Clara era una mujer de mediana edad, casada en terceras nupcias y en este ter- cer matrimonio
también experimentaba dificultades. Era una mujer blanca de 52 años de edad, con disposición amable,
cortés y agradable. Sus matrimonios ante- riores habían terminado cuando ella ya no podía soportar por
más tiempo las for- mas dominantes de sus maridos y había decidido divorciarse. En sus matrimonios
parecía adoptar una estrategia pasiva, que creía que conduciría a sus maridos a mostrarse más amables
con ella. No reconocía que esto mismo contribuía a que ellos tuvieran más control sobre ella.
Sus quejas durante nuestra primera sesión se refirieron a su tercer y actual marido:
Clara: Parecía un hombre tan amable mientras me cortejaba, pero después, 6 meses después comenzó a
quejarse por el dinero que yo gastaba para las necesidades domésticas y para ropas. Cuando le
expliqué que no gastaba en cosas que no fueran necesarias empezó a gritar y repetía sus
acusaciones de que yo era egoísta, no me preocupaba por él y que se había acaba el gastar dinero
sin su aprobación.
DR. H: ¿Cómo transcurrieron las cosas después de esto?
Clara: Peor, sentí que debía de haber hecho algo para que mi marido reaccione así, que estaba
cometiendo los mismos errores que había cometido en mis anteriores matrimonios y que no
sabía cómo proceder.
Dr. H: ¿Se sentía culpable y deprimida?
Clara: Claro que sí, a menudo lo hago.
Dr. H: Si le explico cómo se deprimen psicológicamente las personas, ¿sería capaz de diagnosticar su
propio problema?
A continuación, le expliqué las tres causas de la depresión y Clara identificó inmediatamente la
autoinculpación como causa y sugirió que también podía sentir compasión por sí misma. Acordamos
trabajar juntamente sobre estos aspectos.
Clara: Sé que a menudo me siento culpable, si no ¿por qué otro motivo sería tratada tan
desagradablemente por alguien con quien vivo? En mis tres matrimonios siempre se me ha dicho
que soy una egoísta.
Dr. H: Eso tiene sentido. Si escucha algo negativo sobre usted con suficiente frecuencia, es lógico que
llegue a creerlo.
Clara: Es obvio que lo hice, y aún lo sigo haciendo. Pero, desconozco la razón. Creo que soy una mujer
buena y decente que se preocupa de los otros, pero si eso fuera cierto, ¿por qué soy tan
desgraciada en mis relaciones?
Dr. H: Creo que lo sé. Pero en primer lugar, permítame describirle los tres principios de la interacción
humana. Uno, usted recibe las conductas que tolera. Dos, los otros no cambian hasta que no
haya cambiado usted. Y tres, cambie su excesiva tolerancia de las conductas ajenas
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improcedentes hacia usted.
Clara: Pero Dr. Hauck, no puedo hacer lo que me pide, porque me sentiría terriblemente culpable si
defendiera mis derechos como usted sugiere.
Dr. H: Entonces, permítame contarle cómo crean las personas sus sentimientos de culpabilidad.
Clara: Sí, hágalo por favor. Necesito saberlo.
Aquí he dado comienzo al proceso de enseñar a Clara algunas pautas de conducta asertiva. Como
puede sospecharse, dada su tendencia a sentir culpabilidad, le cuesta aceptar la idea de defender sus
derechos. Procedo enseñándole el origen de los sentimientos de culpabilidad.
Dr. H: La culpabilidad se genera en dos fases. En primer lugar, usted debe creer que ha hecho algo
malo.
Clara: Eso es fácil de hacer. Siempre estoy cometiendo estupideces o cosas centradas en mí misma.
Dr. H: Lo dudo. Si le he entendido correctamente, creo que su problema es que es amable ante los
defectos. Pero, incluso aunque estuviera de acuerdo con usted, no coincidiría con su opinión de
que la mala conducta le convierta en una mala persona.