Introducción
La digitalización de la diplomacia
pública: hacia un nuevo
marco conceptual
Daniel Aguirre Azócar, Ilan Manor
y Alejandro Ramos Cardoso
En los últimos años, hemos sido testigos de la disrupción digital de la
diplomacia. La proliferación global de las tecnologías de la información
y la comunicación, y el uso masivo de redes sociales han abierto un nuevo conjunto de oportunidades y desafíos a los que la diplomacia ha debido hacer frente. Además de la capacidad de gestionar crisis consulares
casi en tiempo real y dar forma a la imagen de un país, los diplomáticos
han tenido que lidiar con llamados a formas más abiertas y transparentes
de diplomacia, así como al desarrollo de un cuerpo diplomático con conocimientos de los medios digitales.
La naturaleza disruptiva de la digitalización ha sido evidente también
en el ámbito de la diplomacia pública. La digitalización ha permitido a
los diplomáticos interactuar con poblaciones extranjeras, establecer embajadas virtuales globales y superar a intermediarios tradicionales de la
comunicación tales como las elites de la sala de prensa; sin embargo,
también ha amparado el surgimiento de una audiencia online de opiniones arraigadas que exige ser escuchada, y ha visto la transformación de
las redes sociales en arenas donde los puntos de vista entran en competencia y una multiplicidad de actores se disputan la atención y el apoyo
del público. Asimismo, la digitalización se ha convertido, más recientemente, en una herramienta para el uso estratégico de la información falsa
y manipulada.
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Este escenario de disrupción digital es el telón de fondo de este número de la Revista Mexicana de Política Exterior (RMPE), en el que ofrecemos
un panorama más completo del estado actual de la diplomacia pública.
Hasta hoy, en la producción académica se ha propuesto una gama de
términos para referirse al impacto de las herramientas digitales en la diplomacia pública, entre ellos, los de diplomacia pública 2.0, diplomacia
pública digital y diplomacia virtual. Sin embargo, aunque cada una de
esas conceptualizaciones ha contribuido al estudio de la diplomacia pública contemporánea, ninguna se ha enfocado en un aspecto fundamental de la era digital: que la digitalización es un proceso a largo plazo y no
un estado binario, razón por la cual no se podría clasificar a los ministerios de asuntos exteriores únicamente en los que son digitales y los que
no; más bien, cada uno de ellos se encuentra en una etapa diferente del
proceso de digitalización.
Hay que destacar que es en la diplomacia pública donde las tecnologías digitales hicieron su debut. Los primeros usos de las redes sociales y
las plataformas digitales en Estados Unidos, Israel y Suecia vieron la luz
como resultado del deseo de comunicarse con públicos por medio de
internet y crear relaciones virtuales con ellos. Sin embargo, aun en el ámbito de la diplomacia pública, la digitalización sigue siendo un proceso
más que un estado permanente. Por todo ello, en este número de la RMPE
presentamos un nuevo marco conceptual, el de la digitalización de la
diplomacia pública, para el estudio de la diplomacia pública contemporánea. Mediante este concepto queremos hacer notar que los ministerios
de asuntos exteriores, las embajadas y los diplomáticos se encuentran en
diferentes etapas del proceso de digitalización; mientras que algunos de
ellos comenzaron a utilizar los medios digitales hace una década, otros
apenas están incursionando en el uso de plataformas digitales. Además,
proponemos entender la digitalización como un proceso que supera con
creces la mera adopción de herramientas digitales y que influye en las
normas, los objetivos y los procedimientos de trabajo de los diplomáticos, los actores diplomáticos y las instituciones diplomáticas de todo el
mundo.
En otras palabras, con el concepto de digitalización de la diplomacia
pública analizamos la influencia general que las herramientas digitales
están ejerciendo sobre la práctica de la diplomacia pública. Este marco
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conceptual consta de cuatro componentes: una dimensión funcional,
que se centra en el uso de herramientas digitales en actividades de diplomacia pública; una dimensión normativa, que explora cómo los valores
y las normas de la sociedad digital inciden en la práctica de la diplomacia
pública y en las funciones de sus profesionales; una dimensión analítica, que se relaciona con el uso de tecnologías digitales para evaluar las
actividades de diplomacia pública, y una dimensión institucional, que
explora cómo las herramientas digitales influyen en los procedimientos
de trabajo de las instituciones responsables de las actividades de diplomacia pública. Es importante destacar que la digitalización de la diplomacia implica que los ministerios de asuntos exteriores ya no sean analizados como unidades monolíticas, sino como un mundo en sí mismos.
Para desarrollar las dimensiones que hemos señalado, las contribuciones que componen este número de la RMPE son de naturaleza práctica
y teórica, y ofrecen una perspectiva geográfica diversa acerca de la digitalización de la diplomacia pública. La variedad de los artículos da cuenta
de la estrategia diplomática y la práctica cotidiana, y en ellos se describe
el estado del arte de la diplomacia pública frente a esferas digitales e internacionales en constante expansión y superposición. En otras palabras,
se muestra cómo las tecnologías digitales han adquirido una importancia
central en los asuntos internacionales, al influir sobre áreas como la política exterior, la seguridad y, por supuesto, la diplomacia.
Nicholas J. Cull abre la discusión con un artículo que trata sobre la dimensión institucional del marco conceptual que proponemos. En él, examina el proceso de ensayo y error por el cual atravesó la digitalización de
la diplomacia pública de Estados Unidos y muestra que aun cuando muchas herramientas digitales fueron desarrolladas en ese país, la adopción
de ellas por parte del Departamento de Estado fue un proceso arduo,
pues significó un desafío a normas, creencias y procedimientos diplomáticos bien arraigados. Este artículo es también una hoja de ruta —desde
la dimensión normativa— para otros ministerios de asuntos exteriores
que están en proceso de digitalización, lo que permite a los profesionales
aprender de las lecciones que se desprenden del caso estadunidense.
Corneliu Bjola, por su parte, proporciona una visión global y pertinente de las tendencias y las resistencias que estimula y enfrenta la diplomacia pública digitalizada. En particular, se enfoca en las dimensiones
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funcionales e institucionales del marco conceptual. Afirma que los ministerios de asuntos exteriores deberán adoptar continuamente nuevas
rutinas y habilidades de trabajo para enfrentar los retos y aprovechar las
oportunidades creados por la digitalización, y anticipa la existencia de
una oportunidad para que dichos ministerios adopten una visión estratégica de la diplomacia pública como una actividad proactiva, basada en
el ecosistema y orientada a la red. Bjola también identifica algunas tendencias con potencial de afectar negativamente las transformaciones digitales de los ministerios, como “el contagio emocional, el determinismo
algorítmico y la entropía estratégica”.
A través del prisma normativo e institucional, James Pamment recuerda que “el estudio de la digitalización de la diplomacia es también el de
la manera en que la diplomacia ha encarado el desafío de la globalización, se ha adaptado a una compleja interconectividad y ha adoptado
el concepto de audiencia transnacional ”. Subraya la necesidad de emplear un enfoque colaborativo, ya sea que los sujetos de la colaboración
sean otros departamentos dentro de un ministerio de asuntos exteriores,
o bien, audiencias extranjeras. Además, señala —con especial dedicatoria para los profesionales— que el orden internacional actual plantea un
escenario en el que hay que sortear niveles de incertidumbre y complejidad, pero que también este escenario es lo suficientemente disruptivo e
innovador como para hacer que la práctica diplomática sea más receptiva
a la adaptación a un entorno digitalizado.
En otra contribución teórica, Alister Miskimmon, Ben O’Loughlin y
Laura Roselle aducen, mediante tres estudios de caso, el tratamiento de
narrativas estratégicas para la diplomacia pública. Con base en las cuatro
dimensiones del marco conceptual propuesto, los autores demuestran
cómo la digitalización de la diplomacia pública aporta valor estratégico a
la comunicación de los ministerios de asuntos exteriores. Este artículo es
especialmente útil para los ministerios que pretenden elaborar y difundir
una narrativa global frente a las de otros actores internacionales.
En el campo de la praxis, Juan Luis Manfredi y Alejandro Ramos Cardoso
se refieren al desafío en el espacio digital que supone para los diplomáticos la desinformación y aseguran que las habilidades digitales que requieren los diplomáticos son aquellas que permiten que narrativas atractivas y con un componente ético interrumpan la confusión generada por
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la desinformación. Manfredi y Ramos Cardoso concentran sus argumentos en la dimensión normativa, pero también demuestran el vínculo inherente entre esa dimensión y la institucional, ya que las normas a menudo
influyen en las rutinas de trabajo.
Del mismo modo, Daniel Aguirre Azócar y Matthias Erlandsen también vislumbran un vínculo normativo-institucional al referirse a los
desafíos y las oportunidades para los ministerios de asuntos exteriores
latinoamericanos que enfrentan la modernización de las prácticas diplomáticas por medio de la digitalización. Según los autores, América Latina
en su conjunto ha adoptado en el discurso la digitalización de los asuntos
internacionales desde el punto de vista de la diplomacia pública, pero,
en la práctica, en su mayor parte se trata de acciones localizadas en momentos de crisis, las cuales establecen un tipo de compromiso singular
de diplomacia pública —sobre todo esporádica— con audiencias internacionales.
Alejandro Neyra y Rafa Rubio presentan un estudio de caso del Ministerio de Relaciones Exteriores de Perú y describen cómo una crisis interna obligó a este ministerio a gestionar la opinión internacional mediante
el establecimiento de actividades de diplomacia pública digital y una estrategia digital que se centró en una disputa marítima con Chile. En este
artículo se muestra cómo la dimensión funcional, en este caso la necesidad de incidir en la formación de la opinión pública durante una crisis,
conduce a un cambio normativo, ya que el Ministerio de Relaciones Exteriores peruano y sus embajadas finalmente se vieron obligados a adoptar
la digitalización.
En cuanto a otras regiones del mundo, Ilan Manor y Marcus Holmes
examinan el caso de Palestina y su embajada virtual en Facebook, concebida para estimular el diálogo y facilitar el entendimiento entre palestinos e israelíes. Nos muestran la manera en que las embajadas virtuales
pueden convertirse en una vía para superar limitaciones de la diplomacia
tradicional como la falta de vínculos bilaterales entre Israel y Palestina.
Este artículo se centra en la dimensión funcional de la digitalización y las
oportunidades que le ha brindado a la diplomacia pública.
A partir de una evaluación de la presencia de las cuatro dimensiones del marco conceptual que proponemos, Efe Sevin analiza el primer
aniversario del fallido golpe de Estado en Turquía y cómo el gobierno
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de Recep Tayyip Erdoğan buscó encuadrar el punto de vista de las audiencias internacionales sobre ese acontecimiento y sus responsables
mediante una campaña en las redes sociales. Sevin ofrece en su artículo
una visión pertinente sobre la comunicación en momentos de crisis y la
diplomacia pública que el Ministerio de Asuntos Exteriores de Turquía
y sus embajadas implementaron vía Twitter.
La sección de artículos cierra con Nancy K. Groves, jefa del Equipo
de Redes Sociales de la ONU, quien revela su experiencia de primera
mano en la puesta en marcha de campañas en los medios de comunicación social que, literalmente, se dirigen al mundo en varios idiomas. Este
artículo es particularmente esclarecedor, pues, por una parte, trata sobre
las recientes reformas a las actividades de los medios de comunicación
social de la ONU, especialmente en el ámbito de la diplomacia pública,
las cuales tenían como fin aumentar la capacidad del Equipo de Redes
Sociales para contrarrestar la retórica negativa sobre la ONU y las campañas de desinformación en su contra; por otra, proporciona una vasta
evidencia sobre las dimensiones institucionales y analíticas propuestas
para este número de la RMPE, en un caso en el que un cambio en los
procedimientos de trabajo ha dado como resultado la internalización
y la consolidación de procedimientos y herramientas de evaluación para
la diplomacia pública de la ONU.
Como una muestra de la creciente literatura sobre diplomacia y en relación con el marco conceptual que se desarrolla a lo largo de los artículos, Rebecka Villanueva Ulfgard reseña el libro Política global y sociedad
civil en las Américas. Nuevas diplomacias en Argentina y México, de Antonio Alejo Jaime. Sin lugar a dudas, la digitalización como fuerza multidimensional ha desencadenado cambios en la sociedad y específicamente
en el pensamiento y la acción diplomática; por tanto, es razonable decir
que el estado de la teoría como el de la práctica de la diplomacia aún experimentan transformaciones importantes. La digitalización en su carácter
multidimensional implica volcar la mirada hacia dentro de la burocracia
de los ministerios de asuntos exteriores y observar cómo sus servidores
públicos desempeñan actividades diplomáticas. Como asegura Villanueva Ulfgard, la obra de Alejo Jaime es un ejemplo del esfuerzo de construir
puentes interdisciplinarios, ya que la diplomacia como práctica se ve indudablemente desafiada por impulsos y actores posestatales y no estata-
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les. De hecho, Política global y sociedad civil en las Américas es una obra
que encaja bien tanto en las discusiones que se plantean a lo largo de los
artículos de esta RMPE como en las de la literatura sobre estudios diplomáticos que Villanueva Ulfgard destaca en su reseña.
Para concluir, los coordinadores de este número nos propusimos obsequiar a los lectores de habla hispana con una combinación de voces
mundialmente reconocidas y emergentes dentro del campo de la diplomacia pública, y con ese fin también hemos introducido un nuevo marco
conceptual de utilidad para comprender el proceso de digitalización de
la diplomacia que comenzó hace casi una década. El valor de este número de la RMPE radica, además de en la calidad de las contribuciones de los
autores y en las consideraciones clave que ofrecen al final de cada artículo, en la diversidad de sus estudios de caso, mediante los cuales el público podrá conocer y reconocer las actividades de diplomacia pública que
se practican en actores como Estados Unidos, Turquía y Palestina, y en
organizaciones como la ONU. Por ello, tenemos la esperanza —y el deseo
sobre todo— de que el resultado sea fructífero.
Asimismo, queremos expresar nuestro agradecimiento a Natalia Saltalamacchia Ziccardi, a María Constanza García Colomé, a las traductoras
asociadas al Instituto Matías Romero, a cada autor, y a nuestras familias
y amigos; gracias por su apoyo constante.
Por último, Ilan Manor y Daniel Aguirre Azócar desean agradecer
a Alejandro Ramos Cardoso, de la Secretaría de Relaciones Exteriores y en
funciones en la Embajada de México en Alemania, por sus oportunas contribuciones para hacer de este número de la RMPE una realidad.
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