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Retiro Del Mes de Junio

Este documento resume las enseñanzas del Papa Francisco sobre la vida religiosa. Francisco pide a los religiosos que salgan de los centros de poder hacia las periferias para servir a los más necesitados. También promueve un nuevo liderazgo basado en el servicio humilde en lugar del poder clerical. El Papa quiere que los religiosos iluminen el futuro viviendo con alegría el evangelio y llevando la compasión de Dios a los marginados.
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Retiro Del Mes de Junio

Este documento resume las enseñanzas del Papa Francisco sobre la vida religiosa. Francisco pide a los religiosos que salgan de los centros de poder hacia las periferias para servir a los más necesitados. También promueve un nuevo liderazgo basado en el servicio humilde en lugar del poder clerical. El Papa quiere que los religiosos iluminen el futuro viviendo con alegría el evangelio y llevando la compasión de Dios a los marginados.
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RETIRO DEL MES

“MIRAD QUE YO HAGO NUEVAS TODAS LAS COSAS” (Ap 21, 5)


Una vida religiosa luminosa en una Iglesia renovada
Motivación: Durante estos más de cincuenta años de periodo posconciliar hemos
vivido en la vida consagrada diferentes procesos congregacionales de refundación
carismática tratando de responder a los signos de los tiempos, a la reflexión eclesial y a las
demandas de la misión. Todos los caminos emprendidos en nuestros Institutos y
Congregaciones tenían un solo objetivo: ser significativos desde el punto de vista evangélico
y carismático en el anuncio creíble de la Buena Noticia liberadora del Cristo para los hombres
y mujeres de hoy. No me cabe duda de que hemos acometido esta tarea con empeño y con
gran sentido de la responsabilidad en estas últimas décadas. Nuestros Capítulos Generales,
el magisterio y las opciones congregacionales así lo indican. Podemos decir que, en la
mayoría de los casos, la relectura carismática de la identidad se ha concluido. Pero estoy
seguro de que su traducción concreta sigue en marcha. Los nuevos contextos en los que
vivimos, los desafíos culturales ante los que nos situamos y las dificultades al interno de la
propia vida consagrada nos reclaman seguir buscando caminos de renovación y de
crecimiento que hagan significativas nuestra vida y nuestra misión.

1. VIENTOS NUEVOS EN LA IGLESIA


Soplan nuevos vientos en la Iglesia. El ministerio de Francisco ha abierto puertas y
ventanas en los palacios vaticanos y una inevitable sensación de frescura está siendo
percibida por muchos cristianos en todo el mundo en estos años de Pontificado del sucesor
de Benedicto XVI. No me parece el Papa Francisco alguien que improvise sin más. Creo que
sus palabras y sus gestos son creíbles porque habla otro lenguaje perfectamente comprensible
para todos y su decir tiene auctoritas. Desde el principio, fue elocuente su inclinarse ante el
pueblo de Dios y la explícita petición de plegaria a la comunidad de los creyentes. Ha
sorprendido a propios y extraños su extraordinaria sencillez y su sonrisa bondadosa; Ha
descolocado a muchos su simplicidad a la hora de apuntar signos que dejan al descubierto no
solo gestos de ternura y afecto hacia los pequeños y los pobres sino la profundidad de un
pensamiento tan despojado de innecesarios circunloquios como directo y profundo.
Sus gestos y sus palabras interpelan también a nuestro modo de concebir nuestra
presencia evangelizadora, el testimonio de las comunidades cristianas y, desde luego, la
significatividad de la misma vida religiosa. En un momento importante en el que estamos
repensando nuestra pastoral vocacional, la propuesta de Papa Francisco estimula una nueva
praxis con acentos y sensibilidades bien precisas.

1.1. Desde la periferia


En el inicio de su Pontificado, el Papa Francisco quiso tener tuna mañana de encuentro
con la Unión de Superiores Generales que celebraba su asamblea general anual en el
Salesianum de Roma. No solo accedió a un saludo a los participantes, sino que dialogó
largamente con ellos en el Aula del Sínodo en el Vaticano. Fue un coloquio fraterno y abierto,
libre y sincero en torno a numerosas cuestiones que afectan a la vida religiosa en la
actualidad. Cuentan las crónicas que el Pontífice se mostró distendido, cercano, brillante en
sus respuestas, seductor en el “cuerpo a cuerpo”, lleno de energía y muy propositivo.
Religioso entre religiosos, como así quiso definirse, hizo notar una extraordinaria
sensibilidad hacia los consagrados y consagradas en el momento actual que vive la Iglesia y
el mundo.
El Papa afrontó con los Superiores Generales uno de los temas más presente en sus
intervenciones a lo largo de todo el Pontificado: salir, buscar, situarse… en las periferias
del mundo para que la Iglesia rompa la auto-referencialidad que la atrofia y la hace
“insignificante” (no significativa) para los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
Para el Papa se convierte en un auténtico criterio hermenéutico: “se comprende la
realidad solamente si se la mira desde la periferia, y no si nuestra mirada es desde un centro
equidistante de todo. Para entender de verdad la realidad, debemos movernos de la posición
central de calma y tranquilidad, y dirigirnos hacia la zona periférica”.
Es una invitación a la Iglesia a salir hacia los márgenes de la historia. Pero es también
una invitación a la vida consagrada a situarse en las fronteras, en las cunetas, en los extra-
radios del mundo, en los descampados existenciales donde tantos están como ovejas sin
pastor y no tienen qué comer (cfr. Mt 9, 36).
No podemos evitar recordar las palabras del mismo Francisco cuando, en la visita a
un centro para refugiados en Roma, dejaba boquiabiertos a muchos al dirigirse directamente
a la vida consagrada: “Queridos religiosos y religiosas, los conventos vacíos no sirven a la
Iglesia para transformarlos en hoteles y ganar dinero. Los conventos vacíos no son suyos,
son para la carne de Cristo que son los refugiados. El Señor nos llama a vivir con más valentía
la acogida en las comunidades, en las casas, en los conventos vacíos”.
Las palabras de Francisco, como sus gestos, son mucho más que gestos o palabras de
ocasión. Para la vida religiosa, es el abrazo de un hombre que mira con compasión la realidad
y se hace hermano de los que están en el descampado, desprovistos de todo. Hasta de
dignidad. Para muchos, el que el Papa Francisco viajara a Lampedusa con los inmigrantes
ilegales no dejó de ser un gesto demagógico. Para muchos de nosotros, fue un signo elocuente
de cuanto el Pontífice quiere que sea la Iglesia: cercanía a los olvidados, compromiso con los
últimos, palabra de esperanza para los desesperados, mano solidaria que paga de persona,
mirada compasiva ante las miserias del mundo, corazón apasionado que pone fuego en la
entraña de la tierra, mirada penetrante que denuncia injusticias ante los poderosos del mundo.
Y ahí, en los naufragios, frente a los muros que acaban con los sueños, en medio de
la desolación, allí donde los derechos y la dignidad son pisoteados, la vida religiosa encuentra
fronteras que alcanzar para seguir siendo una palabra de esperanza en nombre de Dios para
los pequeños y olvidados nos comunica la misericordia infinita del Padre. En la boca del
catequista vuelve a resonar siempre el primer anuncio: «Jesucristo te ama, dio su vida para
salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte»
(EG 164)
1.2. Iluminando el futuro
Solo descentrándonos, los religiosos y religiosas podremos iluminar el futuro: “Hoy
Dios nos pide esto: salir del nido que nos contiene para ser enviados. Quien después vive su
consagración en clausura, vive esta tensión interior en la oración para que el Evangelio pueda
crecer. El cumplimiento del mandato evangélico ‘id a todo el mundo y proclamad el
Evangelio a toda criatura’ (Mc 16, 15), se puede realizar con esta clave hermenéutica
trasladada a las periferias existenciales y geográficas. Es el modo más concreto de imitar a
Jesús”.
Es más que estimulante su mensaje invitando a recuperar el rostro de una “Iglesia
pobre para los pobres”; a no vivir atrincherados en los despachos y “salir al encuentro de la
gente”; a alcanzar “las periferias” y a ser “pastores con olor a oveja”; a no vivir como
“solterones amargados” o como cristianos con “cara de pepino avinagrado”; a irradiar “la
alegría del Evangelio” y a testimoniar el amor de Dios “que no se cansa de perdonar”. Para
la vida religiosa, son un estímulo para seguir afrontando el proceso renovador que hemos
emprendido en muchos de nuestros Institutos. El Papa nos está mostrando veredas nuevas,
acaso las de siempre, que necesitamos recuperar vitalmente. Son caminos de radicalidad
evangélica, de seguimiento cercano del Señor Jesús, de identificación con el Cristo pobre,
obediente y casto que anuncia la liberación de Dios con la credibilidad de quien tiene
“autoridad”: la única posible, la del servicio por amor, hasta dar la vida. Como recordó
Francisco a la USG: “los religiosos y religiosas son hombres y mujeres que iluminan el
futuro”.

1.3. Hacia un nuevo liderazgo

Los Superiores Generales reunidos en asamblea general anual en Roma, escogieron


como tema central de trabajo y estudio: “El ejercicio del liderazgo religioso en el contexto
de los gestos y de la enseñanza de Papa Francisco”. Para los Superiores, “los gestos y el
magisterio del Papa Francisco nos invitan a una ‘conversión’ en nuestro servicio a los
hermanos: una conversión de nuestras actitudes personales, de nuestras relaciones, de las
perspectivas y del estilo de la misión”.
El único poder es el servicio. Así lo repitió con rotundidad el Papa Francisco a los
cardenales del primer consistorio al día siguiente de su elección. No hizo más que recordar
a Jesús, cuando dijo a sus discípulos “Quien quiera ser el primero, que sea el servidor de
todos” (Mc 9, 35).
El Papa Francisco ha advertido en muchas ocasiones sobre la endémica tentación del
poder en el mundo eclesiástico y religioso. No es la primera vez. El mismo Benedicto XVI
arremetió contra el “hacer carrera” de clérigos, sacerdotes y obispos seducidos por el deseo
de ser más, de estar por encima de los otros, de poder disponer de la vida de quienes están
bajo tu mirada escrutadora y tu voluntad. También a los Superiores Generales les ha
advertido sobre la tentación del clericalismo.
Por eso es tan necesario un nuevo liderazgo en la vida religiosa. En un seminario
sobre pastoral vocacional en España, un grupo de religiosos y religiosas escribían hace unos
años: “el liderazgo religioso (en nuestro caso referido a los superiores) en tiempos de
complejidad y confusión exige serenidad, dedicación, actitud de servicio, sentido del
equilibrio, y necesita del apoyo continuo de la institución por medio de una formación
permanente, que responda a sus interrogantes e inquietudes, a sus carencias y necesidades
para ser hermanos entre hermanos que sepan orientar, sostener, acompañar en la experiencia
humana y vocacional” .

2. LOS CAMBIOS A LOS QUE NOS RESISTIMOS


Soplan nuevos vientos eclesiales que nos impulsan y estimulan en los procesos
renovadores de la vida consagrada. Pero experimentamos que las inercias frenan nuestros
anhelos de cambio. El Papa cuando invita a los religiosos a descentrarse, esto es, a buscar
otras miradas que nos ofrezcan puntos de vista diferentes y nos ayuden a leer la realidad más
allá de nosotros mismos. Pensarnos y vivirnos “descolados” de nuestro modo de ver la
realidad, demasiado convencidos como estamos de nuestro buen hacer, suficientemente
cómodos con nuestras obras centenarias, generosamente comprometidos en un trabajo
estructurado y satisfactorio. Creo que el Papa señala caminos de novedad que nos permitan
renovar presencias nuevas (aunque centenarias) e impulsar nuevas presencias en las fronteras
de la misión.

2.1. La fuerza de la debilidad

Somos seguidores de Jesucristo hasta las últimas consecuencias. Identificados con el


Maestro y enviados por Él a anunciar la buena noticia del amor de Dios, a sanar y liberar, a
alentar la esperanza. Hoy como ayer, la vida religiosa quiere ser fuego en las entrañas mismas
de la Iglesia, en medio de una sociedad que busca un rescoldo donde abrigar el alma o un
poco de luz para iluminar la noche. Somos consagrados por Dios para proclamar el año de
gracia del Señor con nuestra vida sencilla, entregada y silenciosa. Aunque a veces el tesoro
esté contenido en frágiles vasijas de barro.
Esta es nuestra fuerza. Es la fuerza de la debilidad de quien se sabe necesitado de la
gracia para afrontar cada día las dificultades del camino. Los religiosos nos reconocemos
débiles. Sabemos que nuestra fidelidad se sostiene en la fidelidad de Dios, nuestra fuerza:
estamos convencido de que Aquel que ha comenzado en nosotros la obra buena la llevará a
término.
Lo más decisivo en nuestra vida es siempre la fidelidad inquebrantable de Dios, sin
la que nada tendría sentido. En Él aprendemos a respirar y a reconocer que “no hay brisa si
él no alienta” ni “soledad en la que él no se haga fuerte”. Lo nuestro es caminar. Lo suyo,
sostenernos en el camino. Nuestro aprendizaje, centrarnos cada vez más en Él. Su actitud
para con nosotros, la paciencia de su amor incondicional, su ternura y su misericordia.
2.2. Vivir a contracorriente
Pero lo decisivo es el testimonio. Esto es lo que espera el Papa de los consagrados y
consagradas: “¡Despertad al mundo! ¡Sed testimonios de un modo distinto de hacer, de
actuar, de vivir! (…) Lo que me espero de ustedes es el testimonio. Deseo de los religiosos
este testimonio especial”.
Es un mensaje insistente del Pontífice a todos los bautizados y, de modo especial, a
los consagrados. Se trata de vivir a contrapelo, más allá de estilos y formas de vivir de nuestra
sociedad por más generalizados que estos estén. El Evangelio es siempre alternativo. Plantea
un modo diferente de vivir y exige de nosotros ser hombres y mujeres que sintamos con
pasión el latido del Reino oculto en los avatares de la historia. En ella, miles y miles de
nuestros hermanos y hermanas quieren poner rostro al samaritano del evangelio, sin dar
rodeos, curando con el aceite de la entrega gratuita, pagando con la vida cabalgadura y posada
a los apaleados al borde del camino. Para Francisco esta es la “profecía”: “los religiosos
deben ser hombres y mujeres capaces de despertar al mundo”.
Consagrados, hombres y mujeres capaces de vivir para los demás, tratando de ser
bálsamo suave que ayude a cicatrizar las heridas de las personas. Porque nuestro mundo es
un mundo de heridos, dice Francisco: “y después de una batalla, lo primero que hay que
hacer en un hospital de campaña es curar las heridas. Creo que hoy día la pastoral tiene que
plantearse seriamente eso: la pastoral de la Madre Iglesia. Curar tantas heridas de gente que
se fue, que se quedó a medio camino, se confundió, que se desilusionó. Es la pastoral de la
misericordia”.

2.3. La fraternidad palpable


Al referirse a la vida religiosa como profecía, Francisco hace referencia a la
fraternidad como signo creíble para la vida consagrada hoy. La “revolución pastoral” que
promueve el Pontífice tiene mucho que ver con la ternura y la misericordia, con el consuelo
de Dios para los pequeños y los pobres. Por eso, insistió a los Superiores que la vida religiosa
vivida en la comunidad expresa de modo elocuente la fuerza humanizadora del Evangelio a
través de la experiencia fraterna. Para el Papa, “la fraternidad tiene una fuerza de convocación
enorme. Las enfermedades de la fraternidad, por otra parte, tienen una fuerza que destruye”.
Se trata de vivir más allá del conflicto, superando dificultades porque la experiencia del amor
es mucho más fuerte. Continua Francisco: “La fraternidad religiosa, más allá de todas las
diferencias posibles, es una experiencia de amor que va más allá de los conflictos. Los
conflictos comunitarios son inevitables (…) y el conflicto debe ser asumido”. Tal afirmación
debe ser re-leída a la luz de la Evangelii Gaudium. Como sugiere el propio Spadaro en el
artículo citado, el propio Papa ha escrito en la Exhortación Apostólica: “(hay que) aceptar,
soportar el conflicto, resolverlo y transformarlo en un eslabón de enlace de un nuevo
proceso”.
Por eso el Papa habla de “recuperar la ternura” también en las comunidades de
consagrados. Una “ternura materna” que ayuda a superar los conflictos y hace creíble la
fraternidad. Esta es la profecía: una comunidad de personas que afrontan el conflicto desde
la misericordia, desde el encuentro, desde la ternura que cicatriza y sana. Nuestras
comunidades están llamadas a ser comunidades terapéuticas que acogen, abrazan, escuchan,
disculpan, ayudan a madurar, comprometen. Todo un reto para la vida religiosa en este
tiempo tan necesitado de encuentro y afecto real, concreto, maduro… que no condena nunca,
no excluye nunca, no busca nunca su propio interés. Por eso, recuerda el Papa a la USG, en
las relaciones fraternas y en los conflictos con los hermanos “tenemos que involucrar el
corazón”.

3. LOS DESAFÍOS DE LA ANIMACIÓN VOCACIONAL A LA VIDA


RELIGIOSA
Sabemos que la pastoral vocacional sigue siendo un desafío importante para nosotros,
pero quizás en algunas ocasiones equivocamos la estrategia cuando hablamos de vocaciones
a la vida consagrada. Nos reunimos para estudiar encuestas y tendencias, planificar
estrategias, preparar subsidios, proyectar encuentros creativos o plantear cursos de
acompañamiento espiritual. Y nos damos cuenta de que no es suficiente.
Algún interrogante sobre nuestra capacidad de interpelar es honesto ponerlo. Si hemos
dejado de ser significativos en una sociedad plural y compleja como la nuestra, es necesario
que nos paremos un poco a preguntarnos por qué. Puede que haya que cambiar el punto de
partida en nuestra animación vocacional. Quizás debamos prestar más atención a la
fragilidad de nuestra vida religiosa y a nuestra pasión por Dios. Los jóvenes buscan en
nosotros personas sólidas con un testimonio creíble y coherente de la propia fe. No
podemos seguir viviendo cediendo terreno al activismo y haciendo que nuestra experiencia
espiritual se debilite por falta de atención, de pausa, de cuidado. Es imposible seguir
adelante con experiencias comunitarias alejadas de una efectiva fraternidad evangélica. No
somos creíbles si nuestro estilo de vida sucumbe a la tentación de la mediocridad y la prisa.

3.1. Una vida religiosa renovada


Junto a la mayoría de hermanos y hermanas que tratan de vivir con fidelidad su
vocación, nos encontramos también un cierto número de hermanos ‘desfondados’
vocacionalmente con situaciones complicadas de debilitamiento de la vida consagrada, y
en ocasiones de faltas graves en la disciplina religiosa. Algunos síntomas son preocupantes:
vida mediocre, secularización interna, entrega parcial, individualismo, búsqueda de
espacios afectivos que compensen soledades y vacíos afectivos…
El camino de renovación de la vida religiosa es un camino teologal. Cuando pienso
en el reto que nuestros institutos están llamados a afrontar en este tiempo no puedo
imaginármelo sino como el hacer experiencia fundante de Dios, como relanzamiento
espiritual, como un volver a lo esencial, al absoluto de Dios y en él a la fuerza del Evangelio
vivido con todas las consecuencias que nos hace absoluto de Dios y en él a la fuerza del
Evangelio vivido con todas las consecuencias que nos hace signos creíbles del Cristo
Resucitado que por la fuerza del Espíritu nos envía a sanar y a liberar. La autenticidad
evangélica será para nosotros el signo de la credibilidad.
Sin duda, la pastoral vocacional tiene en la vida comunitaria un buen banco de
pruebas. No podemos pretender tener una pastoral vocacional fecunda si nuestras
comunidades no son una profecía creíble de solidaridad fraterna y de testimonio evangélico.
Los jóvenes no nos quieren perfectos. Pero quieren ver en nosotros hombres y mujeres de
fe que, aún heridos y cansados, en plena actividad o ancianos, seamos capaces de vivir y
transmitir una experiencia humana y creyente de personas que se quieren y son acogedores,
bondadosos, generosos, entregados…

En él ámbito de una revisión comunitaria cabe que nos preguntemos: ¿Estamos


caminando en esta dirección? ¿Nuestra tarea de animación vocacional está
privilegiando estas líneas?

A la luz de estas consideraciones, hemos de tomar opciones decididas personal y


comunitariamente.
Algunas opciones estratégicas en este momento serían:
• Cuidar con fidelidad las sencillas prácticas de cada día: la Eucaristía, la meditación, la
lectura, los retiros, el sacramento de la Reconciliación…
• Ayudarnos a vivir radicalmente el seguimiento de Cristo en los consejos evangélicos: la
obediencia, la pobreza y la castidad. Un estilo de vida más esencial, más pobre y más
libre nos hará más creíbles.
• Ayudarnos a vivir un estilo de vida donde sean posibles la sensibilidad, la compasión y
la comprensión de modo que sean comunidades habitables y generosamente abiertas.
• Cuidar, formar y acompañar el liderazgo religioso que no puede reducirse al rol
organizativo o de manager. Los superiores tienen un papel delicado y fundamental para
hacer surgir un estilo verdaderamente carismático de vida religiosa. Se impone un nuevo
estilo de gobierno más centrado en las personas y más fraterno.

3.2. Abrir, salir, buscar…


Ante la dificultad que vive actualmente la vida religiosa en lo que se refiere a la
fecundidad vocacional, sobre todo en occidente, el Papa Francisco abordó también con la
UGS algunas cuestiones en torno al discernimiento vocacional, a la inculturación del carisma
y la selección de candidatos. Nuestras Congregaciones están cambiando de rostro y están
experimentando un importante desplazamiento geográfico. Esta nueva situación, dice el Papa
“nos obliga a repensar la inculturación del carisma”. Porque “el carisma es uno, pero como
decía San Ignacio, es necesario vivirlo según el lugar, los tiempos y las personas. El carisma
no es una botella de agua destilada. Es necesario vivirlo con energía, releyéndolo también
culturalmente”.
Por eso es necesario salir, buscar, abrir nuevos caminos. Es arriesgado, dice
Francisco, “cometeremos siempre errores, no tengo dudas, pero esto no debe detenernos
porque está el riesgo de cometer errores mayores”. El carisma, como don del Espíritu a su
Iglesia es algo vivo, dinámico, creativo: “Inculturar el carisma, por lo tanto, es fundamental,
y esto significa no relativizarlo nunca. No debemos hacer del carisma algo rígido o uniforme.
Cuando nosotros uniformamos nuestra cultura, entonces matamos el carisma”.
La vida religiosa encuentra también en este campo un importante desafío. Salir de su
eurocentrismo, vivir la multiculturalidad en nuestras comunidades como una riqueza que
expresa también la diversidad de nuestras sociedades plurales y en ellas se re-propone como
profecía de la fraternidad. Naturalmente, dice Francisco, “es necesario tener los ojos
abiertos” ante los problemas que pueda generar la llegada masiva de vocaciones extranjeras
reclutadas en otros contextos más fecundos vocacionalmente y trasplantadas a Europa.

3.3. Formar el corazón


Queda siempre planteado encima de la mesa el difícil reto de la formación inicial y
permanente ante los desafíos que una vida religiosa contextualizada debe afrontar. Los
Superiores Generales preguntaron al Papa sobre ello y Francisco expresó su convicción de
que la formación hoy no es fácil de afrontar: “La cultura de hoy es mucho más rica y
conflictiva que la vivida por nosotros – afirma el Papa -, en nuestro tiempo, años atrás.
Nuestra cultura era más simple y ordenada. Hoy la inculturación requiere una actitud distinta.
Por ejemplo: no se resuelven los problemas simplemente prohibiendo hacer esto o aquello.
Es necesario mucho diálogo, mucha confrontación”.
Pero, además de un cambio de actitud, Francisco reclama alejar un fantasma que
amenaza siempre la formación inicial de los candidatos: “el fantasma que se debe combatir
es la imagen de la vida religiosa entendida como refugio y consuelo ante un mundo ‘externo’
difícil y complejo”. Por eso, asegura el Pontífice, no podemos olvidar nunca los cuatro pilares
de la formación que deben interactuar desde el primer día de noviciado para exorcizar estos
peligros: “Los pilares de la formación son cuatro: espiritual, intelectual, comunitario y
apostólico”. En la adecuada interacción de los mismos a lo largo del arco formativo está la
posibilidad de acompañar el crecimiento de personalidades profundamente creyentes y recias
en la opción vocacional.
Se impone un cambio. La formación no puede ser como un peso que oprime un muelle
plegándolo mientras que dure la presión. De ser así, una vez liberado del peso, el muelle
vuelve a su estado natural. Francisco advierte sobre los peligros de una formación planteada
desde la hipocresía, desde las formas, desde la apariencia, desde quienes adoptan la actitud
de “pensar claramente y hablar oscuramente”. Para el Papa, “esto es hipocresía, fruto del
clericalismo, que es uno de los males más terribles (…) es necesario vencer esta tendencia al
clericalismo, también en las casas de formación y en los seminarios”.
4. Contemplativos con el corazón en el mundo
Contemplativos y en el corazón del mundo, los consagrados y consagradas amamos
profundamente la Iglesia. En ella somos y vivimos nuestra alianza con el Señor. Fieles al
Magisterio, fieles al Papa, fieles a la comunidad cristiana. Hoy, como muchos cristianos en
occidente, vivimos a la intemperie nuestra fe. Y hace frio. Hemos de reconocer errores. Hay
cosas que cambiar. Pero necesitamos la fuerza eclesial para afrontar dificultades e impulsar
la renovación que nuestros institutos han acometido con ilusión y esperanza.
La vida religiosa necesita urgentemente un impulso carismático y solo el Espíritu
puede conducirnos hacia nuevas orillas. En plena travesía, el rostro amable de Francisco, su
afecto hacia los consagrados y consagradas, sus gestos y sus enseñanzas, son un estímulo
renovador que alienta nuestros pasos y pone fuego en nuestro corazón. Sabemos hacia dónde
caminar y el Obispo de Roma, un Pastor que viene del sur, ha cogido nuestro paso
precediéndonos en la marcha y confortándonos en el camino.
El Espíritu sigue soplando con fuerza haciendo nuevas todas las cosas. También la
vida religiosa. Confiamos en Dios que precede y acompaña. Y que seguirá suscitando en su
Iglesia hombres y mujeres consagrados para ser signos creíbles de su presencia y
portadores de su amor en medio del mundo.
Elaborado por el EIPJS

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