0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos) 165 vistas14 páginasDeleuze Sobre La Diferencia Entre La Etica y La Moral
materia Etica y Odontologia, materia para estudio de facultad de psicologia.
sobre la diferencia entre la etica y la moral
pag 28 a la 40
capitulo 2
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5 2
Sobre la diferencia entre la ética
y una moral
Ningtin fildsofo fue mds digno, pero tampoco ningu-
no fue més injuriado y odiado. Para comprender el mo-
tivo no basta con tener presente la gran tesis tedrica del
spinozismo: una sola substancia que consta de una infi-
nidad de atributos, Deas sive Natura, las «criaturas» siendo
sélo modos de estos atributos 0 modificaciones de esta
substancia. No basta con mostrar cémo el panteismo y el
ateismo se combinan en esta tesis negando la existencia
de un Dios moral, creador y trascendente; es necesario
mas bien comenzar con las tesis practicas que hicieron
del spinozismo piedra de escandalo. Estas tesis implican
una triple denuncia: de la «conciencia», de los «valores»
y de las «pasiones tristes». Son las tres grandes afinidades
con Nietzsche. ¥, todavia en vida de Spinoza, son las ra-
zones por las que se le acusa de materialismo, de inmora-
lismo y de ateismo.
1, Desvalorizacién de la conciencia (en beneficio
del pensamiento): Spinoza, matertalista
Spinoza propone a los filésofos un nuevo modelo: el
cuerpo. Les propone instituir al cuerpo como modelo:
«No sabemos lo que puede el cuerpo...» Esta declaracién
de ignorancia es una provocacién: hablamos de la con-
ciencia y de sus decretos, de la voluntad y de sus efectos,
de los mil medios de mover el cuerpo, de dominar el cuer-
po y las pasiones, pero xo sabemos ni siquiera lo.que puede un
27cuerpo.’ A falta de saber, gastamos palabras. Como diré
Nietzsche, nos extrafiamos ante la conciencia, pero «nds
bien es el cuerpo lo sorprendente.,.»,
Sin embargo, a una de las tesis tedricas mas célebres de
Spinoza se la conoce por el nombre de paraleliso; no con-
siste solamente en negar cualquier relacién de causalidad
real entre cl espititu y el cuerpo, sino que ptohibe toda pri-
macia de uno de ellos sobre el otro. Si Spinoza rechaza
cualquier superioridad del alma sobre el cuerpo, no es para
instaurar una superioridad del cuerpo sobre el alma, que
tampoco seria inteligible. La signiticacién practica del pa-
ralelismo se hace patente en el vuelco del principio tradi-
cional sobre el que se fundaba la Moral como empresa de
dominio de las pasiones por la conciencia: cuando el cuer-
po actuaba, el alma padecia, se afirmé, y el alma no ac-
tuaba sin que el cuerpo padeciese a su vez (regla de la re-
lacién inversa, cf, Descartes, Tratado de las pasiones, articulos
1 y 2). Seguin la Etica, por el contrario, lo que es accién en
el alma es también necesariamente accién en el cuerpo, y
lo que es pasién en el cuerpo es también necesariamente
pasin en el alma.? Ninguna primacia de una serie sobre la
otra. Entonces, équé quiere decir Spinoza cuando nos in-
vita a tomar el cuerpo como modelo?
Se trata de mostrar que el cucrpo supera el conocimien-
to que de él se tiene, y que el pensamiento sapera en la misma
medida la conciencia que se tiene de él. No hay menos cosas en
el cspiritu que superan nuestra conciencia, que cosas en el
cuerpo que superan nuestro conocimiento. Sélo por un
Unico e igual movimiento Ilegaremos, si es que es posible,
a captar la potencia del cuerpo mis all4 de las condiciones
dadas de nuestro conccimiento, y a captar la potencia del
espiritu més alla de las condiciones dadas de nuestra con-
ciencia. Se busca la adquisicién de un conocimiento de los
poderes del cuerpo para descubrir paralelamente los poderes
1. Etica, I, 2, escolio.
2. Etica, IU, 2, esc. (y Il, 13, esc).
28del espfritu que escapan a la conciencia, y asi comparar es-
tos poderes. En resumen, segtin Spinoza, el modelo cor
poral no implica desvalorizacion alguna del pensamiento
en relacién a la extensién, sino algo mucho mas impor-
tante, una desvalorizacién de Ja conciencia en relacién al
pensamiento; un descubrimiento del inconsciente, de un
inconsciente del pensamiento, no menos ptofundo que lo des-
conocido del cuerpo.
Ocurre que la conciencia es naturalmente el lugar de
una jlusién. Su naturaleza es tal que recoge los efectos pero
ignora las causas. El orden de las causas se define por lo
siguiente: cada cucrpo en su extensién, cada idea o cada
espfritu en el pensamicnto estén constituidos por relaci
nes caracteristicas que subsumen las partes de este cuerpo,
las partes de esta idea, Cuando un cuerpo «se encuentra
con» otro cuerpo distinto, o una jdea con otra idea dis-
tinta, sucede o bien que las dos selaciones sc componen
formando un todo mas poderoso, o bien que una de cllas
descompone la otra y destruye la cohesion entre sus par
tes. En esto consiste lo prodigioso, tanto del cuerpo como
del espiritu, en estos conjuntos de partes vivientes que se
componen, y se descomponen siguiendo leyes complejas.>
El orden de las causas es asi un orden de composicion y
descomposicidn de relaciones que afecta sin limite a Ja na-
turaleza entera. Pero nosotros, en cuanto seres conscientes,
nunca recogemos sino los gféctos de estas composiciones y
descomposiciones; experimentamos alegria cuando un cuer-
po se encuentra con el nuestro y se compone con él, cuan-
do una idea se encuentra con nuestra alma y se compone
con ella, o, por el contrario, tristeza cuando un cuerpo
o una idea amenazan nuestra propia coherencia. Nuestra
situacion es tal que sdlo recogemos slo que le sucede»
a nuestro cuerpo, o «lo que le sucede» a nuestra alma,
es decir, el efecto de un cuerpo sobre el sucstro, cl efecto
de una idea sobre la nuestra. Pero de nuestro cuerpo con-
3, Incluso el espiritu tiene gran cantidad de partes; cf. Etica, M1, 15.
29forme a su relacién propia y de nuestra alma conforme a
su relacién propia, de los otros cuerpos y de las otras al-
mas o ideas conforme a sus respectivas relaciones, a las re-
glas por las que se componen y se descomponen todas es-
tas relaciones, de todo esto nada sabemos en el orden dada
de nuestro conocimiento y de nuestra conciencia. En po-
cas palabras, las condiciones en que conocemos las cosas
y somos conscientes de nosotros mismos nos condenan a
no tener mas que ideas inadecuadas, confusas y mutiladas, efec-
tos separados de sus propias éausas.4 Por eso no podemos
pensar que los nifios son felices, 0 perfecto el primer hom-
bre; pues ignorantes de causas y naturalezas, reducidos a la
conciencia del acontecer, condenados a sufrir efectos cuya
ley no Ilegan a comprender, son los esclavos de cada cosa,
ansiosos e infelices en la medida de su imperfeccién. (Na-
die se ha opuesto como Spinoza a la tradicién teolégica de
un Adan perfecto y feliz.)
&Cémo calma su angustia la conciencia? {Cémo Adan
llega a imaginarse feliz y perfecto? Gracias a que se opera
una triple ilusién. Puesto que sdlo recoge efectos, la con-
ciencia remediara su ignorancia trastocando el orden de las
cosas, tomando los efectos por las causas (ilusién de las cau-
sas finales): del efecto de un cuerpo sobre el nuestro hard
la causa final de la accién del cuerpo exterior, y de la idea
de este efecto, la causa final de sus propias acciones. Desde
este momento, se tomar4 a si misma por causa primera,
alegando su poder sobre el cuerpo (ilusién de los decretos i-
bres). ¥ alli donde ya no le es posible a la conciencia ima-
ginazse ni causa primera ni causa organizadora de los fines,
inyoca a un Dios dotado de entendimiento y de voluntad
que, mediante causas finales o decretos libres, dispone para
el hombre un mundo a la medida de su gloria y de sus cas-
tigos (ilusién teolégica).5 E, incluso no basta con afirmar que
la conciencia se hace ilusiones; pues es inseparable de la
4. Erica, 1, 28, 29.
5. Etica, I, apéndice.triple ilusi6n que la constituye: ilusi6n de la finalidad, uu-
sion de Ja libertad, ilusion teolégica. La conciencia es sdlo
un sofiar despierto. «As{ es como un nifio cree desear li-
bremente la leche; un joven furioso, la venganza; y un co-
barde, la huida. Un borracho también cree decir, por un
libre decreto del espiritu, lo que sereno nunca querria ha-
ber dicho.»®
Aun urge que la misma conciencia tenga una causa.
Spinoza define ocasionalmente el deseo como «el apetito
con conciencia de si mismo». Pero precisa que se trata so-
lamente de una definicién nominal del deseo, y que la con-
ciencia nada afiade al apetito («no nos inclinamos por algo
porque lo consideramos bueno, sino que, por el contrario,
consideramos que es bueno porque nos inclinamos por
ello»).” Por lo tanto, hay que Wegar a una definicién real
del deseo que muestre a un tiempo la «causa» por la que
la conciencia parece abrirse en el proceso del apetito. Aho-
ta bien, el apetito no es mas que esfuerzo por el que cada
cosa se esfuerza en perseverar en su ser, cada cuerpo en la
cpreneién, cada alia 0 cada idea en el pensamiento (cona-
tus). Pero puesto que este esfuerzo nos empuja a diferentes
acciones de acuerdo al cardcter de los objetos con los que
nos encontramos, tendremos que afirmar que esta en cada
instante determinado por las afecciones procedentes de los
objetos. Estas afecciones determinantes son necesariamente la
causa de la conciencia del conatus. Y como las afecciones no
pueden separarse del movimiento por el que nos condu-
cen a una perfeccién mayor o menor (alegria o tristeza), se-
gin si la cosa con la que nos encontramos se compone
con nosotros 0, por el contrario, tiende a descomponernos,
Ia conciencia aparece como el sentimiento continuo de este
paso de mas o menos, de menos o més, testigo de las va-
6. Etica, TI, 2, esc.
7. Btica, Wl, 9, esc.
8. Eticw Ul, definicién del deseo («para que mi definicién envol-
viese 1a causa de la conciencia...»).
31tiaciones y de las determinaciones del conatus en funcidr
de los otros cuerpos o de las otras ideas. El objeto qui
conviene a mi naturaleza me determina a formar una tota
lidad superior que nos comprende, a él mismo y a mf. E
que no me conviene pone mi cohesién en peligro y tien
de a dividirme en subconjuntos que, en el limite, entrar
en relaciones incompatibles con mi relacién constitutive
(muerte). La conciencia es el paso 0, mAs bien, el sentimien
to del paso de estas totalidades menos poderosas a totali
dades mas poderosas, e inversamente. Es puramente tran:
sitiva. Pero no es propiedad del todo, ni de algtin todo er
particular; sélo tiene el valor de una informacién necesa
riamente confusa y mutilada. Aqui también Nietzsche e:
estrictamente spinozista, cuando escribe: «Lo més de la ac.
tividad principal es inconsciente; la conciencia solo suele
aparceer cuando el iodo quiere subordinarse a un todo su-
perior, y es primero la conciencia de este todo superior,
de la realidad exterior a m{; la conciencia nace en relacién
al ser del que podriamos ser funcién, cs el medio de in-
corporarnos a él».
2. Desvalorizacién de todos los valores, principalmente del bien
y del mal (en beneficio de lo «bueno» y lo «malo»): Spinoza,
inmoralista
«No comerds del fruto...»: el angustiado e ignorante
Adan comprende estas palabras como el enunciado de una
prohibicién. Sin embargo, éde qué se trata realmente? Se
trata de un fiuto que, en su condicién de fruto, envene-
nara a Adan si éste lo come. Se trata del encuentro de dos
cuerpos cuyas relaciones caracteristicas no se componen; el
fruto actuard como un yveneno, es decir, provocaré que las
partes del cuerpo de Adén (y, paralelamente, la idea del fruto
lo hard con las partes de su alma) entren en nuevas relaciones
que no corresponden ya a su propia esencia. Pero, ignorando las
causas, Adan cree que se le prohibe moralmente, aunque,
32en realidad, Dios sélo le revela las consecuencias naturales
de la ingestién del fruto. Spinoza nos lo recuerda obstina-
damente: todos los fendmenos que agrupamos bajo la ca-
tegoria del Mal, las enfermedades, la muerte, son de este
tipo, mal encuentro, indigestion, envenenamiento, intoxi-
cacién, descomposicién de la relacién.’
En cualquier caso, siempre hay relaciones que se com-
ponen dentro del propio orden, conforme a las leyes eter-
has de Ja naturaleza entera. Aunque no haya Bien ni Mal,
si hay bueno y malo, «Mas allé del Bien y del Mal, esto al
menos no quiere decir més alla de lo bueno y lo malo.»
Lo bueno tiene lugar cuando un cuerpo compone directa-
mente su relacién con la nuestra y aumenta nuestra poten-
cia con parte de la suya, 0 con toda entera. Por ejemplo,
tun alimento. Lo malo tiene lugar, para nosotros, cuando un
cuerpo descompone la relacién del nuestro, aunque se com-
ponga luego con nuestras partes conforme a relaciones dis-
tintas a las que corresponden a nuestra esencia, como ac-
tia un veneno que descompone la sangre. Bueno y malo
tienen asi un primer sentido, objetivo aunque relativo y
parcial: lo que conviene a nuestra naturaleza, y lo que no
le conviene. Y, por consiguiente, bueno y malo tienen un
segundo sentido, subjetivo y modal, que califica dos tipos,
dos modos de existencia del hombre; se llamara bueno
(0 libre o razonable o fuerte) a quien, en lo que esté en su
mano, se esfuerce en organizar los encuentros, unirse a lo
que conviene a su naturaleza, componer su relacién con
telaciones combinables y, de este modo, aumentar su po-
tencia. Pues la bondad es cosa del dinamismo, de la poten-
cia y composicién de potencias. Se !lamaré malo, 0 escla-
vo, débil, o insensato, a quien se lance a la ruleta de los
encuentros conformandose con sufrir los efectos, sin que
esto acalle sus quejas y acusaciones cada vez que el efecto
sufrido se muestre contrario y le revele su propia impoten-
9. Tratado teoldgico-politico, cap. 4. ¥ Carta XIX, a Blyenbergh.
40. Nietzsche, Genealogia de la moral, tratado primero, seccién 17.
33cia, Pues de tanto encantrarse con Dios sabe que en cual-
quier circunstancia, imaginando poder arreglirselas siempre
© con mucha violencia o con un poco de astucia, icémo
no acabara con més malos encuentros que buenos? {Cémo
no acabaré destruyéndose a fuerza de culpabilidad, y des-
truyendo a los otros con tanto resentimiento, propagando
en todas direcciones sn propia impotencia y esclavitud, su
propia enfermedad, sus indigestiones, toxinas y vencnos?
Llegard a no poder encontrarse consigo mismo."!
De este modo, la Btica,-es decir, una tipologia de los
modos inmanentes de existencia, reemplaza la Moral, que
refiere siempre la existencia a valores trascendentes. La mo-
ral es el juicio de Dios, el sistema del Juicio, Pero la Etica
derroca el sistema del juicio. Sustituye la oposicién de los
valores (Bien-Mal) por la diferencia cualitativa de los modos
de existencia (bueno-malo). La ilusién de los valores esta
unida a la ilusién de la conciencia; como la conciencia es
ignorante por esencia, como ignora el orden de las causas
y las leyes, de las relaciones y sus composiciones, como se
conforma con esperar y recoger el efecto, desconoce por
completo la Naturaleza. Ahora bien, para moralizar, basta
con no comprender. Resulta claro que, en el momento en
que no la comprendemos, una ley se nos muestra bajo la
especie moral dé una obligacién. Si no comprendemos Ia
regla de tres, la aplicaremos acaténdola como un deber. Si
Adin no comprende Ia regla de la relacién de su cuerpo
con el fruto, escuchard en la palabra de Divs una prohibi-
cién. Mas atin, la forma confusa de la ley moral ha com-
prometido hasta tal punto la ley de Ja naturaleza que el fi-
Iésofo ya no debe hablar de Icyes de la naturaleza, sino
solamente de yerdades cternas: «Sélo por analogia se apli-
ca la palabra ley a las cosas naturales; por ley no se acos-
tumbra entender otra cosa que un mandato..». Como
dice Nietzsche a propésito de la quimica, esto es, de la
11. CF. el texto sobre el suicidio, Erica, IV, 20, esc.
12. Tratado teoldgico-pulitice, cap. 4,
34ciencia de los antidotos y los venenos, mas vale evitar la
palabra ley, que tiene un regusto moral.
Seria facil, sin embargo, separar ambos dominios, el de
las verdades eternas de la Naturaleza y el de las leyes mo-
rales institucionales, aunque sdlo se atendiese a los efectos.
Cojamos la palabra a la conciencia: la ley moral es un de-
ber, no tiene otro efecto ni finalidad que la obediencia. Tal
vez esta obediencia resulte indispensable, tal vez los man-
damientos resulten bien fundados. No es ésta la cuestién.
La ley, moral o social, no nos aporta conocimiento algu-
no, no nos hace conocer nada. En el peor de los casos, im-
pide Ja formacién del conocimiento (Ia ley del tirano). En el
mejor, prepara el conocimiento y lo hace posible (Ia ley de
Abraham o de Cristo). Entre estos dos extremos ocupa el lu-
gar del conocimiento en aquellos que no pueden alcanzar-
lo a causa de su modo de existencia (la ky de Moisés). Pero,
de cualquicr forma, no deja de manifestarsc una diferen-
cia de naturaleza cntre el conocimiento y la moral, cntre
la relacién mandamiento-obediencia y la relacién cono
cido-conocimiento. La miseria de la teologia y su nocivi-
dad no son, segtin Spinoza, solamente especulativas; se ori-
ginan en la confusién prictica, inspirada por la teologia,
entre estos dos drdenes de naturaleza diferente. O, por lo
menas, la teologia considera las revelaciones de la Escritu-
ta como bases del conocimiento, incluso si este conoci-
miento ha de desarrollarse racionalmente o aun ser tras-
puesto, traducido por la razén; de donde se origina la
hipdtesis de un Dios moral, creador y trascendente. Se da
aqui, ya lo veremos, un error que compromete la ontolo-
gia entera; se trata de la historia de un Jargo error en el que
se confunde el mandamiento con algo que hay que com-
prender, la obediencia con el conocimiento mismo, el Ser
con un fiat. La ley es siempre la instancia trascendente que
determina la oposicién de los valores Bien-Mal; el conoci-
miento, en cambio, es la potencia inmanente que deter-
mina la diferencia cualitativa entre los modos de existen-
cia bueno-malo.3. Desvalorizacién de todas las «pasiones tristes» (en beneficio de
Ia alegria): Spinora, atea
Si la Etica y la Moral se limitasen a interpretar diferen-
temente los mismos preceptos, su distincién seria sdlo ted-
tica. No es asi... Spinoza denuncia sin cansancio en toda
su obra tres figuras ejemplares distintas: el hombre de pa-
siones tristes, el hombre que se sirve de estas pasiones tris-
tes, que las necesita para asentar su poder, y, finalmente, el
hombre a quien entristece la condicién humana, las pasio-
nes del hombre en general (y puede burlarse de ellas como
indignarse, que esta misma irrisi6n es un mal reir).'> El es-
clavo, el tirano y el sacerdote... la trinidad moralista. Des-
de Epicuro y Lucrecio nunca se ha mostrado con mayor
claridad el profundo vinculo implicito entre el tirano y el
esclavo: «El gran secreto del régimen inondrquico, su inte-
rés profundo, consiste en engafiar a los hombres disfrazan-
do con el nombre de religién el temor con cl que se les
quiere meter cn cintura; de modo que luchen por su ser-
vidumbre como si se tratase de su salvacién». Ocurre que
la pasidn triste es un complejo que retine lo infinito del de-
seo con la confusién del animo, la codicia con la supersti-
cién. «Los que con més ardor abrazan cualquier forma de
supersticién no pueden ser atros que los que més inmode-
radamente desean los bienes ajenos.» El tirano necesita para
triunfar la tristeza de espiritu, de igual modo que los ani-
mos tristes necesitan a un tirano para propagarse y satisfa-
cerse. Lo que los une, de cualquier forma, es el odio a la
vida, el resentimiento contra la vida. La Etica dibuja el re-
trato del hombre del resentimiento, para quien toda felicidad
es una ofensa y que hace de la miseria o la impotencia su
unica pasion. «Y los que saben desanimar en lugar de for-
tificar los espiritus se hacen tan insoportables para si mis-
13. Cf. la denuncia que hace Spinoza de la «sitira» en Tratado polt-
tico, cap. 1, 1, y Etiea, III, prefacio.
14. Tiatado teolégico-politico, pretacio.
36mos como para los demés. Por esta razén muchos prefirie-
ron vivir entre las bestias a hacerlo entre los hombres. De
igual modo, los nifios y adolescentes, que no pueden so-
brellevar con firmeza de 4nimo las represiones paternas, se
refugian en el oficio militar, prefiriendo las dificultades de
la guerra y la autoridad de un tirano a las comodidades da-
miésticas y las amonestaciones paternas, y aceptan cualquier
carga con tal de vengarse de sus padres...»!5
En Spinoza se encuentra sin duda una filosofia de la
«vida»; consiste precisamente cn denunciar todo lo que nos
separa de la vida, todos estos valores trascendentes vueltas
contra la vida, vinculados a las condiciones ¢ ilusiones de
nuestra conciencia. La vida queda envenenada por las ca-
tegorias del Bien y del Mal, de la culpa y el mérito, del
pecado y la redencidn." Lo que la envenena es el odio,
comprendiendo también en él el odio vuelto contra si mis-
mo, la culpabilidad. Spinoza sigue paso a paso el encade-
namiento terrible de las pasioncs tristes: primero la triste-
za misma, después el odio, Ja aversion, la burla, el temor,
la desesperaciOn, el morsus conscientiac, Ja piedad, la indig-
nacion, la envidia, la huimildad, cl arrepentimiento, la ab-
yeccion, la vergiienza, el pesar, la célera, la venganza, la
crueldad....” Lleva tan lejos su andlisis que hasta en la es-
peranza y en \a seguridad encucntra ese poco de tristeza que
basta para hacer de ellas sentimientos de esclavos.!® La ver-
dadera ciudad propone a !os ciudadanos més el amor a la
libertad que esperanzas de recompensa o incluso la seguri-
dad de los bienes; pues «a los esclavos y no a los hombres
libres es a quienes se recompensa por su buen comporta
miento»."” Spinoza no es de los que picnsan que una pa
sin triste pueda ser buena bajo algtin aspecto. Antes que
19, Etica, TV, apéndice, cap. 13.
16. Etica, 1, apéndice.
17. Btica, UW.
18. Etica, IV, 47, esc.
19. Tratado politico, cap. X, 8.
37Nietzsche, denuncia ya todas las falsificaciones de la vida,
todos los valores en cuyo nombre despreciamos la vida; no
vivimos, sdlo levamos una apariencia de vida, no pensa-
mos sino en evitar la muerte, y toda nuestra vida es un cul-
to a la muerte.
Esta critica de las pasiones tristes se arraiga profunda-
mente en la teoria de las afecciones. Un individuo es pri
mero una esencia singular, es decir, un grado de potencia.
A esta esencia corresponde una relacién caracteristica; a
este grado de potencia corresponde un poder de afeccién.
Aquella relacién, en fin, subsume las partes, este poder de
afeccién se encuentra necesariamente satisfecho por las
afecciones. De modo que los animales se definen no tan-
to por las nociones abstractas de género y especie como
por un poder de afeccién, por las afecciones de las que son
«capaces», por las excitaciones a las que reaccionan en los
limites de su potencia. La consideracién de los géneros y
las especies todavia implica una «moral»; en cambio, la Ei-
ca es una etologia que, para hombres y animales, sdlo con-
sidera en cada casu su poder de afeccién. Ahora bicn, pre
cisamente desde el punto de vista de una etologia del
hombre, deben distinguirse en primer lugar dos tipos de
afecciones: las acciones, que se explican por la naturaleza
del individuo afectado y derivan de su esencia, y las pasio-
nes, que se explican por otra cosa y derivan del exterior. El
poder de afeccién se presenta entonces como potencia de ac-
cién en cuanto que se le supone satisfecho por afecciones
activas, pero también como potencia de pasién en cuanto que
lo satisfacen las pasiones. Para un mismo individuo, esto
es, para un mismo grado de potencia, supuestamente cons-
tante dentro de ciertos limites, el poder de afeccién se con-
serva asimismo constante dentro de estos limites, pero la
potencia de accién y la potencia de pasién varfan profun-
damente y en raz6n inversa.
No sélo hay que distinguir entre acciones y pasiones,
sino entre dos tipos de pasiones. Lo propio de la pasién, de
cualquier modo, consiste en satisfacer nuestro poder de afec-
38cién a la vez que nos separa de nuestra potencia de accién,
manteniéndonos separados de esta potencia. Pero cuando
nos encontramos con un cuerpo exterior que no conviene
al nuestro (es decir, cuya relacién no se compone con la
nuestra), todo ocurre como si la potencia de este cuerpo se
opusiera a nuestra potencia operando una substraccién, una
fijacion; se dirfa que nuestra potencia de accién ha queda-
do disminuida o impedida, y que las pasiones correspon-
dientes son de tristeza. Por el contrario, cuando nos encon-
tramos con un cuerpo que conviene a nuestra naturaleza y
cuya relacién se compone con la nuestra, se diria que su po-
tencia se suma a la nuestra; nos afectan las pasiones de ale-
arf, nuestra potencia de accién ha sido aumentada 0 auxi-
liada. Esta alegria no deja de ser una pasidn, puesto que
tiene una causa exterior; quedamos todavia separados de
nuestra potencia de accién y no la poseemos formalmente.
Pero no por ello esta potencia de accién deja de aumentar
en proporcién, y asi nos «aproximamos» al punto de con-
versién, al punto de transmutacién que nos hara dignos de
la accién, poseedores de las alegrias activas.”
Es en el conjunto de esta teorfa de las afecciones en el
que se da razén del estatuto de las pasiones tristes. Sean
éstas cuales fueren, as{ como sus justificaciones precisas, re-
presentan el grado mas bajo de nuestra potencia, el mo-
mento en que quedamos més separados de nuestra poten-
cia de accién, més alienados, abandonados a los fantasmas
de la supersticién y a las malas artes del tirano. La Etica es
necesariamente una ética de la alegria; sdlo la alegria vale,
solo la alegria subsiste en la accidn, y a ella y a su beati-
tud nos aproxima. La pasion triste siempre es propia de la
impotencia. Este sera el triple problema practico de la Et
ca: éc6mo conseguir el maximo de pasiones alegres y pasar
de este punto a los sentimientos libres y activos (cuando
nuestro lugar en la Naturaleza parece condenarnos a los
20. Sobre los dos tipos de pasiones, cf. Btica, III, definicién gene-
ral de Jos sentimientos.
39malos encuentros y a la tristeza)? $Cémo podemos formar
ideas udecuadas, de donde brotan precisamente los senti-
mientos activos (cuando nuestra condicién natural parece
condenarnos a tener de nuestro cuerpo, de nuestro espiti-
tu y de las demas cosas solamente ideas inadecuadas)?
Cémo llegar a la conciencia de sh, de Dios y de las cosas-sui et
Dei et rerum aeterna quadam necessitate conscius (cuando nues-
tra conciencia parece inseparable de Ia ilusién)?
Las grandes teorias de la Etica -unicidad de ta substan-
cia, univocidad de los atributos, inmanencia, necesidad
universal, paralelisma, etc.— no pueden separarse de las tres
tesis prdcticas sobre la conciencia, los valores y las pasio-
nes tristes. La Arica es un libro escrito en dos ejecuciones
simult4neas; una elahoracidn en el continuo seguirse de las
definiciones, proposiciones, demostraciones y corolarios
que desarrollan los grandes temas especulativos con todos
los rigores del espfritu; otra ejecucién, mas en la rota ca-
dena de los escolios, linea volcdnica discontinua, segunda
version bajo la primera que expresa todos los furores del
corazén y propone las tesis practicas de denuncia y libera-
cién2! Todo el camino de la Etica se hace en Ja inmanen-
cia; pero la inmanencia es el inconsciente mismo y la con-
quista del inconsciente. La alegrfa ética corresponde a la
afirmacién especulativa.
21. Se trata de un procedimiento de uso comtin que consiste en
ocultar las tesis mds audaces o menos ortodoxas en los apéndices v cn
las notas (como hace todavia el diccionario de Bayle). Spinoza renueva
el procedimienta con su método sistematico de escolios, que remiten
unos a otros y se vinculan por si mismos a los prefacios y apéndices,
fommando eat Una segunda Huicesubterines
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