Introduccion A La Catequesis
Introduccion A La Catequesis
CATEQUESIS
      COCHABAMBA - BOLIVIA
AÑO 2012 – EDITADO POR IVÁN-SANDY.
Capilla Luis Espinal.   2
            UNIDAD 1 - LA CATEQUESIS EN LA IGLESIA
                              1.1
              LA CATEQUESIS, ACCIÓN DE LA IGLESIA
  La iglesia es ante todo asamblea de llamados, de convocados, de reunidos por la escucha y la
  obediencia de la Palabra de Dios. "La Iglesia nace de la acción evangelizadora de Jesús y de los
  doce" (EN, 15). Su palabra es la que convoca y hace nacer a la Iglesia como comunidad de creyentes
  (cf. Hch 2,41.47).
  La Palabra de Dios no sólo da origen a la Iglesia, sino que la edifica y la hace crecer (cf. Hch .
  12.24; 19,29). La Iglesia se edifica y se desarrolla en la medida en que la Palabra de Dios reside en
  ella abundantemente (cf. Col 3,16).
  Al ser sacramento universal de salvación, la Iglesia no solo tiene necesidad de ser continuamente
  evangelizada, sino que queda comprometida en el anuncio y transmisión de la Palabra de Dios al
  hombre y al mundo.
  Las formas básicas del ministerio de la Palabra son: el primer anuncio, la catequesis y la homilía. No
  son las únicas, pero sobre ellas descansa, fundamentalmente, el anuncio y la transmisión de la
  Palabra de Dios que habita en la Iglesia.
  Como forma del servicio de la Palabra, la catequesis queda necesariamente marcada por el carácter
  de eclesialidad de la palabra y de la fe, existiendo siempre una mutua dependencia entre Iglesia y
  catequesis.
  La Iglesia es el lugar natural de la catequesis. Esta idea claramente afirmada en el mensaje final del
  sínodo de 1977 (n° 13), es hoy patrimonio común de la reflexión catequética. La catequesis
  encuentra su natural y fundamental ámbito de referencia en la comunidad eclesial (cf. CC, 202),
  como parte del ministerio de la Palabra.
  "Cuanto más sea capaz la Iglesia, a escala local o universal, de dar la prioridad a la catequesis -por
  encima de otras iniciativas cuyos resultados pueden ser más espectaculares- tanto más la Iglesia
  encontrará en la catequesis una consolidación de su vida interna, como comunidad de creyentes, y
  de su actividad externa como misionera. En este final del siglo XX, Dios y los acontecimientos, que
  son otras tantas llamadas de su parte, invitan a la Iglesia a renovar su confianza en la acción
  catequética como una tarea absolutamente primordial de su misión.
  Por ello la Iglesia "es invitada a consagrar a la catequesis sus mejores recursos en hombres y
  energías, sin ahorrar esfuerzos, fatigas y medios materiales, para organizarla mejor y formar
  personal capacitado. En ello no hay mero cálculo humano, sino una actitud de fe" (CT, 15).
  En los momentos actuales, en los que la Iglesia quiere impulsar una nueva evangelización, la
  catequesis adquiere una importancia prioritaria pala que esta acción evangelizadora tenga sólidos
  fundamentos.
                                 2.1
                     EL LUGAR DE LA CATEQUESIS
                   DENTRO DE LA VIDA DE LA IGLESIA
  Si la catequesis es una acción de y para la Iglesia, conviene ahora situarla dentro de la vida misma
  de la Iglesia para determinar mejor su función peculiar.
  Todos los documentos actuales sobre la catequesis (DCG, EN, CT, CC), sitúan a ésta dentro de la
  misión evangelizadora de la Iglesia, como parte integrante de la misma.
  Ya el Concilio Vaticano II (cf. AG, 11-15) había descrito la dinámica y la sucesión lógica de todo
  proceso evangelizador en estos términos: testimonio y presencia de la caridad, primer anuncio del
  Evangelio y conversión, catecumenado e iniciación cristiana, formación de la comunidad cristiana y
  apostolado.
  Según esto, la Iglesia realiza la evangelización cuando desarrolla la totalidad de los elementos que la
  componen, es decir, cuando:
La acción misionera
  Por acción misionera se entiende todo lo que la Iglesia vive testimonialmente, anuncia
  explícitamente y hace por el hombre y su mundo, para establecer el Reino de Dios y para que las
  personas den su adhesión a Jesucristo y su Evangelio.
  El elemento más importante de la acción misionera es el anuncio explícito del Evangelio con
  palabras y con signos, y los destinatarios de este primer anuncio son todos aquellos que, por una u
  otra causa, no viven la Buena Nueva de Jesucristo.
La acción catequética
  La acción catequética es una etapa de la evangelización que trata de conducir hasta la madurez de la
  fe a quienes han optado por el Evangelio o se encuentran deficientemente iniciados en la vida
  cristiana.
  La acción catequética supone la adhesión global al Evangelio de Jesucristo y trata de hacer madurar
  esa adhesión inicial. Por esos los destinatarios son todos los que vienen de la increencia o de la
  indiferencia y los que, vinculados a la comunidad cristiana, necesitan una sólida fundamentación de
  su fe.
La acción pastoral
  La acción pastoral es la que la Iglesia realiza con los fieles de la comunidad cristiana, es decir, con
  los ya iniciados y cuya fe, por tanto, está suficientemente fundamentada. La acción pastoral se
  encamina tanto a seguir educando en la fe a los fieles como a hacer de ellos miembros vivos de la
  vida y de la misión de la Iglesia. La acción pastoral comprende tanto el servicio de la Palabra como
  la celebración litúrgica y la acción caritativa y social.
  La catequesis adquiere su razón de ser y su inspiración más profunda como parte integrante de la
  misión evangelizadora de la Iglesia. La catequesis es un momento señalado del proceso total de la
  evangelización y, como tal, no tiene sentido separado del conjunto de las actividades pastorales y
  misioneras de la Iglesia (cf. CT, 18).
  Sin embargo la catequesis no se confunde con otras acciones que preparan (charlas, convivencias...)
  o siguen a la catequesis (predicación, celebraciones...) (cf. CC, 30-35). La catequesis se sitúa entre
  la actividad misionera, dirigida a los no creyentes, y la acción pastoral dirigida a los fieles cristianos
  y tiene como tarea preparar para una participación adulta en la comunidad cristiana a todos los
  que se han convertido inicialmente al evangelio.
  La catequesis sigue a la acción misionera y pone los cimientos de la comunidad cristiana la acción
  pastoral que hay que desarrollar en ella pueda obtener todos sus frutos (CC, 33).
  Todas las acciones del proceso evangelizador de la Iglesia contribuyen, de alguna manera, a educar
  en la fe, es decir, a hacer madurar la fe de los cristianos.
  Esta educación se realiza por medio de múltiples formas y en ámbitos muy diversos: la predicación,
  la catequesis, la celebración litúrgica, la acción de los cristianos en el mundo, la enseñanza de la
  teología, etc.
  Todo en la Iglesia, sus diferentes acciones, tomas de posturas o su propia configuración, educa en la
  fe a los cristianos.
  Ciertamente la catequesis es una forma peculiar de educación de la fe y tiene una función propia, de
  gran importancia. Pero "no debemos atribuirle, ni ella debe apropiarse, más campos y
  responsabilidades que el suyo propio. Debemos evitar que la catequesis, pretendiendo que lo sea
  todo, termine por perder su identidad dentro de la acción pastoral" CC, 59).
  Para evitar esta confusión conviene ahora referirse a otras formas de ministerio de la Palabra
  guardan con la catequesis una especial vinculación: primer anuncio, homilía, formación cristiana de
  adultos, enseñanza religiosa escolar, teología, etc.
                                          2.1.
                                   CARÁCTER PROPIO
                                   DE LA CATEQUESIS
  Después de situar la catequesis en la misión evangelizadora de la Iglesia y de relacionarla con las
  múltiples acciones educativas de la fe, vamos a ofrecer una síntesis sobre el carácter propio de la
  catequesis. Será otro eslabón más de nuestra reflexión sobre su identidad.
  Juan Pablo II señala en la Exh. Ap. Catechesi tradendae que no quiere dar una definición rigurosa y
  formal de la catequesis, ya que esta tarea está suficientemente ilustrada en el Directorio general de la
  Catequesis, y compete a los especialistas enriquecer cada vez más su concepto y articulación (CT,
  18). Sin embargo, la descripción que da la catequesis es sumamente rica y permite delimitar bien su
  carácter propio.
  Sentido restringido, la catequesis "es la simple enseñanza de las fórmulas que expresan la fe, sentido
  al que, por lo común, se atienen las exposiciones didácticas" (CT,26). Este sentido restringido de la
  catequesis no contradice, sino que está incluido en el sentido amplio, que es propiamente lo que hoy
  día se entiende por catequesis.
  Sentido amplio o pleno, la catequesis, "es la educación de la fe de los niños, de los jóvenes y
  adultos, que comprende especialmente una enseñanza de la doctrina cristiana, dada generalmente de
  modo orgánico y sistemático, con miras a iniciarles en la plenitud de la vida cristiana". (CT, 18).
  La catequesis no es una mera instrucción doctrinal, sino una acción educativa de la fe. La forma
  peculiar de educar en la fe de la catequesis, consiste en garantizar "una iniciación cristiana integral,
  abierta a todas las esferas de la vida cristiana" i CT. 21).
     una enseñanza sistemática, no improvisada, siguiendo un programa que le permita llegar a un fin
      preciso.
     una enseñanza elemental que no pretenda abordar todas las cuestiones disputadas ni
      transformarse en investigación teológica o en exégesis científica.
     una enseñanza, no obstante, bastante completa, que no se detenga en el primer anuncio del
      misterio cristiano, cual lo tenemos en el kerigma
     una iniciación integral, abierta a todas las esferas de la vida cristiana" (CT, 21)
  Como dijo el Concilio, la catequesis consiste en que "la fe ilustrada por la doctrina ,se haga viva,
  operativa y explícita" (CD, 149)
                                       3.1.
                              LA CONFESIÓN DE LA FE
  A la hora de definir la finalidad de la catequesis nos encontramos, en las orientaciones oficiales de la
  Iglesia, con descripciones que apuntan hacia aspectos diversos y, a la vez, complementarios.
  • Unas apuntan hacia la vinculación a Dios en Cristo: -por obra de la catequesis, las comunidades
  cristianas adquieren un conocimiento más profundo y vivo de Dios y de su designio salvífico, que
  tiene su centro en Cristo-(DCG, 21).
  • Otras apuntan al cristo centrismo de la catequesis: "la finalidad de la catequesis es... el tiempo en
  el que el cristiano, habiendo aceptado por la fe la persona de Jesucristo como el solo señor y
  habiéndole prestado una adhesión global con la sincera conversión del corazón, se esfuerza por
  conocer mejor a ese Jesús en cuyas manos se ha puesto" (CT, 20)
  • Otras destacan la eclesialidad que persigue la catequesis: "La meta de la catequesis consiste en
  hacer al catecúmeno un miembro activo de la vida y misión de la Iglesia" (CC,
  • Otras, en fin, subrayan más el especto confesante de la fe en medio de los hombres: “Es en este
  mundo (difícil) donde la catequesis debe ayudar a los cristianos a ser, para su gozo y para el
  servicio de todos, luz y sal. Esto exige que la catequesis dé firmeza en su `propia identidad” (CT,
  56)
  Sintetizando los diferentes de la finalidad de la catequesis a que apuntan estas expresiones podemos
  decir, con el Sínodo de 1977, que la finalidad de la catequesis es la confesión de fe: la catequesis
  tiene su origen en la confesión de fe y conduce a la confesión (MPD, 8)
  La confesión de fe destaca en toda ella la palabra creo. Con esta expresión, más que un puro
  asentimiento intelectual, se expresa la entrega plena e incondicional del hombre a Dios: la entrega
  del hombre a Dios, expresada en la confesión de fe, se realiza a través de un proceso de vinculación
  con Jesucristo y, a partir de El, a Dios trino, a la Iglesia y al mundo.
La conversión a Jesucristo
  Por eso "no hay evangelización verdadera mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las
  promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios"(EN,22).
  Pero Jesucristo vincula también a su Iglesia como depositaria de la continuación de su obra. A través
  de la catequesis somos reunidos por El en la Iglesia, como comunidad fraterna y misionera.
  Si todo proceso catequético, en cualquier edad y situación, debe suponer para quien lo hace una
  verdadera experiencia de Iglesia"(CC, 23), la vinculación a la Iglesia que pretende la catequesis
  debe hacerse siempre desde la óptica de una eclesiología de comunión de participación y de misión
  (cf. Sínodo 1985,I1,C,1; Ch.L.19.32).
El servicio al mundo
  Jesucristo nos vincula igualmente con los hombres, con quienes se identifica y a quienes llama
  hermano (cf. Mt. 25,40). La catequesis educa para esta vinculación del cristiano a los hombres,
  desde la manera de ver y actuar de Jesús en favor de la persona humana. La Iglesia, continuadora de
  la misión de Cristo, piensa que el hombre es el camino primero y fundamental" de su misión (RH,
  14). La conciencia de esta solidaridad humana la expresa Juan Pablo II cuando afirma que "la Iglesia
  se hace sierva de los hombres"(Ch L, 36) o cuando habla de la responsabilidad de "servir a la
  persona y a la sociedad"(Ch L.,39; cf. GS,I).
  La finalidad de la catequesis consiste también en descubrir el verdadero rostro de los hombres, como
  hijos de Dios y hermanos unos de otros, y desarrollar la dimensión social y pública de la fe, en favor
  del hombre, de su verdad y de su dignidad.
                                            3.2.
                                       LA FE ADULTA
  Como hemos afirmado anteriormente, la catequesis es un periodo intensivo y prolongado de
  formación cristiana básica e integral, que favorece la verdadera identidad cristiana, y tiene como
  meta ultima la confesión de la fe adulta.
     Integrada
     Diferenciada
     operativa
     Psicológicamente fundada
     Profundizada
     Abierta
La fe adulta se manifiesta:
  Conversión
  La conversión es un elemento indispensable en el dinamismo de una fe que quiere llegar a ser
  adulta.
  La conversión cristiana es la adhesión global al Evangelio del Reino con sus exigencias radicales y
  concretas e implica:
  La conversión es una decisión libre y personal que afecta al hombre entero y al sentido total de su
  existencia; debe ser consolidada y profundizada a lo largo de toda la vida.
  Conocimientos y actitudes de fe
  La adquisición y desarrollo de conocimientos y actitudes de fe son elementos fundamentales de la fe
  que estamos describiendo.
Capilla Luis Espinal.                              9
  Por ser una forma particular de entender y enfocar la existencia y la historia humana, la fe supone
  necesariamente la adquisición y profundización de conocimientos concretos. La visión cristiana de
  la vida exige el conocimiento de la historia de la salvación que arranca en el pueblo de Israel,
  alcanza su punto culminante en la persona de Jesucristo y se continúa en la realidad histórica de la
  Iglesia. No se puede dar una fe adulta que prescinda de un conocimiento profundo de todas estas
  realidades.
  La fe adulta necesita también concretarse en actitudes básicas de fe, que constituyen las respuestas
  fundamentales del hombre al plan salvífico de Dios.
  Una persona o una comunidad de fe madura manifiestan esta realidad a través de diversas formas de
  presencia y de acción en la Iglesia y en la sociedad.
Algunas formas de vida pueden señalarse como elementos fundamentales de esta fe:
  Ahora vamos a concluir señalando algunas ideas básicas en relación con todo lo expuesto
  anteriormente:
                                     4.1.
                          EL PROCESO PERMANENTE
                              DE LA CATEQUESIS
  La afirmación de Juan Pablo II de que "en la Iglesia de Jesucristo nadie debería sentirse dispensado
  de recibir la catequesis" (CT, 45), invita a repensar la actividad catequética como proceso educativo
  permanente, que se hace presente a lo largo de las diferentes etapas y situaciones de la vida,
  constituyendo así un proceso coherente.
  El planteamiento de la catequesis como proceso permanente no significa que durante todas las
  etapas de la vida haya que mantener el mismo ritmo, nivel, personas o estilo de catequizar. Cada
  etapa de este proceso tiene sus propias características y exige un tratamiento peculiar.
  Tampoco hay que confundir "proceso catequético permanente" con "educación permanente en la
  fe"; ésta es más amplia que aquélla. La educación permanente se realiza por medio de múltiples
  acciones y acompaña al cristiano durante toda su vida. El proceso catequético, en cambio, es sólo un
  período intensivo y prolongado de catequesis sistemática y se sitúa dentro de la educación
  permanente en la fe.
Proceso catequético
  Se llama proceso catequético a todo período intensivo de formación cristiana integral y fundamental
  que se realiza a lo largo de un tiempo determinado, es decir, marcado por un principio y un final, y
  de forma sistemática y organizada (cf. CC, 236).
  La catequesis es, por tanto, un período intensivo y suficientemente prolongado de formación
  cristiana básica, pero un período que empieza y termina. Por consiguiente, el proceso catequético
  tiene siempre un carácter temporal.
  Este proceso catequético es permanente porque abarca todas las etapas de la vida: infancia_
  adolescencia, juventud, adultez, sin quedarse reducido a la infancia.
Catequesis ocasional
  Junto a este proceso catequético permanente, existen otras formas de catequesis, llamadas
  ocasionales, que tienen su importancia dentro de un itinerario de educación permanente en la fe. Se
  llaman así porque se realizan con ocasión de determinados acontecimientos de la vida personal,
  social o eclesial. Así, por ejemplo, las catequesis pre-sacramentales dadas con motivo de la
  celebración de los sacramentos; las catequesis ante determinados acontecimientos sociales (paro,
  violencia, leyes civiles...) o eclesiales (concilios, visitas del Papa, cuaresma...). Las catequesis
  ocasionales no se pueden identificar con el proceso catequético permanente ni pueden sustituirlo
  nunca. Sí pueden complementarlo o ser punto de partida para el mismo. De ahí su necesidad e
  importancia.
  El punto de referencia en este proceso no es el niño, sino el adulto, que es el verdadero destinatario
  de una confesión de fe madura y plena de significación. Todo proceso catequético tiene que tener
  como fundamento y punto de referencia la catequesis de adultos, que es el paradigma en el que
  deben inspirarse las otras formas de catequización (cf. DCG, 20).
                                   4.2.
                              ETAPAS VITALES
                         DEL PROCESO CATEQUÉTICO
  Dentro de este itinerario permanente de maduración en la fe algunas situaciones o grupos de
  personas merecen una atención y dedicación especial según los documentos oficiales:
  Cada una de estas acciones tiene su propia especificidad y su importancia. Todas actúan en mutua
  interacción y complementariedad, y su conjunción coherente es la que proporciona una adecuada y
  completa educación de la fe, ya que los destinatarios son los mismos aunque los lugares y
  circunstancias sean diferentes.
  La primera iniciación cristiana del niño tiene lugar en la familia. En ella "el niño pequeño recibe de
  sus padres y del ambiente familiar los primeros rudimentos de la catequesis, que acaso no serán sino
  una sencilla revelación de Dios, Padre celeste, bueno y providente, al cual aprende a dirigir su
  corazón" (cf. CT, 36).
  Esta iniciación cristiana familiar debe ser entendida como un despertar religioso que los padres
  ofrecen a sus hijos, envuelto en las relaciones afectivas familiares. Este despertar religioso, al que el
  niño bautizado tiene derecho, por desgracia no siempre se da hoy en el seno de la familia, con grave
  detrimento para la construcción de la personalidad creyente. Esta ruptura de la tradición educativo-
  cristiana exige una acción pastoral de la Iglesia, tanto a través de la catequesis de los padres y
  padrinos previa al Bautismo de los niños como de la catequesis parroquial, que debe ayudar a los
  padres en esta tarea suya" (cf. CT, 42).
  El proceso catequético de niños propiamente dicho trata de "introducir al niño, de manera orgánica,
  en la vida de la Iglesia, incluida también una preparación inmediata a la celebración de los
  sacramentos" (CT, 37). Se trata, por tanto, de una:
  La catequesis de niños no se propone prevalentemente como meta la mera iniciación de los niños en
  la vida sacramental, sino el promover en ellos un itinerario personal de vida cristiana, dentro del
  cual se insertan los sacramentos como momentos fuertes del crecimiento en la fe. Es decir, los
  Sacramentos que el bautizado recibe en la etapa de su infancia no deben ser considerados como
  metas aisladas o conclusivas del itinerario catequético propio de ese período vital, sino como
  momentos de expresión de la maduración cristiana que poco a poco se va alcanzando.
     Ha de tener en cuenta las expectativas de los jóvenes y respetar sinceramente -tratando de darles
      una respuesta cristiana- sus problemas, dudas y dificultades.
     Ha de implicar a los jóvenes, en la medida en que son capaces de ello, en los problemas de la
      promoción humana y cristiana, exponiendo "sin simplismos y esquematismos ilusorios el sentido
      cristiano del trabajo, del bien común, de la justicia y de la caridad..., de la promoción de la
      dignidad humana, del desarrollo y de la liberación tal como los presentan documentos recientes
      de la Iglesia" (CT, 39).
     Ha de proponer el mensaje cristiano en confrontación con los humanismos modernos de modo
      que los catecúmenos sean capaces de dialogar con otras formas de pensar y con otros estilos de
      vida que son frecuentes entre los jóvenes de nuestro tiempo (cf. CC, 248).
  Baste, por el momento, tener en cuenta las clarificadoras palabras de Juan Pablo II: "El principio de
  fondo que debe guiar el empeño en este delicado sector de la pastoral es el de la distinción entre la
  enseñanza de la religión y la catequesis que, por otra parte, son complementarias... La enseñanza
  religiosa impartida en las escuelas, y la catequesis propiamente dicha, desarrollada en el ámbito de
  la parroquia, aunque distintas entre sí, no deben considerarse como separadas... Las enseñanzas de la
  religión puede considerarse tanto como calificada premisa para la catequesis, como también una
  reflexión ulterior sobre los contenidos de la catequesis ya adquiridos" (Alocución a los sacerdotes de
  Roma, 5 marzo 1981).
     Si los alumnos son pequeños o mayores, ya que la distinción entre enseñanza religiosa escolar y
      catequesis se va haciendo más acusada a medida que la edad del niño va madurando. Esta
      distinción se hará más neta en los objetivos, metodología y desarrollo concretos de ambas
      acciones que, incluso, en los instrumentos mediante los cuales se proponen al niño los
      "documentos de la fe".
     Si se trata de una escuela estatal o de la Iglesia, ya que la enseñanza religiosa escolar en este
      último caso no deberá hacerse sin las referencias necesarias a su intencionalidad institucional y a
      su contexto educativo peculiar.
     Si los alumnos son creyentes o no creyentes, ya que este dato cualifica de modo distinto:
      enseñanza religiosa escolar.
     Si los alumnos están siendo catequizados en la comunidad cristiana, o si no reciben catequesis
      en ningún sitio, ya que este dato afecta a la complementariedad. cuando se da la catequización o
      a la insoslayable suplencia, cuando se carece de aquella.
                                   5.1.
                        EL CONTENIDO CATEQUÉTICO
  La catequesis debe favorecer la identidad cristiana de los catequizados. Toda identidad exige la
  referencia a una realidad, a un contenido concreto que determine una visión y una postura
  específicas ante la vida.
  Para que la catequesis contribuya a crear la identidad cristiana, es necesario, por tanto, que ofrezca
  un contenido concreto y explícito desde el cual cada persona y grupo human puedan configurar su
  propia personalidad de creyentes.
  Una catequesis que favorece la identidad cristiana, como señala el Sínodo de los Obispo: exige, por
  su propia naturaleza, un contenido. Sin una proposición de fe, sin un mensaje claro y asequible, la
  acción catequética está llamada al fracaso.
  El contenido educativo abarca no sólo el mundo de las ideas y de los saberes, sino también ( mundo
  de los valores, las actitudes y los comportamientos. De este modo, el contenido de 1 educación
  queda ensanchado y enriquecido.
  La catequesis tiene que intentar volver a ofrecer unos contenidos de fe que, sin ocultar nada o
  esencial, sean realmente básicos y fundamentales para vertebrar la personalidad del abre creyente de
  hoy.
  La catequesis tiene que presentar los núcleos de la fe desde esta perspectiva globalizadora que da
  unidad y cohesión a todo el conjunto.
                                     5.2.
                             EL MENSAJE CRISTIANO
  Vistos los criterios generales sobre el contenido catequético, parece necesario preguntarse ¿cuáles
  son los principales elementos del mensaje cristiano? No queremos hacer una enumeración de los
  mismos, sino señalar únicamente algunas sugerencias que deben tenerse en cuenta especialmente
  hoy día.
  Cuando Pablo VI se planteó este tema señaló como "en el mensaje que anuncia la Iglesia hay
  ciertamente muchos elementos secundarios, cuya presentación depende en gran parte de los cambios
  de circunstancias.
  Tales elementos cambian también. Pero hay un contenido esencial, una substancia viva que no se
  puede modificar ni pasar por alto sin desnaturalizar gravemente la evangelización misma" (EN, 25).
  Conviene señalar que el Papa recuerda que una expresión doctrinal privilegiada de la fe de Iglesia se
  encuentra en el "Credo" o, más concretamente, en los Símbolos que, en momentos: cruciales,
  recogieron en síntesis felices la fe de la Iglesia (CT, 28). Entre ellos señala "Credo del Pueblo de
  Dios", compuesto por Pablo VI en 1968, y donde "quiso reunir los elementos esenciales de la fe
  católica, sobre todo los que ofrecían mayor dificultad o están en peligro de ser ignorados". Ese
  Credo, concluye el Papa, "es una referencia segura para contenido de la catequesis" (CT, 28).
  A continuación te presentamos los elemento nucleares y significativos del mensaje cristiano que
  todo proceso catequético tiene que transmitir, y que constituye "el contenido esencial, la sustancia
  viva del
Evangelio, tal como se nos ha transmitido por la fe apostólica" (CT, 28: EN, 25).
  Para hacer esta presentación seguimos fielmente el documento “la Catequesis de la Comunidad”, del
  Episcopado Español, editado en Madrid. 1983, pp. 79-100 (para mayor profundización)
                                   5.3.
                       LA FUENTE DE LA CATEQUESIS
  Juan Pablo II expone este tema con palabras claras:
  "La catequesis extrae siempre su contenido de la fuente viva de la Palabra de Dios, transmitida
  mediante la Tradición y la Escritura, dado que la Tradición y la Escritura constituyen el depósito
  sagrado de la Palabra de Dios, confiado a la Iglesia (...). Hablar de la Tradición y de la Escritura
  como fuentes de la catequesis es subrayar que ésta ha de estar totalmente impregnada por el
  pensamiento, el espíritu y actitudes bíblicas y evangélicas a través de un contacto asiduo con los
  textos mismos; y también recordar que la catequesis será tanto más rica y eficaz cuanto más lea los
  texto con la inteligencia y el corazón de la Iglesia y cuanto más se inspire en la reflexión y en la vida
  dos veces milenaria de la Iglesia. La enseñanza, la liturgia y la vida de la Iglesia surgen de esta
  fuente y conducen a ella bajo la dirección de los Pastores y concretamente del Magisterio doctrinal
  que el Señor les ha confiado" (CT, 27).
  La Palabra de Dios
  La catequesis, que se propone como meta el crecimiento y maduración de la fe, brota siempre de la
  "fuente viva de la Palabra de Dios, transmitida mediante la Tradición y la Escritura" (CT, 27).
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  Dios se reveló en el pasado "por obras y palabras intrínsecamente ligadas" (DV, 2). Esta Revelación
  la recoge y proclama la Sagrada Escritura y la Tradición (CT, 27-28). Por eso, "el mensaje revelado
  de la catequesis lo encontramos como en su fuente principal y constitutiva en la Palabra de Dios
  escrita y transmitida por la Tradición" (DCG, 45). La Sagrada Escritura leída en la Iglesia es la
  fuente primera y principal de la catequesis.
  Esta Palabra de Dios, que se profundiza continuamente en la catequesis, es una Palabra viva y
  eficaz, que funda y recrea constantemente a la Iglesia y a la historia humana y debe ser anunciada
  hasta los confines de la tierra, porque es palabra de salvación y de vida (cf. Heb 4,12; Rom 1,16;
  Hch 8,4-25; 13,26; Flp 2,16).
  La Palabra única y definitiva de Dios se nos ha revelado en y por Jesucristo (Heb 1,1-4). Por eso, la
  dimensión cristológica de la Palabra de Dios en la catequesis es fundamental y decisiva.
  Nadie posee en exclusiva esa Palabra, ni nadie puede servirse de ella. Todos los miembros de la
  comunidad cristiana están llamados a testimoniarla con audacia y a servirla a través de funciones
  diferentes. Todas las acciones pastorales de la Iglesia: "la enseñanza, la liturgia y la totalidad de la
  vida de la Iglesia surgen de esta fuente y conducen a ella bajo la dirección de los pastores y
  concretamente del magisterio doctrinal que el Señor les ha confiado" (CT, 27).
La comunidad eclesial
                          5.4.
        ORDENACIÓN Y ESTRUCTURA DEL CONTENIDO
                     CATEQUÉTICO
  El Catecismo de la Iglesia Católica (1992) que tiene por fin presentar una exposición orgánica y
  sintética de los contenidos esenciales y fundamentales de la doctrina católica tanto sobre la fe como
  sobre la moral, a luz del Concilio Vaticano II y del conjunto de la Tradición de la Iglesia. Sus
  fuentes principales son la Sagrada Escritura, los Santos Padres, la Liturgia y el Magisterio de la
  Iglesia y está destinado a servir "como un punto de referencia para los catecismos o compendios que
  sean compuestos en los diversos países" (Sínodo de los Obispos 1985. Relación final II, B, a, 4). Se
  inspira en la gran tradición de los catecismos, los cuales articulan la catequesis en torno a cuatro
  "pilares": la profesión de la fe bautismal (el Símbolo), los Sacramentos de la fe, la vida de fe (los
  Mandamientos), la oración del creyente (el Padre Nuestro).
  Los que por la fe y el Bautismo pertenecen a Cristo deben confesar su fe bautismal delante de los
  hombres (cf Mt 10,32; Rm 10,9). Para esto, el catecismo expone en primer lugar en qué consiste la
  Revelación por la que Dios se dirige y se da al hombre, y la fe, por la cual el hombre responde a
  Dios (Primera sección). El Símbolo de la fe resume los dones que Dios hace al hombre como Autor
Capilla Luis Espinal.                               18
  de todo bien, como Redentor, como Santificador y los articula en torno a los "tres capítulos" de
  nuestro Bautismo -la fe en un solo Dios: el Padre Todopoderoso, el Creador; y Jesucristo, su Hijo,
  nuestro Señor y Salvador; y el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia (Segunda sección).
  La segunda parte del catecismo expone cómo la salvación de Dios, realizada una vez por todas por
  Cristo Jesús y por el Espíritu Santo, se hace presente en las acciones sagradas de la liturgia de la
  Iglesia (Primera sección), particularmente en os siete sacramentos (Segunda sección).
  La última parte del catecismo trata del sentido y la importancia de la oración en la vida de los
  creyentes (Primera sección). Se cierra con un breve comentario de las siete peticiones de la oración
  del Señor (Segunda sección). En ellas, en efecto, encontramos la suma de los bienes que debemos
  esperar y que nuestro Padre celestial quiere concedernos.
                                     5.5.
                            LENGUAJE Y MATERIALES
                                           CATEQUÉTICOS
  El lenguaje catequético
  El lenguaje es un medio imprescindible de comunicación. Esta es posible gracias al lenguaje. La
  catequesis, como acción comunicativa de la fe, necesita un lenguaje propio que le permita realizarse
  y desarrollarse como acto de comunicación del mensaje cristiano. Así lo expresa el Mensaje del
  Sínodo:
  La catequesis tiene necesidad de un lenguaje fijo, acuñado y formulado. Ser cristiano es, entre otras
  cosas, insertarse en la fe del Pueblo de Dios que se transmite de generación en generación. Esta
  comunidad de fe implica necesariamente comunidad en el mismo lenguaje.
Capilla Luis Espinal.                                19
  La catequesis no se reduce a una mera enseñanza de fórmulas abstractas y desconectadas de la vida
  del hombre. La catequesis es el lugar donde los documentos de la fe se comunican y son recibidos
  desde la comprensión que el hombre tiene de sí mismo y de su propia realidad. A esto se llama
  tradición viva de los documentos de la fe.
  Por eso, la catequesis debe utilizar un lenguaje significativo para que los cristianos puedan
  reformular y expresar su fe de una manera más vital y comprensible.
  Es preciso que el lenguaje básico de la catequesis recoja todas las formas del lenguaje de la Biblia y
  de la tradición y sea presentado en forma de síntesis accesible al hombre de hoy.
                                     6.1.
                           CONSTITUTIVOS DEL ACTO
                                CATEQUÉTICO
  El acto catequético, que anuncia y ofrece la Palabra de Dios a los hombres, tiene que ser por su
  propia naturaleza fiel a una doble realidad: Dios y el hombre. La fidelidad a Dios se entiende como
  fidelidad a la transmisión íntegra del mensaje revelado, y la fidelidad al hombre, como fidelidad a su
  experiencia y a su historia.
  Para que esta fidelidad sea posible y real, el acto catequético-ha efe integrar varios elementos o
  factores que se reclaman mutuamente y que, por tanto, no se pueden disociar entre sí.
  Los elementos del acto catequético son tres:
  Estos factores tienen que aparecer a lo largo de todo proceso catequético, aunque no se actualicen
  todos al mismo tiempo, ni siempre de acuerdo a un orden fijo.
  A continuación vamos a describir cada uno de estos elementos para comprender bien su significado
  en el acto catequético.
  El tema de la experiencia tiene una importancia decisiva en la etapa actual del movimiento
  catequético. El término experiencia es frecuentemente utilizado en el lenguaje común para designar
  la vida humana en su conjunto identificándola con el tiempo transcurrido en una determinada
  actividad, o con el conjunto de las realidades vistas o vividas a lo largo de la vida.
  Existe otro significado del término experiencia, más técnico y antropológico, que es el que nos
  interesa para nuestra reflexión. La experiencia humana es: "la condición humana realizada en una
  historia concreta, la vida humana con los valores que descubre e instaura, con los ideales que se
  propone, con las evidencias de que parte y de que goza, con las aspiraciones que la mueven, con las
  realizaciones que la constituyen en cada momento histórico. La experiencia humana significa, pues,
  la existencia humana ejercida en unas circunstancias concretas iluminada por unas evidencias y
  orientada por unos valores" (J. Martín Velasco).
     se da un contacto vital y existencial con una realidad o situación. A esto se llama vivencia
      inmediata de esa realidad o situación.
  El conjunto de la realidad humana designada con el término experiencia puede ser interpretada y
  vivida desde otra perspectiva: la religiosa. ¿Qué añade la experiencia religiosa a la experiencia
  humana? La experiencia religiosa no es un sector particular de la realidad sino un modo particular y
  más profundo de entender y vivir la misma realidad. La experiencia religiosa es la misma
  experiencia humana interpretada y vivida a un nivel más profundo y radical. Por ello, la experiencia
  religiosa tiene lugar cuando la experiencia humana se orienta a la búsqueda del sentido último de la
  vida, a la necesidad de la salvación absoluta o a la dimensión trascendente del "totalmente Otro".
  La experiencia humana forma parte del acto catequético por derecho propio. Desde el momento en
  que la máxima comunicación de Dios se ha dado en la persona de Jesús de Nazaret, convirtiendo la
  experiencia humana asumida en su persona en una auténtica hierofanía, toda experiencia humana se
  revela como lugar teológico del encuentro con Dios.
  Dios se manifiesta y se revela en la vida y en la historia de los hombre, y en ellas y desde ellas, el
  hombre es capaz de acoger su proyecto salvífico. Por esto el acto catequético debe asumir la
  experiencia humana, para profundizar y valorar la vida de las personas y de los grupos y descubrir la
  presencia de Dios, con los interrogantes y las respuestas que su Palabra suscita en la vida de los
  hombres. "la catequesis debe preocuparse por orientar la atención de los hombres hacia sus
  experiencias de mayor importancia, tanto personales como sociales" (DCG,74).
  La fidelidad a la experiencia humana, dentro del acto catequético, no se realiza cuando ésta queda
  reducida a un simple ejemplo ilustrativo, o a una serie de situaciones estereotipadas, como recurso
  pedagógico para entender mejor un mensaje intelectualizado y abstracto, sino cuando se concibe la
  El acto catequético debe privilegiar todas aquellas experiencias que son nucleares y decisivas según
  la edad y situación de los hombres. Si tuviéramos que elegir algunas parcelas de la vida
  particularmente significativas, señalaríamos éstas: la vida como don, sentido último de la vida,
  necesidad de liberación integral, amor y donación, fidelidad al propio proyecto humano y a los
  otros, solidaridad, gratuidad, creatividad, fiesta, gozo, esperanza, dolor muerte (cf. CT, 38).
  Todo proceso catequético ha de conjugar las experiencias nucleares del hombre con lo nuclear del
  mensaje cristiano, superando la falsa dicotomía, catequesis vivencial o catequesis doctrinal,
  mediante un proceso de catequización que integre Evangelio y vida (cf. CT, 22).
  La Palabra de Dios
  La catequesis es el proceso en el que un grupo humano entra en contacto con la Palabra de Dios para
  conocerla en profundidad, dejarse interpelar por ella y orientar toda su existencia desde ella. "La
  Palabra de Dios, ilumina todo el acto catequético y es el elemento que da conexión a todos los
  demás" (CC, 228):-
  La catequesis es una forma del ministerio de la Palabra, es decir, un servicio de la Palabra de Dios
  tal como se contiene en la Escritura y en la Tradición. Por ello a través de ella:
     se anuncia el mensaje evangélico en las situaciones concretas vividas por los hombres.
     se descubre el sentido de la vida a la luz de Cristo Resucitado.
     se refiere a Cristo y se valora desde él, lo que el hombre ya vive y a lo que aspira
      auténticamente.
     se vive en Cristo toda la realidad humana.
  La catequesis no busca hacer hombres eruditos y sabios, sino que pretende un fin eminentemente
  práctico: hacer nacer un tipo de hombre transformado por la fe dentro de una situación humana
  determinada. La originalidad de la experiencia cristiana consiste en favorecer que un grupo de
  hombres, que viven una situación humana concreta, aprendan a descubrir el sentido de lo que viven
  a la luz de la Palabra de Dios. Es en el interior de todo este contexto existencial como la palabra de
  Dios se convierte en Buena Noticia de liberación para el hombre.
                                      6.2
                                  PEDAGOGÍA
                            DEL ACTO CATEQUÉTICO
  La catequesis es una forma de educación en la fe y, por tanto, una acción esencialmente educativa.
  Por consiguiente, necesita de una cierta pedagogía para su desarrollo y realización.
  La pedagogía catequética no puede ser reducida a una simple mediación táctica o a una cuestión
  meramente metodológica; la pedagogía catequética obedece, más bien, a un talante, a una manera de
  pensar y a un estilo de hacer en la acción educativa de la fe.
  La pedagogía catequética debe inspirarse en la pedagogía divina, es decir, en la que "Dios mismo a
  lo largo de toda la historia sagrada y principalmente en el Evangelio se sirvió" y "que debe seguir
  Pedagogía divina
  Se llama pedagogía divina a la manera con que Dios ha conducido a Israel hacia Jesucristo, y al
  modo con el que el propio Jesús, vivió la voluntad del Padre y comunicó e hizo realidad entre los
  hombres el Evangelio del Reino de Dios. La pedagogía divina debe inspirar la pedagogía catequética
  y ésta debe tomar de aquélla su estilo educativo peculiar.
  Los obispos españoles, en su reciente documento "La catequesis de la comunidad", hablan de una
  catequesis "al servicio de la acción de Dios en cada catecúmeno y en el grupo catecumenal que
  vivencia una y otra vez el don de la fe que ha recibido... porque sólo desde la vivencia de haber
  descubierto un tesoro se nos pueden plantear a los cristianos todas las exigencias evangélicas". Una
  catequesis "respetuosa con el proceso personal de la fe de cada catecúmeno y que tenga en cuenta
  que Dios habla desde lo ordinario y se revela al hombre con sencillez". Una catequesis que,
  "partiendo de los hechos abra al misterio y que ayude a buscar en la experiencia humana los signos
  de Dios" (cf. CC, 206-220).
  Algunos de los rasgos de esa pedagogía divina, inspiradores del estilo o talante propios de la
  catequesis, son los siguientes:
Pedagogía de Encarnación
  El carácter histórico de la Revelación de Dios sitúa también a la catequesis bajo el signo de una
  pedagogía que asume la encarnación y la historicidad del hombre (cf. CC. 213). Toda la historia de
  La utilización de esta pedagogía divina de la encarnación obliga a la catequesis a ser respetuosa con
  el ritmo personal de fe de los catequizandos, a saberse adaptar a sus condiciones y situaciones
  históricas, y a buscar los medios sencillos y significativos para facilitarles el acceso al mensaje
  cristiano.
Pedagogía de signos
  La pedagogía catequética, inspirada en la pedagogía divina de los signos, debe enseñar a leer e
  interpretar los signos de los tiempos, tratando de descubrir en ellos la presencia y los planes de Dios.
  También debe iniciar en el conocimiento y lenguaje de los símbolos y de los signos cristianos,
  propiciando para ello "el conocimiento de las cosas invisibles por las cosas visibles" (DCG, 72).
  Igualmente, debe ayudar a conocer y dejarse interpelar por el testimonio de tantos creyentes que
  muestran con su vida evangélica, la acción del Espíritu en ellos (cf. DCG, 35).
UNIDAD 7 – EL CATEQUISTA
                                    7.1
                         IDENTIDAD DEL CATEQUISTA
  Acabas de reflexionar sobre el ministerio catequético y has podido llegar a la conclusión de que ser
  catequista es algo muy importante y que no puede serlo cualquiera de cualquier manera.
  Por ello, en este último apartado, vamos a describir los rasgos más significativos de la identidad del
  catequista. Quizá, al leerlos, puedas asustarte. No te desanimes. Se trata, más bien, de señalar metas
  y subrayar los perfiles que tenemos que cuidar con especial interés para mejorar la calidad de
  nuestro trabajo eclesial.
  El catequista es:
  “Una persona (varones y mujeres) creyente, enviado de la comunidad
  para ser animador y educador de la fe de sus hermanos
  en un proceso constante de formación”
Capilla Luis Espinal.                                25
       Varón/Mujer, enviado de la comunidad
       El catequista es un hombre adulto, entendiendo por adultez haber logrado una cierta unidad y
       estabilidad en su personalidad. Esta madurez se expresa en un equilibrio psicológico, en una
       capacidad de responsabilidad y coherencia de vida, en una actitud de apertura y convivencia con los
       otros hombres, en una postura a favor de la vida, de la verdad, de la libertad y del amor.
       Este hombre adulto asume y vive toda su realidad humana desde la perspectiva de Jesús, Señor de su
       vida personal y colectiva. Por ello fundamenta toda su vida en la Palabra de Dios, asume los valores
       del Reino por encima de cualquier otro valor que se le pueda proponer, se identifica con un estilo de
       vida verdaderamente evangélico y está abierto a la acción del Espíritu, dejándose guiar por El, a
       través de la comunidad, de la celebración y oración cristianas y de los signos de los tiempos.
       Este hombre creyente está integrado en una comunidad cristiana y se sabe llamado por Dios y
       enviado por la comunidad a la que pertenece para realizar una misión determinada mediante la cual
       va construyendo, día a día, con otros cristianos, el Reino de Dios en la tierra.
       Si afirmamos que el catequista es un hombre creyente, si nuestro ministerio catequético brota como
       servicio de una comunidad, debemos preguntarnos continuamente por la calidad de nuestra
       experiencias de fe vivida en comunidad con otros hombres. Si toda comunión cristiana es una
       comunidad de ministerios, debemos también preguntarnos qué necesitamos de los otros ministerios,
       qué les aportamos nosotros...
       El catequista no transmite su propia fe, sino la fe de la Iglesia que le envía. Por ello tiene que ser
       testigo y apóstol de la totalidad del proyecto salvador de Dios, manifestado en Jesucristo y que
       permanece en la memoria viva de la Iglesia por la acción del Espíritu Santo. Esto implica que se
       debe:
            Poseer una síntesis básica y significativa de los elementos fundamentales del mensaje cristiano.
            Ser fiel al proyecto salvífico de Dios para los hombres.
            Estar abierto y en comunión con la totalidad del Pueblo de Dios.
            Ser sensible a los problemas de los hombres y solidario con ellos, captando sus valores y
             aspiraciones profundas, asumiendo la cultura de donde viven con sus posibilidades y
             ambigüedades.
            Tener una visión dinámica del hombre y del mundo y sentirse en todo momento constructor de
             justicia y fraternidad.
     Capilla Luis Espinal.                                 26
74
  Para que el catequista llegue a ser verdadero educador de la fe de sus hermanos es preciso,
  también, que favorezca en el grupo catequético un clima donde se viva:
          Una relación de confianza, autenticidad y libertad para que cada miembro se sienta
           aceptado y acogido y pueda expresar su experiencia profunda, en un clima de participación
           y comunicación gratificante.
          Una relación abierta y sincera, que permita acoger la Palabra de Dios y la
           experiencia que otros creyentes tienen de Jesucristo.
          Un clima de respeto a las etapas y a los ritmos de cada miembro sin atropellos y
           autoritarismos.
  Este nuevo clima pedagógico supone también un estilo peculiar de realizar la catequesis.
  Cualquiera que sea la metodología utilizada, parece que todo grupo catequético, como ya
  hemos dicho en la unidad anterior, ha de vivir estos tres momentos:
  Este nuevo "saber hacer" catequesis supone también que el grupo de catequistas prepare las
  sesiones de catequesis, precisando juntos las experiencias, los materiales, las técnicas a
  utilizar. Programar en equipo y evaluar periódicamente el trabajo realizado es necesario y de
  gran utilidad para que el catequista mejore la calidad de su trabajo.
  La importancia y originalidad de la acción catequética exigen una preparación adecuada para esta
  tarea. Si la "competencia profesional" es una necesidad en todos los órdenes de la vida social,
  también debe serlo en el ámbito del ministerio catequético. La preparación y formación de los
  catequistas es hoy una de las exigencias fundamentales para renovar en profundidad el movimiento
  catequético.
  Teniendo en cuenta la nueva cultura de nuestra sociedad y la nueva imagen de Iglesia, descritas en
  unidades anteriores, la formación de los catequistas debiera orientarse a conseguir los objetivos
  siguientes:
  El catequista necesita estar en un constante crecimiento de su vida cristiana para lograr una perfecta
  armonía entre madurez humana y madurez cristiana.
 Conseguir una síntesis básica de los elementos fundamentales del mensaje cristiano.
  El catequista necesita adquirir una comprensión viva y global del mensaje revelado, expresado en el
  símbolo apostólico y configurado en la misma vida de la Iglesia. Al mismo tiempo debe estar
     Conocer la cultura y ambiente donde viven y crecen los hombres con sus ambigüedades y
      riquezas, con sus límites y posibilidades.
  El catequista necesita conocer la realidad de la gente de la que es educador de la fe y asumir de
  forma lúcida y crítica la historia concreta que viven los hombres de hoy.
  El catequista debe saber utilizar con soltura los nuevos lenguajes que el hombre de hoy utiliza para
  comunicarse. Aunque la comunicación verbal sigue siendo imprescindible, el lenguaje del hombre
  moderno es mucho más rico y variado: el cuerpo, la imagen, el signo, la música... A través de ellos
  también puede resonar en el corazón del hombre la Palabra fecunda de Dios.
  El catequista necesita de las actitudes y de los medios que le permitan un diálogo permanente con
  las ciencias pedagógicas, que le capaciten para ser verdadero animador de grupo, que le provean de
  un talante comunitario y que le abran a un análisis y autocrítica de su propia acción catequética.
  Lo que hemos apuntado no son más que algunos rasgos generales que necesitan ser concretados en
  cada situación y por cada persona o grupo.
  La calidad de nuestro ministerio catequético nos exige continuamente revisar nuestra propia
  identidad, buscar cauces para una formación competente y profundizar en nuestros estilos de
  comunicación y de acción.
                                   7.2
                        LUGARES DE CATEQUIZACIÓN
  Hemos afirmado que la acción catequética es responsabilidad común y diferenciada de todo el
  Pueblo de Dios, y que la comunidad cristiana inmediata es el lugar propio de la catequesis.
  Ahora vamos a señalar algunos ámbitos comunitarios como lugares privilegiados para desarrollar la
  catequesis. Entre éstos destacamos:
     la parroquia
     la familia
     las comunidades eclesiales de base
     los movimientos apostólicos
  Si es cierto que la comunidad cristiana realiza la acción catequética en diferentes lugares, todos
  éstos han de articularse expresamente en referencia a la Iglesia local y a la totalidad del Pueblo de
  Dios, de los que son parte integrante.
  La parroquia
  La parroquia, como comunidad cristiana local, es el ámbito ordinario donde los cristianos se inician
  y maduran en la fe. En ella acogen la Palabra de Dios y celebran la Eucaristía, toman conciencia del
  compromiso evangelizador en el mundo y entran en comunión con la Iglesia local y la totalidad del
  Pueblo de Dios. Por eso, es el lugar privilegiado donde se realiza la comunidad cristiana.
Capilla Luis Espinal.                                28
  El papa Juan Pablo II nos recuerda que "la comunidad parroquial debe seguir siendo la animadora de
  la catequesis y su lugar privilegiado" por ser "una casa de familia, fraternal y acogedora, donde los
  bautizados, los confirmados toman conciencia de ser Pueblo de Dios" (CT, 67).
  En la parroquia, todos los creyentes han de encontrar a la comunidad de personas que profesan su
  misma fe, y descubrir la pluralidad y riqueza del Pueblo de Dios diversificado en distintos carismas
  y funciones.
  Por todo esto, es propio de la catequesis parroquial:
  Las comunidades eclesiales de base son expresión típica del dinamismo comunitario que llena hoy a
  la Iglesia. A pesar de la gran variedad de matices con que se presentan, tienen unos rasgos comunes
  fundamentales que las hacen propiamente eclesiales. Estos rasgos son:
  Estos rasgos hacen de ellas, como admite el Sínodo de la catequesis, lugares privilegiados de
  catequización, porque:
  "Las pequeñas comunidades sobre todo las Comunidades Eclesiales de Base, crean mayor
  interrelación personal, aceptación de la Palabra de Dios, revisión de vida y reflexión sobre la
  realidad a la luz del Evangelio; se acentúa el compromiso con la familia, el trabajo, el barrio y la
  comunidad local" (Puebla, 629).
  Juan Pablo II en su mensaje a los animadores líderes de las comunidades de base de Brasil admite
  que "estas comunidades pueden ser válido instrumento de formación cristiana y penetración capilar
  del Evangelio en la sociedad. La condición sería que se mantuviesen fieles a las características que
  las hace verdaderamente eclesiales" (cf. EN, 58 y Sínodo 77, prop. 29).
  Es importante que estas comunidades se mantengan siempre abiertas y en solidaridad con las
  comunidades parroquiales y con el conjunto de la Iglesia local. Esta actitud redundará en un sentido
  más eclesial de ellas mismas y en la renovación de las parroquias, haciéndolas, como decía el
  Sínodo del 77 "comunidad de comunidades". Así ofrecerán a toda la Iglesia toda su potencialidad, al
  conceder a una comunidad más amplia su propia riqueza.
La familia
  "La familia cristiana debe ser considerada como un cauce catequético de importancia primordial, en
  cierto modo insustituible" (CC, 272; CT, 68).
  "La familia cristiana debe ser un espacio donde el Evangelio es trasmitido y donde éste se irradia"
  (EN, 71).
  La catequesis familiar que "precede, acompaña y enriquece a toda otra forma de catequesis" (CT,
  68), tiene como objetivos específicos:
  Para que estos objetivos puedan ser realizados adecuadamente, necesitan una pedagogía propia,
  nacida de la misma vida familiar. Por ello, la catequesis familiar es "una catequesis más del
  Para que la familia sea un lugar privilegiado de acción catequética, será necesario que se potencien
  tres acciones pastorales en torno a la misma:
  Según el deseo del Papa Juan Pablo II, estos grupos "alcanzarán mejor sus objetivos propios y
  servirán mejor a la Iglesia, cuanto más importante sea el espacio que dediquen en su organización
  interna y en su método de acción, a una seria formación religiosa de sus miembros. Toda asociación
  de fieles en la Iglesia debe ser, por definición, educadora de la fe" (CT, 70).
  Este proceso educativo de la fe de los miembros de los movimientos apostólicos debe estar
  vinculado al dinamismo catequético de la comunidad eclesial y tiene que ayudar a la maduración y
  síntesis básica de la fe cristiana.
SIGLAS
BIBLIOGRAFÍA