PULSIÓN
Tanto Freud como Lacan consideran a la pulsión como un concepto importante
para la teoría psicoanalítica, sin embargo este último le da su propio tinte a lo ya propuesto
por Freud.
Lacan considera que la pulsión construye un montaje para lograr satisfacerse.
Propone el ejemplo de collage surrealista para referirse a este montaje, siendo este ejemplo
bastante clarificador ya que no es cualquier montaje, sino el realizado por un collage, lo
que implica la imposibilidad de la continuidad, de la naturalidad, entre los tantos
mezclados.
Entonces, los elementos de la pulsión no son naturales y este es un punto
diferencial importante.
En dicho montaje utilizaran a los cuatro elementos de la pulsión que propone
Freud: empuje (drang), la fuente (quelle), objeto (objeckt) y meta (Ziel), Lacan analiza
cada uno de los términos, se inspira en Freud, reconoce los elementos por el mismo
nombre y los reconceptualiza.
El empuje sería una simple tendencia a la descarga. Esta tendencia es producto de
un estímulo interno. Es una fuerza constante, tal y como ya lo proponía Freud. La
constancia del empuje impide cualquier asimilación de la pulsión a la función biológica, la
cual siempre tiene un ritmo y un fin al que puede llegarse, en cambio la función es
constante y nunca se va a poder satisfacer completamente.
Al evocar la paradoja del montaje, en tanto la presión no se descarga, el objeto
propuesto por Freud ya no es aquello con lo cual la pulsión puede alcanzar su meta y el
borde donde termina el circuito no está implicado en la satisfacción.
Es por todo esto que dice Lacan que la pulsión se parece a un montaje, porque
crea una escena. Y lo fundamental de cada pulsión es el vaivén con que se estructura.
La tensión siempre va a ser un lazo y no puede disociarse de su regreso sobre la
zona erógena.
Lacan va a postular que en realidad la meta, tal y como Freud la propone, nunca
va a alcanzarse y la pulsión puede satisfacerse sin haber alcanzado aquello que satisface
supuestamente su fin reproductivo, precisamente porque es pulsión parcial y porque su
meta no es otra cosa que el regreso en forma de circuito.
A la pulsión entonces habría que considerarla como activa, ya que es una fuerza
constante.
Algo sale de un borde (correspondiente a la fuente o zona erógena), siguiendo un
trayecto que retorna y cuya consistencia solo puede asegurarla el objeto, el objeto como
algo que debe ser contorneado.
Y si bien la satisfacción está en retornar a la fuente, no está en la fuente sino en el
trayecto de ida y vuelta. Es decir se crea y establece en el recorrido pulsional, el tour.
Este término, satisfacción, llamó bastante la atención de Lacan,
Ya que remitiéndose a la tercer vicisitud postulada por Freud, la sublimación, dice
que es también satisfacción de la pulsión, a pesar de que esta inhibida en cuanto a su meta.
Lacan da el ejemplo: “en este momento no estoy copulando, les estoy hablando y, sin
embargo, puedo alcanzar la misma satisfacción que copulando”. Debido a esto, se tiene
uno que preguntar si efectivamente se copula cuando se copula. Entre ambos términos se
establece una contradicción que nos permite reparar en que el único alcance de la función
de la pulsión es poner en tela de juicio este asunto de la satisfacción.
En un primer momento se dirá que satisfacen por vía del displacer.
Esta satisfacción es paradójica, uno repara que entra en juego algo nuevo, de la
categoría de lo imposible. Esta categoría es absolutamente radical. Aparece lo real como
obstáculo al principio de placer, se distingue por el hecho de que su economía admite algo
nuevo, que es esto imposible.
Sin embargo, Freud, en más allá del principio del placer (1920) considera que
existen tensiones placenteras o pulsiones que se satisfacen en el displacer. Asimismo,
aprecia que el principio de placer se halla más bien en oposición al mantenimiento de la
constancia.
Lo que Freud descubre y conceptualiza en 1920 es que el sujeto humano no
solamente repite lo displacentero sino que la tendencia a la destrucción es más radical,
“más primitiva, elemental y pulsional que el principio del placer”. ES UNA VUELTA A
LO INORGANICO.
Esta concepción modifica el modelo del funcionamiento del aparato psíquico
regido por el principio de constancia y, quiebra la relación con el sistema nervioso que se
definía, en esa época, por la ley de la menor tensión.
La exigencia pulsional se ubica más allá del principio del placer y muestra que
algo hace obstáculo a la homeostasis del principio del placer. ES UNA PURA
DESCARGA.
Debido a que no existe ningún objeto que satisfaga la pulsión para armar la escena
de la que se habló anteriormente, se va a necesitar crear un objeto que supuestamente logre
esta satisfacción. Este objeto, llamado objeto a de la pulsión (este objeto en realidad
representa un vacío, que contiene parte de lo real, es un objeto parcial en tanto representa
la ausencia y por lo tanto nunca se lo va a poder encontrar pero es necesario para esta
escena), va a ser contorneado y creado en ese recorrido, pero nunca alcanzado por la
pulsión, y así el esquema se vuelve a repetir.
Si la pulsión gira en torno a un vacío que es su objeto, se satisface de lo
imposible, es decir, nada, pero a su vez, esa nada es su causa. No hay encuentro armónico
entre la pulsión y su objeto.
El deseo sostiene la falta del objeto que lo constituye en la tendencia a recuperar
el objeto perdido, y este objeto, el del deseo, recubre el objeto pulsional.
Hay que tener en cuenta que el hombre en tanto hablante-ser habita el mundo del
lenguaje y se constituye en una estructura que introduce la función de búsqueda del objeto,
organizando diversos “hallazgos”, modos de satisfacción. La posición del sujeto como
morador en el lenguaje lo ordena en la función significante que podríamos definir como la
función de encuentro-pérdida-reencuentro, pero jamás se captura. El deseo no captura su
objeto, la repetición no alcanza su meta, la pulsión no logra su descarga.
El deseo no es plenamente articulable, pues si lo fuera quedaría satisfecho al
articularse con el objeto y perdería su estatuto de deseo. Allí se organiza el campo del más
allá del principio del placer, el campo del goce.
La pulsión de muerte es muda, pero se hace escuchar a través de todas las
desgracias del ser: “la vuelta a lo inorgánico” como metáfora puede fracasar y el goce
pulsional tiende a realizarse sin rodeos, a descargarse lo máximo posible. (ejemplo: el
mecanismo particular de los síntomas contemporáneos, que toman al sujeto en un goce
irrefrenable y lo lleva a los bordes de una muerte no metaforizada).