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La Confederación Iroquesa

La Confederación Iroquesa fue una alianza de cinco tribus nativas en el estado de Nueva York que luego se expandió a seis tribus. Tenía una estructura social democrática única, con participación de mujeres en la toma de decisiones. Su sistema político se basaba en el consenso y la propiedad comunal, sin esclavitud ni concentración de poder. Algunos creen que influyó en la democracia estadounidense.

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La Confederación Iroquesa

La Confederación Iroquesa fue una alianza de cinco tribus nativas en el estado de Nueva York que luego se expandió a seis tribus. Tenía una estructura social democrática única, con participación de mujeres en la toma de decisiones. Su sistema político se basaba en el consenso y la propiedad comunal, sin esclavitud ni concentración de poder. Algunos creen que influyó en la democracia estadounidense.

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La Confederación Iroquesa: democracia

nativa en Norteamérica
La Confederación Iroquesa fue uno de los pueblos nativos más
importantes de Norteamérica. Su estructura social, su forma de
gobierno y el rol de las mujeres la hace un modelo único que ha
sido objeto de estudio de numerosas investigaciones. Más aún,
se cree que su ideal de democracia pudo haber influido en la
Constitución estadounidense. Sea como fuere, resulta un
ejemplo histórico único y de gran relevancia.
La Liga de las Seis Naciones
El debate sobre la fundación de la Confederación Iroquesa sigue abierto.
Todo parece indicar que tiene sus orígenes en el siglo XVI, aunque algunos
autores la remontan 300 años atrás, antes de la llegada de los colonos
europeos. Sea como sea, la confederación original estaba formada por cinco
tribus de la región de los lagos Finger, en el centro del estado de Nueva
York: los mohicanos, los onondagas, los oneidas, los cayugas y los senecas.
El objetivo de la alianza era mantener la paz entre las tribus e incrementar
los lazos comerciales y su poder frente a otras tribus o colonos. Los
tuscaroras, pueblo originario de Carolina del Norte, emigraron a principios
del siglo XVIII a Nueva York y, una vez allí, fueron aceptados por el resto de
las tribus iroquesas, que adoptaron el nombre de Liga de las Seis Naciones.

Los iroqueses se daban a sí mismos el nombre de Haudenosaunee, que se


puede traducir por ‘pueblo de la casa grande’, en referencia a las
construcciones donde vivían, que albergaban cinco familias. La
confederación abarcó un extenso territorio que cubría la mayor parte del
estado de Nueva York, aunque también llegaron a extenderse por Canadá y
Pensilvania, y tenía su
capital en Onondaga, lo que
hoy es la ciudad de Siracusa.
Estos seis pueblos
compartían una lengua
común, el iroqués, y se cree
que su extensión total de
población se produjo en
torno al año 1600 con unos
5.500 habitantes entre todas
las tribus.
Extensión de la Confederación Iroquesa en torno a 1720 en el estado de Nueva York Fuente: New
World Encyclopedia

La economía iroquesa era propia de cazadores recolectores de tala y quema.


No obstante, fueron un pueblo con una extensa actividad comercial desde
antes de la llegada de los colonos europeos. Con estos últimos establecieron
relaciones económicas intensas, a los que proporcionaban tabaco y pieles a
cambio de armas, pólvora y alcohol, aunque su relación no siempre fue
buena. Precisamente por la hegemonía comercial de las pieles y sus deseos
de expansión territorial, los iroqueses se enfrentaron a los colonos
franceses a finales del siglo XVII. Esto, entre otras razones, los hizo más
cercanos a los ingleses, hasta el punto de aliarse con ellos en la Guerra de
Independencia de los Estados Unidos pese a sus intentos de mantenerse
neutrales, lo cual obligó a gran parte de ellos a emigrar a Canadá tras la
victoria de las Trece Colonias.

Democracia directa y propiedad comunal: la organización social iroquesa


En 2015, el periódico The Guardian publicaba un artículo en el que
explicaba por qué las sociedades primitivas no vivían como en  Los
Picapiedra o, siendo más concisos, siguiendo el modelo unifamiliar actual.
El artículo se refería a los iroqueses como un ejemplo de sociedad
organizada en grandes unidades familiares y basada en relaciones
poliamorosas, con una elevada igualdad entre mujer y hombre. Lo cierto es
que muchos han investigado a los iroqueses como ejemplo de sociedad
democrática y destacado el papel activo de la mujer en la toma de
decisiones.

La primera investigación de relevancia sobre los iroqueses la realizó el


antropólogo Lewis Morgan en su obra La sociedad primitiva. Morgan
analiza la división social tripartita de los iroqueses en gens, fratría y tribu,
que resulta similar a la de los griegos y romanos en tiempos primitivos.
La gens o clan agrupa a un mismo linaje familiar —que puede estar
presente en más de una tribu distinta—, donde la propiedad de los difuntos
se repartía entre sus miembros, cuyo principal deber era el auxilio mutuo
en caso de confrontación. Cada clan escoge un sachem, representante en
tiempos de paz y caudillo para los tiempos de guerra. Un conjunto de clanes
formaba una fratría o pueblo, que se configuraba también con elementos
territoriales. Una o varias fratrías formaban una tribu, que poseía un
territorio propio, un nombre particular (onondaga, oneida, tuscarora, etc.)
y un dialecto distintivo. Las seis tribus formaban por último la
confederación, el escalón más alto de la organización social iroquesa, cuyo
pilar fundamental era la igualdad de todas las tribus entre sí y la
independencia en sus asuntos internos.

Friedrich Engels analizó también en su obra El origen de la familia, la


propiedad privada y el estado la Confederación Iroquesa como modelo de
sociedad comunitaria y precomunista, así como ejemplo de sociedad sin
Estado. La estructura confederal implicaba que no hubiera ninguna cabeza
visible de la confederación; el órgano supremo era un consejo federal
compuesto por cincuenta sachems de sus respectivas tribus, que tenían voz
y voto en el consejo. Asimismo, las decisiones debían tomarse por
unanimidad, por lo que se requería el consenso entre todas las tribus, y
todo iroqués podía tomar la palabra en las reuniones del consejo. Engels
destaca también que el hecho de que la propiedad de las cosas recayera
sobre estructuras sociales colectivas y que fuera la colectividad —ya fueran
los clanes, las tribus o la confederación— la que tomara decisiones permitía
a los iroqueses vivir una sociedad de iguales.

Lo cierto es que numerosos estudios y voces académicas han analizado la


sociedad iroquesa como un ejemplo de democracia directa. Si volvemos a
Atenas, encontramos varios puntos en común en lo relativo a su sistema
democrático: además de la división tripartita, las decisiones eran tomadas
por un órgano asambleario, los cargos públicos no eran remunerados y eran
sociedades con isonomía, es decir, donde la ley era igual para todos. Sin
embargo, en la Atenas clásica no todo el mundo ostentaba la condición de
ciudadano: las mujeres, los esclavos y los extranjeros no eran considerados
como tales y, por lo tanto, no podían participar en la actividad política de la
polis. En cambio, en la Confederación Iroquesa no encontramos ninguna
forma de esclavitud, las mujeres participaban en la toma de decisiones y
la gens podía adoptar a extraños en su seno e incorporarlos así en su
respectiva tribu.

El sistema político de la Confederación Iroquesa se basaba en


el consentimiento de los gobernados. Los sachems, a la hora de tomar una
decisión sobre un tema importante, abrían el debate a los miembros de
su gens y luego la decisión se tomaba por unanimidad entre los
demás sachems en los consejos de tribu o en el de la confederación. No
encontramos, por tanto, concentración del poder ni propiedad privada, ya
que la tierra pertenecía y era explotada por la comunidad. La titularidad la
ostentaba la tribu, pero se dividía entre las gens para su labranza; cada dos
años, aproximadamente, se volvía a realizar una distribución atendiendo a
las peticiones de cada gens. Las decisiones acerca de la división de la tierra
eran competencia exclusiva de las mujeres de la tribu. Este y otros rasgos
hacían de la sociedad iroquesa una de las sociedades más inclusivas.
Las primeras sufragistas: el papel de las mujeres iroquesas

Convención de Seneca Falls. Fuente: Fine Art America

Las mujeres eran las encargadas de realizar las divisiones de la tierra. En


general, todos los temas concernientes a la tierra eran exclusivamente
administrados por ellas, puesto que eran las encargadas de trabajarla. Pero
el rol de la mujer en la sociedad iroquesa era mucho mayor. Para empezar,
estas divisiones las hacía un órgano, el consejo de las mujeres, que reunía a
las líderes de cada gens para tomar la decisión adecuada. Sin embargo, las
mujeres lideraban la gens, la tribu y la confederación en sí misma.

La sociedad iroquesa era muy igualitaria, pero no porque los hombres y las
mujeres realizasen el mismo tipo de trabajo en plena igualdad. Tenían
funciones sociales bien diferenciadas, funciones del todo inconciliables,
pero igual de valiosas para el conjunto de la sociedad: mientras que el
hombre era el jefe de la guerra, la mujer lideraba el clan. La mujer, a la que
se le atribuían labores económicas —labranza de la tierra, distribución de
los bienes materiales, etc.— ostentaba el poder de decisión acerca de los
asuntos más delicados de su clan, como por ejemplo la guerra.
Los sachems, todos hombres, eran elegidos por la mujer que lideraba
su gens.

Sin embargo, su papel no se limitaba a la elección de los sachems y la


distribución de la tierra. En realidad, distribuían todos los bienes de la
sociedad, incluidos los que obtenían los hombres, como los productos de la
caza y pesca. La importancia de la mujer en la sociedad iroquesa era tal que
se trataba de una sociedad matrilineal y matrilocal. El linaje de los clanes
no se realiza por la raíz masculina, sino por la femenina, y el matrimonio
reside en la vivienda de la mujer. Asimismo, las mujeres iroquesas
disfrutaban de libertades como el derecho al divorcio a su instancia y el
clima de una sociedad donde la violencia doméstica y las violaciones eran
prácticamente nulas.
La Gran Ley de la Paz —la Constitución iroquesa— establecía expresamente
que los miembros masculinos del consejo, es decir, los sachems, debían
obedecer a las censuras de los consejos femeninos o de la líder de su gens o
clan —generalmente, la mujer de más edad—. Este y otros aspectos de la
sociedad iroquesa llevaron a que algunas de las primeras sufragistas, como
Matilda Gage, Lucretia Mott o Elizabeth Staton, alabaran este modelo
organización social y sirviera como inspiración de los ideales que
defendieron. Precisamente estas tres mujeres habitaron en el territorio que
ocupó la confederación y en él organizaron la primera convención sobre
derechos de la mujer en Estados Unidos, la convención de Seneca Falls de
1848, en territorio antiguamente poblado por la tribu de los senecas.

Influencia política: ¿el octavo padre fundador?

Logo unionista de Benjamin Franklin. Fuente: National


Constitution Center

En julio de 2005, el historiador Charles C. Mann desarrollaba en el New


York Times la posibilidad de que la forma de gobierno iroquesa influyera en
el sistema político que crearon los padres fundadores al terminar la Guerra
de la Independencia. En efecto, los iroqueses vivían en un ambiente de
libertad muy similar al de las colonias norteamericanas y tenían un sistema
político basado en la descentralización del poder y un sistema de
contrapesos. Son esos aspectos de la vida política norteamericana los que
ensalzaría Alexis de Tocqueville casi un siglo después en su obra La
democracia en América tras visitar el área en el que se situaba la
Confederación Iroquesa.

Para analizar la influencia del sistema político iroqués en el estadounidense


debemos fijar la vista nuevamente en la Gran Ley de la Paz. Aunque existen
diferencias evidentes, la Gran Ley de la Paz amparaba, entre otras cosas, la
libertad de expresión, fundamental para expresar las opiniones políticas en
el seno del clan, y garantizaba la inviolabilidad del domicilio, algo que
encontramos en la IV Enmienda de la Constitución estadounidense.
Además, el sistema político estadounidense se basa en una división de
poder y competencias entre los estados y el Gobierno federal, algo similar a
lo que ocurría con las tribus y la confederación. El papel de resolución de
las disputas lo ostentan, en ambos casos, dos órganos independientes: la
Corte Suprema en el caso estadounidense y el consejo de las mujeres en el
caso iroqués.

Con motivo del segundo centenario de la Constitución estadounidense, la


Universidad de Cornell organizó un seminario sobre la relación entre
ambas cartas magnas en el que el académico Bruce Barton llegó a afirmar
que “la democracia estadounidense le debe su sello distintivo a los
principios y la estructura de los Gobiernos civiles de los indios
norteamericanos”. Esto parece corroborar el aparente paralelismo entre la
idea de democracia que tenían los iroqueses y la que los padres fundadores
estadounidenses intentaron promulgar tras la independencia. Pero
¿realmente fue así?

Benjamin Franklin, uno de los siete padres fundadores, es quien más pudo
haber influido en la inclusión de aspectos iroqueses en el sistema político
estadounidense. Antes de participar en el 2.º Congreso Continental, que
adoptó la Declaración de Independencia, y de ejercer de representante de
las colonias ante Francia y España durante la guerra, Franklin ya había
estudiado a los iroqueses e incluso había entrado en contacto con ellos.
Desde 1736, 40 años antes de la Declaración de Independencia, Franklin
publicó más de una docena de tratados sobre la relación entre colonos e
iroqueses y la forma de vida y organización política de estos últimos. Su
involucramiento no solo con los iroqueses, sino con los pueblos nativos en
general, llevó al Congreso Continental a crear el Comité de Asuntos Indios a
instancia y bajo el liderazgo de Franklin. La fascinación del padre fundador
por el sistema político iroqués quedó reflejada en el Plan de Unión de
Albany (1754), que supuso el primer esbozo de unión de las trece colonias,
particularmente en el siguiente extracto de una carta que dirigía a un colega
editor en 1751:

“Cosa muy extraña sería si seis naciones de salvajes ignorantes ideasen un


sistema de unión tan eficaz y fuesen capaces de sacarlo adelante de tal
manera que subsistiese durante siglos sin diluirse apenas, y que tal unión
resultase impracticable para una docena de colonias inglesas”.

Legado y situación actual: las reservas nativas


Los pueblos nativos norteamericanos han aportado una enorme legado
cultural e histórico a la sociedad estadounidense, desde topónimos como
Oklahoma, Tennessee o Dakota hasta tradiciones como el Día de Acción de
Gracias, pasando por deportes únicos en el mundo y cada día más
conocidos, como el lacrosse. Sin embargo, la situación en la que se
encuentran las reservas nativas denota una serie de problemas
endémicos que vienen arrastrándose desde hace tiempo. El desempleo, el
alcoholismo o las altas tasas de suicidio son problemas a los que tienen que
hacer frente los nativos de hoy en día, pero también otros más sonados,
como la apropiación de sus recursos naturales.

Todavía existen las tribus que en su día formaron la Confederación


Iroquesa, si bien en una situación muy distinta que antaño y prácticamente
limitados a sus reservas. La reserva de los onondagas ocupa una extensión
total de 24,1 kilómetros cuadrados y cuenta con un Gobierno independiente
y soberano respecto al estado de Nueva York y al Gobierno federal. Al igual
que el resto de las reservas, este factor los exime de cualquier obligación
tributaria, razón por la cual su economía depende fundamentalmente de la
venta de tabaco y alcohol y de los casinos.

Bandera de los Iroquois Nationals. Fuente: Wikimedia

El mayor legado de la Confederación Iroquesa lo encontramos en su equipo


nacional de lacrosse, el deporte tradicional de los nativos americanos.
Los Iroquois Nationals, equipo formado por jugadores de distintas tribus
iroquesas, están reconocidos por la Federación Internacional de Lacrosse y
han participado en numerosos torneos internacionales. Fue sonada la
polémica que surgió tras la negativa del Reino Unido de aceptar sus
pasaportes cuando el equipo viajaba para disputar un partido oficial contra
la selección de Inglaterra. Los pasaportes iroqueses no son reconocidos al
no cumplir los estándares internacionales, a pesar de representar a
nacionales de un territorio soberano.

La Confederación Iroquesa, junto con el resto del legado nativo, ha sido


fundamental en la Historia de los Estados Unidos. Su forma de
organización política, su sociedad y los valores democráticos e igualitarios
que promulgó sirvieron de base y de ideal que alcanzar a la hora de
formular la idea de la unión de las trece colonias. La admiración por parte
de algunos padres fundadores y posteriores académicos no ha sido
suficiente para poner en valor su importancia histórica. La confederación
forma parte del legado menospreciado y olvidado de los pueblos nativos
americanos y su situación actual denota la falta de acción sobre los asuntos
nativos por parte del Gobierno federal y la sociedad estadounidense.
Bibliografía
Shipley, T. (22 de Mayo de 2017). ElOrdenMundial. Obtenido de https://elordenmundial.com/la-
confederacion-iroquesa-democracia-nativa-en-norteamerica/

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