Capítulo 10
LA REALIDAD DE DIOS: ENTENDER EL ARGUMENTO OLVIDADO
Jaime Nubiola1
Introducción
La atención relativamente escasa que los estudiosos del filósofo y científico norteamericano Charles S. Peirce (1839-1914) han prestado a lo largo de
los años a la dimensión religiosa de su pensamiento siempre me ha resultado
un tanto sorprendente. Desde mis primeras lecturas de Peirce me impresionó profundamente la ubicuidad de las referencias religiosas en sus escritos,
especialmente en los años de madurez. En mis encuentros con reconocidos
estudiosos peirceanos solía preguntarles acerca de Dios y la religión en
Peirce, y la respuesta que recibí casi siempre era que efectivamente había
una gran cantidad de cuestiones religiosas (“a lot of religious stuff”) en su
obra, pero que no estaban interesados en ello2.
1 Agradezco la invitación del profesor Julián Trujillo para tomar parte en el congreso internacional en
Cali “Comunidad, Pragmaticismo y Verdad: el legado de C. S. Peirce” donde presenté una versión
de este trabajo. En mi presentación empleé algunos párrafos de los trabajos precedentes “Charles
S. Peirce y la abducción de Dios”, Tópicos, XXVII (2004), 73-93 y otros compilados en S. Barrena y
J. Nubiola (Universidad de Navarra), Charles S. Peirce (1839-1914). Un pensador para el siglo XXI,
Ediciones Universidad de Navarra, Pamplona, 2013. Agradezco las sugerencias y correcciones de
Gloria Balderas en el texto y los comentarios expresados en el congreso que han beneficiado la
forma final de este texto.
2 Algo semejante advirtió Richard L. Trammell a principios de los años setenta del pasado siglo:
“These four interpreters [Murray G. Murphey, Charles Hartshorne, William L. Reese y John E.
Smith] agree in saying that for Peirce reason is out of place when dealing with religion, or at least
Jaime Nubiola
Quizá por eso me cautivó que el fallecido novelista Walker Percy se considerara a sí mismo en su correspondencia con Ken Ketner como “un ladrón
de Peirce”, aspirando a “usar a CSP como uno de los pilares de la apologética
cristiana”3. Me pareció que, en algún sentido, el novelista converso al catolicismo estaba mucho más cercano al Peirce real que aquellos estudiosos a los
que les había preguntado acerca de Dios y la religión en Peirce. Cada vez son
más las voces que sostienen que las preocupaciones religiosas de Peirce son
tan filosóficamente relevantes como sus preocupaciones científicas4. Estamos a la espera del prometido volumen de Doug Anderson y David O’Hara
con esos escritos religiosos de Peirce. Hace unos pocos años se ha podido
documentar incluso hasta la práctica religiosa regular de Peirce en Milford,
incluyendo, al menos ocasionalmente, servicios religiosos semanales, que
eran “el sello de las parroquias tractarianas o anglo-católicas”5.
Mi reacción a aquellas aproximaciones contradictorias fue decidir que
la cuestión merecía ser estudiada con detenimiento, y sugerí esta área de
investigación a una de mis primeras estudiantes de doctorado, Sara Barrena,
quien realizó la primera traducción al castellano de A Neglected Argument
for the Reality of God6 y la publicó en 1996 junto con una excelente introducción en la que estudiaba con hondura y acierto aquel texto de Peirce. En
mis primeras lecturas el artículo de 1908 me resultó un tanto enigmático,
difícil de entender en plenitud y probablemente —pensé entonces— de interpretarlo con justicia. Veinte años después he querido estudiarlo de nuevo
should be confined to a strictly secondary role”. R. L. Trammell, “Religion, Instinct and Reason in
the Thought of Charles S. Peirce”, Transactions of the Charles S. Peirce Society, 8 (1972), 3.
3 P. H. Samway (ed.), A Thief of Peirce. The Letters of Kenneth Laine Ketner and Walker Percy, Jackson:
University Press of Mississippi 1995, 130.
4 K. A. Parker, The Continuity of Peirce’s Thought, Vanderbilt University Press, Nashville, 1998, 231, n.
5; B. Cantens, “Peirce on Science and Religion”, International Journal for Philosophy of Religion, 59
(2006), n. 1, 93-115. Michael Raposa ha defendido que los escritos de Peirce de carácter religioso
están conectados y en perfecta armonía con el entramado de toda su obra filosófica: “Las reflexiones de Peirce acerca de las cuestiones religiosas están en continuidad, e incluso se integran, con su
trabajo en semiótica, metafísica y ciencias normativas”. M. Raposa, Peirce’s Philosophy of Religion,
Indiana University Press, Bloomington, IN, 1989, 3; D. Anderson, “The Pragmatic Importance of
Peirce’s Religious Writings”, en D. R Anderson y C. R. Hausman, Conversations on Peirce. Reals and
Ideals, Fordham University Press, New York, 149-150.
5 H. C. Johnson, “Charles Sanders Peirce and the Book of Common Prayer. Elocution and the Feigning of Piety”, Transactions of the Charles S. Peirce Society, 42 (2006), n. 4, 552-573, 570, n. 22. Ver
L 244: B. Lassiter file, Houghton Library.
6 S. Barrena: Charles S. Peirce: Un argumento olvidado a favor de la realidad de Dios. Introducción,
traducción y notas, Pamplona: Cuadernos de Anuario Filosófico 34 (1996), http://www.unav.es/
gep/Barrena/cua34.html.
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La Realidad de Dios: Entender el Argumento Olvidado
y —gracias a la iniciativa del doctorando brasileño Flávio Silva— pudimos
organizar el pasado curso un Peirce Reading Group semanal en mi Universidad, en el que este artículo de Peirce fue uno de los que leímos más a fondo.
En mi presentación de hoy me apoyaré en gran medida en lo que he aprendido de la investigación de Sara Barrena e Ignacio Redondo, así como en mi
exploración personal del Neglected Argument.
Dentro del espacio disponible, quiero organizar esta exposición en cuatro secciones: 1º) Una presentación del artículo de 1908; 2º) La noción de
realidad; 3º) ¿Cuál es realmente el Argumento Olvidado?, y 4º) Una discusión de su alcance destacando el poder de la abducción. Citaré a algunos
de los comentaristas más relevantes y aportaré un texto del propio Peirce
interpretando su artículo que no he visto hasta ahora citado: se trata de la
carta de Peirce del 28 de noviembre de 1908 (L 212) en la que explica a su
amiga Mary Huntington el artículo publicado en el Hibbert Journal poco
tiempo antes.
Presentación del artículo de 1908
El artículo “A Neglected Argument for the Reality of God” fue publicado
en The Hibbert Journal. A Quarterly Review of Religion, Theology and Philosophy7, una revista de filosofía, religión y teología publicada en Londres
con un editorial board británico y otro norteamericano. Había sido fundada
en 1902 y estuvo en circulación hasta 1968. Lo primero que llama la atención al tener entre las manos, por ejemplo, el volumen nº 7 (octubre 1908
- julio 1909) que incluye el artículo de Charles S. Peirce, es la solidez de su
encuadernación y su generosa tipografía. Lo segundo es comprobar que el
artículo de Peirce está precedido por uno de F. C. S. Schiller titulado “Infallibility and Toleration” (pp. 76-89) y seguido por uno de The Hon. Bertrand
Russell “Determinism and Morals” (pp. 113-121), esto es, el artículo de C.
S. Peirce se encuentra ubicado entre otros dos de las luminarias británicas
de su época. En ese número además, precediendo al de Schiller, hay un
artículo de William James con el título “Hegel and his Method” (pp. 63-75).
Lo que quiero decir al destacar estos detalles es que, aunque para muchos
de nosotros hoy en día resulte quizás una publicación desconocida, puede
7 “A Neglected Argument for the Reality of God”, The Hibbert Journal, 25 (1908), 90-112. En CP se publicó con los dos aditamentos y seguido del fragmento “Knowledge of God” c. 1896, CP 6.492-493.
En EP 2 434-450 se reproduce el texto original junto con una amalgama de los dos aditamentos:
cfr. EP 2, 551, n. 14.
225
Jaime Nubiola
afirmarse que cuando Peirce publicó su artículo en The Hibbert Journal se
trataba de una revista de primera categoría en su área.
Según los datos disponibles, el origen inmediato del artículo fue la invitación de su amigo Cassius J. Keyser, profesor de matemáticas en Columbia y
miembro del American Editorial Board de la revista, para contribuir con un
artículo al Hibbert Journal. Peirce le respondió —según relata Doug Anderson8— el 10 de abril de 1908 sugiriendo diez posibles temas para su artículo.
Como tercera opción listó la siguiente que me parece un penetrante abstract
del artículo que efectivamente escribirá:
3rd, as I believe the Hibbert Journal is favorable to theological discussion, I
should willingly treat a little known “proof ” of the Being of God. Properly
speaking it is not itself a proof, but is a statement of what I believe to be a fact,
which fact, if true, shows that a reasonable man by duly weighing certain
great truths will inevitably be led to believe in God9.
Los editores del Essential Peirce indican que Peirce dedicó los casi tres
meses siguientes a escribir y reescribir diligentemente su paper sobre este
tercer tema, cuya versión final enviaría a la revista a finales de junio de 1908
(EP 2, 434). Se trataba de un tema que Peirce había estado considerando al
menos desde 1905, y sobre el que había trabajado intensamente, aunque el
resultado no fuera para Peirce tan satisfactorio como había esperado, según
escribirá tres años después en una carta a Lady Welby (20 mayo 1911, SS,
143):
[...] my Hibbert Journal article occupied me exclusively for two months, and
after all was not generally understood, while the writing of it was an expense
to me that weighed upon my conscience10.
A finales de julio, Lawrence P. Jacks, el editor inglés del Hibbert, hizo
saber a Peirce a través de Cassius Keyser que le parecía que su contribución
era de un “valor permanente” [“a contribut
8 D. R. Anderson, Strands of System. The Philosophy of Charles Peirce, Purdue University Press, West
Lafayette, IN, 1995, 135.
9 Anderson (p. 135) ofrece como referencia de esta carta K, 3/10/8, 4, de la colección de cartas de Peirce que se conservan en la colección Cassius Jackson Keyser en Rare Book and Manuscript Library,
Columbia University. Probablemente la referencia correcta debería ser 4/10/8.
10 D. R. Anderson, Strands of System, 136.
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La Realidad de Dios: Entender el Argumento Olvidado
ion of ‘permanent value’”], pero que a causa de su complejidad, deseaba
que Peirce “resumiera el artículo en una o dos páginas conclusivas para añadir al artículo con el fin de evitar que objetores poco cuidadosos pudieran
decir, ¿pero, entonces, precisamente cuál es su argumento olvidado?”.
Peirce preparó entonces dos versiones de ese texto que le pedía el editor
y lo llamó “Additament”. Jacks eligió una de las versiones y la imprimió en
las pp. 108-112 separándolo del texto principal solamente por una línea en
blanco11. En Collected Papers se reprodujo el artículo original en 6.452-480,
seguido del aditamento publicado en Hibbert Journal en 6.481-485 —sin
ninguna indicación al respecto— y añadiendo a continuación la segunda
versión del “Additament” en 6.486-491 indicando en nota “c. 1910; 491 is
from an alternative draft”. Este desajuste ha hecho que muchos de los comentaristas —Anderson, Barrena, Orange, etc.— empleen la datación de CP y
consideren este aditamento como una aclaración dos años posterior a la publicación original. A su vez los editores del Essential Peirce han publicado un
“Additament” (EP2 446-450) que es una combinación de los cinco primeros
parágrafos de la primera versión del texto de Peirce, junto con el texto completo del segundo aditamento. La razón de esta amalgama —explican— es
que solamente en la primera versión Peirce identifica claramente el “nido de
tres argumentos” al que hace referencia en la segunda versión (EP2, 551, n.
14). Quizá merece la pena reproducir la explicación que Charles S. Peirce
escribe a William James el 17 de noviembre de 1908 sobre esta enrevesada
cuestión textual12:
And I must tell you that I was quite surprised and even shocked to find my
Hibbert Article was published; for I had never contemplated the possibility
of the last section of it being published & had not received any proof-sheets
of it. It happened in this way. They wrote to me through Keyser and asked me
to write something. I suggested that title & general treatment & they assented and I wrote it, without that last section however. Then Jacks wrote and
asked me to add something to state my position. I replied that I was incapable of writing on a set topic & knew what I wrote would be bad in my own
estimation & everybody else’s. Still to show my good will, I wrote off that
last section & sent it saying that it was most distasteful to me, but if he Jacks
could pick out of it a small passage that was neither egotistical nor offensive
to anybody he might.
11 EP2, 551, n. 14.
12 Agradezco a Ahti Pietarinen el haberme facilitado este texto del volumen en preparación de la
correspondencia entre Charles S. Peirce y William James.
227
Jaime Nubiola
En todo caso, con toda probabilidad muchos lectores del artículo de Peirce advirtieron que se trataba de un texto importante13. “Tanto James como
Royce —escribe Frank M. Oppenheim— encontraron el artículo del Argumento Olvidado ‘extremadamente interesante’”14. Así James escribe a Peirce
el 7 de noviembre de 190815:
I have been much interested —Royce also— in your Hibbert Journal article,
which is in your best and easiest style, & very suggestive indeed. It and your
Monist articles will doubtless be a “quarry” for the next generation. I myself
can’t yet get hold of, or use your “first,” “second,” & “third” distinction—but
no matter.
En cambio, Royce captó mucho más plenamente el alcance del trabajo.
Oppenheim afirma que el uso que hace Royce de este artículo en su The
Problem of Christianity y las referencias expresas a él muestran con claridad
la apreciación de su importancia lógica y religiosa16. En particular Royce
afirma que de este artículo había aprendido a “considerar las condiciones
que hacen posible el éxito efectivo de nuestras ciencias naturales”17.
El artículo original tiene cinco secciones de diferente extensión encabezadas por números romanos (I: 90-98; II: 98-99; III: 99-103; IV: 103-106 y
V: 106-108) a las que sigue —como ya se dijo— tras una línea en blanco el
aditamento elegido por el editor (pp. 108-112). Al pie del artículo, además
del nombre C. S. Peirce, figura el topónimo de la zona geográfica en la que
se encuentra Milford: Westfall, Pennsylvania. En el encabezamiento de las
13 Peirce escribe a James en esa misma carta del 17 de noviembre de 1908: “Ever since I have been
here I have been working hard to get my logic into proper shape to present to a considerable
public, – fully as numerous as that to which the Hibbert Article appeals; and that has brought a
number of interested letters from a wide variety of readers”.
14 J. Royce, The Problem of Christianity, The Catholic University of America, Washington, DC, 2001,
390, n. 1.
15 Carta de William James a Charles S. Peirce, 7 noviembre 1908; comp. en Ignas K. Skrupskelis y
Elizabeth M. Berkeley (eds.), The Correspondence of William James, vol. 12 (April 1908 - August
1910), University of Virginia Press, Charlottesville, 2004, 115.
16 Cf. Frank M. Oppenheim, “The Peirce-Royce Relationship, Part 1”, The Journal of Speculative Philosophy, 11 (1997), 4, 265.
17 Añade en nota: “Charles Peirce has repeatedly given expression to the thoughts about the nature
and conditions of the inductive sciences to which I here, in passing, shall refer. A notable expression of opinion upon the subject occurs in a brief passage contained in his extremely interesting
essay entitled “A Neglected Argument for the Being [sic] of God,” published in the Hibbert Journal
during 1908”. J. Royce, The Problem of Christianity, 390, n. 1.
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La Realidad de Dios: Entender el Argumento Olvidado
páginas impares con amplias letras THE REALITY OF GOD, en las impares
el nombre de la publicación: THE HIBBERT JOURNAL.
No podré analizar con detalle todo el artículo, pero al menos querría explicar el alcance de este rótulo de las páginas impares y explorar después un
poco cuál es el Argumento Olvidado. Pero antes de esto, querría transcribir
algo de lo que escribe a su buena amiga de la infancia Mary E. Huntington
el 28 de noviembre de 1908 y que permite además también hacerse un poco
cargo de la penuria en que vivía Charles S. Peirce, junto con su esposa Juliette, en los últimos años de su vida:
I should certainly have sent you a copy of my Hibbert article, if I had had any
[...] They only paid me £10:10:00 for the article, which was much less than I
had calculated upon; and I felt that I must turn it all over for the ordinary expenses, especially since the urgency of leaks and several other things render
our needs this year much greater than usual.
The Hibbert only sent me my sole copy of the number on my grumbling about
their not sending it, and I have no intention of writing again for that journal.
[...] I took it over to Milford and left in the hotel room of some friends who
were staying there; and I cannot answer the questions that important people
ask me about it. I simply have not the money to pay for another18.
La noción de realidad
A cualquier lector con un poco de formación cultural le llama la atención, en primer lugar, que ya desde el título mismo de su artículo Charles
S. Peirce no hable de la existencia de Dios, como es habitual en el lenguaje
teológico o religioso, sino de su realidad. Me parece que esta distinción tiene
una importancia capital para entender el artículo y para ahondar en la filosofía y el legado de Charles S. Peirce. Los objetos de nuestra vida cotidiana
con los que interactuamos existen, pero en cambio no solemos decir del código de circulación vial, de la ley de la gravedad, de los números irracionales
o del teorema de Pitágoras que existan, ya que no podemos adscribirles un
sentido espacio-temporal claro.
Así explica Peirce la palabra “Real” en el segundo párrafo de su artículo
(CP 6.453)19:
18 L 212, Carta de Charles S. Peirce a Mary Huntington, 28 noviembre 1908, 1.
19 Trad. cast. de Sara Barrena, Charles S. Peirce: Un argumento olvidado a favor de la realidad de Dios,
67. El texto en The Hibbert Journal dice así: «“Real” is a word invented in the thirteenth century
229
Jaime Nubiola
“Real” es una palabra inventada en el siglo trece, que significa tener Propiedades, esto es, características que basten para identificar a su sujeto, y poseerlas, ya le sean atribuidas o no por algún hombre singular o grupo de hombres.
Así, la sustancia de un sueño no es Real, ya que era lo que era solamente en
tanto que el soñador lo soñó; pero el hecho del sueño es Real, si fue soñado;
ya que si fue así, su fecha, el nombre del soñador, etc., constituyen una serie
de circunstancias suficientes para distinguirlo de todos los demás sucesos,
y estas circunstancias le pertenecen, esto es, sería verdadero predicarlas de
él, las descubran A, B o C Actualmente o no. Lo “Actual” es aquello que es
encontrado en el pasado, presente o futuro.
En este pasaje parece Peirce estar haciéndose eco de su definición de
“Real” para el Century Dictionary. (Como se sabe, entre 1883 y 1909 Charles
S. Peirce dedicó un esfuerzo importante a la preparación de miles de voces
—quizás en torno a unas 10.000— del Century Dictionary20. En la actualidad
se está terminando la preparación, gracias al enorme trabajo de François
Latraverse y sus colaboradores, el volumen 7 de la Chronological Edition dedicado a esta materia). Se dice en la tercera acepción de “real”:
3. Specifically, in philos., existing in or pertaining to things, and not words or
thought merely; being independent of any person’s thought about the subject; possessing characters independently of the attribution of them by any
individual mind or any number of minds; not resulting from the mind’s action: opposed to imaginary or intentional.
Lo real para Peirce es independiente de la mente, no es resultado de la
acción mental, es —como dirá en muchos lugares— “independiente de lo
que usted o yo podamos pensar”21.
to signify having Properties, i.e. characters sufficing to identify their subject, and possessing these
whether they be anywise attributed to it by any single man or group of men, or not. Thus, the substance of a dream is not Real, since it was such as it was, merely in that a dreamer so dreamed it; but
the fact of the dream is Real, if it was dreamed; since if so, its date, the name of the dreamer, etc.,
make up a set of circumstances sufficient to distinguish it from all other events; and these belong
to it, i.e. would be true if predicated of it, whether A, B, or C Actually ascertains them or not. The
“Actual” is that which is met with in the past, present, or future.»
20 The Century Dictionary and Cyclopedia, W. D. Whitney, ed., The Century Company, New York,
1889-1891, vol. 6, p. 4985. Accesible on-line en [<http://www.global-language.com/CENTURY/>].
21 Por ejemplo, C. S. Peirce, “Of Reality (MS 204), 1872”, W3:54-59, o “Reality” CP 5.405-410, 1877.
Es interesante el comentario de B. Gresham Riley a propósito de la distinción entre realidad y
existencia advirtiendo que Peirce desea sostener dos afirmaciones a la vez: por una parte, desea
230
La Realidad de Dios: Entender el Argumento Olvidado
Sin duda, una de las claves interpretativas de esta presentación de Peirce
acerca del significado de real se encuentra —me parece— en el ejemplo que
elige de lo no real en el segundo párrafo de su artículo de 1908. Se trata del
caso del sueño (dream), en el que su objeto, su sustancia, su materia no es
real, aunque sí haya sido real el hecho de haber soñado. Me parece que el
ejemplo es clave porque dos páginas después Peirce presentará aquel “estado de la mente tan opuesto a la vaciedad y a los sueños” al que llamará
Musement, que está en las antípodas del dream [so antipodal to vacancy and
dreaminess] (CP 6.458) y que será el comienzo del camino para descubrir la
Realidad de Dios.
En su carta a su prima Mary Huntington, Peirce se lo explica así:
Frequently, people think they do not believe in God’s reality, merely because
they do not think he exists. But of course, existence cannot be his mode of
being, since existence simple consists in reacting against the other things in
the universe22.
Para quienes estén familiarizados con las categorías peirceanas resulta
fácil advertir que la existencia se encuentra en el ámbito de la secundidad,
de la facticidad, de las relaciones diádicas, mientras que la realidad de la que
estamos ahora hablando es mucho más rica y guarda relación con los tres
Universos de Experiencia [“puras Ideas”, “Actualidad Bruta de las cosas y los
hechos”, “todo lo que es un Signo”, CP 6.455] de los que —Peirce afirma en el
arranque del artículo— cree como Realmente creador al Ens necessarium, al
que llamamos con el nombre propio de “Dios”. En su carta a Mary Huntington escribirá: “Dios es el Ens Necessarium, esto es, el que explica el Mundo
en sus tres Universos”23.
¿Cuál es el Argumento Olvidado?
Para responder a esta pregunta conviene, me parece, precisar primero
qué es un argumento para Peirce y, después, identificar quién o quiénes son
diferenciar “real” de lo que cualquiera pueda pensar, pero también desea sostener que lo real es el
objeto de una verdadera creencia. B. Gresham Riley, “Existence, Reality, & Objects of Knowledge.
A Defense of C. S. Peirce as a Realist”, Transactions of the Charles S. Peirce Society, 4 (1968), 40-41.
22 L 212, Carta de Charles S. Peirce a Mary Huntington, 28 noviembre 1908, 2.
23 “God is the Ens Necessarium, ie: — that which explains the World, in its three Universes.” L 212,
Carta de Charles S. Peirce a Mary Huntington, 28 noviembre 1908, 2. Sobre la noción peirceana
de Ens Necesarium, puede verse D. Orange, Peirce’s Conception of God. A Developmental Study,
Institute for Studies in Pragmaticism, Lubbock, TX, 1984, 78-80.
231
Jaime Nubiola
los que a juicio de Peirce lo han olvidado. Responder a la primera cuestión
parece relativamente fácil, pues el propio Peirce se preocupa de explicar en
el inicio de su artículo qué es un argumento y cómo se distingue de una argumentación. Copio (CP 6. 456):
Un “Argumento” es cualquier proceso de pensamiento que tienda razonablemente a producir una creencia definida. Una “Argumentación” es un Argumento que procede de premisas formuladas de modo definido24.
Se trata de una distinción en principio clara. Mientras que una argumentación es un conjunto ordenado de premisas que conduce a una creencia
definida, esto es, se trataría de un razonamiento en el que de unas premisas
antecedentes se infiere necesaria o probablemente una conclusión lógica,
un argumento no requiere toda esa precisa y explícita estructura lógica, sino
que consiste más bien en un proceso de pensamiento que se mueve en un
nivel cognitivo diferente. Peirce llama “argumento” a cualquier proceso de
pensamiento —perdónenme que lo repita— que tienda razonablemente a
producir una creencia definida, aunque no tenga una estructura silogística
precisa o explícita. Precisamente, Peirce acusará a los teólogos que no prestan atención a su Argumento de “compartir probablemente esas nociones
actuales de lógica que no reconocen otros argumentos más que las argumentaciones” (CP 6.457).
Aquí cabe añadir también que la traducción habitual de “Neglected Argument” por “Argumento Olvidado” no es quizá del todo ajustada, aunque
resulte muy sonora y gráfica. Charles S. Peirce considera que se trata de un
argumento que tiene una “capacidad de persuadir no menos que extraordinaria; que al mismo tiempo no es desconocido para nadie” (CP 6.457), pero
que, en cambio, apenas es mencionado por los teólogos —”dentro de mi pequeño ámbito de lectura”, advertirá Peirce— y en todo caso muy brevemente por quienes sí lo hacen. Quizás en este sentido podría ser más acertado
calificar al argumento en castellano como “descuidado” o “desatendido” por
parte de los teólogos en lugar de “olvidado”, pero ya está en plena circulación
esta traducción que, por otra parte, no es tampoco equivocada.
Y ¿cuál es ese Argumento Olvidado en favor de la realidad de Dios? Antes de enunciarlo Peirce indica que su argumento es el que mejor “presenta
su conclusión, no como una proposición de teología metafísica, sino de un
modo directamente aplicable a la conducción de la vida, y llena de alimento
24 «An «Argument» is any process of thought reasonably tending to produce a definite belief. An
“Argumentation” is an Argument proceeding upon definitely formulated premises.» CP 6. 456.
232
La Realidad de Dios: Entender el Argumento Olvidado
para el crecimiento más elevado del hombre” (CP 6.457). Y a renglón seguido añade: “No debería maravillarme de que la mayoría de aquellos que con
sus propias reflexiones han cosechado la creencia en Dios han de agradecer
al esplendor del A. O. por esta riqueza” (CP 6.457). Por mi parte, querría llamar la atención sobre el verbo “cosechar” (to harvest) que, en cierto sentido,
encierra una clave del todo el argumento. Lo que Peirce está afirmando es
que la creencia en Dios viene a ser la cosecha en el corazón del hombre causada por el Argumento, y esa creencia le lleva a una vida mejor alimentando
su elevación en todos los órdenes. Recordemos la definición de argumento
que acabo de mencionar: “Un “Argumento” es cualquier proceso de pensamiento que tienda razonablemente a producir una creencia definida”.
Para captar el argumento en su plenitud es preciso adoptar tres etapas, seguir los tres pasos que conforman su estructura. El primero es “la ocupación
agradable de la mente” que llama Musement. Peirce dedica gran extensión
de la primera sección del artículo a describirla aportando numerosos ejemplos25 y concluye que
[...] en el Puro Juego del Musement es seguro que se encontrará antes o
después la idea de la Realidad de Dios como una imagen atractiva, que el
Muser desarrollará de diversas maneras. Cuanto más la pondera, más respuesta encontrará en cada parte de su mente, por su belleza, porque proporciona un ideal de vida y por su explicación completamente satisfactoria de
todo su triple entorno (CP 6.465).
Así termina la sección I del artículo de 1908, la más extensa (páginas
90-98), describiendo que la idea de la realidad de Dios que brota como una
imagen atractiva [an attractive fancy] para el Muser, conforme la pondera
encuentra una mejor respuesta en su mente por su belleza (estética), porque
proporciona un ideal de vida (ética) y porque da una cabal explicación de los
tres universos (lógica en su sentido amplio). Comienza ahora la sección II,
la más breve (páginas 99-100) de todo el artículo sobre la hipótesis de Dios.
Se trata del segundo paso.
Quizá lo más ilustrativo es transcribir las líneas finales de esta sección
(CP 6.467):
25 CP 6.458-465. Como escribe Sara Barrena, “Peirce está tratando de mostrar que el musement no es
un método de análisis lógico, sino que en ese estado peculiar de la mente van surgiendo sugerencias, conjeturas, de las que alguna se presentará ante la mente como altamente plausible. Aunque
eso no excluye que posteriormente se haga necesario un análisis lógico”. S. Barrena: Charles S.
Peirce: Un argumento olvidado a favor de la realidad de Dios, 73, n. 8.
233
Jaime Nubiola
[...] por lo que sé acerca de los efectos del Musement en mí mismo y en otros,
no creo que esté o debiera de estar menos seguro de que cualquier hombre
normal que considere los tres Universos a la luz de la hipótesis de la Realidad
de Dios, y prosiga esa línea de reflexión en la soledad científica de su corazón,
llegará a conmoverse hasta las profundidades de su naturaleza por la belleza
de esta idea y por su augusta practicidad, incluso hasta el punto de amar
ardientemente y adorar a su Dios estrictamente hipotético y hasta el punto
de desear sobre todas las cosas conformar la totalidad de su estilo de vida y
todas las acciones que brotan en conformidad con esa hipótesis.
Quiero destacar lo que Peirce está afirmando, esto es, que la hipótesis de
la realidad de Dios que brota en la soledad científica del corazón al considerar los tres universos es capaz de transformar al investigador por su belleza y
por su practicidad hasta el punto de conformar por completo su vida. “Este
es mi pobre esbozo del Argumento Olvidado —añadirá Peirce—, muy recortado para que quepa dentro de los límites asignados a este artículo” (CP
6.468).
El tercer paso debería ser “la discusión de su logicidad”, esto es, del carácter científico de la adopción de la hipótesis de la realidad de Dios, aunque
Peirce en su artículo anuncia que solo puede hacer un índice, “a partir del
que alguno podría posiblemente adivinar lo que tengo que decir; o establecer una serie de puntos plausibles a través de los cuales el lector tendrá que
construir por su cuenta la línea continua de razonamiento” (CP 6.468). De
hecho la sección III está dedicada a estudiar la Retroducción y su plausibilidad, la revisión de la hipótesis y la Deducción de las consecuencias experienciales que se seguirían de su verdad, complementada por la Inducción
para averiguar hasta qué punto aquellas consecuencias concuerdan con la
experiencia.
La sección IV del artículo se centra en el estudio del valor de la Retroducción por su fuerza instintiva, apelando a il lume naturale de Galileo26: ha
de preferirse la hipótesis más simple “en el sentido de más fácil y natural,
aquella que el instinto sugiere”, y añade Peirce (CP 6.477):
[...] por la razón de que, a no ser que el hombre tenga una inclinación natural de acuerdo con la naturaleza, no tendría la posibilidad de entender la
naturaleza en absoluto. Muchas pruebas de este hecho principal y positivo,
relativas tanto a mis propios estudios como a las investigaciones de otros, me
26 La relación entre Peirce y Galileo es fascinante. Puede leerse mi trabajo: “Il lume naturale: Abduction and God”, Semiotiche I/2 (2004) 91-102, accesible online en <http://www.unav.es/users/
LumeNaturale.html>
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La Realidad de Dios: Entender el Argumento Olvidado
han confirmado en esta opinión; y cuando llegue a exponerlas en un libro, su
conjunto convencerá a todo el mundo.
Pietarinen y Belluci han estudiado a fondo la noción de Retroducción en
los escritos tardíos de Peirce. Les cito:
Now, what is the principle that could give retroduction its validity? Peirce’s
answer is that retroductive inference is valid if it is ‘the result of a method
that must lead to the truth if . . . it is possible to attain the truth. Namely we
must assume the human mind has a power of divining the truth, since if not
it is hopeless even’ to reason (MS 276, 39, 1910). Here we find the substance
of Peirce’s argument for the justification of retroduction (MS 328, 46–47; MS
876, 3–4). The leading principle of retroduction is that nature is explainable.
This is the primary abduction, or Ur-abduction, underlining all possible abductions (CP 7.220, 1901)27.
En la breve la sección V con la que finaliza originalmente el artículo Peirce concluye afirmando que “el Argumento Olvidado es la Primera Etapa de
una investigación científica que produce una hipótesis de la más alta Plausibilidad, cuya última prueba ha de encontrarse en su valor para el crecimiento auto-controlado de la conducción de la vida del hombre” (CP 8.480). El
lector se queda con la impresión de que el artículo se ha interrumpido, pues
unas líneas más arriba escribe que “el contexto de esto debo dejarlo al lector
para que lo imagine”. Por esto, resulta clarificador el arranque del Aditamento —no incluido en la versión original— en el que Peirce describe “el nido
de tres argumentos en favor de la Realidad de Dios” esbozado en su artículo.
Reproduzco la descripción que hace Sara Barrena28:
El primero, denominado el argumento humilde (“humble argument”), se
basa en la creencia religiosa que brota en cualquier persona honrada y sincera, aunque no tenga ninguna ciencia. En ella surge de forma espontánea la
hipótesis de que Dios es real y esa hipótesis produce la viva determinación
(Bestimmung) del alma de modelar toda la conducta en conformidad con
ella. Esa determinación es la esencia misma de la creencia. Este argumento
es la raíz y la base de los otros dos.
27 A. Pietarinen & F. Bellucci, “New Light on Peirce’s Conceptions of Retroduction, Deduction, and
Scientific Reasoning”, International Studies in the Philosophy of Science, 28 (2014), 360. Agradezco a Ignacio Redondo esta valiosa referencia.
28 S. Barrena, “Un argumento olvidado en favor de la realidad de Dios”, en S. Barrena y J. Nubiola,
Charles S. Peirce (1839-1914): Un pensador para el siglo XXI, Eunsa, Pamplona, 2013, 172-173.
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Jaime Nubiola
El segundo argumento sería propiamente el Neglected Argument y consiste en “la descripción de la universalidad y naturalidad de la experiencia del
argumento humilde”29. “Consiste en mostrar que el argumento humilde es
el fruto natural de la libre meditación” (CP 6.487) y en mostrar que la Idea
es tan bella y admirable que resulta adorable30. Esto es lo que ha sido “olvidado” por los teólogos y si se tuviera en cuenta se pondría de manifiesto que
hay en el alma una tendencia natural hacia la creencia en Dios que, “lejos
de ser un ingrediente vicioso o supersticioso, es simplemente el precipitado
natural de la meditación acerca del origen de los Tres Universos” (CP 6.487).
Como escribe Trammell, este argumento “muestra que el mismo curso de
meditación que para propósitos prácticos causa una creencia viva en Dios,
desde otro punto de vista es el primer estadio de la investigación teórica”31.
El tercer argumento es lo que Peirce denomina “un estudio de metodéutica lógica, iluminado por la luz de una familiaridad de primera mano con
el genuino pensamiento científico” (CP 6.488). Peirce no llega a desarrollar
ese estudio, pero afirma que consiste en la comparación del proceso de pensamiento del que reflexiona sobre los tres universos con el proceso metodológico que da lugar a los descubrimientos científicos efectivos32. Como
escribió un par de años antes en sus Answers to Questions Concerning my
Belief in God (CP 6.502, c.1906):
[...] because the discoveries of science, their enabling us to predict what will
be the course of nature, is proof conclusive that, though we cannot think any
thought of God’s, we can catch a fragment of His Thought, as it were.
El alcance del Argumento Olvidado: el poder de la abducción
Querría adentrarme ahora en la discusión del Argumento Olvidado, que
tan persuasivo me resulta, pero puedo hacerlo solo sumariamente33. Para
Peirce la creencia en la realidad de Dios es un producto natural de la abducción, del instinto educado, del científico o del hombre corriente y, como
29 D. Anderson, “Three Appeals in Peirce’s Neglected Argument”, 350.
30 V. Potter, “C. S. Peirce’s Argument for God’s Reality: A Pragmatist ‘s View”, en J. Armenti, ed., The
Pappin Festschrift: Essays in Honor of Joseph Papin, Villanova University Press, Villanova, PA, 1976,
242.
31 R. L. Trammell, “Religion, Instinct and Reason in the Thought of Charles S. Peirce”, 19.
32 En el aditamento impreso originalmente Peirce añade que la presentación de este argumento requeriría “una prueba estricta de la corrección de la máxima del Pragmaticismo” (CP 6.485).
33 Lo he abordado con más amplitud en “C. S. Peirce y la abducción de Dios”, Tópicos, XXVII (2004),
73-93.
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La Realidad de Dios: Entender el Argumento Olvidado
toda hipótesis, surge de una peculiar experiencia. En ese sentido puede decirse que para Peirce, Dios es objeto de experiencia más que objeto de fe:
“¿De dónde vendría una idea tal, como la de Dios, si no es de la experiencia directa?” (CP 6.493, c.1896). El conocimiento de Dios, como cualquier
otro, depende de la experiencia, pues “no podemos conocer nada excepto
lo que directamente experimentamos” (CP 6.492, c.1896). Se trata de una
experiencia singular, de ese peculiar estado de la mente y del corazón que
denomina musement en el que la realidad es capaz de depositar sus semillas
en la mente del muser. Dejadme que recuerde aquel bello pasaje de 1906 (CP
6.501) evocando un paseo por la noche en Milford, PA:
He tenido a veces ocasión de caminar por la noche, aproximadamente una
milla, por un camino poco frecuentado, la mayor parte en campo abierto, sin
ninguna casa a la vista. Las circunstancias no son favorables para un estudio
riguroso, sino para una sosegada meditación. Si el cielo está claro miro a las
estrellas en el silencio, pensando cómo cada aumento sucesivo de la apertura
de un telescopio hace visibles a muchas más que todas las que eran visibles
antes. […] Deja que un hombre beba en esos pensamientos que le vienen al
contemplar el universo psico-físico sin ningún propósito especial; especialmente el universo de la mente que coincide con el universo de la materia.
La idea de que hay un Dios por encima de todo eso por supuesto surgirá a
menudo; y cuanto más la considere, más le envolverá el Amor por esa idea.
Se preguntará a sí mismo si de verdad hay un Dios o no. Si permite hablar
a su instinto y busca en su propio corazón, encontrará al final que no puede
evitar creer en él.
La clave del argumento es la tesis que sostiene una peculiar afinidad entre mente y materia, puesto que presupone que ciertas clases de actividad
mental humana pueden ser identificadas como “naturales”, y que las creencias “naturales” son especialmente plausibles34. Para Peirce la abducción de
Dios, y toda abducción, es la expresión de un “instinto racional”35 y todo
progreso en el conocimiento es debido a ese instinto racional. La ciencia en
sí misma es un desarrollo de instintos naturales: “Mi larga investigación del
proceso lógico del razonamiento científico me condujo hace muchos años a
34 G. Behrens: “Peirce’s ‘Third Argument’ for the Reality of God and Its Relation to Scientific Inquiry”,
Journal of Religion 75 (1995), 203.
35 M. A. Ayim: “Retroduction: The Rational Instinct”, Transactions of the Charles S. Peirce Society 10
(1974), 34-43.
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Jaime Nubiola
la conclusión de que la ciencia no es sino un desarrollo de nuestros instintos
naturales” (CP 6.604, 1891).
Me parece particularmente significativa la explicación de su artículo que
Charles S. Peirce escribe a su prima Mary Huntington el 28 de noviembre de
1908. Transcribo parcialmente dos párrafos:
You are quite right as to your understanding that I mean to say that our instinctive beliefs —once we can make sure that they really are instinctive, must
be regarded as among the strongest of all possible arguments. For not only do
we see that all animals rise far above their general level in their instincts, but
the whole fabric of science really consists of propositions that at first were no
more than what we were inclined by our nature to think.
[...] Naturally, an instinctive belief has a greater force as an argument, where
it is itself a very strong tendency in our nature. Now, I maintain that a person
may think he believes things that he really does not: but the test is involved in
the nature of belief as that habit which will regulate well considered and deliberately approved conduct. So that, if religious meditation inevitably causes
a man —no matter how little he may think he believes the reality of God— to
that determination of his very soul [...] to act as if God really was, then he
really does believe in God, whether he be aware of it or not.
Lo que Charles S. Peirce está sosteniendo es que las creencias verdaderamente instintivas han de ser consideradas como unos argumentos muy
poderosos, independientemente de que el ser humano crea en ellas o no.
Como explicará al final de la carta a su prima —a juicio de Peirce—, no sabemos nada de la naturaleza de Dios, pero toda nuestra actividad racional
“presupone que las cosas son realmente racionales y explicables por la razón
y, por tanto, que debe haber una razón debajo o detrás de todo el mundo y
esto es lo que expresamos con el término Ens Necessarium36.
36 L 212, Carta de Charles S. Peirce a Mary Huntington, 28 noviembre 1908, p. 2: “[...] we can have
but the dimmest and vagrant idea of the nature of his being [God]. We only know that all reasoning supposes that things are really rational or explicable by reason, and thus there must be a reason
below or behind the whole world, and that is expressed in the term Ens Necessarium”.
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