El documento final del Sínodo apunta a
cinco conversiones – Texto completo
Votado por 181 padres sinodales
OCTUBRE 26, 2019 21:48ROSA DIE ALCOLEASÍNODO DE LA AMAZONÍA
(ZENIT – 26 oct. 2019).- El documento final de la Asamblea Especial del
Sínodo de los Obispos sobre la Región Panamazónica sobre el
tema Amazonía: Nuevos Caminos para la Iglesia y para una Ecología Integral,
ha sido presentado este sábado, 26 de octubre, a las 19:30 horas, en la
Oficina de Prensa de la Santa, tras la votación por parte de 181 padres
sinodales en el aula nueva del Sínodo, donde ha tenido lugar la Asamblea.
Han intervenido en el acto de presentación los secretarios especiales del
Sínodo: Mons. David Martínez Aguirre, obispo de Izirzada y vicario apostólico
de Puerto Maldonado (Perú), y el cardenal Michael Czerny, sub secretario de
la Sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del
Desarrollo Humano Integral (Ciudad del Vaticano).
Cinco conversiones
El documento tiene 29 páginas a doble cara y propone 120 puntos,
articulados en una introducción, cinco capítulos y una conclusión. Los
capítulos responden a cinco conversiones: La conversión integral, la
conversión pastoral, la conversión cultural, la conversión ecológica y la
conversión sinodal.
El cardenal Czerny ha indicado que el reto pastoral y ecológico ha sido el «ser
capaces de responder al título del Sínodo»: Dar nuevos caminos a la Iglesia y
la conversión a la ecología integral, y ha planteado: «¿Cómo pueden estos
caminos llevar a la conversión? No hay nuevos caminos sin conversiones»,
asegurando que este es el «verdadero cambio». La palabra conversión «es
una palabra de cambio muy fuerte porque se refiere a un cambio personal» y
ha añadido que «sin el cambio del corazón, no lo conseguiremos».
«El primer cambio es el cambio pastoral, de actuar como Iglesia entre las
personas. Traer la buena nueva de Jesús para todo el mundo. La gente quiere
escuchar la buena nueva. Las condiciones cambian muy rápido, tenemos que
cambiar la forma de hacerlo», ha apuntado el secretario especial del Sínodo.
Ordenación de hombres casados
El punto con menos consenso durante la votación ha sido el 111, con 128
votos a favor y 41 en contra. Esta propuesta se enmarca dentro del apartado
«La Eucaristía fuente y colmen de comunión sinodal», del último capítulo,
acerca de una conversión sinodal.
En este punto se puede leer: «Proponemos establecer criterios y
disposiciones de parte de la autoridad competente, en el marco de la Lumen
Gentium 26, de ordenar sacerdotes a hombres idóneos y reconocidos de la
comunidad, que tengan un diaconado permanente fecundo y reciban una
formación adecuada para el presbiterado, pudiendo tener familia
legítimamente constituída y estable, para sostener la vida de la comunidad
cristiana mediante la predicación de la Palabra y la celebración de los
Sacramentos en las zonas más remotas de la región amazónica. A este
respecto, algunos se pronunciaron por un abordaje universal del tema».
Ofrecemos a continuación el documento final completo, publicado por la
Santa Sede en español.
***
Documento final
INTRODUCCIÓN
CAPÍTULO I: AMAZONÍA: DE LA ESCUCHA A LA CONVERSIÓN INTEGRAL
CAPITULO II: NUEVOS CAMINOS DE CONVERSIÓN PASTORAL
CAPITULO III: NUEVOS CAMINOS DE CONVERSIÓN CULTURAL
CAPITULO IV: NUEVOS CAMINOS DE CONVERSIÓN ECOLÓGICA
CAPITULO V: NUEVOS CAMINOS DE CONVERSIÓN SINODAL CONCLUSIÓN
INTRODUCCIÓN
1. “Y dijo el que está sentado en el trono: “Mira, hago nuevas todas las cosas”
Y dijo:
“Escribe: ¡estas palabras son fieles y verdaderas!” (Ap 21,5)
Después de un largo camino sinodal de escucha del Pueblo de Dios en la
Iglesia de la Amazonía, que inauguró el Papa Francisco en su visita a la
Amazonía, 19 de enero de 2018, el Sínodo se celebró en Roma en un
encuentro fraternal de 21 días en octubre 2019. El clima fue de intercambio
abierto, libre y respetuoso de los obispos pastores en la Amazonía,
misioneros y misioneras, laicos, laicas, y representantes de los pueblos
indígenas de la Amazonía. Fuimos testigos participantes en un evento eclesial
marcado por la urgencia del tema que reclama abrir nuevos caminos para la
Iglesia en el territorio. Se compartió un trabajo serio en un ambiente marcado
por la convicción de escuchar la voz del Espíritu presente.
El Sínodo se celebró en un ambiente fraternal y orante. Varias veces las
intervenciones fueron acompañadas por aplausos, cantos y todas con hondos
silencios contemplativos. Fuera del aula sinodal, hubo una presencia notable
de personas venidas del mundo amazónico que organizaron actos de apoyo
en diferentes actividades, procesiones, como la de apertura con cantos y
danzas acompañando al Santo Padre, desde la tumba de Pedro al aula
sinodal. Impactó el vía crucis de los mártires de la Amazonía, además de una
masiva presencia de los medios de comunicación internacional.
2. Todos los participantes han expresado una conciencia aguda sobre la
dramática situación de destrucción que afecta a la Amazonía. Esto significa la
desaparición del territorio y de sus habitantes, especialmente los pueblos
indígenas. La selva amazónica es un “corazón biológico” para la tierra cada
vez más amenazada. Se encuentra en una carrera desenfrenada a la muerte.
Requiere cambios radicales con suma urgencia, nueva dirección que permita
salvarla. ¡Está comprobado científicamente que la desaparición del bioma
Amazónico tendrá un impacto catastrófico para el conjunto del planeta!
3. El caminar sinodal del Pueblo de Dios en la etapa preparatoria involucró a
toda la Iglesia en el territorio, los Obispos, misioneros y misioneras, miembros
de las Iglesias de otras confesiones cristianas, laicos y laicas, y muchos
representantes de los pueblos indígenas, en torno del documento de consulta
que inspiró al Instrumentum Laboris. Destaca la importancia de la escucha de
la voz de la Amazonía, movida por el soplo mayor del Espiritu Santo en el grito
de la tierra herida y sus habitantes. Se registró la participación activa de más
de 87.000 personas, de las ciudades y culturas distintas, además de
numerosos grupos de otros sectores eclesiales y los aportes de académicos,
y organizaciones de la sociedad civil en los temas específicos centrales.
4. La celebración del Sínodo, logró destacar la integración de la voz de la
Amazonía con la voz y el sentir de los pastores participantes. Fue una nueva
experiencia de escucha para discernir la voz del Espíritu que conduce a la
Iglesia a nuevos caminos de presencia, evangelización y diálogo intercultural
en la Amazonía. El reclamo, surgido en el proceso preparatorio, de que la
Iglesia fuera aliada del mundo amazónico, fue afirmado con fuerza. La
celebración finaliza con gran alegría y la esperanza de abrazar y practicar el
nuevo paradigma de la ecología integral, el cuidado de la “casa común” y la
defensa de la Amazonía.
CAPÍTULO I
AMAZONÍA: DE LA ESCUCHA A LA CONVERSIÓN INTEGRAL
“Me mostró luego un río de agua de vida, resplandeciente como cristal, que
sale del trono de Dios y del Cordero” (Ap 22,1)
5. “Cristo apunta a la Amazonía” (Pablo VI, atrib.). Él libera a todos del pecado
y otorga la dignidad de los Hijos de Dios. La escucha de la Amazonía, en el
espíritu propio del discípulo y a la luz de la Palabra de Dios y de la Tradición,
nos empuja a una conversión profunda de nuestros esquemas y estructuras a
Cristo y a su Evangelio.
La voz y el canto de la Amazonía como mensaje de vida
6. En la Amazonía, la vida está inserta, ligada e integrada al territorio, que
como espacio físico vital y nutricio, es posibilidad, sustento y límite de la vida.
La Amazonía, también llamada Panamazonía, es un extenso territorio con una
población estimada en 33.600.000 habitantes, de los cuales entre 2 y 2,5
millones son indígenas. Este espacio, conformado por la cuenca del río
Amazonas y todos sus tributarios, se extiende por 9 países: Bolivia, Perú,
Ecuador, Colombia, Venezuela, Brasil, Guyana, Surinam y Guayana Francesa.
La región amazónica es esencial para la distribución de las lluvias en las
regiones de América del Sur y contribuye a los grandes movimientos de aire
alrededor del planeta; en la actualidad es la segunda área más vulnerable del
mundo con relación al cambio climático por la acción directa del hombre.
7. El agua y la tierra de esta región nutren y sustentan la naturaleza, la vida y
las culturas de cientos de comunidades indígenas, campesinos, afro-
descendientes, mestizos, colonos, ribereños y habitantes de los centros
urbanos. El agua, fuente de vida, posee un rico significado simbólico. En la
región Amazónica, el ciclo del agua es el eje conector. Conecta ecosistemas,
culturas y el desarrollo del territorio.
8. En la región Amazónica existe una realidad pluriétnica y multicultural. Los
diferentes pueblos supieron adaptarse al territorio. En el interior de cada
cultura, construyeron y reconstruyeron su cosmovisión, sus signos y sus
significados, y la visión de su futuro. En las culturas y pueblos indígenas
conviven las prácticas antiguas y explicaciones míticas, con las tecnologías y
retos modernos. Los rostros que habitan en la Amazonía son muy variados.
Además de los pueblos originarios, existe un gran mestizaje nacido con el
encuentro y desencuentro de los diferentes pueblos.
9. La búsqueda de los pueblos indígenas amazónicos de la vida en
abundancia, se concreta en lo que ellos llaman el ‘buen vivir’, y que se realiza
plenamente en las Bienaventurazas. Se trata de vivir en armonía consigo
mismo, con la naturaleza, con los seres humanos y con el ser supremo, ya
que hay una intercomunicación entre todo el cosmos, donde no hay
excluyentes ni excluidos, y donde podamos forjar un proyecto de vida plena
para todos. Tal comprensión de la vida se caracteriza por la conectividad y
armonía de relaciones entre el agua, el territorio y la naturaleza, la vida
comunitaria y la cultura, Dios y las diversas fuerzas espirituales. Para ellos,
‘buen vivir’ es comprender la centralidad del carácter relacional trascendente
de los seres humanos y de la creación, y supone un ‘buen hacer’. Este modo
integral se expresa en su propia manera de organizarse que parte de la familia
y de la comunidad, y que abraza un uso responsable de todos los bienes de la
creación. Los pueblos indígenas aspiran a lograr mejores condiciones de vida,
sobre todo en salud y educación, a disfrutar del desarrollo sostenible
protagonizado y discernido por ellos mismos y que mantenga la armonía con
sus formas tradicionales de vida, dialogando entre la sabiduría y tecnología
de sus antepasados y las nuevas adquiridas.
El clamor de la tierra y el grito de los pobres
10. Pero, la Amazonía hoy es una hermosura herida y deformada, un lugar de
dolor y violencia. Los atentados contra la naturaleza tienen consecuencias
contra la vida de los pueblos. Esta única crisis socio-ambiental se reflejó en
las escuchas pre-sinodales que señalaron las siguientes amenazas contra la
vida: apropiación y privatización de bienes de la naturaleza, como la misma
agua; las concesiones madereras legales y el ingreso de madereras ilegales;
la caza y la pesca predatorias; los mega-proyectos no sostenibles
(hidroeléctricas, concesiones forestales, talas masivas, monocultivos,
carreteras, hidrovías, ferrocarriles y proyectos mineros y petroleros); la
contaminación ocasionada por la industria extractiva y los basureros de las
ciudades y, sobre todo, el cambio climático. Son amenazas reales que traen
asociadas graves consecuencias sociales: enfermedades derivadas de la
contaminación, el narcotráfico, los grupos armados ilegales, el alcoholismo, la
violencia contra la mujer, la explotación sexual, el tráfico y trata de personas,
la venta de órganos, el turismo sexual, la pérdida de la cultura originaria y de
la identidad (idioma, prácticas espirituales y costumbres), la criminalización y
asesinato de líderes y defensores del territorio. Detrás de todo ello están los
intereses económicos y políticos de los sectores dominantes, con la
complicidad de algunos gobernantes y de algunas autoridades indígenas. Las
víctimas son los sectores más vulnerables, los niños, jóvenes, mujeres y la
hermana madre tierra.
11. La comunidad científica, por su parte, advierte de los riesgos de la
deforestación, que hasta la fecha se acerca a casi el 17% del bosque
amazónico total, y que amenaza la supervivencia de todo el ecosistema,
poniendo en peligro la biodiversidad y cambiando el ciclo vital del agua para
la supervivencia del bosque tropical. Además, la Amazonía desempeña
también un papel crítico como amortiguador contra el cambio climático y
proporciona invalorables y fundamentales sistemas de soporte vital
relacionados con el aire, el agua, los suelos, los bosques y la biomasa. Al
mismo tiempo, los expertos recuerdan que utilizando ciencia y tecnologías
avanzadas para una bioeconomía innovadora de bosques en pie y de ríos que
fluyen, es posible ayudar a salvar al bosque tropical, proteger los ecosistemas
de la Amazonía y a los pueblos indígenas y tradicionales, y al mismo tiempo,
brindar actividades económicas sostenibles.
12. Un fenómeno para abordar son las migraciones. En la Región Amazónica,
ocurren tres procesos migratorios simultáneos. En primer lugar, los casos de
movilidad de grupos indígenas en territorios de circulación tradicional,
separados por fronteras nacionales e internacionales. En segundo lugar, el
desplazamiento forzado de pueblos indígenas, campesinos y ribereños
expulsados de sus territorios, y cuyo destino final suele ser las zonas más
pobres y peor urbanizadas de las ciudades. En tercer lugar, las migraciones
forzadas interregionales y el fenómeno de los refugiados, que obligados a
salir de sus países (entre otros, Venezuela, Haití, Cuba) deben cruzar la
Amazonía como corredor migratorio.
13. El desplazamiento de grupos indígenas expulsados de sus territorios o
atraídos por el falso brillo de la cultura urbana, representa una especificidad
única de los movimientos migratorios en la Amazonía. Los casos en que la
movilidad de estos grupos se produce en territorios de circulación indígena
tradicional, separados por fronteras nacionales e internacionales, exige
atención pastoral transfronteriza capaz de comprender el derecho a la libre
circulación de estos pueblos. La movilidad humana en la Amazonía revela el
rostro de Jesús Cristo empobrecido y hambriento (cf. Mt 25,35), expulsado y
sin hogar (cf. Lc 3,1-3), y también en la feminización de la migración que hace
que miles de mujeres sean vulnerables a la trata de personas, una de las
peores formas de violencia contra las mujeres y una de las violaciones más
perversas de los derechos humanos. El tráfico de personas vinculado, a la
migración, requiere un permanente trabajo pastoral en red.
14. La vida de las comunidades amazónicas aún no afectadas por el influjo de
la civilización occidental se refleja en la creencia y los ritos sobre el actuar de
los espíritus de la divinidad, llamados de innumerables maneras, con y en el
territorio, con y en relación con la naturaleza (LS 16, 91, 117, 138, 240).
Reconozcamos que desde hace miles de años han cuidado su tierra, sus
aguas y sus bosques, y han logrado preservarlos hasta hoy para que la
humanidad pueda beneficiarse del goce de los dones gratuitos de la creación
de Dios. Los nuevos caminos de la evangelización deben construirse en
diálogo con estos conocimientos fundamentales en los que se manifiestan
como semillas de la Palabra.
La Iglesia en la Región Amazónica
15. La Iglesia en su proceso de escucha al clamor del territorio y del grito de
los pueblos ha de hacer memoria de sus pasos. La evangelización en América
Latina fue un don de la Providencia que llama a todos a la salvación en Cristo.
A pesar de la colonización militar, política y cultural, y más allá de la avaricia y
la ambición de los colonizadores, hubo muchos misioneros que entregaron su
vida para transmitir el Evangelio. El sentido misional no sólo inspiró la
formación de comunidades cristianas, sino también una legislación como las
Leyes de Indias, que protegían la dignidad de los indígenas contra los
atropellos de sus pueblos y territorios. Tales abusos produjeron heridas en las
comunidades y opacaron el mensaje de la Buena Nueva. Frecuentemente el
anuncio de Cristo se realizó en connivencia con los poderes que explotaban
los recursos y oprimían a las poblaciones. En el momento presente, la Iglesia
tiene la oportunidad histórica de diferenciarse de las nuevas potencias
colonizadoras escuchando a los pueblos amazónicos para poder ejercer con
transparencia su actividad profética. Además, la crisis socioambiental abre
nuevas oportunidades para presentar a Cristo en toda su potencialidad
liberadora y humanizadora.
16. Una de las páginas más gloriosas de la Amazonía la han escrito los
mártires. La participación de los seguidores de Jesús en su pasión, muerte y
resurrección gloriosa, ha acompañado hasta el día de hoy la vida de la Iglesia,
especialmente en los momentos y lugares en que ella, por causa del
Evangelio de Jesús, vive en medio de una acentuada contradicción, como
sucede hoy con quienes luchan valerosamente en favor de una ecología
integral en la Amazonía. Este Sínodo reconoce con admiración a quienes
luchan, con gran riesgo de sus propias vidas, para defender la existencia de
este territorio.
Llamados a una conversión integral
17. La escucha del clamor de la tierra y el grito de los pobres y de los pueblos
de la Amazonía con los que caminamos nos llama a una verdadera
conversión integral, con una vida simple y sobria, todo ello alimentado por una
espiritualidad mística al estilo de San Francisco de Asís, ejemplo de
conversión integral vivida con alegría y gozo cristiano (cf. LS 20-12). Una
lectura orante de la Palabra de Dios nos ayudará a profundizar y descubrir los
gemidos del Espíritu y nos animará en el compromiso por el cuidado de la
“casa común”.
18. Como Iglesia de discípulos misioneros suplicamos la gracia de esa
conversión que “implica dejar brotar todas las consecuencias del encuentro
con Jesucristo en las relaciones con el mundo que los rodea” (LS 217); una
conversión personal y comunitaria que nos compromete a relacionarnos
armónicamente con la obra creadora de Dios, que es la “casa común”; una
conversión que promueva la creación de estructuras en armonía con el
cuidado de la creación; una conversión pastoral basada en la sinodalidad, que
reconozca la interacción de todo lo creado. Conversión que nos lleve a ser
una Iglesia en salida que entre en el corazón de todos los pueblos
amazónicos.
19. Así, la única conversión al Evangelio vivo, que es Jesucristo, se podrá
desplegar en dimensiones interconectadas para motivar la salida a las
periferias existenciales, sociales y geográficas de la Amazonía. Estas
dimensiones son: la pastoral, la cultural, la ecológica y la sinodal, las cuales
están desarrolladas en los próximos cuatro capítulos.
CAPITULO II
NUEVOS CAMINOS DE CONVERSIÓN PASTORAL
“Quien no nace de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn
3,5)
20. Una Iglesia misionera en salida nos exige una conversión pastoral. Para la
Amazonía este caminar supone también “navegar”, por nuestros ríos,
nuestros lagos, entre nuestra gente. En la Amazonía el agua nos une, no nos
separa. Nuestra conversión pastoral será samaritana, en diálogo,
acompañando personas con rostros concretos de indígenas, de campesinos,
de afrodescendientes y migrantes, de jóvenes, de habitantes de las ciudades.
Todo ello supondrá una espiritualidad de la escucha y el anuncio. Es así como
caminaremos y navegaremos en este capítulo.
La Iglesia en salida misionera
21. La Iglesia por naturaleza es misionera y tiene su origen en el “amor fontal
de Dios” (AG 2). El dinamismo misionero que brota del amor de Dios se
irradia, expande, desborda y se difunde en todo el universo. “Somos
insertados por el bautismo en la dinámica de amor por el encuentro con
Jesús que da un nuevo horizonte a la vida” (DAp 12). Este desbordamiento
impulsa a la Iglesia a una conversión pastoral y nos transforma en
comunidades vivas que trabajen en equipo y en red al servicio de la
evangelización. La misión así comprendida no es algo optativo, una actividad
de la Iglesia entre otras, sino su propia naturaleza. ¡La Iglesia es misión! «La
acción misionera es el paradigma de toda la obra de la Iglesia» (EG 15). Ser
discípulo misionero es algo más que cumplir tareas o que hacer cosas. Se
sitúa en el orden del ser. «Jesús nos indica a nosotros, sus discípulos, que
nuestra misión en el mundo no puede ser estática, sino que es itinerante. El
cristiano es un itinerante» (Francisco, Angelus, 30/06/2019).
a. Iglesia samaritana, misericordiosa, solidaria
22. Queremos ser una Iglesia Amazónica, samaritana, encarnada al modo en
que el Hijo de Dios se encarnó: “asumió nuestras enfermedades y cargó con
nuestras dolencias” (Mt 8,17b). El que se hizo pobre para enriquecernos con
su pobreza (2 Co 8,9), por medio de su Espíritu, exhorta a los discípulos
misioneros de hoy a salir al encuentro de todos, especialmente de los pueblos
originarios, los pobres, excluidos de la sociedad y los otros. Deseamos
también una Iglesia magdalena, que se siente amada y reconciliada, que
anuncia con gozo y convicción a Cristo crucificado y resucitado. Una Iglesia
mariana que genera hijos a la fe y los educa con cariño y paciencia
aprendiendo también de las riquezas de los pueblos. Queremos ser una
iglesia servidora, kerigmática, educadora, inculturada en medio de los pueblos
que servimos.
b. Iglesia en diálogo ecuménico, interreligioso y cultural
23. La realidad pluriétnica, pluricultural y plurireligiosa de la Amazonía
demanda una actitud de abierto diálogo, reconociendo igualmente la
multiplicidad de interlocutores: los pueblos indígenas, ribereños, campesinos
y afrodescendientes, las otras Iglesias cristianas y denominaciones religiosas,
organizaciones de la sociedad civil, movimientos sociales populares, el
Estado, en fin todas las personas de buena voluntad que buscan la defensa de
la vida, la integridad de la creación, la paz, el bien común.
24. En la Amazonía, “las relaciones entre católicos y pentecostales,
carismáticos y evangélicos no son fáciles. La aparición repentina de nuevas
comunidades, vinculada a la personalidad de algunos predicadores, contrasta
fuertemente con los principios y la experiencia eclesiológica de las Iglesias
históricas y puede ocultar el peligro de ser arrastrados por las ondas
emocionales del momento o de encerrar la experiencia de la fe en ambientes
protegidos y tranquilizadores. El hecho de que no pocos fieles católicos se
sientan atraídos por estas comunidades es motivo de fricción, pero puede
convertirse, por nuestra parte, en un motivo de examen personal y renovación
pastoral” (Papa Francisco, 28.9.2018). El diálogo ecuménico, interreligioso e
intercultural debe ser asumido como camino irrenunciable de la
evangelización en la Amazonía (cf. DAp 227). La Amazonía es una amalgama
de credos, la mayoría cristianos. Ante dicha realidad, se nos abren caminos
reales de comunión: “No bastan las manifestaciones de buenos sentimientos.
Hacen falta gestos concretos que penetren en los espíritus y sacudan las
conciencias, impulsando a cada uno a la conversión interior, que es el
fundamento de todo progreso en el camino del ecumenismo” (Benedicto XVI,
Mensaje a los Cardenales en la Capilla Sixtina, 20/04/2005). La centralidad de
la Palabra de Dios en la vida de nuestras comunidades es factor de unión y
diálogo. En torno a la Palabra se pueden dar tantas acciones comunes:
traducciones de la Biblia a las lenguas locales, ediciones en conjunto, difusión
y distribución de la Biblia y encuentros entre teólogos y de teólogos y teólogas
católicos y de diversas confesiones.
25. En la Amazonía, el diálogo interreligioso se lleva a cabo especialmente
con las religiones indígenas y los cultos afrodescendientes. Estas tradiciones
merecen ser conocidas, entendidas en sus propias expresiones y en su
relación con el bosque y la madre tierra. Junto con ellos, los cristianos,
basados en su fe en la Palabra de Dios, se ponen en diálogo, compartiendo
sus vidas, sus preocupaciones, sus luchas, sus experiencias de Dios, para
profundizar mutuamente su fe y actuar juntos en defensa de la “casa común”.
Para ello es necesario que las iglesias de la Amazonía desarrollen iniciativas
de encuentro, estudio y diálogo con los seguidores de estas religiones. El
diálogo sincero y respetuoso es el puente hacia la construcción del ‘buen
vivir’. En el intercambio de dones, el Espíritu conduce cada vez más hacia la
verdad y el bien (cf. EG 250).
Iglesia misionera que sirve y acompaña a los pueblos amazónicos
26. Este Sínodo quiere ser un fuerte llamado a todos los bautizados de la
Amazonía a ser discípulos misioneros. El envío a la misión es inherente al
bautismo y es para todos los bautizados. Por él todos recibimos la misma
dignidad de ser hijos e hijas de Dios, y ninguno puede ser excluido de la
misión de Jesús a sus discípulos. “Vayan por todo el mundo y proclamen la
Buena Nueva a toda la creación” (Mc 16,15). De allí que creemos necesario
generar un mayor impulso misionero entre las vocaciones nativas; la
Amazonía debe ser evangelizada también por los amazónicos.
a. Iglesia con rostro indígena, campesino y afrodescendiente
27. Es urgente dar a la pastoral indígena su lugar específico en la Iglesia.
Partimos de realidades plurales y culturas diversas para definir, elaborar y
adoptar acciones pastorales, que nos permitan desarrollar una propuesta
evangelizadora en medio de las comunidades indígenas, ubicándonos dentro
del marco de una pastoral indígena y de la tierra. La pastoral de los pueblos
indígenas tiene una especificidad propia. Las colonizaciones motivadas por el
extractivismo a través de la historia, con las diferentes corrientes migratorias,
las pusieron en una situación de alta vulnerabilidad. En este contexto, como
Iglesia, sigue siendo necesario crear o mantener una opción preferencial por
los pueblos indígenas, en virtud de la cual tienen que establecerse y
consolidarse los organismos diocesanos de pastoral indígena con una acción
misionera renovada, que escuche, dialogue, esté encarnada y con una
presencia permanente. La opción preferencial por los pueblos indígenas, con
sus culturas, identidades e historias, nos exige aspirar a una Iglesia indígena
con sacerdotes y ministros propios siempre unidos y en total comunión con la
Iglesia Católica.
28. Reconociendo la importancia de la atención que la Iglesia está llamada a
prestar en la Amazonía al fenómeno de la urbanización y a los problemas y
perspectivas relacionados con ella, es necesaria una referencia al mundo
rural en su conjunto y a la pastoral rural en particular. Desde el punto de vista
pastoral, la Iglesia debe dar respuestas al fenómeno de la despoblación del
campo, con todas las consecuencias que de ello se derivan (pérdida de
identidad, laicismo imperante, explotación del trabajo rural, desintegración
familiar, etc.).
b. Iglesia con rostro migrante
29. Dado su incremento y volumen, actualmente el fenómeno de las
migraciones se ha convertido en un inédito reto político, social y eclesial (cf.
DA, 517, a). Ante eso, muchas comunidades eclesiales, han recibido a los
migrantes con mucha generosidad, recordando que: “fuí forastero y me
hospedaste” (Mt 25,35). El desplazamiento forzado de familias indígenas,
campesinas, afrodescendientes y ribereñas, expulsadas de sus territorios por
la presión sobre los mismos o por la asfixia ante la falta de oportunidades,
exige una pastoral de conjunto en la periferia de los centros urbanos. Para
ello será preciso crear equipos misioneros para su acompañamiento,
coordinando con las parroquias y demás instituciones eclesiales y
extraeclesiales las condiciones de acogida, ofreciendo liturgias inculturadas y
en las lenguas de los migrantes; promoviendo espacios de intercambios
culturales, favoreciendo la integración en la comunidad y en la ciudad y
motivándoles en esta labor al protagonismo.
c. Iglesia con rostro joven
30. Entre los diversos rostros de las realidades panamazónicas, destaca el de
los jóvenes presentes en todo el territorio. Son jóvenes con rostros e
identidades indígenas, afrodescendientes, ribereños, extractivistas, migrantes,
refugiados, entre otros. Jóvenes residentes de zonas rurales y urbanas, que
diariamente sueñan y buscan mejores condiciones de vida, con el profundo
deseo de tener una vida plena. Jóvenes estudiantes, trabajadores y con fuerte
presencia y participación en diversos espacios sociales y eclesiales. Entre la
juventud amazónica, se presentan realidades tristes como pobreza, violencia,
enfermedades, prostitución infantil, explotación sexual, uso y tráfico de
drogas, embarazo precoz, desempleo, depresión, trata de personas, nuevas
formas de esclavitud, tráfico de órganos, dificultades para acceder a la
educación, salud y asistencia social. Lamentablemente, en los últimos años,
ha habido un aumento significativo en el suicidio entre los jóvenes, así como
el crecimiento de la población juvenil encarcelada y crímenes entre y contra
los jóvenes, especialmente afrodescendientes y periféricos. Ellos viviendo en
el gran territorio del Amazonas, tienen los mismos sueños y anhelos como
otros jóvenes en este mundo: ser considerados, respetados, tener
oportunidades de estudio, trabajo, de un futuro de esperanza. Pero viven una
intensa crisis de valores, o una transición hacia otros modos de concepción
de la realidad, en donde los elementos éticos están cambiando, incluso para
los jóvenes indígenas. La labor de la Iglesia es la de acompañarlos para hacer
frente a toda situación que destruya su identidad o dañe su autoestima.
31. Los jóvenes también están intensamente presentes en los contextos
migratorios del territorio. Una atención especial merece la realidad de los
jóvenes en los centros urbanos. Cada vez más las ciudades son receptoras de
todos los grupos étnicos, pueblos y problemas de la Amazonía. La Amazonía
rural se está despoblando; las ciudades se enfrentan a enormes problemas de
delincuencia juvenil, falta de trabajo, luchas étnicas e injusticias sociales.
Aquí, en particular, la Iglesia está llamada a ser una presencia profética entre
los jóvenes, ofreciéndoles un acompañamiento adecuado y una educación
apropiada.
32. En comunión con la realidad juvenil amazónica, la Iglesia proclama la
Buena Nueva de Jesús a los jóvenes, el discernimiento y acompañamiento
vocacional, el lugar de apreciación de la cultura e identidad local, el liderazgo
juvenil, la promoción de los derechos de la juventud, el fortalecimiento de
espacios creativos, innovadores y diferenciados de evangelización a través de
un ministerio juvenil renovado y audaz. Una pastoral siempre en proceso,
centrada en Jesucristo y su proyecto, dialógica e integral, comprometida con
todas las realidades juveniles existentes en el territorio. Los jóvenes indígenas
tienen un enorme potencial y participan activamente en sus comunidades y
organizaciones contribuyendo como líderes y animadores, en defensa de los
derechos, especialmente en el territorio, la salud y la educación. Por otro lado,
son las principales víctimas de la inseguridad sobre las tierras indígenas y la
ausencia de políticas públicas específicas y de calidad. La difusión del
alcohol y las drogas a menudo llega a las comunidades indígenas, dañando
gravemente a los jóvenes e impidiéndoles vivir en libertad para construir sus
sueños y participar activamente en la comunidad.
33. El protagonismo de los jóvenes aparece claramente en los documentos
del Sínodo de los Jóvenes (160, 46) en la exhortación papal Christus
Vivit (170) y en la Encíclica Laudato Si’ (209). Los jóvenes quieren ser
protagonistas y la Iglesia Amazónica quiere reconocerles su espacio. Quiere
ser compañera a la escucha reconociendo a los jóvenes como un lugar
teológico, como «profetas de esperanza», comprometidos con el diálogo,
ecológicamente sensibles y atentos a la “casa común”. Una Iglesia que acoge
y camina con los jóvenes, especialmente en las periferias. Frente a esto,
surgen tres urgencias: promover nuevas formas de evangelización a través de
los medios sociales (Francisco, Christus Vivit 86); ayudar al joven indígena a
lograr una sana interculturalidad; ayudarlos para hacer frente a la crisis de
antivalores que destruye su autoestima y les hace perder su identidad.
d. Iglesia que recorre nuevos caminos en la pastoral urbana
34. La fuerte tendencia de la humanidad a concentrarse en ciudades, se migra
de las pequeñas a las más grandes, se da también en la Amazonía. Al
crecimiento acelerado de las metrópolis amazónicas le acompañan la
generación de periferias urbanas. A la par, se transmiten estilos de vida,
formas de convivencia, lenguas y valores configurados por las metrópolis y
que cada vez más se implantan tanto en las comunidades indígenas como en
el resto del mundo rural. La familia en la ciudad es un lugar de síntesis entre
la cultura tradicional y la moderna. Sin embargo, las familias a menudo sufren
de pobreza, vivienda precaria, falta de trabajo, aumento del consumo de
drogas y alcohol, discriminación y suicidio infantil. Además, en la vida familiar
hay falta de diálogo entre las generaciones y las tradiciones y la lengua se
pierden. Las familias también se enfrentan a nuevos problemas de salud, que
requieren una educación adecuada en materia de maternidad. Los rápidos
cambios actuales afectan a la familia amazónica. Así, encontramos nuevos
formatos familiares: familias monoparentales bajo la responsabilidad de las
mujeres, aumento de las familias separadas, uniones consensuadas y
familias reunidas, disminución de los matrimonios institucionales. La ciudad
es una explosión de vida, porque “Dios vive en la ciudad” (DAp 514). En ella
hay ansiedades y búsquedas del sentido de la vida, conflictos, pero también
solidaridad, fraternidad, deseo de bondad, verdad y justicia» (cfr. EG 71-75).
Evangelizar la ciudad o la cultura urbana significa «lograr y, por así decirlo,
modificar por la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores que
cuentan, los centros de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes de
inspiración y los modelos de vida de la humanidad, que se presentan en
contraste con la Palabra de Dios y el designio de salvación» (EN 19).
35. Es necesario defender el derecho de todas las personas a la ciudad. El
reivindicado derecho a la ciudad se define como el disfrute equitativo de las
ciudades dentro de los principios de sostenibilidad, democracia y justicia
social. No obstante, también será preciso incidir en las políticas públicas y
promover iniciativas que mejoren la calidad de vida en el mundo rural
evitando así su desplazamiento descontrolado.
36. Las comunidades eclesiales de base han sido y son un don de Dios a las
Iglesias locales de la Amazonía. Sin embargo, es necesario reconocer que,
con el tiempo, algunas comunidades eclesiales se han asentado, debilitado o
incluso desaparecido. Pero la gran mayoría sigue siendo perseverante y es el
fundamento pastoral de muchas parroquias. Hoy los grandes peligros de las
comunidades eclesiales provienen principalmente del secularismo, del
individualismo, de la falta de dimensión social y de la ausencia de actividad
misionera. Por eso, es necesario que los pastores animen en todos y cada
uno de los fieles al discipulado misionero. La comunidad eclesial deberá estar
presente en los espacios de participación de políticas públicas donde se
articulan acciones para revitalizar la cultura, la convivencia, el ocio y la
celebración. Debemos luchar para que las “favelas” y “villas miseria”, tengan
asegurados los derechos básicos fundamentales; agua, energía, vivienda y
promover la ciudadanía ecológica integral. Instituir el ministerio de acogida en
las comunidades urbanas de la Amazonía para la solidaridad fraterna con los
migrantes, refugiados, personas sin hogar y personas que han abandonado
las zonas rurales.
37. Una atención especial merece la realidad de los indígenas en los centros
urbanos, pues son los más expuestos a los enormes problemas de
delincuencia juvenil, falta de trabajo, luchas étnicas e injusticias sociales. Es
uno de los mayores desafíos hoy en día: cada vez más ciudades son los
lugares de destino de todos los grupos étnicos y pueblos de la Amazonía. Se
deberá articular una pastoral indígena de la ciudad que atienda esta realidad
específica.
e. Una espiritualidad de la escucha y el anuncio
38. La acción pastoral se sustenta en una espiritualidad que se basa en la
escucha de la palabra de Dios y el grito de su pueblo, para después poder
anunciar con espíritu profético la buena nueva. Reconocemos que la Iglesia
que escucha el clamor del Espíritu en el grito de la Amazonía puede hacer
suyos los gozos y las esperanzas, las tristezas y angustias de todos, pero
especialmente de los más pobres (cf. GS 1), que son hijas e hijos predilectos
de Dios. Descubrimos que las aguas caudalosas del Espíritu, semejantes a las
del río Amazonas, que periódicamente se desbordan, nos conducen a esa
vida sobreabundante que Dios nos ofrece para compartirla en el anuncio.
Nuevos caminos para la conversión pastoral
39. Los equipos misioneros itinerantes en la Amazonía, van tejiendo y
haciendo comunidad en el camino, ayudan a fortalecer la sinodalidad eclesial.
Pueden sumar varios carismas, instituciones y congregaciones, laicos y
laicas, religiosos y religiosas, sacerdotes. Sumar para llegar juntos donde
solos no se puede. Las giras de los misioneros que salen de su sede y pasan
un tiempo visitando comunidad por comunidad y celebrando sacramentos
dan pie a lo que se llama la “pastoral de visita”. Se trata de un tipo de método
de pastoral que responde a las condiciones y posibilidades actuales de
nuestras iglesias. Gracias a esos métodos, y por la acción del Espíritu Santo,
esas comunidades han desarrollado también una rica ministerialidad que es
motivo de acción de gracias.
40. Proponemos una red itinerante que reuna los distintos esfuerzos de los
equipos que acompañan y dinamizan la vida y la fe de las comunidades en la
Amazonía. Los caminos de incidencia política para la transformación de la
realidad deben ser discernidos con los pastores y laicos. Con miras a pasar
de visitas pastorales a una presencia más permanente, las congregaciones
y/o provincias de religiosos/as del mundo, que aún no están involucrados en
misiones, son invitados a establecer al menos un frente misionero en
cualquiera de los países amazónicos.
CAPITULO III
NUEVOS CAMINOS DE CONVERSIÓN CULTURAL
“Y la Palabra se hizo carne y puso su tienda entre nosotros” (Jn 1,14)
41. América Latina posee una inmensa biodiversidad y una gran diversidad
cultural. En ella, la Amazonía es una tierra de bosques y de agua, de páramos
y humedales, de sabanas y cordilleras, pero sobre todo tierra de innumerables
pueblos, muchos de ellos milenarios, habitantes ancestrales del territorio,
pueblos de perfume antiguo que continúan aromando el continente contra
toda desesperanza. Nuestra conversión debe ser también cultural, hacernos
al otro, aprender del otro. Estar presentes, respetar y reconocer sus valores,
vivir y practicar la inculturación y la interculturalidad en nuestro anuncio de la
Buena Noticia. Expresar y vivir la fe en la Amazonía es un desafío siempre
haciéndose. Ella se encarna no sólo en la pastoral sino en las acciones
concretas para con el otro, en la atención de la salud, en la educación, en la
solidaridad y apoyo para con los más vulnerables. Quisiéramos compartir en
esta sección todo ello.
El rostro de Iglesia en los pueblos amazónicos
42. En los territorios de la Amazonía hay una realidad pluricultural que exige
tener una mirada que incluya a todos y a usar expresiones que permitan
identificar y vincular a todos los grupos y reflejen identidades que sean
reconocidas, respetadas y promovidas tanto en la Iglesia como en la
sociedad, que debe encontrar en los pueblos amazónicos un interlocutor
válido para el diálogo y el encuentro. Puebla habla de los rostros que habitan
en Latinoamérica y constata que, en los pueblos originarios, hay un mestizaje
que ha crecido y sigue creciendo con el encuentro y desencuentros entre las
diferentes culturas que hacen parte del continente. Este rostro, también de la
Iglesia en la Amazonía es un rostro que se encarna en su territorio, que
evangeliza y abre caminos para que los pueblos se sientan acompañados en
diferentes procesos de vida evangélica. También, está presente un renovado
sentido misionero por parte de los habitantes de los mismos pueblos,
realizando la misión profética y samaritana de la Iglesia que debe fortalecerse
con la apertura al diálogo de otras culturas. Sólo una Iglesia misionera inserta
e inculturada hará surgir las iglesias particulares autóctonas, con rostro y
corazón amazónicos, enraizadas en las culturas y tradiciones propias de los
pueblos, unidas en la misma fe en Cristo y diversas en su manera de vivirla,
expresarla y celebrarla.
a. Los valores culturales de los pueblos amazónicos
43. En la gente de la Amazonía encontramos enseñanzas para la vida. Los
pueblos originarios y los que llegaron posteriormente y forjaron su identidad
en la convivencia, aportan valores culturales en los que descubrimos las
semillas del Verbo. En la selva no solo la vegetación está entrelazada
sosteniendo una especie a la otra, también los pueblos se interrelacionan
entre sí en una red de alianzas que a todos aporta ganancia. La selva vive de
las interrelaciones e interdependencias y esto ocurre en todos los ámbitos de
la vida. Gracias a ello, el frágil equilibrio de la Amazonía, se mantuvo por
siglos.
44. El pensamiento de los pueblos indígenas ofrece una visión integradora de
la realidad, que es capaz de comprender las múltiples conexiones existentes
entre todo lo creado. Esto contrasta con la corriente dominante del
pensamiento occidental que tiende a fragmentar para entender la realidad,
pero no logra volver a articular el conjunto de las relaciones entre los diversos
campos de conocimiento. El manejo tradicional de lo que la naturaleza les
ofrece ha sido hecho del modo que hoy denominamos manejo sostenible.
Encontramos además otros valores en los pueblos originarios como son la
reciprocidad, solidaridad, el sentido comunitario, la igualdad, la familia, su
organización social y el sentido de servicio.
b. Iglesia presente y aliada de los pueblos en sus territorios
45. La codicia por la tierra está en la raíz de los conflictos que conducen al
etnocidio, así como al asesinato y la criminalización de los movimientos
sociales y de sus dirigentes. La demarcación y protección de la tierra es una
obligación de los Estados nacionales y de sus respectivos gobiernos. Sin
embargo, buena parte de los territorios indígenas están desprovistos de
protección y los ya demarcados están siendo invadidos por frentes
extractivos como la minería y la extracción forestal, por los grandes proyectos
de infraestructura, por los cultivos ilícitos y por los latifundios que promueven
el monocultivo y la ganadería extensiva.
46. De esta manera, la Iglesia se compromete a ser aliada de los pueblos
amazónicos para denunciar los atentados contra la vida de las comunidades
indígenas, los proyectos que afectan al medio ambiente, la falta de
demarcación de sus territorios, así como el modelo económico de desarrollo
depredador y ecocida. La presencia de la Iglesia entre las comunidades
indígenas y tradicionales necesita esta conciencia de que la defensa de la
tierra no tiene otra finalidad que la defensa de la vida.
47. La vida de los pueblos indígenas, mestizos, riberiños, campesinos,
quilombolas y/o afrodescendientes y las comunidades tradicionales se ve
amenazada por la destrucción, la explotación ambiental y la violación
sistemática de sus derechos territoriales. Es preciso defender los derechos a
la libre determinación, la demarcación de territorios y la consulta previa, libre
e informada. Estos pueblos tienen “condiciones sociales, culturales y
económicas que los distinguen de otros sectores de la comunidad nacional, y
que se rigen total o parcialmente por sus propias costumbres o tradiciones o
por una legislación especial” (Conv. 169 OIT, art. 1º, 1a). Para la Iglesia, la
defensa de la vida, la comunidad, la tierra y los derechos de los pueblos
indígenas es un principio evangélico, en defensa de la dignidad humana: «He
venido para que los hombres tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10,
10b).
48. La Iglesia promueve la salvación integral de la persona humana, valorando
la cultura de los pueblos indígenas, hablando de sus necesidades vitales,
acompañando a los movimientos en sus luchas por sus derechos. Nuestro
servicio pastoral constituye un servicio para la vida plena de los pueblos
indígenas, que nos mueve a anunciar la Buena Nueva del Reino de
BOLLETTINO N. 0821 – 26.10.2019 13
Dios y a denunciar las situaciones de pecado, estructuras de muerte, violencia
e injusticias, promoviendo el diálogo intercultural, interreligioso y ecuménico
(cf. DAp 95).
49. Un capítulo específico precisan los Pueblos Indígenas en Aislamiento
Voluntario (PIAV) o Pueblos Indígenas en Aislamiento y Contacto Inicial
(PIACI). En la Amazonía existen cerca de 130 pueblos o segmentos de
pueblos, que no mantienen contactos sistemáticos o permanentes con la
sociedad envolvente. Abusos y violaciones sistemáticas del pasado
provocaron su migración a lugares más inaccesibles, buscando protección,
procurando preservar su autonomía y optando por limitar o evitar sus
relaciones con terceros. Hoy continúan teniendo su vida amenazada por la
invasión de sus territorios desde diversos frentes y por su baja demografía,
quedando expuestos a la limpieza étnica y a la desaparición. En su encuentro
con los Pueblos Indígenas de enero de 2018 en Puerto Maldonado, el Papa
Francisco nos recuerda: “Son los más vulnerables de entre los vulnerables (…)
Sigan defendiendo a estos hermanos más vulnerables. Su presencia nos
recuerda que no podemos disponer de los bienes comunes al ritmo de la
avidez de consumo.” (Fr. PM). Una opción por la defensa de los PIAV/PIACI,
no exime de la responsabilidad pastoral a las Iglesias locales sobre ellos.
50. Esta responsabilidad debe manifestarse en acciones específicas por la
defensa de sus derechos, concretarse en acciones de incidencia para que los
Estados asuman la defensa de sus derechos mediante la garantía legal e
inviolable de los territorios que ocupan de forma tradicional, inclusive
adoptando medidas de precaución en las regiones donde habiendo sólo
indicios de su presencia, ésta no es confirmada oficialmente y estableciendo
mecanimos de cooperación bilateral entre estados, cuando estos grupos
ocupen espacios transfronterizos. En todo momento se debe garantizar el
respeto a su autodeterminación y a su libre decisión sobre el tipo de
relaciones que quieren establecer con otros grupos. Para ello será preciso
que todo el pueblo de Dios, y en especial las poblaciones vecinas a los
territorios de los PIAV/PIACI, sean sensibilizados sobre el respeto a estos
pueblos y la importancia de la inviolabilidad de sus territorios. Como San Juan
Pablo II dijo en Cuiabá, en 1991 “La Iglesia, queridos hermanos y hermanas
indios, ha estado y seguirá estando siempre a vuestro lado para defender la
dignidad de los seres humanos, su derecho a tener una vida propia y pacífica,
respetando los valores de sus tradiciones, costumbres y culturas”.
Caminos para una Iglesia inculturada
51. Cristo con la encarnación dejó su prerrogativa de Dios y se hizo hombre
en una cultura concreta para identificarse con toda la humanidad. La
inculturación es la encarnación del Evangelio en las culturas autóctonas (“lo
que no se asume no se redime”, San Ireneo, cf. Puebla 400) y al mismo
tiempo la introducción de estas culturas en la vida de la Iglesia. En este
proceso los pueblos son protagonistas y acompañados por sus agentes y
pastores.
a. La vivencia de la fe expresada en la piedad popular y la catequesis
inculturada
52. La piedad popular constituye un importante medio que vincula a muchos
pueblos de la Amazonía con sus vivencias espirituales, sus raíces culturales y
su integración comunitaria. Son manifestaciones con las que el pueblo
expresa su fe, a través de imágenes, símbolos, tradiciones, ritos y otros
sacramentales. Las peregrinaciones, procesiones y fiestas patronales deben
ser apreciadas, acompañadas, promovidas y algunas veces purificadas, ya
que son momentos privilegiados de evangelización que deben llevar al
encuentro con Cristo. Las devociones marianas están muy arraigadas en la
Amazonía y en toda América Latina.
53. Es característica la no clericalización de las hermandades, cofradías y
grupos vinculados a la piedad popular. Los laicos asumen un protagonismo
que difícilmente alcanzan en otros ámbitos eclesiales, con la participación de
hermanos y hermanas que ejercen servicios y dirigen oraciones, bendiciones,
cantos sagrados tradicionales, animan novenas, organizan procesiones,
promueven las fiestas patronales, etc. Es preciso “dar una catequesis
apropiada y acompañar la fe ya presente en la religiosidad popular. Una
manera concreta puede ser ofrecer un proceso de iniciación cristiana…. que
nos lleva a asemejarnos cada vez más a Jesucristo, provocando la progresiva
apropiación de sus actitudes” (DAp 300).
b. El misterio de la fe reflexionado en una teología inculturada
54. La teología india, la teología de rostro amazónico y la piedad popular ya
son riqueza del mundo indígena, de su cultura y espiritualidad. El misionero y
agente de pastoral cuando lleva la palabra del Evangelio de Jesús se
identifica con la cultura y se produce el encuentro del que nace el testimonio,
el servicio, el anuncio y aprendizaje de las lenguas. El mundo indígena con sus
mitos, narrativa, ritos, canciones, danza y expresiones espirituales enriquece
el encuentro intercultural. Ya Puebla reconoce que «las culturas no son
terreno vacío, carente de auténticos valores. La evangelización de la Iglesia
no es un proceso de destrucción, sino de consolidación y fortalecimiento de
dichos valores; una contribución al crecimiento de los “gérmenes del verbo”»
(DP 401, cf. GS 57) presentes en las culturas.
Caminos para una Iglesia intercultural
a. El respeto a las culturas y a los derechos de los pueblos
55. Todos estamos invitados a acercarnos a los pueblos amazónicos de igual
a igual, respetando su historia, sus culturas, su estilo del ‘buen vivir’ (PF
06.10.19). El colonialismo es la imposición de determinados modos de vivir
de unos pueblos sobre otros, tanto económica, cultural o religiosamente.
Rechazamos una evangelización de estilo colonialista. Anunciar la Buena
Nueva de Jesús implica reconocer los gérmenes del Verbo ya presentes en
las culturas. La evangelización que hoy proponemos para la Amazonía, es el
anuncio inculturado que genera procesos de interculturalidad, procesos que
promueven la vida de la Iglesia con una identidad y un rostro amazónico.
b. La promoción del diálogo intercultural en un mundo global
56. En la tarea evangelizadora de la Iglesia, que no debe confundirse con
proselitismo, habremos de incluir, procesos claros de inculturación de
nuestros métodos y esquemas misioneros. En concreto se propone a los
centros de investigación y pastoral de la iglesia que, en alianza con los
pueblos indígenas, estudien, recopilen y sistematicen las tradiciones de los
grupos étnicos amazónicos para favorecer un trabajo educativo que parta de
su identidad y cultura, ayude en la promoción y defensa de sus derechos,
conserve y difunda su valor en el escenario cultural latinoamericano.
57. Las acciones educativas se ven hoy interpeladas por la necesidad de
inculturación. Es un desafio buscar metodologías y contenidos adecuados a
los pueblos en los cuales se quiere ejercer el ministerio de la enseñanza. Para
ello, es importante el conocimiento de sus lenguas, sus creencias y
aspiraciones, sus necesidades y esperanzas; así como la construcción
colectiva de procesos educativos que tengan tanto en la forma como en los
contenidos, la identidad cultural de las comunidades amazónicas, insistiendo
en la formación de la ecología integral como eje transversal.
c. Los desafíos para la salud, la educación y la comunicación
58. La Iglesia asume como tarea importante promover la educación en salud
preventiva y ofrecer asistencia sanitaria en lugares donde la asistencia del
Estado no llega. Se requiere favorecer iniciativas de integración que
beneficien la salud de los amazónicos. También es importante promover la
socialización de conocimientos ancestrales en el campo de la medicina
tradicional propia de cada cultura.
59. Entre las complejidades del territorio amazónico, destacamos la fragilidad
de la educación sobre todo en los pueblos indígenas. Aunque la educación es
un derecho humano, la calidad educativa es deficiente y la deserción escolar
muy frecuente, sobre todo en las niñas. La educación evangeliza, promueve la
transformación social, empoderando a las personas con un sano sentido
critico. “Una buena educación escolar a una temprana edad pone semillas
que pueden producir efectos a lo largo de una vida” (LS 213). Es nuestra tarea
promover una educación para la solidaridad, que brote de la conciencia de un
origen común y de un futuro compartido por todos (cf. LS 202). Es preciso
exigir a los gobiernos la implementación de una educación pública,
intercultural y bilingüe.
60. El mundo, cada vez más globalizado y complejo, ha desarrollado una red
informativa sin precedentes. Sin embargo, tal flujo de información instantánea
no conlleva a una mejor comunicación o conexión entre los pueblos. En la
Amazonía, queremos promover una cultura comunicativa que favorezca el
diálogo, la cultura del encuentro, y el cuidado de la “casa común”. Motivados
por una ecología integral, deseamos potenciar los espacios de comunicación
ya existentes en la región, para así promover de modo urgente una conversión
ecológica integral. Para ello, es preciso colaborar con la formación de
agentes de comunicación autóctonos, especialmente indígenas. Ellos no sólo
son interlocutores privilegiados para la evangelización y la promoción
humana en el territorio, sino que además nos ayudan a difundir la cultura del
‘buen vivir’ y del cuidado por la creación.
61. Con el fin de desarrollar las diversas conexiones con toda la Amazonía y
mejorar su comunicación, la Iglesia quiere crear una red de comunicación
eclesial panamazónica, que comprende los diversos medios utilizados por las
iglesias particulares y otros organismos eclesiales. Su contribución puede
tener resonancia y ayuda en la conversión ecológica de la Iglesia y el planeta.
La REPAM puede colaborar en el asesoramiento y apoyo a los procesos
formativos, seguimiento y fortalecimiento de la comunicación en la región
panamazónica.
Nuevos caminos para la conversión cultural
62. En este sentido proponemos la creación de una red escolar de educación
bilingüe para la Amazonía (similar a Fe y Alegría) que articule propuestas
educativas que respondan a las necesidades de las comunidades,
respetando, valorando e integrando en ellas la identidad cultural y la
lingüística.
63. Queremos sostener, apoyar y favorecer las experiencias educativas de
educación intercultural bilingüe que ya existen en las jurisdicciones
eclesiásticas de la Amazonía e implicar a universidades católicas para que
trabajen y se comprometan en red.
64. Buscaremos nuevas formas de educación convencional y no
convencional, como la educación a distancia, de acuerdo con las necesidades
de los lugares, tiempos y personas.
CAPITULO IV
NUEVOS CAMINOS DE CONVERSIÓN ECOLÓGICA
“Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Jn 10.10)
65. Nuestro planeta es un regalo de Dios, pero sabemos también que vivimos
la urgencia de actuar frente a una crisis socioambiental sin precedentes.
Necesitamos una conversión ecológica para responder adecuadamente. Por
ello como Iglesia Amazónica, frente a la agresión cada vez mayor a nuestro
bioma amenazado por su desaparición con consecuencias tremendas para
nuestro planeta, nos ponemos en camino inspirados por la propuesta de la
ecología integral. Reconocemos las heridas causadas por el ser humano en
nuestro territorio, queremos aprender de nuestros hermanos y hermanas de
los pueblos originarios, en un diálogo de saberes, el desafío de dar nuevas
respuestas buscando modelos de desarrollo justo y solidario. Queremos
cuidar nuestra “casa común” en la Amazonía y proponemos nuevos caminos
para ello.
Hacia una ecología integral desde la encíclica Laudato si’
a. Amenazas contra el bioma amazónico y sus pueblos
66. Dios nos ha dado la tierra como don y como tarea, para cuidarla y para
responder por ella; nosotros no somos sus dueños. La ecología integral tiene
su fundamento en el hecho de que “todo está íntimamente relacionado” (LS
16). Por ello ecología y justicia social están intrínsecamente unidos (cf. LS
137). Con la ecología integral emerge un nuevo paradigma de justicia, ya que
“un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social,
que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para
escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (LS 49).
La ecología integral, así, conecta el ejercicio del cuidado de la naturaleza con
aquél de la justicia por los más empobrecidos y desfavorecidos de la tierra,
que son la opción preferida de Dios en la historia revelada.
67. Es urgente enfrentarnos a la explotación ilimitada de la “casa común” y de
sus habitantes. Una de las causas principales de la destrucción en la
Amazonía es el extractivismo predatorio que responde a la lógica de la
avaricia, propia del paradigma tecnocrático dominante (LS 101). Ante la
situación apremiante del planeta y de la Amazonía, la ecología integral no es
un camino más que la Iglesia puede elegir de cara al futuro en este territorio,
es el único camino posible, pues no hay otra senda viable para salvar la
región. La depredación del territorio viene acompañada del derramamiento de
sangre inocente y de la criminalización de los defensores de la Amazonía.
68. La Iglesia es parte de una solidaridad internacional que debe favorecer y
reconocer el rol central del bioma amazónico para el equilibrio del clima del
planeta; anima a la comunidad internacional a disponer nuevos recursos
económicos para su protección y la promoción de un modelo de desarrollo
justo y solidario, con el protagonismo y la participación directa de las
comunidades locales y de los pueblos originarios en todas las fases desde el
planteamiento hasta la implementación, fortaleciendo también las
herramientas ya desarrolladas por la convención marco sobre el cambio
climático.
69. Resulta escandaloso que se criminalice a los líderes e incluso a las
comunidades, por el sólo hecho de reclamar sus mismos derechos. En todos
los países amazónicos hay leyes que reconocen los derechos humanos, en
especial los de los pueblos indígenas. En los últimos años, la región
(amazónica) ha vivido complejas transformaciones, donde los derechos
humanos de las comunidades han sido impactados por normas, políticas
públicas y prácticas enfocadas principalmente en la ampliación de las
fronteras extractivas de recursos naturales y en el desarrollo de
megaproyectos de infraestructura, los cuales ejercen presiones sobre los
territorios ancestrales indígenas. Esto va acompañado, según el mismo
informe, de una grave situación de impunidad en la región con relación a
violaciones de derechos humanos y de barreras para obtener justicia (Informe
CIDH /OEA, Pueblos Indígenas y tribales de la Panamazonía. 5 y 188. Sept.
2019).
70. Para los cristianos, el interés y preocupación por la promoción y respeto
de los derechos humanos, tanto individuales como colectivos, no es opcional.
El ser humano es creado a imagen y semejanza del Dios Creador, y su
dignidad es inviolable. Por eso la defensa y promoción de los derechos
humanos no es meramente un deber político o una tarea social, sino también
y sobre todo una exigencia de fe. Tal vez no podamos modificar
inmediatamente el modelo de un desarrollo destructivo y extractivista
imperante, pero, sí tenemos la necesidad de saber y dejar en claro ¿dónde nos
ubicamos?, ¿al lado de quién estamos?, ¿qué perspectiva asumimos?, ¿cómo
trasmitimos la dimensión política y ética de nuestra palabra de fe y vida? Por
esta razón: a) denunciamos la violación de los derechos humanos y la
destrucción extractiva; b) asumimos y apoyamos las campañas de
desinversión de compañías extractivas relacionadas al daño socio-ecológico
de la Amazonía, comenzando por las propias instituciones eclesiales y
también en alianza con otras iglesias; c) llamamos a una transición
energetica radical y a la búsqueda de alternativas: «La civilización requiere
energía, ¡pero el uso de la energía no debe destruir la civilización!» (Papa
Francisco, Discurso a los participantes en la conferencia “Transición
energética y cuidado de la casa comun”, 9 junio 2018). Proponemos
desarrollar programas de capacitación, sobre el cuidado de la “casa común”,
que deben ser diseñados para agentes pastorales y demás fieles, abiertos a
toda la comunidad, en “un esfuerzo de concientización de la población” (LS
214).
b. El desafío de nuevos modelos de desarrollo justo, solidario y sostenible
71. Constatamos que la intervención del ser humano ha perdido su carácter
“amigable”, para asumir una actitud voraz y predatoria que tiende a exprimir la
realidad hasta la extenuación de todos los recursos naturales disponibles. “El
paradigma tecnocrático tiende a ejercer su dominio sobre la economía y la
política” (LS 109). Para contrarrestar esto, que daña gravemente la vida, es
preciso buscar modelos económicos alternativos, más sostenibles, amigables
con la naturaleza, con un sólido “sustento espiritual. Por eso, junto con los
pueblos amazónicos, solicitamos que los Estados dejen de considerar a la
Amazonía como una despensa inagotable (cf. Fr PM). Quisiéramos que
desarrollen políticas de inversión que tengan como condición para toda
intervención, el cumplimiento de elevados estándares sociales y medio
ambientales y el principio fundamental de la preservación de la Amazonía.
Para ello, es necesario que cuenten con la participación de los Pueblos
Indígenas organizados, de otras comunidades amazónicas y de las diferentes
instituciones científicas que ya vienen proponiendo modelos de
aprovechamiento del bosque en pie. El nuevo paradigma del desarrollo
sostenible debe ser socialmente inclusivo, combinando conocimientos
científicos y tradicionales para empoderar a las comunidades tradicionales e
indígenas, en su mayoría mujeres, y hacer que esas tecnologías sirvan al
bienestar y la protección de los bosques.
72. Se trata entonces de discutir el valor real que cualquier actividad
económica o extractiva posee, es decir, el valor que aporta y devuelve a la
tierra y a la sociedad considerando la riqueza que extrae de ellas y sus
consecuencias socio-ecológicas. Muchas actividades extractivas, como la
minería a gran escala, particularmente la ilegal, disminuyen sustancialmente
el valor de la vida amazónica. En efecto, arrancan la vida de los pueblos y los
bienes comunes de la tierra, concentrando poder económico y político en
manos de pocos. Peor aún, muchos de estos proyectos destructivos se
realizan en nombre del progreso, y son apoyados – o permitidos – por los
gobiernos locales, nacionales y extranjeros.
73. Junto a los pueblos amazónicos (cf. LS 183) y a su horizonte del ‘buen
vivir’, llamarnos a una conversión ecológica individual y comunitaria que
salvaguarde una ecología integral y un modelo de desarrollo en donde los
criterios comerciales no estén por encima de los medioambientales y de los
derechos humanos. Deseamos sostener una cultura de paz y respeto – no de
violencia y atropello – y una economía centrada en la persona que además
cuide de la naturaleza. Por lo tanto, proponemos generar alternativas de
desarrollo ecológico integral desde las cosmovisiones que sean construidas
con las comunidades, rescatando la sabiduría ancestral. Apoyamos proyectos
que proponen una economía solidaria y sostenible, circular y ecológica, tanto
a nivel local e internacional, a nivel de investigación y en el campo de acción,
en los sectores formales e informales. En esta línea, convendría sostener y
promover experiencias de cooperativas de bio-producción, de reservas
forestales y de consumo sostenibles. El futuro de la Amazonía está en manos
de todos nosotros, pero depende principalmente de que abandonemos de
inmediato el modelo actual que destruye el bosque, no trae bienestar y pone
en peligro a este inmenso tesoro natural y a sus guardianes.
Iglesia que cuida la “casa común” en la Amazonía
a. La dimensión socio-ambiental de la evangelización
74. A todos nos corresponde ser guardianes de la obra de Dios. Los
protagonistas del cuidado, la protección y la defensa de los derechos de los
pueblos y de los derechos de la naturaleza en esta región son las mismas
comunidades amazónicas. Son ellos los agentes de su propio destino, de su
propia misión. En este escenario, el papel de la Iglesia es el de aliada. Ellos
han expresado claramente que quieren que la Iglesia los acompañe, que
camine junto a ellos, y no que les imponga un modo de ser particular, un
modo de desarrollo específico que poco tiene que ver con sus culturas,
tradiciones y espiritualidades. Ellos saben cómo cuidar la Amazonía, cómo
amarla y protegerla; lo que necesitan es que la Iglesia los apoye.
75. La función de la Iglesia es fortalecer esa capacidad de apoyo y
participación. Así promovemos una formación que tenga en cuenta la calidad
de vida ética y espiritual de las personas desde una visión integral. La Iglesia
debe atender de forma primordial a las comunidades afectadas por daños
socio-ambientales. Continuando con la tradición eclesial Latinoamericana, en
donde figuras como San José de Anchieta, Bartolomé de las Casas, los
mártires paraguayos, muertos en Rio Grande do Sul (Brasil) Roque González,
San Alfonso Rodríguez y San Juan del Castillo, entre otros, nos enseñaron que
la defensa de los pueblos originarios de este continente está intrínsecamente
ligada con la fe en Jesucristo y su buena nueva. Hoy en día debemos formar
agentes pastorales y ministros ordenados con sensibilidad socioambiental.
Queremos una Iglesia que navega río adentro y hace su andadura por la
Amazonía, promoviendo un estilo de vida en armonía con el territorio, y a la
vez con el ‘buen vivir’ de los que allí habitan.
76. La Iglesia reconoce la sabiduría de los pueblos amazónicos sobre la
biodiversidad, una sabiduría tradicional que es un proceso vivo y siempre en
marcha. El robo de esos conocimientos es la biopiratería, una forma de
violencia contra esas poblaciones. La Iglesia debe ayudar a preservar y
mantener esos conocimientos y las innovaciones y prácticas de
las poblaciones, respetando la soberanía de los países y sus leyes que
reglamentan el acceso a los recursos genéticos y el conocimiento tradicional
asociado. En la medida de lo posible ella debe ayudar a esas poblaciones a
garantizar la repartición de los beneficios provenientes de la utilización de ese
conocimiento, de las innovaciones y prácticas en un modelo de desarrollo
sostenible e inclusivo.
77. Se necesita de manera urgente el desarrollo de políticas energéticas que
logren reducir drásticamente la emisión de dióxido de carbono (CO2) y de
otros gases relacionados con el cambio climático. Las nuevas energías
limpias ayudarán a promover la salud. Todas las empresas deben establecer
sistemas de monitoreo de la cadena de suministro para garantizar que la
producción que compran, crean o venden, sea producida de una manera
social y ambientalmente sostenible. Además, “el acceso al agua potable y
segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque
determina la sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el
ejercicio de los demás derechos humanos”. (LS 30). Tal derecho está
reconocido por las Naciones Unidas (2010). Necesitamos trabajar
conjuntamente para que el derecho fundamental, de acceso al agua limpia se
respete en el territorio.
78. La Iglesia opta por la defensa de la vida, de la tierra y de las culturas
originarias amazónicas. Esto implicaría, el acompañar a los pueblos
amazónicos en el registro, la sistematización y difusión de datos e
informaciones sobre sus territorios y la situación jurídica de los mismos.
Queremos priorizar la incidencia y el acompañamiento para lograr la
demarcación de tierras, especialmente la de los PIACI (América hispanófona)
o PIAV (América lusófona). Incentivamos a los Estados a que cumplan con
sus obligaciones constitucionales sobre estos asuntos, incluyendo el derecho
de acceso al agua.
79. La Doctrina Social de la Iglesia, que desde hace tiempo ha tratado el tema
ecológico, se ve hoy enriquecida con una mirada más de conjunto que abarca
la relación entre los pueblos amazónicos y sus territorios, siempre en diálogo
con sus conocimientos y sabidurías ancestrales. Por ejemplo, reconociendo
la forma en que los pueblos indígenas se relacionan y protegen sus territorios,
como una referencia indispensable para nuestra conversión hacia una
ecología integral. En esta luz queremos crear ministerios para el cuidado de la
“casa común” en la Amazonía, que tengan como función cuidar el territorio y
las aguas junto con las comunidades indígenas, y un ministerio de acogida
para aquellos que son desplazados de sus territorios hacia las urbes.
b. Iglesia pobre, con y para los pobres desde las periferias vulnerables
80. Reafirmamos nuestro compromiso por defender la vida en su integralidad
desde su concepción hasta su ocaso y la dignidad de todas las personas. La
Iglesia ha estado y está al lado de las comunidades indígenas para
salvaguadar el derecho a tener una vida propia y tranquila, respetando los
valores de sus tradiciones, costumbres y culturas, la preservación de los ríos
y bosques, que son espacios sagrados, fuente de vida y sabiduría. Apoyamos
los esfuerzos de tantos que, de modo valiente, defienden la vida en todas sus
formas y etapas. Nuestro servicio pastoral constituye un servicio a la plena
vida de los pueblos indígenas que nos obliga a proclamar a Jesucristo y a la
Buena Nueva del Reino de Dios, para frenar las situaciones de pecado, las
estructuras de la muerte, la violencia y las injusticias internas y externas y
promover el diálogo intercultural, interreligioso y ecuménico.
Nuevos caminos para la promoción ecológica integral
a. Interpelación profética y mensaje de esperanza a toda la Iglesia y todo el
mundo
81. La defensa de la vida de la Amazonía y de sus pueblos requiere de una
profunda conversión personal, social y estructural. La Iglesia está incluida en
esta llamada a desaprender, aprender y reaprender, para superar así cualquier
tendencia hacia modelos colonizadores que han causado daño en el pasado.
En ese sentido es importante que seamos conscientes de la fuerza del neo-
colonialismo que está presente en nuestras decisiones cotidianas y el modelo
de desarrollo predominante que se expresa en el modelo creciente de
agricultura de monocultivo, nuestros modos de transporte y el imaginario de
bienestar desde el consumo que vivimos en la sociedad y que tiene
implicaciones directas e indirectas en la Amazonía. Ante ello, un horizonte
global, aún escuchando las voces de iglesias hermanas, queremos abrazar
una espiritualidad de la ecología integral, a fin de promover el cuidado de la
creación. Para alcanzarlo debemos ser una comunidad de discípulos
misioneros mucho más participativa e incluyente.
82. Proponemos definir el pecado ecológico como una acción u omisión
contra Dios, contra el prójimo, la comunidad y el ambiente. Es un pecado
contra las futuras generaciones y se manifiesta en actos y hábitos de
contaminación y destrucción de la armonía del ambiente, transgresiones
contra los principios de interdependencia y la ruptura de las redes de
solidaridad entre las criaturas (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 340-344) y
contra la virtud de la justicia. También proponemos crear ministerios
especiales para el cuidado de la “casa común” y la promoción de la ecología
integral a nivel parroquial y en cada jurisdicción eclesiástica, que tengan
como funciones, entre otras, el cuidado del territorio y de las aguas, así como
la promoción de la encíclica Laudato si’. Asumir el programa pastoral,
educativo y de incidencia de la Encíclica Laudato si’ en sus capítulos V y VI en
todos los niveles y estructuras de la Iglesia.
83. Como manera de reparar la deuda ecológica que tienen los países con la
Amazonía, proponemos la creación de un fondo mundial para cubrir parte de
los presupuestos de las comunidades presentes en la Amazonía que
promueven su desarollo integral y autosostenible y así también protegerlas
del ansia depredadora de querer extraer sus recursos naturales por parte de
las empresas nacionales y multinacionales.
84. Adoptar hábitos responsables que respeten y valoren a los pueblos del
Amazonas, sus tradiciones y sabiduría, protegiendo la tierra y cambiando
nuestra cultura de consumo excesivo, la producción de residuos sólidos,
estimulando el reuso y el reciclaje. Debemos reducir nuestra dependencia de
los combustibles fósiles y el uso de plásticos, cambiando nuestros hábitos
alimenticios (exceso de consumo de carne y peces/mariscos) con estilos de
vida más sobrios. Comprometerse activamente en la siembra de árboles
buscando alternativas sostenibles en agricultura, energía y movilidad que
respeten los derechos de la naturaleza y el pueblo. Promover la educación en
ecología integral en todos los niveles, promover nuevos modelos económicos
e iniciativas que promuevan una calidad de vida sostenible.
b. Observatorio Socio Pastoral Amazónico
85. Crear un observatorio socioambiental pastoral, fortaleciendo la lucha en la
defensa de la vida. Realizar un diagnóstico del territorio y de sus conflictos
socioambientales en cada Iglesia local y regional, para poder asumir una
posición, tomar decisiones y defender los derechos de los más vulnerables. El
Observatorio trabajaría en alianza con el CELAM, la CLAR, Caritas, la REPAM,
los Episcopados nacionales, las Iglesias locales, las Universidades Católicas,
la CIDH, otros actores no eclesiales en el continente y los representantes de
los pueblos indígenas. Igualmente pedimos que en el Dicasterio para el
Servicio del Desarrollo Humano Integral, se cree una oficina amazónica que
este en relación con este Observatorio y las demás instituciones locales
amazónicas.
CAPITULO V
NUEVOS CAMINOS DE CONVERSIÓN SINODAL
“Yo en ellos, y Tú en Mi, para que sean perfeccionados en unidad” (Jn 17,23)
86. Para caminar juntos la Iglesia necesita una conversión Sinodal,
sinodalidad del Pueblo de Dios bajo la guía del Espíritu en la Amazonía. Con
este horizonte de comunión y participación buscamos los nuevos caminos
eclesiales, sobre todo, en la ministerialidad y la sacramentalidad de la Iglesia
con rostro amazónico. La vida consagrada, los laicos y entre ellos las
mujeres, son los protagonistas antiguos y siempre nuevos que nos llaman a
esta conversión.
La sinodalidad misionera en la Iglesia Amazónica
a. La sinodalidad misionera de todo el Pueblo de Dios bajo la guía del Espíritu
87. “Sínodo” es una palabra antigua venerada por la Tradición; indica el
camino que recorren juntos los miembros del pueblo de Dios; remite al Señor
Jesús, quien se presenta como “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6), y al
hecho de que los cristianos, sus seguidores, fueron llamados “los discípulos
del camino” (Hech 9,2); ser sinodales es seguir juntos “el camino del Señor”
(Hch 18,25). La sinodalidad es el modo de ser de la Iglesia primitiva (cf. Hech
15) y debe ser el nuestro. “Las partes del cuerpo son muchas, pero el cuerpo
es uno; por muchas que sean las partes, todas forman un solo cuerpo. Así
también Cristo” (1 Co 12,12). La sinodalidad caracteriza también la Iglesia del
Vaticano II, entendida como Pueblo de Dios, en igualdad y común dignidad
frente a la diversidad de ministerios, carismas y servicios. Ella “indica la forma
específica de vivir y actuar (modus vivendi et operandi) de la Iglesia del
Pueblo de Dios, que manifiesta y realiza de manera concreta su ser
“comunión”, en el caminar juntos, en el reunirse en asamblea y en la
participación activa de todos sus miembros en su acción evangelizadora» (…),
es decir, en la “corresponsabilidad y participación de todo el pueblo de Dios
en la vida y en la misión de la Iglesia” (CTI, La sinodalidad…, n. 6-7).
88. Para caminar juntos, la Iglesia de hoy necesita una conversión a la
experiencia sinodal. Es necesario fortalecer una cultura de diálogo, de
escucha recíproca, de discernimiento espiritual, de consenso y comunión para
encontrar espacios y modos de decisión conjunta y responder a los desafíos
pastorales. Así se fomentará la corresponsabilidad en la vida de la Iglesia con
espíritu de servicio. Urge caminar, proponer y asumir las responsabilidades
para superar el clericalismo y las imposiciones arbitrarias. La sinodalidad es
una dimensión constitutiva de la Iglesia. No se puede ser Iglesia sin reconocer
un efectivo ejercicio del sensus fidei de todo el Pueblo de Dios.
b. Espiritualidad de comunión sinodal bajo la guía del Espíritu
89. La Iglesia vive de la comunión con el Cuerpo de Cristo por el don del
Espíritu Santo. El llamado “Concilio apostólico de Jerusalén” (cf. Hech 15; Gal
2,1-10) es un acontecimiento sinodal en el que la Iglesia Apostólica, en un
momento decisivo de su camino, vive su vocación a la luz de la presencia del
Señor resucitado en vista de la misión. Este acontecimiento se constituyó en
la figura paradigmática de los Sínodos de la Iglesia y de su vocación sinodal.
La decisión tomada por los Apóstoles, con la compañía de toda la comunidad
de Jerusalén, fue obra de la acción del Espíritu Santo que guía el camino de la
Iglesia asegurándole la fidelidad al Evangelio de Jesús: “Hemos decidido, el
Espíritu Santo y nosotros” (Hch 15,28). Toda la asamblea recibió la decisión y
la hizo propia (Hch 15,22); luego hizo lo mismo la comunidad de Antioquía
(Hch 15, 30-31). Ser verdaderamente “sinodal” es avanzar en armonía bajo el
impulso del Espíritu vivificador.
90. La Iglesia en la Amazonía está llamada a caminar en el ejercicio del
discernimiento, que es el centro de los procesos y acontecimientos sinodales.
Se trata de determinar y de recorrer como Iglesia, mediante la interpretación
teologal de los signos de los tiempos, bajo la guía del Espíritu Santo, el
camino a seguir en el servicio del designio de Dios. El discernimiento
comunitario permite descubrir una llamada que Dios hace oir en cada
situación histórica determinada. Esta Asamblea es un momento de gracia
para ejercitar la escucha recíproca, el diólogo sincero y el discernimeinto
comunitario para el bien común del Pueblo de Dios en la Región Amazónica, y
luego, en la etapa de actuación de las decisiones, para seguir caminando bajo
el impulso del Espíritu Santo en las pequeñas comunidades, las parroquias,
las diócesis, los vicariatos, las “prelacías”, y en toda la región.
c. Hacia un estilo sinodal de vivir y de obrar en la región amazónica
91. Con audacia evangélica, queremos implementar nuevos caminos para la
vida de la Iglesia y su servicio a una ecología integral en la Amazonía. La
sinodalidad marca un estilo de vivir la comunión y la participación en las
iglesias locales que se caracteriza por el respeto a la dignidad y la igualdad de
todos los bautizados y bautizadas, el complemento de los carismas y los
ministerios, el gusto de reunirse en asambleas para discernir juntos la voz del
Espíritu. Este Sínodo nos brinda la ocasión de reflexionar sobre la forma de
estructurar las iglesias locales en cada región y país, y de avanzar en una
conversión sinodal que señale rutas comunes en la evangelización. La lógica
de la encarnación enseña que Dios, en Cristo, se vincula a los seres humanos
que viven en las “culturas propias de los pueblos” (AG 9) y que la Iglesia,
Pueblo de Dios inserto entre los pueblos, tiene la belleza de un rostro
pluriforme porque arraiga en muchas culturas diversas (EG 116). Esto se
realiza en la vida y la misión de las iglesias locales radicadas en cada “gran
territorio socio-cultural” (AG 22).
92. Una Iglesia con rostro amazónico necesita que sus comunidades estén
impregnadas de un espíritu sinodal, respaldadas por estructuras
organizativas acordes a esta dinámica, como auténticos organismos de
“comunión”. Las formas del ejercicio de la sinodalidad son variadas, deberán
ser descentralizadas en sus diversos niveles (diocesano, regional, nacional,
universal), respetuosas y atentas a los procesos locales, sin debilitar el
vínculo con las demás Iglesias hermanas y con la Iglesia universal. Las
formas organizativas para el ejercicio de la sinodalidad pueden ser variadas,
ellas establecen una sincronía entre la comunión y la participación, entre la
corresponsabilidad y la ministerialidad de todos, prestando especial atención
a la participación efectiva de los laicos en el discernimiento y en la toma de
decisiones, potenciando la participación de las mujeres.
Nuevos caminos para la ministerialidad eclesial
a. Iglesia ministerial y nuevos ministerios
93. La renovación del Concilio Vaticano II sitúa los laicos en el seno del
Pueblo de Dios, en una Iglesia toda ella ministerial, que tiene en el sacramento
del bautismo la base de la identidad y de la misión de todo cristiano. “Los
laicos son fieles que por el bautismo fueron incorporados a Cristo,
constituidos en el Pueblo de Dios y, a su modo, hechos partícipes del munus
sacerdotal, profético y regio de Cristo, por lo que ejercen su rol en la misión de
todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo” (LG 31). De esta triple
relación, con Cristo, la Iglesia y el mundo, nace la vocación y la misión del
laicado. La Iglesia en la Amazonía, en vista de una sociedad justa y solidaria
en el cuidado de la “casa común”, quiere hacer de los laicos actores
privilegiados. Su actuación, ha sido y es vital, sea en la coordinación de
comunidades eclesiales, en el ejercicio de ministerios, así como en su
compromiso profético en un mundo inclusivo para todos, que tiene en sus
mártires un testimonio que nos interpela.
94. Como expresión de la corresponsabilidad de todos los bautizados en la
Iglesia y del ejercicio del sensus fidei de todo el Pueblo de Dios, surgieron las
asambleas y consejos de pastoral en todos los ámbitos eclesiales, así como
los equipos de coordinación de los diferentes servicios pastorales y los
ministerios confiados a los laicos. Reconocemos la necesidad de fortalecer y
ampliar los espacios para la participación del laicado, ya sea en la consulta
como en la toma de decisiones, en la vida y en la misión de la Iglesia.
95. Aunque la misión en el mundo sea tarea de todo bautizado, el Concilio
Vaticano II puso de relieve la misión del laicado: “la esperanza de una Nueva
Tierra, lejos de atenuar, antes debe impulsar la solicitud por el
perfeccionamiento de esta tierra” (GS 39). Para la Iglesia amazónica es
urgente que se promuevan y se confieran ministerios para hombres y mujeres
de forma equitativa. El tejido de la iglesia local, también en la Amazonía, está
garantizado por las pequeñas comunidades eclesiales misioneras que
cultivan la fe, escuchan la Palabra y celebran juntos cerca de la vida de la
gente. Es la Iglesia de hombres y mujeres bautizados que debemos
consolidar promoviendo la ministerialidad y, sobre todo, la conciencia de la
dignidad bautismal.
96. Además, el Obispo pueda confiar, por un mandato de tiempo determinado,
ante la ausencia de sacerdotes en las comunidades, el ejercicio de la cura
pastoral de la misma a una persona no investida del carácter sacerdotal, que
sea miembro de la comunidad. Deben evitarse personalismos y por ello será
un cargo rotativo. El Obispo podrá constituir este ministerio en representación
de la comunidad cristiana con un mandato oficial mediante un acto ritual para
que la persona responsable de la comunidad sea reconocida también a nivel
civil y local. Queda siempre el sacerdote, con la potestad y facultad del
párroco, como responsable de la comunidad.
b. La vida consagrada
97. El texto evangélico – “El espíritu del Señor está sobre mí porque me ha
ungido, para anunciar a los pobres la Buena Nueva” (Lc 4,18) – expresa una
convicción que anima la misión de la vida consagrada en la Amazonía,
enviada a proclamar la Buena Nueva en el acompañamiento cercano a los
pueblos indígenas, a los más vulnerables y a los más alejados, desde un
diálogo y anuncio que posibiliten un conocimiento profundo de la
espiritualidad. Una vida consagrada con experiencias intercongregacionales
e interinstitucionales puede permanecer en comunidades, donde nadie quiere
estar y con quien nadie quiere estar, aprendiendo y respetando la cultura y las
lenguas indígenas para llegar al corazón de los pueblos.
98. La misión, al mismo tiempo que contribuye a edificar y consolidar la
Iglesia, fortalece y renueva la vida consagrada y la llama con más fuerza a
retomar lo más puro de su inspiración original. De esta suerte su testimonio
será profético y fuente de nuevas vocaciones religiosas. Proponemos apostar
por una vida consagrada con identidad amazónica, fortaleciendo las
vocaciones autóctonas. Apoyamos la inserción y la itinerancia de los
consagrados, junto a los más empobrecidos y excluidos. Los procesos
formativos deben incluir el enfoque desde la interculturalidad, la inculturación
y los diálogos entre espiritualidades y cosmovisiones amazónicas.
c. La presencia y la hora de la mujer
99. La Iglesia en la Amazonía quiere “ampliar los espacios para una presencia
femenina más incisiva en la Iglesia” (EG 103). “No reduzcamos el
compromiso de las mujeres en la Iglesia, sino que promovamos su
participación activa en la comunidad eclesial. Si la Iglesia pierde a las mujeres
en su total y real dimensión, la Iglesia se expone a la esterilidad” (Papa
Francisco, Encuentro con el Episcopado brasileño, Rio de Janeiro, 27 de julio
de 2013).
100. El Magisterio de la Iglesia desde el Concilio Vaticano II ha resaltado el
lugar protagónico que la mujer ocupa dentro de ella: “Llega la hora, ha llegado
la hora en que la vocación de la mujer se cumple en plenitud, la hora en que la
mujer adquiere en el mundo una influencia, un peso, un poder jamás
alcanzados hasta ahora. Por eso, en este momento en que la humanidad
conoce una mutación tan profunda, las mujeres llenas del espíritu del
Evangelio pueden ayudar tanto a que la humanidad no decaiga” (Pablo VI,
1965; AAS 58, 1966, 13-14).
101. La sabiduría de los pueblos ancestrales afirma que la madre tierra tiene
rostro femenino. En el mundo indígena y occidental la mujer es la que trabaja
en múltiples facetas, en la instrucción de los hijos, en la transmisión de la fe y
del Evangelio, son presencia testimonial y responsable en la promoción
humana, por lo que se pide que la voz de las mujeres sea oída, que ellas sean
consultadas y participen en las tomas de decisiones y, de este modo, puedan
contribuir con su sensibilidad para la sinodalidad eclesial. Valoramos “la
función de la mujer, reconociendo su papel fundamental en la formación y
continuidad de las culturas, en la espiritualidad, en las comunidades y
familias. Es necesario que ella asuma con mayor fuerza su liderazgo en el
seno de la Iglesia, y que ésta lo reconozca y promueva reforzando su
participación en los consejos pastorales de parroquias y diócesis, o incluso
en instancias de gobierno.
102. Ante la realidad que sufren las mujeres víctimas de violencia física,
moral y religiosa, incluso el feminicidio, la Iglesia se posiciona en defensa de
sus derechos y las reconoce como protagonistas y guardianes de la creación
y de la “casa común”. Reconocemos la ministerialidad que Jesús reservó para
las mujeres. Es necesario fomentar la formación de mujeres en estudios de
teología bíblica, teología sistemática, derecho canónico, valorando su
presencia en organizaciones y liderazgo dentro y fuera del entorno eclesial.
Queremos fortalecer los lazos familiares, especialmente a las mujeres
migrantes. Aseguramos su lugar en los espacios de liderazgo y capacitación.
Pedimos revisar el Motu Propio de San Pablo VI, Ministeria quedam, para que
también mujeres adecuadamente formadas y preparadas puedan recibir los
ministerios del Lectorado y el Acolitado, entre otros a ser desarrollados. En
los nuevos contextos de evangelización y pastoral en la Amazonía, donde la
mayoría de las comunidades católicas son lideradas por mujeres, pedimos
sea creado el ministerio instituido de “la mujer dirigente de la comunidad” y
reconocer esto, dentro del servicio de las cambiantes exigencias de la
evangelización y de la atención a las comunidades.
103. En las múltiples consultas realizadas en el espacio amazónico, se
reconoció y se recalcó el papel fundamental de las mujeres religiosas y laicas
en la Iglesia de la Amazonía y sus comunidades, dados los múltiples servicios
que ellas brindan. En un alto número de dichas consultas, se solicitó el
diaconado permanente para la mujer. Por esta razón el tema estuvo también
muy presente en el Sínodo. Ya en 2016, el Papa Francisco había creado una
“Comisión de Estudio sobre el Diaconado de las Mujeres” que, como
Comisión, llegó a un resultado parcial sobre cómo era la realidad del
diaconado de las mujeres en los primeros siglos de la Iglesia y sus
implicaciones hoy. Por lo tanto, nos gustaría compartir nuestras experiencias
y reflexiones con la Comisión y esperamos sus resultados.
d. Diaconado permanente
104. Para la Iglesia Amazónica es urgente la promoción, formación y apoyo a
los diáconos permanentes, por la importancia de este ministerio en la
comunidad. De un modo particular, por el servicio eclesial que requieren
muchas comunidades, especialmente los pueblos indígenas. Las necesidades
pastorales específicas de las comunidades cristianas amazónicas nos llevan
a una comprensión más amplia del diaconado, servicio que existe ya desde el
inicio de la Iglesia, y restaurado como un grado autónomo y permanente por
el Concilio Vaticano II (LG 29, AG 16, OE 17). El diaconado hoy debe también
promover la ecología integral, el desarrollo humano, el trabajo pastoral social,
el servicio de los que se encuentran en situación de vulnerabilidad y pobreza,
configurándolo al Cristo Servidor, haciéndose Iglesia misericordiosa,
samaritana, solidaria y diaconal.
105. Los presbíteros han de tener en cuenta que el diácono está al servicio de
la comunidad por designación y bajo la autoridad del obispo, y que tienen la
obligación de apoyar a los diáconos permanentes y de actuar en comunión
con ellos. Hay que tener presente la manutención de los diáconos
permanentes. Esto incluye el proceso de vocación según los criterios de
admisión. Las motivaciones del candidato deben apuntar al servicio y a la
misión del diaconado permanente en la Iglesia y en el mundo de hoy. El
proyecto formativo se intercala entre el estudio académico y la práctica
pastoral, acompañado por un equipo formativo y la comunidad parroquial, con
contenidos e itinerarios adaptados a cada realidad local. Es deseable que la
esposa e hijos participen en el proceso de formación.
106. El programa de estudios (currículum) para la formación del diaconado
permanente, además de las asignaturas obligatorias, debe incluir temas que
favorezcan el diálogo ecuménico, interreligioso e intercultural, la historia de la
Iglesia en la Amazonía, el afecto y la sexualidad, la cosmovisión indígena, la
ecología integral y otros temas transversales que son típicos del ministerio
diaconal. El equipo de formadores estará conformado por ministros
ordenados y laicos competentes que estén en línea con el directorio de
diaconado permanente aprobado en cada país. Queremos alentar, apoyar y
acompañar personalmente, el proceso vocacional y la formación de futuros
diáconos permanentes en las comunidades ribereñas e indígenas, con la
participación de párrocos, religiosos y religiosas. Finalmente, que haya un
programa de seguimiento para la formación continua (espiritualidad,
formación teológica, asuntos pastorales, actualizaciones de documentos de
la iglesia, etc.), bajo la guía del obispo.
e. Itinerarios de formación inculturada
107. “Yo les daré pastores según mi corazón” (Jer 3,15). Esta promesa,
siendo divina, es válida para todos los tiempos y contextos; por lo tanto,
también es válida para la Amazonía. Destinada a configurar al presbítero a
Cristo, la formación para el ministerio ordenado debe ser una escuela
comunitaria de fraternidad, experiencial, espiritual, pastoral y doctrinal, en
contacto con la realidad de las personas, en armonía con la cultura local y la
religiosidad, cerca de los pobres. Necesitamos preparar buenos pastores que
vivan la Buena Noticia del Reino, conozcan las leyes canónicas, sean
compasivos, tan parecidos a Jesús como sea posible, cuya práctica sea hacer
la voluntad del Padre, alimentados por la Eucaristía y la Sagrada Escritura. Es
decir, una formación más bíblica en el sentido de una asimilación a Jesús
como se muestra en los Evangelios: cerca de las personas, capaz de
escuchar, sanar, consolar, pacientemente, no buscando solicitar sino
manifestar la ternura del corazón de su Padre.
108. En vista a ofrecer a los futuros presbíteros de las iglesias en la Amazonía
una formación con rostro amazónico, inserta y adaptada en la realidad,
contextualizada y capaz de responder a los numerosos desafíos pastorales y
misioneros, proponemos un plan de formación en línea con los desafíos de
las iglesias locales y la realidad de la Amazonía. Ha de incluir en los
contenidos académicos disciplinas que aborden la ecología integral, la eco
teología, la teología de la creación, las teologías indias, la espiritualidad
ecológica, la histórica de la Iglesia en la Amazonía, la antropología cultural
amazónica, etc. Los centros de formación a la vida presbiteral y consagrada
deben insertarse, preferencialmente, en la realidad amazónica, en vista a
favorecer el contacto del joven amazónico en formación con su realidad,
mientras se prepara para su futura misión, garantizando así que el proceso de
formación no se distancie del contenido vital de las personas y su cultura,
como también ofreciendo a otros jóvenes no amazónicos la oportunidad de
hacer parte de su formación en la Amazonía, fomentando así las vocaciones
misioneras.
f. La Eucaristía fuente y culmen de comunión sinodal
109. Según el Concilio Vaticano II, la participación en la Eucaristía es la fuente
y el culmen de toda vida cristiana; es símbolo de esa unidad del Cuerpo
Místico; es el centro y la culminación de toda la vida de la comunidad
cristiana. La Eucaristía contiene todo el bien espiritual de la Iglesia; es la
fuente y la culminación de toda evangelización. Hagamos eco de la frase de
San Juan Pablo II: «La Iglesia vive de la Eucaristía» (Ecclesia de Eucharistia,
1). La Instrucción de la Congregación para el Culto Divino Redemptoris
sacramentum (2004) insiste en que los fieles disfruten del derecho a tener la
celebración eucarística tal como se establece en los libros y normas
litúrgicas. Pero parece extraño hablar del derecho a celebrar una Eucaristía
según lo prescrito, por no hablar del derecho más fundamental de acceso a la
Eucaristía para todos: «En la Eucaristía la plenitud ya se ha realizado, y es el
centro vital del universo, el centro lleno de amor y vida inagotable. Unido al
Hijo encarnado, presente en la Eucaristía, todo el cosmos da gracias a Dios.
En efecto, la Eucaristía es en sí misma un acto de amor cósmico» (LS 236).
110. Existe un derecho de la comunidad a la celebración, que deriva de la
esencia de la Eucaristía y de su lugar en la economía de la salvación. La vida
sacramental es la integración de las diversas dimensiones de la vida humana
en el Misterio Pascual, que nos fortalece. Por eso las comunidades vivas
claman verdaderamente por la celebración de la Eucaristía. Ella es, sin duda,
punto de llegada (culmen y consumación) de la comunidad; pero es, a la vez,
punto de partida: de encuentro, de reconciliación, de aprendizaje y catequesis,
de crecimiento comunitario.
111. Muchas de las comunidades eclesiales del territorio amazónico tienen
enormes dificultades para acceder a la Eucaristía. En ocasiones pasan no
sólo meses sino, incluso, varios años antes de que un sacerdote pueda
regresar a una comunidad para celebrar la Eucaristía, ofrecer el sacramento
de la reconciliación o ungir a los enfermos de la comunidad. Apreciamos el
celibato como un don de Dios (Sacerdotalis Caelibatus, 1) en la medida que
este don permite al discípulo misionero, ordenado al presbiterado, dedicarse
plenamente al servicio del Pueblo Santo de Dios. Estimula la caridad pastoral
y rezamos para que haya muchas vocaciones que vivan el sacerdocio célibe.
Sabemos que esta disciplina “no es exigida por la naturaleza misma del
sacerdocio… aunque tiene muchas razones de conveniencia con el mismo”
(PO 16). En su encíclica sobre el celibato sacerdotal san Pablo VI mantuvo
esta ley y expuso motivaciones teológicas, espirituales y pastorales que la
sustentan. En 1992, la exhortación postsinodal de san Juan Pablo II sobre la
formación sacerdotal confirmó esta tradición en la Iglesia latina (PDV 29).
Considerando que la legítima diversidad no daña la comunión y la unidad de
la Iglesia, sino que la manifiesta y sirve (LG 13; OE 6) lo que da testimonio de
la pluralidad de ritos y disciplinas existentes, proponemos establecer criterios
y disposiciones de parte de la autoridad competente, en el marco de la Lumen
Gentium 26, de ordenar sacerdotes a hombres idóneos y reconocidos de la
comunidad, que tengan un diaconado permanente fecundo y reciban una
formación adecuada para el presbiterado, pudiendo tener familia
legítimamente constituída y estable, para sostener la vida de la comunidad
cristiana mediante la predicación de la Palabra y la celebración de los
Sacramentos en las zonas más remotas de la región amazónica. A este
respecto, algunos se pronunciaron por un abordaje universal del tema.
Nuevos caminos para la sinodalidad eclesial
a. Estructuras sinodales regionales en la Iglesia amazónica
112. La mayoría de las Diócesis, Prelaturas y Vicariatos de la Amazonía tienen
extensos territorios, pocos ministros ordenados y escasez de recursos
financieros, pasando por dificultades para sostener la misión. El “costo
amazónico” repercute seriamente sobre la evangelización. Ante esta realidad
es necesario replantearse la forma de organizar las iglesias locales, repensar
las estructuras de comunión en los niveles provinciales, regionales,
nacionales y, también, desde la Panamazonía. Por ello, es necesario articular
espacios sinodales y generar redes de apoyo solidario. Urge superar las
fronteras que la geografía impone y trazar puentes que unan. El documento
de Aparecida ya insistía que las Iglesias locales generen formas de
asociación interdiocesana en cada nación o entre países de una región y que
alimente una mayor cooperación entre las iglesias hermanas (cf. DAp 182).
En miras a una Iglesia presente, solidaria y samaritana proponemos:
redimensionar las extensas áreas geográficas de las diócesis, vicariatos y
“prelazias”; crear un fondo Amazónico para el sostenimiento de la
evangelización; sensibilizar y estimular a las agencias internacionales
de cooperación católica para que apoyen más allá de los proyectos sociales a
las actividades de evangelización.
113. En el 2015, al conmemorar el 50º aniversario de la Institución del Sínodo
de los Obispos por parte de san Pablo VI, el Papa Francisco invitó a renovar la
comunión sinodal en los distintos niveles de la vida de la Iglesia: local,
regional y universal. La Iglesia está desarrollando una renovada comprensión
de la sinodalidad a escala regional. Apoyada en la tradición, la Comisión
Teológica Internacional expresa: “El nivel regional en el ejercicio de la
sinodalidad es el que se da en reagrupaciones de Iglesias particulares
presentes en una misma región: una provincia -como sucedía sobre todo en
los primeros siglos de la Iglesia- o un país, un continente o parte de él”
(Documento “La sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia”, Vaticano,
2018, 85). El ejercicio de la sinodalidad en este nivel refuerza los vínculos
espirituales e institucionales, favorece el intercambio de dones y ayuda a
proyectar criterios pastorales comunes. La labor conjunta en la pastoral
social de las diócesis situadas en las fronteras de los países debe ser
fortalecida para afrontar problemas comunes que superan lo local, como la
explotación de las personas y del territorio, el narcotráfico, la corrupción, el
tráfico de personas, etc. El problema migratorio necesita ser afrontado de
forma coordinada por las iglesias de las fronteras.
b. Universidades y nuevas estructuras sinodales amazónicas
114. Proponemos que sea establecida una Universidad Católica Amazónica
basada en la investigación interdisciplinaria (incluyendo estudios de campo),
en la inculturación y en el diálogo intercultural; que la teología inculturada
incluya la formación conjunta para ministerios laicales y formación de
sacerdotes, basada principalmente en la Sagrada Escritura. Las actividades
de investigación, educación y extensión deben incluir programas de estudio
ambientales (conocimiento teórico ambientado con la sabiduría de los
pueblos que viven en la región amazónica) y estudios étnicos (descripción de
los diferentes idiomas, etc.). La formación de docentes, la enseñanza y la
producción de material didáctico debe respetar las costumbres y tradiciones
de los pueblos indígenas, elaborando material didáctico inculturado y
realizando actividades de extensión en diferentes países y regiones. Pedimos
a las universidades católicas de América Latina que ayuden a la creación de
la Universidad Católica Amazónica y acompañen su desarrollo.
c. Organismo Eclesial Regional Postsinodal para la región amazónica
115. Proponemos crear un organismo episcopal que promueva la sinodalidad
entre las iglesias de la región, que ayude a delinear el rostro amazónico de
esta Iglesia y que continúe la tarea de encontrar nuevos caminos para la
misión evangelizadora, en especial incorporando la propuesta de la ecología
integral, afianzando así la fisonomía de la Iglesia amazónica. Se trataría de un
organismo episcopal permanente y representativo que promueva la
sinodalidad en la región amazónica, articulado con el CELAM, con su
estructura propia, en una organización simple y también articulado con la
REPAM. De esta manera puede ser el cauce eficaz para asumir, desde el
territorio de la Iglesia latinoamericana y caribeña, muchos de las propuestas
surgidas en este Sínodo. Sería el nexo que articule redes e iniciativas
eclesiales y socio – ambientales a nivel continental e internacional.
d. Rito para los pueblos originarios
116. El Concilio Vaticano II abrió espacios para el pluralismo litúrgico “para
variaciones y adaptaciones legítimas para los diversos grupos y pueblos” (SC
38). En este sentido, la liturgia debe responder a la cultura para que sea
fuente y culmen de la vida cristiana (cf. SC 10) y para que se sienta ligada a
los sufrimientos y a las alegrías del pueblo. Debemos dar una respuesta
auténticamente católica a la petición de las comunidades amazónicas de
adaptar la liturgia valorando la cosmovisión, las tradiciones, los símbolos y
los ritos originarios que incluyan dimensiones trascendentes, comunitarias y
ecológicas.
117. En la Iglesia Católica hay 23 Ritos diferentes, signo claro de una tradición
que desde los primeros siglos ha intentado inculturar los contenidos de la fe y
su celebración a través de un lenguaje lo más coherente posible con el
misterio que se quiere expresar. Todas estas tradiciones tienen su origen en
función de la misión de la Iglesia: «Las Iglesias de un mismo ámbito
geográfico y cultural han venido a celebrar el misterio de Cristo con
expresiones particulares, caracterizadas culturalmente: en la tradición del
«depósito de la fe», en el simbolismo litúrgico, en la organización de la
comunión fraterna, en la comprensión teológica de los misterios y en las
diversas formas de santidad» (CIC 1202; cf. también CIC 1200-1206).
118. Es necesario que la Iglesia, en su incansable labor evangelizadora,
trabaje para que el proceso de inculturación de la fe, se exprese en las formas
más coherentes, a fin de que también pueda celebrarse y vivirse según las
lenguas propias de los pueblos amazónicos. Urge formar comités de
traducciones y redacción de textos bíblicos y litúrgicos en las lenguas propias
de los diferentes lugares, con los recursos necesarios, preservando la materia
de los sacramentos y adaptándolos a la forma, sin perder de vista lo que sea
esencial. En este sentido es preciso fomentar la música y el canto, todo lo
cual es aceptado y fomentado por la liturgia.
119. El nuevo organismo de la Iglesia en la Amazonía debe constituir una
comisión competente para estudiar y dialogar, según usos y costumbres de
los pueblos ancestrales, la elaboración de un rito amazónico, que exprese el
patrimonio litúrgico, teológico, disciplinario y espiritual amazónico, con
especial referencia a lo que la Lumen Gentium afirma para las Iglesias
orientales (cf. LG 23). Esto se sumaría a los ritos ya presentes en la Iglesia,
enriqueciendo la obra de evangelización, la capacidad de expresar la fe en
una cultura propia y el sentido de descentralización y de colegialidad que
puede expresar la catolicidad de la Iglesia. También podría estudiar y
proponer cómo enriquecer ritos eclesiales con el modo en que estos pueblos
cuidan su territorio y se relacionan con sus aguas.
CONCLUSIÓN
120. Concluimos bajo el amparo de María, Madre de la Amazonía, venerada
con diversas advocaciones en toda la región. Con su intercesión, pedimos que
este Sínodo sea una expresión concreta de la sinodalidad, para que la vida
plena que Jesús vino a traer al mundo (cf. Jn 10, 10) llegue a todos,
especialmente a los pobres, y contribuya al cuidado de la “casa común”. Que
María, Madre de la Amazonía, acompañe nuestro caminar; a San José,