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La Fidelidad de Dios en Tiempos Difíciles

Este documento describe la fidelidad de Dios como un refugio seguro para su pueblo. Discute que la fidelidad de Dios es absoluta debido a su naturaleza santa e inmutable, y se demuestra a través del cumplimiento de sus promesas a lo largo de la historia a pesar de grandes dificultades. También señala que la fidelidad de Dios se basa en su poder y soberanía ilimitados, y en proteger el honor de su nombre.
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La Fidelidad de Dios en Tiempos Difíciles

Este documento describe la fidelidad de Dios como un refugio seguro para su pueblo. Discute que la fidelidad de Dios es absoluta debido a su naturaleza santa e inmutable, y se demuestra a través del cumplimiento de sus promesas a lo largo de la historia a pesar de grandes dificultades. También señala que la fidelidad de Dios se basa en su poder y soberanía ilimitados, y en proteger el honor de su nombre.
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EL REFUGIO DEL HOMBRE JUSTO–

LA FIDELIDAD DE DIOS

Por John Flavel (1630-1691)

EL GLORIOSO atributo de la fidelidad divina se abre como una tercera


cámara de seguridad para el pueblo de Dios en tiempos de
sufrimientos y peligros.

Habiendo visto el refugio del santo en el poder y la sabiduría de Dios,


pasamos a la tercera cámara segura para refugio de los santos: La
fidelidad de Dios.

En este atributo está nuestra seguridad y nuestro descanso en medio


de las confusiones del mundo y los desencantos cotidianos que nos
desconciertan por doquier, en medio de la vanidad y la falsedad de la
criatura. En cuanto a las criaturas, aun las mejores entre ellas no son
más que vanidad, sí, vanidad de vanidades, la vanidad más vana ( Ecl.
1:2). “Ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive” (Sal.
39:5). Sí, aquellos de quienes más esperamos nos causan los mayores
problemas (Mic. 7:5). Las relaciones más cercanas forman la
retaguardia de los sufrimientos (Job. 6:15). “Mis hermanos han
mentido cual arroyo.” Especialmente, sus engaños aparecen más
cuando más necesitamos de su ayuda (Sal. 142:4). Qué misericordia
grande es, entonces, tener un refugio en la fidelidad de Dios como la
tenía David: “Miraba a la mano derecha, y observaba; mas no había
quien me conociese; no tuve refugio, no había quien volviese por mi
vida”. Y de la misma manera la iglesia (Mic. 7:7). “Yo empero a Jehová
esperaré, esperaré al Dios de mi salud: el Dios mío me oirá.” Puede
llegar el momento cuando usted no sepa en qué confiar en este
mundo. Por lo tanto, permítame abrirle a usted esta cámara de
descanso en la fidelidad de Dios para tal momento, y lo haré bajo dos
consideraciones.

I. Es absoluta en cuanto a su propia naturaleza.

II. Es relativa en cuanto a las promesas y providencias de Dios.


I. Es absoluta, así es la fidelidad de Dios en su sinceridad, firmeza y
constancia en llevar a cabo su palabra dada a su pueblo en todo
momento y en todos los casos.

Así lo describe Moisés a Israel, (Deut. 7:9) “Conoce, pues, que Jehová
tu Dios es Dios, Dios fiel.” Y Josué apela a la experiencia de ellos para
vindicarla, (Jos. 23:14) “Reconoced, pues, con todo vuestro corazón y
con toda vuestra alma, que no se ha perdido una palabra de todas las
buenas palabras que Jehová vuestro Dios había dicho de vosotros:
todas os han venido, no se ha perdido de ellas ni una.” Y también se
reafirma plenamente, (Jer. 31:35-37) y se admira grandemente aun en
el día más tenebroso (Lam. 3:23). Grande es tu fidelidad. Y es bueno
para nosotros que su fidelidad es grande, porque grande es el peso
que se apoya en ella, aun nuestras esperanzas para ambos mundos,
para este mundo y para el venidero (Tito 1:2). “Para la esperanza de la
vida eterna, la cual Dios, que no puede mentir, prometió antes de los
tiempos de los siglos.”

A. Ahora bien, Dios es fiel y eso puede verse en las siguientes


evidencias.

1. Por el cumplimiento exacto de sus promesas que datan de más


tiempo. Efectivamente (Hechos 7:6), pasaron cuatrocientos treinta
años antes de que la promesa de la liberación de Israel de la
esclavitud en Egipto se cumpliera; no obstante, (Hechos 7:17) cuando
llegó el tiempo de cumplir la promesa, Dios fue absolutamente
puntual. Setenta años en Babilonia, y cumplido ese lapso, regresaron
(2 Crón. 36:21). Los hombres pueden olvidar, pero Dios no (Isa. 49:15,
16).

2. Abriendo el camino para sus promesas a través de las más grandes


dificultades y aparentes imposibilidades. Tal fue en el caso de
Abraham cuando era anciano (Gén. 18:13, 14). “¿Hay para Dios alguna
cosa difícil? Al tiempo señalado volveré a ti, según el tiempo de la vida,
y Sara tendrá un hijo. ” Y del mismo modo en el caso de los israelitas:
“¿Vivirán estos huesos?” (Eze. 37:3). Las dificultades son para los
hombres, no para Dios, (Gén. 18:14). “¿Quién eres tú, oh gran
monte?” (Zac. 4:7). “Si esto parecerá dificultoso a los ojos del resto de
este pueblo en aquellos días, también será dificultoso delante de mis
ojos?” (Zac. 8:6).

3. Cumpliendo las promesas a su pueblo cuando habían perdido sus


esperanzas y expectativas. Así fue, (Eze. 37:11) “Nuestros huesos se
secaron, y pereció nuestra esperanza, y somos del todo talados.”
También (Isa. 49:14) “Más Sión dijo: Dejóme Jehová, y el Señor se
olvidó de mí ” Puede haber mucho descreimiento en los hombres
buenos, su fe puede tambalear mucho, no obstante, Dios es fiel; los
hombres pueden cuestionar sus promesas, no obstante, Dios no puede
negarse a sí mismo (2 Tim. 2:13).

4. Apelando Dios a su pueblo, y refiriéndoles la cuestión para que ellos


mismos la juzgaran (Mic. 6:3, 4, 5). “Pueblo mío, ¿qué te he hecho, o
en qué te he molestado? Responde contra mí. Porque yo te hice subir
de la tierra de Egipto, y de la casa de siervos te redimí; y envié delante
de ti a Moisés, y a Aarón, y a María. Pueblo mío, acuérdate ahora qué
aconsejó Balac rey de Moab, y qué le respondió Balaam, hijo de Beor,
desde Sitim hasta Gilgal, para que conozcas las justicias de Jehová.”
“Si he faltado en alguna forma a mi promesa, muéstrenmelo. No me
cortejaron Balac y Balaam, e intentaron de todas formas ganar mi
favor presentándome multitudes de sacrificios? Aun así no los
abandoné”. De la misma manera (Jer. 2:31), “¡Oh generación! Ved
vosotros la palabra de Jehová: ¿He sido yo a Israel soledad, o tierra de
tinieblas? ¿Por qué ha dicho mi pueblo: Señores somos; nunca más
vendremos a ti?” También: “Bienaventurado aquel en cuya ayuda es el
Dios de Jacob, cuya esperanza es en Jehová su Dios: El cual hizo los
cielos y la tierra, la mar, y todo lo que en ellos hay; que guarda verdad
para siempre.” (Sal. 146:5, 6).

5. La fidelidad de Dios es comprobada abundantemente por los


constantes testimonios presentados en todas las edades por los que la
probaron, todos han testificado de Dios y confirmado su fidelidad sin
mancha para bien de las generaciones venideras. Así lo hizo Josué
(cap. 23:14) “todas os han venido, no se ha perdido de ellas ni una,” y
también Daniel, (cap. 9:4) “Señor, Dios grande, digno de ser temido,
que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman,” con los
cuales coincide el testimonio de David (Sal. 146:5, 6):
“Bienaventurado aquel en cuya ayuda es el Dios de Jacob, cuya
esperanza es en Jehová su Dios: El cual hizo los cielos y la tierra, la
mar, y todo lo que en ellos hay; que guarda verdad para siempre.” Es
así que su pueblo ha sido testigo, a lo largo de todas las generaciones,
de la fidelidad de Dios a sus promesas; lo cual no deja lugar a dudas u
objeciones.

B. Y si preguntamos las razones por las que Dios es, y siempre tendrá
que ser, fiel en llevar a cabo sus promesas, descubriremos que se
edifican sobre pilares estables y firmes: 1. La santidad de su
naturaleza; 2. La omni suficiencia de su poder; 3. El honor de su
nombre; 4. La inmutabilidad de su naturaleza.
1. La fidelidad de Dios se edifica sobre la santidad perfecta de su
naturaleza en razón de que es imposible que Dios mienta, (Tito 1:2;
He. 6:11). La falsedad del hombre surge de la corrupción de la
naturaleza humana, pero “Dios no es hombre, para que mienta; ni hijo
de hombre para que se arrepienta: El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no
ejecutará? ” (Núm. 23:19). Si no hay defecto en su ser, no puede
haberlo en sus obras; si su naturaleza es santidad pura, todos sus
caminos tienen que ser perfectamente fieles.

2. Se edifica sobre la omni suficiencia de su poder; sea lo que sea que


ha prometido a su pueblo, tiene la capacidad de llevarlo a cabo; los
hombres a veces falsifican sus promesas porque no tienen la habilidad
de llevarlas a cabo; pero Dios nunca promete lo que no cumple; si
determina obrar, nadie se lo puede impedir (Isa. 43:13). Puede hacer
cualquier cosa que le place hacer (Sal. 135:6). La santidad de su
naturaleza lo compromete, y lo ilimitado de su poder lo capacita para
ser fiel.

3. La gloria y honra de su nombre nos da seguridad en cuanto a su


fidelidad, en que cumplirá las promesas, y todo el bien que las
promesas contienen, aun en el más mínimo detalle; porque
dondequiera uno encuentra una promesa de Dios, también encuentra
el nombre y la honra de Dios presentados como una garantía de que
será llevada a cabo; y por eso su nombre siempre ha sido presentado a
él por su pueblo como un poderoso argumento para que obre a favor
de ellos. (Jos. 7:9): “¿Qué harás tú a tu gran nombre?” Señor, tu honor
vale mil veces más que nuestras vidas, no importa qué llegue a ser de
nosotros; pero, oh Señor, es infinitamente más importante que la
gloria de tu nombre sea asegurado, y que tu fidelidad permanezca
pura y sin mancha en este mundo. También (Éxo. 32:11, 12):
“Entonces Moisés oró a la faz de Jehová su Dios, y dijo: Oh Jehová,
¿por qué se encuentra tu furor en tu pueblo, que tú sacaste de la tierra
de Egipto con gran fortaleza, y con mano fuerte? ¿Por qué han de
hablar los Egipcios, diciendo: Para mal los sacó, para matarlos en los
montes, y para raerlos de sobre la haz de la tierra? Vuélvete del furor
de tu ira, y arrepiéntete del mal de tu pueblo.” Sería triste que las
manos de los egipcios cayeran sobre su pueblo, pero mucho peor que
las lenguas de los egipcios cayeran sobre su nombre.

4. La inmutabilidad de su naturaleza nos dé la más completa seguridad


de su fidelidad a las promesas. (Mal. 3:6): “Porque yo Jehová, no me
mudo; y así vosotros, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos.” La
inmutabilidad de Dios es la indemnización de su pueblo, y la mejor
seguridad en medio de los peligros; para Dios no hay ni un sí ni un no,
tampoco debe haberlos con nuestra fe. Lo que da firmeza a las
promesas debe dar también firmeza a nuestras expectativas de que se
cumplirán. Hasta aquí, brevemente, la consideración de la fidelidad de
Dios, considerada absoluta por su naturaleza y sus razones.

II. Seguidamente consideremos la fidelidad de Dios, tal como se


relaciona con las muchas grandes y ricas promesas hechas a su pueblo
para su seguridad en sus intereses temporales, e intereses
espirituales.

Encontramos que la fidelidad de Dios fue prometida para la seguridad


de su pueblo, en pro de sus intereses espirituales y eternos contra
todos los peligros y temores que los amenazan, muy especialmente en
estas tres formas.

1. Les es dada como la más grande y mejor seguridad del perdón de


sus pecados (1 Juan 1:9): “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y
justo para que nos perdone nuestros pecados, y nos limpie de toda
maldad.” Nuestro peligro más grande se deriva del pecado; la
culpabilidad es una fuente de lágrimas, el alma perdonada puede
encarar otros problemas de frente: tal como la culpa genera temor, el
perdón produce valentía, y la fidelidad de Dios en el pacto es, por
decirlo así, esa oficina de perdón de donde obtenemos nuestra
liquidación y absolución.

(Isa. 43:25): “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí; y
no me acordaré de tus pecados.” Las promesas de remisión se hacen
en nombre de Cristo, y cuando se hacen, tienen que ser cumplidas para
honrar su fidelidad.

2. Es dada para la perseverancia de los santos, y su permanencia en


los caminos de Dios en los tiempos más peligrosos y difíciles; éste fue
el aliento que les dio. (1 Cor. 1:8, 9): “El cual también os confirmará
hasta el fin, para que seáis sin falta en el día de nuestro Señor
Jesucristo. Fiel es Dios, por el cual sois llamados a la participación de
su Hijo Jesucristo nuestro Señor.” ¡Ah, Señor! podrían haber dicho los
corintios, los poderes de este mundo están

en contra de nosotros, tenemos por delante sufrimiento y muerte, y


dentro nuestro un corazón traicionero y miedoso. Ah, pero aún así no
teman, Cristo confirmará a quien se oponga a Ustedes; aunque el
mundo y sus propios corazones sean engañosos, consuélense con esto,
su Dios es fiel.

3. La fidelidad de Dios es dada como promesa para la seguridad de su


pueblo y aliento contra todos los sufrimientos y aflicciones en este
mundo. (2 Tes. 3:2, 3): “Y que seamos librados de hombres
importunos y malos; porque no es de todo la fe. Más fiel es el Señor,
que os confirmará y guardará del mal.” El ora pidiendo que sean
librados de los hombres absurdos, traicioneros e impíos quienes los
aplastarían y traicionarían causando su ruina; pero propone lo
siguiente como su alivio: que cuando la traición de los hombres los
meta en dificultades, la

fidelidad de Dios los sostendrá en esas dificultades y los librará de


ellas; tendrán el apoyo de Dios en medio de los sufrimientos más
profundos generados por los hombres (1 Ped. 4:19).

Dios garantiza su fidelidad para la indemnización y seguridad de su


pueblo, en medio de males temporales y externos a los que están
sujetos en este mundo; y esto, ya sea para preservarlos de las
dificultades (Sal. 91:1-4) o para abrirles una puerta oportuna para
librarlos de las dificultades (1 Cor. 10:13). En ambos casos, o en cada
uno, el corazón del cristiano puede permanecer tranquilo en este
mundo lleno de dificultades porque, ¿qué necesidad hay de que esas
dificultades nos asusten, ya que nunca nos tocarán o, si lo hacen,
nunca nos dañarán y, mucho menos, arruinarán?

III. Habiendo considerado brevemente la fidelidad de Dios en sus


promesas, será espléndido volver a considerarla tal como actúa o se
manifiesta en sus providencias sobre su pueblo.

Créanlo, cristianos, la fidelidad de Dios está incluida en todas sus


obras providenciales, siempre que sale para obrar en el mundo,
“Será... la fidelidad ceñidor de sus riñones” (Isa. 11:5). Es una alusión
a los obreros quienes, saliendo a trabajar de mañana, se ciñen sus
lomos o se fajan; ahora bien, no hay obra realizada en este mundo en
que su fidelidad no sea como la faja que ciñe su cintura. La
consideración de esto debe ocasionar que el creyente más
desalentado, ciña los lomos de su mente, es decir, aliente y fortalezca
su corazón caído y desanimado. Contemplar aquellas obras de Dios
realizadas fielmente y con el fin de lograr sus propósitos eternos y
cumplir sus promesas misericordiosas, debería alegrarnos en lugar de
atemorizarnos. El que David considerara que la propia fidelidad de
Dios era la que lo había afligido, le quitó el aguijón de su aflicción (Sal.
119:89, 90). Pero más particularmente, contemplemos con beneplácito
la fidelidad de Dios en cumplir siete tipos de promesas a su

pueblo, en los días de aflicción y sufrimiento: 1. Las promesas de


preservación; 2. Las promesas de apoyo; 3. Las promesas de
orientación; 4. Las promesas de providencia; 5. Las promesas de
liberación; 6. Las promesas de ordenar y dirigir los acontecimientos
para beneficio de ellos.

1. Hay promesas en la palabra para que sea usted preservado de la


ruina, y lo que lee en estas promesas comprueba diariamente que las
mismas se cumplen en sus propias experiencias. Tiene usted la
promesa en el Salmo 57:3: “El enviará desde los cielos, y me salvará
de la infamia del que me apura.” Piénselo, ¿no ha descubierto que es
así? Cuando el infierno ha enviado sus tentaciones para deshonrarlo, el
mundo sus persecuciones para destruirlo, su

propio corazón sus temores incrédulos para desviarlo y hundirlo,


¿acaso no ha enviado su Dios su misericordia y su verdad para
salvarle? ¿Acaso no ha sido su verdad su escudo y protector (Sal.
91:4). ¿Acaso no puede usted decir con la iglesia, que es por su
misericordia que no es consumido, que sus misericordias son nuevas
cada mañana y qué grande es su fidelidad (Lam. 3:23)? (Nota de los
editores: ¡Digo Amén! ¡Alabado sea el Señor!)

2. Así como ha visto el cumplimiento de las promesas para su


preservación, puede también verlo en cuanto a todas las promesas en
su palabra acerca de sostenerlo en sus dificultades. Esta es una dulce
promesa (Sal. 91:15): “Con el estaré yo en la angustia: lo libraré”.
Tiene usted también una promesa muy sustentadora en Isaías 41:10:
“No temas, que yo estoy contigo; no desmayes, que yo soy tu Dios que
te esfuerzo: siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra
de mi justicia.” ¡Oh! ¡con cuánta brillantez se ha manifestado la
fidelidad de Dios al cumplir su palabra en este sentido! Usted es su
testigo de que se hubiera hundido en las profundas aguas de las
dificultades si él no hubiera cumplido su palabra. Así lo dice David (Sal.
73:26: “Mi carne y mi corazón desfallecen: mas la roca de mi corazón y
mi porción es Dios para siempre.” ¿Acaso no ha visto que es con usted
como dice 2 Cor. 12:10: “Por lo cual me gozo en las flaquezas, en
afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias por Cristo;
porque cuando soy flaco, entonces soy poderoso”? El poder de Dios se
ha perfeccionado en su debilidad, por él pudo superar sus dificultades:
hasta ahora él lo ha ayudado.

3. Así como ha visto el cumplimiento de las promesas para su


preservación y sostenimiento, ha podido verlo en la orientación que le
ha brindado en sus caminos. Así dice la promesa (Sal. 32:8): “Te haré
entender, y te enseñaré el camino en que debes andar. Sobre ti fijaré
mis ojos.” Es cierto que “el hombre no es señor de su camino” (Jer.
10:23). ¡Oh, con cuánta fidelidad lo ha guiado su Dios, y lo ha apoyado
en todas las circunstancias difíciles de su vida! ¿Acaso no se cumple
fielmente hasta el más mínimo detalle aquella promesa (He. 13:5): “No
te desampararé,

ni te dejaré”? De seguro que puede ponerle usted su sello a lo que


afirma Juan 17:17: “Tu palabra es verdad”; si hubiera sido dejado que
se las arreglara solo según su propio consejo, ciertamente hubiera
perecido, como dice el Salmo 81:12: “Déjelos por tanto a la dureza de
su corazón: caminaron en sus consejos. ”

4. Así como hay promesas en la palabra para su preservación,


sostenimiento y orientación, así también, en cuarto lugar, hay
promesas acerca de su providencia, como en el Salmo 34:9: El Señor
ha prometido que los que le temen no tendrán falta de nada. Cuando
son llevados a los extremos, él proveerá (Isa. 41:17): “Los afligidos y
menesterosos buscan las aguas, que no hay; secóse de sed su lengua;
yo Jehová los oiré, yo el Dios de Israel no los desampararé.”

¿Acaso esto no se lleva a cabo fielmente? “Dio mantenimiento a los


que le temen; para siempre se acordará de su pacto” (Sal. 111:5). En
todas las contingencias de su vida lo ha encontrado fiel hasta este día;
usted es su testigo de que sus providencias nunca le fallaron, su
cuidado se renueva para usted cada mañana; ¡cuán grande es su
fidelidad!

5. También encuentra usted en la palabra algunas promesas


estimulantes en cuanto a sus liberaciones. Cuenta usted con la dulce
promesa en el Salmo 91:14: “Por cuanto en mí ha puesto su voluntad,
yo también lo libraré” y también en el Salmo 50:15: “E invócame en el
día de la angustia: te libraré”. Usted lo ha hecho, y él le ha dado una
salida. Nuestras vidas son monumentos de misericordia; hemos vivido
entre leones, pero hemos sido preservados (Sal.

57:4). La zarza ardiente era un emblema de la iglesia preservada


milagrosamente.

6. Hay promesas en el mundo para ordenar y dirigir los


acontecimientos de la providencia para beneficiarlo grandemente a
usted; tal es la promesa (Rom. 8:28): “Y sabemos que a los que a Dios
aman, todas las cosas les ayudan a bien”. No tema, cristiano, no
importa el estado en que ahora se encuentra; mientras sea arrojado de
aquí para allá en las ondas inestables de este mundo, encontrará,
ciertamente, cuando llegue al cielo, que todas las dificultades de su

vida eran guiadas firmemente por esta promesa como un barco en el


mar es dirigido a su puerto por el compás o la estrella polar.

IV. Aplicación
Qué queda ahora más que volver a insistirle; 1. Que entre en esta
cámara de fidelidad divina; 2. Que cierre la puerta detrás suyo; 3. Y
que entonces viva confortablemente allí durante los días malos.

1. Entre en esta cámara de la fidelidad de Dios por medio de la fe, y


escóndase allí.

Todo hombre es una mentira, pero Dios es verdad, eterna e


inmutablemente fiel. ¡Oh! deposite su fe en esto, descanse en esto.
Ahora bien, hay dos grandes argumentos de peso para instarlo a entrar
en esta cámara de fidelidad divina. El primero se basa en la naturaleza
de Dios, “que no puede mentir” (Tito 1:2). “Dios no es hombre, para
que mienta; ni hijo de hombre para que se arrepienta: El dijo, ¿y no
hará?; habló, ¿y no lo ejecutará?” (Núm. 23:19). Recuerde sobre qué
base eterna y firme se basa la fidelidad de Dios. Estas son cosas
inmutables (He. 6:18). Sobre esto se basó Abraham (Rom. 4:21):
“Plenamente convencido de que todo lo que había prometido, era
también poderoso para hacerlo”. Tuvo por fiel al que prometió. ¿Qué
esperaría o exigiría usted de la persona en que va a confiar?

Espere una promesa clara; y ¡atención! cuenta usted con mil a través
de la Biblia, adecuadas para todas las circunstancias de su alma y
cuerpo. Por lo tanto, puede rogarle a Dios, como lo hiciera David (Sal.
119:49): “Acuérdate de la palabra dada a tu siervo, en la cual me has
hecho esperar”. Así también rogó Jacob (Gén. 32:12): “Y tú has dicho:
Yo te haré bien”. Estos son los votos y las obligaciones de Dios.

Espere el poder suficiente como para cumplir lo que promete. En Dios,


esto es un fundamento justo de fe, (Isa. 26:4): “Confiad en Jehová
perpetuamente: porque en el Señor Jehová está la fortaleza de los
siglos”. Por la fortaleza de él podemos esperar en él: las criaturas no
pueden, pero Dios sí puede hacer lo que determina hacer.

Espere una bondad y misericordia infinitas de parte del Señor que lo


predisponen a ayudarle y salvarle. Así es aquí (Sal. 130:7): “Espere
Israel a Jehová; porque en Jehová hay misericordia y abundante
redención con él”. Y Moisés rogó (Éxo. 33:18): “Ruégote que me
muestres tu gloria”. El pedido era de poder ver la gloria de Dios: La
respuesta fue: “Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro”, lo
cual nos indica que aunque los atributos de Dios son gloriosos, aquello
en lo que más se gloría es su bondad.

Espere que ninguna de sus promesas serán jamás borradas o


manchadas en ningún momento por su infidelidad; y así lo afirma aquí
(Josué 23:14). No ha fallado una sola cosa; todo se ha cumplido, las
edades han sellado esta conclusión. Tu palabra es verdad, tu palabra
es verdad.
El segundo se basa en el aliento que brindan todas las experiencias
pasadas, tanto de los demás como las suyas propias, como un
argumento para instarlo a entrar en esta cámara de seguridad, la
fidelidad de Dios.

Cuenta usted con las experiencias de los demás. Los santos han
considerado las experiencias de otros que vivieron mil años antes que
ellos, como argumentos excelentes para aumentar su fe. Así fue según
Oseas 12:4. Tenía poder sobre el ángel, y prevaleció; lo encontró en
Betel, y allí nos habló. Recuerde que había un José en la cárcel con
nosotros, un Jeremías en el calabozo, un Daniel en el foso, un Pedro en
cadenas y un Ezequías al borde de la muerte; y todos ellos encontraron
la ayuda de Dios que los protegió con la mayor fidelidad, salvándolos
de todas sus dificultades. A esto se aplica el Salmo 22:4, 5: “En ti
esperaron nuestros padres: esperaron, y tú los libraste. Clamaron a ti,
y fueron librados: esperaron en ti, y no se avergonzaron.”

Sus propias experiencias pueden ser de aliento para su fe: Así fue con
David (1 Sam 17:37): “Jehová que me ha librado de las garras del león
y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este
Filisteo”. También en el caso de Pablo sus experiencias eran un aliento
para su fe; dijo en 2 Cor. 1:10: “El cual nos libró y libra de tanta
muerte; en el cual esperamos que aun nos librará”. Entre en la
fidelidad de Dios por fe.

2. Que cierre la puerta detrás suyo

Le ruego que cierre la puerta detrás suyo, dejando fuera todas las
dudas incrédulas, los celos y las desconfianzas en la fidelidad de Dios;
el mejor de los hombres puede encontrarse con tentaciones de esta
naturaleza; como el bueno de Asaph, quien aunque era un santo
eminente dijo: (Sal. 77:7, 8): “¿Desechará el Señor par siempre, y no
volverá más a amar? ¿Ha se acabado para siempre su misericordia?
¿Ha se acabado la palabra suya para generación y generación?” Estos
celos pueden entrar solapadamente en la mente de los hombres,

especialmente cuando Dios demora la respuesta a nuestra oración que


esperábamos contestara inmediatamente; nos apura recibir una
respuesta rápida, olvidando que nuestras épocas de oración son
nuestros tiempos de siembra; y cuando hemos sembrado la preciosa
semilla, tenemos que esperar el tiempo de la cosecha, como lo hace el
granjero. Aun un precioso Hemán puede tener un ataque de
incredulidad y depresión cuando las respuestas de

Dios están en suspenso (Sal. 88:9, 10, 11).

Será difícil cerrarle la puerta a la incredulidad cuando todos nuestros


sentidos y razonamientos parecen obrar en contra de la promesa; se
requerirá la fe de un Abraham en un momento así para glorificar a
Dios, creyendo con esperanza a pesar de que todo indique lo contrario
(Rom 4:18). Si espera usted disfrutar del dulce reposo y descanso de
un cristiano en tiempos malos, tiene que resolver, sea lo que sea que
sus ojos vean o sus sentidos reporten, aferrarse a esto como la
conclusión más segura; Dios es fiel y su palabra es segura, y que
aunque haya:

“Nube y oscuridad alrededor de él: justicia y juicio son el asiento de su


trono” (Sal. 97:2).

3. Que entonces viva confortablemente allí durante los días malos.

¡Oh! ¡que de una vez aprendiera usted a depender firmemente en la


fidelidad de Dios, y a obtener de ella su alivio y sostén diario, en los
momentos cuando está oprimido y es atacado!

1. Por problemas espirituales. Cuando camina en la oscuridad y no


tiene luz, entonces debe vivir por actos de fe y completa dependencia
del más fiel (Isa. 50:10).

2. Por dificultades temporales; así lo hizo el pueblo de Dios en la


antigüedad (He. 11:17, 18, 19). Vivieron por fe en este atributo,
cuando faltaban todos los conforts y provisiones.

Pero especialmente, ¡quiero advertirle y prevenirle contra cinco


enemigos principales de su descanso en la fidelidad de Dios!

1. Los cuidados que distraen, que dividen la mente y carcomen la paz y


el confort del corazón y, peor de todo, reflejan deshonra a Dios quien
ha prometido su fidelidad y verdad para nuestra seguridad; contra
estos, le ruego, tranque la puerta con estos dos pasajes, (Fil. 4:6):
“Por nada estéis afanosos; sino sean notorias vuestras peticiones
delante de Dios en toda oración y ruego, con hacimiento de gracias” y
(1 Ped. 5:7): “Echando toda vuestra solicitud

en él, porque él tiene cuidado de vosotros”.

2. Tranque la puerta contra la depresión impía, otro enemigo del dulce


descanso de su alma en esta cámara cómoda y silenciosa de fidelidad
divina: descubrirá que lo ataca lentamente un estado de ánimo
indebido e incómodo, a menos que crea y lo razone, como lo hizo David
(Sal. 42:11): “¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te conturbas
en mí? Espera a Dios; porque aun le tengo de alabar”.

3. Tranque la puerta de su corazón contra las políticas carnales y los


vaivenes pecaminosos, que batallan contra su propia fe en la fidelidad
de Dios tanto como cualquier otro enemigo. Ésta fue la falta del buen
David en el día de la dificultad (1 Sam. 27:1): “Y dijo David en su
corazón: Al fin seré muerto algún día por la mano de Saúl: nada por
tanto me será mejor que fugarme a la tierra de los filisteos”. ¡Ay,
pobre David! ¿No tiene nada mejor que esto?

Hubo un tiempo cuando podía pensar en una salida mejor, cuando


podía decir que cuando tuviera temor confiaría en Dios. ¡Cómo se ha
olvidado en esta situación! ¿Le fallaría ahora el antiguo refugio en
Dios? ¿Pueden los filisteos apresarlo mejor que las promesas? ¿Volará
de su mejor amigo hacia sus peores enemigos? Pero no nos
extrañemos de David, quien tuvo la misma reacción nuestra, casi
inevitable en casos similares.

4. Cierre la puerta contra el descontento y las murmuraciones, contra


las disposiciones de la providencia, sea lo que sea que siente o teme le
insto a no ser un estoico apático ni insensible a los males de la época,
que descarta el ejercicio de la paciencia. Si todos los mártires hubieran
tenido parálisis antes de llegar a la hoguera, su fe y paciencia no
hubieran triunfado tan gloriosamente como lo hicieron; cuídese de
quejarse contra los caminos y la voluntad de Dios, lo cual obra como
ninguna otra cosa contra su fe y la paz y quietud de su corazón.

5. Para concluir, cierre la puerta contra todas las sospechas y


desconfianzas en cuanto a la firmeza y estabilidad de las promesas
cuando todo su mundo se sacude y tiembla bajo sus pies; cuídese de
preguntas peligrosas como ésta (Sal. 77:8): “¿Hase acabado la palabra
suya?” Estas son las cosas que socavan el fundamento de tanto su fe
como de su tranquilidad.

En una palabra, poner su alma en esta cámara de descanso, y cerrar la


puerta detrás suyo es todo lo que tiene que hacer para descansar en
Dios y disfrutar el placer de una alma entregada en las manos de un
Creador fiel, oponiéndose con la fidelidad de Dios a todo el capricho e
incredulidad que encuentra diariamente en los hombres, (Mic. 7:6, 7),
sí, al ecaimiento y desvanecimiento de su propia fortaleza y habilidad
naturales (Sal. 73:26): “Mi carne y mi corazón desfallecen: mas la roca
de mi corazón y mi porción es Dios para siempre.”

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John Flavel (c. 1630-1691): Presbiteriano inglés y pastor en Dartmouth,
Devonshire, Inglaterra. Autor prolífico de obras evangélicas como The
Fountain of Life Opened (La fuente de la vida abierta) y Keeping the Heart
(Guardando el corazón). Sus vívidas ilustraciones daban como resultado
sermones memorables y transformadores de vidas. Uno de sus oyentes dijo
que “los que pueden estar bajo su ministerio sin que éste los afecte tiene que
tener una cabeza muy blanda o un corazón muy duro, o ambos. Nació en
Bromagrove, Worcestor.

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