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Los Sistemas Politicos y Filosóficos

Este documento presenta una introducción a los sistemas políticos y filosóficos. Discute brevemente las ideas de Nietzsche sobre la relación entre filosofía y política, y analiza los diferentes significados de "política". Luego, define conceptos simples de política como la lucha por el poder del estado, y de filosofía como un intento de comprensión sin factores externos. El objetivo principal es determinar las relaciones entre estas formas de política y filosofía.

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Los Sistemas Politicos y Filosóficos

Este documento presenta una introducción a los sistemas políticos y filosóficos. Discute brevemente las ideas de Nietzsche sobre la relación entre filosofía y política, y analiza los diferentes significados de "política". Luego, define conceptos simples de política como la lucha por el poder del estado, y de filosofía como un intento de comprensión sin factores externos. El objetivo principal es determinar las relaciones entre estas formas de política y filosofía.

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ASIGNATURA:

FILOSOFIA DEL DERECHO


CATEDRÁTICO:
LIC. JORGE ALBERTO VILLEDA
TEMA:
LOS SISTEMAS POLITICOS Y FILOSÓFICOS
PRESENTADO POR:
ENRIQUE OMAR DIAZ ESPINAL
NUMERO DE CUENTA:
31621355
SECCION:
601
TEGUCIGALPA, M.D.C, HONDURAS
12 DE FEBRERO DE 2021
INTRODUCCION

Lo político es ante todo que relación social, antes que institución hacer
humano, una categoría del hacer humano. Por ello en lo político, en superficie
o escondido, hay siempre un proyecto que es concebido antes de actuar y que
acompaña a la acción dándole su sentido: es su componente mental. Pero la
esencial referencia de lo político a la totalidad social exige que su componente
mental adquiera un cierto nivel de complejidad. Aun las acciones políticas más
elementales llevan dentro de sí un contenido mental que es necesariamente
complejo porque supone una articulada conexión de sentido. Lo más simple de
lo político es en sí mismo complejo. Quiere esto decir que no es posible un
comportamiento genuinamente político sin unas ideas, aunque sean sumarias y
elementales, pero en sí mismas complejas, sobre las instituciones en la que
tiene lugar dicho comportamiento.
LOS SISTEMAS POLITICOS Y FILOSÓFICOS

La frase de Nietzsche que leemos en "Schopenhauer como educador, por la


cual, según este pensador, la filosofía debería ser necesariamente indiferente a
la política "...pues el que tiene el furor philosophicus en el cuerpo ya no tendrá
de ningún modo tiempo para el furor politicus y se guardará sabiamente de leer
los periódicos cada día y más todavía de servir a un partido", no parece haber
sido escuchada por dos de los más grandes filósofos del siglo xx, Martin
Heidegger y Jean Paul Sartre. Y debido a eso, una vez más se ha producido la
catástrofe que desde los tiempos más remotos ha puesto a la filosofía en
peligro, demostrando que cada vez que un filósofo ha dado pasos hacia las
luchas de poder, sea por ingenuidad, sea por falta de tino, sea lisa y llanamente
por equivocación, se cae en los mismos excesos y en los mismos desvarios.
Pareciera que Apolo se burlara de estos graves señores que con justificaciones
filosóficas ambicionan entrar de algún modo en las luchas de poder, olvidando
las ideas más básicas que la filosofía debe defender por su vocación libertaria.

Pero esta Hybris, como todas las demás, los dioses mismos se encargan de


que sea pagada, y al final es tanto el descrédito en el que la filosofía cae, que
pareciera un trabajo titánico ponerla en pie de nuevo, aun en aquellos aspectos
que menos incidencias podrían tener en los asuntos públicos.

El propio Nietzsche, desde sus primeros pasos en la filosofía, tuvo como


ejemplo a Heráclito, quien despreció siempre todo compromiso con la política.
De su actitud viene que el filósofo alemán haya puesto como una de las
características esenciales de la filosofía el orgullo, esto es, la autarquía que
hace que la mirada del filósofo se ubique por encima de todas las cosas
mundanas. Los animales emblemáticos de Zaratustra son el águila, el animal
más orgulloso bajo el sol, y la serpiente, el animal más prudente. Esta unidad
de prudencia y orgullo es lo que desde esta perspectiva nietzscheana -que por
su radicalidad filosófica nos interesa- se presenta como la esencia de la
filosofía. Pero, ¿cuáles pueden ser entonces las razones que deberían obligar
al filósofo a abstenerse de entrar en la política? Nuestro objetivo es, tomando
como punto de partida estas afirmaciones, examinar las relaciones entre
filosofía y política para determinar en esta contraposición cuáles pueden ser
sus características esenciales y, si esto fuera lícito, cómo se pueden relacionar
la una con la otra sin que se generen distorsiones como las citadas.

Tengamos en cuenta primero que el concepto de política ha incluido siempre


una ambigüedad. Si observamos el uso común que se hace de él, vemos que
en primer lugar él designa directamente la actividad de los políticos o de los
ciudadanos que se involucran en ella, esto es, las diferentes acciones en vistas
de adquirir el poder sobre los organismos públicos, por ejemplo, aquellas que
brotan de la disposición a conformar agrupaciones o partidos con una
determinada orientación ideológica, aquellas que surgen de la acción misma de
estas agrupaciones con vistas a consolidarse y a influir en la sociedad
(campañas, congresos, reuniones) y aquellas que constituyen pasos concretos
hacia la toma o hacia la administración del poder (elecciones, acciones
legislativas, gubernamentales, etc.).

Por otra parte, y en segundo lugar, la palabra "política" designa un aspecto de


la existencia humana, el lazo que une a los hombres y que los mueve a vivir en
sociedad, la condición de ser todos pertenecientes a una Polis y, en
consecuencia, la particularidad de la propia existencia humana, que solo se
hace digna de considerarse como tal cuando se abre hacia la realidad de otras
vidas y cuando establece lazos por los cuales ella comparte el mundo con sus
semejantes. En este caso, la política ya no es una acción o una actividad, sino
un aspecto esencial de nuestra manera de ser. En este sentido, no está en las
manos del hombre el hecho de ser o no ser político, hasta el punto de que la
política ni siquiera es algo que se pueda elegir hacer o no hacer, pues
derechamente no es algo que se "haga". Se es político, en cuanto el hombre,
como decía Aristóteles, es un "animal político".

Y, finalmente, todavía hay una tercera significación de la palabra, que se refiere


al pensamiento que busca dar una respuesta al problema de cómo debe ser
este particular tipo de sociabilidad, incluyendo tanto la fenomenología de esta
existencia con los otros, como la respuesta que podría darse al problema de
cuál pudiera ser la mejor forma de organizaría y cuáles serían los fines y
objetivos que ella tendría. En este último sentido -que indiscutiblemente
también ha sido forjado por Aristóteles- la política se identifica con un cierto tipo
de filosofía y no es otra cosa que la aplicación del pensamiento a los problemas
de la organización y del funcionamiento de la Polis. Este tipo de pensamiento
es lo que también se ha denominado "filosofía política", que no es una filosofía
al servicio de un ideario político, cualquiera que este sea, sino un pensamiento
vuelto hacia lo político, entendido en cualquiera de los dos sentidos
anteriormente citados.

Notemos que cuando cuestionamos las relaciones entre filosofía y política,


nuestras reflexiones no pueden tener que ver ni con la segunda, ni con la
tercera de estas significaciones. Con la segunda no, porque nadie puede
liberarse de esta condición, y tampoco el filósofo; y con la tercera tampoco,
porque siendo la política misma una filosofía, no deberíamos encontrar ninguna
contradicción entre ambas. La filosofía política se presenta como el ejercicio del
pensamiento vuelto hacia esa temática, pero salvo en ocasiones en que el
pensamiento se transforma en un medio de justificar determinadas posturas
previas, este tipo de filosofía cumple con todas las exigencias que legitiman su
cometido. El dirigir la mirada filosófica hacia las cuestiones políticas no debiera
traducirse en una distorsión proveniente de prejuicios que opaquen su mirada.
Esta debe mantener un distanciamiento frente a cualquier compromiso que le
reste libertad, pues, como afirma el mismo Nietzsche, lo propio de la filosofía
no es otra cosa que un intento de lograr la libertad de pensar sin trabas, ni
prejuicios, ni partí pris.

Un concepto simple y pragmático de política en el primer sentido señalado


podría ser el de una actividad realizada con vistas a ganar posiciones en la
lucha por el poder sobre el Estado. Toda actividad política, cualquiera que sea
su carácter, pacífica o violenta, tiene como objetivo la conquista de un poder
sobre los órganos de las decisiones que conciernen a la Polis. Esta actividad
recae en nuestra sociedad principalmente sobre los aparatos del Estado, pero
también puede dirigirse a toda otra forma de agrupación social existente al
interior de la sociedad que tenga que ver directa o indirectamente con éstos. La
lucha es por obtener mayor influencia en las decisiones colectivas, por
transformar las instituciones en instrumentos de la orientación que se le quiere
dar a la sociedad en su conjunto. Por otra parte, y también en una primera
aproximación, podríamos caracterizar a la filosofía como un intento de
comprensión de los problemas que brotan de la particular situación humana,
pero quedándose dentro de los límites que las propias facultades de
comprensión del ser humano imponen. Intentar comprender qué somos, hacia
dónde vamos -si es que vamos hacia alguna parte- qué es este mundo que nos
rodea, o, derechamente, qué significa ser y qué relación puede haber entre el
ser y el ente, pero todo esto sin echar mano a ningún factor exterior al ser
humano -como podría ser, por ejemplo, la revelación de un Dios o las
suposiciones que pudiesen surgir del libre juego de nuestra imaginación- es lo
propio de la filosofía. Su carácter puramente descriptivo ha sido afirmado
muchas veces, de la misma manera como su asiento en la libertad,
entendiendo por libertad la no injerencia en sus modalidades de comprensión
de tradiciones no sometidas a crítica o no asumidas por el propio pensamiento
en el cumplimiento de sus propias exigencias.

Así, la filosofía se presenta como el ejercicio del pensamiento sin ayuda, como
la asunción en forma extrema y radical de la condición del ser humano, que
busca darse una explicación coherente de sí mismo y de su mundo sin salir de
sus propias limitaciones.

Nuestro propósito principal se dirige a determinar las relaciones entre esta


forma de la política y esta comprensión de la filosofía. Por eso, algunas
experiencias de filósofos pueden ayudarnos a llevar a cabo nuestro cometido.

Hemos afirmado que la política mediatiza otras luchas menores en vistas del fin
general, hecho del que pueden surgir innumerables conflictos derivados. Esta
media-tización puede llegar hasta causar la distorsión de otros objetivos, como,
por ejemplo, los propios de las universidades o los de las municipalidades, que
pueden ser menospreciados en vistas de la finalidad general política. Esta
modalidad bastarda de la política, en la cual esta actividad se transforma en un
fin en sí mismo, da lugar a lo que los franceses llaman la politique politicienne y
es una de las causas por las cuales puede surgir un conflicto con otras
instancias. Cuando esto ocurre, las instituciones pierden su finalidad específica,
para comenzar a ser vistas únicamente como instrumentos de dominio. Pero
esta misma tendencia a transformar la política en algo absoluto también
subyace en casi todos los ámbitos en que esta se transforma en una actividad
central, como, por ejemplo, en la acción de los propios políticos, quienes
debido al carácter instrumental que pasa a tener para ellos casi toda acción
social o cultural dentro de la sociedad, caen fácilmente en la ilusión de que su
propia actividad es la más importante que pudiera imaginarse, y puestos frente
a cualquier otra comienzan a hacer cálculos para determinar en qué medida
ella favorece o dificulta sus propósitos. Esta forma distorsionada de la política,
que también ha sido despectivamente denominada "politiquería" es, por cierto,
un caso extremo, pero interesante de considerar, porque ella muestra este
rasgo importante de aquella que es su peligrosa tendencia a la centralidad. Es
precisamente esta tendencia la que genera los más fuertes conflictos con la
filosofía, cuando esta última comienza a ser tomada como un mero medio de
justificación o de fúndamentación de determinados fines políticos.

La política aparece entonces como una actividad omniabarcadora y con una


tendencia peligrosa. Todo se puede interpretar de acuerdo con la oposición de
los intereses en lucha. Todo factor que intervenga en las relaciones de poder
puede llegar a ser interpretado como favorable o desfavorable a dicha lucha, de
donde surge el terreno fértil para la absolutización señalada, hecho que es
característico de toda forma opresiva o dictatorial y totalitaria: todo es político,
no hay nada que escape a las influencias de la política, no hay nada, ni nadie,
que pueda pretender ubicarse en la neutralidad. Cualquier cosa que se diga o
que se haga puede llegar a ser interpretada como un elemento que favorece o
desfavorece las posiciones de poder que se trata de impugnar o mantener. La
pesadilla en que se han transformado regímenes como el nazismo y el
comunismo son una demostración de los estragos que puede causar esta
situación. Pero la tendencia a la absolutización de la política no tiene solo estas
manifestaciones caricaturales; también puede llegar a expresarse en formas
aparentemente anodinas o democráticas. Estas pueden observarse fácilmente
en el hecho de que la mayoría de los políticos se absorben de tal modo en su
actividad, que no son capaces de hablar de otra cosa. El tema político los
consume enteramente.

Puede afirmarse que la tendencia a la absolutización de la política está dada


por el carácter absoluto del conflicto y por la compleja interrelación de los
factores sociales. Es la razón por la cual para el político nada debiera dejarse
de lado en sus análisis. Todo interviene en ellos: la economía, la información, la
opinión pública, la investigación histórica, el derecho, la educación, la cultura, la
ecología, el patrimonio, la religión, los valores, etc. La política, desde sí misma,
no tiene por qué ponerse límites. Estos solo pueden provenir de otras
actividades o intereses que se crucen en su camino, los cuales, por su propia
dinámica interna de desarrollo, exijan una particular independencia. Ahora bien,
si la filosofía, por su parte, exige para su constitución la libertad, es explicable
que en lugares y momentos donde se ha producido una absolutización de la
política se haya abierto también de inmediato una confrontación radical con la
filosofía.

CONCLUCION

En conclusión, la filosofía política ha sido integrante de la ciencia política, como


filosofía, como teoría o como historia de las ideas, aunque no siempre ha
estado presente con la misma intensidad. La variación de su influencia se
explica a partir de que en el desarrollo de ambas disciplinas en la segunda
mitad del siglo durante los primeros años del xx, experimentaron dos procesos
que han sido motivo de debate: el primero fue la “muerte” de la filosofía política
por el surgimiento y desarrollo de la ciencia política y otras ciencias sociales,
aunque después la filosofía política experimentó un resurgimiento; empero, con
el avance y desarrollo de la ciencia política empírica, se ha generado la idea de
la “muerte” de ésta, debido a la ausencia de un diálogo más estrecho con la
filosofía política y otras disciplinas que le son necesarias para su “renacimiento
”.

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