N.º 2 - 2015
REVISTA DE
LITERATURAS HISPÁNICAS
Philobiblion: Revista de Literaturas Hispánicas
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Colaboradores
Noelia Aljama, Marco Lezcano, Pedro Mármol, Laura Martín,
Marcela Medina, Daniel Rodríguez Martínez
El cautiverio en las obras de Jerónimo Gracián
de la Madre de Dios: diálogo y autobiografía
Juan cerezo soler
Universidad Autónoma de Madrid
Resumen: Jerónimo Gracián de la Madre de Dios es una igura clave en
la formación de la Orden de carmelitas descalzos. Íntimo confesor de
santa Teresa de Jesús y protagonista de una vida agitadísima, escribió
numerosas obras de corte autobiográico y doctrinal. En el presente estudio se propone un acercamiento a dos de estas obras, en concreto las
que recogen su experiencia como cautivo de musulmanes en el norte
de África.
Palabras clave: Jerónimo Gracián de la Madre de Dios, autobiografía, cautiverio
l cautiverio norteafricano durante los siglos XVI y XVII fue
un tema de constante preocupación en el terreno peninsular mientras duraron las tensiones bélicas con el islam.
Las experiencias de quienes vivieron en sus carnes esta dolorosa realidad nos ha llegado gracias a la transmisión de
textos de muy distinto tipo: relaciones de sucesos, crónicas
de órdenes redentoras, tratados históricos y topográicos,
romances, obras de teatro, novelas y diálogos. La presencia
del cautiverio en todas estas publicaciones es intensa y constante, espoleada
por intereses cronísticos, políticos, propagandísticos o literarios (Bunes Ibarra, 1989: 21, 36). Tan extensa como el corpus de obras sobre el cautiverio es
la nómina de autores que las escribieron: nombres conocidos como Miguel
de Cervantes, Antonio de Sosa o Diego Galán se mezclan con otros aún des-
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Juan Cerezo Soler
conocidos como Alonso de Salamanca o Jerónimo Gracián de la Madre de
Dios (Martínez Torres, 2004: 21-22).
Este último autor, no obstante, está experimentando una revalorización,
una superación del olvido en el que ha permanecido durante los últimos
cuatro siglos. Su rehabilitación como miembro insigne de los Carmelitas
Descalzos en 1999 (Ros, 2009: 16) y su reconocimiento como uno de los colaboradores más activos de santa Teresa de Jesús ha ocasionado, como es de
esperar, el rescate de toda su obra. A esto hay que añadir la celebración de
los cuatrocientos años de su muerte y las efemérides teresianas que se están
desarrollando en este 2015. En el contexto de todos estos aniversarios, las
siguientes páginas intentarán arrojar algo de luz sobre la producción autobiográica de Gracián y las relaciones entre icción y realidad a propósito de
su experiencia como cautivo de moros en Túnez.
BREVE NOTA BIOGRÁFICA
Nació en Valladolid el seis de junio de 1545, fue el cuarto hijo de unos padres
que con el tiempo llegarían a completar una plantilla de veinte. Recibió su
primera formación en Medina del Campo y prolongó sus estudios en Alcalá de Henares, dando muestras muy tempranas de un carácter fervoroso e
intensamente inclinado a la oración. Fue en el transcurso de sus estudios superiores cuando empezó a vislumbrar su vocación a la vida eclesiástica, para
tristeza de su padre, que consciente del potencial de su hijo para los estudios,
esperaba que colaborase con él en la secretaría de Palacio y, así, mejorar en
algo la precaria situación económica de su familia. No lo conseguirá y verá
cómo su hijo se entrega a la predicación y a la absolución de pecados.
En un principio considera la posibilidad de ingresar en la Compañía de
Jesús, opción que rechazará enseguida dada la importancia que esta Orden
daba a la promoción académica. Este abandono voluntario de los estudios
ha de entenderse en contexto con el carácter profundamente espiritual del
sacerdote, que veía en el ambiente universitario corrupción, vanidad y una
vida relajada que a menudo se apartaba de su ideal de unión con Dios (Andrés, 1996: 216). Tras un enardecido encuentro con el Carmelo, se decanta
por tomar su hábito el 25 de abril de 1572. Es en 1575 cuando conoce a la
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El cautiverio en las obras de Jerónimo Gracián de la Madre de Dios...
madre Teresa de Ávila, en Jaén, (Álvarez, 2002: 29) y esta primera entrevista
causa tan honda impresión en la madre fundadora que se pone, inmediatamente, bajo la tutela y cuidado espiritual del todavía joven padre Gracián.
La relación de amistad que iniciaron entonces se vio continuamente puesta
a prueba, pues no cesaron de recibir calumnias, zancadillas burocráticas y
ataques de un entorno que no veía con buenos ojos que una simple monja
actuase al margen de toda la jerarquía eclesiástica (Cerezo Soler, 2014: 35).
En estos momentos de reforma y de tensión religiosa, tales ataques llegaron
incluso a materializarse en varios intentos de asesinato dentro de los conventos de Carmelitas que el padre Gracián solía visitar (Ros, 2009: 146-147).
La muerte de santa Teresa, en 1582, dejó a Gracián desamparado frente a las
innumerables intrigas de quienes buscaban destruir toda la labor teresiana.
Este período puede resumirse perfectamente en la lucha de poder que se desató entre el padre Gracián –el favorito de santa Teresa– y Nicolás Doria, un
clérigo ambicioso que acabó siendo el Visitador General de los Carmelitas y
que inició un proceso que empujó, primero, a Jerónimo Gracián al exilio, y
segundo, a la Orden fundada por santa Teresa a la ruina.
Gracián, expulsado de la Orden que él mismo ayudó a crear, tuvo que viajar a Roma para pedir audiencia con el Papa, que le recomendó que buscase
otra Orden con la que vivir la religión. Dado que esta expulsión vino acompañada de infamia –sobre él corrían escandalosas calumnias relacionadas
con sus visitas a los conventos femeninos– no fueron muchas las Órdenes
que quisieron adoptarle1. Volviendo a Roma desde Gaeta, la embarcación
en la que viajaba fue capturada por piratas norteafricanos que le llevaron a
Túnez y le introdujeron en un angustioso cautiverio que duraría dieciocho
meses.
De esta trágica experiencia nos han llegado, merced a la inquietud literaria
de Gracián, dos testimonios de gran riqueza: la Peregrinación de Anastasio,
inédita hasta el siglo XX, y el Tratado de la redención de cautivos, que vio publicación en Bélgica durante el año 1609. Amén, claro está, de varias cartas,
He aquí uno de los motivos literarios más insistentes de la obra autobiográica del padre Gracián, la
marginación física y espiritual vivida en el seno de su Iglesia católica, que se recrudecerá con la posterior
experiencia de cautiverio tunecino. «Se sentía marginado interiormente, en el ámbito de su Iglesia y de su
magisterio espiritual. Pesaba sobre él una grave calumnia: relajación y trato indebido con las descalzas,
que afectaba a su honor de cristiano y de carmelita» (Manero Sorolla, 2001: 28).
1
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apuntes y otros testimonios menores (Piedras Albas, 1918: 46)2 con los que se
completaría la imagen del tratamiento literario que este autor dio a su propia
experiencia de prisión berberisca. El presente comentario se ocupará, únicamente, de los dos títulos arriba mencionados.
EL CAUTIVERIO DE JERÓNIMO GRACIÁN EN SU LITERATURA
1. Tratado de la redención de cautivos.
El padre Gracián escribe este tratado al poco tiempo de recibir la libertad.
Dedicado a Su Santidad, el libro pretende la conmoción de toda la cristiandad a partir de su experiencia en Túnez. Este es un motivo, no olvidemos,
que se repite en todas las obras dedicadas al tema del cautiverio en manos
musulmanas, pues la Corona está trasladando en esos mismos años la atención bélica del frente norteafricano al frente europeo (Rodríguez Rodríguez,
2013: 126-127)3. Así lo declara el mismo autor en la presentación:
[…] con intento de estamparle para enviar a España y a otras partes, a in
de que, leyéndole los ieles cristianos, se muevan a compasión y ayuden
con sus limosnas para obra de tanta caridad […] para que vaya escrito
de mejor letra, me atreví a sacarle en público, no reparando en la falta de
doctrina y estilo que lleva, pues no es más de representación de miserias
(Gracián, 2006: 27).
Es interesante esta mención a la falta de doctrina, pues con ella el autor deja
claro que lo que va a tratar no es una teoría más o menos sesuda, o un estudio, o un relato de oídas que ha de presentarse con rigor, si se me permite,
cientíico. Textos tratadísticos y descriptivos sobre los ambientes de Berbería
había muchos, y la intención de Gracián está muy lejos de la elaboración
de uno más. El propósito del carmelita es, más bien, dar rigor, coherencia
y veracidad a un relato sobre la penosa realidad de los cautivos a través de
2
A día de hoy son muchas las obras del padre Gracián que permanecen inéditas. Solo por el pulso
autobiográico, merecen especial mención los Diálogos sobre las persecuciones de Eliseo, Del suceso de la vida
de Eliseo y de su vocación, La Religión y el progreso en ella y funciones de algunas casas, Entre Anastasio y Eliseo
y el Diálogo de la reformación.
3
Para este movimiento en política exterior se ha utilizado siempre la acertada expresión de “giro al
norte”, acuñada por Fernand Braudel a mediados del siglo XX.
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El cautiverio en las obras de Jerónimo Gracián de la Madre de Dios...
la narración de su propia experiencia. Va a hablar como el que lo vivió, no
como el que lo estudió.
El tratado consta de cinco capítulos y uno, un poco más extenso, que funciona como epílogo y que recoge toda la experiencia personal de Gracián
en Túnez. Los cinco primeros capítulos presentan, o intentan presentar, la
miseria de los cautivos con la mayor riqueza descriptiva posible. Pese al aval
autobiográico que mencionábamos unas líneas más arriba, en estos cinco
capítulos se percibe cierto intento de presentación objetiva en la que el narrador se desvincula del relato. Serán pocas las veces que aparezcan marcas de
la persona de Gracián en la narración, y se limitan a momentos puntuales en
los que, imaginamos, la inclusión de su primera persona resulta necesaria:
«mas entre cautivos hallé introducidos errores y doctrina tan perversa, que
tuve mucho trabajo en desarraigar algo de ella» (Gracián, 2006: 31); «Y tuve
mucho trabajo en detener a uno que, estando ya rescatado, se iba a renegar
por cierta injuria que otro cristiano le había hecho» o «Conozco una señora
muy rica, que me dijo habiéndole traído trescientos ducados desde Córcega
para su rescate, oía hablar dentro de sí un espíritu que le decía ser el alma del
Rey Amida y la hizo renegar» (Gracián, 2006: 47)4.
A pesar de estas menciones puntuales, en los cinco capítulos preside un
pulso puramente informativo, pues la verdadera presencia autobiográica
queda reservada al capítulo seis, el titulado: «Del cautiverio del padre Gracián». El autor ofrece este capítulo a modo de epílogo «para que sepas cómo
me informe de lo que aquí digo» por lo que «quiérote dar brevemente cuenta
de mi cautiverio» (Gracián, 2006: 68). El capítulo inal, por lo tanto, de este
Tratado de la redención de cautivos está destinado a dotar de veracidad al resto
de la obra, pues es la experiencia personal del padre Gracián la que convierte en innegable o inapelable lo que antes bien podría ser discutible. En
este episodio nos cuenta su experiencia tal cual fue vivida: la captura de la
fragata en la que viajaba, la mala suerte de que los turcos, ajenos a la mala
fama de Gracián en la cristiandad, le tomaran por arzobispo o casi cardenal
diicultando así su rescate; cuenta también sobre las misas clandestinas en
los baños tunecinos, la angustia con la que vivía cada amenaza a su vida:
unas veces corría el rumor de que había sido inquisidor y que había quemado renegados en tierra de católicos, por lo que el Bajá le mandaba buscar
4
El subrayado es nuestro.
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Juan Cerezo Soler
para quemar en la hoguera; otras veces convencía a muchos renegados para
que volvieran a la fe católica y lo profesaran públicamente, lo que irritaba a
las autoridades del baño, etc. Ofrece descripciones de los castigos con los que
le amenazaban y cuenta cómo con picardía iba colaborando en el rescate de
muchos de los cautivos, sobre todo de los que estaban más cerca de la apostasía por desesperación.
En este fragmento se da, bajo la primera persona autobiográica, una relación del año y medio de cautiverio encaminada exclusivamente a dotar
de verismo todo lo expuesto en los capítulos anteriores. Es esta última una
narración de una enorme riqueza descriptiva, en la que prima el detalle escabroso y el tono casi martirial en el clima de cautiverio –no olvidemos que
todo el tratado busca mover las sensibilidades de los españoles–; pero todo
ello provoca, a su vez, una pérdida de bastantes datos históricos, toda vez
que estos no sirvan al interés del autor. Aquí Jerónimo Gracián se deja en el
tintero muchas de las experiencias que vivió, sacando a colación únicamente
las necesarias para dar un rigor vivencial, que no histórico, al cautiverio que
nos está relatando. No será hasta la siguiente obra autobiográica cuando
tengamos una muestra literaria verdaderamente completa del cautiverio del
padre Jerónimo Gracián, y será en la Peregrinación de Anastasio, obra netamente autobiográica con clara intención auto-apologética que, y esto es importante, viene redactada bajo el molde narrativo del diálogo.
2. La peregrinación de Anastasio
Inédita hasta el siglo XX, en ella Gracián nos cuenta sus trabajos y sufrimientos desde la muerte de santa Teresa de Jesús hasta el año de 1609. Distribuida
en forma de diálogos, Anastasio –alter ego de Gracián– da cumplida noticia
de todos sus sufrimientos, incluido el episodio de cautiverio en Túnez. Esta
obra interesa en la medida en que permite ver la tensión entre dos registros
narrativos distintos, aunque relacionados: la autobiografía y el memorial. La
principal diferencia entre ambos está en que, en el primero de ellos, se relata
la vida propia ejerciendo la autocrítica e incidiendo en la evolución progresiva del personaje/narrador; en el memorial, sin embargo, se pretende una
justiicación del autor, presentando un texto claramente auto-apologético.
Todo el relato de Gracián cabalga entre «lo testimonial y lo justiicativo» (Robres, 2004: 655), y en este sentido cobra especial signiicado la forma dialógica y el papel del interlocutor, Cirilo.
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El cautiverio en las obras de Jerónimo Gracián de la Madre de Dios...
Esta presentación de su propio cautiverio es, en muchos tramos, una paráfrasis –en otros es cita casi literal– del texto redactado para el Tratado de la
redención de cautivos. Frases como «estaba contento con el hábito que me dio
Adán, que ya nadie me lo podía quitar sino desollándome» aparecen idénticas en las dos obras. Sin embargo, el valor testimonial de este diálogo es
mayor que el del tratado: las interrupciones de Cirilo con preguntas dan pie
al narrador para profundizar en detalles que, de otra forma, habrían permanecido ocultos por lo que tienen de innecesarios o, incluso, impertinentes.
Estas interrupciones permiten desde explicar lo obvio: «¿Qué llaman baño, y
qué vida es la que allí se tiene?» hasta el comentario de la complicada situación religiosa en el presidio: «Pues ¡válgame Dios! ¿Consienten allá que les
digan misa?» a lo que Gracián responde: «Sí; y con tanto gusto, que cuando
se trataba de mi rescate, decía el Bajá, mi patrón: “No quiero dar por ningún
dinero a mi Papaz, que me hace buenos mis cristianos”» (Gracián, 1966: 9495).
Una comparación, aunque sea supericial, entre ambas obras servirá para
ilustrar lo mencionado unas líneas más arriba: en el tratado, Gracián escribe
que le «levantaron que era arzobispo que iba a Roma a ser cardenal» (Gracián, 2006: 91) como puro dato informativo; en la Peregrinación nos ofrece el
mismo dato, a lo que Cirilo pregunta «¿Qué les movió a los jenízaros tenerte
por inquisidor, y cómo saliste de esa congoja?» (Gracián, 1966: 99). Gracián
responde con datos como que fue el único clérigo capturado en una fragata
de la Inquisición, así como las angustias que le ocasionó este ascenso imaginario (por las veces que estuvo a punto de morir quemado o torturado
por ello), enriqueciendo sustancialmente la autobiografía presentada en el
Tratado.
Se interesa Cirilo por la práctica litúrgica y la administración de sacramentos en el baño: «Pues hasta entonces no habías rezado las horas desde que te
prendieron, que allí te dieron breviario, ¿cómo cumplías con el oicio divino?» (Gracián, 1966: 93); también por las condiciones de salud del presidio
y por las labores que realizaban los presos. A todas las preguntas contesta
Anastasio con abundancia de detalles. Acompañan a estas cuestiones otras
puntualizaciones del interlocutor, no exentas de la malicia habitual en este
tipo de diálogos, pues con ella se pone a prueba la solidez de la voz narrativa
principal: Cirilo menciona, ante una muestra de misericordia del dueño del
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Juan Cerezo Soler
baño, que «Mucho quería tu vida ese Bajá». A esto, Anastasio responderá
«No lo hacía sino por los 30.000 ducados que pensaba haber de mi rescate…»
(Gracián, 1966: 104) y continúa con una extensa charla sobre los rescates que
presenció y en los que participó. Por último, conviene entender estos episodios de cautiverio en relación al resto del diálogo. Esta obra está dirigida,
de alguna forma, a limpiar el nombre de Gracián, infamado dentro y fuera
de su religión. Incide continuamente en las injusticias que se han levantado
contra él, y el caso de su cautiverio es el marco ideal para sacar a la luz buena
parte de esas injusticias. Menciona anécdotas omitidas en el Tratado de la redención de cautivos, como el caso de un viejo clérigo que llega a la prisión con
veinticinco escudos de oro para su propio rescate. Gracián le ayuda dándole
quince más, y en pago de tan buena obra el clérigo levanta el testimonio
de que nuestro carmelita usaba de sodomía con los otros cautivos. Cirilo se
escandaliza –en lo que parece una proyección de lo que Gracián persigue
en el lector– y pregunta: «¿A qué propósito te levantó eso y qué le hiciste?».
Gracián contestará con una enardecida prédica sobre la «condición revesada» (Gracián, 1966: 105) de algunos hombres, conigurando así el alegato en
defensa propia más elocuente que pueda escribirse.
ALGUNAS CONCLUSIONES
Vistas y comentadas las dos obras, bien pueden ahora ponerse en contexto y
lanzarse algunas apreciaciones en forma de conclusión. No es nueva la aparición de la experiencia del cautiverio en una obra autobiográica enmarcada
en un diálogo literario. Empezando por el Viaje de Turquía, pueden mencionarse los Diálogos de las guerras de Orán, de Baltasar de Morales; el Diálogo de
Pedro Barrantes Maldonado con un caballero extranjero; los tres diálogos sobre
el cautiverio insertos en la Topografía general de Argel, de Diego de Haedo
–o de Antonio de Sosa– y, por último, las autobiografías insertas en obras
superiores: clarísimo es el caso de la Novela del capitán cautivo del Quijote, en
la que el narrador da cuenta de su vivencia ante un público que interrumpe,
pregunta y completa la relación. En el caso concreto de Gracián, podemos
ver que en sendos escritos se pone en marcha el dispositivo autobiográico
a través de una narración presidida casi en su totalidad por la primera persona. Sin embargo, en el primero de ellos, el capítulo del Tratado de la reden-
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El cautiverio en las obras de Jerónimo Gracián de la Madre de Dios...
ción de cautivos, la inalidad conmocional limita la proyección autobiográica,
pues el texto en primera persona no sirve más que como respaldo, como aval
del resto de capítulos. En la Peregrinación de Anastasio, por el contrario, la voz
de Gracián a través de su alter ego, Anastasio, puede correr con abundancia,
sin iltros ni contenciones, pues en este texto lo importante no es vincular el
dato vivido con el nombre de su autor para aumentar la credibilidad en el
lector, sino dar a conocer la huella interior que esta vivencia le ha dejado.
El discurso de Gracián en este diálogo recorre, como hemos visto, tramos
de su autobiografía que quedaban velados en el texto anterior, tramos en
los que no solo se describe objetivamente la miseria del cautiverio sino que
se amplía a la reacción del narrador ante su propia vivencia e, incluso, auspicia algunas opiniones críticas. Es el elemento dialogístico el que permite
que toda la maquinaria narrativa se explaye en detalles y opiniones, pues
las interrupciones de Cirilo dan pie a que Gracián explique, se conmueva e
incluso ejerza la crítica sobre su propio recuerdo. Con ellas el padre Gracián
logra una expresión verdaderamente autobiográica y nos proporciona una
expresión mucho más completa de su prisión en Túnez. Es esta Peregrinación
de Anastasio, en deinitiva, el mejor testimonio que podemos encontrar para
acceder a la hondísima herida que su cautiverio le dejó.
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