Caleidoscopio
La Cooperación Sur-Sur en el régimen
de Cooperación Internacional al Desarrollo
Carla Morasso
La existencia del amor en País de Nieve, de Yasunari Kawabata:
Una aproximación intraliteraria
Ylmer Aranda
Palabras de Lin Yutang: Realismo e Idealismo,
entre la Tragedia y la Comedia de la Vida
Betsabé Hofman
Humania del Sur. Año 10, Nº 19. Julio-Diciembre, 2015. Carla Morasso
La Cooperación Sur-Sur en el régimen de Cooperación Internacional al Desarrollo... pp. 93-108.
La Cooperación Sur-Sur en el régimen
de Cooperación Internacional
al Desarrollo
Carla Morasso
Universidad Nacional de Rosario
Rosario, Argentina
carlamorasso@yahoo.com.ar
Resumen
En el régimen de Cooperación Internacional al Desarrollo se extienden los debates
sobre la naturaleza y el alcance de la Cooperación Sur-Sur y su vinculación con la
Ayuda Oicial al Desarrollo en un marco de replanteos sobre la eicacia y la eiciencia
de la cooperación. La Cooperación Sur-Sur ha sido incorporada en el sistema de
organismos de Naciones Unidas y a la Organización de Estados Iberoamericanos,
pero es posible observar diferentes posturas adoptadas por los países latinoamericanos
en torno a cuál debe ser el camino a seguir por la Cooperación Sur-Sur en su
institucionalización.
Palabras clave: Cooperación Sur-Sur, América Latina, Ayuda Oicial al
Desarrollo
South-South Cooperation in the regime of International
Cooperation for Development
Abstract
In a context of discussions about eiciency and efectiveness, the nature and extend
of the South-South Cooperation and its relation with the Oicial Assistance
Development is one of the main debates inside the regime of International
Cooperation for Development. South-South Cooperation has been incorporated
in the United Nations System and in the Organization of Ibero-American States,
but it is possible observe diferent positions adopted by the Latin-American
governments about the way that should follow the institutionalization of SouthSouth Cooperation.
Keywords: South-South Cooperation, Latin America, Oicial Assistance
Development
Recibido: 15.4.15 /Aceptado: 20.6.15
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Humania del Sur. Revista de Estudios Latinoamericanos, Africanos y Asiáticos.
Universidad de Los Andes, Mérida. Año 10, Nº 19. Julio-Diciembre, 2015. ISSN: 1856-6812, ISSN Elect.: 2244-8810
1. Introducción
Las nociones de conlicto y cooperación han sido ejes en los estudios
de Relaciones Internacionales desde el momento de creación de la disciplina
a mediados del siglo XX. La cooperación no es entendida como una situación
armónica donde existe una completa identiicación de intereses entre los
Estados involucrados, sino que es una mezcla entre intereses conlictivos
y complementarios que responden a los objetivos estatales y forman parte
de las políticas exteriores. En consecuencia, la cooperación se transforma a
través del tiempo según los temas y se plasma en negociaciones e instituciones
donde se relejan los propósitos nacionales.
En este sentido, la Cooperación Internacional al Desarrollo ha transitado diferentes etapas hasta llegar en el siglo XXI a un momento de revisión
crítica en relación a su efectividad y eiciencia y ante la emergencia de países
del sur que procuran inluir en las reglas establecidas principalmente por
los países desarrollados. En este sentido, se coincide con Gladys Lechini en
que la Cooperación Sur-Sur (CSS):
... apunta a reforzar las relaciones bilaterales y/o a formar coaliciones en los
foros multilaterales, para obtener mayor poder de negociación conjunto. Se
basa en el supuesto de que es posible crear una conciencia cooperativa que
les permita a los países del sur afrontar los problemas comunes a través del
reforzamiento de su capacidad de negociación con el norte y de la adquisición
de mayores márgenes de maniobra internacional. Es una construcción
política que por su propia naturaleza requiere de ciertos supuestos básicos
comunes (likemindedness) (2009: 67).
El presente trabajo se propone observar cómo la CSS ha emergido
como una temática de relevancia en las actuales discusiones sobre el régimen de Cooperación Internacional al Desarrollo (CID) y cómo los países
de América Latina han sentado posicionamientos diferenciados. Para ello,
en el primer apartado se expone la evolución del régimen de CID y se
plantean sus principales desafíos. En segundo lugar se describe el camino
trazado por la CSS y se analizan sus características centrales. Finalmente,
se exponen las posiciones que han adoptado los países de América Latina
ante la reemergencia de la CSS en el régimen de CID y sus posibles formas
de institucionalización.
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2. El régimen de la Cooperación Internacional al Desarrollo
De acuerdo a los miembros del denominado “Proyecto Modernidad
/ Colonialidad / Descolonialidad”,1 la idea de “desarrollo” encuentra sus
inicios en la expansión colonialista europea. A partir del descubrimiento de
América, los europeos extendieron su propia concepción del mundo a través
de una narrativa excluyente que presenta lo europeo simultáneamente como
el centro geográico y la culminación del movimiento temporal.
Se impuso desde Occidente un metarelato universal que indica que los
pueblos deben pasar de lo primitivo a lo tradicional y luego a lo moderno,
siendo la sociedad liberal europea el punto de llegada al cual las culturas
deben elevarse si no quieren desaparecer. Esta historia lineal se representa en
un mito por el cual la civilización moderna occidental se considera la más
desarrollada y esta superioridad la obliga moralmente a llevar el desarrollo
a los pueblos más primitivos, a los bárbaros. Es así que se plantea la “falacia
desarrollista” según la cual los pueblos deberían seguir las etapas de desarrollo
que se desenvolvieron en Europa (Dussel, 2000).
De acuerdo a esta visión eurocéntrica, la división entre naciones/
pueblos “desarrollados” y “subdesarrollados” se estableció irmemente a
mediados del siglo XX, la idea de “cooperación al desarrollo” en el contexto
de la primera ola de descolonización. Se partía de la idea de que los países
en desarrollo presentaban “debilidades” para lograr el desarrollo económico
y social y que los desarrollados podían contribuir a superar esta situación.
El horizonte para los Estados recientemente independizados estaba en la
emulación de las etapas lineales de desarrollo transitadas por los países ricos.
En un primer momento se comenzó a hablar de “asistencia al desarrollo”, representada por programas y proyectos que implicaban la transferencia
de recursos y habilidades. Sin embargo, dado que la “asistencia” aludía a la
desigualdad, se comenzó a hablar de “cooperación al desarrollo”.
El régimen de CID2 se estructuró a partir de la división entre países
desarrollados que brindan cooperación y los países en desarrollo que la
reciben, se institucionalizó con la creación en 1961 en el marco del Comité de Ayuda al Desarrollo (CAD) en el seno de la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo (OCDE), un foro que reúne a países dadores y
organismos multilaterales. En 1971 la OCDE deinió como Ayuda Oicial
al Desarrollo (AOD) los lujos que las agencias oiciales (gobiernos locales o
estatales) y/o sus agencias destinan a países en desarrollo y a las instituciones
multilaterales, en tanto promuevan el desarrollo económico y el bienestar
de los pueblos, sean de carácter concesionario y contengan un elemento de
subvención de al menos el 25%.
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Tras el período de descolonización de África y Asia, la CID luyó
desde las ex metrópolis y de Estados Unidos respondiendo al patrón del
orden bipolar. Se promovían entonces los modelos ideológicos a través de
los proyectos de cooperación y se procuraba que el desarrollo se diera por
vías que respetaran el orden vigente promovido por el bloque occidental.
De este modo, la contención al comunismo y el surgimiento de la
ayuda externa estuvieron relacionados entre sí, dando cuenta que desde un
primer momento la CID estuvo concebida como un instrumento blando
de poder para responder a motivaciones económicas –relacionadas con el
comercio o las inversiones–, políticas –posiciones de política exterior y de
orden internacional– y estratégicas –como elemento de trueque por apoyo
militar y/o ubicación de los países receptores en las áreas de inluencia–
(Antonini y Hirst, 2009).
En un estudio empírico que analiza las motivaciones de los países
industrializados democráticos para cooperar con los del sur y en particular
con África entre los ochenta y mediados de los noventa, Schraeder, et.
al (1998) hallaron evidencia empírica de los vínculos estrechos entre los
intereses de política exterior de Francia, Japón, Suiza y Estados Unidos y
su política de ayuda externa. Entre las principales motivaciones, indican
los intereses ideológicos, estratégicos y comerciales en detrimento de los
discursos humanistas y altruistas desplegados desde los gobiernos.
El caso de África es paradigmático en este sentido. Durante la Guerra
Fría la política estadounidense hacia los países africanos estuvo orientada
por la más estricta realpolitik:
Indeed, the dynamics of the Cold War inspired a cynical approach to aid:
in 1973, 22 percent of American bilateral aid was for political and strategic
purposes, and 78 percent for development. By 1985, 67 percent was for
political and strategic purposes and only 33 percent was for development
(Taylor, 2010: 31).
Tras la caída del muro de Berlín y el in de la competencia estratégica
por África entre los dos súper poderes, la ayuda al desarrollo de los países
desarrollados fue brindada a cambio de condicionalidades referidas a la
aplicación de políticas neoliberales.
Estas condicionalidades estuvieron fuertemente ligadas a lo que
se denominó la “fatiga de la ayuda”. La misma aludía a la desazón de los
donantes ante el incumplimiento de los resultados y metas de largo plazo
previstos tras las intervenciones de AOD. Estas críticas tuvieron lugar en el
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contexto del in de la Guerra Fría, motivo por el cual los intereses geopolíticos e ideológicos que impulsaban al Occidente desarrollado a brindar
cooperación en el sur se desvanecían. Por ello, fueron numerosos los análisis
que predecían la caída en la AOD. No obstante, esto no sucedió y los lujos se mantuvieron relativamente estables, pero se inició en el régimen un
período de replanteos sobre los principios de la AOD que desembocó en la
conformación de la “agenda de la eicacia de la ayuda” a través de los Foros
de Alto Nivel de Roma (2002), París (2005), Accra (2008) y Busan (2011).
La Declaración de París sobre la Eicacia de la Ayuda (2005) marcó
un quiebre importante en el régimen al establecer cinco principios en base
a los cuales debe erigirse la CID: apropiación de los resultados por parte
del receptor; responsabilidad y transparencia mutua en el control de la
ejecución y resultados; armonización entre los donantes; alineación entre
las prioridades del donante y el receptor; y gestión por resultados como
procedimiento para la ejecución de proyectos.
En tanto, en Busan surgió con fuerza la temática de la CSS como
modalidad innovadora complementaria a la cooperación tradicional nortesur. El documento inal del IV Foro señala que:
... los aportes al desarrollo sostenible van más allá de la cooperación
inanciera, extendiéndose al conocimiento y la experiencia de desarrollo de
todos los actores y países. La Cooperación Sur-Sur y la triangular tienen el
potencial de transformar las políticas y los enfoques relativos a la prestación
de servicios de los países en desarrollo al aportar soluciones locales, eicaces y
adecuadas a los contextos nacionales (Alianza de Busan para la cooperación
eicaz para el desarrollo, 2011).
De este modo, la última conferencia da cuenta de la importancia de
la CSS para la actualidad del régimen de CID y está siendo contemplada
en la actual agenda junto a los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM)
en el marco de la discusión sobre la eicacia de la ayuda. Los ODM son
los ocho objetivos que los países parte de la Conferencia del Milenio de
Naciones Unidas consensuaron alcanzar para el año 2015.3 Su medición
es estandarizada y representan una guía para las acciones de cooperación
internacional que atraviesa la cooperación vertical y horizontal.
A partir del esfuerzo por alcanzar los mismos, se ha dado el fenómeno
de concentración de la CID en los Países de Baja Renta, ubicados en Asia,
África y el Caribe, lo cual ha generado debates intensos por el retiro de lujos
de los Países de Renta Media (PRM).4 En el fenómeno de concentración de
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la ayuda, de acuerdo con la OCDE (2013), Asia y África han concentrado
la mayor parte de los lujos de AOD, con un 34%, y América Latina y el
Caribe han recibido un 7% del total.
En cuanto a los resultados de la implementación de agenda de la
eicacia de la ayuda, un informe de la OCDE (2011) brinda un panorama
claro en el cual se indica que entre los años 2005 y 2010 los pasos hacia
adelante fueron dados en gran parte por los países receptores. Hubo logros
importantes en cuanto a la implementación de estrategias de desarrollo en
los países receptores y progresos de medio alcance en cuanto a los sistemas de
información y a la transparencia inanciera, aunque aún la cooperación no
se contabiliza sistemáticamente en las cuentas nacionales de los receptores.
En lo que respecta a los países desarrollados, el informe subraya que fueron
escasos los avances en materia de armonización. Hay pocos acuerdos para
trabajos conjuntos entre cooperantes, se ha fragmentado aún más la ayuda,
no hay comunicación desde los donantes sobre la planiicación de la ayuda
y no se ha avanzado en la responsabilidad y control mutuos.
La fragmentación se observa al comparar los datos de la década del
sesenta, cuando solo el 8% de los receptores contaba con más de 20 donantes, en relación con los actuales, donde el 80% de los receptores recibe
cooperación de 20 o más actores. En este sentido, cabe señalar que hay 22
donantes de la OCDE-CAD, 8 donantes OCDE non-CAD y 18 non-CAD,
además de bancos multilaterales, programas multidonantes y organismos no
gubernamentales. En cuanto a la predictibilidad, se señala que solo el 51%
de los donantes programa sus acciones con un horizonte mayor a tres años.
3. La revitalización de la Cooperación Sur-Sur
La división básica entre los países “desarrollados cooperantes” y
“receptores en desarrollo” en el régimen de cooperación internacional fue
superada con la aparición de la Cooperación Técnica entre Países en Desarrollo (CTPD), enmarcada en el concepto más amplio de CSS. De acuerdo
a Colacrai y Kern (2009) pueden diferenciarse cuatro etapas de la CSS.
Durante la primera etapa, en los años sesenta y setenta, se procuraba a través de la CSS reorientar y priorizar los vínculos para ampliar las
perspectivas de desarrollo y obtener mayores espacios de poder en los foros
multilaterales. Haciéndose eco del despliegue de la CSS, el sistema de Naciones Unidas creó en 1974 una unidad especial en el ámbito del Programa
de Naciones Unidades para el Desarrollo (PNUD) y se organizó la primera
Conferencia de Naciones Unidas sobre Cooperación Técnica entre Países
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en Desarrollo en 1978, cuyas recomendaciones fueron aprobadas en el Plan
de Acción de Buenos Aires. Con el objetivo de monitorear los avances del
mencionado Plan, se creó en la ONU el Comité de Alto Nivel sobre CTPD.
En los ochenta, durante la segunda etapa, se observa una desarticulación del sur ante las respuestas individuales y fragmentadas que se dieron a la
crisis de la deuda externa sobre todo en América Latina. En la tercera etapa,
en los noventa, la CSS comienza a ser considerada como una herramienta
para la inserción internacional de los países en desarrollo en una economía
globalizada. Es decir, no se pretendía un cambio en el orden internacional,
sino la adaptación al mismo y los procesos de integración regional pasaron
a ocupar un rol relevante en el sur.
La cuarta y última fase comenzó en el siglo XXI con una idea del
sur que reiere a un conjunto más heterogéneo de Estados que se vinculan en múltiples dimensiones –política, económica, técnica– motivados
políticamente para multiplicar sus vínculos transmitiendo y adquiriendo
experiencias en beneicio mutuo. Ayllón Pino (2009) señala que no debe
pasarse por alto el componente político de la CSS, en la medida que sus
principales objetivos son la reforma del orden internacional y la creación
de una solidaridad entre países en desarrollo orientada a garantizar la autosuiciencia nacional y su integración a la economía mundial.
Sagasti y Prada (2011), por su parte, airman que la CSS supera
las motivaciones tradicionales de la cooperación al desarrollo norte-sur al
considerar junto a la ideología y la ainidad cultural, cuestiones estratégicas, comerciales y solidarias, y presentar además un incentivo importante
y particular referido a aumentar el poder de negociación de los países que
se embarcan en ella.
El resurgir de la CSS se inserta en la emergencia de un orden multipolar donde el poder está más desconcentrado y las potencias emergentes se
proyectan como las impulsoras de la economía global. Este cambio impacta
en el régimen de CID en tanto los tradicionales donantes son desplazados
en parte por los emergentes, al igual que sucede en el plano económico.
Este cambio en los actores estuvo fuertemente inluenciado por la
aparición de los llamados PMR como nuevos donantes, entre los que están
los BRICS junto a países como Argentina, Colombia, Malasia, México y
Venezuela, entre otros.5 No obstante, la clasiicación de los nuevos actores
cooperantes en el sur no es una nomenclatura cerrada.
Es así que se plantea además la existencia de un grupo de países que
siguen los parámetros del CAD, cuyos intereses están muy relacionados
con la Unión Europea,6 la presencia de donantes árabes7 y actores privados,
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como las grandes fundaciones privadas, fondos de inversión soberanos,
organizaciones no gubernamentales y donantes del sector privado corporativo. Si bien vienen operando desde hace algún tiempo, su capacidad para
movilizar recursos y su interés por inluir en asuntos globales y regionales
los están haciendo notar de manera signiicativa.
El dinamismo de estos nuevos actores trae consigo competencia, innovación y nuevas perspectivas, metodologías e instrumentos de inversión,
así como también fuentes adicionales de inanciamiento, pero también presentan desafíos. Entre los últimos, se destacan la coordinación de esfuerzos
para evitar una mayor fragmentación de la CID, los conlictos de intereses y
un aumento en los costos administrativos de supervisión, lo cual en general
tiende a reducir la eicacia de la CID (Sagasti y Prada, 2011).
A diferencia de la AOD que brindan los miembros del CAD, los
Estados que participan en mecanismos de CSS no cuentan con operaciones
estandarizadas y sistemas de información. De este modo, la escaza información sistematizada y homogénea sobre los lujos de CSS y los instrumentos
inancieros utilizados se ha vuelto uno de los principales limitantes al
momento de analizar su inluencia en el régimen de CID. Si bien en los
esquemas de CSS sobresalen la cooperación técnica a través de intercambio
de expertos y la ejecución de proyectos y capacitaciones, existe una amplia
gama de instrumentos que los actores utilizan, al igual que en la AOD, tales
como préstamos concesionales, donaciones, inversiones, fondos especiales,
condonaciones de deudas y mecanismos de apoyo comercial.
No obstante, existen cálculos que permiten estimar los aportes. Hay
cifras que señalan que la CSS en 2008 estuvo en un rango de entre 11.000
y 41.700 millones de dólares, representando entre un 8% y un 31% de la
AOD en 2008 (Ayllón et. al., 2013). Asimismo, la OCDE (2013) ha realizado cálculos para estimar en base a la metodología de la CAD los lujos
de cooperación ofrecidos por los BRICS, los cuales indican que en 2011
los fondos destinados por países ascendieron aproximadamente a los 3 mil
millones de dólares, siendo China el mayor oferente.
De acuerdo al informe del Secretario General de Naciones Unidas
sobre el estado de la CSS en 2009, China, India, Arabia Saudita y Venezuela,
aportan cada uno al menos U$D mil millones de dólares anualmente, con
lo cual las proyecciones generales indican que la CSS por año se encuentra
alrededor de los U$D 15 mil millones. En cuanto a las modalidades, se
calcula que el 88% se ejecuta bilateralmente y que el 22% es canalizado a
través de organismos multilaterales (ONU, 2010).
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De acuerdo con la Secretaría General Iberoamericana (2008), uno
de los primeros organismos preocupados en sistematizar información sobre
CSS a nivel regional, este tipo de cooperación se caracteriza por presentar
tres aspectos destacados en su práctica:
•
•
•
Horizontalidad: Los países colaboran entre sí en términos de
socios, más allá de las diferencias en los niveles de desarrollo
relativo entre ellos, la colaboración se establece de manera voluntaria y sin que ninguna de las partes ligue su participación a
la imposición de condiciones.
Consenso: Hay una negociación y la aceptación de ambas partes
de lo acordado.
Equidad: Los beneicios se distribuyen de manera equitativa (a
menudo la potenciación mutua de capacidades críticas para el
desarrollo) y en muchos casos también se reparten los costos.
La CSS gana en especiicidad ante la Cooperación Norte-Sur por
promover la cercanía cultural entre los países, respetar las diferentes visiones
de desarrollo, la lexibilidad y adaptabilidad de las experiencias compartidas, y la base solidaria entre los actores. Sin embargo, hay que evitar ver
este tipo de cooperación desde una óptica de idealismo político, donde
el altruismo del socio donante atiende principalmente a los objetivos del
receptor y a situaciones de emergencia, dado que la CSS forma parte de la
política exterior de los Estados y expresa sus intereses, ya sea para acceder
a mercados, para ser visibles y extender sus valores, o para buscar nuevos
espacios de liderazgo.
En efecto, la CSS expresa la presencia de intereses compartidos y
mixtos donde los participantes procuran fortalecer la interdependencia
económica, promover procesos de integración comercial y política, atender
a cuestiones de orden global y promover la estabilidad en el sistema internacional. Los Estados involucrados procuran a través de acciones cooperativas
horizontales extender su inluencia y cooptar el apoyo de los socios para
determinados intereses propios en lugar de utilizar la coacción.
Las transformaciones en el CID a partir de la revitalización de la
CSS fueron recogidas en el marco del sistema de Naciones Unidas. En el
año 2003, la Asamblea General decidió modiicar el nombre del Comité
de Alto Nivel de CTPD por el de Comité de Alto Nivel sobre CSS, con el
propósito de relejar una concepción más amplia de los vínculos cooperativos
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horizontales. Actualmente, el comité es un órgano subsidiario de la Asamblea
General encargado de promover y coordinar la CSS. Es la principal entidad
normativa en esta materia dentro del sistema de la ONU, es decir, es quien
orienta las acciones de CTPD a realizarse por las diversas organizaciones
en cada una de sus competencias.8
En este marco, como resultado de la Conferencia de Alto Nivel de
las Naciones Unidas sobre la Cooperación Sur-Sur celebrada en Nairobi en
diciembre de 2009, con ocasión del 30º aniversario de la aprobación del Plan
de Acción de Buenos Aires, la ONU llevó adelante una serie de disposiciones
institucionales de apoyo a la CSS y triangular a nivel de todo el sistema.
Las mismas no han sido suicientes, pero han puesto sobre la mesa
la importancia creciente de la temática y han impulsado mecanismos para
la promoción de la CSS que han tenido resultados diversos. Entre los principales constreñimientos, la organización señala la debilidad de los mecanismos de coordinación entre los organismos y programas, el insuiciente
presupuesto ante un mandato ambicioso, la aplicación deiciente de las
directrices y la falta de estructuras de apoyo (ONU, 2011).
El CAD también tomó nota del fenómeno de la CSS, sobre todo
desde su dimensión técnica, y creó en 2009 un Grupo de Tareas sobre CSS.
El mismo se concentra en la cooperación técnica realizada por países de
ingreso medio, ya sea como proveedores o como receptores. A través de este
Grupo, desde el CAD se pretende contribuir al cumplimiento de las líneas
de acción de los Foros de Alto Nivel para la Eicacia de la Ayuda con el in
de impulsar asociaciones horizontales, adaptar los programas de acción a
la realidad de la CSS, e identiicar las complementariedades entre ésta y la
Cooperación Norte-Sur.
En línea con la labor del Grupo de Tareas sobre CSS, y en función
de las características de la CSS, hay voces que propician la creación de una
institución que sea el equivalente al CAD en el sur. La misma tendría que
reunir a los oferentes de cooperación horizontal para contribuir a la coordinación de líneas de acción y a la generación de datos sistematizados sobre
los proyectos y su inanciamiento. Otras posturas, en tanto, recomiendan
la incorporación de los PRM con activa participación como oferentes de
cooperación en el CAD, incorporando sus sistemas de recolección y procesamiento de información tanto como los lineamientos programáticos.
Dichas propuestas, no obstante, no parecen ser viables en la actualidad. Por una parte, porque la propia naturaleza que presenta la CSS
para diferenciarse de la AOD desdibuja la línea divisoria entre los roles de
oferentes y receptores, tratando como socios en igualdad de condiciones a
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las partes involucradas en las iniciativas. Por otra parte, porque replicar un
modelo concebido por los países desarrollados conllevaría al riesgo de limitar
la evolución propia de un proceso horizontal que pretende diferenciarse de
los tradicionales patrones de AOD y validar nuevos esquemas.
Además, debe considerarse otro punto fundamental, que es la
transparencia de los datos sobre inanciamiento y compromisos. Existen
importantes diferencias de capacidades entre los países en desarrollo y los
recursos destinados a la CSS, varían según la prioridad que la misma tiene
en las agendas de política externa y la situación económica del país. En este
sentido, es una meta de largo plazo y complejo abordaje que los Estados
abran sus cuentas nacionales para dar cuenta de los lujos de recursos que
destinan a la cooperación con pares.
Cabe señalar que también está abierto el debate sobre qué debe
contabilizarse como CSS. Por ejemplo, es necesario zanjar la discusión
sobre si los programas y fondos establecidos en el marco de proyectos de
integración regional, como el Fondo de Convergencia Estructural en el
MERCOSUR o el Fondo Especial de la Asociación de Estados del Caribe
son parte o no de la CSS.
4. Posturas latinoamericanas ante la institucionalización de la
Cooperación Sur-Sur
En América Latina, pueden observarse grupos que diferencian sus
posturas en los debates sobre la CSS como parte del CID. Por un lado,
Argentina, Brasil, Cuba y Venezuela, que son oferentes en desarrollo, procuran tener voz en la coniguración de nuevas reglas y presentan reservas a
los mecanismos promovidos por la OCDE.
A modo de ejemplo, podemos ver que Argentina suscribió la Declaración de París, coincidiendo con la aplicación de los principios para la
AOD, pero no participó de los Foros de Roma, París y Accra.9 Desde la
Cancillería se sostiene que los principios de París no deberían trasladarse
directamente a la CSS, ya que la arquitectura de esta cooperación debería
tener cimientos diferenciados de la AOD oicial. En este punto, el gobierno
argentino destaca que si bien el tema ha sido abordado en Busan, no ha sido
posible un abordaje satisfactorio en cuanto al papel y la relevancia de la CSS
como paradigma distinto a la Cooperación Norte-Sur, como así tampoco se
ha llegado a una deinición taxativa y sistematizada del concepto.
Por sobre los foros impulsados por la OCDE, el gobierno argentino en la última década ha privilegiado la participación en el Foro de
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Cooperación al Desarrollo del Consejo Económico y Social, en la Unidad
Especial de Cooperación Sur-Sur del Programa de Naciones Unidas para el
Desarrollo, del G77 y en el Programa Iberoamericano de CSS. En efecto,
la entonces directora de la dirección general de Cooperación Internacional,
expresó que un factor clave en la trayectoria de la CSS argentina ha sido la
fuerte presencia del país en foros internacionales, lo cual le ha permitido al
país consolidar un núcleo de coincidencias con los países latinoamericanos
acerca de la CSS y triangular su relación con la cooperación tradicional y
los ODM (Levi, 2011).
Por otra parte, encontramos un grupo de países que acompaña las iniciativas de la OCDE. Entre ellos, están Perú, Colombia, Bolivia y Honduras que
han aceptado el monitoreo y la evaluación de la aplicación de la Declaración de
París. Asimismo ubicamos allí a México, Colombia y Chile, que legitiman las
reglas de la OCDE y se proponen a través de la participación en estas estructuras
aprovechar oportunidades comerciales y de inversión.
En los organismos de la ONU, dadas las recientes reuniones y las diferencias entre los países, la capacidad de incidencia de los países en desarrollo
ha sido limitada (Lengyel y Malacalza, 2014). En cuanto a la participación
en la iniciativa de la SEGIB, los países latinoamericanos han apostado a este
foro como espacio donde discutir la temática de las mediciones de datos. En
este sentido, es destacable el trabajo a nivel iberoamericano desarrollado por
la SEGIB, que realizó dos seminarios-talleres en Quito (septiembre de 2011)
y Montevideo (marzo de 2012), donde se sentaron bases para indicadores
de CSS en base a las preguntas de ¿para qué? se quería medir la Cooperación Sur-Sur, así como acerca del ¿qué? medir de ésta, para pasar después
al ¿cómo? concretar lo expresado. No obstante, aún es largo el camino a
transitar hasta llegar a registros sistemáticos y comparables.
En este ámbito, ha sido novedoso el acuerdo al cual llegaron los
países miembros de pensar la CID desde una concepción multidimensional
que requiera mejorar los niveles macroeconómicos a nivel nacional, pero
que también procure mejorar la vida de las personas mediante procesos
sostenibles e inclusivos, siendo uno de los objetivos primordiales de la
CID la lucha contra la pobreza: “es necesario establecer nuevos criterios de
asignación enfocados en las necesidades de las personas y no solamente en
el desempeño económico de sus países” (SEGIB, 2014: 27). Para ello, en
una agenda post 2015, los países proponen la construcción de un sistema
que clasiique a los países en desarrollo de manera más lexible y iel a las
realidades particulares de las poblaciones, adoptando enfoques eicientes,
diferenciados y sostenibles.
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Humania del Sur. Año 10, Nº 19. Julio-Diciembre, 2015. Carla Morasso
La Cooperación Sur-Sur en el régimen de Cooperación Internacional al Desarrollo... pp. 93-108.
5. Conclusiones
El régimen de CID se encuentra en una etapa de reconiguración a
partir de nuevas modalidades y del ingreso de actores que asumen diferentes
roles, presentan capacidades de innovación diferentes a los tradicionales dadores y que se encuentran ante la posibilidad de generar sinergias y cambios
institucionales a nivel global. Como resultado, se profundizan los desafíos
de la coordinación para mejorar las ineiciencias y costos de transacción
institucionales de la gobernanza internacional de la CID.
Frente al planteo de la necesidad de construcción de una nueva
arquitectura de la CID parece que es el momento propicio para delinear
la CSS en base a valores e intereses propios de los países en desarrollo,
descolonizando los conceptos que la conforman y las metodologías que se
aplican y partiendo de la base de la simetría entre los socios que fortalecen
sus capacidades mutuamente y no de las asimetrías de recursos sobre las
que se erigen las redes de AOD.
En este sentido, las formas de medir los resultados de la CSS deben
ser diferentes de los del CAD, tal como propone Colombia o Chile, por
ejemplo, y plantea a la CSS como una cuestión política, inherente al Estado
como organizador del desarrollo, frente a una AOD que mira el bienestar
de los individuos.
En el marco del régimen de CID, la CSS puede considerarse como
una dimensión cooperativa de base política que no requiere de la presencia
de Estados poderosos para mantenerse. Por el contrario, la continuidad y
sustentabilidad de la CSS se basa en el accionar de los países en desarrollo
que poseen capacidades en ciertas áreas, como la agricultura en el caso
argentino, donde logran efectivizar sus intereses.
El pragmatismo funcional de la CSS es una arista valorada por los
países en desarrollo que atenta contra una institucionalización clásica al estilo
del CAD, pero que presenta la lexibilidad necesaria para adoptar formas
suis generis que posibiliten la incorporación y circulación de ideas, valores
y prácticas endógenas entre los miembros del régimen.
De este modo, la CSS se presenta a los países latinoamericanos como
un instrumento de poder para extender su presencia internacional y fortalecer sus capacidades a través de acciones que traspasan el horizonte de la
ayuda al desarrollo hacia la conformación de coaliciones que se proponen
cambiar la correlación de fuerzas internacionales.
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Universidad de Los Andes, Mérida. Año 10, Nº 19. Julio-Diciembre, 2015. ISSN: 1856-6812, ISSN Elect.: 2244-8810
Notas
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En este grupo, que plantea la colonialidad del poder y del saber (eurocentrismo),
se destacan Enrique Dussel, Aníbal Quijano, Walter D. Mignolo, Edgardo
Lander y Fernando Coronil, entre otros.
Se entiende que la CID conigura un régimen en términos de Krasner:
“principios, normas y procedimientos de toma de decisiones, explícitos o
implícitos, en torno a los cuales convergen las expectativas de un área temática
concreta de las relaciones internacionales. Los principios son creencias de
hecho, causación y rectitud. Las normas son estándares de comportamiento
deinidos en términos de derechos y obligaciones. Las reglas son prescripciones
o proscripciones especíicas para la acción. Los procedimientos de la toma de
decisión son las prácticas prevalecientes para la realización e implementación
de las elecciones colectivas” (Krasner, 1989:2).
Los ODM son: 1) erradicar la pobreza extrema y el hambre; 2) alcanzar la
educación básica universal; 3) promover el trabajo decente; 4) promover la
igualdad y equidad de género; 5) reducir la mortalidad de los niños menores
de cinco años; 6) mejorar la salud materna; 7) combatir el HIV/SIDA, el
paludismo, la tuberculosis, el chagas y otras enfermedades; 8) asegurar un medio
ambiente sostenible; 9) promover una asociación mundial para el desarrollo.
Según la clasiicación del Banco Mundial los países de Renta Media-Baja tienen
ingresos per cápita entre 936 y 3.705 dólares y los de Renta Media-Alta entre
3.706 y 11.455 dólares.
Sobre los PRM en el régimen de CID ver Colacrai (2013).
Bulgaria, República Checa, Chipre, R. Eslovaca, Eslovenia, Estonia, Hungría,
Israel, Islandia, Liechtenstein, Lituania, Letonia, Malta, Polonia, Rumania,
Turquía.
Arabia Saudita, Emiratos Árabes y Kuwait.
El estudio de la CSS a nivel multilateral en el sistema de Naciones Unidas es
por su magnitud un tema que merece un abordaje particular. En este trabajo
simplemente se hace mención a la existencia de esta dimensión multilateral,
además de tomarse como fuentes de información los documentos y resoluciones
generados en los diferentes órganos y dependencias de la ONU.
De acuerdo con Lengyel y Malacalza (2014), esto se explica, entre otros factores,
porque era el área económica la que mantenía una relación con la OCDE, a
pesar de que el asunto le incumbe formalmente al Ministerio de Relaciones
Exteriores y Culto de Argentina.
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Humania del Sur. Año 10, Nº 19. Julio-Diciembre, 2015. Carla Morasso
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La literatura no hace sino registrar los encuentros con la belleza
Yasunari Kawabata
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