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Promesas Incumplidas en la Ranchería

Este documento narra la historia de una niña indígena que observa las visitas periódicas de políticos a su comunidad con motivo de las elecciones. Los políticos prometen obras pero no cumplen y engañan a la comunidad con regalos. La niña nota la hipocresía de los políticos y cómo cambian su trato una vez en el poder. El documento critica la falta de respeto a la cultura indígena y el uso de la comunidad sólo para fines electorales.
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Promesas Incumplidas en la Ranchería

Este documento narra la historia de una niña indígena que observa las visitas periódicas de políticos a su comunidad con motivo de las elecciones. Los políticos prometen obras pero no cumplen y engañan a la comunidad con regalos. La niña nota la hipocresía de los políticos y cómo cambian su trato una vez en el poder. El documento critica la falta de respeto a la cultura indígena y el uso de la comunidad sólo para fines electorales.
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"Manifiesta No Saber Firmar" Nacido: 31 de diciembre

"Manifiesta no saber firmar" Es mi bitácora personal, aquí encontrarás las visitas que realizo
a instituciones educativas de Colombia y otros lugares del mundo. Ademas de mi cuento
insigne "Manifiesta no saber firmar Nacido 31 de diciembre y otros.

jueves, 1 de noviembre de 2012


MANIFIESTA NO SABER FIRMAR NACIDO: 31 DE DICIEMBRE
Aquel mes de octubre, fue como los octubres anteriores que llegaron ellos a nuestra
ranchería, llegaron con la mañanita y con las últimas lluvias. Mis primas y yo buscábamos y
recogíamos leña para quemarla y hacer con ellas el carbón que después iríamos a vender.
Los sentimos llegar en caravanas de carros. Así como cuando nosotros vamos a comprar
maíz al mercado de Uribia o cuando vamos a cobrar una ofensa. La diferencia es que ellos
llegaron en unos carros que parecían de cristal, todos nuevos y lujosos, a los que les llaman
burbujas y nosotros vamos en el camión viejo de mí tío, en la parte de atrás, de pie y
apiñados como las vacas, moviéndonos de un lado para el otro, porque el camino está
dañado y el puente que hicieron el año pasado sólo sirvió por dos meses. Ahora nos toca
bajarnos para que el camión pueda pasar sin peso el arroyo y así evitar que se quede
atollado, pero cuando llega el invierno el camión se queda en el Paraíso, nuestra ranchería,
porque el arroyo crece y se lo puede llevar. Dejamos nuestros oficios de buscar y recoger la
leña y, presurosas, nos acercamos a la enramada a donde ellos llegaron. Preguntaron por
mí tío Tanko, pero él en un principio no los quiso atender, dijo que no han cumplido lo que
prometieron. El puente que hicieron, hace ya un verano y un invierno ¡se cayó y no lo han
levantado!, sólo bastó que lloviera para que el arroyo creciera y se lo llevara; tampoco han
traído el molino para sacar agua y preparar nuestros alimentos, aún seguimos tomando
agua de las cacimbas y, cuando éstas se secan nos toca tomar de la misma agua donde
toman los animales, gracias a Juyá, la lluvia, que llena nuestro jagüey; y la escuela, la
escuelita que prometieron para la comunidad y nuestros niños estudiaran tampoco la han
hecho —decía molesto mí tío. Ahora entiendo porque nunca aprendí a leer y a escribir;
ahora entiendo el sentido de las promesas no cumplidas. Han traído para Toushi y Tatuushi,
café, el que trae una muñequita pintada sobre una hoja; sacos de maíz; juguetes para
nosotros y ¡cuatro llantas!, para el camión de mí tío. Ellos parecían no escuchar las quejas
de mí tío. Se le acercaban y decían que esta vez las cosas eran diferentes porque el que
estaba de candidato no era el papá sino el hijo —y ese sí es buena gente, hasta le mandó
estas llantas nuevas para su camión — le dijeron. Mi tío las miró y le pidió a mi hermano
Saúl que las tomará. Aceptó la visita de los recién llegados y mandó a colgar unos
chinchorros para ellos, les sirvieron chicha agria y comieron chivo asado ¡se comieron
nuestro desayuno! No se por qué tratan a esta gente como si fueran caciques. No se dará
cuenta mí tío de que siempre lo engañan con las mismas palabras y los mismos regalos.
Todos estaban reunidos en la enramada más grande, la de las visitas. Sentados unos y
otros acostados en nuestros chinchorros, tomaban la chicha agria y hacían como si les
gustara, pero al menor descuido de mi tío había gestos de desagrado en sus caras; otros la
derramaban a propósito y fingían un accidente. ¿Acaso, no saben ellos que la chicha agria
es la que le brindamos a quienes vienen a nuestra tierra, como muestra de nuestro respeto?
Se reían de los cuentos largos y aburridos de mi tío y a él parecía agradarle las carcajadas
de esa gente. Veía en la cara mi tío satisfacción cuando los recién llegados le decían “mi
tío”. ¿Con qué derecho?, si no lo tienen. Otros sólo vienen con esos ojos que parecieran
mirar debajo de las mantas que cubren nuestros cuerpos. Y sus mujeres, sus mujeres
vienen buscando niños para convertirlos en sus ahijados y así, según ellas, tener el deber
cristiano de cuidarlos y educarlos. ¿Educarlos? A qué le llaman ellas educación si lo que
hacen con nuestros niños es tenerle de sirvientes en sus casas de cemento; decirles que la
comida no se toma con la mano, sino con la cuchara; que uno no debe andar por ahí con
los pies descalzos como los indios, como si no lo fuéramos; que no es ay que es yuca, que
no es wat-tachón que es mañana, que no es arika que es tarde, que no es aipá que es
noche, que tú no te llamas Tarra Pushaina sino Sara Ramírez, ¿Ramírez? ¿Por qué?,
Porque eres mi ahijada ¿Y mi casta? ¡Ay, no niña eso sólo se usa en el monte! Y se refieren
a nosotros como la chinita o el chinito. Fue por eso que no quise seguir viviendo con mi
madrina en su casa de Puerto López. No sé por qué se alegran cuando ellos llegan a
nuestra ranchería. Mis primas salieron como unas locas a cambiarse las mantas viejas por
unas nuevas y a pintarse las caras como las alijunas. Mi primo, Alfonso López, que se llama
así porque un señor que estuvo de paso por La Guajira hizo el favor de bautizarlo, pero mi
primo insiste en que es su tío y que, además, fue Presidente de la República, les dijo que
parecen perritas en tiempo. No sé lo que quiso decir en ese momento mi primo Alfonso
López, pero ahora entiendo por qué mis primas tienen hijos con caras de alijunas. II Ellos
continuaron llegando con las últimas lluvias a nuestra ranchería. Nosotros seguíamos en
nuestros oficios de buscar y recoger la leña, mamá y mis tías tejiendo chinchorros para
vender, papá estaba de visita en su ranchería, mis tíos arreglando el matrimonio de mi
hermana mayor Yotchón con un sobrino del viejo Mapua y mis primos pastoreando los
chivos y las ovejas. Esa vez llevaron unos papeles grandotes que tenían la imagen de ese
hombre que se llamaba “Candidato”. Ellos tienen nombres extraños, por lo que nada de raro
tendría que ese señor se llamara así. También llegó el Candidato, abrazando a todo el
mundo y dando besitos a las mujeres, hasta aquellas que ya tenían marido ¿No saben ellos
que está prohibido tocar a las mujeres comprometidas y aun a las doncellas que no lo
están? Se sabía el nombre de mí tío Tanko, el de mis primos, el de Toushi y Tatuushi, era
como si nos conociera desde hace tiempo. Pero cuando Toushi fue llevada hasta el hospital
de Uribia y de ahí a Riohacha, mi primo Alfonso López, aprovechando que estábamos en
Riohacha, fue hasta su casa a pedir ayuda porque la enfermedad de Toushi era costosa. El
señor Candidato ya no se acordaba de él y estaba rodeado de hombres que no dejaban que
nadie se le acercara. Creo que el señor Candidato tenía problemas, porque los hombres
que lo acompañaban estaban armados hasta los dientes. La casa del señor Candidato
también tiene nombre, se llama Gobernación. Pero creo que no es de él, porque cuando
pasaron tres veranos ya no vivía ahí. Después vivía otro que se llamaba igual, pero cambian
de nombre cuando llegan a vivir a esa casa porque la mayoría termina llamándose “Señor
Gobernador”. Hay otra casa que se llama Alcaldía y el que vive ahí se llama Alcalde, pero al
principio también se llamó igual que el otro... Candidato. ¿No saben ellos que tantos
nombres pueden causar confusión? Pero prefiero a Candidato porque es bueno. Él regala
comida y cuando nos lleva al hospital nos atienden; caso contrario cuando se cambian el
nombre por el de Gobernador, Alcalde o Senador, ya no nos conocen. Siento que no sólo
cambian el nombre, sino también el alma. Mi primo Matto, que si sabe leer porque estuvo en
el internado de los capuchinos, en Nazareth, y al igual que muchos terminó escapándose de
ahí, me dijo que en esos papeles grandes decía “Primero la comunidad”, “El amigo del
Pueblo”, “Concertación y Trabajo”, “La mejor Opción”, “Por un Mejor Departamento”... en fin
muchas cosas que aún no entiendo lo que quieren decir. Y en esos mismos papeles la cara
del señor Candidato sonreía; los brazos extendidos como si fuera un gallito de pelea; pero
sus ojos tenían el brillo de la traición, sus ojos decían qué clase de persona era; pero al
traer tantos regalos nos hacía creer que era buena persona. En realidad ellos son gente
buena mientras se llaman Candidato, la maldad la aprenden apenas entran en esa casa
grande. Lo digo porque ese señor Candidato, el mismo que me dijo princesita mientras me
daba un beso cerca de la boca y que prometió casarse conmigo cuando yo creciera, fue el
mismo que se negó a ayudarnos cuando Toushi enfermó y el mismo que dijo cuando nos
alejábamos de él ¡Esos indios si joden!. Recuerdo que ese beso me robó el sueño por
muchas lunas. Ese momento se repetía en mí mente una y otra vez mientras trataba de
dormir en mi chinchorro, quería que el señor Candidato regresara y me besara nuevamente,
pero no lo hizo. Ni siquiera me miró cuando fuimos a su casa grande. III Y siguieron
llegando con las últimas lluvias a nuestra ranchería. Regresaban en sus carros de cristal.
Esa vez llegaron más temprano, el sol aún no salía. Toda mi familia estaba preparada para
ir a Uribia. Ese día ellos lo llamaban el “Día de las elecciones”. Yo también quería ir, por eso
me monté en el camión de mí tío; mientras que Toushi y Tatuushi lo hicieron en el del señor
Candidato, se fueron en el carro de cristal. Al llegar a Uribia escuché que uno de ellos le
decía a otro, Esta catajarria de indios tiene hambre, ¿qué le damos? Y aquel le contestó,
Dales gaseosa roja con un pan de caña, al indio le gusta todo lo que sea de color rojo. Y así
lo hizo. Desde ese momento ellos me empezaron a caer mal. Toda mi familia hizo una larga
fila junto con otras gentes que venían de otras rancherías, para recibir una tarjetita plástica
que ellos llamaban cédula. Eran las mismas que ellos se habían llevado una semana antes
de las “elecciones”. Ese día me enteré que mí tío Tanko Pushaina se llamaba Tarzan Cotes,
que Shankarit se llama Máximo, que Jutpunachón se llamaba Priscila, que Yaya se llamaba
Clara, que Castorila se llamaba Cosita Rica, que Kawalashiyú se llamaba Marquesa, que
Anuwachón se llamaba Jhon F. Kennedy, que Ashaneish se llamaba Cabeza, que Arepuí se
llamaba Cazón, que Waríchón se llamaba Lebranche, que Cauya se llamaba Monrrinson
Knudsen, que Cotiz se llamaba Alka-Selkser, Jierranta se llamaba Hilda, el primo Rafael
Pushaina se llamaba Raspahierro, mi primo Matto se llamaba Bolsillo, y por un momento
temí que conmigo pasaba lo mismo. Le pregunté a uno de ellos qué debía hacer para tener
una cédula y me dijo que eso era fácil, que buscara mi partida de bautismo y que él
después me llevaría a un lugar que se llama Registraduría Nacional del Estado Civil, la cual
aún existe. Y así lo hice. Cuando terminaron las lluvias me dirigí a Uribia y fui a la iglesia
donde me habían bautizado. Por el nombre de mis padrinos y la fecha que me decía mi
madrina dieron con mi partida de bautismo. Recuerdo que el padre dijo que mi padrino
había bautizado cerca de cien chinitos ese mismo día. Y allí estaba, me bautizaron el 5 de
septiembre de 1970 y mi fecha de nacimiento 31 de diciembre de 1965, que yo no era hija
de Karouna Pushaina ni de Colenshi Jusayú, sino de Maria Santa Pushaina con Domingo
Santo Jusayú, y que yo no me llamaba Coleima Pushaina, sino Faride Abuchaibe, que
todos los chinitos bautizados ese día se llamaban Faride y Eduardo Abuchaibe. Ahora
entiendo porque todos me dicen la turca. ¿Sabe padrino que tiene usted un colegio en
Uribia a donde ni siquiera van sus ahijados a estudiar? IV En varias oportunidades me
encontré con mis primitos, los mismos que aquellas mujeres se llevaron a sus casas de
cemento. Los encontrábamos en Uribia y por las calles de Puerto López, ellos sabían que
iríamos a comprar maíz en el mercado y se escapaban para verse con uno. Las niñas
llevaban puestos vestiditos de florecitas y en sus pies sandalitas. Me recordaban a sus hijas
que cuando iban a nuestra ranchería le preguntaban a sus padres si nosotros éramos los
indios de los cuentos que ellos le contaban en las noches antes de ir a dormir, y ellos le
contestaban, Sí... esa es Pocahontas. Y sus niños nos rodeaban y nos empezaban a decir,
¡Pocahontas!, ¡Pocahontas! Sabrá Maleiwa, Dios, quién es Pocahontas. ¿No saben acaso
que no nos gustan que nos comparen? Y los niños, los niños llevaban puestos unos
pantalones cortos con camisitas de cuadritos abotonadas hasta el cuello, sus cabellos
llenos de aceite y en sus pies zapatos negros con mediecitas blancas. ¿Dónde estaban las
guaireñitas que les hacía mí tío Julio? Yo les hablaba en wayuunaiki, lo que hablamos
nosotros. Y ellos me contestaban en alijunaiki, o sea castellano. Y cuando los llevaban a
nuestra ranchería, para el tiempo en que comenzaban las lluvias, cargaban carritos de
madera y balones de fútbol; nuestros niños olvidaron sus arcos y sus flechas. Y las niñas
cargaban muñequitas catiras que hablaban en alijunaiki..., Cámbiame el vestido, llévame al
parque, cómprame un helado; nuestras niñas olvidaron sus wayunkeras. Los mosquitos los
picaban, el agua del Jagüey les brota la piel y el agua del molino les parece salada. ¿Qué
les hicieron a nuestros niños que cuando llegan a nuestra ranchería se enferman? V Yo
nunca me había tomado una fotografía y sentarme en frente de un aparatejo de esos
mientras el fotógrafo me observaba me daba risa. Cada vez que salía una luz fuerte como el
Kaí, el sol, cerraba mis ojos y me levantaba atemorizada, luego soltaba una carcajada que
molestaba al fotógrafo. Mí hermana Ketchón también se reía. Ella era muchísimo menor que
yo, pero el que me llevó a sacar la cédula la metió en la fila de la Registraduría y dijo que
tenía dieciocho años. A todos los que estábamos en la fila nos puso dieciocho años. Ese día
también nos acompañó nuestro primo Alúwanuí Pushaina. El mostró su partida de bautismo
y los que trabajaban en ese lugar se reían, no sé por qué. Lo que sí sé es que Alúwanuí no
es Alúwanuí en la cédula, sino EME DIECINUEVE. A él no le molesta que lo llamen así;
sólo se ríe. Recuerdo que la mujer que estaba sentada detrás del escritorio era la que nos
preguntaba cómo nos llamábamos. Me dijo que yo estaba muy bichecita para sacar cédula,
pero igual todos los que fuimos ese día salimos con comprobante en mano. Todos teníamos
dieciocho años, y habíamos nacido el 31 de diciembre. No quise mostrar mi partida de
bautismo porque me dio pena. No quería ser Faride ni llevar el apellido Abuchaibe, quería
seguir siendo Coleima del clan Pushaina, y así respondí cuando me preguntaron: Nombre,
Coleima Pushaina, ¿Trajo partida de bautismo?, No, se me perdió. No importa, ponle ese
nombre, grito alguien de alguna parte de ese lugar, y que también nació el 31 de diciembre,
agregó. ¿De qué año?, preguntó la mujer. Ponle dieciocho años, saca la cuenta, le contestó
la misma persona, y así fue. Nombre: Coleima Apellidos: Pushaina; Nacido: 31 de diciembre
de 1965; Estatura: 1.60 metros; Señales: ninguna; Lugar y fecha de expedición: Uribia, 14
de enero de 1984. ¿Sabe firmar? me preguntó la mujer levantándose de la silla. No sé, le
contesté. Y de nuevo la voz que salía de alguna parte dijo, no pierdas tanto el tiempo,
tómale la huella. Tomó mi mano derecha y estampó mi dedo índice en el papel. Ya eres
ciudadana, me dijo, pero manifiesta no saber firmar. Hoy cuando mis hijos, qué si van a la
escuela, me preguntan por qué no sé firmar, yo sólo les puedo decir que la escuela
quedaba muy lejos y que tenía que buscar y recoger la leña. A ti te puedo decir que hace
días intenté arrancar tu imagen que está detrás de la puerta, la que cuando nadie me ve, yo
la miro y la miro y siento que tu imagen, que tú, lo haces también, le sonrío y hasta me da
pena encontrar tus ojos con los míos, pero no, para qué hacerlo, lo haría así como mamá ha
arrancado tu imagen y la imagen de otros candidatos, si arrancando tu imagen de la puerta,
también lo estaría haciendo de mi corazón. GLOSARIO · Wayuu: Tribu indígena localizada
en la península de La Guajira Colombo-Venezolana · Wayuunaiki: Idioma de los Wayuu,
familia etnolingüística Arawak · Alijuna: No wayúu, sirve para identificar al negro, al blanco,
al forastero. · Alijunaiki: Idioma de los Alijunas · Paraíso: Rancherías indígenas wayúu. ·
Rancherías: Lugar donde habitan los wayúu, por grupos familiares. Asentamiento indígena.
Hoy gozan de protección mediante la constitución de los resguardos. · Toushi: Mi abuela. ·
Tatuushi: Mi abuelo. · Pushaina, Jusayú: Clanes indígenas wayuu. · Tanko, Shankarit,
Jurtpunachón, Yaya, Kawalashiyú, Anuwachón, Ashaneish, Arepuí, . Warichón, Cauya,
Cotiz, Kierrantá, Alúwanuí, nombres propios en wayuunaiki, lo que hablamos. Estos no
tienen traducción. · Wayunkeras: Muñequitas elaboradas en barro. · Catajarria: Guajirismo,
significa cantidad, multitud.

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