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Libro Estudios Sobre Interaccion Dialogica - Cap 1

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Capitulo 1 La interaccién dialégica Norma B. Desinano Cuando se habla de interaccién dialégica se esta aludiendo a la vez, a dos aspectos importantes, que requieren una explicitaci6n cuidadosa, desde un punto de vista cientifico, para permitir el desarrollo de cualquier investigacién sobre el tema. Conviene que nos detengamos sobre los términos, ya que es probable que los lectores y nosotros tengamos nociones quizs un poco diferentes y aun totalmente dispares acerca de lo que abarca cada tno de estos términos, en otras palabras que nuestras nociones de interaccién y de diélogo sean solo parcialmente coincidentes y que, por lo tanto, podamos engafiamos en cuanto a los aleances que les daremos. en este libro. Lo que buscamos es Iegar a enunciar conceptualmente aquello que queremos significar_a partir de estos términos, con la finalidad de que nuestro andlisis no solamente sea comprendido dentro de sus propios limites, sino que también establezcamos una base de cierta rigurosidad en el trabajo futuro, La palabra interacci6n puede ser interpretada como las acciones sucesivas ylo simultéineas que dos 0 més sujetos realizan ya sea, segtin los puntos de vista, uno en favor de otro, uno en contra de otro, 0 ambos en beneficio mutuo, Nuestra idea de interaccién trata de escapar un poco a esta primera determinacién, Consideramos a la interaccién como el resultado de un proceso en el que dos 0 més personas emprenden una negociacién. Esta negociacién puede permitirles, al mismo tiempo, cumplir con objetivos privados o comunes a todo el grupo que los contiene, y esté pautada por reglas convencionales piiblicas, es decir sociales. Quienes participan en este proceso, al mismo tiempo que lo producen, van construyendo una relaciGn interpersonal que puede permitirles la posibilidad de otras negociaciones u otros intercambios, Esta interaccién esté situada siempre en un dominio, es decit, en términos de la Sociolingtifstica, en un Ambito institucional que se maneja de acuerdo con reglas propias.Volveré sobre esto més adelante. Nuestro trabajo parte de un punto de vista fundamentalmente lingtifstico y, por eso mismo, nos preocupard especialmente el aspecto lingiifstico de esa comunicacién, y, dentro de ese aspecto focalizaremos lo verbal, que constituye a la vez parte del proceso y parte del resultado de esa interaccién, Es importante tener en cuenta que ese aspecto no es més que uno de Jos muchos que pueden ser estudiados en relacién con la interaccién. Ya hemos sefialado en la Introduecién, que la interaccién dialégica se configura a partir de la conjuncién de factores y recursos linglifstico-verbales y no verbales, asi como de factores y recursos no lingutfsticos, De todos ellos en este capitulo se tomardn especialmente en cuenta los Factores no lingilisticos que posibilitan la existencia de la situacién comunicativa , De todos modos Jo que nos interesa fundamentalmente es que quede claro que estos Factores con | forman la construccién general de la interaccién y tienen dentro de ella un valor variable en relacién 0 con el conjunto, pero siempre aparecen como insoslayables en el momento de orientar e andlisis y profundizarlo.Otros elementos no linglifsticos que no serén aqui objeto de andlisis: deberdn estudiarse en el futuro para visualizar con mayor claridad por lo menos parte de la riqueza que ofrece al investigador lo que llamamos interaccién dial6gica Cuando hablamos de interaccidn dialégica dentro de un marco comunicativo nos referimos a una relaci6n cara a cara entre personas que tienen la posibilidad de negociar, en relacién con sus intereses personales 0 grupales, definidos como objetivos de la interacci6n y que pueden ser mAs o menos comunes u oponerse totalmente, La interaccién involuera la necesidad de que quienes participan en ella, de una manera 0 de otra, hagan sentir su influencia sobre los demas, Esta influencia puede lograrse de una manera activa y claramente perceptible o de una manera menos evidente y menos discriminable en cuanto a cudles de los recursos usados han permitido ejercerla, De todos modos debe seftalarse que, aunque esa influencia parezca focalizarse en relacién con una instancia u otra de la interacci6n, siempre produce un resultado observable en el intercambio como totalidad. La interaccién debe clasificarse en este caso como comunicativa, pero da lugar ala construccién de un discurso que llamamos dialégico en la medida en que se trata de una estructura en la que intervienen interlocutores que aportan_ materiales lingiifsticos, por lo que ese discurso se plasma también en un producto de carécter verbal, que es el texto, Li textos constituyen entonces el objeto verbal del discurso y aunque no estén materializados en una (ranscripcién escrita, muchos de los elementos no verbales y no lingtlisticos caracterizan especificamente a los datos verbales conservados por el texto en su transcripcidn. Esto nos ha levado a que, aunque no los tratemos especificamente, hayamos sefialado la presencia de esos elementos para clarificar algunos de los andlisis textuales realizados en los Capitulos 2 y 3. Llamamos dialégica a esta interaccién en la medida en que se trata de un constructo que resulta de la accién més © menos concertada del conjunto de los participantes, ya que todos, aun aquellos que permanecen como meros espectadores del intercambio, estén posibilitando la aparicién de matices en la construecién, que no seria probablemente la misma si no contara con esa /s presencia /s Conviene que en este punto sefialemos algunos aspectos de la interacci6n dialégica que pueden perfilarla mejor. Es en el ambito de estas interacciones, en el que los tedricos en os que apoyamos nuestro trabajo consideran que surgié, durante la filogénesis, el lenguaje verbal humano, que se hizo necesario como una forma de perfeccionar los modos de realizaci6n de esas interacciones. Al mismo tiempo lo verbal ha permitido y permite dotar a las interacciones de un nivel de representacién simb6lica de tipo analitico de singular precisidn, En lo ontogenético, los teéricos también opinan que es dentro de la interacci6n dialdgica que se produce la adquisicién de la lengua . La interaccién dialégica constituye un Ambito comunicativo en el que la riqueza y la jerarqufa de los factores y de los recursos en juego permiten con més facilidad el aprendizaje de uno de esos recursos a partir de los aportes de los otros, Es asi como, manteniendo siempre la instancia comunicativa general, hay un tiempo de elaboracién, dentro de las interacciones, que permite el dominio paulatino del simbolo verbal Cuando el aprendizaje del Lenguaje verbal se inicia, al mismo tiempo también se transforma en instrumento para otros aprendizajes a partir del valor representativo del que 1B es capaz. Es por estas razones que la interaccién dialégica es el marco social y cultural en el que se aprende. En nuestra cultura, esto ocurre asf tanto en forma sistemética -dentro de a escuela como institucidn- 0 asistemédticamente -dentro de cualquiera de las instituciones sociales, entendiendo a éstas en el sentido més lato del término-. Pero la interacci6n dial6gica asegura también muchos otros aspectos que hacen a la formacién y supervivencia del hombre dentro de la sociedad, ya que se usa en casos tan disimiles aparentemente como en la intervencién didéctica, en la terapéuticao en las relaciones de trueque o de compra y venta de productos. Sin embargo, como lo hemos dicho més arriba, es importante sefialar que no siempre los que intervienen en la interaccin -y que llamaremos de aqui en més partieipantes, segtin un punto de vista que trataremos también en este capftulo-, cuentan con las mismas posibilidades para intervenir en la construcci6n del discurso. A veces porque no tienen el mismo dominio de los recursos que se utilizan en la construcci6n, otras veces porque no estén en condiciones 0 no tienen interés en participar por razones que pueden pasar tanto por lo cognitive como por lo afectivo-emotivo, entre otras razones, Estas circunstancias hacen que los grados de participacién que pueden asumir quienes interactiian sean sumamente variados y variables en el transcurso de una misma interaccién ; pero también cabe agregar que las diferencias pueden pasar no solamente por lo cuantitativo en cuanto a su participaci6n, sino también respecto de lo cualitativo. Esta relatividad es, justamente, la que hace que cada discurso dialgico, aun con los mismos participantes, pueda llegar a un fenémeno distinto en cada caso. Las circunstancias que acabamos de mencionar hacen bastante dificil determinar cudl puede ser la evaluacién adecuada respecto de un discurso dialégico, construido dentro de una interaccién, y que deja o puede dejar como testimonio del proceso un texto constituido por elementos verbales, En algunas oportunidades se suele utilizar la palabra armonfa como posible linea de categorizacién jerarquica que permita clasificar los discursos. La armonfa se definirfa como la cualidad que se sustenta tanto en la cohesin como en la coherencia del intercambio. Asi un discurso como construccién arménica podria ser aquel en que los participantes cumplen los objetivos de una construccién que sea al mismo tiempo coherente ‘como discurso, y cohesiva como discurso y como texto. Sin embargo, estos hechos no son realmente buenos instrumentos para evaluar un discurso dial 6gico, ya que, como lo prueban muchos de los ejemplos analizados, los resultados globales de la interaccién como fenémeno comunicativo pueden ser buenos més all de que se cumplan esas caracteristicas de coherencia y cohesién que tienden a circunscribirse al nivel lingilistico-verbal del intercambio. Frangois ( 1984 ) propone una categorizaci én interesante acerca de las posibilidades de clasificar las interacciones sobre la base de lo que denomina como homogencidad / heterogeneidad de la participacién de cada uno de los locutores. Mas alld de que esta categorizacién deriva de criterios que toman en cuenta solamente los elementos lingifstico- verbales intervinientes, no hay que perder de vista tampoco el hecho de que este autor trabaja fundamentalmente dentro del campo de la adquisicién -o de la patologia (Frangois (1990) )- en que las interacciones son desiguales, segtin el autor, en el sentido de que uno de los participantes, e! adulto o el terapeuta, tiene un dominio de los recursos lingilfstico- verbales mucho més acabado que el otro, ya sea porque el segundo participante -niiio 9 paciente- atin no adquirié esos recursos, esté impedido de adquirirlos o los haya perdido de manera transitoria o permanente, Esta propuesta de Frangois deja de lado la posibilidad de que el participante menos habil verbalmente pueda utilizar recursos lingtifsticos no verbales y no lingUifsticos para mejorar la comunicaci6n, y al mismo tiempo no toma en cuenta el hecho de que a pesar de que en una interacci6n exista una gran heterogeneidad en cuanto a los niveles de participacién, aquélla puede ser igualmente satisfactoria desde el punto de vista comunicativo. Muchas veces vemos c6mo, aunque los hablantes no hayan construido un discurso y un texto compartiendo equitativamente la responsabilidad de la interaccién, igualmente quedan conformes con los resultados de la misma. Esto nos lleva. a afirmar que la clasificacién propuesta por Frangois no puede generalizarse a todas las interacciones por dos motivos -* clasifica sobre la base de la variable lingiiistico-verbal exclusivamente. * no toma en cuenta la comunicacién como proceso y como objetivo. Conviene sefalar, sin embargo, que una desigualdad generalizada en cuanto a posibilidades comunicativas puede transformarse en un obstéculo grave para la interaccién, Una forma alternativa de realizar la evaluacién serfa plantear que el cumplimiento de la funcién comunicativa es el pardmetro adecuado para ello, pero ocurre que en muchas oportunidades la intencién de alguno o de todos los partici pantes es la de que no se produzea comunicacién ninguna. Es asi como se desvirtéa totalmente la idea de un discurso dialégico, resultado de una interaccién que dé siempre lugar a un final afortunado, en el decir de Austin, De muchas maneras queda entonces claro que una posible categorizacién de las interacciones debe partir del punto de vista desde el cual se la examine, lo importante seré poder determinar en qué medida la categorizaci6n es coherente con el punto de vista elegido: si se toman en cuenta los recursos lingifstico-verbales en forma exclusiva o no, o si, por ejemplo, se considera c6mo evalia cada participante el resultado general del intercambio, En nuestro caso particular -aunque dado el carécter de nuestro trabajo no nos es especialmente titil- creemos que una forma adecuada de proponer criterios que permitan evaluar un discurso dialégico como proceso y como resultado de una interaccién comunicativa, es elegir como punto de vista el de la negociacién, es decir que el constructo se considere como culminado en la medida en que ambos participantes, o el ntimero que sea, acuerde, cada cual para si, en que ha obtenido de esa interaccidn cuanto ha podido en el cumplimiento de sus propios fines, es decir que ha resultado una negociacién provechosa, més alld de que se haya obtenido o no todo lo que se deseaba, En otras palabras, cuando cada uno de ellos haya dicho cuanto querfa decir y haya obtenido algo de ello, Estareflexién recuerda a las observaciones realizadas por Bruner (1984 ), respecto de una cultura exética para occidente, en la que los juegos terminan cuando todos los jugadores alcanzan la meta, es decir que no se trata de juegos competitives, sino que, muy por el contrario, se dan por terminados cuando todos cumplen el objetivo final o legan a Ja meta, Del mismo modo quizas debiéramos pensar que la forma mds acabada de una interaccién dialégica es aquella en la que cada uno de los participantes considera que ha dicho cuanto querfa decir. Esto nos lleva mas alld de los recursos lingiifsticos y no lingiifsticos que haya empleado, de la frecuencia de sus intervenciones, de la comunicacién que haya logrado establecer, entre otros posibles, para centramos en un punto, el de la posibilidad de pensar en Ia interaecién 20 dialégica como una necesidad del ser humano que culmina cuando eree haber aleanzado un objetivo personal dentro de un ambito social Lo importante a tener en cuenta es que en el transcurrir del proceso pueden darse muchos tipos de posibilidades desde las que van hasta un grado muy alto de colaboracién en cuanto a informacién intercambiada, estructuracién del discurso, construccién del texto; hasta limites mfnimos, pudiendo unos u otros dar 0 no satisfacci6n a los participantes de tumo, segtin sus objetivos personales y aun de grupo. Este punto de vista que acabamos de desarrollar tiende a evaluar, especfficamente, Ia interacci6n desde el punto de vista de los participantes, es decir desde lo social y per- sonal, como una resultante del proceso. En nuestro caso particular no nos vamos a detener demasiado en este tipo de evaluaciGn, porque como lo hemos sefalado reiteradamente, nuestro punto de vista tiende a plantearse especificamente aspectos de Ja interacci6n - especialmente lingiifstico-verbales y algunos no linglifsticos- que nos permitan analizar el structo discurso/texto en distintos niveles En este punto conviene que analicemos un segundo concepto importante para el rollo que estamos haciendo, Hemos hablado de construccién, en el sentido de que el turso/texto es un producto que resulta de un proceso, de un desarrollo de acciones realizadas por dos o més participantes dentro de un émbito, demarcado de distintos modos segiin los casos, pero que es reconocible como situacién comunicativa, Cuando se habla de construir se est4 pensando en formar un conjunto con aportes disimiles pero fundamentalmente compatibles, en cuanto socialmente reconocidos como comunicativos, por_quienes comparten la situacidn, Lo que resulta fundamental es quitar a esa idea de ‘constructo tado viso de unicidad u homogeneidad-3 lambign Ue organicidad, entre otras c&usas por las que determinamos en el parrafo anterior. SalUnldiscnrsoidialgica! tiene un comienzo y tiene un final, pero de allf en més su fisonomfa es tan peculiar que, al igual que los seres humanos que lo crean, no hay dos iguales. Sin embargo, conviene detenerse en el hecho de que a pesar de estas afirmaciones, un discurso es siempre uno y no el acoplamiento feliz de los discursos que van produciendo alternadamente los participantes. El andlisis al que someteremos un amplio corpus de didlogos a lo largo de los Capitulos 2 y 3 de este libro, va a dejar muy en claro que, de un modo u otro y en las situaciones mas dispares, los aspectos verbales de la interaccién demuestran de manera especifica c6mo los participantes colaboran en la construcci6n retomando su propio decir o el de los demés en una trama aparentemente sin fin. No se trata de un mismo recurso siempre repetido, tampoco son siempre. férmulas discriminables en un nivel o en otro, pero una intervenci6n nunca sigue a otra por azar y en muchos casos la sucesividad demuestra una continuidad lingiifstica clara, Es importante sefialar que cuando se dice que la sucesidn no es azarosa Jo que se plantea es que en todos Jos casos es posible rastrear dentro de la interaccién un punto en el que se justifica la aparicién de algo que ha sido dicho o al go que se dice después. Es asf como sostenemos que lainteraceién dialégica, lejos de ser resultado de un collage , producto de la buena voluntad mas o men de los participantes que aportan cada uno Io suyo, es siempre de un modo u otro, un proceso muy complejo, donde cada intervencién cobra sentido solamente como parte d conjunto, Lo que resulta caracterfstico de la construccién es la enorme posibilidad de va- 2 riables que en muchos casos abren el abanico de posibilidades concretas de intervencién. Justamente en relaciGn con esto es conveniente seftalar que aunque se trate de un constructo tinico no puede decirse que se constituya como un dominio homogéneo, ya que es el producto de opciones sucesivas e instanténeas de cada uno de los participantes que, como intentaremos demostrarlo, hacen y rehacen la construccién sobre la marcha poniendo, como sobre una pantalla, las sinuosidades de su propia construccién lingtifstico-verbal y las adaptaciones precisas que se imponen en relaciGn con el conjunto, ya sea a partir de las intervenciones del otro o de sus propios aportes anteriores. Nos encontramos pues ante un objeto de estudio, las interacciones, y dentro de ellas especificamente, los textos de la oralidad, cuyas caracterfsticas nos obligan a analizarlo atendiendo a muchos aspectos. Por una parte tendremos que prestar atencién a las caracteristicas de la situacién comunicativa de la que son producto y al mismo tiempo conocer el interjuego de los roles sociales de los participantes, tomar en cuenta su dominio de los recursos comunicativos en general y de los linglifstico-verbales en especial, pero lo que es fundamental es que vamos a tener que visualizar el todo como un conjunto que ya hemos considerado heterogéneo siendo esta heterogeneidad de cardcter esencial y constitutivo, En términos generales los planteos cientificos tienden a reducir variables como un recurso metodolégico apropiado para visualizar mejor el objeto de estudio. De algtin modo esto es lo que ocurre respecto de la interacci6n dialdgica cuando se la mira desde la teorfa de la enunciacién o desde la pragmitica, que plantean el fendmeno como una serie de acciones unilaterales, centrando el andlisis en la intervencidn individual y no en el fenémeno resultante de la acumulacién de las intervenciones. Mas all4 de los aportes que las dos teorfas ofrecen para nuestro trabajo, pensamos que la Lingitfstica de la Interaccién permite dar otra vuelta de tuerca al problema, al centrarse o focalizar el constructo didlogo como una totalidad, lo que constituye al mismo tiempo su novedad y su punto débil. En relacién con este tema en particular , debemos explicitar fundamentalmente un encuadre ontolégico y epistemol6gico, Por una parte aceptamos el hecho de que la realidad. presenta fenémenos entre los cuales es imposible establecer limites precisos, en cuanto son ciimulos de informaciones que la cultura humana puede separar, ordenar y clasificar de manera I6gica, pero esencialmente arbitaria. Todos los objetos teéricos provienen de desmontar paulatinamente los observables para ser constituidos como objetos cientifi La interaccién dialdgica y el texto de la oralidad que es su producto, tal como la hemos descripto , propone una serie de aspectos positivos en relacidn con los requerimientos te6ricos. Si se acepta el principio ontoldgico de la unicidad bésica de los fenémenos reales (Smirnov (1983)) y la heterogeneidad resultante de esa unicidad, se llega fécilmente al hecho de que solamente una visin interdisciplinaria puede dar cuenta, porlo menos en forma aproximada, de Ia riqueza de determinados fenémenos, entre ellos la interaccién dialégica. Nuestro trabajo en particular, y en varios sentidos, no es interdisciplinario en la medida en que todos los que participamos en este libro somos linguists y tenemos una visién de la interaccién dialégica tenida por esa especialidad; pero nuestra visién de la Lingtifstica, como lo hubiera propuesto Jakobson, es aquella que se plantea que “nada de lo humano me es ajeno”. En otras palabras, aunque no incorporaremos probablemente aportes significativos provenientes de otros puntos de vista cientificos -psicoldgicos y sociolgicos,entre otros- a nuestras aseveraciones linglifsticas, trataremos de seflalar los alcances de nuestras reflexiones intentando demostrar que nuestras aseveraciones han alcanzado 1a madurez.suliciente como para que se revisen conjuntamente con otros especialistas provenientes de otros campos de la ciencia. No podremos trabajar interdisciplinariamente en tanto no hayamos explicitado los puntos de partida lingUifsticos que orientan nuestro trabajo. Es asi como pensamos que podré darse cuenta del fenémeno de la interaccién. dialégica con rigor cientifico, fuera del encuadre obligado de una ciencia o de una teoria, siempre y cuando esa ciencia y esa teorfa propongan explicitamente sus puntos de vista, La propuesta podria decirse que es hasta riesgosa en nuestro aqui y en nuestro ahora, pero creemos que vale la pena comenzar a ponerla en préctica. Para resumir entonces nuestro objeto de estudio - Ia interaccién dialgica y especialmente el texto / producto- diremos que consideramos a la interacci6n -social y comunicativa- como dialégica, como un constructo interpersonal en el que los participantes realizan aportes-linguifsticos y no lingiifsticos- que contribuyen a la creacién de un texto lingilfstico en el que est presente, ademas, con mayor © menor fuerza, la intervencién de Factores y de elementos que no son lingiifsticos. Nos importa hacer una Gltima aclaracin antes de pasar a describir algunos de esos factores. La palabra didlogo ha sido frecuentemente contrapuesta a mondlogo y en ese sentido Kerbrat-Oreechioni (1991) realiza una discusién muy clara acerca de esa oposici6n Rescatamos, en nuestro caso particular, la afirmacién de que, comunicativamente hablando, el mondlogo no tiene existencia real, ya que toda construccién verbal tiene un destinatario real y presente, ausente o imaginario, incluso ficcional. Tomar en cuenta lo contrario es ubicar los mondlogos casi directamente en el terreno de la patologia del lenguaje. La distinci6n, pues, entre didlogo y mondlogo, vista a partir de la existencia o no de interlocutor -participante en nuestros términos ver mas adelante en este capitulo-, no nos parece adecuado, porque atenta contra el principio de la comunicacién que el lenguaje implica. Creemos, més bien, que la diferenciacién debe pasar por el proceso a través del cual se gestan una y otra forma comunicativa, El didlogo es un proceso construetivo en que los aportes lingiifsticos provienen de dos o més participantes, o bien del aporte lingifstico de un participante confrontado permanentemente con el aporte no lingtlfstico de otro. En cuanto a los mondlogos debemos concebirlos como procesos constructivos en los que un participante frente a otros, en ausencia de otros o imaginando a otros, construye un producto comunicativo lingifstico, contando, en el mejor de los casos, exclusivamente con la escucha de otros. Esta circunstancia tiene como consecuencia inmediata el reconocer que, en el didlogo un hablante puede construir con la ayuda de los demds y ve su tarea de participante muy facilitada, sobre todo desde el punto de vista de lo que podriamos diferenciar como los aspectos linglifstico-verbales, el texto, que se esté produciendo.En cambio, quien monologa tiene bajo su exclusiva responsabilidad el proceso integro de construcci6n textual Creemos firmemente que lo que acabamos de decir es la tinica manera rigurosa de diferenciar ambos tipos de modalidades del discurso de la oralidad, ‘Sin embargo, esta subclasificacin no puede tampoco ser tomada como una instancia absolutamente rigida, ya que en el transcurrir de las distintas situaciones comunicativas propias de cada sociedad, existen momentos en los que una interacci6n dialdgica se convierte B en una participacién fuertemente monoldgica de un locutor, que monopoliza la palabra para sf; 0 diferentes casos en los que dentro de Ia exposicién de un participante, que supuestamente debe Hevar adelante un mondlogo, se introducen preguntas de otros participantes, que convierten el monélogo inicial en un diélogo. Estos hechos pueden ayudarnos a sostener mejor la imagen de un continuum entre dos polos, el monoldgico y el dialégico, y entre ambos una amplia gama de variables, pero todas derivadas de la misma diferenciacién basica: 1a colaboraci6n / no colaboracién de los participantesen la construccién del producto verbal, el texto. Creemos que, a través de estas reflexiones, puede quedar mejor explicitada la idea que nos ha Ilevado a hablar de interacci6n dialégica, es decir el tipo de interaccién en la que los participantes toman parte activa en la construccién verbal, aunque uno de ellos pueda no hacer uso de elementos verbales para hacer avanzar el didlogo. En nuestro caso particular, todas las interacciones dial égicas que analizaremos parten del hecho de que por Jo menos dos de los participantes construyen verbalmente, es decir que el texto es el resultado de la colaboracién de por lo menos dos participantes, que serfan hablantes en un sentido literal del término, El hablar de interaccién dialégica ya no podrfa ser mas para nosotros el manipular exclusivamente un registro verbal, porque conocemos otros medios para explorarla, pero en este caso particular limitaremos nuestro trabajo justamente a los textos porque nuestro corpus fundamental se constituye con registros grabados y observaciones etnograficas. Es posible que en el futuro volvamos sobre el tema utilizando otras técnicas como lo es la de trabajar con interacciones filmadas. Creemos que ese trabajo permitiré un enriquecimiento del andlisis verbal y no una tergiversacién de los objetivos de la Lingiifstica como ciencia Durante el desarrollo anterior hemos acudido permanentemente al uso de algunos términos que consideramos claves ya que constituyen el léxico especitico que emplearemos a lo largo del andlisis y que no ha sido elegido al azar sino que responde a una serie de requisitos que nos satisfacen desde un punto de vista cientifico. En primer lugar hemos hablado de factores y de elementos dentro de la interaccién dialdgica. Consideramos como factores a todo aquello que est presente en la constitucién de la interaccién como necesidad apriori para que ésta se produzca : un contexto y participantes considerados como actantes dentro de ese contexto. Los elementos son los recursos empleados por los participantes, de los cuales los verbales serdn examinados en el Capitulo 2. El contexto puede subclasificarse en categorfas, de las que en este trabajo analizaremos solamente tres que nos parecen fundamentales: ffsico, social y cultural. Los actantes, por su parte, difieren segtin cuales sean las caracteristicas de su participacién, pero también se hace necesario respecto de ellos, el considerar tanto sus propésitos como Ia regulacién mutua que ejerzan. Estos dos tiltimos aspectos -propésitos, regulacién- nos Hevarén a una evaluacién de la interaccién dialdgica como situacién comunicativa, tal como lo planteamos enel inicio de este capitulo; en cambio, las diferenciaciones o subclasificacidn del contexto y las caracterfsticas basicas de la participacién de los actantes, que se descubren igualmente a partir de rasgos linglifsticos, nos permiten una mayor centracién en el texto de la interaccién. En otras palabras lo que queremos dejar en claro es que pricticamente todos los factores y sus constituyentes pueden aparecer marcados en el nivel lingiifstico, es decir en 4 €1 texto, pero no todos ellos resultarén igualmente interesantes para el andlisis en relacién con lo lingiiistico sino que algunos seran claves desde un punto de vista psicolégico o cognitivo, otros desde lo interaccional y comunicativo, y otros, por fin, serdn insoslayables desde el punto de vista de un andlisis lingtifstico. Y es en este punto donde nosotros nos. detendremos, porque como lingilistas nos interesaremos especialmente por los rasgos linglifstico-verbales que aparezcan en el texto y de qué manera esos rasgos responden a los factores que estan constituyendo la interaccién. Un primer paso hacia la comprensién del conjunto pasard entonces por la discriminaci6n de los factores que consideramos prioritarios y su caracterizaci6n. Pasaremos entonces a considerar los contextos y los que hemos dado en llamar participantes. 4.Los contextos, Como tales tomaremos en cuenta los encuadres en los que se desarrrollan las diferentes interacciones dial6gicas y las formas en que estos contextos se ven representados y.al mismo tiempo, matizan la interacci6n desde el punto de vista de sus rasgos especialmente verbales. Esqueméticamente presentaremos los contextos del siguiente modo: Se caracteriza por su nivel de Fisico : eee accesibilidad y seftalizacién. Menos accesible, requiere de un aprendizaje especifico, pero es reconocible por la permanencia de los roles. Social Contextos de interaccién dialogica Esel menos accesible y requiere conocimiento del mundo y de las Cultural convenciones- entre ellas las lingiifst para asegurar la participacion adecuada, cas Ciertamente la presentacién que estamos realizando no agota la posibilidad de clasificar y subclasificar los contextos, pero creemos que los tres tipos de contexto que vamos a explicitar posibilitan un buen reconocimiento de los encuadres en que se dan las interacciones dialdgicas. Por otra parte, esté demés decir que los contextos que vamos a describir no son excluyentes y que todos aparecen sistematicamente en cualquier interaceién diferenciéndose bastante su incidencia segtin los casos, no porque alguno de ellos deje de tener importancia, sino porque otro aparece como condicionando més fuertemente a la interaccién, dejando en ella marcas verbales més notorias, que son las que en nuestro particular queremos estudiar 25 Eikontexto a s simplemente el espacio cl aquf en términos dela enunciacién- en el que setreiza eresosion elie muchos casos, euando ese espacio se plantea ‘como parte del texto en Ta medida en que los participantes toman como tema sus propias sus posibles o deseables resultados, el texto se marca fuertemente con laaparicién espaciales que obviamente solo cobran significacién para quienes estén (do el espacio fisico donde se desarrolla la interaceién. El ejemplo que proponemos resulta ilustrativo en este sentido: C: esa la pongo acd porque se me fue I: tirdmela C: no no vale tan fuerte L: pobre mi equipo C: fuerte fuerte L: esperen que vuelve C:no que vuelve correte J: no vale porque vos la tiraste y yo la tengo ast Antes de iniciar el andlisis queremos dejar aclarado que, de aqu{ en més, los textos incluidos no presentan signos de puntuacin, ya que se trata de transcripciones de la oralidad y , de acuerdo con los argumentos que se desarrollarén en el Capitulo 3, nuestro criterio respecto de este tema es no utilizar Jos signos empleados en la escritura arbitrariamente. aplicados a formas de la oralidad., La discusi6n sobre el tema se desarrolla en el capitulo antes citado. Lo que encontramos en el texto de Ia interaccién que hemos transcripto seria practicamente incomprensible si no hubieran sido recogidos otros datos en el registro, Se trata de tres chicos que estan jugando a las bolitas y para quienes el juego y sus distintas instancias constituyen el campo de la interacci6n comunicativa, Es evidente que en el texto aparece el objeto con el que se juega, permanentemente aludido a través de un defctico, pero lo que realmente marca la presencia del espacio fisico como contexto son por una parte las sefializaciones directas (acd) y las formas verbales de movimiento que, acompaiiadas por los defeticos que identifican a los distintos participantes y a los objetos, marcan lineas de movimiento en ese espacio fisico, que son las que permiten a los interesados explicitar las caracterfsticas del juego: se fue, tiramela, vuelve, correte. Como lo habia planteado Benveniste (1978), en este didlogo son fundamentalmente los verbos los que determinan el espacio fisico que encuadra el texto, ya que por sus caracteristicas indican no solamente movimientos sino también Ia direccionalidad de los mismos en relacidn con los hablantes, dentro del que damos en [lamar contexto fisico, Hem s elegido este ejemplo porque en él los indicadores respecto del contexto fisico aparecen marcados verbalmente, pero también podrfamos encontrar numerosas sittiaciones en las que ese espacio se marca exclusivamente a partir del gesto o de la mirada, por ejemplo. Conviene sefialar que consideramos al contexto ffsico como accesible en la medida ep_que todos los participantes de una interaccidn Jo tienen materializado en stentorno’y se percibe sensorialmente, en otras palabras en contexto concreto en la realidad que rodea a esos participantes. Plede decirse que, como contexto, se constituye cognitivamente antes ~que-ellenguaje verbal Inismo y cuando éste surge los primeros elementos que se dominan siempre incluyen defcticos espaciales que regulan la acciGn, dando lugar a que el nifio pueda pasar entonces del dominio del espacio y de la representacién por la accién, al dominio de lo verbal y de la representacién por la palabra, pero siempre una palabra que sefiala y ubica, Bs interesante observar que justamente esa accesibilidad que asegura el aprendizaje precoz de la deixis verbal, resulta tan poderosa que cuando el nifio pasa de la manifestacién oral del lenguaje a la escrita, tarda bastante en comprender que esos usos de la oralidad pierden su sentido en el texto escrito, donde el contexto fisico y sus cualidades han desaparecido y deben ser recreados explicitamente por la palabra Del mismo modo, la posibilidad de referirse al contexto fisico a partir del gesto y la mirada -incluso 1a postura- hacen posibles interacciones dialégicas entre personas que ni siquiera comparten el mismo e6digo verbal, En el decir de Bruner (1984) deberiamos afirmar que el contexto fisico es aquel que mejor se relaciona con la forma de represeiitaciGn enaetiva; cincluso con la grafica que posibilita una representacién fi gurati va o esquemstica de Tos €Spacios Tisicos. Este hecho también es de importancia cuando, durante el proceso de los aprendizajes escolares, los nifios se ven impelidos a realizar construcciones lingiifsticas sobre a base de lo que ven en una imagen. Las imagenes habitualmente representan espacios fisicos y el nifio retoma acerca de ellas las mismas modalidades de sefializaci6n verbal que emplea respecto de los contextos fisicos reales. Esto hace que el texto que construyen presente muchas veces un tratamiento del contexto fisico que resulta incomprensible si se lo separa de la imagen sobre la que se apoya. Todo ello nos anima a afirmar que las caracterfsticas lingiifsticas verbales de las interacciones fuertemente dependientes del contexto fisico no pueden ser analizadas -en otras palabras, investigadas- sin contar con los registros filmados correspondientes a la interacci6n, ya que de otro modo el estudio carece de rigor. Resumiendo, el contexto que resulta totalmente facilitador para los participantes en el plano de la interaccién comunicativa cara a cara, resulta opaco desde el punto de vista verbal en el texto escrito, ya que el defctico se comporta como signo sin significado, al haberse cortado su nexo con el contexto conereto. Nos interesa especialmente hacer notar cudles son los posibles aciertos y las dificultades que la Lingiifstica de la Interaccién reconoce con respecto al estudio del contexto fisico. Por una parte el hecho de haber decidido tomar como abjeto de estudio lo verbal dentro de la interaccién dialégica hace que lo no verbal inmerso en el encuadre grilico de una hoja de papel de transcripcién, no se corresponda con el espacio real en el que la interacci6n tuvo o tiene lugar, y esto hace imprescindible que la Lingiifstica maneje los aportes de otros puntos de vista cientificos si quiere dar sentido a su objeto verbal. Por otra parte, para nosotros que estudiamos especialmente los fenémenos de la adquisicién de la lengua materna, el reconocimiento de estos aspectos relacionados con el contexto fisico nos resultan imprescindibles ya que las primeras interacciones que relacionan al adulto y al nifio, son acciones que tienen como eje ese espacio ffsico que los rodea y que da significado. a los més simples actos de pedido con que se inicia pragméticamente' inicacién, ‘Vamos ahora a tomar en cuenta al que hemos llamado~€ontexto social 9 que hemos caracterizado como menos accesible, pero estable en el s¢ le-que-t0S Toles sociales ee Cr IEE res é aparecen de uno u otro modo en todas las culturas y tienen cierto grado de permanencia dentro de ellas. El contexto social determina o condiciona el tenor de la interaccién dialégica, retomando el término de Halliday (1982). Pero justamente la estratificacién de roles sociales y su jerarquizacién dependerrestrictamente de las caracteristicas generales de la sociedad y dela cultura de la que se trate y cambian-a lo largo del-liempo, aunque siempre en forma Jenta, Las marcas verbales inv olucradas en este rubro pasan desde versiones muy complejas, por ejemplo, en el uso de los vocativos en al gunas sociedades como 1a japonesa, hasta solo dos o tres formas de uso cotidiano, como en el caso de nuestro corpus donde el “vos” y el usted” marcan por ejemplo los dos limites de jerarquizacién de rol que otorgamosa quienes son nuestros interlocutores, Sin embargo, hay otras formas més sutiles dentro del texto en que se marcan esas diferencias de roles: en la variedad linglifstica, en el 1éxico -,qué palabras se pueden decir ante quién y cudles no?-, en el tipo de temas, y asf siguiendo. Pero estas observaciones en cuanto al contexto social también exceden la instancia de los participantes. particulares que comparten la interaccién dialégica, porque tienen también un valor institucional, considerando como institucién todo Ambito, fisico o no, en que los grupos sociales comparten experiencias y mantienen interacciones comunicativas, desde la escuela al club y desde la familia a las distintas relaciones de pareja. Las precisiones que acabamos de hacer respecto del contexto social nos ponen sobre la pista de que el empleo del lenguaje verbal -y del no verbal- dentro de los Ambitos institucionales y segiin los roles sociales de nuestros interlocutores y de nosotros en relaci6n con ellos, se logra a partir de un aprendizaje que debemos calificar como social y que lleva ‘a veces largos afios de experiencia para desarrollarse totalmente y permitir que ese aspecto de la competencia comunicativa quede plenamente alcanzado por un sujeto. Justamente son la variedad y la frecuencia de los contactos con otros las que aseguran la posibilidad de iniciar y acrecentar ese conocimiento. Consideramos que lo mismo que estamos diciendo en relacién con el contexto so- cial, es valido respecto de los elementos verbales que se relacionan con él y que dependen también de un aprendizaje cultural, Justamente en relacién con este tema de los aprendizajes es que consideramos este contexto como de menor accesibilidad, ya que aunque esté igualmente al alcance de los nifios, la adquisicién de las normas que lo rigen requieren generalmente de la orientacién de los adultos y su aprendizaje es mas tardio que el de los requisitos de! contexto {fsico. ‘Mis alld de los juicios que podemos hacer en forma personal ante la afirmacién de machismo que Martin enuncia, es f4cil advertir en el ejemplo siguiente c6mo, desde la institucién sociedad masculina, se descalifica la invitaciGn recibida por el sexo opuesto, a Ja temprana edad de cuatro o cinco afios, ya que se trata de una sala de prescolar: J- Martin querés ser el papd (?) M-no yo no juego con mujeres vamos José Luis te juego una pulseada Obviamente se trata de la invitacién para participar en un juego realizada por Josefina a Martin, pero no es la negativa en sf sino la fundamentacién brindada como aseveracién incontrastable, la que manifiesta precozmente la asuncién de un rol social claramente 28 definido, Es decir que el cierre de la interaccién no es un producto casual de la situacién sino que implica la descalificacién del otro participante, no solamente para el juego sino también para la interacci6n dial6gica. BI implicito subyacente -los hombres no juegan con mujeres o no juegan como mujeres- que sustenta a su vez la asuncién del rol social de hombre dentro de esta interaccién, forma parte al mismo tiempo de lo que ya hemos Hamado contexto cultural, que en seguida examinaremos. Sin embargo, antes de dar por terminadas estas observaciones sobre el contexto social nos parece interesante sefalar cémo la institucién juego es para el nifio un dmbito propicio de aprendizaje de los roles y de las caracteristicas de las instituciones sociales que compartiré en su vida adulta. No nos parece del todo propicia la competencia que Martin est adquiriendo acerca del mundo social que desea compartir, pero eso no anula el hecho de que, de un modo u otro, esta haciendo aprendizajes en ese plano y la aceptacién 0 negativa de iniciar interacciones dialégicas esta basada en esos aprendizajes y llevada al plano de lo verbal con total solvencia. Justamente es por eso que pensamos que el juego y el juego dramtico son, desde el punto de vista de la adquisicién de la competencia comunicativa, orientada escolar o extraescolarmente, un espacio privilegiado para el aprendizaje, al mismo tiempo que un émbito propicio para el aprendizaje social y para el aprendizaje lingiistico que lo representa. Como dice Bruner (1984), el juega.es-un dmbito | sincasti gos ni presiones donde el nino puede equiv {rir por-ello ninguna sancién. | Poco mas arriba hemos estado hablando del contexto cultural en relacién con los implicitos presentesen el didlogo anterior. Hemos caracterizado en el cuadro aeste contexto como uno de los menos accesibles de manera directa ya que justamente gran parte de los elementos que lo constituyen raramente se explicitan en la interaccién dialégica, porque esta interaccin en muchos casos se da entre participantes que lo comparten y que omiten sisteméticamente las explicitaciones del mismo por razones propias de la economfa de la comunicacién. Lacontinuidad del diélogo que utilizamos més arriba resulta muy clara a este respecto: M- vamos José Luis te juego una pulseada JL- no ves que te gano porque yo como espinaca M- qué me vas a ganar lo que pasa es que no querés jugar La fortaleza asociada a la ingesta de espinaea tiene mas de una connotacién en nuestra cultura, pero no solamente por el hecho de que la espinaca es un comestible comiin enellay de que son reconocidos médicamente sus méritos como alimento rico en hierro. Es mucho mas posible que José Luis esté pensando en Popeye, el personaje de los dibujos animados, que demuestra un cambio fundamental en cuanto a exhibiciGn de fuerza antes y después de haber comido espinaca. La interaccién dialdgica es comprensible para ambos participantes porque comparten esos rasgos culturales; de otro modo, la posibilidad de comunicacién seria probablemente muy pobre o directamente nula. Cuando llevamos este tipo de observacién al émbito de la investigacién, advertimos de manera inmediata las dificultades concretas a enfrentar cuando se investiga, por ejemplo, sobre un corpus de registros de interacciones entre adolescentes, 29 t ayo ya que en muchos casos se necesitard de un informante que probablemente tenga que explicitar al investigador gran parte de los implicitos sobre los que se basa el texto, En otros términos, el contexto cultural no se materializa como un bloque homogéneo sino que I sociedades humanas proponen encuadres culturales y subculturas con una vigencia tal que pueden llevar a la total falta de comunicacién aun entre participantes de una interaccin que compartan no solamente los dos contextos antes citados sino la misma lengua materna Son la experiencia y la representacién del mundo creada a través de la palabra las que estén en juego y no basta la palabra para transformar esas representaciones en comunicativas a menos que se compartan las experiencias y sobre todo las representaciones. Por momentos un lingiiista puede llegar a sentirse como un antropélogo en medio de una selva, rodeado de personas que componen una sociedad cuya lengua ha logrado descifrar, pero sin comprender sustancialmente de qué se esta hablando. Como resumen de lo que hemos venido diciendo acerca de los contextos en la interacciGn dialégica, creemos que es conveniente reiterar el hecho de que su presencia puede aparecer indicada por diferentes tipos de recursos, entre ellos los lingilfstico-verbales y no verbales En este sentido la btisqueda de indices puede resultar una tarea ardua cuando se trabaja solamente a partir de registros de lo verbal, acompafiados por registros etnogréificos y también parece compleja su deteccién cuando se trata de filmaciones, En este Giltimo caso la seleccién del ojo del camardgrafo también modifica aunque sea parcialmente, la forma de encontrar las marcas especfficas que sirvieron al interlocutor y las que a cémara pudo realmente tomar. Debemos seflalar entonces que, asf como puede hallarse la relacién interacciGn / contexto a través de rasgos lingilisticos, no siempre éstos y no siempre en la mayoria de los casos, son los que ponen de manifiesto uno u otro contexto, Del mismo modo, tampoco es siempre un solo tipo de indicador, es decir un recurso verbal, un recurso lingilistico no verbal o un recurso no lingilistico, lo que se erige como tinica marca referida al 0 sefialadora del contexto; en muchos casos puede ser su conjuncién 0 su oposici6n la que lo ponga en evidencia, Igualmente un recurso cualquiera, no siempre es utilizado funcionalmente como indicador de un mismo tipo de contexto ni puede ser interpretado en todos los casos en relacién con él, Debemos pensar en una combinatoria miltiple, en la que un conjunto de recursos -de tres tipos distintos- covaria libremente con tres tipos de contextos -clasificacién que a su vez, segtin ya hemos dicho, podria ampliarse-, de modo tal que un mismo contexto puede aparecer sefialado por cualquiera de los recursos, usado en forma aislada o en forma simulténea con otros. Ciertamente nos hemos permitido tratar de introducir una categorizacién como la que indicamos més arriba a pesar de las dificultades evidentes que crean las relaciones intraclasificacién y extraclasificacién, De hecho, en cada interaccién podrian encontrarse casos especiales que, hasta cierto punto pondrian en evidencia una cierta ambi giledad en el nivel de conceptualizacién que estamos tratando de elaborar. Sin embargo, hemos decidido afrontar ese riesgo porque consideramos que las tres grandes categorfas que hemos citado pueden sostenerse con argumentos fehacientes y aunque todav fa no hemos podido profundizar lo suficiente respecto de ellas, si en cambio hemos podido iniciar una descripcién que clarifica la situacién, Como Io afirma Hymes (1986), cuando se trabaja, como lo hacemos 30 aqui, con la comunicacién humana, algunas categorfas de andlis de descripeién valores que todavia no pueden alcanzar, y quit 's adquieren en capacidad no alcancen nunca, en profundidad conceptual, Creemos que una mayor precisi6n respecto de estas categorfas surgiré necesariamente cuando se realicen trabajos interdisciplinarios en que se apliquen criterios sistémicos, 0 bien ecolégicos, como se dice en un vocabulario més reciente. 2.Los participantes. Ya desde el principio del capitulo hemos venido utilizando el término participantes cuando nos hemos referido a quienes estan involucrados dentro de la interaccién dialdgica. Nos hemos inclinado por la utilizacién de esta terminologia en la medida en que la consideramos menos ambigua que la de interlocutores, ya‘que esta tiltima parece destinada exclusivamante a denominar a quienes hacen uso de la palabra dentro de la interaccién y dejarfa fuera a quienes, o bien pueden participar a través de otros lenguajes no verbales, 0 bien solamente pueden estar presentes, pero sin tomar parte en la interaccin que se realiza dentro del alcance de su vista y de su ofdo, aunque con esa sola presencia “ausente” condicionan todo el desarrollo de la interaccién. Podrfamos haber utilizado también el término actantes en el sentido de que partici pan con sus acciones dentro de las interacciones, pero en este caso también resultaria difvcil determinar en qué medida la mera presencia constituye una aeci6n, ya que etimol6gicamente inclusive su estar ahi constituirfa un estado y no una acci6n. La presencia la que aludimos pasa por el hecho de que el estar no constituye accién desde el punto de vista del sujeto que se encuentra involuerado en la interacei6n, por coincidir en un aqui y en un ahora con otros que si estan interactuando, pero esa presencia marca cambios en las acciones de los otros, por lo que aunque no estén haciendo nada, podemos pensar en ellos como participantes de un estado de cosas. Esto a veces crea la curiosa circunstancia de que un sujeto ignore que ha sido causa eficiente en el resultado de una interacci6n, como los casos en que esas presencias impiden una interlocucién brusca y soez, remplazada por otra més comedida que, en tltima instancia facilita la negociacién final Estas razones son las que nos han Ilevado a la eleccién de esta denominacién para la categorfa que ahora pasaremos a describir y subclasificar, La denominacién no es original, ya que aparece en la bibliograffa con la que trabajamos, pero creemos que no se le da toda ia importancia que tiene como denominacién més apropiada, ya que se la usa siempre, sobre todo en Kerbrat-Orecchioni (1991), alternandose con otras denominaciones - interlocutores, actantes, locutores- no siempre sobre la base de Las diferenciaciones claras. sta problematica trataremos de explicitarla en el cuadro y en las explicaciones que desarrollaremos a continuacién, Justamente nuestra propuesta intenta, y creemos que con éxito, superar algunas imprecisiones y compatibilizar muchos de los aspectos que se sealan circunstancialmente y que tienen gran importancia para determinar las caracteristicas posibles de base que asume cada sujeto dentro de la interaccidn, La clasificacién que incluimos retoma aspectos que ya aparecen en trabajos de Goffman (1981) y que Kerbrat-Orecchioni (1991) esquematiza dejando de lado, sin em- 31 bargo, algunos elementos que consideramos importantes para la coherencia del conjunto. En principio, y como una manera de homogeneizar la visi6n del conjunto, hemos elegido la denominacién de encuadre participative como forma de plantear que los participantes son al mismo tiempo, o pueden serlo, quienes interacttian y construyen él didlogo, pero que también_en otros casos se convierten en contexto que marca de manera diferente la interaccién, = s i |e Participantes comprometidos a, rs Funciones r o| + Participantes no comprometidos i CRG OG lage el ie aR a ag aR OT constructivas \z ee Participantes no comprometidos c i Silay Funcién n Observadores contextual Una de las principales caracterfsticas de esta distribucin de roles de los participantes se basa en la utilizacién de la palabra sineronfa respecto de ellos, Cuando decimos que un participante tiende a la sincronizacién, alo que nos referimos es especialmente, aunque no en forma tinica, al hecho de que dentro de la situacién comunicativa y en relacién con la interacci6n, organiza su hacer de modo tal de * utilizar todos los recursos lingifsticos, verbales y no verbales, y no lingilisticos en relaci6n directa con la progresién de su propio decir y ¢l de los otros, segiin Io requiera la marcha general del discurso dialégico en construccién, * introducir su produccién lingiifstica sin superponer su entrada con la de sus co-participantes, ni tampoco dejar momentos innecesariamente vacios entre el inicio de su participacién verbal y el fin de la participacién anterior de al guno de los demés interlocutores. Hablamos aqui de lo que Goffman llama minimizacién del gap -que traducimos por vaefo comunicativo- y la supresién de solapamientos, o sea la superposiciGn de entradas de dos © més participantes. Estas circunstancias serfan los requisitos ideales a cumplir por un_ participant comprometido, pero en las situaciones concretas los participantes tienen recursos para que, sino han podido pese a sus esfuerzos lograr el maximo de sincronizacién, superen la 32 dificultad sin que los demés sientan su actitud como un rechazo a la construccién del intercambio, Asi cuando superponemos nuestro decir a lo que otro esté diciendo, cesamos de hablar de inmediato o nos disculpamos o invitamos gestualmente al otro para que continte, mientras hacemos silencio. Del mismo modo, muchas veces es el otro el que opta por callarse y damos la posibilidad de continuar, aunque efectivamente seamos nosotros quienes lo hayamos interrrumpido. La interpretacién plausible de estas actitudes solo cabe dentro de las situaciones comunicativas coneretas de las que se trate, ya que las actitudes en. sf deben ser lefdas solamente como “sintomas” 0 “ interpretables” en €l sentido més amplio de estos términos Conviene especificar que estas consideraciones que realizamos sobre la sineronizaci6n en cuanto a los aportes de los participantes comprometidos incluye a los elementos no lingiifsticos, como los gestos de asentimiento o de negacién que manifiestan 1a escucha, 0 los cambios de postura, por ejemplo acercamientos 0 alejamientos del torso, de quien escucha en relacién con 1o que el interlocutor en uso de la palabra dice. En este caso también nos estamos refiriendo a sincronizacin simultdnea respecto de Ia intervencién de otro interlocutor, sea la de este tiltimo lingiifstica o no, Es asf como creemos que no debe pensarse en el solapamiento Ginicamente como un fenémeno que anula la sincronizaci6n, sino que una vez més un mismo fendmeno, aqui un solapamiento de lo no lingiffstico con fo linguifstico, puede transformarse justamente en un factor de sincronizacién y, por 10 tanto, de cohesidn dentro del discurso come totalidad Paralelamente, el vacio comunicativo o gap, es decir el silencio mas 0 menos prolongado que puede mantenerse entre una y otra participaci6n lingitistica por parte de loy/participantes, cubre también funciones diferentes, De aqui en més llamaremos al gap , vAefo lingiiistjCo, en la medida en que ese momento de silencio puede estar cubierto por mjradas sostefiidas o por otros elementos no lingiifsticos que_mantengan la sineronfa de la int Este tipo de vacfo acttia muchas veces como recurso de un interlocutor para que el otto piense, reformule © elabore su préxima participacién -pensemos por ejemplo en los silencios que el maestro se autoimpone en algunas intervenciones. didécticas para “ dar tiempo” al aprendiz, Otros vacfos, en cambio, deberemos considerarlos como negativos en cuanto a la sincronizacién porque generalmente el silencio se acompatia con una mirada que evita la del interlocutor e inclusive con una marcacién mayor de distancia ffsica entre los participantes, por ejemplo. La denominacién de participantes comprometidos tiene que ver esencialmente con el hecho de que el tomar parte de una situacién comunicativa como interlocutor surge como deseo, intencién o motivacién personal del hablante, es decir como autoexigencia; 0 bien como una necesidad provocada por circunstancias externas que no puede evadir. En ambos casos se trata de un compromiso en relacin con la situacién comunicativa, compromiso que lo obliga a integrarse en ella, De no ser asf, es decir si su participacién no depende fntegramente de su deseo o no se siente excesivamente obligado por circunstancias extemas, podré participar en forma no comprometida o aun no participar en absoluto, manifestando una actitud no cooperativa en cuanto a la interaccién. Los que llamo participantes no comprometidos, son tanto participantes casuales en una interacci6n, por ejemplo el caso de quienes, ocupando el mismo espacio fisico que los otros interlocutores, se hallan alejados e intervienen -con participaciones verbales o no- de vez en cuando, solo 3B en los casos en que algo delo que escucha le interesao tiene algo para decir. En este caso lo que constituye un rasgo caracterizador de los patticipantes de este tipo es el hecho de que no tienden de manera permanente ni efectiva a Ja sincronizacién tal como la hemos descripto. Unsegundo tipo de participantes no comprometidos est constituido por aquellos que deun modo u otro intervienen en una interaccién contra su voluntad, 0 por lo menos con muy pocos deseos de hacerlo y_no se atreven, no quieren © no pueden quedarse al margen de ella. Es asf como en algunos casos, dos personas sentadas en la sala de espera de un consultorio, desconocidas entre sf, una con deseos de iniciar una interaceién y la otra no, realizardn esfuerzos a partir de los recursos lingtifsticos y no lingiifsticos para dar posibilidad al didlogo o para desalentarlo, respectivamente, Del mismo modo una primera entrevista entre un terapeuta y un paciente nifio puede dar pie para que este Ultimo se coloque en el lugar de un participante no comprometido y haga todos los esfuerzos necesarios, para impedir la construecién de la interaccién. Los participantes no comprometidos, en estos dos titimos casos que hemos descripto manifiestan ese" no compromiso” por cualquiera de los tipos de recursos que hemos clasificado en forma general , pero utilizados en este caso con una carga negativa en relaci6n con la construccién, desde una mirada perdida o ausente hasta respuestas breves que intentan clausurar_ las posibilidades de dar continuidad a la interacci6n. Podemos asf hablar entonces de una subclasificacién dentro de los participantes no comprometidos diciendo que algunos de ellos, los primeros que hemos descripto, aunque no asumen la responsabilidad de llevar adelante la interaccién con todas las consecuencias que ello implica tienden, sin embargo y de manera mis o menos adecuada a la sincronizaci6n, en tanto que los del segundo tipo descripto, por el contrario, no tienden a la sincronizaci6n, Sin embargo, de un modo o de otro tanto los participantes comprometidos como os no comprometidos tienen un rol dentro de la construccién del discurso dialégico que los Ileva a cumplir con lo que resumiremos con el nombre de funciones construetivas. Las consecuencias de lo que acabamos de_ decir acerca de los participantes pueden hacernos comprender con mayor facilidad por qué es tan importante interpretar la manera en que el participante juega sus recursos lingiifsticos, como lo hace un jugador de naipes, para poder calificar de algtin modo el proceso y el resultado que lamamos interaccién. Por otra parte, una generalizacién a tomar muy en cuenta, respecto de lo que he venido desarrollando hasta aquf es que los recursos a través de los cuales. se construye tuna interaccién dialgica -como las cartas bien 0 mal jugadas- pueden ser exactamente los mismos que sirven para tratar_de impedirla u obstaculizarla. Los recursos lingiifsticos y no lingiifsticos son usados a voluntad por los participantes con un sentido positive, constructivo, negativo, deconstructivo. Bl hecho de que planteemos que los usos son voluntarios no constituye la afirmacién de una ley o regla general, sino que, de acuerdo con su grado de competencia, los interlocutores usan Ios recursos con un valor u otro, pero puede ‘ocurrir, y ocurre muchas veces, que un recurso usado segdn un interlocutor con una intencién positiva, sea visto por los restantes como un elemento negativo para la interaccién 0 a la inversa, Bl punto fundamental es rescatar que absolutamente todos los recursos pueden 34 aparecer dentro de las interacciones con valores. diferentes y aun totalmente _opuestos. Es | importante sin embargo tener en cuenta que su aparicin -con valor constructivo | deconstructivo- forma parte de 1o que consideramos funciones constructivas , ya que dan | lugar a la constitucién del discurso. Podemos afirmar entonces que la calidad de la construccién de una interaccién dialégica depende en gran medida de los conocimientos | que en este plano especifico tengan quienes interactitan, conocimientos especificos de lo que podemos llamar recursos interactivos que se insertan dentro del campo de la pragmética de lacomunicacién y que se aprenden socialmente ya partir del uso. Este hecho resulta de especial interés para quienes se ocupan de adquisicién dela lengua tanto en lo que se refiere a evaluar cudl es la capacidad del nifio como participante en interacciones cuanto a cudles son los medios més adecuados que conducen a aprendizajes significativos en | este plano en el que se consolidan los usos lingitfsticos, verbales y no verbales, dentro del Ambito de lo comunicativo y en relacién estrecha y necesaria con 10 no lingiifstico. Siempre dentro del dmbito dela participacién, nuestro cuadro presenta una diferenciaciGn entre aquellos que hemos caracterizado hasta aqui como interlocutores ¥ los observadores. Estos tiltimos son los que comparten el Ambito fisico de lainteraccién, pero cuya participacién voluntaria no es socialmente aceptada a menos que as{lo_permitan los participantes comprometidos. Por una parte son considerados como elemento del contexto, con lo que coinciden en la posicin_ marginal respecto de la interlocuci6n con el primer tipo de interlocutores no comprometidos que hemos mencionado, pero por motivos socioculturales -no conocen a los participantes comprometidos y Ia tinica relacién que los une a ellos es la de compartir el mismo espacio fisico, por ejemplo- no pueden irrumpir en la interacci6n a menos que alguno de los interlocutores comprometidos lo habilite a través de algtin recurso lingifstico ono lingufstico. Un ejemplo puede clarificar esta diferenciacién. En un 6mnibus viajan una mamé de aproximadamente treinta y cinco afios y un hijo de més 0 menos siete, sube al Gmnibus una joven embarazada y otro pasajero_ le da el asiento: N-mamé_ por qué a las embarazadas hay que darles el asiento (2) (Mira a la embarazada mientras habla) M- porque st hijo N- porque les pesa la panza (?) M-si porque les pesa el bebé E- (Vuelve la cabeza, mira al nifio y sonrfe, luego mira a la madre y también sonrie, se da vuelta nuevamente) M- (Intercambia mirada y_sonrisa con la embarazada, y vuelve a mirar al fio) La joven embarazada se constituye en una observadora del didlogo y la sonrisa de respuesta de la madre del nifio, que podria ser considerada como una habilitacién potencial para participar en la interlocuci6n resulta anulada porque la madre del niflo en lugar de sostener la mirada cambia el objetivo y se produce un cierre del intereambio. Mas all de esto no caben dudas de que antes y después del intercambio de miradas entre las dos mujeres, ambas fueron conscientes de que una de ellas, la joven embarazada, fue un 35 observador reconocido en Ia interaccién_madre-hijo, En esta especie de continuum que estamos marcando desde los participantes como interlocutores comprometidos a menos comprometidos y a observadores, se debe sefialar, la posibilidad de la existencia de observadores ignorados por los interlocutores. Este” Ultimo tipo de participantes son de algiin_ modo exclusivamente escuchas de lo que sucede en lainteraccién y raravez ven lo que ocurre, pero su condicién de. intrusos los lleva justamente a ocuitarse ante los demés_interlocutores para que estos _no Ileguen aenterarse de su presencia. He reflexionado bastante acerca de si correspondfa o no considerarlos dentro de los participantes de una interacci6n, ya que alos efectos de lamisma tinicamente ellos saben de su existencia y la misma no afecta en ningtin momento el desarrollo del proceso interactivo. Finalmente opté por eliminarlos del cuadro de los participantes € incluirlos en el Bsquema 1, que me permitiré realizar algunas observaciones complementarias acerca del tema que vengo desarrollando, Otras franjas temporales Franja temporal T port Pe: Franja espacial E Otras franjas espa- y Intruso ciales posibles Lo que he tratado de proponer a través del EsquemaN"! es el hecho de que dada una situacién comunicativa X planteada dentro de un espacio (E ) y de un tiempo (T ) y en cuanto a su compromiso participativo, los que hemos llamado participantes se colocan de adentro hacia afuera desde una zona central de compromiso maximo a una zona periférica de compromiso minimo. Simulténeamente puede aparecer dentro de la zona temporal presupuesta - pero dentro o fuera, segiin los casos de la zona espacial determinada-_ un observador ignorado 0 intruso que no comparte, sino que es testigo, de todos o de algunos de los recursos con los que se construye la interaccién dialgica en proceso. Pensemos ‘como un ejemplo tipico de este tiltimo caso, la escucha querealiza un otro, desde una habitacién vecina, de una interaccién que no ve; escucha, por otra parte, dela que no estén al tanto los participantes, sean estos del tipo que sean, El esquema presentado puede tener miiltiples variantes en tanto que 1a zona de compromiso maximo puede estar a veces ocupada por un solo PC y el otro participante, 36 como PNC puede estar ubicado en la zona periférica de compromiso, puede haber observadores ono, compartiendo ono lafranja espacial y.cada unade esas ubicaciones Puede estar ocupada por uno © varios sujetos. Por otra parte 1a_posibilidad de aumentar la cantidad de franjas temporales posibles antes y después de la franja elegida para el esqvema, pero siempre dentro de la misma situacién comunicativa, permite abrir la Posibilidad de andlisis atendiendo al hecho de que los sujetos que estamos considerando tienen la posibilidad de jugar con su. participacién como un rol dentro de la situacién comunicativa transformando las caracteristicas de la interaccién al ubicarse en distintos lugares dentro del esquema en diferentes momentos del proceso, Como ejemplo de lo que estamos diciendo podemos ver cémo los mismos participantes, lamémoslos a,b, ¢ y d, Smovilizan en estas dos Iranjas temporales sucesivas de la interaccién. Enel Esquema N°2 a y 6 conversan sobre algo queconciemea d,que esté en Iaoficinade al. lado aunque nolo sepan, en tanto que ¢ escucha perono interviene porque:se tratade un empleado de menor jerarquia. En este caso tendremos: Franja temporal T Franja espacial E ab Franja espacial E' a donde @ y 6 aparecen como participantes comprometidos, ¢ es un observadoren este casoenlamedida en que no puede comprometerse en tantoa y Bno lo hagan Participe, d permanece ignorado por los tres restantes, En el Esquema N°3 d ha isrumpido en la oficina, es decir que se halla ubicado en la mnisma franja témporo espacial que los restantes sujetos y en el lugar de participante comprometido en tanto comienza a interaccionar -suponemos que en relacién con lo que Previamente escuch6 acerca de sf mismo- con a, y b se corre al lugar de un participante no comprometido, en tanto que ¢ se mantiene en el mismo lugar en que estaba en el esquema anterior. 37 ™ Franja temporalT | Franja temporal T’ Franja espacial E ad La pregunta inmediata que se plantea ante una descripcién como la que nos permite elBsquema N°3no es precisamente banal, ya que se trata de que nos respondamos a dos preguntas claves en relacién con las interacciones: cuéndo empieza o termina luna interaccién y cules son las unidades mfnimas y las intermedias a. las que podemos hacer referencia dentro de] Proceso total de la interaccién. Este sera el tema que desarrollaremos a continuacién. 3.Las unidades de andilisis, Una primera instancia dentro de esta problemética es determinar cual es 0 cudles Podrfan ser considerados como los Ifmites de una interacci6n dialégica de acuerdo con su definicién como proceso y resultado de una construccién compartida por participantes dentro de determinados contextos que le dan caracteristicas especiales En la bibliograffa con la que trabajamos se pone de manifiesto una cierta anarqufa a este respecto en tanto es el punto menos discutido y el que se elude casi sisteméticamente. Consideramos que resulta necesario explicitar algunas dificultades derivadas que nos ayudarén posiblemente a establecer algtin criterio que consideremos como adecuado.Las Posibilidades pasan por plantearse que el encuentro y la despedida de los participantes, es decir su_coincidencia en los ejes del espacio y del tiempo, deberfan ser los limites de la interaccién. Pero, gqué ocurre cuando se agrega otro participante o se retira alguno de los que estaban en el_ inicio de la interaccién? Otro criterio podria ser el tomar en cuenta como limites aquellos puntos que coincidan con el desarrollo de un tema dentro de la interaccién. Pero, en este caso, ; cudndo un tema esta realmente terminado, si consideramos que muchas veces se producen deslizamientos teméticos imperceptibles puntualmente pero que hacen que los mismos interlocutores se digan promediando una charla“ ; Por qué era que estdbamos hablando de esto!” ? Creo que es posible a pesar de todo establecer una linea muy irregular, pero percep- ible, que permite establecer el inicio y el fin de una interaccién, Es evidente que en las 38 interacciones muy pautadas, por ejemplo en el caso de las entrevistas, es claro cémo generalmente el participante de mayor jerarqufa a veces la inicia - aunque puede darse una salutacién previa de aquel que ocupa un papel subordinado como rol social- y la da por terminada -también con esa posibilidad de coda por parte del otro como salutacién de Gierre. Sin embargo, fuera de estas interacciones con caracteristicas dadas a partir de los roles de los participantes, no resulta facil establecer limites. Fuera de estos casos que no ofrecerian dificultad tenemos todas las interacciones que general mente son Ilevadas adelante por pares. Cuando la interacci6n se lleva cabo por una coincidencia casual en el mismo espacio fisico, puede afirmarse que comienza con el encuentro y termina con la despedida, aun contando con que se produzca la incorporacién de uno 0 més interlocutores, 0 1a despedida de alguno de los participantes iniciales durante el transcurso de la interacciGn. Pero cuando un grupo de personas se encuentra en un dmbito espacial determinado que les permite un cierto grado de desplazamiento dentro del mismo y, por lo tanto, un juego de cambios de interlocutores, muchas veces se haria dificil establecer cudindo hay pasajes claros y definidos de una interaccién a otra : pensemos en el caso de una reunién social, por ejemplo, 0 la instancia del intermedio entre conferencias en un _congreso cualquiera. Estas reflexiones me llevan a pensar que dada la trama_ basica que sostiene las interacciones que he tratado de graficar a través de los Esquemas 1, 2 y3, por ejemplo, y que pone de manifiesto la relatividad de los elementos tomados en cuenta : espacio, tiempo, participantes y los contextos social y cultural, 10 Gnico que cabe afirmar es que existen interacciones claramente analizables como unidades independientes, perfectamente acotadas en relacién con todos estos factores y constituyentes, pero que hay otras que justamente por la labilidad 0 falta de permanencia de los mismos, tienen limites muy difusos, Esto nos leva a proponer que solamente las interacciones muy estructuradas tienen limites muy precisos, limites dads por la coincidencia de todos los factores y constituyentes, en tanto que las interacciones no estructuradas se caracterizan porque uno © més de los factores © constituyentes que hemos mencionado no est presente en todo ‘momento o tiene distintas caracteristicas: cambio de espacio, de tiempo, de participantes y, por lo tanto, cambio posible de contexto social y/o cultural. Es factible que en este cat pudiéramos plantear los Iimites en forma cuantitativa y proponer que a mayor cantidad de cambios més posibilidad de que se haya terminado una interaceién para ser remplazada por otra, pero consideramos que esta posibilidad es absurda dentro de un andlisis fuertemente cualitativo como el que intentamos realizar. Es por ello que creo més adecuado el plantear directamente la existencia de dos tipos bésicos de interacci6n en relaciGn con sus limites, las interacciones acotadas en las, que se marcan especfficamente el inicio y el fin, a través de recursos lingitisticos 0 no lingiifstivos bastante especificos, como los estereotipos de salutaci6n; y las interaeciones 16 acotadas en las que alguno de los dos Ifmites 0 ambos a la vez no quedain_ Taro, por” la-norapaficién de alguna de estas marcas. En ambos casos se hace evidente-que puede darse falta de continuidad temporal por distintos tipos de interrupciones. Pongamos por caso esas interacciones‘que se iniciaron formalmente en un hoy y que un dfa después se reinician con una frase como “De lo que estdbamos hablando ayer,vos sabés que no me 39 quedé claro...”, donde no sabemos realmente si se trata de una interaccién que contintia 0 de dos interacciones independientes. Por otro lado, el hecho de acotar la interaccién no implica necesariamente una marca especifica en muchos casos, sino la utilizaci6n de un recurso para ese fin: A-eh_ mire por dénde camina (!) B-perdone no lo habia visto ‘A- hay cada gaucho en la pampa (!) El ejemplo anterior constituye 1a totalidad de una interaccién, donde aparece claramente determinado el inicio con la interjeccién como elemento asociado actuando como vocativo y para finalizarla, ademés de la desaparicién de la co-presencia entre los participantes, se plantea la generalizacién humorfstico-sarcéstica que acta como cierre. Una circunstaneia a tomar en cuenta respecto de la clasificacién propuesta es el hecho de que deberfamos incluir un tercer tipo, constituido por las interacciones interrumpidas en las que se da la caracterfstica de acotadas en relacidn con el inicio, pero que quedan accidentalmente cortadas sin que haya sefial de cierre, pero sf de corte. Por tiltimo una aclaracién que conviene realizar es que en este caso la clasificacion acotada / no acotada vale en el sentido de la existencia de limites precisos para un conjunto de intercambios lingifsticos y no lingiiisticos, habla de limites para la situacién ‘comunicativa, pero no tiene nada que ver ni con la formalidad ni con los roles sociales de los participantes. Es asi como podemos incluir en este rubro desde el encuentro casual_y més 0 menos prolongado de dos fntimos amigos en la calle, hasta una entrevista clinica; el primero iniciado quizds con una frase como asf te querfa agarrar y cerrado con un ademan de despedida, seguido por oto de estoy apurado; y el segundo abierto y cerrado por saludos estereotipados. Una vez. establecida esta diferenciaci6n entre interacciones dialégicas acotadas y no acotadas, debemos entrar en lo que serd un punto més importante a tomar en cuenta para el anélisis. Me parece pertinente sefialar que los cambios contextuales y de participantes pueden, como ya se dijo, no afectar a la interaccién en el sentido de interrumpirla, pero es evidente que dentro de ella se producen diferencias a partir de tales cambios, Pensemos, por ejemplo, que dos personas que estaban frente a frente conversando en la mesa de un bar, contintian la interaccién mientras caminan lado a lado por la calle: desde el volumen de la voz hasta la direccionalidad o la posibilidad de utilizar la mirada como recurso comunicativo han cambiado Es por ello que me parece conyeniente pensar que cualquiera de los cambios en relacién con los factorés 0 con los constituyentes marca dentro de la interaccién diferencias que delimitan unidades de segundo orden dentro dela misma que me parece adecuado denominar episodios, Los que llamamos episodios son partes, de extensi6n variable en el tiempo, y de cantidad y calidad de recursos utilizados, lingiifsticos y no linglifsticos, también distinta, que adquieren su entidad a partir de cambios reconocibles. ‘Uno de estos cambios lo constituye la entrada o la salida de la interaccién de algin participante, otro es el cambio de lugar, en relaci6n con la situacién comunicativa, de un observador a quien se incluye en un intercambio previamente iniciado por otros (Ver eequemas N°2 y3). La inclusién en la interaccién de algtin participante que hasta un momento dado era un observador ignorado como se daen el esquema N° 3, sera considerada simplemente ‘como inclusién de nuevo participante. En estos casos la forma de precisar los limites de tun episodio estaré dada por la entrada inicial del nuevo participante y el cierre por la entrada final de quien se retira Otra causa que permite hablar de fin ¢ inicio de episodio es el cambio de contexto fisico, sin interrupcién de la fluencia de la interaceién, 0 bien un desplazamiento de los participantes dentro de un mismo espacio fisico pero configurando nuevas relaciones visuoespaciales y/o proxémicas més 0 menos estables entre los mismos. Fste tiltimo cambio de episodio no siempre puede ser percibido en forma directa a través de los recursos lingiiisticos, verbales y no verbales, sino que se desprende de datos aportados tanto por la observacién etnografica como por la filmacién, Dado que nuestra postura incorpora estos ‘elementos de juicio en relaci6n con el anélisis de las interacciones queda clara la validez de la aproximacién que hemos realizado. Como se habré notado més arriba, he evitado hacer referencia a cambios tematicos, por ejemplo, como marcas posibles de un cambio de episodio. Esto no es casual: ocurre que, en términos generales, resulta bastante dificil establecer en qué consiste un cambio tematico y he preferido optar por una clasificacién quizés mas general y menos detallada, pero hasta ‘cierto punto mas confiable ya que depende de la aparicién de marcas detectables bastante objetivamente. Pensamos que, si queremos referimos ala sucesién oa la progresién temética dentro de una interaccién convendré hablar probablemente de una seeueneia -como sucesion de entradas de distintos participantes- referida a un tema determinado. Una secuencia no tiene que Ser définida de manera precisa a partir dé ningtin tipo de limite més all de aquel queen la interpretaci6n del analista se relacione con un tema aislado o un tema y todas sus posibles derivaciones dentro de la interaccién. Los ejemplos de nuestro corpus que hemos utilizado en esta obra son en algunos casos episodios enteros y en otros casos fragmentos de episodios que eventualmente pueden haber coincidido o no con una secuencia tematica. Es posible que pueda discutirse la denominacién elegida, ya que podria haberse utilizado quizs la més tradicional de escena, tal como por convencién se denomina en las obras teatrales al espacio de intereambio dialégico que se abre entre la entrada y la salida de un personaje, pero al involucrar también el aspecto espacial entre los rasgos que acttian como marcas para la divisién interna elegida para la interacciGn, me ha parecido més_pertinente utilizar la palabra episodio. Ademés esta palabra tiene la ventaja de que parece proponer una extensi6n temporal més amplia que la de escena, ya que esta tiltima en su uso no espectfico implica una especie de instantaneidad de la que esté exenta episodio que, también en su uso cotidiano, siempre representa un perfodo de tiempo mas o menos prolongado. ‘Tanto en las interacciones dial6gicas acotadas como en las no acotadas es factible diferenciar episodios, por lo que aunque las clasificaciones son inclusivas, una interaccién no acotada puede sin embargo dividirse en episodios claramente delinidos por las marcas cespecificas que acabamos de resefiar. Las unidades menores que vamos a tener en cuenta son las que hemos dado en denominar entradasque se caracterizan por ser plenamente diferenciables ya que son las aL acciones lingiifsticas y no lingiifsticas claramente adjudicables a cada uno de los interlocutores Las entradas lingifsticas no presentan superposici6n -salvo en los casos que hemos analizado més arriba de solapamiento parcial-, pero no hay obstéculo para que las entradas no linglifsticas se superpongan entre si y con las lingiifsticas. Esta primera definici6n,al tomar en cuenta elementos lingiifsticos y no lingUisticos, ya'nos permite diferenciar este trabajo de otras propuestas anteriores en la medida en que jos estudios que conforman nuestra bibliograffa consideran como entradas, © tomas de la palabra o réplicas a lo que en términos estrictos debemos llamar locuciones, es decit aquellas participaciones que pasan especificamente por lo linglifstico-verbal . En nuestro caso, y sobre la base de que La interacci6n dialégica queda definida como discurso a partir de la conjuncién de recursos lingiifsticos y no lingiifsticos, la entrada va a quedar definida como toda accién de un participante que interviene en la interaccién, es decir que impone caracteristicas al proceso de la misma y al texto resultante. Con esto también planteamos que serd necesario diferenciar entre aquellas entradas no linglifsticas que son determinantes para el desarrollo del proceso y el empleo de recursos que son intervinientes en el proceso, pero que no constituyen entradas en cuanto no son determinantes de la progresi6n del mismo. El acompafiamiento de la mirada o de la postura, por ejemplo, demostrando escucha, son elementos intervinientes, recursos utilizados para mantener la continuidad del proceso constructivo, mantienen el canal abierto en términos de la informacién, pero nada més que eso. En cambio la gestualidad defetica o 1a que propone equivalencias con profrases, como cl asentimiento con la cabeza, -que no suelen superponerse més que parcialmente a la entrada lingtifstico-verbal de otro interlocutor-, son elementos constructivos del discurso, ya que en términos generales remplazan directamente a las entradas linglifsticas. En este momento de nuestros trabajos podemos identificar solamente estos dos tipos de entradas no lingUisticas constructivas en el sentido de la progresién del discurso, pero es probable que la continuidad de los andlisis permita otras especificaciones. La posibilidad de detectar y proponer en el andlisis la aparicién de este tipo de entradas no lingiifsticas resulta de fundamental importancia para poder resolver las miltiples situaciones en las cuales, si no se toma en cuenta lo no linguifstico, el texto se transforma en incomprensible, Creemos que estas entradas no forman parte del texto, si reservamos esta tltima palabra exclusivamente para lo lingiifstico, pero nos permiten mantener la coherencia general a partir del discurso, témino que se aviene mejor @ un planteo combinatorio de lo lingtifstico y lo no lingilistico. Volveré sobre este punto en el Capitulo 4, ‘Es asf como encontramos un argumento més para una diferenciacin que hemos sostenido yaen publicaciones anteriores acerca de que discurso y texto constituyen aspectos distintos del Tenémeno comunicativo. El texto se construye a partir de estructuras lingiifsticas, en cambio el discurso, sobre la base de parmetros distintos -1os contextos, los contenidos, la modalidad de ‘comunicacién, entre otros-, tanto lingifsticos como no lingtifsticos, excede y contiene dentro de sf los. elementos del texto.Es asf como la interacci6n dialégica, tal como Ia concebimos, permite ubicar lo lingUistico claramente como una modalidad del comportamiento social, no exeluyente de otras modalidades y habitualmente combinada con ellas, a A partir deloexpuesto hasta aqui podemos definir la entrada como cada intervenci6n de un participante que puede manifestarse segtin una modalidad lingtifstica o no lingliistica La primera modali dad se da casi siempre como sucesién respecto de la entrada anterior de otro interlocutor; en cambio el segundo tipo, también por su modalidad, puede ser tanto sucesiva como simulténea a la entrada de otro partici pante. En lo que respecta a las entradas linglifsticas, éstas son directamente equiparables alos enunciados (Todorov, 1981), tal como lo propone el Circulo de Bakhtine, y presentan todas las connotaciones que en esa obra se le adjudican, ya que justamente Ia interaccién dialdgica, tal como la concebimos, permite ubicar lo linglifstico claramente como una modalidad del comportamiento social, no excluyente de otras modalidades y habitualmente combinada con ellas Ambos tipos de entradas, de acuerdo con su modalidad cumplen, segin los andlisis realizados hasta el momento, dos tipos de funciones: intraepis6dicas e interepisédicas. Las primeras,obviamente, son todas las entradas que componen normalmente un episodio, pero sucle ocurrir que algunas entradas actéan como "shifters", "embragues" 0 més simplemente "bisagras" , que al mismo tiempo cierran un episodio y dan inicio a uno nuevo. Generalmente entre ambas partes de la entrada interepisodio se produce un silencio de duracién variable, que funciona como marca eficiente para caracterizar este tipo de entrada més alld de los contenidos claramente diferenciados entre una y otra parte. En Frangois (1990) estas entradas que hemos dado en llamar interepis6dicas son denominadas sainetes, como rememoracidn de las piezas teatrales breves utilizadas como puente entre los momentos principales del espeetdculo .Consideramos la denominacién como adecuada respecto del sentido de 1a misma, pero no la hemos adoptado por dos razones, por una parte porque el autor citado solamente toma en cuenta las entradas constituidas lingiifsticamente, y por otra, porque creemos que tinicamente denomina originales y que aludan mas directamente a funciones podréin resultar efectivas dentro de} andlisis, ones Esta descripcién que hemos realizado hasta aqut es el resultado de sucesivas elecciones acerca de c6mo discriminar adecuadamente lo significativo y objetivable de lo que, aunque aparece ya tratado en otros autores, no nos parece adecuado a partir de la definici6n que he tratado de perfilar sobre la interaccidn dial dgica, El desarrollo que acabo de realizar acerca de las unidades dentro de la interaccidn lo resumiré en el siguiente cuadro de relaciones 4B Estas interacciones estan limi inicio y fin por -copresencia de por lo1 Es cada una de la intervenciones lin- aliisticas 0 no lin- gilfsticas realizadas Intraepisédica por cada participan- que todos los recursos te, generalmente en peitinentes en relacin com sucesién, pero a que se esté desarrollando. veces en simultaneidad, con ‘otro participante, Entrada Losrecursos lingiifsticosymo que Ia componen apuntan = | episodio y a abrir otro. Interepisédica | momentos de la entrada estan por una pausa mas 0 menos que apoya el efecto de cesura El cuadro asume las caracteristicas de resumen de la clasificacién g pretendido esbozaren relacién con una propuesta de unidades de andlisis interaccién dialdgica. Se hace evidente que la propuesta inicia una tarea que prob 4 deberd ser continuada ¢ investi gada por bastante tiempo todavia, experimentando la validez de la clasificacién; pero de todos modos sirve como base para comprender algunas de las caracteristicas respecto de las interacciones dialégicas que hemos venido sosteniendo desde el inicio de este libro. Nos encontramos en un terreno en que se advierte una gran labilidad de las posibles estructuras a analizar, ya que asf como los recursos pueden ser utilizados para crear efectos inversos, tal como lo hemos visto més arriba, asf también las unidades de andlisis participan de esa labilidad, En este caso particular he tratado en todas las oportunidades de atenerme solamente aaquellas clasificaciones que dependen de hechos muy concretos y relativamente féciles de detectar dentro del fluir de la interaccién. Creemos que muchas particularidades han sido dejadas de lado, pero consideré preferible hacerlo asf antes que detenerme en clasificaciones y subclasificaciones muy especificas que condujeran a rpidas contradicciones dadas las caracteristicas de los materiales con los que trabajamos.Cada andlisis de una nueva interaccién trae consigo muchas veces una problemética nueva que cuestiona todo lo establecido hasta ese momento, es por eso que la cautela con que hemos preferido encuadrar Jas unidades nos parece un recaudo indispensable para poder seguir avanzando en la tarea de investigaci6n, Antes de dar por finalizado este capitulo corresponde hacer la advertencia de que en esta obra no se avanzaré definidamente sobre un andlisis englobador de todos los constituyentes y todos los factores que se corresponden con las interacciones dialégicas. Aqui hemos tratado de dar cuenta de algunos aspectos que nos han parecido claves, pero que en muchos casos han permanecido al margen de una posible profundizacién porque para llegar a ello haria falta el esfuerzo conjunto de otros especialistas no lingiiistas. En este caso me he limitado a plantear una serie de cuestiones que resultan indispensables en dos sentidos: para comprender la visi6n general sobre interaccién dialdgica que se sustenta allo largo de toda la obra, y para marcar los alcances y los Ifmites del trabajo que en ella se desarrolla. Es evidente que muchos de los problemas que han quedado expuestos 0 que se desprenden implicitamente de las afirmaciones realizadas no se retoman luego de manera especifica, pero ello es el resultado de haber centrado el andlisis en los recursos linguifsticos a través de los cuales se realiza la interacci6n, Es probable que ello nos conduzca de ‘manera inmediata a un terreno claramente descriptivo y no avance en el terreno explicativo referido a las interacciones. Sin embargo, pensamos que existe una justificaci6n para esa Jimitaci6n inherente a este trabajo, Por una parte los argumentos desarrollados en este primer capitulo ayudardn a relativizar y colocar en su justa dimensién los aportes referidos a los recursos que proporciona el resto del libro; de otro modo volveriamos a caer en el sobredimensionamiento de tales recursos en desmedro de Ja base: la interaccién como totalidad. Dentro de ella es que juegan los recursos al mismo tiempo que cobran sentido . Al margen de este encuadre general, muchos recursos no podrian ser interpretados de manera pertinente.En otro sentido pensamos que estas primeras observaciones, que tienden a describir 1 encuadre general permiten comprender un poco mejor un fenémeno cuya proximidad crea una ilusién de simpleza diffcil de superar.

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