Oliveras Esteticas de Lo Extremo
Oliveras Esteticas de Lo Extremo
Oliveras Esteticas de Lo Extremo
ESTÉTICAS DE LO EXTREMO
nuevos paradigmas en el arte contemporáneo y sus
manifestaciones latinoamericanas
Graciela C. Sarti
Oscar de Gyldenfeldt
Inés A. Buchar
Luciano Lutereau
Elena Oliveras
María Cristina Ares
Graciela I. de los Reyes
Betina Bandieri
Cecilia Fiel
María Laura Rosa
Florencia Abadi
Guadalupe Lucero
em ecé
Oliveras, Elena
Estéticas de lo e x tre m o .-1" ed. - Buenos Aires : Emecé, 2013.
312 p .; 25x17 cm.
ISBN 978-950-04-3501-7
Índice
Introducción . . .
por Elena Oliveras
SECCIÓN I
CUESTIONES DE FRONTERA
1.
Carne y metal. La representación de lo monstruoso maquinico ................ 17
por Graciela C. Sarti
2.
Lo siniestro en el extremo de lo real ........................................................... 35
por Oscar de Gyldenfeldt
3.
Lo extremo en la música de Arnold Schonberg:
la irrepresentabilidad de lo absoluto ........................................................... 57
por Inés A. Buchar
4.
El silencio como categoría estética en la música contemporánea ............ 87
Por Luciano Lutereau
SECCIÓN II
ESCENARIOS DEL ARTE LATINOAMERICANO
5.
Lo extremo minimalista: vacío, oscuridad, vapor ....................................... 109
por Elena Oliveras
6.
El cuerpo muerto en el arte contemporáneo ............................................. 139
por María Cristina Ares
7.
La abyección como estrategia .................................................................... 155
por Graciela I. de los Reyes
8.
Cuando el horror nos convoca. La visibilización de la masacre ................ 179
por Retina Bandieri
9.
Representar y conmemorar: en torno a la masacre de Margarita Belén .. 197
por Cecilia Fiel
10.
Espejismos del desarrollo. La violencia y la enfermedad a través de
las obras de Nora Aslan y Silvia Óai de los años 90 ................................... 227
por María Laura Rosa
11.
Dialécticas del kitsch: el deseo en la cultura de masas. Favio, Santoro
y los usos de la estética peronista .............................................................. 249
por Florencia Abadi y Guadalupe Lucero
¿Por qué «lo extremo» figura hoy en la primera plana no sólo del arte sino
también del pensamiento en general? ¿Qué cambios se han producido en el mundo
para que un concepto de larga tradición (el de lo extremo lo es) se nos presente
con tanta intensidad? Basta mirar nuestro entorno.
Música estrepitosa. Deportes acrobáticos que dejan sin aliento. Violencia e
inseguridad extremas. Depresión extrema. Frescura extrema de un desodorante.
Extreme es el nombre de un modelo de automóvil todo terreno de Dodge Chrysler.
Necesitamos ser sacudidos, ensordecidos, enmudecidos, sometidos a estimulaciones
poderosas, como si éstas fueran el único camino para alejar la apatía o la indi
ferencia y, momentáneamente, en una sociedad analgésica, sentir que existimos.
«Tener éxito en la vida equivale a extremizarla», concluye Paul Ardenne en Ex
tréme. Esthétiques de la limite dépasée. Si nuestra época es definida por el teórico
francés como «emocional» es precisamente porque ama los excesos de todo tipo,
las sensaciones fuertes, lo moralmente inadmisible, la pornografía dura. El goce es
traumático y el placer, brutal.
Si vamos al origen del término «extremo» constataremos que, desde que co
mienza a ser usado en el siglo XIII, su significado no ha cambiado sustancialmente.
Proviene del latín extremus, superlativo de exter (exterior a) y hace referencia a
lo que se sitúa más allá de la frontera, fuera del marco. «Extremo» implica deste-
rritorialización, desmarque, superación de lo prohibido, estar fuera de la norma,
precipitarse al otro lado, perforar el límite de lo considerado «normal».
Podemos observar que no sólo las obras de arte más recientes traspasan el
límite de lo «normal». Un caso paradigmático, en la década del 60, es el de Andy
Warhol. El silencio no narrativo de filmes aparentemente estáticos, como Empire,
nos ubica en el extremo de la experiencia cinemática, mientras que sus Motion
Pictures (cuadros en movimiento) fuerzan los límites de la inmovilidad fotográfica.
Dada la enorme variedad de poéticas radicales que ignoran las normas, es
pertinente hablar de «estéticas» (en plural) de lo extremo. En ellas se inscriben los
Accionistas Vieneses, Arthur Cravan, Bas Jan Ader, Alighiero Boetti, Arthur Bis-
po de Rosário, Hélio Oiticica, Lygia Clark, Hans Haacke, Orlan, Maurizio Cattelan,
David Nebreda, Anish Kapoor, Damien Hirst, Tracey Emin, Santiago Sierra, Francis
Alys, Gabriel Orozco, Félix González-Torres, Tania Bruguera, Martha Pacheco, Teresa
Margolles, Regina Galindo, Doris Salcedo, Maria Teresa Hincapié, Ricardo Basbaum,
Eduardo Kac, Cildo Meireles, Ernesto Neto, Alfredo Jaar. En Argentina encontramos
a Alberto Greco, Enio lommi, León Ferrari, Alfredo Portillos, Luis Benedit, Roberto
Jacoby, Oscar Bony, Liliana Maresca, Ana Gallardo, Miguel Rothschild, Jorge Macchi,
Graciela Sacco, Nicola Costantino, Marina De Caro, Dolores Zorreguieta y Leandro
Erlich, entre tantos otros.
Los ensayos que integran este libro describen e interpretan el sentido de ma
nifestaciones que son síntomas de nuestro tiempo y que, al lanzarnos más allá de
una cómoda normalidad, tienden a producir un shock en la recepción. Por ello esas
manifestaciones, que son modos de hacer mundo (en el sentido de hacerlo visible),
requieren de un nuevo espectador. Alguien dispuesto a aceptar el desafío de una
experiencia desestabilizante que transgrede lo conocido o lo aceptable. ¿Pero acaso
no es misión del arte cortar con la cotidianeidad, sacarnos de habitualidad? Las
estéticas de lo extremo asumen entonces, con eficacia mayor, esa misión esencial
al hacer visible el estado-límite de las cosas que nuestro conformismo muchas
veces menosprecia.
Cuestiones relativas al concepto de lo extremo en las artes plásticas, la música
y el cine - y que ingresan en el debate sobre el arte contemporáneo en general- son
temas de este libro. Su primera parte responde al interés teórico de esas cuestio
nes, insuficientemente estudiadas a pesar de la dimensión internacional que han
alcanzado. La segunda parte examina la presencia de las estéticas de lo extremo
en el arte latinoamericano.
Se considerarán variantes máximalistas, casos superlativos en los que la muerte
-situación extrema por excelencia para un ser vivo— es mostrada de la manera más
cruda. Y en la progresión hiperbólica hacia el límite de lo aceptable nos sorprenderá
el hecho de que algunos artistas han llegado a poner en riesgo su propia vida.
Asimismo se dará cabida a otras formas de lo extremo, estrategias minimalistas
que permiten la toma de conciencia de lo máximo a través de lo mínimo, de lo que
discretamente se sustrae o se atenúa. Es lo que encontraremos en las estéticas
del silencio o del vacío, manifestaciones de la negatividad adorniana en las que se
peina a contrapelo el «ruido» del mundo contemporáneo.
Los autores de este libro son docentes de la Facultad de Filosofía y Letras,
Departamento de Artes, de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Es el segundo
proyecto editorial realizado en el marco del desarrollo de la materia Estética, tron
cal en la cursada de la Licenciatura en Artes.
Al igual que nuestro proyecto editorial anterior, concretado en el libro Cuestio
nes de arte contemporáneo. Hacia un nuevo espectador en el siglo XXI (Buenos Aires,
Emecé, 2008), éste responde al objetivo de entender que la obra de arte —ahora
y siempre- es un objeto para el pensamiento. Y hoy más que nunca es preciso
trabajar para que, en la lectura, la obra devele sus significados, para que vayan
apareciendo las respuestas a los enigmas que plantea. Enigmas conectados al hecho
de ser siempre síntoma de su tiempo, manifestación del espíritu del tiempo. Y el
nuestro parece definirse en el plano de la ambigüedad y de la desmesura extrema.
Con el titulo «Cuestiones de fronteras», la primera sección del libro presenta
contribuciones que, desde diferentes perspectivas teóricas, examinan aspectos fun
damentales de lo extremo en la obra de arte contemporánea.
¿Cuál es el límite entre lo humano y la máquina, entre la «carne» y el «metal»,
entre la naturaleza y la técnica? Graciela sarti aborda este problema a través de la
figura del monstruo contemporáneo relacionado estrechamente con las máquinas.
Luego de comentar los asertos de la modernidad clásica, que considera a todo
cuerpo biológico una máquina (aunque el humano tiene la primacía), se detiene
en la producción plástica (Stelarc, Costantino) y cinematográfica (Fritz Lang, R dley
Scott, James Cameron) para analizar representaciones que envuelven al cuerf o, lo
superan, lo licúan. No habrá ya oposición entre lo humano y la máquina sino, por
el contrario, pura indiferenciación.
De modo más o menos directo, varios capítulos del libro aluden al concepto
de lo siniestro, oscar de gyldenfeidt lo considerará desde un punto de vista antro
pológico y ontológico. En un caso, se presenta como desmesura (hybris) y, en el
otro, como irrupción de lo real, entendiendo esta categoría como presentación
de algo irrepresentable. Lo siniestro-extremo es pensado entonces como una for
ma de acceso a lo real siempre destinada a bordearlo infructuosamente. Pero lo
irrepresentable ontológicamente podrá ser conjurado antropológicamente en la
experiencia estética, cobrando una dimensión de proyecto. Antígona de Sófoc les y
filmes de Tarkovski y Kurosawa permitirán probar la eficacia interpretativa de los
conceptos tratados.
La irrepresentabilidad de lo absoluto es analizada por I nés B uchar a partir de
la ópera dodecafónica de Arnold Schónberg Moisés y Aarón. La tarea asignada
a Moisés de comunicar la idea de un Dios único, eterno, omnipresente, se torna
imposible puesto que el ser humano finito no puede ser portavoz de lo infinito. El
compositor a su vez intentará representar lo absoluto, la idea de Dios, a través de
los medios artísticos del género de la ópera, lo que hace que finalmente ésta quede
inacabada: el texto del tercer acto carece de música. La complejidad semántica de
la ópera revive en un film de Jean-Marie Straub y Daniéle Huillet en el que se des
taca la significación política de la problemática de la comunicación de lo absoluto.
También Luciano Lutereau estudia casos «extremos» de la música del siglo XX en
los que el silencio cobra un nuevo estatuto en la composición y en la recepción. Ya no
puede ser identificado con la ausencia de sonido, como ocurre en la notación clásica,
sino que se convierte en la vía de entrada a lo extramusical, por ejemplo el ruido o
el sonido ambiental, tal como sucede en 4'33", obra paradigmática de John Cage.
Lutereau halla otros casos notables en la producción de Erik Satie, Luigi Nono y,
asimismo, en una obra reciente de Cecilia Arditto, S plitpiano(2008). De este modo
demuestra la continuidad del interés por el silencio en la actualidad.
En la segunda sección del libro, que lleva por título «Escenarios del arte latino
americano» se consideran diversas formas de la estética de lo extremo en Latinoa
mérica, una región que se presenta como particularmente fértil para el desarrollo
de la tendencia.
Nuestra reflexión sobre lo extremo minimalista toma en cuenta estrategias
que, en el campo de las artes visuales, refieren a lo máximo a través de lo mínimo.
No es ya el «grito» —central en las poéticas maximalistas— lo que cuenta, sino el
«silencio», tal como se constató en la 28a Bienal de San Pablo (2008), identificada
(y no siempre en el mejor sentido) como «bienal del vacío».
Dentro de las estéticas «del silencio y del vacío» se incluyen la «estética de la
oscuridad», ejemplificadas en instalaciones de Ernesto Ballesteros y Beatriz Leyton
y la «estética del vapor», presente en obras de Teresa Margolles, en las que utiliza
el agua que lavó cadáveres después de la autopsia.
Si hay algo que aún parecía permanecer en la esfera de lo íntimo era la muerte,
o más exactamente, el cuerpo muerto reservado al ámbito familiar. Analiza C ristina
A res cómo ese último bastión de lo privado se disuelve en la esfera de lo público y
toma como ejemplos, en el campo del arte, a Gunther von Hagens, Martha Pacheco,
Teresa Margolles, Rosemberg Sandoval y Martin Weber, quienes crudamente nos
enfrentan al cadáver. Observa que frente al cuerpo sin vida, que alguna vez sere
mos nosotros mismos, no es extraño sentir una suerte de placer-dolor, cercano al
espectáculo del horror, como si alguien llegara al extremo de expresar lo que no
está permitido decir o mostrar.
Al igual que lo siniestro, lo abyecto es un concepto que sobrevuela en algunos
capítulos de este libro. G raciela de los Reyes se detiene en su teorización y en su pre
sencia en el arte. Los planteos llevan al entrecruzamiento de filosofía y psicoanálisis
a través de los conceptos de unheimlich (Freud), sublime (Burke, Kant, Lyotard) e
informe (Bataille, R. Krauss). Expone asimismo la teoría de Julia Kristeva, para quien
la abyección «perturba la identidad, el sistema, el orden» y propicia el encuentro
traumático con lo real (Foster). Esos conceptos encontrarán ejemplificación en la
obra de Nicola Costantino, Cristina Piffer, Teresa Margolles y Carlos Herrera.
Cuando el horror nos corwoca. Es éste el eje de la investigación que B etina
Bandieri desarrolla a partir de fotografías de Sebastiáo Salgado y de instalaciones
de Alfredo Jaar en las que la masacre es artísticamente visibilizada.
Lo horroroso que se deja ver genera sentimientos contradictorios pues, al
mismo tiempo que atrae la mirada y genera la distancia necesaria para que el
pensamiento sea posible, nos enfrenta a planteos morales incómodos. De allí
las preguntas que vertebran la investigación de Bandieri: ¿la representación de
la herida inconmensurable traiciona lo acontecido? ¿Quedará algún resquicio
para pensar y transformar la angustia, el dolor y la impotencia silenciosa en
conciencia?
C ecilia Fiel también considera lo extremo a partir de la posibilidad de repre
sentación de la masacre y pregunta: ¿de qué forma una experiencia intransferible
puede compartirse hoy socialmente? La autora problematiza el concepto de mo
numento como forma conmemorativa tomando, entre otros ejemplos, el Memorial
a las víctimas del holocausto (Berlín) y el monumento a la masacre de Margarita
Belén, emplazado en la provincia del Chaco. Plantea asimismo el interés del con
tramonumento en el arte contemporáneo, dado su carácter efímero y la integración
del espectador en la obra, que deja de ser un espacio a recorrer para transformarse
en un momento (o circunstancia) a experimentar.
M aría Laura Rosa muestra cómo la representación del cuerpo humano ha ser
vido de instrumento crítico ante polémicas que se dan en el siglo XX e inicios del
siglo XXI relativas a la violencia, el VIH o los extremos de la manipulación genética.
La obra de dos artistas argentinas es tratada como territorio en el que des
puntan la crueldad extrema, la enfermedad y hechos traumáticos de la historia
argentina de los últimos tiempos. El cuerpo fragmentado, operado, disuelto en una
masa amorfa es el motivo irónicamente ornamental con el que Nora Aslan habla de
ese momento histórico, mientras que Silvia Gai teje órganos del cuerpo aquejados
de alguna anomalía para reflexionar sobre lo precario de nuestro acontecer.
El kitsch es tema del ensayo de Florencia A badi y G uadalupe Lucero, quienes
comienzan con un recorrido por la historia de esa categoría tan controvertida en
el campo del arte. Se vio como muy peligrosa su conexión con la fragilidad del ser
humano, incapaz de evitar la pasividad ante el influjo de las imágenes generadoras
de deseos.
Dos casos particulares de la producción artística argentina -Leonardo Favio
y Daniel Santoro- tienen un lugar central en el ensayo. Entre la desmesura, la
artificialidad de lo recargado y la nostalgia que generan los desechos del mercado,
las autoras realizan una particular lectura que permite abordar ciertos usos de la
«estética peronista» en un universo ligado al kitsch.
Es preciso destacar que - a l igual que en Cuestiones de arte contemporáneo-
se ha respondido a una doble necesidad: ayudar al receptor no formado a acercarse
a obras de difícil recepción y contribuir a la profundización de sus contenidos por
parte del allegado al arte. Asimismo, un rasgo sobresaliente de este libro es el tra
bajo en red de los autores. El lector podrá advertir que los capítulos se comunican
entre sí a través de frecuentes remisiones. Estamos ante un ¡ntertexto que invita a
ser leído no sólo en la direccionalidad habitual de un libro sino también en un ida
y vuelta que intenta, de algún modo, recomponer la compleja trama conceptual
del arte contemporáneo.
Corresponde reconocer la generosa colaboración de los artistas que aportaron
imágenes de sus obras para hacer más dinámica la lectura de los textos, y de los
fotógrafos que gentilmente cedieron derechos sobre esas imágenes. Agradecemos
igualmente a Ayelén Vázquez y a Sofía Dourron por la eficiente tarea de ordena
miento de datos, y a Andrés Fayó por haber facilitado trabajos con la computadora,
principalmente en lo referido a la digitalización de imágenes.
Vaya también mi sincero reconocimiento a Alberto Díaz y a Mercedes Güiraldes
quienes, una vez más, demuestran su interés por mis investigaciones y las de mis
colegas.
Mayo de 2013
SECCIÓN 1
CUESTIONES DE FRONTERA
1.
Carne y metal.
La representación de
lo monstruoso maquínieo
Graciela C. Sarti
Sin embargo, esta violencia de la máquina hacia el cuerpo tendría sus orígenes
en un postulado diametralmente opuesto: la concepción, que alumbrara la mo
dernidad clásica, del cuerpo mismo entendido como una máquina. En un periodo
pródigo en la construcción de toda suerte de ingenios mecánicos, ya sea por prin
cipio hidráulico o neumático -autóm atas da diletto e meraviglia, se los llamaba-,
ya Descartes había propuesto el cuerpo del hombre y del animal como máquinas
biológicas. Dicha postulación aparecía desarrollada en El tratado del hombre,6 texto
de edición postuma, no preparado por el autor para su publicación, y que bien pu
diera ser el capitulo XVIII del tampoco publicado Tratado del mundo.7 Más allá del
carácter provisional del Tratado, allí la homologación entre máquina y organismo
vivo se desarrollaba de modo pleno:
Supongo que el cuerpo no es otra cosa que una estatua o máquina de tierra a
la que Dios forma con el propósito de hacerla tan semejante a nosotros como
sea posible [...].8
When I talk about Fractal Flesh, I mean bodies and bits of bodies spatially
separated but electronically connected, generating similar patterns of recurring
activity at different scales.15
* Este punto es una síntesis de algunos de los temas que he desarrollado en Autómata. El m ito de la vida artificial
en la literatura y el cine, Buenos Aires, Ediciones de la Facultad de Filosofía y Letras. UBA. 2013.
términos de «irónico mito político» en vínculo con el feminismo socialista.19Y pos
tular, desde allí, su figura como el híbrido en el que se registran tres deslimitaciones
de fronteras: de lo humano con lo animal y con la máquina y, más generalmente, de
lo físico con lo no físico, a través de la miniaturización y la ubicuidad de las nuevas
máquinas cada vez más ligeras y «limpias».20 Haraway reafirma la condición mítica
del cyborg y lo llama «significante flotante».
Hasta aquí, una manera de ver el cyborg, como aditamento maquínico de un
cuerpo ante todo humano, del que el protagonista de Robocop (1987), de Paul
Verhoeven, podría ser un prototipo, con un fuerte subrayado de la hibridación,
de la mezcla. Esta forma de monstruosidad manifiesta tiene su contracara en
otra, más inquietante y amenazadora: la de la máquina mimética, la que puede
usurpar la forma del cuerpo. Y su momento más aterrador es el de la revelación
de ese engaño, el monstruo escondido bajo el disfraz humano. Tres escenas clave
podrán ejemplificar la evolución de estas figuras en su diálogo con el canon que
agreden.
La más famosa aparición de un mecanismo bajo la forma humana en el cine
mudo se debe a Metrópolis (1926) de Fritz Lang (1890-1976).21 Corresponde al
momento en que la muchedumbre enardecida quemaba en la hoguera a la «falsa
María», causante del desastre en la ciudad. Al calor del fuego se derretía la aparien
cia y surgía el robot ante los ojos aterrados de los presentes. Esta forma modélica,
que allí se impuso como un prototipo luego largamente citado, es la de la autómata
sexualizada y seductora. Mimética de un ser humano, finalmente revelada como
máquina, es la predecesora de innumerables figuras posteriores. Al espectador se
le permite participar del proceso de su construcción y de la conjura, con lo que no
hay engaño: siempre sabrá que es un ser artificial.
2. Fritz Lang, Metrópolis, 1926. Los obreros en el cambio de turno. La coreografía se inscribe
en una arquitectura oprimente, hecha de cierres visuales y predominio de horizontales,
bajo la bóveda muy achatada.
La andreida es el fruto de la maquinación de un científico desquiciado y de
Fredersen, el poderoso creador de la ciudad, quien pretende usar esta máquina
como herramienta de control social; esas formas de control son la seducción y el
desenfreno, con los escenarios pertinentes del cabaret y la revuelta callejera. Que
finalmente este ser infernal escape aun a los designios de sus dueños, desarrollando
la anarquía por cuenta propia, corre ya por el lado de lo predecible.
La falsa María es tan bella como monstruosa. Su monstruosidad maquínica
es antes ética que estética. Como prototipo femenino, hace serie con cantidad de
ejemplos de la ficción decimonónica: forma extrema de la femme fatale, del ex
ceso de seducción, el resultado de este embrujo es la muerte -cumplida, o apenas
evitada a tie m p o - de jóvenes y niños. Máquina que ¡mita un cuerpo biológico,
su existencia es amenaza para los cuerpos reales, que son su contrapartida en
más de un sentido. Lotte Eisner ha señalado que Lang, influido por el movimiento
coreográfico de los figurantes en el teatro de Max Reinhardt, hace arquitectura
con los cuerpos, que el cuerpo se transforma-en la base de la arquitectura misma
y pone como ejemplos a las masas de extras en la presentación del descenso a
la ciudad subterránea, la pirámide de niños en la secuencia de la inundación y la
cuña de obreros que, siguiendo al capataz, acuden a la reconciliación final con el
amo, Fredersen.22 La película presenta un mundo mecanizado y los trabajadores
son parte de esas máquinas. Antes de la construcción de la mujer-robot, la cámara
se ha encargado de mostrarnos una multitud de hombres que trabajan y caminan
como robots. La resolución del conflicto promete una humanización, pero sigue
reservando a cada quien un lugar en la férrea estructura que queda tan claramente
visualizada en la escena final. La máquina principal, que es ante todo la estructura
social misma, ha resultado intacta.
Más de cincuenta años después, Alien, el octavo pasajero (1979) conmocionó
unánimemente al público y le dio fama internacional a su director, Ridley Scott.23
Allí, basándose muy sorrjeramente en la idea general de la novela El viaje del Beagle
Espacial (The Voyage o f the Space Beagle) de A. E. Van Vogt, se trazaba la peripecia
de un modesto carguero interestelar sometido al ataque de un polizón alienígeno
indestructible y letal. Los personajes, gente común realizando una tarea nada ex
cepcional, han sido expuestos a un mal superior a sus fuerzas por los intereses de
la compañía que los contrata: el alien es «prioridad» por sobre la vida humana, ya
que se lo desea como arma de guerra.
Gran parte del éxito de la película se debió a la maestría de Scott a la hora de
componer imágenes altamente significativas: la puesta de cámara subraya la ame
naza latente; los objetos dentro del encuadre aportan datos clave que concurren
en el sentido de la escena. Lo inescrutable, el monstruo, nunca es percibido clara
y completamente; aquí fue fundamental la colaboración del suizo Hans Rudolph
Giger, quien, con Cario Rambaldi, diseñó a la criatura y algunos escenarios. Sin
embargo, éste no es el único monstruo del film. Está también Ash, un supuesto
miembro de la tripulación que finalmente se revela como un robot infiltrado por la
Compañía. Ambas figuras, la del monstruo biológico y la del monstruo maquinico,
están al servicio de la construcción de un relato con fuertes connotaciones de
transgresión sexual. La escena donde un tripulante, Kane, imprevistamente, muere
desgarrado por el alien que ha incubado en su interior, es una suerte de parto
monstruoso; la escena donde Ash persigue a la protagonista y pretende ahogarla
introduciendo una revista enrollada en su boca, contra el fondo de una cabina don
de los tripulantes han pegado cantidad de fotos de mujeres desnudas, es cercana
a la de una violación.24
James Kavanagh ha analizado los vínculos que el film traza entre distintos
tipos de personajes.25 Aplicando el rectángulo semántico greimasiano, opone a la
protagonista, Ripley, y su gato, al monstruo alienígeno y al androide. Con el tras
fondo de la oposición humanismo/ciencia, se despliega un «conjunto de mensajes
contradictorios», definido por este autor como «esquizofrenia, no en la psicología
del personaje (que no existe) sino en la relación del film con un humanismo domi
nante».26 Efectivamente, las acciones de Ripley son contradictorias: pretende dejar
fuera de la nave, en cuarentena, a su compañero infectado por el alien pero, antes
del final, retrasa la huida para salvar al gato. El reencuentro con el humanismo es
a partir del amor por el animal, en la fraternidad o la empatia entre las especies
cercanas. Claramente hay aquí una oposición entre dos términos «normales», el
humano y el animal -q u e serán los dos únicos sobrevivientes-, y dos términos
anormales: el alien y el autómata, finalmente derrotados.
A los fines de este trabajo se vuelve central una escena, la de la revelación de
Ash como androide: la tripulación está siendo diezmada; Ripley accede al recinto
de la computadora central de la nave, llamada la Madre, teclea para pedir infor
mación y, sobre una pantalla, se va revelando el secreto. La compañía ha enviado el
carguero con el objeto de obtener un espécimen de este alien para «investigación
militar»; los hombres a bordo son «prescindibles». Las letras del mensaje aparecen
reflejadas sobre la cara de la protagonista: la computadora imprime su sentencia
sobre el sujeto humano. En ese momento entra Ash y se produce un enfrenta
miento. Forcejean, y los planos opuestos de ambos rostros revelan una primera
diferencia: de la nariz de Ripley cae una gota de sangre; de la frente de Ash, resbala
una gota blanca. Inmediatamente sobreviene el intento de ahogar a Ripley, recién
comentado, frustrado por los dos compañeros que continúan con vida. Ash resulta
parcialmente destruido. Su cabeza desprendida es reconectada, ya que es imperio
so preguntarle si hay salvación posible frente al alien. Allí se produce un diálogo
clave. Ash responde que el monstruo es «el organismo perfecto», cuya perfección
va pareja con su hostilidad. Y entonces declara «admiración por su pureza. Un
sobreviviente que no está limitado ni por la conciencia, ni por remordimientos, ni
por ilusiones de moralidad». Los humanos no tienen chances frente a él. Se despide
con una ironía: «Mi más sentido pésame». Uno de los personajes le asesta el último
golpe - la cabeza luce una sonrisa-; luego, furioso, quema con un lanzallamas lo
que queda del robot.
Ash es una contrafigura, un complemento del alien. En ambos el cuerpo y el com
portamiento son misterios, irreductibles a parámetros humanos. El intento de cortar
uno de los tentáculos del monstruo revela que su sangre es ácido capaz de corroer
el metal; ofrece resistencia ilimitada a toda condición externa; tiene un feroz mé
todo de reproducción, parásita de otros cuerpos; deambula entre las sombras y los
recovecos, y ataca por sorpresa.
3. Ridley Scott, Alien, el octavo pasajero. La cabeza parlante del androide Ash,
en la caracterización de Ian Holm.
4. James Cameron, Terminator II, 1991. El androide metamórfico encarnado por Robert Patrick
se funde con el piso antes de atacar a una víctima.
Las potentes imágenes propuestas por películas tan emblemáticas como Me
trópolis siguen encontrando eco repetido en la cultura visual del presente. Uno de
los ejemplos más notables en el arte argentino es la apropiación fotográfica que,
en 2008, realiza la rosarina Nicola Costantino (1964). El juego de duplicación entre
los personajes del film -u n a María verdadera y una falsa María mecánica-, replica
aquí en este acto de la apropiación, tan caro al arte contemporáneo, con referen
cias múltiples tanto al contexto de la propia obra de la artista cuanto al desarrollo
temático del mito de la vida artificial.
Costantino es una artista inquietante. Desde los años noventa viene realizan
do piezas que utilizan el calco con material sintético, tomado sobre la materia
orgánica, como modo de alusión a este encuentro de lo natural y lo artificial, la
manipulación y lo espontáneo, la máquina y los cuerpos: entre los más destacados,
los diseños de “alta costura" de Peletería humana (presentados en la Bienal de San
Pablo del 998), los cerdos prensados de Chanehobolas (1998), los calcos de anima
les de Friso de nonatos (1999) (véase el capítulo 7). Este juego perturbador, donde
se hibridan diseño y crueldad, se acentúa en Animal motion planet de 2004. Este
es un conjunto de objetos, dibujos y video que animizan las máquinas al tiempo
que señalan, con gesto de irónica asepsia, al organismo vivo sometido al artificio.
Pero esos son años, también, de encuentro con la fotografía. Desde 2006 viene
desarrollando series fotográficas que tanto son autorreferentes -retratos de sí
misma en todo tipo de posibilidades-, como recrean la historia de arte -M a n Ray,
Velázquez, Caravaggio, Berni-, Y éste es el vehículo para un tema que la convoca,
el del doble, ya presente en la fotografía Nicolás idénticas según Arbus, de 2007, y
que reaparece en sus dos Nicola como María según Metropolis.
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notas
i
r
2.
Lo siniestro en el extremo
de lo real
Oscar de Gyldenfeldt
introducción
• Partiendo del filósofo austríaco Paul Watzlawick, sostenemos la hipótesis de que conceptos como realidad y real
no significan la misma cosa. Como esbozo de aclaración conceptual sostenemos que realidad tiene que ver con nuestras
interpretaciones de lo real o, más aún, con las construcciones de lo real. Por eso sostenemos que esas realidades-legalidades
pueden cambiar y de este modo cambiar la percepción de lo percibido. Es decir, sostenemos que no existe una realidad real
sino interpretaciones-construcciones de lo real que constituyen el núcleo expreso de los desenvolvimientos culturales de
los pueblos y de cada subgrupo sociocultural en torno a su relación con lo que hemos denominado lo otro-real-natural. En
este sentido, hemos partido de la vieja distinción kantiana entre fenómeno y noúmeno -vinculando fenómeno con realidad
y noúmeno con re a l- y, aproximándonos a T. Kuhn, también hemos pensado la realidad como realidad interpretada, como
construcción. Rinde cuenta de lo real como el resultado de la aceptación de un paradigma que constituye en si una forma
de acordar con un marco teórico y por ende con una legalidad que se establece; dentro de ella, se pueden diseñar las inter
pretaciones y las manipulaciones, siempre como producto de una comprensión de lo real como interpretado.
Es necesario explicitar que cualquier aproximación a Lacan es sólo un indicio de borde con lo real, lo imaginario y
lo simbólico, los famosos «tres* del gran psicoanalista francés, que nuestro texto no pretende desarrollar y por lo tanto
tampoco tomar como marco de referencia teórico para fundamentar lo desarrollado discursivamente. Sólo reconocemos
1 alguna vinculación con Lacan cuando diferenciamos la realidad de lo real, en tanto lo real muestra una imposibilidad. Es
lo imposible dado por su no acceso a simbolización alguna. Esto hace patente un limite que «anonada* al ente humano, se
entrelaza con lo siniestro, cuando la experiencia evoca precisamente ese nombre o. mejor dicho, lo hace relevante, trayéndolo
a la experiencia en el pathos de la angustia, experiencia que Lacan desarrolla en el Seminario X. dedicado a la angustia.
I
tuye en una forma trascendente que testimonia la irrupción de lo real. Por lo tanto,
es lo siniestro-extremo una forma de acceso de la experiencia contemporánea en
el campo de la interrogación por lo real. Afirma Paul Ardenne:
«Muchas cosas son las cosas terribles, pero ninguna es más terrible que el
hombre»,6 afirma el coro en una de sus primeras intervenciones en la gran tra
gedia de Sófocles Antígona. Lo terrible señala el punto de intersección de una
doble dirección: al ob-jectum (lo que se nos enfrenta) y al sujeto que somos en
cada caso nosotros, los humanos, fenómeno éste que nos abre a lo siniestro. Por
lo tanto, es nuestra propia experiencia la que, volviéndose sobre sí misma, nos
señala como la criatura más terrible y como la expresión-manifestación de lo
siniestro en su grado de exposición más elevado y notorio. Toda gran obra ha
procurado hacer patente este ejercicio. Así, la Antígona de Sófocles que se enlaza
con la problemática de los limites enmarcados en legalidades. Es la legalidad de
la polis que enmarca, sostiene y diseña la conducta del sujeto-ciudadano. Y ya
que el hombre es pantóporos, su accionar bordea permanentemente la hybris,
la desmesura, la cual plantea el problema de establecer los límites de una ética
según la enseñanza aristotélica.
El ser humano es entonces plasmación de lo terrible y tiene el destino inexcu
sable de interrogarse a si mismo. Es lo Unheimliche. Su misma presencia testimonia
una rasgadura en el orden que suponemos siempre matemáticamente definido en
lo real. Dice el coro en la tragedia de Sófocles anteriormente citada:
Lo que nos perturba no puede ser simbolizado con los signos que hemos
heredado para conducirnos en lo cotidiano. El poeta-artista sabe de esto y lo
enuncia y lo anuncia; cuida, de este modo, nuestra relación inexorable con lo
real y con nosotros mismos. Pero es éste un cuidado que precisamente viene del
campo del arte y que nos arroja a la apertura de lo diferente. Y en este cuidado
arte y filosofía ingresan al escenario de una comunión que retorna a la pregunta
por el origen.
Aquello que cae bajo el nombre de lo siniestro ha hecho evidente entonces lo
que debía permanecer oculto; no cumple con la «prohibición» de aparecer, con la
interrogación por nuestra esencia que se expresa y juega entre la condición y la
constitución del sujeto. En este camino se emplazaría la reflexión sofocleana sobre
el hombre.
En el sueño «Los cuervos» Van Gogh es el elegido por Kurosawa para testimo
niar esa posibilidad en donde la relación del humano con lo natural pueda librarse
del peligro de la desmesura extrema a través de una perspectiva creadora.
■
Por otra parte, se desprende de las películas de Kurosawa —tanto en Los sueños
como en Rapsodia en agosto— que la ciencia en su contexto de aplicación, en su
estrecha relación con la tecnología, nos seduce con la promesa de la subordinación
de lo otro-natural-real, una subordinación al pensar que sólo calcula, que no mide
las consecuencias de su accionar ni se pregunta por el sentido de los resultados
que logra. Pensar y ser ya no plantean una homologación ontológica, una unidad
ontológica, sino el dominio, la manipulación del primero sobre el segundo. Pensar
es hacer sobre lo real, un hacer-interventor que pretende demostrar desde la cien
cia que somos los amos de la naturaleza. Se constituye entonces un tipo de razón
instrumental, un pensar calculador, cuantificador. Así, del mito religioso, por el
cual somos hijos a imagen y semejanza de Dios, pasamos al mito científico, el de
Dios creador que nos erige en creadores-dominadores para ser ejemplos del más
alto eslabón en la supuesta escala biológica evolutiva. Nos habría sido «dada> una
razón instrumental; por este motivo-fundamento, debemos poner en práctica nues
tras capacidades manuales y cognitivas como únicas formas de comprensión de la
realidad. Éste sería el camino a seguir para el Occidente y el Oriente globalizados.
Pero el holocausto previsto acecha y se cierne como lo siniestro. Y es siniestro
precisamente desde el momento en que el holocausto se realiza (véase el capítulo
8). Por eso, la reflexión de la anciana en Rapsodia en agosto señala la íntima rela
ción entre el holocausto que acontece en un momento determinado de la historia
de un pueblo, Nagasaki -llevado adelante, en este caso, por el pueblo agresor- y
la memoria de ese pueblo.
La memoria como herramienta intelectual posibilita el acceso a la presencia de
lo siniestro, porque no lo niega en sus innumerables formas de manifestación. La
memoria es la contundente oposición a cualquier especulación filosófica que nos
engaña con un eterno presente. Es una experiencia irreemplazable para compren
der el sentido de lo siniestro. Así la anciana transmite a sus hijos y a sus nietos el
recuerdo de lo que no puede ni debe ser olvidado porque ya ha ingresado al registro
del acontecimiento, enlazado a la memoria arraigada de un pueblo.
el sacrificio de tarkovski
Es una película sobre el hombre que vive sobre la tierra y es parte de la tierra, que
a su vez es parte de ese hombre. Una película sobre el hecho de que el hombre ha
de responder con su vida ante el pasado y ante el futuro. Esta película hay que
verla, eso es todo, escuchando devotamente la música de Bach y las poesías de
Arseni Tarkovski. Y hay que verla como se contemplan las estrellas, el mar o un
paisaje bello. Se echará de menos la lógica matemática. Pero ésta, en el fondo,
no explica qué es el hombre y en qué consiste el sentido de su vida.'5
Una obra de arte debe superar el peligro de caer en las redes cautivadoras y
engañosas de la desmesura, de hacer de la producción artística una mera expresión
de gratuidades estéticas, lo que evidentemente haría cuestionable su pretensión de
ser una obra de arte. Se encontrará ante la encrucijada de mostrar este conflicto en
su oposición dialéctica. La práctica de sus habilidades en el campo de la invención
surge como un camino que bordea la autoflagelación, y por cons:guiente, el peligro
y el temor ante nuevas holocaustos que aparecerían como un horizonte inevitable
y como productos de este momento histórico de la experiencia humana. Entonces,
aunque nos aterra la presencia de lo siniestro-extremo nos adentramos en él sin
medida y sin escrúpulo como indican Tarkovski y Kurosawa.
En consecuencia, debemos reconocer que aquello que señalamos como lo si
niestro en sus innumerables expresiones nos brinda indicios de otra forma de acce
so a lo real, de otro-realcn donde los acuerdos conocidos o reconocidos en nuestra
cotidianidad no son suficientes para articular nuestro pathos. Afirma Tarkovski:
Lo siniestro abre una puerta e introduce otra pregunta. ¿Es una experience
que hace referencia a un más allá? En este caso es patentización de lo otro físico-
natural, de lo físico (physis) en otra dimensión ontológica que señala la aperture
de la dimensión metafísica. Lo siniestro se instala así en un borde-extremo de lo
real que demanda otro ejercicio de racionalidad a nuestra imaginación-intelectual-
comprensiva y creadora. Lo que nos recuerda a Kant cuando afirma en la Crítica del
juicio (parágrafo 25 de la Analítica de lo sublimé):
Sublime es lo que, por ser sólo capaz de concebirlo, revela una facultad del
espíritu que va más allá de toda medida de los sentidos.
Y luego:
Si hablamos de inclinarse hacia la belleza, de que la meta del arte, surgido por
el ansia de lo ideal, es precisamente ese ideal, no quiero decir con ello que el
arte debe evitar el «polvo» de lo terreno. Todo lo contrario: la imagen artística
es siempre un símbolo, que sustituye una cosa por otra, lo mayor por lo menor.
Para poder informar de lo vivo, el artista presenta lo muerto, para poder hablar
de lo infinito, el artista presenta lo finito. Un sustitutivo. Lo Infinito no es ma
terializadle, tan sólo se puede crear una ilusión, una imagen. Lo terrible está
encerrado en lo bello, lo mismo que lo bello en lo terrible. La vida está involu
crada en esa contradicción, grandiosa hasta llegar al absurdo, una contradicción
que en el arte aparece como unidad armoniosa y dramática a la vez. [...] La idea
de lo infinito no se puede expresar con palabras, ni siquiera se puede describir.
Pero el arte proporciona esa posibilidad, hace que lo in fin ito sea perceptible.25
r
3. Andrei Tarkovski, Sacrificio. Escena del árbol seco, Suecia-Francia-Reino Unido, 1986.
El arte actúa en esa dialéctica y juega, o debe jugar, desde la modestia. Sabe
de lo imposible que es traer a la presencia de la ejecución de la obra lo real en
su eternidad manifestada. Así el arte pone en juego al mismo existente humano
y hace evidente un creativo torcimiento de las voluntades doblegadas por las im
prontas simbólicas de un mundo globalizado en la ilusión de un eterno presente
de realización. Por eso, el arte sólo puede señalar momentos fugaces, escorzos, de
esa aprehensión de lo otro-real.
En las películas citadas de Tarkovski vemos la preocupación por señalar cómo
una vida se detiene cautivada por su experiencia desmesurada extrema, y cómo esa
detención deja al ser humano encerrado en su alienación. Al mismo tiempo, hace
manifiesta su preocupación por señalar que nuestra comprensión de la realidad
material es una forma de comprensión que debe ser superada si no renunciamos a
más auténticas comprensiones y modos de existir.
En Sacrificio aparecen situaciones incomprensibles:
a modo de conclusión
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notas
Inés A. Buehar
A Laura Baade, in memoriam
introducción
génesis de la ópera
La ópera Moisés yAarón consta de tres actos, el último de los cuales no ha sido
concluido pues si bien el texto está completo, sólo han quedado algunos bocetos
de la música. El proyecto abandonado de la letra de una cantata titulada Moisés
ante la zarza ardiente de 1926, y el trabajo sobre la concepción del texto para el
oratorio Moisés yAarón durante los años 1927 y 1928 constituyen antecedentes
significativos para la elaboración de la ópera. Schonberg inicia la composición de
esta última a comienzos del año 1930 y trabaja sobre ella hasta la finalización de
los dos primeros actos el 10 de marzo de 1932. René Leibowitz destaca la manera
en que Schonberg llevó a cabo la composición de los dos primeros actos realizando
simultáneamente la composición musical y la redacción del libreto, es decir que
no partió de un libreto ya redactado como suele suceder. Además, Schonberg es
cribía directamente la partitura completa, cuando los compositores por lo general
escriben una primera versión a cuatro o cinco partes con algunas indicaciones
instrumentales, para luego completar la partitura.4 El texto del tercer acto, tal como
es testimoniado por cartas y bocetos, ha sido reelaborado y reescrito varias veces
hasta llegar a la versión final del texto en el año 1935, en tanto que los últimos
bocetos fragmentarios de la música datan del año 1937. No obstante, Schonberg
expresó en varias oportunidades la intención de concluir la música de este tercer
acto: asi, por ejemplo, en 1949 manifestó que había concebido en gran medida
la música y que podría escribirla en pocos meses.5 En noviembre de 1950, ante la
posibilidad de una puesta en escena de la ópera, Schonberg propone tres alterna
tivas: la primera consiste en la puesta de los dos primeros actos, ya sea omitiendo
el tercero o presentando el diálogo hablado; la segunda, en la representación sólo
de la «Danza en torno al becerro de oro» del segundo acto; y la tercera en la puesta
del segundo acto solamente.6 Poco antes de morir, en junio de 1951, reafirma su
voluntad acerca de que el segundo acto puede ser representado de forma aislada,
tal vez antecedido por unas breves palabras sobre el primero y añadiendo el tercero,
considerando que así se reproducía el contenido fundamental de la ópera.7
Es importante relacionar el proceso de producción de la obra con algunos
aspectos de la vida del compositor: su tránsito a través de diversas creencias reli
giosas y la aproximación a diferentes corrientes de pensamiento. Schonberg había
nacido en el seno de una familia judía, donde influyeron en él la devoción religiosa
de su madre y el pensamiento idealista anarquista de su padre. Siendo adolescente
Schonberg se autodefinía como no creyente, pero manifestaba a la vez un profundo
respeto por el contenido de la Biblia.8 En el año 1898 se convierte al protéstanos-
mo, religión que reconoce como única autoridad a la Sagrada Escritura sin refe
rencia a ningún otro dogma. Durante la etapa expresionista de composición, toma
contacto con la filosofía alemana —Kant, Schopenhauer y Nietzsche-, la teosofía,
el misticismo y otras religiones. En octubre del año 1933 manifestará públicamente
en París9 su retorno a la religión judia, en el contexto del ascenso del nazismo y la
intensificación del antisemitismo. Esta conversión al judaismo es el resultado de
un largo proceso de acercamiento que se pone de manifiesto en la composición de
varias obras con contenido religioso. Así, entre los años 1915 y 1922 compuso el
oratorio inconcluso La escalera de Jacob. Durante los años 1922 y 1923 concibió la
idea de Moisés yAarón e inició la composición de El camino bíblico, obra escénica
con acompañamiento musical que fue escrita durante los años 1926 y 1927.
El texto bíblico del Éxodo10 constituye el motivo de inspiración y la fuente del
libreto de la ópera; Schonberg no realizó citas directas ni siguió de modo literal el
relato sagrado, sino que lo reordenó y reformuló, incluyendo sus propios pensa
mientos y reflexiones. En una carta dirigida a Alban Berg el 5 de agosto de 1930
afirmaba que la idea principal del texto estaba estrechamente ligada a su propia
personalidad, como también lo estaban las múltiples ideas subsidiarias presentadas
literal o simbólicamente. A esto añadía, para acentuar el carácter de originalidad,
que todo lo escrito tenía una cierta semejanza interna con él mismo.”
El primer acto comienza cuando Moisés, frente a la zarza ardiente, recibe el
llamado divino para comunicar la idea de un Dios único e irrepresentable. Dado
que Moisés reconoce que si bien puede pensar tiene dificultades para hablar, Dios
designa a Aarón, su hermano, para que sea su «boca». Los dos hermanos se en
cuentran en el desierto y su conversación pone de manifiesto sus diferencias con
respecto a la manera en que puede comunicarse la idea de Dios. El pueblo, al recibir
el mensaje del nuevo dios, responde de una manera ambigua que oscila entre la
exaltación y la burla. Aarón, a través de los milagros -conversión del cayado en
serpiente, la aparición de la lepra en la mano de Moisés y la transformación del
agua en sangre-, logra persuadir al pueblo. Así, el primer acto concluye con una
marcha triunfante mientras el pueblo inicia el éxodo al desierto. A continuación,
el interludio sinfónico-coral refiere la larga ausencia de Moisés, que ha ido al
encuentro de Dios en el Monte Sinai. En el segundo acto Aarón y el pueblo, que
han permanecido esperando durante cuarenta días el regreso de Moisés, suponen
que éste ha muerto y pierden la fe. Ante las demandas del pueblo incrédulo, Aarón
permite la adoración al becerro de oro, la cual deriva en una orgía plagada de
suicidios, violaciones y asesinatos. Moisés regresa con las tablas de la ley en sus
manos y hace desaparecer al becerro de oro valiéndose sólo de la palabra. En este
momento tiene lugar una extensa discusión entre los dos hermanos. Moisés repro
cha a Aarón no haberse mantenido fiel a la idea de un Dios irrepresentable. Aarón
insiste en que el pueblo requiere imágenes para entender y le objeta a Moisés que
las tablas de la ley también son una imagen o representación de Dios. Finalmen
te, Moisés reconoce que ha sido vencido y que su idea de Dios no puede ni debe
ser expresada en palabras. En el tercer acto no musicalizado, Aarón encadenado
dialoga con Moisés, quien argumenta a favor de la idea del Dios irrepresentable.
Moisés ordena que lo liberen, después de lo cual Aarón muere. Las palabras finales
de M oisés, d irig id a s al pueblo, expresan que éste será in v e n c ib le en el de sie rto y
alcan zará la m eta de un irse a Dios.
La música de la ópera está compuesta mediante la técnica dodecafónica o,
tal como la denominaba Schónberg, «método de composición con doce sonidos
solamente relacionados uno con otro», cuya explicación fue expuesta por el com
positor en una conferencia del año 1935.12 Este método consiste en utilizar el total
cromático para la construcción de la serie de doce sonidos diferentes, dispuestos en
un orden que elude el de la escala y que permite la incorporación de la diversidad
de intervalos. De la serie base se derivan otras tres que resultan de la aplicación
de los procedimientos de espejo: inversión -se sustituye cada intervalo por el de
la dirección opuesta-, retrogradación -comienza con la última nota de la serie
base para terminar con la prim era- y retrogradación de la inversión. El conjunto
de la serie base y sus tres transformaciones constituye lo que algunos teóricos han
denominado «área de la serie»,'3 área que con su particular constitución puede ser
a su vez transpuesta a los once sonidos restantes. A partir de todas estas transfor
maciones y transposiciones de la serie resultan cuarenta y ocho formas, de manera
que el compositor dispone de una enorme provisión de material sonoro. La serie
supone una previa configuración del material, porque se la construye a través de
una elección de relaciones interválicas. Uno de los principios fundamentales de este
método consiste en la prohibición de repetir cada uno de los sonidos constitutivos
de la serie hasta que hayan aparecido todos los demás. Otra exigencia característica
de la técnica dodecafónica es la de utilizar sólo una serie básica en cada obra de
manera exclusiva y constante.
En un escrito temprano —«Sobre la técnica dodecafónica» (1929)—,'4 Adorno
establece como fundamento estético del dodecafonismo a la «susceptibilidad» a la
repetición, por lo cual se opone a la repetición de sonidos tomados del continuo
cromático —los sonjdos del sistema temperado- eliminando la interdependencia y
jerarquía que los grados tienen en la tonalidad. De este modo se logra determinar
vertical y horizontalmente la igualdad de los grados independientes. Al desaparecer la
tonalidad como fundamento de la configuración formal de la obra, la variación motí-
vica adquiere preponderancia como método constructivo. La evitación de la repetición
se consigue al tornar irreconocible la repetición a través de la variación extrema: se
presenta el material de manera variada, haciendo imperceptible aquello que se repite.
Por su parte, Schónberg sostiene que el fundamento estético y teórico del
método dodecafónico reside en el principio según el cual: «La unidad del espacio
musical exige una percepción absoluta y unitaria».'5 Ese principio deriva de un fe
nómeno que se constituye en la propiedad definitoria del método, y que consiste
en el hecho de que la serie dodecafónica rige tanto la dimensión diacrónica como
la sincrónica, tanto la horizontalidad como la verticalidad del espacio sonoro. La
técnica dodecafónica consiste, entonces, en una preformación del material dado,
es decir, el continuo cromático, a través del establecimiento de una serie de doce
sonidos no jerarquizados, lo cual conduce a una unificación de las características
de las dimensiones del espacio musical.
La ópera, que tiene una extensión de 2106 compases, está compuesta sobre
la base de una sola serie dodecafónica, tal como queda expuesto en los bocetos y
confirmado por el propio Schónberg en su conferencia. Allí el compositor afirma
que la serie básica es el primer pensamiento (Gedanke) creador; por eso es que
cada obra particular se construye sobre una serie única. Schónberg reconocía que
a medida que se iba familiarizando con la serie lograba con más facilidad extraer
de esta unidad mayor unidades menores diferentes que convertía en principios
estructurales, lo cual servía para variar el material. Para el compositor esta ópera
constituye la confirmación de que es posible mantener el requerimiento de la
técnica dodecafónica de utilizar sólo una serie básica en cada obra, aun si es de di
mensiones monumentales como ésta.16 El método de composición con doce sonidos
cumple la función de ser un sustituto arquitectónico del sistema de la tonalidad,
reemplazando las diferenciaciones estructurales determinadas por las armonías
tonales. La estructura global es generada por la división de la obra en secciones,
las cuales están organizadas por ciertas formas de la serie, agregados o familias
de formas relacionadas con ella. A su vez esta estructura se enlaza con el diseño
motivico de la ópera: algunos motivos musicales connotan ciertos contenidos tex
tuales y se asocian con algunas áreas de la serie.
!
i
Constelaciones sonoras entonadas por las «Seis voces solistas» al comienzo de la obra. Los
corchetes con las letras a, b, c y d permiten reconocer la ubicación de los sonidos en la serie
dodecafónica básica y su inversión a la sexta.
1. J.-M. Straub y D. Huillet, Moses undAron, 1974 (fotograma). Acto I: Moisés enumera
los atributos divinos al comienzo de la ópera luego de haber escuchado el canto vocálico
de las «Seis voces solistas».
la tarea de moisés-schonberg: inadecuación entre intención y resultado
En la primera escena del primer acto, Dios llama a Moisés para encomendarle
que lo proclame frente al pueblo. Sin embargo, Moisés le ruega que no lo obligue
a esto porque ya está viejo y desea pastorear sus ovejas en paz. Adorno señala que
para un mortal ser portavoz del absoluto sería al mismo tiempo blasfemia, puesto
que lo infinito se sustrae a lo finito. Moisés, de alguna manera, es consciente de
que no está a la altura de la demanda divina. Sin embargo, no cumplirla implicaría
la aceptación de su impotencia. Adorno recuerda la frase inicial de la primera de
las Cuatro piezas para coro mixto opus 27 de Schonberg para caracterizar la actitud
de Moisés: «Valientes son los que llevan a cabo actos para los que el coraje no les
alcanza».26 La imposibilidad del cumplimiento de la comunicación de lo absoluto se
manifiesta en la última frase del segundo acto de la ópera acompañada por música,
expresada por Moisés al mismo tiempo que cae abruptamente al suelo: «¡Oh, palabra,
tú, palabra que me faltas!» («O Wort, du Wort das m ir felht!»).21 Señala, entonces,
Adorno que la tarea del valiente Moisés de poner en palabras a Dios se convierte en
la tarea del propio Schonberg como artista al intentar poner de manifiesto estética
mente el contenido metafisico absoluto. Tanto para Moisés como para Schonberg la
tarea no puede completarse, permanece inacabada: a Moisés le faltan las palabras,
a Schonberg le faltan los sonidos musicales para terminar la composición del tercer
acto. La ópera no puede ser más que fragmentaria; en palabras de Adorno:«... las
obras de arte importantes son en general las que aspiran a un extremo; las que se
destruyen en el intento y cuyas líneas quebradas quedan como la cifra de la innom
brable verdad suprema».28 A partir de esto se desprende que es un rasgo propio de
las grandes obras de arte la inadecuación entre la intención y el resultado. La impo
sibilidad de la adecuación entre intención y resultado es interpretada en este caso
por Adorno como la imposibilidad histórica del arte sacro en la contemporaneidad.
La inconmensurabilidad entre lo trascendente trans-subjetivo y las posibilida
des estéticas de la obra conduce a la imposibilidad de la obra misma. Sin embargo,
el logro de la obra consiste en que no hay manera de fingir o representar lo absoluto
como algo dado, sino que lo presenta negándolo, es decir, como algo inaccesible.29
Schonberg se habría percatado de una antinomia propia del arte, la cual excedía
a un planteo subjetivo individual; esta toma de conciencia lo conduce a asumir
dicha antinomia tanto en la obra en su conjunto como en sus elementos mínimos.
La estética hegeliana ya había mostrado que en la obra de arte no podían
representarse los contenidos más elevados, el arte había dejado de ser el ámbito
privilegiado de manifestación de lo absoluto; sin embargo, esto no implica que haya
que renunciar a los contenidos más altos, aunque ya no se los pueda representar
artísticamente. El arte moderno debe asumir esta imposibilidad y su esencia radica,
justamente, en la imposibilidad de efectuar la representación de lo absoluto aun
cuando ésta sea su intención.30 Posteriormente, en Teoría estética Adorno afirmará
que las grandes obras de arte no pueden mentir.31 La objetividad y la verdad se
encuentran entretejidas en las obras de arte; por esta razón, las más profundas no
logran una apariencia organizada, sino la apariencia negativa de su verdad.32 La
obra de arte no queda completamente definida por la apariencia estética, puesto
que «el arte tiene la verdad como apariencia de lo que no tiene apariencia».33 La
obra de arte es apariencia de lo que no tiene apariencia, de un no ente, es decir,
apariencia de una epifanía de lo absoluto. El arte moderno radical es arte oscuro, su
color básico es el negro, ya que si bien refiere a lo absoluto, se trata de un absoluto
velado en negro.34
Tal como está expuesto en Teoría estética,35 a la experiencia estética genuina le
es propia la confianza en la presencia de lo absoluto en las obras de arte auténticas.
Si bien el arte ha tenido su origen en la religión, las obras de arte se distinguen de los
símbolos religiosos, los cuales se afirman como la aparición de lo trascendente. Las
obras de arte no son manifestación de lo absoluto, aunque las grandes obras inspiren
la confianza de que sí lo son. Las obras no admiten acoger a lo absoluto en la autono
mía de su configuración como si fueran símbolos. Las imágenes estéticas, a diferencia
de las imágenes cultuales, quedan comprendidas bajo la prohibición de imágenes.
En la segunda escena del primer acto, cuando Moisés se encuentra con Aarón
en el desierto, éste sostiene la posibilidad de representar a Dios a través de imágenes
y palabras; mientras Aarón canta, Moisés afirma gritando: «Ninguna imagen puede
r
darte una imagen de lo ¡rrepresentable» {«Kein Bildkann direin Bildgeben von Unvors-
tellbaren»).42Aquí se refiere Moisés, ante todo, a la imposibilidad de la representación
visual de Dios por su cualidad de invisible (unsichtbar). Más adelante, en la cuarta
escena del acto I Moisés reconoce: «¡Mi pensamiento no tiene fuerza en la palabra
de Aarón!» («Me//? Gedanke ist maehtlos in Arons Wort!»),43 a pesar de que Dios ha
asignado a Aarón como la boca de Moisés. En la cuarta escena del segundo acto,
cuando Moisés regresa y se encuentra con el becerro de oro, lo hace desaparecer a
través de la palabra por considerarlo una falsa imagen al invocarlo de este modo:
«... ¡tú, reflejo de la incapacidad de captar lo ilimitado en una imagen!» («... duAbbild
des Unvermógens, das Grenzenlose in ein Bildzu fassen!»).44 Aarón le objeta, sin em
bargo, que los milagros, incluido el del poder destructor de la palabra de Moisés, no
son más que imágenes.45 Moisés, consciente entonces del carácter falsificador de la
utilización de imágenes por parte de Aarón, destruye él mismo las tablas. La radica-
lidad de esta acción conduce a la imposibilidad de transmisión de la idea de Dios a
través de la palabra.46 La condena bíblica a la realización de imágenes y a la adoración
de ídolos es extremada y transformada por Schónberg en el problema filosófico de la
inefabilidad de Dios. La expresión lingüística es considerada también como un modo
de representación, por lo cual Dios tampoco puede ser expresado en palabras.
En la ópera Aarón, quien se vale de imágenes, canta utilizando el lenguaje sin
imágenes de la música. Moisés, quien respeta la prohibición de imágenes, no canta,
sino que habla47 valiéndose del recurso del Spreehgesang. Sólo en unos pocos com
pases, en la segunda escena del acto I cuando se encuentran los hermanos, Aarón
habla y Moisés canta.48 George Steiner considera que Moisés y Aarón es una ópera
sobre la ópera, una metaópera. Trata acerca del drama de la no comunicación, de
la resistencia de la palabra divina a hacerse carne en lo verbal y plásticamente hu
mano. Pone de manifiesto la imposibilidad de la concordancia total entre lenguaje
y música; por eso el conflicto se plantea entre un hombre que habla y un hombre
que canta. Moisés puede pensar pero no hablar, sus palabras son internas, consti
tuyen su pensamiento no plasmado aún en discurso; Aarón habla cantando y apela
a imágenes, pero sus palabras elocuentes distorsionan el pensamiento. En esta
contraposición reside el aspecto trágico de la ópera, ya que queda planteado un
conflicto irreconciliable entre el significado pensado y las palabras distorsionantes.
Schónberg habría conducido al limite la convención operística, la cual supone que
los personajes cantan en lugar de hablar, demarcando de este modo el ámbito de la
ficción. El hablar de Moisés rompe con la apariencia estética y la ficcionalidad de la
ópera. Tal como señala Steiner, la paradoja de esta obra culmina «en una derrota,
en un grito de necesario silencio»49 (véase el capítulo 4).
Adorno señala la contradicción que puede tener lugar en las obras musicales
religiosas: «Toda música que aspira a la totalidad, en cuanto símil de lo absoluto,
tiene su aspecto teológico, aunque no barrunte nada de ello; aunque, al erigirse
como creación, se haga contrateológica».56 En esta ópera schónbergiana el momen
to teológico se manifiesta a nivel intramusical; la música, a través de la racionaliza
ción, busca la coherencia para llegar a ser una totalidad. La absoluta determinación
de la obra en su aspecto estrictamente musical la asemeja a la manifestación de lo
absoluto aunque el propio Schónberg sostenga, desde el punto de vista filosófico-
teológico, que la esencia no puede manifestarse. Y es esta concepción filosófico-
teológica la que torna imposible la conclusión de la obra como ópera.
El carácter fragmentario de la obra es esencial y no responde a un factor
accidental o externo de carácter histórico o biográfico. Responde a la contra-
dicción planteada desde el comienzo de la ópera de lo fin ito y lo infinito: |5
inconmensurabilidad entre el lenguaje de un ser fin ito y lo absoluto que debe
ser comunicado. Según Adorno, se trata de una contradicción trágica que está
presente en el contenido de la obra pero que es también la contradicción de la
obra misma: «La imposibilidad de un todo estético que se convierte en tal gracias
al contenido metafisico absoluto».57 La contradicción se hace manifiesta en la
interrupción de la música al final del segundo acto como la imposibilidad del
acabamiento de la ópera.
La filmación, que data del año 1974, realizada por Jean-Marie Straub y Dá
mele Huillet72 de la ópera Moisés y Aarón podría ser caracterizada como una obra
de arte extrema, al igual que la ópera misma, debido a que propone un planteo
estético radical fundado en una toma de posición ético-política. No se trata de una
filmación de carácter documental de la ópera, sino que los cineastas hacen suya
la problemática schonbergiana y la desplazan a la puesta fílmica. Las películas de
Straub y Huillet, que demandan una recepción activa por parte del espectador,
están dirigidas a públicos que constituyen minorías porque ellos creen, al igual
que Lenin, que se puede esperar que las minorías del presente se conviertan en las
mayorías del mañana.73 Deciden filmar la ópera con la intención de poner al alcan
ce de un público televisivo y cinematográfico una obra a la que de otro modo no
accederían. No obstante, este film realizado para la televisión escapa a las normas
y procedimientos standarden este medio, requiriendo de parte de la audiencia una
actividad interpretativa compleja y exigente.74
Straub y Huillet, luego de asistir a una función de la ópera en Berlín en el
año 1959, conciben la idea de film ar la obra al aire libre y en color. Si bien en un
comienzo se interesaron especialmente en el aspecto teológico de la ópera, en el
proceso de su elaboración desplazaron su atención hacia la dimensión política.
La cuestión teológico-filosófica de concebir a Dios como ¡dea irrepresentable,
enlazada con la tarea de comunicar esta ¡dea al pueblo, implica ya la problema-
ticidad de la dimensión política: los lideres tienen que hallar la manera adecuada
de comunicar la idea de Dios. En la Critica de la facultad de juzgar, Kant había
puesto de manifiesto la dimensión política implicada en el acceso a lo sublime.
En el párrafo dedicado a la prohibición judía de imágenes, Kant señala que, a
pesar de que lo sublime sólo puede ser presentado de manera negativa, los go
biernos permiten que la religión recurra al apoyo de imágenes, tornando así a
los súbditos pasivos y fácilmente manejables.75 Straub y Huillet acentuarán de
diversas maneras la significación política de la ópera en el film en una actitud
interpretativa extrema.
Esta perspectiva hermenéutica permite revalorizar el texto del tercer acto, en
el cual Moisés reenvía al pueblo al desierto expresando que allí serán invencibles
y alcanzarán su meta. La idea de Moisés es que la travesía del desierto no ¡ene
fin, en tanto que la idea de Aarón es la de llegar a una tierra real donde 'luye
leche y miel. Si bien en este tercer acto Aarón muere, Straub considera que no
sólo Moisés ha destruido a Aarón, sino que también Aarón ha destruido a Moisés,
puesto que ambos son simplemente dos aspectos de una unidad - t a l como lo
concebía Schonberg, Moisés y Aarón significaban dos actividades de un hombre
de Estado-.76 Ante la destrucción de ambos hermanos, queda en definitiva sólo
la idea de Moisés de una fe constantemente renovada en el desierto y el pueblo;
entonces será a partir del pueblo mismo que se desarrollará una política que no
dependa de los líderes ni de las alturas de lo divino. De aquí que Straub destaque
el carácter dialéctico de la ópera -a u n cuando no se trate de un materialismo
dialéctico- por ser precisamente este aspecto el que permite hacer de la opera
un objeto de reflexión marxista.77
Se destacan dos elementos paratextuales con respecto a la ópera que fo'man
parte del film y que aportan una clara interpretación política. La película comienza
con un primer plano de un fragmento de la Biblia traducida por Lutero en 1523
-Schonberg poseía la Biblia luterana desde su conversión al protestantismo-, que
hace referencia a la matanza ordenada por Moisés, episodio que no está incluido en
la ópera. Luego aparecen los títulos y, al finalizar éstos, la dedicatoria manuscrita
de los cineastas al «terrorista» Holger Meins, quien muere por huelga de hambre en
prisión.78 La dedicatoria hace posible la puesta en relación del contenido del film
con los acontecimientos políticos contemporáneos a su realización.79 El segundo
acto finaliza con la victoria de Aarón sobre Moisés; es aquí donde habría que
reponer el episodio en el cual Moisés envía a los hijos de Leví a hacer matar tres
mil hombres de otras tribus para explicar el hecho de que Moisés retome el poder
sobre Aarón en el tercer acto. Straub explica que Schonberg tenía conciencia de
que los «mejoradores» del mundo siempre habían hecho correr sangre - ta l como
lo expresara el compositor en una carta dirigida a Kandinsky-80 y Moisés no era
una excepción. De esta manera, el film aporta un nuevo significado, que no estaba
contenido en la ópera, el cual surge de la presentación de las limitaciones de Moisés
y su aspecto violento como líder y profeta.8’
5. J.-M. Straub y D. Huillet,(Moses i/ncMron, 1974 (fotograma). Acto III: Aarón encadenado
yace a los pies de Moisés.
En el film, los dos primeros actos de la ópera transcurren teniendo como es
cenario un teatro romano construido según el modelo de un anfiteatro griego;
en el tercer acto, en el que se hace presente la palabra hablada luego del silencio
posterior a la música, desaparece el teatro griego como escenario. Straub y Hui
llet habrían captado profundamente, tal como lo señala Lacoue-Labarthe, que la
intención primaria de Moisés yAarón era la de una tragedia. El filósofo expresa
que fue esta película la que le permitió reconocer que en esta ópera la concepción
dramatúrgica es lo decisivo.82
Straub y Huillet filman con sonido directo, lo cual implica que simultáneamente
se filman las imágenes y se registran los sonidos que les corresponden. Este pro
cedimiento no permite cortar y hacer montaje de las imágenes, ya sea por placer
o de manera arbitraria. Cada imagen posee un sonido que debe ser respetado; así,
por ejemplo, si un personaje sale del campo del cuadro, no se puede cortar hasta
que se deje de escuchar el ruido de los pasos que se alejan ya fuera de campo. En 1
consecuencia, el recurso del sonido directo impide engañar al espectador sobre e|
espacio, y le da la posibilidad de reconstruirlo. La elección de este procedimiento, ]
que no es sólo técnico-estética sino también ética e ideológica, produce una tran$, j
formación en la concepción total del film y en la relación de éste con el espectador.
De este modo, la postura de Straub y Huillet se contrapone a la de la estética ¡n- I
ternacional de la industria cinematográfica, que recurre al doblaje.83
De acuerdo a la estética de Straub y Huillet, todo film musical requeriría la
grabación simultánea de sonido e imágenes, pero en el caso de la filmación de una
ópera se presentan grandes dificultades. El director de orquesta Michael Gielen
acepta el desafio de grabar en directo las partes de los cantantes y el coro en
sincronía sobre la banda previamente grabada de la parte orquestal. La reverbe
ración del estudio de la Radio de Viena se correspondía en gran medida con la
reverberación natural del anfiteatro romano de Alba Fucense -e n la región de los
Abruzzi-, escenario que fuera elegido por los cineastas justamente en función de
la acústica. Dado que la filmación se realizó al aire libre y con grabación de sonido
directa, se escuchan las toses de los cantantes, el mugido del ganado, el canto de
las cigarras, etc.; de aquí que el sonido del film no sea una abstracción, sino que
esté compuesto de la música de Schónberg y de todos estos ruidos contingentes.
Con respecto a los cortes y el montaje del film, éstos se realizaron en una estricta
correlación con la estructura musical. Los cineastas, junto con Gielen, determinaron
los lugares de cortes necesarios desde el punto de vista musical siguiendo el análisis
de la estructura dodecafónica de la partitura.84
consideraciones finales
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notas
k
4.
El silencio como categoría estética
en la música contemporánea
Luciano Lutereau
de la mimesis a la percepción
incorporación del silencio en la música del siglo xx: e. satie, j. cage, I. nono
«El porvenir está en la filofonia», decía Erik Satie a comienzos del siglo XX, al
desarrollar una obra centrada en la reducción del sonido a su aparición elemental.
Luego de la época de Trois Gnossiennes (en la década de 1890), esta consigna es
llevada a su punto culminante en el período final de su trabajo con la Musiqued'
ameublement (1920). La obra, compuesta junto a Darius Milhaud, para los entreac
tos de una pieza de Max Jacob, no debía tener fines comunicativos ni expresivos,
sino desarrollarse como un objeto funcional y decorativo. En una carta a Jean
Cocteau, Satie describía su música de mobiliario del modo siguiente:
(...) es básicamente industrial [...]. Queremos establecer una música que sa
tisfaga las «necesidades útiles». El arte no entra en estas necesidades [...]. La
Música de mobiliaricjcrea una vibración; no tiene otro objeto; desempeña el
mismo papel que la luz, el calor y el confort en todas sus formas.20
Una década después, en 1948, Cage dictó una conferencia dedicada a Satie, en
quien veía el artífice de un efecto liberador (incluso lo declara superior a Beetho
ven) al separar la estructura temporal de la armonía. Destacar la influencia de Satie
sobre Cage podría ser un modo de relatívizar la importancia que habitualmente
se encuentra en la participación del budismo zen en la obra de Cage a partir de la
asistencia a los seminarios de Suzuki.23 Es la obra de Cage la que debiera elucidar
se, teniendo en cuenta que en su producción de la década del 50 se pone en acto
un desafío para la música del siglo XX, que ya había encontrado una formulación
primera en el humor de Satie cuando éste decía que la mejor manera de tocar su
música era con «las manos en los bolsillos».
La poética de E. Satie, unas veces asociada al collage (o al cubismo), otras al
ready-made, pone en suspenso la metáfora de la obra musical como arquitectura
construida sobre la base del sistema tonal. Vexations (1893) es un caso paradig
mático entre las composiciones de Satie. La obra consiste en una única hoja de
partitura con 180 notas a ser tocadas de acuerdo con la siguiente instrucción
escrita en el margen superior: «Tocar este motivo 840 veces sucesivamente, sería
aconsejable prepararse de antemano permaneciendo en el más profundo silencio»
[Cursivas añadidas]. En esta repetición, Satie busca conjurar el aburrimiento antes
que producirlo, y el silencio ocupa un papel asociado a la condición de la ejecución.
En la conferencia de 1948 anteriormente indicada, J. Cage decía sobre Satie:
Si una cosa os aburre durante dos minutos, intentadlo con cuatro. Si todavía
os aburre, intentadlo con ocho, dieciséis, treinta y dos, y así sucesivamente.
Puede que no sea en absoluto aburrido, sino todo lo contrario.
4'33" es una pieza musical de tres movimientos: 30", 2'23”, 1'40". La obra se
estrenó en agosto de 1952, en el Maverick Concert Hall de Nueva York. El primer
ejecutante de la obra, David Tudor, se sentó al piano, cerró la cubierta del teclado
en el comienzo de la obra y volvió a abrirla sobre el final. La distinción entre los
movimientos se realizaba de acuerdo a gestos de Tudor con sus manos.
4' 53'
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S. Davies (2003),30 en su análisis de 4'33", plantea que hay tres modos de en
tender el estatuto de los sonidos en la obra:
PrrforuMMj note*:
<
• «»i(t - (b ‘ * Vt*l«
En el ensayo «Estética del silencio» (1967), Susan Sontag afirmaba que la tarea
del artista contemporáneo debía concluir en el silencio. Sin el tono apocalíptico de
Adorno, para el cual toda cultura es «basura» después de Auschwitz, Sontag inter
pretaba la búsqueda del silencio -siendo una de sus primeras manifestaciones la
ruptura de la comunicación y el sentido transparente- como un restablecimiento
de la capacidad perceptiva del espectador. Si «en términos estrictos, la contempla
ción hace que el espectador se olvide de sí mismo: [y] el objeto digno de contem
plación es aquel que, en la práctica, aniquila al sujeto perceptor»,43 el silencio es el
recurso de un arte que despierta e involucra al espectador en un juego dialéctico:
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notas
1 Cf. Buch, E. El caso Schónberg. Nacimiento de la vanguardia musical. Buenos Aires, Fondo
de Cultura Económica, 2010.
2 En términos generales, dado que en el artículo se explicitará una definición más estricta,
utilizo la palabra «comprensión» del modo siguiente: digo que comprendo un objeto cuando
puedo apreciarlo como significativo a partir de aprehender en él un contenido intencional; por
ejemplo, retomando la consideración de Danto, comprendo un objeto como una obra de arte
cuando lo aprehendo como una representación y no como una mera cosa.
3 Danto, A. (2003) El abuso de la belleza. La estética y el concepto de arte. Buenos Aires,
Paidós, 2005, p. 55.
4 Cf. Danto, A. (1981) La transfiguración del lugar común. Una filosofía del arte. Buenos
Aires, Paidós, 2004.
5 Danto acuñó la expresión en su célebre artículo «The Artworld» publicado originalmente
en el n° 61 (1964) del The Journal o f Philosophy.
6 Tatarkiewicz, W. Historia de seis ideas: arte, belleza, forma, creatividad, mimesis, experien
cia estética. Madrid, Tecnos, 2002, p. 301.
7 Ibid., p. 305.
8 Cf. Scruton, R. The Aesthetics o f Music, Oxford University Press, 1997. Scruton explícita la
serie de términos evocados: expresión, imitación, representación. El recorrido de este apartado
se encuentra basado en su elaboración.
9 Neubauer, J. (1986) La emancipación de la música. El alejamiento de la mimesis en la
estética el siglo XVIII. Madrid, Visor, 1992, p. 221
10 Ibid., p. 18.
11 Por ejemplo, N. Goodman en Los lenguajes del arte desarrolló una teoría de la expresión
como transferencia metafórica de emociones a partir de un proceso de referencia.
12 Cf. Brelet, G. «Música y estructura», en: Estructuralismo y Estética. Buenos Aires, Nueva
Visión, 1971.
13 Cf. Tarasti, E..A Theory o f Musical Semiotics. Bloomington and Indianapolis: Indiana
University Press. 1994.
14 Cf. V attim o, G. «Muerte o crepúsculo del arte», en: El fin de lo modernidad. Nihilis,,
herm enéutica en lo cu ltu ro posmoderna, trad. A. L. Bixio, Gedisa, Barcelona, 1986.
15 La noción de mimesis, en este punto, gira en torno al origen de la música concreta, dado
que los referentes sonoros son tomados de la realidad e incorporados musicalmente. Asimismo,
esta corriente encuentra un precedente en el movimiento futurista llevado adelante por L Rus-
solo, creador del Intonarumori, instrumento con el cual los ruidos reales son procesados y ento
nados para generar obras musicales. Sin embargo, en la música concreta no existe tal búsqueda
de «entonación», sino que se crean obras artísticas mediante el procesamiento y utilización de
los sonidos tal como se dan en la realidad, rescatando las cualidades propias y distintivas de los
objetos sonoros, tal como Schaeffer los describe.
16 Valga la aclaración del alcance del término, que en música no actúa de la misma manera
que en literatura, ya que se presenta como una forma virtual de acción en permanente desarrollo:
el material conserva la unidad de sentido, pero sus materiales están en evolución, no se repiten
idénticos como las palabras en un leitm otiv literario.
17 Cf. Scruton, R. «El sentido de la música», en: La experiencia estética. Fondo de Cultura
Económica, México, 1987, pp. 82-230.
18 Ibid., p. 126. Es nuevamente Scruton quien ha formulado una valiosa incorporación de
Wittgenstein al campo de la comprensión musical. Cf. Scruton, R. «Analytical Philosophy and the
meaning o f music» en: The Journal o f Aesthetics and A rt Criticism, vol. 46, Analytic Aesthetics
(1987), pp. 169-176.
19 Cf. Pike, A. «The Phenomenological Approach to Musical Perception» en: Philosophy and
Phenomenological Research, vol. 27, n° 2 (Die, 1966), pp. 247-254.
20 «Carta del 1 de marzo de 1920», en: Cuadernos de un mamífero. Barcelona, Acantilado,
2006.
21 Satie, E. Memorias de un omnésico y otros escritos. Madrid, Árdora, 2005, p. 25.
22 Cage, J. «El futuro de la música: Credo» en: Escritos al oido, Colegio Oficial de Apareja
dores y Arquitectos Técnicos de la Región de Murcia, España, 2007, p. 52.
23 Para una versión de la influencia del orientalismo en la obra de Cage, Cf. Corbett, J. «Ex
perimental oriental: New Music and other others», en: Wes fern Music and It Others. Difference,
Representation, and Appropriation in Music, University California Press, 2000.
24 Cf. Copeland, R. «Cunningham, Cage, Collage», en: Merce Cunningham. The modernizing
o f modern donee, Routledge, 2004.
25 Como referencia histórica cabe tener presente que la obra mencionada de Cage precede
en nueve años la Musique concréte de Schaeffer y el advenimiento de la música electrónica con
K. Stockhausen como principal exponente.
26 Cage, J. (2007) p. 93.
27 Cf. I. Stoianova «L'exercice de l'espace et du silence dans la musique de L Nono». En:
L'espace: Musique/ Philosophie, Paris, L'Harmattan, 1998.
28 Holmes, T. Electronic and experimental music. Pioneers in technology and composition,
Routledge, 2002, pp. 73-81.
29 Goehr, L «Para los pájaros/Contra los pájaros. Las narrativas de Danto y Adorno (y Cage)
sobre el arte moderno». En: Estética después del fin del arte. Ensayos sobre Arthur Danto, p. 172.
Antonio Machado. El libro de Goehr The Imaginary Museum o f Musical Works. An Essay in the
Philosphy o f Music (Oxford University Press, 1994) en su último capítulo, formula una hipótesis
histórica para la comprensión del fenómeno musical contemporáneo en la que me he basado en
el párrafo precedente.
30 Davies, S. Themes in the Philosophy o f Music, Oxford University Press, 2003.
31 Ibid., p. 14.
32 Ibid., p. 15.
33 Bayer, F. De Schónberg á Coge. Essai sur la notion d'espace sonore dans la musique con-
tem poraine, Paris, Klinksieck, 1981, p. 182.
34 Kahn, D. N o is e W a te r M e a t: a H is to r y o f S o u n d in th e A rts , MIT Press, 1999, p. 165.
35 Cage, J. (2007).
36 Benson, B. The I m p r o v is a tio n o f M u s ic a l D ia lo g u e . A P h e n o m e n o lo g y o f M u s ic , Cambridge
University Press, 2003, p. 189.
37 Cf. Sandorf, M. H a p p e n in g s a n d O th e r A c ts , Routledge, 1995.
38 López Anaya, J. E l e x tr a v io d e lo s lim ite s . C la v e s p a ra e l a r t e c o n te m p o r á n e o . Emecé,
Buenos Aires, 2007, p. 66.
39 Ariza, J. Las im á g e n e s d e l s o n id o : u n a le c tu r a p lu r is e n s o r ia l e n e l a r te d e l s ig lo X X Servicio
de Publicaciones de la Universidad de Castilla, 2003, p. 88.
40 Monjeau, F La in v e n c ió n m u s ic a l. Id e a s d e h is to r ia , fo r m a y re p re s e n ta c ió n , Paidós, Bue
nos Aires, 2004, p. 52.
41 Cecilia Arditto nació en Buenos Aires en 1966; actualmente reside en Holanda, donde fue
cofundadora del Sound Forum Amsterdam y programadora invitada por la Stichting Perpetuumm
(2006-2007) para el ciclo Latijns-amerikaanse Componisten aan 't Ij. En el año 2010 organizó
el ciclo de conciertos M u s te k A is en la Biblioteca Nacional, en Buenos Aires, que en el año 2011
tendrá sede en Holanda.
42 Traducción de la partitura original: «Left hand o ff the keyboard, not visible».
43 Sontag, S. «Estética del silencio» en: E s tilo s ra d ic a le s . Barcelona, Muchnik, 1985.
44 Ibid.
45 Quignard, P. E l o d io a la m ú s ic a . D ie z p e q u e ñ o s tra ta d o s . Santiago de Chile, Andrés Bello,
1 9 9 6 , p. 1 3 2 .
SECCIÓN 11
Elena Oliveras
hermenéutica de lo extremo
Podríamos pensar que, más allá del límite extremo alcanzado por obras maxi-
malistas o minimalistas, no hay nada; sin embargo, esa nada a-significante se va
achicando en la medida en que nuevas obras corren la frontera de una significati-
vidad extrema. Lo antes vacío se llena, y pasa a ser portador de significado.
En síntesis, lo extremo se extremiza de modo constante en tanto una nada
a-significante logra manifestarse como contenido. Se trata de una nada confron-
tativa, opuesta a lo lleno, en la que se activa la emboscada del hueco, del vacío
dialécticamente significante.
La fenomenología filosófica de lo extremo minimalista permite ver la relación
que mantiene con uno dedos aspectos de la muerte del arte: el silencio. Es lo que
destaca Vattimo en «Muerte o crepúsculo del arte» al señalar como estrategia del
artista contemporáneo el trabajo con tres aspectos que hacen a la muerte del
arte: el silencio, la utopía y el kitsch. Ellos entran en compleja relación en los «aún
vitales» productos artísticos:
El hecho de que, a pesar de todo, hoy se den aún vitales productos «de arte»
se debe probablemente a que esos productos son el lugar en el cual obran y se
encuentran en un complejo sistema de relación los tres aspectos de la muerte del
arte; como utopía, como Kitsch y como silencio. La fenomenología filosófica de
nuestra situación se podría pues completar así con el reconocimiento de que el
elemento de la perdurable vida del arte (en los productos que se diferencian aún,
a pesar de todo, en el interior del marco institucional del arte) es precisamente
el juego de estos distintos aspectos [silencio, utopía, kitsch] de su muerte.2
paradigmas maximalistas
Un paradigma de la estética del vado fue la muestra que Yves Klein presentó el
28 de abril de 1958 en la galería Iris Clert de París. El vacio consistió en una enorme
sala desocupada pintada de blanco a la que se accedía desde una plataforma azul.
Un cóctel también azul «teñiría los humores corporales de los visitantes». El vacío,
de acuerdo con Klein, debía servir a la «sensibilidad pura», una suerte de grado cero
de la sensibilidad pictórica.
En 1989, Federico Peralta Ramos presentó una sala desocupada en la galería
Altos de Sarmiento, en Buenos Aires. El día de la inauguración anunció: «Señores,
ésta es mi exposición. El arte son ustedes. Ustedes son mi obra de arte». Anticipa
así, al igual que Klein, lo que se conoce hoy como «estética relacional».
Otro antecedente de la estética del vacío en el arte argentino es Happening
para un jabalí difunto (1966) de Raúl Escari, Eduardo Costa y Roberto Jacoby. La
influencia de McLuhan se dejaba sentir, ya que la muestra no se concretó material
mente y quedó reducida a la información que los medios daban de ella. El medio
-e n ese caso- fue realmente el «mensaje» principal.
La estética del vacío encuentra un ejemplo clave en Placid Civic Monument
(1967) de Claes Oldenburg. Conocida como Invisible Sculpture, fue presentada en
1967 en el marco del evento Esculturas en el entorno que tuvo lugar en Manhattan
y del que formaron parte Alexander Calder y David Smith, entre otros. Oldenburg
pidió a un grupo de sepultureros que cavaran en el Central Park de Nueva York,
detrás del Museo Metropolitano, una especie de tumba, la que luego fue rellenada.
Eligió un título irónico: Placid Civic Monument (Monumento cívico plácido). Lo que
hizo en este ejemplo de land a rty de «escultura en el campo expandido» (Rosalind
Krauss) fue redefinir la escultura con una antiescultura que, reducida al vacío, daba
por tierra con la idea tradicional de «bulto».
Algo similar concretó Bruce Nauman en Square Depression, presentada en el
Proyecto escultórico de Münster de 2007. Su «no-escultura», sin peso ni volumen,
avanzaba en la profundidad del suelo, no ocupaba un espacio sino que lo desocu
paba. Así como Cage, en 433",~ sacaba de la pieza el sonido del piano, Oldenburg
y Nauman sacaron de la escultura su fundamento material anulando su fisicalidad.
No debemos olvidar que aunque Andy Warhol es uno de los artistas más prolíficos
en cuanto a la producción de obras, es también uno de los que más ha defendido la
estética del vacío. Nada es más bello, en su opinión, que un espacio vacío, y ningún
objeto, por más belleza que tuviera, podría superar a la del espacio vacío. Dice:
Cuando miro las cosas, siempre veo el espacio que ocupan. Siempre deseo
que reaparezca el espacio, que se vuelva atrás, porque es un espacio perdido
cuando algo hay en él. Si veo una silla en un hermoso espacio, por más her
mosa que sea la silla, jamás puede ser tan hermosa como el espacio sin más.12
Si bien Warhol dice amar los espacios vacíos, debido a que aún hace arte, sigue
fabricando objetos -«basura»- que llenan los espacios vacíos. Reconoce finalmente
que no es que su filosofía falle sino que es él quien falla a su filosofía:
•«Estética relacional», expresión acuñada por Nicolas Bourriaud, define un modelo de con
tacto activo entre los receptores de una obra. Lo importante pasa a ser el conjunto de relaciones
que se tejen alrededor de los objetos artísticos y no éstos en sí mismos.
~ 4 '3 3 " de John Cage fue presentada en 1952 en el Maverick Hall de Nueva York (véase el
capitulo 5). Sentado delante de un piano David Tudor, abría y cerraba tres veces la tapa para
sugerir los tres movimientos de la pieza. ¿Realmente había silencio en la obra de Cage? No, puesto
que el silencio del instrumento permitía percibir los sonidos del entorno y, si éstos se atenuaban
al máximo, cada espectador podia comenzar a percibir los de su propio cuerpo.
De modo que por un lado creo realmente en los espacios vados, pero por otro,
r
debido a que aún estoy haciendo un poco de arte, sigo fabricando basura para
que la gente la coloque en sus espacios que creo deberían estar vacíos; es decir,
ayudo a que la gente desperdicie su espacio cuando lo que en realidad quiero
hacer es ayudar a vaciar los espacios [...]. No se trata de que falle mi filosofía
sino que yo le fallo a mi filosofía.'3
Ciertamente serán necesarias nuevas visitas. Queda por preguntar cuántos del
público espontáneo estarán dispuestos a más de una visita. La sensación es
que retornamos a un evento elitista.15
Mesquita estima qije la 28a bienal paulista fue «para jóvenes»,'6 espectadores
de mente ágil dispuestos a desplegar toda su energía para reflexionar sobre la
institución arte. El contacto con los «educadores» fue fundamental para entender
las intenciones no siempre explícitas de las obras y las relaciones que podían darse
entre ellas. La ágil intervención de esos hermeneutas contrastaba con la rigidez de
los guías de museo tradicionales quienes, con intervenciones pautadas, no logran
estimular el acercamiento del espectador a las obras. Los educadores, por su parte,
ayudaban al público a tomar contacto con ellas convirtiendo el espacio de exhibi
ción en una suerte de «laboratorio» de ideas.
La 283 Bienal de San Pablo fue un lugar apto para experimentar nuevas alter
nativas de recepción; por eso muchos críticos y periodistas que hablaron de ella sin
haberla recorrido cometieron flagrantes errores. Cuestionaron el vacío pero no ha
blaron de las obras de los artistas que fueron convocados. Entre ellos se encontraban
Sophie Calle, Marina Abramovic, Carsten Holler, Peter Friedl, Fernando Bryce, Allan
McCollum y Matt Mullican. Entre los brasileños figuraban Iran do Espirito Santo,
Valeska Soares, Joáo Modé y Rivane Neuenschwander. Claro que no faltaron, como
suele ocurrir en las bienales, los menos conocidos, los «descubrimientos» del curador.
12 0 Elena Olivera:»
Se cu e stio n ó ta m b ié n que m uchos a rtis ta s , co m o M a rin a A b ra m o vic, no m os
traron obra in é d ita (se p ro ye cta ro n videos de sus p e rfo rm a n c e s a n to ló g ic a s ). Esa
«no novedad», p o r o tra pa rte , es te n d e n cia de los ú ltim o s eve n to s a rtís tic o s in te r
nacionales. ¿Acaso lo p ro d u c id o re c ie n te m e n te o lo hecho p o r los más jó v e n e s es
sinónimo de a c tu a lid a d ?
El ascenso al segundo piso vacío del pabellón Ciccillo Matarazzo se iniciaba
con la reflexión sobre el «sistema bienal» a través de una instalación de Valeska
Soares. Se presentaba como una montaña de letras recortadas del prólogo de la
primera bienal de San Pablo del año 1951. Como sabemos, esa bienal fue el inicio
de un proyecto «civilizador» de la elite paulista ligada al Museo de Arte Moderno
de San Pablo, impulsado por Ciccillo Matarazzo.17
4. Pabellón Ciccillo Matarazzo (vista interior del segundo piso), Parque de Ibirapuera, San
Pablo. Desde su cuarta edición, en 1957, la Bienal de San Pablo tiene su sede en ese pabellón,
obra del arquitecto Oscar Niemeyer. Lleva el nombre del fundador de la Bienal, Francisco
I (Ciccillo) Matarazzo Sobrinho (1898-1977). Foto: Andrés Otero.
191
’ t i prólogo de 1951, escrito por el director artístico Lourival Gomes Machado,
enmarcaba en una ideología modernista «de avanzada», signada por la novedad y |a
supuesta comunicabilidad del arte, como también por la necesidad de circulación
internacional. Al desmenuzar el texto de Gomes Machado, Soares proponía una
nueva lectura desde el presente; confrontaba al paradigma utópico de la moderni
dad, cerrado en sí, con el paradigma distópico y desordenado de la posmodernidad
¿Qué mejor que la arquitectura modernista de Oscar Niemeyer -«descubierta» en
el segundo piso del pabellón de la Bienal- para colocarnos ante la primera alter
nativa? ¿Y qué mejor que las obras expuestas en el tercer piso para situarnos en
la segunda?
El segundo piso desocupado del pabellón Matarazzo ponía en evidencia la
majestuosidad de un edificio que no menospreciaba la exuberante naturaleza cir
cundante. Como nunca antes -cuando los paneles cegaban las ventanas y las obras
cubrían la totalidad de las superficies- las formas escultóricas minimalistas del
arquitecto Niemeyer resurgían en toda su belleza resaltando el diseño del parque
de Ibirapuera, obra del paisajista Roberto Burle Marx. Debemos notar que si los
extremos maximalistas suelen ir de la mano de lo feo, los minimalistas encuentran
su lugar en lo bello.
El contenido autorreferencial del segundo piso del pabellón era interrumpido,
en el tercer piso, con una temática variada. Los artistas hablaban del difícil límite
realidad-ficción (explícito en la obra de Sophie Calle), del juego como base antro
pológica del arte (a través de los toboganes de Carsten Hóller), de la distancia o
cercanía de la obra con la experiencia personal del artista (oposición visible en las
obras de Calle y Abramovic), de la dificultosa taxonomía, presente en exponentes
de la estética del archivo como M att Mullican, Allan McCollum y Fernando Bryce.
También se dio lugar a la problemática ecológica en una vasta instalación de
Joáo Modé. El espectador, concentrado en las imágenes de un video que mostraba
inquietantes paisajes naturales, perdía de vista la naturaleza real enmarcada en
los enormes ventanales fiel pabellón. ¿Cuántos llegaron a ver la soga que unía
una columna, cercana al video, con el árbol más alto del parque? En realidad, muy
pocos. El corte con la naturaleza -manifestado en el flagelo de la contaminación,
el desastre ecológico, los desequilibrios sociales y la indiferencia generalizada- se
repetía en la relación del espectador con la obra de Modé. El ideal de felicidad de
la Modernidad, basada en el buen uso de la razón en armonía con la naturaleza,
quedaba muy atrás. Así la Modernidad se perfilaba como nuestra «Antigüedad».
Los variados contenidos expuestos revelaban que Mesquita no intentó sólo una
celebración de la arquitectura, como lo hizo, por ejemplo, Bethan Huws en sus Haus
Esters Piece (1993). El vacío esplendoroso del segundo piso del pabellón Matara
zzo no sólo propiciaba la conciencia del lugar al acentuar ideales modernistas ni
tampoco el hecho de que la arquitectura es ya arte (por lo que no sería necesario
añadir «obras»). Había otros importantes contenidos asociados que daban cuenta
del estado de las cosas en el mundo actual.
La 28a Bienal de San Pablo fue, en síntesis, una «bienal de la confrontación».
Contrapuso la utopía de la arquitectura modernista a la contra-utopía de las obras
expuestas y enfrentó estrategias opuestas, como las de Abramovic y Calle o las de
Holler (con su estética del juego) y Modé (con su conceptualismo crítico). Sirvió al
diálogo in praesentia, «en vivo contacto», de acuerdo al nombre de la Bienal. Esto,
claro está, para los que estuvieran dispuestos a escuchar.
Debemos agregar que la idea de vaciamiento de las salas no fue, en términos
estrictos, absolutamente original (en el sentido de primero). Ya en 1977 Catherine
David tuvo la ilusión de eliminar totalmente la presencia de obras en la X Docu
menta de Kassel. Quería, de este modo, priorizar la reflexión, por lo cual en los
cien días del evento se presentaron cien mesas de debate y conferencias de las
que participaron filósofos, antropólogos, historiadores, teóricos de arte, curado
res, críticos, artistas. El proyecto inicial de prescindir de la presentación de obras,
dejando las salas de exposición vacías, no pudo ser finalmente concretado por
fuertes presiones de los artistas, las autoridades y los auspiciantes, entre otros,
el Deutsche Bank.
Puede merecer la pena examinar cómo puede obrar la oscuridad para causar
dolor. Es posible observar que, pese a que nos apartemos de la luz, la naturale
za ha dispuesto que la pupila se dilate al retirar el iris, en proporción a nuestra
separación. Ahora, en lugar de alejarnos sólo un poco, imaginemos que nos
apartamos totalmente de la luz; hay razón para pensar que la contracción de
las fibras radiales del iris es proporcionalmente más grande; y que esta parte
puede, en virtud de una gran oscuridad, contraerse hasta el punto de tensar
los nervios que lo componen más allá de su tono natural; y así producir una
sensación dolorosa.18
Por eso, Astronom ía de in terio r estuvo lejos de ser complaciente con el es
pectador. No todos se animaron a ingresar en la instalación, y quienes lo hicieron
entraron sigilosamente para acostumbrarse al contraste entre el luminoso patio
interno del Centro Cultural Recoleta y la oscuridad de los cinco espacios en los
que se proyectaban las imágenes. Para que el espectador asumiera su propio riesgo,
Ballesteros se opuso a que hubiera leds orientadores. Fue ésa, según Julio Sánchez,
«una forma de cachetear la percepción adormecida del público».20
H ie n a O livera*
Ingresar en la oscuridad y permanecer en ella constituye una auténtica expe
riencia, en el sentido general dado por Dewey a esta palabra. En términos generales,
uno experiencia se recorta en el flujo indiferenciado de las vivencias; tiene prin
cipio, medio y fin.2' Sin embargo, no todos los que ingresaron en la instalación de
Ballesteros continuaron con el recorrido. Había que hacer un esfuerzo tanto para
ingresar como para avanzar ya que los ambientes oscuros impedían saber cuánto
faltaba recorrer. No fueron pocos los espectadores que, más que una experiencia
estética de la oscuridad extrema, tuvieron sólo una experiencia del rechazo que
ella provoca.
De este modo, Astronomía de interior de Ballesteros tuvo por ob-jectum tanto
la oscuridad como el efecto que ella produce en el espectador. Convertido en pro
tagonista principal, este performer involuntario debía aprender a asumir la des
estabilización dentro de un espacio «astronómico» sublime y ambiguo a la vez;22
debía encontrar una nueva relación entre el exterior y un cuerpo acostumbrado a
la contención de un ojo que guia con total seguridad.
Desafiar al espectador a permanecer en la total oscuridad fue también la pro
puesta de Roberto Jacoby (Buenos Aires, 1944) en Dark Room, presentada en 2005
en el MALBA (Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires). Doce performers
desarrollaban acciones de la vida cotidiana en la más completa oscuridad y sola
mente un espectador cada vez podía ingresar en el cuarto donde ellos se encon
traban. Con una cámara de video infrarroja podía ser testigo de sus acciones. La
primera versión de esta obra tuvo lugar en la galería Belleza y Felicidad en agosto
de 2002.
En el campo teatral contamos con el antecedente del «teatro ciego» del Grupo
Ojcuro. Cuando empieza la función de La isla desierta de Roberto Arlt, el público no
ve absolutamente nada; no hay telón ni escenario sino una caja negra totalmente
oscura. Los actores están por todas partes sumergidos en la oscuridad y haciendo
escuchar sus voces. No hay nada para ver. Todo para imaginar.
Un caso similar es la propuesta multisensorial Caramelo de limón de Ricar
do Sued. El espectador, luego de ser «cacheteado» por la oscuridad, puede elegir
permanecer en ella para dar rienda suelta al libre juego de su imaginación. Podrá
construir situaciones a partir de una gran diversidad de sonidos: una zambullida
en la pileta, la lluvia que golpea en la ventana, un leve rocío que moja el rostro, el
descorchar una botella de vino, el ruido de las copas en un brindis con amigos, el
desplegado del papel de un caramelo y de un chocolate saboreados por protago
nistas y público (las golosinas se repartían en mano).
Los artistas que trabajan con la oscuridad metaforizan la idea derrideana de
«luz negra». En «Cogito et histoire de la folie» y en «Violence et métaphysique, essai
sur la pensée d'Emmanuel Lévinas»23 Derrida concluye que «el corazón de la luz es
negro». Contrariamente a lo que se podría pensar, la violencia no se encuentra en
la oscuridad sino en la luz.
Derrida contradice la ¡dea cartesiana de «cogito» como certidumbre tran
quilizadora. Nos hace ver que la luz natural, el lumen naturale de Descartes,
no acompaña al conocimiento sensato, no ilumina el camino. El conocer ya no
se identifica con la luz; ésta para a ser metáfora de la violencia metafísica que
supum id [jféLénlación del significado a la conciencia del sujeto. Desbarata 3 '
la creencia de que la oscuridad es lo opuesto a la luz. S i miráramos al sol p9|.S|
captar la fuente de la luz —el corazón de la luz— nuestra vista enceguecería, r8
síntesis, el corazón de la luz es negro, inaccesible al ojo humano que sólo recih
sus efectos: los rayos luminosos.
La metáfora de la luz negra indica que la verdad, para ser develada, necesita
paradójicamente de la no visión. Existe, en todo caso, una «luz tenue» (Rovatti)
que ilumina. Es éste el marco teórico de un «pensamiento débil» (Vattimo), qUe
no debe ser entendido como amortiguado o desgastado. Es un modo de pensar
que evidencia el debilitamiento del ser, la inexistencia de un ser absolutamente
iluminado (conocible).
Luego de afirmar, en «La esfera de Pascal», que «quizás la historia universal no
es más que la historia de algunas metáforas», Borges agrega: «Quizás la historia
universal no es más que la historia de las diversas entonaciones de algunas metá
foras». Una obra de arte podría ser vista como una entonación de las m e tá fo ra s ,
captada por la intuición sensible.
Quiero que la sala funcione como pasillo entre el trabajo expuesto de Noé y el
expuesto por Estol. Sin ruido que diluya la experiencia de estas dos muestras.
Un trabajo con un lejos casi imperceptible y la posibilidad de una percepción
íntima. La zona visible de mi intervención se repliega para atraer. ¿Ves la línea
en el aire?
La sinécdoque es una figura retórica por la que el todo es nombrado por sus
partes o la parte por el todo. Cuatro ruedas por auto, vela por navio o botones por
recepcionistas de hotel son ejemplos de sinécdoques particularizantes, aquellas
en las que un fragmento nombra al conjunto (de uso menos generalizado son las
sinécdoques totalizantes).
Al igual que la metonimia -q u e designa un objeto por otro contiguo-, la
sinécdoque es realista. La relación parte-todo en la sinécdoque o la relación de
contigüidad en la metonimia se da en el mundo real; por eso ambas son diferentes
de la metáfora, que establece relaciones Acciónales, sólo existentes en el acto del
lenguaje. «Julieta es el sol» responde sólo a la imaginación de Romeo y no a un
hecho real.24
El realismo de la sinécdoque es dramáticamente expuesto en Vaporización
(2001) de Teresa Margolles (Culiacán, México, 1963). Se trata de una de las insta
laciones más controversiales de la artista. Presentada en la ACE Gallery de Nueva
York, incluía una máquina para evaporar agua que llenaba las salas de vapor. El
agua procedía de la morgue y era la utilizada para lavar cadáveres. Los que ingresa
ban a la sala fueron advertidos sobre la procedencia del material y debían consignar
su aceptación de participar en esa experiencia «extrema». Es que el cuerpo muerto
se hacía presente, sinecdóticamente, a través del vapor y así llegaba hasta la piel
y el olfato del espectador. En el libro de registros de la galería quedó documentada
la visita de Susan Sontag, quien confesó que en esa oportunidad había «tocado» la
muerte. Situación que la involucraba directamente al estar pasando por una etapa
de recrudecimiento.del cáncer que la afectaba y que terminó con su vida el 28 de
diciembre de 2004 en Nueva York.
7. Teresa Margolles, Vaporización, 2001, instalación con máquinas de vapor con agua usada
para lavar cadáveres después de la autopsia. Foto: Gustavo Artigas. Cortesía de laartista
y de la galería Peter Kilchmann, Zurich.
8. Teresa Margolles, En el aire, 2003, instalación con máquinas que producen burbujas
con agua usada para lavar cadáveres después de la autopsia. Foto: Axel Schneider.
Cortesía de la artista y de la galería Peter Kilchmann, Zurich.
El vapor en la obra de Margolles es una forma extrema de conciencia de |j 1
muerte. Hay contacto directo con ella dado que el vapor ingresa en nuestra respis
ración: «aspiramos» muerte.
También sentimos directamente la muerte cuando la pisamos. Es lo que sucedió
en la instalación ¿De qué otra cosa podríamos hablar?, presentada en la Lili Bienal
de Venecia (2009). Como representante de México, Margolles utilizó de modo no
convencional las salas del Palazzo Rota Ivancich. En algunas de ellas se mostraban
telas que cubrían los cuerpos de victimas bañadas de lodo y sangre. Habían sido
recogidas en la frontera norte de México donde se cometieron asesinatos durante la
primavera-verano de 2009. Pero en la mayor parte de las salas no había nada para
ver, a no ser la descuidada arquitectura del palazzo anfitrión. Sin embargo, una ac
ción sorprendía al espectador. En determinadas horas del día, un grupo de performers
limpiaba el piso con liquido proveniente de las telas impregnadas con lodo y sangre.
De este modo, la sangre de los muertos mexicanos seguía actuando; ya no
circulaba en el cuerpo pero servía de material de limpieza por acción de los perfor
mers. Lo más impresionante resultó que el mismo espectador, al caminar, comple
taba la obra: pisaba la muerte como un performer más.
En opinión de Cuauhtémoc Medina, curador de la muestra, la labor de quienes la
vaban el piso era parte de una «sacralidad fantasmal y abyecta de fluidos y residuos».
En el día de la inauguración, el lavado fue realizado por familiares de las victimas.
Podríamos concluir que ¿De qué otra cosa podríamos hablar?es una instala
ción minimalista en cuanto a sus recursos materiales y maximalista en cuanto al
dramatismo de sus contenidos. Si bien parte de hechos puntualmente situados, su
significado excede la geografía de un país. No sólo habla de México sino también
de una civilización entera que intenta lavar lo imborrable, la abyección de la muerte
injustificada (véanse los capítulos 6, 7, 8 y 9).
Pensar con los sentidos, sentir con la mente fue el título de la Lll Bienal de
Venecia (2007) elegido por su curador, Robert Storr. La siguiente edición de esa
Bienal, curada por Daniel Birnbaum, tuvo por titulo Modos de hacer mundos. Si la
primera ponia el acento en las formas de recepción, la segunda apuntaba al es
tatuto ontológico de la obra; concretamente, a una condición esencial al arte: su
poder de dar imágenes del mundo, de otro modo difíciles de apreciar. Los colores
del catálogo, estridentes en el primer caso, y sobrios en el segundo, denotaban una
aproximación al arte muy diferente.
La Bienal de Storr gritaba fuerte, tomando como eje temático la guerra y la
muerte, mientras que la de Birnbaum, con un relato curatorial articulado como
«tesis ¡cónica», ponía en discusión la posibilidad del mundo de hacerse visible. Esa
posibilidad fue claramente expuesta en obras tan diferentes como Ttéia I, C (2002)
de Lygia Pape, ubicada en la entrada del Arsenal (una de las sedes de la Bienal de
Venecia), o Red de Luis Felipe Noé, representante de Argentina.34Dos instalaciones
deconstructivas que mostraron la importancia de ese tipo de práctica en el arte
contemporáneo.
Con artistas de diferentes tendencias, la 53a Bienal de Venecia mostró visibi
lidades descentradas, fronterizas. Es que el centro puede estar en cualquier parte;
por ejemplo, en la obra como manifestación de su génesis, no siempre en el más,
entendido como perfección de lo acabado, sino en el menos, como proceso.
La invisibilidad fue cuestión principal de la instalación ¿De qué otra cosa po
dríamos hablar?de Teresa Margolles, a la que hemos aludido. La visualidad fue allí
escamoteada para poner en juego una estética de la desaparición. Para expresar
la violencia extrema la artista hacía uso de lo mínimo; poco o nada había para ver
pero mucho para imaginar y sentir.
La difícil o mínima visibilidad resulta una de las prácticas de lo extremo con
amplia repercusión en el arte latinoamericano contemporáneo. La desarrollan, entre
otros, Alfredo Jaar, Iran do Espirito Santo, Joáo Modé, Cildo Meireles, David Lame-
las, Fabián Burgos o Jorge Macchi, entre otros. Sus propuestas desdicen abierta
mente supuestas categorías «latinoamericanas» ligadas al exceso o a lo barroco.
En el Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago de Chile, Beatriz Leyton
(Punta Arenas, Chile, 1950) presentó la instalación Family Life (2007). Luego, en
2009, este work in progress que concluye con la desaparición de las imágenes del
interior de una vivienda (living, dormitorio, cocina, baño) fue exhibido en el Mu-
13 2 Elena Oliveras
seo de Arte Contemporáneo de Rosario (MACRO). Las enormes telas negras sobre
las que la artista «dibuja» con alfileres de colores quedaban finalmente vacías; lo
único que permanecía era la leve huella de las puntadas de los alfileres. La idea de
hogar como lugar practicado se desintegraba así con el desmontaje del elemento
de base. La precariedad de lo «prendido con alfileres» concluía en un fin previsible:
la desaparición de los objetos levemente sostenidos.
9. Beatriz Leyton, Family Life, 2007, instalación. Telas negras y alfileres de colores,
medidas variables. Museo de Bellas Artes. Santiago de Chile.
Dejando atrás el shock, que es del orden del grito, de lo apabullante, del rapto
brutal de la mirada, algunos artistas apuestan al silencio. Sus obras pulsan con
ceptos a ser sondeados en una aparente «nada» estética. Y es ésta, precisamente,
la gran provocación que lanzan al espectador.
Podemos concluir que la estética de lo extremo minimalista es un intento de
revitalización de una mirada obstruida por el exceso. Es un modo original de asumir
compromisos, más aún si consideramos que hasta la fotografía más comprometida
puede llegar a adormecer la conciencia (véase el capítulo 8). «Las imágenes anes
tesian», afirma Sontag al referirse a la ubicuidad de la fotografía, a su repetición
obsesiva. El impacto ante las atrocidades fotografiadas se desgasta con su reitera
ción ¡tal como la sorpresa y el desconcierto ante una primera película pornográfica
se desgastan cuando se han visto unas cuantas más».36
I nágenes maximalistas que deberían sacudirnos para captar en toda su dimen
sión la inhumanidad del género humano pierden peso, se ablandan, dejan de resonar.
De este modo, la fotografía nos convierte en testigos de la humanidad y de la inhu
manidad del género humano, llegando a ser ella misma parte de esa inhumanidad.
Podemos preguntar, )>or último, en qué reside la eficacia simbólica de la estéti
ca del extremo minimalista. Encontramos una respuesta en la filosofía analítica de
Nelson Goodman, más específicamente en su concepto de ejemplificación.
En los subgéneros de la estética del extremo minimalista que hemos analizado
-vacío, oscuridad, vapor- podemos observar que no hay simple denotación sino
ejemplificación. Esos recursos no sólo hacen referencia a algo extrínseco, sino que
además son partes del fenómeno aludido; poseen las mismas cualidades reales
de eso a lo que hacen referencia. El vacío del segundo piso del pabellón Ciccillo
Matarazzo denota modernidad pero ejemplifica el vacio en general, como el retal
que, según indica Goodman, no sólo denota la pieza de tela sino que también la
ejemplifica. Posee las mismas cualidades de ésta (textura, color, suavidad). También
los movimientos del profesor de gimnasia ejemplifican, más que denotan, las ac
ciones a realizar, mientras que los movimientos del director de orquesta denotan,
más que ejemplifican, los sonidos a producir.
Al igual que el retal, la caja de zapatos vacía de Orozco ejemplifica el vacio,
como también lo hacen las telas despojadas de Leyton. Son también ejemplificado-
I 34 hiena Oliveras
nes las obras de Ballesteros y de Margolles que hemos analizado. Como tales, nos
ponen en contacto directo con la «realidad» de la oscuridad y el vapor.
Retomando la terminología de Peirce podemos decir que el vacío, la oscuridad
y el vapor, convertidos en cuerpo de obras son índices, es decir, fragmentos «arran
cados del Objeto».37 Corresponden a las ¡deas de Segundidad, que son aquellas que
mantienen una conexión real con el objeto al que hacen referencia.
En síntesis, en las obras que centralizan el vacío, la oscuridad y el vapor no hay
representación sino presentación. No hay símbolo en el sentido dado por Hegel,38
como inadecuación entre contenido y forma, sino huella, fragmento desprendido
del objeto al que se hace referencia y que coincide materialmente con él. Es este
realismo del signo lo que funda la eficacia simbólica de la estética de lo extremo
minimalista.
bibliografía
notas
13 6 Elena Oliveras
Gonzalez-Foerster consistió en el relato de cómo se habían originado sus participaciones en
ediciones anteriores de la Bienal. También las representaciones nacionales se hicieron eco de
tal estrategia deconstructiva; asi Steve McQueen, representante de Gran Bretaña, mostró como
obra lo comúnmente situado en sus márgenes, lo que pasa desapercibido; en ese caso fueron los
Giardini (parque público de la ciudad y sede histórica de la bienal veneciana) film ados en invierno,
cuando muy pocos podían verlos. Un mundo insospechado que la cámara del artista inglés supo
captar con maestría develaba momentos del proceso de producción de su obra.
10 Como lo muestra la teoría de la Gestalt, sí una figura es definida, esto significa que
tiene contornos y se despega del fondo, visto como una continuidad amorfa. El signo es, de
algún modo, «línea» que define. No es casual que Kant haya dado tanta importancia a la línea
en relación con el color. En tanto recorta y limita, la línea (diferente del color) permite conocer
objetos, diferenciar unos de otros.
11 Kazimir Malevich. «Die Gegenstandslose Welt», 2* parte, Bauhaus Bücher, n° 11, Munich,
Albert Langen, 1927.
12 Andy Warhol. M i filosofía de A a B y de B a A, Barcelona, Tusquets, 2009, p. 154.
13 Ibid.
14 Elvira Vernaschi. «0 fim da Bienal de Sao Paulo (?)», en Jornal da ABCA, Informativo da
Associa?áo Brasileira de Críticos de Arte, Brasil, Año VI, n° 18, diciembre de 2008, p. 2.
15 Gabriela S. Wilder, «Sensafóes», en Jornal da ABCA, op. c it, p. 6.
16 Ivo Mesquita, Robert Storr y Victoria Noorthoorn. Mesa redonda «Bienales internacionales
de arte», Buenos Aires, Asociación Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes, 15 de marzo de
2010.
17 Ubicada inicialmente en el Pabellón de Trianon en la Avenida Paulista (donde hoy se
encuentra el Museo de Arte de San Pablo), la Bienal de San Pablo se traslada en su segunda
edición (1953) al Parque Ibirapuera para acoger una muestra sin precedentes históricos en Bra
sil, con obras de Klee, Picasso, Mondrian, Munch, Gropius, etc. Desde ese momento supone la
confrontación de varias generaciones de jóvenes artistas y críticos con tendencias globales en
un ambiente favorable para museos, galerías y coleccionistas.
18 Edmund Burke. Indagación filosófica sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo sublime
y de lo bello, Madrid, Tecnos, 1997, p. 108.
19 Ibid. p. 109.
20 Julio Sánchez. «La quinta dimensión», revista adn, diario La Nación, 17 de septiembre
de 1998.
21 John Dewey. El arte como experiencia, México, Fondo de Cultura Económica, 1949, p. 34.
22 La ambigüedad, como lo demuestra Graciela de los Reyes a través de variados ejemplos,
es parte principal de la experiencia del arte contemporáneo. Cf. «La categoría de la ambigüedad»,
en Cuestiones de arte contemporáneo, Buenos Aires, Emecé, 2008, pp. 73-94.
23 Los citados textos de Jacques Derrida, referidos a la metáfora de la luz negra, fueron
publicados en la Revue de Métaphysique e td e Morale (n° 3-4, 1964) e incluidos luego en La
escritura y la diferencia, Barcelona, Anthropos, 1989 (v. or. 1967).
24 Elena Oliveras. La metáfora en el arte. Retórica y filosofía de la imagen, Buenos Aires,
Emecé, 2007, pp. 60-1.
25 Rocío Cárdenas Pacheco. «Teresa Margolles: Quiero conocer todas las morgues del mun
do», en Vida Universitaria, Universidad Autónoma de Nuevo León, año 12, n° 202, mayo de 2008,
p. 7.
26 Ibid.
27 Thierry de Duve. Au nom de l'a rt, Paris, Minuit, 1989, p. 107.
28 Jean Clair. M a la is e d a n s le s m u sées, Paris, Ffammarion, 2007
í
6.
El cuerpo m uerto en
el arte contemporáneo
María Cristina Ares
En los últimos años se ha abierto un debate entre aquello que puede con
siderarse arte y lo que es mero espectáculo; hay en este planteo una evidente
jerarquización de uno por sobre el otro. Para nosotros, espectadores, tal sospecha
instala un manto de dudas e interrogantes que se abren paso hacia diverso? ám
bitos relacionados con el fenómeno artístico: las instituciones legitimadoras con
sus diversos representantes -directores de museo, críticos, galeristas, literatura
especializada, e tc .-, el mercado del arte, el negocio del arte, los coleccionistas,
los intereses comerciales de los medios de comunicación de masas, entre otros. El
planteo mismo de esta duda, esto es, entre lo que debemos apreciar como ¿rte y
lo que es sólo espectáculo, esconde la convicción de que el primero es perdurable
en el tiempo y que el segundo será olvidable en un lapso más o menos treve.
Esta convicción de que el «verdadero arte» es aquel que sobrevivirá al incesante
decurso de novedades -d e por sí seductoras la mayoría de las veces por escan
dalosas- esconde un prejuicio, pues lo nuevo suele resultar escandaloso para
sus contemporáneos. Si descartáramos las nuevas producciones con ingredientes
perturbadores por creer que sólo buscan captar la atención de los medios y así
instalar una polémica como si se tratara de una operación de marketing, quizás
estemos corriendo el riesgo de ignorar aquellos artefactos que están desacomo
dando nuestros consensuados paradigmas de lo que se supone es arte al día de
hoy. El otro problema con el que nos enfrenta este prejuicio es que, asumiendo
esta posición, sólo podríamos opinar sobre el arte del pasado y deberíamos re
nunciar a pensar sobre las nuevas producciones puesto que aún no han pasado
la prueba del tiempo.
La utilización del cuerpo muerto en el arte, la presentación del cadáver humano
estetizado, ha provocado múltiples reacciones adversas. Acusadas de inmobles,
escabrosas y hasta obscenas, estas producciones han desatado la reflexión sobre
la espectacularización del arte y advertencias al espectador contemporáneo sobre
los riesgos de reiajar el espíritu crítico frente a tales artefactos (Jiménez, 2003:50).
Con el objeto de reconsiderar el carácter artístico de estas manifestación^ |
proponemos, por un lado, revisar las consideraciones sobre el cuerpo en los s¡sternas '
estéticos más relevantes y, por otro, conectar tales reflexiones con la aparición de
cuerpos muertos en las producciones de tres artistas contemporáneos: Rosemberg
Sandoval, Martín Weber y Teresa Margolles.
La exposición se organizará según tres ejes. En el primer apartado se analizará
el polo del espectador y la aparición de lo sublime en tanto sentimiento estético
del sujeto, un posible modo de considerar la recepción frente al arte mortuorio y su
distancia con el concepto material del término; en segundo lugar, se reflexionará
desde el polo del objeto artístico mismo: el cuerpo, refiriendo el lugar que éste ha
tenido en los distintos sistemas estéticos; el tercer eje se ocupará del privilegio del
cuerpo por sobre la conciencia como productor de verdad desde una perspectiva
nietzscheana que contempla la posibilidad de la crueldad en el arte.
Lo que sigue de ningún modo pretende agotar la reflexión sobre estas nuevas
manifestaciones, sólo intenta pensar los problemas teóricos que se les presentan a
los espectadores contemporáneos frente a un arte cada vez más complejo que deja
en estado de perplejidad a muchos pues los limites de lo considerado arte, hace
mucho tiempo ya, no resultan claros ni pasibles de ser ajustadamente definidos
desde la teoría o desde el pensamiento filosófico.
Antes que lo sublime kantiano, habría que recuperar entonces lo sublime mar-
xista para pensar este arte mortuorio en la era de la muerte del arte. Si para Marx
la superestructura es el cuerpo reprimido prolongado en abstracciones, es decir,
un cuerpo espiritualizado, entonces el sistema de producción es una metáfora del
cuerpo. En definitiva, la propuesta marxista es relatar la desintegración del cuerpo
en el capitalismo como si el capital fuera un cuerpo fantasmal y, tal como afirma
Eagleton, como si el capitalista y el capital mismo fueran sólo «muertos vivientes»
(Eagleton, 2006: 270). El arte mortuorio, entonces, oficiaría de recordatorio de
aquello que el capitalismo habría transportado a la nada, como una suerte de me
morial de aquello que el sistema nihilizó, desnudando así el pensamiento burgués.
Para el marxismo, los cuerpos se encuentran incapaces de experimentar pues están
sometidos al despotismo de la necesidad: sólo cuando hayan sido liberados podrán
volver a sentir sus impulsos.
El movimiento mismo de la mercancía, esa cadena en la que un objeto refiere
a otro y éste a otro y así infinitamente, alude a una suerte de sublimidad mons
truosa que Marx postula. En lo sublime malo se cifra el movimiento del capitalis
mo, la acumulación de la mercancía acaba subvirtiendo cualquier posibilidad de
representación estable; tal como lo sublime matemático kantiano, donde frente
a la limitación de la imaginación por conservar las diferentes partes percibidas
del espacio infinito, el entendimiento terminaba vencido por la imposibilidad de
conceptualizar y daba lugar al sentimiento de placer-dolor frente a lo absoluto.
La sublimidad monstruosa marxista refiere a lo amorfo, es decir, a lo sin forma del
dinero en el sistema capitalista.
Exponer cuerpos sin vida, víctimas de muertes violentas, como es el caso del
arte forense de Teresa Margolles, Martha Pacheco o Rosemberg Sandoval, puede
pensarse como el gesto de recuperar algo del pasado -puesto que ese cuerpo ya
m urió- e integrarlo al presente desde la manifestación artística. Tal evocación
del pasado, ese convocar a los muertos, se presenta como quiebre de corte ben-
jaminiano del continuum histórico porque lo que murió ya no debiera volver a
contemplarse. El continuum vacío es el de la historia de la clase dominante, es la
tradición misma, pero reciclar el pasado suspende ese fluir del tiempo histórico e
inserta la posibilidad de una iluminación profana frente a las necesidades políticas
del presente y aquel momento redimido del pasado. Mirar con horror el cadáver
herido, lastimado, ese rictus del momento mismo del deceso, está convocando a
los muertos en ayuda del presente.
Es Walter Benjamin quien se fascina con lo descartado, con el fragmento obso
leto, capaz de ser yuxtapuesto con el objeto nuevo para así construir la constelación
como imagen material. En ese gesto de descontextualización y recontextualización
se ha recuperado una ruina y se la ha reificado, así se materializa la convicción
benjaminiana de que el único cuerpo bueno es el cuerpo muerto.7 El origen del
drama barroco alemán gira en torno a un lamento por la organicidad perdida frente
al cuerpo despedazado por la violencia. Es a partir de sus partes desmembradas que
el significado puede surgir como órganos arrancados de la carne desollada, y ya no
de la figura armoniosa que la verdad puede descubrir.
4. Rosemberg Sandoval, Morgue, 1999, performance.
Registro fotográfico de Teresa Margolles.
7. Martin Weber, Mario. Saved Calls II, 2007-2011. Registro fotográfico de video.
8. Martin Weber, Mario. Saved Calls III, 2007-2011. Registro fotográfico de video.
9. Martín Weber, Mario. Saved Calls IV, 2007-2011. Registro fotográfico de video.
La obra citada de Martin Weber incluye una foto compuesta por once foto
grafías de su padre, similares aunque no idénticas, y una del propio artista. Weber
no sólo se incluye a él mismo en esta suerte de cadena familiar, sino que también
incluye un registro de su hija en la muestra. Tres generaciones unidas en torno al
cuerpo de aquel que transita la frontera entre la vida y la muerte, tres vivencias en
torno a un solo acontecimiento. En este caso el horror se atenúa frente al cuerpo
muerto, apaciguado por la idea de continuidad generacional y por la candidez de
la nieta frente a la muerte de su abuelo; el final se presenta aquí familiar y do
loroso. Como la muerte ocurre por ancianidad y no por un hecho de violencia, el
espanto entonces se dulcifica. La obra proyecta idéntico destino tanto para al hijo
como para la nieta, integrados en una suerte de cadena de renovación, y a su vez,
confronta al espectador con su propio e inevitable ocaso.
Para Nietzsche, cuanto más falso es el arte, más fiel es a la falsedad esencial
de la vida, pero dado que el arte es una ilusión determinada, también oculta la
verdad de esa falsedad. Frente al arte mortuorio de los artistas aquí presentados,
queda manifiesta la insignificancia de lo espiritual puesto que no quedan rastros
de ella, sólo un cuerpo que ha debido ser fijado en el tiempo, mediante la fotogra
fía, el proceso de plastinación o la momificación, pues de otra manera tampoco
habría ninguna evidencia corporal para ser expuesta. Sin embargo, la supervivencia
del cuerpo más allá de la muerte puede leerse como un lugar de consuelo pues,
como sostiene Nietzsche, las formas consoladoras son las que nos protegen de la
espantosa visión de que en realidad no hay nada. En la lectura de Eagleton, el arte
esa la vez masculino y femenino: la esencia, la verdad y la identidad las asocia a
lo viril; en cambio, la superficie, la forma, la sensualidad, el engaño y la aparien
cia se ligan a lo femenino, apreciaciones ciertamente misóginas y tradicionalistas
(Eagleton, 2006:331).
En el cuerpo, reconocido como la única verdad puesto que el espíritu se en
cuentra negado, hay que restaurar el arte, celebrar la orgía; entonces, en lugar de
emitir juicios de carácter estético se deben desentrañar en ellos los impulsos libidi-
nales que los fundamentan. Lo que el arte muestra, según la mirada nietzscheana,
es la superficie sensible sobre la que hay que demorarse, pues indagar sobre la
esencia, sobre lo sustancial, es vano e ilusorio. Es la superficialidad la verdadera
esencia de la vida, la profundidad de la vida es un engaño para soportar la auténtica
banalidad de las cosas (Eagleton, 2006:333). En lugar de protegerse con postulados
metafísicos, la sociedad debiera asumir la vida de modo menos cobarde entregán
dose a una actividad puramente material. El fin de la superestructura es coherente
con la muerte de Dios, por tanto lo que le resta a la sociedad es asentarse en las
propias fuerzas productivas, en su base, según Nietzsche: en la voluntad de poder.
bibliografía
notas
introducción
-| N ic o la C ostantino
Savon de corps
prends ton bain avec moi
En consecuencia la Xora es, para nuestra autora, la etapa más temprana den
tro del desarrollo psicosexual del individuo. Esta etapa se encuentra ubicada con
i
anterioridad al «estadio del espejo» (Lacan). Es un período prelingüístico en donde
el niño está dominado por una mezcla de sensaciones caóticas: percepciones, nece
sidades, sentimientos, impulsos básicos fundamentalmente orales y anales. En esta
etapa de desarrollo no existe -para el n iñ o - separación entre su propio cuerpo y
el de su madre e, inclusive, ni siquiera del mundo que lo rodea. Al no existir límites
entre su cuerpo y el entorno el niño se halla prisionero de lo que Freud denominó
las pulsiones. Esta primera etapa pertenece a lo que Kristeva personalmente deno
mina losemiótieo, momento a partir del cual se inicia lo que ella llama el procésele
signifiance de un sujeto permanentemente en movimiento cuya propia evolución
se halla ligada a la evolución de su lenguaje.'7A diferencia de Lacan, que distingue
entre un Orden Imaginario (estadio del espejo) y un Orden Simbólico (Nombre del
Padre) -además de un Orden de lo Real- Kristeva establece, entonces, una distin
ción entre lo Semiótieo y lo Simbólico. En tanto lo semiótieo se encuentra del lado
de lo reprimido, del cuerpo y de la pulsión, lo simbólico pone de manifiesto la exis
tencia de una conciencia en el sujeto que otorga significado a través del lenguaje.
Es necesario destacar que, para la psicoanalista, esta etapa denominada semió
tica-y, particularmente, su propia concepción de lo «abyecto»- son de una impor
tancia radical para el llamado lenguaje poético, ya que en él se pone de manifiesto:
Clair es consciente de que hay «una larga historia de la mierda en el arte», pero
él sostiene que a partir de la obra de Piero Manzoni entramos en una exploración
completamente diferente. Esto lo lleva a afirmar que «jamás la obra de arte ha sido
tan cínica y le ha gustado tanto rozar la escatología, la suciedad y la porquería.
Jamás tampoco -rasgo más desconcertante a ú n - esta obra habrá sido tan querida
por las instituciones, como en el hermoso tiempo del arte oficial. Más inquietante
que su fabricación es la recepción de estos objetos».64
Las recriminaciones del crítico se dirigen, sobre todo, a los responsables de
las grandes instituciones culturales (Kassel, Londres, Nueva York, Venecia, París)
y a la celebración que promueven de una «estética de lo estercóreo», como él
la denomina, fascinada por la sangre, los humores corporales, la coprofilia y la
coprofagia. Es la exhibición de la vida desnuda, de lo meramente orgánico des
prendido de cualquier espiritualidad o connotación de la humanitas. La «fisio
logía en estado puro».65 Ante esta deshumanización de lo corporal, Clair recurre
al pensamiento de Giorgio Agamben quien, a su vez, retoma a Aristóteles y a los
dos términos utilizados por los griegos para referirse a la vida: «bios» y «zoe».
«Bios» hace referencia a la forma de vida propia de cada individuo o de un grupo
social y que se relaciona con todo aquello que tiene que ver con la actividad
de la polis. Como «zoe» se vincula con el simple hecho de vivir que, además, es
común a todos los seres vivientes. El ámbito donde la zoe se despliega es el del
oikos (hogar).
Otros conceptos del filósofo italiano son el de homo sacery el de la biopolí-
f/'co. El primero es una figura de la antigua ley romana que representa a aquellos
hombres que han sido excluidos de la sociedad y que, por lo tanto, pueden ser ma
tados por cualquiera, pero que nunca podrán ser sacrificados en un ritual religioso,
precisamente, por su condición de hombres malditos sustraídos a la ciudadanía.
El segundo concepto —que toma de Michel Foucault- tiene que ver con la ges
tión política de la vida y se relaciona, a su vez, con el de «vida nuda», la vida que
es sacrificable sin más, la vida que es capaz de padecer todo tipo de violencias y
de horrores. Para Agamben la experiencia biopolítica más atroz, en donde la vida
humana fue despojada de todo derecho y conmiseración, está constituida por el
nazismo y su experimento del campo de concentración.66
En un arriesgado gesto, Clair sitúa al «arte abyecto» en relación con el crimen
nazi. Para él los continuadores de esta postura incalificable son los Accionistas
Vieneses que actuaron entre 1960 y 1971. Estos artistas intentaron «restablecer lo
sagrado en una sociedad totalmente laicizada» a través de sacrificios de animales,
rituales orgiásticos y todo tipo de prácticas sangrientas. Para Clair el ejemplo más
terrible y perverso es el de uno de sus miembros, Otto Mühl, quien clamaba por la
sexualidad libre y el asesinato. En 1991 Mühl fue condenado a prisión por abuso
sexual de menores, violaciones y abortos forzados. Siete años después es dejado en
libertad. En el año 2001 el Museo del Louvre celebra un coloquio para denunciar el
«fascismo cotidiano de nuestras sociedades y la "represión del Estado"». Allí Otto
Mühl será recibido como «un mártir y un mesías». Entonces, Clair afirma que «ya
no estamos en el dominio de una vida socializada propia de un individuo o de un
grupo —educación, religión, cultura—, sino de la vida como vida biológica de la
i
especie, a la cual puede ponerse fin sin otra forma de proceso». Para estos artistas
ya no interesa el hombre como elaborador de cultura, sino el hombre animalizado,
el hombre como zoe.67
conclusión
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notas
1 Arthur C. Danto, Después del fin del arte. El arte contemporáneo y el linde de la historia,
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2 Anna María Guasch, El arte últim o del siglo XX. Del posminimalismo a lo m ulticultural,
Madrid, Alianza Forma, 2000, pp. 499-500.
3 Ibid., p. 500.
4 Ibid., p. 500.
5 Los gauchos en la Argentina, cuando carneaban una vaca para su alimentación, desecha
ban sus visceras. Sólo asaban los cortes musculares. De ahí quedó el vocablo tochuras», que
significa «/o que no sirve, o lo que sobro*. Por lo tanto, las achuras se componen de los llamados
chinchulines, corazón, rabo, riñones, tripa gorda y ubre que también son muy apreciados en la
actualidad como parte de la parrillada argentina.
6 La década de los años noventa dio lugar a una serie de exhibiciones relacionadas con el
cuerpo, la sexualidad y la muerte. Entre las más notorias podemos mencionar Désordres (Galerie
Nationale du Jeu de Paume, Paris, 12 de septiembre-8 de noviembre de 1992); Post-Human
(FAE Musée d'Art Contemporain, Pully/lausanne, 14 de junio-13 de septiembre de 1992); Fé-
minimaseulin. Lesexe de l'a rt (Centre Georges Pompidou, París, 24 de octubre de 1995-12 de
febrero de 1996).
7 El catálogo de la exposición menciona a los artistas Boris Lurie (1924-2008) y Sam
Goodman (1899-1967) como predecesores de John M iller y Mike Kelly (1954). Lurie y Goodman,
promotores de una antiestética, reunidos con un grupo de aproximadamente veinte artistas,
conformaron el grupo de arte NOlart que trabajó en Nueva York entre 1959-1964 al margen de
cualquier reconocimiento de la critica de ese momento. En una de sus muestras llamada Shit
Show (1964), realizada en la Gertrude Stein Gallery de Nueva York, Goodman exhibe unas escul
turas de plástico pintadas que asemejan grandes cúmulos de excremento. Para este tema véase,
Max Liljefors, «Boris Lurie y el NOlart» en Heterogénesis. Revista de Artes Visuales, n° 44, julio de
2003, Lund (Suecia), www.heterogenesis.com. Traducción de Lorena Acevedo.
8 Dictionnaire alphabétique et analogique de la langue frangaise, Paris, Société du Nouveau
Littré Le Robert, 8 tomos, 1980.
9 Diccionario de la Lengua Española, Madrid, Real Academia Española, Vigésima segunda
edición, 2001.
10 Julia Kristeva, Pouvoirs de l'horreur, Paris, Éditions du Seuil SA, 1980. El texto ha sido
traducido al español como Poderes de la perversión, Buenos Aires, Catálogo Editora, 1988. Las
citas en nuestro trabajo pertenecen al texto en español. La traducción del título al español -que
además cuenta con un término equivalente en la lengua española para la palabra francesa ho-
rre u r- cambia el término «horror» por «perversión» no teniendo en cuenta el diferente significado
de ambas palabras. El «horror» consiste en un «espanto o miedo muy intenso. Aversión, odio,
repulsión». «Horror» proviene del latín horrere que significa «poner los pelos en punta». Por otro
lado, la palabra perversión etimológicamente significa «dar la vuelta, invertir». Según el Diccio
nario de la Real Academia de la Lehgua Española encontramos una diferencia semántica entre el
verbo pervertir, que significa, en una primera acepción, «perturbar el orden o estado de las cosas»
y, en la segunda, «viciar con malas doctrinas o ejemplos las costumbres, la fe, el gusto, etc.». En
tanto que el adjetivo perverso que deriva del verbo significa «sumamente malo, depravado en las
costumbres u obligaciones de su estado».
11 Georges Bataille, «La abyección y las formas miserables, en Obras escogidas, Barcelona,
Barral Editores, 1974, p. 326. Traducción: Joaquín Jordá.
12 Jean-Paul Sartre, Saint Genet, comedien et martyr, Paris, Gallimard, 1952. Hay traducción
al español, San Genet, comediante y mártir, Buenos Aires, Losada, 2003.
13 J. Kristeva, op. cit., p. 277.
14 El concepto no se refiere a ningún padre en particular sino que el mismo es introducido
por Lacan a partir de la consideración freudiana del Edipo que señala el momento de la entrada
del sujeto en el universo de los discursos, es decir, en el lazo social.
15 Platón: Diálogos VI. Filebo, Timeo, Critias, Madrid, Editorial Gredos, 1992, parágrafos 48-
53. Traducción del Filebo: María Ángeles Durán. Traducción del Timeo y Critias: Lisi, F.
16 Julia Kristeva, «El tema en cuestión: el lenguaje poético» en Claude Lévi-Strauss, Se
minario: La identidad, Barcelona Petrel, 1981, pp. 259-60. El nombre del capitulo ha sido mal
traducido, debiendo ser «El sujeto en cuestión: el lenguaje poético». Kristeva desarrolla su teoría
de la adquisición del lenguaje en su tesis doctoral La révolution du langage poétique, Paris, Seuil,
1974. En este texto propone dilucidar o esclarecer lo que ella denomina el procés designifiance.
17 Para Kristeva la noción de significancia «no tiene nada de lingüístico, puesto que Freud
[en T o tem y ta b ú ] se interroga no sobre la estructura del lenguaje, sino sobre la dinámica psíquica
en la cual es la dicotomía entre a c to y re p re s e n ta c ió n , entre ir r e p r e s e n ta b le y c o n t r a t o s im b ó lic o
en to r n o o la a u to rid a d , la que concentra su interés. Tales parámetros, como ustedes pueden ver,
no tienen efectivamente nada de propiamente lingüístico.» Cf. «Las metamorfosis del "lenguaje"»
en Julia Kristeva, S e n tid o y s in s e n tid o d e la re b e ld ía . L it e r a t u r a y p s ic o a n á lis is , Santiago de Chile,
Cuarto Propio, 1999, p. 86.
18 J. Kristeva, «El tema en cuestión: el lenguaje poético» en C. Lévi-Strauss, S e m in a r io : La
identidad, Barcelona, Petrel, 1981, p. 239. El título el capitulo ha sido mal traducido, debiendo
ser «El sujeto en cuestión: el lenguaje poético».
19 J. Kristeva, P o d e re s d e la p e rv e rs ió n , p. 8.
20 Ib id ., p. 8.
21 Ib id ., p. 11.
22 Ib id ., p. 9.
23 Ib id ., p. 11.
24 Ib id ., p. 11.
25 Ib id ., p. 19.
26 Ib id ., p. 19-20.
27 Ib id ., p. 20-21. La cursiva pertenece a la autora.
28 Ibid., p. 21. La cursiva pertenece a la autora.
29 Ib id ., p. 92.
30 Ib id ., p. 92.
31 Sigmund Freud, «Lo ominoso »(1919) en O b ra s c o m p le ta s , ordenación, comentarios y
notas de James Strachey con la colaboración de Anna Freud, vol. XVII (1917-1918), Buenos Aires,
Amorrortu, 1988, p. 220. Traducción de José Etcheverry.
32 J. Kristeva, op . c it., p. 13.
33 Cf. S. Freud, «Introducción al narcisismo (1914)», O b ra s C o m p le ta s , tomo XIV, Amorrortu
Editores, Buenos Aires, 1988. A partir de 1920 Freud prefiere distinguir entre dos formas de nar
cisismo: la p r im a r ia que «consiste en el investimiento pulsional necesario para la vida subjetiva»,
Y la secundaria que reserva para referirse a las enfermedades narcisísticas. Cf. D ic c io n a r io d e l
Psicoanálisis bajo la dirección de Roland Chemama, Buenos Aires, Amorrortu, 2002, pp. 277-79.
Traducción y notas de Teodoro Pablo Lecman.
34 J. Kristeva, op. c it., p. 22.
35 Ib id ., pp. 25-27.
36 Ib id ., p. 39.
37 Ib id ., p. 27.
38 Ib id ., p. 278.
39 Ib id ., p. 279.
40 Ib id ., p. 279.
41 Cf. Immanuel Kant, C rític a d e la f a c u lt a d d e ju z g a r , Caracas, Monte Ávila, 1991, # 187,
p. 221. Traducción: Pablo Oyarzún.
42 Mario Perniola, E l a r t e y s u s o m b ra , Madrid, Cátedra, 2002, pp. 22-23. Traducción: Mónica
Poole.
43 Linda S. Kauffman, M a la s y p e rve rso s. F a n ta s ía s e n la c u lt u r a y e l a r t e c o n te m p o rá n e o s ,
Madrid, Cátedra, 2000. Traducción: Manuel Talens.
44 L S. Kauffman, Ibid., pp. 13-14.
45 Ibid., p. 18.
46 Se denomina «sátira menipea» a la que ha sido escrita alternando verso y prosa. Recibe
este nombre en honor de su creador, el filósofo y escritor griego de la escuela cínica M enipo de
Gadara (s. IV-III a. C.). Este tipo de sátira se caracteriza por atacar y ridiculizar actitudes mentales
más que a individuos específicos, por ejemplo, la pedantería, la intolerancia, la incompetencia,
etc. Lo poco que sabemos de la vida de Menipo es a través de los relatos de Luciano de Samo-
sata y Diógenes Laercio. El pintor español Diego Velázquez nos brinda una imagen de cómo él lo
imaginó: mirando burlescamente al espectador y ataviado como un picaro y desafiante mendigo,
desilusionado del saber y de las vanidades mundanas.
47 Ib id ., pp. 28-30.
48 Hal Foster, E l r e t o r n o d e lo re a l. La v a n g u a r d ia a fin a le s d e s ig lo , Madrid, Akal, 2001.
Traducción: Alfredo Brotons Muñoz.
49 Peter Burger, T e o ría d e lo v a n g u a r d ia , Barcelona, Península, 1987. Traducción: Jorge
García.
50 H. Foster, op. c it , p. 138.
51 Jacques Lacan, Los c u a tr o c o n c e p to s fu n d a m e n ta le s d e l p s ic o a n á lis is , Barcelona, Paidós,
1987, p. 58. Traducción: Diana Rabinovich.
52 D ic c io n a r io d e l P s ic o a n á lis is bajo la dirección de Roland Chemama, op . c it., pp. 383-386.
53 Lacan se ocupa de estos tres registros u órdenes en su S e m in a r io n° 22 R.S.I. (inédito).
En Internet pueden encontrarse distintas versiones del mismo.
54 D ic c io n a rio d e l P s ic o a n á lis is , op . c it., pp. 372-375.
55 H. Foster, o p . c it., p. 132. Además del pop, Foster incluye en su análisis a otros dos movi
mientos vinculados al realismo de los años 60: el h ip e r r e a lis m o y el a p r o p ia c io n is m o .
Betina Bandieri
introducción
Entre abril y julio de 1994 tuvo lugar la masacre de Ruanda. En apenas tres
meses casi un millón de personas fueron brutalmente asesinadas. Dos artistas oc
cidentales, movilizados por el horror, se trasladaron hacia aquel país africano dis
puestos a mostrar, a obligarnos a mirar.
¿Cuáles son las imágenes apropiadas para la representación de lo monstruoso?
¿Cómo superar los extremos de la espectacularizacíón del horror o del silencio ante el
mismo? La representación de las masacres nos enfrenta a la problemática de los lími
tes de la representación y a la necesidad de seguir buscando estrategias de visibilidad.
El arte contemporáneo asume esta problemática e intenta respuestas; una
de ellas es, según Didi-Huberman,' su devenir documento. Los artistas usan do
cumentos y producen documentos como instrumentos de crítica política. Así, los
fotoperiodistas se acercan al campo del arte buscando ser dueños de sus imágenes,
buscando libertad con respecto a qué mostrar y cómo mostrarlo. Los artistas por
su parte se vuelcan al campo documental en la búsqueda de un plus de verdad al
contenido de las obras que circulan por el mercado del arte. Ambos intentan ejercer
desde la imagen una crítica política, impulsar acciones.
Es uno de los objetivos del presente trabajo reflexionar sobre la posibilidad de
representar el horror extremo y analizar el modo en que cada uno de los artistas
elegidos, fotógrafo uno y artista plástico el otro, intentó hacerlo en el caso parti
cular de Ruanda.
Es imprescindible ajustar el contenido de algunos términos y describir el con
texto en el que la masacre tuvo lugar de modo tal que esto nos permita acercarnos
a una realidad tan lejana y ajena; a fin de que lo extremo e irracional de la violencia
allí desatada queden expuestos.
Lo o c u rrid o en Ruanda fu e una masacre y O ccid e n te pe rm a n e ció in m ó v il fre n te
a ella.
1
¿qué es masacre?
:
ruanda, un genocidio contemporáneo
Y concluye su artículo:
M ais ava n t qu ’ils (los rebeldes del FPR) ne s’em p are nt de la ville, pour a u ta n t
q u 'ils le puisent, le génoeide du tu tsis de K igali aura probablem ente eu lieu.5
Iglesia Santa Familia. Sitio del genocidio. Kigali. Ruanda. Foto: Adam Jones.
No hay olores, no hay sonidos, sólo silencio abismal que favorece la relación
del espectador con lo planteado por las imágenes de modo introspectivo. Prioridad
de un sentido, la vista, que a diferencia de los restantes posibilita la selección de
los estímulos recibidos y nos protege del caos sensorial.
Pero más allá de la calma que la selección de estímulos provee al espectador,
es la fascinación en el mirar que lo acompaña e incomoda. Nuevamente Burke,
quien ya en 1757 reconocía como dato de la realidad, sin proveer una explicación
al respecto, lo antiguo e insalvable de esta tensión entre deleite y dolor ajeno como
tópico de la estética al señalar:
Y finalmente son otros los que resultan fijados en las imágenes de Salgado.
Otros que tal vez se encuentran en esas terribles situaciones como consecuencia
de acciones que nosotros —indirectamente— realizamos, pues queda claro que
nosotros siempre miramos, tenemos la palabra. No somos los retratados aunque
Salgado intente que las imágenes funcionen como espejos y nos veamos en ellas.
A esta altura del camino me encontré con Orhan Pamuk, escritor turco que
en su libro Estambul retoma las miradas que distintos escritores occidentales del
siglo XIX posaron sobre su ciudad y desnuda en este rescate de los recorridos que
Nerval y Baudelaire hicieron por ella lo que Edward Said denominó orientalismo.
Occidente mira a Oriente.
Pamuk marca las diferencias entre diversas miradas posadas sobre la misma
ciudad retomando la distinción que estableció Lévi-Strauss entre tristesse y amar
gura del siguiente modo:
alfredo jaar
Hacer visible algo que no entra en los esquemas de pensamiento del especta
dor, algo que lo descentre y lo perturbe.23
1. Alfredo Jaar, Los ojos de Guíete Emérita (versión l) , 1996, instalación. Cortesía Alfredo Jaar.
En Los ojos de Gutete Emérita (1996) aparece una única imagen replicada un
millón de veces, los ojos de Gutete Emérita. Al final de un oscuro corredor y en el
centro de una sala cuya iluminación evoca a un mausoleo, dispuso una mesa de luz
en la que descansan, formando un túmulo y dispersos por el resto de la superficie,
un millón de diapositivas de los ojos de esta mujer y varias lupas. Unos ojos, una
mirada que nos mira. Una y un millón; una por todos los muertos. Todos es ninguno,
una, en cambio, es cada uno. Somos nosotros.
A lo largo de una pared se lee la información sobre aquella cuyos ojos nos
miran. Gutete Emérita es una mujer que ha visto la masacre de su familia. Gutete
Emérita fue testigo del asesinato de su marido y de sus dos hijos. Un millón de
diapositivas, un millón de miradas, el número de masacrados en Ruanda. Todos allí,
dispuestos al modo de una montaña desordenada. El túmulo como forma de repre
sentación de la muerte a gran escala y la violencia extrema sirvió para mostrar otras
masacres contemporáneas en las que los acumulados eran cuerpos, cráneos, o par
tes de cuerpos. Una forma de representación que alude a muertes numerosas y que,
en el caso de Jaar, al ser parte de una instalación, nos obliga a realizar movimientos
de aproximación y ajuste de la mirada para ver qué hay, qué es lo acumulado. Y la
sorpresa es que lo acumulado es uno y un millón, una mirada replicada un millón
de veces. Y no es un muerto aquel cuya mirada nos enfrenta, es un testigo de la
masacre; testimonia por un millón. Es una sobreviviente. Dice y necesita respuestas.
La imagen en Jaar no tiene un fin catártico. No pretende liberar a los hombres
de la angustia y de la culpa a partir de reconocer en ella los horrores que los mismos
perpetran. Apuesta a un manejo de la imagen que genere la necesidad de respon
der y de transformar el mundo que les dio origen. Apuesta a la posibilidad de una
política de la imagen que logre aun sustraerse al lugar de la sobreabundancia, y a
la inmovilidad del espectador por exceso y engaño.
¿Cuáles son las imágenes más apropiadas para representar el horror y qué hacer
con ellas para que desaten acciones transformadoras del mundo?
Ranciére propone tomar a la imagen como un elemento de aquello que él con
sidera clave: el dispositivo de visibilidad, a partir de cuya configuración se podrían
obtener los efectos buscados, es decir, respuestas transformadoras por parte de los
hombres enfrentados a los horrores.
bibliografía
notas
I
9.
R e p re s e n ta r y c o n m e m o ra r:
en torno a la masacre de Margarita Belén
Cecilia Fiel
Este capítulo' tiene por objeto de estudio las distintas formas conmemorativas
relacionadas con la masacre de Margarita Belén sucedida el 13 de diciembre de
1976 en la provincia del Chaco. Los 36 años que nos separan de los trágicos suce
sos brindan un amplio espectro temporal que permite analizar cómo se ha podido
simbolizar algo del orden de lo traumático y se lo ha trasmitido en las distintas con
memoraciones de esa masacre. A lo largo de este periodo puede observarse cómo
las mutaciones acaecidas a nivel representacional en el campo de las artes visuales
también han tenido lugar en los monumentos. Es decir que más allá del estudio de
estos últimos nuestro trabajo puede leerse como un análisis de las distintas formas
de representar un hecho traumático: analizaremos los monumentos a la masacre de
Margarita Belén relacionados con formas tradicionales, formas efímeras, creaciones
individuales y colectivas, acciones públicas y el rol participativo de los espectadores.
Lo que hoy se conoce como la masacre (véase el capítulo 8) de Margarita Belén2
comenzó a gestarse una vez sucedido el golpe de Estado de 1976. El 13 de diciem
bre de ese mismo año, en un operativo conjunto entre las fuerzas del Ejército y la
Policía, una supuesta orden de traslado de presos políticos3 los llevaría con rumbo
a la Unidad 10 de Formosa. Algunos de los detenidos, en muchos casos ilegales,
fueron retirados de la Unidad 7 de Resistencia y otros de la Alcaidía de la misma
ciudad. Torturados antes del traslado final, al llegar a la altura de Margarita Belén,
a veintisiete kilómetros de Resistencia, son masacrados por miembros del Ejército.
La comunicación militar intentó imponer la versión de un enfrentamiento, forma
habitual en que por aquellos años se encubrían los fusilamientos. El 16 de mayo
de 2011 la justicia confirmó la masacre y fueron sentenciados a prisión perpetua
los ocho militares imputados.4
C onsiderando la « te rrito ria lid a d de la m e m o ria »,5 d e fin id a po r Elizabeth Jelin, no
com o «un «lugar» físico específico [...] sino com o un trayecto , un itin e ra rio , una m ane
ra de e n u n cia r y denunciar, plasm ados en una p rá ctica te rrito ria liz a d a »,6 analizarem os
de qué forma se ha expandido la conmemoración de un lugar específico, como la
veril de la ruta 11, a una parada de colectivo o bien a una manifestación popular. Una
cuestión central será ver de qué manera se invierte la relación, asimétrica, entre la
forma recordatoria, en principio poseedora de la memoria, y el espectador.
La nueva forma de entender el monumento, denominada por Jochen Gerz y
Esther Shalev-Gerz «monumento negativo» o por James Young «contramonumen
to», nos pone en estricta relación con el tema eje del libro, lo extremo. ¿Cómo una
forma invisible o efímera posee el poder de conmemorar, de recordar? ¿Un mural,
un grafiti, una acción efímera pueden ser considerados «monumentos»? ¿Dónde
yace la diferencia con el arte público?
A lo largo de este ensayo, prestaremos especial atención a cómo se han con
tinuado o modificado los siguientes ejes: ¿qué se conmemora? (razón conmemo
rativa), ¿cuándo se conmemora? (fecha conmemorativa), ¿dónde se conmemora?
(lugar de la conmemoración) y ¿cómo se conmemora? (formas, técnicas y recursos
plásticos para conmemorar). Estos ejes nos facilitarán un análisis comparativo y
progresivo de un proceso que deriva en formas contramonumentales.
Las representaciones de las conmemoraciones en torno a Margarita Belén po
seen una particularidad respecto a la representación de los desaparecidos. El hecho
de conocerse el modo en que fueron asesinados terminó por incidir en la forma
como fueron representados.
Para finalizar esta introducción, queremos destacar, en especial, el aporte realiza
do por Gabriela Barrios7y Fernando Jaume, de la Universidad Nacional del Nordeste
(UNNE) y de la Universidad Nacional de Misiones (UNAM), respectivamente, en el es-
tud.o pionero sobre las primeras conmemoraciones a la masacre de Margarita Belén.
t
Y justamente dicha lógica falló con las obras de Rodin, cuyos monumentos fra
casaron como tales: Las puertas del infierno (1927) porque no se finalizó y Balzac'2
(rechazada por quienes la encargan) porque su radical quiebre formal dificultaba
que fuera apreciada como monumento. Para Krauss estas obras inauguran una
«condición negativa» del monumento y, por ende, son consideradas el pase hacia el
modernismo, donde la obra pierde su pedestal y se produce el monumento «como
abstracción, el monumento como puro señalizador o base, funcionalmente despla
zado y en gran manera autorreferencial».'3
Una nueva etapa en la escultura monumental es la que se escribe a partir de los
años sesenta con el minimalismo, el Earth Art, y el Land Art.'* Éste es el momento
en el que, según Krauss, los artistas conciben la necesidad de un «campo expandi
do» sobre la base de problematizar la concepción modernista de escultura. Aquella
condición negativa de la escultura incorpora el paisaje y la arquitectura y lleva a
su máxima expresión lo que Javier Maderuelo interpreta como «la disolución de los
límites de la obra escultórica». En este largo proceso, que se inicia a fines del XIX,
la pérdida del pedestal es acompañada por la pérdida de la masa y del volumen, la
verticalidad y la durabilidad.15
Ya en los años setenta Oldenburg llamó a sus esculturas «antimonumentos»,
entendiendo por esto las «representaciones de objetos triviales erigidos para ce
lebrar el consumismo masificado y su forma efímera».16 Las megaesculturas de
Claes Oldenburg y Coosje van Brüggen llevan a gran escala objetos de nuestra vida
cotidiana, caso de Lipstick (1969-74), primera obra realizada bajo esta concepción.
Lipstick ironiza sobre la funcionalidad del monumento, su sentido sagrado y de
heroicidad, y vira hacia la parodia de la sociedad de consumo. Oldenburg y Van
Brüggen realizan un lápiz labial infiable que, una vez desinflado, hipotéticamente,
seria inflado por el espectador. En una segunda versión, esta obra fue realizada en
aluminio y emplazada en la Universidad de Yale. La obra fue ubicada sobre ruedas y
simulaba ser un tanque, lo que además de otorgarle movilidad enfatizaba su rasgo
paródico.17 En la obra de Oldenburg, los objetos de consumo han pasado a ocupar
el lugar de los antiguos héroes y dioses que antes venerábamos.18
Más allá de estas transformaciones, creemos que es a partir de los problemas
acaecidos a la hora de pensar la conmemoración en el marco de los crímenes de
lesa humanidad, la renovación planteada en torno a formas conmemorativas tuvo
un nuevo impulso que tensó las nuevas propuestas estéticas ya sucedidas desde los
años sesenta. La naturaleza del objeto de la conmemoración, y sobre todo la cer
canía histórica con los sucesos, obligaba a repensar su forma y también su praxis.
Los debates suscitados en to rn o a la obsolescencia del m o n u m e n to en la década
de los años och e n ta e n cu e n tra n en tre sus fig u ra s cen tra le s al a rtis ta alem án H orst
Hoheisel. A l ig ua l que O ldenburg, ha d e fin id o su p rá ctica com o «a ntim o num e ntos» o
«monumentos negativos», concepto amplio para designar a aquellas conmemoracio
nes que ubican la ausencia, el vacío, en el centro de sus propuestas artísticas.
Tanto las obras de Hoheisel como las de Sol LeWitt, Jochen Gerz y Esther
Shalev-Gerz y Norbert Radermacher le sirven a James Young para escribir, en 1992,
un ensayo que ha marcado un punto de inflexión en este campo, The Counter-
Monument: Memory Against Itself in Germany Today.'3 Allí Young analiza las obras
de dichos artistas —relacionadas con la conmemoración de las víctimas del na
zism o- y sistematiza una nueva tendencia que articuló en torno al concepto, ya
divulgado por entonces, de «contramonumento».
El cuestionamiento a la concepción tradicional de los monumentos se ha reali
zado en paralelo con el auge del arte público. Según Javier Maderuelo, «la polémica
palabra «monumento» ha sido sustituida por un tipo de actuación urbana denomi
nado «arte público». Este nuevo tipo de arte recoge y aglutina en él experiencias
diversas recogidas del monumento «pop», de las «instalaciones», d e l«land art», de la
arquitectura, del urbanismo y de otros tipos de fenómenos de carácter sociológico,
participativo, escénico, etc.».20 Es decir que la concepción «contramonumental» es
posible en el marco de una revitalización de nuevas formas de arte público, tema
que será retomado más adelante.
1. Horst Hoheisel, A schrott Brunnen U a tumba de Asehrott), 1987, instalación. Diám etro to ta l:
30 m. La pirámide negativa tiene 3 m de diám etro y 12 m hacia abajo. Foto: Horst Hoheisel.
¿Cómo evitar que la memoria quede eosifieada en la piedra? Partiendo de Sol
LeWitt, exactamente de su «monumento» a los judíos desaparecidos de Müns
ter, Black Form (1987), Young observa que las nuevas manifestaciones conme
morativas desplazan el lugar donde se encarna la memoria, van del objeto al
espectador. De aquí que escriba: «Bajo la ilusión de que nuestros memorials
estarán siempre allí para recordarnos, nos alejamos de ellos y regresamos cuan
do nos conviene. En la medida en que alentemos que estos monumentos hagan
el trabajo de la memoria por nosotros, nos volvemos mucho más olvidadizos»
(«Under the illusion that our memorial edifices w ill always be there to remind
us, we take leave of them and return only convenience. To the extent that we
encourage monuments to do our memory-work for us, we become that much
more forgetful»).2'
En 1987, Hoheisel realiza en Kassel un «monumento negativo» de la Aschrott-
Brunnen, una fuente de forma piramidal llevada a cabo en 1908 por el arquitecto
Karl Roth y financiada por un empresario judío, Sigmund Asehrott, cuyo apellido
se incorpora al nombre de la fuente. Quizás este último dato hizo que los nazis
consideraran judía a la fuente y que, por ende, el 8 de abril de 1939 la destruyeran
dejando, en su lugar de emplazamiento, un vacío. Una vez realizada la primera
deportación de judíos de Kassel, en 1941, se produce, dos años después, un suceso
peculiar. La ciudad cubrió con tierra y flores la base de la fuente y fue rebautizada
como la Aschrott's Grave (La tumba de Asehrott). En los años sesenta, la Aschrott's
Grave dejó de ser una tumba y volvió a ser una fuente pero sin su forma pirami
dal originaria. Invertida y sumergida en la tierra, la fuente quedó al ras del suelo
al punto de tornarse imperceptible. Creando una imagen especular de la fuente
originaria, el artista ubica en el mismo lugar una pirámide invertida, es decir, en
forma de embudo, cuya agua tuviera dirección descendente. De acuerdo con la
interpretación de Young, la forma en que Hoheisel procuró recordar la ausencia
fue reproduciéndola. Además, así, se deja sin efecto la reconstrucción, en términos
tradicionales, de aquel antiguo monumento destruido por los nazis.
El espectador escucha el sonido del agua que desciende hasta el punto de
poder percibir la profundidad del monumento. De acuerdo con Young, al buscar el
monumento el espectador deviene monumento.
La cualidad de eterno del monumento aparece determinada por la utilización
de materiales duraderos que crean una ilusión de permanencia, lo que implica el
supuesto de que la memoria también se mantiene inalterable. Pero Young remarca
el factor temporal, puesto que la pervivencia de un monumento en un tiempo
nuevo puede llevar hasta el absurdo o el ridículo las verdades pasadas; «en su
progresión lineal, el tiempo arrastra significados antiguos en nuevos contextos»
que entran en tensión con la memoria, que también muta. Para Young, los contra
monumentos estimulan la memoria, de aquí que el autor marque un paralelismo
entre forma (del contramonumento) y memoria, en tanto ambas se transforman
con el tiempo.
En línea con esta c o n c e p c ió n Jochen G e rz/E sth e r S ha le v-G e rz re a liz a ro n un
la experiencia argentina30
4 . Claudia Fontes, Reconstrucción del retrato de Pablo Míguez. 1999-2010. acero inoxidable
pulido espejo, medidas variables. Foto: Archivo Parque de la Memoria.
La escultura monumental de 400 kilos de peso y realizada en acero inoxidable
es, como su nombre lo indica, la reconstrucción de un retrato. La obra, al estar
pulida al espejo, y de acuerdo a cómo la ilumine el sol, refleja el contexto, y es en
ese momento, cuando el contexto se refleja en ella, en que la escultura desaparece.
Por la noche, si hay luna llena, también por un juego de iluminación natural, sólo
podemos visualizar su cabeza.
Si bien para Fontes «lo monumental está en la acción»,35 la artista augura
por una concepción de monumento que no apele a los materiales duraderos. En
esta obra la utilización del acero y sus formas ¡cónicas son contrarrestadas por la
lógica en la que lo inscribe. Los mismos materiales se niegan a sí mismos con la
sola incidencia de la luz natural. La escultura se mantiene siempre sobre el nivel
del agua, gracias a su emplazamiento sobre una plataforma flotante que sube y
baja con el río.
Fontes se piensa como una artista que facilitó el proceso de realización de la
obra pero que, en verdad, fue un trabajo colectivo. El padre, la hermana de Pablo
y el Equipo Argentino de Antropología Forense cedieron fotos para que la artista y
el matemático checoslovaco Radim Sara pudieran realizar en 3D la reconstrucción
del rostro. El calco del cuerpo de Pablo fue realizado a partir de un modelo de
trece años. Todas estas precisiones daban cuenta de que el monumento no era a
Pablo, sino a la reconstrucción de Pablo. Fontes recuerda que modelando la arcilla
reparó en lo siguiente: «ya no importaba cómo era Pablo sino que yo ya tenía una
imagen de Pablo en mi cabeza, ya había creado mi propia memoria de Pablo y eso
era lo que importaba. Entonces ese largo proceso de reconstrucción me sirvió para
entender cuál era la función del artista en la reconstrucción de memoria. Hasta
que yo no tuviera esa imagen en mi cabeza, apropiada de una manera personal,
no iba a poder hacerla». Su investigación para realizar un Pablo parecido al real
tomaba otra dimensión al ubicarse la escultura de espaldas a la orilla. El negar su
rostro a los espectadores produce un proceso similar al que realizó la artista en el
momento de reconstrucción del retrato: «Que la reconstrucción del retrato no es
la que yo hice sino la que está haciendo el espectador cuando mire la obra, que le
pondrá el rostro que le quiera poner».
La obra de Fontes nos plasma la desaparición en un presente continuo: Pablo
Míguez siempre va a estar desapareciendo y apareciendo para volver a desaparecer.
En esa doble posibilidad, el espectador ocupará un lugar central al ser testigo de
un doble acto.
Frente a la pregunta ¿cómo materializar la ausencia?, estos ejemplos nos mues
tran que aún apelando a materiales duraderos la «encargada» de poner en cuestión
lo visible es la forma. La materia y la forma se nos plantean como un juego dialéc
tico, donde la materia aparece relegada a la forma que la subsume a su juego y la
hace «desaparecer». A partir de estos ejemplos, ¿podría pensarse que el dinamismo
se nos aparece como sinónimo de visibilidad?
monumentos y contramonumentos, el caso margarita belén
de la Región.
6. H.IJ.O.S. Chaco y Leo Ramos, Parada de ia memoria, 2007 a 2013, Resistencia, Chaco. Foto:
Leo Ramos.
En el mismo sentido, volvieron a realizar una nueva acción y esta vez poniendo
en cuestión el significado del monumento y la conmemoración. Influenciado por
los escritos del teórico español Javier Maderuelo,39 Leo Ramos partió de entender
al monumento como dinámico. Frente a la eternidad con la que nos enfrenta un
objeto conmemorativo realizado en cualquier material perenne, el artista propu
so «la utilización de un panel publicitario como conmemoración dinámica». Para
Maderuelo, «el monumento, como símbolo conmemorativo, ha muerto en manos
de la publicidad urbana, del cartel y del reclamo luminoso de neón»40 y fue en esta
línea en que pensaron un monumento dinámico en las paradas de colectivos. El
objetivo de este monumento consiste en cambiar el objeto de conmemoración para
evitar caer en un automatismo perceptivo capaz de invisibilizar su presencia. Así
como creía Robert Musil, para quien no hay nada más invisible que un monumento,
Michel de Certeau resume: «Mientras más presente menos visible».4' De aquí la
importancia de la rotación de los banners.
La primera de las paradas conmemorativas tuvo lugar (y aún lo tiene) en la
puerta del Museo de la Memoria de Resistencia (Comisión Provincial por la Memo
ria), después se extendió a otras dos paradas del centro y a tres paradas de estacio
nes ferroviarias. Inaugurada la primera en marzo de 2007 con la historia biográfica
de Rodolfo Walsh, cada mes, se cambiaba el banner que ponía nombre e historia de
vida de cada uno de los masacrados en Margarita Belén. Las biografías, escritas por
Gabriela Barrios,42 integrante de la Agrupación H.IJ.O.S. Chaco, cuentan la infancia,
militancia y desaparición de cada uno de los masacrados en Margarita Belén. La
actitud de espera de los transeúntes antes de tomar el colectivo es un factor vital
para su recepción; allí, en la «parada de los desaparecidos», ellos aparecían, con
nombre, historia e identidad. A partir de un monumento dinámico, explica Ramos,
«eran reintroducidos en la trama social, al asignarle un espacio urbano y conectarlo
con la sociedad».43
Para Ramos el monumento adquiere visibilidad cuando se lo inaugura, cuando
es víctima de algún acto de vandalismo, o bien cuando se lo destruye (esto último,
como metáfora de la caída de algún régimen o líder político, por ejemplo, caso de
las destrucciones y agresiones a los monumentos de Lenin que se suceden hasta el
día de hoy). Si creemos que la potencia del monumento se expresa en su inaugu
ración, en las paradas, esto sucedía cada mes cuando se cambiaban los banners.
Contrariamente a lo que sucedía en el monumento tradicional, donde la placa de
bronce, ubicada en la base del monumento, señalaba la razón conmemorativa, aquí
la estrategia publicitaria permite que cada vez que se cambian los banners éstos
irrumpan como novedad, una especie de «bronce» dinámico.
Es en esta línea que se lleva adelante en 2006 lo que Leo Ramos ha denomi
nado «monumento caminante», es decir, una conmemoración de la masacre que
consistió en marear una marcha; Ramos e H.IJ.O.S. Chaco lo llamaron «Artefacto
por Memoria, Verdad y Justicia». Esta última partía desde la Casa de la Memoria de
Resistencia hacia el domicilio del represor Gabino Manader que torturaba en la ex
Brigada de Investigaciones. En el trayecto, la razón conmemorativa —conmemorar
la masacre y también pedir por ju s tic ia - se construía «junto-con» la marcha. Por
un lado, una máquina imprirpía sobre las calles la frase «Memoria, verdad, justicia»
produciendo un «mo(nu)merfto al ras del piso», como lo denomina Ramos, es decir,
la marca desparramaba por el espacio urbano dicha razón conmemorativa. Por otro
lado, también durante la marcha, integrantes de las organizaciones de derechos
humanos repartían volantes que alertaban sobre quién vivía allí y, paso seguido,
se realizaba el escrache.
La Lista negra (2007) también ha sido otra conmemoración realizada dentro
de la concepción de «mo(un)mento al ras del piso». Testigo de las atrocidades
realizadas por los militares en el Chaco, Hugo Barua, ex preso político, cuenta que
mientras era torturado en la ex Brigada de Investigaciones de Resistencia (el centro
clandestino de detención más importante del Nordeste), hoy Museo de la Memo
ria, reconoce que la persona que lo torturaba era su profesor de Historia llamado
Alberto Valussi.44 El delator confeccionaba una lista negra de alumnos que después
serían secuestrados. El domicilio de Valussi se hallaba justo en frente del Colegio
Don Bosco,45 donde el delator realizaba sus «tareas» como «profesor», de aquí que
el «mo(nu)mento al ras del piso» consistiera en pintar una línea negra sobre la calle
pero que comunicara la puerta del Colegio Don Bosco con la puerta de su casa.
De esta forma, se señalaba la institución y el domicilio particular del represor, es
decir, se señalaba el camino de la delación. Este señalamiento de veinte metros de
longitud también se realizaba en el marco de una marcha, en este caso, por el 31°
aniversario de la masacre.
7. H.IJ.O.S. Chaco y Leo Ramos, L a lis t a n e g ra , 2007, Resistencia, Chaco. Foto: Mariana Corral.
L que la fe c h a c o n m e m o r a t iv a t a m b ié n s e e x p a n d a y n o s e lim it e , e x c lu s iv a m e n te , a u n
d ía p u n t u a l, s in o q u e e s té d e t e r m in a d a p o r u n a n e c e s id a d c o le c t i v a / 0 H a c e r u n s ilu e -
t a z o im p lic a n o s ó lo p e d ir j u s t ic ia y p r e s e n t iz a r a lo s « in t e n c io n a lm e n t e a u s e n te s » ,71
s in o t a m b ié n lle v a r a d e la n t e u n a c o n m e m o r a c ió n ; a s i e n t e n d id o , e l s ilu e t a z o e s u n
m o n u m e n t o y e n n u e s tr a in t e r p r e t a c ió n d e b e r ía m o s lla m a r lo u n c o n t r a m o n u m e n t o .
Ahora bien, el rasgo efímero del siluetazo, tanto si lo pensamos en términos de
la acción, de las señalizaciones o del objeto silueta, hará que las imágenes tiendan
a desaparecer y quedará el recuerdo que la gente deberá relatar. De lo expuesto
puede observarse una descripción similar al proceso descripto por Wacjman, volver
visible «sin recurrir a lo visible», puesto que el rasgo efímero, de corta perdurabi
lidad temporal de esos dibujos, tenderán a desaparecer con el tiempo y a volver
visible la desaparición72 y nuevamente aparecerán otras y volverán a desaparecer,
y así sucesivamente. Procedimiento parecido, aunque no igual, al que observamos
en la obra de Fontes aunque, en esta última, siempre será el mismo objeto y en
el siluetazo no.
Pero el siluetazo también posee otra característica contramonumental. En re
ferencia al cuerpo que posa al momento de realización de la silueta, Flores ha
explicado: «Con mi cuerpo ocupo el lugar del desaparecido, del militante, con una
acción que también es militante»,73 es decir, el «monumento» ahora es el militante,
así como lo era el público en las obras comentadas por Young. El cuerpo del militan
te en plena realización de la silueta ha devenido en monumento, en portador de la
memoria, pero una vez finalizada la intervención, la silueta permanecerá en el lugar
volviendo a transferir la portación de la memoria al objeto silueta el cual, a su vez,
dada su condición de efímero, desaparecerá nuevamente. Allí donde está la silueta
«el que está no está»74 y volverá a no estar y, nuevamente, a estar para no estar, y
así continuará. Aquí la memoria fluye en una especie de movimiento pendular entre
la acción del público, el objeto efímero y nuevamente la acción del público que se
actualiza en cada extremo del péndulo. Insistimos en que lo contramonumental es
la acción del público en la realización de la silueta, es decir, de quien la trasmite
(cuando relata o cuando dibuja la silueta) y quien la porta (cuando se ubica como
«modelo» para ser contorneado).
El 4 de junio de 2010 tuvo lugar en la ciudad de Resistencia el comienzo del
juicio por la masacre de Margarita Belén. Además de ser una jornada con mucha
movilización ciudadana, hubo eventos musicales y artísticos. Entre ellos, se rea
lizó una silueteada organizada por el Grupo Cultura x Justicia y la artista Jarumi
Nishishinya. Decenas de siluetas fueron realizadas por los ciudadanos75 mientras
una pantalla transmitía a cientos de personas convocadas en la calle para la lectura
de la elevación a juicio. Era un momento impensado hasta no hace mucho: tener
a los represores en el banquillo de los acusados, contexto en el que el siluetazo
se renovaba a sí mismo. Era un momento de recuerdo, de pedido de justicia pero
también de alegría por lo que se estaba consiguiendo. El pasado vivía en el presente,
allí estaban, frente a nosotros, los presumiblemente desaparecedores,76 algo que lo
confirmaría la Justicia. En este nuevo contexto de comienzo de un juicio por lesa
humanidad, la acción del siluetazo cobraba un nuevo vigor, se reactualizaba al
imprimirse en él las marcas de este tiempo histórico. La acción del siluetazo venía
a celebrar un momento de esperanza y justicia. La acción se resignificaba.
9 . Grupo Cultura x Justicia, Siluetazo durante el primer día del juicio por la masacre de
Margarita Belén, 3 de junio de 2010, Resistencia, Chaco. Foto: Ninfa López.
Las siluetas también fueron inscriptas con los nombres de los desaparecidos en
Margarita Belén; las fotos de los veintidós masacrados colgaban de los árboles y los
carteles con sus biografías -la s mismas que se utilizan en las Paradas Activas por la
Memoria- ahora aparecían en otro contexto, expuestas en medio de la calle y entre
los concurrentes al juicio.77 Así eran pura presencia, la gente se acercaba a leer los
carteles, a mirar sus fotos, es decir, a conocerlos. La particularidad de estas siluetas
fueron las frases; las mismas poseían un tono reivindicativo de la lucha setentista,
«La sangre derramada no será perdonada», «Patria sí, colonia no», «Volvimos», «Ni
olvido, ni perdón». Las frases que portaron en un comienzo -«Aparición con vida» y
otras- ahora habían sido reemplazadas.
Apenas dos años después de realizado el Siluetazotn Buenos Aires, Miguel Molfino,
escritor y ex preso político, crea un icono con el que se recuerda hoy a la masacre, y la
imagen también es una silueta. Son torsos atados, con los rostros tabicados y la boca en
pleno grito, lamparones rojos en el pecho en clara referencia al fusilamiento. Considera
do el primer grafiti político del Chaco de la posdictadura, sus siluetas poseen expresión,
rasgo que comparte con el monumento de Díaz Córdoba, puesto que ambos captan
un momento puntual de los desaparecidos, y es el momento exacto de la masacre.78
La génesis de sus siluetas79 son dibujos realizados a fines de 1983, estando
Molfino aún preso. Cuando le permitían dibujar, realizaba trazos en cuadernos o
papeles sueltos aunque a veces «las requisas se los llevaban».80 Tomando de refe
rencia la obra de Bacon, Molfino ensayaba figuras en base a una linea suelta, rápida
y expresiva que, ya en libertad, terminaría de sistematizar en las siluetas que se
conocen hoy. A diferencia de los distintos soportes que ha adoptado el siluetazo,
la particularidad de estas siluetas radica en que son realizadas sobre pared, son
murales o grafitis,81 de aquí que sean hechos con aerosol negro y rojo. Junto a
las siluetas se escribe «Masacre de Margarita Belén 1976-2010», como se puede
observar en nuestra foto.
10. Gustavo Molfino y Comisión Provincial por la Memoria, Chaco. Afiche por el 34° aniversario
de la masacre, 2011. Diseño: Gonzalo Torres.
a modo de conclusión
bibliografía
Diarios
S/F: «Un debate sobre la identidad» en El Diario de la Región, Resistencia, 14 de diciembre de
2002.
S/F: «Díaz Córdoba: monumento en Misiones, la de diciembre de 1996», Diario Norte, Resistencia,
domingo 1° de diciembre de 1996.
S/F: «Acto por los caídos en Margarita Belén», en El Diario, miércoles 10 de diciembre de 1997,
Resistencia, Chaco.
S/F: «Figuras que simbolizan la masacre de Margarita Belén», Diario s/d, Posadas, domingo 12
de diciembre de 1997.
S/F: «Las siluetas de Margarita Belén», Diario El Diario de la Región, Suplemento Acá, Resistencia,
16 de diciembre de 2007.
Malosetti Costa, Laura, «La polémica por los monumentos de la memoria» en Diario Clarín, 24
de ju lio de 2004.
Perez, Adrián, «Faltaba la imagen del desaparecido», Diario Página/12, 6 de septiembre de 2010.
notas
1 Agradezco muy especialmente a todos los que me han aportado datos y me han brin
dado información que enriquecieron enormemente estas páginas. Las lecturas de este capítulo
realizadas por Gabriela Barrios y Leo Ramos le aportaron rigor. También vaya un cálido abrazo
y agradecimiento a Ninfa López, Juan Carlos Fernández, Emilio Goya y a la agrupación H.l J.O.S.
Chaco. A Betina Diaz Córdoba que tan amablemente me brindó el archivo periodístico de su
padre. A todos los ex presos políticos y militantes de derechos humanos que me transmitieron
sus historias y tanto me enriquecieron. Gracias.
2 Para mayor información sobre los sucesos pueden leerse las siguientes publicaciones:
Tissembaum, Edwin: Desde más adentro, Resistencia, Ediciones de Nuestra Cultura, 1996; y Giles,
Jorge: Allá va la vida. La masacre de Margarita Belén, Buenos Aires, Colihue, 2003.
3 Patricio Blas Tierno (24 años), Néstor Carlos Sala (32 años), Carlos Zamudio (28 años),
Luis Ángel Barco (26 años), Roberto Yedro (28 años), Delicia González (41 años), Luis Díaz
(25 años), Fernando Pierola (25 años), Raúl María Caire (27 años), Julio Pereyra (24 años),
Carlos Duarte (24 años), Carlos Tereszecuk (23 años), Manuel Parodi Ocampo (26 años), Luis
Arturo Fransen (22 años), Erna Beatriz Cabral (28 años), Reinaldo Zapata Soñéz (36 años),
Mario Cuevas (25 años) y Alcides Bosch (28 años). Uno de los cuatro NN podría ser Eduardo
Fernández (22 años).
4 Los condenados a cadena perpetua fueron los militares Horacio Losito, Ricardo Reyes,
Germán Riquelme, Athos Gustavo Renes, Aldo Martínez Segon, Rafael Carnero Sabol, Luis Pateta
y Ernesto Simoni. El policía Alfredo Chas fue absuelto.
5 Elizabeth Jelin, «Introducción: las marcas territoriales como nexo entre pasado y presente»,
en Jelin, Elizabeth y Langland, Victoria (comps.), M o n u m e n to s , m e m o r ia le s y m a rc o s te r r ito r ia le s ,
Madrid, Siglo XXI, 2003, p. 14.
6 Ib id .,
p. 14.
7 Gabriela Barrios, «La masacre de Margarita Belén: iconos en la construcción de la memo
ria», marzo 2007, http://extramuros.unq.edu.ar/07/masacrebelen.htm
8 Maria del Carmen Magaz: Escultura y poder, Buenos Aires, Acervo Editora Argentina,
2007, p. 21.
9 Ibid., p. 21.
10 Explica Magaz: «Históricamente este recurso [el de acudir a la iconografía anterior] se
utilizó desde la antigüedad como en el caso del cristianismo en el Imperio Romano, cuando se
transformó el pámpano pagano en el símbolo de la sangre de Cristo y el moscóforo griego en el
Cristo de las catacumbas (buen pastor)», p. 21.
11 Rosalind Krauss, «La escultura en el campo expandido», en Foster, Hal: La posmodernidad,
Barcelona, Kairós, 2008, p. 63.
12 Juan Acha dice al respecto de Balzac: «Las vibraciones claroscuristas aligeran las masas
simplificadas y el personaje adquiere vida interior. La masa insinúa más que representa el cuerpo
humano y las concavidades y convexidades disminuyen en número, se alargan y actúan estra
tégicamente», en Arte y sociedad latinoamericana. El producto artístico y su estructura, México,
Fondo de Cultura Económica, 1979, p. 272.
13 R. Krauss, op. cit., p. 64.
14 Para este tema se recomienda el ensayo de Antonio Bentivegna «La estética de los nuevos
monumentos: Estrategias de desvío, injertos y palimpsestos sociales», en Revista Observaciones
Filosóficas, n° 6 , 2008. O bien http://www.observacionesfilosoficas.net/laesteticadelosnuevos-
monumentos.htm
15 Javier Maderuelo ejemplifica con distintos artistas como Cari André y sus obras hori
zontales para dar cuenta de la pérdida de verticalidad. También hace referencia a la obra, de
producción efímera, de Andy Golswoorthy como contracara de materiales nobles y duraderos y a
las esculturas de Donald Judd y Dan Flavin quienes establecen el concepto de la obra y envían a
su fabricación. Para ampliar v^éase J. Maderuelo, «Desbordamiento de los limites de la escultura»,
en La pérdida del pedestal, Madrid, Visor, 1994, pp. 15-33.
16 Citado en Antonio Bentivegna, op. cit.
17 En la exposición antológica Sculpture By The Way, realizada en el Castello di Rivoli de
Turin (2006) se desarrolla la concepción antimonumentalista de los artistas.
18 Para una ampliación del trabajo de Oldenburg veáse Javier Maderuelo, El espacio raptado:
interferencias entre arquitectura y escultura, Madrid, Mondadori, 1990, pp. 138-146.
19 http://www.jstor.org/pss/1343784
20 J. Maderuelo, El espacio raptado..., op. cit., p. 147.
21 James Young: «The counter monument: memory against itself in Germany Today», en
Critical Inquiry, vol. 18, n° 2, W inter 1992, p. 273.
22 Gérard Wajcman, El objeto del siglo, Buenos Aires, Amorrortu, 2 0 0 1 , nota n° 1 , p. 183.
23 Ibid., p. 199.
24 Nicolas Bourriaud, «El arte de los años noventa», en Estética relaciona!, Buenos Aires,
Adriana Hidalgo, 2008.
25 Ibid., p. 13
26 Ibid., p. 14.
27 En «La tercera encrucijada (Telegrama de arte público)», http://www.martiperan.net/
print.php?id=37. Perán es profesor de Estética y Teoría del Arte de la Universidad de Barcelona.
28 En J. Maderuelo, La pérdida del pedestal, op. cit., p. 165.
29 Ib id .
30 Dentro de la historia del arte argentino deberíamos m encionar como m onum ento efímero
al P a rte n ó n d e lib ro s (1983) de M arta M inujin, el rasgo paródico de los M o n u m e n to s in ú t ile s de
Aldo Paparella, realizados a p a rtir de 1971, y E l S a n M a r t i n o E l H o m b re d e l B ra z o d e O ro (1974)
de Alberto Heredia. El M o n u m e n to a la D e m o c ra c ia (2000), m onum ento hidráulico realizado por
Gyula Kosice, se encuentra a m edio camino entre m ateriales nobles y el agua.
31 Laura Malosetti Costa, «La polémica por los monumentos de la memoria» en Diario C la rín ,
24 de ju lio de 2004.
32 El proyecto de la creación del Parque de Memoria y creación del M o n u m e n to a lo s v i c t i
m a s d e l te r r o r is m o d e E s ta d o se convierte en ley n“ 46 el 21 de ju lio de 1998. Con la aprobación
de esta ley se dio institucionalidad al trabajo comenzado por la Comisión Pro Monumento a las
Victimas del Terrorismo de Estado. Para mayor información sobre la creación del Parque de la
Memoria véase el libro catálogo P a rq u e d e la M e m o ria . M o n u m e n to s a la s V ic tim a s d e l T e rro ris m o
de E stado , Buenos Aires, Consejo de Gestión Parque de la Memoria. Monumento a las Víctimas de
Terrorismo de Estado, Gobierno Ciudad de Buenos Aires, 2010, pp. 19-27. Agradezco a Florencia
Battiti, curadora del espacio, la entrevista concedida.
33 Recordemos que los museos de la memoria son posteriores a la realización del Parque.
Museo de la Memoria de La Plata, Museo de la Memoria de Rosario, Museo de la Memoria de
Resistencia, Centro Cultural Nuestros Hijos (Ecunhi) y Centro Cultural Haroldo Conti, los dos
últimos ubicados en la ex ESMA.
34 Las esculturas emplazadas fueron seleccionadas del Concurso Internacional «Parque de la
Memoria». De un total de 665 proyectos presentados provenientes de 44 países se eligieron 12.
35 En entrevista realizada por la autora, agosto de 2011.
36 Fernando Gabriel Jaume, «Las luchas por la memoria 1976-2009: La Masacre de Mar
garita Belén (Chaco, Argentina)». En: L a p r is ió n p o lí t ic a e n la A r g e n tin o , e n tr e la h is t o r ia y la
m e m o ria . Coordinación del Dossier: Merenson, S. y Garaño, S. En: R e v is ta IB E R O A M E R IC A N A ,
Instituto Iberoamericano de Berlin-lnstituto de Estudios Latinoamericanos de Hamburgo y Ed.
Latinoamericana Vervuert, año X, n° 40,2010, pp. 167-181.
37 «Un debate sobre la identidad» en E l D ia r io d e la R e g ió n , Resistencia, 14 de diciembre
de 2 0 0 2 .
38 Escultura M a te rn id a d de Mauro Glorioso, http://www.chapay.com.ar/?Secc¡on=esculturaEtld=42
39 J. Maderuelo, E l e s p a c io ra p ta d o ... o p . c it.
40/6/c/p. 147
41 Michel de Certeau, M o d o s d e ha ce r. A r te c r itic o , e s fe ra p ú b lic a y a c c ió n d ir e c ta , Salaman
ca, Universidad de Salamanca, 2 0 0 1 , p. 419.
42 Para la lectura de las biografías véase el blog de la Comisión Provincial por la Memoria
del Chaco, http://eljuiciodelchaco.blogspot.com/
43 En diálogo con la autora, ju lio de 2011.
44 Valussi integraba el Batallón 601 como dactilógrafo. También era profesor de la Univer
sidad Nacional del Nordeste (UNNE). Muerto sin condena en 2009. En la declaración de Hugo
Barua, el ex preso político declara que al verlo le dice: «¿Profe, por qué me pega?». Para la amplia
ción del testimonio véase el fallo judicial de la causa Caballero en http://comisionporlamemoria.
chaco.gov.ar/descargas/fallo_causa _caballero.pdf
45 Ubicado en Av. Italia al 2 0 0 , ciudad de Resistencia, Chaco.
46 En J. Maderuelo, E l e s p a c io ra p ta d o , op. c it., p. 165.
47 Palabras de Leo Ramos en diálogo con la autora.
48 Nicolas Bourriaud, R a d ic a n te s , Buenos Aires, Adriana Hidalgo Editora, 2009, p. 23
49 Ibid., p. 43. Más adelante el semionauta es definido como «el creador de recorridos dentro
de un paisaje de signos», p. 117
50 Para un análisis de casos argentinos véase E. Villanueva y A. Masetti (comps.): M o v i
Buenos Aires, Prometeo, 2007, espe
m ie n to s s o c ia le s y a c c ió n c o le c t iv a e n la A r g e n tin o d e h o y ,
cialmente el capitulo II: Identidad, subjetividad y representación.
51 Para ampliar véase L Ramos, «Prácticas errantes: la ciudad como lienzo, las trayectorias como
dibujo», en http://arteyurbanismo.blogspot.com/2011/12/practicas-errantes-la-ciudad-como.html
52 Dice Walter Benjamin: «El boulevard es la vivienda del «fláneur», que está como en su
casa entre fachadas, como el burgués en sus cuatro paredes. Las placas deslumbrantes y esmal
tadas de los comercios son para él un adorno de pared tan bueno y mejor que para el burgués
una pintura al óleo en el salón. Los muros son el pupitre en el que apoya su cuadernillo de notas.
Sus bibliotecas son los kioscos de periódicos, y las terrazas de los cafés balcones desde los que,
hecho su trabajo, contempla su negocio», en Iluminaciones II. Baudelaire. Un poeta en el esplendor
del capitalismo, Madrid, Taurus, 1972, p. 51.
53 Véase Guy Debord, La sociedad del espectáculo, Buenos Aires, La Marca Editora, 2008.
54 F. G. Jaume, op. cit., pp. 167-181.
55 No se ha podido confirmar el año de la destrucción del monumento.
56 En «Díaz Córdoba: monumento en Misiones», Diario Norte, Resistencia, domingo T de
diciembre de 1996.
57 Op. cit.
58 «Acto por los caídos en Margarita Belén», en El Diario, miércoles 10 de diciembre de
1997, Resistencia, Chaco.
59 Este monumento ha contribuido a la creación de mitos populares. Están quienes dicen
que por las noches, los autos que transitan por la ruta 11 descienden la velocidad porque se los
ve correr, cruzar la ruta y también se escuchan sus gritos. Estos relatos han contribuido a que
lugareños y turistas dejen comidas a los pies del monumento.
60 Algunos integrantes de H.l J.O.S. Chaco cuestionan el monumento, y argumentan que su
realización debió ser resultado de una discusión entre los familiares de las victimas y ciudadanos
en general. Pero otros creen que una representación tan dramática era necesaria para llamar la
atención de los pobladores y comenzar a instalar lo sucedido, por entonces tabú, y el pedido de
justicia en la sociedad. jT:
61 En «Figuras que simbolizan la masacre de Margarita Belén», Diario s/d, Posadas, domingo
12 de diciembre de 1997.
62 La ubicación geográfica del monumento se encuentra en medio del monte y entre árbo
les. Si tenemos en cuenta la interpretación kantiana para referirse a lo sublime, bien podríamos
preguntarnos sobre la posibilidad de facilitar dicho sentimiento. Kant postula lo sublime de la
naturaleza, y hace una salvedad cuando habla de lo sublime en el arte y lo limita a las «condi
ciones de concordancia con la naturaleza» (Critica del juicio, #23, México, Editorial Porrúa, 1995,
p. 237). Si bien el monumento no se ajusta a la característica que asigna Kant para lo sublime
en el arte, es decir, la magnitud como «medida absoluta por encima de la cual no es posible
ninguna subjetiva mayor», sí puede al exceder la medida de nuestros ojos. Al ejemplificar con las
pirámides egipcias y la iglesia de San Pedro (Roma), Kant enfatiza que la visión necesita de unos
segundos para poder aprehender las partes, por lo cual la comprensión no sería completa. Al
exceder la medida de nuestros ojos se acerca a la magnitud de la naturaleza y es «comprendida
por la imaginación en un todo» (Ibid. #26, p. 243).
63 La marcha era convocada por Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, el Serpaj (Servicio
de Paz y Justicia) y Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas y Gremiales.
Se pedía por la «aparición con vida de los detenidos desaparecidos». El 30 de octubre de 1983
se realizaron las elecciones donde gana Raúl Alfonsín quien asumirá como presidente el 10 de
diciembre del mismo año.
64 Así lo explica Kexel en una entrevista realizada por Adrián Pérez para el diario Página/12.
«Faltaba la imagen del desaparecido», 6 de septiembre de 2010.
65 Ana Longoni, «La producción visual y las estrategias de la memoria», en Entre el pasado y
el futuro. Losjóvenes y la trasmisión de la experiencia argentina reciente, Ministerio de Educación,
Ciencia y Tecnología de la Nación, 2007, p. 89.
66 Julio Flores: «Siluetas», en Longoni, Ana y Bruzzone, Gustavo (comps.): E ls ilu e ta z o , Bue
nos Aires, Adriana Hidalgo, 2008, p. 82.
67 En su momento, cuando los artistas presentan el proyecto a las Madres de Plaza de Mayo,
detallaron cuatro objetivos: «1) Reclamar por la aparición con vida de los detenidos por causas
políticas [...] 2) Darle a una movilización otra posibilidad de expresión y perdurabilidad temporal.
3) Crear un hecho gráfico que golpee al gobierno a través de una magnitud física y (que) por la
inusual renueve la atención de los medios de difusión. 4) Provocar una actitud aglutinante que
movilice desde muchos días antes de salir a la calle, en Longoni y Bruzzoni, op. cit.
68 El monumento de Amanda Mayor de Piérola realizado en la ciudad de Paraná, provincia
de Entre Ríos, Monumento a la memoria (1995), trabaja el dibujo en forma negativa. Fotos del
monumento pueden consultarse en: http://www.elortiba.org/amanda.html
69 Para un análisis sobre las variantes de la imagen de la silueta véase A. Longoni, op. cit.
70 Y muchas veces quienes lo llevan adelante lo realizan desconociendo su historia, y lo
llevan a cabo por intuición.
71 Así Ana Longoni conceptualiza a los desaparecidos en la introducción de Elsiluetazo.
72 Explicado en la página 5 de este texto.
73 En declaraciones al diario P á g in a /1 2 . Perez, Adrián: «Faltaba la imagen del desaparecido»,
6 de septiembre de 2010. http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-152664-2010-09-06.html
74 Propuesta presentada a las madres, en Longoni y Bruzzoni, op. cit.
75 Recuerdo en ese 4 de junio a un niño de la calle que se sumó a la «movida» y tomó los
colores, pintó una silueta y estuvo lo que duró la jornada colaborando y poniéndose como modelo.
76 La sentencia se conoció el 16 de mayo de 2011. Los represores fueron condenados a
cadena perpetua
77 Estos banners también fueron expuestos en la ex ESMA en junio 2011.
78 Vale aclarar que alrededor de cuatro cuerpos han sido devueltos a sus familiares al poco
tiempo de producida la masacre.
79 Para una historia de las siluetas véase «Las siluetas de Margarita Belén», diario El Diario
de lo Región, Suplemento Acá, Resistencia, 16 de diciembre de 2007, p. 8.
80 En diálogo con la autora, diciembre de 2011. En adelante las citas de Molfino sin refe
rencias se refieren a esta entrevista.
81 Por iniciativa de un grupo de artistas, se ha presentado un proyecto de ley en la Cámara
de Diputados del Chaco, para que las siluetas y grafitis creados por Molfino sean declarados «bien
cultural». Actualmente, el Facebook «Siluetas Margarita Belén» sigue juntando firmas. Para mayor
información véase «Que las siluetas sean un bien cultural», diario La Voz del Chaco, Resistencia,
27 de noviembre de 2010, p. 9.
82 Otras localidades son Puerto Barranqueras, Puerto Vilelas y Fontana.
83 En diálogo con la autora, diciembre de 2011.
84 Eduardo Gruner ha manifestado que la silueta es un «intento de representación de lo
desaparecido», en Longoni y Bruzzoni, o p . c it., pp. 185-308.
10.
Espejismos del desarrollo.
La violencia y la enfermedad a través
de las obras de Nora Aslan y Silvia Gai
de los años 90
Uno de los temas más recurrentes del arte occidental es el estudio y la repre
sentación del cuerpo humano. Desde su constitución en canon del sistema de las
Bellas Artes, su reformulación por parte de las vanguardias artísticas o su rein-
vencíón a partir de las tendencias que enfatizan lo artificial en el arte más actual,
la representación de la figura humana refleja problemáticas sociales, políticas y
culturales en diferentes momentos de la historia de Occidente. Asimismo, la repre
sentación del cuerpo ha servido como un instrumento crítico ante determinadas
polémicas que se dan cita a finales del siglo XX como ser la violencia, el VIH o la
manipulación de los cuerpos por la ciencia.
Centrándonos en la Argentina, el cuerpo conforma un territorio en donde tra
bajar cuestiones referidas a la enfermedad, a la memoria, así como también a
hechos traumáticos de nuestra historia reciente. A través de dos artistas argenti
nas abordaré la temática de la representación de la violencia, la enfermedad y la
muerte como una forma de reflejar de manera extrema problemáticas sociales que
afectaron al país durante la última década del siglo XX y los inicios del siglo XXI.
El arte de Nora Aslan tiene como temática fundamental la mirada y reflexiona
sobre la capacidad del espectador de poder observar con detenimiento una realidad
densa y violenta que es la que lo rodea. La trama que maneja Aslan para organizar
los elementos en la obra no sólo hace referencia a su pasado de artista textil, sino
que también se configura en una metáfora para hablar de esas mallas que nos
aprisionan pero que constituyen el sistema en el que nos movemos. La violencia y la
muerte contrastan con el consumismo y el despilfarro característicos de cierta clase
social y dirigente embarcada en el neoliberalismo, el cual durante la década del 90
atravesará a nuestro país. El cuerpo fragmentado, operado, masacrado, disuelto en
una masa amorfa, es el motivo ornamental con que la artista habla de su época.
Silvia Gai emplea los órganos del cuerpo aquejados por algún tipo de anomalía
para reflexionar sobre lo precario de nuestro acontecer.’ En una sociedad en donde la
enfermedad y la muerte son temáticas tabú, la artista nos enfrenta con nuestros pro-
i
píos límites ante la angustia por el final. Pero más allá de estos temas, una reflexión
más profunda nos conduce a un drama que tiñe la segunda mitad de los años ochenta
y todos los noventa: el sida, que expone lamentables prejuicios arraigados en nuestra
sociedad. En un momento en que el Estado se ausenta para proveer de soluciones
ante enfermedades menos complejas que el VIH -podemos pensar en el cólera- una
vez más queda en evidencia el trasfondo político y económico que atraviesa a esta
dolencia en particular, en la que se conjugan cuestiones de índole social con otras que
están relacionadas con el no cumplimiento de los cánones con los que se construye
el género, en especial el de la heterosexualidad normativa.
La técnica que emplea la artista para dar volumen a los órganos y figuras que
teje la transforma en una alquimista de lo íntimo: su taller es la cocina; su material,
los hilos.
I
Nora Aslan (Buenos Aires, 1937) proviene del campo del arte textil, al que se
dedicó de lleno hasta mediados de la década de 1980, momento en el cual se vuelca
hacia la conquista del espacio a través de la realización con los objetos. Siempre
atraída por el análisis exhaustivo y crítico de la realidad, la artista trabaja en una
tercera etapa de su producción2 con refranes populares. Aslan hace hablar, en este
momento, a la materia plástica con el fin de ironizar y desarticular las apariencias
de nuestra vida cotidiana.
Es hacia 1995 cuando Aslan elige la técnica del collage para expresar de una ma
nera más contundente y ácida la realidad humana. Sin embargo, es entonces cuando
toda su experiencia dentro del campo del arte textil converge a partir de una trama,
de un tejido que conforma el terreno de origen en donde se inscribe una humanidad
doliente, desesperada ante lai impasibilidad de otra parte del mundo que la ignora. La
obra de la artista da un giro técnico, y se vuelve más mordaz en cuanto a su crítica
política. Lo textil no sólo quedará abocado a la construcción espacial de la obra -la
trama-sino también al manejo de las imágenes, las que se repiten como puntadas,
una y otra vez. La repetición es un elemento constante en los trabajos de la artista,
como una bordadora, cada imagen es un hilo de color que le habla al espectador.
Este cambio técnico ya se refleja en Estadísticas, de 1995, en donde la constan
te reiteración de una masa humana transmite el encasillamiento del sujeto dentro
de un sistema, sólo los números estadísticos lo tienen en cuenta, el anonimato
dentro de la sociedad lo sentencia a cifras, meros cálculos. Un compás diferencia
quienes están dentro de él y quienes se caen hacia lo incierto. Las imágenes, como
puntadas, se repiten una al lado de la otra. La resignificación de una práctica vin
culada al arte de la aguja se transforma en una herramienta lacerante, crítica al
gobierno en la obra de Aslan.
En la serie que la artista exhibe en el Museo Nacional de Bellas Artes en 1997 y
que recibe el nombre de Alfombras, manteles y acolchados, hay una ironía lingüistica
para nombrar lo que no se quiere decir y que aparece expresado a través de las imá-
genes. Asi comenta: «Es a partir de 1997 cuando comienzo a trabajar apropiándome
de imágenes fotográficas disponibles y a relacionarlas creando fricciones que pueden
segregar otros sentidos, ajenos a aquellos que portaban como piezas aisladas. Esos en
cuentros, esas "chispas", señalan las coordenadas del lugar en donde sitúo la mirada».3
Ya que uno de los elementos característicos de la obra de Nora Aslan es el juego
de apariencias, es el espectador quien debe elegir entre mirar y ver. Si su elección
es mirar, entonces contemplará formas espaciales, cromáticas y ornamentales que
estructuran la obra. Si el espectador decide ver, entonces observará que aquel
espacio antes visualizado como una organización de colores y formas se convierte
en una construcción siniestra, donde el horror, la muerte, la violencia y el dolor
son los elementos que lo componen. «Aquel que elige ver ya no puede volver atrás,
pierde la inocencia de la mirada.»4
La serie alude, desde su nombre, a la realidad cotidiana. Tanto las alfombras
como los manteles y los acolchados nos acompañan en nuestro entorno más íntimo.
Pero en la obra de Aslan, son precisamente estos objetos los que se cargan de un
contenido ético que interpela al espectador y que lo lleva a reflexionar sobre la ca
racterística destructiva de la especie humana. En este sentido, las obras son objetos
de la memoria a la vez que testimonios de la depredación y la violencia del hombre.
Tomemos como punto de partida Alfombra. El fondo de la pieza lo componen una
multitud de cuerpos. El margen está constituido por cuerpos de hombrés que toman
un baño apoyados contra un murallón. Esta imagen, al multiplicarse especularmente,
produce uno de los motivos base: la figura romboidal que estructura la orla. A su
vez, desde cada ángulo de la alfombra observamos una grúa que recolecta cuerpos
de cerdos muertos. Dicho elemento se extiende desde los ángulos hacia el resto del
trabajo generando su fondo. Allí se ubica el ornamento central de la alfombra.
El tema elegido por la artista para extenderlo por toda la obra y construir su
fondo —la matanza de cerdos- se transforma a la distancia en elemento neutro
que auspicia de soporte en donde se tejen los demás ornamentos. «Multitudes de
cuerpos que pasan a ser una textura pierden su valor individual, pierden el valor
que uno le daría a un sujeto u objeto frente a nuestra mirada y se transforman en
una especie de fondo texturado que no existe, que puede ser destruido puesto que
es una textura»,5 señala la artista.
Sobre ese tejido anómalo se inscribe una gran forma ornamental en espejo que
está integrada por una multitud de apariencia frívola y preocupaciones banales:
algún Mister Músculo,6 recién casados, falsos ascetas, gurúes de diferentes etnias.
Todos ellos acaban siendo motivos florales, del gusto del arte de las alfombras.
En el corazón del ornamento aparecen hombres que se abrazan, quizás el único
gesto esperanzador que la artista incorpora en la composición.
La obra de Aslan busca la visión háptica:7 a partir de la mirada estimula los
sentidos del olfato y del oído. Olor a podredumbre, gritos y risas falsas de la mu
chedumbre quedan atrapados entre los juegos caleidoscópicos del espacio.
En Mantel de cocina la violencia se concentra en la vida privada. Frutas sobre
fondo a rayas conforman el motivo decorativo de un hule, material característico
de los manteles. El borde presenta botes de feria con forma de cisnes donde se
encuentran parejas, este motivo se asienta sobre un fondo con multitud de gallinas.
1. Nora Aslan, M a n t e l d e c o c in a , 1997, técnica mixta, 170 x 150 cm
La orla alude al drama que se vive en el espacio central del mantel. La diversión
de aquellas parejas deviene en un final abrupto. La trama espacial del mantel está
constituida por recortes cuadrados que muestran techos de viviendas, acopladas
una al lado de la otra. Entre ellos se recortan otros motivos: cocinas destruidas por
una discusión violenta y mujeres sentadas de espaldas, con sus rostros ocultos. «La
gallina es un animal que refleja el desconocimiento del destino que sufrirá. Por eso
yo digo que los ribetes del mantel es el paso del cisne a la gallina. Él está haciendo
el chamullo a ella, la mujer queda atrapada en ese chamullo. El hombre golpeador
tiene un discurso en el cual la mujer entra y en el que una y otra vez cae presa,
por eso las frutas tentadoras del mantel»,8 explica la artista. Este trabajo exhibe
un elemento corpóreo, el que recuerda el paso dado por la artista desde el objeto
escultórico a la bidimensionalidad: la cuchilla, que a modo de cola de tiburón,
emerge desde la parte inferior de la mesa rasgando el mantel.
Todo el espacio de la obra es una grilla en la que ella queda atrapada. Dice la
artista:«[...] en realidad hay algo que a mí me impresiona y es la ¡dea de lo siniestro
en lo cotidiano».9
Las obras de Aslan están realizadas a través de pequeñas fracciones narrativas,
aquellas imágenes que la artista selecciona, recorta y pega, con meticulosidad y disci
plina. La iconografía es seleccionada de diversos lugares: libros, prensa, revistas. Luego
de la elección, son copiadas por medios técnicos -y a sea fotocopiadas o fotografia
das- utilizando como soporte para la impresión al papel, material que la artista recorta
y pega sobre la tela del bastidor. El corpus de las miles de imágenes con las que trabaja
Aslan se encuentra ordenado y guardado, recordando el catálogo de un científico:
cada imagen es un documento a la vez que una puntada con la que construye la obra.
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IV
Lo siniestro seria esa suerte de espantoso que afecta a las cosas conocidas
y familiares desde tiempo atrás.
« S o b re lo s in ie s tr o » , S ig m u n d F r e u d , 1 9 1 9 . u
A fines de los años noventa Nora Aslan lleva a cabo su serie Ventanas chinas,
donde la construcción espacial ya no pasa por los elementos girando en torno al
centro -esa forma caleidoscópica de representación de las Alfom bras- sino que
introduce un sistema de cuadrícula para la catalogación de lo monstruoso.15Si bien
to3as las series de collages de Aslan se puede interpretar lo siniestro
en lo cotidiano, he tomado esta serie de las ventanas chinas como el momento
en donde aquellos elementos que conforman el vocabulario de lo espantoso son 1
ordenados en un inventario repetitivo y geométrico.
S i t o m a m o s e l c o n c e p t o '7 q u e e n u n c ia F re u d e n 1 9 1 9 , lo s in ie s t r o p u e d e t e n e r
d o s f o r m u la c io n e s :
[...] si la teoría psicoanalitica tiene razón al afirmar que todo afecto de un im
pulso emocional, cualquiera sea su naturaleza, es convertido por la represión en
angustia, entonces es preciso que entre las formas de lo angustioso exista un
grupo en el cual se pueda reconocer que esto, lo angustioso, es algo reprimido que
retorna. Esta forma de la angustia seria precisamente lo siniestro, siendo entonces
indiferente si ya tenía en origen ese carácter angustioso, o si fue portado por otro
tono afectivo. En segundo lugar, si ésta es realmente la esencia de lo siniestro,
entonces comprenderemos que el lenguaje corriente pase insensiblemente de lo
«Heimlich»a su contrario, lo «Unheimlicl», pues esto último, lo siniestro, no seria
realmente nada nuevo, sino más bien algo que fue familiar a la vida psíquica y
que sólo se tornó extraño mediante el proceso de su represión. Y este vínculo con
la represión nos ilumina ahora la definición de Shelling, según la cual lo siniestro
sería algo que, debiendo haber quedado oculto, se ha manifestado.'7
En una sociedad - la occidental- donde hablar del paso del tiempo y la muerte
es tabú, el enjambre de cuerpos que se enjaula entre tramas simétricas y blancas
-la s que constituyen las Ventanas chinas-, en su potencial angustia, queda velado
por el paseo rápido de la mirada del espectador. Pero como fragmentos del infier
no, cada uno es reconocible en toda su cotidianidad, entonces conforman para el
observador que escudriña un descenso a lo siniestro. Allí, lo familiar común a todos
se vuelve extraño y es esta extrañeza plena de angustia la que oprime el pecho del
que observa. Esta conmoción jpo tiene otro motivo que el vínculo que cada uno de
nosotros tiene con la muerte.’«La biología no ha logrado determinar todavía - i n
dica Freud- si la muerte es el destino ineludible de todo ser viviente o si sólo es
un azar constante, pero quizás evitable, en la vida misma.»18La artista señala que:
3. Nora Aslan, Ventana china, 2000, técnica mixta, 150 x 150 cm.
[...] los años que trabajé en el hospital estuvieron marcados por la peste rosa.
Yo tenía un compañero, un técnico hemoterapeuta del laboratorio que murió,
todos decían que había sido por hepatitis y no fue hepatitis. Se había conta
giado el sida de una persona que estaba en diálisis. Era como comenzar a ver
el encuentro con esa enfermedad al lado tuyo. Entonces se la relacionaba con
los gays, con la promiscuidad, la sexualidad, con el amor, con las drogas. En
realidad habla también de toda una década que había sido brava en cuanto a
los excesos. Comienza a haber cambios de hábitos en la forma de relacionarte,
estábamos todos muy perseguidos. Fue fuerte.27
Ante la muerte de aquel compañero de trabajo, todos los empleados del hospi
tal debieron realizarse análisis, fue entonces cuando Silvia descubrió que padecía
un tipo de hepatitis que no se manifiesta. La frontera entre lo enfermo y lo sano es
frágil. El fantasma del sida sobrevoló por encima de toda una generación.
Los primeros casos de VIH exhiben nuevamente los prejuicios de una sociedad
que se creía abierta y tolerante, y que, sin embargo muestra entonces los estereoti
pos fuertemente arraigados que padece. El sida se configura como el reflejo de todo
lo demoníaco, de aquello que debía ser extirpado y eliminado. A su vez se lo exalta
como el exponente de la libertad mal entendida, del libertinaje. «Mi generación fue
la que vivió el Proceso, los militares. Siempre estuvimos marcados por desgracias
históricas. Represión de un lado y del otro.»28
En 1996 Gai participa de Pasión por Frida, una gran exhibición organizada en el
Centro Cultural Recoleta en la que ciento veinte artistas rinden homenaje a Frida
Kahlo. En ella presenta la instalación Todo se mueve al ritmo de lo que ingiere el
vientre, la cual está formada por dos camisones bordados que cuelgan de la pared,
unidos por hilos a un corazón tejido ubicado sobre un paño de algodón blanco,
encima de un pedestal.
La obra, no realizada ex profeso para la exposición, se vincula de forma directa
con la pintura Las dos Fridas que la artista mexicana pinta en 1939. Los camisones
recuerdan que alguna vez cumplieron la función de cubrir un cuerpo que ya no
esta. Sólo el corazón, en carácter de órgano autónomo, se exhibe como rastro de
alguien que voló, que se disipó.
Cada camisón lleva un bordado diferente. Uno muestra un corazón unido al
órgano de reproducción femenina, pero éste se encuentra intervenido por un dispo
sitivo intrauterino —bordado con hilos rojos-, en relación con la imposibilidad de
la reproducción. El otro presenta pulmones bordados, los que por medio de venas
también se llegan a unir con el útero. Los pulmones funcionan como elementos
autobiográficos en sus trabajos. Gai sufre asma desde niña, entonces son las obras
las que le permiten fabricarse aparatos respiratorios sanos.29
En este trabajo aparece el empleo de una nueva técnica, el cocer en almíbar los
órganos tejidos para darles corporeidad. Partiendo de bocetos que la artista copia
de libros de medicina, teje el órgano a crochet. Concluido esto, inicia el proceso
escultórico que conlleva sumergir el trabajo en azúcar y agua, cociéndolo a la vez
que realiza el almíbar. Sin permitir que la cocción llegue al punto caramelo, Silvia
iL iiid LSI! ItfJlHO azucarado y lo incorpora a un molde -d e tela según la receta de
su abuela, de silicona el que emplea la artista— que posee la forma del órgano
tejido. Allí deja secar la pieza para luego extraer el molde «como si de un guante
se tratara»,30 entonces está concluido el proceso. El resultado es una pieza blanca
y brillante como el azúcar.
La artista comenta: «El encuentro con el objeto tridimensional fue algo lúdico,
porque me dije: me encantaría hacer algo tridimensional, que este tejido tuviera
cuerpo, que se pudiera recorrer. Entonces usé una técnica que empleaba mi abuela
para hacer canastitas, para galletitas, para pan».31
La obra de Gai combina lo artesanal con lo conceptual, el taller con la cocina.
«Parte de toda esta obra se did en la cocina. Yo en ese momento tenía un taller y
casi no lo usaba, lo tenía para mostrar la obra. En realidad siempre fue una obra
realizada en casa.»32
El corazón, ese órgano solitario, fragmento de un cuerpo perdido, recuerda a
los exvotos, a las promesas realizadas a vírgenes y santos por algún sufrimiento
en relación con la enfermedad. En el caso de la Argentina,33 estas ofrendas suelen
realizarse en placas de plata de pequeño formato, la cual se pincha con alfileres en
almohadones de terciopelo rojo o bordó, situados en iglesias y capillas.
Mientras el exvoto es un agradecimiento por el milagro realizado, el órgano
en la obra de Gai es el augurio de un mal, de algo que cambió su naturaleza y, en
consecuencia, que cambia el destino del individuo.
El año 1997 es significativo para la artista por dos hechos: es seleccionada para
realizar la beca Kuitca -u n o de los más prestigiosos talleres de estudio para artistas del
país- y participa en la exposición Tajos bajos, de gran repercusión en la prensa local.
Tajos bajos se llevó a cabo durante el mes de abril en el Centro Cultural Borges
con curaduría de Elena Oliveras. La muestra seleccionó la obra de seis artistas
cuyos trabajos se vinculaban con el mundo femenino y, por lo tanto, planteaban
una cierta posición desde el género. Así señala su curadora en el catálogo: «Tajos
bajos-tacos altos, asociados por semejanza fónica y por sus significados opuestos,
son símbolo de lo femenino, marcado uno por la agresión; el otro por la coquete
ría. Como caras de una misma moneda, nos acercan dos imágenes de la mujer: la
conformación lacunar del órgano genital, en un caso, y la certera seducción de los
tobillos, en el otro».34
Para esta exhibición Gai presenta una instalación, S/T, en donde ubica dife
rentes órganos sobre ménsulas de acrílico amuradas a una pared blanca. Como
si de un museo se tratara, los órganos exhiben su fragilidad, su precariedad. Con
la distancia científica, olvidando que alguna vez pertenecieron a un cuerpo, que
formaron parte del dolor de un sujeto -e n este caso femenino debido al útero que
forma parte de la pieza-, los órganos exhiben sus enfermedades a través de un
tejido anómalo, lastimado, tumoroso.
IV
Continuando con el desarrollo de la obra de Gai, la beca Kuitca incita a la
artista a salir de la temática del órgano - la cual ya había cumplido un ciclo - y a
trabajar con escalas más amplias en la composición de sus obras. Entonces inicia
composiciones en las que los órganos se deforman y sobredimensionan. A su vez
inicia la serie de los cnidaños, la que presenta en la galería Praxis en 1997.
Característico de este primer momento de su proceso de cambio es la obra que
presenta para el Segundo Salón de la Crítica Basilio Uribe, que se exhibe el Palais
de Glace en 1997. Este trabajo -SfT, de casi tres metros de a lto - consiste en la
realización de un gigantesco aparato urinario, realizado en alambre mosquitero
todo festoneado en seda. La obra se adhiere a la pared como si se tratara de un
dibujo que se expande por el soporte.
Ya en agosto de 1998 inaugura en la Fundación Federico Jorge Klemm Black
Dream, una exposición individual en donde exhibe estos nuevos trabajos. En ellos
no sólo la escala y la representación realista de los órganos se modifican, sino
también la técnica. Gai experimenta, como una alquimista, con otras sustancias en
el proceso de cocción de las obras: mezcla el azúcar con carbón orgánico, logrando
que sus obras pasaran del blanco al negro. Así señala Belén Gaché en el catálogo:
«Las piezas, veremos además, ya no estarán moldeadas según libros de medicina
sino que remiten ahora a mutaciones genéticas, cambios de escala, anatomías
extrañas, como si fueran los pedazos de un cuerpo ideado por un dios caprichoso,
arbitrario».36
La temática de la manipulación genética introdujo la deformación de los ór
ganos y la posibilidad de crecer en el espacio a través de pisos y paredes. El carbón
activado, empleado en medicina para casos de desintoxicación severos, le permitió
deformar el proceso de endurecimiento de las obras.
Recordando su anterior etapa, sólo una pieza blanca y sin deformar integraba
la muestra: White Dream, los huesos que sostienen al cerebro.
La serie de los cnidaños, especie zoológica a la que pertenecen las medusas,
es el último grupo de obras a las que me referiré. La elección de concluir en este
momento se justifica no sólo por la cronología - la serie se extiende hasta el año
2000- sino también porque el concepto de lo enfermo comienza a cambiar en
futuros trabajos, ya a partir del inicio del nuevo milenio.
Luego de haber transformado y deformado los órganos humanos, Gai aborda
una serie de trabajos en los que incorpora color y a los que no los endurece sino
que los teje con diferentes tipos de hilos, incluso de metal. Las obras se cuelgan del
techo e incorporan el valor poético y estético de la sombra, de suma importancia
para complementar al cuerpo del objeto textil.
Por otro lado se puede pensar que la obra de Gai está cuestionando el concepto
tradicional de arte textil. En ese sentido se entronca con los cuestionamientos del
arte contemporáneo a las divisiones de géneros y estilos de la historia del arte
tradicional. En relación con esto es interesante tomar el concepto de bordicidad
(edginess) al que refiere Sarat Maharaj al reflexionar sobre prácticas del arte textil
contemporáneo: «Un "indecible", como lo expresa Derrida, algo que parece perte
necer a un género pero que rebasa sus límites y parece no encontrarse menos a sus
anchas en otro [...]. Pertenece a ambos, podríamos decir, pero no pertenece a nin
guno ¿Debemos incluir el “arte textil" en la camaleónica figura de lo indecible?»38
«La medusa tenía mucho que ver con mi estudio en ciencias biológicas, con
todo lo que yo había estudiado bajo el microscopio, porque yo hago la medusa y
a la vez el corte histológico a gran escala. Tenía que ver con el tema de lo bello y
lo letal, porque la medusa es bella pero lleva consigo el veneno que transfiere al
picar»,39 señala la artista (Imagen 6).
6 . Silvia Gai, Medusa, de la serie enidarios, 2000, hilos sintéticos, hilos de metal, caños de
cobre y cables, 250 x 200 x 200 cm.
La obra de Gai gira hacia un abordaje poético de la muerte, refinando la téc
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Entrevistas
Entrevista a Nora Aslan, Buenos Aires, 31/VII/2005.
Entrevista a Silvia Gai, Buenos Aires, 3/5/2008.
notas
1 Para en co ntra r o tro análisis en relación con el cuerpo ver en este lib ro el ca p ítulo La
abyección como estrategia de Graciela de los Reyes.
2 Jorge Glusberg señala una primera etapa de su producción, la que comprende de lleno
el arte textil. A mediados de la década de los años ochenta, la artista se vuelca al campo del
objeto, abriendo un segundo momento en su obra. Enumeración de etapas de la obra de Aslan
desarrolladas en Jorge Glusberg: «Nora Aslan: Desde la apariencia a la ideología», en W.AA.
(catálogo): Nora Aslan, Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires, diciembre de 1997, p. 11.
3 Nora Aslan: «Las coordenadas de la mirada», Buenos Aires, 2005, s.p., texto inédito.
4 Entrevista a Nora Aslan, Buenos Aires, 31/VII/2005.
5 Entrevista a Nora Aslan, Buenos Aires, 31/VII/2005.
6 Mister Músculo: Título otorgado en las competencias de levantamiento de pesas y que
pasó a denominar a toda una serie de cuerpos fuertes y en extremo desarrollados. La artista
emplea estas imágenes para acentuar, por contraste, el hambre de otros.
7 Háptico es el concepto que señala la ampliación de lo óptico, elemento que atraviesa al
arte occidental desde Leonardo. Lo háptico plantea que el disparador perceptual es la visión y
desde ésta se abre hacia la integración de todos los sentidos.
8 Entrevista a Nora Aslan, Buenos Aires, 31/VII/2005.
9 Entrevista a Nora Aslan, Buenos Aires, 31/VII/2005.
10 Dora Barrancos: Mujeres en la sociedad argentina. Una historia de cinco siglos, Buenos
Aires, Sudamericana, 2007, p. 313.
11 Valeria González: «La colección contemporánea del Castagnino en el panorama del Arte
Argentino» en W.AA. Arte argentino contemporáneo, MACRO. (Colección del Museo de Arte Con
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lasartesvisualesenloArgentinadelos90al2010, Buenos Aires, Fondo Nacional de las Artes, 2010.
12 El término «comprender^ lo utilizo en sus dos acepciones adjetivas: incluir y entender.
13 Victor Burgin: Ensayos, Gustavo Gili, Barcelona, 2004, pp. 82-83.
14 Sigmund Freud, «Sobre lo siniestro» en Obras completas, Madrid, Biblioteca Nueva, 1974,
vol. VIII, p. 2489.
15 Para un análisis de lo monstruoso como categoría estética ver en este libro el capítulo
de María Cristina Ares, El cuerpo muerto en el arte contemporáneo.
16 Para otro análisis de dicho concepto, esta vez aplicado al campo literario, ver en este
mismo libro el capítulo de Oscar De Gyldenfeldt, Lo siniestro en el extremo de lo real.
17 Es Freud quien cita a Shelling, ver Sigmund Freud, op. c it, p. 2500.
18 Ibid., p. 2501.
19 Nora Aslan: Las coordenadas de la mirada, op. cit.
20 Nora Aslan, Entrevista, op. cit.
21 Entrevista a Silvia Gai, Buenos Aires, 3/5/2008.
22 Ibid.
23 Ibid.
24 Ibid.
25 Adriana Lauría «El taller de Cloto» en Silvia Gai. Esculturas y fotografías, Buenos Aires,
Galería Diana Lowenstein, 2000, p. 7.
r
26 Julio Sanchez: «El rescate artístico del bordado y del tejido» en La Moga. 14 de agosto
de 1996.
27 Entrevista con la artista, op. cit.
28 Ibid.
29 En conversación telefónica con la artista, 29/VI/2008.
30 Entrevista con la artista, op. cit.
31 Entrevista con la artista, op. cit.
32 Ibid.
33 Destaco la singularidad de la Argentina frente a la realización de exvotos en Brasil, los
cuales son tallas de madera, o los de México, que suelen ser pinturas en soportes varios, desde
las placas de cobre hasta el papel.
34 Elena Oliveras: «La diferencia femenina» en Tajos bajos (catálogo), Buenos Aires, Centro
Cultural Borges, 1997, p. 3.
35 Al seleccionar sólo algunas obras de Silvia Gai queda fuera una serie denominada Los
delantales, en donde la artista borda diferentes dispositivos intrauterinos (DIU), vinculando al
ama de casa actual con la posibilidad de controlar los embarazos, siempre y cuando haya una
educación sexual que lo permita.
36 Belén Gaché: «Pesadillas antropomórficas» en Silvia Gai. Block Dream (catálogo) Buenos
Aires, Fundación F. J. Klemm, 1998, s.p.
37 Entrevista con la artista, op. cit.
38 S. Maharaj: «Textile Art -w h o are you?», Distant Lives/Shared, Voices, Lodz, .1992, ensayo
inédito citado por Pennina Barnett: «Reflexiones a posteriori sobre la organización de “ La puntada
subversiva"» en Katy Deepwell: Nueva critica feminista de arte. Estrategias críticas, op. cit., p.154
39 Entrevista con la artista.
40 En el sentido de detenerse y reflexionar para luego buscar remediar.
I
í
11.
Dialécticas del k its c h : el deseo en la
cultura de masas.
Favio, Santoro y los usos de la estética
peronista
Florencia Aba di
Guadalupe Lucero
marcas de origen
En Munich, uno de los centros comerciales de arte más importantes del mun
do hacia fines del siglo XIX, la demanda de obras estimulada con avidez por los
turistas estadounidenses recientemente enriquecidos no llegaba a ser satisfecha
por los pintores. Desde allí, en 1882, envía el pintor Otto Frolicher una carta a un
amigo4 en la que comenta, a propósito de un tercero, que desea «no se vea obli
gado a pintar "Kitsch"*: se trata de la primera aparición constatada del término
en el contexto artístico. La demanda de obra había llevado a los artistas a diver
sificar su producción: se pintaban Bilder -c u a d ro s- y, de producción más veloz y
a precio más económico, Kitsche. El círculo de pintores muniqués dentro del que
se hallaba Frolicher, que incluía a Stábli, Müller, Thoma, y al historiador y crítico
de arte Adolph Bayersdorfer, parece haber sido el primer ámbito en que se usó el
término.5 Y si bien la etimología del vocablo es incierta,6 sabemos que el origen
de su uso como categoría estética estuvo ligado a esa ciudad, en donde alrededor
de 1870 el comercio de objetos de arte era agitado. Allí el término designaba las
baratijas y los objetos sentimentales destinados al consumo masivo incipiente. De
ahí que el término Kitsch quedara asociado, en oposición al «arte», al asi llamado
«mal gusto», al adorno dé baja calidad y, en general, a la estetización banal de los
objetos cotidianos.
Sin embargo, si bien los orígenes del kitsch parecen remontarse al siglo XIX, e
incluso a veces al XVIII,7 es en el siglo XX cuando el término se convierte en objeto
de reflexión estética y comienzan los debates y las profusas interpretaciones sobre
su origen etimológico. La historia de la investigación del kitsch tiene sus comienzos
en 1909 con la exposición de Gustav Pazaurek, «Extravíos del gusto en la industria
artística» en el Museo de Artes y Oficios de Stuttgart,8 y en la década de 1920 su
desarrollo crecerá de manera significativa. En estos años el fenómeno del kitsch
es abordado sobre todo por la pedagogía del arte alemana [Kunstpadagogik], cuya
preocupación frente a la desbordante oferta de películas, cómics y artefactos ar
tísticos fue la de educar al pueblo hacia el «buen gusto». El tono condenatorio del
fenómeno puede observarse por ejemplo en un texto emblemático de Fritz Karpfen
«Un estudio sobre la degeneración del arte» (1925).9 El hecho de que la pedagogía
se encuentre en el origen de la discusión es determinante, ya que muestra una
percepción de los cambios sociales en marcha, planteada en términos de embrute
cimiento y decadencia. Ya allí comienza una dicotomía de larga pervivencia en los
estudios sobre el tema: aquella que se establece entre el arte verdadero y auténtico,
por un lado, y el kitsch como producto vulgar y pernicioso, por otro. Tal distinción
se funda en otro motivo que tampoco se abandonará en las décadas sucesivas, la
oposición entre Geist -e s p íritu -, atribuido al arte, y Sirwliehkeit -sensualidad—,
atribuida al kitsch.
Entre las dicotomías que pertenecen a la discusión sobre el kitsch y que han
ido determinando su concepto, hay un eje que liga el kitsch con el placer, e incluso
con la felicidad. Claudia Putz ha señalado en su meticuloso libro las siguientes
oposiciones teóricas entre arte y kitsch: espiritu/sensorialidad, distancia/identifica-
ción, actividad/pasividad, verdad/mentira, auténtico/falso, innovador/convencional,
masculino/femenino, agrio/dulce, bueno/malo, puro/pecaminoso.52 De la primera de
ellas se deriva la relación del kitsch con el cuerpo, con el efecto placentero, con lo
sexual,53 y por supuesto, con lo pecaminoso. El kitsch expresa así uno de los dos
términos de un concepto que recorre la historia de la belleza como «placer espiri
tualizado»: el del placer. No es lo bello, sino el efecto bello. Tal vez por eso Adorno
ha proclamado que el kitsch es lo lindo que se vuelve feo: el kitsch, una de las
etiquetas más relevantes del «mal gusto», no provoca el asco que para Kant funda
mentaba la exclusión de un sentimiento del ámbito de la estética. Por el contrario,
produce un tipo de placer ligado a la pasividad, y en algún sentido «auténtico», es
decir, inmediato, «ingenuo», y esto a pesar de su vínculo con la reproducción, lo
imitado, y por lo tanto lo jinauténtico. Aun como mal gusto el kitsch consiste en
algo positivo, y no en uná mera ausencia de gusto (única oposición al gusto que
se sigue del concepto moderno).54 Es que, si aceptamos el carácter «desdefinido»55
del arte, necesariamente debemos abandonar aquel acento en la formación, en la
equivalencia socrática entre mal e ignorancia, y recuperar ese lado de la moderni
dad preocupado por los problemas del sentimiento. Yves Michaud, a propósito de la
recurrencia del problema del gusto en la actualidad indica que «aunque las razones
explican que debemos y podemos admirar tal o cual obra, no resultan suficientes
para explicar que lo hacemos afectivamente - y menos aún que lo hacemos con
cierto placer o, al menos, cierta emoción».56
Al reavivarse en los años sesenta las fenomenologías, sociologías y psicologías
del kitsch, que pusieron el acento en el papel determinante del sujeto, resurgió la
relación entre el kitsch y el placer subjetivo de la tradición estética clásica. Abra
ham Moles señala que el kitsch es menos una categoría o una cualidad que una
referencia al estado del sujeto a propósito de determinados objetos. Concebido
por el autor como «factor estético latente» -q u e el sujeto actualiza-, refiere a la
tesis del primer parágrafo de la Crítica del juicio kantiana, que distingue el juicio
de gusto de los juicios de conocimiento, es decir, de los juicios que permitían de-
! terminar una cualidad presente en la cosa. El juicio de gusto no se refiere al objeto
sino al sentimiento del sujeto en relación con la representación de ese objeto. Y
ese sentimiento particular, en la medida en que se distingue de la mera sensación,
es aquí capaz de fundar una esfera autónoma, autonomía que luego el propio arte
reclamará para sí. Encontramos entonces que en el progresivo devenir-autónomo
del arte, el concepto de kitsch nace como contrapunto teórico de esa autonomía
fundada en el juicio. El kitsch, ligado a los sentidos, a las inclinaciones, al «efecto
mecánico» corroe la autonomía del arte casi del mismo modo en que lo hacía el
placer interesado de lo agradable en la estética kantiana. Lo agradable, a diferen
cia de lo bello, es un estímulo patológico de los sentidos, y por tanto atenta contra
la libertad pura del hombre. Y decimos casi porque el placer del kitsch agrega al
discurso del cuerpo otro nivel, el del consumo - u n placer ligado a la pasividad,
como se ha visto, y contrapuesto al placer activo de la producción-.57 Hay un
«hombre kitsch» [Kitschmensch]68 porque hay un nuevo sujeto consumidor, cuyo
placer también carecería de libertad, calibrado y manipulado por el mercado. El
kitsch parece responder de un modo muy particular a cierta estructura del deseo
y la posesión tal como la describía Kant, pero en tanto esta estructura aparece
mediatizada por la lógica capitalista del consumo. En el kitsch se une el goce im
plicado en el consumo de mercancías con el carácter inútil, decorativo, meramente
hedonista de los objetos.
Ya antes de Moles el relevante aporte de Ludwig Giesz había puesto el acento
en la vivencia del sujeto (cierto kitschigen Erleben) y dedicado sus esfuerzos sobre
todo a una profunda reflexión sobre el placer del kitsch. Este autor distingue entre
un «goce estético» [asthethischer Genuss] y un «autogoce sentimental» [sentimen-
talerSelbstgenuss o sentim ental Genüsslichkeit], El primero supone una contem
plación, que hunde sus raíces en el placer desinteresado kantiano, y el segundo
importa una distancia que tiene como objetivo un autogoce en que el receptor
goza ante todo de su propio goce, de su capacidad de ser afectado por el objeto.59
Haciendo hincapié en el carácter «relacional» del concepto de kitsch, es decir,
en su necesidad de ser definido como un modo de relación. Moles esboza una t i
pología de los modos de relación con los objetos. El íntimo vínculo del kitsch con
el placer explica que en dicha tipología el tipo ascético sea el único que queda
excluido de la relación kitsch.60 Y en efecto, cierto ascetismo de izquierda se ha
levantado desde siempre contra el kitsch. El escrito del búlgaro Iván Slávov «El
kitsch en el socialismo» (1977)6' constituye un caso paradigmático y extremo de
este ascetismo que sobrevuela muchos de los escritos de autores marxistas. Allí se
considera el kitsch un producto hedonista del capitalismo, ajeno al socialismo, y
que se introduce en él por la «inmadurez» de la propia conciencia socialista, que
lo hace permeable a las malas influencias burguesas. El autor parte de la siguiente
pregunta: «¿En nombre de quién y para qué se dilapidan recursos en una producción
kitsch innecesaria y absurda, si la sociedad socialista y su cultura la rechazan?».
Precisamente este conflicto de la izquierda con el placer ha motivado la crítica
de Roland Barthes en El placer del texto,62 y puede observarse en la Argentina en
algunos de los difíciles modos de vinculación de cieita izquierda argentina con el
peronismo.
¿ p e r o n is m o y kitsch?
2. Daniel Santoro, Recuerdo de Plaza de Mayo 1955, 2005, óleo, 0 60 cm. Cortesía del artista.
3. Daniel Santoro, £wto castiga al niño marxista-leninista, 2005, óleo, 110 x 180em. Cortesía del artista.
tn diciembre de 2004 se realizó en Palatina la muestra Leyenda en el bosque
justieialista. Santoro parece explicitar allí lo que se pone en juego en su propia
relectura del peronismo. Se trata ante todo de la potencia de la «leyenda», leyenda
que retornará luego en forma de Leyenda del descamisado gigante en la muestra
que el artista realizó en 2006. Norberto Griffa indica que la transfiguración que
Santoro realiza sobre la gráfica peronista está íntimamente ligada con una reelabo
ración de los elementos míticos del peronismo: «Sus imágenes nos sumergen en la
protohistoria del peronismo; en su dimensión mítica, contada a veces como si fuese
una tablilla medieval o un fresco o un retablo de Simone Martini o de Masaccio.
Lo cierto es que si uno se adentra en este bosque, puede encontrarse con toda una
fauna de monstruos o de hadas o, aun, de castillos o casas de leñadores perdidas
en un claro».106 La dimensión mítica no es aquí sino el recuerdo más allá de su exis
tencia fáctica, el recuerdo de un mundo que es pre-histórico o a-histórico, ya que
el mito implica el momento previo a la historia y por lo tanto indiferente respecto
de toda teleología. Es así como Santoro piensa el peronismo devenido leyenda y
cuento de hadas, a través de símbolos que protegen (murallas y guardapolvos) o
acechan (el bosque que queda afuera de la ciudad amurallada).
El retorno al universo mítico configura a la vez una contrahistoria del arte
argentino. En el texto en el que Santoro comenta esta exposición indica que «es
interesante que Juanito Laguna, con cinco o seis años de edad, haya aparecido en
1960 abandonado en un basural, un lugar donde pocos años antes el peronismo ha
bía conocido los fusilamientos sumarios. Y también que Antonio Berni haya elegido
borrar los rastros de aquel movimiento de masas, rastros con los que seguramente
se cruzó buscando por el conurbano bonaerense chapas y residuos para sus exce
lentes obras de montaje. Sospecho incluso que Ramona Montiel fue peronista y que
en algún rincón de su habitación guardaría un altarcito dedicado a Evita. ¿O acaso
era una rara prostituta "marxista-leninista"?».107 La figura de Berni, que ha sabido
conjugar vanguardia y crítica social del modo más logrado en esa serie, y que ocupa
quizás el lugar central de la saga del arte nacional desde este punto de vista, es
tensada aquí en relación con un revés invisibilizado. Santoro se sorprende ante la
serie de obras en torno al personaje de Juanito Laguna porque en medio del basural
no encuentra un solo resto de este mundo peronista compulsivamente desechado.
Una obra anterior de Santoro, La felicidad del pueblo (2000), parece ya dialogar
con el imaginario de Berni. En La navidad de Juanito Laguna (1961) Berni situaba
la imagen de la familia en torno a una mesa navideña escasa, con un pan dulce en
el centro y quizás una pequeña botella de Coca-Cola, acentuando en los rostros
una tristeza aplacada. Si Berni coloca un pan dulce en el centro de la mesa como
signo de pobreza, Santoro invierte el signo reubicándolo en ese origen que Berni
parece olvidar. La escena representada en la obra de Santoro es simple: la familia se
encuentra rodeando la mesa, sobre la mesa de mantel cuadrillé, una radio, La razón
de mi vida de Eva Perón, un vino y el pan dulce. En la ventana, un mundo dominado
por la arquitectura racionalista. En el cielo, Evita que, como un ángel salido de un
cuadro medieval, ilumina la escena. Todos con brazalete negro. Si el universo de
Santoro es inquietante es porque logra ubicar la felicidad peronista en el lugar
que la tornó insoportable ante los ojos del antiperonismo, para el que la felicidad
necesariamente debía estar en otro lado. Si ese «otro lado» era una revolución al
canzada con el sacrificio de aquellos que se verían beneficiados por ella, o a través
de una utopía liberal, poco importa. Santoro lo sabe, nos lo dice explícitamente, el
liberalismo o el comunismo son ideologías «instaladas en el futuro y nunca llegan a
ser aplicadas. El peronismo, por el contrario, es una ideología que vive en el pasado
y tiene una promesa para el futuro».'08 Es de algún modo la utopía realizada en el
pasado, la «lejana patria de la felicidad». Ahora bien, que la utopía realizada sea
eso es justamente lo insoportable para aquellas utopías modernas.
f
sentidos, impulsos, pasiones; a una conciencia y una voluntad que prescinda del
deseo inconsciente, se enfrenta con su carácter inerradicable cuando olvida que
ese «mal» no puede aislarse. La teodicea que presenta Favio en Nazareno Cruz y el
lobo desmitifica nada menos que este mito; el diablo le ruega a Nazareno que no
olvide que él fue siempre un instrumento de Dios, y que «si Él quisiera, ya estaría
yo repartiendo pan...».
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notas
1 Cf.: «Y esos elementos, cuyo rescate a partir de los fenómenos es tarea del concepto, se
encuentran del modo más certero en los extremos». W alter Benjamin, GS I, 1, p. 215 (En caso de
que no se aclare lo contrario, las traducciones son nuestras.)
2 Cf.: «En síntesis, lo kitsch es dialéctico: uno sólo puede acceder a él conociendo, hasta el
mínimo detalle, a aquello que ataca, es decir, el modernismo. (...) Uno disfruta del kitsch sólo a
la distancia», Yve-Alain Bois,«Kitsch», en: Rosalind Krauss e Yve-Alain Bois, «Formless. A user's
guide», New York, Zone Books, 1997, pp.117-124, aquí p. 119. Utilizamos la traducción de Vilko
Gal, material de cátedra de Estética, Facultad de Filosofía y Letras, UBA.
3 El mismo Yve-Alain Bois repara en este fenómeno cuando introduce la categoría de tkitsch
de primer grado», no mediado. Luego dedica su ensayo al análisis de las obras de Lucio Fontana,
Jean Fautrier y F rancis Rouan, que «intentaron forzar la cerradura de esta oposición dialéctica
entre modernismo y kitsch, y ensayaron un kitsch "inmediato" (no mediado), un kitsch de primer
grado, no irónico. La tarea no es simple, ya que un objeto kitsch no puede ser producido cons
cientemente [...). Para lograr esto, primero fue necesario que se acercaran al kitsch sin ironía (es
decir, sin una actitud de superioridad)», ibid.
4 Se trata de Hermann Hunziger, quien a su vez era pintor y político cultural.
5 Cf. Severin Zebhauser, DerKitschbegriffin der Kunstpadagogik. Entstehung, Funktion und
Wandel, Munich, Herbert Utz, 2006, pp. 11-12.
6 La discusión en torno a la etimología del término es uno de los motivos más frecuentados
de la investigación en torno al tema, y tiene el interés de mostrar, en la elección de esas genea
logías, la dirección del sentido que se atribuye al fenómeno. La primera y más referida de las
hipótesis pertenece a Ferdinand Avenarius («K/fsc/r», en Kunstwart, 1919/20), que dice recordar
«casualmente» el origen de la palabra: se trataría de un malentendido con los turistas norteame
ricanos que buscaban sketches. Friedrich Kluge, que incluye esta interpretación en su diccionario
etimológico (1975), llama la atención sobre lo difícil de que caiga la «s» de «sketch». El diccionario
de Trübner, en continuidad con Kluge, toma el verbo tkitschen» del sur de Alemania, vinculado al
barro de la calle y los excrementos; también destaca el sentido que tenía en Mecklenburgo, como
cualquier modo de locomoción rápido, vinculando así lo kitsch con lo producido rápidamente y lo
barato. En la primera dirección, Otto Best recoge los verbos «ketschen» y «verk/tscñen» del suavo,
que lo llevan a vincular el kitsch con el desecho o Kolportage. Se ha buscado también su origen en
otras lenguas, como en el término ruso «keetcheetsya», que se vincula con una falsa pretensión.
A los verbos tkitschen» y werkitschen» se les ha atribuido también los valores de «hacer muebles
nuevos con viejos» y de «pasar gato por liebre», respectivamente.
7 En las últimas décadas del siglo XVIII se produce una literatura de entretenimiento que
aumenta de modo inaudito la cantidad de lectores, entre ellos jóvenes y mujeres. Este fenómeno,
conocido como «Lese-Revoution», conllevó un debate respecto de la calidad literaria y la función
del placer para las masas, cuyos términos pueden entenderse como un debate sobre el kitsch
avant la lettre (cf. Ute Dettmar y Thomas Küpper, «Kritik der Gefühldarstellung im ausgehenden
18. Jahrhundert Historische Vorláufer der Kitsch-Diskussion», Kitsch. Texte und Theorien, S tutt
gart, Reclam, 2007, pp. 56-59). También se ha visto un antecedente de la discusión sobre el kitsch
en el debate de las teorías estéticas del siglo XVIII, por ejemplo en Karl Philipp Moritz, Johann W.
Goethe y Friedrich Schiller. El estudio más completo sobre el tema lo ha llevado a cabo Jochen
Schulte-Sasse en Die Kritik an der Trivialliteraturseit der Aufklarung. Studien zur Geschichte des
modernen Kitschbegriffs, Múnich, Fink, 1971.
8 Cf. «Geschmacksverírrungen im Kunstgewerbe», editado diez años después bajo el mismo
título. Cf. Claudia Putz, Kitsch. Phdnomenologie eines dynamischen Kusturprinzips, Bochum, Uni-
versitátsverlag Dr. Norbert Brockmeyer, 1994, pp. 9 y ss. Vale la pena aclarar que el texto influ
yente de Pazaurek sobre el tema es de 1912: «Guter und schlechter Geschmack ¡m Kunstgewerbe».
9 Fritz Karpfen, D e r K its c h : e in e S tu d ie ü b e r d ie E n ta r tu n g d e r K u n s t, Hamburgo, Weltbund,
1925. Allí afirma: «der K its c h ist die zuoberst flatternde Fahne des Maulwurfshügels, darin die
Pharisáer und Fleuchler vegetieren» [«el k its c h es la bandera flameante de la cueva del topo patas
arriba, en el que vegetan el fariseo y el impostor»], p. 14.
10 Cf. Hermann Broch, «Das Bose ¡m Wertsystem der Kunst» (1933) en Dichten und Erkennen,
Zürich, Rhein Verlag, 1956.
11 Cf. Clement Greenberg, «Vanguardia y kitsch» (1939) en Arte y cultura. Ensayos críticos,
trad. Justo Beramendi, Barcelona, Paidós, 2002, p. 15.
12 C. Greenberg, «La pintura moderna» en La pintura moderna y otros ensayos, trad. Félix
Fanés, Madrid, Siruela, 2006.
13 C. Greenberg, «Vanguardia y kitsch»..., p. 31.
14 Cf. Theodor W. Adorno, Teoría estética, trad. Fernando Riaza, Buenos Aires, Ediciones
Orbis, 1983, p. 313.
15 Ibid. p. 311.
16 Johann W. Goethe, «Suplemento a la «Poética» de Aristóteles», en: Regula Rohland y
Miguel Ángel Vedda (eds.), La teoría del drama en Alemania, Madrid, Gredos, 2004, pp. 411-415.
Max Kommerel ha mostrado que esta interpretación no tiene sustento filológico, cf. L e ssin g y
Aristóteles. Investigaciones acerca de la teoría de la tragedia, Madrid, Visor, 1990.
17 En la actualidad, realizadas las más diversas criticas a la categoría de sujeto, la lectura de
Adorno despierta la pregunta sobre qué sería un sentimiento no estereotipado, un sentimiento inau
téntico, si no es más bien lo que consideramos más cursi, más cliché, lo único que nos despierta un
genuino placer. Volveremos sobre esta cuestión más adelante en el apartado «El placer prohibido».
18 Cf. Theodor W. Adorno, Teoría estética..., p. 313.
19 C. Greenberg, «Vanguardia y kitsch»..., p. 21.
20 También Umberto Eco asocia el kitsch con la ¡dea de «divulgación», entendida esta última
como M idcult o «provocación de efectos y divulgación de formas consumadas». Cf. Umberto Eco,
Apocalípticos e integrados, trad. Andrés Boglar, Barcelona, Tusquets, 1995, p. 101.
21 Cf.: «Aller Kitsch ist Wesentlich Ideologie», Adorno, »Kitsch» en Musikalisehe Schriften
V, Gesammelte Schriften 18, Darmstadt, ed. por Rolf Tiedemann (con la colaboración de Gretel
Adorno, Susan Buck-Morss y Klaus Schultz). Wissenschaftliche Buchgesellschaft, 1998, p. 792.
22 No casualmente este texto, que no habla explícitamente de kitsch, se encuentra com
pilado en una selección de fuentes sobre el tema, cf. Kitsch. Texte und Theorien..., pp. 199-203.
23 Th. Adorno, «Análisis de mercancías musicales» (1934-1940) en Obro completa vol. 16.
Escritos musicales /-///, trad, de Alfredo Brotons Muñoz y Antonio Gómez Schneekloth, Madrid,
Akal, 2006, pp. 289-290.
24 Cf. Massimo Cacciari, «El hacer del canto» en El dios que baila, trad, de Virginia Gallo,
Buenos Aires, Paidós, 2000.
25 Cf. Th. Adorno y Max Horkheimer, Dialéctica de la Ilustración, trad. Juan José Sánchez,
Trotta, Madrid, 2006, pp. 178-181.
26 Walter Benjamin, «OniroK/fscñ», trad, de Ricardo Ibarlucía en: Ricardo Ibarlucia, O n iro -
kitsch. Walter Benjamin y el surrealismo, Buenos Aires, Manantial, 1998, p. 112.
27 Cf.: «La anamorfosis (Vexierbildei) como esquematismo del trabajo onírico fue descubierta
hace tiempo por el psicoanálisis. Los surrealistas con seguridad están menos sobre las huellas del
alma que sobre la de las cosas», ib id ., p. 113. Sobre la relación entre Benjamin y el psicoanálisis, cf.
Ley Roff, Sarah, «Benjamin and psichoanalysis», en: AA.W., The Cambridge companion to W a lte r
Benjamin, ed. by David F. Ferris, Cambridge, Cambridge University Press, 2004, pp. 115-133.
28 «OniroAr/fscA»»...p. 112 . Para otra lectura de la deriva onírica véase el capítulo II.
29 Ib id ., p. 111.
30 Ib id ., p. 217.
31 Respecto del carácter marginal del surrealismo en el relato modernista de las vanguardias
j y su recuperación en las últimas décadas véase Hal Foster, Belleza compulsiva, trad, de Tamara
Stuby, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2008.
32 Walter Benjamin [K la , 8 ], Libro de los pasajes, trad, de Luis Fernández Castañeda, Isidro
Herrera y Fernando Guerrero, Madrid, Akal, 2005, p. 396.
33 Ibid., [N 4, 4], p. 467.
34 Cf. Lite Dettmar y Thomas Küpper, «Dieser Begriff kommt erst ¡m letzten Drittel des 19.
Jahrhunderts auf, ais es durch die neuen technisch-industrillen Voraussetzungen móglich wird,
Kulturmassenhaft und billig zu produzieren», en: Kitsch. Texte und Theorien... p. 13.
35 Cf. Frank llling, «Obwohl die Wortentstehung auf die Spháre handwerklicher Kleinpro-
duktion verwist, prágte die im selben Zeitraum einsetzende ¡ndustrille Massenproduktion von
Konsumgütern die Geschichte des Kitsches, so das ser m itunter zum Synonym für Massenkultur
wurde», en: Kitsch, Kommerz und Kult. Soziologie des schlechten Geschmacks, Konstanz, UVK
Verlaggesellsehaft mbH, 2006, p. 219.
36 Ludwig Giesz, Phdnomenologie des Kitsches, en: Literarischer Kitsch, ed. por J. Schulte-
Sasse, Tübinge, Max Niemeyer, 1979, pp. 27-41, aquí p. 32.
37 «Onirokitsch»... p. 114.
38 «La obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica», trad, de Jesús Aguirre, en:
Discursos interrumpidos, Barcelona, Planeta-Agostini, 1994, p. 25.
39 Cf. Kitsch, Konvention und Kunst, Suttgart, Europa, 1957, p. 2 2 .
40 Walter Killy, Deutscherkitsch, Gottingen, Vandenhoeck und Ruprecht, 1961. La antología
abarca textos de 1816 a 1933.
41 W. Killy, «Der Versuch...», p. 7.
42 Cf. Lidia Santos, Kitsch tropical. Los medios en la literatura y el arte en América Latina,
Madrid, Iberoamericana, 2 0 0 1 .
43 Cf. Lidia Santos, Kitsch tropical..., pp. 120-126.
44 Susan Sontag, «Notas sobre el camp» (1964) trad, de Horacio Vázquez Rial, en: Contra
la interpretación, Buenos Aires, Alfaguara, 1996, p. 355.
45 Cf. Ute Dettmar y Thomas Küpper, »Kitsch ist wenn nicht salonfahig, so doch tolerierbar
geworden. Die Apokalyptiker haben ein Einfluss verloren, und wersich noch in Dámonisierungen
im Stil von Fritz Karpfen und Hermann Broch ergeht, kann selbst ignorant wirken», Kitsch. Texte
und Theorien..., p. 10.
46 Cf.: «Diese Aufhebung del Kitsches markiert das vorlaufig letzte Kapitel in seiner Geschi
chte und schlieBt den historische Überblick ab», ibid., p. 14.
47 Cf. «Der K/fscñbegriff verschwindet», en: Kitsch-Art: Wie Kitsch zur Kunst wird, Koln,
Dumont, 1992, p. 23.
48 Gerhard Schulze, Die Erlebnis-Gesellschoft: Kultursoziologie der Gegenwart, citado por
Dettmar y Küpper, p. 12 .
49 Arthur Danto, Después del fin del arte. El arte contemporáneo y el linde de la historia, trad,
de Elena Neeman, Buenos Aires, Paidós, 2006, p. 49.
50 Cf. Frank llling, «Schon lánger ist die Orientierung an einer zur Institution gewordenen
Avantgard, die stándig künstlerisches Neuland erschliesst und damit für künstlerischen «Forts-
j chritt» sorgt, beendet», en: Kitsch, Kommerz und Kult..., p. 224
51 Cf. D e r K it s c h b e g r if f in d e r K u n s tp d d a g o g ik .... p. 168.
52 Cf. K its c h . P h d n o m e n o lo g ie e in e s d y n a m is c h e n K u s tu rp rin z ip s ..., p. 33.
53 Entre quienes vincularon el k its c h con el sexo se encuentra el teólogo Richard Egenter,
que en su célebre escrito K its c h u n d C h ris te n le b e n (1958) hace una investigación sobre el D e v o -
t io n a lie n k its c h y condena a éste por despertar los instintos sexuales.
54 Cf.: «[E)l concepto de "mal gusto" no es en origen el fenómeno contrario al "buen gusto".
Al contrario, su opuesto es "no tener gusto"», Hans-G. Gadamer, V e rd a d y m é to d o I, Salamanca,
Sígueme, 1999, trad de A. Agud Aparicio y R. de Agapito, pp. 68-69
55 Cf. Harold Rosenberg, The D e - d e f in it io n o f A r t, Chicago University Press, 1973.
56 Yves Michaud, E l j u i c i o e s té tic o , Barcelona, Idea Books, 2002, p. 82.
57 El vinculo entre la pasividad y el consumo por un lado, y la actividad y la producción por
otro, es trazado por Terry Eagleton en La e s té tic a c o m o id e o lo g ía , trad, de Germán Cano y Jorge
Cano, Madrid, Trotta, 2006.
58 El concepto de «K/tschmensch» fue introducido por Hermann Broch (cf. «Einige Bemerkun-
gen zum Problem des K its c h e s» en: D ic h te n u n d E rk e n n e n , vol. 1, Zurich, 1955, p. 295), y luego
retomado por Ludwig Giesz.
59 Cf. P h a n o m e n o lo g ie d e s K its c h e s ...
60 Cf. Abraham Moles, (1971), E l k its c h . E l a r te d e la fe lic id a d , trad. Josefina Ludmer, Buenos
Aires, Paidós, 1973.
61 En E l k its c h . F e n o m e n o lo g ía , fis io n o m ía y p r o n ó s tic o , La Habana-Sofia, Arte y Literatura-
Sviat, 1989, trad, de Carlos Ramos Machado, pp. 238-248. Disponible en: http://www.criterios.
es/pdf/slavovelk/tsc/i.pdf.
62 Cf.: «Toda una mitología menor tiende a hacernos creer que el placer (y específicamente
el placer del texto) es una idea de derecha. La derecha, con un mismo movimiento expide hacia
la izquierda todo lo que es abstracto, incómodo, politico, y se guarda el placer para si: ¡sed
bienvenidos, vosotros que venís al placer de la literatura! Y en la izquierda, por moralidad (olvi
dando los cigarros de Marx y de Brecht), todo residuo de hedonismo aparece como sospechoso y
desdeñable. En la derecha, el placer es reivindicado c o n tr a el intelectualismo, la in te lig u e n ts ia :
es el viejo mito reaccionario del corazón contra la cabeza, de la sensación contra el raciocinio»,
Roland Barthes, E l p la c e r d e l te x t o y le c c ió n in a u g u r a l d e la c á te d r a d e s e m io lo g ía d e l C o lle g e de
p o lit ic o . A c c ió n p o lí t ic a y r a d ic a liz a c ió n id e o ló g ic a e n lo s E s ta d o s U n id o s d e l c a m b io d e s ig lo ,
Buenos Aires, Prometeo, 2003.
76 Lidia Santos, K its c h tro p ic a l...
77 Lotte Eisner, t K its c h in the cinema», en: K its c h . The w o r ld o f b a d ta s te ..., p. 197.
78 Cf. Gillo Dorfles, «The Film», en: K its c h . The w o rld ..., p. 195.
79 Farina menciona la importancia de Robert Bresson, Ingmar Bergman y Federico Fellini.
Oubiña y Aguilar también enfatizan en la importancia de Bresson (especialmente de Un conde
Los campos artísticos cuyos objetos rompen fronteras son variados e incluyen
-com o muestran los diferentes capítulos del lib ro - a las artes plásticas, la música
y las artes combinadas. Tal variedad y multiplicidad de manifestaciones dan cuenta
de la importancia de las estéticas de lo extremo en el arte contemporáneo, tanto
de las que se desenvuelven en el polo de lo máximo como en el de lo mínimo, el
del grito o del aullido y el del silencio o del vacío.
Algunos ejemplos analizados -ta n insólitos como los que pueden darse en el
campo de las nuevas tecnologías- muestran con claridad que, en el campo del arte,
todo puede entrar y, en principio, nada debe de salir. El diseño, la moda, la cocina
y hasta la vida misma se han convertido en auténticos objetos de arte. Este filón
extremo de la vida convertida en arte es el que desarrollan artistas como Jeff Koons
en sus performances junto a la Cicciolina, Ai Weiwei al traer 1001 chinos a la 12°
Documenta de Kassel para convertirlos en auténticas «obras» desplazándose en la
ciudad, Roberto Jacoby al diseñar acciones micropolíticas en el espacio urbano y
en la web, sin olvidar los trabajos de Rirtrik Tiravanija y Gabriel Baggio quienes
convierten a los espectadores en «comensales».
Puesto que lo extremo de hoy, al ser superado por nuevos excesos, tiende a
convertirse en la «norma» del mañana, podríamos concluir que el concepto de
extremo sufre las consecuencias de sus rasgos esenciales. Lo extremo se extre-
miza. Así, lo inconcebible «extremo» se vuelve realidad con el paso del tiempo
y pasa a ser contenido dentro del margen de la normalidad. Para conservar su
esencia, deberá perforar insistentemente ese margen y avanzar hacia un más
allá incalculable.
No es de extrañar que los autores de este libro, más que dar respuestas, inau
guren preguntas capaces de resonar en la conciencia de un lector potencialmente
«extremo». Un lector dispuesto a entender no sólo la esencia extremista de la obra
de arte sino de lo humano en general, del ser humano que se proyecta más allá de
lo considerado posible.
extremo resulta ser, en síntesis, un término de alcance ontológico que da
cuenta de un fenómeno de civilización; es marca de nuestra contemporaneidad.
Su generosidad semántica acepta un gran número de sinónimos —extraordinario,
excesivo, supremo, brutal— con sus respectivos antónimos —corriente, simple, mo
derado, austero—, ¿En cuál de los grupos queremos estar?
MARÍA LAURA ROSA es Doctora en Historia del Arte, UNED (Madrid) y Licencia
da en Historia del Arte, Universidad Complutense (Madrid). Docente de la cátedra
de Estética, Facultad de Filosofía y Letras, Departamento de Artes, UBA. Profesora
titular de Arte Latinoamericano, ESEADE, carrera de Curaduría y Gestión de Artes.
Profesora titular de Arte Europeo I, UMSA, carrera de Artes Visuales. Ha dictado
d e c u r s o s y c o n f e r e n c ia s e n u n iv e r s id a d e s e x t r a n je r a s ( U n iv e r s id a d d e B a r c e lo n a ,
U n iv e r s id a d P o lit é c n ic a d e V a le n c ia ) .
Investigadora del p r o y e c t o La problemática de la reflexión estética en torno al
arte latinoamericano contemporáneo (U B A ).
Es autora, junto a A. Andújar, D. Dantonio y K. Grammático, de: Hilvanando
historias. Mujeres y política en el pasado reciente latinoamericano, Buenos Ai es,
Luxemburg, 2010 y de De minifaldas, militanciasy revoluciones. Exploraciones sobre
los 70 en Argentina, Buenos Aires, Luxemburg, 2009.
Entre sus curadurías se encuentran Biotrama II. Instalación de Silvia Gai,
FASE 4, Centro Cultural Recoleta, 2012; Remover cielo y tierra. Obras de Claudia
Contreras: 1990-2012, Casa por la Memoria, Resistencia, 2012; Cuentas Pendien
tes. Arte contemporáneo y cuestiones de género, EX ESMA, 2011; Catalina Pa ra.
Estampas argentinas, Arcimboldo, 2010.
1. Akira Kurosawa, «La aldea de los molinos de agua», último capítulo de Sueños de
Akira Kurosawa, Japón-EE..UU., 1990.
2. Leonardo da Vinci, La Adoración de los Magos, 1481-1482, Galería de los Uffizi,
Florencia.
3. Andrei Tarkovski, Sacrificio, escena del árbol seco, Suecia-Francia-Reino Unido,
1986.
CAPÍTULO 3. Lo extremo en la música de Arnold Sehónberg: la irrepresentabllldad de
lo absoluto, por Inés A. Buchar
1. J.-M. Straub y D. Huillet, Moses und Aron, 1974 (fotograma). Acto I, comienzo
de la ópera.
2. J.-M. Straub y D. Huillet, Moses und Aron, 1974 (fotograma). Acto I, escena 4.
3. J.-M. Straub y D. Huillet, Moses und Aron, 1974 (fotograma). Acto I, escena 4.
4. J.-M. Straub y D. Huillet, Moses und Aron, 1974 (fotograma). Acto I, escena 5.
5. J.-M. Straub y D. Huillet, Moses und Aron, 1974 (fotograma). Acto III.
6. J.-M. Straub y D.Huillet, Moses und Aron, 1974 (fotograma). Acto I, escena 1.
1. Enio lommi, Los dos al mismo tiempo, 2012, materiales diversos, 182 cm de alto.
2. Kazimir Malevich, Cuadradgblanco sobre fondo blanco, c. 1918, óleo sobre tela,
78x78 cm. Museo de Arte Moderno, Nueva York.
3. Enio lommi, Una linea, un espacio, 1971. Instalación presentada en el marco de
la exhibición El artista y el mundo del consumo, galería Carmen Waugh.
4. Pabellón Ciccillo Matarazzo (vista interior del segundo piso), Parque de Ibirapue-
ra, San Pablo. Foto: Andrés Otero.
5. Ernesto Ballesteros, Astronomía de interior, 2009, detalle de la instalación, Centro
Cultural Recoleta.
6. Ernesto Ballesteros, Líneas perdidas, 2007, dibujo-mural, Museo de Arte Moderno
de Buenos Aires.
7. Teresa Margolles, Vaporización, 2001, instalación con máquinas de vapor con
agua usada para lavar cadáveres después de la autopsia. Foto: Gustavo Artigas.
Cortesía de la artista y de la Galería Peter Kilchmann, Zurich.
8. Teresa Margolles, En el aire, 2003, instalación con máquinas que producen bur
bujas con agua usada para lavar cadáveres después de la autopsia. Foto: Axel
Schneider. Cortesía de la artista y de la Galería Peter Kilchmann, Zurich.
9. Beatriz Leyton, Family Life, 2007, instalación. Telas negras y alfileres de colores,
medidas variables. Museo de Bellas Artes. Santiago de Chile.
C A P ÍT U L O 6 . El cuerpo muerto en el arte contemporáneo, p o r M a r í a C r is t in a A r e s
1. Alfredo Jaar, Los ojos de Cútete Emérita (versión 1), 1996, instalación. Cortesía
Alfredo Jaar.
2. Alfredo Jaar, Los ojos de Guíete Emérita (versión 1), 1996, instalación. Cortesía
Alfredo Jaar.
CAPÍTULO 9. Monumento, contramonumento y los limites de la representación de
la masacre de Margarita Belén, por Cecilia Fiel
eBook
I DISPONIBLE
789500 435017
Estéticas de lo extremo
Nuevos paradigmas en el arte contemporáneo
Y sus manifestaciones latinoamericanas
ESTÉTICAS DE LO EXTREMO
nuevos paradigmas en el arte contemporáneo y sus
manifestaciones latinoamericanas
Graciela C. Sarti
Oscar de Gyldenfeldt
Inés A. Buchar
Luciano Lutereau
Elena Oliveras
María Cristina Ares
Graciela I. de los Reyes
Betina Bandieri
Cecilia Fiel
María Laura Rosa
Florencia Abadi
Guadalupe Lucero
em ecé
Oliveras, Elena
Estéticas de lo e x tre m o .-1" ed. - Buenos Aires : Emecé, 2013.
312 p .; 25x17 cm.
ISBN 978-950-04-3501-7
Índice
I n t r o d u c c ió n ...
por Elena Oliveras
SECCIÓN I
CUESTIONES DE FRONTERA
1.
Carne y metal. La representación de lo monstruoso maquinico ................ 17
por Graciela C. Sarti
2.
Lo siniestro en el extremo de lo real ........................................................... 35
por Oscar de Gyldenfeldt
3.
Lo extremo en la música de Arnold Schonberg:
la irrepresentabilidad de lo absoluto ........................................................... 57
por Inés A. Buchar
4.
El silencio como categoría estética en la música contemporánea ............ 87
Por Luciano Lutereau
SECCIÓN II
ESCENARIOS DEL ARTE LATINOAMERICANO
5.
Lo extremo minimalista: vacío, oscuridad, vapor ....................................... 109
por Elena Oliveras
6.
El cuerpo muerto en el arte contemporáneo ............................................. 139
por María Cristina Ares
7.
La abyección como estrategia .................................................................... 155
por Graciela I. de los Reyes
8.
Cuando el horror nos convoca. La visibilización de la masacre ................ 179
por Retina Bandieri
9.
Representar y conmemorar: en torno a la masacre de Margarita Belén .. 197
por Cecilia Fiel
10.
Espejismos del desarrollo. La violencia y la enfermedad a través de
las obras de Nora Aslan y Silvia Óai de los años 90 ................................... 227
por María Laura Rosa
11.
Dialécticas del kitsch: el deseo en la cultura de masas. Favio, Santoro
y los usos de la estética peronista .............................................................. 249
por Florencia Abadi y Guadalupe Lucero
¿Por qué «lo extremo» figura hoy en la primera plana no sólo del arte sino
también del pensamiento en general? ¿Qué cambios se han producido en el mundo
para que un concepto de larga tradición (el de lo extremo lo es) se nos presente
con tanta intensidad? Basta mirar nuestro entorno.
Música estrepitosa. Deportes acrobáticos que dejan sin aliento. Violencia e
inseguridad extremas. Depresión extrema. Frescura extrema de un desodorante.
Extreme es el nombre de un modelo de automóvil todo terreno de Dodge Chrysler.
Necesitamos ser sacudidos, ensordecidos, enmudecidos, sometidos a estimulaciones
poderosas, como si éstas fueran el único camino para alejar la apatía o la indi
ferencia y, momentáneamente, en una sociedad analgésica, sentir que existimos.
«Tener éxito en la vida equivale a extremizarla», concluye Paul Ardenne en Ex
tréme. Esthétiques de la limite dépasée. Si nuestra época es definida por el teórico
francés como «emocional» es precisamente porque ama los excesos de todo tipo,
las sensaciones fuertes, lo moralmente inadmisible, la pornografía dura. El goce es
traumático y el placer, brutal.
Si vamos al origen del término «extremo» constataremos que, desde que co
mienza a ser usado en el siglo XIII, su significado no ha cambiado sustancialmente.
Proviene del latín extremus, superlativo de exter (exterior a) y hace referencia a
lo que se sitúa más allá de la frontera, fuera del marco. «Extremo» implica deste-
rritorialización, desmarque, superación de lo prohibido, estar fuera de la norma,
precipitarse al otro lado, perforar el límite de lo considerado «normal».
Podemos observar que no sólo las obras de arte más recientes traspasan el
límite de lo «normal». Un caso paradigmático, en la década del 60, es el de Andy
Warhol. El silencio no narrativo de filmes aparentemente estáticos, como Empire,
nos ubica en el extremo de la experiencia cinemática, mientras que sus Motion
Pictures (cuadros en movimiento) fuerzan los límites de la inmovilidad fotográfica.
Dada la enorme variedad de poéticas radicales que ignoran las normas, es
pertinente hablar de «estéticas» (en plural) de lo extremo. En ellas se inscriben los
Accionistas Vieneses, Arthur Cravan, Bas Jan Ader, Alighiero Boetti, Arthur Bis-
po de Rosário, Hélio Oiticica, Lygia Clark, Hans Haacke, Orlan, Maurizio Cattelan,
David Nebreda, Anish Kapoor, Damien Hirst, Tracey Emin, Santiago Sierra, Francis
Alys, Gabriel Orozco, Félix González-Torres, Tania Bruguera, Martha Pacheco, Teresa
Margolles, Regina Galindo, Doris Salcedo, Maria Teresa Hincapié, Ricardo Basbaum,
Eduardo Kac, Cildo Meireles, Ernesto Neto, Alfredo Jaar. En Argentina encontramos
a Alberto Greco, Enio lommi, León Ferrari, Alfredo Portillos, Luis Benedit, Roberto
Jacoby, Oscar Bony, Liliana Maresca, Ana Gallardo, Miguel Rothschild, Jorge Macchi,
Graciela Sacco, Nicola Costantino, Marina De Caro, Dolores Zorreguieta y Leandro
Erlich, entre tantos otros.
Los ensayos que integran este libro describen e interpretan el sentido de ma
nifestaciones que son síntomas de nuestro tiempo y que, al lanzarnos más allá de
una cómoda normalidad, tienden a producir un shock en la recepción. Por ello esas
manifestaciones, que son modos de hacer mundo (en el sentido de hacerlo visible),
requieren de un nuevo espectador. Alguien dispuesto a aceptar el desafío de una
experiencia desestabilizante que transgrede lo conocido o lo aceptable. ¿Pero acaso
no es misión del arte cortar con la cotidianeidad, sacarnos de habitualidad? Las
estéticas de lo extremo asumen entonces, con eficacia mayor, esa misión esencial
al hacer visible el estado-límite de las cosas que nuestro conformismo muchas
veces menosprecia.
Cuestiones relativas al concepto de lo extremo en las artes plásticas, la música
y el cine - y que ingresan en el debate sobre el arte contemporáneo en general- son
temas de este libro. Su primera parte responde al interés teórico de esas cuestio
nes, insuficientemente estudiadas a pesar de la dimensión internacional que han
alcanzado. La segunda parte examina la presencia de las estéticas de lo extremo
en el arte latinoamericano.
Se considerarán variantes máximalistas, casos superlativos en los que la muerte
-situación extrema por excelencia para un ser vivo— es mostrada de la manera más
cruda. Y en la progresión hiperbólica hacia el límite de lo aceptable nos sorprenderá
el hecho de que algunos artistas han llegado a poner en riesgo su propia vida.
Asimismo se dará cabida a otras formas de lo extremo, estrategias minimalistas
que permiten la toma de conciencia de lo máximo a través de lo mínimo, de lo que
discretamente se sustrae o se atenúa. Es lo que encontraremos en las estéticas
del silencio o del vacío, manifestaciones de la negatividad adorniana en las que se
peina a contrapelo el «ruido» del mundo contemporáneo.
Los autores de este libro son docentes de la Facultad de Filosofía y Letras,
Departamento de Artes, de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Es el segundo
proyecto editorial realizado en el marco del desarrollo de la materia Estética, tron
cal en la cursada de la Licenciatura en Artes.
Al igual que nuestro proyecto editorial anterior, concretado en el libro Cuestio
nes de arte contemporáneo. Hacia un nuevo espectador en el siglo XXI (Buenos Aires,
Emecé, 2008), éste responde al objetivo de entender que la obra de arte —ahora
y siempre- es un objeto para el pensamiento. Y hoy más que nunca es preciso
trabajar para que, en la lectura, la obra devele sus significados, para que vayan
apareciendo las respuestas a los enigmas que plantea. Enigmas conectados al hecho
de ser siempre síntoma de su tiempo, manifestación del espíritu del tiempo. Y el
nuestro parece definirse en el plano de la ambigüedad y de la desmesura extrema.
Con el titulo «Cuestiones de fronteras», la primera sección del libro presenta
contribuciones que, desde diferentes perspectivas teóricas, examinan aspectos fun
damentales de lo extremo en la obra de arte contemporánea.
¿Cuál es el límite entre lo humano y la máquina, entre la «carne» y el «metal»,
entre la naturaleza y la técnica? Graciela sarti aborda este problema a través de la
figura del monstruo contemporáneo relacionado estrechamente con las máquinas.
Luego de comentar los asertos de la modernidad clásica, que considera a todo
cuerpo biológico una máquina (aunque el humano tiene la primacía), se detiene
en la producción plástica (Stelarc, Costantino) y cinematográfica (Fritz Lang, R dley
Scott, James Cameron) para analizar representaciones que envuelven al cuerf o, lo
superan, lo licúan. No habrá ya oposición entre lo humano y la máquina sino, por
el contrario, pura indiferenciación.
De modo más o menos directo, varios capítulos del libro aluden al concepto
de lo siniestro, oscar de gyldenfeidt lo considerará desde un punto de vista antro
pológico y ontológico. En un caso, se presenta como desmesura (hybris) y, en el
otro, como irrupción de lo real, entendiendo esta categoría como presentación
de algo irrepresentable. Lo siniestro-extremo es pensado entonces como una for
ma de acceso a lo real siempre destinada a bordearlo infructuosamente. Pero lo
irrepresentable ontológicamente podrá ser conjurado antropológicamente en la
experiencia estética, cobrando una dimensión de proyecto. Antígona de Sófoc les y
filmes de Tarkovski y Kurosawa permitirán probar la eficacia interpretativa de los
conceptos tratados.
La irrepresentabilidad de lo absoluto es analizada por I nés B uchar a partir de
la ópera dodecafónica de Arnold Schónberg Moisés y Aarón. La tarea asignada
a Moisés de comunicar la idea de un Dios único, eterno, omnipresente, se torna
imposible puesto que el ser humano finito no puede ser portavoz de lo infinito. El
compositor a su vez intentará representar lo absoluto, la idea de Dios, a través de
los medios artísticos del género de la ópera, lo que hace que finalmente ésta quede
inacabada: el texto del tercer acto carece de música. La complejidad semántica de
la ópera revive en un film de Jean-Marie Straub y Daniéle Huillet en el que se des
taca la significación política de la problemática de la comunicación de lo absoluto.
También Luciano Lutereau estudia casos «extremos» de la música del siglo XX en
los que el silencio cobra un nuevo estatuto en la composición y en la recepción. Ya no
puede ser identificado con la ausencia de sonido, como ocurre en la notación clásica,
sino que se convierte en la vía de entrada a lo extramusical, por ejemplo el ruido o
el sonido ambiental, tal como sucede en 4'33", obra paradigmática de John Cage.
Lutereau halla otros casos notables en la producción de Erik Satie, Luigi Nono y,
asimismo, en una obra reciente de Cecilia Arditto, S plitpiano(2008). De este modo
demuestra la continuidad del interés por el silencio en la actualidad.
En la segunda sección del libro, que lleva por título «Escenarios del arte latino
americano» se consideran diversas formas de la estética de lo extremo en Latinoa
mérica, una región que se presenta como particularmente fértil para el desarrollo
de la tendencia.
Nuestra reflexión sobre lo extremo minimalista toma en cuenta estrategias
que, en el campo de las artes visuales, refieren a lo máximo a través de lo mínimo.
No es ya el «grito» —central en las poéticas maximalistas— lo que cuenta, sino el
«silencio», tal como se constató en la 28a Bienal de San Pablo (2008), identificada
(y no siempre en el mejor sentido) como «bienal del vacío».
Dentro de las estéticas «del silencio y del vacío» se incluyen la «estética de la
oscuridad», ejemplificadas en instalaciones de Ernesto Ballesteros y Beatriz Leyton
y la «estética del vapor», presente en obras de Teresa Margolles, en las que utiliza
el agua que lavó cadáveres después de la autopsia.
Si hay algo que aún parecía permanecer en la esfera de lo íntimo era la muerte,
o más exactamente, el cuerpo muerto reservado al ámbito familiar. Analiza C ristina
A res cómo ese último bastión de lo privado se disuelve en la esfera de lo público y
toma como ejemplos, en el campo del arte, a Gunther von Hagens, Martha Pacheco,
Teresa Margolles, Rosemberg Sandoval y Martin Weber, quienes crudamente nos
enfrentan al cadáver. Observa que frente al cuerpo sin vida, que alguna vez sere
mos nosotros mismos, no es extraño sentir una suerte de placer-dolor, cercano al
espectáculo del horror, como si alguien llegara al extremo de expresar lo que no
está permitido decir o mostrar.
Al igual que lo siniestro, lo abyecto es un concepto que sobrevuela en algunos
capítulos de este libro. G raciela de los Reyes se detiene en su teorización y en su pre
sencia en el arte. Los planteos llevan al entrecruzamiento de filosofía y psicoanálisis
a través de los conceptos de unheimlich (Freud), sublime (Burke, Kant, Lyotard) e
informe (Bataille, R. Krauss). Expone asimismo la teoría de Julia Kristeva, para quien
la abyección «perturba la identidad, el sistema, el orden» y propicia el encuentro
traumático con lo real (Foster). Esos conceptos encontrarán ejemplificación en la
obra de Nicola Costantino, Cristina Piffer, Teresa Margolles y Carlos Herrera.
Cuando el horror nos corwoca. Es éste el eje de la investigación que Betina
Bandieri desarrolla a partir de fotografías de Sebastiáo Salgado y de instalaciones
de Alfredo Jaar en las que la masacre es artísticamente visibilizada.
Lo horroroso que se deja ver genera sentimientos contradictorios pues, al
mismo tiempo que atrae la mirada y genera la distancia necesaria para que el
pensamiento sea posible, nos enfrenta a planteos morales incómodos. De allí
las preguntas que vertebran la investigación de Bandieri: ¿la representación de
la herida inconmensurable traiciona lo acontecido? ¿Quedará algún resquicio
para pensar y transformar la angustia, el dolor y la impotencia silenciosa en
conciencia?
C ecilia Fiel también considera lo extremo a partir de la posibilidad de repre
sentación de la masacre y pregunta: ¿de qué forma una experiencia intransferible
puede compartirse hoy socialmente? La autora problematiza el concepto de mo
numento como forma conmemorativa tomando, entre otros ejemplos, el Memorial
a las víctimas del holocausto (Berlín) y el monumento a la masacre de Margarita
Belén, emplazado en la provincia del Chaco. Plantea asimismo el interés del con
tramonumento en el arte contemporáneo, dado su carácter efímero y la integración
del espectador en la obra, que deja de ser un espacio a recorrer para transformarse
en un momento (o circunstancia) a experimentar.
M aría Laura Rosa muestra cómo la representación del cuerpo humano ha ser
vido de instrumento crítico ante polémicas que se dan en el siglo XX e inicios del
siglo XXI relativas a la violencia, el VIH o los extremos de la manipulación genética.
La obra de dos artistas argentinas es tratada como territorio en el que des
puntan la crueldad extrema, la enfermedad y hechos traumáticos de la historia
argentina de los últimos tiempos. El cuerpo fragmentado, operado, disuelto en una
masa amorfa es el motivo irónicamente ornamental con el que Nora Aslan habla de
ese momento histórico, mientras que Silvia Gai teje órganos del cuerpo aquejados
de alguna anomalía para reflexionar sobre lo precario de nuestro acontecer.
El kitsch es tema del ensayo de Florencia A badi y G uadalupe Lucero, quienes
comienzan con un recorrido por la historia de esa categoría tan controvertida en
el campo del arte. Se vio como muy peligrosa su conexión con la fragilidad del ser
humano, incapaz de evitar la pasividad ante el influjo de las imágenes generadoras
de deseos.
Dos casos particulares de la producción artística argentina -Leonardo Favio
y Daniel Santoro- tienen un lugar central en el ensayo. Entre la desmesura, la
artificialidad de lo recargado y la nostalgia que generan los desechos del mercado,
las autoras realizan una particular lectura que permite abordar ciertos usos de la
«estética peronista» en un universo ligado al kitsch.
Es preciso destacar que - a l igual que en Cuestiones de arte contemporáneo-
se ha respondido a una doble necesidad: ayudar al receptor no formado a acercarse
a obras de difícil recepción y contribuir a la profundización de sus contenidos por
parte del allegado al arte. Asimismo, un rasgo sobresaliente de este libro es el tra
bajo en red de los autores. El lector podrá advertir que los capítulos se comunican
entre sí a través de frecuentes remisiones. Estamos ante un ¡ntertexto que invita a
ser leído no sólo en la direccionalidad habitual de un libro sino también en un ida
y vuelta que intenta, de algún modo, recomponer la compleja trama conceptual
del arte contemporáneo.
Corresponde reconocer la generosa colaboración de los artistas que aportaron
imágenes de sus obras para hacer más dinámica la lectura de los textos, y de los
fotógrafos que gentilmente cedieron derechos sobre esas imágenes. Agradecemos
igualmente a Ayelén Vázquez y a Sofía Dourron por la eficiente tarea de ordena
miento de datos, y a Andrés Fayó por haber facilitado trabajos con la computadora,
principalmente en lo referido a la digitalización de imágenes.
Vaya también mi sincero reconocimiento a Alberto Díaz y a Mercedes Güiraldes
quienes, una vez más, demuestran su interés por mis investigaciones y las de mis
colegas.
Mayo de 2013
SECCIÓN 1
CUESTIONES DE FRONTERA
1.
Carne y metal.
La representación de
lo monstruoso maquínieo
Graciela C. Sarti
Sin embargo, esta violencia de la máquina hacia el cuerpo tendría sus orígenes
en un postulado diametralmente opuesto: la concepción, que alumbrara la mo
dernidad clásica, del cuerpo mismo entendido como una máquina. En un periodo
pródigo en la construcción de toda suerte de ingenios mecánicos, ya sea por prin
cipio hidráulico o neumático -autóm atas da diletto e meraviglia, se los llamaba-,
ya Descartes había propuesto el cuerpo del hombre y del animal como máquinas
biológicas. Dicha postulación aparecía desarrollada en El tratado del hombre,6texto
de edición postuma, no preparado por el autor para su publicación, y que bien pu
diera ser el capitulo XVIII del tampoco publicado Tratado del mundo.7 Más allá del
carácter provisional del Tratado, allí la homologación entre máquina y organismo
vivo se desarrollaba de modo pleno:
Supongo que el cuerpo no es otra cosa que una estatua o máquina de tierra a
la que Dios forma con el propósito de hacerla tan semejante a nosotros como
sea posible [...].8
When I talk about Fractal Flesh, I mean bodies and bits of bodies spatially
separated but electronically connected, generating similar patterns of recurring
activity at different scales.15
* Este punto es una síntesis de algunos de los temas que he desarrollado en Autómata. El m ito de la vida artificial
en la literatura y el cine, Buenos Aires, Ediciones de la Facultad de Filosofía y Letras. UBA. 2013.
términos de «irónico mito político» en vínculo con el feminismo socialista.19Y pos
tular, desde allí, su figura como el híbrido en el que se registran tres deslimitaciones
de fronteras: de lo humano con lo animal y con la máquina y, más generalmente, de
lo físico con lo no físico, a través de la miniaturización y la ubicuidad de las nuevas
máquinas cada vez más ligeras y «limpias».20 Haraway reafirma la condición mítica
del cyborg y lo llama «significante flotante».
Hasta aquí, una manera de ver el cyborg, como aditamento maquínico de un
cuerpo ante todo humano, del que el protagonista de Robocop (1987), de Paul
Verhoeven, podría ser un prototipo, con un fuerte subrayado de la hibridación,
de la mezcla. Esta forma de monstruosidad manifiesta tiene su contracara en
otra, más inquietante y amenazadora: la de la máquina mimética, la que puede
usurpar la forma del cuerpo. Y su momento más aterrador es el de la revelación
de ese engaño, el monstruo escondido bajo el disfraz humano. Tres escenas clave
podrán ejemplificar la evolución de estas figuras en su diálogo con el canon que
agreden.
La más famosa aparición de un mecanismo bajo la forma humana en el cine
mudo se debe a Metrópolis (1926) de Fritz Lang (1890-1976).21 Corresponde al
momento en que la muchedumbre enardecida quemaba en la hoguera a la «falsa
María», causante del desastre en la ciudad. Al calor del fuego se derretía la aparien
cia y surgía el robot ante los ojos aterrados de los presentes. Esta forma modélica,
que allí se impuso como un prototipo luego largamente citado, es la de la autómata
sexualizada y seductora. Mimética de un ser humano, finalmente revelada como
máquina, es la predecesora de innumerables figuras posteriores. Al espectador se
le permite participar del proceso de su construcción y de la conjura, con lo que no
hay engaño: siempre sabrá que es un ser artificial.
2. Fritz Lang, Metrópolis, 1926. Los obreros en el cambio de turno. La coreografía se inscribe
en una arquitectura oprimente, hecha de cierres visuales y predominio de horizontales,
bajo la bóveda muy achatada.
La andreida es el fruto de la maquinación de un científico desquiciado y de
Fredersen, el poderoso creador de la ciudad, quien pretende usar esta máquina
como herramienta de control social; esas formas de control son la seducción y el
desenfreno, con los escenarios pertinentes del cabaret y la revuelta callejera. Que
finalmente este ser infernal escape aun a los designios de sus dueños, desarrollando
la anarquía por cuenta propia, corre ya por el lado de lo predecible.
La falsa María es tan bella como monstruosa. Su monstruosidad maquínica
es antes ética que estética. Como prototipo femenino, hace serie con cantidad de
ejemplos de la ficción decimonónica: forma extrema de la femme fatale, del ex
ceso de seducción, el resultado de este embrujo es la muerte -cumplida, o apenas
evitada a tie m p o - de jóvenes y niños. Máquina que ¡mita un cuerpo biológico,
su existencia es amenaza para los cuerpos reales, que son su contrapartida en
más de un sentido. Lotte Eisner ha señalado que Lang, influido por el movimiento
coreográfico de los figurantes en el teatro de Max Reinhardt, hace arquitectura
con los cuerpos, que el cuerpo se transforma-en la base de la arquitectura misma
y pone como ejemplos a las masas de extras en la presentación del descenso a
la ciudad subterránea, la pirámide de niños en la secuencia de la inundación y la
cuña de obreros que, siguiendo al capataz, acuden a la reconciliación final con el
amo, Fredersen.22 La película presenta un mundo mecanizado y los trabajadores
son parte de esas máquinas. Antes de la construcción de la mujer-robot, la cámara
se ha encargado de mostrarnos una multitud de hombres que trabajan y caminan
como robots. La resolución del conflicto promete una humanización, pero sigue
reservando a cada quien un lugar en la férrea estructura que queda tan claramente
visualizada en la escena final. La máquina principal, que es ante todo la estructura
social misma, ha resultado intacta.
Más de cincuenta años después, Alien, el octavo pasajero (1979) conmocionó
unánimemente al público y le dio fama internacional a su director, Ridley Scott.23
Allí, basándose muy sorrjeramente en la idea general de la novela El viaje del Beagle
Espacial (The Voyage o f the Space Beagle) de A. E. Van Vogt, se trazaba la peripecia
de un modesto carguero interestelar sometido al ataque de un polizón alienígeno
indestructible y letal. Los personajes, gente común realizando una tarea nada ex
cepcional, han sido expuestos a un mal superior a sus fuerzas por los intereses de
la compañía que los contrata: el alien es «prioridad» por sobre la vida humana, ya
que se lo desea como arma de guerra.
Gran parte del éxito de la película se debió a la maestría de Scott a la hora de
componer imágenes altamente significativas: la puesta de cámara subraya la ame
naza latente; los objetos dentro del encuadre aportan datos clave que concurren
en el sentido de la escena. Lo inescrutable, el monstruo, nunca es percibido clara
y completamente; aquí fue fundamental la colaboración del suizo Hans Rudolph
Giger, quien, con Cario Rambaldi, diseñó a la criatura y algunos escenarios. Sin
embargo, éste no es el único monstruo del film. Está también Ash, un supuesto
miembro de la tripulación que finalmente se revela como un robot infiltrado por la
Compañía. Ambas figuras, la del monstruo biológico y la del monstruo maquinico,
están al servicio de la construcción de un relato con fuertes connotaciones de
transgresión sexual. La escena donde un tripulante, Kane, imprevistamente, muere
desgarrado por el alien que ha incubado en su interior, es una suerte de parto
monstruoso; la escena donde Ash persigue a la protagonista y pretende ahogarla
introduciendo una revista enrollada en su boca, contra el fondo de una cabina don
de los tripulantes han pegado cantidad de fotos de mujeres desnudas, es cercana
a la de una violación.24
James Kavanagh ha analizado los vínculos que el film traza entre distintos
tipos de personajes.25 Aplicando el rectángulo semántico greimasiano, opone a la
protagonista, Ripley, y su gato, al monstruo alienígeno y al androide. Con el tras
fondo de la oposición humanismo/ciencia, se despliega un «conjunto de mensajes
contradictorios», definido por este autor como «esquizofrenia, no en la psicología
del personaje (que no existe) sino en la relación del film con un humanismo domi
nante».26 Efectivamente, las acciones de Ripley son contradictorias: pretende dejar
fuera de la nave, en cuarentena, a su compañero infectado por el alien pero, antes
del final, retrasa la huida para salvar al gato. El reencuentro con el humanismo es
a partir del amor por el animal, en la fraternidad o la empatia entre las especies
cercanas. Claramente hay aquí una oposición entre dos términos «normales», el
humano y el animal -q u e serán los dos únicos sobrevivientes-, y dos términos
anormales: el alien y el autómata, finalmente derrotados.
A los fines de este trabajo se vuelve central una escena, la de la revelación de
Ash como androide: la tripulación está siendo diezmada; Ripley accede al recinto
de la computadora central de la nave, llamada la Madre, teclea para pedir infor
mación y, sobre una pantalla, se va revelando el secreto. La compañía ha enviado el
carguero con el objeto de obtener un espécimen de este alien para «investigación
militar»; los hombres a bordo son «prescindibles». Las letras del mensaje aparecen
reflejadas sobre la cara de la protagonista: la computadora imprime su sentencia
sobre el sujeto humano. En ese momento entra Ash y se produce un enfrenta
miento. Forcejean, y los planos opuestos de ambos rostros revelan una primera
diferencia: de la nariz de Ripley cae una gota de sangre; de la frente de Ash, resbala
una gota blanca. Inmediatamente sobreviene el intento de ahogar a Ripley, recién
comentado, frustrado por los dos compañeros que continúan con vida. Ash resulta
parcialmente destruido. Su cabeza desprendida es reconectada, ya que es imperio
so preguntarle si hay salvación posible frente al alien. Allí se produce un diálogo
clave. Ash responde que el monstruo es «el organismo perfecto», cuya perfección
va pareja con su hostilidad. Y entonces declara «admiración por su pureza. Un
sobreviviente que no está limitado ni por la conciencia, ni por remordimientos, ni
por ilusiones de moralidad». Los humanos no tienen chances frente a él. Se despide
con una ironía: «Mi más sentido pésame». Uno de los personajes le asesta el último
golpe - la cabeza luce una sonrisa-; luego, furioso, quema con un lanzallamas lo
que queda del robot.
Ash es una contrafigura, un complemento del alien. En ambos el cuerpo y el com
portamiento son misterios, irreductibles a parámetros humanos. El intento de cortar
uno de los tentáculos del monstruo revela que su sangre es ácido capaz de corroer
el metal; ofrece resistencia ilimitada a toda condición externa; tiene un feroz mé
todo de reproducción, parásita de otros cuerpos; deambula entre las sombras y los
recovecos, y ataca por sorpresa.
3. Ridley Scott, Alien, el octavo pasajero. La cabeza parlante del androide Ash,
en la caracterización de Ian Holm.
4. James Cameron, T e r m in a to r II, 1991. El androide metamórfico encarnado por Robert Patrick
se funde con el piso antes de atacar a una víctima.
Las potentes imágenes propuestas por películas tan emblemáticas como Me
trópolis siguen encontrando eco repetido en la cultura visual del presente. Uno de
los ejemplos más notables en el arte argentino es la apropiación fotográfica que,
en 2008, realiza la rosarina Nicola Costantino (1964). El juego de duplicación entre
los personajes del film -u n a María verdadera y una falsa María mecánica-, replica
aquí en este acto de la apropiación, tan caro al arte contemporáneo, con referen
cias múltiples tanto al contexto de la propia obra de la artista cuanto al desarrollo
temático del mito de la vida artificial.
Costantino es una artista inquietante. Desde los años noventa viene realizan
do piezas que utilizan el calco con material sintético, tomado sobre la materia
orgánica, como modo de alusión a este encuentro de lo natural y lo artificial, la
manipulación y lo espontáneo, la máquina y los cuerpos: entre los más destacados,
los diseños de “alta costura" de Peletería humana (presentados en la Bienal de San
Pablo del 998), los cerdos prensados de Chanehobolas (1998), los calcos de anima
les de Friso de nonatos (1999) (véase el capítulo 7). Este juego perturbador, donde
se hibridan diseño y crueldad, se acentúa en Animal motion planet de 2004. Este
es un conjunto de objetos, dibujos y video que animizan las máquinas al tiempo
que señalan, con gesto de irónica asepsia, al organismo vivo sometido al artificio.
Pero esos son años, también, de encuentro con la fotografía. Desde 2006 viene
desarrollando series fotográficas que tanto son autorreferentes -retratos de sí
misma en todo tipo de posibilidades-, como recrean la historia de arte -M a n Ray,
Velázquez, Caravaggio, Berni-, Y éste es el vehículo para un tema que la convoca,
el del doble, ya presente en la fotografía Nicolás idénticas según Arbus, de 2007, y
que reaparece en sus dos Nicola como María según Metropolis.
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notas
i
r
2.
Lo siniestro en el extremo
de lo real
Oscar de Gyldenfeldt
introducción
• Partiendo del filósofo austríaco Paul Watzlawick, sostenemos la hipótesis de que conceptos como realidad y real
no significan la misma cosa. Como esbozo de aclaración conceptual sostenemos que realidad tiene que ver con nuestras
interpretaciones de lo real o, más aún, con las construcciones de lo real. Por eso sostenemos que esas realidades-legalidades
pueden cambiar y de este modo cambiar la percepción de lo percibido. Es decir, sostenemos que no existe una realidad real
sino interpretaciones-construcciones de lo real que constituyen el núcleo expreso de los desenvolvimientos culturales de
los pueblos y de cada subgrupo sociocultural en torno a su relación con lo que hemos denominado lo otro-real-natural. En
este sentido, hemos partido de la vieja distinción kantiana entre fenómeno y noúmeno -vinculando fenómeno con realidad
y noúmeno con re a l- y, aproximándonos a T. Kuhn, también hemos pensado la realidad como realidad interpretada, como
construcción. Rinde cuenta de lo real como el resultado de la aceptación de un paradigma que constituye en si una forma
de acordar con un marco teórico y por ende con una legalidad que se establece; dentro de ella, se pueden diseñar las inter
pretaciones y las manipulaciones, siempre como producto de una comprensión de lo real como interpretado.
Es necesario explicitar que cualquier aproximación a Lacan es sólo un indicio de borde con lo real, lo imaginario y
lo simbólico, los famosos «tres* del gran psicoanalista francés, que nuestro texto no pretende desarrollar y por lo tanto
tampoco tomar como marco de referencia teórico para fundamentar lo desarrollado discursivamente. Sólo reconocemos
1 alguna vinculación con Lacan cuando diferenciamos la realidad de lo real, en tanto lo real muestra una imposibilidad. Es
lo imposible dado por su no acceso a simbolización alguna. Esto hace patente un limite que «anonada* al ente humano, se
entrelaza con lo siniestro, cuando la experiencia evoca precisamente ese nombre o. mejor dicho, lo hace relevante, trayéndolo
a la experiencia en el pathos de la angustia, experiencia que Lacan desarrolla en el Seminario X. dedicado a la angustia.
I
tuye en una forma trascendente que testimonia la irrupción de lo real. Por lo tanto,
es lo siniestro-extremo una forma de acceso de la experiencia contemporánea en
el campo de la interrogación por lo real. Afirma Paul Ardenne:
«Muchas cosas son las cosas terribles, pero ninguna es más terrible que el
hombre»,6 afirma el coro en una de sus primeras intervenciones en la gran tra
gedia de Sófocles Antígona. Lo terrible señala el punto de intersección de una
doble dirección: al ob-jectum (lo que se nos enfrenta) y al sujeto que somos en
cada caso nosotros, los humanos, fenómeno éste que nos abre a lo siniestro. Por
lo tanto, es nuestra propia experiencia la que, volviéndose sobre sí misma, nos
señala como la criatura más terrible y como la expresión-manifestación de lo
siniestro en su grado de exposición más elevado y notorio. Toda gran obra ha
procurado hacer patente este ejercicio. Así, la Antígona de Sófocles que se enlaza
con la problemática de los limites enmarcados en legalidades. Es la legalidad de
la polis que enmarca, sostiene y diseña la conducta del sujeto-ciudadano. Y ya
que el hombre es pantóporos, su accionar bordea permanentemente la hybris,
la desmesura, la cual plantea el problema de establecer los límites de una ética
según la enseñanza aristotélica.
El ser humano es entonces plasmación de lo terrible y tiene el destino inexcu
sable de interrogarse a si mismo. Es lo Unheimliche. Su misma presencia testimonia
una rasgadura en el orden que suponemos siempre matemáticamente definido en
lo real. Dice el coro en la tragedia de Sófocles anteriormente citada:
Lo que nos perturba no puede ser simbolizado con los signos que hemos
heredado para conducirnos en lo cotidiano. El poeta-artista sabe de esto y lo
enuncia y lo anuncia; cuida, de este modo, nuestra relación inexorable con lo
real y con nosotros mismos. Pero es éste un cuidado que precisamente viene del
campo del arte y que nos arroja a la apertura de lo diferente. Y en este cuidado
arte y filosofía ingresan al escenario de una comunión que retorna a la pregunta
por el origen.
Aquello que cae bajo el nombre de lo siniestro ha hecho evidente entonces lo
que debía permanecer oculto; no cumple con la «prohibición» de aparecer, con la
interrogación por nuestra esencia que se expresa y juega entre la condición y la
constitución del sujeto. En este camino se emplazaría la reflexión sofocleana sobre
el hombre.
En el sueño «Los cuervos» Van Gogh es el elegido por Kurosawa para testimo
niar esa posibilidad en donde la relación del humano con lo natural pueda librarse
del peligro de la desmesura extrema a través de una perspectiva creadora.
■
Por otra parte, se desprende de las películas de Kurosawa —tanto en Los sueños
como en Rapsodia en agosto— que la ciencia en su contexto de aplicación, en su
estrecha relación con la tecnología, nos seduce con la promesa de la subordinación
de lo otro-natural-real, una subordinación al pensar que sólo calcula, que no mide
las consecuencias de su accionar ni se pregunta por el sentido de los resultados
que logra. Pensar y ser ya no plantean una homologación ontológica, una unidad
ontológica, sino el dominio, la manipulación del primero sobre el segundo. Pensar
es hacer sobre lo real, un hacer-interventor que pretende demostrar desde la cien
cia que somos los amos de la naturaleza. Se constituye entonces un tipo de razón
instrumental, un pensar calculador, cuantificador. Así, del mito religioso, por el
cual somos hijos a imagen y semejanza de Dios, pasamos al mito científico, el de
Dios creador que nos erige en creadores-dominadores para ser ejemplos del más
alto eslabón en la supuesta escala biológica evolutiva. Nos habría sido «dada> una
razón instrumental; por este motivo-fundamento, debemos poner en práctica nues
tras capacidades manuales y cognitivas como únicas formas de comprensión de la
realidad. Éste sería el camino a seguir para el Occidente y el Oriente globalizados.
Pero el holocausto previsto acecha y se cierne como lo siniestro. Y es siniestro
precisamente desde el momento en que el holocausto se realiza (véase el capítulo
8). Por eso, la reflexión de la anciana en Rapsodia en agosto señala la íntima rela
ción entre el holocausto que acontece en un momento determinado de la historia
de un pueblo, Nagasaki -llevado adelante, en este caso, por el pueblo agresor- y
la memoria de ese pueblo.
La memoria como herramienta intelectual posibilita el acceso a la presencia de
lo siniestro, porque no lo niega en sus innumerables formas de manifestación. La
memoria es la contundente oposición a cualquier especulación filosófica que nos
engaña con un eterno presente. Es una experiencia irreemplazable para compren
der el sentido de lo siniestro. Así la anciana transmite a sus hijos y a sus nietos el
recuerdo de lo que no puede ni debe ser olvidado porque ya ha ingresado al registro
del acontecimiento, enlazado a la memoria arraigada de un pueblo.
el sacrificio de tarkovski
Es una película sobre el hombre que vive sobre la tierra y es parte de la tierra, que
a su vez es parte de ese hombre. Una película sobre el hecho de que el hombre ha
de responder con su vida ante el pasado y ante el futuro. Esta película hay que
verla, eso es todo, escuchando devotamente la música de Bach y las poesías de
Arseni Tarkovski. Y hay que verla como se contemplan las estrellas, el mar o un
paisaje bello. Se echará de menos la lógica matemática. Pero ésta, en el fondo,
no explica qué es el hombre y en qué consiste el sentido de su vida.'5
Una obra de arte debe superar el peligro de caer en las redes cautivadoras y
engañosas de la desmesura, de hacer de la producción artística una mera expresión
de gratuidades estéticas, lo que evidentemente haría cuestionable su pretensión de
ser una obra de arte. Se encontrará ante la encrucijada de mostrar este conflicto en
su oposición dialéctica. La práctica de sus habilidades en el campo de la invención
surge como un camino que bordea la autoflagelación, y por cons:guiente, el peligro
y el temor ante nuevas holocaustos que aparecerían como un horizonte inevitable
y como productos de este momento histórico de la experiencia humana. Entonces,
aunque nos aterra la presencia de lo siniestro-extremo nos adentramos en él sin
medida y sin escrúpulo como indican Tarkovski y Kurosawa.
En consecuencia, debemos reconocer que aquello que señalamos como lo si
niestro en sus innumerables expresiones nos brinda indicios de otra forma de acce
so a lo real, de otro-realcn donde los acuerdos conocidos o reconocidos en nuestra
cotidianidad no son suficientes para articular nuestro pathos. Afirma Tarkovski:
Lo siniestro abre una puerta e introduce otra pregunta. ¿Es una experience
que hace referencia a un más allá? En este caso es patentización de lo otro físico-
natural, de lo físico (physis) en otra dimensión ontológica que señala la aperture
de la dimensión metafísica. Lo siniestro se instala así en un borde-extremo de lo
real que demanda otro ejercicio de racionalidad a nuestra imaginación-intelectual-
comprensiva y creadora. Lo que nos recuerda a Kant cuando afirma en la Crítica del
juicio (parágrafo 25 de la Analítica de lo sublimé):
Sublime es lo que, por ser sólo capaz de concebirlo, revela una facultad del
espíritu que va más allá de toda medida de los sentidos.
Y luego:
Si hablamos de inclinarse hacia la belleza, de que la meta del arte, surgido por
el ansia de lo ideal, es precisamente ese ideal, no quiero decir con ello que el
arte debe evitar el «polvo» de lo terreno. Todo lo contrario: la imagen artística
es siempre un símbolo, que sustituye una cosa por otra, lo mayor por lo menor.
Para poder informar de lo vivo, el artista presenta lo muerto, para poder hablar
de lo infinito, el artista presenta lo finito. Un sustitutivo. Lo Infinito no es ma
terializadle, tan sólo se puede crear una ilusión, una imagen. Lo terrible está
encerrado en lo bello, lo mismo que lo bello en lo terrible. La vida está involu
crada en esa contradicción, grandiosa hasta llegar al absurdo, una contradicción
que en el arte aparece como unidad armoniosa y dramática a la vez. [...] La idea
de lo infinito no se puede expresar con palabras, ni siquiera se puede describir.
Pero el arte proporciona esa posibilidad, hace que lo in fin ito sea perceptible .25
r
3 . Andrei Tarkovski, Sacrificio. Escena del árbol seco, Suecia-Francia-Reino Unido, 1986.
El arte actúa en esa dialéctica y juega, o debe jugar, desde la modestia. Sabe
de lo imposible que es traer a la presencia de la ejecución de la obra lo real en
su eternidad manifestada. Así el arte pone en juego al mismo existente humano
y hace evidente un creativo torcimiento de las voluntades doblegadas por las im
prontas simbólicas de un mundo globalizado en la ilusión de un eterno presente
de realización. Por eso, el arte sólo puede señalar momentos fugaces, escorzos, de
esa aprehensión de lo otro-real.
En las películas citadas de Tarkovski vemos la preocupación por señalar cómo
una vida se detiene cautivada por su experiencia desmesurada extrema, y cómo esa
detención deja al ser humano encerrado en su alienación. Al mismo tiempo, hace
manifiesta su preocupación por señalar que nuestra comprensión de la realidad
material es una forma de comprensión que debe ser superada si no renunciamos a
más auténticas comprensiones y modos de existir.
En Sacrificio aparecen situaciones incomprensibles:
a modo de conclusión
bibliografía
notas
10 Sófocles, o p . c it.
11 En A n tig o n a se contraponen dos nociones del deber: la fam iliar caracterizada por el
respeto a las normas religiosas y cuyo exponente es Antigona y la civil, caracterizada por el
cumplimiento de las leyes del Estado, la p o lis , que representa Creonte. El tema central gira alre
dedor de la prohibición de sepultar a Polinices, su hermano, prohibición que Antigona desobedece
cuando decide honrar su cadáver. Así Antigona es un trágico ejemplo del desacuerdo total. Es lo
extremo de su accionar lo que conmueve ya que es su p a th o s , su padecer, señala una experiencia
intrínseca al ser humano: la de la h y b ris (desmesura). Pero al mismo tiempo inicia la catarsis al
convocar al espectador a identificarse con la experiencia.
12 Martin Heidegger, «Hebel, el Amigo de la casa», en ECO, R e v is ta d e C u ltu r a d e O ccide nte,
Tomo XLI/3, ju lio de 1982, n° 249, p. 62.
13 Cuando decimos lo o t r o - r e a l - n a t u r a l queremos subrayar la manifestación de lo otro-real
como ente n a tu r a l, que se opone al sujeto humano.
14 Andrei Tarkovski, E s c u lp ir e n e l tie m p o , Madrid, Ediciones Rialp, 1991, p. 26.
15 A. Tarkovski, o p . c it., pp. 26 y 27. En el citado texto se hace referencia a Arseni Tarkovski
(Kirovolrad, 24 de junio de 1907 - Moscú, 27 de mayo de 1989). Fue un poeta ruso, padre de
Andrei. Sus poemas aparecen en las películas E l e s p e jo (1975) y S ta lk e r (1978).
16 A. Tarkovski, op. c it., p. 64.
17 Cf. Eugenio Trias, Lo bello y lo siniestro, Barcelona, Ariel, 8 a ed., 2006. pp. 33-39.
18 Cf. U. Eco, cap.ll: «La pasión, la muerte, el martirio» en H is to r ia d e la fe a ld a d , Barcelona,
Lumen, 2007. ]
19 Nicolás Castillo, Las c u e s tio n e s , México, Fondo de Cultura Económica, 2008, p. 480.
20 Creemos importante aquí volver a hacer una referencia al concepto de u n h e im lic h para
fundamentar nuestra inclusión en el texto de lo religioso-sagrado. La palabra H e im (das Heim)
se traduce normalmente como hogar, casa. De H e im deriva la palabra H e im a t (patria). Otras
derivadas conservan el significado figurativo de la palabra madre (dentro de, dentro del hogar,
resguardado) y asi tenemos a d a s G e h e im n is , el secreto, y el adjetivo g e h e im , secreto, oculto,
misterioso, raro, «propio». Entonces, entre la relación que subrayamos de ambivalencia semántica
entre h e im lic h y u n h e im lic h teniendo en cuenta la raíz H e im nos interrogamos por otra pala
bra: H e ilig , traducida normalmente como sagrado o santo. Dicho término deriva de das Heil, la
salvación, la salud. Nos atrevemos a afirmar que existe una relación conceptualmente próxima
entre ambos términos originales: h e il y h e im . Es decir, la raíz h e il- podría traducirse como estar
a salvo, estar en un lugar sano que contiene, un lugar que cura. Y eso mismo es el hogar-patria,
en todo sentido encarnando el destino del re lig a re . Un lugar donde nos sentimos a salvo, aun
cuando se manifieste como puente y camino -p o r eso la acción de religar—, en un particular
despliegue de nuestro habitar.
21 Nicolás Casullo, o p . c it., p. 488.
22 El S ilu e ta z o contó con la participación de las Madres de Plaza de Mayo y se desarrolló
en la histórica plaza de la ciudad de Buenos Aires el 21 de setiembre de 1983. Era su objetivo
pedir por los 30.000 desaparecidos durante la dictadura cívico-militar. Artistas, estudiantes y
...¡C O en general dibujaron siluetas que representaban los
cuerpos ausentes que luego fueron
pegadas en el lugar.
P 23 a . Tarkovski, op. c/í., p. 15.
24 Op- c it, p- 41.
25 Op. c/'fc, p- 62.
26 Ib id .
27 Ibid.
3.
Lo extremo en la música de
Arnold Sehonberg:
la irrepresentabilidad de lo absoluto
Inés A. Buehar
A Laura Baade, in memoriam
introducción
génesis de la ópera
La ópera Moisés yAarón consta de tres actos, el último de los cuales no ha sido
concluido pues si bien el texto está completo, sólo han quedado algunos bocetos
de la música. El proyecto abandonado de la letra de una cantata titulada Moisés
ante la zarza ardiente de 1926, y el trabajo sobre la concepción del texto para el
oratorio Moisés yAarón durante los años 1927 y 1928 constituyen antecedentes
significativos para la elaboración de la ópera. Schonberg inicia la composición de
esta última a comienzos del año 1930 y trabaja sobre ella hasta la finalización de
los dos primeros actos el 10 de marzo de 1932. René Leibowitz destaca la manera
en que Schonberg llevó a cabo la composición de los dos primeros actos realizando
simultáneamente la composición musical y la redacción del libreto, es decir que
no partió de un libreto ya redactado como suele suceder. Además, Schonberg es
cribía directamente la partitura completa, cuando los compositores por lo general
escriben una primera versión a cuatro o cinco partes con algunas indicaciones
instrumentales, para luego completar la partitura.4 El texto del tercer acto, tal como
es testimoniado por cartas y bocetos, ha sido reelaborado y reescrito varias veces
hasta llegar a la versión final del texto en el año 1935, en tanto que los últimos
bocetos fragmentarios de la música datan del año 1937. No obstante, Schonberg
expresó en varias oportunidades la intención de concluir la música de este tercer
acto: asi, por ejemplo, en 1949 manifestó que había concebido en gran medida
la música y que podría escribirla en pocos meses.5 En noviembre de 1950, ante la
posibilidad de una puesta en escena de la ópera, Schonberg propone tres alterna
tivas: la primera consiste en la puesta de los dos primeros actos, ya sea omitiendo
el tercero o presentando el diálogo hablado; la segunda, en la representación sólo
de la «Danza en torno al becerro de oro» del segundo acto; y la tercera en la puesta
del segundo acto solamente.6 Poco antes de morir, en junio de 1951, reafirma su
voluntad acerca de que el segundo acto puede ser representado de forma aislada,
tal vez antecedido por unas breves palabras sobre el primero y añadiendo el tercero,
considerando que así se reproducía el contenido fundamental de la ópera.7
Es importante relacionar el proceso de producción de la obra con algunos
aspectos de la vida del compositor: su tránsito a través de diversas creencias reli
giosas y la aproximación a diferentes corrientes de pensamiento. Schonberg había
nacido en el seno de una familia judía, donde influyeron en él la devoción religiosa
de su madre y el pensamiento idealista anarquista de su padre. Siendo adolescente
Schonberg se autodefinía como no creyente, pero manifestaba a la vez un profundo
respeto por el contenido de la Biblia.8 En el año 1898 se convierte al protéstanos-
mo, religión que reconoce como única autoridad a la Sagrada Escritura sin refe
rencia a ningún otro dogma. Durante la etapa expresionista de composición, toma
contacto con la filosofía alemana —Kant, Schopenhauer y Nietzsche-, la teosofía,
el misticismo y otras religiones. En octubre del año 1933 manifestará públicamente
en París9 su retorno a la religión judia, en el contexto del ascenso del nazismo y la
intensificación del antisemitismo. Esta conversión al judaismo es el resultado de
un largo proceso de acercamiento que se pone de manifiesto en la composición de
varias obras con contenido religioso. Así, entre los años 1915 y 1922 compuso el
oratorio inconcluso La escalera de Jacob. Durante los años 1922 y 1923 concibió la
idea de Moisés yAarón e inició la composición de El camino bíblico, obra escénica
con acompañamiento musical que fue escrita durante los años 1926 y 1927.
El texto bíblico del Éxodo10 constituye el motivo de inspiración y la fuente del
libreto de la ópera; Schonberg no realizó citas directas ni siguió de modo literal el
relato sagrado, sino que lo reordenó y reformuló, incluyendo sus propios pensa
mientos y reflexiones. En una carta dirigida a Alban Berg el 5 de agosto de 1930
afirmaba que la idea principal del texto estaba estrechamente ligada a su propia
personalidad, como también lo estaban las múltiples ideas subsidiarias presentadas
literal o simbólicamente. A esto añadía, para acentuar el carácter de originalidad,
que todo lo escrito tenía una cierta semejanza interna con él mismo.”
El primer acto comienza cuando Moisés, frente a la zarza ardiente, recibe el
llamado divino para comunicar la idea de un Dios único e irrepresentable. Dado
que Moisés reconoce que si bien puede pensar tiene dificultades para hablar, Dios
designa a Aarón, su hermano, para que sea su «boca». Los dos hermanos se en
cuentran en el desierto y su conversación pone de manifiesto sus diferencias con
respecto a la manera en que puede comunicarse la idea de Dios. El pueblo, al recibir
el mensaje del nuevo dios, responde de una manera ambigua que oscila entre la
exaltación y la burla. Aarón, a través de los milagros -conversión del cayado en
serpiente, la aparición de la lepra en la mano de Moisés y la transformación del
agua en sangre-, logra persuadir al pueblo. Así, el primer acto concluye con una
marcha triunfante mientras el pueblo inicia el éxodo al desierto. A continuación,
el interludio sinfónico-coral refiere la larga ausencia de Moisés, que ha ido al
encuentro de Dios en el Monte Sinai. En el segundo acto Aarón y el pueblo, que
han permanecido esperando durante cuarenta días el regreso de Moisés, suponen
que éste ha muerto y pierden la fe. Ante las demandas del pueblo incrédulo, Aarón
permite la adoración al becerro de oro, la cual deriva en una orgía plagada de
suicidios, violaciones y asesinatos. Moisés regresa con las tablas de la ley en sus
manos y hace desaparecer al becerro de oro valiéndose sólo de la palabra. En este
momento tiene lugar una extensa discusión entre los dos hermanos. Moisés repro
cha a Aarón no haberse mantenido fiel a la idea de un Dios irrepresentable. Aarón
insiste en que el pueblo requiere imágenes para entender y le objeta a Moisés que
las tablas de la ley también son una imagen o representación de Dios. Finalmen
te, Moisés reconoce que ha sido vencido y que su idea de Dios no puede ni debe
ser expresada en palabras. En el tercer acto no musicalizado, Aarón encadenado
dialoga con Moisés, quien argumenta a favor de la idea del Dios irrepresentable.
Moisés ordena que lo liberen, después de lo cual Aarón muere. Las palabras finales
de Moisés, dirigidas al pueblo, expresan que éste será invencible en el desierto y
alcanzará la meta de unirse a Dios.
La música de la ópera está compuesta mediante la técnica dodecafónica o,
tal como la denominaba Schónberg, «método de composición con doce sonidos
solamente relacionados uno con otro», cuya explicación fue expuesta por el com
positor en una conferencia del año 1935.12 Este método consiste en utilizar el total
cromático para la construcción de la serie de doce sonidos diferentes, dispuestos en
un orden que elude el de la escala y que permite la incorporación de la diversidad
de intervalos. De la serie base se derivan otras tres que resultan de la aplicación
de los procedimientos de espejo: inversión -se sustituye cada intervalo por el de
la dirección opuesta-, retrogradación -comienza con la última nota de la serie
base para terminar con la prim era- y retrogradación de la inversión. El conjunto
de la serie base y sus tres transformaciones constituye lo que algunos teóricos han
denominado «área de la serie»,'3 área que con su particular constitución puede ser
a su vez transpuesta a los once sonidos restantes. A partir de todas estas transfor
maciones y transposiciones de la serie resultan cuarenta y ocho formas, de manera
que el compositor dispone de una enorme provisión de material sonoro. La serie
supone una previa configuración del material, porque se la construye a través de
una elección de relaciones interválicas. Uno de los principios fundamentales de este
método consiste en la prohibición de repetir cada uno de los sonidos constitutivos
de la serie hasta que hayan aparecido todos los demás. Otra exigencia característica
de la técnica dodecafónica es la de utilizar sólo una serie básica en cada obra de
manera exclusiva y constante.
En un escrito temprano —«Sobre la técnica dodecafónica» (1929)—,'4 Adorno
establece como fundamento estético del dodecafonismo a la «susceptibilidad» a la
repetición, por lo cual se opone a la repetición de sonidos tomados del continuo
cromático —los sonjdos del sistema temperado- eliminando la interdependencia y
jerarquía que los grados tienen en la tonalidad. De este modo se logra determinar
vertical y horizontalmente la igualdad de los grados independientes. Al desaparecer la
tonalidad como fundamento de la configuración formal de la obra, la variación motí-
vica adquiere preponderancia como método constructivo. La evitación de la repetición
se consigue al tornar irreconocible la repetición a través de la variación extrema: se
presenta el material de manera variada, haciendo imperceptible aquello que se repite.
Por su parte, Schónberg sostiene que el fundamento estético y teórico del
método dodecafónico reside en el principio según el cual: «La unidad del espacio
musical exige una percepción absoluta y unitaria».'5 Ese principio deriva de un fe
nómeno que se constituye en la propiedad definitoria del método, y que consiste
en el hecho de que la serie dodecafónica rige tanto la dimensión diacrónica como
la sincrónica, tanto la horizontalidad como la verticalidad del espacio sonoro. La
técnica dodecafónica consiste, entonces, en una preformación del material dado,
es decir, el continuo cromático, a través del establecimiento de una serie de doce
sonidos no jerarquizados, lo cual conduce a una unificación de las características
de las dimensiones del espacio musical.
La ópera, que tiene una extensión de 2106 compases, está compuesta sobre
la base de una sola serie dodecafónica, tal como queda expuesto en los bocetos y
confirmado por el propio Schónberg en su conferencia. Allí el compositor afirma
que la serie básica es el primer pensamiento (Gedanke) creador; por eso es que
cada obra particular se construye sobre una serie única. Schónberg reconocía que
a medida que se iba familiarizando con la serie lograba con más facilidad extraer
de esta unidad mayor unidades menores diferentes que convertía en principios
estructurales, lo cual servía para variar el material. Para el compositor esta ópera
constituye la confirmación de que es posible mantener el requerimiento de la
técnica dodecafónica de utilizar sólo una serie básica en cada obra, aun si es de di
mensiones monumentales como ésta.16 El método de composición con doce sonidos
cumple la función de ser un sustituto arquitectónico del sistema de la tonalidad,
reemplazando las diferenciaciones estructurales determinadas por las armonías
tonales. La estructura global es generada por la división de la obra en secciones,
las cuales están organizadas por ciertas formas de la serie, agregados o familias
de formas relacionadas con ella. A su vez esta estructura se enlaza con el diseño
motivico de la ópera: algunos motivos musicales connotan ciertos contenidos tex
tuales y se asocian con algunas áreas de la serie.
i
Constelaciones sonoras entonadas por las «Seis voces solistas» al comienzo de la obra. Los
corchetes con las letras a, b, c y d permiten reconocer la ubicación de los sonidos en la serie
dodecafónica básica y su inversión a la sexta.
1 . J.-M. Straub y D. Huillet, Moses undAron, 1974 (fotograma). Acto I: Moisés enumera
los atributos divinos al comienzo de la ópera luego de haber escuchado el canto vocálico
de las «Seis voces solistas».
la tarea de moisés-schonberg: inadecuación entre intención y resultado
En la primera escena del primer acto, Dios llama a Moisés para encomendarle
que lo proclame frente al pueblo. Sin embargo, Moisés le ruega que no lo obligue
a esto porque ya está viejo y desea pastorear sus ovejas en paz. Adorno señala que
para un mortal ser portavoz del absoluto sería al mismo tiempo blasfemia, puesto
que lo infinito se sustrae a lo finito. Moisés, de alguna manera, es consciente de
que no está a la altura de la demanda divina. Sin embargo, no cumplirla implicaría
la aceptación de su impotencia. Adorno recuerda la frase inicial de la primera de
las Cuatro piezas para coro mixto opus 27 de Schonberg para caracterizar la actitud
de Moisés: «Valientes son los que llevan a cabo actos para los que el coraje no les
alcanza».26 La imposibilidad del cumplimiento de la comunicación de lo absoluto se
manifiesta en la última frase del segundo acto de la ópera acompañada por música,
expresada por Moisés al mismo tiempo que cae abruptamente al suelo: «¡Oh, palabra,
tú, palabra que me faltas!» («O Wort, du Wort das m ir felht!»).21 Señala, entonces,
Adorno que la tarea del valiente Moisés de poner en palabras a Dios se convierte en
la tarea del propio Schonberg como artista al intentar poner de manifiesto estética
mente el contenido metafisico absoluto. Tanto para Moisés como para Schonberg la
tarea no puede completarse, permanece inacabada: a Moisés le faltan las palabras,
a Schonberg le faltan los sonidos musicales para terminar la composición del tercer
acto. La ópera no puede ser más que fragmentaria; en palabras de Adorno:«... las
obras de arte importantes son en general las que aspiran a un extremo; las que se
destruyen en el intento y cuyas líneas quebradas quedan como la cifra de la innom
brable verdad suprema».28 A partir de esto se desprende que es un rasgo propio de
las grandes obras de arte la inadecuación entre la intención y el resultado. La impo
sibilidad de la adecuación entre intención y resultado es interpretada en este caso
por Adorno como la imposibilidad histórica del arte sacro en la contemporaneidad.
La inconmensurabilidad entre lo trascendente trans-subjetivo y las posibilida
des estéticas de la obra conduce a la imposibilidad de la obra misma. Sin embargo,
el logro de la obra consiste en que no hay manera de fingir o representar lo absoluto
como algo dado, sino que lo presenta negándolo, es decir, como algo inaccesible.29
Schonberg se habría percatado de una antinomia propia del arte, la cual excedía
a un planteo subjetivo individual; esta toma de conciencia lo conduce a asumir
dicha antinomia tanto en la obra en su conjunto como en sus elementos mínimos.
La estética hegeliana ya había mostrado que en la obra de arte no podían
representarse los contenidos más elevados, el arte había dejado de ser el ámbito
privilegiado de manifestación de lo absoluto; sin embargo, esto no implica que haya
que renunciar a los contenidos más altos, aunque ya no se los pueda representar
artísticamente. El arte moderno debe asumir esta imposibilidad y su esencia radica,
justamente, en la imposibilidad de efectuar la representación de lo absoluto aun
cuando ésta sea su intención.30 Posteriormente, en Teoría estética Adorno afirmará
que las grandes obras de arte no pueden mentir.31 La objetividad y la verdad se
encuentran entretejidas en las obras de arte; por esta razón, las más profundas no
logran una apariencia organizada, sino la apariencia negativa de su verdad.32 La
obra de arte no queda completamente definida por la apariencia estética, puesto
que «el a rte tie n e la verd ad co m o a p a rie n cia de lo que no tie n e a p a rie n c ia ».33 La
obra de a rte es a p a rie n cia de lo que no tie n e a p a rie n cia , de un no en te, es decir,
ap a rie n cia de una e p ifa n ía de lo a b so lu to . El a rte m o d e rn o rad ica l es a rte oscuro, su
c o lo r básico es el negro, ya que si bien re fie re a lo a b so lu to , se tra ta de un absoluto
ve la d o en n e g ro .34
Tal como está expuesto en Teoría estética,35 a la experiencia estética genuina le
es propia la confianza en la presencia de lo absoluto en las obras de arte auténticas.
Si bien el arte ha tenido su origen en la religión, las obras de arte se distinguen de los
símbolos religiosos, los cuales se afirman como la aparición de lo trascendente. Las
obras de arte no son manifestación de lo absoluto, aunque las grandes obras inspiren
la confianza de que sí lo son. Las obras no admiten acoger a lo absoluto en la autono
mía de su configuración como si fueran símbolos. Las imágenes estéticas, a diferencia
de las imágenes cultuales, quedan comprendidas bajo la prohibición de imágenes.
En la segunda escena del primer acto, cuando Moisés se encuentra con Aarón
en el desierto, éste sostiene la posibilidad de representar a Dios a través de imágenes
y palabras; mientras Aarón canta, Moisés afirma gritando: «Ninguna imagen puede
r
darte una imagen de lo ¡rrepresentable» {«Kein Bildkann direin Bildgeben von Unvors-
tellbaren»).42Aquí se refiere Moisés, ante todo, a la imposibilidad de la representación
visual de Dios por su cualidad de invisible (unsichtbar). Más adelante, en la cuarta
escena del acto I Moisés reconoce: «¡Mi pensamiento no tiene fuerza en la palabra
de Aarón!» («Me//? Gedanke ist maehtlos in Arons Wort!»),43 a pesar de que Dios ha
asignado a Aarón como la boca de Moisés. En la cuarta escena del segundo acto,
cuando Moisés regresa y se encuentra con el becerro de oro, lo hace desaparecer a
través de la palabra por considerarlo una falsa imagen al invocarlo de este modo:
«... ¡tú, reflejo de la incapacidad de captar lo ilimitado en una imagen!» («... duAbbild
des Unvermógens, das Grenzenlose in ein Bildzu fassen!»).44 Aarón le objeta, sin em
bargo, que los milagros, incluido el del poder destructor de la palabra de Moisés, no
son más que imágenes.45 Moisés, consciente entonces del carácter falsificador de la
utilización de imágenes por parte de Aarón, destruye él mismo las tablas. La radica-
lidad de esta acción conduce a la imposibilidad de transmisión de la idea de Dios a
través de la palabra.46 La condena bíblica a la realización de imágenes y a la adoración
de ídolos es extremada y transformada por Schónberg en el problema filosófico de la
inefabilidad de Dios. La expresión lingüística es considerada también como un modo
de representación, por lo cual Dios tampoco puede ser expresado en palabras.
En la ópera Aarón, quien se vale de imágenes, canta utilizando el lenguaje sin
imágenes de la música. Moisés, quien respeta la prohibición de imágenes, no canta,
sino que habla47 valiéndose del recurso del Spreehgesang. Sólo en unos pocos com
pases, en la segunda escena del acto I cuando se encuentran los hermanos, Aarón
habla y Moisés canta.48 George Steiner considera que Moisés y Aarón es una ópera
sobre la ópera, una metaópera. Trata acerca del drama de la no comunicación, de
la resistencia de la palabra divina a hacerse carne en lo verbal y plásticamente hu
mano. Pone de manifiesto la imposibilidad de la concordancia total entre lenguaje
y música; por eso el conflicto se plantea entre un hombre que habla y un hombre
que canta. Moisés puede pensar pero no hablar, sus palabras son internas, consti
tuyen su pensamiento no plasmado aún en discurso; Aarón habla cantando y apela
a imágenes, pero sus palabras elocuentes distorsionan el pensamiento. En esta
contraposición reside el aspecto trágico de la ópera, ya que queda planteado un
conflicto irreconciliable entre el significado pensado y las palabras distorsionantes.
Schónberg habría conducido al limite la convención operística, la cual supone que
los personajes cantan en lugar de hablar, demarcando de este modo el ámbito de la
ficción. El hablar de Moisés rompe con la apariencia estética y la ficcionalidad de la
ópera. Tal como señala Steiner, la paradoja de esta obra culmina «en una derrota,
en un grito de necesario silencio»49 (véase el capítulo 4).
Adorno señala la contradicción que puede tener lugar en las obras musicales
religiosas: «Toda música que aspira a la totalidad, en cuanto símil de lo absoluto,
tiene su aspecto teológico, aunque no barrunte nada de ello; aunque, al erigirse
como creación, se haga contrateológica».56 En esta ópera schónbergiana el momen
to teológico se manifiesta a nivel intramusical; la música, a través de la racionaliza
ción, busca la coherencia para llegar a ser una totalidad. La absoluta determinación
de la obra en su aspecto estrictamente musical la asemeja a la manifestación de lo
absoluto aunque el propio Schónberg sostenga, desde el punto de vista filosófico-
teológico, que la esencia no puede manifestarse. Y es esta concepción filosófico-
teológica la que torna imposible la conclusión de la obra como ópera.
El carácter fragmentario de la obra es esencial y no responde a un factor
accidental o externo de carácter histórico o biográfico. Responde a la contra-
dicción planteada desde el comienzo de la ópera de lo fin ito y lo infinito: |5
inconmensurabilidad entre el lenguaje de un ser fin ito y lo absoluto que debe
ser comunicado. Según Adorno, se trata de una contradicción trágica que está
presente en el contenido de la obra pero que es también la contradicción de la
obra misma: «La imposibilidad de un todo estético que se convierte en tal gracias
al contenido metafisico absoluto».57 La contradicción se hace manifiesta en la
interrupción de la música al final del segundo acto como la imposibilidad del
acabamiento de la ópera.
La filmación, que data del año 1974, realizada por Jean-Marie Straub y Dá
mele Huillet72 de la ópera Moisés y Aarón podría ser caracterizada como una obra
de arte extrema, al igual que la ópera misma, debido a que propone un planteo
estético radical fundado en una toma de posición ético-política. No se trata de una
filmación de carácter documental de la ópera, sino que los cineastas hacen suya
la problemática schonbergiana y la desplazan a la puesta fílmica. Las películas de
Straub y Huillet, que demandan una recepción activa por parte del espectador,
están dirigidas a públicos que constituyen minorías porque ellos creen, al igual
que Lenin, que se puede esperar que las minorías del presente se conviertan en las
mayorías del mañana.73 Deciden filmar la ópera con la intención de poner al alcan
ce de un público televisivo y cinematográfico una obra a la que de otro modo no
accederían. No obstante, este film realizado para la televisión escapa a las normas
y procedimientos standarden este medio, requiriendo de parte de la audiencia una
actividad interpretativa compleja y exigente.74
Straub y Huillet, luego de asistir a una función de la ópera en Berlín en el
año 1959, conciben la idea de film ar la obra al aire libre y en color. Si bien en un
comienzo se interesaron especialmente en el aspecto teológico de la ópera, en el
proceso de su elaboración desplazaron su atención hacia la dimensión política.
La cuestión teológico-filosófica de concebir a Dios como ¡dea irrepresentable,
enlazada con la tarea de comunicar esta ¡dea al pueblo, implica ya la problema-
ticidad de la dimensión política: los lideres tienen que hallar la manera adecuada
de comunicar la idea de Dios. En la Critica de la facultad de juzgar, Kant había
puesto de manifiesto la dimensión política implicada en el acceso a lo sublime.
En el párrafo dedicado a la prohibición judía de imágenes, Kant señala que, a
pesar de que lo sublime sólo puede ser presentado de manera negativa, los go
biernos permiten que la religión recurra al apoyo de imágenes, tornando así a
los súbditos pasivos y fácilmente manejables.75 Straub y Huillet acentuarán de
diversas maneras la significación política de la ópera en el film en una actitud
interpretativa extrema.
Esta perspectiva hermenéutica permite revalorizar el texto del tercer acto, en
el cual Moisés reenvía al pueblo al desierto expresando que allí serán invencibles
y alcanzarán su meta. La idea de Moisés es que la travesía del desierto no ¡ene
fin, en tanto que la idea de Aarón es la de llegar a una tierra real donde 'luye
leche y miel. Si bien en este tercer acto Aarón muere, Straub considera que no
sólo Moisés ha destruido a Aarón, sino que también Aarón ha destruido a Moisés,
puesto que ambos son simplemente dos aspectos de una unidad - t a l como lo
concebía Schonberg, Moisés y Aarón significaban dos actividades de un hombre
de Estado-.76 Ante la destrucción de ambos hermanos, queda en definitiva sólo
la idea de Moisés de una fe constantemente renovada en el desierto y el pueblo;
entonces será a partir del pueblo mismo que se desarrollará una política que no
dependa de los líderes ni de las alturas de lo divino. De aquí que Straub destaque
el carácter dialéctico de la ópera -a u n cuando no se trate de un materialismo
dialéctico- por ser precisamente este aspecto el que permite hacer de la opera
un objeto de reflexión marxista.77
Se destacan dos elementos paratextuales con respecto a la ópera que fo'man
parte del film y que aportan una clara interpretación política. La película comienza
con un primer plano de un fragmento de la Biblia traducida por Lutero en 1523
-Schonberg poseía la Biblia luterana desde su conversión al protestantismo-, que
hace referencia a la matanza ordenada por Moisés, episodio que no está incluido en
la ópera. Luego aparecen los títulos y, al finalizar éstos, la dedicatoria manuscrita
de los cineastas al «terrorista» Holger Meins, quien muere por huelga de hambre en
prisión.78 La dedicatoria hace posible la puesta en relación del contenido del film
con los acontecimientos políticos contemporáneos a su realización.79 El segundo
acto finaliza con la victoria de Aarón sobre Moisés; es aquí donde habría que
reponer el episodio en el cual Moisés envía a los hijos de Leví a hacer matar tres
mil hombres de otras tribus para explicar el hecho de que Moisés retome el poder
sobre Aarón en el tercer acto. Straub explica que Schonberg tenía conciencia de
que los «mejoradores» del mundo siempre habían hecho correr sangre - ta l como
lo expresara el compositor en una carta dirigida a Kandinsky-80 y Moisés no era
una excepción. De esta manera, el film aporta un nuevo significado, que no estaba
contenido en la ópera, el cual surge de la presentación de las limitaciones de Moisés
y su aspecto violento como líder y profeta.8’
5. J.-M. Straub y D. Huillet,(Moses i/ncMron, 1974 (fotograma). Acto III: Aarón encadenado
yace a los pies de Moisés.
En el film, los dos primeros actos de la ópera transcurren teniendo como es
cenario un teatro romano construido según el modelo de un anfiteatro griego;
en el tercer acto, en el que se hace presente la palabra hablada luego del silencio
posterior a la música, desaparece el teatro griego como escenario. Straub y Hui
llet habrían captado profundamente, tal como lo señala Lacoue-Labarthe, que la
intención primaria de Moisés yAarón era la de una tragedia. El filósofo expresa
que fue esta película la que le permitió reconocer que en esta ópera la concepción
dramatúrgica es lo decisivo.82
Straub y Huillet filman con sonido directo, lo cual implica que simultáneamente
se filman las imágenes y se registran los sonidos que les corresponden. Este pro
cedimiento no permite cortar y hacer montaje de las imágenes, ya sea por placer
o de manera arbitraria. Cada imagen posee un sonido que debe ser respetado; así,
por ejemplo, si un personaje sale del campo del cuadro, no se puede cortar hasta
que se deje de escuchar el ruido de los pasos que se alejan ya fuera de campo. En 1
consecuencia, el recurso del sonido directo impide engañar al espectador sobre e|
espacio, y le da la posibilidad de reconstruirlo. La elección de este procedimiento, ]
que no es sólo técnico-estética sino también ética e ideológica, produce una tran$, j
formación en la concepción total del film y en la relación de éste con el espectador.
De este modo, la postura de Straub y Huillet se contrapone a la de la estética ¡n- I
ternacional de la industria cinematográfica, que recurre al doblaje.83
De acuerdo a la estética de Straub y Huillet, todo film musical requeriría la
grabación simultánea de sonido e imágenes, pero en el caso de la filmación de una
ópera se presentan grandes dificultades. El director de orquesta Michael Gielen
acepta el desafio de grabar en directo las partes de los cantantes y el coro en
sincronía sobre la banda previamente grabada de la parte orquestal. La reverbe
ración del estudio de la Radio de Viena se correspondía en gran medida con la
reverberación natural del anfiteatro romano de Alba Fucense -e n la región de los
Abruzzi-, escenario que fuera elegido por los cineastas justamente en función de
la acústica. Dado que la filmación se realizó al aire libre y con grabación de sonido
directa, se escuchan las toses de los cantantes, el mugido del ganado, el canto de
las cigarras, etc.; de aquí que el sonido del film no sea una abstracción, sino que
esté compuesto de la música de Schónberg y de todos estos ruidos contingentes.
Con respecto a los cortes y el montaje del film, éstos se realizaron en una estricta
correlación con la estructura musical. Los cineastas, junto con Gielen, determinaron
los lugares de cortes necesarios desde el punto de vista musical siguiendo el análisis
de la estructura dodecafónica de la partitura.84
consideraciones finales
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notas
k
4.
El silencio como categoría estética
en la música contemporánea
Luciano Lutereau
de la mimesis a la percepción
incorporación del silencio en la música del siglo xx: e. satie, j. cage, I. nono
«El porvenir está en la filofonia», decía Erik Satie a comienzos del siglo XX, al
desarrollar una obra centrada en la reducción del sonido a su aparición elemental.
Luego de la época de Trois Gnossiennes (en la década de 1890), esta consigna es
llevada a su punto culminante en el período final de su trabajo con la Musiqued'
ameublement (1920). La obra, compuesta junto a Darius Milhaud, para los entreac
tos de una pieza de Max Jacob, no debía tener fines comunicativos ni expresivos,
sino desarrollarse como un objeto funcional y decorativo. En una carta a Jean
Cocteau, Satie describía su música de mobiliario del modo siguiente:
(...) es básicamente industrial [...]. Queremos establecer una música que sa
tisfaga las «necesidades útiles». El arte no entra en estas necesidades [...]. La
Música de mobiliaricjcrea una vibración; no tiene otro objeto; desempeña el
mismo papel que la luz, el calor y el confort en todas sus formas.20
Una década después, en 1948, Cage dictó una conferencia dedicada a Satie, en
quien veía el artífice de un efecto liberador (incluso lo declara superior a Beetho
ven) al separar la estructura temporal de la armonía. Destacar la influencia de Satie
sobre Cage podría ser un modo de relatívizar la importancia que habitualmente
se encuentra en la participación del budismo zen en la obra de Cage a partir de la
asistencia a los seminarios de Suzuki.23 Es la obra de Cage la que debiera elucidar
se, teniendo en cuenta que en su producción de la década del 50 se pone en acto
un desafío para la música del siglo XX, que ya había encontrado una formulación
primera en el humor de Satie cuando éste decía que la mejor manera de tocar su
música era con «las manos en los bolsillos».
La poética de E. Satie, unas veces asociada al collage (o al cubismo), otras al
ready-made, pone en suspenso la metáfora de la obra musical como arquitectura
construida sobre la base del sistema tonal. Vexations (1893) es un caso paradig
mático entre las composiciones de Satie. La obra consiste en una única hoja de
partitura con 180 notas a ser tocadas de acuerdo con la siguiente instrucción
escrita en el margen superior: «Tocar este motivo 840 veces sucesivamente, sería
aconsejable prepararse de antemano permaneciendo en el más profundo silencio»
[Cursivas añadidas]. En esta repetición, Satie busca conjurar el aburrimiento antes
que producirlo, y el silencio ocupa un papel asociado a la condición de la ejecución.
En la conferencia de 1948 anteriormente indicada, J. Cage decía sobre Satie:
Si una cosa os aburre durante dos minutos, intentadlo con cuatro. Si todavía
os aburre, intentadlo con ocho, dieciséis, treinta y dos, y así sucesivamente.
Puede que no sea en absoluto aburrido, sino todo lo contrario.
4'33" es una pieza musical de tres movimientos: 30", 2'23”, 1'40". La obra se
e s tre n ó e n agosto de 1952, en el Maverick Concert Hall de Nueva York. El primer
e je c u ta n te de la obra, David Tudor, se sentó al piano, cerró la cubierta del teclado
en e l comienzo de la obra y volvió a abrirla sobre el final. La distinción entre los
movimientos se realizaba de acuerdo a gestos de Tudor con sus manos.
4'53'
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S. Davies (2003),30 en su análisis de 4'33", plantea que hay tres modos de en
tender el estatuto de los sonidos en la obra:
PrrforuMMj note*:
<
• «»i(t - (b ‘ * Vt*l«
En el ensayo «Estética del silencio» (1967), Susan Sontag afirmaba que la tarea
del artista contemporáneo debía concluir en el silencio. Sin el tono apocalíptico de
Adorno, para el cual toda cultura es «basura» después de Auschwitz, Sontag inter
pretaba la búsqueda del silencio -siendo una de sus primeras manifestaciones la
ruptura de la comunicación y el sentido transparente- como un restablecimiento
de la capacidad perceptiva del espectador. Si «en términos estrictos, la contempla
ción hace que el espectador se olvide de sí mismo: [y] el objeto digno de contem
plación es aquel que, en la práctica, aniquila al sujeto perceptor»,43 el silencio es el
recurso de un arte que despierta e involucra al espectador en un juego dialéctico:
bibliografía
notas
1 Cf. Buch, E. El caso Schónberg. Nacimiento de la vanguardia musical. Buenos Aires, Fondo
de Cultura Económica, 2010.
2 En términos generales, dado que en el artículo se explicitará una definición más estricta,
utilizo la palabra «comprensión» del modo siguiente: digo que comprendo un objeto cuando
puedo apreciarlo como significativo a partir de aprehender en él un contenido intencional; por
ejemplo, retomando la consideración de Danto, comprendo un objeto como una obra de arte
cuando lo aprehendo como una representación y no como una mera cosa.
3 Danto, A. (2003) El abuso de la belleza. La estética y el concepto de arte. Buenos Aires,
Paidós, 2005, p. 55.
4 Cf. Danto, A. (1981) La transfiguración del lugar común. Una filosofía del arte. Buenos
Aires, Paidós, 2004.
5 Danto acuñó la expresión en su célebre artículo «The Artworld» publicado originalmente
en el n° 61 (1964) del The Journal o f Philosophy.
6 Tatarkiewicz, W. Historia de seis ideas: arte, belleza, forma, creatividad, mimesis, experien
cia estética. Madrid, Tecnos, 2002, p. 301.
7 Ibid., p. 305.
8 Cf. Scruton, R. The Aesthetics o f Music, Oxford University Press, 1997. Scruton explícita la
serie de términos evocados: expresión, imitación, representación. El recorrido de este apartado
se encuentra basado en su elaboración.
9 Neubauer, J. (1986) La emancipación de la música. El alejamiento de la mimesis en la
estética el siglo XVIII. Madrid, Visor, 1992, p. 221
10 Ibid., p. 18.
11 Por ejemplo, N. Goodman en Los lenguajes del arte desarrolló una teoría de la expresión
como transferencia metafórica de emociones a partir de un proceso de referencia.
12 Cf. Brelet, G. «Música y estructura», en: Estructuralismo y Estética. Buenos Aires, Nueva
Visión, 1971.
13 Cf. Tarasti, E..A Theory o f Musical Semiotics. Bloomington and Indianapolis: Indiana
University Press. 1994.
14 Cf. V attim o, G. «Muerte o crepúsculo del arte», en: El fin de lo modernidad. Nihilis,,
herm enéutica en lo cu ltu ro posmoderna, trad. A. L. Bixio, Gedisa, Barcelona, 1986.
15 La noción de mimesis, en este punto, gira en torno al origen de la música concreta, dado
que los referentes sonoros son tomados de la realidad e incorporados musicalmente. Asimismo,
esta corriente encuentra un precedente en el movimiento futurista llevado adelante por L Rus-
solo, creador del Intonarumori, instrumento con el cual los ruidos reales son procesados y ento
nados para generar obras musicales. Sin embargo, en la música concreta no existe tal búsqueda
de «entonación», sino que se crean obras artísticas mediante el procesamiento y utilización de
los sonidos tal como se dan en la realidad, rescatando las cualidades propias y distintivas de los
objetos sonoros, tal como Schaeffer los describe.
16 Valga la aclaración del alcance del término, que en música no actúa de la misma manera
que en literatura, ya que se presenta como una forma virtual de acción en permanente desarrollo:
el material conserva la unidad de sentido, pero sus materiales están en evolución, no se repiten
idénticos como las palabras en un leitm otiv literario.
17 Cf. Scruton, R. «El sentido de la música», en: La experiencia estética. Fondo de Cultura
Económica, México, 1987, pp. 82-230.
18 Ibid., p. 126. Es nuevamente Scruton quien ha formulado una valiosa incorporación de
Wittgenstein al campo de la comprensión musical. Cf. Scruton, R. «Analytical Philosophy and the
meaning o f music» en: The Journal o f Aesthetics and A rt Criticism, vol. 46, Analytic Aesthetics
(1987), pp. 169-176.
19 Cf. Pike, A. «The Phenomenological Approach to Musical Perception» en: Philosophy and
Phenomenological Research, vol. 27, n° 2 (Die, 1966), pp. 247-254.
20 «Carta del 1 de marzo de 1920», en: Cuadernos de un mamífero. Barcelona, Acantilado,
2006.
21 Satie, E. Memorias de un omnésico y otros escritos. Madrid, Árdora, 2005, p. 25.
22 Cage, J. «El futuro de la música: Credo» en: Escritos al oido, Colegio Oficial de Apareja
dores y Arquitectos Técnicos de la Región de Murcia, España, 2007, p. 52.
23 Para una versión de la influencia del orientalismo en la obra de Cage, Cf. Corbett, J. «Ex
perimental oriental: New Music and other others», en: Wes fern Music and It Others. Difference,
Representation, and Appropriation in Music, University California Press, 2000.
24 Cf. Copeland, R. «Cunningham, Cage, Collage», en: Merce Cunningham. The modernizing
o f modern donee, Routledge, 2004.
25 Como referencia histórica cabe tener presente que la obra mencionada de Cage precede
en nueve años la Musique concréte de Schaeffer y el advenimiento de la música electrónica con
K. Stockhausen como principal exponente.
26 Cage, J. (2007) p. 93.
27 Cf. I. Stoianova «L'exercice de l'espace et du silence dans la musique de L Nono». En:
L'espace: Musique / Philosophie, Paris, L'Harmattan, 1998.
28 Holmes, T. Electronic and experimental music. Pioneers in technology and composition,
Routledge, 2002, pp. 73-81.
29 Goehr, L «Para los pájaros/Contra los pájaros. Las narrativas de Danto y Adorno (y Cage)
sobre el arte moderno». En: Estética después del fin del arte. Ensayos sobre Arthur Danto, p. 172.
Antonio Machado. El libro de Goehr The Imaginary Museum o f Musical Works. An Essay in the
Philosphy o f Music (Oxford University Press, 1994) en su último capítulo, formula una hipótesis
histórica para la comprensión del fenómeno musical contemporáneo en la que me he basado en
el párrafo precedente.
30 Davies, S. Themes in the Philosophy o f Music, Oxford University Press, 2003.
31 Ibid., p. 14.
32 Ibid., p. 15.
33 Bayer, F. De S c h ó n b e rg á Coge. Essai s u r la n o t io n d 'e s p a c e s o n o re d a n s la m u s iq u e c o n -
temporaine, Paris, Klinksieck, 1981, p. 182.
34 Kahn, D. Noise Water Meat: a History o f Sound in the Arts, MIT Press, 1999, p. 165.
35 Cage, J. (2007).
36 Benson, B. The Improvisation o f Musical Dialogue. A Phenomenology o f Music, Cambridge
University Press, 2003, p. 189.
37 Cf. Sandorf, M. Happenings and Other Acts, Routledge, 1995.
38 López Anaya, J. El extravio de los limites. Claves para el arte contemporáneo. Emecé,
Buenos Aires, 2007, p. 66.
39 Ariza, J. Las imágenes del sonido: una lectura plurisensorial en el arte del siglo XX Servicio
de Publicaciones de la Universidad de Castilla, 2003, p. 88.
40 Monjeau, F La invención musical. Ideas de historia, forma y representación, Paidós, Bue
nos Aires, 2004, p. 52.
41 Cecilia Arditto nació en Buenos Aires en 1966; actualmente reside en Holanda, donde fue
cofundadora del Sound Forum Amsterdam y programadora invitada por la Stichting Perpetuumm
(2006-2007) para el ciclo Latijns-amerikaanse Componisten aan 't Ij. En el año 2010 organizó
el ciclo de conciertos Mustek Ais en la Biblioteca Nacional, en Buenos Aires, que en el año 2011
tendrá sede en Holanda.
42 Traducción de la partitura original: «Left hand o ff the keyboard, not visible».
43 Sontag, S. «Estética del silencio» en: Estilos radicales. Barcelona, Muchnik, 1985.
44 Ibid.
45 Quignard, P. El odio a la música. Diez pequeños tratados. Santiago de Chile, Andrés Bello,
1996, p. 132.
SECCIÓN 11
Elena Oliveras
hermenéutica de lo extremo
Podríamos pensar que, más allá del límite extremo alcanzado por obras maxi-
malistas o minimalistas, no hay nada; sin embargo, esa nada a-significante se va
achicando en la medida en que nuevas obras corren la frontera de una significati-
vidad extrema. Lo antes vacío se llena, y pasa a ser portador de significado.
En síntesis, lo extremo se extremiza de modo constante en tanto una nada
a-significante logra manifestarse como contenido. Se trata de una nada confron-
tativa, opuesta a lo lleno, en la que se activa la emboscada del hueco, del vacío
dialécticamente significante.
La fenomenología filosófica de lo extremo minimalista permite ver la relación
que mantiene con uno dedos aspectos de la muerte del arte: el silencio. Es lo que
destaca Vattimo en «Muerte o crepúsculo del arte» al señalar como estrategia del
artista contemporáneo el trabajo con tres aspectos que hacen a la muerte del
arte: el silencio, la utopía y el kitsch. Ellos entran en compleja relación en los «aún
vitales» productos artísticos:
El hecho de que, a pesar de todo, hoy se den aún vitales productos «de arte»
se debe probablemente a que esos productos son el lugar en el cual obran y se
encuentran en un complejo sistema de relación los tres aspectos de la muerte del
arte; como utopía, como Kitsch y como silencio. La fenomenología filosófica de
nuestra situación se podría pues completar así con el reconocimiento de que el
elemento de la perdurable vida del arte (en los productos que se diferencian aún,
a pesar de todo, en el interior del marco institucional del arte) es precisamente
el juego de estos distintos aspectos [silencio, utopía, kitsch] de su muerte.2
paradigmas maximalistas
Un paradigma de la estética del vado fue la muestra que Yves Klein presentó el
28 de abril de 1958 en la galería Iris Clert de París. El vacio consistió en una enorme
sala desocupada pintada de blanco a la que se accedía desde una plataforma azul.
Un cóctel también azul «teñiría los humores corporales de los visitantes». El vacío,
de acuerdo con Klein, debía servir a la «sensibilidad pura», una suerte de grado cero
de la sensibilidad pictórica.
En 1989, Federico Peralta Ramos presentó una sala desocupada en la galería
Altos de Sarmiento, en Buenos Aires. El día de la inauguración anunció: «Señores,
ésta es mi exposición. El arte son ustedes. Ustedes son mi obra de arte». Anticipa
así, al igual que Klein, lo que se conoce hoy como «estética relacional».
Otro antecedente de la estética del vacío en el arte argentino es Happening
para un jabalí difunto (1966) de Raúl Escari, Eduardo Costa y Roberto Jacoby. La
influencia de McLuhan se dejaba sentir, ya que la muestra no se concretó material
mente y quedó reducida a la información que los medios daban de ella. El medio
-e n ese caso- fue realmente el «mensaje» principal.
La estética del vacío encuentra un ejemplo clave en Placid Civic Monument
(1967) de Claes Oldenburg. Conocida como Invisible Sculpture, fue presentada en
1967 en el marco del evento Esculturas en el entorno que tuvo lugar en Manhattan
y del que formaron parte Alexander Calder y David Smith, entre otros. Oldenburg
pidió a un grupo de sepultureros que cavaran en el Central Park de Nueva York,
detrás del Museo Metropolitano, una especie de tumba, la que luego fue rellenada.
Eligió un título irónico: Placid Civic Monument (Monumento cívico plácido). Lo que
hizo en este ejemplo de land arty de «escultura en el campo expandido» (Rosalind
Krauss) fue redefinir la escultura con una antiescultura que, reducida al vacío, daba
por tierra con la idea tradicional de «bulto».
Algo similar concretó Bruce Nauman en Square Depression, presentada en el
Proyecto escultórico de Münster de 2007. Su «no-escultura», sin peso ni volumen,
avanzaba en la profundidad del suelo, no ocupaba un espacio sino que lo desocu
paba. Así como Cage, en 433",~ sacaba de la pieza el sonido del piano, Oldenburg
y Nauman sacaron de la escultura su fundamento material anulando su fisicalidad.
No debemos olvidar que aunque Andy Warhol es uno de los artistas más prolíficos
en cuanto a la producción de obras, es también uno de los que más ha defendido la
estética del vacío. Nada es más bello, en su opinión, que un espacio vacío, y ningún
objeto, por más belleza que tuviera, podría superar a la del espacio vacío. Dice:
Cuando miro las cosas, siempre veo el espacio que ocupan. Siempre deseo
que reaparezca el espacio, que se vuelva atrás, porque es un espacio perdido
cuando algo hay en él. Si veo una silla en un hermoso espacio, por más her
mosa que sea la silla, jamás puede ser tan hermosa como el espacio sin más.12
Si bien Warhol dice amar los espacios vacíos, debido a que aún hace arte, sigue
fabricando objetos -«basura»- que llenan los espacios vacíos. Reconoce finalmente
que no es que su filosofía falle sino que es él quien falla a su filosofía:
•«Estética relacional», expresión acuñada por Nicolas Bourriaud, define un modelo de con
tacto activo entre los receptores de una obra. Lo importante pasa a ser el conjunto de relaciones
que se tejen alrededor de los objetos artísticos y no éstos en sí mismos.
~ 4 '3 3 " de John Cage fue presentada en 1952 en el Maverick Hall de Nueva York (véase el
capitulo 5). Sentado delante de un piano David Tudor, abría y cerraba tres veces la tapa para
sugerir los tres movimientos de la pieza. ¿Realmente había silencio en la obra de Cage? No, puesto
que el silencio del instrumento permitía percibir los sonidos del entorno y, si éstos se atenuaban
al máximo, cada espectador podia comenzar a percibir los de su propio cuerpo.
De modo que por un lado creo realm ente en los espacios vados, pero por otro,
r
debido a que aún estoy haciendo un poco de arte, sigo fab rica n d o basura para
que la gente la coloque en sus espacios que creo deberían estar vacíos; es decir,
ayudo a que la gente desperdicie su espacio cuando lo que en realidad quiero
hacer es ayudar a vaciar los espacios [...]. No se tra ta de que fa lle mi filo so fía
sino que yo le fa llo a m i filo s o fía .'3
Ciertamente serán necesarias nuevas visitas. Queda por preguntar cuántos del
público espontáneo estarán dispuestos a más de una visita. La sensación es
que retornamos a un evento elitista.15
Mesquita estima qije la 28a bienal paulista fue «para jóvenes»,'6 espectadores
de mente ágil dispuestos a desplegar toda su energía para reflexionar sobre la
institución arte. El contacto con los «educadores» fue fundamental para entender
las intenciones no siempre explícitas de las obras y las relaciones que podían darse
entre ellas. La ágil intervención de esos hermeneutas contrastaba con la rigidez de
los guías de museo tradicionales quienes, con intervenciones pautadas, no logran
estimular el acercamiento del espectador a las obras. Los educadores, por su parte,
ayudaban al público a tomar contacto con ellas convirtiendo el espacio de exhibi
ción en una suerte de «laboratorio» de ideas.
La 283 Bienal de San Pablo fue un lugar apto para experimentar nuevas alter
nativas de recepción; por eso muchos críticos y periodistas que hablaron de ella sin
haberla recorrido cometieron flagrantes errores. Cuestionaron el vacío pero no ha
blaron de las obras de los artistas que fueron convocados. Entre ellos se encontraban
Sophie Calle, Marina Abramovic, Carsten Holler, Peter Friedl, Fernando Bryce, Allan
McCollum y Matt Mullican. Entre los brasileños figuraban Iran do Espirito Santo,
Valeska Soares, Joáo Modé y Rivane Neuenschwander. Claro que no faltaron, como
suele ocurrir en las bienales, los menos conocidos, los «descubrimientos» del curador.
12 0 Elena Olivera:»
Se cu e stio n ó ta m b ié n que m uchos a rtis ta s , co m o M a rin a A b ra m o vic, no m os
traron obra in é d ita (se p ro ye cta ro n videos de sus p e rfo rm a n c e s a n to ló g ic a s ). Esa
«no novedad», p o r o tra pa rte , es te n d e n cia de los ú ltim o s eve n to s a rtís tic o s in te r
nacionales. ¿Acaso lo p ro d u c id o re c ie n te m e n te o lo hecho p o r los más jó v e n e s es
sinónimo de a c tu a lid a d ?
El ascenso al segundo piso vacío del pabellón Ciccillo Matarazzo se iniciaba
con la reflexión sobre el «sistema bienal» a través de una instalación de Valeska
Soares. Se presentaba como una montaña de letras recortadas del prólogo de la
primera bienal de San Pablo del año 1951. Como sabemos, esa bienal fue el inicio
de un proyecto «civilizador» de la elite paulista ligada al Museo de Arte Moderno
de San Pablo, impulsado por Ciccillo Matarazzo.17
4. Pabellón Ciccillo Matarazzo (vista interior del segundo piso), Parque de Ibirapuera, San
Pablo. Desde su cuarta edición, en 1957, la Bienal de San Pablo tiene su sede en ese pabellón,
obra del arquitecto Oscar Niemeyer. Lleva el nombre del fundador de la Bienal, Francisco
I (Ciccillo) Matarazzo Sobrinho (1898-1977). Foto: Andrés Otero.
191
’ ti prólogo de 1951, escrito por el director artístico Lourival Gomes Machado,
enmarcaba en una ideología modernista «de avanzada», signada por la novedad y |a
supuesta comunicabilidad del arte, como también por la necesidad de circulación
internacional. Al desmenuzar el texto de Gomes Machado, Soares proponía una
nueva lectura desde el presente; confrontaba al paradigma utópico de la moderni
dad, cerrado en sí, con el paradigma distópico y desordenado de la posmodernidad
¿Qué mejor que la arquitectura modernista de Oscar Niemeyer -«descubierta» en
el segundo piso del pabellón de la Bienal- para colocarnos ante la primera alter
nativa? ¿Y qué mejor que las obras expuestas en el tercer piso para situarnos en
la segunda?
El segundo piso desocupado del pabellón Matarazzo ponía en evidencia la
majestuosidad de un edificio que no menospreciaba la exuberante naturaleza cir
cundante. Como nunca antes -cuando los paneles cegaban las ventanas y las obras
cubrían la totalidad de las superficies- las formas escultóricas minimalistas del
arquitecto Niemeyer resurgían en toda su belleza resaltando el diseño del parque
de Ibirapuera, obra del paisajista Roberto Burle Marx. Debemos notar que si los
extremos maximalistas suelen ir de la mano de lo feo, los minimalistas encuentran
su lugar en lo bello.
El contenido autorreferencial del segundo piso del pabellón era interrumpido,
en el tercer piso, con una temática variada. Los artistas hablaban del difícil límite
realidad-ficción (explícito en la obra de Sophie Calle), del juego como base antro
pológica del arte (a través de los toboganes de Carsten Hóller), de la distancia o
cercanía de la obra con la experiencia personal del artista (oposición visible en las
obras de Calle y Abramovic), de la dificultosa taxonomía, presente en exponentes
de la estética del archivo como M att Mullican, Allan McCollum y Fernando Bryce.
También se dio lugar a la problemática ecológica en una vasta instalación de
Joáo Modé. El espectador, concentrado en las imágenes de un video que mostraba
inquietantes paisajes naturales, perdía de vista la naturaleza real enmarcada en
los enormes ventanales fiel pabellón. ¿Cuántos llegaron a ver la soga que unía
una columna, cercana al video, con el árbol más alto del parque? En realidad, muy
pocos. El corte con la naturaleza -manifestado en el flagelo de la contaminación,
el desastre ecológico, los desequilibrios sociales y la indiferencia generalizada- se
repetía en la relación del espectador con la obra de Modé. El ideal de felicidad de
la Modernidad, basada en el buen uso de la razón en armonía con la naturaleza,
quedaba muy atrás. Así la Modernidad se perfilaba como nuestra «Antigüedad».
Los variados contenidos expuestos revelaban que Mesquita no intentó sólo una
celebración de la arquitectura, como lo hizo, por ejemplo, Bethan Huws en sus Haus
Esters Piece (1993). El vacío esplendoroso del segundo piso del pabellón Matara
zzo no sólo propiciaba la conciencia del lugar al acentuar ideales modernistas ni
tampoco el hecho de que la arquitectura es ya arte (por lo que no sería necesario
añadir «obras»). Había otros importantes contenidos asociados que daban cuenta
del estado de las cosas en el mundo actual.
La 28a Bienal de San Pablo fue, en síntesis, una «bienal de la confrontación».
Contrapuso la utopía de la arquitectura modernista a la contra-utopía de las obras
expuestas y enfrentó estrategias opuestas, como las de Abramovic y Calle o las de
Holler (con su estética del juego) y Modé (con su conceptualismo crítico). Sirvió al
diálogo in praesentia, «en vivo contacto», de acuerdo al nombre de la Bienal. Esto,
claro está, para los que estuvieran dispuestos a escuchar.
Debemos agregar que la idea de vaciamiento de las salas no fue, en términos
estrictos, absolutamente original (en el sentido de primero). Ya en 1977 Catherine
David tuvo la ilusión de eliminar totalmente la presencia de obras en la X Docu
menta de Kassel. Quería, de este modo, priorizar la reflexión, por lo cual en los
cien días del evento se presentaron cien mesas de debate y conferencias de las
que participaron filósofos, antropólogos, historiadores, teóricos de arte, curado
res, críticos, artistas. El proyecto inicial de prescindir de la presentación de obras,
dejando las salas de exposición vacías, no pudo ser finalmente concretado por
fuertes presiones de los artistas, las autoridades y los auspiciantes, entre otros,
el Deutsche Bank.
Puede merecer la pena examinar cómo puede obrar la oscuridad para causar
dolor. Es posible observar que, pese a que nos apartemos de la luz, la naturale
za ha dispuesto que la pupila se dilate al retirar el iris, en proporción a nuestra
separación. Ahora, en lugar de alejarnos sólo un poco, imaginemos que nos
apartamos totalmente de la luz; hay razón para pensar que la contracción de
las fibras radiales del iris es proporcionalmente más grande; y que esta parte
puede, en virtud de una gran oscuridad, contraerse hasta el punto de tensar
los nervios que lo componen más allá de su tono natural; y así producir una
sensación dolorosa.18
Por eso, Astronom ía de in terio r estuvo lejos de ser complaciente con el es
pectador. No todos se animaron a ingresar en la instalación, y quienes lo hicieron
entraron sigilosamente para acostumbrarse al contraste entre el luminoso patio
interno del Centro Cultural Recoleta y la oscuridad de los cinco espacios en los
que se proyectaban las imágenes. Para que el espectador asumiera su propio riesgo,
Ballesteros se opuso a que hubiera leds orientadores. Fue ésa, según Julio Sánchez,
«una forma de cachetear la percepción adormecida del público».20
H ie n a O livera*
Ingresar en la oscuridad y permanecer en ella constituye una auténtica expe
riencia, en el sentido general dado por Dewey a esta palabra. En términos generales,
uno experiencia se recorta en el flujo indiferenciado de las vivencias; tiene prin
cipio, medio y fin.2' Sin embargo, no todos los que ingresaron en la instalación de
Ballesteros continuaron con el recorrido. Había que hacer un esfuerzo tanto para
ingresar como para avanzar ya que los ambientes oscuros impedían saber cuánto
faltaba recorrer. No fueron pocos los espectadores que, más que una experiencia
estética de la oscuridad extrema, tuvieron sólo una experiencia del rechazo que
ella provoca.
De este modo, Astronomía de interior de Ballesteros tuvo por ob-jectum tanto
la oscuridad como el efecto que ella produce en el espectador. Convertido en pro
tagonista principal, este performer involuntario debía aprender a asumir la des
estabilización dentro de un espacio «astronómico» sublime y ambiguo a la vez;22
debía encontrar una nueva relación entre el exterior y un cuerpo acostumbrado a
la contención de un ojo que guia con total seguridad.
Desafiar al espectador a permanecer en la total oscuridad fue también la pro
puesta de Roberto Jacoby (Buenos Aires, 1944) en Dark Room, presentada en 2005
en el MALBA (Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires). Doce performers
desarrollaban acciones de la vida cotidiana en la más completa oscuridad y sola
mente un espectador cada vez podía ingresar en el cuarto donde ellos se encon
traban. Con una cámara de video infrarroja podía ser testigo de sus acciones. La
primera versión de esta obra tuvo lugar en la galería Belleza y Felicidad en agosto
de 2002.
En el campo teatral contamos con el antecedente del «teatro ciego» del Grupo
Ojcuro. Cuando empieza la función de La isla desierta de Roberto Arlt, el público no
ve absolutamente nada; no hay telón ni escenario sino una caja negra totalmente
oscura. Los actores están por todas partes sumergidos en la oscuridad y haciendo
escuchar sus voces. No hay nada para ver. Todo para imaginar.
Un caso similar es la propuesta multisensorial Caramelo de limón de Ricar
do Sued. El espectador, luego de ser «cacheteado» por la oscuridad, puede elegir
permanecer en ella para dar rienda suelta al libre juego de su imaginación. Podrá
construir situaciones a partir de una gran diversidad de sonidos: una zambullida
en la pileta, la lluvia que golpea en la ventana, un leve rocío que moja el rostro, el
descorchar una botella de vino, el ruido de las copas en un brindis con amigos, el
desplegado del papel de un caramelo y de un chocolate saboreados por protago
nistas y público (las golosinas se repartían en mano).
Los artistas que trabajan con la oscuridad metaforizan la idea derrideana de
«luz negra». En «Cogito et histoire de la folie» y en «Violence et métaphysique, essai
sur la pensée d'Emmanuel Lévinas»23 Derrida concluye que «el corazón de la luz es
negro». Contrariamente a lo que se podría pensar, la violencia no se encuentra en
la oscuridad sino en la luz.
Derrida contradice la ¡dea cartesiana de «cogito» como certidumbre tran
quilizadora. Nos hace ver que la luz natural, el lumen naturale de Descartes,
no acompaña al conocimiento sensato, no ilumina el camino. El conocer ya no
se identifica con la luz; ésta para a ser metáfora de la violencia metafísica que
supum id [jféLénlación del significado a la conciencia del sujeto. Desbarata 3 '
la creencia de que la oscuridad es lo opuesto a la luz. S i miráramos al sol p9|.S|
captar la fuente de la luz —el corazón de la luz— nuestra vista enceguecería, r8
síntesis, el corazón de la luz es negro, inaccesible al ojo humano que sólo recih
sus efectos: los rayos luminosos.
La metáfora de la luz negra indica que la verdad, para ser develada, necesita
paradójicamente de la no visión. Existe, en todo caso, una «luz tenue» (Rovatti)
que ilumina. Es éste el marco teórico de un «pensamiento débil» (Vattimo), qUe
no debe ser entendido como amortiguado o desgastado. Es un modo de pensar
que evidencia el debilitamiento del ser, la inexistencia de un ser absolutamente
iluminado (conocible).
Luego de afirmar, en «La esfera de Pascal», que «quizás la historia universal no
es más que la historia de algunas metáforas», Borges agrega: «Quizás la historia
universal no es más que la historia de las diversas entonaciones de algunas metá
foras». Una obra de arte podría ser vista como una entonación de las m e tá fo ra s ,
captada por la intuición sensible.
Quiero que la sala funcione como pasillo entre el trabajo expuesto de Noé y el
expuesto por Estol. Sin ruido que diluya la experiencia de estas dos muestras.
Un trabajo con un lejos casi imperceptible y la posibilidad de una percepción
íntima. La zona visible de mi intervención se repliega para atraer. ¿Ves la línea
en el aire?
La sinécdoque es una figura retórica por la que el todo es nombrado por sus
partes o la parte por el todo. Cuatro ruedas por auto, vela por navio o botones por
recepcionistas de hotel son ejemplos de sinécdoques particularizantes, aquellas
en las que un fragmento nombra al conjunto (de uso menos generalizado son las
sinécdoques totalizantes).
Al igual que la metonimia -q u e designa un objeto por otro contiguo-, la
sinécdoque es realista. La relación parte-todo en la sinécdoque o la relación de
contigüidad en la metonimia se da en el mundo real; por eso ambas son diferentes
de la metáfora, que establece relaciones Acciónales, sólo existentes en el acto del
lenguaje. «Julieta es el sol» responde sólo a la imaginación de Romeo y no a un
hecho real.24
El realismo de la sinécdoque es dramáticamente expuesto en Vaporización
(2001) de Teresa Margolles (Culiacán, México, 1963). Se trata de una de las insta
laciones más controversiales de la artista. Presentada en la ACE Gallery de Nueva
York, incluía una máquina para evaporar agua que llenaba las salas de vapor. El
agua procedía de la morgue y era la utilizada para lavar cadáveres. Los que ingresa
ban a la sala fueron advertidos sobre la procedencia del material y debían consignar
su aceptación de participar en esa experiencia «extrema». Es que el cuerpo muerto
se hacía presente, sinecdóticamente, a través del vapor y así llegaba hasta la piel
y el olfato del espectador. En el libro de registros de la galería quedó documentada
la visita de Susan Sontag, quien confesó que en esa oportunidad había «tocado» la
muerte. Situación que la involucraba directamente al estar pasando por una etapa
de recrudecimiento.del cáncer que la afectaba y que terminó con su vida el 28 de
diciembre de 2004 en Nueva York.
7. Teresa Margolles, Vaporización, 2001, instalación con máquinas de vapor con agua usada
para lavar cadáveres después de la autopsia. Foto: Gustavo Artigas. Cortesía de la artista
y de la galería Peter Kilchmann, Zurich.
8 . Teresa Margolles, En el aire, 2003, instalación con máquinas que producen burbujas
con agua usada para lavar cadáveres después de la autopsia. Foto: Axel Schneider.
Cortesía de la artista y de la galería Peter Kilchmann, Zurich.
El vapor en la obra de Margolles es una forma extrema de conciencia de |j 1
muerte. Hay contacto directo con ella dado que el vapor ingresa en nuestra respis
ración: «aspiramos» muerte.
También sentimos directamente la muerte cuando la pisamos. Es lo que sucedió
en la instalación ¿De qué otra cosa podríamos hablar?, presentada en la Lili Bienal
de Venecia (2009). Como representante de México, Margolles utilizó de modo no
convencional las salas del Palazzo Rota Ivancich. En algunas de ellas se mostraban
telas que cubrían los cuerpos de victimas bañadas de lodo y sangre. Habían sido
recogidas en la frontera norte de México donde se cometieron asesinatos durante la
primavera-verano de 2009. Pero en la mayor parte de las salas no había nada para
ver, a no ser la descuidada arquitectura del palazzo anfitrión. Sin embargo, una ac
ción sorprendía al espectador. En determinadas horas del día, un grupo de performers
limpiaba el piso con liquido proveniente de las telas impregnadas con lodo y sangre.
De este modo, la sangre de los muertos mexicanos seguía actuando; ya no
circulaba en el cuerpo pero servía de material de limpieza por acción de los perfor
mers. Lo más impresionante resultó que el mismo espectador, al caminar, comple
taba la obra: pisaba la muerte como un performer más.
En opinión de Cuauhtémoc Medina, curador de la muestra, la labor de quienes la
vaban el piso era parte de una «sacralidad fantasmal y abyecta de fluidos y residuos».
En el día de la inauguración, el lavado fue realizado por familiares de las victimas.
Podríamos concluir que ¿De qué otra cosa podríamos hablar?es una instala
ción minimalista en cuanto a sus recursos materiales y maximalista en cuanto al
dramatismo de sus contenidos. Si bien parte de hechos puntualmente situados, su
significado excede la geografía de un país. No sólo habla de México sino también
de una civilización entera que intenta lavar lo imborrable, la abyección de la muerte
injustificada (véanse los capítulos 6, 7, 8 y 9).
Pensar con los sentidos, sentir con la mente fue el título de la Lll Bienal de
Venecia (2007) elegido por su curador, Robert Storr. La siguiente edición de esa
Bienal, curada por Daniel Birnbaum, tuvo por titulo Modos de hacer mundos. Si la
primera ponia el acento en las formas de recepción, la segunda apuntaba al es
tatuto ontológico de la obra; concretamente, a una condición esencial al arte: su
poder de dar imágenes del mundo, de otro modo difíciles de apreciar. Los colores
del catálogo, estridentes en el primer caso, y sobrios en el segundo, denotaban una
aproximación al arte muy diferente.
La Bienal de Storr gritaba fuerte, tomando como eje temático la guerra y la
muerte, mientras que la de Birnbaum, con un relato curatorial articulado como
«tesis ¡cónica», ponía en discusión la posibilidad del mundo de hacerse visible. Esa
posibilidad fue claramente expuesta en obras tan diferentes como Ttéia I, C (2002)
de Lygia Pape, ubicada en la entrada del Arsenal (una de las sedes de la Bienal de
Venecia), o Red de Luis Felipe Noé, representante de Argentina.34Dos instalaciones
deconstructivas que mostraron la importancia de ese tipo de práctica en el arte
contemporáneo.
Con artistas de diferentes tendencias, la 53a Bienal de Venecia mostró visibi
lidades descentradas, fronterizas. Es que el centro puede estar en cualquier parte;
por ejemplo, en la obra como manifestación de su génesis, no siempre en el más,
entendido como perfección de lo acabado, sino en el menos, como proceso.
La invisibilidad fue cuestión principal de la instalación ¿De qué otra cosa po
dríamos hablar?de Teresa Margolles, a la que hemos aludido. La visualidad fue allí
escamoteada para poner en juego una estética de la desaparición. Para expresar
la violencia extrema la artista hacía uso de lo mínimo; poco o nada había para ver
pero mucho para imaginar y sentir.
La difícil o mínima visibilidad resulta una de las prácticas de lo extremo con
amplia repercusión en el arte latinoamericano contemporáneo. La desarrollan, entre
otros, Alfredo Jaar, Iran do Espirito Santo, Joáo Modé, Cildo Meireles, David Lame-
las, Fabián Burgos o Jorge Macchi, entre otros. Sus propuestas desdicen abierta
mente supuestas categorías «latinoamericanas» ligadas al exceso o a lo barroco.
En el Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago de Chile, Beatriz Leyton
(Punta Arenas, Chile, 1950) presentó la instalación Family Life (2007). Luego, en
2009, este work in progress que concluye con la desaparición de las imágenes del
interior de una vivienda (living, dormitorio, cocina, baño) fue exhibido en el Mu-
13 2 Elena Oliveras
seo de Arte Contemporáneo de Rosario (MACRO). Las enormes telas negras sobre
las que la artista «dibuja» con alfileres de colores quedaban finalmente vacías; lo
único que permanecía era la leve huella de las puntadas de los alfileres. La idea de
hogar como lugar practicado se desintegraba así con el desmontaje del elemento
de base. La precariedad de lo «prendido con alfileres» concluía en un fin previsible:
la desaparición de los objetos levemente sostenidos.
9. Beatriz Leyton, Family Life, 2007, instalación. Telas negras y alfileres de colores,
medidas variables. Museo de Bellas Artes. Santiago de Chile.
Dejando atrás el shock, que es del orden del grito, de lo apabullante, del rapto
brutal de la mirada, algunos artistas apuestan al silencio. Sus obras pulsan con
ceptos a ser sondeados en una aparente «nada» estética. Y es ésta, precisamente,
la gran provocación que lanzan al espectador.
Podemos concluir que la estética de lo extremo minimalista es un intento de
revitalización de una mirada obstruida por el exceso. Es un modo original de asumir
compromisos, más aún si consideramos que hasta la fotografía más comprometida
puede llegar a adormecer la conciencia (véase el capítulo 8). «Las imágenes anes
tesian», afirma Sontag al referirse a la ubicuidad de la fotografía, a su repetición
obsesiva. El impacto ante las atrocidades fotografiadas se desgasta con su reitera
ción ¡tal como la sorpresa y el desconcierto ante una primera película pornográfica
se desgastan cuando se han visto unas cuantas más».36
I nágenes maximalistas que deberían sacudirnos para captar en toda su dimen
sión la inhumanidad del género humano pierden peso, se ablandan, dejan de resonar.
De este modo, la fotografía nos convierte en testigos de la humanidad y de la inhu
manidad del género humano, llegando a ser ella misma parte de esa inhumanidad.
Podemos preguntar, )>or último, en qué reside la eficacia simbólica de la estéti
ca del extremo minimalista. Encontramos una respuesta en la filosofía analítica de
Nelson Goodman, más específicamente en su concepto de ejemplificación.
En los subgéneros de la estética del extremo minimalista que hemos analizado
-vacío, oscuridad, vapor- podemos observar que no hay simple denotación sino
ejemplificación. Esos recursos no sólo hacen referencia a algo extrínseco, sino que
además son partes del fenómeno aludido; poseen las mismas cualidades reales
de eso a lo que hacen referencia. El vacío del segundo piso del pabellón Ciccillo
Matarazzo denota modernidad pero ejemplifica el vacio en general, como el retal
que, según indica Goodman, no sólo denota la pieza de tela sino que también la
ejemplifica. Posee las mismas cualidades de ésta (textura, color, suavidad). También
los movimientos del profesor de gimnasia ejemplifican, más que denotan, las ac
ciones a realizar, mientras que los movimientos del director de orquesta denotan,
más que ejemplifican, los sonidos a producir.
Al igual que el retal, la caja de zapatos vacía de Orozco ejemplifica el vacio,
como también lo hacen las telas despojadas de Leyton. Son también ejemplificado-
I 34 hiena Oliveras
nes las obras de Ballesteros y de Margolles que hemos analizado. Como tales, nos
ponen en contacto directo con la «realidad» de la oscuridad y el vapor.
Retomando la terminología de Peirce podemos decir que el vacío, la oscuridad
y el vapor, convertidos en cuerpo de obras son índices, es decir, fragmentos «arran
cados del Objeto».37 Corresponden a las ¡deas de Segundidad, que son aquellas que
mantienen una conexión real con el objeto al que hacen referencia.
En síntesis, en las obras que centralizan el vacío, la oscuridad y el vapor no hay
representación sino presentación. No hay símbolo en el sentido dado por Hegel,38
como inadecuación entre contenido y forma, sino huella, fragmento desprendido
del objeto al que se hace referencia y que coincide materialmente con él. Es este
realismo del signo lo que funda la eficacia simbólica de la estética de lo extremo
minimalista.
bibliografía
notas
13 6 Elena Oliveras
Gonzalez-Foerster consistió en el relato de cómo se habían originado sus participaciones en
ediciones anteriores de la Bienal. También las representaciones nacionales se hicieron eco de
tal estrategia deconstructiva; asi Steve McQueen, representante de Gran Bretaña, mostró como
obra lo comúnmente situado en sus márgenes, lo que pasa desapercibido; en ese caso fueron los
Giardini (parque público de la ciudad y sede histórica de la bienal veneciana) film ados en invierno,
cuando muy pocos podían verlos. Un mundo insospechado que la cámara del artista inglés supo
captar con maestría develaba momentos del proceso de producción de su obra.
10 Como lo muestra la teoría de la Gestalt, sí una figura es definida, esto significa que
tiene contornos y se despega del fondo, visto como una continuidad amorfa. El signo es, de
algún modo, «línea» que define. No es casual que Kant haya dado tanta importancia a la línea
en relación con el color. En tanto recorta y limita, la línea (diferente del color) permite conocer
objetos, diferenciar unos de otros.
11 Kazimir Malevich. «Die Gegenstandslose Welt», 2* parte, B a u h a u s B ü c h e r, n° 11, Munich,
Albert Langen, 1927.
12 Andy Warhol. M i filo s o f ía d e A a B y d e B a A, Barcelona, Tusquets, 2009, p. 154.
13 Ibid.
14 Elvira Vernaschi. «0 fim da Bienal de Sao Paulo (?)», en J o rn a l d a ABCA, Informativo da
Associa?áo Brasileira de Críticos de Arte, Brasil, Año VI, n° 18, diciembre de 2008, p. 2.
15 Gabriela S. Wilder, «Sensafóes», en J o rn a l d a A BC A, op. c it , p. 6 .
16 Ivo Mesquita, Robert Storr y Victoria Noorthoorn. Mesa redonda «Bienales internacionales
de arte», Buenos Aires, Asociación Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes, 15 de marzo de
2010.
17 Ubicada inicialmente en el Pabellón de Trianon en la Avenida Paulista (donde hoy se
encuentra el Museo de Arte de San Pablo), la Bienal de San Pablo se traslada en su segunda
edición (1953) al Parque Ibirapuera para acoger una muestra sin precedentes históricos en Bra
sil, con obras de Klee, Picasso, Mondrian, Munch, Gropius, etc. Desde ese momento supone la
confrontación de varias generaciones de jóvenes artistas y críticos con tendencias globales en
un ambiente favorable para museos, galerías y coleccionistas.
18 Edmund Burke. In d a g a c ió n filo s ó fic a s o b re e l o r ig e n d e n u e s tra s id e a s a c e rc a d e lo s u b lim e
y d e lo b e llo , Madrid, Tecnos, 1997, p. 108.
19 Ib id . p. 109.
20 Julio Sánchez. «La quinta dimensión», revista adn, diario La N a c ió n , 17 de septiembre
de 1998.
21 John Dewey. E l a r t e c o m o e x p e rie n c ia , México, Fondo de Cultura Económica, 1949, p. 34.
22 La ambigüedad, como lo demuestra Graciela de los Reyes a través de variados ejemplos,
es parte principal de la experiencia del arte contemporáneo. Cf. «La categoría de la ambigüedad»,
en Cuestiones de arte contemporáneo, Buenos Aires, Emecé, 2008, pp. 73-94.
23 Los citados textos de Jacques Derrida, referidos a la metáfora de la luz negra, fueron
publicados en la R e v u e d e M é ta p h y s iq u e e t d e M o r a le (n° 3-4, 1964) e incluidos luego en La
í
6.
El cuerpo m uerto en
el arte contemporáneo
María Cristina Ares
En los últimos años se ha abierto un debate entre aquello que puede con
siderarse arte y lo que es mero espectáculo; hay en este planteo una evidente
jerarquización de uno por sobre el otro. Para nosotros, espectadores, tal sospecha
instala un manto de dudas e interrogantes que se abren paso hacia diverso? ám
bitos relacionados con el fenómeno artístico: las instituciones legitimadoras con
sus diversos representantes -directores de museo, críticos, galeristas, literatura
especializada, e tc .-, el mercado del arte, el negocio del arte, los coleccionistas,
los intereses comerciales de los medios de comunicación de masas, entre otros. El
planteo mismo de esta duda, esto es, entre lo que debemos apreciar como ¿rte y
lo que es sólo espectáculo, esconde la convicción de que el primero es perdurable
en el tiempo y que el segundo será olvidable en un lapso más o menos treve.
Esta convicción de que el «verdadero arte» es aquel que sobrevivirá al incesante
decurso de novedades -d e por sí seductoras la mayoría de las veces por escan
dalosas- esconde un prejuicio, pues lo nuevo suele resultar escandaloso para
sus contemporáneos. Si descartáramos las nuevas producciones con ingredientes
perturbadores por creer que sólo buscan captar la atención de los medios y así
instalar una polémica como si se tratara de una operación de marketing, quizás
estemos corriendo el riesgo de ignorar aquellos artefactos que están desacomo
dando nuestros consensuados paradigmas de lo que se supone es arte al día de
hoy. El otro problema con el que nos enfrenta este prejuicio es que, asumiendo
esta posición, sólo podríamos opinar sobre el arte del pasado y deberíamos re
nunciar a pensar sobre las nuevas producciones puesto que aún no han pasado
la prueba del tiempo.
La utilización del cuerpo muerto en el arte, la presentación del cadáver humano
estetizado, ha provocado múltiples reacciones adversas. Acusadas de inmobles,
escabrosas y hasta obscenas, estas producciones han desatado la reflexión sobre
la espectacularización del arte y advertencias al espectador contemporáneo sobre
los riesgos de reiajar el espíritu crítico frente a tales artefactos (Jiménez, 2003:50).
Con el objeto de reconsiderar el carácter artístico de estas manifestación^ |
proponemos, por un lado, revisar las consideraciones sobre el cuerpo en los s¡sternas '
estéticos más relevantes y, por otro, conectar tales reflexiones con la aparición de
cuerpos muertos en las producciones de tres artistas contemporáneos: Rosemberg
Sandoval, Martín Weber y Teresa Margolles.
La exposición se organizará según tres ejes. En el primer apartado se analizará
el polo del espectador y la aparición de lo sublime en tanto sentimiento estético
del sujeto, un posible modo de considerar la recepción frente al arte mortuorio y su
distancia con el concepto material del término; en segundo lugar, se reflexionará
desde el polo del objeto artístico mismo: el cuerpo, refiriendo el lugar que éste ha
tenido en los distintos sistemas estéticos; el tercer eje se ocupará del privilegio del
cuerpo por sobre la conciencia como productor de verdad desde una perspectiva
nietzscheana que contempla la posibilidad de la crueldad en el arte.
Lo que sigue de ningún modo pretende agotar la reflexión sobre estas nuevas
manifestaciones, sólo intenta pensar los problemas teóricos que se les presentan a
los espectadores contemporáneos frente a un arte cada vez más complejo que deja
en estado de perplejidad a muchos pues los limites de lo considerado arte, hace
mucho tiempo ya, no resultan claros ni pasibles de ser ajustadamente definidos
desde la teoría o desde el pensamiento filosófico.
Antes que lo sublime kantiano, habría que recuperar entonces lo sublime mar-
xista para pensar este arte mortuorio en la era de la muerte del arte. Si para Marx
la superestructura es el cuerpo reprimido prolongado en abstracciones, es decir,
un cuerpo espiritualizado, entonces el sistema de producción es una metáfora del
cuerpo. En definitiva, la propuesta marxista es relatar la desintegración del cuerpo
en el capitalismo como si el capital fuera un cuerpo fantasmal y, tal como afirma
Eagleton, como si el capitalista y el capital mismo fueran sólo «muertos vivientes»
(Eagleton, 2006: 270). El arte mortuorio, entonces, oficiaría de recordatorio de
aquello que el capitalismo habría transportado a la nada, como una suerte de me
morial de aquello que el sistema nihilizó, desnudando así el pensamiento burgués.
Para el marxismo, los cuerpos se encuentran incapaces de experimentar pues están
sometidos al despotismo de la necesidad: sólo cuando hayan sido liberados podrán
volver a sentir sus impulsos.
El movimiento mismo de la mercancía, esa cadena en la que un objeto refiere
a otro y éste a otro y así infinitamente, alude a una suerte de sublimidad mons
truosa que Marx postula. En lo sublime malo se cifra el movimiento del capitalis
mo, la acumulación de la mercancía acaba subvirtiendo cualquier posibilidad de
representación estable; tal como lo sublime matemático kantiano, donde frente
a la limitación de la imaginación por conservar las diferentes partes percibidas
del espacio infinito, el entendimiento terminaba vencido por la imposibilidad de
conceptualizar y daba lugar al sentimiento de placer-dolor frente a lo absoluto.
La sublimidad monstruosa marxista refiere a lo amorfo, es decir, a lo sin forma del
dinero en el sistema capitalista.
Exponer cuerpos sin vida, víctimas de muertes violentas, como es el caso del
arte forense de Teresa Margolles, Martha Pacheco o Rosemberg Sandoval, puede
pensarse como el gesto de recuperar algo del pasado -puesto que ese cuerpo ya
m urió- e integrarlo al presente desde la manifestación artística. Tal evocación
del pasado, ese convocar a los muertos, se presenta como quiebre de corte ben-
jaminiano del continuum histórico porque lo que murió ya no debiera volver a
contemplarse. El continuum vacío es el de la historia de la clase dominante, es la
tradición misma, pero reciclar el pasado suspende ese fluir del tiempo histórico e
inserta la posibilidad de una iluminación profana frente a las necesidades políticas
del presente y aquel momento redimido del pasado. Mirar con horror el cadáver
herido, lastimado, ese rictus del momento mismo del deceso, está convocando a
los muertos en ayuda del presente.
Es Walter Benjamin quien se fascina con lo descartado, con el fragmento obso
leto, capaz de ser yuxtapuesto con el objeto nuevo para así construir la constelación
como imagen material. En ese gesto de descontextualización y recontextualización
se ha recuperado una ruina y se la ha reificado, así se materializa la convicción
benjaminiana de que el único cuerpo bueno es el cuerpo muerto.7 El origen del
drama barroco alemán gira en torno a un lamento por la organicidad perdida frente
al cuerpo despedazado por la violencia. Es a partir de sus partes desmembradas que
el significado puede surgir como órganos arrancados de la carne desollada, y ya no
de la figura armoniosa que la verdad puede descubrir.
4. Rosemberg Sandoval, Morgue, 1999, performance.
Registro fotográfico de Teresa Margolles.
7. Martin Weber, Mario. Saved Calls II, 2007-2011. Registro fotográfico de video.
8. Martin Weber, Mario. Saved Calls III, 2007-2011. Registro fotográfico de video.
9. Martín Weber, Mario. Saved Calls IV, 2007-2011. Registro fotográfico de video.
La obra citada de Martin Weber incluye una foto compuesta por once foto
grafías de su padre, similares aunque no idénticas, y una del propio artista. Weber
no sólo se incluye a él mismo en esta suerte de cadena familiar, sino que también
incluye un registro de su hija en la muestra. Tres generaciones unidas en torno al
cuerpo de aquel que transita la frontera entre la vida y la muerte, tres vivencias en
torno a un solo acontecimiento. En este caso el horror se atenúa frente al cuerpo
muerto, apaciguado por la idea de continuidad generacional y por la candidez de
la nieta frente a la muerte de su abuelo; el final se presenta aquí familiar y do
loroso. Como la muerte ocurre por ancianidad y no por un hecho de violencia, el
espanto entonces se dulcifica. La obra proyecta idéntico destino tanto para al hijo
como para la nieta, integrados en una suerte de cadena de renovación, y a su vez,
confronta al espectador con su propio e inevitable ocaso.
Para Nietzsche, cuanto más falso es el arte, más fiel es a la falsedad esencial
de la vida, pero dado que el arte es una ilusión determinada, también oculta la
verdad de esa falsedad. Frente al arte mortuorio de los artistas aquí presentados,
queda manifiesta la insignificancia de lo espiritual puesto que no quedan rastros
de ella, sólo un cuerpo que ha debido ser fijado en el tiempo, mediante la fotogra
fía, el proceso de plastinación o la momificación, pues de otra manera tampoco
habría ninguna evidencia corporal para ser expuesta. Sin embargo, la supervivencia
del cuerpo más allá de la muerte puede leerse como un lugar de consuelo pues,
como sostiene Nietzsche, las formas consoladoras son las que nos protegen de la
espantosa visión de que en realidad no hay nada. En la lectura de Eagleton, el arte
esa la vez masculino y femenino: la esencia, la verdad y la identidad las asocia a
lo viril; en cambio, la superficie, la forma, la sensualidad, el engaño y la aparien
cia se ligan a lo femenino, apreciaciones ciertamente misóginas y tradicionalistas
(Eagleton, 2006:331).
En el cuerpo, reconocido como la única verdad puesto que el espíritu se en
cuentra negado, hay que restaurar el arte, celebrar la orgía; entonces, en lugar de
emitir juicios de carácter estético se deben desentrañar en ellos los impulsos libidi-
nales que los fundamentan. Lo que el arte muestra, según la mirada nietzscheana,
es la superficie sensible sobre la que hay que demorarse, pues indagar sobre la
esencia, sobre lo sustancial, es vano e ilusorio. Es la superficialidad la verdadera
esencia de la vida, la profundidad de la vida es un engaño para soportar la auténtica
banalidad de las cosas (Eagleton, 2006:333). En lugar de protegerse con postulados
metafísicos, la sociedad debiera asumir la vida de modo menos cobarde entregán
dose a una actividad puramente material. El fin de la superestructura es coherente
con la muerte de Dios, por tanto lo que le resta a la sociedad es asentarse en las
propias fuerzas productivas, en su base, según Nietzsche: en la voluntad de poder.
bibliografía
notas
introducción
-| N ic o l a C o s t a n t in o
Savon de corps
prends ton bain avec moi
En consecuencia la Xora es, para nuestra autora, la etapa más temprana den
tro del desarrollo psicosexual del individuo. Esta etapa se encuentra ubicada con
i
anterioridad al «estadio del espejo» (Lacan). Es un período prelingüístico en donde
el niño está dominado por una mezcla de sensaciones caóticas: percepciones, nece
sidades, sentimientos, impulsos básicos fundamentalmente orales y anales. En esta
etapa de desarrollo no existe -para el n iñ o - separación entre su propio cuerpo y
el de su madre e, inclusive, ni siquiera del mundo que lo rodea. Al no existir límites
entre su cuerpo y el entorno el niño se halla prisionero de lo que Freud denominó
las pulsiones. Esta primera etapa pertenece a lo que Kristeva personalmente deno
mina losemiótieo, momento a partir del cual se inicia lo que ella llama el procésele
signifiance de un sujeto permanentemente en movimiento cuya propia evolución
se halla ligada a la evolución de su lenguaje.'7A diferencia de Lacan, que distingue
entre un Orden Imaginario (estadio del espejo) y un Orden Simbólico (Nombre del
Padre) -además de un Orden de lo Real- Kristeva establece, entonces, una distin
ción entre lo Semiótieo y lo Simbólico. En tanto lo semiótieo se encuentra del lado
de lo reprimido, del cuerpo y de la pulsión, lo simbólico pone de manifiesto la exis
tencia de una conciencia en el sujeto que otorga significado a través del lenguaje.
Es necesario destacar que, para la psicoanalista, esta etapa denominada semió
tica-y, particularmente, su propia concepción de lo «abyecto»- son de una impor
tancia radical para el llamado lenguaje poético, ya que en él se pone de manifiesto:
Clair es consciente de que hay «una larga historia de la mierda en el arte», pero
él sostiene que a partir de la obra de Piero Manzoni entramos en una exploración
completamente diferente. Esto lo lleva a afirmar que «jamás la obra de arte ha sido
tan cínica y le ha gustado tanto rozar la escatología, la suciedad y la porquería.
Jamás tampoco -rasgo más desconcertante a ú n - esta obra habrá sido tan querida
por las instituciones, como en el hermoso tiempo del arte oficial. Más inquietante
que su fabricación es la recepción de estos objetos».64
Las recriminaciones del crítico se dirigen, sobre todo, a los responsables de
las grandes instituciones culturales (Kassel, Londres, Nueva York, Venecia, París)
y a la celebración que promueven de una «estética de lo estercóreo», como él
la denomina, fascinada por la sangre, los humores corporales, la coprofilia y la
coprofagia. Es la exhibición de la vida desnuda, de lo meramente orgánico des
prendido de cualquier espiritualidad o connotación de la humanitas. La «fisio
logía en estado puro».65 Ante esta deshumanización de lo corporal, Clair recurre
al pensamiento de Giorgio Agamben quien, a su vez, retoma a Aristóteles y a los
dos términos utilizados por los griegos para referirse a la vida: «bios» y «zoe».
«Bios» hace referencia a la forma de vida propia de cada individuo o de un grupo
social y que se relaciona con todo aquello que tiene que ver con la actividad
de la polis. Como «zoe» se vincula con el simple hecho de vivir que, además, es
común a todos los seres vivientes. El ámbito donde la zoe se despliega es el del
oikos (hogar).
Otros conceptos del filósofo italiano son el de homo sacery el de la biopolí-
f/'co. El primero es una figura de la antigua ley romana que representa a aquellos
hombres que han sido excluidos de la sociedad y que, por lo tanto, pueden ser ma
tados por cualquiera, pero que nunca podrán ser sacrificados en un ritual religioso,
precisamente, por su condición de hombres malditos sustraídos a la ciudadanía.
El segundo concepto —que toma de Michel Foucault- tiene que ver con la ges
tión política de la vida y se relaciona, a su vez, con el de «vida nuda», la vida que
es sacrificable sin más, la vida que es capaz de padecer todo tipo de violencias y
de horrores. Para Agamben la experiencia biopolítica más atroz, en donde la vida
humana fue despojada de todo derecho y conmiseración, está constituida por el
nazismo y su experimento del campo de concentración.66
En un arriesgado gesto, Clair sitúa al «arte abyecto» en relación con el crimen
nazi. Para él los continuadores de esta postura incalificable son los Accionistas
Vieneses que actuaron entre 1960 y 1971. Estos artistas intentaron «restablecer lo
sagrado en una sociedad totalmente laicizada» a través de sacrificios de animales,
rituales orgiásticos y todo tipo de prácticas sangrientas. Para Clair el ejemplo más
terrible y perverso es el de uno de sus miembros, Otto Mühl, quien clamaba por la
sexualidad libre y el asesinato. En 1991 Mühl fue condenado a prisión por abuso
sexual de menores, violaciones y abortos forzados. Siete años después es dejado en
libertad. En el año 2001 el Museo del Louvre celebra un coloquio para denunciar el
«fascismo cotidiano de nuestras sociedades y la "represión del Estado"». Allí Otto
Mühl será recibido como «un mártir y un mesías». Entonces, Clair afirma que «ya
no estamos en el dominio de una vida socializada propia de un individuo o de un
grupo —educación, religión, cultura—, sino de la vida como vida biológica de la
i
especie, a la cual puede ponerse fin sin otra forma de proceso». Para estos artistas
ya no interesa el hombre como elaborador de cultura, sino el hombre animalizado,
el hombre como zoe.67
conclusión
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notas
1 Arthur C. Danto, Después del fin del arte. El arte contemporáneo y el linde de la historia,
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2 Anna María Guasch, El arte últim o del siglo XX. Del posminimalismo a lo m ulticultural,
Madrid, Alianza Forma, 2000, pp. 499-500.
3 Ibid., p. 500.
4 Ibid., p. 500.
5 Los gauchos en la Argentina, cuando carneaban una vaca para su alimentación, desecha
ban sus visceras. Sólo asaban los cortes musculares. De ahí quedó el vocablo tochuras», que
significa «/o que no sirve, o lo que sobro*. Por lo tanto, las achuras se componen de los llamados
chinchulines, corazón, rabo, riñones, tripa gorda y ubre que también son muy apreciados en la
actualidad como parte de la parrillada argentina.
6 La década de los años noventa dio lugar a una serie de exhibiciones relacionadas con el
cuerpo, la sexualidad y la muerte. Entre las más notorias podemos mencionar Désordres (Galerie
Nationale du Jeu de Paume, Paris, 12 de septiembre-8 de noviembre de 1992); Post-Human
(FAE Musée d'Art Contemporain, Pully/lausanne, 14 de junio-13 de septiembre de 1992); Fé-
minimaseulin. Lesexe de l'a rt (Centre Georges Pompidou, París, 24 de octubre de 1995-12 de
febrero de 1996).
7 El catálogo de la exposición menciona a los artistas Boris Lurie (1924-2008) y Sam
Goodman (1899-1967) como predecesores de John M iller y Mike Kelly (1954). Lurie y Goodman,
promotores de una antiestética, reunidos con un grupo de aproximadamente veinte artistas,
conformaron el grupo de arte NOlart que trabajó en Nueva York entre 1959-1964 al margen de
cualquier reconocimiento de la critica de ese momento. En una de sus muestras llamada Shit
Show (1964), realizada en la Gertrude Stein Gallery de Nueva York, Goodman exhibe unas escul
turas de plástico pintadas que asemejan grandes cúmulos de excremento. Para este tema véase,
Max Liljefors, «Boris Lurie y el NOlart» en Heterogénesis. Revista de Artes Visuales, n° 44, julio de
2003, Lund (Suecia), www.heterogenesis.com. Traducción de Lorena Acevedo.
8 Dictionnaire alphabétique et analogique de la langue frangaise, Paris, Société du Nouveau
Littré Le Robert, 8 tomos, 1980.
9 Diccionario de la Lengua Española, Madrid, Real Academia Española, Vigésima segunda
edición, 2001.
10 Julia Kristeva, Pouvoirs de l'horreur, Paris, Éditions du Seuil SA, 1980. El texto ha sido
traducido al español como Poderes de la perversión, Buenos Aires, Catálogo Editora, 1988. Las
citas en nuestro trabajo pertenecen al texto en español. La traducción del título al español -que
además cuenta con un término equivalente en la lengua española para la palabra francesa ho-
rre u r- cambia el término «horror» por «perversión» no teniendo en cuenta el diferente significado
de ambas palabras. El «horror» consiste en un «espanto o miedo muy intenso. Aversión, odio,
repulsión». «Horror» proviene del latín horrere que significa «poner los pelos en punta». Por otro
lado, la palabra perversión etimológicamente significa «dar la vuelta, invertir». Según el Diccio
nario de la Real Academia de la Lehgua Española encontramos una diferencia semántica entre el
verbo pervertir, que significa, en una primera acepción, «perturbar el orden o estado de las cosas»
y, en la segunda, «viciar con malas doctrinas o ejemplos las costumbres, la fe, el gusto, etc.». En
tanto que el adjetivo perverso que deriva del verbo significa «sumamente malo, depravado en las
costumbres u obligaciones de su estado».
11 Georges Bataille, «La abyección y las formas miserables, en Obras escogidas, Barcelona,
Barral Editores, 1974, p. 326. Traducción: Joaquín Jordá.
12 Jean-Paul Sartre, Saint Genet, comedien et martyr, Paris, Gallimard, 1952. Hay traducción
al español, San Genet, comediante y mártir, Buenos Aires, Losada, 2003.
13 J. Kristeva, op. cit., p. 277.
14 El concepto no se refiere a ningún padre en particular sino que el mismo es introducido
por Lacan a partir de la consideración freudiana del Edipo que señala el momento de la entrada
del sujeto en el universo de los discursos, es decir, en el lazo social.
15 Platón: Diálogos VI. Filebo, Timeo, Critias, Madrid, Editorial Gredos, 1992, parágrafos 48-
53. Traducción del Filebo: María Ángeles Durán. Traducción del Timeo y Critias: Lisi, F.
16 Julia Kristeva, «El tema en cuestión: el lenguaje poético» en Claude Lévi-Strauss, Se
minario: La identidad, Barcelona Petrel, 1981, pp. 259-60. El nombre del capitulo ha sido mal
traducido, debiendo ser «El sujeto en cuestión: el lenguaje poético». Kristeva desarrolla su teoría
de la adquisición del lenguaje en su tesis doctoral La révolution du langage poétique, Paris, Seuil,
1974. En este texto propone dilucidar o esclarecer lo que ella denomina el procés designifiance.
17 Para Kristeva la noción de significancia «no tiene nada de lingüístico, puesto que Freud
[en Totem y tabú] se interroga no sobre la estructura del lenguaje, sino sobre la dinámica psíquica
en la cual es la dicotomía entre a c to y re p re s e n ta c ió n , entre ir r e p r e s e n ta b le y c o n t r a t o s im b ó lic o
en torno o la a u to rid a d , la que concentra su interés. Tales parámetros, como ustedes pueden ver,
no tienen efectivamente nada de propiamente lingüístico.» Cf. «Las metamorfosis del "lenguaje"»
enJulia Kristeva, S e n tid o y s in s e n tid o d e la re b e ld ía . L it e r a t u r a y p s ic o a n á lis is , Santiago de Chile,
Cuarto Propio, 1999, p. 86.
18 J. Kristeva, «El tema en cuestión: el lenguaje poético» en C. Lévi-Strauss, S e m in a r io : La
identidad, Barcelona, Petrel, 1981, p. 239. El título el capitulo ha sido mal traducido, debiendo
ser «El sujeto en cuestión: el lenguaje poético».
19 J. Kristeva, P o d e re s d e la p e rv e rs ió n , p. 8.
20 Ib id ., p. 8.
21 Ib id ., p. 11.
22 Ib id ., p. 9.
23 Ib id ., p. 11.
24 Ib id ., p. 11.
25 Ib id ., p. 19.
26 Ib id ., p. 19-20.
27 Ib id ., p. 20-21. La cursiva pertenece a la autora.
28 Ibid., p. 21. La cursiva pertenece a la autora.
29 Ib id ., p. 92.
30 Ibid., p. 92.
31 Sigmund Freud, «Lo ominoso »(1919) en O b ra s c o m p le ta s , ordenación, comentarios y
notas de James Strachey con la colaboración de Anna Freud, vol. XVII (1917-1918), Buenos Aires,
Amorrortu, 1988, p. 220. Traducción de José Etcheverry.
32 J. Kristeva, op . c it., p. 13.
33 Cf. S. Freud, «Introducción al narcisismo (1914)», O b ra s C o m p le ta s , tomo XIV, Amorrortu
Editores, Buenos Aires, 1988. A partir de 1920 Freud prefiere distinguir entre dos formas de nar
cisismo: la p r im a r ia que «consiste en el investimiento pulsional necesario para la vida subjetiva»,
Y la secundaria que reserva para referirse a las enfermedades narcisísticas. Cf. D ic c io n a r io d e l
Psicoanálisis bajo la dirección de Roland Chemama, Buenos Aires, Amorrortu, 2002, pp. 277-79.
Traducción y notas de Teodoro Pablo Lecman.
34 J. Kristeva, op. c it., p. 22.
35 Ib id ., pp. 25-27.
36 Ib id ., p. 39.
37 Ib id ., p. 27.
38 Ib id ., p. 278.
39 Ib id ., p. 279.
40 Ib id ., p. 279.
41 Cf. Immanuel Kant, C rític a d e la f a c u lt a d d e ju z g a r , Caracas, Monte Ávila, 1991, # 187,
p. 221. Traducción: Pablo Oyarzún.
42 Mario Perniola, E l a r t e y s u s o m b ra , Madrid, Cátedra, 2002, pp. 22-23. Traducción: Mónica
Poole.
43 Linda S. Kauffman, M a la s y p e rve rso s. F a n ta s ía s e n la c u lt u r a y e l a r t e c o n te m p o rá n e o s ,
Madrid, Cátedra, 2000. Traducción: Manuel Talens.
44 L S. Kauffman, Ibid., pp. 13-14.
45 Ibid., p. 18.
46 Se denomina «sátira menipea» a la que ha sido escrita alternando verso y prosa. Recibe
este nombre en honor de su creador, el filósofo y escritor griego de la escuela cínica M enipo de
Gadara (s. IV-III a. C.). Este tipo de sátira se caracteriza por atacar y ridiculizar actitudes mentales
más que a individuos específicos, por ejemplo, la pedantería, la intolerancia, la incompetencia,
etc. Lo poco que sabemos de la vida de Menipo es a través de los relatos de Luciano de Samo-
sata y Diógenes Laercio. El pintor español Diego Velázquez nos brinda una imagen de cómo él lo
imaginó: mirando burlescamente al espectador y ataviado como un picaro y desafiante mendigo,
desilusionado del saber y de las vanidades mundanas.
47 Ib id ., pp. 28-30.
48 Hal Foster, E l r e t o r n o d e lo re a l. La v a n g u a r d ia a fin a le s d e s ig lo , Madrid, Akal, 2001.
Traducción: Alfredo Brotons Muñoz.
49 Peter Burger, T e o ría d e lo v a n g u a r d ia , Barcelona, Península, 1987. Traducción: Jorge
García.
50 H. Foster, op. c it , p. 138.
51 Jacques Lacan, Los c u a tr o c o n c e p to s fu n d a m e n ta le s d e l p s ic o a n á lis is , Barcelona, Paidós,
1987, p. 58. Traducción: Diana Rabinovich.
52 D ic c io n a r io d e l P s ic o a n á lis is bajo la dirección de Roland Chemama, op . c it., pp. 383-386.
53 Lacan se ocupa de estos tres registros u órdenes en su S e m in a r io n° 22 R.S.I. (inédito).
En Internet pueden encontrarse distintas versiones del mismo.
54 D ic c io n a rio d e l P s ic o a n á lis is , op . c it., pp. 372-375.
55 H. Foster, o p . c it., p. 132. Además del pop, Foster incluye en su análisis a otros dos movi
mientos vinculados al realismo de los años 60: el h ip e r r e a lis m o y el a p r o p ia c io n is m o .
Betina Bandieri
introducción
Entre abril y julio de 1994 tuvo lugar la masacre de Ruanda. En apenas tres
meses casi un millón de personas fueron brutalmente asesinadas. Dos artistas oc
cidentales, movilizados por el horror, se trasladaron hacia aquel país africano dis
puestos a mostrar, a obligarnos a mirar.
¿Cuáles son las imágenes apropiadas para la representación de lo monstruoso?
¿Cómo superar los extremos de la espectacularizacíón del horror o del silencio ante el
mismo? La representación de las masacres nos enfrenta a la problemática de los lími
tes de la representación y a la necesidad de seguir buscando estrategias de visibilidad.
El arte contemporáneo asume esta problemática e intenta respuestas; una
de ellas es, según Didi-Huberman,' su devenir documento. Los artistas usan do
cumentos y producen documentos como instrumentos de crítica política. Así, los
fotoperiodistas se acercan al campo del arte buscando ser dueños de sus imágenes,
buscando libertad con respecto a qué mostrar y cómo mostrarlo. Los artistas por
su parte se vuelcan al campo documental en la búsqueda de un plus de verdad al
contenido de las obras que circulan por el mercado del arte. Ambos intentan ejercer
desde la imagen una crítica política, impulsar acciones.
Es uno de los objetivos del presente trabajo reflexionar sobre la posibilidad de
representar el horror extremo y analizar el modo en que cada uno de los artistas
elegidos, fotógrafo uno y artista plástico el otro, intentó hacerlo en el caso parti
cular de Ruanda.
Es imprescindible ajustar el contenido de algunos términos y describir el con
texto en el que la masacre tuvo lugar de modo tal que esto nos permita acercarnos
a una realidad tan lejana y ajena; a fin de que lo extremo e irracional de la violencia
allí desatada queden expuestos.
Lo o c u rrid o en Ruanda fu e una masacre y O ccid e n te pe rm a n e ció in m ó v il fre n te
a ella.
1
¿qué es masacre?
Y concluye su artículo:
M ais ava n t qu ’ils (los rebeldes del FPR) ne s’em p are nt de la ville, pour a u ta n t
q u 'ils le puisent, le génoeide du tu tsis de K igali aura probablem ente eu lieu.5
Iglesia Santa Familia. Sitio del genocidio. Kigali. Ruanda. Foto: Adam Jones.
No hay olores, no hay sonidos, sólo silencio abismal que favorece la relación
del espectador con lo planteado por las imágenes de modo introspectivo. Prioridad
de un sentido, la vista, que a diferencia de los restantes posibilita la selección de
los estímulos recibidos y nos protege del caos sensorial.
Pero más allá de la calma que la selección de estímulos provee al espectador,
es la fascinación en el mirar que lo acompaña e incomoda. Nuevamente Burke,
quien ya en 1757 reconocía como dato de la realidad, sin proveer una explicación
al respecto, lo antiguo e insalvable de esta tensión entre deleite y dolor ajeno como
tópico de la estética al señalar:
Y finalmente son otros los que resultan fijados en las imágenes de Salgado.
Otros que tal vez se encuentran en esas terribles situaciones como consecuencia
de acciones que nosotros —indirectamente— realizamos, pues queda claro que
nosotros siempre miramos, tenemos la palabra. No somos los retratados aunque
Salgado intente que las imágenes funcionen como espejos y nos veamos en ellas.
A esta altura del camino me encontré con Orhan Pamuk, escritor turco que
en su libro Estambul retoma las miradas que distintos escritores occidentales del
siglo XIX posaron sobre su ciudad y desnuda en este rescate de los recorridos que
Nerval y Baudelaire hicieron por ella lo que Edward Said denominó orientalismo.
Occidente mira a Oriente.
Pamuk marca las diferencias entre diversas miradas posadas sobre la misma
ciudad retomando la distinción que estableció Lévi-Strauss entre tristesse y amar
gura del siguiente modo:
alfredo jaar
Hacer visible algo que no entra en los esquemas de pensamiento del especta
dor, algo que lo descentre y lo perturbe.23
1. Alfredo Jaar, Los ojos de Guíete Emérita (versión l) , 1996, instalación. Cortesía Alfredo Jaar.
En Los ojos de Gutete Emérita (1996) aparece una única imagen replicada un
millón de veces, los ojos de Gutete Emérita. Al final de un oscuro corredor y en el
centro de una sala cuya iluminación evoca a un mausoleo, dispuso una mesa de luz
en la que descansan, formando un túmulo y dispersos por el resto de la superficie,
un millón de diapositivas de los ojos de esta mujer y varias lupas. Unos ojos, una
mirada que nos mira. Una y un millón; una por todos los muertos. Todos es ninguno,
una, en cambio, es cada uno. Somos nosotros.
A lo largo de una pared se lee la información sobre aquella cuyos ojos nos
miran. Gutete Emérita es una mujer que ha visto la masacre de su familia. Gutete
Emérita fue testigo del asesinato de su marido y de sus dos hijos. Un millón de
diapositivas, un millón de miradas, el número de masacrados en Ruanda. Todos allí,
dispuestos al modo de una montaña desordenada. El túmulo como forma de repre
sentación de la muerte a gran escala y la violencia extrema sirvió para mostrar otras
masacres contemporáneas en las que los acumulados eran cuerpos, cráneos, o par
tes de cuerpos. Una forma de representación que alude a muertes numerosas y que,
en el caso de Jaar, al ser parte de una instalación, nos obliga a realizar movimientos
de aproximación y ajuste de la mirada para ver qué hay, qué es lo acumulado. Y la
sorpresa es que lo acumulado es uno y un millón, una mirada replicada un millón
de veces. Y no es un muerto aquel cuya mirada nos enfrenta, es un testigo de la
masacre; testimonia por un millón. Es una sobreviviente. Dice y necesita respuestas.
La imagen en Jaar no tiene un fin catártico. No pretende liberar a los hombres
de la angustia y de la culpa a partir de reconocer en ella los horrores que los mismos
perpetran. Apuesta a un manejo de la imagen que genere la necesidad de respon
der y de transformar el mundo que les dio origen. Apuesta a la posibilidad de una
política de la imagen que logre aun sustraerse al lugar de la sobreabundancia, y a
la inmovilidad del espectador por exceso y engaño.
¿Cuáles son las imágenes más apropiadas para representar el horror y qué hacer
con ellas para que desaten acciones transformadoras del mundo?
Ranciére propone tomar a la imagen como un elemento de aquello que él con
sidera clave: el dispositivo de visibilidad, a partir de cuya configuración se podrían
obtener los efectos buscados, es decir, respuestas transformadoras por parte de los
hombres enfrentados a los horrores.
bibliografía
notas
I
9.
R e p re s e n ta r y c o n m e m o ra r:
en torno a la masacre de Margarita Belén
Cecilia Fiel
Este capítulo' tiene por objeto de estudio las distintas formas conmemorativas
relacionadas con la masacre de Margarita Belén sucedida el 13 de diciembre de
1976 en la provincia del Chaco. Los 36 años que nos separan de los trágicos suce
sos brindan un amplio espectro temporal que permite analizar cómo se ha podido
simbolizar algo del orden de lo traumático y se lo ha trasmitido en las distintas con
memoraciones de esa masacre. A lo largo de este periodo puede observarse cómo
las mutaciones acaecidas a nivel representacional en el campo de las artes visuales
también han tenido lugar en los monumentos. Es decir que más allá del estudio de
estos últimos nuestro trabajo puede leerse como un análisis de las distintas formas
de representar un hecho traumático: analizaremos los monumentos a la masacre de
Margarita Belén relacionados con formas tradicionales, formas efímeras, creaciones
individuales y colectivas, acciones públicas y el rol participativo de los espectadores.
Lo que hoy se conoce como la masacre (véase el capítulo 8) de Margarita Belén2
comenzó a gestarse una vez sucedido el golpe de Estado de 1976. El 13 de diciem
bre de ese mismo año, en un operativo conjunto entre las fuerzas del Ejército y la
Policía, una supuesta orden de traslado de presos políticos3 los llevaría con rumbo
a la Unidad 10 de Formosa. Algunos de los detenidos, en muchos casos ilegales,
fueron retirados de la Unidad 7 de Resistencia y otros de la Alcaidía de la misma
ciudad. Torturados antes del traslado final, al llegar a la altura de Margarita Belén,
a veintisiete kilómetros de Resistencia, son masacrados por miembros del Ejército.
La comunicación militar intentó imponer la versión de un enfrentamiento, forma
habitual en que por aquellos años se encubrían los fusilamientos. El 16 de mayo
de 2011 la justicia confirmó la masacre y fueron sentenciados a prisión perpetua
los ocho militares imputados.4
C onsiderando la « te rrito ria lid a d de la m e m o ria »,5 d e fin id a po r Elizabeth Jelin, no
com o «un «lugar» físico específico [...] sino com o un trayecto , un itin e ra rio , una m ane
ra de e n u n cia r y denunciar, plasm ados en una p rá ctica te rrito ria liz a d a »,6 analizarem os
de qué forma se ha expandido la conmemoración de un lugar específico, como la
veril de la ruta 11, a una parada de colectivo o bien a una manifestación popular. Una
cuestión central será ver de qué manera se invierte la relación, asimétrica, entre la
forma recordatoria, en principio poseedora de la memoria, y el espectador.
La nueva forma de entender el monumento, denominada por Jochen Gerz y
Esther Shalev-Gerz «monumento negativo» o por James Young «contramonumen
to», nos pone en estricta relación con el tema eje del libro, lo extremo. ¿Cómo una
forma invisible o efímera posee el poder de conmemorar, de recordar? ¿Un mural,
un grafiti, una acción efímera pueden ser considerados «monumentos»? ¿Dónde
yace la diferencia con el arte público?
A lo largo de este ensayo, prestaremos especial atención a cómo se han con
tinuado o modificado los siguientes ejes: ¿qué se conmemora? (razón conmemo
rativa), ¿cuándo se conmemora? (fecha conmemorativa), ¿dónde se conmemora?
(lugar de la conmemoración) y ¿cómo se conmemora? (formas, técnicas y recursos
plásticos para conmemorar). Estos ejes nos facilitarán un análisis comparativo y
progresivo de un proceso que deriva en formas contramonumentales.
Las representaciones de las conmemoraciones en torno a Margarita Belén po
seen una particularidad respecto a la representación de los desaparecidos. El hecho
de conocerse el modo en que fueron asesinados terminó por incidir en la forma
como fueron representados.
Para finalizar esta introducción, queremos destacar, en especial, el aporte realiza
do por Gabriela Barrios7y Fernando Jaume, de la Universidad Nacional del Nordeste
(UNNE) y de la Universidad Nacional de Misiones (UNAM), respectivamente, en el es-
tud.o pionero sobre las primeras conmemoraciones a la masacre de Margarita Belén.
t
Y justamente dicha lógica falló con las obras de Rodin, cuyos monumentos fra
casaron como tales: Las puertas del infierno (1927) porque no se finalizó y Balzac'2
(rechazada por quienes la encargan) porque su radical quiebre formal dificultaba
que fuera apreciada como monumento. Para Krauss estas obras inauguran una
«condición negativa» del monumento y, por ende, son consideradas el pase hacia el
modernismo, donde la obra pierde su pedestal y se produce el monumento «como
abstracción, el monumento como puro señalizador o base, funcionalmente despla
zado y en gran manera autorreferencial».'3
Una nueva etapa en la escultura monumental es la que se escribe a partir de los
años sesenta con el minimalismo, el Earth Art, y el Land Art.'* Éste es el momento
en el que, según Krauss, los artistas conciben la necesidad de un «campo expandi
do» sobre la base de problematizar la concepción modernista de escultura. Aquella
condición negativa de la escultura incorpora el paisaje y la arquitectura y lleva a
su máxima expresión lo que Javier Maderuelo interpreta como «la disolución de los
límites de la obra escultórica». En este largo proceso, que se inicia a fines del XIX,
la pérdida del pedestal es acompañada por la pérdida de la masa y del volumen, la
verticalidad y la durabilidad.15
Ya en los años setenta Oldenburg llamó a sus esculturas «antimonumentos»,
entendiendo por esto las «representaciones de objetos triviales erigidos para ce
lebrar el consumismo masificado y su forma efímera».16 Las megaesculturas de
Claes Oldenburg y Coosje van Brüggen llevan a gran escala objetos de nuestra vida
cotidiana, caso de Lipstick (1969-74), primera obra realizada bajo esta concepción.
Lipstick ironiza sobre la funcionalidad del monumento, su sentido sagrado y de
heroicidad, y vira hacia la parodia de la sociedad de consumo. Oldenburg y Van
Brüggen realizan un lápiz labial infiable que, una vez desinflado, hipotéticamente,
seria inflado por el espectador. En una segunda versión, esta obra fue realizada en
aluminio y emplazada en la Universidad de Yale. La obra fue ubicada sobre ruedas y
simulaba ser un tanque, lo que además de otorgarle movilidad enfatizaba su rasgo
paródico.17 En la obra de Oldenburg, los objetos de consumo han pasado a ocupar
el lugar de los antiguos héroes y dioses que antes venerábamos.18
Más allá de estas transformaciones, creemos que es a partir de los problemas
acaecidos a la hora de pensar la conmemoración en el marco de los crímenes de
lesa humanidad, la renovación planteada en torno a formas conmemorativas tuvo
un nuevo impulso que tensó las nuevas propuestas estéticas ya sucedidas desde los
años sesenta. La naturaleza del objeto de la conmemoración, y sobre todo la cer
canía histórica con los sucesos, obligaba a repensar su forma y también su praxis.
Los debates suscitados en to rn o a la obsolescencia del m o n u m e n to en la década
de los años och e n ta e n cu e n tra n en tre sus fig u ra s cen tra le s al a rtis ta alem án H orst
Hoheisel. A l ig ua l que O ldenburg, ha d e fin id o su p rá ctica com o «a ntim o num e ntos» o
«monumentos negativos», concepto amplio para designar a aquellas conmemoracio
nes que ubican la ausencia, el vacío, en el centro de sus propuestas artísticas.
Tanto las obras de Hoheisel como las de Sol LeWitt, Jochen Gerz y Esther
Shalev-Gerz y Norbert Radermacher le sirven a James Young para escribir, en 1992,
un ensayo que ha marcado un punto de inflexión en este campo, The Counter-
Monument: Memory Against Itself in Germany Today.'3 Allí Young analiza las obras
de dichos artistas —relacionadas con la conmemoración de las víctimas del na
zism o- y sistematiza una nueva tendencia que articuló en torno al concepto, ya
divulgado por entonces, de «contramonumento».
El cuestionamiento a la concepción tradicional de los monumentos se ha reali
zado en paralelo con el auge del arte público. Según Javier Maderuelo, «la polémica
palabra «monumento» ha sido sustituida por un tipo de actuación urbana denomi
nado «arte público». Este nuevo tipo de arte recoge y aglutina en él experiencias
diversas recogidas del monumento «pop», de las «instalaciones», d e l«land art», de la
arquitectura, del urbanismo y de otros tipos de fenómenos de carácter sociológico,
participativo, escénico, etc.».20 Es decir que la concepción «contramonumental» es
posible en el marco de una revitalización de nuevas formas de arte público, tema
que será retomado más adelante.
1. Horst Hoheisel, A schrott Brunnen U a tumba de Asehrott), 1987, instalación. Diám etro to ta l:
30 m. La pirámide negativa tiene 3 m de diám etro y 12 m hacia abajo. Foto: Horst Hoheisel.
¿Cómo evitar que la memoria quede eosifieada en la piedra? Partiendo de Sol
LeWitt, exactamente de su «monumento» a los judíos desaparecidos de Müns
ter, Black Form (1987), Young observa que las nuevas manifestaciones conme
morativas desplazan el lugar donde se encarna la memoria, van del objeto al
espectador. De aquí que escriba: «Bajo la ilusión de que nuestros memorials
estarán siempre allí para recordarnos, nos alejamos de ellos y regresamos cuan
do nos conviene. En la medida en que alentemos que estos monumentos hagan
el trabajo de la memoria por nosotros, nos volvemos mucho más olvidadizos»
(«Under the illusion that our memorial edifices w ill always be there to remind
us, we take leave of them and return only convenience. To the extent that we
encourage monuments to do our memory-work for us, we become that much
more forgetful»).2'
En 1987, Hoheisel realiza en Kassel un «monumento negativo» de la Aschrott-
Brunnen, una fuente de forma piramidal llevada a cabo en 1908 por el arquitecto
Karl Roth y financiada por un empresario judío, Sigmund Asehrott, cuyo apellido
se incorpora al nombre de la fuente. Quizás este último dato hizo que los nazis
consideraran judía a la fuente y que, por ende, el 8 de abril de 1939 la destruyeran
dejando, en su lugar de emplazamiento, un vacío. Una vez realizada la primera
deportación de judíos de Kassel, en 1941, se produce, dos años después, un suceso
peculiar. La ciudad cubrió con tierra y flores la base de la fuente y fue rebautizada
como la Aschrott's Grave (La tumba de Asehrott). En los años sesenta, la Aschrott's
Grave dejó de ser una tumba y volvió a ser una fuente pero sin su forma pirami
dal originaria. Invertida y sumergida en la tierra, la fuente quedó al ras del suelo
al punto de tornarse imperceptible. Creando una imagen especular de la fuente
originaria, el artista ubica en el mismo lugar una pirámide invertida, es decir, en
forma de embudo, cuya agua tuviera dirección descendente. De acuerdo con la
interpretación de Young, la forma en que Hoheisel procuró recordar la ausencia
fue reproduciéndola. Además, así, se deja sin efecto la reconstrucción, en términos
tradicionales, de aquel antiguo monumento destruido por los nazis.
El espectador escucha el sonido del agua que desciende hasta el punto de
poder percibir la profundidad del monumento. De acuerdo con Young, al buscar el
monumento el espectador deviene monumento.
La cualidad de eterno del monumento aparece determinada por la utilización
de materiales duraderos que crean una ilusión de permanencia, lo que implica el
supuesto de que la memoria también se mantiene inalterable. Pero Young remarca
el factor temporal, puesto que la pervivencia de un monumento en un tiempo
nuevo puede llevar hasta el absurdo o el ridículo las verdades pasadas; «en su
progresión lineal, el tiempo arrastra significados antiguos en nuevos contextos»
que entran en tensión con la memoria, que también muta. Para Young, los contra
monumentos estimulan la memoria, de aquí que el autor marque un paralelismo
entre forma (del contramonumento) y memoria, en tanto ambas se transforman
con el tiempo.
E n lín e a c o n e s ta c o n c e p c ió n J o c h e n G e r z / E s t h e r S h a le v - G e r z r e a liz a r o n u n
la experiencia argentina30
4 . Claudia Fontes, Reconstrucción del retrato de Pablo Míguez. 1999-2010. acero inoxidable
pulido espejo, medidas variables. Foto: Archivo Parque de la Memoria.
La escultura monumental de 400 kilos de peso y realizada en acero inoxidable
es, como su nombre lo indica, la reconstrucción de un retrato. La obra, al estar
pulida al espejo, y de acuerdo a cómo la ilumine el sol, refleja el contexto, y es en
ese momento, cuando el contexto se refleja en ella, en que la escultura desaparece.
Por la noche, si hay luna llena, también por un juego de iluminación natural, sólo
podemos visualizar su cabeza.
Si bien para Fontes «lo monumental está en la acción»,35 la artista augura
por una concepción de monumento que no apele a los materiales duraderos. En
esta obra la utilización del acero y sus formas ¡cónicas son contrarrestadas por la
lógica en la que lo inscribe. Los mismos materiales se niegan a sí mismos con la
sola incidencia de la luz natural. La escultura se mantiene siempre sobre el nivel
del agua, gracias a su emplazamiento sobre una plataforma flotante que sube y
baja con el río.
Fontes se piensa como una artista que facilitó el proceso de realización de la
obra pero que, en verdad, fue un trabajo colectivo. El padre, la hermana de Pablo
y el Equipo Argentino de Antropología Forense cedieron fotos para que la artista y
el matemático checoslovaco Radim Sara pudieran realizar en 3D la reconstrucción
del rostro. El calco del cuerpo de Pablo fue realizado a partir de un modelo de
trece años. Todas estas precisiones daban cuenta de que el monumento no era a
Pablo, sino a la reconstrucción de Pablo. Fontes recuerda que modelando la arcilla
reparó en lo siguiente: «ya no importaba cómo era Pablo sino que yo ya tenía una
imagen de Pablo en mi cabeza, ya había creado mi propia memoria de Pablo y eso
era lo que importaba. Entonces ese largo proceso de reconstrucción me sirvió para
entender cuál era la función del artista en la reconstrucción de memoria. Hasta
que yo no tuviera esa imagen en mi cabeza, apropiada de una manera personal,
no iba a poder hacerla». Su investigación para realizar un Pablo parecido al real
tomaba otra dimensión al ubicarse la escultura de espaldas a la orilla. El negar su
rostro a los espectadores produce un proceso similar al que realizó la artista en el
momento de reconstrucción del retrato: «Que la reconstrucción del retrato no es
la que yo hice sino la que está haciendo el espectador cuando mire la obra, que le
pondrá el rostro que le quiera poner».
La obra de Fontes nos plasma la desaparición en un presente continuo: Pablo
Míguez siempre va a estar desapareciendo y apareciendo para volver a desaparecer.
En esa doble posibilidad, el espectador ocupará un lugar central al ser testigo de
un doble acto.
Frente a la pregunta ¿cómo materializar la ausencia?, estos ejemplos nos mues
tran que aún apelando a materiales duraderos la «encargada» de poner en cuestión
lo visible es la forma. La materia y la forma se nos plantean como un juego dialéc
tico, donde la materia aparece relegada a la forma que la subsume a su juego y la
hace «desaparecer». A partir de estos ejemplos, ¿podría pensarse que el dinamismo
se nos aparece como sinónimo de visibilidad?
monumentos y contramonumentos, el caso margarita belén
de la Región.
6. H.IJ.O.S. Chaco y Leo Ramos, Parada de ia memoria, 2007 a 2013, Resistencia, Chaco. Foto:
Leo Ramos.
En el mismo sentido, volvieron a realizar una nueva acción y esta vez poniendo
en cuestión el significado del monumento y la conmemoración. Influenciado por
los escritos del teórico español Javier Maderuelo,39 Leo Ramos partió de entender
al monumento como dinámico. Frente a la eternidad con la que nos enfrenta un
objeto conmemorativo realizado en cualquier material perenne, el artista propu
so «la utilización de un panel publicitario como conmemoración dinámica». Para
Maderuelo, «el monumento, como símbolo conmemorativo, ha muerto en manos
de la publicidad urbana, del cartel y del reclamo luminoso de neón»40 y fue en esta
línea en que pensaron un monumento dinámico en las paradas de colectivos. El
objetivo de este monumento consiste en cambiar el objeto de conmemoración para
evitar caer en un automatismo perceptivo capaz de invisibilizar su presencia. Así
como creía Robert Musil, para quien no hay nada más invisible que un monumento,
Michel de Certeau resume: «Mientras más presente menos visible».4' De aquí la
importancia de la rotación de los banners.
La primera de las paradas conmemorativas tuvo lugar (y aún lo tiene) en la
puerta del Museo de la Memoria de Resistencia (Comisión Provincial por la Memo
ria), después se extendió a otras dos paradas del centro y a tres paradas de estacio
nes ferroviarias. Inaugurada la primera en marzo de 2 0 0 7 con la historia biográfica
de Rodolfo Walsh, cada mes, se cambiaba el banner que ponía nombre e historia de
vida de cada uno de los masacrados en Margarita Belén. Las biografías, escritas por
Gabriela Barrios,42 integrante de la Agrupación H.IJ.O.S. Chaco, cuentan la infancia,
militancia y desaparición de cada uno de los masacrados en Margarita Belén. La
actitud de espera de los transeúntes antes de tomar el colectivo es un factor vital
para su recepción; allí, en la «parada de los desaparecidos», ellos aparecían, con
nombre, historia e identidad. A partir de un monumento dinámico, explica Ramos,
«eran reintroducidos en la trama social, al asignarle un espacio urbano y conectarlo
con la sociedad».43
Para Ramos el monumento adquiere visibilidad cuando se lo inaugura, cuando
es víctima de algún acto de vandalismo, o bien cuando se lo destruye (esto último,
como metáfora de la caída de algún régimen o líder político, por ejemplo, caso de
las destrucciones y agresiones a los monumentos de Lenin que se suceden hasta el
día de hoy). Si creemos que la potencia del monumento se expresa en su inaugu
ración, en las paradas, esto sucedía cada mes cuando se cambiaban los banners.
Contrariamente a lo que sucedía en el monumento tradicional, donde la placa de
bronce, ubicada en la base del monumento, señalaba la razón conmemorativa, aquí
la estrategia publicitaria permite que cada vez que se cambian los banners éstos
irrumpan como novedad, una especie de «bronce» dinámico.
Es en esta línea que se lleva adelante en 2006 lo que Leo Ramos ha denomi
nado «monumento caminante», es decir, una conmemoración de la masacre que
consistió en marear una marcha; Ramos e H.IJ.O.S. Chaco lo llamaron «Artefacto
por Memoria, Verdad y Justicia». Esta última partía desde la Casa de la Memoria de
Resistencia hacia el domicilio del represor Gabino Manader que torturaba en la ex
Brigada de Investigaciones. En el trayecto, la razón conmemorativa —conmemorar
la masacre y también pedir por ju s tic ia - se construía «junto-con» la marcha. Por
un lado, una máquina imprirpía sobre las calles la frase «Memoria, verdad, justicia»
produciendo un «mo(nu)merfto al ras del piso», como lo denomina Ramos, es decir,
la marca desparramaba por el espacio urbano dicha razón conmemorativa. Por otro
lado, también durante la marcha, integrantes de las organizaciones de derechos
humanos repartían volantes que alertaban sobre quién vivía allí y, paso seguido,
se realizaba el escrache.
La Lista negra (2007) también ha sido otra conmemoración realizada dentro
de la concepción de «mo(un)mento al ras del piso». Testigo de las atrocidades
realizadas por los militares en el Chaco, Hugo Barua, ex preso político, cuenta que
mientras era torturado en la ex Brigada de Investigaciones de Resistencia (el centro
clandestino de detención más importante del Nordeste), hoy Museo de la Memo
ria, reconoce que la persona que lo torturaba era su profesor de Historia llamado
Alberto Valussi.44 El delator confeccionaba una lista negra de alumnos que después
serían secuestrados. El domicilio de Valussi se hallaba justo en frente del Colegio
Don Bosco,45 donde el delator realizaba sus «tareas» como «profesor», de aquí que
el «mo(nu)mento al ras del piso» consistiera en pintar una línea negra sobre la calle
pero que comunicara la puerta del Colegio Don Bosco con la puerta de su casa.
De esta forma, se señalaba la institución y el domicilio particular del represor, es
decir, se señalaba el camino de la delación. Este señalamiento de veinte metros de
longitud también se realizaba en el marco de una marcha, en este caso, por el 31°
aniversario de la masacre.
7 . H.IJ.O.S. Chaco y Leo Ramos, La lista negra, 2007, Resistencia, Chaco. Foto: Mariana Corral.
U b ic a d o a la d is t a n c ia , e l e s p e c t a d o r p o s e e u n a v is t a g e n e r a l d e l m o n u m e n t o
q u e s e m e z c la c o n la p r o f u s a v e g e t a c ió n d e l m o n t e . Y a c e r c a n o a la b a s e , s e e n
c u e n t r a , a la a l t u r a d e s u s o jo s , c o n lo s p ie s e n c a d e n a d o s d e lo s f u s ila d o s , o b ie n
c o n lo s r o s t r o s d e q u ie n e s e s tá n r e p r e s e n ta d o s e n f o r m a h o r iz o n t a l s im u la n d o e s t a r
y a m u e r t o s o c o n v a le c ie n d o .
La e x p re s ió n de d e se sp e ra ció n de las fig u ra s se m a n ifie s ta no só lo p o r los
g e sto s fa c ia le s , que a c e n tú a n re ite ra d a m e n te el e s p a n to de l m in u to fin a l, sino
también por la posición de cuerpos en formas cóncavas y convexas, cuerpos vol
teados hacia delante o hacia atrás, hacia la izquierda o derecha que contribuyen
al ritmo formal del conjunto. El pronunciado expresionismo de las facciones, sus
dentaduras, por ejemplo, enmarcan, aún más, el centro dramático: es el final y
gritan de desesperación.
De perfecta simetría, cada mitad, trazada a la altura de la cruz, es el espejo
exacto de su contratara. Los dos cuerpos caídos en forma horizontal expresan en for
ma evidente dicha disposición simétrica. Algo del orden de la forma bella y armónica
se impone. Un detalle: el escultor incorpora cadenas para marcar, ya en exceso, su
dramatismo. Las cadenas como aquello que ata, que amarra, que impide la libertad.59
El momento elegido para conmemorar la masacre es el momento final donde,
esclavizados, sólo esperan la muerte.60 Dado el realismo de las figuras, los visitantes
al monumento suelen preguntar si las esculturas «son» quienes fueron masacrados
allí. De aquí que el escultor haya explicado: «No quise hacer rostros porque esto
sigue siendo tan doloroso como el primer día [...] pero hay hijos, madres, esposas,
entonces decidí hacer figuras, tal es así que en este caso hice a una mujer em
barazada relacionada con la memoria de los niños que hicieron desaparecer los
genocidas y a una religiosa por los atropellos que tuvo la Iglesia, pese a que hubo
colaboradores de la curia en todo esto».61
Lo que nos resulta interesante, más allá de las diferentes formas de conmemo
ración en torno a Margarita Belén, es el impacto que causó entre los ciudadanos la
forma de representación. En esta concepción de monumentos el exceso de literalidad
fue de la mano con un exceso de lo visible que intentó dar una imagen al horror.62
El 5 de octubre de 2000 este monumento sufre un atentado a manos de un
grupo del Ejército que regresaba de un acto recordatorio por el copamiento del
Regimiento n° 9 de Monte, Formosa. Derribadas algunas esculturas, también se
escribieron insultos sobre las fotos de los masacrados; al año siguiente el mo
numento fue restaurado. Pero ésta no ha sido la primera vez en que se agrediera
alguna manifestación artística asociada con estos hechos. En 1986 Amanda Mayor
de Piérola, madre de Fernando Piérola, muerto en la masacre, realiza en el Aula
Magna de la Universidad Nacional del Nordeste (Resistencia, Chaco) un mural
llamado Argentina, dolor y esperanza. La obra representa distintas escenas rela
cionadas con la represión, una de ellas mostraba a un joven desnudo sobre una
cama, a su lado dos torturadores, un médico y un cura presenciando una sesión de
tortura. Inaugurado el mural, la Iglesia lo censuró y se dio inicio a un largo proceso
judicial que culminaría en 2004 cuando la justicia autoriza que se vuelva a pintar
el sacerdote que había sido borrado.
L que la fe c h a c o n m e m o r a t iv a t a m b ié n s e e x p a n d a y n o s e lim it e , e x c lu s iv a m e n te , a u n
d ía p u n t u a l, s in o q u e e s té d e t e r m in a d a p o r u n a n e c e s id a d c o le c t i v a / 0 H a c e r u n s ilu e -
t a z o im p lic a n o s ó lo p e d ir j u s t ic ia y p r e s e n t iz a r a lo s « in t e n c io n a lm e n t e a u s e n te s » ,71
s in o t a m b ié n lle v a r a d e la n t e u n a c o n m e m o r a c ió n ; a s i e n t e n d id o , e l s ilu e t a z o e s u n
m o n u m e n t o y e n n u e s tr a in t e r p r e t a c ió n d e b e r ía m o s lla m a r lo u n c o n t r a m o n u m e n t o .
Ahora bien, el rasgo efímero del siluetazo, tanto si lo pensamos en términos de
la acción, de las señalizaciones o del objeto silueta, hará que las imágenes tiendan
a desaparecer y quedará el recuerdo que la gente deberá relatar. De lo expuesto
puede observarse una descripción similar al proceso descripto por Wacjman, volver
visible «sin recurrir a lo visible», puesto que el rasgo efímero, de corta perdurabi
lidad temporal de esos dibujos, tenderán a desaparecer con el tiempo y a volver
visible la desaparición72 y nuevamente aparecerán otras y volverán a desaparecer,
y así sucesivamente. Procedimiento parecido, aunque no igual, al que observamos
en la obra de Fontes aunque, en esta última, siempre será el mismo objeto y en
el siluetazo no.
Pero el siluetazo también posee otra característica contramonumental. En re
ferencia al cuerpo que posa al momento de realización de la silueta, Flores ha
explicado: «Con mi cuerpo ocupo el lugar del desaparecido, del militante, con una
acción que también es militante»,73 es decir, el «monumento» ahora es el militante,
así como lo era el público en las obras comentadas por Young. El cuerpo del militan
te en plena realización de la silueta ha devenido en monumento, en portador de la
memoria, pero una vez finalizada la intervención, la silueta permanecerá en el lugar
volviendo a transferir la portación de la memoria al objeto silueta el cual, a su vez,
dada su condición de efímero, desaparecerá nuevamente. Allí donde está la silueta
«el que está no está»74 y volverá a no estar y, nuevamente, a estar para no estar, y
así continuará. Aquí la memoria fluye en una especie de movimiento pendular entre
la acción del público, el objeto efímero y nuevamente la acción del público que se
actualiza en cada extremo del péndulo. Insistimos en que lo contramonumental es
la acción del público en la realización de la silueta, es decir, de quien la trasmite
(cuando relata o cuando dibuja la silueta) y quien la porta (cuando se ubica como
«modelo» para ser contorneado).
El 4 de junio de 2010 tuvo lugar en la ciudad de Resistencia el comienzo del
juicio por la masacre de Margarita Belén. Además de ser una jornada con mucha
movilización ciudadana, hubo eventos musicales y artísticos. Entre ellos, se rea
lizó una silueteada organizada por el Grupo Cultura x Justicia y la artista Jarumi
Nishishinya. Decenas de siluetas fueron realizadas por los ciudadanos75 mientras
una pantalla transmitía a cientos de personas convocadas en la calle para la lectura
de la elevación a juicio. Era un momento impensado hasta no hace mucho: tener
a los represores en el banquillo de los acusados, contexto en el que el siluetazo
se renovaba a sí mismo. Era un momento de recuerdo, de pedido de justicia pero
también de alegría por lo que se estaba consiguiendo. El pasado vivía en el presente,
allí estaban, frente a nosotros, los presumiblemente desaparecedores,76 algo que lo
confirmaría la Justicia. En este nuevo contexto de comienzo de un juicio por lesa
humanidad, la acción del siluetazo cobraba un nuevo vigor, se reactualizaba al
imprimirse en él las marcas de este tiempo histórico. La acción del siluetazo venía
a celebrar un momento de esperanza y justicia. La acción se resignificaba.
9 . Grupo Cultura x Justicia, Siluetazo durante el primer día del juicio por la masacre de
Margarita Belén, 3 de junio de 2010, Resistencia, Chaco. Foto: Ninfa López.
Las siluetas también fueron inscriptas con los nombres de los desaparecidos en
Margarita Belén; las fotos de los veintidós masacrados colgaban de los árboles y los
carteles con sus biografías -la s mismas que se utilizan en las Paradas Activas por la
Memoria- ahora aparecían en otro contexto, expuestas en medio de la calle y entre
los concurrentes al juicio.77 Así eran pura presencia, la gente se acercaba a leer los
carteles, a mirar sus fotos, es decir, a conocerlos. La particularidad de estas siluetas
fueron las frases; las mismas poseían un tono reivindicativo de la lucha setentista,
«La sangre derramada no será perdonada», «Patria sí, colonia no», «Volvimos», «Ni
olvido, ni perdón». Las frases que portaron en un comienzo -«Aparición con vida» y
otras- ahora habían sido reemplazadas.
Apenas dos años después de realizado el Siluetazotn Buenos Aires, Miguel Molfino,
escritor y ex preso político, crea un icono con el que se recuerda hoy a la masacre, y la
imagen también es una silueta. Son torsos atados, con los rostros tabicados y la boca en
pleno grito, lamparones rojos en el pecho en clara referencia al fusilamiento. Considera
do el primer grafiti político del Chaco de la posdictadura, sus siluetas poseen expresión,
rasgo que comparte con el monumento de Díaz Córdoba, puesto que ambos captan
un momento puntual de los desaparecidos, y es el momento exacto de la masacre.78
La génesis de sus siluetas79 son dibujos realizados a fines de 1983, estando
Molfino aún preso. Cuando le permitían dibujar, realizaba trazos en cuadernos o
papeles sueltos aunque a veces «las requisas se los llevaban».80 Tomando de refe
rencia la obra de Bacon, Molfino ensayaba figuras en base a una linea suelta, rápida
y expresiva que, ya en libertad, terminaría de sistematizar en las siluetas que se
conocen hoy. A diferencia de los distintos soportes que ha adoptado el siluetazo,
la particularidad de estas siluetas radica en que son realizadas sobre pared, son
murales o grafitis,81 de aquí que sean hechos con aerosol negro y rojo. Junto a
las siluetas se escribe «Masacre de Margarita Belén 1976-2010», como se puede
observar en nuestra foto.
10. Gustavo Molfino y Comisión Provincial por la Memoria, Chaco. Afiche por el 34° aniversario
de la masacre, 2011. Diseño: Gonzalo Torres.
a modo de conclusión
bibliografía
Diarios
S/F: «Un debate sobre la identidad» en El Diario de la Región, Resistencia, 14 de diciembre de
2002.
S/F: «Díaz Córdoba: monumento en Misiones, la de diciembre de 1996», Diario Norte, Resistencia,
domingo 1° de diciembre de 1996.
S/F: «Acto por los caídos en Margarita Belén», en El Diario, miércoles 10 de diciembre de 1997,
Resistencia, Chaco.
S/F: «Figuras que simbolizan la masacre de Margarita Belén», Diario s/d, Posadas, domingo 12
de diciembre de 1997.
S/F: «Las siluetas de Margarita Belén», Diario El Diario de la Región, Suplemento Acá, Resistencia,
16 de diciembre de 2007.
Malosetti Costa, Laura, «La polémica por los monumentos de la memoria» en Diario Clarín, 24
de ju lio de 2004.
Perez, Adrián, «Faltaba la imagen del desaparecido», Diario Página/12, 6 de septiembre de 2010.
notas
1 Agradezco muy especialmente a todos los que me han aportado datos y me han brin
dado información que enriquecieron enormemente estas páginas. Las lecturas de este capítulo
realizadas por Gabriela Barrios y Leo Ramos le aportaron rigor. También vaya un cálido abrazo
y agradecimiento a Ninfa López, Juan Carlos Fernández, Emilio Goya y a la agrupación H.l J.O.S.
Chaco. A Betina Diaz Córdoba que tan amablemente me brindó el archivo periodístico de su
padre. A todos los ex presos políticos y militantes de derechos humanos que me transmitieron
sus historias y tanto me enriquecieron. Gracias.
2 Para mayor información sobre los sucesos pueden leerse las siguientes publicaciones:
Tissembaum, Edwin: Desde más adentro, Resistencia, Ediciones de Nuestra Cultura, 1996; y Giles,
Jorge: Allá va la vida. La masacre de Margarita Belén, Buenos Aires, Colihue, 2003.
3 Patricio Blas Tierno (24 años), Néstor Carlos Sala (32 años), Carlos Zamudio (28 años),
Luis Ángel Barco (26 años), Roberto Yedro (28 años), Delicia González (41 años), Luis Díaz
(25 años), Fernando Pierola (25 años), Raúl María Caire (27 años), Julio Pereyra (24 años),
Carlos Duarte (24 años), Carlos Tereszecuk (23 años), Manuel Parodi Ocampo (26 años), Luis
Arturo Fransen (22 años), Erna Beatriz Cabral (28 años), Reinaldo Zapata Soñéz (36 años),
Mario Cuevas (25 años) y Alcides Bosch (28 años). Uno de los cuatro NN podría ser Eduardo
Fernández (22 años).
4 Los condenados a cadena perpetua fueron los militares Horacio Losito, Ricardo Reyes,
Germán Riquelme, Athos Gustavo Renes, Aldo Martínez Segon, Rafael Carnero Sabol, Luis Pateta
y Ernesto Simoni. El policía Alfredo Chas fue absuelto.
5 Elizabeth Jelin, «Introducción: las marcas territoriales como nexo entre pasado y presente»,
en Jelin, Elizabeth y Langland, Victoria (comps.), M onumentos, m em oriales y marcos territoriales,
Madrid, Siglo XXI, 2003, p. 14.
6 Ibid., p. 14.
7 Gabriela Barrios, «La masacre de Margarita Belén: iconos en la construcción de la memo
ria», marzo 2007, http://extramuros.unq.edu.ar/07/masacrebelen.htm
8 Maria del Carmen Magaz: Escultura y poder, Buenos Aires, Acervo Editora Argentina,
2007, p. 21.
9 Ibid., p. 21.
10 Explica Magaz: «Históricamente este recurso [el de acudir a la iconografía anterior] se
utilizó desde la antigüedad como en el caso del cristianismo en el Imperio Romano, cuando se
transformó el pámpano pagano en el símbolo de la sangre de Cristo y el moscóforo griego en el
Cristo de las catacumbas (buen pastor)», p. 21.
11 Rosalind Krauss, «La escultura en el campo expandido», en Foster, Hal: La posmodernidad,
Barcelona, Kairós, 2008, p. 63.
12 Juan Acha dice al respecto de Balzac: «Las vibraciones claroscuristas aligeran las masas
simplificadas y el personaje adquiere vida interior. La masa insinúa más que representa el cuerpo
humano y las concavidades y convexidades disminuyen en número, se alargan y actúan estra
tégicamente», en Arte y sociedad latinoamericana. El producto artístico y su estructura, México,
Fondo de Cultura Económica, 1979, p. 272.
13 R. Krauss, op. c it., p. 64.
14 Para este tema se recomienda el ensayo de Antonio Bentivegna «La estética de los nuevos
monumentos: Estrategias de desvío, injertos y palimpsestos sociales», en Revista Observaciones
Filosóficas, n° 6 , 2008. O bien http://www.observacionesfilosoficas.net/laesteticadelosnuevos-
monumentos.htm
15 Javier Maderuelo ejemplifica con distintos artistas como Cari André y sus obras hori
zontales para dar cuenta de la pérdida de verticalidad. También hace referencia a la obra, de
producción efímera, de Andy Golswoorthy como contracara de materiales nobles y duraderos y a
las esculturas de Donald Judd y Dan Flavin quienes establecen el concepto de la obra y envían a
su fabricación. Para ampliar v^éase J. Maderuelo, «Desbordamiento de los limites de la escultura»,
en La pérdida del pedestal, Madrid, Visor, 1994, pp. 15-33.
16 Citado en Antonio Bentivegna, op. cit.
17 En la exposición antológica Sculpture By The Way, realizada en el Castello di Rivoli de
Turin (2006) se desarrolla la concepción antimonumentalista de los artistas.
18 Para una ampliación del trabajo de Oldenburg veáse Javier Maderuelo, E l espacio raptado:
Uno de los temas más recurrentes del arte occidental es el estudio y la repre
sentación del cuerpo humano. Desde su constitución en canon del sistema de las
Bellas Artes, su reformulación por parte de las vanguardias artísticas o su rein-
vencíón a partir de las tendencias que enfatizan lo artificial en el arte más actual,
la representación de la figura humana refleja problemáticas sociales, políticas y
culturales en diferentes momentos de la historia de Occidente. Asimismo, la repre
sentación del cuerpo ha servido como un instrumento crítico ante determinadas
polémicas que se dan cita a finales del siglo XX como ser la violencia, el VIH o la
manipulación de los cuerpos por la ciencia.
Centrándonos en la Argentina, el cuerpo conforma un territorio en donde tra
bajar cuestiones referidas a la enfermedad, a la memoria, así como también a
hechos traumáticos de nuestra historia reciente. A través de dos artistas argenti
nas abordaré la temática de la representación de la violencia, la enfermedad y la
muerte como una forma de reflejar de manera extrema problemáticas sociales que
afectaron al país durante la última década del siglo XX y los inicios del siglo XXI.
El arte de Nora Aslan tiene como temática fundamental la mirada y reflexiona
sobre la capacidad del espectador de poder observar con detenimiento una realidad
densa y violenta que es la que lo rodea. La trama que maneja Aslan para organizar
los elementos en la obra no sólo hace referencia a su pasado de artista textil, sino
que también se configura en una metáfora para hablar de esas mallas que nos
aprisionan pero que constituyen el sistema en el que nos movemos. La violencia y la
muerte contrastan con el consumismo y el despilfarro característicos de cierta clase
social y dirigente embarcada en el neoliberalismo, el cual durante la década del 90
atravesará a nuestro país. El cuerpo fragmentado, operado, masacrado, disuelto en
una masa amorfa, es el motivo ornamental con que la artista habla de su época.
Silvia Gai emplea los órganos del cuerpo aquejados por algún tipo de anomalía
para reflexionar sobre lo precario de nuestro acontecer.’ En una sociedad en donde la
enfermedad y la muerte son temáticas tabú, la artista nos enfrenta con nuestros pro-
i
píos límites ante la angustia por el final. Pero más allá de estos temas, una reflexión
más profunda nos conduce a un drama que tiñe la segunda mitad de los años ochenta
y todos los noventa: el sida, que expone lamentables prejuicios arraigados en nuestra
sociedad. En un momento en que el Estado se ausenta para proveer de soluciones
ante enfermedades menos complejas que el VIH -podemos pensar en el cólera- una
vez más queda en evidencia el trasfondo político y económico que atraviesa a esta
dolencia en particular, en la que se conjugan cuestiones de índole social con otras que
están relacionadas con el no cumplimiento de los cánones con los que se construye
el género, en especial el de la heterosexualidad normativa.
La técnica que emplea la artista para dar volumen a los órganos y figuras que
teje la transforma en una alquimista de lo íntimo: su taller es la cocina; su material,
los hilos.
I
Nora Aslan (Buenos Aires, 1937) proviene del campo del arte textil, al que se
dedicó de lleno hasta mediados de la década de 1980, momento en el cual se vuelca
hacia la conquista del espacio a través de la realización con los objetos. Siempre
atraída por el análisis exhaustivo y crítico de la realidad, la artista trabaja en una
tercera etapa de su producción2 con refranes populares. Aslan hace hablar, en este
momento, a la materia plástica con el fin de ironizar y desarticular las apariencias
de nuestra vida cotidiana.
Es hacia 1995 cuando Aslan elige la técnica del collage para expresar de una ma
nera más contundente y ácida la realidad humana. Sin embargo, es entonces cuando
toda su experiencia dentro del campo del arte textil converge a partir de una trama,
de un tejido que conforma el terreno de origen en donde se inscribe una humanidad
doliente, desesperada ante lai impasibilidad de otra parte del mundo que la ignora. La
obra de la artista da un giro técnico, y se vuelve más mordaz en cuanto a su crítica
política. Lo textil no sólo quedará abocado a la construcción espacial de la obra -la
trama-sino también al manejo de las imágenes, las que se repiten como puntadas,
una y otra vez. La repetición es un elemento constante en los trabajos de la artista,
como una bordadora, cada imagen es un hilo de color que le habla al espectador.
Este cambio técnico ya se refleja en Estadísticas, de 1995, en donde la constan
te reiteración de una masa humana transmite el encasillamiento del sujeto dentro
de un sistema, sólo los números estadísticos lo tienen en cuenta, el anonimato
dentro de la sociedad lo sentencia a cifras, meros cálculos. Un compás diferencia
quienes están dentro de él y quienes se caen hacia lo incierto. Las imágenes, como
puntadas, se repiten una al lado de la otra. La resignificación de una práctica vin
culada al arte de la aguja se transforma en una herramienta lacerante, crítica al
gobierno en la obra de Aslan.
En la serie que la artista exhibe en el Museo Nacional de Bellas Artes en 1 9 9 7 y
que recibe el nombre de Alfombras, manteles y acolchados, hay una ironía lingüistica
para nombrar lo que no se quiere decir y que aparece expresado a través de las imá-
genes. Asi c o m e n ta : «Es a p a rtir de 1997 cuando com ien zo a tra b a ja r aprop ián do m e
de im ágenes fo to g rá fic a s disponibles y a re lacio na rlas creando friccio n e s que pueden
segregar o tros sentidos, ajenos a aquellos que portaban com o piezas aisladas. Esos e n
cuentros, esas "chispas", señalan las coordenadas del lu g a r en donde s itú o la m ira da ».3
Ya que uno de los elementos característicos de la obra de Nora Aslan es el juego
de apariencias, es el espectador quien debe elegir entre mirar y ver. Si su elección
es mirar, entonces contemplará formas espaciales, cromáticas y ornamentales que
estructuran la obra. Si el espectador decide ver, entonces observará que aquel
espacio antes visualizado como una organización de colores y formas se convierte
en una construcción siniestra, donde el horror, la muerte, la violencia y el dolor
son los elementos que lo componen. «Aquel que elige ver ya no puede volver atrás,
pierde la inocencia de la mirada.»4
La serie alude, desde su nombre, a la realidad cotidiana. Tanto las alfombras
como los manteles y los acolchados nos acompañan en nuestro entorno más íntimo.
Pero en la obra de Aslan, son precisamente estos objetos los que se cargan de un
contenido ético que interpela al espectador y que lo lleva a reflexionar sobre la ca
racterística destructiva de la especie humana. En este sentido, las obras son objetos
de la memoria a la vez que testimonios de la depredación y la violencia del hombre.
Tomemos como punto de partida Alfombra. El fondo de la pieza lo componen una
multitud de cuerpos. El margen está constituido por cuerpos de hombrés que toman
un baño apoyados contra un murallón. Esta imagen, al multiplicarse especularmente,
produce uno de los motivos base: la figura romboidal que estructura la orla. A su
vez, desde cada ángulo de la alfombra observamos una grúa que recolecta cuerpos
de cerdos muertos. Dicho elemento se extiende desde los ángulos hacia el resto del
trabajo generando su fondo. Allí se ubica el ornamento central de la alfombra.
El tema elegido por la artista para extenderlo por toda la obra y construir su
fondo —la matanza de cerdos- se transforma a la distancia en elemento neutro
que auspicia de soporte en donde se tejen los demás ornamentos. «Multitudes de
cuerpos que pasan a ser una textura pierden su valor individual, pierden el valor
que uno le daría a un sujeto u objeto frente a nuestra mirada y se transforman en
una especie de fondo texturado que no existe, que puede ser destruido puesto que
es una textura»,5 señala la artista.
Sobre ese tejido anómalo se inscribe una gran forma ornamental en espejo que
está integrada por una multitud de apariencia frívola y preocupaciones banales:
algún Mister Músculo,6 recién casados, falsos ascetas, gurúes de diferentes etnias.
Todos ellos acaban siendo motivos florales, del gusto del arte de las alfombras.
En el corazón del ornamento aparecen hombres que se abrazan, quizás el único
gesto esperanzador que la artista incorpora en la composición.
La obra de Aslan busca la visión háptica:7 a partir de la mirada estimula los
sentidos del olfato y del oído. Olor a podredumbre, gritos y risas falsas de la mu
chedumbre quedan atrapados entre los juegos caleidoscópicos del espacio.
En Mantel de cocina la violencia se concentra en la vida privada. Frutas sobre
fondo a rayas conforman el motivo decorativo de un hule, material característico
de los manteles. El borde presenta botes de feria con forma de cisnes donde se
encuentran parejas, este motivo se asienta sobre un fondo con multitud de gallinas.
1. Nora Aslan, Mantel de cocina, 1997, técnica mixta, 170 x 150 cm
La orla alude al drama que se vive en el espacio central del mantel. La diversión
de aquellas parejas deviene en un final abrupto. La trama espacial del mantel está
constituida por recortes cuadrados que muestran techos de viviendas, acopladas
una al lado de la otra. Entre ellos se recortan otros motivos: cocinas destruidas por
una discusión violenta y mujeres sentadas de espaldas, con sus rostros ocultos. «La
gallina es un animal que refleja el desconocimiento del destino que sufrirá. Por eso
yo digo que los ribetes del mantel es el paso del cisne a la gallina. Él está haciendo
el chamullo a ella, la mujer queda atrapada en ese chamullo. El hombre golpeador
tiene un discurso en el cual la mujer entra y en el que una y otra vez cae presa,
por eso las frutas tentadoras del mantel»,8 explica la artista. Este trabajo exhibe
un elemento corpóreo, el que recuerda el paso dado por la artista desde el objeto
escultórico a la bidimensionalidad: la cuchilla, que a modo de cola de tiburón,
emerge desde la parte inferior de la mesa rasgando el mantel.
Todo el espacio de la obra es una grilla en la que ella queda atrapada. Dice la
artista:«[...] en realidad hay algo que a mí me impresiona y es la ¡dea de lo siniestro
en lo cotidiano».9
Las obras de Aslan están realizadas a través de pequeñas fracciones narrativas,
aquellas imágenes que la artista selecciona, recorta y pega, con meticulosidad y disci
plina. La iconografía es seleccionada de diversos lugares: libros, prensa, revistas. Luego
de la elección, son copiadas por medios técnicos -y a sea fotocopiadas o fotografia
das- utilizando como soporte para la impresión al papel, material que la artista recorta
y pega sobre la tela del bastidor. El corpus de las miles de imágenes con las que trabaja
Aslan se encuentra ordenado y guardado, recordando el catálogo de un científico:
cada imagen es un documento a la vez que una puntada con la que construye la obra.
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IV
Lo siniestro seria esa suerte de espantoso que afecta a las cosas conocidas
y familiares desde tiempo atrás.
«Sobre lo siniestro», S igmund Freud, 19 19 . u
A fines de los años noventa Nora Aslan lleva a cabo su serie Ventanas chinas,
donde la construcción espacial ya no pasa por los elementos girando en torno al
centro -esa forma caleidoscópica de representación de las Alfom bras- sino que
introduce un sistema de cuadrícula para la catalogación de lo monstruoso.15Si bien
to 3 a s las series de co lla g e s de A slan se puede in te rp re ta r lo sin ie stro
en lo c o tid ia n o , he to m a d o esta serie de las v e n ta n a s c h in a s c o m o el m o m e n to
en dond e a q u e llo s e le m e n to s que c o n fo rm a n el v o c a b u la rio de lo e sp an to so son 1
ord en ado s en un in v e n ta rio re p e titiv o y g e o m é trico .
Si tomamos el concepto'7 que enuncia Freud en 1919, lo siniestro puede tener
dos formulaciones:
[...] si la teoría psicoanalitica tiene razón al afirmar que todo afecto de un im
pulso emocional, cualquiera sea su naturaleza, es convertido por la represión en
angustia, entonces es preciso que entre las formas de lo angustioso exista un
grupo en el cual se pueda reconocer que esto, lo angustioso, es algo reprimido que
retorna. Esta forma de la angustia seria precisamente lo siniestro, siendo entonces
indiferente si ya tenía en origen ese carácter angustioso, o si fue portado por otro
tono afectivo. En segundo lugar, si ésta es realmente la esencia de lo siniestro,
entonces comprenderemos que el lenguaje corriente pase insensiblemente de lo
«Heimlich»a su contrario, lo «Unheimlicl», pues esto último, lo siniestro, no seria
realmente nada nuevo, sino más bien algo que fue familiar a la vida psíquica y
que sólo se tornó extraño mediante el proceso de su represión. Y este vínculo con
la represión nos ilumina ahora la definición de Shelling, según la cual lo siniestro
sería algo que, debiendo haber quedado oculto, se ha manifestado.'7
En una sociedad - la occidental- donde hablar del paso del tiempo y la muerte
es tabú, el enjambre de cuerpos que se enjaula entre tramas simétricas y blancas
-la s que constituyen las Ventanas chinas-, en su potencial angustia, queda velado
por el paseo rápido de la mirada del espectador. Pero como fragmentos del infier
no, cada uno es reconocible en toda su cotidianidad, entonces conforman para el
observador que escudriña un descenso a lo siniestro. Allí, lo familiar común a todos
se vuelve extraño y es esta extrañeza plena de angustia la que oprime el pecho del
que observa. Esta conmoción jpo tiene otro motivo que el vínculo que cada uno de
nosotros tiene con la muerte.’«La biología no ha logrado determinar todavía - i n
dica Freud- si la muerte es el destino ineludible de todo ser viviente o si sólo es
un azar constante, pero quizás evitable, en la vida misma.»18La artista señala que:
3. Nora Aslan, Ventana china, 2000, técnica mixta, 150 x 150 cm.
[...] los años que trabajé en el hospital estuvieron marcados por la peste rosa.
Yo tenía un compañero, un técnico hemoterapeuta del laboratorio que murió,
todos decían que había sido por hepatitis y no fue hepatitis. Se había conta
giado el sida de una persona que estaba en diálisis. Era como comenzar a ver
el encuentro con esa enfermedad al lado tuyo. Entonces se la relacionaba con
los gays, con la promiscuidad, la sexualidad, con el amor, con las drogas. En
realidad habla también de toda una década que había sido brava en cuanto a
los excesos. Comienza a haber cambios de hábitos en la forma de relacionarte,
estábamos todos muy perseguidos. Fue fuerte.27
Ante la muerte de aquel compañero de trabajo, todos los empleados del hospi
tal debieron realizarse análisis, fue entonces cuando Silvia descubrió que padecía
un tipo de hepatitis que no se manifiesta. La frontera entre lo enfermo y lo sano es
frágil. El fantasma del sida sobrevoló por encima de toda una generación.
Los primeros casos de VIH exhiben nuevamente los prejuicios de una sociedad
que se creía abierta y tolerante, y que, sin embargo muestra entonces los estereoti
pos fuertemente arraigados que padece. El sida se configura como el reflejo de todo
lo demoníaco, de aquello que debía ser extirpado y eliminado. A su vez se lo exalta
como el exponente de la libertad mal entendida, del libertinaje. «Mi generación fue
la que vivió el Proceso, los militares. Siempre estuvimos marcados por desgracias
históricas. Represión de un lado y del otro.»28
En 1996 Gai participa de Pasión por Frida, una gran exhibición organizada en el
Centro Cultural Recoleta en la que ciento veinte artistas rinden homenaje a Frida
Kahlo. En ella presenta la instalación Todo se mueve al ritmo de lo que ingiere el
vientre, la cual está formada por dos camisones bordados que cuelgan de la pared,
unidos por hilos a un corazón tejido ubicado sobre un paño de algodón blanco,
encima de un pedestal.
La obra, no realizada ex profeso para la exposición, se vincula de forma directa
con la pintura Las dos Fridas que la artista mexicana pinta en 1939. Los camisones
recuerdan que alguna vez cumplieron la función de cubrir un cuerpo que ya no
esta. Sólo el cora zón , en c a rá c te r de ó rg a n o a u tó n o m o , se e xh ib e co m o ra stro de
a lg u ie n que vo ló , que se d isipó .
Cada camisón lleva un bordado diferente. Uno muestra un corazón unido al
órgano de reproducción femenina, pero éste se encuentra intervenido por un dispo
sitivo intrauterino —bordado con hilos rojos-, en relación con la imposibilidad de
la reproducción. El otro presenta pulmones bordados, los que por medio de venas
también se llegan a unir con el útero. Los pulmones funcionan como elementos
autobiográficos en sus trabajos. Gai sufre asma desde niña, entonces son las obras
las que le permiten fabricarse aparatos respiratorios sanos.29
En este trabajo aparece el empleo de una nueva técnica, el cocer en almíbar los
órganos tejidos para darles corporeidad. Partiendo de bocetos que la artista copia
de libros de medicina, teje el órgano a crochet. Concluido esto, inicia el proceso
escultórico que conlleva sumergir el trabajo en azúcar y agua, cociéndolo a la vez
que realiza el almíbar. Sin permitir que la cocción llegue al punto caramelo, Silvia
azucarado y lo incorpora a un molde -d e tela según la receta de
iL iiid LSI! ItfJlHO
su abuela, de silicona el que emplea la artista— que posee la forma del órgano
tejido. Allí deja secar la pieza para luego extraer el molde «como si de un guante
se tratara»,30 entonces está concluido el proceso. El resultado es una pieza blanca
y brillante como el azúcar.
La artista comenta: «El encuentro con el objeto tridimensional fue algo lúdico,
porque me dije: me encantaría hacer algo tridimensional, que este tejido tuviera
cuerpo, que se pudiera recorrer. Entonces usé una técnica que empleaba mi abuela
para hacer canastitas, para galletitas, para pan».31
La obra de Gai combina lo artesanal con lo conceptual, el taller con la cocina.
«Parte de toda esta obra se did en la cocina. Yo en ese momento tenía un taller y
casi no lo usaba, lo tenía para mostrar la obra. En realidad siempre fue una obra
realizada en casa.»32
El corazón, ese órgano solitario, fragmento de un cuerpo perdido, recuerda a
los exvotos, a las promesas realizadas a vírgenes y santos por algún sufrimiento
en relación con la enfermedad. En el caso de la Argentina,33 estas ofrendas suelen
realizarse en placas de plata de pequeño formato, la cual se pincha con alfileres en
almohadones de terciopelo rojo o bordó, situados en iglesias y capillas.
Mientras el exvoto es un agradecimiento por el milagro realizado, el órgano
en la obra de Gai es el augurio de un mal, de algo que cambió su naturaleza y, en
consecuencia, que cambia el destino del individuo.
El año 1997 es significativo para la artista por dos hechos: es seleccionada para
realizar la beca Kuitca -u n o de los más prestigiosos talleres de estudio para artistas del
país- y participa en la exposición Tajos bajos, de gran repercusión en la prensa local.
Tajos bajos se llevó a cabo durante el mes de abril en el Centro Cultural Borges
con curaduría de Elena Oliveras. La muestra seleccionó la obra de seis artistas
cuyos trabajos se vinculaban con el mundo femenino y, por lo tanto, planteaban
una cierta posición desde el género. Así señala su curadora en el catálogo: «Tajos
bajos-tacos altos, asociados por semejanza fónica y por sus significados opuestos,
son símbolo de lo femenino, marcado uno por la agresión; el otro por la coquete
ría. Como caras de una misma moneda, nos acercan dos imágenes de la mujer: la
conformación lacunar del órgano genital, en un caso, y la certera seducción de los
tobillos, en el otro».34
Para esta exhibición Gai presenta una instalación, S/T, en donde ubica dife
rentes órganos sobre ménsulas de acrílico amuradas a una pared blanca. Como
si de un museo se tratara, los órganos exhiben su fragilidad, su precariedad. Con
la distancia científica, olvidando que alguna vez pertenecieron a un cuerpo, que
formaron parte del dolor de un sujeto -e n este caso femenino debido al útero que
forma parte de la pieza-, los órganos exhiben sus enfermedades a través de un
tejido anómalo, lastimado, tumoroso.
IV
Continuando con el desarrollo de la obra de Gai, la beca Kuitca incita a la
artista a salir de la temática del órgano - la cual ya había cumplido un ciclo - y a
trabajar con escalas más amplias en la composición de sus obras. Entonces inicia
composiciones en las que los órganos se deforman y sobredimensionan. A su vez
inicia la serie de los cnidaños, la que presenta en la galería Praxis en 1997.
Característico de este primer momento de su proceso de cambio es la obra que
presenta para el Segundo Salón de la Crítica Basilio Uribe, que se exhibe el Palais
de Glace en 1997. Este trabajo -SfT, de casi tres metros de a lto - consiste en la
realización de un gigantesco aparato urinario, realizado en alambre mosquitero
todo festoneado en seda. La obra se adhiere a la pared como si se tratara de un
dibujo que se expande por el soporte.
Ya en agosto de 1998 inaugura en la Fundación Federico Jorge Klemm Black
Dream, una exposición individual en donde exhibe estos nuevos trabajos. En ellos
no sólo la escala y la representación realista de los órganos se modifican, sino
también la técnica. Gai experimenta, como una alquimista, con otras sustancias en
el proceso de cocción de las obras: mezcla el azúcar con carbón orgánico, logrando
que sus obras pasaran del blanco al negro. Así señala Belén Gaché en el catálogo:
«Las piezas, veremos además, ya no estarán moldeadas según libros de medicina
sino que remiten ahora a mutaciones genéticas, cambios de escala, anatomías
extrañas, como si fueran los pedazos de un cuerpo ideado por un dios caprichoso,
arbitrario».36
La temática de la manipulación genética introdujo la deformación de los ór
ganos y la posibilidad de crecer en el espacio a través de pisos y paredes. El carbón
activado, empleado en medicina para casos de desintoxicación severos, le permitió
deformar el proceso de endurecimiento de las obras.
Recordando su anterior etapa, sólo una pieza blanca y sin deformar integraba
la muestra: White Dream, los huesos que sostienen al cerebro.
La serie de los cnidaños, especie zoológica a la que pertenecen las medusas,
es el último grupo de obras a las que me referiré. La elección de concluir en este
momento se justifica no sólo por la cronología - la serie se extiende hasta el año
2000- sino también porque el concepto de lo enfermo comienza a cambiar en
futuros trabajos, ya a partir del inicio del nuevo milenio.
Luego de haber transformado y deformado los órganos humanos, Gai aborda
una serie de trabajos en los que incorpora color y a los que no los endurece sino
que los teje con diferentes tipos de hilos, incluso de metal. Las obras se cuelgan del
techo e incorporan el valor poético y estético de la sombra, de suma importancia
para complementar al cuerpo del objeto textil.
Por otro lado se puede pensar que la obra de Gai está cuestionando el concepto
tradicional de arte textil. En ese sentido se entronca con los cuestionamientos del
arte contemporáneo a las divisiones de géneros y estilos de la historia del arte
tradicional. En relación con esto es interesante tomar el concepto de bordicidad
(edginess) al que refiere Sarat Maharaj al reflexionar sobre prácticas del arte textil
contemporáneo: «Un "indecible", como lo expresa Derrida, algo que parece perte
necer a un género pero que rebasa sus límites y parece no encontrarse menos a sus
anchas en otro [...]. Pertenece a ambos, podríamos decir, pero no pertenece a nin
guno ¿Debemos incluir el “arte textil" en la camaleónica figura de lo indecible?»38
«La medusa tenía mucho que ver con mi estudio en ciencias biológicas, con
todo lo que yo había estudiado bajo el microscopio, porque yo hago la medusa y
a la vez el corte histológico a gran escala. Tenía que ver con el tema de lo bello y
lo letal, porque la medusa es bella pero lleva consigo el veneno que transfiere al
picar»,39 señala la artista (Imagen 6).
6 . Silvia Gai, Medusa, de la serie enidarios, 2000, hilos sintéticos, hilos de metal, caños de
cobre y cables, 250 x 200 x 200 cm.
La obra de Gai gira hacia un abordaje poético de la muerte, refinando la téc
bibliografía
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Sánchez, Julio, «El rescate artístico del bordado y del tejido» en La Maga, 14 de agosto de 1996.
Entrevistas
Entrevista a Nora Aslan, Buenos Aires, 31/VII/2005.
Entrevista a Silvia Gai, Buenos Aires, 3/5/2008.
notas
1 Para encontrar otro análisis en relación con el cuerpo ver en este libro el capítulo La
abyección como estrategia de Graciela de los Reyes.
2 Jorge Glusberg señala una primera etapa de su producción, la que comprende de lleno
el arte textil. A mediados de la década de los años ochenta, la artista se vuelca al campo del
objeto, abriendo un segundo momento en su obra. Enumeración de etapas de la obra de Aslan
desarrolladas en Jorge Glusberg: «Nora Aslan: Desde la apariencia a la ideología», en W.AA.
(catálogo): Nora Aslan, Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires, diciembre de 1997, p. 11.
3 Nora Aslan: «Las coordenadas de la mirada», Buenos Aires, 2005, s.p., texto inédito.
4 Entrevista a Nora Aslan, Buenos Aires, 31/VII/2005.
5 Entrevista a Nora Aslan, Buenos Aires, 31/VII/2005.
6 Mister Músculo: Título otorgado en las competencias de levantamiento de pesas y que
pasó a denominar a toda una serie de cuerpos fuertes y en extremo desarrollados. La artista
emplea estas imágenes para acentuar, por contraste, el hambre de otros.
7 Háptico es el concepto que señala la ampliación de lo óptico, elemento que atraviesa al
arte occidental desde Leonardo. Lo háptico plantea que el disparador perceptual es la visión y
desde ésta se abre hacia la integración de todos los sentidos.
8 Entrevista a Nora Aslan, Buenos Aires, 31/VII/2005.
9 Entrevista a Nora Aslan, Buenos Aires, 31/VII/2005.
10 Dora Barrancos: Mujeres en la sociedad argentina. Una historia de cinco siglos, Buenos
Aires, Sudamericana, 2007, p. 313.
11 Valeria González: «La colección contemporánea del Castagnino en el panorama del Arte
Argentino» en W.AA. Arte argentino contemporáneo, MACRO. (Colección del Museo de Arte Con
temporáneo de Rosario), Rosario, Museo Municipal J. C. Castagnino, 2004; Jorge López Anaya:
«Fragmentos. Arte argentino de los 90.», Lápiz, n° 126, noviembre de 1996; Carlos Basualdo:
«Contemporary Art in Argentina: Between the mimetics and the cadaverous» en Argentina 1920-
7994(catálogo), Museum of Modern Art Oxford, 1994; Jorge Gumier Maier; Marcelo Pacheco: Arte
argentino de los 90, Buenos Aires, FONART, 1999, W.AA.: Poéticas contemporáneas. Itinerarios en
lasartesvisualesenloArgentinadelos90al2010, Buenos Aires, Fondo Nacional de las Artes, 2010.
12 El término «comprender^ lo utilizo en sus dos acepciones adjetivas: incluir y entender.
13 Victor Burgin: Ensayos, Gustavo Gili, Barcelona, 2004, pp. 82-83.
14 Sigmund Freud, «Sobre lo siniestro» en Obras completas, Madrid, Biblioteca Nueva, 1974,
vol. VIII, p. 2489.
15 Para un análisis de lo monstruoso como categoría estética ver en este libro el capítulo
de María Cristina Ares, El cuerpo muerto en el arte contemporáneo.
16 Para otro análisis de dicho concepto, esta vez aplicado al campo literario, ver en este
mismo libro el capítulo de Oscar De Gyldenfeldt, Lo siniestro en el extremo de lo real.
17 Es Freud quien cita a Shelling, ver Sigmund Freud, op. c it, p. 2500.
18 Ibid., p. 2501.
19 Nora Aslan: Las coordenadas de la mirada, op. cit.
20 Nora Aslan, Entrevista, op. cit.
21 Entrevista a Silvia Gai, Buenos Aires, 3/5/2008.
22 Ibid.
23 Ibid.
24 Ibid.
25 Adriana Lauría «El taller de Cloto» en Silvia Gai. Esculturas y fotografías, Buenos Aires,
Galería Diana Lowenstein, 2000, p. 7.
r
26 Julio Sanchez: «El rescate artístico del bordado y del tejido» en La Moga. 14 de agosto
de 1996.
27 Entrevista con la artista, op. cit.
28 Ibid.
29 En conversación telefónica con la artista, 29/VI/2008.
30 Entrevista con la artista, op. cit.
31 Entrevista con la artista, op. cit.
32 Ibid.
33 Destaco la singularidad de la Argentina frente a la realización de exvotos en Brasil, los
cuales son tallas de madera, o los de México, que suelen ser pinturas en soportes varios, desde
las placas de cobre hasta el papel.
34 Elena Oliveras: «La diferencia femenina» en Tajos bajos (catálogo), Buenos Aires, Centro
Cultural Borges, 1997, p. 3.
35 Al seleccionar sólo algunas obras de Silvia Gai queda fuera una serie denominada Los
delantales, en donde la artista borda diferentes dispositivos intrauterinos (DIU), vinculando al
ama de casa actual con la posibilidad de controlar los embarazos, siempre y cuando haya una
educación sexual que lo permita.
36 Belén Gaché: «Pesadillas antropomórficas» en Silvia Gai. Block Dream (catálogo) Buenos
Aires, Fundación F. J. Klemm, 1998, s.p.
37 Entrevista con la artista, op. cit.
38 S. Maharaj: «Textile Art -w h o are you?», Distant Lives/Shared, Voices, Lodz, .1992, ensayo
inédito citado por Pennina Barnett: «Reflexiones a posteriori sobre la organización de “ La puntada
subversiva"» en Katy Deepwell: Nueva critica feminista de arte. Estrategias críticas, op. cit., p.154
39 Entrevista con la artista.
40 En el sentido de detenerse y reflexionar para luego buscar remediar.
I
í
11.
Dialécticas del k its c h : el deseo en la
cultura de masas.
Favio, Santoro y los usos de la estética
peronista
Florencia Aba di
Guadalupe Lucero
marcas de origen
En Munich, uno de los centros comerciales de arte más importantes del mun
do hacia fines del siglo XIX, la demanda de obras estimulada con avidez por los
turistas estadounidenses recientemente enriquecidos no llegaba a ser satisfecha
por los pintores. Desde allí, en 1882, envía el pintor Otto Frolicher una carta a un
amigo4 en la que comenta, a propósito de un tercero, que desea «no se vea obli
gado a pintar "Kitsch"*: se trata de la primera aparición constatada del término
en el contexto artístico. La demanda de obra había llevado a los artistas a diver
sificar su producción: se pintaban Bilder -c u a d ro s- y, de producción más veloz y
a precio más económico, Kitsche. El círculo de pintores muniqués dentro del que
se hallaba Frolicher, que incluía a Stábli, Müller, Thoma, y al historiador y crítico
de arte Adolph Bayersdorfer, parece haber sido el primer ámbito en que se usó el
término.5 Y si bien la etimología del vocablo es incierta,6 sabemos que el origen
de su uso como categoría estética estuvo ligado a esa ciudad, en donde alrededor
de 1870 el comercio de objetos de arte era agitado. Allí el término designaba las
baratijas y los objetos sentimentales destinados al consumo masivo incipiente. De
ahí que el término Kitsch quedara asociado, en oposición al «arte», al asi llamado
«mal gusto», al adorno dé baja calidad y, en general, a la estetización banal de los
objetos cotidianos.
Sin embargo, si bien los orígenes del kitsch parecen remontarse al siglo XIX, e
incluso a veces al XVIII,7 es en el siglo XX cuando el término se convierte en objeto
de reflexión estética y comienzan los debates y las profusas interpretaciones sobre
su origen etimológico. La historia de la investigación del kitsch tiene sus comienzos
en 1909 con la exposición de Gustav Pazaurek, «Extravíos del gusto en la industria
artística» en el Museo de Artes y Oficios de Stuttgart,8 y en la década de 1920 su
desarrollo crecerá de manera significativa. En estos años el fenómeno del kitsch
es abordado sobre todo por la pedagogía del arte alemana [Kunstpadagogik], cuya
preocupación frente a la desbordante oferta de películas, cómics y artefactos ar
tísticos fue la de educar al pueblo hacia el «buen gusto». El tono condenatorio del
fenómeno puede observarse por ejemplo en un texto emblemático de Fritz Karpfen
«Un estudio sobre la degeneración del arte» (1925).9 El hecho de que la pedagogía
se encuentre en el origen de la discusión es determinante, ya que muestra una
percepción de los cambios sociales en marcha, planteada en términos de embrute
cimiento y decadencia. Ya allí comienza una dicotomía de larga pervivencia en los
estudios sobre el tema: aquella que se establece entre el arte verdadero y auténtico,
por un lado, y el kitsch como producto vulgar y pernicioso, por otro. Tal distinción
se funda en otro motivo que tampoco se abandonará en las décadas sucesivas, la
oposición entre Geist -e s p íritu -, atribuido al arte, y Sirwliehkeit -sensualidad—,
atribuida al kitsch.
Entre las dicotomías que pertenecen a la discusión sobre el kitsch y que han
ido determinando su concepto, hay un eje que liga el kitsch con el placer, e incluso
con la felicidad. Claudia Putz ha señalado en su meticuloso libro las siguientes
oposiciones teóricas entre arte y kitsch: espiritu/sensorialidad, distancia/identifica-
ción, actividad/pasividad, verdad/mentira, auténtico/falso, innovador/convencional,
masculino/femenino, agrio/dulce, bueno/malo, puro/pecaminoso.52 De la primera de
ellas se deriva la relación del kitsch con el cuerpo, con el efecto placentero, con lo
sexual,53 y por supuesto, con lo pecaminoso. El kitsch expresa así uno de los dos
términos de un concepto que recorre la historia de la belleza como «placer espiri
tualizado»: el del placer. No es lo bello, sino el efecto bello. Tal vez por eso Adorno
ha proclamado que el kitsch es lo lindo que se vuelve feo: el kitsch, una de las
etiquetas más relevantes del «mal gusto», no provoca el asco que para Kant funda
mentaba la exclusión de un sentimiento del ámbito de la estética. Por el contrario,
produce un tipo de placer ligado a la pasividad, y en algún sentido «auténtico», es
decir, inmediato, «ingenuo», y esto a pesar de su vínculo con la reproducción, lo
imitado, y por lo tanto lo jinauténtico. Aun como mal gusto el kitsch consiste en
algo positivo, y no en uná mera ausencia de gusto (única oposición al gusto que
se sigue del concepto moderno).54 Es que, si aceptamos el carácter «desdefinido»55
del arte, necesariamente debemos abandonar aquel acento en la formación, en la
equivalencia socrática entre mal e ignorancia, y recuperar ese lado de la moderni
dad preocupado por los problemas del sentimiento. Yves Michaud, a propósito de la
recurrencia del problema del gusto en la actualidad indica que «aunque las razones
explican que debemos y podemos admirar tal o cual obra, no resultan suficientes
para explicar que lo hacemos afectivamente - y menos aún que lo hacemos con
cierto placer o, al menos, cierta emoción».56
Al reavivarse en los años sesenta las fenomenologías, sociologías y psicologías
del kitsch, que pusieron el acento en el papel determinante del sujeto, resurgió la
relación entre el kitsch y el placer subjetivo de la tradición estética clásica. Abra
ham Moles señala que el kitsch es menos una categoría o una cualidad que una
referencia al estado del sujeto a propósito de determinados objetos. Concebido
por el autor como «factor estético latente» -q u e el sujeto actualiza-, refiere a la
tesis del primer parágrafo de la Crítica del juicio kantiana, que distingue el juicio
de gusto de los juicios de conocimiento, es decir, de los juicios que permitían de-
! terminar una cualidad presente en la cosa. El juicio de gusto no se refiere al objeto
sino al sentimiento del sujeto en relación con la representación de ese objeto. Y
ese sentimiento particular, en la medida en que se distingue de la mera sensación,
es aquí capaz de fundar una esfera autónoma, autonomía que luego el propio arte
reclamará para sí. Encontramos entonces que en el progresivo devenir-autónomo
del arte, el concepto de kitsch nace como contrapunto teórico de esa autonomía
fundada en el juicio. El kitsch, ligado a los sentidos, a las inclinaciones, al «efecto
mecánico» corroe la autonomía del arte casi del mismo modo en que lo hacía el
placer interesado de lo agradable en la estética kantiana. Lo agradable, a diferen
cia de lo bello, es un estímulo patológico de los sentidos, y por tanto atenta contra
la libertad pura del hombre. Y decimos casi porque el placer del kitsch agrega al
discurso del cuerpo otro nivel, el del consumo - u n placer ligado a la pasividad,
como se ha visto, y contrapuesto al placer activo de la producción-.57 Hay un
«hombre kitsch» [Kitschmensch]68 porque hay un nuevo sujeto consumidor, cuyo
placer también carecería de libertad, calibrado y manipulado por el mercado. El
kitsch parece responder de un modo muy particular a cierta estructura del deseo
y la posesión tal como la describía Kant, pero en tanto esta estructura aparece
mediatizada por la lógica capitalista del consumo. En el kitsch se une el goce im
plicado en el consumo de mercancías con el carácter inútil, decorativo, meramente
hedonista de los objetos.
Ya antes de Moles el relevante aporte de Ludwig Giesz había puesto el acento
en la vivencia del sujeto (cierto kitschigen Erleben) y dedicado sus esfuerzos sobre
todo a una profunda reflexión sobre el placer del kitsch. Este autor distingue entre
un «goce estético» [asthethischer Genuss] y un «autogoce sentimental» [sentimen-
talerSelbstgenuss o sentim ental Genüsslichkeit], El primero supone una contem
plación, que hunde sus raíces en el placer desinteresado kantiano, y el segundo
importa una distancia que tiene como objetivo un autogoce en que el receptor
goza ante todo de su propio goce, de su capacidad de ser afectado por el objeto.59
Haciendo hincapié en el carácter «relacional» del concepto de kitsch, es decir,
en su necesidad de ser definido como un modo de relación. Moles esboza una t i
pología de los modos de relación con los objetos. El íntimo vínculo del kitsch con
el placer explica que en dicha tipología el tipo ascético sea el único que queda
excluido de la relación kitsch.60 Y en efecto, cierto ascetismo de izquierda se ha
levantado desde siempre contra el kitsch. El escrito del búlgaro Iván Slávov «El
kitsch en el socialismo» (1977)6' constituye un caso paradigmático y extremo de
este ascetismo que sobrevuela muchos de los escritos de autores marxistas. Allí se
considera el kitsch un producto hedonista del capitalismo, ajeno al socialismo, y
que se introduce en él por la «inmadurez» de la propia conciencia socialista, que
lo hace permeable a las malas influencias burguesas. El autor parte de la siguiente
pregunta: «¿En nombre de quién y para qué se dilapidan recursos en una producción
kitsch innecesaria y absurda, si la sociedad socialista y su cultura la rechazan?».
Precisamente este conflicto de la izquierda con el placer ha motivado la crítica
de Roland Barthes en El placer del texto,62 y puede observarse en la Argentina en
algunos de los difíciles modos de vinculación de cieita izquierda argentina con el
peronismo.
¿ p e r o n is m o y kitsch?
2. Daniel Santoro, Recuerdo de Plaza de Mayo 1955, 2005, óleo, 0 60 cm. Cortesía del artista.
3. Daniel Santoro, £wto castiga al niño marxista-leninista, 2005, óleo, 110 x 180em. Cortesía del artista.
tn diciembre de 2004 se realizó en Palatina la muestra Leyenda en el bosque
justieialista. Santoro parece explicitar allí lo que se pone en juego en su propia
relectura del peronismo. Se trata ante todo de la potencia de la «leyenda», leyenda
que retornará luego en forma de Leyenda del descamisado gigante en la muestra
que el artista realizó en 2006. Norberto Griffa indica que la transfiguración que
Santoro realiza sobre la gráfica peronista está íntimamente ligada con una reelabo
ración de los elementos míticos del peronismo: «Sus imágenes nos sumergen en la
protohistoria del peronismo; en su dimensión mítica, contada a veces como si fuese
una tablilla medieval o un fresco o un retablo de Simone Martini o de Masaccio.
Lo cierto es que si uno se adentra en este bosque, puede encontrarse con toda una
fauna de monstruos o de hadas o, aun, de castillos o casas de leñadores perdidas
en un claro».106 La dimensión mítica no es aquí sino el recuerdo más allá de su exis
tencia fáctica, el recuerdo de un mundo que es pre-histórico o a-histórico, ya que
el mito implica el momento previo a la historia y por lo tanto indiferente respecto
de toda teleología. Es así como Santoro piensa el peronismo devenido leyenda y
cuento de hadas, a través de símbolos que protegen (murallas y guardapolvos) o
acechan (el bosque que queda afuera de la ciudad amurallada).
El retorno al universo mítico configura a la vez una contrahistoria del arte
argentino. En el texto en el que Santoro comenta esta exposición indica que «es
interesante que Juanito Laguna, con cinco o seis años de edad, haya aparecido en
1960 abandonado en un basural, un lugar donde pocos años antes el peronismo ha
bía conocido los fusilamientos sumarios. Y también que Antonio Berni haya elegido
borrar los rastros de aquel movimiento de masas, rastros con los que seguramente
se cruzó buscando por el conurbano bonaerense chapas y residuos para sus exce
lentes obras de montaje. Sospecho incluso que Ramona Montiel fue peronista y que
en algún rincón de su habitación guardaría un altarcito dedicado a Evita. ¿O acaso
era una rara prostituta "marxista-leninista"?».107 La figura de Berni, que ha sabido
conjugar vanguardia y crítica social del modo más logrado en esa serie, y que ocupa
quizás el lugar central de la saga del arte nacional desde este punto de vista, es
tensada aquí en relación con un revés invisibilizado. Santoro se sorprende ante la
serie de obras en torno al personaje de Juanito Laguna porque en medio del basural
no encuentra un solo resto de este mundo peronista compulsivamente desechado.
Una obra anterior de Santoro, La felicidad del pueblo (2000), parece ya dialogar
con el imaginario de Berni. En La navidad de Juanito Laguna (1961) Berni situaba
la imagen de la familia en torno a una mesa navideña escasa, con un pan dulce en
el centro y quizás una pequeña botella de Coca-Cola, acentuando en los rostros
una tristeza aplacada. Si Berni coloca un pan dulce en el centro de la mesa como
signo de pobreza, Santoro invierte el signo reubicándolo en ese origen que Berni
parece olvidar. La escena representada en la obra de Santoro es simple: la familia se
encuentra rodeando la mesa, sobre la mesa de mantel cuadrillé, una radio, La razón
de mi vida de Eva Perón, un vino y el pan dulce. En la ventana, un mundo dominado
por la arquitectura racionalista. En el cielo, Evita que, como un ángel salido de un
cuadro medieval, ilumina la escena. Todos con brazalete negro. Si el universo de
Santoro es inquietante es porque logra ubicar la felicidad peronista en el lugar
que la tornó insoportable ante los ojos del antiperonismo, para el que la felicidad
necesariamente debía estar en otro lado. Si ese «otro lado» era una revolución al
canzada con el sacrificio de aquellos que se verían beneficiados por ella, o a través
de una utopía liberal, poco importa. Santoro lo sabe, nos lo dice explícitamente, el
liberalismo o el comunismo son ideologías «instaladas en el futuro y nunca llegan a
ser aplicadas. El peronismo, por el contrario, es una ideología que vive en el pasado
y tiene una promesa para el futuro».'08 Es de algún modo la utopía realizada en el
pasado, la «lejana patria de la felicidad». Ahora bien, que la utopía realizada sea
eso es justamente lo insoportable para aquellas utopías modernas.
f
sentidos, impulsos, pasiones; a una conciencia y una voluntad que prescinda del
deseo inconsciente, se enfrenta con su carácter inerradicable cuando olvida que
ese «mal» no puede aislarse. La teodicea que presenta Favio en Nazareno Cruz y el
lobo desmitifica nada menos que este mito; el diablo le ruega a Nazareno que no
olvide que él fue siempre un instrumento de Dios, y que «si Él quisiera, ya estaría
yo repartiendo pan...».
bibliografía
p o lit ic o . A c c ió n p o lí t ic a y r a d ic a liz a c ió n id e o ló g ic a e n lo s E s ta d o s U n id o s d e l c a m b io d e s ig lo ,
Buenos Aires, Prometeo, 2003.
76 Lidia Santos, K its c h tro p ic a l...
77 Lotte Eisner, t K its c h in the cinema», en: K its c h . The w o r ld o f b a d ta s te ..., p. 197.
78 Cf. Gillo Dorfles, «The Film», en: K its c h . The w o rld ..., p. 195.
79 Farina menciona la importancia de Robert Bresson, Ingmar Bergman y Federico Fellini.
Oubiña y Aguilar también enfatizan en la importancia de Bresson (especialmente de Un conde
Los campos artísticos cuyos objetos rompen fronteras son variados e incluyen
-com o muestran los diferentes capítulos del lib ro - a las artes plásticas, la música
y las artes combinadas. Tal variedad y multiplicidad de manifestaciones dan cuenta
de la importancia de las estéticas de lo extremo en el arte contemporáneo, tanto
de las que se desenvuelven en el polo de lo máximo como en el de lo mínimo, el
del grito o del aullido y el del silencio o del vacío.
Algunos ejemplos analizados -ta n insólitos como los que pueden darse en el
campo de las nuevas tecnologías- muestran con claridad que, en el campo del arte,
todo puede entrar y, en principio, nada debe de salir. El diseño, la moda, la cocina
y hasta la vida misma se han convertido en auténticos objetos de arte. Este filón
extremo de la vida convertida en arte es el que desarrollan artistas como Jeff Koons
en sus performances junto a la Cicciolina, Ai Weiwei al traer 1001 chinos a la 12°
Documenta de Kassel para convertirlos en auténticas «obras» desplazándose en la
ciudad, Roberto Jacoby al diseñar acciones micropolíticas en el espacio urbano y
en la web, sin olvidar los trabajos de Rirtrik Tiravanija y Gabriel Baggio quienes
convierten a los espectadores en «comensales».
Puesto que lo extremo de hoy, al ser superado por nuevos excesos, tiende a
convertirse en la «norma» del mañana, podríamos concluir que el concepto de
extremo sufre las consecuencias de sus rasgos esenciales. Lo extremo se extre-
miza. Así, lo inconcebible «extremo» se vuelve realidad con el paso del tiempo
y pasa a ser contenido dentro del margen de la normalidad. Para conservar su
esencia, deberá perforar insistentemente ese margen y avanzar hacia un más
allá incalculable.
No es de extrañar que los autores de este libro, más que dar respuestas, inau
guren preguntas capaces de resonar en la conciencia de un lector potencialmente
«extremo». Un lector dispuesto a entender no sólo la esencia extremista de la obra
de arte sino de lo humano en general, del ser humano que se proyecta más allá de
lo considerado posible.
extremo resulta ser, en síntesis, un término de alcance ontológico que da
cuenta de un fenómeno de civilización; es marca de nuestra contemporaneidad.
Su generosidad semántica acepta un gran número de sinónimos —extraordinario,
excesivo, supremo, brutal— con sus respectivos antónimos —corriente, simple, mo
derado, austero—, ¿En cuál de los grupos queremos estar?
MARÍA LAURA ROSA es Doctora en Historia del Arte, UNED (Madrid) y Licencia
da en Historia del Arte, Universidad Complutense (Madrid). Docente de la cátedra
de Estética, Facultad de Filosofía y Letras, Departamento de Artes, UBA. Profesora
titular de Arte Latinoamericano, ESEADE, carrera de Curaduría y Gestión de Artes.
Profesora titular de Arte Europeo I, UMSA, carrera de Artes Visuales. Ha dictado
d e c u r s o s y c o n f e r e n c ia s e n u n iv e r s id a d e s e x t r a n je r a s ( U n iv e r s id a d d e B a r c e lo n a ,
U n iv e r s id a d P o lit é c n ic a d e V a le n c ia ) .
Investigadora del p r o y e c t o La problemática de la reflexión estética en torno al
arte latinoamericano contemporáneo (U B A ).
Es autora, junto a A. Andújar, D. Dantonio y K. Grammático, de: Hilvanando
historias. Mujeres y política en el pasado reciente latinoamericano, Buenos Ai es,
Luxemburg, 2010 y de De minifaldas, militanciasy revoluciones. Exploraciones sobre
los 70 en Argentina, Buenos Aires, Luxemburg, 2009.
Entre sus curadurías se encuentran Biotrama II. Instalación de Silvia Gai,
FASE 4, Centro Cultural Recoleta, 2012; Remover cielo y tierra. Obras de Claudia
Contreras: 1990-2012, Casa por la Memoria, Resistencia, 2012; Cuentas Pendien
tes. Arte contemporáneo y cuestiones de género, EX ESMA, 2011; Catalina Pa ra.
Estampas argentinas, Arcimboldo, 2010.
1. Akira Kurosawa, «La aldea de los molinos de agua», último capítulo de Sueños de
Akira Kurosawa, Japón-EE..UU., 1990.
2. Leonardo da Vinci, La Adoración de los Magos, 1481-1482, Galería de los Uffizi,
Florencia.
3. Andrei Tarkovski, Sacrificio, escena del árbol seco, Suecia-Francia-Reino Unido,
1986.
CAPÍTULO 3. Lo extremo en la música de Arnold Sehónberg: la irrepresentabllldad de
lo absoluto, por Inés A. Buchar
1. J.-M. Straub y D. Huillet, Moses und Aron, 1974 (fotograma). Acto I, comienzo
de la ópera.
2. J.-M. Straub y D. Huillet, Moses und Aron, 1974 (fotograma). Acto I, escena 4.
3. J.-M. Straub y D. Huillet, Moses und Aron, 1974 (fotograma). Acto I, escena 4.
4. J.-M. Straub y D. Huillet, Moses und Aron, 1974 (fotograma). Acto I, escena 5.
5. J.-M. Straub y D. Huillet, Moses und Aron, 1974 (fotograma). Acto III.
6. J.-M. Straub y D.Huillet, Moses und Aron, 1974 (fotograma). Acto I, escena 1.
1. Enio lommi, Los dos al mismo tiempo, 2012, materiales diversos, 182 cm de alto.
2. Kazimir Malevich, Cuadradgblanco sobre fondo blanco, c. 1918, óleo sobre tela,
78x78 cm. Museo de Arte Moderno, Nueva York.
3. Enio lommi, Una linea, un espacio, 1971. Instalación presentada en el marco de
la exhibición El artista y el mundo del consumo, galería Carmen Waugh.
4. Pabellón Ciccillo Matarazzo (vista interior del segundo piso), Parque de Ibirapue-
ra, San Pablo. Foto: Andrés Otero.
5. Ernesto Ballesteros, Astronomía de interior, 2009, detalle de la instalación, Centro
Cultural Recoleta.
6. Ernesto Ballesteros, Líneas perdidas, 2007, dibujo-mural, Museo de Arte Moderno
de Buenos Aires.
7. Teresa Margolles, Vaporización, 2001, instalación con máquinas de vapor con
agua usada para lavar cadáveres después de la autopsia. Foto: Gustavo Artigas.
Cortesía de la artista y de la Galería Peter Kilchmann, Zurich.
8. Teresa Margolles, En el aire, 2003, instalación con máquinas que producen bur
bujas con agua usada para lavar cadáveres después de la autopsia. Foto: Axel
Schneider. Cortesía de la artista y de la Galería Peter Kilchmann, Zurich.
9. Beatriz Leyton, Family Life, 2007, instalación. Telas negras y alfileres de colores,
medidas variables. Museo de Bellas Artes. Santiago de Chile.
CAPÍTULO 6. El cuerpo muerto en el arte contemporáneo, por María Cristina Ares
1. Alfredo Jaar, Los ojos de Cútete Emérita (versión 1), 1996, instalación. Cortesía
Alfredo Jaar.
2. Alfredo Jaar, Los ojos de Guíete Emérita (versión 1), 1996, instalación. Cortesía
Alfredo Jaar.
CAPÍTULO 9. Monumento, contramonumento y los limites de la representación de
la masacre de Margarita Belén, por Cecilia Fiel
eBook
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