SUBURBANIZACION Y SUBURBIO EN EL CHILE:
UNA MIRADA AL GRAN VALPARAISO DECIMONONICO
(1820-1870)*
Gonzalo Cáceres Q.*(1), Rodrigo Booth P.*(2), Francisco Sabatini D.*(3)
1. Introducción.
Usualmente entendida como la dispersión horizontal en baja densidad de
conjuntos unifamiliares, la suburbanización residencial aparece muchas veces
relacionada con las aspiraciones de grupos sociales emergentes, ansiosos de crear una
identidad social y territorial que les permita “construir” una tradición nueva de sí
mismos. Movido por preferencias culturales y también socio - económicas, el más que
bicentenario patrón suburbano pervive gracias a la exitosa reproducción de una imagen
de ciudad “desparramada” entre aquellos sectores dispuestos a preferir, para su primera
vivienda, una casa con jardín, uniformidad social y localización en un área que, en el
futuro, predominantemente, no vaya a ver comprometida su zonificación por usos
distintos de los residenciales.1
Fruto de una dinámica multidimensional, tanto la suburbanización de elite como
la de masas, ha comenzado a ocupar un lugar destacado no sólo en la agenda de
autoridades metropolitanas y desarrolladores inmobiliarios, sino también en la de los
investigadores urbanos que asignan poder explicativo 2 a la reconstrucción histórica.
Interesados por la compacidad morfológica y homogeneidad social que suele acompañar
al patrón suburbano anglosajón, arquitectos, urbanistas y planificadores urbanos están
comenzando a analizar las vicisitudes que exhiben los conjuntos residenciales para
ingresos medios-altos estacionados en el borde urbano-rural y que, en América Latina,
suelen ser equívocamente asimilados a la ciudad-jardín.3
* El presente texto se basa en los resultados preliminares del proyecto Fondecyt Nº 1020877, “Valparaiso, Santiago y
Concepción: formación de sus "barrios altos" entre la búsqueda de calidad de vida y la construcción de identidad
social (1892-1964)”. En especial, quisiéramos destacar las críticas, recomendaciones y sugerencias realizadas en
diferentes momentos de la pesquisa por Francisco Sabatini, Cristina Felsenhardt, Angela Schweitzer, Sam Martland,
Pauline Stockins, Ximena Urbina y Carolina Miranda.
*(1) Historiador. Académico del Instituto de Investigación y Posgrado. Facultad de Arquitectura, Diseño y Estudios
Urbanos. P. Universidad Católica de Chile. gacacere@puc.cl
*(2) Estudiante de Licenciatura en Historia. Facultad de Historia, Geografía y Ciencia Política de la P. Universidad
Católica de Chile. rbooth@puc.cl
*(3) Sociólogo y Ph.D en Planificación Urbana. Académico del Instituto de Investigación y Posgrado. Facultad de
Arquitectura, Diseño y Estudios Urbanos. P. Universidad Católica de Chile.
1. Mancuso, Peter, Las experiencias del zoning. Barcelona: Gustavo Gilli, 1980.
2. Torres, Horacio, "Cambios socioterritoriales en Buenos Aires durante de la década de 1990", Eure. Revista
Latinoamericana de Estudios Urbanos, Vol. XXVII, N°80, 2001.
3. Ballent, Anahí, "Country Life. Los nuevos paraísos, su historia y sus profetas", Block, N°2, 1998.
151
revista archivum año iii nº 4 suburbanización y suburbio en el chile: una mirada al gran valparaíso
Buscando entroncar un proceso general, la suburbanización residencial, con el
itinerario decimonónico del Gran Valparaíso, el presente artículo se propone estudiar
algunos de los procesos que convergen en la configuración original de Viña del Mar.
Menos inclinado al relato impresionista y episódico, que suele acompañar muchos
trabajos adscritos al campo de lo que podríamos llamar historias de lugares, esta
monografía intenta formular preguntas sobre las decisiones de localización residencial
de grupos específicos de la sociedad chilena y que rematan en la constitución de Viña del
Mar, en cuanto “creación” porteña. En tal sentido, una de las principales hipótesis ha
comprobar es la condición bifronte que nuestro caso de estudio habría experimentado
antes de su creación legal, a fines de 1874. A medio camino entre el suburbio ferroviario
y la aglomeración de villas de descanso, Viña del Mar ejemplariza la concomitancia
espacial de un patrón suburbanizado angloamericano con otro de origen mediterráneolatino. Sugerida en el texto, la argumentación dispone también de un marco
contextualizador para describir la condición suburbana que algunos cerros de
Valparaíso exteriorizaban hacia mediados del siglo XIX.
2. Suburbanización y suburbio: una mirada retrospectiva.
La creciente divulgación que registra el término suburbanización, contrasta con
la relativa ambigüedad que caracteriza al vocablo del cual proviene. Al respecto, existe
consenso en sostener que suburbio significaba, originalmente, más allá de la ciudad.4 Al
menos hasta fines del siglo XVIII, era muy difícil que a ambas orillas del océano
Atlántico, alguien equivocara su opinión respecto a lo que significaba dicha calificación.
Si bien, desde un punto de vista formal, suburbio, para un habitante del México
Colonial o del Chile decimonónico, aludía a terrenos que se ubicaban en la orilla de la
ciudad, pero dentro de su contorno, lo fundamental es que se trataba de un lugar carente
de equipamiento y deficitario en servicios e infraestructura. Las diferentes tipologías
habitacionales de la Guadalajara Colonial, constituyen un buen ejemplo: “...a la
habitación en los suburbios no se le llamaba jacales o chozas como en los arrabales y
pueblos, y sí «casas menos elegantes y bastas», en ocasiones «paredones» y «casuchas»,
e incluso, en ciertos casos, hasta «madrigueras» y «escondrijos»; pues, lo cierto, es que
ahí se localizaba la habitación de las familias menos pudientes de la ciudad”.5 Una
asociación no muy diferente es la que, a mediados del siglo XIX, hizo Domingo Faustino
Sarmiento, al caracterizar un arrabal de Santiago: “Las chimbas se han extendido; las
4. Fishman, Robert, Bourgueois Utopias. The Rise and Fall of Suburbia, New York: Basic Books Inc.
Publishers, 1987, p.18 y ss.
5. López, Eduardo y Xóchitl Ibarra, “Barrios, colonias y fraccionamientos -historia de la evolución de una
familia temática de palabras que designa una fracción del espacio urbano- México”, Proyecto MOST- Las
Palabras de la Ciudad, Cuaderno N° 2, 1996, http://www.unesco.org/most/p2wpfr2.htm
152
revista archivum año iii nº 4 suburbanización y suburbio en el chile: una mirada al gran valparaíso
Rancherías, llamadas huangulíes (sic), que hay en todos los suburbios, tienen multitud
de casillas y callejuelas...”.6 Medio siglo más tarde, desde una posición ideológica
discrepante con la del intelectual argentino, Luis Emilio Recabarren, sentenciaba: “La
vida del conventillo y de los suburbios son la escuela primaria obligada del vicio y del
crimen”.7
En una dirección enteramente opuesta a la que hemos descrito, las zonas
adyacentes a varias de las principales ciudades inglesas de fines del siglo XVIII,
comenzaron a anidar una dinámica residencial que modificaría el curso de los
acontecimientos y el significado, hasta ese momento unívoco, de la expresión.
Precisamente y mientras que en buena parte de Occidente, suburbio remitía a pobreza,
prostitución o delito, en la periferia del Londres proto-industrial surgieron conjuntos
residenciales, en baja densidad, que combinaban un proyecto urbanísticoarquitectónico, que apelaba por eje a la casa unifamiliar, con un entorno paisajístico que
sugería, en menor escala, la tradicional nobleza de la gran propiedad rural.
Ciertamente no se trató de una “revolución urbana” exenta de protagonistas.
Descontentos por la mezcla social en el espacio, perjudicados por la aceleración de la
crisis ambiental de la ciudad en proceso de industrialización y afectados por una
densidad habitacional que consideraban excesiva, una fracción de la burguesía
londinense escogió vivir más allá del límite administrativo de la ciudad. Seducidos por la
posibilidad de construir una identidad anclada en el prestigio de habitar un sofisticado
simulacro de vida campestre, el temprano suburbio londinense apeló, como figura
icónica, a una arquitectura que se inspiraba en la suntuosidad de la villa mediterránea, la
angulosa opción del chalet de inspiración germana, la pesada robustez del palacio
normando o a una heterodoxa combinación de estilos en boga.
Plataforma idónea para refrendar en piedra, madera y verde ornamental una
incipiente ola de movilidad social ascendente, el suburbio permitía gozar de una
residencia adecuadamente cerca de la ciudad, para no entorpecer el necesario y
cotidiano vínculo laboral, pero suficientemente lejos como para evadir la influencia de
sus externalidades negativas. Por cierto, no se trataba de la primera oportunidad en la
historia de Occidente en que el borde rural acogía a habitantes urbanos. Las villas de
descanso romanas y, varios siglos más tarde, las venecianas, fueron las primeras en
proporcionar un standard igual, o superior, al que ofrecía cualquier vivienda citadina del
momento.8
6. Citado por Romero, Luis Alberto. Qué hacer con los pobres. Buenos Aires. Sudamericana, 1997, p. 47. Ver
también: Salazar, Gabriel, Labradores, peones y proletarios. Formación y crisis de la sociedad popular chilena del
siglo XIX. Santiago: ediciones SUR.
7. Recabarren, Luis Emilio, “Ricos y pobres a través de un siglo de vida republicana”, en Jobet Julio César; Barría, Jorge
y Luis Vitale (Compiladores). Obras selectas de Luis Emilio Recabarren. Santiago: Quimantú, 1971, p. 254.
153
revista archivum año iii nº 4 suburbanización y suburbio en el chile: una mirada al gran valparaíso
No obstante formales parecidos de familia, las diferencias entre el suburbio
segregado y las villas de descanso romanas, levantadas durante la fase expansiva del
Imperio o las construidas bajo la prosperidad de los Medici, eran substantivas. Antes
que nada, el proyecto suburbano, como Victoria Park en Manchester (1837),
respondía a un ideal más colectivo que individual. A diferencia de la acaudalada riqueza
de los ocupantes de las villas de agrado, el suburbio cifró su éxito en la posibilidad de ser
una alternativa conveniente para segmentos no aristocráticos de los grupos más
influyentes. De este modo, la casa y el proyecto suburbano se inspiró, pero no trató de
asimilarse a las numerosas mansiones diseminadas por la campiña. Por otra parte, a
diferencia de una multitud de palacetes de descanso, el suburbio promovía e involucraba
la idea de una comunidad homogénea. En este sentido, las bajas densidades
residenciales, muy distintas del abigarramiento de la ciudad principal, favorecían una
tenue, aunque real, relación de proximidad entre los nuevos vecinos, muy diferente por
lo demás del completo aislamiento de los castillos y palacetes aristocráticos.
Aunque podía llegar a tener, en algunos casos, características suntuosas, la
vivienda suburbana respondía al intento para edificar una intimidad familiar cómoda,
segura y espaciosa, mas no monumental. Anti-urbana antes que pro-urbana, la matriz
religiosa de origen protestante que alimentaba el suburbio, favoreció un fuerte
desarrollo de la jardinería, gracias al nuevo protagonismo estipulado para la dueña de
casa, al mismo tiempo que brindó el mercado idóneo para la consolidación de géneros
literarios (la novela) y estilos artísticos (el pintoresquismo). Una comparación rápida
indica que poco y nada de esa aparentemente simple, pero finalmente estricta
distribución de prestaciones hogareñas, había sido desarrollada en la villa de descanso
estival o de fin de semana. Por último, operado por virtuales promotores inmobiliarios,
habitualmente proyectados por ingenieros-arquitectos que visualizaban en los nuevos
gustos de la burguesía emergente un amplio campo laboral, el suburbio ajardinado
respondía a un sesudo programa urbanístico que cuidaba equilibrar el diseño general del
emprendimiento (trazado de reminiscencias organicistas o sinuosas) con el necesario
protagonismo de la vivienda unifamiliar.
Al tiempo que el modo de vida suburbano transitaba hacia EE.UU y comenzaba a
ganar adeptos en la costa Este norteamericana, los contornos de diversas ciudades,
como Boston y Filadelfia, comenzaron a registrar, durante la segunda mitad del siglo XIX,
la aparición de proyectos suburbanos planificados al igual que los seminales Llewellyn
8. Ackerman, James, La villa. Forma e ideología de las casas de campo, Madrid: AKAL, 1997.
154
revista archivum año iii nº 4 suburbanización y suburbio en el chile: una mirada al gran valparaíso
Park en New Jersey (1857) o Riverside en Illinois (1868). Sin menospreciar la
importancia de las cuestiones paisajísticas, resultaría clave para la eficiencia económica
del suburbio la presencia de medios de transporte que vincularan, en tiempos
decrecientes, la zona suburbana con la diversidad de usos propios de la ciudad. Un papel
esencial en la manutención de dicho nexo recayó en la puesta en funcionamiento de
diversos tipos de transporte público-privado. Al respecto, es posible advertir que
durante los siglos XVIII y XIX, el carruaje, el tranvía de sangre y, especialmente, el
ferrocarril de cercanías, hizo posible dicha pretensión.
9
3. La suburbanización en Chile: el paraíso de Valparaíso.
Con anterioridad al surgimiento de proyectos suburbanos en EE.UU, algunos
inmigrantes anglosajones afincados en Valparaíso, iniciaron, de manera individual antes
que concertada, la colonización de un par de cerros colidantes entre sí. Aledaños al
corazón comercial-administrativo de la ciudad, las colinas Alegre y de la Concepción
brindaban una excelente oportunidad para eludir muchos de los males que Valparaíso
incubaba.10Una apretada sinopsis permite distinguir contratiempos de tipo estructural
(incendios, anegamientos, proliferación de desperdicios, prostitución, pendencias,
empedrado deficiente, reducido ensolerado, precaria iluminación, perros vagos, etc.)
con otros de orden circunstancial, pero no menos graves (terremotos, temblores y, más
tarde, el violentísimo bombardeo de 1866). En claro contraste con los déficits del plan y
no obstante las previsibles complicaciones de urbanizar un terreno de fuerte pendiente,
el esforzado poblamiento de las colinas mencionadas 11 ofrecía la oportunidad de
reproducir el modo de vida semi campestre, sin que sus residentes perdieran de vista,
desde sus cottages, mansiones y chalets, la febril marcha de la vida urbana.
Desde un punto de vista general, y aunque se suelen argüir razones vinculadas
con las restricciones en la oferta de suelo plano para entender la elitización de algunos
cerros porteños, la prematura apertura de El Almendral al mercado de la tierra urbana
introduce una poderosa interrogante. La amplitud de dicho sector, sumada a la temprana
12
presencia de quintas de descanso en su planicie y también en zonas relativamente
adyacentes como Las Zorras, nos hace dudar respecto de la verosimilitud de dicho
planteo. Entre otras explicaciones alternativas, cabría explorar la importancia de la
9. Tan gráfico subtítulo lo hemos tomado del viajero ruso. Maximov, “Diarios de Maximov alrededor del mundo.
Navegación en la corbeta Askold de Kronstadt hasta Bangkok”, en Norambuena, Carmen y Olga Ulianova (Comp.),
Viajeros rusos al sur del mundo, Santiago: Dibam, 2000, p. 603.
10. Vargas, Juan Eduardo, “Aspectos de la vida privada de la clase alta de Valparaíso: la casa, la familia y el hogar entre
1830 y 1880”, Historia, N°32, 1999, pp. 620 y ss.
11. Urbina, Rodolfo, Valparaíso. Auge y ocaso del viejo “Pancho” 1830-1930, Valparaíso: Editorial Puntángeles,
1999, pp. 47-48.
12. Graham, María, Diario de mi residencia en Chile, Santiago: Ed. Francisco de Aguirre, 1992 (1824), p. 7.
155
revista archivum año iii nº 4 suburbanización y suburbio en el chile: una mirada al gran valparaíso
sensibilidad anti-urbana de cuño anglicano, antes que metodista, en la definición de
zonas residenciales escogidas por grupos con alta capacidad de pago.13 Sin ser
contradictoria con la idea anterior, no habría que descartar el impacto psicológico de las
14
primeras epidemias en la población porteña.
15
Ya en 1831, la escarlatina causó estragos en Valparaíso y Santiago, lo que nos
hace recordar que el traslado hacia zonas altas, usualmente menos húmedas, mejor
ventiladas y escasamente pobladas, constituía una recomendación difundida en
muchos lugares del mundo.
Virtual balcón sobre el mar, el poblamiento de los cerros de la Concepción y
Alegre, al que debiéramos también agregar el cerro Panteón, careció inicialmente de la
cuidadosa planeación que los suburbios anglosajones detentaban. Al decir de un
mercader hamburgués, que vivió en Valparaíso hacia fines de la década de 1830, el cerro
Alegre albergaba “...muchas casas, pero todas construidas sin orden regular,
adaptándose a las circunstancias locales según las condiciones del sitio...”.16 Pese a que
no existen estudios específicos al respecto, pensamos que dicha irregularidad cambió
con el paso de los años. Un examen de la cartografía publicada, permite detectar que
17
hacia 1865 la regularidad de la traza ortogonal reemplazó el “desorden” precedente.
Aunque no contamos con evidencias para datar su implantación ni explicar su adopción,
sospechamos que el damero vino a reafirmar la peculiaridad de un área específica, en
claro contraste con el resto de los cerros porteños, de traza irregular, urbanización
precaria, caracterizándose por ver aparecer en sus laderas un cinturón de viviendas, las
más de ellas populares, a veces transitorias, pero siempre precarias.18
13. Siguiendo a Sabatini, Francisco, "La demanda ciudadana y la crítica ecologista a la ciudad", en Ricaldi,
Tania (Comp.) La economía ecológica. Una nueva mirada a la ecología humana. La Paz: CESU-UMSS,
1999.
14. Si bien se concentra un período posterior al foco temporal del presente artículo, un trabajo publicado
recientemente aporta análisis y datos de sumo interés. Pinneo, Ronn, “Public Health Care in Valparaíso,
Chile”, en Pinneo, Ronn y James A. Baer, Cities of Hope. People, Protests, and Progress in Urbanizing
Latin America, 1870-1930. Boulder, Colorado: Westview Press, 1998.
15. Alvarez, Luis, “Origen de los Espacios Públicos en Valparaíso: el discurso higienista y las condiciones
ambientales en el siglo XIX”, Revista de Urbanismo, Nº4,
http://www.uchile.cl/facultades/arquitectura/urbanismo/revurbanismo/n4/alvarez/alvarez.html
16. Kellebenz, Hermann, “Eduard Wilhelm Berckemeyer, mercader hamburgués en Valparaíso (18371839)”, Historia, N°22, 1987, p.35.
17. Vásquez, Nelson; Iglesias, Ricardo y Mauricio Molina, “El crecimiento urbano de Valparaíso durante el
siglo XIX,” en Vásquez, Nelson; Iglesias, Ricardo y Mauricio Molina, Cartografía histórica de
Valparaíso, Viña del Mar: Ediciones UCV, 1999, p. 90.
18. Urbina, Ximena, “Los conventillos de Valparaíso, 1880-1920. Tipología, sociabilidad y percepción de
una vivienda urbano-marginal”. Tesis Presentada para optar al Grado de Magister en Historia,
Departamento de Historia, Universidad Católica de Valparaíso, 2001.
156
revista archivum año iii nº 4 suburbanización y suburbio en el chile: una mirada al gran valparaíso
En claro contraste con la lógica de la urbanización popular, las obras de
urbanización de los cerros selectos del puerto se sucedieron desde fecha muy temprana.
Tal y como sostiene Eduardo Cavieres, ya para la década de 1830: “...los comerciantes
instalados en los cerros de la Concepción y Alegre, financiaron los trabajos necesarios
para mejorar las condiciones materiales existentes, pavimentando, abriendo nuevas
calles y canalizando los cauces que corrían por las quebradas”.19 Los efectos de dichos
emprendimientos no se dejaron esperar. La evidencia más temprana indica que el precio
del suelo experimentó una vertiginosa alza en pocos años. Mientras en 1829, podría
haberse comprado“...el cerro [Alegre] por dos mil dólares; ahora [1837c] su valor
alcanzaba a 50 mil ó 60 mil”.20
A diferencia de lo ocurrido con el uso productivo de las chacras y quintas
localizadas en El Almendral, las pequeñas quintas y variados predios instalados en el
trinomio de cerros Panteón, Alegre y de la Concepción, acogieron el desarrollo de una
jardinería desconocida en Chile. Viajeros y residentes centraron su atención en la
exquisitez de los olores y la diversidad de las especies cultivadas, hasta convertirlo en un
verdadero tópico que sobrevive en la actualidad, al punto de convertirse en un verdadero
activo para la gentrification del área.21
Ubicados al frente de cada propiedad, los jardines transformaban las
edificaciones y pequeñas quintas que compartían el cerro Alegre al punto de conformar
“...una especie de franja verde y animada”.22Este efusivo verde suburbano se refuerza con
el cementerio protestante del cerro Panteón. La asimilación de la necrópolis a un parque
o, si se quiere, la virtual conformación de lo que ahora entenderíamos como un embrión
de “cementerio-parque”, provocó en Domingo Faustino Sarmiento una sugerente
confusión cuando recorrió los cerros, en 1841: “Un largo ascenso nos conduce de vuelta
a un hermoso jardín, lleno de pilastras piramidales. Me parecen sarcófagos; me acerco y
leo 'Aquí yace...'-¡Pero, hombre, éste es un cementerio! ”.23Similar impresión es la que se
formó otro extranjero, Max Radiguet, durante la misma década. En un extracto de su
conocido testimonio sobre el Valparaíso de mediados del XIX, sostiene: “Desde la
entrada nuestro olfato se impresiona gratamente por una atmósfera cargada de
19. Cavieres, Eduardo, Comercio chileno y comerciantes ingleses. 1820-1880. Santiago: Editorial Universitaria,
1999, pp. 147-148
20. Kellebenz, op. cit, p.35
21. Entre muchos testimonios disponibles, cabe destacar el de Radiguet: "…jardines olorosos a flores, (…) los
senderos cubiertos de pasto, ese amor al orden y (…) la comodidad que distingue en todas partes a los rubios hijos de
la Albión". Radiguet, Max, "Valparaíso y la sociedad chilena", en Av. Vv. Viajeros en Chile. Santiago: Editorial Pacífico,
1955. p. 219.
22. Sarmiento, Domingo F, Chile. Descripciones-Viajes-Costumbres-Episodios, Buenos Aires: Eudeba, 1961, p. 68.
23. Ibid, p.53.
157
revista archivum año iii nº 4 suburbanización y suburbio en el chile: una mirada al gran valparaíso
emanaciones suaves y olorosas (...) nada tiene de fúnebre este cementerio elegante y
florido, donde revolotea y voltejea un mundo de pajarillos, mariposas y de insectos. Los
senderos, con arena y bien cuidados, separan platabandas cubiertas de coquetas
tumbas, mostrando su blanca túnica bajo los rosales y las madreselvas (...) El ciprés con
hojas umbrosas, el pino de ramaje escueto, parecen desterrados de este sitio donde los
rosales festonean los mármoles a los cuales han cedido un sitio muy a su pesar”.24
Provistas de una arquitectura con fuerte preferencia por la madera, las viviendas
de los extranjeros avecindados en el puerto se concentraron hasta el punto de
configurar, a mediados del siglo XIX, un reducto nítidamente anglosajón donde la
religión protestante era predominante. De acuerdo con el testimonio de un viajero ruso,
no existía posibilidad de confundirse al momento de caracterizar el lugar: “...la
arquitectura de las casas y casitas aquí dice claramente la nacionalidad de su dueño;
saltan especialmente a la vista las viviendas de los comerciantes ingleses son verdaderos
25 Pese a la imagen consensual que proyectan los
chalets de Norfolk y Yorkshire”.
testimonios escogidos, sería un profundo error suponer que el cerro albergaba, hasta
mediados de la década de 1860, tan sólo a ingleses, alemanes y norteamericanos. Al
menos, un puñado de chilenos figuraron entre los vecinos propietarios, desde que, en
1822, un comerciante inglés de apellido Bateman 26 construyera su casa en el Cerro
Alegre y Joshua Waddington, también inglés pero una década más tarde, pusiera en el
mercado a la venta lotes del cerro de la Concepción. Del mismo modo, resta por elaborar
una explicación más convincente sobre la voluntad de un grupo particular de
anglosajones por segregarse espacialmente, al punto de constituir un ghetto. En
atención a la marcada cohesión espacial que los cerros Alegre y Concepción27exhiben,
cabe preguntarse si un análisis más volcado al estudio de redes y lazos proporcione luz
sobre la reproducción, en el tiempo, de tan fuerte cohesión espacial.
4. Viña del Mar antes de Viña del Mar.
Al tiempo que se hacía evidente la difusión espacial de familias de reconocida
riqueza, desde el sector puerto hacia los cerros analizados y también rumbo a El
Almendral y más tarde hacia Playa Ancha, la apertura del primer tramo del ferrocarril
Valparaíso-Santiago introdujo una modificación esencial en un área mucho más vasta
que la urbanizada por el principal puerto de Chile. Conector por excelencia, la difícil,
pero finalmente exitosa introducción del ferrocarril, no sólo implicó un cambio radical
24. Radiguet, op.cit.p.220
25. Fesun, N, “De las notas sobre la navegación alrededor del mundo en la lancha Morzh”, en Norambuena y
Ulianova, op.cit. P.445.
26. Presumiblemente se trate del carpintero y arquitecto autodidacta William Bateman. Vicuña Mackenna, Benjamín,
Valparaíso y los ingleses en tres siglos, Valparaíso: Imprenta Cervantes, 1910, p. 58.
27. Urbina, Rodolfo, op.cit, pp. 30 y 47.
158
revista archivum año iii nº 4 suburbanización y suburbio en el chile: una mirada al gran valparaíso
del paisaje en todos aquellos lugares donde su presencia se hizo frecuente, sino que,
además, se transformó en un generoso articulador de territorios antes separados o
deshabitados.
Durante 1855, la dilatada discusión sobre la construcción de una vía férrea que
uniría las dos ciudades más importantes de Chile, comenzó a disiparse, gracias a la
inauguración del primer tramo de la línea que empalmaba Valparaíso con la Hacienda de
Viña del Mar. Como ya se anticipó, su construcción no estuvo exenta de dificultades. Al
respecto, y tras ser descartada la posibilidad de remontar las serranías por donde se
ubicaba el viejo camino a Quillota, fue necesario acometer la vía por la costa. Los
esfuerzos desplegados para vencer las exigencias topográficas, comenzaron hacia
octubre de 1852 con la realización de una concurrida ceremonia a los pies del cerro
Barón. Entre las obras que hicieron posible la conclusión de tan crucial “camino de
hierro”, podemos contar, además de los numerosos trabajos de relleno y nivelación, la
construcción de puentes, un túnel y los cortes de los cerros del Barón y de Viña del Mar,
permitiendo esta última proeza de la ingeniería, la “creación” de lo que más tarde sería
llamado “cerro del Castillo”.28
Al igual y como ocurrió en Buenos Aires con ocasión de la puesta en marcha del
Ferrocarril del Oeste, en 1857,29o como seguramente sucedió en la capital peruana
cuando se inauguró hacia 1856 el ferrocarril Lima-Chorrillos, la apertura de la línea no
sólo creó suelo urbano donde antes sólo había roca sino que, además, abrió el área
urbanizable hacia el norte de Valparaíso, más allá inclusive de Barón y Placeres. Una
conocida nota publicada por El Mercurio de Valparaíso en 1856, permite aproximarnos a
la explosión de expectativas que el “camino de hierro” habría generado en parte de la
élite porteña: “...la Viña de la Mar será dentro de muy poco tiempo el jardín de delicias de
Valparaíso, el paseo favorito, el lugar de diversión, y reunión los días domingos y que
luego veremos surgir como por un encanto una gran población en ese lugar aún casi
28. Rivera Jofré, Ramón, Reseña histórica del ferrocarril entre Santiago y Valparaíso, Santiago, Imprenta del
ferrocarril, 1863, p. 51.
29. Un viajero inglés, que vivió en Buenos Aires hacia 1861, relató el impacto del ferrocarril con trazos coloridos: “...el
tren sale de la ciudad, y pronto se advierte que estaba produciendo sus naturales efectos. Barracas y molinos de harina
estaban surgiendo como hongos en los alrededores de la ciudad. Hermosas villas se edificaban cerca de las estaciones
y bares de recreo, con lindos jardines, tentaban a muchos de los porteños inclinados a divertirse y a pasar sus
domingos y días de fiesta como los ingleses lo hacen en Richmond o en Gravesand. No conozco lugar donde haya
mayor necesidad de sitios de esta naturaleza, porque Buenos Aires no tiene, propiamente dicho, jardines públicos o
parques, como los que adornan las capitales europeas; y aunque yo creo que los nativos se hallan, en su mayor parte
satisfechos, hay, sin embargo, una enorme población extranjera de ingleses, franceses, alemanes e italianos deseosos
de encontrar la primera oportunidad para lograr atraer algunas variedades de las que tanto gustan en Europa.
Hinchliff, Woodbine, Viaje al Plata en 1861. Buenos Aires: Hachette, 1955. Citado por: Schvarzer, Jorge y Teresita
Gómez, “El ferrocarril del Oeste en la Argentina: entre las demandas de la ciudad y el campo (1854-1879)”, Ponencia
presentada al II Congreso de Historia Ferroviaria. Aranjuez, 7 al 9 de febrero, 2001, pp. 4-5.
159
revista archivum año iii nº 4 suburbanización y suburbio en el chile: una mirada al gran valparaíso
deshabitado. Aconsejamos a los capitalistas que especulen en la compra de terrenos
solares en la Viña de la Mar para revenderlos cuando adquieran valor”.30
Antes de examinar en detalle el impacto del primer tramo, cabe recordar que los
objetivos estratégicos del proyecto ferroviario Valparaíso-Santiago incluían el declarado
propósito de potenciar el desarrollo económico del fértil valle de Aconcagua, asunto que
vería una feliz conclusión para el giro del negocio con la ampliación de la vía hasta
Limache (1856), Quillota (1857) y finalmente, la puesta en marcha de la red completa,
tras producirse la conexión con Santiago (1863).31
Junto al previsible aumento del flujo de carga hacia y desde Valparaíso, llama la
atención la cuantía de los pasajeros transportados. A la inversa de lo que podría
pensarse, no se trató de un resultado imprevisto. Con anterioridad al inicio de las obras,
documentos oficiales referidos al proyecto, mencionaban el interés de los inversionistas
por modificar algunas prácticas de los elegantes porteños, como promover los viajes de
recreo e incluso “los viajes diarios de los que tengan residencia en el campo i negocios en
la ciudad” como ya sucedía en algunas poblaciones anglosajonas.32
Los resultados obtenidos superaron el mejor de los pronósticos. Durante los
primeros cuatro meses de operación del tramo (1855), fueron más de 52.000 los viajes
que se realizaron entre las estaciones Barón, Viña del Mar y El Salto. Cifra, a todas luces
llamativa, si la comparamos con los 300.000 boletos vendidos en 1860 por el Ferrocarril
del Oeste que conectó Buenos Aires con los suburbios de Flores y Floresta. El contraste
es sugerente si comparamos los poco más de 50.000 habitantes que Valparaíso tenía al
inicio del servicio con los más de 100.000 que reunía Buenos Aires en igual época.33Un
dato final nos hace inclinar levemente la balanza en favor de Valparaíso. En 1860, Flores
agrupaba, entre los habitantes de la villa y los de sus alrededores, unas 5.000 personas.
En igual año, Viña del Mar no debería haber contabilizado, incluidos los propietarios y
trabajadores de la Hacienda de Viña del Mar, además del puñado de empleados y
operarios del ferrocarril, a poco más de un centenar de personas.
30. El Mercurio de Valparaíso, 22 de Septiembre de 1856. Citado por Hernández, Roberto, "La inauguración del
Camino de hierro entre Valparaíso y Viña del Mar en 1855", La Unión, 5 de noviembre de 1922 y reproducido en
Vicuña Mackenna, Benjamín, Crónicas viñamarinas, Valparaíso: Talleres Gráficos Salesianos, 1931, pp.21 y 106.
31. Prieto y Cruz, Anjel, Informe que como superintendente del ferrocarril entre Santiago y Valparaíso presenta al
gobierno por segundo semestre de 1866 y primero de 1867, Santiago: Imprenta nacional, 1867.
32. S/a., Documentos relativos al proyecto de un ferrocarril entre Santiago y Valparaíso, Santiago, Imprenta Julio
Belin y Ca, 1852, p. 80.
33. Schvarzer y Gómez, op. cit. p. 4.
160
revista archivum año iii nº 4 suburbanización y suburbio en el chile: una mirada al gran valparaíso
Desde un punto de vista general, la multiplicación de viajes a un lugar que, por
esos años, no ofrecía viviendas para habitar ni arrendar, nos remite a los inicios de la
masificación del paseo del fin de semana. Indicios colaterales de la popularización del
ocio en todos los estratos sociales, indican que, entre viernes y domingo, el
desplazamiento de familias porteñas menos pudientes en los vagones de tercera clase
fue algo usual.34 Aunque no deberíamos entenderla como una condición idiosincrática,
parece relevante mencionar que, durante el verano la estación de trenes de Viña del Mar
era sitio frecuente para la ocurrencia de desórdenes provocados por pasajeros en estado
de ebriedad.35
Cuando los parajes viñamarinos comenzaban a ocupar un lugar en la mentalidad
de la época, su funcionalidad espacial con la cotidianeidad porteña no sólo provocó
mutaciones en sus paisajes sino que ,además, influyó en la dinámica urbana de la propia
ciudad-puerto. Precisamente, con al menos quince años de anterioridad al inicio de la
subdivisión y venta de lotes, por parte de José Francisco Vergara (mediados de 1874), el
impacto urbano generado por el tráfico ferroviario alimentó nuevas intervenciones en el
frente de mar porteño. Si bien hasta 1858, los trenes que partían de Valparaíso rumbo a
Viña del Mar, Limache o Quillota, lo hacían desde lo que en ese momento era la estación
Barón y que más tarde, se convertiría en un complejo industrial-residencial que giraría
en torno a una maestranza de grandes proporciones, los trabajos inaugurados ese
mismo año prolongaron la vía hasta la estación Bellavista, acercando el tren unos 3 km
en línea recta hacia el corazón bursátil-financiero de Chile.36 Si bien no hemos podido
datar la extensión final de la vía hasta la estación Puerto, evidencia secundaria nos
permite cifrarla hacia 1877.
Detrás de las fechas y lugares mencionados en el párrafo anterior, subyace una de
las mayores operaciones urbanas desarrolladas en Chile hasta el momento. Nos
referimos al terraplén donde se instaló la vía férrea en el frente de mar, ubicado entre la
estación Bellavista y la estación Puerto de Valparaíso. Desde el punto de vista del área
comprometida, se trató de una intervención que no sólo permitió ganarle unos 17.000
m2 al mar, sino que, además, le asignó un exclusivo sello portuario-fabril a toda una
extensa área.37 La transformación urbana, que implicó la formación de una barrera entre
la ciudad y el borde costero, mantenida aún en nuestros días, fue originada, en parte, por
la demanda del influyente sector comercial porteño y, especialmente, por sus similares
“...que residen en Viña del Mar (...) que diariamente deben hacer el camino de ida i de
34. Informaciones sobre la realidad europea en: Rybczynski, Witold, Esperando el fin de semana, Barcelona: Emecé,
1992, p. 99.
35. Valencia Castañeda, Lucía, “Diversión popular y moral oligárquica: entre la barbarie y la civilización. Valparaíso,
1850-1880”, Contribuciones, N° 122, 1999, p. 167.
36. Marín Vicuña, Santiago, Los Ferrocarriles de Chile, Santiago: Imprenta Cervantes, 1916, 170.
37. Ortega Luis, “Valparaíso: comercio exterior y crecimiento urbano entre 1800 y 1880”, en Valparaíso 1536-1986,
Viña del Mar, Ediciones Altazor-UCV, 1987, p. 112.
161
revista archivum año iii nº 4 suburbanización y suburbio en el chile: una mirada al gran valparaíso
vuelta”, a quienes la conclusión de los trabajos evitó la importante pérdida de tiempo
que significaba el traslado desde la estación del Barón hasta el barrio comercial del
puerto.38 Antecedente temprano del impacto urbano provocado por la apertura y
funcionamiento del Ferrocarril Valparaíso a Santiago, la situación descrita comprueba la
existencia de una precoz e intensa relación funcional entre Valparaíso y Viña del Mar, al
punto que carece de sentido entenderlas como dos realidades urbanas separadas sino,
más bien, como parte de una entidad urbana-suburbana compleja.
5. A modo de conclusión.
Sin lugar a dudas, la impactante novedad de viajar en tren, las comodidades de
una comunicación rápida, segura y moderna, y el agrado que implicaba visitar un lugar
cercano con aires campestres y quizás balnearios, abrieron el apetito por un lugar que,
rápidamente, se convirtió en sitio dilecto para pic-nics y almuerzos campestres. 39 No
obstante su terminante oposición a la venta, Dolores Pérez de Alvarez, propietaria
exclusiva de la Hacienda de Viña del Mar entre 1843 y 1873, permitió, desde mediados
de la década del cincuenta, a un grupo limitado y escogido de porteños, el arriendo de
sitios en sus dominios.40 La presión debió haber sido muy insistente porque, a pesar de la
comentada “pasión territorial” que la propietaria habría cultivado hasta su deceso
(1873), tres años antes de su creación formal (diciembre de 1874),41 Viña del Mar
contaba “veinticinco edificios de tejas i cuarenta i un ranchos”.42
Como era presumible esperar, los 8 km. que distanciaban a Viña del Mar de
Valparaíso no se alzaron como un freno capaz de limitar el flujo de personas y
mercancías que, en treinta minutos, podían arribar a la Estación Barón, provenientes de
Viña del Mar. Al igual y como estaba ocurriendo en Buenos Aires y Lima, la explosión de
flujos, permitió el desarrollo o la creación de barrios, villas y pequeños pueblos
emplazados a una distancia mayor que la que podían cubrir diariamente el servicio de
carruajes o tranvías de sangre.
38. Archivo Histórico Nacional, Ministerio del Interior, Vol. 745, 14 de diciembre de 1876. Agradecemos a Sam
Martland el conocimiento de tan valiosa información.
39. El Mercurio de Valparaíso, 24 de septiembre de 1855, citado por Hernández, Roberto, “La inauguración del
Camino de hierro entre Valparaíso y Viña del Mar en 1855”, La Unión, 5 de noviembre de 1922 y reproducido en
Vicuña Mackenna, Benjamín, Crónicas viñamarinas, Valparaíso: Talleres Gráficos Salesianos, 1931, pp.21 y 106.
40. Hacia mediados de la década de 1850, el único y excepcional arrendatario de la familia Álvarez era el conocido
comerciante, armador y accionista del Ferrocarril Valparaíso-Santiago, Jorge Lyon Thomas, quien había construido
una quinta en el sector de El Salto. Tornero, Recaredo S, Reminiscencias de un viejo editor, Valparaíso: Imprenta de la
librería del Mercurio, 1889, p. 21 y Guajardo, Guillermo, “La capacitación técnico manual de los trabajadores
ferroviarios chilenos (1852-1914)”, Proposiciones, Nº19, 1990, p. 185
41. Larraín, Carlos, Viña del Mar. Santiago: Nascimento, 1946, p. 249.
42. Oficina Central de Estadísticas, Anuario Estadístico de la República de Chile, 1870-1871, Santiago, 1871, p.
162
revista archivum año iii nº 4 suburbanización y suburbio en el chile: una mirada al gran valparaíso
Si observamos el proceso experimentado en EE.UU,43 donde la nueva tecnología
de transportes ferroviarios hizo posible la conexión entre ciudades principales y
comunidades rodeadas por cinturones verdes o por terrenos abiertos, no cabe duda de
que la suburbanización residencial, originada desde Valparaíso, generó las bases para la
creación de un asentamiento que combinó el suburbio ferroviario, de origen anglosajón,
con la villa de descanso mediterránea y su patrón difuso de localización suburbana.44
Desde el ángulo del suburbio ferroviario, que es la tendencia que aquí
destacaremos, el asentamiento resultante estaba generalmente organizado alrededor de
un pequeño distrito comercial y de servicios cuyo centro lo constituía la estación del
tren; su límite natural estaba dado por una distancia caminable hasta allí (sólo un
pequeño porcentaje de sus habitantes poseían carruajes, y pudiendo establecerse en
tierras más alejadas).45 En lo que concierne a su geografía social, la experiencia
norteamericana registra la existencia de diversidad socioeconómica, incluso en las
comunidades más ricas. Al respecto, se sostiene que, alrededor del 50% de los jefes de
hogar, eran hombres de negocios que viajaban diariamente a la ciudad y que
pernoctaban en grandes casas con terrenos de 1000 m2 o más, mientras el porcentaje
restante estaba compuesto por trabajadores (jardineros, artesanos, empleados
domésticos, etc.) que habitaban en cuartos de servicio o en pequeñas viviendas, en las
proximidades de la estación ferroviaria. La existencia de familias de bajos ingresos, como
las que figuran viviendo en Viña del Mar antes de su formación legal y que, junto con ser
originarias de Valparaíso también provinieron del ramillete de pueblos esparcidos por el
Valle de Aconcagua, era considerada una realidad necesaria por aquellos sectores que
requerían la proximidad de trabajadores formales e informales para su servicio
doméstico y otras labores.
Es posible pensar que la intención original de los enriquecidos porteños que
optaron por Viña del Mar para su segunda o primera residencia, haya sido la de habitar
un lugar exclusivamente residencial, homogéneo socialmente y donde el uso del verde
tuviese una orientación ornamental. Otra perspectiva posible, fortalecida por la
experiencia del sector oriente santiagüino durante el siglo XX, permite vislumbrar al
interior de los grupos influyentes, una mayor tolerancia en relación a la que ahora
estuviésemos dispuestos a admitir para con la mezcla social en el espacio.
43. Monclús, Francisco J.“Infraestructuras de transporte y crecimiento urbano en EEUU. Literatura
reciente y nuevas perspectivas”, Historia Urbana, Nº1, 1992.
44. Dematteis, Giuseppe, “Suburbanización y periurbanización: ciudades anglosajonas y ciudades
latinas”, en Monclús, Francisco J. (editor), La ciudad dispersa. Barcelona: CCCB, 1998.
45. Jackson, Kenneth, Crabgrass Frontier. The Suburbanization of the United States. New York, Oxford
University Press, 1985, Capítulo 5.
163
revista archivum año iii nº 4 suburbanización y suburbio en el chile: una mirada al gran valparaíso
Aunque los alcances y virtudes de la segunda hipótesis parecen suficientemente
atractivos, el devenir de los estratos sociales, en un asentamiento como Viña del Mar, es
una investigación que todavía no se realiza. Con todo, la incrustación industrial que la
dueña de la Hacienda permite hacia el final de su vida nos referimos a la instalación de
una Refinería de Azúcar de moderna maquinaria y numeroso contingente obrero, nos
hace sospechar que la idea de crear un lugar exclusivo no figuraba dentro de sus
propósitos ni tampoco entre los que José Francisco Vergara cifraba cuando comenzó la
46
venta sistemática de lotes, el 19 de mayo de 1874, con más de seis meses de antelación
respecto a la aprobación definitiva del plano de urbanización de Viña del Mar por parte
del Intendente de la Provincia Francisco Echaurren Huidobro.47
46. Archivo Histórico de Viña del Mar. Fondo de Mercedes Alvarez de Vergara. Escritura de venta de
terrenos en Viña del Mar y Valparaíso. Sucesión M. Alvarez de Vergara. Tomo III.
47. Sobre la polémica y mal estudiada gestión Echaurren, ver: Edwards, Agustín, Cuatro presidentes de
Chile. Valparaíso: Imprenta y Litografía Universo, 1932; Encina, Francisco, Historia de Chile. Tomo XV,
Santiago: Nascimento, 1950 y Guzmán, Luis. “Encerrados entre los cerros y el mar : reforma y segregación
urbana en Valparaíso: 1870-1880”. Tesis para acceder al grado de Licenciado en Historia, Instituto de
Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, 1988.
164