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Mireia Comas Via Cartas desde la distancia La añoranza en la correspondencia femenina a finales de la Edad Media En una carta del príncipe Felipe de Tarento enviada a su hermana Blanca de Anjou, reina de Aragón, se puede leer la siguiente sentencia: “et quod locorum distancia tollitur, suppleatur presencia litterarum”.1 Esta frase, a mi parecer, tan elocuente de Felipe de Tarento recoge la importancia de la correspondencia para aquellos hombres y mujeres que, por distintas razones, tuvieron que abandonar su hogar, pero que, gracias a las cartas que escribieron y recibieron, pudieron acortar la distancia física. La nostalgia y la soledad causadas por la lejanía de las personas amadas podían ser remediadas mediante la escritura.2 Sin duda, la abundante correspondencia de las reinas e infantas de la Corona catalanoaragonesa permite trazar la añoranza que sentían estas mujeres alejadas de su hogar que, por culpa de la política de alianzas matrimoniales, se vieron obligadas a empezar una nueva vida, apartadas de la corte en la cual habían crecido; en muchas ocasiones, un viaje sin retorno.3 Pero también algunas de ellas fueron consagradas a la vida religiosa en un monasterio, y desde el claustro también pedían cuotas de atención a través de la correspondencia. Más allá de la documentación propia de la administración de un patrimonio, de las relaciones políticas, la escritura es utilizada en las cartas como forma de expresión de sentimientos y vivencias, una escritura que permite a cada una de sus autoras encontrarse consigo mismas, con su propia individualidad y les posibilita reconocerse a ellas mismas, situadas lejos de un entorno conocido.4 Dada su naturaleza, son documentos vivos que permiten escuchar las voces de estas 1 Archivo de la Corona de Aragón (ACA), Cancillería, Pergaminos de Jaime II, Extra inventarium, n° 33. Documento citado por J. E. Martínez Ferrando, Jaime II de Aragón: su vida familiar, Barcelona, CSIC, Escuela de Estudios Medievales, 1948, vol. 1, p. 17. 2 Sobre la escritura de las mujeres medievales, véase L. Miglio, Scrivere al femminile, in A. Petrucci - F. M. Gimeno Blay (eds.), Escribir y leer en Occidente, Valencia, Universitat de València, 1995, pp. 63–108. 3 M.M. Rivera Garretas, Textos y espacios de mujeres. Europa, siglos IV–XV, Barcelona, Icaria, 1990, p. 39. 4 M. L. Mandingorra Llavata, La configuración de la identidad privada: diarios y libros de memorias en la Baja Edad Media, in “Historia, Instituciones, Documentos”, 29, 2002, p. 218. Mireia Comas Via, Universitat de Barcelona Open Access. © 2018 Mireia Comas Via, published by De Gruyter. the Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 License. https://doi.org/10.1515/9783110596755-012 This work is licensed under Cartas desde la distancia 153 mujeres en primera persona. Claramente, la escritura pasa a ser un lugar simbólico en el que descargar toda la tensión, los sentimientos, las emociones que se vuelven demasiado dolorosas para ser experimentadas en silencio.5 El propósito de este estudio es analizar uno de los sentimientos que más significativamente rezuma en la correspondencia de carácter mayormente privado: la añoranza. Se trata de adentrarse en la intimidad de estas mujeres, nadar entre sus sentimientos y vivencias cotidianas, sin intermediarios. En este sentido, mi intención no es presentar un estudio exhaustivo sobre la añoranza expresada en la correspondencia femenina, sino señalar algunas de ellas como ejemplo de estas prácticas de escritura que ponen de manifiesto la necesidad de relación de las mujeres bajomedievales. Ciertamente, han llegado hasta nuestros días un número considerable de cartas de mujeres de la Corona catalanoaragonesa de final de la Edad Media,6 así como del resto de Europa,7 dado que las cartas fueron un género altamente practicado entre las mujeres del periodo. Habitualmente las cartas eran dictadas a un escribano o secretario, por lo que no era imprescindible contar con una formación escrituraria. Esta opción permitía el acceso a las relaciones epistolares a las mujeres de casi todos los niveles sociales, pero no podemos obviar que hubo mujeres que tuvieron la suerte de recibir la formación apropiada para poder producir sus propios textos.8 5 L. Miglio, Leggere e scrivere il volgare. Sull’alfabetismo delle donne nella Toscana tardo medievale, in Civiltà comunale: Libro, Scrittura, Documento. Atti del Convegno Genova 8–11 novembre 1988, Genova, Società ligure di Storia Patria, 1989, p. 375. 6 Sin ánimo de ser exhaustiva, sobre esta cuestión pueden consultarse los siguientes trabajos: F. Martorell, Epistolari del segle XV. Recull de cartes privades, Barcelona, Atenes, 1926; M. Cahner, Epistolari del renaixement, València, Albatros, 1977–1978; E. Duran – J. Solervicens, Renaixement a la carta, Barcelona, Departament de Filologia Catalana. Secció de Literatura de la Universitat de Barcelona/Eumo, 1996; T. Vinyoles, Cartas de mujeres en el paso de la Edad Media al Renacimiento, in I. M. Zavala (coord.), Breve historia feminista de la literatura española (en lengua catalana, gallega y vasca), VI, Barcelona, Anthropos, 2000, pp. 51–61; E. de Ahumada Batlle (ed.), Epistolaris dʹHipòlita Roís de Liori i dʹEstefania de Requesens (segle XVI), [València], Universitat de València, 2003; T. Vinyoles, Unes cartes de dones del segle XV. Notes sobre la crisi feudal, in “Acta historica et archaeologica mediaevalia”, 25, 2003–2004, pp. 445–460; G.T. Colesanti, “Per la molt magnifica senyora e de mi cara jermana la senyora Catarina Çabastida en lo castell de la Brucola, en Sicilia”. Lettre di donne catalane del quattrocento, in “Acta historica et archaeologica mediaevalia”, 25, 2003–2004, pp. 483–498. 7 En este sentido es muy interesante el proyecto Epistolae: Medieval Women’s Letters, cuyo objetivo es la recopilación de cartas escritas por mujeres de la Europa medieval. Puede consultarse en https://epistolae.ccnmtl.columbia.edu/ [consulta: 03/05/2017]. 8 K. Cherewatuk – U. Wiethaus, Introduction: Women Writing Letters in the Middle Ages, in Id., Dear Sister. Medieval Women and the Epistolary Genre, Philadelphia, University of Pennsylvania Press, 1993, pp. 1–19. 154 Mireia Comas Via Un caso paradigmático y bien estudiado, en cuanto a las mujeres de la casa real de Aragón atañe, es el de la abundante correspondencia de la reina Violante de Bar, esposa de Juan I el Cazador.9 Sus cartas, tanto públicas como privadas, pueden encontrarse fácilmente en los registros de la Cancillería real, en los diferentes volúmenes consignados a su persona. Violante de Bar tampoco escapó de la añoranza, tal como puede apreciarse en su propia documentación, y sentía nostalgia por todo aquello con reminiscencias francesas, especialmente durante sus embarazos, por lo que insistía en que mensajeros y amigos que se desplazaban hasta su tierra de origen le relataran noticias del rey de Francia, de sus hermanos o cualquier otro cotilleo de la corte, necesidad que aducía a su estado gestacional.10 Pero hay muchas más cartas sin explorar, sobre todo si nos referimos a las infantas y a otras mujeres vinculadas a la familia del rey. Con este fin, presentamos unas cartas de las hijas del rey Jaime II y de Blanca de Anjou y de mujeres de su entorno. Pero me parece también interesante incluir alguna carta cuyo interés sea la expresión del amor entre madres e hijas y el dolor que causa la separación. 1 Las correspondencia en la corte de Jaime II Se conservan muchísimas11 cartas escritas entre Jaime II el Justo y sus hijos e hijas, nacidos de su matrimonio con Blanca de Anjou.12 Esta reina murió durante el parto de su hija Violante en el año 1310, dejando 10 hijos pequeños, contando 9 En relación a la copiosa correspondencia de la reina Violante de Bar, de valor literario por si misma, destacamos los siguientes estudios: D. Bratsch-Prince, A reappraisal of the correspondence of Violant de Bar (1365–1431), in “Catalan Review”, 8, 1994, pp. 295–312; D. BratschPrince, The politics of self-representation in the letters of Violant de Bar (1365–1431), in “Medieval Encounters”, 12, 2006, pp. 2–25; C. Ponsich, Un témoignage de la culture en Cerdagne: la correspondence de Violant de Bar (1380–1431), in M. Zimmermann (ed.), Le moyen age dans les Pirénnées catalanes: art, culture et societé, Canet de Rosselló, Trabucaire, 2005, pp. 147–194; C. Ponsich, Des sources indirectes, les lettres de Violant de Bar, reine veuve d’Aragon, in “Études Roussillonnaises”, 23, 2010, pp. 93–100. 10 D. Bratsch-Prince, A Queen’s Task: Violant de Bar and the Experience of Royal Motherhood in Fourteenth-Century Aragon, in “La Corónica”, 27, 1998, p. 26. 11 Tan solo en el Archivo de la Corona de Aragón se conservan más de 18.000 cartas relativas al reinado de Jaime II. N. Gil Roig, Correspondencia de Jaime II con sus hijos: Afecto, formalismo o interés, in “Aragón en la Edad Media”, 14–15, 1999, p. 697. 12 La misma Blanca de Anjou nos sirve de ejemplo para nuestro propósito, puesto que solía acompañar sus cartas con presentes para sus hermanos y sobrinos con el fin de mitigar sus añoranzas familiares. J. E. Martínez Ferrando, cit., p. 17. Cartas desde la distancia 155 el mayor con tan solo 14 años. Pasaron su infancia alejados entre ellos, pero sobre todo de su padre, y fueron educados por personas de prestigio y de confianza del monarca. Algunas de estas cartas recogen las quejas de los infantes, los cuales se sentían desamparados, sin madre y lejos de su padre y de sus otros hermanos. En las cartas también expresan sus enfermedades, sus tristezas, sus carencias y sus necesidades. Ciertamente, entre estas cartas hay las que únicamente son littere de statu, en las que tan solo se pregunta, como un simple formalismo —o no—, sobre el estado de salud.13 Vemos en muchas cartas, pienso ahora en las de Mata de Armañac, primera esposa de Juan I,14 la angustia permanente y la preocupación constante por saber cómo se encontraban los seres queridos, como un elemento inherente a la liturgia epistolar. La distancia física impedía conocer el estado de salud del destinatario y poder consolarlo y ayudarlo en su enfermedad y dolor.15 Pero otras cartas nos permiten profundizar en los sentimientos de cada uno de ellos. Es verdad que hay más muestras de afecto de los hijos de Jaime II hacia su padre que no del padre hacia sus hijos.16 De hecho, muchas de las cartas de Jaime II dirigidas a los infantes acaban teniendo siempre un trasfondo político, a pesar de que no podemos decir que no se ocupara de ellos, pero siempre sus intereses son presentes. Realmente, la utilización de sus hijos como moneda de cambio para satisfacer sus propios intereses políticos y su voluntad expansionista tuvieron consecuencias y, en muchos casos, los más perjudicados fueron sus propios hijos.17 Muestra de todo esto que acabamos de decir son dos cartas autógrafas18 de dos de las hijas de Jaime II: las infantas María (1299–1347), esposa de Pedro de 13 N. Gil Roig, cit., p. 697. 14 A modo de ejemplo, cfr. ACA, Cancillería, Registro 1.812, f. 19v., f. 41v., f. 75v. Para una biografía de Mata de Aramañac, véase A. L. Javierre Mur, Mata dʹArmanyac: duquessa de Girona, Barcelona, Dalmau, 1967. Un buen número de cartas de la primera mujer de Juan II han estado transcritas en A. Falo Zamora, Matha d’Armanyac, a través dels registres “Familiare”, volums 1.811 i 1812 Reial Cancelleria de l’ACA. Alguns aspectes, Trabajo Final de Máster, Universitat de Barcelona, 2013 (inédito). 15 C. Ferragud, Enfermar lejos de casa. La atención médica y veterinaria en los hostales de la Corona de Aragón durante la Baja Edad Media, in “Anuario de Estudios Medievales”, 43, 1, 2013, p. 85. 16 N. Gil Roig, cit., p. 697. 17 Sobre la actividad diplomática de Jaime II, es imprescindible el estudio de S. Péquignot, Au nom du roi: pratique diplomatique et pouvoir durant le règne de Jacques II dʹAragon (1291–1327), Madrid, Casa de Velázquez, 2009. 18 ACA, Cancillería, Autógrafos, I-5-D y ACA, Cancillería, Autógrafos, I-5-K, respectivamente. Estas dos cartas han sido transcritas por N. Gil Roig, cit., pp. 705–707. 156 Mireia Comas Via Castilla, hijo de del rey Sancho IV, y Blanca de Aragón (1302–1348), priora de Sijena, monasterio al que entró siendo una niña quedando su educación a cargo de Teresa Jiménez de Urrea.19 En la primera de estas dos cartas, que podríamos datar hacia el 1326, la infanta Blanca se interesa por la salud de su padre. Le comunica, con un marcado aire dramático, que ella había estado a punto de morir, primero, de fiebres tercianas y, posteriormente, de legaña. Su debilitado estado de salud le había impedido escribir, pero que, dada su mejoría, se veía con fuerzas para hacerlo en ese momento. También hacía saber a su padre que estaba muy delgada y que los médicos opinaban que estaba tísica. Como remedio a sus males, pedía que el rey facilitara la ida al monasterio de su hermano Juan, por aquel entonces arzobispo de Toledo, porque, de lo contrario, moriría de pena. Y és que, no cabe duda, para la infanta Blanca, tal como se desprende de sus propias palabras, Juan de Aragón era “la cosa en este mundo que yo más amo”,20 después de su padre. De hecho, sentía una afección enfermiza hacia su hermano Juan, hasta tal punto que la llevó a protagonizar un conflicto institucional y familiar en el año 1335, al intentar trasladar de forma clandestina el cadáver de su hermano Juan, desde la catedral de Tarragona hasta el monasterio de Sijena. Por esta acción fue reprendida por su hermano, el rey Alfonso el Benigno.21 La segunda carta la escribe la infanta María, en su nombre propio y en el de la misma Blanca, en el año 1333, también desde el monasterio de Sijena, donde María de Aragón pasó largas temporadas, después de enviudar en 1319. En este caso, sin embargo, la carta no va dirigida a su padre, sino a su hermano Alfonso, ya coronado como rey. Ambas se quejan de que no reciben cartas de él y, significativamente, lo acusan de no dedicarles suficiente atención ni de escribirles él en persona. En la misiva se hace referencia, además, al amor que Blanca le profesa y le comunica asimismo que le está elaborando un regalo con sus propias manos. Asimismo, le hace saber su estado de salud: María tiene tos y, probablemente, esté tísica. Le cuentan que pasan frío en el monasterio y que los médicos les han recomendado que se trasladen a tierras más cálidas. Como bien es sabido, el monasterio de Sijena no está precisamente en un lugar del todo salubre, puesto que la presencia de agua en el subsuelo es permanente, de manera que un cambio de aires propiciaría un alivio en sus dolencias. Finalmente, insiste a su hermano que les escriba para poder tener noticias suyas, porque están desesperadas y, sobre todo, por deferencia a la 19 Una semblanza biográfica de las infantas María y Blanca de Aragón puede encontrarse en J. E. Martínez Ferrando, cit., pp. 107–127 y pp. 169–178, respectivamente. 20 ACA, Cancillería, Autógrafos, I-5-D. 21 J. Sagués San José, Blanca d’Aragó, in Diccionari Biogràfic de Dones, http://www.dbd.cat/ fitxa_biografies.php?id=1091 [consulta 03/05/2017]. Cartas desde la distancia 157 infanta Blanca que se desvive por tener cartas del rey. Como subraya Nuria Gil “esta carta emana sentimiento en todas las frases”.22 Pero no fueron tan solo estas dos hijas de Jaime II las únicas que expresaron su nostalgia en su correspondencia; fijémonos ahora en las vicisitudes del viaje de la infanta Isabel de Aragón (c. 1302–1330) para convertirse en reina de los romanos.23 La llegada de Isabel a la corte austríaca no se produjo en las mejores circunstancias, puesto que su marido Federico el Hermoso, hijo del emperador Alberto I y de Isabel de Carintia, estaba en guerra con su primo Luis de Baviera por el control del imperio (1314). Las consecuencias de este conflicto fueron nefastas para Isabel, la cual se vio inmersa en grandes dificultades económicas. La guerra la dejó cada vez más sin recursos, cosa que la obligó a venderse sus joyas y sus mejores vestidos. Las condiciones en las que vivía eran realmente precarias, obligándola a renunciar a todo su séquito, a excepción de su dama de confianza, Blanca de Centelles, y de su escribano, Bonanat de Cardona. Esta circunstancia causó una gran pena en el corazón de Isabel, ya que no podía corresponderlos tal como se merecían.24 En esta ocasión no me fijaré en una de las cartas de la infanta, sino en una de Blanca de Centelles, señora de Vallparadís y castellana de Terrassa y de Eramprunyà,25 en la cual mostraba la situación de penuria y de añoranza que vivía no solo Isabel de Aragón, sino también su entorno. Dadas las circunstancias, Blanca de Centelles se vio privada de su propio servicio y, además, tenía que ocuparse personalmente del servicio de la reina, sin ningún tipo de remuneración a cambio. La dama se había quedado a disgusto en Austria, tal como 22 N. Gil Roig, cit., p. 703. 23 Sobre la infanta Isabel de Aragón, cfr. H. Finke, Zur Geschichte Friedrichs des Schönen und seiner Gemahlin Elisabeth von Aragonien, in “Acta Aragonensia”, 1, 1908, pp. 343–380; J. E. Martínez Ferrando, cit., pp. 151–158. Desde hace un tiempo, la vida de Isabel de Aragón ha sido uno de mis ejes de investigación. Está en curso una biografía sobre esta infanta aragonesa que espero que vea pronto la luz. 24 Sobre la importancia de rodearse de gente del país de origen, cfr. Á. Muñoz Fernández, La casa delle regine. Uno spazio politico nella Castiglia del Quattrocento, in “Genesis. Rivista della Società Italiana delle Storiche”, 1/2, 2002, pp. 71–95. 25 En relación con la biografía de Blanca de Centelles, destacamos los trabajos de J. Verdaguer Caballé, Blanca de Centelles: senyora del Castell de Vallparadís i del Castell-Palau de Terrassa, [Terrassa], Ajuntament de Terrassa, 1996; M. Comas Via, Cuidar la justícia en el districte del castell: Blanca de Centelles, http://www.ub.edu/duoda/bvid/text.php?doc=Duoda:text:2017.02.0025, [Consulta: 03/05/2017]; M. Comas Via, La documentación de una señora feudal del siglo XIV: Blanca de Centelles, in A. Suárez (ed.), Escritura y sociedad: la nobleza, Santiago de Compostela, Xunta de Galicia – Universidade de Santiago de Compostela, 2017, pp. 189–200. 158 Mireia Comas Via ella misma reconocía en una carta del mes de julio del año 1315.26 Además, temía por su salud física y la de su alma, por su salvación. Puesto que el confesor de la reina, Ramon de Ponts había regresado a Barcelona, por orden del rey Federico, ya no se podía confesar, ya que consideraba que ella, ni los otros catalanes que quedaban en la corte, no conocían suficientemente el idioma para ser confesados por un alemán.27 A pesar de su malestar, Blanca aseguraba a Jaime II que no partiría del lado de Isabel sin la autorización del rey. Pero, sin embargo, le pedía que le enviara una embajada para poder regresar a Cataluña y que, con la embajada enviase a sus hijos: El senyor rey de Roma, per la gràcia de Déu, e la molt alta senyora regina, per aquella matexa gràcia, són sans e alegres, la mercè de Deu. [...] Jo som fort despagada, per ço com jo hic romanch, qui hic he molt greuge e molt affan e hic roman tan ahonradament, que compayna jo no hic aia. E especialment, senyor, com hi romanch a ventura del cos e de l’ànima a perdre, per ço com ne fan anar frare R. de Ponts, confessor de madona la regina. E axí jo ni negú, qui hic sia, no sabem tant d’alamany, que a nuil alamany nos puxa confessar. Mas jo, senyor, soffir assò per manament que vos me fes, que nuil temps no·m partiré de madona sens vostre manament. E clam-vos mercè, senyor, que a vós plàcia, que hic trametats tals, senyor, ab qui jo me’n puxa anar, que no sia desonor de vós ni de madona la regina. E ab aquels ensemps vos clam mercè, que sien mes fils. E clam-vos mercè, senyor, que·ls hi fassatz tal acurriment que els hic puxen venir honradament. Encara, senyor, vos fas a saber que les donzeles no se’n van per colpa, que elles aien [...]. Divendres, ans de sent Johan.28 Sabemos por una carta del escribano Bonanat Cardona, enviada a su prima Alamanda Sapera, quien había regresado a Barcelona por mandato del rey Federico después de estar al servicio de Isabel en Austria, que Blanca de Centelles estaba enferma y que temía no volver a Cataluña. Por esto pedía que, si moría en tierras austríacas, que sus restos fueran trasladados a su país de origen: Et fas-vos a saber, que madona Blancha estant malalta, que no creu, que jamés se’n puga tornar. Et mana us saludar molt per mil vegades. Et ha tramès a sos fills, que yo li trametem, ab qui se’n puga anar, o si no, si és morta, que se’n porten la sua ossa.29 En las cartas que se conservan siempre está presente el recuerdo de Blanca de Centelles por sus hijos y el miedo de morir en tierras germánicas sin haberse 26 ACA, Cancillería, Cartas reales, Jaime II, núm. 894. H. Finke, cit., doc. 245. 27 Isabel de Aragón había insistido con anterioridad a su padre para que no obligara al canónigo Bartomeu de la Torre a regresar a tierras catalanas, puesto que lo necesitaba para poderse entender en alemán. ACA, Cancillería, Cartas Reales, Jaime II, caja 70, nO 8.544. 28 ACA, Cancillería, Cartas reales, Jaime II, núm. 894. H. Finke, cit., doc. 245. 29 ACA, Cancillería, Cartas reales, Jaime II, núm. 89. H. Finke, cit., doc. 246. Cartas desde la distancia 159 confesado.30 En efecto, este dolor tan manifiesto no encontró la consolación necesaria hasta que pudo regresar a Cataluña hacia 1318.31 2 Cartas entre madres e hijas La pena que sentían las madres por tener que alejarse de sus hijos e hijas es otra de las caras de la añoranza que desearía señalar. En muchas ocasiones la autora expresa el dolor de la separación, el temor de no volver a ver a los hijos amados, tal como queda perfectamente reflejado en las letras de Blanca de Centelles. No podemos obviar el riesgo que se corría al contraer una enfermedad y, aun menos, tratándose de menores, debido a la alta tasa de mortalidad infantil a lo largo de toda la Edad Media.32 La confirmación del buen estado de salud con la llegada de misivas paliaba, en cierta forma, el sufrimiento por la ausencia de los hijos. Un ejemplo de la consolación que suponía recibir cartas se pone de manifiesto en una carta que escribió una madre a finales del siglo XV: “Cara filla, moltes vegades vos he escrit que vinguésseu, que mai no n’he hagut resposta, sino de una, la qual nit e dia port en los pits e la bes diverses vegades per amor de vós”.33 El significado de esta única carta era tal que la madre necesitaba llevarla en el pecho en todo momento para sentir a su hija más cerca. En relación con lo expuesto, quiero mencionar a Sança Ximenis de Cabrera, señora de Noalles.34 En este caso no es la misma Sança Ximenis quien escribe 30 En otra carta de Bonanat Cardona dirigida a su prima Alamanda Sapera, el escribano se expresa en los mismos términos: “Ítem vos fas a saber, que madona na Blancha ha tramesa carta al senyor rey et a sos fills, que se’n vol anar et que el senyor rey que ych tracta, ab qui ella se’n vaya, et que entre los altres, que y sien sos fills. Deyts-ho a sos fills […] que I dia hic morria sens confessió”, ACA, Cancillería, Cartas reales, Jaime II, núm. 10.600. H. Finke, cit., doc. 247. 31 M. Comas Via, La documentación de una señora feudal, cit. 32 Debido a los numerosos viajes que obligaban a Violante de Bar a separarse de sus hijos, la reina escribía, en 1387, a las personas que quedaban a su cargo para tener noticias de ellos: “[…]e semblantment estam ab ància de l’estament del delfí de Gerona e de les infantes, fills nostres molt cars; vos pregam que continuan en què està l’estament del dit senyor, nos continuets l’estament dels dits delfí e infantes, e encara de la ciutat, com està de les ypidèmies qui ara novellament hi són començades”, Archivo de la Corona de Aragón, Cancillería, Reg. 2.053, f. 34r. Citado por D. Bratsch-Prince, A Queenʹs Task, cit. p. 30. 33 F. Martorell, cit., p. 31. 34 Teresa Vinyoles ha dedicado varias obras a estudiar la vida de Sança Ximenis, cfr. Unes cartes de dones del segle XV, cit.; Ead., Treballs en relació i sabers de les dones, in Duoda: La diferència de ser dona. Recerca i ensenyament de la història, Barcelona, Duoda. Centre de Recerca de Dones, 160 Mireia Comas Via el texto, sino la esposa del rey Alfonso el Magnánimo, María de Castilla.35 Es la misma reina quien, con gran empatía por la noble catalana, se apodera de su aflicción, como si fuera la propia, ante la injusticia de no poder mantener a su lado a sus dos hijas, tras el asesinato de su marido, Arquimbau de Grailly y de Foix. Así las cosas, después de su muerte, sucedida en el año 1419, Sança quiso abandonar Francia para regresar a tierras catalanas, su lugar de origen. Sin embargo, se lo impedía el hecho de que no había podido recuperar su dote y, además, su cuñado, el conde Juan de Foix, retenía en su corte a las hijas de Sança. Transcurridos dos años de la muerte de su marido, recurrió a la reina María de Castilla para poner remedio a su situación y defender sus derechos. Es en estas circunstancias que la reina escribió a los condes de Foix con el fin de que la voluntad de la noble catalana fuera respetada. En esta carta, María de Castilla hace una notable reivindicación de la maternidad y expresa el dolor de Sança ante la certeza de tenerse que separar de sus hijas, ante la negativa de su cuñado. Pero, si pudiera quedarse al menos con una de ellas, esto sería un gran consuelo para sus males: Segons que havem entès, la noble Sancha Ximénez de Cabrera, muller de l’honorable mossèn Archimbaut de Foix, senyor de Novallas, quòndam, frare vostre, ha propòsit de tornar a les parts de ça. On com la dita Sancha Ximénez haja dues fillas del dit mossèn Archimbaut, moguda d’aquella streta e affectada amor natural per natura deu als fills ésser atorgada a molt grant e singular affecció, que en aquell cas de la sua venguda, una de les dites fillas vingués ab ella, confiant que seria molt grant remey e medicina a la sua tribulació.36 A pesar de esta sentida carta, Sança regresó unos años más tarde a Cataluña sola, sin sus hijas, las cuales fueron casadas en Francia de acuerdo con la voluntad del conde de Foix. De Sança Ximenis se conservan varias cartas, algunas de ellas publicadas por Teresa Vinyoles,37 pero me parece un precioso testimonio esta 2004, http://www.ub.edu/duoda/diferencia/html/ca/secundario15.html [consulta: 03/05/2017]; Ead, Encuentros con una dama del siglo XV: Sança Ximenis de Cabrera, in B. Garí (coord.), Vidas de mujeres del Renacimiento, Barcelona, Universitat, 2008, pp. 87–101; Ead, La dama que va fer pintar el retaule de les santes Clara i Caterina de la catedral de Barcelona, in M. R. Terés (coord.), Capitula facta et firmata. Inquietuds artístiques en el quatre-cents, Valls, Cossetània, 2011, pp. 263–279. 35 Pueden consultarse los trabajos de Ma del C. García Herrero en relación a la correspondencia de la reina María de Castilla: Los varones jóvenes en la correspondencia de doña María de Castilla, reina de Aragón, in “Edad Media: Revista de Historia”, 13, 2012, pp. 241–267; Un tiempo de añoranza y aprendizaje: María de Castilla y sus primeros años en la Corona de Aragón, in “Storia delle Donne”, 9, 2013, pp. 97–116; La dama modélica del Cuatrocientos en la correspondencia de María de Castilla, reina de Aragón (1416–1458), in “Cuadernos del CEMYR”, 23, 2015, pp. 27–48. 36 L. García Ballester – M. R. McVaugh (ed.), Arnaldi de Villanova Opera medica omnia. X.1. Regimen sanitatis ad regem Aragonum, Barcelona, Universitat – Fundació Noguera, 1996, pp. 384–394. 37 T. Vinyoles, Unes cartes de dones del segle XV, cit. Cartas desde la distancia 161 carta de la reina María de Castilla, que nunca fue madre, pero que supo ensalzar el papel de la maternidad. A la sazón de María de Castilla, no podemos olvidar que ella misma se encontraba también lejos de la tierra que la vio nacer y de su madre. En el momento en que las noticias sobre el empeoramiento del estado de salud de la reina Catalina de Lancaster llegaron a María de Castilla, no cesó de escribir a Castilla. El dolor de la reina ante la perspectiva de perder a su madre es patente en una carta enviada a su hermano: “somos muyt tribulada en passamos congoxa e treballo en nuestro corazón”.38 Y al no tener respuesta, decidió enviar el panadero del rey, Ramon de Caldes, para obtener información fehaciente sobre el estado de salud de su madre en lo que parecían ser sus últimos días. Como señala María del Carmen García Herrero, María de Castilla sufrió enormemente por la distancia.39 3 Consideraciones finales Esta es solo una muestra de los sentimientos que las cartas de mujeres pueden trasmitir si son leídas con el propósito de rescatar sus penas, sus tristezas y temores; sin duda, unos sentimientos de lo más profundos. Al ser utilizadas como moneda de cambio en tratados y proyectos políticos, se encontraron lejos del hogar, muchas veces solas sin referentes a su pasado ni a su educación, siendo la extranjera, en ocasiones en un entorno hostil. Las cartas, sin duda alguna, disminuyeron las distancias, estrechando los vínculos con sus familias de origen. Teresa Vinyoles afirma categóricamente que “la mujer que escribe sólo pretende comunicarse en la distancia”40 e, indudablemente, en esta pequeña muestra presentada, se hace patente el efecto que cursaba escribir y recibir letras. Nosotros nos hemos fijado en un aspecto muy concreto de lo que el estudio de la correspondencia femenina puede aportar, pero no podemos negar que hay muchos más sentimientos por explorar, muchas más voces de mujeres por escuchar. 38 ACA, Cancillería Real, Registro 3.162, f. 204 r.-v. Citado por M. del C. García Herrero, Un tiempo de añoranza, cit., p. 114. 39 Ibid., pp. 114–115. 40 T. Vinyoles, Cartas de mujeres, cit., p. 53.