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Recopilacion de Poemas-Rosalia de Castro

El ángel consuela a una mujer que sufre y busca el rencor, tratando de convencerla de que deje atrás esos sentimientos negativos y en su lugar ame y perdone. La mujer se calma con las palabras del ángel, comprendiendo que la paz está en el perdón. Sin embargo, nota que aunque comparten un deseo de lo celestial, ella está atrapada en el mundo mientras el ángel vive con Dios. El ángel la anima a guardar el perdón en su corazón y dejar atrás el rencor, promet

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Recopilacion de Poemas-Rosalia de Castro

El ángel consuela a una mujer que sufre y busca el rencor, tratando de convencerla de que deje atrás esos sentimientos negativos y en su lugar ame y perdone. La mujer se calma con las palabras del ángel, comprendiendo que la paz está en el perdón. Sin embargo, nota que aunque comparten un deseo de lo celestial, ella está atrapada en el mundo mientras el ángel vive con Dios. El ángel la anima a guardar el perdón en su corazón y dejar atrás el rencor, promet

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L . .

¡E !

R C

S :W
A A
A

Lágrima triste en mi dolor vertida,


perla del corazón que entre tormentas
fue en largas horas de pesar nacida,
en fúnebre memoria convertida
la flor será que a tu corona enlace;
las horas de la vida turbulentas
ajan las flores y el laurel marchitan;
pero lágrimas, ¡ay!, que el alma esconde,
llanto de duelo que el dolor fecunda,
si el triste hueco de una tumba anega
y sus húmedos hálitos inunda,
ni el sol de fuego que en Oriente nace
seco su manantial a dejar llega
ni en sutiles vapores le deshace,
¡y es manantial fecundo el llanto mío
para verter sobre un sepulcro amado
de mil recuerdos caudaloso río!
D

Del luto de mi noche


mi ángel funesto
tejió un velo pesado,
tupido y denso
más que las sombras
que en los hondos abismos
eternas moran.

Negóme desde entonces


el sol su brillo,
¡ay!, negóme la luna
su fulgor tímido,
y la esperanza
no alumbró más el yermo
de mis entrañas.

Por eso todo, todo...


para mí ha muerto.
Mudas pasan mis horas
tal como espectros...
Cabe mi oído
sólo se agita el soplo
de los olvidos.

Hiende el rayo al peñasco en el monte,


a la nave en el mar la tormenta,
en el aire, el halcón prende al pájaro.
Y en el mar, en el aire, en la tierra,
todos prenden y acosan al hombre
de desgracia acusado y pobreza.
Es obligado tema de sensibles cantores
el amor y sus penas, el beso o la mirada
del dulce ser querido, la dicha malograda
o la esperada dicha con sus vagos temores.

Después vienen los pájaros, el mar o el arroyuelo,


la tempestad que brama o la brisa sonora
que hace hablar al follaje mientras nace la aurora
o alza la mariposa el inconstante vuelo.

Mas ¿qué nube es aquella que, elevada,


llena de luz, por el oriente asoma,
virgen que viene en su pudor velada,
temprana flor con su primer aroma?
¿Quién la que en tronos de zafir sentada,
blanca, pura y sin hiel, dulce paloma,
desciende hacia la tierra en raudo vuelo,
abandonando por la tierra el cielo?

¡Es ella! ¡Una mujer! Fuente de vida,


diosa inmortal de pensamiento altivo,
del seno de los ángeles venida
para librar mi corazón cautivo:
es fruto de verdad, fuente querida
de quien mi libre inspiración recibo;
es la que, madre de las madres, lleva,
¡nombre de bendición!, el nombre de Eva.

Como las auras del abril, liviana;


como la luz del sol, fuerte y hermosa,
es ella de quien dicen flor temprana,
fuente sellada, estrella misteriosa:
su rostro del color de la mañana,
suelta la blanda cabellera undosa,
la palabra suave, el paso leve
que a su ligero andar las flores mueve.
Mas hay en su mirada una tristeza
de inefable amantísimo delirio,
que aumenta el resplandor de su belleza,
la llama santa de un feliz martirio,
¡oh pura fuente de inmortal limpieza,
sobre las ondas desmayado lirio!
¡Oh cuán amada por tus penas eres,
mujer en quien esperan las mujeres!

En medio del silencio, allá en la noche,


madre de los misterios,
llenaban el espacio ecos suavísimos,
armónico concierto
de entrecortadas frases y caricias,
de suspiros, de quejas y de besos.

¡Ay! Eran él y ella.


Espíritus de fuego,
almas que envueltas en ardiente llama
devoraban placeres y deseos.

-La vida es breve... Amémonos -decían.


-¡Tan veloz corre el tiempo!...
Y en su ansia loca, y en su afán ardiente
más que el viento esta vez corrieron ellos.

Tras de las largas misteriosas noches


un sol primaveral brilló sereno,
y uno al otro en silencio se miraron
con espanto y con miedo...

-Pero si ésta es la vida,


-murmuraron después- ¿a qué ir más lejos?
Y cual duerme un cadáver en su tumba
uno en brazos del otro se durmieron.
Á

ÁNGEL
Todo duerme... del aire, el soplo blando
callado va, con temeroso vuelo
el aroma esparciendo de las rosas;
brilla la luna, y sueñan con el cielo
los niños que reposan, contemplando
flores, luz y pintadas mariposas.

¡Niños!, al soplo de mi tibio aliento,


dormid en paz, que os cubren con sus alas
los blancos y amorosos serafines,
y adornándoos a un tiempo con sus galas
hacen que en ondas os regale el viento
blando aroma de lirios y jazmines.

Y, en tanto, el astro de la noche, lento,


pálido, melancólico y suave,
del aire azul recorre los espacios,
globo de plata o misteriosa nave,
vaga a través del ancho firmamento,
por cima de cabañas y palacios.

Su tibia luz refléjase en la tierra


como del alba la primer sonrisa
que va a alegrar las aguas de la fuente;
y al rizarse los mares con la brisa,
cuanto su seno de hermosura encierra
muéstrase allí, brillante y transparente.

Las plantas y los céfiros susurran


con blando son, y acentos misteriosos
lanza, al pasar, el murmurante río,
y a través de los árboles frondosos
las estrellas inmóviles fulguran
chispas de luz en su ámbito sombrío.
Todo es reposo, y soledad, y sueño...
sueño aparente y soledad mentida,
en el mundo del hombre... ¡hermoso mundo
cuando, mintiendo, a amarle nos convida!
Y es que en que fuese amado puso empeño,
quien llena cielo y tierra, y mar profundo.

Mas... ¿qué pálida sombra cruza el prado...


errante, sola, fugitiva y leve?
Como si fuese en pos de un bien perdido,
apenas al pasar las hojas mueve.
Y vaga al pie del monte y del collado
cual tortolilla en torno de su nido.

Virgen parece por la undosa falda


y por la blonda y larga cabellera,
que el viento de la noche manso agita;
bello es su rostro y dulce la manera
con que pisa la alfombra de esmeralda,
mientras su seno con ardor palpita.

¡Pobre mujer!... ¿Qué culpa, qué pecado


como aguijón la ha herido en su inocencia,
que el calor de su lecho así abandona?
Yo sondaré el dolor de tu conciencia,
que no en vano a la tierra he descendido,
en nombre del Señor que la perdona.

MUJER
¡Qué dulce, qué serena atmósfera respiro,
qué perfumado ambiente llenando el aire va!
Parece que las flores, de amor en un suspiro,
exhalan sus olores, y que con blando giro
danzan al son del beso que el céfiro les da.

¡Qué soplo en torno vuela de celestial frescura


calmando de mi seno el penetrante ardor!
Mas yo no busco calma; yo busco la amargura,
la acritud y el fuego, y la soberbia dura
que engendra con el odio el pálido rencor.

Rencor.. ¿en dónde, en dónde se encuentra tu morada,


que voy buscando en vano la huella de tu pie?
¿Cómo llamarte, dime, cómo mi voz airada,
por el gemir ya ronca, por el llorar cansada
podrá llegar vibrante do tu morada esté?
Sin ti, rencor sañudo, sierpe que en cieno anida,
sin ti, ¿quién es el hombre que en sierpes se engendró?
Hoja que va y que viene del árbol desprendida,
juguete a todo viento, fuente que así convida,
al que sus aguas limpia y a quien las enturbió.

¡Rencor, ven!, y que siempre pueda vivir contigo,


en lo profundo escóndete del débil corazón,
que no le ablande el llanto del pérfido enemigo,
desprecie sus caricias y niéguele su abrigo,
y la de paz, suavísima, palabra de perdón.

Mas, ¡qué templada brisa sobre mi frente pasa,


qué aroma, qué deleite de inexplicable bien!
Cálmase el fuego ardiente, que mi mejilla abrasa,
velos en torno giran de transparente gasa,
y con sus pliegues tocan mi palpitante sien.

¿Es magia o vano sueño... es ilusión que miente


esa azulada lumbre o matinal fulgor,
esas doradas nubes de un fuego transparente,
que en los espacios flotan, que inflaman el ambiente,
que errantes me circundan como una luz de amor?

ÁNGEL
¡Pobre niña! ¿Qué serpiente,
con malicia tentadora,
ha tornado pecadora
a la paloma inocente?

¡Tú, fuente límpida y pura,


buscar sin paz ni reposo
el áspid más venenoso
bajo la peña más dura!

Detén la osada carrera,


vuelve a tu nido, paloma,
¡guay si en tu seno de aroma
su presa el milano hiciera!

Rosa que el céfiro mece,


¿qué harás si aquilón te abruma?
Ampolla de blanca espuma
serás, que nace y perece.

Deja a los fieros instintos


llenar fieros corazones:
corderillos y leones
van por caminos distintos.

Naciste para gustar


las dichas del bien querer;
si amargo es aborrecer,
¡cuán dulce cosa es amar!

MUJER
Ángel, tu voz de alegrías
llega a mi agitado seno
como raudal puro y lleno
de secretas armonías.

Murmurios siento de amor


inefable, y me parece
que ancho río en torno crece
con suavísimo rumor.

Sus aguas son como el cielo,


azules, cada onda leve,
pureza de blanca nieve,
muestra con casto recelo.

Y salpicando mi frente,
de nubes oscuras llena,
cada gota una azucena
hace brotar de repente.

¡Ésta es la paz!... La comprendo


ahora, por vez primera.
¡Quién, ángel, contigo fuera
las esferas recorriendo!

Mas yo en el mundo... y tú allá...


vives, ángel, junto a Dios,
somos distintos los dos:
tú eres luz, yo oscuridad.

Eres de un mundo mejor


que éste en donde yo nací;
gloria es amar, para ti;
para mí, sólo dolor.

ÁNGEL
Fruto humano es verde fruto
que va a madurar al cielo;
sólo allí se halla consuelo,
sólo aquí quebranto y luto.

Mas, el que salvo del mar


del mundo quiera salir,
ni le ha de cansar sufrir,
ni fatigarle llorar.

Que el llanto de un mártir sube


hasta Dios, cual puro incienso
de holocausto, el cielo inmenso
llenando en forma de nube.

¡Feliz el átomo leve,


que rueda entre el polvo vano,
a quien hiere toda mano,
y a quien todo pie se atreve!

¡Y feliz también aquel


que en su humildad confundido
no supo herir si fue herido,
dando dulzuras por hiel!

Guarda, pues, niña inocente,


guarda el perdón en tu seno,
que él te limpiará del cieno
que arrojen sobre tu frente.

Y deja al rencor sañudo


dormir su sueño de horrores,
donde angustias y temores
se enlazan con fuerte nudo.

Dios te lo ordena: «ama y llora,


perdona siempre y espera»,
y serás alta palmera
que el sol en las cumbres dora.

Y las santas, tus hermanas


vírgenes que guarda el cielo,
bordaránte el casto velo
que aleja sombras profanas.

Del hombre el brazo más fuerte


sólo es en la humana vida
aura que corre perdida
hacia el seno de la muerte.
¡Belleza... poder.. ventura...!
Humo todo, y sólo eterno
el mal que vuelve al infierno,
el bien que torna a la altura.

No olvides esto, y al lecho


vuelve, que casto te espera.
¡Paloma, no el cielo quiera
que halles tu nido deshecho!

.... .... .... .... .... .... .... .... .... ....

Y limpia y sin pecado


poco después la niña se dormía,
que cariñoso el ángel,
con sus alas de nácar la cubría.
E

Te vi una vez de niña;


me pareciste flor de primavera
o capullo de rosa que exhalase
su virginal esencia.

Ahora dicen todos


que eres mujer bella...
¡Quiera Dios que en el lecho de las vírgenes
por largo tiempo en largo sueño duermas!

¡Que es el sueño más dulce


que duermen las hermosas en la Tierra!
H

Las rosas en sus troncos se secaron,


los lirios blancos en su tallo erguidos
secáronse también,
y airado el viento arrebató sus hojas,
arrebató sus hojas perfumadas
que nunca más veré.

Otras rosas después y otros jardines


con lirios blancos en su tallo erguidos
he visto florecer;
mas ya cansados de llorar mis ojos,
en vez de llanto en ellos, derramaron
gotas de amarga hiel.
L

Esta página corresponde a una poesía manuscrita inédita de


Rosalía de Castro,no se debe confundir con la obra homónima
en prosa de la misma autora: la novela "La hija del mar", de
.

Parad, vientecillos, ()
no alcéis en las olas
el más leve pliegue;
venid, escuchad:
hoy nace en su seno ( )
la hija del mar.
En carro de nácar,
de concha y corales,
se mece la maga,
la maga de amor, ( )
y al largo de los anchos y frescos arenales
resuena la más dulce y lánguida canción.

Vistióse la mar de gala,


que el fruto de mis amores,
como el aroma en las flores, ( )
de entre sus pliegues brotó.
Alzaos, rosas de la mar batida
y dad la bienvenida
a la hija del mar y del amor.

En buen hora nazca ( )


la maga hechichera,
la blanca paloma,
la dulce sirena,
la urna gentil.
Su lecho de espumas ( )
le dé la ribera;
su blando perfume,
las brisas ligeras;
sus flores, abril.

Yo teñiré sus ojos ( )


del color que se esconde entre mi seno,
que es el color azul color de amores
y un mirar sereno,
sin pena y sin enojos
retratará su alma, ( )
tan apacible como el mar en calma.

Balsámico aroma
daréle a su aliento
y timbre argentino
al lánguido acento ( )
y al habla de amores,
palabras de miel.
L

Yo cruzo los mares,


los llanos, los ríos,
los verdes pinares, ( )
los bosques sombríos.
Yo vivo en Europa,
yo vivo en Argel.
Traeréle los besos,
los dulces suspiros: ( )
que envíe el amante
do quiera que esté
a la hermosa niña
su amor y su bien.

Yo velaré sus formas ( )


con túnicas de encaje,
como la nieve blancas
y leves como el aire.

L
Nosotras le daremos nuestro aroma
que nuestro seno sin cesar regala, ( )
al rojo sol que en el oriente asoma,
al blando viento que en la mar resbala.

Yo del color de mis rayos


le teñiré sus cabellos,
que son siempre los más bellos, ( )
los del dorado color.
Y al través de la cortina
que luz a la estancia roba
yo penetraré en su alcoba
diciéndole: “soy tu amor; ( )
despierta, niña, despierta
verás tu puerta
adornada con las flores
que el que tiene tus amores
para ti por la noche dejó. ( )

C
En buen hora nazca
la maga hechicera,
la blanca paloma,
la dulce sirena:
la hija del mar. ( )
La luna de marzo,
de rayos de plata,
suave dulzura le dé a sus miradas
color a sus labios el rojo coral.

Apáguense los cánticos, ( )


que surge entre las olas
como delgada nave
que el Céfiro süave
al puerto la impelió.
Le cubre la ancha frente ( )
la flor de las marinas,
rodean su cintura
mis olas argentinas
y asoma al horizonte
la hija de mi amor. ( )
Impelan blandos vientos
de nácares su concha
y en torno, voladores,
se esparzan los olores
del florido vergel. ( )
Resuenen amorosos
por cielos y por mares
su canto de alabanzas,
bellas como esperanzas,
dulces como su miel. ( )

M C ( ). «La hija del mar. Un poema de


Rosalía de Castro?». Revista Canadiense de Estudios
Hispánicos 38 ( ): - . ISSN - .
M C , Manuel Antonio, ed. ( ). Rosalía de
Castro: obra poética e manuscritos. A Coruña: Boreal
Ediciones.
Yo las amo, yo las oigo,
Cual oigo el rumor del viento,
El murmurar de la fuente
O el balido del cordero.

Como los pájaros, ellas,


Tan pronto asoma en los cielos
El primer rayo del alba,
Le saludan con sus ecos.

Y en sus notas, que van prolongándose


Por los llanos y los cerros,
Hay algo de candoroso,
De apacible y de halagüeño.

Si por siempre enmudecieran,


¡Qué tristeza en el aire y el cielo!
¡Qué silencio en las iglesias!
¡Qué extrañeza entre los muertos!
M

A un tiempo, cual sueño


que halaga y asombra,
de los robles las hojas caían,
del saúco brotaban las hojas.

Primavera y otoño sin tregua


turnan siempre templando la atmósfera,
sin dejar que no hiele el invierno,
ni agote el estío
las ramas frondosas.

¡Y así siempre! en la tierra risueña,


fecunda y hermosa,
surcada de arroyos,
henchida de aromas;

que es del mundo en el vasto horizonte


la hermosa, la buena, la dulce y la sola;
donde cuantos he amado nacieron,
donde han muerto mi dicha y mis glorias.

De vuelta está la joven primavera;


mas ¡qué aprisa esta vez y cuán temprano!
¡Y qué hermosos están prados y bosques
desde que ella ha tornado!

Ha vuelto ya la primavera hermosa;


siempre vuelve la joven y hechicera;
mas ¿en dónde, decidme, se han quedado
los que partieron cuando partió ella?
Esos no tornan nunca,
¡nunca!, si es que nos dejan.

De sonrosada nieve, salpicada


veo la verde hierba,
son las flores que el viento arranca al árbol
llenas de savia, y de perfumes llenas.

¿Por qué siendo tan frescas y tan jóvenes,


a semejanza de las hojas secas
en el otoño, cuando abril sonríe
ellas también sobre la arena ruedan?
¡Por qué mueren los niños,
las flores más hermosas de la tierra!

En sueños te di un beso, vida mía,


tan entrañable y largo...
¡Ay!, pero en él de amargo
tanto, mi bien, como de dulce había.

Tu infantil boca cada vez más fría,


dejó mi sangre para siempre helada,
y sobre tu semblante reclinada,
besándote, sentí que me moría.

Más tarde, y ya despierta,


con singular empeño,
pensando proseguí que estaba muerta
y que en tanto a tus restos abrazada
dormía para siempre el postrer sueño
soñaba tristemente que vivía
aún de ti, por la muerte separada.

Sintióse agonizar, mil y mil veces,


de dolor, de vergüenza y de amargura,
mas aunque tantas tras de tantas fueron
no se murió ninguna.
Embargada de asombro
al ver la resistencia de su vida,
en sus horas sin término pensaba,
llena de horror, si nunca moriría.

Pero una voz secreta y misteriosa


la dijo un día con acento extraño:
Hasta el momento de tocar la dicha
no se mueren jamás los desdichados.
P

Es el abismo el que le atrae


desde su fondo más oscuro,
para que deje esta vida tan triste
que él ve cubierta de eterno luto.

No bien una sombra se disipa


otra se agranda... se agranda y le envuelve
sin que adivine por qué ha venido,
por qué le busca, ni qué le quiere,
pero le aterra y le acobarda
y a donde va le sigue siempre.

Si algún dolor abandona su alma,


otro más vivo y más intenso,
en sus entrañas haciendo el nido,
para él inventa nuevos tormentos,
mucho más hondos y más terribles
siempre los últimos que los primeros.

Un mal espíritu, algún demonio


de cuantos hay el más cruel
ha presidido su nacimiento
y oculto guía siempre su pie
hacia los bordes de la alta sima
a ver si puede verle caer.

Vacila su planta ya... y sus ojos


vagos se fijan en lo infinito,
que él cree imagen de la nada;
pero le atrae... le atrae el vacío
en donde flotas, genio invisible,
siempre llamándole hacia el abismo.

Y cae al fin... y nadie sabe,


ni nadie pregunta por qué ha caído.
R

Los ángeles en la Tierra


no están bien y se van presto.

Regina, entre las donosas


la más donosa doncella,
la más hermosa y más bella
entre las bellas y hermosas;
la más fresca entre las rosas,
la más pura entre las puras,
y estrella de las alturas
que brilla en sereno cielo,
era fuente de consuelo
en abismo de amarguras.

Era a un tiempo, cual la brisa,


breve y ligero su paso;
como sol en el ocaso
era triste su sonrisa;
inspirada pitonisa,
su mirar lleno y profundo,
y en el fulgor sin segundo
que en su pupila brillaba
llamas de amores guardaba
para aniquilar el mundo.

Era el color de su frente


rayo de pálida luna;
como ella no hubo ninguna
tan serena y transparente.

Al par que altiva, imponente;


al par que dulce, severa;
larga y blonda cabellera
la adornaba con decoro,
apiñando conchas de oro
sobre su busto de cera.
Su voz, toda melodía,
daba músicas al viento:
todo perfumes su aliento,
al aura los repartía.
Y cuando al morir del día
luz y tinieblas luchaban
y a su paso levantaban
del miedo torvas visiones,
al rumor de sus canciones
temerosas se ocultaban.

Aun más blanca que la nieve,


envidia al cisne causara,
y un ángel se conturbara
al notar su sombra leve.
Y así, cual del cielo llueve
rocío para las flores,
tal de sus ojos, de amores
tibias lágrimas llovían
y en el corazón caían,
lenitivo de dolores.

Cual hija del mar, salada,


nacida entre las espumas,
se ocultaba entre las brumas
de una ribera ignorada.
Y allí, cual ninfa encantada,
suelta la melena undosa,
tan liviana como hermosa,
tras de las ondas corría
y en ellas humedecía
sus pies de color de rosa.

Fatigada de tal suerte,


viéndola en calma dormida,
creyérase que a tal vida
no se atreviera la muerte;
mas como a brazo tan fuerte
todo se dobla y se inclina,
también la pobre Regina
pagó su amargo tributo,
lirio vestido de luto,
rayo de sol que declina.

Cubrióla el ángel sombrío


bajo sus gigantes alas
y arrebataron sus alas
aguas del eterno río;
de la tumba el viento frío
se agitó sobre su seno,
y lo que fuera sereno
astro de radiante lumbre,
convirtióse en podredumbre,
foco inmundo de veneno.

Gimió la tierra de espanto


al contemplar tanto duelo,
mas brilló radiante el cielo
tras del azulado manto;
eco de armonioso canto
resonó por las alturas,
que allá a las regiones puras
un ángel llegó por suerte,
despojado por la muerte
de terrenas ligaduras.
T

Hora tras hora, día tras día,


entre el cielo y la tierra que quedan
eternos vigías,
como torrente que se despeña,
pasa la vida.

Devolvedle a la flor su perfume


después de marchita;
de las ondas que besan la playa
y que una tras otra besándola expiran,
recoged los rumores, las quejas,
y en planchas de bronce grabad su armonía.

Tiempos que fueron, llantos y risas,


negros tormentos, dulces mentiras,
¡ay!, ¿en dónde su rastro dejaron,
en dónde, alma mía?
U

¡Ay, cómo el llanto de mis ojos quema!...


¡Cuál mi mejilla abrasa!...
¡Cómo el rudo penar que me envenena
mi corazón traspasa!

Cómo siento el pesar del alma mía


al empuje violento
del dulce y triste recordar de un día
que pasó como el viento.

Cuán presentes están en mi memoria


un nombre y un suspiro...
Página extraña de mi larga historia,
de un bien con que deliro.

Yo escuchaba tina voz llena de encanto,


melodía sin nombre,
que iba risueña a recoger mi llanto...
¡Era la voz de un hombre!

Sombra fugaz que se acerco liviana


vertiendo sus amores,
y que posó sobre mi sien temprana
mil cariñosas flores.

Acarició mi frente que se hundía


entre acerbos pesares;
y lleno de dulzura y de armonía
díjome sus cantares.

Y ¡ay!, eran dulces cual sonora lira,


que vibrando se siente
en lejana enramada, adonde expira
su gemido doliente.

Yo percibí su divinal ternura


penetrar en el alma,
disipando la tétrica amargura
que robara mi calma.

Y la ardiente pasión sustituyendo


a una fría memoria,
sentí con fuerza el corazón latiendo
por una nueva gloria.

Dicha sin fin, que se acercó temprana


con extraños placeres,
como el bello fulgor de una mañana
que sueñan las mujeres.

Rosa que nace al saludar el día,


y a la tarde se muere,
retrato de un placer y una agonía
que al corazón se adhiere.

Imagen fiel de esa esperanza vana


que en nada se convierte;
que dice el hombre en su ilusión mañana,
y mañana es la muerte.

Y así pasó: Mi frente adormecida


volvióse luego roja;
y trocóse el albor de mi alegría,
flor que, seca, se arroja

Calló la voz de melodía tanta


y la dicha durmió;
y al nuevo resplandor que se levanta
lo pasado murió.

Hoy sólo el llanto a mis dolores queda,


sueños de amor de corazón, dormid:
¡Dicha sin fin que a mi existir se niegan
gloria y placer y venturanza huid!...
S

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1. Título
2. Memoria

1. Desolación (Castro)
2. Sobre
3. Portada

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