COMPETENCIA LECTORA
Se reconocen como orgullosos herederos de una tradición legendaria: cada uno lleva a cabo su labor con
paciencia y esmero, consciente de que en sus manos se cifra una sabiduría ancestral. Un pequeño grupo
dirige los trabajos -elige los títulos, las tintas, el abecedario- mientras los dibujantes trazan figuras cada vez
más sutiles y los artesanos se acomodan en silencio frente a sus mesas de trabajo, empuñando estiletes y
pinceles, convencidos de que su industria constituye uno de los mayores logros de la humanidad.
¿Cómo alguien podría siquiera sugerir que su labor se ha vuelto obsoleta? ¿Que, más pronto que tarde, su
noble profesión se volverá una rareza antes de desaparecer? ¿Que en pocos años su arte se despeñará en el
olvido? Los monjes no pueden estar equivocados: han copiado manuscritos durante siglos. Imposible
imaginar que estos vayan a desaparecer de la noche a la mañana por culpa de un diabólico
artefacto. ¡No! En el peor de los casos, los manuscritos y los nuevos libros en papel habrán de convivir
todavía por decenios. No hay motivos para la inquietud, la desesperación o la prisa. ¿Quién en su sano juicio
querría ver desmontada una empresa cultural tan sofisticada como esta y a sus artífices en el desempleo?
Los argumentos de estos simpáticos copistas de las postrimerías del siglo XV apenas se diferencian de los
esgrimidos por decenas de profesionales de la industria del libro en español en nuestros días. Frente a la
nueva amenaza tecnológica, mantienen la tozudez de sus antepasados, incapaces de asumir que la aparición
del libro electrónico no representa un mero cambio de soporte, sino una transformación radical de todas las
prácticas asociadas con la lectura y la transmisión del conocimiento. Si atendemos a la historia, una cosa es
segura: quienes se nieguen a reconocer esta revolución, terminarán extinguiéndose como aquellos dulces
monjes.
Según los nostálgicos de los libros-de-papel, estos poseen ventajas que sus espurios imitadores, los libros-
electrónicos, jamás alcanzarán (y por ello, creen que unos y otros convivirán por décadas). Veamos.
1. Los libros-de-papel son populares, los lectores de libros-electrónicos son elitistas. Falso: los libros-
electrónicos son cada vez más asequibles: el lector más barato cuesta lo mismo que tres ejemplares
en papel (60 dólares, unos 44 euros), y los precios seguirán bajando. Cuando los Gobiernos
comprendan su importancia y los incorporen gratuitamente a escuelas y bibliotecas, se habrá dado
el mayor impulso a la democratización de la cultura de los tiempos modernos.
2. Los libros-de-papel no necesitan conectarse y no se les acaba la pila. En efecto, pero en cambio se
mojan, se arrugan y son devorados por termitas. Poco a poco, los libros electrónicos tendrán cada
vez más autonomía. Actualmente, un Kindle y un iPad se mantienen activos por más de diez horas:
nadie es capaz de leer de corrido por más tiempo.
3. Los libros-de-papel son objetos preciosos, que uno desea conservar; los libros-electrónicos son
volátiles, etéreos, inaprehensibles. En efecto, los libros en papel pesan, pero cualquiera que tenga
una biblioteca, así sea pequeña, sabe que esto es un inconveniente. Sin duda quedarán unos
cuantos nostálgicos que continuarán acumulando libros-de-papel -al lado de sus añosos VHS y LP-,
como seguramente algunos coleccionistas en el siglo XVII seguían atesorando pergaminos. Pero la
mayoría se decantará por lo más simple y transportable: la biblioteca virtual.
4. A los libros-electrónicos les brilla la pantalla. Sí, con excepciones: el Kindle original es casi tan
opaco como el papel. Con suerte, los constructores de tabletas encontrarán la solución. Pero,
frente a este inconveniente, las ventajas se multiplican: piénsese en la herramienta de búsqueda -la
posibilidad de encontrar de inmediato una palabra, personaje o anécdota- o la función educativa
del diccionario. Y vienen más. Por no hablar de la inminente aparición de textos enriquecidos ya no
sólo con imágenes, sino con audio y vídeo.
5. La piratería de libros-electrónicos acabará con la edición. Sin duda, la piratería se extenderá, como
ocurrió con la música. Debido a ella, perecerán algunas grandes compañías. Pero, si se llegan a
adecuar precios competitivos, con materiales adicionales y garantías de calidad, la
venta online terminará por definir su lugar entre los consumidores (como la música).
6. En español casi no se consiguen textos electrónicos. Así es, pero si entre nuestros profesionales
prevalece el sentido común en vez de la nostalgia, esto se modificará en muy poco tiempo.
En mi opinión, queda por limar el brillo de la pantalla y que desciendan aún más los precios de los
dispositivos para que, en menos de un lustro, no quede ya ninguna razón, fuera de la pura morriña, para que
las sociedades avanzadas se decanten por el libro-electrónico en vez del libro-de-papel.
Así las cosas, la industria editorial experimentará una brusca sacudida. Observemos el ejemplo de la música:
a la quiebra de Tower Records le ha seguido la de Borders; vendrán luego, poco a poco, las de todos los
grandes almacenes de contenidos. E incluso así, hay editores, agentes, distribuidores y libreros que no han
puesto sus barbas a remojar. La regla básica de la evolución darwiniana se aplicará sin contemplaciones:
quien no se adapte al nuevo ambiente digital, perecerá sin remedio. Veamos.
1. Editores y agentes tenderán a convertirse en una misma figura: un editor-agente-jefe de relaciones
públicas cuya misión será tratar con los autores, revisar y editar sus textos, publicarlos online y
promoverlos en el competido mercado de la Red. Poco a poco, los autores se darán cuenta de la
pérdida económica que implica pagar comisiones dobles a editores y agentes. Solo una minoría de
autores de best sellers podrá aspirar, en cambio, a la autoedición.
2. Los distribuidores desaparecerán. No hay un solo motivo económico para seguir pagando un
porcentaje altísimo a quienes transportan libros-de-papel de un lado a otro del mundo, por cierto
de manera bastante errática, cuando el lector podrá encontrar cualquier libro-electrónico en la
distancia de un clic. (De allí la crónica de un fracaso anunciado: Libranda).
3. Las librerías físicas desaparecerán. Este es el punto que más escandaliza a los nostálgicos. ¿Cómo
imaginar un mundo sin esos maravillosos espacios donde nació la modernidad? Es, sin duda, una
lástima. Una enorme pérdida cultural. Como la desaparición de los copistas. Tanto para el lector
común como para el especializado, el libro-electrónico ofrece el mejor de los mundos posibles: el
acceso inmediato al texto que se busca a través de una tienda online. (Por otro lado, lo cierto es
que, salvo contadas excepciones, las librerías ya desaparecieron. Quedan, aquí y allá, escaparates
de novedades, pero las auténticas librerías de fondo son reliquias).
4. Unas pocas grandes bibliotecas almacenarán todavía títulos en papel. Las demás se transformarán
(ya sucede) en distribuidores de contenidos digitales temporales para sus suscriptores.
¿Por qué cuesta tanto esfuerzo aceptar que lo menos importante de los libros -de esos textos que
seguiremos llamando libros- es el envoltorio? ¿Y que lo verdaderamente disfrutable no es presumir una
caja de cartón, por más linda que sea, sino adentrarse en sus misterios sin importar si las letras están
impresas con tinta o trazadas con píxeles? El predominio del libro-electrónico podría convertirse en la
mayor expansión democrática que ha experimentado de la cultura desde... la invención de la imprenta.
Para lograrlo, hay que remontar las reticencias de editores y agentes e impedir que se segmenten los
mercados (es decir, que un libro-electrónico solo pueda conseguirse en ciertos territorios).
La posibilidad de que cualquier persona pueda leer cualquier libro en cualquier momento resulta tan
vertiginosa que aún no aquilatamos su verdadero significado cultural. El cambio es drástico, inmediato e
irreversible. Pero tendremos que superar nuestra nostalgia -la misma que algunos debieron sentir en el siglo
XVI al ver el manuscrito de Las muy ricas horas del duque de Berry-para lograr que esta revolución se
expanda a todo el orbe.
Tomado de VOLPI, Jorge. Requiem por el papel. Elpaís.com/España/15-10-2011
1. De los argumentos contra el libro electrónico, el autor da un tratamiento especial a:
a. El brillo de la pantalla y los precios.
b. La piratería y la inaprehensibilidad.
c. El elitismo y la volatilidad.
d. La escasez en español y el elitismo.
2. Los apartados de 1) a 6) contienen argumentos contra los defensores del libro de papel. La
autonomía del libro electrónico está explicado en el:
a. Sexto.
b. Tercer.
c. Cuarto.
d. Segundo.
3. Precios competitivos, materiales adicionales y garantías de calidad son elementos de la
argumentación sobre:
a. Las termitas.
b. El impopulismo.
c. La piratería.
d. El elitismo.
4. La solución a la inexistencia casi total de textos electrónicos en español es, para el autor,
responsabilidad de:
a. Los profesionales.
b. Los Kindle y los iPad.
c. Los gobiernos.
d. Empresas como Libranda.
5. Para el autor, un argumento fuerte en la defensa del libro electrónico es:
a. El deseo de conservación.
b. La democratización de la cultura.
c. Su carácter elitista.
d. No se les acaba la pila.
6. La argumentación contra la cadena editorial presenta la siguiente secuencia temática:
a. Distribuidores, editores, bibliotecas y librerías.
b. Librerías, bibliotecas, editores y distribuidores.
c. Bibliotecas, editores, librerías y distribuidores.
d. Editores, distribuidores, librerías y bibliotecas.
7. Según el autor, el principal obstáculo para la proliferación del libro electrónico es:
a. La comodidad de los profesionales.
b. La indolencia de los gobiernos.
c. Los altos costos.
d. La nostalgia.
8. Para el autor, el antídoto contra la nostalgia es:
a. La compra de libros electrónicos.
b. El sentido común.
c. Dotar gratuitamente a escuelas y bibliotecas de lectores de libros electrónicos.
d. No considerar más a libro como un objeto precioso.
9. En la frase “Los libros electrónicos son cada vez más asequibles” –apartado 1) – el autor debió
escribir:
a. Accesibles.
b. Alcanzables.
c. Disponibles.
d. Módicos.
10. Para el autor, un Kindle es:
a. Tan eficiente como Borders.
b. Superior a un iPad.
c. El único lector ahorrador de energía.
d. Lo máximo en lectores de texto.
11. La estrategia de los apartados 1) a 6) es:
a. Tesis – demostración.
b. Argumento – réplica.
c. Opinión – sustentación.
d. Argumento – contrargumento.
12. El autor (mexicano) utiliza la palabra morriña. El siguiente significado es el que más se ajusta al
texto:
a. Tristeza.
b. Piquiña.
c. Nostalgia.
d. Melancolía.
13. Cuando el autor dice que la biblioteca virtual es transportable, probablemente se está refiriendo a
las ventajas de:
a. La USB.
b. El computador de escritorio.
c. Los cafés-Internet.
d. Los dispositivos de almacenamiento.
14. El reconocimiento a la función educativa del diccionario lo hace el autor en relación con:
a. Los manuscritos.
b. Los libros electrónicos.
c. Las cartas de amor.
d. Los libros de papel.
15. Los apartados de la a) a la d) son argumentos contra:
a. La industria editorial.
b. El libro de papel.
c. Las tiendas on-line.
d. La empresa editora.
16. Un lector de libros electrónicos cuesta, según el texto, aproximadamente ________ mil pesos
colombianos.
a. 44.
b. 60.
c. 120.
d. 100.
17. La locución “poner las barbas a remojar” puede ser interpretada como:
a. Preocuparse.
b. Prepararse.
c. Decidirse.
d. Alistarse.
18. En la crítica a la industria editorial, el autor es incisivo en el apartado:
a. C)
b. D)
c. A)
d. B)
19. Libranda es una sociedad constituida por siete grupos editoriales de España, cuyo objetivo es dar
servicio a todas aquellas editoriales y tiendas online del mercado que busquen servicio de gestión
de contenidos digitales. El autor predice para esta empresa:
a. El éxito desbordado.
b. La quiebra inminente.
c. Un lento posicionamiento.
d. La subvención estatal.
20. La opinión según la cual “el predominio del libro electrónico podría convertirse en la mayor
expansión democrática que ha experimentado la cultura desde la invención de la imprenta” es
válida para:
a. Los países que hayan masificado los lectores de libros electrónicos.
b. La argumentación del autor.
c. Los empresarios de la publicación online.