[go: up one dir, main page]

Academia.eduAcademia.edu
Una defensa de lo feo. Por: David Agudelo Restrepo. Con constancia me he sorprendido a mí mismo preguntándome por qué soy feo. Por qué mis dientes son un poco amarillentos, por qué me salen barros en la cara o por qué tengo barriga en vez de un abdomen marcado como se ve en el arte renacentista. Me pregunto por qué la barba me crece por parches y por qué mis pies son tan peludos. Por qué no cumplo con una idea remota de belleza. Me pregunto por qué mi normalidad es tan distante del canon de belleza contemporáneo. Con constancia, la respuesta que he recibido de otras personas es que soy bello, pero a mi manera. O sea, soy bello, pero no como se cree que es la belleza. Esta respuesta no responde mi pregunta, si no que la evade completamente. No se responde por qué soy feo, o incluso por qué debería ser bello; si no que se asume a priori que yo soy bello, que todos somos bellos. En esta afirmación hay una celebración falsa de la diferencia, porque no se acepta que alguien (yo) no sea bello (es decir, que alguien sea feo) si no que se le roba la posibilidad de serlo basándose en a la idea de que todo es —debe ser— bello. En esa medida, quisiera exponer el por qué hoy en día negamos la fealdad bajo la guisa de la “aceptación”; por qué soy feo; y por qué está bien serlo. Sé que mi tesis suena algo extraña en el paradigma contemporáneo de la aceptación multilateral de la diferencia, sin embargo, surge de analizar contradicciones de las ideas que hoy se predican como verdades. Hoy en día existen múltiples personas que invocan el valor de la diferencia como verdad a priori. Se habla de que hay belleza “en todos”, y a la vez pareciera que no hay belleza en nadie. En el paradigma contemporáneo simultáneamente se dice que los estándares de belleza están retorcidos (que el canon actual de belleza no es realmente “bello”); pero que, de alguna manera, todos somos bellos. Por ejemplo, existe un movimiento en los medios de comunicación que busca promocionar modelos “plus size” o de tallas grandes; es decir, modelos gordas. Estas modelos son promovidas bajo la guisa de cambiar los paradigmas de belleza reproducidos en la publicidad. Se celebran modelos con sobrepeso, como Tess Holiday. Se predica que existe la “gordofobia”, término surgido del libro “Weight Bias: Nature, Consequences, and Remedies” (Discriminación por peso: naturaleza, consecuencias y remedios) del 2005, escrito por varios expertos en psicología y nutrición. Se entiende ésta “gordofobia” como un sesgo discriminativo y minusvalorante hacia las personas con sobrepeso (especialmente mujeres) y se le pone en el mismo nivel de la discriminación por raza o sexo en ciertos círculos académicos. Sin embargo, ésta “reacción” al canon común de belleza también conlleva una acritud hacia las personas delgadas o hacía las personas cullos cuerpos no son “positivos” o “diversos”. Le pasó a la cantante británica Adele, quien luego de publicar fotos en donde se veía que había bajado significativamente de peso, fue criticada por una parte de los miembros del sector del “Body positivity” por no mantenerse con sobrepeso. Esta acritud también se dirige a médicos que resaltan los efectos que tiene el sobrepeso en la salud; como problemas cardiacos, de presión arterial, o de articulaciones. Así, se puede ver que el sobrepeso sea bello implica que no puede haber nada feo o inconveniente en él; si las personas con sobrepeso son bellas, su sobrepeso no puede tener consecuencias negativas. Finalmente, bajo estas ideas, si la gente con sobrepeso es bella, entonces la gente delgada termina siendo fea. Todos somos bellos, pero algunos son más bellos que otros. Cuando se supone que todos somos bellos, se asume que hay que destruir el paradigma social de que hay gente más bella que otra. Entonces, se supone que el sobrepeso es tan bello como la delgadez o una apariencia atlética; y en consecuencia, se busca destruir el paradigma que establece estos juicios de valor. Esta destrucción se busca hacer mediante la celebración de los rasgos que no han sido previamente celebrados por la sociedad contemporánea. Sin embargo, en ésta misma celebración se reproducen los comportamientos de crítica, juicio y negación que se buscaban combatir. Al constituirse alrededor de la negación de una tesis, este discurso no se convierte en su propio discurso si no en una somera negación carente de identidad por sí misma. Este discurso reproduce lo que combate. Es sólo un elemento más del sistema de valor de la belleza. En la base juicio sobre la belleza o falta de ella en las personas obesas y la búsqueda de su “deconstrucción” (destrucción), hay una suerte de mandato ético aplicable al momento de valorar la apariencia física y de definir la estética. Éste mandato es precisamente el de no juzgar; se exige que una persona no valore. Esta idea está emplazada en la afirmación radical de la relatividad como verdad que hace la época posmoderna. Con esta ética se busca imponer una respuesta a priori. De antemano, ya se ha decidido que todos son bellos porque no se pueden escoger parámetros objetivos de belleza. Y si todos lo son, es equivocado señalar que alguien no lo es. Pero, si todos son bellos ¿qué sucede cuando alguien cambia su apariencia? Si alguien ya era “bello” antes de cambiar, ¿sigue siendo bello tras cambiar su apariencia? Esta actitud implica que es tan válido hacerse muchas cirugías plásticas como hacerse modificaciones corporales que cambian totalmente la imagen de una persona bajo del paradigma de “todos somos bellos”. Para esta actitud lo que no está bien es emitir un juicio de valor sobre la apariencia. En línea con el viejo adagio español 1, está bien meterse flores en el culo; lo que no está bien es decir abiertamente que eso no es un florero. A pesar de todo esto, la industria de la belleza persiste. De acuerdo con la ISAPS (sigla de “Sociedad internacional de cirugía plástica estética” en inglés), en Colombia se hicieron 408,789 procedimientos quirúrgicos en 20182. En el mundo, de acuerdo con la misma fuente, en el 2018 los procedimientos más realizados fueron el aumento de busto (1,862,506 procedimientos) y la liposucción (1,732,620 procedimientos)3. Olay y Avon, dos marcas de productos cosméticos, están avaluadas en 11.8 y 7.0 billones de dólares de acuerdo con la revista Forbes4. Huda Kattan, influenciadora de opinión en de maquillaje en Instagram, tiene 48 millones de seguidores. James Charles, el segundo mayor influenciador de opinión en “Puedes meterte flores en el culo, pero eso no te hace un florero”. Fuente: https://www.isaps.org/wp-content/uploads/2020/10/ISAPS-Global-Survey-Results-2018-1.pdf. Página 22 del documento. 3 Ibid, página 6 del documento. 4 https://www.forbes.com/pictures/lmj45jdlf/no-2-avon/?sh=68b6d4652b88 1 2 temas de maquillaje y belleza tiene 24 millones de seguidores en la misma red. Existen cientos, si no miles de perfiles en redes sociales que se promocionan como “líderes de belleza”, que exhiben fotos de personas atractivas, de “coaches” de “bienestar” con sonrisas perfectas que promueven el camino para la “estabilidad financiera” y para la “mejor versión de ti mismo” o “tu verdadero yo”. No estás feo, pero podrías estar mejor. De fondo, persiste un miedo. Un miedo profundo a ser feo. Un miedo profundo a decir que algo es feo. Y un miedo profundo a que alguien nos juzgue como “feos”. La belleza es un algo que es agradable a quien la experimenta. Se puede asociar con la armonía y la proporción de las partes corporales, como en el canon griego; o como una inefable sensación de calma y sencillez elocuente, como en el concepto japonés de 渋い(Shibui). Puede ser un concepto variable y divergente en sus elementos particulares, pero en el fondo se relaciona con una sensación de placer o satisfacción. En esa medida, lo bello primero se percibe y luego se define. De ahí que sea imposible determinar de manera universal qué es lo bello, como un concepto objetivo, pues la variación en percepciones determinará lo que resulta agradable y deseable para una persona, una cultura o un momento histórico. Lo mismo sucede con la fealdad. La fealdad es algo que provoca una sensación de repulsión o rechazo. Una sensación de indeseabilidad o de asco. Es difícil afirmar la universalidad de lo feo. Pero es más fácil, en mi opinión, que haya un acuerdo sobre lo feo porque esta condición, por su naturaleza, es más común. A saber, lo bello responde a un ideal, una idea de unas características que son deseables por lo agradable que resulta su experimentación y percepción. Aquí ya no hablo sólo de cuerpos, si no de ideas, de obras de arte, de resultados del trabajo humano…en resumen, de todo lo que es susceptible de ser juzgado como bello. Lo feo, en cambio, no depende de unas características tan específicas si no de la distancia que haya entre las características verificables o experimentables y el canon de lo que es bello, la distancia entre algo y la idea de lo bello. Así, en un espectro entre lo absolutamente feo y lo absolutamente bello, lo absolutamente feo ocupará más espacio por ser lo absolutamente bello más limitado. Mejor dicho, es más fácil ser feo que ser bello, porque es más fácil ser real que ser una idea. Aunque no todo lo que no es bello no pueda ser definido per se como “feo” dadas las condiciones de caos, entropía o limitación del universo y la humanidad; es más fácil que surjan condiciones desagradables, discordantes o repulsivas dentro del conjunto de todo aquello que no cabe en el ideal de belleza. Jocelyn Wildestein, María del Rosario Cayetana Fitz-James Stuart y Silva 5 (nombre abreviado), Justin Jedlica y Rodrigo Alves son 4 personas de diferente nacionalidad, sexo y estatus social. Jocelyn es una socialité de New York, María del Rosario fue la XVIII Duquesa de Alba de Tormes (España), Jedlica y Alves son modelos que quieren parecerse al muñeco Ken. Estas personas tienen en común una cosa: la cantidad de cirugías plásticas que se realizaron. No se hicieron el mismo número, pero éstas 4 personas se hicieron muchas más cirugías que el común de seres humanos. Debido a estos procedimientos, curiosamente sus 5 Nombre completo María del Rosario Cayetana Paloma Alfonsa Victoria Eugenia Fernanda Teresa Francisca de Paula Lourdes Antonia Josefa Fausta Rita Castor Dorotea Santa Esperanza Fitz-James Stuart y de Silva Falcó y Gurtubay. rostros adquirieron una similitud evidente. No son el mismo rostro, pero son muchísimo más similares que antes de haberse hecho las cirugías plásticas. Son casi el mismo rostro. Tanto Jedlica como Alves han dicho que querían parecerse al muñeco Ken, estándar de belleza en occidente. Wildestein y la Duquesa de Alba fueron reconocidas por su belleza antes de las cirugías; sería entendible si alegaran que luego de muchos años quisieron mantener algo de esa belleza antes del paso del tiempo. Lo llamativo realmente es que diversas razones llevaron al mismo resultado: la búsqueda de un canon los igualó. En la búsqueda de un ideal de belleza, perdieron aquellos elementos que los diferenciaban (al menos en sus rostros): perdieron rasgos definitorios que los alejaban de un canon pero que los acercaban a su propio ser. Y curiosamente, probablemente ahora le resultan más “feos” a más gente que antes de hacerse estas cirugías. La vida no es ideal; nuestra vida no es ideal, si no real. Nuestra vida sucede con muchos eventos que nos desagradan. Tomamos malas decisiones. Envejecemos. Nos salen granos en la piel y pelo en muchas partes del cuerpo que la publicidad nunca muestra. Decimos malas palabras. Cometemos errores. A veces nos pedorreamos. Normalmente somos feos. Lo que además significa que somos diferentes. Y ser diferentes sígnica dos cosas: ser únicos y ser libres. Quien persigue un ideal, quien se adapta a un ideal, se parece a todos aquellos que persiguen lo mismo. La belleza y la persecución de “perfección” igualan. Hacen que las personas se parezcan. En esa similitud se pierde la diversidad y a la vez, se pierde la libertad de divergir. Quien sigue el canon, no puede ser distinto a él y a todos los que también lo siguen. La belleza, como la perseguimos y definimos, como la idealizamos, nos roba de la posibilidad de tomar decisiones, o de lucir de una manera distinta. Es decir, precisamente porque tenemos la libertad de ser desagradables, repulsivos o discordantes es que somos feos. Ello no es una cosa mala…o buena. Es simplemente la condición humana, imperfecta y falible. Y es en ésta condición que existe nuestra autonomía. Las cicatrices que tenemos son historias de aquello que nos sucedió, la diversidad de tonos de piel, estaturas, colores de ojos, de pensamientos, de decisiones, de variaciones y de modos de hablar expresan las infinitas posibilidades en que un ser humano se puede desarrollar. Son la afirmación de que, aunque no seamos “especiales”, somos únicos. Hay, además, un elemento de lo bello que no he considerado aquí y es lo sublime. Lo sublime puede ser entendido como una belleza o agrado extremo que puede llevar a quien lo experimenta a un éxtasis que le hace sentirse absurdamente pequeño y casi que a sentir dolor por la incapacidad de comprender y aprehender aquello que se contempla o experimenta. Sin embargo, ésta descripción es un poco corta para lo que implica lo sublime que sería el Ideal del ideal. La belleza de lo bello. Es una idea…no, es una sensación que raya más en lo terrible que en lo agradable. Con lo sublime sucede aquel viejo adagio que dice que los extremos se tocan. En éste caso, lo Terrible y lo Sublime, lo Monstruoso y lo Hermoso parecen acercarse y rozarse. Lo sublime expresa una sensación de total incomprensión y pequeñez ante la Totalidad, o ante algo tan elevado del entendimiento propio que sólo puede ser admirado. Lo sublime escapa las categorías y descripciones humanas y surge de un algo inenarrable que va más allá de los estándares humanos. Es una de esas palabras que describe lo indescriptible ; y haciéndolo se queda corta. Ésta categoría se queda corta, además, porque es incapaz de realmente comunicar la sensación de absurdo que se siente ante lo sublime. Lo sublime es inalcanzable per se. Se siente pero no es una categoría imitable. Lo sublime es una muestra que el entendimiento humano de todas las cosas puede ser variable y ampliamente limitado. Ya lo describiría muy bien Reiner Maria Riilke en Las elegias a Duino: “¿Quién, si yo gritara, me escucharía entre las órdenes angélicas? Y aun si de repente algún ángel me apretara contra su corazón, me suprimiría su existencia más fuerte. Pues la belleza no es nada sino el principio de lo terrible, lo que somos apenas capaces de soportar, lo que sólo admiramos porque serenamente desdeña destrozarnos. Todo ángel es terrible. Así que me contengo, y me ahogo el clamor de la garganta tenebrosa. Ay, ¿quién de veras podría ayudarnos? No los ángeles, no los hombres, y ya saben los astutos animales que no nos sentimos muy seguros en casa, dentro del mundo interpretado.” Elegia 1. (1922)6. Ésta es la Belleza, la Idea del ideal. Siendo así, ¿somos realmente bellos? Hoy día se esconde el rechazo a la imperfección y lo desagradable con la ilusión de aceptar lo diferente. Puesto que lo bello ha sido ser delgado, ahora se afirma agresivamente la belleza de ser gordo. Al final, se niega la posibilidad de ser gordo, delgado, o en general, de ser feo. Está mal visto juzgar u emitir juicios de valor sobre otros, pero está bien someterse a sí mismo a los propios juicios. Se busca igualar mediante la belleza. Todos son bellos, pero hay unos que son más bellos que otros. Mientras tanto, los medios y las comunidades digitales venden bellezas y cuerpos inalcanzables; las personas se hacen cirugías plásticas para ser bellos, pero se afean buscando la belleza. En el fondo, es una obsesión con ser agradables. Con agradar. En esta obsesión se niega de manera velada la posibilidad de ser diferente y divergente. Se esconde el hecho de que es la fealdad y la imperfección las que generan un universo de posibilidades en el ser humano. Negamos la fealdad fingiendo que aceptamos su diferencia. Las personas que me responden que soy bello cuando pregunto por qué soy feo, me niegan la posibilidad de ser diferente al ser feo. Yo soy feo porque soy distinto, pues mi cuerpo y mi ser están sometidos a condiciones y situaciones variables basadas en el rico caos de la diferencia. Más que acercarme a un espectro dado de “lo bello”, me voy convirtiendo en un ser que mezcla la belleza y la fealdad de una manera única debido a las infinitas posibilidades con que puedo actuar y a los múltiples azares de mi existencia. Entonces, soy desagradable porque puedo serlo. Porque soy libre para serlo, porque no estoy limitado por un canon fijo. Y eso, eso está bien. 6 Reiner Maria Rilke , Las elegias de Duino. Elegia 1. (1922). Versión y notas de José Joaquín Blanco. Publicado en “La iguana del ojete” (Editorial Invierno, 1993).