ESQUEMA LAMBDA.
Llamado, también esquema “L”. En el Seminario II y en “La Carta Robada” Lacan reinterroga con
este esquema aquello que en ese momento llamada la “intersubjetividad”.
 Toda relación con “otra persona” estará interferida por la relación con el Otro.
 Esta relación, propiamente hablando, no es una “relación”. No se trata de nadie en particular,
sino que precisamente hablando a cualquier otro, hablando también al Otro. La palabra en su
despliegue tiene estas dos dimensiones.
 Cuatro elementos a, a’, A y S, serán los que están presentes en este esquema.
 Tenemos, entonces, el yo y el otro, es decir el semejante. Este otro con el que nos identificamos
en espejo, ese otro que nos hace de espejo.
 En la otra línea vemos que la palabra al dirigirse al otro, queda interceptada por la cadena que
viene del Otro, en tanto discurso del inconsciente que se dirige al sujeto, a ese que representará.
Tenemos dos ejes, entonces, el eje imaginario que va de a a a’ y tenemos el eje simbólico, el eje
inconsciente que intercepta la palabra, que la hace tropezar, que va del A al S.
 Cuando el sujeto habla con sus semejantes lo hace en el lenguaje común, toma a los “yoes”
imaginarios por cosas no simplemente existentes sino reales.
 El que habla no termina de saber lo que hay en el campo donde se sostiene diálogo concreto, se
las ve con ciertos número de personajes, a, a’, a’’… en la medida en que el sujeto los pone en
relación con su propia imagen, aquellos a quienes les habla, también son aquellos con los que se
identifica.
 El Otro (en el Esquema Lambda) es el lugar desde donde se le puede plantear al sujeto la cuestión
de su existencia, en tanto no “es todavía un sujeto” sino aquel que va a constituirse, ése que es un
proyecto.
 En el esquema L no se trata tanto de intersubjetividad y de una relación con otro, como del
circuito de la palabra entre el que habla y el lugar al que dirige al habla.