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Pulsión: Vida, Muerte y Deseo

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Aby Borjagodoy
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DESEO-GOCE-PULSION

Pulsión de vida/Pulsión de muerte: antagonismo relacionado con la oposición entre un tipo de


funcionamiento psíquico en el cual predominan los procesos de ligazón (que inhiben la tendencia a
la descarga inmediata) y un tipo de funcionamiento psíquico a predominio de procesos de
desligazón (tendencia a la descarga directa y absoluta)

Energía libre y energía ligada: Breuer (Estudios sobre la histeria, 1893) había planteado la
existencia de dos estados de la energía de investidura: un estado de energía ligada y otro de energía
móvil, de libre circulación, tendiente a la descarga. Fue una primera formulación de lo que luego se
llamaría el proceso secundario y el proceso primario.

La ligazón de la energía: es una de las principales funciones del aparato psíquico y en Mas alla
del principio del Placer, Freud la vincula con la Pulsión de Vida.

Pulsión: Freud definió la pulsión como un concepto límite entre lo psíquico y lo somático, como el
representante psíquico de las excitaciones provenientes del cuerpo. De la exigencia de trabajo
impuesta al psiquismo por el empuje pulsional resultará el proceso de ligazón, mientras que las
energías que permanecen libres penetrarían en el aparato psíquico de un modo directo, sin ninguna
mediación.

La perspectiva ontogenética: En el inicio de la vida, las descargas de la tensión se producen


básicamente a nivel motriz, dado que aún no está constituido el aparato psíquico. Progresivamente,
la excitación somática se va ligando a determinadas representaciones relacionadas con experiencias
de satisfacción que dejan huellas mnémicas. Se inicia así un proceso de ligazón psíquica que
permitirá contener y moderar el monto de excitación, evitando su descarga inmediata. Así, el
trabajo psíquico da lugar, en primer término, al registro de experiencias de satisfacción y de los
rasgos de los objetos a ellas asociados. A partir de ahí la satisfacción podrá ser alucinada, lo que
implica una inhibición de la motricidad y la postergación de la satisfacción. El aparato psíquico
comienza a generar las condiciones para detener la tendencia de descarga a cero y dar lugar a
descargas parciales que permiten guardar constante el nivel de tensión. Así se van diferenciando el
Principio de Nirvana (descarga total) y Principio de Constancia, que procura regular la homeostasis
del aparato psíquico. Si la alucinación posibilita la suspensión de la tendencia a la descarga,
también se encuentra en la génesis del acceso a la realidad, por la paulatina discriminación entre el
objeto alucinado y el objeto percibido, lo que dará lugar a la separación del mundo fantasmático de
la realidad intersubjetiva.

Deseo, la representación, el principio del placer y su relación con la ligazón pulsional:


Tenemos entonces que la pulsión es ligada al entrar a formar parte de un sistema de
representaciones, lo que posibilita no solo el aplazamiento de la descarga sino también que el
monto de excitación pueda ser mitigado al integrarse lo corporal con lo psíquico, estableciéndose el
predominio del principio de placer. La energía pulsional sexual se organiza y constituye como tal al
fijarse a determinadas zonas erógenas y a determinados objetos. La representación inconciente de
objeto, que resulta de la represión originaria, es el punto de fijación del deseo, que orienta a la
corriente pulsional al darle una meta y un objeto.

De lo anterior puede deducirse que el campo en el que se ejerce la supremacía del principio de
placer es el de la representación, en que la búsqueda de la satisfacción está guiada por la
reactualización de la huella mnémica y se ubica en la confluencia del goce corporal y de la
actividad representativa.
Pero el placer está relacionado no solo con la descarga de la tensión sino también con la
reactivación del deseo, es decir, con variaciones de intensidad de las excitaciones, a condición de
que éstas no sobrepasen un umbral marcado por la señal de angustia. La señal de angustia, que
advierte al yo del peligro que significa para su organización el incremento pulsional y que posibilita
la puesta en funcionamiento de la defensa, es el guardián del principio de placer.

En el deseo la excitación está asociada a una representación, que es la huella de una anterior
satisfacción que se busca reiterar. Si el deseo consiste en la alucinación de la satisfacción, es menos
del orden del acto que del registro de la representación; depende menos de objetos reales que de
fantasías, que no pueden satisfacerlo pero sí pueden darle una figuración y tramitación.

La representación implica la pérdida del objeto real, como lo ejemplifica el juego del fort-da
mencionado en Más allá del principio de placer. Al nombrar el vacío creado por la ausencia de su
madre haciendo desaparecer y reaparecer el carretel, el niño pierde a la madre, que al ser disociada
de su presencia real guardará una presencia más allá de su desaparición. La integración de ausencia
y presencia es lo que caracteriza a la representación. La pérdida del objeto real y la ausencia de
satisfacción pulsional plena son el verdadero fundamento del deseo, que no cesará de representar al
objeto. Es por el desprendimiento de lo real del objeto representado que el deseo nunca se
satisface completamente y se fija de continuo nuevas metas.

Goce, la cosa, más allá del principio del placer y desligazón pulsional: Mientras que el deseo
está sostenido por la actividad fantasmática y busca el placer, el goce que desborda al principio de
placer y a los intereses del yo, apunta a la cosa misma. La pulsión de muerte plantea una exigencia
de goce absoluto, es decir, fuera de sistema, anulando la dimensión de la pérdida. Lacan afirma que
el símbolo se manifiesta en primer lugar como muerte de la cosa. De allí que:

 La cosa es el “objeto caído” al quedar fijada la representación de objeto en el inconciente


(para lo cual es condición la represión originaria).
 La cosa es el objeto absoluto, fuera de la representación. El goce busca encontrar allí
satisfacción absoluta, más allá de toda mediación de lo imaginario y de lo simbólico.

Tanto el deseo como el goce apuntan al objeto causa Pero mientras que el deseo lo hace a través
de representaciones y movimientos metonímicos del objeto (perdido), el goce no admite
mediaciones y busca la satisfacción directa, a través del acto, para lo cual tiende a la desligazón de
la satisfacción con la representación de objeto. En algunos casos por retiro de investidura. En
otros más graves la pregunta es si hay representación, es decir, con que inscripciones cuenta el
aparato psíquico.

Marcela Fernández Amado

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