Diseminación de la peste: revisión cientíico-historiográica
Coral Cuadrada *
Resumen:
Existe todavía incertidumbre en torno al diagnóstico y a la naturaleza de la peste; algunos estudiosos
se han visto forzados a abandonar las certezas y poblarlas de dudas: de creer que la Peste Negra medieval era en realidad la peste bubónica (aunque con
características inusuales) a constatar que tenemos
pocas evidencias para apoyar el retrodiagnóstico.
Este artículo profundiza en este sentido, no sólo revisando la producción historiográfica, sino también
aportando nuevas interpretaciones que cuestionan
hipótesis anteriores a través de la indagación llevada
a cabo sobre las imágenes coetáneas, cotejadas con
los datos procedentes de las más recientes investigaciones. Se analizan dos tipos de fuentes primarias:
tratados de la peste renacentistas, redactados por
cuatro médicos italianos: Michele Savonarola, Marsilio Ficino, Leonardo Fioravanti y Gioseffo Daciano; e
iconográficas: un manuscrito ilustrado del Decamerón de Giovanni Boccaccio y una Haggadah hebrea
del siglo XIV. Los resultados obtenidos se confrontan
con las investigaciones sobre ADN y micropaleobiológicas más actuales.
The spread of the plague: A sciento-historiographic review
Abstract:
There is still uncertainty about the diagnosis and
nature of the plague; some scholars have been forced
to abandon certainties and be filled with doubts: from
believing that the mediaeval Black Plague was, in reality, the bubonic plague (although with unusual characteristics) to stating that there is very little
evidence to support a retro-diagnosis. This article
looks at this in depth, not only reviewing the historiography but also giving new interpretations which
question previous hypotheses through research on
Introducción: consideraciones
historiográficas
Yo soy la peste,
que todo lo barro, y todo lo ando,
passeandome por toda la Europa,
sin perdonar la saludable España,
afligida de guerras y calamidades,
que allà và el mal donde mas ay,
y todo esto no basta
para castigo de soberbia.
(Baltasar Gracián: El Criticón)
L
a Peste Negra ocupa un lugar especialmente aterrador en la
imaginación histórica. En las últimas décadas, cada vez que reapa-
4 MH
images of the time, comparing them to the most recent investigative data. Two primary sources are
analysed: Renaissance treaties written by four Italian
doctors: Michele Savonarola, Marsilio Ficino, Leonardo Fioravamti and Gioseffo Daciano; and iconography: an illustrated manuscript of the Decameron
by Giovanni Boccaccio and a Hebrew Haggadah from
the XIVth century. The results are compared to the
most recent research on DNA and in micropaleontology.
rece la epidemia, ya sea el ébola,
SIDA, legionelosis, fiebre aviar o gripe
porcina, los historiadores miran hacia
atrás compadeciéndose de la población medieval de 1348, inerme frente
a una enfermedad desconocida y fulminante. El título Muerte Negra fue
acuñado con posterioridad a los sucesos históricos, en el siglo XVIII, un
concepto historiográfico capaz de
transmitir el miedo asociado a la peste
y, paralelamente, el estudio de la epidemia medieval. No fue, pues, una expresión coetánea a los sucesos históricos. Los contemporáneos utilizaron
los vocablos epidemia, pestilencia o
mortalitates sevicia, acompañados
por adjetivos que enfatizaban su intensidad1.
Es indiscutible que la pestilencia
fue una tremenda experiencia social.
Pero existe todavía incertidumbre en
torno al diagnóstico y a la naturaleza
de la enfermedad; algunos estudiosos
de la peste se han visto forzados a
abandonar las certezas y poblarlas de
dudas: de creer que la Peste Negra
medieval era en realidad la peste bubónica (aunque con características
inusuales) a constatar que tenemos
pocas evidencias para apoyar el retrodiagnóstico. Así, la Peste Negra
puede haber sido lo que conocemos
en la actualidad como peste bubónica, o una cepa muy poco habitual
de esta enfermedad, o incluso una infección completamente diferente2. En
otras palabras, en las últimas décadas
Diseminación de la peste: revisión científico-historiográfica
los especialistas de la historia de la
peste han llegado a la conclusión de
que no podemos estar seguros de lo
que fue la enfermedad en los siglos
medievales y renacentistas. Aunque
ello contradiga la asimilación de la
epidemia medieval a la peste bubónica que asoló en particular a la India
y la China de finales del Ochocientos,
teoría aceptada mayoritariamente
por la historiografía del siglo XX. Esta
presunción ha tenido amplias consecuencias, la inferencia de las características de la epidemia del siglo XIX
es una de las asunciones que todavía
hoy suscribe la historia.
El bacilo Yersinia Pestis fue descubierto durante la lucha contra la
peste bubónica en Asia, en lo que se
conoce como Tercera Pandemia3. A
principios de la centuria pasada se
supuso, pues, que la peste bubónica
asiática era la misma enfermedad que
la Peste Negra. Una presunción basada en gran medida en la similitud
de los síntomas: los bubones, ampliamente documentados en determinadas zonas del cuerpo, como las ingles
y las axilas. Sin embargo, incluso al
principio se observaron algunas diferencias; por ejemplo, los cronistas y
los médicos medievales señalaban
que los bubones fueron acompañados
con frecuencia por numerosas manchas y erupciones, las cuales en realidad fueron consideradas un síntoma
de la peste bubónica identificada por
el bacilo4. La discrepancia más notable, no obstante, es que las autoridades medievales y modernas insistían
en que la epidemia se propagaba por
contagio directo de persona a persona, mientras que la transmisión de
la peste bubónica asiática requiere la
presencia a gran escala de ratas y de
sus acompañantes, las pulgas. Entonces, ¿es lícito obviar las observaciones médicas de la época? ¿no eran
válidas sus explicaciones?
Los estudios tradicionales sobre
la pestilencia continúan apoyándose,
a principios del siglo XXI, en las semblanzas entre la peste bubónica y la
peste medieval, aunque el interés se
dirige a la experiencia social de la
enfermedad, con sus consecuentes
descripciones de horror y caos5. Johannes Nohl intentó capturar la atmósfera vivida durante las epidemias
mediante el análisis de crónicas y
otros escritos, tomándolas como narraciones puramente descriptivas, sin
tener en cuenta la retórica política o
moral en ellas implícitas. La obra de
Anna Montgomery Campbell fue una
de las primeras que se centró en los
Tratados médicos de la época. Su trabajo intentó resumir los fundamentos
de la pestilencia tal como los entendieron los médicos coetáneos, aunque a mi juicio se amedrentó y calló
los conceptos que juzgó como supersticiosos. Es innegable que el primer impacto de la Peste Negra
(1348-1353) causó un gran número
de víctimas, pero también fue el responsable de nuevas tendencias económicas, cambios sociales y políticas
públicas inéditas6, un acontecimiento
histórico de gran magnitud, al que
Europa debe un cambio profundo.
Muchos de los estudios realizados
bajo esta perspectiva de análisis se
centran preferentemente en captar
las conmociones subsecuentes al primer azote de la peste a mediados del
Trescientos, aunque su duración continuó mucho más allá del brote inicial. Las visitas recurrentes de la
pestilencia condicionaron la comprensión de la medicina y la enfermedad, así como el rol que los
dirigentes civiles y los médicos tenían
o debían de tener en el control de la
salud pública.
Una de las primeras obras de relevancia, desde el punto de vista de la
historia médica de la epidemia, fue
publicada en 1953 por el Dr. L. Fabian Hirst7, quien trazó la epidemiología medieval a partir de su amplia
experiencia con la peste bubónica de
finales del siglo XIX y principios del
XX. Un estudio que ha sido y es ampliamente citado en trabajos posteriores, ya sea para apoyar, ya sea para
apoyar o refutar la teoría según la
cual ambas afecciones eran la
misma8. Hirst reconoció varias diferencias entre la epidemia medieval y
la contemporánea, e intentó explicarlas. En lo que se refiere a la infección
interpersonal, Hirst lo atribuyó al posible predominio de la peste neumónica, transmitida a través del aire9. El
principal problema de esta hipótesis
es que en 1953 los científicos aún no
habían sido capaces de establecer
como complicaciones secundarias de
la peste bubónica las relativas a la
neumónica. Hirst tomó también nota
de que en la India, Birmania y Ceilán
la proporción de personas que contrajeron la peste neumónica fue inferior al 1 %, o sea que para justificar
las altas tasas de mortalidad de la
Peste Negra, la peste neumónica habría tenido que ser mucho más
común. Señaló asimismo que los síntomas de la peste bubónica y neumónica eran tan diferentes que se podría
hablar de enfermedades distintas, si
no supiéramos de antemano que eran
causadas por el mismo bacilo10. Por
descontado, esto nos conduce a formular la pregunta: los observadores
medievales, que no podían identificar
el bacilo, ni siquiera sospechar de su
posible existencia, ¿hubieran aceptado con tanta facilidad que ambas
fueran la misma enfermedad? A pesar
de las objeciones, el recurso a la peste
neumónica para corroborar el grandísimo contagio en la Edad Media
sigue siendo convincente para algunos historiadores actuales11.
Desde la década de 1960 en adelante, el interés por la epidemia se
centró en los cambios sociales provocados por la enfermedad, en especial
la caída demográfica, la influencia en
la economía y en la disponibilidad de
mano de obra12. Más recientemente
las consecuencias económicas se han
cuestionado13, la historiografía ha
tendido a centrarse en las secuelas locales de la peste, las cuales, si se comparan unas con otras, revelan que los
recursos no variaron tanto en buena
parte de Europa14. Aunque hasta los
’60 y ’70 se continuó insistiendo en el
pánico y el horror generalizados
como descriptores inevitables de la
peste15, parece que los efectos psicológicos de la epidemia no habían sido
tan devastadores como se suponía, ya
que los estudios de casos muestran
que las sociedades afectadas, mermadas, se recuperaban con una relativa
prontitud16. Hoy en día la mayoría de
los análisis que contemplan las medidas de salud pública y/o las respuestas médicas a la Peste Negra, manifiestan con creces que el pánico no
fue universal, sino que en muchos lugares se tomaron medidas racionales
para prevenir y combatir la epidemia,
en función de las posibilidades y la
comprensión de la coyuntura del momento17.
En los ‘80 muchos historiadores
continuaron creyendo que la epidemia medieval se correspondía con la
peste bubónica asiática, aunque la
duda sobre la correspondencia negra/
bubónica fuera formulada ya décadas
atrás. Sin embargo, los patrones de
MH 5
Coral Cuadrada
ambas enfermedades, así como la
desaparición de la pestilencia en
Europa, después de haber sido un
visitante regular, intermitente pero
insistente, del siglo XIV al XVII, comenzaron a provocar perplejidad
entre los estudiosos 18 . Además, se
elaboraron hipótesis para explicar
las discrepancias en las tasas de
mortalidad de ambas epidemias.
Hubo incluso un sector de la historiografía que sugirió que la peste
medieval fue el resultado de una crisis malthusiana. Tras el incremento
poblacional de los siglos XIII y XIV,
dado que este aumento generó una
situación crítica a causa de la insuficiencia de la tecnología disponible,
la cual no podía hacer frente al incremento vegetativo, la enfermedad
vino a ser la respuesta a una situación insostenible19. La teoría de la
crisis malthusiana se utilizó tanto
para tratar de explicar las relaciones entre las tasas de nutrición y
muerte, como para comprender la
desaparición final de la epidemia20.
Estudios de carácter general todavía mantenían la hipótesis de que las
ratas fueron el elemento clave en la
propagación de la Peste Negra, sin
que los funcionarios de la salud y los
médicos de la época tuvieran conocimiento de ello. Por otro lado, los historiadores estaban cada vez más
interesados en las condiciones sociales, mermando el interés por la epidemiología o la propagación de la
enfermedad21. El trabajo de Carlo M.
Cipolla sobre las medidas de salud
pública analizó la evolución de las organizaciones civiles encargadas de la
prevención y control de la sanidad,
para las que la peste era más importante como acontecimiento social
que como una enfermedad identificable. Los historiadores tomaron también nota del hecho de que durante
los siglos XV y XVI los coetáneos comenzaron a entender la epidemia
como una enfermedad de la pobreza
urbana22. Los especialistas, por tanto,
estaban cada vez menos convencidos
de que la peste bubónica hubiera sido
la única responsable de la pandemia
medieval. Más aún, David Herlihy dudaba de que pudiera vincularse el Yersinia Pestis a la Peste Negra23, y Ann
G. Carmichael planteó que, en especial en los siglos XIV y XV, muchas y
diferentes enfermedades fueron diagnosticadas como pestilencias por los
médicos y otras autoridades sanita-
6 MH
rias, cuando en realidad se englobaban bajo el mismo epíteto una miríada de enfermedades contagiosas sin
distinción unas de otras24. Existió,
pues, un vaivén de enfoques entre las
aproximaciones sociohistóricas de la
enfermedad –que incluía la mirada
médica de la época– y el diagnóstico
presentista –cientificista y basado en
el conocimiento sobre la peste contemporánea.
Desde finales del siglo XX y principios del XXI se han sugerido otras
respuestas para lo que realmente fue
la epidemia medieval25, mas toda certeza histórica concluyente acerca de
la enfermedad sigue siendo difícil de
alcanzar. Los datos físicos son difíciles de obtener, aunque existen proyectos destinados a analizar restos
de víctimas medievales y modernas26, como veremos más adelante.
Los historiadores tratan de reanalizar los escritos médicos de la época
sobre la epidemia, asumiendo que se
hace evidente que los parámetros de
diagnosis que las autoridades sanitarias medievales usaron son totalmente ajenos a los de la ciencia y
medicina contemporáneas27. Desde
un punto de vista cultural, en cambio, se estudia con mayor concreción la enfermedad. La peste y las
interpretaciones médicas se enraizaban en las actitudes y cosmovisión de la gente, una muestra la tenemos en la atribución del origen de
la enfermedad a la ira de Dios, a la
intervención maléfica de los judíos
o a la inmoralidad sexual28: los pecados sexuales provocaban la venganza divina, por lo que las actuaciones contra la promiscuidad eran
mucho más severas en tiempos epidémicos. Una consecuencia más de
la mentalidad y la concepción teológica de la enfermedad.
Este trabajo propone la revisión
de los signos y causas de la Peste
Negra que se pusieron de manifiesto
en la Edad Media y el Renacimiento,
a partir del análisis de dos tipos de
fuentes primarias:
a. Escritas: tratados de la peste renacentistas de la mano de cuatro
médicos italianos: Michele Savonarola, Marsilio Ficino, Leonardo
Fioravanti y Gioseffo Daciano.
b. Iconográficas: un manuscrito ilustrado del Decamerón de Giovanni
Boccaccio y de una Haggadah hebrea del siglo XIV.
Los resultados obtenidos se confrontarán con las investigaciones
sobre ADN y micropaleobiológicas
más recientes.
Los Tratados de Medicina en
1348-1350
Anna Montgomery Campbell29 estudió 16 tratados médicos coetáneos
a la Peste Negra, en los años ’20-‘30
del siglo pasado. De esos Consilia extrajo los conceptos que los médicos
universitarios del siglo XIV emplearon. En resumen, el origen de la pestilencia se atribuye al aire, los astros,
los terremotos, o a una causa divina.
Se concede gran importancia a la observación y experimentación, paralelamente a la consideración y/o
rechazo de los clásicos. Jon Arrizabalaga30 estudió en 1991 seis de las
obras más significativas escritas sobre
la peste en las fechas de la epidemia,
las cuales eran parte del elenco de
Campbell: Jacme d’Agramont, Gentile da Foligno, Giovanni da Penna,
Alfonso de Córdoba, el anónimo de
Montpellier y el Colegio de doctores
de París. A partir de Arrizabalaga expongo las principales observaciones
de cada tratado.
1. Jacme d’Agramont. Enunció con
detalle lo que entendía por pestilencia. Dividió con originalidad la
palabra en tres sílabas: pes = tempesta (tormenta); te = temps
(tiempo); lència = clardat (claridad). Concluía: pestilencia era el
tiempo de tempestad que viene de
la claridad (estrellas). Primer origen astrológico.
Se refirió a la pestilencia naturalment entesa, un cambio contranatural del aire, produciendo corrupciones, muertes súbitas y
enfermedades diversas.
Causas terrestres: vientos, putrefacción de cadáveres, aguas, corrupción del aire por vapores de las
entrañas de la tierra, humos telúricos de terremotos. Transporte
por los vientos.
Causas artificiales: envenenamiento deliberado por hombres
malvados.
El aire corrupto entraba en el corazón, pudría la sangre arterial
Diseminación de la peste: revisión científico-historiográfica
que corrompía la sangre restante
y otros órganos.
Difusión: por contigüidad, por
consumo de alimentos empestados y por efecto de los vientos.
Transmisión persona a persona.
Signos: inflamaciones y cambios
del aire, pérdida de cosechas,
comportamientos extraños de los
animales.
2. Gentile da Foligno. Explicó por
qué se daba la enfermedad tras las
guerras, relacionando el orden natural y el moral, tanto para los
efectos como para las causas.
Origen en las conjunciones planetarias, y a un cambio sustancial
del aire, lo que significaba la corrupción completa como resultado de los vapores malos, similar
a la putrefacción de las aguas fétidas o al agua en la que se macera
trigo o lino.
Las corrupciones eran transportadas por los vientos, venían del aire
corrupto en pozos y cavernas, lagunas y estanques, estiércol y putrefacción de cadáveres.
Decía que se formaba una materia
venenosa junto al corazón y pulmón, resultado del aire pestilencial, con capacidad para infectar
todo el cuerpo.
Transmisión por aliento y por la
piel.
Signos: cambios en las conductas
de los animales.
3. Giovanni Della Penna. La pestilencia radicaba en la adustión y
corrupción de la materia colérica
en determinados individuos. Aceptaba el papel del aire en la corrupción, y el influjo de ciertas
conjunciones sobre el aire, pero lo
más importante era la constitución de cada persona.
Rechazó la causa de la materia venenosa de Foligno, su opinión estaba más cerca de la causa del
sobrecalentamiento del aire de
Agramont.
4. Alfonso de Córdoba. Afirmaba la
existencia de causas universales
sólo en dos de las tres pestilencias diferentes que, según su opinión, habían tenido lugar en
1348. Las dos primeras respondían a causas celestes y terrestres, la tercera (el objeto de su
estudio) al envenenamiento de la
comida y bebida por la corrupción deliberada del aire (por un
proceso de fermentación), de
este a las aguas, y de ellas a los
alimentos y bebidas.
Subrayó el poder de auto-multiplicación del veneno.
Negaba el origen en alguna constelación para la tercera pestilencia.
5. Anónimo de Montpellier. El vocablo epidemia procedía del
griego epi = sobre, y demos = continente (o aire corrupto). Concluía que epidemia significaba
peste en el aire, añadiendo que
esta corrupción debía ser consecuencia de causas celestes. Aludió
a una inespecífica constelación de
planetas infortunados, y a un
efecto de un eclipse lunar que
había tenido lugar en el signo de
Leo poco antes del inicio de la
pestilencia.
Transmisión por el aliento y/o la
mirada de víctimas agónicas.
6. Colegio de doctores de París.
Consideraban que la praesens
epidimia sive pestis era el efecto
de un cambio en el aire. La conjunción de tres planetas mayores
–Saturno, Marte y Júpiter– en el
signo de Acuario el 20 de marzo
de 1345 constituyó la corrupción
mortífera del aire circundante.
Con motivo de la conjunción se
elevaron desde la tierra y el agua
vapores corruptos, corrompiendo
el aire.
Mayor posibilidad de infección
según complexión, humores malos
y/o régimen de vida inadecuado.
En relación a las causas, como
efecto de la formación escolástica de
estos médicos, a un acontecimiento
de carácter universal había que atribuírsele necesariamente una causa
universal, lo que les conducía a las
concepciones cosmológicas. Cosmología que se había de combinar con la
cosmovisión cristiana y, por lo tanto,
la causa primera era divina: había
pestilencia porque Dios la permitía.
Sin embargo, no todos los médicos
consideraban que la peste fuera un
castigo de Dios. Una intervención divina que puede resultar extrema, en
las últimas palabras de Agramont: “Y
si tal pestilencia fuese universal a
todas las regiones, digo que sería
grande señal del advenimiento del
hijo de la abominación, es decir, el
Anticristo31”, lo que nos indica el
grado de pánico ante el horrible impacto de la Peste Negra: la constatación del fin del mundo. En sus
conclusiones Arrizabalaga pone el énfasis en señalar que a pesar de la conmoción causada por la grandísima
mortalidad epidémica, los médicos
universitarios se esforzaron por
transmitir sus opiniones y diagnósticos. Es particularmente interesante
su verificación de que, ya desde los
primeros tratados, se encuentra la
idea del contagio como modo de
transmisión de la enfermedad, la cual
se encuentra en la mayoría de los
Consilia. Rechaza la opinión del antagonismo entre el grupo culto de los
doctores académicos –teóricos y aeristas– contra el de las autoridades
municipales medievales –empíricos y
contagionistas–, porque:
difusión aérea y contagio no pueden ser considerados por más
tiempo como concepciones contradictorias sobre el modo de diseminación de la peste, sino más
bien como dos estadios diferentes
y sucesivos de ésta […] las percepciones de unos y otros [médicos universitarios y patriciado
urbano] estuvieron íntimamente
relacionadas32…
añade también que las ciudades estuvieron profundamente influidas por la
cultura médica universitaria, tal
como se refleja en los tratados de
Jacme d’Agramont, Gentile de Foligno y el Colegio de París, dirigidos a
las autoridades y con clara preocupación por la salud pública33.
Discusión
Fuentes escritas: los Tratados de pestilencia en el Renacimiento.
Los tratados sobre la epidemia se
hicieron más populares a partir de
mediados del siglo XV y más aun con
la imprenta, en especial los escritos
en lenguas vernáculas34, convirtiéndose en libros de divulgación científica ampliamente disponibles35. Ofrecen la oportunidad de ver cómo los
autores se dirigen a un público no
académico, preocupado por el azote
de la pestilencia. La gente no sólo
MH 7
Coral Cuadrada
tenía miedo a la muerte, sino que se
interesaba también por el cuidado de
los enfermos, aunque se encontraran
aislados o en cuarentena, interés que
en cierta medida nos transmite la impresión generalizada de haber de paliar la falta de profesionales de la medicina cuando más necesarios eran.
Las personas ansiaban su presencia,
o como mínimo sus saberes. Fueron,
por lo tanto, profundamente criticados cuando huyeron de las ciudades
infectadas, de hecho, en el siglo XVIII
las juntas locales de salud emanarán
leyes prohibiendo la huida de la clase
médica en tiempos de epidemia, bajo
pena de muerte y/o confiscación de
bienes36. Los Consilia, entonces, ayudaron a mitigar las terribles ausencias, aliviando a la población a través
de lo escrito. Michele Savonarola37
(Padova, 1385 - Ferrara, 1468), a mediados del siglo XV, fecha de la redacción de su tratado, se dirigía a los médicos huidos, declarando que escribía
para que sus consejos fueran útiles a
los que habían de permanecer en lugares apestados:
A causa de que los médicos talentosos están estupefactos y son reacios a ser disponibles a la visita
[de la peste] y por lo tanto los enfermos a menudo terminan en
manos de los empíricos que no
entienden la enfermedad, voy a
explicar la manera de curar
cuando hayan enfermado […]
como médico humano [escribiré]
con el fin de satisfacer a todas las
personas: ricas, pobres y medianas, a las que se alejan, y a las que
permanecen en su tierra y en su
casa38.
Más de una centuria después, en
el año 1565, Leonardo Fioravanti39
(Bolonia, 1518-1588) expone lo que
él cree que eran los más graves problemas de la epidemia: el primer
lugar lo ocupaba el abandono de los
médicos. La única forma de ganar experiencia de la enfermedad era quedarse en las ciudades para aprender,
la fuga era la razón del profundo desconocimiento de la enfermedad:
Luego la primera causa es, que estando las gentes apestadas, los
médicos no quieren curar por
miedo de infectarse y morir, y así,
no siendo medicada en el tiempo
preciso, la enfermedad crece con
gran furia, y mata a las gentes que
la sufren, y esta es la primera y la
8 MH
más potente causa del por que la
peste causa tanta ruina […]
Pocos, incluso rarísimos hombres,
se encuentra que hayan escrito la
verdad en materia de peste, y la
causa de esto es por que los hombres doctos y sabios y de autoridad en medicina no quieren
medicar en tiempo de peste, para
no poner su vida en peligro de
muerte40.
Este lamento no era nuevo. Ya en
el siglo XIV, escritores que narraron
la conmoción de la Peste Negra se
quejaron del alejamiento de los médicos, ello explica la hostilidad mostrada por Petrarca o Bocaccio hacia
ellos41. Fioravanti opinaba que si las
autoridades cívicas obligaran a los
doctores a visitar a los enfermos en
sus casas, la pestilencia disminuiría y
los enfermos mejorarían:
que todos los médicos fueran a visitarlos a sus casas, y que los apotecarios les dieran las medicinas,
y hecha esta nueva ordenanza la
peste no tendría más fuerza, por
que rápidamente nacería una gran
alegría en los corazones de la
gente de la ciudad, y así la peste
se extinguiría del todo42.
Fioravanti, el médico-charlatán,
defendió con fuerza otra opinión, en
contra de los gobiernos urbanos y especialmente hacia las medidas impuestas por las Juntas de Salud
–aislamiento, cuarentena– por creerlas perjudiciales al bienestar de la comunidad. Los historiadores actuales
han estudiado la interrupción de la
actividad económica normal a causa
de las cuarentenas, las cuales se aplicaban cuando llegaba la sospecha de
la existencia de peste en otras ciudades, a fin de interceptar la entrada de
viajeros y mercancías supuestamente
infectadas. Por otro lado, una vez declarada in situ la enfermedad, era recomendable aislarse voluntariamente
del resto del mundo para tratar de detener la propagación. Es obvio que
tales prácticas incidieron muy negativamente en la economía urbana, ya
que nadie podía hacer negocios fuera,
y adentro, los movimientos quedaron
muy restringidos. Con frecuencia
todo el comercio se frenó, dependiendo de cuán exitosas lograran ser
las imposiciones de prevención sanitaria43. El problema de estas ordenanzas, según Fioravanti, era que
perpetuaban el clima de terror, ade-
más de hacer más densa la vida y retener la corrupción:
Por que las ciudades son más
aptas a recibir corrupción que las
villas abiertas, y en las villas no
hay tanto miedo como en las ciudades, donde se dan estrechas
constituciones y órdenes, como
encerrarles [a los apestados] en
casa, quemarles sus bienes, mandarles a los lazaretos, haciendo
andar a los sepultureros por la
ciudad y otras cosas parecidas,
que incitan el terror del infierno a
los hombres y a las mujeres44.
Una de las medidas de cuarentena
más impopulares fue la destrucción
de los bienes aparentemente infectados. Al autor del Regimento della
peste no le preocupaba tanto las pérdidas materiales como la desesperación experimentada por los pacientes:
La quinta y última cosa a hacer
sería la de no arrebatarles sus
bienes quemándolos, como se
hace, sino conservarlos sin daño
para la gente; si se hiciera así no
habría quien tuviera miedo ni
temor, por que así cada uno creería que llegaría al final y no habría
de mori45.
Se opuso también a la reclusión
de enfermos en los hospitales, argumentando que tal mandato alargaba
la atmósfera general de pánico:
La primera de ellas es no meterles
espanto ni miedo, como en estos
tiempos hacen todos, sacándolos
de sus casas espantosamente y
mandándoles fuera de la tierra a
los lazaretos donde hay infinitos
apestados. Por lo cual, aunque los
pobres desgraciados no estén
apestados, con solo ese terror es
suficiente para acabar rápido con
su vida46.
Gioseffo Daciano47 (Tolmezzo 1520
- Udine 1576), en cambio, estaba convencido de la difícil tarea a la cual se
enfrentaban los médicos a la hora de
asesorar a las autoridades ciudadanas
sobre las inmediatas acciones a tomar
bajo sospecha de epidemia, en especial respecto a si los habitantes sanos
de casas infectadas debían de ser aislados o no del resto de la población:
No estaban [los funcionarios de la
salud pública] seguros de si los
que morían manchados de pecas
hubieran muerto de peste o no; y
Diseminación de la peste: revisión científico-historiográfica
después si el resto de [los que vivían en] aquellas casas habían de
ser consecuentemente secuestrados, como los demás apestados; el
vulgo que decía que morían de
pecas, pero no de peste. Por tanto
sobre esto fuimos todos nosotros,
Físicos, contratados por esta Magnífica y Generosa Comunidad llamados a la presencia de dos
Magnificencias a consulta48.
Ann G. Carmichael ha sugerido
que las legislaciones urbanas frente a
la epidemia fueron tan entusiásticamente adoptadas porque las élites
aprovecharon la coyuntura para
poner en funcionamiento las normas
y reglamentos capaces de controlar a
los miserables que se agolpaban en
las ciudades49. Si ello fuera cierto se
entiende la postura de Fioravanti de
manera distinta, dado que él creía
que el resultado era el contrario y que
la jerarquía cívica estaba incitando a
la rebelión de los pobres, poniendo en
peligro su bienestar y sus almas. A
pesar de todo, las cuarentenas fueron
consideradas las herramientas más
eficaces para frenar la propagación
pestífera, aunque a menudo fueran ignoradas, esquivadas e incluso saboteadas50. Los funcionarios de la salud
cívica tuvieron que hacer frente al incumplimiento por ignorancia, ya que
la gente no entendía por qué había de
obedecer los edictos. Esto se convirtió en una preocupación general en
toda Europa. En Suiza, por ejemplo,
el temor de las jerarquías cívicas fue
la difusión de la epidemia por desconocimiento51.
Totalmente contrario a las opiniones de Fioravanti, Daciano defendió a
ultranza la importancia del aislamiento como medida de salud, así
como el rol jugado por los médicos en
su implementación. Era un médico
municipal, buscó justificar los controles de la epidemia más detestados
por la población, exponiendo en sus
escritos las razones que los hacían necesarios. Fomentó la confianza subrayando la dificultad que entrañaba la
detección de las pestilencias y la importancia de la experiencia adquirida
mediante las tareas cívicas de los médicos de Udine. Para decidir si la enfermedad a la que se enfrentaban era
“verdadera epidemia” los doctores se
concentraron en los signos específicos
de la peste, los cuales podían manifestarse con muchos síntomas diver-
sos, aunque los médicos renacentistas
nunca fueron demasiado explícitos
acerca de lo que era realmente un
signo claro52. También Marsilio Ficino53 (Figline Valdarno [Fi] 1433 1499, Careggi [Fi]) en la centuria
anterior, comentó la dificultad en determinar los signos de la plaga, al considerar que e’ segni t’ingannano54.
Entre esos signos se encontraba la rapidez de la enfermedad. Si bien la duración no fuera un síntoma muy
específico según los parámetros de los
médicos de entonces, Daciano hizo
hincapié en la celeridad mortífera y
justificó así la urgencia en la aplicación de medidas de cuarentena inmediatas. Hizo también un gran esfuerzo
para categorizar los diferentes tipos
de fiebres pestilentes, y bajo qué circunstancias podían devenir o ser definidas epidemia verdadera:
Hay muchos tipos de fiebres malignas y pestilentes, que tienen
más o menos malignidad y contagiosidad mortífera, pero es necesario, para el conocimiento de
esto, considerar las diferencias
que entre ellas hay; por las cuales
algunas tienen mayor fuerza para
matar al hombre, y otras menor55.
Savonarola trató también de disipar la idea de que la enfermedad
había de sufrirse pasivamente y ser
soportada como una prueba espiritual. Recordemos que la causa divina
era una de las primeras esgrimidas
como explicación de la enfermedad,
desde esta premisa la atención médica podía crear un conflicto en las
conciencias de los pacientes, las personas devotas podrían temer que los
intentos de curación interfirieran los
planes de Dios, dado que la epidemia
había sido enviada como castigo a sus
pecados56. En su tratado, el médico
paduano aborda directamente esta
cuestión, señalando que la medicina
no se enfrenta a los propósitos de
Dios: “Hay algunos que creen que no
hay remedio, que solo Dios puede hacerlo, cuando alguien se cura57.” Insistió en que la gente no debía
quedarse de brazos cruzados, contradiciendo a la vez a las autoridades
eclesiásticas, quienes a veces se pusieron en contra del uso de curas
médicas, argumentando que tales
prácticas podían aumentar la ira de
Yahvé58. En las ciudades italianas se
dieron tensiones entre los grupos dirigentes laicos y las jerarquías reli-
giosas, los primeros imponiendo restricciones a las concentraciones populares
por
el
peligro
que
significaban, las segundas convencidas de que era la única manera de
calmar la cólera divina.
Fioravanti, por su parte, utilizó la
epidemia como una metáfora de corrupción. Presentó una imagen de la
crueldad y el miedo para poner de relieve la degeneración social y la decadencia moral. La epidemia era la
alegoría de la podredumbre, tal como
la enfermedad era el desequilibrio de
los humores. Pestilencias que producían vapores que sumían a los humores en el caos. Las complejas sutilezas
de la teoría humoral constituyeron el
cuerpo teórico de los médicos universitarios, aunque los conceptos básicos eran comunes a todo tipo de
sanadores e incluso a muchos pacientes59. Su tratado sirvió, pues, de
parábola de la degradación moral,
mucho más que los escritos de Savonarola y Ficino en el siglo XV. Aunque
ambos habían afirmado que una existencia temerosa de Dios era vital para
la salud física, evitaron todo comentario político, prudencia que no tuvo
Fioravanti, quien vio a la peste como
la advertencia de Dios para despertar
a las gentes de la corrupción social.
En otras palabras, Dios volvía a ser la
causa primera de la pestilencia: “La
principal y la más poderosa razón por
la cual viene la peste, es por la bondad divina, y esto es verdad, no se
puede negar que el Creador de todo
es Dios Bendito, por que es El el
motor verdadero de todo lo creado60.”
Comparó la epidemia con las plagas
bíblicas y aseguró que la única conclusión que se podía extraer era la de
que Dios había enviado la peste para
castigar los pecados de la gente y lograr así su arrepentimiento: “nos la
envía para castigarnos de nuestros
enormes pecados, que continuamente cometemos contra su divina
bondad, como otra vez he dicho, y
para hacer que volvamos a el con
todo el corazón enmendándonos de
los errores cometidos61”.
Algunos también creían que los
pecados sexuales incentivaban las visitas de la plaga, no en vano Bernardino de Siena predicaba moralidad en
los mismos tiempos, insistiendo en
que la conducta homosexual de los
florentinos provocaba la furia divina,
aunque fueran sólo unos pocos los
MH 9
Coral Cuadrada
que atraían la peste que infectaba a
todos los miembros de la comunidad.
Las transgresiones de las mujeres
acarreaban igualmente la visita de la
epidemia, y desde el siglo XVI la presencia de elementos corruptos como
las prostitutas podían provocar el enfado de Jehová62. La fisiología femenina era considerada inferior, por ser
su saldo humoral húmedo y frío, lo
que comportaba la incapacidad de disipar putrefacciones mediante el
calor y, a la vez, la predisponía a los
humores fétidos63. Este equilibrio humoral inferior hizo a las mujeres más
dispuestas a la peste, pero también
más propensas a un comportamiento
inmoral, lo que aumentaba su riesgo
de infección. Aunque Ficino y Savonarola no las mencionaron directamente, su lenguaje mostraba su
disposición cultural a sugerir que las
mujeres representaban los aspectos
más pecaminosos, emocionales y deshonestos de la humanidad64. Ficino
habló también de los poros abiertos
como condición sumamente peligrosa, ya que a través de ellos se podían aspirar los venenos pestíferos del
aire65; imagen de la mujer denostada
asimismo en la literatura debido a la
excesiva apertura de su cuerpo66. La
pureza moral era la condición de una
existencia libre de pestilencia, a la
cual la comunidad debía de aspirar y,
en consecuencia, la transgresión sexual se convirtió en un peligro social.
La sobriedad, entonces, se exigía
en relación al sexo y a las pasiones de
la mente. Ambos autores afirmaron
que las relaciones sexuales excesivas
eran muy desaconsejables para la
salud. Ficino añadía que debilitaban
el corazón, el órgano que, según su
opinión, era atacado más fácilmente.
Así, animó a la gente a evitar el sexo,
Renuncia al coito y a las pasiones
de la mente; el coito digo, de tal
manera que no te sientas agraviado por su ausencia; ten en
cuenta el dicho de Avicena, del
Libro Tercero de los Animales, que
la superflua evacuación del semen
en el coito hace más daño que
cuarenta purgaciones de sangre67.
El calor que provocaba veneno en
el cuerpo podía proceder de conductas inmorales como la actividad sexual, la emocionalidad exagerada, la
erupción o el baño excesivo, es decir,
las personas que no sabían cuidar de
la salud de su cuerpo y de su alma. In-
10 MH
vocando la autoridad de los maestros
antiguos, enunciaba las implicaciones
morales de sus consejos médicos:
“Pero Aristóteles y Galeno dicen que
los cuerpos puros son tales que casi
es imposible que sientan la peste y,
en efecto, si la sienten por lo menos
no perecen68.” El significado de las
palabras puri corpi no parece ser superfluo, implicaba pureza de espíritu,
de alguien dispuesto a ejercer una estricta mesura en su vida cotidiana.
El Creador se consideró la causa
primera de la peste, como responsable de los fenómenos celestes y
terrestres que se creía que desencadenaban los vapores de peste en el
aire. El orden de importancia de las
causas eran: 1. Dios; 2. Cuerpos celestiales y fenómenos terrestres; 3.
Aire corrupto; y 4. Vida desequilibrada, como habían enunciado los
médicos universitarios medievales.
Tanto Savonarola como Ficino deseaban promover la idea de que Dios no
condenaría a las personas que previnieran y curaran la enfermedad, el
propósito de la literatura epidémica
era realmente poner a disposición de
los no especialistas los tratamientos
adecuados. Savonarola pensaba que
la medicina era una ciencia permitida
por Dios en beneficio de la sociedad,
y Ficino, en el año 1480, hizo también hincapié en el papel de Dios
como proveedor de la curas: “Concluyendo, rogamos a Dios, dador de la
vida y revelador de las medicinas verdaderas y saludables, que nos revele
remedios suficientes contra la peste,
y conserve su don vital, por su alabanza y gloria. Amén69.” Mientras Savonarola estaba más preocupado por
el hecho de que la gente rechazara el
tratamiento médico por temor a enojar a Dios, a Ficino en cambio le inquietaba que las personas confiaran
demasiado en su resistencia natural:
“No se ponga la esperanza en las purgas que haga la naturaleza, por que
son irregulares por la indigestión y la
furia del veneno; la naturaleza oprimida hace más lo que puede que lo
que debe70.” El consejo que da a sus
lectores era simplemente el de no escatimar recursos en tiempos de pestilencia, estuvieran o no seguros de los
signos que la precedían: “Pero no se
debe en ninguno de estos tiempos diseminar los Signos del mal, porque
los Signos engañan, y la naturaleza no
espera si no corres rápido con los remedios71.” Ficino resume la clase de
personas más propensas a la infección, donde incluye un fuerte reproche moral hacia los que no seguían
las recomendaciones de los médicos:
Y se enciende al máximo [la epidemia] donde hay grandes semblanzas de naturaleza y un cuerpo
lleno de impurezas y vapores fétidos por dentro y por fuera, y alimentos y humores superfluos y
aptos a inflamarse y pudrirse, y
donde hay materia caliente y húmeda, y el corazón debilitado por
el coito y pasiones de la mente, el
cuerpo fatigado por el calor y por
el baño sin moderación, y los
poros demasiado abiertos72.
La peste como un fenómeno global que había podrido la naturaleza
antes de atacar la salud de los individuos mediante el envenenamiento
fue recogida por Ficino73, quien
creyó que los vapores habían sido liberados corrompiendo el aire e infectando a todo el mundo por igual.
El vapor –decía– es de una calidad
que puede convertirse fácilmente en
veneno: “Se tenga en cuenta que,
para entender rectamente cuando
digo que el vapor es venenoso, no
crea que sea solo veneno según su naturaleza, por que todos los hombres
enfermarían. Pero tiene calidad de
convertirse fácilmente en veneno74.”
Este concepto de la enfermedad
como vapor o veneno no fue inventado por Ficino, estaba en consonancia con las ideas antiguas de la
medicina humoral, sin embargo fue
un modelo conceptual particularmente adecuado para una enfermedad tan feroz como la peste. El vapor,
o miasma, incluía la idea de que los
malos olores indicaban la presencia
de vapores malignos75. Dado que los
venenos estaban en el aire y era obvio
que nadie podía dejar de respirar, Savonarola aconsejó a sus lectores que:
“Y antes de que escriba otra más,
quiero que sepa que preservar de la
peste no es más que preparar los humores del cuerpo, de modo que puedan defenderse del veneno del aire y
de vapores podridos, convirtiendo así
la virtud más fuerte para resistir76.”
Conocido es que aunque la idea de
que algunas enfermedades se contagian es muy antigua (Tucídides la
menciona en Historia de las guerras
del Peloponeso) la primera teoría racional de la naturaleza de las infecciones se debe a Girolamo Fracastoro77
Diseminación de la peste: revisión científico-historiográfica
(Verona, 1478-1553). En su De contagione (1546) se encuentra una serie
de conceptos acerca del contagio de
algunas enfermedades que justifica la
postura de Fracastoro como el precursor más importante de la teoría infecciosa de la enfermedad. En el capítulo
segundo de su Liber I expone que hay
tres tipos de contagio: por puro contacto; por contacto humano y/o objetos contaminados (sarna, tisis,
lepra…); y a distancia (fiebres pestilenciales, tisis, oftalmias, viruela…).
Llamaba “objetos contaminados” a
cosas como vestidos, ropas de cama,
etc., que aunque no se encontrasen
corrompidos en sí mismos podían albergar las semillas esenciales –seminaria prima– del contagio, y así
producir infección. Para explicar la
infección a distancia Fracastoro presentó la teoría del hálito o de la exhalación, que supone que todos los
cuerpos u objetos están continuamente desprendiendo partículas que
percibimos a través de nuestros sentidos78. Estas insensibilia corpora o
seminaria pueden viajar a distancia
y producir contagio, pero con diferencias importantes: en primer lugar,
las semillas se unen a los humores
con los que tienen afinidad, y en segundo lugar, generan otras semillas similares a ellas mismas hasta que todo
el cuerpo se encuentra afectado. Fracastoro no sólo anticipó de esta manera la multiplicación de los agentes
biológicos de enfermedad dentro del
paciente, sino que además señaló su
especificidad.
Daciano, por su parte, creía firmemente que la contaminación era el
principal medio a través del cual la
epidemia se difundía, una epidemia
que sólo podía ser categorizada como
tal cuando su causa universal, su origen, fuera la corrupción del aire, pero
que a continuación se transmitía a
través del contagio, tal como también
había señalado Ficino79. Observador
atento de la peste de Udine en 1556,
no perdió demasiado tiempo en señalar las posibles causas naturales de la
epidemia, rechazando causas superiores, elementos primarios –aire,
fuego, agua, tierra–, constituciones o
guerras; en su lugar acusó a la comunidad judía, la cual, según su opinión,
había entrado mercancías infectadas
en la ciudad:
Pero estas cosas (por la gracia de
Dios) en Udine se publican aquí
abajo. Aunque al listar resultados
que de causas inferiores, es decir
que la peste de Udine procede de
puro y simple contagio, el cual ha
venido de los bienes de los pérfidos y malditos Hebreos, robados
en Capodistria y traídos en las
fiestas de su Pascua, que fue el 26
Marzo MDLV80.
Estas evidencias, sumadas a los
resultados obtenidos por Arrizabalaga
en su análisis de los escritos de los
doctores universitarios en pleno impacto de la Peste Negra, nos lleva a la
conclusión de que no fue sólo gracias
a Fracastoro y a su teoría del contagio
vivo que los médicos incorporaron a
su discurso las novedades sanitarias
ya practicadas desde mucho tiempo
atrás por los gobiernos municipales.
La difusión aérea y la teoría del contagio no fueron planteamientos antagónicos, sino explicaciones no excluyentes y sucesivas81.
Fuentes iconográficas: las imágenes
de las plagas.
Andrew Cunningham82 advirtió
que cuando a finales del siglo XIX Kitasato y Yersin descubrieron el bacilo que tomaría el nombre de Yersinia Pestis, se transformó la
identidad de esta enfermedad, pasando a ser el agente causal la parte
esencial y fundamental de ella. Entonces, dijo: “la llegada del laboratorio ha conducido que el pasado de la
medicina sea reescrito de acuerdo al
modelo de enfermedad acuñado por
el laboratorio y, por tanto, erróneamente comprendido.” Si bien es
cierto, como se ha expuesto ampliamente en el primer apartado de este
trabajo, que gran parte de la literatura científica y más aún la de divulgación han aceptado sin discusión la
identidad de la peste de laboratorio y
la han aplicado a las pestilencias del
pasado, en base a los síntomas, pese
a sus discordancias. A mi entender,
la única manera de hacer justicia
histórica a la epidemia es partir de
una tabula rasa, sin presupuestos
mórbidos previos, es decir, partir de
un desconocimiento voluntario y deliberado. Si comienzo desde lo que
no sé, entonces concedo la legitimidad de su tiempo a los médicos medievales y renacentistas, a lo que me
transmiten a través de sus observaciones directas y sus escritos. Con
independencia de sus métodos empíricos, de si sus teorías de la medicina humoral eran defectuosas o no
desde el punto de vista de la ciencia
actual y de la medicina científica,
compruebo cómo los médicos de la
época estaban tratando de sanar algo
casi imposible de curar, sin dudar de
su capacidad y su voluntad expresa
de aliviar el sufrimiento de sus comunidades. Desde un punto de vista
kuhniano, podríamos decir que la
enfermedad misma era otra cosa, inseparable del conjunto de creencias
de la época. Es imposible pensar que
se trata de un fenómeno que se agote
bajo el término actual de enfermedad. ¿Dónde empieza el pecado y
dónde acaba la enfermedad en la
Baja Edad Media y la Modernidad? Si
se hubiera “acertado”, por así decirlo, en la época, se hubieran salvado muchas vidas, desde luego,
pero se hubiera arremetido contra
un paradigma religioso y científico
que todavía sostenía la cosmovisión
y la experiencia de sí de las gentes.
En otras palabras, y a modo de símil:
un microscopio electrónico no hubiera sido posible sin la existencia de
un microscopio óptico, y no solo por
una cuestión tecnológica, sino sobre
todo porque nadie creería que lo que
nos muestra fuera real.
Hemos leído los tratados, veamos
ahora qué evidencias nos muestran
las imágenes. Pongo en consideración
algunas de las ilustraciones, dibujos a
plumilla, del Manuscrito copiado en
1427 por Ludovico Ceffini, conservado en la Biblioteca Nacional de
Francia83, seleccionado con el objetivo principal de analizar la presencia
de ratas. En el folio 5 aparece la alegoría de la muerte cabalgando una
mula, portando una guadaña, con la
que siega vidas, al hombro. A sus pies
yacen tres hombres muertos. En el
suelo un escorpión, una serpiente y
una rana (Fig. 1).
En el folio 36 verso se dibujan tres
ahorcados. A sus pies un escorpión,
una rana y un ciempiés (Fig. 2).
He observado todas las ilustraciones de este manuscrito (108 en total)
y estas dos son las únicas en las que
aparecen hombres muertos. Para profundizar sobre el grado de verosimilitud de la representación de los animales, he buscado más figuras en las
que se puedan advertir. En la nº 18,
folio 40, correspondiente a la segunda
MH 11
Coral Cuadrada
Fig. 1: Folio 5 del manuscrito copiado por Ludovico Calfini donde aparece la alegoría de la muerte cabalgando una mula.
Fig. 2: Folio 36 verso del manuscrito copiado por Ludovico Calfini donde aparecen tres ahorcados.
12 MH
Diseminación de la peste: revisión científico-historiográfica
Fig. 3: Folio 40, ilustración 18 del manuscrito copiado por Ludovico Calfini correspondiente a la segunda jornada.
Y sólo en una de estos 108 dibujos, aparece una rata, no asociada en
absoluto a la muerte, en una escena
doméstica, en la figura nº 45, folio
148, segunda jornada (Fig. 5).
16: 13-14. Y vi salir de la boca del
dragón, y de la boca de la bestia, y
de la boca del falso profeta, tres
espíritus inmundos a manera de
ranas; pues son espíritus de demonios, que hacen señales, y van
a los reyes de la tierra en todo el
mundo, para reunirlos a la batalla
de aquel gran día del Dios Todopoderoso.
Podemos preguntarnos el por qué
de esta asociación entre muertos y
cierto tipo de animales. Jacme d’Agramont, en su tratado, señala que
entre las señales que anuncian la pestilencia:
20: 1-2. Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del
abismo, y una gran cadena en la
mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y
Satanás, y lo ató por mil años;
hay todavía muy cierta, esto es a
saber, que las serpientes y las lagartijas y los lagartos y otros reptiles y las ranas están en gran
abundancia y salen de las cavernas de la tierra o del agua más de
lo que tienen acostumbrado. Todavía hay otra señal, que los pájaros huyen de sus nidos y dejan de
empollar los huevos84.
Escorpiones y ciempiés se relacionarían por sus picaduras venenosas. Otra asociación tal vez podría
derivarse de las plagas bíblicas, entre
las que se encuentran las ranas, piojos, moscas, y langostas. En un manuscrito hebreo iluminado de principios (1320?) del siglo XIV85, en el
que se narra el éxodo del pueblo
judío (Haggadah), podemos visualizar las plagas de ranas, piojos y langostas (Fig. 6 y 7).
jornada, podemos ver un gato, un
perro y dos pájaros (Fig. 3).
En la nº 83, folio 292, octava jornada, moscas (Fig. 4).
En el Apocalipsis de san Juan se
cita a ranas y serpientes:
Además sabemos y ha sido así
puesto de relieve repetidamente, que
las autoridades medievales y renacentistas se esmeraron en observar todo
tipo de cambio meteorológico (tormentas, rayos, granizos, mareas, mar
gruesa), astrológico (eclipses), cualquier plaga (langostas, orugas) o cualquier catástrofe (incendios, terremotos), anotando todos y cada uno de
ellos con premura, puntualidad y esmero. Prueba fehaciente de ello la tenemos en los Dietarios municipales,
diarios personales y crónicas. Nunca,
ni en fuentes iconográficas ni escritas
se menciona o se dibuja una plaga o
mortandad de ratas, o que estas hubieran salido de forma descontrolada
de sus madrigueras.
Conclusión
El 10 de abril de 1903, el Dr. Enrique B. Barnet, vocal y secretario de la
Junta Superior de Sanidad y Jefe Ejecutivo del Departamento de Sanidad
MH 13
Coral Cuadrada
Fig. 4: Folio 292, ilustración 83 del manuscrito copiado por Ludovico Calfini relativo a la octava jornada.
Fig. 5: Folio 148, ilustración 45 del manuscrito copiado por Ludovico Calfini correspondiente a la segunda jornada.
14 MH
Diseminación de la peste: revisión científico-historiográfica
de La Habana, pronunció una conferencia que llevó por título La peste bubónica86. Hizo una breve introducción
histórica (subrayando, obviamente,
las primeras medidas sanitarias aplicadas en Florencia y Venecia), para
pasar rápidamente a las epidemias del
siglo XIX. En 1893 en Tonkin y HongKong, poco después en Bombay, Kerrachée y Poonah (India inglesa), “entonces –dijo– fue cuando Yersin y
Kitasato emprendieron sus admirables
investigaciones”, y continuó:
[julio de 1899, Nieuchang] precedida de considerable mortandad
de animales domésticos, como
ratas, perros, gallinas y ganado
[…] [junio de 1899, Oporto]
desde la primavera se había notado una gran mortalidad de ratas
en algunas callejuelas de la ciudad
[…] [julio-septiembre, Santos
(Brasil)] gran mortandad en las
ratas y la aparición de casos humanos […] un número considerable de ratas muertas…87
Esas ratas que nunca asoman en
las fuentes documentales del Antiguo
Régimen.
El predominio de la larga duración de la teoría humoral y el posterior rechazo de todos sus principios
básicos superados por la medicina
científica hizo que resultara difícil
para los estudiosos apreciar en su
justa medida la medicina medieval y
renacentista. Más todavía cuando la
especialidad de la historia de la medicina estaba dominada por médicos
eruditos que escribían historia por
afición, como ocurrió a inicios del
siglo XX. Entonces el principal objetivo era el de resaltar los avances y
el progreso conseguido respecto a la
medicina del pasado88, tendiendo a
buscar las observaciones “correctas”, y a denunciar las que según su
perspectiva eran totalmente erróneas, despreciándolas. Oigamos a
Barnet:
Acumulad con el pensamiento las
innumerables epidemias de peste,
pensad en el rastro de muerte que
ha dejado a su paso en todas partes, recorred los espacios del
tiempo antes y después de la era
cristiana, y sólo encontraréis ignorancia y superstición con respecto á su naturaleza ó su causa,
llegándose por algunos á atribuirla
á “la conjunción de las estrellas”,
Fig. 6-7. Manuscrito hebreo del siglo XIV, en el que se narra el éxodo del pueblo judío.
MH 15
Coral Cuadrada
ó á venganzas de los judíos, y por
algún autor á la influencia de los
Deltas…
En ningún ámbito es más evidente
la aculturación regresiva que entre
los eruditos de las epidemias, así los
médicos-historiadores trataron de encontrar insistentemente referencias a
las ratas y ratones89 en el pasado. Incurrieron, por tanto, en los tres errores que veinte años ha Jon Arrizabalaga90 advertía en la historiografía de
la enfermedad: ontologismo nosológico, presentismo y diagnóstico retrospectivo.
Los esfuerzos de imposición cultural hubieran sido impensables o inútiles de haberse admitido que las
ratas y sus pulgas no fueron forzosamente las transmisoras de la epidemia y que el diagnóstico histórico de
la epidemia bubónica no correspondía a la pestilencia medieval. Pero
para llegar a un planteamiento semejante es indispensable un giro total de
orientación. Un giro tan radical que
implique conceder mayor importancia a la documentación histórica que
a las evidencias científicas de épocas
recientes, en especial las de laboratorio. Requiere respeto y consideración
a los médicos del pasado, sin juzgarlos de superados, supersticiosos o refutables. De haberse tenido en cuenta
sus observaciones, la historia de la
peste hubiera seguido otros derroteros y hubiera obtenido resultados
más acordes con la realidad histórica.
No nos encontraríamos todavía con
explicaciones forzadas para justificar
el rol protagonista de las ratas en la
transmisión de la enfermedad sin encontrar menciones del gran número
de ratas muertas en los documentos
de los siglos XIV-XVI.
En el 2011 un equipo de investigadores de Universidades de Canadá
y de Tubinga, dirigidos por Hendrik
Poinar y Johannes Krause, publicaron
los resultados obtenidos después de
haber logrado extraer el genoma de la
peste bubónica a partir de dientes de
16 MH
cuatro víctimas que murieron en
torno a 134891, enterradas en East
Smithfield, cerca de Londres. El análisis apuntó a que la variante medieval es genéticamente casi idéntica a
las que existen en la actualidad, lo
que sugiere que el patógeno Yersinia
pestis no tenía un ADN que lo hiciera
especialmente letal y que otros factores pudieron ser más determinantes
en su expansión entre 1347 y 1351.
La investigación sugirió que el cambio de clima y su impacto en la salud
humana pudo ser uno de los factores
determinantes.
Yersin creyó que había encontrado el agente causal, no sólo de la
epidemia en Hong Kong en 1894, sino
también el de la Peste Negra y de las
pestilencias posteriores en Europa92.
Esta tesis fue aceptada rápidamente
por los historiadores93, quienes ignoraron las diferencias obvias entre las
descripciones de las epidemias antiguas y contemporáneas en las fuentes
escritas. Cohn ha señalado:
Sin argumentos, los historiadores
y los científicos han tomado la
epidemiología de la epidemia moderna y la han impuesto al pasado, ignorando, negando, incluso
cambiando testimonios coetáneos, tanto narrativos como cuantitativos, cuando entran en conflicto con las nociones de cómo la
epidemia bubónica moderna debe
comportarse94.
Cohn y otros estudiosos, en cambio, proponen dos hipótesis que justifican la imposibilidad de utilizar la
pulga de la rata en la explicación de la
propagación de la enfermedad en la
Edad Media y Renacimiento:
1. Hay una completa falta de evidencia de cualquier implicación de las
ratas y pulgas de las ratas en las
epidemias históricas.
2. La velocidad de transmisión de la
epidemia es totalmente diferente:
mientras que las medievales se
propagan con gran rapidez, las
contemporáneas lo hacen con
bastante lentitud.
Además, un modelo de transmisión alternativa era publicado ya en
la década de 1940 por los expertos de
la peste Blanc y Baltazard en el Institut Pasteur, basándose en estudios de
campo de epidemias en el norte de
África e Irán, y trabajos experimentales con pulgas95; ambos investigadores no encontraron rastros de
ratas o pulgas de las ratas, pero sí
gran cantidad de pulgas y piojos humanos en vestidos y ropas de cama
pertenecientes a los pueblos nómadas que allí vivían96. Demostraron
que la P. Irritans era capaz de transmitir la peste de humanos a conejillos de indias y ratas, y que la Y. Pestis podía permanecer con vida y
virulenta en el suelo. En base a estos
estudios epidemiológicos y experimentales el experto de la OMS Pollitzer concluyó, en 1960, que en zonas
donde hay capas de ropa y falta de
limpieza existe la tendencia al aumento de la infección humana con
ectoparásitos, entonces la P. Irritans
es apta para ejercer una parte importante de la transmisión de la peste.
Esta afirmación se ha visto refrendada en investigaciones más recientes97. Los resultados exponen que los
únicos candidatos a la transmisión
(diseminación en término medieval)
de la epidemia fueron la pulga humana P. Irritans y el piojo humano P.
Humanus, los cuales habitaban sin
lugar a dudas en la gente, los vestidos
y las ropas domésticas de las casas de
la Edad Media y Renacimiento, conducidos a distancias más largas en
cada trayecto o viaje que alguien realizara, o en los bienes transportados. Este modelo de transmisión, a
diferencia del de las ratas, puede explicar también la rápida propagación
de la Peste Negra. Y, en especial, concuerda totalmente con las explicaciones de los Tratados médicos y con
las medidas de política sanitaria que
las autoridades públicas aplicaron.
Diseminación de la peste: revisión científico-historiográfica
Notas:
*
MARC (Medical Anthropology Research Center). Universitat Rovira i Virgili (Tarragona).
1). Jon ARRIZABALAGA. “La Peste Negra de 1348: los orígenes de la construcción como enfermedad de una calamidad social”. DYNAMIS. Acta Hispanica ad Medicinae Scientiarumque Historiam Illustrandam, vol 11 (1991):
79-87.
2). Síntesis de estos temas en Austin Lynn MARTIN. Plague? Jesuit accounts
of epidemic disease in the 16th century. Kirksville (Mo): Sixteenth Century
Journal Publishers, 1996.
3). El término implica una Primera Pandemia (peste de Justiniano, s. VI), y
una Segunda (Peste Negra).
4). Samuel K. COHN. “The Black Death: End of a Paradigm”. The American
Historical Review, vol. 107, nº 3 (Junio, 2002): 26.
5). Johannes NOHL. The Black Death: A chronicle of the Plague Compiled
from Contemporary Sources, trans. C.H. Clakre, London: Unwin Books, 1971;
Anna Montgomery CAMPBELL. The Black Death and Men of Learning. New
York: Columbia University Press, 1931; Johan HUIZINGA. El otoño de la Edad
Media. Madrid: Alianza, 2010 (primera edición en castellano 1978).
6). Philip ZIEGLER. The Black Death. London: Collins, 1969; Robert C. PALMER. English Law in the Age of the Black Death, 1348-1381: A Transformation
of governance and law. Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1993;
Robert S. GOTTFRIED. The Black Death: Natural and Human Disaster in Medieval Europe, London: Collier Macmillan, 1983; William J. DOHAR. The Black
Death and Pastoral Leadership: the Diocese of Hereford in the Fourteenth Century, Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 1995; William J. COURTENAY. “The Effect of the Black Death on English Higher Education”.
Speculum, vol. 55, nº 4 (Octubre, 1980): 696-714; Sylvia L. THRUPP. “Plague
Effects in Medieval Europe: Demographic Effects of Plague: A Comment on J.
C. Russell's Views”. Comparative Studies in Society and History, vol. 8, nº 4
(Julio, 1966): 474-483.
7). L. Fabian HIRST. The Conquest of Plague: A Study of the Evolution of Epidemiology, with foreword by Sir William Macarthur. Oxford: Clarendon Press,
1953.
8). Benedictow lo cita positivamente y Cohn negativamente, cfr. Ole J. BENEDICTOW. “Morbidity in Historical Plague Epidemics”. Population Studies,
vol. 41, nº 3 (Noviembre, 1987): 401-431; COHN. “The Black Death: End of a
Paradigm”, cit., nota 3.
9). HIRST. The Conquest of Plague, cit., nota 6: 29-30.
10). Idem: 35 y 28.
11). Vid Ole J. BENEDICTOW. The Black Death 1346-1353: The Complete History, Woodbridge: The Boydell Press, 2004, quien ni siquiera hace referencia
a los debates existentes en el momento de la publicación del libro.
12). Vid John Malcom William BEAN. “Plague, Population and Economic Decline in England in the Later Middle Ages”. The Economic History Review ,
New Series, vol.15, nº 3 (1963): 423-437; y los ensayos de David HERLIHY.
The Black Death and the Transformation of the West. Cambridge (Mass.): Harvard University Press, 1997.
13). Cfr William M. BOWSKY (ed.). The Black Death: A Turning Point in History? New York: Holt, Rinehart and Winston, 1971.
14). Mary LINDEMANN. Medicine and Society in Early Modern Europe. Cambridge: Cambridge University Press, 1999.
15). Philip ZIEGLER. “Germany: Flagellants and the Persecution of the Jews”.
En The Black Death: A Turning Point in History?, cit., nota 15. Aspectos que
perduran en libros mucho más recientes, vid John KELLY. The Great Mortality:
An Intimate History of the Black Death. London: Harper Perennial, 2005, especialmente los capítulos 11 y 12.
16). En este sentido cabe destacar las conclusiones de Richard W. EMERY para
Perpiñán, cfr “The Black Death of 1348 in Perpignan”. Speculum, vol. 42, nº
4 (Octubre, 1967): 611-623.
17). Carlo M. CIPOLLA. Public Health and the Medical Profession in the Renaissance. Cambridge: Cambridge University Press, 1976; Ann G. CARMICHAEL. Plague and the Poor in Florence. Cambridge: Cambridge University
Press, 1986.
18). John F.D. SHREWSBURY. A History of Bubonic Plague in the British Isles.
Cambridge: Cambridge University Press, 1971; David E. DAVIS. “The Scarcity
of Rats”, cit., nota 12. Vid también HERLIHY, The Black Death and the Transformation, cit., nota 14; y Michael MCCORMICK. “Rats, Communications, and
Plague: Toward an Ecological History”. Journal of Interdisciplinary History,
XXXIV:I (Verano, 2003): 1-25.
19). HERLIHY, idem; Ann G. CARMICHAEL. “Infection, Hidden Hunger, and
History”. Journal of Interdisciplinary History, vol. 14, nº 2. Hunger and History: The Impact of Changing Food Production and Consumption Patterns on
Society, (Otoño, 1983): 249-264.
20). Andrew B. APPLEBY. “The Disappearance of Plague: A Continuing
Puzzle”. The Economic History Review, New Series, vol. 33, nº 2 (Mayo, 1980):
161- 173; y la respuesta de Paul SLACK. “The Disappearance of Plague: An Al-
ternative View”. The Economic History Review, New Series, vol. 34, nº 3
(Agosto, 1981): 469- 476; como la de APPLEBY. “Nutrition and Disease: The
Case of London, 1550-1750”. Journal of Interdisciplinary History, vol. 6, nº 1
(Verano, 1975): 1-22; también CARMICHAEL. “Infection, Hidden Hunger”, cit.,
nota 21.
21). En este período, entre los ’70 y ’80, aparecieron un número considerable
de trabajos sobre la peste, vid ZIEGLER, Black Death, cit., nota 5; GOTTFRIED, The black death, cit., nota 5; y Jean Noel BIRABEN. Hommes et la peste
en France et dans les pays méditerranéens, París-La Haya: Mouton, 19751976, 2 vols; todos ellos centrados en gran medida en el brote inicial de la peste
en 1348.
22). CARMICHAEL. The Plague and the Poor, cit., nota 19; Joseph P. BYRNE.
Daily Life During the Black Death. Greenwood Press, Daily Life Through History series. Connecticut: Westport, 2006: 29-31; Margaret HEALY. “Seeing Contagious Bodies in Early Modern London”, capítulo 12 en Darryll GRANTLEY y
Nina TAUNTON (eds.). The Body in Late Medieval and Early Modern Culture.
Aldershot: Ashgate, 2000: 157-168.
23). HERLIHY. The Black Death and the Transformation, cit., nota 14. La mayoría de artículos de los que se compone el libro fueron originariamente publicados en 1980.
24). CARMICHAEL. The Plague and the Poor, cit. nota 19.
25). Susan SCOTT y Christopher DUNCAN. Return of the Black Death: the
world’s greatest serial killer. Chichester: Wiley, 2004; James WOOD, Rebecca
FERRELL y Sharon N. DEWITTE-AVIÑA. “The Temporal Dynamics of the
Fourteenth-Century Black Death: New Evidence from English Ecclesiastical
Records”. Human Biology, vol. 75, nº 4 (Agosto, 2003): 427-448.
26). BYRNE. Daily Life, cit. nota 24: 11.
27). Sobre las dificultades para el diagnóstico histórico vid CARMICHAEL al
hablar del diagnóstico histórico de los gusanos, cfr The Plague and the Poor,
cit., nota 19: 41-44. En relación a la problemática del retrodiagnosis Jon ARRIZABALAGA. “Nuevas tendencias en la historia de la enfermedad: a propósito
del constructivismo social”. Arbor, 558-559-560, 1992: 147-165; y Jon ARRIZABALAGA. “Problematizing retrospective diagnosis in the history of disease”.
Asclepio, vol. LIV-I, 2002: 51-70.
28). Suzanne E. HATTY y James HATTY. The Disordered Body: Epidemic Disease and Cultural Transformation. Albany: State University of New York
Press, 1999.
29). CAMPBELL. The Black Death and Men of Learning, cit. nota 4.
30). ARRIZABALAGA. “La Peste Negra de 1348”, cit., nota 1: 73-117.
31). Utilizo la traducción al castellano de Francisco José CREMADES. Traducció al castellà del Regiment de preservació e epidemia o pestilència e mortaldats de Jacme d’Agramont. Tesis doctoral, Universidad de Alicante, 2009.
Disponible en: http://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/13434/1/tesis_crema
des.pdf [consultada 30.09.14]: 272.
32). ARRIZABALAGA. “La Peste Negra de 1348”, cit. nota 35: 116. Mi elipsis.
33). Las iniciativas municipales para frenar el contagio mediante el aislamiento
de los enfermos son en algunos casos muy precoces. Ejemplo tenemos en el
Capbreu dels uncions, sepultures, caps d’anys e misses de les persones dejus
scrits per […] capbrever de la seu de Vic, el cual empieza el 1 de agosto de
1348. En el registro se menciona si la unción se recibe en una casa particular,
en el hospital o a los Mortes, lugar donde se recluyó a los contagiosos como
medida de urgencia, cfr Robert-Henri BAUTIER. “Un nouvel ensemble documentaire pour I’histoire des pestes du XIVe Siècle: I’exemple de la ville de Vic
en Catalogne”. Comptes rendus des estances de I'année 1988, Académie des
Inscriptions et Belles-lettres, (Abril-Junio. 1988): 432-455.
34). Sobre la transmisión del conocimiento médico a través de tratados impresos en lengua romance, vid Ian MACLEAN. Logic, Signs and Nature in the
Renaissance: the Case of Learned Medicine. Cambridge-New York: Cambridge
University Press, 2002, en particular el segundo capítulo: 36-67.
35). Estudios sobre libros de divulgación en Rudolph, M. BELL. How to Do It:
Guides to Good Living for Renaissance Italians. Chicago & London: The University of Chicago Press, 1999; y William EAMON. Science and the Secrets of
Nature: Books of Secrets in Medieval and Early Modern Culture. Princeton,
New Jersey: Princeton University Press, 1994.
36). CIPOLLA. Public Health and the Medical Profession, cit. nota 19: 67-68.
37). Michele SAVONAROLA. I trattati in volgare della peste e dell’acqua ardente: [Ad civitatem Ferarie de preservatione a peste et eius cura; Al divino
Leonello marchexe estensse libreto de aqua ardente], edición de Luigi BELLONI, Milano: Industrie grafiche italiane Stucchi, 1953. Detalles biográficos
en Massimo ALBERINI. Breve storia di Michele Savonarola seguita da un compendio del suo ”Libreto di tutte le cosse che se manzano”. Padua: Editorial Programma, 1991: 10-33; y Lynn THORNDIKE. “Michael Savonarola” en A History
of Magic and Experimental Science, vol. IV, New York: Columbia University
Press, 1934: 183-214.
38). SAVONAROLA. I trattati, cit. nota 42: 4: Il perchè li medici valenti sbigotiti sono e ritrosi fati da tal visitatione, e comuniter tal infirmi capitano ne
le mane di emperici chel fatto non intendono, imperò ponerò il modo de la
MH 17
Coral Cuadrada
cura quando infirmati serano […]come medico humano, secundo la parvità
del mio inzigno, me asforzarò de scrivere per si factamente, che mi creda ad
ognuomo del populo tuo satisfare: richi , poveri e mezani, a quelli chi se lontana, e a quelli chi nella terra e in casa starano. Mi traducción (ésta y las que
siguen), mi elipsis.
39). Leonardo FIORAVANTI. Del regimento della peste, dell’eccelente medico
et cirugico m. Leonardo Fioravanti bolognese. Nel quale si trata che cosa sia
la pes… Venecia: apresso Andrea Ravenoldo, 1566. Sobre su biografía vid William EAMON. “With the Rules of Life and an Enema: Leonardo Fioravanti’s
Medical Primitivism”. Judith Veronica FIELD & Frank A.J.L. JAMES (eds.). Renaissance and Revolution: Humanists, Scholars, Craftsmen and Natural Philosophers in Early Modern Europe, Cambridge: Cambridge University Press,
1993: 33; Piero CAMPORESI, Camminare il mondo: Vita e avventure di Leonardo Fioravanti medico del Cinquecento, Milán: Garzanti, 1997; Domenico
FURFARO. La vita e l’opera di Leonardo Fioravanti. Bologna: Società Tipografica Editori, 1963.
40). FIORAVANTI. Del regimento, cit. nota 44: 18-19: La prima causa adunque, è, che assendo le genti appestate, i medici non li vogliono curare, per
paura di non appestarli, & morire, & cosi non essendo medicate in tempo debito, la infermità cresce con gran furia, & amazza le genti che ne patiscono,
& questa è la prima & piu potente causa che la peste fa tanta ruina […] Pochi,
anzi rarissimi huomini si trovano, che habbino scritto la verità in materia di
peste, & le cause di ciò, son queste, cioè, che gli huomini sapienti, e dotti, &
di qualche auttorità nella medicina, non vogliono medicare in tempo di peste,
per non mettere la vita sua in pericolo di morte. Mi elipsis.
41). Douglas BIOW. Doctors, Ambassadors, Secretaries: Humanism and Professions in Renaissance Italy. Chicago & London: University of Chicago Press,
2002: 15-16 y 39-40; Shona Kelly WRAY. “Boccaccio and the doctors: medicine
and compassion in the face of plague”. Journal of Medieval History, 30 (2004):
301-322.
42). FIORAVANTI. Del regimento, cit. nota 44: 20-21: che tutti i medici andassero a visitarli alle case, & che gli speciali dessero loro le medicine, & fatto
questo nuovo ordine la peste non hebbe piu forza, perche subito nacque gran
letitia nel cuore alle genti della citta, & cosi la peste fu estinta in tutto.
43). CIPOLLA. Public Health and the Medical Profession, cit. nota 19; Ann G.
CARMICHAEL. Plague and the Poor in Florence. Cambridge: Cambridge University Press, 1986; Kristy Wilson BOWERS. “Balancing Individual and Communal Needs: Plague and Public Health in Early Modern Seville”. Bulletin of the
History of Medicine, vol. 81 (2007): 335-358.
44). FIORAVANTI. Del regimento, cit. nota 44: 20: Perche le città son piu atte
a ricevere corruttione, che le ville che sono aperte: & alle ville non hanno tanto
spavento come nelle città, dove si offernano strettissime constitutioni, & ordini, come serrarli in casa, abbruciarli le robbe, mandarli a i lazareti, far andare ibeccamorti per le città, & altre simili cose, che metterebbono terrore
nell inferno, non che a gli huomini, & alle donne.
45). FIORAVANTI. Del regimento, cit. nota 44: 37: La quinta & ultima cosa da
fare faria il non torli le loro facoltà abbruciandole, come fanno ma conservarle
senza danno de’ popoli; ciò facendo non faria chi havesse paura, nè chi la temesse, perche ognuno si crede di restare all ultimo, & di non dover morire.
46). FIORAVANTI. Del regimento, cit. nota 44: 36: La prima delle quali è il
non metter loro spavento o paura, come in questa nostra età tutti fanno, cavandoli delle loro case spaventosamente, & mandandoli fuor delle terre a i
lazzaretti dove sono infiniti appestati. Per la qual cosa se bene i poveri sfortunati non fossero appestati, quel sol terrore è sofficiente per farli finire presto
la vita loro.
47). Giuseppe (o Gioseffo) DACIANO. Trattato della peste et delle petecche:
nel quale s’insegna il vero modo che si deè tenere per preseruarsi & curare
ciascuno oppresso da tali infirmità: opera singolare & due volte esperimentata nella magnifica città di Vdine gli anni...1556 & 1572..., Publicada appresso Christoforo Zanetti, 1576. Disponible en: http://books.google.es/
books?id=SW4E-xkqv4QC&dq=Trattato+della+peste+et+delle+petecche&hl=
es&source=gbs_navlinks_s [consultada 30.09.14]. Sobre el autor vid DACIANO. Trattato della peste. “Prefatione dell’autore ai lettori”; Samuel K.
COHN, Cultures of Plague: Medical Thought at the End of the Renaissance.
Oxford: Oxford University Press, 2009: 176-177.
48). DACIANO. Trattato della peste, cit. nota 52: 21: erano incerti, se quelli che
morivano macchiati solamente di petecchie, fussero morti di peste ò nò: & se
poi li restanti di quelle case si doveano consequentemente tenere sequestrate,
come gli altri appestati, per il vulgo che dicea, se muoiono di petecchie, adunque non di peste. Per tanto sopra cio fussimo tutti noi Fisici stipendiati di
questa Magnifica, & Generosa Communità chiamati alla presentia di due
Magnificentie à consultare insieme.
49). CARMICHAEL. Plague and the Poor, cit. nota 48.
50). Vid, por ejemplo, las diversas tentativas de los montepesulanos en Carlo
M. CIPOLLA. Chi ruppe i rastelli a Monte Lupo?. Bologna: Il mulino, 1977: 1214. Las autoridades sanitarias también ganaron gradualmente más y más poder
para castigar a los infractores de las ordenanzas de salud, incluyendo la tortura,
vid John N. HAYS. The Burdens of Disease: Epidemics and Human Response
in Western History. New Brunswick (New Jersey): Rutgers University Press,
1998: 56.
18 MH
51). William G. NAPHY. Plagues, Poisons and Potions: Plague-Spreading Conspiracies in the Western Alps, c 1530-1640. Manchester & New York: Manchester University Press, 2002: 22 y 158-159.
52). Evidenciado por David HERLIHY. “Bubonic Plague: Historic Epidemiology
and the Medieval Problems”. Samuel K. COHN Jr (ed.). The Black Death and
the Transformation, cit., nota 14: 27- 30.
53). Marsilio FICINO. Consilio contro la pestilenzia, editado por Enrico MUSACCHIO, con introducción de Giampaolo MORAGLIA, Bologna: Cappelli editore, 1983; sobre Ficino, vid Charlotte MENDES DA COSTA. “Marsilio Ficino
and Medicine” en Friend to Mankind: Marsilio Ficino (1433-1499), London:
Shepherd-Walwyn, 1999: 167-180.
54). FICINO. Consilio contro la pestilencia, cit. nota 55: 59: los signos engañan.
55). DACIANO. Trattato della peste, cit. nota 52: 7: Poi che si ritrovano piu
specie di maligne, & Pestilenti febbri c’ hanno in se piu, & meno malignità, &
contagione mortifera, però fa bisogno per intelligenza di cio considerare anchora le differentie, che tra esse sono; per le quali alcune habbiano maggior
forza in uccider l’ huomo, & altre minore.
56). Para la epidemia como manifestación del castigo divino, vid Claudine
HERZLICH y Janine PIERRET. Malades d’hier, malades d’ajourd’hui: De la
mort collective au devoir de guérison, Paris: Payot, 1984, en especial el primer
capítulo: 3-23; Louise MARSHALL. “Manipulating the Sacred: Image and Plague in Renaissance Italy”. Renaissance Quarterly, vol. 47, nº 3 (Otoño, 1994):
485-532; y BYRNE. Daily Life During the Black Death, cit. nota 24: 29-31.
57). SAVONAROLA. I trattati, cit. nota 42: 6: Suono pur alcuni che credono a
tal cossa rimedio non essere, ma che Idio solo ziò adopera, quando alcuno di
ciò guarisse.
58). Para los problemas de tratamiento de enfermedades consideradas como
castigo divino, como la lepra y la peste, vid HATTY y HATTY. The Disordered
Body, cit. nota 30: 50-51. Sobre perspectivas escatológicas, vid Robert E. LERNER. “The Black Death and Western European Eschatological Mentalities”.
The American Historical Review, vol. 86, nº 3 (Junio, 1981): 533-552.
59). LINDEMANAN. Medicine and Society, cit. nota 12: 11-16, y CIPOLLA. Public Health, cit. nota 19: 23.
60). FIORAVANTI. Del regimento, cit. nota 44: 12: La principale, & piu potente cagione, per la cui viene la peste, è mossa dalla divina bontà, et che ciò
sia il vero, non si puo negare che il Creatore del tutto Iddio benedetto, non sia
lui il vero motore di tutte le cose create.
61). FIORAVANTI. Del regimento, cit. nota 44: 13: la manda a noi per castigarci de i nostri enormi peccati, che di continuo comettiamo verso la sua divina bontà, come un altra volta ho detto, & per fare che torniamo a lui con
tutto il cuore emendandoci dei nostri comessi errori.
62). Michael ROCKE. Forbidden Friendships: Homosexuality and Male Culture in Renaissance Florence. Oxford-New York: Oxford University Press, 1996:
36-40; The Disordered Body, cit. nota 30: 102-104; CARMICHAEL. Plague and
the Poor, cit. nota 48: 123-125.
63). Para el conocimiento anatómico y comprensión humoral de las diferencias
de género, vid Nancy SIRAISI. Medieval and Early Renaissance Medicine.
Sobre todo el cuarto capítulo: “Physiological and Anatomical Knowledge”, Chicago: University of Chicago Press, 1990: 78-114.
64). Sobre la idea de que el comportamiento de las mujeres era en parte por su
falta de equilibrio humoral, vid John HENDERS. The Renaissance Hospital:
Healing the Body and Healing the Soul. New Haven & London, Yale University
Press, 2006: 328. Sobre las calumnias a las mujeres mediante imágenes médicas, vid Monica GREEN. Making Women’s Medicine Masculine: The Rise of
Male Authority, en Pre-Modern Gynaecology, Oxford: Oxford University Press,
2008.
65). FICINO. Consilio, cit. nota 58: 59.
66). Barbara SPACKMAN. “Inter musam et ursam moritur: Folengo and the
Gaping «Other» Mouth”. Marilyn MIGIEL y Juliana SCHIESARI (eds.). Refiguring Woman: Perspectives on Gender and the Italian Renaissance. Ithaca &
London: Cornell University Press, 1991: 19-34.
67). SAVONAROLA. I trattati, cit. nota 42: 63: Lieva el coito et le passioni dello
animo; el coito dico, in quanto non ti senta per l’ absenzia di questo molto
gravare; pure abbi a memoria il detto d Avicenna, del Libro Terzio delli Animali , che la superflua evacuazione del seme nel coito nuoce più che se ucissi
quaranta volte tanto di sangue.
68). FICINO. Consilio, cit. nota 49: 107: Però Aristotile et Galieno dicono che’
e corpi puri sono tali che quasi è impossibile sentino peste, et invero, se la
sentono, almeno non ne periscono.
69). FICINO. Consilio, cit. nota 58: 110: Conchiudendo, preghiamo Iddio, donatore della vita et rivelatore delle medicine vere et salutifere, che ci reveli
sufficienti rimedi contra la peste, et conservici el dono suo vitale, ad sua laude
et gloria. Amen.
70). FICINO. Consilio, cit. nota 58: 79: Non sperare in evacuazione che facci
la natura, perchè sono inregolari per la indigestione et furia del veleno; et la
natura oppressa fa più quello che può che quello che debba.
71). FICINO. Consilio, cit. nota 58: 58: Però, non si debba in questi tempi mettere tempo alcuno a diseminare e ‘Segni del male, perchè e’ Segni t’ingannano,
et la natura non ti aspecta se non corri colli rimedi presto.
Diseminación de la peste: revisión científico-historiográfica
72). FICINO. Consilio, cit. nota 58: 59: Et accendesi maxime dove truova
grande similitudine di natura, et el corpo pieno d’ imbratti et di vapori fetidi
di fuori et di drento, et cibi et omori superflui et apti ad infiammarsi et putrefarsi, et ove è materia calda et umida, et el cuore indebolito per coito et
passioni d’ animo, el corpo affaticato al caldo senza modo usato bagnarsi, e’
pori troppo aperti.
73). Sobre el concepto de corrupción cultural vid Mary DOUGLAS. Purity and
Danger: an analysis of the concepts of pollution and taboo. New York: Routledge, 2002.
74). FICINO. Consilio, cit. nota 58: 55: Nota che, per intendere rectamente,
quando dico quello vapore essere velenoso, tu non creda sia proprio veleno secondo la forma et tucta natura sua, perché tutti gli uomini infermerebbono.
Ma è di qualità da diventare facilmente veleno.
75). BIOW. Doctors, Ambassadors, Secretaries, cit. nota 46: 55.
76). SAVONAROLA. I trattati, cit. nota 42: 19: E inanti che più oltra scriva,
vogio che se sepia chel preservare da la peste non é altro che preparar li humori del corpo, per modo che se possano deffendere dal veneno di l’ aere e da
li vapori putridi, reddendo cussì la virtù forte a resistere.
77). Girolamo FRACASTORO. Hieronymi Fracastorii liber unus de sympathia
et antipathia rerum: Item de contagione et contagiosis morbis et eorum curatione libri tres. Lyon: Apud Ioan. Tornaesium & Guil. Gazeium, 1554. Disponible en: http://books.google.es/books?id=EQg6AAAAcAAJ&printsec=
frontcover&dq=De+sympathia+et+antipathia+rerum,+liber+unus&hl=es&sa=
X&ei=irArVNa-EYXbPdWogKAO&ved=0CCoQ6AEwAQ#v=onepage&q= De%20
sympathia%20et%20antipathia%20rerum%2C%20liber%20unus&f=false [consultada 01.10.14]. Wilmer Cave WRIGHT. Heronymi Fracastorii De contagione
et contagiosis morbis et eorum curatione, libri III. New York: Putnam, 1930.
Su biografía en John Galbraith SIMMONS. «Girolamo Fracastoro». Doctors &
Discoveries: Lives that created today’s medicine. Boston: Houhton Mifflin,
2002.
78). FRACASTORO. De contagione, cit. nota 82: 155-156.
79). FICINO. Consilio, cit. nota 58: 55-58.
80). DACIANO. Trattato della peste, cit. nota 52: 19: Ma di queste cose (per la
Dio gratia) in Udine non pur una e seguita. Adunque per sufficiente enumeratione resta, che da cause inferiori, cioe da pura, & semplice contagione la
peste Udinese sia proceduta, la quale dalli perfidi, & maladetti Hebrei con le
robbe loro ammorbate, & rubbate in Capodistria ne fu portata alle feste della
loro Pasqua, che fua lli 26. Marzo MDLV.
81). Vivian Nutton demostró que la idea de contagio existía ya en Galeno y
que el mérito de Fracastoro no se debe a la creación de una nueva teoría sino
en la sistematización de los conceptos galénicos y su adecuación al contexto
histórico de la medicina renacentista, vid Vivian NUTTON. “The Reception of
Fracastoro’s Theory of Contagion: The Seed That Fell Among Thorns?”. Osiris, 2nd Series, vol. 6, Renaissance Medical Learning: Evolution of a Tradition.
(1990): 196-234.
82). Andrew CUNNINGHAM. “La transformación de la peste: El laboratorio y
la identidad de las enfermedades infecciosas”. DYNAMIS. Acta Hispanica ad
Medicinae Scientiarumque Historiam Illustrandam, vol 11 (1991): 27-71.
83). París, Bibliothèque national de France MSS Italien 63. Disponible en:
http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/btv1b84268111 [consultado 05.10.14]. Citado
en: Tammaro DE MARINIS. La biblioteca Napoletana dei re d’Aragona. Milan:
U. Hoepli, 1947, vol. II: 31-32; Giuseppe MAZZATINTI. Inventario dei manoscritti italiani delle biblioteche di Francia, Roma: [s.e.], 1886-1888, t. II: 285509.
84). AGRAMONT, Regiment de preservació, cit. nota 32: 250. Mi cursiva.
85). Conservado en la Biblioteca de la Universidad de Manchester, Hebrew MS 6.
86). Enrique B. BARNET. “La peste bubónica”: conferencia pronunciada el día
10 de Abril de 1903 en el Hospital Nº 1. Disponible en: https://archive.org/
stream/lapestebubnica00barn/lapestebubnica00barn_djvu.txt [consultada
05.10.14].
87). Idem, mis elipsis.
88). LINDEMANN. Medicine and Society, cit. nota 15.
89). Para el debate sobre los historiadores con la tendencia a “la caza de la
rata”, vid Mark S. R. JENNER. “The Great Dog Massacre”, en Fear in Early
Modern Society, editado por William G. NAPHY y Penny ROBERTS. Manchester-New York: Manchester University Press, 1997: 44-61, como también la “Introduction” de NAPHY y ROBERTS en el mismo libro. Para un ejemplo de un
estudio de este tipo, vid David E. DAVIS. “The Scarcity of Rats and the Black
Death: An Ecological History”. Journal of Interdisciplinary History, vol. 16, nº
3 (Winter, 1986): 455-470.
90). Jon ARRIZABALAGA. “Nuevas tendencias en la historia de la enfermedad: a propósito del constructivismo social”. Arbor, 558-559-560 (1992): 147165.
91). Kirsten I. BOS, Verena J. SCHUENEMANN, G. Brian GOLDING, Hernán A.
BURBANO, Nicholas WAGLECHNER, Brian K. COOMBES, Joseph B. MCPHEE,
Sharon N. DEWITTE, Matthias MEYER, Sarah SCHMEDES, James WOOD,
David J.D. EARN, D. Ann HERRING, Peter BAUER, Hendrik N. POINAR y Johannes KRAUSE. “A draft genome of Yersinia pestis from victims of the Black
Death”. Nature (Octubre, 2011): 506-510. Sobre la paleomicrobiología y sus
posibilidades vid la tesis de Hieu Tung NGUYEN. Détection des microorganismes à partir de la pulpe dentaire ancienne. Universidad de Aix-Marseille,
2012. Disponible en: http://www.theses.fr/2012AIXM5031 [consultada
07.10.14].
92). Alexandre E.J. YERSIN. “La Peste Bubonique a Hong-Kong”. Annales de
l’Institut Pasteur 8, 1894: 662-668.
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