Martínez, J. et al (2020). Prácticas funerarias y ritualidad en la Quebrada de Los Corrales,
Tucumán-Argentina (3.800-3.500 a.p.). Revista Chilena de Antropología 42: 290-318
https://doi.org/10.5354/0719-1472.2020.60494
Prácticas funerarias y ritualidad en la Quebrada de Los Corrales,
Tucumán-Argentina (3.800-3.500 a.p.)
Funeral practices and rituality in Quebrada de Los Corrales, Tucumán-Argentina (3.800-3.500 b.p.)
Jorge G. Martínez
Instituto Superior de Estudios Sociales, ISES-CONICET. Instituto de Arqueología y Museo, Universidad
Nacional de Tucumán (Tucumán, Argentina)
jormartin1969@yahoo.com.ar
Nurit Oliszewski
Instituto Superior de Estudios Sociales, ISES-CONICET. Facultad de Ciencias Naturales e IML, Universidad
Nacional de Tucumán (Tucumán, Argentina)
nuritoli@yahoo.com.ar
Guillermo A. Arreguez
Instituto Superior de Estudios Sociales, ISES-CONICET. Instituto de Arqueología y Museo, Universidad
Nacional de Tucumán (Tucumán, Argentina)
puchiarreguez@hotmail.com
Lucinda R. Backwell
Instituto Superior de Estudios Sociales, ISES-CONICET (Tucumán, Argentina)
lucinda.backwell@wits.ac.za
Leandro H. Luna
Instituto Multidisciplinario de Historia y Ciencias Humanas, IMHICIHU-CONICET (Buenos Aires,
Argentina) lunaranda@gmail.com
Rocío Molar
Instituto de Estudios Históricos, IEH-CONICET, Universidad Nacional de Córdoba (Córdoba, Argentina)
romariamolar@gmail.com
María Eugenia Naharro
Facultad de Ciencias Naturales e IML, Universidad Nacional de Tucumán (Tucumán, Argentina)
mariaeugenianaharro@yahoo.com.ar
290
Martínez, J. et al (2020). Prácticas funerarias y ritualidad en la Quebrada de Los Corrales,
Tucumán-Argentina (3.800-3.500 a.p.). Revista Chilena de Antropología 42: 290-318
https://doi.org/10.5354/0719-1472.2020.60494
Resumen
En este trabajo presentamos los resultados de un análisis integral sobre el contexto funerario más antiguo
detectado en la Quebrada de Los Corrales, la cual se ubica a una altitud promedio de 3.100 msnm en el
sector norte del sistema montañoso Aconquija, en el oeste de la provincia de Tucumán, Argentina. Este
contexto mortuorio fue detectado en el sitio Taller Puesto Viejo 1 (3.154 msnm) y fue datado entre ca.
3.800-3.500 a.p. Se trata de un tipo de práctica funeraria muy inusual para esta área y momento,
representada por cremaciones humanas asociadas con un conjunto diverso de elementos acompañantes
que incluyen objetos ornamentales, un artefacto óseo y granos de quinoa y maíz. Nuestro objetivo se
orienta hacia la evaluación del significado ritual del acto de cremación y del conjunto de materiales
asociados a los restos humanos. Los resultados sugieren una práctica funeraria llevada a cabo por grupos
cazadores-recolectores en el marco de un proceso de transición y cambio que llevó posteriormente al
establecimiento pleno de un modelo de producción pastoril y agrícola hacia el primer milenio de la Era
Cristiana.
Palabras clave: prácticas funerarias, cremación, Taller Puesto Viejo 1, El Infiernillo
Abstract
In this work we present the results of a comprehensive analysis of the oldest funerary context known in
Quebrada de Los Corrales, which is located at an average altitude of 3,100 m asl in the northern sector of
the Aconquija mountain system, in the west of the province of Tucumán, Argentina. This mortuary context
was uncovered at the Taller Puesto Viejo 1 site (3,154 m asl), and was dated between ca. 3,800-3,500
years b.p. This is a highly unusual type of funerary practice for this area and time, representing a human
cremation associated with a diverse set of accompanying elements, including ornamental objects, a bone
artifact, and quinoa and maize seeds. Our main objective is oriented towards evaluating the ritual
significance of the act of cremation, and the accompanying material associated with human remains. Our
results suggest a funerary practice conducted by hunter-gatherer groups within the framework of a
process of transition that subsequently led to the full establishment of a herding and agricultural
production model towards the first millennium of the Christian Era.
Key words: funeral practices, cremation, Taller Puesto Viejo 1, El Infiernillo
1. INTRODUCCIÓN
Nuestras investigaciones en la Quebrada de Los Corrales (El Infiernillo, Tucumán), iniciadas en 2005,
dieron cuenta de la presencia de una alta densidad y diversidad de sitios arqueológicos que abarcan un
extenso lapso de ocupación (ca. 7.800-650 a.p.). La Quebrada de Los Corrales (QDLC) es una microrregión
arqueológica situada por encima de los 3.000 msnm en el sector norte de las Sierras del Aconquija (oeste
de la provincia de Tucumán). En términos geográficos el abra de El Infiernillo divide el sur de cumbres
Calchaquíes del extremo norte de Aconquija, pero principalmente es una zona que conecta al valle de
Santa María con el valle de Tafí. El área de estudio tiene una superficie total aproximada de 28 km² y
comprende a la cuenca inferior, media y superior del río de Los Corrales. En la cuenca inferior se encuentra
Cueva de Los Corrales 1 (CC1), una cueva de uso intermitente (ca. 3.000-650 a.p.). En la cuenca
media/superior se registran extensas áreas con estructuras agrícolas y pastoriles (500 ha). Y en el curso
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Martínez, J. et al (2020). Prácticas funerarias y ritualidad en la Quebrada de Los Corrales,
Tucumán-Argentina (3.800-3.500 a.p.). Revista Chilena de Antropología 42: 290-318
https://doi.org/10.5354/0719-1472.2020.60494
superior se ubica la localidad arqueológica de Puesto Viejo (PV), la cual se ha dividido para su estudio en
Puesto Viejo 1 y 2 (PV1 y PV2). Allí se concentran al menos 47 unidades residenciales que conforman un
gran núcleo aldeano correspondiente al primer milenio d.C. (Oliszewski et al. 2015; Oliszewski y Di Lullo
2020). Hacia el sur de PV se encuentra el sitio Taller Puesto Viejo 1 (TPV1) que tiene la particularidad de
contar con una larga persistencia ocupacional -a partir de ca. 7.800 a.p.- y es donde fue detectado el
contexto funerario aquí tratado (Figura 1) (Martínez et al. 2013; Oliszewski et al. 2018).
QDLC es una de las pocas áreas del noroeste de Argentina (NOA) en donde se registra una continuidad en
las ocupaciones humanas desde el Holoceno medio inicial al tardío y, por lo tanto, incluye el proceso
generalizado de transición desde una economía basada en caza y recolección hacia un esquema de
producción agro-pastoril. Hacia el inicio de esta transición -ca. 3.800 a.p.- fue detectado en el sitio TPV1
un tipo muy singular de inhumación, cuyo contexto general constituye el eje de análisis de esta
contribución. De momento son las evidencias funerarias más tempranas detectadas en nuestra área de
estudio y representa el caso más antiguo de cremación del NOA.
Nuestro objetivo se orienta hacia la evaluación del significado ritual que la cremación y los materiales
acompañantes pudieron haber tenido para los grupos humanos que habitaron QDLC durante el momento
de transición hacia un modo de vida agro-pastoril.
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Martínez, J. et al (2020). Prácticas funerarias y ritualidad en la Quebrada de Los Corrales,
Tucumán-Argentina (3.800-3.500 a.p.). Revista Chilena de Antropología 42: 290-318
https://doi.org/10.5354/0719-1472.2020.60494
Figura 1. Ubicación geográfica relativa del área de estudio (QDLC) y sitios mencionados en el texto. Nota. PV1:
Puesto Viejo 1; PV2: Puesto Viejo 2; TPV1: Taller Puesto Viejo 1; CC1: Cueva de los Corrales 1; EM1: El Molle 1
(modificado de Oliszewski y Di Lullo 2020)
Figure 1. Relative geographic location of the study area (QDLC) and sites mentioned in the text. Note. PV1: Puesto
Viejo 1; PV2: Puesto Viejo 2; TPV1: Taller Puesto Viejo 1; CC1: Cueva de los Corrales 1; EM1: El Molle 1 (modified
from Oliszewski and Di Lullo 2020)
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Martínez, J. et al (2020). Prácticas funerarias y ritualidad en la Quebrada de Los Corrales,
Tucumán-Argentina (3.800-3.500 a.p.). Revista Chilena de Antropología 42: 290-318
https://doi.org/10.5354/0719-1472.2020.60494
2. MARCO CONCEPTUAL
El interés de la Arqueología por la muerte y las prácticas funerarias de las sociedades prehistóricas es
inherente a nuestra disciplina habiéndose desarrollado diversos enfoques desde los años ‘70. Según sea
su base teórica estos enfoques pueden incluirse dentro de la arqueología moderna o dentro de la
arqueología posmoderna (Rodríguez Corral y Ferrer Albelda 2018). En este trabajo adherimos a algunas
conceptualizaciones de la segunda, que consideramos claves para la comprensión de un caso funerario
complejo como el que nos concierne. Tratamos de superar el estudio del registro arqueológico sólo como
reflejo pasivo de la estructura social de un grupo, buscando reflexionar sobre la idea de la muerte que
habrían tenido los vivos.
La concepción de Hodder (1982) acerca de que la cultura material está significativamente constituida y
por ende las estructuras funerarias son símbolos materiales socialmente activos, es la base para
interpretar el registro funerario. Esto permite subrayar el papel activo estructurante, sinestésico y
performativo de las prácticas y los espacios funerarios en la construcción de las sociedades (Rodríguez
Corral y Ferrer Albelda 2018).
El enfoque de las biografías y temporalidades de las estructuras funerarias nos parece sumamente
adecuado ya que, bajo esta perspectiva estas estructuras no se deben comprender como hitos en una
línea temporal sino como formas materiales que filtran diferentes temporalidades y concentran gran
cantidad de significados y experiencias (Bradley 1998; Holtorf 1996; para más detalles ver Rodríguez
Corral y Ferrer Albelda 2018). La noción de presente multi-temporal hace hincapié en la complejidad
temporal de los espacios funerarios (Olivier 1999) lo cual permite poner de relieve cómo, en un contexto
mortuorio, se entretejen los niveles de información y se mezclan los materiales de diferentes orígenes
incorporados en distintos momentos. Así, los objetos cambian de significado a lo largo de su vida
acumulando, transformando, olvidando o creando usos y significados. Esto nos lleva al otro concepto
general que utilizamos en este trabajo: el de objeto biográfico que enfatiza en la capacidad de los objetos
de acumular significado (Appadurai 1986, Kopytoff 1986, para más detalles ver Rodríguez Corral y Ferrer
Albelda 2018). Interpretar los elementos de un ajuar como objetos biográficos tiene una importante
implicancia para la arqueología de la muerte, ya que los objetos están estrechamente relacionados y
vinculados a los relatos de vida de la gente más que a las estructuras sociales (Rodríguez Corral y Ferrer
Albelda 2018).
Los objetos funerarios están cargados de significados, consecuencia de construcciones sociales que varían
de acuerdo al contexto socio-histórico y económico de cada sociedad (Vicent García 1995). Bajo esta
aproximación, los diferentes elementos depositados en el interior de las estructuras funerarias son
interpretados de esa manera y tienen agencia.
Al citar los prototipos a los que remiten, tiempos, acontecimientos, lugares, personas, historias, permiten
que los enterratorios funcionen como potentes lugares de creación de memoria, identidad y poder
(Rodríguez Corral y Ferrer Albelda 2018). El mundo material ofrece un marco vital para la formación de la
memoria colectiva, siendo los artefactos huellas mnemónicas (es decir vinculadas a la memoria), que
tienen un impacto en los sentidos. Así, el conjunto de objetos encontrados en un entierro puede ser
explicado por la integración social de sus diferentes procedencias espaciales y temporales (Jones 2007).
Para este autor, las inscripciones y frisos en paredes, dinteles y escaleras de los monumentales edificios
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Tucumán-Argentina (3.800-3.500 a.p.). Revista Chilena de Antropología 42: 290-318
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del periodo Maya Clásico (500-100 d.C.) son claros ejemplos de dispositivos mnemónicos que se utilizaron
para transmitir la historia de la élite.
Respecto a la cremación, Davies y Mates (2005) sostienen que es una de las formas elementales del
comportamiento humano que une fuego y muerte, dos de las características fundamentales de la
existencia. El fuego se combina con la muerte no simplemente como una técnica mecánica de combustión
de cuerpos, sino como un medio cargado de valores y socialmente fundamentado sobre cómo afrontar la
muerte y reflexionar sobre el sentido de la vida. Debido a la carencia de antecedentes respecto a esta
práctica en grupos andinos, nos remitimos al significado que le dan las sociedades tradicionales de la India.
Para el hinduismo es básica la creencia de que la fuerza vital humana no se limita a una sola vida, sino que
sufre muchas transmigraciones, lo cual implica que el “yo” no está simple e inevitablemente vinculado a
ninguna persona física. En términos simbólicos la cremación es la forma apropiada para expresar la idea
de la existencia continua (Davies y Mates 2005).
3. ANTECEDENTES FUNERARIOS EN QDLC Y ÁREAS PRÓXIMAS
Fuera del caso que estamos presentando, dentro de nuestra área de estudio han sido identificados otros
tres contextos de inhumaciones humanas con cronologías posteriores dentro del rango ca. 3.300-1.560
a.p.
En primer término, mencionamos el caso del sitio TPV1 (Figura 1) que cuenta con un contexto funerario a
sólo 10 m del caso bajo estudio, en el denominado Sector II dentro del mismo sitio (Figura 2.1). Se trata
de la inhumación de un conjunto de escasos restos humanos datados en 3.300 ± 25 a.p., correspondientes
al Nivel 2(4°) ubicados entre 35-42 cm desde el nivel de superficie. El contexto de hallazgo es muy
particular ya que no presenta ningún tipo de señalización ni delimitación del espacio en el que se realizó
la inhumación, encontrándose los restos desarticulados y dispersos en una matriz sedimentaria limoarenosa en la cual se registró un nucleiforme poliédrico de cuarzo como único artefacto asociado
(Oliszewski et al. 2018). Se destaca la ausencia total de marcas de carnívoros sobre este conjunto, por lo
cual se descarta a este agente como probable factor de dispersión y/o remoción de los restos óseos
humanos (Naharro 2019).
Los análisis bioarqueológicos permitieron establecer que se trata de un único individuo, posiblemente
masculino de entre 20 y 44 años, del cual se preservaron pocos especímenes óseos destacando el cráneo
y la porción superior del esqueleto post-craneal (Naharro 2019). Atribuimos la falta de partes esqueletales
al traslado de las mismas por acción antrópica, posiblemente en relación a prácticas de cremación
(aspecto que será tratado más adelante).
Siguiendo en orden cronológico, en El Molle 1 (EM1, Figura 1) distante 5 km de TPV1, se recuperó
mediante trabajos de rescate un entierro que había quedado semi-expuesto por la erosión fluvial (Figura
2.2). El cuerpo se hallaba dentro de una estructura funeraria constituida por dos rocas planas laterales en
posición vertical y una horizontal que cumplía la función de tapa, y fue datado en 2.210 ± 20 a.p. El entierro
se encuentra aislado pero ubicado próximo a estructuras habitacionales al menos trescientos años
posteriores (Oliszewski et al. 2018). Se trata de una inhumación primaria simple decúbito ventral y con las
piernas flexionadas hacia el sureste. No se halló ningún acompañamiento funerario junto al individuo. Se
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Tucumán-Argentina (3.800-3.500 a.p.). Revista Chilena de Antropología 42: 290-318
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pudo establecer que se trata de un adulto, posiblemente femenino, de entre 19 y 44 años de edad
(Naharro 2019).
Por último, y también como producto de tareas de rescate se intervino en una barranca erosionada por
acción fluvial sobre la margen oeste del río Los Corrales. El rescate se hizo en el recinto central de la
Unidad 1 de Puesto Viejo 1 (Figura 1), donde se detectó un entierro primario y directo en cista, el cual fue
datado en 1.560 ± 25 a.p. constituyendo el fechado final de las ocupaciones de la aldea de Puesto Viejo
(Figura 2.3). Este individuo fue enterrado en asociación con dos vasijas cerámicas correspondientes a los
estilos Tafí y Candelaria (Oliszewski et al. 2010). Los análisis bioarqueológicos permitieron establecer que
se trata de un individuo masculino estimándose su edad de muerte en 32-40 años (Muntaner 2012).
Figura 2. Inhumaciones en QDLC. (1) Sitio Taller Puesto Viejo 1-Sector II; (2) Sitio El Molle 1;
y (3) Sitio Puesto Viejo 1 (Unidad 1).
Figure 2. Burials on QDLC. (1) Site Taller Puesto Viejo 1-Sector II; (2) Site El Molle 1;
and (3) Site Puesto Viejo 1 (Unit 1).
Con respecto a otras áreas cercanas, no son muchos los entierros contemporáneos a nuestro caso de
estudio, es decir previos al primer milenio d.C.
En La Quebrada (valle del Cajón, Catamarca) han sido registrados varios entierros por Cortés (2013). El
más antiguo consiste en un conjunto de restos fragmentados correspondientes a una mujer adulta
datados en ca. 6.130 a.p. sin estructura funeraria que los contenga ni acompañamiento asociado. Un
segundo entierro de un hombre adulto proporcionó una datación de ca. 3.680 a.p., tampoco presenta
ningún tipo de estructura asociada, pero estaba dispuesto de forma hiperflexionada. Hacia 3.000 a.p. se
registran dos tumbas contiguas de piedra: en una de ellas se registró un entierro múltiple de al menos
catorce individuos, encontrándose los huesos mezclados entre sí y asociados a una máscara antropomorfa
de cobre; en la otra tumba se registró el entierro de un niño asociado a un pendiente de cobre y una
cuenta de collar de piedra, además de unos pocos huesos de otros tres individuos. Los entierros de La
Quebrada comparten con los de QDLC su ubicación en las cercanías de núcleos aldeanos del primer
milenio d.C.
En El Divisadero (Ampimpa, Tucumán) se han localizado dos contextos de inhumación datados hacia
3.900-4.100 a.p. (Gómez Augier y Caria 2012). En ambos casos se trata de inhumaciones secundarias
múltiples que incluyen restos pertenecientes a adultos de ambos sexos como a sub-adultos. En un caso
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Tucumán-Argentina (3.800-3.500 a.p.). Revista Chilena de Antropología 42: 290-318
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los cráneos y en el otro las mandíbulas habrían funcionado como elementos centrales en una especie de
diseño que organizaba los cuerpos en torno a ellos. Los restos no estaban contenidos por estructuras
funerarias bien definidas, pero se encontraban por debajo de grandes piedras que actuaron como sellos
de los entierros.
Las referencias a contextos de cremación son aún más escasas todavía. El hallazgo que más se asemeja al
caso que presentamos es 1.200 años posterior -ca. 2.030 a.p.- y procede de Pozo de la Chola, situado en
el valle del río San Francisco (Jujuy). En un piso de una unidad doméstica se registraron varios entierros,
algunos primarios individuales y otros secundarios múltiples. Entre los últimos se encuentra un conjunto
de huesos termo-alterados procedentes de un gran fogón y en las adyacencias un entierro propiamente
dicho. En ambos casos contenían huesos termo-alterados tanto de adultos como de sub-adultos. La
combustión no habría sido total ya que las temperaturas no superaron los 500ºC. Destaca la presencia de
partes de pipas cerámicas las cuales se encuentran únicamente en ese sector del asentamiento (Ortiz y
Nieva 2011). Por último, en Las Pirguas (Salta), entre los más de ochenta entierros registrados (la gran
mayoría en urna, los menos en cista y directos) se menciona un contexto de cremación múltiple realizado
sobre una camada de paja y asociado al primer milenio d.C. (Lema 2019).
En síntesis, los antecedentes acerca de entierros previos a la instalación de las sociedades aldeanas del
primer milenio d.C. son escasos. Los mismos aluden a entierros tanto individuales como múltiples,
primarios y secundarios. Los casos de prácticas de cremación son aún más escasos lo cual pone de relieve
la importancia del contexto registrado en TPV1 que detallaremos a continuación.
4. CARACTERIZACIÓN DEL CASO DE ESTUDIO
El sitio TPV1 presenta una concentración de evidencias en superficie y en estratigrafía que cubre un
espacio a cielo abierto de ca. 34 x 24 m, dispuesto sobre una terraza fluvial de edad pleistocena en la
margen oeste del río Los Corrales. En esta misma terraza, hacia ca. 1.840 a.p. se construirán las viviendas
de la aldea Puesto Viejo, por lo cual TPV1 ha quedado circunscripto a un espacio inter-estructuras
correspondientes al primer milenio d.C. (Martínez et al. 2013) (Figura 3). El contexto bajo análisis fue
detectado en excavaciones realizadas en el Sector I de TPV1, el cual se interpretó como una base
residencial de uso persistente para el rango ca. 7.800-3.300 a.p. (Martínez et al. 2013, 2017). Hacia 3.8003.500 a.p. ya se llevaban a cabo múltiples actividades como molienda, manufactura y uso de vasijas
cerámicas para cocinar y contener alimentos, elaboración y uso de artefactos líticos confeccionados con
materias primas locales y no locales, consumo de guanacos producto de la caza con propulsor y arcoflecha (realizada con puntas de proyectil de cuarzo de producción local) e inhumaciones mediante
prácticas crematorias (Oliszewski et al. 2018).
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Tucumán-Argentina (3.800-3.500 a.p.). Revista Chilena de Antropología 42: 290-318
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Figura 3. Ubicación del sitio TPV1 en la aldea Puesto Viejo; el recuadro rojo indica la ubicación del Sector I.
Figure 3. Location of the TPV1 site in Puesto Viejo village; the red box indicates the location of Sector I.
El contexto funerario está compuesto por dos estructuras de cavado contiguas (“pozones”) sin ningún tipo
de elemento que las delimite. En su interior se detectaron numerosos restos humanos altamente
fragmentados y termo-alterados dentro de una matriz ceniciento-carbonosa producto de cremaciones in
situ (Martínez et al. 2017) (Figura 3). Si bien estos restos están en proceso de análisis, habría más de un
individuo y pudieron distinguirse fragmentos de cráneo, falanges y piezas dentarias. Los mismos fueron
datados entre ca. 3.800 y 3.500 a.p., lo cual se interpreta como una sucesión de eventos de cremación
asociados con el depósito/ofrenda de distintos tipos de evidencias (Martínez et al. 2017). Entre ellas se
incluyen objetos ornamentales como cuentas de collar líticas y sobre valvas, un artefacto óseo y
macrorrestos carbonizados de plantas alimenticias domésticas (maíz y quínoa), los cuales serán
caracterizados en detalle más adelante.
La excavación se realizó mediante niveles artificiales abarcando una superficie de 15 m², definiéndose 15
cuadrículas dentro de un rectángulo de 3 x 5 m. En la Figura 4.1 se indican las cuadrículas vinculadas con
el contexto funerario tratado.
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Figura 4. (1) Vista de la excavación de TPV1-Sector I (Nivel 18) y (2) detalle de dispersiones carbonosas de las
cuadrículas BI y CI (Nivel 13). Nota. En líneas de trazo rojo las estructuras funerarias, en amarillo se indica depósito
secundario de cuadrícula AII.
Figure 4. (1) View of the excavation of TPV1-Sector I (Level 18) and (2) detail of carbonaceous dispersions of BI and
CI grids (Level 13). Note. In red lines the funerary structures, in yellow it indicates secondary deposit of grid AII.
Las estructuras de cavado que contienen los restos humanos y sedimento carbonoso se ubican en las
cuadrículas BI y CI (Figura 4.2). No obstante, debe destacarse que fue registrado un único núcleo de
combustión en la cuadrícula CI. Una muestra de carbón y un diente humano procedente del nivel inferior
(Nivel 19) de este núcleo de combustión fueron datados en 3.550 ± 25 a.p. (UGA-22894) y 3.580 ± 25 a.p.
(UGA-22893) respectivamente (Figura 5.2).
Si bien durante la excavación se distinguieron principalmente dos áreas de dispersión carbonosa a partir
del Nivel 11 en las cuadrículas BI y CI, la extensión y delimitación de las mismas es variable en los distintos
niveles, llegando incluso a fusionarse como una única gran estructura o a extenderse hacia las cuadrículas
BII y CII. Concretamente, el sedimento carbonoso con restos humanos correspondiente al techo de la
estructura de combustión fue detectado desde el Nivel 11 en BI y CI y continúa hasta el núcleo de
combustión identificado en el Nivel 19 (en CI), ya en la base de la secuencia que apoya sobre sedimento
estéril a 1,20 m del nivel de superficie. En la misma cuadrícula CI, fue registrado en el Nivel 5 un fragmento
de cráneo humano quemado, el cual fue datado en 3.490 ± 25 a.p. (UGA-25519). Por la coherencia
cronológica con las otras dataciones dentro del pozón funerario, proponemos que esta estructura de
cavado podría haberse iniciado en este Nivel 5, aunque el sector afectado por combustión afecta desde
el Nivel 11 al 19 (ver Figura 5.2). Por otra parte, la datación del Nivel 5 es coherente con otra de ca. 3.330
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a.p. que se obtuvo de este nivel, sobre hueso de fauna en un sondeo inicial contiguo a la cuadrícula AI
(Martínez et al. 2013). Esto permite plantear la posibilidad de que la apertura que inició la estructura
funeraria podría haberse realizado desde el Nivel 5 (como piso de ocupación), lo cual daría una
profundidad máxima de 70 cm para dicha estructura y 45 cm de potencia para el área de combustión.
Cabe aclarar que los niveles 1 a 5 de la excavación fueron de 10 cm de espesor, y a partir del Nivel 6 hasta
el 19 fueron de 5 cm de espesor.
Figura 5. (1) Ubicación en planta de las estructuras funerarias en TPV1-Sector I en la parte inicial de su excavación
en Nivel 11 (marcadas en azul); en amarillo se indica depósito secundario de cuadrícula AII. (2) Esquema de la
situación crono-estratigráfica del contexto funerario y de la secuencia general del sitio.
Figure 5. (1) Location of the funeral structures in TPV1-Sector I in the initial part of their excavation at Level 11
(marked in blue); yellow indicates secondary AII grid deposit. (2) Diagram of the chrono-stratigraphic situation of
the funerary context and the general sequence of the site.
Otro aspecto que debe destacarse es que en la cuadrícula AII desde el Nivel 11 y hasta el Nivel 18 fue
detectada una concentración de restos humanos quemados con espículas de carbón, pero sin una matriz
carbonosa propiamente dicha (marcada en color amarillo en Figuras 4.1 y 5.1). El estado de los restos
humanos altamente fragmentados es idéntico al de las cuadrículas BI y CI, por lo cual proponemos que
estos materiales de AII corresponden a eventos de remoción tomados de los pozones donde estaba el
núcleo de combustión (cuadrículas BI y CI). Este planteo se apoya en dos dataciones realizadas en la
cuadrícula AII de 3.520 ± 25 a.p. (UGA-32586) sobre un grano de maíz carbonizado del Nivel 13 y 3.810 ±
25 a.p. (UGA-25522) sobre un fragmento óseo indeterminado del Nivel 18. Tenemos entonces la situación
de una especie de estructura de cavado/acumulación “satélite” o secundaria al núcleo de combustión de
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CI, pero que funcionó en simultáneo ya que en ambos casos se corresponden desde el Nivel 11 al 18. Un
aspecto importante que también vincula a estos dos sectores separados, es la presencia de granos de
maíz en ambos espacios, dado que se hallaron tanto en el Nivel 15 de CI como en los niveles 13 y 14 de
AII dentro del rango ca. 3.800-3.500 a.p. La falta de estratificación dentro de las mencionadas estructuras
de BI-CI y de AII apoya el planteo de recurrentes remociones y/o depósitos sucesivos de materiales dentro
y entre estos pozones. Esta dinámica explicaría la datación de ca. 3.770 a.p. obtenida de un diente humano
del Nivel 11 (cuadrícula CI) claramente invertida con las del núcleo de combustión del Nivel 19 (ca. 3.5803.550 a.p.) (Figura 5.2). La alta variabilidad en el grado de meteorización y alteración térmica de los restos
óseos humanos también respalda la ocurrencia de diversos eventos de cremación, traslados y eventuales
reaperturas para el lapso ca. 3.800-3.500 a.p. (Tabla 1).
El ordenamiento cronológico de las dataciones correspondientes a los contextos funerarios de TPV1, nos
permitió distinguir en el Sector I al menos dos momentos en los cuales pudieron ocurrir los mencionados
eventos funerarios, uno en ca. 3.800 a.p. y otro en ca. 3.550 a.p. La datación más reciente (ca. 3.300 a.p.)
vinculada al contexto del Sector II sería indicativa de un tercer evento (Figura 6 y Tabla 1).
Tabla 1. Dataciones radiocarbónicas y calibradas del sitio TPV1. Programa Calib 7.10 (Stuiver y Reimer 1993),
curva de calibración SHcal13 (Hogg et al. 2013).
Table 1. Radiocarbon and calibrated dating of the TPV1 site. Calib 7.10 Program (Stuiver and Reimer 1993),
SHcal13 calibration curve (Hogg et al. 2013).
N° Laboratorio
Procedencia
Muestra
Años a.p.
Cal 2 σ
Probabilidad
media
UGA-22273
7
TPV1-Sector II
Nivel 2(4°)
Hueso humano
3.300 ± 25
3579-3458
3523
UGA-25519
6
TPV1-Sector I
C. CI, Nivel 5
Hueso humano
3.490 ± 25
3837-3693
3766
UGA-32586
5
TPV1-Sector I
C. AII, Nivel 13
Maíz
3.520 ± 25
3870-3711
3783
UGA-22894
4
TPV1-Sector I
C. CI, Nivel 19
Carbón
3.550 ± 30
3956-3721
3846
UGA-22893
3
TPV1-Sector I
C. CI, Nivel 19
Diente humano
3.580 ± 30
3976-3777
3883
UGA-25521
2
TPV1-Sector I
C. CI, Nivel 11
Diente humano
3.770 ± 30
4238-4000
4136
UGA-25522
1
TPV1-Sector I
C. AII, Nivel 18
Hueso
indeterminado
3.810 ± 25
4288-4094
4197
301
Martínez, J. et al (2020). Prácticas funerarias y ritualidad en la Quebrada de Los Corrales,
Tucumán-Argentina (3.800-3.500 a.p.). Revista Chilena de Antropología 42: 290-318
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Figura 6. Dataciones calibradas con 2 σ (Calib 7.1) correspondientes a la Tabla 1. La agrupación por colores del
gráfico coincide con las filas de la Tabla 1.
Figure 6. Data calibrated with 2 σ (using Calib 7.1) corresponding to Table 1. The colour grouping of the graph
coincides with the rows in Table 1.
Más allá de la práctica crematoria en sí, es notable cómo las estructuras de cavado del contexto funerario,
transgredieron y disturbaron la disposición estratigráfica primaria de las ocupaciones previas en este sitio.
Por fortuna esta compleja práctica funeraria dejó algunas cuadrículas en su situación original, que son las
que presentan una secuencia crono-estratigráfica primaria (ver columna central de la Figura 5.2).
5. CARACTERIZACIÓN DE ELEMENTOS ACOMPAÑANTES
Como fuera mencionado, los objetos vinculados con las inhumaciones conllevan múltiples significados
relacionados con el contexto socio-histórico en el cual se produjeron (Vicent García 1995). Los diferentes
elementos acompañantes del contexto funerario de TPV1 conforman un conjunto heterogéneo por la
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Martínez, J. et al (2020). Prácticas funerarias y ritualidad en la Quebrada de Los Corrales,
Tucumán-Argentina (3.800-3.500 a.p.). Revista Chilena de Antropología 42: 290-318
https://doi.org/10.5354/0719-1472.2020.60494
naturaleza y funcionalidad de sus componentes. El mismo está conformado por tres clases: objetos
ornamentales, un artefacto óseo y restos de plantas alimenticias.
Entre los objetos ornamentales registrados en asociación a los restos humanos, se encuentran cuatro
cuentas de collar de piedra y otras dos cuentas hechas con valvas. Las primeras fueron confeccionadas
sobre pequeños guijarros compuestos por toba lítica, una roca piroclástica de origen local y abundante en
el río Los Corrales (O. González, comunicación personal) (Figura 7). Estas cuentas presentan decoraciones
hechas por finas incisiones, las cuales tienen motivos geométricos en su mayoría y sólo una se
corresponde con un estilo antropomorfo (Figura 7.4). Además, poseen un tamaño notablemente reducido
ya que su longitud varía entre 10 y 13 mm. Dado el diminuto volumen de los guijarros como soporte, la
decoración mediante líneas rectas, curvas y puntos requirió de una gran destreza artesanal. Este tipo de
cuentas líticas de momento son únicas para esta cronología de ca. 3.800-3.500 a.p. y se vinculan aún a
grupos cazadores-recolectores móviles. Dadas las características decorativas y el juego volumétrico
tridimensional que se observa, hemos propuesto que podrían ser los antecedentes estilísticos de lo que
posteriormente se manifiesta en el valle de Tafí en otros soportes como máscaras de piedra e incluso
menhires ya en sociedades sedentarias y productoras de alimentos (Oliszewski et al. 2018).
Figura 7. Vista frontal y laterales de cuentas líticas. Nota. (1) Pieza N° 36, cuadrícula BII, Nivel 11; (2) Pieza N° 33,
cuadrícula BI, Nivel 11; (3) Pieza N° 21, cuadrícula BI, Nivel 7; (4) Pieza N° 32, cuadrícula CII, Nivel 11. Todas las
cuentas están a la misma escala (la barra representa 1 cm en todos los casos).
Figure 7. Front and side views of lithic necklace beads. Note. (1) Piece No. 36, Grid BII, Level 11; (2) Piece N° 33,
Grid BI, Level 11; (3) Piece N° 21, Grid BI, Level 7; (4) Piece N° 32, Grid CII, Level 11. All the beads are on the same
scale (the bar represents 1 cm in all cases).
303
Martínez, J. et al (2020). Prácticas funerarias y ritualidad en la Quebrada de Los Corrales,
Tucumán-Argentina (3.800-3.500 a.p.). Revista Chilena de Antropología 42: 290-318
https://doi.org/10.5354/0719-1472.2020.60494
Dentro de la misma clase de objetos de adorno personal, hallamos dos cuentas de collar hechas sobre
material conquiliológico, es decir que se usaron valvas de moluscos como soporte (Figura 8).
Figura 8. Vista dorsal y ventral de cuentas sobre valvas. Nota. (1) Pieza Nº 37, cuadrícula CI, Nivel 12; (2) Pieza N°
49, cuadrícula AII, Nivel 17.
Figure 8. Dorsal and ventral view of beads on mollusk shells. Note. Dorsal and ventral view of beads on mollusk
shells: (1) Piece N° 37, Grid CI, Level 12; (2) Piece N° 49, Grid AII, Level 17.
La pieza Nº 37 (Figura 8.1) tiene un contorno sub-circular, levemente curvada, con perforación central bicónica leve y regularización de caras y borde por pulimento. Presenta una coloración gris oscura, un lustre
opaco, micro-fracturas y craquelados. Tiene un diámetro promedio de 9,36 mm y un espesor promedio
de 1,68 mm. En la cara dorsal, se observan tres “bandas” de tonalidad más clara con disposición y grosor
irregular. Estas características, permiten plantear que la estructura de la pieza se encuentra alterada por
procesos de combustión. Se destaca además que no se observan rasgos de charnela, ni impresiones
musculares, ni coloración, ni lustre nacarado, los cuales desaparecieron debido a la manufactura del
artefacto y a procesos post-depositacionales 1.
La pieza Nº 49 (Figura 8.2) tiene un contorno sub-circular, plana, con perforación central bi-cónica y
regularización de bordes y caras por pulimento. Tiene un diámetro promedio de 8,04 mm y un espesor de
3,46 mm. Presenta color grisáceo, lustre opaco en ambas superficies de la pieza y en su borde perimetral,
se observan varias capas de disposición laminar que sugieren una estructura conquiliológica. Al igual que
la pieza anterior, la cuenta presenta una serie de bandas con alternancia regular de disposición
concéntrica que confluyen en un punto del borde la pieza. La disposición de dichas bandas permite inferir,
que podría tratarse de un segmento del umbo de un molusco bivalvo (ver nota al pie 1).
La cuenta Nº 37 procede del Nivel 12 de la cuadrícula CI donde se ubica el núcleo de combustión. Sin
embargo, la cuenta Nº 49 fue hallada en la cuadrícula AII (Nivel 17), por lo cual podría haber formado
parte de una remoción/extracción de materiales de los pozones de BI-CI, tal como ocurrió con los granos
de maíz registrados en los niveles 13 y 14 antes mencionados.
1
Power, X. y Foundes, W. (2017). Informe de identificación de materias primas de objetos perforados de valvas:
sitios TPV1, PCz 1 y PT 1.1. Manuscrito en posesión de los autores.
304
Martínez, J. et al (2020). Prácticas funerarias y ritualidad en la Quebrada de Los Corrales,
Tucumán-Argentina (3.800-3.500 a.p.). Revista Chilena de Antropología 42: 290-318
https://doi.org/10.5354/0719-1472.2020.60494
Desde el punto de vista morfológico, y dada la ausencia de rasgos diagnósticos en ambos casos, no pudo
definirse taxonómicamente a qué género corresponden estas valvas (X. Power, comunicación personal).
Futuros análisis isotópicos nos permitirán precisar su procedencia.
El artefacto óseo fue recuperado del Nivel 14 dentro de la cuadrícula BI, y es la única tecnofactura
acompañante sobre esta materia prima (Figura 9). A pesar de que TPV1 es un sitio a cielo abierto las
condiciones tafonómicas son muy favorables para la preservación de todo tipo de restos óseos.
Figura 9. Pieza Nº 102 modelada sobre hueso y recuperada en la cuadrícula BI, Nivel 14.
Figure 9. Piece N° 102 bone modeled, recovered in the BI Grid, Level 14.
Este objeto mide 21,4 cm de longitud y tiene una sección muy delgada, de forma cuasi rectangular hacia
la parte media, donde mide 6,29 mm por 4,62 mm, siendo circular hacia los extremos (Figura 10a-d). Uno
de los extremos de la pieza termina en una punta roma suavemente pulida, mientras que el otro es
aguzado (extremo izquierdo y derecho respectivamente de Figura 9). Este artefacto fue manufacturado
por abrasión en base a un largo fragmento/astilla de hueso cortical grueso, aunque hacia el extremo
aguzado se observa parte de tejido esponjoso poco resistente, descartándose su posible función como
punta de proyectil. En este extremo se observan rastros de abrasión-raspado en diagonal al eje principal
del hueso (Figura 10.d). El objeto está muy bien conservado y se destaca por estar completamente pulido
y mantener su color y brillo original. No presenta evidencias que indiquen exposición al fuego, y si bien
tiene algunos sectores ennegrecidos, se debe a la deposición de manganeso que imita los rastros de
quemaduras.
Un conjunto de muescas y pequeños cortes se ubican a un tercio desde la parte inferior de la pieza (Figura
10.e-h). Cuatro muescas consecutivas se registran sobre un costado de la sección (Figura 10.e). En este
mismo sector, pero del lado inverso, se notan tres muescas más (Figura 10.f). Otras marcas de corte poco
profundas están asociadas a las muescas y se producen en un ángulo oblicuo con respecto al eje principal
del hueso (Figura 10.g). Cuando se gira de nuevo, se observan seis muescas consecutivas (Figura 10.h).
Cabe destacar que todas las muescas y marcas tienen la misma pátina, lo cual indica que fueron hechas al
mismo tiempo cuando el hueso estaba fresco y con un mismo artefacto lítico cortante. Por otra parte, las
marcas de corte interrumpen a los rastros de raspado (Figura 10.g), por lo cual se infiere que se hicieron
posteriormente cuando el artefacto ya estaba formatizado. Se observan algunas grietas longitudinales
que sugieren el estadio 1 de meteorización de Behrensmeyer (1978) (Figura 10.g), aunque es muy
probable que se hayan generado por calentamiento. Hacia la parte inferior se observa un conjunto aislado
de muescas (Figura 10.i-j), muy probablemente hechas también por un cortante lítico.
305
Martínez, J. et al (2020). Prácticas funerarias y ritualidad en la Quebrada de Los Corrales,
Tucumán-Argentina (3.800-3.500 a.p.). Revista Chilena de Antropología 42: 290-318
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Por las características expuestas y la comparación detallada de rasgos morfológicos de este artefacto óseo
con otros objetos óseos arqueológicos y etnográficos (colecciones del Instituto de Arqueología y MuseoUNT), se propone que corresponde a un huso para hilar fibra animal. El área dentada del implemento de
hueso ubicada a un tercio desde la base (extremo romo), es donde se colocaría el tortero. El pulido
observado en todo el cuerpo del huso resulta claramente de la manipulación y el frotamiento con la fibra.
De momento, se trata del artefacto de probable función textil más antiguo del NOA. Si bien hay textiles
para momentos previos al surgimiento de sociedades agro-pastoriles, los artefactos de producción textil
se registran recién a partir del primer milenio de la era Cristiana (López Campeny 2000).
Figura 10. El implemento de hueso interpretado como un huso para hilar lana para la producción textil. Nota. Se
muestran cuatro aspectos del objeto (a-d), con los primeros planos de la punta aguzada (fracturada). Tres
conjuntos de muescas se ubican a un tercio de la base (e, f, h), y se asocian con marcas de corte poco profundas
(g). Un conjunto aislado de muescas se ubica más abajo (i, j). La coloración negra es el resultado de la deposición
de manganeso.
Figure 10. The bone implement interpreted as a spindle for spinning wool for textile production. Note. Four
aspects of the object (a-d) are shown, with close-ups of the pointed (fractured) tip. Three sets of notches are
306
Martínez, J. et al (2020). Prácticas funerarias y ritualidad en la Quebrada de Los Corrales,
Tucumán-Argentina (3.800-3.500 a.p.). Revista Chilena de Antropología 42: 290-318
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located at one third of the base (e, f, h), and are associated with shallow cut marks (g). An isolated set of notches
are located below (i, j). The black coloration was generated by manganese deposition.
El registro de macrorrestos termo-alterados de maíz y quinoa en los pozones es muy importante debido
a lo temprano de la cronología ya que se trata de dos plantas alimenticias cultivadas.
En lo que hace al maíz, su identificación no fue sencilla debido al estado carbonizado y fragmentario de la
muestra, lo cual impidió la preservación de caracteres diagnósticos. Se registraron siete ejemplares con
tamaños que van de 2 a 5 mm provenientes de los niveles 13, 14 y 15 (cuadrículas AII y CI). A pesar del
estado fragmentario de los especímenes se pudo identificar a los mismos como Zea mays L. de acuerdo
con sus caracteres morfo-anatómicos macroscópicos y microscópicos (Figura 11). Ante la ausencia de los
caracteres diagnósticos tradicionales para granos de maíz termo-alterados (dimensiones y forma), los
caracteres secundarios -textura brillosa debido al alto contenido en azúcares que caracteriza a los granos
de esta planta, estructura interna porosa y con oquedades y patrón de fracturación curvo- resultaron ser
sumamente útiles para la identificación taxonómica. De la misma manera, fue determinante el análisis
microscópico ya que, pudo constatarse la presencia fehaciente de gránulos de almidón de forma esférica
y sílicofitolitos wavy top rondel asignables a Zea mays L. (Oliszewski et al. 2019). Uno de los especímenes
fue datado por AMS proporcionando un resultado de 3.520 ± 25 a.p. (Tabla 1).
Figura 11. Zea mays L. (1) macrorrestos carbonizados de granos; (2) detalle de la textura; (3) gránulos de almidón.
Figure 11. Zea mays L. (1) charred macro-remains of grains; (2) detail of the texture; (3) starch granules.
En cambio, en el caso de la quínoa los caracteres diagnósticos se preservaron sin problemas facilitando la
identificación taxonómica. Se trata de cinco ejemplares que, si bien se encuentran carbonizados, están
307
Martínez, J. et al (2020). Prácticas funerarias y ritualidad en la Quebrada de Los Corrales,
Tucumán-Argentina (3.800-3.500 a.p.). Revista Chilena de Antropología 42: 290-318
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muy bien conservados desde el punto de vista morfológico lo cual permitió su identificación a nivel de
especie como Chenopodium cfr. quinoa Willd. Los ejemplares provienen de los niveles 13, 15 y 16
(cuadrículas BI y CI) y tienen tamaños de 1,2-1,4 mm, presentan forma lenticular y la configuración de su
margen es de tipo truncado (Figura 12). Algunos de estos ejemplares presentan el perisperma explotado
y pérdida parcial del embrión debido a la exposición al calor lo cual muy probablemente modificó su
tamaño original. A pesar de presentar tamaños menores a los definidos para ejemplares domésticos, la
presencia de caracteres cualitativos como la configuración lenticular de tipo truncado resulta fundamental
para identificar a los mismos como quinoa.
Figura 12. Granos carbonizados de Chenopodium cfr. quinoa Willd.
Figure 12. Charred grains of Chenopodium cfr. quinoa Willd.
Además de las plantas domésticas, se registró en el Nivel 13 una semilla de algarrobo (Prosopis sp.). Por
último, cabe destacar la recuperación de 246 semillas termo-alteradas de entre 1 x 1 y 2 x 2 mm. A pesar
de no haberse preservado caracteres diagnósticos que permitan identificar géneros y/o especies, estas
pequeñas semillas pueden ser atribuidas a plantas silvestres no alimenticias como cactáceas y poáceas
locales, que probablemente fueron empleadas como combustible en los procedimientos de cremación
(Oliszewski et al. 2018).
Un último ítem que podría formar parte de este diverso conjunto de elementos acompañantes, refiere a
estructuras tubulares de barro endurecido detectadas en la cuadrícula BI (niveles 13, 14, 15 y 17). Se trata
de siete fragmentos que fueron parte de pequeñas celdillas de un himenóptero, probablemente de
Chrysosarus (J. Genise, comunicación personal). Si bien estas celdillas pueden encontrarse naturalmente
incorporadas al suelo, es llamativo que en toda el área excavada de TPV1 (15 m²) únicamente fueron
halladas en vinculación directa con los pozones funerarios, dentro de la matriz carbonosa de la cuadrícula
BI.
308
Martínez, J. et al (2020). Prácticas funerarias y ritualidad en la Quebrada de Los Corrales,
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Figura 13. Celdillas de barro endurecido de Chrysosarus.
Figure 13. Chrysosarus hardened mud cells.
6. DISCUSIÓN
El caso que analizamos en TPV1 puede resumirse como una secuencia de inhumaciones secundarias y
múltiples ocurridas en el lapso de 300 años entre ca. 3.800-3.500 a.p. en el ámbito de un espacio
residencial habitado por grupos cazadores-recolectores. Las evidencias funerarias bajo estudio aluden a
la repetición de una misma práctica en un mismo locus, con sucesivos eventos de cremación asociados
con distintos tipos de materialidades como cuentas de piedra, de valva, un artefacto óseo y restos
vegetales alimenticios.
Son varias las líneas de abordaje posibles para la discusión del significado de esta compleja práctica
funeraria. En primer lugar, cabe destacar que se trata de una práctica absolutamente novedosa sin
antecedentes comparables ni en QDLC ni en la región. Si bien hubo otros casos de entierros múltiples un
poco anteriores (Gómez Augier y Caria 2012) y un poco posteriores (Cortés 2013), la práctica de
confeccionar pozones para cremar a los muertos es nueva para este momento y área. Sólo recién en los
inicios de la era Cristiana se realizaron quemas parciales de huesos humanos en contextos de zonas
pedemontanas de Jujuy (Ortiz y Nieva 2011) pero no se alude a la construcción de estructuras pensadas
ex profeso para tal fin.
Nos interesa discutir cómo fue la dinámica de construcción/uso de estas estructuras funerarias y cuál fue
su finalidad ritual. En base a toda la información procesada puede plantearse que el punto de partida de
la práctica funeraria habría comenzado teniendo como paleo-superficie natural al Nivel 5 de nuestra
excavación. Desde este nivel se habría realizado en primera instancia el pozón en la cuadrícula CI, cuyo
cavado removió materiales culturales preexistentes de TPV1. El núcleo de combustión fue detectado a 70
cm de profundidad en el Nivel 19, el cual apoya directamente sobre sedimento estéril. La cuadrícula
contigua BI fue afectada notablemente entre los niveles 11 y 19 por la combustión realizada en CI, por lo
cual se conformó un pozón más amplio en algunos niveles, extendiéndose incluso a las cuadrículas BII y
CII. Como fuera mencionado antes, en la cuadrícula AII, muy próxima a este sector central de combustión
(ver Figura 5.1), se hizo un pozón que funcionó en simultáneo con BI-CI desde los niveles 11 a 18. Puede
afirmarse que este pozón recibió materiales removidos de BI-CI en diferentes momentos de esta
secuencia, generándose una estructura acumulativa de sedimentos con restos humanos, asociados a
granos de maíz (niveles 13 y 14) y una cuenta de valva (Nivel 17). Esta conexión funcional es muy notoria
309
Martínez, J. et al (2020). Prácticas funerarias y ritualidad en la Quebrada de Los Corrales,
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entre estos sectores dentro del Sector I, a la cual debe sumarse un nuevo elemento que además abre una
conexión hacia el Sector II de TPV1. Nos referimos a la presencia de nucleiformes poliédricos regulares de
cuarzo (ca. 5 x 5 x 5 cm) que fueron registrados justamente en BI (Nivel 12), AII (Nivel 15) y en el Nivel
2(4°) del Sector II donde fue detectado el cráneo datado en ca. 3.300 a.p. (Figura 14). Estos litos no se
consideran como elementos acompañantes, y dado que tienen aristas con rastros de machacado,
probablemente fueron parte del utillaje necesario para llevar a cabo alguna tarea dentro del tratamiento
mortuorio (¿fragmentación de huesos?).
Figura 14. (1) Nucleiformes de cuarzo asociado a restos humanos en: (1) TPV1-Sector I, cuadrícula AII, Nivel 15; (2)
TPV1-Sector I, cuadrícula BI, Nivel 12; (3) TPV1-Sector II, Nivel 2(4°).
Figure 14. (1) Quartz cores associated with human remains in: (1) TPV1-Sector I, Grid AII, Level 15; (2) TPV1-Sector
I, BI Grid, Level 12; (3) TPV1-Sector II, Level 2(4°).
La acción de cremar huesos humanos debe haber implicado un gran movimiento en cuanto al fuego, ya
que era necesario contar con leña de alto poder calórico que no se encuentra en QDLC, donde abundan
cactáceas y arbustos de pequeño porte. Esto habría significado un desplazamiento mínimo de unos 15 km
de distancia hacia el norte para aprovisionarse de maderas de algarrobo y chañar. Hay que pensar en el
mantenimiento de un fuego a temperaturas constantes y muy elevadas (superiores a 800ºC) para que se
produzca la calcinación de los huesos. Análisis antracológicos futuros nos permitirán precisar la naturaleza
local/no-local de los vegetales usados como combustibles.
Un tema que se encuentra bajo análisis es el de las posibles prácticas de descarne previo al acto de
cremación. La presencia de los restos incompletos del individuo inhumado (ca. 3.300 a.p.) en el Sector II
de TPV1 -a sólo 10 m de distancia del Sector I- nos permite proponer que haya sido exhumado
parcialmente y removido para ser cremado en este sector.
Consideramos que estas prácticas seguramente involucraron a todos los miembros del grupo social
relacionadas por parentesco, lo cual nos lleva a pensarlas como un acto esencialmente colectivo. Los
pozones principal y secundario fueron construidos en el seno de un campamento base de grupos
cazadores-recolectores móviles. Mil quinientos años después, durante el primer milenio d.C., las prácticas
de entierro variarán ya que serán en cistas mayoritariamente individuales (aunque hay casos de varios
cuerpos en la misma estructura) pero se mantendrá como constante que el lugar de inhumación ocurre
en espacios domésticos dentro de los patios de las viviendas (Franco Salvi 2018, Oliszewski et al. 2010,
310
Martínez, J. et al (2020). Prácticas funerarias y ritualidad en la Quebrada de Los Corrales,
Tucumán-Argentina (3.800-3.500 a.p.). Revista Chilena de Antropología 42: 290-318
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Salazar 2012, Sampietro y Vattuone 2005). Esto nos interpela en cuanto a que los espacios domésticos y
funerarios fueron parte de una misma dimensión espacio-ritual.
Por otra parte, la cremación en sí misma es un acto que involucra ineludiblemente al fuego como
elemento natural de transformación. Como sostienen Davies y Mates (2005) esta práctica reúne al fuego
y a la muerte, ambos componentes fundamentales de la existencia que se unen dotándola de valores y
significados. Criado Boado (1989) sugiere que el fenómeno del enterramiento colectivo supone un
enmascaramiento del individuo, llegando a decir que el objetivo es negar la identidad individual en la
muerte. También para Shanks y Tilley (1987) la práctica de descarnamiento y la quema de los cuerpos
anula las individualidades. En lugar de pensarlas como negadoras del individuo, consideramos fueron
potenciadoras de lo colectivo, de un grupo aún móvil que reafirma la ocupación y explotación de los
diversos recursos de subsistencia de este territorio. Al respecto debe mencionarse que el uso y traslado
de partes de cuerpos con el fin de marcar territorios tiene una profunda tradición temporal en el ámbito
de la Puna argentina (Martínez y Aschero 2005). El caso de la Capa 1.A de Inca Cueva 4 en la Puna de Jujuy
datada en ca. 5.100 a.p. (Aschero y Podestá 1986) presenta evidencias claras en este sentido. Se registró
un cráneo y partes esqueletarias de un infante asociados a una estera de caña, además de unas bolsas de
cuero conteniendo piernas humanas momificadas y un recipiente de madera con huesos largos (Aschero
2007). En la Puna meridional (Catamarca) se destaca el hallazgo de dos estructuras funerarias detectadas
en el alero Peñas de las Trampas 1.1, con enterratorios secundarios múltiples asociados a dataciones
dentro del rango ca. 8.400-8.000 a.p. (Martínez 2014). Los restos corresponden a 6 individuos (3 en cada
estructura) aunque no están representadas todas las partes esqueletarias, lo cual respondería a una
práctica funeraria singular que consistía en depositar y remover en forma secuenciada distintas partes
óseas de los individuos -en su mayoría neonatos y niños- en ambas estructuras (Martínez 2014).
Todo esto nos lleva a otro punto: el de la importancia de los ancestros. No estamos hablando sólo de
cuerpos, los fallecidos son parientes: ancestros que dan identidad a un grupo social y permiten la
reproducción de todas sus prácticas de generación en generación. Entonces, lejos de anular a las personas
que murieron, las prácticas mortuorias que se realizaron en TPV1 habrían tenido como objetivo asegurar
la supervivencia del grupo. Es decir que estas prácticas estaban destinadas tanto a los muertos, en cuanto
forma de entierro de los cuerpos, como a los vivos en cuanto forma de mantenimiento de la
territorialidad, de la organización e identidad grupal. Para el valle de Tafí y mil quinientos años más tarde,
Franco Salvi (2018) propone que la ancestralidad fue la causa de la reproducción social doméstica durante
casi un milenio: la veneración de los ancestros a través de cistas y menhires permitió a los grupos
domésticos reforzar su identidad y mantener el orden político. Kaulicke (2001) sostiene que el culto a los
ancestros será fundamental en las formaciones políticas andinas durante el primer milenio de la era
Cristiana. En los Andes el principal referente del ancestro era el cuerpo del difunto o partes de él (la
momia, los huesos o fardos conteniendo restos de cabellos o recortes de uñas). El alma de los
antepasados, sin embargo, también habitaba en otras materialidades, incluyendo imágenes o figurinas,
máscaras, textiles, monolitos o sepulcros.
En cuanto a la presencia de elementos acompañantes, TPV1 es el caso funerario de mayor antigüedad
para esta área, ya que el antecedente más cercano lo constituyen los entierros del Valle del Cajón en ca.
3.000 a.p. donde se enterraron a los muertos acompañados de artefactos ornamentales de metal (Cortés
2013). Si bien en este valle y en el de Santa María (Gómez Augier y Caria 2012) hubo otros entierros más
antiguos, no presentan elementos que los acompañen (lapso ca. 6.000-4.000 a.p.). Por otra parte, los
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Martínez, J. et al (2020). Prácticas funerarias y ritualidad en la Quebrada de Los Corrales,
Tucumán-Argentina (3.800-3.500 a.p.). Revista Chilena de Antropología 42: 290-318
https://doi.org/10.5354/0719-1472.2020.60494
restos humanos quemados del valle del río San Francisco (ca. 2.000 a.p.) estaban asociados a pipas
cerámicas (Ortiz y Nieva 2011).
Cabe preguntarse si los elementos hallados en TPV1 pertenecieron a los muertos, a los vivos o a la
colectividad en su conjunto. Siguiendo con la postura mencionada sobre la anulación del individuo, para
Criado Boado (1989) se trata más que de ajuares individuales, de ofrendas de tipo general. Si bien las
evidencias disponibles no permiten decantarse por ninguna de las opciones, el análisis de cada tipo de
materialidad por separado y en conjunto, acerca un intento de respuesta.
Las cuentas líticas decoradas con incisiones de motivos geométricos y antropomorfos remiten a los
menhires que surgirán luego hacia el primer milenio d.C. concebidos como huancas que, como ya se
mencionó, jugaron un importante rol en la cosmovisión y ordenamiento social. La principal diferencia
entre las cuentas de TPV1 y los menhires es que las primeras eran portables lo cual es totalmente
coherente tratándose de grupos que aún eran móviles, es decir que los ancestros “se llevaban puestos”.
Estas cuentas pudieron haber tenido la misma función organizadora en el orden social que luego tendrán
los menhires, y su presencia en los entierros de TPV1 conllevan a fusionar lo personal y lo colectivo dentro
de lo funerario en el final de la vida de las personas. No podemos aseverar lo mismo para las cuentas de
valva, pero tratándose de objetos ornamentales podría pensarse también en una dualidad entre lo
personal y lo grupal dentro del contexto funerario. El artefacto óseo (posible huso) hallado en el contexto
funerario, podría haber pertenecido a alguno de los individuos cremados (¿tejedor/a?) y al mismo tiempo
representa una actividad tecnológica importante no sólo para el individuo sino también para el grupo en
general.
Sin dudas todos estos elementos tuvieron un status distintivo ya que se encuentran exclusivamente
asociados al espacio de cremación, estando ausentes en el resto de la extensión que corresponde a la
base residencial. Del mismo modo, en los pozones no se registran artefactos de molienda, líticos y
cerámicos que sí se encuentran en abundancia en los pisos ocupacionales de la base residencial (Nivel 5
e inferiores). Esto nos lleva a proponer una distinción entre objetos funerarios y objetos de uso diario, al
menos para los artefactos (los macrorrestos constituyen un caso especial porque sólo se preservan
carbonizados). Las cuentas y el posible huso habrían tenido alguna particularidad por la cual fueron
seleccionadas para acompañar el acto de cremar a los muertos, probablemente estos elementos tenían
un significado especial que hacía a la identidad del grupo.
Respecto a los granos de maíz y quinoa específicamente, es posible explicar su presencia y reflexionar en
torno a esta desde distintas aristas, que se relacionan con lo dinámico del proceso de alimentación y con
los distintos roles que adquieren los alimentos según el contexto en el que se encuentren involucrados.
Para estos momentos tempranos postulamos una manipulación inicial de plantas domésticas vinculada
con la esfera de lo ritual/funerario, y que serán cultivadas a gran escala recién durante el primer milenio
d.C.
En este sentido, es probable que estos granos hayan sido depositados como ofrendas para los muertos,
no como un elemento pasivo que acompaña, sino como un producto que permite su alimentación más
allá de la vida en esta tierra (sensu Amuedo 2016). Resulta significativa la presencia de maíz y quinoa,
ingredientes que en ese momento -hacia ca. 3.500 a.p.- no eran aún de uso generalizado como alimentos,
al menos en el NOA, y que probablemente fueron productos escasos y por lo tanto suficientemente
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Martínez, J. et al (2020). Prácticas funerarias y ritualidad en la Quebrada de Los Corrales,
Tucumán-Argentina (3.800-3.500 a.p.). Revista Chilena de Antropología 42: 290-318
https://doi.org/10.5354/0719-1472.2020.60494
especiales o valiosos como para formar parte de este acto estrechamente ligado a la ritualidad. Análisis
isotópicos de 13C y 15N realizados sobre los individuos de TPV1-Sector II (ca. 3.300 a.p.), de EM1 (ca. 2.210
a.p.) y de PV1 (ca. 1.560 a.p.) revelan una dieta casi exclusivamente cárnica para los dos primeros y
mayoritariamente vegetal para el último, lo cual apoya la hipótesis de que maíz y quínoa no formaron
parte significativa de la dieta sino hasta el primer milenio d.C. (Oliszewski et al. 2020). Para este momento,
además, se registran extensas áreas productivas que cubren una superficie aproximada de 500 hectáreas
(Caria et al. 2010), destacándose la existencia de una estructura que posiblemente haya funcionado como
un observatorio agro-solar asociada a los campos de cultivo bajo un sistema a secano (Sastre Illescas
2019).
Es decir que se estaba yuxtaponiendo un momento ritual con una actividad cotidiana como es la
alimentación (Babot 2009). Sin excluir la posibilidad de que sean sólo una ofrenda, estos alimentos
también pudieron ser consumidos por los vivos como parte de un acto ritual en el que se comparte una
última comida que permite entrelazar los mundos de la vida y la muerte (Dietler y Hayden 2001). Comer
junto al fuego de cremación y alimentarlo implica la unión momentánea de quienes están participando,
ya sean los vivos, los muertos, el fuego o la tierra misma que “come” a través del pozo que hicieron en
ella. Esto se relaciona con la idea de Capparelli (2015) de comensalidad ampliada, donde los seres de
distinto orden (humano, animal, vegetal, vivos, muertos) y los diversos componentes (materiales,
paisajísticos) se ven involucrados en un acto comensal.
El conjunto de elementos que acompañan a los muertos es muy heterogéneo tanto en lo que hace a la
clase de materiales que lo constituyen -orgánicos e inorgánicos, piedra, valva, hueso y plantas-, como a
su funcionalidad primaria -adornar, hilar-tejer, alimentar-, a su durabilidad -larga para los materiales
inorgánicos, muy corta para los materiales orgánicos- y a los distintos momentos en que habrían sido
confeccionados o procesados. Todos estos ejes temporales, espaciales y funcionales-rituales que
atraviesan a los elementos nos permiten retomar el concepto de objetos biográficos (Appadurai 1986,
Kopytoff 1986, Rodríguez Corral y Ferrer Albelda 2018) y de presente multi-temporal (Olivier 1999) ya que
las cuentas, el huso, la quinoa, el maíz en sus diversas trayectorias han acumulado significado estando
muy vinculados a los relatos de la gente, es decir de los vivos, de su grupo social, convirtiéndose en
dispositivos mnemónicos (Jones 2007) e integrando de este modo sus diferentes procedencias témporoespaciales en las estructuras funerarias de TPV1. Estos elementos que originalmente y en distintos
tiempos funcionaron como adornos personales, como artefactos de tejido o como alimentos, concluyen
sus trayectorias particulares en el acto de cremación, conformando o reafirmando la identidad de este
grupo y también su incipiente territorialidad. De este modo, concebir a estas estructuras funerarias como
biografía (Bradley 1998, Holtorf 1996, Rodríguez Corral y Ferrer Albelda 2018) nos permite entenderlas
como un contexto donde se entrecruzaron distintos tiempos y espacios que resultaron en la huella de una
sociedad que nos remite a un grupo que, si bien aún era nomádico, regresaba periódicamente a este lugar
donde quedaron enterrados sus muertos/ancestros. Esta gente que contaba en su haber con el
conocimiento de tecnologías como textilería, cerámica y molienda, se encontraba a las puertas de
establecerse de manera fija y producir alimentos animales y vegetales a escala mayor, capítulo que
cristalizará luego en QDLC con el establecimiento aldeano ya durante el primer milenio d.C.
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Tucumán-Argentina (3.800-3.500 a.p.). Revista Chilena de Antropología 42: 290-318
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7. PALABRAS FINALES
Los resultados alcanzados intentan ser un aporte al conocimiento de las prácticas funerarias insertas en
un momento muy particular del desarrollo cultural del NOA y Andes centro-sur, donde muchos o todos
los componentes socioculturales inician un proceso de cambio estructural que culminará con un nuevo
modo de vida sedentario asociado a la producción de alimentos.
El contexto mortuorio de TPV1 agrega un plus de variabilidad en el tratamiento de los muertos para el
área de valles del NOA, dentro de un momento de transición, de reorganización espacial a nivel
macrorregional, pero que en particular para esta ecorregión conocemos muy poco.
Si bien TPV1 tiene una extensa e intensa secuencia ocupacional desde ca. 7.800 a.p., recién hacia este
momento de ca. 3.800-3.500 a.p. se registran las primeras prácticas funerarias para QDLC en general.
Todo es provisorio en ciencia, pero de momento el contexto analizado no sólo podría ser el punto de
partida dentro de la esfera de lo funerario en QDLC, sino también un indicador de una mayor redundancia
en la ocupación de esta quebrada, en consonancia con la connotación territorial a la que aludimos antes.
Para la Puna meridional por ejemplo, área con la cual se identificaron evidencias de interacciones con
QDLC (Martínez y Funes Coronel 2020), se propone para este momento un marco de reducción en la
movilidad residencial y consecuente aumento del control territorial (Aschero 2010, Hocsman y Babot
2018). Este proceso, en el cual gradualmente empiezan a surgir camélidos y vegetales domésticos, podría
estar ocurriendo también en el área de valles y quebradas. El registro en TPV1 de maíz y quinoa en ca.
3.500-3.000 a.p. marca una tendencia similar, aunque estos granos hacen su aparición en un contexto
enteramente ritual como el aquí tratado. No obstante, en el mundo andino las esferas de lo doméstico y
lo ritual forman parte de un mismo todo (Babot 2009, Hendon 2010, Salazar, Franco y Berberián 2011).
Esta dimensión ensamblada es la que parece atravesar y entrelazar el acto de cremación en TPV1 con los
diversos elementos acompañantes ofrendados a los ancestros.
Finalmente, diremos que el análisis del contexto funerario hallado en TPV1 representa sólo un primer
paso para comprender la complejidad de la dimensión social y simbólica que subyace y genera este tipo
de práctica mortuoria en grupos cazadores-recolectores tardíos. La cremación, por el momento, es un
tipo de práctica que no continúa luego en el tiempo en QDLC ni en áreas próximas. Esto podría
interpretarse como una señal del inicio de tiempos de cambios –a partir de 4.000-3.500 a.p.- que no sólo
modificaron las tradiciones en los ritos mortuorios, sino toda la estructura sociocultural de grupos que ya
forman parte de un proceso de cambio mayor que llevará al surgimiento de las primeras sociedades
aldeanas como algo ineludible.
Agradecimientos
A Marcos Quesada e Inés Gordillo, coordinadores del Simposio “Ceremonialismo, Territorios y Cuerpos”,
que tuvo lugar en el marco del XX Congreso Nacional de Arqueología Argentina realizado en Córdoba en
julio de 2019. A la Comunidad Indígena de Amaicha del Valle y a las entidades que subsidiaron nuestras
investigaciones: National Geographic Society (Grants 9581-14 y 9930-16), Agencia Nacional de Promoción
Científica y Tecnológica (PICT 2013-1700), Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas
(PIP-0141 y PIP-0222) y Secretaría de Ciencia, Arte e Innovación Tecnológica (PIUNT-G521). Agradecemos
a Darío Albornoz por las fotos de alta calidad de las cuentas líticas y también a Lorena Cohen, conservadora
del Instituto de Arqueología y Museo de Tucumán, por su guía para revisar materiales arqueológicos y
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Martínez, J. et al (2020). Prácticas funerarias y ritualidad en la Quebrada de Los Corrales,
Tucumán-Argentina (3.800-3.500 a.p.). Revista Chilena de Antropología 42: 290-318
https://doi.org/10.5354/0719-1472.2020.60494
etnográficos de las colecciones de dicha institución. A Eugenia Di Lullo por la confección del mapa. A
Ximena Power y Wilfredo Foundes por la descripción del material conquiliológico. Al Dr. Jorge Genise por
la identificación de las celdillas de himenópteros. Y por último a los dos evaluadores anónimos que
ayudaron con sus comentarios a mejorar nuestro manuscrito.
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Recibido el 25 jun 2020
Aceptado el 12 sep 2020
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