Editorial
Superficies de las imágenes: resistencia e imaginación política
Bermúdez Dini, Renato; Culp, Edwin
Renato Bermúdez Dini
Edwin Culp
Designio. Investigación en diseño gráfico y estudios
de la imagen
Fundación Universitaria San Mateo, Colombia
ISSN-e: 2665-6728
Periodicidad: Semestral
vol. 5, núm. 2, 2023
designio@sanmateo.edu.co
URL: http://portal.amelica.org/ameli/journal/554/5544275009/
© Fundación Univeristaria San Mateo
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Superficies de las imágenes: resistencia e imaginación política
La disputa por las imágenes y la imaginación es uno de los terrenos más vitales en los que se juegan las prácticas
de la resistencia política en la actualidad. Los violentos escenarios de precarización y extractivismo de la vida
empobrecen la experiencia y dificultan su recuento y visibilización. Las imágenes parecen condenadas a estar
al servicio del espectáculo mediático, a mostrar la victimización o a inundar el espacio visual de evidencias
inconsecuentes. Sin embargo, lejos de renunciar a las imágenes por su superficialidad, las prácticas críticas
pueden dar cuenta de ellas a través de las tensiones de sus superficies: de las apariencias y el aparecer, de la
desaparición, la conformación de evidencias, la afectación, la resonancia y la fricción. El problema no es tanto
que sobren imágenes, sino más bien que se ha debilitado la capacidad de imaginar (Bottici, 2018).
En su afán extractivista y de incremento del flujo de capitales, el capitalismo globalizado precariza la
experiencia de vida al punto de traducirla en apenas jirones o residuos que difícilmente pueden narrarse.
La sobresaturación de imágenes y relatos va acoplada con la poca capacidad que tienen para conducir a la
acción y al empoderamiento de la experiencia. Allí donde el despojo ha dejado solo residuos de evidencia
(Parrini, 2016), donde la violencia de género inmoviliza al cuerpo (Lara, 2021), la desaparición forzada
impide el rastreo (Culp, 2019; Brinkman-Clark, 2019), la migración se vuelve inenarrable (Lynes et al.,
2020), y el extractivismo arrasa todo territorio (Ruiz y Ramonetti, 2020); hay que volver sobre las imágenes
y las representaciones que quedan, mirar insistentemente en aquellas que ocluyen y se conforman para no
dejar ver. Sostenemos, pues, que la relevancia de suspenderse en las superficies radica en detenerse en el
umbral incómodo entre exterioridad e interioridad, no para desgarrar esas superficies, tampoco para anular
las imágenes, sino para volver a inscribir su capacidad de imaginar como forma de resistencia política.
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abierta de la comunicación científica
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Designio, 2023, vol. 5, núm. 2, Octubre-Marzo, ISSN: 2665-6728
Este dossier, titulado Superficies de las imágenes, propone repensar la superficialidad de las imágenes como
terreno donde se despliegan estrategias críticas de resistencia, disputa o afectación desde las preguntas por
el aparecer, los usos de la imaginación, las improntas del archivo o los modos para incidir en los imaginarios
extractivistas. El dossier fue dividido en dos entregas para poner en contigüidad las resonancias entre las
distintas contribuciones a esta convocatoria, tanto desde su dimensión estética como política. En el primer
número presentamos una selección de investigaciones que giran en torno a las tensiones superficiales que se
despliegan en las imágenes y las prácticas artísticas para interrogar otras formas de relacionarnos con la verdad
y las apariencias, sin insistir en su contraposición sino habitando sus yuxtaposiciones. Al reunir esos artículos
se hace evidente que sus preocupaciones se emplazan en las posibilidades sensibles que todo ello supone, pero
se deja ver también la necesidad de cuestionar las condiciones políticas en las que dichas discusiones cobran
forma en nuestra convulsa realidad. Es precisamente a ese debate inscrito en un horizonte político a lo que
prestamos atención en este segundo número.
Como sostenemos en el primer número, no podemos contraponer la superficie a lo profundo porque
“debajo de la superficie solo hay más superficie” (Best y Marcus, 2009, pp. 8-9). En este número nos interesa
expandir este argumento para precisar que lo que se produce entre esas múltiples capas son procesos de
levantamiento, fricción y sublevación en los que las imágenes y la imaginación política desempeñan un papel
fundamental para la conformación de otros mundos e imaginarios posibles (Didi-Huberman, 2020).
Por imaginación política entendemos aquí “la capacidad radical de concebir las cosas de otra manera y
construir proyectos políticos alternativos” (Bottici, 2014, p. 1). No se trata de una operación abstracta del
pensamiento, sino de la articulación de acciones necesarias para incidir en las condiciones materiales de la
realidad. En ese sentido, la imaginación opera como “la posibilidad de conceptualizar las prácticas sociales
compartidas” (Lara, 2021, p. 57), y al mismo tiempo como la capacidad de intervenir críticamente en esas
conceptualizaciones para replantear las materialidades y discursividades que sostienen su infraestructura.
Estas conceptualizaciones están atravesadas por distintos modos de producción y circulación de imágenes
que dan forma a las disputas de nuestra vida cotidiana. Por eso nos interesa indagar aquí en la movilización
de deseos y afectos que constituyen las esferas de insurrección micropolítica (Rolnik, 2019), así como las
fricciones que se produce entre espacios heterogéneos y contiguos (Tsing, 2005). Entendida de esta forma,
la imaginación ya no sería vista como una facultad meramente individual sino como una capacidad colectiva
para crear y transformar que alberga “gérmenes de otros mundos en estado virtual” (Rolnik, 2019, p. 47).
Las discusiones en torno a la imaginación suelen posicionarla en la dicotomía entre su condición subjetiva
y su posibilidad de construir imaginarios colectivos (Bottici, 2018). Sin embargo, sugerimos aquí otra
posibilidad intersticial para la imaginación que permitiría entenderla como “una capacidad [material] que
se trabaja, se ejercita para ampliar su campo y desde él engendrar realidades, superficies y adherencias” (Soto
Calderón, 2022, p. 64). Es decir, se trata de un espacio de convergencia donde se cruzan deseos, fantasías y
ficciones con arriesgados experimentos de relacionalidad que apuestan por un mundo radicalmente distinto.
Nos referimos a la imaginación como un lugar donde “todo fluye y se derrumba, [donde] todo siempre vuelve
a salir a la superficie” (Didi-Huberman, 2009, p. 47), puesto que es en esa irrupción insistente donde se
despliega el potencial político de las imágenes y las posibilidades de resistencia que habitan en sus tensiones
superficiales.
Situándonos desde estas coordenadas políticas de la imaginación, buscamos resaltar las formas de
colaboración de las resistencias, pero también sus inevitables conflictos y polémicas. Para singularizar esta
sincronía de procesos sociales implícitos en la política de la imaginación, recurrimos a la noción de conjunción
de Franco “Bifo” Berardi (2012), caracterizada como “el encuentro y la fusión de figuras redondas e irregulares
que andan furtivamente su camino, sin precisión, repetición ni perfección” (p. 125). El filósofo sostiene que
mientras que la conexión es un proceso meramente mecánico y funcional en el que los elementos interactúan
pero siguen distinguiéndose entre sí, en la conjunción lo que ocurre es que “las singularidades se transforman
(...), se convierten en algo diferente a lo que eran antes” (p. 124). Es precisamente ese proceso de contagio
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de la conjunción el que nos interesa enfatizar en la politicidad de la imaginación: se trata de una operación
superficial que pone en relación con cosas que no podían vincularse de antemano. Proponemos entender a las
imágenes y la imaginación como esa práctica de conjunción superficial en la que se da lugar a la “conspiración
y solidaridad”, en términos de Berardi (2012), para habitar espacios intersticiales.
Ahora bien, ¿de qué modo el estudio crítico de las imágenes y la imaginación podría dar cuenta de estas
conjunciones de la resistencia y la sublevación? Las contribuciones reunidas en este segundo número del
dossier intentan responder a esta pregunta planteando distintas posibilidades para un tentativo método
crítico de las superficies. Se trata de aproximaciones metodológicas que interrogan las condiciones en las
que la imaginación conjuga y yuxtapone distintas superficies para producir espacios de (des)encuentro y
diferencia. Este posible método crítico de las superficies implicaría rehuir a todo esencialismo que suponga
construcciones identitarias o determinaciones territorializadas del lugar. Los textos de este número conducen
la producción de imágenes que parten desde estrategias de la arteterapia, la creación colectiva o las prácticas
populares más allá de un rol apaciguador donde la imagen sutura desde la superficie el malestar o la herida.
En su lugar, podríamos decir que estos métodos se acercan a una descripción topológica en la que las
coordenadas del lugar o los anclajes de la subjetividad devienen funciones críticas que van más allá de la
pacificación de un territorio concreto o de la restitución identitaria. Su acercamiento a las superficies no
se queda en mera reparación banal; en cambio, se vuelcan hacia rigurosos análisis de la heterogeneidad,
las hendiduras o la fragilidad como potencias políticas en las superficies. Esta topología da cuenta de la
incertidumbre de identidades vacilantes, intersticiales, incalculables de antemano; se hace cargo de los
tránsitos, las proximidades, las adherencias y los huecos como funciones que atentan contra la homogeneidad
del espacio o de la subjetividad. Así, ante la folclorización de la producción creativa indígena aparece la
función del caracol y sus formas de arte kol-lek-tivas, ante el acoso al cuerpo femenino, la función de la
callejera, ante la ilegalidad del cuerpo migrante, las imágenes y los imaginarios de mujeres que se han logrado
arraigarse, ante la depresión y la ansiedad derivadas del productivismo capitalista, la plasticidad de la pintura
y la poesía.
Este método crítico busca hacerse cargo de las tensiones que supone encontrar más superficies debajo de,
sobre, junto a, en las superficies, es decir, procura reflexionar desde la extensión, en las zonas de contacto que
producen constelaciones de sentido múltiples y en constante expansión. Solo al superar la dicotomía de lo
superficial como lo contrario a lo profundo podremos desplegar toda la potencia política de las imágenes al
reconocer las múltiples formas de articulación de sentidos que sugiere su contingente aparecer. Las formas
de resistencia e imaginación entre superficies evitan el cierre definitivo de lo político y la representación,
esquivan su saturación homogénea y hegemónica en los términos propuestos por Ernesto Laclau y Chantal
Mouffe (1985). No buscamos privilegiar la superficie como impenetrable, sino evidenciar sus intercambios,
hendiduras y permeabilidades. Así pues, los métodos críticos que se esbozan en las contribuciones de este
número exploran terrenos en los que las imágenes no operan como mecanismos de producción de acuerdos
a través de narrativas claras y precisas. Se trata en cambio de un método que produce fronteras en suspenso
(Mezzadra y Neilson, 2017), que procura traducciones complejas y propicia desbordamientos para que la
imaginación instituya otras realidades.
Entendemos el carácter crítico de este método en los términos en los que Judith Butler (2001) relee a
Michel Foucault: se trata de la crítica como la doble tarea de “mostrar cómo el saber y el poder operan
para constituir un modo más o menos sistemático de ordenar el mundo con sus propias ‘condiciones de
aceptabilidad de un sistema’, pero también ‘para seguir los puntos de ruptura que indican su aparición’” (párr.
38). En ese doble ejercicio situamos a la condición crítica de la imaginación como proceso político, en tanto
que evidencia el estado de las cosas al mismo tiempo que explora sus posibilidades de quiebre. Desde esta
perspectiva, las investigaciones que componen este segundo número del dossier interrogan las condiciones
materiales en las que las imágenes y la imaginación producen fricciones entre superficies que resisten a
los más violentos mecanismos de marginación, extractivismo y precarización. El número comienza con la
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contribución de Francisco De Parres Gómez y Francesca Cozzolino, “Arte e imaginación política: reflexiones
a partir del movimiento zapatista en México”, en la que se destaca la efectividad que han tenido las estrategias
de comunicación desarrolladas por las comunidades autónomas zapatistas (Chiapas, México), en términos
de la construcción colectiva de un imaginario político que se plasma en las distintas superficies que les
brindan sus experimentaciones artísticas: carteles, murales y demás artefactos visuales. Los autores analizan
estas manifestaciones de la estética zapatista que parten de la figura del caracol para destacar las disputas y
formas de resistencia que se articulan a través del cruce entre lo artístico y lo político. Se trata de un trabajo
que contribuye a los debates anticoloniales desde las comunidades originarias, en unas coordenadas que lo
enmarcan en las luchas del anticapitalismo, el antipatriarcalismo y el antirracismo, en el entendido de que
abogar por un cambio de sistema requiere forzosamente otras formas de imaginación social y de autogestión
cultural. Su apuesta se orienta hacia una definición de lo colectivo artístico en el zapatismo, para la que toman
el término lingüísticamente híbrido de kol-lek-tivo, donde la función de resistencia artística excede, por una
parte, a la folclorización del arte indígena como artesanía y, por otra, al elitismo artístico.
Le sigue “Del flâneur, pasando por la flâneuse a la callejera. La potencia crítica-creativa de una categoría
teórica feminista-decolonial y del método andariego en el reconocimiento de la ciudad”, de María del Carmen
Bustos Garduño, quien propone una categoría teórica de la callejera, partiendo de una lectura feministadescolonial para reimaginar metodologías de aproximación al espacio público. En su propuesta retoma el
imaginario del flâneur y su contraparte femenina, la flâneuse, para posicionarse críticamente respecto a la
presencia de cuerpos de mujeres que ocupan el espacio público y rehabilitarlos desde el gozo corporal, la
complicidad entre mujeres, el saber compartido y la resistencia política. La autora sugiere recurrir a las andanzas: un caminar que deviene danza entre el arte y la performance, que pone en práctica en una exploración
comunitaria con mujeres del pueblo de Coatetelco (Morelos, México). Allí las mujeres experimentan con el
andar como forma lúdica, erótica y también espiritual, interrogando las posibilidades del método andariego
para enfrentar las complejidades de la violencia en el espacio.
Por su parte, el trabajo de Georgina García Crispín, “Imaginarios de la migración. Un viaje sin retorno”,
hace un recuento de la experiencia de cinco mujeres mexicanas que emigraron a Estados Unidos en la
década de 1990 a través de la metodología de la investigación narrativa para destacar sus propias voces en la
reconstrucción de relatos que den sentido a las complejidades de este fenómenos y, más específicamente, para
evidenciar lo que hay en juego en la construcción y circulación de los imaginarios en torno a la migración. A
través de narraciones orales y visuales por medio de dibujos, la autora se aproxima a las vivencias de estas cinco
mujeres para señalar que no es tanto el propio proceso de migración lo que llega a empoderar sino, más bien,
el imaginario en torno a la migración, es decir, las expectativas y deseos que, sin embargo, después entran en
conflicto con la realidad y los nuevos códigos culturales a los que resulta difícil adaptarse pero eventualmente
conducen a un nuevo empoderamiento, ya insertas en ese nuevo contexto. Su investigación subraya el rol de
las mujeres en el proceso migratorio y posterior arraigo. El artículo interroga la agencia de estas mujeres no
solo en el plano material del tránsito de la migración sino, también, en las superficies de las imágenes y lo
imaginado que se va desplegando a través de sus narraciones y dibujos.
Finalmente, el texto de William Grigsby Vergara, “Conectados y medicados: la práctica artística en la
era del psicofármaco”, analiza el consumo de psicofármacos como paliativo que asegura la productividad en
estados de ansiedad y depresión en la contemporaneidad. Grigsby se pregunta por las posibilidades críticas
de la práctica artística como una forma de resistencia a las lógicas del capitalismo que fractura las superficies
de la salud mental. El artículo contribuye a esta discusión desde una perspectiva autoetnográfica, pensando
el papel del autor a la vez como artista y paciente psiquiátrico, al rescatar sus propias experiencias en torno
a la precarización de la vida en la actualidad. Se trata de un trabajo que reivindica la manera en la que
las prácticas artísticas se hacen cargo de la vulnerabilidad del paciente psiquiátrico para convertirla en una
potencia creativa desde donde explorar otras formas de vida en resistencia activa. A la hiperconectividad
capitalista, con sus nodos y conexiones invisibles, Grigsby opone las superficies de la depresión y la ansiedad,
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llenas de contigüidades y materialidades que se oponen a la productividad. La propuesta es volver sobre la
práctica artística y la espiritualidad como formas de resistencia a esta conectividad productivista.
Los trabajos aquí reunidos exploran las posibilidades de un método crítico de y desde las superficies para
“abrir el presente e interrumpirlo” (Soto Calderón, 2020, p. 27). Analizar esos procesos de conjunción como
el encuentro de elementos disímiles permite enfatizar la potencia política que se despliega en lo superficial, en
lo inmediato y más evidente, en las imágenes que aparecen intensa e insistentemente ante nuestros ojos y que
reconfiguran sutilmente nuestras relaciones sensibles con el resto del mundo. En este dossier hemos resaltado
la politicidad de lo estético porque, como bien ha señalado Berardi (2012), “la sensibilidad es (…) la facultad
que nos permite relacionarnos con entidades que no están compuestas por nuestra materia, que no hablan
nuestra lengua” (2012, p. 121). Sin embargo, si hemos insistido en ese carácter relacional no ha sido solo para
destacar sus articulaciones armónicas: también sus potenciales conflictos y diferencias. El método crítico de (y
desde) las superficies que hemos esbozado aquí no procura encuentros precisos y perfectos, sino agitaciones,
disturbios y resistencias. Después de todo, ¿no es la sublevación aquello que irrumpe en la superficie, lo que
quiebra y rearticula sus conjunciones de formas insospechadas?
Analizar la superficie de la imagen, la representación, el relato o el cuerpo permite pensarlos más allá de
sus relaciones con la verdad, de su capacidad de ser huellas de algo más, de su obligación como evidencia. Sin
pruebas de la atrocidad, recuperar la materialidad de la imagen como superficie conduce a una crítica que
no busca suspender o interrumpir su relación de representación, sino que se articula en la red de tensiones
entre imágenes, entre escena y documento, entre cuerpo y relato. Al abordarla desde su superficialidad, de
ningún modo se trata de menoscabar o debilitar la imagen o la representación, menos aún, de sustituirlas por
la presencia inmediata y el referente directo. Lo que proponemos con este dossier es explorar esas tensiones
de la superficie y sus mediaciones como aquellas que dan forma a la materialidad misma de la representación.
Compuestos líquidos como el agua presentan en su superficie una serie de tensiones y características que son
muy distintas de lo que ocurre al interior. Del mismo modo, nuestra aproximación supone prestar atención
a lo que sucede ahí en lo más evidente, en las tensiones entre las superficies de las imágenes, para desde ese
despliegue pensar críticamente la incidencia de esas formas de representación.
Sería ingenuo plantear una lucha contra la precarización, la violencia, el despojo y la extracción que
no se debata también en el terreno de las imágenes y la imaginación. Aunque el capitalismo conlleva una
invisibilización de sus mecanismos, en su fase más avanzada esto ocurre por medio de una paradójica
sobresaturación de imágenes. Por ello, como ha señalado Georges Didi-Huberman (2008): “hace falta
imaginación para volver a ver las imágenes y, por lo tanto, para volver a pensar la historia” (p. 310). Hay que
volver a mirar las imágenes existentes para ser capaces de imaginar lo inimaginado, de ver lo nunca antes
visto. Resta seguir imaginando las imágenes que tenemos y también las que nos faltan (Quignard, 2015), para
invocar las transformaciones del presente y las formaciones de posibles futuros.
***
Los dos números de este dossier forman parte de los trabajos del proyecto “Tensiones superficiales.
Estudios críticos de la imagen y la representación”, apoyado por la Dirección de Investigación y Posgrado
de la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México. Los editores desean manifestar su agradecimiento a
todos los colaboradores de este proyecto que formaron parte de la concreción de este dossier.
Referencias
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