El tardogótico castellano tiene en la capilla del maestre Álvaro de Luna, situada en la girola de la catedral de Toledo, uno de sus conjuntos más sobresalientes. Conjunto que une a los beneficios de su conservación in situ -pensamos,...
moreEl tardogótico castellano tiene en la capilla del maestre Álvaro de Luna, situada en la girola de la catedral de Toledo, uno de sus conjuntos más sobresalientes. Conjunto que une a los beneficios de su conservación in situ -pensamos, básicamente, en los sepulcros del privado y su mujer Juana de Pimentel y en el retablo del altar-, la excepcionalidad de la autoría responsable de la misma reseteada plenamente en el trabajo presentado. Conocíamos algunos de sus nombres -María de Luna como comitente, Sebastián de Toledo como imaginero de los sepulcros y el trabajo conjunto de Pedro de Gumiel, Sancho de Zamora y Juan de Segovia en el retablo-, pero la investigación realizada ha lanzado nuevas hipótesis de trabajo que enriquecen sensiblemente el universo figurativo de la capilla.
Citamos, en primer lugar, el nombre del arzobispo Pedro González de Mendoza, poderoso arzobispo de Toledo, copartícipe del programa literario del retablo Luna o de sus guiños visuales al coleccionismo de la familia Mendoza como, de modo fehaciente, ratifica su criptorretrato bajo los atributos de san Buenaventura recién “descubierto” en la predela del retablo.
Este discurso se alineó con la pericia y la capacidad creativa de Juan Guas, afamado arquitecto al servicio de los Mendoza al que otorgamos en la capilla Luna la condición de diseñador. A él corresponde, la inventio del retablo, los sepulcros y la interacción de ambos trabajos en un conjunto sincronizado que materializó gente de su cuadrilla, lo que justifica la presencia de los restantes artífices citados. Además, el estudio técnico realizado del retablo nos ha permitido deslindar la personalidad de los maestros pintores y, paralelamente, definir su trayectoria profesional. De este modo, planteamos la asociación de Sancho de Zamora con el llamado maestro de los Luna y el de Juan de Segovia con el conocido como maestro de Miraflores. Esta última personalidad ha ganado notables puntos de intensidad en la investigación al haber podido atestiguar una dilatada trayectoria profesional al servicio de Pedro González de Mendoza, lo que ha posibilitado una nueva lectura de las tablas atribuidas a este maestro dedicadas a san Juan Bautista, hoy custodiadas en el museo Nacional del Prado. Además de por esta filiación laboral, la figura de Juan de Segovia ha requerido nuestra atención por su “aprendizaje” con una nueva personalidad activa en el retablo Luna, no mencionada hasta la fecha, de incuestionable calidad que hemos identificado con el maestro foráneo Michel Sittow en sus primeras andanzas por el solar hispano.
Este engranaje de obras y nombres, en definitiva, nos ha llevado a plantear un acercamiento causal y razonado del desarrollo de la pintura tardogótica en Castilla con atención expresa hacia las redes de mercado artístico y vías de penetración en territorio peninsular de los "gustos flamencos", la circulación de obras y maestros abordando los diferentes horizontes de estas corrientes de oferta y demanda, el fenómeno de la copia artística y su poliédrica función, que incluye como elemento prioritario su consideración como marca de colección cumplidamente reconocida por sus contemporáneos, la práctica de los talleres con la existencia de algunos centrados en trabajos especializados y con una vinculación quasi en términos de exclusividad a un destacada clientela y la simbiótica combinación entre materialidad y retórica visual desarrollada en los grandes encargos pictóricos de la segunda mitad del siglo XV en Castilla, con el particular apéndice de la perspectiva de género auspiciada por nombres clave como Isabel I o María de Luna.