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Educación de La Espiritualidad

La espiritualidad tiene que ver con las preocupaciones más profundas e íntimas de una persona y con la dedicación a esas preocupaciones. El documento argumenta que la dimensión espiritual es una parte esencial de la naturaleza humana y necesita ser educada al igual que otras dimensiones como el cuerpo y la mente. Propone que la práctica del silencio es fundamental para trabajar la dimensión espiritual ya que ayuda a las personas a conectarse con su ser más profundo y a conocerse a sí mismas de manera integral.
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Educación de La Espiritualidad

La espiritualidad tiene que ver con las preocupaciones más profundas e íntimas de una persona y con la dedicación a esas preocupaciones. El documento argumenta que la dimensión espiritual es una parte esencial de la naturaleza humana y necesita ser educada al igual que otras dimensiones como el cuerpo y la mente. Propone que la práctica del silencio es fundamental para trabajar la dimensión espiritual ya que ayuda a las personas a conectarse con su ser más profundo y a conocerse a sí mismas de manera integral.
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EDUCACIÓN DE LA ESPIRITUALIDAD

La espiritualidad no tiene por qué ir ligada a la metafísica, sino que tiene que ver, en
primer lugar, con las preocupaciones últimas y más profundas (consciencia interior), y
en segundo lugar con la dedicación (manifestación exterior) de la persona a tales
preocupaciones. 
Así pues, tenemos, por una parte, la profundidad de los intereses, y por otra, la
dedicación a ellos. 
No podemos hablar de “espiritualidad” sin hacer – por lo menos – una brevísima
referencia a la antropología. La antropología es la ciencia que estudia el ser humano.
Hoy en día – la ciencia lo confirma desde distintos campos del saber – está
prácticamente aceptado que el ser humano consta de tres dimensiones: cuerpo, psique,
espíritu. Son las tres dimensiones que constituyen a la persona humana y están
íntimamente interconectadas. No hay una sin la otra y cada dimensión afecta directa o
indirectamente a las demás.
En lo concreto de la existencia el ser humano se percibe en unidad y cuanto más crece
esta percepción unitaria e integral más crecemos humanamente y más nos sentimos
plenos y realizados.
La dimensión espiritual – por su carácter invisible y escurridizo – es sin duda la más
difícil de abordar, delimitar, estudiar.
Casi siempre la vivimos en su faceta inconsciente y por eso no logra desplegar todo su
potencial.
Cuando nos entregamos a una experiencia que tiene que ver con el amor auténtico, con
la belleza, con la ética, con el arte, estamos viviendo esta desconocida cuanto esencial
dimensión espiritual.
Obviamente es prácticamente imposible delimitar tal experiencia y encerrarla en un
cuarto oscuro e inexpugnable. La experiencia “espiritual” siempre viene mezclada, vivida,
comprendida y expresada a través de las otras dimensiones: psique y cuerpo.

    Dos grandes rasgos del “espíritu” que hay que educar


1.    El espíritu nunca enferma. Es nuestra parte mejor, siempre sana, siempre disponible.
Puede estar bloqueada, pero nunca enferma. A menudo el sufrimiento psíquico bloquea
el acceso a esta dimensión. El proceso de sanación psicológico es entonces importante
para desbloquear la dimensión espiritual. Educar al espíritu es educar a conectar con lo
mejor de cada uno y con nuestra parte sana.
2.    El espíritu nos conecta al Ser y revela el Ser. Somos: simple palabra, milagro infinito.
Educar a conectarse con la pura y simple experiencia de ser es esencial y fuente de una
gran paz y alegría.

Educar a la espiritualidad es entonces la clave de la educación. Por eso asombra y


asusta que en la educación la dimensión espiritual explícita está prácticamente ausente.
Ausente en la familia, ausente en la escuela, a menudo ausente en la iglesia. De vez en
cuando aparece de rebote, cuando se tratan los valores y la moral.
Estoy convencido que la crisis de nuestra sociedad occidental y en general de nuestro
mundo globalizado no es tanto una crisis de valores sino una crisis de profundidad. El
cambio de época nos agarró en la superficie, la ridiculez, la apariencia, los pseudos-
valores. Alcanza prender la tele o abrir cualquier red social para darse cuenta.
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Trabajar la dimensión espiritual es trabajar lo profundo. Y cuando hablamos de
“profundo” hablamos de estabilidad, eternidad, plenitud.
Hablar de profundidad es hablar de interioridad. Las palabras son signos que apuntan a
lo real. No hay que restringir la realidad y la vida a las palabras. La realidad es compleja
y se puede abordar mejor desde la riqueza de múltiples palabras.

 Trabajar lo espiritual
Hay un gran malentendido que afecta a la educación de manera más contundente que
otras áreas. El malentendido de creer que la dimensión espiritual no necesita ser
trabajada ni educada.
La educación formal – pública y privada – se ocupa esencialmente de cuerpo y psique. La
reducción es aún más fuerte cuando por psique se entiende simplemente lo racional.
Entonces educar se convierte en llenar la cabeza de los estudiantes de informaciones. El
mundo psíquico es mucho más amplio y complejo que la simple dimensión
intelectual/racional.  
Hay varias inteligencias, como descubrió el pionero Howard Gardner (1943) con su teoría
de las inteligencias múltiples.
Cuando desarrollamos parcialmente nuestras múltiples inteligencias – o peor dejamos
algunas sin desarrollar – observamos grandes paradojas que están a la vista de todos:
profesionales excelentes pero personas muy pocos éticas o afectivamente inmaduros;
personas que cursaron solo primaria y desarrollaron la dimensión ética y son
afectivamente maduras. Solo para poner dos simples ejemplos.
La dimensión espiritual necesita ser trabajada y educada, como cualquier otra
dimensión y aspecto humano.
Para ser trabajada antes tiene que ser reconocida y asumida.
El camino educativo tendría que acompañar estos tres pasos: ayudar a reconocer,
asumir y trabajar la dimensión espiritual.
Afirma Francesc Torralba (Barcelona 1967) – doctor en filosofía y teología – en su libro
“Inteligencia espiritual”:

“Jacques Maritain, en «Por una filosofía de la educación» (1947), expone la necesidad de


una educación de lo espiritual. Según el pensador francés, la educación tiene por tarea
esencial formar a la persona, pero esta formación escapa tanto al maestro como al
discípulo y reside en lo que él denomina «principio vital interior». A su juicio, la
espiritualidad es la esencia de la educación. No se puede medir ni cuantificar, pero funda
la acción educativa. Olvidar esta dimensión esencial significa reducir el aprendizaje a una
mécanica sin significado humano al servicio del rendimiento.”

¿Cómo trabajar lo espiritual?


Podemos trabajar lo espiritual desde distintos enfoques y prácticas. Cada enfoque y cada
práctica tendrá – como todo – sus ventajas y desventajas, sus puntos fuertes y sus
debilidades.
Podemos trabajar lo espiritual a través del arte, los valores éticos, la entrega, la
solidaridad, la naturaleza.

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A mi entender hay un punto central que tendría que ser el eje del trabajo espiritual: la
práctica del silencio.
El silencio es el “caldo de cultivo” de la dimensión espiritual.
Hay zonas de nuestro ser que están en el límite entre lo psíquico y lo espiritual:
sentimientos y emociones.
Generalmente en la educación trabajamos (con frecuencia muy superficialmente u
ocasionalmente) los sentimientos y las emociones solo desde lo psicológico, dejando a un
lado lo espiritual. Y a menudo ocurre que trabajamos estas dimensiones cuando ya no
podemos evitarlas: situaciones de crisis y de quiebres.
La práctica constante del silencio y la educación al silencio ofrece dos grandes y
fundamentales pilares:

1.    Nos enseña a conectarnos con nuestro ser más profundo, con nuestra verdadera
identidad. El ser humano es mucho más que su cuerpo, sus pensamientos, su
racionalidad, sus sentimientos y emociones. Todas estas realidades son inestables y
pasajeras. ¿Qué es lo estable y eterno? Ahí apunta la práctica del silencio.
2.    Nos enseña a conocer, reconocer y asumir nuestra persona entera: nuestra luces y
sombras, nuestros sentimientos y emociones. ¿Cómo vivir una vida plena si no me
conozco? ¿Cómo realizarme si no puedo ni nombrar lo que siento y lo que me pasa?

Por todo esto me parece esencial que se introduzca de alguna manera la educación a la
espiritualidad y al silencio en los planes curriculares de la educación pública y privada.

* Filósofo católico francés, principal exponente del humanismo cristiano

Fuentes:
 Stefano Cartabia: www.agujeroflauta.blogspot.com
 https://gabinetepedagogico.jimdo.com/educaci%C3%B3n-de-la-espiritualidad/

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