Vida y Enseñanzas Del Señor Jesús
Vida y Enseñanzas Del Señor Jesús
CONTENIDO
NOTA DEL EDITOR
PREFACIO
SIGNIFICADO DE LA NAVIDAD PARA MÍ
CANCIÓN PARA NIÑOS
CANCIONES DE NAVIDAD
VIDA DEL SEÑOR JESÚS
El mensaje de Su nacimiento
Protección Divina para el Niño Jesús
Los primeros rayos de luz
La Encarnación Divina busca un Guru
Tentaciones y triunfo
Aspecto espiritual de los milagros de Jesús
Espíritu vs. Forma
La misión del Señor
La transfiguración
Cruzada contra la hipocresía
La traición
La última Cena
El Señor es arrestado
El juicio y la sentencia
Cristo en la cruz
LAS BIENAVENTURANZAS
La Vida Divina consiste en la ausencia de deseos
Plegaria y anhelo por Dios
Humildad: Característica distintiva de un héroe
Monumentos vivos de la Ley Divina
Compasión: Una virtud divina
La visión de Dios
Hijos de Dios
Los benefactores de la humanidad
EL SERMÓN DE LA MONTAÑA
El mensaje eterno del Señor Jesús
Amor cósmico
Práctica de la pureza
Entrega de uno mismo: La llave hacia la Verdad
Rechaza la insinceridad
Plegaria al Señor
Abandona el hábito de encontrar faltas
La regla de oro
La Vida Divina
MENSAJES DE NAVIDAD DE SHRI SWAMI SHIVANANDA
¡Diviniza tu naturaleza!
Mensaje de Navidad
Cristo: El Príncipe de la paz
El esfuerzo de un Evangelio Eterno
Una doctrina revolucionaria
Concepto cristiano de Dios
Su religión
Su enseñanza
Si Jesús apareciera hoy
Hay que vivir la vida de Cristo
Oh, Salvador, ¿dónde estás?
Despierta a Jesús en ti y síguelo
La plegaria es la respuesta
La Voz de Jesús
La Voz del Ser Eterno
Quién fue Jesús
La forma en que enseñó
Espiritualidad práctica
“No peques más”
Ingreso de la Bendición Divina
Sentido de los valores
No seas desatento
Necesidad de vigilancia
Hay que obtener el Espíritu de Cristo
PARÁBOLAS DEL SEÑOR JESÚS
Parábola de los constructores
Parábola del buen samaritano
Parábola del espíritu impuro
Parábola del tonto rico
Los prerrequisitos
El fariseo y el recaudador de tributos
Parábola de las cinco vírgenes tontas
Parábola de los dos hijos
Parábola del amigo pertinaz
Parábola del sembrador
Parábola de la oveja perdida
Parábola de los talentos
Parábola del hijo pródigo
Parábola del tesoro escondido
Parábola de la semilla y la cosecha
UN SIMPOSIO
Navidad – Su significado espiritual
“El Reino viene”
Una vida sacramental
Vida Divina de Cristo
El Cristo para el aspirante espiritual
Las promesas de Jesús
Vida de Jesús para un aspirante espiritual
Un significativo capítulo de la Biblia
NOTA DEL EDITOR
Esta es una nueva edición de esta valiosa publicación que aparece
después de varios años desde la época de S. S. Shri Swami Shivanandaji
Maharaj.
Esta reimpresión ha sido posible mediante el gesto de buena voluntad de
una devota, Shri Jyoti Priya de California del Sur, U.S.A. Que la Gracia del
Señor esté con ella por su cooperación voluntaria al servicio de la Divine Life
Society hacia la difusión del conocimiento espiritual en el mundo.
Shivanandanagar,
THE DIVINE LIFE SOCIETY
9 de diciembre, 1996
PREFACIO
Cada año, millones de personas en todo el mundo celebran la Santa
Navidad. Hay festividad, celebraciones alegres y mucha diversión. La gente se
alegra de que el Señor Jesús haya nacido hace unos dos mil años.
Ciertamente, es un evento sobre el cual toda la humanidad debería estar
orgullosa y jubilosa. Pero es esencial también comprender que el Señor Jesús
tenía un mensaje para dar. Con su vida y su sangre, Él estableció un sendero
para que la humanidad siguiera. Es esencial que en medio de la alegre
celebración del Sagrado Hecho del nacimiento de Jesús, la humanidad
reflexione acerca de Su mensaje basado en Su vida gloriosa. Porque en ello
yace la llave para la paz del mundo y la hermandad.
¡Que Dios los bendiga! Que las bendiciones del Señor Jesús estén con
todos ustedes.
Swami Shivananda
CANCIÓN PARA NIÑOS
Dos pequeños ojos para mirar a Dios,
Dos pequeños oídos para escuchar Su palabra,
Dos pequeños pies para recorrer Sus caminos,
Dos pequeños labios para cantar Su alabanza,
Dos pequeñas manos para hacer Su voluntad,
Y también un pequeño corazón para amarlo.
CANCIONES DE NAVIDAD
1. GUÍAME LUZ DIVINA
Guíame, Divina Luz, en medio de esta oscuridad que me envuelve
¡Oh Tú! Condúceme;
La noche está oscura y estoy lejos de casa,
¡Oh Tú! Condúceme;
Sostén mis pies, no pido ver
La escena distante; un paso es suficiente para mí.
Yo no era así, ni rogaba que Tú me guiaras;
Amo el día brillante y a pesar de los temores
El orgullo gobernaba mi voluntad; no recuerdo los pasados años.
Mientras Tu poder me haya bendecido, seguramente
Continuará guiándome.
En el páramo y el pantano, en el despeñadero y el torrente,
Hasta que la noche se haya ido,
Y con el alba, aquellos rostros angelicales sonrían,
Que había amado tiempo atrás y que había perdido en un instante.
2. HAZME TUYO
¡Toma mi vida y deja que sea
Consagrada a Ti, Señor!;
Toma mis manos y déjalas moverse
Al impulso de Tu amor.
Toma mis momentos y mis días,
Déjalos fluir en incesante plegaria.
Toma mis pies y déjalos ser
Rápidos y hermosos para Ti.
Toma mi voz y permíteme cantar
Siempre, sólo para mi Rey.
Toma mis labios y déjalos estar
Llenos de Tus mensajes.
Toma mi plata y mi oro;
No debería retener ni una pizca.
Toma mi intelecto y usa
Todo poder como prefieras.
Toma mi voluntad y hazme Tuyo;
No será más mía.
Toma mi corazón; es Tuyo.
Será Tu Trono Real.
Toma mi amor; mi Señor, pongo
A Tus pies el depósito de su tesoro.
Tómame a mí y seré
Siempre, sólo para Ti.
3. UN AMOR TAN ASOMBROSO
Cuando contemplo la maravillosa Cruz
En la que murió el Príncipe de la Gloria,
Considero mi mayor ganancia como una pérdida
Y todo mi orgullo, despreciable.
Redime en la Cruz de Cristo, mi Dios;
Todas las cosas vanas que me encantan más,
Las sacrifico para Su Sangre.
Veo fluir desde Su Cabeza, Sus Manos, Sus Pies,
Pena y amor mezclados;
¿Alguna vez se ha visto semejante amor y pena,
O espinas que compongan una corona tan rica?
La riqueza de todo el reino de la naturaleza,
Era una ofrenda muy pequeña;
El amor tan sorprendente, tan divino,
Demanda mi alma, mi vida, mi todo,
Para Cristo, que ganó la gracia para los malvados
Con amargo sufrimiento y dolorosa angustia,
Sea alabado por toda la raza redimida,
Por siempre y eternamente.
4. ROCA DE LAS EDADES
Roca de las edades, surcada por mí,
Déjame esconderme en Ti;
Que el Agua y la Sangre
Que fluyeron de Tu costado hendido,
Sean la doble cura para el pecado,
Límpiame de su culpa y poder.
El trabajo de mis manos no puede
Satisfacer las demandas de Tu ley;
Que mi celo no disminuya ahora,
Que mis lágrimas fluyan para siempre,
Todas mis faltas no pudieron expiarse;
Tú debes salvarme, sólo Tú.
No traigo nada en mis manos,
Simplemente me aferro a Tu Cruz.
Desnudo, vengo a Ti por vestimenta,
Indefenso, busco Tu gracia;
Sucio, soy como una mosca para la Fuente;
Lávame, Salvador, o moriré.
Mientras extraiga este aliento fugaz,
Cuando mis párpados se cierren en la muerte,
Cuando me remonte a través de extensiones desconocidas,
Que Te vea en Tu Trono de Juez,
Roca de las edades, surcada por mí,
Déjame esconderme en Ti.
5. MÁS CERCA DE DIOS
Más cerca de Ti, mi Dios, más cerca de Ti.
Aunque sea una cruz la que me haya elevado,
Todas mi canción será -
Más cerca de Ti, mi Dios, más cerca de Ti.
Aunque como el vagabundo (el sol que se pone)
La oscuridad me envuelva – mi descanso, una piedra;
Aún así, en mis sueños estaré
Más cerca de Ti, mi Dios, más cerca de Ti.
Luego, que aparezcan los escalones de camino al cielo,
Todo lo que Tú me enviaste y me diste en compasión;
Ángeles para que me llamen
Más cerca de Ti, mi Dios, más cerca de Ti.
Entonces con mis pensamientos de vigilia iluminados
Con Tu alabanza,
De mis penas de piedra, me levantaré como Bethel,
Para estar así, mediante infortunios,
Más cerca de Ti, mi Dios, más cerca de Ti.
O si en alegre vuelo me remontara en el cielo,
Y habiendo olvidado al sol, la luna y las estrellas, volara hacia arriba,
Que aún así, toda mi canción sea,
Más cerca de Ti, mi Dios, más cerca de Ti.
6. LA NIEBLA SE HA DISIPADO
Cuando la niebla se disipe en el esplendor
De la belleza de las colinas,
Y la luz del sol caiga en alegría
Sobre el río y los arroyos.
Recordaremos la promesa de nuestro Padre
En el arcoíris de vapor
Nos conoceremos mejor unos a otros
Cuando la niebla se disipe.
CORO
Debemos conocer como somos conocidos;
No caminar solo nunca más,
Al alba de la mañana
Del día brillante y feliz;
Debemos conocernos mejor unos a otros
Cuando la niebla se disipe.
A menudo, recorremos el sendero que tenemos delante
Con un corazón agobiado;
A menudo, nos esforzamos en medio de las sombras
Y nuestros campos están muy apartados;
Pero el “Ven, vosotros benditos” del Salvador,
Compensará toda nuestra labor,
Cuando nos reunamos en la mañana
Cuando la niebla se disipe.
Vendremos con gozo y alegría,
Nos reuniremos alrededor del Trono;
Cara a cara con aquellos que nos aman,
Conoceremos como somos conocidos.
Y la canción de nuestra redención
Resonará a través de un día interminable,
Cuando las sombras se alejen
Y la niebla se disipe.
Capítulo Uno
VIDA DEL SEÑOR JESÚS
El mensaje de Su nacimiento
Hace dos mil años, la Luz Suprema descendió en este mundo mortal de
tristeza y oscuridad.
La Ley que gobierna el descenso del Señor sobre la tierra es la misma en
todo tiempo y en todo lugar. Cuando la injusticia crece y la virtud decrece,
cuando las fuerzas malvadas parecen ser más fuertes que las divinas, cuando
la Palabra de Dios o los mandamientos de Sus Mensajeros son olvidados o
desobedecidos, cuando el fanatismo religioso sigue la ley escrita matando el
espíritu de las escrituras, es entonces que el Señor encarna en la tierra para
salvar al hombre, para proteger la virtud. Esa es la razón por la cual
encontramos tanto en común entre el nacimiento del Señor Jesús y el Avatara
del Señor Shri Krishna.
Incluso en Su nacimiento, el Señor ha comenzado a dar Su Mensaje
silenciosamente. Él no eligió un palacio como su primer hogar terrenal sino un
establo. Para que Lo reconozca como el Señor del Universo, como su Hijo, Él
no eligió padres reyes sino humildes y pobres, gente creyente y piadosa. Su
escala de valores es diferente a la de los mortales. Para Sus ojos, la pompa y el
esplendor terrenal, así como el orgullo de la piedad y la vanidad del intelecto,
no son receptáculos merecedores de Su descenso porque, “Benditos son los
puros de corazón, porque ellos verán a Dios”.
María, la Divina Madre del Señor Jesús, ya había sido informada por Sus
Ángeles de que el Hijo de Dios sería su hijo. Ella se casó con un buen hombre
llamado José, el carpintero, con el que vivía en Nazaret. El gobernante del
país en el que vivían ordenó que los habitantes registraran sus nombres en su
ciudad o aldea nativa para luego pagar impuestos. Por lo tanto, José tuvo que
ir a Belén, su ciudad natal. Pero cuando llegaron allí, encontraron que
virtualmente ya no tenían una casa o posada decente para vivir, y tuvieron que
pasar la noche en un establo. Fue allí que nació el Señor.
Los pastores benditos, puros y piadosos fueron los siguientes en ver al
Señor. Ellos cuidaban de sus ovejas en el campo. Un ángel apareció ante ellos
y les informó del Divino Nacimiento. Luego los ángeles cantaron una hermosa
canción de alabanza al Señor y, al hacerlo, revelaron el Propósito de Su
Descenso:
Gloria a Dios en los cielos
y paz en la tierra,
buena voluntad para los hombres.
El Señor Jesús ha venido a este mundo de los hombres para restablecer la
verdad y la gloria suprema de Dios, paz en la tierra y buena voluntad hacia
todos sus congéneres en los corazones de los hombres. Estos benditos pastores
fueron las primeras almas benditas sobre la tierra que literalmente adoraron al
Salvador.
Ocho días después de Su Nacimiento, Sus padres Lo llevaron al templo
de Jerusalén para presentarlo ante Dios, como era la costumbre judía de
entonces. Un buen anciano de Jerusalén, llamado Simeón, fue el siguiente en
reconocer la Divinidad del Señor Jesús. Cuando vio al Señor en el templo,
supo que Jesús era el Salvador, la Luz Divina que había descendido sobre la
tierra para despejar la oscuridad de la ignorancia y el pecado, para redimir a la
gente y llevarla, por el sendero del amor y la bondad, hacia la experiencia
interior del Reino de Dios. Ese día en el templo, Ana, una profetiza, también
vio al Señor Jesús y proclamó que Jesús era el Hijo de Dios, que brillaría
como la Luz del Mundo.
Poco después, los sabios del Este llegaron a Belén para rendir su
homenaje al Señor. Cuando el Señor nació, una estrella excepcionalmente
luminosa brilló en el cielo; y estos hombres sabios supieron que era el signo
seguro de que había llegado el Mesías que habían prometido los profetas.
Entonces establecieron la adoración del Mesías, siguieron la dirección de la
estrella y llegaron al reino de Herodes. Allí explicaron su misión al Rey
Herodes, el que más que complacerse, se atemorizó con su narración.
Entonces, les pidió que le informaran acerca del paradero del Niño Divino,
para que eso le permitiera adorarlo, según dijo, aunque deseaba matar al niño
en lo más profundo de su corazón. Los sabios siguieron la estrella que brillaba
sobre la casa del Señor. Reconocieron al Niño Divino y cayeron de rodillas;
Lo adoraron y Le ofrecieron costosos presentes como una humilde muestra de
su devoción y reverencia.
Protección Divina para el Niño Jesús
Los ángeles les advirtieron que no debían revelar el paradero de Jesús a
Herodes, por lo que los sabios siguieron su camino sin volverse a encontrar
con el monarca. Herodes, frustrado en su infame ambición, ordenó que todos
los niños de Belén menores de dos años fuesen despiadadamente asesinados.
Inmediatamente, los oficiales del Rey cumplieron su orden y miles de
pequeños bebés fueron rápidamente enviados a los Pies de Loto del Señor, en
el Cielo.
Pero José y María, junto con el Señor Jesús, habían sido advertidos por
los ángeles del peligro inminente; por lo cual escaparon a Egipto, donde
Herodes no tenía jurisdicción. El Señor permaneció en Egipto por cierto
tiempo, hasta que los ángeles aparecieron una vez más ante ellos y les
informaron de la muerte del Rey Herodes. No obstante haber regresado a su
país natal, José, María y Jesús eligieron seguir hacia Nazaret, ya que José
sentía que la vida no era segura cerca del hijo del Rey Herodes que gobernaba
en Judea.
En Nazaret, el Señor Jesús, el Hijo de Dios, la Encarnación de Su Luz, el
Salvador, creció como el hijo obediente de padres piadosos y aprendió de José
el oficio de carpintería. El Maestro Divino, que más tarde en su vida formaría
a los doce grandes apóstoles y cuyas palabras acaloradas forjarían el destino
de innumerables seres humanos e incluso de naciones en la tierra en todos los
tiempos por venir, se ocupó de aprender carpintería, tallar herramientas y
muebles en la madera en bruto.
Los primeros rayos de Luz
Cuando el Señor tenía doce años, José y María Lo llevaron a Jerusalén
para la celebración de la Pascua. Jesús estaba muy interesado en el templo y
los discursos que allí daban los sacerdotes. De hecho, Él estaba tan inmerso en
pensamientos sobre Dios y Su Divina Ley que cuando Sus padres dejaron el
templo y estaban regresando a Nazaret, Él volvió y se unió a un grupo de
maestros que estaban discutiendo cuestiones religiosas en el templo. Sus
palabras sorprendieron incluso a estos maestros de filosofía.
Pronto, José y María notaron que Jesús no los estaba siguiendo. Con gran
consternación, regresaron al templo y allí Lo encontraron. María Le reprochó
suavemente por escaparse de ellos, a lo cual el Señor respondió con aquellas
maravillosas palabras místicas: “¿No sabías que debo ocuparme de los asuntos
de Mi Padre?” Los cariñosos padres quedaron aún más perplejos.
Después de eso, durante unos catorce años, Jesús pasó Su vida en India y
vivió como un monje hindú o budista. Él tenía ardiente desapego y espíritu de
renuncia. En India, asimiló los ideales y principios hindúes. Algunos
cristianos no creen en esta versión del “período perdido” del Señor.
Argumentan que no es mencionado específicamente en la Biblia.
Es natural que haya divergencias en el tratamiento de temas relacionados
con personas que vivieron hace casi veinte siglos. El Viejo Testamento
naturalmente no puede contener ninguna referencia al respecto. El Nuevo
Testamento consiste en los Evangelios escritos por Sus discípulos después de
Su iluminación. Es obviamente inútil buscar una referencia sobre el período
anterior a esto – que fue el período durante el cual Él viajó por India donde
fue iniciado por sabios y videntes – debido a que Sus acciones fueron escritas
por personas que no pudieron tener el conocimiento de Sus días anteriores. Ha
sido la creencia de muchos historiadores que en algún momento, durante el
período perdido, Jesús viajó por India. De todos modos, no hay nada
insostenible en esta visión y su aceptación sólo fortalece los lazos de amor
entre el Este y el Oeste, y promueve buena voluntad entre los dos hemisferios,
lo cual constituye la Misión del Señor.
La Encarnación Divina busca un Guru
Juan el Bautista, hijo del sacerdote Zacarías y su esposa Elizabeth, tuvo
que comenzar a bautizar a la gente y prepararlos para recibir la Luz del Señor
Jesús siguiendo la profecía del ángel Gabriel. El Señor Jesús tenía entonces
cerca de treinta años y buscó a Juan para que Lo bautizara a orillas del río
Jordán. Juan reconoció la Divinidad de Jesús y Le preguntó: “¿Tú vienes a mí
siendo yo quien necesita que Tú me bautices?” Pero el Señor había decidido
sentar el ejemplo para la humanidad: Puede lograrse la iluminación espiritual
por medio de un Guru (Maestro). En el momento en que se completó el
bautismo, el Señor Jesús tuvo una visión del Espíritu de Dios descendiendo
como una paloma y posándose sobre Él. Entonces escuchó una voz celestial
que le dijo: “Tú eres Mi hijo querido, estoy muy complacido contigo”.
El mismo Juan, el Bautista, declaró muchas veces que el Señor Jesús era
superior a él. Pero ¡mira la devoción del Señor por Su Maestro! Él dijo: “De
aquellos nacidos de mujeres, no hay ninguno superior a Juan, el Bautista”. La
devoción al Guru es la llave que abre los reinos divinos e incluso permite
experimentar al Ser Supremo, la Misa de la Conciencia Suprema; cuando Él
desciende sobre esta tierra, sienta el gran ejemplo de Guru-Bhakti (devoción
al Guru).
Tentaciones y triunfo
Después del bautismo, el Señor Jesús recurrió a la reclusión en el
desierto, practicó severas penitencias y ayunó. A los cuarenta días de ayuno,
tenía hambre. Sin duda, las penitencias y la meditación Le habían conferido
poderes divinos para hacer milagros. El Señor realizó milagros para salvar y
curar a la gente. “¿Por qué no usas esos poderes ahora?, convierte las piedras
en pan y aplaca tu hambre”, quiso tentarlo Satán, el demonio. Pero el Señor
Jesús rechazó categóricamente rendirse ante esa tentación y dijo: “No sólo de
pan vive el hombre sino de la palabra que procede de la Boca del Señor”.
Entonces, una vez más la tentación surgió para probar los poderes milagrosos;
¿Por qué no Te arrojas desde la alta torre del templo?; si eres el Hijo de Dios,
los ángeles Te sostendrán”, murmuró Satán. Pero, una vez más, el Señor Jesús
ignoró al tentador, diciendo: “No tentarás al Señor, tu Dios”. Una tercera
tentación Le fue presentada, cuando el demonio Lo llevó a la cima de una alta
montaña, Le mostró el mundo y le dijo: “Te daré todo eso si Te inclinas y me
adoras”. Pero ¿estaría Jesús de acuerdo con ello? No. Se endureció y lo
reprendió: “Vete, Satán; porque está escrito en las Escrituras, Adorarás al
Señor, tu Dios, y sólo a Él servirás”. El demonio desapareció y los ángeles
cuidaron al Señor.
En este gran incidente de Su vida, el Señor no sólo nos ha dado tres
instrucciones de lo más inspiradoras sino que nos ha advertido mediante Su
propio ejemplo que un verdadero aspirante espiritual debe considerar los
poderes psíquicos como obstáculos en su sendero. Incluso si, por Su Gracia,
esos poderes le vinieran, nunca debería pensar siquiera en utilizarlos para
fines egoístas. Aún cuando su vida estaba en peligro, el Señor Jesús no usó
Sus poderes milagrosos para evitar ser crucificado. Todos los milagros que
realizó durante Sus viajes fueron impulsados por la suprema compasión de Su
corazón que rebosaba de amor y misericordia hacia todos los seres. Él curó al
enfermo e incluso levantó al muerto. Pero lo que en realidad hizo fue extraer
el mal de las personas a quienes curó. Sus malos actos del pasado y sus malas
tendencias ocultas habían tomado la forma de enfermedades físicas y
mentales. Jesús reclamó las almas perdidas y les restituyó su pureza prístina,
obtuvo para ellos la Compasión y el Perdón del Señor. En Su radiante
presencia, ellos no sólo tuvieron gran fe en Dios sino que sintieron un
verdadero entusiasmo por seguir al Señor Jesús y llevar una vida nueva y
divina de acuerdo con Sus instrucciones. Fue esta fe y este verdadero
arrepentimiento – lo cual fue traducido una vez como completa reformación –
lo que extrajo del Señor Jesús Su compasiva Gracia Curadora.
Aspecto espiritual de los milagros de Jesús
Después de Su período de reclusión y penitencia, Jesús regresó a Su
aldea nativa deseoso de impartir Su sabiduría a su prójimo. Juan el Bautista ya
había declarado a la gente que el Reino de Dios estaba cerca y los había
llamado a arrepentirse con un corazón contrito y efectuar un cambio interior
para poder entrar al Reino de Dios. Jesús también comenzó a repetir este
Mensaje. Pero, mientras que Juan había pintado a Dios como un Juez duro, el
Señor Jesús habló de Él como el Padre Misericordioso que gusta de salvar al
pecador. Para el Señor Jesús, la fe en Dios, el fervor en la plegaria y la
disciplina ética estaban por sobre las observancias y ceremonias religiosas.
Esto Lo convirtió en el amigo del oprimido, de los sectores reprimidos y de
aquellos a quienes la Iglesia ortodoxa había excomulgado. Jesús recibía a
todos, perdonaba sus faltas y los bendecía. “Venid todos vosotros a Mí,
trabajadores esforzados, y Yo les daré descanso”, dijo; y miles Lo buscaron y
hallaron paz y solaz a Sus pies. Uno de sus doce discípulos elegidos fue un
publicano, rechazado y despreciado por los judíos ortodoxos. Y una de Sus
más grandes y cercanas seguidoras fue María Magdalena, quien era tan
pecadora que se dice que el Señor Jesús expulsó de ella a siete demonios.
Un día, cuando pasaba el Señor Jesús, una multitud se había reunido
alrededor de una mujer que había sido acusada de adulterio y condenada a
morir lapidada. Cuando la multitud estaba a punto de llevar a cabo la
ejecución, el Señor Jesús apareció en escena. Era tal Su personalidad
magnética y divina que la gente instintivamente obedeció Su orden de desistir
de ese acto cruel. Cuando escuchó la historia del pecado “imperdonable” de la
mujer, Jesús dijo calmadamente: “Que aquél que entre ustedes esté libre de
pecado arroje la primera piedra sobre ella”. Esta poderosa afirmación del
Señor hizo que inmediatamente cada uno dirigiera su mirada a su interior.
¿Quién podía estar libre de pecado? La introspección reveló sus propios
defectos. Uno a uno, inclinaron sus cabezas y dejaron el lugar. “¿Dónde están
ellos?”, preguntó el Señor Jesús a la mujer, “¿Ningún hombre te condenó?”,
dijo el Señor resumiendo en este hermoso incidente la esencia misma de Su
Mensaje Divino.
En otra ocasión, cuando una devota, lavó los pies del Señor Jesús con sus
lágrimas, los secó con su cabello y les aplicó un valioso ungüento, el Señor la
bendijo y perdonó todos sus pecados. Esto hizo que algunas personas se
enfurecieran y cuestionaran Su derecho a perdonar pecados.
Espíritu vs. Forma
Para entonces, los primeros discípulos se habían congregado alrededor
del Señor Jesús. En una ocasión, los fariseos encontraron a los discípulos de
Jesús arrancando y comiendo maíz un sábado. Cuando esto llegó a oídos del
Señor, Él dijo: “El sábado fue hecho para el hombre y no el hombre para el
sábado; así que el Hijo del Hombre es el señor incluso del sábado”. Esto
disgustó en gran medida a los fariseos que esperaron por otra oportunidad.
Mientras Jesús estaba enseñando en una sinagoga un sábado, los fariseos
le trajeron a un hombre enfermo con la intención de ver si Él podía curarlo un
día sábado. Jesús se volvió hacia ellos y les preguntó: “¿Es correcto hacer bien
o mal un día sábado?” Ellos fueron incapaces de responder. Jesús se dirigió
hacia el hombre enfermo y lo curó. Esto puso a los fariseos decididamente en
Su contra.
Cuando Jesús fue a Jerusalén para asistir a la Fiesta de Pascua,
Nicodemo, uno de los principales fariseos, encontró al Señor por la noche. A
pesar de que Nicodemo reconocía a Jesús como un Maestro proveniente de
Dios, dijo: “No soy capaz de entender y apreciar todo lo que enseñas”. A esto,
el Señor respondió en palabras impregnadas de un profundo significado
espiritual: “Un hombre debe nacer otra vez para ver el Reino de Dios –
renacer no en referencia al cuerpo sino en sentido espiritual”. El Señor Jesús
proclamó que un verdadero cambio del corazón constituía ese renacimiento.
En su regreso desde Jerusalén a Galilea, Jesús pasó por Samaria.
En Sychar, descansó cerca de un pozo; mientras tanto, Sus discípulos fueron a
la ciudad a comprar alimentos. Una mujer samaritana fue al pozo a buscar
agua; entonces el Señor le pidió que Le diera agua para beber. Ella dudó, ya
que ningún judío se relacionaba con los samaritanos. Entonces, el Señor le
dijo acerca de su vida pasada y ella entendió que el Señor Jesús era un Profeta
y Él también admitió ser el Mesías. Inmediatamente, la sorprendida mujer
hizo correr la noticia entre toda la gente de la ciudad y ellos se reunieron a Su
alrededor proclamando: “Este es en verdad el Cristo, el Salvador del mundo”.
Cuando el Señor Jesús regresó a Cana, un hombre noble se acercó a Él y
Le rogó por Su Gracia curadora sobre su hijo que yacía gravemente enfermo
en Cafarnaum. El Señor respondió: “Sigue tu camino, porque tu hijo vivirá”.
En el mismo momento en que el Señor pronunció esas palabras, el niño
recobró su salud. Cuando el hombre regresó a Cafarnaum, sus sirvientes lo
recibieron con la feliz noticia.
La misión del Señor
Un sábado, en Nazaret, el Señor Jesús reclamó el cumplimiento de la
profecía de Isaías: “El espíritu del Señor está conmigo porque Él me ha
ungido para predicar, para curar y para establecer la libertad”. Esto enfureció a
la congregación de la sinagoga. Aunque el Señor había sido reconocido por
otros como el Hijo de Dios, como un Profeta y como la Luz del mundo, para
la gente de Nazaret, ¡Jesús no era más que el hijo de un carpintero! Esta gente
desafortunada echó a Jesús de Nazaret. El Señor dijo: “Un profeta no es
honrado en su propio país”.
Entonces Jesús se dirigió a Cafarnaum junto con Sus discípulos.
Adondequiera que iba, multitudes se congregaban a Su alrededor. Él les
predicaba la Verdadera Religión. Un día, vio a Andrés y Pedro limpiando sus
redes de pescar. Como era usual, una multitud se había reunido a Su
alrededor; entonces, sentado en el bote de Pedro, el Señor Jesús predicó Su
Evangelio a la multitud. Luego le pidió a Pedro que se adentrara en el mar
profundo y sumergiera las redes. Pedro no tenía muchas esperanzas de pescar
algún pez, pero obedeció al Señor y sucedió que sacó tantos peces que tuvo
que pedir ayuda a los otros pescadores para sacar la red del agua. Volviéndose
hacia ellos, el Señor Jesús dijo: “Síganme y los convertiré en pescadores de
hombres”. Ellos así lo hicieron y se convirtieron en Sus discípulos elegidos.
Sus familiares oyeron acerca de Su actitud y del extraño Evangelio que
predicaba, y también descubrieron que estaba provocando el disgusto del
gobierno. Ellos pensaron que Él estaba fuera de Sí y quisieron persuadirlo
para que abandonara esa oposición a la autoridad. Un día, cuando estaba
predicando a orillas del lago en Cafarnaum, Sus hermanos y Su madre fueron
a encontrarse con Él. Cuando Le informaron acerca de su llegada, Él
preguntó, “¿Quién es Mi madre y quién es Mi hermano?” y Él mismo
respondió: “Miren a Mi madre y Mi hermano”, señalando a todos los que
estaban sentados a Su alrededor, “Porque quienquiera que cumpla la voluntad
de Dios, ése es Mi hermano, hermana y madre”. Así concedió la relación más
cercana con Él a toda la humanidad de todos los tiempos por venir.
La fama de Jesús como el curandero divino se extendió por todas partes
y la gente comenzó a venir desde regiones lejanas y cercanas para que Él
curara sus diversas enfermedades. Un día, cuando Él estaba predicando en una
sinagoga, en Cafarnaum, Le trajeron un hombre que padecía de cierta clase de
locura. Jesús reprendió al espíritu de la locura que lo poseía diciendo,
“¡Silencio! Sal de él”, y el hombre se curó.
Del mismo modo, Jesús curó a la suegra de Pedro de una fiebre severa y
curó a cientos con el mero toque de Su Mano.
Un día, viendo a la vasta multitud que Lo seguía, subió a una montaña y
predicó Su famoso “Sermón de la montaña”.
Cuando bajó de la montaña, un leproso se acercó a Él y Le rogó por Su
Gracia curadora. Sólo con un simple toque, el Señor Jesús lo curó. Un
centurión se Le acercó y Le dijo que su sirviente estaba enfermo en casa. A
pesar de que el Señor Jesús prometió ir a la casa del centurión, éste le rogó
sinceramente diciendo que Él no necesitaba ir sino que Su mero deseo curaría
al sirviente enfermo en casa. El Señor Jesús admiró su fe y comentó: “No he
encontrado una fe tan grande, no, no en Israel”. Entonces bendijo al sirviente
y éste se curó instantáneamente, a pesar de que estaba lejos físicamente.
Viendo a la multitud que Lo seguía adondequiera que se dirigía, el Señor
Jesús quiso zarpar hacia la región de los gadarenos. Cuando subió al bote, un
escriba quiso ir con Él. El Señor Jesús se dirigió a él y le dijo: “Los zorros
tienen agujeros, las aves del aire tienen sus cestos, pero el Hijo del Hombre no
tienen donde apoyar su cabeza”. El Gran Señor no tenía hogar propio; pero
hoy todos los corazones humanos son Su Morada – tal es el fruto glorioso de
la renuncia. Similarmente, aquél que lo seguía debía abandonar todos los
apegos a las cosas del mundo y lograr la Liberación renunciando a todo lo que
fuera mundano.
Otro discípulo quiso ir a enterrar a su padre muerto. El Señor le dijo:
“Sígueme, deja que los muertos entierren a sus muertos”. Este es Su llamado
conmovedor. “Síganme”, dijo. No le concedas ningún pensamiento a las
insignificantes cuestiones del mundo donde la gente que está muerta para el
entendimiento de su verdadera naturaleza, llora la muerte y entierra a aquellos
que están muertos para el mundo. Aquél que esté vivo para su verdadero
deber, Lo seguirá.
Ellos subieron al bote y zarparon. Por la noche, una violenta tempestad
se levantó sobre el mar y el bote se sacudió sobre las enojadas olas. Los
discípulos estaban preocupados por temor a que el bote se diera vuelta. Fueron
al Señor y Lo despertaron. Él sonrió ante su falta de fe - ¿cómo podía darse
vuelta el bote con Él a bordo? – y ordenó a la tempestad que cesara.
Inmediatamente, todo estuvo calmo y esto aumentó mucho la fe de los
discípulos en Él – “¡Qué clase de hombre es éste que hasta los vientos y el
mar le obedecen!” se decían unos a otros.
Cuando regresó una vez más a Su ciudad, la gente trajo ante Él a un
hombre afectado de parálisis. El Señor pronunció Su bendición sobre él
diciendo: “Hijo, alégrate, que tus pecados sean perdonados”. “Eso es
blasfemia”, gritaron los escribas. Pero el Señor reafirmó que Él tenía el poder
sobre la tierra para perdonar los pecados de los hombres y ordenarle al
enfermo que se levantara y caminara hacia su casa. ¡Mira! El milagro tuvo
lugar y el hombre se curó.
Con frecuencia, el Señor Jesús comía con los fariseos y aquellos a
quienes el público consideraba pecadores. Los religiosos ortodoxos no podían
entenderlo. Él despejó sus dudas mediante Su valiente declaración: “No
necesitan un médico los sanos, sí lo necesitan los enfermos. Tendré
compasión, no sacrificio; porque no estoy aquí para llamar a los virtuosos sino
para llamar a los pecadores a que se arrepientan”.
Un día, un rey vino al Señor y Le dijo: “Mi hija está muerta, pero tengo
fe en que si Tú vienes y la tocas, ella revivirá”. El Señor acompañó al
gobernante a su hogar y en el camino tuvo lugar otro supremo milagro de fe.
Una mujer pobre, muy afligida con una enfermedad que la hacía sangrar
profusamente, simplemente tocó Su ropa cuando Él pasaba y se curó
instantáneamente. Más tarde, cuando el Señor tocó a la hija del rey, ella se
levantó y volvió a la vida.
Así, adondequiera que iba, el Señor curaba al enfermo, hacía que el
ciego viera y el sordo oyera otra vez.
Juan el Bautista fue asesinado. Cuando el Señor Jesús se enteró de ello,
tomó un barco y se fue a un desierto. Una multitud Lo siguió también allí.
Cuando llegó la noche, los discípulos notaron que sólo tenían cinco panes
grandes y dos pescados; ¡y había cerca de cinco mil hombres con sus familias
para compartirlos! Pero el Señor Jesús ofreció una plegaria al Cielo, cortó los
panes y se los dio a todos.
Él le pidió a Sus discípulos que zarparan y Se retiró en reclusión para
orar. Al caer la noche, los discípulos que iban en el bote que se había alejado
de la costa vieron con asombro a Jesús caminando sobre el agua hacia ellos.
Incluso creyeron que era un espíritu. Pedro Le dijo al Señor: “Señor, si eres
Tú, haz que yo también camine sobre el agua”. Jesús dijo: “Ven”, y Pedro fue
capaz de caminar sobre el mar. Pero en el camino, Pedro se sintió atemorizado
por el viento y su fe flaqueó; entonces, inmediatamente comenzó a hundirse.
Jesús lo sostuvo con Su mano, lo salvó y le dijo: “Oh, tú de poca fe, ¿por qué
dudaste?” Aquél que tiene fe en el Señor puede lograr cualquier cosa.
Un día, un joven gobernante rico se acercó al Señor y Le preguntó:
“Buen Maestro, ¿qué debería hacer yo para heredar la vida eterna?” El Señor
Jesús respondió: “Debes seguir los Mandamientos”. “Oh, sí”, respondió el
joven, “los he observado desde mi niñez. ¿Qué más debería hacer?” “Hay algo
más”, dijo Jesús, “y es esto, vende todo lo que tengas y dáselo los pobres.
Luego toma tu cruz y sígueme”. Ante la sola mención de este sacrificio y esta
renuncia, el joven gobernante dio media vuelta y se alejó. El Señor Jesús
comentó: “Es más fácil para un camello entrar por el ojo de una aguja que
para un hombre rico entrar al Reino de Dios”.
La transfiguración
Un día, el Señor Jesús llevó a Pedro, Jaime y Juan a un retiro en la
montaña. Repentinamente, el Señor Jesús se presentó transfigurado ante ellos.
Su rostro brillaba como el sol y Su ropa era también lustrosa. Con Él, estaban
Moisés y Elías. Una nube brillante los eclipsó y una voz dijo: “Este es Mi
amado Hijo con quien estoy muy complacido, escúchenlo”. Los discípulos se
atemorizaron y cayeron. El Señor Jesús se les acercó, los tocó y les dijo:
“Levántense, no teman”. Cuando ellos levantaron la cabeza, vieron sólo al
Señor Jesús y se maravillaron ante la visión de Él que habían tenido.
Así, Jesús enseñó muchas grandes lecciones a Sus discípulos y a otros;
habló con valor y autoridad sobre ética, y reveló las verdades espirituales
mediante parábolas.
Cruzada contra la hipocresía
Un día que fue a Jerusalén, el Señor Jesús expulsó a todos los que hacían
negocios en el templo comprando y vendiendo objetos mundanos, y les
recordó: “Está escrito – Mi casa será llamada morada de plegaria, pero ustedes
la han convertido en guarida de ladrones”.
Viendo Su maravilloso poder curativo, la gente Lo alabó como “El Hijo
de David”; esto molestó a los sacerdotes. Ellos Lo atacaron con numerosas
preguntas, a lo que Jesús respondió de una manera que causó admiración y
celos. Pero los sacerdotes no podían causarle daño por temor a la reacción
pública, dado que Él era considerado por la gente como un Profeta.
Jesús denunció a los fariseos y a los escribas en términos inconfundibles.
Dijo, “¡Pobres ustedes, escribas y fariseos hipócritas! Porque son como
sepulcros blanqueados que parecen hermosos por fuera, pero que en su
interior están llenos de huesos de muertos e inmundicia. Aunque parezcan
virtuosos ante los hombres, ustedes están llenos de hipocresía e inequidad”.
Las enseñanzas de Jesús habían enfurecido a esos hipócritas y ellos
comenzaron a conspirar para terminar con Su vida. Él también, durante los
últimos días de Su permanencia en esta tierra, a menudo predecía que sería
crucificado. Cuando el Señor Jesús fue a Betania, un día una devota se Le
acercó y con gran fe y devoción Lo ungió con un ungüento muy costoso.
Incluso los discípulos del Señor sintieron que era un desperdicio y comentaron
que ella podría bien haberlo vendido y servido a los pobres con el dinero. Pero
Jesús, que entendió los sentimientos de la mujer y los eventos venideros,
comentó: ¿Por qué se molestan con la mujer que Me ha hecho un buen
servicio? Tendrán siempre a los pobres con ustedes, pero a Mí no Me tendrán
siempre. Al ungir Mi cuerpo con aceite, lo hizo para Mi entierro”.
La traición
Luego sucedió algo extraño. No por inevitable deja de ser vergonzoso.
Uno de Sus propios discípulos traicionó al Señor. El Señor Mismo lo dijo
durante la Última Cena, “Desgracia del hombre que traiciona al Hijo del
Hombre; hubiera sido mejor para ese hombre no haber nacido”. Cuando los
fariseos estaban conspirando para deshacerse del Señor, Judas Iscariote fue a
ver al principal de los sacerdotes y se ofreció a traicionar al Señor por una
pequeña suma de treinta monedas de plata.
Se aproximaba la fiesta de Pascua. Según lo había ordenado el Señor, los
discípulos prepararon un festín en la casa de un ciudadano piadoso.
Extrañamente, tan pronto como se sentaron y comenzaron a comer, el Señor
Jesús hizo notar: “En verdad, les digo que uno de ustedes Me traicionará”.
Hubo gran consternación en los corazones de todos. Incluso dio un indicio de
que sabía quién sería al explicar: “El que puso su mano en el plato conmigo,
ése Me traicionará”. Pero tal vez ellos no entendieron lo que quiso decir.
La última Cena
Durante esta Santa Cena, el Señor tomó un pan, lo rompió y lo distribuyó
entre sus discípulos diciendo: “Este es Mi cuerpo”; y les dio vino con el
comentario significativo: “Esta es Mi sangre del Nuevo Testamento que es
derramada para la redención de los pecados”. Sí, el compasivo Señor Jesús
vivió y murió para que los pecados de la humanidad fueran perdonados y para
que los hombres pudieran aprender a arrepentirse de verdad y llevar de ahí en
más una vida divina.
Cuando la Santa Cena terminó, el Señor se arrodilló a los pies de cada
uno de Sus discípulos y lavó sus pies. Él dijo a los sorprendidos discípulos:
“Si Yo, su Señor y Maestro, he lavado sus pies, ustedes deben lavarse los pies
unos a otros”.
Cuando salían del Monte de los Olivos, el Señor les dio un amplio
indicio de los eventos que pronto tendrían lugar. Pedro afirmó su devoción
hacia el Señor, a lo cual el Señor respondió: “Esa noche en que el gallo cante,
tú Me negarás tres veces”. Todos quedaron perplejos.
El Señor es arrestado
Luego se dirigieron a un lugar llamado Gethsemaní. El Señor Jesús
quería recluirse por un tiempo y rogar al Padre Divino. Él oró. Sabía que el fin
había llegado. Entonces, rezó: “Oh, Padre, si debo beber de este cáliz, hágase
Tu voluntad”. Los tres discípulos que había llevado consigo a este lugar
retirado eran incapaces incluso de mantener vigilia. Esto hizo que el Señor
remarcara: “El espíritu tiene buena disposición, pero la carne es débil”. Tres
veces rogó al Señor en esa noche fatídica.
Él llamó a Sus discípulos para partir, pero instantáneamente fue rodeado
por una multitud de gente encabezada por los principales sacerdotes con
armas de diversas clases. Judas les había dicho a los sacerdotes que para
indicarles cuál de ellos era el Señor Jesús, él Lo besaría. Judas se dirigió
directamente hacia el Señor Jesús y, como si fuera por devoción, Lo besó.
Esta fue la señal para que arrestaran al Señor.
Uno de los discípulos del Señor, queriendo defender al Señor, sacó una
espada y cortó la oreja de un sirviente de los sacerdotes. Esto hizo que el
Señor pronunciara las memorables palabras: “Pon la espada de vuelta en su
lugar; porque todos los que alcen la espada morirán por ella”, una máxima que
deberían recordar bien los gobernantes de todas las naciones.
El Señor no estaba dispuesto a rogar al Padre Divino por una milagrosa
ayuda en esta ocasión. Porque se haría Su Voluntad. El Señor tuvo que ser
crucificado de modo que la Cruz fuera un Símbolo Sagrado de sacrificio y
amor de todos los tiempos venideros.
El juicio y la sentencia
Un juicio falso se llevó a cabo ante el alto sacerdote Caiaphas, en el cual
el Señor fue acusado de blasfemia. El alto sacerdote dijo: “Te adjuro por el
Dios viviente a que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios”. El Señor
Jesús respondió: “Tú has dicho, sin embargo, te lo digo. De aquí en más,
ustedes verán al Hijo del hombre sentado a la derecha del poder y entrando a
las nubes del cielo”. Los sacerdotes Lo condenaron a muerte por esta
blasfemia.
En ese mismo momento, le preguntaron a Pedro, que estaba afuera, si él
era un discípulo del Señor Jesús. Y debido al temor, ¡él lo negó! El gallo cantó
después de tres negaciones y, repentinamente, Pedro se dio cuenta de su error;
entonces se alejó y lloró amargamente.
El Señor Jesús fue llevado entonces ante el gobernante Poncio Pilato.
Entretanto Judas, que se había dado cuenta del error garrafal que había
cometido, fue adonde estaban los sacerdotes y arrojó las monedas de plata
ante ellos diciendo: “He pecado por haber traicionado a la sangre inocente”.
¡Pero era demasiado tarde! Corrió y se ahorcó.
Cristo en la cruz
El juicio ante Pilates fue como el anterior. Los sacerdotes y ancianos
tenían muchos cargos contra el Señor. Entonces, gritaron al unísono una y otra
vez: “Que sea crucificado”. Pero la esposa de Pilates había tenido sueños
extraños y sintió que su esposo no debía derramar la sangre del inocente Señor
Jesús. Entonces se lo dijo a su esposo. Cuando Pilates vio que era inevitable,
tomó agua y lavó sus manos de este terrible pecado. Había hecho todo lo
posible para liberar al Señor encontrándolo inocente. Pero los sacerdotes y los
otros se salieron con la suya. El Señor fue condenado a morir en la cruz, y lo
llevaron a un lugar llamado Golgotha. Le habían puesto una corona de espinas
en Su cabeza.
En Golgotha, Lo crucificaron. El Señor dijo: “Padre, perdónalos, no
saben lo que hacen”. Pilates puso la acusación escrita sobre Su cabeza: “Este
es Jesús, el Rey de los judíos”. Mucha gente se mofó de Él. Pero el Señor
permaneció impasible. A los costados de la cruz, estaban la madre de Jesús, la
hermana de Su madre, María, la esposa de Cleophas, y María Magdalena.
Después de un momento, el Señor Jesús gritó: “Tengo sed”, y los guardias le
dieron un poco de vinagre. Al final, Él gritó: “Padre, encomiendo mi espíritu
en Tus manos”, y diciendo así, pasó a mejor vida.
Hubo un gran terremoto. Las tumbas se abrieron y los cuerpos de los
santos que yacían allí se levantaron. Mucha gente tuvo visiones de esos
santos. Un hombre rico llamado José le pidió a Pilates que le diera el cuerpo
de Jesús. El cuerpo fue sepultado en un sepulcro al que cerraron bien con una
gran piedra.
Al tercer día, hubo un gran terremoto. Un ángel del Cielo había abierto el
sepulcro. Las mujeres – María Magdalena y la otra María – y los custodios del
sepulcro estaban atemorizados. El ángel les dijo que el Señor se había
levantado y ¡que Lo verían en Galilea!
Antes de que las mujeres pudieran contarle a los discípulos, éstos se
habían encontrado con Jesús que les había dicho: “¡Saludos a todos!” Los
discípulos fueron a una montaña en Galilea y Lo adoraron. Entonces, el Señor
les dio Su último mensaje:
“Vayan y enseñen a todas las naciones, bautícenlos en el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; enséñenles a observar todas las cosas
según se los he ordenado y sepan que Yo estoy siempre con ustedes, incluso
hasta el fin del mundo”.
¡Que el Señor Jesús more siempre en tu corazón, trayendo Luz y Amor a
tu vida! Amén.
Capítulo dos
LAS BIENAVENTURANZAS
¿Qué es la bienaventuranza?
En verdad, Dios ha bendecido a todos. El nacimiento humano es una
gran bendición que el Señor te ha conferido. La inteligencia y el poder de
discernimiento son bendiciones posteriores que Él te ha otorgado. Oímos en el
lenguaje diario que tal o cual persona ha sido bendecida con un hijo o con
alguna ventaja material.
Es cierto, pero la bendición a la que el Señor Jesús se refiere al comienzo
mismo de Su Divino Sermón de la Montaña, es algo diferente. Es verdadera
bendición. Es la condición en la que el Espíritu de Dios entra en el corazón del
hombre y éste ya no pertenece más al mundo sino que se transforma en un ser
divino. El aspirante espiritual ha sido aceptado por Dios como Suyo: Esa es la
verdadera bendición. La individualidad cesa y el santo glorioso se convierte
en un instrumento en Sus Manos – mejor dicho, casi en una parte de Su Ser,
cumpliendo con Su Voluntad, viviendo una Vida Divina, representándolo en
esta tierra. Esa es la verdadera bienaventuranza. Aquél que la logra se
convierte en una bendición para la humanidad.
¿Quiénes son los benditos?
La Vida Divina consiste en la ausencia de deseos
Benditos son los humildes; porque suyo es el Reino del Cielo. Humildes
son los que se han vaciado de todo ego. Los hombres soberbios, que se sienten
orgullosos de su riqueza, genealogía, erudición y sabiduría, no tienen lugar en
el Reino del Cielo. Lo que ellos verdaderamente busquen con sinceridad, eso
obtendrán. Pero ¿qué buscan? Se esfuerzan por obtener la admiración de los
hombres, popularidad en el mundo y prosperidad en términos de objetos
mundanos. Eso pueden obtener, aunque la naturaleza fugaz de las cosas
mundanas seguramente los haga sentir miserables al final. Pero aquellos que
son humildes no desean nada para sí en este mundo. El deseo muere de
hambre silenciosamente en su interior. Ellos tienen sabiduría en abundancia.
Pero ésta se ha vuelto de tal modo parte de su propio ser que no son
conscientes de ello. Cuando se lo hacen notar, ellos se lo adjudican al Señor.
No poseen nada; no tienen nada; no quieren nada; no existen como entidades
independientes – son Suyos. Por lo tanto, Él vive en ellos; y Su Gracia fluye a
través de ellos. “Suyo es el Reino del Cielo”. ¡Qué gran recompensa obtienen
al renunciar a las cosas de este mundo de dolor y muerte! El Reino del Cielo
les pertenece. Son los propietarios, los regentes del Reino del Cielo. La
humanidad puede obtener salvación por su intermedio.
Plegaria y anhelo por Dios
Benditos son los afligidos, porque ellos serán consolados. El gran
devoto del Señor sufre por estar separado de Él. El aspirante entusiasta por
obtener a Dios sufre debido al acecho de las debilidades humanas que le
impiden obtener la perfección. No es un lamento en el sentido usual del
término; no es llanto y gemido. Hay un extraño gozo en esta aflicción. Hay un
gran anhelo; surge una plegaria poderosa y sincera en el fondo del corazón. Es
una plegaria por Su Gracia, por la iluminación del corazón de los seres
humanos, y porque Su Sabiduría Redentora llene el alma de todo ser humano
en la tierra. Porque, recuerda, el bendito no tiene posesiones ni deseo; ¿de qué
se puede lamentar? En verdad, su aflicción es ansia; no es que él desee
obtener algo para sí, sino para que toda la humanidad sea bendecida. “Serán
consolados”: Seguramente, es debido a que estos benditos son consolados una
y otra vez que hay prosperidad en el mundo y, a pesar de tanta deshonestidad,
continúa habiendo numerosos buscadores de la Verdad, generación tras
generación. Este es el consuelo por el que oran y que el Señor les confiere.
Por lo tanto, estas son verdaderas bendiciones de Dios para la humanidad.
Humildad: Característica distintiva de un héroe
Benditos son los dóciles; porque ellos heredarán la tierra. Docilidad no
es debilidad. La humildad es el signo del héroe. La primera bienaventuranza
prometió el Reino del Cielo para el santo sin ego, esta bienaventuranza
proclama que el manso heredará la tierra. Aquél que sirve a Dios y a la
humanidad, que se somete humildemente a Su Voluntad y acepta todo lo que
viene como Su Gracia; aquél que es verdaderamente humilde de corazón,
experimentando Su Omnipotencia, Omnisciencia y Omnipresencia, tal bendito
irradia bendiciones. El mundo entero es atraído hacia él; porque en su
presencia, la gente siente una paz y una felicidad inexpresables. Él no tiene
necesidad de reinos mundanos ni de cosas de esta tierra. Pero gobierna el
corazón de todos los seres humanos – del mismo modo en que el Señor Jesús
gobierna los corazones de la humanidad entera.
Monumentos vivos de la Ley Divina
Benditos son aquellos que tienen hambre y sed de justicia; porque ellos
serán llenados. El significado está perfectamente claro. Pero vale la pena
mencionar una implicancia de ello. La justicia que es la Voluntad de Dios es
omnipresente. La Gracia de Dios está siempre lista para llenar el corazón del
hombre y hacer que éste sirva a Su Voluntad, elevándose al hacerlo así. Pero
es el hombre egoísta y terco que Le niega la entrada en su corazón. Por lo
tanto, obtén Su Gracia, que Su Voluntad se haga por tu intermedio, que Su
Virtud impregne tu personalidad; es mucho más fácil de lo que imaginas.
Debes anhelarlo; debes ansiarlo. Debes manifestar un entusiasta deseo por
volverte divino. Debes aspirar a llevar una vida virtuosa. Debes rogarle que te
llene con Su Gracia. Esta aspiración esta plegaria, abre el portal interior de la
cavidad de tu corazón y esta es llenada inmediatamente con Su Gracia.
Verdaderamente benditos son aquellos que son llenados de este modo. Porque
al ser llenados con Su Justicia, ellos viven y se mueven como monumentos
vivientes de la Ley Divina, inspirando así a otros también a elevarse y
transformar la misma tierra en un paraíso.
Compasión: Una virtud divina
Benditos son los compasivos; porque ellos obtendrán compasión. Dios
es compasión absoluta. El vivificante calor del sol, la pureza sostenedora de
vida del aire fresco, el agua brillante que sacia tu sed y hace posible la vida, la
buena tierra que da alimentos nutritivos, además de proveerte de un lugar para
vivir – esto te recuerda constantemente que Dios es pura compasión. Para que
puedas evolucionar, él te ha dado un nacimiento humano y te ha puesto bajo
las circunstancias más adecuadas para tu temperamento, calculadas para
acelerar tu progreso hacia la perfección. Él te da cantidad de oportunidades
para ejercitar las cualidades divinas que están latentes en ti, de modo que
puedas volverte perfecto como Él. El mendigo a tu puerta, el huérfano en la
calle, el desnudo, el iletrado, el hambriento y los enfermos niños de Dios están
allí para proveerte oportunidades de poner en práctica la compasión divina en
ti. Abre tus ojos y sírvelos. Viste al desnudo; educa al iletrado; alimenta al
hambriento y cura al enfermo. Esto hará que crezcas en misericordia. Porque
Dios es misericordia absoluta. Cuando seas compasivo, obtendrás Su
Compasión. Cuando obtengas Su Misericordia, serás en verdad bendito; y
serás una bendición para la humanidad, porque todo el que entre en contacto
contigo será testigo del milagro de Su Compasión curando, consolando e
iluminando a todos, y llenando el mundo con la luz de la sabiduría, con paz y
beatitud.
La visión de Dios
Benditos son los puros de corazón; porque ellos verán a Dios. No
necesitas viajar grandes distancias para ver a Dios. No tienes que esperar a
abandonar este cuerpo humano para ascender al cielo y así ver a Dios. Puedes
verlo aquí y ahora. Sólo es necesario un requisito, pureza de corazón. El
corazón debe estar limpio de toda impureza – lujuria, ira, codicia, egoísmo y
todos los otros males que han anidado en tu corazón.
Dios está sentado en tu corazón. Pero el velo de impureza te impide Su
visión. Todo lo que tienes que hacer es eliminar ese velo, despojarte de esa
impureza del corazón. Entonces, Lo verás aquí y ahora con toda Su Gloria y
todo Su Esplendor.
Benditos son aquellos que tienen así una visión de Dios, porque ellos
irradiarán Sus Bendiciones a todo el mundo.
Hijos de Dios
Benditos son los pacifistas; porque ellos serán llamados hijos de
Dios. Dios creó el mundo. Él es el Padre de toda la creación. Todos los seres
en la tierra son Sus hijos. La humanidad entera es una familia. Aquél que
pelea con otro, el que promueve guerras y discordia entre comunidades y
naciones, trabaja contra esta Ley Divina de Unidad. Mientras que aquél que
une a la gente en amor y armonía, que se esfuerza por establecer paz en la
tierra y armonía entre los corazones humanos, trabaja al unísono con la Ley
Divina. Por lo tanto, merece ser llamado verdadero hijo de Dios. Porque ha
heredado las cualidades divinas del Señor en su totalidad.
Primero encuentra la paz en tu propio corazón mediante la plegaria y la
humildad. Ve a Dios primero y compartirás Su Paz. Luego irradia paz a la
humanidad. Tu sola presencia pacificará. Irradiarás Paz. Benditos son tales
pacifistas porque ellos son un don para este mundo desgarrado con conflictos
y guerras.
Los benefactores de la humanidad
Benditos son aquellos que aman la justicia, porque suyo es el Reino del
Cielo.
Benditos son ustedes si, por amor a Mí, son injuriados, perseguidos y
calumniados por los hombres.
Regocíjate, alégrate mucho ¡porque tu recompensa en el Cielo será
grande! Ya que así fueron perseguidos los profetas que te precedieron.
Los Santos son una bendición para la humanidad. Son los mayores
benefactores de la humanidad. La paz y la felicidad que hay en el mundo se
deben sólo a que una y otra vez los gloriosos santos y hombres de Dios han
nacido en la tierra, restableciendo en ella Su justicia.
Aún así, es tal la tragedia del mundo en el que vivimos que un sector de
la humanidad se revela contra estos hombres de Dios, los difama y crucifica.
Los seguidores de la filosofía de la carne, los gusanos que se deleitan en la
mundanalidad, los sensuales, los hijos insensatos de Satán, no pueden
“soportar” el Resplandor Divino de los santos piadosos, del mismo modo en
que la lechuza no puede soportar la luz brillante del día. Aún así, la naturaleza
divina de estos santos benditos es tal que son “incapaces” incluso de resistir el
mal, vengarse o protegerse de los ataques de los malintencionados. La historia
del mundo ha sido testigo de innumerables persecuciones en las cuales los
benditos han perdido sus vidas en su esfuerzo por mantener la justicia.
¡Oh, maravilla de maravillas! Sacrificando sus vidas para la gran causa
divina de la justicia, “por amor a Él”, han cumplido su misión. El sacrificio
supremo de su vida misma es la gloria que corona su misión. El hecho del
sacrificio de uno mismo afecta la Mente Humana más profundamente que
toda la prédica que hayan podido hacer y la gente comienza a darse cuenta de
que si este hombre grande y bendito pudo sacrificar su propia vida por el
principio que sostuvo siempre, vale la pena adherirse a ellos. Es casi una
revolución que tiene lugar en el corazón del hombre y él toma el sendero de la
rectitud con arrepentimiento, abandonando para siempre el sendero del mal en
el cual se derramó la sangre de su Amado, el Glorioso Hombre de Dios.
Tanto en la vida como en la muerte, el santo cumple la gran misión de
restablecer la justicia sobre la tierra. Esa es la Misión de Dios. Aquél que la
hace propia es realmente bendito. Es una bendición para toda la humanidad,
porque muestra el camino hacia Dios, hacia la fuente de vida, luz y amor,
fuente de paz, plenitud y prosperidad.
¡Que los dones más selectos de los Benditos desciendan sobre todos
ustedes! ¡Que todos ustedes se vuelvan verdaderamente benditos en este
mismo nacimiento!
Capítulo tres
EL SERMÓN DE LA MONTAÑA
El mensaje eterno del Señor Jesús
“A quienquiera que escuche estos dichos Míos y los cumpla, Yo lo
consideré un hombre sabio que construyó su hogar sobre una roca. A los
tontos que construyen su casa sobre arena, no les gustará aquél que escuche
estos dichos Míos y los cumpla”, dijo el Señor al concluir el famoso Sermón
de la Montaña. El Sermón no fue una discusión filosófica para escuchar, tal
vez entender y olvidar más tarde. En ese glorioso Sermón, infundió el espíritu
de Dios. El Sermón fue la palabra de Dios, el Mensaje Eterno que está
siempre ardiendo con la llama de la Divinidad. Jesús vive en ese Sermón.
Recuerda, los ángeles le recomendaron a José que bautizara al niño
Jesús, porque Él salvaría a la gente del pecado. Estudia el Sermón de la
Montaña una y otra vez: ¿No es una Luz que te salva de la oscuridad del mal?
Cada palabra en él te exhorta a alejarte del mal y entrar en el Reino del Cielo,
el Reino de Dios. Mediante Su vida gloriosa, el Señor Jesús ha mantenido las
puertas del Reino de Dios bien abiertas para que personas de todos los
tiempos puedan entrar. La vida del Señor aquí no fue más que un comentario
vivo de ese Sermón.
Jesús era Dios Mismo. La Santa Escritura nos recuerda esto una y otra
vez. A pesar de ello, ¿cómo es que Él tuvo que soportar tanta persecución y
sufrimiento? ¿No podría haber aplastado a Sus enemigos con el solo ejercicio
de Su Voluntad Divina? Sí. Pero la Suprema Encarnación del Amor que fue el
Señor Jesús quiso que Su propia vida fuera un ejemplo para que la gente
emulara. Por lo tanto, se comportó como cualquier otro ser humano y, al
hacerlo así, demostró totalmente en Su propia vida, corta pero memorable, el
Gran Sermón que dio en la montaña.
Tanto al comienzo como al final del Sermón, Él declara enfáticamente
que es el deber sagrado de todos aquellos que hayan tenido el bendito
privilegio de escuchar el Mensaje, seguir y enseñar los mandamientos a otros.
El Señor quiere que tu luz “brille ante los hombres”, no para tu glorificación
sino para que “ellos vean tus buenas obras y glorifiquen a tu Padre que está en
el Cielo”. Practica el Sermón de la Montaña. Inspira a otros hijos del Señor
mediante preceptos y ejemplo, practica las gloriosas enseñanzas contenidas en
él. Así se cumplirá la misión suprema del Señor Jesús, la misión de salvar a la
gente del pecado. Es de lo más urgente hoy que el Mensaje del Señor se
esparza en el mundo; porque una vez más la humanidad está corriendo de
cabeza hacia la destrucción, hacia la injusticia, hacia el odio y la guerra. Sólo
el Mensaje del Señor puede salvar al mundo de hoy. Las palabras divinas del
Sermón de la Montaña deberían grabarse en el corazón de cada hombre y cada
mujer; y entonces, sólo entonces, la humanidad podrá conocer la paz y la
prosperidad.
Amor cósmico
El primer mandamiento es muy conmovedor. Es el estilo característico
del Señor el de crear un momento culminante. Previo a ese día, se consideraba
malo matar a cualquier ser vivo. Matar es en sí mismo la manifestación más
burda de un sentimiento que hierve en el corazón del hombre. El Señor quiere
salvar al hombre de ese sentimiento. Por lo tanto, sugiere un gran remedio que
podría curarlo inmediatamente de la causa raíz de la peligrosa enfermedad que
se manifiesta en el crimen. ¡Ira! La ira es el mayor enemigo del hombre.
Destruye la inteligencia y, bajo su influencia, el hombre se degenera en algo
peor que una bestia. El Señor te exhorta a liberarte de la ira. Incluso el dar
rienda suelta a esta emoción impura es un pecado. No uses palabras
insultantes hacia nadie; todos son hijos de tu Padre. Todos son tus hermanos y
hermanas. El Señor mora en todos. No llames “tonto” a nadie. En Su
instrucción divina, el Señor va aún más allá. Este horrible enemigo del
hombre, la ira, debería ser expulsado de su corazón. No sólo eso, se debería
instalar en ese corazón la virtud opuesta, el amor. ¡Qué hermoso lo dice! Si no
haces esto, tu adoración de Dios, que es puro Amor, es hipócrita. Por lo tanto,
si un pensamiento hostil surge en ti cuando te aproximas a Su altar, mejor deja
el lugar. Ve a aquél con el que tienes un malentendido o pelea. Reconcíliate
con él. Amígate con él una vez más y luego adora a Dios.
Inténtalo hoy. Esta no es una doctrina intelectual que haya que entender.
Es la palabra de Dios que hay que poner en práctica. Hazlo ahora y ve por ti
mismo. ¡Qué gran gozo y paz experimentas en tu adoración y tu meditación si
has limpiado tu corazón de todo mal sentimiento con las aguas del amor
cósmico!
Cuando tu corazón está lleno de amor cósmico, ¿quién puede ser tu
enemigo? Puede que alguien sienta hostilidad hacia ti; pero en tu corazón,
nunca deberían surgir sentimientos de enemistad. Para ti, él también es un
hermano, el cual debe ser tratado con el mismo amor y consideración que
tienes hacia el mejor de tus amigos. Jesús no dejó el menor lugar para
malentendidos; la ambigüedad Le era desconocida. La enseñanza no puede ser
más práctica que la forma en que Él la dio.
“Ama a tus enemigos; bendice al que te maldice; haz el bien a aquellos
que te odian y ruega por aquellos que te usan y persiguen
despiadadamente.” ¡Qué argumento convincente da para sostener este
mandamiento sagrado! ¿Por qué deberías amar a tus enemigos? ¡No porque
seas superior a ellos! Sino porque tal es la naturaleza de Dios a Cuya imagen
estás hecho y Cuyos hijos son todos ustedes.
¿Se le niegan al ateo las bendiciones de Dios? El mismo aliento de vida
que usa el ateo para negar la existencia de Dios es provisto por Él. “Él hizo
que Su sol se elevara sobre el malvado y sobre el bueno, y envió lluvias al
justo y al injusto.” El odio no cesa mediante el odio; el odio cesa con el amor.
El amor conquista al odio y a la enemistad. La virtud conquista finalmente a la
maldad. El amor transforma el corazón del hombre. No hay mejor forma de
vencer a un enemigo y de transformar a una persona de mente malvada que
amarla y dejar que vea en tus acciones diarias la gloria de la vida recta.
Amor y virtud deben volverse parte de tu misma naturaleza. No deben
ser fingidos ni artificiales. Por lo tanto, cuando el Señor Jesús ordenó que no
resistieras el mal, aludió a Su enseñanza de que el amor debería volverse tu
naturaleza. Resistir el mal requiere extraordinaria fe en Dios, experiencia de
Su Omnipotencia, entendimiento del poder del amor y un valor moral
supremo. “Si alguien te abofetea en la mejilla derecha, ofrécele la otra
también”.
Al no resistir el mal y demostrar tal amor incluso frente al mal, estás
despertando la conciencia moral latente en el hombre malvado. Si has
adoptado la política de “ojo por ojo y diente por diente”, la conciencia moral
de la otra persona será completamente enterrada bajo el mal ejemplo que le
ofreces. Pero cuando un hombre te golpea en la mejilla y, en vez de que le
devuelvas “con la misma moneda”, experimenta tu amor, la forma virtuosa en
la que reaccionas, está destinado a ser profundamente influenciado por tu
ejemplo y, tarde o temprano, reflexionará sobre el incidente, se arrepentirá por
su acción y recobrará su conciencia moral.
Las Cortes del mundo podrían cerrarse y se le podría permitir a la gente
vivir en paz y amistad si practicaran esta regla: “Si cualquier hombre te
demandara ante la ley y te sacara tu abrigo, deja que se lleve tu capa también”.
¿Quiere el Señor que te quedes sentado ocioso y observes cómo estás siendo
engañado y robado? ¡No! Él quiere que seas positivamente caritativo. Quiere
que corras a socorrer al necesitado. Si te roba el abrigo, porque lo necesita, es
mejor darle también la capa de modo que pueda estar confortable. En realidad,
junto con tu capa, le estás dando el don precioso de la sabiduría; él ve en tu
acción la verdadera naturaleza del amor, la gloria de la caridad y la actitud
indiferente de un hombre de Dios hacia los objetos de este mundo. La capa (el
objeto mundano) es perecedera y algún día te separarás de ella; pero el fruto
del don, la recompensa de la caridad – especialmente dárselo al hombre que te
lo robaría – es inmortalidad para ti y transformación interior para él. No
requiere sólo valor moral y amor sino un supremo desapego por los objetos
del mundo; practica esto. El Señor Jesús pregunta significativamente: “¿De
qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde el alma?” La pérdida de todos
los objetos del mundo es nada en comparación con la adquisición de esta sola
virtud, la caridad.
Práctica de la pureza
Luego viene la pureza. Aquí, una vez más, vemos cómo el Señor Jesús
va a la raíz misma del problema y sugiere una cura radical. La inmoralidad no
está confinada a la acción; está arraigada en el pensamiento mismo. No puede
ser eliminada efectivamente solamente restringiendo los órganos externos,
como hacen los hipócritas, sino purificando la mente y el corazón.
“Quienquiera que mire a una mujer con lujuria ya ha cometido adulterio con
ella en el corazón”. El mal está en la mente; el cuerpo es una mera
herramienta de ésta.
Un mandato extraordinario sigue a esta declaración. Es el método de
auto-castigo. Es una práctica espiritual reconocida. Castigarse y rogar.
Disociarse del cuerpo e incluso de la mente, y castigarlos con la vara de la
penitencia. Primero, las formas densas de auto-castigo como ayunar y demás,
hasta que hayas aprendido la técnica de disociarte completamente del cuerpo y
de la mente, y luego puedes usar tu voluntad fuerte y poderosa como las
riendas para refrenar a la turbulenta mente y a los sentidos. Esto es lo que el
Señor alude cuando dice: “Y si tu ojo derecho te ofende, sácatelo y arrójalo”.
Eres diferente del órgano ofensor; usa tu discernimiento y córtale el
suministro de la fuerza del alma, el poder del pensamiento y el impulso
nervioso. Luego, dejará de funcionar en desacuerdo con tu voluntad y se
someterá a ella dócilmente. Esta regla no sólo se aplica a la erradicación de la
lujuria sino a la de la ira y toda la hueste de vicios. Esta es la panacea para
todos los males que asaltan el corazón humano.
Porque, recuerda, el objetivo es ser “perfecto como tu Padre que está en
el Cielo”. La perfección en todas las virtudes es a lo que se apunta. Cuando
cultives las virtudes fundamentales que el Señor ha enumerado y en las que ha
insistido en el Sermón de la Montaña, las otras virtudes se apegarán a ti.
Amor, Pureza, Verdad, Caridad, Humildad, Sinceridad y Entrega de uno
mismo – estas son las grandes virtudes que deberías esforzarte en cultivar. Te
harán perfecto, una imagen radiante de Dios.
Entrega de uno mismo: La llave hacia la Verdad
En la práctica de la Verdad, el Señor tiene algo muy iluminador que
decir. La gente generalmente jura decir la verdad y jura que hará ciertas cosas
en el futuro. El Señor Jesús les pide a Sus seguidores que se abstengan de
jurar. El jurar surge del ego arrogante. Es vanidad. Nadie realmente conoce la
verdad, pero todos están listos para jurar “por Dios” que lo que dicen es cierto.
Es vehemencia arrogante. Un hombre inteligente diría: “Hasta donde sé y
creo, esta es la verdad”. Sólo Dios sabe cuál es la verdad. Por lo tanto, el
Señor Jesús dice: “No juzgues a otros”.
La otra forma de jurar es jurar por el futuro. Uno puede tomar decisiones
con una plegaria devota. Esto se asemeja más a una autosugestión. Puedes
decir: “De ahora en más, llevaré una vida de abstinencia, de celibato o
renuncia. Dios, derrama Tu Gracia sobre mí”. Esto es necesario para el
progreso espiritual. Similarmente, en el caso de cuestiones mundanas es
necesario hacer ciertos acuerdos y llegar a entendimientos. Pero lo más
importante a tener en cuenta siempre – y este es un principio fundamental de
la verdadera vida religiosa – es que el futuro está en Sus Manos. Nuestra
perspectiva acerca del futuro debería ser una de entrega a la Voluntad Divina.
Comprometerse con ciertos votos es como el niño pequeño que le promete a
su cariñosa madre que “vestirá siempre el hermoso abrigo” que ella le
obsequió para su quinto cumpleaños.
Es aquí donde se necesita la mayor precaución. Uno no debería
entregarse a las fuerzas malignas de la naturaleza (Satán), ni desarrollar
arrogancia religiosa. Llevar una vida sin rumbo, tomar las cosas como vienen,
reaccionar instintivamente al entorno y las circunstancias es subhumano.
Arrogarse los poderes de hacer y deshacer las cosas, de formar su propio
destino y el de la humanidad, es seguramente más de lo que un animal puede
hacer; pero es algo peor que ello, es maligno. Por otro lado, el hombre sabio
esperará algo bueno, aspirará a algo magnífico, trabajará por la paz y la
prosperidad, y luego dejará todo a Su Voluntad. Él sabe que por su propia
voluntad no puede “hacer que un cabello sea blanco o negro” en su propia
cabeza.
Esta es la llave maestra para todo progreso. Porque al reconocer así la
inevitabilidad de la Voluntad Divina, el hombre avanzará con Dios entronado
por siempre en su corazón, asimilando todo lo que sea bueno en todas partes y
en todo lugar, y transformando todo lo que sea bajo y malo mediante el toque
de su piedad, tolerancia y amor. No estará atado a dogmas, creencias y rituales
fijos sino que se elevará con las alas de la Voluntad Divina y Su Gracia.
Rechaza la insinceridad
Humildad y plegaria son los canales a través de los cuales Su Gracia
fluye hacia el buscador, y esa Gracia lo conduce a la satisfacción de Su
Voluntad. Es en la Gracia que el individuo encontrará unidad con la Voluntad
Divina; y la Gracia se obtiene por medio de la humildad sincera y la plegaria
constante.
Por lo tanto, el Señor Jesús nos advierte de hacer un show de nuestra
vida religiosa. Incidentalmente, Él revela un gran secreto. Sinceridad es un
factor sumamente importante no sólo en la vida espiritual sino en la vida
diaria de todo ser humano. Insinceridad es falsedad, la que debe ser rechazada
con mayor vigilancia que con la que uno desecharía una fruta venenosa. El
veneno en la forma tentadora de una fruta es ruinoso para el cuerpo físico; la
insinceridad en la apariencia santa de una vida virtuosa es ruinosa para la
misma alma del hombre. Un acto de caridad hecho públicamente para la
aclamación de la sociedad puede darle buena recompensa aquí en nombre,
fama, estatus social y comodidad material. Pero tiene muy poco valor
espiritual. Porque Dios es el Habitante interior que mira los motivos más
íntimos. Él sabe que el motivo no es ganar Su Gracia o hacer Su Voluntad
sino adquirir las cosas de este mundo. Y eso es la antítesis misma de la vida
divina.
Por lo tanto, aquél que lleve una vida divina, no hará caridad porque ésta
le dé nombre y fama sino porque la caridad es el reflejo de Dios en el hombre.
Ninguna de Sus Bendiciones Supremas – el sol, la lluvia, el viento y la tierra
sostenedora de la vida – proclama con tambores, “Soy yo el que mantiene tu
vida y te posibilito vivir y funcionar aquí”. Dios, oculto en todos estos grandes
canales de Su Gracia e instrumentos de Su Voluntad, derrama Sus
Bendiciones sobre nosotros. El buscador que desea hacer Su Voluntad, se
considerará a sí mismo un instrumento de Su Voluntad y un canal de Su
Gracia; por lo tanto, es natural para él ser caritativo y amoroso. La caridad y el
amor universal se vuelven parte de su naturaleza y no algo extraordinario por
lo que deba fanfarronear.
Dios, el Habitante interior, está siempre contento con tal buscador y lo
recompensa “ampliamente”. El buscador se convierte en santo, en hombre de
Dios, irradiando divinidad. La gente queda encantada con su sola presencia y
lo adora.
Similarmente, en el caso de la plegaria y el ayuno. Estos son naturales
para un verdadero buscador. La plegaria es su alimento espiritual, el ayuno es
una consecuencia natural de ello. Él le niega alimento material a su mente y
sus sentidos para poder, mediante la plegaria, alimentarlos con el maná
espiritual. Este es el proceso para divinizarse. No se hace para obtener el favor
de algún ser humano sino para divinizar la propia personalidad. ¿Qué sentido
tiene entonces hacer un show de la plegaria y el ayuno?
Plegaria al Señor
Si la Voluntad de Dios se cumple aquí y sólo Su Gracia nos llena y rodea
por todas partes, ¿por qué vamos a rogar? El Señor Jesús nos recuerda: “Tu
Padre sabe qué necesitas antes de que se Lo pidas”. Por lo tanto, la plegaria es
por Su Gracia, para recordarlo constantemente, para convertirte en un canal de
Su Voluntad y obtener Su perdón. Hay un poder misterioso en el universo –
Satán – que tienta incluso a los mejores de los hombres, engaña aún a los más
sabios y lleva por mal camino a los más grandes. Le ofrecemos plegarias al
Señor para que nos proteja de esto. El Señor Jesús ha formulado una hermosa
plegaria en este sentido.
Habiendo dicho todo esto, el Señor Jesús hace una dura advertencia a
Sus seguidores contra una debilidad humana muy común y desastrosa, la de
encontrar faltas en otros. Una vez más, este es el trabajo del ego en el hombre.
Trata de ocultar sus propias deficiencias descubriendo faltas en otros.
Generalmente, el hombre está tan preocupado acerca de las debilidades y
faltas de otros – no porque quiera corregirlos ¡sino para establecer su
superioridad sobre ellos! – que difícilmente conceda un pensamiento a los
millones de defectos que lo corroen por dentro. ¿A quién le gustaría dirigir su
mirada decididamente hacia el interior y practicar introspección, llevar a cabo
un autoanálisis y luchar para perfeccionarse? El Señor Jesús quiere que cada
uno de ustedes sea un héroe espiritual y no un chismoso. Él pregunta, “¿Por
qué ves la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio?” “Oh, hipócrita,
primero saca la viga de tu propio ojo y luego verás claramente para sacar la
paja del ojo de tu hermano”. Esta es un consejo muy serio que todo buscador
de la Verdad debería tener siempre presente.
La Regla de Oro
La Vida Divina
Capítulo cuatro
MENSAJES DE NAVIDAD DE
SHRI SWAMI SHIVANANDA
1945
¡Diviniza tu naturaleza!
Todas las ocasiones memorables, todos los días y aniversarios sagrados
tienen un mensaje y un llamado superior para aquellos que oyen y responden.
Estos mensajes forman invariablemente un recordatorio de la verdadera
misión y el propósito central de la vida humana. El llamado de Navidad es el
llamado a un nuevo Nacimiento en el Espíritu. Su mensaje es el mensaje noble
de la Vida Divina, la Vida de Cristo de Compasión, Verdad y Pureza. Lo que
constituye la verdadera Navidad dichosa para ti es ese momento en el que la
Conciencia Divina que brilla a través de Jesús florece e ilumina las cavernas
de tu corazón. La Navidad es para ti el día en que comienzas a llevar la vida
divina de Satya (verdad), Ahimsa (no-violencia) y Brahmacharya (pureza,
celibato) que el gran Vedántico de Occidente vivió. Muchas Navidades
vinieron y se fueron. Las celebraciones se llevan a cabo todos los años pero,
¿te has elevado en respuesta a su Llamado Divino? ¿Ha nacido el Niño Divino
en el Belén interior de tu corazón? Es el injustificable descuido del hombre en
escuchar este llamado y divinizar su vida lo que le ha traído a la humanidad
los horrores de la guerra, la enfermedad, los sufrimientos y la inquietud.
Hace dos mil años, la Divinidad encarnó en este planeta para mostrarle a
toda la humanidad el glorioso sendero de la Vida eterna llevando una Vida
Divina en esta tierra. El gran Jesús encarnó la triple cualidad de Satya,
Ahimsa y Brahmacharya absoluto. Durante toda la duración de Su vida
sublime, Cristo vivió como la expresión visible de la Verdad suprema. Él fue
un testigo vivo de la Realidad Suprema que mora en esencia en el interior del
hombre. En Su trato con el mundo exterior, fue en verdad la personificación
de Ahimsa. Con palabras rebosantes del verdadero espíritu de Ahimsa, Él
predicó la doctrina de no-represalia. “Ofrece tu mejilla izquierda al atacante
que te abofetea en la derecha. Si un hombre te quita tu abrigo por la fuerza,
ofrécele también tu capa”.
No hubo prueba, lucha, tormento o persecución que pudiera llevarlo a la
ira o la represalia. En Su vida personal, Él fue en verdad la Pureza misma. A
menos que te vuelvas como un niño pequeño, no podrás entrar al Reino del
Cielo. Debes ser absolutamente puro como los pequeños inocentes. La
humanidad tiene en Jesús, el Cristo, uno de los mayores ejemplos de
Nishthika Brahmacharya – celibato estricto y castidad inmaculada. Él cuenta
cómo algunos hombres “se convierten en eunucos” en pos del Reino del
Cielo. Así fue que el triple hilo de Ahimsa, Satya y Brahmacharya constituyó
la tela de la Vida Divina que vivió Jesús.
Una pureza celestial e inmaculada descansaba como un manto divino
sobre Su personalidad sublime. Su vida fue una maravillosa combinación de
Jñana (conocimiento), Bhakti (devoción) y Karma (acción), basada en Para
Vairagya (desapego supremo). Un desarrollo integral ideal de cabeza, corazón
y manos ha hecho de Su vida un modelo para que la humanidad emule por
toda la eternidad. Cristo estaba siempre consciente de Su inseparable
identidad con el Ser Supremo. Aún así, profunda devoción y amor por el Dios
personal encontraron constante expresión en Él en la forma de plegarias,
alabanzas y glorificación. Y en Su verdadera vida diaria, Él fue la
personificación misma del espíritu de Karma Yoga (Yoga de la acción
desinteresada). Su vida entera fue un ministerio continuo para el afligido. Sus
pies se movieron sólo para llegar adonde se necesitaba ayuda. Si Sus manos se
movían, era para ayudar al preocupado y agobiado. Su lengua habló sólo para
pronunciar palabras suaves y dulces de compasión, consuelo, inspiración e
iluminación. Con las miradas de Sus luminosos ojos yóguicos, Jesús despertó,
elevó y transformó a aquellos a los que miró fijamente. Él sintió, pensó, habló
y actuó para el bien de otros. En medio de todo esto, Él vivió en la conciencia
ininterrumpida de la afirmación “Yo y mi Padre somos uno”. Su vida fue la de
un Sabio en Sahaja Samadhi.
En Jesús, el Hombre, el aspirante o Sadhaka encuentra dos rasgos a
emular fielmente que constituyen un admirable valor moral de ser Testigo de
la Verdad. Su vida manifiesta un silencioso y supremo heroísmo ante la más
resuelta oposición, la persecución y la mala interpretación. También ha
sentado el ejemplo de cómo un verdadero buscador debe rechazar las
tentaciones en el sendero espiritual. Mucho antes del drama externo de la
crucifixión, Jesús voluntariamente Se crucificó espiritualmente aniquilando el
ser inferior y viviendo una vida puramente divina.
El gran Rishi (sabio) que fue, el Hombre de Galilea, ejemplificó en Sí
mismo el “Sthitadhih Muni” que el Señor Krishna describe en el sagrado
Gita. Jesús fue constantemente un Sabio absorto en el Ser, perfectamente
equilibrado en medio de los opuestos. Él nunca perdió la calma ni por un
momento de Su vida intensamente vivida. No se regocijó con el placer ni se
apenó ante el dolor. Mirando con perfecta ecuanimidad al amigo y al enemigo,
absorto sólo en el bien universal, este perfecto Siddha Purusha (hombre
iluminado) tipifica ese magnánimo estado de “Sarva dharman parityajya
mamekam sharanam vraja” – “Abandona todos los deberes y refúgiate en
Mí” – la compasiva voz de este Hombre Divino instó a toda la humanidad
“Vengan a Mí todos los que estén cansados y que tengan una pesada carga” y
prometió “liberarlos de la carga” y otorgarles descanso. ¡Vengan! ¡Vengan!
¡Vengan! Fue el llamado divino. Y ¿cómo? Descargando el cuidado en Él
porque Él cuida de ti. Tu trabajo es pensar intensamente en Él y sólo en Él.
Nunca te preocupes por nada, porque ¿no cuida Él de los “lirios en el campo y
los pájaros en el aire”? Depende de Él y Él cuidará de ti
porque “Ananyashchintayantomam ye janah paryupasate; Tesham
nityabhiyuktanam yogakshemam vahamyaham” – “Aquellos que piensan sólo
en Mí con devoción exclusiva se unen eternamente a Mí y Yo cuido de ellos”
– es la promesa del Señor Krishna.
Tú sabes que en el momento del nacimiento de Jesús apareció una
estrella brillante en el firmamento para guiar a los Magos hacia el Niño
Divino. Tómala como tu Estrella de Navidad. ¡Que te muestre el camino que
conduce a la Vida Divina como lo ejemplificó el místico Yogui de Belén!
Manifiesta la misma Realidad Viva, la Pureza Inmaculada y la sublime
Compasión Divina. Diviniza tu vida. Lleva una Vida Divina.
1949
Mensaje de Navidad
¡Amados Hijos de Cristo!
Una vez más, se acerca la Santa Navidad. En esta sagrada ocasión, les
envío mi caluroso saludo ¡y mis mejores deseos por el nacimiento del Señor
Jesús en sus corazones!
Es bueno regocijarse; es bueno sentir e irradiar alegría y felicidad,
especialmente en una ocasión que marca la Venida de Aquél que nos señaló el
Camino hacia la Beatitud. Sin embargo, han comenzado a practicar el Santo
Yoga y aquél que recorre el Sendero de la Vida Divina tiene una
responsabilidad especial. Es la de meditar en el Señor Jesús, recoger Sus
Enseñanzas y propagar mediante la práctica y el precepto Su Mensaje dador
de Vida.
Cristo, Krishna, Buda y Mahoma nos llevan todos a la misma puerta de
entrada a un Cielo de AMOR – un amor que no admite odio, del mismo modo
en que la luz del sol no conoce oscuridad. ¡Que el Señor Jesús Se revele ante
ti! ¡Que te conviertas en una personificación de Sus Enseñanzas! ¡Que brilles
como un Verdadero Cristiano, un verdadero y fiel descendiente del Señor!
¡Que las bendiciones del Señor Jesús estén con todos ustedes!
1951
Cristo: El Príncipe de la Paz
¡Adoraciones y reverencias a Jesús, el Cristo, el Mensajero Divino de
amor, buena voluntad y paz!
Bendita en verdad es la humanidad que todavía valora y honra
devotamente la memoria sagrada de esta gran Luz que descendió en esta tierra
y la ilumina desde hace casi dos mil años. Mientras la gente mantenga vivo en
sus corazones el gran ideal de la Vida Divina vivido por Jesús y mientras
hagan caso de Su mensaje de bondad, humildad, pureza, inocencia, verdad y
amor desinteresado hacia todos los seres, tendrá felicidad, prosperidad,
bienestar, seguridad, paz y buena voluntad con toda seguridad.
Una firme fe viva y una adherencia voluntaria al Evangelio de Cristo de
Amor y Compasión forman en verdad la única base cierta de felicidad aquí y
en el más allá, y de paz duradera para la humanidad. La vida de Cristo de
humildad, resistencia silenciosa, sencillez absoluta, pureza, amor hacia todos
y plegaria profunda constituye la garantía infalible para la resurrección del
hombre desde su estado presente de barbarie “civilizada” en el cual se ha
hundido de cabeza durante los recientes años.
¡Oh, hombre! Incinerado como estás en las llamas del odio, el temor, la
codicia, los celos, la ira, la enemistad y la destrucción mutua, pereciendo en el
feroz horno de la vida ilusoria y materialista, haz un cambio ahora y decide
abandonar, en esta sagrada ocasión, todos esos elementos satánicos. Cúrate y
refréscate en la corriente de la Vida Divina que fluye desde los sagrados pies
de la Fuente Divina, el Señor Jesús. Llénate con la Luz del Gozo Divino.
Refréscate en las aguas vivificantes de la Conciencia de Cristo.
Cristo es el Príncipe de la Paz. Todas las cosas conducentes a la creación
de Paz, tanto individual como universal, forman la verdadera lealtad a este
Divino Rey de reyes. Cualquier pensamiento, acto, palabra o proceder que
perturbe el estado de paz, implica en verdad la negación de la Gracia
Encarnada del Señor, un repudio de nuestro lazo con esta encarnación de la
Divinidad.
En esta sagrada ocasión de Navidad, que todos despierten en su interior
una conciencia del Ideal de Cristo y se decidan a vivir de aquí en más la
verdadera Vida Divina según lo predicara Jesús en Su famoso Sermón de la
Montaña. En ese inolvidable mensaje divino, el Gran Jesús te ha dado la pauta
para la vida ideal en la tierra; si lo sigues, éste te elevará infaliblemente desde
una vida vulgar a una Vida Divina trascendental en el Espíritu. Encuentras
aquí el Vedanta superior presentado en las palabras más simples, “Ama a tu
vecino como a ti mismo”.
La enseñanza de Jesús es aplicable a los seguidores de todos los Credos.
La Suya no fue una doctrina hipócrita. Su doctrina del Reino del Cielo fue un
llamado para un completo cambio y una limpieza total de la vida en la tierra.
El cristianismo puede prosperar sólo en el espíritu de dar y tomar. Un cristiano
debería ser tan humilde y tolerante como Jesús. Sólo entonces atraerá a los
seguidores de otras religiones.
¡Que las bendiciones del Señor Jesús estén con todos ustedes!
1953
El esfuerzo de un Evangelio Eterno
El 25 de este mes se celebrará el advenimiento del Bendito Mesías, el
Aniversario del nacimiento de Jesús, porque es generalmente aceptado que Él
vio la luz del día ocho años antes de que comenzara el calendario cristiano.
Incidentalmente, los historiadores modernos y los expertos paleográficos se
inclinan a creer que Jesús nació en el mes de octubre más que en la noche del
25 de Diciembre, pero no tenemos razones para discutir acerca de esta disputa,
porque es difícil que cambien las creencias tradicionales y lo que nos interesa
es sólo la vida y las enseñanzas de Cristo.
¿Cómo pueden el pensamiento mortal y el lenguaje finito describir la
gloria de semejante ser que estaba por lejos más allá de la carne con una
personalidad tan profunda, inentendible, inmutable y, aún así, humana,
amorosa y compasiva, que es difícil incluso imaginar que alguna vez haya en
verdad respirado este aire y caminado esta tierra?
Una doctrina revolucionaria
La doctrina de Jesús seguramente fue una de las fuerzas revolucionarias
más poderosas para reactivar el pensamiento humano. Él vivió mucho más
allá de Su época, por lo que el mundo no fue capaz de apreciar el verdadero
significado de Sus enseñanzas y Lo consideró un blasfemo peligroso. No es de
sorprender que los judíos fariseos no hayan encontrado otra compensación
más que arrestar y procesar a este defensor noble, constante e imponente en la
corte de Jerusalén de Pilatos, el magistrado romano, que finalmente decidió
deshacerse de Él por medio de una ejecución lenta y bárbara en la cruz, de
modo de cortar de raíz cualquier rebelión religiosa con consecuentes
complicaciones políticas.
Uno de los primeros y más iluminados profetas del socialismo espiritual,
bautizado por Juan cuando tenía cerca de treinta años, que predicó en el
lenguaje Arameo de Judea durante el reino de Tiberio César, Jesucristo fue el
primero en defender, en esa parte del mundo, la necesidad de despojarse de la
intolerancia racial y de clases, e identificarse como un miembro común de la
vasta familia de la humanidad donde todos son hijos de Dios con iguales
derechos y oportunidades para vivir en paz y buscarlo.
Cuando el egoísmo y la codicia no eran nada de qué avergonzarse, fue
Jesús quien enfatizó la necesidad de igual distribución de la riqueza, simpatía
práctica y consideración amorosa por el prójimo y los extraños por igual, la
necesidad de renunciar a la venganza y la represalia por medio del perdón y la
caridad, la necesidad de amar al vecino como a uno mismo, por la razón obvia
de que no habría así desunión y discordia, y en líneas generales, devolver bien
por mal, porque si se devuelve mal por mal, eso no tendría fin.
Concepto cristiano de Dios
En el mundo hebreo, Jesús fue el primero en traer un concepto más
saludable y racional de Dios. Los judíos creían que Dios había hecho un trato
con el Padre Abraham, decidiendo su suerte arbitrariamente e incluso
reservando privilegios especiales para ellos por sobre otros miembros de Su
propio reino. Esta idea era repudiable para Cristo, por lo que dijo
valientemente que Dios no tenía nada que ver con la comodidad de un hombre
y el sufrimiento de otro, que Él era un Padre amoroso para toda la humanidad,
sin favoritismos, imparcial, bueno y misericordioso, cognoscible por medio de
la purificación de la naturaleza humana.
En Palestina, en la época en que vivió Jesús, se observaban rígidamente
lealtades y distinciones tribales y, así como sucede aún en nuestra época, una
raza miraba a otra con desprecio y trataba de glorificarse por sobre todas las
demás. Jesús no pudo tolerar esto y trató de romper toda diferenciación por
medio del evangelio de la hermandad universal y el amor que incluye a todos.
Junto con Su inalterable creencia en la paternidad común de Dios, esa fue una
de las razones que indignó al fervor patriótico sectario de su propia gente y a
la jerarquía preferencial y divina de los sacerdotes. Él no podía hacerse a la
idea de que tenía que haber propiedad privada acumulada, consideraciones
reservadas, justificación para el orgullo terrenal o para la satisfacción
indiscriminada de los bajos impulsos, la continuidad de hábitos tradicionales
que buscaban establecer barreras entre los hombres y expiación para los
propios errores por medio de dividendos monetarios. ¿Cuál fue el resultado?
Jesús tuvo que ser un mártir.
Su religión
La religión del Mesías fue la religión del corazón, construida sobre el
edificio del amor. Él dijo que no se podía encontrar el reino de Dios en este
mundo material de fraude y engaño sino en los corazones de los hombres
buenos que hubieran transformado su naturaleza inferior. Así, ante todo, Jesús
recomendó una purificación interior y aplicó esta doctrina sobre una base
social por medio de Sus mandamientos en los cuales pidió no ser promiscuo,
no robar, no matar, no dar falso testimonio, no odiar ni poner reparos, y no
estafar. Pero fue más lejos aún y dijo que si uno realmente quisiera entrar al
Reino de Dios, debería renunciar a las riquezas y vanidades terrenales. Fue tan
fuerte Su reacción ante la clase rica privilegiada, sabiendo perfectamente cuán
corrupta es la influencia del oro, que proclamó, “Es más fácil para un camello
entrar por el ojo de una aguja que para el hombre rico entrar al reino de Dios”,
y para el buscador que quería heredar la vida eterna, dijo, “No puedes servir a
Dios y a Mammón; porque o bien odiarás a uno y amarás al otro, o te aferrarás
a uno y despreciarás al otro. Renuncia a todo, toma la cruz y sígueme”.
Su Enseñanza
Cristo tuvo una gran convicción acerca de lo sagrado de Su enseñanza,
que fue enfática en Su Sermón de la Montaña: “Benditos son aquellos que
tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán satisfechos; benditos son
los compasivos, porque ellos obtendrán compasión; benditos son los puros de
corazón, porque ellos verán a Dios; y benditos son los pacifistas, porque ellos
serán llamados hijos de Dios”.
Él creía en la ley de Causa y Efecto, porque remarcó “El hombre cosecha
lo que siembra”. Muchos lo acusaron de ser indebidamente exagerado en Sus
promesas de un futuro bendito en el cielo. Por el contrario, a Él le importaba
más el presente que el futuro distante, ya que le pidió a la gente que viviera el
día bien, en bondad y en servicio a Dios, y que “no pensara en el mañana,
porque el mañana piensa por sí mismo”.
Jesús mostró un profundo respeto por el sentimiento público cuando dijo
“La voz de la gente es la voz de Dios”. Tenía gran desprecio por la
insinceridad religiosa, porque Él era muy particular aconsejando, “Cuando
ores, no debes hacerlo como lo hacen los hipócritas, porque ellos lo hacen en
las sinagogas y en las esquinas para ser vistos; tú en cambio, cuando ores,
enciérrate y cuando estés solo, ruega a tu Padre en secreto y tu Padre, al que
ves en secreto, te recompensará abiertamente”.
Si Jesús apareciera hoy
Es muy dudoso que si, por casualidad, Cristo apareciera en este mundo
otra vez, la gente realmente Lo escuche aún hoy, a pesar del tremendo
proselitismo que han llevado a cabo misioneros entusiastas a lo largo de
interminables senderos. Después Por sobre todo, es dudoso que Occidente, el
hogar mismo del cristianismo, esté dispuesto a cambiar sus hábitos desde un
tan tentador encanto del materialismo y sus miríadas de intereses comerciales
e industriales, que sin duda apuntan al mayor confort del prójimo pero que
resultan en un insaciable estímulo de las tendencias epicúreas y la exaltación
del poder político. En todo caso, Jesús muy probablemente se sentiría un
extraño si estuviera en el pasillo de un sínodo. Además, casi la mitad de
Europa y dos tercios de Asia decididamente le negarían la visa y más de
ochocientos millones de personas estarían impedidas de acercársele. Aún así,
el mundo no tiene otra salida que escuchar y practicar las enseñanzas de
Cristo para salvarse de las conflagraciones globales recurrentes, de la masacre
inevitable de grandes masas de gente inocente, de los sufrimientos sin alivio y
de la inmoralidad sistemática.
El repicar de las campanas de Navidad nos trae un melancólico rayo de
esperanza y una expectativa lánguida de que el espíritu del Mesías resurja un
día con toda su gloria en los corazones de hombres y mujeres de todo el
mundo, y particularmente en aquellos que dirigen al mundo y los gobiernos.
¡Que la gracia del Santo Cristo esté con todos ustedes!
1954
I
Hay que vivir la vida de Cristo
Jesucristo vivió y simbolizó la Conciencia Divina. Él fue la
personificación de la Divinidad. Nació en una época en que la ignorancia, la
superstición, la codicia, el odio y la hipocresía prevalecían en India y en todas
partes. Los gobernantes eran arrogantes e injustos. La gente era avariciosa,
indolente y descuidada. La pureza estaba olvidada, la moral, descuidada.
Estaban más interesados en adorar a Mammón que a Dios. No había
idealismo.
En estas condiciones, Cristo nació y logró una transformación en la vida
de la gente. Aunque no fue totalmente exitosa durante Su vida, sí lo fue a
través de las centurias siguientes por medio de Sus enseñanzas. Él dio un
nuevo viro espiritual a la vida de Su prójimo. Así surgió una nueva era en este
mundo y la enseñanza de Jesús se esparció por todas partes.
Antes que del surgimiento del discernimiento y el despertar espiritual en
el aspirante, él tiene visión intolerante, tendencias egoístas y ningún
pensamiento acerca de Dios y la vida divina superior. Está inmerso en la
persecución de intereses materiales. Es un esclavo de sus sentidos. No tiene
ideal espiritual en la vida. Es agobiado por los deseos. Su personalidad se
caracteriza por la arrogancia, la avaricia y la sensualidad. Vive una vida de
lujuria, ira, codicia, apego engañoso, orgullo, egoísmo y celos.
Para que este estado de cosas cese y el buscador entre a una nueva vida
de aspiración espiritual, pureza y devoción, entonces el espíritu de Cristo tiene
que nacer en su corazón. Esa será la verdadera adoración de Jesucristo. Ese
será el verdadero seguimiento del cristianismo. Cuando el elemento divino
que está dormido dentro de nosotros comienza a expresarse, entonces en
verdad nos abrimos a la gracia de Cristo. De allí en más, la luz comienza a
brillar donde había antes oscuridad. El odio cesa y el amor comienza a
florecer.
En lo más profundo de su corazón, el hombre es esencialmente divino.
Pero por medio de la personalidad humana se mantienen activas dos fuerzas.
Ellas son las del bien y del mal, las de la luz y la oscuridad. Ambos, lo divino
y lo no divino, operan en la conciencia humana. Superar y erradicar
completamente los elementos no divinos, y manifestar la Conciencia Divina
suprema, con toda su luz radiante y su gloria, es algo que puede lograrse
viviendo la vida de Cristo con sumo y fiel detalle. Eso es vida espiritual. Eso
es Yoga. Eso es Sadhana (práctica espiritual). Ese es el sendero hacia la
Experiencia del Ser.
Para que vivas la vida de Cristo, ante todo debe nacer el niño Cristo en tu
corazón. Sólo entonces, comienza la verdadera vida espiritual para el
aspirante. La primera manifestación del impulso divino para progresar en el
sendero de la bondad y la virtud, y para albergar nobles ideales y erradicar los
vicios o tendencias negativas, es el nacimiento del Niño Jesús en nuestra
conciencia. A partir de entonces, uno comienza a vivir la vida de Cristo en
todos sus detalles de pureza sublime, fe en la Divinidad, misericordia,
compasión, amor, desinterés, ausencia de deseos y egoísmo, perdón, oración y
demás. Allí comienza la vida de ferviente Yoga, autocontrol, sencillez,
serenidad ininterrumpida, paz, tolerancia, equilibrio mental ante el placer y el
dolor, valor impávido, determinación y dedicación perfecta a la adoración de
Dios por medio del servicio a la humanidad. Esta es la implicancia espiritual
de todas las celebraciones conectadas con Jesucristo. Este es también el
mensaje de Occidente.
Con el advenimiento de este espíritu de Cristo en el corazón de un
verdadero buscador ferviente, todos los deseos mundanos terminan. Cesan
todas las tendencias viciosas en él. Comienza a influenciar a otros a su
alrededor. El espíritu de Jesucristo emana de él. Muchos se vuelven
conscientes de ese espíritu y mucho bien se genera en sus vidas. Así, si cada
individuo comienza a vivir una nueva vida de aspiración divina, solidaridad y
servicio social, la espiritualidad superará gradualmente al materialismo. Habrá
más buena voluntad, armonía y paz en este mundo. La tendencia a ayudarse
unos a otros, a entenderse y a disminuir la avaricia y el egoísmo crecerá
gradualmente en todas las esferas, lo que significará mayor felicidad en todo
hogar.
La vida espiritual no es exclusivamente para el pobre o el humilde, no
está más allá del alcance del rico. Para seguir el sendero espiritual, uno no
necesita buscar una invariable seguridad de comida y refugio. Hay un punto
significativo en el nacimiento de Jesús. Él nació en un lugar simple y humilde,
el rincón de un establo. También nació en la oscuridad, en la hora oscura de la
medianoche, cuando nadie sabía acerca de ello, excepto unas pocas almas
benditas. El significado aquí es que el despertar espiritual llega al buscador
que es humilde, dócil y simple. La luz de la Conciencia Divina desciende sólo
cuando el brillo ilusorio del encanto material y la influencia corruptiva de la
riqueza están ausentes.
La cualidad de verdadera humildad es una de las bases indispensables.
Sólo cuando hay sencillez, santidad y renuncia a todos los deseos mundanos y
orgullo de erudición, bondad y mérito, la luz divina se manifiesta en el
interior. Así como Cristo nació desconocido para el mundo y en la oscuridad
de la noche, el advenimiento del espíritu de Cristo tiene lugar en el interior del
alma cuando hay total erradicación de uno mismo y abnegación. La divinidad
no puede desarrollarse cuando hay deseo de engrandecimiento y vanidad,
porque esas expresiones de egoísmo son permanentes obstáculos para
cualquier clase de crecimiento espiritual. Puedes estar seguro, un hombre
vanidoso está lejos de Dios. Un hombre egoísta no sabe nada acerca de Dios.
Un hombre intolerante ha malinterpretado a Dios totalmente. “Vacíate y te
llenaré”, es el consejo de Jesús. El Reino del Cielo es seguramente para el de
espíritu humilde.
Fue este secreto el que hace centurias explicó Jesús a Nicodemo. El buen
hombre no entendió completamente lo que precisamente quiso decir Jesús.
“¿Cómo puede ser? ¿Cómo puedo nacer otra vez para obtener el Reino de
Dios?” Preguntó Nicodemo. Entonces Cristo le explicó que ese nacimiento era
una transformación interior, no del cuerpo sino del espíritu. Tal nacimiento
espiritual interior es esencial si uno quiere en verdad conocer a Jesucristo.
Que la verdadera implicancia de la vida de Cristo descienda dentro de
todos los corazones. Entiende bien que mientras la sed de poder y la
arrogancia de riqueza infecten la naturaleza del hombre, el espíritu de Cristo
estará fuera del alcance. Así como es para el individuo, también lo es para la
comunidad y la nación. Es sólo cuando hay una verdadera transformación
espiritual en el corazón del individuo que pueden sentirse sus efectos en las
naciones del mundo. Que cada alma entienda el deber de la vida humana. Que
todos cultiven un sentido de hermandad, tolerancia, caridad, humildad,
entendimiento mutuo, amor y compasión. Que todos aspiren al conocimiento
superior, a la iluminación y la buena voluntad superior. Que el sentido de
evolución y perfección progrese eternamente.
II
Oh, Salvador, ¿dónde estás?
¡Jesús! ¡Luz del mundo! ¡Mi Salvador! ¿Dónde estás?
En esta hora oscura en que la humanidad se precipita hacia su
destrucción, ¡hay una urgente necesidad de Ti!
Oh, Salvador, ¿dónde estás? ¿No prometiste que nunca nos dejarías
desconsolados y que vendrías a nosotros? Este es en verdad el momento en
que deberías revelarte a nosotros de modo que podamos seguirte en paz y
regocijo.
¡Ay de mí, mi Buen Pastor! Muchas de Tus ovejas están perdidas. Pero
no nos desesperamos. ¡Qué bueno y misericordioso eres! Tienes gran deleite
en traer a la oveja perdida de vuelta al redil. Cada oveja perdida suma a Tu
deleite. Ven, ven, hay un gran trabajo y mayor deleite esperando por Ti.
Oh, Salvador, ¿dónde estás? En todo el mundo se han construido templos
para Ti. De hecho, no hay lugar en el globo en el que las personas no declaren
ser Tus seguidoras. En verdad, mi Señor, el sol nunca se oculta en Tu Reino
sobre la Tierra. ¡Pero qué desgracia!, la misma gente que Te debe lealtad, se
ha rodeado de las malvadas manos de Satán. Intentan servirte los domingos a
Ti y el resto de los días a Mammón.
Señor, si un hombre Te ama, se adherirá a Tus palabras, el Padre lo
amará y Tú vendrás a él y harás Tu morada con él. Hoy la gente recuerda Tu
nombre pero ha olvidado Tus palabras – el bálsamo reconfortante, el tesoro
inestimable, la fuente de felicidad, el néctar de inmortalidad, la piedra
filosofal que transformó al hombre en Divinidad.
Tú nos has dado Tu gran mandamiento: “Ámense unos a los otros como
Yo los he amado”, y nos has demostrado con que podías (y lo hiciste)
abandonar Tu vida por nuestro bien. En la actualidad, no sólo ha desaparecido
ese amor de la faz de la tierra sino que el hombre, en su codicia, temor y odio,
está listo para cortar la garganta de su hermano. Oh, Salvador, ¿dónde estás?
Ven, ven, antes de que sea demasiado tarde.
¿Cuándo comprenderá la gente que “la vida del hombre no consiste en la
abundancia de las cosas que posee”? ¿Cuándo buscarán el Reino de Dios y
dejarán que las otras cosas les sean adheridas según Su voluntad? ¿Puede
haber una advertencia más fuerte y clara que la de Tus palabras: “Estén
atentos y cuídense de la codicia”?
Oh, Salvador, ¿dónde estás? Ven, ven y recuérdale al hombre que tiene
en sus manos una piedra con la cual puede obtener dos frutos de un golpe. Si
sólo entendiera Tu precepto: “Vende lo que tengas, distribúyelo en caridad y
procúrate bolsas que no contengan oro sino un tesoro en el cielo que no falla,
al que ningún ladrón puede acceder, al que la polilla no puede estropear”, no
sólo lograría su propia salvación sino que crearía armonía y paz a su
alrededor, y habría hermandad y prosperidad en el mundo.
Oh, Salvador, ¿dónde estás? Los hijos por quienes sacrificaste Tu vida –
el pobre, el oprimido, el fiel, el perseguido – están oprimidos y privados
incluso de lo poco que tienen. Sus opresores a quienes trataste de salvar por
medio de Tu mensaje transformador de la vida, el mensaje de Amor y Unidad,
están una vez más desviados del sendero de la justicia. Tú has recomendado:
“Cuando hagas un festín, llama al pobre, al mutilado, al rengo y al ciego, serás
bendito”. ¡Pero en todas partes vemos festines y fiestas, cenas y agasajos en
jardines a los cuales sólo están invitados los amigos y vecinos ricos! En Tus
sabios consejos estaban las semillas de paz y prosperidad. ¿Y qué hacen?
Descartándolas, ellos se reúnen sólo para complotar uno contra el otro y
juntos contra un tercero. Ven, oh, Salvador; este es el momento para Tu
llamado.
¡Señor! No olvides Tu promesa: “Todo lo que pidan en Mi nombre, eso
haré”. Ruego por Tu Santo Nombre Divino: ¡Ven, oh, Supremo Monarca del
mundo! Entrónate en los corazones de todos los hombres. Como dijiste, sin
Ti, nada puede hacerse. Oh, Salvador, ¿dónde estás? Estás donde Tu Palabra
está. Has revelado en Tus dichos luminosos que eres uno con Tu Ley. Esta
Ley es la Ley de Unidad, Hermandad, Amor, Humildad, Perdón, Honestidad y
Caridad. Te ruego, en este Sagrado Día de Tu Nacimiento en este mundo:
Nace otra vez en los corazones de todos los hombres y mujeres en todo el
mundo y nace en la forma de esta Ley Divina. Así se salvará la humanidad y
así, Jesús, mi Señor, el Hijo de Dios será proclamado como el Eterno
Salvador.
¡Ven, Príncipe de la Paz! Por Tu segunda venida están rogando y
esperando Tus hijos elegidos, los santos y los hombres de Dios de todo el
mundo. Ven en la forma de Tus acaloradas palabras. Ven en la forma del
Sermón de la Montaña, cuyas palabras resplandecen con Tu Luz Divina.
Viniendo al corazón del hombre, que Tu Palabra se convierta en la sangre de
su sangre, el aliento de su vida, el alma de su alma. Sólo así, transformados en
imágenes de Tu Palabra, los hombres recobrarán la Vida Eterna, el Gozo
Infinito y la Paz Eterna que supera el entendimiento.
En esta Nochebuena de Navidad, ¡que el Señor nazca en los corazones
de todo hombre y toda mujer en el mundo entero!
1955
Despierta a Jesús en ti y síguelo
Infinitas reverencias al Señor Jesús, el Amado Hijo de Dios, el Supremo
Rey de reyes, el Divino Regente de los corazones de la humanidad.
El Señor Jesús vino a esta tierra a restablecer el Reino de Dios en el
corazón del hombre. Él puso a tu alcance la liberación del mal, de la
ignorancia, la ilusión, la miseria y la enfermedad, sólo tienes que tomarla. La
fe es la mano que puede tomarla, puede tomar Su Pies Radiantes – y ¿qué son
los Pies sino Amor y Perdón?
Lamentablemente, la humanidad carece de fe en la actualidad. Aún peor,
la humanidad ha perdido la fe en las realidades divinas y desafortunadamente
deposita su fe en la sombra irreal que se cierne sobre su cabeza. ¡El hombre
cree que lo irreal es real y duda de lo real! Ese es el trabajo de Maya (cósmica
ilusión), Satán.
Los pescadores simples de Galilea nos han dado un ejemplo notable.
¿Qué hicieron cuando su fe tambaleaba y el barco se sacudía por la tormenta?
Despertaron a Jesús y Él le pidió ayuda al Señor.
Seguramente, eso es lo que debemos hacer en este día de Navidad,
cuando el barco de la humanidad se sacude por la tormenta del mal. Refúgiate
en el Señor Jesús. Despiértalo dentro de ti. Despierta la Conciencia de Cristo
en tu interior. Sí, Él dirá: “Oh, ustedes de poca fe, ¿tenían miedo?” Él
detendrá las impetuosas olas de la destrucción y le ordenará cesar a la
tormenta del mal. Entonces recuperarás tu fe en Él.
Restablece en el alma la fe en su unidad con Dios – “Yo y mi Padre
somos uno”, dijo el Señor. Esta experiencia es la llave para lograr la paz
perenne y la beatitud eterna.
Restablece en la mente la fe en la gloria de la honestidad. El mal es
creado en la mente; los órganos externos son sólo canales de distribución para
este mal. Repetidas veces, el Señor Jesús llamó al hombre a limpiarse
internamente. Enciende la lámpara de la honestidad en tu mente, irradiarás
bondad en todas tus acciones. Primero sé bueno; luego harás el bien.
Restaura en el corazón la fe en el Amor y la Compasión del Señor. ¡Qué
misericordioso y amoroso es el Señor que renuncia a Su Morada Divina para
nacer en medio de los mortales, en este lugar físico de dolor y sufrimiento,
con el fin de traer confort y solaz al hombre! “Sean perfectos al igual que el
Padre en el Cielo”. Que este Amor y esta Compasión guíen tus acciones. Abre
tu corazón, con fe en el Señor Jesús, para que Él expulse el mal de tu corazón
– el mal del egoísmo, la lujuria, la ira y la codicia.
¡Oh, hombre! Despiértate ahora. Allí está el Señor en toda Su
majestuosidad divina diciendo: “Sígueme”. Toma la cruz y síguelo. Estate
listo para sacrificarlo todo en pos de obedecer Su Palabra. Así ganarás el
Reino del Cielo. Así recogerás la cosecha más rica de Inmortalidad y Beatitud
Eterna; y el mundo, habitado por tales seguidores del Señor Jesús, será
morada de paz, plenitud y prosperidad.
¡Que las más escogidas bendiciones del Salvador estén con todos ustedes
en esta jubilosa Navidad!
1956
I
La plegaria es la respuesta
¡Oh, hombre! En la víspera de la Santa Navidad, arrodíllate y ruega del
mismo modo en que los sabios de Oriente oraron junto al Niño Jesús. Ese fue
el mayor Mensaje que el Señor Jesús vino a enseñar a los hombres. ¿Por qué
te has olvidado tan pronto de ello?
El Señor te dio el aliento para que lo uses en la plegaria. No hay
sufrimiento que no pueda ser aliviado por medio de la plegaria. No hay
dificultad que no pueda ser sorteada mediante la plegaria. Y no hay mal que
no pueda ser superado por su medio. Plegaria es comunión con Dios. Plegaria
es el milagro por el cual el poder de Dios fluye en las venas humanas. Por lo
tanto, arrodíllate y ruega.
Recibe el amanecer del día y dile adiós a la puesta del sol con una
plegaria de agradecimiento: Primero, por el otorgamiento de un nuevo día;
después, por la Gracia recibida. Así, tu vida será bendita e irradiarás Sus
Bendiciones a tu alrededor.
Cuando las sobras de la guerra y la inquietud te rodeen, arrodíllate y ora.
Recuerda las palabras de Abraham Lincoln, el gran arquitecto de la libertad:
“He tenido que arrodillarme muchas veces con la abrumadora convicción de
que no tenía adonde ir. Mi propia sabiduría y la de los que me rodeaban
parecían ser insuficientes ese día”. Cuando la sabiduría de los políticos y
líderes sociales falla, arrodíllate y ruega, porque las manos juntas en oración
son más poderosas que los gobernantes de estado y los triunfadores en batalla.
En esta hora crítica de la historia humana, sólo la plegaria puede facilitar el
camino para la paz. Nada más sirve.
Cuando en tu seno rujan las tormentas de la lujuria y la ira, la vanidad y
la malicia, arrodíllate y ruega. Porque el Señor y sólo Él tiene el poder sobre
los elementos. En tu súplica está la fuerza. Él te llenará con Sus Bendiciones,
te protegerá con Su Gracia, te salvaguardará con Su Misericordia y te llevará
al Sendero de la Honestidad mediante Su Voluntad Divina.
Por lo tanto, arrodíllate y ora. No por bienes materiales ni placeres
celestiales sino por Su Gracia. “¡Que se haga Tu Voluntad, mi Señor! No
quiero nada”; esa debe ser tu plegaria. Porque tú no sabes lo que es bueno para
ti y puedes estar pidiendo problemas y rogando por tu perdición. Ruega por Su
Gracia. Implora porque Su Justicia descienda sobre el alma de todos los
hombres. Ruega que Su Luz ilumine el corazón de todos los líderes y el
sendero de la humanidad hacia la paz. Arrodíllate y ora porque nuestro
Salvador salve al mundo de sus “líderes equivocados”.
¡Que las bendiciones del Señor Jesús estén con todos ustedes en esta
Santa Navidad y para siempre! ¡Que haya Paz y Buena voluntad en todo el
mundo! ¡Gloria a Jesús! Amén.
II
La Voz de Jesús
Jesús, el Hijo de Dios, el Divino Mensajero sobre la tierra, es en verdad
el Amor Infinito, la Compasión y la Gracia Salvadora del Todopoderoso que
descendió en medio de la humanidad, en la forma radiante de una
personalidad humana gloriosa rara vez vista. El Espíritu Todopoderoso Se
manifestó como un Ser encarnado para elevar a la humanidad enredada en la
red atadora de la existencia terrenal. Jesús vino con el alentador Mensaje de
Esperanza para una humanidad agobiada bajo el peso de su vida malvada e
impía, una vida de actividades trasgresoras meramente materialistas. Él vino a
mostrar la forma directa y fácil de liberarse de la culpa y la esclavitud de una
vida no divina, y la forma de obtener Gozo, Beatitud y Bendición de la
gloriosa Vida Divina en el Espíritu o Atman. Él enseñó el evangelio de una
vida pura, una vida de fe perfecta, simplicidad e inocencia de niño, desinterés
y amor por todos los seres. Jesús vivió y predicó la doctrina sublime de
renuncia a Mammón y adoración a Dios.
La Voz del Ser Eterno
La Voz de Jesús es en verdad la Voz del Ser Eterno. A través de Él, se
expresa el llamado del Infinito al finito, del Ser Cósmico al ser individual, el
llamado de Dios al hombre. Por lo tanto, Su Voz Divina es la misma que la
Voz de los Vedas y los Upanishads, la Voz del Corán, el Gurugranth Saheb
(Escritura sikh), el Zend Avesta (Libro sagrado del zoroastrismo), el
Dammapada (Escritura budista) y todas las escrituras sagradas de las grandes
religiones del mundo. El evangelio que Él predicó coincide plenamente con el
evangelio expuesto en esos libros sagrados. Es el camino de negación de la
carne y afirmación del Espíritu. Es el camino de crucifixión del ser inferior
para generar una gloriosa Resurrección del Espíritu, el Ascenso final hacia el
Infinito y la Trascendencia hacia lo Divino. Este no es otro que el sendero de
los Upanishads de rechazar Preyas (lo placentero) y aceptar Shreyas (lo
virtuoso), la negación del Anatma (no Alma) y la vida en el Atman (Alma).
Jesús declara: “No pueden servir a ambos, a Dios y a Mammón”. En
otras palabras, Sus enseñanzas implican: “Desapégate y apégate”. Desapégate
de los objetos materiales de este mundo pasajero. Apégate al tesoro espiritual
eterno del Atman. Cristo nos enseña así el gran camino para trascender el mal
y la pena. Su Sermón nos conduce de la oscuridad de esta existencia mundana
de nacimiento, enfermedad, dolor y muerte, hacia la Luz eterna de la gloriosa
Conciencia Divina. Nos saca de la irrealidad del fenómeno empírico y nos
lleva a la Verdad Eterna del Ser Trascendental; de la existencia mortal
limitada a la Vida Inmortal Ilimitada.
Quién fue Jesús
La importancia vital y el significado profundo de Jesús y Sus enseñanzas
inmortales se aclararán para nosotros sólo cuando consideremos quién fue
Jesús y cómo nació. Jesús no fue un ser humano corriente. Fue el Poder y el
Amor Divino encarnado en este globo con un propósito divino especial. Su
advenimiento tuvo la naturaleza del cumplimiento de un Plan Divino para este
proceso mundano. Esto se ve en Su nacimiento y sus antecedentes. Aún antes
de que Él iluminara esta tierra con el resplandor de Su Divina Presencia, Su
venida fue proclamada, predicada y trasmitida por un Hombre elegido de
Dios, a quien conocemos como Juan el Bautista.
Ocurrió así. El sacerdote Zacarías y su esposa Elizabeth eran una pareja
santa y piadosa de Judea. Se dice que el Ángel Gabriel apareció al buen
sacerdote anciano y le anunció que era la Voluntad de Dios que ellos tuvieran
un hijo y que ese hijo sería el que anunciara la venida del Hijo Divino de Dios
y preparara a la gente para recibirlo. Este niño nacido así, misteriosamente,
por la Gracia Divina, se convirtió en un Hombre Santo que llegó a ser
conocido como Juan el Bautista y que, cumpliendo con la profecía del Ángel
Gabriel, preparó a la gente para recibir al Señor. Él preparó el terreno para la
encarnación de Jesús. Más tarde, cuando la hora sagrada y bendita del
nacimiento del Señor se acercaba, los Cielos proclamaron Su Divinidad por
medio de una gran Luz que guió hacia el lugar de la Natividad del Señor a los
Sabios y a los creyentes elegidos. Así brilló por primera vez la Luz del mundo
en la oscuridad de este plano terrenal de ilusión e ignorancia.
La forma en que enseñó
El modo en que Jesús vivió y enseñó fue simple y, aún así, sublime. Su
forma de enseñar fue algo extraordinario. Jesús no era un erudito académico.
No podía decir que tuviera grados o doctorados. No era un Pandit (erudito) o
un sabio. No había logrado habilidad o maestría en ningún arte ni ninguna
ciencia. Nunca dio discursos altisonantes ni sermones de eruditos del púlpito.
Cuando habló, lo hizo brevemente y con pocas palabras. Sus dichos eran
cortos, concisos y casi aforísticos. Pero Sus palabras eran vibrantes y con un
poder extraordinario que no era de este mundo. Eran vitales y encendidas.
Ardían en las profundidades de la conciencia misma de Sus oyentes. ¿Y la
razón?
Cuando Jesús habló, Sus benditas palabras salían de las profundidades de
un Amor ilimitado y una Compasión Divina infinita que conmovía con un
anhelante y poderoso deseo de hacer el bien, servir, ayudar y salvar a los
hombres. Esta compasión para purificar, elevar y salvar a la humanidad
constituye el sagrado Corazón de Jesús, el Cristo. Este Amor avivó Sus
palabras con una Fuerza Divina, que las hizo establecerse permanentemente
en los corazones de los afortunados oyentes de Su bendito tiempo y no menos
de millones que las leyeron y las leen incluso hoy en las santas páginas de la
Sagrada Biblia.
Espiritualidad práctica
Jesús estaba absorto en la tarea de enseñar a la humanidad el modo de
salir de esta vida mundana y obtener la Beatitud Eterna. Él vino para salvar al
hombre de este océano de nacimiento y muerte, y para hacerlo cruzar a la otra
orilla de la Vida Inmortal. Por lo tanto, predicó el evangelio de la
espiritualidad práctica. Dejando de lado toda teoría filosófica abstrusa e
investigaciones intelectuales sutiles, Jesús le enseñó al hombre cómo debe
vivir, cómo debe pensar, cómo debe sentir y cómo debe actuar. Para ello,
cubrió incluso las verdades más elevadas de la vida espiritual con historias y
parábolas simples que hasta el hombre común de la calle podía captar y
comprender con facilidad. La sabiduría más profunda de la vida espiritual,
expresada en forma de simples parábolas, llegó al hombre por medio de las
dulces y benditas palabras del Divino Jesús. Innumerables son las
amonestaciones de Cristo. Incluso el solo tener en cuenta algunas de ellas
ayudaría a iluminar en gran medida el sendero hacia el logro de la meta
espiritual.
“No peques más”
Cuando consideramos la vida sublime del Salvador, una de las primeras
verdades espirituales importantes reveladas a nosotros aparece en uno de los
incidentes más conmovedores recordados en el Evangelio. Una vez, cuando el
compasivo Señor caminaba las calles de la ciudad, se encontró repentinamente
con una multitud enardecida. Él vio que ellos estaban enfurecidos contra una
mujer que había sido encontrada en un acto pecador y estaban a punto de
castigarla con la muerte. Al aproximarse el Salvador, la desafortunada mujer
se refugió a Sus pies, derramando lágrimas de arrepentimiento. Con Su rostro
sereno y a su vez convincente, Jesús se volvió hacia la multitud enardecida y
los desafió a levantar una mano contra esta mujer diciendo, “Que el que esté
libre de pecado arroje la primera piedra”. Hubo silencio. Todas las voces
encolerizadas se acallaron. Entró el temor en el corazón de la multitud.
Tiraron las piedras y los palos, y se dispersaron. Jesús quedó solo con la
arrepentida pecadora a Sus pies. La levantó y la despidió diciendo, “Ve y no
peques más”. En estas pocas palabras, Él nos reveló la gran Ley del Reino
Espiritual, es decir, que el alma que se arrepiente sinceramente es absuelta de
todas sus faltas y recibe las bendiciones de la Compasión Divina. ¡Oh,
hombre! Aprende esto si aspiras a la verdadera Gracia. Debes abandonar la
maldad y decidirte a “no pecar más”.
Ingreso de la Bendición Divina
Deberías dar un paso en pos de alejarte de la oscuridad del mal en la vida
y avanzar hacia la luz de una vida pura y divina, entonces en verdad te abrirás
para el ingreso de las bendiciones del Señor. Pero para que estas bendiciones
entren en tu ser, para que logren su plenitud y den fruto en la forma de una
gloriosa experiencia espiritual, debes preparar tu corazón para su correcta y
apropiada recepción, del mismo modo en que un agricultor prepara bien el
suelo para que las semillas germinen y se desarrollen en una abundante
cosecha.
Jesús expresó en una hermosa parábola el lugar importante que juega en
el progreso espiritual la receptividad adecuada por parte del buscador. En un
día caluroso y sofocante de Caparnaum, el Señor había pasado una mañana
ocupada predicando, enseñando, curando, consolando, inspirando e
instruyendo a una vasta multitud que se había apretujado a Su alrededor. Por
la tarde, Él caminó hacia la orilla del lago. La multitud también Lo siguió allí.
Ellos se Le vinieron encima; entonces, Jesús subió a un bote, se alejó remando
a algunas millas de la costa y ancló. Desde allí, Jesús se dirigió hacia la
muchedumbre anhelante. Sus amorosas palabras llegaron a ellos con un dulce
acento.
Él les dijo cómo un agricultor esparce las semillas en su campo ubicado
al borde del camino. Hay un fuerte viento y algunas de las semillas vuelan y
caen en el camino, donde los pájaros las levantan, y se pierden. Otras caen
sobre rocas secas y duras donde no tienen terreno para echar raíces, se secan
con el sol y mueren. Otras caen en buen suelo, pero al estar en medio de
espinas y zarzas, aunque las semillas broten y las jóvenes plántulas crezcan
pequeñas, son afectadas por las espinas y las zarzas, y mueren. Por último,
aquellas semillas que caen en suelo fértil, crecen, se desarrollan, florecen y se
convierten en una abundante cosecha.
Así también, a pesar de que el Señor en Su Amorosa Compasión está
esparciendo las semillas preciosas de las verdades espirituales que dan una
cosecha de beatitud suprema, desafortunadamente, no todos se benefician
plenamente con ellas. Algunos corazones están constantemente tan
preocupados por deseos y pasiones mundanas (pájaros) que las bendiciones
del Señor no permanecen en ellos. Otros corazones están tan secos,
desprovistos de fe y devoción, que en ellos, las verdades espirituales se secan
y perecen como las semillas que caen en las rocas. En otros, de buena
naturaleza, las semillas de la vida espiritual echan raíces y comienzan a crecer,
pero por desgracia las duras espinas de la mala compañía, la asociación con
personas mundanas y el entorno impuro e impío, ahoga a la joven planta
espiritual y la destruye.
El máximo beneficio de las bendiciones que continuamente confiere el
Señor a toda la humanidad mediante Sus Mensajeros Divinos, los santos,
sabios y devotos de todos los tiempos y climas, y por medio de las escrituras
de todas las grandes religiones del mundo, es recogido sólo por los
afortunados buscadores sinceros y serios, que se han vuelto eminentemente
receptivos a todas las influencias espirituales y que han preparado sus
corazones plenamente por medio de la plegaria, la disciplina espiritual y el
servicio desinteresado. Por lo tanto, oh aspirante, si deseas recoger la gloriosa
cosecha de la beatitud espiritual, prepara tu ser interior perfectamente
mediante Sadachara (conducta recta) y Seva (servicio desinteresado), por
medio de la práctica diligente de Yama-Niyama (reglas éticas y morales) y de
la adquisición de Sadhana Chatushtaya (discernimiento, desapego, las seis
virtudes - Shama o calma mental, Dama o control de los sentidos, Uparati o
ausencia de deseos de placeres sensuales, Titiksha o poder de resistencia,
Shraddha o fe inalterable en el propio Ser, el Guru y las Escrituras, y
Samadhana o concentración mental– y deseo de liberación).
Sentido de los valores
Si preguntas por qué en verdad uno debería esforzarse tanto para recibir
las semillas espirituales, la respuesta está en numerosas parábolas conectadas
entre sí. Ellas explican la condición sin precedentes y sin par del precioso
tesoro de la experiencia espiritual. Es mucho más que toda la riqueza y los
disfrutes de la tierra entera juntos. Para obtenerla, un hombre inteligente
abandona todo con gusto. Es como cuando un hombre que está arando
descubre repentinamente un tesoro oculto. Lleno de gozo, mantiene el secreto
hasta vender todo lo que tenía y comprar un campo para él. De esta forma, él
obtiene un tesoro que sabe que es muy superior a todas las posesiones
insignificantes. O imagina a un comerciante buscando la más fina de las
perlas. Entonces un día encuentra la perla más preciosa jamás vista.
Reconociendo su valor, él vende todas sus otras perlas, gemas y el negocio
entero para comprar esta perla que está más allá de todo precio.
Sólo la experiencia espiritual da valor a los otros aspectos de la vida. Sin
ella, las otras experiencias de la vida no son nada. Es como un poco de
levadura que un panadero pone en gran cantidad de harina. Ese poco de
levadura hace leudar toda la masa. Una vez más, ¿cómo actúa el hombre de
discernimiento despierto en su trato con los aspectos espiritual y material de la
vida? Él sabe qué es bueno y qué es inútil. Por lo tanto, rechaza lo material y
abraza lo espiritual del mismo modo en que un pescador que ha sacado del
mar la red llena de peces, deja los buenos y arroja los malos al mar. El sentido
apropiado de los valores se revela en esta parábola. Se te ha dicho cuál es tu
deber hacia lo que vale la pena y lo que no. Por lo tanto, conoce el raro mérito
del ideal espiritual. El buscador debería estar listo y deseoso de despojarse de
todas las cosas que no sean espirituales y adherirse firmemente al fin espiritual
de la vida.
No seas desatento
En la búsqueda del logro del ideal espiritual, uno debería estar siempre
listo para aceptar todas las oportunidades que el Señor le presente con el fin de
acumular experiencia espiritual. Si falla en hacerlo, las bendiciones de Dios
podrían serle retiradas. “Estate atento” dice Jesús mediante Su efectiva
parábola del hombre rico y su festín. Éste prepara un gran y delicioso festín, y
envía a sus sirvientes a buscar a sus amigos para cenar. Pero todos ponen
excusas para no ir. Cada uno tiene alguna u otra preocupación personal – uno
la nueva tierra que adquirió, otro sus bueyes, un tercero su joven esposa y
demás. Cuando el hombre rico escucha las escusas, se disgusta. Entonces,
ordena a sus sirvientes, “Vayan a las calles de la ciudad y traigan al pobre, al
inválido y al ciego”. Lo que todavía sobraba lugar, ordenó, “Vayan a las
afueras, a las avenidas y setos, e inviten al festín a todos los descastados y
destituidos. Aquellos que rechazaron mi invitación nunca probarán de mi
banquete”. Así también, cuando se ofrecen oportunidades de ganancia
espiritual, uno no debe cometer el gran error de rechazarlas porque, más tarde,
tendrá que lamentarse por haber dejado pasar deliberadamente esa gran
ganancia y haberla perdido por negligencia y descuido.
Necesidad de vigilancia
Finalmente, llegamos a la hermosa parábola del sabio y las tontas damas
de honor, con la que Jesús enseña cómo, si queremos aprovechar todas las
oportunidades espirituales, necesitamos estar más alertas y siempre vigilantes.
De diez damas de honor que se durmieron mientras esperaban al novio, cinco
eran sabias y reservaron aceite para sus lámparas, pero las otras cinco eran
tontas y no lo hicieron. Entonces, cuando repentinamente se les avisó de la
llegada del novio, las lámparas de las damas tontas estaban apagadas; pero las
damas sabias, que habían mantenido sus lámparas ardiendo brillantes, fueron
prestas a la alegre función nupcial. Las otras llegaron demasiado tarde y
fueron excluidas de la alegría. Por lo tanto, debes estar vigilante, porque
nunca sabes cuándo llegará la hora auspiciosa de la beatitud espiritual.
Así, el Señor Jesús enseñó por medio de todas estas hermosas y sabias
parábolas las valiosas lecciones de verdad, arrepentimiento, receptividad,
renuncia, entrega y continua vigilancia espiritual para los buscadores en el
sendero del Yoga y la Experiencia del Ser. Él nos enseñó la gran lección
de uttishthata jagrata prapya varannibodhata (“levántate, despierta y no te
detengas hasta alcanzar la meta”). Así vivió y enseñó cerca de veinte centurias
atrás. Así, la Luz brilló e iluminó, y luego entró en Sus Apóstoles por medio
de los cuales se esparció y envolvió la tierra entera.
Que todos oremos al Bendito Señor Jesús, el Cristo, para que ilumine
nuestro ser interior con la Luz de Su noble Presencia Divina y para que
compasivamente nos otorgue a todos la Beatitud de la Conciencia de Cristo.
¡Que todos se esfuercen humildemente por seguir Sus huellas y elevarse así
desde la oscuridad a la Luz Eterna, del mundo irreal del fenómeno efímero a
la Realidad Trascendental del Ser Supremo! ¡Que todos se eleven más allá de
este mundo de mortalidad y obtengan la Vida Inmortal! ¡Que el poder del
Amor y de la Gracia Divina nos eleve a todos desde este reino de dolor y
sufrimiento al reino de Luz y Felicidad Eterna! ¡Gloria a Jesús, la Divinidad
Encarnada! Amén.
1957
Hay que obtener el Espíritu de Cristo
Hace diecinueve centurias y un cuarto que Jesús de Nazareth dijo: “Yo
les digo, amen a sus enemigos, bendigan al que los maldiga, hagan el bien al
que los odie y rueguen por aquellos que despiadadamente los usen y persigan,
sean los hijos de su Padre que está en el Cielo; porque Él hace que Su sol se
eleve sobre el malvado y sobre el bueno, y envía lluvias al justo y al injusto”.
Cierto, es sólo un aspirante espiritual súper-humano el que puede vivir según
esta enseñanza, pero no hubo época con mayor necesidad que la actual para
asimilar al menos parte de su espíritu en las relaciones internacionales.
En verdad, lo que puede ser la virtud más sublime para el aspirante
espiritual, puede no ser aplicable en la formulación de la perspectiva colectiva
o de la actitud nacional. Pero cuando Jesús pidió amar a los propios enemigos,
no quiso decir que uno deba degradarse, renunciar a la dignidad de la vida
humana, abandonar los abrigados ideales de libertad de mente y espíritu,
justicia y verdad, sino que enfatizó el hecho vital del fracaso del odio, la
beligerancia, la diplomacia molesta, la actitud condicionada y la política
dogmática acuciante para resolver problemas terribles que acosan al mundo y,
lo peor de todo, subrepticiamente invaden la vida del hombre común.
En verdad, si Jesús viviera hoy, no habría sido menos implacable que
cualquier individuo justo en oponerse a la paridad del bien y del mal, de la
verdad y la falsedad, la justicia y la degradación del espíritu humano, la
democracia y el totalitarismo. La verdad, de preferencia inalterable, nunca se
cuestiona; lo que ha cambiado es el espíritu con que uno lleva adelante los
ideales de la verdad, la dignidad de la vida, la liberación y el juego limpio en
su concepto más amplio, y los medios que aplica para fomentarlos. La
pregunta que se extiende sobre la humanidad es si se justifica recurrir a los
mismos medios que uno está tratando de contrarrestar, si en su lucha por los
ideales que son esencialmente positivos, uno tiene el derecho de avivar las
llamas de la guerra y la destrucción mediante medios negativos de psicosis
beligerante, donde la seguridad del hombre es amenazada y su bienestar
económico socavado.
La necesidad actual es la de la búsqueda del corazón y la indagación: Si
un poco más de buena voluntad, un poco de cooperación para ampliar las
áreas de acuerdo, un espíritu de adaptación sin sacrificar los propios ideales,
un deseo de seguridad común y bienestar de la gente, no sería una mejor
perspectiva de paz; si un poco de ampliación de la propia visión de los
intereses materiales y el bienestar espiritual del hombre, un poco más de
iniciativa hacia la solución de los problemas, cierto grado de esfuerzo para el
entendimiento del punto de vista de otro hombre y sus dificultades no darían
una promesa saludable de amistad y compañerismo; si una voluntad de tener
éxito y fortaleza para aceptar la reconciliación inviolable para la coexistencia
sin sacrificar necesariamente la propia convicción de la victoria inevitable de
los ideales de la verdad, el amor y la liberación del espíritu humano, no
podrían contribuir sustancialmente al bien común.
¡Que las enseñanzas de Jesucristo guíen la vida de todos!
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
UN SIMPOSIO
Navidad – Su significado espiritual
(Shri Swami Shivananda)
Todos los hombres del mundo conocen la Navidad históricamente como
el memorable día del nacimiento de Jesús, el Salvador. Aunque sea cierto que
la Navidad es celebrada así, como el día del advenimiento de Cristo en este
mundo, también simboliza una verdad de la vida espiritual muy profunda y
significativa. Jesucristo vivió y simbolizó la Conciencia Divina. Él es la
encarnación de la Divinidad. Nació en una época en que la ignorancia, la
superstición, la codicia, el odio y la hipocresía prevalecían en la tierra. Los
gobernantes eran arrogantes e injustos. La gente era avariciosa, indolente y
desatenta. La pureza estaba olvidada. La moral, descuidada. La gente estaba
absorta en adorar a Mammón en vez de adorar a Dios. No había idealismo.
En medio de esas condiciones, Cristo nació y obró una transformación en
la vida de la gente. Le dio un nuevo giro espiritual a la vida del hombre. Tuvo
lugar un cambio sobre la tierra. La gente comenzó una nueva forma de vida.
Una nueva era alboreó para el mundo.
Aquellas condiciones de oscuridad, impureza y materialismo que
prevalecían antes de la venida de Cristo significan para ti el estado interior de
la personalidad del buscador antes de que aparezca el discernimiento en él y
antes de que un despertar espiritual tenga lugar. En ese período, el buscador
no piensa en Dios ni en la vida espiritual superior. Está inmerso en la
persecución de cosas materiales de este mundo físico externo. Es esclavo de
sus sentidos. No tiene un ideal espiritual en la vida. Es dominado por los
deseos. Arrogancia, avaricia y sensualidad caracterizan su personalidad. Lleva
una vida de lujuria, ira, codicia, apego ilusorio, orgullo y celos.
Para que este estado de cosas termine y el buscador comience una nueva
vida de aspiración espiritual, pureza y devoción, entonces el espíritu de Cristo
debe nacer en su corazón. Esta es la verdadera Navidad en que los elementos
divinos comienzan a expresarse en el corazón del hombre. De allí en adelante,
la luz comienza a brillar donde antes había oscuridad. La ignorancia da lugar
al comienzo de la sabiduría. La impureza es reemplazada por la pureza. El
odio cesa y el amor comienza a florecer.
En lo más recóndito del corazón, el hombre es esencialmente Divino. Sin
embargo, hay dos fuerzas que se mantienen actuando en el campo de la
personalidad humana. La Divina y la impía, ambas operan en la conciencia
humana del hombre. Superar y erradicar completamente los elementos impíos,
y manifestar plenamente el elemento supremo divino con toda su luz radiante
y su gloria, sólo se logra viviendo la vida de Cristo con el mayor y fiel detalle.
Esto es vida espiritual. Esto es Yoga. Esto es Sadhana (práctica espiritual).
Este es el método de Experiencia del Ser. Este es el gran Sendero que nos
conduce a la Inmortalidad, la Beatitud Suprema y la Paz Eterna.
Para vivir la vida de Cristo, lo primero de todo es que nazca en nosotros
el Niño Jesús. Sólo entonces comienza la verdadera vida espiritual para el
aspirante. La primera manifestación del impulso divino en la forma de la
aspiración espiritual y el reconocimiento del ideal espiritual significan el
nacimiento del Niño Jesús en el ser del buscador. Ese es el punto de partida
para vivir la vida de Cristo en todos sus detalles espirituales de pureza
sublime, fe en la Divinidad, misericordia, compasión, amor, ausencia de
egoísmo y deseos, plegaria y demás. Allí comienza la vida seria de Yoga y
Sadhana, de autocontrol y sencillez, de serenidad ininterrumpida y paz,
equilibrio mental, valor impávido al enfrentar toda oposición y perfecta
dedicación a la adoración de Dios por medio del servicio al hombre. Esta es la
implicancia espiritual interior de la Navidad celebrada exteriormente.
Con el advenimiento de este espíritu de Cristo en el corazón de los
buscadores, todos los deseos humanos terminan y son reemplazados por la
aspiración divina, pura y suprema, la Espiritualidad supera al materialismo.
Uno se libera de la esclavitud de los sentidos. Comienza a vivir una nueva
vida de pureza, amor, renuncia, humildad, desapego y ausencia de egoísmo.
Su vida se vuelve sublime como la de Cristo. Comienza a vivir una vida de
completa fe y dependencia de Dios. Piensa siempre en Dios, habla de Él y
vive para Él. Ayudar a otros se convierte en verdadero gozo para uno. Se
vuelve un testigo vivo de lo Divino. Todas las actividades de su vida fluyen
hacia Dios.
Aquí hay un punto muy pequeño pero hermoso y de profundo
significado que debe tenerse en cuenta sin fallar. Revela una profunda Ley
espiritual. Es el momento y la manera en que tuvo lugar el nacimiento del
Señor en el día de la santa Navidad. Jesucristo no nació en un gran palacio.
No nació de padres ricos o eruditos. Tampoco nació a la luz del día con el
conocimiento de todos los hombres. Jesucristo nació en un lugar simple y
humilde, el rincón de un establo. Nació de padres modestos y pobres, que no
tenían nada de qué alardear, excepto su carácter inmaculado y su santidad. Él
también nació en la oscuridad de la medianoche, cuando nadie se enteró de
ello siquiera, excepto algunas personas divinamente benditas.
El punto anterior, de profundo significado, nos dice que el despertar
espiritual tiene lugar en el buscador que es perfectamente humilde, “sumiso” y
“simple”. La cualidad de verdadera humildad es uno de los fundamentos
indispensables. Luego encontramos sencillez, santidad y renuncia a todo
deseo de riqueza mundana y orgullo de erudición. En tercer lugar, del mismo
modo en que Cristo nació sin que el mundo lo supiera y en la oscuridad de la
noche, también el advenimiento del espíritu de Cristo tiene lugar en el interior
del hombre cuando hay absoluta modestia y abnegación. Donde moran la
arrogancia y la vanidad, no puede tener lugar el descenso de la Divinidad,
porque esas expresiones de egoísmo son siempre un obstáculo para el
desarrollo de la Conciencia Divina. “Vacíate y te llenaré” – es la declaración
del Señor. El Reino del Cielo interior es para el de espíritu humilde. Así, la
verdadera humildad y modestia son hermosos presagios, las auroras que
anuncian el comienzo de un nuevo y gozoso día, el advenimiento de una
nueva era de vida en el Espíritu. Cuando esas cualidades aparecen en ti,
entonces la santa Navidad tiene lugar. Hay un nuevo nacimiento.
Este es el nacimiento a una Vida Divina. Fue el secreto de este
nacimiento que el Señor explicó dulcemente al buen Nicodemo centurias
atrás. El buen hombre no entendió precisamente lo que Cristo quiso decir
cuando le enseñó que uno debe nacer otra vez para obtener el Reino de Dios.
“¿Cómo puede ser esto?” Preguntó Nicodemo. Fue entonces que Cristo
explicó que este nacimiento es interior, no del cuerpo sino del Espíritu. Tal
nacimiento espiritual interior es esencial para alcanzar al Supremo, para
experimentar la verdadera felicidad. El regocijo tiene lugar sólo cuando ha
llegado la Navidad.
¡Oh, humanidad! ¡Oh, era moderna! Escuchen este significativo mensaje
interior de la Navidad. ¡Que la verdadera implicancia de la Personalidad
Divina de Cristo descienda en sus corazones! Comprendan bien que mientras
la sed de Mammón y la arrogancia de poder infecten la naturaleza del hombre,
el espíritu de Cristo, de paz, bendición y verdadera felicidad, no puede entrar
en su vida. Cuando celebren la Navidad en todo el continente, en Inglaterra,
América y en todo el mundo cristiano, que tengan esto en cuenta, “A menos
que nazcan otra vez, no pueden entrar al Reino del Cielo”, y a menos que la
sencillez y la pureza del corazón de los niños pequeños se establezcan en la
endurecida e insensible naturaleza del hombre moderno, el advenimiento de la
Gracia Divina en la forma de paz, prosperidad, bien universal y armonía está
en verdad muy lejos. Así como sucede con el individuo, sucede también con
las naciones del mundo. Sólo los fundamentos de la verdadera fe, la verdadera
caridad, la humildad genuina y el renacimiento espiritual pueden marcar el
comienzo de la verdadera felicidad y hermandad en esta tierra. El mundo
moderno gozará plenamente de las bendiciones de la Navidad real y universal
sólo cuando tal transformación tenga lugar en las naciones de los hombres y
cuando ellos renuncien a sus políticas de odio y codicia. Entonces sobrevendrá
la venia del Bendito Cristo en este mundo desesperado. Hasta entonces, la
Navidad no será más que una parodia de la verdadera gloria del advenimiento
del Señor. ¡Oh, mundo moderno! Nace otra vez y vive de nuevo. ¡Que las
bendiciones y el resplandor de la venida del Señor penetren la tierra!
Pero buscadores, ¡noten esto! Cuando la Divinidad esté por manifestarse,
denle la bienvenida con los brazos abiertos. No estén tan ocupados en el
mundo de modo de negarle lugar al Señor. Cuando tuvo lugar Su bendito
advenimiento, la región estaba tan absorta en contar hombres y en calcular
ingresos que los hospedajes y casas de Belén estaban tan llenas que casi no
había lugar para recibir al Señor. El censo y la recaudación significan la
esclavitud del alma y la preocupación por las relaciones humanas terrenales y
los apegos, y su dedicación al lucro. Que el aspirante sea consciente de estos
dos errores graves.
Dejando toda búsqueda de riqueza terrena, dirigiéndote hacia el interior
y superando todo apego, estate siempre plenamente receptivo para la
expresión del Espíritu Divino interior.
Amados buscadores, marquen ahora el comienzo de la verdadera
Navidad espiritual dentro de ustedes, volviéndose sin deseos. Conquisten el
egoísmo. Conviértanse en encarnaciones de verdadera humildad. Desarrollen
docilidad y sencillez de espíritu mediante la humilde entrega al Señor. Sean
valientes para superar todos los obstáculos. Renuncien alegremente a
Mammón. Denle la bienvenida al descenso de la Luz de Gracia interior.
Regocíjense con el advenimiento de la Divinidad. Celebren así la Navidad que
los lleva finalmente al glorioso momento de Transfiguración, Resurrección y
Ascenso. Sean coronados con la Gloria Divina. Obtengan inmortalidad y
libertad perfecta, y establézcanse para siempre en la felicidad infinita.
Experimenten mediante la Navidad la Conciencia de Cristo y la luz radiante
de la Sabiduría Átmica (Divina). Amén.
“El Reino viene”
(Shri Swami Chidananda)
El amor de mi corazón y la adoración, mis millones de humildes y
devotas postraciones, una y otra vez, a los benditos pies del Señor Jesús, la
Divinidad encarnada en la tierra para redimir al hombre y mostrarle el sendero
hacia la beatitud suprema, la felicidad y la Iluminación Suprema del Atman.
Reverentes adoraciones a Jesucristo, el Hijo de Dios, el ejemplo radiante de
una Vida Divina en este mundo. Bendito en verdad soy, un humilde sirviente
de Sus sagrados pies, para tener el privilegio de exponer sobre Su sublime
Personalidad y Su vida.
Aproximadamente veinte centurias atrás, en el santo y auspicioso día de
Navidad, la Gracia y la Compasión del Ser Supremo descendieron aquí, en
esta tierra, en la forma de un Ser Divino, a Quien hoy adoramos como el
Señor Jesucristo. Él es el Amor de Dios encarnado en forma humana. La
gloria de la Divinidad brilla a través de esta maravillosa Personalidad. Esa
solemne noche, una gran luz estelar iluminó los cielos de oriente para
anunciar el descenso de este Parama-Jyoti, este Rayo Divino de la Luz
Suprema entre las luces, el Atman (Alma), que iba a iluminar para siempre
este globo terrestre. ¡Oh, qué bendito, en verdad el más bendito, fue ese gran
día en que la tierra fue santificada por la sagrada presencia de esta
Encarnación Divina! Regocíjate de tener un Amigo Divino, un Filósofo y
Maestro que te enseña el secreto de la Bienaventuranza Suprema por medio
del precepto de Su vida sublime y Su personalidad.
El Señor Jesús vino a enseñarnos la forma de obtener el gozo y la
perfección del Reino Divino. Él vivió y nos enseñó a encontrar el Reino del
Cielo que está en nuestro interior. Su inspirador llamado al hombre fue el de
renunciar a las cosas bajas y pequeñas de este mundo físico perecedero y
esforzarse por lograr el noble ideal espiritual de Perfección Divina, Felicidad
Eterna y Existencia Inmortal. Él enseñó que la experiencia del Atman es
mucho más que toda la riqueza del mundo entero junta. “Obtengan primero el
Reino del Cielo y todo lo demás se les dará por añadidura”. “¿De qué le sirve
al hombre ganar el mundo entero si pierde su Alma?” Porque en verdad es
sabido que el Atman es el Tesoro Supremo, más precioso que todo tesoro
terrenal. Habiendo venido a esta tierra, abandona toda persecución tonta de los
objetos perecederos de este reino mortal y busca lo imperecedero y eterno, el
Supremo. Aquí yace la bienaventuranza. Aquí yace la felicidad. Eso enseñó
Jesús.
Por lo tanto, busquen primero el Reino de Dios. Vivan como Cristo.
Abandonen completamente todos los objetos insignificantes de este mundo
transitorio. Renuncien a todos los deseos y sigan al Señor. “A menos que el
hombre renuncie a todo”, dijo Jesús, “no puede ser mi discípulo”. Recuerda
Su amonestación al joven gobernante rico, “Hay algo más, vende todo lo que
tienes y dáselo al pobre. Luego toma tu Cruz y sígueme”. Una vez más,
“Ningún hombre que mira hacia atrás una vez que ha puesto su mano en el
arado es apto para el Reino de Dios”. Renuncia a todo y obtendrás todo.
Mediante Su vida, el Bendito Señor nos enseñó que hay que morir en la
vida inferior de la carne para renacer en la vida gloriosa del espíritu. Tenemos
Su dicho significativo, “Aquél que pierde su vida por Mí, la encontrará”.
Aniquilar el ego impuro, erradicar todos los deseos, desarraigar la lujuria,
destruir toda falsedad y abandonar todos los apegos de la carne constituyen la
forma de transformarse entrando en la Vida Espiritual. La vida de Tapasya
(penitencia) y Titiksha (resistencia), de negación de uno mismo, sacrificio,
privación y austeridad es tomar la Cruz para seguirlo hacia la gloria.
Humildad, honestidad, compasión y pureza son los portales del Reino Feliz
del Cielo.
Estemos con el Señor por un momento y veamos cómo enseñó este santo
sendero de bienaventuranza y gloria. Es un sagrado día sábado. El lugar es el
bendito Cafarnaum. El Señor ha predicado y enseñado en la sinagoga, y luego
ha ido a la casa de Pedro. Es de tarde. Gran muchedumbre de toda clase de
gente se ha reunido a Su alrededor. Jesús está bendiciendo, sanando, curando
y consolando. La multitud aumenta. Viendo que Jesús está subiendo una
montaña, la gente Lo sigue de cerca. Entonces, Él se da vuelta y se dirige a
ellos. Allí, de pie en la cima de la montaña, observa cómo Él se ve
conmovedor, inspirador y radiante, enmarcado con los colores carmesí y
dorado del glorioso cielo del atardecer. La luminosidad espiritual emana de Su
rostro. Todo Su Ser está resplandeciente con una Luz etérea. Y así, Él les
habla a todos expresándose en dulce acento lleno de compasión. Él les dice:
Benditos son los humildes, porque para ellos es el Reino del Cielo.
Benditos son los que sufren, porque serán reconfortados.
Benditos son los mansos, porque heredarán la tierra.
Benditos son los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán
satisfechos.
Benditos son los compasivos, porque obtendrán compasión.
Benditos los puros de corazón, porque verán a Dios.
Benditos los pacifistas, porque serán llamados hijos de Dios.
Benditos los perseguidos debido a que buscan justicia, porque de ellos es
el Reino del Cielo.
Benditos serán ustedes cuando sean injuriados, perseguidos y
calumniados de todas formas por Mi causa.
Regocíjense y estén muy alegres, porque grande es su recompensa en el
cielo; así han sido perseguidos los profetas que los precedieron.
Y luego deben orar de esta manera: