EL HUMANISMO ESPAÑOL Y AMÉRICA EN EL SIGLO XVI
KARL KOHUT
Universidad Católica de Eichstatt
REFLEXIONES PRELIMINARES
«The Classical Tradition and the Americas» es el título de un ambicioso
proyecto que ha sido elaborado por Meyer Reinholds, J. Rufus Fears y Wolfgang Haase, y en el que colabora un conjunto de especialistas internacionales.1 En este contexto, es la época del humanismo que ocupa un lugar privilegiado. Fue el humanismo que en una vuelta hacia atrás revivificó la cultura
antigua en el sentido más largo y la convirtió en una de las partes integrantes
de la cultura moderna. En el apogeo del humanismo europeo, tuvo lugar el
descubrimiento y la conquista de América. Es en la coyuntura histórica de
esos dos hechos que reside la importancia del humanismo para la historia cultural de América. Por eso, la historia de la tradición clásica en América tiene
necesariamente que empezar con la época del humanismo que es a la vez la
época de su descubrimiento.
En la investigación de los últimos años, se puede notar un interés creciente
en las relaciones entre el humanismo y América. Es significativo en este contexto el coloquio sobre El humanismo y el Nuevo Mundo, celebrado en la universidad de Augsburg en octubre de 1986.2 Se pueden distinguir tres enfoques
que determinan la investigación actual:
1. Según la circular más reciente del proyecto, éste comprenderá 7 volúmenes en 11 libros, entre los que solamente los dos libros del volumen II van dedicados a América latina. Las reflexiones
presentes son un primer esbozo de una contribución a este proyecto, en la que parto de trabajos previos sobre la temática. En vista de la larga bibliografía sobre la temática y la necesaria limitación de
este artículo, doy solamente los títulos indispensables.
2. Para las actas, ver Reinhard 1987.
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— Los humanistas españoles y América.
— El humanismo en la historiografía y literatura americanas de los siglos
XV y XVI.
— El humanismo en América.
1.
LOS HUMANISTAS ESPAÑOLES Y AMÉRICA
La primera historia del descubrimiento y de la conquista de América es la
obra de un humanista, Pedro Mártir de Anglería quien la escribió en un latín esmerado. Pero hecho muy raro, Pedro Mártir no fundó una tradición sino que
quedó en un caso aislado. Después de él, son muy pocos los autores de índole
inconfundiblemente humanística que escribieron en el siglo xvi sobre América,
entre los que hay que destacar dos: Hernando Colón y Hernán Pérez de Oliva,
teniendo el primero de ellos razones personales de escribir sobre el recién descubierto continente. Sus obras no fueron publicadas en su época y se perdieron,
lo que indica el escaso interés que suscitaron entonces; es tan sólo en nuestro siglo que la investigación moderna las incorporó en el gran corpus de la historiografía americana del siglo xvi. 3 Al desinterés de los humanistas correspondía el
del público.
La historiografía humanística sobre América llevó desde el principio la marca de un defecto fatal: El desconocimiento de la realidad americana. Ni Pedro
Mártir ni Hernán Pérez de Oliva viajaron jamás al recién descubierto continente, de modo que elaboraron sus obras en base a informes y textos ajenos. Si esto
era defendible en los primeros decenios del siglo xvi cuando todavía eran pocos
los textos de autores con una estadía más o menos prolongada en América, ya
no lo era en la medida en que estos empezaron a publicarse a un ritmo cada vez
más acelerado. Son fechas claves, para España, la publicación de la segunda
carta de Cortés, en 1524, y del llamado Sumario, de Gonzalo Fernández de
Oviedo, en 1526. Es significativa en este contexto la polémica de éste último
contra Pedro Mártir a quien reprochaba muchos errores, tanto de hecho como de
juicio, alegando que todos tenían la raíz en el desconocimiento de su autor de la
realidad americana.4 Además, esta postura discrepaba de la teoría de la historiografía humanística, en la que el conocimiento directo de los hechos relatados
3. Para la historia de los dos textos, ver las introducciones de Mario Hernández Barba y José
Juan Arrom a las ediciones citadas.
4. Me limito a una cita característica: «Si aquí me he alargado tanto, ha seído para desengañar a
los letores de la opinión de Pedro Mártir. Pero no es esto sólo en lo que sus "Décadas" se apartan de
lo cierto en estas cosas de Indias, porque Pedro Manir no pudo, desde tan lejos, escrebir estas cosas
tan al propio como son e la materia lo requiere; e los que le informaron, o no se lo supieron decir, o
él no lo supo entender» (FERNÁNDEZ DE OVIEDO: Historia general D 34 (libro II, cap. 7)).
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era considerada la mejor garantía de su verdad. De todos modos, se impusieron
las obras que llevaban el sello de la autenticidad.
En este punto de la reflexión surge la pregunta de por qué no había humanistas que hubieran viajado a América e intentado procurarse de este modo las informaciones necesarias. Pregunta difícil y sin respuesta cierta. De todos modos,
hasta fines del siglo xvi, ninguno de los grandes humanistas españoles estuvo
en América. Viajaron a Italia, Francia, Alemania, los Países Bajos, Inglaterra:
se quedaron en el viejo mundo y no cruzaron el Atlántico para conocer el
nuevo.
A esta falta de interés corresponde otra, más grave aún y más sorprendente.
El humanismo español fue en su esencia cristiano y moral. El más grande de los
humanistas peninsulares, Juan Luis Vives, estaba profundamente preocupado
por los grandes problemas morales de su tiempo. Escribió muchas obras sobre
la paz en Europa, el problema de la pobreza en las ciudades, la responsabilidad
de la propiedad privada, la educación de los jóvenes, la vida cristiana; pero no
se preocupó por los problemas morales que habían surgido en América. Su caso
es típico para el humanismo español. Fueron misioneros los que protestaron
contra los abusos de los conquistadores; fueron teólogos eclesiásticos y no humanistas los que discutieron la justificación de la conquista española, defendieron los derechos de los indios y sentaron la base de un nuevo derecho internacional. Es cierto que los teólogos se valieron muchas veces de argumentos
sacados de autores antiguos y se empeñaron en escribir un latín elegante según
los criterios severos de los humanistas, pero esto no cambia en nada el hecho
fundamental de que estas discusiones fueron en su fondo teológico-jurídicas, y
no humanísticas.
Es cierto que esta imagen es muy sumaria y que una investigación sistemática llevaría a una imagen más completa y con nuevos matices; sin embargo, no
creo que fuera completamente distinta. En esta primera aproximación, la problemática de América en el humanismo español parece reducirse a una gran ausencia.
2.
E L HUMANISMO EN LA HISTORIOGRAFÍA Y LITERATURA AMERICANA
DE LOS SIGLOS XV Y XVI
Muy otra es la imagen si nos aproximamos a la problemática desde otro ángulo y preguntamos por los elementos humanísticos en los textos escritos en esta época. Gracias a la investigación reciente disponemos de datos seguros que, a
pesar de estar todavía muy lejos de ser completos, nos permiten ya una evaluación más certera. Los primeros historiadores y literatos de la conquista eran soldados y clérigos; su cultura era muy desigual y muchas veces autodidáctica; sin
embargo, todos estaban impregnados, en un grado y una mezcla que difieren de
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autor a autor, de las grandes corrientes espirituales de su época, entre las que el
humanismo tenía en general un papel central. La problemática, muy compleja,
puede subdividirse en diferentes problemas parciales que discutiré brevemente
en lo que sigue.
2.1 Teoría y praxis de la historiografía y los modelos antiguos
La tarea de los primeros historiadores de la naturaleza y de los hechos de las
Indias era inmensa. Se veían frente a una naturaleza desbordante que abarcaba
una gran variedad de animales y plantas desconocidos en Europa. Encontraban
diferentes pueblos indígenas que vivían en diferentes niveles culturales, desde
el nivel de cazadores y pescadores hasta sociedades cuya cultura asombraba a
los conquistadores. Los encuentros de los españoles con los pueblos indígenas,
las conquistas y guerras, las victorias y las derrotas tenían una grandeza fuera
de lo común, tanto en la generosidad y magnanimidad como en la codicia y
crueldad inconcebibles de los que participaban en los hechos. Sobre todo los
primeros cronistas de las Indias sintieron la necesidad de buscar modelos en los
que pudieran orientarse en su propia obra. Es cierto que la historiografía española se había desarrollado de manera notable en el siglo xv y constituyó algo
como el punto de arranque del cual partieron los cronistas de las Indias; sin embargo, no pudieran servir de modelo porque el espectáculo del nuevo mundo excedía en mucho el teatro limitado de la Península Ibérica. Tan sólo los historiadores antiguos ofrecían en sus obras modelos en los que podían orientarse los
historiadores modernos.
El prólogo de Fray Bartolomé de las Casas a su Historia de las Indias condensa de modo paradigmático la problemática esbozada.5 Tras una detallada
discusión de los historiadores antiguos y de los diferentes tipos de historias que
escribieron, pregunta:
Sed quorsum precor haec? Alguno dirá: ¿Dónde va a parar tanto y tan luengo
discurso de prólogo, trayendo tantas cosas de originales antiguos? Digo que a poner los fundamentos y asignar las causas de todo lo que en esta Corónica propongo decir (I 9).
En lo que sigue, enumera ocho motivos que le inducen a escribir su Historia,
y nombra a los autores antiguos que le sirven de modelos en los puntos respectivos (I 14-17).
La Historia general y natural de Gonzalo Fernández de Oviedo constituyó,
5. Bruno Rech ha estudiado de modo sistemático la función de los autores antiguos en la obra
lascasiana («Bartolomé de Las Casas und die Antike». En: Reinhard 1987: 167-197).
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para Las Casas, en todos los puntos lo contrario de lo que quiso realizar en su
propia obra. Sin embargo, hay una semejanza fundamental entre las dos obras,
en tanto también aquél busca en los autores antiguos los modelos para su historia. Apoyándose en ellos elabora una teoría de la historiografía que le sirve de
base en su ambiciosa empresa.6
2.2 Historiografía y literatura o verdad y ficción
En el marco de la teoría de la historiografía, había un problema que preocupaba de modo particular tanto a los cronistas de las Indias como a los humanistas contemporáneos: La relación entre historiografía y literatura. El problema es
muy complicado, por lo que debo limitarme a unas pocas indicaciones. Según la
teoría de la época, historiografía y literatura formaban parte de la retórica. Prácticamente todos los autores coincidían en oponer la verdad de la historiografía a
la mentira de la literatura. Sin embargo, era inevitable utilizar recursos retóricos
en la elaboración de una obra historiográfica. Pero cada figura retórica era un
paso más hacia la literatura y por lo tanto hacia la mentira. Los autores de la
época ofrecen soluciones muy diversas y hasta contradictorias de este problema
de principio. En la investigación moderna, esta problemática cuenta entre las
más discutidas actualmente. Los estudios se concentran en dos enfoques: los
unos investigan las crónicas como obras de literatura, y los otros se concentran
en el aspecto teórico, preguntando por las relaciones de la historiografía con la
retórica contemporánea.7
2.3 El recurso a la autoridad de los autores antiguos para dar fe
a la propia obra
Todos los cronistas protestaron de la verdad de lo que escribieron. Pero todos sabían muy bien que estas protestaciones no eran suficientes para convencer
al público europeo. Los propios cronistas estaban asombrados de la naturaleza
de América que para ellos muchas veces frisaba en lo maravilloso. Las costumbres de los pueblos indígenas tenían muchos elementos que parecían extraños a
los europeos. El público europeo de entonces estaba acostumbrado a descripciones y hechos maravillosos por las novelas de caballerías. El problema de los
cronistas consistía entonces en convencer al público europeo de la verdad de
6. Para FERNÁNDEZ DE OVIEDO y la antigüedad, ver Rech 1984 y mi artículo «Humanismus und
Neue Welt im Werk von Gonzalo Fernández de Oviedo», en Reinhard 1987; 65-88.
7. Como ejemplos del estudio literario de crónicas, se pueden citar, JlTRlK 1982, PUPO-WALKER
1982a y b, ADORNO 1986 y PASTOR 1988; para el enfoque teórico, MIGNOLO 1986 y otros trabajos del
autor, y GONZÁLEZ ECHEVARRÍA 1983 y
1984.
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sus obras. El problema resultaba más arduo para los primeros historiadores,
cuando todo era nuevo y los autores no podían señalar descripciones análogas
para apoyar el propio texto. En situaciones parecidas, el recurso tradicional era
buscar el apoyo de una autoridad. Así, Fernández de Oviedo recurre de modo
sistemático a autores antiguos para conferir credibilidad a su obra:
Los que no las han visto o no han leído, pensarán que en estas y otras cosas yo
me alargo; y en verdad, antes me tengo atrás, porque soy amigo de no perder mi
crédito y de conservarle en todo cuanto pudiere. Y para este efeto busco testigos
algunas veces en los auctores antiguos, para que me crean como auctor moderno e
que hablo de vista, contando estas cosas a los que están apartados destas nuestras
Indias, porque acá, cuantos no fueron ciegos, las veen.8
La cita de autores antiguos sirve en este contexto como argumento por analogía. No se trata de una prueba en el sentido estricto, porque Fernández de
Oviedo habla de fenómenos desconocidos por los antiguos. Pero si ellos describen fenómenos naturales o hechos humanos que se parecen de algún modo a los
que relata el cronista, éste puede echar el puente entre el texto aprobado por la
tradición y su propio texto: si es verdadero el texto antiguo, lo puede ser también el texto moderno.
Sin embargo, en la observación de los fenómenos naturales los cronistas
atentos descubrieron muchos errores de los autores antiguos, de lo que resultó
el conflicto entre el principio de la autoridad y el principio de la experiencia
propia. Es este uno de los puntos esenciales de la querella secular entre antiguos y modernos. También este proceso puede observarse en Fernández de
Oviedo. A pesar de apoyarse muchas veces en la autoridad de los autores antiguos, nota cuidadosamente lodo error que le señalaba la propia observación.
Su postura frente a los antiguos es por lo tanto ambigua, se apoya en ellos,
pero lo hace solamente en los casos en que su testimonio concuerda con su
propia experiencia.
2.4 El uso apologético de los autores antiguos
Estrechamente relacionado con el problema discutido en el punto anterior es
otro el que puede describirse como la ubicación de los pueblos indígenas. ¿Dónde estaba el lugar de estos pueblos en el conjunto de los pueblos conocidos, tanto antiguos como modernos? Es éste el problema que está en el fondo de la famosa discusión entre el teólogo Juan Ginés de Sepúlveda y Fray Bartolomé de
las Casas. Los dos se sirvieron de autores antiguos para apoyar sus tesis respec8. FERNÁNDEZ DE OVIEDO: Historia general II63 (libro XID, cap. 8).
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tivas,9 pero es el uso apologético por parte de Las Casas el que debía alcanzar
mayor importancia en el transcurso posterior de la historia. Donde mejor podemos observar esta argumentación es en la Apologética historia que es en su
esencia una larga comparación de la religión de los griegos y romanos con la de
los indios, comparación que culmina en el capítulo 127 donde concluye «que
los indios tuvieron más lumbre y conocimiento natural de Dios que los griegos
y romanos» (III 436), apoyándose en cuatro argumentos: 1° Los indios no carecen de la lumbre natural que Dios ha dado a todos los hombres; los indios no
son por lo tanto menos racionales que los europeos; 2 a La idolatría de los indios
contiene menos errores que la de los pueblos antiguos; 3S En la elección de sus
dioses, tuvieron más razón, discreción y honestidad que los pueblos antiguos; 4 9
Los indios tienen mucha menor dificultad en ser convertidos a la fe católica que
los griegos y romanos (ibid.).
Más de medio siglo más tarde, el Inca Garcilaso de la Vega retomó la argumentación de Las Casas, destacando el nivel político, cultural y religioso del estado inca. Sin embargo, la delicada situación personal le indujo a una argumentación más cautelosa. Explícitamente rechazó toda comparación por ser odiosa
(I 46); implícitamente, sin embargo, resalta del cotejo de la «idolatría, ritos, sacrificios y cerimonias», así como del «gobierno, leyes y costumbres, en paz y
en guerra«(i&d.), que los incas no eran menos civilizados que los pueblos antiguos o los antepasados de los españoles y habían alcanzado el conocimiento de
un solo dios que no era otro que «el verdadero Dios nuestro» (I 62), con lo que
habían llegado tan lejos como era posible con la lumbre de la sola razón natural,
sin la revelación divina.
2.5 La mitología pagana
Finalmente hay que mencionar la mitología pagana de la antigüedad. Los
mitos juegan un papel importante en los diferentes problemas discutidos aquí,
sobre todo en contextos religiosos. Sin embargo, es tan sólo cuando aparece el
poema épico que la mitología pagana alcanza la mayor importancia. Es en el
poema épico donde los autores intentan integrar los hechos de América en la
tradición mitológica de la antigüedad, y los elevan de este modo del nivel humano al nivel mítico de los grandes héroes de la humanidad. Este proceso de
mitificación es un hecho fundamental en la historia posterior de la imagen de la
conquista.
9. El estudio más reciente de la controversia es HORST PIETSCHMANN: «Aristotelischer Humanismus und Inhumanitá't? Sepúlveda und die amerikanischen Ureinwohnen>. En: Reinhard 1987:
143-166.
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3.
E L HUMANISMO EN AMÉRICA
La problemática expuesta y discutida hasta ahora se limita al humanismo
europeo y a autores europeos o por lo menos de origen europeo. Solamente al
final y muy brevemente trato del humanismo en América. Este procedimiento
corresponde al estado actual de la investigación europea sobre el humanismo
donde están prácticamente ausentes trabajos sobre el humanismo en América.
Un testimonio significativo es el ya varias veces citado coloquio sobre El Humanismo y el Nuevo Mundo. Sin embargo, ya existen obras que se ocupan del
humanismo en los nuevos focos culturales del nuevo mundo.10 Pero estos trabajos todavía no han traspasado el ámbito de la investigación americana; en el
contexto de la investigación europea sobre el humanismo, el humanismo americano juega un papel a lo sumo marginal. Es éste un ejemplo más de la muy discutida conflictividad entre euro y amerocentrismo. Tal vez sea ésta la tarea más
urgente en la investigación sobre la problemática del humanismo y América:
echar un puente entre la investigación europea y la de América sobre el humanismo. Tal vez lo logrará el proyecto sobre «The Classical Tradition and the
Americas» con el cual empecé estas breves reflexiones.
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