FRUTOS Y OBLIGACIONES DE LA CONFIRMACIÓN
Que obtenemos mediante la Confirmación y que obligaciones adquirimos
Podemos entender que en la Confirmació n el efecto principal es que recibimos al Espíritu Santo en
plenitud. (Cfr. Catec. no. 1302).
Otros frutos son:
Recibimos una fuerza especial del Espíritu Santo, tal como la recibieron los apó stoles el día de
Pentecostés, que nos permite defender y difundir nuestra fe con mayor fuerza y ser verdaderos
testigos de Cristo.
Nos une profundamente con Dios y con Cristo.
Aumenta en nosotros los dones del Espíritu Santo que son:
Sabiduría, que nos comunica el gusto por las cosas de Dios. Por medio de él vamos gustando de
todo lo relacionado con Dios.
Inteligencia, que nos comunica el conocimiento profundo de las verdades de fe, es decir, la
capacidad para entender las cosas de Dios.
Ciencia, que nos enseñ a la recta apreciació n de las cosas terrenales, entender las cosas de la tierra
tal y có mo son.
Consejo, nos ayuda para formar un juicio sensato, acerca de las cosas prá cticas de la vida cristiana.
Fortaleza, nos da fuerzas para trabajar con alegría por Cristo, haciendo siempre el bien a los
demá s, tal como É l lo hizo.
Piedad, que nos relaciona con Dios como Padre, ya que É l es el ser má s perfecto que existe en el
universo y es nuestro Creador y nos ayuda a aceptar la autoridad que tienen algunos sobre
nosotros.
Temor de Dios, nos lleva a tener miedo de ofender a Dios, por amor a É l y por lo tanto, a tratar de
no pecar para no alejarnos de É l.
Nos une con un vínculo mayor a la Iglesia.
Aumenta la gracia santificante.
Se recibe la gracia sacramental propia que es la fortaleza.
Imprime cará cter, la marca espiritual indeleble, que nos marca con el Espíritu de Cristo. Es un
sumergirse de manera má s profunda en la comunidad cristiana.
La Confirmació n es necesaria para vivir correctamente una vida cristiana, ya que da las ayudas
necesarias para lograrlo. Por eso, el derecho vigente, prescribe que todos los bautizados, deben
recibir este sacramento. El no hacerlo por desprecio o por no darle importancia, será materia
grave de pecado.
EL MINISTRO, EL SUJETO Y PADRINO
El ministro de este sacramento debe de ser el Obispo, aunque por razones especiales graves puede
concederle a un presbítero (sacerdote) el poder de confirmar (CIC no.882). En peligro de muerte
del sujeto cualquier sacerdote debe de administrar el sacramento. El Obispo es sucesor de los
apó stoles, por ello es quien lo administra, al poseer el grado del Orden en plenitud.
El sujeto es todo bautizado que no ha sido confirmado, que libremente tenga las disposiciones
necesarias para recibirlo y que no tenga impedimentos. Se debe de estar en estado de gracia.
La edad para recibir este sacramento la marca el Obispo del lugar, preferentemente el sujeto debe
de haber llegado al uso de razó n. (Cfr. Catec. no. 1307). Se puede administrar vá lidamente a niñ os
pequeñ os, tal como es la tradició n en el rito oriental (Cfr. Catec. no. 1292). Ahora bien, en caso de
peligro de muerte deben de recibir este sacramento los niñ os aun no confirmados.
Todo confirmado debe tener un padrino o madrina que lo ayude espiritualmente, tanto en la
preparació n para su recepció n, como después de haberlo recibido. Las condiciones para ser
padrinos son las mismas que para los de Bautismo.
FRUTOS
Como cualquier otro sacramento, la Confirmació n debe de dar en los que lo reciben frutos
interiores y exteriores. En este caso, los frutos ayudan a la Iglesia en su misió n de extender el
Reino de Dios.
La Iglesia es una Iglesia misionera, porque Cristo así la fundó , dá ndole el mandato a los apó stoles
de “Ir y predicad……”. A partir del día de Pentecostés, con la venida del Espíritu Santo, los
apó stoles se lanzaron a predicar sin miedo, movidos por la fuerza del Espíritu Santo.
Nosotros, por medio del Bautismo, entramos a formar parte de la Iglesia, del Cuerpo Místico de
Cristo. Con la Confirmació n somos llamados a vivir como miembros responsables de este Cuerpo.
Como fruto de este sacramento, al recibir el Espíritu Santo podemos construir el Reino de Dios en
la tierra, a través de nuestras buenas obras, de nuestras familias, haciéndolas un semillero de fe,
ayudando a nuestra parroquia, venciendo las tentaciones del demonio y la inclinació n al mal.
El Espíritu Santo nos mueve a seguir las huellas de Cristo, tomá ndolo como ejemplo en todo
momento, ya sea pú blica o privadamente. Nos ayuda a ser perseverantes, luchadores, generosos,
valientes, amorosos, llenos de virtudes y en caso de ser necesario, hasta má rtires.
Otro fruto del sacramento es que sostiene e ilumina nuestra fe. Cuando lo recibimos estamos
afirmando que creemos en Cristo y su Iglesia, en sus enseñ anzas y exigencias y que, por ser la
Verdad, lo queremos seguir libre y voluntariamente.
También sostiene y fortalece nuestra esperanza. Por medio de esta virtud creemos en las
enseñ anzas de Cristo, sus promesas y esperamos alcanzar la vida eterna haciendo méritos aquí en
la tierra.
Así mismo, sostiene y incrementa nuestra caridad. El día de la Confirmació n recibimos el “don del
amor eterno” de Cristo, como un regalo de Dios. Este amor nos protege y defiende de los amores
falsos, como son el materialismo, el placer, las malas diversiones, los excesos en bebida y comida
OBLIGACIONES
El día de la Confirmació n, el confirmado se convierte en apó stol de la Palabra de Dios. Desde ese
momento recibe el derecho y el deber de ser misionero. Lo cual no significa tenerse que ir lejos, a
otros lados, sino que desde nuestra propia casa debemos ser misioneros, llevando la Palabra de
Dios a los demá s. Tenemos la obligació n de ser misioneros en el lugar que Dios nos ha puesto.
La Iglesia de hoy necesita de todos sus miembros para dar a conocer a Cristo, por medio de la
palabra y con el ejemplo, imitando a Cristo.
Los confirmados debemos de compartir los dones recibidos y al compartirlos estamos cumpliendo
con el compromiso adquirido en la Confirmació n de hacer “apostolado”, sirviendo a los demá s en
nombre de Dios y transmitiendo la Palabra de Cristo. Se puede hacer en todas las circunstancias de
vida: en la vida familiar, en el trabajo, con los amigos ….. Es algo que todo confirmado tiene la
obligació n de hacer.
Ser “confirmado” significa darse por amor a los demá s, sin fijarse en su sexo, cultura,
conocimientos y creencias. Se necesita una actitud de disponibilidad para dar a conocer al Espíritu
Santo en todos lados. En la Iglesia, el apostolado de los laicos es indispensable. Cristo vino a servir,
no a ser servido.
También la Confirmació n nos compromete a la santidad. Tenemos la obligació n de ser santos, el
mismo Cristo nos invita: “Sed pues perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”. (Mt. 5, 48).
La santidad es una conquista humana, ya que Dios nos da el empujó n, pero depende de nuestro
esfuerzo y nuestro trabajo el alcanzarla.
El Espíritu Santo es el empujó n que Dios nos manda, por lo tanto, sí lo tenemos a É l, no hay
pretextos para no ser santos y no ponernos al servicio de los demá s.
La lucha es difícil, pero contamos con toda la ayuda necesaria.
“Por el sacramento de la Confirmació n se vinculan má s estrechamente a la Iglesia, se enriquecen
con una fuerza especial del Espíritu Santo, y con ello quedan obligados má s estrictamente a
difundir y defender la fe, como verdaderos testigos de Cristo, por la palabra juntamente con las
obras”. (L.G. no. 11)