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Un Clavo en La Pared

El documento cuenta la historia de un hombre que le vendió su casa a un matrimonio pero continuó visitando la casa frecuentemente para colgar su saco en un clavo que había dejado en la pared, molestando a la pareja, hasta que finalmente la mujer le arrancó el clavo para que dejara de volver.

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Edinson Ramirez
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Un Clavo en La Pared

El documento cuenta la historia de un hombre que le vendió su casa a un matrimonio pero continuó visitando la casa frecuentemente para colgar su saco en un clavo que había dejado en la pared, molestando a la pareja, hasta que finalmente la mujer le arrancó el clavo para que dejara de volver.

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El clavo en la pared

Hay anécdotas que nunca se olvidan. Algunas se oyen en los sermones para ilustrar la enseñanza
de la Palabra, otras que se oyen en charlas comunes con otros hermanos. Justo, de la boca de un
compañero de estudios del I.B. oí esta:

Él me contaba:

Había un hombre que tenía en venta su casa. Unos días después de publicar el anuncio, se aparece
un matrimonio interesado, a quiénes les mostró la amplitud de la casa, sus comodidades, etc.

Complacidos, acordaron encontrarse en la Escribanía del pueblo para tramitar la compra-venta, lo


cual se efectuó sin dificultades. El día de la entrega, ya el antiguo dueño había sacado sus
pertenencias y sólo faltaba entregarle las llaves a los nuevos propietarios.

- Señores, - dijo el antiguo propietario - ha sido para mi un gusto haber tratado con ustedes y
ahora le entrego las llaves, pero quisiera pedirles un favor si no les es molestia.

- Diga usted – le respondió el matrimonio.

- Hace muchos años que he vivido en esta casa y ahora la dejo. En la pared del living hay un clavo
que siempre me sirvió de colgador del saco del traje y el abrigo. Yo le pediría a ustedes un
pequeño favor.

- Diga usted,-le respondieron

- Yo quisiera que me permitieran, solamente, mantener colgado el saco del traje ahí, solamente lo
vendría a buscar cuando lo necesitara. En ese lugar no molesta y como esta hacia la esquina pasa
inadvertido para cualquiera visita que viniera.
- ¡Por favor, Señor, mas vale!. Deje su saco colgado y cuando lo necesite venga a buscarlo.

A los dos días, siendo la una de la tarde, se aparece el hombre. Toca a la puerta, le sale la mujer:

- Bunas tardes, Señora, - saluda el hombre - tendría usted la gentileza de permitirme entrar para
tomar mi saco.

- Por supuesto, entre y tómelo.

Le dio las gracias y salió. Al otro día por la mañana, alrededor de las 8. Regresa el hombre, toca a la
puerta, sale la mujer, la saluda y le dice:

- Señora, perdone usted, ¿pudiera entrar a colgar el saco del clavo?.

- Si, no hay problemas, entre usted.

El otro día se repitió la escena a las 12 de la noche, en otra ocasión a las 5 de la mañana y así
sucesivamente por varios días, hasta que la mujer, harta de tanta molestia, en la otra visita le dice:

- Señor, por favor, llévese el saco y no vuelva más, ya nos tiene cansados con el saco.

- Señora – le respondió el hombre – el asunto no es el saco, recuerde que yo le vendí la casa, pero
el clavo es mío.

Al ver la señora que el clavo en la pared le concedía cierto derecho al hombre, le dijo:

- Espere un momento aquí, que ahora vengo.


Fue la mujer, buscó un martillo, fue, a la esquina y arrancó el clavo de la pared, y yendo al hombre
le dijo:

- Mire, Señor, aquí tiene su clavo y su saco, no vuelva mas a molestar.

El hombre salió como “perro que tumbó la olla” y jamás volvió a aparecer, pero el arrancar el clavo
dejó una huella en la pared, que hubo que reparar después.

Mi compañero de estudios me dio una lección y me dijo: Hay “clavos” que mantenemos clavados
en nuestra vida cristiana y que le da autoridad al diablo para molestarnos frecuentemente. Es
necesario arrancar el clavo aunque dejen huellas, estas, con la ayuda de Dios, se reparan con el
tiempo y el Diablo no molesta mas.

Pregunta: ¿No tendrás algún clavito en alguna esquina de tu vida? ¡ARRÁNCALO!

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