Cautivos
Viviana Ayilef
Para el Pepe, siempre
Para el Checho, ahora y siempre
Para los que se fueron, todavía
Catarsis
Estas palabras nacen del odio. No nacen del amor: nacen del odio. Si me preguntan que porqué
escribo: escribo porque amo, pero nacen del odio. De tanta muerte nacen. De las impunidades.
De las inmunidades. De lo colateral del daño. Del eufemismo.
Nacen también de la tristeza. De la mañana cuando danzó la muerte. De la intensa nostalgia. De
toda la ternura. De nuestras calles de Trelew, cortadas y repletas.
Estas palabras son la vergüenza de la letra. Sombra de su sentido. Deben leerse como un grito.
Sin mi permiso.
Y sin auspicio.
No quiero despedirme de vos, despedirse implica migrar la palabra, llevar voces y sonidos al
lugar de la memoria. Un lugar inhóspito cargado de imágenes, cautiverio siempre presente en
el habla de los otros, cautiverio del grito nocturno.
“La carta”. Lucho Carranza
Pre (y) liminares
A menudo se manifiestan reminiscencias de otro. Como fotografías. Cada experiencia nos
aparece detenida en un aroma, una rugosidad. Lo súbito.
De ese instante, esa mirada, esa agonía. Ese que nunca más supimos. Del que olvidamos.
O bien de este presente que creamos, máscara quebradiza de algún deseo. Fantasmas
adulterados. Sombras de nadie.
Con la frecuencia de una ronda, volvemos a ese momento obsesivamente. Deseamos ser. NO
despedimos.
Imágenes del otro. Cautivas de un tiempo ido y partido. Imágenes, a su vez, de otro que fuimos.
Del que ha quedado para siempre masticando su derrota.
Purgas.
Fuegos
Las ciudades mastican
momentos de pasión
en riesgo.
Entre sus muros,
ellos:
un pacto postergado.
Un ritual.
Y dentro de ese templo
el último grito
el último soplo
tumban las velas del altar
el tema de la fábula se extingue
el hilo de la trama estalla,
y el hombre nace una vez más
del fuego que lo funde
del cuerpo que lo ata
Él
Un campo. La tierra fértil. El corderito guacho balando en la montaña (su madre lo ha perdido).
El niño llora. El niño lo redime. También lo acuna.
Un ajeno regreso a tierra de otros. Un retorno añorado, pero sin victorias. Un silencio. Un largo
silencio. Silencio todavía. Dos guitarras se templan y acompañan. Algunas lágrimas que
empujan. Poquitas salen. Las otras, se postergan. Sus ojos interrogan la ausencia. Su corazón
inquiere en el sigilo de ellos. Esos muchachos vinieron del vacío. A él llegaron. Y les dijeron
“chicos”.
Un mar. Un mar de lágrimas. Un mar lugar común y peligroso. El mar que desapareció a la
sangre de su sangre. El mismo mar en el que juega su hijo, mientras algo se quiebra en sus
adentros.
Una mujer muy noble. Muchos amigos. Algunos duelos de temprano. Otros tardíos. Una
mañana tuvo que expiar la ausencia más intensa. Ella.
Un árbol de familia. Pájaros anidando. Volando. Cantando. Tres brotes. Dos flores. Una
colmena en la que a veces muere la reina. Y tierra. La tierra negra y bruta y pura. La tierra que
se perdió a la distancia, allá por Gastre. Allá descansan sus abuelos. Allí nomás, donde el ojo del
águila palpita.
Un río. Árboles quietos. Noche. Y sus miradas se insinuaron. Todos sus cuerpos se conocieron
mutuos, y así supimos que el deseo tenía nombre y rostro y proyección, sabiduría y olor a barro.
Porque el deseo traviste a veces como amor, y nunca muere.
Un hombre solo contempla su guitarra. Manos surcadas. Es el silencio. El llanto indómito de un
hijo indómito sacude el pensamiento -indómito también-. Él se sonríe. Nada de todo esto tendría
su sentido si no se oyera ese, que irrumpe y que demanda, trino del pájaro en el nido.
Alen es el albor lunar en medio de la noche, cuando todo es oscuro. Niño del aire. Ese que bala
como el cordero guacho de su infancia. A veces duerme. Siempre sonríe.
Un beso de ángel le ahueca en la mejilla.
El viaje
Acaba de salir.
Todo lo que abrazó conserva su perfume.
Los ojos de los hijos
brillan.
Los otros piensan, duelen, callan.
El aire está incompleto.
La nueva ausencia es esa sombra
que corona la mesa.
La puerta acaba de cerrarse
y un enorme paréntesis
es-talla-de-aire.
Agua de otoño
“-¿Está nuestra bebita en esa estrella?-”, pregunta el hijo. Tiene tres años y un duelo inmenso.
De aquella soledad llamada muerte recuerdo frases y momentos ya perpetuos. El sudor de
Alejandra en mi mano apretada. Su rostro denodado.
Recuerdo la cuna que quedó vacía. Y las ropitas nuevas y los zapatos rosas. Pechos del aire.
Llenos.
Lunas de nada.
Huanguelén/ Hija
Del frío vengo
de arroyo cordillera ayün
mirando amanecer en los rituales, lef
en claridad Alen de luna grande
Vengo del aire
escarcha tras escarcha –eltun-
nadie sabrá mi siembra,
alhué
aladas aves haberá
becerros, bruma, tuito junto:
calor de nube
agüitas de beber inchïn.
Vengo hacia el este
ya nada nunca sosegará esta nave
meulenes tempestad no habrá dolores
Del frío vengo,
por eso siempre
escribo hacia el calor,
Ailén.
Ella
A veces mira. Como se mira el agua en la cascada. Pero otras veces pliega los ojos. Miró de esa
manera una noche, cuando no había ecos. Cuando la sombra se había propagado. Miró también
así aquella mañana, cuando cayó a la tierra y fue patadas y fue grito y llanto y luego no fue
nada, o nada más que piernas que corren y suben y trepan hacia el lugar de nunca.
Por eso ahora, cuando ella mira ve colores.
Ahora aplaude a los intrépidos. Esos que gritan NO, que insisten NO, que duelen y sangran y
mueren. Y gritan -aún entonces- NO.
Por eso se pregunta cuál es la dimensión del NO. Cuántos matices tienen los negativos de la
gente. Por eso ahora que está en el medio de la calle, sabe que todo su silencio no es más que
muecas de palabras, máscaras parodiadas en el tiempo. Aires de.
Evas
Vengo de noche, durmiendo a medias
con el ojo del corazón atento,
dentro del cuerpo un niño
en este alrededor, los otros.
Vengo de recorrer el día
marea tras marea
mares de amores.
Miradas. Muros.
Vengo de varios muros,
algunos de palabras
otros de actos
vilezas, supuestos bobos.
Pero me voy hacia las aguas
las frescas aguas de este día.
Vengo con tiempo,
con sangre y cuerpos vengo.
Alguna vez vine de noche:
había un hombre
estuvo el piso
y fue tan duro.
No sólo el golpe el puño,
lo que fue duro es la memoria
lo que fue duro es el silencio
que guardaban las calles.
Al día siguiente fui de día
había globos barriletes, ruidos de bicicleta
había olvido en el camino
ninguno dijo nada ni lo vio
Por eso digo que estos muros
velan los ojos y los muertos
los cuerpos velan de las evas
hembras que hacia la noche vienen
-a corazón abierto-
llenas de hijos de ojos
llenas de andrajos
a la vigilia llegan
algo cansadas,
pero primeras.
Brotes
Te miran. En lo que miren, te están mirando. Aves al cielo. Blanco diseminado de un panadero.
En la piedra que tiran, te miran. En el puño de arena que escapa indócil entre sus manos.
Te están mirando. Vos te dormís. Soñando noches cerveza muchos amigos baile. La cruz del sur.
El humo de tu primer cigarro. El desgarro del himen. Con su padre soñás. Con ese río. Te están
mirando. Ellos te sueñan mientras parás en otro lado. En ausencia presente. Ahora y siempre.
Rozan sus alas las mariposas. Y ellos saben que ese sonido era el vuelo seco de tus recuerdos.
Las mariposas son el tenue recuerdo de alguna ausencia. Por eso blancas cobre amarillas. Por
eso, además, las hay polillas. Pero esas dañan. Mi madre, por dar ejemplo, era polilla.
Un día se allegan hacia la escuela. Miran a la maestra porque también en ella te están mirando .
Miran en la memoria que se comparte. Todos buscamos aquella huella. Aquella marca de otra
historia. Lo que ya no regresa.
Miran a sus mujeres y aún te ven. En lo que de vos falta. En lo que sobra. En los pájaros que de
pequeños miraban irse. Dónde se irían. Dónde más hondo que hacia ese cielo que los tragaba.
Cuando era chica, ya intuía que en ese cielo no están los muertos. Están entre nosotros. El
rostro, el gesto, el eco de su risa. Los muertos no se van, se adentran en la carne.
Por eso es que duelen tanto.
Esa palabra
El niño la miraba
como se mira ese refugio a la intemperie:
ojos de náufrago
veleta
viento
-la miraba-
decía algo entre sus dientes
las manos crispaditas
-la miraba-.
El silencio, hecho dueño
pasos de vagamundo.
cometa
cielo
-la miraba-
como se mira el faro,
la cruz del sur
nuestra bandera -la que sea-,
como se entona el himno en que creemos
como se grita a Boca los domingos
-la gritaba-.
El niño la nombraba
y al desprender sus labios
polvo de mariposas verdes
pétalos lilas
fresco rocío
aguas color añil manaban de su boca;
peces de diez colores
pájaros bellos
letras y notas musicales
-la miraba,
mientras decía en un susurro:
mi mamá-
Diente de león
El hombre se dispersa. Una noche fue vientre y luego aire. Alguna tarde va a volver a la tierra.
Ojala ya no estemos. El Checho sabe cuánto lastima durarse acá cuando el hijo se ha ido. Ella
tampoco está.
Cuando un hijo se muere el tiempo es impugnado. Y listo.
A veces la memoria teje sobre esos cuerpos túnicas arco iris, y todo vuelve a florecer. Entonces
nacen nuevos hijos y así los hijos de sus hijos. La lágrima es agua termal garúa charco beso de
nube corazón de hada que cae al centro en la pupila.
No hablemos más de tanta muerte.
Mirá si duele.
Reportes de Trelew
Aquí la libertad viajaba en taxi
y la morían
en las afueras, a sabiendas
aquí la noche nunca duerme
se mastica los chicos
puebla los paredones
“aborto legal para no morir”
“das neves presidente”
“¿qué pasó con Julián Antillanca, golpeadores?”
las mañanas dan cuenta
de un tajo en la memoria
una marcha se acerca en sus pancartas
un hombre
mira con la sospecha de costado
una mujer
apura al niño que lleva de la mano
…no preguntes
las viejas de las tiendas
balan desde allí dentro
sus repudios
y el único que entiende
de qué se trata esto
es el gordo Jesús
que mira y baja la mirada
porque la muerte no tiene clase.
Y todos los domingos
la alienación comprime la nostalgia
sacamos a pasear las soledades
“¿Dónde está Julio López?”
“Justicia por Pablito”
carteles en fotocopias,
pintadas en aerosoles
ilegales
Y más allá
afiches gigantescos en colores
“monólogos de la vagina”
“chayanne en Trelew”, tan bonito.
“pour la gallery”.
Y a su costado en la vereda
una mujer acuna un niño
“¡ayudás y ganás!”, se escucha en un parlante;
un viejo ciego pasa sin ser visto;
un taxi cruza en rojo
mientras saluda a los muchachos del silbato
y el día muere
como se mueren las historias
que terminan de noche
un hombre abraza a una mujer
un niño nace
un patrullero arranca velozmente
así es nuestra ciudad
se conmemora el once la Asamblea del Pueblo
oficialmente
en el teatro
donde una mina en bolas, y un boludo
también
se llevan los aplausos
y la memoria sangra y duele nuevamente
y el hijo de un amigo muere asesinado
y aquí estoy yo
sin nada bello que decir
y no hay más novedades,
dieciséis compañeros fusilados.
Duelo de trinos
Acecha. Como el amor acecha en los instantes. En el vaivén de una hamaca. En la primera risa.
En la sonrisa. En el tránsito del auto allá en el parque. Un balbucear de niño esconde el aire en
que se agita la guadaña. Un pibe juega. Esa pelota brinca entre sus ojos.
La muerte es una ausencia concluyente.
Y luego fue normalidad. Recorrer los lugares donde ya nunca jugaría. Doblar esas ropitas, oler
aquél perfume siempre nuevo. Saber el fondo de la vida. Ver el reflejo.
No tener otro.
Piedra del sol
En estas noches
allá en la calle Patagonia
se oye la marcha circular de un niño solo
ni un eco le acompaña
un perro de la calle atiende sus pisadas
otro lo sigue y lo arremete
el resto lame sus heridas
y algunos duermen a su lado
y algunos mueren a su lado.
En estos días
el mundo que habitamos giró su calesita
ya no hay en ella ningún pibe.
El cinco de septiembre
las calles implicadas de Trelew
los pasos escondidos de Julián
el ojo de su padre
el vientre de su madre
el frío tiritar de sus amigos
tendrán abrigo
y habrán creado un verbo nuevo
en este pueblo sin palabras.
La rueda de la vida
“Alguien confundió los tiempos
y el que está naciendo es el mismo que expira,
después de no vivir la vida que está muriendo”.
“Historias”. Juan Bautista Vallés
Nacer y morir pueden ser hechos parecidos.
Uno que llega y grita y llora
que patalea y ensangrentado llega a buen puerto;
otro que parte y es llorado
y es reclamado porque ha acabado bañado en sangre.
Cuando los hijos nacen los padres lloran
miran adentro de sus ojos
sueltan suspiros en el viento,
papá remonta barrilete de sueños
la madre pompas de ternura y leche
la abuela teje.
Pero cuando los hijos mueren
todo se cae con sus ojos:
nada en el cielo que mirar
nadie en el cielo a quien pedir
sólo la estrella figurada del recuerdo.
Morirse puede ser imperdonable
cuando tu padre ha caminado tanto tanto
que la medida del dolor está en su rostro
sin el gesto.
Morir y nacer pueden ser hechos parecidos
pero las lágrimas de uno no celebran
en el desgarro de sus surcos
en el vacío que acompañan.
Huellas
Piedras. Cuentas pendientes. Palabras nunca dichas que sobrevuelan reformuladas. Aquél
muchacho al que una noche casi en penumbras. Aquella sombra. Nunca. Esas miradas son
inventarios de lo que dura.
Una mañana dijimos SI –prometo/ acepto/ juro-. Dijimos CREO. Creo en la Patria en el padre
todopoderoso creo en la sal de mano en mano en la virgen creo. Creo en tu nombre, y en la
perpetuidad de lo que anuncia. Dijimos CREO y una mañana se fue un bebé. Ailén era su
nombre. Brasa pequeña. Dijimos CREO cuando Julián agonizaba a la intemperie pateado por
unos tipos que a su turno mintieron JURO. Dijimos CREO y fueron absueltos. Padres y madres
ellos también. Conciudadanos. Dijimos BASTA pero Marita atraviesa el suelo que pisamos. Es
la orfandad, parece, la que nos tiene a la deriva. Alguna vez el verbo fundó los nombres de las
cosas. Decías NUNCA y era el silencio. Decías SIEMPRE vuelo de mariposas. Decías
COMPAÑERO, y se llenaban las calles.
Esta mañana dije QUIERO. El brillo de mis ojos pecó a hurtadillas. El ruido de la cruz que se
derrumba fundaba el día. En la memoria doble Julián deseaba a una chica, y sonreía.
Aquella noche nunca fue.
Es la orfandad, que punza aunque tengamos madre y padre. Aunque tengamos hijos, hermanos,
compañeros.
Un golpe acaba con su vida. Un arma viola el cuerpo. La punta roja del borceguí pasea ante los
ojos, y ellos no quieren verla.
Escribo CREO, y una mueca me apuntala en el costado.
No escribo más. Ya fue.
Los hijos de Yanina
Yanina Treuquil
Basta de Femicidios
Las manos de Yanina
ya nunca llevarán los hijos a la escuela
el más pequeño
está aprendiendo el lenguaje.
Cuando sus compañeros
lean “mamá”,
él va a leer ausencia
y la nena del medio
que algún día dará su primer beso
no va a contárselo a su madre
sino a la almohada empapada;
al mayor le va a dar por leer
o por hacer deporte
o capaz por la calle
y cuando lea
va a conocer las letras del vacío
las que no expresan nada
por más que digan “Código Penal”.
Si le gusta el deporte
va a descargar su bronca acumulada
con mucha suerte
si va a la calle
buscará en cada poste
la memoria de ella
y los tres en octubre
van a morirse un poco
a heriduras y llantos
a patadas y puños
a golpe de silencio.
Con tantísima suerte
a gritos
todavía
Votos
Nos tocan. Nosotros no elegimos. No elegí no haber sido elegida. No elegí tanta ausencia. No
elegí aquellos gritos. El hambre y el frío. La soledad. La falsa calma nunca elegí.
Elijo a este hombre. Tamaño corazón para un solo costado. A sus hijos elijo, réplicas de su
ternura.
Esto que ahora soy, elijo. El resto, lágrimas sin pasión, impugno para SIEMPRE.
Po(li)ética
Escribo
en el ojo abierto de la tormenta
ese que mira y ciega
ese que marca,
que cuando pestañea
respira el mundo
nacen las flores
trinan los pájaros del día
Pero yo escribo en este hueco
en un tembladeral escribo
donde ya ni una gota
ni el polvo de hada
ni el canto de griegas sirenas
podrán jamás perder a nadie.
Porque yo escribo donde nadie
cuando se fueron todos
desde el ruido en la sombra
contra el trueno y la niebla
como si nunca
Los compañeros
De repente aparecen. Sacan sus armas. Tiñen la noche. Alzan sus brazos. Sus gritos alzan.
Puños.
Pero también a veces lloran. Lloran a lágrima partida y se desangran. Pero ellos lloran porque
esto se desangra. Ellos caminan en conjunto. Como esos perros que se huelen. Como las aves.
Algunas aves remontan vuelo sólo porque a su lado hay compañía. Otras se pierden.
El rumbo de las aves es incierto. Pero ellos saben.
Las mariposas
Las flores son
alas de mariposa,
algunos las arrancan
porque no aguantan la belleza
Pero los pétalos
-como las alas-
salen volando con el viento
Porque las mariposas son
como las flores:
algunos las arrancan
porque no pueden con su vuelo
El miedo
Ese temblor asusta. El púrpura el cerrarse de sus ojos. La contorsión del rostro. Cuando somos
nosotros, nada. Cuando ellos viole(n)ta sacudida, todo se triza.
Sus labios quietos quietan. Ese silencio. Es tanto el ruido en cotidiano, que la extrañeza anuncia
otro sujeto. Frías sus manos. Pequeñas y dadivosas manos que tiemblan como ese blanco entre
los ojos blancos del rostro blanco en súbito terror.
Karmas
dejen que tiemble yo
que sude yo
que empalidezca
que sea mío el cuerpo envenenado
y no este niño
Nietos
Una ventana.
En la ventana un niño
sin su nombre.
Por ese niño un grito,
una agonía
en el relámpago primero
en la primera pérdida.
Para él la duda
late.
La cacería se actualiza.
Un rostro puja el espejo,
la cicatriz estalla
y el niño nace
nuevamente
por la lealtad
de su sangre.
Kelleñü
Llueve. Afuera también llueve. Los hijos duermen el alegre cansancio de la infancia. Juegos de
lucha en la vigilia. Muñecos. Guerra de abrazos. Mimos.
Ser niño es el perfecto estadio del tiempo. Todo allí es puro. La alegría en el rostro es constante.
Se extiende ala de lluvia; y el niño que es alegre papá o mamá alegre será algún día.
Los dolores y violencias, en cambio, son eternos. Duran incluso más que el niño. Duran en el
perpetuo duelo hacia el adulto. Más allá de la herida, duran.
Afuera llueve. A veces imagino el aroma caliente, los brazos acunando. Y sin embargo esta
memoria nunca evoca. Afuera llueve tanto.
Tuve a mi niño dormido en brazos. El tibio de su cuerpo me reclama. Tuve a mi niño. Sus
manos acariciaban mi pelo. Tuve su rostro entre mis labios, sus carcajadas tuve. Su llanto. Tuve
la omnipotencia: dos pájaros alando al tiempo sin cuentas pendientes.
Afuera llueve. Adentro mío, aquella agua lejana está secando. Los hijos sellan las luchas del
pasado. Nosotros elegimos: somos a su vez llaga o brisa de aire.
Los hijos, para ser brisa, a veces necesitan que miremos a otro lado. Por más que llueva.
Y siempre llueve.
Niño del aire
Niño la vela al viento
hijo en las aguas
fundas los aires nuevos,
creas palabra.
Carcajada en la lluvia
manitas tibias,
ven y abriga tu madre
en tu pupila.
Autitos de colores
llenan la siesta
verde, rojo, amarillo
en sus hileras.
Príncipe de los juegos,
nuestro Espartaco
todo tu mundo huele
como manzanos.
Ven a abrazarme ahora
antes que crezcas
que mañana es de viento,
mi gran cometa.
Soplan los aires frescos
de tu mirada,
boca de fuego firme
serán al alba.
No te detengan, niño
males menores
siempre el pájaro canta,
para los hombres.
Cautiverio
La vida está compuesta por fragmentos como estos. Imágenes de presencias. Pedazos de una
historia crujen el tiempo. La historia de uno: a cada llanto el hombro nuevamente. A cada risa
esa cosquilla. A cada grito a cada golpe a cada ausencia.
Estos fragmentos conjuran lo que ha sido. El pasado PRESENTE.
Todo nos vuelve de a pedacitos como si un trompo bailara en la memoria.
Como el avión a chorro que atravesaba el cielo, y a veces se perdía, sin rumbo.
Y para siempre.
Postales en abril
Esta mañana soñé a Teresa
cargaban sus brazos a un niño
que aún lloraba
lágrimas en tiza
y cuando desperté soñé con Víctor
la bala en la protesta
soñé tu muerte, Choque,
como penan los hombres que todavía duelen.
Me fui al trabajo,
miré los chicos en sus bancos:
soñaba la mirada de Julián,
que aún me ronda
que nunca va a borrarse
esa mirada que persigue y no persigna
-soñé a los vivos, en la cárcel, perpetuamente vivos-
Volví a mi casa
soñé a Clarisa, Mariangélica, Susana,
Ana María
-su vientre que crecía-,
soñé con Mario Abel,
iba en la ruta hacia Trelew buscando a Elvio
Entonces me paró la policía
y tuve miedo
y tuve que mirarlos a los ojos
y forcé despertarme
-detrás de su mirada estaba el cielo-
miré las nubes, miré la fábrica, miré la hora
pensé “qué muertes éstas, corazón”
pensé “qué ausencias…”
“-¡Documentos, señora!-”.
Soñé con otro cielo,
pero era otra forma.
Mímica
Entonces uno se sangra dentro. Apena y se lamenta y queda tieso. Tanquieto, tanderrotado.
La tierra es negra porque se enluta.
Aquí en Trelew ya no podemos llorar los muertos. Miras la mueca de los dolientes. Está
estancada.
Así pasó cuando Julián, cuando Pablito, cuando Yanina, cuando Rodrigo. Después pasó que se
morían a mansalva, y desde entonces solo miedo. Salimos a la calle. Almonacid miraba nuestros
ojos bien de frente. En el reflejo luces azules taquicardiaban.
Más tarde lo entendimos. Y fue por Viedma que Atahualpa; Otoño en Río Negro, Bolsón por
Coco. Un Pilquimán en Bariloche. Pero también Luciano en Buenos Aires. Y fue que adentro
mutilaciones. Vejaciones. Desaparecen. Y fue después que no se sabe. Que de repente pierde el
verbo.
Y será siempre algún Iván que falte. Una paisana que lo llore.
Me veo en el espejo. No se reportan muertos que buscar esta mañana. Miro allá fuera. Veo unas
sombras atoradas en la niebla. Algunas lágrimas corroen mi garganta.
Basta ya de llorar.
Que venga el día.
El tropo
El pájaro que canta esta mañana desconoce
que por cada lágrima de niño
cruje una nube
que de su dolor pequeño
mañana brotará un hombre sin risa
que de este frío a la intemperie
puede morirse uno.
El pájaro que trina
no escucha el grito bajo que se defiende
-así de ensimismado en su belleza-
no ve los puños chiquititos que se crispan
no gusta el ácido que cierra la garganta.
En medio del gorjeo
la primavera nace flores a la vida
y un niño duele hacia el costado del camino.
Pero el pájaro canta,
¿y por qué canta, entonces, este pájaro?
Sentido y referencia
Por eso nunca alcanza. El traductor aquél intérprete la primera maestra, leen los labios.
Para meterse dentro falla la imagen y el correlato. Dolor es un pedazo de discurso. Ninguna
lágrima lo habita. Ausencia es este tiempo inaccesible. Por eso duele.
Este rencor que siento todavía. Con este idioma dije mamá te amo juré allá en cuarto pedí el
bautismo. Con este apócrifo lenguaje ellos dijeron JURO. Y fue la noche.
Con este verbo me han creado. Y yo he creído.
Por eso pido silencio. Somos cautivos.
Fuimos.
Raihuén/Boca florida
Si todavía somos fecha,
allá en abril o acá en octubre.
Si todavía señalamos diferencia
Si aún lloramos mapué la pérdida
El rol lamngen de antaño
La tierra imeluwn en las entrañas.
Si la elegía es nuestro modo predilecto
-ese pretérito imperfecto-
y no el aquí y ahora
el compañero que es militante y muere
y que se muere por militante y por paisano.
Si yo digo paisano mío y alguno duda.
Si lloro porque el que duda me ha abandonado
me ha traicionado
ha negociado.
Si yo me encuentro con forasteros que especulan
y veo encima que mis paisanos les dan la venia.
Si me hallo solo
aquí en mi casa
porque no suelo llorar afuera.
Si no quiero llorar.
No hallo razón para llorar.
Si habrán pasado tantos años, cumpas
para que hoy me desconozcan:
mi abuela nació en Epu Lafquén
el viejo en Languiñeo
yo soy mapurbe
y tengo títulos de grado.
Hablo perfecto la lengua del imperio.
Pero mi ser
es ser mapuche como sea
-“nunca pisaste un camaruco”
-“nunca comiste apol entre los indios”
-“nunca aprendiste nuestra lengua”
¡NUNCA!
-Pero si soy de acá, señor
nací por estos tiempos
aculturada y todo soy de acá
la etnicidad ya no se mide con sus varas
esencialistas/extremíferos/disuelven
flacos guardianes de la raza
y qué me importa
soy ayilef
vengo veloz porque hay urgencia
vengo feliz porque estoy viva.
Custodios de lo ajeno:
mientras ustedes autentican calendarios
yo hago campaña en otro lado
porque Antillanca fue sin trutruka a Buenos Aires
y los pibes paisanos agonizan las calles,
porque no mueren: son matados
y portan rostro de mapuche, y mueren.
Veni dame tu pecho
ñanco mío
que no hay horóscopo más firme que tu blanco.
Vení niño del día
libráme tu azul de cielo
tu nombre y tu linaje no me incumben:
no hay ADN que exprese el puro de tu sangre.
Vení, hijo mío
tu casa es casa de mapuche: ruka
aunque tu baño esté acá adentro
aunque tu zapatilla diga topper
aunque comamos en el shopping.
Vení, hijo mío
sacá la pluma de tu frente y arrojála
-en la escuela no saben, todavía-
trae tu máscara de Spiderman
a veces las personas
miden el peso de sus muertos
arcaízan la raza,
ignoran a los vivos
condenan el presente
y así se muere
Cicatrices
me han pedido que hable de belleza
por Jorge Spíndola
a María Millacura
a César Antillanca
a las familias del barrio Dignidad en Trelew
a nuestros pibes
me han pedido que hable de belleza
y la belleza es una flor que crece en cualquier parte
la riegan con cinismo en los salones
la pisan la orinan la escupen los gorilas
con su baba verde agua
la besan con aliento jediondo los borrachos
igual ella crece en lo baldío
me han pedido que hable de belleza
y la belleza es una flor que crece en cualquier parte
la policía tortura pibes pobres caídos en la sombra
portadores de rostro / sospechoso lo morocho
son los pibes del fondo de mi calle
flores negras del barro sublevado
// iván eladio torres desaparecido en la seccional primera de comodoro medarrabia
// eduardo mariano haro castrado en la seccional segunda de la loma petrolera
// juan josé gramajo david hayes julián antillanca el pibe almonacid
la lista de torturados golpeados agujereados en el cuerpo
por el gatillo fácil de la gorra se me hace interminable
dónde está luciano gonzález desaparecido por el geop en corcovado?
me han pedido que hable de belleza
y la belleza es una flor que crece en cualquier parte
siembran terror
allanan los jardines y las casas que ayer olían a pan y cordillera
ahora huelen a miedo y a silencio en los perfectos expedientes
yo conozco una azucena morena que se llama maría millacura
promueve marchas callejeras por iván eladio
maría millacura girasola en los pasillos de los tribunales
en toda oficina donde pone sus huevos la gallina del olvido
baila cuecas negras delante de la seccional primera de policía
inunda paredones con la foto de su iván eladio
la belleza es una flor que crece en cualquier parte
yo conozco a césar antillanca el padre de julián
transformó la pena en dignidad
escribió su nombre en las paredes y en los labios
llevó a juicio a los culpables
y la justicia los dejó libres
les dio credencial para matar
la escupen la mean la muerden los perros de la brigada canina
la pisaron los de la brigada motorizada
incendian barrios de los sin tierra
pisotearon niños yo los vi no me contaron
la policía montada entró en los ranchos
del barrio dignidad señor matanza
el intendente de trelew
ordenó desalojo sin orden judicial
y adónde estaba la justicia
el viernes 28 de agosto de 2009
yo daba mis clases de belleza
en la escuela de las mil viviendas
cuando el aire comenzó a oler a pólvora
gases lacrimógenos subían como lluvia ácida por el barrio dignidad
bajaban corriendo las mujeres tropezaban con hijos abrazados
caían entre patas de caballos
revolcadas polleras rodaban
dejaban sus flores estampadas en el piso
mientras las topadoras hacían su trabajo
cada rancho era una flor
cada tirante quebrado a patadas
cada chapa guardaba un sueño de hogar en la llanura
cada puerta era una promesa navegando
hacia dentro de los ojos
ahora humareda y tablones incendiados
ahora jarros y ollas rodando entre las matas
objetos extraños vagando en lo desierto
flores silvestres aplastadas por la motoniveladora
y el eco del llanto y ese humo en la mañana
creciendo como una flor venenosa pegada en las ventanas
mientras hablábamos en la clase de cultura
y estética contemporánea
me han pedido que hable de belleza
y la belleza es una flor que crece en cualquier parte
la riegan con usura en los salones
cacarean las gallinas tribunales
y muerden sus pétalos más frágiles
la escupen la mean
la besan con aliento jediondo los borrachos
igual la piropean
los viejos de arriba del andamio
la pisan la orinan la escupen los gorilas
con su baba tóxica verde agua
igual ella crece en lo baldío
la parcelan la vigilan
la patean en la cana
la desalojan la erradican
la muelen la prenden fuego la hacen humo
igual ella crece en lo baldío
maría millacura girasola en su nguillato
frente a la seccional primera de policía
con la foto de iván eladio canta maría millacura
por la sonrisa de julián
pinta muros habla en las escuelas
césar antillanca
conversa en cada sitio
en toda oficina donde pone sus huevos la gallina del olvido
me han pedido que hable de belleza
y la belleza es una flor que crece en cualquier parte
Diego Tampoco
por Rodolfo Ap Iwan
Julián
no sabía
lo que le iba a pasar,
Dios y Julián
estuvieron
en el lugar equivocado.
Julián
pensaba que tenía que estudiar
para la lección del lunes,
Dios y Julián
no se cruzaron esa madrugada.
Los papás de Julián dormían
o sabían en el sobresalto
que algo pasó
porque sintieron el dolor
de los golpes en su cuerpo.
Hay veces que Dios
se viste de miliquito superpoderoso
y se apropia de la vida
que no le corresponde,
y no solo eso,
sino que
ya que dios es un miliquito,
la justicia lo protege
con sus garras despreciables
de señores de bien,
justificando la barbarie
legitimando la matanza.
Julián no sabía
lo que iba a pasar
Diego tampoco,
Diego tampoco.
Jorge me da aliento
y me dice
“la belleza es una flor
que crece en cualquier parte”
pero yo sé
que Diego tampoco.
Joya de sol
por Ymar Sioban (René Rivera Guerrero)
En la madrugada regada de tu sangre
el infame armado muro azul del Estado
golpeó hasta la muerte tu hermosa vida,
porque no soporta que toda vida sea hermosa y digna de ser libre de herencias criminales.
Allí donde los estériles serviles
guardianes del amo
engordados con la sangre del pueblo
Dejaron tu cuerpo inerme
La tierra madre
la de tu misma piel morena
bebió la savia de su hijo
fecundando desde la profunda raíz de la historia
la esperanza
la lucha
el amor
la inclaudicable dignidad.
En el cobijo ocre
tierra y carne juraron volverse una
en cada brote y nueva hoja
reponer la sangre derramada
en cada flor y fruto del labriego
la sonrisa apagada
en la danza de los álamos, cerezos, ciruelos y nogales, en el lacio de los sauces el respiro
extirpado.
En el henchido arado valle, en el verde achaparrado de la meseta
Julián floreciendo como belleza.
Deslenguado respiro latido testigo del alba
los cuerpos ladeados al viento
marchan esta valerosa verdad
flamean en pancartas y banderas,
trazos de la palabra.
En los trapos el espeso torrente del pueblo
la imposibilidad de consolarse
en el silencioso confort del crimen y la mentira.
Si la ignominia prevalece si esta sed de justicia no es saciada
La belleza por venir
olerá a infamia e impunidad
Devendrá en tormenta de miedo y humillación
podrida vida
erguida muerte.
Ahora, que tu mirada es el dulce inapagable clamor de justicia en nuestra memoria,
Ahora, que el afiche y el engrudo irradian cuarzos de sol.
Ahora, que las murgas de los barrios te cantan y danzan al son de libertarias batucadas.
Ahora, que las paredes hablan de ti en las pintas aerosoladas de los pibes
Ahora, que volvemos visible lo que negábamos,
la brutal herencia de la complacencia
nos cuesta asumir que cualquier pibe del pedregullo del color de la tierra
es matable, fácilmente faenable por el Estado.
Ahora
que la injusticia,
la desidia,
la infamia
se institucionalizan
por fallos de domésticos obedientes jueces y leguleyos
cobarde y confortablemente mamando la leche agria de la impunidad.
Te nombramos Julián,
se nos hierve la sangre,
se nos hace fuego la lengua
brasa viva,
cicatriz abierta hiriente mientras no haya justicia.
No permitieron que llegaras a ver la próxima primavera.
Pero tú
hermosa flor,
joya de sol
dulce mañana,
al igual que todos los hondos jóvenes brotes de esta bella tierra,
eres principio esperanza.
Palabras en la sed (Viviana Ayilef)
Mi poesía ya no hablará de amor.
Siente la fiebre de los desamorados.
No hablará más de brumas.
Todo en su entraña es negro y sangra.
Estos poemas dicen MUERTE
dicen PRESENTE y se atestiguan
rostros Julián entre las piedras
ojos de niño en el ocaso
y la sonrisa de Yanina
y los pañuelos de sus hijos.
Estos poemas gritan MUERTE
y los jerarcas miran a otro lado.
Golpean gotas desde Iván
lloviznan aguas por el Tito,
que se murió de sed y soledad.
En Corcovado, la tierra está de duelo;
en nuestra capital una chiquita fue baleada.
Mi poesía abdica la ternura.
Está en el tronco de la bronca
está poblada de fantasmas.
Un año vuelve a terminarse
la muerte habita entre los brotes
entre los niños sin historia
dentro en los vientres masacrados.
Toda memoria es incompleta.
Los tallos secos de este texto
se caerán al fin,
como cayeron ellos
y nadie más recordará mi nombre
y cada uno que lea susurrará ANTILLANCA, TORRES,
TREUQUIL, ALMONACID, GONZÁLEZ, tantos
y cada quien que quiera será otro eco
y entonces sí: mi poesía hablará de amor,
DEFINITIVAMENTE.
Violencia, no provoques al amor
Mariela Flores Torres
ÍNDICE
Catarsis
Pre (y) liminares
Fuegos
Él
El viaje
Agua de otoño
Huanguelén/ hija
Ella
Evas
Brotes
Esa palabra
Diente de león
Reportes de Trelew
Duelo de trinos
Piedra del sol
La rueda de la vida
Huellas
Los hijos de Yanina
Votos
Po(li)ética
Los compañeros
Las mariposas
El miedo
Nietos
Kelleñü
Niño del aire
Cautiverio
Postales en abril
Mímica
El tropo
Sentido y referencia
Raihuén/Boca florida
Cicatrices
Me han pedido que hable de belleza (Jorge Spíndola)
Diego tampoco (Rodolfo Ap Iwan)
Joya de sol (Ymar Sioban)
Palabras en la sed (Viviana Ayilef)