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Diseminación de la peste: revisión cientíico-historiográica Coral Cuadrada * Resumen: Existe todavía incertidumbre en torno al diagnóstico y a la naturaleza de la peste; algunos estudiosos se han visto forzados a abandonar las certezas y poblarlas de dudas: de creer que la Peste Negra medieval era en realidad la peste bubónica (aunque con características inusuales) a constatar que tenemos pocas evidencias para apoyar el retrodiagnóstico. Este artículo profundiza en este sentido, no sólo revisando la producción historiográfica, sino también aportando nuevas interpretaciones que cuestionan hipótesis anteriores a través de la indagación llevada a cabo sobre las imágenes coetáneas, cotejadas con los datos procedentes de las más recientes investigaciones. Se analizan dos tipos de fuentes primarias: tratados de la peste renacentistas, redactados por cuatro médicos italianos: Michele Savonarola, Marsilio Ficino, Leonardo Fioravanti y Gioseffo Daciano; e iconográficas: un manuscrito ilustrado del Decamerón de Giovanni Boccaccio y una Haggadah hebrea del siglo XIV. Los resultados obtenidos se confrontan con las investigaciones sobre ADN y micropaleobiológicas más actuales. The spread of the plague: A sciento-historiographic review Abstract: There is still uncertainty about the diagnosis and nature of the plague; some scholars have been forced to abandon certainties and be filled with doubts: from believing that the mediaeval Black Plague was, in reality, the bubonic plague (although with unusual characteristics) to stating that there is very little evidence to support a retro-diagnosis. This article looks at this in depth, not only reviewing the historiography but also giving new interpretations which question previous hypotheses through research on Introducción: consideraciones historiográficas Yo soy la peste, que todo lo barro, y todo lo ando, passeandome por toda la Europa, sin perdonar la saludable España, afligida de guerras y calamidades, que allà và el mal donde mas ay, y todo esto no basta para castigo de soberbia. (Baltasar Gracián: El Criticón) L a Peste Negra ocupa un lugar especialmente aterrador en la imaginación histórica. En las últimas décadas, cada vez que reapa- 4 MH images of the time, comparing them to the most recent investigative data. Two primary sources are analysed: Renaissance treaties written by four Italian doctors: Michele Savonarola, Marsilio Ficino, Leonardo Fioravamti and Gioseffo Daciano; and iconography: an illustrated manuscript of the Decameron by Giovanni Boccaccio and a Hebrew Haggadah from the XIVth century. The results are compared to the most recent research on DNA and in micropaleontology. rece la epidemia, ya sea el ébola, SIDA, legionelosis, fiebre aviar o gripe porcina, los historiadores miran hacia atrás compadeciéndose de la población medieval de 1348, inerme frente a una enfermedad desconocida y fulminante. El título Muerte Negra fue acuñado con posterioridad a los sucesos históricos, en el siglo XVIII, un concepto historiográfico capaz de transmitir el miedo asociado a la peste y, paralelamente, el estudio de la epidemia medieval. No fue, pues, una expresión coetánea a los sucesos históricos. Los contemporáneos utilizaron los vocablos epidemia, pestilencia o mortalitates sevicia, acompañados por adjetivos que enfatizaban su intensidad1. Es indiscutible que la pestilencia fue una tremenda experiencia social. Pero existe todavía incertidumbre en torno al diagnóstico y a la naturaleza de la enfermedad; algunos estudiosos de la peste se han visto forzados a abandonar las certezas y poblarlas de dudas: de creer que la Peste Negra medieval era en realidad la peste bubónica (aunque con características inusuales) a constatar que tenemos pocas evidencias para apoyar el retrodiagnóstico. Así, la Peste Negra puede haber sido lo que conocemos en la actualidad como peste bubónica, o una cepa muy poco habitual de esta enfermedad, o incluso una infección completamente diferente2. En otras palabras, en las últimas décadas Diseminación de la peste: revisión científico-historiográfica los especialistas de la historia de la peste han llegado a la conclusión de que no podemos estar seguros de lo que fue la enfermedad en los siglos medievales y renacentistas. Aunque ello contradiga la asimilación de la epidemia medieval a la peste bubónica que asoló en particular a la India y la China de finales del Ochocientos, teoría aceptada mayoritariamente por la historiografía del siglo XX. Esta presunción ha tenido amplias consecuencias, la inferencia de las características de la epidemia del siglo XIX es una de las asunciones que todavía hoy suscribe la historia. El bacilo Yersinia Pestis fue descubierto durante la lucha contra la peste bubónica en Asia, en lo que se conoce como Tercera Pandemia3. A principios de la centuria pasada se supuso, pues, que la peste bubónica asiática era la misma enfermedad que la Peste Negra. Una presunción basada en gran medida en la similitud de los síntomas: los bubones, ampliamente documentados en determinadas zonas del cuerpo, como las ingles y las axilas. Sin embargo, incluso al principio se observaron algunas diferencias; por ejemplo, los cronistas y los médicos medievales señalaban que los bubones fueron acompañados con frecuencia por numerosas manchas y erupciones, las cuales en realidad fueron consideradas un síntoma de la peste bubónica identificada por el bacilo4. La discrepancia más notable, no obstante, es que las autoridades medievales y modernas insistían en que la epidemia se propagaba por contagio directo de persona a persona, mientras que la transmisión de la peste bubónica asiática requiere la presencia a gran escala de ratas y de sus acompañantes, las pulgas. Entonces, ¿es lícito obviar las observaciones médicas de la época? ¿no eran válidas sus explicaciones? Los estudios tradicionales sobre la pestilencia continúan apoyándose, a principios del siglo XXI, en las semblanzas entre la peste bubónica y la peste medieval, aunque el interés se dirige a la experiencia social de la enfermedad, con sus consecuentes descripciones de horror y caos5. Johannes Nohl intentó capturar la atmósfera vivida durante las epidemias mediante el análisis de crónicas y otros escritos, tomándolas como narraciones puramente descriptivas, sin tener en cuenta la retórica política o moral en ellas implícitas. La obra de Anna Montgomery Campbell fue una de las primeras que se centró en los Tratados médicos de la época. Su trabajo intentó resumir los fundamentos de la pestilencia tal como los entendieron los médicos coetáneos, aunque a mi juicio se amedrentó y calló los conceptos que juzgó como supersticiosos. Es innegable que el primer impacto de la Peste Negra (1348-1353) causó un gran número de víctimas, pero también fue el responsable de nuevas tendencias económicas, cambios sociales y políticas públicas inéditas6, un acontecimiento histórico de gran magnitud, al que Europa debe un cambio profundo. Muchos de los estudios realizados bajo esta perspectiva de análisis se centran preferentemente en captar las conmociones subsecuentes al primer azote de la peste a mediados del Trescientos, aunque su duración continuó mucho más allá del brote inicial. Las visitas recurrentes de la pestilencia condicionaron la comprensión de la medicina y la enfermedad, así como el rol que los dirigentes civiles y los médicos tenían o debían de tener en el control de la salud pública. Una de las primeras obras de relevancia, desde el punto de vista de la historia médica de la epidemia, fue publicada en 1953 por el Dr. L. Fabian Hirst7, quien trazó la epidemiología medieval a partir de su amplia experiencia con la peste bubónica de finales del siglo XIX y principios del XX. Un estudio que ha sido y es ampliamente citado en trabajos posteriores, ya sea para apoyar, ya sea para apoyar o refutar la teoría según la cual ambas afecciones eran la misma8. Hirst reconoció varias diferencias entre la epidemia medieval y la contemporánea, e intentó explicarlas. En lo que se refiere a la infección interpersonal, Hirst lo atribuyó al posible predominio de la peste neumónica, transmitida a través del aire9. El principal problema de esta hipótesis es que en 1953 los científicos aún no habían sido capaces de establecer como complicaciones secundarias de la peste bubónica las relativas a la neumónica. Hirst tomó también nota de que en la India, Birmania y Ceilán la proporción de personas que contrajeron la peste neumónica fue inferior al 1 %, o sea que para justificar las altas tasas de mortalidad de la Peste Negra, la peste neumónica habría tenido que ser mucho más común. Señaló asimismo que los síntomas de la peste bubónica y neumónica eran tan diferentes que se podría hablar de enfermedades distintas, si no supiéramos de antemano que eran causadas por el mismo bacilo10. Por descontado, esto nos conduce a formular la pregunta: los observadores medievales, que no podían identificar el bacilo, ni siquiera sospechar de su posible existencia, ¿hubieran aceptado con tanta facilidad que ambas fueran la misma enfermedad? A pesar de las objeciones, el recurso a la peste neumónica para corroborar el grandísimo contagio en la Edad Media sigue siendo convincente para algunos historiadores actuales11. Desde la década de 1960 en adelante, el interés por la epidemia se centró en los cambios sociales provocados por la enfermedad, en especial la caída demográfica, la influencia en la economía y en la disponibilidad de mano de obra12. Más recientemente las consecuencias económicas se han cuestionado13, la historiografía ha tendido a centrarse en las secuelas locales de la peste, las cuales, si se comparan unas con otras, revelan que los recursos no variaron tanto en buena parte de Europa14. Aunque hasta los ’60 y ’70 se continuó insistiendo en el pánico y el horror generalizados como descriptores inevitables de la peste15, parece que los efectos psicológicos de la epidemia no habían sido tan devastadores como se suponía, ya que los estudios de casos muestran que las sociedades afectadas, mermadas, se recuperaban con una relativa prontitud16. Hoy en día la mayoría de los análisis que contemplan las medidas de salud pública y/o las respuestas médicas a la Peste Negra, manifiestan con creces que el pánico no fue universal, sino que en muchos lugares se tomaron medidas racionales para prevenir y combatir la epidemia, en función de las posibilidades y la comprensión de la coyuntura del momento17. En los ‘80 muchos historiadores continuaron creyendo que la epidemia medieval se correspondía con la peste bubónica asiática, aunque la duda sobre la correspondencia negra/ bubónica fuera formulada ya décadas atrás. Sin embargo, los patrones de MH 5 Coral Cuadrada ambas enfermedades, así como la desaparición de la pestilencia en Europa, después de haber sido un visitante regular, intermitente pero insistente, del siglo XIV al XVII, comenzaron a provocar perplejidad entre los estudiosos 18 . Además, se elaboraron hipótesis para explicar las discrepancias en las tasas de mortalidad de ambas epidemias. Hubo incluso un sector de la historiografía que sugirió que la peste medieval fue el resultado de una crisis malthusiana. Tras el incremento poblacional de los siglos XIII y XIV, dado que este aumento generó una situación crítica a causa de la insuficiencia de la tecnología disponible, la cual no podía hacer frente al incremento vegetativo, la enfermedad vino a ser la respuesta a una situación insostenible19. La teoría de la crisis malthusiana se utilizó tanto para tratar de explicar las relaciones entre las tasas de nutrición y muerte, como para comprender la desaparición final de la epidemia20. Estudios de carácter general todavía mantenían la hipótesis de que las ratas fueron el elemento clave en la propagación de la Peste Negra, sin que los funcionarios de la salud y los médicos de la época tuvieran conocimiento de ello. Por otro lado, los historiadores estaban cada vez más interesados en las condiciones sociales, mermando el interés por la epidemiología o la propagación de la enfermedad21. El trabajo de Carlo M. Cipolla sobre las medidas de salud pública analizó la evolución de las organizaciones civiles encargadas de la prevención y control de la sanidad, para las que la peste era más importante como acontecimiento social que como una enfermedad identificable. Los historiadores tomaron también nota del hecho de que durante los siglos XV y XVI los coetáneos comenzaron a entender la epidemia como una enfermedad de la pobreza urbana22. Los especialistas, por tanto, estaban cada vez menos convencidos de que la peste bubónica hubiera sido la única responsable de la pandemia medieval. Más aún, David Herlihy dudaba de que pudiera vincularse el Yersinia Pestis a la Peste Negra23, y Ann G. Carmichael planteó que, en especial en los siglos XIV y XV, muchas y diferentes enfermedades fueron diagnosticadas como pestilencias por los médicos y otras autoridades sanita- 6 MH rias, cuando en realidad se englobaban bajo el mismo epíteto una miríada de enfermedades contagiosas sin distinción unas de otras24. Existió, pues, un vaivén de enfoques entre las aproximaciones sociohistóricas de la enfermedad –que incluía la mirada médica de la época– y el diagnóstico presentista –cientificista y basado en el conocimiento sobre la peste contemporánea. Desde finales del siglo XX y principios del XXI se han sugerido otras respuestas para lo que realmente fue la epidemia medieval25, mas toda certeza histórica concluyente acerca de la enfermedad sigue siendo difícil de alcanzar. Los datos físicos son difíciles de obtener, aunque existen proyectos destinados a analizar restos de víctimas medievales y modernas26, como veremos más adelante. Los historiadores tratan de reanalizar los escritos médicos de la época sobre la epidemia, asumiendo que se hace evidente que los parámetros de diagnosis que las autoridades sanitarias medievales usaron son totalmente ajenos a los de la ciencia y medicina contemporáneas27. Desde un punto de vista cultural, en cambio, se estudia con mayor concreción la enfermedad. La peste y las interpretaciones médicas se enraizaban en las actitudes y cosmovisión de la gente, una muestra la tenemos en la atribución del origen de la enfermedad a la ira de Dios, a la intervención maléfica de los judíos o a la inmoralidad sexual28: los pecados sexuales provocaban la venganza divina, por lo que las actuaciones contra la promiscuidad eran mucho más severas en tiempos epidémicos. Una consecuencia más de la mentalidad y la concepción teológica de la enfermedad. Este trabajo propone la revisión de los signos y causas de la Peste Negra que se pusieron de manifiesto en la Edad Media y el Renacimiento, a partir del análisis de dos tipos de fuentes primarias: a. Escritas: tratados de la peste renacentistas de la mano de cuatro médicos italianos: Michele Savonarola, Marsilio Ficino, Leonardo Fioravanti y Gioseffo Daciano. b. Iconográficas: un manuscrito ilustrado del Decamerón de Giovanni Boccaccio y de una Haggadah hebrea del siglo XIV. Los resultados obtenidos se confrontarán con las investigaciones sobre ADN y micropaleobiológicas más recientes. Los Tratados de Medicina en 1348-1350 Anna Montgomery Campbell29 estudió 16 tratados médicos coetáneos a la Peste Negra, en los años ’20-‘30 del siglo pasado. De esos Consilia extrajo los conceptos que los médicos universitarios del siglo XIV emplearon. En resumen, el origen de la pestilencia se atribuye al aire, los astros, los terremotos, o a una causa divina. Se concede gran importancia a la observación y experimentación, paralelamente a la consideración y/o rechazo de los clásicos. Jon Arrizabalaga30 estudió en 1991 seis de las obras más significativas escritas sobre la peste en las fechas de la epidemia, las cuales eran parte del elenco de Campbell: Jacme d’Agramont, Gentile da Foligno, Giovanni da Penna, Alfonso de Córdoba, el anónimo de Montpellier y el Colegio de doctores de París. A partir de Arrizabalaga expongo las principales observaciones de cada tratado. 1. Jacme d’Agramont. Enunció con detalle lo que entendía por pestilencia. Dividió con originalidad la palabra en tres sílabas: pes = tempesta (tormenta); te = temps (tiempo); lència = clardat (claridad). Concluía: pestilencia era el tiempo de tempestad que viene de la claridad (estrellas). Primer origen astrológico. Se refirió a la pestilencia naturalment entesa, un cambio contranatural del aire, produciendo corrupciones, muertes súbitas y enfermedades diversas. Causas terrestres: vientos, putrefacción de cadáveres, aguas, corrupción del aire por vapores de las entrañas de la tierra, humos telúricos de terremotos. Transporte por los vientos. Causas artificiales: envenenamiento deliberado por hombres malvados. El aire corrupto entraba en el corazón, pudría la sangre arterial Diseminación de la peste: revisión científico-historiográfica que corrompía la sangre restante y otros órganos. Difusión: por contigüidad, por consumo de alimentos empestados y por efecto de los vientos. Transmisión persona a persona. Signos: inflamaciones y cambios del aire, pérdida de cosechas, comportamientos extraños de los animales. 2. Gentile da Foligno. Explicó por qué se daba la enfermedad tras las guerras, relacionando el orden natural y el moral, tanto para los efectos como para las causas. Origen en las conjunciones planetarias, y a un cambio sustancial del aire, lo que significaba la corrupción completa como resultado de los vapores malos, similar a la putrefacción de las aguas fétidas o al agua en la que se macera trigo o lino. Las corrupciones eran transportadas por los vientos, venían del aire corrupto en pozos y cavernas, lagunas y estanques, estiércol y putrefacción de cadáveres. Decía que se formaba una materia venenosa junto al corazón y pulmón, resultado del aire pestilencial, con capacidad para infectar todo el cuerpo. Transmisión por aliento y por la piel. Signos: cambios en las conductas de los animales. 3. Giovanni Della Penna. La pestilencia radicaba en la adustión y corrupción de la materia colérica en determinados individuos. Aceptaba el papel del aire en la corrupción, y el influjo de ciertas conjunciones sobre el aire, pero lo más importante era la constitución de cada persona. Rechazó la causa de la materia venenosa de Foligno, su opinión estaba más cerca de la causa del sobrecalentamiento del aire de Agramont. 4. Alfonso de Córdoba. Afirmaba la existencia de causas universales sólo en dos de las tres pestilencias diferentes que, según su opinión, habían tenido lugar en 1348. Las dos primeras respondían a causas celestes y terrestres, la tercera (el objeto de su estudio) al envenenamiento de la comida y bebida por la corrupción deliberada del aire (por un proceso de fermentación), de este a las aguas, y de ellas a los alimentos y bebidas. Subrayó el poder de auto-multiplicación del veneno. Negaba el origen en alguna constelación para la tercera pestilencia. 5. Anónimo de Montpellier. El vocablo epidemia procedía del griego epi = sobre, y demos = continente (o aire corrupto). Concluía que epidemia significaba peste en el aire, añadiendo que esta corrupción debía ser consecuencia de causas celestes. Aludió a una inespecífica constelación de planetas infortunados, y a un efecto de un eclipse lunar que había tenido lugar en el signo de Leo poco antes del inicio de la pestilencia. Transmisión por el aliento y/o la mirada de víctimas agónicas. 6. Colegio de doctores de París. Consideraban que la praesens epidimia sive pestis era el efecto de un cambio en el aire. La conjunción de tres planetas mayores –Saturno, Marte y Júpiter– en el signo de Acuario el 20 de marzo de 1345 constituyó la corrupción mortífera del aire circundante. Con motivo de la conjunción se elevaron desde la tierra y el agua vapores corruptos, corrompiendo el aire. Mayor posibilidad de infección según complexión, humores malos y/o régimen de vida inadecuado. En relación a las causas, como efecto de la formación escolástica de estos médicos, a un acontecimiento de carácter universal había que atribuírsele necesariamente una causa universal, lo que les conducía a las concepciones cosmológicas. Cosmología que se había de combinar con la cosmovisión cristiana y, por lo tanto, la causa primera era divina: había pestilencia porque Dios la permitía. Sin embargo, no todos los médicos consideraban que la peste fuera un castigo de Dios. Una intervención divina que puede resultar extrema, en las últimas palabras de Agramont: “Y si tal pestilencia fuese universal a todas las regiones, digo que sería grande señal del advenimiento del hijo de la abominación, es decir, el Anticristo31”, lo que nos indica el grado de pánico ante el horrible impacto de la Peste Negra: la constatación del fin del mundo. En sus conclusiones Arrizabalaga pone el énfasis en señalar que a pesar de la conmoción causada por la grandísima mortalidad epidémica, los médicos universitarios se esforzaron por transmitir sus opiniones y diagnósticos. Es particularmente interesante su verificación de que, ya desde los primeros tratados, se encuentra la idea del contagio como modo de transmisión de la enfermedad, la cual se encuentra en la mayoría de los Consilia. Rechaza la opinión del antagonismo entre el grupo culto de los doctores académicos –teóricos y aeristas– contra el de las autoridades municipales medievales –empíricos y contagionistas–, porque: difusión aérea y contagio no pueden ser considerados por más tiempo como concepciones contradictorias sobre el modo de diseminación de la peste, sino más bien como dos estadios diferentes y sucesivos de ésta […] las percepciones de unos y otros [médicos universitarios y patriciado urbano] estuvieron íntimamente relacionadas32… añade también que las ciudades estuvieron profundamente influidas por la cultura médica universitaria, tal como se refleja en los tratados de Jacme d’Agramont, Gentile de Foligno y el Colegio de París, dirigidos a las autoridades y con clara preocupación por la salud pública33. Discusión Fuentes escritas: los Tratados de pestilencia en el Renacimiento. Los tratados sobre la epidemia se hicieron más populares a partir de mediados del siglo XV y más aun con la imprenta, en especial los escritos en lenguas vernáculas34, convirtiéndose en libros de divulgación científica ampliamente disponibles35. Ofrecen la oportunidad de ver cómo los autores se dirigen a un público no académico, preocupado por el azote de la pestilencia. La gente no sólo MH 7 Coral Cuadrada tenía miedo a la muerte, sino que se interesaba también por el cuidado de los enfermos, aunque se encontraran aislados o en cuarentena, interés que en cierta medida nos transmite la impresión generalizada de haber de paliar la falta de profesionales de la medicina cuando más necesarios eran. Las personas ansiaban su presencia, o como mínimo sus saberes. Fueron, por lo tanto, profundamente criticados cuando huyeron de las ciudades infectadas, de hecho, en el siglo XVIII las juntas locales de salud emanarán leyes prohibiendo la huida de la clase médica en tiempos de epidemia, bajo pena de muerte y/o confiscación de bienes36. Los Consilia, entonces, ayudaron a mitigar las terribles ausencias, aliviando a la población a través de lo escrito. Michele Savonarola37 (Padova, 1385 - Ferrara, 1468), a mediados del siglo XV, fecha de la redacción de su tratado, se dirigía a los médicos huidos, declarando que escribía para que sus consejos fueran útiles a los que habían de permanecer en lugares apestados: A causa de que los médicos talentosos están estupefactos y son reacios a ser disponibles a la visita [de la peste] y por lo tanto los enfermos a menudo terminan en manos de los empíricos que no entienden la enfermedad, voy a explicar la manera de curar cuando hayan enfermado […] como médico humano [escribiré] con el fin de satisfacer a todas las personas: ricas, pobres y medianas, a las que se alejan, y a las que permanecen en su tierra y en su casa38. Más de una centuria después, en el año 1565, Leonardo Fioravanti39 (Bolonia, 1518-1588) expone lo que él cree que eran los más graves problemas de la epidemia: el primer lugar lo ocupaba el abandono de los médicos. La única forma de ganar experiencia de la enfermedad era quedarse en las ciudades para aprender, la fuga era la razón del profundo desconocimiento de la enfermedad: Luego la primera causa es, que estando las gentes apestadas, los médicos no quieren curar por miedo de infectarse y morir, y así, no siendo medicada en el tiempo preciso, la enfermedad crece con gran furia, y mata a las gentes que la sufren, y esta es la primera y la 8 MH más potente causa del por que la peste causa tanta ruina […] Pocos, incluso rarísimos hombres, se encuentra que hayan escrito la verdad en materia de peste, y la causa de esto es por que los hombres doctos y sabios y de autoridad en medicina no quieren medicar en tiempo de peste, para no poner su vida en peligro de muerte40. Este lamento no era nuevo. Ya en el siglo XIV, escritores que narraron la conmoción de la Peste Negra se quejaron del alejamiento de los médicos, ello explica la hostilidad mostrada por Petrarca o Bocaccio hacia ellos41. Fioravanti opinaba que si las autoridades cívicas obligaran a los doctores a visitar a los enfermos en sus casas, la pestilencia disminuiría y los enfermos mejorarían: que todos los médicos fueran a visitarlos a sus casas, y que los apotecarios les dieran las medicinas, y hecha esta nueva ordenanza la peste no tendría más fuerza, por que rápidamente nacería una gran alegría en los corazones de la gente de la ciudad, y así la peste se extinguiría del todo42. Fioravanti, el médico-charlatán, defendió con fuerza otra opinión, en contra de los gobiernos urbanos y especialmente hacia las medidas impuestas por las Juntas de Salud –aislamiento, cuarentena– por creerlas perjudiciales al bienestar de la comunidad. Los historiadores actuales han estudiado la interrupción de la actividad económica normal a causa de las cuarentenas, las cuales se aplicaban cuando llegaba la sospecha de la existencia de peste en otras ciudades, a fin de interceptar la entrada de viajeros y mercancías supuestamente infectadas. Por otro lado, una vez declarada in situ la enfermedad, era recomendable aislarse voluntariamente del resto del mundo para tratar de detener la propagación. Es obvio que tales prácticas incidieron muy negativamente en la economía urbana, ya que nadie podía hacer negocios fuera, y adentro, los movimientos quedaron muy restringidos. Con frecuencia todo el comercio se frenó, dependiendo de cuán exitosas lograran ser las imposiciones de prevención sanitaria43. El problema de estas ordenanzas, según Fioravanti, era que perpetuaban el clima de terror, ade- más de hacer más densa la vida y retener la corrupción: Por que las ciudades son más aptas a recibir corrupción que las villas abiertas, y en las villas no hay tanto miedo como en las ciudades, donde se dan estrechas constituciones y órdenes, como encerrarles [a los apestados] en casa, quemarles sus bienes, mandarles a los lazaretos, haciendo andar a los sepultureros por la ciudad y otras cosas parecidas, que incitan el terror del infierno a los hombres y a las mujeres44. Una de las medidas de cuarentena más impopulares fue la destrucción de los bienes aparentemente infectados. Al autor del Regimento della peste no le preocupaba tanto las pérdidas materiales como la desesperación experimentada por los pacientes: La quinta y última cosa a hacer sería la de no arrebatarles sus bienes quemándolos, como se hace, sino conservarlos sin daño para la gente; si se hiciera así no habría quien tuviera miedo ni temor, por que así cada uno creería que llegaría al final y no habría de mori45. Se opuso también a la reclusión de enfermos en los hospitales, argumentando que tal mandato alargaba la atmósfera general de pánico: La primera de ellas es no meterles espanto ni miedo, como en estos tiempos hacen todos, sacándolos de sus casas espantosamente y mandándoles fuera de la tierra a los lazaretos donde hay infinitos apestados. Por lo cual, aunque los pobres desgraciados no estén apestados, con solo ese terror es suficiente para acabar rápido con su vida46. Gioseffo Daciano47 (Tolmezzo 1520 - Udine 1576), en cambio, estaba convencido de la difícil tarea a la cual se enfrentaban los médicos a la hora de asesorar a las autoridades ciudadanas sobre las inmediatas acciones a tomar bajo sospecha de epidemia, en especial respecto a si los habitantes sanos de casas infectadas debían de ser aislados o no del resto de la población: No estaban [los funcionarios de la salud pública] seguros de si los que morían manchados de pecas hubieran muerto de peste o no; y Diseminación de la peste: revisión científico-historiográfica después si el resto de [los que vivían en] aquellas casas habían de ser consecuentemente secuestrados, como los demás apestados; el vulgo que decía que morían de pecas, pero no de peste. Por tanto sobre esto fuimos todos nosotros, Físicos, contratados por esta Magnífica y Generosa Comunidad llamados a la presencia de dos Magnificencias a consulta48. Ann G. Carmichael ha sugerido que las legislaciones urbanas frente a la epidemia fueron tan entusiásticamente adoptadas porque las élites aprovecharon la coyuntura para poner en funcionamiento las normas y reglamentos capaces de controlar a los miserables que se agolpaban en las ciudades49. Si ello fuera cierto se entiende la postura de Fioravanti de manera distinta, dado que él creía que el resultado era el contrario y que la jerarquía cívica estaba incitando a la rebelión de los pobres, poniendo en peligro su bienestar y sus almas. A pesar de todo, las cuarentenas fueron consideradas las herramientas más eficaces para frenar la propagación pestífera, aunque a menudo fueran ignoradas, esquivadas e incluso saboteadas50. Los funcionarios de la salud cívica tuvieron que hacer frente al incumplimiento por ignorancia, ya que la gente no entendía por qué había de obedecer los edictos. Esto se convirtió en una preocupación general en toda Europa. En Suiza, por ejemplo, el temor de las jerarquías cívicas fue la difusión de la epidemia por desconocimiento51. Totalmente contrario a las opiniones de Fioravanti, Daciano defendió a ultranza la importancia del aislamiento como medida de salud, así como el rol jugado por los médicos en su implementación. Era un médico municipal, buscó justificar los controles de la epidemia más detestados por la población, exponiendo en sus escritos las razones que los hacían necesarios. Fomentó la confianza subrayando la dificultad que entrañaba la detección de las pestilencias y la importancia de la experiencia adquirida mediante las tareas cívicas de los médicos de Udine. Para decidir si la enfermedad a la que se enfrentaban era “verdadera epidemia” los doctores se concentraron en los signos específicos de la peste, los cuales podían manifestarse con muchos síntomas diver- sos, aunque los médicos renacentistas nunca fueron demasiado explícitos acerca de lo que era realmente un signo claro52. También Marsilio Ficino53 (Figline Valdarno [Fi] 1433 1499, Careggi [Fi]) en la centuria anterior, comentó la dificultad en determinar los signos de la plaga, al considerar que e’ segni t’ingannano54. Entre esos signos se encontraba la rapidez de la enfermedad. Si bien la duración no fuera un síntoma muy específico según los parámetros de los médicos de entonces, Daciano hizo hincapié en la celeridad mortífera y justificó así la urgencia en la aplicación de medidas de cuarentena inmediatas. Hizo también un gran esfuerzo para categorizar los diferentes tipos de fiebres pestilentes, y bajo qué circunstancias podían devenir o ser definidas epidemia verdadera: Hay muchos tipos de fiebres malignas y pestilentes, que tienen más o menos malignidad y contagiosidad mortífera, pero es necesario, para el conocimiento de esto, considerar las diferencias que entre ellas hay; por las cuales algunas tienen mayor fuerza para matar al hombre, y otras menor55. Savonarola trató también de disipar la idea de que la enfermedad había de sufrirse pasivamente y ser soportada como una prueba espiritual. Recordemos que la causa divina era una de las primeras esgrimidas como explicación de la enfermedad, desde esta premisa la atención médica podía crear un conflicto en las conciencias de los pacientes, las personas devotas podrían temer que los intentos de curación interfirieran los planes de Dios, dado que la epidemia había sido enviada como castigo a sus pecados56. En su tratado, el médico paduano aborda directamente esta cuestión, señalando que la medicina no se enfrenta a los propósitos de Dios: “Hay algunos que creen que no hay remedio, que solo Dios puede hacerlo, cuando alguien se cura57.” Insistió en que la gente no debía quedarse de brazos cruzados, contradiciendo a la vez a las autoridades eclesiásticas, quienes a veces se pusieron en contra del uso de curas médicas, argumentando que tales prácticas podían aumentar la ira de Yahvé58. En las ciudades italianas se dieron tensiones entre los grupos dirigentes laicos y las jerarquías reli- giosas, los primeros imponiendo restricciones a las concentraciones populares por el peligro que significaban, las segundas convencidas de que era la única manera de calmar la cólera divina. Fioravanti, por su parte, utilizó la epidemia como una metáfora de corrupción. Presentó una imagen de la crueldad y el miedo para poner de relieve la degeneración social y la decadencia moral. La epidemia era la alegoría de la podredumbre, tal como la enfermedad era el desequilibrio de los humores. Pestilencias que producían vapores que sumían a los humores en el caos. Las complejas sutilezas de la teoría humoral constituyeron el cuerpo teórico de los médicos universitarios, aunque los conceptos básicos eran comunes a todo tipo de sanadores e incluso a muchos pacientes59. Su tratado sirvió, pues, de parábola de la degradación moral, mucho más que los escritos de Savonarola y Ficino en el siglo XV. Aunque ambos habían afirmado que una existencia temerosa de Dios era vital para la salud física, evitaron todo comentario político, prudencia que no tuvo Fioravanti, quien vio a la peste como la advertencia de Dios para despertar a las gentes de la corrupción social. En otras palabras, Dios volvía a ser la causa primera de la pestilencia: “La principal y la más poderosa razón por la cual viene la peste, es por la bondad divina, y esto es verdad, no se puede negar que el Creador de todo es Dios Bendito, por que es El el motor verdadero de todo lo creado60.” Comparó la epidemia con las plagas bíblicas y aseguró que la única conclusión que se podía extraer era la de que Dios había enviado la peste para castigar los pecados de la gente y lograr así su arrepentimiento: “nos la envía para castigarnos de nuestros enormes pecados, que continuamente cometemos contra su divina bondad, como otra vez he dicho, y para hacer que volvamos a el con todo el corazón enmendándonos de los errores cometidos61”. Algunos también creían que los pecados sexuales incentivaban las visitas de la plaga, no en vano Bernardino de Siena predicaba moralidad en los mismos tiempos, insistiendo en que la conducta homosexual de los florentinos provocaba la furia divina, aunque fueran sólo unos pocos los MH 9 Coral Cuadrada que atraían la peste que infectaba a todos los miembros de la comunidad. Las transgresiones de las mujeres acarreaban igualmente la visita de la epidemia, y desde el siglo XVI la presencia de elementos corruptos como las prostitutas podían provocar el enfado de Jehová62. La fisiología femenina era considerada inferior, por ser su saldo humoral húmedo y frío, lo que comportaba la incapacidad de disipar putrefacciones mediante el calor y, a la vez, la predisponía a los humores fétidos63. Este equilibrio humoral inferior hizo a las mujeres más dispuestas a la peste, pero también más propensas a un comportamiento inmoral, lo que aumentaba su riesgo de infección. Aunque Ficino y Savonarola no las mencionaron directamente, su lenguaje mostraba su disposición cultural a sugerir que las mujeres representaban los aspectos más pecaminosos, emocionales y deshonestos de la humanidad64. Ficino habló también de los poros abiertos como condición sumamente peligrosa, ya que a través de ellos se podían aspirar los venenos pestíferos del aire65; imagen de la mujer denostada asimismo en la literatura debido a la excesiva apertura de su cuerpo66. La pureza moral era la condición de una existencia libre de pestilencia, a la cual la comunidad debía de aspirar y, en consecuencia, la transgresión sexual se convirtió en un peligro social. La sobriedad, entonces, se exigía en relación al sexo y a las pasiones de la mente. Ambos autores afirmaron que las relaciones sexuales excesivas eran muy desaconsejables para la salud. Ficino añadía que debilitaban el corazón, el órgano que, según su opinión, era atacado más fácilmente. Así, animó a la gente a evitar el sexo, Renuncia al coito y a las pasiones de la mente; el coito digo, de tal manera que no te sientas agraviado por su ausencia; ten en cuenta el dicho de Avicena, del Libro Tercero de los Animales, que la superflua evacuación del semen en el coito hace más daño que cuarenta purgaciones de sangre67. El calor que provocaba veneno en el cuerpo podía proceder de conductas inmorales como la actividad sexual, la emocionalidad exagerada, la erupción o el baño excesivo, es decir, las personas que no sabían cuidar de la salud de su cuerpo y de su alma. In- 10 MH vocando la autoridad de los maestros antiguos, enunciaba las implicaciones morales de sus consejos médicos: “Pero Aristóteles y Galeno dicen que los cuerpos puros son tales que casi es imposible que sientan la peste y, en efecto, si la sienten por lo menos no perecen68.” El significado de las palabras puri corpi no parece ser superfluo, implicaba pureza de espíritu, de alguien dispuesto a ejercer una estricta mesura en su vida cotidiana. El Creador se consideró la causa primera de la peste, como responsable de los fenómenos celestes y terrestres que se creía que desencadenaban los vapores de peste en el aire. El orden de importancia de las causas eran: 1. Dios; 2. Cuerpos celestiales y fenómenos terrestres; 3. Aire corrupto; y 4. Vida desequilibrada, como habían enunciado los médicos universitarios medievales. Tanto Savonarola como Ficino deseaban promover la idea de que Dios no condenaría a las personas que previnieran y curaran la enfermedad, el propósito de la literatura epidémica era realmente poner a disposición de los no especialistas los tratamientos adecuados. Savonarola pensaba que la medicina era una ciencia permitida por Dios en beneficio de la sociedad, y Ficino, en el año 1480, hizo también hincapié en el papel de Dios como proveedor de la curas: “Concluyendo, rogamos a Dios, dador de la vida y revelador de las medicinas verdaderas y saludables, que nos revele remedios suficientes contra la peste, y conserve su don vital, por su alabanza y gloria. Amén69.” Mientras Savonarola estaba más preocupado por el hecho de que la gente rechazara el tratamiento médico por temor a enojar a Dios, a Ficino en cambio le inquietaba que las personas confiaran demasiado en su resistencia natural: “No se ponga la esperanza en las purgas que haga la naturaleza, por que son irregulares por la indigestión y la furia del veneno; la naturaleza oprimida hace más lo que puede que lo que debe70.” El consejo que da a sus lectores era simplemente el de no escatimar recursos en tiempos de pestilencia, estuvieran o no seguros de los signos que la precedían: “Pero no se debe en ninguno de estos tiempos diseminar los Signos del mal, porque los Signos engañan, y la naturaleza no espera si no corres rápido con los remedios71.” Ficino resume la clase de personas más propensas a la infección, donde incluye un fuerte reproche moral hacia los que no seguían las recomendaciones de los médicos: Y se enciende al máximo [la epidemia] donde hay grandes semblanzas de naturaleza y un cuerpo lleno de impurezas y vapores fétidos por dentro y por fuera, y alimentos y humores superfluos y aptos a inflamarse y pudrirse, y donde hay materia caliente y húmeda, y el corazón debilitado por el coito y pasiones de la mente, el cuerpo fatigado por el calor y por el baño sin moderación, y los poros demasiado abiertos72. La peste como un fenómeno global que había podrido la naturaleza antes de atacar la salud de los individuos mediante el envenenamiento fue recogida por Ficino73, quien creyó que los vapores habían sido liberados corrompiendo el aire e infectando a todo el mundo por igual. El vapor –decía– es de una calidad que puede convertirse fácilmente en veneno: “Se tenga en cuenta que, para entender rectamente cuando digo que el vapor es venenoso, no crea que sea solo veneno según su naturaleza, por que todos los hombres enfermarían. Pero tiene calidad de convertirse fácilmente en veneno74.” Este concepto de la enfermedad como vapor o veneno no fue inventado por Ficino, estaba en consonancia con las ideas antiguas de la medicina humoral, sin embargo fue un modelo conceptual particularmente adecuado para una enfermedad tan feroz como la peste. El vapor, o miasma, incluía la idea de que los malos olores indicaban la presencia de vapores malignos75. Dado que los venenos estaban en el aire y era obvio que nadie podía dejar de respirar, Savonarola aconsejó a sus lectores que: “Y antes de que escriba otra más, quiero que sepa que preservar de la peste no es más que preparar los humores del cuerpo, de modo que puedan defenderse del veneno del aire y de vapores podridos, convirtiendo así la virtud más fuerte para resistir76.” Conocido es que aunque la idea de que algunas enfermedades se contagian es muy antigua (Tucídides la menciona en Historia de las guerras del Peloponeso) la primera teoría racional de la naturaleza de las infecciones se debe a Girolamo Fracastoro77 Diseminación de la peste: revisión científico-historiográfica (Verona, 1478-1553). En su De contagione (1546) se encuentra una serie de conceptos acerca del contagio de algunas enfermedades que justifica la postura de Fracastoro como el precursor más importante de la teoría infecciosa de la enfermedad. En el capítulo segundo de su Liber I expone que hay tres tipos de contagio: por puro contacto; por contacto humano y/o objetos contaminados (sarna, tisis, lepra…); y a distancia (fiebres pestilenciales, tisis, oftalmias, viruela…). Llamaba “objetos contaminados” a cosas como vestidos, ropas de cama, etc., que aunque no se encontrasen corrompidos en sí mismos podían albergar las semillas esenciales –seminaria prima– del contagio, y así producir infección. Para explicar la infección a distancia Fracastoro presentó la teoría del hálito o de la exhalación, que supone que todos los cuerpos u objetos están continuamente desprendiendo partículas que percibimos a través de nuestros sentidos78. Estas insensibilia corpora o seminaria pueden viajar a distancia y producir contagio, pero con diferencias importantes: en primer lugar, las semillas se unen a los humores con los que tienen afinidad, y en segundo lugar, generan otras semillas similares a ellas mismas hasta que todo el cuerpo se encuentra afectado. Fracastoro no sólo anticipó de esta manera la multiplicación de los agentes biológicos de enfermedad dentro del paciente, sino que además señaló su especificidad. Daciano, por su parte, creía firmemente que la contaminación era el principal medio a través del cual la epidemia se difundía, una epidemia que sólo podía ser categorizada como tal cuando su causa universal, su origen, fuera la corrupción del aire, pero que a continuación se transmitía a través del contagio, tal como también había señalado Ficino79. Observador atento de la peste de Udine en 1556, no perdió demasiado tiempo en señalar las posibles causas naturales de la epidemia, rechazando causas superiores, elementos primarios –aire, fuego, agua, tierra–, constituciones o guerras; en su lugar acusó a la comunidad judía, la cual, según su opinión, había entrado mercancías infectadas en la ciudad: Pero estas cosas (por la gracia de Dios) en Udine se publican aquí abajo. Aunque al listar resultados que de causas inferiores, es decir que la peste de Udine procede de puro y simple contagio, el cual ha venido de los bienes de los pérfidos y malditos Hebreos, robados en Capodistria y traídos en las fiestas de su Pascua, que fue el 26 Marzo MDLV80. Estas evidencias, sumadas a los resultados obtenidos por Arrizabalaga en su análisis de los escritos de los doctores universitarios en pleno impacto de la Peste Negra, nos lleva a la conclusión de que no fue sólo gracias a Fracastoro y a su teoría del contagio vivo que los médicos incorporaron a su discurso las novedades sanitarias ya practicadas desde mucho tiempo atrás por los gobiernos municipales. La difusión aérea y la teoría del contagio no fueron planteamientos antagónicos, sino explicaciones no excluyentes y sucesivas81. Fuentes iconográficas: las imágenes de las plagas. Andrew Cunningham82 advirtió que cuando a finales del siglo XIX Kitasato y Yersin descubrieron el bacilo que tomaría el nombre de Yersinia Pestis, se transformó la identidad de esta enfermedad, pasando a ser el agente causal la parte esencial y fundamental de ella. Entonces, dijo: “la llegada del laboratorio ha conducido que el pasado de la medicina sea reescrito de acuerdo al modelo de enfermedad acuñado por el laboratorio y, por tanto, erróneamente comprendido.” Si bien es cierto, como se ha expuesto ampliamente en el primer apartado de este trabajo, que gran parte de la literatura científica y más aún la de divulgación han aceptado sin discusión la identidad de la peste de laboratorio y la han aplicado a las pestilencias del pasado, en base a los síntomas, pese a sus discordancias. A mi entender, la única manera de hacer justicia histórica a la epidemia es partir de una tabula rasa, sin presupuestos mórbidos previos, es decir, partir de un desconocimiento voluntario y deliberado. Si comienzo desde lo que no sé, entonces concedo la legitimidad de su tiempo a los médicos medievales y renacentistas, a lo que me transmiten a través de sus observaciones directas y sus escritos. Con independencia de sus métodos empíricos, de si sus teorías de la medicina humoral eran defectuosas o no desde el punto de vista de la ciencia actual y de la medicina científica, compruebo cómo los médicos de la época estaban tratando de sanar algo casi imposible de curar, sin dudar de su capacidad y su voluntad expresa de aliviar el sufrimiento de sus comunidades. Desde un punto de vista kuhniano, podríamos decir que la enfermedad misma era otra cosa, inseparable del conjunto de creencias de la época. Es imposible pensar que se trata de un fenómeno que se agote bajo el término actual de enfermedad. ¿Dónde empieza el pecado y dónde acaba la enfermedad en la Baja Edad Media y la Modernidad? Si se hubiera “acertado”, por así decirlo, en la época, se hubieran salvado muchas vidas, desde luego, pero se hubiera arremetido contra un paradigma religioso y científico que todavía sostenía la cosmovisión y la experiencia de sí de las gentes. En otras palabras, y a modo de símil: un microscopio electrónico no hubiera sido posible sin la existencia de un microscopio óptico, y no solo por una cuestión tecnológica, sino sobre todo porque nadie creería que lo que nos muestra fuera real. Hemos leído los tratados, veamos ahora qué evidencias nos muestran las imágenes. Pongo en consideración algunas de las ilustraciones, dibujos a plumilla, del Manuscrito copiado en 1427 por Ludovico Ceffini, conservado en la Biblioteca Nacional de Francia83, seleccionado con el objetivo principal de analizar la presencia de ratas. En el folio 5 aparece la alegoría de la muerte cabalgando una mula, portando una guadaña, con la que siega vidas, al hombro. A sus pies yacen tres hombres muertos. En el suelo un escorpión, una serpiente y una rana (Fig. 1). En el folio 36 verso se dibujan tres ahorcados. A sus pies un escorpión, una rana y un ciempiés (Fig. 2). He observado todas las ilustraciones de este manuscrito (108 en total) y estas dos son las únicas en las que aparecen hombres muertos. Para profundizar sobre el grado de verosimilitud de la representación de los animales, he buscado más figuras en las que se puedan advertir. En la nº 18, folio 40, correspondiente a la segunda MH 11 Coral Cuadrada Fig. 1: Folio 5 del manuscrito copiado por Ludovico Calfini donde aparece la alegoría de la muerte cabalgando una mula. Fig. 2: Folio 36 verso del manuscrito copiado por Ludovico Calfini donde aparecen tres ahorcados. 12 MH Diseminación de la peste: revisión científico-historiográfica Fig. 3: Folio 40, ilustración 18 del manuscrito copiado por Ludovico Calfini correspondiente a la segunda jornada. Y sólo en una de estos 108 dibujos, aparece una rata, no asociada en absoluto a la muerte, en una escena doméstica, en la figura nº 45, folio 148, segunda jornada (Fig. 5). 16: 13-14. Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos a manera de ranas; pues son espíritus de demonios, que hacen señales, y van a los reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso. Podemos preguntarnos el por qué de esta asociación entre muertos y cierto tipo de animales. Jacme d’Agramont, en su tratado, señala que entre las señales que anuncian la pestilencia: 20: 1-2. Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; hay todavía muy cierta, esto es a saber, que las serpientes y las lagartijas y los lagartos y otros reptiles y las ranas están en gran abundancia y salen de las cavernas de la tierra o del agua más de lo que tienen acostumbrado. Todavía hay otra señal, que los pájaros huyen de sus nidos y dejan de empollar los huevos84. Escorpiones y ciempiés se relacionarían por sus picaduras venenosas. Otra asociación tal vez podría derivarse de las plagas bíblicas, entre las que se encuentran las ranas, piojos, moscas, y langostas. En un manuscrito hebreo iluminado de principios (1320?) del siglo XIV85, en el que se narra el éxodo del pueblo judío (Haggadah), podemos visualizar las plagas de ranas, piojos y langostas (Fig. 6 y 7). jornada, podemos ver un gato, un perro y dos pájaros (Fig. 3). En la nº 83, folio 292, octava jornada, moscas (Fig. 4). En el Apocalipsis de san Juan se cita a ranas y serpientes: Además sabemos y ha sido así puesto de relieve repetidamente, que las autoridades medievales y renacentistas se esmeraron en observar todo tipo de cambio meteorológico (tormentas, rayos, granizos, mareas, mar gruesa), astrológico (eclipses), cualquier plaga (langostas, orugas) o cualquier catástrofe (incendios, terremotos), anotando todos y cada uno de ellos con premura, puntualidad y esmero. Prueba fehaciente de ello la tenemos en los Dietarios municipales, diarios personales y crónicas. Nunca, ni en fuentes iconográficas ni escritas se menciona o se dibuja una plaga o mortandad de ratas, o que estas hubieran salido de forma descontrolada de sus madrigueras. Conclusión El 10 de abril de 1903, el Dr. Enrique B. Barnet, vocal y secretario de la Junta Superior de Sanidad y Jefe Ejecutivo del Departamento de Sanidad MH 13 Coral Cuadrada Fig. 4: Folio 292, ilustración 83 del manuscrito copiado por Ludovico Calfini relativo a la octava jornada. Fig. 5: Folio 148, ilustración 45 del manuscrito copiado por Ludovico Calfini correspondiente a la segunda jornada. 14 MH Diseminación de la peste: revisión científico-historiográfica de La Habana, pronunció una conferencia que llevó por título La peste bubónica86. Hizo una breve introducción histórica (subrayando, obviamente, las primeras medidas sanitarias aplicadas en Florencia y Venecia), para pasar rápidamente a las epidemias del siglo XIX. En 1893 en Tonkin y HongKong, poco después en Bombay, Kerrachée y Poonah (India inglesa), “entonces –dijo– fue cuando Yersin y Kitasato emprendieron sus admirables investigaciones”, y continuó: [julio de 1899, Nieuchang] precedida de considerable mortandad de animales domésticos, como ratas, perros, gallinas y ganado […] [junio de 1899, Oporto] desde la primavera se había notado una gran mortalidad de ratas en algunas callejuelas de la ciudad […] [julio-septiembre, Santos (Brasil)] gran mortandad en las ratas y la aparición de casos humanos […] un número considerable de ratas muertas…87 Esas ratas que nunca asoman en las fuentes documentales del Antiguo Régimen. El predominio de la larga duración de la teoría humoral y el posterior rechazo de todos sus principios básicos superados por la medicina científica hizo que resultara difícil para los estudiosos apreciar en su justa medida la medicina medieval y renacentista. Más todavía cuando la especialidad de la historia de la medicina estaba dominada por médicos eruditos que escribían historia por afición, como ocurrió a inicios del siglo XX. Entonces el principal objetivo era el de resaltar los avances y el progreso conseguido respecto a la medicina del pasado88, tendiendo a buscar las observaciones “correctas”, y a denunciar las que según su perspectiva eran totalmente erróneas, despreciándolas. Oigamos a Barnet: Acumulad con el pensamiento las innumerables epidemias de peste, pensad en el rastro de muerte que ha dejado a su paso en todas partes, recorred los espacios del tiempo antes y después de la era cristiana, y sólo encontraréis ignorancia y superstición con respecto á su naturaleza ó su causa, llegándose por algunos á atribuirla á “la conjunción de las estrellas”, Fig. 6-7. Manuscrito hebreo del siglo XIV, en el que se narra el éxodo del pueblo judío. MH 15 Coral Cuadrada ó á venganzas de los judíos, y por algún autor á la influencia de los Deltas… En ningún ámbito es más evidente la aculturación regresiva que entre los eruditos de las epidemias, así los médicos-historiadores trataron de encontrar insistentemente referencias a las ratas y ratones89 en el pasado. Incurrieron, por tanto, en los tres errores que veinte años ha Jon Arrizabalaga90 advertía en la historiografía de la enfermedad: ontologismo nosológico, presentismo y diagnóstico retrospectivo. Los esfuerzos de imposición cultural hubieran sido impensables o inútiles de haberse admitido que las ratas y sus pulgas no fueron forzosamente las transmisoras de la epidemia y que el diagnóstico histórico de la epidemia bubónica no correspondía a la pestilencia medieval. Pero para llegar a un planteamiento semejante es indispensable un giro total de orientación. Un giro tan radical que implique conceder mayor importancia a la documentación histórica que a las evidencias científicas de épocas recientes, en especial las de laboratorio. Requiere respeto y consideración a los médicos del pasado, sin juzgarlos de superados, supersticiosos o refutables. De haberse tenido en cuenta sus observaciones, la historia de la peste hubiera seguido otros derroteros y hubiera obtenido resultados más acordes con la realidad histórica. No nos encontraríamos todavía con explicaciones forzadas para justificar el rol protagonista de las ratas en la transmisión de la enfermedad sin encontrar menciones del gran número de ratas muertas en los documentos de los siglos XIV-XVI. En el 2011 un equipo de investigadores de Universidades de Canadá y de Tubinga, dirigidos por Hendrik Poinar y Johannes Krause, publicaron los resultados obtenidos después de haber logrado extraer el genoma de la peste bubónica a partir de dientes de 16 MH cuatro víctimas que murieron en torno a 134891, enterradas en East Smithfield, cerca de Londres. El análisis apuntó a que la variante medieval es genéticamente casi idéntica a las que existen en la actualidad, lo que sugiere que el patógeno Yersinia pestis no tenía un ADN que lo hiciera especialmente letal y que otros factores pudieron ser más determinantes en su expansión entre 1347 y 1351. La investigación sugirió que el cambio de clima y su impacto en la salud humana pudo ser uno de los factores determinantes. Yersin creyó que había encontrado el agente causal, no sólo de la epidemia en Hong Kong en 1894, sino también el de la Peste Negra y de las pestilencias posteriores en Europa92. Esta tesis fue aceptada rápidamente por los historiadores93, quienes ignoraron las diferencias obvias entre las descripciones de las epidemias antiguas y contemporáneas en las fuentes escritas. Cohn ha señalado: Sin argumentos, los historiadores y los científicos han tomado la epidemiología de la epidemia moderna y la han impuesto al pasado, ignorando, negando, incluso cambiando testimonios coetáneos, tanto narrativos como cuantitativos, cuando entran en conflicto con las nociones de cómo la epidemia bubónica moderna debe comportarse94. Cohn y otros estudiosos, en cambio, proponen dos hipótesis que justifican la imposibilidad de utilizar la pulga de la rata en la explicación de la propagación de la enfermedad en la Edad Media y Renacimiento: 1. Hay una completa falta de evidencia de cualquier implicación de las ratas y pulgas de las ratas en las epidemias históricas. 2. La velocidad de transmisión de la epidemia es totalmente diferente: mientras que las medievales se propagan con gran rapidez, las contemporáneas lo hacen con bastante lentitud. Además, un modelo de transmisión alternativa era publicado ya en la década de 1940 por los expertos de la peste Blanc y Baltazard en el Institut Pasteur, basándose en estudios de campo de epidemias en el norte de África e Irán, y trabajos experimentales con pulgas95; ambos investigadores no encontraron rastros de ratas o pulgas de las ratas, pero sí gran cantidad de pulgas y piojos humanos en vestidos y ropas de cama pertenecientes a los pueblos nómadas que allí vivían96. Demostraron que la P. Irritans era capaz de transmitir la peste de humanos a conejillos de indias y ratas, y que la Y. Pestis podía permanecer con vida y virulenta en el suelo. En base a estos estudios epidemiológicos y experimentales el experto de la OMS Pollitzer concluyó, en 1960, que en zonas donde hay capas de ropa y falta de limpieza existe la tendencia al aumento de la infección humana con ectoparásitos, entonces la P. Irritans es apta para ejercer una parte importante de la transmisión de la peste. Esta afirmación se ha visto refrendada en investigaciones más recientes97. Los resultados exponen que los únicos candidatos a la transmisión (diseminación en término medieval) de la epidemia fueron la pulga humana P. Irritans y el piojo humano P. Humanus, los cuales habitaban sin lugar a dudas en la gente, los vestidos y las ropas domésticas de las casas de la Edad Media y Renacimiento, conducidos a distancias más largas en cada trayecto o viaje que alguien realizara, o en los bienes transportados. Este modelo de transmisión, a diferencia del de las ratas, puede explicar también la rápida propagación de la Peste Negra. Y, en especial, concuerda totalmente con las explicaciones de los Tratados médicos y con las medidas de política sanitaria que las autoridades públicas aplicaron. Diseminación de la peste: revisión científico-historiográfica Notas: * MARC (Medical Anthropology Research Center). Universitat Rovira i Virgili (Tarragona). 1). Jon ARRIZABALAGA. “La Peste Negra de 1348: los orígenes de la construcción como enfermedad de una calamidad social”. DYNAMIS. Acta Hispanica ad Medicinae Scientiarumque Historiam Illustrandam, vol 11 (1991): 79-87. 2). Síntesis de estos temas en Austin Lynn MARTIN. Plague? Jesuit accounts of epidemic disease in the 16th century. Kirksville (Mo): Sixteenth Century Journal Publishers, 1996. 3). El término implica una Primera Pandemia (peste de Justiniano, s. VI), y una Segunda (Peste Negra). 4). Samuel K. COHN. “The Black Death: End of a Paradigm”. The American Historical Review, vol. 107, nº 3 (Junio, 2002): 26. 5). Johannes NOHL. The Black Death: A chronicle of the Plague Compiled from Contemporary Sources, trans. C.H. Clakre, London: Unwin Books, 1971; Anna Montgomery CAMPBELL. The Black Death and Men of Learning. New York: Columbia University Press, 1931; Johan HUIZINGA. El otoño de la Edad Media. Madrid: Alianza, 2010 (primera edición en castellano 1978). 6). Philip ZIEGLER. The Black Death. London: Collins, 1969; Robert C. PALMER. English Law in the Age of the Black Death, 1348-1381: A Transformation of governance and law. Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1993; Robert S. GOTTFRIED. The Black Death: Natural and Human Disaster in Medieval Europe, London: Collier Macmillan, 1983; William J. DOHAR. The Black Death and Pastoral Leadership: the Diocese of Hereford in the Fourteenth Century, Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 1995; William J. COURTENAY. “The Effect of the Black Death on English Higher Education”. Speculum, vol. 55, nº 4 (Octubre, 1980): 696-714; Sylvia L. THRUPP. “Plague Effects in Medieval Europe: Demographic Effects of Plague: A Comment on J. C. Russell's Views”. Comparative Studies in Society and History, vol. 8, nº 4 (Julio, 1966): 474-483. 7). L. Fabian HIRST. The Conquest of Plague: A Study of the Evolution of Epidemiology, with foreword by Sir William Macarthur. Oxford: Clarendon Press, 1953. 8). Benedictow lo cita positivamente y Cohn negativamente, cfr. Ole J. BENEDICTOW. “Morbidity in Historical Plague Epidemics”. Population Studies, vol. 41, nº 3 (Noviembre, 1987): 401-431; COHN. “The Black Death: End of a Paradigm”, cit., nota 3. 9). HIRST. The Conquest of Plague, cit., nota 6: 29-30. 10). Idem: 35 y 28. 11). Vid Ole J. BENEDICTOW. The Black Death 1346-1353: The Complete History, Woodbridge: The Boydell Press, 2004, quien ni siquiera hace referencia a los debates existentes en el momento de la publicación del libro. 12). Vid John Malcom William BEAN. “Plague, Population and Economic Decline in England in the Later Middle Ages”. The Economic History Review , New Series, vol.15, nº 3 (1963): 423-437; y los ensayos de David HERLIHY. The Black Death and the Transformation of the West. Cambridge (Mass.): Harvard University Press, 1997. 13). Cfr William M. BOWSKY (ed.). The Black Death: A Turning Point in History? New York: Holt, Rinehart and Winston, 1971. 14). Mary LINDEMANN. Medicine and Society in Early Modern Europe. Cambridge: Cambridge University Press, 1999. 15). Philip ZIEGLER. “Germany: Flagellants and the Persecution of the Jews”. En The Black Death: A Turning Point in History?, cit., nota 15. Aspectos que perduran en libros mucho más recientes, vid John KELLY. The Great Mortality: An Intimate History of the Black Death. London: Harper Perennial, 2005, especialmente los capítulos 11 y 12. 16). En este sentido cabe destacar las conclusiones de Richard W. EMERY para Perpiñán, cfr “The Black Death of 1348 in Perpignan”. Speculum, vol. 42, nº 4 (Octubre, 1967): 611-623. 17). Carlo M. CIPOLLA. Public Health and the Medical Profession in the Renaissance. Cambridge: Cambridge University Press, 1976; Ann G. CARMICHAEL. Plague and the Poor in Florence. Cambridge: Cambridge University Press, 1986. 18). John F.D. SHREWSBURY. A History of Bubonic Plague in the British Isles. Cambridge: Cambridge University Press, 1971; David E. DAVIS. “The Scarcity of Rats”, cit., nota 12. Vid también HERLIHY, The Black Death and the Transformation, cit., nota 14; y Michael MCCORMICK. “Rats, Communications, and Plague: Toward an Ecological History”. Journal of Interdisciplinary History, XXXIV:I (Verano, 2003): 1-25. 19). HERLIHY, idem; Ann G. CARMICHAEL. “Infection, Hidden Hunger, and History”. Journal of Interdisciplinary History, vol. 14, nº 2. Hunger and History: The Impact of Changing Food Production and Consumption Patterns on Society, (Otoño, 1983): 249-264. 20). Andrew B. APPLEBY. “The Disappearance of Plague: A Continuing Puzzle”. The Economic History Review, New Series, vol. 33, nº 2 (Mayo, 1980): 161- 173; y la respuesta de Paul SLACK. “The Disappearance of Plague: An Al- ternative View”. The Economic History Review, New Series, vol. 34, nº 3 (Agosto, 1981): 469- 476; como la de APPLEBY. “Nutrition and Disease: The Case of London, 1550-1750”. Journal of Interdisciplinary History, vol. 6, nº 1 (Verano, 1975): 1-22; también CARMICHAEL. “Infection, Hidden Hunger”, cit., nota 21. 21). En este período, entre los ’70 y ’80, aparecieron un número considerable de trabajos sobre la peste, vid ZIEGLER, Black Death, cit., nota 5; GOTTFRIED, The black death, cit., nota 5; y Jean Noel BIRABEN. Hommes et la peste en France et dans les pays méditerranéens, París-La Haya: Mouton, 19751976, 2 vols; todos ellos centrados en gran medida en el brote inicial de la peste en 1348. 22). CARMICHAEL. The Plague and the Poor, cit., nota 19; Joseph P. BYRNE. Daily Life During the Black Death. Greenwood Press, Daily Life Through History series. Connecticut: Westport, 2006: 29-31; Margaret HEALY. “Seeing Contagious Bodies in Early Modern London”, capítulo 12 en Darryll GRANTLEY y Nina TAUNTON (eds.). The Body in Late Medieval and Early Modern Culture. Aldershot: Ashgate, 2000: 157-168. 23). HERLIHY. The Black Death and the Transformation, cit., nota 14. La mayoría de artículos de los que se compone el libro fueron originariamente publicados en 1980. 24). CARMICHAEL. The Plague and the Poor, cit. nota 19. 25). Susan SCOTT y Christopher DUNCAN. Return of the Black Death: the world’s greatest serial killer. Chichester: Wiley, 2004; James WOOD, Rebecca FERRELL y Sharon N. DEWITTE-AVIÑA. “The Temporal Dynamics of the Fourteenth-Century Black Death: New Evidence from English Ecclesiastical Records”. Human Biology, vol. 75, nº 4 (Agosto, 2003): 427-448. 26). BYRNE. Daily Life, cit. nota 24: 11. 27). Sobre las dificultades para el diagnóstico histórico vid CARMICHAEL al hablar del diagnóstico histórico de los gusanos, cfr The Plague and the Poor, cit., nota 19: 41-44. En relación a la problemática del retrodiagnosis Jon ARRIZABALAGA. “Nuevas tendencias en la historia de la enfermedad: a propósito del constructivismo social”. Arbor, 558-559-560, 1992: 147-165; y Jon ARRIZABALAGA. “Problematizing retrospective diagnosis in the history of disease”. Asclepio, vol. LIV-I, 2002: 51-70. 28). Suzanne E. HATTY y James HATTY. The Disordered Body: Epidemic Disease and Cultural Transformation. Albany: State University of New York Press, 1999. 29). CAMPBELL. The Black Death and Men of Learning, cit. nota 4. 30). ARRIZABALAGA. “La Peste Negra de 1348”, cit., nota 1: 73-117. 31). Utilizo la traducción al castellano de Francisco José CREMADES. Traducció al castellà del Regiment de preservació e epidemia o pestilència e mortaldats de Jacme d’Agramont. Tesis doctoral, Universidad de Alicante, 2009. Disponible en: http://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/13434/1/tesis_crema des.pdf [consultada 30.09.14]: 272. 32). ARRIZABALAGA. “La Peste Negra de 1348”, cit. nota 35: 116. Mi elipsis. 33). Las iniciativas municipales para frenar el contagio mediante el aislamiento de los enfermos son en algunos casos muy precoces. Ejemplo tenemos en el Capbreu dels uncions, sepultures, caps d’anys e misses de les persones dejus scrits per […] capbrever de la seu de Vic, el cual empieza el 1 de agosto de 1348. En el registro se menciona si la unción se recibe en una casa particular, en el hospital o a los Mortes, lugar donde se recluyó a los contagiosos como medida de urgencia, cfr Robert-Henri BAUTIER. “Un nouvel ensemble documentaire pour I’histoire des pestes du XIVe Siècle: I’exemple de la ville de Vic en Catalogne”. Comptes rendus des estances de I'année 1988, Académie des Inscriptions et Belles-lettres, (Abril-Junio. 1988): 432-455. 34). Sobre la transmisión del conocimiento médico a través de tratados impresos en lengua romance, vid Ian MACLEAN. Logic, Signs and Nature in the Renaissance: the Case of Learned Medicine. Cambridge-New York: Cambridge University Press, 2002, en particular el segundo capítulo: 36-67. 35). Estudios sobre libros de divulgación en Rudolph, M. BELL. How to Do It: Guides to Good Living for Renaissance Italians. Chicago & London: The University of Chicago Press, 1999; y William EAMON. Science and the Secrets of Nature: Books of Secrets in Medieval and Early Modern Culture. Princeton, New Jersey: Princeton University Press, 1994. 36). CIPOLLA. Public Health and the Medical Profession, cit. nota 19: 67-68. 37). Michele SAVONAROLA. I trattati in volgare della peste e dell’acqua ardente: [Ad civitatem Ferarie de preservatione a peste et eius cura; Al divino Leonello marchexe estensse libreto de aqua ardente], edición de Luigi BELLONI, Milano: Industrie grafiche italiane Stucchi, 1953. Detalles biográficos en Massimo ALBERINI. Breve storia di Michele Savonarola seguita da un compendio del suo ”Libreto di tutte le cosse che se manzano”. Padua: Editorial Programma, 1991: 10-33; y Lynn THORNDIKE. “Michael Savonarola” en A History of Magic and Experimental Science, vol. IV, New York: Columbia University Press, 1934: 183-214. 38). SAVONAROLA. I trattati, cit. nota 42: 4: Il perchè li medici valenti sbigotiti sono e ritrosi fati da tal visitatione, e comuniter tal infirmi capitano ne le mane di emperici chel fatto non intendono, imperò ponerò il modo de la MH 17 Coral Cuadrada cura quando infirmati serano […]come medico humano, secundo la parvità del mio inzigno, me asforzarò de scrivere per si factamente, che mi creda ad ognuomo del populo tuo satisfare: richi , poveri e mezani, a quelli chi se lontana, e a quelli chi nella terra e in casa starano. Mi traducción (ésta y las que siguen), mi elipsis. 39). Leonardo FIORAVANTI. Del regimento della peste, dell’eccelente medico et cirugico m. Leonardo Fioravanti bolognese. Nel quale si trata che cosa sia la pes… Venecia: apresso Andrea Ravenoldo, 1566. Sobre su biografía vid William EAMON. “With the Rules of Life and an Enema: Leonardo Fioravanti’s Medical Primitivism”. Judith Veronica FIELD & Frank A.J.L. JAMES (eds.). Renaissance and Revolution: Humanists, Scholars, Craftsmen and Natural Philosophers in Early Modern Europe, Cambridge: Cambridge University Press, 1993: 33; Piero CAMPORESI, Camminare il mondo: Vita e avventure di Leonardo Fioravanti medico del Cinquecento, Milán: Garzanti, 1997; Domenico FURFARO. La vita e l’opera di Leonardo Fioravanti. Bologna: Società Tipografica Editori, 1963. 40). FIORAVANTI. Del regimento, cit. nota 44: 18-19: La prima causa adunque, è, che assendo le genti appestate, i medici non li vogliono curare, per paura di non appestarli, & morire, & cosi non essendo medicate in tempo debito, la infermità cresce con gran furia, & amazza le genti che ne patiscono, & questa è la prima & piu potente causa che la peste fa tanta ruina […] Pochi, anzi rarissimi huomini si trovano, che habbino scritto la verità in materia di peste, & le cause di ciò, son queste, cioè, che gli huomini sapienti, e dotti, & di qualche auttorità nella medicina, non vogliono medicare in tempo di peste, per non mettere la vita sua in pericolo di morte. Mi elipsis. 41). Douglas BIOW. Doctors, Ambassadors, Secretaries: Humanism and Professions in Renaissance Italy. Chicago & London: University of Chicago Press, 2002: 15-16 y 39-40; Shona Kelly WRAY. “Boccaccio and the doctors: medicine and compassion in the face of plague”. Journal of Medieval History, 30 (2004): 301-322. 42). FIORAVANTI. Del regimento, cit. nota 44: 20-21: che tutti i medici andassero a visitarli alle case, & che gli speciali dessero loro le medicine, & fatto questo nuovo ordine la peste non hebbe piu forza, perche subito nacque gran letitia nel cuore alle genti della citta, & cosi la peste fu estinta in tutto. 43). CIPOLLA. Public Health and the Medical Profession, cit. nota 19; Ann G. CARMICHAEL. Plague and the Poor in Florence. Cambridge: Cambridge University Press, 1986; Kristy Wilson BOWERS. “Balancing Individual and Communal Needs: Plague and Public Health in Early Modern Seville”. Bulletin of the History of Medicine, vol. 81 (2007): 335-358. 44). FIORAVANTI. Del regimento, cit. nota 44: 20: Perche le città son piu atte a ricevere corruttione, che le ville che sono aperte: & alle ville non hanno tanto spavento come nelle città, dove si offernano strettissime constitutioni, & ordini, come serrarli in casa, abbruciarli le robbe, mandarli a i lazareti, far andare ibeccamorti per le città, & altre simili cose, che metterebbono terrore nell inferno, non che a gli huomini, & alle donne. 45). FIORAVANTI. Del regimento, cit. nota 44: 37: La quinta & ultima cosa da fare faria il non torli le loro facoltà abbruciandole, come fanno ma conservarle senza danno de’ popoli; ciò facendo non faria chi havesse paura, nè chi la temesse, perche ognuno si crede di restare all ultimo, & di non dover morire. 46). FIORAVANTI. Del regimento, cit. nota 44: 36: La prima delle quali è il non metter loro spavento o paura, come in questa nostra età tutti fanno, cavandoli delle loro case spaventosamente, & mandandoli fuor delle terre a i lazzaretti dove sono infiniti appestati. Per la qual cosa se bene i poveri sfortunati non fossero appestati, quel sol terrore è sofficiente per farli finire presto la vita loro. 47). Giuseppe (o Gioseffo) DACIANO. Trattato della peste et delle petecche: nel quale s’insegna il vero modo che si deè tenere per preseruarsi & curare ciascuno oppresso da tali infirmità: opera singolare & due volte esperimentata nella magnifica città di Vdine gli anni...1556 & 1572..., Publicada appresso Christoforo Zanetti, 1576. Disponible en: http://books.google.es/ books?id=SW4E-xkqv4QC&dq=Trattato+della+peste+et+delle+petecche&hl= es&source=gbs_navlinks_s [consultada 30.09.14]. Sobre el autor vid DACIANO. Trattato della peste. “Prefatione dell’autore ai lettori”; Samuel K. COHN, Cultures of Plague: Medical Thought at the End of the Renaissance. Oxford: Oxford University Press, 2009: 176-177. 48). DACIANO. Trattato della peste, cit. nota 52: 21: erano incerti, se quelli che morivano macchiati solamente di petecchie, fussero morti di peste ò nò: & se poi li restanti di quelle case si doveano consequentemente tenere sequestrate, come gli altri appestati, per il vulgo che dicea, se muoiono di petecchie, adunque non di peste. Per tanto sopra cio fussimo tutti noi Fisici stipendiati di questa Magnifica, & Generosa Communità chiamati alla presentia di due Magnificentie à consultare insieme. 49). CARMICHAEL. Plague and the Poor, cit. nota 48. 50). Vid, por ejemplo, las diversas tentativas de los montepesulanos en Carlo M. CIPOLLA. Chi ruppe i rastelli a Monte Lupo?. Bologna: Il mulino, 1977: 1214. Las autoridades sanitarias también ganaron gradualmente más y más poder para castigar a los infractores de las ordenanzas de salud, incluyendo la tortura, vid John N. HAYS. The Burdens of Disease: Epidemics and Human Response in Western History. New Brunswick (New Jersey): Rutgers University Press, 1998: 56. 18 MH 51). William G. NAPHY. Plagues, Poisons and Potions: Plague-Spreading Conspiracies in the Western Alps, c 1530-1640. Manchester & New York: Manchester University Press, 2002: 22 y 158-159. 52). Evidenciado por David HERLIHY. “Bubonic Plague: Historic Epidemiology and the Medieval Problems”. Samuel K. COHN Jr (ed.). The Black Death and the Transformation, cit., nota 14: 27- 30. 53). Marsilio FICINO. Consilio contro la pestilenzia, editado por Enrico MUSACCHIO, con introducción de Giampaolo MORAGLIA, Bologna: Cappelli editore, 1983; sobre Ficino, vid Charlotte MENDES DA COSTA. “Marsilio Ficino and Medicine” en Friend to Mankind: Marsilio Ficino (1433-1499), London: Shepherd-Walwyn, 1999: 167-180. 54). FICINO. Consilio contro la pestilencia, cit. nota 55: 59: los signos engañan. 55). DACIANO. Trattato della peste, cit. nota 52: 7: Poi che si ritrovano piu specie di maligne, & Pestilenti febbri c’ hanno in se piu, & meno malignità, & contagione mortifera, però fa bisogno per intelligenza di cio considerare anchora le differentie, che tra esse sono; per le quali alcune habbiano maggior forza in uccider l’ huomo, & altre minore. 56). Para la epidemia como manifestación del castigo divino, vid Claudine HERZLICH y Janine PIERRET. Malades d’hier, malades d’ajourd’hui: De la mort collective au devoir de guérison, Paris: Payot, 1984, en especial el primer capítulo: 3-23; Louise MARSHALL. “Manipulating the Sacred: Image and Plague in Renaissance Italy”. Renaissance Quarterly, vol. 47, nº 3 (Otoño, 1994): 485-532; y BYRNE. Daily Life During the Black Death, cit. nota 24: 29-31. 57). SAVONAROLA. I trattati, cit. nota 42: 6: Suono pur alcuni che credono a tal cossa rimedio non essere, ma che Idio solo ziò adopera, quando alcuno di ciò guarisse. 58). Para los problemas de tratamiento de enfermedades consideradas como castigo divino, como la lepra y la peste, vid HATTY y HATTY. The Disordered Body, cit. nota 30: 50-51. Sobre perspectivas escatológicas, vid Robert E. LERNER. “The Black Death and Western European Eschatological Mentalities”. The American Historical Review, vol. 86, nº 3 (Junio, 1981): 533-552. 59). LINDEMANAN. Medicine and Society, cit. nota 12: 11-16, y CIPOLLA. Public Health, cit. nota 19: 23. 60). FIORAVANTI. Del regimento, cit. nota 44: 12: La principale, & piu potente cagione, per la cui viene la peste, è mossa dalla divina bontà, et che ciò sia il vero, non si puo negare che il Creatore del tutto Iddio benedetto, non sia lui il vero motore di tutte le cose create. 61). FIORAVANTI. Del regimento, cit. nota 44: 13: la manda a noi per castigarci de i nostri enormi peccati, che di continuo comettiamo verso la sua divina bontà, come un altra volta ho detto, & per fare che torniamo a lui con tutto il cuore emendandoci dei nostri comessi errori. 62). Michael ROCKE. Forbidden Friendships: Homosexuality and Male Culture in Renaissance Florence. Oxford-New York: Oxford University Press, 1996: 36-40; The Disordered Body, cit. nota 30: 102-104; CARMICHAEL. Plague and the Poor, cit. nota 48: 123-125. 63). Para el conocimiento anatómico y comprensión humoral de las diferencias de género, vid Nancy SIRAISI. Medieval and Early Renaissance Medicine. Sobre todo el cuarto capítulo: “Physiological and Anatomical Knowledge”, Chicago: University of Chicago Press, 1990: 78-114. 64). Sobre la idea de que el comportamiento de las mujeres era en parte por su falta de equilibrio humoral, vid John HENDERS. The Renaissance Hospital: Healing the Body and Healing the Soul. New Haven & London, Yale University Press, 2006: 328. Sobre las calumnias a las mujeres mediante imágenes médicas, vid Monica GREEN. Making Women’s Medicine Masculine: The Rise of Male Authority, en Pre-Modern Gynaecology, Oxford: Oxford University Press, 2008. 65). FICINO. Consilio, cit. nota 58: 59. 66). Barbara SPACKMAN. “Inter musam et ursam moritur: Folengo and the Gaping «Other» Mouth”. Marilyn MIGIEL y Juliana SCHIESARI (eds.). Refiguring Woman: Perspectives on Gender and the Italian Renaissance. Ithaca & London: Cornell University Press, 1991: 19-34. 67). SAVONAROLA. I trattati, cit. nota 42: 63: Lieva el coito et le passioni dello animo; el coito dico, in quanto non ti senta per l’ absenzia di questo molto gravare; pure abbi a memoria il detto d Avicenna, del Libro Terzio delli Animali , che la superflua evacuazione del seme nel coito nuoce più che se ucissi quaranta volte tanto di sangue. 68). FICINO. Consilio, cit. nota 49: 107: Però Aristotile et Galieno dicono che’ e corpi puri sono tali che quasi è impossibile sentino peste, et invero, se la sentono, almeno non ne periscono. 69). FICINO. Consilio, cit. nota 58: 110: Conchiudendo, preghiamo Iddio, donatore della vita et rivelatore delle medicine vere et salutifere, che ci reveli sufficienti rimedi contra la peste, et conservici el dono suo vitale, ad sua laude et gloria. Amen. 70). FICINO. Consilio, cit. nota 58: 79: Non sperare in evacuazione che facci la natura, perchè sono inregolari per la indigestione et furia del veleno; et la natura oppressa fa più quello che può che quello che debba. 71). FICINO. Consilio, cit. nota 58: 58: Però, non si debba in questi tempi mettere tempo alcuno a diseminare e ‘Segni del male, perchè e’ Segni t’ingannano, et la natura non ti aspecta se non corri colli rimedi presto. Diseminación de la peste: revisión científico-historiográfica 72). FICINO. Consilio, cit. nota 58: 59: Et accendesi maxime dove truova grande similitudine di natura, et el corpo pieno d’ imbratti et di vapori fetidi di fuori et di drento, et cibi et omori superflui et apti ad infiammarsi et putrefarsi, et ove è materia calda et umida, et el cuore indebolito per coito et passioni d’ animo, el corpo affaticato al caldo senza modo usato bagnarsi, e’ pori troppo aperti. 73). Sobre el concepto de corrupción cultural vid Mary DOUGLAS. Purity and Danger: an analysis of the concepts of pollution and taboo. New York: Routledge, 2002. 74). FICINO. Consilio, cit. nota 58: 55: Nota che, per intendere rectamente, quando dico quello vapore essere velenoso, tu non creda sia proprio veleno secondo la forma et tucta natura sua, perché tutti gli uomini infermerebbono. Ma è di qualità da diventare facilmente veleno. 75). BIOW. Doctors, Ambassadors, Secretaries, cit. nota 46: 55. 76). SAVONAROLA. I trattati, cit. nota 42: 19: E inanti che più oltra scriva, vogio che se sepia chel preservare da la peste non é altro che preparar li humori del corpo, per modo che se possano deffendere dal veneno di l’ aere e da li vapori putridi, reddendo cussì la virtù forte a resistere. 77). Girolamo FRACASTORO. Hieronymi Fracastorii liber unus de sympathia et antipathia rerum: Item de contagione et contagiosis morbis et eorum curatione libri tres. Lyon: Apud Ioan. Tornaesium & Guil. Gazeium, 1554. Disponible en: http://books.google.es/books?id=EQg6AAAAcAAJ&printsec= frontcover&dq=De+sympathia+et+antipathia+rerum,+liber+unus&hl=es&sa= X&ei=irArVNa-EYXbPdWogKAO&ved=0CCoQ6AEwAQ#v=onepage&q= De%20 sympathia%20et%20antipathia%20rerum%2C%20liber%20unus&f=false [consultada 01.10.14]. Wilmer Cave WRIGHT. Heronymi Fracastorii De contagione et contagiosis morbis et eorum curatione, libri III. New York: Putnam, 1930. Su biografía en John Galbraith SIMMONS. «Girolamo Fracastoro». Doctors & Discoveries: Lives that created today’s medicine. Boston: Houhton Mifflin, 2002. 78). FRACASTORO. De contagione, cit. nota 82: 155-156. 79). FICINO. Consilio, cit. nota 58: 55-58. 80). DACIANO. Trattato della peste, cit. nota 52: 19: Ma di queste cose (per la Dio gratia) in Udine non pur una e seguita. Adunque per sufficiente enumeratione resta, che da cause inferiori, cioe da pura, & semplice contagione la peste Udinese sia proceduta, la quale dalli perfidi, & maladetti Hebrei con le robbe loro ammorbate, & rubbate in Capodistria ne fu portata alle feste della loro Pasqua, che fua lli 26. Marzo MDLV. 81). Vivian Nutton demostró que la idea de contagio existía ya en Galeno y que el mérito de Fracastoro no se debe a la creación de una nueva teoría sino en la sistematización de los conceptos galénicos y su adecuación al contexto histórico de la medicina renacentista, vid Vivian NUTTON. “The Reception of Fracastoro’s Theory of Contagion: The Seed That Fell Among Thorns?”. Osiris, 2nd Series, vol. 6, Renaissance Medical Learning: Evolution of a Tradition. (1990): 196-234. 82). Andrew CUNNINGHAM. “La transformación de la peste: El laboratorio y la identidad de las enfermedades infecciosas”. DYNAMIS. Acta Hispanica ad Medicinae Scientiarumque Historiam Illustrandam, vol 11 (1991): 27-71. 83). París, Bibliothèque national de France MSS Italien 63. Disponible en: http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/btv1b84268111 [consultado 05.10.14]. Citado en: Tammaro DE MARINIS. La biblioteca Napoletana dei re d’Aragona. Milan: U. Hoepli, 1947, vol. II: 31-32; Giuseppe MAZZATINTI. Inventario dei manoscritti italiani delle biblioteche di Francia, Roma: [s.e.], 1886-1888, t. II: 285509. 84). AGRAMONT, Regiment de preservació, cit. nota 32: 250. Mi cursiva. 85). Conservado en la Biblioteca de la Universidad de Manchester, Hebrew MS 6. 86). Enrique B. BARNET. “La peste bubónica”: conferencia pronunciada el día 10 de Abril de 1903 en el Hospital Nº 1. Disponible en: https://archive.org/ stream/lapestebubnica00barn/lapestebubnica00barn_djvu.txt [consultada 05.10.14]. 87). Idem, mis elipsis. 88). LINDEMANN. Medicine and Society, cit. nota 15. 89). Para el debate sobre los historiadores con la tendencia a “la caza de la rata”, vid Mark S. R. JENNER. “The Great Dog Massacre”, en Fear in Early Modern Society, editado por William G. NAPHY y Penny ROBERTS. Manchester-New York: Manchester University Press, 1997: 44-61, como también la “Introduction” de NAPHY y ROBERTS en el mismo libro. Para un ejemplo de un estudio de este tipo, vid David E. DAVIS. “The Scarcity of Rats and the Black Death: An Ecological History”. Journal of Interdisciplinary History, vol. 16, nº 3 (Winter, 1986): 455-470. 90). Jon ARRIZABALAGA. “Nuevas tendencias en la historia de la enfermedad: a propósito del constructivismo social”. Arbor, 558-559-560 (1992): 147165. 91). Kirsten I. BOS, Verena J. SCHUENEMANN, G. Brian GOLDING, Hernán A. BURBANO, Nicholas WAGLECHNER, Brian K. COOMBES, Joseph B. MCPHEE, Sharon N. DEWITTE, Matthias MEYER, Sarah SCHMEDES, James WOOD, David J.D. EARN, D. Ann HERRING, Peter BAUER, Hendrik N. POINAR y Johannes KRAUSE. “A draft genome of Yersinia pestis from victims of the Black Death”. Nature (Octubre, 2011): 506-510. Sobre la paleomicrobiología y sus posibilidades vid la tesis de Hieu Tung NGUYEN. Détection des microorganismes à partir de la pulpe dentaire ancienne. Universidad de Aix-Marseille, 2012. Disponible en: http://www.theses.fr/2012AIXM5031 [consultada 07.10.14]. 92). Alexandre E.J. YERSIN. “La Peste Bubonique a Hong-Kong”. Annales de l’Institut Pasteur 8, 1894: 662-668. 93). Rudolf ABEL. “Was wussten unsere Vorfahren von der Empfänglichkeit der Ratten und Mäuse für die Beulenpest des Menschen?” Zeitschrift fur Hygiene und Infektionskrankheiten 36, 1900: 89-119. 94). COHN. “The Black Death”, cit. nota 4. 95). Georges Raoul BLANC, Marcel BALTAZARD. Recherches expérimentales sur la peste et l’infection de la Puce de l’Homme, Pulex irritans L. Comptes Rendus de l’Académie des Sciences Paris 213, 1941: 813-816, disponible en: http://www.pathexo.fr/documents/BaltaWeb/Balta.pdf/1941n03.pdf [consultado 07.10.14]; Georges Raoul BLANC, Marcel BALTAZARD. “Rôle des ectoparasites humains dans la transmission de la peste”. Bulletin Academie Nationale de Medicine 126, 1942: 446-448, disponible en: http://www.pathexo.fr/documents/ BaltaWeb/Balta.pdf/1942n08.pdf [consultado 07.10.14]. 96). Marcel BALTAZARD, B. SEYDIAN. “Enquête sur les Conditions de la Peste au Moyen-Orient”. Bulletin of the World Health Organization 23, 1960: 157167. Disponible en: http://www.pathexo.fr/documents/BaltaWeb/Balta.pdf/ 1960n147.pdf [consultado 07.10.14]. 97). Robert POLLITZER. “A review of recent literature on plague”. Bulletin of the World Health Organization 23, 1960: 313-400; Linda HOUHAMDI, Hubert LEPIDI, Michel DRANCOURT, Didier RAOULT. “Experimental model to evaluate the human body louse as a vector of plague”. The Journal of Infectious Diseases 194, 2006: 1589-1596; Saravanan AYYADURAI, Linda HOUHAMDI, Hubert LEPIDI, Claude NAPPEZ, Didier RAOULT, Michel DRANCOURT. “Longterm persistence of virulent Yersinia pestis in soil”. Microbiology 154, 28652871. Disponible en: http://nihbrp.com/Citations/completed/HumanHealth EcologyTeam/Reprint/Ayyadurai_Y_Pestis_2008.pdf [consultado 07.10.14]. Nils Ch. STENSETH, Bakyt B. ATSHABAR, Mike BEGON, Steven R. BELMAIN, et alii. “Plague: past, present, and future”. PLoS Medicine 5, 2008. MH 19