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Eugenio d'Ors y Rovira

2017, Visión de España en pensadores españoles de los años treinta

Cuando Eugenio d’Ors deja Barcelona en julio de 1921 solo le faltaban tres meses para cumplir los cuarenta años. A los cuarenta —escribió su hijo Álvaro— lo más normal es que los hombres no cambien ya su caudal de ideas. La originalidad de la época catalana sobre el resto de la producción de d'Ors no significa, sin embargo, un menosprecio de los años posteriores. Fue en gran medida su producción no catalana y su constante actividad y participación en muchos otros proyectos españoles y europeos, lo que hizo que su “gloria catalana” no quedara diluida y que su figura tenga hoy un lugar destacado en las letras españolas. Por todo ello, organizaré mi exposición en tres secciones: 1) Su biografía catalana; 2) la primera etapa de su biografía castellana, y 3) Su visión de España en los años 30.

Visión de España, ayer y hoy Pensadores españoles de los años 30 del siglo XX VI Jornadas de Cultura Iberoamericana Instituto Pensamiento Iberoamericano, Salamanca 23 de septiembre 2016 Eugenio d'Ors en los años 30: su visión de España Jaime Nubiola1 [Texto oral] A Ángel d'Ors (1951-2012) in memoriam Muchas veces acudió Eugenio d'Ors a Salamanca tanto en su juventud —sabemos que a finales junio de 1913 visitó la ciudad y el propio Unamuno le hizo de cicerone2— como en su madurez. Para Eugenio d'Ors Salamanca era la ciudad más bella de España, "la reina entre todas las nuestras"3; le impresionaba en especial su color dorado, "el oro salmantino": es una ciudad —escribió— que "arde como un carbón"4. Para intentar comprender la visión que Eugenio d'Ors tiene de España a principios de los años 30 del pasado siglo, me parece que es necesario entender su biografía. Cuando Eugenio d’Ors deja Barcelona en julio de 1921 solo le faltaban tres meses para cumplir los cuarenta años. A los cuarenta —escribió su hijo Álvaro— lo más normal es que los hombres no cambien ya su caudal de ideas. La originalidad de la época catalana sobre el resto de la producción de d'Ors no significa, sin embargo, un menosprecio de los años posteriores. Fue en gran medida su producción no catalana y su constante actividad y participación en muchos otros proyectos españoles y europeos, lo que hizo que su “gloria catalana” no quedara diluida y que su figura tenga hoy un lugar destacado en las letras españolas. Por todo ello, organizaré mi exposición en tres secciones: 1º) Su biografía catalana; 2º) la primera etapa de su biografía castellana, y 3º) Su visión de España en los años 30. 1 Agradezco vivamente la invitación para participar en estas VI Jornadas. Las dos primeras secciones de mi presentación son en parte deudoras de los textos escritos en colaboración con Marta Torregrosa y con Antonino González, publicados en M. Garrido et al (eds.), El legado filosófico español e hispanoamericano del siglo XX, Cátedra, Madrid, 2009, pp. 293-303 y 381-391. Agradezco las correcciones y sugerencias de María Rosa Espot, Antonino González y Marta Torregrosa. 2 Enric Jardí, Eugenio d'Ors. Obra y vida, Aymá, Barcelona, 1967, p. 139. Años después recordará aquella primera visita y la locuacidad de Unamuno en una calurosa jornada de junio de 1913: Eugenio d'Ors, "El Café du Commerce", Epos de los destinos, Editora Nacional, Madrid, 1943, pp. 268-269. 3 Eugenio d'Ors, "Gerona", Destino, nº 334, 11.XII.43. Accesible online en «http://www.unav.es/gep/dors/2glosarioinedito2.htm». 4 Eugenio d'Ors, "Luz de Granada", La Vanguardia, 7.VI.43, p. 3; recogida en Nuevo Glosario, vol. III, pp. 1.018-1.021. Accesible online en «http://www.unav.es/gep/dors/EyC,1943.12.htm». 2 1. Biografía catalana Eugeni d'Ors y Rovira nace en Barcelona el 28 de septiembre de 1881. Su padre, José Ors y Rosal, era médico y había nacido en Sabadell. Su madre, Celia Rovira y García, era de Manzanillo (Cuba) aunque tenía ascendencia en Vilafranca del Penedés. Por motivos de salud hizo parte de los estudios primarios y secundarios en su casa. Su padre le instruía en gramática y aritmética, y su madre, amante de la lectura y educada en un ambiente refinado, lo hacía en religión y literatura. En 1897 comienza la carrera de Leyes en la Universidad de Barcelona, que compagina con la de Filosofía y Letras en la especialidad de estudios literarios, que era la única existente entonces allí. De sus años universitarios se sabe que no asistía con asiduidad a las clases y que ocupaba la mayor parte de su tiempo en la lectura de grandes obras de la literatura y el pensamiento. En esos años —entre los 19 y los 25— el joven d'Ors se forma en los ambientes literarios modernistas y participa en el ideario modernista de regeneración de la sociedad catalana. Gracias a la cercanía de Cataluña con París, la capital cultural y artística por excelencia del momento, la cultura catalana de finales de siglo se había contagiado de una honda preocupación por la estética y de una vuelta a los planteamientos del romanticismo, a lo que se unía el rechazo del positivismo de la generación precedente. Al terminar en 1903 sus estudios de Leyes con el Premio Extraordinario de Licenciatura se matricula en Madrid en los cursos de doctorado. Entre marzo de 1904 y julio de 1905 viaja a menudo a la capital para realizar los estudios de doctorado y comienza una tesis sobre la "Genealogía ideal del Imperialismo (Teoría del Estado-Héroe)" que no llegará a presentar. En Madrid asiste a las tertulias de Juan Valera, Menéndez Pelayo y Menéndez Pidal; y entabla amistad con Francisco Giner de los Ríos, Ramiro de Maeztu, Gregorio Martínez Sierra, Antonio Maura, Eduardo Marquina, Ignacio Zuloaga y Enrique Díez Canedo. Todos ellos jugaron un papel importante en la introducción de d’Ors en el ambiente madrileño. Como sucede con muchos otros intelectuales de principios del siglo XX, d'Ors vive su tarea intelectual como respuesta a una vocación de renovación de la cultura y de formación de la opinión pública. Mientras los intelectuales de Madrid se preguntan por la identidad de España, d’Ors dedica sus mejores esfuerzos a la elaboración de un programa de renovación cultural del ámbito catalán. Ante la ineficacia de los movimientos modernistas en Cataluña, Eugeni d'Ors se plantea la necesidad de un nuevo proyecto de renovación del individuo y de la sociedad al que denominará “Noucentisme”. El término, muy en la línea de la historiografía italiana, representa el proyecto de los espíritus del nuevo siglo, herederos de la ilusión regeneradora del modernismo, dispuestos a luchar en esa batalla de la transformación cultural. Frente al individualismo y el naturalismo modernistas y frente al tradicionalismo catalanista anclado en el ruralismo y el folclore, d'Ors propone una vuelta a los planteamientos estéticos del arte clásico de Grecia y Roma y una renovación social a través de la educación y las instituciones. El año 1906 es un año decisivo en la vida de Eugeni d'Ors. La aceptación de la corresponsalía en París del diario La Veu de Catalunya tiene importantes consecuencias en su biografía y en su pensamiento. En París asiste a cursos y seminarios de filosofía y psicología experimental, y a clases de filósofos y científicos de la talla de Bergson, Boutroux o Madame Curie. Durante su estancia en París, viaja a Alemania e Italia para completar su formación y redacta una amplia e interesante memoria —cuya publicación estoy preparando en la actualidad con el científico catalán Ramon Serra Rius— para obtener una beca de la Diputación de Barcelona para estudiar los métodos de la enseñanza superior en Europa. 3 En los años de París, d'Ors —ha escrito su biógrafo Jardí— experimentó la seducción de las doctrinas de los pragmatistas norteamericanos Charles S. Peirce y William James, que comenzaban a difundirse a principios de siglo5. De hecho, llegaría a conocer fugazmente a William James en mayo de 1910, pocos meses antes de su muerte6. En diciembre de 1907, en una glosa titulada "Pragmatisme", d'Ors se definirá a sí mismo como un pragmatista, movido por los mismos afanes de los pensadores norteamericanos, a los que aspira a superar mediante el reconocimiento de una dimensión estética de la acción humana no reductible a la meramente utilitaria7. En el extranjero ordena algunas de sus intuiciones y redacta dos trabajos para el III Congreso Internacional de Filosofía que se celebra en Heidelberg en septiembre de 1908. El residuo en la medida de la ciencia por la acción y Religio est libertas pueden considerarse el germen de su pensamiento filosófico. En ellos dialoga con las propuestas del pragmatismo norteamericano sobre los límites del conocimiento científico buscando una articulación razonable entre el conocimiento científico y el saber que ofrece la experiencia. A su regreso a Barcelona en 1911, Prat de la Riba le nombra Secretario General del Instituto de Estudios Catalanes, institución dependiente de la Diputación de Barcelona que tenía como objetivo la investigación científica superior. En ese mismo año publica en La Veu de Catalunya dos series de glosas en las que expone las claves de su intelectualismo post– pragmático bajo el nombre genérico de "Filosofía del hombre que trabaja y que juega". Estas glosas constituyen el índice de los temas de trabajo que le acompañarán durante toda su vida. Aparecerán en forma de libro en 19158. En 1912 d'Ors se licencia en Filosofía en la Universidad de Barcelona y en 1913 se doctora con la tesis Los argumentos de Zenón de Elea y la noción moderna de espaciotiempo. Ilusionado por conseguir un puesto en la Universidad desde donde poder exponer su filosofía se presenta en enero de 1914 en Madrid a unas oposiciones para la cátedra de Psicología Superior de la Universidad de Barcelona. Solo contó con el voto favorable de Ortega y Gasset. La decepción por aquella derrota determina toda su vida profesional. No vuelve a presentarse a otra convocatoria. Después de las oposiciones y probablemente para restituir la desilusión sufrida, la Residencia de Estudiantes y la sección de Filosofía del Ateneo de Madrid le invitan a dar una serie de conferencias: De la amistad y el diálogo, Aprendizaje y heroísmo y Grandeza y servidumbre de la inteligencia, que alcanzarían una notable difusión. En Cataluña conserva el apoyo del Presidente de la Mancomunidad, Prat de la Riba, quien le nombra Director de Educación Superior en el Consejo de Pedagogía de la Mancomunidad de Cataluña. Sin embargo, el fracaso de Madrid acrecienta probablemente la oposición que por parte de algunos ambientes de la burguesía y de la clase intelectual catalana venía sufriendo desde años antes. El estallido de la I Guerra Mundial y el desarrollo del conflicto suponen un cierto aislamiento de d’Ors en Cataluña. Las circunstancias no le permiten viajar por Europa y continuar sus investigaciones en el extranjero. Su actividad se concentra entonces en el estudio y perfeccionamiento de las instituciones de enseñanza en Cataluña y en la promoción de actividades desde el Instituto. Con motivo de la Gran Guerra escribe la serie de glosas 5 Enric Jardí, Eugenio d'Ors, p. 344. Sobre esta tema, véase Jaime Nubiola y Marta Torregrosa: "Eugenio d'Ors y el pragmatismo", en Pedro Russi (ed.), Eugenio d'Ors e Charles S. Peirce: jogo e pragmatismo em açao, OJM, Sarapuí, Brasil, 2016, pp. 18-46. 6 Antonino González y Jaime Nubiola: "William James en Eugenio d'Ors", Anuario Filosófico XL/2 (2007), pp. 413-433. Accesible online en «http://www.unav.es/gep/PragHispGonzalezNubiola.html» 7 Eugenio d'Ors, Glosari 1906-1907, X. Pla (ed.), Quaderns Crema, Barcelona, 1996, pp. 729-730. 8 Ha sido reeditada en La filosofía del hombre que trabaja y que juega, Libertarias/Prodhufi, Madrid, 1995 4 Lletres a Tina en las que expone su posición ante el conflicto: la guerra entre Alemania y Francia es una guerra civil que pone en peligro la unidad moral de Europa. En agosto de 1917 muere Prat de la Riba y es sustituido por Puig i Cadafalch como Presidente de la Mancomunidad. El nuevo presidente no continúa la protección que Prat de la Riba había dispensado sobre Eugeni d’Ors y la tensión contenida crece hasta estallar a finales de 1919. En enero de 1920 su actuación política será sometida a debate en la Asamblea General de la Mancomunidad y globalmente censurada. Se trata verdaderamente de La defenestración de Eugenio d'Ors, como tituló Díaz-Plaja el libro en el que reproduce los principales documentos de este affaire. En los meses siguientes, d’Ors dimitirá del cargo de Director de Instrucción Pública y será destituido del cargo de Secretario General del Instituto de Estudios Catalanes y privado de su tarea docente. En suma, la nueva presidencia y un sector de la burguesía y de los intelectuales catalanes partidarios de un torpe regionalismo folclorista, provocan su exilio. 2. Su primera etapa castellana La etapa castellana de Eugenio d'Ors se inicia cuando abandona Cataluña y la lengua catalana como medio habitual de expresión. Tras una estancia larga en Argentina, pasará a residir establemente en Madrid a principios de 1923. Escribe Cacho Viu: "D'Ors había terminado por acogerse en Madrid a una especie de incómodo exilio político, con la consiguiente renuncia al idioma hasta entonces predominante en sus escritos, que sólo esporádicamente volvería a cultivar. A partir de ese momento —en palabras de su hijo Juan Pablo— «para los catalanes, más concretamente para los barceloneses era un desertor; para los madrileños, un intruso»"9. Eugenio d'Ors comenzó a escribir su Glosario en el diario ABC y pasó a relacionarse "con la flor y nata de la intelectualidad" madrileña, escribe su biógrafo Jardí10. En 1921 verá la luz su Cézanne; en 1922 la que quizá sería su obra más conocida: Tres horas en el Museo del Prado; en 1930 Pablo Picasso y en 1935 Lo barroco. D’Ors será uno de los introductores en España del formalismo estético. En esta etapa su talla filosófica quedó quizá parcialmente oscurecida por su dedicación a la crítica de arte, por su peculiar estilo literario, y por su tarea de glosador en la prensa diaria que le alejaba de la filosofía académica. Como escribió Manuel Garrido, "Eugenio d'Ors pertenece, como Santayana, Unamuno y Ortega, a la estirpe de filósofos españoles que, además de pensar con originalidad, escriben bien y para todo el mundo"11. Los doce años que median entre 1923 y 1935 son para Eugenio d’Ors de una gran actividad pública: en 1925 promueve la puesta en marcha de la Escuela Social de Madrid, en la que impartirá desde el principio la asignatura Ciencia de la Cultura; en 1927 es elegido miembro de número de la Real Academia Española, y en ese mismo año vuelve temporalmente a París como representante de España en el Instituto Internacional de 9 Juan Pablo d'Ors, "D'Ors, mi padre", Razón Española, 21 (1987), p. 16; Vicente Cacho Viu, Revisión de Eugenio d'Ors (1902-1930), seguida de un epistolario inédito, Quaderns Crema - Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, Barcelona, 1997, p. 145. 10 Enric Jardí, Eugenio d'Ors, p. 344. 11 Manuel Garrido, "Nota a la presente edición", en Eugenio d'Ors, El secreto de la Filosofía, Tecnos, Madrid, 1998, p. 8, 5 Cooperación Intelectual, al tiempo que sus principales obras son traducidas al francés12. Diserta sobre Goya en su centenario en la École du Louvre de París, colabora con la revista Blanco y Negro con una sección sobre estética; aparecen compilaciones de sus glosas, imparte un curso sobre Ciencia de la Cultura en la Universidad de Valencia. Da en 1934 una serie de conferencias acerca del barroco y del arte contemporáneo en Neuchâtel, Lausanne y Ginebra, y participa en el Convegno d’Arte de Venecia. Puede decirse que Eugenio d'Ors no vio el advenimiento de la Segunda República con la esperanza de otros intelectuales de su generación como Ortega y Gasset o Gregorio Marañón. "Al contrario, —escribe Enric Jardí— su ideología había ido conduciéndole a un conservadurismo dentro del cual la institución monárquica era fuerza fundamental"13. En el verano de 1931 participa en las conversaciones de la abadía de Pontigny donde defendió su conocida tesis sobre el barroco como una categoría recurrente en la historia, como una constante. En los años siguientes sus viajes por Europa y sus largas estancias en Suiza y Francia fueron muy frecuentes, a la vez que mantenía sus colaboraciones en la prensa española y el ritmo de sus publicaciones. De hecho es en París donde recibirá la noticia del estallido de la Guerra Civil, con la que se cierra la etapa que estamos analizando. Para quienes estén interesados en la filosofía de Eugenio d'Ors resulta indispensable asomarse a la gran síntesis de su pensamiento El secreto de la Filosofía, que publicará en 1947, casi al final de su vida, y también a La Ciencia de la Cultura, que aparecerá póstumamente en 1964. Ambas obras han sido reeditadas en estos últimos años. 3. Su visión de España ¿Cuál es la visión de España de Eugenio d'Ors a principios de los años 30? No es fácil contestar de manera sencilla a esta pregunta, pero sí podríamos definirla quizá con dos grandes trazos característicos que vienen a constituir como sus coordenadas: 1º) Un europeísmo ilustrado, podríamos decir incluso militante, en contra del casticismo folclórico, que se avergüenza de la España de charanga y pandereta, de la vulgaridad y del mal gusto. Esta característica había sido también central en su etapa catalana y había sido una de las causas del rechazo de su Noucentisme. 2º) El anverso de este europeísmo es la defensa de la tradición clásica, de "la civilización del Mediterráneo"14. Mientras que d'Ors denostará siempre el "tradicionalismo de capa y espada"15, defenderá las tradiciones más cultas y antiguas que son las raíces de España. Viene a la memoria como ejemplo de esto la representación teatral de "El misterio de Elche", que d'Ors promoverá con entusiasmo en los años 40. 12 Como escribe Cacho Viu, "es esa etapa parisina que entonces comenzaba la peor conocida de su vida, la resultar ya ajena a quienes habían seguido su trayectoria barcelonesa, e igualmente distante para amigos y discípulos de la etapa posterior que salvo muy contados casos apenas pueden retrotraer esos títulos más allá de la fecha de la contienda civil española, cuando d'Ors regresó definitivamente a España". Vicente Cacho Viu, Revisión de Eugenio d'Ors (1902-1930), p. 148. 13 Enric Jardí, Eugenio d'Ors, p. 248. 14 Eugenio d'Ors, "La invitación al baño", Cuando ya esté tranquilo, CIAP, Madrid, 1930, p. 16. 15 Eugenio d'Ors, "De paso", Cuando ya esté tranquilo, p. 225. 6 Para avalar la identificación de estos dos grandes trazos, me ha parecido oportuno concentrar la atención en algunas obras suyas de los años 30 y transcribir con relativa extensión algunos textos al respecto, que permitirán calibrar además la formidable fuerza literaria de Eugenio d'Ors. El primero procede de sus glosas de 1927 en las que va desgranando sus impresiones de un viaje por Andalucía. "No sabe nada de Andalucía quien, luego de haber visitado el Sacro Monte, no visita el Observatorio de San Fernando"16. Y unos pocos días después explicará esto con más detenimiento: Andaluz es el Sacro Monte; andaluz, el Observatorio de San Fernando… Bien que el turista, al hacer su viaje, prescinda del segundo, pero jamás el hombre de espíritu, al hacer su síntesis, lo debiera olvidar. Ya nos va cansando ese lugar común de la España africana (...). Ya nos va cansando tan turbia historia del dinamismo y de la fiereza, Y del misticismo, y de la sensualidad. Ya empieza a impacientarnos tanta exaltación de la locura (...). Todo eso es cromo, y cromo de colores finos, a saber, cromo cursi. Ni me parece menos frívola que la que se llamó “la España de pandereta” (...). Ello resulta, además, atrozmente ingrato y sacrílegamente impío, en relación con aquellos de nuestros mayores que batallaron en campos españoles la buena batalla de la europeidad, de la normalidad, de la ciencia y la luz, desde San Isidoro hasta don Juan Valera, pasando por Alfonso el Sabio y por Carlos III. ¡Tanto esfuerzo por su parte, tanta labor, tanta amargura, tan silenciosas y mal conocidas hazañas, para que salgamos nosotros ahora renegando de su herencia! Para Eugenio d'Ors es el siglo XVIII ilustrado el que "ha fijado las formas, afirmándolas y dejándolas definitivamente, de cuanto hoy se nos antoja creación local y característica de los pueblos" en España: Viajando por España, llega en ocasiones a parecer, a la simple observación ocular, que el Setecientos lo ha hecho aquí todo. Ha hecho la iglesia y el puente, el convento y el jardín botánico, la ermita y el palacio, el teatro y el arsenal, y los rótulos de las calles, y los toneles de las bodegas, y las banderas de los gremios (¡quién lo hubiera dicho!), y las librerías. (...) ¿no encontramos ya una revelación profundamente significativa en este momento, cuando a la luz de los materiales de la civilización y por el aspecto de los mismos, España, dentro del fulgor de una especia de relámpago de ideas, nos aparece súbitamente como un país neoclásico?17 Un rasgo permanente del pensamiento de Eugenio d'Ors es su encendida defensa de la ciencia y de la razón ilustrada para el desarrollo de nuestro país, junto con su entusiasta admiración hacia quienes las defendieron y desarrollaron desde san Isidoro hasta Menéndez y Pelayo. Precisamente en uno de sus textos de 1930 en homenaje a Menéndez Pelayo se expresa nuestro autor con magnífica rotundidad y claridad a este respecto. Aunque es larga la referencia, merece la pena una lectura detenida de este pasaje que podemos denominar con 16 17 Eugenio d'Ors, "Advertencia", Cuando ya esté tranquilo, p. 225. Eugenio d'Ors, "El siglo XVIII", Cuando ya esté tranquilo, pp. 228-230. 7 palabras del propio d'Ors como "La tragedia de España"18. Voy a leerlo despacio, no sin cierta emoción contenida: Lo opuesto al obscurantismo es el amor a las luces. Pues bien, este amor, y por manera insigne, lo tuvo Menéndez y Pelayo. Él da un gran sentido a la totalidad de su obra, por encima de una adscripción cualquiera de escuela, tendencia o parcialidad. En esto no cabe duda: estamos recordando a un magno trabajador por la ilustración, a un guerrero de la luz. Y no es posible, señores, saber lo que esto significa sino refiriéndonos concretamente a España, recordando la tragedia de España. De la tragedia intelectual de España creo haber sentido recientemente la posición con exactitud. Permitidme una referencia personal. En el viaje recientísimo, cuyo polvo, mal sacudido, traigo todavía y de ello me excuso, a esta conferencia, he tenido ocasión de respirar, en las inmediaciones de Lisboa, el aire elegante de la quinta, que fue del Marqués de Pombal. La víspera, en Évora, había visitado la Universidad de los Jesuitas en que se formara el mismo Marqués, la Universidad radiante de blancura y de alegría de azulejos. Y, juntando en un solo amor las dos superiores formas de la distinción de un pasado, no podía menos de pensar para mí: ¡Qué lástima! ¡Qué lástima que ciertas fatalidades históricas —probablemente inevitables, lo reconozco— pusieran frente a frente, en el Setecientos, y opusieran en lucha de vida o muerte, a estas dos formas de distinción intelectual y social, a las dos únicas fuerzas de organización coherente con que podía contar esta península nuestra, siempre amenazada de Prehistoria y de barbarie, confín con el África, marca de Europa, precaria en la cultura como inestimable en la unidad! ¡Qué lástima que no hubiese podido establecerse una forma cualquiera de colaboración, aunque fuese tomando aspecto de turno pacífico, entre estos dos valores en pugna, que eran los únicos con que contábamos que se fundasen en lo universal, que tuviesen un centro no localista, el valor que continuaba una tradición y el que traía una modernidad, el que hincaba en Roma y el que imitaba a Versalles, el valor que todavía nos enseñaba a hablar en latín y el que ya empezaba a enseñarnos a hablar en francés!… Porque lo demás no era nada; peor que nada: pobreza, anarquía, casticismo, localismo pintoresco, rebeldía a todo símbolo imperial, perpetuo motín de las capas y de los sombreros, pulgas y piojos saltados de la pelliza de Viriato... Pero el destino quiso que, por el momento, entre aquellas dos fuerzas no hubiese posibilidad de concordia. Entrechocaron. Mutuamente se destruyeron. Primero cayó la fuerza de la tradición; la de la ilustración cayó enseguida. La Guerra de la Independencia encontró a España ya desnuda, y la triunfante anarquía se ha perpetuado. De ella, dolorosamente, empezamos apenas a salir. Y nos parece ver claro que la condición para salir está en emplearnos denodadamente en la obra que el siglo XVIII no pudo hacer y que vuelva a reunir ilustración y tradicionalismo, Francia y Roma, lo que significaba el Marqués de Pombal y el secreto que la Universidad de Évora guardaba en su patio claro. Impresionan al lector contemporáneo la fuerte denuncia del casticismo, "las pulgas y piojos saltados de la pelliza de Viriato", y también la firme convicción de Eugenio d'Ors acerca del remedio para superar la tragedia de España que consiste en un esforzado empeño por aunar la moderna ilustración científica con la mejor tradición cristiana, identificadas aquí como Versalles y Roma, con el Marqués de Pombal, el ilustrado portugués que expulsó a los jesuitas de su país, y la Universidad jesuítica de Évora en la que el propio Marqués se formó. Hablar en Salamanca de Portugal resulta próximo y familiar. Para nuestro autor, amigo de luminosas paradojas, Portugal es el compendio de España, su quintaesencia. Merece la pena leer otro texto de Eugenio d'Ors ahora de 1935 más breve que el anterior y que refleja muy bien el estilo orsiano19: 18 Eugenio d'Ors, "Sobre el pensamiento de Menéndez y Pelayo", Boletín de la Biblioteca Menéndez y Pelayo, año XII, núm. 3, Santander, 1930, pp. 227-228. 19 Eugenio d'Ors, "Prólogo", a Antonio Ferro, Oliveira Salazar, Fax, Madrid, 1935, pp. vii-viii. 8 En el castillo de Rue, cantón de Friburgo, y en la mesa de los señores de Stoutz, para la sociedad de Madrid inolvidables, conocí hará dos veranos al consejero Pilet-Godaz, que no era todavía entonces presidente de la Confederación helvética. En vísperas justamente de una intensa campaña gubernamental, iba a darse M. Pilet-Godaz unas cortas vacaciones, que pensaba emplear en un primer viaje a España. «Dispongo, me dijo, de quince días nada más. ¿Qué me aconseja usted que vea de España?» Yo le contesté sin vacilación: «Vea usted Portugal». Portugal es el compendio de España. Es su archivo, estilo y cifra, su quintaesencia. Quien se proponga dar con la clave de los más preciosos secretos culturales, históricos y políticos de España, búsquela en Portugal. Todavía he encarecido encima de esto alguna vez. Me he atrevido a asegurar que la aplicación de una especie de análisis químico al conglomerado que llamamos “Europa”, revelaría como resultado la presencia de dos únicos cuerpos simples: Grecia y Portugal. El simple de lo clásico y el simple de lo barroco. (...) Sí: dos únicos cuerpos simples en Europa; el resto cuestión de dosis. En la propia vida de Eugenio d'Ors encontramos siempre esta tensión entre el sobrio clasicismo griego y el barroquismo tantas veces histriónico que nutre las anécdotas más conocidas de su vida. Reproduzcamos aquí unas pocas líneas de su prólogo de 1934 a Epos de los destinos: Español genuino, yo he vindicado siempre el derecho de los míos a manejar, con perfecto señorío, más atentos a lo histórico que a lo geográfico, la ciudadanía romana, la herencia intelectual del genio griego. (...) Roma es mía y por más razones que cuando imperaba en Roma un andaluz. Atenas es mía y con más razones que en la hora en que unos catalanes regían allí un Ducado. En los jardines de la una me puedo holgar; entre los sabios de la otra, buscar maestro20. Por último, quiero añadir un rápido apunte sobre su visión de España como comunidad política, que es más bien de tipo federal frente al regionalismo tradicional. Precisamente en la primavera de 1920 había dado una conferencia en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca en la que afirmaba que «la ciudad y la Universidad [eran] federales por tradición, aquella en que se juntaron pactadamente hasta siete "naturas" o "naciones" de pobladores y de estudiantes»21. Más aún, en julio de 1929 identificará d'Ors el "espíritu de Salamanca" como la "fórmula hispana de cultura", pues a su juicio la ciudad que hoy nos acoge desempeña un papel simbólico muy relevante: 20 Eugenio d'Ors, "Prólogo en 1934", Epos de los destinos, pp. 19-20 "Sólo en el federalismo se conciliarán mañana la libertad con la autoridad, que no por corresponder a un orden social nuevo dejará de ser autoridad, es decir, fuerza activa. He pronunciado ya el "¡Volvamos a Pi y Margall!", en Cataluña; ahora, después de una agitada comunión con fuerzas vivas del interior de España realizada estos últimos días, después de haber exaltado, en el Teatro Calderón de Valladolid, la permanencia de las grandes realidades unitarias y en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca (la ciudad y la Universidad federales por tradición, aquélla en que se juntaron pactadamente hasta siete "naturas" o "naciones" de pobladores y de estudiantes), me confirmo más que nunca en que aquí está la solución del problema español, a la vez que el camino a la del [problema] social y al de las grandes organizaciones internacionales para la paz del mundo, que hoy nos importan más que nada. España no es regionalista, como una interesada propaganda, casi estéril por otra parte —si no es en frutos de caciquismo—, quiso darlo a entender hace algún tiempo. Pero España es profunda y radicalmente federal". "Nuestras encuestas. ¿Qué hacen las izquierdas?... Habla Eugenio D'Ors", La Libertad, Madrid, 17.VI.1920, pp. 1-2. Accesible online en «http://www.unav.es/gep/dors/entrevistas18.htm». 21 9 Pero, bien mirado, acaso tenga más entidad aún el papel simbólico que desempeñe Salamanca, con ocasión del despertamiento de corrientes de universal atención hacia la obra de sus antiguos fundadores y maestros del Derecho internacional. La generosidad teórica de los pensadores de Salamanca, en lo que respecta a la multiplicidad de razas y de gentes, contiene el secreto de una fórmula de cultura, cuya razón o cuya utilidad podrían discutirse, pero que merece figurar, por lo menos, al lado de la fórmula llamada inglesa —la cultura privilegiada del «caballero»— de la fórmula democrática francesa o de la fórmula estatal alemana. Si puede hoy hablarse, con perfecto derecho, de una versión española del ideal unitario de la cultura, fuente y archivo de esta fórmula Salamanca fue22. 4. Conclusión Me parece hermoso poder cerrar mi exposición con esta acendrada defensa del «espíritu de Salamanca» como fórmula hispana de cultura que acoge en la Universidad con inteligencia a la multiplicidad de razas y gentes. Como hemos visto, no es fácil describir la visión que Eugenio d'Ors tiene de España en los años 30 del pasado siglo. El curso de su vida está ya avanzado —ha superado los 50 años de edad— y mientras Ortega desempeña en Madrid "un liderazgo intergeneracional indiscutido"23, d'Ors es más bien un "catalán errante"24. Para mí la enseñanza central de Eugenio d'Ors sobre España tiene un valor permanente: la defensa de la articulación de un decidido europeísmo ilustrado, que apoya la ciencia moderna y la razón, junto con la tradición culta mediterránea de Grecia y Roma, que defiende y avalora lo mejor de la comunidad humana, la fraternidad de las personas y los pueblos y la belleza. Este sería —a juicio de d'Ors— «el espíritu de Salamanca». Muchas gracias por su atención. 22 Eugenio d'Ors, "El «espíritu de Salamanca»", 12.VII.29, Nuevo Glosario II, Aguilar, Madrid, 1947, p. 481. Vicente Cacho Viu, Revisión de Eugenio d'Ors (1902-1930), p. 146. 24 Así titula Cacho Viu su epílogo: Revisión de Eugenio d'Ors (1902-1930), pp. 144-148. 23