entorno.
Cuando se agravan los trastornos psíquicos.
El tratamiento ambulatorio es eficaz cuando:
Se detecta de manera precoz.
No hay episodios de bulimia ni vómitos y existe un compromiso familiar de
cooperación.
Con la recuperación del peso corporal y de los hábitos de alimentación adecuados, se acaba
restableciendo la situación biológica y vuelve la menstruación. Con el tratamiento
psicológico se procura reestructurar las ideas racionales, eliminar la percepción errónea del
cuerpo, mejorar la autoestima y desarrollar las habilidades sociales y comunicativas entre el
enfermo y su entorno. La familia debe tomar parte de manera activa en el tratamiento porque en
ocasiones el factor desencadenante de la enfermedad se encuentra en su seno y, además, la
recuperación se prolonga inevitablemente en el hogar.