BOLETIN/17 del Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria (Diciembre de 2013)
Para volver a Sur : la exasperación de lo excéntrico
Sobre Escritores de Sur . Los inicios literarios de José Bianco y
Silvina Ocampo de Judith Podlubne. Beatriz Viterbo EditoraUniversidad Nacional de Rosario, 2011.
Natalia Biancotto
(UNR – CONICET)
Sur era un lugar en el que se podía disentir, incluso con Sur. La
afirmación —según el testimonio de una de sus figuras 1—
condensa con una fórmula eficaz tanto las flagrantes divergencias
entre quienes escribían en Sur como el indudable terreno común
que debían compartir en la medida suficiente como para que la
reunión de miembros tan dispares pueda, con todo, sostenerse
sobre la plataforma de un proyecto cultural (un “proyecto tácito”,
1
Sylvia Molloy, activa colaboradora de Sur entre mediados de los años 1950 y
principios de 1970, le cuenta esto a Judith Podlubne en un diálogo privado, que ella
recoge parcialmente y con especial interés en esta declaración en particular, en un artículo
titulado “Sur en los 60. Hacia una nueva sensibilidad crítica”, publicado en Badebec.
Revista del Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria nro. 2, vol.1, marzo de 2011:
43-62.
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Natalia Biancotto
según puntualizó oportunamente María Teresa Gramuglio 2). Ese
doble movimiento que configura un equilibrio inestable entre
entendimiento y disenso fue, no obstante, difícilmente capturado
en su tensión específica por los estudios críticos sobre la revista
que, en general, por una atención excesiva hacia los acuerdos
ideológicos y éticos, desbalancearon la cuestión hasta producir un
efecto homogeneizador. Incluso las lecturas más importantes, que
lograron reconstruir con lucidez las dos corrientes principales de
ideas que se enfrentaban en el debate literario en Sur, no dejaron
por ello de amortiguar, involuntariamente o no, la diferencia
específica de cada una de las sensibilidades artísticas que formaba
parte de ese escenario. Desde la definitiva intervención crítica que
Punto de vista llevó adelante desde principios de los años ochenta,
con el propósito de cuestionar los presupuestos con los que se
había desacreditado a Sur a través de una identificación en bloque
de su producción cultural con la de la élite oligárquica, quedaron
delineadas dos tendencias contrapuestas, que resquebrajaban para
siempre la presunta univocidad de la revista: por un lado, una zona
de intereses morales y espiritualistas representada por Eduardo
Mallea, y por otro, un sector nucleado en torno a los intereses
formalistas de Jorge Luis Borges 3. A pesar de recortar el campo de
2
Como sostienen sus estudios, los miembros de Sur adhirieron a una constelación de
valores compartidos que configuraba una suerte de “proyecto tácito” al que se
mantuvieron fieles a lo largo de los años (Gramuglio 2001).
3
En 1982 Beatriz Sarlo inaugura la serie de relecturas con su ya clásico “Borges en
Sur: un episodio del formalismo criollo”. Al año siguiente, Punto de vista publica un
dossier dedicado a Sur, del que se destacan los artículos de Jorge Warley, “Un acuerdo de
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discusión en estos dos frentes —asimétricos, por cierto, dado el
carácter minoritario y excéntrico del sector identificado con la
vanguardia martinfierrista—, las lecturas de Beatriz Sarlo, primero,
y de Jorge Warley, después, extendidas por el exhaustivo estudio de
John King, 4 todavía presentaban una imagen un tanto esquemática
respecto de la configuración de ambos sectores y del debate
literario en la revista, que permanecía adormilado en la
polarización interna y acallado por la insistencia en el “acuerdo de
orden ético” con el que José Bianco describía en 1976 el modo de
convergencia de ideas dispares entre sus miembros, 5 y en función
del que María Teresa Gramuglio precisó más tarde el alto grado de
consenso político, ideológico y cultural que los reunía.
Una consecuencia menos atribuible a un vicio metodológico
de la generalización que a un efecto de lectura provocado por la
atención casi exclusiva al acuerdo de ideas por sobre las
divergencias en el plano literario, lo cierto es que las
interpretaciones críticas del fenómeno Sur tendieron a silenciar el
hábito del disenso que ahora reaparece, en el horizonte de las
orden ético”, y de María Teresa Gramuglio, “Sur: constitución del grupo y proyecto
cultural”. Los artículos posteriores de Gramuglio en la revista son fundamentales para la
revisión del fenómeno Sur en la década del treinta.
4
King reconfiguró los términos en los que los trabajos de Sarlo y Warley habían
planteado las diferencias entre las dos líneas, y mostró la distancia cada vez mayor entre
los intereses de Borges por los procedimientos específicos de la narración, por un lado, y
el modo confesional de la narrativa de Mallea, refractaria a los aspectos formales de la
literatura.
5
En un ensayo del 76, recogido luego en Ficción y reflexión (1988), Bianco le atribuye
a Sur al mérito de haber reunido a escritores de ideas muy dispares, sobre la base de “un
acuerdo general […], un acuerdo de orden ético” (323).
3
Natalia Biancotto
lecturas sobre la revista, como el rasgo que organiza sus tensiones
internas. La investigación de Judith Podlubne, cuyas conclusiones
recoge su libro Escritores de Sur. Los inicios literarios de José Bianco y
Silvina Ocampo (Beatriz Viterbo - U.N.R., 2011), optó, al
contrario de sus precedentes, por meterse en el camino espinoso de
pensar la divergencia en el marco de los acuerdos.
Beligerancia, chicanas, internas, polémicas inagotables: los
semas del debate agitado, ecos del trazado que Podlubne imprime a
su imagen de Sur, proliferaron en las notas periodísticas, reseñas y
ensayos que acompañaron la aparición del libro. Pero su novedad
no consiste en componer un sistema de puras diferencias, sino en
prestarle oído a las disonancias dentro del concierto de voces, en
exasperar las notas más raras para entender mejor la sinfonía total.
Por el borde de lo excéntrico.
Desde las pulsiones anómalas, Podlubne elige lo alternativo
como puerta de ingreso para configurar el estado complejo del
debate en Sur, en el difícil trance de tensar la cuerda en el tono
justo entre diferencias y entendimientos. El testimonio de Sylvia
Molloy del comienzo, que la autora recoge en un artículo posterior,
aunque se refiere a la etapa final de la revista (la que va desde la
caída del peronismo hasta comienzos de los años setenta), es
sintomático de ese clima de tensiones internas que caracterizó a la
publicación pero, sobre todo, de la perspectiva crítica que la
ensayista define para volver a Sur por el camino de la disidencia. O
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mejor, de lo desviado, lo raro, casi me animo a decir: lo queer. (El
Coloquio “Sur Queer”, realizado en 2011 en la New York
University de Buenos Aires, ¿no es acaso producto de esta
renovación de la mirada sobre la revista que posibilita el estudio de
Podlubne, entre otros?). Breve digresión: en ese artículo sobre Sur
en los 60, en el que estudia el rol de las relaciones personales y los
vínculos sexuales en las experiencias críticas de algunos de sus
miembros, Podlubne continúa prestando atención a lo diverso,
incluso al explotar la potencia del chisme, discurso excéntrico al
académico, que ingresa en su ensayo —no por eso menos
académico— a través del cliché del “parece ser”, convertido en la
muletilla chismosa para “cuenta la leyenda”. Modos excéntricos de
contar la leyenda que ya es Sur.
Lo “rarísimo” de la voz
La elogiosa reseña que Diego Poggiese le dedicó el año pasado
a Escritores de Sur… en Bazar Americano señala la pertinencia del
calificativo con el que la autora se refiere a la voz narrativa de Viaje
olvidado, el libro de cuentos que marca los inicios literarios de
Silvina Ocampo, al defender al adjetivo de una aparente, aunque
nunca imputada, falta de academicismo. El reseñista explica
entonces, con perspicacia, que el modo de enunciar la singularidad
de un estilo debe necesariamente confluir con la extrañeza de su
lengua. Esa modulación de lo rarísimo, agregamos, delata también
el modo en que Podlubne conjuga en su escritura rigurosidad con
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afecto. Y ahora sí entramos propiamente al asunto —que ya
estábamos desde el comienzo, como diría Mansilla a propósito del
estilo digresivo de sus causseries— de desgranar el ensayo.
La pasión que funda al texto desde los agradecimientos —
mejor, desde la dedicatoria—señala que la vida, el cuerpo y el deseo
de la ensayista están inscriptos allí, en la felicidad de esas páginas
dedicadas a las pugnas y tensiones que le fascinan de la revista Sur y
a dos escritores que sin dudas la inquietan, la interpelan, la seducen
como sólo el fervor de su escritura atestigua. A partir de una atenta
revisión de los presupuestos críticos desde los que hasta el
momento se había leído a la célebre revista de Victoria Ocampo, el
libro desentraña las notas íntimas del espíritu de Sur, que
despiertan en el texto habladas por la voz sutil, elegante y precisa
de Judith Podlubne. Un inteligente y novedoso estudio sobre el
debate literario en la revista y su incidencia en los comienzos de
José Bianco y Silvina Ocampo —como especifica el subtítulo de la
tesis doctoral que este libro relee y reescribe 6—, pero sobre todo un
atrayente ensayo sobre las pasiones que estas literaturas e ideas
sobre la literatura despiertan. Una escritura de esa pasión.
El relato de sus avatares de tesista, con el que Podlubne abre la
exposición, anticipa el recorrido que su lectura delineará después.
Desde esas primeras páginas, el estilo de la ensayista se define
6
Como indica la autora en las primeras páginas, el libro es resultado de una atenta
revisión de lo expuesto en la tesis doctoral que defendió en 2008 en la Universidad de
Buenos Aires, titulada “Escritores de Sur. El debate literario en la revista y su incidencia
en los comienzos de José Bianco y Silvina Ocampo”.
6
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generoso. No me refiero sólo a una generosidad con el lector, a
quien desde la introducción le deja leer sus puntos de partida y de
llegada con la claridad y la precisión que organizan sus enunciados,
sino, de modo más amplio, a una escritura generosa que no
mezquina el reconocimiento a los aportes ajenos que le inspiraron
sus propios hallazgos ni cierra las posibilidades de problematizar
sus presentes descubrimientos. Una escritora que abre el juego.
La autora reconoce en el entusiasmo por las diferencias que
tanto Enrique Pezzoni como José Bianco manifestaron en sendas
declaraciones a propósito del espíritu de Sur, el motor de su propio
entusiasmo por dar respuesta al vacío que encontró en las lecturas
de aquellos: su investigación buscaría inscribir esas tensiones entre
los miembros de la revista en un marco general que las interpretara,
con la complejidad de los acuerdos y disidencias grupales, pero
siempre a la luz de las singularidades individuales. La convulsión de
Sur, de un lado, lo intransferible del estilo de sus escritores, del
otro, balancean el impulso amoroso que moviliza la lectura de
Podlubne, un impulso que se identifica con la pasión por la
divergencia. Gusto por la inestabilidad, la diferencia, la
singularidad y el desconcierto: éstos son los rasgos que caracterizan
para ella a la literatura de Silvina Ocampo, y son también los que
encuentra en el universo de Sur y la llevan a definirlo como un
“terreno inestable” (13) hecho de divergencias y tensiones.
El efecto inquietante de la literatura de Silvina Ocampo
motivó en la ensayista un ingreso a Sur por el “camino lateral” (12)
que le abría ese gusto por el desvío, ese impulso hacia lo excéntrico,
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lo divergente. La singularidad de esa entrada redundó en la
originalidad de su lectura. Como si su punto de vista sobre la
revista se iluminara a partir de su modo de leer a Ocampo,
Podlubne mira el horizonte de Sur con esa característica
sensibilidad crítica suya para leer la diferencia esencial de un
fenómeno. La capacidad de percibir y describir la posición
excéntrica, el modo huidizo de ser que le atribuye a la literatura
ocampiana, el que no se define ni por su cercanía con la línea
Borges-Bioy ni por su distancia con ninguna otra, sino por su
propia diferencia íntima, se reedita en la sutileza con que la
ensayista aborda un nuevo enfoque sobre el debate literario en la
revista: ni acuerdo generalizado (como en los estudios que
priorizaron los entendimientos ideológicos entre sus miembros) ni
puras diferencias (como en la afirmación provocadora de Pezzoni),
un sistema complejo de íntimas afinidades y divergencias, definido
en su irreductible lógica interna.
Podría conjeturarse que, así como la lectura fundadora de
Punto de vista le atribuye a Borges el gesto de introducir en Sur “el
sesgo que él y Girondo habían impreso a la vanguardia de los años
veinte” (14), Podlubne introduce en los estudios sobre Sur el sesgo
excéntrico, desviado de Silvina Ocampo. Su lectura revoluciona el
doble centro que pivotaba sobre el acuerdo general desde el que se
había leído a Sur: un centro fuerte y mayoritario, el del
humanismo, y uno menor y excéntrico, el del formalismo, en
combate con el mayor. Con agudeza y rigor, la autora precisa la
definición de esa pugna en términos de morales literarias en
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tensión, y saca a la luz ciertos intersticios de la discusión que
dejaron desatendidos otras lecturas en su afán generalizador, para
convertirlos en problemas fundamentales del debate en la revista y
organizar así un nuevo mapa de posiciones. Este ensayo le devuelve
a Sur la agitación que configuró su horizonte de debate como el de
una constelación de sensibilidades artísticas singulares, horizonte
que se encontraba un poco esclerosado en las lecturas anteriores
por un “incómodo efecto de igualación” (12) que, según señalé al
comienzo, diluía las diferencias esenciales entre sus escritores.
Una lectura de Sur que, exasperando su inicial enfoque
desviado en Ocampo, supo convertir el sesgo de aquella primera
intuición, aquel impulso amoroso, en metodología de trabajo. Una
metodología que opta por lo alternativo, lo anómalo, lo
heterogéneo. En esos focos de excepcionalidad se detiene la mirada
atenta de Podlubne y desde ahí trastorna el esquema que habían
definido las lecturas consagradas sobre la revista. Un modo
radicalmente nuevo de pensar el problema, desde una ética de lo
irreductible, que define su método y su novedad.
Desde un interés específico por aquello que desborda y resiste
los parámetros usuales y las fórmulas reduccionistas, Podlubne
caracteriza el lugar de Silvina Ocampo en la revista por su “impulso
centrífugo” (25), y define, a su turno, la posición de Borges como
la de una “alternativa en conflicto” (21) con dos posiciones
dominantes —el humanismo de Sur y el nacionalismo de sus
adversarios en el campo intelectual— y no obstante irreductible al
formalismo. Que la posición de Borges se manifieste, como la de
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los formalistas, contra la trascendencia estética que proclaman los
humanistas, no basta, explica Podlubne, para identificarla con las
banderas de la especificidad del procedimiento y la forma. Con una
preocupación divergente, heterogénea respecto de las disputas
morales, la de Borges es, para la autora, una defensa de la
irreductibilidad de la experiencia literaria a cualquier moral.
En la misma dirección, define la singularidad de la moral
humanista en Sur a partir de su posición “alternativa” frente a dos
fenómenos: por un lado, los “efectos deshumanizadores que los
escritores de Sur les imputaron a las escuelas de vanguardia”, y por
otro, “la indiferencia hacia los grandes problemas del hombre que le
atribuyeron a las llamadas literaturas de propaganda” (20).
Por último, el interés de la autora en el valor diferencial que le
otorga a las literaturas de Silvina Ocampo y de José Bianco en el
contexto de la revista está sostenido en un paralelismo que ella
misma define como “anómalo”. De nuevo, un punto de vista que
privilegia lo excéntrico y afirma su potencia en su propia rareza.
Toda la primera parte del libro analiza el período de mayor
tensión entre las morales literarias de la revista, que Podlubne
localiza en los años cuarenta, a partir de tres intervenciones críticas
en apariencia dispares —el prólogo de Borges a La invención de
Morel, de 1940, el “Desagravio a Borges” y el debate “Moral y
Literatura”
que
aparecen
en
Sur
en
1942
y
1945,
respectivamente—, pero que el estilo argumentativo de la ensayista
conjuga de modo original para arribar a conclusiones clave sobre el
debate en la revista, que habían pasado inadvertidas. Traza, así, un
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BOLETIN/17 del Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria (Diciembre de 2013)
panorama que le permite fundamentar el modo en que, sobre un
fondo esencialmente disonante, los integrantes de la revista
coinciden en un acuerdo de base que coloca por esos años a la
literatura de José Bianco en el centro de los intereses estéticos de
Sur.
En la segunda parte del libro, Podlubne describe y caracteriza
tanto este “movimiento centrípeto” (25) hacia el núcleo de la
revista que encuentra en los inicios literarios de Bianco, como
aquel contrario “impulso centrífugo” (25) con el que la
indiferencia de Silvina Ocampo a las determinaciones de Sur
delineó el lugar heterogéneo que inauguraban sus primeras
narraciones.
La posición de Bianco, en el centro de los intereses
espiritualistas del proyecto encabezado por Victoria Ocampo entre
principios de los años treinta hasta mediados de los cuarenta, se
perfila a partir de la revisión de un corpus pequeño y lateral, que el
propio autor recortó de sus antologías y procuró hacer olvidar
detrás de otra imagen de sí que pareció preferir: la del cultor del
procedimiento, pergeñada por Borges en su famosa y elocuente
reseña a Las ratas. La interpretación de estos textos “olvidados”,
entre los que se cuentan sus artículos para La Nación, Nosotros y El
Hogar, así como sus primeros relatos e intervenciones críticas en
Sur, complica la figura parcializada del autor que había logrado
imponer el operativo Borges —figura que, por otra parte, nadie se
había preocupado en cuestionar hasta ahora—, y pone en evidencia
que los valores confrontados en el debate literario de la revista
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Natalia Biancotto
confluyeron de modo complejo en la producción literaria de
Bianco.
En el otro extremo del amplio arco de posibilidades al que
extraordinariamente dio lugar el campo de operaciones de la
revista, la posición de Silvina Ocampo es caracterizada por
Podlubne como “una alternativa suplementaria al antagonismo
entre las morales literarias de Sur” (26), capaz de dejar en suspenso
los valores dominantes e inventar otros nuevos. “Impensada e
inadvertidamente —afirma la ensayista—, la escritura de Viaje
olvidado se resolvió no sólo al margen del ideal de escribir bien, que
caracterizó al humanismo literario de Sur, sino también al
imperativo de construir tramas perfectas que definió el formalismo
borgeano” (292).
Así como Victoria Ocampo percibe los hallazgos de su
hermana menor “con una claridad involuntaria, alentada por el
propio desconcierto” (259), según la fina revaloración que presenta
este libro de las ambivalencias latentes en la célebre reseña a Viaje
olvidado, Podlubne lee esos primeros cuentos de Silvina Ocampo
impulsada por la inquietud que le producen y sin dejar de aferrarse
a ella para decir mejor esa extrañeza en sus propios términos. El
mismo efecto inquietante que delata su preferencia por la voz
impersonal y “rarísima” (270) que narra en estos relatos, por sobre
los rigurosos ensayos espiritualistas de Bianco. Preferencia o
impulso amoroso que hace despuntar al capítulo sobre Silvina
Ocampo en el contexto general del ensayo y prolonga hacia afuera
y adelante el interés de su autora por esta narrativa (¿hacia los libros
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BOLETIN/17 del Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria (Diciembre de 2013)
que vendrán?), con el desborde característico que la envía a ella
misma más allá de Sur.
Dos posiciones excéntricas, “centrífugas”, recorta este libro: la
de Silvina Ocampo en el ámbito de Sur; la de su autora en el de las
lecturas críticas sobre la revista. Judith Podlubne descentró la
estructura de Sur organizada en torno a dos núcleos fuertes y al
parecer únicos, para encontrar en su lugar una constelación en la
que las figuras no alineadas componen un horizonte tanto más
tenso y complejo como interesante.
13
Natalia Biancotto
Bibliografía
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Económica.
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proyecto cultural”. “Dossier: la revista Sur”, Punto de vista 17, abril-julio:
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Económica. [Sur. Study of the Argentine literary journal and its role in the
development of a culture 1931-1970. Cambridge University Press, 1986].
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Warley, Jorge (1983). “Un acuerdo de orden ético”. “Dossier: la revista
Sur”, Punto de vista 17, abril-julio: 12-14.
Versión digital: www.celarg.org
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