Hispania, 2016, vol. LXXVI, nº. 253, mayo-agosto, págs. 415-444
ISSN: 0018-2141, e-ISSN: 1988-8368, doi: 10.3989/hispania.2016.013
El negocio del siglo. Los judeoconversos y la renta de la seda del Reino
de Granada (siglo XVI)*
Enrique Soria Mesa
Universidad de Córdoba
hi2hisal@uco.es
RESUMEN:
La renta de la seda de Granada fue uno de los principales impuestos españoles durante la Época Moderna. La investigación en que se basa este artículo demuestra que la gran mayoría de los arrendadores de impuestos
que encontramos en su gestión fueron parientes cercanos entre sí. Además,
todos ellos fueron judeoconversos que no sólo se enriquecieron con esta
actividad económica, sino que la utilizaron para progresar socialmente.
PALABRAS CLAVE: Reino de Granada; Seda; Judeoconversos; Parentesco.
The business of the century. The «Judeoconversos» and the Renta de la Seda in the
Kingdom of Granada (XVIth century)
ABSTRACT: The renta de la seda in Granada was one of the most relevant taxes in
Early Modern Spain. The research in which this article is based on,
shows that most of the tax farmers involved in managing the «Renta de la
Seda» were close relatives. Furthermore, all of them were «judeoconversos» and took advantage of this economic activity not only to enrich
themselves but also to progress in society.
KEY WORDS:
Kingdom of Granada; Silk; «Judeoconversos»; Kinship.
————
* Abreviaturas: Archivo de la Curia Diocesana de Granada (ACuG), Archivo Diocesano
de Sevilla (ADS), Archivo de la Diputación de Granada (ADG), Archivo Histórico Nacional
(AHN), Archivo General de Indias (AGI), Archivo General de Simancas (AGS), Archivo de
la Real Chancillería de Granada (ARChG), Archivo de Protocolos del Colegio Notarial de
Granada (APG). Este trabajo se inscribe en el marco del proyecto de investigación «Nobles
judeoconversos (II)». La proyección patrimonial de las élites judeo conversas andaluzas
(HAR2015-68577), financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad.
416
ENRIQUE SORIA MESA
LA RENTA DE LA SEDA
La importancia que tuvo la producción y la comercialización de la seda en
el emirato nazarí y posteriormente en el reino castellano de Granada sólo es
comparable a la gran transcendencia de la renta de la seda, la particular tributación ejercida por el estado cristiano sobre el producto de carácter suntuario.
Una de las principales elaboraciones artesanales de Granada, y por ende de
toda la Península, es tema aparentemente bien conocido en sus rasgos generales. Y desde hace tiempo, pues llamó tanto la atención de los grandes historiadores de la economía del siglo pasado como de especialistas locales.
La Renta de la Seda, concretamente, ha sido uno de los principales campos
de análisis de los investigadores que se han acercado a la cuestión, debido por
supuesto a la gran importancia que tuvo en el concierto del erario regio de los
Habsburgo. En un inicio, a través de las frías relaciones contables del Archivo
General de Simancas. Más adelante, mediante el estudio del impacto local de
unas contribuciones en ocasiones más que excesivas, insertas en el delicado
juego de poder entablado en las tierras meridionales del Imperio entre moriscos y cristianos viejos.
Sin embargo, más allá de cuentas, cifras y fechas, prácticamente nada se
sabe de los protagonistas del arrendamiento de una de las principales rentas
de la Corona española. Conocemos sus nombres, y los estudios más recientes
parecen haber completado la nómina de los arrendatarios. Mas de ellos, denominaciones aparte y en algunos casos su oriundez, prácticamente nada sabemos. Ni de su origen social, su procedencia étnico-religiosa, su genealogía
y contexto familiar, sus relaciones entre sí, que casi siempre las hubo aunque
han pasado desapercibidas prácticamente en su totalidad.
Dicho de otro modo, hace falta un estudio social de la Renta de la Seda de
Granada, centrado en los protagonistas de los colosales arrendamientos a que
su gestión dio lugar. Y que haga hincapié en el factor judeoconverso a ella
asociado, algo clave como veremos pero que ha sido ocultado por la larga
sombra de los moriscos. Una vez más, la historia del reino granadino, que
tiene como eje a la población de origen islámico, ha dejado en la penumbra el
muy relevante aporte de los otros cristianos nuevos, los de progenie hebrea,
que tanta trascendencia tuvieron. Y que en este caso, protagonizaron por
completo esta particular parcela económica. Veámoslo.
ESTADO DE LA CUESTIÓN
Tras una larga etapa de abandono historiográfico, a mediados del siglo XX
emerge con luz propia la Renta de la Seda de Granada como un tema digno de
Hispania, 2016, vol. LXXVI, nº. 253, mayo-agosto, págs. 415-444, ISSN: 0018-2141, e-ISSN: 1988-8368, doi: 10.3989/hispania.2016.013
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estudio. Y curiosamente no lo hace, como hubiera sido lo lógico, emanando
de los estudios de eruditos locales o de profesores de la Universidad granadina, sino que los investigadores que la empiezan a situar en el mapa son foráneos al territorio o incluso extranjeros.
Obras como Los Banqueros de Carlos V de Ramón Carande dedican un
buen espacio a la seda de Granada, y lo mismo sucede con la continuación de
sus estudios hacendísticos, esta vez de mano de Modesto Ulloa1. En ambos
casos, los respectivos autores son plenamente conscientes de la trascendencia
que tuvo este impuesto particular en el conjunto de las rentas del estado castellano durante el siglo XVI. Por fechas parecidas estaba editando un documentado estudio sobre la cuestión, pero desde la órbita malagueña, Francisco Bejarano Robles2, mientras que un interesante artículo del hispanista Kenneth
Garrad ponía en relación la crisis de la seda con el levantamiento morisco de
las Alpujarras y la extensión de la rebelión a lo largo de todo el territorio del
antiguo emirato nazarí3. Todo ello, del mayor interés, pero aún así se trata de
estudios limitados en cuanto a su ambición y sus aportaciones; sin embargo,
el camino a seguir ya estaba trazado.
Un cuarto de siglo después comienzan a proliferar estudios de mayor calado sobre la seda de Granada, por un lado, y sobre la renta derivada de tal producción manufacturera y tráfico comercial. Es entonces cuando surge el libro
clásico, de todos citado, de Manuel Garzón Pareja sobre la industria sedera de
Granada, obra que debido a su deficiente distribución editorial no ha tenido el
impacto que mereciera4.
Años después, sobre todo en la década de los noventa del siglo pasado, diferentes investigadores del ámbito medievalista y modernista fueron realizando aportaciones de diverso calado sobre el tema. Así, Ladero Quesada, Vera
Delgado, Torres Fernández, Castillo Fernández y Muñoz Buendía…5. A destacar entre todos ellos las excelentes interpretaciones del fenómeno, situadas
en su adecuado contexto, de José Enrique López de Coca Castañer y de Ángel
Galán Sánchez6.
Empero, el autor que más y mejor ha estudiado la Renta de la Seda ha sido
el profesor almeriense Félix García Gámez7, autor de una serie de artículos
del mayor interés que no sólo abarcan el período clásico (época mudéjar y
————
1
CARANDE THOVAR, 1977. ULLOA, 1977.
BEJARANO ROBLES, 1951.
3 GARRAD, 1956.
4 GARZÓN PAREJA, 1972.
5 LADERO QUESADA, 1988. VERA DELGADO, 1986. TORRES FERNÁNDEZ,
1995. CASTILLO FERNÁNDEZ y MUÑOZ BUENDÍA, 2000.
6 LÓPEZ DE COCA CASTAÑER, 1991; 1996. GALÁN SÁNCHEZ, 2006.
7 GARCÍA GAMEZ, 1998; 2001; 2003-2004; 2004; 2007.
2
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siglo XVI), sino que nos transportan de lleno al Seiscientos, mérito indiscutible de entrada pues en esa etapa tardía sólo contábamos con algunos datos
proporcionados por el hispanista James Casey en sus interesantes estudios
sobre la Granada moderna8.
Trabajos sobre la seda hay, por tanto. Mas en casi ninguno de ellos se
aborda el aspecto social de la cuestión9. O este ni se menciona, o las interpretaciones son imprecisas e insuficientes. No por culpa, algunas veces, de los
autores, a los que no ha interesado esta perspectiva, ni tenía por qué vista la
metodología que fundamentaba sus estudios. Pero es un gran vacío. Y más en
una época en la que las compañías comerciales tienen como es conocido una
clarísima vertiente familiar, y cuando el arrendamiento de rentas fue, ya empieza a asumirse, una de las principales formas de acumulación de riqueza y,
posteriormente, una eficaz plataforma para el ascenso social.
Es por ello por lo que he decidido centrar mi análisis en este terreno. Plantear de forma general y mediante el recurso de una ingente documentación de
archivo, aquí citada expresamente en un ínfimo porcentaje, qué hubo, socialmente hablando, detrás del negocio de la seda granadina. Y lo que hubo, ya se
anticipa, fue un entramado familiar, continuado durante cien años, y un monopolio judeoconverso, con idéntica duración. Fue el negocio del siglo, si así
se me permite llamarlo.
TOLEDANOS
La renta de la seda de Granada fue, sin duda alguna, un negocio toledano.
Durante el siglo XVI, eso sí, pues después cambia radicalmente el perfil social de los arrendatarios10, dividiéndose en grupos mucho más heterogéneos y
fragmentados. El Seiscientos mezclará con altibajos a los mal llamados marranos portugueses con los sempiternos genoveses, los moriscos tardíos y con
grupos de mercaderes locales aparentemente cristiano viejos…
Más en la centuria anterior, todos o casi todos los arrendadores procedieron de la Ciudad Imperial. O bien eran vecinos de la misma y desde esa atalaya mercaban con el sur peninsular, o bien siendo naturales de ella, se asenta-
————
8
CASEY, 2008.
Nada particular de lo que estudiamos, pues lo mismo sucede en líneas generales con
otros estudios de valor sobre la seda y todo lo que le rodea en el ámbito de otros territorios de la
Corona de Castilla. Es el caso de BRUMONT, 2009. La excepción, MIRALLES MARTÍNEZ,
2002.
10 Por mera comodidad, usaré indistintamente en este artículo los términos arrendatario
y arrendador con idéntico significado, el de tomador de una renta, pues así lo establece el
DRAE y, además, en la documentación de la época arrendador aparece con el doble valor de
dador y tomador.
9
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ron en tierras granadinas (Granada, Motril, Vélez Málaga…), manteniendo
durante largo tiempo relaciones de todo tipo con su solar natal. Incluyendo el
establecimiento durante generaciones de enlaces matrimoniales con sus parientes en la ciudad del Tajo.
Nada raro, si atendemos a la enorme importancia que tuvo la producción sedera en el Toledo bajomedieval y moderno, algo manifestado sucesivamente
por los distintos historiadores que han trabajado tan relevante urbe castellana
desde esta perspectiva11. La importancia de la seda toledana explica la presencia en Granada, y los beneficios y la producción granadinos justifican el sostenimiento de Toledo como centro mercantil y artesanal durante largo tiempo.
Pero los toledanos no sólo destacaron en el nivel fiscal, sino que la mayoría
de los mercaderes granadinos dedicados a la seda, de forma total o parcial (se
solía alternar con el tráfico de otras mercancías textiles) provinieron de Toledo. En los protocolos notariales nos aparecen centenares de nombres, y eso
sólo para el siglo XVI. Pero no es mi propósito aportar listados sin mayor
sentido, sino que intentaré integrarlos, en la medida de lo posible, de forma
grupal. Pues no son individuos aislados los que traficaban con seda, sino que
tanto actuando por libre como en forma de compañías comerciales, lo que se
observa una vez que se cruzan los datos de archivo son las omnipresentes
relaciones familiares.
Más que personas, pues, hablamos de extensas parentelas, emigradas desde Toledo en momentos distintos, unos inmediatamente tras la conquista de
Granada, otros a lo largo de las décadas centrales del Quinientos, algunos a
raíz de la repoblación derivada de la expulsión de los moriscos… En unos
casos, por motivos meramente económicos; en otros, posiblemente para escapar a tierras mas amigables inquisitorialmente hablando.
Y tales parentelas se conformaron con la combinación de varias familias
distintas, pertenecientes a distintos linajes que en muchos casos ya venían
entrecruzándose durante generaciones, incluso desde la icónica fecha de
1391. Pues como veremos más adelante todos ellos son cristianos nuevos,
conversos de judíos, conformadores de la poderosa mesocracia toledana y,
por extensión, de un alto porcentaje de la élite local granadina.
Apellidos como Cepeda, Alcocer, San Pedro, Ortiz, Acre, De la Fuente,
Hurtado, Velluga… se repiten como una salmodia en los documentos relacionados con el comercio de la seda. Y no sólo constan entre los registros notariales, vendiendo y comprando, prestando y dando poderes, sino que se hallan
por doquier en las innúmeras dispensas matrimoniales del correspondiente
fondo documental del Archivo Diocesano de Granada. Bulas pontificias que
permiten la consanguinidad entrecruzada, a veces de forma brutal, que entre
————
11 MONTEMAYOR, 1996. RODRÍGUEZ DE GRACIA, 2002. SANTOS VAQUERO,
1998; 2009.
Hispania, 2016, vol. LXXVI, nº. 253, mayo-agosto, págs. 415-444, ISSN: 0018-2141, e-ISSN: 1988-8368, doi: 10.3989/hispania.2016.013
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los granadinos y toledanos, todos del mismo origen geográfico antes o después, se da hasta principios del siglo XVII.
La relación entre Toledo y la seda de Granada la advirtieron algunos de los
principales historiadores que han analizado el tema. Desde los datos de archivo, casi todos del fondo de protocolos notariales y del archivo catedralicio,
proporcionados por José Carlos Gómez-Menor Fuentes12, hasta los trabajos
científicos de autores como Linda Martz, David Alonso García y Julián Montemayor13. Pero estos estudios, de buena factura, no han hecho sino acercarse
a la superficie de un fenómeno histórico de gran calado que sin duda alguna
merece mayor atención.
Un buen ejemplo de estos clanes toledanos dedicados al trabajo de la seda
en todas sus vertientes lo encontramos entre los Oseguera, un linaje oriundo
de aquella ciudad y transplantado a comienzos del siglo XVI a la de Granada,
al calor de las oportunidades surgidas tras la conquista. Aunque para ser más
exactos, mejor sería hablar de una extensa parentela que de un linaje, pues
parece haber muchas familias distintas compartiendo apellido pero no varonía,
ya que parece que usaron esta denominación en primer lugar bastantes individuos por herencia materna.
Debieron de asentarse en el territorio meridional muy tempranamente,
pues ya encontramos en 1543 a Alonso de Oseguera, beneficiado de la iglesia
de la Encarnación de Lújar, pequeña aldea de la tahá alpujarreña de Órgiva,
permutando su beneficio con el de la parroquia de San Nicolás de Granada,
que a la sazón era propiedad de Hernando de Barragán14. Por otro lado, sabemos que Rodrigo Ponce de Ocampo, caballero veinticuatro de Granada y caballero de Santiago (1535), noble zamorano, hijo de conquistadores, se desposó con la toledana doña Juana de Vargas, asentada en Granada sobre 1515.
Esta dama era hija de Pedro Gómez de Oseguera y de María de Vargas, ambos hijos de sendos jurados de Toledo15.
En Toledo los Oseguera disfrutaban desde antiguo de una destacada posición en la mesocracia local. De hecho, conformaron una de las principales
dinastías de escribanos locales, con conexiones en el cabildo urbano, pues
también fueron jurados y fieles ejecutores16. Todo ello, entre finales del siglo
————
12
GÓMEZ-MENOR FUENTES, 1970a; 1970b.
MARTZ, 2001. ALONSO GARCÍA, 2005. MONTEMAYOR, 1996.
14 AGS, Cámara de Castilla, legajo 269, exp. 49. De la figura de este beneficiado, nos da
algunas noticias GARCÍA PEDRAZA, 2002: 324.
15 AHN, Órdenes, Santiago, exp. 4010 (Juan Hurtado de Ocampo y Oseguera, 1568).
16 AGS, Registro General del Sello, 17 de noviembre de 1502, título de fiel ejecutor del
estado de los ciudadanos de Toledo a Diego Hernández de Oseguera por renuncia de Juan
Hernández de Oseguera, su tío. Este Juan Hernández de Oseguera ostentaba ese cargo desde
1484 por resignación de Ruy Sánchez Cota, miembro de la célebre estirpe confesa de su
apellido, AHN, Órdenes, Santiago, exp. 4010, 8 de julio de 1484.
13
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XV y comienzos del XVI, época en la que más brillaron, tal y como nos indica Palencia Herrejón, para quien:
Los Oseguera constituyen una dinastía muy particular de escribanos, representan la familia de hombres de letras que alcanzó una destacada posición social y un
alto grado de influencia en los ámbitos de decisión institucionales de Toledo hacia
1500, en particular en el Colegio de Escribanos y en la propia ciudad17.
Escribanos, sí, pero en absoluto ajenos al universo mercantil, pues sabemos que efectuaron inversiones y transacciones del mayor interés, ambiente
en el que podemos insertar a la perfección a los hombres y mujeres que desde
Toledo emigraron a la ciudad de Granada, en búsqueda sin duda de oportunidades económicas. Sin poder enlazarlos a todos en un único esquema genealógico, debido a la enorme complejidad que muestra este grupo (señal más que
probable de ser, aunque parientes, miembros de distintas familias), bastará
para demostrar la relación secular de los Oseguera con la seda de Granada
una breve relación de personas y circunstancias.
Así, personajes de relieve en la vida local de la Granada del Siglo de Oro
como Francisco de Oseguera, que aparece como mercader en torno a 158818;
Gaspar de Cuadros y Oseguera, mercader a fines del Quinientos19; Alonso de
Oseguera Hinojosa, que a la vez fue escribano de Su Majestad y jeliz de la
seda, nacido alrededor de 157620; o Bartolomé de Oseguera, jeliz en la Alcaicería en 165721, y don Luis de Oseguera, mercader y yerno de mercaderes de
seda a mediados del Seiscientos22.
Pero no únicamente constan estos cinco varones, sino que muchas de las
mujeres de la parentela casaron con mercaderes de seda. Relaciones, eso sí, que
muchas veces se hurtan al investigador en los documentos más «oficiales»,
quedando registrados en los prosaicos registros notariales. Sucedió así con doña
María de Oseguera, quien al testificar en 1622 a sus avanzados 85 años de
edad, en el proceso de beatificación de San Juan de Dios, declaró ser viuda de
Francisco Fernández de Aranda, sin añadir ocupación alguna a su difunto esposo. Si cruzamos los datos, encontraremos que éste no fue sino mercader de
sedas, como se proclama en varios documentos entre 1580 y 160823.
————
17
PALENCIA HERREJÓN, 1999: 817.
APG, G273, fol. 141.
19 Dote de Gaspar de Cuadros y doña María de Padilla, APG, G305, fol. 2570.
20 En 1626 testifica en un pleito sobre la escribanía de la Renta de la Seda, indicando tener
más de 50 años y ser vecino de la parroquia de la Magdalena, ARChG, legajo 2411, pieza 11.
21 APG, G765, fol. 191.
22 APG, G724, fol. 186. El testamento se otorgó el 16 de agosto de 1651.
23 ADG, libro 7799, fol. 143; APG, G230, fol. 443; AGI, Contratación, legajo 5308, exp.
2, fol. 19. Como mercader y jurado se presenta en AHN, Inquisición, legajo 1441, exp. 9
(vecino a San Cecilio, contaba con 54 años de edad en 1654).
18
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Lo mismo sucede con doña Clara de Oseguera, mujer de Alonso de la Paz
Candelero, jurado de Granada y mercader de sedas, que como ya he dicho
aparece con una u otra profesión, o ninguna, según el tipo de documento. Sin
nada más que su nombre, en una escritura relacionada con la sobrina de su
esposa, mujer del alguacil mayor perpetuo de la villa de Moclín, el capitán
don Pedro Ruiz de Prado Mesía, cabeza de una ilustre familia de la hidalguía
local. Como jurado, claro está, en los documentos administrativos, en este
caso simanquinos. Como mercader de sedas, en una fianza ante escribano24.
Pero también se da la circunstancia inversa, que miembros del linaje Oseguera, sin aparente relación con el mundo de la seda, estén enlazados matrimonialmente con grupos familiares dedicados a la comercialización de tan
productiva materia. Una vez más, el recurso al cruzamiento sistemático de
fuentes se torna indispensable para averiguar la verdad que se esconde tras las
apariencias documentales.
Un buen ejemplo de ello nos lo proporciona el ya mencionado Alonso de
Oseguera Hinojosa, que en bastantes ocasiones emerge de los legajos sólo
con el prestigioso cargo de familiar del Santo Oficio. Si no dispusiéramos del
documento antes citado, podríamos inferir su condición de sedero al analizar
la parentela de su esposa, doña Luisa Jiménez de la Cerda, miembro del mismo grupo que dio a Juan Jiménez de la Cerda, mercader de seda y vecino de
la parroquia de la Magdalena en 1672, fecha en la que cuenta con 54 años; de
Luis Jiménez de la Cerda, mercader de sedas en 1646; y de Bernardo, de los
mismos apellidos, que lo es también por 165525.
El evidente éxito en los negocios acabó, como sucedía casi siempre, por
proyectarlos a la esfera local del poder. Comenzando por los oficios de jurado, perfectos para un grupo familiar dedicado de lleno a lo mercantil. Este fue
el caso de Pedro Díaz de Oseguera, mercader y sedas y jurado de Granada al
que hallamos renunciando su cargo en manos de Andrés de la Torre en
166326. Dos hijos de este Pedro y de doña Francisca de Aguirre fueron caballeros veinticuatros del cabildo urbano: don Manuel, que pagó 60.000 reales
por el oficio en 1667 a su anterior propietario, don Juan de Figueredo; y don
Alonso de Oseguera y Aguirre, éste sucesor de su hermano en 167227, esposo
de doña Mariana Gallardo de la Daga, miembro de otro linaje de hombres
————
24
Respectivamente, APG, Moclín, 1649-52, escribano Esteban Díaz Ramos, fol. 148; AGS,
Cámara de Castilla, leg. 2451; APG, G618, fol. 791.
25 APG, G610, fol. 563, en que consta su condición de familiar de la Inquisición y el nombre
de su esposa; los tres parientes citados, en AHN, Inquisición, legajo 1528, exp. 9; APG, G705, fol.
685; y APG, G750, fol. 365.
26 AGS, Cámara de Castilla, títulos rasgados, legajo 132, s.f.
27 El primer dato, de AGS, Cámara de Castilla, legajo 2420, s.f. (hechas de renuncias). El
segundo, en MORENO GARZÓN, JIMÉNEZ ALARCÓN y PARRA ARCAS, 1986: 69.
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nuevos encaramados gracias a su riqueza al regimiento desde la esfera comercial y el puesto previo de jurado28.
He destacado los Oseguera, pese a lo que pudiera parecer, no por sobresalientes, sino precisamente por discretos. Se trata de un grupo de parentesco no
especialmente complejo ni relevante, si lo comparamos con otros muchos de
los que manejo información. De ahí su interés, al ser más la norma de un conjunto de familias que la excepción.
Cuánto se podría hablar de estos mercaderes. Por ejemplo, de Juan Álvarez
Dávila, que llegó a ser jurado de Granada, hijo de Baltasar Francés, vecino de
Toledo. Se trata de uno de los más activos mercaderes de seda, del que se dice
que desde muy joven manejó la hacienda y caudal de su padre «y tuvo a su
cargo su escritorio y sedas y mercaderías»29. O de toledanos recién asentados
como Diego de San Pedro, que en 1532 paga a sendos paisanos, pero establecidos los tres desde hacía poco en Granada, 186.417 maravedís procedentes de la
seda en madejas que le dieron. Y estos acreedores suyos eran el escribano público Juan de Alcocer y el mercader Rodrigo de Alcocer, ambos miembros de la
extensísima estirpe de su apellido30.
Y como los anteriores, otro Alcocer, Alonso de nombre de pila, mercader
que registra su seda para pagar la alcabala a los arrendadores de la renta en
1561. Curioso documento, pues el arrendatario del impuesto era el señor Juan
de Alcocer y el escribano ante quien se escritura, Melchor de Alcocer. Todos
tres lejanos parientes, y de una forma u otra, como los de una generación antes, implicados de lleno en el negocio31.
De parecida forma, los San Pedro. Para muestra, un botón, encarnado en
un par de documentos ante el citado notario Melchor de Alcocer, esta vez del
año anterior, 1560. Entre los nombres que desfilan por los folios del protocolo
hallamos al mercader Gonzalo de San Pedro, vecino a la parroquia de la Iglesia Mayor, y al huérfano, aún menor de edad, Juan de San Pedro, hilador de
seda, hijo de un escribano de Su Majestad. Una muestra más de las complejas
relaciones profesionales, familiares y sociales que se entretejían en torno a
este producto32.
————
28 La condición de jurado de Mateo Gallardo de la Daga, suegro del regidor Oseguera,
entre otros muchos documentos, en ARChG, legajo 14441, pieza 25. De él se dice en Íbid,
legajo 652, pieza 17, que «es de las personas más acomodadas que tiene Granada y tiene
reputación su hacienda de doscientos mil ducados». La sucesión del oficio de veinticuatro en
sus descendientes, en MORENO GARZÓN, JIMÉNEZ ALARCÓN y PARRA ARCAS,
1986: 66.
29 APG, G283, fol. 38.
30 APG, G35, fol. 116v.
31 APG, G123, fol. 17.
32 APG, G115, fols. 17 y 25v.
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Podríamos seguir así ad nauseam, y no va a ser el caso. Pero sí que quiero
traer a colación algunas dispensas matrimoniales para mostrar el fenómeno
antes enunciado de la consanguinidad entablada durante un siglo entre los
distintos grupos de origen toledano, asentados directa o indirectamente en el
territorio meridional. Y para mostrar cómo no se van perdiendo los lazos de
solidaridad interna del colectivo hasta muy adelante en el tiempo, me centraré
en un único expediente, uno entre muchas decenas.
En 1575 Francisco de la Torre demandaba ante el provisor eclesiástico poderse casar con su prima Ana Velluga, a pesar de los lazos de parentesco que
les unían. El joven, nacido en Granada, era hijo de María de San Pedro y de
Juan de la Torre Velluga, hijo a su vez de Francisco de la Torre, de cuyo
hermano Hernando de la Torre era nieta la contrayente, hija de su hijo Juan
Velluga y de Catalina de la Fuente33.
Una vez más, y no será la última, que protagonizan estas paginas los Torre, De la Fuente, Velluga (Velluga Moncada)… Siempre, ligados a la seda.
Como en esta misma ocasión, en la que el excepcionalmente rico documento
nos añade a lo anterior información económica del mayor interés. Según los
testigos, la calidad de la novia requería una dote competente de dos o tres mil
ducados, cuestión problemática ya que el padre no tenía de hacienda más de
3.500 ducados, y siendo siete hermanos con ella, sus perspectivas hereditarias
eran de unos 500, o quizá 600 como mucho, ya que dos de estos habían renunciado a sus legítimas al entrar en la Compañía de Jesús.
Pero la mayor trascendencia de este expediente, a mi entender, proviene de
los datos que nos muestran una vez más cómo se casan entre parientes dentro
del ámbito sedero. El joven casadero, de 24 años, tiene por oficio el escribir
en la aduana en los libros de la seda. El padre de la novia, por su parte, tiene a
su cargo el libro de la seda, en la misma aduana sita en la Alcaicería granadina, donde consta «lo que se despacha por los jelizes de ella de la seda que se
trae a vender».
UNA GRAN FAMILIA
Vistos algunos ejemplos de los múltiples lazos de consanguinidad que
unían al grupo, una ínfima muestra del total, estoy en condiciones de afirmar
que casi todos los participantes en el gran juego de la seda de Granada eran
parientes entre sí de una u otra forma. Se trata de una gran familia, con cientos de ramificaciones, de líneas que se entrecruzan, que tienen su sede en Toledo y Granada, pero que también cuentan con nodos de menor trascendencia
————
33
ACuG, expedientes matrimoniales, microfilm 1453489, exp. 176.
Hispania, 2016, vol. LXXVI, nº. 253, mayo-agosto, págs. 415-444, ISSN: 0018-2141, e-ISSN: 1988-8368, doi: 10.3989/hispania.2016.013
EL NEGOCIO DEL SIGLO. LOS JUDEOCONVERSOS Y LA RENTA DE LA SEDA DEL REINO DE GRANADA
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en poblaciones como Málaga, Vélez Málaga o Guadix, entre otras, y fuera del
reino, en Sevilla, Murcia…
Y este parentesco se encuentra especialmente entre los grandes personajes
que protagonizaron este proceso, los arrendadores de la renta de la seda. Todos ellos, como veremos de inmediato, estaban estrechamente emparentados,
dato por completo desconocido hasta el momento. Circunstancia, por ende,
del mayor interés, pues convierte a este productivo negocio en una colosal
empresa familiar que duró unos cien años, hasta su extinción por muy diversas causas.
Entre los primeros grandes arrendadores de la seda sobresalen Juan de la
Fuente y Hernando Hurtado (1505-1507, ambos, y 1508-1510 el primero34);
ambos fueron cuñados35. Y Juan, hermano de Diego de la Fuente, compartiendo ambos hermanos la administración de la renta entre 1511 y 1516. De
Juan fue hija Teresa, mujer de Día Sánchez Dávila, que tuvo la renta como
veremos entre 1553 y 1560. Pero son los hijos de Diego de la Fuente los que
más arrendadores conectan entre sí.
Uno de sus hijos fue Rodrigo Hurtado de la Fuente, padre de los hermanos
Hurtado de la Fuente, toledanos de Puebla de Montalbán asentados en Motril,
arrendadores de la renta entre 1584 y 159136. La otra, Teresa de la Fuente,
segunda esposa del arrendador de la seda granadina (1517-1524 y 1525-1546)
Juan de la Torre, regidor de Toledo y de Granada y señor de la villa de Vélez
de Benaudalla. Este, de su primera esposa Leonor Ortiz, otra toledana, tuvo a
Alonso de la Torre, veinticuatro de Granada e igualmente arrendatario del
impuesto (1561-1563).
Más aún, el compañero de Juan de la Torre en el arrendamiento del período 1517-1524 fue Alonso de Toledo, su propio cuñado, como marido de su
hermana Leonor de la Torre. Prima hermana de ambos fue Mencía de la Torre, mujer de Hernando de Alcocer, abuelos paternos de tres sucesivos arrendadores de la renta de la seda, a saber Juan de Alcocer (1547-1552 y 15611563), Hernando Díaz de Alcocer (1569-1573 y 1573-1581) y Antonio Álvarez de Alcocer (1569-1573)37.
La figura de otro de los arrendadores de la seda, Día Sánchez Dávila, a pesar de la enorme trascendencia que tuvo en su momento, ha quedado casi por
completo oscurecida por el paso del tiempo. Ciertamente, Sánchez Dávila no
provenía de Toledo, pero tuvo una fuerte relación con la Ciudad Imperial,
————
34 Los períodos de administración de la renta de la seda los proporcionan varios autores;
escojo para la ocasión el cuadro actualizado que publicó MARTZ, 2001: 160.
35 ALONSO GARCÍA, 2005: 18.
36 Aunque la misma aparezca habitualmente a nombre de Álvaro López, como se ve en el
cuadro que proporciona GARCÍA GÁMEZ, 1998: 268.
37 Todos estos datos genealógicos y prosopograficos proceden de SORIA MESA, 2014b.
Hispania, 2016, vol. LXXVI, nº. 253, mayo-agosto, págs. 415-444, ISSN: 0018-2141, e-ISSN: 1988-8368, doi: 10.3989/hispania.2016.013
ENRIQUE SORIA MESA
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establecida mediante negocios comunes con los mercaderes de esta vecindad,
y afianzada con su ya citado casamiento con doña Teresa de la Fuente. Tras
ardua investigación, he podido establecer el abolengo de esta señora, hija de
Juan de la Fuente y de Catalina de Torre, y hermana de Rodrigo de la Fuente,
que casó con una Lebrija, de la familia del gran Antonio de Nebrija, asentada
en Granada38.
Estos entronques se convierten de inmediato en conexiones con la seda y
Toledo. Juan de la Fuente, padre de doña Teresa, es nada menos que el arrendador de la seda en los primeros tiempos tras la conquista, junto con su hermano Diego de la Fuente. Y, como ya se ha visto, de este Diego nació otra doña
Teresa de la Fuente, mujer de Juan de la Torre, también tomador del impuesto
y señor de Vélez de Benaudalla. Recapitulando, Día Sánchez Dávila era yerno
de un arrendador de la seda, y sobrino y primo hermano político de otros tantos.
La actividad de nuestro personaje fue febril, aunque por desgracia sólo conocemos fragmentos de su trayectoria personal, económica y política, pues no
nos ha llegado su archivo, o si éste se conserva, no está disponible para el
investigador39. En cualquier caso, por los retazos que dejan constancia los
protocolos notariales, las fuentes judiciales y los documentos administrativos
de todo tipo sabemos que primero fue jurado de Granada, oficio del que consiguió la merced regia en 152040. Posteriormente, llegó a ser veinticuatro de
Granada, regidor de Jaén y señor de vasallos41.
La adquisición en 1549 del señorío de Cázulas, pequeño enclave cercano a
la costa granadina, recuerda a la posesión de la villa de Vélez de Benaudalla
por Juan de la Torre. Inversión económica, valiosa propiedad que puede ser
hipotecada y usarse como aval financiero y elemento de ascenso social que
convirtió a ambos hombres de negocios de notoria progenie hebraica en señores de vasallos42.
Una demostración evidente de que nos movemos en estrechos círculos de parentesco, ocultado por la documentación oficial, la tenemos en el caso de los
fiadores de algunos de estos arrendatarios de la seda granadina. Seguro pariente
de Día Sánchez Dávila fue el jurado granadino Hernando del Campo, el cual
aparece junto con su mujer Beatriz de Rueda como avalista suyo. Pero también fue, años después, fiador de Juan de Alcocer y de Alonso de la Torre en
el mismo negocio de la seda.
————
38
SORIA MESA, 2014b.
Tiene poco valor en este sentido, pues casi no incluye documentos suyos, el libro de
MALPICA CUELLO, QUESADA QUESADA y RUEDA LLORCA, 1982.
40 Renuncia del oficio por Francisco de Peñalver, AGS, Registro General del Sello, 10 de
abril de 1520.
41 Sobre el regimiento de Jaén (c. 1547), APG, G66, fol. 304v. Consta como caballero
veinticuatro en APG, G96, fol. 261v.
42 Las vicisitudes del señorío de Cázulas, en SORIA MESA, 1997a: 271.
39
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EL NEGOCIO DEL SIGLO. LOS JUDEOCONVERSOS Y LA RENTA DE LA SEDA DEL REINO DE GRANADA
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El parentesco procede de su mujer, Beatriz de Rueda, precisamente el
mismo nombre de la madre de Dávila, que unos documentos llaman Beatriz
González y otros Beatriz González de Rueda. Más aún, aunque el jurado Hernando del Campo parece tener un origen murciano, según consta en la probanza de hidalguía de su familia43 (si es que no encubre falsedades), existe
una clara vinculación con Toledo por parte suya y de su sobrino carnal y socio Bartolomé del Campo. Por un lado, porque hermano de Beatriz de Rueda
fue un tal Antonio de Rueda, vecino de la Ciudad Imperial a la altura de 1560.
Y a éste le dio poder Hernando del Campo para que en su nombre se obligara
con el cabildo de la catedral primada hasta en 2.000 ducados44, señal clara de
su interés económico por la zona.
Por otra parte, porque el citado Bartolomé del Campo casó con la toledana
Catalina de Torres Píñar, miembro de una interesante familia judeoconversa
que procedente de Toledo se asentó pronto en el reino de Granada, tanto en la
capital como en otras zonas, dedicándose entre otras cosas al arrendamiento de
rentas. Hermano de Catalina fue Bernardino, administrador general de los solimanes y azogues entre los años 1584 y 159245. Este matrimonio debió celebrarse a mediados del siglo XVI, pues una de las hijas de ambos casaba en
1585 con un pariente cercano, reanudando los lazos que unían a la parentela46.
UN NEGOCIO JUDEOCONVERSO
Bastantes de los autores que me han precedido en el estudio de la cuestión
han advertido que al menos parte de los arrendadores de la seda fueron de
condición conversa. Linda Martz, desde luego, fue muy consciente de ello
debido a que se encontraba con los mismos nombres y apellidos, y a veces
con idénticos personajes, con los que se topó en sus estudios sobre los judeoconversos toledanos47.
Pero no se trata, en mi opinión, de que haya más o menos conversos en
torno a este negocio. Sino de que el negocio de la seda, producción, comercialización y administración de la renta fue un entramado absolutamente dominado por los confesos. Por descendientes de judíos, cristianos desde hacía
unas generaciones, que invirtieron dinero, tiempo y esfuerzos para controlar
por completo durante un siglo este sector productivo.
Lo que sucede es que en Granada, como ya he dicho en alguna ocasión, lo
morisco ha ocultado a lo judeoconverso. La transcendencia innegable de lo
————
43
44
45
46
47
ARChG, legajo 2872, pieza 1.
APG, G115, f. 422.
APG, G246, f. 367 y G296, f. 937.
ACuG, expedientes matrimoniales, microfilm 1453490, exp. 92.
MARTZ, 2001; 2003.
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islámico ha hecho que quede en un plano secundario, cuando no olvidada por
completo, la realidad conversa. Un fenómeno que fue el auténtico protagonista de la evolución de la nobleza y élites locales, y que sin embargo es una de
las principales lagunas de la historiografía granadina.
Las razones que explican la presencia masiva de cristianos nuevos de origen hebraico en Granada son varias, y bien sencillas. Por un lado, se trata de
un territorio recién conquistado e incorporado a la Corona, en donde todos los
inmigrantes carecen de pasado. Las posibilidades de empezar de cero, o casi
de cero, son enormes y muy atractivas para aquellos que tienen mucho que
ocultar. Cualquiera puede, tras enriquecerse, trocar un abuelo judaizante por
un conquistador montañés.
Más importante aún es el hecho de que hasta 1526 no existiera tribunal de
la Inquisición en el reino. A excepción del paréntesis de Lucero, que realizó
ciertas razzias desde la sede del Santo Oficio de Córdoba, durante más de tres
décadas no hubo que preocuparse mucho en este sentido, y ese fue un excelente motivo para arraigarse en las comarcas granadinas.
Además, cuando se active el tribunal y comience su persecución de la
heterodoxia, su preocupación fundamental serán los criptoislámicos, no los
conversos de judío, que no plantean más problemas que la desviación individual del dogma, y que hasta 1593 no causarán inquietud real alguna.
Por último, Granada era una tierra de oportunidades económicas como pocas. Muchos productos de exportación (seda, lana, azúcar, pasa…), unos moriscos fácilmente explotables y unas rentas tan complejas que requerían especialistas del mayor nivel componían un fresco irresistible. En este último
sentido, y como escribí hace años,
la confusa administración de las rentas de origen nazarí, así como de las nuevas introducidas por los castellanos, permite demostrar su secular habilidad a auténticos
linajes de profesionales de la hacienda pública: serán decenas o cientos los recaudadores, receptores, contadores, mayordomos, tesoreros… que aprovechen la intrincadísima red impositiva48.
En este sentido, la propia complejidad de la gestión de la Renta de la Seda
explica en buena medida el monopolio que en la práctica consiguieron los
judeoconversos, ya que se necesitaba de un capital humano muy especializado, y en la práctica sólo ellos disponían de él, gracias al control previo de las
grandes rutas comerciales y al arrendamiento de impuestos.
Los datos de archivo, centrados de forma concreta en una u otra familia
conversa, nos proporcionan una mera muestra de lo expuesto, ya que la gran
mayoría de los papeles de la Inquisición se han perdido, entre ellos casi todos
————
48
SORIA MESA, 1999: 106.
Hispania, 2016, vol. LXXVI, nº. 253, mayo-agosto, págs. 415-444, ISSN: 0018-2141, e-ISSN: 1988-8368, doi: 10.3989/hispania.2016.013
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los del tribunal granadino. De cualquier forma, son suficientes para darnos
una idea de la enorme trascendencia que tuvieron los conversos en el sector
sedero local. Así, en genealogías toledanas presentadas ante el tribunal de esa
urbe se nos menciona al confeso Juan de Rojas, natural de la Puebla de Montalbán, asentado a comienzos del siglo XVI en Granada y muerto en esa ciudad, quien «entendía en cosas de seda»49. Sin duda, un miembro de la parentela del autor de la Celestina.
Y en parecidos listados constan en el siglo XVI, aunque sin poder precisar
más sus circunstancias, los granadinos Miguel Fernández, guarda de la seda,
penitenciado; Alonso Fernández, mercader de sedas, que debió dar su genealogía al Santo Oficio como descendiente de condenados50; Francisco Álvarez
de Montalvo torcedor de seda, y Rodrigo Gómez, hilador del mismo material,
ambos procesados por la Inquisición pero finalmente absueltos51. Todos ellos,
claro está, por sospecha de ser judaizantes.
Y sin deseo de prolongarnos eternamente refiriendo casos, cerremos este
apartado introductorio con la figura de doña Aldonza de Rojas, una de las
tantas mujeres de la mesocracia granadina de origen judeoconverso que fue
procesada por la Inquisición a finales del Quinientos y que salió en uno de los
autos de fe que se desarrollaron entre 1593 y 1595 en la ciudad del Darro por
seguir la ley mosaica52. Concretamente, en el de 27 de mayo de 1593.
Esta señora, miembro de un clan converso que controlaba la Real Chancillería53 (los Santofimia), era hija del toledano Gonzalo de San Pedro, mercader de
sedas, y esposa de Alonso de la Torre, de idéntica dedicación laboral54. En este
caso se trata de un grupo que proviene de Toledo, dedicado a la seda, y que
desemboca en una extensa parentela, casi toda ella procedente de Écija, volcada
en el ámbito burocrático.
Por su parte, dentro de la primera gran compañía dedicada al arrendamiento de rentas (y entre ellas, las provenientes de la seda) en el reino meridional,
formada por Alonso de Toledo y Alonso de Alanís (1497-1500), encontramos
un tercer personaje, Juan de Córdoba, hijo de Benito Sánchez Leví. El hallazgo
de otra genealogía dada ante el Santo Oficio por judeoconversos descendientes
de condenados, esta vez de manos de Benito Sánchez Leví, sobrino carnal y
homónimo del que acabo de mencionar, nos proporciona valiosísimos datos
sobre este personaje, capaces de situarlo socialmente con bastante precisión55.
————
49
AHN, Inquisición, legajo 287, exp. 13.
Ambos casos en AHN, Inquisición, legajo 1501, exp. 1.
51 AHN, Inquisición, 1539, exp. 10.
52 GARCÍA IVARS, 1991.
53 SORIA MESA, 2005.
54 Datos que conocemos al detallar ella su propia genealogía ante el Santo Oficio, AHN,
Inquisición, legajo 5237, exp. 15, fols. 148 y ss.
55 AHN, Inquisición, legajo 1492, exp. 1.
50
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ENRIQUE SORIA MESA
De esta forma, Benito, el padre del arrendador Juan de Córdoba Leví, se
sitúa dentro de un grupo de parentesco basado tiempo atrás en el comercio y
el arrendamiento de rentas. Si su hijo tuvo la compañía citada, él mismo fue
obligado a las carnicerías de Baena y Granada, administró los estancos de la
carne y cera en esta ciudad, y fue en 1502 arrendador de los diezmos de la
capital granadina56. Su padre Juan Sánchez Leví fue mercader, y sus pasos los
siguieron sus otros hijos, hermanos de nuestro personaje, avecindados todos
ellos en Córdoba. Así, Pedro fue tratante en mulas; Leonor casó con Rodrigo
de Palma, mercader; y Alonso Sánchez Leví fue tratante y vinatero, mientras
que de los hijos de éste, Benito, el de la testificación genealógica que seguimos, fue mercader, mientras que Constanza casó con el mercader Diego López de Marruecos.
Y muchos de ellos sufrieron encontronazos con la Inquisición. Benito fue
reconciliado, lo mismo que su padre y sus hermanos Pedro, Leonor y Alonso.
Así mismo lo fue la mujer de éste y varios hermanos de ella. En este contexto,
resulta inevitable mencionar la noticia de que su sobrino Benito, por quien
sabemos todo esto, huyó a Portugal junto con su mujer, escapando de la brutal
represión sufrida en Córdoba por parte del inquisidor Lucero.
Añadamos a esto el enlace ya mencionado con Diego López de Marruecos,
miembro de una de las principales familias de cristianos nuevos del reino de
Jaén, cuyos miembros padecieron gravemente los zarpazos de los primeros
momentos de la Inquisición57. Y el enlace de Alonso Sánchez Leví, hermano
del arrendador Benito, con Leonor Rodríguez, hermana del licenciado Gonzalo Rodríguez de Santa Cruz, médico, que nos transporta a una importante estirpe cordobesa de profesionales de la medicina, los cuales no sólo fueron de
origen judío como no podía ser de otra forma, sino que experimentaron también la represión religiosa del tribunal de la fe58.
Siguiendo con los primeros momentos del desarrollo de esta renta particular, encontramos a otro toledano, Alonso Pérez de la Fuente, arrendador de la
seda entre 1501 y 1504. Desafortunadamente, no lo he podido filiar con exactitud, y hay tantos homónimos y personas que usan en Toledo y Granada del
apellido Pérez de la Fuente, que no logro hilvanar un contexto familiar correcto. Del personaje han tratado los especialistas, no sólo a nivel local sino
también en el concierto de rentas de casi toda Castilla, donde tan activo fue
por estos años59.
————
56 La primera información, de la declaración del sobrino; la segunda, en MORENO
TRUJILLO. 2010: 200; la tercera, de AGS, Registro General del Sello, 15/X/1502.
57 Interesa al respecto CORONAS TEJADA, 1988.
58 CABRERA SÁNCHEZ, 2002.
59 Por ejemplo, lo mencionan CARRETERO ZAMORA y ALONSO GARCÍA, 2003:
18, entre otras.
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Su condición conversa no parece discutible, considerando su origen, su
apellido y las redes y conexiones en su torno establecidas. Apoya el aserto la
existencia, entre Granada y Toledo, de Pérez de la Fuente de progenie hebraica, relacionados igualmente con la administración de rentas reales; seguramente fueron sus cercanos parientes. Entre ellos, mencionaré tan sólo, por lo
que aquí interesa, a Fernán Pérez de la Fuente, vecino de Sevilla y en ella
receptor de sus rentas, quien tuvo bastante sucesión de su mujer, como él de
origen toledano, doña María de Rivadeneira. Y sobrina de Fernán fue Ana de
Montemayor, casada en 1550 nada menos que con Alonso de Alcocer, hijo de
Rodrigo Díaz de Alcocer y de María González de la Torre. Casan, por si fuera
poco, por poderes, y el apoderado es nada menos que Hernán Pérez Jarada,
sevillano oriundo de la Ciudad Imperial, descendiente de condenados y centro
de un nodo genealógico del mayor interés que por razones de espacio no puedo ahora desarrollar.
Pero no fue esta la única conexión directa con el entramado central de la
gestión de la renta de la seda. Hija del mismo Fernán y de su citada esposa fue
doña Mayor de Rivadeneira, quien casó en 1560 con Juan de la Torre, vecino
de Granada, hijo de Juan de la Torre, jurado de Toledo, y de doña Francisca de
la Fuente. O sea, los que fueron arrendadores de tan lucrativo impuesto60.
Sin salirnos de estos tiempos iniciales de la Granada cristiana, no conviene
olvidar a Alonso de Alanís, mencionado poco antes, cabeza de una de las
grandes compañías sederas, como corresponde a un gran mercader sevillano.
Alanís, que fue arrendador mayor de la seda entre 1497 y 1500, fue un judeoconverso tan notorio que incluso su propia esposa, Leonor Fernández Cemendar, fue reconciliada61
Seguro pariente de Alonso, acaso su hermano, fue Juan de Alanís, solicitador general de los servicios moriscos del reino de Granada62 y jurado de Almería. Su condición conversa es tan conocida que consta claramente en documentación de la época, concretamente en la correspondencia del conde de
Tendilla63. De él y de su esposa Beatriz de Toledo fue nieta doña Ana de la
Torre, mujer de Álvaro de Paz del Río, lo que una vez más nos lleva de lleno
a la élite granadina64. Proceso de ennoblecimiento iniciado un poco antes con
la figura del licenciado Juan de Alanís, hijo de Juan y de Beatriz, abogado de
la Real Chancillería de Granada (1561) y corregidor de Carmona (1567)65.
————
60
Todo esto, en AGS, Expedientes de Hacienda, legajo 722, exp. 1; APG, G71, fol 337;
PÉREZ DE HERRASTI, 2007: 170; GIL, 2003, IV: 271-273.
61 GIL, 2002, III: 186.
62 AGS, Cámara de Castilla, legajo 2172, oficio merced de los Reyes Católicos, que a su
muerte pasó a Francisco Verdugo.
63 MORENO TRUJILLO, 2010.
64 APG, G589, fol. 959.
65 APG, G119, fol. 691 y AGS, Consejo Real, legajo 711, exp. 1.
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Y sobrino de Alonso de Alanís, esto sí está documentado, fue Rodrigo de
Alanís, vecino de Málaga, criado del poderosísimo hombre de negocios converso Fernando de Córdoba. Rodrigo fue fiel del jeliz de la seda de Málaga
sobre 1502, y ya en 1497 había sido nombrado receptor de la Renta de la Seda por su tío, el arrendador Alonso66.
Converso sin discusión fue otro de los arrendadores y recaudadores mayores, que así aparece, de la renta que estudiamos en los primeros tiempos. Concretamente en 1503 y 1504 encontramos a Diego Méndez de Tablada, escribano público de Granada67, receptor real, contador del Arzobispo, contino de la
Casa Real… Numerosos empleos que compartió parcialmente con su hermano
Sancho Méndez, jurado de la ciudad de Granada y receptor de las Alpujarras.
Este dato, que es conocido pero no ha sido interpretado anteriormente, es
el que nos lleva directamente al seno de una de las principales parentelas de
origen hebreo de Granada, integrada desde el primer momento entre lo más
granado del patriciado local y que acabó pronto por convertirse en nobleza de
sangre, incluso alcanzando algunas de sus ramas la condición aristocrática de
rango nacional. Son los Salazar, divididos en varias líneas: los Méndez de
Salazar, derivados de este Sancho; los Muñoz de Salazar, alféreces mayores
de la ciudad de Santa Fe; y la más conocida familia de Juan Vázquez de Salazar, secretario de Felipe II, sobrino del también secretario Juan Vázquez de
Molina, que a su vez lo fue del todopoderoso Francisco de los Cobos. Pese a
su condición conversa, Juan Vázquez de Salazar, fue alférez mayor de Úbeda,
en sucesión a su tío, señor de la villa del Mármol, por compra, y gracias a la
influencia cortesana esposo nada menos que de doña María de Mendoza,
hermana del octavo conde de Priego68.
Y no sólo sus conexiones con el universo converso son familiares, sino
que sus estrechas relaciones con los De la Puebla, de idéntico origen, nos llevan directamente a unos parientes de éstos, los confesos Suárez de Toledo,
con el tiempo vizcondes de Rías (y progenitores del gran filósofo Francisco
Suárez), en esta etapa dedicados con ahínco a la gestión de rentas69.
Lo mismo podemos decir del granadino Lope de Soria, arrendador de la
Renta de la Seda junto con Hernando Díaz de Alcocer para el período que
transcurre entre 1573 y 1581. Hasta ahora, nada se conocía de él. Gracias a
una escritura notarial sabemos de la existencia de un Diego de Soria, vecino
————
66
LÓPEZ BELTRÁN, 2012.
Oficio que renuncia ese mismo año en Francisco del Castillo, AGS, Registro General
del Sello, 30/III/1504.
68 SORIA MESA, 2007.
69 GARCÍA PEDRAZA, 2010.
67
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de Granada a comienzos del siglo XVI70. De él fue hijo Lope de Soria, abuelo
paterno de nuestro homónimo personaje. Este primer Lope fue un conocido
cristiano nuevo, así se hace constar en varios documentos inquisitoriales71.
Fue padre de varios hijos, cuyas respectivas descendencias generaron una
fuerte endogamia al casar reiteradamente entre sí.
Uno de estos hijos fue Diego de Soria, pagador de la Real Chancillería,
nacido en torno al año 150072, personaje muy activo en la Granada de mediados del Quinientos, el mismo que debió acumular una gran fortuna gracias a
su oficio y a sus inversiones y préstamos. En 1584 testaba, evidenciándose su
nivel patrimonial en el cuadro siguiente:
CUADRO 1. Dotes y capitales de los hijos de Diego de Soria
Lope
Leonor de Camargo
Cantidad
(ms.)
500.000
Ana
Lázaro del Adarve
1.030.000
María
Catalina
Luis
Jerónimo
Jerónima
Luis Pérez de Gadea
García de Briones
—
Isabel de Aguilera
—
950.000
1.030.000
128.582
268.639
Casas
Nombre
Cónyuge
Notas
Familia conversa, instalada en
la Chancillería
Familia de regidores de Ronda73
Fue jurado de Granada74
Fue jesuita
Nacida en Ronda
Demente
Fuente: APG, G250, fol. 974. Elaboración propia
Con un patrimonio que superaba los cuatro millones de maravedís, una auténtica fortuna en la Granada de su tiempo, no es de extrañar que su hijo mayor, Lope de Soria, arrendara la renta de la seda, como hemos visto. Pero no
fue esta su única actividad en relación al ámbito financiero, pues siguiendo
————
70 La filiación de este primer Diego de Soria consta de una escritura de arrendamiento de
una casa hecha por Diego de Soria, su nieto, pagador de la Real Chancillería, con poder de su
padre, Lope de Soria, en la que se menciona al abuelo, APG, G226, 15/XII/1585.
71 AHN, Inquisición, legajo 1539, exp. 10.
72 En 1577 dice tener 77 años, AGS, Cámara de Castilla, legajo 2181, s.f.
73 Lo fue Tomás Pérez de Gadea, al que encuentro como regidor entre 1545 y 1558,
ARChG, legajo 512-2473, pieza 4 y AGS, Mercedes y Privilegios, legajo 326, exp. 18.
74 Información que no consta en el testamento de su suegro, pero que sí lo hace en AGI,
Pasajeros, legajo 5, pieza 784, con motivo de la marcha de su hijo Diego a Nueva España en
1567.
Hispania, 2016, vol. LXXVI, nº. 253, mayo-agosto, págs. 415-444, ISSN: 0018-2141, e-ISSN: 1988-8368, doi: 10.3989/hispania.2016.013
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pasos parecidos a los de su padre, en 1569 compraba de la Corona por dos
vidas el oficio de receptor de Penas de Cámara de la audiencia granadina75. E
intentó adquirir nada menos que el cargo de depositario general de la capital,
a lo que el cabildo de Granada se opuso frontalmente, tanteándolo, y esgrimiendo como argumento central de su rechazo la necesidad de que «no entre
en su cabildo un hombre de las calidades del dicho Lope de Soria»76.
En efecto, su condición conversa era más que notoria en la ciudad, y de
ella dejó varias veces constancia la propia Inquisición, con motivo de ulteriores pruebas de sus parientes77. Pese a todo, la riqueza e influencia de su grupo
de parentesco consiguió sortear los obstáculos impuestos a su ascenso social,
y de forma paulatina los descendientes de Lope fueron adquiriendo honores y
prestigio. Entre ellos, la condición de Correo Mayor de Granada de don Lope
de Soria y Camargo78, la de racionero de la Catedral de Sevilla —con pruebas
de limpieza de sangre— de don Gabriel de Soria y Camargo, en 159079, ambos hijos de Lope, y sobre todo el hábito de Calatrava que consiguió su nieto
don Leonardo de Soria, quien al igual que su padre, el licenciado don Francisco de Soria y Camargo, fue veedor del presidio de Cádiz80.
Tampoco puede haber dudas de la condición conversa del ya citado arrendador Día Sánchez Dávila. Por fortuna, en este caso contamos con su propia
declaración ante el tribunal del Santo Oficio, tras ser llamado a manifestar su
ascendencia como descendiente de condenados81.
Gracias a este interesantísimo documento de 13 de mayo de 1529 sabemos
que nuestro personaje, a la sazón jurado de la ciudad de Granada y vecino a la
Puerta de Guadix, era natural de la misma urbe, nacido en torno a 1500-1501.
Su padre fue Juan Dávila, mercader, vecino de Granada y en ella fallecido, y
natural de Jaén o Baena, así se nos dice. Pero lo más relevante de la biografía
de su progenitor es el dato de haber sido preso en la Inquisición de Córdoba
en tiempos del tenebrario Lucero, siendo posteriormente liberado (seguramente por el motín que tuvo lugar en 1508, encabezado por la nobleza local)82. Su madre fue, ya se mencionó antes, Beatriz González, y fue reconci-
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75
76
77
78
AGS, Dirección General del Tesoro, legajo 231, exp. 51.
AGS, Cámara de Castilla, Oficios, legajo 13, s.f.
Por poner un caso, AHN, Inquisición, legajo 1539, exp. 8.
HENRÍQUEZ DE JORQUERA, 1987, II: 728, indica que fue asesinado en febrero de
1632.
79
ADS, G-7, caja 25.
AHN, Órdenes Militares, Calatrava, exp. 2505. El oficio de veedor de padre e hijo
(1610 y 1622, respectivamente), consta en CONCEPCIÓN, libro V, capítulo VIII.
81 La copia del documento, pues se trata de un traslado autorizado de fines del siglo
XVII, la encontramos en AHN, Inquisición, legajo 1494, exp. 15.
82 Sobre la cuestión y su contexto, véanse dos interesantes artículos, EDWARDS, 1986.
CUADRO GARCÍA, 2003.
80
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liada y luego liberada. Tanto ella como su marido, evidentemente, habían sido
apresados por su condición de judaizantes.
Los abuelos de Día Sánchez Dávila tampoco carecen, precisamente, de interés en este sentido. El abuelo paterno fue Álvaro Dávila, escudero, lo que
nos indica un nivel social relativamente elevado; no estamos ante menesterosos judíos dedicados antes de su conversión a tareas bajas en la escala social o
económica, sino que nos hallamos ante un grupo familiar de bastante nivel,
parentela afectada por la Inquisición pero que pudo recuperarse gracias a las
febriles actividades económicas de sus miembros, aprovechando además, como tantas otras de su estilo, la venta de oficios para ascender en la escala social83. Y lo mismo sucede con el abuelo materno, Alvar Fernández, contador
del conde de Cabra, vecino como su señor de la próspera villa de Baena, un
auténtico nido de conversos84. Este Alvar Fernández fue condenado por la
Inquisición como judaizante después de muerto; es de suponer que sus huesos
fueron quemados en la hoguera.
De las abuelas, casi nada se nos dice más allá de sus nombres, respectivamente Mayor González y Mayor Hernández, que parece no fueron condenadas. Más información por suerte se nos ofrece de otros colaterales. Hermanos
del padre fueron Gonzalo Dávila, igualmente anotado como escudero, vecino
de Granada; Diego Dávila y Aldonza Dávila, esposa de Hernando de Molina,
vecinos de Úbeda. Parece que ninguno de ellos tuvo problemas con la Inquisición.
De entre sus primos hermanos hemos de destacar a Álvaro Dávila, clérigo
granadino; Beatriz Dávila, mujer de Diego de Trillo, alcaide de Carcabuey
(Córdoba)85; Guiomar Dávila, esposa de Cristóbal de Molina, vecinos de
Baeza; o Isabel de Molina, casada con el comendador Tobilla, residentes en
Úbeda.
De los hermanos de Día Sánchez Dávila, el más interesante fue Juan Rodríguez Dávila, sucesor en el mayorazgo familiar, de quien procedió una larga estirpe de caballeros veinticuatro de Granada, asimilados pronto a las filas del patriciado local, los cuales consiguieron ocultar convenientemente su sangre
conversa, haciéndose pasar por descendientes de conquistadores. Lo habitual en
estos casos.
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83
Un modelo de lo cual se presenta en SORIA MESA, 2014b.
SORIA MESA y OTERO MONDÉJAR, 2014.
85 De quienes procederán una larga lista de descendientes, perfectamente integrados en la
nobleza cordobesa, pero que sufrirán graves problemas para superar numerosas probanzas de
limpieza de sangre (hábitos de órdenes militares, Inquisición…) hasta bien entrado el siglo
XVIII.
84
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A MODO DE CONCLUSIÓN. DE SEDEROS A NOBLES
En los inicios de la Granada cristiana, tiempo de oportunidades como pocos hubo, encontramos la figura de Manuel de Úbeda, personaje asentado en
la ciudad de Guadix desde la conquista y dedicado entre otras muchas actividades lucrativas a la administración de rentas. Arrendador de la seda, también
lo fue de otros impuestos en el obispado de Málaga, todo ello en torno a
1501-1504. Nada nuevo en el seno familiar, pues ya antes había fiado a su
hermano Fernando Manuel en la renta de la seda de los partidos de Almería y
Marchena en 1498 y 1499. Y este último fue avalista de otro toledano, Bernardino de Píñar, esta vez en el partido de la seda de Guadix86.
Notorios conversos, como veremos a continuación, traigo aquí a esta familia no por ser muy relevante, como lo fueron los riquísimos De la Fuente, De
la Torre, Hurtado de la Fuente o el plutócrata Día Sánchez Dávila, de los que
ya hemos hecho mención. Los rescato del olvido precisamente debido a su
relativa modestia en el concierto de estos grandes hombres de negocios. Para
mostrar las formas de integración de los más llamativos cristianos nuevos en
el seno de la sociedad dominante, a pesar de todas las señas de identidad grupales, que les perseguirían durante un siglo, pero que finalmente fueron vencidas por el omnímodo poder del dinero. No hacía falta para asimilarse del
todo a la nobleza ser un potentado; bastaba con ser rico a nivel local para conseguirlo, acaso de forma más lenta pero ciertamente igual de efectiva.
La condición confesa de la familia salió a relucir con motivo de las muy
controvertidas probanzas de hidalguía que sus descendientes litigaron en la
Real Chancillería de Granada a comienzos del siglo XVII. En ellas, el fiscal de
la audiencia utilizó la artillería pesada, sacando a relucir no sólo su muy evidente estatus pechero, sino incluso, lo cual no era tan habitual, la progenie
hebrea de sus ancestros. El pleito lo sostuvieron los hermanos Gabriel, Francisco y Juan de Mescua, así como su primo hermano por línea masculina don
Diego de Viedma, todos ellos vecinos de Úbeda aunque originarios de Guadix,
descendientes concretamente de Gabriel de Úbeda, abuelo paterno de todos
ellos, hermano de los mencionados Manuel de Úbeda y Fernando Manuel.
Estos tres hermanos, Gabriel y los dos arrendatarios, fueron hijos de Juan
Manuel, condenado por la Inquisición en sus primeros tiempos de funcionamiento. Para más complicaciones, el propio Gabriel de Úbeda casó con Constanza de Cazorla, hija o nieta de Rodrigo de Cazorla, igualmente penitenciado
por el Santo Oficio por ser judaizante.
Todo ello salió a relucir en el mentado pleito de hidalguía. Un largo y costoso suplicio legal en el que muchos testigos no dudaron en declarar que el
padre de ellos, Pedro Manuel, tratante en madera,
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86
GARCÍA GÁMEZ, 2007: 264
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compuso su incapacidad y de su mujer e hijos por 105 ducados con un comisario
que con facultad real vino al partido de la dicha ciudad de Úbeda a componer semejantes incapacidades que llamaban de la farda87.
Pero si hubo testigos en contra, más y de mejor calidad fueron los que declararon a favor de los pretendientes. Por ejemplo, don Pedro de los Cobos
Vela, caballero de Santiago, pariente lejano de los marqueses de Camarasa, o
don Luis de Baena, regidor de Úbeda. No importaba que los sambenitos familiares hubieran colgado como horrible denuncia de la infamia en los templos
locales. No se trataba de decir la verdad, sino de apoyar a uno de los suyos,
hubiera además o no sobornos y regalos de por medio, como solía ser costumbre.
Porque, en efecto, los Manuel de Úbeda, que así dieron en llamarse, se
habían ido convirtiendo en nobles de esa ciudad giennense, adoptando todas
las formas externas que caracterizaban a la clase dirigente local. Y aspiraban
a la limpieza de sangre que, a falta de auténticos méritos genealógicos, sólo
podía darles el olvido y la invención del pasado.
Y para ello, hacía falta establecer buenos casamientos. Comprar novias a
cambio, seguramente, de enlazar con hijas de ramas menores de la nobleza
urbana carentes de dotes. Es la hipergamia consentida que tan frecuente fue
en estos contextos sociales y que tanta importancia tuvo en los continuos procesos de ascenso social de estos grupos de orígenes heterodoxos88.
Gracias a su fortuna, los cuatro litigantes llegaron a ser con el tiempo caballeros veinticuatros de Úbeda, lo que les permitió asaltar la institución por
excelencia del poder local y relacionarse con las grandes familias del patriciado urbano. Con tales contactos, su gran patrimonio y redes de influencia,
empezaron a casarse de manera excelente.
Una estrategia como ésta culminaba inexorablemente en la consecución de
la nobleza de sangre. La falsedad testifical, muchas veces aunada con la documental, permitía a este tipo de familias obtener la hidalguía. Hasta aquí,
algo muy habitual en este tipo de linajes. Lo que no es tan frecuente es que, a
la vez que se lanzaban a la búsqueda de la anhelada ejecutoria, los Manuel de
Úbeda, desarrollaron una amplia campaña mediática, por así llamarla, conducente a consagrarse socialmente a nivel nacional.
Y para conseguir sus propósitos, nada mejor que lograr, de la forma que
fuese, el apoyo de un ambicioso genealogista, Alfonso López de Haro, autor
de un tratado exitosísimo, el Nobiliario genealógico de los reyes y títulos de
España, que vio la luz en 1622. Utilizando los métodos que se pueden fácilmente sospechar, nuestros protagonistas consiguieron insertarse en medio de
————
87
88
ARChG, legajo 9640, pieza 14.
SORIA MESA, 2000.
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esta obra, enormemente difundida a lo largo y ancho de la Monarquía Hispánica89.
De esta manera, el tratadista genealógico, al que por su trayectoria no se
puede definir precisamente como un dechado de honestidad90, colocó a los
ubetenses en medio de las más preclaras estirpes de la aristocracia nacional,
injertándolas en medio de uno de los más nobles troncos derivados de los magnates bajomedievales. Aprovechando la identidad de su apellido, y siguiendo
una estrategia muy habitual entre los judeoconversos91, este linaje confeso fingió ser una rama menor de los Manuel de Castilla, como es bien sabido descendientes por varonía nada menos que del autor del Conde Lucanor, don Juan
Manuel, señor de Villena, el gran príncipe de la llanura manchega, hijo del
infante don Manuel y nieto del rey Fernando III de Castilla y León.
Derivados de ellos, sin la más mínima prueba documental, López de Haro,
inventa a unos Manuel avecindados en Illescas, de los que procederían todos
los citados, y concretamente el Manuel de Úbeda, arrendador de la Renta de
la Seda, y quien ha permitido desarrollar este excurso. Concluyendo la transformación al trocar a un administrador de impuestos, comerciante y padre de
un tratante en madera en un noble hijodalgo, conquistador del reino de Granada y repartido por los Reyes Católicos tras la toma de Guadix con importantes predios como el caballero que inventaron que era.
La narración anterior muestra a la perfección cómo se pasa, en el tiempo
medio o en el largo, de la condición mercantil a la nobiliaria. Cómo el dinero
amasado con el tráfico sedero, en el caso que nos ocupa, invertido en ostentación y adquisición de influencias y estatus, consigue limpiar poco a poco las
ascendencias y transformarlas en similares a las que demandaba el ideal de la
sociedad de ese momento.
No se trata de hablar de la tan traída y llevada traición de la burguesía
braudeliana, concepto ya bastante obsoleto, sino de mostrar cómo la adaptación a los nuevos lenguajes sociales era un requisito imprescindible para el
triunfo familiar. Y a conseguirlo se lanzaron con ímpetu las estirpes más dinámicas y preparadas, obteniendo la victoria en una incierta carrera. Las que
no pudieron o supieron hacerlo, cayeron en el olvido.
Nada de extraño tiene, por tanto, que el siglo XVII ya no sea la centuria
conversa que fue el Quinientos en relación a la seda granadina. Las circunstancias habían cambiado, y con ellas lo hicieron los protagonistas del arrendamiento de tan lucrativa renta. Pero no fueron únicamente éstas las causantes, como por lo general se ha afirmado. No todo consistió en factores
exógenos, como la decadencia de la Monarquía, la despoblación, los cambios
————
89
90
91
LÓPEZ DE HARO, 1622, I: 53-56.
Una breve semblanza, a falta de una biografía definitiva, en SORIA MESA, 1997b.
SORIA MESA, 2009.
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en la fiscalidad o la guerra de las Alpujarras y la posterior expulsión de los
moriscos.
En este cambio de orientación tuvo que ver, al menos tanto como la suma
de los anteriores ítems, la transformación social experimentada, tras largas
décadas, por los conversos que habían acostumbrado a tomar para sí la renta
sedera. Es por esto por lo que se acaba el monopolio cristiano nuevo, entre
otras cosas porque ya no quedaban casi conversos entendidos como tales.
Habían dejado de ser una comunidad, disolviéndose en el seno de la sociedad
dominante, entrando casi todos ellos por la puerta grande gracias al poder del
dinero y a las necesidades del Estado Moderno.
Así sucedió con todas las grandes familias implicadas en el tráfico sedero.
Antes o después, pues hubo variaciones en los tiempos como es lógico, el
proceso de ennoblecimiento les fue llevando a cambiar de horizontes. No a
dejar las prácticas económicas, sería una banalidad expresarlo así, sino a girar
de rumbo su política inversora.
Y para encontrar los respectivos hitos en la evolución de cada grupo de parentesco nada hay mejor, puesto que no existen fechas exactas ni mucho menos en lo que fue un proceso lento y pausado, que analizar las posibles alteraciones en las estrategias matrimoniales. Los muy planificados casamientos
pueden servir de excelente atalaya desde la que otear un posible cambio de
tendencia, a veces manifestado de forma brusca, otras de manera tan suave
que cuesta apreciarlo.
Es el caso de los De la Fuente, los Alcocer, los Cepeda, los Velluga Moncada, San Pedro… Entre otros muchos. La primera clave nos la ofrece precisamente el abandono de las relaciones, al menos visiblemente, con la antigua
metrópoli toledana. Cesan los casamientos con parientes, lo mismo que parece disminuir el negocio directo con esa ciudad. O cuando menos lo hace su
reflejo en las actas notariales. Los antaño toledanos se han convertido para
siempre en granadinos de pura cepa.
Más importante aún, o eso me parece, son los casamientos exogámicos
que empiezan a aparecer en el seno del colectivo. Poco a poco se va enlazando, según las posibilidades de cada cual, con miembros de la mesocracia burocrática o comercial, meros hidalgos o nobles de rango medio. Y lo que al
principio se ve como excepción, pronto es una avalancha que crea norma y al
tiempo es la única forma de desposorio que se admite. La endogamia no desaparece del todo, pero la que tiene lugar no es otra cosa que la propia de los
grupos nobles —ennoblecidos en nuestro caso— que desposan a sus primas
más o menos lejanas. Ya no lo hacen con la saña de los tiempos pasados,
cuando lo que estaba en juego era no perder la conciencia de pertenecer a un
mismo colectivo sanguíneo y cultural.
Veamos el caso de la parentela de Melchor de Cepeda, mercader de seda,
toledano como no podía ser menos en un pariente cercano de Santa Teresa de
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Jesús. Llegados desde la urbe castellana él y su hermano Baltasar, entre sus
respectivas descendencias se establecen casamientos consanguíneos, que llegan a su cénit en 1604. Luego, pasan a un segundo plano o directamente desaparecen.
Por otro lado, si Melchor, que vivió a mediados del siglo XVI fue mercader, sus hijos Alonso y Álvaro aparecen siempre en la documentación con el
cargo de capitán, este último llamado habitualmente el capitán Cepeda de
Ayala, pues pocas veces usa de su nombre propio. Este interesante personaje,
caballero veinticuatro de Granada y muy rico, casó con una ilustre dama local, miembro de una rama venida a menos de un preclaro linaje, doña Paula
Porcel de Peralta, hermana de un caballero de Santiago.
Asentada la progresión familiar con esta excelente boda, lo demás fue relativamente sencillo. De los hijos de esta coyunda, don Juan fue caballero de
Calatrava en 1639, y don Luis, el primogénito, lo fue de la de Santiago, además de veinticuatro de Granada, señor de la villa de Cozvíjar y alguacil mayor del Santo Oficio, todo ello tras pasar unas controvertidas pruebas de limpieza de sangre en donde algunos enemigos del linaje se despacharon a gusto
contra sus calidades. Nada que pudiera detenerlos. Tanto es así, que de don
Luis descenderán los condes de Villamena, próceres locales de la Granada de
los siglos XVII y XVIII92.
Podríamos hablar aquí de los Alcocer, de los San Pedro, convertidos éstos
en caballeros veinticuatros en el siglo XVII, y de muchos más apellidos, relacionados todos ellos con el tráfico sedero o con el arrendamiento del impuesto pertinente. Pero me limitaré a traer a colación someramente el caso de los
De la Fuente, en varias de sus líneas. Una de ellos, los parientes de la mujer
de Día Sánchez Dávila, quienes tras la extinción de la descendencia de esta
pareja heredaron el señorío de Cázulas, cerca de la costa granadina. En ellos
encontraremos a lo largo de los siglos XVII y XVIII una saga de regidores de
la capital, acabando en la Casa de Afán de Rivera, emparentada con lo más
granado del patriciado local.
O los mismos Dávila del mencionado Día Sánchez, quienes dejaron las tareas mercantiles por la gestión de los propios mayorazgos, terminando la línea dimanada de su hermano Juan Rodríguez Dávila en diversas estirpes locales, conformando su árbol genealógico una plétora de regimientos, hábitos de
órdenes militares y algún que otro título del reino.
Es el fin de la conciencia de grupo. El abandono de la comunidad conversa
a favor de la individualidad cristiano vieja, no por falsa e inventada menos
efectiva en cuanto que asumida por casi todos ellos como el destino obligado
en una sociedad como la española del Siglo de Oro.
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92
SORIA MESA, 2014b.
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Recibido: 27/05/2014
Aprobado: 29/12/2015
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