anuario GRHIAL. Universidad de Los Andes.
Grupo de Investigaciones sobre Historia de las Ideas
en América Latina. ISSN 1856-9927. Mérida. Enero-Diciembre. Nº 7, 2013. Semblanza, pp. 303-324.
Semblanzas
Domingo Alberto Rangel Burgoin
(Tovar: 1923-Caracas: 2012)*
Ramón Rivas A.**
Universidad de Los Andes, Mérida-Venezuela
1. Aproximación personal al pensamiento de Domingo Alberto Rangel
Fue en Santa Rosa de Carvajal, la sabana de los dioses, la
sabana de los abuelos, donde escuché por vez primera el nombre del
político, economista y periodista Domingo Alberto Rangel. Tendría
aproximadamente catorce años cuando Don Pedro Mogollón, un
noble amigo, oriundo de la tierra de santos y sabios y lector asiduo del
periódico Panorama, diario regional del estado Zulia, me habló del fogoso
orador de la sultana del Mocotíes, quien escribía semanalmente sobre
temas económicos, políticos e ideológicos nacionales e internacionales.
Don Pedro Mogollón generoso y compasivo, semana a semana hacía
llegar a la casa Nº 148 las revistas Elite y Momento, junto con un paquetico
que envolvía al nombrado prestigioso periódico zuliano.
La lectura de los polémicos artículos de Domingo Alberto
Rangel inculcó en un joven sediento de sabiduría, una postura crítica
contra el capitalismo dependiente, contra el imperialismo y contra el
capitalismo monopolista, responsables del atraso material y cultural de
Venezuela. Las nociones de la teoría dependentista, del subdesarrollo y
*
Consignado ante la revista: 23-11-2013. Aprobado por la evaluación interna para
su publicación: 12-12-2013.
**
Licenciado en Historia (U.L.A.) Magister Scientiae en Ciencias Políticas (U.L.A.)
Profesor Titular jubilado adscrito al Departamento de Historia Universal de la
Escuela de Historia (Facultad de Humanidades y Educación) de la Universidad de
Los Andes. Ha publicado, como autor y coautor, varios libros y artículos en revistas
regionales nacionales e internacionales, ha compilado también varios libros y es
colaborador regular de la prensa regional y nacional venezolana.
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de la apropiación del excedente económico por parte de unas minorías
criollas y mundiales, fueron las que utilizó en sus reflexiones Domingo
Alberto Rangel a través de la prensa venezolana para explicar el impacto
negativo del capitalismo en la economía del país.
Su espíritu crítico contra el capitalismo dependiente fue parte de
una cultura nacional contra el fenómeno del mercado, del intercambio
mercantil y de la ganancia capitalista. Estos elementos básicos del
capitalismo eran considerados como la razón de nuestro atraso y
estancamiento económico. La solución, para Domingo Alberto Rangel,
era la destrucción del capitalismo dependiente y la instauración del
socialismo mediante la intervención activa del Estado, la planificación
democrática y la industrialización para alcanzar una sociedad sin lucha
de clases, edénica, utópica y paradisíaca.
A pesar de que mantuvo una crítica contra el socialismo real,
Domingo Alberto Rangel fue consecuente ―hasta el final de su vida―
con el enfoque teórico y político sobre la ruta del socialismo. Creía
en la resurrección del comunismo y percibía con agrado cualquier
movimiento revolucionario en el mundo contra el capitalismo global.
En perspectiva histórica, sus sueños y sus fantasías se desvanecieron con
el fin de la utopía y la expansión de la democracia burguesa, el libre
mercado y el libre comercio. Estuvo consciente de esa circunstancia;
sin embargo persistió en él el sueño del viejo Moisés.
Mientras permanecía en los atajos de la sabana de los dioses,
no dejé de ojear el diario Panorama y los artículos de este escritor que
infundían en el alma de un mortal el deseo de conquistar la utopía.
Al mismo tiempo, también leí con interés los artículos de Abel M.
Fuenmayor, un exquisito prosista que combatió la sociedad del consumo.
Así, pues, en esa primera etapa, en la sabana de los dioses,
un joven proveniente de la sociedad agraria y con unas primeras
representaciones del oro negro, nutrió su pensamiento rebelde contra
las desigualdades sociales a través de los artículos de Domingo Alberto
Rangel. Fueron los primeros pasos de un muchacho que embriagó con
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su ímpetu revolucionario la casa Nº 148, en la sabana de los dioses. El
vuelo de Minerva era inevitable y llevaba en mi mochila los dos símbolos
que marcaron y seguirán marcando el destino vital de Venezuela: el
símbolo del cafeto persa y el del oro negro. Entre la sabana de los dioses
y los senderos en los manglares del Lago de Maracaibo, arropado con
la mancha de aceite del oscuro y pegajoso oro negro que perturbó el
panorama geopolítico del planeta, se forjó el alma de la generación a
la que pertenezco.
No cabe la menor duda de que Domingo Alberto Rangel no
escapó a esos dos mundos: el agrario y el petrolero, sobre los cuales
escribió a lo largo de su existencia. El signo del cafeto y el signo del oro
negro fueron sus temas predilectos.
Al remontar las montañas y las cordilleras de la ciudad del sol
de los venados, tuve el privilegio de conocer personalmente, en la
Facultad de Economía de la Universidad de los Andes, en el año de
1971, al economista Domingo Alberto Rangel, en una charla que dio
sobre aspectos petroleros. Sus dotes literarias e intelectuales expresaron
con claridad los elementos económicos alrededor del petróleo. Sin
embargo, fue en la Facultad de Humanidades, entonces contigua a
la Facultad de Economía, en la que nuestros profesores de historia
contemporánea de Venezuela nos abrieron el apetito por la lectura de
los libros de este escritor tovareño. Comenzamos a leer sus primeros
libros, editados en las universidades nacionales: El proceso del capitalismo
en Venezuela (1968); Los andinos en el poder (1964) y Domingo de resurrección
(1968). Posteriormente, apareció la trilogía Capital y desarrollo como
parte fundamental de su pensamiento agrario y petrolero. De igual
modo, sobre el papel de los grupos económicos criollos, asociados con el
capital internacional en el desarrollo del país. Se sostiene la hipótesis de
que fue entre 1960 y 1978, el periodo histórico de su mayor proyección
intelectual para escribir en torno a la dinámica histórica y política de
Venezuela, desde una perspectiva agrarista y petrolera. Así, solidificó
y afianzó ese pensamiento a lo largo del devenir histórico nacional.
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2. Un pensamiento acorde con su tiempo
Domingo Alberto Rangel nació en Tovar, Estado Mérida, el
17 de junio de 1923. Una fecha marcada por el fortalecimiento del
gomecismo y la expansión significativa de la explotación del petróleo
en Venezuela. El auge petrolero se debió al descubrimiento de un
yacimiento petrolífero llamado El Barroso, que provocó en el mundo
una mirada hacia una Venezuela que se convertiría en una potencia
en materia de hidrocarburos. En ese trance histórico, la economía del
café comenzó a perder vitalidad histórica ante el murmullo incesante
de los taladros y los balancines petroleros. Esto representó un cambio
histórico en el cual la sociedad agraria cedió su paso hacia una sociedad
minera y urbana, proceso que se profundizó con la crisis del ‘29 y la
Segunda Guerra Mundial.
Su niñez tuvo como referencia la geografía de Tovar, en la cual el
del café, era el perfume natural. Ese contacto con el café alrededor de
las haciendas en Tovar dejó en su espíritu las primeras figuras de aquel
entorno bucólico y telúrico, tan hermosamente descrito por los poetas.
Era la Venezuela agraria y regional que, en su vida cotidiana, por aquellos
días, se perfumaban con los aromas del fruto de los cafetos. Su padre,
un connotado abogado que trabajaba para las petroleras, seguramente
relató al niño Domingo en esos días, pasajes sobre la dinámica de los
taladros, de los mechurrios y de los balancines de los campos petroleros
del Estado Zulia. Una infancia en la que se recreó pre conceptualmente
esas dos estampas que se entrecruzaron en su inocente sonrisa: el café
y el petróleo. De una u otra forma, en su espíritu y en su obra, expresó
esas dos figuras hasta el fin de su existencia.
En ese entorno natural y humano de la geografía de Tovar y
del Zulia se prefiguraron los primeros pasos hacia la conformación de
su pensamiento agrario y petrolero. Allí, en su memoria, encontró las
primeras expresiones sensibles y simbólicas del café y del petróleo. En
la Escuela y en el Liceo, correteando y jugando, sin olvidar aquellos
dos elementos que le impusieron al país una singularidad histórica
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de suma importancia para el devenir nacional, se configuraron las
primeras imágenes de su futuro pensamiento económico y político para
Venezuela. En efecto, su pasión siempre fueron los temas económicos,
agrarios y petroleros que impartió desde la cátedra universitaria en
las distintas universidades nacionales. Su herramienta teórica para
comprender los fenómenos económicos venezolanos fue la economía
política. Examinó los distintos enfoques teóricos con el objetivo de
comprender la naturaleza histórica de los hechos económicos nacionales.
Desde la década de los cuarenta el joven tovareño, además,
orientó sus reflexiones desde una perspectiva ideológica, al convertirse
en un dirigente importante de AD. El tema del Estado, del petróleo y
la agricultura estuvieron presentes por aquellos días y se consolidaron
con el devenir histórico. Sobre el Estado y el proteccionismo, Domingo
Alberto Rangel, cuando estudió la carrera de Derecho en la Universidad
de los Andes, escribió un artículo en la Revista de la Federación de
Estudiantes Universitarios titulado “Cobden y el librecambismo
británico”. En ese artículo el joven universitario compartió la visión
acerca del papel del Estado del Ministro francés Cobden, en la defensa
del proteccionismo como camino ideal para la constitución de una
economía nacional.
Se vio claro cómo en el joven revolucionario los temas del Estado,
de la planificación y del desarrollo nacional, eran considerados los
factores esenciales para superar el subdesarrollo y el atraso nacional.
Todo lo contrario del esquema de libre comercio, que perjudicaba el
crecimiento de las fuerzas productivas de un país con efectos negativos
sobre los diversos estratos sociales. Por tanto, el ministro Cobden,
según la apreciación del joven universitario Rangel Burgoin, cuestionó
el enfoque de libre comercio y adoptó el esquema proteccionista para
impulsar el desarrollo económico de Inglaterra. Los efectos del libre
comercio se pueden apreciar al anotar (Rangel, 1941: 10), en algunas de
sus reflexiones sobre el proceso de monopolización, el empobrecimiento
de la clase trabajadora:
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La doctrina de la nacionalidad la tergiversó Manchester al
imprimirle el carácter de unilateralidad más cónsono con sus
intereses (libre mercado). La tesis Cobdeana de la autosuficiencia
económica de los pueblos tropezó con la oposición de los
industriales que en su perspicacia veían en su seno la ruina de
sus negocios que giraban en torno al eje prolijo de la exportación.
Cobden desconoció en su doctrina de la competencia como
también en la del individualismo, leyes de la dinámica social.
En primer lugar la competencia conduce al monopolio, en la
lucha financiera siempre se impone un individuo o grupos de
individuos que como consecuencias se tornan omnipotentes y
constituyen a la larga un peligro para la seguridad misma del
Estado. En segundo término, el desarrollo ilimitado que en lo
que va del siglo ha alcanzado la industria, trasciende al campo
social en un aumento creciente de las necesidades de la vida
elevándose por consiguiente el número de la población que
vive en condiciones humillantes de miseria. Ante esta situación
adversa los trabajadores, sector social victima inmediata y
directa de esta condición calamitosa, reaccionan agrupándose
en sindicatos defensores de sus intereses económicos.
Rangel Burgoin, en ese trabajo inicial, respaldó la obra histórica
del ministro Cobden, quien contribuyó a engrandecer política y
económicamente al imperio inglés. Sí: “Cobden es, pese a quien le
pesare, el fundador del poderío económico británico. En todo el
decurso del siglo XIX y en las tres décadas de la actual historia de
Inglaterra no tiene otro hombre más interesante que este humilde
provinciano escocés”, quien había sentado “los cimientos del imperio
colonial de la Gran Bretaña. Cuatro generaciones de ingleses han
rendido pleitesía a este ciudadano que labró la felicidad de un pueblo”
(Idem: 14).
No debemos olvidar que la crisis del 29 y la conflagración mundial
trastocaron los fundamentos políticos y económicos del proyecto liberal
europeo, planteando la necesidad de establecer una relación distinta
entre el Estado y la Economía en una nueva perspectiva histórica. Para
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bien o para mal, el planeta inició el culto del Estado. Así, El Estado se
convertiría en el factor vital del progreso civilizatorio tanto en el Oriente
como en Occidente. Domingo Alberto Rangel, dentro de ese contexto
histórico, no escapó al influjo de esa corriente universal del estatismo
como la vía para el progreso de los pueblos.
Con el estallido de la Revolución de Octubre (1945), el tovareño
ocupó un lugar destacado en la vida política del país como parlamentario
y miembro del gobierno, asumiendo la dirección del Instituto de
Colonización e Inmigración, en el año de 1947. Sus discursos en torno a
los asuntos del café y del petróleo fueron elocuentes y eruditos. Manejó
con destreza y conocimiento esos tópicos que fueron esenciales en aquel
periodo. Entre otras cosas de importancia para el futuro económico
del país, sugirió la idea de la devaluación como la vía para potenciar
y diversificar las actividades agrarias y ganaderas (Rangel, 1964: 123-
139). Con el golpe de Estado del 24 de noviembre de 1948, fue al
exilio y se convirtió en el asesor económico del gobierno boliviano de
Paz Estensoro. Asimismo, escribió artículos en la prensa de América
Latina y redactó su célebre borrador Venezuela un país ocupado (1954).
Con la caída de Marcos Pérez Jiménez, el 23 de enero de 1958, asumió
responsabilidades políticas con el partido AD y tuvo una destacada
participación en el parlamento venezolano. En ese trayecto vital, no
dejó de analizar las cuestiones agrarias y petroleras en Venezuela. Por
cierto, en su primer libro, editado en 1947, describió con detalle cómo
el capital petrolero internacional penetró la economía venezolana, en
él señaló, con información sistemática, cómo las compañías petroleras
explotaban la riqueza petrolífera nacional (Rangel, 1947). Al mismo
tiempo, describió cómo el imperialismo norteamericano penetraba la
vasta geografía de América Latina y desplazaba al poderoso imperio
inglés. De la misma manera, era vital para el país ―aseguraba Rangel
Burgoin― estimular el proceso productivo nacional ante la presencia de
los monopolios imperialistas, la política del buen vecino y la diplomacia
del dólar.
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En esa misma obra, Con Estados Unidos o contra Estados Unidos,
describió con detalle a las dos Venezuelas, contradictorias y paradójicas:
la agraria y la petrolera (Rangel, 1947: 67):
Aunque la minería domina nuestras actividades, la agricultura
y la ganadería siguen siendo las ramas más importantes
de la economía nacional. El petróleo constituye... nuestro
principal artículo de exportación. El noventa por ciento
de las exportaciones de Venezuela marcha al exterior en las
bodegas de los buques-tanques de las empresas aceiteras. En
el mercado financiero casi todas las divisas provienen de la
empresa petrolífera. En cada cien bolívares de los que circulan
en el país, noventa y cinco, aproximadamente, derivan de las
cajas de las compañías petroleras. Con divisas suministradas
por ellas pagamos en el exterior los artículos manufacturados
que se consumen en el país. Cada día traduce ventajas para las
actividades mineras, y debilitamientos para las ramas autóctonas
de la riqueza nacional.
Más adelante (Idem.: 69) también se refirió a la Venezuela
fisiocrática, señalando sobre este punto:
Venezuela ha sido, por otra parte, un país tradicionalmente
agrícola. Sin citar los testimonios de la era pre colombina,
todos favorables a la agricultura, cabe observar, que a diferencia
del Perú y de México, en Venezuela estimularon los españoles
el desarrollo de las actividades agrícolas. Atendiendo la
composición de nuestras exportaciones durante el periodo
colonial calibramos esa aseveración. De nuestros puertos salían,
en efecto, frutos tropicales, casi exclusivamente. El cacao, el añil,
el tabaco y los cueros integran en todo el proceso colonial las
exportaciones de la capitanía general de la nación. Y la mejor
empresa de colonización adelantada en tierras venezolanas por
los españoles, se vincula a las faenas agrícolas. La Compañía
Guipuzcoana responsable de esa empresa, fomenta e intensifica
los cultivos del cacao y del añil... En el decurso de nuestro
proceso republicano la agricultura mantiene su rango señero
hasta los primeros años del presente siglo.
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Por otro lado, su incorporación al parlamento le permitió
hablar, con conocimiento, sobre los aspectos agrarios, petroleros,
constitucionales y, en particular, sobre el peligro potencial para
Venezuela del petróleo del Medio Oriente, por lo que había la necesidad
de crear la OPEP, con el fin de organizar a los productores de petróleo
del Tercer mundo en defensa de los precios del petróleo ante las gigantes
corporaciones petroleras mundiales. De igual modo pensó en la
necesidad de una revolución democrática en Venezuela, en la cual el
Estado, el petróleo y la planificación jugarían un papel fundamental en
la configuración de un proceso de industrialización nacional.
Dentro de esa perspectiva política e intelectual, entre 1958 y 1960
la editorial Pensamiento Vivo (Caracas) publicó tres de sus libros que
revelaron su capacidad intelectual para orientar teórica y políticamente
al país hacia un proceso de desarrollo nacional independiente. En
primer lugar Venezuela país ocupado, escrito en el exilio: una joya de la
historiografía venezolana. En él asomó, con sencillez, el análisis del tema
petrolero y el agrario y cómo el imperialismo y el capitalismo monopolista
se apoderaron del petróleo venezolano (Rangel, 1958: 332). En este libro
presentó, asimismo, la tesis de una reforma del Estado, con el objetivo
de hacer del gasto público el mecanismo idóneo, eficaz y eficiente para
promover el desarrollo económico del país (Ídem: 307-318).
Los otros dos libros de este período fueron: Una teoría para la
revolución democrática y La industrialización de Venezuela, que completaron
la teoría económica y política propuesta por Domingo Alberto Rangel
para que Venezuela superara el subdesarrollo y el atraso, aprovechando
para ello el capitalismo petrolero mundial y construyendo un camino
económico independiente. Estuvo convencido que para ese proceso de
transformación política y económica hacia una Venezuela independiente,
era necesaria la conformación de una burguesía nacional que asumiera
el liderazgo hacia un proceso de industrialización autónomo e
independiente. De allí, sus esfuerzos organizativos para la creación de Pro-
Venezuela en el año de 1958 y su papel en el futuro económico nacional.
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Fue su asesor y orientador en la fórmula “compre venezolano” y en la
denuncia sistemática contra el Tratado de Reciprocidad Comercial con
los Estados Unidos (1952), como paso previo hacia la creación de una
economía venezolana independiente.
Como se puede apreciar entre la década de los cuarenta y
cincuenta, su obra política e intelectual se encaminó, definitivamente,
hacia la organización de un pensamiento económico en torno al cafeto
persa y el estiércol del diablo.
La década de los sesenta, fue para él también la de su madurez
intelectual, pues durante ella apuntaló su pensamiento económico
respecto de la economía agraria y petrolera en la que se movió
históricamente el país. Todo dentro de una perspectiva política y
revolucionaria. Es decir: una teoría y una praxis social para comprender
la naturaleza política y económica de un país dependiente como
Venezuela, con el fin de transformarlo radicalmente, mediante la
construcción de una sociedad socialista.
3. Pensamiento sobre la Venezuela agraria
En el año de 1964 apareció otros de sus libros, polémico y
provocativo: Los Andinos en el poder. Un texto histórico-literario en el
que examinó el impacto político de los andinos en el destino nacional
a lo largo de 45 años. Adujo razones históricas, geográficas, políticas,
económicas y culturales como determinantes de la génesis, el ascenso
y la decadencia de un Estado, un liderazgo político y militar y una
economía, para comprender su proyección en una Venezuela que
carecía de Estado y de nación. Al mismo tiempo, relató en esas páginas
aspectos relacionados con el café y con el olor penetrante del oro negro
que comenzaba a asediar a una Venezuela de origen bucólico y telúrico
(Rangel, 1964: 175-213). Fue un ciclo histórico el de los andinos en el
poder, el cual culminó el 18 de octubre de 1945, cuando un golpe de
Estado cívico-militar los desalojó del poder.
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Los Andinos en el poder expresa un balance histórico frustrante
para el espíritu revolucionario de Domingo Alberto Rangel. Dentro de
su análisis sostuvo la premisa de que el acontecimiento octubrista no
provocó cambios profundos en las estructuras políticas y económicas
en aquel país que comenzó a depender del petróleo. Seguramente, en
su fantasía se deslizó misteriosamente la Venezuela fisiocrática: la del
café y la geografía de su terruño con sus pequeñas siembras de café.
Destacó que esa revolución “…exigía la adopción de medidas que
contribuyeran a emancipar a Venezuela de la coyuntura petrolera…”
(Ídem: 150). Como buen andino no confiaba en una riqueza efímera
como la del petróleo, en manos del capital petrolero internacional
además. En otras palabras: una riqueza finita, azarosa e inestable por la
dinámica del mercado petrolero internacional. Se palpa en su fantasía
el deseo de la reconstrucción de una Venezuela productiva no-minera
y no-contaminada por el estiércol del diablo. Esto revela un prejuicio
contra una riqueza que, en el imaginario de muchos, está endemoniada
por provenir de los sótanos de la naturaleza. Por el efecto perverso
del oro negro Venezuela perdía la cultura del trabajo y sus valores
fundamentales, los de la Venezuela del emprendimiento en la que la
riqueza agrícola era el resultado del esfuerzo personal y sin depender
de las dádivas del Estado. Por ese espíritu de colonizador que se habría
ido expandiendo históricamente a lo largo y ancho de la geografía, él
en esa obra manifestó nostalgia.
Dos años después apareció su novela Domingo de Resurrección,
editada por la editorial de la Universidad de los Andes, la cual
constituyó un canto a la gigantesca tarea histórica de unos pioneros
que; sin esperar ningún tipo de ayuda de los gobiernos regionales
y nacionales, decidieron con voluntad, fe y esperanza domeñar las
tierras de la geografía tachirense y merideña y prolongarla hacia
las tierras de El Vigía y la Panamericana. El héroe de esa novela,
Gregorio Molina, “…hombre de las circunstancias…”; no se doblegó
ante las fuerzas complejas de la naturaleza, la crisis económica ni
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por el asedio de las compañías petroleras y los caciques y voraces
terratenientes; sino que, con trabajadores colombianos, echó
adelante para labrar y cultivar esas tierras, una forma de hacer
riqueza y patria… El café, el maíz, el plátano y otros rubros agrícolas,
junto con la ganadería, fueron las actividades económicas que se
diversificaron por esas tierras vírgenes, iluminadas por el relámpago
del Catatumbo. Esas tierras, es la imagen que buscó destacar Rangel
Burgoin en esta obra, fueron trabajadas sin el subsidio de la renta
petrolera. En ella aprovechó también, entre otras cosas, para hacer
una detallada descripción sobre la producción cafetalera en todas
sus fases: desde su ciclo natural hasta la recolección, cautivando al
lector con múltiples imágenes y metáforas. Allí está su percepción
del cafeto persa ante el arroyo y el murmullo del oro negro tocando
los límites de la geografía andina.
En 1968 escribió El proceso del capitalismo en Venezuela. Esta obra
arrojó unas cuantas luces sobre el café, su origen, evolución, expansión
y estancamiento por la impronta del petróleo, la cual, como “borrasca”
tuvo efectos negativos en la economía, porque la dinámica petrolera
liquidó los últimos residuos de una economía feudal y agraria y además
el Estado propició una sociedad económica parasitaria y subsidiada
de los ingresos derivados del petróleo. Asimismo, cómo el excedente
económico fue apropiado y trasladado por las concesionarias hacia los
centros del capitalismo del primer mundo, esta situación provocó en
nuestro país miseria y subdesarrollo.
En la reflexión de Domingo Alberto Rangel en este libro es
importante destacar su valoración sobre el papel de la Guerra Federal
(1859-1863) en el porvenir de una Venezuela moderna. Para él, la
Guerra Federal abrió el camino para la implantación del capitalismo
en Venezuela y su fortalecimiento en los Andes; pero que no triunfó
debido a que el país careció de una auténtica burguesía urbana. Esta
fue: una “…deficiencia histórica…” que impidió el desarrollo temprano
de un capitalismo autónomo e independiente en el país:
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Desgraciadamente, los federales y la burguesía criolla … no
fueron capaces de mirar esa posibilidad. Y por no verla,
soslayaron las medidas que habrían permitido a Venezuela
participar en ese tráfico de exportación. Entre las medidas
que hubieran contribuido a crear una base productiva para las
exportaciones, superior a la existente, ninguna más eficaz que la
reforma agraria. El problema de la agricultura de exportación,
entonces y ahora, radicaba en que los señores feudales que la
controlaban no tenían interés en expandir la producción. El gran
propietario del cacao, el algodón o el tabaco y el gran ganadero
vivían una vida parasitaria. Su producción sin incrementarla,
les daba para los placeres y la ostentación. Enquistados
mentalmente en el feudalismo, carecían de incentivo que a
la burguesía, en su fase ascendente, la induce a expandir la
producción. Su ser social, el feudalismo, hacía imposible en ellos
otra actitud… desde el momento en que los federarles dejaron
intocada la estructura social del campo, cegaba la única fuente
de la expansión capitalista del país (Rangel, 1968: 20-21).
En definitiva, para Domingo Alberto Rangel, “…el momento
histórico que se perdió en 1863 con el Tratado de Coche … el
más propicio para alcanzar las metas de un desarrollo capitalista
independiente” (Ídem: 28).
La borrasca del petróleo fue una metáfora, una representación
histórica, que según Domingo Alberto Rangel, aceleró el fin de la
cultura del trabajo y produjo en nuestro país desarticulación económica,
geográfica y cultural, perdiéndose hasta la propia idea de nación. No
hay duda de que él tuvo fe y esperanza en una Venezuela del trabajo
y desconfió de la Venezuela del oro negro que socavó el espíritu de
emprendimiento de los venezolanos. El contraste entre esas dos
Venezuelas (la Venezuela vegetal y la Venezuela minera)1 trastocó la vida
política, espiritual e intelectual de Domingo Alberto Rangel.
Respecto de su pensamiento agrario, tal vez el libro mejor
documentado y en el cual examinó con mayor rigor científico el
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tema agrario fue La Venezuela agraria (Tomo I: De la trilogía Capital y
Desarrollo). Esta obra de 1969, por un lado, quedó expresada la madurez
intelectual del escritor tovareño y también, por otro, la significación que
tuvo en su existencia la Venezuela agraria, pues fue en ella (en la sultana
del Mocotíes, donde resplandecía día y noche el verdor intenso del
cafeto persa) el entorno natural en que recibió sus primeras impresiones
sensibles. Allí, en lo que podría denominarse como una fenomenología
del oro verde, el mundo natural del cafeto persa ―la magia de sus hojas
verdes― impactó indeleblemente sus sentidos. Ese impacto fue, acaso,
la actitud pre-conceptual que embriagó el alma infantil del que después
sería un fogoso orador.
Pero a lo largo de su proyecto vital descubrió también la otra
geografía, la del oro negro. Ella constituyó, es posible, una etapa de
transición entre aquel saber pre-conceptual y el saber intelectual con
el que investigó, recurriendo a las teorías económicas, la vida material
del país antes y después del petróleo. En tal sentido, su obra política,
intelectual, literaria y académica se ocupó preferentemente sobre ese
tránsito histórico de la fase natural del café a la fase conceptual del
petróleo en la economía venezolana. Esto quedó expresado con claridad
en dos de los tomos de su célebre “trilogía” Capital y desarrollo: el de
La Venezuela agraria y el de El rey petróleo. Dos tomos en los cuales
reconstruyó intelectualmente la culminación de un mundo bucólico y
telúrico para ser sustituido por el del petróleo.
En ese marco, el tomo I de esa “trilogía”, La Venezuela agraria,
apareció en un momento crucial de nuestra historia contemporánea:
1969, cuando la economía venezolana entró a una fase de agotamiento
y la nación requería de un cambio de rumbo económico. Todo ello
bajo los parámetros del proceso de integración con el fin de superar
lo atolladeros que obstaculizaban el desarrollo del país. La hipótesis
central de este libro consiste en demostrar con el análisis económico y
las estadísticas históricas de que sí hubo crecimiento económico en la
Venezuela agraria anterior al petróleo.
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Hasta ese momento histórico, esa Venezuela pre-petrolera había
sido calificada por muchos economistas e historiadores como una
sociedad económica pobre y misérrima. Pues bien, el escritor merideño,
a la luz de la teoría del crecimiento económico, estudió con espíritu
crítico las fuentes primarias, las cuales le permitieron concluir con la tesis
de que sí fue posible un crecimiento económico significativo en aquella
Venezuela agraria, en particular, la Venezuela del café, la cual permitió
a los venezolanos incorporarse al circuito económico internacional
y generar cambios económicos y sociales en la vida nacional. Con la
economía del café y un excedente económico moderado, se transformó
la vida material de la nación, mediante el desarrollo de los ferrocarriles
y de una red mercantil-bancaria, así como también el auge del capital
agrario e industrial. En especial hizo Domingo Alberto Rangel un
examen interesante sobre la Casa Mercantil Burguera (Rangel, 1969: 217-
299) y su impacto en la economía regional y el comercio europeo. Es una
historia económica pre -petrolera en la que, con sus reflexiones históricas
y la utilización de datos estadísticos, demostró el crecimiento económico
de una Venezuela no petrolera, la cual había sido excluida y dejada de ser
estudiada con espíritu científico por los historiadores y economistas del
siglo pasado. Él insistió, en la segunda parte de su libro, sobre el error
que cometieron nuestros economistas al desestimar a aquella Venezuela
que transitó de la sociedad patriarcal hacia una sociedad piramidal en
la que el cacao y el café, sobre la base del excedente económico, creció
moderadamente en el siglo XIX. Con ello desmontó la apreciación de
economistas, historiadores, sociólogos y antropólogos de que Venezuela
no comenzó a desarrollarse económicamente sino a partir del petróleo.
Él lo expresó de forma contundente (Rangel, 1969: 150):
El petróleo ha infundido en los economistas del presente unos
sentimientos análogos. Como esa sustancia ha modificado tan
hondamente la estructura y el ritmo de la sociedad venezolana,
la refracción del análisis tiende a colocar en una especie de
limbo todo lo que aconteció antes de la aparición de los pozos
del lago de Maracaibo. Instintivamente se idealiza la actualidad
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y por unos mecanismos de inhibición –el miedo al vacío de
que hablaba Aristóteles– se rehúsa el examen racional del
pasado. Como si la historia económica de Venezuela hubiese
amanecido en 1920. Se arroja sobre las cosas que precedieron
a aquella fecha un manto de desdén. Los historiadores de ayer
adoraron el pasado. Los economistas de hoy adoran el presente.
Ambas actitudes son anti dialécticas. Encumbrar el pretérito,
ignorando y apostrofando al presente significa cortarle a la
vida la continuidad de sus procesos. Si algo está planteado en
Venezuela con imperativo relieve es la indagación objetiva que
precedió al petróleo.
Más adelante, formula su tesis fundamental, proyectada a lo
largo de las páginas de este libro: “La sociedad venezolana, y sus fuerzas
productivas que la sustentaban, sufrió un proceso de crecimiento entre
el instante de la disolución de la Gran Colombia y el momento de la
aparición del petróleo” (Ídem). Domingo Alberto Rangel fue terco en no
compartir con los economistas e historiadores la tesis de la Venezuela
agraria estacionaria y sin impulso económico. En las páginas de ese libro
el análisis económico, la teoría del crecimiento económico y los cuadros
estadísticos dieron una idea aproximada de que la Venezuela fisiocrática
creció y se diversificó en muchas actividades económicas a mediados del
siglo XIX venezolano. En tal sentido hizo del cálculo económico una
herramienta para producir información sobre el producto por habitante,
la acumulación de capital y el auge de las más diversas estructuras
económicas y sociales en el país. Los cuadros estadísticos de orden
histórico de cada uno de los elementos del circuito económico, fueron
suficientes para comprobar que su hipótesis sobre el crecimiento de la
Venezuela agraria, fue un hecho palpable.
En ese orden de ideas, resaltó el rol económico y comercial
de la Casa Burguera y su impronta en el desarrollo del capitalismo
regional. Consideró el capitalismo como una etapa importante en
la vida económica de Tovar y su influjo en la creación de distintas
actividades económicas: fue un “…polo de desarrollo y un circuito
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económico interconectado…” desde la producción de café, pasando por
las casas comerciales hasta algunas actividades industriales y artesanales.
Igualmente, aseveró que, en última instancia, el fundamento último del
crecimiento económico de la Venezuela agraria se debió al concepto
de la economía política que estudió con profundidad el economista
norteamericano Paul Barán: el excedente económico.
A partir de esa noción aproximó una historia económica en la
que distinguió dos sociedades que coexistieron de forma paradójica y
contradictoria: la sociedad patriarcal (una sociedad económica feudal que
sobrevivió en el llano sin ninguna implicación en el proceso económico
que permitiera una acumulación de capital y el crecimiento simple) y la
sociedad piramidal (sociedad económica organizada sobre un esquema
de plantación de cacao y del café) que dio origen ―modestamente―
a un excedente económico que estimuló el desarrollo de las fuerzas
productivas del país. En ésta el café tuvo un papel preponderante, porque
fue una economía que se dio durante el impacto del imperialismo en
el siglo XIX, en cuyo contexto gestó una relación histórica en la cual
la economía creció significativamente desde mediados del siglo XIX.
En definitiva, éste fue un libro polémico y provocador. Desde
su perspectiva marxista y con los enfoques de la teoría del crecimiento
económico demostró cómo la Venezuela agraria creció y se diversificó
a causa de un excedente económico que transitó de la economía del
cacao a la economía del café. Para demostrar esta conjetura utilizó
las estadísticas históricas y rebatió los argumentos de los economistas
pesimistas sobre la supuesta pobreza y miseria de la Venezuela anterior
al petróleo. La actividad comercial de la Casa Burguera en Tovar fue
considerada, así, un ejemplo de capitalismo en los Andes.
4. Pensamiento sobre la Venezuela petrolera
Años más tarde (1977), apareció el segundo libro de aquella
“trilogía”: El rey petróleo. En la introducción del texto retrató, en apenas
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dos pinceladas magistrales, la Venezuela del café y la Venezuela del
porvenir, la del oro negro. En ese sentido, indicó: “…atrás queda aquel
imperialismo de las casas alemanas exportadoras de café. El futuro del
país se escribirá con petróleo. Ese líquido penetrará en todos nuestros
poros y llegará a adueñarse de nuestro destino…” (Rangel, 1977: 9). Esta
obra apareció en un momento significativo de la historia de Venezuela:
el Estado nacionalizó la industria petrolera y comenzó un nuevo ciclo
histórico, en criterio de Domingo Alberto Rangel, con consecuencias
negativas para el desarrollo del país.
La Venezuela agraria había desaparecido definitivamente con el
imperio del oro negro. La Venezuela que tanto había cautivado la vida
espiritual de este periodista y economista, polémico y provocador dio
paso a la otra Venezuela, la del oro negro con resultados nefastos para el
panorama económico y cultural de la nación: el petróleo y su explotación
por las grandes corporaciones petroleras, determinaron ―según su
opinión― un fenómeno político inédito que no vivió la Venezuela
del siglo XIX, pues las fuerzas del imperialismo que capturaron y
se apropiaron del petróleo convirtieron a Venezuela en una nación
conocida y codiciada por el capitalismo mundial. Todo lo contrario
con la economía del café en el siglo XIX, cuya dinámica económica fue
más autónoma y marginal ante las economías más poderosas de Europa,
mientras que la Venezuela del petróleo quedó en manos del imperio
del oro y fue parte fundamental del tablero geopolítico del planeta. En
todo caso, a Venezuela sólo se le conocía por las glorias del Libertador
y su proyección por los países de América del sur.
Fue, para Rangel Burgoin, precisamente con el petróleo cuando
Venezuela se mostró como un país con una riqueza poderosa en el
mundo. La importancia universal que llegó a adquirir el país la expuso
en estos términos (Rangel, 1977: 38):
Desde 1920, cuando ya el petróleo se adueña de su vida
hasta nuestros días, la historia económica de la Venezuela es
trasunto y expresión del dominio imperialista en su destino.
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La consecuencia más importante de este hecho, y a ello se
consagra el presente volumen, es la adquisición por nuestro país
de una extraordinaria importancia en la política internacional
del imperialismo. Venezuela se convierte, repentinamente, en
la nación más codiciada, vigilada y cuidada desde Londres y
Washington, en toda la América Latina. Venezuela asume el
relieve del modelo de desarrollo colonial en ese periodo que
media entre las dos guerras mundiales y durante mucho tiempo
después.
Dentro de su reflexión sobre esa fuente de energía, el petróleo
se adueñó de la economía y la cultura del país. Fue la batuta petrolera la
que dirigió a una Venezuela dócil y complaciente con el imperialismo.
En esa dirección, el gomecismo y las élites caraqueñas se abocaron
a la construcción del Estado Nacional para ponerla al servicio de
los intereses de las grandes compañías petroleras. Y, dentro de esta
perspectiva, el Estado y el petróleo se convirtieron en el fundamento de
la vida material y espiritual de la nación del Libertador. El Estado creó
una economía y unas clases subsidiadas y dependientes del oro negro:
el Estado ombligo de un país distinto. Para él, fue ese Estado construyó en
Venezuela la sociedad del derroche, del despilfarro, de la corrupción,
del desempleo, del auge del cemento, del símbolo de Juan cuchara y del
sabor agradable de las rubias cerveceras. Con esta dinámica histórica,
desapareció la agricultura y la nación comenzó a depender del Estado,
en manos de la oligarquía y del imperialismo. El rey petróleo fue un libro
con una visión mordaz, irónica y pesimista ante las fuerzas diabólicas
del estiércol del diablo que acabó con la Venezuela del trabajo y el
emprendimiento.
Al final de esta obra arrojó unas cuantas conclusiones que
sintetizan su reflexión acerca del petróleo (Ídem: 396-399):
1º) La Venezuela del petróleo produce una sustancia que es
fundamental para el sistema capitalista en la paz o en la guerra. El siglo
XX gira en torno al petróleo.
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2º) En esas condiciones, Venezuela se ha integrado íntimamente
a los grandes imperios nacionales y monopolísticos que dirigen el
sistema capitalista.
3º) Nuestro país se ha convertido, desde 1920, en una de las
áreas favoritas de la exportación de capital. Venezuela se constituye en
una de las principales fuentes de ganancias para los grandes consorcios
del capitalismo.
4º) Las condiciones de dependencia del país, que ya eran visibles
en la época del café, se refuerzan, profundizan y extienden al emerger
el petróleo.
5º) La penetración imperialista que ha acarreado el petróleo
transformó el panorama interno de la acumulación de capital en
nuestro país.
6º) El petróleo y sus derivaciones destruyeron, antes de agotarse,
la fase del crecimiento simple semifeudal que existía en Venezuela.
7º) El Estado venezolano se constituyó, al alienarse a las nuevas
fuerzas foráneas, en correa de trasmisión de todo el proceso. A través
de las obras de infraestructura, incluso las rústicas del gomecismo, el
Estado limpió el campo para que operaran en nuestra sociedad los
impulsos del capitalismo.
8º) El progreso de la acumulación de capital creó las condiciones,
ya en la década de 1950, para la concentración de la propiedad industrial
en pocos grupos que, desde poderosas empresas, irradiaron hacia las
demás esferas una actividad que les resultó accesible.
9º) La Venezuela que entró, hacia 1950, en una fase de
crecimiento mixto, va encaminándose hacia dos contradicciones magnas
solamente: las que oponen a la nación y al imperialismo y enfrentan
a la clase obrera con la burguesía de todos los matices.
10º) El ritmo de la Venezuela tomada por el petróleo sólo se
puede interrumpir con una crisis general del sistema. Y la certidumbre
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de que sólo un colapso del sistema capitalista romperá los resortes que
dispararán la situación.
Finalmente, después de abordar en estas breves páginas la
semblanza sobre las meditaciones de Domingo Alberto Rangel Burgoin
sobre esas dos Venezuelas: la agraria y la petrolera, a las cuales no dejó de
recordarlas y de pensarlas desde una perspectiva política e ideológica; pero
también humana y espiritual, porque él las vivió, las palpó y las estudió
con ahínco y escribió sobre ellas poética, política e intelectualmente.
Domingo Alberto Rangel dejó una obra escrita que los
historiadores del futuro se encargarán de juzgar con serenidad, como
se debe juzgar la importancia de un hombre en los procesos históricos
con sus aciertos, sus desaciertos, paradojas y contradicciones. Así habrá
de examinarse a una figura importante en la vida nacional como lo fue
él, quien analizó a dos Venezuelas que aún coexisten en el imaginario
de los venezolanos: la del café y la del petróleo; pero sobre todo porque,
también durante toda su vida y sobre todo al final de ella; no dejó
nunca de mirar hacia los cielos zulianos y hacia los cielos de la sultana
del Mocotíes: los paisajes venezolanos donde, respectivamente, crecía el
cafeto y manaba el oro negro.
Las obras más expresivas de su pensamiento político y económico
“Cobden y el librecambismo británico“. En: Revista de la Federación de Estudiantes de
Venezuela: Órgano del Centro de Estudiantes de Derecho (Año 1, Nro. 3, pp.10-14):
mayo 1941.
Con Estados Unidos o contra Estados Unidos: 1947.
Una teoría para la revolución democrática: 1958.
La industrialización de Venezuela: 1958.
Venezuela: País ocupado (Edición venezolana): 1960.
La Moneda ladrona: La devaluación en el banquillo: 1964.
Los andinos en el poder: Balance de una hegemonía: 1964.
Domingo de Resurrección: 1966.
“El proceso del capitalismo contemporáneo en Venezuela”. En: Humanismo y Ciencia
(UCV, pp. 20-28): 1968.
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en América Latina. ISSN 1856-9927. Mérida. Enero-Diciembre. Nº 7, 2013. Semblanza, pp. 303-324.
Capital y desarrollo. La Venezuela agraria: 1969.
El rey petróleo: 1977.
Notas
1
Metáforas descritas con delicia por el novelista y escritor Ramón Díaz Sánchez.
Bibliohemerografía
Rangel, Domingo Alberto (1941). “Cobden y el librecambismo británico”. En: Revista
de la Federación de Estudiantes de Venezuela: Órgano del Centro de Estudiantes de Derecho.
Año 1, Nro. 3 (mayo), pp. 10-14.
Rangel, Domingo Alberto (1964). La Moneda ladrona: La devaluación en el banquillo.
Pensamiento Vivo, C.A. Editores, Caracas.
Rangel, Domingo Alberto (1947). Con Estados Unidos o contra Estados Unidos. Tipografía
Americana, Caracas.
Rangel, Domingo Alberto (1958). Venezuela: País ocupado (Edición venezolana).
Pensamiento Vivo, C.A., Editorial Caracas.
Rangel, Domingo Alberto (1964). Los andinos en el poder: Balance de una hegemonía.
Universidad de Los Andes, Mérida.
Rangel, Domingo Alberto (1968). “El proceso del capitalismo contemporáneo en
Venezuela”. En: Humanismo y Ciencia (Caracas, pp. 20-28).
Rangel, Domingo Alberto (1969). Capital y desarrollo. Tomo I: La Venezuela agraria.
Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Central de Venezuela,
Caracas.
Rangel, Domingo Alberto (1977). Capital y desarrollo. Tomo II: El rey petróleo. Universidad
Central de Venezuela / Facultad de Ciencias Económicas y Sociales / División de
Publicaciones, Caracas.
Imagen Nº 1. Dibujo de Domingo
Alberto Rangel por M. A. Rodríguez L.
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