Biblioteca Abierta
· Perspectivas Ambientales ·
429
Cómo, por qué y para quién extraer los recursos del subsuelo son
preguntas-ejes de debates de suma importancia para casi toda
Desigualdades socioambientales en América Latina
Barbara Göbel, Manuel Góngora-Mera y Astrid Ulloa (editores)
América Latina y por ende para Colombia, cuyo Plan Nacional de
Desarrollo ha priorizado la gran minería como motor del desarrollo,
mientras otros grupos sociales preguntan qué tipo de desarrollo,
Serie Perspectivas Ambientales
para quién, a qué costo. Las respuestas son difíciles, pues así como
Semillas de historia ambiental
Stefania Gallini
la extracción de los recursos naturales puede desarticular proyectos
Serie Perspectivas Ambientales
generar importantes recursos iscales para sustentar programas
Prácticas agropecuarias y degradación del suelo en el Valle
de Saquencipá, Provincia de Tunja, siglos XVI y XVII
Katherine Giselle Mora Pacheco
sociales dirigidos a grupos excluidos y carentes de activos.
Serie Historia
relevante, pues ubica el caso de Colombia en el ámbito regional,
territoriales de grupos minoritarios y excluidos, a la vez puede
Extractivismo minero
en Colombia y América Latina
Títulos en preparación
En tal contexto, y con una perspectiva optimista, este libro es
permitiendo una lectura comparada de los procesos en curso
y combinando interpretaciones teóricas con estudios basados
Perspectivas sobre el paisaje
Susana Barrera Lobatón y Julieth Monroy Hernández (editoras)
en arduos trabajos de campo, así como las interpretaciones
Serie Perspectivas Ambientales
nueva generación, todos comprometidos con la idea de que
Culturas, conocimientos, políticas y ciudadanías
en torno al cambio climático
Astrid Ulloa y Andrea Ivette Prieto-Rozo (editoras)
la investigación socioecológica puede ser indispensable para
Serie Perspectivas Ambientales
Mensajes signiicativos conforman la obra, pero quizá lo más
Perspectivas culturales del clima
Astrid Ulloa (editora)
llamativo es la noción de «interdependencia» que muestra en sus
Serie Perspectivas Ambientales
entre escalas de análisis y acción, entre los países de la región,
Historiografía y planiicación urbana en América Latina
Isabel Duque Franco (editora)
entre la región y otros países del mundo, y entre lo ambiental y
Serie Geografía
de investigadores establecidos con las de investigadores de la
ir creando una Colombia y una América Latina mejores.
Astrid Ulloa
Grupo Cultura y Ambiente
Universidad Nacional de Colombia
Red desiguALdades.net
Barbara Göbel
Ibero-Amerikanisches Institut (Alemania)
Red desiguALdades.net
Catalina Caro Galvis
Grupo Cultura y Ambiente (SIMAT)
Universidad Nacional de Colombia
Corporación Ensayos
CO L E CC I Ó N G E N E R A L
biblioteca abier ta
Catalina Quiroga
Grupo Cultura y Ambiente (SIMAT)
Universidad de los Andes (Colombia)
Diana Patricia Sánchez García
Grupo Cultura y Ambiente (SIMAT)
Universidad Nacional de Colombia
Barbara Göbel
Astrid Ulloa
editoras
Emerson A. Buitrago
Grupo Cultura y Ambiente (SIMAT)
Universidad Nacional de Colombia
Gerardo Damonte
Grupo de Análisis para el Desarrollo (GRADE)
Pontiicia Universidad Católica del Perú
Héctor Baca
Universidad Pontiicia Bolivariana (Colombia)
capítulos: entre lo social, lo económico, lo político y lo simbólico,
Heidi Feldt
Red desiguALdades.net
Barbara Göbel
Astrid Ulloa
editoras
Otros títulos
Extractivismo
minero en Colombia
y América Latina
Autoras y autores
lo social. La conclusión es clara: la problemática de la extracción
no se presta a análisis ni a respuestas políticas simplistas.
Nuestras lecturas y propuestas deben ser muy matizadas y bien
Ignacio Gómez Montes
Investigador en asuntos ambientales
Jhonnatan Fernando López Vega
Grupo Cultura y Ambiente (SIMAT)
Universidad Nacional de Colombia
pensadas. El libro nos da un modelo para seguir este camino.
Anthony Bebbington
Juliana Ströbele-Gregor
Red desiguALdades.net
Clark University, EE.UU.
University of Manchester, United Kingdom
María Luisa Eschenhagen
Grupo Territorio
Universidad Pontiicia Bolivariana (Colombia)
ISBN: 978-958-775-085-0
9 789 587
Tom Perreault
Syracuse University (Estados Unidos)
75 0850
GRUPO CULTURA Y AMBIENTE
BA_434_ExtMinero_Ulloa_Cubierta 1-5
16/09/14 17:02
biblioteca abier ta
colección general Perspectivas ambientales
Extractivismo minero en Colombia
y América Latina
Extractivismo minero en Colombia
y América Latina
Barbara Göbel
Astrid Ulloa
editoras
FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS
GRUPO CULTURA Y AMBIENTE
2014
catalogación en la publicación universidad nacional de colombia
Extractivismo minero en Colombia y América Latina / Barbara Göbel y Astrid Ulloa, editoras. – Bogotá:
Universidad Nacional de Colombia (Sede Bogotá). Facultad de Ciencias Humanas. Grupo Cultura y
Ambiente / Berlín: Ibero-Amerikanisches Institut, 2014
518 páginas: ilustraciones, mapas – (Biblioteca Abierta. Perspectivas Ambientales)
Incluye referencias bibliográicas
ISBN : 978-958-775-085-0
1. Extractivismo 2. Industria minera - Aspectos ambientales 3. Resguardos indígenas 4. Ecología política
- América Latina 5. Medio ambiente 6. Contaminación - América Latina I. Göbel, Barbara, 1962-, editora
II. Ulloa, Astrid, 1964-, editora. III. Serie
CDD-21 333.85 / 2014
Extractivismo minero en Colombia y América Latina
Biblioteca Abierta
Colección General, serie Perspectivas Ambientales
© Universidad Nacional de Colombia,
sede Bogotá, Facultad de Ciencias Humanas,
Primera edición, 2014
ISBN: 978-958-775-085-0
© Ibero-Amerikanisches Institut, Berlín, 2014
© Editoras, 2014
Barbara Göbel y Astrid Ulloa
© Varios autores, 2014
Con el apoyo inanciero de Bundesministerium
für Bildung und Forschung
Facultad de Ciencias Humanas
Comité editorial
Sergio Bolaños Cuéllar, decano
Jorge Rojas Otálora, vicedecano académico
Luz Amparo Fajardo, vicedecana de investigación
Jorge Aurelio Díaz, profesor especial
Myriam Constanza Moya, profesora asociada
Yuri Jack Gómez, profesor asociado
Red desiguALdades.net
Diseño original de la Colección Biblioteca Abierta
Camilo Umaña
Preparación editorial
Centro Editorial de la Facultad de Ciencias Humanas
Esteban Giraldo González, director
Felipe Solano Fitzgerald, coordinación editorial
Diego Mesa Quintero, coordinación gráica
editorial_fch@unal.edu.co
www.humanas.unal.edu.co
Impreso en Colombia
Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio
sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.
Contenido
Presentación
11
ba rba ra göb el y ast rid ull oa
Colombia y el extractivismo en América Latina
15
PERÚ, BOLIVIA, CHILE Y ARGENTINA: REFLEXIONES
SOBRE TERRITORIOS INDÍGENAS Y ÁREAS RURALES Y SUS
ARTICULACIONES LOCALES-REGIONALES-GLOBALES
G E R A RD O DAMONT E
El modelo extractivo peruano: discursos, políticas
y la reproducción de desigualdades sociales
37
M A RÍA LU I SA ES C HEN HAGEN Y H ÉCTOR BACA
Comunidades aymaras y la gran minería. Una mirada
a los argumentos detrás del conlicto socioambiental
en Puno, Perú
75
TO M PE RREAU LT
Participación y poder: la consulta previa
y sus descontentos en el sector minero de Bolivia
107
J U LIA NA ST RÖB ELE-GREGOR
Litio y desigualdades de conocimiento en Bolivia
137
Ba rba ra Göb el
La minería de litio en Atacama: disputas sociales
alrededor de un nuevo mineral estratégico
167
COLOMBIA: MINERÍA EN TERRITORIOS
DE PUEBLOS INDÍGENAS Y CAMPESINOS
J HON NATA N F ERNAN D O L ÓPEZ V EGA
¿Coltán? ¿La respuesta es Colombia? La construcción
social de un nuevo recurso mineral en tiempos
de desigualdad neoliberal
197
C ATA L I NA CARO G ALV IS
Minería en el Norte del Cauca Indígena. Prácticas
territoriales y transformaciones socioespaciales
en los resguardos indígenas nasa del municipio
de Santander de Quilichao, Cauca, Colombia
253
C ATA L I NA QU IRO GA
Hacia un territorio minero-campesino: propuestas
territoriales desde el movimiento socioterritorial
en el nordeste de Antioquia, Colombia
283
E M ERS ON A. BU ITRAGO
Una historia y una vida alrededor del oro:
territorialidad y minería en el municipio de Vetas,
Santander, Colombia
321
DIA NA PATRICIA S ÁNCHEZ GARC ÍA
El conlicto por la producción del territorio
en el caso del proyecto minero La Colosa, Tolima, Colombia
347
APORTES GENERALES PARA EL ANÁLISIS
DEL EXTRACTIVISMO MINERO EN AMÉRICA LATINA
I G NAC I O G ÓM EZ mont es Y M ARÍA LU IS A ES CH ENHAG EN
Conlictos socioambientales de la minería del oro
y el rol del modelo económico dominante en América Latina
389
ASTRI D U L L OA
Geopolíticas del desarrollo y la confrontación extractivista
minera: elementos para el análisis en territorios
indígenas en América Latina
425
HEI DI F ELDT
¿Nuevas reglas de juego para el extractivismo? El papel
de las iniciativas internacionales de transparencia
y control para las industrias extractivas
459
Acerca de las autoras y los autores
495
Índice de materias
501
Índice de lugares
513
Hacia un territorio minero-campesino:
propuestas territoriales desde el
movimiento socioterritorial en el
nordeste de Antioquia, Colombia*
Catalina Quiroga
1
Grupo Cultura y Ambiente (SIMAT)
Universidad de los Andes (Bogotá)
Introducción
Territorio es un espacio de libertad y dominación,
de expropiación y resistencia.
MILTON SANTOS, La naturaleza del espacio.
Los municipios de Remedios y Segovia del departamento de Antioquia se encuentran ubicados en el costado oriental de la cordillera
Central, en el sur de la Serranía de San Lucas —lugar geoestratégico
de extracción minera, reserva forestal determinada por la Ley 2 de
1959 y ruta de tráico de drogas y armas— cerca del valle del río Magdalena; geográicamente su posición hace que esta región posea varios
yacimientos de oro tanto de aluvión, como de veta. Estos municipios
conforman la parte baja del distrito minero del nordeste antioqueño
*
Este artículo es el resultado del proceso de investigación para optar al título
de antropóloga, titulado: «Construcción del territorio minero campesino
en el nordeste de Antioquia, Colombia, movimientos socioterritoriales y
derechos humanos en contra del modelo económico multinacional 19702010». Este proyecto fue inanciado a través de la Convocatoria de apoyo a
trabajos de pregrado (Código Hermes del proyecto: 14768).
283
Catalina Quiroga
entre los ríos Porce y Nechí, los cuales son relevantes para comprender
la entrada de la gran minería a la región.
Desde 1852, los gringos llegaron a Remedios y Segovia, pueblos
aún no conformados legalmente y, a machete y mula, entraron las
maquinarias necesarias para instalar el molino María Dama, el
más importante en la región, y la mina El Silencio, una de las más
profundas de Latinoamérica con cuarenta pisos bajo tierra. Esta
mina, y en general la tradición británica y estadounidense, han
conigurado un territorio particular que se relejó en la determinación legal de un distrito minero para el nordeste de Antioquia.
Tanto así, que en sus comienzos la empresa multinacional ejercía
el poder político, económico y social, por encima del incipiente
Estado (CINEP 2004).
El municipio de Remedios fue fundado en 15602. En un principio se coniguró como un refugio móvil de mineros quienes
impulsados por el auge del oro durante el periodo de la Colonia,
ocuparon y poblaron estas zonas. La llegada de la empresa Frontino
Gold Mines, en la década de 1850, se debió a los nuevos auges en los
ciclos extractivos. Esta multinacional, de activos estadounidenses y
británicos, cumplió un papel determinante en la coniguración territorial de la región. Por su parte, Segovia es una población fundada
posteriormente —en 1865— y se convirtió en el epicentro urbano de
la industria del oro en Antioquia; para el año 2012 ocupó el segundo
puesto a nivel nacional de extracción aurífera. Esta actividad económica es central dentro del desarrollo de la vida social, económica
y política de los habitantes de los dos municipios.
Adicionalmente, es importante resaltar que los pobladores de
la región han pasado por momentos complicados3, en los que la
palabra guerra ha sido una constante y el desplazamiento forzoso
se ha convertido en uno de sus mayores miedos. Este contexto
2
3
284
Tomado de http://www.corantioquia.gov.co/docs/pgar/analisis/pdfs/2.%20
%20poblamiento%20historico.pdf.
Tales como masacres, ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas,
entre otros. Para más información sobre la situación de derechos humanos
en la región, remitirse a documentación del CINEP, la fundación Nuevo
Arcoíris y la Agencia Prensa Rural.
Hacia un territorio minero-campesino...
está lejos de desaparecer, pues las problemáticas en torno a la tenencia de la tierra y el derecho al territorio se han agudizado con
las nuevas políticas mineras, la entrada de nuevas empresas transnacionales, la militarización del territorio y la aparición de otras
actividades económicas como la extracción maderera (igura 1).
La tierra 4 o su tenencia es la base primordial de todas las relaciones sociales en la región; su posesión o carencia y sus usos generan un conlicto territorial entre todos los actores que habitan el
espacio geográico y quienes han decidido organizarse para buscar
soluciones: algunos lo han hecho desde la institucionalidad y la
presencia armada, y otros a través de la conformación de grupos de
carácter político y comunitario por la defensa del territorio, tema
que se trata en este artículo.
Así, la pregunta principal del texto es ¿Cómo se construyen
alternativas territoriales desde la comunidad minero-campesina5,
en contraste con la visión hegemónica planteada por el Estado y las
multinacionales para el nordeste antioqueño (municipios de Remedios y Segovia), dentro del contexto de las relaciones sociales
generadas por las prácticas de minería y agricultura campesina?
Es claro que la base fundamental del problema de la construcción territorial de esta región es comprender qué es el territorio
y en qué medida este concepto explica las prácticas y representaciones de las comunidades minero-campesinas. Para comprender
4
5
En este texto se entiende por tierra la porción de carácter material de un
espacio habitado, de la cual se obtiene beneicios económicos. Territorio,
por su parte, es la construcción social de las representaciones frente al
espacio habitado, sus usos, sus problemas y sus trasformaciones dentro de
una dinámica histórica de poderes y de signiicados sociales. En palabras
del investigador Fernandes Mançano, se deine el territorio como «El
espacio apropiado por una determinada relación social que lo produce y
mantiene a partir de una forma de poder. Ese poder […] es concebido por
la receptividad. El territorio es, al mismo tiempo, una convención y una
confrontación» (Fernandes s. f., 3).
Esta categoría de mineros campesinos parte de una autodeterminación
de la propia comunidad que tiene como objetivo deinir sus actividades
económicas predominantes para describir el uso de la tierra y la
construcción territorial preferida por ellos.
285
Catalina Quiroga
FIGURA 1. Localización de los Municipios de Remedios y Segovia.
Departamento de Antioquia. Fuente de datos: Instituto Geográico
Agustín Codazzi - Portal sigot 2014.
286
Hacia un territorio minero-campesino...
el problema de la construcción territorial de esta región es necesario entender qué es el territorio y en qué medida este concepto
logra explicar las prácticas y representaciones de las comunidades
(Santos 1996, 2000; Fernandes s. f., 2000, 2008; Rafestin 1980). De
esta forma, constantemente, se producen nociones de territorios en
diferentes latitudes, que parten de un análisis dinámico de su construcción y que son el resultado de un proceso de organización, de
trabajo e incidencia sobre el medio físico (Agnew y Oslender 2010).
Para comprender el territorio, como esta parte del todo construida
por los grupos sociales que constantemente lo modiican y se identiican con él a partir de una intencionalidad particular, debemos
conocer cuál es la deinición de espacio.
Si entendemos el espacio como una construcción social que
depende en gran medida de las relaciones sociales que sobre él se
desarrollan, en esa multidimensionalidad que lo constituye, podemos pensar que este debe mirarse según la intencionalidad del
grupo que lo habita. Sin embargo, cuando el espacio se percibe a
través de una determinada lectura socioespacial, se construyen territorios particulares. El espacio, entonces, siempre antecede a los
territorios, como lo expresa Fernandes: «El territorio (por su parte)
es el espacio apropiado por una determinada relación social que lo
produce y lo mantiene a partir de una forma de poder» (1999). Otra
deinición de territorio hace referencia al poder ejercido para permitir la entrada y salida de otros sujetos, como lo deine Mercier:
«un territorio proviene del poder que un sujeto humano ejerce
sobre una unidad espacial, sobre los seres geográicos que ella contiene y sobre los que están afuera, pero que quisieran entrar o cuya
entrada fuera deseada por alguien» (Mercier s.f., 26). Es allí, en el
campo de fuerzas, donde la intencionalidad toma su forma y se
desarrolla en estructuras de poder particulares que contienen el
espacio, territorializan intenciones y se convierten en territorios
con determinadas características. De esta manera pueden coexistir
muchos territorios —con diferentes intencionalidades— en un solo
espacio geográico, como en el caso del nordeste antioqueño.
Deinimos, justamente, el territorio como una construcción
social que se produce por las relaciones conlictivas que sobre él
287
Catalina Quiroga
se desenvuelven; el territorio es la materialización de una intención
de un grupo social y, por lo tanto, está cargado de identidades y de
relaciones de poder. Se caracteriza por una naturaleza luida, donde
las fronteras son diluidas en las relaciones con otras construcciones
territoriales, y por lo tanto se constituye en una realidad cambiante
que requiere permanentemente nuevas formas de organización territorial (Rafestin 1980; Santos 1996, 2000; Fernandes s. f., 2000;
Pérez 2003).
Diego Piñeiro (2004), en su análisis de la coniguración territorial latinoamericana en relación con la oleada de proyectos
similares al minero colombiano en América Latina, con la construcción territorial y la estructura agraria en Colombia, identiica
tres etapas históricas determinantes para su comprensión. La
primera de ellas abarca desde la mitad del siglo XIX hasta 1930; se
caracteriza por ser una época colonial y tener un sistema de hacienda, cuya concentración territorial dejó cientos de campesinos
excluidos de un sistema de garantías, y en la que la acción colectiva
ha sido catalogada como prepolítica. Posteriormente, está la etapa
de sustitución de importaciones, entre las décadas de los cuarenta y
cincuenta, en donde a partir del agro y la extracción minera se pretendió regular y controlar la distribución geográica territorial con
varios intentos fallidos. Finalmente, está la etapa que comprende
desde inales del siglo XX hasta la actualidad, cuyo enfoque central
es la ruptura de la institucionalidad nacional y la reacomodación
del agro y la industria extractiva de acuerdo con el orden mundial.
En esta última etapa de restauración resurgen y se trasforman las
formas de acción colectiva, que a su vez cambian las formas de percibir simbólica y materialmente el territorio construido.
Es relevante plantear este aspecto puesto que en el país se han
generado nuevas formas y usos del campo; una de ellas, y de la que
se hace mención en este artículo, es la minería. En esta medida,
actualmente nos encontramos en una etapa que puede ser complemento de la última mencionada por Piñeiro (2004) en su libro En
busca de la identidad, la acción colectiva de los movimientos agrarios
en América Latina. Estas distintas adaptaciones a un orden mundial
generan nuevos intereses y por lo tanto impulsan de forma poco
288
Hacia un territorio minero-campesino...
controlada, actividades de extracción urgentes para mantener un
sistema global de productos. Entre ellas está particularmente la
minería, donde América Latina es pensada desde las lógicas del
mercado como un Sur Global donde es necesario reprimarizar las
actividades económicas (Fierro 2012).
Es en este contexto que las comunidades minero-campesinas
del nordeste de Antioquia —organizadas en la Corporación Acción
Humanitaria por la Convivencia y la Paz del nordeste antioqueño
(CAHUCOPANA) y la Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra (ACVC)—, presentan su particular deinición de territorio
enmarcada en una visión integral de los derechos humanos6 y la
vida digna. Las comunidades basadas en su derecho fundamental a
la tierra y el territorio —eje articulador más allá del ámbito legal—
identiican las falencias que se producen por la actividad minera y
exigen soluciones integrales que incluyen la propiedad de la tierra y
su derecho a usarla como espacio para desarrollar una vida digna7.
Alrededor de estos elementos, los mineros artesanales se han organizado para defender su derecho al trabajo y a la autodeterminación, lo que para el Estado y varios estamentos legales es un
delito y lo relacionan con la subversión en la región (Semana 2011).
Este artículo está estructurado en cinco apartados que exponen
el proceso de apropiación territorial y representaciones sociales del
espacio para diferentes actores en conlicto. Las dos primeras secciones hacen referencia a los procesos históricos y a la presencia de
6
7
Es relevante comprender que los derechos humanos pasan por una lectura
integral de garantías más allá del respeto por los derechos civiles y políticos,
que incluyen el derecho a la vida, la protección judicial, la participación
política. Los derechos para las comunidades son una forma de exigir
garantías que, independientemente del enfoque académico del cual que
se les dote, deben ir en una estrecha relación con los derechos económicos,
sociales y culturales. El derecho a la tierra y al territorio son entonces la
bandera organizativa en la región, en la construcción de un
territorio campesino.
La vida digna se entiende para los campesinos como una opción donde el
acceso a los derechos de todas las generaciones sea garantizado y donde la
comunidad sea la base de la toma de decisiones. Esta deinición es tomada
de los textos y comunicados publicados por CAHUCOPANA y ACVC.
289
Catalina Quiroga
la multinacional por más de un siglo y medio en la región, y expone
las relaciones que existen entre la ocupación del territorio y los habitantes del mismo. Además, presentan algunos principios de la
posición y el papel del Estado y las políticas nacionales en términos
mineros. El tercer apartado presenta la visión territorial desde la
perspectiva de las comunidades minero-campesinas y las organizaciones sociales, enfatizando en las construcciones espaciales de
estas. Se usan como referentes la construcción del territorio desde
la cotidianidad de las personas y las actividades económicas, así
como las formas de organización de los movimientos socioterritoriales para la defensa del derecho a la tierra y al territorio. En
la cuarta sección se presenta la alternativa de participación denominada Zona de Reserva Campesina del Valle del Río Cimitarra,
igura jurídica que permite proteger a la población campesina de
los posibles desplazamientos y que brinda una relativa seguridad
frente a la titulación y propiedad de la tierra, además de generar un
signiicado territorial en el que las comunidades son las gestoras
de su futuro. El último apartado presenta algunas conclusiones
preliminares de varios conlictos socioterritoriales y sus posibles
impactos sociales, territoriales y ambientales.
Contexto nacional de las políticas
mineras del oro
El oro es uno de los metales preciosos que se ha explotado
durante más tiempo en el país. Desde la Colonia existían grandes
grupos de hombres y mujeres quienes, a través de la técnica de
aluvión, extraían alrededor del 95% del oro del Virreinato de la
Nueva Granada, el cual iba directamente a la Corona Española y de
allí era vendido o pagado por deudas a otras monarquías (Ramos
2011, 15). Este metal tenía un gran prestigio y era comparado con el
valor de la moneda: esta era equivalente a una pepa de oro. El valor
económico del oro aún prevalece: en 2010 y 2011 el precio de una
onza alcanzó 1.800 dólares8.
8
290
Valor tomado de http://www.preciooro.com/valor-oro.html.
Hacia un territorio minero-campesino...
En los últimos años, y con el ánimo de comprender el contexto
actual de la minería en Colombia, se puede decir que las cifras más
optimistas permiten proyectar al país como uno de los primeros en
producción de oro en el continente. Esto se aprecia a través de los
siguientes hechos9:
• Entre el 2004 y el 2011 los títulos inscritos ante Ingeominas
pasaron de 2.056 a 5.903.
• Las inversiones en temas de minería superan los 24.000 millones de dólares.
• Los recursos mineros aportan el 2,2% del producto interno
bruto (PBI) de Colombia, lo cual equivale a 9,8 billones de
pesos. La meta es que en el 2014 el PBI minero nacional supere
el 3,6% y los empleos que esta actividad generaría sean alrededor de los trescientos sesenta mil.
Estas estadísticas permiten pensar que las cifras se triplicarán
en los próximos diez años y, por lo tanto, en la proyección y el fortalecimiento del sector.
La producción minera en el nordeste de Antioquia, como se
mencionó anteriormente, se ha dado desde la Colonia y permite
pensar que «[…] durante tres siglos y algo más, la minería neogranadina trabajó de esta forma simple y primitiva, en unos casos en
“reales de minas” que eran propiedades del lejano rey de España, y
en otros casos en minas de particulares, quienes debían entregar al
gobierno virreinal una royalty del 20% de su producción (llamada
el quinto real), para ser enviado a la metrópoli» (Duarte 2012, 5).
En 1587, luego del descubrimiento de las minas de oro en Zaragoza
—localidad cercana al nordeste antioqueño— se dictaron dos ordenanzas o regulaciones en términos mineros: la primera de ellas,
la Ordenanza de Rodas, se convirtió en la primera legislación que
hablaba sobre la propiedad de subsuelo; la segunda, la Ordenanza
de Mon y Velarde, contenía un elemento muy interesante sobre la
propiedad de la tierra, los intentos de reforma agraria y la necesidad
9
Estos datos son tomados de la edición especial de la revista Semana,
«Colombia minera: mitos y realidades».
291
Catalina Quiroga
de promover la agricultura como una forma de sobrevivencia de la
fuerza de trabajo de las minas.
Para la época de la Independencia el oro cobró una gran importancia. El naciente Estado, en medio de las guerras civiles, vio
la necesidad de pensar en estos recursos como propios, y empezó a
usarlos y a apropiarse de ellos en pro de una guerra nacional:
[…] en 1829 el entonces presidente de la República Simón
Bolívar, expidió en Quito el «Reglamento de Minas» adoptando
para la gran Colombia las Ordenanzas de Minería de Nueva España.
Tanto el Reglamento de Minas como la Ley de minas de 1823 nacionalizaban las riquezas minerales. […] A pesar que el Reglamento
sobre Minas mantenía el principio de propiedad por parte del
Estado, el Gobierno podía conceder las minas en propiedad o posesión a los ciudadanos que así lo solicitaran, pero sujetos a su explotación y al pago de un tributo sobre el valor y la cantidad del
mineral extraído. (Duarte 2012, 7)
La Constitución Política de 1886 reconoció el valor de los
recursos del subsuelo y ratiicó la propiedad estos por parte del
Estado. Para entonces, la empresa Frontino Gold Mines hacía parte
del principio de accesión de minas a particulares; a esta empresa
le habían entregado títulos mineros a perpetuidad como pago de
la deuda externa. Estos títulos estuvieron contemplados en el artículo 45 de la Ley 292 de 1875, que continuaría vigente hasta la
expedición de la Ley 20 de 1969, por la cual se dictaron algunas
disposiciones sobre minas e hidrocarburos. Comenta Duarte, al
referirse a la primera mitad del siglo XX, que «[…] en la gobernabilidad minera del país signiicó un retroceso para las capacidades
de administración de los Recursos mineros de parte del Estado, y
el privilegio de la iniciativa privada foránea por medio del modelo
de Concesión» (Duarte 2012, 16).
Para esta misma época, una de las falencias evidentes en el
sector minero colombiano radicó en el poco interés que había por los
temas ambientales. La primera vez que se declararon zonas prohibidas para la extracción minera fue en el año de 1988, con el Código
Minero. Estas normas ambientales preveían un impacto ambiental
292
Hacia un territorio minero-campesino...
mayor al ya producido por años de extracción minera. La protección
de zonas exclusivas para agricultura y la ganadería también se incluyó, «[…]en este sentido el Decreto 501 de 1996 estableció que la
ejecución de trabajos autorizados por las licencias de explotación de
contratos de concesión requieran de Licencia Ambiental como requisito para la inscripción en el Registro» (Duarte 2012, 17).
Durante el proceso de construcción de la Constitución Política
de 1991 se retomaron las ideas sobre la propiedad estatal del subsuelo, en plena entrada del proyecto neoliberal al país. La discusión
sobre la propiedad del subsuelo se consignó en el Artículo 332 de
la siguiente forma: «El Estado es propietario del subsuelo y los recursos naturales no renovables, sin perjuicio de los derechos adquiridos y perfeccionados con arreglo a las Leyes preexistentes»10.
En la actualidad el Código Minero está vigente bajo la Ley 685 del
2001. Allí se retoma la idea de la propiedad estatal del subsuelo
colombiano; en esta medida se piensa que los recursos del subsuelo
constituyen un potencial importante y deben protegerse. Sin embargo, según Duarte (2012, 24), a partir de 1992 y hasta el año 2004
la visión minera del país se transformó desde dos perspectivas: 1)
las empresas estatales mineras y energéticas se convirtieron en organismos mixtos al integrar la participación de capitales privados
en su funcionamiento, y 2) los aparatos estatales se adaptaron a las
exigencias de una minería de enclave exportador. Es así como se
abrieron las puertas al capital extranjero en el país, y con ellas el
camino a la actual coyuntura de legislación minera y de entrada
masiva de activos internacionales para la producción11.
Tomado de la Constitución Política de Colombia del año 1991, Título XII,
sobre el Régimen Económico y de la Hacienda Pública, Capítulo I. De las
Disposiciones Generales.
11 En términos ambientales «El Capítulo XXII Aspectos Ambientales de la
Ley 685, ofrece ventajas destructivas a las grandes empresas, en un país con
un entorno ambiental sensible como el colombiano. En este sentido los
artículos 207 y 208 permiten la expedición de una sola licencia ambiental,
para todo el periodo de la concesión, sin que la autoridad ambiental
pueda cambiar esta decisión así ocurran violaciones graves a la legislación
ambiental» (Duarte 2012, 30).
10
293
Catalina Quiroga
En el año 2011 se creó la Agencia Nacional Minera como parte
del Ministerio de Minas y Energía, con el objetivo de asumir los
procesos de titulación, registro, asistencia técnica, fomento, promoción y vigilancia de las obligaciones emanadas de los títulos y
solicitudes de áreas mineras. Entre sus principales funciones se encuentra el promover la incorporación de la actividad minera en los
planes de ordenamiento territorial, lo que permite territorializar el
espacio donde se están implantando estos proyectos.
A pesar de la creación de nuevos organismos de control y
manejo en temas mineros, continúa siendo insuiciente la regulación minera en términos formales, de impuestos y regalías; la
invisibilización de pequeñas mineras ha contribuido a generar espacios de conlicto donde es más fácil criminalizar y someter, antes
que buscar alianzas o brindar apoyos reales a las comunidades que
históricamente han sobrevivido de la minería. El poco conocimiento del sector en términos de investigación de los recursos y
características del subsuelo y la corrupción que está presente en
esta actividad a escala internacional y nacional han sido solo algunos de los vacíos que impiden que la minería se desarrolle en
términos justos y equitativos.
Así, el sistema económico mundial de orden capitalista crea
y conigura espacios, construyendo territorios de acuerdo con sus
lógicas, intereses y dinámicas. Según David Harvey (2007), la institucionalidad y la noción de subsuelo para el Estado y la empresa
multinacional generan apropiaciones particulares del territorio basadas en modelos de acumulación de capitales, especialmente por
desposesión, a través del uso de la guerra, el desplazamiento y la
expropiación, entre otras modalidades. La proyección de políticas
públicas es un elemento vital en este entramado de relaciones; ellas
legitiman una presencia institucional dedicada a la explotación
de oro, conciben el espacio como una oportunidad económica y
generan alternativas de organización del mismo en pro de los intereses de la locomotora del desarrollo del gobierno nacional para
el periodo de 2011-2014, y con proyección nacional hacia el 2019,
cuando Colombia se proyecta como una potencia minera de Latinoamérica y del mundo.
294
Hacia un territorio minero-campesino...
Este contexto de favorabilidad gubernamental hacia la entrada de empresas extranjeras genera una disputa entre los actores
que también están dentro del espacio geográico. En términos de
Bebbington, es relevante entender que «[…]en una sociedad dada,
la deinición dominante de desarrollo y por lo tanto la relación deseada entre desarrollo y medio ambiente, no es otra que un artefacto de poder» (2007, 31). Es frente a esta estructura de poder que se
dan las respuestas de los otros actores habitantes del espacio, entre
ellos la comunidad minero-campesina, quienes desarrollan su vida
y construyen desde lo cotidiano otras nociones referentes al territorio y establecen una relación diferente con el medio ambiente.
La Frontino Gold Mines y la presencia
histórica de las multinacionales
en el nordeste de Antioquia
La llegada de la Frontino Gold Mines (FGM) al nordeste de
Antioquia representó un choque de varios mundos en una región
apartada de los centros administrativos del momento. Con el establecimiento de esta empresa, el Virreinato de la Nueva Granada
fue testigo del arribo de barcos y mulas que traían la maquinaria
y los ingenieros de minas, que eran parte de este proyecto colonizador 12 y extractivo en términos económicos.
El siguiente fragmento hace parte de un discurso pronunciado
por el doctor Wilfredo López, representante de la empresa, el 20 de
abril del 2002 en la conmemoración de los ciento cincuenta años
de la FGM.
Cuando el vicepresidente Santander se enfrentó a la tarea formidable de crear una República de la nada, en el caos y en la ruina
dejados por las guerras de Independencia, y apremiado por Bolívar
para obtener más recursos y materiales para liberar al Perú, no tuvo
más remedio que acudir al crédito insistentemente ofrecido por
Inglaterra a la joven Colombia. Fue de esta manera como se le dio a
12
Cuando en el nordeste de Antioquia todavía se habla de valores o pesos del
oro como castellanos, que equivalen a 4,6 gr, o tomines, que son 12 gramos
de oro o reales, se reieren a escalas de valor impuestas por los colonizadores.
295
Catalina Quiroga
los banqueros ingleses todas las facilidades y garantías para establecerse en el país, por encima de los intereses nacionales. Después de
irmado el acuerdo en Londres en 1825 empiezan a llegar la compañías
inglesas a Colombia; con ellas llegaron los primeros ingenieros de
minas europeos. Aquellos ingenieros nos trajeron la mineralogía, la
geología, la hidráulica, […] conocimientos de invaluable utilidad que
dieron un nuevo y gran vigor a la minería. (López 2002)
En 1851, compañías inglesas particulares nombraron como
agente en Colombia al exministro de hacienda Florentino González, quien compró en 1852 algunas minas en el municipio de
Frontino por ciento cinco mil pesos y la mina Bolivia, localizada
en lo que hoy sería Remedios, por tres mil pesos. De esta manera
se conformó la empresa he Frontino and Bolivia Company. El 21
de abril de 1852 nació la casa matriz llamada Compañía La Nueva
Granada, con un capital de doscientos cincuenta mil libras esterlinas y con sede en la ciudad de Londres (López 2002). La Frontino
inicialmente comenzó su operación en el municipio del mismo
nombre, en Antioquia. Sin embargo, en el año de 1855 se trasladaron a lo que hoy es Segovia, debido a que sus intereses no estaban
siendo satisfechos y ante el rumor de una mayor abundancia de oro
en esa región. Llevaron sus equipos por la trocha de Guarachas,
que era la vía de acceso desde Medellín a estos terrenos, los cuales
ya eran explotados por empresas francesas dueñas de las minas
de San Nicolás y de Cristales, en el conjunto de minas llamado el
Ñemeñeme. En este nuevo territorio, La Frontino inició la explotación de algunas minas —que hasta hoy todavía se están trabajando— como El Silencio, Bolivia, Manzanillo, Marmajito, Cogote,
Córdoba y después se abrieron las minas de San Nicolás, Tres y
Media y La Italia. Fue tanto el éxito de esta empresa en la región,
que en su apogeo (1939-1942) la FGM extraía y molía dieciocho mil
toneladas de mineral al mes.
La creación de los asentamientos y pueblos en la región no se
pueden pensar por fuera de la inluencia de la empresa, pues esta
«[…] como un reconocimiento a la población decidió legalizar los
predios y fue así como en 1888, la compañía Frontino and Bolivia
296
Hacia un territorio minero-campesino...
le cede bajo escritura pública de una forma gratuita al distrito de
Segovia una área de 83,5 hectáreas para ubicar el asentamiento»
(López 2002). Así, sobre el caserío llamado Tierra Adentro desde el
año de 1865, se funda el municipio de Segovia el 15 de junio de 1885.
Esta compañía se vio afectada por los ciclos mundiales de poderes económicos. Durante las primeras décadas del siglo XX, Inglaterra decayó como potencia a la vez que cobraban importancia
los grupos económicos y capitales norteamericanos, quienes adquirieron la gran mayoría de las empresas inglesas en el mundo.
Eso fue lo que sucedió con la actividad minera de Antioquia, pues
en 1910 la corporación norteamericana International Mining Corporation le compró a los ingleses todos sus derechos sobre la empresa he Frontino and Bolivia Company, que en ese momento
cambia su nombre a Frontino Gold Mines (López 2002).
Para la década de los setenta, tras una crisis en la década de
los años cuarenta, los conlictos sociales que se habían desatado
en toda América Latina generaron antagonismos sobre la propiedad de la tierra y el monopolio de la explotación. El nordeste
antioqueño no fue ajeno a estas dinámicas, que arruinaron a la
multinacional y dieron paso a una cadena de sucesiones hasta el
2011. Para el año 2012 arribaron a la región dos grandes grupos: la
AngloGold Ashanti, que se ubicó en los límites con el sur de Bolívar y la serranía de San Lucas —que llega tras el boom minero del
2000—, y la Gran Colombian Gold y su iliales: la Zandor Capital y
la Medoro Resources, que son las nuevas dueñas de las concesiones
de la desaparecida FGM.
En términos generales, la presencia de las multinacionales en
la región ha estado marcada, a lo largo de los diferentes periodos
históricos, por momentos de relativa simpatía hacia la comunidad.
Está demostrado que la liquidada empresa FGM colaboró con
grupos paramilitares en las décadas de los años setenta y ochenta
y se convirtió en enemiga de un pueblo con el que anteriormente
solía tener buenas relaciones. Los gringos13 son recordados por
13
Término usado en la región para referirse a los ingleses.
297
Catalina Quiroga
muchos habitantes que de niños gozaron los beneicios que esta
empresa le brindaba al pueblo. Los gringos formaban parte de una
empresa que se suponía próspera y que contaba con el respaldo de
la población minera campesina de la región; sin embargo, luego
de su venta a empresas de capital norteamericano, se inició un
proceso de separación con las comunidades. Como consecuencia
de esta situación se empleó mano de obra de otras regiones y se
precarizaron las condiciones de vida de la comunidad. Ya para los
años ochenta y noventa se optó por la presencia de grupos privados
de seguridad —paramilitares—, lo cual contribuyó al recrudecimiento del conlicto social y armado, y paralelamente se inició un
proyecto de despojo de tierras y desplazamiento forzado hacia las
zonas altas. Para los años 2011 y 2012 las multinacionales redujeron los empleos directos y comenzaron a perseguir las prácticas
de hecho y artesanales de la extracción de oro, monopolizando la
venta y el valor de compra del mismo.
En este contexto, la agencia de las poblaciones minero-campesinas quedó por fuera de la organización territorial. Esto, junto con
el conlicto social y armado —que ya contaba con varias masacres,
ejecuciones extrajudiciales y despojos, además de una reconocida
alianza entre las fuerzas militares y paramilitares—, llevó a la conformación de organizaciones sociales. Ellas, como única salida a
esta situación, le apostaron a la lucha por conformar una Zona de
Reserva Campesina y un territorio minero-campesino.
Un campo pensado por
los mineros campesinos
La historia de la colonización de territorios baldíos, la usurpación de esos territorios por poderes regionales y nacionales, y
la implantación de proyectos de desarrollo desigual o de otros desarrollos, propuestos por un Estado preferente que no garantiza el
respeto por los derechos humanos ni los estándares mínimos de
calidad de vida, son solo algunas de las causas del problemático
contexto actual en el nordeste de Antioquia. El territorio, como
se ha comentado, es un escenario construido donde las luchas de
298
Hacia un territorio minero-campesino...
poder generan tensiones y a su vez reacomodan e identiican posibilidades de sobrevivencia y de explotación de lo brindado por
la tierra. En el caso de esta región, las tensiones entre los actores
reacomodan, desplazan, especializan, territorializan y generan comunidades de sentido. Así, comprender la visión de los mineros
campesinos del lugar nos permite ver una parte del entramado de
las relaciones que modiican el espacio habitado y generan territorios de sentido, donde la identidad como minero campesino se
convierte en el principio fundamental para entender la posesión de
la tierra y su utilización.
La historia del nordeste de Antioquia se releja en las dinámicas de colonización y de migración laboral del sector primario
de la economía: en el caso particular de la minería en las actividades de explotación de veta, socavón, dragado y barequeo. En los
años cuarenta y cincuenta del siglo pasado, estas tierras fueron el
refugio de cientos de personas que huían de los conlictos bipartidistas desde el interior del país (Molina 2010, 22); las dos décadas
siguientes fueron de relativa calma hasta entrados los años setenta,
cuando se presentó un ascenso de la presencia paramilitar y vigilancia estatal para proteger los intereses de las multinacionales por
medio del hostigamiento y el ejercicio del poder sobre las comunidades campesinas y mineras allí asentadas (Colombia Nunca Más
2000; CINEP 2004).
Entonces, comprender la complejidad del conlicto armado y
los actores que forman parte de él es determinante para pensar en la
construcción territorial, pues son estos quienes generan las lógicas
de apropiación del espacio habitado. Eso para mencionar que no solo
la presencia de la población minera campesina deine la lógica territorial en la zona, sino también las políticas nacionales en términos
mineros y territoriales, de la mano de la presencia constante de
grupos armados, generan otro tipo de identidades frente al mismo
territorio. Así, la comunidad minero-campesina no está por fuera
de un contexto de violencia que determina el uso y la movilidad en
sus propios espacios. Las trochas prohibidas para el comercio, las
veredas tomadas por los frentes armados, los batallones o bloques
299
Catalina Quiroga
y los retenes viales, entre otras modiicaciones espaciales implantadas por las lógicas del conlicto, también juegan un papel relevante en esta discusión territorial. La militarización es fundamental
para comprender cómo las comunidades minero-campesinas reaccionan frente a estos actores en particular y cuán importante es su
inluencia en la construcción territorial. La presencia armada modiica de forma radical las rutas de comercio, de tránsito y de desplazamiento forzado en la región y se coniguran como otro elemento
en este entramado de relaciones donde conviven las visiones antagónicas del territorio.
Paralelamente, más allá de las relaciones ya expuestas, existen
otras formas de apropiación material. La inca, por ejemplo, es el
centro de la organización territorial; desde allí se comprenden todas
las relaciones económicas en la región. Incluso la explotación minera
artesanal o la presencia de dragas es pactada con los dueños de incas
o con las familias allí asentadas. En todos los casos, sobre todo en las
sociedades mineras de hombres jóvenes o de campesinos asociados
para obtener mayores recursos, la mina, dependiendo de su forma,
requiere un trato con el dueño de la tierra, o sea con el propietario de
la inca. Cuando la minería es de socavón, a este se le paga por el uso
de la tierra con un número determinado de bultos de la producción.
Si la minería es de draga, los servicios de alimentación y mantenimiento en general (lavado de ropa, medicamentos, etc.), deben ser
comprados al dueño de la tierra por donde están dragando el río.
En el caso del bareque, la actividad se realiza de manera comunal.
La vida en el campo, entonces, depende enteramente de las actividades de sobrevivencia; en esta medida, la propiedad es vital para
el desarrollo de las familias y comunidades de mineros campesinos.
La construcción territorial es, como lo vimos anteriormente, el resultado del uso del suelo, de las formas de organización socioeconómica y especialmente de la relación de profunda necesidad del ser
humano con la naturaleza y de las relaciones sociales entre los seres
humanos, generadores de comunidades, antagonismos y relaciones
de poder. A continuación se presenta una descripción del espacio de
una inca tipo del nordeste de Antioquia (igura 2), útil para tener
una imagen de las apropiaciones materiales en la región:
300
Hacia un territorio minero-campesino...
La inca como centro de las actividades se conigura en pequeños lugares, con un sector desmontado y otro con algunas
partes de bosques de galería, y cultivos originarios de la zona (yuca,
plátano, frutales). Las zonas desmontadas son mucho más grandes y
se ven en ellas varias vacas y novillos cebú. Las casas están ubicadas
en un sector plano; son casas de madera (la misma madera que se
comercializa) con dos o tres cuartos y la cocina; este modelo es la
constante en la construcción de vivienda de cientos de campesinos.
Las familias más organizadas tienen cocinas que funcionan con
leña y por lo general alrededor de la casa crían algunos marranos
y unas pocas gallinas (valga aclarar que los pollos, son un recurso
escaso en la zona), tienen árboles frutales, en zadas y espacios de
sombra para pasar la tarde. Estos son los elementos construidos por
el hombre que modiican el paisaje natural de la espesa selva de esta
parte del país. Las familias en su mayoría son extensas, con varios
niños al cuidado de las mujeres. En aquellos hogares con capacidad
adquisitiva vive un campesino que trabaja por jornal. La mayoría de
estas incas, como se demostrara más adelante, no están tituladas;
por lo tanto, la labor de construir y de destruir la cerca es bien importante, y la adquisición de esos materiales se convierte en un reto
para los campesinos pobres y un poco menos para los de medianos
recursos. (Diario de campo 2011-2012)
Ahora, en términos de la práctica económica de la minería
cabe anotar que los oicios derivados de esta actividad son diversos
y la división del trabajo familiar y comunal es un punto clave. Así,
la relación entre actividades económicas derivadas de la minería y
las actividades agrícolas es muy estrecha y presenta otro tipo de relación con el espacio, lo cual es una característica importante en la
construcción territorial. La autoidentiicación como mineros campesinos parte de la premisa de que las actividades mineras aportan a
la economía familiar que, para los casos de inca estudiados, hacen
parte de una economía campesina. Resulta, entonces, una pregunta
sobre las posibles relaciones entre estas dos actividades económicas.
Lejos de responderla, quisiera anotar que para el caso del nordeste
301
Catalina Quiroga
FIGURA 2. Diagrama de usos de suelo inca tipo 1.
Fuente: Elaboración propia. Este esquema fue el resultado de una entrevista
realizada en campo con el dueño de la inca,
un líder campesino de CAHUCOPANA.
antioqueño se requiere profundizar sobre estas relaciones y los
posibles signiicados culturales y territoriales de sus prácticas. A
continuación presento la descripción de una de las minas que incluye varios trabajos y diversas formas de distribución del espacio;
también cobija otros elementos que se retoman más adelante: la organización social y la asociación de vecinos y productores.
Esta mina en particular tiene dos actividades diferentes en el
mismo territorio: una de ellas es la actividad tradicional de la minería de socavón y la otra es el trabajo de las chatarreras. Estas son
mujeres madres cabeza de familia que combinan el cuidado de sus
hijos y la casa con la recolección de los residuos producidos por la
minería de veta; ellas, que actúan en asocio con otras vecinas en
iguales condiciones, trabajan a contra jornada de las escuelas del
casco urbano, en especial del municipio de Segovia, durante más de
8 horas diarias.
302
Hacia un territorio minero-campesino...
Mineros asociados extraen diariamente kilos de piedras que
pueden contener una buena cantidad de oro; de la pureza de este depende la primera selección del minero. Luego de elegir el material,
cierta cantidad, por lo general pequeña, es vendida a los entables a
muy bajo costo; la tercera parte, considerada menos pura, es desechada para que las mujeres tamicen el material y subsistan de la
recolección de la basura del oro. Durante todo el día, las mujeres
recogen en baldes las piedras que tienen partes de oro «en remojo»,
eligen las mejores «pepitas» y las llevan ya pesadas al entable, donde
obtiene su dinero.
Los barrenderos son grupos que familiares que viven muy
cerca de las minas o de los caminos que conducen a ellas. Estas personas, que tienen otros oicios para sostener a su familia, barren
en sus patios y caminos cercanos a las minas, y así, de forma paulatina, van completando bultos enteros de polvo que a simple vista
es completamente inservible. Sin embargo, al llevarlo a un entable,
este bulto de tierra genera ganancias extras para el grupo familiar.
(Diario de campo 2011-2012)
En conclusión, paso a paso, las comunidades minero-campesinas, campesinas y mineras del nordeste de Antioquia reproducen
en la tierra habitada sus nociones territoriales y sus necesidades básicas de sobrevivencia, que se materializan en la práctica cotidiana
de las labores económicas de la comunidad y de las estrategias de
sobrevivencia en un contexto de violencia histórica en la región.
Proyección hacia la Zona de Reserva
Campesina del Valle del Río Cimitarra
La Zona de Reserva Campesina (en adelante ZRC) se convirtió
para las comunidades del sector en una alternativa jurídica para
contrarrestar la entrada acelerada de las empresas multinacionales
y de una política estatal permisiva con vacíos jurídicos en el momento de entregar titulaciones y generar prohibiciones de la explotación de la pequeña minería.
Las ZRC fueron reglamentadas desde el año 1996 con el Decreto 1777 expedido durante el gobierno de Ernesto Samper y
303
Catalina Quiroga
antecedido por la Ley 160 del año de 1994 en su capítulo 13 sobre
«Colonización de baldíos», promovida por el mismo gobierno. Las
ZRC se reglamentaron en un contexto político y social marcado
por varias movilizaciones agrarias en el país, con el objetivo de
fomentar y estabilizar las economías campesinas de los colonos, así
como para evitar la concentración de la propiedad territorial (Fajardo 2002). Así, las ZRC comienzan un largo camino en el proceso
de aceptación por parte de las organizaciones campesinas regionales, ACVC y CAHUCOPANA.
La ACVC nació en 1998 tras las marchas campesinas hacia la
ciudad de Barrancabermeja, realizadas ese mismo año y en 1996,
para exigir al gobierno central «[…] garantizar el derecho a la vida
de los campesinos, perseguir a los grupos paramilitares, castigar a
los militares y agentes del Estado culpables, por omisión o acción
directa, de las graves violaciones de derechos humanos en la región»
(ACVC 1998). Como resultado de las marchas, el gobierno precedido
por Andrés Pastrana irmó con las comunidades un acuerdo de
seguimiento y de garantías a la movilización14. Firmados estos
acuerdos, el gobierno central se comprometió a cumplir las exigencias de la masiva protesta y brindar recursos para la realización
14
304
Estos acuerdos se irmaron el 4 de octubre de 1998 en la ciudad de
Barrancabermeja y en esas negociaciones el entonces presidente Andrés
Pastrana airmó: «El Gobierno Nacional ante los hechos que violan los
DDHH, la Constitución y las leyes, efectuados por grupos paramilitares
contra la población civil del Magdalena Medio por más de una década,
rechaza, condena y repudia la presencia pública, abierta y permanente de
dichos grupos en esta región. Estos grupos paramilitares han utilizado
sistemáticamente la práctica de desaparición forzada de personas,
torturas, masacres, asesinatos y desplazamientos forzados masivos e
individuales y demás actividades criminales ejecutadas en personas
ajenas al conlicto armado, generalmente campesinos pobres. El Gobierno
reitera su convicción de llevar adelante una política de Estado contra el
paramilitarismo, que oriente a la fuerza pública en su eicaz combate y
neutralización». Tomado de http://tlahui.com/politic/politi00/politi10/
co10-5.htm.
Hacia un territorio minero-campesino...
de un plan de manejo y sostenibilidad de derechos humanos, como
primer requisito para elaborar el Plan de Desarrollo de la ZRC.
Esos acuerdos fueron incumplidos, por lo cual la Asociación
Campesina decidió generar espacios de interlocución nacional e
internacional con el in de lograr lo pactado en ellos. De esta forma,
la ACVC alcanzó un reconocimiento regional que le permitió no
solo aumentar el número de personas ailiadas, sino resigniicar
un territorio que actualmente es de gran relevancia: la noción
de sentirse parte del Magdalena Medio. Desde entonces, la Asociación ha desarrollado un trabajo comunal que incluye varias
líneas de acción política, como lo son el fortalecimiento del sector
productivo, la sostenibilidad ambiental, la investigación, el desarrollo y la constante actualización del Plan de Desarrollo Regional
—léase también Plan de Desarrollo de la Zona de Reserva Campesina del Valle del Río Cimitarra—, y la formación permanente
de las comunidades campesinas.
CAHUCOPANA, por su parte, nació el 4 de diciembre del 2004
tras un desplazamiento interveredal en el que alrededor de trescientos campesinos tuvieron que dejar sus hogares de forma temporal y asentarse en la vereda Lejanías, ubicada en la parte alta
de la zona rural del municipio de Remedios; esta migración se
debió al rumor de la presencia de hombres vestidos de negro (paramilitares) que rondaban la región. CAHUCOPANA deinió a sus
miembros como «defensores y defensoras de derechos humanos;
nuestra organización tiene como fundamento la defensa de la
tierra del territorio y nuestro lema es por la vida digna del campesinado colombiano» (2010). Es una organización con más de
trescientos campesinos ailiados que hacen parte de las Juntas de
Acción Comunal de toda la región. Tiene en su cabeza a dieciséis
miembros que conforman la junta directiva, todos ellos campesinos, lo que le ha permitido consolidarse en la región del nordeste
antioqueño como la única opción de visibilización y de acción jurídica y política.
La historia de la organización social en la región es primordial
en términos territoriales. La presencia histórica de todo tipo de
305
Catalina Quiroga
estructuras organizadas, desde los partidos políticos (Unión Patriótica, Ligas Campesinas, Partido Comunista Colombiano, MOIR15)
hasta los grupos insurgentes (FARC-EP 16 y ELN 17), genera una conluencia de diversos puntos de vista en términos de reivindicaciones, derechos y propuestas de cada una de estas formas de
expresión social.
Los movimientos sociales son generados históricamente en
un determinado tiempo y sufren de ciclos cortos o largos de auge
político, de los cuales se deriva el potencial de su accionar como
conjunto de individuos. Para Edelman «La fuerza política de los
movimientos sociales tiende a expandir y a disminuir durante periodos de mediana duración en ciclos de protesta […] el éxito de un
movimiento social no radica necesariamente en la formación de
organizaciones largas y duraderas» (2003, 3). Así, aunque el tiempo
es importante, entender el movimiento social como un proceso
que no debe ser caliicado por su duración sino por su accionar
territorial, nos brinda la primera característica para pensar los movimientos sociales en el nordeste antioqueño: los pobladores del
valle del río Cimitarra, y puntualmente las comunidades minerocampesinas, conforman un movimiento social que ha desarrollado
su lucha sobre la base territorial y ha dependido del contexto nacional e internacional para modiicar sus estrategias de acción política, proponiendo sus visiones del mundo y del desarrollo como
alternativas válidas dentro de esta disputa territorial.
Para Anthony Bebbington (2007), y en la línea de la ecología
política, es importante comprender que los actores sociales van
antes que las estructuras sociales y tienen que ver con el medio
que los rodea. El movimiento social es una estructura social y debe
comprenderse desde la diversidad de los actores y desde las escalas
espaciotemporales. Por otro lado, estos procesos de resistencia han
sido vistos desde dos perspectivas: la primera de ellas es la realizada
desde la respuesta cotidiana, o lo que Scott (citado por Bebbington
Movimiento Obrero Independiente Revolucionario.
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo.
17 Ejército de Liberación Nacional.
15
16
306
Hacia un territorio minero-campesino...
2007) llamó en su texto «Las armas de los débiles» como infrapolítica; y la segunda perspectiva se da desde la articulación no solo
de las microrresistencia, sino del conjunto del accionar político de
comunidades organizadas, que genera movimientos sociales (2007).
Esto es relevante pues el movimiento campesino del nordeste de
Antioquia y más allá del valle del río Cimitarra se conigura como
una mezcla de estos dos tipos de resistencia, dado el origen diverso
de sus pobladores, las actividades económicas que realizan y, sobre
todo, la concepción de los individuos de su accionar político, cuya
única motivación es la posesión de la tierra y lo que esto signiica
dentro de una lectura de derechos integrales a la vida digna.
En esta medida, el movimiento minero-campesino del nordeste de Antioquia se convierte en un movimiento socioterritorial,
un término desarrollado por Fernandes (s. f.), en el que puntualiza
dos aspectos que son determinantes para comprender el conlicto
presente en el nordeste de Antioquia:
Los movimientos socioterritoriales (y no son diferentes a los
movimientos sociales, solo que estos tiene un énfasis de análisis territorial y geográico) tienen el territorio no solamente como objeto,
sino que este es esencial para su existencia. Los movimientos campesinos, los indígenas […] pueden construirse en movimientos socioterritoriales y socioespaciales porque crean relaciones sociales
para tratar directamente sus intereses y así producen sus propios
espacios y sus territorios. (Fernandes s. f., 9)
Rafestin, también apoya esta visión territorial, basado en la
idea de que para algunos movimientos el territorio es su triunfo y,
por lo tanto, la razón de su existencia (1980).
Teniendo en mente el énfasis territorial del accionar de las
organizaciones sociales mencionadas, se debe comprender qué
es una ZRC y cuáles son sus antecedentes jurídicos. Así, las ZRC18
18
Entre los ines de la ZRC se pueden señalar: 1) protege y asegura la
propiedad de la tierra en manos de pequeños campesinos, previene el
desplazamiento forzado y permite combatir el latifundio; 2) representa una
oportunidad para construir un modelo de desarrollo rural y paz;
3) ofrece una oportunidad para la generación de empleo rural ligado
307
Catalina Quiroga
nacen como alternativa territorial que se debe entender como un
intento incompleto de ley de reforma agraria en el nuevo modelo
de apertura económica (contrario a las exigencias de la base campesina del momento), donde el mercado de la tierra es un eje principal y la intervención del Estado en la repartición de la misma es
fundamental como organizador territorial legal19. De esta manera,
la democratización de la tierra y el interés por evitar su concentración, que venían desde la Constitución de 1991, son las premisas
de este modelo de una incipiente reforma agraria de mercado
asistido. Sin embargo, y como lo analiza Darío Fajardo en su libro
Para sembrar la paz: hay que alojar la tierra, estos proyectos
fueron en detrimento de la eicaz repartición de la tierra y por
el contrario, a mediados de los años noventa ya la concentración
de la tierra en Colombia era más acentuada que en los tiempos
de las leyes de reforma agraria antes de la constituyente (Fajardo
2002, 78).
La ZRC del Valle del Río Cimitarra es la iniciativa de organización territorial por parte de comunidades organizadas que
tienen inluencia en los municipios de Remedios y Segovia en el
nordeste de Antioquia, sobre todo en la zona rural del municipio
de Remedios; Segovia, dada su cercanía, tiene alguna inluencia
de este halo de organización pero territorialmente no hace parte
de esta igura legal. Sin embargo, siendo uno de los referentes que
permiten pensar esta construcción territorial desde las comunidades minero-campesinas, los pobladores de los dos municipios
se sienten parte de la región del Magdalena Medio y se piensan
a la soberanía alimentaria; 4) permite avanzar en la erradicación de
cultivos de uso ilícito; 5) permite sumar recursos estatales y de la
cooperación internacional hacia una inversión dirigida y concertada; 6)
es una oportunidad para la adecuada regulación del uso de los recursos
naturales y su protección (ACVC y Humanidad Vigente 2010).
19 Las ZRC están previstas en el capítulo 13 sobre colonización de baldíos de
la Ley 160 de 1994: «Por medio de la cual se crea el Sistema Nacional de
Reforma Agraria y Desarrollo Rural Campesino, se establece un subsidio
para la adquisición de tierras, se reforma el Instituto Colombiano de la
Reforma Agraria y se dictan otras disposiciones».
308
Hacia un territorio minero-campesino...
dentro de la acción social y política de las organizaciones campesinas presentes.
Más allá de la legalidad de la ZRC del Valle del Río Cimitarra,
esta está legitimada como igura por la práctica económica, social y
cultural de las comunidades allí asentadas. El simple hecho de que
la ZRC ya estuviera funcionando antes del levantamiento de su suspensión20, releja que para las comunidades la organización y defensa
de su territorio es una opción posible y sustentable para sus vidas.
Trabajando en la bufalera, me es más fácil todo, yo tengo mi
tierra pero igual tengo búfalos allá que los cuidan los pelados, o
ellos viene para acá y yo me quedo acá, la ACVC me dio 10 machos y 2
hembras, hace como unos tres años… ahora tengo como 15 hembras
y cuatro machitos no más... esos casi no se crían, pero igual la leche
y el resto es muy bueno de eso. (Wilson Torres, 45 años, líder campesino ACVC)
Cada familia de la región tiene contacto con alguno de los proyectos21 que se adelantan en la ZRC; además, son responsables de
mantener el bosque de galería y, en el caso del nordeste, la zona de
reserva forestal debe ser protegida no solo por estar dentro de la Ley
Con base en la Ley 160, el Gobierno dio inicio al Proyecto Piloto. Entre
1997 y el año 2002 se conformaron seis ZRC, una de las cuales fue la del
Valle del Río Cimitarra, creada en diciembre de 2002 en los municipios de
Yondó y Remedios (Antioquia) y Cantagallo y San Pablo (sur de Bolívar).
Con el argumento de que la ZRC suscitó conlictos sociales en la región, el
gobierno de Álvaro Uribe suspendió la ZRC del Valle de Río Cimitarra el 10
de abril del 2003. En su labor de defensa de los derechos del campesinado,
la ACVC exigió desde entonces el levantamiento de la suspensión. Su labor
tuvo frutos cuando en febrero del 2011 el gobierno de Juan Manuel Santos la
reactivó, con lo cual se beneician hoy 8.935 familias (PBI 2011, 3).
21 Algunos de los proyectos adelantados en la zona son: 1) desarrollo
agroindustrial de la caña en la parte alta y media del valle del río Cimitarra;
2) proyecto de ganadería campesina de búfalos en el valle del río Cimitarra;
3) proyecto de acueducto veredal en Puerto Matilde; 4) proyecto de
construcción y dotación de estanques para desarrollar un programa
ictiológico bajo el concepto de seguridad alimentaria, en las veredas La Poza
y Puerto Matilde; 5) proyecto de saneamiento básico y mejoramiento de
vivienda en los municipios de Yondó y Remedios (Becerra 2005).
20
309
Catalina Quiroga
2 de 1959, sino además por ser parte de la zona amortiguadora de la
cual es responsable la comunidad que es beneiciada por esta igura.
Así, comprender esta apropiación social de la igura nos
permite ver que más allá de la legalidad y de la propuesta gubernamental por facilitar el acceso a la tierra a campesinos pobres, estos
se organizan de tal forma que pueden generar representaciones sociales tan fuertes que construyen una identiicación puntual con
un proyecto y generan una propuesta de desarrollo y territorio alternativo en sus propios términos, lo que se puede resumir en una
construcción histórica de un territorio de lo campesino.
Territorialidades superpuestas: apuestas
territoriales desde el movimiento social
y la cotidianidad minero-campesina
La tenencia de la tierra en términos económicos es, sin lugar
a dudas, una fuente de creación de poderes regionales, nacionales
e internacionales, más allá del espacio geográico. La construcción
del territorio, como espacio de identidades, se materializa en
un sinnúmero de posibilidades para varios actores, quienes representan sus intereses y construyen sus identidades a través de
este. La situación del nordeste de Antioquia permite ver las posibilidades y nociones que recaen sobre el término «territorio». La
práctica del territorio modiica la percepción de un lugar que ya era
convulsionado por el conlicto armado y social.
Al ser esta región un espacio geográico de interés minero
nacional e internacional y encontrarse en el centro de los planes
nacionales de desarrollo como una zona de interés industrial, las
comunidades minero-campesinas, el Estado y la empresa multinacional entran en conlicto permanente generando formas territoriales de organización de acuerdo con los intereses particulares.
Para la comunidad minero-campesina, este conlicto socioterritorial pasa por una reivindicación del derecho al territorio de forma
integral22 pues es allí donde se reproduce la vida y la cultura, lo que
22
310
El territorio integral es deinido por las organizaciones campesinas que
hacen presencia en la región como la posibilidad de poseer el derecho de
Hacia un territorio minero-campesino...
promueve la construcción alternativa de escenarios de resistencia,
hibridación y negociación. De otro lado, encontramos un contexto
de acumulación y concentración de la propiedad en manos de las
grandes empresas mineras y de exclusión y olvido de las comunidades por parte del Estado, que a partir de la concesión de títulos
mineros ha privilegiado a estas grandes multinacionales en contraposición con los pequeños mineros y mineros artesanales (actividad de subsistencia), y solamente ha hecho presencia en la región
a través de políticas asistencialistas y de la fuerza armada.
Es así que —dependiendo de los intereses económicos, políticos,
sociales y culturales de cada grupo social, y construyendo diferentes
visiones y formas de apropiación del territorio, que entran en conlicto y contradicción—, el nordeste de Antioquia es un «territorio
de resistencia»23 para los campesinos; es la «ZRC del Valle del Río
Cimitarra»24 para los movimientos socioterritoriales; es «un pueblo
de tradición minera»25 para las alcaldías, y un «Distrito minero y de
inversión» para el Estado y las multinacionales; visiones que, como
ya se ha señalado, entran en conlicto y contradicción.
El nordeste de Antioquia es entonces, en un primer nivel,
una región construida desde la cotidianidad de las prácticas de las
familias dedicadas a la minería y a la agricultura, quienes se autodenominan mineros campesinos, y quienes —a través del reconocimiento geográico y el aprovechamiento del suelo— generan
un territorio donde la garantía de la calidad de vida en términos
económicos es su base fundamental, y donde la combinación de
esfuerzos físicos da como resultado la sobrevivencia diaria.
propiedad y, además, tener la garantía de acceso a los derechos económicos,
sociales, políticos y culturales, tales como la educación, la salud, la libre
movilización, etc.
23 Expresión obtenida en campo. Entrevista a campesino del municipio de
Remedios. Agosto del 2011.
24 Expresión obtenida en campo. Entrevista a líder campesino del municipio
de Segovia. Agosto del 2011.
25 Expresión obtenida de la página oicial del municipio de Remedios: http://
remedios-antioquia.gov.co/informacion_general.shtml.
311
Catalina Quiroga
Ahora, en un segundo nivel y en el contexto de la globalización nacieron las políticas nacionales que daban prioridad a la
entrada de las multinacionales y criminalizaban a la pequeña minería. Todo esto en contraposición a las comunidades mineras
campesinas, habitantes de la región, quienes se identiican con el
trabajo de la minería artesanal y el desarrollo rural alternativo. Es
entonces cuando surgen las respuestas legales, institucionales, políticas, armadas y económicas en contra de este modelo territorial
impuesto y la comunidad se organiza comunicándose y generando
alianzas, a través del conocimiento, con vecinos y amigos del territorio que ellos representan.
La respuesta armada es una consecuencia de estas dos representaciones territoriales —nivel uno y nivel dos— que conviven en
el espacio geográico de los municipios de Remedios y Segovia. La
presencia histórica de las multinacionales —y por ende del mundo
europeo y norteamericano, que intenta adaptarse con mucho esfuerzo a las condiciones ambientales, políticas y sociales de una
región como el nordeste de Antioquia—, no logran sentirse en
casa, en contraposición con una comunidad minera campesina organizada, que en la defensa del derecho al territorio ha aprendido
y modiicado sus formas de lucha de manera coyuntural pero continua. Estas dos estructuras superpuestas dieron como resultado
una serie de respuestas que desencadenaron en la confrontación
armada e ilegal y la lucha continua por medios legales, como la
constitución de la ZRC.
La construcción del movimiento social en Colombia y su
fortalecimiento, que ya es de vieja data, evidencia un camino de
cambios relevantes en términos de institucionalidad y de percepción del mismo movimiento frente a un tema puntual como las
políticas mineras en el país. Los periodos de crisis sociales coniguraron la entrada de políticas de despojo —donde primaba el capital
por encima del bienestar de las comunidades que son excluidas con
el argumento de su poco o nulo aporte al desarrollo en el país, al
cuidado del medio ambiente y la promoción de programas verdes
en torno a la minería—.
312
Hacia un territorio minero-campesino...
Este ordenamiento territorial —pensado desde la ganancia
económica y desde el capital, aplicado sin cambios a un contexto
histórico, social, político, económico y particular de cada uno de
los países latinoamericanos— está desencadenando una oleada de
respuestas sociales de diferentes tipos y características, cada una
de ellas con su visión de territorio y con sus propias discusiones,
que claramente parten de una lectura comunal del momento histórico en particular y de las necesidades particulares de la vida cotidiana de las comunidades, en este caso minero-campesinas.
En este sentido la expansión minera en estas tierras constituye
una suerte de competencia entre dos proyectos geográicos: un proyecto que implica una gobernanza de territorios que permite la ocupación por múltiples actores y otro que implica una gobernanza que
asegure la ocupación por un solo actor. El primero implica cambios
territoriales sucesivos, cotidianos y marcados por continuidades
con signiicados históricos; el segundo implica cambios territoriales
drásticos, no bien entendidos por la población local y que traen
consigo una combinación de mayor riesgo e incertidumbre bajo la
excusa de promover modernidad. (Bebbington 2007, 25)
Entonces, el impulso de la ZRC del Valle del Río Cimitarra
como herramienta jurídica de reivindicación del derecho al territorio; la adopción de una región vecina como el Magdalena
Medio dentro de la identiicación territorial de las comunidades
minero-campesinas del nordeste de Antioquia; la construcción de
identidades como mineros campesinos, y la lucha por los derechos
integrales, son solo algunas de las características que estos pobladores generaron en la defensa del territorio. El pertenecer a una
región, la apropiación de instrumentos legales de reivindicaciones
y la constante movilización son las herramientas y las oportunidades que estas personas vieron para contrarrestar un panorama
que los excluía, los estigmatizaba y los perseguía por vivir en una
de las zonas más ricas en oro de Colombia.
Esta nueva forma de organización social se sale de los parámetros de estructuras organizativas tradicionales, como lo comenta
313
Catalina Quiroga
Molina: «Esta igura (ZRC) se convierte en un modelo para la ordenación territorial rural en Colombia que trasciende los límites
político-administrativos tradicionales (municipio, provincia, departamento, entre otros)» (2010, 22). Se puede decir, además, que
esta apuesta territorial está construida por cercanías de tipo comunitario, donde la identiicación regional pasa por una coincidencia
en las labores económicas y las prácticas culturales de esta comunidad minera campesina.
La minería, como se vio, es una actividad en boga desde los
últimos años de la década del 2000, y está en el marco de una legislación que, como lo comentan investigadores de CENSAT,
[...] le ha quitado todas las funciones al Estado y se las ha trasferido al actor empresarial privado bajo el pretexto de que las reglas
y exigencias ambientales del mercado le llevarían al autocontrol, lo
cual tampoco resulta cierto. Así mismo, la legislación es débil para
conminar a las empresas mineras a preservar el capital natural de
una sociedad, pues no puede obligarlas a resarcir sus pasivos ambientales y su deuda ecológica. Hacer que ello se produzca es más
bien una tarea de los ecologistas y ambientalistas. (Idárraga, Muñoz
y Vélez 2010, 9)
Son estos elementos los que permitieron que el movimiento
minero-campesino de la región se posicionara en términos locales,
regionales y nacionales, con una discusión que —sin lugar a dudas—
es una respuesta factible a un problema histórico, como lo es la injusta repartición de la tierra y la exclusión de comunidades pobres,
primero de las grandes urbes y luego de las periferias territoriales.
Sin presencia estatal en su desarrollo, este movimiento social de la
minería artesanal o de hecho en el nordeste de Antioquia se gestó
como un micropoder que es señalado como problemático y es sobre
todo criminalizado por el Estado, dada la presencia de grupos al
margen de la ley.
Posiblemente, muchos de los temas mencionados en este capítulo requieren de una amplia profundización; en todo caso, este
trabajo permitió apreciar un mosaico de percepciones sobre el uso
314
Hacia un territorio minero-campesino...
de la tierra y representaciones del territorio de un determinado espacio geográico. Fue una investigación que se realizó de manera
conjunta con las comunidades minero-campesinas del nordeste
de Antioquia, y pone en evidencia cómo dentro de los planes nacionales existen aún vacíos normativos en la implantación de proyectos extractivos, que no responden de forma completa a la diversidad de las visiones y construcciones territoriales locales ni
ofrecen garantías de derechos a estas.
Referencias
Obras citadas
ACVC. 1998. Acuerdo entre el gobierno nacional y la Mesa Regional
del Magdalena Medio de trabajo permanente por la paz.
Barrancabermeja.
ACVC y Humanidad Vigente. 2010. Historia de la Zona de Reserva Campesina
del Valle del Río Cimitarra. Bogotá: O. V. M. Procesos Editoriales.
Agnew, J. y U. Oslender. 2010. Territorialidades superpuestas, soberanía
en disputa: lecciones empíricas desde América Latina. Revista
Tabula Rasa, n.° 13: 191-213. Bogotá.
Bebbington, A. 2007. Minería, movimientos sociales y respuestas
campesinas: una ecología política de transformaciones territoriales.
Perú: Instituto de Estudios Peruanos, Centro Peruano de Estudios
Sociales.
Becerra, S. 2005. Convicción, esperanza y trabajo. La experiencia de una
comunidad en resistencia: El caso de la Asociación Campesina del
Valle del Río Cimitarra (ACVC). Monografía para optar al título de
Politóloga, Universidad Nacional de Colombia. Bogotá.
CAHUCOPANA. 2010. CAHUCOPANA se une a la lucha por la zona de reserva
campesina del valle del río Cimitarra. http://www.prensarural.org/
spip/spip.php?article4511.
CINEP. 2004. Banco de Datos (Centro de investigación y educación
popular). Bogotá.
Colombia nunca más. 2000. Crímenes de lesa humanidad. Zona 14 19662000:375-526. Bogotá.
315
Catalina Quiroga
Duarte, C. 2012. Gobernabilidad minera: cronologías legislativas del
subsuelo en Colombia. Bogotá: Centro de Pensamiento RAIZAL.
Edelman, M. 2003. Movimientos sociales y campesinado. Algunas
relexiones. Charla en el Instituto de Investigaciones Sociales de la
Universidad de Costa Rica, 1 de julio. Costa Rica.
Fajardo, D. 2002. Para sembrar la paz, hay que alojar la tierra. Bogotá:
Universidad Nacional de Colombia-IDEA.
Fernandes, B. s. f. Territorios en disputa: campesinos y agribusiness.
http://www.landaction.org/article.php3?id_article=515&lang=en.
. s. f. Sobre la tipología de los territorios. http://web.ua.es/es/
giecryal/documentos/documentos839/docs/bernardo-tipologia-deterritorios-espanol.pdf.
. 2000. Movimientos socioterritoriales y movimientos
socioespaciales: Contribución teórica para una lectura geográica
de los movimientos sociales. CLACSO (Consejo Latinoamericano de
Ciencias Sociales). http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/
sursur/moyo/15Fernandes.pdf.
. 2008. La ocupación como una forma de acceso a la tierra en
Brasil: una contribución teórica y metodológica. En Recuperando
la tierra: el resurgimiento de movimientos rurales en África, Asia
y América Latina, eds. S. Moyo y P. Yeros, 335-357. Buenos Aires:
CLACSO (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales).
Fierro, J. 2012. Políticas mineras en Colombia. Bogotá: ILSA.
Harvey, D. 2007. Espacios del capital. Madrid: Akal.
Idárraga, A., D. Muñoz y H. Vélez. 2010. Conlictos socioambientales por
la extracción minera en Colombia: casos de la inversión británica.
Bogotá: CENSAT Amigos de la Tierra Colombia.
López, W. 2002. Historia del oro en Segovia y Remedios. Discurso
celebración 150 años Frontino Gold Mines LTD. http://segovia
mineragold.blogspot.com/2010/03/historia-del-oro-en-segoviay remedios.html.
Mercier, G. s.f. Hacia una teoría del lugar. http://www.humanas.unal.
edu.co/nuevo/iles/4113/4736/0490/geograia_Lectura_Examen_
Admisin_2012G.Mercier.pdf.
316
Hacia un territorio minero-campesino...
Molina, A. 2010. La Zona de Reserva Campesina del Valle del Río Cimitarra:
un ejercicio inconcluso de participación ciudadana y manejo colectivo
del territorio. Cuadernos de Geografía 20, n.° 2: 21-33.
PBI (Peace Brigades International). 2011. Asociación Campesina del Valle
del Río Cimitarra. http://www.pbi-colombia.org/ield-projects/
pbi-colombia/about-pbi-colombia/accompanied-organizations/
peasant-farmer-association-of-the-cimitarra-river-valley/.
Pérez, M. 2003. La conformación territorial en Colombia, entre el
conlicto, el desarrollo y el destierro. Cuadernos de Desarrollo Rural
51: 61-90.
Piñeiro, D. 2004. En busca de la identidad. La acción colectiva en los
conlictos agrarios de América Latina. Buenos Aires: CLACSO, Consejo
Latinoamericano de Ciencias Sociales. http://bibliotecavirtual.clacso.
org.ar/clacso/becas/20110120045806/pineiro.pdf
Quiroga, C. 2011-2012. Diario de Campo. Inédito.
Rafestin, C. 1980. Pour une géographie du pouvoir, tomo 13 de Géographie
économique et sociale. París: Librairies Techniques (LITEC).
Ramos, G. 2011. Riqueza inmortal. Revista Semana: Colombia minera:
mitos y realidades, 14-16.
Santos, M. 1996. De la totalidad al lugar. Barcelona: Oikos-Tau.
. 2000. La naturaleza del espacio. Madrid: Editorial Ariel.
Semana. 2011. La pequeña minería es clave. Especial Colombia minera:
mitos y realidades, 106-107.
Obras consultadas
ACVC. s. f. Proyecto de desarrollo humano y agropecuario sostenible en la
zona del Valle del Río Cimitarra y parte baja de los ríos Ité y Tamar,
municipio de Yondó. Barrancabermeja: Valle del Río Cimitarra.
. s. f. Desarrollo agroindustrial del arroz en la parte media del Valle
del Río Cimitarra con comunidades campesinas en desplazamiento
interno. Valle del Río Cimitarra.
. 2003. Magdalena Medio, derechos humanos y desarrollo regional.
Barrancabermeja.
317
Catalina Quiroga
América Economía. 2010. Zandor Capital adquiere Frontino Gold Mines.
Abril 04. http://www.americaeconomia.com/negocios-industrias/
zandor-capital-adquiere-frontino-gold-mines.
Benavides Mora, C. 2007. Movilización regional y sujetos regionales.
Una relexión a partir de la experiencia de movilización de los
pobladores del sur de Bolívar. ¿Quiénes son los campesinos hoy?
Diálogos en torno a la antropología y los estudios rurales en
Colombia, XII Congreso de Antropología en Colombia, Bogotá.
CAHUCOPANA. 2004. La realidad sitiada: Informe inal de la acción
humanitaria al nordeste antioqueño. http://www.prensarural.org/
cahucopana/nordeste20040414.htm.
. 2006a. Informe inal de la Tercera Acción Humanitaria al Nordeste
Antioqueño. Lejanías. http://www.prensarural.org/cahucopana/
INFORME_CAHUCOPANA_TERCERA_ACCION.doc.
. 2006b. En el segundo aniversario de Cahucopana. Seguimos
construyendo futuro. http://www.prensarural.org/spip/spip.
php?article155.
. 2006c. Hacia la tercera acción humanitaria al nordeste
antioqueño. Situación de derechos humanos. http://www.prensarural.
org/cahucopana/cahucopana20060307.htm.
. 2007. Nordeste antioqueño: recursos naturales, derechos humanos
y resistencia campesina. http://www.prensarural.org/spip/spip.
php?article390.
. 2009. En la vereda Puerto Nuevo Ité (Remedios, Antioquia) del
15 al 19 de mayo de 2009: Cuarta acción humanitaria al nordeste
antioqueño. http://www.prensarural.org/spip/spip.php?article2005.
Delgado, O. y G. Montañez. 1998. Espacio, territorio y región: conceptos
básicos para un proyecto nacional. Cuadernos de Geografía 7 nn.°
1-2: 120-134.
Fals Borda, O. 2000. Acción y espacio: autonomías en la nueva república.
Bogotá: Tercer Mundo Editores.
García, C. 1994. Territorios, regiones y acción colectiva: Caso del Bajo
Cauca Antioqueño. En Territorio, Regiones y Sociedades, ed. R.
Silva, 34-62. Bogotá: CEREC.
García, R. 2011. Y llegaron los místeres. Semana (especial Colombia
minera: mitos y realidades), 18-21.
318
Hacia un territorio minero-campesino...
Gaviria, C. y J. Muñoz. 2007. Desplazamiento forzado y propiedad de la
tierra en Antioquia, 1996-2004. Lecturas de Economía 66: 9-46.
Gutiérrez, R. 2005. Relexión sobre las perspectivas de la emancipación
social a partir de los levantamientos y movilizaciones en México y
Bolivia. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=21627.
Harvey, D. 2004. El nuevo imperialismo. Madrid: Akal.
Hill Davey, M. 1998. Oro y selva: relatos del nordeste. Medellín: Asomineros.
Instituto Geográico Agustín Codazzi, Gobernación de Antioquia,
Instituto para el Desarrollo de Antioquia. 2007. Antioquia.
Características geográicas. Bogotá: Imprenta Nacional.
Jerez, C. 2005. La AngloGold Ashanti Mines tras el oro del sur de Bolívar
y del nordeste antioqueño. http://www.ecoportal.net/content/view/
full/51440.
Lozano, F. 2009. Prólogo a Las coniguraciones de los territorios rurales en
el siglo XXI, eds. F. Lozano y G. Ferro. Bogotá: Pontiicia Universidad
Javeriana, Facultad de Estudios Ambientales y Rurales.
Machado, A. 2009. Ensayos para la historia de la política de tierras
en Colombia. De la Colonia a la creación del Frente Nacional.
Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias
Económicas, Centro de Investigaciones para el Desarrollo.
Molano, A. 2009. En medio del Magdalena Medio. Bogotá: Centro de
Investigación y Educación Popular, CINEP.
Montañez, G. 2001. Razón y pasión del espacio y el territorio. En Espacio
y territorios: razón, pasión e imaginarios, 15-33. Bogotá: RET /
Universidad Nacional de Colombia.
Ordóñez, F. 2011. Nordeste antioqueño: territorio en disputa entre
la acumulación del capital y la alternativa campesina. Bogotá:
CAHUCOPANA / ILSA.
Oslender, U. 2008. Comunidades negras y espacio en el Pacíico
colombiano: hacia un giro geográico en el estudio de los movimientos
sociales. Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología e Historia.
Osorio, F. E. 2009. Recomposición de territorios en contextos de guerra.
Relexiones desde el caso colombiano. En Las coniguraciones de
los territorios rurales en el siglo XXI, eds. F. Lozano y G. Ferro, 417444. Bogotá: Pontiicia Universidad Javeriana, Facultad de Estudios
Ambientales y Rurales.
319
Catalina Quiroga
PR News Wire. 2011. Gran Colombia Gold Announces Production
Update and Conirms Reduction in Production Costs. http://www.
prnewswire.com/news-releases/gran-colombia-gold-announcesproduction-update-and-conirms-reduction-in-productioncosts-133334413.html.
Quijano, A. 1966. Los movimientos campesinos contemporáneos en
Latinoamérica. Revista Mexicana de Sociología, 28, n.° 3: 603-629.
http://www.jstor.org/stable/3539193.
Rincón, Soler. s.f. Contexto legal e institucional de la minería a pequeña
escala en Colombia. Bogotá: CENSAT.
Scott, J. 2000. Los dominados y el arte de la resistencia. México: Era.
Semana. 2011. La pequeña minería es clave. Especial Colombia minera:
mitos y realidades, 106-107.
Torres, Y., A. M. Orozco, L. P. Montoya, R. D. Manrique, A. Pérez y
O. Giraldo. 2002. Comportamiento de la mortalidad violenta en
Antioquia 1990-2000. Revista CES Medicina 16, n.° 3: 41-66.
Ulloa, A. 2010. Reconiguraciones conceptuales, políticas y territoriales
en las demandas de autonomía de los pueblos indígenas en
Colombia. Revista Tabula Rasa 13 (julio-diciembre): 73-92.
UPME. 2005. Distritos mineros: exportaciones e infraestructura del
transporte. Bogotá: UPME.
. 2006. Colombia país minero. Plan Nacional para el desarrollo
minero. Visión al año 2019. Bogotá: Ministerio de Minas y Energía,
Unidad de Planeación Minero Energética.
Zibechi, R. 2003. Los movimientos sociales latinoamericanos: tendencias y
desafíos. (OSAL, Observatorio Social de América Latina) http://www.
pensamientocritico.org/rauzib1003.htm.
. 2009. Los territorios como sustento del conlicto social. En
Las coniguraciones de los territorios rurales en el siglo XXI, eds. F.
Lozano y G. Ferro, 317-332. Bogotá: Pontiicia Universidad Javeriana,
Facultad de Estudios Ambientales y Rurales.
320