Badiou. Una Introduccion
Badiou. Una Introduccion
UNA INTRODUCCIN
Leandro Garca Ponzo
EDITORIAL QUADRATA  BIBLIOTECA NACIONAL
Garca Ponzo, Leandro
Badiou : una introduccin . - 1a ed. - Buenos Aires : Quadrata, 2011.
128 p. ; 21x14 cm. - (Pensamientos locales)
ISBN 978-987-631-021-5          
1. Filosofa. I. Ttulo.
CDD 190
Coleccin Pensamientos locales
Dirigida por: Ariel Pennisi - Adrin Cangi 
Coordinacin y prensa: Victoria Sez
Diseo de cubierta: Kovalsky
Ilustraciones: Mical Queiroz
Diagramacin: Micaela Blaustein
Correccin: Malena Rey
Esta obra se edita en el marco de la cooperacin 
con las ediciones de la Biblioteca Nacional.
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Prohibida la reproduccin total o parcial sin permiso escrito de la editorial. 
Todos los derechos reservados.
 ,
 
PENSAMIENTOS LOCALES
Imaginamos una coleccin popular de losofa en la tradicin del ensa-
yo. Tradicin que ha mantenido vivas las voces de la crtica y el compro-
miso irrevocable con la insistencia y resistencia vital. Reconocemos tanto 
las  impresiones  indecisas  como  las  expresiones  conceptuales,  la  silueta  o 
el contornw posible hacer convivir miradas dispares, tanto las que captan 
el mundo de cerca, comprometidas con el detalle, como las que permiten 
entrever de lejos, tramadas por los ojos entornados. No proponemos aqu 
un  estril  debate  entre  objetividad  y  subjetividad,  slo  creemos  que  por 
parcial que fuera una mirada hay caminos hacia el concepto y los hay hacia 
la opinin. Nos interesa la posibilidad de hacer convivir en el ensayo los-
co local, los mil ojos de la diferencia, sin que el prodigio del pensamiento 
se desvanezca. Por ello, nos provocan a pensar tanto las miradas directas 
como las oblicuas, las que creen atesorar una verdad, como aquellas otras 
que  se  disponen  en  el  ngulo  que  entorpezca  menos  el  movimiento  del 
objeto. Nos aventuramos en una tradicin de polemistas y estilistas, en la 
que las ideas propias yacen en el magma indiferenciado de voces entre-
mezcladas, haciendo convivir la  delidad a las obras que interrogan y el 
punto de vista que recrea los vnculos con las fuentes. Tradicin, en la que 
el intrprete con criterio y movimiento afectivo personal inaugura pensa-
mientos anunciadores de una poca an no avistada en todos sus trminos 
conceptuales.  Como  si  dijramos  que  en  sta  conviven  el  mpetu  expo-
sitivo  instruido  y  la  intuitiva  y  spera  incuria  espontnea,  la  apropiacin 
fundada en citas de autoridad y el desvo creativo, los modos cultivados en 
tiempos de calma y otros imprecisos amasados en tiempos de convulsin, 
los gestos serenos de una tcnica losca y la intuicin inaugural encar-
nada  en  la  experiencia,  la  evocacin  de  una  ontologa  de  nidora  de  un 
sentido y un modo de autogobierno prctico para la vida. Nos interesan 
los escritores a contrapelo, que hablando idiomas singulares y establecien-
do posicin crtica, hacen de los problemas que plantean una dramaturgia. 
La losofa es, para nosotros, una posicin singular de un singular, y por 
lo tanto, requiere de ritmos, guras y estilos, tambin singulares. Filosofa 
inseparable de un modo de escritura, de apropiacin y de transformacin 
( 
de una tradicin, a la que se valora, pero no como ltima palabra; porque 
nos interesa en el conjunto los puntos de inestabilidad que sirvan de enlace 
con un futuro distinto. Cuando imaginamos esta coleccin, un slo acto 
de conciencia y emocin acompa el entusiasmo. Sabamos que nos diri-
gamos a un pblico amplio. Pero la constatacin abri la pregunta: quin 
ser el destinatario de una coleccin popular y local de losofa.
Un texto de losofa vive en nuestra contemporaneidad como una bo-
tella  lanzada  a  las  aguas  movedizas  de  un  mar  indiferente,  sin  embargo, 
una coleccin no se reduce, para nosotros, a un conjunto de libros-botellas 
ajustados de antemano a un pblico acotado, en la medida en que alcance 
la forma de una intervencin, de una cierta capacidad para evocar la pala-
bra de pueblos por venir. Una intervencin apela a la reserva virtual frente 
a la actualidad de un estado de cosas dado, porque enfrenta al mismo tiem-
po, el nihilismo segn el cual no hay mucho en que creer y la poltica re-
vocable que piensa de antemano todo lazo social como precario. Ante una 
sociedad como la nuestra, constituida por identidades efmeras amena-
zada por vnculos sociales fragilizados, modelos laborales deleznables y por 
una nica velocidad de vencimiento de las mercancas elegimos imagi-
nar una intervencin capaz de hacer de la inestabilidad de nuestro tiempo 
una apertura del sentido que resiste abierto y vigilante. 
Adrin Cangi  Ariel Pennisi
BADIOU:
UNA INTRODUCCIN
Leandro Garca Ponzo
A Ofelia
 
 
PRLOGO
Presentar la losofa de Alain Badiou es una tarea generosa en ale-
gres  encrucijadas.  Incluida  la  constatacin  de  que  escribir  una  intro-
duccin  es  algo  arduo.  Desde  el  comienzo,  esta  dicultad  ha  depen-
dido de la solicitud de hacerlo dentro de la tradicin del ensayo, con 
el noble propsito de arrancar la losofa de los crculos eruditos que 
suelen volverla una lengua muerta. La exibilidad que posee la pgina 
ensaystica los personajes que la visitan o las intrigas que en ella inter-
vienen a menudo sacia el deseo de abrir un autor y ofrecerlo de una 
manera casi salvaje.
No  menos  cierto  es  que  se  me  peda  una  apropiacin,  y  con  ella 
el recorte de un pensamiento vastsimo, omitiendo aquella leccin de 
Protgoras que recomendaba no estudiar a los dioses por causa de la 
brevedad de la vida. Con Badiou artesano de una obra enorme en la 
que se suceden fragmentos de matemtica, de teatro, de poesa, de m-
sica, de cine, de poltica esa advertencia insiste casi insoportablemen-
te. El mayor obstculo estaba sin embargo en la resistencia que la prosa 
badiouana muestra al ensayo. En el principio mismo de su Maniesto 
por la losofa, Badiou nos avisa, casi dejando caer sus frases, que la in-
tencin ensaystica es vana. Y no puede ser de otro modo con una lo-
sofa como la suya, entregada a tres reglas bsicas: argumentacin lm-
pida, perfecto orden expositivo y elogio constante de la sistematicidad. 
A pesar de ello, la prescripcin segua en pie. Haba que apropiarse, 
en nuestra Argentina de la segunda dcada del siglo veintiuno, de aqul 
hombre nacido hace setenta y cuatro aos en Marruecos. Del mismo 
hombre  que  haba  estudiado  con  Sartre,  con  Lacan  y  con  Althusser, 
que haba militado en el Unin marxista-leninista de comunistas fran-
ceses (UCFml) y participado de aquel memorable mayo del 68, que 
haba adquirido un lugar destacado en el mundo intelectual despus de 
algunos aos terriblemente adversos. 
No se trataba de establecer una interpretacin correcta ni de adju-
dicarle  un  sentido  ltimo  a  su  obra.  La  libertad  que  me  propona  el 
ejercicio no encontraba ms impedimento que mi propio temor ante 
z 
una invitacin tan estremecedoramente abierta. Una agorafobia. Para 
evitar ese desamparo absoluto, pero tambin para conjurar una traicin 
excesiva al lsofo, me entregu entonces a una especie de traduccin.
Quise acercar a Badiou hacindolo hablar nuestra lengua. Los ami-
gos  del  Grupo  Acontecimiento  como  as  tambin  otros  colectivos 
territoriales  vienen  llevando  a  cabo  desde  hace  veinte  aos  esta  ta-
rea. Militando, pensando-haciendo la poltica, extrayendo consecuen-
cias inexploradas de los vertiginosos procesos que nos regala a diario 
Amrica Latina. Me sentira feliz si este fragmento de escritura sirviera 
a la vez como un saludo y una contribucin a ese trabajo. 
La tcnica de traducir est ligada a la gura del lector as como la 
gura  del  lector  est  ceida  a  un  fantasma.  Pero  aun  si  sta  se  halla 
conformada en gran medida por lo imaginario, no desconoce la moti-
vacin vital de una introduccin, que es ser escrita para otro. Lo diver-
sico en tres lectores. Su mirada simultnea, monstruosa de a ratos, me 
paraliz en ms de una ocasin. El primero es aquel que rara vez se ha 
enfrentado con la obra badiouana. Anticipo que es quien ha ganado la 
batalla frente a los otros dos. A l est dirigido este texto. El segundo 
se corresponde con un incipiente crculo de discpulos y estudiosos. He 
intentado  dejarles  indicios  a  veces  demasiado  endebles  de  algunos 
problemas que a mi juicio conlleva la losofa de Badiou y que debe-
ran vertebrar una discusin futura, declarndome antes su deudor que 
un polemista autorizado. Finalmente, encontramos al tercer lector. Su 
aparicin en mis jornadas de trabajo es casi inconfesable. Se trata del 
propio  Alain  Badiou.  A  diferencia  de  mis  compaeros  de  coleccin, 
que han tenido que glosar a los muertos, he escrito de cara a la posibili-
dad de que este libro llegue a las manos del lsofo. Manos vivas y ojos 
voraces. He aliviado esa carga reforzando el pacto con el primer lector. 
A ste, al victorioso de entre los tres, quisiera evitarle algunas carac-
terizaciones un poco torpes y algunas crticas precipitadas. Badiou no 
es solamente un lsofo de la poltica; tampoco el nombre de una mera 
elaboracin  ontolgica.  Bastante  pernicioso  por  no  hablar  de  falso 
me  parece  el  juicio  que  lo  hace  un  escritor  hermtico  que  utilizara 
las  matemticas  para  enmascarar  una  voluntad  metafsica  que  an  no 
acaba de retirarse. Ms delicada todava es su estigmatizacin a causa 
de  ciertas  confesiones  antidemocrticas.  En  rigor,  ella  delata  tanto  la 
originalidad de la propuesta badiouana como nuestra incapacidad para 
 ,
salir de la ideologa dominante. Espero ir descartando pacientemente 
todas estos equvocos con el correr de las pginas.
No propongo aqu un resumen del pensamiento badiouano. Desde 
luego, no puedo pretender describirlo exhaustivamente; ni siquiera re-
producir  la  profundidad  de  sus  razonamientos.  He  querido,  en  cam-
bio, trazar un recorrido slido que una sus conceptos fundamentales. 
Si despus de la lectura permaneciera un eco que invitara a adentrar-
se en la densidad de una maquinaria verdaderamente indita y difcil, 
estar  satisfecho,  pues  haberla  penetrado  ha  respondido  menos  a  un 
desafo  personal  que  a  una  vocacin  pedaggica.  Con  la  cartografa 
que he elegido para localizar y relacionar los conceptos no busco otra 
cosa  que  la  afectacin  de  quien  lee.  Comprender  este  libro  debera 
ser  equivalente  al  deseo  subjetivo  de  discutir,  deglutir  o  descarnar  a 
Badiou, desgarrarlo con un hambre donde lo intelectual, lo visceral y la 
experiencia histrica no sean separables. 
La  lnea  que  seguir  debe  ser  evidente  en  todo  momento.  En  el 
primer  captulo,  se  explica  la  concepcin  badiouana  de  losofa  y  su 
forma de inscripcin en la contemporaneidad. En el segundo, esta con-
cepcin es complementada con la relacin que la losofa guarda con 
el  arte,  la  ciencia,  la  poltica  y  el  amor  procesos  que  Badiou  llama 
condiciones.  En  el  tercero,  nos  embarcamos  en  la  ontologa  mate-
mtica. Recin en el cuarto podemos vislumbrar la categora central de 
acontecimiento y su relacin con la verdad y el sujeto. El quinto, un 
tanto ms extrao, evala la concepcin poltica de Badiou en funcin 
de su liacin platnica. El sexto y ltimo intenta pensar las lgicas del 
aparecer y la aptitud de cambio real que encierra todo mundo. 
Las  palabras  que  siguen  resultan  de  un  complejo  proceso  vital 
que  sera  intil  referir  aqu.  Puedo  decir  que  son  perfectamente  n-
mades.  Han  sido  encontradas  en  diferentes  sitios  o  incluso  en  pleno 
viaje,  pero  por  sobre  todo  han  nacido  de  los  dems,  ms  de  lo  que 
a  veces  estara  dispuesto  a  reconocer.  Opto  por  agradecerles  desde 
el  ms  hondo  afecto  con  prescindencia  de  lo  que  han  aportado  a  la 
trama. Mauricio Damnotti, Javier Blanco, Daro Scattolini, Mara del 
Carmen  Rodrguez,  Carlos  Prez,  Alejandro  Cerletti,  Odile  Farge, 
Corinne Gudon Lepeuple, Malena Len, los amigos del Vidn, Aline 
Campbell, Diego Tatin, Ral Cerdeiras, Kitia Sales, Raquel Tessarollo, 
Gabriela Podcameni y, por supuesto, a Alain Badiou. A todos ellos les 
( 
debo este libro. No menos ese placer tan perseverante como turbador 
de aprender a respirar despus de cada visita del sueo.
L. G. P.
Crdoba, mayo de 2011.
 ;
I. EXCURSIONES DE LA FILOSOFA
Cuentan que cuando Lucrecio despleg el rollo donde un escriba 
haba copiado el tratado de Epicuro, comprendi la variedad de las co-
sas de este mundo. Los enjambres, el agua sucia de un cauce pequeo, 
las semillas. Todo le pareca colecciones de tomos. Not incluso que 
su propio cuerpo estaba integrado por una poblacin invisible. 
Encontrar  a  un  lsofo  como  Lucrecio  encontr  a  Epicuro  es 
sencillo.  Est  siempre  detrs  de  un  texto  inagotable.  Cmo  se  iden-
tica una escritura que no se extingue, que no termina? Jams por su 
extensin  o  por  el  uso  de  un  lenguaje  hermtico,  menos  an  por  la 
aproximacin  a  cuestiones  sublimes.  Un  texto  inagotable  es  en  reali-
dad, bajo un primer aspecto, un regalo ofrecido a los sentidos. Todos 
ellos intervienen en su apropiacin. La verdadera generosidad se mani-
esta sin embargo recin cuando la vista y el tacto de modo inmediato 
ante el libro pero tambin el gusto, el odo o la captacin de aromas, 
son forzados a trascender las palabras, a ponerse al servicio de la imagi-
nacin o el raciocinio. Cuando la memoria empieza a intervenir sobre 
ellos, evocando historias o aprendizajes de la infancia, batallas antiqu-
simas,  descripciones  de  reinos  pasados.  Un  texto  inagotable  hace  de 
la lectura el descubrimiento de un campo innito. Y de la relectura su 
transformacin. Hay que rodear las pginas, rondarlas, acecharlas. No 
en un dilogo en soledad con el autor sino asumiendo una travesa al 
universo ms denso concebible. El pensamiento est siendo convocado 
porque l es este ejercicio de superacin del libro.
As,  no  puede  haber  losofa  erigida  sobre  rgidos  manuales,  pero 
tampoco libros clausurados que no puedan ser heridos, vaciados y otra 
vez  habitados  por  el  losofar.  La  textualidad  losca  es  inacabable 
porque, comunicando secretamente todas las voces que se deben a ella, 
se vuelve fuente de preguntas incesantes y de un dilogo que muestra 
modulaciones, instancias de suma intensidad, interrupciones, desvos, 
inicios intempestivos, expediciones. Alain Badiou, como todo lsofo, 
es el cuerpo detrs de un texto inagotable. 
Su vocacin estar marcada de antemano. Su padre era maestro de 
matemticas;  su  madre,  de  lengua.  Badiou  obedece  a  esta  doble  -
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liacin  cuando  escribe  que  la  lengua  de  la  losofa  ocupa  siempre, 
o construye siempre, un espacio limpio entre el  matema y el poema, 
entre la madre y el padre, en resumidas cuentas. Esta lengua retiene a 
su vez algo de lo pedaggico: su meta es la paciente formacin de con-
ciencias capaces de advertir la excepcionalidad y lo raro en el mundo. 
Aquel profesor de matemticas que tambin haba sido integrante 
de la resistencia a la ocupacin nazi y militante del Partido Socialista 
Unicado,  le  legar  a  Alain  el  entusiasmo  militante.  No  obstante,  su 
abrazo a la losofa vendra denido por el mandato de la madre. Ella, 
en su juventud, se haba enamorado perdidamente de un profesor de 
losofa que al nal la haba abandonado. Slo despus de recibir tre-
menda confesin, el hijo entendi que su eleccin haba querido, sin 
saberlo,  aliviar  el  dolor  materno.  Badiou  hace  piel  esta  sentencia  de 
Epicteto: Fjate desde ahora una personalidad y un plan de vida que 
observars tanto en la soledad como en el azar de los encuentros. Solo 
o con otros, con nosotros, a travs nuestro, sin lmites, titnico y labo-
rioso a la vez, labra el destino de un lsofo.
l posee una peculiaridad nada despreciable: cuando en general los 
de su estirpe se nos aparecen como muertos, l est vivo, su reexin 
comparte nuestros das y fabrica todava una trayectoria an inconclu-
sa.
1
 Poltica, arte, losofa, matemtica, teatro, novela y crnica pueden 
1   Su primera obra propiamente losca El concepto de modelo aparece luego de los 
sucesos del mayo francs y se dedica a disputarle la nocin de modelo mediante una prosa ri-
da y lacnica, tanto al positivismo lgico como al idealismo de liacin platnico-husserliana. 
La inuencia epistemolgica de Althusser se muestra all con fuerza. Ya haba publicado para 
ese entonces dos novelas Almagestes y Portulans que completarn un primer bloque especu-
lativo junto a los ensayos polticos Teora de la contradiccin y Acerca de la ideologa y la pera 
novelada Lcharpe rouge. En una segunda instancia, Teora del sujeto (1982) abrir el edicio 
losco ms denso y sistemtico que ser condensado luego en los dos volmenes de El ser 
y el acontecimiento, Condiciones y un estudio pormenorizado de cada uno de lo que Badiou 
llama procedimientos genricos con la serie: Se puede pensar la poltica?, Compendio de meta-
poltica, De un desastre oscuro, en lo que concierne a la poltica; el Pequeo manual de inesttica 
en lo relativo al arte; El nmero y los nmeros para las matemticas; y el reciente Elogio del amor. 
Hay, entretanto, una cantidad impresionante de libros que, perteneciendo a los gneros ms 
diversos, completan el repertorio: lectura y apropiacin de un autor (Jean Paul Sartre; Deleuze. 
El  clamor  del  ser;  San  Pablo.  La  fundacin  del  universalismo;  Beckett.  El  incansable  deseo;  La 
antilosofa de Wittgenstein); intervencin militante a propsito de eventos recientes (la colec-
cin Circunstancias o la columna en Le Perroquet), textos sobre teatro y cine (Rapsodia por el 
teatro), las dos partes del Maniesto por la losofa, y un resto compuesto por obras de teatro, 
un  agudo  anlisis  del  siglo  veinte  (El  siglo),  su  tica  (La  tica.  Ensayo  sobre  la  conciencia  del 
 ;
encontrarse en su obra. Su objetivo es responder a la pregunta por el 
presente. Qu es y cmo se habita nuestro tiempo? Segn Badiou, un 
ser dedicado a la meditacin losca es aqul que pretende alcanzar 
la reexin de su poca, y l est obligado a hacerlo en una poca que 
paradjicamente reclama, furibunda, la destruccin de la losofa.
Para Badiou, la losofa ha declarado su propia imposibilidad como 
resultado de una compleja secuencia histrica las guerras mundiales, 
la revolucin rusa, el descubrimiento de la relatividad, la postulacin 
del  principio  de  incertidumbre,  los  teoremas  de  Gdel,  las  primeras 
vanguardias  artsticas,  la  elevacin  a  concepto  del  nihilismo,  la  expe-
riencia del mal radical. Ella ha querido por sobre todo responsabilizarse 
por  los  crmenes  ms  aberrantes  del  siglo.  Encontr  as  su  trmino, 
intentando expiar el compromiso nacionalsocialista del ltimo lsofo 
universalmente visible: Heidegger. Como la losofa es culpable, debe 
morir. Badiou se opondr a esto. De hecho, gran parte de su empresa 
podra  ser  gurada  como  una  respuesta  al  autor  de  Ser  y  tiempo,  en 
quien ubica el lugar comn de la contemporaneidad. 
El desfallecimiento de los grandes relatos y la destruccin de la cate-
gora central de sujeto eran derivas concretas del proyecto heideggeria-
no que iban de la mano del autoproclamado fracaso de la losofa. Ella 
slo poda sumirse en una doble labor. Por un lado, el ataque a todo 
fundamento metafsico, religioso, poltico y, por otro, la exaltacin 
de la nitud. La primera era relativamente sencilla: haba que destruir 
cualquier intento de jar leyes universales que regularan el imaginario 
de  los  hombres.  Contra  la  bsqueda  tcnica  y  cientca  de  leyes  del 
comportamiento humano, haba que relanzar lo irracional e inmensu-
rable, haba que mostrar la contingencia que inundaba a las presuntas 
ciencias  exactas,  haba  que  terminar  de  matar  a  ciertos  dioses  y  sus 
preceptos  morales.  La  segunda,  extrada  de  una  larga  tradicin  que 
desemboc  en  el  romanticismo  alemn,  consista  en  la  certeza  de  la 
nitud humana. Ms bien en la capacidad de tener conciencia de ella. 
Se trata de incorporar el destino de muerte en todo trayecto vital, de 
aprender que la muerte es menos una alteracin de la vida que su ma-
teria inherente. 
mal) y salutaciones a sus maestros (Pequeo panten porttil). Cfr. la bibliografa en espaol 
de Alain Badiou consignada al nal de este volumen. 
8 
Esta  idea  identica  la  innitud  en  el  lugar  de  lo  Otro.  Dios  o  el 
Poder  supremo  se  presentan  por  lo  tanto  como  algo  limitante,  fuera 
del  ser  humano.  El  hombre  no  podr  alcanzar  jams  aquello  que  lo 
hace  ser.  Y  corroborarlo  en  nuestros  cuerpos  inmundos  produce  un 
miedo singular. No el miedo a la muerte, no slo ese temor. Tampoco 
la incertidumbre que produce el agujero mudo del n, sino ms bien 
de  vivir  con  y  en  la  muerte,  de  hacerla  carne,  de  corroborar,  da  tras 
da, que estamos muriendo. La muerte no es el nal del sendero sino 
las piedras mismas con las que ste se consolida; es sentir el peso de lo 
nito sobre nuestra existencia cotidiana o, como lo escribe Gadamer, 
la constatacin de que toda experiencia, lo es de la nitud humana. 
Una estancia as en la Tierra enfrenta a cada hombre particular a deci-
siones desesperadas construyendo un drama. Por eso, el hroe trgico 
es aquel que est constreido a elegir una y otra vez, sin ms resguardo 
que su propia estrella, sobreponindose en cada ocasin a la intemperie 
ms  inhspita.  Para  Badiou,  sta  es  la  intuicin  bsica  que  gobierna 
nuestra poca y la misma que anuncia el n de la losofa.
Heidegger  examina  la  losofa  a  partir  de  la  imagen  que  sta  po-
see de s misma. Segn su perspectiva, el acabamiento de la metafsica 
como reinado de la tcnica del que la ciencia moderna y ciertas formas 
polticas son resultantes necesarias conduce inexorablemente al nihi-
lismo como consumacin del no pensamiento. La losofa est por ello 
perimida. Si nuestro tiempo es el de la efectuacin de la metafsica, la 
losofa que lo corona cristaliza una voluntad de dominacin devasta-
dora que, desde Platn, daa a la autntica manera de habitar la vida. 
Heidegger  considerar  adems  que  el  debilitamiento  planetario  blo-
quea la comprensin del hombre como ser-ah, como ser-en-el-mundo 
y, fundamentalmente, como ser-para-la-muerte. 
Pero  dado  que,  como  dice  Hlderlin,  en  el  peligro  crece  lo  que 
salva, Heidegger observa que quizs esta misma situacin mundial nos 
brinde una posible recuperacin del verdadero rostro humano. Pedir 
por  consiguiente  que  la  prctica  losca  ceda  su  lugar  a  una  poesa 
capaz de pensar el ritmo originario de esta autenticidad. El factor cen-
tral ser entonces el lenguaje. ste es la marca y la huella de la nitud 
en el hombre. O, como vislumbra Pascal Quignard, el hombre, en el 
fondo de aquel que habla, slo es el tiempo que responde a la lengua.
2
 
2   Pascal Quignard, La barca silenciosa, Buenos Aires, El cuenco de plata, 2010, p. 119.
 p
Para esta tradicin, el ser humano no puede ser otra cosa que un ente 
arrojado en un lenguaje y en un mundo.
Si el lenguaje se muestra as es porque el ataque heideggeriano a la 
metafsica no ha sido lo sucientemente agresivo como para aniquilar 
tambin la voz del poeta. No es casual que esta devocin hacia la len-
gua cuyo correlato infame es la proliferacin del discurso periodsti-
co vaya siempre a la par de un tratamiento ontolgico. Sucede que el 
lenguaje ha pasado a ocupar el sitio del ser. Para decirlo brevemente: lo 
que es, es el lenguaje. Sabemos que para Heidegger la destruccin de 
la metafsica est ligada a una ontologa fundamental. En este sentido, 
el llamado giro lingstico no es ms que un resultado de la jacin 
ontolgica  del  lenguaje,  su  elevacin  al  rango  de  ley.  Los  griegos  sa-
ban que en su palabra lgos crecan la ley y el lazo que reuna a los 
hombres  lgein.  Por  eso  llamaban  a  esos  hombres  que  pusieron  los 
primeros nombres, nomo-tetes, legisladores. 
Las  tres  grandes  orientaciones  de  la  especulacin  contempornea 
participan, segn Badiou, de este lugar comn. Hablamos de la genea-
lgica-deconstructiva,  guiada  por  los  pilares  inaugurales  de  Foucault 
y Derrida; de la analtica, abierta por Wittgenstein y cultivada por casi 
toda la produccin anglosajona actual; y nalmente de la hermenuti-
ca, que, con races romnticas y vestigios fenomenolgicos, responde a 
los nombres de Heidegger y Gadamer. Aun si su determinacin fuera 
una geopoltica donde sus diferencias se hicieran palpables, comparten 
dos  temas.  El  primero,  negativo,  es  que  nos  hallamos  en  el  n  de  la 
metafsica.  La  losofa  se  encuentra  en  el  n  de  la  losofa;  proclama 
su propio n. El segundo, causa del anterior, es el protagonismo que 
adquiere la cuestin del lenguaje:
La losofa del siglo xx se ha convertido principalmente en una me-
ditacin  sobre  el  lenguaje,  sobre  sus  capacidades,  sus  reglas,  y  sobre 
lo  que  el  lenguaje  autoriza  en  lo  que  respecta  al  pensamiento.  Esto 
es claro en la misma denicin de las corrientes de las que he estado 
hablando: la corriente hermenutica est siempre en un cierto senti-
do  intentando  interpretar  un  acto  de  habla;  la  corriente  analtica  es 
la confrontacin entre enunciaciones y las reglas que las gobiernan; la 
posmodernidad es la idea de una multiplicidad de sentencias, de frag-
mentos y de formas del discurso en ausencia de hegemona.
3
3   Alain Badiou, La losofa, otra vez, Madrid, Errata Naturae, 2010, p. 56.
zO 
Badiou hace foco en los representantes que Heidegger tena en la 
Francia de las dcadas del sesenta y setenta. Derrida, Nancy y Lacoue-
Labarthe conforman la escuela que ha ledo ms vorazmente el esque-
ma  del  germano  no  sin  perpetuar,  quizs  inocentemente,  sus  enfer-
medades ms opresivas. No han escapado de la asxia que produce el 
lenguaje. Sus intentos loscos permanecen reglados por ste y redu-
cidos a un hbito de autoinspeccin donde el lenguaje gira, encerrado 
en s mismo. Incluso si en sus lecturas no queda sitio para una nocin 
de  autenticidad,  el  reaseguro  del  lenguaje  como  ley  de  la  losofa 
contempornea reluce como una de sus mayores conquistas.
La primera orientacin del planteo badiouano es entonces una dis-
puta contra la elevacin de la nitud. En consecuencia, intentar des-
tituir la omnipotencia del lenguaje. Nos hallamos en este punto ante 
un doble lmite aparentemente imposible de sortear: no puede faltar el 
lenguaje puesto que es imprescindible para toda indagacin, pero tam-
poco puede haber ms que lenguaje en la medida en que toda esencia 
ha perecido. El lenguaje es lo que permanece luego de la crtica, y no 
puede dejar de permanecer.
Sin  embargo,  hay  algo  de  falaz  en  esto.  Podemos  comprobar  que 
aun si no se puede prescindir del lenguaje para vivir, en l no se agota 
toda experimentacin posible. Existen ocurrencias, aqu y ahora, preci-
samente en la suspensin instantnea del lenguaje. Cosas sustradas a la 
signicacin cuya existencia depende de un escape. En la interrupcin 
de la lengua, en su fractura, bulle una magnca constelacin de even-
tos, pequeos seres, alimaas, que an no alcanzan a ser denominados. 
Sobre  esta  intuicin  fundamental  se  encuentra  enfocada  la  construc-
cin de Badiou. All halla la cifra para superar a Heidegger y con l a la 
tirana del lenguaje y a la nitud que han depositado en la muerte de 
la losofa. 
Transgredir  la  soberana  del  discurso  aparece  tambin  como  una 
contestacin ante las catstrofes exageradas mediticamente. Frente al 
efecto  de  ccin  que  provoca  la  cantidad  estupefaciente  de  datos  y 
el  bombardeo  de  mensajes,  hay  que  reparar  en  sus  lagunas  y  fallas. 
Ellas pueden ser una va tanto para la meditacin losca como para 
la  desarticulacin  del  ujo  capitalista  de  la  informacin.  Y  no  menos 
para clausurar la edad de los poetas que nos ha sumido en esta para-
lizante nostalgia. Para Badiou, se trata de evitar la tcita alianza entre 
 z
la inmediatez periodstica con su respectivo soporte de consumo, el 
clamor que pide el retorno de los dioses a causa de nuestra precarie-
dad humana y el juego de medidas, sondeos y clculos que las ciencias 
humanas establecen como regla general. Hay algunos cambios entre el 
diagnstico que realizaba Badiou a nes de los ochenta y la lectura que 
puede presentar hoy. Sin embargo, el punto comn es la amenaza que 
representa para la losofa el andamiaje lingstico del capital:
La  situacin  ha  cambiado.  Si  la  losofa  estaba  en  aquella  poca 
amenazada en su existencia, podemos sostener que hoy est amenaza-
da, pero por una razn inversa: est dotada de una existencia articial 
excesiva.  Especialmente  en  Francia,  la  losofa  est  en  todos  lados. 
Sirve de razn social a diferentes paladines mediticos. Anima los cafs 
y los sitios para ponerse en forma. Posee sus revistas y sus gures. Es 
universalmente convocada, desde los bancos a las grandes comisiones 
del Estado, para pronunciar la tica, el derecho y el deber. 
4
En el punto donde la losofa se vuelve imposible, no hay ms que 
una  alternativa:  la  decisin  del  recomienzo.  Badiou  va  a  recomenzar. 
En uno de sus ltimos libros dice: Los comienzos son medidos por lo 
que  autorizan  como  recomienzos,
5
  es  decir,  cualquier  inicio  progra-
mtico,  para  ser  sustancial,  tiene  que  contener  en  s  mismo  la  fuerza 
para restaurarse en caso de haber sido asediado y agredido. Como no 
se muere sino por culpa de una fuerza exterior, renacer es, a la inversa, 
un  hbito  lleno  de  autonoma.  La  muerte  puede  morir  tambin.  La 
muerte no es una categora del ser, sintetizar con gesto provocador 
en Lgicas de los mundos
6
 nuestro lsofo mientras preludia que el len-
guaje, como sntoma de la nitud, tambin puede ser sobrepasado. El 
lenguaje puede morir su pequea muerte. Siempre ser necesario, pero 
4   Alain Badiou, Second manifeste pour la philosophie, Pars, Fayard, 2009. [La traduccin es ma.]
5  Alain Badiou, Lgicas de los mundos, Buenos Aires, Manantial, 2008, p. 416 [Traduccin 
de Mara del Carmen Rodrguez]. En cierta medida, esta frase ya estaba contenida en uno de 
sus primeros escritos [El (re)comienzo del materialismo dialctico en Cuadernos de Pasado 
y presente N 8, Crdoba, 1969]. Ah mismo reere a un prrafo de Bachelard muy ilustrativo: 
El racionalismo es una losofa que no tiene un comienzo: el racionalismo pertenece al orden 
del recomienzo. Cuando se lo dene en una de su operaciones, hace mucho que ha recomen-
zado [G. Bachelard, Le racionalisme appliqu, p. 121].
6  Ibid., p. 303.
zz 
no como un amo irrevocable sino como aquello que acompaa tran-
quilamente a la experiencia.
Consumado esto, Badiou puede declarar la supervivencia de la lo-
sofa. El lsofo, dir, es aqul que no tiene permitido dormir, es un 
pobre vigilante nocturno. Y en esta imposibilidad de la calma crecer 
la extensin de la vida losca en medio de la penumbra. Por eso, si 
habamos  identicado  a  la  losofa  por  el  orecimiento  de  un  texto 
inagotable,  Badiou  est  todava  tejindolo  a  partir  de  un  solo  punto 
de partida: no es tiempo de descanso, el sosiego es para otro da. No 
slo  mantengo  que  la  losofa  es  hoy  posible,  sino  adems  que  esta 
posibilidad no tiene la forma de la travesa de un nal. Se trata, al con-
trario, de saber lo que quiere decir: dar un paso ms. Un solo paso. Un 
paso en la conguracin moderna, que vincula, desde Descartes, a las 
condiciones de la losofa los tres conceptos nodales que son el ser, la 
verdad y el sujeto.
7
Es una declaracin y no una cuestin de hecho. A Badiou siempre le 
interesan ms las posibilidades que ofrecen las proclamas que aquellas 
descripciones objetivas que nos atan los pies. Las declaraciones desvan 
la obediencia. Ahora bien, qu signica recomenzar sino abandonar el 
ropaje  que  pesaba  sobre  nuestros  cuerpos  e  impeda  vincularlos  a  un 
nuevo conjunto de creencias? En una actividad de autodeterminacin 
sin  precedentes  contemporneos  solo  comparable  a  la  de  Deleuze, 
quien no se vea ni seducido ni exigido por la idea del nal de la me-
tafsica, la losofa dibuja su propia persistencia y escribe su nombre, 
otra vez, all donde pretendi suprimrsela. Esta es la primera leccin 
que Badiou aprender de las matemticas: abrir un nuevo juego no es 
ms que el establecimiento de nuevos axiomas, nuevas reglas de juego. 
Violento, arbitrario y lacerante, un axioma es la posibilidad de un espa-
cio distinto. La losofa deber organizar por eso mismo sus categoras 
en virtud de una sola decisin: la losofa tiene lugar.
Se delinea, sin apelacin a dios alguno, una armacin. Y en el pro-
nunciamiento se abre paso una nueva retrica. En su interior, la lo-
sofa no debera sin embargo renunciar al principio de transmisin uni-
versal. No puede abandonar su voluntad de interpelar a todos porque 
es capaz de hacerlo, aun si no es oda ms de una vez. En la intencin 
de Badiou, importan menos las etnias, las comunidades y las minoras 
7   Alain Badiou, Maniesto por la losofa, Buenos Aires, Nueva Visin, 1990, p. 11.
 z,
que aquello que los torna indistintos e iguales. l conducir su tenden-
cia  armacionista  hacia  los  ms  diversos  mbitos,  repitiendo  siempre 
un mismo ademn que busca desenmascarar nuestra ideologa lquida.
8
 
Lo que viene a coronar el intento de Badiou es la exhibicin de una 
losofa  sistemtica,  generada  no  tanto  por  el  abordaje  regular  de  te-
mas inslitos como por el establecimiento positivo de un conjunto de 
piezas y mecanismos que funcionan para responder a problemas espe-
ccos. Su losofa no se esparce sino que se concentra, se enclaustra, 
se endurece, y no porque le falte alcance o se vuelva obtusa para modi-
carse a s misma, sino porque intenta responder de un golpe seco, en 
un registro unicado y en simultneo, a las preguntas ms urgentes de 
nuestro tiempo y a las ms antiguas indagaciones metafsicas, pero ade-
ms  porque,  lejos  de  desvincular,  relaciona,  induce  la  convergencia  e 
incluye; explica mientras contiene. Resuelve los problemas de acuerdo 
con axiomas claros. La obra misma de Badiou es muestra de este siste-
ma. Dos libros centrales ambas partes de El ser y el acontecimiento, 
articulados por el Breve tratado de ontologa transitoria constituyen el 
eje sobre el cual los otros textos, laterales, se apoyan. Badiou conduce 
la atomizacin propia de las pretensiones deconstructivistas hacia su n 
mediante la vieja atmsfera del sistema losco. 
De  all  que  en  sus  palabras  se  distinga  un  gigantesco  cmulo  de 
energa, junto con algo de descaro y desvergenza. Lo infantil merodea 
sus libros. Un nio rompe las cosas, las desarma y las destruye cuando 
quiere, sin preguntarse demasiado qu perjuicios le traer su actitud. Se 
mueve simplemente en el azar de sus juegos y juguetes: los decapita y 
arregla; manda, elige, gobierna. Alain Badiou hombre de gran porte y 
voz severa posee la risa, el abrazo y el histrionismo siempre a la orden 
del da. Es un infante enorme que escribe axiomas para un nuevo mun-
do.  Cuando  se  est  ante  su  obra,  se  tiene  la  sensacin  de  habitar  ese 
terreno donde todo puede crearse. Como su tan cercano y al mismo 
tiempo lejano Deleuze, es una mquina propositiva cuyos lmites no 
son la muerte ni el tiempo.
8  En  las  tentativas  que  constituyen  sus  Maniestos  armacionistas  [Cfr.  Alain  Badiou, 
Filosofa del presente, Buenos Aires, Libros del Zorzal, 2005] observa en el arte, por ejemplo, 
una forma autnoma del pensamiento con potencia subjetiva innita, es decir, como una disci-
plina capaz de producir verdades y sostenerlas gracias a la creacin de obras.
z( 
Este nuevo llamado de la losofa combina el deseo de superacin 
con  una  repeticin.  La  losofa  recomienza  porque  podra  resumirse 
como una operacin de percepcin e intervencin, siempre idntica, apli-
cada a diferentes contextos:
Esa es la razn por la cual podemos nalmente hablar de una repeti-
cin creativa. Hay algo invariable en la forma de un gesto, un gesto de 
divisin. Y hay, con la presin de algunos acontecimientos y sus conse-
cuencias, la necesidad de transformar algunos aspectos del gesto los-
co. De modo que tenemos una forma, y tenemos la forma variable de 
la forma nica. Por eso podemos reconocer claramente a la losofa y 
los lsofos, a pesar de sus enormes diferencias y sus violentos conic-
tos. Kant dijo que la historia de la losofa era un campo de batalla. S, 
lo es! Pero es tambin la repeticin de la misma batalla, en el mismo 
campo.  Quiz  una  imagen  musical  pueda  ayudar.  El  desarrollo  de  la 
losofa est dado en la forma clsica de tema y variaciones. Repeticin, 
el tema, y novedad constante, las variaciones.
9
La losofa recomienza al no poder ser otra cosa que este recomien-
zo.  Slo  es  repeticin  creativa.  Sobre  qu  se  aplica  esta  repeticin  y 
cmo es que eso caracteriza este nuevo estilo de losofa? Badiou res-
ponder que la losofa se aboca a la verdad. Sin embargo, la verdad 
est puesta en cuestin; los motivos comunes a las lneas preponderan-
tes de la losofa actual han producido un solo gran efecto: su destitu-
cin. Los lsofos de los siglos xix y xx se han encargado de romper 
con  cualquier  intento  de  armar  que  una  verdad  existe  como  tal.  Al 
parecer de Badiou, si la losofa ya no puede ser lo que era, es porque 
debi abandonar la verdad como su categora esencial. Ella es la nica 
que puede liberar al pensamiento de sus ms temibles opresores. No ya 
la verdad clsica, ni tampoco aquella reducida al plano gramatical que 
pretende resolverse en la correspondencia de un enunciado con la cosa 
o en la coherencia entre proposiciones. Otra nocin de verdad, dada 
en funcin de lo que se reclama desde hace ya algn tiempo. Hay que 
continuar, dice Beckett hacia el nal de El innombrable y, en medio del 
temor que genera dar un paso ms, Badiou va a continuar. Las verda-
9   Alain Badiou, La losofa, otra vez, op.cit., p. 74.
 z;
des el plural es aqu fundamental son las que iluminan su andar entre 
las sombras. 
Lo primero que hay que saber acerca de la signicacin que posee 
para Badiou una verdad es que ella llega antes que cualquier losofa, 
por  lo  que  no  puede  ser  de  factura  losca.  Las  verdades  orientan 
la losofa y no a la inversa. En un mundo donde slo hay cuerpos y 
lenguajes diagnstico sellado bajo el nombre de materialismo demo-
crtico
10
  Badiou  pide  interponer  otra  motivacin,  la  de  la  dialctica 
materialista: Slo hay cuerpos y lenguajes, sino que hay verdades. Las 
verdades  son,  como  puede  entreverse  en  la  extraa  construccin  de 
esta frase, efectos de una ruptura. La losofa debera estar atenta a su 
posible llegada. stas advienen y se instalan: ocurren, acontecen. Slo 
queda reestructurar el pensamiento en virtud de esta constatacin:
Se prestar atencin a la sintaxis, que separa el axioma de la dialcti-
ca materialista de aqul del materialismo democrtico. Especcamente 
a ese sino que, cuyo giro mallarmeano acabo de subrayar. Esa sintaxis 
indica que no se trata ni de una adicin (las verdades como simples su-
plementos de los cuerpos y lenguajes), ni de una sntesis (las verdades 
como la autorrevelacin de los cuerpos capturados por los lenguajes). 
Las verdades existen como excepciones a lo que hay. Se admite enton-
ces que lo que hay lo que compone la estructura de los mundos 
es  un  mixto  de  cuerpos  y  lenguajes.  Pero  no  hay  slo  lo  que  hay.  Y 
verdades es el nombre (losco) de lo que llega as en inciso a la 
continuidad del hay.
11
La verdad ya no puede erigirse como el desocultamiento del ser, ni 
como  la  adecuacin  entre  la  representacin  y  cierto  estado  de  cosas. 
En adelante, ser un sitio y un recorrido a la vez. Sitio, porque en l se 
ubica una fractura, de esas que sobrevienen sin permiso y se insertan 
maliciosamente  en  nuestros  consensos  y  buenos  modales;  recorrido, 
porque slo es visible gracias a un sujeto que la sostenga en el tiempo. 
Las verdades proliferan por todos lados y la losofa no las prodiga; ella 
slo  tiene  por  tarea  su  captacin,  discernimiento  y  acumulacin.  La 
10   Cfr. Alain Badiou, Lgicas de los mundos, op. cit., p. 17 y ss.
11   Alain Badiou, Lgicas de los mundos, op. cit., p. 20. 
z6 
repeticin interminable que encierra la losofa no consiste en otra cosa 
que en abalanzarse sobre estas verdades que la aguijonean sin cesar. 
Esta repeticin supone a su vez una disciplina, una delidad al tra-
bajo aun si se presiente que en l se aloja algo enorme e inmanejable. 
Incluso en este desconocimiento, hay que seguir trabajando. Una dis-
ciplina es una celebracin ritual. Y esa repeticin impersonal, aplicada 
siempre sobre situaciones variables, es el acto de captura de las verda-
des. No le alcanza con notar que existen, es necesario que ella evale 
cmo  se  efectuaron.  La  losofa  es  el  vaco  activo  donde  se  anuncia 
el hay de las verdades y donde se verica su emergencia del campo 
extra-losco. Badiou, erudito y genial, paradjicamente hace del no-
saber  una  consigna.  Ya  desde  Scrates  la  losofa  se  mostraba  igno-
rante. Ella slo puede ser un espacio para la afectacin y la palabra a 
destiempo.
La renovacin de las verdades como tema de la losofa es lo que la 
debera distinguir de la sofstica contempornea del relativismo produ-
cido por la maleabilidad del sentido y de la multivocidad democratosa. 
Tambin lo que debera oponerla al predominio de la nitud. Sucede 
que para Badiou las verdades son eternas, transmundanas, susceptibles 
de aparecer e impresionar en pocas dismiles. El furor de sus trayecto-
rias agujerean cualquier saber parcial para alojarse en la losofa. Una 
verdad representa ms un proceso de vaciamiento que la densidad de 
un discurso compacto. Por eso la losofa se enfrenta a la hermenu-
tica, y por ende a la religin, como formas de revelacin del sentido. 
Ella es un amor sin objeto jo, una vindicacin del movimiento puro 
aplicado sobre una materia exterior. En su centro, sin fundamento ni 
fondo, se alojan las verdades eternas que son originadas por la rotura 
de una situacin. 
Hay otra limitacin bsica que Badiou le impone a esta losofa que 
renace. No slo no produce verdades, sino que tampoco el ser-en-tan-
to-ser le pertenece. Desde la antigedad, los lsofos han considerado 
que el ser es el tema principal de la losofa y han ofrecido continuas 
respuestas a la pregunta por el qu hay. Para Badiou, por el contrario, 
la  ontologa  existe  como  una  disciplina  separada  de  la  losofa  desde 
la Grecia clsica y el nombre que lleva es el de matemticas. Slo las 
matemticas tienen el privilegio de poder referirse al ser de manera ade-
cuada y la losofa no tiene nada que decir al respecto. Esta tesis, como 
veremos, es conictiva y seductora a la vez, y lo cierto es que distribuye 
 z;
las tierras de la especulacin de un modo diferente al que estbamos 
acostumbrados,  quitndole  a  la  losofa  su  potestad  mxima  y  su  rol 
legislador respecto del ser. 
En suma, el recomienzo de la losofa depende del reconocimiento 
de dos fronteras precisas. La losofa no prodiga verdades y tampoco le 
compete  hablar  acerca  del  ser,  pues  de  l  se  encargan  las  matemticas. 
All  est  no  slo  la  denicin  badiouana  de  la  prctica  losca  sino 
tambin la posibilidad misma de su resurgimiento: La tesis que indica 
que las matemticas son la ontologa posee la doble virtud negativa de 
desconectar a la losofa de la cuestin del ser y de liberarla del tema 
de la nitud.
12
 En rigor, tanto las verdades eternas como la ontologa 
matemtica contribuyen a liberarla de ese lastre.
El trabajo de Badiou sobre la eternidad esconde una obsesin: As 
como todos mis predecesores desde Hegel, me siento acosado por la 
siguiente pregunta: la losofa, tanto en su tradicin como en su ori-
gen, es capaz de estar a la altura de su tiempo, de soportar la medida de 
su presente? No hay siempre en la losofa un elemento de destiempo? 
La losofa no habla de su tiempo a partir de un cierto retraso sobre 
el mismo? Qu es pues la contemporaneidad? Y no est condenado el 
lsofo a no ser el contemporneo exacto de nadie?.
13
Parece que estar a la altura de su tiempo o, lo que es lo mismo, ha-
bitar el presente, es un propsito vano. Hay un profundo anhelo por 
estar a la altura de la poca que est estropeado de antemano. Pensar, 
algunas veces de manera lenta, queda, calma, y otras de manera verti-
ginosa y violenta, es una actividad siempre inactual. Esto signica que, 
de  tanto  en  tanto,  una  losofa  arriba  antes  de  tiempo  y  sus  ideas  se 
vuelven un diagnstico impiadoso del presente y que otras veces slo se 
dedica a criticar el rumbo de la historia despus de su desarrollo. Est 
sujeta a proceder a contracorriente de lo que dicta su contexto, por lo 
menos si pretende ser lo que desde sus orgenes griegos es: enemiga del 
poder, tozuda, irreverente. Nietzsche deca, en una de sus intuiciones 
ms clebres, que l haba llegado demasiado temprano. Y siempre se 
ha hablado de Scrates como de un muerto en la ciudad, al igual que 
ese  espectro  del  comunismo  que  atemorizaba  a  las  bellas  almas  deci-
12   Alain Badiou y Lauren Sedofsky, Being by Numbers en Artforum, vol. 33, N 2, 
1994, p. 86.
13   Alain Badiou, La losofa, otra vez, op. cit., p. 93.
z8 
monnicas. Existe un retardo de la losofa, incluso una voluntad de 
ralentizacin, que impide la domesticacin del presente. 
Que  la  eternidad  de  las  verdades  surja  en  el  ncleo  de  su  edicio 
terico  quiere  decir  que  Badiou  pretende  escapar  a  la  poca  de  los 
ocasos, pero tambin que quiere hacer posible la actualidad imposible. 
Esa es su pulsin de presente. Por eso sealar: Romper con el culto 
de las genealogas y de los relatos equivale a restituir el pasado como 
amplitud del presente.
14
 Buscar el presente con furia traduce el viejo 
impulso  de  aprehender  la  belleza  de  los  astros,  arrancarle  su  santo  y 
sea al paso del tiempo y experimentar la eternidad. La pgina nal de 
Lgicas de los mundos exhibe: Slo estaremos librados a la forma del 
animal decepcionado cuya nica referencia es la mercanca si consen-
timos en ello. Pero de tal consentimiento nos protege la Idea, arcano 
del presente puro. 
No  se  puede  confundir  la  estrategia  de  Badiou  con  la  de  un  for-
malismo sin ms, con la de un racionalismo supercial, con la de una 
torre donde el lsofo se recluye. No: Badiou es tambin un hombre 
de mirada amplia y tacto expectante, ansioso por apropiarse de las sen-
saciones; es un guardin de lo festivo, propio de ese temperamento que 
de modo magistral pintaba La Mettrie en El arte de gozar: Cualquier 
cosa  es  placer  para  un  corazn  voluptuoso;  todo  son  rosas,  claveles, 
violetas en el campo de la naturaleza. Sensible a todo, cada signo de 
belleza  lo  extasa;  cada  ser  inanimado  le  habla,  le  despierta;  cada  ser 
animado lo conmueve; cada elemento de la creacin le llena de placer. 
Badiou sustituye la desolacin por el nimo. Una losofa del presen-
te sintagma que otorga ttulo a uno de sus libros de coyuntura se le 
vuelve imperiosa. 
No obstante, su empresa tampoco desemboca en una losofa de la 
vida.  No  se  confunde  con  ella  pues  poco  importan  las  determinacio-
nes  biolgicas  en  la  incorporacin  de  un  sujeto  a  una  verdad.  Como 
nuestra era impone un humanismo pasivo cuya lgica radica en el es-
pectculo de la vctima, en los padecimientos inmediatos de un cuerpo 
y  en  la  reduccin  del  hombre  a  un  animal  lastimoso,
15
  la  meditacin 
losca acerca de la vida debe escaprsele. 
14   Alain Badiou, Lgicas de los mundos, op. cit., p. 559.
15   Cfr. Alain Badiou, El siglo, Buenos Aires, Manantial, 2005, p. 222.
 zp
Vivir  no  remite  a  la  actividad  celular  sino  a  una  correcta  disposi-
cin hacia la Idea; una orientacin que sostenga una verdad en el ms 
hondo atesmo. Es, en denitiva, una cuestin de creencia en la exu-
berancia  de  este  mundo  y  de  ningn  otro.  Como  incitaba  Deleuze: 
Debemos  creer  en  el  cuerpo,  pero  como  germen  de  vida,  como  el 
grano que hace estallar los pavimentos, que se conserv y perpetu en 
el santo sudario o en las bandas de la momia y que da fe de la vida, en 
este mundo tal como es. Necesitamos de una tica o una fe, y esto hace 
rer a los idiotas; no es una necesidad de creer en otra cosa, sino una 
necesidad de creer en este mundo, del que los idiotas forman parte.
16
 
Vivir no puede ser otra cosa que el gozo armativo provocado por la 
transgresin de la ley contempornea: Vive sin Idea. Ms all del ani-
mal humano, est el sujeto que se debe a las verdades. 
El lsofo renace cuando asume que existen verdades y que stas no 
le pertenecen. Se vuelve de cara hacia las cosas, arma su incapacidad 
para asimilarlas a todas y slo espera estremecerse ante algo imprevis-
to e inimaginable; el asombro le es restituido. Ningn otro alimento 
necesitar para sobreponerse, una vez ms, a sus habituales matadores
16   Gilles Deleuze, La imagen-tiempo, Buenos Aires, Paids, 2005, p. 231.
 ,
 
II. CON LA RESPIRACIN DE LAS COSAS
Como la losofa no posee un cuerpo propio, portador de verdades, 
un cuerpo saturado y turgente de hecho, su historia no es ms que la 
ccin  de  un  corpus,  ella  slo  puede  aplicarse  sobre  un  terreno  que 
le sea extrao. Decir que no hay verdades loscas y que la losofa 
no es ms que su acto de captacin, equivale a armar que la losofa 
no es objeto de s misma. Badiou insiste sobre ese concepto porque es 
imprescindible para lograr el resurgimiento de la disciplina; hay que va-
ciarla para comenzar, otra vez, a partir de las cosas mismas. Platn fue 
quien primero se empe en esclarecer esta prescripcin: el pensamien-
to, establece en el Cratilo, se dispara cuando se reciben activamente las 
impresiones que el mundo ejerce sobre nosotros. Slo algunos pocos 
aprendieron de l que la losofa es menos un conocimiento vanidoso 
y pueril, que un gesto, arrojado sobre lo que ella no es.
Badiou llama condiciones a ese espacio heterogneo respecto de 
la losofa e identica cuatro de ellas, aunque aceptara el posible des-
cubrimiento de alguna nueva. Slo el arte, el amor, la poltica y la cien-
cia son condiciones de la losofa.
17
 Por denicin, cada una posee una 
especicidad que la hace diferente del resto, aun si a veces sus lmites 
se difuminan. Su primera caracterstica notoria es que son productoras 
de verdades, liberando de esta manera a la losofa de la atvica carga 
de encarnar sabidura. Podemos llamarlas entonces procedimientos de 
verdad. Su segundo aspecto irreductible es que no siempre han existido 
para toda situacin histrica, sino que su reunin ha dependido cada 
vez de lo fortuito. De donde proviene la idea de que esta conjuncin 
es indispensable para la losofa? Sucede que la primera conguracin 
losca de la historia ha estado signada fatalmente acaso por la con-
currencia de estos cuatro procedimientos. Estamos ante Platn.
17    Para  una  profundizacin  adecuada  de  todo  este  captulo,  Cfr.  Alain  Badiou, 
Condiciones, Mxico, Siglo XXI, 2002. Especialmente, el iluminador prlogo de Franois Wahl 
intitulado Lo sustractivo.
,z 
La  peculiaridad  de  lo  que  se  ha  denominado  el  milagro  griego 
no  es  por  lo  tanto  haber  hallado  en  los  poetas  lo  sagrado  o  descu-
bierto una presencia oculta en el recurso mtico, sino ms bien haber 
interrumpido esa atmsfera con un pronunciamiento racional y haber 
mostrado que la ciudad era por eso mismo un poder abierto y vacante. 
La losofa griega despert gracias a la sustitucin del poema por las 
matemticas. All amanece Platn. l condensa una meditacin sobre 
el amor, sobre la invencin poltica, la ciencia en su forma matemtica 
y el arte ejemplicado por los grandes trgicos. Y lo hace porque su -
losofa requiere indefectiblemente de cada uno de esos campos. La falta 
de alguno de ellos hubiera producido su muerte prematura, as como 
hara imposible su rehabilitacin actual.
Los procedimientos de verdad, tambin llamados genricos, se ale-
jan  de  la  mera  acumulacin  de  saberes.  A  diferencia  de  la  seguridad 
propuesta  por  el  saber  de  la  usura  con  que  llega  a  cada  una  de  sus 
dependencias  y  frases,  ellos  encierran  pequeas  anomalas  llamadas 
acontecimientos,  eventos  que  desajustan  un  conjunto  de  reglas  jo. 
Los procedimientos genricos estn plagados de acontecimientos que 
alcanzan, por consiguiente, el calicativo de polticos, erticos, cient-
cos o artsticos,
18
 hallndose siempre situados, atados a un lugar que 
convendremos  en  denominar  situaciones.  Puede  pensarse  que  un 
procedimiento genrico es una coleccin de situaciones. Tranquilas o 
convulsionadas, slo contamos con situaciones. 
Si un saber es la descripcin controlada y precisa de un estado de 
cosas,  una  construccin  homognea  donde  los  tpicos  se  presentan 
claramente,  un  acontecimiento  es  la  ms  absoluta  novedad  inducida 
por algo excepcional, algo que cuestiona ese saber y lo pone frente a 
s mismo, reclamndole que muestre su verdadero rostro y que admita 
sus faltas. Examinemos lo que haca el artista Yves Klein a nes de la 
dcada del cincuenta. Ante una Europa que an perseveraba en el ideal 
de  las  bellas  artes  y  del  museo,  l  abogaba  por  un  arte  inmaterial 
a  travs  del  cual  ofreca,  a  cambio  de  oro  que  sera  inmediatamente 
arrojado al Sena, espacios vacos de Pars. El mundo burgus parisino 
lo  rechaz;  no  poda  entenderlo  ni  aceptarlo  moral  y  estticamente. 
Klein, sin embargo, sigui radicalizando su perspectiva y multiplicando 
18   Cfr. Alain Badiou, El ser y el acontecimiento, Buenos Aires, Manantial, 1999, p. 371 
y ss. [Traduccin Ral Cerdeiras, Alejandro Cerletti y Nilda Prados]. 
 ,,
las performances de arte inmaterial. Ante la aparente calma que puede 
mostrar  una  condicin,  lo  azaroso  del  acontecimiento  puede  advenir 
en cualquier momento, siempre listo para desorganizar las categoras y 
conceptos de los que dispone el saber.
19
Un acontecimiento llega para suplementar una situacin cualquie-
ra, produciendo una desestabilizacin de las normas que la rigen. As 
sucedi tambin con el surgimiento de la topologa. Desde que Euler 
resolviera el problema de los puentes de Knigsberg en 1735, pasaron 
cien aos hasta la primera utilizacin tcnica del trmino topologa. 
La situacin de la que Euler formaba parte no dispona de un aparato 
conceptual ni de una lengua para hacer frente a semejante invencin. 
Desde  luego,  como  un  acontecimiento  no  es  demostrable  o  re-
presentable por los recursos de la propia situacin, se requiere de un 
nombre de ms que le administre existencia, algo que declare que ha 
ocurrido.  En  cuanto  cobra  entidad,  una  verdad  est  en  marcha.  La 
labor losca consistir entonces en reunir en un espacio conceptual 
unicado todos los nombres de ms que dieron nacimiento a una ver-
dad. Construye pacientemente un lugar para las verdades, elabora ese 
intervalo donde regmenes dispares desembocan y piensa en su diferen-
cia los nombres que capta.
Badiou utiliza el trmino composibilidad para designar esa capacidad 
losca  de  examinar,  sin  producir  totalizacin  alguna,  lo  comn  de 
los procedimientos genricos. La losofa piensa la unidad de las verda-
des para anidarlas mediante una produccin conceptual. Los conceptos 
loscos  explica  Badiou  traman  un  espacio  general  en  el  cual  el 
pensamiento  accede  al  tiempo,  a  su  tiempo,  a  condicin  de  que  los 
procedimientos  de  verdad  de  este  tiempo  encuentren  en  l  el  abrigo 
de su composibilidad. La metfora adecuada no es pues del registro de 
la adicin, tampoco de la reexin sistemtica. Es ms bien la de una 
19   Este bagaje estructurado con el que cuenta una condicin es su veridicidad: enun-
ciados que caen bajo algn determinante de la lengua imperante. La veridicidad es lo mismo 
que el control. Cuando el dominio de la situacin es total por parte de un lenguaje, ella es el 
criterio del saber. Inviste tal vez la voluntad ltima de la losofa analtica: discernir, mediante 
criterios exhaustivos, la correccin o incorreccin de ciertas proposiciones. De este modo, la 
verdad se opone en su sentido ms ntimo por su comienzo acontecimental y su esencia para-
djica a la veridicidad. Cfr. Ibid., p. 367 y ss.
,( 
libertad  de  circulacin,  un  mover-se  del  pensamiento  en  el  elemento 
articulado de un estado de sus condiciones.
20
Lo que vemos cuando la losofa trabaja sobre estos procedimien-
tos genricos es una funcin de corte. Las verdades emergen de cada 
una de las condiciones y la losofa se apropia de ellas a travs de un 
proceso de repeticin creativa, vinculndolas entre s. Qu tienen en 
comn  el  mingitorio  de  Marcel  Duchamp  y  los  teoremas  de  Gdel? 
Qu producen, cul es su efecto? La misma especulacin de Badiou 
ha dependido de las formulaciones matemticas de Cantor, la escritura 
de Pasolini, la potica de Rimbaud, Mallarm, Pessoa o Mandelstam, la 
exgesis psicoanaltica de la experiencia amorosa y tambin la militancia 
maosta.  Asumiendo  que  la  losofa  llega  siempre  despus  de  una 
verdad, hay que leer tambin que su dependencia respecto del campo 
no losco es tan grande, y tan imposible de amputar, que la domina 
una precariedad extrema. Ella slo espera y utiliza algunas herramien-
tas  que  las  condiciones  le  brindan.  La  actitud  losca  debe  ser,  por 
fuerza, humilde. 
Que  la  losofa  necesite  reconocer  que  posee  cuatro  condiciones 
quiere decir tambin que el lsofo Badiou ha sido visceralmente afec-
tado  por  cada  una  de  ellas.  La  solicitud  de  un  tiempo  de  las  condi-
ciones surge de una relectura de la historia de la losofa a partir de 
un trayecto biogrco muy preciso: Cavaills y Lautman en el terreno 
formal; Althusser, Sartre, Lacan y Deleuze; una madre literata y un pa-
dre matemtico; el mayo francs, la revolucin cultural, el gaullismo y 
Mitterrand. Esto evidencia el secreto ms obvio y ms subestimado de 
la losofa: no hay losofa sin recepcin personal, incluso en aquellas 
que se precian de ser eternas, aquellas que han sido canonizadas como 
impersonales,  perennes,  universales.  Es  curioso  que  los  lsofos  que 
han sido ms vituperados a propsito de sus planteos abstractos hayan 
sido  con  frecuencia  quienes  mejor  han  retratado  la  realidad  que  los 
circundaba y el modo en que sta los impresionaba. La losofa nun-
ca pudo ser una reexin desprendida de las cosas, de los fenmenos 
naturales o de los asuntos polticos, porque no hay losofa que no se 
inscriba en la piel de un lsofo sobresaltado. Incluso si el alcance y la 
direccin del pensamiento terminan por exceder al estmulo y a la piel 
misma.
20   Alain Badiou, Maniesto por la losofa, op. cit., p. 18.
 ,;
Sin embargo, la subordinacin respecto de sus condiciones est res-
tringida  por  una  distancia  mnima.  Este  intersticio  garantiza,  por  un 
lado, la libre circulacin de las verdades y evita, por otro, someter a la 
losofa a una sola de las condiciones. Si una condicin prevalece sobre 
las otras, si no se mantienen todas en constante tensin, equilibradas 
en su alternancia, se corre el riesgo de una sutura. La exaltacin de 
un tipo especial de verdad hace imposible el desplazamiento diagonal 
y  aleatorio  de  todas  las  verdades,  opacando  la  diversidad  que  supone 
el  cudruple  condicionamiento.  Por  culpa  de  ese  predominio  unifor-
me, tcnico y hermtico de una condicin, se acaba con el fructfero 
encuentro de las verdades. No importa cun potente sea el dispositivo 
que invada las funciones de la losofa, un vnculo as de asxiante re-
sulta una prdida de tiempo. O un desastre.
Es difcil advertir una sutura porque la omnipresencia de la condi-
cin hace de sus criterios y de su jerga una ley, borrando la cooptacin 
ilegtima del sitio losco. Por eso un sntoma habitual de sutura sue-
le ser la multiplicacin de proclamas contra una losofa sistemtica 
muy frecuentes en la actualidad atestiguando por lo dems una pereza 
intelectual que conduce a inhabilitar el examen de todas las condicio-
nes. El rechazo de la sistematicidad, explicita Badiou, va hoy da a la 
par que el sentimiento moroso, del que he hablado al principio de este 
texto, de una imposibilidad de la losofa misma. Se trata de la confe-
sin de que la losofa no es que sea imposible, sino que est trabada 
en la red histrica de las suturas.
21
Badiou  pide  entonces,  en  virtud  de  su  proyecto  de  recomienzo, 
desatar  los  nudos  que  mantienen  la  losofa  suturada.  Quiere  evitar 
toda reduccin miope, como aquella positivista, empeada en concre-
tar el ideal cientco de regulacin de la losofa. Fundamentalmente 
en  detrimento  de  la  invencin  poltica,  el  positivismo  condensaba  su 
voluntad en la bsqueda de un lenguaje racional que reriera al mundo 
al desnudo, sin interferencia alguna. El arte, y no en menor medida el 
amor, permaneca tambin subyugado.
Tambin el marxismo forj una sutura difcil de desmontar. En pri-
mer  trmino  porque  trat  de  sustituir  a  la  losofa  por  una  poltica 
una  verdadera  poltica  que  descubriera  el  velo  ideolgico  otante 
sobre la realidad econmica ltima que, en algunos casos, la propia -
21   Ibid, p. 41. 
,6 
losofa haba interpuesto. El desprecio que los militantes marxistas an 
guardan respecto de cierto desarrollo especulativo, por no mencionar 
la articulacin jerrquica entre poltica y arte, el descuido con que ha 
sido abordada la diversidad sexual o la insistencia en la distincin entre 
teora y praxis, patentizan esta sutura. Ms compleja es la relacin mar-
xista  entre  poltica  y  ciencia.  Badiou  admite  que  podemos  sostener 
que el marxismo ha cruzado dos suturas, a la poltica y a la ciencia
22
 y 
que quizs sea la empresa del materialismo dialctico la que condense 
el entrecruzamiento de ambas. Cuando la poltica y la ciencia midieron 
sus fuerzas, hallaron que podan reducirse una a la otra y que se corres-
pondan fundamentalmente, a pesar de los intentos de cada sector por 
inclinar la balanza en favor de una u otra alternativa. Es comprensible 
ahora, leyendo en perspectiva el desenvolvimiento del pensar decimo-
nnico, que Nietzsche y posteriormente Heidegger deseara destituir 
el reinado de ambas suturas para localizar la losofa en proximidad con 
el  arte.  El  esfuerzo  heideggeriano  por  asentar  la  verdad  del  ser  en  la 
brisa cantante de los poetas posee su razn ms intensa en la necesidad 
de disputar la primaca cienticista y poltica.
Una de-suturacin era, para el Badiou del primer Maniesto por la 
losofa, urgente. Se haca imperioso, luego de un siglo veinte que con-
dujo  a  las  ms  tremendas  catstrofes  populares,  una  emancipacin  lo 
sucientemente  penetrante  como  para  evacuar  todo  vestigio  de  con-
dicionamiento  unilateral.  La  de-suturacin  es  una  consecuencia  de  la 
redenicin badiouana de la losofa. No slo la exigencia de una vuel-
ta  de  pgina,  de  una  clausura  de  la  clausura,  sino  un  suelo  donde  la 
losofa  pudiera  surgir  otra  vez.
23
  Slo  en  la  convergencia  azarosa  de 
condiciones henchidas de historicidad la losofa, suspendida entre 
ellas, deambulando, disuelve obsoletas fronteras disciplinares y denun-
cia  la  similitud  de  todo  proceso  acontecimental.  Nuestra  poca  est 
llamada a ser platnica porque bajo esa modalidad la losofa recobra 
existencia. 
La  relacin  de  condicionamiento  cuenta  con  una  temporalidad 
circular,  originada  en  un  ejercicio  losco  que,  inuido  por  proce-
dimientos  genricos,  verica  a  su  vez  que  l  mismo  interviene  sobre 
dichos procedimientos. Cules son los momentos identicables en el 
22   Ibid, p. 39.
23   Cfr. Alain Badiou, La losofa, otra vez, op. cit.
 ,;
vnculo  entre  condiciones  y  losofa?  Una  condicin  indica  llana-
mente  una  precedencia.  As,  la  losofa  depende  del  acontecimiento, 
tan propio del amor, de la poltica, del arte y de la ciencia como ajeno al 
losofar. Hasta aqu su actitud es eminentemente pasiva. Pero al mismo 
tiempo se reclama de la losofa una reaccin que la saque de su pasmo. 
Se anuda a la actividad losca un tipo de agencia cuyo objetivo es 
establecer una demarcacin sobre lo dado: La losofa es el acto de 
reorganizar  todas  las  experiencias  teorticas  y  prcticas,  proponiendo 
una  nueva  gran  divisin  normativa  que  invierte  un  orden  intelectual 
establecido y promueve nuevos valores ms all de los comunes.
24
 Los 
dos momentos captacin e intervencin se suceden incesantemente 
y completan de ese modo la temporalidad circular de la losofa y su 
afuera. 
Las condiciones, an perteneciendo al dominio de la historicidad y 
de lo singular, reciben y absorben el gesto losco. Proyecta la lo-
sofa  sobre  el  mundo  orientaciones  de  la  verdad,  horizontes  posibles 
para verdades futuras? Es difcil precisarlo. En ese caso, las lneas que 
separan la losofa de los procedimientos genricos se debilitan. Tanto 
o ms riesgo corre la indicacin de que la losofa no es condicin de 
s  misma.  Si  la  losofa  puede  incidir  sobre  las  condiciones  no  sera 
descabellado concluir que ella acabe por inuir sobre un posterior acto 
de captacin losca. Badiou, no obstante ello, es tajante y decide all 
donde puede haber alguna duda: la losofa no es condicin de s misma. 
Y siempre tiene que haber una interrupcin entre losofa y condicio-
nes que lo asegure, por mnima que sea.
Que  una  condicin  sea  denominada  tambin  procedimiento  ge-
nrico esclarece un poco ms el asunto. En primer lugar, muda una 
imagen  esttica  de  las  condiciones  hacia  una  mvil;  se  trata  ahora  de 
un procedimiento, de una accin, asociada a una modalidad subje-
tiva  que  la  llena  de  inquietud.  En  qu  consiste  concretamente?  Un 
procedimiento ser el rastreo de los nombres ilegales que sirven para 
garantizar la existencia de un acontecimiento, para defender que ste 
ha  ocurrido,  que  patentemente  ha  tenido  lugar.  Un  acontecimiento, 
producido en el borde de una situacin su pertenencia a la misma ser 
siempre  motivo  de  polmica,  se  sostiene  a  travs  de  esta  cadena  de 
nombres. El resultado de ese sostenimiento es una verdad y su motor 
24   Ibid.., p. 75.
,8 
un sujeto. Las condiciones, por lo tanto, encierran una riqusima con-
currencia entre el azar acontecimental y la militancia subjetiva.
Pero qu indica la genericidad del procedimiento? Badiou inaugura 
el abordaje de lo genrico recin hacia el nal de  El ser y el aconteci-
miento  porque  tiene  que  ligarlo  al  ltimo  concepto  nodal  que  intro-
ducir: el de sujeto. All dene lo genrico como lo que designar de 
manera positiva que aquello que no se puede discernir es, en realidad, 
la  verdad  general  de  una  situacin,  la  verdad  de  su  propio  ser,  con-
siderada  como  fundamento  de  todo  saber  por  venir.  Genrica  es  la 
parte  de  una  situacin  que  no  puede  ser  regulada  ni  aprehendida  de 
inmediato  por  ningn  predicado.  Como  dijimos  que  una  verdad  era 
precisamente eso que vena a poner en cuestin la estabilidad de una 
situacin, lo gnerico es la verdad del ser de una situacin porque es 
precisamente lo que se sustrae y ausenta. Y sin embargo est siempre, 
incrustado  pero  omitido,  reducido  a  silencio,  a  punto  de  reaparecer. 
Por  eso,  cuando  una  parte  genrica  surge  y  obliga  a  la  lengua  de  la 
situacin a esforzarse por nominarla, decimos que estamos ante la ver-
dad  de  esa  situacin.  Ella  devela  la  contingencia  esencial  de  una  len-
gua que antes se mostraba implacable. Y completa Badiou: Genrico 
pone en evidencia la funcin de verdad de lo indiscernible. La negacin 
implicada en indiscernible conserva, sin embargo, algo esencial: que 
una verdad es siempre lo que agujerea un saber.
25
 Un procedimiento 
genrico es el encuentro de un sujeto con lo negado de una situacin 
a partir de una indagacin sistemtica de los trminos que, ligados al 
acontecimiento, se evaden del rgimen lingstico de esa situacin. 
Se trata de un escondrijo, de una cosa clandestina. Puesto que no es 
idntica a nada y no se la puede anticipar, lo genrico convoca al inni-
to de lo que no puede ser controlado al instalarse disruptivamente en-
tre expertos, divulgadores, periodistas, opinlogos, acadmicos, legis-
ladores, religiosos, gobernantes. Mientras se les escapa, los ridiculiza, y 
eso ya constituye suciente motivo como para que quieran aniquilarla.
Quizs una condicin no sea ms que el desenvolvimiento histrico 
sincrnico y diacrnico, pues no se trata aqu de adoptar una lineali-
dad que sera absurda donde conuyen innumerables prcticas, siem-
pre alteradas por la ocurrencia de acontecimientos. La losofa funda 
en ella la alteridad, sus otros. La sofstica es el doble de la losofa, su 
25   Alain Badiou, El ser y el acontecimiento, op. cit., p. 363.
 ,p
simulador  y  espejo;  las  condiciones,  en  cambio,  su  alteridad  radical. 
Inundada por su tiempo, acoge la produccin de los procedimientos 
genricos no pensando por ellos que ya piensan sucientemente bien 
por s mismos sino declarando su conjugabilidad.
Ms  all  de  cualquier  tecnicismo,  una  condicin  no  es  ms  que 
una  coleccin  de  situaciones  con  la  potestad  de  alumbrar  lo  nuevo. 
Nietzsche  observaba  acertadamente  que  el  lsofo  habla  de  aquello 
que no se somete a las leyes de consistencia de los fenmenos o de las 
teoras. El recorrido de la losofa a travs de sus condiciones es fantas-
mal, discontinuo y oblicuo. No hay nada que inscriba la primaca de un 
procedimiento genrico por sobre otro, absolutamente nada. 
Ahora bien, no podra lo aleatorio que gobierna los acontecimien-
tos  desequilibrar  la  pretendida  equipolencia  de  las  condiciones?  No 
sera comprensible que algn procedimiento genrico se postre en la 
ms aburrida inactividad desactivando su relacin con la losofa o, a la 
inversa, que muestre una efervescencia de torbellino provocando una 
sutura obligatoria? La solucin de Badiou ante este problema es habi-
litar  el  retroceso  sobre  la  historicidad  de  las  condiciones,  sin  lmites. 
Ante  la  falta  de  eventos  recientes,  siempre  es  posible  apelar  a  alguno 
pasado cuyas consecuencias permanezcan an inexploradas. La losofa 
se debe a todas las verdades por igual, y por eso puede bucear cuanto 
quiera para conducir algn acontecimiento olvidado hacia nuevas ful-
guraciones en el mundo presente. Flexibilizar el rango tmporo-espa-
cial de los procedimientos genricos es tambin conrmar la eternidad 
de  las  verdades.  Ellas  informes  y  genricas  reaparecen  en  mundos 
totalmente diversos, separados cronolgicamente; insisten.
Se presenta una complicacin cuando se desea exponer las caracte-
rsticas de cada una de las condiciones. Esta dicultad es inherente al 
sistema de Badiou. Uno advierte de repente que sin querer ha tocado 
un nudo. Si las condiciones no requieren de ningn tipo de heterono-
ma en la medida en que cada una piensa perfectamente bien por s 
misma, cmo leer los textos donde sobrevuela una voluntad de pre-
sentar el carcter esencial del amor, de la poltica, del arte o de la cien-
cia? A veces Badiou se detiene a evaluar acontecimientos especcos y 
ello no comporta mayores complicaciones. Es la tarea del lsofo. Pero 
hay otros en donde se produce un corrimiento sutil, y nos acercamos a 
una suerte de determinacin losca de la condicin, tomada como 
procedimiento en general. Despus de todo, no ha sido el sustantivo 
(O 
condicin elegido por un lsofo? El nombre condicin (de la -
losofa)  est  secretamente  postulado  por  la  propia  losofa  o,  como 
dicen Besana y Feltham: la losofa es condicin de sus condiciones.
26
 
Ella  interviene  precisando  sus  condiciones.  No  porque  las  pida,  sino 
porque cae en la tentacin de examinarlas ms all de cada aconteci-
miento particular.
Hablemos  no  obstante  ello  sobre  cada  condicin.  Habr  que  co-
menzar por el amor puesto que, incluso si innumerables individuos se 
han consagrado por entero a l han muerto y matado en su nombre, 
posee la esencia ms simple. Por va negativa se constata que el amor no 
es una fusin de dos posiciones, ni un xtasis que suprime lo mltiple; 
eso es plena fantasa romntica, el losofema de lo Uno. Tampoco es 
una pura experiencia del otro, de una extranjera inalcanzable, sino ms 
bien  una  experimentacin  concreta  donde  los  cuerpos  se  juntan  y  la 
cotidianeidad transita. El amor no es, por ltimo, un ornamento para el 
deseo sexual. Digamos, para empezar, que el amor es una produccin 
de verdad.
La  pobreza  de  todo  lo  que  los  lsofos  han  dicho  acerca  del  ros 
deriva de haberlo abordado desde una teora de las pasiones incapaz de 
ver que l era en el fondo un pensamiento. Como el amor expone a los 
cuerpos a un padecimiento, se volva muy difcil captarlo en su identi-
dad formal: all donde queda inundado por la afeccin de los amantes, 
el amor como pensamiento se impiensa.
27
Badiou extrae de la interpretacin psicoanaltica la leccin bsica de 
que el amor es el tratamiento de una paradoja. En principio, hay dos 
posiciones  y  slo  dos  que  l  llama,  con  prescindencia  de  cualquier 
rasgo  biolgico,  emprico  o  social,  hombre  y  mujer.  Ambas  son 
perfectamente  disjuntas;  nada  comparten  de  la  experiencia  amorosa. 
Ms todava: ninguna de estas posiciones puede percibir la disyuncin 
en su totalidad, puesto que estn comprometidas con un saber que li-
mita su perspectiva, lo que torna imposible el acceso a lo que la otra ve. 
Pero, por otra parte he aqu el segundo polo de la paradoja amorosa, 
comprobamos  que  existe  la  humanidad.  Ella,  despojada  de  cualquier 
sesgo  humanista,  es  el  soporte  de  todo  procedimiento  genrico.  Es 
26    Bruno  Besana  y  Olivier  Felthan,  crits  autour  de  la  pense  dAlain  Badiou,  Pars, 
LHarmattan, 2007, p.17.
27   Alain Badiou, Condiciones, Mxico, Siglo XXI, 2003, p. 244. 
 (
otra forma de decir que toda verdad vale para toda persona y es indi-
ferente a los rasgos accidentales que la historia le pudiera asignar a su 
advenimiento.  La  humanidad  es  la  experiencia  de  que  una  verdad  se 
sustrae a toda posicin.
El amor llega para pensar entonces la paradoja de que, habiendo dos 
posiciones disyuntas, una verdad puede trascenderlas insinuando la si-
lueta de la humanidad. El amor es lo que no sucumbe a la ley actual de 
la excelsa diversidad sexual, sin caer en la identidad supresora; l hace 
verdad de una paradoja, sin resolverla.
28
 Si se habla del tratamiento de 
una paradoja es porque expone universalmente que en toda situacin 
amorosa hay una escena del Dos, imposible de reducir a lo Uno, don-
de la separacin irremediable de las posiciones es una ley. En nuestro 
mundo explica el lsofo el amor es el guardin de la universalidad 
de lo verdadero. l dilucida su posibilidad, puesto que hace verdad de 
la disyuncin.
29
 Esto explicita que la tensin del amor est localizada 
entre la disyuncin absoluta y la universalidad que sta adquiere al ser 
convertida en una verdad.
Todo  se  origina  en  un  acontecimiento,  que  en  el  amor  se  llama 
encuentro. ste entrega, en su estela evanescente, la llegada de un Dos 
en el que hay uno y uno, puesto que ningn tres exterior pue-
de determinarlos. La pareja en cambio es fundamentalmente distinta: 
es  lo  que  es  visible  por  un  tercero,  formando  parte  del  orden  de  lo 
institucional, de lo reconocido por el derecho o la sociedad. El amor, 
como todo inicio azaroso, depende de una declaracin, sobre la que los 
amantes recaern una y otra vez, recordando mil variables y asignndo-
le mil contextos, a n de sostenerse en las tempestades. La pelcula da-
nesa Reconstruction lleva hasta el extremo esa conciencia. All el amor 
no es otra cosa que un errar enloquecidamente slo para recobrar un 
28   Nos enfrentamos al tpico recurso badiouano al universal. Para nuestro lsofo, el 
universal se opone a lo Uno. Es una singularidad no en lo relativo a su ser sino por su modo 
de  emergencia  que,  abierta,  requiere  de  la  decisin  de  un  sujeto  para  ser  desplegada.  Un 
universal, nacido de un nmo punto, es un llamado a la humanidad entera sin ser por ello una 
propiedad  totalizante.  Es  una  solicitud  dirigida  a  todos.  Con  claras  reminiscencias  del  buen 
innito hegeliano, no responde a un predicado objetivo sino ms bien a una implicacin: l 
soporta las innitas consecuencias que el acontecimiento habilita y las dirige a todo el mundo. 
Cfr.  Alain  Badiou,  Ocho  tesis  sobre  el  universal,  en  Revista  Acontecimiento,  N  2930, 
Buenos Aires, 2005.
29   Ibid., p. 251. (El nfasis pertenece al original.)
(z 
comienzo. Un comienzo siempre supuesto y latente, un tanto perdido 
y fragmentario. Un momento donde el amor fue sancionado, del que 
no se recuerda demasiado, salvo por ese nico indicio del automatismo 
con que los amantes se buscan. En la historia no sabemos nunca si ella 
y  l  se  conocen  de  antemano,  si  se  aman  desde  el  pasado,  si  es  slo 
un  juego  hacerse  los  desconocidos  cada  vez  que  se  cruzan  y  acaban 
por  desnudarse,  si  es  slo  una  perversin  macabra  separarse  despus 
del  sexo  sin  intercambiar  dato  alguno  sobre  sendos  destinos.  Desde 
que entramos al mundo de esa relacin, somos llamados a desear esa 
restitucin del pasado que simultneamente intuimos vana. Buscamos 
pistas e investigamos mientras los personajes gritan, discuten y amena-
zan con desaparecer de la vida del otro. El amor es esa difcil recons-
truccin de un acontecimiento pasmoso. 
A diferencia de las otras condiciones, el amor desempea un rol que 
lo  convierte  en  una  suerte  de  meta-condicin.  Ocia  de  paradigma 
para  los  otros  procedimientos  genricos:  por  un  lado,  revela  siempre 
el mismo procedimiento formal la sencillez del encuentro repetido 
interminablemente, anudado a la declaracin fundacional de un Yo te 
amo; por otro lado, sintetiza la esencia de toda verdad pues ella es la 
convocacin de lo genrico a partir de un acontecimiento. Cuando el 
amor brota con fuerza suciente, despliega una verdad encomendada 
a todos los hombres y mujeres. El amor no es ms que la serie experi-
mental de bsquedas sobre la disyuncin, sobre el Dos, de modo que 
en la retroaccin del encuentro se comprueba que aqul fue siempre 
una de las leyes de la situacin,
30
 anota Badiou. 
Algo diferente nos muestra el arte. Esta vez la relacin con la lo-
sofa es multvoca. Incluso si las verdades funcionan siempre igual, las 
diferentes  artes  el  teatro,  el  cine,  la  pintura,  la  msica,  la  poesa,  la 
performance requieren abordajes dismiles. Pero antes de eso, hay que 
mencionar que en la apuesta badiouana para restituir el sitio de la lo-
sofa la eleccin de las matemticas como fuerza racional opuesta al rito 
inicitico de la poesa es decisiva: El matema es aquello que haciendo 
desaparecer al Recitador, suprimiendo su lugar de toda validacin mis-
teriosa, expone la argumentacin a la prueba de su autonoma, y por 
consiguiente al examen crtico, o dialgico, de su pertinencia.
31
 
30   Ibid., p. 250.
31   Ibid., p. 85.
 (,
La voluntad de Badiou va dirigida a de-suturar la losofa del em-
belesamiento  potico.  Aun  as,  la  poesa  sigue  siendo  su  condicin. 
Sucede que si la losofa se encomienda a la verdad y no al sentido, la 
poesa asistir a la losofa cuando su vocacin de transmisin universal 
necesite de la lengua. El arte expone su gesto primario siempre como 
poema, como creacin, como instalacin de algo antes inexistente. Es 
la herramienta que otorga visibilidad, transmisibilidad y poder de afec-
tacin a lo informe genrico de una verdad; es la instancia que lo en-
trega a la mirada. Cuando el lsofo se sirve de imgenes, mitos, alego-
ras, cciones, lo hace para vincularlos a un rgimen de argumentacin 
superior. Y sin embargo, el poema persiste all donde hay que decir una 
verdad. El poema llega a la losofa en uno de sus puntos, y esta loca-
lizacin no es nunca regulada por un principio potico o literario. Ella 
depende del momento en que el argumento dispone lo impresentable, 
y en que, por una torsin que el argumento prescribe, la desnudez de 
las operaciones de lo verdadero no es transmisible sino por un retorno, 
siempre inmoderado, al placer del sentido, que es tambin y siempre 
un placer de los sentidos.
32
 
Pero  el  arte,  adems  de  proveer  este  soporte  visible,  fabrica  sus 
propias  verdades.  El  antiguo  problema  de  su  relacin  con  la  losofa 
presenta  un  panorama  desolador,  puesto  que  asistimos  a  un  tiempo 
de clausuras en que cualquiera de sus orientaciones posibles invalidan 
la  esencia  del  arte,  a  saber,  que  alberga  verdades  que  slo  ella  puede 
producir y que es perfectamente idntica a estas verdades. Ellas llegan 
cuando  el  poema  se  piensa,  cuando  reconoce  reexivamente  que  su 
cuerpo es slo la lengua. As como las teoras matemticas decisivas se 
dedicaron a evaluar los fundamentos mismos de esa ciencia, la verdad 
del  poeta  se  da  en  aquellas  situaciones  en  las  que  el  lenguaje  quiere 
hacer tema de s mismo. Tal es el caso de Rimbaud, Mallarm o Pessoa, 
pero tambin de Machado y de Quevedo: la lgica de la poesa expues-
ta, arduamente sacada a la luz, siempre entredicha, por mano de la pro-
pia  poesa.  La  idea  de  un  poema-pensamiento  no  es  nueva.  Mientras 
Schelling  y  Hlderlin  buscaban  sin  descanso  una  poesa-religin,  los 
hermanos  Schlegel  ya  haban  elaborado  el  concepto  de  una  poesa-
pensamiento, de una poesa capaz por s sola de una reexin sobre el 
innito. Rancire comenta lo siguiente:
32   Ibid., p. 93-94.
(( 
Mientras las otras artes comprobaban la resistencia de la piedra, de 
la madera o del color extendido sobre una supercie para manifestar el 
pensamiento, la poesa, en cambio, se ocupaba solamente de la forma 
ms  pura,  la  forma  suprema  de  la  opacidad  que  resiste  al  espritu:  la 
opacidad del espritu a s mismo y la resistencia de la lengua a conver-
tirse en el simple instrumento del pensamiento. La potencia de pensa-
miento de la poesa es aquella de un espritu que no se conoce ms que 
en la gura y el ritmo de un lenguaje tomado de la gura de la imagen 
y la espesura temporal de su materialidad.
33
 
El arte debe pensar sus propias conguraciones artsticas; nada que 
se aproxime a una losofa del arte o a una determinacin externa y 
crtica puede servir. Slo ahogara, al querer interpretarlas, la emergen-
cia de las verdades. 
El resultado de este trabajo reexivo es una serie de obras. El arte, 
como condicin de la losofa, hace aparecer lo innito siempre con-
tenido en lo genrico de una verdad en la secuencia nita de las obras. 
La innitud est contenida en lo genrico. No obstante, lo innito no 
llega al modo del descenso romntico, ni a la manera de un don. Su 
nico ser es la multiplicidad de obras que lo encarnan; slo se concibe 
como  un  proceso  ejemplicado  en  ellas.  Por  eso  mismo  una  obra  es 
una indagacin situada, un fragmento acotado, de una verdad. 
Las condiciones restantes no muestran tan fcilmente su rostro: tan-
to la poltica como la ciencia se dicen de muchas formas en el esquema 
badiouano. Comencemos por el asunto cientco con una aclaracin. 
l no habla demasiado sobre ciencia y, cuando lo hace, suele referirse 
a  casos  matemticos.  De  algn  modo,  las  matemticas  ocian  como 
paradigma  de  la  ciencia.  Aun  si  Badiou  comprende  que  los  distintos 
lsofos  han  sido  afectados  histricamente  por  ramas  dispares  de  la 
investigacin cientca, las matemticas guardan, en lo relativo al pro-
cedimiento genrico de la ciencia, un privilegio nunca demasiado ex-
puesto. 
Una observacin precipitada pronosticara adems que Badiou que-
da  prisionero  de  una  nueva  sutura  a  las  matemticas.  Pero  por  otro 
33   Jacques Rancire, Mallarm, La politique de la sirne, Pars, Hachette, 1996, p. 83. 
[La traduccin es ma]
 (;
motivo. Hay que evacuar rpidamente ese malentendido diciendo que, 
aun si para nuestro pensador la ontologa se identica con las matem-
ticas, esto no supone que la losofa responda a la lgica del matema. 
Como se sabe, la losofa y la ontologa son disciplinas disjuntas desde 
antao. 
Sin lugar a dudas, fue Platn el primero en recurrir al matema como 
dispositivo imprescindible para la va sabia. l j de una vez que las 
matemticas erigen el nico discurso capaz de romper con la circula-
cin de las opiniones y el relativismo de los puntos de vista. Todo ello 
sin ignorar que encuentran una limitacin ulterior en lo que concierne 
al acceso a las Ideas, cuyo privilegio le corresponde slo a la dialctica. 
Asumi  adems  que  su  institucin  en  el  campo  pedaggico-poltico 
no poda sino ser violenta, en la medida en que fuerza a los espritus 
a actuar de acuerdo con la ms extrema racionalidad. De todo esto se 
sigue que las matemticas son mediadoras entre el reino de las deli-
beraciones y lo inteligible. Esta enseanza es extrada por Badiou sobre 
todo para su planteo ontolgico.
Sin embargo las matemticas interesan aqu por lo que pueden ha-
cer como condicin de la losofa o, lo que eso mismo, como pensa-
miento. De inmediato nos enfrentamos a una pregunta: pensamiento 
de qu? Hay que desmontar esta pregunta. Hay que denunciar que no 
todo pensamiento es transitivo, es decir que no toda meditacin lo es 
acerca de algo con la forma de un objeto. Quizs por causa de una epis-
temologa  moderna  sumamente  pregnante,  la  necesidad  de  que  toda 
creencia o representacin tenga algo a lo que referir en el mundo, una 
cosa externa a la que contemplar, exigira que las matemticas discurran 
sobre objetos matemticos. Como esos objetos no son fcilmente 
discernibles,  algunos  dirn  que  las  matemticas  no  revelan  un  pensa-
miento. Han existido muchos exponentes de esta lnea. Wittgenstein, 
por ejemplo, niega en el Tractatus que la matemtica pueda expresar 
pensamiento alguno, y gran parte de la tradicin escptica y relativista 
que  se  deriva  de  sus  desarrollos  estara  an  dispuesta  a  sostener  esta 
negacin. Se trata de una va de ataque habitual. Su anlisis omite la 
potencia reexiva del pensar matemtico. Si se evita entender el pen-
samiento  como  algo  transitivo  si  se  prescinde  de  esa  locura  por  los 
objetos  el  matema  es  liberado  como  movimiento  especulativo.  Y 
se sabe que cuando quiere fundarse a s mismo, cuando pretende com-
prenderse extensamente, maniesta su verdadera talla.
(6 
Los ejemplos matemticos que Badiou elige para ilustrarla no son 
accidentales. Los teoremas de Gdel, el forzamiento de Paul Cohen, 
la propia axiomtica de Zermelo-Fraenkel, la teora de categoras, re-
caen  sobre  el  problema  de  los  fundamentos.  Preguntan,  entre  otras 
cosas, por la consistencia de la aritmtica, por la independencia de sus 
axiomas, por la relacin de la matemtica con la lgica. Son propuestas 
extraas,  cuestiones  no  muy  frecuentadas,  desestimadas  sintomtica-
mente por un buen nmero de matemticos modernos. Si hubiera que 
localizar la franja donde se disponen, debera confesarse que estn casi 
fuera  del  terreno  matemtico.  Pero  esto  no  los  derriba  sino  que  los 
colma  de  fuerza  y  los  vuelve  creadores.  Los  obliga  a  interpelar  a  los 
matemticos para sostener su existencia, a retornar al texto deductivo, 
puesto  que  estn  casi  fuera  de  l.  Son  interrogantes  molestos,  pero 
porque  perseveran  en  la  molestia  cada  vez  que  sealan  las  suras  del 
pensamiento matemtico, mientras se van volviendo ms y ms impo-
sibles de expulsar.
Deleuze deca que 
si es verdad que el pensamiento depende de un choque que lo hace 
nacer  (el  nervio,  la  mdula),  el  pensamiento  no  puede  pensar  ms 
que una sola cosa, el hecho de que no pensamos todava, la impotencia 
para  pensar  el  todo  como  para  pensarse  a  s  mismo,  pensamiento 
siempre petricado, dislocado, derrumbado. Un ser del pensamien-
to siempre por venir, esto es lo que Heidegger descubrir bajo una 
forma universal, pero tambin lo que Artaud vive como el problema 
ms singular, su propio problema. De Heidegger a Artaud, Maurice 
Blanchot  sabe  asignar  a  Artaud  la  cuestin  fundamental  de  lo  que 
hace pensar, de lo que fuerza a pensar: lo que fuerza a pensar es el 
impoder del pensamiento, la gura de nada, la inexistencia de un todo 
que podra ser pensado.
34
 
En  realidad,  el  pensamiento  guarda  en  esa  imposibilidad  todo  lo 
que tiene; toda su potencia y su debilidad: piensa slo en la medida en 
que asume su falta, la incapacidad misma de ser una meditacin total 
acerca  del  universo  que  quiere  abarcar.  Esa  es  la  enseanza  tcita  de 
los  teoremas  de  Gdel:  cuando  la  aritmtica  pretende  dar  cuenta  de 
34   Gilles Deleuze, La imagen-tiempo, op. cit., p. 224.
 (;
su  propia  consistencia  mediante  las  herramientas  con  las  que  cuenta, 
advierte  que  es  incompleta  o  inconsistente.  Comprenderlo  probable-
mente le cueste la vida al matemtico, pero quizs tambin lo habilite 
a las ms descollantes invenciones. 
La historicidad de las matemticas est tramada de acontecimientos. 
En su corazn, dormita la posibilidad de una matemtica que no sirva 
al  imperio  de  la  tcnica  estadstica,  que  no  regle  las  representaciones 
culturales, que no sea vehculo de sondeos, sufragios, precios, ndices. 
Tal es el extenuante trabajo de El Nmero y los nmeros donde Badiou 
se dedica a forjar una teora transformadora del matema:
Pensar el nmero, como hemos intentado hacerlo, nos restituye, sea 
en las matemticas, que son la historia de la eternidad, sea en cierta 
vigilancia el y restringida a lo que pasa, al azar supernumerario en el 
que se origina una verdad, siempre heterogneo al Capital, cuya es-
clavitud es la numericidad. Se trata al mismo tiempo de liberar algu-
nas verdades. En todos los casos, la accin restringida es el principio 
de un lejano desorden: ella establece matemticamente que el orden 
no es ms que la precariedad demasiado humana de un pensamiento 
del ser del Nmero, que ella opera, efectiva y tericamente, el desvo 
de los nmeros, que son la ley de orden de nuestra situacin.
35
Las palabras de Badiou son siempre escasas a la hora de hablar po-
sitivamente sobre la esencia de cada procedimiento genrico. Siempre 
comienza por describir su complejidad y se topa de inmediato con un 
lmite al momento de palpar su tejido. Pero es esperable que as sea, 
sobre  todo  cuando  estamos  al  tanto  de  esta  imposibilidad  intrnseca 
del pensamiento, y ms an cuando notamos que cada condicin es in-
manente, distinta de las otras e igualmente alejada de la losofa. Qu 
sucede con la poltica en ese contexto?
En una primera aproximacin, nada muy diferente de lo que se per-
cibe en las dems. Por extrao que pueda sonar, la poltica es un pensa-
miento, en la medida en que compromete un tipo de subjetividad crea-
dora. La poltica posee como regla general la accin colectiva orientada 
hacia nuevas formas de organizacin. Ella comienza cuando esa nove-
35   Alain Badiou, Le Nombre et les nombres, Pars, Seuil, 1990, p. 265. (El nfasis perte-
nece al original.) [La traduccin es ma]
(8 
dosa forma de organizarse pone a distancia al Estado y a las formas ins-
titucionalizadas del poder. No hay, adems, poltica no emancipatoria 
y no hay libertad sin maneras conjuntas de actuar sustradas al rgimen 
conformado por el Estado, pero tambin por los partidos polticos, los 
sindicatos,  las  fuerzas  represivas  y  los  medios,  lo  que  Rancire  llama 
con justicia polica. La polica es una divisin entre ciertos modos de 
ser, de hacer y decir, un orden de lo visible y lo decible, una distincin 
entre  las  ocupaciones  dignas  y  las  abominables,  una  organizacin  de 
los discursos y los individuos que impide la diferencia y el conicto. El 
trmino revitalizante en la lucha por esa libertad es el de igualdad.
Nuestro lsofo considera que la igualdad es el punto de partida de 
toda efectividad poltica. Pero ella no se constata en la sociedad ni se 
construye gradualmente con conquistas parciales, sino que se postula 
portando en esa declaracin lo innito. Es como ese misterioso axioma 
igualitario que aparece en la segunda parte de la tica de Spinoza, en 
la  que  se  dice  sin  mayores  rodeos:  El  hombre  piensa.  Hay  all  una 
potencia  de  igualdad  alevosa  e  indita,  que  quita  al  programa  carte-
siano  el  sesgo  epistemolgico  que  tena  su  idea  de  pensamiento  y  lo 
transere al campo poltico, donde no importa qu se piense ni cmo, 
sino  la  corroboracin  de  la  igualdad  de  los  espritus.  Para  Badiou,  la 
igualdad aparece en primer trmino con la idea de que cualquiera sin 
importar su situacin material puede pensar; no puede haber vctimas 
lo sucientemente sometidas para que no sean virtualmente pensantes. 
Sin embargo, la igualdad que posee verdadero rendimiento poltico es 
aquella  que  se  declara  y  milita,  que  ferozmente  viene  a  instalarse  y  a 
ofrecer una nueva divisin de lo que se ve.
La  innitud  poltica  ocurre  cuando  una  situacin  se  enfrenta  con 
la posibilidad de un cambio. Miles, millones de tumultos y proclamas 
pueden suceder con esta apertura. Todo est habilitado si persigue la 
igualdad.  A  diferencia  de  la  ciencia,  el  amor  y  el  arte  donde  lo  in-
nito aparece pero nunca como trmino inicial, la innitud es el tema 
primario  de  la  poltica,  pues  ella  elabora  una  y  otra  vez  la  dimensin 
abierta de lo posible en una situacin. Un colectivo oprimido declara 
entonces, aqu y ahora, que su existencia vale lo mismo que las dems, 
autoinstituye violentamente su nombre en la escena de los iguales. Por 
eso,  cuando  en  una  plaza  de  Egipto  o  de  Tnez  se  renen  espont-
neamente  cristianos,  musulmanes,  obreros  y  burgueses,  mujeres  cas-
tigadas,  estudiantes  categoras  todas  que  se  solapan,  la  produccin 
 (p
subjetiva de algo comn revela que all hay poltica. La comunidad que 
ah se crea ser el estandarte de toda verdad poltica cuyo impedimen-
to  es  siempre  el  mismo:  el  anhelo  estatal  de  representar  y  domesticar 
lo  que  acontece  en  una  situacin.  Si  los  movimientos  populares  son 
canalizados y neutralizados por parte de lo que Althusser llamaba los 
aparatos ideolgicos del estado, la poltica como tal se degenera. As 
sucede con la silenciosa vuelta a las aulas despus del promisorio Mayo 
francs, con los piqueteros devenidos diputados y con la salida institu-
cional-democrtica de los efervescentes 19 y 20 de diciembre de 2001 
en  la  Argentina,  as  sucede  con  el  reclamo  de  transicin  ordenada 
que Obama lanza sobre los pueblos rabes del norte de frica.
El  Estado  es  lo  que  cuenta  las  partes  de  una  situacin,  les  asigna 
un sitio, las controla. Ms an: su potencia supera siempre a la escena 
poltica.  Por  eso  cuando  algo  pasa  en  poltica,  el  Estado  se  muestra 
reactivamente y, en la medida en que lo hace, deja de ser la ley tcita 
del orden para pasar a ser una mquina visible y analizable. Se muestra 
en  su  reaccin,  saca  a  relucir  sus  peores  estrategias.  En  la  revolucin 
bolchevique de 1917, por ejemplo, poda determinarse un estado dbil 
y precario, mientras que en la alternativa maosta de una guerra prolon-
gada se indicaba, en cambio, una medida muy elevada de su presencia 
en la esfera de disputa. Cada acontecimiento evala la proporcin del 
Estado con el que se va a enfrentar.
En  trminos  histricos,  la  poltica  badiouana  se  despliega  entre  la 
crisis terminal del marxismo y la inviabilidad del democratismo que 
sostiene  la  maquinaria  capitalista.  El  fracaso  del  marxismo  estriba  si-
multneamente en la falsa identicacin del sujeto revolucionario con 
la clase obrera, en la dudosa victoria que han trado para el proletariado 
las luchas de liberacin nacional y en la cada de los estados socialistas. 
Por  eso  dice  Badiou  no  sin  cierta  oscuridad:  Slo  nos  queda  en 
verdad el lugar inhabitable de un marxismo por venir.
36
 El correlato 
biogrco de esta ruptura terica tiene dos hitos. El primero, ms bien 
secreto,  es  la  cobertura  periodstica  que  le  toc  realizar  en  la  huelga 
general  de  1960  en  Blgica.  All  encontr  a  mineros  organizando  la 
vida social de un pas, construyendo una nueva legitimidad y hasta emi-
tiendo una nueva moneda. Badiou aprenda con ellos que la poltica no 
dependa de la iluminacin partidaria, pero que segua requiriendo de 
36   Alain Badiou, Se puede pensar la poltica?, Buenos Aires, Nueva Visin, 1990, p. 38.
;O 
la  organizacin.  El  segundo  es  el  duro  desencanto  que  le  produjo  la 
intervencin de la ortodoxia poltica en el Mayo francs y que lo llev 
a  pensar  junto  con  otros,  en  los  aos  rojos  que  siguieron,  proyectos 
diferentes e inditos bajo el signo del maosmo y en disidencia con la 
izquierda ocial. 
En lo que concierne al democratismo, la conversin que propone 
Badiou es simple. La poltica no est ms en la gestin ni en la admi-
nistracin de las instituciones, tampoco en los partidos o los parlamen-
tos. No cree en la pantomima del poder que aquellos montan. Por el 
contrario, la esquiva; es una creacin positiva que seala sus fallas. Ni 
est en los mrgenes ni est condenada a ser escasa. Es, en cambio, un 
vasto  campo  donde  la  organizacin  puede  crecer,  un  sitio  armativo 
de pensamiento en el que un sujeto militante elucubrar sin cesar las 
posibilidades de la emancipacin. La poltica depende del coraje de una 
subjetividad y de su capacidad inventiva.
La tristeza debe ser abolida; no hay tiempo para lamentar la muer-
te de las tesis marxistas. Ellas pueden reponerse en nuevas tentativas. 
Muchas  personas  labran  en  resquicios  inhspitos  una  alborada  con-
creta,  el  a  tantas  batallas  por  la  igualdad.  El  Grupo  Acontecimiento, 
LOrganisation  politique,  las  asambleas  contra  las  minas  en  la  precor-
dillera argentina, las experiencias de educacin popular y la ocupacin 
de terrenos en grandes ciudades de nuestro pas son algunos ejemplos. 
No son simples paliativos. Aun si comenzaron respondiendo a un pro-
blema local, tienden a la generalizacin, poseen vocacin universal. La 
vieja pregunta kantiana que interroga o ms bien interpela sobre qu 
hacer, encuentra un nuevo lanzamiento cargado de optimismo:
La  poltica  comienza  cuando  uno  se  propone  no  representar  a  las 
vctimas, proyecto en el cual la vieja doctrina marxista quedaba pri-
sionera  del  esquema  expresivo,  sino  ser  el  a  los  acontecimientos 
donde  las  vctimas  se  pronuncian.  Esta  delidad  slo  es  sostenida 
por una decisin. Y esta decisin, que no promete nada a nadie, no 
est a su turno ligada sino por una hiptesis. Se trata de la hiptesis 
de una poltica de la no-dominacin, de la cual Marx ha sido el fun-
dador y que se trata hoy de re-fundar El compromiso poltico no 
 ;
es inferible de ninguna prueba, ni tampoco es el efecto de un impe-
rativo. No se deduce ni se prescribe. El compromiso es axiomtico.
37
Hay,  claro,  una  poltica  impronunciada  en  la  obra  de  Badiou.  No 
la  de  La  hiptesis  comunista,
38
  ni  la  de  A  qu  llamamos  Sarkozy?
39
 
Tampoco la establecida estratgicamente por el avezado militante, sino 
una que deambula de modo intermitente por sus pginas. Que las con-
diciones sean determinadas como tales por la misma losofa se vuelve 
particularmente  espinoso  en  lo  relativo  a  la  relacin  con  la  poltica. 
Desde tiempos inmemoriales los dedos de los lsofos han intentado 
moldear el destino de la ciudad y eso impone la pregunta por el lugar 
de enunciacin del lsofo francs. 
De todos modos, ms ac de esta pregunta, las condiciones cons-
tituyen el deseo de la losofa. Deseo de mundo. El lsofo vive del 
mundo,  de  las  cosas,  se  alimenta  de  ellas.  Se  transubstancia  en  ellas. 
Sus pequeos alvolos pulmonares respiran el aire fabricado por esos 
otros  alvolos  gigantescos  que  son  los  rboles.  Acaban  por  imitarlos. 
Las condiciones son indispensables para redenir la losofa y activarla 
desde el punto de vista del objetivo sistemtico de Badiou. Pero tam-
bin en lo cotidiano, en lo inmediato de su prctica, porque ella des-
pierta slo gracias a ese estmulo que las condiciones le proporcionan 
y se incorpora, lentamente, para esperar la eternidad de las verdades. 
37    Palabras  de  Alain  Badiou  que  sirven  como  epgrafe  a  cada  nmero  de  la  Revista 
Acontecimiento.
38   Circonstances, 5. LHypothse communiste, Pars, Nouvelles ditions Lignes, 2009.
39    Circonstances,  4.  De  quoi  Sarkozy  estil  le  nom?,  Pars,  Nouvelles  ditions  Lignes, 
2007.
 ;,
 
III. EL JUEGO DE LOS SERIOS
Las matemticas, dice Badiou, son la ontologa, mientras les devuel-
ve  en  ese  mismo  instante  un  derecho  que  la  losofa  usurp  ilegti-
mamente. Esta es la mxima que abre El ser y el acontecimiento. Y ella 
por s sola impulsa un giro tajante en la tradicin losca, exigiendo 
otra  organizacin  del  pensamiento  y  del  saber  que  ponen  al  propio 
Badiou en un sitio difcil de descifrar. La pregunta a responder quizs 
sea: cmo una ontologa no losca puede ser requisito para levantar 
nuevamente el nombre de la losofa?
Desvimonos  un  momento  y  usemos  una  imagen  para  introducir 
la  cuestin.  Siempre  me  han  llamado  la  atencin  quienes  gustan  de 
relatar  la  historia  de  la  losofa  a  travs  de  una  serie  de  oposiciones. 
Maniestan una mana clasicatoria nada ingenua y usan designaciones 
que se reproducen por todos lados, dividen esquemticamente, esco-
larizan  y  parcelan  el  espritu,  reconstruyen  de  modo  cticio  batallas 
igualmente  falsas,  ordenan  la  historia.  Los  ilustrados  y  los  legos,  los 
realistas  y  los  idealistas,  los  beatos  y  los  posedos,  los  normales  y  los 
enfermos, son desparramados a diestra y siniestra. No menos cierto es 
que demoran lo verdaderamente importante y destierran el pensamien-
to de las universidades y escuelas.
Hay una labor diferente que no crea ni ja una oposicin, sino que 
se nutre de ella. Aqu el par de contrarios no es una imposicin exterior 
sino un nudo esencial e interno; pertenece a un slo texto, agonstico 
en s mismo, sospecha de los conceptos que en l se detallan, lo tensa, 
propone  una  sucesin  de  enigmas  de  los  que  no  ser  fcil  salir.  Este 
nuevo par es constitutivo: forma parte de un ncleo contradictorio tan 
resistente como difcil de erradicar. No una regla enciclopdica bina-
ria sino profundas e imperceptibles polmicas, particiones originarias, 
interferencias que involucran una delicada dialctica cuya caracterstica 
ms evidente es que poco ofrece al servilismo acadmico y menos aun 
a una didctica. Estas nuevas oposiciones no son tiles para digerir la 
historia de la losofa sino que problematizan, en cambio, la idea mis-
ma de historia de la losofa al desacreditar cualquier tipo de imagen 
;( 
o pauta homognea. Una de ellas, no azarosamente ignorada, es la que 
enfrenta la seriedad con lo ldico.
De acuerdo con una etimologa nada improbable, lo serio sera la 
cualidad de tener ser. El primer serio fue Parmnides, al dotar de en-
tidad cierta y cognoscible al ser. Sin embargo, quien quedar asociado 
por excelencia a esta lnea, como padre de la ciencia del ser, es Platn. 
Por  ese  motivo  los  antiplatnicos  ms  importantes  han  recurrido  al 
juego  que  otorga  visibilidad  al  azar  como  manera  de  contestarle. 
Nietzsche,  en  De  las  tres  transformaciones  del  espritu,  hallaba  en  el 
nio  y  en  su  rotundo  s  a  la  vida  la  superacin  mxima  de  la  condi-
cin  humana;  Wittgenstein  no  recurre  por  casualidad  a  los  juegos  de 
lenguaje para evacuar cualquier vestigio de compromiso metafsico. Y 
Deleuze  pretende  la  subversin  radical  del  platonismo  mediante  una 
proliferacin de los simulacros, una sublevacin que permita hacerlos 
correr a velocidades inconmensurables por las supercies y no por las 
profundidades.  Uno  de  los  nombres  escogidos  para  ese  programa  es 
el de juego ideal que, inscripto en ese bellsimo libro que es Lgica del 
sentido,  se  sirve  de  Lewis  Carroll  para  edicar  un  universo  donde  no 
hay modelos ni rectas copias sino sntesis disyuntivas y fugas. Herclito 
mismo  era  un  profeta  de  lo  aleatorio  al  decir  que  el  tiempo  es  un 
nio que juega a los dados. Herclito es un antiplatnico anacrnico. 
Todos se ren como lo hizo la muchacha tracia cuando Tales se cay 
al pozo por mirar al cielo de la seriedad del lsofo.
No obstante, existe un juego de los serios. Los serios como Badiou, 
los que creen que aun si la losofa no toca con exclusividad al ser debe 
or el tratamiento ontolgico que le es ajeno, los platnicos como l, 
preeren  armar  su  juego  con  el  ser  como  componente  fundacional. 
Badiou ensea la necesidad de una ontologa en el corazn de la res-
titucin  losca,  incluso  si  este  corazn  no  es  de  factura  losca. 
Curiosamente,  los  jocosos,  los  que  sealan  el  n  de  la  losofa,  esce-
nican una tragedia por la cual la palidez y el catastrosmo vuelven al 
pensamiento  estpidamente  imposible,  mientras  que  los  que  tienen 
ser  se  entretienen  derribando  la  maquinaria  de  la  risa  antiplatnica 
que tanto ha sumido a la losofa en su melodrama nal.
A  qu  juega  Badiou?  Qu  sucede  con  su  ontologa,  esa  que  de-
vuelve la losofa a la seriedad? l dir que las matemticas son la onto-
loga. Una provocacin condensada en una frase que quema. El riesgo 
al que se enfrenta est en aproximar la realidad y el ideal matemtico, 
 ;;
por supuesto; eso requiere de una intrepidez inusual. Pero el verdadero 
peligro y donde yace el prodigio de Badiou es pronunciarlo tan la-
cnica y contundentemente, mientras nos convoca a una tarea enorme 
por venir, algo sujetada por la alegra presente que genera saberse en el 
origen de un pensamiento maysculo. Algunos otros desde Pitgoras, 
pasando por Platn hasta Descartes, Spinoza, Leibniz, Kant y Husserl 
establecieron que, por una extravagancia de su esencia, las matemticas 
reejaban el mundo de una manera esencial, pero Badiou se anima a 
decir que son, nada ms y nada menos, la completa ciencia del ser.
Qu  hay  que  retener  de  esta  sentencia?  En  primer  lugar,  que  se 
trata de una tesis acerca del discurso, se que ya no consiste en el mero 
uso operatorio de signos y smbolos con nes comunicativos. Dice: La 
tesis que sostengo no declara en modo alguno que el ser es matemti-
co, es decir, compuesto de objetividades matemticas. No es una tesis 
sobre el mundo, sino sobre el discurso. Arma que las matemticas, en 
todo  su  devenir  histrico,  enuncian  lo  que  puede  decirse  del  ser-en-
tanto-ser.
40
 Por esta razn es desacertado pensar que su tesis posea la 
voluntad de identicar entes matemticos en el mundo.
Este compromiso lo exime automticamente del viejo debate epis-
temolgico sobre el fundamento de las matemticas. La condicin 
cierta y exacta de la disciplina permanecer garantizada por el propio 
ser,  que  ella  se  encarga  de  enunciar.  Como  las  matemticas  desplie-
gan el ser y slo ellas pueden hacerlo, la verdad de su labor encuentra 
respaldo en l. No podran permanecer sin fundamento cuando es l 
quien se abre en sus letras; nada posee ms entidad que el matema. 
Se  produce  una  especie  de  simultnea  efectuacin  y  desenvolvi-
miento entre matemticas y ontologa. Y es esta determinacin tan n-
tima, tan cerrada sobre un punto originario, tan cruda e intensamente 
real, que ha estado olvidada desde siempre. Algunos lsofos haban 
percibido  que  el  matema  tocaba  de  algn  modo  al  ser  y  que  de  all 
eman la funcin paradigmtica que sta ha mantenido durante mucho 
tiempo como ejemplo de certeza, de identidad, de belleza y pulcritud. 
Pero  jams  se  haba  intentado  defender  que  el  ser  y  las  matemticas 
comulgaban  totalmente  en  eso  que  se  denomina  ontologa.  La  reti-
cencia  estaba  en  que  se  crea  que  el  ser  era  el  dominio  predilecto  de 
la losofa. De este recelo naci tambin la actitud esquizoide de los 
40   Alain Badiou, El ser y el acontecimiento, op. cit., p. 16.
;6 
lsofos que observaban con admiracin la elocuencia racional del m-
todo matemtico y deploraban al mismo tiempo sus objetos por no 
ser lo sucientemente reales.
La tesis metaontolgica y losca que sostiene que matemticas 
= ontologa quiere decir que todo lo que sabemos acerca del ser-en-
tanto-ser ha sido y es expuesto por el desarrollo de la racionalidad in-
ventiva encarnada en los grandes matemticos. La ciencia del ser posee, 
por lo dems, una historicidad propia. Se trata de una ciencia inconclu-
sa, abierta y abundante, sometida al simple uso de la deduccin, que ha 
encontrado distintos caminos y obstculos. Estas detenciones siempre 
han provenido de la aparicin de algo anmalo que obligaba a reconsi-
derar el trazado que hasta entonces posea la teora. El descubrimiento 
de los nmeros irracionales, por ejemplo, fue para los griegos una for-
ma de aprehender un tipo de magnitud que no era conmensurable y 
que sin embargo se presentaba en muchos clculos. Lo propio de un 
pensamiento  es  desarrollarse  en  la  historia  como  la  secuencia  de  sus 
problemas estructurales y las conversiones que stos han exigido. 
Como es de esperarse, la identidad en cuestin no agrada ni a lso-
fos ni a matemticos. Unos desprecian el hecho de haber formulado la 
cuestin del ser sin poder darle una respuesta digna; los otros se mues-
tran escpticos y hasta burlones respecto de la idea que los posiciona 
como  guardianes  de  algo  ms  que  un  mero  simbolismo.  Esta  ltima 
actitud es inevitable. Los matemticos quieren trabajar con sus signos y 
hacer sus cuentas pero, al hacerlo, entregan toda su energa a esa tarea 
y se ciegan en ella, excluyendo la posibilidad de ganar conciencia sobre 
su  carcter  ontolgico.  Es  propio  de  su  proceder,  que  actualiza  in-
conscientemente el ser en cada paso deductivo que da, perder de vista 
el sentido de su ciencia. Cuando un matemtico escribe matemticas, 
acciona de acuerdo con reglas predenidas para encontrar lo que nece-
sita y no medita sobre la entidad de su discurso sino que permanece ah 
dentro, no pudiendo hacer otra cosa que maquinar automticamente, 
cargado con su tcnica, utilizando toda la atencin en su propio andar. 
Aun si creyera que los nmeros poseen una densidad ontolgica espe-
cial,  est  demasiado  ensimismado  como  para  advertir,  en  ese  mismo 
momento, que su lpiz traza el ser. 
Nada  de  esta  identidad  queda  por  ende  explicitado  en  el  interior 
del  discurso  matemtico  y  esa  es  la  ley  fundamental  de  la  ontologa: 
el ser como tal no podra adquirir posicin de objeto. En el comienzo 
 ;;
de El ser y el acontecimiento Badiou clausura de una vez y para siempre 
cualquier intento fallido de autoconocimiento de lo real matemtico ya 
que pertenece a la esencia de la ontologa efectuarse en la forclusin 
reexiva de su identidad,
41
 es decir que para que las matemticas sean 
ellas mismas, para que funcionen como tales, deben estar ensimisma-
das. Pero en este repliegue, la revelacin de su potencia ontolgica se 
pierde. O, lo que es lo mismo, el no-saber de las matemticas conforma 
su verdad. La virtud del matemtico es vicio para el lsofo.
Pretende agotarse el pensamiento en la ontologa? En lo ms m-
nimo. La identidad entre matemticas y ontologa es, en el marco del 
proyecto badiouano, uno de sus soportes, pero no su objetivo. Sucede 
que  si  El  ser  y  el  acontecimiento  la  explicita,  lo  hace  porque  hay  que 
rehabilitar  la  losofa,  ponerla  bajo  condicin  y  responder  a  nuestro 
tiempo. Lo primero que hay que notar cuando se lee a Badiou es la po-
sicin que ocupa dicha identidad. Central, ayuda a sostener el edicio 
losco pero sin robarle un pice del protagonismo que le pertenece. 
En  realidad,  el  problema  de  la  ontologa  es  un  escollo  insalvable 
desde  Heidegger.  Fue  l  quien  previ,  ms  all  de  las  formulaciones 
antiguas,  que  cualquier  observacin  general  acerca  del  pensar  deba 
al menos reparar lateralmente en la cuestin del ser. Desandar la posi-
bilidad de la losofa, atravesarla, recaer, tambin para Badiou, en el 
problema ontolgico. Contra el espritu heideggeriano que domina el 
mbito ontolgico contemporneo, esgrimir que el ser no es entre-
ga ni don ni apertura sino una sustraccin, que el ser no es represen-
table, pues ni siquiera se presenta. Qu quiere decir esto? Que el ser 
es  todo  lo  que  se  sustrae  a  la  presentacin,  lo  que  se  escapa  y  queda 
siempre al margen de cualquier cosa que podamos advertir acerca de 
l.  La  presentacin,  que  para  Badiou  es  una  palabra  primitiva  de  la 
metaontologa, es precisamente la forma en que el ser se despliega de 
manera efectiva. Hay que entender algo bastante complejo aqu: el ser 
no se presenta como tal, pero tiene una forma efectiva, concreta y sin-
gular, de mostrarse. Lo que se presenta, en cierta medida, no es el ser 
sino una conguracin inscripta y legible del mismo. El ser se sustrae 
pero podemos captar lo que nos es accesible de l. Esta sustraccin se 
muestra cuando percibimos que el ser no puede ser presentado directa-
41   Ibid., p. 19. Lacan llamaba forclusin al proceso por el cual un signicante funda-
mental es reprimido, motivo por el cual retorna sin cesar en el sujeto. 
;8 
mente por el dispositivo matemtico: Dir que el ser, en tanto ser, no 
se deja aproximar en forma alguna, sino tan slo suturar en su vaco a 
la aspereza de una consistencia deductiva sin aura.
42
Heidegger anhelaba recuperar una Presencia fundamental, un ori-
gen, una estancia en proximidad con este origen. Badiou levantar en 
cambio  lo  sustractivo  incorporado  en  la  literalidad  del  matema.  Lo 
sustractivo no es el retiro del ser ni el abandono en que nos han su-
mido  los  dioses  sino  ms  bien  su  renuencia  a  ser  presentado  como 
tal.  No,  la  verdad  ontolgica  obliga  ms  y  es  menos  proftica:  es  el 
ser forcluido de la presentacin lo que encadena al ser como tal a ser, 
para el hombre, decible en el efecto imperativo de una ley, la ms r-
gida de todas las leyes concebibles: la ley de la inferencia demostrativa 
y formalizable.
43
 Repeticin de Platn, quien expulsa a los poetas de 
la ciudad ideal mientras conecta de modo irrenunciable losofa y ma-
temticas,  Badiou  reencuentra  en  esta  intervencin  el  mecanismo  de 
restauracin losca.
La ontologa ser por este motivo no la presentacin, sino la pre-
sentacin de la presentacin. Puesto que ella no presenta nada en espe-
cial, slo se dedica a mostrar cmo es que se produce la presentacin 
sustractiva del ser. nicamente da cuenta de la maniobra presentadora. 
La ontologa es la ciencia del ser, comprende que ste se le evade y que 
lo nico que puede exponer es la modalidad que tiene la presentacin 
efectiva  del  ser,  la  manera  en  que,  sin  sucumbir  ante  la  tentacin  de 
hacerse presente, se desenvuelve en el discurso. Este discurso es mate-
mtico. 
Asumido  esto,  Badiou  empezar  a  desplegar  su  ontologa  a  partir 
de un postulado esencial: el no ser de lo uno. Es una decisin que no se 
demuestra ni se deduce. La ontologa es sin uno. Se trata fundamen-
talmente de un ataque a la tradicin metafsica que haba establecido el 
entendimiento de lo mltiple en funcin de lo uno. Que es el uno? La 
forma de retener y explicar la variedad que maniestan las cosas, la ley 
que las rene bajo su podero. Como lazo unicador, ha adquirido dis-
tintos  nombres:  Esencia,  Sustancia,  Especie,  Dios,  Naturaleza.  En  l, 
todo lo que vaga por el suelo y tambin lo que vuela y lo que se hunde 
en los ocanos, encuentra su fundamento y su causa. 
42   Ibid., p. 18.
43   Ibid., p. 37.
 ;p
Ni lo uno como entidad total, ni como entidad divino-metafsica. 
l ya no da sentido a todo lo que hay. Por eso, en segundo lugar, si lo 
uno no es, entonces lo que hay es mltiple.
Aqu se produce el primer pasaje estricto hacia la teora de conjun-
tos que Badiou llama teora de lo mltiple puro. Los conjuntos y los 
mltiples son lo mismo. Sucede que la formacin misma del concepto 
de  mltiple,  indispensable  en  la  ontologa,  est  contenida  ah.  Cada 
uno  de  los  axiomas  de  dicha  teora  que  Badiou  llama  Ideas  de  lo 
mltiple reeja alguna de sus caractersticas. Hay alguna denicin 
de mltiple para la ontologa? No. Mltiple es un trmino primiti-
vo a partir del cual se construye ms teora pero no se nos provee de 
ninguna descripcin suya. Su denicin est, en el mejor de los casos, 
implcita. Eso explica que la ontologa sea axiomtica: se parte del no 
ser de lo uno y se comienza a proceder a partir de un trmino supuesto. 
Lo mltiple es. 
Que  lo  uno  no  es  tiene  tambin  otro  sentido.  Los  mltiples  no 
cuentan elementos ni tomos ltimos. El uno de la metafsica tampo-
co puede hallarse en un descenso inferior. Ms all de todo lo que se 
nos  haya  enseado  en  la  escuela  primaria  sobre  teora  de  conjuntos, 
donde existen elementos que pertenecen a conjuntos puntos metidos 
en crculos, por lo general se sabe que los elementos son en realidad 
mltiples. Para la teora de conjuntos, estrictamente hablando, no hay 
elementos.  Slo  mltiples  que  pertenecen  a  otros  mltiples.  No  hay 
pequeos  elementos,  bsicos  y  fundantes,  que  sean  presentados  por 
un mltiple, sino que todo mltiple es mltiple de mltiples.
44
 Con estas 
intuiciones bsicas la teora de conjuntos se posicionaba ms cerca de 
la cuestin ontolgica. 
Badiou percibe que esta teora respeta adecuadamente la exigencia 
de  multiplicidad.  Pero  tambin  observa  que  en  ella  las  matemticas 
efectan  una  torsin  brillante:  quieren  pronunciarse  sobre  su  propia 
esencia y, al hacerlo, arrojan el mayor descubrimiento de la historicidad 
ontolgica.  La  idea  original  de  Georg  Cantor,  su  creador  a  nes  del 
siglo xix, era que todas las matemticas podan ser escritas a partir dos 
axiomas. Todo lo que se saba hasta ese momento en matemticas poda 
ser reducida a ellos. Una teora, surgida del seno matemtico, era capaz 
44   Toda vez que, por razones de claridad expositiva, apelemos a elementos estaremos 
reriendo efectivamente a mltiples.
6O 
de fundamentar la totalidad de la disciplina en cuestin, convirtindose 
ms en una base para toda la matemtica que en una de sus regiones in-
ternas. Estbamos casi ante un milagro de la inteligencia humana. Pero 
esto no poda suceder tan limpiamente. Muchas cosas paradojas, nue-
vos problemas, relaciones entre axiomas e hiptesis exteriores le ocu-
rrieron a la genialidad de Cantor obligndola a transformarse. Badiou 
conjetura que en este camino tortuoso se gesta algo horrorosamente 
real, algo inclusive difcil de tolerar en carne viva, donde el ser muestra 
toda su brusca voluntad de no ser domesticado. Por eso decide, como 
aventurero del concepto que es, explorar cada uno de los puntos esos 
que estn al borde del estallido donde la teora ha tocado el ser bajo 
la forma de un obstculo. 
La prescripcin misma de que toda propiedad dene un conjunto 
por ejemplo, ser rojo dene el conjunto de las cosas rojas fue puesta 
en crisis desde el descubrimiento de la paradoja de Russell. l compro-
b que ciertos mltiples infectaban de inconsistencia a toda la teora. 
Vemoslo brevemente. Dada una propiedad como la de no pertenecer 
a s mismo propiedad que satisface, por ejemplo, el conjunto de los 
nmeros enteros, el cual no es l mismo un nmero entero, es leg-
timo formar el conjunto de todos los conjuntos que no se pertenecen 
a s mismos. Llamemos a este conjunto R. Sucede que al indagar si R 
pertenece a s mismo nos topamos con una clsica formacin paradojal. 
Como es evidente, si R pertenece a s mismo, entonces no pertenece a 
s mismo, puesto que todos los elementos de R, recordemos, posean 
la propiedad de no pertenecer a s mismos. A la inversa, si R no per-
tenece a s mismo, entonces pertenece a s mismo. 
La sbita aparicin de esta clase de conictos oblig a un redireccio-
namiento de la teora de conjuntos que derivar en lo que se ha cono-
cido como la axiomtica de Zermelo-Fraenkel. Esto nos recuerda que 
la historia de la ontologa es contingente pero tambin que cada uno 
de estos atolladeros la impulsan a continuar. Z-F ser lo que nuestro 
lsofo  identique  especcamente  con  la  ontologa.  Podra  ser  otra 
teora, y nada quita que en algn futuro hallemos un mejor dispositivo 
para hacer tema del ser, pero por ahora, hace notar Badiou, es la mejor 
con  la  que  contamos.  Esta  movilidad  de  la  ontologa  responde  a  la 
historicidad matemtica y est atenta por eso a sus posibles variaciones.
Hay una segunda consecuencia de la paradoja de Russell, esta vez 
interna a la ontologa, que lapidariamente dice: no hay Todo. El uno-
 6
metafsico podra querer inmiscuirse nuevamente a travs de la gura 
del  Todo.  De  hecho,  la  correspondencia  entre  uno  y  Todo  es  muy 
habitual en la tradicin cristiana y tambin en el pantesmo. No pue-
de  intentarse  acaso  construir  un  mltiple  de  todos  los  mltiples?  De 
esta manera controlaramos cada una de las multiplicidades mediante 
una  apelacin  a  una  multiplicidad  suprema.  Perderamos  algunas  po-
sibilidades de pensar lo mltiple como tal, pero mantendramos cierto 
orden global. El dominio es lo que subyace a esta seduccin del Todo. 
Sin  embargo,  el  conjunto  de  todos  los  conjuntos  no  existe,  precisa-
mente porque incurre en un problema similar al de los mltiples que se 
pertenecen a s mismos. El Todo debera ser lo sucientemente grande 
para albergarse a s mismo, pero, en ese caso, al pertenecer a otro con-
junto, no podra ser el ms grande. En Lgicas de los mundos, esto se 
traduce as: el concepto de universo es inconsistente.
45
 
El no ser de lo uno es una decisin previa a la ontologa. La inexis-
tencia  del  Todo  es  en  cambio  la  consecuencia  de  manipular  ciertos 
mltiples dentro de esa ontologa; es una consecuencia interior al plan-
teo de Z-F. No se confunden, pero es posible interpretar la bsqueda 
del  Todo  como  un  retorno  del  deseo  de  uno.  Si  el  no  ser  de  lo  uno 
arrojaba  el  concepto  de  mltiple,  la  ausencia  de  Todo  lo  matiza,  le 
asigna  ciertas  caractersticas,  reza:  los  mltiples  no  se  dejan  aglutinar 
indenidamente; hay un punto donde exigen ser diferentes y permane-
cer separados como mltiples que son. 
Con todo, se ve de inmediato que para poder hablar de lo mlti-
ple es imprescindible determinarlo, rozarlo mnimamente con lo uno. 
Cmo se puede lograr esto sin caer otra vez en el reinado de lo uno 
metafsico? Existe una tctica, que Badiou denomina cuenta-por-uno, 
que hace del uno una operacin y no algo. La cuenta-por-uno, el acto 
de contar una coleccin de cosas como una coleccin, a diferencia de 
la entidad-uno, es slo un mecanismo. Es el sistema a travs del cual 
un  mltiple  se  deja  reconocer  como  tal,  sin  tener  que  reducirlo  a  lo 
uno o disponer de una denicin para l. Un mltiple es entonces el 
resultado de contar-por-uno una serie de cosas luego de que se supuso 
que lo uno no es. De este modo, podemos pensar lo mltiple a partir 
de  una  regla  mnima  de  cuenta.  Badiou  soluciona  de  una  sola  vez  la 
cuestin de la herencia metafsica sin caer en el sinsentido de algo que 
45   Alain Badiou, Lgicas de los mundos, op. cit., p. 623.
6z 
no se dejara apreciar con la mente. Aparece una distincin vital en este 
punto. Se trata de la diferencia entre multiplicidad inconsistente y mul-
tiplicidad consistente. La primera es aquella que encontraramos de no 
mediar la cuenta-por-uno, una multiplicidad innitamente diseminada, 
slo recuperada por la fantasa, pues no se ofrece al pensamiento. Slo 
en la retroaccin de la cuenta-por-uno puede suponerse que, antes de 
la cuenta, hubo un tipo de multiplicidad as: catica, amorfa, loca. La 
segunda es, por el contrario, la forma adecuada de la presentacin. Lo 
mltiple adquiere consistencia gracias a que ha sido contado-por-uno. 
Es as que la operacin de cuenta resume el paso de la inconsistencia 
a  la  consistencia  presentable.  El  ser  que  se  sustraa  era  precisamente 
aquella inconsistencia; slo podemos observar de l lo que la regla ra-
cional exige, es el nico modo segn el cual el ser se vuelve accesible. 
Los axiomas funcionan como puente entre lo inconsistente que la pre-
cede y su manipulacin consistente.
Tenemos,  entonces,  mltiples  con  los  que  se  puede  desarrollar  la 
ontologa.  Estos  mltiples  no  son  ms  que  las  situaciones  que  ya 
habamos  utilizado  para  hablar  de  las  condiciones.  Qu  contiene  la 
ontologa en su desarrollo interno? Ella tiene un punto de partida pre-
ciso:  el  vaco,  que  se  dene  como  el  mltiple  que  no  posee  ningn 
mltiple  ningn  elemento  le  pertenece.  El  vaco  no  encierra  nada; 
surge  de  la  cuenta-por-uno  de  una  nada  prxima  al  no-ser.  Qu  re-
presenta loscamente que la ontologa comience en el vaco? Qu 
anuncia? Que antes de empezar est la nada, la nada de la ontologa, 
su  ausencia.  Y  contar  esta  nada,  domearla  e  incluirla  en  lo  que  en 
adelante ser el discurso acerca del ser es lo primero que se puede hacer 
en el campo ontolgico. Ella es tambin un resto de la inconsistencia 
que fue excluida por la cuenta-por-uno, una exterioridad pura. El vaco 
intenta consignar, dentro de la ontologa, lo que excede a la teora de 
lo mltiple estableciendo una marca indeleble. 
Que todo mltiple sea mltiple de mltiples y que el vaco deter-
mine a todo ser respalda la idea de que, desde el punto de vista onto-
lgico,  no  hay  componentes  ltimos  de  la  realidad.  Dado  que  antes 
de la cuenta-por-uno est lo inconsistente, lo que se deja presentar no 
puede ser ms que una marca de lo sustractivo. Se dice que el vaco es 
el nombre propio del ser porque es un gesto de nominacin arbitrario 
que,  agotado  en  s  mismo  al  no  designar  nada  especco,  fuerza  lo 
impresentable a presentarse. El vaco, como letra, es lo primero que se 
 6,
puede pensar: Ese nombre, ese signo, ajustado al vaco, es, en un sen-
tido para siempre enigmtico, el nombre propio del ser.
46
 El vaco est 
adems en posicin de inclusin universal: es un subconjunto de todo 
mltiple, o, lo que es lo mismo, est incluido en cualquier mltiple que 
se quiera elegir.
47
 Hay innitas situaciones y todas ellas presentan esa 
huella de la nada como una parte inherente a su estructura. Esto quiere 
decir que el vaco se mueve por todos lados.
La  antigua  letra  escandinava  que  sirve  para  designar  el  vaco  [] 
seala de una vez lo real inestable sobre el cual la ontologa se recorta, 
la inconsistencia que se quiere olvidar. Pero al mismo tiempo reduce 
el riesgo que supondra traer a escena este caos inmanejable porque lo 
transforma en un signo operatorio. El vaco es la seal de la insistencia 
de lo catico en lo consistente. Separado lo inconsistente del dispositi-
vo matemtico, slo tenemos el vaco como un registro de que eso otro 
existe. Y de que est siempre a punto de estallar.
Badiou lo denota como el primer sello existencial. La aparicin del 
vaco  depende  de  un  axioma  que  dice  existe  el  vaco.  En  cambio, 
los  restantes  axiomas  excepto  el  del  conjunto  innito  jan  pres-
cripciones sobre mltiples ya presupuestos. Por eso el primero de los 
conjuntos que existe es en virtud de lo que se ha denominado la je-
rarqua  iterativa  de  conjuntos  el  vaco,  a  partir  del  cual  es  posible 
encontrar otra gran cantidad de mltiples. En efecto, si existe el con-
junto  vaco  denido  por  la  carencia  de  todo  elemento,  es  posible 
construir  un  conjunto  con  un  elemento  que  sea  el  propio  conjunto 
vaco. Posteriormente podra hallarse el conjunto binario formado por 
el conjunto vaco y el conjunto, recin formado, cuyo nico elemento 
es el vaco. Este proceso puede utilizarse indenidamente; siempre se 
46   Alain Badiou, El ser y el acontecimiento, op. cit., p. 74.
47   Hay que reparar aqu en una distincin que podra pasar por tcnica pero que sin em-
bargo es de suma importancia para el esquema badiouano. Existen, en la teora de lo mltiple 
puro, dos operadores distintos: la pertenencia y la inclusin. Si bien es cierto que el segundo 
puede  derivarse  del  primero,  eso  no  invalida  la  necesidad  de  reexionar  sobre  el  alcance  de 
ambas  estrategias  de  cuenta  de  un  mltiple.  Se  dice  que  un  mltiple  est  incluido  en  otro 
cuando sus elementos pertenecen al mltiple en el que se halla incluido. La cuestin se vuelve 
gravitante cuando se observa que existe un conjunto potencia que cuenta-por-uno todos los 
subconjuntos de un conjunto previamente dado y que contiene, al mismo tiempo, un exceso 
irremediable respecto del mltiple primitivo contado con anterioridad. 
6( 
crear un nuevo mltiple nito. Digamos: lo que es, es mltiple. Y todo 
lo que es se teje a partir del vaco.
La teora de lo mltiple puro permite, adems, contar-por-uno los 
submltiples de cada mltiple, que se denen como conjuntos cuyos 
elementos son tambin elementos del conjunto original. Recordemos 
que mltiple, conjunto y situacin pueden considerarse sinni-
mos. Aun si hay algn matiz que los diferencie en el contexto badioua-
no, son esencialmente idnticos. Si se tiene, por ejemplo, un mltiple 
 cuyos elementos son a, b y c, otro mltiple  ser submltiple de  
si contiene cualequiera de los elementos a, b o c, o es vaco; tambin 
se dice que  est incluido en . Badiou denominar partes a es-
tos submltiples. Es posible, a su vez, obtener un conjunto P() que 
agrupe todos los submltiples de : {a},{b},{c},{a,b},{a,c},{b,c},{a,b,c}
,{}; se lo llama conjunto potencia. Si  presentaba a a, b y c, dire-
mos que P re-presenta a . Cul es su relevancia ontolgica?
La  idea  de  representacin  es  crucial,  sobre  todo  si  consideramos 
que la ontologa misma es la presentacin de la presentacin. Badiou 
llamar estado de la situacin al conjunto potencia, es decir, al mlti-
ple  que  cuenta-por-uno  todos  los  submltiples  de  un  mltiple  dado 
con  anterioridad.  El  estado  quiere  representar  la  situacin  primitiva. 
La re-presentacin es el intento que hace la ontologa por asegurar la 
cuenta.  Sin  embargo,  hay  una  distancia  incalculable  e  imposible  de 
jar entre la primera cuenta, gobernada por el operador de pertenen-
cia, y la segunda, que resulta ser una duplicacin fallida: el estado de la 
situacin comprende, por fuerza, al menos un mltiple que no perte-
nece al conjunto inicial. Esto desenmascara la fantasa que entraa toda 
voluntad de hacer una cosa idntica a otra sin colar en el proceso una 
distorsin. La persistencia de ese mltiple de ms, es comprobable por 
un argumento conocido como teorema del punto de exceso. En ese 
exceso, esa distancia entre cuenta y recuenta, se agazapan las nociones 
de verdad y sujeto, dotndolo de mxima importancia losca.
Habr,  por  consiguiente,  tres  tipos  posibles  de  relaciones  entre 
presentacin  y  representacin.  Un  mltiple  puede  estar  presentado  y 
representado, en cuyo caso ser denominado normal. La normalidad 
es  un  reaseguro,  por  parte  del  estado  de  la  situacin,  de  la  cuenta-
por-uno original. En cambio, si se halla presentado y no representado 
estamos ante una singularidad. Veremos que esta tipologa alcanzar 
tambin mucha importancia en Lgicas de los mundos, incluso si all ad-
 6;
quiere  cierta  estilizacin.  La  singularidad  construye  ontolgicamente 
la ocurrencia de un acontecimiento, cuya virtud es no caer bajo la in-
sistente recuenta del estado. Finalmente, el tercer caso posible es aqul 
en el cual el mltiple en cuestin est representado y no presentado. 
Estamos ante una excrecencia.
Son las formas en que se da el ser, sus variaciones. Y a travs de ellas, 
la alternativa de que el hiato entre pertenencia e inclusin abra espacio 
para la categora central de acontecimiento. Por el momento tenemos 
slo las determinaciones del ser. Queda comprender el sentido del se-
gundo  sello  existencial:  el  innito.  Su  aprehensin  es  imprescindible 
para completar la teora badiouana de lo mltiple.
Lo primero que debe entenderse es que ste no puede ser obtenido 
por la suma de muchos mltiples nitos. Hay un salto que necesaria-
mente impone que la llegada del innito sea una decisin ontolgica, 
un axioma. ste declara: Existe un ordinal lmite. La ecacia de esta 
sentencia es doble: por un lado, desliga lo innito de lo Uno, de modo 
tal que lo des-teologiza. Adems, lo vuelve inmanente: el innito est 
aqu, utilizable a travs de la dura literalidad matemtica, dejando de 
ser  un  concepto  limitante,  trascendente  e  inefable.  El  innito  no  es 
Dios.  Desde  un  punto  de  vista  conceptual,  esta  decisin  permite  re-
legar  la  nitud  a  una  segunda  instancia.  Si  para  los  griegos  el  ser  era 
eminentemente  nito,  es  porque  no  haba  despuntado  an  en  ellos 
la  voluntad  de  darle  entidad  manipulable  a  lo  innito.  Es  esa  la  gran 
invencin de Cantor: establecer un inmenso dominio donde los mlti-
ples innitos pueden prosperar. 
El innito no es Dios, pero s la naturaleza, dir Badiou. Eso es algo 
que sostuvieron con valenta ciertos cientcos del xvi y xvii, aun si no 
podan intuirlo a travs de sus observaciones astronmicas, aun si los 
hombres han preferido siempre, en cualquier aspecto de la existencia, 
connarse a la aptica e inerte nitud. Por eso tambin es que el acier-
to de Cantor no reeja una porcin de discurso tcnico sino algo que 
avanza sobre la propia constitucin humana, su lugar en el universo y 
la capacidad de pensamiento que le compete.
Existe, entonces, el innito en los mltiples naturales.
48
 La elocuen-
cia de ese enunciado disfraza un tanto su profundidad: l est aseveran-
48   Badiou entiende por mltiples naturales, en oposicin a lo que sern los mltiples 
histricos, a aquellas situaciones cuyos trminos son todos normales, esto es, estn presentados 
66 
do que la innitud se ha instalado en la ontologa, junto al vaco, y que 
ambos adquieren la forma atea de lo mltiple:
As se ver estructurada la decisin histrica de mantener la innitud 
posible del ser; innitud que, al sustraerse de la empresa de lo uno, 
y  estando  por  consiguiente  desconectada  de  toda  ontologa  de  la 
Presencia, prolifera ms all de todo lo que tolera la representacin 
y  designa  lo  nito,  gracias  a  una  inversin  memorable  de  la  poca 
anterior del pensamiento, como la excepcin de la que slo un em-
pobrecimiento de la contemplacin alimenta, cerca de nosotros, la 
precariedad fraterna.
49
El innito aparece en el ser, est ah disponible, retenido, escrito. Se 
trata de una evidencia que ampla considerablemente la ontologa, es 
cierto, pero en realidad estamos ante un cambio epocal, ante un giro 
sin precedentes que, como de costumbre, no viene de la losofa sino 
de su exterior. Y en este caso, la ciencia es la encargada de sobrellevar 
el peso de esta decisin que nos obliga a enfrentarnos con lo innito 
despus de que hemos matado a los dioses.
Dado  que  no  hay  elementos  ltimos  y  que  todo  mltiple  es  ml-
tiple  de  mltiples,  lo  nico  que  posee  de  fundacional  la  ontologa  es 
la  relacin  de  pertenencia.  Si  el  concepto  de  mltiple  rueda  sin  ms, 
la pertenencia regula su funcionamiento. Resulta de esto que la onto-
loga,  en  cierto  sentido,  es  relacional.  No  porque  las  relaciones  sean 
ms primitivas que el mltiple de hecho, es posible vericar que toda 
relacin  es,  ella  misma,  un  mltiple
50
  ,  sino  porque  hay  siempre  un 
aspecto  relacional  en  el  ser  de  un  mltiple.  Las  caractersticas  de  un 
mltiple no pueden precisarse de antemano, salvo por la observacin 
de que adquiere entidad en cuanto se inscribe en otro mltiple. Lo que 
se puede decir tambin del siguiente modo: un ente es siempre ente de 
y representados por la situacin. La naturaleza es completamente normal: todos sus trminos 
son normales y todos los trminos de sus trminos tambin lo son. Esto signica que un ml-
tiple es natural si est incluido en la misma situacin de la que es un elemento. Es, al mismo 
tiempo, un elemento y una parte. Cfr. Alain Badiou, El ser y el acontecimiento, op. cit., parte 
III, El ser: naturaleza e innito. Heidegger/Galileo. 
49   Ibid., p. 170.
50   Cfr. Alain Badiou, El ser y el acontecimiento, op. cit., apndice 2, p. 485-489: Una 
relacin, o una funcin, no es ms que un mltiple puro. 
 6;
una  situacin.  Porque  la  teora  de  lo  mltiple  puro  da  cuenta  de  la 
presentacin de la propia presentacin, el operador de pertenencia es 
su nica y preciada herramienta. La ontologa de Badiou rinde culto a 
la abundancia y la diseminacin. Y toda relacin posible entre las situa-
ciones depende de la pertenencia. 
Badiou  atiende  as  al  requisito  de  una  ontologa  sin  objetos.  Slo 
hay mltiples y vaco, y tejindolos, otorgndoles entidad, estn las re-
laciones. Simondon tambin intentaba pensar el espacio que permiten 
los diversos juegos de relaciones. En su losofa el pensamiento y el ser 
se seducen mutuamente para producir una matriz donde se enclava el 
proceso  de  individuacin.  La  individuacin  simplemente  prescribe  la 
conexin entre dos rdenes del mundo completamente diferentes. Se 
trata  de  una  vinculacin  hasta  entonces  inexistente,  producida  por  la 
intimidad entre ser y pensar, que tiende a mostrar lo comn que hay 
entre dos planos heterogneos. Eso es una topologa: una relacin de 
dos o ms relaciones cuyo propsito es mostrar las similitudes y dife-
rencias entre dos estructuras. Por eso Simondon tiende tcitamente a 
la confeccin de un espacio. Un paraje donde el pensamiento se efec-
te  al  mismo  tiempo  que  el  ser  y  en  cuyo  seno  broten,  sin  mayores 
presupuestos  sustanciales,  individuos.  Ciudades,  nubes,  barcas.  Todo 
naciendo sin cesar, en medio de una voluptuosidad imparable. 
Badiou no est lejos de esta orientacin cuando expone en sus lti-
mos desarrollos la relacin entre ser y aparecer: ofrece las herramientas 
para medir las vecindades y lejanas entre los entes, para intentar pre-
cisar sus lugares de aparicin. Meditar sobre el espacio pero tambin 
en el espacio, entre, junto, a distancia del espacio especulativo y onto-
lgico abierto por otros, es una exigencia de cualquier continuacin 
de  la  losofa.  El  espacio  como  categora  losca  slo  puede  surgir 
cuando se ha percibido que la historia de la losofa es, en s misma, 
una conguracin espacial.
Es bello imaginar que la textura que produce el entrecruzamiento 
de las ilimitadas relaciones es un relato. Y que el relato, por lo tanto, 
crea un espacio. Relatar, en su etimologa latina, remite a un traer a la 
memoria algn hecho pasado, sin que deje de repercutir en ella la pro-
pia idea de relacionar, de avivar la trama que hace advenir algo nuevo; 
tal  vez  otro  ordenamiento  del  lugar  en  que  habitamos.  Habra  que 
pensar a Badiou generando un relato del espacio. Espacio y relato se 
confunden, y la losofa de Badiou alberga el maravilloso proceso en el 
68 
que esta identidad crece. El milagro de Badiou quizs sea la reapertura 
de un espacio de pensamiento donde la espacialidad ontolgica sea, a 
su vez, un norte.
Haba  una  necesidad  de  este  tipo  gestndose  ya  en  esos  textos  de 
Bachelard sobre la potica del espacio,
51
 en la meditacin de Sloterdijk 
acerca de las esferas las burbujas, los globos, las espumas,
52
 o incluso 
en  la  indita  propuesta  de  Lautman  de  un  sistema  de  orientacin  de 
esencia matemtica aplicable a los dominios ms concretos de la vida 
sensible.
53
 Un espacio sin sujeto, y fuera de los constreimientos de la 
ciencia fsica; uno que eleva o desarma regiones, depresiones o cimas, y 
tambin huecos y columnas. Maleable, ligero, plstico: un receptculo 
donde las relaciones se extienden pero tambin donde otras son reve-
ladas. Pura inmanencia del espacio. Ser y pensar disponen una relacin 
de relaciones. Habra que convocar aqu a una khra platnica pero sin 
paradigma, una potencia donde todo lo virtual sea pasible de orecer. 
La increble potencia poltica que poseera una losofa el a este estilo 
est an esperando ser actualizada.
La  ontologa  ya  ha  desplegado  la  totalidad  de  sus  componentes. 
Tenemos de ella, primeramente, la decisin que implica el no ser de lo 
uno. Tropezamos entonces con la certeza de que lo que hay debe ser 
mltiple  y  sin  embargo  acabamos  por  darnos  cuenta  de  que  aquello 
que la teora de lo mltiple presenta no es sino una estructuracin de 
algo  que  se  evade  y  reniega,  que  huye  de  la  inscripcin.  Es  gracias  a 
la  presentacin  que  inferimos  que  algo,  previo  a  la  cuenta-por-uno, 
subyace excluido de la ontologa. Pensamos lo mltiple, s, pero como 
un efecto de cuenta. Lo consistente es una huella de la inconsistencia. 
Sabemos adems que esta huella es el vaco. Y que adems de l no 
contamos ms que con el innito, acoplndose ambos bajo la forma de 
lo mltiple. Aqu se ve por qu el propsito de Badiou no puede re-
ducirse a la recapitulacin ontolgica. Todo lo que est antesy des-
pus de la ontologa, ms all de ella, acaba por interpretarla. La pone 
en  su  sitio.  Bastar  con  retener  sus  partes  principales  para  deslizarlas 
51   Cfr. Gaston Bachelard, La potica del espacio, Buenos Aires, FCE, 2000.
52   Cfr. Peter Sloterdijk, Esferas I, II, III, Madrid, Siruela.
53   Cfr. Albert Lautman, Symtrie et dissymtrie en mathmatiques et en physique, Pars, 
Hermann, 1946.
 6p
hacia ese exterior y averiguar cul es la verdadera ecacia de la maqui-
naria ontolgica en relacin con la losofa de Badiou. 
Esa relacin saluda en la deduccin matemtica la interrupcin del 
velocsimo circuito mercantil. Unvoco y a-signicante, rompe a la vez 
con el imperio de la imagen y con el clculo de los medios para atrapar-
la. El matema evacua lo imaginario en favor de lo real; l no es pasible 
de  interpretacin.  sa  es  la  seriedad  con  la  que  Badiou  enfrenta  las 
risas  del  espectculo  contemporneo.  No  slo  vuelve  a  pensar  el  ser, 
tambin lo hace hablar en el ms absoluto rigor racional. El resto de 
sus consecuencias descansan sobre aquello que lo trasciende: el aconte-
cimiento, la verdad, el sujeto.
 ;
 
IV. POR EL VRTIGO DE UN INSTANTE
Una  vez  establecidas  las  categoras  primordiales  que  informan  el 
ser mltiple, vaco, estado de la situacin, innito resta examinar lo 
que  no  es  el  ser  en  tanto  ser.  Badiou  retendr  de  Heidegger  que  el 
lugar del pensamiento de lo que no es el ser es lo que no es la naturaleza. 
Puesto  que  ella  es  la  sucesin  ordenada  de  multiplicidades  estables  
presentadas y representadas, su negacin ser lo anormal, lo inestable, 
lo antinatural. Estas multiplicidades sern llamadas histricas.
Lo  anormal  est  constituido  por  mltiples  presentados  pero  no 
representados,  mltiples  que  pertenecen  a  la  situacin  pero  no  estn 
incluidos en ella, que son elementos pero no partes. Se trata de singu-
laridades. Si el estado de una situacin es el mecanismo de recuenta-
por-uno, la forma mltiple de la historicidad se encuentra por entero 
en lo inestable de lo singular, es aquello que la metaestructura estatal 
no puede capturar. Es un punto que se sustrae al reaseguro de la cuenta 
a travs del estado.
54
 
Existe, adems, una posibilidad extrema dentro de los mltiples his-
tricos: un mltiple, tal que ninguno de sus elementos est presentado 
en la situacin a la que dicho mltiple pertenece. Un conjunto cuyos 
elementos no estn presentados en la situacin que lo presenta y que 
hace las veces de base. Si uno pudiera ver a travs de los ojos de la si-
tuacin que lo presenta, ese mltiple sera lo primero que encontrara 
y observara que no tiene nada en su interior. Este mltiple es un sitio 
de acontecimiento. El sitio est presentado, pero nada por debajo de l 
lo est. Nada de lo que lo integra est en la situacin. De este modo, 
como un mltiple est incluido en otro slo si todos los elementos que 
presentaba  estn  tambin  presentados  en  este  ltimo,  el  sitio  no  est 
incluido en la situacin. Es decir que pertenece a la situacin pero no 
es parte de ella. Se trata de una dinmica clave para seguir la intencin 
de Badiou, que pone el ejemplo de una familia. Una familia de personas 
constituye  un  mltiple  presentado  por  la  sociedad  pues  viven  juntos, 
54   Alain Badiou, El ser y el acontecimiento, op. cit., p. 197.
;z 
comparten  los  gastos  de  alimentacin,  etc.  Asimismo,  es  un  mltiple 
representado, es una parte, porque cada uno de sus miembros est ins-
cripto en el registro civil, es de nacionalidad argentina, tiene carnet de 
vacunacin, etc. Sin embargo, si alguno de los miembros de la familia 
fuera  clandestino,  si  no  estuviera  inscripto  legalmente,  si  saliera  slo 
por las noches, disfrazado, se puede decir que esta familia est presen-
tada pero no representada. Es, por ese motivo, singular.
A  diferencia  de  un  mltiple  natural,  que  conserva  la  normalidad 
donde sea que se lo encuentre, el sitio de acontecimiento puede ser sin-
gular en una situacin y normal en otra. Por este motivo, la naturaleza 
es absoluta y la historicidad es relativa: no hay un sitio en s, un mltiple 
es un sitio slo en una situacin determinada. Una situacin ser llama-
da histrica si posee al menos un sitio de acontecimiento.
55
 En ese sen-
tido, los sitios fundan la situacin, en cuanto conforman su ltima capa 
perceptible. Como nada de lo que los compone est presentado por la 
situacin, bloquea la regresin al innito que supondra indagar por los 
elementos de cada mltiple contenido all. Son mltiples admitidos en 
la cuenta de esa situacin sin provenir de cuentas anteriores; no caen en 
la trampa de la representacin que propone a cada momento el estado.
La entrada de un mltiple cuyos elementos no puedan ser controla-
dos por el estado de la situacin es central, pues hace pensar que algo 
puede llegar a suceder, algo est esperando agazapado para irrumpir, 
puesto que nada puede asegurar el conteo y la localizacin de todos sus 
componentes. Hay una calma buscando romperse en este hiato entre 
cuenta y recuenta. Crece una atmsfera tensa. 
En la naturaleza, por lo tanto, no hay acontecimientos; slo hechos. 
Se puede decir que una situacin histrica, en la medida en que posee 
un sitio, est al borde del vaco: ningn elemento del sitio que le perte-
nece est presentado en dicha situacin. Badiou explica y condensa su 
idea de historicidad de esta manera: La historicidad es la presentacin 
en los lmites de su ser. A la inversa de Heidegger, sostengo que el ser 
55   La nocin de sitio ser revisada en Lgicas de los mundos, siendo identicada sin ms 
con  la  de  mltiple  acontecimental.  Esta  manipulacin  le  permite  a  Badiou  evitar  algunos 
problemas que traa aparejada la relacin entre estructura e historicidad, a la vez que simplicar 
su esquema. Vale sin embargo circunscribir aqu la idea de un sitio al modo en que lo hace El 
ser y el acontecimiento pues, a mi juicio, representa la estrategia pedaggica ms apropiada para 
una Introduccin.
 ;,
adviene a la proximidad presentadora por la localizacin histrica, por-
que algo es sustrado a la representacin o al estado.
56
Llegamos, una vez realizada esta distincin, a la piedra de toque de 
la construccin badiouana. Preguntemos qu es un acontecimiento y 
cmo  se  inscribe  en  una  situacin.  Lo  primero  que  hay  que  saber  es 
que el acontecimiento no es propio de la analtica de lo mltiple; no 
forma  parte  de  la  ontologa.  De  esta  manera,  el  plano  de  exposicin 
que traa El ser y el acontecimiento se quiebra, produciendo un salto y 
develando su apuesta central. No es fcil denir un acontecimiento. La 
exigencia de pensarlo que proviene de Heidegger y Deleuze no con-
duce a Badiou tanto a formular una nocin alternativa como a incur-
sionar en una nueva manera de relacionarlo con el ser y con la lengua. 
El problema es cmo adviene y cmo se identica un acontecimiento 
en  relacin  con  el  terreno  donde  se  genera;  cul  es  la  dialctica  que 
lo vincula a un estado de cosas determinado. Porque nuestro tiempo 
exige pensar la pluralidad de acontecimientos pero tambin porque la 
recuperacin misma de la losofa depende de esta meditacin: Son 
estos  acontecimientos  del  matema,  del  poema,  del  pensamiento  del 
amor y de la poltica inventada los que prescriben el retorno de la -
losofa, en la aptitud a disponer un lugar intelectual de abrigo y acogi-
da para lo que actualmente es nombrable de estos acontecimientos.
57
 
Podemos comprender por consiguiente en qu medida la problemtica 
ontolgica, pero tambin lo que la traspasa, se vuelven el alma de todo 
el proyecto losco de Badiou. El ser y el acontecimiento son, entre 
otras cosas, los dos nombres que dan consistencia a su losofa toda. 
La escueta caracterizacin que Badiou ofrece de un acontecimiento 
se  corresponde  con  su  opacidad  estructural:  Llamo  acontecimiento 
de sitio X a un mltiple tal que est compuesto, por un lado, por los 
elementos del sitio y, por otro, por s mismo.
58
 Es decir que el acon-
56   Ibid., p. 200. Para Badiou, la Historia no existe. No al menos como una progresin 
con sentido nico, como cierta tradicin ha sostenido con insistencia. S es pensable, en cam-
bio,  la  historicidad  de  ciertos  mltiples.  Evidentemente,  esto  somete  el  planteo  badiouano 
a  una  lnea  de  trabajo  un  tanto  compleja:  sin  temporalidad  del  ser  producto  del  recurso  al 
matema y con una historicidad slo pensable en la secuencia aleatoria de mltiples, encuadrar 
el acontecimiento, cuya mxima peculiaridad estriba en un desenvolvimiento temporal que lo 
vuelve inasible, puede volverse algo titnico.
57   Alain Badiou, Maniesto por la losofa, op. cit., p. 51.
58   Alain Badiou, El ser y el acontecimiento, op. cit., p. 202.
;( 
tecimiento hace un mltiple de s mismo y de todos los mltiples que 
pertenecen  a  su  sitio.  l  rene  todos  los  factores  que  ya  estaban  all, 
dispuestos,  y  se  agrega  a  s  mismo  como  un  elemento  de  ms.  l 
mismo es un trmino del acontecimiento y por eso le es inherente esta 
especie de autocalicacin como tal. Hay un acto de suma, de agrega-
cin, que releva todo lo que haba en un lugar e introduce algo ms, 
algo  de  lo  que  ni  siquiera  puede  saberse  si  viene  desde  dentro  o 
desde fuera. Eso vuelve al acontecimiento algo desestabilizador. La 
Revolucin francesa, por ejemplo, incluy en su despliegue no slo el 
innito,  las  palabras,  las  cosas  y  los  movimientos  que  la  propiciaron 
sino tambin el nombre de Revolucin, sancionado incluso por sus 
detractores. El acontecimiento es ese mltiple que llega para presentar 
a  todo  su  sitio  y  al  signicante  de  s  mismo,  contenindose  porque 
se instituye, violentamente, en el preciso momento de su efectuacin; 
aparece y desaparece sin mayor autorizacin que su propio nombre. Es 
la mxima insolencia. 
Habamos  dicho  que  era  factible  ilustrar  la  ontologa  de  Badiou 
como  un  reservorio  de  innitas  relaciones  y  entrecruzamientos.  El 
acontecimiento sera entonces lo que saca a la luz una relacin impo-
sible,  algo  imprevisto,  bestial,  anmalo.  All  donde  todas  las  relacio-
nes estn expuestas y se vuelven visibles, hay una que, prohibida, falta. 
Algo como lo que sucede en Brazil, la pelcula de Terry Gilliam. En 
la primera escena, luego de que un televisor encendido detrs de una 
vidriera  anuncia  en  la  voz  de  un  periodista  Vamos  a  hablar  de  co-
nexiones, se produce una explosin que hace volar por los aires todo 
lo que estbamos observando. Es una metfora del resto de la pelcu-
la: un mundo tecnicado y burcrata donde las conexiones son reinas 
absolutas donde la comunicacin guiada por unos caos en la pared, 
la omnipresencia de los tuberas de aire acondicionado y las pantallas 
que  inundan  el  ministerio  de  informacin  son  capitales  se  asegura, 
como la madre del protagonista Sam Lowry lo hace con su hijo, que 
nada se salga de control. Sin embargo, la no-relacin que signica el 
continuo desencuentro entre Sam y su amada est siempre por venir a 
implantarse como una armacin. Entre sueos, bailando en la locura, 
el acontecimiento amoroso deslumbra en un mundo de puras relacio-
nes visibles, y lo hace reventar.
Un acontecimiento es algo excesivo. Aun si cuando logramos loca-
lizarlo vemos que aparece en una reducida parte de la situacin. l est 
 ;;
unido al lugar que concentra la historicidad de la situacin. El mltiple 
que lo contiene es, de modo previsible, un sitio de acontecimiento.
Naciendo y muriendo al mismo tiempo, destellando mientras rom-
pe  con  la  tranquilidad  de  un  mundo,  el  acontecimiento  provoca  un 
desajuste con la situacin en la que aparece. Es una fractura mnima por 
donde lo incontrolable brota y se esparce por la supercie de las cosas. 
Es trans-ser: est ms all del ser, pasa velozmente a travs suyo y lo 
interpela. Una metfora perfecta sale de la Ilada: [] Brincando en 
la  llanura,  resplandeciendo  como  el  astro  que  viene  al  n  de  la  tem-
porada y cuyos fuegos deslumbrantes brillan en medio de las estrellas 
innumerables y en pleno corazn de la noche.
El  acontecimiento  funciona  por  ende  como  un  ataque  a  la  tradi-
cin. Veamos la siguiente vieta griega. Dentro de los relatos funda-
dores  de  Atenas,  Tucdides  reere  en  la  Guerra  del  Peloponeso  que  el 
asesinato  de  Hiparco,  hermano  del  tirano  Hipias  cuyo  exilio  traera 
la  democracia,  no  conform  un  verdadero  comienzo  de  la  democra-
cia al haber dependido de la mera contingencia. Por qu? Porque los 
asesinos, los amantes Harmodio y Aristogitn, perpetraron el crimen 
menos como el gesto fundador de una nueva forma de gobierno que 
como una defensa de sus intereses sentimentales. Hiparco se interpona 
entre  ambos  y  por  eso  lo  han  matado.  Contra  el  relato  que  los  hizo 
mrtires de la democracia, su accionar ha dependido de la excepciona-
lidad. Tucdides dice que todo se ha producido por el vrtigo de un 
instante, en medio de las vicisitudes de un conicto ertico. El hecho 
de que Tucdides encuentre un acontecimiento all donde ha querido 
observarse la estabilidad del mito tradicional y donde ha querido con-
sumarse  un  origen  incuestionable,  devuelve  la  historia  a  su  fragilidad 
constitutiva. El acontecimiento la remite al azar. Al hacerlo, desequili-
bra la edicacin del saber.
Ahora  bien,  el  problema  es  revelar  su  funcionamiento  en  relacin 
con  el  contexto  cul  es  su  posicin  y  cules  son  sus  lazos.  La  cosa 
es determinar su pertenencia o no pertenencia a una situacin porque, 
al tratarse de algo suplementario respecto de un orden dado, es difcil 
establecer las dimensiones de su existencia y el grado de autonoma que 
posee respecto de dicho orden:
Llego aqu al fundamento de todo mi edicio, ya que, en el punto en 
el que nos encontramos, resulta imposible responder a esta simple 
;6 
pregunta. Si existe un acontecimiento, su pertenencia a la situacin 
de su sitio es indecidible desde el punto de vista de la situacin en s. 
En efecto, el signicante del acontecimiento es necesariamente su-
pernumerario respecto del sitio. Acaso corresponde a un mltiple 
efectivamente presentado en la situacin? Cul es ese mltiple?
59
El acontecimiento se anca en una indecidibildad bsica. Sabemos 
que ninguno de los elementos del sitio est presentado en la situacin y 
que por eso decimos que el sitio est al borde del vaco. Slo nos queda 
la posibilidad de preguntar si el propio acontecimiento, que es elemen-
to de s mismo, pertenece a la situacin. Esta indagacin entraa una 
circularidad.  En  ella  est  la  raz  de  la  indecidibilidad.  Si    pertenece 
a , cada vez que se indague por los elementos de , se tendr como 
respuesta a la propia . Y cules son los elementos de ? Otra vez la 
misma . Al tratarse siempre del mismo mltiple, la indagacin no ter-
mina jams, de modo que no podramos establecer si el acontecimiento 
pertenece  o  no  a  la  situacin  si  la  siguiramos  de  modo  indenido. 
Solamente  una  intervencin  podr  decidir  lo  indecidible,  raticando 
que el acontecimiento est presentado de hecho en una situacin. Nos 
hallamos ante una encrucijada, porque podra suceder tambin lo con-
trario:  que  nada  marque  verdaderamente  la  existencia  de  un  aconte-
cimiento,  que  todo  haga  parecer  que  nada  ha  sucedido,  que,  incluso 
si  algn  nombre  extrao  ha  sido  odo  por  un  segundo,  se  tienda  a 
asimilarlo como una palabra ms de la situacin.
60
 Esta encrucijada no 
slo  se  abre  con  la  indecidibilidad  propuesta  por  el  acontecimiento, 
sino que ser actualizada una y otra vez cada vez que la existencia del 
acontecimiento, anteriormente decidida, sea puesta en jaque.
59   Ibid., p. 204.
60   Con todo, si un acontecimiento es decidido en situacin, si est certicada su perte-
nencia all, se distingue conceptualmente de su sitio por la interposicin, entre el vaco se al 
que est siempre presto a precipitarse el sitio y l, por l mismo. Por eso es que el aconteci-
miento cumple la funcin de nominar ese vaco previo, de sacarlo a la luz en la medida en que 
lo designa. Es curiosa la siologa del acontecimiento: impide la irrupcin del puro vaco en la 
medida en que lo ja. Qu vaco? Aquel que bulle en una situacin histrica, cuando se nota 
que en su interior hay al menos un mltiple cuyos elementos no estn presentados en dicha 
situacin.  Cuando  ese  vaco  estalla,  el  acontecimiento  lo  encarna,  pero  simultneamente  lo 
sosiega otorgndole un nombre, un cdigo, una forma visible. 
 ;;
Un acontecimiento es el vuelco de la inexistencia a la existencia ab-
soluta. Ms especcamente, Badiou pide que ese paso posea un grado 
de aparicin mximo, que sea radiante. La suprema presencia que ad-
quiere un elemento hasta ese entonces difcilmente visible es la marca 
del  acontecimiento.  Se  nos  aparece  con  virulencia.  No  hay  nada  ms 
daino para cualquier dogma que dotar de existencia a aquello que no 
la posea, trayendo ante la mirada lo que era imposible. Eso es lo que 
provoca la potica de Celan, el rompimiento del EZLN o la postula-
cin del principio de incertidumbre realizada por Heisenberg a princi-
pios del siglo pasado. 
Resulta  tan  indomable  que  tambin  desarma  internamente  el  re-
gistro  escrito  de  Badiou,  quien  se  ve  en  la  obligacin  de  pasar  de  la 
exposicin ontolgica a una metaontolgica. El ser y el acontecimiento 
est dividido en dos: una parte est consagrada a la ontologa; y otra 
est dedicada a explorar lo que sucede con el acontecimiento y aquello 
que le sigue. 
Lo curioso es que ese hiato est inducido por la propia teora de lo 
mltiple. El acontecimiento es un concepto que se ubica por fuera de 
la ontologa matemtica porque hay un axioma, el de fundacin, que 
lo excluye claramente. Se trata de una Idea de lo mltiple que Zermelo 
agreg  tardamente  y  que  consiste  en  excluir  a  todo  mltiple  que  se 
pertenezca a s mismo.
61
 Su uso es en general metaterico, puesto que 
no reviste mayor importancia en lo que hace a los resultados parciales 
a los que accede la teora. Estamos ante una especie de ley destinada a 
controlar el tipo de material con el que trabaja la teora de lo mltiple 
puro cuyo objetivo es proscribir la inconsistencia.
En sntesis, el axioma de fundacin dictamina que el acontecimiento 
no es, por lo que, respecto a l, la ontologa tiene que callar. Desde lue-
go, la fractura del discurso ontolgico solicita un reordenamiento del 
proyecto badiouano. Todo el armazn losco queda a la intemperie 
por un momento. El axioma de fundacin equivale al y del ttulo en 
El ser y el acontecimiento. Es un articulador que separa la ontologa 
61   Ms tcnicamente, consiste en armar que todo mltiple no vaco est fundado si 
le pertenecen slo mltiples distintos de s mismo o, anlogamente, que la interseccin de un 
mltiple con todo mltiple que le pertenece es vaca. 
;8 
de la segunda parte de la especulacin y que no obstante deja constan-
cia de dicha exclusin.
62
  
Originados  tambin  por  en  este  salto,  estn  la  verdad  y  el  sujeto. 
Dejemos  establecido  esto:  un  sujeto  es  siempre  sujeto  en  relacin  con 
una verdad y una verdad depende siempre de un sujeto. Son conceptos 
inseparables. A la vez que para ambos es imprescindible el de aconteci-
miento. El mapa es bien simple si se lo analiza con cuidado. La verdad y 
el sujeto, solapados, hacen coincidir su comienzo con la ocurrencia del 
acontecimiento. Y como este ltimo casi no goza de entidad, su ocu-
rrencia depende exclusivamente de que un sujeto y una verdad la hagan 
maniesta, dejndola entrever slo mediante sus propias existencias.
En lo que concierne a las verdades, sabemos a estas alturas tres co-
sas. La ms notable es que no hay una verdad sino verdades. Muchas 
verdades: unas veces simultneas, otras veces sucesivas. La segunda, es 
que stas no son prodigadas por la losofa sino por sus condiciones. La 
tercera, por ltimo, es la constatacin de que una verdad se origina en 
un acontecimiento, constituyendo, como ya dijimos, a la vez un punto 
y un trayecto. 
Una verdad ofrece un punto sustrado al saber, pero tambin explo-
ra las palabras empleadas para aprehender el acontecimiento Por eso es 
un recorrido: indagando cautelosamente, discierne los nombres que in-
tentan a duras penas designarlo. Poco o nada hay en esta idea de lo que 
la tradicin ha entendido por verdad. Ni la correspondencia de ciertos 
enunciados  con  el  mundo,  ni  la  coherencia  de  algunas  proposiciones 
entre s, ni una medida de la adecuacin entre nes y medios. 
Badiou recupera, en cambio, el ensalzamiento Lacaniano de lo inte-
rrumpido del discurso, lo fracturado, lo fallado por donde se suelta el 
62   Existe sin embargo otra va. Debo a mi amigo Javier Blanco el conocimiento de la 
teora de conjuntos no bien fundados (NWFS, por sus siglas en ingls) desarrollada por Peter 
Aczel en 1989. Dicha teora est conformada bsicamente por los mismos axiomas que Z-F 
pero en lugar del axioma de fundacin utiliza uno de antifundacin (Antifoundation axiom). 
En la medida en que se puede demostrar que Z-F y que NWFS poseen el mismo nivel de con-
sistencia y que Badiou reconoce que podramos elegir un dispositivo matemtico ms adecua-
do para hacer tema del ser-en-tanto-ser, habra que evaluar las consecuencias de adoptar esta 
segunda va en lugar de aquella por la que se decide nuestro lsofo. Lo que puede preverse 
con certeza es que el acontecimiento quedara ahora incluido en la ontologa y que la verdad 
y  el  sujeto  probablemente  tambin.  S  que  no  es  una  eleccin  fcil  desde  el  punto  de  vista 
conceptual pero, como en toda instancia del pensamiento, vale el riesgo.
 ;p
inconsciente. De esta experiencia de la discordia, de la imposible rela-
cin sexual e incluso del defasaje entre conocimiento y verdad que el 
maestro sugiere, tomar su carcter positivo. Y lo pondr a funcionar 
en el concepto de verdad. Ella es una cesura en la lgica de un saber, 
un hueco. Pero de un modo ms radical es la articulacin de los predi-
cados que se le sustraen. Una verdad es absolutamente inmanente por-
que est rodeada por la lengua establecida y se dene negativamente 
en funcin de ella.
63
 La deprime hasta desfondarla. La cala. La penetra. 
Anula as la posibilidad de una verdad mesinica, trascendente y lejana, 
y por eso inefable. 
Todo comienza entonces con una decisin, all donde la pertenencia 
o no pertenencia del acontecimiento a una situacin estaba en juego. 
Se decide que algo ha tenido lugar; se arma su existencia. Cmo? Un 
nombre no presentado y nuevo an si pertenece a una lengua antigua 
y fornea enuncia la pertenencia del acontecimiento a la situacin. As 
sucedi con el movimiento dodecafonista iniciado por Schnberg o 
con el peculiar sintagma Madres de Plaza de Mayo. Disuenan en el 
tmpano de las personas y las inquietan; llegan para establecerse como 
signicantes arbitrarios, algo inaudibles, a punto de caer fuera de toda 
gramtica, pues ninguna ley de la representacin puede tolerarlas. Es 
completamente ilegal. Quizs por eso, en las experiencias histricas, la 
represin estatal es el primer sntoma de la instalacin de un nombre 
acontecimental. El estado quiere borrarlo, disputa su uso por medio de 
la saturacin o la neutralizacin. Se lo apropia y lo pervierte conducin-
dolo hacia un campo controlable. Domestica los reclamos populares a 
travs de los discursos parlamentarios o utiliza la categora abstracta de 
pueblo para tomar las medidas que ste aparentemente necesita, 
no haciendo en realidad otra cosa que victimizar a los sujetos polticos 
y  someterlos  a  una  pasividad  absurda.  Para  el  estado,  nada  hay  ms 
desagradable  que  algo  nuevo  con  la  posibilidad  de  disputarle  poder. 
En las dictaduras hay palabras prohibidas; en las democracias, palabras 
vaciadas de sentido. 
63  Badiou responde de este modo a una exigencia de su tiempo: pensar la inmanencia en 
la ms pura inmanencia. Esto lo acerca, claro est, a Deleuze, aunque no lo exime de debatir 
con  l  a  propsito  de  este  concepto.  Cfr.  Alain  Badiou,  Deleuze.  El  clamor  del  ser,  Buenos 
Aires, Manantial, 1997, con especial atencin a los captulos 2, 4 y 7. Y tambin El aconteci-
miento segn Deleuze en Alain Badiou, Lgicas de los mundos, op. cit., p. 423.
8O 
El nombre del acontecimiento se decide all donde nos golpe un 
mltiple paradojal. Ante una situacin indecidible, hay que decidir. Es 
necesario descarriarse del camino circular para que una verdad orezca. 
Como el negativo de Bartleby, para quien la decisin es slo una retira-
da, la eleccin que se reclama compromete positivamente una existen-
cia y reviste un coraje fundacional. Y es que decidir es crear la escena 
misma de la verdad. 
En  su  Conferencia  acerca  de  la  sustraccin
64
,  Badiou  indica  cuatro 
momentos de una verdad. Sabemos que, desde el punto de vista onto-
lgico, es un sub-conjunto genrico de una situacin: una parte indis-
cernible que rene a trminos que no tienen nada en comn excepto 
pertenecer  a  esa  situacin.  No  hay  una  propiedad  que  los  rena,  de 
manera  que  vuelve  annima  la  zona  en  la  que  estn.  Por  eso  se  dice 
que la parte es indiscernible. Esta evasin es en realidad un movimiento 
que va desde lo indecidible, pasando por lo indiscernible y lo genrico, 
hasta lo innombrable. 
La  indecidibilidad  se  vincula,  desde  la  perspectiva  formal,  con  un 
enunciado que no es clasicable por una norma explcita de la lengua. 
La estructura habitual de una proposicin indecidible dene que ella no 
cae bajo la prescripcin de la norma sin quedar al mismo tiempo fuera 
de la misma. Es algo que no puede separarse ntidamente, difuso e in-
cmodo. El vocablo procede de uno de los clebres teoremas de Gdel 
llamado  Sobre  sentencias  formalmente  indecidibles  en  Principia 
Mathematica y sistemas anes. All, el lgico descubri que en todo 
sistema axiomtico que contenga suciente aritmtica era posible hallar 
una proposicin verdadera cuya capacidad de ser demostrada estuviera 
siempre en suspenso. Lo indecidible coincide con el primer momento 
del  resplandor  acontecimental,  aqul  donde  se  identica  un  mltiple 
cuya  propiedad  peculiar  es  la  de  pertenecer  a  s  mismo,  abriendo  un 
crculo  revulsivo  que  desarticula  nuestro  lenguaje  tranquilizador,  lo 
mismo que solemos experimentar cada vez que traspasamos el umbral 
de nuestras tierras y comenzamos a recibir la severidad de la voz extran-
jera. Hay que pensar tambin que lo que un acontecimiento requiere 
para  mantenerse  y  devenir  verdad  no  es  slo  la  localizacin  de  su 
advenimiento, sino tambin una cadena de nombres que se dediquen a 
64    Conferencia  Acerca  de  la  sustraccin  en  Alain  Badiou,  Condiciones,  op.  cit.,  pp. 
171186.
 8
reotarlo innitamente, cada vez, a n de que su volatilidad natural no 
acabe an ms temprano. Una vez asignado el nombre a aquello que 
habr ocurrido,
65
 se procede con la bsqueda de esos nombres. Pero, 
qu  la  soporta?  En  efecto,  nada  lo  hace,  no  hay  un  concepto  para 
respaldar ese trazado. Hay que elegir una y otra vez cada palabra para 
relanzar  el  acontecimiento.  En  las  sucesivas  Declaraciones  de  la  Selva 
Lacandona el Ejrcito Zapatista fue entrelazando novedosas frases que 
se mostraban eles a la irrupcin de 1994. En la Tercera Declaracin 
dicen, por ejemplo, Para todos todo, para nosotros nada, desprecian-
do el resorte ms ntimo del capitalismo. Otras veces, recurren a trmi-
nos indgenas, o inventan designaciones en algunos casos modican-
do la ortografa de palabras ya existentes para sus propias jerarquas o 
sus encuentros multitudinarios. Nada conecta a estos nombres entre s 
salvo el deseo de otorgarle constancia a eso que era mnimo.
Como ningn criterio hace diferir a dos trminos, la eleccin es aza-
rosa. Qu hacer pues cuando no hay ms ley que no tener ley? Gozar 
de la libertad que provoca esta in-diferencia. Una verdad se construye, 
en  la  recoleccin  de  los  sucesivos  signicantes,  a  partir  de  este  cam-
po abierto por lo indiscernible. Es su fragmento indistinto. El sujeto 
est all donde dos trminos se indisciernen y por eso hablamos de lo 
abierto de una verdad, un espacio en el que el sujeto es librrimo.
66
 
En lo indiscernible se encuentran el azar y la libertad porque de lo que 
se  trata  es  de  elegir  sin  norma  que  dictamine  qu  nombre  concreto 
debera escogerse. Incluso si debemos conectarlo con el acontecimien-
to, y eso supone una especie de regla que Badiou llamar operador 
de conexin, nada nos dice que haya que conectar un trmino y no 
otro. Es slo cuestin de actuar sin mayores certezas, como lo hacen 
65   El uso del futuro anterior es habitual en Badiou para referirse al par acontecimiento-
verdad. Sucede que este tiempo verbal concentra una temporalidad paradjica que indica que 
algo sucedi a partir de una decisin tomada con posterioridad, una decisin tomada en un 
futuro respecto del momento de la ocurrencia. De ah la idea misma de futuro anterior, nudo 
de tiempos complejos que da cuenta de la extraeza acontecimental. Explica Badiou que una 
verdad no es representable ms que en el futuro anterior, o sea en el tiempo verbal conocido 
como antefuturo o futuro perfecto de indicativo. Ella habr tenido lugar como innitud gen-
rica, en Alain Badiou, Condiciones, op. cit., p. 183.
66   Badiou dice en Condiciones, op. cit., p. 182: Un sujeto es lo que desaparece entre 
dos indiscernibles, lo que se eclipsa en la sustraccin de una diferencia sin concepto. Tal sujeto 
es el golpe de suerte que no puede abolir el azar, pero que lo efecta como vericacin del 
axioma que lo funda.
8z 
los hombres de guerra o los artistas posedos por el entusiasmo, alcan-
zados por un vrtigo divino que los muestra locos, idiotas, perdidos, 
buscando un destino en la ms estrepitosa errancia.
Hay una especie de lmite al conocimiento humano. Casi una con-
rmacin del feliz desamparo en el que estamos sumidos como ateos. 
No podemos saber casi nada acerca de las opciones libres que encarna-
mos como sujetos. Estas decisiones son puntos. Cada decisin convoca 
un  punto  donde  se  reeja  la  alternativa  entre  dos  opciones.  S  o  no. 
Seguimos o abandonamos. Un sujeto es lo que valida en cada punto 
una decisin y la sostiene frente al mundo. Y todos esos puntos posibles 
adquieren la forma de un espacio. Por eso hay mundos tonos que no 
comportan ningn punto, como puede ser el mundo del materialismo 
democrtico y mundos tensos plagados de puntos donde es nece-
sario decidir a cada paso. Si un sujeto siempre indaga de manera nita 
los trminos en cuestin, cmo se inmiscuye la innitud en la verdad? 
Lo nito se conecta con lo innito a travs de lo genrico, ese sub-
conjunto  cuya  nica  propiedad  es  no  dejarse  recapitular  por  ningn 
predicado de la situacin de la que forma parte. l no tiene ninguna 
propiedad y jams podremos acceder con claridad a lo que se encuentra 
en un submltiple as porque cada uno de sus elementos, ligado a los 
otros por la mera contingencia, siempre puede sorprendernos con al-
gn rasgo inesperado. Pero tambin porque siempre se puede sacar un 
nuevo elemento, dado que no hay una propiedad que delimite un ran-
go especco de trminos que le corresponden. Lo nico que podemos 
advertir de una parte as de la situacin es slo eso: que es una parte. 
Imposible de erradicar. Inscripta en la situacin, desfonda la soberana 
del saber, previniendo que siempre habr algn elemento no contado, 
an disponible. Lo genrico autoriza de este modo la potencia de lo 
innito, pues su acabamiento es una ccin. 
Una verdad est siempre, por esa razn, poco dicha, entredicha o 
algo enterrada. As permanece alerta frente al asedio del Todo y sus ce-
lebrantes. Ella extrae una secuencia signicante con cierto despotismo, 
pero eso no sirve para escribirla y decirla toda. Hay, como dice Lacan, 
algo que no cesa de no escribirse y que hace que una verdad alcance 
tambin  un  tope  innombrable.  En  un  universo  determinado,  un  tr-
mino innombrable es aquel que no puede ser acaparado por ninguna 
frmula:  se  sustrae  al  nombre  propio  casi  rompiendo  con  el  anoni-
mato  y  se  evade  de  cualquier  predicado  de  la  lengua.  A  diferencia 
 8,
de lo indiscernible o de lo genrico, lo innombrable es una partcula 
apartada y exacta. Es algo que opera como un lmite. An si no detie-
ne  la  indagacin  subjetiva,  recuerda  que  sta  no  puede  ser  global  ni 
omnisciente, que es parcial y un tanto ciega. Una verdad, sin destino 
consolidado, es lo que ilumina fugazmente el mundo a partir de una 
precariedad extrema. No le hace falta mucho ms para volverse eterna. 
Podemos  solicitar  el  retorno  de  las  verdades  y  del  sujeto  reclamando 
coraje y diligencia, pero siempre con la cautela de no llenar de inme-
diato, de no anegar el deseo de hablar toda la verdad. Walter Benjamin 
ya nos prevena de ello cuando armaba en Teoras del fascismo alemn 
que el amante demasiado locuaz corteja mal.
Cmo hace piel el sujeto estos cuatro momentos de una verdad? 
Cmo se lee el trayecto de una verdad desde la ptica del sujeto que lo 
sostiene? Al igual que con las verdades, el sujeto ser cada vez un sujeto 
singular. Ser toda conguracin local de un procedimiento genri-
co que sostiene una verdad.
67
 Pero cuando Badiou escribe su  Teora 
del sujeto y dos captulos en ambas partes de El ser y el acontecimiento 
con  ese  mismo  ttulo,  maniesta  adems  una  intencin  ms  amplia: 
recuperar una dimensin activa en un tiempo que nos solicita desidia y 
abandono. El sujeto retorna al texto losco luego de la muerte que 
Wittgenstein, Heidegger o el mismo Foucault le propinaran, pero tam-
bin despus de que se lo asimilara como un consumidor, como una 
mera fuerza de trabajo o como un paciente psiquitrico. Contra ellos, 
Badiou intentar pensarlo en la brecha abierta por un acontecimiento, 
ubicndolo en el centro de una nueva poca losca. 
Ni sustancia, ni punto vaco, un sujeto es ms bien una forma de 
subjetivacin,  un  gesto  dinmico  a  partir  del  cual  el  sujeto  emerge 
como resultante de un proceso. No es posible siquiera imaginar que un 
sujeto sea la organizacin del sentido de la experiencia o una constata-
cin universal; un sujeto es, como dice Spinoza al nal de la tica, tan 
difcil como raro. Su rol es nominar desde el interior de la situacin y 
darle persistencia al acontecimiento. Y proseguir, siempre sometido a 
un azar que lo excede, reuniendo los trminos que remiten a l. 
No obstante, el sujeto no conoce ni se ajusta a la verdad porque 
no  puede  determinarla  plenamente,  porque  l  mismo  pertenece  a  la 
situacin y se ve superado por la innitud del subconjunto genrico. 
67   Alain Badiou, El ser y el acontecimiento, op.cit., p. 431.
8( 
Cree, en cambio, que hay una verdad y confa en ella. Cuando lo hace, 
colecciona palabras que no tienen un referente en la situacin aun si 
habitan  en  ella  sino  que  construyen  una  nueva  situacin,  nacida  al 
adjuntarle una verdad a aquella situacin primaria. En esta nueva situa-
cin,  las  relaciones  de  referencia  son  del  todo  originales:  las  palabras 
que antes queran decir ciertas cosas, ahora sirven para crear un nuevo 
presente, van hacia adelante, tan ingrvidas como estratgicamente ele-
gidas, repartiendo la noticia del acontecimiento. 
El proceso que lleva a cabo el sujeto puede llamarse tambin forza-
miento.  Este  nombre  proviene  otra  vez  del  mbito  matemtico,  ms 
especcamente del descubrimiento realizado por Paul Cohen en la d-
cada del sesenta del pasado siglo. Cohen cre una tcnica que permita 
vincular  un  trmino  de  la  situacin  inicial  con  un  nuevo  enunciado, 
comprensible  en  una  segunda  situacin.  Es  una  forma  de  delinear  y 
otorgarle  un  rostro  al  hueco  que  conforma  una  verdad.  Un  trmino 
fuerza un enunciado si su conexin con el acontecimiento fuerza a su 
vez al enunciado a ser verdico en la nueva situacin. Por eso es que un 
sujeto se ubica en el cruce entre verdad y saber; muido con palabras 
de la situacin conocida, construye una nueva lengua para contener la 
verdad que acaba de llegar.
68
 
Cmo pasa el sujeto de una palabra a otra? Sirvindose de un ope-
rador de conexin, de una regla elegida libremente que permite saltar 
entre los trminos. Cuando ese operador es seleccionado, el sujeto se 
encarga de discernir, en situacin, a los mltiples que dependen de la 
puesta  en  circulacin  de  un  mltiple  acontecimental.  Estos  mltiples 
son esos trminos encargados de sostener el acontecimiento a los que 
nos referamos antes. Nos hallamos ante la delidad o la militancia de 
un sujeto. El sujeto entraa siempre coraje. Embiste y perdura, como el 
oleaje del mar, sin saber exactamente porqu, como el fuego que que-
ma sin saberlo. El coraje es la facultad de sostener un estandarte frente 
a la tempestad, aun si no hay ms objetivo que permanecer. Aristteles 
lo  dene  en  la  tica  a  Eudemo  como  un  espasmo  introducido  en  la 
68   As resume la mecnica del sujeto: Un sujeto, instancia nita de una verdad, reali-
zacin discernida de un indiscernible, lengua autonmica [autonyme], es aquello que fuerza 
la decisin, descalica lo desigual y salva lo singular. Por esas tres operaciones, de las que slo 
nos obsesiona su rareza, el acontecimiento viene al ser, cuya existencia haba suplementado. 
Ibid., p. 450.
 8;
duracin, condenado a resucitar una y otra vez. No se confunde con el 
herosmo, que consiste solamente en una postura sin resistencia frente 
a lo imposible. El coraje es la esencia del sujeto el porque incluso si 
en el fondo teme tanto como lo hacen los prudentes, se enfrenta a su 
temor, sabiendo que nada sabe, slo para salvar la verdad de su propia 
debilidad.
Por  eso  en  la  militancia  tambin  interviene  algo  del  orden  de  la 
imaginacin. Al respecto, Sartre deca lo siguiente: 
El  acto  de  imaginacin  es  un  acto  mgico.  Es  un  encantamiento 
destinado a hacer aparecer el objeto pensado, la cosa que deseamos, 
de manera que podamos poseerla. Hay, en este acto, siempre algo 
de imperioso y de infantil, un rechazo de asumir la distancia, las di-
cultades. As el pequeo nio, desde su cama, acta sobre el mun-
do a travs de rdenes y pedidos. A estas rdenes de la conciencia 
los objetos obedecen: aparecen. Pero poseen un modo de existencia 
muy particular que intentaremos describir [] Por lo dems, el ob-
jeto en imagen es un irreal. Sin dudas est presente pero, al mismo 
tiempo, est fuera de alcance. No puedo tocarlo, cambiarlo de lugar: 
o ms bien puedo hacerlo, pero con la condicin de hacerlo irreal-
mente, de renunciar a servirme de mis propias manos, para recurrir 
a las manos fantasmagricas que distribuirn de ese modo los gestos 
irreales: para actuar sobre los objetos irreales, es necesario que yo me 
desdoble, que yo me irrealice.
69
 
La delidad exige la presencia de un objeto irreal, difcil de escrutar 
como  el  acontecimiento,  y  acepta  en  simultneo  una  inminente  con-
versin subjetiva. El acontecimiento est en el centro de esta conver-
gencia porque se debate entre la armacin de su ocurrencia y los cam-
bios futuros que trae consigo. Dado que la delidad agrupa mltiples 
relacionados con el acontecimiento y que stos se hallan incluidos en la 
situacin donde se alojaba el sitio, este proceso constituye una especie 
de contra-estado de la situacin, de contestacin y disputa. La delidad 
es siempre un poco institucional; pone a jugar un rgimen de represen-
tacin opuesto al que est gobernando. 
69  JeanPaul Sartre, Limaginaire, Pars, Gallimard, p. 239240.
86 
Arribamos  a  un  aspecto  crucial  que  late  desde  El  ser  y  el  aconteci-
miento.  Existe  un  operador  de  conexin  privilegiado?  Prescribe  el 
acontecimiento la propia regla de su continuacin? Badiou es categ-
rico con su respuesta:
En  una  misma  situacin  y  para  un  mismo  acontecimiento  pueden 
existir criterios diferentes, que denen delidades diferentes, por el 
hecho de que sus resultados esto es, los mltiples reagrupados de 
acuerdo a la manera en que se conectan con el acontecimiento no 
componen  forzosamente  partes  idnticas.  []  Sabemos,  emprica-
mente,  que  hay  muchas  maneras  de  ser  el  a  un  acontecimiento: 
stalinistas  y  trotskistas  proclamaban  su  delidad  a  Octubre  del  17, 
pero unos masacraban a los otros. 
70
El operador de conexin descansa sobre un terreno abierto a la riva-
lidad. Es, quizs, el costo que asume Badiou para consolidar el azar en 
su sistema y para desterrar tambin un determinismo que sera inexacto 
respecto de las acciones histricas. En su propuesta, el azar y la discipli-
na conviven perfectamente; ella es lo sucientemente slida como para 
fomentar un nuevo estilo de losofa sin quitarle espacio a lo inmaneja-
ble. Se cuida tanto de la posmodernidad lquida como del esencialismo 
ms conservador. Con Badiou se tiene todo el tiempo la sensacin de 
estar  suspendido  entre  dos  pocas:  la  de  las  deconstrucciones  y  la  de 
otro  orden  sustantivo  para  el  pensamiento.  Es  un  cuidador  tambin: 
mientras levanta las condiciones para este trnsito, nos protege de tro-
pezar con un oscurantismo siempre presto a retornar. 
En  Lgicas  de  los  mundos,  reencontrar  al  sujeto  en  el  marco  de 
una reexin sobre el aparecer. Nos enfrentamos ahora al sujeto como 
cuerpo,  como  organismo  soporte  de  una  verdad.  En  cierta  medida, 
un sujeto no es otra cosa que la formalizacin de un cuerpo; slo una 
fsica que ser abordada hacia el nal de Lgicas puede dar cuenta 
de l. La fsica es siempre ms difcil que la meta-fsica
71
 escribe sin 
irona alguna. La corporalidad de un sujeto es una especie de vrtice 
que polariza los objetos de un mundo de acuerdo con el destino de una 
70   Ibid., p. 261.
71   Alain Badiou, Lgicas de los mundos, op. cit., p. 68.
 8;
verdad. Un cuerpo sostiene una verdad, le da visibilidad en el mundo, 
declara y deende su existencia. 
La  innovacin  ms  llamativa  que  sugiere  Lgicas  es  la  inclusin 
de guras del sujeto. A diferencia de su primera sistematizacin en El 
ser y el acontecimiento, donde slo haba un sujeto denido en funcin 
de la delidad al acontecimiento, aqu se agregan el sujeto reactivo y 
el sujeto oscuro. Si el sujeto el es un cuerpo que sigue la huella de un 
acontecimiento, el sujeto reactivo niega la huella acontecimental opo-
nindose a la reivindicacin del sujeto el y produciendo una tachadura 
del presente que aquel pretenda abrir. El sujeto oscuro, por su parte, 
esconde ese presente detrs de la brillantez de un cuerpo pleno, de una 
categora intocable: Dios, la Ciudad, la Raza. Una gura se entrega a la 
huella, la explora y la sigue mientras las otras dos la niegan y la ocultan 
respectivamente. Esta modicacin hace ms sutil la comprensin que 
Badiou ofrece del sujeto, la vuelve ms amplia y, en cierto sentido, ms 
adecuada.
72
 
Por supuesto, la cuestin del sujeto no se termina en lo que dejan 
ver los textos. Hay algo que insiste ah, impensado y descomunal, algo 
similar a lo que suceda cuando hablbamos de la relacin entre condi-
ciones y losofa. Las impostaciones que no se terminan de acomodar a 
un esquema homogneo metaontlogo, lsofo, traductor, hombre 
poltico  y  dramaturgo  sealan  un  nudo.  En  especial  por  el  lado  del 
sujeto. 
ste ya no es para Badiou un trascendental ni una conciencia cog-
noscente.  Ahora  bien,  si  slo  est  ah  en  el  mundo,  se  vuelve  difcil 
pensar al sujeto losco que postula la existencia de este nuevo sujeto 
objetivo.  El  lsofo  sera  quien,  determinando  todo,  jams  habla  en 
nombre propio. La losofa sustrae su lugar de enunciacin. Es sinto-
mtico lo que Badiou dice en su teatro, donde se halla un lsofo do-
blemente enmascarado detrs de la dramaturgia y detrs del personaje 
al que le da voz. El protagonista de Ahmed, philosophe, es un lsofo 
del que Badiou se distancia. Sin embargo, la ccin hace sntoma, pues 
72   Estas guras son completadas por una tipologa resultante del cruce de cada una de 
las destinaciones subjetivas negacin, ocultacin, resurreccin con las posibles efectuaciones 
de  un  sujeto  en  el  arte,  el  amor,  la  ciencia  y  la  poltica.  El  anlisis  se  ramica  de  este  modo 
tornndose ms sutil, aunque el concepto de sujeto sigue funcionando como antes: en proxi-
midad con la verdad.
88 
la primera pieza (La nada) anuncia: Qu miran? No hay nada aqu. 
Yo, Ahmed, no soy absolutamente nada. Superlativamente nada. Y me 
encanta  decirles  que  mirar  la  nada  es  casi  lo  mismo  que  nada  mirar. 
Observen  un  poco  cmo  es  que  soy  nada.
73
  Aqu  Badiou  quiere  y 
no quiere hacer notar que el lsofo se esconde para hablar como un 
inconsciente, como un dios, y lograr de ese modo que su palabra sea 
oda desde todos lados y desde ninguno en particular, dotndola de un 
sentido total. Casi tan enigmtico como el hecho de que el ltimo acto 
en una simetra que esconde la identicacin con el primero se llama 
La losofa y comienza diciendo: Con todo lo que les he dicho, con 
todo lo que no les he dicho, y que es al menos tan importante []
74
 
Badiou sabe que lo silenciado es tanto o ms importante que lo dicho. 
Su propia concepcin de verdad lo recuerda.
Desde los orgenes remotos de la civilizacin se hizo necesario lim-
piar la suciedad de cualquier sistema losco con pretensin de uni-
versalidad. Hubo que eliminar los vestigios que lo signaban como algo 
fabricado, oponindolo a lo eterno. Hay una larga tradicin iniciada 
con el rtor latino Frontn y rastreable hasta Quignard que detesta 
que los lsofos hablen y en sus indagaciones olviden la corruptibili-
dad de su oracin. Esta denuncia fue convertida en un secreto por los 
lsofos. El primero en conocerlo fue Platn, alma secreta del perso-
naje Scrates, quien asumi que le estaba permitido mentir crear una 
novela del origen con el solo objetivo de fundar una ciudad y coman-
darla. Quizs su losofa entera fuera este engao. Como si necesitara 
ausentarse para gobernar el destino de la urbe, para curarla o proteger-
la. Borges ya hizo notar en De alguien a nadie que Dios y ningn ser 
son la misma cosa. El amor a la ciudad, como cualquier amor, puede 
sin embargo daar, como lo saban los griegos, que decan del mismo 
modo  antdoto  y  veneno.
75
  En  la  Repblica,  la  mentira  losca,  sa 
que est habilitada, es caracterizada con esa misma palabra.
76
 
73   Alain Badiou, La ttralogie dAhmed, Arles, Babel, 2010, p. 165. [La traduccin es 
ma]
74   Ibid., p. 289. [La traduccin es ma]
75   Jacques Derrida, La farmacia de Platn, en La diseminacin, Madrid, Fundamentos, 
1997. 
76   Cfr. Platn, Repblica, 389b.
 8p
Badiou  comprende  estas  vicisitudes  del  pensar  en  su  relacin  con 
la  poltica.  Intuye  que  toda  verdad  esconde  su  propia  carencia  pero 
supera el problema decidiendo y avanzando por sobre estos laberintos 
de la justicacin. Calla lo que tiene que callar y comienza de nuevo all 
donde es necesario construir. Sabe, como su maestro Platn saba, que 
a veces hay que hacerlo slo para que el propsito de la Idea prospere.
pO 
 p
 
V. HACER UNA CIUDAD 
Digenes el comentador, a propsito del encarcelamiento de Platn 
en Sicilia, relataba que fue llevado al tribunal, y como no se defenda y 
estaba pronto a recibir cualquier suerte que le tocase, no lo juzgaron 
digno de muerte y determinaron venderlo por esclavo. 
Con Platn se tiene la certeza de que su persistencia en la historia de 
la losofa est menos en lo que dice que en sus omisiones. Est lleno 
de pliegues. Podemos imaginar lo que hubiera querido decir, pero nos 
confundiramos, ponindonos a bucear en vano detrs de una revela-
cin que no llegara jams. Se trata de un fantasma. Quizs el mismo 
que alimenta la vieja idea de que existe un sentido de su obra, encerra-
do en un mensaje primitivo que sera, adems, transmisible. Gracias a 
este malentendido, el platonismo ha acabado siendo una enorme ma-
quinaria  donde  Platn  nicamente  puede  observar  en  silencio  cmo 
otros se debaten por su nombre. 
Para Badiou, en cambio, Platn sirve slo a travs de su traslado a 
otro tiempo, es decir a travs de una metfora. La etimologa de me-
tfora indica que algo es movido de un lugar a otro. En este traslado 
estamos expuestos al descuido. Desentraar este riesgo y reconstruir el 
mtodo utilizado por Badiou para leer a Platn es fundamental porque 
el ateniense lo es en su obra. ste ocia de paradigma, al cual todos los 
frentes aparentemente distintos de su losofa remiten. 
Hay un llamamiento constante, unas veces tcito y otras explcito, 
donde  el  mtodo  an  si  Badiou  no  reere  a  una  cosa  as  echa  luz 
sobre ciertos aspectos de su losofa: la utilizacin de las matemticas, 
la valoracin losca del arte, el lugar del amor en relacin con la ver-
dad y, ms profundamente, la forma de pensar la poltica. Este mtodo 
aora como algo enigmtico en la losofa de Badiou. Si Platn es el -
lsofo que funda loscamente la poltica, o al menos sa es su pretensin, 
podramos preguntar polticamente por su funcin en el texto de alguien 
que pretende refundar la losofa. 
Contra  todo  objetivo  hermenutico,  la  insistencia  de  Platn  en  el 
texto badiouano es signo de la conanza en un dispositivo, en la for-
pz 
ma de funcionar que tiene un pensamiento, en sus componentes y las 
relaciones que los unen. No en el sentido de un esquema total, porque 
en este dilogo esencialmente dicultoso con Platn no orece sentido 
alguno, sino la forma de una reexin que se muestra todava pensa-
ble. Eso es un dispositivo: un ordenamiento conceptual susceptible de 
ser utilizado cuando se desee. Slo se lo desempolva para ejercer una 
meditacin actual. Para ser honestos, Platn apareci brevemente en la 
historia de la losofa y se convirti en un dios. Dur un segundo, dur 
el  momento  que  supo  que  su  reinado  caera,  si  creemos  que  Platn 
pudo haber adivinado sus propios lmites, aquellos que sealaba abier-
tamente cuando deca en la Carta Sptima que no hay ni habr obra 
suya que trate de los temas ms importantes.
En  el  seminario  de  la  cole  Normale  Suprieure  cuyo  sugerente 
ttulo  era  Para  hoy:  Platn!  expona:  Pienso  que  el  dominio  de 
la  temporalidad  es  un  punto  esencial  de  la  libertad.  []  Para  hoy 
signica  una  evocacin  de  Platn  en  nuestro  presente,  y  no  de  una 
exposicin  sistemtica  del  pensamiento  de  Platn.  []  No  hay  que 
olvidar que si Platn puede ser nuestra gua en nuestros tiempos des-
orientados, es porque l mismo experiment la desorientacin.
77
 Un 
ordenamiento conceptual puede marchar mucho despus de produci-
do y acomodarse a una poca distinta de aquella que lo concibi. Eso 
es una transposicin. Y una transposicin lo es siempre de alguna parte 
de un dispositivo elegido entre los innitos dispositivos posibles.
La lectura es una elaboracin violenta, sacricial, y Badiou extrae de 
Platn consecuencias inditas despedazndolo. Platn es en ese sentido 
una ofrenda hecha al pensar. Desestimar la idea de un silencio platnico 
multiplica las caras de un dispositivo, lo emancipa mientras potencia la 
autonoma  de  sus  partes  y  revisa  los  mecanismos  que  lo  constituyen. 
Qu signica la palabra Idea? Qu o quin pretende fundar la loso-
fa? La fundacin de la losofa es anloga a la de una ciudad? Qu 
relacin hay entre la verdad y la justicia? Qu es una comunidad pol-
77    Pasaje  del  seminario  trianual  de  Alain  Badiou  dictado  en  la  ENS,  disponible  en 
http://www.entretemps.asso.fr/Badiou/seminaire.htm. La traduccin es ma y ha sido toma-
da de la transcripcin de Daniel Fischer. Aprovecho esta nota para agradecer enormemente a 
los amigos de Entretemps. Para quienes atravesamos las pginas de Badiou con un afecto que 
a  veces  bordea  la  obsesin  quizs  generada  por  la  distancia  geogrca  que  nos  separa  del 
maestro, su aporte a la difusin de su pensamiento ha sido de vital importancia. Vaya pues 
para ellos un saludo fraterno. 
 p,
tica? Qu relacin posee con la sencillez matemtica? La pregunta ms 
importante resulta no obstante de todas las anteriores: Qu se puede 
hacer con Platn? 
En  primer  lugar,  su  presencia  en  la  losofa  de  Badiou  es  una  de-
claracin contra el antiplatonismo en boga. Si antao era indigno no 
reverenciar  a  Platn,  desde  hace  tiempo  su  denostacin  es  signo  de 
buen gusto, ese gusto que Deleuze adhera a toda losofa. El empleo 
de Platn como dispositivo, desautorizado y provocativo, busca rever-
tir estas fuerzas: enunciar el n del Fin, de este Fin, viene de nuevo 
inevitablemente  a  reabrir  la  cuestin  de  Platn.  No  para  restaurar  la 
gura  prescriptiva  a  la  que  la  modernidad  quiso  sustraerse,  sino  para 
examinar si no es otro gesto platnico de donde nuestro porvenir de 
pensamiento debe sostenerse.
78 
Platn es un guardin legendario: no 
de lo sabio, siempre susceptible de ser rebatido, sino de la institucin 
losca, del movimiento por el cual un lsofo se nombra como tal 
ante los otros. Ese movimiento es tambin la mana de Badiou.
Diseca partes del dispositivo y las extiende sobre la mesa, luego las 
pega, las proyecta y les otorga una nueva conguracin. Mallarm lla-
maba operacin a este acto cuando se ejerca sobre las palabras. Eso 
pasa,  por  ejemplo,  en  la  segunda  meditacin  de  El  ser  y  el  aconteci-
miento,  cuando  una  de  las  hiptesis  del  Parmnides  es  utilizada  para 
extraer las consecuencias del no ser de lo Uno. Si lo uno no es, nada 
es,  anuncia  el  epgrafe,  anticipando  que  la  empresa  de  Badiou  ser 
un  platonismo  sin  uno.  De  ese  primer  axioma  ontolgico  derivar  la 
necesidad  de  una  teora  de  lo  mltiple.  Algo  similar  ocurre  cuando 
desglosa, a propsito de la invencin del Otro en Lgicas de los mundos, 
algunos pasajes del Sosta y del Timeo.
79
 Las referencias de este tipo se 
propagan  por  todos  lados  en  la  obra  de  Badiou.  Platn  reaparece  en 
ella casi como aquello que Deleuze y Guattari llamaban un personaje 
conceptual,  ese  portavoz  de  las  ideas.
80
  Los  personajes conceptuales, 
como Platn lo es para Badiou, son los intercesores de una losofa, sus 
verdaderos agentes. 
78   Alain Badiou, Condiciones, op. cit., p. 57.
79    Cfr.  Alain  Badiou,  Lgicas  de  los  mundos,  op.cit.,  Introduccin  al  Libro  II:  Gran 
Lgica 1, lo trascendental.
80   Cfr. Gilles Deleuze y Flix Guattari, Qu es la losofa?, Madrid, Editora Nacional, 
2002, p. 70. 
p( 
La  losofa  posee  adems  la  facilidad  de  mezclar  a  los  personajes 
con sus creadores. Con ocasin de unas jornadas realizadas en la ENS 
y consagradas al pensamiento de Alain Badiou, un asistente pregunt 
si  l  se  crea  Platn.  Entre  risas  y  despus  de  algunas  observaciones 
al  respecto,  nuestro  lsofo  se  despach:  Bueno,  no  creo  sentirme 
Platn,  ante  lo  que  su  interlocutor  respondi  rpidamente:  Quizs 
Platiou. Las risas se intensicaron y la rplica cargada de comicidad 
no se hizo esperar: Al n y al cabo es mejor que Bton [bastn]. En 
este  intercambio  pareciera  estar  cifrada  la  aceptacin  de  su  elocuente 
herencia platnica y, por qu no, de su destino losco. El gesto pla-
tnico se resume en levantar el acta del nal de una edad de los poe-
tas, convocar como vector de la ontologa las formas contemporneas 
del matema, pensar el amor en su funcin de verdad, inscribir las vas 
de un comienzo de la poltica: estos cuatro rasgos son platnicos.
81
 En 
esta denicin, Badiou recurre a un lenguaje lo sucientemente neutro 
como para que le corresponda por igual al ateniense y a s mismo; es su 
forma de ponerse a dialogar con Platn.
82
 
Badiou observa con cuidado la proscripcin platnica de la poesa y 
valora que haya desenmascarado la complicidad de sostas y poetas en 
su compromiso democratoso. Platn se haba visto obligado a separarlos 
del destino de la ciudad. No a eliminarlos, sino a reducirlos a una extra-
eza que los obligue a confesar sus mentiras. Los poetas engaan. En 
simultneo, apel al matema para hacer posible la expulsin de los poe-
tas. Como las matemticas dicen rectamente el ser, elaboran el quiebre 
con la opinin y lo discutible, desarman el supuesto de que la sabidura 
se  encuentra  en  el  gora.  Por  eso  el  prtico  de  la  academia  rezaba: 
Que no entre aqu el que no sea gemetra, contrastando un interior 
apto para el aprendizaje de la losofa con una exterioridad brbara e 
ignorante. El relevo entre poema y matema es factible porque se trata 
de discursos esencialmente ligados: ambos eran artes para los griegos. 
Cmo lo recupera Badiou? Sabemos que toda lectura entraa una 
repeticin. Cuando describe a Platn lo hace con el anhelo de reiterar-
lo; al hablar sobre l, traza un designio sobre nuestra poca y enfrenta 
a  sus  representantes.  Y  aunque  Nietzsche  haya  inventado  el  antipla-
81   Alain Badiou, Maniesto por la losofa, op. cit., p. 69. 
82   Cfr. a propsito de esta idea de dilogo A. J. Bartlett Plato en Alain Badiou. Key 
Concepts, ( A. J Bartlett y J. Clemens editores), Reino Unido, Acumen, 2010, pp. 107116. 
 p;
tonismo y Wittgenstein sea su mximo exponente contemporneo, el 
adversario tcito de Badiou es otra vez Heidegger. l condensa la cul-
minacin de una edad de los poetas en la que la losofa ha quedado 
suturada  a  su  condicin  artstica  y  el  hombre  a  una  nostalgia  infame 
que le impide actuar. Pero adems Heidegger ha destituido la posicin 
de las matemticas en proximidad con la verdad. 
Heidegger le otorga a Platn un sitio raro en su obra. No lo nombra 
ni aborda en exceso. Sin embargo, en su escrito La doctrina de Platn 
acerca  de  la  verdad
83
  le  adscribir  el  inicio  del  pernicioso  olvido  de 
la  diferencia  ontolgica.  La  interpretacin  platnica  de  la  naturaleza 
constreida a celebrarse bajo el imperio de la Idea es para Heidegger 
el comienzo de un viraje que, al mutar la concepcin entera de verdad, 
modica ntegramente la experiencia humana y desemboca en la cul-
minacin tcnica de Occidente, en el desastre planetario y en el riesgo 
de aniquilacin total. 
Ante este diagnstico, Platn es el blanco de toda la crtica de   . 
Por eso mismo, y con el objetivo puesto en una nueva losofa, Badiou 
empezar por recomponer el movimiento platnico: 
Por  mi  parte,  propongo  no  una  inversin  sino  otra  disposicin  de 
esas dos vas. Admito de buen grado que el pensamiento absoluta-
mente originario se mueve en la potica y en el dejar-ser del apare-
cer. Esto queda probado por el carcter inmemorial del poema y de 
la poesa, y por su sutura establecida, y constante, con el tema de la 
naturaleza. Pero este carcter inmemorial testimonia en contra del 
surgimiento  acontecimental  de  la  losofa  en  Grecia.  La  ontologa 
propiamente dicha, en tanto gura nativa de la losofa occidental, 
no es ni podra ser el advenimiento del poema en su intento de 
nombrar  el  aparecer,  en  potencia  y  esplendor,  como  venir-a-la  luz 
del ser, o no-latencia. Esto es mucho ms antiguo en el tiempo, y 
mucho ms variado respecto de los lugares (China, India, Egipto). 
Lo que constituye el acontecimiento griego es, por el contrario, la 
segunda va, la que piensa el ser sustractivamente, en el modo de un 
pensamiento  ideal  o  axiomtico.  La  invencin  propia  de  los  grie-
gos consiste en que el ser puede ser dicho a partir del momento en 
83   Martin Heidegger, La doctrina de Platn acerca de la verdad en Hitos, Madrid, 
Alianza, 2000.
p6 
que una decisin del pensamiento lo sustrae a toda instancia de la 
presencia. [] Los griegos no inventaron el poema. Ms bien inte-
rrumpieron el poema con el matema.
84
 
Esta interrupcin orienta su lectura; dicta la forma de transponer a 
Platn.  Leer  es,  segn  sus  orgenes  latinos,  escoger.  Platn  es  elegido 
para que hable ahora mismo, sin demoras, en el corazn de una loso-
fa renovada, para clausurar los sntomas romnticos pero tambin para 
derribar el capital-parlamentarismo. Para hoy: Platn!, dice Badiou. 
En el primer Maniesto, la losofa deba asumir un gesto platnico. 
El segundo Maniesto conrma que est al orden del da un materia-
lismo platnico, un materialismo de la Idea que ser desarrollado con 
profundidad en Lgicas de los mundos.
85
 
Si  la  apropiacin  del  gesto  pasaba  velozmente  en  lo  concerniente 
a la ciencia, al arte y al amor, en lo tocante a la poltica se demora un 
poco. En los prrafos que Badiou le dedica a esa problemtica, el con-
tenido de la propuesta platnica para Atenas se desvanece. Ella consiste 
para Badiou slo en inscribir las vas de un comienzo de la poltica. 
Estamos ante una frase que acenta el imaginario de una tarea lenta, 
que recin se inicia pero que en ningn caso ofrece un programa pre-
determinado.  La  propuesta  badiouana  es  menos  precipitada  en  este 
plano que en lo referente al poema y al matema; est antes que cual-
quier determinacin de contenidos concretos. No dice la poltica es 
tal o cual forma de organizarse; la poltica es este conjunto de normas 
jurdicas;  la  poltica  responde  a  esta  moral,  sino  que  solamente  pide 
abrir la posibilidad de un nuevo comienzo. De algn modo, con esta 
precaucin, est preludiando su denicin de poltica. 
Todo esto quiere decir que para Badiou estamos obligados a repen-
sar las condiciones generales de la poltica desde su despliegue griego 
y no especcamente desde el proyecto platnico de fundacin estatal. 
Esa  induccin,  este  estiramiento  del  texto  antiguo,  tiene  el  nombre 
preciso de hipertraduccin. Badiou emprendi hace algunos aos la 
tarea de verter la Repblica al francs, aggiornndola. Primero actuali-
za el lenguaje de Scrates, reordena la clasicacin cannica de los ca-
84   Alain Badiou, El ser y el acontecimiento, op.cit., p. 146.
85   Cfr. Alain Badiou, Second Manifeste porur la philosophie, Pars, Fayard, 2009, p. 67. 
[La traduccin es ma]
 p;
ptulos, modica su ttulo una de las primeras tentativas del mismo era 
el rimbombante Del comunismo, acorta algunos pasajes, extiende 
otros, juega. Ejercida sobre el dilogo platnico, es una postura general 
acerca de cmo apropiarse del pasado, pero ms especcamente es la 
cristalizacin  de  la  actitud  de  Badiou  ante  la  invencin  poltica.  Para 
pensar la poltica de Badiou, hay que pensar qu hace cuando hipertra-
duce a Platn.
Por qu una traduccin? Por qu, una vez asumido que la mirada 
deber cernirse sobre Platn, una traduccin de la Repblica? Badiou 
dice que el texto de la Repblica ha sido academizado porque la tra-
duccin ha sido conada a los helenistas. Y aclara:
No lo digo para criticar a los helenistas, que se han constituido como 
guardianes de una lengua griega hoy efectivamente amenazada. El 
resultado  es  sin  embargo  que  el  texto  del  que  disponemos  es  un 
texto datado y no se trata de una fecha situada precisamente en el 
pasado, sino ms bien de una fecha atemporal, cuyo efecto es una 
lectura que observa de inmediato que estamos ante la traduccin de 
una lengua antigua. Es de all de dnde he intentado no sin di-
cultades de todo orden escapar. Por otra parte, no soy el primero 
en  comprometerme  en  una  va  tal  concerniente  a  textos  antiguos. 
En  realidad  se  trata  de  una  tentativa  por  escapar  de  lo  que  Lacan 
llamaba,  en  su  doctrina  de  los  cuatro  discursos,  el  discurso  de  la 
Universidad.
86
Mediante  algunas  operaciones  puntuales,  el  nuevo  texto,  menos 
participante de una circulacin acadmica que de una interrupcin li-
teraria en el lmite entre la losofa, la lologa y la historia, alcanza su 
sitio  en  el  sistema  de  Badiou  mientras  nos  anuncia  su  concepcin  de 
la poltica. 
Hay que ver lo que dice en su seminario. All no quiere dirimir si hay 
una forma de gobierno ms adecuada o si existe un candidato mejor 
que otro para ocupar un cargo presidencial. Eso no es en principio lo 
que le interesa a la poltica sino a su antagonista, encarnado actualmen-
te  por  la  democracia.  La  palabra  democracia  organiza  hoy  eso  que 
86    Pasaje  del  seminario  trianual  de  Alain  Badiou  dictado  en  la  ENS,  disponible  en 
http://www.entretemps.asso.fr/Badiou/seminaire.htm. [La traduccin es ma]
p8 
Badiou llama la opinin autoritaria puesto que est prohibido cues-
tionarla, dando por sentado que la humanidad aspira a ella sin excep-
cin. El consenso castiga a quien no consensa. Pero Badiou nota que 
esa opinin es tambin la que respalda guerras guerras para llevar la 
democracia a pases que no la poseen, la que persiste en aquietar las 
aguas ante una posible irrupcin anticapitalista y la que ensalza la gura 
del Estado como ente supremo. La democracia, encarnada en el rgi-
men estatal, es un instrumento del capital y, por lo tanto, una garanta 
de la dominacin.
87
 
La  denicin  de  poltica  que  da  Badiou,  como  la  que  entrega 
Platn, tiende a separarse de esta opinin generalizada. Ella no puede 
suscribir a la falsa igualdad basada solamente en la posibilidad de con-
sumir de los individuos ni al imperio de la deliberacin sin horizontes 
emancipatorios. La poltica se presenta, por el contrario, cuando una 
excepcin  que  rompe  con  la  calma  democrtica  es  organizada  por  y 
para la igualdad.
Badiou  slo  busca  resaltar  las  condiciones  necesarias  para  que  esa 
poltica  que  nada  tiene  que  ver  con  la  administracin  de  recursos 
pueda surgir. Eso no implica en ningn caso desligarse de los procesos 
inmediatos  donde  las  cosas  suceden.  Hay  que  pensar  e  intervenir  all 
donde estamos, hay que habitar el campo social, deformarlo. Mxico, 
Polonia,  Argelia,  Argentina,  Venezuela,  Egipto,  Francia,  Grecia, 
Portugal  estn  constantemente  apareciendo  en  los  cursos  de  Badiou. 
Tambin  las  usinas  y  el  campo,  las  zonas  limtrofes  y  los  cercos  que 
en  ellas se construyen, las crceles. Sin  embargo,  eso no  quiere decir 
tampoco que tengamos que perpetuar las reglas que han sido denidas 
en  esas  situaciones.  La  poltica  es  primero  la  capacidad  que  tiene  un 
sujeto colectivo de hacer algo en la esfera de lo que es visible por todos. 
Badiou  evita  asignarle  cualquier  contenido,  cualquier  directiva  sobre 
una forma de organizacin particular, con el solo objetivo de reactivar-
la integralmente como aptitud subjetiva: 
La apuesta de La Repblica es prescribir un imperativo formal con 
respecto  a  un  cierto  tipo  de  efectividad,  la  efectividad  poltica;  la 
intencin es determinar aquello a lo que debe conformarse una co-
87    Cfr.  Alain  Badiou,  Abrg  de  mtapolitique,  Pars,  Seuil,  1998.  Especialmente  el 
Raisonnement hautement spculatif sur le concept de dmocratie, pp. 89-108. Hay traduc-
cin al espaol: Compendio de metapoltica, Buenos Aires, Prometeo, 2009.
 pp
munidad poltica. Es sorprendente que la Politeia de la que se trata 
el dilogo que lleva este ttulo se presenta como ms all de cuatro 
polticas  histricamente  experimentadas  (de  las  que  recuerdo  los 
nombres: timocracia, democracia, oligarqua, tirana), ella es super-
numeraria con respecto a stas. Se trata para Platn de un quinto 
tipo de Estado? Podemos sospechar ya que no ser nombrado: no 
habr un quinto nombre. En realidad, lo que le interesa a Platn son 
las disposiciones subjetivas que corresponden a los tipos de Estado. 
En La Repblica, su objetivo es proponer una construccin subje-
tiva, de donde se pueda eventualmente inferir, en un segundo mo-
mento,  un  nuevo  tipo  de  Estado;  se  trata  de  elaborar  el  sujeto  de 
una verdad poltica nueva. Si pensamos, a la inversa, que Platn en 
La Repblica efecta la descripcin de un nuevo tipo de Estado (un 
quinto tipo), la totalidad del dilogo se vuelve, a mi juicio, ilegible, 
todos los elementos se objetivan y el resultado que se obtiene posee 
tanto  inters  como  una  cra  de  caballo  bien  cuidado  (la  expre-
sin es de Lacan). Esta cuestin es nuestra cuestin: pues nosotros 
salimos  de  un  perodo  encarnado  en  un  nuevo  tipo  de  Estado  (el 
Estado  socialista).  Lenin  crea,  y  no  ha  cesado  de  repetirlo,  que  la 
cuestin del poder, la cuestin del Estado, es la cuestin ineludible. 
No es sino hoy, luego de que los impasses de los Estados socialistas 
han  devenido  maniestos,  que  tomamos  conciencia  de  que  se  no 
es un buen acceso.
88
Este es el papel que desempea en el fondo la recuperacin platni-
ca. Badiou encuentra en ella ms una intuicin que una gua para for-
mar el buen gobierno. Encuentra la contrasea para reavivar la poltica 
donde  se  ha  adormecido.  As  como  es  necesario  reanudar  la  losofa 
porque  se  haba  decretado  su  disgregacin  absoluta,  tambin  se  im-
pone revertir la retraccin de la subjetividad poltica. Ella ha quedado 
acaparada  por  los  aparatos  de  representacin:  el  Estado,  los  partidos 
polticos,  los  sondeos  y  la  gestin.  Ha  sido  perfectamente  objetivada 
y  por  lo  tanto  regulada.  Ah  recurrir  a  Platn  es  clave,  pues  resuelve 
el  siguiente  interrogante:  Cul  es  el  punto  imposible,  cul  es  el  real 
impronunciable  de  la  poltica  como  capacidad  subjetiva?  La  comuni-
88    Pasaje  del  seminario  trianual  de  Alain  Badiou  dictado  en  la  ENS,  disponible  en 
http://www.entretemps.asso.fr/Badiou/seminaire.htm. [La traduccin es ma]
OO 
dad. Si Platn fue considerado por muchos como el primer comunista, 
no lo fue tanto por sus ideas sobre la propiedad y el trabajo sino ms 
bien por la idea de una poltica entendida como potencia colectiva de 
producir lo nuevo: S, la losofa es ms importante que toda forma 
histrica del poder, ms importante, en consecuencia, que toda demo-
cracia instalada. Es, hoy en da, mucho ms importante que el capital-
parlamentarismo,  forma  obligada  de  la  gestin  de  los  fenmenos  en 
nuestro Occidente. Por eso, desde Platn, la losofa est destinada al 
comunismo. Qu es el comunismo? El nombre poltico de la disciplina 
igualitaria de las verdades.
89
 
La  comunidad  es  el  tpico  que  la  poltica  no  puede  moldear,  ni 
siquiera tocar, porque, en cuanto intenta hacerlo, desaparece. Por eso 
Badiou dir con Jean-Luc Nancy que la comunidad es inoperante; con 
Giorgio Agamben que la comunidad est por venir y, nalmente, con 
Maurice Blanchot que la comunidad es inconfesable. Todo es tan frgil 
como una comunidad de los amantes. Secreta y breve. En ese sentido, 
si la comunidad es el real el soporte inconsciente e inmanejable de 
la poltica, deberemos distinguir de antemano que no se trata de una 
comunidad del consenso ni de una comunidad con centro en una len-
gua  o  una  raza.  El  comunitarismo,  surgido  de  un  tosco  intento  de 
oponerse al individualismo liberal, no tiene nada que decir respecto de 
la comunidad, como tampoco puede hacerlo la lgica consensual ni la 
construccin institucional democrtica. Por eso tampoco hay que or 
a la losofa poltica. Ella no es ms que un recubrimiento ideolgico 
que siempre bloquea y distorsiona la ocurrencia de la rara comunidad, 
slo engendrada por la friccin conictiva entre los hombres. Badiou 
logra  explicitar  de  este  modo  el  verdadero  nudo  problemtico  de  la 
poltica. E insistir sobre l para obtener alguna respuesta.
La alternativa es una y siempre la misma: vincular, poner en proxi-
midad a la comunidad y la verdad. Uno se topa sin cesar con este par 
impronunciable de la poltica que es por lo mismo su ms abomina-
ble  objeto  de  deseo  en  la  Repblica.  Glaucn  se  desespera  porque 
Scrates no logra precisar si la ciudad ideal puede advenir a lo real: No 
nos hagas perder el tiempo, habla!.
Ahora bien, cuando emparentamos la comunidad con la verdad de-
beremos  estar  alertas  para  no  confundir  la  verdad  con  lo  necesario, 
89   Alain Badiou, Lgicas de los mundos, op.cit., p. 610.
 O
recordando que sta no es jams la regla sino su ruptura. Platn mis-
mo, en el libro sexto, se empea en decir que el sosta es aquel que 
confunde la naturaleza del bien de lo inteligible en general con la de 
lo necesario. A diferencia de la verdad, lo necesario es lo que no puede 
ser de otro modo; es la ley y los mecanismos de conservacin de esa 
ley. Por eso no puede ser bajo ningn punto de vista lo que regule la 
poltica para Badiou. La distribucin de lo necesario es en realidad lo 
opuesto de la poltica, su perversin. Cuando lo posible se funde con 
lo necesario, con lo que el estado de la situacin
90
 dictamina como im-
perioso, la poltica se inhibe. 
Si  fuera  el  arte  de  prolongar  circunstancias  conocidas,  no  tendra 
efectividad real. Si se logra por el contrario sustraerla al terreno obje-
tivo de la necesidad y se la reconduce hacia una disposicin subjetiva, 
ya resucita. Por ello es que cuando Badiou suea con exceder la lgica 
corriente  y  habla  de  desplazar  este  desierto  que  crece  aqul  de  las 
democracias  parlamentarias  occidentales,  reere  tambin  a  una  frac-
tura  del  sistema  de  representacin.  La  poltica  comienza  con  aquello 
que se presenta y que no es representado: un colectivo no necesita la 
autorizacin  de  nadie  ni  de  nada  para  determinarse,  para  pensar  y 
decir poltica. Se produce por ende a distancia del Estado. La poltica 
es  organizacin  que  no  entra  en  el  entramado  estatal,  sino  que  ms 
bien lo interpela. Como esos bellos ejemplos que expona Clastres en 
La sociedad contra el Estado,
91
 donde deslaban comunas sin otro poder 
poltico  que  el  que  detentaba  la  misma  comunidad  ni  mayor  ley  que 
la que se daba a s misma. La distancia de la comunidad con el Estado 
vuelve a la poltica incondicionada y cuando eso sucede, cuando es irre-
verente, y se le agrega adems una declaracin de igualdad, no puede 
ser otra cosa que emancipatoria. Esto ser lo que Badiou denominar 
la hiptesis comunista. 
La  hipertraduccin  de  la  Repblica  pone  en  contacto  una  deter-
minacin losca de la poltica con la nocin, estrictamente poltica, 
de la hiptesis comunista. En realidad, la elaboracin conceptual de la 
90   Con la utilizacin intercalada de estado de la situacin y Estado, as como con la 
alternancia entre estado y Estado, intento preservar una ambigedad central de El ser y el 
acontecimiento. Si bien es cierto que Badiou matiza esta identicacin en sus desarrollos ulte-
riores, sigue siendo de suma importancia para comprender el papel representativo que cumple 
del aparato estatal en el mbito poltico.
91   Pierre Clastres, La sociedad contra el Estado, Buenos Aires, Terramar, 2009.
Oz 
hiptesis no sale de la lnea badiouana sino que la intensica. La hip-
tesis es una Idea y no un programa cuya nica certeza se resume as: 
hay un estado de dominacin real que puede ser subvertido a travs de 
la organizacin colectiva. Esta subversin equivale a postular la igual-
dad.  Si  quien  est  subyugado  ante  el  poder  econmico,  simblico, 
moral,  religioso  declara  que  es  igual  que  su  dominador,  y  proclama 
en ese mismo acto que ha dejado de ser una vctima, que la poltica se 
est produciendo. Se genera una reversin del orden y una liberacin 
del  sujeto  dominado.  Marx  llamaba  acertadamente  comunismo  de 
movimiento  a  esta  accin.  La  hiptesis  comunista  no  es  ms  que  la 
conceptualizacin de las sucesivas postulaciones de igualdad que la his-
toria ha mostrado; un recuento que se dedica a exponer la continuidad 
de cada una de estas experiencias, la forma en que cada una de ellas se 
reeja  en  todas  las  otras.  Como  sabemos,  la  cualidad  de  aparecer  en 
contextos diferentes es propio de una verdad, transmundana y eterna. 
La tarea de Badiou posee en s misma una signicacin crucial. Al co-
nectar los sitios donde la emancipacin ha surgido concretamente, le 
da alcance universal a la Idea comunista y nos confronta con la urgencia 
de nuestro presente. 
La hiptesis ha recorrido la historia de la modernidad. Badiou iden-
tica dos secuencias. Una que va desde la Revolucin Francesa hasta la 
Comuna de Pars; otra que se extiende entre el Octubre ruso, pasando 
por la Revolucin Cultural China, hasta Mayo del  68. En el primer 
arco asistimos al despuntar de la hiptesis, mientras que en el segundo 
localizamos las primeras tentativas de su realizacin. Hoy, sin embargo, 
vivimos en un mundo donde el sintagma hiptesis comunista es casi 
impronunciable. Vivimos en lo que, en el lenguaje de Lgicas, sera 
un mundo tono: experiencias tan ramicadas y matizadas, tan propen-
sas a la dispersin, tan enemigas de lo comn, que ninguna instancia de 
decisin se nos presenta. Nada pone a prueba a nadie. Por esa razn, 
en este mundo del materialismo democrtico, lo que se requiere para 
reinstalar la hiptesis comunista es delidad. Sostener su dbil materia 
en esta noche del pensamiento es cuestin de coraje. 
La reescritura de Platn expresa por eso mismo un acto valiente. No 
tanto por lo que signica enfrentarse a la hoz del academicismo sino 
ms bien por la pretensin de renovar el sentido de una subjetividad 
militante. El gesto de Badiou se ofrece como una defensa de la eterni-
dad porque opta nuevamente por la Idea. La hiptesis comunista es el 
 O,
peregrinaje de esa Idea de emancipacin, aparecida mil veces como mil 
veces se encuentra la misma roca en el mar a travs de las estaciones. 
Es incluso, y sobre todo, la visibilizacin de aquellos que la soportaron 
colectivamente. 
Que  el  trabajo  necesario  para  hacerla  reconocible  sea  la  recupera-
cin de la Repblica atestigua la centralidad de la enseanza platni-
ca en la construccin de dicha hiptesis. La hipertraduccin funciona 
en  la  obra  de  Badiou  como  el  borde  entre  losofa  y  poltica;  Platn 
mismo insiste desde ese territorio. En consecuencia, su paso por la su-
percie del texto badiouano transita entre la destitucin del tiempo de 
clausuras, atraviesa la recomposicin losca y resplandece nalmente 
en  una  disposicin  activa  de  los  sujetos.  Hacia  el  nal  de  Lgicas  de 
los mundos, el philosophe escribe: Vivir es entonces, tambin, siempre, 
experimentar  en  pasado  la  amplitud  eterna  del  presente.
92
  l  vive  al 
encomendarse  a  la  eternidad  descubierta  por  Platn  en  la  Idea.  sta 
no  es  ms  que  el  arcano  del  presente  puro.  Platn  es  quien  puede 
brindar el entusiasmo para una armacin conjunta de la losofa y de 
la emancipacin poltica. 
92   Alain Badiou, Lgicas de los mundos, op. cit., p. 560.
O( 
 O;
 
VI. CAMBIO EN LOS MAPAS
La  categora  que  ordena  el  pensamiento  reciente  de  Badiou  es  la  de 
mundo. Sucede aunque tal vez podra decirse que subsume al anti-
guo concepto de situacin; es ms amplia y extensa. Mundus, calco la-
tino del trmino ksmos, signicaba para Marco Vitrubio todas las cosas 
de la naturaleza y tambin el cielo conformado por las estrellas. Otro 
Marco, Aurelio esta vez, exclamaba que el mundo es una ciudad donde 
las  naciones  no  son  sino  residencias  y  los  astros  apacibles  una  eterna 
tempestad. Badiou lo sabe: un mundo es donde las cosas suceden y se 
maniestan. Ellas aparecen all, se muestran en l, dieren entre s, se 
asemejan otro poco. Mundo ser un concepto ligado al aparecer de 
los objetos. Ya no estamos en los asuntos del ser, ya salimos de la on-
tologa, pues no era suciente con ella. Haba que sobrepasarla, haba 
que pensar cmo es que el ser aparece y se dona en un mundo, cmo se 
encadenan los hechos y se descarrilan las excepciones, qu resplandece 
cada vez que una estacin sigue a otra, cuntos matices tienen las hie-
dras y los senderos.
Badiou  consagra  Lgicas  de  los  mundos  a  la  cuestin  del  aparecer. 
Abandona momentneamente la determinacin ontolgica de las cosas 
y se interna en la manera en que adquieren visibilidad en un mundo. 
Por eso hay diferencias sustanciales entre este libro y su antecesor: en 
el mtodo, porque a las meditaciones sistemticas de El ser y el acon-
tecimiento se les opone un variopinto de ejemplos particulares que re-
ejan  la  complejidad  de  los  mundos;  y  en  el  uso  de  los  formalismos, 
pues  el  abordaje  ontolgico  de  la  primera  parte  era  dirigido  por  un 
trabajo conceptual y axiomtico, contrario al que propone Lgicas de 
los mundos con un estilo ms calculista, acomodado en el lmite entre 
la topologa y el lgebra. Estamos ante una distincin crucial: por un 
lado, las matemticas que tocan el ser; por otro, la lgica que codica 
el aparecer. 
Ahora  bien,  tampoco  vislumbramos  una  ruptura.  Cul  es  la  rela-
cin entre el ser y el aparecer? Parecera que Lgicas de los mundos no es 
una mera prolongacin del primer tomo sino que se monta sobre ste: 
O6 
Si Lgicas de los mundos merece el subttulo de El ser y el aconteci-
miento, 2, es en la medida en que la travesa de un mundo por una 
verdad, captada primero en su tipo de ser, se encuentra aqu esta vez 
objetivada en su aparecer, y su incorporacin a un mundo despliega 
lo verdadero en su consistencia lgica.
93
Ambos libros estn separados por casi veinte aos de estudio y por 
la aparicin de algunos otros textos. En particular por el Breve tratado 
de  ontologa  transitoria,
94
  cuya  publicacin  atestigua  la  necesidad  de 
abastecerse  de  un  armazn  terico  antes  de  enfrentar  la  complejidad 
de Lgicas. Podra imaginarse que El ser y el acontecimiento nos deja en 
el umbral de un viaje, al mismo tiempo que nos invita a aventurarnos 
en  l.  Badiou  ofrecer  este  pequeo  libro  ubicado  entre  ontologa  y 
aparecer a n de asegurar la travesa. De la misma manera en que la mo-
ral provisional ayudaba a Descartes a fortalecer el mtodo de la duda, 
Badiou  avanzar  con  la  ontologa  transitoria sigilosamente,  tan  cons-
ciente de que se trata de un trnsito como obsesionado por la meta. 
Llamar ontologa transitoria a la ontologa que se despliega entre 
la  ciencia  del  ser  en  tanto  que  ser,  o  teora  de  lo  mltiple  puro,  y  la 
ciencia  del  aparecer,  o  lgica  de  la  consistencia  de  los  universos  que 
efectivamente  se  presentan.
95
  El  progreso  de  esta  ontologa  transito-
ria  depende  de  un  tema  recurrente  en  su  losofa:  la  superacin  del 
giro lingstico. En el corazn de este giro se encontraba la identica-
cin formal de lgica y matemtica, permitida en ltima instancia por 
la  matematizacin  de  la  lgica  que  cultivaran  Boole,  Frege,  Russel  y 
Hilbert.
96
 Esto tena dos consecuencias. La primera era que las matem-
ticas quedaban desprovistas de potencia ontolgica al perder su dimen-
sin pensante. Ellas cedan su esencia a un tipo de lenguaje particular, 
93   Alain Badiou, Lgicas de los mundos, op. cit., p. 56.
94   Alain Badiou, Breve tratado de ontologa transitoria, Barcelona, Gedisa, 2002.
95   Ibid., p. 9.
96   Cfr. Alain Badiou, Breve tratado de ontologa transitoria, op. cit., p. 104 y ss. Sucede, 
en particular, que el giro lingstico de la losofa contempornea se halla en ltimo trmino, y 
en gran medida, regido por una tesis ms o menos explcita de identicacin de la lgica con las 
matemticas. Y respecto de esta tesis, el logicismo de Russell no es ms que una forma extrema 
y no necesaria. Una tesis, por otra parte, facilitada por la ntegra matematizacin de la lgica. 
Y una tesis, como ya hemos dicho, de procedencia aristotlica o leibniziana. (Ibid., p. 104)
 O;
que es la lgica, quedando extenuadas en un mero juego operatorio. Se 
volvan dependientes, esculidas, entregando su vocacin y su cuerpo a 
otro discurso. La segunda es que la lgica, para ser el instrumento que 
constrie y vaca esa potencia ontolgica de las matemticas, tena que 
ser slo un lenguaje formal. Una coleccin de smbolos que garantiza 
la  primaca  del  lenguaje  por  sobre  el  mundo.  Como  las  matemticas 
quedaban regidas por la lgica y la lgica es slo una secuencia de letras 
ordenadas  segn  convenciones,  el  mundo  sucumba  as  a  la  potencia 
del formalismo mientras se consumaba el giro lingstico.
Badiou por el contrario se dedicar a elaborar una separacin entre 
matemtica  y  lgica.  La  matemtica  es  la  ontologa.  Y  la  lgica  ser 
desde ahora algo distinto del lenguaje en el que se escribe la matem-
tica. Ella depende sin embargo de lo matemtico porque expresar la 
parte observable de los mundos matemticamente desplegados, lo que 
aparece en ellos. Ser insertada como un rgimen que relata las caracte-
rsticas de un mundo particular, siendo inherente a l. Se monta, como 
Lgicas de los mundos lo hace sobre El ser y el acontecimiento, sobre la 
ontologa. Su lugar es inducido por la matemtica pero no se confunde 
con ella. 
Mediante qu recurso redenir la relacin entre lgica y matemti-
cas? El lsofo encontrar en la teora de las categoras,
97
 cuya construc-
cin se liga al concepto de topos o de universo, un nuevo estilo para 
la presentacin matemtica de la lgica: Puedo decir que, al colocar 
a la losofa bajo las condiciones estipuladas por la teora de los topoi, 
he podido, despus de mucho tiempo de vagabundeo o de abstencin, 
resolver, al menos parcialmente, mi problema,
98
 comentaba en el Breve 
tratado. 
Esta  teora  deja  establecido  que  la  lgica  es  una  dimensin  local 
de los universos posibles de la matemtica. Los teoremas all contem-
97   La teora de las categoras constituye una de las ramas con pretensin fundacional 
ms abstractas de la matemtica contempornea. Fue introducida en topologa algebraica por 
Eilenberg y MacLane a mediados del siglo pasado y consiste, sintticamente, en pensar de ma-
nera matemtica la esencia de una clase de objetos matemticos, buscando lo que vincula a 
estos objetos y los vuelve una clase. Las categoras elaboran invariantes de estructura, aplica-
ciones constantes de ciertos objetos matemticos que suelen llamarse morsmos. Las categoras 
pueden  tambin  relacionarse  entre  s  a  travs  de  funtores,  que  son  una  especie  de  funcin 
trazada entre dos universos categoriales. 
98   Alain Badiou, Breve tratado, op. cit., p. 107.
O8 
plados deberan poseer la estructura siguiente: si un universo tiene tal 
caracterstica ontolgica matemtica, se indica en l tal o cual carac-
terstica lgica. La teora de las categoras nos propone una descripcin 
de esos universos posibles: asevera que a cada universo le corresponde 
una lgica interna con sus rasgos distintivos. Dado un universo, pensa-
mos sus matices y gradaciones. 
Badiou encontraba en el Breve tratado, a travs de la asignacin de 
nuevas  funciones  tanto  a  la  lgica  como  a  las  matemticas,  la  herra-
mienta  que  le  permitira  construir  ms  adelante  toda  una  lgica  del 
aparecer. Acertaba ya con que esa lgica del aparecer se abocara a la 
localizacin de un ser, de su forma de mostrarse ah, en un rincn del 
mundo. El emplazamiento de un ente ser siempre local y situado. Un 
ente puede hacer valer su entidad slo porque aparece en un mundo.
Sobrepasada  la  tarea  preliminar  de  este  pequeo  libro  orientador, 
llega Lgicas de los mundos y el Segundo maniesto por la losofa. All, el 
concepto de mundo y su correlativo de aparecer es desplegado hasta 
sus ltimas consecuencias. La tarea de Lgicas es pensar el ser-ah de 
una multiplicidad. Y para ello haba que arrancar la lgica de la cons-
triccin del mero formalismo y de la predicacin, de eso que Badiou 
designa como pequea lgica: una gramtica de los enunciados co-
rrectos escoltada por una teora de la deduccin y por una sistemtica 
de  las  interpretaciones.  La  pequea  lgica,  como  se  puede  prever,  es 
slo uno de los casos particulares de la Gran Lgica, una regin muy 
acotada de lo que presupone una completa lgica del aparecer. Ella nos 
quiere hacer pensar que no hay pensamiento lgico ms all de ciertos 
smbolos encadenados correctamente; es la lgica de la que dispona-
mos antes del Breve tratado badiouano. 
En  un  sentido  totalmente  distinto,  la  Gran  Lgica  posee  como 
objetivo  principal  desarrollar  una  teora  del  ser-ah  que  alcance  a  dar 
cuenta  primeramente  de  tres  asuntos  lo  trascendental,  el  objeto  y  la 
relacin para luego organizarlos en funcin del cambio. La pregunta 
fundamental  que  pretende  responder  la  Gran  Lgica  es  cmo  es  po-
sible el cambio en el mbito del aparecer. Como suceda con aquella 
identicacin  de  ontologa  y  matemticas  que  sustraa  el  lenguaje  de 
los matemticos de su hermtica ensoacin sintctica y los enfrentaba 
con su verdad, la declaracin de la existencia de una Gran Lgica, tuer-
ce la comprensin habitual que se posee de la lgica para extraer lo que 
ella tiene para decir sobre el aparecer. 
 Op
Aparecer  no  es,  al  modo  de  Kant  o  de  Husserl,  hacerlo  ante  una 
constitucin  subjetiva  o  ante  una  conciencia  intencional.  Ya  sabemos 
que para Badiou el sujeto es lo que arriba ltimo junto con un acon-
tecimiento y no lo que precede a toda experiencia, por lo que el apa-
recer, lejos de estar ligado a ella, es algo mucho ms simple: la certeza 
de que un mltiple, ms all su determinacin ontolgica, est ah. Y 
como tal, se vuelve localizable.
Cuando un mltiple es tematizado desde la ptica de su identidad 
consigo mismo y de su grado de similitud con otros, se lo nombrar 
como un ente. Badiou introduce esta distincin a n de no mezclar el 
aparecer de un mltiple con su puro ser. Y un mundo ser simplemente 
el mltiple que alberga las operaciones de medicin de identidades y 
diferencias de los entes que lo componen. La lgica del aparecer inclu-
ye algo del orden del matiz, de la perspectiva, de la atenuacin. Lo que 
quiere decir tambin que el-ser-en-tanto-ser no prescribe todo el ser-
ah de un mltiple, no exige que aparezca de tal o cual manera. 
El aparecer depender de lo que Badiou calica como organizacin 
trascendental.
99
 sta no es un sujeto sino una parte misma de ese mun-
do. Lo primero que hay que leer en la Gran Lgica es que un mundo 
se muestra gracias a un campo impersonal denominado trascendental. 
ste  es  un  operador  encargado  de  medir  los  grados  de  identidad  y 
diferencia  entre  un  ser-ah  un  ente  y  otros  entes,  proponiendo  de 
ese modo una escala, una gradacin, que evala el aparecer de algo en 
un mundo especco cuyas identicaciones y relaciones son siempre 
locales.
100
  Por  lo  pronto,  cada  mundo  tiene  un  trascendental  y  dos 
mundos compuestos por las mismas cosas pueden ser completamente 
diferentes  si  poseen  trascendentales  distintos.  El  aparecer  consiste  en 
evidenciar  relaciones  y  no  en  determinar  elementos;  la  lgica  es  una 
teora formal de las relaciones. Por eso lo que mide un trascendental 
no es la intensidad de aparecer de un ente aislado, sino la diferencia de 
aparecer entre dos o ms entes. 
99   Recomiendo vivamente ampliar esta breve exposicin con los libros II, III y IV de 
Lgicas de los mundos. En particular, las respectivas primeras secciones de cada uno de estos 
libros se dedican a desarrollar rigurosamente los conceptos que aqu solo puedo presentar de 
modo esquemtico. 
100   Alain Badiou, Lgicas de los mundos, op.cit., p. 134.
O 
Llamaremos aparecer a aquello que, de un mltiple matemtico, 
es capturado en una red relacional situada (en un mundo), de modo 
tal que ese mltiple adviene al ser-ah, o al estatuto de ente-en-un-
mundo.  Es  entonces  posible  decir  que  ese  ente  es  ms  o  menos 
diferente de otro ente que pertenece al mismo mundo. Llamamos 
trascendental al conjunto operatorio que permite darle sentido al 
ms o menos de las identidades y de las diferencias, en un mundo 
determinado.
101
Un trascendental es una seccin del mundo que tiene por funcin 
atribuir  valores  de  aparecer  a  lo  que  hay.  Para  ello,  debe  contar  con 
una  estructura  que  ordene  dichos  valores,  albergando  en  su  interior 
un  mximo  y  un  mnimo.  Basta  para  conformar  una  lgica  del  apa-
recer  la  simple  convergencia  de  tres  elementos:  un  grado  mnimo  de 
aparicin,  la  posibilidad  de  combinar  los  valores  de  aparicin  de  dos 
o ms mltiples y, por ltimo, la capacidad de sintetizar globalmente 
los valores de aparicin de una cantidad cualquiera de mltiples. Con 
eso ya tenemos nuestra escala. Por lo dems, que el trascendental est 
incluido en el mundo es lo que garantiza la inmanencia mundana del 
aparecer. Eso quiere decir que nos hallamos cada vez ante la lgica de 
un mundo particular, diferente de las dems y plenamente contenida 
por el propio mundo. 
Cmo logra medir el trascendental la intensidad de aparecer de un 
ente en un mundo? Asigna, a travs de lo que Badiou llama una funcin 
de  identidad,  uno  de  sus  valores  a  dos  elementos  de  un  mltiple  en 
virtud de cunto ms o menos se parecen en ese mundo. Si esos 
dos  elementos  son  completamente  distintos,  se  dir  que  su  grado  de 
identidad es mnimo. Si es el ms alto que posee el trascendental ser, 
en  cambio,  mximo.  El  valor  que  adquiere  la  funcin  de  identidad 
cuando es aplicada a un solo elemento es designado existencia; ella 
nombra el grado de identidad de una cosa consigo misma. 
Un trascendental puede descubrir tambin el grado de aparicin de 
una parte del mundo por gigantesca que sea. Eso quiere decir que hay 
un grado de aparecer que encierra, siendo el ms pequeo que lo hace, 
a  los  grados  de  aparecer  de  los  mltiples  que  constituyen  esa  parte. 
Permite asimismo conocer lo que hay en comn entre dos entes (dados 
101   Ibid., p. 140.
 
dos grados de intensidad, existe un tercero que es simultneamente el 
ms cercano a los dos), establecer una medida del grado de vincula-
cin entre dos seres-ah su dependencia, o hallar un ente que sea 
el reverso de otro (que sea, dentro de los que no tienen nada en comn 
con el ente en cuestin, el que mayor grado de aparecer muestra). 
Ciertamente, hay muchas sutilezas en el examen de las lgicas. Los 
detalles que comporta no representan, sin embargo, mayores limitacio-
nes para comprenderla: slo a travs de un tranquilo seguimiento de 
los razonamientos lgicos surgir la riqueza de un mundo. Las divisio-
nes restantes de la Gran Lgica los objetos y las relaciones abren paso 
a esa abundancia del aparecer. 
Badiou decreta que un objeto es una multiplicidad cuyas partes ele-
mentales son todas prescritas por la ontologa. Este objeto no supone 
ningn sujeto y es, al decir del lsofo, el momento de lo Uno de la 
Gran Lgica, pues hay que entender por objeto lo que cuenta por uno 
en el aparecer, o lo que autoriza a hablar de ese ser-ah como el que es, 
inexiblemente  l  mismo.
102
  Parece  una  intuicin  sencilla.  No  obs-
tante, hay algo que se juega hondamente en ella y es el vnculo positivo 
del aparecer con el ser. Badiou va a decidir que el aparecer queda ex-
cluido de lo virtual y constreido a arraigarse, siempre, en algn punto 
de la composicin ontolgica actual. sta es una decisin especulativa, 
no  deducible.  Que  el  aparecer  est  indefectiblemente  ligado  al  ser  es 
una exigencia materialista. Para satisfacerla, complementar la deni-
cin de objeto con una teora de las partes ms pequeas de un mundo: 
los tomos de aparecer. Se trata de los componentes bsicos de todo 
objeto, de su tope inferior. En ellos se apoya el principio fundamental 
del materialismo todo tomo de aparecer es real indicando que, en 
el nivel ms bajo, un tomo de aparecer de un objeto se identica con 
un tomo real prescrito por un elemento del mltiple que soporta a 
dicho objeto. Un tomo real no es otra cosa que una parte que no 
puede descomponerse de un objeto donde el ser y el aparecer se en-
cuentran. Podramos ponerlo as: en el punto mnimo de la existencia, 
el ser y el aparecer se funden; un elemento real de un mltiple prescribe 
un tomo de aparecer.
103
 Por ejemplo, en el mundo consistente en un 
estadio  de  bsquet  repleto,  el  grupo  de  los  simpatizantes  del  equipo 
102   Ibid., p. 221.
103   Cfr. Alain Badiou, Lgicas de los mundos, op. cit., pp. 246-250.
z 
rojo ser un objeto de ese mundo puesto que no slo es reconocible 
gracias a la indexacin trascendental del mundo sino porque la ca-
racterizacin del grupo entero es posible gracias a un individuo de ese 
grupo. Hay un simpatizante que encarna del modo ms ajustado por 
su  atuendo,  por  sus  cnticos,  por  su  conocimiento  de  la  historia  del 
equipo el hecho de ser simpatizante del equipo rojo. l es el para-
digma que rene a todos los simpatizantes del equipo rojo. Cuando 
todos  los  tomos  de  aparecer  de  un  mltiple  son  reales,  tenemos  un 
objeto. Los bosques, los grupos polticos, las plazas pblicas, tambin 
son objetos. No se trata de esencias ni de cosas provistas de contornos 
denidos. Pero tampoco de una mera invencin: el postulado del ma-
terialismo hace que los objetos posean una suerte de anclaje en el ser 
que  los  vuelve  pesados  y  palpables.  Es  verdaderamente  fundacional. 
Vincula de forma estructural las dos tomos de El ser y el acontecimiento 
al anudar el ser y el aparecer bajo el sello de lo Uno, jando tambin la 
relacin de encastre entre matemticas y lgica.
Badiou  escribe  otro  captulo  en  la  larga  tradicin  materialista.  No 
aquella burda que confunde todo lo que hay con la resistencia fsica de 
las cosas, sino una que recupera la certeza de que el universo es algo 
concreto y consistente, pensable pero fuera de toda abstraccin arti-
cial. Una que slo pretende la bsqueda atea de sus leyes y excepcio-
nes. Los atomistas griegos, y tambin toda esa contra-ilustracin que 
levantaron algunos hombres como Luciano, Marcial, Ctulo, Poggio, 
Arentino o Maquiavelo, ensayaron este programa an inacabado que 
contina hasta Marx y Althusser.
Ya  con  los  objetos  en  el  mundo,  sobrevienen  sus  posibles  relacio-
nes. Una relacin entre objetos depende de la vericacin de que ese 
mundo est clausurado, lo que signica que no se puede salir de l por 
ms repetidas que estn las operaciones con las que cuenta ese mundo. 
Todo mundo contiene recorridos incontables, trillados o distintos, en 
varios sentidos y direcciones, pero siempre de un modo interno e insu-
perable. Las relaciones otorgan densidad a un mundo, lo consolidan. 
El mundo universidad pblica en la Argentina actual est resguarda-
do por relaciones pedaggicas, administrativas, laborales, polticas. Los 
estudiantes se denen por una relacin con los docentes, el Estado y la 
sociedad misma que los pone en el lugar de recepcin, acumulacin y 
produccin del conocimiento; los docentes y los no docentes, por su 
parte,  tienen  una  relacin  de  dependencia  econmica  con  el  Estado 
 ,
y  de  responsabilidad  ante  la  sociedad  y  los  estudiantes;  los  egresados 
una relacin siempre oscilante entre la cada fuera del mundo y la in-
sercin  a  travs  de  la  investigacin,  la  docencia,  la  militancia  intra  y 
extrauniversitaria  o  la  extensin.  Hay  muchas  ligaduras  en  se  y  en 
cada mundo, anudando objetos que se reejan entre s, se amparan y 
enlazan  unos  con  otros.  En  ese  sentido,  una  relacin  no  crea  ningu-
na  existencia,  slo  preserva  la  estructura  del  aparecer  y  su  denicin 
depende  estrictamente  de  aquella  de  los  objetos,  por  lo  que  es  una 
categora secundaria y sin incidencia frontal en la construccin de un 
mundo. Nunca es acontecimental sino ms bien conservadora: ella cui-
da la estructura del trascendental del mundo. 
Del hecho de que un mundo est clausurado se deduce que es l-
gicamente completo o, lo que es lo mismo, que toda relacin es per-
ceptible desde cualquier punto de ese mundo. Este es el segundo pos-
tulado del materialismo. Cualquier relacin es legible desde un objeto 
cualquiera del mundo, de tal manera que esa observacin sea, a su vez, 
observable desde otro punto de la relacin.
104
 Todo punto de vista que-
da contenido en el mundo.
La Gran Lgica es una reexin sobre la localizacin. Un mundo se 
diversica as en mapas, redes, lugares, intersecciones; todo lo cual se 
dirige a congurar algo ms que una retrica del espacio. El seminario 
que deriv en la publicacin de Lgicas de los mundos, cuyo nombre era, 
con clara reminiscencia kantiana, Orientarse en el pensamiento, orien-
tarse en la existencia, apuntaba secretamente a destronar a Heidegger. 
En  la  correspondencia  originaria  que  el  germano  notaba  entre  ser  y 
tiempo,  el  espacio  quedaba  bajo  el  predominio  de  una  temporalidad 
fundamental. Develarla para Heidegger era tambin denunciar que los 
sitios y los parajes se haban convertido en meros lugares, que el orbe 
entero se haba transformado en un mundo natural. En todos los casos 
en que el espacio se insinuaba en su obra, el anlisis lograba recondu-
cirlo hacia su constitucin ontolgica temporal. 
Tanto  en  la  ontologa  como  en  la  lgica  badiouana  orece  por  el 
contrario  una  experiencia  del  espacio.  Todo  lo  que  hay  est  ah  dis-
puesto, enfrentndonos. Y lo que no lo est es precisamente el acon-
tecimiento, es decir la gura de un tiempo imposible ubicado siempre 
entre  pasado  y  futuro.  Sabemos  que  el  acontecimiento  era  eso  que 
104   Cfr. Alain Badiou, Lgicas de los mundos, op. cit., pp. 347-357.
( 
se desvaneca en cuanto se haca notar, lo que lo connaba a ser una 
divisin entre lo que ya fue y lo que an no es. Era lo que se resista a 
quedar paralizado en la pura visibilidad. 
No  hay  reduccin  del  tiempo  al  espacio  en  Badiou,  sino  trabajo 
sobre el espacio a partir de la retirada del tiempo. Cmo se produce 
esta retirada? Mediante la instalacin de un presente continuo en el que 
no hay sucesin, en el que no hay antes ni despus, en el que el tiempo 
no pasa. Recordemos que un sujeto el era quien pretenda instaurar 
un  nuevo  presente  luego  del  trastorno  acontecimental.  Entonces,  el 
acontecimiento se torna la marca en el espacio de un tiempo en retira-
da. Quedar sealado en el espacio de mil maneras: en el arado de los 
campos,  en  la  arquitectura  de  una  poca,  en  los  libros,  en  los  muros 
derribados por la multitud. Es un rasguo que abre paso a lo eterno. 
El  transcurso  del  tiempo  es  un  hecho  irremediable,  pero  eso  no 
destruye la certeza de que lo que lo que hay en el mundo depende de 
su existencia localizada. Y esto le compete tanto a la ontologa matem-
tica como a la lgica del aparecer, que son pleno espacio. En cualquier 
instancia de la especulacin badiouana, el tiempo es dirigido hacia su 
mostracin espacial. La lgica del aparecer es topolgica,
105
 sanciona 
Badiou,  y  en  simultneo  verica  que  la  transicin  entre  lo  ontol-
gico y lo lgico se vuelve visible cuando se consideran los puntos de 
un  mundo.  Por  eso  los  puntos  son,  metafricamente,  ndices  de  una 
decisin del pensamiento. Esa decisin annima opera en la cesura de 
la  palabra  onto-loga.  Hace  aparecer  lo  que  est  en  el  entretejido  de 
una lgica. O tambin: indica la topologa latente del ser.
106
 El espacio 
subyace a todo ente en un mundo. 
Como  cada  cosa,  cada  relampagueo  por  mnimo  que  sea  acaba 
por congurar una cartografa posible. Un mundo es la superposicin 
innita de planos y dibujos. Un mapa, lejos de representarlo, es una de 
sus  capas  fundacionales.  El  espacio  reina.  Badiou  olvida  a  Heidegger 
para  olvidar  la  tragedia  del  tiempo,  la  putrefaccin  y  el  ser-para-la-
muerte. En ese trayecto, el espaciamiento resuena como un sabor per-
sistente, inevitable.
107
 
105   Ibid., p. 486.
106   Ibid., p. 453.
107   Quizs, aprendiendo de su condicin matemtica, la misma losofa no sea ms que 
la plasmacin espacial del tiempo. Ella absorbe las verdades que los procedimientos genricos 
 ;
Sin embargo, en este espacio que conforma el aparecer, an no te-
nemos lugar para lo que no es objeto ni relacin Qu ocurre con lo 
ausente de la Gran Lgica, con aquello que no se puede captar con el 
trascendental? Convencido de que la Gran Lgica alcanza para descri-
bir el aparecer esttico de un mundo, Badiou quiere pensar el cambio. 
Como es previsible, lo har depender de la nocin de acontecimiento. 
Habamos visto que gracias a la indexacin trascendental podemos 
determinar el nivel de aparecer de un mltiple como mximo. Tambin 
es posible, no obstante, que ese grado sea tan bajo que se trate de un 
inexistente. Este concepto es crtico: La teora de lo inexistente es 
muy  importante:  que  haya  un  inexistente  comanda  en  efecto  que  un 
acontecimiento pueda sobrevenir y desorganizar localmente la relacin 
entre los mltiples de un mundo y la legislacin trascendental de sus 
identidades y diferencias inmanentes.
108
 Un inexistente es un elemento 
cuya intensidad de aparecer es la ms baja que puede otorgar el trascen-
dental. Badiou recurre aqu al ejemplo clsico del proletariado. Incluso 
dotado de ser econmico y social, el proletariado no existe polticamen-
te, no aparece como tal en el mundo poltico, se sustrae en una primera 
instancia al aparecer. 
Hay  un  paso  ms  en  esta  teora,  algo  que  Badiou  llama  teorema 
metafsico. Teorema en la medida en que puede demostrarse a partir 
de la lgica de la que disponemos en el aparecer; y metafsico porque 
liga el aparecer de un mltiple con la no-aparicin de un elemento de 
ese  mltiple,  pero  tambin  porque  est  bajo  condicin  del  principio 
fundamental  del  materialismo  que  ya  enunciamos.  Este  teorema  dice 
que  si  una  multiplicidad  aparece  en  un  mundo,  un  elemento  suyo  y 
solo uno es un inexistente del mundo. As, todo mundo est listo para 
que un acontecimiento se produzca en su interior.
El esquema ontolgico y lgico de Badiou siempre acaba por afron-
tar dos bloques divididos por el intersticio del acontecimiento. El pri-
producen para jarlas, glidas, en un lugar aglutinante. Ya desde su comienzo platnico la lo-
sofa intentaba cristalizar en el cielo topos notos el aspecto atemporal de las cosas. Una Idea 
no era ms que este acto de captacin que detiene el devenir. La losofa sera de este modo 
la lectura de un presente disparado por un acontecimiento: una expedicin hacia la eternidad. 
Y el presente, cuando no es ms que pura esttica, es precisamente lo eterno. Si estas verdades 
son agrupadas pensadas en su composibilidad es porque comparten un lugar a salvo de la 
corrupcin y el desgaste. Badiou, otra vez, es el protector de la Idea. 
108   Alain Badiou,  Alain Badiou, Second Manifeste pour la philosophie, op.cit., p. 71. [La traduccin es ma]
6 
mero examina las caractersticas de lo que hay y cmo aparece. El se-
gundo  es  exactamente  posterior  al  efectuarse  un  acontecimiento  y  se 
dedica a describir cmo ste afecta a un mundo. Este bloque piensa el 
cambio. Aquellos fuertes y radicales, pero tambin los suaves y aparen-
tes. Es una voluntad transformadora la que se sublima en los libros de 
Badiou. Ni la inmovilidad del matemtico ser-en-tanto-ser, ni la lgica 
del  aparecer  nos  brindan  el  cambio  verdadero.  Ya  fuera  de  la  Gran 
Lgica en analoga con aquella exclusin del acontecimiento que for-
mulaba la ontologa, nos entregamos a pensar qu fuera la subversin 
de un mundo slo compuesto de objetos y relaciones. 
Poco  importan  las  meras  modicaciones.  No  responden  al  cambio 
real porque estn presupuestas en el aparecer de los objetos; ellos asu-
men las variaciones en el tiempo y en el espacio. Una or o una escul-
tura localizables en un mundo encierran en este momento su breve his-
toria, como dato esencial de su ser-ah actual. El objeto absorbe estas 
modicaciones que lo inscriben en el tiempo del mundo, que lo hacen 
aparecer como tal. La modicacin es la parte del devenir constitutiva 
de todo ser-ah.
109
El cambio verdadero depende, a la inversa, de una excepcin. Pero 
no cualquier tipo de excepcin. Una que no slo interrumpa un rgi-
men  de  aparecer.  En  qu  est  pensando  Badiou?  En  una  perversin 
simultnea del ser y del aparecer. El trmino excepcional debera tener 
la capacidad de trastocar a la vez la regulacin ontolgica y la descrip-
cin fenomnica del mundo en el que se presenta el cambio, incluso 
mixturndolas y volviendo por un instante obsoleta su distincin. 
Es  necesario  que  un  mltiple,  habitual  soporte  de  los  objetos,  in-
tente  adquirir  l  mismo  la  objetividad,  que  aspire  a  aparecer  gracias 
a  su  propia  indexacin  trascendental.  Un  mltiple  que  aparezca  sin 
cumplir ms reglas que su propia ley: autnomo, aptrida, irreverente. 
Su carcter paradjico reside en que, por un lado, es objetivado por la 
indexacin trascendental de sus elementos pero, por otro, se objetiva a 
s mismo, pues est contado dentro de sus propios elementos. Badiou 
llamar  a  este  ente  sitio,  introduciendo  un  giro  sustancial  respecto 
de El ser y el acontecimiento. Identicar sitio y multiplicidad aconteci-
mental que antes eran conceptos separados para evadir la conictiva 
dialctica entre estructura e historicidad. 
109   Alain Badiou, Lgicas de los mundos, op.cit., p. 400.
 ;
Un sitio es un ser al que le ocurre existir por s mismo. l se cuenta 
a  s  mismo  en  su  propio  aparecer;  se  comporta  con  su  ser  igual  que 
con sus elementos. Dado que se maniesta como un mltiple aconte-
cimental, se autopertenece, violando as las reglas del ser, pero tambin 
anulando transitoriamente la diferencia entre ser y ser-ah. Su existencia 
es efmera como el sueo de una sombra. Su precariedad es suprema. 
Badiou  escoge  para  ilustrarlo  el  ejemplo  del  18  de  marzo  de  1871, 
jornada que dio inicio a lo que se autoproclam Comuna de Pars. 
All, lo que se hace or es la aparicin del ser-obrero en el espacio de 
la capacidad poltica y gubernamental. [] El 18 de marzo es un sitio 
por el hecho de que, adems de todo lo que aparece en l bajo el eva-
sivo trascendental del mundo Pars en la primavera de 1871, aparece 
l  mismo,  en  tanto  inicio  fulminante,  y  totalmente  imprevisible,  por 
una ruptura (todava, es verdad, sin concepto) con aquello mismo que 
norma su aparicin.
110
Nada indica el valor de existencia del sitio. Todo podra quedar re-
ducido a una simple modicacin. Para Badiou, un sitio que no existe 
mximamente  es  un  simple  hecho,  ontolgicamente  supernumerario, 
pero existencialmente pobre. Para que un acontecimiento pueda adve-
nir al rgimen de aparecer, es necesario que un sitio posea intensidad 
mxima. Y el sitio as dotado de existencia es una singularidad. 
Tenemos entonces tres formas del cambio: la modicacin, el hecho 
y  la  singularidad.  Cuando  las  consecuencias  que  se  extraen  del  sitio 
se vinculan fuertemente con los otros elementos del objeto que lo ha 
presentado, estamos ante una singularidad fuerte o acontecimiento. Si 
en cambio ese vnculo es intermitente, nos hallamos frente a una singu-
laridad dbil. Toda la fuerza de una singularidad reside en la capacidad 
de hacer existir a sus consecuencias. Por eso un acontecimiento ser un 
sitio con el poder de llevar al mximo el valor de la relacin entre un 
inexistente cuyo valor es mnimo y el valor mximo que ya posea el 
sitio. El acontecimiento saca al inexistente de la inexistencia gracias al 
valor mximo del sitio. Este acto, que Badiou designa como acarrea-
miento,  posee  existencia  tambin  mxima.  Y  cuando  la  aceleracin 
de la inexistencia hacia la existencia se produce, algo del aparecer, una 
pequea porcin o un dato, es destruido. Donde se advierte la llegada 
110   Ibid., p. 405.
8 
de un inexistente, se destruye lo que lo connaba a la inexistencia. El 
mundo cambiar; el cambio ha atravesado furtivamente un mundo:
Cuando el mundo se encanta violentamente por las consecuencias 
absolutas  de  una  paradoja  del  ser,  todo  el  aparecer,  amenazado  por 
la destruccin local de una evaluacin habitual, debe reconstituir una 
distribucin  diferente  de  lo  que  existe  y  de  lo  que  no  existe.  Bajo  el 
impulso que el ser ejerce sobre su aparecer, no puede advenir al mundo 
sino la chance, existencia y destruccin mezcladas, de otro mundo. De 
ese otro mundo el sujeto, insertado en la huella de lo que advino, es en 
lo sucesivo el prncipe, eternamente.
111
Hagamos  una  crnica  del  mundo  Crdoba  capital  en  mayo  de 
1969 para claricar el funcionamiento de estos conceptos. Nos halla-
mos ante una ciudad cuya intensa actividad gremial y popular se ve con-
tinuamente asediada y en algunos casos saboteada por la dictadura de 
Ongana y sus representantes locales. El ministro de economa Krieger 
Vasena, ligado a organismos internacionales de crdito, profundiza las 
medidas  liberales  mientras  el  descontento  de  los  trabajadores  crece. 
Se haban congelado los convenios colectivos de trabajo. El sindicato 
de Luz y Fuerza mantena un abierto enfrentamiento con el gobierno 
cordobs  a  causa  de  la  privatizacin  parcial  de  la  empresa  provincial 
de  energa  elctrica,  a  la  vez  que  entre  metalrgicos  y  transportistas 
tambin reinaba la irritacin por los bajos salarios, las suspensiones y 
la  persecucin  poltica.  En  una  misma  jornada  se  suprimi  el  sbado 
ingls  y  se  aument  el  boleto  del  transporte  pblico.  Entretanto,  el 
Gobierno  cordobs  haba  suspendido  sobre  la  hora  una  asamblea  de 
Smata, que condujo a un fuerte choque entre obreros y fuerzas repre-
sivas y culmin en un paro total. 
El da 15, a raz de un problema suscitado en el comedor universi-
tario  de  Corrientes,  muere  un  estudiante  y  de  inmediato  son  convo-
cadas  en  repudio  numerosas  jornadas  de  protesta.  El  22,  Rosario  es 
declarada Zona de Emergencia por las reiteradas manifestaciones que 
se  extendern  hasta  el  28  y  sern  conocidas  como  El  rosariazo.  El 
23, los estudiantes, solidarizados con la lucha obrera, ocupan violenta-
mente el barrio Clnicas y las universidades tambin se hacen eco de los 
111   Ibid., p. 421.
 p
reclamos, ante lo cual intervienen la gendarmera y la Polica Federal. 
Agustn Tosco dirigente combativo de Luz y Fuerza participa mien-
tras tanto en un caldeado acto en la Universidad Catlica. El lunes 26 
observamos  asambleas  por  ctedras,  reuniones  masivas  en  las  que  las 
bases estudiantiles se organizan. Todo est por suceder; la ciudad casi 
no duerme y el aire nervioso est cargado de sospechas y de conanza. 
Finalmente,  llega  el  29  de  mayo.  La  CGT  haba  programado  un 
acto en Plaza Vlez Sarseld. A media maana comienza el abandono 
de los lugares de trabajo para asistir a la concentracin. Las columnas se 
dirigen al centro lentamente y la vigilancia policial se empieza a hacer 
notar. 
Un  mundo,  con  un  trascendental  propio  que  mide  la  intensidad 
de aparecer de algunos objetos y relaciones. Los trabajadores de Luz 
y  Fuerza  arriban  desde  el  norte,  los  estudiantes  concentrados  en  el 
barrio de Alberdi y en el paseo Sobremonte llegan desde el este, los 
mecnicos  desde  el  sur  y  desde  el  oeste,  se  acercan  los  metalrgicos. 
Son grupos polticos identicables porque poseen indicios colectivos. 
Sus integrantes se cohesionan detrs de reivindicaciones especcas, los 
une  cierto  saber  y  cierta  camaradera  de  trabajo,  tambin  compartir 
el espacio de la fbrica o poseer igual rango salarial. Est asimismo la 
polica que, representando el poder estatal, sigue de cerca cada movi-
miento y empieza a vallar el casco cntrico y las zonas que se prevn 
conictivas. Completan la escena algunos comerciantes y grupsculos 
de  ciudadanos,  algunos  reaccionarios  y  otros  dispuestos  a  colaborar 
con las grandes movilizaciones. 
Hay uno de los manifestantes que caracteriza del modo ms adecua-
do  el  espritu  del  grupo.  Como  vimos,  cada  objeto  posee  tomos  de 
aparecer que pertenecen al plano ontolgico. Todo grupo que aparece 
en  ese  trazado  de  las  marchas  se  liga  efectivamente  a  una  dimensin 
actual del ser. Las columnas, con sus respectivos nombres y rasgos pe-
culiares,  son,  y  aparecen  a  su  vez  con  una  intensidad  considerable  en 
relacin con otras existencias que el trascendental mide. 
Se pueden rastrear tambin innumerables relaciones entre estos ob-
jetos. La principal, ejercida entre todos ellos y en ambos sentidos, es la 
de apoyo logstico y militante. Tambin hay ciudadanos no enrolados 
que aportan a la lucha de distintos modos: proporcionando armas, in-
formacin  o  escondites  a  los  trabajadores  organizados,  simplemente 
obstaculizando el trabajo de la polica o sumndose de manera directa 
zO 
a la manifestacin. La relacin de las masas populares con las fuerzas 
represivas  son  de  oposicin,  claro  est,  pero  sumidas  en  una  tensin 
que involucra la medicin de potencia y el anlisis estratgico. El en-
frentamiento repone sucesivas provocaciones e insultos; la atmsfera se 
enardece poco a poco. Eso es lo que cohesiona a los objetos-columnas 
y les otorga visibilidad. Ese antagonismo ja, por lo dems, los espacios 
ocupados por la polica, sus rediles y bastiones. Tambin dene a los 
ciudadanos  en  favor  o  en  contra  de  la  movilizacin,  vinculndolos  o 
desconectndolos  del  movimiento  masivo.  Sin  embargo,  ninguna  de 
estas relaciones crea ni modica el grado de existencia de los objetos 
que intervienen en ellas.
Recordemos mientras tanto que la constitucin de este mundo se 
hunde en la contingencia pues cada uno de sus objetos posee, en los 
mltiples que les subyacen a nivel ontolgico, algn elemento inexis-
tente.
En este caso particular, la forma que adquieren los inexistentes del 
conjunto de las columnas populares es la misma: son los golpeados por 
el sistema capitalista, los desprovistos de sus derechos bsicos, los que 
contrastan  su  cuerpo  desgastado  con  las  comodidades  que  gozan  los 
dueos de las empresas y los gobernantes. Podemos darle sin mayores 
problemas el rtulo de proletariado. El inexistente general del mun-
do  Crdoba  capital  en  mayo  de  1969  es  la  capacidad  poltica  del 
proletariado. Arrancados de sus derechos y de lo que por regla debera 
corresponderles,  son  los  que  no  tienen  voz  ni  rostro  en  la  alta  esfe-
ra  de  las  decisiones  gubernamentales  pero  tampoco  en  el  entramado 
perverso de la economa diaria. Los estudiantes, identicados a veces 
materialmente con el proletariado, actuarn en consecuencia. Su insis-
tencia a plena luz del da hace tambalear la dbil tranquilidad del orden 
mundano donde el devenir, contenido en la simple modicacin, hace 
su trabajo pacientemente. 
Alcanzamos el momento crucial en el que algo est por suceder. Es 
inminente. Estamos, sin dudas, ante un sitio al que podemos llamar 29 
de mayo. No slo porque es el da en que comenz ese acontecimien-
to gigantesco que conocemos como Cordobazo, sino porque en l 
se  concentra  gran  parte  del  mundo  en  cuestin  y  tambin  l  mismo, 
tomado como inicio fulminante. Aparece gracias a una ruptura, an sin 
nombre, con aquello que reglamenta su aparicin. Y es un sitio porque 
signica en cierto sentido la aparicin del ser-proletario en el terreno 
 z
de la efectividad poltica. Ocurre que una hora antes de comenzar el 
acto sindical, se lanza el avance del pueblo. Caen destrozados algunos 
escaparates  comerciales,  las  barricadas  se  multiplican  y  el  movimien-
to  gana  en  extensin  mientras  la  polica  y  las  mismas  conducciones 
sindicales  comienzan  a  ser  desbordadas.  Las  sedes  de  las  principales 
empresas multinacionales son atacadas, el casco cntrico est casi con-
trolado  por  la  insurreccin.  Es  fcil  ver  ah  cmo  lo  que  surge  en  el 
sitio es un sujeto novedoso que no estaba convocado hasta entonces. 
Proletariado  remite  aqu  a  un  poder  sin  precedentes  que  se  apropia 
de  la  escena  sin  mayor  autorizacin  que  su  propia  accin  poltica  de 
irrumpir  violentamente  en  el  mundo  donde  se  pretenda  reducirlo  al 
silencio. El sitio 29 de mayo puede subvertir las reglas del aparecer 
el  trascendental  de  un  mundo  otorgndole  visibilidad  a  una  parte 
del ser 29 de mayo, en cuyo interior yaca desde siempre la posibi-
lidad de la existencia obrera hasta entonces controlada y ocultada por 
el aparato estatal. Se trata de algo superlativamente nuevo. Incluso los 
obreros y estudiantes organizados no encuentran puntos de referencia. 
La columna de Smata, por ejemplo, supera sin atenuantes la resistencia 
policial y excede asimismo la conduccin sindical. De un momento a 
otro se ha tomado posesin total de la ciudad y es necesario improvisar 
formas de sostener la intervencin. Se oye, repetida mil veces, murmu-
rada o gritada, la extraa frase el pueblo ha perdido el miedo, incluso 
cuando los muertos se multiplican. Las autoridades gubernamentales 
reconocen que ya nadie tiene el control de la situacin. Excepto por 
los que eran considerados nadie. Crdoba es puramente ese 29 de 
mayo en el que, bajo el impulso del ser, el aparecer ha invertido las 
reglas de aparicin general, forzando una evaluacin trascendental in-
dita. Pero el sitio, multiplicidad reexiva donde se suprime la distancia 
entre  ser  y  ser-ah,  es  instantneo.  Se  desvanece  en  cuanto  adviene. 
Funda, obligando a extraer de l todas las consecuencias que sean po-
sibles, en el mismo acto en que desaparece. Es como un cadver. Aun 
arrojado sobre la tierra, sigue signicando.
El Cordobazo es precisamente ese largo intervalo en el cual hay 
que empezar a desentraar las consecuencias que acarrea haber tomado 
el control de la ciudad. El sujeto que se dedica a ello incrustado en un 
cuerpo colectivo es un sujeto el. Este cuerpo ser el agente de una 
verdad dedicada a endurecer, contra los intentos de los sujetos reacti-
vos y oscuros, la evanescente voz del acontecimiento. 
zz 
Lo que queda es indagar cul es el grado de intensidad con que ha 
aparecido el sitio. Sabemos que si ese grado es menor que el mximo, 
estamos  ante  un  hecho.  Distinto  de  la  simple  modicacin,  pero  sin 
potencia efectiva de trastornar el mundo. Si el sitio no hubiera produ-
cido un entusiasmo generalizado en el pueblo de Crdoba y hubiera 
acabado siendo algo ms que una manifestacin programada sin mayor 
eco que alguna cobertura periodstica, nos hubiramos encontrado con 
un  hecho.  Los  mundos  estn  plagados  de  hechos.  Son  su  regla,  por 
lo que es difcil determinarlos. Muy poco sucede cuando slo hay un 
encadenamiento de hechos.
Pero como en este caso el grado de aparecer es igual al mximo, es 
decir que el sitio se ha presentado a s mismo de modo absoluto en su 
propia proyeccin objetiva, estamos ante una singularidad. Ella afecta, 
en  general,  a  todos  los  elementos  que  formaban  parte  del  objeto  en 
que apareci el sitio. No podemos decir an que se trate de un acon-
tecimiento  pues  podra  ocurrir  que  la  singularidad  no  sobrepase,  en 
su poder de cambio, la situacin. Digamos que si la revuelta denuncia 
algunas relaciones de poder y logra algunas conquistas parciales en fun-
cin  de  los  reclamos  de  algunos  gremios  menos  aguerridos,  estamos 
ante  una  singularidad  dbil,  sin  posibilidad  de  modicar  estructural-
mente el mundo. Un acontecimiento o singularidad fuerte afecta por 
el contrario la constitucin misma del trascendental mundano hacin-
dolo explotar desde dentro y obligndolo a reinventarse a partir de sus 
esquirlas. La ecacia que tenga sobre el trascendental el valor absoluto 
que adquiri el sitio es lo que nos autoriza a hablar de un acontecimien-
to, pero ms rigurosamente la llegada al mundo del inexistente. Volver 
absoluta  y  perdurable  la  existencia  del  inexistente  es  lo  que  nos  hace 
hablar de un cambio real. Y eso es lo que sucede con el Cordobazo: 
el proletariado conformado no slo por aquellos trabajadores que en 
sus noches cansadas tejan el plan secreto de la sublevacin logr ins-
talarse de una vez y para siempre en la escena poltica de la ciudad y 
el pas, conformando uno de los hitos irrecusables de la lucha popular 
por la emancipacin. Ciertos sujetos sern los encargados de mantener 
este nombre en virtud de su capacidad de seguir trastocando el mundo 
cada vez que una injusta dominacin gobierne. Esa cosa quebradiza y 
a la vez incalculablemente promisoria es la que no cesar de repetirse, 
siempre de una manera algo opaca, en cada combate, en cada mesa, en 
cada giro de esquina que recuerde el paso voraz de hombres y mujeres 
 z,
que tambin sintieron, en aquel pasado, los ecos de sus propios pasos 
en la conciencia. As lo recuerda loscamente Badiou: Romper con 
el empirismo es pensar el acontecimiento como advenida de lo que se 
sustrae a toda experiencia: lo in-fundado ontolgico y la discontinui-
dad  trascendental.  Romper  con  el  dogmatismo  es  disjuntar  el  acon-
tecimiento  de  todo  dominio  de  lo  Uno.  Es  sustraerlo  a  la  Vida  para 
devolvrselo a las estrellas.
112
Badiou intenta acoger el cambio en el mundo porque esa es la vo-
cacin del pensar. l toca con cada palabra el espaciamiento, el plano y 
los volmenes, las distancias que nos invitan a transformar las ciudades, 
las rutas y los navos. Nos dice que podemos hacer otra cosa en lugar de 
morir. Por esa razn, en el seminario que dicta actualmente titulado 
Qu signica cambiar el mundo?, se dedica a evaluar las invariantes 
eternas que autorizan un cambio real para un sujeto. Badiou ha trado 
el concepto de mundo para desacomodarlo enseguida. Y es que la lo-
sofa, aun si es humilde y expectante, no puede resistirse a la tentacin 
de urdir un futuro inmediato.
112   Ibid., p. 430.
z( 
 
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Entrevista a Alain Badiou realizada por Mara del Carmen Rodrguez  
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NDICE
    PRLOGO
;  I.   EXCURSIONES DE LA FILOSOFA
,  II.   CON LA RESPIRACIN DE LAS COSAS
;,  III.  EL JUEGO DE LOS SERIOS
;  IV.   POR EL VRTIGO DE UN INSTANTE
p  V.   HACER UNA CIUDAD
O;  VI.  CAMBIO EN LOS MAPAS
TTULOS DE LA COLECCIN 
PENSAMIENTOS LOCALES
  SPINOZA   Diego Tatin
  BENJAMIN   Ricardo Forster
  DERRIDA   Roberto Ferro
  SIMMEL  Esteban Vernik
  HEIDEGGER  Dina Picotti
  NIETZSCHE  Gustavo Varela
  KIERKEGAARD  Oscar Cuervo
  FREUD   Diego Zerba
  WITTGENSTEIN  Samuel Cabanchik
  SARTRE  Sara Vassallo
  RORTY  Toms Abraham
  BOURDIEU   Pablo Tovillas
  FOUCAULT  Roberto Echavarren
  DELEUZE   Adrin Cangi
  BATAILLE  Silvio Mattoni
  BERGSON  ngel Vassallo
  ALTHUSSER  Alejandro Lezama 
    Emilio De pola
  LACAN  Hugo Levn
  BADIOU  Leandro Garca Ponzo
PRXIMOS
  MARX  Horacio Gonzlez
  STIRNER  Adrin Cangi 
    Ariel Pennisi
  RANCIRE  Federico Galende
  CHE GUEVARA  Miguel Benasayag