Transiciones y declives del cine venezolano
Los años 90’ del cine venezolano, estuvieron marcados por grandes contrastes que
algunos podrían considerar un tanto agridulces o paradójicos. En 1990 es creada por
decreto presidencial, la Fundación Cinemateca Nacional, al año siguiente (1991), por
primera vez se incluye el premio Nacional de Cine, en los premios Nacionales de
Cultura del Consejo Nacional de la Cultura (Conac), lo cual va dejando ver ciertos
avances en torno a la ampliación y consolidación del cine venezolano en la cultura.
Sin duda, uno de los acontecimientos más relevantes durante esta época, fue la
aprobación de la Ley de Cinematografía Nacional (1993), luego de venir siendo
discutida y luchada en la década de los 60’ y 70’, logró ver luz casi treinta años
después. Con ella vino la creación del Centro Nacional Autónomo de Cinematografía
(CNAC) en 1994, dejando atrás al Fondo de Fomento Cinematográfico (Foncine).
La creación de esta Ley, en teoría, abre paso para regular los regímenes de
financiamiento crediticio, así como instituir formas de comercialización, que además de
proteger a las películas nacionales, cumpliría el rol de ejercer presión en los
exhibidores, para asegurar la puesta en cartelera de los filmes nacionales.
Por su parte, en 1992 salen dos números de la revista de la Asociación Nacional de
Autores Cinematográficos (ANAC), llamada Cine Venezolano, al año siguiente, nace la
revista Objeto Visual, editada por la Fundación Cinemateca Nacional y en 1995 sale el
primer número de la revista C de Cine, de la ANAC. Esto ayudaría al registro y difusión
del cine hecho en casa, sirviendo como fomento e incentivo para la creación y el
consumo de materiales filmográficos, así como para el entendimiento y estudio de las
producciones realizadas con mirada venezolana ¿Cómo es nuestro cine? ¿Qué tipo de
películas hacemos/vemos? ¿Qué se está haciendo en la actualidad?
Hasta los momentos se puede apreciar una cierta consolidación en cuanto a
instituciones cinematográficas y formas de difusión, sin embargo, el medio
cinematográfico, no podía escapar de los convulsos años políticos que transitaba el
país. En 1989, fue el conocido levantamiento popular, como protesta a las medidas
neoliberales implementadas por Carlos Andrés Pérez y de forma inusual también se
llevó a cabo el “Foro Iberoamericano de Integración Cinematográfica”, en donde entre
otras cosas, se planteaba la creación de un Mercado Común Cinematográfico.
La inestabilidad económica de la época, marcó el rumbo de los acontecimientos
sociales y culturales. Dos intentos de golpe de Estado, luego la destitución de CAP, un
Presidente provisional y finalmente elecciones para un nuevo mandato. Parecía no
haber mucha cabida para el cine. A pesar del crecimiento institucional que florecía, la
asignación presupuestaria para que éstos funcionaran de forma eficaz, no fue
suficiente.
De acuerdo a Pablo Abraham (2002), en los 90’ se estrenaron 49 filmes, representando
un punto de inflexión para el cine, si se compara con la década anterior, donde fueron
107 títulos los realizados y puestos en cartelera. De nuevo, por mala redistribución de
los recursos que debían estar destinados a la realización de materiales filmográficos y
por la injusta entrega de créditos para tal fin.
Otra de las característica de lo ocurrido en estos años, fue el poco impacto taquillero
logrado entre el público nacional, a pesar de la diversidad en la oferta. Es ahí donde
algunos directores/as comienzan a apelar por temáticas sociales, con una fuerte
tendencia a la exaltación de la violencia y de los rasgos negativos experimentados en
las comunidades, como consecuencia de ser una nación tercermundista
subdesarrollada y lo que eso conlleva.
Algunos títulos que alcanzaron éxito bajo esta temática fueron, Sicario (Ramón Novoa,
1995), Huelepega, la ley de la calle (Elia Schneider, 1999) o Garimpeiros (Ramón
Novoa, 2000).
Importante mencionar a Jericó (Luis Alberto Lamata, 1991), relato de un cura durante la
época de la Conquista, considerada para algunos como una de las mejores películas
de la década. Asimismo se encuentra Joligud (Augusto Pradelli, 1990); un cortometraje
que toca el drama en torno a la demolición del Saladillo de Maracaibo; Golpes a mi
puerta (Alejandro Saderman, 1993), donde se narra el drama de dos monjas.
También, se encuentran filmes que tuvieron cierta repercusión y que se encargaron de
contar historias de diversos tópicos, como, La primera vez (Luis Alberto Lamata, 1997)
o Muchacho solitario (César Bolívar, 1998).
Es importante mencionar a aquellas películas que no tuvieron tanta acogida del público,
pero que valen la pena destacar: Un domingo feliz (Olegario Barreras, 1991), basada
en un guión del escritor Gabriel García Márquez; En Fin de round (Olegario Barreras,
1993), basado en una obra teatral de Rodolfo Santana; Móvil pasional (Walerstein,
1993), donde se narra un drama pasional; El misterio de los ojos escarlata (Alfredo
Anzola,1993), una obra que va de un registro documental hacia su padre; Los platos
del diablo (Thaelman Urgelles, 1993); Karibe kon-tempo (Diego Rísquez, 1995), una
especie de homenaje a la luz pictórica del gran Armando Reverón; Aire libre (Luis
Armando Roche, 1996), una coproducción con Canadá y Francia, y que recreaba la
odisea de los naturalistas y geógrafos Alexander von Humboldt y Aimé Bonpland.
La crisis económica que se suscitaba en el país, no paró por completo a la industria.
Una de las formas que encontró para enfrentar el debacle crematístico fue la creación
del G3, que fue la unión de productores de 3 países: Colombia, México y Venezuela,
basándose en la repartición de costos por cada país y en la posibilidad de difusión de
las obras en los merados correspondientes.
De esa unión, surgió, Bésame mucho (Philippe Toledano, 1995), Rizo (Julio Sosa
Pietri, 1999) y Juegos bajo la luna (Mauricio Walerstein, 2000). Las alianzas con otros
países como Francia y España, a través del Fonds Sud, ha facilitado también la
realización de varios filmes venezolanos.
Se podría decir que la década de los 90, en cuanto a ganancias en taquilla y grandes
reconocimientos, sufrió una bajada en comparación al período dorado de los años 80’,
atrás quedarían los días donde las películas nacionales ocupaban los primeros puestos
en cartelera, sin embargo experimentó una transición importante a nivel legal e
institucional. De igual forma sirvió para la consolidación de directores/as veteranos y
para la creación de obras cultos que actualmente se estudian y sirven de referencia en
la cinematografía nacional.
Bibliografía
Abraham, P. Cine venezolano de los 90: tendencias que se bifurcan (2002). Publicado
en     Encuadre,      n°    75,   pp.    21-29.    http://ibermediadigital.com/ibermedia-
television/articulos/cine-venezolano-de-los-90-tendencias-que-se-bifurcan-2/
Káiser, P. Historia del cine venezolano (2011). Publicado en Diccionario del Cine
Iberoamericano.      España,     Portugal    y    América;     SGAE,       pp.    631-641.
http://ibermediadigital.com/ibermedia-television/contexto-historico/historia-del-cine-
venezolano/