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El Hijo Del Hombre y El Juicio Final

El propósito del juicio final es múltiple: 1) Vindicar el carácter de Dios y de los redimidos, ya que ambos han sido cuestionados. 2) Otorgar el reino eterno a Jesús y a los santos. El juicio examinará todas las acciones, tanto buenas como malas, para determinar quiénes honraron a Dios y quiénes no. Todo será revelado ante el universo.

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El Hijo Del Hombre y El Juicio Final

El propósito del juicio final es múltiple: 1) Vindicar el carácter de Dios y de los redimidos, ya que ambos han sido cuestionados. 2) Otorgar el reino eterno a Jesús y a los santos. El juicio examinará todas las acciones, tanto buenas como malas, para determinar quiénes honraron a Dios y quiénes no. Todo será revelado ante el universo.

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EL HIJO DEL HOMBRE Y EL JUICIO FINAL.

Aunque sin dudar en la solidez del mensaje adventista sobre el juicio que se inició en el cielo a
mediados del siglo XIX, según la profecía que estudiaremos la siguiente semana, los adventistas
estuvimos por cierto tiempo dubitativos a la hora de definir el propósito del juicio celestial. ¿Qué
razón habría para que un Dios Omnisciente—según se nos decía--requiriese de libros para poder
dar un fallo en el juicio, si es que realmente habría necesidad de tal juicio en el cielo?

El segundo punto delicado y relacionado con el primero tenía que ver con la naturaleza del juicio.
Hasta hoy, muchos evangélicos insisten en que el juicio final tiene que ver con los que se pierden,
no con los que ya son salvos, según la interpretación equivocada que dan sobre la salvación, de
“una vez salvo, siempre salvo”. No ven la necesidad de un juicio para quienes aceptan a Cristo
también, y el tremendo peligro que corren los que se duermen en victorias pasadas.

Propósito del juicio.

El propósito del juicio es múltiple. Dicho de otra manera, son varios los propósitos del juicio final.
Enumeremos algunos.

1. Vindicar el carácter de Dios. El Nombre de Dios, su reputación, ha sido puesta en tela de juicio
en el universo. Se requiere un juicio para probar su integridad moral.

Juan 5:22-23: “El Padre a nadie juzga, sino que confió todo el juicio al Hijo; para que todos
honren al Hijo como honran al Padre” (de allí que el tribunal de Dios es llamado también “tribunal
de Cristo”: Rom 14:10,12; 2 Cor 5:10).

a) En Daniel 7 hay un poder arrogante y blasfemo que busca la honra que le pertenece a Dios (vs.
8,20,25). Representa a todos los reinos que la precedieron, cuyo carácter es devorador, pero
desarrollado al máximo como último exponente de los reinos de este mundo, en su carácter de
oposición a Dios y a su pueblo. El juicio tiene como propósito poner las cosas en su lugar. Dios
sólo es el digno de ser exaltado (cf. Is 2:11). En toda justicia, se requiere que “todos los dominios”
le sirvan y le obedezcan (v. 27).

b) La tarea de vindicar el carácter de Dios cae en un “Hijo del Hombre”, un representante digno de
la especie que se había perdido. En forma admirable, ese Hijo digno recibe la honra y la gloria que
le pertenecen a Dios. La corte le confiere “dominio, y gloria y reino”, para que “todos los pueblos,
naciones y lenguas” le sirvan (v. 13-14). Es el heredero prometido a David cuando Dios lo puso por
rey de su pueblo, ya que se dice lo mismo que se le prometió a David con respecto a su heredero,
“su dominio es eterno, que nunca pasará, y su reino nunca será destruido” (v. 14úp; 2 Sam 7:12-
13).

c) Esta visión de honrar al Hijo como al Padre aparece representada como en ningún otro lugar de
la Biblia en Apoc 4 y 5. La creación divina se está destruyendo en manos de malos mayordomos
(Apoc 11:18). La reputación divina al haber creado este mundo se ve afectada. Se requiere una
respuesta. La corte celestial declara al Padre “digno de recibir gloria, honra y poder” por haber
creado “todas las cosas” (Apoc 4:11). También se señala el momento en que el Hijo recibe el libro
de la herencia y del juicio, lo que en los términos de Jesús en el evangelio de Juan tiene que ver
con la concesión de su autoridad para juzgar (Juan 5:22,27), para que todos los declaren “digno...
de recibir poder, riquezas, sabiduría y fortaleza, honra, gloria y alabanza”, ya que es el Redentor (v.
23; Apoc 5:12). Y este reconocimiento termina dándose a ambos, el Padre y el Hijo, en una
antífona universal (v. 13).

d) De las varias declaraciones no publicadas antes de E. de White que vinculan esta visión de
Apoc 4 y 5 con el juicio final en el Lugar Santísimo (véase mi libro, La Crisis Final en Apoc 4 y 5),
extraigo las siguientes que tienen que ver con nuestro deber de glorificar a Dios:
“Cada cual tendrá que encarar en el día final de cuentas [un principio de la Palabra de Dios],
cuando cada caso será traído en revisión delante de Dios, y deba decidirse todo caso. ¿Mediante
qué? Bien, leemos de un libro en el Apocalipsis que estaba en la mano de Uno. Allí se lo vio, y
nadie podía abrir el libro. Y había gran lamentación y llanto y agonía porque no podían abrir el libro.
Pero uno dice: ‘Aquí hay Uno, el León de la tribu de Judá, él puede abrir el libro’. El toma el libro y,
entonces, oh, ¡qué regocijo había! Se abrió el libro, y ahora puede ser leído, y cada caso será
juzgado según las cosas que están escritas en el libro” (Ms 164, 1904).

“Si Uds. están listos para el juicio, si el nombre de Uds. está en ese libro que está sellado, y si es
eso lo que recomendará vuestro curso de acción, entonces Cristo dirá: ‘Tomen asiento en mi
trono’” (Ms 164, 1904).

“De esta forma los judíos hicieron su elección. Su decisión [de renunciar a la herencia: “no
tenemos más rey que César”; “su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos”] fue
registrada en el libro que Juan vio en la mano [“de Aquel que estaba sentado sobre el trono”,
PVGM, 294]. En toda su vindicación aparecerá esta decisión delante de ellos el día en que este
libro sea desellado por el León de la tribu de Judá” (Ms 23, 1900).

“Mirando al herido Cordero de Dios, los judíos habían clamado: ‘Su sangre sea sobre nosotros, y
sobre nuestros hijos’. Este espantoso clamor ascendió al trono de Dios. Esa sentencia, que
pronunciaron sobre sí mismos, fue escrita en el cielo. Esa oración fue oída... Terriblemente se
habrá de cumplir esta oración en el gran día del juicio” (DTG, 688).

“Así como se glorificó a Cristo en el día del Pentecostés, así también se lo glorificará otra vez al
concluir la obra del evangelio, cuando preparará un pueblo para permanecer de pie en la prueba
final, al concluir el conflicto de la gran controversia” (RH, Nov 29, 1892).

“Cuando se expresó la justicia de Dios en declaración judicial, estableciendo la disposición final de


Satanás, para que fuese manifiestamente consumido con todos los que se pusieron bajo su
bandera, todo el cielo retumbó con los aleluyas, y ‘Digno es el Cordero que fue muerto para tener
toda autoridad y poder, y dominio, y gloria’” (3SP, 186).

“Al morir, Cristo proclamó la sentencia de muerte para Satanás. Y toda la hueste angélica proclamó
esta victoria. Toda la familia angélica, los querubines y serafines, cantaron las alabanzas de la obra
maravillosa que unió la tierra con el cielo, y el hombre finito al Dios infinito. Y cuando el conflicto
termine para siempre, qué de cantos de alabanza irrumpirán de la hueste de redimidos. Eso sí que
será verdaderamente música. Sin ninguna nota discordante, la rica y plena antífona se levantará de
las voces inmortales, ‘Digno, digno es el Cordero’” (Ms 142, 1899).

2. Vindicar el carácter de los redimidos, tan cruelmente calumniado y ultrajado por los poderes de
la tierra bajo el liderazgo del gran impostor.

Juan 5:23: “El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió”.

Apoc 14:7: “¡Temed a Dios y dadle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio! Y adorad al que
hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas”.

Apoc 16:9: “Y los hombres se quemaron... y blasfemaron el Nombre de Dios que tiene poder
sobre estas plagas, pero no se arrepintieron para darle gloria”.

a) El juicio debe determinar quiénes participan del Espíritu del cielo y quiénes no, quiénes honran
al Hijo y a su Padre como la corte divina (Jn 5:27).
b) Para suplantar a Dios y recibir la honra que le pertenece, el anticristo persigue a los que honran
al Padre y al Hijo, persigue “el pueblo de los santos del Altísimo” (Dan 7: 21,25,27).

c) Pero en el juicio, el Hijo vuelca el favor y afecto del universo “a favor de los santos del Altísimo”
(Dan 7:22). El los compró con su sangre (Apoc 5:9), con el propósito de hacer de ellos un reino,
para que reinen por los siglos de los siglos (Apoc 5:10; 20:6; 22:5).

3. Otorgar el reino al Hijo del Hombre y a todos los santos del Altísimo.

Dan 7:13-14: “Y le fue dado dominio, y gloria y reino... Su reino nunca será destruido”.

Dan 7:27: “El reino, el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, serán dados al
pueblo de los santos del Altísimo; cuyo reino es reino eterno, y todos los dominios le servirán y
obedecerán”.

Esto es lo que resalta en el Apocalipsis en forma especial. Extraigamos algunas partes del anuncio
de la séptima trompeta, que evoca la visión del juicio de Apoc 4 y 5.

Apoc 11:15-19: “El reino del mundo ha venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo, y reinará
para siempre jamás. Y los veinticuatro ancianos... adoraron a Dios diciendo: ‘Te damos gracias...
porque has asumido tu inmenso poder, y has empezado a reinar..., y ha llegado... el tiempo de
juzgar a los muertos, de dar el galardón a tus siervos..., a los santos y a los que temen tu nombre”.

Los redimidos reinarán con el Señor por mil años, y por toda la eternidad, ya que su reino nadie
podrá arrebatárselo más (Apoc 1:6; 2:10,26-27; 3:21; 12:10-11; 20:4,6; 22:5).
Conclusión.

El juicio comprende a todos, buenos y malos. Aunque en la primera etapa del juicio debe darse
especial consideración a los que van a ser vindicados, ya que el propósito es pronunciarse en su
favor, debe ventilarse todo delante del universo. Aquellos que han obrado bien pero que se los ha
calumniado tan vilmente deben recibir el reconocimiento del tribunal celestial.

Ecl 12:13-14: “El fin de todo discurso es éste: Teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque
éste es todo el deber del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, incluyendo toda cosa
oculta, buena o mala”.

Mat 12:37: “Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado”.

Heb 4:13: “Todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que
dar cuenta” (véase Rom 14:10,12; 2 Cor 5:10).

“Así como los rasgos de la fisonomía son reproducidos con minuciosa exactitud sobre la pulida
placa del artista, así también está el carácter fielmente delineado en los libros del cielo. No
obstante, ¡cuán poca preocupación se siente respecto a ese registro que debe ser examinado por
los seres celestiales!” (CS, 541).

(Por una mayor ampliación de lo implicado en el juicio, véase mis dos primeros seminarios sobre el

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